Los orígenes, evolución y ruptura del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), 1963 - 1969

Page 1

INTRODUCCIÓN: El interés que se ha despertado por el tratamiento de los temas relativos a la violencia política de los años sesenta y también setentas, se debe a una multicausalidad relacionada con el proceso de recuperación de la democracia a partir de los años ochenta. Muy especialmente a partir del abordaje que el Estado dio de estas cuestiones. El proceso abierto con los enjuiciamientos a los responsables del terrorismo de estado, ocurrido en la última dictadura, abrió también la discusión de los distintos grados de responsabilidades que tuvo la sociedad argentina en aquel proceso y en las circunstancias que llevaron a él. La sociedad instaló a partir de la voz misma del estado un discurso, cuidadosamente construido y aceptado por acción o por omisión, que se dio a conocer como “la teoría de los dos demonios” y que tenía por finalidad repartir las “culpas” de esa violencia política entre los militares golpistas y el accionar revolucionario gestado en los años sesenta y exacerbado en los setenta. Sin revisarse las responsabilidades que le cupo al grueso de la comunidad por dar sostenimiento y respaldo a las formas represivas que encontró el estado burocrático autoritario de la llamada “revolución argentina” en los años sesenta, ni al “terrorismo de estado” de los setenta. Los objetivos planteados para este trabajo son, en primer término, analizar los orígenes, la evolución y la ruptura del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), en el periodo 1963 1969, teniendo como eje la aparición de la vía armada como estrategia política; revisando los acuerdos de las organizaciones que le dieron nacimiento, hasta las profundas diferencias entre sus principales representantes Nahuel Moreno y Roberto Santucho, que llevaron a su fractura en el IV Congreso del año 1968. El segundo objetivo, es reconstruir el periodo señalado, analizando algunos componentes del caudal simbólico que incidieron en la construcción de un imaginario violento que caracterizó a las organizaciones emergentes en esta época, teniendo en cuenta la violencia política creciente en la sociedad argentina como parte del proceso abierto con el derrocamiento del peronismo. Esta, toma forma durante las presidencias de Frondizi y de Illía se radicaliza a partir del Golpe de Estado de 1966, y encuentra su punto más álgido en la década siguiente. La violencia política de los años sesenta fue asumida como tema de análisis por las propias organizaciones que participaron en el proceso aludido. Los trabajos de recopilación de fuentes estuvieron a cargo de los mismos actores y agrupaciones involucrados que revisaron aciertos y errores, y aun lo hacen, desde el campo de la política. En este sentido los principales documentos fueron guardados y compilados por protagonistas-albaceas de una historia que demanda ser historiada. Así, encontramos importantes fuentes como son los trabajos realizados por Ernesto González en sus inagotables análisis del Trotskismo Obrero Internacionalista en la Argentina; Daniel De Santis que en su obra “Vencer o morir PRT-ERP” aglutina la casi totalidad de los documentos de esta organización; y el revisionismo de Luis Mattini en su “Hombres y Mujeres del PRT-ERP”, entre otros. En todos estos trabajos el análisis esta fundado en repasar las prácticas políticas, el devenir y mutación de los grupos que integraron las organizaciones ligadas al Partido Revolucionario de los Trabajadores, como así de sus componentes ideológicos, sus diferentes posiciones frente al tema de la vía armada y otras variables que se analizan en el cuerpo del presente trabajo. Las miradas de esas tesis no exceden el campo de lo estrictamente político; por ejemplo en este caso citando las palabras de Daniel de Santis: "Cuando, con motivo de la preparación de esta clase, estaba repasando algunos trabajos hechos por compañeros de militancia del Partido, algunos muy famosos como "Todo o Nada" (Seoane), u "Hombres y mujeres del PRT-ERP" (Mattini), me sorprendí ante la falta de fidelidad con los hechos históricos, la falta de fidelidad con las ideas, con los principios del PRT... realmente es sorprendente que compañeros que hayan militado en la misma organización que militamos nosotros, estén dispuestos a rendir un tributo tan grande al enemigo de clase, para poder encontrar un lugar a la sombra del sistema capitalista [...]Entonces en lugar de escribir una historia sobre el PRT, preferí que hablaran los documentos directamente”. A esto me refiero cuando afirmo que el análisis se halla limitado a la confrontación entre actores, al entrecruzamiento de fidelidades y traiciones y hasta incluso a la continuidad o a la fractura de


compromisos con una “causa”. Este tipo de análisis excluyentemente político limita interpretaciones críticas más cercanas al campo académico que se requiere en el presente. En la década del noventa surgieron trabajos que profundizaron el análisis y abrieron la posibilidad de resignificar el proceso histórico desde todas las variables posibles. Son innumerables las investigaciones que se iniciaron dando paso a un abordaje de la temática desde lo sociológico, psicológico y principalmente histórico de las agrupaciones y de sus acciones. Algunos de estos ensayos se ocuparon de las relaciones del movimiento obrero con lo que dio en llamarse la “nueva izquierda”. No deja de estar presente en los trabajos de autores como Pablo Pozzi ciertas formas de reivindicación de actores y luchas. Afirma por ejemplo en su planteo central que “el conjunto de la izquierda (armada y no armada) contribuyó a la lucha de clases y se desarrolló como producto de esta”. Sostiene que “la mayoría de los trabajadores argentinos, a pesar de que simpatizaban políticamente con el peronismo, no se mostraron impermeables a las propuestas de izquierda”. Es en este punto que diferimos sustancialmente con quienes amplían la real dimensión del apoyo que existió en la clase trabajadora argentina para “iniciar un camino que llevara al socialismo y en particular por la vía armada”. Encaramos en este trabajo el análisis de un corpus de documentos constituidos por las actas de los congresos y las publicaciones, vinculados al origen, las alianzas y la fractura del PRT. Sostenemos que las vanguardias de esta agrupación interpretaron ciertas formas de simpatía que despertaba la lucha semi-insurreccional dentro del movimiento obrero en la etapa de la resistencia peronista y comprendida en los sucesos internacionales de la revolución cubana, la guerra de Vietnam, el mayo francés y las grandes movilizaciones nacionales como el rosariazo y el cordobazo, creyendo ver respaldo y apoyo para iniciar un proceso prerrevolucionario que se vio reflejado en el periodo siguiente, es decir en la década del setenta. Para la consulta e interpretación de distintos elementos que contribuyan a un acercamiento a esta problemática se analizaron materiales bibliográficos de gran valía por su profundización y multiperspectividad como la obra de María Ollier que escudriña, desde el campo de la psicología, el tema de “La creencia y la pasión. Privado, público y política en la izquierda revolucionaria”; el trabajo publicado en la revista El Rodaballo de Roberto Pittaluga en el que revisa la historia del PRT. Estos trabajos, al igual que las ponencias de Vera Carnovale en torno a la “Construcción del enemigo en el PRT” y Eduardo Weiss sobre las relaciones entre el “PRT y la Nueva Izquierda” publicadas en las I Jornadas de Historia de las Izquierdas organizadas por el CeDinCi, resultaron muy útiles a la hora de incluir en mi trabajo una mirada sociológica que contribuya a entender desde el campo de los imaginarios sociales parte de las representaciones que estaban presentes en muchos de los actores de la agrupación estudiada al momento de tomar la decisión de iniciar la lucha armada. La problemática planteada consiste en aportar una mirada sobre la relación de este grupo, perteneciente a la hoy llamada Nueva Izquierda (NI), con la base social que afirmaba representar, tratando de echar luz en torno a las siguientes preguntas: ¿Con qué niveles de representatividad reales contó esta organización respecto de las masas trabajadoras? ¿Se habían analizado correctamente las fuerzas sociales de este pueblo para establecer la viabilidad de un proyecto armado? ¿Constituyó esta época una crisis de dominación para Estado en su rol de garante de las relaciones sociales? ¿Qué rol puede atribuirse a los imaginarios sociales en la construcción de ideas y símbolos que tuvieron una marcada influencia en los comportamientos de los grupos más radicalizados del periodo analizado? A partir de estos cuestionamientos revisaremos ciertas formas de relajamiento del control político social en el periodo de la llamada “revolución argentina” por parte del Estado; y las diferencias políticas surgidas en el seno de las agrupaciones protagonistas del momento analizado provenientes de la Izquierda Tradicional (IT), especialmente de los sectores no vinculados directamente al peronismo, como lo fueron los grupos Marxistas y Trotskistas, quienes estimulados por los sucesos latinoamericanos y locales iniciaron una etapa que llamaremos de acumulación revolucionaria. La hipótesis principal que sostenemos y que se intenta demostrar es que esta vanguardia que lidera las agrupaciones revolucionarias, principalmente el PRT, por las razones que se analizan en el cuerpo del trabajo, al decidir que la vía armada era el único camino para la construcción de un proceso revolucionario, produjo su alejamiento del corpus social y de la


clase obrera. En esta organización entre sus principales líderes la discusión pasaba por el tipo de método que debía emplearse para iniciar la lucha armada. Para la facción que seguía a Santucho las condiciones materiales y también las subjetivas estaban dadas para iniciar la guerra revolucionaria o en tal caso estas últimas serían creadas por el inicio de las acciones. Sostenemos que emprendieron lo que se puede considerar como una fuga hacia adelante, dejando atrás las masas que decían representar. Se afirma que para la comprensión de estas construcciones simbólicas debe analizarse el caudal imaginario que compone el comportamiento colectivo de una sociedad en un momento determinado. El marco teórico para construir el concepto de anomia toma la obra de Durkheim principalmente en sus trabajos sobre El suicidio y analizado en varios de los textos seleccionados referidos al orden social. Según este teórico, anomia social en el sentido literal de la palabra es la ausencia de normas. Desde la sociología se afirma la idea de anomia en una situación en la que existe un conflicto de normas ignoradas o rechazadas por el colectivo social, de manera que los individuos no pueden orientar con precisión su conducta. Es decir, se encuentran en una situación en la que no existen regulaciones precisas. Este conflicto de cánones supone un vacío normativo para quien se encuentra en él. De alguna manera sostenemos que esta es una de las características del marco social de la época que nos ocupa en nuestro ensayo. Los demás autores que dan un marco conceptual a nuestro trabajo son los que profundizan los temas referidos al estudio de los imaginarios sociales y su incidencia en los comportamientos colectivos de una sociedad determinada. Como son los trabajos de Bronelaw Baskco y principalmente Cornelius Castoriadis que nos resultan primordiales en el desarrollo de las relaciones simbólicas para comprender la constitución imaginaria de la sociedad. Asimismo incluimos en el marco teórico a Esther Díaz quien ha realizado trabajos de compilación de las relaciones posibles entre la ciencia y el imaginario social. La metodología: El texto se organizó en capítulos temáticos presentando una forma de reconstrucción como el resultado de un cruzamiento de distintas fuentes de información. El presente trabajo esta constituido por una primera parte en la que se presenta un panorama de la violencia política revisando la bibliografía que se ocupa del tema, analizando las siguientes variables: el marco mundial y latinoamericano del momento, los orígenes de las organizaciones guerrilleras locales, la anomia social, presente en las relaciones entre la sociedad y el Estado. Las fuentes analizadas en la segunda parte, están constituidas por las entrevistas y charlas realizadas de primera mano con participantes directos de las organizaciones estudiadas, como así también por la consulta de los documentos oficiales de las agrupaciones que integraron a partir de 1965 el PRT, las actas de los congresos que se realizaron hasta 1968, las revistas La Verdad del ala conducida por Nahuel Moreno y la revista El combatiente editorial que escribía el mismo Mario Roberto Santucho, archivadas en el Cedinci. En la tercera parte y a modo de conclusión se intenta cerrar los cuestionamientos que en busca de explicaciones, fueron abiertos durante el trabajo y dejar planteados los que excedan al presente abordaje, tanto por las limitaciones temporales fijadas para el mismo, como por las limitaciones metodológicas. En este punto es muy importante dejar aclarado que para intentar la comprensión acerca de los imaginarios violentos, es necesario revisar también la construcción histórica de estos imaginarios sociales para observar a través de ellos un devenir ascendente en los niveles de la violencia política que fueron acrecentándose, desde la llamada “revolución argentina” hasta la última dictadura que coronó la etapa de la historia de la violencia política en la Argentina. También se incluye un apéndice documental con material biográfico de los personajes más representativos del momento analizado, como así todo documento que resulte importante rescatar. El marco analítico que se utilizará para alcanzar los objetivos expuestos consistirá principalmente en una pluralidad de métodos, ya que las ciencias sociales pueden recurrir fructíferamente a una aplicación conjunta de recursos provenientes tanto del método axiomático como del hipotéticodeductivo. Pero específicamente se realiza un análisis cualitativo de los temas planteados, haciendo uso de las herramientas del método abstracto-deductivo más definido y perteneciente a nuestro campo. Asimismo se utilizarán formas y categorías propias del método dialéctico que nos


permitirán un camino hacia la comprensión y explicación del fenómeno que nos ocupa. Dicho pluralismo metodológico pretende que el trabajo logre con cada herramienta un mejor conocimiento de la realidad que se investiga. El tratamiento de la historia contemporánea requiere de un replanteo de los recursos para realizar un abordaje y una reflexión del pasado reciente con herramientas propias. Abre la discusión nunca terminada entre sociología e historia. ¿Quién debe ocuparse de un pasado que no termina de pasar?. La contemporaneidad de los hechos y los actores se entrecruza con la construcción de memorias individuales y colectivas cargadas de representaciones provenientes del caudal simbólico, pero también que permiten hacer pie en información cuantitativa que debe ser revisada, no solo desde las prácticas políticas sino también desde la ciencia ¿cuáles son los límites del presente y cuáles los de la historia? ¿Por qué resulta más difícil historiar el pasado inmediato? Tal vez porque no es sencillo resolver las tensiones entre memoria e historia, o porque también resulta inevitable una implicación directa en los hechos del presente y resulta más difícil la obtención de fuentes clásicas aceptadas por la ciencia. Para realizar nuestro análisis se parte de un supuesto estado de anomia social. Como se dijo precedentemente esta crisis de modelo social estuvo caracterizada por la radicalización de vastos sectores políticos y por la ideologización de los sectores medios de la sociedad. Dieron marco social para la aparición de organizaciones armadas que creyeron leer en la realidad la oportunidad para iniciar acciones insurreccionales con características revolucionarias. La aparición de estas erupciones de violencia política, no eran acontecimientos excepcionales ni originales de la época en cuestión. El surgimiento de acciones guerrilleras a fines de los sesenta no presenta en sí mismo una novedad, sino la coronación de una década en la que la espiral de violencia se hallaba en su punto más crítico de efervescencia. El proceso histórico iniciado con el golpe de 1955, estaba cargado de acciones concretas y simbólicas de violencia, como las que se pueden enmarcar en la llamada resistencia peronista y la aparición de las primeras agrupaciones guerrilleras de distinto signo ideológico (urbanas y rurales). Estas nuevas formas de violencia, resultaron una acumulación progresiva tanto de prácticas políticas violentas como de la construcción de un discurso contestatario que se refleja en los distintos estratos sociales pero que es proporcional al alto nivel de ideologización y politización de los sectores medios. La dictadura que derrocó al peronismo en 1955 trajo una nueva y más violenta forma de intervención de las fuerzas armadas en la vida política de la nación, primero fueron los fusilamientos de José León Suárez, descriptos por Rodolfo Walsh en Operación Masacre, durante la autodenominada “revolución libertadora”. Luego el plan Conintes, en épocas de Frondizi, que asociado al sector militar ante la supuesta conmoción interna del estado reprimió todo intento de resistencia. Tras la visita de Ernesto Guevara y el triunfo del peronismo, en las elecciones de marzo de 1962 y que debía estar proscripto por designio militar, Frondizi fue sustituido en el cargo de presidente y se llamó a nuevas elecciones presidenciales en las que Illía, con una minoría histórica gobierna tres años hasta que es derrocado por su propio comandante en Jefe, el General Juan Carlos Onganía. Esta es la época en que la resistencia civil comienza a manifestarse, a través de distintos movimientos de origen popular y con importante participación de sectores medios de la sociedad representados por estudiantes y profesionales y sectores combativos del campo sindical, como el Cordobazo, el Rosariazo. La radicalización de las prácticas políticas también es un signo de estos tiempos como la aparición de grupos de jóvenes armados, unos escindidos de los partidos políticos, otros que se sumaron a la lucha y al imaginario de la revolución social tras el impacto del triunfo de la revolución en Cuba y demás intentos en América Latina. Cuantitativamente estos jóvenes pertenecían en gran medida a la baja burguesía y a los sectores medios, muchos de ellos ligados a la vida universitaria y en menor orden a la clase obrera que mayoritariamente estaba sujeta a la tradición peronista. Estas transformaciones, que se analizan en materia política, están concebidas en un nuevo paradigma cultural y político. En él, una importante fracción de la burguesía se mimetizaba con las promesas desarrollistas, sufriendo una decepción solo comparada con el fracaso de los gobiernos que la impulsaban. Son diversas las consecuencias de la politización de sectores vinculados a la vida profesional o cultural de la Argentina de los nuevos tiempos –es decir después de 1955- pero destacamos como importantes la independencia de los intelectuales respecto del Estado, que por un lado brinda autonomía y por el otro liga a la cultura con la política. Además los regímenes


represivos de la época no lograron sustituir ni crear criterios culturales y políticos propios. Por el contrario contribuyeron a establecer en las clases medias un creciente compromiso con la cosa pública y una independencia ideológica del sistema político en general, pero con una insoslayable ingerencia en la sociedad. En los primeros años de la década del sesenta los profesionales y los universitarios, que habían retomado los preceptos de la Reforma, vivieron lo que dio en llamarse la modernización cultural que sacudió la industria intelectual de la sociedad postperonista con nuevas producciones y nuevo público. Las universidades crecen en matrícula y en egresados pero no logran insertarse en el campo laboral. Muchos de ellos terminarán siendo ocupados por el Estado como gran parte de la desocupación encubierta que caracteriza el periodo final del Estado de Bienestar. Este impacto tiene como reflejo una fuerte ideologización de estos sectores vinculados, casi exclusivamente, a las burguesías urbanas, que luego de las frustraciones y fracasos reiterados de gobiernos civiles o militares, radicalizan sus discursos paulatinamente y van constituyendo una nueva intelligentzia que aunque de distintas vertientes coincidían en un punto “había que estudiar la realidad argentina”. En el apartado referido a los conflictos entre los sectores de poder, señalaremos quiénes y con qué obras tuvieron ingerencia en la politización de la sociedad a partir del crecimiento de un público que compraba libros, periódicos, revistas, discos y consumía producción cultural. Este cuerpo de intelectuales provenientes de corrientes nacionalistas, progresistas o populistas encontraron anclaje político, como lo sostiene Sigal, “primero en las izquierdas clásicas -el Partido Comunista, el Socialista – y luego a través de agrupaciones políticas minúsculas en relación con el cuerpo electoral, pero capitales para la suerte de la intelectualidad en tanto entidad colectiva” Su influencia en las masas fue casi nula y fueron de alguna manera marginados tanto por los factores de poder como por los votos peronistas y la tutela militar. Aún así tuvo gran incidencia en las nuevas conductas culturales de las clases medias y en círculos acotados ya politizados y cada vez más radicalizados especialmente los no peronistas y que surgían para terminar abrevando en lo que llamaremos la nueva izquierda. La presente elaboración forma parte de una aproximación a la violencia política desde el análisis de una organización política y las circunstancias que la llevaron a elegir la vía armada. Este trabajo pretende ser continuado en un futuro abordaje que permita completar la historia del PRT y tratar los temas que exceden al periodo elegido. PARTE I EL MARCO MUNDIAL Y LATINOAMERICANO La guerra fría conforma el marco mundial de los conflictos que involucran a los países latinoamericanos. Mientras la URSS y los Estados Unidos vivieron el periodo más largo de paz del siglo XX, que los países del “tercer mundo” se convertían en zonas de conflictos y guerras. Estados Unidos trató por todo los medios de evitar que América latina se identificara con el comunismo soviético, interviniendo como custodio del status quo global. Algunas veces mediante préstamos o acuerdos económicos, otras, asociándose legal o ilegalmente a los gobiernos locales, e incluso, utilizando los métodos de la guerra abierta contra toda insurgencia con o sin el apoyo de los Estados involucrados. Por su parte la Unión Soviética se mantuvo pragmática en sus relaciones con los movimientos revolucionarios de liberación nacional y social, demostrando poco interés en ampliar las zonas más allá de la ocupación de Europa oriental y de la intervención en China. Los regímenes que habían llegado al poder, como en el caso de Cuba, lo habían hecho por sus propios medios, si bien la Unión Soviética la pusiera luego bajo su protección, esto no puso en riesgo sus relaciones con Estados Unidos, ni aún con la crisis de los mísiles de 1962. La situación internacional de post-guerra y los sensibles cambios que en ella se produjeron constituyeron un marco apropiado para el brote de la guerrillas en América Latina. En efecto, durante la primera parte de la década del sesenta, en los países centrales hubo una notoria ausencia de conflictos socio-políticos hasta que en 1968 el mayo francés, tendrá, la virtud de restablecerlos. Pero en estos primeros años, la participación de las masas obreras de los países desarrollados se tomó un breve respiro, sin embargo, el curso revolucionario se encauzaba por otros andariveles de la realidad mundial: los movimientos nacionalistas y antiimperialistas de los países del Tercer


Mundo. Las revoluciones triunfantes de Argelia y Cuba, la guerra de Vietnam (en todas observamos una participación predominante del campesinado) dominaron buena parte de la escena, aunque también, tuvieron su contrapartida con los reveses de Goulart, en Brasil, de Nkrumah en Ghana, la derrota de la revolución en Indonesia, o la invasión norteamericana a la República Dominicana y, más tarde, la represión sufrida por los mineros bolivianos y la serie de los golpes de estado en América Latina. En este contexto, las direcciones comunistas de China y de la Unión Soviética, se disputaron la hegemonía de la dirección del comunismo internacional, esgrimiendo los primeros, los métodos de acción directa y los otros, con mayor interés en la relación con occidente, opuestos a intervenir en toda acción que ponga en riesgo sus esfuerzos por mantener la coexistencia pacífica. Bajo el gobierno del presidente J.F. Kennedy se realizó una decisiva reorganización del dispositivo militar interamericano (T.I.A.R.) y la conversión de los ejércitos nacionales a la contrainsurgencia. Las presiones que ejercía Washington sobre los gobiernos y fuerzas armadas latinoamericanas para “frenar el peligro comunista” fueron tan diversas como múltiples. El ejército argentino adhirió claramente a esta política de Estados Unidos al que reconocía como “líder del mundo libre” y siguió sus designios al pie de la letra con mayor firmeza que los propios gobiernos constitucionales. Tal es el caso de lo ocurrido en la Reunión de Cancilleres de la OEA -Punta del Este 1961- donde Estados Unidos impulsaba la ruptura de relaciones con Cuba. Mientras el gobierno de Frondizi, se abstenía de votar en contra de lo que consideraba “salvar la unidad del sistema interamericano y no vulnerar el principio de auto determinación”, los militares argentinos en la Junta Interamericana de Defensa, votaban la expulsión del país caribeño del organismo regional. El gobierno de UCRI era partidario de ingresar a la llamada “Alianza para el progreso” que proyectaba por entonces, la diplomacia norteamericana y consecuentemente la cancillería argentina había recibido la “sugerencia” de condenar el “comunismo internacional”; pero a su vez Frondizi promulgaba una posición que sostenía que “la lucha más eficaz contra el comunismo pasaba por la creación de economías modernas y prósperas”. Explicaba además, la “relación entre subversión y pobreza” y entre “subdesarrollo y revolución” en conformidad con la doctrina Desarrollista. Las fuerzas armadas habían sido cooptadas por la política del Pentágono hasta el punto de ponderar la lucha anticomunista por encima de los intereses nacionales. El desarrollo industrial alcanzado a partir de la inversión de capital extranjero, es un punto de coincidencia entre los economistas de las más diversas tendencias. En el marco de la ley 14.780 de 1958, ingresaron al país en menos de un año, doscientos nueve millones de dólares, mientras en el año anterior habían entrado catorce. Durante los cuatro años del presidente Frondizi las inversiones extranjeras superaron los quinientos cincuenta millones de dólares. La política desarrollista no contó con el apoyo de las fuerzas armadas en su esfuerzo industrializador, pues estas se vieron “obligadas” a combatir las condiciones subjetivas creadas por la coyuntura internacional. Diferente es el caso de Brasil, donde las políticas desarrollistas tuvieron ciertas formas de continuidad, aun entre gobiernos democráticos y de facto en casi toda la década del sesenta. Desde mediados de los cincuenta hasta principios de los años setenta se alcanzó un importante desarrollo de la economía, principalmente industrial, con importante ingreso masivo de capitales internacionales. La intervención de las fuerzas armadas en los asuntos políticos es el sesgo principal de la época. El golpe de estado de 1964 puso fin al régimen democrático de Joao Goulart que había intentado una serie de reformas con decidida intervención estatal y con una alianza entre sindicatos y empresarios. Los militares brasileños, mediante la persecución política, la represión y la censura, gobernaron bajo una depresión económica que duró tres años, aplicando las ortodoxas recetas del FMI de estabilización monetaria para contener la inflación. A partir de 1968 y hasta 1973 se registraron índices progresivos de crecimiento industrial y menos significativos en el sector agrícola. La revolución Cubana había introducido, a finales de la década del cincuenta, el conflicto EsteOeste en la región latinoamericana. En 1961 Estados Unidos creó, como respuesta, en Panamá escuelas y bases de entrenamiento militar, con el fin de adiestrar a los ejércitos latinoamericanos en la guerra antiguerrillera. En este marco se proyectó la Doctrina de Seguridad Nacional, que tendría fuerte ingerencia en la formación de las FFAA del subcontinente. El país del norte sostenía que la bipolaridad a nivel regional imponía tácticas de guerra no convencionales ya que los


enfrentamientos serían de carácter ideológico y que se librarían en el interior de cada país. El nuevo rol de las Fuerzas Armadas de la región era convertirse en virtuales vigilantes del sistema capitalista. En el caso de la Argentina, durante los gobiernos democráticos anteriores a 1966 estuvieron a la orden del día los conflictos gremiales, casi todos, tuvieron una proyección política y fueron canalizadas por los aparatos sindicales de la burocracia, que alentaba el regreso de Perón al país. La irrupción de la dictadura del general Onganía, con su proyecto de “Revolución Argentina”, interrumpió el desarrollo de esas luchas e inauguró un período de retroceso en los niveles de protesta que luego volvió a recomponerse durante 1968 y 1969. El golpe de estado de Onganía replanteó la Doctrina de Seguridad Nacional que se había gestado a partir de la segunda etapa del modelo de sustitución de importaciones. Para las Fuerzas Armadas los objetivos enunciados de inclusión social y crecimiento económico estaban ligados a la represión de toda organización política que pusiera en juego el proceso de acumulación, incluso justificaba la toma del poder si esto resultaba necesario para alcanzarlos. Esta política estaba avalada desde los Estados Unidos tras el giro de su táctica hacia América Latina, muy especialmente desde el triunfo de la Revolución Cubana con un claro cambio de orientación respecto al intervencionismo en los asuntos internos de los Estados del área. Sostiene Hobsbawm, que “una ola de rebelión entre 1968 y 1969 sacudió los tres mundos o grandes partes de ellos, encabezada esencialmente por la nueva fuerza social de los estudiantes, cuyo número se contaba, ahora, por cientos de miles incluso en los países occidentales de tamaño medio, y que pronto, se convertirían en millones” En este sentido según el historiador debe entenderse que movimientos, como el mayo francés, ponen al descubierto nuevos actores sociales, representados principalmente por los estudiantes universitarios de clase media. Sus rebeliones constituyen una revolución cultural y generacional, más que reclamos vinculados con lo económico y lo político. El hecho produjo en Europa como en América, réplicas con características propias. La intelectualidad latinoamericana introdujo en sus programas de análisis y crítica al sistema capitalista, ideas y temas como los que se mencionan a continuación: ✔ Nacionalismo e integridad nacional, en el marco de la descolonización, la formación del Tercer Mundo y la teoría de la dependencia. ✔ Desigualdad y pobreza, la concentración de la riqueza en manos de unos pocos y la pauperización cada vez más acentuada de la mayoría. ✔ Democratización y resistencia frente a los regímenes autoritarios, teniendo como baluarte esencial la defensa de los derechos humanos. En los países de América Latina surgieron organizaciones armadas con fuerte influencia de las tácticas y métodos insurreccionales utilizados por la Revolución Cubana y la China. En cuanto a las propuestas del Che Guevara como la del foquismo, estas consistían en aplicar las siguientes premisas: - Las fuerzas populares pueden vencer en una guerra a los ejércitos del Estado. - No siempre hay que esperar que se den todas las condiciones para la revolución; el foco puede crearlas. En América subdesarrollada el terreno de la lucha armada debe ser el campo. Esta nueva izquierda, se presentaba a sí misma como una vanguardia que debía conectarse con las masas para legitimar esa posición, para ello algunas de estas organizaciones políticas impulsaban el método del entrismo, que consistía en “entrar” literalmente en las bases para concientizarlas y movilizarlas a la acción. Para el caso del PRT especialmente la fracción liderada por Mario Roberto Santucho, esta política de entrismo resultaba un fracaso táctico y posponía indefinidamente el inicio de la guerra insurreccional.


LOS CONFLICTOS ENTRE LOS SECTORES DE PODER: Entre los niveles de conflicto pueden mencionarse en primer lugar, aquellas confrontaciones que tienen por objeto el aparato estatal. En esta contienda se enfrentan las organizaciones con posibilidad de acceso a espacios de poder: los grandes Partidos Políticos, los Sindicatos, las Confederaciones Industriales, las Fuerzas Armadas y en menor medida, la Iglesia. Otro importante eje del conflicto pasa entre estas agrupaciones cercanas al poder y el resto de los grupos políticos y asociaciones que no tienen acceso a la esfera política central. Entre estas últimas merecen atención aquellas agrupaciones disidentes que rechazan fundamentalmente el sistema estatal y económico existente y que trabajan para lograr un vuelco transformador de las estructuras sociales. A ellas pertenecen una parte de los estudiantes y los sectores radicalizados dentro de los partidos y de los sindicatos. Su oposición a las estructuras de poder tradicionales los confronta forzosamente con las agrupaciones mencionadas en primer término. La tercera línea del conflicto se desarrolla en el seno de los factores de poder, es decir dentro de los distintos cuerpos de las Fuerzas Armadas, y entre las distintas alas de cada sindicato de la CGT. En la lucha por el poder político deben considerarse por lo menos los siguientes aspectos; primero, el hecho de que no se trata de uno solo sino de varios niveles y ejes en la lucha política; segundo, que la relativa disponibilidad y flexibilidad de los grupos de poder coloca en el ámbito de lo posible todo tipo de alianzas y desde luego todo tipo de confrontaciones. El gobierno de Frondizi se inició en 1958 con un importante caudal de votos provenientes del peronismo, a los que accedió por un acuerdo conocido como el pacto Perón-Frondizi. Refrendado por una sucesión de encuentros con los dirigentes de las 62 Organizaciones peronistas que establecían el levantamiento del estado de sitio, la sanción de medidas para controlar los precios, la necesidad de iniciar conversaciones sobre nuevos convenios colectivos y sobre la nueva Ley de Asociaciones Profesionales. Se le otorgaba a Frondizi un importante respaldo que no tardaría en retirársele, en virtud a lo que fue considerado como una traición, no solamente a los acuerdos sino también a las coincidencias ideológicas y programáticas con el peronismo, que originalmente había presentado el desarrollismo en la campaña política del presidente. En los primeros meses del año 1959, comenzó una huelga general iniciada en el gremio de la carne, que rápidamente encontró la solidaridad de todo el movimiento obrero y de los sectores medios que veían perder su nivel de vida. De esta época datan otros conflictos sin precedentes como la huelga nacional de bancarios. Estos acuerdos condicionaron la acción de gobierno especialmente en su relación con los sindicatos. Los militares realizaron más de treinta planteos al gobierno de Frondizi, hasta que fue derrocado a fines del mes de marzo de 1962. En cuanto a los sectores económicos, el respaldo que recibió el gobierno fue irregular. Desde un primer momento impulsó una política “desarrollista” basada en el aporte de capitales extranjeros que ingresaron al país avalados por leyes del estado como fueron la de radicación de capitales extranjeros y la de promoción industrial. Se impulso la segunda etapa del modelo sustitutivo favoreciendo la industria pesada, la siderurgia, la petroquímica, la celulosa, la industria automotriz y la generación de energía. Esta administración se vio obligado a cambiar varias veces el rumbo de la política económica presionado por los diferentes planteos militares, debiendo incluir en su staff al Ing. Álvaro Alzogaray, representante del sector liberal de la economía,. Su relación con los sindicatos fue casi nula, agravada por la implementación del plan Conintes que incluía la utilización de la fuerza militar para el control social. En materia de política exterior, su acercamiento a Estados Unidos, desde la presidencia de J.F. Kennedy, sufrió un fuerte impacto con el fenómeno de la Revolución Cubana que modificó el rol de la Argentina en su relación con el continente. En este marco debe analizarse la visita de Ernesto Guevara y la posición del gobierno en la OEA que agudizaron aun más las relaciones con los militares que vigilaban al presidente. El golpe final fue luego del triunfo del peronismo en las elecciones parciales de marzo de 1962, estos con el nombre de Unión Popular ganaron en Buenos Aires y nueve provincias más, la junta de comandantes destituyó al presidente y para mantener la apariencia institucional juró como presidente de la nación José M. Guido el presidente provisional del Senado. Meses después se inicia la confrontación entre “azules y colorados” que dividieron al aparato castrense.


La recesión económica que se inició en esta etapa fue una de las primeras preocupaciones del gobierno de Arturo Illía, presidente elegido con la proscripción del peronismo en 1963. Las medidas que éste tomó, estaban claramente identificadas con el keynesianismo clásico de expansión fiscal a través de compras del Estado y estímulo al crédito vía emisión de moneda. Se incentivó a las empresas que generaban puestos de trabajo y los salarios crecieron, según lo establecen Gerchunoff y Llach, en un 10% real. Se pago deuda al exterior con independencia del FMI y se pacto con los países acreedores consiguiéndose importantes refinanciaciones. Los dos años completos (1964, 1965) administrados por Illía registraron una recuperación económica significada en el aumento del PBI. La reactivación impactó sobre el nivel de empleo y llevó a la tasa de desocupación del récord de 8,8% (julio 1963) a 4,6% (Octubre 1965). No había síntomas de complicación en el frente externo. En particular el auge exportador permitió acumular saldos comerciales favorables por valor de 1400 millones de dólares entre1963-1966. Los datos macroeconómicos no fueron considerados por la opinión pública, ni por los sectores trabajadores de la vida productiva del país. Muy por el contrario se advertía a comienzos de 1966 que se acercaba una nueva recesión preanunciada por los medios de comunicación y los críticos de la economía, cimentada en las nueve devaluaciones que había sufrido el peso en esta administración. La Argentina carecía de unidad política para llevar adelante medidas apropiadas en materia económica. Prueba de esto puede mencionarse “una encuesta publicada semanas antes del golpe de 1966 que revelaba que una sorprendente proporción de la población se pronunciaba a favor de la remoción de Illía y su eventual reemplazo por Onganía”. Los gobiernos de Frondizi y de Illía tuvieron importantes divergencias en materia política, ideología y económica, aun perteneciendo al viejo tronco radical, pero estuvieron muy cerca en la incapacidad para legitimar el sistema representativo en cuanto a que ninguno de ellos pudo contentar a las corporaciones de la sociedad, ni siquiera en forma parcial. Tanto el peronismo desde los sindicatos como el partido militar constituyeron los principales opositores de estas democracias a medias. La CGT tuvo sus enfrentamientos internos entre los dirigentes peronistas de una nueva generación, en virtud a que numerosos de los anteriores estaban aun inhabilitados y los llamados libres que se hicieron fuertes durante la Revolución Libertadora. Por ejemplo, las maniobras de Frondizi con intenciones de intervenir en los asuntos sindicales y promover una supuesta unificación no tuvieron éxito. Paradójicamente en el Congreso de Unificación quedó resuelta la ruptura. Por un lado, se agruparon las 62 organizaciones peronistas y por el otro las 32 libres también autodenominadas democráticas. El líder sindical Augusto Vandor, había organizado un “operativo retorno” de Perón, éste, fracasó por las coincidencias políticas entre el gobierno y el sector militar respecto de este tema. Sin embargo la no intervención, de las Fuerzas Armadas Argentinas en Santo Domingo resuelta por el gobierno radical, volvió a enfrentar a los políticos con el sector castrense deseoso de alinease con Estados Unidos. La denominada “Doctrina de Seguridad Nacional”, anunciada por Onganía dejaba en los militares la potestad de tomar el poder en salvaguarda de la Constitución cuando esta se viera amenazada, encontraba en la aparición de las primeras organizaciones armadas una justificación para exhibir su fuerza y poder político. Durante el gobierno de Illía algunos sectores del sindicalismo burocrático haciendo uso de sus contactos, buscaron la conciliación y una salida negociada con la patronal, soportando despidos y cierres de establecimientos, con un bajo nivel de acciones directas, como lo afirma Ghigliani, en su trabajo sobre Las experiencias antiburocráticas de los obreros gráficos. Luego estas posiciones van radicalizándose, en cuanto al nivel de la protesta, y a su vez adquiriendo una mayor movilidad y dinamismo aprovechando la política del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, que se desarrollaba favoreciendo a los gremios independientes y obstaculizando en lo posible a algunos miembros que militaban en la CGT. Esta radicalización puede interpretarse como una táctica de crecimiento de los sectores sindicales más independientes del peronismo y más próximos a la línea combativa de los gremios. Ejemplo de esta radicalización paulatina es el caso del Sindicato Luz y Fuerza que en 1964 conducido por Francisco Prado apoyado por su gremio “acaparó todas las miradas al anunciar tempranamente un plan de lucha de paros escalonados que incluía un cese general de actividades


de 24 hs. para el 1ro. de febrero”. Luego se dictó la conciliación obligatoria y Prado accedió suspendiendo la medida de fuerza. Sin embargo, otra fue la actitud de los gráficos que habían presentado el 4 de Octubre de 1965 su petitorio para la renovación del convenio colectivo. El mismo 5 de enero el gremio realizó una asamblea en el estadio de Atlanta que resolvió, en señal de protesta contra la actitud patronal y la política salarial del gobierno, realizar paros de una hora diaria los días 10, 11 y 12 y de dos horas diarias los días 13, 14 y 15 de Enero, cumpliéndose esos paros en forma unánime en toda la industria. Las empresas procedieron a despedir a más de 400 empleados de distintos talleres, según sus propios argumentos fue para sanear los talleres de elementos indeseables. Los despidos cambiaron radicalmente la situación, transformando los paros escalonados por turno, en una huelga general en los talleres represaliados, que se estiró hasta el 26 de Febrero. Lo que había ocurrido en Atlanta, era sin lugar a dudas, que las bases de los gremios involucrados ya no respondían a las maniobras del sindicalismo más ligado a la conducción de la burocracia cegetista, sino más bien a los gremios FGB y FATI. En lo referente al segundo rasgo de la estructura del proceso político, es decir la relativa disponibilidad de los diversos competidores por el poder, es necesario hacer notar que la flexibilidad para hacer acuerdos o alianzas no se limita a los competidores dentro de un plano determinado sino que podía extenderse más allá de la propia estructura. Esto ocurría claramente en los gremios minoritarios, más radicalizados en sus reclamos y con menor grado de representatividad. Este fenómeno podía vérselo dentro de una fracción interna de un sindicato que por hallarse en inferioridad trate de conseguir aliados externos para imponerse dentro de su gremio. El caso más claro para ilustrar este tipo de confrontaciones internas, es el del gremio gráfico. La práctica habitual del sindicalismo peronista se basaba en las tensiones, entre los sectores duros y blandos, constituyendo una forma de alternancia en las estructuras burocráticas. Estas facciones no proponían soluciones a los problemas del sector y de alguna manera posibilitaban la discusión ideológica de las agrupaciones que aparecían en minoría e identificadas con lo que dio en llamarse el sindicalismo de liberación. Así fue que en las elecciones del 13 de Noviembre de 1966, “la lista verde del peronismo gráfico encabezada por Ongaro, terminó con diez años de hegemonía de la lista rosa debilitada por la división interna sufrida tras la muerte de Riego Ribas, secretario general del gremio y principal dirigente del oficialismo grafico”. No es intención de este trabajo profundizar en los conflictos surgidos en este proceso de renovación de las conducciones sindicales por sectores más combativos y representativos de lo que ocurría fuera de las luchas internas del peronismo. Pero es importante señalar que la dirigencia vandorista, que había cumplido un rol muy importante desde la recuperación de la CGT, se veía ahora en muchos casos sobrepasada por la instalación de sentimientos antipatronales, antiburocráticos y antidictatoriales. Estos nuevos sectores sindicales se reconocían clasistas y combativos, como lo expresaría al final de este período que analizamos el mismo Agustín Tosco, titulando a este nuevo gremialismo como sindicalismo de liberación . Los grupos que se radicalizaron paulatinamente durante la década del sesenta fueron incorporando la violencia como una forma política de lucha. La confrontación de las organizaciones centrales frente al tema de la toma del poder del Estado y la lucha entre los grupos disidentes, como también las luchas entre las fracciones dentro de las distintas organizaciones podía implicar heridos y hasta muertos y esto cada vez se tornaba algo menos inusual. Hasta l966 el desborde de la violencia sindical y política fue en general impedido por la pluralidad de los ejes de conflicto y la actitud de relativa flexibilidad y disponibilidad de las partes confrontadas. Puede afirmarse, dice Waldmann, “que en los choques entre la policía y los obreros que movilizaban los sindicatos, algunas veces sangrientos, existía también, el interés de estos sectores enfrentados de no alterar y menos destruir el sistema, para no hacer el juego a grupos extremistas”. Una vez instalado el gobierno de la “Revolución Argentina” esta realidad cambió temporalmente, la violencia fue decreciendo en número si se la compara con los años del periodo en el que gobernó el radicalismo. Esta declinación de actos de protesta y violencia política en general, encuentra en el año 1968 los valores más bajos de todo el periodo analizado en nuestro trabajo (ver cuadro II y III del apéndice documental). Como se puede apreciar hasta los primeros meses de 1969 la cantidad de acciones disminuye con relación al promedio de todo el periodo, pero a partir del Cordobazo y otros


acontecimientos conexos vuelven a incrementarse la cantidad de hechos de protesta social. También fueron exacerbándose los niveles de confrontación. Para algunos sectores que visualizaban en la realidad social y política la posibilidad de la construcción de una acción revolucionaria, luego del Cordobazo, estaban dadas las condiciones para iniciar esa lucha. Los autores que adscriben a este análisis y que trabajan esta etapa con fervor militante más que con objetividad científica coinciden en sostener que las principales organizaciones que tuvieron un protagonismo en la lucha armada de los setenta, vieron en estos acontecimientos de fines de la década del sesenta la gestación de un período prerrevolucionario. En nuestro análisis sostenemos que las réplicas que los sectores combativos efectuaron en el periodo analizado responden mayoritariamente a ciertas formas de espontaneísmo y son consecuentes con la lucha de dirigentes y grupos contestatarios de determinados enclaves donde prendieron o encontraron formas de respaldo social. De allí a concebir estas acciones de desacato o rebeldía popular, propias de una situación de anomia o de respuesta a un estado represivo, con movimientos o levantamientos revolucionarios existe una importante diferencia conceptual. Estos grupos intentaban lo posible para provocar una guerra popular revolucionaria, evidenciando la situación política existente y ejecutando ocasionalmente atentados contra los representantes del poder, sin más resultados que la acentuación de la solidaridad entre los factores interesados en el mantenimiento del status quo. De alguna manera esto impidió la formación de bloques polarizados. La impresión de discontinuidad institucional y de inestabilidad política generada por este continuo cambio de coaliciones y confrontaciones entre los sectores de poder, resultaba engañosa al sugerir que existía una amenaza excepcional de violencia colectiva. Se puede afirmar que se debía a la pluralidad de conflictos y a la continua sucesión de disputas sociopolíticas, el hecho de haber podido hasta cierto punto, mantener la violencia bajo control. Por lo menos hasta que se produjeron esos hechos políticos de manifestaciones masivas que constituyen el final del Onganiato, pero no de la dictadura, que encontró las formas de permanencia dentro de este modelo autoritario que mantuvo las relaciones capitalistas de producción. Es importante analizar a esta altura lo que denominamos crisis política, crisis del Estado y crisis de la dominación, es la caracterización que ha hecho O’Donnell, al observar que varios de los países más importantes de América Latina (especialmente de América del Sur) se hallaban política y económicamente al borde de poner en juego la supervivencia de las sociedades capitalistas. Según este análisis fueron determinantes para la implementación de un Estado autoritario: [que] “los procesos de emergencia popular incluyeron entre otras cosas, la expansión de un sector popular concentrado en grandes centros urbanos, que abarcaba a una clase obrera a la que los concomitantes procesos de extensión de la industria habían hecho numerosa y geográficamente concentrada. Invocado como pueblo y portador de demandas de justicia sustantiva, ese sector urbano continúo interviniendo, con creciente voz y peso propios, en una escena política en la que se planteaban conflictos de reasignación de recursos que el escaso o errático crecimiento económico, combinado con una alta inflación, tendía a exasperar[...]Además desde el punto de vista de las clases y de los sectores dominantes esa crisis implicaba que no sólo no se satisfacían las condiciones generales de funcionamiento normal de estas economías sino también que se podía llegar a la terminación del propio capitalismo”. Este tambaleo de las garantías coactivas, desata los temores primordiales de la burguesía y de las instituciones como las Fuerzas Armadas, que suelen alinearse para reinstaurar el orden, la normalidad y reproducir las relaciones entre las clases para reponer al Estado en su aspecto de garante y organizador del sistema.


Este estado de crisis y revuelta social combinaba dos contenidos políticos de distinto alcance, por un lado era una lucha contra el gobierno militar y por ende esto no cuestionaba las relaciones sociales capitalistas, por el otro las agrupaciones revolucionarias se planteaban una lucha contra el régimen, es decir intentando rebasar los límites del sistema. De alguna manera estaba instalado un ánimo de rebelión que hizo que estas organizaciones prolongaran las luchas populares enfrentándose a la resistencia armada que ejercía el Estado, por lo que se inicia una ofensiva de carácter político pero también militar contra ese régimen. Uno de los problemas que abordaremos más tarde será justamente el hecho de haber confundido estado de ánimo con convicción. Esto, creemos, actuó como fuente de futuros errores de sus análisis estratégicos. Las fuerzas del establishment político y social, que podemos caracterizar como la burguesía, utilizó todo los medios de los que disponía para reconstruir las condiciones de dominación, desarticulando las redes sociales que sustentan las fuerzas de resistencia y/o librando una guerra frontal para destruir esas fuerzas. La situación política posterior al golpe de 1966 se caracterizó también, por la eliminación de la pluralidad de los ejes de conflicto. Ya que en adelante todas las confrontaciones eran disputas parciales dentro de la controvertida política total, que tenía por un lado a los militares en el poder y por otro al resto de los factores políticos. El gobierno militar dio la impresión en el primer momento de cierta tranquilidad y orden, que le otorgó el respaldo de algunos sectores de las clases media y alta. Pero muy pronto fue evidente que los esfuerzos para reemplazar la falta de legitimidad plebiscitaria por el rendimiento económico u otras realizaciones fracasaban porque no alcanzaban para hacer olvidar a los factores de poder su anterior influencia. A medida que pasaban los meses los partidos, las asociaciones y demás grupos se pasaban a la oposición para llegar hacia 1969 con un nulo sostén de la población y hasta parte de las Fuerzas Armadas comenzaron a distanciársele. La polarización de los sectores ganó importancia porque no se limitaba al ámbito político-social sino que se extendía a la esfera económica. El poder ejercido en la Argentina, a partir del golpe de Onganía, fue un tipo de estado autoritario caracterizado por organizar y garantizar la dominación a través de una estructura de clases subordinadas a las facciones superiores de una burguesía altamente oligopólica y transnacionalizada. Fue institucionalmente un conjunto de organizaciones dispuestas a la “normalización de la economía”, y al ejercicio de una supresión de la ciudadanía y de la democracia política. Los aparatos de mediación entre lo popular y el estado fueron suprimidos o anulados, por esto se lo puede caracterizar como corporativista. A su vez fue también un sistema de exclusión económica de los sectores populares y de acumulación de los sectores oligopólicos de capital privado que acrecentó las desigualdades. Económicamente promovió una transnacionalización de la capacidad material del Estado produciendo un encogimiento de la nación, a la que previamente tuvo que despolitizar y/o purgar. Su régimen implica el cierre de los canales democráticos de acceso al gobierno y de los criterios de representación popular, limitando dicho acceso a las cúpulas de las organizaciones públicas y privadas como las Fuerzas Armadas y las grandes empresas. La inversión de capital extranjero no cesó desde el gobierno de Frondizi, si bien decayó en la etapa de Illía y el golpe de 1966, retomó sus niveles hasta alcanzar el punto máximo en 1969, coincidiendo con los niveles más altos de radicalización de la protesta social. Estos capitales, sostiene Rofman, no solucionaban sino que daban una nueva forma a la dependencia que el sector industrial tenía con el sector externo. Aunque representaban un aporte en el momento de su ingreso, rápidamente crearon problemas en la balanza de pagos. Las inversiones acentuaron la dependencia del sistema nacional que seguía priorizando la necesidad de exportar, sin embargo se enfrentaban con las barreras arancelarias levantadas por Estados Unidos. La acción del capital internacional, de tanta influencia en el campo de la toma de decisiones, modificó la totalidad del sistema productivo, creando fuertes diferencias entre los sectores modernizados y eficientes subordinados a él y los sectores antiguos que quedaron retrasados. Estas formas políticas de los capitales y empresas transnacionales impulsaron la liquidación de zonas ineficientes como lo fueron el Chaco algodonero y el Tucumán azucarero que debió cerrar ingenios creando condiciones reales de desempleo y hambre. La política económica de la “revolución argentina” se basaba en un modelo de desarrollo neoliberal que daba en primer lugar prioridad al capital como factor de producción, para volcar más tarde el


aumento del ingreso nacional alcanzado por éste sobre la pirámide social. La consecuencia inmediata para las capas sociales bajas fue una disminución importante del salario real. Las compañías extranjeras de grandes capitales aprovecharon este favorecimiento, pero no así las empresas de menor envergadura de la industria nacional que tuvieron una participación limitada en la expansión económica que tuvo lugar entre 1966 y 1969. Resumiendo, la situación económica bajo el régimen militar presentaba muchos aspectos similares a la situación política. La crisis de la Argentina en la etapa anterior al golpe de 1966, registraba distintos niveles de intensidad relacionados al riesgo de afectar la viabilidad de la sociedad capitalista. Pero sin lugar a dudas la principal grieta del Estado, en el momento históricamente analizado, es la crisis de dominación celular o social. Es el tipo de anomalía que representa una fisura en el Estado respecto a su rol de articulador de las relaciones de producción. Este nivel se caracteriza por la aparición de comportamientos y abstenciones de las clases subordinadas, tales como la rebeldía, la subversión, el desorden, la indisciplina laboral, que amenazan la continuidad de las prácticas y actitudes descontadas como naturales en estos sectores sociales. Dicha falencia del Estado disminuye las posibilidades de la burguesía de organizar el proceso de trabajo y apropiarse del excedente. La situación descripta puede derivar en dos variables explicativas, la primera es que se ha aflojado el control ideológico por parte del Estado y la segunda que esta fallando la coerción económica o física que debería cancelar el desorden resultante. Esta crisis afecta al Estado, en su aspecto fundante del sistema social de dominación del que es parte. Como sostiene O’Donnell, este es el nivel que más preocupa a la burguesía, ya que los comportamientos e intenciones de las clases subordinadas y de quienes invocan su representación política, apuntan justamente a la supresión de la burguesía como clase y al Estado como sinónimo de ese orden. Es la más directa de las crisis y que puede ligarse a niveles más altos de agudización. El nuevo orden representado por el gobierno de facto se definió como autoritario y no democrático, aún a costa de repetidos choques con la ideología liberal, y asumió la función de organizar políticamente a las distintas fracciones de la burguesía sin pasar por la mediación de los partidos políticos. Esta situación de no tener que someterse periódicamente a la confrontación electoral y con el respaldo que le daban las Fuerzas Armadas, le permitió a la dictadura defender los intereses más generales del sistema. Aún sacrificando intereses particulares de algunos sectores especialmente sensibles de la economía, como el exportador. Mediante un juego combinado de represión y soborno a los sectores más privilegiados del movimiento obrero y a su burocracia, pudo lograr cierta paz e incluso pensar en el apoyo de ese sector para la tarea fundamental. Se constituía como lo afirma Romero, en el ensayo autoritario, para la continuidad del sistema. Los intelectuales dentro y fuera de las universidades tuvieron un rol protagónico en la vida política de la sociedad argentina. Los temas sociales se incorporaron abruptamente a los temas universitarios, se inicia la carrera de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires que hacia 1960 contaba con sesenta y siete alumnos y en 1966 casi dos mil. A las universidades privadas que iniciaban carreras relativas a los estudios sociales, como la Católica y la Del Salvador se sumaban las públicas de todo el país. Se abría así, lo que Sigal llama, una eclosión de libros políticos y de trabajos documentados sobre la historia Argentina, de las más diversas corrientes ideológicas. Algunos autores tuvieron una importantísima incidencia en los jóvenes intelectuales o estudiantes de esta época, tales como el revisionista José María Rosa de origen nacionalista, Silvio Frondizi con sus dos volúmenes de La Realidad Argentina, Rodolfo Puiggrós con la Historia Crítica de los Partidos Políticos, Jorge Abelardo Ramos con su Revolución y Contrarrevolución en Argentina. Otros autores ampliaban el debate de lo político y eran leídos masivamente como la obra de Arturo Jauretche y casi simultáneamente J. J. Hernández Arreghi con Imperialismo y Cultura, Fermín Chávez con su Civilización y Barbarie, también Ismael Viñas publica Orden y progreso u Análisis del Frondizismo. Mayoritariamente esta intelectualidad toma la misión social de construir una nueva identidad en la vida cultural del país posterior a 1955. En el seno de las universidades o de los partidos políticos y desde publicaciones como Contorno en 1958, Pasado y Presente en 1965 se analizan desde el nacionalismo o desde el marxismo temas referidos a la historia, al problema del peronismo, y al rol del intelectual en su función crítica de la realidad.


Los discursos sostenidos por las organizaciones armadas provienen de ciertas formas de convergencia progresiva del nacionalismo y del marxismo, especialmente en sus elaboraciones ideológicas tales como “promover una conciencia del ser nacional o de los intereses revolucionarios del proletariado” esta dialéctica era compartida por la intelectualidad comprometida, sean independientes, partidistas o del mundo académico. La comunidad universitaria fue el blanco de los ataques del gobierno militar iniciado en el año 1966. Las Universidades se vieron hostigadas en forma directa al imponer la reforma total de sus estructuras de gobierno y autonomía. Esto quedó demostrado con la sanción de la Ley 16.912 dictada el 29 de Julio del mismo año. En esta ley se disponía que los Rectores o Presidentes de las Universidades Nacionales y los decanos de sus respectivas facultades que a la fecha de la sanción de la misma estuviesen en el desempeño de sus cargos: " ejercerán en adelante el gobierno de ellos, hasta que se establezca su régimen definitivo". En su articulado esta ley determinaba que dichas autoridades “que no estuvieren en ejercicio de sus funciones y no pudieran, cualquiera sea su causa, hacerse cargo de ellas, dentro de las 48Hs. de publicada esta ley, serían reemplazados definitivamente por sus sustitutos estatutarios, cesando el impedido en ese cargo” Las atribuciones de los estatutos “los ejercerá el ministro de educación” y por la misma ley se disponía (art.-5) que: “los centros o agrupaciones estudiantiles debieren abstenerse de realizar actividades políticas”. El Ministerio de Educación quedaba facultado para resolver en las situaciones no previstas en esta ley, especialmente aquellas que afectaran la paz y el orden interno en las universidades, su funcionamiento normal o sus armónicas relaciones. La violación de esta norma autorizaba al Ministerio de Educación para resolver en cada caso que hacer con el centro responsable de ello. El rector de la Universidad intentó resistir disponiendo no asumir la administración de la alta casa de enseñanza. Diversos comunicados de decanos, consejeros y agrupaciones estudiantiles se dieron a conocer en el mismo sentido. Se realizaron asambleas permanentes de alumnos y docentes. En la sede del concejo superior de la ciudad de Buenos Aires que estaba citado para su sesión habitual de los viernes, se produjeron una serie de reacciones con motivo de la ley dictada por el poder ejecutivo que trajo aparejada la orden de desalojo, que debía cumplir la Policía Federal. Cerca de las 22Hs. dice el diario Clarín, dos carros de asalto del cuerpo de infantería de la policía y un carro de bomberos se ubicaron en las inmediaciones de esa casa de estudios montando vigilancia. Cinco minutos después se fijo como plazo las 23:05Hs para el desalojo del edificio, un minuto antes de cumplirse se ordena la evacuación de las mujeres y a las 23:10hs. las tropas se colocan contra las paredes y comienzan a entrar por las ventanas. Los alumnos cantaron el himno y fueron echados con violencia. El impacto de este ataque a la Universidad puede ser analizado a largo plazo en la pérdida de científicos e intelectuales, que luego de estos atropellos jamás volvieron a los claustros locales y en algunos casos no volvieron al país. También puede medírselo en la contemporaneidad del corto plazo que produjo una reacción que abroqueló a sus miembros, contribuyendo a una necesaria politización intelectual y toma de conciencia que se reflejará en la presencia espontánea de estudiantes marchando junto a obreros unos años después. Una de las resultantes más importantes de esta distribución de fuerzas e intereses era que, aunque solo provisoriamente, fuera franqueado el abismo que separaba por un lado a los grupos extremistas que tenían por objetivo un cambio de sistema y por otro a los sectores políticos moderados interesados en la conservación de las estructuras existentes. Era evidente que aquellos grupos que estaban dispuestos a un cambio radical, podían concretar acuerdos con otros sectores más moderados con los que compartían una oposición al régimen militar. Esa flexibilidad fundamental mencionada anteriormente, que no excluía alianzas temporarias con organizaciones en extremo opuestas ideológicamente, repercutió luego en la nueva constelación política. Aunque es cierto que la cohesión del campo opositor, debido a la diversidad de los grupos que lo integraban, no era demasiado grande. En 1969 a partir del Corbobazo, que no había estado previsto en los planes del gobierno, ni en todo el espectro de la oposición, se produjo como efecto primigenio la caída de un gabinete y un cambio en la orientación de la política del gobierno militar. “También el asesinato de Augusto Vandor, apenas treinta días después de los sucesos de Córdoba, debe comprendérselo en la espiral de violencia ascendente que se plasmó en los primeros actos de las organizaciones de distinto signo y


en la creciente radicalización inédita de todas las áreas intelectuales y profesionales, incluso las más elitistas”. Las acciones insurreccionales, encontraron en algunos sectores del estudiantado y del movimiento obrero ciertas formas de apoyo a sus programas y actividades. Esto producía un mínimo de resonancia positiva que las agrupaciones extremistas necesitaban urgentemente, frente a la opinión pública, sobre todo en la precaria fase inicial. Aunque los sectores más exaltados que propagaban la caída violenta del régimen no pudieran contar con el apoyo activo de la oposición en sus atentados contra las instituciones político-militares y sus representantes, no tenían tampoco que temer ninguna interferencia por ese lado. El panorama general, que la gran mayoría de los sectores medios observaba críticamente, evidenciaba la falta de habilidad y de prudencia de los militares en la lucha contra las acciones realizadas por los grupos políticos armados, este era un terreno propicio para el crecimiento de sus organizaciones y el aumento de sus actividades. LOS ORÍGENES DE LAS ACCIONES GUERRILLERAS La militancia de la más variada procedencia ideológica se orientó a organizar grupos armados como respuesta al golpe de estado librado por la autodenominada Revolución Libertadora. Las primeras experiencias de vía armada que podemos reconocer, se dieron entre los años 1958 y 1964. Estas acciones iniciales fueron parte de un período de experimentación de distintas opciones como las del grupo Uturuncos que exigía en 1959 la anulación de los contratos petroleros, la renuncia del presidente Frondizi y bregaba por el retorno de Perón al país. Sus miembros eran ex-militantes del Partido Socialista de la Revolución Nacional (PSRN) fueron desarticulados durante el año 1960. Una acción de envergadura, de carácter “urbana”, fue la toma del Instituto Geográfico Militar realizada en Junio de 1962, perpetrado por un grupo de militantes que luego formarían las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL); este hecho precedió al asalto al Policlínico Bancario, y acción que suele señalarse como la primer experiencia de guerrilla urbana, fue realizadas por el Movimiento Nacional Revolucionario Tacuara (MNRT), movimiento integrado por grupos nacionalistas, peronistas de distintas vertientes. Entre las primeras acciones de Tacuara pueden mencionarse el atentado contra Guillermo Kehoe y Adolfo Trumper, ambos abogados miembros del Partido Comunista (PC), realizado el 28 de Febrero de 1964; un ataque con bomba a la Aerolínea Británica (BOAC) el 9 de Marzo de este año. En Marzo también son detenidos algunos integrantes de la agrupación; que fueron procesados por el asesinato de Raúl Alterman. Otra acción del grupo fue la toma simbólica del Cabildo el 20 de Noviembre del mismo año, para conmemorar el día de la soberanía nacional. En mayor o en menor medida en esta primera etapa, todas estas agrupaciones convergerían en lo que se denomina la resistencia. Otras organizaciones optaron por formas combinadas –urbanas y rurales- para sus acciones, como es el caso de las Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional (FARN) creadas por Nahuel Moreno, con cierta orientación properonista. Al mismo tiempo que cada vez más los jóvenes militantes radicalizaban su posición política los Partidos tradicionales de la izquierda argentina atravesaban una profunda crisis como es el caso del Partido Socialista y del Partido Comunista. Los años posteriores a 1955 protagonizaron el fin de una etapa de la izquierda tradicional y dieron nacimiento a nuevas formas de izquierda. Para algunos analistas de estos temas como Vazeilles, “la crisis del Partido Socialista fue más rápida que la del Partido Comunista lo que debe atribuirse a la mejor adecuación al maniqueísmo autoritario que este último organizó alrededor de la admiración por la Unión Soviética”. Estos partidos lejos de admitir que esas radicalizaciones eran mayoritarias en sus filas recurrieron a métodos fraudulentos para preservarse en las cúpulas de sus organizaciones. En la década del sesenta surgieron nuevas organizaciones guerrilleras que siendo pequeñas inicialmente, fueron incrementando su caudal en adherentes y su influencia en la vida política y social del país. Vinculamos estas asociaciones con el proceso de gestación de lo que se denominó Nueva Izquierda (NI), influidas por el proceso de descolonización de mediados del siglo pasado, la revolución vietnamita y específicamente por la revolución cubana. Estas, tenían nuevas lógicas organizativas, daban decisiva importancia a la lucha armada como un camino a la toma del poder, constituían un discurso renovadamente anti-imperialista y se identificaban con los sectores


oprimidos, de allí su difícil relación con la compleja identidad peronista de la clase trabajadora argentina. Cada una de estas organizaciones fue producto de su época, y todas se esforzaron por conectar las reivindicaciones populares a su visión del socialismo. Como experiencia “foquista pura” deben ser mencionadas las operaciones guerrilleras en las provincias del noroeste que fueron desarticuladas rápidamente por las fuerzas de seguridad del Estado. La existencia de estas acciones prístinas, tuvo una directa relación con el proyecto de Ernesto Guevara de instalar un foco revolucionario en Salta. El llamado Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) operó entre los años 1963 y 1964, dirigido por Jorge R. Masetti “Comandante Segundo”, en los límites con Bolivia, marcó la fugaz y trágica experiencia de este argentino que había entrevistado a Fidel Castro y al Che en la Sierra Maestra, que se había destacado inmediatamente como un cuadro revolucionario. El fracaso de esta experiencia anticipaba a menor escala lo que le ocurriría al propio Guevara unos años más tarde. Y si bien en los orígenes del surgimiento guerrillero argentino, tuvo una relativa resonancia política y social, no puede dejar de analizarse como parte de los momentos fundacionales del accionar de la teoría política de la lucha armada. En la coyuntura Argentina caracterizada por la proscripción del peronismo y por el avance del liberalismo y la transnacionalización de la economía, el fenómeno de la Revolución Cubana significó la profundización de las relaciones entre marxistas y nacionalistas. Esto posibilitó la aparición de vasos comunicantes entre izquierdas, nacionalismos y peronismo que fundó las bases de agrupaciones de diverso signo ideológico, unidas todas por su carácter antiimperialista y nutridas por el ejemplo cubano tanto de sus acciones: la adopción del marxismo leninismo, la expropiación de las empresas de Estados Unidos, la reforma agraria entre otras, como las acciones de sus hombres especialmente representados por la figura del Che. A estas agrupaciones que tomaron forma en el transcurso de esa década pueden analizárselas en dos etapas, la primera de acumulación revolucionaria y la segunda de acción revolucionaria. Este trabajo pretende recorrer el primero de estos dos momentos, tomando como caso paradigmático el surgimiento, la crisis y la ruptura del PRT en el marco de esa acumulación; dejando planteado para un posterior análisis la segunda etapa de acción revolucionaria iniciada a partir de1969. Las acciones guerrilleras estaban de alguna manera relacionadas con factores motivacionales e ideológicos internos a las organizaciones, pero en parte también con circunstancias externas que alentaban a los revolucionarios a la intransigencia y de las cuales queremos mencionar las que podemos establecer como importantes. La génesis de las organizaciones guerrilleras de origen peronista, se produce sin lugar a dudas, desde la etapa abierta con el golpe de estado de septiembre de 1955 y con el proceso de la llamada “Resistencia” y en el contexto de la proscripción que sufrió el movimiento hasta la etapa del retorno de Perón en 1973. Todas las organizaciones con características revolucionarias fueron encontrando un camino de posibilidades para el desarrollo de sus estrategias a partir de importantes sucesos latinoamericanos, como la multiplicación de los procesos revolucionarios, la fundación de la Organización Latino Americana de Solidaridad (OLAS) o la propia muerte de Guevara en el intento por instalar un foco insurgente en Bolivia. En La Habana, luego del triunfo de la revolución, junto a militantes, organizaciones y partidos de toda América, que buscaban inspiración revolucionaria o posibilidades de entrenamiento y equipamiento adecuados para la lucha guerrillera, se encontraba la figura de John W. Cooke junto a su esposa Alicia Eguren. Estos alentaban la organización de un grupo en el que el mismo Ernesto Guevara depositaría parte de sus planes futuros para lo que dio en llamarse la región sur. La célula denominada Formación Revolucionaria Peronista, se hallaba integrada por Manuel Gaggero, entre otros hombres provenientes de la resistencia peronista y de una variada gama de tendencias ideológicas, nacionalistas de derecha, militantes de formación marxista y otros que sostenían, que sin el peronismo, no habría revolución posible en la Argentina. Para entonces se hallaban en la isla cuadros del Partido Comunista Argentino recibiendo instrucción militar, siempre reservándose las órdenes políticas sobre estos. También se encontraba en La Habana, Ángel “el vasco” Bengoechea, dirigente del partido trotskista Palabra Obrera, junto a media docena de militantes con los cuales estuvo muy cerca de participar en las acciones del Ejercito Guerrillero del Pueblo (EGP) en Salta. Para esta época Palabra Obrera dirigido por Nahuel Moreno adscribía a la necesidad de continuar la lucha política por medio de la lucha armada, como


lo sostenía en el seno del partido y en otros círculos de izquierda de nuestro país el mismo Abraham Guillén. Las redes de apoyo urbano al E.G.P, que sostenían simpatías con la experiencia guevarista, no tardaron en dar vida a nuevos reagrupamientos. Estas redes casi en su totalidad desarticuladas entre sí y precariamente organizadas, sin dejar de reivindicar la lucha armada, fueron modificando paulatinamente algunas de sus características originarias, reemplazándolas por otras que terminaron hegemonizando la modalidad de la lucha guerrillera en los tiempos que seguirían a la caída del propio Masetti. En esos años iniciales comienzan a encolumnarse los primeros militantes tras un planteo guevarista elemental, que consistía en sostener ideas tales como: revolución, liberación nacional, el hombre nuevo y la lucha armada. En términos generales provenían de diversas corrientes políticas y de sectores sociales y no escaparon al común de las organizaciones armadas. Algunos habían participado en la Resistencia peronista y hasta llegaron a asistir al Puma Mena de los Uturuncos, colaborando con su escape del monte. Los más hicieron su experiencia en los partidos tradicionales de la izquierda vernácula, como el Comunista y el Socialista. Otra parte provino de experiencias en el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria Argentina (MIRA) y el Partido del Trabajo (PT), de los que se fueron tras establecer el debate sobre la lucha armada y quedar en minoría. De esos años datan sus relaciones con otros grupos a quien los unía la pura acción, como el Movimiento Nacional Revolucionario Tacuara (MNRT) de Fidanza y la Agrupación Nacional de Estudiantes (ANDE) “Tras la desarticulación del EGP, se sucedieron olas de detenciones y seguimientos en todas las ciudades donde habían surgido grupos de apoyo, especialmente en Buenos Aires y Córdoba. Poco después, con el descubrimiento de la célula político-militar del Vasco Bengoechea, a causa de la explosión de su arsenal en la calle Posadas 1168 de la Capital Federal, las medidas represivas y de inteligencia se acentuaron hasta convertirse en una verdadera caza de sediciosos”. Sin embargo, no es sino hasta 1968 que se radicalizaron las acciones en las grandes aglomeraciones urbanas. Instalándose, por entonces, en el seno de las agrupaciones revolucionarias la discusión política acerca de que si estaban dadas o no las condiciones para el paso fundamental de la toma de las armas. Entre los numerosos grupos y células que surgieron en esta época se puede reconocer como las más importantes a las siguientes: Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), los Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Algunas de estas organizaciones actuaron fugazmente o se fusionaron quedando finalmente dos grandes grupos, Montoneros y PRT-ERP. Es importante dejar aclarado que más allá de las concurrencias tácticas de estas organizaciones deben destacarse las no menos importantes diferencias entre ellos, especialmente entre las de origen peronistas y las de origen marxista. Las primeras terminaron siendo la izquierda armada de un movimiento nacional-popular por el contrario las segundas de origen marxista-leninistas, debieron erigir sus propios partidos o insertarse en otros ya dados. Tal es el caso concreto del PRT-ERP. El comienzo de la guerrilla, según sostiene Waldmann, bajo el gobierno militar de 1966 a 1973, sugiere que fue parte de una reacción “de abajo” a la represión “de arriba” ejercida por las Fuerzas Armadas que habían suspendido y disuelto el Congreso, que habían convertido a las provincias en simples distritos administrativos y prohibido los partidos políticos. Sin embargo, puede sostenerse que el periodo de facto en los primeros años del gobierno de facto de Onganía hasta 1969, pudo manejar su intervencionismo con poca represión visible. Esto no implica considerar la represión en las calles como única forma de respuesta del estado al reclamo social, pero es inevitable comparar desde el presente con el plan de exterminio llevado adelante desde el terrorismo de estado a partir de 1976. Frente a esa comparación el estado de Onganía en cumplimiento de la llamada doctrina de seguridad nacional, no ejerció un plan sistemático de aniquilamiento con todo lo que eso conllevó años después. Se limitó a aparecer ante la mirada de los Estados Unidos, en alineamiento con la política de las fronteras ideológicas que dividía a los partidarios de los valores occidentales y cristianos de quienes querían subvertirlos, y asimismo llevar a las Fuerzas Armadas al papel de garantes de los valores supremos de la nacionalidad y que debían obrar cuando estos se vieran amenazados, particularmente por la subversión comunista. . La agrupación de mayor relevancia de origen peronista denominada Montoneros “...apareció en la


escena política Argentina, como lo sostiene Gillespie, durante los años más turbulentos en cuanto a conflictos sociales experimentados...” tras su fundación dos años después de que el Gral. Juan Carlos Ongania y las Fuerzas Armadas usurparan el poder en 1966. Los fundadores de la organización dedicaron un par de años al entrenamiento preparatorio y acumulación de recursos antes de anunciar su existencia al mundo en mayo de 1970. Se sabe menos de la fase de 1968-1970 que de cualquier otro periodo de la historia de los Montoneros, aun cuando aquellos años de anonimato, fueron de importancia fundamental para determinar la fisonomía política de su organización. Los Montoneros fueron capaces de aglutinar a distintos sectores de la vida cultural y política y dar legitimidad a una expresión populista de socialismo. Se convirtió en algo que atrajo a los civiles de diversas denominaciones políticas: Católicos militantes, nacionalistas populares, nacionalistas autoritarios y muy especialmente a populistas militantes de la izquierda tradicional y peronistas combativos. La radicalización de sectores ligados al catolicismo se encontraba más emparentada con las posiciones de origen peronista que con las organizaciones marxistas. Por ello se puede asociar la afinidad que tuvieron algunos grupos de la acción católica en las ciudades de Córdoba y Buenos Aires con las juventudes que se reclutaron para integrar Montoneros. El movimiento denominado Iglesia del Tercer Mundo se nutrió en su prédica social y política de acercamiento a los sectores más desprotegidos de toda América latina a partir de varias de las encíclicas del Concilio Vaticano II (1962-1965). En estos documentos la institución iglesia daba un giro copernicano que cambiaría la historia de la relación clero-pueblo. Se profundiza aun más la radicalización del discurso oficial de las estructuras clericales a partir de la Segunda Conferencia General del Episcopado de Latinoamérica en Medellín (agosto 1968). Allí se denuncian al imperialismo y al neocolonialismo de algunos países ricos como responsable de la situación de indigencia de los pueblos determinando que estas condiciones impuestas eran violencia institucionalizada. Se afirmó que era hora de no seguir discurriendo y hablando únicamente, sino de pasar a la acción para mejorar las injustas estructuras existentes. Los trabajos publicados en torno a la agrupación Montoneros, no se han ocupado de las profundas divergencias que se plantearon internamente entre las líneas fundadoras. Una de las vertientes principales del movimiento conocida como la línea cordobesa, también autodenominada “los sabinos”, tras el encarcelamiento de sus miembros luego de los hechos de La Calera hasta mayo de 1973 en que se produjo la liberación de varios de ellos en la primavera Camporista, presentaron sus disidencias con la cúpula de la organización. El encarcelamiento posibilitó un crecimiento ideológico y político con mayúsculas. Entre ellos el mismo Nacho Vélez que afirma que durante el tiempo de reclusión observaron las transformaciones del movimiento e inmediatamente de la liberación elevaron las razones por las que se separaban y advertían acerca de la derrota que se avecinaba. Era la época de los perejiles, dice Vélez, mientras estábamos presos y veíamos el crecimiento masivo de Montoneros, la vanguardia que habíamos fundado el movimiento en Córdoba teníamos prácticamente un pie afuera, obviamente nadie nos escuchó"Los organismos estatales de coerción, la policía y el ejército, manifestaban más a menudo su presencia en las calles, pero su comportamiento era en los inicios cauteloso, para ir paulatinamente ajustando las operaciones con mayor rigor. Las Fuerzas Armadas y las fuerzas de seguridad fueron respondiendo cada vez más violentamente. Al principio, el gobierno militar se limitó a censurar la libertad de prensa, y a disimular su falta de un proyecto para garantizar una continuidad del modelo sustitutivo que iba encontrando su etapa final. Los medios de comunicación se fueron alineando con el gobierno para evitar ser intervenidos, especialmente los medios gráficos. Estos contribuyeron a la creación y sostenimiento de cierta sensación de estabilidad que se instaló en la opinión pública, no sólo como respuesta a las medidas recesivas que produjeron el congelamiento de la economía sino también, a cierta forma de orden que la sociedad esperaba de parte de un gobierno militar. Por otro lado, la dictadura de la “revolución argentina” debió enfrentarse a reacciones más radicalizadas que produjeron levantamientos y rebeliones auténticas como el cordobazo, o la formación de grupos de resistencia armada. La clásica frase “violencia produce violencia” no alcanza para explicar el origen de las guerrillas bajo el tiempo de Onganía.


Las acciones y los discursos que producían las organizaciones armadas político-militares, resultaban convergentes en la manera de oponerse a la dictadura y en las críticas al sistema, esa convergencia potenciaba su accionar y motivaba el intento de actuar en movimientos sociales. Si bien puede afirmarse que en nuestro país a diferencia de otros, la protesta evolucionó rápidamente hacia una acción política de carácter masivo al articularse con la oposición que despertaba la dictadura militar, no puede sostenerse que el movimiento obrero en su conjunto adhiriese al empleo de la violencia como es el caso de otras experiencias revolucionarias del tercer mundo. Muy por el contrario la clase trabajadora argentina había alcanzado sus reivindicaciones de la mano de una política proscripta que añoraba y que la llevaba a radicalizar sus acciones en pos de alguna forma de recuperación de aquella. Esto contribuyó a que las organizaciones de la Nueva Izquierda orientaran el desarrollo de las tendencias combativas y del clasismo en la protesta social. El Partido Revolucionario de los Trabajadores, que analizaremos en la segunda parte de este trabajo, era como lo señala María Seoane, un grupo marginal de la política nacional, que aun transcurría por las turbulentas y anchas aguas del peronismo. El sector que lideraba Moreno dentro de esta agrupación sostenía que debía profundizarse la política de entrismo en el campo sindical peronista. En tales circunstancias a mediados del año 1967 los siete principales gremios perdieron la personería por intervención del gobierno militar, esto socavaba las bases económicas de la CGT al anular la cuota sindical obligatoria. A partir de esta situación comenzó un reagrupamiento del sindicalismo combativo que aceleró la elección del gráfico Raimundo Ongaro como secretario general de la denominada CGT de los argentinos. El otro sector del PRT liderado por Santucho, criticó profundamente esta caracterización que hacía Moreno con el argumento de que se trataba de una excusa para no formar el destacamento de vanguardia de la revolución, ya que consideraba que una cosa era la conciencia política y otra muy distinta la lucha por el salario. Comenzaba el distanciamiento que se analiza en la segunda parte de este trabajo. También se alejaba de la concepción propia de la izquierda ortodoxa que sostenía que el cambio revolucionario se daría por etapas de diversos grados de acumulación de fuerzas, y confiaba no solo en la lucha política pacífica y parlamentaria, sino también en la creencia que tenían los trotskistas de que en cada sindicato germinaba un soviet. El avance de las tendencias izquierdistas dentro del peronismo fue más irregular que persistente. Las aspiraciones de la izquierda peronista a mediados de los años sesenta se vieron influidas por una disminución temporal de la opresión sobre la clase trabajadora. Estas se vieron afectadas durante toda la etapa del Onganiato en el poder, sin embargo no debería exagerarse la irregularidad del desarrollo de la Izquierda peronista ni el aparente vigor de esa tendencia en la primera mitad de los años sesentas. La dura represión de las movilizaciones obreras, junto a los ejemplos del Che Guevara en Bolivia, Camilo Torres en Colombia, y la guerra de Vietnam, influyeron fuertemente en la discusión dentro de las organizaciones, en torno a la necesidad de iniciar la lucha armada en Argentina. También y aunque resulte muy difícil cuantificar, existió una fuerte politización de los sectores medios de la sociedad, intelectuales y profesionales que como se analizó precedentemente constituyeron al sostenimiento de discursos contestatarios muy relativos a los tiempos de rebelión y protesta propios de la época. En cuanto a la composición de las agrupaciones debe afirmarse, a nuestro modo de ver, que las mismas eran de carácter policlasistas, aun cuando sostenían en sus construcciones teóricas el carácter clasista de la lucha. El PRT frente a la discusión de la vía armada, se dividió en dos grupos: el grupo liderado por Nahuel Moreno se llamó PRT "la verdad", mientras que el PRT de Santucho fue el PRT "el combatiente". El PRT a pesar de los escasos recursos económicos y militares disponía de una importante organización. Su éxito aparente en la "inserción de masas", es un tributo, no tanto a su línea política, sino más bien a la capacidad de sus activistas de liderar luchas y de representar a la gente de la más variada extracción. Sin lugar a dudas se creyó que esta política de entrismo, en los sectores de lucha, constituía un camino para la construcción de las condiciones propicias para encauzar un proceso revolucionario. No se tenía en cuenta que la aceptación o simpatía de esas masas a estos liderazgos, no implicaba una suscripción completa a una transformación sistémica de las estructuras sociales y políticas, sino más bien un anhelo de volver al estado benefactor que había mostrado su mejor cara durante el peronismo para luego abandonarlos definitivamente.


Producto de la lucha de clases y de la nueva orientación que planteaba combinar el trabajo de masas con la lucha armada, en un corto plazo duplicó la cantidad de militantes y logró una inserción en la clase obrera, sobre todo en las grandes ciudades como Córdoba. Este crecimiento sin límites fue coronado en movilizaciones espontáneas, multisectoriales que embriagaron a los dirigentes revolucionarios convenciendo aún a los más escépticos de que se estaba en el camino correcto. Todas estas movilizaciones con tintes de desobediencia constituían una forma de quitar consenso al Estado capitalista. El peronismo adquirió su ala izquierda, en esta época, no por el “entrismo” practicado por la izquierda, sino a través de un proceso de radicalización de los activistas peronistas pertenecientes a sectores medios de la sociedad. Fue una radicalización hacia la izquierda de las posturas políticas, especialmente de las juventudes de los partidos tradicionales, y a la vez, fue una peronización de muchos jóvenes que comenzaban a interesarse en la práctica política, en algunos casos, como lo señala Gillespie, provenían de la derecha y del nacionalismo Católico. La polarización de las fuerzas políticas bajo el régimen militar pone en claro que después del golpe de 1966 la guerrilla tuvo amplias posibilidades de despliegue, pero este crecimiento del fervor militante que manifestaban los guerrilleros en sus acciones tácticas debe ser analizado, para intentar comprender cuáles son los componentes de este temperamento revolucionario. Los ciudadanos asesinados por la dictadura, a partir del 28 de Junio de 1966, de distintas edades y extracción social, como consecuencia de las represiones a manifestaciones pacíficas y desarmadas, fueron parte de la violencia gubernamental. Esta se abatió sobre quienes reclamaban su derecho a la libertad, exteriorizaban su descontento o denunciaban las políticas de explotación que se imponían desde el Estado; con su inobservancia o complacencia por parte de las empresas del poder económico nacionales y multinacionales. Entre los asesinatos del periodo analizado y como estigmatizados desde los sectores en lucha es importante nombrar a Santiago Pampillón. También debe analizarse en su complejidad el rol de Perón, en el surgimiento y accionar de las organizaciones guerrilleras. El caudillo, desde el exilio en Madrid, apoyaba por medio de mensajes a las agrupaciones radicalizadas de su partido, las acciones terroristas y las estimulaba a seguir adelante. Al mismo tiempo, descartaba con razón, la posibilidad de que los trabajadores se unieran en masa a las filas de los guerrilleros. Manipulaba sus “formaciones especiales” con máxima habilidad. El apoyo a Montoneros de Perón en sus declaraciones cuasi-revolucionarias se basaba en la convicción de que estos, se habían convertido a una forma nacional del socialismo. La mala visión que tenían los guerrilleros de las verdaderas diferencias estratégicas y políticas existentes entre ellos y el líder se hizo visible después de septiembre de 1970. Los Montoneros, lejos de advertir que el proceder de Perón era reformista, consiguieron encontrar una razón revolucionaria a su comportamiento. Para los Montoneros la hora del pueblo era solo una de sus astutas maniobras tácticas destinada a mantener el régimen en la mesa de negociaciones mientras el movimiento profundizaba sus niveles organizativos y sus métodos de lucha para emprender las próximas etapas de la guerra. Más adelante el propio líder parecía reafirmar la perspectiva revolucionaria al destituir a Paladino y nombrar a Cámpora como delegado. Entre tanto los Montoneros se habrían estado reorganizando después de su descalabro de la Calera. José Sabino Navarro tomó posesión de la jefatura de la organización después de la muerte de Abal Medina y Ramus. Se trasladó a Córdoba y trabajó diecisiete horas diarias para reconstruir la red montonera. Para el caso del PRT, como veremos, esta es la etapa de la ruptura y de la aparición del Ejército Revolucionario del Pueblo. Es el fin de la década del sesenta y el inicio de la radicalización de algunos sectores. Algunos autores denominan a este momento como “la guerra civil en ascenso”. No adscribimos a la idea de guerra civil pero aclaramos que ciertamente los sectores en pugna se enfrentaron abiertamente en el período siguiente, es decir en la década del setenta, pero sin alcanzar el contexto masivo que requiere la utilización de esta categoría. Las experiencias anteriores como Uturuncos, EGP, FAP constituirán los antecedentes de la lucha armada urbana o rural, pero no estarán ligadas directamente a la aparición de estas que podemos llamar setentistas. Este trabajo fija como límite temporal el surgimiento de los grupos que desplegaron su política de guerra en los años setenta. El estudio del PRT nos dará la oportunidad de encontrar una organización que atravesó ambas décadas (sesenta y setenta). Este partido se constituye en el paradigma de la lucha armada en la


Argentina, es por ello que analizaremos su origen y ruptura hasta 1968 año del IV Congreso en el que quedan planteadas las diferencias entre los dos líderes fundacionales, Nahuel Moreno y Roberto Santucho. LA CUESTION JURÍDICA EN EL ESTADO DE FACTO: En este apartado se realiza una aproximación a la cuestión jurídica acerca de la legitimidad del estado de facto que se instala en el marco temporal del presente trabajo. Para el caso de la dictadura iniciada con el golpe de Estado del 28 de Junio de 1966 la “legalidad” estuvo subsumida a un “Estatuto de la revolución argentina” adosado a la Constitución Nacional, ante el cual juró como presidente, el general Juan Carlos Onganía. Designado por la junta de comandantes con un claro apoyo de la Iglesia Católica y con la anuencia de los sectores más burocráticos del sindicalismo que con “cautela y reservas vieron en el acompañamiento de los sucesos iniciados con el golpe una forma estratégica para reaparecer en el escenario social y político”. La dictadura constituyó un corpus de leyes y decretos estableciendo una “legislación represiva” que vino a dar una supuesta juricidad a los actos de un gobierno inconstitucional. La inobservancia del sistema jurídico de la nación no es una originalidad y mucho menos, una exclusividad de los gobiernos militares. Como lo afirma Bidart Campos en sus “Lecciones elementales de la Política”, los diversos partidos y sectores políticos no tenían inconvenientes en violar tanto la letra como el espíritu de la Constitución si ello convenía a sus intereses. La toma del poder por las Fuerzas Armadas, no significó por lo tanto, una ruptura absoluta con las reglas vigentes dentro del proceso político, no hizo más que acentuar la tendencia a no respetar la Constitución escrita, que ya se había podido observar en gobiernos anteriores. Sostiene Bidart Campos refiriéndose a la resistencia a la opresión, que la historia política ha desarrollado la tesis del jus resistendi, que en algunas de sus consideraciones doctrinarias afirma: que dicha resistencia se liga al tema de la reciprocidad entre mando y obediencia; al de la política plenaria; al de la pérdida de la legitimidad del ejercicio del poder; al del golpe de estado y la revolución. Es decir que existe el derecho de resistencia como legítima forma de actividad política del pueblo. La teoría adelanta un paso más y justifica la insurrección cuando la injusticia del gobernante ya no es esporádica o aislada sino que se convierte en permanente y habitual. La legitimación del jus resistendi radica en el derecho natural y en el valor justicia, es decir que esta fuera y por encima del derecho positivo. Ni la revolución ni el golpe de estado encuadran en la Constitución formal, porque siempre suponen su quebrantamiento. No obstante, hay casos en que pese a la infracción formal de la Constitución, se legitiman por la justicia del título que invocan. La doctrina de facto es la elaboración efectuada por los autores para estudiar, explicar, justificar de alguna manera y encuadrar jurídicamente, el ejercicio del poder por parte de los gobernantes de facto. Además de ser una doctrina, dice Bidart Campos, es también una praxis, surgida de la realidad, de la costumbre, de los usos y de la jurisprudencia durante las épocas de facto. El principal problema que se plantea para los gobiernos de facto es el del reconocimiento. Ante esto se han desarrollado las siguientes tesis: la del consenso o la obediencia popular; la de la prescripción; la de la necesidad que es cuando ha sido destituido el gobernante de jure y resulta indispensable sustituirlo; la del hecho consumado y la del error común. En segundo término esta doctrina se interesa en resolver si la ruptura de la continuidad constitucional libera al gobernante de toda sujeción al orden jurídico anterior, o si queda obligado a respetarlo. Frente a esto se pueden sostener las siguientes posturas: a) Las teorías que afirman que toda revolución aniquila totalmente el orden constitucional precedente y habilita a crear un orden constitucional nuevo; b) Las que admiten que el gobierno de facto suspende temporalmente el orden constitucional anterior, en el cual el gobernante crea un derecho constitucional transitorio sin sujeción al que se halla en suspenso; c) Otras teorías con un sentido más empírico no forjan un principio absoluto para todos los casos sino que atienden a cada situación concreta: un golpe de estado dirigido nada más que a destituir a determinados gobernantes no debe sublevarse contra el orden constitucional vigente y debe respetarlo una vez que el


gobernante se ha instalado en el poder. En tercer término la doctrina también se ocupa de las competencias del gobernante de facto. Para esto existen dos tesis, la restrictiva que considera que el gobernante de facto es algo así como un gestor que reemplaza al gobernante de jure en la medida de lo necesario y para asegurar la continuidad del régimen y de los derechos de los ciudadanos, en consecuencia son válidos los actos que realiza en el marco de lo urgente, lo vital, lo cotidiano, lo indispensable, etc; la otra tesis, es la que coloca al gobernante de facto en pie de igualdad con el de jure, sosteniendo que lo reemplaza lisa y llanamente en la totalidad de sus competencias. Esta otra tesis, sin lugar a dudas, es la que el Estado Burocrático Autoritario de la “revolución argentina” encarna con la anuencia de los estamentos jurídicos de la nación, complacientes con el poder de turno. También merece atención el problema de la duración y vigencia de los actos legislativos emanados del gobierno de facto en sustitución del congreso disuelto. Una teoría sostiene que estos son efectivos exclusivamente en la época de facto, caducando con ella. Otra teoría equipara a las leyes y afirma que estarán vigentes mientras no sean derogadas; es decir, que siguen en vigor aún después de la época de facto. En materia de competencias, aún las tesis más estrictas, suelen aceptar que el gobernante de facto realice todos los actos necesarios para el cumplimiento de los fines que tuvo en miras del movimiento triunfante que ha accedido al poder. La dictadura de la autodenominada “revolución argentina” designó su propia Corte Suprema y creó la Cámara Federal en lo Penal que tuvo por objeto liberar de las responsabilidades de juzgar, a la cada vez más grande cantidad de ciudadanos considerados “subversivos”, por este Estado. Los tribunales y jueces penales previstos por la Constitución y los códigos nacionales y provinciales quedaron privados de realizar todo tipo de cuestionamientos a los actos de gobierno. La Cámara no detuvo, con sus procedimientos jurídicamente cuestionables y aún viciados de nulidad, la acción de grupos o movimientos que no sólo ponen en cuestión la presencia de los militares en el gobierno sino la consistencia del sistema mismo. Como se ha dicho, el gobierno militar, en una de sus características lleva a cabo desde sus instituciones el tratamiento de todo tipo de cuestiones, incluso las jurídicas, sometiéndolas a criterios neutros argumentando objetivos de racionalidad técnica. Los gobiernos anteriores a 1966 dictaron medidas represivas de excepción, como lo fueron el Estado de guerra interno, organización de la nación en tiempo de guerra para tiempo de paz, Plan Conintes, o la utilización del Estado de sitio. Esto no bastaba para el gobierno de la “revolución argentina”, ya que no confiaba en que las medidas de emergencia le resultarían aptas, por ello consagró un sistema jurídico que se sobreponía al ya existente, aceptó el caos que había engendrado y que no lograba frenar. Cuantificar todo el proceso jurídico de la dictadura, requeriría de un trabajo específico. Pero es necesario señalar, para caracterizar ese Estado, que todas las estadísticas referidas al proceso dan cuenta del sistema represivo instaurado. Si se observa como se fueron dictando las leyes se advierte que hay una muy notoria constante corrección de lo ya existente. Esta legislación parece resultado de una sorpresa permanente por parte del poder: es como si las figuras que proceden de la realidad política superaran constantemente las previsiones y, por lo tanto, se dictaran nuevas resoluciones y/o modificaciones; Ejemplo de esto es la ley 16.970 de defensa nacional, que resulta insuficiente por lo que se amplía y se dicta la ley 17.401, llamada ley anticomunista, y otra vez resulta insuficiente y se dicta la ley 18.234 que reprime también las actividades ideológicas y por consecuencia, que atenta a toda ideología lisa y llana. Se intenta prohibir jurídicamente, como si fuese posible prohibir la idea de pensar y hacer pública esa idea. De esta manera, las leyes se sobreponen a las leyes y si es necesario se dicta una nueva para que ninguna figura “delictiva”, quede sin castigo fundado en un instrumento jurídico. Es inevitable que se realice, aunque más no sea, una mera comparación entre la “revolución argentina” y el llamado “proceso de reorganización nacional” en cuanto a su accionar jurídico. Así como la dictadura de 1976 a 1983, no se mostró interesada en guardar orden jurídico alguno, muy por el contrario la organicidad estuvo dispuesta para el ocultamiento, la negación y la ajuricidad; el proceso de la dictadura de Onganía se ocupó de mantener una cantidad de articulados, definiciones y de alguna manera tanta ilusión de juricidad. Sostenemos, pese a las múltiples conjeturas que pueden exponerse, que el gobierno de la “revolución argentina” ha querido dar la imagen de una dictadura escrupulosamente legalizada y por lo tanto, de un gobierno atento a sus


compromisos y capaz de cumplirlos. Por otro lado también es dable sostener que se legisló con la esperanza de incorporar esa legislación al cuerpo jurídico general que implicaría defender al sistema para su preservación, otorgar instrumentos a los continuadores y admitir que el sistema debe ser eterno. Este Estado pretoriano, como lo llama O’Donnell, atrae con sus intentos de “ley y orden” a gran parte de las pequeñas burguesías urbanas. La teoría del orden sostiene que las sociedades aceptan el poder del Estado no solo por la capacidad que este tiene de ejercer la coerción sino que necesita mantener un consentimiento en permanente dialéctica con la fuerza que termina por legitimarlo. Esta legitimidad no se alcanza por un aparente estado de cumplimiento jurídico sino por un sostenimiento social que debe mantenerse en el largo plazo. En el caso concreto de la dictadura de Onganía, como lo define Strasser, no constituye una revolución y mucho menos un gobierno legítimo. El consentimiento parcial que tuvo resultó de corto plazo y fue de alguna manera institucionalizado por las corporaciones y no por la sociedad en su conjunto. PARTE II. LA VIOLENCIA POLÍTICA. ORÍGENES, ALIANZA Y RUPTURA DEL PRT Los Orígenes: El peronismo había ejercido un liderazgo espontáneo con un consentimiento popular que encarnó ciertamente un estilo de democracia de masas. Frente a su surgimiento todas las agrupaciones trotskistas existentes hacia mediados de la década del cuarenta analizaron el proceso. Los principales autores que se ocupan de las organizaciones trotskistas en la década del cuarenta son Ernesto Gonzalez y Osvaldo Coggiola. Ambos sostienen que hacia 1942 estas organizaciones formaron el PORS (Partido Obrero Revolucionario Socialista) que fue un intento de unificación de los grupos trotskistas, pero tuvo una vida breve. Las diferencias políticas y teóricas en torno al problema de la liberación nacional, categoría política de plena vigencia en los cuarenta, hicieron eclosión frente al surgimiento del fenómeno peronista. El trotskismo se vio nuevamente dividido en varios grupos cuya militancia no superaba algunas decenas de integrantes cada uno. Pero mientras para Coggiola la agrupación lideraba por Nahuel Moreno debe enrolársela en el antiperonismo liso y llano, ningún otro grupo trotskista superó al GOM (Grupo Obrero Marxista) en su desprecio por el movimiento de masas que surgía. Para González la dificultad del GOM en el momento de analizar orrectamente el fenómeno del 17 de octubre de 1945 fue principalmente no haber comprendido los hechos al mismo momento que ocurrían y además haber sostenido cosas de las que después él mismo [Moreno] y el partido se autocriticaron por unilaterales. Pero asimismo sostiene que el GOM, a diferencia de las otras corrientes, fue adonde estaban los obreros peronistas, y educó a sus militantes y simpatizantes en el respeto a la voluntad de la base que era una cuestión decisiva de la democracia obrera, tan importante como su independencia de los patrones y el Estado. Coggiola afirma que el sectarismo es ejemplificado por las posiciones del GOM frente a las elecciones de 1946, proceso en el cual los otros grupos trotskistas acusaron a esta agrupación de haber sostenido directamente a la Unión Democrática, acusación de la que éste se defiende retrospectivamente, diciendo que en febrero de 1946 llamó, al igual que otros grupos al voto programático. Lo cual no impide que efectivamente el GOM considerase a la UD como más progresista, puesto que definía al peronismo como la vanguardia de la ofensiva capitalista contra las conquistas obreras. El GOM no percibía ni un atisbo de nacionalismo o de resistencia limitada al imperialismo en el ascenso del peronismo. Al negar al peronismo todo carácter nacionalista, el análisis de Moreno en su organización que precedería a Palabra Obrera, dejó pasar por delante de sus narices el movimiento nacionalista latinoamericano más importante de la posguerra. Ernesto González refiriéndose, en primera persona sobre la táctica del GOM sostiene: Lo que caracterizó inicialmente a nuestro grupo, tanto desde el punto de vista programático, como en cuanto a la práctica, fue un obrerismo rabioso, llamémoslo así... Esta tendencia obrerista, sectaria, ultra, enfrentaba y trataba de superar el carácter bohemio e intelectual, del movimiento trotskista


argentino en su conjunto... Nuestra organización argentina nació entonces centrando toda su estrategia en trabajar sobre el movimiento obrero... Teníamos una desviación nacional-trotskista: la de creer que podía haber solución a los problemas del movimiento trotskista en el país, con una visión nacional... No fue hasta el año 1948 que comenzamos a intervenir en la vida de la Cuarta Internacional, participando en su Segundo Congreso. En las postrimerías del peronismo la sociedad toda se había fraccionado en peronistas y antiperonistas. También las posiciones de los diversos grupos trotskistas se vieron involucradas en una de estas dos corrientes fundamentales, pero si bien todos los trotskistas vieron en el peronismo originario el surgimiento de un claro bonapartismo, las organizaciones ligadas a la influencia de Moreno intentaron un acercamiento a las bases como una forma de iniciar su táctica de entrismo. Nadie pudo sustraerse a tal enfrentamiento y mucho menos después del bombardeo a la Plaza de Mayo, ni cuando se sostenía desde la misma voz del Estado la dialéctica entre nosotros y ellos. La violencia se generalizó no con fines revolucionarios sino con pretensiones de venganza y tomó formas que permitió a los sectores más reaccionarios de la burguesía tornarlas en su favor y que significaron el fin del régimen peronista. Como se analizó en el capítulo de los orígenes de las organizaciones guerrilleras, el proceso abierto con el golpe de 1955 fue una espiral de violencia que creció tomando formas diversas. Pero fue recién una década después que las organizaciones que nos ocupan, PO –nombre de la publicación liderada por Moreno y que reemplazó al GOM- y FRIP, llevaron adelante las tratativas para la formación de un frente, a la luz de nuevos acontecimientos. El Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP) era una agrupación de la región noroeste especialmente de las Provincias de Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Chaco, impregnada de nacionalismo y en algunos aspectos crítica del marxismo, y revisionista de la historia latinoamericana con relación a las culturas precolombinas. El FRIP se organizó en torno a las figuras de los hermanos Santucho, ya en 1954 Francisco René Santucho publicó un trabajo sobre los nativos de la región, que abordaba temas como la exclusión social y las condiciones de vida del aborigen, haciendo también una proyección de las perspectivas históricas, titulado "El Indio en la Provincia de Santiago del Estero." La principal figura del FRIP era Mario Roberto Santucho, quien se definía como nacionalista de izquierda, encuentra en la revolución cubana una síntesis de antiimperialismo revolucionario al que apoya. A partir de julio de 1959 ya se encontraba presidiendo el Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Tucumán. El papel del proletariado rural en dicha revolución será decisivo en las convicciones que empiezan a desarrollarse en el joven Santucho. Mario Roberto Santucho hizo sus primeras pasos en la militancia bajo el influjo político de su hermano Francisco que había militado en los grupos de choque del peronismo y luego se inició en los estudios indigenistas que lo pusieron en contacto con el pensamiento de Haya de la Torre. Robi desde los 21 años, integró junto a otros jóvenes el núcleo de la militancia de un centro de estudios que lideraba su hermano mayor. Desde la provincia de Santiago del Estero se realizaron actividades de carácter político y cultural promoviendo ciclos de discusión y conferencias en los que participaron importantes figuras de la intelectualidad local, nacional e internacional. Este movimiento, publica a través de su secretaría Ideológica diez tesis que se constituyen en un programa de acción política, que llevará el nombre de “El proletariado rural detonante de la revolución argentina” y que estará vigente en la organización hasta la unificación con “Palabra Obrera”, cuando se constituya el Partido Revolucionario de los Trabajadores. En este documento el FRIP establecía como categoría de análisis, en términos Leninistas que la República Argentina es una país semicolonial seudoindustrializado (Tesis I) y sostenía en su Tesis II que: La Burguesía nacional en su conjunto es incapaz de luchar por la liquidación de la dependencia de nuestra patria, por un desarrollo nacional independiente. Solo sectores minoritarios ( la pequeña y media burguesía industrial) pueden jugar un papel de aliados circunstanciales del proletariado y, pueden ser arrastrados circunstancialmente por el proletariado en la lucha antiimperialista.


Este documento partía de la confirmación de los niveles de desigualdad producidos por La seudo industrialización que acentúa los desniveles regionales y aumenta la superexplotación de los obreros de las zonas coloniales más atrasadas. (Tesis III) y que hacían de la región noroeste el ámbito propicio para la insurrección sosteniendo en su Tesis V que: En la República Argentina, el eslabón más débil de la cadena es el Norte Argentino. Según esta tesis en el país existen dos zonas económicas netamente diferenciadas: Una avanzada, con gran crecimiento industrial y gran desarrollo capitalista en el campo. Y otra Colonial, subdesarrollada, con formas atrasadas de producción y asiento del sector industrial de actividad primaria. Tal es el caso del Norte, Cuyo y la Mesopotamia(...).En el noroeste donde al no darse un acentuado crecimiento capitalista no se ha originado el crecimiento de las capas medias, y donde la diferenciación social, la existencia de ostensibles desniveles de ingreso, es más evidente... En el Noroeste donde el aparato de represión del Estado Burgués es más débil, no habiendo desarrollado las clases dominantes las vías institucionales para incorporar a los sectores explotados dentro de los marcos del sistema, mejorando en algo sus condiciones de vida, amortiguando la lucha de clases. Es el noroeste el lugar donde el peso contrarrevolucionario de la burocracia sindical es menor, a diferencia,de lo que ocurre en los grandes centros urbanos. Estas características establecen: 1) existen condiciones objetivas de superexplotación del proletariado rural 2) las posibilidades de desarrollo del FRIP en el proletariado rural son óptimas. En la tesis VI, Santucho argumentaba el título del trabajo sosteniendo que El proletariado rural, con su vanguardia el proletariado azucarero, es el detonante de la Revolución Argentina. La afirmación de que en toda Indoamérica, el proletariado rural es el sector más explosivo de la clase obrera por su carácter de enemigo irreconciliable del imperialismo y por la superexplotación a que se ve sometido, era sin duda parte de las coincidencias con el programa de acción de las organizaciones continentales de lucha como la OLAS. Si bien el papel del proletariado urbano en el proceso de la revolución Argentina no se desmerece, el iniciador de la revolución es el proletariado rural. Pero es específicamente en la tesis X en que la agrupación se posicionaba respecto de la lucha revolucionaria: El FRIP como vanguardia en construcción de la revolución Argentina, debe dirigir su trabajo de desarrollo sobre la base social de los trabajadores rurales, especialmente sobre la FOTIA y la FOSIF, sin descuidar el trabajo sobre otros sectores, en especial el proletariado urbano. El FRIP debe organizarse como el Estado Mayor de la Revolución Argentina, sobre la base primordial del proletariado rural, especialmente sobre el proletariado azucarero y finalmente se concluía: Solo un partido revolucionario, con férrea organización, dirección centralizada, completa independencia ideológica y organizativa, estará en condiciones de llevar al pueblo a la victoria(...) ese partido será el FRIP, que construiremos con nuestras propias manos, con nuestra actividad incansable de revolucionarios. El FRIP demuestra en estos primeros pasos una visión un tanto localista o hasta provinciana y como lo sostiene Mattini hasta ingenua y reduccionista de las condiciones objetivas que esgrimió como razones para su fundación y programa político. Esta forma de miopía le impidió elevarse por sobre sí mismo para intentar comprender lo complejo del conjunto del movimiento obrero argentino. Esta agrupación estaba alejada de un análisis del socialismo científico, y por su carácter de clan sentará las bases de cierto voluntarismo militante que caracterizará algunas prácticas del futuro. En 1961, Santucho emprenderá un viaje por América que lo llevará por unos meses a Cuba donde recibirá instrucción militar. La situación abierta en la provincia de Tucumán luego de la caída de Frondizi, lo impulsará a su regreso a participar de los movimientos de lucha de los cañeros y trabajadores de los ingenios, proceso en el cual entablará relaciones con los militantes de Palabra Obrera Hugo Santilli y Leandro Fortunato Fote. Es indudable entonces, que las posiciones comunes en cuanto a las perspectivas de la lucha armada constituyeron en sus inicios la principal relación entre Santucho y el morenismo. Sin embargo, la situación del país y los procesos gremiales de la provincia de Tucumán durante el año 1963 parecen haber puesto en el centro de su atención el


problema de la organización de los trabajadores. En este período, iniciado con la revolución cubana y seguido con el viaje a dicho país en el año 1961, la situación de los trabajadores tucumanos y el comienzo de la relación con el morenismo parecen haber sido particularmente decisivos en la construcción de una identidad política para Santucho y sus compañeros. El análisis de un documento anterior a la fundación del FRIP, de 1960, “Lucha de los pueblos indoamericanos”, refleja efectivamente la ausencia de categorías marxistas. El acercamiento al marxismo aparece recién en los primeros contactos con los militantes de Palabra Obrera en Tucumán y especialmente después de su experiencia en la isla en circunstancias de la proclamación del socialismo en ese país. Como lo afirma Mattini, se puede advertir en este documento que el proceso cubano habría dejado la certeza en amplios sectores, incluyendo los compañeros que formarían el FRIP, de la necesidad de contar con una estrategia armada para la toma del poder. La proclamación del socialismo en la isla, sostiene este autor, habría empujado a Santucho al marxismo-leninismo. El FRIP, no se constituyó en una organización celular y de cuadros sino hasta los acuerdos del Frente Único con Palabra Obrera. El acercamiento fue principalmente por sus diferencias originarias con el PC argentino, por el propio estado de inacción del comunismo local y por algunas afinidades teóricas con el Trotskismo, como la adhesión al espontaneismo, que será una de las razones de la futura ruptura. El rol del militante revolucionario, el carácter internacional y permanente de la revolución y especialmente el reconocimiento de la lucha armada como única vía para la revolución fueron otros elementos teóricos que los acercaron. El partido Palabra Obrera frente al proceso iniciado en Cuba en Enero de 1959, destacó según el propio Ernesto González, el carácter sectario de la revolución, criticando la relación entre Fidel y el gobierno norteamericano, y las características pequeño burguesas de la dirección cubana. Recién en diciembre del mismo año 1959, la corriente cambiaría su posición: La mejor prueba es, dice González, que, salvo alguna mención al pasar, no hay notas sobre Cuba en Palabra Obrera sino a partir de octubre de 1959. En enero de 1960, en el periódico morenista Palabra Obrera, su director Ángel Bengoechea, saludaba calurosamente el camino abierto por la revolución cubana: Se ha abierto un nuevo método de lucha en América: la guerrilla. (...) El hambre y las persecuciones de este gobierno de patrones nos llevará indefectiblemente a la guerrilla como única salida. (...) Alguna vez hemos dicho que las guerrillas simbolizan cierta desesperación; pero ocurre que en estos momentos comienza a empalmar con lo que siente el pueblo. Dos meses más tarde, puesto en vigencia el Plan Conintes. del gobierno de Frondizi, el mismo órgano partidario, dirá que “no es extraño que surjan caminos extremos cuando a la mayoría no se le permite expresar legalmente su posición.” A esta posición, nueva para la corriente, la acompaña una nueva caracterización del régimen cubano, como dijimos, a partir de fines de 1959. Luego de la proclamación del carácter socialista de la revolución por parte de Castro, abril de 1961, Cuba pasa a ser para Moreno un estado obrero, con una dirección revolucionaria no burocratizada, la que se compara con los máximos referentes de la corriente, Lenin y Trotsky. En el congreso que tiene lugar en mayo de 1961, el eje de la discusión es el surgimiento del castrismo como movimiento continental, el que es evaluado muy positivamente, aún cuando se tomarán ciertos recaudos. Al mismo tiempo (...) se advertía contra la aplicación mecánica de la consigna de guerrillas que hacía el Che Guevara para cualquier situación o país. Si bien esos métodos podían ser correctos en la mayoría de los países centroamericanos (...), en los países con mayor peso del movimiento obrero y de la clase media urbana con respecto a la población rural, los métodos de huelga general insurreccional, en donde se pueden aplicar los métodos de las guerrillas —o muchos de ellos— pero sólo en ese momento preciso seguían siendo los más eficaces dentro de las luchas revolucionarias. Pero se agregaba que, dentro de esos países, como por ejemplo Brasil, podían haber zonas de características similares a los países


centroamericanos, donde se puede dar situaciones parecidas a las que el Che Guevara plantea. Desde 1959 la organización había empezado a enviar cuadros a la provincia de Tucumán. El congreso partidario, caracterizaba que en la provincia de Tucumán había una situación prerrevolucionaria y con posibilidades de lucha armada: No se descartaba que surgiese en ella un frente guerrillero con apoyo de masas, como forma de resistencia del proletariado y el campesinado a la pavorosa crisis regional. Al calor de las luchas en la provincia, la corriente morenista comienza a ganar importantes dirigentes de la industria azucarera, como es el caso de Leandro Fote, dirigente del Ingenio San José que estaba a la cabeza de las luchas contra el cierre de los ingenios. Es en este contexto en el que Nahuel Moreno publicará en marzo de 1962 un folleto denominado “La Revolución Latinoamericana". En esta publicación Moreno sostiene: que las etapas de la revolución cubana, deben ser estudiadas cuidadosamente ya que en cada país del continente, el proceso se cumplirá en forma muy parecida. Esta revolución confirmaría que el dogma de que la única clase que puede cumplir las tareas democráticas es la obrera, es falso. También, se sostiene en el folleto, que la guerrilla no es el único método de la lucha armada, ya que hay otros más útiles en ciertos lugares y circunstancias: Es un hecho indiscutible que está planteada la lucha armada. Pero ella debe encararse de distintas formas: una forma debe adquirir cuando hay huelgas generales u ocupaciones de fábricas, otra cuando hay sindicatos campesinos u ocupaciones de tierras, y otra cuando no pasa nada de eso. Muy rápidamente debemos despejar el error de confundir guerrillas con lucha armada, y perfeccionar la aplicación de todas las formas de esta última. El terrorismo, las formas de lucha urbana, la defensa de fábricas ocupadas, la defensa de las tierras, los ataques a reaccionarios, rompehuelgas y políticos burgueses, etc. etc., son algunos de los métodos que hay que aplicar en Latinoamérica, acompañando las luchas y la organización de las masas. Este folleto significa la expresión de una orientación nueva. Se sientan las bases para reformular las posiciones tradicionales de la corriente, lo que es sostenido directamente por Moreno cuando dice: El marxismo está enfrentado a una nueva situación objetiva que le obliga a quitarse su antiguo velo europeo. Desde Marx a Lenin y Trotsky, dicho velo era correcto, pues la revolución era europea. Pero desde la última posguerra, el velo nos dificulta y entorpece la visión. En la misma publicación más adelante afirma: …el marxismo occidental, llevado por circunstancias objetivas, se olvidó de la lucha armada. (...) Las armas del marxismo occidental eran meramente intelectuales: propaganda, agitación, y teoría... Y la teoría de la guerrilla ha tenido el valor histórico de replantear la necesidad de la lucha armada. Ha sido el soplo vivificante imprescindible. Hemos comprendido que la lucha armada es un método permanente de las masas y los revolucionarios, y que siendo la técnica más compleja e importante de la lucha de clases, debemos dominarla y aplicarla tanto o mejor que las otras técnicas convencionales: agitación, propaganda, etc. ” Para algunos autores, como Osvaldo Coggiola, este folleto es la definición misma de la teoría del foquismo, es importante aclarar como lo sostuvo Horacio Lagar en entrevista al autor de este trabajo: "...que el problema es más complejo pues el propio Moreno escribía en enero de ese año


(1962), sobre la necesidad de formar el partido, criticando la idea de que la acción militar armada crea todo: el partido, los cuadros, los dirigentes, la revolución en si." En un documento de Palabra Obrera Titulado “La situación nacional después de las elecciones del 18 de marzo”(1962) se considera, durante esos meses que siguen a la decisión de no entregarle el gobierno de la provincia de Buenos Aires a Framini, que: “la situación de Tucumán se habría extendido a todo el país, y se convoca a iniciar acciones armadas, y a actuar desde fuera del movimiento de masas para golpear sobre él.” En estos meses se profundizan las posiciones de Bengoechea, uno de los máximos dirigentes de la corriente morenista y director de la publicación homónima del partido. En abril se resuelve enviar un contingente de cuadros a Cuba para recibir instrucción militar. Al regresar Moreno, procedente de Perú donde había estado preso, se volvió a discutir las razones para realizar este viaje, decidiéndose que no se busque entrenamiento militar sino apoyo del régimen cubano, para el proceso campesino peruano. Ante este cambio de objetivos, se habría resuelto que el viaje no podía durar más de dos meses. En junio de 1962, el Vasco Bengoechea parte para Cuba con otros cuatro cuadros de la organización. El viaje duraría hasta bien entrado el año 1963, el contingente comenzaba a consolidar posiciones propias. En enero de 1963, pese a lo que parecía un cambio de posición de Moreno, la dirección del Partido, vota una resolución en la que se sostiene que: “la principal tarea es desarrollar el aparato técnico y la lucha armada en nuestro país, reforzada con la decisión de iniciar cursos militares en todo el país” A la vuelta de Cuba, El vasco Bengoechea y su grupo se mantendrán en el partido hasta marzo de 1964. En este período se le permitió hacer una experiencia independiente, mientras se avanzaba en la discusión. La argumentación de Bengoechea se centraba en que su posición era la de “La Revolución Latinoamericana”, y que era el Partido el que la había abandonado. Moreno le responde negando que la organización no tenga una estrategia insurreccional, y que esta no se plantee la lucha armada o que se esté en contra de la guerrilla. Sin embargo, es indudable que en Palabra Obrera se estaba produciendo un cambio de posición. Moreno, en julio de 1963, haría un análisis de las elecciones en las que fue electo Illía, por la misma época, viajó a la capital tucumana a reunirse por primera vez con Santucho y otros dirigentes del FRIP, reunión de la cual saldrán los acuerdos iniciales que llevarán a la unificación. Moreno escribe en ese momento “Argentina, un país en crisis”. Este documento consta de tres informes sobre la situación nacional, el primero de julio de 1963, el segundo de noviembre de ese año y el último de marzo de 1964, período caracterizado por la discusión con Bengoechea. Se señala en este documento que hay sectores de la izquierda: “que desesperados por encontrar una salida inmediata a la situación, hablan de la creación de un foco guerrillero, reflejando la pequeña burguesía desesperada o los viejos activistas sindicales fatigados por su ardua lucha contra la burocracia sindical.” Como se citó oportunamente, en la publicación titulada “La Revolución Latinoamericana” se celebraba que la revolución mundial hable ahora el español a través de la lucha armada, luego en este cambio de posiciones se sostendrá que habrá que buscar: el camino específico que tendrá la Revolución Argentina, pero que se esté alerta contra la metafísica de un solo camino.” A mediados de 1964 murió el “vasco” Bengoechea, en una explosión en la calle Posadas de la ciudad de Buenos Aires, la que llevó a la organización a ser perseguida policialmente. Al mismo tiempo aparece un folleto de la organización titulado “Dos métodos frente a la Revolución Latinoamericana”, en el epígrafe se aclara que se trata de comentarios críticos a los trabajos del Che Guevara: “La guerra de

guerrillas, La excepcionalidad de la revolución cubana, y La guerra de guerrillas: un método”


En este documento se analizan con insistencia las derrotas sufridas por el movimiento revolucionario latinoamericano, análisis que estaría ausente en los trabajos del Che. Se critica que en el trabajo de Guevara se afirme que la guerra de guerrillas sea el único método viable para la revolución en el continente. Se cuestiona también, la existencia de condiciones mínimas para comenzar la insurrección armada o la guerra de guerrillas, apelando a las condiciones planteadas por el marxismo clásico. Moreno cuestiona el papel central asignado al campesinado por Guevara, el que es citado afirmando que la posibilidad de triunfar depende de basarse en un ejército campesino que tome la ciudad desde el campo. Nosotros creemos, dice Moreno, que la clase explotada a la vanguardia de la revolución latinoamericana cambia de país en país y de etapa a etapa. La situación en América Latina tiene para el autor de este documento una característica central ignorada por Guevara: la existencia de grandes organizaciones de masas sindicales trabadas en lucha contra el régimen de los explotadores. Estas organizaciones son para Moreno el más importante avance de las masas trabajadoras. Influenciados por Guevara la guerrilla se habría transformado en una moda trágica que aísla a la vanguardia del movimiento de masas, llevándola a la derrota. La única salida sería la conformación de frentes únicos revolucionarios como paso previo a formar el partido único de la revolución. Estos deberían ser los que definan el momento y la forma que debe adoptar la lucha armada. La crítica más profunda al trabajo teórico del Che es que éste ignora sistemáticamente la necesidad de formar un partido revolucionario, ligado a la conformación de un programa hacia el movimiento de masas. Sin partido, dice Moreno, no hay acción revolucionaria con posibilidades de éxito. La Alianza: El principal factor de radicalización de las posiciones políticas de Santucho está vinculado con su viaje a Cuba. Allí recibirá instrucción militar, estará en contacto con los jefes de la revolución y el 26 de Abril de 1961 será testigo de la declaración de Fidel Castro proclamando el carácter socialista del proceso cubano. A su regreso participará de las luchas de los cañeros y de los trabajadores de los ingenios tucumanos. En estas circunstancias, como se ha dicho, se realizan los primeros acercamientos entre su agrupación y los delegados Santilli y Fote de Palabra Obrera destacados en la zona de los conflictos. El FRIP se reconocía desde lo ideológico como un movimiento nacionalista y antiimperialista, que tenía entre sus principales referentes a Hernández Arregui, Arturo Jauretche y veía en el APRA peruano a la organización que mejor interpretaba al sujeto histórico latinoamericano. Esto los distanciaba del marxismo, el que era visto por lo menos hasta el proceso de la revolución cubana, como imposibilitado para comprender la realidad del nativo. Palabra Obrera por el contrario debe ser considerado heredero de la Izquierda Tradicional de concepción Trotskista, pero es muy importante aclarar que desde los procesos cubanos se veía muy atraído por las interpretaciones que hoy se reconocen como propias de la Nueva Izquierda. Estas son: la actualización de las discusiones acerca de la toma del poder y la adscripción a los métodos de la guerra de guerrillas y a la lucha armada rural o urbana. La coyuntura mundial y latinoamericana había hecho replantear los análisis, quedando los grandes partidos revolucionarios como representantes de la IT y las organizaciones que surgían a partir de estos hechos, concebidas como NI. Nahuel Moreno líder originario de Palabra Obrera, publicó en los primeros meses de 1962 un trabajo titulado La Revolución Latinoamericana, se acercaba a las posiciones de la NI sosteniendo que “las etapas de la revolución cubana deben ser estudiadas cuidadosamente ya que en cada país del continente el proceso se cumplirá en forma muy parecida”. Afirmaba que es momento de romper con los modelos de la concepción tradicional para reconocer que “la lucha armada es un método permanente de las masas y los revolucionarios”. A estas concepciones se acercará Santucho, es decir al sector que radicalizará su postura dentro de ese partido en ese momento. No es casual que Santilli muera con el vasco Bengoechea, en el accidente de la calle Posadas en la ciudad de Buenos Aires, manipulando explosivos destinados a la zona de Tucumán. Palabra Obrera y FRIP permanecieron unificados en el periodo comprendido desde 1963 hasta


enero de 1968. Formalmente pactan trabajar juntos firmando un acuerdo en Julio de 1964, recibiendo y enviando mutuamente delegados de ambas organizaciones en las estructuras de dirección de los dos grupos y en mayo de 1964 fundarán el Partido Revolucionario de los Trabajadores. La agrupación liderada por los hermanos Santucho se convertirá, partiendo de una pequeña organización regional con presencia en unas pocas provincias del noroeste argentino, en una organización con presencia nacional y con un discurso anclado en una perspectiva marxista. Los principales documentos de esta unificación estarán escritos por el morenismo. Al FRIP se le encargó preparar un informe sobre la situación en el norte del país, para ser presentado en el I Congreso de la nueva organización. La tarea de realizar ese documento se le asignó a Francisco René Santucho, quien recibió por parte de Moreno críticas profundas y debió ser reescrito por Mario Roberto. El trabajo recibirá el título de las “Cuatro Tesis sobre el norte argentino” que será reconocido como parte de los acuerdos programáticos del Frente único. En la tesis II se sostiene respecto de las clases sociales que: 1) La oligarquía terrateniente que posee alrededor del 75 % de la tierra cultivada a pesar de constituir el 5% de los propietarios de tierras es la clase más retardataria y parasitaria de la sociedad. 2) La burguesía oligárquica azucarera: es el gran patrón del norte, controla el grueso de la vida económica y subordina a sus intereses a amplios sectores de la burguesía comercial, agrícola, ganadera e industrial de las provincias azucareras. En consecuencia es el gran enemigo de las clases explotadas del país. 3) El imperialismo. posee varios ingenios, fábricas, minas y fincas, en algunos casos en sociedad con la burguesía oligárquica del azúcar... 4) La burguesía mediana es una clase contradictoria que por una parte encuentra su horizonte restringido por el talón oligárquico, se plantea desarrollar nuevos rubros de explotación, intenta desarrollar el capitalismo. 5) La pequeña burguesía urbana constituida por profesionales, comerciantes, talleristas, artesanos, empleados y estudiantes, simpatiza en general con la clase obrera y sus luchas, fundamentalmente los empleados y una vanguardia importante del movimiento estudiantil. 6) El campesinado pobre de la zona presenta características dispares, por lo que podemos dividirlo en 4 grupos: burguesía mediana, pequeños agricultores, quinteros; cañeros y campesinado precapitalista. 7) La clase obrera, que es la más revolucionaria de la sociedad y la que encabeza a los sectores populares en la lucha por la liberación nacional y social de nuestra patria y de los explotados, que tiene intereses directa y totalmente contrapuestos con la patronal nacional y el imperialismo. El acuerdo más importante en la constitución del PRT fue la necesidad de la construcción de un Partido que evolucione dentro de las masas para encarar cuando resulte oportuno, la lucha armada. El análisis y la crítica a la metodología del foquismo son centrales en los momentos de la unificación, pero el cambio de posiciones del morenismo y la radicalización del accionar de Santucho, apurado por la situación tucumana hará que esta discusión se torne secundaria y sin objeto. Cuando se resolvió que ya era el momento para iniciar la lucha armada, no existió una profundización en el análisis teórico muy por el contrario careció del razonamiento que ameritaba. El problema fue qué tipo de organización se pretendió construir con los acuerdos. Los documentos iniciales, acreditados al morenismo, impulsaban teóricamente no solo una profunda “imbricación con la estrategia política, sino que postulaba una relación particular entre la organización, la vanguardia y las masas”. Por esto sostenemos en este trabajo que resulta necesario comprender que el problema de la concepción de la lucha armada en general y de la acción guerrillera en particular, reside en esta organización desde su origen. Esta discusión se articula con la forma organizativa y alrededor de una concepción de revolución social, estas tensiones se presentaron en el seno del nuevo partido y lo acompañaron hasta la ruptura. Los referentes teóricos de la organización son ya extraídos de la tradición marxista, a la que incorporan las experiencias revolucionarias de las últimas décadas. Así el PRT surgirá como un


proceso unificando las convicciones de la izquierda tradicional y reconociendo la necesidad de encarar la lucha armada, planteada para ser iniciada inmediatamente como lo concebía la Nueva Izquierda. En el periodo que estas dos agrupaciones confluyeron, compartieron estrategias, pero los enfrentamientos tácticos acompañaron toda la etapa. Es singular y difícil de explicar que siendo la figura del Che uno de los principales emblemas de Santucho, este no obstaculizara los acuerdos con Palabra Obrera al conocerse en Septiembre de 1964 el artículo de Moreno, sobre el accionar de Guevara, ya comentado. Allí se critica fuertemente los trabajos del Che y como señalamos se le endilgan las derrotas de los intentos guerrilleros en el continente, que se habrían convertido en una moda trágica. El artículo se hace público después de los acuerdos iniciales y unos meses antes del Congreso de la unidad y fundación del PRT, por esto llama la atención que no obstruyera las relaciones teniendo en cuenta que estas diferencias serán las enarboladas a la hora de la ruptura años más tarde. Estos argumentos demuestran la falta de caudal teórico congruente en los momentos fundantes del partido y será además, una característica de toda su historia. Esta insuficiencia de análisis que advertimos por parte de la organización, nos resulta necesario señalarla para sostener que el PRT tenía en sus horizontes cierta flexibilidad pragmática. El partido, dirá más adelante en el documento interno conocido como el libro rojo, ha perdido años polemizando contra las lagunas y deficiencias de esta teoría.

En el II Congreso reunido a mediados de 1966, se ratificaba la Resolución del Comité Central del Partido en el sentido de adherir en su conjunto a las posiciones de la Cuarta Internacional, y declaraba: “que no existe ningún otro organismo a escala internacional, que se dé un programa igual ni plantee la necesidad del partido de la revolución mundial y que los hechos han corroborado la corrección del Programa de Transición y las Tesis de la Revolución Permanente” Frente a esto podemos sostener dos probabilidades, la primera es que la facción de Santucho aceptó estos posicionamientos en virtud a querer avanzar en la unidad con el Morenismo y la segunda es que se le asignó escaso lugar al análisis teórico en pos de acelerar el proceso revolucionario. Si bien excede al periodo que se analiza en nuestro trabajo, es importante contrastar lo que ocurrirá en el V Congreso del PRT, en circunstancias que la posición varía radicalmente orientando la política hacia otros partidos del comunismo internacional, como el Partido Comunista Chino, el Partido Comunista Cubano, el Albanés, etc, que estaban muy lejos de reivindicar las concepciones trotskistas y el programa de la Cuarta Internacional. Los acuerdos entre Palabra Obrera y el FRIP para crear el Frente Único modificaron la visión de los hermanos Santucho que no concebían la formación de una organización celular y de cuadros, estructura que se irá desarrollando a partir del PRT intentando no siempre con éxito una conceptualización teórica. Este fue uno de los más profundos problemas ya que no se terminó de establecer el tipo de organización que se pretendía construir, ni se logró una más amplia comprensión de la realidad ni del sujeto histórico con el que trabajar la concepción de revolución social. No se resolvió tampoco que tipo de relación particular se debía generar entre la organización, la vanguardia y las masas. Por estas razones podemos afirmar que el origen de la concepción guerrillera se presenta como ajena al corpus imaginario y real de las formas de lucha de la clase obrera argentina, que no se articula con sus conceptos de transformación social heredados de sus experiencias históricas. Los problemas que se presentarán entre las agrupaciones están ligados a las siguientes cuestiones: el espontaneísmo, representado por las estrategias de entrismo en el movimiento peronista,


practicado por Moreno y sus seguidores de Palabra Obrera, anteriores a la unificación con el FRIP, prácticas que fueron censuradas, como ya veremos en el apartado siguiente. Respecto de esto conviene aclarar que para Moreno había sido una política fundamental de acercamiento a la clase obrera, tanto por el carácter peronista de los trabajadores, como por la posibilidad de crecimiento cuantitativo de su organización. Su periódico se reconocía “bajo la disciplina del General Perón” y su táctica política se irá tornando cada vez más confusa. Desde la época de la resistencia se pueden observar consignas como las siguientes: “nuestro movimiento peronista”, en 1962 los militantes distribuirán el periódico Democracia que impulsaba la candidatura de Andrés Framini, en 1964 ya iniciada la unificación con el FRIP se le pedía a Perón que en nombre de “nuestro movimiento peronista” se “levante un claro programa revolucionario”, en 1966 ya constituido el PRT participó en la FOTIA firmando los volantes como “Comité Obrero de la Juventud Peronista de San José”. Este tipo de política ya había sido caracterizada como espontaneísta por Lenin en el folleto titulado “Qué hacer” de 1902, y es una de las principales críticas con las que lo hostigará el santuchismo. Llamativamente no lo hará hasta después de la unificación. La otra cuestión para profundizar estuvo planteada alrededor de la concepción guerrillera, que aparece como alternativa a partir de los sucesos latinoamericanos con la insoslayable discusión del método del foquismo y las prácticas de la estrategia guevarista. La ruptura: La ruptura del PRT en 1968 es sin lugar a dudas una confrontación entre las cúpulas de las organizaciones que se habían unido para formar el partido. Afirmamos que está más ligada a la urgencia por parte de Santucho de iniciar la lucha armada que a las diferencias teóricas entre los grupos. Entre las primeras diferencias que plantea Santucho está el tema de la lucha armada parcial y acusa a Moreno de darle una importancia secundaria, señala: “Nosotros opinamos, obviamente, que en un comienzo la lucha armada parcial se da aislada y muy lentamente. Iniciada por el partido con el apoyo de sectores reducidos de la vanguardia, si tenemos una estrategia y una táctica política y militar correctas iremos lentamente obteniendo el apoyo de sectores más amplios de la vanguardia y organizándolos, y de sectores de la clase obrera y organizándolos” La portada del primer número de El Combatiente daba cuenta de que en absolutas condiciones de ilegalidad se había realizado el IV Congreso durante los días 25 y 26 de Febrero de 1968. Pese a estas condiciones, sostenía la editorial escrita por Santucho y a las maniobras rupturistas, en clara alusión a Moreno, de un grupo minoritario de la dirección que saboteó la realización del congreso y rompió la disciplina partidaria, este resultó un rotundo éxito y, sin duda alguna, marcará un mojón en la historia de nuestro Partido y de la revolución socialista. La presidencia del congreso fue representada en forma honorífica por los siguientes líderes de la revolución internacional: Ángel Bengoechea, Ernesto Guevara, Nguyen Van Troi y León Trotsky. Pero se eligió para presidir las reuniones por unanimidad a dos compañeros dirigentes obreros "son un ejemplo de dedicación y abnegación partidaria". En esta publicación partidaria el PRT quería destacar el CARACTER DE CLASE DEL CONGRESO y cumplía con felicitar a los compañeros de organización por las razones de que pese a la ilegalidad y al hecho de que la camarilla rupturista se haya quedado ilegalmente con el aparato administrativo del Partido, este fue el congreso mejor preparado, más clandestino y mejor organizado de nuestro Partido. El 50% de los delegados eran compañeros de extracción obrera, más estudiantes proletarizados. Declaraba también que: “Las deliberaciones se desarrollaron en un clima de gran optimismo y fraternidad, tuvieron un alto nivel político. Es necesario señalar una limitación: hubo pocos compañeros obreros que intervinieron en los temas netamente político internacional, latinoamericano y nacional y la casi totalidad lo hizo cuando se discutieron aspectos de militancia cotidiana en el movimiento obrero como ser la relación entre el trabajo fabril y el barrial, la


política del Partido ante los organismos sindicales, etc, un compañero advirtió que no estaba preparado plenamente para ello por que el Partido no lo había hecho”. Obsérvese la preocupación de Santucho por destacar como una limitación la poca participación al momento de la discusión por parte de los obreros presentes, lo que abona la idea de que solo los cuadros ligados a la conducción o en ocasiones enfrentados a ella, son quienes exponen posiciones condicionando o dirigiendo el voto cuando se trata de una reunión con carácter de asamblea. En la revista El combatiente del 6 de Marzo de 1968 señalaba en un recuadro de tapa que: “En La verdad apócrifa, la camarilla minoritaria que ha roto con nuestro partido se ha apropiado furtivamente de la imprenta partidaria 20 días antes del Congreso. Debido a ello estos traidores a la revolución continúan editando "la verdad" que ha dejado de ser el órgano del PRT para convertirse en el órgano de la secta pequeño-burguesa que ha roto con el partido”. El Combatiente desde los primeros números analiza la situación de Tucumán. Sus editoriales estarán escritas por Mario Roberto Santucho, desde esa publicación se lanzarán las consignas que apuntan a afirmar que existe en Tucumán una situación prerrevolucionaria que apura y privilegia el inicio de las acciones titulando en su periódico: SOLAMENTE EL ALUMBRAMIENTO DEL CAMINO DE LA LUCHA ARMADA POR LAS VANGUARDIAS MÁS AVANZADAS PODRAN HACER SUPERAR A LOS SECTORES MÁS ATRASADOS. ESE ALUMBRAMIENTO ES EL PRIMER DEBER DE LOS REVOLUCIONARIOS ARGENTINOS ORGANIZADOS JUNTO A LA VANGUARDIA OBRERA Y POPULAR SIN PARTIDO. En un apartado dice:“UNICO CAMINO: LUCHAR” y a continuación describe: “40.000 desocupados sin contar con los cesantes por suspensiones cierres parciales y totales de fábricas e ingenios. Las mismas fotografías de la miseria, constituyen de por sí un manifiesto subversivo”. Santucho responsabiliza a Moreno del proceso de fraccionamiento del Partido, utilizando una y otra vez epítetos descalificantes, y los denomina a este y a sus seguidores como centrífugos o como camarilla rupturista. Dice textualmente: La inmensa mayoría del partido repudió las actitudes de los únicos centrífugos, que produjeron la ruptura(...).La camarilla rupturista, acorralados y puestos ante la obligación de discutir políticamente, han preferido irse y construir una secta pequeño burguesa separada del partido. Nosotros hemos mantenido una permanente política unitaria pero hemos encarado la lucha teórica que es la única forma de depurar al partido de las concepciones que erróneamente traban su desarrollo y de hacerlo avanzar por la senda de la lucha revolucionaria. La cita de los clásicos para justificar o argumentar los posicionamientos fue para Santucho y el PRT parte de la herencia de las prácticas de la Izquierda Tradicional. En los tiempos de la unificación con Palabra Obrera los hermanos fundadores del FRIP se habían deslumbrado con Moreno y su recurrencia a la cita de los teóricos del marxismo. En el Congreso de la separación se recurrirá a estos modelos para intentar dar autoridad conceptual a las prácticas en lugar de que resulte a la inversa, es decir que “esta lejos de dar a la lucha teórica la importancia que caracteriza al marxismo en sus orígenes.” A modo de ejemplo citamos parte de las actas de dicho congreso: “Queremos terminar este trabajo entonces con la misma cita a Lasalle con que Lenin encabezó el Qué hacer: La lucha partidaria da al partido fuerza y vitalidad; la prueba más grande de la debilidad de un partido es el amorfismo y la ausencia de fronteras netamente delimitadas: El Partido se fortalece depurándose”. En las consideraciones a lo resuelto en el IV Congreso el Comité Central del Partido afirma que están dadas las condiciones objetivas y subjetivas para iniciar la lucha armada en el país. Citamos textualmente estas consideraciones con el objeto de resaltar las afirmaciones y la ausencia de análisis o simplismos respecto de los temas referidos a las masas donde se insertaría esta supuesta


lucha generalizada: “Desde Lenin los revolucionarios hemos considerado que las condiciones prerevolucionarias, que son las que determinan la necesidad de comenzar la lucha armada, se establecen a partir de un análisis de las condiciones objetivas. Por eso nuestro cuarto congreso consideró que Latinoamérica en su conjunto vive una situación prerevolucionaria determinada por las siguientes condiciones: a) La crisis crónica de su estructura económica, b) La situación sin salida de las grandes masas campesinas y obreras, y c) La situación sin salida de las capas medias en la mayor partes de sus países. Existiendo estas condiciones objetivas el deber de los revolucionarios es encontrar la forma de comenzar la lucha armada, para que en el proceso de lucha se construyan las condiciones subjetivas revolucionarias, que son las que faltan en la mayor parte de los países de nuestro continente”. La Verdad y otras agrupaciones de orígenes ligados al Trotskismo lograron ganar a sectores minúsculos de la vanguardia obrera y estudiantil, decepcionada por la política reformista de la Izquierda tradicional. Es importantísimo analizar del siguiente párrafo la carácterización que efectúa la organización liderada por Santucho del periodo peronista cuando dice: “La causa fundamental por la cual nuestro partido no tuvo una estrategia de poder correcta es que las masas trabajadoras vivieron el periodo que abarca de 1945 a 1955 una situación de auge y estabilidad del capitalismo (...) este periodo había permitido que se consolidase ante las masas una dirección capitalista que, en la nueva situación sólo podía llevarla, derrota tras derrota (...)Ese largo camino termina. Hoy están dadas las condiciones para el surgimiento de una nueva dirección revolucionaria del movimiento de masas. Pero estas condiciones si bien son necesarias no son suficientes. Es imprescindible, además, que un grupo de hombres sean capaces de hacer un análisis científico de la realidad del país y del camino de la revolución.” Es notable el reduccionismo de estas apreciaciones, siempre con la cita de los grandes exponentes del marxismo como es el caso de Lenin que fundamentaba su programa en una realidad muy distante a la base social latinoamericana. En este análisis no están presentes ni la mención de la masa trabajadora de la Argentina posperonista, ni del sindicalismo cuasi-oficialista del Vandorismo, ni al menos del sindicalismo que se va formando con características clasistas. “...La podrida burocracia de la CGT, intenta repetir nuevamente su vieja maniobra: aprovecha este cambio de hombres para jugar su papel en la "renovación de la imagen" del gobierno. Para ello oculta el carácter abiertamente derechista de la exposición del martes, y dice que la misma, "permite entrever una apertura a lo social”(..) Las criticas de la burguesía que ven rotas las ilusiones desarrollistas y demuestra que la aparente estabilidad del gobierno es sumamente precaria y, si algo la mantiene, son dos factores: que no tiene otra salida mejor que ofrecerle al país y que opta por esta, por temor a la clase obrera y al pueblo; y segundo la inexistencia hasta el presente de una dirección revolucionaria capaz de ganarse la confianza de las masas y movilizarlas contra el régimen. He aquí el problema fundamental de nuestra patria: la necesidad de una dirección revolucionaria reconocida por las masas. La clase obrera y el pueblo se encuentran totalmente inactivos y desorientados. La quiebra total del peronismo como dirección del movimiento de masas, ha dejado a éste sin dirección. Los marxistas revolucionarios, a partir de la polémica de Lenin con los mencheviques, y gracias a todas las experiencias revolucionarias del siglo, sabemos que es imposible que la clase obrera, espontáneamente, se dé esa dirección. Es tarea de los revolucionarios trabajar en el seno del movimiento de masas, colocarse a su vanguardia, orientarlos mediante la propaganda y la agitación políticas, crear los organismos altamente especializados necesarios para incorporar la lucha armada a la lucha de clases, e iniciar, partiendo de las condiciones objetivas de miseria, estancamiento y superexplotación, esa lucha armada revolucionaria”.


Muy por el contrario esta cúpula sostenía que parte de las condiciones subjetivas ya estarían presentes y que se imponía la necesidad de formar con urgencia el Partido revolucionario y el ejército revolucionario, no se planteaban la modificación de la propia cultura política para generar la disposición de las masas a apoyar la revolución que objetivamente faltaba. El PRT, en el Congreso de la ruptura, consideraba que estas condiciones se habían alcanzado en ese momento histórico y las reconoce expresando en sus actas lo siguiente: a) "el partido revolucionario estrechamente enraizado en las masas obreras y populares, b) el ejército revolucionario imprescindible junto al partido para la victoria de la insurrección, c) el surgimiento de una nueva conciencia de las masas explotadas que las dispongan a hacer los sacrificios más sobrehumanos para derrocar al régimen. (...) Para la corriente revolucionaria inaugurada por el leninismo, el puente que une dialécticamente una situación pre-revolucionaria, determinada por la conjunción en un breve periodo de tiempo de todas las condiciones objetivas con las condiciones subjetivas, es la lucha armada revolucionaria. Solamente por esta lucha emprendida por los revolucionarios, estrechamente vinculados a las masas explotadas se desarrolla la revolución e, incluso, se agudizan las condiciones objetivas y se desarrollan las subjetivas". Estas condiciones deben estar seguidas, afirmaba la conducción del partido, de un accionar táctico que inicie el proceso revolucionario y por ello establece en el mismo congreso cuáles deberán ser las estrategias y las tácticas que deberán partir de las características de la revolución: Allí, se afirmaba que mientras la revolución socialista Argentina es una parte importante de la estrategia continental y mundial, esta debía tener una estrategia propia en el marco nacional: Toda estrategia de lucha armada en la Argentina debe partir de un análisis de la revolución continental y mundial. Definiendo a su modo de entender, Situación actual: “1) La Argentina es una semicolonia del imperialismo yanqui, en la etapa final, ubicada en un continente que vive un proceso de revolución permanente anti-Imperialista y socialista, con desarrollo capitalista desigual 2) La clase más revolucionaria en la Argentina es el proletariado industrial y sus aliados potenciales la pequeña-burguesía urbana y el campesinado pobre del norte. El hecho contradictorio de que la clase obrera más revolucionaria sea la clase obrera industrial es que esta sindicalizada a escala nacional y tiene una tradición de lucha económica reformista es un factor de unión que posibilita que toda lucha revolucionaria pueda extenderse a nivel nacional y esto dependerá de la correcta acción de las vanguardias que desplacen a la burocracia que frenan e impiden en forma inmediata la extensión de la lucha a sectores que aun no controla. La lucha será pues con la concepción peronista de la clase obrera que la limita a una lucha economista y reformista. El hecho de que el sector de vanguardia sea indiscutidamente el proletariado azucarero y sus aliados los obreros industriales y el campesinado pobre impone la necesidad de elevar la lucha de clases. 3) Las fuerzas de la reacción son grandes y están unidas alrededor de la dictadura bonapartista de un poderoso y moderno ejército, de los monopolios y el imperialismo. 4) Las fuerzas de la revolución son muy débiles solo existe un pequeño partido que no tiene mayor influencia en las masas, en el conjunto de la clase esta en retroceso, no existe siquiera un embrión de ejército revolucionario” Las consignas a partir de la cooptación de la mayoría de los integrantes del partido y de la conducción estarán directamente relacionadas a la acción armada, ejemplo: NUESTRO PAIS ESTA MADURO PARA EL COMIENZO DE LA LUCHA REVOLUCIONARIA. Definiendo el rol de lo que se denomina la región sur en el comienzo de la lucha continental y exclamando la urgencia con la que debe abordarse este proceso: “Nuestro país forma parte de la región sur del continente, en el cual en su conjunto, están


maduras las condiciones para el comienzo de la lucha revolucionaria. Consolidada la guerra civil revolucionaria en Centroamérica y el Caribe, es la región sur la llamada a constituirse en el segundo o tercer Vietnam de Latinoamérica. El Che con su heroico ejemplo revolucionario, ilumina nuestro camino: la lucha armada revolucionaria debe comenzar en nuestros países hermanos, y es el deber de uruguayos y argentinos, mancomunar esfuerzos para iniciar el combate contra el imperialismo en forma combinada en sus respectivos países, con las formas de lucha más adecuada para cada uno de ellos. Corresponde a los revolucionarios argentinos, hijos de la clase obrera con mayor tradición organizativa del continente, jugar importante papel en esta lucha, codo a codo con nuestros hermanos explotados de Latinoamérica. Nuestra patria esta preñada de condiciones para el inicio de la lucha revolucionaria, quienes llamándose revolucionarios lo niegan, es porque se dejan ganar por el escepticismo de la pequeña burguesía impresionada ante la quietud de nuestra clase obrera, o por que no sintiendo en carne propia el peso de la explotación imperialista no están urgidos por la necesidad de luchar contra la dictadura. El estancamiento de nuestra economía, la miseria creciente, la superexplotación, la existencia de una dictadura que niega todos los derechos políticos al pueblo, la crisis catastrófica del norte de nuestro país, y la existencia de nuestra poderosa clase obrera - aún replegada a la espera del surgimiento de una dirección revolucionaria -, configuran el cúmulo de condiciones que no sólo hacen posible, sino que tornan necesaria e impostergable, la lucha armada, la debilidad, la falta de decisión revolucionaria, de quienes diciéndose revolucionarios, esperan vaya a saber que condiciones para cumplir su deber: el deber de hacer la revolución.” En esta aceleración hacia delante el PRT construye en su micro clima la necesidad de apurar las etapas que describía Lenin para el proceso revolucionario, por ello para el IV Congreso no existirá otra salida que PREPARAR, INICIAR Y DESARROLLAR LA LUCHA ARMADA. Santucho era el jefe indiscutido desde entonces. Después de la ruptura con el morenismo el PRT desde El Combatiente distribuirá las consideraciones de este Congreso donde sentenciaba: “Solo hay un método para derrotar a los explotadores. Es el camino de la lucha armada. Esta lucha es tarea de los revolucionarios socialistas, quienes, estrechamente ligados a la clase obrera y al pueblo del cual forman parte y vanguardia conciente, deben prepararla, iniciarla y desarrollarla, a partir de las condiciones más arriba establecidas, sin esperar la maduración de misteriosas condiciones que, como dijera Fidel, de tan maduras se pudren y pudren a los mismos revolucionarios. Y esa lucha deberá ser iniciada por los revolucionarios, ya que es posible que la clase obrera, espontáneamente lo haga, sin la existencia de una dirección conciente que la oriente, se ponga a su cabeza y le señale los objetivos a lograr. Para que esa guerra civil tenga asegurada su continuidad y desarrollo, es necesaria la existencia de una organización nacional con un claro programa de lucha, y no de otro modo, construiremos el gran partido revolucionario y el heroico ejército revolucionario que la clase obrera y el pueblo necesitan para triunfar sobre el imperialismo y la dictadura. En el curso de la lucha revolucionaria, y no de otro modo, aunaremos esfuerzos con todos aquellos que quieran llevarla adelante a través de frentes únicos revolucionarios. A la vanguardia consciente de nuestro movimiento obrero, cada día más numerosa, no la ganaremos con mezquinos planteos sindicalistas que ya han sobrepasado por sus propia y dura experiencia de los últimos años, sino proponiendo la construcción de un gran partido y el gran ejército revolucionario que necesita para su triunfo. Tanto el más grande objetivo de la lucha revolucionaria: el derrocamiento del régimen imperialista y la instauración de un GOBIERNO REVOLUCIONARIO Y POPULAR, como los pequeños objetivos de la lucha cotidiana que la agresión brutal de la policía y la patronal nos plantea diariamente en las fábricas, facultades, barriadas obreras y villas de emergencia, sólo podrán ser logrados mediante los métodos de la lucha armada adecuados a cada situación y dirigidos por un partido revolucionario que sepa ligarlos en un haz


único, que vaya conformando, lenta y paulatinamente el comienzo, impetuosamente después, el torrente revolucionario que arrasará con el régimen putrefacto. A cumplir esa tarea, a iniciar este proceso de lucha que será largo, cruel, pero no por ello menos necesario, convocamos a los elementos conscientes de nuestra clase obrera y nuestro pueblo. Nosotros, por nuestra parte, comprometemos nuestro más abnegado sacrificio para hacerlo y llevar a nuestro pueblo a la construcción de la patria socialista, sin explotados y explotadores, que asegure la felicidad de las generaciones futuras” El santuchismo llama aquí a iniciar la guerra revolucionaria, pero también a RESISTIR. A LA DICTADURA “...Esta incapacidad, que nosotros pronosticáramos ya desde las páginas de "La verdad" en la época que este era un periódico revolucionario, no tiene su origen en los atributos "espirituales y físicos" de los integrantes del elenco gobernante, como pretende hacernos creer el gerente del régimen en su discurso. Su origen es la crisis del conjunto de la economía capitalista mundial que contiene dos polos: un desarrollo sin precedentes de las fuerzas productivas en el país superexplotador del mundo, los EEUU, y un estancamiento y retroceso creciente de la economía en los países coloniales, semicoloniales (entre ellos el nuestro) y europeos...” El llamamiento es generalizado para integrarse al partido: “En cada fábrica, en cada barrio, los obreros concientes deben organizar comisiones clandestinas de resistencia, que encaren la defensa de los intereses inmediatos de los trabajadores y comiencen a efectuar propaganda y agitación contra la dictadura y el capitalismo, y a preparar a los obreros para la lucha armada. Nada superará la propia iniciativa de los obreros de vanguardia en ese sentido, pero es necesario recalcar, que la única salida a estos organismos clandestinos de resistencia, para impedir que se disuelvan por falta de orientación o por aislamiento, estos organismos deben vincularse a la columna vertebral de la organización de la resistencia obrera: el PRT, para así crear el gran partido revolucionario que libere a nuestra patria y construya el socialismo”. A su vez Moreno, desde el periódico oficial que continuó bajo su órbita denominado La Verdad, acusaba de sectario al grupo de Santucho y le sugería aprender del imperialismo en cuanto a la capacidad de este para organizar un frente contrarrevolucionario. En un recuadro de dicha publicación titulaba: LA REUNION DE LOS GENERALES: “Queremos destacar un hecho que debe ser comprendido y asimilado por todos los revolucionarios. Y este hecho es que el imperialismo se da UNA ESTRATEGIA CONTRAREVOLUCIONARIA CONTINENTAL. Es plena y abierta confirmación de lo que viene planteando nuestro Partido desde hace mucho tiempo: El proceso revolucionario latinoamericano, abierto con la instauración del Estado Obrero Cubano, es un proceso que abarca al conjunto de nuestros países, en una guerra civil a escala continental. En ella no se enfrentan revolucionarios aislados, sino todo lo contrario: de un lado un Frente único Contra-revolucionario, dirigido por los yanquis y que entrelaza política y militarmente a los ejércitos "nativos". Del otro, encabezado por la dirección revolucionaria cubana, a través de la OLAS, debe desarrollarse el Frente único de todos los revolucionarios latinoamericanos, es decir una organización común con una estrategia común.(...)Hacemos un llamado a todos los militantes de izquierda a leer cuidadosamente los discursos y resoluciones de esta conferencia militar. Lo hacemos porque creemos que, lamentablemente, en esta ocasión, el imperialismo ha demostrado ser más "marxista" que muchos marxistas.(...) Hay muchos compañeros que alrededor de este problema, no


digamos que no ven más allá de sus narices....(...)...Y así, en momentos en que el imperialismo une a las fuerzas contrarevolucionarias, hay pretendidos "izquierdistas" que, por minúsculos intereses de secta, se oponen a la unidad de los revolucionarios. A ellos les decimos: APRENDAMOS DEL ENEMIGO!” Es singular observar que ambas facciones se imputan características sectarias en sus construcciones políticas: “Asimismo enterados que los documentos intervinientes en la discusión han salido del marco de los militantes de lo que antes era el PRT, y que se nos ha informado que los mismos han sido proporcionados por la fracción rupturista, como también que los excamaradas promueven discusiones en las agrupaciones estudiantiles y en los círculos de la izquierda sobre temas que deberían quedar en el seno de ambas organizaciones, informamos que caracterizaremos esas actitudes como comunes delaciones policiales y de acuerdo a ello tomaremos las medidas que creamos convenientes. Para claridad de nuestros lectores damos a conocer las diferencias más generales con la camarilla rupturista. Con esto damos por cerrado el problema con la secta que hemos caracterizado como centrista, oportunista, dirigida por traidores a la clase obrera y a la revolución”. Esta permanente exégesis de la lectura de los clásicos se utilizaba para dar justificaciones válidas o conceptualizar posicionamientos. Esta práctica también fue utilizada por Moreno en el momento de cambiar su postura frente a la discusión de iniciar la lucha armada. Respecto de este tema su táctica no estuvo centrada en la construcción de subjetividades revolucionarias, como sostenía Lenin al definir el espontaneismo, sino en la lucha sindical. Las críticas, en este sentido, realizadas por Santucho hacia los movimientos de Moreno son coherentes. Es importante señalar que las principales resoluciones del IV Congreso giraban en torno a la expulsión de Moreno junto a sus más cercanos seguidores. Los comentarios en torno a las sesiones rezan textualmente: “POR UNANIMIDAD SE EXPULSO A LOS TRAIDORES Se desestimó una propuesta de los rupturistas de reunificar a 6 meses mediante una comisión paritaria. Se calificó la propuesta de desleal maniobra para ocultar quienes son en realidad y recuperar el control administrativo del Partido. Viendo que la camarilla se considera parte del Partido, se resolvió: Expulsar a los cabecillas rupturistas y denunciarlos por traición ante todo el movimiento obrero y revolucionario nacional e internacional” También se expedía sobre la necesidad de acercar un fuerte reclamo a la Cuarta Internacional en el sentido de hacer notar que debía impulsar una política destinada a la región sur: “RESOLUCIONES: Se resuelve el apoyo e intervención en la guerra de Vietnam afrontando todas las consecuencias. Participar en acciones contra la guerra. La 4º Internacional deben plantearse como principal tarea estratégica la creación de un segundo o tercer Vietnam en los países coloniales y semicoloniales, especialmente en la región sur de América latina. Solicitar a la IV Internacional se vincule con la dirección Cubana a través de un delegado permanente que coordine los esfuerzos para impulsar la revolución latinoamericana.” Resulta indispensable analizar que una de las profundas diferencias entre las facciones enfrentadas estará dada por la lectura de estas condiciones para iniciar la lucha armada. Moreno cree que estas no están presentes para garantizar el rumbo positivo de las acciones, especialmente teniendo en cuenta el aplastamiento en el que se encuentra el movimiento obrero, esta visión resulta fundamental. El cambio de posición del líder de Palabra Obrera fue tornándose resistente frente a la


radicalización de la facción de Santucho. Un ejemplo de esto es la lectura diferenciada que ambos jefes realizan de la situación tucumana relativa a la resistencia que presentan los obreros al cierre de los ingenios por parte del gobierno de Onganía. Para Moreno esto será una respuesta ligada a la desesperación de los trabajadores por la pérdida del trabajo, por el contrario para Santucho esto es una muestra más de la radicalización de la clase trabajadora hacia la lucha armada. Esto lo llevara a sostener en los documentos para el IV Congreso el siguiente análisis sobre la situación Nacional: “SOBRE LA SITUACION NACIONAL. Los minoritarios insisten en que en el país no hay condiciones pre-revolucionarias que toda la burguesía nunca ha estado tan estable y el proletariado aplastado. En primer lugar se olvidan de aclarar que la Argentina está en América Latina o sea que es parte de un todo, donde no hay ya condiciones prerevolucionarias, sino lisa y llanamente de lo que ellas gustan llamar "guerra civil continental" y que la guerra revolucionaria del continente influye explosivamente en la situación Argentina. Asimismo nuestros minoritarios subestiman todos los elementos de inestabilidad dentro de nuestro propio país: la situación económica que se acerca a una crisis de coyuntura, los fuertes roces dentro de la burguesía, el desarrollo de la vanguardia obrera, estudiantil e intelectual, la crisis de la burocracia sindical, del peronismo y del PC, la existencia dentro de la Argentina de una región ligada a Bolivia que se encuentra en una crisis sin salida y que tiene la vanguardia combatiente del proletariado y especialmente, el cambio de la situación que traería aparejada la incorporación de la lucha armada, aun cuando fuera ligada a las luchas defensivas. El gran teórico del "desarrollo desigual y combinado, no saca ninguna conclusión de esta combinación explosiva, que no sea pronosticar un largo período de estabilidad para el país en su conjunto” Las diferencias con el morenismo se pueden sintetizar a modo de entender del propio Santucho en los siguientes puntos: 1º sobre el carácter del partido; 2º sobre las coincidencias con la OLAS; 3º sobre las diferencia con el Castrismo; 4º sobre el rol de la Cuarta Internacional y 5º sobre Bolivia y la región Sur. Sinteticemos la postura de Santucho respecto de cada uno de estos puntos evitando en la medida de lo posible los calificativos que este utiliza para referirse a Moreno. Sobre el punto 1º dice: “Para nosotros un partido revolucionario es, en las actuales condiciones históricas una organización político-militar centralizada, que incorpora a las actividades tradicionales de propaganda, agitación y organización, la preparación, iniciación y desarrollo de la lucha armada. El constituye la actividad y la forma organizativa esencial, que hacen a la transformación del grupo de propaganda y agitación esencialmente sindical, en parte del Partido Revolucionario.” En este punto prácticamente no existen diferencias con lo que sostenía Moreno en “La Revolución Latinoamericana”, pero sí claramente esta opuesto a la política de entrismo que caracterizó al morenismo. En relación al 2º punto respecto de las coincidencias con la OLAS, Santucho acusa a Moreno de haber acordado tibiamente con los principios fundamentales de la organización creada a la sazón por la Revolución Cubana, pero de haber sido poco claro en la aceptación de la necesidad de crear otro Vietnam. Por el contrario El Combatiente dice claramente: “Pero al no adoptar con claridad la estrategia del castrismo, es impotente de señalar las características que tiene la lucha revolucionaria por la constitución de un segundo y tercer Vietnam. Características que son esencialmente: la necesidad de una guerra revolucionaria prolongada, dirigida por organizaciones que son políticas y militares a la vez, la unidad de mando político militar, la obligación de los revolucionarios de hacer la revolución en su propio país, etc.” Respecto de la metodología del foquismo todos son críticos, pero Moreno profundiza su oposición a esta táctica afirmando que separa a la vanguardia de las masas, que aísla los procesos de evolución hacia la revolución y que lleva al fracaso a miles de revolucionarios. Criticar al foquismo es criticar


al Che y Moreno lo hace publicando un folleto conocido como “Dos métodos frente a la Revolución latinoamericana” donde carga las tintas contra los trabajos de Guevara. La cuestión sobre las diferencias secundarias con el castrismo constituyen el 3º punto en disputa y respecto de esto cuestiona a Moreno, diciendo: “Ahora saltan con toda frescura del antifoquismo a ultranza, al foquismo continental, y sugieren que seamos (los que estamos dispuestos a combatir, por supuesto) un "apéndice" del ejército cubano, sin señalar ya ninguna diferencia táctica. En síntesis: mientras subestiman u ocultan nuestras coincidencias estratégicas esenciales con el castrismo, ocultan nuestras diferencias tácticas”. Esas palabras de Santucho hacían referencia claramente al cambio de posicionamiento que se le endosa a Moreno por esto de no reconocer que el Partido debía enfrentar algunas diferencias tácticas, y agrega: “Ahora para ellos esas diferencias ya no existen, y descubren irresponsablemente que la experiencia del Che en Bolivia no es foquista, cuando todos los hechos, nos indican que, independiente del colosal acierto estratégico de elegir Bolivia, el Che inició tácticamente la lucha armada de acuerdo a su concepción foquista.” Estas incongruencias retóricas y estos entrecruzamientos de acusaciones caracterizaron al Partido desde su comienzos. Cuando constituyeron el Frente Único las dos organizaciones que veían, en la unificación un progreso para sus construcciones revolucionarias. Pero estas convicciones no estuvieron sostenidas desde lo que podríamos llamar una coherencia teórica, sino más bien desde una flexibilidad pragmática que se adaptaba a las distintas coyunturas de su época, sean estas acordes a lo que ocurría localmente en Latinoamérica o en el mundo. De la misma forma variaron los posicionamientos frente a la Cuarta Internacional, que constituye el 4º punto: en Diciembre de 1965 cuando recién se iniciaba la unificación de las dos agrupaciones Palabra Obrera era sección oficial en el país de esta organización internacional y los hermanos Santucho como principales dirigentes del FRIP no presentaron cuestionamientos, aunque no los convencía la concepción trotskista del internacionalismo. En el Congreso fundacional del PRT no se resuelve la adhesión a la CI, y recién en 1966 el Partido ingresa a esta organización. Cuando se produce la fractura en 1968 el PRT El Combatiente será reconocido como sección oficial de la CI y el PRT La Verdad como sección simpatizante. Este será otro de los puntos de divergencia en los que la facción de Santucho aprovechará para caracterizar de reformista a Moreno y al resto de los escindidos, denunciándolos por incoherentes en las propias actas del IV Congreso del Partido: “El teórico de la minoría que comienza y termina todos sus documentos con juramentos al patriotismo trotskista, se olvida completamente en su análisis, no solo de la necesidad de que la Internacional elabore una estrategia mundial que no puede tener otra base que la del castrismo, sino también del rol que debe jugar en nuestra estrategia regional y nacional la lucha armada. Pretende deshonestamente caricaturizar a nuestra posición diciendo que planteamos poder para las secciones de la Internacional. Lo que nosotros decimos(...)es que la Internacional puede y debe jugar un rol mucho más importante en la preparación e iniciación de la lucha armada en la región sur del continente. Por contraposición, los minoritarios tienden al partido dos trampas reformistas: 1.- Afirman que la Internacional no puede jugar ningún papel en la iniciación de la lucha armada y que sin el apoyo total de la OLAS no se puede empezar a combatir. Así, mientras esperan un apoyo que no hacen nada por obtener, podrán con su conciencia tranquila seguir haciendo reformismo. 2.- En el marco de esta concepción no dicen una palabra sobre las importantes tareas que tiene planteada la coordinadora de nuestros partidos, a la cual subestiman en aras del fantasmal "ejército" de la OLAS” En diciembre de 1968 cuando la CI se expidió sobre América Latina planteó que el eje de la revolución es la guerra de guerrillas, centralmente a través del campesinado, independientemente de que exista Partido o no. Estas afirmaciones en sí mismas resultan incongruentes y alejadas de la


Izquierda Tradicional pero también alejadas del trotskismo en particular, teniendo en cuenta que ya había ocurrido el fracaso de Guevara en Bolivia. Con relación al punto 5º, Santucho cuestiona la posición de sus adversarios internos afirmando que: “He aquí otra exageración irresponsable de nuestros minoritarios. Nosotros no dudamos que Bolivia casi seguramente es el eslabón más débil de la región sur, pero consideramos un análisis serio de las condiciones concretas de ese país, ya que hay elementos que nos obligan a ser cautelosos: la derrota de la guerrilla, de los mineros, la semi-neutralización del campesinado que constituye las tres cuartas partes de la población. Estamos completamente de acuerdo y a los camaradas bolivianos no les cabe ninguna duda, en que es fundamental apoyar, como asimismo solicitar a la Internacional que también lo haga, al POR en la preparación de la lucha armada. Pero consideramos que es una irresponsabilidad, producto del chauvinismo meramente intelectual de los minoritarios, pretender dar desde ya y desde un solo país una estrategia para la región sur en la cual digamos que, necesariamente la lucha armada, deberá comenzar primero en Bolivia, luego en el Norte Argentino y finalmente- para citar otro lugar donde existen condiciones en el sur peruano. Creemos que nuestra tarea es mucho más modesta pero más seria y revolucionaria: tomando en cuenta las condiciones generales y la estrategia del castrismo para el continente y la región sur, elaboremos ya mismo una estrategia de poder y lucha armada para nuestro país, y discutamos con los camaradas peruanos, bolivianos, chilenos y uruguayos una estrategia y táctica concretas y específicas para el conjunto de la región sur, ya que todos en un plano de igualdad, logran hacer su aporte mayor o menor, a la elaboración de esa estrategia.” Refiriéndose a la facción de Moreno, el Combatiente cita casi textualmente las actas del IV Congreso sosteniendo que: “El vocero teórico de la minoría, en un documento no responde a nuestros planteos sobre el carácter del partido y del militante en la nueva etapa.” Compara las dos posturas internas con las diferencias entre Mencheviques y Bolcheviques de la Revolución Rusa “Así como el ala socialdemócrata del partido obrero Ruso, rompió con los bolcheviques por su negativa a reconocer tajantemente la necesidad del Partido clandestino y conspirativo de la revolución Rusa, la minoría rompe por negarse a aceptar, clara y tajantemente -y no en forma ecléctica y diluida- la necesidad de convertir al grupo de propaganda en un partido armado.” “En distintas intervenciones orales han pretendido respondernos intentando calcar experiencias históricas del pasado y de otras regiones o continentes: la necesidad de separación tajante entre el Partido Político y el aparato militar.” La facción morenista es acusada por los intervinientes del IV Congreso, allí no se deja de enfatizar que la “minoría no intenta autocrítica alguna sobre la falta de una estrategia militar del partido del pasado, e insiste en defender irresponsablemente como correcta la estrategia de poder anterior, basada en la insurrección obrera espontánea dirigida por los organismos sindicales sin una preparación previa de un fuerte partido militar”. Y continúa: “No dice tampoco una sola palabra sobre la necesidad de que la Internacional se eleve a una estrategia revolucionaria mundial en la que se definan con precisión las regiones en las cuales debe concentrar la mayoría de sus fuerzas, constituyéndose ella misma en organización armada”. Santucho sostiene que sin Partido armado no puede existir lucha de clases en el sentido que lo definía Lenin, sino sólo mezquinos embriones de luchas económicas. La ruptura entre las dos facciones del PRT fue la confrontación frente al problema de la toma de las armas para la continuidad del proceso revolucionario que ya se había iniciado, según el modo de interpretar de esta y otras organizaciones en las que, como lo afirma Rot, se mostraba patéticamente su exclusión del proceso social. En 1968 las FAP habían sido creadas para la guerrilla rural y urbana. En septiembre de 1968, trece


días después de haber empezado su adiestramiento, trece guerrilleros inexpertos fueron capturados en la Cañada cerca de Taco Ralo en la Provincia de Tucumán. En abril de 1969 después de un tiroteo las FAP consiguieron reorganizarse para la lucha urbana y llevar a cabo una campaña sostenida en 1970. La historia de las FAR se remontan al año 1966 cuando unos cuantos militantes se reunieron con la esperanza de convertirse en el apéndice argentino del CHE y el derrumbamiento en octubre de 1967 del proyecto boliviano condujo a las FAR bajo el mando de Carlos Enrique Olmedo a iniciar la guerra Urbana en 1969. Tras un proceso de intercambio de cartas, reclamos y acusaciones, algunas columnas de las agrupaciones más pequeñas se disolvieron en Montoneros y en el PRT, organizaciones que tenían algunas de las respuestas políticas buscadas y un firme desarrollo logístico-militar. La Brigada Masetti eligió otro camino, el de la autodisolución, dando libertad a sus militantes para adscribir a las organizaciones que desearan. Además, repartió igualitariamente sus armas entre las dos organizaciones armadas más importantes. Daniel De Santis compilador de los documentos del PRT publicados por El Partido sostiene desde una mirada complaciente con el movimiento revolucionario que el PRT “no fue una organización foquista, tuvo la virtud de afirmarse dentro del marxismo abrevando en distintas fuentes y corrientes para tratar de lograr una revolucionaria síntesis no sectaria. Realizó un intento de combinar teoría y praxis, para elaborar una concepción dialéctica sobre el carácter de la revolución Argentina y latinoamericana, sobre la relación entre el partido revolucionario y el ejército popular, sobre la articulación entre lucha de masas y lucha armada. El resultado fue insertar con fuerza el problema del poder clasista en el ambiente político argentino, obligando tanto a los partidos tradicionales como a la izquierda a tomar posición al respecto. El esfuerzo por teorizar y aplicar una visión compleja fue la virtud y la fuerza del PRT-ERP, a través de la cual sus militantes, simples seres humanos, vieron potenciadas sus capacidades hasta el punto de impactar la realidad política, la conciencia y el imaginario de los trabajadores y el pueblo argentino. Es indudable que esto no fue realizado sin errores, pero la única forma de no cometerlos es no haciendo nada; y la inacción no fue uno de los pecados del PRT.” A nuestro modo de ver en coincidencia con lo que afirma De Santis el PRT no estuvo caracterizado por la inacción sino por todo lo contrario, nuestro problema es apuntar que esa acción no fue sostenida desde un análisis teórico que represente la conciencia y el imaginario colectivo de los trabajadores argentinos, pero sí, volvemos a coincidir con De Santis en que el accionar de esta organización impactó en la realidad política y en el pueblo argentino. En este apartado se pretendió señalar algunas de las divergencias principales planteadas en el período que trabajaron unidas las agrupaciones que constituyeron el PRT y que se agravaron en el momento de la ruptura, especialmente referidas a la cuestión de la lucha armada. Estas divergencias fueron consecuencia por un lado de la radicalización de las metodologías del santuchismo impulsando la acción guerrillera, y por el otro de la adopción de ciertas formas de pragmatismo que caracterizaron a las tácticas de la Nueva Izquierda. Estas características no se observaron solo en la Argentina sino también en otras partes de América Latina. Es importante señalar que la Izquierda Tradicional influida por el comunismo internacional no se planteaba hasta la experiencia cubana reales programas de acción hacia la toma del poder. Las ideas de origen leninista que concebía la construcción de una fuerte organización fueron confrontadas por las estrategias de la guerra de guerrillas más cercana a las concepciones de la Nueva Izquierda y específicamente por las acciones guevaristas. Aun cuando esta concepto organizativo del PRT está fuertemente marcada por la relación en común con el morenismo, mencionamos sólo aspectos de esta problemática pues pretendemos abordarla oportunamente. Nos anticipamos en señalar que creemos necesario considerar en todo momento al PRT de este período como un frente entre dos fracciones que en ningún momento dejarán de lado su autonomía. Esto se desprende, como vimos, de múltiples signos tanto en las discusiones durante el proceso en común, como de los relatos de los protagonistas y los documentos oficiales de las corrientes después de la escisión. Sin embargo, es de particular importancia para comprender la lógica organizativa común, que esto nunca haya sido dicho abiertamente, o al menos hasta el


momento en que la relación entre ambas fracciones deviene en un explícito enfrentamiento. Por otro lado, al hablar de fracciones no podemos soslayar que nos referimos a dos organizaciones con un fuerte componente personalista y un incuestionable liderazgo, obviamente al interior de cada una, de Santucho por un lado y de Moreno por el otro. Este funcionamiento faccional encubierto se mantiene desde sus orígenes en el acuerdo de Frente Único firmado entre el FRIP y PO el 17 de julio de 1964, pasando por lo que se denominó Partido Unificado FRIP-PO a partir de enero de 1965, pero también a partir del 25 y 26 de mayo de 1965, días en los cuales sesiona el Congreso Unificado que votaría la constitución del PRT. Como vimos, no puede sin embargo considerarse a las facciones como separadas absolutamente ya que a lo largo de los años en común se produjo un importante flujo de militantes e incluso dirigentes de la fracción de Moreno a la de Santucho. Un dato significativo al respecto es que el IV Congreso del PRT, a principios de 1968 después de la escisión, tendrá lugar en Buenos Aires, habiendo sido el FRIP al comenzar la relación con Moreno un grupo exclusivamente regional, con militantes de las provincias de Tucumán y de Santiago del Estero. En cuanto a la lucha armada, nuestra hipótesis es que, enmarcada evidentemente en el clima político de la época, la corriente dirigida por Mario Roberto Santucho consolida, como dijimos, un camino guerrillerista en la relación con Moreno, y que en este proceso tiene suma importancia, tanto la ambigua posición desarrollada por este último frente a los movimientos armados continentales, posición fuertemente impregnada de pragmatismo, como la contraposición desde la corriente de Santucho a lo que el PRT-EC caracterizará como una posición espontaneísta del morenismo. (Weisz) Las principales discusiones que se plantearon en la organización se encuentran plasmados en los documentos oficiales del partido y en los órganos de difusión de cada organización desde donde se puede afirmar que estas ambigüedades constituyen uno de los nudos hegemónicos en la transformación de las posiciones tanto de Santucho, como de Moreno. Los programas políticos de los principales partidos marxistas argentinos estaban muy distantes hasta el periodo analizado del problema del poder y de la lucha armada. Estas eran preocupaciones que caracterizaban a la Nueva Izquierda, que acusaba al Partido Comunista, el más importante representante de la Izquierda Tradicional, de haber arrastrado su existencia en la: "Búsqueda de un gobierno burgués liberal que le permitiera vivir legalmente en el régimen capitalista, usufructuando el nombre y el prestigio del socialismo que otros pueblos construyen a costa de su sangre y sacrificios. Luego, como maná del cielo, vendría el tránsito pacífico al socialismo" Hacia el V Congreso del PRT: El análisis del V Congreso no esta comprendido en el parámetro temporal de nuestro trabajo pero resulta insoslayable aclarar que allí se formaliza la creación del instrumento fundamental para llevar adelante la lucha armada y que se inicia un camino sin retorno, especialmente para Santucho que es a partir de entonces el dirigente político militar indiscutido del PRT-ERP hasta su muerte en Julio de 1976. El convencimiento de formar el ERP evoluciona en Santucho en el tiempo que permanecieron unidos al morenismo. En el documento del IV Congreso en febrero de 1968 a posteriori de la ruptura, sostiene que la posibilidad de organizar ya mismo grupos armados es inmediata y en septiembre de ese año, es decir ocho meses después de haberse escindido, Santucho organizaría los primeros núcleos de guerrilla rural en Tucumán. En Julio de 1970 se convoca el V Congreso con el objeto de crear oficialmente el Ejército del Partido. A esta reunión no se invita a participar a los que cuestionaban algún aspecto de la posición de Santucho, por lo que la resolución de la creación del ERP es por unanimidad. Es importante destacar que según el dirigente la lucha fraccional había sido la manifestación de la lucha de clases dentro de la organización, para el análisis del propio líder, la dirección del partido sería el ala obrera y las fracciones serían expresiones de presiones de otras clases enemigas. Esta caracterización de clase en lucha fraccional es una de las herencias de las discusiones propias de la Izquierda Tradicional, pero queremos destacarla para abonar la idea de secta que prevaleció en esta


organización. En las sectas políticas como lo señala Tarcus no es posible disentir con los pensamientos de los iniciados ni contradecir los libros sagrados del mismo modo que en una secta religiosa la asamblea se torna rito/ceremonia. Para terminar esta parte, se afirma que el PRT mantuvo una tensión desde su fundación hasta su ruptura, en la que dio absoluta preeminencia al aspecto militar de la táctica revolucionaria que pretendió llevar adelante. Pero minimizó los fenómenos relativos a la conciencia de las masas a las que decía representar en cada una de sus proclamas y en cada uno de sus documentos oficiales. Al iniciar la lucha armada sin la participación masiva del sujeto social al que pretende guiar hasta la toma del poder, se sustituye el rol de este sujeto histórico. Este Partido se convierte en una institución sectaria en la que el elemento de cohesión termina siendo su propio líder Mario Roberto Santucho. PARTE III A MODO DE CONCLUSION Nos preguntamos de modo retórico y pretendiendo dejar abiertos los siguientes cuestionamientos ¿Existió en el imaginario del trabajador argentino del periodo analizao, la idea de sacrificio e inmolación obviamente necesarios para enfrentar un proceso revolucionario? ¿Fue analizado claramente dentro de lo que se llamaba entonces las condiciones subjetivas el crecimiento necesario de la conciencia de clase en los trabajadores locales, que debían plantearse como vía la lucha armada? ¿Estaba esto en relación con la historia de las prácticas políticas y sindicales vernáculas? Creemos a esta altura que si bien fueron desarrolladas estas preguntas en el trabajo resulta necesario reiterar que la respuesta a estos cuestionamientos es no. Pero también resulta necesario dejar firmemente en claro que el sentir revolucionario obviamente existió en la predica, la organización y las acciones de quienes participaron de ese proceso, pero que estuvo circunscrito a ellos, es decir que no resultaron peces en el agua como solía decirse en la revolución vietnamita. Es importante afirmar a esta altura que dentro de la realidad particular de la Argentina, el proceso analizado en torno a la formación de varios grupos que impulsaron la lucha armada como metodología de sus políticas, fue la resultante de una combinación de una clase obrera combativa en lo sindical con un notable nivel de cultura y politizada por la memoria de los gobiernos peronistas. Esto no implica confirmar que los movimientos armados eran ejércitos masivos luchando contra las fuerzas del Estado, pero si puede sostenerse que existió un ámbito para la lucha revolucionaria por lo menos en una instancia de surgimiento, evolución y crecimiento que obligó a las burguesías a utilizar todos los recursos para que el Estado cumpla su rol de garantizar las relaciones de dominación. Para algunos esta generación fue un fenómeno propio de la clase media y de la pequeña burguesía impactada por una especie de anomia. Así el recuerdo implicaría que el fenómeno fue una utopía divorciada de la mayoría de la población como lo sostiene la bibliografía clásica acerca del tema, pero las respuestas a un proceso tan complejo tampoco pueden resultar simples. La exacerbación de los factores en pugna y la alianza entre los sectores dominantes para encauzar la sociedad capitalista nos da la pauta que sin lugar a dudas la crisis de dominación caracterizó al período y puso en jaque al sistema de acumulación. Es ineludible para concluir este trabajo la utilización de los recursos sociológicos que nos brinda el estudio de los imaginarios colectivos para comprender, al menos parcialmente, la constitución de estos imaginarios y de estas tradiciones de la militancia que llevaron a distintos sectores sociales a identificarse con las luchas armadas. Estas concepciones míticas que se transforman o mejor dicho que toman forma en hechos reales. Las representaciones que tienen los pueblos responden a imaginarios sociales que se van constituyendo a través de la historia de esos pueblos. Imaginarios sociales que son el reflejo de esas ideas-imágenes, sostenidas por simbolismos, sistemas de representaciones que se conforman con las aceptaciones y en lucha con las negaciones que a través del tiempo perduran y se convierten en verdades sociales. Podemos sostener que las representaciones de la realidad social, inventadas y elaboradas con materiales tomados del caudal simbólico, tienen una realidad específica que reside en su misma existencia, en su impacto variable sobre las mentalidades y los comportamientos colectivos, en las múltiples funciones que ejercen en


la vida social. Existen en la historia de este pueblo hechos que quedaron arraigados en la memoria colectiva, como son los hechos de la masacre de la semana trágica de 1919, la movilización peronista el 17 de octubre de 1945, la resistencia peronista a partir de 1955, o el surgimiento de organizaciones armadas. Estos son hitos históricos que se han ido resignificando en la memoria popular y en la militancia específicamente. Esto cobra significado a través de diversos mecanismos que son expresados en el lenguaje empleado y en las prácticas de la militancia, ya sea en la fábrica, en el barrio o en la universidad. Los mitos y las imágenes que se evocan se convierten en poderosos mensajes que se transmiten de generación en generación, permitiendo la identificación en la construcción de la memoria de los protagonistas como individuos y como miembros de una clase. También, estas ideas-imágenes se encuentran reformulados en la producción intelectual de la época como lo señalan los autores que se ocupan de la intelligentsia de los sesenta. Son expresados a través de un lenguaje particular y transmitidos por formas comunicacionales y comportamientos aceptados por un conjunto dado, tal fue el caso de las organizaciones armadas que participaron del accionar en el periodo que denominamos de acumulación revolucionaria, especialmente en el PRT. Que se nutrió no solamente de ideas-imágenes provenientes de la experiencia marxista-leninista sino también de la resignificación que hizo de la historia del movimiento obrero local y del accionar de las masas peronistas principalmente en la etapa de la resistencia. También existió entre los militantes de la década del sesenta la constitución imaginaria de conceptos como los de héroe, o guerrillero heroico que idealiza la figura del guerrillero por que ofrenda su vida, que es al modo de ver en la tradición judeo-cristiana, lo más sagrado que un ser tiene. Esta admiración instala en un estadio superior al militante que llega a su máxima expresión cuando alcanza la figura del guerrillero que ofrenda su vida o vence. En esta idealización esta incluida una concepción de la muerte que sacraliza o dignifica al que muere. Pueden darse un sinnúmero de ejemplos en los discursos de los dirigentes, en las actas y documentos de los partidos, en las prensas de difusión de las organizaciones en los que la idea de la muerte esta relacionada con la noción de sacrificio. Todo el accionar revolucionario de los militantes de lo que dio en llamarse la Nueva Izquierda está instituido por entrecruzamientos propios de la modernidad y en un ámbito cristiano, que fue caldo de cultivo para estas interpretaciones, aún para los sectores que se reivindicaban marxistas, ateos o agnósticos. En estas construcciones provenientes del campo de lo simbólico están presentes para unos y otros, la imagen de un Che Guevara no solo líder político sino también mártir que debe imitarse o un Cristo martirizado ejemplo de lucha y sacrificio. Esta elaboración de modelos fue posible a partir de discursos convertidos en prácticas que generación tras generación encontraron en esta época un tiempo para su desarrollo. Se formaron ciudadanos capaces de constituirse en los portadores y reproductores de estos conceptos tales como los de nosotros-ellos, amigo-enemigo, verdadero patriota, verdadero militante, verdadero marxista, verdadero ciudadano, que llega a demonizar al otro y cuando esto ocurre se genera y se traslada en el tiempo la violencia intelectual, la violencia social, la violencia física. Podemos observar desde este análisis que las entidades armadas encontraron en esas ideasimágenes una identidad. A través de ella dieron a sus tácticas una forma de legitimación al ideario de la violencia política como una metodología válida para alcanzar las metas a corto y mediano plazo. El resto de la sociedad tuvo diversos niveles de aceptación a las prácticas de los grupos revolucionarios, estos niveles variaron a lo largo de la década analizada. Como se describió, los sucesos violentos de tipo político especialmente de origen gremial, fueron incrementándose hasta los primeros meses de la dictadura de la “revolución argentina” en los que se registraron muy bajos valores de participación en hechos de violencia política, esto podría interpretarse como una suerte de pasividad o reflujo de los sectores en lucha, pero también puede vérselos como una forma de consenso hacia un gobierno de corte autoritario y que con algunos signos de paternalismo produjo reacciones ambiguas de los distintos estamentos sociales. Luego esta violencia creció por la radicalización de los grupos que proponían cambios profundos en las estructuras del sistema. Pero no hay signos que puedan ser utilizados para afirmar que la radicalización de los planteos y las


tácticas revolucionarias, estuvieron acompañadas masivamente por la voluntad popular. Los sectores obreros organizados dentro y fuera de las burocracias del sindicalismo oficial no terminaron de dar apoyo frontal a las acciones guerrilleras. Las movilizaciones masivas como el Cordobazo y otras que se han nombrado en este trabajo, fueron interpretadas de singular manera, resignificándolas como acciones revolucionarias. Por el contrario estos movimientos cargados de espontaneísmo fueron el reflejo de una sociedad estrangulada en sus formas democráticas de participación. Asimismo, el análisis que los grupos radicalizados encontraron en ellas dio el sentido que necesitaban para desarrollar sus acciones superando la etapa que llamaron de preparación y acumulación. El Cordobazo hirió de muerte a la dictadura y abrió una situación, que las organizaciones armadas interpretaron como revolucionaria. Situación que terminará fracasando por motivos políticos básicamente ligados a la falta de comprensión del carácter y la identidad peronista de los trabajadores. Esta incapacidad para lograr caminos que unieran a los sectores disidentes del sindicalismo peronista con los sectores más radicalizados, superando el sectarismo crónico de la izquierda marxista y aliándose en el plano nacional con las distintas corrientes del movimiento obrero. La burguesía del establishment por el contrario supo como operar un cambio frente a los planteos y atender a la grave crisis económica frenando la radicalización de las masas ante el peligro de quiebre del Estado patronal. Terminar con la crisis de anomia en vastos sectores de la sociedad significaba para el Estado terminar con la iniciativa de los trabajadores y doblegar al movimiento obrero para imponerle un feroz retroceso. La maquinaria bélica utilizada a partir de la instalación de los Estados Burocráticos Autoritarios en toda América Latina con el objeto de aniquilar los sectores en lucha, fue necesario acompañarla con un caudal simbólico manipulado desde el poder para buscar y desarrollar el sentir más conservador y burgués de las sociedades y para que estas otorguen un consenso a la represión. Para ello se utilizó todos los medios necesarios al intentar reemplazar, muchas veces con éxito, instrumentos constituidos históricamente, como lo fueron los conceptos de revolución social, guerra de guerrillas, guerra revolucionaria, sustituyéndolos por otros tales como terrorista o subversivo. Pero también resulta importante aclarar, que algunas de las acciones desquiciadas del movimiento guerrillero, principalmente de la primera mitad de la década del setenta contribuyeron a la instalación de ciertas formas de miedo y de conceptos tales como guerra y orden. Las organizaciones, a la hora de tomar la decisión de crear un ejército revolucionario que inicie las acciones militares, llevan adelante el rito de la asamblea donde los oradores exponen las distintas caracterizaciones, la posición de los dirigentes es escuchada en primer término. Estos ofician como portadores de verdades ya constituidas, previamente acordadas entre los popes de la agrupación. Si hay algún interlocutor válido en el momento de la reunión con el que intercambiar posiciones se discute, se vota, se labra el acta con frialdad jurídica y se resuelve. El Partido lo es todo para el militante, que como lo sostiene Vera Carnovale “En principio, para el militante el Partido es la polis, hay militantes que incluso estando presos y habiéndose disuelto el PRT-ERP, no hacen cuestionamientos a la dirección partidaria dentro de la cárcel porque temen ser expulsados, creo que esto es temerle al ostracismo". Los conceptos que sostiene la organización son instituidos internamente, por ello resulta posible utilizar categorías de análisis como el de secta política para indagar en las responsabilidades que tuvieron las organizaciones en la cimentación de programas políticos e ideológicos que fomentaban el clima de lo mágico, el culto al líder, los libros sagrados, los ritos y ceremonias. Los imaginarios sociales no funcionan aisladamente sino relacionados, por diferencias y variables, con otros tipos de imaginarios, confundiéndose a veces con ellos y con su simbolismo. Por ejemplo, la utilización del simbolismo de lo “sagrado” para legitimar un poder. Podríamos citar el caso, de la sacralización de la revolución cubana o del guerrillero heroico, por parte de casi la totalidad de los militantes de un continente o la constitución de la idea-imagen del “enemigo interno” impuesta por la “teoría de la seguridad nacional”, impulsada por los Estados golpistas o “democráticos” de América Latina durante casi dos décadas. La función del símbolo no es solo la de instituir distinciones, sino también la de introducir valores y de modelar conductas individuales y colectivas, ya que todo símbolo esta circunscripto en una


constelación de relaciones con otras variables y que las formas simbólicas que van desde lo religioso a lo mágico, desde lo económico a lo político, etc., forman un campo en donde se articulan las imágenes, las ideas y las acciones. (Baczko). Las ideas-imágenes de los años sesenta respecto de que era posible el cambio social de las estructuras de opresión y el enfrentamiento real hacia los imperialismos, fueron arrolladas casi al unísono por dictaduras o democracias proscriptoras, que sistemáticamente desvirtuaron el fenómeno social, no sólo con la muerte de sus activistas, sino también con la reinstalación del imaginario autoritario dormido, pero siempre latente en nuestra sociedad. Aunque es importante señalar que existieron marcadas diferencias entre los imaginarios colectivos de la década del sesenta y los del setenta. Estos imaginarios actúan, se constituyen y modifican los comportamientos de las sociedades donde se crean. Las Ciencias Sociales, según el sociólogo contemporáneo Pierre Bordieu, han oscilado históricamente, entre el objetivismo y el subjetivismo. Es decir, entre una ciencia social centrada en el análisis de estructuras objetivas y otra centrada en el mundo de las representaciones, de las subjetividades. Para entender los procesos sociales, toma del estructuralismo la idea de que en el mundo social existen representaciones objetivas independientes de la conciencia y de la voluntad de los agentes (individuos, grupos, clases). Del constructivismo toma la idea que plantea la génesis social de los esquemas de percepción, de pensamiento, de acción, es decir la construcción social de nuestra subjetividad. El impacto de los imaginarios sociales sobre las mentalidades depende ampliamente de su difusión, de los circuitos y de los medios de que dispone. Para conseguir la dominación simbólica es fundamental controlar esos medios, que son otros tantos instrumentos de persuasión, de presión, de inculcación de valores y de creencias. Pocos trabajos publicados se ocupan de este periodo de origen y ruptura del PRT. A nuestro modo de ver sostenemos que resulta fundamental profundizar este análisis para iniciar la comprensión del proceso posterior a esta etapa, más ligado a la década del setenta y que se inicia en esta organización a partir del V Congreso realizado en Buenos Aires en 1970 en el que se creará el Ejército Revolucionario del Pueblo. El trabajo no pretendió discutir sobre estrategias o líneas políticas, ni proponer ningún juicio de valor sobre el accionar armado. En el texto se desarrolla un análisis crítico de la praxis del PRT durante el periodo analizado, dejando clara constancia que para comprenderlo en su totalidad habría que extender la línea de análisis hasta por lo menos el inicio de la dictadura de 1976 o tomar como un hito la muerte de Santucho ocurrida ese mismo año y continuar el análisis hasta 1989 año del intento de copamiento del cuartel de La Tablada en la que uno de los principales Jefes de la organización participó coordinando las acciones. Se puede sostener a modo de cierre que una de las formas de concebir al partido es como resultado de una sumatoria de subjetividades. Por eso se aborda al PRT también desde el análisis de sus imaginarios que estuvieron presentes durante todo su accionar, como lo fue en “el desarrollo de un tipo de militante guerrillero singular” como lo define Pozzi. Para esto se utilizó las fuentes que podríamos denominar tradicionales (archivos oficiales, prensa de difusión masiva, principalmente archivo del Cedinci), la prensa y documentación de la izquierda. Pero las fuentes escritas proporcionan escasa información sobre la subjetividad del guerrillero y la militancia cotidiana, por lo que resulta indispensable recurrir a las interpretaciones sociológicas especialmente referidas a la construcción de imaginarios. Se destaca que el PRT captó militantes en todos los sectores sociales, a partir de la ubicación social de la familia de procedencia del militante y que, una abrumadora mayoría, estaba compuesta por sectores medios (empleados, profesionales, docentes, estudiantes, intelectuales) y obreros (rurales, industriales y de la construcción). Otra idea implícita es que esta composición socialmente heterogénea del partido tiene un común denominador: la falta de experiencia política. En este sentido se debe resaltar el origen provinciano de la mayoría de los militantes, un predominio de jóvenes y el hecho de que las mujeres que ingresaron al partido, en gran medida, se incorporan, también, por primera vez a una organización política. El Partido irá creciendo en forma escalonada pero ocurrió de manera más vertiginosa luego de concluida la “revolución argentina”. También es importante señalar que este crecimiento resultó


con serias limitaciones a la hora de contener y preparar a sus militantes. La organización tenía en cuenta la jerarquía interna a la hora de discutir las políticas a seguir, pero a juzgar por las resoluciones de los congresos la verdad se constituye a la manera de las sectas, la distinción entre militantes, aspirantes y simpatizantes desaparece o se somete a los requerimientos de los cuadros de dirección. Así mismo, se pretendió repasar lo que se puede definir como la cultura del PRT, argumentando que este desarrolló criterios y patrones de conducta que conformaron un tipo de cultura social específica, una serie de valores y principios que generaban un comportamiento aceptado como propio y correcto. Todo lo cual constituiría una visión del mundo, una postura ideológica, siempre desde una perspectiva de grupo, y una forma de relacionarse con el conjunto sociopolítico. Esto se basa en la idea de que toda organización política desarrolla criterios que generan cohesión y sentimientos de pertenencia. Así, describe el estilo partidario, caracterizando a los militantes por una actitud ética, cultural y moral a la que se entregan de cuerpo y alma. Se destaca que todo el tiempo, a juzgar por las intervenciones en las deliberaciones de las reuniones y congresos del partido, se hace hincapié en que se valoraba la tarea concreta por encima de las discusiones teóricas y políticas. A fin de resolver una pregunta sustancial que se plantea en el cuerpo del trabajo, es importante destacar que si bien los militantes eran queridos y admirados por sus características, esta simpatía que despertaban en la población pasiva o no militante no debe ser confundida con apoyo social o político a las acciones militares de los grupos. Para algunos autores por el contrario afirman que los guerrilleros pueden ser vistos por sus contemporáneos como marcianos refiriéndose a este aislamiento y separación del cuerpo social. Con respecto a la línea política desarrollada por el PRT, se concluye que el partido nunca llegó a consolidar una concepción teórica significativa. Para comprender esta afirmación se debe remontar a los inicios de la organización, especialmente en la disputa con Nahuel Moreno, en la que el ala de Santucho desplazó la discusión teórica hacia la práctica concreta. Por eso el PRT, desde su nacimiento, estaría marcado por una fuerte tendencia anti-intelectual. Esto habría generado una relación particular con el marxismo: por un lado, la organización habría puesto más énfasis en la praxis que en la teoría y, por otra parte, también estaría implicando un cierto pragmatismo teórico. El mismo Mario Roberto Santucho decía que el PRT adolecía de insuficiencia de marxismo, que el manejo de la teoría era esquemático y superficial. Como lo había hecho en otras oportunidades el Partido anunciaba que van a seguir atacando a las Fuerzas Armadas y no al gobierno. El folleto parece desconocer la teoría marxista del Estado y como resultado de una lectura errónea de la realidad, subordinaría la actividad netamente política al accionar armado. Es necesario plantear para cerrar algunas cuestiones que atraviesan todo el trabajo, que con respecto a la vía armada, según los enunciados iniciales de esta organización la revolución se iba a alcanzar en la articulación de las diferentes formas de lucha, entre las cuales la lucha armada era una forma más, pero su escaso desarrollo teórico, la situación política y principalmente el inicio de algunas acciones militares exitosas, llevaron al Partido “hacia una permanente fuga hacia delante por lo cual lo militar guió a lo político” La separación entre el aspecto militar y el político acarreó sin dudas que, el primero se desarrollara de manera independiente, produciendo una aceleración en el plano militar que superó los desarrollos políticos. La idea implícita es la subordinación de lo específicamente político a las acciones militares. No parece existir diferencia en el programa del Partido en cuanto a cómo y cuándo debe el pueblo armarse o si esta acción es para enfrentar a un régimen autoritario, uno elegido por el pueblo o para tomar el poder e instalar un gobierno revolucionario. La otra cuestión es la concepción del centralismo democrático que tenía esta organización internamente. En tal sentido el PRT heredó de las prácticas de la Izquierda Tradicional la búsqueda de una profundización de la participación popular a través de la ampliación de la base social de los militantes, la realización de la asamblea, el análisis de los clásicos del marxismo, pero especialmente es parte de lo que llamamos la Nueva Izquierda que buscó la articulación de distintas formas de lucha dándole a las tácticas de la vía armada papel fundamental. Pero sus prácticas,


sostenemos a esta altura, estaban más ligadas a las concepciones construidas por los liderazgos de la dirección del Partido que a las conclusiones resultantes de una participación abierta y horizontal. Es de vital importancia reiterar que el accionar del PRT contribuyó en la tarea de imponer ciertas formas de “límites concretos a las tendencias represivas y explotadoras de la burguesía” y en este sentido se debe retomar la idea del accionar armado ligado a la búsqueda de objetivos que pudieran profundizar y ensanchar los espacios de poder popular. El riesgo que conlleva este trabajo, es perder de vista la intención de reconstruir una época y sucumbir ante la elocuencia de los acontecimientos y de los protagonistas. Son muchos los problemas que pueden plantearse y no todos pueden resolverse, al menos en esta instancia. La atención estuvo centrada en analizar los conflictos relativos a la violencia política en el periodo en que surgió, evolucionó y se fracturó el Partido Revolucionario de los Trabajadores, y resignificar parte de la historia de esta organización, desde sus orígenes hasta la ruptura, repasando sus dicotomías internas, sus concepciones heredadas de la Izquierda Tradicional y las fundacionales de una Nueva Izquierda. Se pretendió trazar algunas consideraciones extraídas del campo de los estudios sobre imaginarios sociales que contribuyeran a la comprensión del sujeto histórico involucrado en este proceso. Fundamentalmente se propone dejar este análisis como una aproximación a algunos problemas que posibiliten próximas investigaciones para el abordaje de esta temática que tanto interés despierta en los últimos tiempos.


APÉNDICE DOCUMENTAL Biografías • Nahuel Moreno(1924-1987) fue uno de los principales dirigentes del trotskismo latinoamericano. Nació en Argentina y dedicó prácticamente toda su vida a acompañar las luchas obreras y populares y a impulsar la construcción de partidos socialistas revolucionarios leninistas. Comenzó su actividad política y en el seno del movimiento obrero argentino en 1943-44, con la fundación del Grupo Obrero Marxista (GOM). Uno de los primeros desafíos fue responder al nuevo fenómeno del surgimiento del peronismo y el vuelco masivo de los trabajadores al mismo. En 1945 su pequeño grupo tuvo una destacada actuación en la huelga de la carne. En 1948 viajó a Europa para participar por primera vez en un congreso mundial de la Cuarta Internacional, que había sido fundada en 1938 por León Trotsky. Desde fines de los cuarenta y comienzos de los cincuenta el movimiento trotskista comenzó a atravesar un largo proceso de crisis, divisiones y disgregación, que aún no ha sido superado. Dentro del movimiento trotskista Moreno fue dando forma a una corriente caracterizada por su permanente ligazón a las luchas obreras y campesinas del continente. Desde esa ubicación polemizó numerosas veces con las posiciones de otro de los dirigentes trotskistas, también muy conocido como economista, el belga Ernest Mandel. Bajo la conducción de Moreno numerosos grupos y partidos en distintos países se destacaron por su dinamismo y su permanente vinculación con los procesos de lucha y organización de los trabajadores. En Argentina, el partido impulsado por Moreno tuvo varios nombres (POR, PSRN, Palabra Obrera, PRT, PRT (La Verdad), PST (que fue proscripto en 1976 por la dictadura), MAS (fundado en 1982). En la década del sesenta, mientras impulsaba la defensa de la revolución cubana, polemizó sistemáticamente con las concepciones guerrilleristas. También en aquellos años, en 1961 acompañó directamente la experiencia de sindicalización campesina y toma de tierras que encabezó Hugo Blanco en los valles peruanos de La Convención y Lares. En los setenta, el PRT (La Verdad) primero y luego el PST, se fueron construyendo defendiendo las posiciones obreras y socialistas y polemizando contra el guerrillerismo del PRT-ERP (orientado por Mario Roberto Santucho), y de los Montoneros, pertenecientes al peronismo. En 1979, desde su lugar de exilio en Bogotá impulsó la formación de la Brigada Simón Bolívar, que combatió junto al FSLN en la lucha contra Somoza. En 1982 formó una corriente internacional, la LIT-CI (Liga Internacional de los Trabajadores - Cuarta Internacional), que se transformó rápidamente en lo más dinámico del trotskismo latinoamericano de aquellos años. Luego de su fallecimiento en enero de 1987 hubo un proceso de discusión y crisis en su corriente. •

Mario Roberto Santucho Hijo del procurador judicial Francisco Rosario Santucho y de la maestra Manuela del Carmen Juárez, nació en la ciudad Santiago del Estero el 12 de agosto de 1936. Don Francisco tuvo diez hijos, siete de los cuales nacieron de sus primeras nupcias con El. mina Isabel Juárez y los tres restantes -el mayor de los cuales era Mario Roberto- del segundo matrimonio con una hermana de la fallecida primera esposa. Desde muy joven, prácticamente en la adolescencia, comenzó a interesarse por las ideas políticas como consecuencia permanente debate en el seno de su familia en un momento trascendente de la vida nacional, corno fue la década de los 50. El conflicto ideológico que se generalizaba en al ámbito social ante la evidente caducidad de una forma de producción y de vida -la fase premonopólica del capitalismo- conducía al cuestionamiento de valores burgueses, generando contradicciones y la búsqueda de nuevas formas de convivencia. Los cuestionamientos no sólo se referían a lo económico y político, sino que se extendían a lo ideológico. Los cambios que se producían en el mundo al concluir la guerra contra el fascismo, exponían ante los pueblos nuevas y promisoras experiencias al desmoronarse la barrera de ocultamiento y desinformación erigida por el imperialismo. El enfrentamiento bélico permitió conocer la realidad de la construcción, del socialismo en la URSS, desenmascarando las patrañas que difundían los confabulados en la defensa del ya agotado orden burgués.


En un hogar profundamente católico con sólidas raíces nacionales, nivel económico y prácticas de vida de las capas más .populares de la pequeña burguesía del interior, los nuevos vientos encontraron inmediata receptividad, disipando confusiones, unificando puntos de vista aparentemente opuestos y aportando procesos sintetizadores que, repitiéndose en muchos otros casos similares, definen una tendencia digna de un análisis más detenido. Sus primeras inquietudes de participación se canalizaron a través de su acercamiento al Centro de Estudios e Investigaciones Socio-Económicos de la Provincia de Santiago del Estero y a la revista Dimensión, donde desempeñaba un papel prominente su hermano Francisco René, quien años después como dirigente del PRT, fuera secuestrado y desaparecido en la ciudad de Tucumán durante el gobierno de: Isabel Perón (abril de 1975). Ya comenzaba a interesarse por el marxismo aunque todavía desde una posición crítica, que fue matizando en las relaciones con militantes de izquierda e intelectuales que participaron en las actividades culturales que se desarrollaron en esos círculos. En esas circunstancias conoció, entre otros, a Bernardo Canal Feijoo, Rodolfo Khun, Héctor Agosti, Miguel Angel Asturias, Hernández Arregui y al intelectual polaco anticomunista Witold Gombrowicz, quienes contribuyeron a fortalecer su aspiración de profundizar el conocimiento de la problemática social y política. Ya estudiante de Ciencias Económicas en la Universidad de Tucumán, interviene activamente en las luchas universitarias participando en la fundación del MIECE (Movimiento Independiente de Ciencias Económicas) que -surge como alternativa entre el Movimiento Reformista -constituido fundamentalmente por corrientes radicales, comunistas y socialistas- y el Humanismo, que expresaba a sectores católicos y a la derecha conservadora. Priorizó la lucha por las reivindicaciones principales del conjunto, interesados fundamentalmente en encontrar motores condiciones para avanzas en sus estudios , y el apoyo a la Revolución Cubana, aún no definida como, socialista. El MIECE triunfó en las elecciones de 1959 ganando el Centro de Estudiantes y consagrando a Santucho como delegado estudiantil al Consejo Tripartito. La experiencia se extendió a otras facultades, con distintas denominaciones, alcanzando en varias de Poder burgués y poder revolucionario Cuadro N° I

LEYES REPRESIVAS DEL EBA

Ley o Decreto número 16970 16984

Fecha 10-10-66 20-10-66

17.183.

22-2-67

17.192

2-3-67

17.401 17.567

29-8-67 12-1-68

18.019

7-1-69

Cuadro n° II

Breve Detalle De defensa nacional De distribución postal, mediante la cual se prohibe la distribución por correo de material comunista De represión de medidas de fuerza que puedan afectar servicios públicos. De servicio civil en defensa (se podría movilizar a los ciudadanos desde los 14 años De represión del comunismo De reforma del C.Penal, para permitir reprimir la incitación a la huelga de los empleados públicos De calificación de películas cinematográficas, por la cual se prohibía escenas que puedan afectar a la seguridad nacional


TOTAL GENERAL DE ACTOS DE PROTESTA Y VIOLENCIA MES Enero Feb. Mar. Abr. May. Jun. Jul. Ago. Sep. Oct. Nov. Dic. Total

1960 30 31 32 29 28 25 31 34 39 60 39 26 404

1961 14 23 19 35 64 40 40 36 36 37 60 40 444

1962 25 24 32 9 48 40 46 117 31 84 46 43 545

1963 21 6 22 31 33 44 27 10 20 28 26 9 177

1964 25 18 34 42 52 76 38 42 39 77 53 136 632

1965 44 56 77 43 69 51 36 32 30 59 63 29 589

1966 43 33 58 66 64 56 14 37 71 65 38 51 596

1967 37 45 40 22 20 42 30 20 15 34 19 12 336

1968 11 11 17 8 18 31 8 20 25 58 16 16 239

1969 11 12 18 24 92 83 50 40 91 85 70 23 599

1970 27 33 40 53 83 45 53 37 70 143 76 64 724

CUADRO IV ACTAS DEL IV CONGRESO DEL PRT FEBRERO 1968 CARÁCTER ESTRATEGICAMENTE DEFENSIVO Y TACTICAMENTE OFENSIVO DE NUESTRA GUERRA REVOLUCIONARIA EN UNA LARGA PRIMERA ETAPA. SUS FORMAS ESPECÍFICAS EN LA CIUDAD Y EL CAMPO. No debe olvidarse que toda lucha revolucionaria reconoce ineludiblemente tres etapas: en la primera la revolución esta poco desarrollada, en inferioridad de condiciones y tiene una estrategia defensiva; en la segunda gracias a la lucha revolucionaria se produce un equilibrio en el que la revolución prepara sus fuerzas para pasar a la ofensiva; en la tercera, la revolución para a la ofensiva y el enemigo se defiende. Esta dinámica inevitablemente casi seguramente provocará la intervención del imperialismo y transformará la guerra civil revolucionaria en guerra nacional antiimperialista. Pero en esa etapa el desarrollo continental de la revoluciona colonial y de la revolución socialista provocará el derrumbe final del imperialismo y el triunfo de nuestra revolución será inevitable.. El Capítulo V, se ocupa de las tareas y organización del partido: En esta parte primero se define el termino estructural según Marx y Engels ( relaciones que se producen entre grupos humanos en el proceso de producción ( las relaciones entre trabajo asalariado y capital, o entre proletariado y burguesía en la sociedad capitalista) Luego se pelea con la facción a la que llama economista, o sindical y que reduce el termino de estructura a "actividad fundamental". Lo cual es otra forma sutil de llevar agua al molino de los economismos. Para el norte consideramos lugar fundamental de trabajo además del proletariado fabril el proletariado rural u el campesinado pobre. Otro lugar de trabajo es el estudiantado antiimperialista y sus organismos centros de estudiantes social-cristianos y antiimperialistas. Lugares secundarios de trabajo son los siguientes: a) La superestructura del movimiento obrero, del movimiento estudiantil: agrupaciones de frente único de la izquierda y centros. La militancia en estos lugares debe perseguir la penetración en la base del proletariado industrial p del movimiento estudiantil antiimperialista o de establecer tareas comunes con las organizaciones de izquierda en vista del frente único revolucionario. b) Los gremios no obreros ( Bancario, empleados públicos) y los sectores privilegiados de la clase obrera (fábricas privilegiadas, algunos estatales, etc) c) Los intelectuales de izquierda que pueden integrarse a la actividad revolucionaria prestando singular colaboración desde el punto de vista militar y llevando a cabo una labor de creación intelectual en su campo específico orientada en los principios científicos del


marxismo. d) Los barrios obreros en especial las villas miserias atacadas por el plan semifascista de la dictadura en donde puedan desarrollarse político-militar de resistencia en las cuales podamos ganar obreros y volcarlos al trabajo fabril. Queremos elevar la clase obrera a nuevas formas de lucha y organización. El primer deber de los revolucionarios en imponerle a la clase obrera es una nueva forma de organización que ella por si sola no puede darse EL PARTIDO REVOLUCIONARIO. UNA IDEOLOGIA, UN PROGRAMA Y UNA DIRECCION PARA LA REVOLUCION LATINOAMERICANA DECLARACION DEL CONGRESO: A LA CLASE OBRERA Y AL PUEBLO Consignas de la declaración. LA REVOLUCION MUNDIAL Y LATINOAMERICANA ES NUESTRA REVOLUCION, UNA IDEOLOGÍA. El Trotskismo, la Olas, y las direcciones guerrilleras del continente, aportan hoy los elementos esenciales para dotar a los revolucionarios de una estrategia consecuente revolucionaria. El Trotskismo. ha demostrado proféticamente el camino de la revolución permanente, desenmascarado a las direcciones reformistas y oportunistas acopladas al carro de las llamadas "burguesías nacionales capituladoras”. El castrismo y la olas han venido a corroborar magistralmente el carácter ininterrumpido, nacional e internacional, de esa concepción, constituyéndose en la más conciente dirección revolucionaria de masas del presente. Las direcciones de los frentes guerrilleros consolidados en diversas regiones del continente constituyen, conjuntamente con el Estado Obrero Cubano, el brazo armado y combatiente de esa estrategia revolucionaria. Por estas tres vertientes, la revolución continental se nutre de su ideología, su programa y su organización militar para el enfrentamiento contra el imperialismo y los gobiernos títeres de las oligarquías nacionales regimentados a su servicio de represión. Los revolucionarios Trotskismo. argentinos reconocemos pues en la Olas, la organización política continental que reclama nuestra disciplina más total; y en las direcciones combatientes de los frentes guerrilleros actualmente en curso, a los destacamentos de vanguardia de esa concepción y estrategia política. Nuestro apoyo y solidaridad total con los mismos nos compromete a la tarea urgente e histórica de reacomodarnos organizativa y políticamente para hacerla más eficaz y posible. El Castrismo se ha desarrollado como dirección revolucionaria continental, luchando contra los sistematizadores reformistas del marxismo, que mediante citas tergiversadas de Lenin y los clásicos, anteponen permanentemente condiciones misteriosas para el inicio de la lucha armada, postergando siempre su comienzo. No comprendiendo que la lucha armada revolucionaria es la única forma de madurar las verdaderas condiciones objetivas y subjetivas. El problema fundamental es cómo iniciamos la lucha armada en cada lugar concreto, de que forma lo hacemos para lograr una rápida ligazón con las masas, a estos problemas que son los más agudos que se nos presentan a los revolucionarios, nuestro cuarto congreso les ha dado respuestas tajantes y precisas, la mayor parte de las cuales por razones obvias es imposible publicar aquí.(...) Consideramos imprescindible la coordinación de los movimientos revolucionarios de América latina para llevar adelante la estrategia continental del castrismo, a la que nos adherimos plenamente. Por ello el deber de todos los revolucionarios es ingresar al OLAS, ya que esta es la organización donde debe concretarse esa coordinación. (...)A la par se plantea la necesidad de desarrollar la lucha revolucionaria en su propio país, por que de lo contrario no tendrían nada que coordinar. La estrategia continental del C. consiste en liberar una guerra revolucionaria de carácter prolongada contra el imperialismo y los explotadores nacionales en las regiones del continente donde mejor se combinan los factores objetivos, subjetivos, geográficos y sociales. En estas regiones los revolucionarios latinoamericanos debemos construir el segundo y tercer Vietnam del mundo. La revista publica el programa de la OLAS señalando especialmente los puntos de coincidencia el programa de la organización, destacándose los siguientes: Punto 7) Que en la mayoría de los países del continente el problema de organizar, iniciar,


desarrollar y culminar la lucha armada constituye hoy la tarea inmediata y fundamental del movimiento revolucionario. Punto 9) Que los pueblos de cada país y a sus vanguardias revolucionarias corresponderá la responsabilidad histórica de echar hacia adelante la revolución de cada unos de ellos. Punto 12) Que la solidaridad más efectiva que pueden prestarse los movimientos revolucionarios entre si, la constituye el desarrollo y culminación de la propia lucha en el seno de cada país. BIBLIOGRAFIA Altamirano, Carlos «Bajo el signo de las masas (1943-1973)» Bs. As: Ariel, 2001. Altamirano, Carlos «Montoneros» en Peronismo y cultura de izquierda. Bs. As. Temas, 2001. Baczko, Broneslaw «Imaginación Social. Imaginarios sociales» Baily, Samuel “Movimiento obrero, nacionalismo y política en la Argentina” Bs.As: Hyspamérica, 1987 Bidart Campos, Germán “Lecciones elementales de política”.Bs. As: Ediar, 1979 Bonasso, Miguel “Campora se parecía a Illia”, entrevista a Diego Pérez Andrade. La Nación enfoque 23/3/97. Bonasso, Miguel.”El presidente que no fue”, Los archivos ocultos del peronismo. Bs.As: Planeta, 1997 Bourdieu, Pierre «Capital Cultural, Escuela y Espacio Social» México: Siglo XXI, 1era.ed.Español]1997 Bourdieu, Pierre «Las Prácticas sociales» en Díaz Ester «Los Imaginarios Sociales» Bs.As:Biblos, 1996 Burque, Peter “Sociología e Historia”. Bs. As: Alianza Editorial, 1994 Caparrós, M. Y Anguita Eduardo “La Voluntad”.Bs.As: Norma, 1998. cap. II. Carnovale, Vera Las construcciones del “enemigo” en el PRT Siglo XXI -ERP Mesa 3 de las I Jornadas de historia de las izquierda. Bs.As. 8 y 9 de Diciembre de 2000 Castoriadis, Cornelius “Los dominios del hombre: Las encrucijadas del laberinto”. España: Gedisa, 1994 Castoriadis, Cornelius «La Institución Imaginaria de la Sociedad».Bs.As: Tusquet, 1993[vol.1 – vol.2] Cavarozzi, Marcelo “Autoritarismo y democracia 1955-1983” en “La sociedad y el estado en el desarrollo de la argentina moderna” Torcuato Di Tella. Biblos. Bs.As. Colombo Ariel y Palermo Vicente “Participación política y pluralismo en la argentina contemporánea” CEAL Biblioteca política Nº108 Bs.As. Colombo, Eduardo «El Imaginario Social». Montevideo: Nordam, 1989 Díaz, Ester «La Ciencia y el Imaginario Social» Bs.As: Biblos, 1996 Durkheim y Weber .La Sociología clásica. Estudio Preliminar de Juan Carlos Portantiero. Centro Editor de América Latina. Bs.As.1992 Durkheim Emile: textos seleccionados: “El problema del orden” “Las reglas del método sociológico” “¿Qué es el hecho social?” “El suicidio” otros Foulcault, Michel “Las Redes del Poder”Bs.As: Almagesto, 1993. Garcia Prudencio "El dilema de la autonomía militar. Argentina bajo las Juntas Militares. Gasparini, Juan “Montoneros. Final de cuenta” Bs.As: De la Campana, 1999. Ghigliani, Pablo “Las experiencias antiburocráticas de los obreros gráficos: la huelga de 1966 y el peronismo combativo” en Revista de Sociedad y Política Vol. 3 n°6 abril 1998. Gillespie, Richard “Soldados de Perón. Los Montoneros”.Bs.As: Grijalbo, 1987 González Ernesto “Trotskismo obrero e internacionalista en la argentina”.Bs.As: Antídoto, 1996 Habermas, Jurgen ”Goldhagen y el uso público de la historia” en Federico Finchelstein. Los


alemanes, el holocausto y la culpa colectiva. Bs.As: Eudeba, 1999. J.Torpey Habermas y los historiadores. Punto de vista 36, Dic.1989. Halperin Donghi, Tulio “La larga agonía de la Argentina peronista. Bs.As: Ariel, 1994 Hobsbawn, Eric. “Barbarie, una guía para el uruario” Entrepasados nro.7 1994. Hobsbawn, Eric “Historia Argentina del Siglo XX” Critica Buenos Aires 1994 Horowicz, Alejandro “Los cuatro peronismos”.Bs.As: Hyspamerica, 1985 Jaguaribe, Helio La dependencia político económica de América Latina”Méjico: Siglo XXI, 1970. James, Daniel “Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina” Bs.As: Sudamericana (Col. Historia y Cultura), 1990 Mattini, Luis “Hombres y mujeres de PRT-ERP. Pasión militante” De la campana. La Plata 1995. Mignone, Emilio. “Iglesia y Dictadura” Universidad Nacional de Quílmes. Bs.As. 1986. Moreno, Nahuel “La Revolución Latinoamericana” Ediciones P.O. Bs.As. 1962 Moreno, Nahuel “conversaciones con...” Antídoto Bs.As. 1986 Moreno, Nahuel “Dos métodos frente a la Revolución latinoamericana” en Revista Estratégia n°2. Septiembre 1964 O´Donnell, Guillermo “El estado burocrático autoritario. Triunfos, derrotas y crisis “ Ed. De Belgrano Bs.As. 1982 Perón-Cooke Correspondencia Ediciones Papiro, colección Política (tomos I y II) Romero, Luis Alberto “Breve historia de la Argentina” FCE.Bs.As.1994. Cap. IV. Dependencia o Liberación 1966-1976 Rot, Gabriel “Los orígenes de la guerrilla en la Argentina. La historia de Jorge Ricardo Masetti y el Ejército Guerrillero del Pueblo” Ed. El cielo por asalto Bs.As. 2000 Rot, Gabriel La brigada Masetti y los orígenes de las FAL (mesa 3) I Jornadas de historia de las izquierda Bs.As. 8 y 9 de Diciembre de 2000 Rouquié, Alain “Poder militar y sociedad política en la Argentina” Hyspamérica Bs.As. 1986 (Tomo II) Seoane, María “Todo o nada. La historia secreta y la historia pública del Jefe guerrillero Mario Roberto Santucho. Planeta. Bs As.1991 Schuster Félix Gustavo “El método en las Ciencias Sociales” Editores de América Latina Bs.As. 2004 Tarcus, Horacio “La Secta Política. Ensayo acerca de la pervivencia de lo sagrado en la modernidad” en El Rodaballo n°9 Año 5 Verano 1999 Tzvetan, Todorov "Los abusos de la memoria" París: Arléa, 1998 Vazeilles, José Gabriel “La izquierda argentina que no fue”.Estudios de historia ideológica. Bs.As: Editorial Biblos, 2003 Vezzetti, Hugo “Pasado y Presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina” Siglo XXI Bs.As. 2002. Waldmann, Peter “Anomia social y violencia” en Rouquié Alain (compilador) “Argentina,hoy” Siglo XXI Bs.As. 1982 Weisz, Eduardo “La génesis del PRT-ERP entrecruzamientos con la izquierda tradicional” (mesa 3) I Jornadas de Historia de las izquierdas Bs.As. 8 y 9 de Diciembre de 2000 Documentos consultados en CenDInCI. Actas del I Congreso del PRT 1965 Actas del II Congreso del PRT Actas del IV Congreso del PRT Marzo 1968 Revistas Estrategia 3era. Época 1964 La Verdad 1968 El Combatiente n° 1 al 6 de 1968


Congresos y Jornadas relacionadas con el tema I Jornadas de Historia de las izquierdas. Cedinci. Bs.As 8 y 9 de Diciembre de 2000. I Coloquio Historia y Memoria. Perspectivas para el abordaje del pasado reciente 20 Abril 2002. Universidad Nacional de La Plata III Encuentro Internacional sobre Construcción de la Memoria Colectiva 6,7 y 8 Diciembre 2002. Organizado por la Comisión Pcial. Por la Memoria y la UNLP. Entrevistas del autor: • Horacio Lagar (dirigente del PRT La Verdad) el 26 de Abril 2003 • Hilda Sábato y Ricardo Mallimacci (en marco del II Congreso de Historia y Memoria. La Plata Marzo. 2001).


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.