Gaceta Río Arriba Año 2, núm. 2, GUERRA

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Distribución gratuita

septiembre - octubre 2012, año II, nímero 2

Gráfica Javier González Cárdenas César Navarrete Vázquez Magdalena Gárate Éphan Zzâna

Río Arriba

Texto Sergio D. Lara Nika Seeger Nadia Contreras Miguel Santos Aldo Revfaulknest José Pérez Martínez Arturo Sodoma Gustavo Franco www.rioarriba.com.mx

Javier González Cárdenas

Guerra


El grito de dolores 1

Sergio D. Lara (1992).

Pero si te miro y no me voy, cómo crearemos el recuerdo de las formas, cómo sabré del cuerpo que nos quema o de las entrañas de la noche. No llores mi partida, no me olvides. No abras esta puerta que se queda sola y sin custodio. ¿Qué no ves que me llama la vanguardia? Ahí el hombre sabe lo que siente y lo que es, ahí se forman los abismos de nuestra libertad y se conocen los límites del hambre. Yo voy para buscarte aunque sé que estás aquí, que te quedas. ¿Me esperarás? ¿Tejerás la manta de mi ausencia para luego destejerla en estas sombras que comenzaron cuando el padre nos convocó en el atrio? El deber nos llama a liberar los sueños que poblaron esta tierra que nos nombra : es necesario cambiar el brote de las flores y la forma en la que el sol alumbra nuestros pasos, porque no somos ellos —los que llegaron en sus barcas imponentes a consumir la luz, ni los que, antes de nosotros, labraron en el suelo las huellas de la carne— así como no soy yo el que se marcha, sino esta piel que me hace peso y rotundidad, que subyuga mi voluntad a los designios de los otros… ¿Cómo podré hacerte saber que este hueco abierto por los repiques del metal no cambia la forma en que me habitas? Sí, te digo que también se ama entre la sangre.

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XV

Nika Seeger Se acerca el día de la locura: la columna sigue su marcha uno tras otro los gritos hasta que la voz falla. La marea de la locura va creciendo: desde la noche se filtran sigilosas y heladas las bestias manos invisibles que abozalan los respiros. La locura continúa: día caliginoso e incierto sobre el campamento ¿cuántos despertarán? los últimos. La locura del último día: para sacarle la sangre a un hombre hay que cortar su cuello.

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Ciudad en Guerra (fragmentos Nadia Contreras (Quesería, Colima, México, 1976). 2

Sentada en el sillón de la sala, con un pedazo de pan blanco suspendido junto a la boca, hablo en breves fragmentos. No puedo respirar. Mi cabeza: grito de escopeta. La conversación termina (están aquí reunidos: mi esposo, mis padres, mis amigos cercanos), cuando las lágrimas se secan y tomo una postura fría y rígida. Días después, semanas (evoco la imagen), me veo sentada en el sofá, presa del horror. Pasarán horas, recuerdo, para siquiera atreverme a acariciar mis cabellos. 3

Los hombres de esta guerra sucia van tiesos dentro de sus camionetas. Desde niños, jóvenes quizá, se les inyectó plomo en las venas (jamás darían su vida para salvar una patria). Uno los ve, de pronto

en la calle, las plazas o en ciertos restaurantes trasformar su cara en una máscara risueña. Con qué nostalgia hablan de la infancia y de toda esa farsa que los vuelve humanos, casi humanos semejantes a cualquier familia que degusta en la mesa contigua o camina codo a codo con ellos. Así mismos se ven amables, preocupados por el dinero, el gasolinazo de fin de semana, el gobierno incompetente y corrupto. Se ven como cualquier gente hasta que algo o alguien los alerta y se refugian tras sus armas poderosas, mariquitas, culos que son. Pienso en estos hombres, los hombres de esta guerra sucia, pasados de copas, vestidos de mujer y tacones altos, en improvisada pasarela.

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César Navarrete Vázquez

STOP

Miguel S antos, Declaro la guerra en nombre de mi peor enemigo que es ¡la Guerra! ¡Stop! Se estima el conflicto a trece versos de alcanzarme. Noche furiosa, ayúdame a trazar el contraataque; Concentración voraz, Calma, Locura, asístanme. Hará falta un ejército de aventuradas mentes ¿ya están? Inquieto por abrir el horizonte, sol, ven a herir los estandartes. Entonemos los cantos, mostremos al aire nuestras cajas de resonancia y contentos, pintemos los rostros para enfrentar el combate. Llegó el momento, todos a pie, vayamos inmutables. Expongamos el cuerpo a no morir sin razón y peleemos, luchemos sin derramar sangre sembremos con la vida todo el campo, no podrán derrotarnos, al final vendrá la victoria a darnos descanso a todos los caídos, los lastimados, los perseguidos, los que se levantaron y también vendrá la luna, con su copa, a darnos de beber y a limpiarnos.

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Neo-estratagema

Aldo Revfaulknest

Un calendario

siempre permanece en alerta roja una tregua es sinónimo de batallas es silencio los códigos de barra son espejos de guerra de baja intensidad es el sol que blinda el minotauro bufones del capitolio son enemigos de la paz las clausulas de constituciones tienen vocablos (foráneos) armados ya no hay declaración de guerra sólo un calendario siempre en alerta roja ante la violencia clandestina de los amos del ajedrez

César Navarrete Vázquez

Anábasis

José Alfonso Pérez Martínez

Temerosos del nagán

o de la bala explosiva, atravesamos la estepa rusa. Trescientos hombres, calcinados por el frío, agobiados por el hambre, por la sed, por el tifus, arrastrando por la nieve nuestros pies congelados. Abandonados por Hitler, restos de divisiones completas consumidas en la caldera de Stalingrado. ¿Dónde está Alemania, dónde está nuestro hogar? El cielo mismo parece estar más cerca. página

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Éphan Zzâna


Madre

Madre

Arturo Sodoma

Lamento que bajo mis pies sólo crezcan Intestinos y lunas feroces Quise ser un buen hijo pero con las manos sólo pude construir pólvora y fuego por eso el crepúsculo sangra Madre Por mi culpa las bestias se tragan a sus hijos Llueve el olor del infortunio Mi bicicleta no tiene pedales No tengo a dónde ir Madre La piel de los semáforos tiene cicatrices Como las de mi rostro Al sol le duele el alma como a ti Mi padre tiene diabetes y su coca- cola fría Le sabe a jarabe para el cáncer Los aviones regresan sin bombas Y las muñecas de porcelana Hacen fila en el puente Para dejarse caer Como si fueran niñas suicidas Que no entienden al mundo página

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Carne de cañón

Gustavo Franco (Torreón, Coahuila en 1983). Mire mijo, conmigo la vida ha sido cabrona. Yo por eso sí me voy a meter con aquellos. Desde morrillo me han traído en chinga unos y otros y pues uno se debe a su barrio. Pero es que también desde chico he sido vago y ando en lugares pesados. Mira, ya me han picado tres veces y dos plomazos. Puro rosón, pero de cualquier forma chingan. Esta rajada de la espalda fue la más cabrona, me llegó a un pulmón. ¡Está bien culero no poder respirar, mijo! ¡Se siente como que jalas aire pero los pulmones nunca se llenan! Esa vez yo creía que ya no la libraba. página

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Iba con mi carnal, tú tío Chino, ahí por las vías y no más nos vieron unos malandros de la veinte, nos querían putear. Ya sabían que éramos del cerro. Eran cuatro y traían tubos, riscos y, yo no sabía, pero también un filero. Creo que nunca he corrido tan rápido en toda mi vida como esa vez. ¡Nos iban a chingar! Ya nos andaba alcanzando uno y yo me volteé y le tiré un madrazo, se cayó y lo empecé a putear. Llegaron otros dos y me agarraron a patadas en el piso. El Chino siguió corriendo. Uno de ellos me empezó a dar tubazos mientras otro quería encajarme el filero en la espalda pero no podía. Yo nada más sentía los piquetes. Al último llegó uno gordo bien bofo y narizón. Le quitó el fierro y me levantó el brazo para clavármelo en el costado. Ahí sí fue cuando sentí gacho, cómo entraba caliente el metal en mi carne. No es un piquetito cualquiera. Tú la ves chiquita la cortada, ¿qué son?, tres o cuatro centímetros, pero estuvo profunda. Te digo que me perforó el pulmón. Nada más me picaron y no sé de dónde saqué fuerzas para levantarme y seguir corriendo. Alcancé a mi carnal. Pero cuando los dejamos atrás yo ya casi no podía respirar. Sentía que me ahogaba con la sangre. Nos fuimos de volada al hospital y pues ahí me alivianaron. Me inyectaron morfina y eso estuvo de lujote. Duré casi un mes encamado. Me tuvieron que operar y me dijeron que casi me muero, mijo. Pero en esos tiempos no estaba tan caliente. Ahora hay que tirar plomazos. Ya por eso me voy a que me den mi escuadra o un cuerno, que ya quiero ir a chingar contras. Y si un día me matan o me agarran los sorchos o los federales y le preguntan que porqué su jefe andaba en eso, les dice que porque no es culo y ya no quería estar jodido.

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Magdalena Gรกrate


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