Vivir con la muerte

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Laura Ă lvarez Artacho Amador Perez Cabanillas Leticia Silva Do Santos


Prólogo: El colegio me hizo volver a llorar. -Hola papá, buenas noches!! -abre lentamente la puerta mientras lo dice. -¿Hija, qué tal? ¿Cómo ha ido hoy el cole? -deja el vaso que tiene en la mano y coge a su pequeña. - Muy bien papá!! Hoy la profe nos ha mandado deberes. - ¿Y qué tienes que hacer hija? -Aún con la pequeña en los brazos y mirándola ojo a ojo-. - Tengo que contar cómo os conocisteis mamá y tú. Se sienta con la nena en brazos en el sillón de su escritorio y le dice que no puede. La niña se enfada porque no le cuenta lo que quería saber y se marcha de la habitación. El padre empieza a llorar y se duerme en un mal sueño, recordando toda su vida...


El mejor cambio de mi vida. Era miércoles y me tocaba ir al colegio, me llamo Edith, tengo 10 años y vivo en Aleppo, Siria. Toda mi familia está durmiendo pero poco a poco, me acerco a mis hermanos para despertarlos y acompañarlos al colegio, mi hermano empieza estirarse junto con mi hermana se visten y bajan junto a mi a desayunar, y veo que mis padres ya se han despertado. En la cocina está mi padre sentado con su uniforme esperando a que mi madre le de el desayuno, bajó un escalón más y siento como las miradas de mis padres se fijan en mí, me dicen buenos días y empiezo a comer el poco pan que ha hecho mi madre, me levanto y voy en busca de mi propio infierno. Odio mi colegio ya que se burlan de mi por ser el más inteligente de todos y no tengo amigos. Dejo a mis hermanos con sus amigos y empiezo a dar poco a poco unos pasos hacia el infierno, me adentro cada vez mas y mas, siento como cada mirada y cada sonrisa de cada niño y niña se posan en mi, pero no una sonrisa de alegría, sino de burla. Doy otro paso más y ya estoy dentro, me dirijo hacia mi taquilla para sacar los libros y poso mi mirada en una chica distinta a las demás, una chica que con una simple vista en su mirada sabes que te puede cambiar la vida en un santiamén, es divertida y le encanta sonreír, tiene el pelo castaño pero en sus puntas tiene un toque más rubio que le hacen resaltar sus preciosos ojos grisáceos como el color de la luna llena, se llama Beth y es la niña de mis sueños. Poco a poco se va acercando hacia en interior del colegio, de mientras ella está felizmente hablando con sus amigas, y de repente me mira fijamente y mi mirada se fija en sus preciosos labios finitos que van haciendo poco a poco el dibujo de una perfecta sonrisa que va dirigida a mí, mi estómago empieza otra vez a sentir esas mariposillas que siento cada vez que la miro, pero esta vez ha sido distinto, esta vez me había sonreído. Escucho la campana sonar y me adentro en mi clase, van apareciendo cada vez mas y mas niños y se escucha el sonido de la puerta al cerrar, ese sonido me indicaba que iba a pasar algo, y pasó. Unos niños se acerca hacia mi y empiezan a alborotar mi cabello dando círculos bastante bruscos, me tiran las cosas, de repente me veo nose como en el suelo tirado y con un dolor de cabeza bastante grande, me había golpeado con el canto de la mesa cuando esos estúpidos niños me quitaron la silla. Mi mirada es borrosa pero puedo ver y sentir perfectamente como unas manos se posan en mi cuerpo intentando despertarme, abro los ojos poco a poco y veo que es Edith la que me está intentando despertar, su mirada se posa en mi y veo cómo se forma esa sonrisa con esos dientes al despertarme, aparta sus manos de mi y me da un abrazo. Escucho como la puerta se vuelve a abrir y unos tacones se dirigen


hacia mi, era mi profesora la que estaba chillando a toda la clase para ver quien había sido el causante y un silencio se formó, nadie dijo nada, me levanta la profesora y junto a mi Edith. Voy hacia el despacho del director, me siento, y al lado mio otra persona más que empieza a hablar de lo sucedido, era ella la que estaba teniendo el valor que yo nunca había tenido en contar todo lo que me han hecho pasar. Salgo del despacho y Beth me habla: -Todo va a salir bien, ¿vale?. No le contesto pero si que siento y veo cómo se va rápidamente. Se han acabado las clases y salgo de ahí lo más rápido posible para esperar a mis hermanos, cuando ya los recojo nos dirigimos hacia casa sin abrir la boca ni un solo segundo, hoy me han mandado un trabajo por parejas y Beth se ha ofrecido a hacerlo conmigo, no se a que ha venido este cambio en ella, antes ni me hablaba, pero me alegro de que ella fuese la que me ayudó con mis problemas. Salgo de mis pensamientos y veo que ya hemos llegado a casa, tengo que comer rápido, hacer los deberes y irme a trabajar junto con mi padre como casi todos los días de todo el año. Empiezo a comer y en un santiamén me como toda la comida, subo por las escaleras para dirigirme a mi cuarto y empezar a hacer los deberes, en media hora los he terminado. Saco de mi armario el viejo traje de mi padre ya que en la empresa no tiene presupuesto para comprar más trajes, está manchado tanto por gotas de sudor como por la mierda que hay en el alcantarillado. Mi padre trabaja limpiando el alcantarillado y yo le tengo que ayudar limpiando las alcantarillas más estrechas y pequeñas, ya que el tiene problemas de espalda gracias a este estúpido trabajo. Me dirijo hacia la empresa para saber por donde se encuentra mi padre, al primero que encuentro es al jefe de mi padre, el que me hace hacer las cosas más duros, como por ejemplo quitar las ratas muertas que nos vamos encontrando. Me mira con cara de desagradable y yo le esquivo pero escucho su estúpida voz hablarme: -Edith, espero que te vaya bien quitando la mierda y las ratas muertas. Hago como si no lo hubiese escuchado y continuo con mi camino, me dirijo hacia la libreta donde tienen apuntados los lugares donde tienen que ir los trabajadores a limpiar encuentro a mi padre y me pongo en camino. Encuentro a mi padre limpiando y fue mirarme y sonreír, estaba agachado y le dolía la espalda, fui corriendo y me puse a limpiar, al principio siempre me mareaba pero después de meses trabajando te acostumbras. Había quedado con Beth en ir a la biblioteca para hacer el trabajo, llego veinte minutos antes y decidí esperarla pero después de media hora no aparece y siento mi corazón explotar en mil pedazos, decido entrar para buscar algo de informacion y siento como mi corazón se vuelve a formar bien pero a la vez mal ya que la veo ahí sentada con los hombros caídos y su mirada vacía mirando a una estantería llena de libros, cierro la puerta detrás de mí y voy en busca de ella, me agacho y se


vuelve a formar esa sonrisa como la del primer dia, le secó la lágrimas que caían de su mejilla y hago que se ponga de pie. -¿Por qué llorabas? -le preguntó -Porque pensaba que no ibas a venir- dice. -Yo nunca te dejaria, pero tarde porque vine hace media hora y te espere afuera pero nunca te vi aparecer por aquí- le digo. -Lo siento por no avisar pero es que llevo aquí hace más de una hora para leer algún que otro libro y alejar todos los posibles pensamientos que pasan por mi mente- me dijo ella algo triste. -Si quieres te dejo un rato más sola- le digo. -No tranquilo, hagamos el trabajo- me dice. Fuimos a buscar unos libros de historia y nos sentamos para trabajar mejor fuimos adelantando un montón el trabajo, había un silencio muy intenso y decidí romperlo: -Gracias- le dije. -¿Por qué?- me preguntó. -Por hacer lo que yo nunca tuve valor de hacer, por dar la cara por mi, me siento un estúpido- le digo - No digas eso, solo lo hice porque yo veía que no hacías nada entonces quise ayudarte, nada mas no hace falta que me des las gracias.-me dijo agradecida. -Enserio muchas gracias nose que haria sin ti.- le dije. -Si insistes no hay de qué.- Me dio las gracias sonriente. -Tienes una sonrisa muy bonita- le dije. -Gracias-, dijo avergonzada. Después de unas horas de trabajo, lo acabamos: -¿Ha quedado bien no crees?- le pregunté -Sí, la verdad es que sí, me ha gustado trabajar contigo me he divertido bastante, podriamos quedar mas veces. -Si eso cuando nos manden otro trabajo lo hacemos juntos y quedamos para hacerlo.- le dije. Ella empezó a reír, pero yo no entendía el porqué: -¿De qué te ríes?- le pregunté extrañado. -De lo que has dicho- siguió riendo. -¿He dicho algo malo? -No es que yo no me refería a quedar en trabajo, sino a quedar para tomar algo o ir al cine- dijo con la cabeza agachada. Le levanté la cabeza posando mi mano en su barbilla y le dije con una sonrisa: -Me encantaría. Y así fue como poco a poco mi vida cambio junto a ella, cambié yo y cambió ella, fuimos quedando y hablando y nos hicimos mejores amigos.


Las medallitas. Habían pasado 5 años de aquel perfecto dia en la biblioteca donde empezó mi relación de amistad con Beth, hoy era su cumleplaños y deseaba hacer que su día fuera el más feliz de todos los trescientos sesenta y cinco días que hay en al año. Estaba caminando por Omar Ben Alkhatab donde estaban casi que todas las tiendas importantes de Aleppo, entró en una tienda muy bonita mirando que le podía regalar a Beth, algo caro pero no demasiado. Fui mirando camisetas y más camisetas pero ninguna me llamaba la atención, pasé de largo un expositor pero un destello cegó mis ojos, busqué el causante de aquel destello, lo encontré, un collar precioso con una concha y entonces me acordé del día de la playa hace 5 años cuando chafé su concha tan especial. Llamé al recepcionista y le pregunté cuánto costaba al saber su precio, me quedé bastante frustrado ya que tenía un valor bastante más alto del que me imaginaba pagar por él; pero sabía que tenía que regalarle esa concha, volví a mi casa, cogí todos mis ahorros de más de dos años, volví a la tienda y compré el collar. Me puse en camino hacia Mery’s nuestra cafetería favorita, pero a mitad de camino escuchó unos aviones volando demasiado cerca, a lo lejos vi como el edificio más alto se caía en pedazos y en pocos segundos un sonido muy horrible bloqueaba mis orejas. Cada vez los edificios que si iban cayendo estaban más y más cerca está que una fuerza impresionante me lanzó de los suelos golpeándome con cada obstáculo que había, me agarré a una farola y cerré los ojos para que no me entrara ninguna piedrecita en los ojos durante el el temblor. Cuando abrí los ojos veía aquellas gotas cayendo al suelo de todas aquellas tuberías rotas, el humo que había en el aire por cada casa y por cada vida que se iba, los estruendos de las bombas y las voces que se escuchaban de cada dolor que sentían en ver sus familiares tirados por el suelo y que no se levantaban y que tampoco lo harían nunca más. Había muchos niños y niñas llorando porque no tenían el cariño de sus padres cerca, me arrime a una niña que parecía tener cinco años, con los ojos muy intensos de color azul oscuro, era como si no estuviera en este mundo, no sabía si estarme quieto mirándola, pero no tenía el valor de decirle algo por si le molestaba. Después de media hora ella seguía mirándome y decidí hablarle un rato para que se distrajera, le pregunté: -¿Estas bien? ¿Cómo te llamas? Pero ella ni se inmutó, supuse que le molestaba y me gire, pero cuando estaba haciendo este gesto escuché una pequeña y dulce voz detrás de mí que me preguntó: -¿Si el mundo se acabaría de tal forma en el que lo está haciendo el nuestro, porque hay gente que vive feliz, con sus padres y familiares?


Yo no encontré las suficientes palabras para responder a esa pregunta, simplemente mire hacia abajo y le abracé tan fuerte que se quedó sin respiración por unos segundos. Cuando la solté ella me dijo: -Cuida de él -mientras decía estas palabras ella me abrió la mano para poner una medallita y después de hacer este gesto la niña cayó desmayada al suelo. Yo tiré al suelo la medallita e intenté despertarla pero no dio resultado, supuse que esas fueron sus últimas palabras pero no entendía el significado de estas palabras ya que ella se refería a una persona pero cuando eché un vistazo al suelo vi como la medallita se había abierto mostrando una foto de un niño bastante parecido a la niña, era su hermano mellizo, al cual no vería más. Cogí la medallita y me la guardé al bolsillo pero cuando la dejé caer en el bolsillo un sonido metálico me llamó la atención, saqué del bolsillo la medallita de la niña y el collar de la concha que le quería regalar a Beth, al verlo se me vino a la cabeza donde estaba Beth fuí corriendo a la cafetería para ver si la veía escondida en algún lugar pero al llegar solo ví a un montón de escombros amontonados, intenté quitar algunas piedras pero lo único que ví fue ver a personas muertas llenas de polvo y aplastadas. No la encontré y sentí como mi corazón si iba apagando y rompiendo, también sentí como mis lágrimas empezaban a recorrer cada milímetro de mi rostro. Poco a poco encontré a más personas que habían sobrevivido, era bastante duro pero más duro era ver cómo niños y niñas estaban llorando al lado de sus padres muertos intentando despertarlos, cuando ví esa imagen se me vino a la mente a mi familia. -¿Dónde podían estar?- me preguntaba- ¿Muertos, o tal vez vivos? ¿Sería hoy la última vez que los vería? Y entonces me vinieron todos los momentos felices que viví con cada uno de ellos, un mar de lágrimas salió de mis ojos. Noté como una mano cálida me abrazaba, tenía la esperanza de que fuera Beth; pero no lo fue, fue una niña la que me estaba consolando cuando yo tendría que estar consolando a ella, le di tal abrazo que mis lágrimas desaparecieron al sentir que alguien estaba al lado mio. La cogí a brazos y fuí llevándome a todos los niños, niñas y adultos que veía en mi camino hacia el puerto para coger un barco e ir en busca de un nuevo hogar donde vivir. No pensaba dejar a aquellas personas sin la esperanza de vivir una nueva vida.


La travesía de mi vida. Ya estábamos hartos de todo aquello, era un sin vivir de muertes y desasosiegos. Habían niños y niñas llorando por las esquinas, aplastados por los escombros de sus propias casas. No pudimos rescatar a todos pero si a los suficientes niños que cabían en el barco. Fuimos en busca de un puerto de Turquía y preguntamos a la gente y nos dijeron que fuéramos a Alejandreta, un puerto donde no tendríamos problemas. Esta misma tarde entramos sin permiso alguno en una furgoneta de frutas y llegamos sin problemas al destino. Esperamos hasta que se hiciera de noche para que nadie se enterara de que estábamos ahí. Al amanecer, cogimos el primer barco seguro para poder llegar a nuestro destino. A mi lado, había un niño muy mal vestido, sus padres ya eran pobres de por sí pero ahora ni eso importaba. Ya nada tenía importancia, al fin y al cabo estábamos todos en la misma situación, sin comida, sin provisiones y sin nuestro hogar, solo teníamos un rumbo y un pensamiento, llegar a Europa y empezar de cero si es que llegábamos a sobrevivir con el frío de este largo invierno y con las lluvias y el oleaje que nos tambaleaba haciendo que muchos se cayeran al mar y murieran congelados de frío. De momento, todo iba bastante mal, éramos treinta y cinco en aquella pequeña y mísera embarcación. Sabíamos que muchos de nosotros no íbamos a sobrevivir a este viaje pero teníamos esa pequeña esperanza de que todo fuera a salir bien y que llegaríamos a Europa sanos y salvos.

Ya era por la noche, el viento estaba calmado y sentía sobre mi rostro las pequeñas y húmedas gotas de la frígida agua siendo yo el único que estaba despierto, en la embarcación me vi implicado en hacer algo para entretener porque sí la mayoría eran niños y ellos juegan, no se preocupan porque la preocupación es para los mayores. Eché mi cabeza o eso siempre han dicho hacia atrás y me dormí. El sol ya se había despertado y yo hice lo mismo, aunque el último y vi la tristeza que tenían todos en los ojos y me dije a mi mismo que tenía que ver por primera vez desde lo acontecido una sonrisa en esas lindas caras. Empecé a cantar y los niños se animaron y cantaron conmigo, estábamos muy contentos y pensando en otra cosa que no fuese esta molesta guerra. Ya estábamos aburridos y fue cuando vimos desde lejos el puerto de Antalya y por fin vi a mis padres y mis hermanos, pero desgraciadamente vi como atracan a la embarcación donde estaban. Mis ojos lloraban pero no era de emoción sino de


tristeza, dolor, rabia por lo que estaba viendo, no podía ver aquello ni creérmelo, era horrible. Apenas tenía 15 años y vi cómo acababan con mi vida en aquel instante. Observaba como mi soledad, mi esperanza y mis ganas de vivir desaparecen como el horizonte. Mis padres y mis hermanos murieron y todo iba a peor, les mataron delante de mí y les tiraron al agua. El sol ya se iba a dormir y la luna ya venía a salvaguardarse de los peligros de la noche. Había centenas de nubes en el cielo, era noche de temporal, tenía miedo y me dormí pronto. Ya es por la mañana, no debía detenerme porque no quería sentenciar a muerte a los niños. De pronto veo que las nubes se oscurecen y empieza a caer gota tras gota, cada vez más y más fuerte, las olas son igual de fuertes pero bastante altas. En menos de un minuto la barca ya se había volcado y todos nos estábamos ahogando pero yo sabía nadar y llegué a la costa de Antalya empapado, aquella noche me constipe bastante. Me desperté por los rayos del sol contra mi cara, me levanté en busca de algún medio de transporte, me colé en un camión y pase dos días hasta llegar a una ciudad llamada Esmirna. Solo, sin ningún tipo de aliciente por moverme, tengo un gran pavor al mar y mucha hambre. Robo en un supermercado un plato precocinado de macarrones y me encuentro con la persona que menos esperaba, a Beth comiendo un plátano en Kemeraltı. Nunca me había sentido tan aliviado con mi alma al verla, era un sentimiento extraño que me provocaba tartamudez para hablarle, me intente acercar y me acordé que todavía llevaba su regalo de cumpleaños, después de tanto tiempo, y se lo di. No quería hablar con ella porque acababa de hacer algo que nunca me hubiese esperado de mí. Estaba comiendo y la voz de Beth entró por mis cavidades auditivas. Me paralizé, se me cayó el plato de macarrones sobre su camiseta. Le pedí perdón. Me moría de la vergüenza, estaba totalmente rojo. Ella me sonrió y me dijo que no pasaba nada. Me preguntó porqué estaba en Kemeraltı comiendo. Yo le respondí que había huido de la guerra. Ella había salido de todo ese mundo antes. Su padre era Riad Turk y se había encargado de camuflar a su hija y a su madre en Turquía, para que no sufrieran. Beth sin dar explicación, agarra una motocicleta y me sube a ella. No me dice a dónde vamos. Llegamos a le digo que tengo miedo al agua y me dice que no hay problema. Me vuelve a subir en la motocicleta y llegamos a Dikili en un santiamén. Intentaron quedarse allí a vivir pero como había muchos policías interrogando a otros refugiados, se subieron, como polizones, a un barco. Beth estaba muy nerviosa ya que no sabían hacia dónde iría el barco y Edith la tranquilizó con estas palabras:


-Beth, tranquilízate todo va a salir bien, ¿vale?. - Pero, ¿y si este barco va dirigido hacia la guerra? -Tranquila yo siempre estaré contigo pase lo que pase, aunque me disparen en la pierna, yo estaré ahí para protegerte. -Lo sé, siempre has estado a mi lado en todo momento. -Toma- le dije dándole la medallita de la concha. Ella miró la concha se la puso con gran satisfacción y nos miramos mutuamente, fuimos acercando nuestras caras hasta colisionas nuestros labios y convertirlo en un beso. Hacíamos una pareja perfecta. Después de tres días en ese barco, escuchamos unas voces del exterior y supimos que ya habíamos llegado, bajamos del barco sin hacer ruido y los rayos de sol chocaron en mi cara abrí bien los ojos y supe que esta ciudad sería la ciudad donde haría mis sueños realidad, Salónica.


Mi querida ciudad.

Después de tres días en ese barco, escuchamos unas voces del exterior y supimos que ya habíamos llegado, bajamos del barco sin hacer ruido y los rayos de sol chocaron en mi cara abrí bien los ojos y supe que esta ciudad sería la ciudad donde haría mis sueños realidad, Salónica. Al fin estábamos en un lugar tranquilo, ya podíamos olvidarnos de todo peligro en una ciudad tan avanzada como es esta. En cuanto llegamos fuimos a un lugar que estaba con señales en sirio: Centro de atención a refugiados sirios. Vimos a una recepcionista muy amable que nos dijo en sirio: -¿Buscáis ayuda?-Sí -le dije esperanzado. -Ah, pasad por aquí- dijo ella sonriendo. Nos llevó a un patio donde habían más sirios y sirias. Beth empezó a hablar con una mujer más mayor, de unos cuarenta años. Se les veía muy felices y alegres de estar juntas. Fui a hablar con Beth porque me estaba empezando a aburrir y me di cuenta de que la mujer con la que estaba hablando era la maestra que tenía a los diez años. De repente, los recuerdos de todo lo que he pasado vuelven a atormentarme. Las lágrimas que quería aguantar dentro de mi ser caen por mis mejillas como muestra de la fragilidad humana que embarga a mi corazón marchito por tanto dolor. Mis padres,que fallecieron pensando que sus hijos habían muerto (con la agonía que eso supone); mis hermanos que perecieron antes de conocer las alegrías de la vida, pero conocieron la frialdad de esta al morir. Mis recuerdos habían nublado por unos momentos la realidad, estaba en el suelo, arrodillado y llorando por mi vida. Entonces, Beth, dándose cuenta del mal momento que estaba pasando, quiso ayudarme, dándome un fuerte y cálido abrazo que llenó mi alma cual estanque en las lluvias de primavera. Ese era el día de vivir otra vez como personas civilizadas, con un techo que cubre nuestras cabezas que, por tanto tiempo han estado sin protección contra el cruel mundo. Después de tanto tiempo sin tomar una ducha, nuestros cuerpos no recordaban que se sentía con un suave chorro del agua de una manguera, recorriendo nuestra piel; enjabonándonos, descubriendo nuestros cuerpos


desnudos, en la privacidad de un piso de 15 metros cuadrados para nosotros. Nuestros sentimientos sufrían un cambio, empezaron siendo románticos y acabaron en una noche de pasión desenfrenada con estímulos que nunca habíamos pensado que sentiríamos. Nos dijeron que nos sintiéramos como en casa y así fue. Empezamos a irnos juntos de paseo por la ciudad a descubrir nuevos rincones de esta y a aprender el idioma con refugiados que llevaban más tiempo que nosotros. Así, poco a poco nos integramos más y más. El día antes de nuestra revisión, a Beth le empezaron a dar dolores de cabeza y empezó a vomitar. Me asusté mucho, porque era el momento en el que le iba a contar que se nos acababa el dinero, pero por no asustarla, le dije que fuéramos al médico ( con el poco dinero que nos quedaba).

El dinero nos dio justo para pagar la consulta, pero el susto que nos llevamos fue grande: Beth estaba embarazada. Beth se lo tomó con alegría y yo fingía que me agradaba la situación ya que no teníamos dinero para poder mantener a un hijo pero al verla tan ilusionada con tener nuestro hijo buscaría un trabajo para poder cuidarlos.

Después de meses no seguía encontrar el trabajo pero Beth puedo encontrar uno limpiando una casa y cuidando de unos niños, le pagaban poco pero era el suficiente como para poder sobrevivir, yo a veces no comía para así ir acumulando el dinero para cuando viniera nuestro hijo o hija y poco a poco le fuí cogiendo mucho cariño a la personita que tenía Beth en su barriga. Al cabo de unos meses me llamaron para hacer una entrevista para trabajar en una fábrica, fui y me dijeron que lo más seguro es que empezaría a trabajar en unos días. Salí del despacho con una sonrisa de punta a punta deseando contarle a Beth la gran noticia, cuando llegué al portal ví a una señora golpeando fuertemente la puerta y gritando intentando captar la atención de alguien: -Señora, ¿qué hace?- le pregunté preocupado. -Es usted el novio de Beth- dijo. -Sí soy yo, ¿pasa algo? -Venga conmigo corriendo- me dijo mientras me tiraba del brazo. -Pero me quiere decir qué es lo que pasa con Beth- le dije preocupado. No dijo nada en todo el camino, yo estaba cansado de correr tanto hasta que llegamos al hospital, no sabía que estaba pasando pero nada de esto era bueno y ya estaba harto de tanto suspense, me solté de la mano de la señora y le dije: -Me quiere decir que pasa ya!- le dije enfadado. -Beth se ha caído por las escaleras mientras estaba fregando- me dijo mirando el suelo.


Me quedé en shock por unos instantes, pero la mujer me dijo que sabía donde estaba Beth, la seguí por unos pasillos de color azul pastel y entré en una habitación y ahí estaba tumbada, no la quería despertar pero sin querer tropecé con la silla y ella se asustó pero la cara le cambió cuando me vió, me acerqué a ella y le dije: -Tranquila ya estoy aquí. ¿Cómo estás, amor?- le dije. -Mejor pero dolorida de la cadera, el doctor me dijo que tendría que estar en reposo unos meses así que no podré trabajar y no sé de dónde podremos sacar el dinero.dijo preocupada. -Tranquila, acabo de hablar con un jefe de una fábrica- le dije -¿Como que un jefe?- dijo confusa. -Ah sí, hoy acabo de hacer una entrevista para trabajar en una fábrica y me dijeron que posiblemente, en unos días empezaré a trabajar, así que no te preocupes que al bebé lo podremos sacar adelante juntos.- le dije entusiasmado. Fue decir estas palabras y ella empezar a llorar: -¿Qué pasa cariño? ¿No te alegras?- dije confuso. -Contenta estoy pero no sé si tendremos un bebé, el doctor me dijo que el golpe fue fuerte y que puedo haber perdido el bebé- dijo mientras yo veía unas lágrimas recorriendo su rostro. No sabía qué decir pero cuando iba a hablar tocan a la puerta y aparece el doctor, se posa al lado de Beth y le dice que el bebé está a salvo yo abracé a Beth y cuando la solté el doctor ya no estaba pero sí que estaba mi bebe. Después de un mes mi hija nació, tenía los mismos ojos grisáceos de su madre pero los mismos labios que yo, era la niña más guapa del mundo, Amira. Al cabo de un año a Beth le diagnosticaron un cáncer de páncreas del cual no podría sobrevivir ya que no tendría cura, lo pasaba muy mal siempre estaba mareada, vomitando y le dolía todo el cuerpo hasta que un día me encontré a Beth tirada en el suelo, lleve a Amira con la vecina para que la cuidara y llegó la ambulancia para llevarse a Beth. Llegamos al hospital y se la llevaron en una camilla, alejándose de la vida. Al cabo de media hora el doctor salió diciendo que tendrían que desconectar a Beth de la máquina a la que, provisionalmente, estaba su vida aferrada ya que estaba cerca la hora de su muerte. El doctor entró para desconectarla y entré para ver como estaba, estaba sudada y cansada. Estaba en estado vegetativo.

Retrasé su muerte todo lo que pude. La vecina vino corriendo. Me entregó una carta. La leí en voz alta: Edith, si estás leyendo esto, es que mi amiga te ha dado esta carta y que mi cáncer de páncreas ha avanzado más rápido que mi valentía para decirte estas palabras en persona.


Mi amor, espero que soportes este mundo sin la mujer que intentó rescatarte de tu tristeza y que ahora te la devuelve el mundo. Encárgate de soportar mi repentino adiós, de cuidar a nuestra hija, de enseñarle a ser fuerte, valiente, a llorar, a disfrutar, a sonreír y a recordar. Como el padre que tiene ya me salvó también de algún apuro, espero que me salve del infierno que es no poder cuidar a mi hija, verla crecer y que se encargue de recordarle, con una sonrisa, como es su madre, para que nunca olvide y nunca llore. Mis amores, os veré en el cielo. -Te amo -ponía la otra parte de la nota. Dijo mientras sonaba un largo pitido que no podía estar planeado ni por el escritor de tragedias más retorcido y siniestro, me indicaba que se fué.

Las lágrimas inundaron mi alma.

Vi que algo brillante había en su mano; era la medallita con una concha serigrafiada que le regalé con toda la ilusión por su cumpleaños. Fui valiente y pensé en ella. No quería que yo sufriera y en lo único que pensaba era en hacer caso de la carta de mi amor que acababa de dejar mi vida .


Epílogo: Amira y el recuerdo de Beth. -Siento no haberte contado aquel día cómo nos conocimos tu madre y yo, mi corazón en ese momento se partió -le dijo Edith a su hija, el día que tuvo la suficiente valentía para contarle la historia al mundo entero de la mano de la profesora de su infancia que le ayudó a escribir esta novela. -Si hay millones de refugiados que están perdiendo su vida, su casa, su país, por una tontería tan grande como es el dinero, crees que tu problema es tan grande. Si no vives por tu felicidad, hazlo por fastidiar a quien te fastidió un día, en tu caso , el cáncer de páncreas- le dijo a Edith.

*** Con todo el cariño para toda persona que esté pasando un mal momento, espero que pase pronto y que no tenga un final tan triste como mi amada Beth. Este libro va dedicado especialmente a ella Edith ***

Por cada compra de este ejemplar se dona un 5% del dinero recaudado con él (máximo permitido por ley) a la investigación del cáncer de páncreas.

Castellón de la Plana, 13/05/2016 Laura Álvarez Artacho Amador Perez Cabanillas Leticia Silva Do Santos


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