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Que quede claro que ambos son inseparables [el bienestar de los inquilinos y la obtención de beneficio por parte del propietario], si queremos sacar algo en limpio de esto. El negocio de alojar a los pobres tiene que seguir siendo negocio para que las cosas funcionen, como fue negocio para nuestros predecesores colocarlos donde están. Como caridad, pasatiempo o moda pasajera, fracasará miserablemente, siempre y en todas partes. Es una regla inexorable, aunque ahora se conoce bien en Inglaterra y en Europa continental, y lo saben todos aquellos que han pensado seriamente en el asunto. [...] Cualquier otro planteamiento que no presuponga que el trabajador tiene derecho a disfrutar de un hogar decente y derecho a exigirlo está condenado al fracaso, tiene que haber un intercambio justo entre el dinero de ese hombre y lo que puede permitirse adquirir a un precio razonable. Si se plantea como un acto de caridad se le convertirá en un indigente, por más que se disfrace el hecho, y se le ahogará irremisiblemente en el lodo del que se intentaba rescatarle. Y este principio debe prevalecer en toda planificación137.

El razonamiento de Riis remite aquí más a los argumentos esgrimidos por Thoreau —a propósito de que la caridad no dignificaba al individuo, sino que contribuía a la exaltación del filántropo138—, que a los de Carnegie, aunque compartiría con este último la necesidad de que la filantropía se ejerciera de manera racional. En otro pasaje de la obra, recordaría en términos que aúnan ambas visiones (la de Thoreau y Carnegie), que la solución ante las familias de trabajadores inmigrantes que pasan hambre y ven cómo sus hijos mueren de inanición no son las limosnas, sino la obtención de trabajo y salarios adecuados: La limosna no soluciona estas emergencias en absoluto. Muchas veces agrava incluso el problema, aumentando la pobreza y la degradación cuando la verdadera ayuda debería encaminarse a elevar el amor propio y la independencia de quienes lo padecen. La experiencia de la Sociedad Coordinadora de la Caridad, que, en ocho años, ha sacado a 4.500 familias de la rutina de la pobreza y les ha devuelto una orgullosa aunque modesta independencia, sin limosnas, sino gracias a un sistema de ‘visitas ignorancia el egoísmo encuentra su oportunidad, y los dos juntos crean el barrio bajo”. Véase Jacob A. Riis (1902). The Battle with the Slum, op. cit., pp. 404-405. 137

Véase Jacob A. Riis (2004). Cómo vive la otra mitad, op. cit., p. 330.

138

Véase supra, nota 123.

Las dos mitades de Jacob Riis

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