city edge (istambul), bas princen, 2009.
desarrollo de una «vanguardia». Pero, esta vez, la «vanguardia» debería conformarse sobre presupuestos que no son tanto los del avanzar a pesar de todos los inconvenientes que se nos opongan, sino sobre los del saber cómo infiltrarse, rastrear, conocer, informar y actuar. En este sentido, es importante volver a encontrarse con algo en lo que se basó lo mejor del movimiento moderno: la tradición de lo general y colectivo, de lo genérico, tanto en el lenguaje como en la estructura general de la arquitectura. Y en esto el movimiento moderno continuaba con lo mejor de la tradición de la arquitectura clásica, que se fue abandonando por soluciones «artísticas» basadas en lo individual.— La arquitectura de la Metrópolis es, en esencia, y para la vida cotidiana, un conjunto de montajes desordenados que producen, la mayoría de las veces, asociaciones no significativas para el conocimiento general y los sentimientos colectivos. Más bien al revés, tienden a promover la repetición sin experiencia y el temor a lo imprevisto. La Metrópolis no es el desarrollo natural y lineal de un cierto progreso histórico sino más bien el resultado de resistencias y conflictos que se manifiestan en dichos montajes y, en consecuencia, en las asociaciones que ellos producen. Pero, precisamente, de toda esta experiencia casi inabordable que es la Metrópolis, una de las nociones más importantes que podemos utilizar es la de su sistema de composición a través del montaje y de las asociaciones; aprender a tomar decisiones sobre las formas urbanas como un modo de
articularse entre sí de manera abierta pero simbólicamente representativas de los valores más generales. Es posible reorganizar física y significativamente la Metrópolis sobre una base conceptual de asociaciones y montajes que restablezcan el valor del tiempo para la mayoría de la gente que, en la actualidad, solo se ha quedado con su cuerpo y la violencia. En cualquier caso, casi seguramente, hasta que no podamos corregir las nociones hegemónicas de orden y desorden del mercado no será posible desarrollar nuevos procedimientos para su regeneración y transformación.— Wolfang Lotz, en su libro Studies in Italian Renaissance Architecture(14), publicado en 1977, se refiere a los orígenes de las técnicas del proyecto de arquitectura tal como hoy las conocemos y le atribuye a Rafael, en una carta al Papa, la primera descripción de este procedimiento. Es decir, el proyecto de arquitectura como procedimiento se origina en la pintura. Hoy, el resultado de la mayoría de la arquitectura de éxito tiene que ver con la escultura, ordenadores de por medio. Carl Einstein, en uno de sus artículos sobre el arte africano escritos a principios del siglo XX, «La escultura negra», decía con respecto a la escultura tradicional de aquellos años: «La carga emocional abolía la tridimensionalidad; prevalecía el lenguaje personal»(15). Por el contrario, alababa las esculturas africanas porque resolvían la tridimensionalidad «naturalmente» en una forma absoluta; elogiaba que dichas esculturas sabían «fijar la tercera dimensión en un único acto visual
de representación»(16) y el poder percibirlas, en consecuencia, como una totalidad; ensalzaba que fueran aprehendidas «en un “único” acto de integración»(17). Con este análisis, Einstein trataba de justificar y explicar, entre otras cosas, los trabajos de los cubistas sobre la tridimensionalidad en el plano. La arquitectura de hoy no solo es escultórica sino que continúa aquellos caminos de la escultura donde la carga emocional se lleva por delante el verdadero valor de lo tridimensional. La arquitectura necesita de la búsqueda de una auténtica y primitiva tridimensionalidad. Tridimensionalidad que, incluyendo el tiempo de su propia resonancia temporal, solo se puede obtener del volumen definido por la forma (y no por la masa), que se presenta de una vez y para siempre, y se repite sin aura. Tenemos que regresar a la reglas más autenticas del proyecto que están relacionadas, en su origen, con la pintura y con un sistema científico y objetivo de representación. En la búsqueda de una tridimensionalidad colectiva tenemos que entender los criterios escultóricos subjetivos como un empobrecimiento de las reglas esenciales de la arquitectura. — La Metrópolis es una «biblioteca» de cosas «nuevas» y de todos los anacronismos y supervivencias posibles. Es un auténtico campo de experimentación de hechos controlados o no controlados socialmente, de buenas y malas superposiciones, montajes y permanencias. La ciudad clásica, encerrada en su origen entre murallas que le daban límites muy precisos, continúa influyendo en