revista de HISTORIA de la universidad juárez del estado de Durango Num 07

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INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS DE LA UNIVERSIDAD JUÁREZ DEL ESTADO DE DURANGO

07 ENERO-DICIEMBRE 2015

La Revista de Historia de la Universidad Juárez del Estado de Durango, año 7, núm. 7, enero-diciembre 2015, es una publicación anual editada por la Universidad Juárez del Estado de Durango, a través del Instituto de Investigaciones Históricas. Boulevard del Guadiana 501, C.P. 34120, Durango, Durango, México. Teléfono (618) 827-12-41, www.ujed.mx, históricas@yahoo.com. Editor responsable: Ma. Guadalupe Rodríguez López. Reservas de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2009-111211401600-102. ISSN: 2007-3852. Licitud de Título y Contenido No. 14936, otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Permiso SEPOMEX No. PP10-0007. Impresa por MGM Impresos, este número se terminó de imprimir el 30 de diciembre de 2015 con un tiraje de 1000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización del Instituto Nacional del Derecho de Autor.


R E V I S T A

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J U Á R E Z

NUEVA ÉPOCA, NÚMERO 7, ENERO-DICIEMBRE 2015

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E S T A D O

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D U R A N G O ISSN: 2007-3852


CONSEJO EDITORIAL

DIRECTORIO

Dra. Marie-Areti Hers. UNAM

M.C. Óscar Erasmo Návar García

Dra. Chantal Cramaussel Vallet. Colmich

RECTOR DE LA UNIVERSIDAD JUÁREZ

Dr. Manuel Miño Grijalva. Colmex

DEL ESTADO DE DURANGO

Dr. José Francisco Román Gutiérrez. UAZ Dr. Mario Cerutti. UANL

Dr. Miguel Vallebueno Garcinava

Dr. Samuel Ojeda Gastélum. UAS

DIRECTOR DEL INSTITUTO DE

Mtra. María Guadalupe Rodríguez López. UJED

INVESTIGACIONES HISTÓRICAS. UJED

Dr. Luis Carlos Quiñones Hernández. UJED Dr. Miguel Vallebueno Garcinava. UJED

Mtra. Ma. Guadalupe Rodríguez López EDITOR RESPONSABLE

CONSEJO ASESOR Dr. José de la Cruz Pacheco Rojas. UJED Mtra. Bridget Zavala Moynahan. UJED Mtra. Cynthia Teresa Quiñones Martínez. UJED Dra. Beatriz Elena Valles Salas. UJED Mtro. Mauricio Yen Fernández. UJED Mtra. Tania Celiset Raigosa Gómez. UJED

Coordinación editorial: María Guadalupe Rodríguez López Corrección editorial: Natalia Mata Navarrete Fotografías de portada y entradas: Daniel Quezada H.


con t en i d o 11 Don Bernardo Antonio de Bustamante y Tagle (1708-1773), reformador de los presidios y fundador de Nuestra Señora de las Caldas de Huejuquilla

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La presencia tarasca en el norte de la Nueva España: siglo xvi y primera parte del xvii

La “palabra conquistadora” y la transformación de los modos de vida indígena en la provincia de Sinaloa (siglo xvii)

josé luis punzo díaz

wilfrido llanes espinoza

celso carrillo valdez, chantal cramaussel

81 Al norte del norte: Nuevo México en la esfera político-comercial de los Estados Unidos (1821-1848) ricardo león garcía

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109 El proceso del estanco y la fábrica de tabacos en el estado de Zacatecas como parte del proyecto fiscal de la hacienda pública, 1824-1835

La explotación forestal en Santa María Ocotán y Xoconoxtle en el siglo xx onésimo soto soto

adolfo trejo luna

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miscelánea

187 Biografía de un espacio educativo. El primer doctorado en la Universidad Autónoma de Zacatecas: rupturas y continuidades emilia recéndez guerrero

Personajes de la sierra tepehuana: Don Calixtro Contreras, el jefe de la danza de San Francisco de Lajas, Dgo. chantal cramaussel

193 Durango en 1914 La guerra, el trabajo y el ocio ma. guadalupe rodríguez lópez



PRESENTACIÓN Las crecientes exigencias a la vida académica para uniformar la manera de hacer las cosas, aunadas a la necesidad propia de mejorar lo que hacemos, nos llevan a incorporar, a partir de este número, una síntesis en español y en inglés de cada uno de los trabajos publicados. Esta ligera mejora nos ayudará a facilitar la difusión de sus contenidos, al tiempo que nos permitirá avanzar en el proceso de incorporación de nuestra Revista en los índices de las publicaciones académicas de calidad. Cumplir con este requisito formal es lo menos que debemos hacer por los colegas, quienes, con sus colaboraciones, han dado muestra no sólo de sus preocupaciones intelectuales sino también de su solidaridad académica, con lo que han contribuido a la permanencia y al crecimiento de esta publicación. En este séptimo número de la Revista de Historia de la Universidad Juárez del Estado de Durango, la inserción de los resúmenes de cada colaboración obvia la tarea de la editora responsable de hacer en la presentación una síntesis del contenido. Sin embargo, haremos mención de algunos de los rasgos más destacables en esta edición. La Revista abre con tres artículos de una gran calidad, los tres de los siglos xvi al xviii sobre el mundo indígena en el norte de la Nueva España Chantal Cramaussel y Celso Carrillo, investigadores del Colegio de Michoacán, en un texto ampliamente documentado, se sirven de un personaje: Bernardo Antonio de Bustamante y Tagle, fundador del presidio de Huejuquilla, antecedente de la actual Ciudad Jiménez (Chih.), para dar cuenta de los cambios en la estructura poblacional del septentrión a mediados del siglo xviii, a partir de la transformación de los presidios en asentamientos civiles, tarea en la que fue decisiva la figura de Bustamante. José Luis Punzo, del Centro inah-Michoacán, habla del papel de los habitantes del Señorío Tarasco frente a la presencia española, también en el norte de Nueva España. Ante los intereses conquistadores y colonizadores de los españoles, los tarascos actuaron como aliados, en contra –la mayoría de las veces– de otros grupos indígenas, asumiendo ante ellos patrones colonizadores propios de los españoles. Wilfrido Llanes, profesor-investigador de la Facultad de Historia de la uas, entrega a los lectores una crítica reflexión sobre la Compañía de Jesús en la provincia de Sinaloa en el siglo xvii que –en sus palabras– busca entender la “transformación de los modos de vida” ocurridos a partir de “el entrecruzamiento del discurso moralizador empleado por r e v i s ta d e h i s t o r i a d e l a u j e d , n ú m e r o

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los jesuitas con las prácticas cotidianas de los indígenas....” Llanes sustenta su trabajo en un amplio abanico de versiones teóricas e históricas sobre el tema que aborda. Estos tres trabajos iniciales son novedosos aportes sobre una temática común, hechos a partir de visiones multidisciplinares, en las que confluyen la arqueología, la antropología, la historia y la etnohistoria. Siguen en el orden dos valiosos trabajos sobre el xix, ambos formulados desde la historia económica y social. Ricardo León, investigador de la uacj, con su texto sobre Nuevo México en la esfera político-comercial de los Estados Unidos (1821-1848), busca entender cómo los pobladores del Nuevo México, en el período que perteneció a la jurisdicción de México, se vincularon a los circuitos mercantiles estadounidenses; desde la historia regional, ve cómo los apremios políticos del centro del país, en calidad de “intereses nacionales”, se confrontaban con las necesidades económicas de las lejanas provincias de Nuevo México y Chihuahua. Finalmente, plantea la necesidad de recuperar la historia de Nuevo México, escrita hasta hoy por los norteamericanos, con sus valoraciones y juicios propios. Para la misma época, Adolfo Trejo se ocupa del estanco y fábrica de tabacos en Zacatecas, entre 1824 y 1835, en un ordenado texto en el que describe y analiza el proceso de estatización y posterior privatización del estanco del tabaco. Trejo es un joven recién doctorado que logra hacer un aporte significativo a la historia económica de Zacatecas, en las primeras décadas del xix. Una historia forestal y ambiental del siglo xx y una historia de la educación del xx e inicios del xxi cierran el cuerpo principal de la Revista. Onésimo Soto nos remite a Santa María Ocotán y Xoconoxtle, comunidad tepehuana perteneciente al municipio del Mezquital, en Durango, para hablar de la explotación forestal en esa región. Onésimo explica el papel que, en la historia forestal y ambiental de la región, jugó la abigarrada red de instituciones, organismos e intereses que, de mediados del siglo xx a inicios del xxi, participaron como actores de la explotación del bosque en Santa María Ocotán y Xoconoxtle. (Onésimo Soto es alumno recién egresado de la Maestría en Ciencias y Humanidades de la ujed.) Emilia Recéndez, desde una visión metodológica “cualitativo-biográfica”, en una suerte de autobiografía académica reconstruye y analiza la historia del primer doctorado en la Universidad Autónoma de Zacatecas. ¿Renovación o reciclaje?, se pregunta la autora, tras analizar los distintos momentos de construcción del programa académico que aborda en su colaboración. La sección Miscelánea incluye una nueva aportación de Chantal Cramaussel sobre personajes de la sierra tepehuana. En un texto corto, con una clara mirada antropológica, Chantal rescata las vivencias del jefe de la danza de San


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Francisco de Lajas, don Calixtro Contreras. Con ello rescata segmentos de una cultura que vive, cotidianamente, una lucha por su conservación, a lo que contribuye esta nueva aportación de Cramaussel. Ma. Guadalupe Rodríguez cierra la edición con un texto leído en el Coloquio “México 1914”, en el que, con base en la prensa de ese año, la autora busca identificar los recursos a que hubieron de acudir los durangueños para sobrevivir la revolución en aquel año. El conflicto armado, el trabajo y la diversión fueron tres madejas con que se tejieron los días y las horas de los durangueños en 1914. Y de eso trata el texto citado. A nuestros colaboradores y a nuestros lectores enviamos un agradecimiento. Damos la bienvenida a las páginas de esta revista a los colegas re-encontrados, así como a los jóvenes que se inician en la maravillosa tarea de escribir la historia. Un reconocimiento, igualmente, a Elvira Hernández por su inestimable apoyo en el proceso de recepción de trabajos y comunicación con los autores.

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Ma. Guadalupe Rodríguez López



DON BERNARDO ANTONIO DE BUSTAMANTE Y TAGLE (1708-1773), REFORMADOR DE LOS PRESIDIOS Y FUNDADOR DE NUESTRA SEテ前RA DE LAS CALDAS DE HUEJUQUILLA Celso Carrillo Valdez y Chantal Cramaussel*

* Investigadores de El Colegio de Michoacテ。n. Recepciテウn: junio 30 / Aceptaciテウn: agosto 7


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Resumen La biografía del fundador del presidio de Huejuquilla que dio origen a la actual Ciudad Jiménez, en el estado de Chihuahua, muestra la carrera militar de un peninsular que supo abrirse camino en las Indias gracias a una red de paisanos y parientes. En ese personaje recayó, además, la tarea de suprimir la mayor parte de los presidios existentes en la Nueva Vizcaya. A cambio, en Huejuquilla se instaló una compañía volante que contribuyó, al igual que los presidios, al poblamiento de una región atravesada por el Camino Real de Tierra Adentro pero que confinaba con el Bolsón de Mapimí, donde habitaban indios de guerra.

Abstract The biography of the founder of Huejuquilla, who gave rise to the future Ciu­ dad Jimenez in the state of Chihuahua, illustrates the military career of an Iberian man who made his way through The Indies thanks to a network of countrymen and relatives. This figure was responsible for the task of suppressing most of the existing presidios in Nueva Vizcaya. In exchange, a compañía volante was established in Huejuquilla that contributed, as presidios did as well, to the population of a region on the path of the Camino Real de Tierra Adentro, while closing off the Bolsón de Mapimí, inhabited by warlike Indians.

Palabras clave Huejuquilla, carrera militar, presidios, compañía volante, poblamiento, camino real, Mapimí

Keywords Huejuquilla, military career, presidios, compañía volante, settlement, Camino Real, Mapimí


Foto: Celso Carrillo Valdez, 2012.

Estatua ecuestre de don Bernardo de Antonio de Bustamante y Tagle, en Ciudad Jiménez, Chih.

La actual Ciudad Jiménez, situada al sur del estado de Chihuahua, a orillas del Río Florido, se estableció en el lugar donde se fundó el 4 de enero de 1753 el presidio de Santa María de las Caldas de Huejuquilla, pero hasta ahora se desconocían las diligencias de esa erección, que efectuó Bernardo Antonio de Bustamante y Tagle, su primer capitán.1 Se han publicado, por otra parte, muy pocos datos biográficos acerca de ese personaje que cumplió una función muy importante en la Nueva Vizcaya porque en 1751 el virrey de la Nueva España le encargó suprimir la compañía volante estacionada en San Bartolomé2 (ahora Valle de Allende, Chih.), así como los presidios de El Gallo,3 Mapimí, Cerro Gordo y Conchos. Conocer mejor la vida de Bustamante permite, por lo tanto, comprender mejor un proceso de gran trascendencia en una región donde la historiografía suele considerar las misiones y los presidios como fundamentales en el proceso de colonización. Vale la pena, detenerse en la supresión de la mayor parte de los presidios del septentrión a mediados del siglo xviii, antes de que se implementaran de lleno las reformas borbónicas. La trayectoria de Bustamante y Tagle es propia de los hombres que optaban por la carrera de las armas y estaban bien relacionar e v i s ta d e h i s t o r i a d e l a u j e d , n ú m e r o

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1. Esta documentación fue encontrada por Celso Carrillo en las oficinas del ejido de El Gallo, Dgo. Es probable que se hayan quedado las diligencias efectuadas por Bustamante en todos los presidios suprimidos a mediados del siglo XVIII, así como en el archivo de Ciudad Jiménez. Francisco R. Almada, quien no cita sus fuentes, parece haber consultado parte de ésta, quizá en Ciudad Jiménez (Francisco R. Almada, s. f.). El mismo autor no menciona a Bernardo Antonio de Bustamante en su diccionario, publicado en 1968. 2. Sobre esa compañía volante, ver Chantal Cramaussel, en prensa. 3. Acerca del presidio de El Gallo, los autores del presente artículo tienen un libro en preparación.


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4. No se ha encontrado su acta de nacimiento, pero posiblemente nació en Madrid cuando su padre se desempeñaba como abogado de los consejos del rey. 5. El Partido del Bastón de Laredo comprendía las cuatro villas de la costa cantábrica: la provincia de Liébana, el corregimiento de Villarcayo, el partido de Castilla la Vieja en Burgos y el partido de Miranda de Ebro. 6. Biblioteca del Estado de Jalisco, Archivo del Juzgado de Bienes de Difuntos, Juicio del abintestato seguido sobre los bienes de don Bernardo Antonio de Bustamante y Tagle, capitán del real presidio de Hujuquilla, año 1778, exp. 1, caja 123, progresivo 1484. 7. ES. 28079, Archivo Histórico Nacional (Madrid, España), 1.1.11.4.6, Inquisición 1275, exp. 12.

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8. Biblioteca del Estado de Jalisco, Archivo del Juzgado de Bienes de Difuntos, C-113-5-839 y C-122-1-896. Juicio testamentario del capitán Bernardo Antonio de Bustamante y Tagle, tramitado de 1781 a 1790.

dos con las autoridades provinciales. De origen peninsular, nunca volvió a habitar la tierra de sus padres. Permaneció 47 años en el septentrión novohispano, de 1726 hasta su muerte, en 1773. Al igual que muchos, aprendió el oficio sobre la marcha y sus conocimientos militares adquiridos con la experiencia le permitieron ascender y ocupar posiciones de mando. Aunque se ha remarcado la importancia de los militares de carrera en el gobierno de las Indias en la segunda mitad del siglo xviii, no todos lo eran, y, si bien Bustamante era peninsular, fue en América donde se abrió camino, aprovechando redes de paisanos y amigos, al igual que los emigrantes del siglo anterior. BIOGRAFÍA DE BERNARDO ANTONIO DE BUSTAMANTE Y TAGLE (1708-1773) Don Bernardo Antonio de Bustamante y Tagle era “natural de la villa y corte de Madrid”, donde nació, en 1708,4 pero se dijo “oriundo de las montañas de Burgos, en el Bastón de Laredo,5 en el obispado de Santander”, al norte de España, de donde era sin lugar a dudas originaria su familia.6 Su madre se llamaba doña María Antonia Bracho Bustamante Calderón. Su padre, el licenciado don Juan Antonio de Bustamante y Tagle, se desempeñaba como abogado de los consejos del rey, consultor del Santo Oficio y capitán a guerra de Sepúlveda, Ciudad Real, Villarcayo y Aranda de Duero; había sido corregidor de Aranda en la provincia de Burgos, y en Sepúlveda, en la de Segovia, a principios del siglo xviii.7 Bernardo Antonio tuvo diez hermanos: Juan Alonso (el mayor), Juan Antonio, María Antonia, Pedro, Pedro Isidro, José Antonio, Josefa, Juliana, Rosa y Ana María.8 Al parecer, Bernardo zarpó junto con dos hermanos suyos, Pedro Isidro y José Antonio, hacia las Indias Occidentales, a donde arribó en 1726. Cuando dejaron la península, sus padres eran ya mayores: doña María Antonia ya tenía 49 años y, por la esperanza de vida de la época, estaba al final de su vida; su esposo, el licenciado Bustamante, tenía probablemente más edad aún. Para los miembros de familias numerosas cuyos padres no podían garantizar el porvenir en el Viejo Mundo, emigrar fue siempre una opción posible. El primogénito solía quedarse con la mayor parte de los bienes de sus progenitores; los demás no siempre tenían


d o n b e r n a r d o a n t o n i o d e b u s ta m a n t e , r e f o r m a d o r d e p r e s i d i o s

9. “España, Diócesis de Santander, registros parroquiales, 15381985”, images, Family Search (https://familysearch.org/pal:/ MM9.3.1/TH-1961-41912-15441838?cc=2078544&wc=SDGP- 3YM:35 7504401,361144301,1340247309,1 340359827 (consulta: 5 de julio de 2015), España, Diócesis de Santander, registros parroquiales, 1538-1985 > España, Diócesis de Santander, registros parroquiales, 1538-1985 > Cantabria > Villapresente > Villapresente > Padrón de habitantes 1745 > image 4 of 10; Archivo Histórico Provincial de Cantabria, Santander (Historical Archive of Cantabria Province, Santander). 10. Ebrigh y Hendricks, 2006: 70. Estos autores suponen que Juan Domingo era tío de Bernardo; fue teniente de gobernador de 1722 a 1729. 11. Su juicio de residencia fue favorable, aunque se comprobó que también participaba del contrabando, por lo que se le impuso pagar los gastos del juicio, llevado a cabo por su sucesor, como era costumbre. 12. El marqués de Altamira (recibió ese título en 1704) se llamaba Luis Sánchez de Tagle, y su sobrino, Pedro Sánchez de Tagle y Bustamante. El hermano del marqués era inquisidor general de la Nueva España. La familia tenía bienes en Zacatecas, Fresnillo y Sombrerete. Pertenecía a la misma familia el conde del Álamo, quien financiaría el presidio de El Pasaje (Osante, 2012: 106-109). 13. Sobre el camino real de tierra adentro, ver Cramaussel, 2006a: 299328. Isidro fue después receptor del real fisco del Santo Oficio, de 1756 a 1764, pero en 1748 estaba en Santa Fe. Firmó como testigo cuando su hermano fue enviado para que refundara el pueblo de Sandía (Congressional Series 1857, vol. 899). Hay varios documentos sobre Isidro de Bustamante en el ramo Inquisición del AGN: Inquisición 1756, exp. 1076, f. 304 (nombramiento como receptor del real fisco), 1759, exp. 1, ff. 1-110 y 26 (caja 6294).

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suficientes bienes para contraer matrimonio y pasaban a pertenecer a la Iglesia. Así, en España, dos hermanos de Bernardo se quedaron célibes: a Pedro le dieron una capellanía, era clérigo de los reales consejos, y Rosa recibió una dote para hacerse monja. En cambio, María Antonia, a quien su madre llama “doña María” en su testamento, se casó con Manuel Fernández de Pumares Velarde, una persona de alcurnia que estaba “en servicio de su majestad en la ciudad de Barcelona”, en 1745. Esta alianza matrimonial fue al parecer reforzada por el enlace de Juan Antonio de Bustamante y Tagle (hermano de nuestro personaje, quien fue alcalde ordinario de Villapresente a mediados del siglo xviii) con una pariente de Manuel Fernández, llamada Clara Rosa Velarde Ceballos;9 a un hijo de esta última pareja heredaría sus bienes nuestro biografiado. Los hermanos Bustamante no iban a estar solos allende el Atlán­tico, pues un tío suyo, llamado Juan Domingo de Bustamante y Tagle, que había sido nombrado gobernador del Nuevo México en 1722,10 les ofreció su protección. Durante su mandato, que se prolongó hasta 1731, Juan Domingo Bustamante reguló el comercio con los indios que habían entrado en tratos con los franceses de la Luisiana y ponían en peligro el imperio español; era a todas luces un hombre muy poderoso de los que la Corona no podía prescindir (Bancroft, 1962: 238-242).11 Aprovechó su posición y mandó traer de España a sus sobrinos para construir un clan familiar propio, aunque tal vez muy ligado al poderoso grupo de parentesco santanderino de los Tagle, mercaderes de la plata con fuertes intereses en el norte novohispano (Del Valle Pavón, 2011).12 La formación de cadenas migratorias con base en el paisanaje o el parentesco era entonces muy común; permitía a los emigrantes no caer en la miseria al arribar a América, como les sucedió a muchos que habían invertido todo su caudal en la travesía y tuvieron que entrar al servicio de otros para sobrevivir. Pero éste no era el caso de los tres hermanos Bustamante, quienes dirigieron sus pasos hacia la provincia que dirigía su pariente. Alcanzaron, después de un periplo de seis meses, “el Nuevo México”.13 El viaje en carreta por los malos caminos que atravesaban inmensas regiones sin conquistar, pobladas por indios que tenían la fama de ser muy belicosos, tuvo que haber sido agotador. Sin embargo, la esperanza que animaba a los españoles que querían

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14. Archivo General de la Nación (AGN, en adelante), Indiferente de Guerra, caja 3587, exp. 9, 1751: Parte de la petición de Bernardo Antonio de Bustamante Tagle para nombrar capitán del presidio de Cerro Gordo. Se incluye el nombramiento.

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15. Biblioteca del Estado de Jalisco, Archivo del Juzgado de Bienes de Difuntos, Juicio del abintestado seguido sobre los bienes de don Bernardo Antonio de Bustamante y Tagle, capitán del real presidio de Hujuquilla, año 1778, exp. 1, caja 123, progresivo 1484.16. La visita duró tres años y medio. Para un resumen de ese reglamento expedido en 1729, ver Carrillo, 2013: 13.

hacer fortuna en América era más fuerte que el cansancio y el miedo reunidos. De 1726 a 1729, Bernardo de Bustamante se desempeñó primero como soldado raso, quizá para adquirir los conocimientos necesarios, o porque su tío no podía colocarlo desde el inicio en un puesto de mando por su total falta de experiencia así como por su juventud, ya que tenía sólo 18 años al pisar las tierras americanas. A los 21 años obtuvo el nombramiento de alférez y luego fue teniente de capitán en el presidio de Santa Fe, en Nuevo México.14 En un inicio, la carrera ascendente de Bernardo se debió también, en parte, a su alianza matrimonial, en 1728, con doña Feliciana de la Vega Lazo Vique y Coca, la cual era natural de Santa Fe. Este casamiento, que se celebró tan sólo dos años después de la llegada de Bustamante a Santa Fe, favoreció su posición social en el alto Río Bravo. Todos los peninsulares que buscaban el éxito en las Indias Occidentales buscaban vincularse así con la élite local. Para su familia política era una manera de tejer lazos con un peninsular considerado cristiano por los cuatro costados y libre de mezclas de sangre. Además, ese nuevo miembro de la familia los necesitaba para abrirse paso en la región; por ello, su fidelidad al clan familiar estaba asegurada. Como lo aclara en su testamento, Bernardo de Bustamante no tenía más bienes que sus “armas, caballos, municiones y ropa blanca y de encima”, pero la Corona, que no pagaba a tiempo los salarios de los soldados, le debía 500 pesos; esa deuda era todo su capital dos años después de haberse establecido en Santa Fe. En cuanto a su esposa, no aportó dote sino sólo “su ropa decente y cama”, pero heredó después otros bienes, como lo corrobora el testamento que se anexa al final del presente artículo.15 El año en el que llegó Bustamante a comprar su placa de soldado fue crucial en la vida de los presidios del septentrión novohispano. Corresponde con la visita a los presidios por Pedro de Rivera, enviado al norte de la Nueva España por la Corona en 1726, para ver si cumplían con los objetivos fijados por el rey. Las conclusiones y recomendaciones de Pedro de Rivera al monarca fueron devastadoras, y condujeron a la expedición de un reglamento con el que se trató de acabar con abusos de todo tipo (Rivera, 2004).16 Pero los presidios habían sido puestos en tela de juicio y, ante las dificultades financieras del gobierno español,


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17. Las diligencias se encuentran en: Congressional Series 1857, vol. 899: 61, 62; aquí se establece formalmente la misión con acuerdo de los vecinos españoles circunvecinos. 18. AGN, Indiferente de Guerra, caja 3587, exp. 9. 19. Emerson Twitchel, 2008, The Spanish Archives of Nuevo Mexico, Sunstone Press, Santa Fe: 345-346. 20. Ibíd. Parte de la petición de Bernardo Antonio de Bustamante y Tagle para nombrarlo capitán del presidio de Cerro Gordo. Este documento incluye el nombramiento. El informe acerca de la muerte de Campillo se encuentra en el Archivo Histórico Municipal de Chihuahua, Fondo Colonial, Secretaría de gobierno, 1751, exp. 11, c. 1: Carta de José de la O, sargento del presidio del Valle de San Buenaventura, acerca del trágico resultado de la emboscada tendida por los indios enemigos al capitán de Cerro Gordo, don José Sánchez del Campillo. 21. Los documentos acerca de la fundación de ese presidio fueron publicados por Polzer y Naylor, 1986, vol. 1: 335-367.

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que pagaba salarios a soldados y oficiales, su existencia misma estaba amenazada. Sin embargo, Bernardo de Bustamante siguió por muchos años más en el oficio de las armas y los cargos que obtuvo fueron cada vez más importantes y prestigiados. Después de ser teniente del capitán del presidio de Santa Fe, fungió como teniente general del gobernador Joaquín Codallos y Rabal, aunque no se sabe si ejerció ese cargo durante todo el tiempo del mandato de ese último (1743-1749) ni si radicaba en Santa Fe. Estaba viviendo tal vez en El Paso, ya que en 1740 fue propuesto para capitán del presidio de ese lugar, aunque no obtuvo el nombramiento. En ausencia del gobernador, como teniente del mismo, Bernardo de Bustamante era la máxima autoridad del reino de Nuevo México. En 1748, fue comisionado por el gobernador titular para refundar, con 70 familias de indios moquinos (350 personas), el pueblo de Nuestra Señora de los Dolores y San Antonio de Sandía, al este del Río Grande y al norte de la actual ciudad de Alburquerque.17 Tres años después era todavía “teniente general de gobernador y capitán general de la provincia de la Nueva México”.18 Su hermano José Antonio también se había abierto camino en Nuevo México, pues lo encontramos en 1750 como alcalde mayor de Santa Fe.19 El 26 de diciembre de 1750, nuestro personaje fue propuesto por el gobernador de la Nueva Vizcaya, don Juan Francisco de la Puerta y Barrera, para ocupar el cargo de capitán vitalicio del presidio del Cerro Gordo (hoy Villa Hidalgo, Dgo.) al fallecer el capitán don Joseph Sánchez del Campillo, muerto a manos de los indios enemigos cerca de San Buenaventura (ahora en el estado de Chihuahua) cuando trataba de recuperar la caballada robada a vecinos de dicha villa. El gobernador menciona “sus ventajosos méritos por su espíritu, correspondiente espera y cabal práctica y conocimiento de presidios, frontera, manejo y tratamiento de armas contra los indios.”20 San Miguel de Cerro Gordo había sido el primer presidio fundado en 1646 para proteger el camino real de tierra adentro que enlazaba el septentrión con la gobernación de la Nueva España.21 Ese camino pasó a ser “carril”, es decir, camino apto para el tránsito de las pesadas carretas que transportaban mercancías entre México y el entonces muy próspero real de San José del Parral, descubierto en julio de 1631. Prácticamente todo el comercio hacia el norte era monopolizado por los merca-

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22. Deeds, 2003, estudió esa secularización. 23. De esto se quejó el marqués de Altamira en su “dictamen sobre los presidios en Nueva Vizcaya, del 25 de febrero de 1751: AGI, 191, transcrito en Osante, 2012, apéndice IV: 207-232.

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24. No hemos podido identificar a esos indios en la bibliografía acerca de Sinaloa. Tenían, probablemente, un nombre derivado de topónimos indios que desparecieron con el tiempo.

deres de la ciudad de México, que intercambiaban bienes manufacturados producidos en la Nueva España y en la península por las barras de plata de los mineros (Cramaussel, 2006b: 337-348). Los soldados del presidio eran los encargados de protegerlos de los indios de guerra que asechaban a los transeúntes en los años cuarenta del siglo xvii, cuando atravesaban los inmensos despoblados entre la provincia de Santa Bárbara y Zacatecas. En los presidios también se abastecían y se alojaban los viajeros (Porras Muñoz, 1980). Además de encargarse de la supresión de los presidios que resumimos a continuación y de fundar uno nuevo en Huejuquilla, a Bernardo de Bustamante le tocó efectuar la visita de “la Topia y Tarahumara”, donde la compañía de Jesús entregó 22 misiones al obispado en 1753.22 Las visitas se hacían antes con poca frecuencia a pesar de que hubieran debido ser anuales.23 Se le solicitó al capitán empadronar a la población de esas antiguas misiones, así como la de los ranchos circunvecinos. Asimismo, se le encomendó reducir “a pueblos a los barbarocos, javahuatas y amorivas” en la provincial de Sinaloa.24 La función del capitán de la compañía volante no se limitaba, por lo tanto, a cuidar del presidio y del camino real; debía acudir a todos los lugares donde el vecindario se encontraba desprotegido. En la relación que envió al virrey en 1753 acerca del presidio de Santa María de las Caldas, señalaba que los trabajos de construcción estaban prácticamente detenidos porque en tres ocasiones había tenido que ir a socorrer con su tropa al vecindario de San Felipe el Real de Chihuahua, que era amenazado de continuo por los apaches. Don Bernardo dedicó los veinte años que le restaban de vida al mando de la compañía volante, guerreando contra los rebeldes a lo largo y ancho de la Nueva Vizcaya y cuidando el camino real de tierra adentro. A la hora de la muerte, que lo sorprendió a la edad de 63 años, se decía “avanzado de edad, enfermo y muy trabajado en el rol del real servicio y acometido de varias dolencias cuasi diarias” que lo ponían de continuo en peligro de perder la vida. Cuando falleció don Bernardo Antonio de Bustamante y Tagle, en el presidio de Huejuquilla, el 15 de enero de 1773, era ya viudo; su esposa había pasado a mejor vida el 4 de septiembre de 1762. Los dos parecen haber sido muy piadosos. Feliciana de


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25. Familiserch.org. Archivo parroquial de Nuestra Señora de las Caldas (Ciudad Jiménez, Chih.). Partidas de entierro de Bernardo Antonio de Bustamante y Tagle y de Feliciana Lazo de la Vega. 26. Como lo hacen constar las partidas conservadas en el archivo parroquial de Santa Fe, Rosa se casó el 14 de enero de 1758 con Antonio Joseph Ortiz en la iglesia de San Francisco en Santa Fe y tuvo 10 hijos. Josefa se unió con Nicolás Ortiz y procrearon 5 hijos. Es probable que los esposos fueran hermanos. Ese tipo de alianza doble era muy común en la época colonial.

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la Vega, en su testamento dictado ante su esposo y su hermano Antonio, mandó hacer un retablo a San Antonio en su villa natal de Santa Fe en Nuevo México y decir 800 misas rezadas, además de donar una custodia, un sagrario de madera y una lámpara de plata a la iglesia del presidio. En cuanto a Bernardo de Bustamante, pertenecía a la orden terciaria en Santa Fe y era mayordomo de la cofradía del Divinísimo Señor Sacramentado y Nuestra Señora de la Conquista del Rosario. Ordenó establecer una finca perpetua sobre sus bienes para cubrir los gastos de aceite y cera en el mismo templo. Mandó decir, además, dos novenarios anuales, uno a Nuestra Señora de los Dolores y otro a Nuestra Señora de la Luz, en sus respectivos altares de la iglesia de Santa María de las Caldas, así como dos misas anuales de réquiem, una para su propia alma y otra para la de su esposa, y otra más en la misión cercana de Santa Buenaventura de Atotonilco.25 Como lo especifica don Bernardo en su testamento, que no alcanzó a firmar, por lo que fue declarado abintestato, no tuvo descendientes directos. Su única hija, Juliana Rosa, murió a corta edad, pero crió a dos sobrinas llamadas Josefa y Rosa, las cuales heredaron su casa en la villa de Santa Fe, en Nuevo México; esta propiedad comprendía dos huertas, así como más de 300 ovejas y algunos carneros que eran de su esposa difunta.26 En el documento donde manifiesta su última voluntad, Bernardo de Bustamante menciona a otras dos personas del mismo apellido. Una de ellas, Juan Díaz de Bustamante, era el sobrino de José de Berroterán, quien había sido capitán vitalicio del presidio de Conchos, y al segundo, Nicolás de Bustamante, lo nombra albacea, junto con Francisco González de Rueda, avecindado en Parral, y con Antonio Gutiérrez Castillo, radicado en la villa de San Felipe el Real de Chihuahua. En 1770, otro hermano de Bernardo, José Antonio, llegó de España para establecerse en Huejuquilla, donde se casó con Josefa Rodela, muy probablemente pariente del último capitán de la compañía volante de San Bartolomé (Cramaussel, en prensa). Los Bustamante parecen haberse constituido en red familiar y probablemente de negocios al mismo tiempo, como solía suceder en la época. Don Bernardo era además compadre de Joseph Sagarribay y Carlos José de Ascue y Arméndariz, próspero hacendado de la provincia de Santa Bárbara. Bustamante no pasaba todo su tiempo en el presidio; había adquirido una casa

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Parte del testamento muy detallado dictado por Bernardo Antonio de Bustamante en enero de 1773, donde se dice que guarda sus dientes en una bolsita de gamuza. (Ver el documento completo al final del presente artículo.)

27. Biblioteca del Estado de Jalisco, Archivo del Juzgado de Bienes de Difuntos, Juicio del abintestato seguido sobre los bienes de don Bernardo Antonio de Bustamante y Tagle, capitán del real presidio de Hujuquilla, año 1778, exp. 1, caja 123, progresivo 1484. Anexamos su testamento, que tiene lujo de detalles, al final del presente artículo.

principal en más de tres mil pesos en San Bartolomé, lugar de residencia por excelencia de los ricos de la región, donde se celebraba una feria anual. Bernardo Antonio de Bustamante y Tagle no había acumulado más de 25 mil pesos, pero tenía bienes y deudas que enumera en su testamento; estaba en compañía por 5 mil pesos con un comerciante de Parral y tenía tratos con personas de Chihuahua, Valle de San Bartolomé, Aguascalientes, Mapimí, y Durango.27 Era,


Archivo parraoquial de San José del Parral: partida de entierro de Bernardo de Bustamante y Tagle del 7 de enero de 1773 en la que se hace constar que deja por heredero a don Juan Antonio Velarde, en el reino de España. En América no tenía descendientes directos.

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28. La capilla de Nuestra Señora de la Guarda, ahora con el nombre de Nuestra Señora del Carmen, se encuentra en Villapresente en el municipio de Reocín, Cantabria.

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29. Ibíd.

además, propietario de una tienda en el presidio. Como todos los capitanes que cobraban en la real caja por sus soldados y les pagaban en género, en ese establecimiento se abastecían también, desde luego, los trajinantes del camino real. Según el testimonio de un sobrino suyo que era alférez en el mismo presidio, y otros testigos más que confirmaron la última voluntad del capitán, quien ya no pudo suscribir de su puño y letra su testamento por estar ya moribundo, Bernardo de Bustamante y Tagle legó sus bienes al hijo de su hermano Juan Antonio, llamado Juan Antonio de Bustamante Velarde, en quien había recaído el mayorazgo de la casa de Reocín y Villapresente en las montañas de Burgos; a este último le encargó reedificar en su nombre la capilla de Nuestra Señora de la Guarda.28 Fue especialmente generoso con los cuatro sobrinos suyos que vivían en la Nueva España y con los soldados que habían servido en el presidio de Huejuquilla. Ordenó se repartieran a esos últimos 5 mil pesos y dio 2 mil más al vecindario del presidio. También heredaron dinero los mozos, la cocinera y las indias (una de las cuales era apache) que vivían en su casa. Sin embargo, es probable que todas esas personas no vieran nunca el dinero que don Bernardo les destinó a la hora de su muerte. Sus albaceas tuvieron que saldar primero las deudas que tenía con sus acreedores; además, parte de su caudal consistía en deudas por cobrar, y si bien se solía recuperar el dinero, el costo de las diligencias necesarias para ello consumían con frecuencia lo recaudado.29 LA SUPRESIÓN DE LOS PRESIDIOS (1751-1753) A pesar del reglamento de los presidios expedido en 1729 después de la visita de Pedro de Rivera, éstos seguían en entredicho dos décadas después. Bernardo de Bustamante supo tal vez de la respuesta del marqués de Altamira al virrey, quien le había solicitado su parecer: En carta de diez de julio del año pasado de 1751, participó Vuestra Excelencia había tenido por conveniente suprimir los cinco presidios nombrados Mapimí, El Gallo, Cerro Gordo, Valle de San Bartolomé y Conchos, que cubrían la Nueva Vizcaya, subrogando en su


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Se trataba también de que los soldados se mantuvieran del producto de la tierra sin que la Corona tuviera que darles salarios. En cuanto a los capitanes, era conveniente que se mudaran de un presidio a otro para evitar que abusaran de los lugareños y adquirieran bienes en la zona. Pero se crearían dos nuevos presidios al norte de la ciudad de Chihuahua, la región más conflictiva a mediados del siglo xviii. El primero se ubicaría en el paraje de Ruiz, cerca de Casas Grandes, y el otro en Los Pilares, entre La Junta y el presidio de El Paso, con 50 plazas cada uno. En cuanto al presidio del Pasaje, había prometido costearlo el conde de San Pedro del Álamo.30 En 1751, a menos de un año de haber sido nombrado capitán del presidio de Cerro Gordo, Bustamante fue comisionado por el virrey, conde de Revillagigedo, para proceder a la extinción de los presidios no sólo de Cerro Gordo sino también de El Gallo, de Mapimí, del Valle de San Bartolomé y de Conchos. El 27 de marzo de 1753 envió al virrey un informe acerca de las diligencias que había llevado a cabo en cada uno. Al ejecutar, en 1752, las órdenes del virrey, quien era la autoridad militar suprema en Nueva Vizcaya, don Bernardo Antonio de Bustamante se encargó de transformar los antiguos presidios en asentamientos civiles. Además de distribuir tierras entre los vecinos, nombró a justicias31 que sustituyeron a los capitanes, quienes fungían de hecho como alcaldes mayores sin más sujeción a las autoridades locales. Fue así como todos esos fuertes militares dieron origen a poblados que siguen existiendo en la actualidad. Conchos era también misión franciscana, al igual que San Bartolomé; Mapimí surgió como centro minero antes de ser presidio y contó también con una misión jesuita anterior. Pero El

30. Parecer del Marqués de Altamira al Virrey Conde de Revillagigedo sobre la supresión de los presidios de la nueva Vizcaya y formación de Nuevas poblaciones. Documento conservado en El Gallo, Dgo. 31. A Pedro de la Riva en El Gallo, quien había servido en el presidio desde 1705, a Juan José González de Orejón en Cerro Gordo (dueño de una hacienda cercana) y a don Joseph de Berroterán en Conchos. Sobre ese personaje, ver Sara Ortelli, 2007: 47-50. Berroterán era un importante hacendado local.

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lugar una compañía volante con capitán, dos tenientes, alférez, dos sargentos y sesenta plazas, para que dividida en dos trozos estuviese en continuo movimiento en toda aquella tierra a fin de evitar que los indios enemigos la hostilicen. Que había vuestra excelencia arbitrado la erección de las poblaciones de vecindarios donde estaban los presidios y otros parajes cómodos para que repartiéndose y marcenándose las tierras a los pobladores, se excusase en breve el gasto de la citada compañía.

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32. Sobre esas campañas llevadas a cabo sobre todo al este del camino real y en particular en el Bolsón de Mapimí, ver Chantal Cramausel, 2014: 35-56. 33. Como lo explica Cramaussel (en prensa), en el caso de la compañía volante de San Bartolomé.

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34. Informe del capitán Bernardo Antonio de Bustamante y Tagle al Virrey Conde de Revilla Gigedo, documento conservado en El Gallo, Dgo.

Gallo y Cerro Gordo fueron fundados desde el principio como presidios para proteger el tráfico de hombres y bienes en el camino real de tierra adentro y partir en campaña contra los indios alzados.32 Con el tiempo, alrededor de los presidios se habían creado haciendas agrícolas y ganaderas que fueron poblándose de españoles, miembros de las castas e indios. Algunos de los propietarios vecinos reclamaron parte de las tierras de los presidios, alegando que eran de su propiedad, como Juana Xaviera de Ugarte en El Gallo. Los capitanes habían aprovechado su posición para adquirir tierras y después de la supresión de los presidios permanecieron en la región, al igual que la mayor parte de sus antiguos soldados. Casi todos se habían vuelto hacendados o siguieron ejerciendo cargo en el gobierno local, mientras que muchos de ellos abrieron pequeñas estancias o se incorporaron a las haciendas en calidad de sirvientes.33 El informe acerca de Cerro Gordo y Conchos es particularmente interesante. Las tierras del presidio de Cerro Gordo colindaban con una gran propiedad cuyo dueño era Domingo de Tagle Bracho, vecino de Zacatecas, probablemente pariente de la esposa de nuestro biografiado, cuya madre se llamaba María Antonia Bracho Bustamante Calderón, como ya se precisó.34 En el paraje que ocupaba el real presidio de San Miguel de Cerro Gordo, había 46 vecinos. Estaban en las inmediaciones de la hacienda de don Juan González de Orejón, que “tenía algunas tierras, laboríos, sus casas, molino y huerta y viña […] en ella se acomodarían a trabajar los pobladores y sus hijos y que finalmente dichos vecinos se inclinaban a la cría de ganados y caballadas”. El agua estaba escasa y no se le podía quitar nada a la hacienda, pero los que así lo desearan podían establecerse en “otros cañadas y derramaderos, tierras de humedad que podrían disfrutar si se les adjudicaban”. Pero, a pesar de la poca agua, argumentaron los vecinos que “aunque se aplicaban a la cría de ganados, más bien se ocuparían siendo propias las tierras de pan llevar, en cultivarlas y sembrarlas consultando a lo más preciso que es la provisión de granos y así trató de repartirles tierras laboríos.” Concluyó Altamira que: esta resolución debe aprobársele a dicho capitán Bustamante, porque la cultura y labranza es el más sólido


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Al vecindario se le dio tierras desde el lindero de la hacienda de don Domingo Tagle Bracho “señalando las suficientes para treinta y tres fanegas de sembradura” y “se incluyeron parte de las que poseía en su hacienda don Juan José González de Orejón, pero habiéndole hecho exhibir sus títulos.” El presidio había sido beneficiado de una composición en 1708, cuando su capitán era don José Fernández de Córdoba, pero no se había pagado la media anata correspondiente.35 Ese capitán sólo se esmeró por adquirir tierras por su cuenta, como había sucedido en “los reales presidios del Pitig (Pitic, hoy Hermosillo, Son.) y Fronteras, “donde solo han tenido tierras para sí los que han sido capitanes de dichos presidios”. Gonzalez de Orejón, cinco meses después de las diligencias, no había dado señales de vida y al parecer no entró en conflicto con el vecindario recién creado. En Nuestra Señora de Guadalupe de Conchos36 vivían 50 vecinos que carecían de tierra: a causa de que por la parte del oriente, una legua rio abajo del puesto que ocupaba el presidio esta una labor con casa y molino y reporta trece mil pesos de censo y en el intermedio está situado el pueblo o Misión de Conchos, y por hallarse muy profundo el río es difícil la saca de agua y así por esto y no haber proporción para otros vientos, procedió dicho capitán a adjudicar las cuatro leguas en cuadro por el rumbo del norte desde los linderos del pueblo de san Francisco.

El vecindario carecía de agua para regar los campos de labranza porque el río estaba encañonado, por lo que se proponía desplazar el asentamiento “que vega más abajo por el rumbo del oriente se ofrezca alguna más proporción al pueble y radicación de los vecinos”. Los franciscanos de la misión adjunta de San Francisco de Conchos percibían un sínodo, a pesar de estar adjunto el presidio y tener una hacienda contigua, además de que

35. “Don José Fernández de Córdova, a quien se le adjudicaron en el año de setecientos y ocho, un sitio de labor estimado en la cantidad de diez pesos y otros treinta y cuatro sitios realengos avalados a cuatro pesos y cuatro reales, estimándose el servicio que se le mandó exhibiese en la cantidad de cincuenta y tres pesos y diez y seis reales de media anata, y aunque consta expedido el titulo pero no hecha la exhibición de esa tan corta cantidad regulada.” 36. Posteriormente el asentamiento tomó la advocación de la misión de San Francisco de Conchos, cuyo templo anexo al cementerio está actualmente en ruinas. Permanece en pie la capilla del antiguo presidio donde se conserva una Virgen de Guadalupe, adornada con plata. Dice Clara Bargellini (1997: 36) que es “una de las piezas de platería más importantes que quedan en el Norte”.

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cimiento de las poblaciones y así lo presuponen y lo recomiendan las leyes reales, siendo más apetecible trabajar en lo propio que en lo ajeno o en el trabajo como dueño que no el servir como mercenario.

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los indios locales estaban en paz desde hacía muchos años. También se pidió que se levantara un padrón del pueblo de indios y se informara acerca de “sus tratos y siembras y granjerías, si pagan obvenciones y primicias, si el misionero administra a los españoles, si tienen suficiente congrua para mantenerse y cuál es la causa de que siendo misión sea casa de voto a guardianía”. La intención era, desde luego, secularizar la misión para que el rey dejara de pagar el sínodo a la orden seráfica. Si bien se suprimían los presidios, se volvió a ordenar que los vecinos defendieran la tierra y se pusieran a las órdenes del capitán de la compañía volante. Todos ellos debían estar armados según lo permitan sus facultades y que se exijan las compañías milicianas en las poblaciones del camino real para que en los casos ocurrentes y precisos se puedan cuidar de ellos la compañía volante, consultándose a la mejor defensa, quietud y seguridad de aquellos países, obediencia y sujeción y respeto de los pueblos de indios.

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Esas compañías milicianas adquirirían una creciente importancia durante los siglos xviii y xix, al sustituir en parte a las fuerzas presidiales. El virrey Revillagigedo confirmó todas las diligencias efectuadas en 1752 y 1753 por Bernardo Antonio de Bustamante en una elogiosa carta: Habiendo recibido con la carta de vuestra merced de veinte y siete de marzo de este año los cuadernos de autos en que se comprenden las diligencias que ha ejecutado, cumpliendo la comisión para la extinción de los presidios de la Nueva Vizcaya, convirtiéndolos a nuevas poblaciones, erección de la nueva compañía volante y recluta de gente para la fundación del presidio de su residencia, con todos los demás particulares que confíe a su conducta, los hice pasar al señor Auditor General de la Guerra y con reconocimiento expuso el dictamen que testimoniado acompaña a esta, aunque no le alcanzó la vida para firmarlo por haber fallecido antes y respecto de haberlo dejado presto, me


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conformé con él para que vuestra merced se arregle a su contenido en todo lo que expone conducente a la comisión conferida y a lo demás correspondiente al entero efecto de cuanto le tengo encargado sobre tan importante materia. Y viendo el celo y aplicación con que vuestra merced practicó lo que los autos producen, le doy especiales gracias por la actividad y empeño con que evacuó lo contenido, esperando que de lo que de nuevo conviene y comprende el citado dictamen, procederá vuestra merced con la propia aplicación y cuidado, dando cuenta de todo lo que se adelantare para que yo pueda informar a su majestad, con todas las resultas, para que en su vista mande lo que fuere de su real deliberación y agrado. Dios guarde a vuestra merced muchos años como desea. El Conde de Revillagigedo.37

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37. Carta del 12 de julio de 1753, conservada en las oficinas del ejido de El Gallo, Dgo.

Como se expresa en el informe antes citado, al capitán Bernardo Antonio Bustamante y Tagle se le asignó el mando de una nueva compañía volante de campaña, en un sitio llamado Huejuquilla, donde había varias haciendas de españoles, en parte abandonadas por las hostilidades de los indios de guerra que habitaban las llanuras situadas al este del camino real (Griffen, 1969). La primera merced donde se menciona un sitio llamado “Huejuquilla” remonta a 1570; fue otorgada por Francisco de Ibarra a su pariente Domingo López de Ibarra, quien estableció la estancia de Santiago de Atotonilco. Posteriormente, hubo muchos cambios de propietarios hasta que la hacienda renombrada “San Valerio de Huejuquilla” integró el mayorazgo de Valerio Cortés del Rey. En 1750, los hijos de Juan de Alvarado en los que recayó la propiedad la vendieron a Juan José de Aramburu en 17 300 pesos (Baca y Soto, 2006: 29-30, 37-38). A pesar de perder parte de las tierras que no ocupaban, todos los hacendados tenían interés en la fundación del presidio. Fue al parecer Juan de Dios Rodela, el hijo del personaje del mismo apellido que había sido capitán de la campaña volante de San Bartolomé, quien, junto con Sáenz Moreno, el hacendado vecino, solicitó la fundación de un presi-

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LA FUNDACIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE LAS CALDAS DE HUEJUQUILLA


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38. Dictamen del auditor General de la Guerra Marqués de Altamira. Documento conservado en la oficina ejidal de El Gallo, Dgo.

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39. Almada (s. f.: 9-10) afirma que Tierra Blanca pertenecía a la familia Rodela. Por su parte, Roberto Baca y Rita Soto mencionan que Aramburu era propietario de la antigua hacienda de Huejuquilla, que había comprado a los descendientes de Valerio Cortés del Rey (Baca y Soto, 2006: 38).

dio cerca de su hacienda de Tierra Blanca (al norte de la actual Ciudad Jiménez, Chih.), a la que amenazaban los indios de guerra (Almada, s. f.: 9-10). Las casas en las que se alojaron los soldados en un principio antes de que se construyeran los “cuarteles y oficinas necesarias”, de hecho estaban deshabitadas. Así lo consignó el marqués de Altamira en su dictamen de 1753,38 en el que recomendaba al virrey ratificar todas las diligencias efectuadas por Bernardo Bustamante. Sólo pidió que se empadronara a los soldados y a sus familias que se iban a asentar junto al presidio y que se averiguara si había suficientes pastos para la caballada en sitios donde los equinos no perjudicaran los cultivos. El capitán de la nueva compañía fue el encargado de elegir el lugar donde se iba a asentar la compañía volante. Eran 60 plazas las que acordó el virrey para el nuevo presidio. Para escoger el mejor emplazamiento, se despachó primero a 36 soldados para que recorrieran los alrededores. Finalmente, el capitán consideró como más a propósito un “samblas alto cerca del río de Huajuquilla” (o Florido), en el camino real de Chihuahua. Señaló “al presidio cuatro leguas en cuadro” y repartió “a cada uno de los soldados y pobladores las [tierras] suficientes”. Varios de los soldados de la compañía volante habían servido en la de San Bartolomé o en alguno de los presidios suprimidos, y a ellos se sumaron nuevos reclutas. Además, mandó llamar a los propietarios vecinos, quienes tenían que exhibir sus títulos de tierras, para prevenir futuros litigios. Éstas pertenecían a Juan Joseph de Aramburu39 y a Antonio Sáenz Moreno, conocidos hacendados del Valle de San Bartolomé. Este último había solicitado la erección del presidio para proteger su hacienda de Tierra Blanca, que se componía de 15 sitios, recibida en merced con el agua necesaria para su cultivo. La había adquirido de la Corona en terrenos realengos pagando tan sólo 130 pesos de impuestos. Altamira advirtió que las mercedes de tierra en esa región se habían otorgado en tierras todavía deshabitadas, lo cual, en su opinión, no debería hacerse, pues sólo conduciría a que se monopolizara el suelo y entorpeciera un eventual poblamiento: antes de estar pobladas se han comenzado a marcenar los sitios y caballerías en número excesivo por el ridí-


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Pero, al igual que González de Orejón en Cerro Gordo, ni Aramburu ni Sáenz Moreno se presentaron, por lo que únicamente podían pedir compensación pero “de ningún modo impedir el pueble y adjudicación que se hizo de dichas tierras al vecindario de Guajuquilla.” Bustamante otorgó también a la nueva población “la tercia parte del agua que produce la fuente u ojo llamado de Guajuquilla”. Bernardo de Bustamante dio el nombre de Nuestra Señora de las Caldas de Huejuquilla al nuevo presidio, fundado el 4 de enero de 1753.40 Huejuquilla deriva del vocablo náhuatl Huexoquillan, que significa “lugar de sauces verdes”. Son muy numerosos en el norte novohispano los topónimos que tienen origen en el idioma de los mexicas, la cual se consideraba como la lengua del virreinato por excelencia. La aprendían muchos misioneros antes de partir a evangelizar los infieles y, cuando menos en un principio, trataban de comunicarse con los neófitos en esa lengua. Es posible, además, que muchos grupos indios conocieran algunas palabras de náhuatl porque los mexicas habían extendido hasta muy lejos sus redes comerciales. Al tronco yutonahua pertenece, además, la mayor parte de las lenguas que se hablaban al norte de Zacatecas. Por otra parte, en el siglo xvi se trasladaron grupos enteros de tlaxcaltecas y mexicanos (es decir, de habla náhuatl) hacia el septentrión para poblarlo y para que esos indios del centro del virreinato, que eran agricultores, les enseñaran a los indios locales el arte de la labranza. De hecho, se establecieron en el valle de San Bartolomé, a menos de medio centenar de kilómetros de Huejuquilla, familias de “mexicanos”, es decir, de habla náhuatl, a finales del siglo xvi (Cramaussel, 2006b: 56). Tal vez se deba el

40. Testimonio de diligencias practicadas por el capitán don Bernardo Antonio de Bustamante y Tagle de orden del Excelentísimo Señor Virrey Conde de Revillagigedo, en vista a la extinción de presidios, erección de nueva Compañía Volante y formación de nuevas poblaciones: documentos históricos conservados en la oficina ejidal de San Pedro del Gallo, f. 8.

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culo servicio de unas tan cortas cantidades, de que ha resultado que siendo un solo dueño de muchas tierras y no pudiendo defenderlas, abrigarlas ni poblarlas, solo le sirve el titulo para impedir que otros lo hagan, careciendo el público y su Majestad del imponderable beneficio que se seguiría habiendo muchos que las abrigasen y poblasen, por lo que en concepto del Auditor no se debieran permitir estos jueces de medidas en los reinos y provincias que aún no están del todo sujetas y pacificadas.

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41. Pozo, 1700. Los montañeses expandieron también su culto en el puerto de Santa María, en la provincia de Andalucía, de donde fueron originarios muchos migrantes en las Indias.

topónimo Huejuquilla a algún integrante de esas familias desplazadas o a algún fraile de la orden seráfica. La misión franciscana más cercana, fundada a principios del siglo xvii, tenía también un nombre en náhuatl: se llamaba “Atotonilco” (hoy Villa López, Chih.), que quiere decir “lugar de agua caliente”, en náhuatl. El capitán colocó el nuevo presidio bajo la advocación de Nuestra Señora de las Caldas. Esta advocación es el nombre de una virgen morena cuyo santuario se encuentra en la diócesis de Burgos, cerca de la villa de Santillana, no muy lejos del pueblo natal de los padres de Bernardo de Bustamante. Se llamaba esta virgen “de Las Caldas” por ubicarse ese lugar a cargo de un convento de la orden de los dominicos cerca de una fuente de agua caliente, al igual que Huejuquilla, como ya se aclaró. La devoción a la Virgen de las Caldas se había hecho ya popular a principios del siglo xviii, tanto en España como en ultramar. De hecho, la villa de Altamira (en el actual estado de Tamaulipas) recibió también esa advocación al ser fundado ese lugar por el capitán Escandón en 1749. Los milagros de la virgen fueron compilados en 1700 por Alonso del Pozo, entonces prior del convento español.41 Como todos los santos y vírgenes, la de Las Caldas tenía sus especialidades; ayudaba a sus devotos que la invocaban en situaciones desesperadas muy específicas. Desde el siglo xvi, los milagros de la Virgen de las Caldas tuvieron que ver con la vida en los caminos. Salvaba a arrieros que se despeñaban o eran arrastrados por la corriente. Además, no dejaba que se murieran los que imploraban su ayuda cuando estaban ahogándose por tratar de cruzar una corriente. Por intercesión de la virgen quedó con vida un hombre al que le había pasado la rueda de un carro por la cabeza. Esta relación de la Virgen de las Caldas con los caminos era particularmente afortunada para que la invocaran soldados que dedicaban buena parte de su tiempo a escoltar las caravanas de los mercaderes. El Río Florido año tras año anegaba la planicie y atravesarlo en estación de lluvias representaba un verdadero reto, en una época en la que los puentes eran prácticamente inexistentes (Cramaussel, 2006a: 21), y aunque el altiplano central no tiene muchos accidentes de terreno, no faltan los cerros y los despeñaderos, en caminos entonces muy mal acondicionados. Además, la virgen curaba a los enfermos cuando en aquellos tiempos las epidemias eran recurrentes. A pesar de que el tifo de


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42. Sobre la cronología de las epidemias en el actual estado de Chihuahua, ver Cramaussel, 2013: 240-269.

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1738 no había hecho tantos estragos en la Nueva Vizcaya como en el centro de la Nueva España, sembró el terror y su recuerdo aún estaba sin duda presente en 1753; en 1679, en España, la virgen había salvado a una persona atacada por el tabardillo; es decir, del tifo murino. En cuanto a la viruela, ésta causó mermas demográficas considerables en 1748-1749, cuatro años antes de que se fundara el presidio de Huejuquilla.42 Por otra parte, llama la atención un suceso aislado contado por el padre Pozo. En marzo de 1677, el hijo, de año y medio de edad, de Sebastián Ferrero García y Ana de Bustamante estuvo a punto de morirse al atravesársele en la garganta una castaña cuando cayó de un árbol. Sus padres invocaron a la virgen y el niño acabó arrojando la fruta que le impedía respirar. ¿Sería Ana de Bustamante pariente de Bernardo, el capitán de la nueva compañía volante? Los presidios del norte de la Nueva España fueron objeto de una nueva visita a cargo de Nicolás de Lafora en 1766. El presidio de Huejuquilla, que tenía originalmente 66 plazas, se redujo a 40 al erigirse el de San Buenaventura, al noroeste de la villa de San Felipe el Real de Chihuahua. Lafora pasó revista de los soldados e hizo constar que vivían en Huejuquilla 31 vecinos (195 personas. Lafora, 1958: 272). Un año después de la muerte de Bustamante, el presidio de Santa María de las Caldas fue suprimido y trasladado a Río Grande (Gerhard, 1993: 299). El presidio perdió entonces su antigua advocación y pasó a llamarse “Santo Cristo de Burgos de Huejuquilla”, que era el nombre del lugar donde se había establecido originalmente el presidio. Los vecinos se arraigaron en la región. Al igual que en San Bartolomé con el establecimiento de la compañía volante décadas antes, la erección del presidio de Huejuquilla contribuyó a consolidar el poblamiento al oriente de la antigua provincia de Santa Bárbara. Bernardo de Bustamante y Tagle puede considerarse, en el siglo xviii, como un emigrante peninsular de viejo cuño. Partió de la península ibérica por pertenecer a una familia demasiado numerosa, se acogió a una red de familiares y paisanos para hacer fortuna en el Nuevo Mundo. No volvió a su tierra natal pero conservó lazos con su grupo de parentesco y trasladó las devociones de su lugar de origen al Nuevo Mundo. Poco a poco ascendió en la carrera de las armas y la Corona le confió tareas cada vez más importantes. La principal fue la de extinguir la mayor parte de los

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43. Archivo de la Real Audiencia de Guadalajara. Bienes de difuntos. Juicio de abintestato seguido sobre los bienes de don Bernardo Antonio de Bustamante y Tagle, Capitán del Real Presidio de Huejuquilla. Año 1778, exp. 1, caja 123, progresivo 1484.

presidios entre Mapimí y Chihuahua porque esa región ya tenía suficientes vecinos para defenderse por sus propios medios. Los soldados pasaron a ser simples pobladores y recibieron tierras. Para proteger el camino se creó una nueva compañía volante y su capitán fue nuestro biografiado. Esta compañía tuvo su sede en Huejuquilla, a las orillas del Bolsón de Mapimí, una región muy conflictiva donde se refugiaban los indios alzados. En esa zona, el nuevo presidio, como había sucedido con los anteriores, fue erigido a solicitud de los hacendados comarcanos en los que había recaído hasta entonces la defensa de la tierra. Tampoco se trataba de la primera compañía volante; de 1752 a 1774, Nuestra Señora de las Caldas de Huejuquilla sólo tomó el relevo de la de San Bartolomé, población situada más al oeste en medio de numerosas haciendas. Pero la Corona española se ahorró, con la supresión de los demás presidios, el salario de muchos soldados y de capitanes que, como lo habían denunciado los visitadores, aprovechaban su cargo para enriquecerse y no contribuían mucho a la defensa del imperio español. En este punto, Bustamante tampoco era la excepción, pues su participación en el comercio fue sin duda el medio por el que acumuló mayor cantidad de bienes y le permitió adquirir una casa en el Valle de San Bartolomé, donde se concentraban los hacendados y buena parte de la riqueza de aquel entonces, lejos del presidio que corría a su cargo.

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Anexo documental: TESTAMENTO DE DON BERNARDO ANTONIO DE BUSTAMANTE Y TAGLE43 En el puesto del Santo Cristo de Burgos y Real Presidio de Santa María de las Caldas de Huejuquilla, en esta provincia y gobernación de la Nueva Vizcaya, en diez y nueve días del mes de octubre de mil setecientos y setenta y dos años, ante mí y por mí, don Bernardo Antonio de Bustamante Tagle, capitán vitalicio de él, y juez en el distrito y adyacencias por su Majestad, Dios le guarde, y testigos de mi asistencia por la falta de escribano que en crecida distancia no hay, usando del privilegio militar y como juez receptor, hallándome avanzado de edad, enfermo y muy trabajado en el rolo del real servicio, y acometido de varias dolencias cuasi diarias que me ponen en términos de perder la vida: por lo


que otorgo mi memoria testamentaria y última voluntad en el presente papel por no haberlo sellado, estado como estoy en mi entero juicio, conocimiento, memoria, entendimiento y voluntad en la forma y manera siguiente: En el nombre de Dios Todopoderoso y de la Santísima Virgen María madre y abogada nuestra, concebida en gracia sin pecado original amén. Sepan cuantos la presente memoria testamentaria vieren como yo el enunciado capitán y juez don Bernardo Antonio de Bustamante Tagle, natural de la Imperial Villa y Corte de Madrid, oriundo de las montañas de Burgos, Obispado de Santander, en las costas de Cantabria, del Bastón de Laredo en los Reinos de Castilla, hijo legítimo del licenciado don Juan Antonio de Bustamante Tagle, abogado de las Reales Cortes de su Majestad, Consultor del Santo Oficio de la Inquisición, corregidor y capitán a guerra por su Majestad de las ciudades, villas y lugares de Sepúlveda, Ciudad Real, Villarcayo y Aranda de Duero, y de doña María Antonia Bracho y Bustamante, ya difuntos, estando gravado de accidentes pero en mi juicio, entendimiento y voluntad, creyendo como creo que la vida es contingente y la muerte natural, dispongo mis cosas de alma y cuerpo confesando firmemente el misterio de la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, tres personas distintas y un solo Dios verdadero y en todos los demás misterios que cree y confiesa nuestra Santa Fe Católica, Apostólica y Romana, en cuya fe y creencia he vivido y protesto vivir y morir como católico y fiel cristiano, eligiendo por mis principales intercesores y abogados a la Santísima Madre de Dios de Guadalupe, el Patriarca Señor San Joseph, el precursor San Juan Bautista, patriarcas y padres míos Santo Domingo y San Francisco de Asís, los santos de mi nombre, el Ángel de mi Guarda y Santa Gertrudis la Magna, Santa Bárbara, Arcángel San Miguel y demás cortesanos del cielo, para que rueguen y pidan a Dios Nuestro Señor por la salvación de mi alma, y siendo natural la muerte y su hora incierta, deseando como deseo el que cuando llegue me halle prevenido y dispuesto, hago y otorgo mi última voluntad, la que quiero se cumpla y se guarde sin interpretación de causa, circunstancia o motivo que faltarle pueda, dando por bastantes las que llevo expresadas y expresaré en el discurso de ello, mandando a ellas el fuero militar que gozo, omitiendo como omito cualesquiera otro poder testamentario, codicilo o memoria anterior a esta, que si

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alguna se presentare la repelo y revoco, siendo mi última voluntad se esté a lo ordenado y dispuesto en ésta, duplicando fuerza a fuerza, para el cumplimiento de todas las causas, disposiciones y cláusulas que irán expresadas. Primeramente encomiendo mi alma a Dios que la creó y redimió con su preciosísima sangre en el santo árbol de la cruz, y el cuerpo a la tierra de que fue formado, pidiendo como pido por amor de Dios y entrañas de María Santísima Madre Inmaculada de la Luz, sepultura sagrada en Iglesia de mi Padre Santo Domingo o de San Francisco, como tercero que soy, habiéndola en inmediación y si mi fallecimiento fuera en este presidio de mi cargo, es mi voluntad sea sepultado en esta real capilla y en el mismo lugar en que yacen y descansan los huesos de mi difunta esposa, que es en el presbiterio del altar mayor y lado del Evangelio, suplicando como suplico a mis herederos y albaceas, den aviso de mi muerte a la venerable Orden Terciaria de Penitencia de la Capital Villa de Santa Fe de la Nueva México y mayordomos de la Cofradía del Divinísimo Señor Sacramentado y Nuestra Señora de la Conquista del Rosario, en las que soy tercero profeso y cofrade de ellas, para que por mi alma hagan los sufragios que acostumbran, advirtiendo tener pagado jornadillo y cofradías hasta el presente año como consta de recibos de síndico y mayordomos que pasan entre mis papeles útiles. Ytem, declaro haber sido casado y velado según orden y disposición del Santo Concilio de Trento en la Parroquia Iglesia de Nuestro Seráfico Padre San Francisco de dicha Capital Villa, por los reverendos padres Fray Manuel Sopeña, cuasi cura, y Fray Joseph de Eguia, predicador y comisario de terceros, con doña Feliciana María Lazo de la Vega, que en paz descanse, y al tiempo y cuando nos casamos no tenía yo más bienes que mis armas, caballos, municiones y mi ropa pobre blanca y de encima, ni ella trajo a mi poder más que su ropa decente y cama, teniendo yo caídos y a mi favor de mi plaza más de quinientos pesos, único capital, de cuyo matrimonio hubimos y tuvimos una hija llamada Juliana Rosa, la que de corta edad se llevó Dios, que por estas razones y demás razones que explanó al Teniente y testigos, Padre y a mí, antes y después de su muerte, siendo libre, que estando en su entero juicio, presentes los expresados, me pidió por favor le permitiera disponer de ocho mil pesos como parece en su disposición con un comunicado a mí cometido y al reverendo padre Fray Joseph


Candia, que todo se haya cumplido y entre mis papeles útiles. Ytem, declaró al tiempo de su muerte tener de principal a juicio prudente, de veinte a veinticinco mil pesos, adquiridos con el corto principal, mi empleo, plaza y adherencias que así lo tuvo siempre dicha difunta presente, para no haber dispuesto de más cantidad que de los ocho mil pesos, con atención que tuvo siempre a la herencia de nuestra hija difunta Julianita, y a lo que en muchas ocasiones me dijo hallándose presentes algunas personas de carácter en la Nueva México y en este presidio, que al acordarse Dios de ella con la muerte primero que yo, me constituía como su único heredero y en mutua correspondencia yo la dejaba a ella, excluyendo lo que voluntariamente di, he dado y dejé a dos niñas que criamos llamadas Josepha y Rosa, mis sobrinas, a quienes cedí la casa propia de mi habitación que tenía en dicha Capital Villa de Santa Fe, libre de censo, hipoteca ni otro gravamen, con todo el ajuar que tenía de mesas, bancas, silletas, cuadros de tres cuartos y chicos, cajas, escaparates, platos de metal doce, dos candeleros de lo dicho, palangana y espabiladores de lo mismo, pozuelos y tazas de China con otros de la Puebla, con todos los demás trastes de casa y cocina, con las tierras de pan llevar inmediatas a dicha casa, inclusas dos huertitas, y otros que por herencia de mi esposa difunta me tocaron, con más trecientas ovejas a cada una y algunos carneros, cuya advertencia hago y encargo se tenga presente muerto yo para lo que pueda suceder, como también encargo se tenga a la vista lo que di a Josepha cuando la casé y cartas de las dos que paran en mis papeles útiles, con todo lo demás que costa en memorias y papeles sueltos que desde este presidio les he enviado, y he dado a sus maridos, declarando como declaro, atento a hallarme para morir, no haber entrado en mi poder la menor cosa de alhaja, oro, plata, ni bienes algunos de los expresados, ni menos haberlos recibido, ni haberlos traído a mi poder la referida difunta, mi esposa, lo que servirá de gobierno a mis albaceas. Ytem, declaro por mis bienes y capital aquello que resultare a mi favor, liquidada la cuenta que he seguido y sigo con don Joseph González Calderón, vecino de México, y cobro de cuanto a mi favor resultare en las reales cajas de dicha ciudad, lo que percibirá en sí dicho señor Calderón, como mi apoderado, que caído y satisfecho tengo a los soldados de mi compañía. Ytem, declaro por mis bienes la pólvora devengada que se

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debe a estos presidiales, lo que percibirá dicho señor Calderón. Ytem, declaro por mis bienes las resultancias de débitos que me puedan deber estos soldados de mi cargo y constará en el libro real y libretas. Ytem, declaro por mis bienes todo cuanto constare en libros, cuadernos y apuntes sueltos, me deben, que se cobre. Ytem, declaro tener hecha compañía de cinco mil pesos don Francisco González de Rueda, que se estará a la cuenta y un papel de los dos que está en ella metido. Ytem, declaro por mis bienes todo lo demás que costa subsecuente se me debe. Ytem, declaro deberme don Joseph del Campo y Larrea más de cinco mil pesos como costa en el libro, y esto y más desde el principio de ella, con el aumento del cinco por ciento y quedó a entregar plata de pie hasta cumplir la entera paga, debiéndosele pasar en data lo que hubiere su sobrino e hijo don Juan Joseph Yandiela entregado de mi cuenta que constará por cartas, y satisfecho a mi dicho don Phelipe Yarto, lo que de mi cuenta ha ministrado a mis soldados que han estado en la guardia del señor Gobernador y cinta de cartas y apuntes que dicho Yarto me ha remitido, a lo que se debe estar. Ytem, declaro haber tenido y seguido y cuenta con el difunto capitán Don Joseph de Berroterán, la que su yerno Don Juan Díaz de Bustamante liquidó, y desde entonces hasta ahora el expresado Don Juan la ha seguido, que consta en los libros, y reconocido que sea a quien debiere, que se pague. Ytem, declaro por mis bienes lo que parece en el libro y costa en obligaciones firmadas de don Juan Ignacio Núñez y don Antonio Florentino Rubio, lo que me restan, vecinos de Indé, que se les cobre con los premios correspondientes de la plata. Ytem, declaro deberme mis compadres don Joseph Sagarribay y don Carlos Joseph de Ascue y Armendáriz lo que parece en el libro y cuaderno de sus cuentas, que se les cobrará sin estrepito ni ejecución, dejándolos a su voluntad para que satisfagan buenamente. Ytem, declaro haber tenido correspondencia con varios sujetos de los comercios de Chigüagüa, Valle, Parral, Aguascalientes, Mapimi, como en Durango, las que tengo cerradas, menos de la de Yarto y Ternera, que se liquidarán y quien debiere que pague la resultancia. Ytem, declaro por mis bienes una casa capaz que compré en tres mil y más pesos al Bachiller don Francisco de Ydoyaga que era del difunto cura don Manuel Fernández Abee, y consta de las escrituras, libre de censo, hipoteca ni empeño, que está en la calle del real del Valle de San


Bartolomé. Ytem, declaro por mis bienes quince cuadros ovalados con sus marcos dorados con otros de avellanas, doce pantallas de cristal doradas y otras doce de madera, dos espejos grandes de cuasi vara, ocho dichos de media vara con los marcos dorados, un divinísimo señor crucificado con su balanquín de tres cuartas, un beobo y rostrado nuevo con los tiempos del año, una alfombra estampada y forrada en cotensia, doce escabeles, doce taburetes, mesas y bancos. Ytem, declaro por mis bienes do­ ce platillos de plata, dos platones de lo dicho grandes, dos dichos más medianos, veinte y cuatro cucharas de lo dicho, veinte y cuatro tenedores de lo dicho, doce tazas de lo dicho, calderas, dos cucharones de lo dicho grandes, dos trinchadores de lo dicho grandes, dos saleros de moda de lo dicho, una salvilla grande con pies de lo dicho, una fuente grande de lo dicho, una palangana mediana de lo dicho, una tembladera chica de lo dicho, tres jarros de beber agua de lo dicho, cuatro candeleros de lo dicho, dos espabiladoras de lo dicho, dos vasitos de lo dicho que están al cuidado de mi sobrina Lucia, con más sus cuchillos de mesa ingleses. Ytem, declaro por mis bienes un forlón con toda su jarcia y frenos con quince aparejos apareados de lazos, reatas, jáquimas, sobrexalmas y demás, todo de vaqueta, buenos. Ytem, declaro por mis bienes las esquilas y collares de las mulas, con doce mantas de malva de dichos aparejos, y un barril y olla de dicha recua. Ytem, declaro por mis bienes las mulas de tiro, carga, de silla y cerreras que por mi hierro se reconocieren, advirtiendo no tener vendidas ni prestadas ningunas sin mi venta, como cuantos caballos herrados y sin venta se hallaren en varias partes y caballada, inclusive las yeguas madres con unos cuantos caballos mansos que por de la guerra se han reconocido, y siendo míos les mandé echar mi hierro en satisfacción de unos toros de menos se me entregaron en la compra que hice de ellos a don Lope de Cuéllar, siendo Comandante, y dos mulas de tiro que en el trasporte de los reverendos padres Jesuitas me pidieron. Ytem, declaro por mis bienes la costalería de vaqueta y manta con otros de guangoche y lazos sueltos. Ytem, declaro por mis bienes porción de cajas harineras y cajones que han servido y sirven para sal y legumbres, con lo demás que en las despensas hay. Ytem declaro por mis bienes cajas, barriles, botellas con boquillas de plata y sin ellas, con una frasquera y algunos frascos con los tibores, tazas conser-

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veras y de caldo y algunos pozuelos, todos de loza de China, con los vasos grandes, medianos y chicos de cristal. Ytem, declaro por mis bienes el ajuar de cocina de cazos grandes, medianos y chicos, con ollas y sartenes de cobre y un grasero de lo dicho grande. Ytem, declaro por mis bienes el trigo, maíz, harina, frijol, chile, manteca, sebo, velas, garbanzo y sal que en las dispensas hay con todo lo demás que pareciere. Ytem, declaro por mis bienes las puertas, ventanas, ejes de forlón, sobre-ejes, camas, con otros palos de encino labrados y una porción de ladrillos. Ytem, declaro por mis bienes dos papeleras, un baúl español, libros de lecturas, dos pares tijeras grandes papeleras, navaja de plumas y mis dientes en una bolsita de gamuza. Ytem, declaro por mis bienes algunas botijas llenas de vino, aguardiente y tres barriles castellanos, los dos con vino blanco y mestizo. Ytem, declaro por mis bienes los efectos que en la tienda hubiese, con tres cruces de pesos, grande, mediano y chico con las pesas correspondientes. Ytem, declaro por mis bienes dos petacas de mi ropa con llaves y abrazaderas, con otras llanas y petaquilla buena con dos almofreces y mantas con ellos. Ytem, declaró por mis bienes una silla y una brida buena y nueva, con su freno, botas y espuelas de plata. Ytem, declaro por mis bienes la silla vaquera de mi uso con toda su equipación, armas de mi servicio y dos cueras de mi uso. Ytem, declaro por cierto, verídico y llano, iba concluyendo la tarde de esta memoria testamentaria cuando me asaltó la enfermedad tan pública que me privó de voz activa y pasiva, en la cláusula de la silla, brida y sus anexos que consta arriba, de donde me vi precisado a valerme del Teniente Reformado militar don Joseph de Beraun para conclusión y cerrar la obra. Ytem, declaro por mis bienes dos romanas de cruz, las pesas y demás necesario de la tienda, con las cavadoras, hachas, barra, pico, bigornia, martillo, tenazas, dos pujavantes. Ytem, es mi voluntad separar de mis bienes a tres pesos para cada manda forzosa admitidas en este Obispado. Ytem, declaro ser mi voluntad se paguen de mis bienes el funeral de entierro, novenario de misas cantadas al cabo de año, con las misas correspondientes cantadas, lutos de mi familia y demás preciso que mis albaceas hallaren. Ytem, es mi voluntad separar de mis bienes dos mil y seiscientos pesos que dejo a la voluntad del Ilustrísimo señor obispo de este obispado o su provisor, gobernador y vicario general para que en finca segura se


pongan, y con ellos se ministre aceite y cera y se paguen las misas mensuales en esta capilla real que sirve de Parroquia de Santa María de las Caldas de Guajuquilla y efectuada la cantidad que expreso, se libertarán estos pobladores y vecinos de la obligación que contraída tienen celebrada en este juzgado y en el eclesiástico de dicho presidio y su asiento, que su Señoría Ilustrísima mandará entregar a mis albaceas. Ytem, es mi voluntad separar de mis bienes aquello que se considere necesario, lo que se pondrá en fincas seguras para que con sus réditos se satisfagan nueve misas cantadas de la soberana Madre de los Dolores, en el día que empiezan, y las otras nueve en el dia que empieza la novena de la madre santísima de la Madre Inmaculada de la Luz, en sus propios altares de esta dicha capilla real. Ytem, es mi voluntad separar de mis bienes la satisfacción de dos misas de réquiem cantadas mensualmente, la una por el ánima de mi difunta esposa y la otra por la mía, en los días que les correspondieren. Habiendo llegado a disponer el difunto parte de lo que testó en la mañana del día quince extrajudicialmente, y en presencia de los que estaban presentes, de letra del presente amanuense, se halla asentada la parte de dichas cláusulas sin que las pudiere concluir, recostándose para descansar y tener algún alivio, y esto fue como a las siete de la noche del corriente mes de enero y a las ocho y media de la misma noche falleció, dejando de asentar las clausulas siguientes y las que de orden de los jueces se mandaron asentar y son las que siguen. Ytem, ordenó y mandó extrajudicialmente dicho difunto que en la Iglesia de la Misión de San Buenaventura de Atotonilco se fundasen dos novenarios de misas cantadas anuales, el uno en el altar de nuestra señora de la Concepción y el otro en el altar de Nuestra Señora de Guadalupe, apartando de su caudal lo que fuere necesario para dicha fundación, lo que así ordenó y mandó como costa de la prueba. Ytem, ordenó que para cumplimiento de dicho su testamento, nombraba por albaceas a don Antonio Gutierrez Castillo vecino de la Villa de San Phelipe el Real y a don Francisco González de Rueda en segundo lugar y en tercero a don Nicolás de Bustamante, ambos vecinos de San Joseph del Parral, como todo consta de la dicha información a que nos remitimos, así para todo lo que está asentado en esta disposición como en todo lo demás que en dicha prueba consta. Y para que todo lo contenido y demás que se tenga por de justicia y conveniente

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para el descargo de su alma del dicho difunto, mandamos que dichos albaceas cumplan dicha disposición testamentaria, y así lo declaramos y firmamos, actuando por receptoría a falta de escribano público ni real que no le hay en los términos del derecho y en este papel común sin perjuicio del real haber por no haberlo de ningún sello, con los testigos de asistencia de que damos fe. Joseph León de Bustamante. Maule Antonio Prieto de Aranda, de asistencia Joseph de Beraun. De asistencia Joseph Judas Tadeo de Zelayandia.


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"Mapa del derrotero que hizo el comandante general Cavallero de Croiz por las provincias de su cargo desde la ciudad de Durango hasta la Villa de Chihuahua, formado sobre las longitudes del ingeniero don Miguel Costanso y las latitudes de don NicolĂĄs Lafora en el aĂąo de 1778." Archivo General de Indias, Signatura: MP-MEXICO,539.

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LA PRESENCIA TARASCA EN EL NORTE DE LA NUEVA ESPAÑA: SIGLO XVI Y PRIMERA PARTE DEL XVII José Luis Punzo Díaz*

* Investigador del Centro INAH-Michoacán.. Recepción: junio 12 / Aceptación: septiembre 1


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Resumen En este trabajo se aborda el papel que tuvieron los habitantes del Señorío Tarasco en el norte de la Nueva España durante el siglo xvi y la primera parte del siglo xvii. En este sentido, se abordan los distintos momentos y funciones que tuvieron estos indios aliados a los españoles primero como conquistadores y colonizadores en contra de los grupos indígenas que habitaban las regiones más septentrionales, además del importante papel que jugaron las tierras michoacanas para el abastecimiento del avance al norte. Por otra parte, también se toca la importancia de los michoacanos como colonos, auxiliares en la evangelización y como operadores de las ricas minas norteñas. Palabras clave Señorío Tarasco, norte de la Nueva España, conquistadores, colonizadores, evangelización

Abstract In this article I explore the role inhabitants of the Tarascan chiefdom in northern New Spain during the Sixteenth Century and the first part of the Seventeenth Century. To that end, I consider various moments and functions that these allied indians held, first as conquerors and against indigenous groups to the north, well as the important role these agents played in the supply lines for northern incursions. Finally, I describe the importance of Michoacanos as settlers, evangelization liaisons and operators of rich northern mines. Keywords Tarascan chiefdom, northern New Spain, conquerors, colonizers, evangelization


El norte de Nueva España se encontraba habitado por grupos muy distintos a los que los españoles habían enfrentado durante los primeros años de la conquista en el centro y en el sur. En general, a la llegada de los españoles, estos grupos no formaban grandes pueblos, sino que vivían en pequeñas rancherías dispersas, donde desarrollaban distintas estrategias agrícolas según los distintos nichos ecológicos que habitaban. Así mismo, prácticamente en el mismo espacio, grupos de cazadores-recolectores poblaron el altiplano más desértico; muchos de estos grupos fueron llamados de manera genérica chichimecas, siendo realmente una diversidad, como guamares, pames, zacatecos, guachichiles y tepehuanes, entre otros. En el siglo xvi esas sociedades, que llevaban varios siglos con dicho sistema de vida, se enfrentaron con grupos de españoles, mestizos, negros e indios del centro del virreinato, entre ellos michoacanos. En un primer momento, el norte no pareció tan atractivo para esta oleada colonizadora, pero el descubrimiento de los ricos minerales de plata forzó a los españoles a buscar estrategias que les permitieran su aprovechamiento y en ese sentido las poblaciones indias tarascas, mexicas, tlaxcaltecas y otomíes, espe­ cialmente, fueron de vital importancia para la lucha armada, pero también para la colonización pacífica, la evangelización y la creación de nuevos asentamientos. En esta investigación se analiza un área que ocupó especialmente el norte de la Nueva Galicia, la Nueva Vizcaya y algunos apuntes sobre las primeras entradas a Nuevo México. En estas áreas convergieron indígenas y españoles, formando un panorama multirracial complejo, que ha tendido a simplificarse generalmente. r e v i s ta d e h i s t o r i a d e l a u j e d , n ú m e r o

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Figura 1. Mapa general de la presencia de la población tarasca y localización de cerámicas del tipo Romita en el norte de la Nueva España

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Sobre la presencia de Nuño de Guzmán en el territorio de Michoacán se ha escrito mucho y se encuentra muy documentado en múltiples instrumentos, publicados en su mayoría (García Icazbalceta, 1866). Para los fines de este trabajo, baste por el momento comentar que, pese a que su ejército mayoritariamente estuvo compuesto por indios aliados del centro, es sabido que desde el principio de la expedición se integraron igualmente tarascos a la marcha, la cual avanzó desde el corazón del Señorío Tarasco hasta el río Lerma, donde fue martirizado y muerto Tzíntzicha Tangáxoan, el cazonci de Michoacán (Escobar-Olmedo, 1997), siguiendo este río hasta el hoy estado de Jalisco, continuando al norte hacia Nayarit y Sinaloa, cruzando la Sierra Madre y entrando en lo que es hoy Durango. Tras las batallas y especialmente por las enfermedades murieron miles de indios de la expedición de Nuño de Guzmán. Fue así como, al llegar a la provincia de Aztatlán, Nuño de Guzmán mandó hacia el sur a uno de los capitanes principales, Gonzalo López, con el objetivo de traer un nuevo grupo de indios de la provincia de Michoacán. En este sentido, se menciona cómo: “le hallé con hasta mill indios de la provincia de Mechuacan, e muchos principales della que tenía en cadenas […] que tenía un corral grande en que tenía mucha cantidad de mujeres, e indios, e niños presos.”1 Estos indios eran esclavizados y herrados2 en muchos casos: “Que se herraron por esclavos hasta mill piezas, poco más o menos, e fueron repartidos”.3 De esta primera oleada de tarascos que fue llevada al norte de manera forzada, no sabemos casi nada; posteriormente a dicha entrada, en los primeros años de la década de 1530, en el territorio de Nayarit y Sinaloa, casi no hay datos sobre la presencia tarasca en esa zona. Solamente sabemos que en la Villa de Sinaloa (hoy Sinaloa de Leyva) fueron asentados tarascos y mexicanos para consolidar la villa, hacia 1580 (Pérez de Ribas, 1992: 73; Gerhard, 1996: 343; Nakayama, 1974: 65 y 73). Por otra parte, las excavaciones arqueológicas en la iglesia de dicha misión jesuita han arrojado un dato muy interesante, sobre el que volveremos más adelante, y es que se encontró un tiesto del tipo Romita Sgraffito, el cual ha sido identificado por medio de activación neutrónica,

1. Relación de la entrada de Nuño de Guzmán, que dio García del Pilar, su intérprete. Publicado por García Icazbalceta, 1866; Warren, 1977. 2. Esta práctica de herrar y esclavizar fue recurrente a todo lo largo de la expedición de Nuño de Guzmán, desde su salida en Michoacán hasta Culiacán, donde dejó encerrados, herrados y esclavizados a miles de indios que sirvieron para transportar y luchar en dos años de expedición. 3. Ibídem.

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dando como resultado que dicho tipo cerámico, fechada su producción para el siglo xvi, fue elaborado en los alrededores del lago de Pátzcuaro (Fournier et al., 2007), lo que nos da una pista material muy importante del tipo de cerámica que en siglo xvi los tarascos comerciaban y llevaban consigo.

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LA FUNDACIÓN DE PUEBLOS A LO LARGO DEL CAMINO REAL DE TIERRA ADENTRO DESDE SAN MIGUEL DE LOS CHICHIMECAS HASTA ZACATECAS Tras la expedición de Nuño de Guzmán, a los pocos años el avance al norte no cesó, y comenzó a fundarse una serie de pueblos, especialmente tras el descubrimiento de las minas de Zacatecas en 1546. En dicho proceso, los tarascos jugaron un papel fundamental, encontrándose una amplia cantidad de menciones sobre estos hechos. Primeramente hallamos que fue fray Juan de San Miguel quién avanzó desde Acámbaro en 1542 hasta un punto cercano, donde se fundó la villa de San Miguel y se estableció una colonia con tarascos y guamares (Powell, 1992: 23), punto que sería fundamental en la frontera con los chichimecas en el sur. Es importante recalcar que en esa misma década de 1540 se da la primera entrada a Nuevo México a cargo de Francisco Vázquez de Coronado (Alegre, 1841). Éste formó un gran ejército, donde la parte más numerosa estaba constituida por indios aliados; desafortunadamente, poco sabemos del origen de dichos indios, por lo que esto es una tarea importante a estudiar. Sin embargo, lo que sí quedó documentado fue que acompañando a dicha expedición fueron dos hermanos tarascos que se habían unido a los frailes franciscanos en calidad de donados. Sus nombres fueron Sebastián y Lucas, este último muy activo en las fundaciones en el septentrión novohispano durante las décadas siguientes. Al finalizar la expedición de Vázquez de Coronado y emprender el regreso al sur, fray Juan Padilla y fray Juan de la Cruz se quedaron en Tiguex (lugar ubicado cerca de Bernalillo, Nuevo México), junto con los dos donados michoacanos, en 1542 (Mendieta, 1993: 743), para iniciar la labor evangelizadora entre los tewas. Dichos frailes al poco tiempo fueron muertos por los indios del lugar y los dos donados michoacanos pudieron huir al sur llegando a salvo hasta el territorio español. Actualmente existen exploracio-


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4. AGN, Mercedes, III, 332 Mandamiento a don Antonio principal y Gobernador de la Provincia de Michoacán, para que hiciera tasación entre los naturales de Taximaroa, Zinapécuaro y comarcanos, para abrir y aderezar el camino desde el ingenio de Zinapécuaro, propiedad del Factor Salazar, hasta el Pueblo de Acámbaro, en el que pudieran transitar carretas hacia las minas de Zacatecas. Antonio de Turcios, 16 de junio de 1550. AGN Mercedes III 152-153, Comisión a don Antonio, gobernador de Michoacán, para aderezar ciertos caminos, 16 de septiembre de 1550. 5. Ibídem 6. DIHA I, 253. Paraxe del Cuicillo a nueve leguas deestas minas (de Zacatecas) que es el encuentro de los caminos que vienen de México y de Mechuacán. Información 1562

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nes arqueológicas en dicha región, donde supuestamente se han recuperado en distintos sitios materiales cerámicos, líticos y metálicos que pueden ser parte de las cosas que transportaban tlaxcaltecas y tarascos en dicha expedición, ya que éstos tienen una clara manufactura hecha en el centro del virreinato. Destacan en este sentido los artefactos hallados en el sitio de Hawikku, cerca de Zuñi (Mathers et al., 2013). La importancia de las minas de Zacatecas (Bakewell, 1997) hizo que una gran cantidad de población de todo tipo se fuera desplazando hacia dicho real, lo que trajo consigo una enorme necesidad de alimentos y bienes de todo tipo. Así, sabemos que para 1549 se abren los caminos que unían el real de Zacatecas con la zona agrícola de Michoacán, Guanajuato y sur de Querétaro.4 Reflejo de dicha importancia son las órdenes que se le envían el 16 de junio de 1550 al gobernador indio de Michoacán (Antonio de Huitzimengari) para reparar el camino entre Acámbaro y Zitácuaro, de modo que pudieran circular carros en él. Esto para poder llevar abastos de la región de Zitácuaro Tajimaroa a las minas de Zacatecas y poder regresar el metal que había de refinarse en los molinos de Zitácuaro. Tres meses después se amplió esta orden para que hiciera lo propio en los caminos de Tajimaroa a Maravatío, Ucareo, Cimayo, Oririapúndaro y la estancia de Godoy, y el camino real entre Maravatío y Oririapúndaro. Esto para facilitar los envíos de plomo y de otras provisiones de la ciudad de México a Zacatecas y los alimentos desde Michoacán hasta las minas del norte.5 Para fines de la década de 1550, se enviaban abastecimientos de Michoacán a Zacatecas por dos rutas principales: una Valladolid-Zitácuaro-Cuitzeo-Maravatío, pasaba por Acámbaro y se dirigía al norte directamente por Apaseo y Chamacuero hasta llegar a San Miguel, donde se unía al Camino Real de Tierra Adentro de Zacatecas-México, y una segunda se avanzaba por el río Lerma, pasaba cerca de las minas de Guanajuato y se desviaba hacia el noroeste en el valle de Señora (León), pasando por lo que sería más tarde Lagos y Aguascalientes, avanzando al norte hasta Cuicillo, a nueve leguas de Zacatecas,6 donde entroncaba con el otro camino mencionado. A mediados de la década de 1550, con la fundación de las minas de Guanajuato las rutas se multiplicaron entre Michoacán y este real, especialmente cerca de Silao. Cercano al paraje de Cuicillo se encuentra una cueva

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7. BNM Archivo Franciscano, caja 58, exp. 1159 (1622-1623), fs. 1-7.

con pintura rupestre –la cueva de Ávalos– donde hemos podido realizar el registro de su importante panel, en el cual se representa a los viajeros españoles y a los indios aliados haciendo tareas de laza de mulas, transporte en carretas, entre otras actividades, cuestión muy interesante, ya que da muestra de la visión de los indios del lugar sobre estos viajeros y recién llegados al norte por el Camino Real de Tierra Adentro (Punzo, 2011; Berrojalbiz, 2009; 2013: 474- 491; 2014: 81- 91). Para 1550 ya tenemos varias menciones sobre la presencia de tarascos que vivían en las minas de Zacatecas y trabajaban como mineros (Gerhard, 1996: 199; Bakewell, 1997: 60). Incluso ya se menciona la existencia de un poblado de tarascos llamado Chepinque, cerca de Zacatecas (ibíd.: 122). Esta cuestión del empleo de mineros tarascos en el norte, como vamos a ver, fue muy común en los reales de minas de los siglos xvi y xvii; esto nos parece que es fundamental para entender la importancia de la población tarasca en el proceso de colonización. Cabe mencionar que existe un documento donde un tarasco es acusado en la parroquia de Zacatecas de leer libros prohibidos en 1554;7 igualmente, es importante mencionar que en distintos recorridos arqueológicos se ha podido recolectar cerámica Romita Sgraffito en los alrededores de Zacatecas, especialmente en la hacienda de Pánuco, propiedad de los Ibarra, uno de los fundadores de Zacatecas y uno de los mineros más ricos de la época en el siglo xvi, igualmente identificada la fuente de dichos tiestos por activación neutrónica, como la del área del lago de Pátzcuaro (Fournier et al., 2007), lo que nos refuerza la presencia de ellos en este importante real de minas. No obstante, la presencia de los tarascos no sólo se circunscribió al trabajo en las minas, sino que también fungieron en esos momentos como comerciantes; por ejemplo fue un grupo de tarascos los que fueron atacados y muertos, a manos posiblemente de zacatecos, cuando iban a Zacatecas llevando un cargamento de paños, por el Camino Real, hacia finales de 1550, cerca del río de Tepezalá, en un paraje llamado Morcilique. Igualmente, a los pocos días fueron atacados y robados apenas tres leguas al sur de Zacatecas y a una de Cieneguilla del Monte unos rebaños propiedad de Cristóbal de Oñate y de Diego de Ibarra (Powell, 1992: 44), personajes trascendentales en este estudio. Ambos fundadores de Zacatecas; el primero, encomendero de Tacámbaro en Michoacán, y el segun-


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8. AGI. Legajo 60, número 2, Ramo 3. Información de Méritos y Servicios de Antonio de Huitzimengari.

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do, tío de Francisco de Ibarra, fundador de la Nueva Vizcaya; los tres fueron figuras que propiciaron de distintas maneras la colonización tarasca en el septentrión. La importancia de los poblados tarascos y de otros indios aliados quedó evidenciada cuando el despoblamiento de San Miguel por parte de chichimecas de paz, tarascos y otomíes, hizo que aumentaran fuertemente los ataques a lo largo del camino hacia Zacatecas (ibíd.), cuestión que nos hace pensar en la fuerza que tenían estos indios aliados a los españoles en la seguridad del transporte hacia el septentrión novohispano. Justamente para este momento, y en el mismo sentido, se abre un tema que hace falta ser abordado a profundidad, y es el papel de Antonio de Hutzimengari en este proceso de colonización y conquista en el norte. En la información de Méritos y Servicios de éste, hijo y sucesor del cazonci de Michoacán, reclama para sí la compensación por los servicios prestados en la guerra que él emprendió a nombre del rey contra los guachichiles que atacaban el camino, los poblados y las estancias de ganado desde San Miguel hasta Zacatecas. Él menciona que dicha guerra se hizo a su costa con sus armas y caballos y que gastó mucho dinero no sólo en sus tropas, compuestas por 2 mil guerreros tarascos, sino que alimentó igualmente a los soldados españoles que los acompañaban en tres campañas que le fueron solicitadas por el virrey Luis de Velasco. Igualmente, don Antonio menciona que en una de dichas campañas en el año de 1553 hizo prisioneros a 400 indios enemigos y mató a más de 200 en una misma pelea.8 Al inicio de la década de 1550 comenzó una serie de expediciones organizadas desde la ciudad de México a cargo de capitanes españoles, con la ayuda de los caciques indios y compuestas por grandes cantidades de tropas indias. Desde Michoacán, en 1551, se armó la primera expedición organizada a cargo de Hernán Pérez de Bocanegra, encomendero de Acámbaro y Apaseo; poco sabemos de los indígenas tamemes que llevaron, pero algunos de los cuales seguramente eran tarascos de las propias estancias de Bocanegra y de San Miguel (Powell, 1992: 76). Antes de un año se armó otra expedición mayor contra los chichimecas alzados, a cargo del licenciado Herrera, que se hizo con 34 jinetes, varios cientos de tarascos y otros guerreros indios, once estancieros y un buen número de tamemes. Esta expedición se abasteció con los indios de Gueymilpa, Guango, Acámbaro y

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9. AGN 1, exp. 22, f. 7. México. 20.4.1554. Mandamiento a los Oficiales de la Real Hacienda para que pagaran a Juan Infante, la cantidad de 1173 pesos 2 tomines de oro común en razón de las 2346 fanegas de maíz que había dado a precio de 4 reales de plata la fanega, para “la pacificación punición y castigo de los guachichiles bravos que andaban alzados en el camino de los Zacatecas”. Antonio de Turcios.10. AGI Contaduría 672, ramo 6. 11. AGN 1, exp. 22, f. 7. México. 20.4.1554. 12. AGN, Mercedes IV, 573-567. “Comisión a Ángel de Villafañe para ir a fundar la villa de San Miguel” 15 de diciembre de 1555. 13. AGN, Mercedes, fs. 284-284v. Mandamiento a los Alcaldes Mayores, Corregidores y Gobernadores de los pueblos de Guango, Acámbaro, Querétaro y Cuiseo, para que destinaran indios a los españoles que fundaban la Villa de San Miguel para la construcción de sus casas y apoyarlos en contra de los indios Chichimecas que atacaban el camino a los Zacatecas, asignando 10 indios a Guango, 16 para Acámbaro, 8 de Querétaro y 16 de Cuiseo, recibiendo de salario el oficial un real y el jornalero medio real diario, poniéndolos a las órdenes de Ángel de Villafañe quien tenía encomendada la dicha fundación. Pedro de Murcia.

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14. Informe de fray Guillermo de Santa María en: Carrillo, 2000. 15. AGN, Mercedes VII, 543. Libranza a Martín Salinas de lo que parece averiguado demás de lo que libró para lo que se proveyó a San Felipe, 26 de enero de 1564.

Maravatío, así como en las estancias de Juan Infante,9 otro encomendero de Michoacán que jugó un papel muy relevante en el envío de comida y hombres a conquista del septentrión. De la entrada de Herrera siguió otra más, financiada también por el tesoro real por sólo dos meses a partir del 30 de enero de 1553, liderada por el capitán Gonzalo Hernández de Rojas, alcalde mayor de la provincia de los chichimecas. Integraban la fuerza 40 soldados, un alférez, un escriba, un trompetero indio y una fuerza de guerreros aliados de indios de Michoacán.10 De esta misma expedición sabemos que Juan Infante abasteció a dichas tropas con alimentos.11 Una vez más se vio la importancia del poblamiento con indios aliados en los territorios de frontera tras el abandono de San Miguel, y fue así como Juan de Villaseñor, encomendero de Pénjamo, puesto de avanzada a la Gran Chichimeca, fue quien, en cooperación con religiosos de Michoacán e indios tarascos, fundó la ciudad de Pénjamo en 1555 (Powell, 1992: 23). Sin embargo, los ataques continuaron, siendo un blanco frecuente los comerciantes tarascos que recorrían la ruta México-Michoacán-Zacatecas. Fue la refundación de la villa de San Miguel de los Chichimecas, el 15 de diciembre de 1555, de suma importancia para la pacificación de esta zona, esfuerzo realizado por Ángel de Villafañe por orden del virrey; en este lugar se volvieron a asentar los chichimecas de paz, tarascos y otomíes.12 Para esta tarea se encomendaron indios de Guango, Acámbaro, Querétaro y Cuiseo, quienes debían trabajar para edificar el poblado y apoyarlos en contra de los indios chichimecas que atacaban el camino a Zacatecas.13 El 1 de enero de 1562 se estableció otro poblado defensivo: San Felipe. Desde ahí se comisionó la protección de los indios de Sichú, población en la que sabemos convivían también otomíes, tarascos y chichimecas pacíficos desde la década de 1550.14 Durante este periodo de la fundación de San Felipe, los abastos de éste provenían de Acámbaro, en Michoacán, y esto era pagado por el tesoro real.15 En dicho periodo de mediados del siglo xvi es importante men­cionar que, si bien los indios tarascos, junto con otros grupos, lucharon ferozmente al lado de los españoles en contra de los chichimecas, existieron grupos de tarascos que se unieron a los chi­chimecas en contra de los españoles.16


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16. AGN, Mercedes, f. 291. México. 7.02.1564. Mandamiento a Alonso de Castilla Corregidor y Justicia Mayor del Pueblo de Yuririapúndaro, para que impidiera que el clérigo Juan Barajas y los veinte españoles residentes del Pueblo de Pénjamo hicieran entrada alguna en las tierras de los Chichimecas. Antonio de Turcios. 17. Lloyd Mecham, 1992. Memorial de los Indios de Nombre de Dios Durango, acerca de sus servicios al Rey c. 1563. En Barlow y Smisor, 1943: 4.18. Relación de San Martín y Llerena, publicada en Acuña, 1988. 19. Relación de Pedro de Ahumada para el Ilustrísimo Señor don Luis de Velasco, virrey y capitán general desta Nueva España... Transcrita por Barlow y Sminsor, 1943: 53-63. 20. Información de Méritos de Francisco de Ibarra. AGI/16416.3.11.21// PATRONATO,73,N.2,R.1 21. Archivo del Ayuntamiento de Pátzcuaro 13 fols. “El trigo y maíz que se ha detenido par socorro (de Zacatecas) por el señor Ju fnz Madaleno Juez de Comisión para ello, 1561.

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Al inicio de la década de 1560 la situación cambió un poco, ya que el frente de colonización se desplazó al norte de Zacatecas tras el descubrimiento de las minas de San Martín en 1558,17 al norte de lo que hoy es Sombrerete. El centro más importante de la rebelión india era en lo que se conoce como el Malpaís; se trata de los restos de un pedregal producto del vulcanismo en la región que se encuentra entre los valles de Poanas, Nombre de Dios y Guadiana, en el sur del actual Durango, frontera con Zacatecas. Éste es un lugar muy agreste con gran cantidad de cuevas, pequeñas barrancas formadas por los flujos de lava donde, en unas breves incursiones arqueológicas, se han podido encontrar muchísimos vestigios. Una de las principales características de este lugar para ser el refugio de la rebelión fue que el uso del caballo no era una ventaja para los soldados españoles, ya que estos animales no pueden andar por dicho lugar, además de que, por su enorme extensión, era muy fácil llegar cerca de los campos mineros de San Martín, las estancias españolas más septentrionales, como la de Pedro Quiroga, y poder huir fácilmente.18 Así, para enfrentar a los indios zacatecos fueron formadas dos fuerzas compuestas por indios mexicanos y tarascos reclutados en todos los alrededores y traídos de distintas regiones, quienes, estaban bajo el mando de Pedro de Ahumada Sámano, en 1561,19 y Francisco de Ibarra, sobrino de Diego de Ibarra,20 minero y fundador de Zacatecas y futuro gobernador de la Nueva Vizcaya; por otra parte, enfrentaron a los zacatecos en su propio refugio. De esta forma, los indios de Michoacán participaron de manera importante en esta trascendental campaña, la primera a gran escala contra los chichimecas, zacatecos y guachichiles, que fue enviando guerreros, no sólo los reclutados en las cercanías, sino que se prepararon 200 más en Michoacán para dicha campaña (Powell 1992: 98), además de que todos los bastimentos fueron trasladados desde Chilchota, Jacona, estancia de Canindo, estancia de Taramécuaro, Tazazalca, Carapo, Puruándiro, Guango y Guaniqueo.21 En esta campaña que se inició en las minas de San Martín, se arengó a tarascos y a los mexicanos a la lucha diciéndoles sus capitanes: “Ireis a ayudar al rey en el campo de marte, acompañareis al capitan alla en el mesquital”.22 Esta tropa de tarascos y mexicanos partió a la guerra contra los chichimecas del malpaís

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22. Memorial de los indios de Nombre de Dios acerca de sus servicios al rey, c. 1563. Transcrito por Barlow y Sminsor, 1943: 12. 23. Ibíd.:.38. 24. Ibíd.: 44. 25. Información de Méritos de Francisco de Ibarra. Probanza hecha en Nombre de Dios. Respuesta de Hernando de Valderrama. AGI/16416.3.11.21// PATRONATO,73,N.2,R.1

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26. Fray Gerónimo de Mendieta relata que fray Jacinto de San Francisco, conocido como fray Cintos, fue conquistador de la Nueva España con Cortés y que éste le otorgó los pueblos de indios de Veitlalpan y Tlatlauhquitepec, en encomienda. Para redimirse por el sufrimiento de los indios tomó los hábitos de San Francisco y partió a la Nueva Vizcaya. Mendieta, 1993: 675677. Gámiz (1953) menciona también que fray Cintos fue soldado de Cortés y encomendero y que deseando redimirse tomó los hábitos. 27. Mecham (1992: 109) indica que fray Pedro de Espinareda era originalmente miembro de la provincia de Santiago de Extremadura, que fue el alimento de la provincia de San Gabriel, lugar de donde vinieron los primeros frailes franciscanos para la evangelización de la Nueva España y que tenían un pensamiento milenarista influido por Joaquín de Fiore. Menciona a Espinareda como uno de los doce primeros frailes enviados por su provincia a México. Nos parece que en este punto Mecham puede tener una confusión, entre los primeros “Doce”, donde no aparece su nombre; sin embargo, este dato basado en Torquemada no deja de ser fundamental, ya que, si bien no llegó con los “Doce”, su filiación provincial y su temprano arribo nos son muy significativos. 28. AGI/16416.3.11.21// PATRONATO,73,N.2,R.1 Información de Méritos de Francisco de Ibarra. Probanza hecha en Nombre de Dios. Respuesta de Cristóbal Bernal. 29. AGN, Mercedes, fs. 521v-522. México. 9.6.1563. Mandamiento a Alonso García y las justicias comarcanas a la Nueva Villa del Nombre de Dios “que

atacándolos en sus poblados de Quauhtla, Opiatiauh, San Gerónimo, San Pedro, Tochpa y Calabsal,23 así como contra otra parcialidad que llamaron los chichimecas “de cabeza encarnada”, en el valle de Guadiana.24 En 1561, en medio de la campaña contra los zacatecos del Malpaís, se llevó a cabo la fundación de la Villa de Nombre de Dios, uno de los bastiones más importantes de la colonización tarasca que se hicieron. Fue en 1561 cuando Francisco de Ibarra hizo una segunda expedición importante al norte. Ésta surgió por la llegada a San Martín de los franciscanos25 fray Gerónimo de Mendoza, fray Diego de la Cadena, fray Cintos,26 fray Pedro de Espinareda27 y el donado Lucas, indio tarasco que había participado en la fallida expedición de Vázquez de Coronado a Nuevo México 20 años antes. Estos religiosos llegaron con la misión de predicar en la “tierra adentro” por orden del virrey Luis de Velasco.28 Dicha villa tenía como función principal el de acoger a los indios rebeldes del malpaís y dotarlos de un estatus de vecinos, donde éstos iban a ser catequizados con la ayuda de tarascos y mexicanos.29 Así, para apoyar ese esfuerzo de evangelización, Francisco de Ibarra salió de San Martín con 25 soldados30 rumbo a la estancia de Pedro Quiroga, donde se encontró con los franciscanos.31 Dos soldados de dicha expedición, Pedro Lopea de Galárraga y Martín, dijeron haber acompañado a los religiosos al lugar donde se fundó la villa de Nombre de Dios, donde no había ningún poblado ni de españoles ni de indios; de allí fueron al valle de Guadiana y a las minas de Avino, descubriendo el Peñón Blanco y el río Nazas.32 De regreso a San Martín, los religiosos eligieron Nombre de Dios como el mejor lugar para iniciar su labor, fundando la misión de San Francisco del Malpaís, donde asentaron en barrios separados a los indios michoacanos y mexicanos, además de fundar la villa de españoles de Nombre Dios, separada del pueblo de indios, divisiones que todavía hoy se puede reconocer en Nombre de Dios (Punzo, 2009b). Es importante mencionar que la misión franciscana de Nombre de Dios tuvo al principio, según Arlegui, la categoría de hospicio u hospital con su propia capilla. Estas iglesias que pertenecieron a los hospitales persisten en los poblados tarascos, como en Nombre de Dios, en el barrio de Michoacán, y han jugado tradicionalmente el papel de centros de culto, organización social y resistencia de los indios a partir


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delante de las minas de San Martín cerca de las sierras que dicen de Santiago para que se poblase de los indios Chichimecas del malpais y de otros indios de paz y españoles” para que apremiaran y obligaran a los naturales a poblar la dicha Villa del Nombre de Dios con los privilegios dotados como a vecinos. Antonio de Turcios. 30. AGI/16416.3.11.21// PATRONATO,73,N.2,R.1 Información de Méritos de Francisco de Ibarra. Probanza hecha en Nombre de Dios. Respuesta de Juan de Elguera. 31. AGI/16416.3.11.21// PATRONATO,73,N.2,R.1 Información de Méritos de Francisco de Ibarra. Probanza hecha en Nombre de Dios. Respuesta de Miguel Gallegos. 32. AGI/16416.3.11.21// PATRONATO,73,N.2,R.1 Información de Méritos de Francisco de Ibarra. Probanza hecha en Nombre de Dios. Respuesta de Alonso García. 33. Hospital fundado en el siglo XVI en poblados purhépechas en Michoacán. 34. AGI/16403.6.5.21.3// GUADALAJARA,33,N.64 Cartas oficiales reales 1579.

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de las cofradías contra las autoridades civiles y eclesiásticas (Vallebueno, 2009), cuestión que, sin duda, nos hace recordar a las guatáperas michoacanas.33 Sin embargo, es difícil poder establecer una relación directa entre ambas. Bajo esta misma protección de Francisco de Ibarra, más al norte en el valle de Guadiana fray Diego de la Cadena y el donado Lucas fundaron con tarascos y mexicanos, en ese lugar, el poblado de San Juan Bautista de Analco, en tierras tepehuanas, aledaño al lugar donde Francisco de Ibarra fundaría la villa española de Durango en julio de 1563 (Punzo, 2009a). Después de la expedición de Ahumada y la de Ibarra, las tropas de tarascos y mexicanos que fueron tan efectivas contra los zacatecos y guachichiles fueron usadas ahora por otro de los capitanes importantes de la frontera, Rodrigo del Río de Loza, entre 1565 y 1567, contra tepehuanes y otras fracciones más norteñas, posiblemente salineros y tobosos. Estos mismos tarascos y mexicas en Nombre de Dios fueron una vez más usados en campañas contra los chichimecas zacatecos, ahora en 1585, al mando del alcalde ordinario Francisco de Sosa, quien prometió a éstos que, como recompensa por sus servicios, podían quedarse con los chichimecas que apresaran como esclavos, y por esta cuestión, una vez capturados los zacatecos les quitaron a todos los prisioneros las armas, y la alimentación solamente se les otorgó por el tiempo que duró la expedición (Barlow y Sminsor, 1946: xix). No obstante, la consolidación de la población en estos lugares, en la Nueva Vizcaya, no fue fácil; podemos ver un ejemplo de ello en una carta dirigida al rey en 1579 por Martín López de Ibarra, Juan de Heredia y Martín Ibarra. Estos conquistadores solicitaban la entrada de mil indios casados y solteros de la Nueva España y de la Nueva Galicia para poblar estos lugares, ya que se encontraban prácticamente despoblados y todos los indios estaban de guerra.34 Fueron tan efectivos los tarascos en su empresa en el norte, tanto militar, minera, agrícola como evangelizadora, que continuaron siendo usados en distintos puntos de la frontera para establecerse en los pueblos. Así, Celaya se funda en 1570 como una ciudad que los estancieros de la zona de Apaseo querían que se hiciera para defender este paso de las incursiones chichimecas.

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35. Archivo Histórico de Hacienda I, 211-225, 332, Asiento y congregación de los indios en San Miguel Mexquitic y Tlaxcalilla. 36. AGN, General de Parte I, fol. 134r.

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37. Carta avisando a todos los pueblos de la muerte y martirio de Gonzalo de Tapia, firmada por Joan de Cherán. En Pérez de Ribas, 1992: 136.

Tras la fundación, se comisionó a indios de Acámbaro, Ucareo, Zinapécuaro, Cuitzeo y Yuririapúndaro para la construcción de casas en la nueva ciudad. Caso similar fue el de la fundación de la villa de León en 1575. Igualmente, se mandó primero a 150 indios de Acámbaro para la construcción de casas, reduciéndolos finalmente a sólo cien, ya que éstos estaban trabajando tanto en Celaya como en las minas de Tlalpujahua (Powell, 1992: 161). Tarascos también se encuentran, en 1598, entre los fundadores de Valle de San Francisco (hoy Villa de Reyes, S. L. P.), y están presentes en San Luis Potosí y en el vecino poblado de Tlaxcalilla.35 Los capitanes de frontera estuvieron continuamente reclutando pequeños grupos de guerreros en la frontera de Michoacán, o dando privilegios a los caciques locales. Por ejemplo, en Tlazazalca, el cacique, en 1576, recibió licencia virreinal para poder tener un caballo con silla y rienda, porque estaba sirviendo en la guerra con los chichimecas.36 Así los tarascos sirvieron como combatientes, y como intérpretes muchas veces, durante la Guerra Chichimeca. Para la última década del siglo xvi las cosas toman un nuevo giro en lo que respecta a la población tarasca en el septentrión novohispano, y fue el papel que jugaron éstos en conjunto con los jesuitas cuando comenzaron su labor misional. Por ejemplo, en 1595 los jesuitas llevaron a varios tarascos, otomíes, negros y españoles para sumarse a la recientemente fundada población de San Luis (hoy de la Paz), junto con chichimecas que ya habían asentado en el lugar (Powell, 1992: 219). En la zona serrana de la Nueva Vizcaya se encontraron minas muy ricas, destacando los reales de Topia y San Andrés, a donde llega una buena cantidad de operarios tarascos en las minas que, sabemos, provenían de Pátzcuaro, Sevina, Nahuatzen, Cherán y Arantza, desde 1592; éstos habían sido llevados por el jesuita Gonzalo Tapia,37 religioso que había servido en la década de 1580 con la Compañía en Pátzcuaro (Cramaussel, 2004: 195). Igualmente, en 1596, el jesuita Gerónimo Ramírez empezó a cristianizar en el poblado tepehuán de La Sauceda, al norte de la villa de Durango. Ramírez pudo comunicarse con los habitantes de ese lugar gracias a que hablaba náhuatl y tarasco, ya que estuvo anteriormente en Pátzcuaro.38 Al norte de este paraje, en el vecino valle de Guatimapé, se encuentra otra cueva con arte


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LOS PUEBLOS CON PRESENCIA TARASCA EN EL SUR DE LA NUEVA VIZCAYA Este apartado se basa especialmente en los poblados de Nombre de Dios y San Juan Bautista de Analco, el primero en el valle del mismo nombre y el segundo un poco más al norte en el valle de Guadiana. Un punto muy importante en ambas fundaciones es que los dos son los valles más aptos para la agricultura en toda la región del sur de la Nueva Vizcaya y norte de la Nueva Galicia. Los franciscanos se apoyaron en grupos de mexicanos y tarascos,42 para el establecimiento y consolidación de las misiones. La labor de estos grupos ayudó a transformar el paisaje abriendo y adaptando las tierras que circundaban estas misiones a la agricul-

38. Relación que el hermano Juan de la Carrera hizo al padre Antonio de Mendoza acerca de la misión que se hizo a la nación de los indios tepehuanes el año de 1596. Transcrita por Zubillaga, 1976, vol. VI (1596-1599), doc. 107: 326-327. 39. Annua de la provincia de Nueva España de 1594, doc. 128, vol, V, México, 1 noviembre 1595. En Felix Zubillaga, Monumenta Mexicana VII (1599-1602). Roma: Institutum Historicum Societatis Iesu, 1981: 455. 40. Transcrita en parte por González y Rodríguez, 1987: 165. 41. BNM, Archivo Franciscano, caja 58, exp 1159 (1622-1623), fs.8-15. 42. Memorial de los indios de Nombre de Dios acerca de sus servicios al rey, c. 1563, Transcrito por: Barlow y Sminsor, 1943: 2-45.

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rupestre de esta época que representa a distintos personajes vestidos a la usanza española montando en mulas y caballos, así como indios flecheros, que han podido ser fechados para dicho periodo de finales del siglo xvi y principios del xvii (Punzo, 2011; Berrojalbiz, 2010, 2013, 2014). Un pasaje muy interesante sucedió en Cuencamé, donde Gerónimo Ramírez llegó al campamento minero habitado por tepehuanes y zacatecos, pero entre ellos habitaba ya un indio tarasco quien lo alojó en su casa, la única de adobe. El jesuita Ramírez habilitó la iglesia en la casa que le proporcionó el indio tarasco.39 Acompañando a los jesuitas, los tarascos estuvieron presentes a finales del siglo xvi, en los pueblos de Indhe, Santiago Papasquiaro, Santa Catalina de Tepehuanes y San Andrés de Atotonilco. Como ya se mencionó, estos tarascos ayudaban a los jesuitas en distintas labores para la evangelización. Encontramos un ejemplo en la carta Annua de 1611, donde el jesuita Juan Fonte dio cuenta de que estos grupos provenientes del sur representaron una pastorela con motivo de la Navidad.40 La presencia de los grupos tarascos continuó a lo largo del siglo xvii en la Nueva Vizcaya, pero cada vez más como operarios en las distintas minas, como en Parral en 1635 (Gerhard, 1996: 280), Cuencamé en 1622 (ibíd.: 241) y Fresnillo, 1682 (ibíd.: 113). Igualmente, se encuentra una solicitud de frailes franciscanos con conocimiento de la lengua tarasca para el cuidado espiritual, en San Luis Potosí, en 1622.41

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43. AGI leg. 73, d.2, R-1 Información de méritos de Francisco de Ibarra 1569. Transcrita por: Gallegos 1960. p. 116.44. AGI/16416.3.11.21// PATRONATO,73,N.2,R.1 Información de Méritos de Francisco de Ibarra. Probanza villa de Durango. Respuesta Gonzalo Correa. 45. Relación de 1591. Transcrita por Barlow y Smisor, 1943: 64. 46. AGI/16416.3.11.21// PATRONATO,73,N.2,R.1 Información de Méritos de Francisco de Ibarra. 47. AGN Inquisición, t. 121 (15871588), Contra Diego Pérez de Luján.

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48. Archivo de la Parroquia del Sagrario de Durango. Libro donde se inscriben los bautismos y casamientos de la jurisdicción de la villa de San Antonio de Guadiana, enero 24 de 1604-agosto de 1637.

tura (Punzo, 2009b), sobre todo mediante la creación de acequias para el riego.43 Para estos primeros momentos de la fundación de la villa de Durango fue el otorgamiento de herramientas por parte de Francisco de Ibarra a sus pobladores una estrategia muy importante. Así, encontramos que “demas de esto vio que les dio varras achas e açadones e otras herramientas para sacar azequias por donde fuese el agua a la villa para regar tierras…”44 El papel que los españoles, tanto civiles como religiosos, buscaban para estos grupos indios queda ejemplificada en la Relación de 1591, que nos habla de la función de los indios mexicanos y michoacanos en la fundación de Nombre de Dios. En ésta fray Pedro de Espinareda les dijo a los mexicanos, en 1562, “mañana nos partiremos placiendo a Dios iremos a poblar a donde vosotros seréis alcaldes, regidores, gobernadores y ternéis de ultra mano a los chichimecas y les enseñareis lo bueno y no lo malo…”45 La colonización agrícola de la Nueva Vizcaya fue uno de los propósitos del conquistador Ibarra; un ejemplo de esta intención la constituye el repartimiento de 130 caballerías de tierra apenas seis años después de las fundaciones de las villas de Nombre de Dios y Durango.46 Este proceso respondía a los altos precios del maíz y del trigo que existían en los minerales del norte. Así, esa falta de bastimentos trajo consigo a grupos de españoles e indios labradores que fueron a la postre el germen permanente de la gran colonización de estas tierras (Punzo, 2009b). Sobre la utilización de esta mano de obra indígena, desafortunadamente tenemos muy pocos datos. En la información de méritos de Francisco de Ibarra y en la de Martín López de Ibarra se hace referencia en forma recurrente a que los indios que trabajaban para los españoles recibían un pago. Así mismo, hemos podido establecer que algunas estancias tenían indios naboríos para el trabajo, como fue el caso de un tarasco en Santa Bárbara, en el extremo norte del avance español, en 1588,47 o el de la hacienda de San Salvador, en el valle de Guadiana, en 1611.48 En la Nueva Vizcaya, los gobernadores tuvieron la facultad de encomendar indios para el trabajo en las haciendas españolas, hasta antes de 1582 (Cramaussel, 1990: 140). Es, en ese sentido, significativa la acusación que se hace a los tenientes de gobernador de la Nueva Vizcaya, de haber repartido muchos indios en encomienda, siendo ésta una facultad de la que ellos carecían.49 Esa acusación tocó


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49. AGI/16403.6.5.21.3// GUADALAJARA,33,N.65 Cartas de oficiales reales Carta de Alonso Calderón, 1582. 50. AGI/16416.3.11.30// PATRONATO,81,N.1,R.6 Méritos, servicios: Cristóbal de Ontiveros, Nueva Vizcaya. 51. Archivo de la Parroquia del Sagrario de Durango Libro donde se inscriben los bautismos y casamientos de la jurisdicción de la villa de San Antonio de Guadiana, enero 24 de 1604-agosto de 1637. 52. Ibíd.

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directamente a Martín López de Ibarra, quien, sin facultades para ello, otorgó una encomienda a Cristóbal de Ontiveros en 1567.50 De esta forma, podemos suponer que mucha de la mano de obra que usó López de Ibarra en el valle de Guadiana, para trabajar sus grandes extensiones de tierra de labor, fue a través de indios en encomienda. Así mismo, los indios reducidos en pueblos misionales en el valle pudieron servir en estas labores como trabajadores temporales (Deeds, 1990: 170). Sobre el pueblo de indios de San Juan Bautista de Analco, aunque sabemos que su fundación se hizo con indios mexicanos y tarascos, encontramos que el panorama era más complejo para inicios del siglo xvii. En Analco vivía una población heterogénea.51 Hallamos que en 1604 se asentó en el registro el matrimonio entre Francisco González, indio tlaxcalteco, y Petrona Angelina, india matlatzinca; cabe remarcar que grupos matlatzincas formaron parte del Señorío Tarasco. En ese mismo año se casaron Pedro, indio tarasco del barrio de Analco, con Mariana, india posiblemente tepehuana. De igual manera, en 1604 se casaron Miguel, indio “serrero” posiblemente tepehuán, y Mariana, natural de Michoacán. Al año siguiente se casaron Miguel y Francisca, él natural de Michoacán y ella de Cacaria. Estos registros nos dan muestra de cómo se generó el proceso de mestizaje con los indios traídos del centro del virreinato, el cual, seguramente, produjo un fenómeno de tansculturación entre los distintos grupos étnicos, sirviendo como parte de la evangelización de los tepehuanos del valle de Guadiana. Un caso interesante es que, en 1612, para el bautizo de María, hija de Domingo, fiscal de Analco, fungieron como padrinos don Cristóbal de Riquenza y Mercedes Gutiérrez, su mujer.52 Lo que cabe resaltar es la manera como se tejían alianzas políticas a través de los compadrazgos entre indios y españoles principales. Los registros tempranos de bautizos en Santiago de los Tepehuanes y Santa María del Tunal (pueblos de indios tepehuanos casi exclusivamente) –sobre todo hasta antes de 1613 y en especial en el año de 1606– indican un número significativo de padrinos provenientes de Analco. Esto parece dar cuenta de un impulso especial a esta práctica, con el objetivo de que los indios ya cristianizados, en segunda o tercera generación, ayudaran en la labor evangelizadora de los recientemente convertidos tepehuanes. Es

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importante mencionar que esto fue antes de la gran revuelta tepehuana de 1616, cuando se expulsó a los españoles de la frontera norte por casi dos años. En lo que respecta a los materiales arqueológicos, pudimos encontrar en Tapias, la estancia de Francisco de Ibarra cercana a la villa de Durango, donde habitó una población india, un tipo cerámico que conjunta, por una parte, la tradición indígena de una raigambre prehispánica local y, por otra, el vidriado introducido por los españoles. Es una cerámica que tiene un tratamiento, con engobe rojo pulido en su parte exterior y el uso de vidriado en el interior. Los tipos que van de bruñido a pulido con engobe rojo, tanto interior como exterior, los tenemos presentes a todo lo largo de la secuencia ocupacional prehispánica. En lo que respecta a las formas de este tipo, encontramos que se trata de cuencos, forma típicamente de tradición indígena, lo contrario a lo que identificamos en otras cerámicas también vidriadas, donde hallamos formas que se asocian más al uso de los españoles, como son las botijas, orzas, jarros o lebrillos (Punzo, 2009b). Es importante destacar la presencia de una navajilla prismática de obsidiana. Este hallazgo es relevante, ya que no existen evidencias de que este tipo de navajas se produjeran en la región. Debido a lo anterior, ésta pudo llegar vía comercio, desde la región central de Nueva España o de Nueva Galicia.

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UNA ÚLTIMA REFLEXIÓN Más que conclusiones de algún tipo, creemos que son líneas de investigación lo que se desprende de este breve recuento sobre la presencia tarasca en el septentrión novohispano. La primera tiene que ver con el papel que jugaron los tarascos como tropas auxiliares de los españoles y, especialmente, sería importante analizar la relación entre el sentido de los reclamos que lleva a cabo éste sobre su participación en dicha conquista y, por supuesto, la retribución económica y en prebendas que solicita a las autoridades virreinales por estos hechos. Existen autores que han mencionado que el norte tenía una significación especial, ya que los grupos indios del centro del virreinato conservaban en su tradición oral, en su tradición histórica de larga duración, el recuerdo de cómo sus antepasados


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habían ido al norte, habían vivido mucho tiempo allá y habían regresado al centro, como se menciona en La relación de Michoacán para el caso tarasco (Alcalá, 2008), y cómo ha sido documentado desde la arqueología por Carot y Hers (2006), otorgando así una importancia simbólica e histórica a estas tierras septentrionales (Levin-Rojo, 2014). Sin dejar de lado esta posibilidad, en los documentos históricos, y especialmente para el caso del norte de la Nueva Galicia y sur de la Nueva Vizcaya, el papel de los señores tarascos y de sus ejércitos parece más una empresa de conquista, donde éstos hacen reclamos por los territorios ocupados. Igualmente, importante es analizar a profundidad el papel de los tarascos, los cuales parece que comenzaron a ser buscados y contratados como operarios en las minas durante la segunda mitad del siglo xvi y todo el siglo xvii. Esta migración y asentamientos tarascos pareciera que fueron hechos de manera más bien individual o en pequeños grupos que se fueron asentando en los reales mineros. Por último, hace falta estudiar el rol de estos michoacanos como colonizadores de la frontera en conjunto con franciscanos y jesuitas. Esto especialmente en la apertura a una actividad agríco­ la de mayor escala en la región para el sustento de las minas y para la atracción y evangelización de los indios locales.


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LA “PALABRA CONQUISTADORA” Y LA TRANSFORMACIÓN DE LOS MODOS DE VIDA INDÍGENA EN LA PROVINCIA DE SINALOA (SIGLO XVII)* Wilfrido Llanes Espinoza**

* Una versión sintetizada de este artículo fue presentada en el Seminario: La Religión y los Jesuitas en el Noroeste Novohispano, realizado en Mazatlán, Sinaloa, los días 27, 28 de febrero y 1° de marzo de 2015. ** Profesor-investigador en la Facultad de Historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Recepción: junio 27 / Aceptación: septiembre 9


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Como un homenaje de admiración, dedico este ensayo a Sergio Ortega Noriega (†), maestro y referente de la historiografía sinaloense.

Resumen Este artículo trata sobre el proceso dual de oposición y asimilación que afrontó la labor de conversión encargada a la Compañía de Jesús en la provincia de Sinaloa (Cinaloa) durante el siglo xvii. Se exponen las formas de acercamiento a la población nativa, a través del uso de la “palabra conquistadora” y su recepción en la intención de explorar la “transformación de los modos de vida” de los indígenas.

Abstract The article is about the dual process of assimilation faced opposition and conversion work entrusted to the Society of Jesus in the province of Sinaloa (Cinaloa) during the seventeenth century. The ways of approaching the native population are exposed, through the use of “conquering speech” and its reception in the intention to explore the “transformation of lifestyles” of indigenous peoples.

Palabras clave Conversión, Compañía de Jesús, Sinaloa, población nativa, “palabra conquistadora” “transformación de los modos de vida”

Key words conversion, Society of Jesus, Sinaloa, native population, “conquering speech”, “transformation of lifestyles”


1. Véase Oesterreicher y Schmidt-Riese, 2010.

INTRODUCCIÓN Identificamos constantemente en la historiografía dos aspectos bien presentes en el momento de estudiar el proceso de evangelización en la América española: el lado europeo, conquistador, el que favoreció la evangelización, y el mundo indígena, destinatario del proceso. Grosso modo, los indígenas, o bien se comprometieron ellos mismos con la evangelización o bien le opusieron una resistencia decidida, cuando no, la mayoría de las veces, procuraron rescatar su propia manera de entender el mundo incluso frente a algo tan desconocido como la fe cristiana.1 Ante los avances obtenidos en este sentido, el objetivo del presente ensayo es abordar el entrecruzamiento del discurso moralizador empleado por los jesuitas con las prácticas cotidianas de los indígenas, cruce que trajo como efecto lo que Carmen Bernard y Serge Gruzinski llamaron la “transformación de los modos de vida” (1999: 621). Se estudia el proceso dual de oposición y asimilación que afrontó la labor de conversión en la provincia de Sinaloa (Cinaloa) durante el siglo xvii, teniendo en cuenta la construcción discursiva de los jesuitas. Para esto se retoma la naturaleza de la “palabra conquistadora”, a la que recurrieron los jesuitas en el proceso de evangelización. LAS FUENTES JESUITAS Y LOS LUGARES DE PRODUCCIÓN Para establecer un punto de inflexión, antes de entrar en materia, vale la pena detenerse en un aspecto que no podemos pasar por alto: el uso de las fuentes. Entre los elementos que han afianzado el discurso triunfalista de los jesuitas en buena parte de la historiografía, referida a su labor evangelizadora en el norte novohispano, destaca el peso que han tenido en ella las crónicas y relaciones escritas por los ignacianos;2 es decir, se debe ciertamente a que se ha pasado por alto el lugar de producción y a la lectura acrítica de las fuentes.3 Este llamado de atención no es reciente; ya antes Edmundo O’Gorman lo había advertido en el célebre prólogo a La Histor e v i s ta d e h i s t o r i a d e l a u j e d , n ú m e r o

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2. Bernabéu Albert ha hecho énfasis en este punto. Véase Bernabéu Albert, 2009b: 165-211. 3. Al respecto Jaime Borja señala que “Tradicionalmente se ha considerado que las crónicas que se escribieron en las Indias Occidentales durante el siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII formaron parte de la experiencia vividas por sus autores. De esta manera, se ha construido la idea de que las crónicas, historias naturales y morales, relaciones de viaje y cartas, cumplieron con la función de ser escritas para entender el descubrimiento de América. Esta forma de asumir los textos de la conquista ha permitido que con mucha frecuencia se emplee sus narraciones como datos objetivos […]” Borja Gómez, 2005: 33-34.


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4. O’Gorman, 1962: XCIX-CI. José Rabasa (1996: 321) propone una lectura enfocada mayormente al sentido retórico que regían la escritura de las crónicas en el siglo XVI.

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5. Ernest J. Burrus y J. Gómez F. “Pérez de Rivas (Ribas)”. En O’Neill y Domínguez, 2001: 3093.

ria moral de las Indias del padre José de Acosta; desde entonces O’Gorman establecía la necesidad de repensar las crónicas con el fin de valorarlas no sólo por su información,4 como ha sucedido en buena medida –para el caso del noroeste novohispano– con la reconocida Historia de los triunfos de nuestra santa fe… (Pérez de Ribas, 1992) y con la Corónica y historia religiosa de la Provincia de la Compañía de Jesús de México en nueva España (sic, 1896), ambas obras del célebre misionero y padre provincial Andrés Pérez de Ribas (Rivas); el jesuita cordobés fue un historiador cuidadoso, preciso con la información lingüística, etnológica y geográfica que aporta en sus obras; no obstante, fue hijo de su tiempo, “ángeles y demonios se inmiscuyen con frecuencia y los ‘milagros’ se suceden en su recuento de la ‘conversión de infieles y paganos’”; fue un historiador de la llamada conquista espiritual, de la que el propio Ribas fue actor.5 A tono con lo anterior, Daniel T. Reff se refiere a la obra Historia de los triunfos de nuestra santa fe…, de Pérez de Ribas, destacando que: En realidad, el valor de la Historia es inestimable como fuente de datos etnográficos para las culturas indígenas del norte de México, y por extensión, del sudeste de los Estados Unidos. Por supuesto, las descripciones del otro siempre incluyen declaraciones sobre uno mismo. Por lo tanto, el valor de la Historia no estriba solamente en ser una guía para las creencias de los indios, sino también ofrece una ventana sobre el pensamiento español, y más exacto, de los jesuitas. (Reff, 1993: 307)

Observar la cimentación de la fe a través del discurso evangelizador, dada la naturaleza de las fuentes, nos remite de manera directa a una visión triunfalista y sin matices del proceso. Pasar por alto este sentido retórico en la Historia de Ribas sería entender que la obra no fue hija de su tiempo. La retórica vívida y metafórica de Pérez de Ribas, que era característica del discurso jesuita en la frontera norteña, [como otras relaciones lo hacen] también evoca


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imágenes hagiográficas. La Historia abunda en referencias al diablo como “el enemigo”, “la bestia infernal”, “el más fiero enemigo de la humanidad”, o un “pariente demoniaco”. La Historia asimismo, como los textos hagiográficos, se puebla de metáforas de ceguera y visión, oscuridad y luz, que indican la ausencia o presencia de la gracia o de la fe cristiana. (Ibíd.: 308-309)

Similar condición ha padecido el Apologético defensorio (De Faria, 1981). Si bien no es un informe per se, la obra se inscribe en la misma situación de las anteriores, puesto que se ha utilizado esencialmente para ilustrar la mala relación de los jesuitas con las autoridades y colonos de la región, dejando de lado otras posibles lecturas. El Apologético no sólo es una defensa de la labor misionera frente a las acusaciones hechas por las autoridades militares de la provincia de Sinaloa: es también una ventana para acercarse tanto a la cotidianidad de la vida dentro de las misiones, como a la diversidad de relaciones establecidas entre los actores que figuran en la obra. Por otro lado, no reconocer “el proyecto historiográfico de Claudio Aquaviva”, general de la orden, significaría reducir a depósito de datos buena parte de las fuentes jesuitas. Es importante pensar que la historiografía misional jesuítica se ubica dentro de un marco contextual más amplio que responde a intereses propios de la Compañía de Jesús a principios del siglo xvii, y que comenzó durante el generalato de Claudio Aquaviva (1581-1615).6 De acuerdo con Dante Alcántara, “el proyecto historiográfico de Aquaviva” fue resultado de la necesidad historiográfica de la Compañía en general. Aquaviva sugería que se pusiera especial cuidado en la compilación de asuntos remotos e importantes, alejados del recuerdo. Para cumplir con el propósito, en lo correspondiente a las Relaciones Generales, se establecía un orden en la información que cada uno de los rectores de los colegios o a quienes se hiciera cargo de la tarea de hacer la recopilación histórica, debía atender: Primero, fundaciones de colegios y casas, excepto si hasta ahora han sido enviadas, con los nombres de los fundadores, sus progresos y su crecimiento.

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6. El gobierno Aquaviva se caracterizó por su marcado interés por hacer seguir con disciplina la ley jesuita hecha por san Ignacio y plasmado en las Constituciones. Una de las órdenes estipuladas correspondía al seguimiento puntual a la redacción constante de correspondencia entre los jesuitas dispersos en distintas partes del mundo y el padre provincial, quien a la vez mantendría la misma comunicación con el padre general de la Compañía ubicado en Roma y la publicación de esta correspondencia para dar a conocer los logros de los jesuitas en el mundo. Al respecto, véase Ignacio de Loyola, 1997, particularmente el capítulo I: “Constituciones de la Compañía de Jesús”: 606-612.

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7. Alcántara Bojorge, 2009: 68-69. Del mismo autor, véase un trabajo más amplio, donde se detallan otros factores relacionados con la escritura jesuítica, La construcción de la memoria histórica de la Compañía de Jesús en la Nueva España. Siglos XVI-XVII, 2007. 8. “Conquista temporal y espiritual de Cinaloa”. Archivo General de la Nación, Misiones, vol. 25, 1638, f. 326. 9. Sobre la retórica empleada en las crónicas, véase Borja Gómez, op. cit.: 33 y ss. Mendiola, 2003.

2°. Aprobaciones y consensos de las ciudades en el recibimiento de los nuestros. 3°. Insignes benefactores y fautores [favorecedores]. 4°. Eventos prósperos y adversos a la Compañía. 5°. Algunas virtudes y acciones especiales de aquellos que murieron dentro de la Compañía: santidad de vida, muerte preclara, enlistados los nombres y demás circunstancias. 6°. Insignes y extraordinarias vocaciones de los nuestros. 7°. Insignes cambios de ánimos: conversiones de herejes y de infieles. 8°. Insignes calamidades de aquellos que abandonaron la Compañía. Finalmente, si algunas otras cosas vienen a la mente, [consígnense] las que parezcan [convenientes] para la causa.7

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Nuestra referencia más cercana a la anterior disposición es la obra del referido padre Andrés Pérez de Ribas. El propio Ribas, en el momento de formar su Historia religiosa de la Provincia, revela que el propósito de su obra era celebrar las victorias de la fe contra la idolatría, inmortalizar la fama del ardiente celo y diligencias arduas, con que algunos grandes y esclarecidos varones de nuestra mínima compañía (desafiando a la misma infidelidad) han inducido el evangelio, la razón y la policía cristiana […] en las provincias de Cinaloa, bravas serranías de Topia, San Andrés, San Ignacio, Tepehuanes, y otras tierras del anchuroso reino de la Nueva Vizcaya.8

Tener en cuenta este proyecto nos permite colocar a la historiografía misional del siglo xvii en un contexto más amplio y, al mismo tiempo, reconocer los propósitos específicos de las crónicas e informes escritos bajo esta directriz. Por tal motivo, es importante reconocer que la escritura de la historia estaba regida por la retórica como técnica persuasiva.9


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Los tres casos que se reseñan a continuación sintetizan el discurso temprano de la evangelización, donde se muestra la parte prodigiosa de la cristianización que los misioneros quisieron proyectar sobre su labor en Sinaloa. Quando están enfermos tienen mucho recurso al sacramento sancto de la penitencia; porque no sólamente hallan en él medicina para las enfermedades de el ánimo, sino también, lo cual se ha experimentado muchas vezes, para las del cuerpo. Entre otros un yndio de la cierra de Baelbirito [Bacubirito], que estará de aquí 8 leguas, estando muy enfermo se vino poco a poco a esta villa [de Sinaloa, actual Sinaloa de Leyva], y fue nuestro señor servido por medio de la confession, en darle entera salud. En las borracheras ha havido tal emmienda, que causa admiración a los antiguos en esta tierra que una gente, tan dada al vino, lo aya dejado tan de veras que, por maravilla se oye que entre los baptizados se haga. En un pueblo lo hizo a escondidas un viejo de miel de panales, que es muy doncel, y si no se bebe mucha cantidad, no se embriaga, y combidó a algunos como él a beber. Más no faltó quien avisase al padre, y reprehendiéndolo en la yglessia, los que havían bebido, que eran hasta 9 o 10, se hincaron de rodillas, delante de todo el pueblo y confesaron su culpa, y de su voluntad se disciplinaron hally, en público. En Ocoroni dos indios baptizados antiguos de un religioso de S. Francisco, que nunca se havían casado in facie Ecclesiae, y vivian en opinión de estar legítimamente casados; de su motivo, atormentados de un continuo escrúpulo, una mañana vinieron a mí, e hincados de rodillas, me declararon su mal estado, diciéndome que estavan muy desconsolados, por no haver casado según los ritos y ceremonias de la Yglessia.10

En este sentido, la expresión de adhesión moral por parte de los indígenas reseñados en los tres ejemplos, remite al proceso de

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10. Annua de 1600, en Zubillaga, 1981: 221, 224.

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11. El arte de la lengua tegüima, 2009: 38. 12. Catálogo de las lenguas, año 1600, en Félix Zubillaga, 1981: 259.

“transformación de los modos de vida” que los jesuitas buscaban alcanzar en los pobladores de la región.

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FORMAS DE INTERACCIÓN Y CONVIVENCIA Aunque sea una verdad de perogrullo, vale recordar que el proceso de evangelización implicó la búsqueda del establecimiento de un nuevo orden al que deberían ajustarse los nativos. Dolores Aramoni señala que “esta instauración de la fe cristiana tuvo como fin la modificación de la ideología, con la clara intención de hacer abandonar a los indios de todo aquello que daba sustento a su concepción del mundo y su orden divino, todo aquello que daba armonía y sentido a los otros aspectos de la sociedad” (Aramoni Calderón, 2009: 102). ¿Cómo cambiar esta cosmovisión sin antes entenderla? Al inicio de su labor misionera, una de las principales preocupaciones de los jesuitas fue aprender las lenguas de los indígenas. A decir de Cynthia Radding, “la lengua era el vehículo necesario para la adaptación de los conceptos cristianos que formaban parte de las imágenes de los festivales religiosos y para la creación del espacio sagrado” (2008: 327). El padre jesuita Francisco Xavier Mora reconocía que “el mayor negocio y la más sería ocupación que tenemos es aprender la lengua de los indios, pues de eso depende el poderles enseñar lo que les importa para el mayor negocio de la salvación de sus almas”.11 Tarea que entendieron y promovieron los primeros misioneros que llegaron a Sinaloa. El padre Hernando Villafañe, por su experiencia previa en Pátzcuaro (Michoacán), sabía muy bien el manejo de la lengua tarasca, y a su llegada a Sinaloa aprendió la lengua guasave. El padre Martín Pérez conocía la lengua mexicana o náhuatl, y a su arribo a tierras del noroeste aprendió dos lenguas más (muy probablemente la lengua cahíta y la ocoroni), que le valieron para confesar y predicar el evangelio a los indígenas; el padre Juan Bautista Velasco, además de hablar la lengua mexicana hablaba el cahíta, y el padre Pedro Méndez, aparte de hablar la lengua mexicana, dominaba dos más: la ocoroni y tahue.12 Con la creación de las artes o gramáticas, los misioneros se auxiliaron de la lengua, considerada el instrumento que habilitaba al sujeto para recibir los sacramentos. La formación de Artes en


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América tuvo como objetivo servir en la enseñanza del idioma a los propios misioneros y a la instrucción religiosa de los neófitos, auxiliándolos en la interiorización de la religión en los indígenas. Éste sería el sentido útil que predominaría en la administración de la diversidad de las lenguas, los usos y costumbres, para asegurar la unidad de la fe (Lodares, 2004: 72). De las escasas referencias conocidas para Sinaloa, tenemos el Arte de la lengua Cahita (1989). Asimilar las lenguas fue una importante forma de interactuar con los indígenas. Al parecer, entenderlos y darse a entender trajo frutos importantes en la época temprana de la evangelización jesuítica (poco conocemos sobre lo adelantado al respecto por parte de los franciscanos en la región).13 Los ignacianos “evangelizaron y catequizaron a los indígenas Nío de la provincia y pueblo de Nío, al principio en lengua ocoroni, y después les [tradujeron] la doctrina en lengua nío, de la subdivisión cahíta-tarahumara” (Zubillaga, 1976: 27). A los guazaves, considerados agrestes y escurridizos de la disciplina cristiana, les explicaron la doctrina “primero en latín, y después en la lengua guazave o vacorregue, dialecto del cahíta.”14 El éxito en ambos casos fue efímero; con los tehuecos el fracaso se registró debido a la dispersión de los indígenas en los montes. Como se ha destacado, los jesuitas exigían de los indígenas una profunda reorganización de su existencia, la cual afectaba implícitamente todas las esferas de la vida: la espiritual, la cultural, la económica, la social y la sexual. Tuvieron un rol muy dinámico en la conversión de los indios poniendo especial cuidado en transformar conceptos indígenas para hacerlos aceptables al régimen colonial. No obstante, como se ha señalado, los indígenas no tuvieron una actitud enteramente pasiva frente a este ímpetu, sino que reaccionaron de forma muy variada. Los esfuerzos de los jesuitas para obligar a los indígenas a vivir en las misiones, y no dispersos como acostumbraban, encontró gran resistencia en la región. Esta problemática se revela en la condición decadente que guardaba el valle de Mocorito; para 1601 los informes consignan la existencia de 26 asentamientos en esa región, que se habían reducido a 9 en 1662 (Gerhard, 1996: 344). Por otro lado, ante el proyecto de aproximación empleado por los jesuitas, al igual que en otras latitudes de América,15 los indígenas adoptaron formas de resistencia más sutiles y complejas

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13. Rafael Valdez Aguilar (2006) ha sido de los pocos historiadores que se ha ocupado de estudiar la presencia franciscana en Sinaloa. 14. Ídem. 15. Véase Dueñas, 2008: 187-197.

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que las rebeliones o las conspiraciones, temas ampliamente estudiados para el norte de la Nueva España. James C. Scott advierte al respecto que si las condiciones de las estructuras de poder no cambian, los grupos que se encuentran en desventaja dentro de las relaciones de poder –es decir, sometidos a la dominación– pueden expresar su inconformidad a través de dos formas de resistencia: una abierta y pública (Scott, 2000: 43). Los indios guazaves no en pocas ocasiones habían hecho sentir su combatividad. Resultaba de gran importancia en esta etapa temprana de evangelización contar con el respaldo militar, debido a que los operarios se exponían a frecuentes peligros. “El padre provincial novohispano Váez, en carta de 25 de abril [de] 1602, suplicaba a Felipe iii que no faltase a los jesuitas de Sinaloa la defensa de soldados, imprescindible para la evangelización y no desamparar a tantas almas bautizadas”. (Zubillaga, 1981: 19-20) Para entender la convivencia o cruzamiento cultural entre indígenas y misioneros, puede ser de utilidad recordar de manera sucinta la clasificación de los métodos de cristianización, que tradicionalmente se dividían en los de preparación y los de persuasión; además de los métodos de autoridad, vertical y capilar. A decir de Alejandra Peña: Los primeros apuntaban a preparar el terreno para la labor evangelizadora a través de la captación de la benevolencia de los indios, su atracción hacia el cristianismo y la “modelación” de sus costumbres. Los últimos estaban destinados a la catequización propiamente dicha y según [Pedro Borges] era la extirpación de la idolatría, la demostración directa del cristianismo […] El primero buscaba convencer a los indios de la falsedad de sus antiguas creencias, en tanto que el segundo procuraba presentar el cristianismo como la única religión verdadera. El de autoridad consistía en enseñar el evangelio basándose fundamentalmente en el prestigio personal del misionero y del respeto que hubiera ganado entre los naturales, que los impulsaba a creer en su palabra. El vertical procuraba convertir a las autoridades aborígenes (caciques) para que, por


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Mapa 1. Misiones de Sinaloa, s. XVII [Recorte] Fuente. Félix Zubillaga, S. I. (ed.), Monumenta Mexicana, vol. V (1592-1596). Roma: Institutum Historicum Societeatis Iesu, 1973, s. n.

imitación, los súbditos siguieran el mismo camino. El capilar, por su parte, proponía la transformación de la fe a través del contacto cotidiano entre católicos –españoles o indios conversos– e infieles, del testimonio de vida cristiana que llevara a los naturales paganos a preguntarse el porqué de esas conductas y despertara en ellos el deseo de imitarlas. (Peña, 2002: 1299-1300)

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16. Veáse Deeds, 2014.

En lo que toca, principalmente, al método vertical, cabe destacar que los religiosos fueron muy conscientes de la importancia del rol los líderes indígenas en la formación de pueblos. Para el caso del Paraguay, el jesuita tirolés Anton Sepp señalaba: “Cuando se quiere convertir a un pueblo, lo más importante es comenzar por la cabeza, la cual, una vez conquistada, los demás miembros seguirán de por sí” (Wilde, 2005). Este mismo procedimiento se trató de implementar por algunos misioneros en Sinaloa. Sabían que convencer al líder era transcendental, era como persuadir al grupo; por lo tanto, recurrieron como estrategia a la creación de alianzas con los caciques, buscando el efecto de imitación. El caso de Lanzarote, cacique de Tehueco, es ilustrativo. El principal fue amigable en su trato con los religiosos. Posterior a la muerte del padre Gonzalo de Tapia, los misioneros llegaron a Tehueco, donde el cacique se mostró atento con los visitantes, al grado de encargar a su hijo Miguelito con los padres, para que lo llevaran por el camino de la cristiandad, no obstante que su madre y parientes no aprobaran su voluntad (Zubillaga, 1976: 51).

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LOS CHAMANES EN EL DISCURSO JESUITA Por lo que aquí venimos planteando, resulta ineludible destacar el rol que tuvieron los hechiceros en el proceso de evangelización, así como en el propio discurso jesuítico. Sobre los chamanes se puede decir, fundamentalmente, que en tanto que éstos pudieron llegar a competir con la autoridad de los misioneros, fueron personajes desacreditados y combatidos por éstos.16 Una de las maneras más efectivas para los hechiceros de hacer frente a los ignacianos, fue acusándolos de provocar calamidades en la propia sociedad nativa que pretendían evangelizar. Cuando “lograban atribuir a la presencia de los jesuitas ciertos reveses del destino y ciertas catástrofes, como por ejemplo el brote violento de una epidemia de viruela entre los indios”, lograron triunfar sobre la voluntad de sus enemigos (Bitterli, 1998: 133). Bernard y Gruzinski destacan que los hechiceros figuraban como los antagonistas de los jesuitas, motivo por el cual ocuparon un lugar significativo en sus escritos, ya que entorpecían la acción misionera (1992: 199). En su argumentación, los jesuitas evidenciaron un paralelismo importante entre los misioneros y


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chamanes, pues mientras los primeros representaban la luz, los segundos, por excelencia, representaban la cerrazón y el error.17 Para los ignacianos “el chamán actuaba como intermediario con el diablo y celebraba pactos con él; al ser conceptuados como ‘ministros de Satanás’, sus métodos eran para los jesuitas los mismos que desplegaba el demonio, básicamente el engaño y la mentira, sometiendo a los indios a una ‘tiránica opresión’” (Vitar, 2002: 175-176, 161-184). En la documentación recuperada para esta pesquisa abundan elementos concernientes al tema. Por ejemplo en la annua de 1612 se destaca que: No se dudara en castigar con todo rigor a los hechiceros que persistan en el error, y en destruir los ídolos y las huacas, que se buscaran sin descanso. También los altares de piedras que los indios veneran en lugares apartados serán arrasados, y sus fragmentos arrojados en sitios donde no puedan volver a ser objetos de adoración.

Las “costumbres bárbaras” de los nativos fueron continuamente rechazadas por los ignacianos. En su informe, el padre Ortiz Zapata destaca la presencia de los hechiceros, vistos como uno de los principales obstáculos para el éxito de la tarea de conversión en la región. “No falta en este pueblo [de Tehueco] y los demás pueblos del partido –señala el ignaciano–, la presencia de hechiceros e instrumentos del demonio contra los cuales obra el anhelo y desvelo de los ministros, prevaleciendo la verdad y pureza de nuestra fe y religión”.18 En la Relación de la Provincia de Nuestra Señora de Sinaloa de 1601, el padre Martín Pérez consigna el contacto de los nativos con el demonio, cuya presencia se personificaba a través de alacranes, culebras y diversas formas “espantosas”, forma que tomaba el maligno a la hora de hacerse presente (González. y Anzures, 1996, p. 189). En el proceso de evangelización encontramos una marcada presencia de la intervención del demonio en dicho proceso, “ya que –a decir de Guy Rozat– el demonio es la clave necesaria, obligatoria e imprescindible de todo el discurso cristiano en los siglos

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17. En este sentido, la postura se sostiene en la propuesta de Juan de Ginés de Sepúlveda –cronista de la corte de Carlos V, jurista adversario de las posturas de fray Bartolomé de Las Casas; defensor de la sumisión de los indígenas–, quien impregnado del pensamiento teocrático europeo aplicó este pensamiento al caso de los indios de América. Esta teoría sostenía que la infidelidad pagana como tal, esto es, la adoración de varios dioses, constituía una terrible ofensa a Dios; por tanto, consideraba como justa la causa de guerra contra los indígenas. “Sepúlveda sostiene que, según el Aquinate, la guerra contra los gentiles es lícita como castigo del culto idolátrico. Que también el Papa Inocencio IV y el cardenal Enrique de Susa opinan que, lícitamente, puede obligarse a los gentiles a observar la ley natural, es decir, los diez mandamientos: ‘no adorar a varios dioses, no matar, no cometer adulterio, no hurtar, etc.’”. Hoffner, 1957: 296-297, 352. 18. Escrito sobre la relación presentada por el padre Juan Ortiz Zapata de la orden de la Compañía de Jesús, sobre el estado que guardan las misiones Xiximes, de San Pablo Actassi, Santa Polonia, San Ignacio, San Andrés y San Gregorio de las provincias de Nueva Vizcaya, Santa Cathalina, Tarahumara llamada la Natividad, Miguel de las Bocas, San Phelipe, Nieva de San Joachín, Santa Ana, Partido de Navojoa, de Jesús del Monte de Tutuacas, provincias de Sinaloa y Sonora así como sus misiones, de San Ildelfonso de Secoras, Santa María de los Ángeles de Sahuaripan, partido de San Miguel de Hures, San Francisco Xavier de Sonora, de Arispe, de San Miguel de Mocorito, Badiraguato y Tamazula. AGN, Misiones, vol. 26, exp. 51, 1678, f. 243.

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19. “Anua de 1612”, en Informes Jesuitas, Cartas Anuas. Memoria para la historia de la Provincia de Sinaloa. Gabinete de Manuscritos de la Biblioteca Nacional de México, 2005: 181.

xvi y xvii, y por lo tanto su existencia es la base de la legitimación de la acción de la iglesia sobre el mundo” (Rozat, 1995: 85). Rafael Valdez recupera algunos casos demostrativos de este discurso jesuítico en contra de los hechiceros. Las annuas presentan a estos personajes como persuasivos, siempre truncando la buena labor de los jesuitas, así como la concordia que tanto trabajo costaba mantener. Valdez recobra de una annua de 1602, el informe del padre Pedro Méndez, quien apuntaba que “en este año de 1602, dos indios de esta provincia de Sinaloa, el uno de ellos era gentil, hechicero, natural del Zuaque llamado Tlaxicora […] Este hombre, según parece, persuadió a los de Sinaloa y Chínipas [para que] se rebelasen y matasen al capitán y soldados el año pasado de 1601” (Valdez, 2009: 246). En un segundo caso, el mismo padre –en la annua de 1606– notificaba que “Hambuley, gran hechicero de esta nación, haciendo con arte del demonio menear y mover, no sé qué, debajo de un cepo, persuadió a la gente de que allí estaba el corazón del capitán [Martínez de Hurdaide], dando a entender que ya no tendría más brío ni valor para pelear y podrían liberarse” (ibíd., p. 247). En la annua de 1612, el padre redactor refiere cómo “el demonio envidioso de los frutos que los padres han logrado para la evangelización incitó a unos hechiceros de que persuadieran a los cristianos enfermos no se confesasen ni bautizasen porque luego morirían”.19 La idolatría fue terreno fértil para que los jesuitas emprendieran una enérgica avanzada en contra de la “superstición” de los indígenas. Quien se ponía al abrigo de la nueva fe encontraba refugio seguro ante el demonio. SÍNTESIS Y COMENTARIOS FINALES Son dos las lecturas más evidentes que podemos hacer de las fuentes disponibles sobre el proceso de cristianización de los indígenas en Sinaloa. Por un lado, que los jesuitas acentuaban el contraste existente con los indios “infieles” y los que se habían adherido a la nueva fe. Mientras que los indígenas apegados a las


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“viejas” costumbres –es decir, los que conservaban sus costumbres “gentílicas”– vivían en guerra permanente y mantenían una cercanía importante con los hechiceros. Por otro lado, las crónicas e informes dan a entender que se trata de un pasaje irreversible a la nueva vida, representada por la absorción de los símbolos cristianos. En lo que toca a Sinaloa, estas trasformaciones de los modos de vida sucedidas en el siglo xvii no han sido consideradas de manera sistemática. El esbozo que ahora se ha presentado recupera una postura que actualmente domina buena parte de la historiografía relacionada con la interacción de los jesuitas y los indígenas de las distintas regiones americanas.20 A decir de Salvador Albert,

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20. Buena parte de este giro proviene de la antropología cultural y la etnohistoria. La bibliografía al respecto es muy amplia, remito sólo algunas referencias: Wachtel, 2007; Boccara y Galindo, 1999; Wilde y Schamber, 2005; Wilde, 2011; Giudicelli, 2010; Boccara, 2002. 21. Véase Levaggi, 2002: 13.

La representación de frontera de sangre y fuego ha dado paso a una postura menos radical y polarizadora; para dar lugar a una más estimulante, se parte de entender que “el encuentro misional en la frontera colonial nunca pudo ser en una sola dirección, pues los indígenas desempeñaron en sus territorios un papel activo desde los primeros pasos de los misioneros como participantes, socios y oponentes de sus experimentos pastorales” (Magallanes, 2009: 251). Queda claro que no todo fue violencia, que el proceso de evangelización estuvo cruzado por intereses específicos. Entre los españoles y las comunidades o naciones indígenas libres de América hubo relaciones de paz y de guerra: sin embargo, poco se ha escrito sobre las primeras, señala Abelardo Levaggi.21

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Los nuevos estudios intentan superar la tradicional incapacidad de acercarnos al indígena norteño, abandonando la mirada compasiva, severa, denigratoria y estereotipada de los discursos occidentales [….] Los estudios, donde se impone la interdisciplinariedad, apuesta por unos indígenas que supieron adaptarse, resistir y negociar las imposiciones de un cambio cultural extraño, del que lograron extraer algunos elementos, prácticas y estrategias. (Bernabéu, 2009a: 15)


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wilfrido llanes espinoza

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AL NORTE DEL NORTE; NUEVO MÉXICO EN LA ESFERA POLÍTICO-COMERCIAL DE LOS ESTADOS UNIDOS (1821-1848) Ricardo León García*

* Investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Recepción: junio 26 / Aceptación: agosto 6


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Resumen La corta duración que tuvo la región conocida como Nuevo México dentro del ámbito jurisdiccional de México, como país independiente de España, se caracteriza por una insistente penetración de comerciantes provenientes del entonces Far West de los Estados Unidos. A la necesidad de los norteños nuevomexicanos, derivada del aislamiento y un secular adormilamiento económico, se agrega una crisis financiera estadounidense que empuja a los endeudados agricultores a encontrar alternativas para evitar la pérdida de sus terrenos de cultivo ante la presión de sus acreedores bancarios. Todo este periodo se enmarca también por el intento de control de las actividades económicas desde las cabeceras nacionales en Washington (guiados por el destino manifiesto) y la ciudad de México. Unos pensaban en la expansión y sus beneficios, mientras que los otros planteaban siempre los riesgos de ser tan permisivos con los vecinos. Palabras clave Nuevo México, penetración, Estados Unidos, aislamiento, crisis financiera, destino manifiesto

Abstract The New Mexico was only part of Mexico, independent from colonial Spain, for a relatively short time. During this under-studied period, the area was characterized by the constant penetration by merchants from the “far west” of the United States. During this period, New Mexican northerners had to face an American financial crisis caused by relative isolation and a slow secular economy. Farmers that found themselves in debt, had to find alternatives to avoid the losing their land to bank collectors. This period was also characterized by efforts centered at state capitols in both Washington (spurred by the ideals of Manifest Destiny) and Mexico City that tried to control of the burgeoning territory’s economy. While some people considered expansion and its benefits, others focused on the risks of being too permissive with the neighbors. Keywords New Mexico, penetration, United States, isolation, financial crisis, Manifest Destiny


Al finalizar la era colonial, los habitantes del septentrión de la antigua Nueva España encontraron nuevas formas para la sobrevivencia. La condición de lejanía con respecto a los centros de poder político y económico del nuevo país y la presencia cada vez mayor de nacionales de los Estados Unidos, permitió la ruptura de las antiguas trabas comerciales con la sociedad anglosajona. En este trabajo se intenta hacer una breve caracterización de las maneras como los pobladores del Nuevo México se vincularon a los circuitos mercantiles estadounidenses sin romper del todo con sus tradicionales fuentes de intercambio. Para alcanzar esta primera propuesta de análisis, se ha tratado de vincular al conjunto de obras historiográficas producidas des de fines del siglo xix. De alguna manera, representan un esfuerzo de síntesis del conocimiento hasta la publicación de cada una de ellas. A partir de lo tratado y afirmado por este grupo de autores, la búsqueda de información en los archivos que confirme o establezca nuevos derroteros de la investigación, podrá llevarse a cabo con un tanto de mayor seguridad. LA APERTURA DEL NORTE DE MÉXICO Durante la época colonial, el Nuevo México dependió de manera vital de las rutas de abasto procedentes del sur. La legislación española, por otro lado, le impedía la libertad de buscar sus propios mercados. Los habitantes del extremo norte de la Nueva España estaban a expensas de los comerciantes provenientes de Chihuahua, tal como lo asentó Warren A. Beck: Los comerciantes de Chihuahua, quienes habían obtenido el control de las antiguas caravanas de las misiones hacia la mitad del siglo dieciocho, dominaban r e v i s ta d e h i s t o r i a d e l a u j e d , n ú m e r o

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1. Ver Rothbard, 2014.

el comercio del Nuevo México. Sus caravanas anuales traían las mercancías que trocaban en Taos por materias primas que retornaban a la provincia. […] Un informe de 1804 enfatiza la desventaja de la provincial pues sus exportaciones se calculaban tan solo en 60 mil pesos mientras que sus exportaciones sumaban 112 mil pesos. (1962: 99-100)

Obviamente, la observación de Beck proviene de una lógica económica un tanto diferente a la que se tenía dentro del ambiente colonial. La cantidad de comerciantes, aventureros y buscadores de pieles que se adentraron en territorio de Nuevo México, Texas, Arizona, Colorado y California, se incrementó de manera extraordinaria a partir de 1821, cuando fue decretada la independencia de México. A partir de los asentamientos fronterizos del entonces extremo oeste norteamericano, sobre el río Missouri, las oleadas de viajeros en busca de mejores horizontes económicos fueron constantes, teniendo como primera meta, pronto rebasada, la ciudad de Santa Fe, en la provincia del Nuevo México. Casi al mismo tiempo de la separación política entre México y España, la Unión Americana aceptó a Missouri como estado esclavista, con lo que tuvieron un mayor empuje los intentos de controlar la actividad comercial del norte mexicano (Moorhead, 1958: 59). Cabe hacer mención que no solamente se debe entender esta expansión como la oportunidad que dio la independencia, sino también por lo asfixiada que se encontraba la economía rural del oeste estadounidense a partir de la crisis financiera de 1819, cuando miles de agricultores se vieron amenazados de perder sus tierras ante la baja del precio del algodón y la exigencia de los bancos para cobrar los créditos de manera inmediata.1 Fue de esta manera como, al parecer, dos economías típicamente agrícolas iniciaron un proceso de intercambio de bienes, sacando la parte estadounidense mayor ventaja de ello, pues aprovechó las oportunidades del sistema comercial de ese país. A los empresarios del Missouri les era más fácil que a los mexicanos adquirir y transportar mercancías del este de los Estados Unidos y de Europa. Tendrían que pasar varios años para que algunos nuevomexicanos y chihuahuenses se aventuraran a hacer la tra-


vesía hasta Missouri para abastecer por sí mismos sus establecimientos comerciales y los de otros paisanos. En el caso del desarrollo económico del Missouri, Lewis E. Atherton ha evaluado a los comerciantes que, teniendo su base de operaciones en Missouri, insistieron en establecer un intercambio sostenido con Santa Fe. Atherton sostiene que, en una época anterior al desarrollo industrial estadounidense, estos comerciantes fueron los que le dieron fuerte impulso a la acumulación de capital que posteriormente resultó como uno de los estímulos para la industrialización de ese país. Este autor también es de la idea de que quienes emprendieron la aventura de comerciar con la gente de Santa Fe, formaban parte de amplias y poderosas agrupaciones mercantiles que extendieron sus lazos hasta la costa oriental y en ultramar, al aprovechar las necesidades de mercancías que se iban creando en Nuevo México (Atherton, 1982: 2). La pertenencia a circuitos mercantiles más amplios descrita por Atherton, motivó un desarrollo más o menos acelerado en las estructuras organizativas y de inversión de los negocios de la zona del Missouri. Desde 1821, fueron algunos agricultores ansiosos por dejar de pertenecer al estrato económico más bajo de la sociedad missouriana los primeros en empacar algunas mercancías para trasladarlas a lomo de bestia a través de las praderas hasta alcanzar Santa Fe y vender los bienes que habían adquirido en Saint Louis o Independence; con el paso del tiempo, ellos mismos contratarían ayudantes y comprarían carros (wagons, jalados por bueyes o mulas) para mover la carga. La siguiente escala en este proceso fue la participación de otro u otros socios inversionistas, quedando en manos del más experimentado la travesía y las operaciones de compraventa en Santa Fe o un punto más alejado, mientras el resto de los socios establecía contactos con los mayoristas en la costa este o Nueva Orleans. Después, uno de estos socios se iría a vivir a Nueva York, Pennsylvania o Massachussets para fungir ya como agente mercantil de la compañía asentada en Missouri, usando sólo empleados de confianza a quienes se les encargaba el traslado de la mercancía hasta Santa Fe o la ciudad de Chihuahua. Una de las últimas escalas en este ascenso era la fundación de una empresa bancaria que se haría cargo de manejar las cuentas de un gran grupo de comerciantes que mantenía relaciones con

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2. No hay mucha claridad sobre el origen de la plata que mencionan tanto estos autores. Bien es sabido que la explotación legal de los yacimientos del norte mexicano cayó en los últimos años de la administración borbónica y entró en crisis definitiva a partir del México independiente. Al menos en la región chihuahuense, la plata comenzó a producirse de nuevo al final del periodo que abarca el presente trabajo.

el territorio mexicano y que, además, proveía de crédito a otros que apenas iniciaban o transformaban sus negocios. El manejo de moneda mexicana de plata, de barras de metales preciosos y de polvos de oro y plata, cada vez más constante en Missouri, gracias al intercambio con Nuevo México y Chihuahua, fue un factor fundamental para el establecimiento de los negocios bancarios (Moorhead, 1958: 188-189; Weber, 1982: 129).2 Por otro lado, la interrelación con otro tipo de actividades no estaba ausente; estos comerciantes se aventuraron también a participar en el tráfico de pieles, en el abasto al ejército norteamericano, y a financiar programas de colonización en la frontera que día a día se expandía hacia el oeste. Pero la avalancha comercial de Missouri pronto agotó el tamaño de la economía nuevomexicana, caracterizada por estar formada por pocos consumidores con un poder de compra muy limitado. La respuesta fue la expansión hacia otras zonas, quedando por mucho tiempo Santa Fe como puerto de entrada para las mercancías que buscaban mercados más amplios como los de Chihuahua (Moyano, 1976: 29; Moorhead, 1958: 63).

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LA GANANCIA DE MISSOURI Si el proceso de intercambio de bienes con las comunidades fronterizas del Missouri fueron trascendentales para la población del Nuevo México y de Chihuahua, por la oportunidad de contar con manufacturas importadas a precios aparentemente accesibles, el sacrificio que significaba viajar desde Independence o Saint Louis hasta Santa Fe, Chihuahua y a veces hasta San Juan de los Lagos, era remunerado con creces dentro de territorio mexicano. Hacia la década de 1830, la plata acuñada mexicana en Missouri había adquirido curso legal (Weber, 1982: 129) y de hecho parece que era la única moneda efectiva en circulación – hard money:

Como resultado de la expansión del comercio de Santa Fe hacia el sur, los comerciantes de Missouri y de un número cada vez mayor de otros estados del oeste, llevaron a casa efectivo en metálico –monedas y barras de plata en pesadas talegas de cuero. Incalculables [sic] cantidades de plata que


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durante algunos años rebasaron los doscientos mil dólares, fluyeron a los Estados Unidos por esta ruta. A principios de la década de 1830 el peso de plata, más o menos equivalente en contenido de plata con el dólar estadounidense, se había convertido en el principal medio de intercambio en Missouri y permitió estabilizar el sistema monetario de los estados y territorios occidentales, donde se despreciaba el papel moneda que había circulado ante la escasez de metal. (Ibíd.)

EL TAMAÑO DEL COMERCIO Las únicas referencias cuantitativas sobre el intercambio comercial entre Chihuahua y Missouri, vía Santa Fe, son las publicadas en 1844 por Josiah Gregg en su Commerce of the Prairies. A partir de entonces, cuanto historiador y cronista ha intentado abordar el tema, sólo ha transcrito las cifras de Gregg con algunos añadidos que no llegan a convertirse en series para formular un modelo que conduzca a una caracterización precisa de la importancia de esta relación de intercambio (Gregg, 1974: 332; Moorhead, 1958: 63-64). Después de más de un siglo y medio, no ha habido un balance cuantitativo de dichas relaciones de intercambio comercial, tanto en archivos norteamericanos (Santa Fe, Taos, Saint Louis,

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Fue tal la importancia de los Mexican dollars, que resultaron la salvación para los bancos del estado de Missouri durante la crisis de 1837 y la posterior depresión. Por cierto, los únicos bancos en toda la Unión Americana que pudieron evitar declararse en quiebra fueron los de Missouri, gracias a sus reservas efectivas producto de los depósitos realizados por los empresarios mercantiles que se habían apoderado del comercio de Santa Fe. Weber puntualizó la preminencia de estos bancos locales durante ese periodo convulso que se prolongó de 1837 a 1842. Durante ese lapso, los depósitos realizados por los comerciantes de Santa Fe se convirtieron en el oxígeno necesario para mantener a la región libre de las amenazas de la depresión extendida por todo el territorio estadounidense (Moorhead, 1958: 189).


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Independence, Washington, Nueva Orleans, El Paso) como en los mexicanos (Chihuahua, Ciudad Juárez, México, Durango, Saltillo). Los mismos números proporcionados por Gregg habría que considerarlos con cautela puesto que provienen de los informes que proporcionaban los comerciantes a los periodistas de Missouri antes de iniciar su travesía anual rumbo a las tierras nuevomexicanas. Como lo ha mencionado Max L. Moorhead, el primero que intentó emprender dicha tarea, el reto no es fácil. Por un lado, los archivos de Chihuahua y Santa Fe no están completos –aunque no los haya revisado alguien todavía para hacer un trabajo como el que planteamos aquí–, la documentación en Missouri está dispersa y no sabemos si completa, la de Washington no contiene los detalles y tampoco recibieron en la capital los reportes de todos los años y la de México debe estar incompleta porque tampoco se enviaban reportes con la constancia requerida. Para agravar la dificultad, hay muchos autores de la época que coinciden –y no hay por qué dudarlo– en que las actividades de contrabando reportaban enormes ganancias tanto a compradores como a vendedores que de esta manera evitaban el pago de gravosos derechos de internación y de consumo expresados como obligatorios en la legislación fiscal de la época. En pocas palabras, los problemas para poder llegar a una cuantificación real de la importancia del comercio en las regiones antes mencionadas son muchas, pero es un trabajo que hasta ahora nadie ha intentado (Moorhead, 1958: v-vi). Si los números proporcionados por Gregg se tomaran con las reservas debidas y los consideráramos como indicadores tendenciales de los volúmenes trasladados de Missouri a Santa Fe y a Chihuahua –únicos puntos terminales que considera el viajero y comerciante del siglo xix– se puede observar un aumento casi constante en el valor de las mercancías despachadas en Missouri destinadas a la ciudad de Chihuahua, llegando a acumular esta ciudad, entre 1822 y 1843, 41% del valor de los bienes procedentes de Missouri. El otro 59% se habría repartido en Santa Fe, Taos, Las Vegas y el resto de Nuevo México –donde se incluye a Paso del Norte–. Ahora bien, ni Gregg ni Moorhead, editor del trabajo, aclaran si la columna presentada en el cuadro del valor de las mercancías destinadas a la ciudad de Chihuahua incluye las que seguían con rumbo más al sur.


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De cualquier manera, Weber (1982: 129) tiene justa razón al aplicarle un carácter meramente regional a la importancia del intercambio entre Missouri y Santa Fe. En términos nacionales, a ambos lados de la frontera, el peso del mercado era mínimo si se compara con el tráfico marítimo. Sin embargo, para los habitantes del norte de México, así como para la economía del extremo oeste de los Estados Unidos, la ruta comercial era vital. Así mismo, resulta justo hacer notar que en este proceso de tejido comercial no fueron los comerciantes estadounidenses los únicos emprendedores. Desde Durango, Chihuahua y Nuevo México, algunos inversionistas calcularon mejores beneficios si dejaban de depender de los intermediarios extranjeros y establecieron sus propias compañías de abasto de productos de importación, utilizando la ruta trazada por la gente de Missouri.

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3. En realidad, sólo la parte norte de Nuevo México, a partir de Albuquerque, era la que daba vida al Departamento. Al sur, el único establecimiento importante era el Paso del Norte, que en varios momentos osciló como jurisdicción nuevomexicana y chihuahuense.

Sin conocer todavía la magnitud real de los intercambios ocurridos entre Nuevo México y Missouri durante los primeros años de vida independiente, así como los del ramal de esta ruta mercantil, de Santa Fe rumbo a Chihuahua, pero teniendo la sospecha de que alcanzó a transformar muchas relaciones económicas tanto en la mitad norteña de Nuevo México3 como en la población de la antigua Nueva Vizcaya y más al sur, hay suficientes evidencias para afirmar que la puesta en práctica de estos vínculos, en principio económicos, fueron la pauta para que los enlaces diplomáticos y económicos entre México y los Estados Unidos resultaran afectados y hasta subordinados por el ejercicio del intercambio fronterizo. En efecto, la frontera norte no era el único escenario del intercambio entre ambas naciones, pero la influencia de los grupos norteamericanos en su desarrollo alcanzó tal grado que se originó un constante estira y afloja en las propuestas y contrapropuestas intercambiadas por los gobiernos de Washington y la ciudad de México. Mientras los políticos y cabilderos en el norte clamaban por una apertura de la frontera norteña mexicana a los comerciantes y productos de los Estados Unidos debido a sus precios más bajos, la burocracia de los ministerios de relaciones exterio-

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EL COMERCIO Y LA DIPLOMACIA


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5. Extraído del manuscrito original en la Secretaría de Relaciones Exteriores, México, parafraseado por Manning, “Diplomacy concerning the Santa Fe road”, 1915: 521.

res, hacienda y guerra temían una nefasta influencia y la creación de poderosos intereses extranjeros en una región débilmente controlada desde la siempre centralista capital mexicana. En un informe del gobernador chihuahuense José Ignacio de Urquidi al ministro de Relaciones Exteriores e Interiores el 13 de mayo de 1825, en medio de la polémica creada por la petición estadounidense para marcar un camino entre Missouri y Santa Fe,4 el ejecutivo norteño expresaba sus temores de la manera siguiente, descrita por William R. Manning: Los angloamericanos, decía, conocían mejor la región que los españoles y los mexicanos; y por este conocimiento habían tomado ventaja de la ignorancia de los españoles para obtener sus recursos. El gobierno de los Estados Unidos promovió la migración a esta región, añadía Urquidi, y pensaba que el plan de abrir el comercio con México tenía la intención de reforzar tales asentamientos. Urquidi agregaba que si las antiguas restricciones comerciales se relajaban, las mercancías para los asentamientos norteños en México se reducirían hasta en un tercio de su costo, por lo que toda la gente estaría dispuesta a recibir a los anglos con los brazos abiertos. Él pensaba que este comercio ayudaría a civilizar a los problemáticos indios y sería una gran ventaja para el distante y separado Nuevo México; sin embargo, suponía que las consecuencias del aumento de angloamericanos en los territorios vecinos podrían provocar que un mayor número de indios cruzara la desprotegida frontera mexicana. El gobernador pensaba que debía hacer un gran esfuerzo para preservar la armonía con los Estados Unidos, pero que tales ventajas solo podrían concederse si eran compatibles con los intereses mexicanos. La región, del lado mexicano, declaraba, debía colonizarse por México y para tal efecto era necesario el incremento de fuerzas nacionales.5

El ministro de relaciones exteriores mexicano, don Lucas Alamán, hizo todo lo posible por retrasar el convenio del camino


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6. Ídem; Bosch García, 1974; Zorrilla, 1965; Moyano, 1976. 7. Si fue un viaje por cuenta propia o comisionado por la legislatura o gobierno local, no lo sabemos con exactitud; pero las circunstancias del viaje y las entrevistas que concertó durante el mismo, hacen suponer que Escudero iba en representación, por lo menos, del poder legislativo de Chihuahua y, después, del gobierno de Nuevo México.

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aduciendo que, antes, ambos países debían llegar a un acuerdo general en cuestión de límites y comercio.6 Mas los puntos de vista de las autoridades en la ciudad de México no siempre coincidieron con las de las provincias alejadas como Nuevo México y Chihuahua. Mientras en la capital del país se trataba de contener la presión norteamericana por medios diplomáticos en general, en el norte la necesidad de un comercio constante con los norteamericanos era un hecho innegable. A todas luces, los habitantes del norte, como consumidores y vendedores, se beneficiaban en mayor medida con el mercado del Missouri que con el del sur y centro de México. Ángela Moyano plantea la cuestión como la paradoja entre intereses supuestamente nacionales y los de los habitantes del extremo norte de la recién formada República Mexicana. La solución a los problemas de sobrevivencia de toda esta gente era considerada como una amenaza a la soberanía nacional (Moyano, 1976: 25). Pero los norteños realizaron una maniobra desesperada para lograr la oficialización del comercio entre las dos repúblicas, al menos en la ruta del Missouri a Nuevo México. En la misma primavera de 1825, Agustín de Escudero, diputado local por Chihuahua, inició un viaje hacia los Estados Unidos a fin de conocer el comercio y entender las instituciones de dicho país.7 A su paso por Santa Fe, el gobernador de Nuevo México, Bartolomé Baca, lo autorizó a entrar en arreglos con las autoridades norteamericanas para investigar robos y asesinatos cometidos por los indios en la frontera. En Saint Louis, el superintendente de asuntos indios condicionó su colaboración a la autorización mexicana para el camino a Santa Fe y a la firma de tratados entre mexicanos e indios para la protección de las caravanas (Manning, 1915: 523-524). Por medio de la prensa, las negociaciones llegaron a conocimiento del ministro mexicano en Washington, quien de inmediato informó al Ministerio de Relaciones Exteriores del movimiento de Chihuahua y Nuevo México a espaldas del Ejecutivo central. Escudero no se quedó ahí y llegó hasta la capital estadounidense tratando de establecer pláticas con el gobierno general. La justificada llamada de atención de Relaciones Exteriores a la jefatura política de Nuevo México fue respondida por Bartolomé Baca de una manera un tanto ingenua de acuerdo con la legalidad actual. El gobernador de Nuevo México argumentaba, en primer lugar, que

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el viaje de Escudero entrañaba el deseo de felicidad de una región y que la expedición no había implicado costo alguno para el gobierno, puesto que el mismo diputado pagaba su viaje (ibíd., 524). A final de cuentas, el tratado comercial se firmó en 1828, después de 14 conferencias bilaterales; los Estados Unidos lograron, por este acuerdo, el tratamiento como nación más favorecida (Moyano, 1976: 38). Pero no fue sino hasta 1831 cuando ambos congresos lo ratificaron:

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Sólo el artículo que trataba del comercio de Santa Fe cambiaba, al permitirlo sin puntualizar las condiciones en que se fuera a hacer, y cuya discusión posponía para cuando se organizaran nuevas reuniones y se tuvieran a mano los informes topográficos que permitieran especificar el camino que seguirían las caravanas y los lugares donde se detendrían. (Bosch García, 1974: 186)

Debido a la tensión causada por las presiones norteamericanas para que México permitiera más libertades a los comerciantes del Missouri y por las sospechas cada vez más fuertes y fundadas de una acción estadounidense para hacerse de Texas, el 6 de abril de 1830 el gobierno mexicano decretó una ley de pasaportes bajo la cual todo extranjero debía registrarse ante las autoridades de México y declarar la finalidad de su entrada y los objetos que llevaba consigo, adjudicándose México la libertad soberana de negar la expedición de permisos de internación, de bienes o personas, cuando lo juzgara conveniente y de acuerdo con sus leyes. En un principio, el acatamiento a la norma legal resultaba difícil por la lentitud en las comunicaciones. Sin embargo, todo parece indicar que la ley se aplicaría a discreción, como lo deja ver Ángela Moyano: En el Archivo de Relaciones Exteriores hay una nota del jefe político de Nuevo México preguntando al ministro si debía prohibir la entrada de los anglosajones sin pasaporte que llegarían en la caravana de julio de 1831 [la ley de abril de 1830 se conoció en Nuevo México hasta diciembre del mismo año]. Era de la opinión que muchos no sabrían de la existencia de la ley de


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En 1843, las dificultades diplomáticas relativas al comercio de Santa Fe se vieron ensanchadas porque el gobierno nacional mexicano prohibió a los extranjeros el comercio al menudeo, medida interpretada por el ministro de los Estados Unidos como una política dirigida directamente en contra de sus conciudadanos. Se abrió de manera intensa el intercambio de notas, protestas y reclamaciones. Al año siguiente, el gobierno mexicano exentó de la disposición al comercio por el camino de Santa Fe, argumentando tan sólo que se había solucionado un problema de corrupción en el gobierno local y que la disposición no había estado relacionada con animadversión alguna hacia los estadounidenses (Bosch García, 1974: 190-191). Texas ya se había declarado independiente de México y nueve años después decretó su anexión a los Estados Unidos. Las hostilidades diplomáticas en cuanto al intercambio mercantil subieron de tono y al estallar la guerra, en 1846, la ruta comercial de Santa Fe a Missouri se interrumpió sólo por las decisiones de los comandantes del ejército de los Estados Unidos. El gobierno mexicano, general y local, no actuó en contra de los intereses particulares de dichos comerciantes sólo hasta que pudo comprobar su apoyo a la invasión (Twitchell, 1909; Bancroft, 1889).

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1830, y pedía instrucciones sobre si debía prohibirles la entrada a Nuevo México. Como la comisión subalterna de ese distrito no tenía otro ingreso que el proveniente de las caravanas comerciales que llegaban de los Estados Unidos, al prohibirse la entrada de muchos de esos mercaderes la hacienda pública del estado sufriría una gran pérdida y la comisión subalterna quedaría sin recurso alguno. Afortunadamente para él, la contestación fue de que sí se permitiera la entrada pero que tuviera buen cuidado de que regresaran a los Estados Unidos. Esa ley de pasaportes expedida en 1830 continuó siendo ignorada hasta 1841. Debido a la invasión texana, el Ministerio de Relaciones Exteriores mandó varias circulares recordando la necesidad de que los prefectos de Taos, Mora, Las Vegas y San Miguel del Vado revisaran los pasaportes de los extranjeros residentes en sus prefecturas. (Moyano, 1976: 98)


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8. La actitud del ministro Alamán fue contraria a los intereses norteamericanos y sistemáticamente se opuso a una penetración estadounidense en la vida de México. Al mismo tiempo se deben tener en cuenta sus maniobras diplomáticas para lograr el reconocimiento del tratado de límites firmado por España y los Estados Unidos en 1821 y la firma de un tratado comercial favorable para México en 1828. Alamán era un profundo conocedor del sistema político norteamericano y sabía de las tendencias expansionistas implícitas y explícitas en la clase política de ese país.

Los temores expresados por Lucas Alamán ya desde 1824 acerca de la ascendente influencia de los comerciantes del Missouri en Nuevo México y Chihuahua fueron como una previsión de lo que sucedería en Texas en 1836 y diez años después en todo el país: la concreción de todos los sentimientos expansionistas norteamericanos sobre los territorios norteños de México, como lo menciona Moyano: Lucas Alamán, en su informe de 1829 al congreso acerca de la situación en Texas, era de la opinión de que [...] “los Estados Unidos Norte [sic] han ido apoderándose sucesivamente de cuanto ha lindado con ellos [...] En vez de ejércitos de batallas e invasiones [...] comienzan por introducirse en el terreno que tienen en mira, ya a pretexto de negociaciones mercantiles y para establecer colonias”. Con su insistencia en retardar la apertura del camino de Santa Fe, Alamán salvó, aunque momentáneamente, el territorio de Nuevo México de la penetración norteamericana (Moyano, 1976: 93).8

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GRUPOS DE PODER EN NUEVO MÉXICO El desarrollo de grupos de poder regional en la Nueva España es una característica de la que todavía falta mucho por investigar pero cuya existencia es bien conocida. Nuevo México no podría escapar a ella, y así como el siglo xix mexicano es testigo del reforzamiento de dichos grupos, los pueblos de Santa Fe y Taos representan el fenómeno en la provincia más norteña del país. Como se hará referencia al final de este trabajo, no existe una historia económica del Nuevo México y las crónicas y ensayos hasta hoy publicados apuntan escasas aportaciones para poder definir el quehacer productivo de la región durante el siglo xix, antes de la llegada de los ejércitos de los Estados Unidos en 1846. Si bien se ha insistido mucho en la importancia del intercambio entre Missouri y Nuevo México, poco se ha dicho sobre la producción en Nuevo México. ¿Qué intercambiaban los nuevomexicanos? Alvar W. Carlson afirmaba que en esa zona se criaban ovejas apara consumo local aunque poco a poco se amplió su


distribución en tanto crecía la producción minera. La carne de borrego era la fuente de proteína animal principal para los trabajadores de las minas a lo largo de la cuenca del Río Grande. A partir de 1830, siguiendo a Carlson, se contrató el traslado de 15 mil cabezas anuales, complementadas con muchas más que se obtuvieron en Chihuahua, Coahuila y de mucho más al sur (Carlson, 1969: 26). Las penurias de Nuevo México de alguna manera eran curadas con la producción ovina. Los dueños de los rebaños eran unos cuantos, pero requerían de pastores que cuidaran los animales. Esta forma de ingreso parece haber sido vital para la economía de la población. Agustín de Escudero, en su Reseña histórica y estadística del Nuevo México cita que la oveja es el medio de intercambio en la región y que la gente pobre salía de apuros al vender uno de estos animales o sus pieles. La magnitud de los rebaños puede imaginarse cuando se habla de que solamente los poderosos señores del Nuevo México vendieron un promedio anual de 200 mil animales durante 25 años, entre 1821 y 1846 (ibíd.: 27). A partir de la publicación del trabajo de Josiah Gregg en 1843 (referido aquí en su edición de 1974), se generalizó la idea, bien fundada, del predominio de los comerciantes chihuahuenses en la vida nuevomexicana. El “monopolio de Chihuahua” tenía sus raíces desde la época colonial temprana, ya que el Nuevo México dependía del abasto de productos procedente del sur y el poblado principal más cercano era Chihuahua a partir de principios del siglo xviii, como antes lo habían sido Parral, Santa Bárbara y Durango. De Nuevo México salían ovejas, lana, cueros de búfalo, ciervo y venado; piñones, sal, brandy, de El Paso, y algunos indios cautivos que eran trasladados como esclavos a las minas; a cambio, a Santa Fe llegaban productos de hierro y acero, principalmente armas y herramientas, telas del país e importadas, zapatos, toda clase de vestimenta, azúcar, tabaco, licores, papel, tinta y algunos libros. Ello provocaba un balance negativo en el intercambio mercantil de Nuevo México, por lo que sus comerciantes vivían en constante estado de deuda con los de Chihuahua (Moorhead, 1958: 49). En el ámbito local, tanto en Santa Fe como en Taos y San Miguel –principalmente–, un pequeño grupo de funcionarios coloniales fue adquiriendo fuerza económica a través de actividades agropecuarias que después amplió hacia el intercambio de bienes

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9. La modestia y nivel de la riqueza de estos “principales” nuevomexicanos está muy bien reflejada en el montaje museográfico de la Hacienda Martínez en Taos, cuyos propietarios eran representantes de la vieja guardia dominante en la región a finales de la era colonial.

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10. Citado por Richard O. Ulibarri, 1963.

hasta establecer puestos comerciales que, aun de manera modesta, abastecían de algunos bienes básicos a la población del lugar.9 A partir de las crónicas e investigaciones publicadas, es difícil definir la importancia y magnitud de la influencia económica de la élite local, pues los académicos y viajeros norteamericanos, alemanes o franceses guardaban una actitud de menosprecio hacia los notables mexicanos. Manifiestan, eso sí, que algunos comerciantes de Santa Fe y Taos aprovecharon la apertura comercial a Missouri pero no se los menciona al detalle. Apellidos como Armijo, Otero, González, Perea o Vigil se encuentran en las escasas descripciones del comercio local. Evidentemente, todos estos escritores dan cuenta detallada de los comerciantes no hispanos, de sus hazañas, problemas y virtudes, convirtiendo sus trabajos en historias de los que llegaron a dominar Nuevo México y de la región misma, como si su desarrollo sólo hubiera girado en torno a dichos empresarios que llegaban del este (Beck, 1962: 115-116). Hacia la década de 1840, los comerciantes mexicanos formaban parte de las caravanas entre Santa Fe y el Missouri. El Nile’s Register, en septiembre de 1842, daba cuenta de que Armijo, Otero y Perea [sic] establecidos en Santa Fe, habían ido a Pittsburgh a pagar en oro pedidos superiores a los 5 mil dólares.10 Los Armijo, encabezados por Manuel, quien a la postre fuese el último gobernador de Nuevo México bajo el régimen mexicano, mantenían contacto permanente con distribuidores del este y poseían establecimientos en varios poblados del Nuevo México (Moorhead, 1958: 110). Antonio José Chávez cruzaba anualmente las praderas hasta Independence para abastecer su comercio (Gregg, 1974: 337). Juan Otero, establecido en Peralta, manejaba grandes cuentas con sus acreedores españoles asentados en Nueva York (Moorhead, 1958: 83). De los comerciantes localizados en la ciudad de Chihuahua se sabe mucho menos a través de los escritos consultados. Si 41% de las mercancías que salían de la frontera missouriana llegaban a Chihuahua, ¿quién y cómo las distribuía? José González, Antonio Jaquez, Jesús Palacios y J. Calistro Porras se mencionan de manera superficial como miembros del grupo mercantil chihuahuense que también se integró a las caravanas del Missouri, pero siempre se los trata en función de sus socios o compañeros estadounidenses.


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11. Ver Moorhead, ibíd.

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José González estaba asociado con James Magoffin y fue encarcelado junto con él por cargos de espionaje durante los primeros meses de la guerra entre los Estados Unidos y México; Jaquez y Palacios son mencionados sólo por ser los denunciantes de los anteriores y Porras por haber sido obligado por Doniphan a permanecer en el paraje de Valverde durante la campaña de ocupación del Nuevo México. Además, Porras es también descrito como un comerciante muy rico que desde Chihuahua mantenía lazos mercantiles con Nuevo México y la costa del Pacífico, además de que sus propiedades llegaban a sumar más de dos millones de dólares.11 El personaje más simbólico y que aparece en la bibliografía nuevomexicana como el máximo líder de los grupos regionales es el general Manuel Armijo, quien durante tres periodos distintos ocupó la gubernatura del territorio. El ejercicio del poder por Armijo está calificado de distintas maneras por la historiografía y, como en este caso hemos hecho consulta casi exclusiva de trabajos realizados por cronistas e historiadores norteamericanos, no contamos con una semblanza más completa de este personaje. Se puede decir, grosso modo, que no hay trabajo que no se refiera a Manuel Armijo y su familia como un grupo déspota, traicionero, corrupto e individualista. Desgraciadamente, para los escritores mexicanos de la historia, el balance que se ha hecho de este militar no lo ha favorecido tan sólo por el hecho de haber sido quien encabezaba el gobierno del Departamento cuando arribaron las tropas de ocupación norteamericanas en 1846. Es un hecho bien conocido el de que Armijo no haya presentado resistencia armada a la columna dirigida por el coronel Stephen Kearny en agosto de 1846 y que, en cambio, “huyó” hacia la ciudad de Chihuahua, dejando totalmente desorganizadas las milicias civiles que se enfrentarían a los invasores; de ahí el calificativo de traidor (Moyano, 1976; Twitchell, 1909; Bancroft, 1889; Moorhead, 1958; Susan S. Magoffin, 1926). Pero las fuentes documentales han demostrado, por otra parte, que Manuel Armijo presentó resistencia a un intento de la República de Texas para anexarse el Departamento del Nuevo México en 1841, resistencia que llegó al grado de aplastar de manera humillante al contingente texano, logrando la aprehensión de la mayoría de los sobrevivientes que fueron trasladados hacia las

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12. Binkley, “New Mexico and the Texan Santa Fe expedition”, 1923, es un excelente trabajo basado en fuentes documentales que da cuenta con bastante claridad de la posición tomada por Armijo durante este conflicto; el problema de la invasión y respuesta nuevomexicana es tocado también por Moyano, 1976; Bosch García, 1974; Zorrilla, 1965, y Gregg, 1974.

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13. Bancroft, 1889, lo menciona pero lo duda; Twitchell, 1909; Moorhead, 1958.

ciudades de Chihuahua y México, donde se les enjuició y castigó con prisión, a pesar de las presiones por parte del gobierno de los Estados Unidos.12 Una pregunta que resulta lógica es, entonces, ¿por qué si se opuso a los intentos texanos, Armijo decidió no enfrentar las tropas estadounidenses? Para algunos historiadores norteamericanos,13 la respuesta está en las hábiles negociaciones llevadas a cabo por el comerciante irlandés James Magoffin, que hablaba a nombre del presidente Polk y del senador Benton y que logró convencer a Armijo de que era inútil presentar cualquier resistencia a lo que ya había marcado el destino manifiesto. Después de seducir a Armijo, Magoffin hizo lo propio con el general Diego Archuleta, entonces secretario de gobierno y comandante de las milicias civiles. Las formas de persuasión irían desde la capacidad misma de convencer por su discurso a estos oficiales del gobierno local hasta el desembolso de fuertes cantidades de dinero, pasando por la promesa de una posición decorosa dentro del gobierno de ocupación del territorio, así como prebendas económicas. Nadie ha podido asegurar con evidencias la manera exacta de cómo se logró esa supuesta sugestión. Con esto se ha querido decir que el haber convencido a dos individuos, ciertamente los de mayor jerarquía dentro de las instituciones oficiales mexicanas en el Departamento, fue más que suficiente para detener cualquier intento de respuesta de una población que se acercaba a las 30 mil almas en contra de una invasión militar por parte del ejército extranjero que además profesaba otra fe religiosa y mantenía una vida basada en costumbres poco propias desde el punto de vista mexicano de la época. ¿Puede un pueblo que había hecho causa común en su batalla diaria contra las depredaciones de los grupos indígenas hostiles y que se había mantenido sin mayores transformaciones sociales a pesar de la influencia de viajeros norteamericanos desde hacía treinta años, dejar pacíficamente que esa gente todavía extraña llegara a tomar su territorio, anular su incipiente ciudadanía y cambiarla por una ajena y desconocida? Efectivamente, resulta difícil dar una respuesta positiva, y la misma historiografía estadounidense ha dado cuenta de la oposición organizada contra las fuerzas de intervención a lo largo y ancho de territorio de Nuevo México desde los primeros días de


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la invasión. A pesar de las referencias, a veces muy extendidas y detalladas, todavía es complicado poder asegurar la magnitud de estas fuerzas de oposición y sus objetivos cumplidos. Si la respuesta violenta no se ha callado, a pesar de que así lo afirma Ángela Moyano, no hay un estudio claro y completo sobre este fenómeno.

Fueron muchas las celebraciones que se le hicieron a la apertura del intercambio entre Santa Fe y Missouri, considerando también a la ciudad de Chihuahua. Una de las más repetidas es la de haber aportado a los habitantes de esas poblaciones un mejor nivel de vida por tener acceso a los mismos productos que gozaban los estadounidenses en su país y, además, a precios más bajos que los que pagaban cuando las mismas mercancías hacían el viaje desde los puertos de Veracruz, Tampico o Acapulco. De esta manera, los mexicanos del norte pudieron adquirir carros, ropa y telas, joyería, bonetería, herramientas de diversos tipos, relojes, vidrio, artículos de cocina, envases de cristal, armas, parque y bebidas embotelladas. A cambio, nuevomexicanos y chihuahuenses pagaban con barras de plata, monedas fuertes, polvo de oro, mulas, ovejas, lana, pieles de castor o de búfalo. Es decir, los bienes manufacturados estadounidenses eran intercambiados por productos meramente primarios, con un mínimo de valor agregado. ¿Creció la economía de Nuevo México? No habría por qué dudarlo; mientras más intercambio se efectuaba, mayor cantidad de bienes era consumida por la población del lugar –quizá sólo por una parte de ella–, pero no se presentan visos de un desarrollo económico que hubiera implicado la transformación de las estructuras para pasar de una sociedad agropecuaria, productora de materias primas, a una con desarrollo tecnológico apropiado para elevar la productividad de las labores rurales e iniciar el proceso de manufactura de los bienes necesarios para la vida diaria. Como lo han apuntado varios historiadores estadounidenses (Weber, 1982; Bancroft, 1889), las relaciones de dependencia del Nuevo México sólo cambiaron de centro de dominio: de la ciudad de México o Chihuahua hacia los puestos fronterizos del Missouri, se elevaron los niveles de consumo pero no de pro-

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CRECIMIENTO, TRADICIÓN Y TRANSFORMACIÓN


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14. Ver Sayles, 1974.

ductividad, así como tampoco se transformaron las estructuras económicas. Por otra parte, varios autores han declarado las bondades del intercambio proveniente de Missouri como salvador para la economía nuevomexicana que se hallaba en constante déficit con Chihuahua y el resto de México (Moorhead, 1958: 65). Pero, como los mismos textos han demostrado, la capacidad de Nuevo México para responder a la cantidad de mercancías procedentes del este era mínima; sólo podría dar a cambio materias primas y algunos materiales con escaso valor agregado. Es indudable que el déficit sólo cambió de rumbo: ya no sería más con respecto a Chihuahua sino a Missouri.

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BENTON Y EL DESTINO MANIFIESTO Por lo menos desde 1819, políticos y oficiales del gobierno de los Estados Unidos manifestaron su interés por extender la frontera occidental hasta el Océano Pacífico. La adquisición de nuevos territorios fue un proceso constante a lo largo del siglo xix y la nación más castigada en este sentido fue la mexicana, a la cual se le amputó 55% de su territorio entre 1836 y 1853. Uno de los aspectos que hizo más necesaria, desde el punto de vista de estos personajes, la expansión sobre territorios extranjeros, fue la apertura del intercambio comercial entre las poblaciones del Missouri y Nuevo México en 1821. La promoción más intensa de esta necesidad expansionista fue la realizada por el senador de Missouri Thomas H. Benton entre 1821 y 1852,14 a quien podríamos calificar como un ministro sin cartera para México. Las gestiones de Benton estuvieron inscritas en los ámbitos que iban desde la protección a las actividades comerciales en la zona fronteriza, pasando por el trazado de caminos y la creación de empresas y cargos gubernamentales que lo pudieran hacer más efectivo, hasta la promoción y desarrollo de la guerra entre ambos países de 1846 a 1848. En enero de 1825, el senador solicitó ante el Congreso de los Estados Unidos que se declarara de interés público el camino entre Missouri y Santa Fe, puesto que abriría la posibilidad de llegar a Chihuahua, donde había minas, así como a Durango, Sonora y Sinaloa, desde donde se llevaría a los Estados Unidos una se-


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15. Citado por Kate L. Gregg, editora de Sibley, 1952: 4-5. 16. Ibíd.: 5-6. 17. Kate L. Gregg, editora de Sibley, 1952: 5; Bosch García, 1974: 179-191; Baur, 1963; Manning, 1915; Sayles, 1974; Zorrilla, 1965.

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rie de materias primas necesarias para su desarrollo. En el viaje de ida hacia México, los intereses de varios sectores y regiones geográficas de los Estados Unidos se verían beneficiados, puesto que “El principal artículo dado en intercambio es aquel del cual poseemos en abundancia y que tiene la peculiar ventaja de formar el circuito de la Unión antes de partir de los territorios de la república –el algodón–, que florece en el sur, se manufactura en el norte y se exporta al oeste”.15 Además, el concepto en el que tenía Benton a los países del sur, antiguas colonias de España, lo obligaba a incitar a sus compatriotas para llevar a cabo una labor de educación y promoción de los valores de los países libres y desarrollados (representados por los Estados Unidos). Dibujaba así su labor “altruista” hacia los mexicanos: “La consolidación de sus instituciones republicanas, el mejoramiento de sus condiciones morales y sociales, la restauración de sus artes perdidas y el desarrollo de sus recursos nacionales, están entre los grandes resultados de la filantropía que anticipa tal intercambio”.16 A fin de proteger a los comerciantes de Missouri contra las medidas impuestas por las autoridades mexicanas, muchas veces calificadas de injustas, y a petición de ellos mismos, Thomas Benton promovió desde 1825 la designación de cónsules norteamericanos, uno en Chihuahua para negociar aranceles y defender a los comerciantes estadounidenses de cualquier posible injusticia, y otro en Santa Fe para tratar de garantizar que los indios no agredieran las caravanas comerciales (Sayles, 1974: 14). Esta figura diplomática estuvo obstaculizada por mucho tiempo por los funcionarios mexicanos, quienes la condicionaron al reconocimiento pleno del gobierno de la República Mexicana así como a la firma de tratados de comercio y amistad entre ambos países para evitar malos entendidos y que los comerciantes norteamericanos se rigieran sólo por las leyes de su país.17 El carácter de “irremediable” con el que la historiografía estadounidense etiqueta la conquista de los territorios del antiguo norte de México, se debe en parte a la efectiva insistencia del destino manifiesto, doctrina de la que fuera vanguardia el senador Benton. Para quienes defendían esa tesis, irremediable era la expansión, el destino llevaba de la mano a los estadounidenses hacia el oeste, pasando por encima de españoles, mexicanos e in-

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dios, apoyándose en instituciones propias de su forma de vida e imponiendo maneras de hacer las cosas.

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LA GUERRA INTERÉTNICA El constante y violento enfrentamiento entre grupos indios y colonizadores españoles y mestizos que había sufrido el norte de la Nueva España desde los inicios del mismo proceso de conquista en el siglo xvi, se incrementó debido a los intercambios iniciados entre comerciantes angloamericanos, franceses e ingleses de Missouri, Louisiana y la costa californiana con los pobladores originales de dichos territorios. Una de las técnicas utilizadas para adquirir mayor número de pieles de castor y nutria (después de búfalo) era cambiarlas por alcohol y armas a las naciones indias de la vertiente del Pacífico, de las planicies, de la cuenca del Missouri y de las Rocallosas (Weber, 1982; Bosch García, 1974; Zorrilla, 1965). Una vez bien armados y con el pleno dominio de la habilidad para montar a caballo, estos grupos siempre hostiles a la presencia de los blancos fueron capaces de enfrentarlos con mayores ventajas; los objetivos más débiles fueron los españoles y mexicanos, que no podían mantener un constante proceso de intercambio de bienes con los osage, comanches, apaches, arapahos, pawnee, kansas, cheyennes y kiowas. Por otra parte, la tenaz expansión de los “hacedores del oeste” fue empujando a multitud de indígenas hacia los asentamientos donde se hablaba español en el Nuevo México, Arizona, Chihuahua, Coahuila y Texas. Hacia 1830, una combinación de vacilante política hacia los indios por parte del gobierno mexicano y la fuerte presión demográfica por el norte y oriente significada por la cada vez mayor presencia de europeos y estadounidenses, agravó la situación, y la guerra interétnica se convirtió en una característica cotidiana dentro de un territorio muy amplio (González H. y León G., 2000). Ante toda esta combinación de circunstancias, debe pensarse en las dificultades para consolidar un paso seguro de hombres y mercancías a lo largo del conocido como Santa Fe trail desde Missouri hasta al menos Chihuahua, Durango y Zacatecas. Los conflictos de la llamada “barbarie” contra la presencia cada vez


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mayor de la llamada “civilización” fueron la marca del siglo xix norteño.

Los materiales utilizados para la redacción de este balance han dado pie a repensar algunas de las cuestiones tratadas por sus autores en cuanto a las formas y métodos de sus investigaciones y resultados finales. La historia de los territorios que alguna vez pertenecieron a la Corona española y que posteriormente fueron parte de la República Mexicana está escrita en los Estados Unidos en relación con las actividades de los norteamericanos y no desde la perspectiva de quienes los ocupaban en ese entonces. Se han escrito historias de Santa Fe o Taos durante el siglo xix, pero girando siempre en torno a Kit Carson, Charles Bent o los cónsules norteamericanos en el área, así como los eventos ocurridos en el entonces territorio de los Estados Unidos. Siendo mexicanos la mayoría de la población de la región y los que mantenían fuertes lazos económicos y políticos con los territorios de más hacia el sur (que no de manera exclusiva), lo más lógico sería buscar todas las relaciones que pudieron determinar los procesos vividos en el área durante esa época. Hasta hoy, pues, la historia de Nuevo México se ha escrito en función de los agentes externos que, si bien influyeron, han opacado la significación del elemento nativo que debió haber sido determinante. La historia es el resultado de una práctica colectiva y no el quehacer de unos cuantos individuos importantes en su tiempo; la historiografía estadounidense ha sido muy parcial y dispareja en cuanto al tratamiento de los procesos en el llamado “gran suroeste”. En los textos hay tres sujetos importantes: a) Los norteamericanos, siempre encabezados por un valiente y arrojado general o aventurero, comerciante o cazador de búfalos e indios, un líder constructor del oeste y paladín de las instituciones norteamericanas en cada tiempo y en cada espacio; no sería difícil contar con un amplio directorio de nombres de personajes que recorrieron el camino de Santa Fe o participaron en los negocios o que hayan sido

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Algunas consideraciones historiográficas


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parte de las expediciones militares contra los mexicanos o los indios. b) Los mexicanos, a quienes se menciona en términos generales, sólo unos cuantos merecen ser recordados por sus nombres (por lo general, los principales de los pueblos o ciudades y uno que otro comandante militar), pero casi siempre se habla de los mexicanos sin distingo de cargo ni condición social, como si todos pensaran de la misma manera y tuviesen intereses en común. “Un mexicano”, “uno de Chihuahua”, “un personaje importante de Santa Fe”, son las formas de referirse a este grupo que, por lo demás, era el mayoritario hasta que llegaron los ejércitos invasores en 1846. c) Los indios, que a veces están diferenciados por su filiación étnica y sólo en contadas ocasiones hay referencias a nombres de individuos, simplemente son los indios. Los juicios de valor vertidos por los mismos historiadores distorsionan de forma arbitraria los procesos que pretenden apuntar. Ya que han escrito sobre la vida del suroeste y de Nuevo México en particular, en torno a las figuras anglosajonas, los calificativos impuestos a “los mexicanos” o al “gobierno mexicano” o al “régimen español” llevan a situaciones empañadas o, de entrada, consideradas antagónicas con la manera de pensar norteamericana: leyes injustas, tratamiento salvaje, economía atrasada (sin describirla), autoridades despóticas, pueblo ignorante y servil, serían algunos ejemplos de términos utilizados por estos hacedores de la ciencia histórica. A partir de esta revisión, se abre una serie de cuestionamientos e ideas que resulta importante desarrollar en el futuro. Al parecer, los planteamientos siguientes no han sido agotados en los materiales que ya existen sobre la historia de las relaciones entre Nuevo México y Chihuahua durante la primera mitad del siglo xix. a) La magnitud real del intercambio comercial, qué significó para Chihuahua, para Nuevo México y para Missouri, aunque para este último ya hay ciertos esquemas que quizá pueden aportar muchas ideas para emprender la misma tarea en las otras dos entidades. El análisis cuantitativo


permitiría saber hasta qué punto influyó el comercio en el crecimiento o estancamiento económico de Nuevo México y Chihuahua, evaluar los llamados monopolios chihuahuenses y considerar los beneficios reales que adquirieron las provincias norteñas de México. b) Es deseable una historia económica del Nuevo México durante el siglo xix. En los trabajos revisados aparece una serie de ideas que desgraciadamente no se han agotado del todo: la cría de ovejas y mulas, el desarrollo del artesanado, los rasgos del mercado interno que fue posible desarrollar, los intercambios económicos interétnicos; la participación de la influencia norteamericana en el crecimiento de la región y el porqué de su no desarrollo, tal como se le considera al compararse con el crecimiento económico de los Estados Unidos en general. c) Interesante podría resultar una historia de los sentimientos hacia los norteamericanos: religión, costumbres cotidianas, artefactos, organización económica y política, sus relaciones con los indios. Algo que está muy incompleto es la respuesta de los nuevomexicanos hacia la invasión de 1846 y un análisis jurídico de la campaña del ejército de ocupación desde 1846 hasta que el territorio es oficialmente reconocido como parte de la Unión Americana (1850). d) Una biografía política de Benton con respecto a México y América Latina quizá podría dilucidar muchas cuestiones sobre la creación y aplicación de la Doctrina Monroe, la ideología expansionista de los Estados Unidos y una necesaria profundización en la historia de las relaciones entre los Estados Unidos y México, sin que fuera por ello sólo de carácter diplomático. Los treinta años de trayectoria de Thomas H. Benton por el senado de los Estados Unidos merecen ser analizados desde un punto de vista imparcial y esto arrojaría muchas luces sobre la vida política y económica de México durante sus primeros años como país independiente, así como acerca de las complicaciones planteadas por su vecino norteño. En términos de historia política y política histórica, el artículo de Sayles brinda una oportunidad para emprender un estudio del pensamiento geopolítico de Benton.

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Resulta impresionante la prefiguración que se hacía el senador en caso de llegar los Estados Unidos, junto con México, según algunas referencias dadas por el mismo autor, a dominar la vida económica del hemisferio y del mundo. La ideología de Benton no sólo habla de un expansionismo territorial, sino de un mundo bajo la batuta norteamericana, y eso a principios del siglo xix. e) Por último, pero no menos importante, es la necesidad de escribir una historia profunda de los territorios perdidos por México entre 1836 y 1848 desde el punto de vista mexicano; tratar de destacar la acción y pensamiento de toda esa gente que vivió la época anterior a la invasión por las fuerzas estadounidenses, así como la invasión misma; considerar al elemento anglosajón, pero no como el polo de atracción de la obra, como ha venido sucediendo desde hace casi 150 años.

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CONCLUSIÓN El año de 1821 marca la realización de un rompimiento enorme de las estructuras económicas del extremo norte mexicano (Nuevo México y Chihuahua) y el occidente de los Estados Unidos (Missouri, Louisiana) al entrelazarse ambas en un proceso que determinaría un cuarto de siglo después el estallido de una guerra y la absorción de más de la mitad del territorio mexicano por los Estados Unidos. Nuevo México fue abierto al comercio norteamericano, con lo que logró enormes beneficios económicos; Missouri se convirtió en estado de la Unión y sus representantes llevaron la voz expansionista hacia el oeste en el Congreso. Mientras el gobierno general de México era incapaz de poner en orden al país y de resolver los problemas de las entidades más alejadas del centro, éstas buscaron la forma de sobrevivir en un ambiente de penuria económica, hostilidad étnica y presiones del norte y del sur. La expansión del territorio de los Estados Unidos hacia posesiones españolas y francesas hizo temer a los mexicanos por las actividades de colonización y comercio que se llevaban a cabo en


el norte. Los temores nunca fueron infundados y, para desgracia de México y los mexicanos de ese tiempo, resultaron ser ciertos. La población de los territorios que en 1848 pasaron a formar parte de los Estados Unidos, estaba muy alejada del sentimiento de peligro que rondaba por las mentes de los conocedores de la situación y sus posibles implicaciones. Para el común de la gente, la presencia norteamericana en la década de los veinte y treinta del xix significaba, más que otra cosa, la posibilidad de adquirir bienes a precios menores y calidades superiores que los obtenidos vía el comercio proveniente del centro de México. Lo anterior no implica que la guerra de 1846 y la consiguiente pérdida del norte haya tenido un carácter inevitable; simplemente la situación de los norteños no era para tener otra actitud ante el comercio. La oposición a la presencia militar tiene todos los tintes de heroica, pero no hay datos disponibles para describirla e interpretarla. Las acciones del centro de México con respecto a este problema nunca se tomaron a tiempo, el poderío militar y económico estadounidense aplastó la resistencia de un país consumido por deudas, inestabilidad y pugnas entre grupos de poder. La bibliografía consultada no es suficiente para medir las relaciones económicas entre Chihuahua y Nuevo México; el trabajo de archivo resulta indispensable y cualquier empresa dedicada a continuar este recuento deberá tener muy en consideración el factor de los comerciantes del Missouri, elemento esencial para comprender dichas relaciones. En espera de ser tratados con rigor, se encuentran los archivos municipales de Hidalgo del Parral y Chihuahua; la fragmentada información que sobre aduanas existe en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, en el Archivo General de la Nación en la ciudad de México, así como en los fondos documentales que incluyen múltiples orígenes y poca organización, que se localizan en la biblioteca Zimmerman de la Universidad de Nuevo México (Albuquerque). La exploración no podrá declararse concluida sin un acercamiento para cerciorarse de las posibilidades de referencia que brinden archivos públicos en Santa Fe, Taos, Saint Louis, Independence, Washington, Nueva Orleans y El Paso.

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EL PROCESO DEL ESTANCO Y LA FÁBRICA DE TABACOS EN EL ESTADO DE ZACATECAS COMO PARTE DEL PROYECTO FISCAL DE LA HACIENDA PÚBLICA, 1824-1835 Adolfo Trejo Luna*

* Doctor en historia por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Recepción: agosto 19 / Aceptación: agosto 31


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Resumen En este trabajo se analiza el estanco del tabaco como un tipo de impuesto que fue compartido entre los estados y la federación a partir de 1824. El estado de Zacatecas lo incluyó en su base fiscal y se convirtió en uno de los ingresos más cuantiosos, llegando incluso hasta a superar los la minería; esto se logró gracias a que la élite política de Zacatecas encontró una cierta cohesión política que le permitió desarrollar un proyecto de desarrollo económico en el estado entre 1824 y 1835. Las contribuciones que se obtuvieron por elaboración y venta de cigarrillos se lograron gracias a que se institucionalizó el estanco como parte fundamental de la hacienda pública a través del establecimiento de dos talleres de manufactura, y de una equilibrada política administrativa que permitió desarrollar una amplia legislación para el control y vigilancia del estanco, así como del combate a la venta ilegal de cigarrillos en el estado. Palabras clave Estanco, tabaco, base fiscal, cohesión política, hacienda pública, talleres de manufactura, política administrativa, venta ilegal

Abstract This paper analyzes the tobacconist from tobacco as a kind of tax that was shared between the States and the Federation starting from 1824. Zacatecas State in­ cluded it in its tax base and became one of the most substantial, reaching revenues even up to overcome the mining revenues; this was achieved because the political elite of Zacatecas found a certain political cohesion that allowed him to develop a project of economic development in the State between 1824 and 1835. Contributions obtained by processing and sale of cigarettes were as tight as a fundamental part of the Treasury through the establishment of two workshops manufacturing, and a balanced administrative policy allowing to develop comprehensive legislation for the control and surveillance of the tobacco, as well as the fight against the illegal sale of cigarettes in the State was institutionalized. Keywords tobacconist, tobacco, tax base, political cohesion, Treasury, workshops manufacturing, administrative policy, illegal sale


INTRODUCCIÓN El presente trabajo tiene como objetivo analizar el proceso de instauración del estanco del tabaco en el estado de Zacatecas a partir del año de 1824 como parte de su base fiscal. Se destacan tres aspectos fundamentalmente: el primero de ellos se refiere al proceso que explica la implementación del tabaco como estanco y posteriormente su materialización en dos talleres de manufactura de cigarrillos y puros; se utiliza el concepto de fábrica porque los documentos originales así lo refieren. El segundo da cuenta de los resultados económicos de este proceso en la hacienda pública estatal y de las diferentes medidas y acciones que lograron una eficiente y exitosa administración del tabaco, pero también de sus principales obstáculos, como fue el contrabando, y en tercer lugar se analiza la progresiva abolición del estanco y sus efectos a partir de 1829 en beneficio de los empresarios del tabaco que desplazaron a los estados en el pingüe negocio tabacalero. EL ESTANCO DEL TABACO COMO BASE FISCAL DE ZACATECAS El 17 de junio de 1823 se transitó de la diputación provincial al estado libre y federado de Zacatecas y con esto nació la entidad zacatecana en el marco del sistema federal mexicano. Una de las principales ocupaciones del nuevo estado fue su hacienda pública y con ello los ramos que la integrarían. El estanco del tabaco,1 como muchas otras fuentes de ingresos, había transitado de la etapa colonial al México independiente como una administración casi extinta, a consecuencia de los constantes saqueos en sus oficinas por los insurgentes y contrainsurgentes. Debido a estas circunstancias, a nivel nacional se discutió la viabilidad de continuar con el estanco y este debate se inclinó a favor de conservarlo; sin embargo, existió un gran problema: no había dinero r e v i s ta d e h i s t o r i a d e l a u j e d , n ú m e r o

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1. El estanco del tabaco fue un tipo de impuesto que implementó la Corona española a partir del siglo XVII para financiar sus constantes guerras atlánticas. Para que un producto se mantuviera en estanco debía cumplir con dos factores: tenía que ser una manufactura que permitiera su control a través del régimen, esto garantizaba limitar la producción individual y evitar la competencia; la manufactura debía ser capaz de abastecer la demanda sostenida del producto estancado. Se estancaron bienes de agudo consumo para sostener cargas tributarias altas, y el tabaco cumplió con estos requerimientos. (González, 1980: 45)


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para reestructurarlo y convertirlo en parte de la hacienda pública nacional y estatal. Las discusiones concluyeron en que se tenía que reactivar esta importante fuente de ingresos y convertirla en un soporte fundamental en la recaudación de recursos monetarios (Serrano, 2008: 51). En este contexto, el estado de Zacatecas comenzó a formar su sistema rentístico e incluyó al estanco del tabaco como parte de su base fiscal. A finales del año 1823, el congreso constituyente y el intendente de Zacatecas, Manuel Oribe y Novales, comenzaron a desarrollar un proyecto económico en el que el tabaco ocupó una posición fundamental y equiparable a la de la minería. Aunque todavía no se dictaminaba si el estanco se mantendría, el estado se ocupó de garantizar el abasto de cigarrillos dentro de su territorio. Para esto, el congreso dispuso que se formara un fondo monetario que garantizara la compra de tabacos, pero también se especificó que se tendrían que desarrollar leyes y decretos que permitieran al estado mantener el monopolio de la producción y venta de los cigarrillos y que se combatiera vigorosamente el contrabando; de lo contrario, la hacienda pública estatal no vería los resultados esperados. El 9 de febrero de 1824, el congreso mexicano decretó la continuidad del estanco del tabaco, pero con la novedad de que su administración no estaría solamente en manos del gobierno federal, sino que también participarían los estados. La administración del estanco se dividió en dos: por un lado, la federación se encargó de la siembra y venta a los estados, y, por otro lado, las entidades tuvieron la facultad de administrarlo de acuerdo con sus intereses y se aclaró que en los lugares donde no existieran fábricas se podrían construir; de lo contrario, se comprarían los cigarrillos a la fábrica de la ciudad de México (Decreto, 2009). Fue así como el intendente Manuel Oribe y Novales presentó un proyecto a la comisión de hacienda para establecer una fábrica de tabacos que tendría el objetivo de incrementar los ingresos del estado a través de la venta y expendio de cigarrillos en todo el territorio. Geográficamente, el estado estaba integrado por las administraciones de Zacatecas capital, Aguascalientes, Nochis­ tlán, Jerez, Tlaltenango, Sombrerete, Nieves, Fresnillo y Sierra de Pinos. Para esto, el intendente había calculado que en cada una de las nueve administraciones se consumía por concepto de tabaco alrededor de 70 mil pesos mensuales, que al año darían un total


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2. Entre los huicholes, se le llamaba macuchi bawaraka, era muy apreciado como narcótico, dando gran importancia al humo y al incienso. Al fumarlo, de preferencia en la noche, les servía de protección contra la serpiente de cascabel, ciempiés o alacranes y era usado en toda ceremonia, considerándolo adecuado cuando bebían tesgüino. (medicinatradicionalmexicana.unam. mx 2015) 3. El tabaco cimarrón es un arbusto pequeño que mide de 1.5 a 3 m de altura y que tiene el tallo de color verde-azuloso. Las hojas tienen un soporte largo que las une al tallo y son más largas que anchas, de 5 a 17cm de largo, también verdeazules. Las flores son amarillo-verdosas, en forma de trompeta y en grupos poco numerosos. Los frutos, unas cápsulas redondeadas con semillas muy pequeñas comprimidas y cafés. Esta planta es originaria de Argentina y habita en climas cálido, semicálido y templado, desde los 200 hasta los 2 700 msnm. Es una planta silvestre que crece a las orillas de los caminos o de riachuelos y habita en terrenos de cultivo abandonados o en las calles, en ocasiones asociada con el bosque tropical caducifolio, matorral xerófilo, pastizal, bosques de encino y de pino. (medicinatradicionalmexicana. unam.mx 2015)

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de 720 mil pesos. En gastos calculó aproximadamente 520 mil pesos por concepto de tabaco en rama, sueldos de empleados, torcedoras, fletes, manufacturas, papel y demás utensilios, resultando en favor del estado una utilidad de 200 mil pesos anuales. El intendente aclaró que la fábrica daría estos resultados y más si el gobierno daba las facultades a los administradores y a los ayuntamientos constitucionales para que combatieran el contrabando en sus distritos y destruyeran los plantíos del llamado tabaco macuchi2 y cimarrón,3 que tanto abundaba en los cañones de Tlaltenango y Juchipila. De aplicarse estas medidas, sostenía el intendente, el estado debería de obtener una utilidad anual de entre 250 mil y 300 mil pesos. Para iniciar el establecimiento de la fábrica, se estimó que serían necesarios 120 mil pesos y un edificio apropiado: el intendente veía adecuada la alhóndiga de la ciudad por su amplio espacio y condiciones propicias para establecer la fábrica. En respuesta al proyecto del intendente, el congreso del estado autorizó que se iniciara el referido establecimiento de tabacos con los recursos que se tuvieran y que se destinara de otros ingresos lo necesario; además, aprobó que se utilizara el referido edificio, y agregó que se nombraran a los individuos encargados de dirigir dicho establecimiento (ahez, 1823). ¿Qué representó para el estado de Zacatecas incluir al estanco del tabaco como parte de su base fiscal? La necesidad más urgente fue el capital con que iniciar la fábrica. La hacienda pública estatal no contaba con los recursos requeridos, por lo que tuvo que recurrir a los fondos de capellanías que pertenecían al estado, de los cuales se estimaba obtener entre 70 mil y 80 mil pesos. Por otra parte, el contrabando de tabaco que había en el territorio representó un serio problema. Ante el incontrolable expendio, el gobierno inició un proceso de institucionalización administrativa en la que se propuso como objetivo el control total de la producción, distribución y venta de los cigarrillos y puros. Para ello, el congreso constituyente del estado debatió entre 1823 y 1824 las formas en que se tenía que estancar el tabaco, y concluyeron que, para que este proyecto tuviera los resultados esperados, era necesario un espacio de manufactura, dictaminar leyes y decretos que garantizaran su funcionamiento y combatir con el mayor esfuerzo posible el contrabando de tabaco en todo el territorio estatal. En este contexto, la fábrica nació como un establecimiento pro-

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piedad del estado que fue pensada y diseñada como una fuente de ingresos para la hacienda pública y el desarrollo económico y social de la entidad. A inicios de 1824 comenzó a constituirse la estructura administrativa y burocrática que se encargaría del funcionamiento de la fábrica. Los primeros funcionarios acreditados para este proyecto fueron Gabriel de Arriola –director de la fábrica de pólvora– e Ignacio Zaldúa –catedrático de filosofía en el Colegio seminario de San Luis Gonzaga–; como factor, el ciudadano Antonio Castrillón –contador de la aduana– y como tesorero el contador Ignacio de Miranda –capitán retirado–. El estado se adelantó a las disposiciones nacionales dictadas sobre el futuro del tabaco. No fue sino hasta el 9 de febrero de este año cuando el congreso nacional dictaminó la continuidad del estanco y con ello la oportunidad de que los estados obtuvieran ingresos por concepto de tabaco. Aprobada por el congreso estatal la instalación de la fábrica, el siguiente paso fue determinar el lugar donde debería fundarse. Esto ocasionó un intenso debate entre los ayuntamientos de Zacatecas, Aguascalientes, Villanueva y Jerez; los cuatro solicitaron al congreso que les concediera el referido taller y expusieron todo tipo de argumentos, desde pobreza y desempleo hasta una mejor posición geográfica y abundancia de trabajadores. El debate se centró fundamentalmente entre los ayuntamientos de Zacatecas y Aguascalientes; éstos expusieron sus principales argumentos, que se redujeron a los siguientes: la villa de Aguascalientes explicó que la fábrica debía establecerse en su territorio por la experiencia de su gente en el proceso de elaboración de puros y cigarrillos; las condiciones climáticas ofrecían mayores ventajas por la abundancia de agua y lo barato de los insumos, aspectos que el ayuntamiento de Zacatecas no podía ofrecer; la elaboración de los cigarrillos costaría 20% menos que en la capital; los fletes tendrían costos menores; no habría gasto en un edificio, y, por último, le recordaba al congreso del estado los servicios que había ofrecido en beneficio de la libertad (ahez, 1823). Por su parte, el ayuntamiento de Zacatecas hizo presente su fuerza e influencia sobre el congreso al demeritar y desacreditar a Aguascalientes. Por un lado, argumentó que, de establecerse la fábrica en ese lugar, la hacienda pública entraría en una etapa de ruina y de grandes calamidades porque dicho ayuntamiento


se encontraba en un estado de mediocridad económica. Si bien es cierto que reconoció la posición geográficamente envidiable y que era el único que podía competir con Zacatecas, esto no era suficiente para pretender dicha corporación. Por otro lado, el ayuntamiento ofreció el edificio de la alhóndiga y aclaró que de concedérsele el establecimiento no cobraría arrendamiento al gobierno del estado en el año de 1824; otro de sus argumentos fue que en la capital del estado no existía la industria, por lo cual sería muy benéfico comenzar a establecerla. Finalmente, desacreditó los argumentos de Aguascalientes, tachándolos de infundados e irreales, argumentando que los costos de producción estaban en igualdad de condiciones, a pesar de que la villa hidrocálida comprobó que producir puros y cigarrillos en Zacatecas costaba 4 reales, mientras que en su territorio costarían 2 reales y medio (ahez, 1823). La rivalidad entre estos dos ayuntamientos es perceptible en este proceso y continuó hasta 1835 en que Aguascalientes se separó de Zacatecas para convertirse en una nueva entidad de la República Mexicana. El gobierno del estado expuso su parecer y determinó que, debido a que “el tabaco es la columna que sostiene al estado”, el mejor lugar para la fábrica debía ser Aguascalientes, por las inmensas ventajas que ofrecía, pero sobre todo porque, según los argumentos del ayuntamiento, habría un beneficio económico para la hacienda pública que Zacatecas no podía ofrecer: la principal debilidad de la capital fue que no contaba con los brazos calificados para este ramo. Tomados en cuenta los argumentos de los ayuntamientos, el congreso del estado expuso que, desde el punto de vista de la economía pública, la fábrica debería establecerse en Aguascalientes por los beneficios que dejaría a los habitantes y al erario; sin embargo, consideró que el ayuntamiento de Zacatecas tenía la ventaja de estar más inmediato a la población más necesitada y de escasos recursos industriales y agrícolas; además de que el decadente estado en su giro mineral y mercantil tenía a la población sumida en la miseria, por lo cual decretó que por razones de conveniencia general era más a propósito el punto de Zacatecas para el establecimiento de la fábrica de tabacos que cualquier otro punto del estado (ahez, 1823). Los ayuntamientos de Villanueva y Jerez quedaron fuera de toda posibilidad al establecerse la primera fábrica, y esto sucedió

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porque no tenían la misma fuerza política y económica que Zacatecas y Aguascalientes. La lucha por ganar la fábrica es uno de los muchos ejemplos que podemos encontrar sobre las diferencias entre las elites de los ayuntamientos de la capital y el de Aguascalientes. A tal grado, que el ayuntamiento de Zacatecas se im­ puso a la decisión del congreso del estado y no permitió que se lo despojara de un establecimiento fabril. Este acontecimiento iba ser uno de los constantes reclamos de Aguascalientes al estado. Fue así como el 6 de junio de 1824 el congreso determinó el establecimiento de la fábrica de tabacos en Zacatecas capital. Con este taller se buscó una fuente de ingresos para la hacienda pública, y además un espacio de trabajo para ocupar la vagabundería, la ociosidad, la orfandad y la miseria. Otro de los grandes propósitos que se buscó fue el combate al contrabando de la planta denominada cimarrón y macuchi, que se producía de forma natural en la parte sur del estado. Según el gobierno, estas plantas eran de muy mala calidad y afectaban la salud de la población. Lo cierto es que se trató de aprovechar el sistema de estanco dictado en febrero de 1824 por el congreso nacional; en esta disposición se especificó que los estados quedaban obligados a comprar el tabaco en rama a los cosecheros veracruzanos, los cuales eran los únicos productores legalmente permitidos para sembrar la plata, y la producción fuera de esta región fue considerada como de contrabando y se tenía que eliminar (Trejo, 2014: 222). ¿Cuáles fueron los primeros resultados de la fábrica? Después de que se habían logrado obtener los suficientes recursos de la minería, y que posteriormente se dictaminó el lugar de su establecimiento, el siguiente paso fue valorar los primeros resultados. El gobierno del estado realizó una estimación de 13 días de funcionamiento y encontró, según su análisis interminable, abusos y un difícil progreso de la manufactura. Los argumentos se centraron en hacer evidente la falta de cigarrillos y puros para surtir el consumo del estado; otro de los problemas fue la falta de papel para encigarrar, a tal grado que se tuvo que solicitar a México, San Luis Potosí, Guadalajara y Tampico. Según el gobierno, el problema fundamental fue que los insumos que se pedían al gobierno federal no llegaban en tiempo y forma; es decir, el surtimiento del tabaco en rama y el papel. Resultó muy complejo y tardado el sistema de abastecimiento a las distintas fábricas, y más aún a las


que se encontraban a grandes distancias de la ciudad de México; esto dio como resultado que las entregas tuvieran retrasos de meses y que al llegar a su destino se perdieran grandes cantidades por el costoso y extenso viaje (Céspedes, 1992: 136). Uno de los aspectos a considerar en el funcionamiento del estanco del tabaco en el interior de los estados fue la dependencia de la ciudad de México. Según las reglas del estanco, desde la época novohispana se había determinado que todos los insumos deberían pasar por el centro del país, y luego ser distribuidos a las regiones. Esto provocó la irregularidad en el abasto y funcionamiento de la producción, pero sobre todo que el contrabando abasteciera grandes extensiones geográficas debido a las reglas del estanco. En este primer informe se presentaron los siguientes datos: en 13 días de producción se utilizaron 84 arrobas de tabaco con un valor de 2 106 pesos; 64 resmas de papel con un costo de 816 pesos; por pérdidas de almacenamiento y transporte, 837 pesos; por los sueldos del factor y contador, 142 pesos, y por los premios a los administradores y estanquilleros, 289 pesos, lo que dio un total de 4 191 pesos en gastos. Con estos insumos se lograron elaborar 66 232 cajillas de cigarros que en el mercado representaron 4 139 pesos, de lo cual resultó un deficiente de 52 pesos. No sólo a estas circunstancias se enfrentó la administración de la fábrica en sus primeros meses, sino que su principal problema fue que las nueve administraciones del estado carecían de cigarrillos. Los pedidos que se habían hecho a la ciudad de México tardarían varias semanas en llegar. Ante esto, el gobierno del estado explicó que era imposible lograr una eficiente administración, y mucho menos combatir el contrabando, por lo cual propuso que se compraran 700 cajones de cigarros a particulares y que posteriormente se restableciera “el octavo de tabaco”, un viejo impuesto sobre los cigarrillos y puros que había sido establecido por la diputación provincial de Zacatecas en 1823 para pagar las dietas de los diputados, y que fue suprimido el 29 de mayo de 1824: éste consistió en gravar las cajetillas de puros y cigarrillos con la octava parte de su valor total. Con estas medidas, el gobierno pretendió que la fábrica fuera rentable, que se evitara la escasez de cigarrillos, se combatiera el contrabando y que los ingresos aumentaran (ahez, 1824).

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La propuesta fue muy discutida por la comisión de hacienda y por el congreso del estado. Al recibirse la primera evaluación de la fábrica y las propuestas para hacer frente a la falta de cigarrillos y papel, se aprobó una serie de medidas y acciones que estuvieron enfocadas a garantizar el consumo de las nueve administraciones del estado; a cubrir los premios de los administradores y estanquilleros por venta de tabaco de 7% a 3% sobre el total de sus ventas; a combatir el contrabando de la mejor manera posible, y, por último, tanto el congreso como la comisión de hacienda se opusieron rotundamente al establecimiento del “octavo del tabaco” por considerarlo un tipo de impuesto odioso y antieconómico, que lo único que fomentó cuando estuvo vigente fue el incremento del contrabando, la especulación de los contratistas de tabaco, la ruina del erario público y que, sobre todo, impediría el desarrollo de la fábrica al incrementarse el valor de los cigarrillos (ahez, 1824). Sin duda que el inicio de la fábrica no fue el esperado por tantos problemas que tuvo que enfrentar; otro de ellos fue la cuestión de los salarios a los administradores y estanquilleros. Estos funcionarios ocuparon una posición fundamental en la venta de los cigarrillos y puros; las decisiones que tomaron influyeron notablemente en las buenas o malas ventas y, por ello, el gobierno pidió al congreso que le especificara con claridad cuál debería ser su salario. No tuvieron un sueldo fijo, sino que percibían un porcentaje de sus ventas que oscilaba entre 7 y 10%. Ante las críticas circunstancias, el congreso estableció que, debido a que las últimas compras de tabaco no habían representado beneficio para la hacienda pública, los administradores y estanquilleros sólo recibirían 3% del total de sus ventas, y con ese dinero tendrían que cubrir sus gastos sin recibir ningún otro ingreso. Esta disposición no fue bien recibida y algunos funcionarios se negaron a percibir sólo ese 3%. Ante la resistencia de los administradores y estanquilleros, el congreso se vio en la necesidad de aclarar que este porcentaje sólo sería provisional (ahez, 1824). Es muy probable que con estas medidas los estanquilleros hayan convertido a los estanquillos en espacios de venta de otros productos que no fueran tabaco, y que dieran paso al contrabando por la reducción del porcentaje en sus ganancias. Esto fue detectado por los encargados de la administración, quienes


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realizaron una serie de observaciones con la intención de corregir la inercia del estanco y garantizar los ingresos esperados a la hacienda pública. El funcionamiento interno de la fábrica comenzó a ser cuestionado por el factor Antonio Castrillón y el intendente Manuel de Orive y Novales. Estos funcionarios presentaron un informe en el que se estableció que se habían invertido más 50 mil pesos y que, de seguir en las condiciones en las que se encontraba, el resultado no sería otro más que la inminente ruina. Cuestionaron severamente las condiciones físicas de la alhóndiga y la falta de experiencia de los trabajadores por las constantes pérdidas de tabaco en rama, por lo cual propusieron al congreso cambiar la fábrica a otro edificio; en repuesta, la legislatura expresó su aprobación para cambiar de inmueble, pero aclaró que esto no se llevaría a cabo sin antes determinar con exactitud su viabilidad. Se tomó esta actitud sobre todo por lo costoso que esto significaría, y además se aclaró que por el momento no existía el dinero necesario para tal fin. Por otro lado, el congreso invitó a los funcionarios a que se enfocaran con todas sus luces y conocimiento a la administración de la fábrica; que consiguieran los insumos de tabaco y papel a los precios más bajos, y que realizaran un detallado informe de los ingresos y egresos, existencias de tabaco y papel, precios, salarios y empleados (ahez, 1824).

El problema estructural de la manufactura continúo siendo el desabasto en rama. Los pedidos que se habían hecho al Ministerio de Hacienda en la ciudad de México aún no llegaban; ante esto, el gobierno del estado propuso que se compraran tabacos en la villa de Lagos como ya lo había hecho Guadalajara. Esta medida, aunque estaba en contra de las leyes del estanco, no generó problemas porque había sido permitida ante la escasez de labrados. Aprobada la idea por el congreso, se dispuso que el gobierno hiciera tal adquisición, y se contrató al ciudadano Ruperto López para que transportara cien manojos de tabaco de la villa de Lagos a Zacatecas. Los costos fueron muy favorables: la arroba de tabaco costó 15 pesos y el transporte 200 pesos (ahez, 1824). Como se observa, la política del estanco del tabaco en la relación

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LA ESCASEZ DE CIGARRILLOS, LAS CONTRATAS Y EL CONTRABANDO


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gobierno federal-estados no estaba funcionando en cuanto al surtimiento de los insumos, por lo que fue inevitable la escasez de cigarrillos en las regiones y, en consecuencia, el contrabando surtió esos espacios que no alcanzaron a ser cubiertos por el estanco. En el estado de Zacatecas, el contrabando de mayor fuerza se dio en la parte sur de la entidad y desde allí se distribuyó tabaco en rama y cigarrillos a los partidos. Ante este desabasto, el gobierno estatal se vio obligado a recurrir a las contratas con particulares para cubrir su desabasto, y esto trajo grandes beneficios para el estado porque se compraron los insumos entre 15 y 20 pesos arroba, mientras que con el gobierno nacional el precio fue de 25 pesos arroba. Esta política de contratas a particulares fue la que se siguió en el estado, y la buena negociación de muchas de ellas determinó las ganancias o pérdidas de la fábrica. Las contratas continuaron y se convirtieron en la pieza clave para el funcionamiento de las distintas fábricas de México, y más aún de aquellas que se encontraban muy alejadas del centro de la república. Éste fue uno de los aspectos más discutidos del estanco; resultó muy costoso y con grandes pérdidas para las distintas manufacturas que solamente existiera una sola región encargada de producir todo el tabaco de consumo para la extensa República Mexicana, y, peor aún, primero tenía que salir de Veracruz a la ciudad de México y de ahí a los distintos estados. El sistema de transporte fue costoso y lento, ante un creciente consumo de tabaco. En este contexto, el contrabando fue prácticamente incontrolable y los contratistas se convirtieron en la opción más rentable. Fue tal el desabasto de tabaco en rama desde la ciudad de México, que la fábrica no producía el consumo necesario, por lo que se recurrió a los contratistas para lograr surtir las administraciones del estado y con ello tratar de disminuir la injerencia del contrabando. El 22 de octubre de 1824, el administrador de tabacos del ayuntamiento de Zacatecas, José María Sánchez Pareja, informó que sólo existía un cajón de cigarrillos de la última contrata que el estado había convenido con el ciudadano Antonio Imaña, de cien cajones de cigarrillos y 6 de puros el 24 de julio. Ante el desabasto, el gobierno acordó una nueva contrata de 500 arrobas procedentes de Orizaba con Manuel de la Torre a un precio de 16 pesos la arroba. Esta nueva negociación había resultado


muy ventajosa para la hacienda pública al igual que la anterior (ahez, 1824). Las contratas a particulares se convirtieron en la mejor opción para evitar la escasez de cigarrillos y aminorar el impacto del contrabando. Es evidente que la estructura del estanco adolecía de los elementos necesarios para garantizar el abasto del extenso consumo en toda la república. Desde esta perspectiva, dependió de la habilidad de los funcionarios estatales lograr contratas ventajosas, que hasta cierto sentido eran permitidas para aminorar el impacto de los contrabandistas. ¿Qué medidas o acciones se discutieron para hacer más productiva y eficiente la administración del estanco del tabaco en el interior del estado? Recordemos que el propósito fundamental de establecer un proyecto en torno a los cigarrillos no tuvo otro objetivo más que buscar fuentes de ingresos al estado para hacer frente a sus obligaciones internas y externas. En este contexto y ante los interminables problemas que se presentaron, se propuso que se resolvieran las contrariedades de fondo. En primer lugar, se dijo que no se podía esperar más tiempo sin un reglamento que pusiera orden en la fábrica y en los estanquillos; ante la falta de una legislación, se cometieron toda clase de abusos y perjuicios al erario público; por ejemplo, en el taller se recibían grandes cantidades de cigarrillos de contrabando, y en los espacios de venta se expendieron todo tipo de productos ilegales que quedaron fuera de gravamen. La falta de mano de obra calificada en la elaboración de los puros y cigarrillos fue un gran inconveniente que no permitió que se fabricaran los 8 cajones diarios que se necesitaban para cubrir la demanda requerida, a pesar de que hubo 300 trabajadores de ambos sexos. No todos tenían el conocimiento y la habilidad de labrar tabaco, por lo que sólo se lograron producir 14 cajones de cigarros por semana: esto representó sólo una cuarta parte de los que se necesitaba (ahez, 1824). En segundo lugar, las condiciones físicas de la fábrica no fueron las adecuadas: los espacios asignados para trabajar fueron muy reducidos, insanos, húmedos, fríos y sin la posibilidad de recibir la luz del día; en estas condiciones trabajaron hombres y mujeres de seis de la mañana a seis de la tarde. Por otra parte, los espacios destinados a asolear el tabaco fueron muy limitados e in-

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adecuados, ya que por las mañanas se debían depositar en la parte poniente y por la tarde al oriente para que pudieran asolearse. Ante estas condiciones, el factor de la fábrica pidió al gobierno que se adecuara el edificio de acuerdo con las necesidades requeridas y propicias; de lo contrario, se tendrían que trasladar a otro edificio en mejores circunstancias. Otro de los inconvenientes que perjudicaron el funcionamiento del estanco fue el permiso que se había concedido a los comerciantes para que vendieran tabaco al menudeo; esto se tomó como pretexto para que en sus tiendas y cantinas se expendieran cigarrillos de contrabando a precios más bajos que en los estanquillos: debido a que aún no existía una legislación que ordenara estos problemas, muchas personas prefirieron dedicarse al contrabando de tabacos que ir a trabajar a la fábrica (ahez, 1824). A consecuencia de esta serie de obstáculos, el gobierno pidió al congreso que no demorara más tiempo en dictar las disposiciones más conducentes para poner orden en la administración del tabaco. Los estanquillos fueron uno de los engranajes fundamentales en este proyecto; por lo tanto, la mayor atención en su correcto funcionamiento garantizaría los buenos o malos resultados. Los precios de los cigarrillos dependieron del tipo de moneda con que se pagaran; por ejemplo, siete cigarrillos costaban una octava parte de un real de plata denominada “tlalco”: el tabaco en rama valía 11 reales la libra. De respetarse estos precios y sólo venderse en los estanquillos, los resultados serían muy favorables; sin embargo, esto estuvo lejos de suceder y más aún porque los arrendadores de los estanquillos no se hacían cargo, sino que los dejaban en manos de otras personas: en dichos expendios se vendían entre 8 y 10 cajones de cigarros al mes, y de esto, el arrendador recibía 5% del total de la venta y de ahí pagaba un mínima cantidad al encargado. Esto fue motivo de que los estanquillos fueran lugares en los que se vendía todo tipo productos de contrabando. Como ya se ha mencionado, la estructura del estanco adolecía de ciertos problemas como el desabasto y la falta de reglamentación en el proceso de venta. Este último aspecto fue el que más inconvenientes le causó porque no había vigilancia y control en lo que se vendía. Dentro de las observaciones que realizaban el factor y contador, se insistía en que era necesario un reglamento para regular la venta de cigarrillos.


Por último, se pidió que se eliminara el tabaco macuchi que se producía sin control en Huejúcar y Juchipila. Para ello se planteó que los ayuntamientos tenían que adoptar una posición más efectiva y realizar visitas más periódicas a los lugares de producción; al sorprender a los contrabandistas con este tipo de tabaco no solamente se les debería quemar el producto, sino que se les tenían que confiscar las bestias que utilizaban como transporte y obligarlos a declarar quién se los había vendido y de dónde lo habían obtenido. Con esta serie de medidas se esperaba que la fábrica y su estructura de ventas a través de los estanquillos pudieran lograr un mejor funcionamiento, y sobre todo aportar beneficios económicos a la hacienda pública estatal. A finales de 1824 y con apenas unos meses de haberse establecido la fábrica, sus principales problemas se pueden resumir de la siguiente manera: falta de capital monetario; desabasto de tabaco en rama desde la ciudad de México que fue cubierto con las contratas de tabacos a particulares; pésimas condiciones físicas del edificio de las alhóndigas; carencia de mano de obra especializada en el proceso de elaboración de los cigarrillos y puros; falta de experiencia del gobierno en administrar un establecimiento de producción; ausencia de una legislación que ordenara el descontrol administrativo en el proceso de venta a través de los estanquillos; producción insuficiente para cubrir la demanda de consumo en el estado, y un excesivo e incontrolable contrabando alimentado por la inercia natural de los estancos. Estos fueron los principales obstáculos que tuvo que enfrentar el gobierno del estado de Zacatecas en los inicios de la fábrica. Sin duda, el que más atención ocupó por parte de las autoridades zacatecanas fue el desabasto, por lo que en el año de 1825 se presentó y discutió el proyecto de instituir un nuevo establecimiento de tabacos en Villanueva con la intención de cubrir el demandante consumo del estado e impedir la expansión del contrabando. En el año de 1825, la administración de la fábrica, el gobierno, la comisión de hacienda y el congreso del estado debatieron sobre las posibles soluciones para lograr cubrir el consumo de cigarrillos y puros. Desde que se discutió el establecimiento del taller, el gobierno se pronunció por Aguascalientes debido a las innumerables ventajas que este ayuntamiento ofreció, entre ellas la experiencia y abundante mano de obra calificada que venía

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siendo una de los constantes debilidades de la manufactura en Zacatecas; a consecuencia de esto, el gobierno propuso que se trasladara la producción de tabacos a otra parte del estado. Por su parte, la comisión de hacienda expuso que la elaboración de labrados en proporción con el consumo no había progresado por la falta de extensión e incomodidad en el edificio, y por la falta de personas que concurrieran a trabajar. A diferencia del gobierno, esta comisión no aprobó la propuesta de mover la producción a otro punto del estado: argumentó que no se podían negar los buenos resultados que se habían presentado, por lo que propuso que, puesto que bajo el sistema en que funcionaba la fábrica no se lograba cubrir el consumo, en este sentido se deberían crear otros dos centros de producción además del de la capital: uno en Aguascalientes y otro en Villanueva o Jerez (ahez, 1827). Por su parte, el congreso consideró que, en efecto, la producción hasta ese momento no fue suficiente para cubrir el consumo en el estado a consecuencia de la escasez de manos trabajadoras, y esto había repercutido en el escandaloso contrabando en los partidos. Para atender este mal, se decretó que la fábrica se dividiría en dos secciones: una en la capital como la general, y otra en Villanueva; para evitar mayores problemas, no se contratarían más trabajadores para el nuevo establecimiento, sino que de los ya existentes se dispondrían de los necesarios y se formaría un reglamento especial; por último, se hizo énfasis en que en los dos establecimientos se tenía que lograr una mayor producción y cubrir la creciente demanda, y para ello se solicitó al ayuntamiento de Zacatecas que desocupara el edificio de otros productos que aún almacenaba y dejara en su totalidad este espacio para adecuarlo a las necesidades de la producción (ahez, 1824). Con la edificación de un nuevo centro de producción, la administración del tabaco en Zacatecas presentó su primera gran reconfiguración, y lejos estaba de ser un proyecto hacendístico inviable; por el contrario, su crecimiento estaba en aumento con la clara intención de gravar ese crecido consumo de cigarrillos y puros en todo el territorio estatal. Una vez más, el ayuntamiento de Aguascalientes quedó fuera de toda posibilidad de instaurar en su territorio un taller de tabacos; todo apuntaba a que, ante la escasez de producción, este ayuntamiento recibiría la oportu­nidad; sin embargo no fue así y el congreso se decidió


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por Villanueva. Este acontecimiento sentó un precedente más de la riva­lidad entre Aguascalientes y Zacatecas; aspectos que fueron re­tomados como argumentos al separarse en el año de 1835 y cons­tituirse como estado bajo el sistema central. A pesar de esta negativa, la municipalidad continuó insistiendo para que se le concediera la facultad de tener mayor injerencia en el estanco del tabaco y lograr constituir una fábrica.

El 26 de marzo de 1826, el congreso del estado decretó formalmente el establecimiento del taller de cigarros de Villanueva y con ello una serie de reglamentos para su funcionamiento, y al mes siguiente inició su producción. Con dos manufacturas tabacaleras, y con el suficiente tabaco en rama, la producción aumentó y quedó atrás el desabasto a las administraciones del estado. Fue tal la elaboración que ahora se dio una sobreproducción. Esto fue gracias a que el abasto de tabaco en rama desde la ciudad de México se envió con normalidad a Zacatecas; por lo tanto, las dos fábricas del estado funcionaron con regularidad. Esto provo­có que la entidad acumulara un considerable adeudo con la federación y una mayor producción de cigarrillos que rebasó la demanda. Ante estas circunstancias, el gobierno del estado tomó una serie de medidas que en un primer momento se enfocaron a reducir la elaboración de labrados en los dos establecimientos a sólo 6 cajones por semana en cada una de ellas, pero esto no resultó y se tuvieron que cerrar por algunos días las dos fábricas el 18 de septiembre de 1827 (ahez, 1827). Con esto se esperaba que se consumieran mil cajones de cigarrillos que estaban ya fabricados y no aumentar el adeudo por tabaco en rama a la federación. Según las estimaciones de las administraciones de las fábricas, con la producción existente se obtendrían alrededor de 250 mil pesos libres de todo gasto, de lo cual se adeudaba al gobierno nacional 182 328 pesos, quedando una utilidad efectiva de 67 672 pesos. La preocupación fundamental del gobierno que motivó la paralización de la manufactura de cigarrillos fue el no aumentar más la deuda por concepto de tabaco en rama, ya que, de seguir así, el gobierno general se negaría a remitir los pedidos que se hicieran en un futuro, y esto

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provocaría que se cerraran los centros productores por necesidad y no como una medida preventiva y momentánea. Mientras las fábricas permanecieron inactivas, los trabajadores fueron designados a tareas de visita y vigilancia en los ayuntamientos para controlar el contrabando (ahez, 1827). Es interesante observar cómo el estado de Zacatecas pasó de tener una baja producción a una sobreproducción de cigarrillos con el establecimiento de sus dos fábricas. El ajuste en la administración a través de la implementación de un reglamento que de cierta forma ordenó el proceso de producción y le dio mayor viabilidad tuvo un impacto positivo en el funcionamiento del estanco del tabaco. Con esto, la entidad zacatecana entró en un segundo momento de tabacalización, en el cual institucionalizó el ejercicio administrativo. Muy pronto regresaron a producir las dos fábricas; sin embargo, la de Villanueva no lo hizo con la regularidad de la de Zacatecas, que continuó su producción de forma normal. A partir del bienio de 1828-1829, el gobierno del estado enfrentó otro tipo de situaciones tanto internas como externas. La primera de ellas fue seguir dictando las medidas que consideró oportunas para hacer más eficiente el estanco del tabaco, y que esto se reflejara en los ingresos de la hacienda pública estatal. En este sentido, el 26 de marzo de 1829 el congreso autorizó que en todas las haciendas de campo se establecieran estanquillos con los premios correspondientes. Los dueños de las haciendas quedaron como los encargados de su funcionamiento y, a su vez, tuvieron la obligación de combatir el tráfico ilegal de labrados (Gaceta, 1829: 185-186). LA SIEMBRA Y EL COMERCIO DEL TABACO El otro gran reto que desde el establecimiento del estanco se había hecho presente y no hacía más que crecer cada día más fue la ilegalidad de la siembra, elaboración y venta del tabaco: el contrabando. A nivel nacional y estatal se dictaron las llamadas “leyes de comiso”; Éstas fueron penalizaciones para los que sembraran y comercializaran fuera de los lineamientos del estanco. Algunos lugares donde se estableció este tipo de legislación fueron Nuevo León, Jalisco, Querétaro, Michoacán, Coahuila, Texas y, por supuesto, en Zacatecas. En ellas se especificó lo siguiente:


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Al no ser penalizaciones que afectaran realmente al contrabandista, esta práctica no pudo ser contralada a pesar de que el ejército se encargaba de enfrentar al contrabando. La forma de proceder fue a través de los denominados “resguardos”, que fueron lugares estratégicos en los que se estableció un cierto número de militares que tuvieron la facultad de catear tiendas, casas y todo aquel establecimiento sospechoso de expender tabaco de contrabando y, por supuesto, perseguir a los contrabandistas. La forma de pago para el funcionamiento de estos “resguardos” era a través de lo que confiscaban (Ros, 1978: 47). Una de las graves deficiencias de estas leyes fue que no especificaban con claridad cuáles serían las penas para los funcionarios públicos que tuvieran relación o se dedicaran al contrabando de tabaco. Sin embargo, el mayor problema que provocó el aumento de esta actividad fueron las disposiciones dictadas por el estanco en 1824, las cuales especificaron que solamente las villas veracruzanas quedaron facultadas para sembrar y vender tabaco en rama, dejando fuera a una amplia zona geográfica donde por sus condiciones climáticas se producía esta planta de forma natural, sin tener que plantarla. Algunos de estos estados fueron Guadalajara, Guanajuato, Puebla, Colima, Oaxaca y Yucatán (Barragán, 1998: 53).

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Los contrabandistas arrestados pagarían hasta 1000 pesos de multa, trabajarían en los presidios, no gozarían de derechos de ciudadanía y serían destinados por cuatro años al ejército a cuenta del contingente de sangre del Estado y se confiscarían las bestias, carruajes, petacas, y cualquier otra cosa que conduzca el tabaco, además de que los arrieros sufrirían penas pecuniarias y de cárcel. Por su parte los jueces y autoridades municipales coludidas cubrirían multas hasta de 100 pesos; y por último los compradores de tabaco ilegal pagarían por la primera vez el importe total del comiso. Para alentar la erradicación del contrabando, esas legislaturas prometieron a los denunciantes y a los aprehensores de los contrabandistas la mitad o más del comiso y el resto ingresaría a la Hacienda Pública (Serrano, 1998: 207-208).


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Uno de los aspectos más atractivos del contrabando fueron las altas ganancias que se obtenían; por ejemplo, un cultivador indígena dedicado a la siembra ilegal llegó a obtener más de 60 pesos anuales de ganancia, y esto representaba mucho más que el sueldo de un peón o jornalero. Por otro lado, la introducción de tabaco extranjero a través del puerto de Tampico, que no tuvo ningún tipo de vigilancia sino a partir de 1827, fue decisiva para que cigarrillos provenientes de Virginia y Nueva Orleans se dispersaran sin el más mínimo control por el norte de México a precios inferiores que el nacional, y de igual forma tabacos de origen cubano (Corbett, 1998: 197).

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PENAS IMPUESTAS AL CONTRABANDO ¿Qué hizo el estado de Zacatecas para enfrentar el contrabando de tabaco? Las primeras leyes que se establecieron en el estado fueron las dictadas en 1761 y en ellas sólo se dictaron penas corporales que aludían principalmente a trabajos en beneficio de la población, como la limpieza de espacios públicos. En 1824 se pronunciaron nuevos ordenamientos; sin embargo, no tuvieron vigencia ni mayor trascendencia y aplicación. El 27 de septiembre de 1830, el congreso del estado dictó la primera ley formal para perseguir el contrabando. En esta legislación se estipuló que cualquier individuo que no contara con permiso para comerciar tabaco en rama de una a tres arrobas se haría acreedor a tres meses de obras públicas; a los que se les llegara encontrar de tres a cinco arrobas, pagarían cuatro meses de obras, y a los que se les descubriera de cinco a diez arrobas costearían seis meses de trabajo público; finalmente, quien cargara con más de diez arrobas prestaría un año de servicio, y los que reincidiesen en el mismo delito cumplirían un año de presidio; por último, a los que traficaran con cigarrillos y puros se les cobraría el doble del costo de lo traficado (ahez, 1830). Como ya se ha mencionado anteriormente, el contrabando no se pudo eliminar, fue imposible; a lo que medianamente se pudo aspirar fue a bajar los niveles de ilegalidad, siempre y cuando desde el gobierno se ofrecieran mejores precios. Esta ley difícilmente tuvo una aplicación adecuada debido a que no existieron los mecanismos adecuados para su aplicación, además de que


muchos de los funcionarios de la administración del tabaco estuvieron involucrados en el contrabando: la corrupción fue el principal obstáculo para la aplicación de este reglamento. Así lo informó el gobernador Francisco García Salinas (1829-1834) en sus Memorias de 1831, al considerar que este mal era el más pernicioso para la hacienda pública, por lo que a través de un decreto estipuló que se tomaran todas las medidas conducentes para erradicar este problema. Se emprendieron tres acciones fundamentales: en primer lugar, se constituyó un resguardo de 30 hombres en la frontera sur del estado, dividido en cuatro secciones colocadas en los puntos más a propósito para perseguir el contrabando de tabaco que se introducía por aquella frontera; en segundo lugar, se estableció otro de las mismas proporciones en la frontera sudoeste, y en tercer lugar, se decidió aumentar el peso de los puros y el número de cigarrillos de las cajetillas por el mismo precio, a fin de disminuir el contrabando (Memorias, 1874: 23). La ilegalidad en México fue un problema nacional que afectó a todo el territorio por la inestabilidad política y económica. Todas las fuentes de ingresos de la hacienda pública nacional y estatal se vieron afectadas por este mal incontrolable. Todos los estados de la república sufrieron los efectos de los contrabandistas del tabaco. Esto repercutió negativamente en las administraciones de las entidades porque no lograron vender todas las existencias pedidas a la federación y, como consecuencia, se empezó a acumular una impagable deuda en los cosecheros de Veracruz: esto, a la postre, fue uno de los principales motivos para que el gobierno federal quitara a los estados la parte del estanco que les había tocado administrar, para cedérselo a los particulares a partir de 1830 (Covarrubias, 1998: 74). INGRESOS Y EGRESOS En este contexto, el estado de Zacatecas se convirtió en un caso atípico porque, a pesar de que fue severamente afectado por el contrabando, nunca dejó de pagar sus compromisos por concepto de tabaco en rama, y otras obligaciones económicas como el contingente, al menos durante el primer federalismo de 1824 a 1835. En este periodo, el estado logró obtener cuantiosos ingresos por concepto de venta de cigarrillos y puros, a tal grado que,

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Gráfica I. Ingresos de la hacienda pública del estado de Zacatecas, 1824-1833

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Fuente: AHEZ, 1824-1833. Elaboración del autor.

según los ingresos y egresos de la hacienda pública, se rebasó la recaudación de la minería y el tabaco se convirtió en una de las principales fuentes de ingresos. A continuación se presenta una serie de gráficas que dan cuenta de los recursos que aportó el estanco del tabaco a la hacienda pública. Al analizar la evolución de los ingresos del tabaco se observa, en primer lugar, que la diferencia con respecto al resto es muy marcada; mientras que los dineros recaudados por la venta de cigarrillos y puros de las dos fábricas se mantuvieron en un aproximado de 350 mil pesos anuales entre 1825 y 1831 –a excepción del año de 1826 que presentó una considerable rebaja–, el resto de los ingresos aportó entre 100 mil y 150 mil pesos anuales cada uno, aproximadamente; esto representó menos de la mitad de los caudales ingresados por el estanco. En segundo lugar, se percibe que a partir del bienio 1829-1830 bajó toda la recaudación. Esto obedeció a la difícil situación política y económica que afectó a todos los estados, incluso a Zacatecas, que presumía de su estabilidad financiera. Las políticas que se tomaron a nivel nacional referentes al tabaco a partir de 1829 estuvieron encaminadas a la abolición del estanco, es decir, a cambiar el régimen de administración del tabaco por uno de libre competencia en el que los empresarios fueran los nuevos administradores (Serrano, 2012: 153-155).


El estado consiguió capitalizar esta estabilidad económica y financiera e implementó un proyecto de desarrollo económico estatal que fue encabezado por el liderazgo del congreso y del gobernador Francisco García Salinas (1829-1834). El resultado fue una administración pública dinámica e innovadora que supo canalizar esos bastos recursos a proyectos de desarrollo industrial en Villanueva con la fábrica de tabaco; en Jerez, con el establecimiento de unidas manufactureras productivas de modestos talleres textiles destinados a la producción de rebozos. Otro de los sectores clave de la economía zacatecana que recibió un fuerte impulso en este periodo fue la minería, creando una compañía minera estatal, “Proaño”, en el ayuntamiento de Fresnillo (Ríos, 2005: 45). En 1829 se propuso un proyecto de ley financiado por los ingresos del tabaco; éste consistiría en destinar los recursos que aportara el estanco a tres aspectos. De los 350 mil pesos se destinarían 140 mil para los gastos del estado; el resto, en partes iguales, se invertiría en los ayuntamientos y juntas municipales para cubrir gastos de educación de primeras letras y para la policía; otra parte se pensó para cubrir los gastos de la milicia cívica, y el resto para la implementación de un banco nacional que se establecería en Zacatecas. Las buenas intenciones sólo quedaron en eso y el proyecto no se pudo llevar a cabo; sin embargo, esto da muestra de que los altos ingresos del tabaco fueron reales y se pensó proyectar otros sectores económicos a partir de la potencialidad económica del estanco (Amaro, 2004: 52). Así como fueron muy considerables los ingresos del tabaco, de igual manera lo fueron los egresos. La administración del estanco fue amplia y compleja, por lo que se destinó un importante porcentaje para su funcionamiento. Los gastos de la administración del tabaco incluyeron las dos fábricas, los sueldos, las contratas, el papel, los premios y la renta de los edificios. Como se observa en la gráfica los gastos del estanco no fueron tan altos como usualmente se ha planteado por la historiografía; a excepción del año de 1825, en que se gastaron más de 300 mil pesos en su funcionamiento, el resto de los años el gasto estuvo por debajo de los 200 mil pesos; en cambio, los ingresos se mantuvieron en un aproximado de 350 mil hasta 1830: esto dio como utilidad de 100 mil a 150 mil pesos a la hacienda pública

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Gráfica II. Egresos de la hacienda pública del estado de Zacatecas, 1824-1833

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Fuente: AHEZ 1824-1833. Elaboración del autor.

Grafica III. Evolución de los ingresos y egresos del estanco del tabaco en el estado de Zacatecas, 1824-1834 Fuente: AHEZ 1824-1833. Elaboración del autor.

estatal. Según la gráfica II, el gasto más alto fue en los sueldos que correspondieron a los funcionarios del gobierno, el congreso, el Supremo Tribunal de Justicia y el Instituto de San Luis Gonzaga. Los ingresos y egresos de la hacienda pública demuestran el nivel de recaudación y gastos que presentó el estanco comparándolo con el resto de la base fiscal del estado, lo cual permite plantear que los ingresos más importantes fueron los percibidos por concepto de venta de cigarrillos y puros.


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Según los datos de la gráfica III, el total de los ingresos por tabaco entre 1824 y 1834 ascendieron a un total de 2 164 548 pesos, mientras que por gastos en el mismo periodo se erogaron 1 005 823 pesos. Esto representó que, de 100%, se gastara 46.4% en el funcionamiento del estanco del tabaco. A excepción de 1826, en todos los demás años nunca se gastó más de lo que se tenía. Este éxito recaudatorio en el ramo del tabaco fue posible gracias al proceso se racionalidad administrativa en que se configuró la hacienda pública de Zacatecas: no inventó ni creó nuevos impuestos; con la misma estructura tributaria de la época colonial logró una eficiente recaudación. Otro de los factores que contribuyó a este proceso fue que la estructura minera no había sufrido daños considerables durante el periodo de insurgencia, lo que sí había ocurrido en otros estados mineros como Guanajuato; esto ayudó a que el estado no se descapitalizara y se pudo invertir en el establecimiento del estanco (Trejo, 2014: 124).

Como ya se ha mencionado en páginas anteriores, el bienio 1829-1830 fue el inicio de una serie de medidas establecidas por el gobierno federal que tuvieron el propósito de cubrir los inmensos adeudos que los estados habían adquirido por concepto de tabaco en rama con los cosecheros de Veracruz. Por otro lado, la intención fue darle un giro al estanco para que la hacienda pública nacional recibiera mayores beneficios que aún no había logrado percibir. Existían dos formas mediante las cuales el gobierno nacional podía recibir ingresos: la primera de ellas ya se había intentado y no había resultado benéfica; los estados desatendieron sus obligaciones fiscales con la federación y lo único que le remitieron al gobierno nacional fue una inmensa deuda; la segunda fue buscar recursos monetarios con los empresarios al concederles el negocio del tabaco y dejar fuera a los estados. En este contexto de inestabilidad política y económica comenzó a desarticularse el estanco del tabaco para dar paso a los inversionistas y dejar fuera a los estados. En suma, la administración iniciada en 1824 que compartió el tabaco entre los estados y la federación había tenido un funcionamiento muy desigual en los diferentes estados por los efectos del contrabando; a pesar de ello,

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LA PRIVATIZACIÓN DEL ESTANCO


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estados como Zacatecas lograron aprovechar esta facultad e incrementar sus ingresos. Otras entidades no corrieron con la misma suerte y sólo se endeudaron con la federación que, en respuesta, se despojó a las regiones de esta facultad. A partir de 1829-1830 se inició la primera gran reconfiguración del estanco que se orientó a privatizarlo en manos de los empresarios. En respuesta, las entidades iniciaron una serie de protestas por estas disposiciones, alegando que bajo las nuevas reglas los únicos beneficiados serían los inversionistas y no la hacienda pública nacional (Trejo, 2014: 185). En este contexto, ¿qué hizo Zacatecas ante las reformas al estanco desde la federación? La posición del estado fue una intensa defensa de su soberanía fiscal y, como el tabaco se había convertido en su principal fuente de ingresos, protestó a todas luces por las políticas del gobierno nacional que se dictaron en torno a su administración entre 1829 y 1837: el 29 de mayo de 1829 se expidió la ley que decretó la libertad de la siembra y expendio de tabaco en todo el territorio nacional. Con esta disposición, cualquier persona pudo sembrar y vender: los estados tuvieron la libertad de abolir o continuar con el estanco; el 26 de mayo de 1832 ante los pésimos resultados, se derogó la ley de 1829 y se declaró la continuidad del estanco en todo el territorio, y sólo el gobierno nacional tuvo la facultad de sembrarlo, pero con la opción de arrendarlo a los empresarios del tabaco; nuevamente, el 3 de junio de 1833 se expidió un bando en el que se dejó en libertad la siembra y expendio por parte del gobierno nacional. Esta ley dio formalmente la oportunidad de que los empresarios invirtieran en el negocio del tabaco en el escenario nacional y estatal. Finalmente, en el año de 1837 se volvió al estanco administrado por el gobierno, pero ahora, bajo la tutela del Banco de Amortización de la Moneda de Cobre, que se había creado en este año. Esta institución financiera dio en arrendamiento el estanco a los empresarios del tabaco (Trejo, 2014: 185-201). En este contexto, el gobernador de Zacatecas, Francisco García Salinas (1829-1834), declaró que la ley de 1833 dio “un golpe mortal a la principal renta del estado, el tabaco, al establecer su libertad”. No aceptó los argumentos que el gobierno nacional expuso para llevar a efecto el referido dictamen, los cuales se sustentaron en que los estados no habían logrado arreglar su sistema


rentístico que les permitiera cumplir con sus obligaciones ante la federación: deudas por tabaco y contingente. A pesar de que el gobernador no aprobó esta ley, se vio en la necesidad de tener que arrendar su estanco a una compañía particular para garantizar el abasto al menos durante el tiempo que durara el arrendamiento. El gobierno de Zacatecas necesariamente tuvo que acudir a este sistema porque en la referida ley se especificó que los estados tuvieron la libertad de no hacerlo, pero si éste fuese el caso deberían contribuir con 30% de sus ingresos totales a la federación sin reducción alguna (Memorias, 1874: 43). En estas condiciones llegó el estado de Zacatecas al final del primer federalismo, 1824-1835. Atrás había quedado aquel control absoluto y minucioso sobre la administración del estanco, sus ingresos se vinieron abajo, y, peor aún, al establecerse el centralismo en 1835 le fueron confiscadas sus principales fuentes de ingresos por el gobierno centralista: la renta del tabaco, la minería, la casa de moneda y el papel sellado. El 8 de abril de 1835, el congreso del estado celebró una nueva contrata con el empresario Felipe Neri del Barrio bajo las condiciones siguientes: se le entregó la fábrica de la capital y la de Villanueva con todos los productos y trabajadores que en ellas se encontraban; igualmente, el control de las tercenas y estanquillos del estado; solamente no se le entregaron las administraciones de Fresnillo, Sombrerete y Aguascalientes. El costo de las existencias de puros y cigarrillos que tenían las fábricas se pagarían al gobierno de acuerdo con su precio, pero con una rebaja de una cuarta parte de su valor y en abonos de 3 mil pesos mensuales a partir del mes de mayo (ahez, 1835). La empresa tuvo la libertad de vender tabaco en rama, cigarrillos y puros al precio que más les conviniere. En una de las cláusulas del contrato se especificó que los empleados deberían permanecer en su trabajo, y, en caso de que se decidiera prescindir de alguno de ellos sin motivo alguno, la nueva administración estaba obligada a pagarles una indemnización equivalente al sueldo de tres meses. El resto de la estructura del estanco del tabaco: estanquillos, resguardos, contratos por concepto de papel y tabaco en rama se respetarían, pero bajo las reglas del arrendador. El gobierno recibiría mensualmente 1 300 pesos de arrendamiento por el tiempo de la contrata, que duraría desde el

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1 de abril de 1835 al 30 de diciembre de 1838. Ésta fue la última disposición que se dictó en torno al tabaco en Zacatecas antes del establecimiento del sistema centralista (ahez, 1835). Más por obligación que por necesidad, el gobierno de Zacatecas recurrió al sistema de arrendamientos para garantizar beneficios por concepto del tabaco, pero sobre todo para evitar que sus ingresos totales fueran gravados con el 30% para gastos de la federación. Con este ejemplo del tabaco se puede alcanzar a percibir que la elite política del estado presentó una cierta cohesión que permitió una estabilidad económica. También se observa su habilidad para irse adecuando a las disposiciones nacionales y obtener beneficios; claro está que una de las máximas fue no haber incumplido sus obligaciones con la federación. Con el establecimiento del centralismo, esta destreza política y económica fue desarticulada.

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CONSIDERACIONES FINALES En este periodo de 1824 a 1833-35, el estado de Zacatecas se consolidó como una de las entidades defensoras del federalismo, y esto implicó la protección de su soberanía fiscal. Logró implementar un proyecto económico y político exitoso que le permitió estabilidad; para llegar a esto, desarrolló un proceso de racionalidad administrativa, es decir, seleccionó la base fiscal que sustentaría a su hacienda pública y posteriormente inició un proceso en el cual se institucionalizó cada uno de esos componentes que constituyeron su proyecto hacendístico. Por supuesto que esto fue propiciado por el sistema federal establecido en 1824, que dio la oportunidad a los estados para que formaran sus propias leyes y decretos, y se constituyeran como entidades libres y soberanas sin desconocer la autoridad de un órgano federal que les daría cohesión. Bajo este contexto el estanco del tabaco se posicionó, en primer lugar, como una de las fuentes de ingresos de la hacienda pública nacional y estatal, y correspondió a los estados conjugar su política interior con la nacional. Esto fue posible en algunas regiones por el grado de estabilidad económica y social, pero sobre todo por la experiencia y conocimiento en el manejo de los temas administrativos, económicos y diplomáticos que permitieron o


evitaron compaginar sus decisiones internas con las generales. Ningún estado logró obtener una eficiente hacienda pública sin primero tomar en cuenta las tres dimensiones que representaron al federalismo: la federal, la estatal y la municipal. Después de que Zacatecas eligió los productos que integrarían su base de impuestos, desarrolló una legislación particular para administrar el estanco del tabaco, y fue aquí donde la élite política demostró su conocimiento y experiencia, que fue respaldada por una estabilidad económica. Fue iniciado el establecimiento y control del estanco por el gobierno estatal; para ello se instauraron dos fábricas, una en la capital y otra en Villanueva. El control y centralización de las decisiones en torno al estanco del tabaco expresaron sus resultados con los altos ingresos a la hacienda pública, y con ello se visualizó la proyección del estado en el ramo industrial, que por las condiciones políticas del país no se logró. El contrabando fue un aspecto que nunca pudo detenerse y mucho menos en el sistema de estanco; al igual que en el resto del territorio nacional, el nivel de afectación fue considerable y lo que medianamente se trató de hacer fue controlarlo a través de leyes y decretos; sin embargo, esto fue prácticamente imposible. Por último, el éxito recaudatorio del estanco del tabaco en Zacatecas llegó a su fin en 1835 debido a dos cuestiones: por un lado, el gobierno nacional fue entregando el estanco a los empresarios a partir de 1829 debido a las necesidades económicas y porque los estados habían acumulado una inmensa deuda que no habían podido pagar; por otro lado, el establecimiento del centralismo dejó por completo fuera a las entidades en la administración del tabaco y se dio prioridad a los empresarios.

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REFERENCIAS AHEZ (Archivo Histórico del Estado de Zacatecas)

Fondo Poder Legislativo

Serie Comisión de Hacienda

Impresos GACETA, 1829 (Zacatecas). MEMORIAS. 1874 [1831], presentadas por el C. Francisco García Salinas gobernador del estado de Zacatecas al Congreso del mismo sobre los actos de su administración en los años de 1829 a 1834. Mandadas reimprimir por el C. Gobernador Constitucional Gabriel García Elías, hijo de aquel ciudadano, para obsequiar los pedidos de algunos estados y por carecer absolutamente de ejemplares. Zacatecas: Imprenta de N. de la Riva. Referencias en línea

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DECRETO SOBRE EL ESTANCO DEL TABACO: Colección de Los Decretos y Órdenes del Soberano Congreso Mexicano, Desde su instalación en 5 de noviembre de 1823, hasta 24 de diciembre de 1824 en que cesó [En línea] [Citado el 1 de diciembre de 2009]. Disponible en http:// biblio2.colmex.mx/bibdig/decretos002/base1.htm Fuentes

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LA EXPLOTACIÓN FORESTAL EN SANTA MARÍA OCOTÁN Y XOCONOXTLE EN EL SIGLO XX Onésimo Soto Soto*

* Tepehuano y estudiante de la Maestría en Ciencias y Humanidades con terminación en Historia en la Universidad Juárez del Estado de Durango. Recepción: junio 24 / Aceptación: agosto 19


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Resumen La explotación del bosque en Santa María Ocotán y Xoconoxtle cobró importancia en la segunda mitad del siglo xx. Se distinguen varias etapas en esa actividad económica de especial relevancia en la Sierra Tepehuana. En las primeras dos décadas (1956-1976) intervinieron instituciones oficiales del gobierno federal a través de la Nacional Financiera, el Banco Nacional de Crédito Ejidal y el Fondo Nacional de Fomento Ejidal, con sus organismos locales como la efesmo, la Sociedad Local y la cooperativa. Los indígenas fueron tan sólo espectadores de la actividad forestal en sus propios bosques durante esa primera etapa. Luego, los tepehuanos trataron de recobrar sus derechos y de administrar la empresa por medio de la Sociedad Local y del comisariado de bienes comunales. Esta situación se dio en el origen de una lucha encarnizada entre las facciones que cobijaban el poder estatal y el empresariado forestal. En la última década del siglo xx, al desorganizarse la empresa forestal, entraron compañías forestales privadas en el negocio, con el consecuente saqueo de la madera, en complicidad con las autoridades oficiales y los representantes agrarios. Concluyó ese turbio periodo en febrero de 2001 con la suspensión total de la explotación forestal en Santa María Ocotán y Xoconoxtle, por un periodo de 10 años. Palabras clave bosque, Santa María Ocotán, Xoconoxtle, gobierno federal, Sociedad Local, bienes comunales, suspensión de la explotación forestal

Abstract Forest exploitation became important in the second half of the twentieth century at the indigenous Tepehuan communities of Santa Maria Ocotán and Xoconoxtle. Several distinct stages can be described for this enterprise this area of the Sierra Madre. In the first two decades (1956-1976) the federal government institutions like the Nacional Financiera, the National Ejido Credit Bank and the National Fund for Ejido Development, with local organizations such as the “efesmo”, the Local Society and cooperative. The indigenous community members were only spectators of forestry in their lands during this first stage. Then the Tepehuan tried to exert their rights and manage the company through the Local Society and the communal property commission. This situation gave rise to a fierce struggle between the factions sheltered by state power and the forestry companies. In the last dec­ ade of the twentieth century, as the forestry sector became disorganized, private fores­ try companies entered the business. Lumber was later looted, aided by complacent authorities and agrarian representatives. This murky period concluded in February 2001 with the absolute ban on logging in Santa Maria Ocotán and Xoconoxtle for 10 years. Keywords forestry, Santa María Ocotán, Xoconoxtle, federal government, Local Society, communal property, forestry ban


La historia forestal-ambiental del siglo xx en las comunidades indígenas del sur de Durango se ha descuidado. El desarrollo de las explotaciones forestales son aún desconocidas en la actualidad, a pesar de su gran impacto en el plano económico, social, político y ambiental no sólo en el estado de Durango sino en todo el norte del país. A continuación se analiza el aprovechamiento del bosque durante el siglo pasado en Santa María Ocotán y Xoconoxtle, comunidad tepehuana que pertenece al municipio del Mezquital, Durango.1 La explotación del bosque en Santa María Ocotán y Xoconoxtle cobró importancia en la segunda mitad del siglo xx. Se distinguen varias etapas en esa actividad económica de especial relevancia en la Sierra Tepehuana. En las primeras dos décadas (1956-1976) intervinieron instituciones oficiales del gobierno federal a través de la Nacional Financiera, el Banco Nacional de Crédito Ejidal y el Fondo Nacional de Fomento Ejidal, con sus organismos locales, como la efesmo y la Sociedad Local. Los indígenas fueron tan sólo espectadores de la actividad forestal en sus propios bosques durante esa primera etapa. Luego, los tepehuanos trataron de recobrar sus derechos y de administrar la empresa por medio de la Sociedad Local y del comisariado de bienes comunales. Esta situación tuvo su origen en una lucha encarnizada entre las facciones que cobijaban el poder estatal y el empresariado forestal. En la última década del siglo xx, al desorganizarse la empresa forestal, entraron compañías forestales privadas en el negocio, con el consecuente saqueo de la madera, en complicidad con las autoridades oficiales y los representantes agrarios. Concluyó ese turbio periodo en febrero de 2001 con la suspensión total de la explotación forestal en Santa María Ocotán y Xoconoxtle, por un periodo de diez años.2 Existen ya algunos trabajos relacionados con Santa María Ocotán y la explotación de la madera. El doctor Sergio Encinas Elizárraras (2005) hace breve mención de esa actividad en Santa María Ocotán en los años sesenta. Un artículo de José de Jesús Montoya Briones (1971: 21-27) proporciona datos acerca de Nacional Financiera, y, en un corto estudio, Rubén Navar Hernández (1985) aborda el problema del abastecimiento de productos forestales en Los Charcos, La Guajolota, Canoas, así como en el patio maderero de Vicente Guerrero, Durango, por un periodo de diez años. r e v i s ta d e h i s t o r i a d e l a u j e d , n ú m e r o

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1. El presente artículo es parte de la tesis de maestría en Historia elaborada por el autor sobre la explotación forestal en Santa María Ocotán y Xoconoxtle de 1940 a 2000. 2. Profepa, exp. 187/2000, Resolución Administrativa, 26/2/2001.


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3. FD CDI, 10/0025, México, s. f., legajo 6.

La historia forestal está, desde luego, vinculada con la historia agraria de Santa María Ocotán y Xoconoxtle. Se inició formalmente la explotación del bosque a finales del siglo xix. Con la primera Ley Forestal de 1884, el gobierno de Porfirio Díaz concesionó terrenos forestales a empresas privadas nacionales e internacionales. El 26 de marzo de 1894, se expidió el reglamento para su explotación, por medio de la celebración de contratos para el corte de madera (Quiñones Martínez, 2011: 56). Surgieron así grandes industrias forestales que explotaron sin piedad bosques maduros, principalmente en los estados de Chihuahua y Durango (Ríos Ibarra et al., 2000: 5-6). En junio de 1887, la compañía deslindadora de Rafael García Martínez denunció todo el partido del Mezquital y los deslindes se hicieron respetando pueblos y a pequeños propietarios que contaban con sus títulos de propiedad, considerando como baldíos a todos aquellos terrenos cuyos poseedores no tuvieran forma de demostrar ser dueños de los predios que ocupaban. Santa María Ocotán contaba con esa documentación, pero los pueblos de Taxicaringa, Santiago Teneraca, San Antonio de Padua y otros carecían de ella (Quiñones Martínez, 2011: 65). De esa manera, a finales del siglo xix creció el interés por la sierra del sur del estado de Durango, por parte de compañías mineras y madereras extranjeras. La madera cortada se llevaba por tren desde El Salto, en el municipio de Pueblo Nuevo, que fue la primera región forestal en explotación en la entidad. El producto se exportaba a los Estados Unidos. En el caso particular de la comunidad de Santa María Ocotán, la explotación forestal a nivel comercial se remonta al año de 1920.3 Los indígenas del sur de la sierra duranguense aprovecharon el movimiento cristero de esa época para defender su territorio. Durante el gobierno provisional del licenciado Alberto Terrones Benítez (marzo 1929-septiembre de 1930), se desató un escándalo en la prensa nacional, cuando el mandatario fue acusado de haber expedido concesiones de manera ilegal a empresas extranjeras, como la Lumber Company, para que explotaran la madera en el municipio del Mezquital (Avitia Hernández, 2005: 64). En la década de los treinta, empresas privadas reiniciaron la explotación forestal, a pesar de la poca demanda de madera en el mercado nacional y la unión americana,4 debido a la competencia


l a e x p l o ta c i ó n f o r e s ta l e n s a n ta m a r í a o c o tá n y x o c o n o x t l e e n e l s i g l o x x

4. FD CDI, 10/0024, México, 1991, legajo 8.

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del petróleo en la industria. Nuevamente, el exgobernador Terrones planteó la conveniencia de que se vendieran terrenos pertenecientes a Santa María Ocotán y Xoconoxtle a Eduardo Rosas y a otras compañías madereras que intentaban deforestar la sierra del Mezquital. Por ese motivo se cree que “la razón de la lucha cristera se hizo más fuerte al afectarse los territorios comunales de los tepehuanos en el predio conocido como La Montaña” (Avitia Hernández, 2005: 195-196). Fue durante la denominada Segunda Cristiada (1934-1941) cuando los cristeros indígenas del sur de Durango se involucraron de manera decidida en la lucha para oponerse a la invasión de sus terrenos boscosos. En este periodo se propiciaron también programas de gobierno para impulsar la educación. Se fundó un internado en la cabecera comunal, pero un grupo de cristeros encabezados por Juan Andrés Soto expulsó a los maestros, destruyó las instalaciones (De la Rosa Calleros, 2003: 82) y secuestró a su director. De lo que se trataba era de rechazar la intrusión de los mestizos en la sierra. Al mismo tiempo, las compañías madereras intentaban introducirse en la zona, fomentando pugnas de poder entre caciques indígenas, y entre tepehuanos y mestizos (ibíd.: 76). De hecho, la Cristiada dividió a los tepehuanos de Santa María Ocotán y Xoconoxtle entre “gobiernistas”, encabezados por José Ascensión “Chon” Aguilar, y cristeros, dirigidos por Juan Andrés Soto. Los partidarios del gobierno se esforzaban por abrir el bosque comunal a las compañías forestales y mineras filiales de la Lumber Company (cuya razón social en México fue “Compañía Maderera de Durango”), mientras que los cristeros se oponían a dicha invasión, más que a la suspensión de cultos, como sucedió en otros lugares donde cundió también el movimiento cristero (ibíd.: 74, 87). A finales de 1934, el gobernador Carlos Real y un grupo de funcionarios federales apoyados por el presidente de la República, trataron de apoderarse de lo mejor de los bosques de Santa María Ocotán y Xoconoxtle a la sombra de un monopolio maderero. Alberto Terrones tenía una posición poco clara, pues en ocasiones estuvo colaborando para el despojo de algunos predios y en otras luchó para defender la propiedad de los pueblos de Ocotán y Xoconoxtle. Renunció, por ejemplo, a su puesto de abogado consultor en el departamento agrario para asesorar a Santa María

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5. AHED, cajón 26, expediente 11, oficio dirigido a Manuel Ávila Camacho, legajos 110, 122, 123, 30/7/1945. 6. DOF, 22/9/1936. 7. AHED, Memorándum de la Secretaría de Agricultura y Fomento del 5/8/1945, fojas 124-127. 8. AHED, Oficio de la Secretaría de Agricultura y Fomento, 18/7/1946, fojas 149-150.

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9. FD CDI, 10/0025, México, s.f., legajos 6-7.

Ocotán y Xoconoxtle cuando un grupo de tepehuanos encabezados por el presidente del Consejo de Vigilancia, José Ascensión Aguilar, denunció ante el departamento agrario un acaparamiento forestal en ciernes que incluía millón y medio de hectáreas de bosques de primera clase.5 Finalmente, el contrato no se firmó. Con la resolución presidencial del 19 de agosto de 1936, el presidente Lázaro Cárdenas restituyó al pueblo de Santa María Ocotán 421 139 hectáreas,6 en un intento por sofocar la rebelión cristera y detener el despueble de la sierra. Así se “apaciguó” la segunda Cristiada en el estado de Durango, iniciada en 1934, pero se abrió al mismo tiempo la posibilidad de una nueva explotación del bosque en la región. A mediados de los cuarenta, nuevamente se trató de reanudar las actividades de extracción de la madera en el Mezquital, cuando las compañías forestales ya estaban operando en el municipio vecino de Pueblo Nuevo. En una primera ocasión, los empresarios William Elton Brock (canadiense), gerente de la Compañía Industrial Minera, Maderera Central, S. A., y Thomas H. Frothingham (norteamericano) presentaron ante la Secretaría de la Economía Nacional propuestas para iniciar la explotación en cinco comunidades indígenas del sur de Durango.7 Un año después, a la propuesta de Brock, que seguía en pie, se sumó la de C. H. Cooper, subgerente de la Compañía Maderera de Durango, S. A. (Se desconoce si era la misma empresa de Frothingham o era una tercera en discordia.) Los miembros del comisariado “ejidal” de Santa María Ocotán se inclinaron por la oferta de Brock, en tanto que el Consejo de Vigilancia favorecía a la de Mr. Cooper, que estaba respaldado por Alberto Terrones y la Confederación Nacional Campesina.8 Surgió un conflicto interno que desembocó en el homicidio del líder Nemesio Flores (padre de Faustino Flores), suspendiéndose la contratación por tiempo indefinido. Sin embargo, los propios habitantes de la comunidad explotaban el bosque a pequeña escala: a mediados de los cuarenta se extrajeron mil vigas autorizadas para comerciarlas (Navar Hernández, 1985: 55), pero sin que se hiciera un estudio silvícola previo.9 A partir de la segunda mitad del siglo xx, la explotación forestal fue impulsada de manera continua por el gobierno de la República. Se dio por acordado que con las ganancias obtenidas se iba


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10. AGA, Contrato de apertura de crédito refaccionario y de habilitación o avío, escritura No. 8469, 11 de junio de 1956, ante el licenciado Carlos Ramírez Zetina, notario público núm. 132 del Distrito Federal, México, fojas 126-139. 11. “En defensa del árbol”. El Mensajero Forestal, 142: 2 (julio, 1956). 12. AGA, expediente Santa María Ocotán y Xoconoxtle, legajo 75; El Mensajero Forestal, 186: 5 (1960).

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a pagar el costo del deslinde del territorio perteneciente a la comunidad de Santa María Ocotán y Xoconoxtle, además de fomentar el desarrollo económico de la misma. En 1956, a instancias del gobierno duranguense, siendo Gerardo Aguilar Soto presidente del Comisariado de Bienes Comunales, y pese a la resistencia de gran parte de los comuneros por temor a perder su identidad cultural, se celebró el contrato de apertura de crédito refaccionario y de habilitación o avío entre Nacional Financiera, S. A., y el “ejido” Santa María Ocotán, por la cantidad de 3 millones 500 mil pesos. Se concedía crédito por un plazo de cinco años, con un interés anual de 8%; los pagos se harían semestralmente, empezando el 11 de junio de 1957. Nacional Financiera nombró a un interventor para que el “ejido” cumpliera con sus obligaciones contractuales, además de nombrar a un director técnico y administrativo, con un sueldo máximo de 5 mil pesos mensuales a cargo del “ejido”.10 Parte del crédito se destinaba a pagar el deslinde de los terrenos de Santa María Ocotán con el fin de detener las invasiones por parte de particulares.11 Sin embargo, la comunidad no estaba preparada para explotar sus propios recursos, pues la explotación forestal era una actividad extraña, que nunca se había practicado. Se desconocía todo acerca de la administración, del manejo de personal, de la comercialización de los productos, del posicionamiento en el mercado, etc. Por esta razón, en un inicio los tepehuanos, dueños del bosque, fueron simples espectadores de la actividad forestal en su comunidad. Las autoridades agrarias sólo firmaban documentos, oficios, cheques y autorizaban los demás requerimientos exigidos sin tener un control real sobre la administración de la empresa. Para hacer efectiva la explotación, Nacional Financiera, S. A. (Nafinsa) creó una empresa filial que se denominó “Explotación Forestal del Ejido de Santa María Ocotán y Xoconoxtle” (efesmo), con asiento en la ciudad de Durango. Por incumplimiento de varios compromisos contraídos por la comunidad y por la mala administración de la empresa a cargo de Nafinsa, la deuda resultó cuatro veces mayor a la otorgada inicialmente a la efesmo.12 A pesar de que su director técnico era “chapinguero” (formado en la Universidad de Chapingo), el papel cumplido por Nacional Financiera estuvo muy lejos de su prestigio moral y económico.

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13. FD CDI, 10/0025, México, s. f., legajo 7. 14. El Sol de Durango, 3/3/1966, primera plana. 15. FD CDI, 10/0025, México, s. f., legajo 7.

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16. El Sol de Durango, 16/7/1969, primera plana.

Al salirse Nafinsa del negocio, las instituciones estatales y federales del sector agrario propusieron formar un comité interinstitucional para el manejo de la empresa, lo cual coincidió con la política de López Mateos, el presidente de la República en turno. Se trató de conformar sociedades locales a las cuales se otorgaba crédito (Azpeitia et al., 1972: 30), en un momento de auge económico en México. En 1960 se constituyó una Sociedad Local de Crédito Ejidal con reconocimiento del Banco Nacional de Crédito Ejidal, y fue a través de esta figura asociativa como se administró a partir de entonces la empresa forestal. Pero esta figura jurídica dejó fuera al comisariado de bienes comunales.13 Con el surgimiento de la Sociedad Local comenzó una nueva etapa, no sólo en la administración sino en el juego político entre las diferentes fuerzas presentes en ese tiempo. La Sociedad Local representaba, de hecho, un poder paralelo al del comisariado de bienes comunales, lo que generó una lucha entre facciones para ocupar tanto los puestos agrarios como los cargos tradicionales en el seno de la comunidad. Los gerentes de la Sociedad siempre fungieron como “caciques”, respaldados por las instituciones y organizaciones involucradas.14 A mediados de los sesenta, la empresa se encontraba en relativo auge. Se instaló otro aserradero en el campamento de La Guajolota, un lugar estratégico rodeado de bosque virgen. Además, se adquirió una avioneta, se compró ganado y hubo utilidades, y fue cuando empezó el “reparto familiar” entre los comuneros.15 Las utilidades pasaron primero de 75 a 350 pesos en 1968, pero después, desde 1969 hasta 1972, ya no hubo reparto anual, por las constantes crisis que sufrió la empresa. Las pérdidas, desfalcos, deudas, malversación de fondos en la empresa forestal de Santa María Ocotán y Xoconoxtle, fueron el pan de cada día. El negocio estuvo siempre en manos de mestizos externos a la comunidad y de representantes indígenas que eran utilizados de parapeto. Al finalizar la década de los sesenta, para acabar con toda esa corrupción, se creó una comisión administradora dentro de la Sociedad Local, que de hecho se convirtió en un poder superior al de los representantes agrarios, ya que el entonces presidente del comisariado de bienes comunales fue el segundo de a bordo en esa comisión.16 Esta situación agudizó aún


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17. El Sol de Durango, 19/1/1973, 3a y 28/2/1973, primera plana. 18. El Sol de Durango, 8/11/1972, 8b. 19. El Sol de Durango, 27/6/1975, 3. 20. El Sol de Durango, 5/2/1976, 1. 21. Plan Lerma Asistencia Técnica, Operación Huicot (Guadalajara, Jal.: Plan Lerma Asistencia Técnica, 1966), 9.

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más la división entre los grupos políticos existentes. Los funcionarios estatales y federales, a través de la Confederación Nacional Campesina (cnc), siempre se entrometieron en los asuntos de la comunidad y de la explotación del bosque, y financiaron la conformación de movimientos contrarios al grupo que detentaba el poder y a todas las personas que no se alineaban con ellos.17 Al comienzo de los años setenta, con el apoyo del Fondo Nacional de Fomento Ejidal (Fonafe), la empresa entró en una fase de estabilidad financiera, y se reanudó el reparto de utilidades que se había interrumpido durante tres años.18 Este nuevo apoyo era reflejo de la política presidencial de Luis Echeverría, denominado populismo económico (Florescano, 2009: 231). En 1975 se abrió, en consecuencia, otro centro de producción en Canoas, que se sumó a los de Los Charcos y La Guajolota, ya existentes. Ese lugar estaba bien comunicado y los recursos forestales circundantes eran de importancia y se transportaban con relativa facilidad hacia los estados de Nayarit, Jalisco y Zacatecas,19 donde había empresarios que se beneficiaban de la materia prima. En 1976, nuevamente se “reformó” la Sociedad Local de Crédito Ejidal. Se acordó que la asamblea general iba a tener “absoluto poder” sobre la explotación del bosque y que los acuerdos se cumplirían a través del comisariado de bienes comunales. Se unió legalmente, así, la empresa con los representantes agrarios al constituirse una “cooperativa”, con base en la nueva ley de la reforma agraria.20 Por otra parte, en ese entonces se había decretado la desaparición del Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización (daac), que se convirtió en la Secretaría de Reforma Agraria (sra). Con la llegada de Luis Echeverría a la presidencia de la República, el desarrollo estabilizador estaba llegando a su fin. Pero aprovechando aún el llamado “milagro mexicano”, en su gobierno se impulsaron proyectos de impacto popular, como fue el caso del famoso “Plan Huicot”, en las colindancias de Nayarit, Jalisco, Zacatecas y Durango, donde se encontraban tres grupos indígenas, a saber, huicholes, coras y tepehuanos, de ahí su nombre, “Huicot”. El objetivo primordial de ese plan fue el de promover el desarrollo de los grupos indígenas que “han permanecido al margen de todo progreso humano y viven a niveles primitivos”.21

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22. El Sol de Durango, 31/10/1974, 1, 8. 23. El Sol de Durango, 30/4/1976, 3a. 24. El Sol de Durango, 15/12/1977, 1. 25. El Sol de Durango, 2/8/1978; 17/11/1978; 8-29/8/1978; 8/12/1978; 8/3/1979; 25-26/8/1979; 29/11/1979.

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26. Comunicación personal de Baldomero García Ceniceros, octubre de 2014.

En Santa María Ocotán, entre otros objetivos, la meta era la de planificar la explotación forestal para lograr un aprovechamiento integral del bosque y, de nueva cuenta, ¡ahora sí, por fin!, el “deslinde definitivo” del territorio de la comunidad. En 1974, Huicot, a través del Fondo Nacional de Fomento Ejidal, otorgó a la comunidad más de 6 millones de pesos que se utilizaron en parte para comprar vehículos y equipar los aserraderos, y en parte para “repartos familiares”. Fue un momento de mucha inversión pública a costa de la deuda del país. Con el plan Huicot se instaló en Santa María Ocotán un Centro Coordinador Tepehuano, para evitar duplicidad de recursos en los tres niveles de gobierno.22 Desde que se formó la Sociedad Local de Crédito Ejidal, a principios de los sesenta, se dijo que la explotación maderable iba a quedar en manos de los tepehuanos, lo cual no siempre sucedió así. Tanto en 1969 como en 1976, se solicitó que la empresa forestal de Santa María Ocotán y Xoconoxtle fuera operada por los propios indígenas, ya que “cuentan con elementos debidamente capacitados para que lleven la administración de su empresa maderera, para evitar los problemas que se han presentado con personas ajenas a la comunidad, quienes únicamente se han aprovechado para su beneficio personal”.23 A finales de 1977, cuando asesoraba la empresa forestal el ingeniero Sergio Quiñones, se tenía una deuda de 15 millones de pesos con el Seguro Social, Hacienda y los proveedores, por lo cual no se habían repartido utilidades en cuatro años consecutivos.24 Sin embargo, a partir de entonces las cosas cambiaron positivamente, pues siempre se generaron y repartieron utilidades, además de soldarse algunas de las deudas más importantes.25 El gobierno del estado de Durango apoyaba a la empresa de Santa María Ocotán, que era alabada en la prensa local. Sin embargo, los tepehuanos recuerdan a Quiñones como a un cacique que manejaba a su antojo el negocio de la madera.26 En esos años, un antropólogo denunció las irregularidades por demás visibles al visitar Santa María Ocotán, la que “dada la extensión de los bosques y la capacidad de sus tres aserraderos, debería proporcionar dos mil empleos y sólo proporciona el 20%. En 1978 obtuvo ingresos por 20 millones; habiendo pagado de adeudos anteriores diecisiete, sólo pudo repartir tres, dando 500 pesos a cada jefe de familia” (Benítez, 1980: 430).


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27. El Sol de Durango, 7/3/1980, 1, 6. 28. El Sol de Durango, 11/4/1980, 1, 3. 29. El Sol de Durango, 12/4/1980, 3a. 30. El Sol de Durango, 17/5/1981, 1, 2. 31. El Sol de Durango, 10/10/1981, 1, 6; 21/6/1982, 2b. 32. El Sol de Durango, 21/6/1982, 2b.

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La comunidad pidió, en 1980, que se despidiera al “asesor altamente calificado” porque había dividido a los comuneros y propiciado el desempleo; lo más grave era que se había convertido en “cacique, gerente y comisariado ejidal que actúa[ba] a su arbitrio, sin importarle los intereses de los verdaderos dueños del bosque”. También se exigió que el ingeniero comprobara gastos por más de cinco millones de pesos que se habían destinado a comprar maquinaria en Estados Unidos, pues la que se adquirió era “simplemente chatarra”.27 Pero el gobernador provisional del estado, Salvador Gámiz Fernández, en vez de pedirle su renuncia, lo respaldó para que continuara con la “asesoría”, con todo y la inconformidad de los tepehuanos.28 La comunidad acató esa decisión con la condición de que el ingeniero Quiñones ya no manejara fondos, volúmenes ni operaciones de ninguna naturaleza, y que la administración de esos rubros pasara a manos del comisariado ejidal y de su consejo de vigilancia.29 De hecho, el aparato gubernamental se había entrometido en el negocio de la madera de Santa María Ocotán, a través de distintos personeros encabezados por Quiñones Hernández y Cristina Arreola Rocha, quienes manejaban políticamente la casi totalidad de las comunidades indígenas del sur de Durango. A mediados de 1981, la cooperativa forestal repartió 11 millones de utilidades entre 6 801 “ejidatarios” y 5 mil niños tepehuanos de los 22 anexos30 de Santa María Ocotán y Xoconoxtle, que es la comunidad agraria más grande de toda la República Mexicana. En octubre del mismo año, hubo otro “reparto” por 10.5 millones de pesos, como parte del pago de las tres anualidades acordadas entre la cooperativa y la comunidad; cada persona recibió mil quinientos pesos en cada entrega. En estos años, al parecer, mejoró el negocio al estar la cooperativa encabezada por el comisariado de bienes comunales. Después de que se incendiara el aserradero del campamento de Los Charcos a finales de los setenta, en 1982 se abrió uno nuevo en el mismo lugar con capacidad de producción de 40 mil pies cúbicos de madera. La instalación costó entre 35 a 40 millones de pesos, y generó 150 empleos.31 Aseguró el presidente de la empresa y al mismo tiempo el comisariado “ejidal” Fabián Mendoza que “ahora sí los indígenas son los propios administradores, sin admitir extraños en nuestros intereses”.32 En razón de las ganancias obtenidas, a mediados del

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33. El Sol de Durango, 16/6/1982, 1, 5. 34. El Sol de Durango, 17/8/1982, primera plana. 35. El Sol de Durango, 18//8/1982, primera plana. 36. Archivo Semarnat, oficio del 17/2/1987, comisariado de bienes comunales. 37. FD CDI, 10/0025, legajo 9.

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38. Ibíd.

año se repartieron utilidades por la cantidad de 11 millones 700 mil pesos entre cerca de 8 mil “ejidatarios” de los 22 anexos de los que se componía la comunidad tepehuana.33 Desde la primera mitad de la década de los ochenta, las instituciones del sector agrario y forestal fueron objeto de señalamientos, porque no respondieron con firmeza a las quejas de integrantes de varias comunidades y de la cnc por presuntos fraudes en la región indígena. Un representante de la cnc declaró que en Santa María Ocotán había habido por ventas subrepticias de madera a las empresas forestales una fuga de 50 millones de pesos. Se habían cometido fraudes “por la corrupción de las autoridades ejidales, en connivencia con las empresas y por abulia de las autoridades de Reforma Agraria”.34 La autoridad agraria se defendió aduciendo que el “coyotaje” era el que se aprovechaba normalmente en esas circunstancias, y que no era su función evitarlo. La prensa local calificó de “Pilatos” a la autoridad agraria, porque ante cualquier acusación acostumbraba lavarse las manos.35 Después de 1985, la empresa forestal empezó a decaer. Se vendía una cantidad creciente de trocería en rollo, porque los aserraderos sufrían fallas mecánicas continuas, así que su rendimiento estaba lejos de corresponder a la capacidad instalada. A mediados de 1987, se solicitó un aprovechamiento anual de 28 mil metros cúbicos, con lo cual se iba a capitalizar la empresa para adquirir refacciones y realizar reparaciones a la maquinaria.36 Al expirar la década, los problemas financieros se agudizaron por el exceso de mano de obra empleada, la falta de un sistema de control administrativo, los altos costos de producción, el financiamiento de grupos políticos internos y el pago de intereses de las deudas. En ese entonces la comunidad contaba con cuatro aserraderos en Los Charcos, La Guajolota, Canoas y en el municipio de Vicente Guerrero, Dgo., además de dos aserraderos portátiles que estaban inactivos. Los aserraderos de Charcos y Canoas estaban embargados por el empresario forestal Raúl Rivas,37 posiblemente por deudas que habían generado. Las empresas que estaban involucradas en la obtención de madera eran el Grupo Industrial Durango (gid), de la familia Rincón; el Grupo Guadiana, de los Rosas; la empresa de Mario Rivas, y Centauro del Norte.38 La anarquía reinaba en la empresa de la comunidad al concluir la década, con empresas privadas “metidas hasta la cocina” para


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39. Archivo Semarnat, Oficio núm. 225/A/642/91 del 7/8/1991 de la Secretaría de la Contraloría General de la Federación. 40. Ibíd., Oficio núm. 225/A/1174/91 del 11/12/1991. 41. Ibíd. 42. Revista de Coahuila (http://revistadecoahuila.blogspot.mx/2014/01/ gidusa-la-devastacion-forestal-y-la. html).

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adquirir arbolado en pie, pues los aserraderos, que se descomponían continuamente, ya no trabajaban. A finales del siglo xx, la decadencia de la empresa forestal era ya un hecho. La lucha por el poder se encarnizó. A los líderes tepehuanos les interesó más el dinero y el poder que el servicio a su comunidad y se convirtieron en caciques. Mientras tanto, las empresas privadas, protegidas por el gobierno central y con la complicidad del gobierno estatal, lograron acumular capital (González Pacheco, 1995: 56). En los años noventa, gid era el principal comprador de madera en rollo, que pagaba reparando caminos y brechas forestales (Cuevas, Reyes y Cervantes Torres, 1993: 25). Así lo constató la Secretaría de Contraloría de la federación cuando solicitó información al respecto. La subdelegación forestal de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (sarh) en Durango contestó que el gid era el encargado de extraer, procesar y comercializar la madera de Santa María Ocotán y Xoconoxtle, para lo cual se había formado un contrato de extracción de productos forestales, con el visto bueno de la Secretaría de Reforma Agraria.39 A mediados de 1990, Faustino Flores Galván, personaje conocido y con cierta influencia en la comunidad, denunció en la prensa nacional irregularidades en la explotación de los bosques.40 La contraloría federal pidió que se averiguara si el Grupo Industrial Durango poseía realmente en la sierra boscosa una fábrica para la producción de triplay, aglomerados, celulosa, papel y aserraderos, como en fechas anteriores había dejado entrever la delegación de la sarh en Durango.41 En agosto de 1990, los indígenas de Mezquital y Pueblo Nuevo, Durango, denunciaron que la empresa de los Rincón, así como Impregnadora del Guadiana de Rosas Solórzano, estaban extrayendo ilícitamente recursos silvícolas. Era ya grave el problema de la sobreexplotación de los bosques, pues el entonces encargado del Plan Consultivo Estatal Tepehuano, Huichol y Mexicanero, Francisco González, reconoció que 50% de la zona boscosa, propiedad de los indígenas, se encontraba devastada.42 A mediados de 1992, un estudio socioeconómico mostró que el nivel de aprovechamiento maderable era bajo, ya que la mayor parte de la madera extraída se vendía en rollo a empresas parti-

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43. El Sol de Durango, 26/11/1991, 1, 5.

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44. Archivo RAN-Durango, oficio del 30/5/2014.

culares y que sólo 20 o 30% se industrializaba. Los costos de producción a largo plazo, que a menudo no se tomaban en cuenta, eran los desperdicios, la erosión, la contaminación del ambiente, la eliminación del arbolado, la disminución de manantiales y la perturbación de nichos ecológicos de fauna y flora (Guerra Limón et al., 1992). La comercialización de los productos era fundamental pero la monopolizaban las empresas particulares. Antes de la comercialización se pactaba la entrega de los productos maderables, por lo que el precio de éstos se mantenía bajo. Lo cierto es que los intereses creados en torno a la explotación forestal permitieron formar estructuras de poder en beneficio de unos cuantos encargados de manejar y explotar la madera de la comunidad (ibíd.). Los últimos diez años del siglo xx estuvieron marcados por las acciones de los profesores bilingües en Santa María Ocotán y Xoconoxtle. Durante los bloqueos de los aserraderos, a principios de los noventa, se involucraron algunos maestros de manera decisiva. Exigieron un manejo legal de los recursos y se opusieron a la tala inmoderada del bosque comunal. Fue tal su irrupción en la política comunal que, en las elecciones para comisariado a finales de 1991, el profesor Santos Galindo Mendoza, quien encabezó el grupo opositor como candidato, perdió por sólo un pequeño margen de 89 votos.43 Al ser derrotado, quedó fuera del consejo de vigilancia porque, por acuerdo interno de los comuneros, al aplicarse la ley agraria a rajatabla, la planilla ganadora nombraba al comisariado y al consejo. Pero en 1994, el profesor Galindo se lanzó nuevamente para ser electo comisariado de bienes comunales y logró triunfar en ese segundo intento.44 Con el acceso al poder comunal de un profesor bilingüe por primera ocasión, se generó cierta esperanza de cambio. Sin embargo, en la administración del profesor Galindo Mendoza el manejo y planificación de la explotación forestal no fueron modificados de manera sustancial. Los empresarios forestales siguieron aprovechando la desorganización de la comunidad de Santa María Ocotán y Xoconostle, donde los grupos de poder financiaban a las facciones políticas con tal de continuar explotando sin control el bosque. Las empresas se encargaban del mantenimiento de los caminos forestales, de los vehículos y de la provisión de insumos, además de proporcionar el dinero por ade-


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45. El Universal, 15/2/2002. 46. Profepa, exp. 187/2000, Resolución Administrativa, 26/2/2001. 47. El Universal, 15/2/2002.

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lantado para los gastos de operación de las autoridades agrarias. Pero los apoyos a los comuneros en general eran irrisorios. En el siguiente trienio del comisariado de bienes comunales (1998-2001), que encabezó otro profesor llamado Abundio Ramírez Solís, la administración de los recursos y la explotación forestal empeoraron aún más. Un grupo de comuneros y representantes populares denunció irregularidades y acusaron a funcionarios federales de haber autorizado la extracción ilegal de 140 mil metros cúbicos de madera en rollo, por medio de permisos falsificados de la entonces Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales, Pesca y Alimentación (Semarnap); se acarreó, así, madera en 3 500 camiones de carga.45 Desde 1998 hasta 2000, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente en el estado de Durango realizó una investigación con base en las quejas presentadas, que desembocó en la suspensión total de la explotación forestal en Santa María Ocotán y Xoconoxtle en febrero de 2001, por un periodo de 10 años.46 Un año después, a raíz de las investigaciones realizadas por las autoridades competentes, la autoridad judicial dictó auto de formal prisión a varios funcionarios públicos y autoridades agrarias, entre ellos Alfonso Castillo Obregón y Rubén Monárrez Núñez, exdelegados de la entonces Semarnap. por uso indebido del servicio público. A ambos funcionarios se les acusó de haber permitido la extracción ilícita de 140 mil metros cúbicos de madera en rollo de la zona indígena del Mezquital. El juzgado federal impuso una fianza de diez millones de pesos a cada uno de esos exfuncionarios, que obtuvieron libertad condicionada. De igual forma, fueron recluidos en el Centro de Reinserción Social de la ciudad de Durango el expresidente del comisariado, Abundio Ramírez Solís, y el expresidente del consejo de vigilancia, Sotero Mendía Cumplido, por delitos de malversación de fondos y uso indebido del dinero de la comunidad.47 De esta manera fue como la empresa forestal de Santa María Ocotán y Xoconoxtle tocó fondo. En este proceso económico, social y político se involucraron actores externos pertenecientes a instituciones del gobierno federal y estatal del ramo agrario y forestal, así como compañías madereras, organizaciones campesinas, políticos y funcionarios que fungieron de asesores, y miembros de la comunidad que cumplieron con cargos agrarios. Tam-

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48. Profepa, exp. 187/2000, acuerdo PFPA 16.5 240/2010, 6.

bién participaron en ese proceso líderes naturales y autoridades tradicionales. A fin de cuentas, la madera se explotó en beneficio de unos cuantos (funcionarios, políticos, empresarios y uno que otro líder indígena), en perjuicio de la mayoría de los miembros de la “Sociedad de Ocotán-Xoconoxtle”. En marzo de 2011, la veda forestal fue levantada, previo cumplimiento de los requisitos y condiciones impuestas en el acta administrativa.48 Las instituciones del ramo han propuesto diferentes proyectos para reactivar la actividad forestal; sin embargo, los tepehuanos parecen no tener mucha prisa en reiniciar la explotación de su bosque, pues aún sigue viva en la memoria colectiva el mal sabor de boca que dejó la tala indiscriminada en las últimas décadas del siglo xx.


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Vista panorámica del pueblo de Santa María Ocotán en 1933

Vista de la iglesia de Santa María Ocotán FUENTE: Archivo Histórico del Estado de Durango (AHED)

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FUENTE: Archivo Histórico del Estado de Durango (AHED)


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Tepehuanos en los aĂąos noventa

Aserradero en La Guajolota


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Trabajadores tepehuanos

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Trabajadores del aserradero de La Guajolota


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Trabajadores tepehuanos

TrocerĂ­a en La Guajolota


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FUENTE: D.R. Autor/Fototeca Nacho López/Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.

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Trocería en La Guajolota


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BIOGRAFÍA DE UN ESPACIO EDUCATIVO. EL PRIMER DOCTORADO EN LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE ZACATECAS: RUPTURAS Y CONTINUIDADES Emilia Recéndez Guerrero*

* Doctora en historia, docente-investigadora en el doctorado en Estudios Novohispanos, Universidad Autónoma de Zacatecas. Recepción: junio 25 / Aceptación: agosto 4


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Resumen Este trabajo, tiene como objetivo preservar la memoria histórica de un espacio académico de la Universidad Autónoma de Zacatecas, donde se han formado diez generaciones de doctores y doctoras cuyo alcance ha ido más allá de las fronteras estatales, abarcando lo regional. En el trascurso de los veinte años que van desde su fundación a la actualidad, se han operado diversos cambios: el nombre, los directivos, la planta docente, los planes y programas de estudio y, por supuesto, el alumnado. Reflexionar sobre las innovaciones y experiencias tanto positivas como negativas permitirá interpretar y hacer un balance de las rupturas y continuidades de un fenómeno educativo concreto. El ensayo se inscribe dentro de las corrientes metodológicas de corte cualitativo-biográfico, tratando de dar cuenta del sentido de un proceso, de las acciones de los actores y de una realidad educativa. Palabras clave espacio académico, Universidad Autónoma de Zacatecas, rupturas y continuidades, corte cualitativo-biográfico

Abstract This article preserves the historic memory of the academic setting at the Zacatecas Autonomous University. This institution has been responsible for ten generations of doctors whose contributions go well beyond the state lines and figure regionally. Since the twenty years since its foundation the University has seen various changes including its name, the administration, the teaching staff, the curricula and more notably the students. Analyzing the innovations and experiences, both positive and negative, permits interpretation and a review of continuities and ruptures of a specific educational phenomenon. This work employs a qualitative-biographical methodological approach that contextualize the nature of a process, the actions implemented by the actors and an educational reality. Keywords Academic setting, Zacatecas Autonomous University, continuities and ruptures, qualitative-biographical method


INTRODUCCIÓN El presente ensayo tiene como objetivo preservar la memoria histórica de un espacio académico de la Universidad Autónoma de Zacatecas (uaz), donde se han formado diez generaciones de doctores y doctoras. Su alcance ha ido más allá de las fronteras estatales, abarcando lo regional: Durango, San Luis Potosí, Guadalajara, Monterrey, Aguascalientes y Morelia. Por ello, se puede decir que su impacto ha sido importante. En el trascurso de los veinte años que van desde su fundación a la actualidad, se han operado diversos cambios: el nombre, los directivos, la planta docente, los planes y programas de estudio y, por supuesto, el alumnado. Así, reflexionar sobre las innovaciones y experiencias tanto positivas como negativas permitirá “buscar el significado de los hechos, en la descodificación y traducción de los mismos”, a fin de interpretar lo más cabalmente posible las rupturas y las continuidades de un fenómeno educativo concreto (Reséndiz García, 2001: 135). Los cambios efectuados en el doctorado objeto del presente estudio han sido de carácter tanto interno como externo; la mayor parte de ellos con la idea de mejorar, de actualizar el programa y estar a tono con la dinámica universitaria, y en consonancia con lo que ocurre en el ámbito educativo nacional. Sin embargo, se debe reconocer que no todos han sido de índole académica; algunos han tenido tinte político. De ahí que, con la intención de orientar el trabajo, se elaboraron algunas preguntas: ¿cómo se creó el primer doctorado en la Universidad Autónoma de Zacatecas? ¿Cuándo y bajo qué condiciones? ¿Por qué ha ido cambiando de denominación? ¿A qué obedecieron dichos cambios? Si a la hora de optar por una nueva orientación se han tomado en cuenta las experiencias positivas y negativas de la anterior, y en ese contexto, ¿cuáles han sido las continuidades y las rupturas? El trabajo se inscribe dentro de las corrientes metodológicas de corte cualitativo-biográfico, siguiendo a Ramón Reséndiz (ídem) y Jorge Aceves (2014), ya que la preocupación principal es dar cuenta del sentido de un proceso, de las acciones de los actores r e v i s ta d e h i s t o r i a d e l a u j e d , n ú m e r o

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1. Archivo del departamento escolar del actual Doctorado en Estudios Novohispanos, en adelante ADEN-UAZ, antes Doctorado en Historia, luego en Humanidades y Artes, posteriormente en Ciencias Humanísticas y Educativas.

y de una realidad educativa. La investigación se divide en varias etapas, pues el Doctorado en Historia transitó a un Doctorado en Humanidades y Artes, luego a Ciencias Humanísticas y Educativas y, a partir de agosto de 2014, a un Doctorado en Estudios Novohispanos. Considerando que el panorama a analizar es amplio y sería difícil abarcarlo en una sola ocasión, aquí se presentan las dos primeras: el Doctorado en Historia y el Doctorado en Humanidades y Artes Las fuentes que nutren la narración son: documentos del departamento escolar y del archivo del Doctorado en Estudios Novohispanos, uaz;1 algunos de carácter personal, como oficios, constancias, programaciones, y las vivencias de quien esto escribe. Intento conjugar en la narración los datos extraídos de los documentos con las vivencias personales porque me ha tocado en suerte vivir el proceso: primero, observar los trámites, asistir a la inauguración, ir como invitada a varios de los seminarios, conocer a los doctores de prestigio tanto nacionales como extranjeros que impartieron conferencias y cursos (por ese entonces paleografiaba, en la biblioteca de ese doctorado, un documento sobre los jesuitas, para la tesis de maestría). Así estuve al corriente de lo que sucedía, de la intensa actividad académica que se realizaba y me motivaba a ingresar en él. A la vez, me tocó observar la primera y prematura división en la planta docente. Ingresé como alumna de la tercera generación (1999-2001) en el momento en que ocurría una segunda etapa de diversas acciones académicas, nuevamente con doctores invitados de renombre, y viví con entusiasmo la etapa formativa, aunada a un corto lapso de diversas actividades académicas y extraacadémicas, de riqueza e intercambio intelectual. Vinieron nuevas rupturas, carencias y dificultades derivadas del deseo por mantener el control absoluto por parte de quien dirigía. En esa coyuntura de 2001, y habiendo terminado apenas de cubrir los créditos, me incorporé como docente-investigadora del mismo, y con gusto permanezco ahí. Por ello, parafraseando a Paul Thomson, he decidido “escribir esta historia institucional que me ha calado hondo” (1988: 268) porque soy parte de ella, y deseo recuperar en la escritura las acciones colectivas e individuales que han permitido que el Doctorado en Historia haya transitado hasta convertirse en un Docto-


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rado en Estudios Novohispanos, sin que dicho espacio haya desaparecido, aun habiendo tenido tantas dificultades. La narración se entreteje considerando tres aspectos: el panorama histórico (contexto), los actores de la educación (maestros-alumnos), y los planes de estudio. FUNDACIÓN DEL PRIMER DOCTORADO EN LA UAZ

La elección del tema no casual se debe al oficio de historiadora, que me lleva a intentar reconstruir el desarrollo del primer doctorado que se creó en la uaz, el de Historia. Desde mediados de 1994, un grupo de profesores del Centro de Docencia Superior (actualmente Unidad Académica de Docencia Superior), encabezados por el doctor Francisco Román Gutiérrez, llevaron la propuesta al Honorable Consejo Universitario (hcu) de la uaz; la aprobación para su creación se dio el 20 de septiembre de 1995, y se iniciaron de inmediato las clases, ya que de antemano se habían realizado las acciones necesarias para su funcionamiento: conformación de una planta académica, designación de un espacio físico, difusión de convocatoria, selección de alumnado, etc., de tal manera que, cuando se dio la aprobación por parte del hcu, todo estaba preparado y en curso (práctica cotidiana en la uaz). Las bases en las que se fincó el doctorado quizá no fueron las adecuadas, ya que no se realizó un estudio previo a fin de conocer las demandas educativo-sociales, no respondió a la solución de problemáticas locales o regionales, y, para ese momento, la uaz, contaba con las maestrías en ciencias sociales, en filosofía e historia de las ideas, en matemáticas y en física. Se demandaba ya la creación de un doctorado, pero no en historia, pues no había una maestría básica donde se hubieran formado maestros en dicha disciplina. Se necesitaba algo más interdisciplinar. La justificación para la creación de este, y no otro, doctorado fue la existencia en Zacatecas de un Archivo Histórico (ahez) cuyos acervos documentales y bibliográficos de la época colonial (principalmente) no habían sido explorados; además, porque quien encabezó la iniciativa (doctor José Francisco Román Gutié-

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El tiempo histórico


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2. ADEN, Convenio firmado entre el gobernador del estado, licenciado Arturo Romo Gutiérrez; el rector de la UAZ, médico veterinario Francisco Flores Sandoval, y el delegado del INAH en Zacatecas, doctor José Francisco Román Gutiérrez, 8 de noviembre de 1994. 3. El registro del programa ante la Dirección General de Profesiones de la SEP (exp. 32-00013) se verificó el 28 de abril de 1999 (Oficio DIEN/133/99), en la Sección primera del Libro 71-XIII de Instituciones Educativas, foja 200. Las sucesivas modificaciones al plan de estudios han sido debidamente registradas mediante enmiendas ante la misma Institución.

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4. Tema que por ahora no se tratará y que será importante abordar en la segunda fase de la presente investigación.

rrez), había obtenido apenas su doctorado en historia, era docente investigador en la uaz y en ese momento fungía como delegado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah). Así, se conjuntaron diversos intereses académicos con una adecuada situación económica y política. Desde sus inicios, el programa doctoral se concibió como un proyecto ambicioso, amplio e interinstitucional, cuya pretensión era dar cobertura a la formación de doctores a nivel regional: centro norte y oriente del país. Antes del inicio se firmó un convenio entre la uaz, el inah y el gobierno del estado de Zacatecas (noviembre de 1994), donde se sustentaron las bases para su fundación.2 Cada una de las instancias participantes se comprometió y aportó elementos para su funcionamiento; el inah proporcionó el espacio físico donde se impartirían las clases y se instalaría una biblioteca a la que también dotó de importantes acerbos bibliográficos. A la uaz correspondió proporcionar la planta académica (en adelante se abordará con detalle el punto) así como la organización de los cursos y el otorgamiento de los títulos. Por su parte, el gobierno del estado se comprometió a aportar por una única ocasión el monto económico necesario para traer doctores calificados y otros gastos que originaran la apertura del programa doctoral. La adscripción del Doctorado en Historia quedó en el Centro de Docencia Superior de la uaz, aunque físicamente no se ubicó en instalaciones de la misma, sino en un ala del Museo de Arte Colonial, administrado por el inah. Con todo y esa distancia física, la relación entre el director del Doctorado y el Centro de Docencia entró en conflicto, de tal manera que, en 1997, el programa doctoral se independizó de dicho Centro, y pasó a depender directamente de la Rectoría, quedando como un espacio académico autónomo (siempre dentro de la uaz).3 Destaco que el tema del poder y el control del espacio, tanto físico como simbólico, ha sido uno de los principales problemas en este doctorado.4 Los actores de la educación: docentes y alumnos Los doctores-profesores Al iniciar el programa doctoral sólo había en la uaz 2 doctores en historia (uno formado en la Universidad de Sevilla, impulsor del proyecto, y otro en El Colegio de México), pero se proyectó


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5. ADEN, documento de ingreso del Doctorado en Historia al padrón de posgrados del Conacyt, 1995.

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incorporar a los de disciplinas afines que tuvieran adscripción en la uaz, contando con un doctor en filosofía y 2 en literatura (que regresaban de España, uno sin doctorarse aún), pues era necesario ampliar la planta docente a fin de atender a los alumnos e impartir las materias que contenía el plan de estudios. Como ya se mencionó, mediante el convenio con el inah y el gobierno estatal se contrató temporalmente a una doctora y un doctor, ambos españoles, y 2 mexicanos, más otros que fueron invitados a impartir cursos o seminarios específicos, provenientes de El Colegio de México y El Colegio de Michoacán, todos con una amplia y reconocida trayectoria. Eso permitió que desde su inicio el programa ingresara al padrón de posgrados de excelencia del Conacyt, en calidad de “Condicionado con observaciones” a cumplir en el trascurso de 3 a 4 años.5 De esta manera, se ofrecieron becas a los estudiantes, lo que, aunado a la llamativa planta académica, atrajo solicitantes foráneos, y en las generaciones 1995, 1997 y 1999 casi todos los alumnos fueron becarios. Se organizaron importantes eventos académicos, como el Seminario Internacional sobre “Las Reformas Borbónicas”, al que asistieron connotados historiadores de diversas nacionalidades, como: Peter Bakewell, Jacques Lafaye, Annick Lempérie, Carlos García Gual, Thomas Calvo, María Justina Saravia Viejo, Salvador Bernabeu Albert y Manuel Miño Grigalva, por mencionar algunos, los cuales también impartieron conferencias y seminarios a los alumnos del Doctorado en Historia. Fueron dos años de intensas actividades curriculares y extracurriculares que proyectaron el programa doctoral tanto a nivel local como nacional. Las interacciones de los alumnos con los profesores externos prometían la consolidación del proyecto. Sin embargo, la planta docente de base no logró consolidarse, pues, desafortunadamente, el deseo de control sobre aquello que se ha considerado como una propiedad, y no como una institución al servicio de la sociedad, condujo a nuevas rupturas. Ese deseo por el poder, a la larga, ha sido uno de los principales problemas a enfrentar en la uaz, a su vez generador de muchos problemas y, de manera indirecta, de la fluctuación en la planta docente. Con la integración de profesores con diversos perfiles humanísticos: historia, literatura, filosofía e historia del arte, se buscaba enriquecer el punto de vista histórico, se intentaba tra-

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6. ADEN, lista de alumnos aceptados al cursar el Doctorado en Historia, 2 de septiembre de 1995.

bajar interdisciplinariamente (y a la fecha es algo que se sigue intentando), pero los intereses individuales se impusieron sobre los académicos y los objetivos personalizados derivaron en conflictos internos, factores desfavorables en el intento de consolidación del Doctorado en Historia y en sus posteriores emisiones y denominaciones. Los alumnos Los alumnos que ingresaron en la primera generación del Doctorado en Historia, al igual que los profesores, tenían perfiles muy distintos (ya que en la uaz aún no se contaba con una maestría en historia) y, aunque en el plan de estudios se consignó que para el ingreso se debería tener una maestría en alguna de las humanidades o en ciencias sociales, los lineamientos no se respetaron, y algunos ingresaron por recomendación (otra de las prácticas comunes en la uaz). Así, se recibieron alumnos de diferentes disciplinas y niveles académicos, por lo cual se tuvo que trabajar bajo tres modalidades: tutorial, para alumnos con formación humanística, con experiencia en investigación y foráneos; semitutorial, para estudiantes con experiencia en investigación pero sin formación en historia o humanidades, y la modalidad escolarizada-presencial, para los que carecían de ambos requisitos. El haber aceptado alumnos con estas características tuvo sus consecuencias a largo plazo, ya que los de la última modalidad, que eran los más, no se titularon hasta años después. Esta primera generación estuvo conformada por un grupo de 19 alumnos y alumnas, de los cuales la mitad eran de la uaz6 y la otra parte foráneos. Todos egresaron, pero su graduación como doctores en historia fue muy dispar; sólo 3 lo hicieron en tiempo y el resto lentamente, y actualmente quedan sin graduarse 4 de esa generación. Para la segunda generación (1997), considerando los múltiples problemas que produjo el haber aceptado alumnos con perfiles tan variados, se decidió aceptar únicamente maestros en historia, pero, al no contar con esta maestría en la uaz, no se habían formado elementos en dicha disciplina, de tal suerte que la mayor parte de los aspirantes fueron rechazados y la generación quedó conformada sólo por 5 alumnos: 4 foráneos y uno de la uaz (que además era recomendado y no tenía el perfil). Se supri-


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mieron también las diversas modalidades y quedó solamente la escolarizada-presencial. Entonces ocurrió la primera fractura y el Doctorado en Historia se dividió: una parte de la planta docente se quedó adscrita a la uaz, desvinculándose del inah y del fundador del doctorado, y se llevó a 3 alumnos. Los otros 2 se quedaron con el director y fundador y los doctores invitados. A pesar de esa división, los 5 alumnos cubrieron sus créditos y 4 se doctoraron, quedando hasta hoy uno sin obtener el grado. En la tercera generación (1999) se recibieron 16 alumnos aun cuando la planta docente era débil (4 profesores de base, 2 por tiempo determinado, más los invitados); los alumnos en su mayoría eran de la uaz (12 uaz, 4 foráneos), por lo que el programa resultó endogámico. Además, por segunda ocasión, no se respetó el perfil de ingreso. Para entonces se había fundado en la Universidad la Maestría en Historia (1997); sin embargo, para el momento en que se abría la tercera generación, aún no había egresados con el grado de maestros en historia. Por tal motivo, los alumnos aceptados para el Doctorado en Historia venían de otros posgrados (Economía, Filosofía e Historia de las Ideas, Educación, etc.); al igual que en las anteriores ocasiones, no hubo deserciones; todos egresaron. El problema se presentó nuevamente en la fase terminal, ya que sólo 2 lo hicieron en tiempo; el resto, poco a poco, y aún hoy quedan de esa generación 4 sin graduarse.

Alumnos

Año egreso

Núm. egresados

Bajas

Graduados/sin graduar

1995 1997

19

1997

19

0

15/4

5

1999

5

0

4/1

1999

16

2001

16

0

12/4

Cuadro elaborado por la autora con datos de ADEN-UAZ

El plan de estudios El primer plan de estudios se organizó a partir de materias temáticas y optativas, pensando en formar doctores en Historia que aprovecharan los acervos documentales existentes en el ahez (como ya se mencionó), y también en concordancia con los conocimientos, intereses, experiencia, disciplinas y competencias pro-

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Cuadro 1. Doctores en Historia Año ingreso


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fesionales de los doctores y doctoras que conformaban la planta académica. Así, se respondió principalmente a los intereses de investigación de quienes lo diseñaron y no como debía ser: a la formación o especialización de profesionales que ofrecieran soluciones a problemáticas. Se puede decir que el plan de estudios era poco flexible y muy general, con un currículo fijo, semestral, con materias genéricas, y en la práctica se impartían cursos con temáticas muy variadas, cuyos títulos no estaban a la vista en el plan de estudios, y que respondían a los intereses o proyectos de los profesores invitados. Los alumnos tomaban el número de cursos requeridos en el plan de estudios por semestre, éstos se registraban bajo el nombre genérico que aparecía en el kárdex, y siempre podían llevar más cursos de los que necesitaban pero no menos. Las materias registradas eran: Créditos

Total

Seminario de investigación I (obligatorio)

3

3

Ilustración (optativa)

3

3

Humanidades I (optativa)

3

3

Seminario de Investigación II (obligatorio)

3

3

Ilustración II (optativa)

3

3

Artes II (optativa)

3

3

Humanidades II (optativa)

3

3

Seminario de Tesis I (obligatorio)

6

6

Ilustración III (optativa)

3

3

Artes III (optativa)

3

3

Seminario de tesis II (obligatorio)

9

9

Humanidades III (optativa)

3

3

Primer semestre

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Segundo semestre

Tercer semestre

Cuarto semestre

Quinto semestre


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0

12

Sexto semestre Seminario de tesis II (obligatorio) Total de créditos

0

12

7. ADEN, kárdex o tira de materias del Doctorado en Historia para las generaciones 1995, 1997, 1999. 8. ADEN, carpeta 3, registro de los planes de estudio de las diferentes generaciones.

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De esta manera, y aparentemente, las tres generaciones tuvieron un plan de estudios igual;8 sin embargo, en la práctica fue distinto, dependiendo del perfil de quienes impartieran las materias temáticas optativas. En ocasiones se trataba de profesores invitados cuyas competencias e intereses eran distintos de las necesidades de los alumnos, pero se cumplía con lo formal. Como se observa en el cuadro 1, el ingreso era bianual; en tres años debían cubrirse los créditos y el tiempo máximo para doctorarse era de cuatro años y medio, parámetro fijado en aquel momento para quienes tenían beca del Conacyt, motivo por el cual algunos procuramos graduarnos en ese lapso, pero la mayoría tardó más. Otro problema fue que el programa no se registró oficialmente en la sep hasta 1999, cuando había egresado la segunda generación e ingresado la tercera, por eso tampoco cambió el plan de estudios. Hasta aquí, se formaron tres generaciones de doctores en Historia. En lo sucesivo el programa cambió de denominación. Para entonces se contó por fin con un edificio propio, estable (2001), pues anteriormente el centro de estudios se había ubicado en tres lugares distintos. DOCTORADO EN HUMANIDADES Y ARTES Tiempo histórico Como se dijo al principio, los cambios en el doctorado objeto del presente estudio obedecieron a factores intrínsecos y extrínsecos. La primera evaluación del Conacyt al Doctorado en Historia se efectuó en 1999 (con el ingreso de la tercera generación) y no fue favorable, pues no se cumplieron algunas de las observaciones indicadas en el inicio. La planta docente seguía siendo flotante, con perfiles e intereses diversos; la biblioteca era muy modesta, y para

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Seminario de redacción de tesis I (obligatorio)

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9. ADEN, acta de la Unidad Académica, avalando el cambio de agosto de 2001, y el cambio de nombre del programa quedó registrado en la Dirección de Profesiones de la SEP, con fecha del 5 de septiembre de 2001 (oficio DIEN/405/2001), en la Sección primera del Libro 71-XVI de Instituciones Educativas, foja 271. 10. ADEN, carta del doctor Carlos Herrejón Peredo, evaluador del Conacyt, sugiriendo extraoficialmente este cambio, octubre de 1999.

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11. Cabe señalar que en aquellos momentos se vivía una crisis en el interior del doctorado; debido al excesivo control ejercido por quien lo dirigía, varios profesores se retiraron y solamente permanecieron 3 de base. Se corría el riesgo de desaparecerlo, motivo por el cual nos incorporaron a la planta docente.

entonces había nuevamente una marcada división entre quien dirigía y la planta docente, por lo cual el doctorado quedó fuera del padrón de excelencia; sin embargo, los alumnos no perdieron la beca, que se les respetó hasta finalizar su proceso. Una de las principales observaciones que hicieron los evaluadores a la institución fue el mal aprovechamiento de la planta docente, su diversidad disciplinar y los contactos con otras universidades. De manera extraoficial, el doctor Carlos Herrejón Peredo aconsejó aprovechar la riqueza de los perfiles, ampliando el programa doctoral a las humanidades y las artes. La propuesta fue discutida en primera instancia por los docentes adscritos al programa, que para ese momento eran pocos (6 de base y los invitados). Ya aceptada, se llevó al Consejo Académico de la Unidad (mayo de 2001) ,9 fue avalada y se procedió a una reestructuración de las asignaturas impartidas y sus programas; sin embargo, el plan de estudios general quedó igual, el kárdex emitido para los alumnos contenía la misma tira de materias que el Doctorado en Historia, y el lapso de tiempo para egresar y graduarse tampoco se modificó. Así, a partir de la cuarta generación, el doctorado dejó de ser en Historia y pasó a ser en Humanidades y Artes (enero de 2002), constituyéndose, además, en el Centro Interinstitucional de Investigaciones en Artes y Humanidades (ciiarh),10 con un proyecto que pretendía impactar en la formación de nuevas doctoras y doctores a nivel regional (al igual que el anterior de historia), presentando un programa de estudios amplio que abarcaba varias disciplinas: historia, literatura, filosofía, historia del arte y, además, líneas de investigación que hasta entonces no se habían ofrecido en la uaz, como historia de las mujeres y perspectiva de género, lo cual atrajo un buen número de solicitantes. Sin embargo, había varios problemas por resolver y uno de los más urgentes era fortalecer la planta docente, para lo cual la directora de aquel momento implementó cuatro estrategias: integró a la planta docente a tres de los recién egresados alumnos de la tercera generación, docentes de base en la uaz, con reconocimiento y trayectoria en las preparatorias o licenciatura (se trataba de que, una vez graduados, consolidáramos sin problema la planta docente, agosto 2001);11 la segunda medida fue firmar tres convenios de colaboración, uno interno, con la Unidad Académica de Música de la propia uaz, a fin de contar con la colaboración de 2


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doctores formados en artes; la tercera fue firmar dos convenios con instituciones externas: la Escuela Popular de Bellas Artes de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (umsnh) y el Departamento de Letras del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara (U. de G.),12 a fin de incluir como colaboradores a algunos doctores de esas instituciones y que a la vez ellos hicieran difusión para tener amplia cobertura en alumnos. La cuarta medida para fortalecer la planta docente fue a través del convenio aeci-anuies de “Incorporación de jóvenes doctores españoles a universidades mexicanas”. Así, se firmó un acuerdo contratando en una primera ocasión a 3 profesores españoles (de filosofía, de historia y de historia del arte, 2002), con lo cual se reforzaría la interdisciplinariedad, que en aquel momento llegó a ser el objetivo principal. En 2003, se contrató a 3 más, uno de cada una de las disciplinas mencionadas.

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12. ADEN, carpeta 10, convenio con UMSNH y U. de G., noviembre de 1999. 13. Es importante señalar que, aun cuando se cambió la denominación (Historia a Humanidades y Artes), quienes dirigían el mismo, en la cotidianidad siguieron llamando a cada generación secuencialmente. Por ejemplo, la cuarta generación ya no era en Historia; por tanto, debía ser primera en Humanidades y Artes, pero se la siguió llamando quinta, sexta, y así sucesivamente hasta 2011, en que se modificó a Ciencias Humanísticas y Educativas (obsérvese el cuadro 2).

Docentes y alumnos Fortalecida la planta académica: 7 doctores, 2 doctoras y 3 en vías de doctorarse (2 hombres y una mujer) más los doctores invitados de las instituciones con quienes se habían firmado convenios, arrancó la cuarta generación del doctorado o, mejor dicho, la primera en Humanidades y Artes,13 en febrero de 2002, procurando dar una formación interdisciplinar. Se inició con un grupo de 27, entre alumnos y alumnas: originarios de Monterrey, Morelia, Guadalajara, Aguascalientes y Zacatecas. Fue un tiempo de enriquecimiento y mucha actividad donde alumnos y docentes nos retroalimentamos, ya que todos los estudiantes eran docentes en las universidades de donde provenían, lo cual generó amplias discusiones, publicaciones conjuntas y participación en diversos eventos de difusión de la cultura en Zacatecas y los otros lugares; esto también propició la movilidad de los profesores adscritos al Doctorado en Humanidades y Artes. Una de las dificultades que se tuvieron que sortear con esta generación fue la falta de becas, pues, si bien algunos alumnos contaron con el apoyo económico de sus instituciones y una parte de descarga laboral (como fue el caso de los de la uaz), no todos

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Los actores de la educación


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14. Dictamen del Pifop de aceptación del programa, noviembre de 2002.

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15. Ibídem.

tuvieron este beneficio, y, en el caso de los foráneos, definitivamente ellos no podían residir en la ciudad durante los dos años escolarizados del programa. Se buscaron alternativas de trabajo, se implementaron estancias cortas: una semana de cursos intensiva al principio, otra a medio semestre y una más al finalizar el mismo semestre. Los cursos se daban “compactados” para que los alumnos trabajaran desde sus lugares de origen; además, se estableció el sistema de tutorías a fin de que estuvieran informados de todo lo necesario para su desarrollo académico y también los profesores impartieron cursos intensivos de una semana en sus ciudades de origen (Guadalajara, Monterrey, Morelia), a donde acudían los de lugares cercanos, como Aguascalientes, o los mismos de Zacatecas. De esta manera se trabajó con la primera y segunda generaciones de Humanidades y Artes. A fines del 2002, las autoridades del programa del Doctorado en Humanidades y Artes solicitaron nuevamente una evaluación del Conacyt, a fin de volver al sistema de becas. En esta ocasión fue favorable y se ingresó al Programa Integral de Fortalecimiento Profesional (Pifop) en noviembre de ese año (con varias recomendaciones), y el alumnado volvió a tener becas Conacyt,14 aunque, por supuesto, no todos accedieron a ellas. Esto fue una motivación para continuar, pues el cambio de nombre y la orientación del programa, aunados a los vínculos que se establecieron con la umsnh y la U. de G.,15 permitió que en esa generación y en las posteriores el número de alumnos fuera considerable y de diversos lugares. Entre algunas de las actividades iniciadas a partir de 2002 se organizó un “Encuentro de Cine” y unas “Jornadas sobre Franz Kafka” (que desafortunadamente no tuvieron continuidad) y, en 2003, un evento bianual titulado “Encuentro de Investigaciones sobre Mujeres y Perspectiva de Género”, espacio de diálogo que logró conjuntar a muchos de los docentes y alumnos del doctorado, así como de otras universidades, cuyos resultados se publicaron en memorias que dieron cuenta de investigaciones individuales y colectivas, llegando a convertirse en un importante espacio de diálogo a nivel nacional, que se celebró puntualmente cada dos años durante el mes de marzo, en 2003, 2005, 2007, 2009 y 2011. Éste llegó a ser uno de los puntos de encuentro entre los y las integrantes del Doctorado en Humanidades y Artes.


Hago un paréntesis para señalar que, en agosto de 2003, en el Centro de Docencia Superior se creó nuevamente un Doctorado en Historia Colonial, con algunos de los egresados de aquel primero (1995) y otros que se sumaron, el cual se independizó del de Docencia, se adhirió a la licenciatura y maestría en Historia, tuvo asignado un espacio propio, ingresó al Programa Nacional de Posgrados de Calidad (pnpc) del Conacyt, cambió sus líneas de investigación al siglo xix, y así se integró la Unidad Académica de Historia (2005), que contaba con los tres niveles: licenciatura, maestría y doctorado. Volviendo al de Humanidades y Artes, en agosto de 2004, cuando ingresó la segunda generación con 22 alumnos, ocurrieron cambios sustanciales: de la directora, del consejo académico y de varios profesores. Además, los convenios con la umsnh y la U. de G. no habían funcionado como se esperaba, pues, más que entre dos instituciones en igualdad de condiciones, parecía que los convenios se habían firmado con particulares y, poco a poco, los doctores que se habían comprometido a participar (4 en el caso de Guadalajara y 4 en el de Morelia) se fueron retirando del proyecto, y los que se mantuvieron (uno y uno) lo hicieron más por amistad que por el convenio. Hasta entonces, los cursos continuaban de la misma manera que en la anterior generación. En cuanto a los doctores españoles, su convenio era por un año, prorrogable a dos, y posteriormente la institución que los acogía (en este caso la uaz) decidiría si les extendía el contrato por más tiempo. A raíz de estas contrataciones, se generaron varios problemas: por un lado, eran recién egresados de su doctorado y, aunque conocían bien sus temas, les faltaba experiencia en la docencia, en la investigación y en la dirección de tesis (su experiencia era solamente la elaboración de la tesis propia); así, hubo quejas sobre sus cursos (programas, técnicas, herramientas didácticas, etc.), además de que no todos se habían comprometido con el programa doctoral ni estaba en sus planes quedarse en la uaz por más de dos años. Otro problema fue que llegó un momento en que ellos eran mayoría (7 españoles, 6 mexicanos). Así, a partir de 2004, de los 4 profesores españoles que llegaron en el 2002, uno se fue tras los dos años del convenio y otro al año siguiente, y de los 3 que llegaron en 2003, 2 regresaron a España al cumplir su año de estancia, uno se trasladó de universidad y quedaron solamente 2 de los 7.

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Con todo y los problemas de diversa índole, es importante destacar que desde 2002, cuando se inició la cuarta generación del Doctorado (ya en Humanidades y Artes) hasta 2010, en que se volvió a cambiar de denominación, se formaron 5 generaciones de doctores y doctoras en Humanidades y Artes (2002, 2004, 2005, 2007, 2009), provenientes de diversos lugares cercanos o no tan cercanos a Zacatecas: Monterrey, Guadalajara, Morelia, Aguascalientes y San Luis Potosí. Como se observará en el cuadro 2, la admisión continuó siendo bianual, con excepción de 2004 y 2005, donde se admitieron consecutivamente. En cuanto al formato de los cursos, se continuó trabajando con “estancias limitadas” y en 2007 se introdujo la modalidad en línea, con lo cual se solucionaron los problemas de distancia, y así el doctorado fue semipresencial, con buenos resultados. Cuadro 2. Doctorado en Humanidades y Artes Año inicio

Ingreso

Año egreso

Egresados

Bajas

Graduados

2002

27

2004

23

4

18/5

2004

22

2006

18

4

13/5

2005

27

2007

22

5

19/4

2007

26

2009

21

5

18/4

2009

12

2011

10

2

10/3

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Cuadro elaborado por la autora con datos de ADEN-UAZ.

El plan de estudios En 2002, cuando se abrió la primera generación del Doctorado en Humanidades y Artes y la cuarta del anterior en Historia, no se cambió sustancialmente el plan de estudios, pues el kárdex y la tira de materias quedaron igual; las innovaciones sólo se dieron en las materias optativas. Dos de las principales fueron la apertura de la línea de investigación sobre mujeres y perspectiva de género, así como la línea de arte. Ambas tuvieron muy buena aceptación, lo que, aunado a las existentes, fue un factor para que el número de inscritos en esa generación fuera de 27 alumnos (cuadro 2). Sin embargo, seguía pendiente una reforma integral al plan de estudios, por lo cual en 2004, con el cambio de dirección y ad-


ministración del programa, se convocó a una revisión y reestructuración del mismo. Con la participación de todos los profesores de base y algunos de los invitados se trabajó durante el semestre agosto-diciembre de 2004. La primera meta consistió en definir la identidad de un programa que había transitado por varias identidades. La discusión se llevó a cabo a partir de varios ejes: las líneas de investigación generales; los proyectos y líneas de investigación personales, y las competencias disciplinares, temáticas y docentes; también se partió de dos aspectos fundamentales que se querían rescatar del proyecto anterior y mantener: la interdisciplinariedad entre las humanidades y las artes, y la reflexión sobre la modernidad. De esta discusión se llegó al consenso de que la columna vertebral que definiría la identidad del programa y debía regir el plan de estudios era la reflexión sobre “Las imágenes y los discursos de la Modernidad”. A partir de ahí se planteó la misión y la visión del doctorado, y se reconformaron las líneas de investigación y los cursos que llevarían los alumnos, así que los profesores integramos un Cuerpo Académico, el cual quedó constituido por 6 doctores y 3 doctoras que integrábamos la planta docente de base. A fin de aplicar dichas modificaciones y solicitar nuevamente el ingreso al pnpc del Conacyt, en 2005 se abrió la segunda generación en Humanidades y Artes, o quinta del antiguo plan. Las principales innovaciones del nuevo plan de estudios fueron: a) la inclusión de un examen de acreditación de suficiencia investigadora cuyo objetivo fue asegurar que el alumno elaborara una tesis adecuada y llegara a su examen de grado con preparación suficiente; b) la incorporación de cursos de integración procurando la homogeneización de los conocimientos sobre la Modernidad de alumnos provenientes de diversas disciplinas; c) la introducción de cursos para reforzar las herramientas teórico-metodológicas disciplinares; d) la introducción de cursos de especialización por línea de investigación; e) la precisión de los perfiles y criterios de ingreso, permanencia y egreso, intentando garantizar la elevación de la eficiencia terminal; f) aumento de un semestre escolarizado dedicado exclusivamente a la tesis y, al final, la presentación del examen de suficiencia investigadora. Posteriormente, se disponía de un año para presentar el examen de grado.

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16. ADEN, carpeta 3.

Este plan de estudios fue más sólido y coherente; lo cursaron la tercera, cuarta y quinta generaciones del Doctorado en Humanidades y Artes (sexta, séptima y octava del anterior plan, al que, como he señalado, las autoridades se empeñaron en aplicar la última denominación).16 De esta manera, el objetivo de formar doctores-investigadores en el campo de las Humanidades y las Artes desde una perspectiva multidisciplinaria resultó pertinente, considerando la demanda que tuvo el programa en aquellos momentos, como se mostró en el cuadro 2. Las materias quedaron de la siguiente manera: Primer semestre Seminario de metodología de la investigación I Seminario Imágenes y discursos de la Modernidad I Teoría (de la historia o de la filosofía o literaria) Optativa I (Acorde con la disciplina elegida, ejemplo: Historia de las mujeres I) Segundo semestre Seminario de la metodología de la investigación II Seminario Imágenes y discursos de la Modernidad II Metodología (de la historia o de la filosofía o literaria)

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Optativa II (Acorde con la disciplina elegida, ejemplo: Historia de las mujeres II) Tercer semestre Seminario de tesis I Seminario Imágenes y discursos de la Modernidad III Optativa III (Acorde con la disciplina elegida, ejemplo: Historia de las mujeres III) Cuarto semestre Seminario de tesis II Seminario Imágenes y discursos en el Mundo Contemporáneo Optativa IV (Acorde con la disciplina elegida, ejemplo: Historia de las mujeres IV)


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Quinto semestre Seminario de redacción de tesis I Sexto semestre

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17. ADEN, kárdex o tira de materias del Doctorado en Humanidades y Artes, generaciones 2005, 2007, 2009. 18. ADEN, carpeta 11.

Seminario de redacción de tesis II Séptimo semestre Acreditación de suficiencia investigadora

Contenido temático del plan de estudios Los cursos del plan de estudios se dividen en 5 áreas: básica integradora, metodológica, teórica, de especialización e instrumental. Los seminarios del Área básica integradora (Imágenes y discursos de la Modernidad I al IV) tienen como objetivo que los alumnos obtengan una visión integradora de los conocimientos, en un nivel equitativo. Son obligatorios, colectivos y presenciales intensivos; se llevan a cabo durante una semana completa de trabajo, al inicio de cada semestre. Participan todos los profesores adscritos al programa y profesores invitados, pues se imparte en la modalidad de conferencias magistrales.18 Todos los seminarios del Área metodológica (de Metodología de la Investigación I y II; de Tesis I y II, y de Redacción de tesis I y II) son obligatorios, colectivos y presenciales intensivos, aunque tienen diferentes fechas de realización. La metodología de trabajo de estos seminarios consiste en que un profesor coordine el seminario y proporcione al alumno las herramientas básicas, ya sea para la reelaboración y afinación del proyecto, para el trabajo de archivo o bibliográfico o para la redacción de la tesis, pero lo fundamental es la discusión colectiva por el pleno de profesores y alumnos del programa de los avances de investigación, lo que fomenta el diálogo y el intercambio de ideas. Se llevan en la modalidad de coloquio. El Área teórica se ubica en el primer año del doctorado y sirve para redefinir y, en su caso, dirigir el análisis y el aprendizaje de aquellos marcos teóricos y metodológicos que auxilien al alumnoinvestigador en su acercamiento profesional a las humanidades y a las artes. Según su disciplina de formación, o precisamente porque no tiene formación en una disciplina específica, el alumno

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Total de créditos 18617


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19. Ibídem.

puede seleccionar los cursos que requiera de entre 4 opciones: Literatura, Historia, Historia del Arte y Filosofía. Las materias del Área de especialización (I al IV) corresponden a las líneas de investigación del programa y los alumnos tendrán que adscribirse, desde el inicio de su doctorado, a una, llevando, en consecuencia, cursos de especialización acordes a ella, los cuales se ofrecerán como optativos. A partir del tercer semestre, y en acuerdo con su asesor, podrán, si así lo requiere su proyecto de investigación, tomar materias de otra línea de investigación. Las líneas de investigación que se ofrecen son: Historia y teoría de las artes visuales, Historia y teoría de las artes plásticas y/o la arquitectura, Imágenes y discursos fronterizos entre las humanidades y las artes, Polémicas y antagonistas de la modernidad, Pensamiento ilustrado en Hispanoamérica, Historia de las mujeres y perspectiva de género, Estéticas y poéticas, Tradición y modernidad en la literatura en México. Los cursos del Área instrumental están diseñados para apoyar al alumno a resolver cuestiones prácticas vinculadas con su proceso de investigación; estos cursos son opcionales y complementarios, no tienen valor curricular ni suponen créditos anuies.19 Como se puede constatar por el documento en cuestión, el plan de desarrollo se elaboró a partir de una autoevaluación que tuvo en cuenta los problemas estructurales de la Unidad Académica y del programa, así como el perfil de la planta académica adscrita a él. Dicho plan pretendía asegurar el desarrollo y evolución de la calidad académica del programa a partir del análisis de las fortalezas y debilidades de los diferentes aspectos que intervienen, proponiendo estrategias y metas concretas. Un problema que no se resolvió en su momento fue el cambio de nombre de la Unidad Académica, que no se reportó ni registró oficialmente ante la sep, lo cual generó muchos inconvenientes al continuarse emitiendo los títulos con la antigua denominación de programa del Doctorado en Historia y no con la nueva de ciiarh. Así mismo, y por entrar en conflicto con la nueva estructura académica prevista en la legislación universitaria vigente (Ley Orgánica del año 2000), el Consejo Académico, en sesión ordinaria celebrada el día 4 de octubre de 2004, resolvió por unanimidad eliminar del nombre las palabras “Centro”, “Interinstitucional” e “Investigación” y, en la sesión ordinaria celebrada el día 14 de


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abril de 2005, se resolvió por unanimidad cambiarlo por el de Unidad Académica de Estudios de las Humanidades y las Artes, modificación que fue debidamente notificada y registrada ante la sep en el mismo año. Como ya se dijo, el programa ha sido evaluado por instancias externas en repetidas ocasiones y ha estado tanto en el padrón de posgrados de excelencia del Conacyt, entre 1995 y 1999 (como Doctorado en Historia), como en el Pifop, entre el 2002 y el 2004 (como Doctorado en Humanidades y Artes). Por su parte, los cursos del plan de estudios y el trabajo del profesor están dirigidos a fortalecer, actualizar, consolidar y especializar conocimientos, habilidades y actitudes que, se supone, ya posee el alumno desde que ingresa al programa. Además, por las características y nivel de éste, las funciones sustantivas (docencia, investigación y extensión) están permanentemente articuladas

Éste ha sido un primer acercamiento al tema; aquí no termina el trabajo, se cierran las dos primeras etapas con la sensación de que ha quedado mucho por escribir. La pretensión de dar cuenta sobre la gestación y construcción de un espacio académico en la uaz, o en otra institución, no es sencilla, menos aún cuando parte de esa historia nos compete, nos afecta, nos traslada a un ayer que en ocasiones hubiéramos querido de otra manera. Con la consciencia de que no hay procesos lineales y de que las rupturas y los conflictos tienen su parte positiva porque llevan a la reflexión, a la toma de nuevas decisiones y a repensar lo que hacemos, dejamos la presente versión, que es una de tantas que pueden tejerse en torno a la biografía del primer doctorado en la uaz. No se olvidan las continuidades, que quizá son más de las que se desearía, pues la inercia al cambio las hace permanecer, además de que no siempre son negativas y, en la mayor parte de los casos, están en las bases de las instituciones. Entonces, debemos respetarlas. Así las cosas, no cabe la menor duda de que el haber creado el Doctorado en Historia fue un acierto, pues en este espacio se han formado, a la fecha, 110 doctores y doctoras, y su impacto ha sido positivo para la uaz, a la que ha dado lustre en muchos momentos. También se logró el impacto regional, como

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REFLEXIONES FINALES


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se pretendía, pues aquí se prepararon doctoras y doctores en Historia y en Humanidades y Artes de la Universidad de Nuevo León cuando allá no se contaba con un doctorado, aunque hoy lo tienen, en buena hora. Aquí, seguimos trabajando desde el mismo espacio, ahora con nueva denominación y orientación. ¿Nos hemos renovado?, ¿nos hemos reciclado? El tiempo, elemento indispensable de toda historia, lo dirá. Por ahora, el Doctorado en Historia, luego en Humanidades y Artes, posteriormente en Ciencias Humanísticas y Educativas, es hoy el Doctorado en Estudios Novohispanos, con ingreso al pnpc del Conacyt. El sueño se cumple de nuevo y deseamos que perdure. Tampoco se olvida que el campo educativo es fértil y en él se trabaja con lo humano; por lo tanto, continuamente hay que revisarlo, reestructurarlo, adecuarlo, dotarlo de un sentido.


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REFERENCIAS Bibliografía ACEVES, JORGE. 2014. Antología para el Seminario Cátedra Institucional “Primo Feliciano Velázquez”. S.L.P.: El Colegio de San Luis. HERNÁNDEZ, FERNANDO. 2004. “Prólogo” a Ivo Goodson. Historias de vida del profesorado. Barcelona: Octaedro-U.B. PUJADAS, JUAN JOSÉ. 1992. El método biográfico. El uso de las historias de vida en ciencias sociales. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas. THOMPSON, PAUL. 1988. La voz del pasado. Historia oral. Trad. de Josep Domingo. Valencia: Institució Valenciana D’Estudis i Investigació. RESÉNDIZ GARCÍA, RAMÓN. 2001. “Biografía: proceso y nudos teóricometodológicos”. En María Luisa Tarrés (coord.). Observar, escuchar y comprender sobre la tradición cualitativa en la investigación social. México: CIESAS-CM. Documentos Archivo del Doctorado en Estudios Novohispanos (ADEN). Registro de los planes de estudio de las diferentes generaciones. Actas del Consejo Universitario: 1994, 1995 y 2001. Carta del doctor Carlos Herrejón Peredo, evaluador del Conacyt, 1999. Documento de registro del Programa Doctoral de Historia ante la Dirección de Profesiones de la SEP, 28 de abril de 1999. Plan de estudios y kárdex de materias a cursar en el Doctorado en Historia por las generaciones 1995, 1997, 1999, y en Humanidades y Artes, 2002 y 2004. Plan de estudios y kárdex de materias a cursar en el Doctorado en Humanidades y Artes, generaciones 2005, 2007, 2009. Convenio con la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, noviembre de 1999. Convenio con la Universidad de Guadalajara, noviembre de 1999. Dictamen del Pifop, noviembre de 2002.

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Listas de alumnos que ingresaron en las generaciones 1995, 1997, 1999.


Miscelรกnea


miscelánea

Página 187 Personajes de la sierra tepehuana: Don Calixtro Contreras, el jefe de la danza de San Francisco de Lajas, Dgo. chantal cramaussel

Página 193 Durango en 1914. La guerra, el trabajo y el ocio ma. guadalupe rodríguez lópez



PERSONAJES DE LA SIERRA TEPEHUANA

DON CALIXTRO CONTRERAS, EL JEFE DE LA DANZA DE SAN FRANCISCO DE LAJAS, DGO. Chantal Cramaussel


c h a n ta l c r a m a u s s e l

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Foto: Efraín Rangel Guzmán, 2007.

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Integrantes de la danza de la palma. San Francisco de Lajas, 2007.


Don Calixtro Contreras nació el 14 de octubre de 1938 en un rancho cerca de Quiviquinta, en el estado de Nayarit, donde sus padres tepehuanos andaban huyendo de la guerra cristera. Fue criado por su madre biológica pero el apellido Cervantes lo adquirió de su padre adoptivo, quien se casó con su progenitora cuando ella estaba embarazada. Sin embargo, la parentela del padre biológico de don Calixtro lo reconoció. En aquel tiempo “cualquier apellido le ponían a los niños, no tenían reglas”. Poca relación tuvo don Calixtro con el señor Cervantes, ya que su madre pronto lo dejó. Este tipo de situaciones es muy común hoy todavía en la sierra, donde abundan los hijos adoptivos y las parejas consensuales, además de que el registro civil fue impuesto hasta la última década del siglo xx, por lo que resulta casi imposible reconstruir árboles genealógicos más allá de las tres generaciones que suelen recordar los “poblanos”, como se acostumbra llamar desde tiempos coloniales a los habitantes indígenas de la sierra, que se distinguen de los “vecinos”, o mestizos. La madre de don Calixtro pasó a radicar en San Andrés de Milpillas Grande, pueblo tepehuano del estado de Nayarit donde residen también mexicaneros. Fue en San Andrés donde conoció nuestro biografiado a su esposa, la cual tenía 17 años al casarse y hablaba el tepehuán y el náhuatl, además del español. La historia de ella es también muy particular. Su padre biológico era un tepehuano que laboraba de “aventurero”, es decir, que no radicaba en ningún lugar porque llevaba bestias de un lado para otro. A ese señor no lo conoció. Su madre, también tepehuana, se fue y la dejó cuando ella tenía dos años porque “quería un hombre nuevo” y no volvió a verla hasta que tuvo 12 años. La crió otro señor mexicanero, quien le dio el apellido Álvarez y al que reconoce como su verdadero padre. Ese señor la trataba muy bien pero no así la esposa de este último quien, en ausencia del marido, apenas si le daba de comer. A la esposa de don Calixtro siempre le gustó la escuela y “su pensamiento era estudiar”; quería ser maestra pero al volver su madre se lo impidió, así que optó mejor por matrimoniarse. Ya mayor, estudió la secundaria y conserva con mucho orgullo su certificado. r e v i s ta d e h i s t o r i a d e l a u j e d , n ú m e r o

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En 1989, la pareja se fue a vivir a San Francisco de Lajas, donde tenían unos parientes. Además, “ocupaban a una muchacha para enfermera” y en la clínica contrataron a una de sus hijas que estaba estudiando. Creció la familia y tuvieron otros seis hijos: tres varones y tres mujeres. Dos hijos estuvieron en el ejército, uno de ellos vive en el estado de Hidalgo, el tercer hijo se quedó en Lajas y les dio ocho nietos. Una hija trabaja de maestra, otra está casada en San Andrés y la última está viviendo con ellos. En San Andrés, desde joven, don Calixtro aprendió a tocar el violín y los bailes tradicionales, de matachín, de palma y de arco; 13 años seguidos anduvo acompañando la danza. Es ahora un músico virtuoso que se sabe todas las canciones y los sones de la región, como “La víbora”, “La margarita”, “El toro” y muchos otros. También conoce los jarabes que antes se usaban en las fiestas, donde se tocaba también la guitarra; se bailaba en una tarima, pero ahora se perdió esa costumbre. Hace muchos años dominaba en la sierra la música de tambor y don Calixtro, de chico, escuchó a personas muy mayores tocar ese instrumento. Los danzantes que dirige don Calixtro son de edades muy variadas, desde niños hasta personas de edad madura; en Lajas hacen la promesa de bailar seis años seguidos para cumplir con su compromiso de tepehuanos. Tienen que ensayar a todo lo largo del año además de bailar durante muchas horas seguidas en las principales fiestas. Don Calixtro formó tres generaciones de danzantes en San Andrés y dos más en San Francisco de Lajas. La danza de Lajas es una de las más famosas y vistosas de la sierra; en 2014, se presentó en la feria anual de la ciudad de Durango, por invitación de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Don Calixtro Contreras sigue “el costumbre” del pueblo tepehuano y lamenta que los jóvenes se desinteresen de las tradiciones. Cumplió con muchos cargos en la comunidad de San Francisco de Lajas, donde fue dos veces gobernador tradicional. Explica que este último cargo se ejerce a lo largo de todo un año a partir del 1 de enero y que el que lo tiene no debe ausentarse del pueblo, ya que su presencia es necesaria en todos los festejos principales. El gobernador tiene que estar en los mitotes, desde luego, que se llevan a cabo tres veces al año, pero también en la entrega de los cargos civiles, el 6 de enero, y en la entrega de los


cargos de la iglesia, el 2 de febrero. Don Calixtro conoce todos los pueblos de la sierra y sabe que estas fechas difieren de un lugar a otro, así como el habla, ya que es capaz de distinguir las distintas variantes de su idioma materno. Navidad, el Año Nuevo, la Candelaria, el 25 de julio (día de Santiago), el 4 de octubre (San Francisco), el 8 (La Concepción) y el 12 de diciembre (Nuestra Señora de Guadalupe) son otras tantas fechas importantes del calendario festivo en San Francisco de Lajas. Pero las cosas cambian; antes, por ejemplo, el sábado de gloria al Judas lo flechaban, después le comenzaron a tirar balazos y ahora lo despedazan y lo queman. Por otra parte, ya no van los habitantes de Lajas al Cerro Gordo, sólo lo hacen sus vecinos los milpilleros porque el cerro sagrado se ubica en sus tierras. La comida festiva se conserva en la sierra, pero en la vida cotidiana la gente se ha olvidado de muchos de los alimentos que se consumían antaño, como por ejemplo los quelites, los otates tiernos o el armadillo, que abunda en la sierra, pero se come aún el saravique (papa silvestre). La comida era sana y muchos creen que por esta razón no se enfermaba la gente. Ya tampoco se toma el tesgüino; el mezcal de masparillo ya no se fabrica en las vinatas locales, y se ha dejado de beber el pulque de caña de maíz. Las fiestas antes transcurrían “a gusto” porque la justicia en contra de los delincuentes se ejercía de manera implacable; hace medio siglo existía el cepo y a los grandes malhechores las autoridades no dudaban en aventarlos por el despeñadero. Don Calixtro se acuerda de que en su infancia la gente trabajaba mucho y dormía poco, unas cuatro horas en total. De pequeño, se levantaba, como todos, entre las 3 y las 4 de la mañana, cuando en la iglesia, como hoy todavía, el fiscal toca las campanas, el prioste el tambor, y se destapan a los santos. Se almorzaba muchas veces a oscuras, hacia las 5, para ir a trabajar al campo u ocuparse de los animales; los que se quedaban en la casa comían a medio día, los demás se llevaban un lonche y comían, de regreso, en la tarde. La familia se acostaba hacia las 11 o 12 de la noche. La vida era muy dura, pero don Calixtro la recuerda con alegría.

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Don Calixtro Contreras tocando con maestría el violín en la feria de Durango en julio de 2014.

El atuendo del danzante de la danza de arco


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La danza de arco

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Foto: Gerardo BaĂąales, 2014

Listos para la danza de arco. El grupo de danzantes que dirige don Calixtro Contreras



DURANGO EN 1914 LA GUERRA, EL TRABAJO Y EL OCIO Ma. Guadalupe Rodr铆guez L贸pez



¡Ya mataron a Natera! Se confirma la muerte del feroz cabecilla Pánfilo Natera. Con esta falsa noticia se desayunaban los durangueños el 2 de enero de 1914. Como pan de todos los días, la prensa revolucionaria debía publicar desmentidos de noticias sobre la muerte de sus caudillos, difundidas en periódicos de otros estados y de otras filiaciones que, así como a Natera, mataron dos o más veces a Zapata. Lo único absolutamente cierto era que el país estaba en guerra y que las necesidades de la revolución se imponían sobre todas las demás. La guerra mandaba. Diariamente, las primeras planas de la prensa confirmaban que el movimiento revolucionario era la prioridad. Glorias y mermas de la guerra eran el punto de interés general. Pero más allá de la revuelta, aunque, paradójicamente, en el centro de ella, estaba la gente ordinaria y su vida cotidiana. Una vida que corría con grandes o ligeras diferencias de acuerdo con los momentos y regiones que iba marcando el propio avance revolucionario. Durango en 1914, con sus particularidades, puede reflejar la forma en que los pobladores de las plazas que habían caído en poder de los constitucionalistas vivían la guerra. El conflicto armado, el trabajo y la diversión eran tres madejas con las que se tejían los días y las horas. Tres elementos con intensidad y ritmos propios que guiaban el diario trajín de los durangueños y que son el objeto de este escrito. Una breve panorámica de Durango en 1914, basada en el periódico El Demócrata. Bajo la dirección del educador, que luego devendría historiador, Arnulfo Ochoa Reyna, y con la regular publicación de los incendiarios editoriales de Antonio Gaxiola, El Demócrata actuaba como una afilada arma de guerra a favor de la revolución. Los diferentes formatos, papeles y colores en que apareció el periódico referido en 1914 reflejan las dificultades que la prensa tenía para allegarse papel de impresión. Ora en papel de imprenta, ora en papel de china, un día rosa, otro naranja, uno más rojo sangre o café claro, son variantes que nos hablan de que el periódico se imprimía con lo que se podía. Pero en formatos grandes o pequeños, las noticias obligadas y de primera plana tenían que ver con la guerra. Los avances de tropas, las heroicas tomas de plazas, Calixto Conr e v i s ta d e h i s t o r i a d e l a u j e d , n ú m e r o

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treras, Pánfilo Natera y, por supuesto, Francisco Villa, eran noticia obligada y de primera plana. Incontables veces, y en abono a lo que llegaría a ser su leyenda épica, Villa y la División del Norte fueron noticia de primera plana. Villa ya era Villa, y sus movimientos armados, como sus ideas, eran siempre noticia. Cinco fueron los periódicos que informaron a los duranguenses en 1914: dos de ellos, El Demócrata y La Voz de la Revolución, dirigidos por Arnulfo Ochoa, y otros dos, Patria Libre y Restauración, por Pablo A. Serrano. Antonio Gaxiola era uno de los intelectuales más brillantes con que contaban las páginas de la prensa constitucionalista en Durango. En una plaza dominada por los constitucionalistas, había, sin embargo, ciertas libertades con las que podían manifestarse periodistas como Juan B. Ríos en un periódico autollamado “independiente”, como era La Unión Liberal. La vida del país se hallaba permeada de una intensidad bélica e ideológica tal que se imponía determinante en el rumbo del trabajo, las penurias y el solaz que hacían el diario ir y venir de los durangueños. La pregunta es: ¿Cómo vivieron la guerra y cómo sobrellevaron su existencia los durangueños en 1914? Podemos decir que, con la revolución como paraguas, los durangueños parecería que hubiesen hallado en la guerra, que en 1914 los envolvía sin ahogarlos, una puerta para alterar, y hasta para alegrar, la vida diaria. La guerra daba un sentido de pertenencia a un grupo, a un ideario, a una causa. A los hombres y mujeres de convicciones frágiles les daba –en todo caso– qué hacer y oportunidad de ser actores en cualquier cosa que desaletargara sus rutinas. La guerra daba a la gente de qué ocuparse y pretextos para divertirse En enero del año 14, el Hospital Civil se había vuelto insuficiente para atender a los heridos que llegaban por montones, además de las víctimas de la viruela, que empezaba a hacer sus estragos. El gobernador provisional Pastor Rouaix resolvió, entonces, la creación de un nuevo hospital de sangre, que se establecería en el edificio que ocupaba la Conferencia de San Vicente de Paul (frente al Jardín Morelos y de San Antonio), a donde llevaron las camas del Seminario Conciliar y las del hospital de la Penitenciaría del Estado. Pero las arcas públicas no estaban, precisamente, rebosantes, lo que alentó a un grupo de señoritas a conformar una Junta de Caridad que recabaría fondos para el hospital. La Junta, de inmediato, programó algunas representa-


ciones teatrales ofrecidas por los empresarios del Teatro Lírico, algunas corridas de toros y un baile. La Sociedad de Estudiantes del Instituto Juárez ofreció presentar una obra de teatro, que estaría bajo la dirección del “entendido y viejo actor” Miguel Inclán. Quizá para olvidar los temores y zozobras que, sin duda, la revolución sembraba en el ánimo de los ciudadanos, los eventos sociales eran recurrentes y concurridos: una “fiesta monstruo” llamaron al festival en beneficio de los hospitales de la ciudad, una vez que logró abarrotar el Teatro Victoria, dentro y fuera de la instalación. Los éxitos de las actividades programadas por las caritativas jóvenes dieron pie a los estudiantes del Juárez a organizar, en seguida, algunas cuadrillas en reconocimiento a las señoritas promotoras de las actividades pro hospital. Por pretextos celebrativos no paraba la juventud. Conmemorar el aniversario de la muerte de Madero, el 22 de febrero, fue otra buena excusa para que los durangueños se salieran de sus casas todo el día. La manifestación fúnebre empezó por la mañana; la concentración “fue imponente”, dijo la prensa, mientras que en la velada nocturna del Teatro Victoria, con “lleno total”, privó el “delirio” y la emoción de los durangueños –se escribió. El 13 de enero la prensa informaba de la caída de la plaza de Ojinaga, en la que cinco generales hubieron de entregar su espada al “invencible Villa”. La información llegó a Durango el domingo por la tarde, justo a la hora en que se realizaba el paseo dominical acostumbrado en la estación del ferrocarril. La noticia se difundió y la gente vitoreó la tarde entera a las fuerzas revolucionarias. Una y otra vez se tocó la marcha Viva Madero ante una multitud “delirante”, según la prensa local. La presencia de torreonenses radicados temporalmente en Durango vino también a agilizar el ritmo de los días de un sector de la población, al que el exilio de los vecinos le permitió entretenerse, pero también, seguro, mostrar abiertamente su apoyo a la revolución, así los revolucionarios reales como los de a mentiras. Torreón, en poder de los federales, había provocado la salida de familias enteras de constitucionalistas que vivían en medio de una tensa situación. Algunas de esas familias, consideradas menesterosas, recibieron el apoyo de un puñado de contribuyentes voluntarios, empresarios los más, que cooperaron para su soste-

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nimiento. Entre los benefactores destacó el grupo de los libaneses que, en alrededor de una década de trabajo, en el que empezaron como ambulantes vendiendo cintas y dedales, habían logrado colocarse entre la flor y nata del empresariado durangueño. Latuf, Jacobo, Matuk, Javit, Sahoya y Siadi, eran los apellidos de los mal llamados “árabes” que se sumaban a la causa de la revolución. “Estos árabes –decía Villa– entre más los matamos más retoñan.” Pero así como llegaron pobres también llegaron torreonenses acomodados que, lejos de vivir de apoyos, se mantuvieron desahogados al abrigo de las buenas familias locales, con las que organizaban divertidos picnics en espacios como la hacienda de La Ferrería de Flores, a la par de otras actividades que hacían pasables los temores e inquietudes que el momento generaba. Otras colectas se llevaron a cabo para enfrentar los estragos de la guerra y para dar qué hacer a los durangueños. Iniciando el año, unas seis decenas de contribuyentes auxiliaban a los heridos del hospital Francisco I. Madero con aportaciones personales. En esa colecta participaron especialmente señoras y señoritas de “buenas” y “regulares” familias, que hallaron en actividades como ésta su manera de participar activamente en la lucha armada. La mayoría cooperaba con módicas sumas de dinero y otras lo hacían con platos, tazas, cucharas, ollas, sillas, mesas y otros enseres; entre las altruistas mujeres que cooperaron para tal fin se hallaban: Juana Villalobos, una reconocida educadora; las señoras Luz E. de Patoni y Enriqueta Zubizar de Saravia, mujeres ambas de familias revolucionarias, y, entre otras muchas, tres anónimas “señoritas maderistas” que aportaban con ello su granito de arena para la causa. Bajo el gobierno provisional de Pastor Rouaix, que duró de julio de 1913 a agosto de 1914, la ciudad de Durango fue una plaza en relativa paz, luego de haber desterrado a la muy mentada Defensa Social, agrupación armada de civiles, algunos de ellos honorabilísimos integrantes de la élite y contrarios a la revolución. La Defensa Social fue integrada en el gobierno de Perea como un cuerpo que “no se mezclaría en política”, que “serviría únicamente para cuidar la ciudad”, “una especie de policía”, de autodefensas quizá. En un momento de franca anarquía, propiciado por la permisividad del gobernador Perea, los integrantes de la Defensa Social se arrogaron derechos como catear casas, ha-


cer aprehensiones y pedir y ejecutar fusilamientos (decía Silvestre Dorador). Se hicieron del poder, en los hechos, ganándose una especial animadversión de los contrarios. Junio de 1913, con la toma de Durango por fuerzas constitucionalistas, trajo un ajuste de cuentas con los Defensas, algunos de cuyos miembros salieron huyendo de Durango perseguidos por los revolucionarios. En el mes de febrero de 1914, los durangueños tuvieron mucho de qué hablar al ser encontradas seis fosas, entre Las Palmas, predio ubicado al oriente de la ciudad, y la San Martina, rumbo por donde habían huido los de la Defensa. Una veintena de cuerpos fueron exhumados y por los dientes blancos y sin picaduras, pero, sobre todo, por la ropa que usaban algunos de ellos –a saber, piezas finas como: una camisa listada, fina, con bolsa, marca “Giant”; una corbata blanca con dos listas azules en medio; un vestido de cazador amarillo de kaki, de manufactura americana, con marca de fábrica “American Mark”– fueron algunos de los datos que hicieron pensar en la posibilidad de que aquellos cuerpos fuesen de algunos de los integrantes de la Defensa Social, perseguidos por los constitucionalistas ocho meses atrás. Hay que decir que con la agrupación peleaban también hombres de guaraches y de calzón de manta, prendas que también se hallaron entre los restos de las fosas. Noticias como éstas mantenían la atención y nutrían los sentimientos patrióticos, de revancha, de preocupación y temor, como también, sin duda, daban elementos para el chismorreo y morbo de los durangueños. Mezcladas cotidianamente la agitación y el sosiego, las necesidades y hechos de la guerra seguían orientando el hacer y el sentir de los ciudadanos. En la vida cotidiana, la convulsión de la lucha revolucionaria se desplegaba como un gran paraguas que imprimía un color particular a los aconteceres ordinarios o usuales. La algidez, las glorias y descalabros de la lucha dotaban a los durangueños de una perspectiva de vida distinta, en la que se entreveraban los efímeros pero candentes hechos de armas y la monotonía en que solían transcurrir los días en la ciudad. La plaza se hallaba bajo control, y con la estabilidad relativa que daba la espera ante el impredecible curso de la lucha armada, los pobladores esperaban las noticias incorporando esta ocupación a su vida, como una más de sus rutinas. Así recibieron una y otra vez, a lo largo de los meses, los rumores sobre el arribo del

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general Marcelo Caraveo, a quien Huerta había nombrado gobernador de Durango. Y una y otra vez, también, recibieron informes sobre la pronta recuperación de Durango por la Defensa Social. Y mientras eran peras o manzanas mujeres trabajadoras e independientes, como Efigenia Castrellón, de algo tenían que vivir, y en medio de las matazones y de las noticias que de ellas llegaban, Efigenia daba clases de piano en su casa y a domicilio. Y mientras los orozquistas eran “destrozados”, según la prensa antihuertista, la viuda de Prendes, Inés Camberos, también en su casa, enseñaba confección y corte de ropa “según el sistema decimal”. Manuela Simental, para vivir, enseñaba inglés, mecanografía y taquigrafía. Es decir, no todos eran generales, soldados o políticos; la gente común, ordinaria, ocupaba su vida en múltiples actividades. Y aunque esa vida era permeada por la guerra, hombres y mujeres le hacían la lucha a sobrevivir y trabajaban. La Harinera de Durango pagaba empleados para laborar en sus molinos; en algún momento esta empresa fue multada por especular, vendiendo la harina a un precio con bonos y a otro con dinero contante y sonante: cosas del río revuelto. Por su cuenta y sin jornal trabajaban panaderos, sastres, fotógrafos, restauranteros y músicos; y más allá de los oficios, las profesiones: los mentores que, aparentemente, era de entre los que se nutría de intelectuales la revolución, tenían trabajo en el Instituto de Niñas, en el Colegio Rebsamen y en la prestigiada Academia Mercantil Pedro Chávez para los más “acomodadillos”. En el Instituto Juárez eran los abogados los que se encargaban de educar. Inserto en la política, en la prensa y en las aulas, el profesorado era un gremio determinante en el impulso al ideario de la revolución. Las condiciones del momento, aunadas a méritos propios, colocaron en lugares centrales de la política a mujeres como las profesoras Guadalupe Revilla, Francisca Escárzaga y Margarita Estevané que, al lado del también profesor Isaac Ochoterena, a petición del gobernador Pastor Rouaix, elaboraron el proyecto de ley para abrir una Escuela Normal, que sustituyera al Instituto de Niñas. La Normal no abrió sus puertas hasta 1916, y la primera directora fue la ameritada Francisca Escárzaga. Para junio de 1914, en un aviso de ocasión, se solicitaban profesores y profesoras, pues se estaban reorganizando las escuelas oficiales foráneas del estado. Había trabajo para los mentores e interés por la educación.


Entre los ocupados había también ingenieros civiles que medían terrenos; abogados, notarios, taquígrafos y estenografistas para “toma de discursos, argumentaciones y diálogos”. Los nombres extranjeros apañaban el ramo de la salud: dentistas como Arturo Cooley y el señor Apablasa, quien dio fe del estado de la dentadura de los cuerpos exhumados en las fosas halladas en febrero. Los doctores Federico Reiss, alemán, y A. L. M’Murtry. Isauro Venzor, venido de la “facultad de México” y uno de los más reconocidos por sus descubrimientos del suero antialacránico, en los años de 1925 y 1926, cuando las refriegas habían dejado ya un espacio de paz para pensar. Había otros como Luis Alonso y Patiño y Fernando Gómez Palacio que, al lado del germano Reiss, acordaron con el gobernador la política del estado para combatir la propagación de la viruela. Los tiempos y la intensidad de la guerra se insertaban en la parsimonia y conservadurismo de Durango rejerarquizando intereses y tareas, pero también alentando filias y fobias. Y así, empezando febrero, la revolución expulsó de Durango a los jesuitas, a raíz de los acontecimientos ocurridos en varios lugares de la república, el 11 de enero. Ese día, con motivo de la consagración de México al Corazón de Jesús, los “hijos de Loyola” aprovecharon las concentraciones para lanzar vivas al gobierno de Huerta y mueras a la revolución. El 3 de febrero, Pastor Rouaix libró orden de salida a los jesuitas en el término de 24 horas por la vía de Cañitas, enrumbándolos a Zacatecas. Ese día transcurrió sin novedad, pero en la noche, dolidas y envalentonadas, una treintena de señoras llegó hasta la casa del gobernador, buscando obtener la revocación de la orden de expulsión. Llegaron con lágrimas y súplicas ante las que el gobernador no se quebró. Con cajas destempladas, se siguieron a la casa del jefe de armas, general Domingo Arrieta, que igual se mantuvo, y, ante la postura inflexible de las autoridades, las beatas no tuvieron más que retirarse, eso sí, profiriendo airadas amenazas. “¡Primero muertas que dejar salir a los padrecitos!” Algunos connotados de la ciudad también se acercaron pidiendo prórroga de una semana, pero Rouaix y Arrieta mantuvieron el plazo de 24 horas. El día 4 por la mañana, los sacerdotes subieron al tren escoltados por soldados al mando de Ignacio Parra. Con aspecto beatífico, llorosa y resignada, acudió la misma treintena de señoras a despedir a los sacerdotes

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que partían en el tren de Cañitas. El arzobispo Francisco de Mendoza y Herrera, ausente en ese momento del estado, también fue expulsado. “El Arzobispo no pisará más Durango” decía la prensa revolucionaria. En medio del conflicto, el cura de San Dimas, desoyendo las disposiciones oficiales, salió con el viático por las calles, acompañado de mucha gente, con velas encendidas, campanitas y toda la parafernalia. En franca actitud de rebeldía, el cura aseguraba al jefe político tener de su parte a todo el pueblo, conminándolo a no molestarlo en lo más mínimo, pues, de lo contrario, azuzaría al pueblo en su contra. Era la guerra y cada quien tenía sus armas. La vida, pues, tenía muchos renglones en todos los cuales se iban escribiendo historias: jornaleros, soldados, costureras, curas, generales, comerciantes, profesoras, músicos, y todos, haciendo cada quien lo suyo, a la sombra de la revolución. Corría febrero y Villa se preparaba para tomar Torreón. Ya para entonces su imagen era edificada con la información que los trenes y el telégrafo llevaban y traían. Con innúmeras notas similares sobre el Villa humano, se iba dejando materia para la posterior creación de la leyenda blanca de Francisco Villa. Próxima la primavera de 1914, la Agencia Informativa de la revolución en Ciudad Juárez afirmaba que el general Francisco Villa –por su cuenta– acababa de enviar a educarse a los Estados Unidos a cuatro niños a los que la lucha armada había dejado huérfanos, con la muerte de sus padres. El señor Carlos Jáuregui los acompañaría a San Louis Missouri. En febrero también se anunció la pronta circulación de los pesos acuñados en la fábrica que los generales Calixto Contreras y Severino Ceniceros tenían establecida en Cuencamé; por su cuño y por la ley de plata de los pesos, “no tendrán dificultad para su circulación”, afirmaba la prensa. Los gobiernos revolucionarios, aunque provisionales y en condiciones difíciles, como el de Rouaix, tenían que administrar la tempestad y, para ello, tenían que dictar leyes. Éstas, naturalmente, llevarían toda dedicatoria revolucionaria y en su mayoría fueron sobre los bienes de los llamados “enemigos de la revolución”. Así fue como en Durango, al igual que en Chihuahua con Villa en el gobierno, el estado asumió el control de algunas fábricas que funcionaban en manos de la oligarquía o de extranjeros. El gobier-


no de Pastor Rouaix empezó la fabricación de ropa, por su cuenta, en los talleres de La Corona, a fin de proveer a la gente de la brigada del general Domingo Arrieta, así como a las fuerzas de Calixto Contreras. A mediados de marzo, se informó que el gobierno del estado dispondría de las propiedades agrícolas e industriales cuyos dueños se hallasen fuera del mismo y no contaran en él con representantes para su explotación; se decía que éstas serían trabajadas con intervención del gobierno bajo el argumento siguiente: “la Revolución no pasará por alto este abandono de la propiedad y en provecho de ella misma la explotará”. Casi inmediatamente se anunció que, a pesar de la producción de manta obtenida en la fábrica de hilados del Tunal, que funcionaba por cuenta del gobierno, las necesidades de la población y de las fuerzas constitucionalistas no podían ser satisfechas, por lo que se pondría a funcionar la fábrica de La Concha, ubicada en Peñón Blanco. También se anunció la posibilidad de echar a andar, por cuenta del gobierno, la fábrica del Tambor establecida en Santiago Papasquiaro. Se confiaba, en ese momento, en que con El Tunal, La Concha y El Tambor se abasteciese de manta a todo el estado. En marzo, el gobierno ya no podía vender la manta, ya que la producción obtenida, rebasó su capacidad de atención a los compradores. Concesionó, entonces, la venta a algunos comerciantes. El precio oficial era de 8 pesos 50 centavos por pieza y 35 centavos por metro. El sueldo de un soldado era de 1 peso 50 centavos al día. Un hachero del ferrocarril ganaba de 1.50 a 2 pesos diarios. Próximo y seguro de tomar Torreón, a fines de marzo, Villa pedía uniformes para que “a su entrada a Torreón” sus soldados fuesen todos uniformados. Ciertamente, la necesidad de ropa no se circunscribía a las tropas sino que se ampliaba a la población en general y a los prisioneros. Y para el campo, en marzo, Pastor Rouaix lanzaba su Ley Agraria como el primer paso en firme; se hablaba “de una política radicalmente revolucionaria…” En abril y mayo, algunas haciendas de conocidos “enemigos de la revolución” fueron ocupadas por el gobierno. Una de ellas fue la de Tapias, propiedad de Juan Gurrola, “de triste memoria por su activo papel en las persecuciones que hizo la Defensa Social, de la que era uno de sus principales corifeos”. Entre otras grandes propiedades, la Ley Agraria

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buscaba fragmentar los latifundios de Santa Catalina del Álamo y la hacienda de Ramos; Rouaix conocía al dedillo aquellas grandes extensiones pues, como ingeniero que era, había realizado trabajos que le permitieron hacer la primera carta geográfica del estado de Durango. Para la aplicación de la ley, en junio se estableció la Dirección General de Agricultura. Por disposición del gobierno también, los bancos habían sido ocupados bajo inventario en el mes de febrero, esto por no haber cumplido con los plazos para abrir oficinas y reanudar operaciones. En abril, en la casa que ocupaba la sucursal del Banco Nacional, se encontraron 75 barras de plata, pertenecientes a la Compañía Minera de Basís; depositadas en la sucursal del Banco, el gerente –para su protección– mandó enterrarlas. Al ser encontradas, la Jefatura de Armas las recogió, y fueron destinadas a vestir, equipar y armar a la brigada Guadalupe Victoria. En abril se instalaron las oficinas federales de Hacienda, Telégrafos y la Administración del Timbre en la casa de Francisco Gómez Palacio, abandonada por su propietario: “uno de los más caracterizados enemigos de la revolución”. Para julio, se estaba ampliando el Instituto de Niñas, sobre la casa de Julio Bracho, ocupada por el gobierno. En La Laguna, donde el algodón había sido confiscado, la producción se ofreció en venta a comerciantes algodoneros de Houston en dos millones de pesos. El 31 de julio se declaraba que el clero duranguense no podría tener bienes raíces. Arzobispo, obispos, canónigos, presbíteros, cofrades y archicofrades quedaban impedidos de tener bienes raíces a nombre de la Iglesia. Entre los archicofrades estaban algunos conocidos personajes del poder y los negocios, como Juan Santa Marina, Antonio Gurza, Miguel Verduzco, Carlos Bracho, Julio Bracho y Ángel del Palacio. Un mes más tarde se tomó posesión de los bienes del clero y de la Compañía de Enseñanza Industrial y Científica. El Colegio Guadalupano fue desalojado. El Seminario fue destinado a cuartel de las fuerzas del general Mariano Arrieta. Al salir del Seminario, los sacerdotes sacaron aparatos y libros, que luego se recuperaron y fueron a parar a la biblioteca y laboratorios del Instituto Juárez. Otro de los acervos incautados fue la biblioteca del Casino, “tan mermada –se dijo– cuando estuvo a cargo del licenciado Antonio Gómez Palacio”.


Ésta se puso a disposición del gobierno, el que la cedió a la Biblioteca Pública. Y mientras se buscaba activar la economía para atender las necesidades impuestas por un estado de guerra, y mientras se ajustaban cuentas con “los enemigos de la revolución”, una comisión de durangueños residentes en la ciudad de México, y virtuales representantes de 500 paisanos, buscaba al general Marcelo Caraveo, cabecilla orozquista nombrado por Huerta gobernador de Durango, para ofrecerle sus servicios a fin de desalojar a las “chusmas rebeldes” que asolaban Durango “con sus crímenes y depredaciones” –decían. Con decretos no propiamente expropiatorios, la ciudad también fue revestida de revolución. En marzo, el gobernador lanzó la iniciativa para cambiar el nombre de la Calle Mayor, por el de calle del 20 de Noviembre, en memoria del inicio de la gesta de 1910. La intención era –decía el gobernador– ir borrando de las calles los nombres anticuados que sólo revelan el espíritu conservador de la población. De abril a julio se fortaleció la revolución, con las tomas de Torreón y Zacatecas, principalmente. Tomado Torreón por los revolucionarios, y tras cuatro meses de exilio, los torreonenses asilados en Durango se despidieron un día de abril, con cartas de agradecimiento a los pobladores y sus gobernantes: los ricos y los pobres, el presidente municipal y los profesores de instrucción primaria (éstos eran nueve, siete de los cuales eran mujeres) publicaron su agradecimiento. De abril a junio el gobierno fue ocupando, con mayor enjundia, propiedades urbanas y rurales, de opositores al constitucionalismo. Al mismo tiempo, se revelaron síntomas de una cierta distensión entre la población. La oferta de servicios empezó a crecer y a diversificarse, aligerado el ambiente de la tensión bélica. A la par de las costureras y pianistas, la peinadora Luz Murga empezó a ofrecer postizos a domicilio o en su casa en la calle del Rebote. María Martínez anunciaba sus lecciones de canto. La modista, viuda de Aranzubia, ofrecía trajes de novia, trenzas y peinados al estilo parisiense (y compra de pelo). Los comerciantes, quizá con menos apremio por incautaciones y saqueos hechos en nombre de la revolución, empezaron a anunciar más negocios y mercaderías. Se reabrieron cantinas y billares. El rastro municipal

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compraba ganado mayor y menor. Se ofrecían en venta marranos para cría, americanos ingleses y alemanes. Algunos negocios se anunciaban con tonos que evocaban el comercio porfiriano, reflejando la relativa confianza en que sus negociaciones no serían desvalijadas. El Jockey Club, La Sastrería del Mundo Elegante era uno de ellos; otro era La Renovadora de Trajes, cuya publicidad hacía ver que las condiciones estaban ya para usar “trajes limpios y correctamente planchados”. Calzado americano y trajes a la última moda anglo-franco-americanos. Choclos y zapatos especiales para el campo; aceites y vinagres franceses, la cerveza Cuahutémoc, dulces finos y corrientes, chicles de menta. La virtual victoria de la revolución fue aprovechada por algún comerciante para anunciar: “Antes de ir a la victoria, pase a comprar sombreros charros, constitucionalistas, de varios estilos, colores y formas.” El mercado pues, parecía reanimarse. Las diversiones seguían muy ad hoc. En abril, y para celebrar un año del gobierno provisional, se organizó un banquete en el hotel Richelieu, al que, como invitados de honor, asistieron Calixto Contreras, José Carrillo y Jesús P. Flores, además de los mandamases locales. También estuvo el vicecónsul inglés y el encargado del consulado americano. Todas las fuerzas vivas brindaron con champaña. Como les cayera un aguacero torrencial, pasaron al interior del edificio, donde se tomaron fotografías y seguramente siguieron con los tragos de licor. Con banquete y música, el 14 de julio la colonia de franceses, con su representante, el agente consular Juan Leautaud, celebró el aniversario de la toma de la Bastilla e, iniciando agosto, el general Domingo Arrieta era festejado por su onomástico con un paseo campestre. Para la gente sencilla, el Municipio reorganizó los matinés en el jardín Patoni, popularmente conocido como Las Moreras. Al poco tiempo de la derrota y exilio del “mariguano Huerta”, como le llamaba la prensa, los empleados ferrocarrileros organizaron un baile. Los empresarios del cinematógrafo recuperaron la confianza y el 12 de agosto anunciaron una función en el Teatro Victoria, con vistas relativas a la Revolución mexicana, que fueron tomadas en la ciudad de Durango, durante la visita de Venustiano Carranza.


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Empezaba la guerra en Europa y la revolución en México tomaba un curso diferente. Iniciando agosto, Domingo Arrieta se presentó ante Pastor Rouaix para pedirle la renuncia de los empleados que pertenecían al gobierno del antiguo régimen. Rouaix se disgustó y presentó su renuncia de inmediato. Septiembre 2 fue el último día en que apareció el periódico El Demócrata.


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r e v i s ta d e h i s t o r i a d e l a u n i v e r s i d a d j u á r e z d e l e s ta d o d e d u r a n g o

La Revista de Historia de la Universidad Juárez del Estado de Durango tiene como objetivo la difusión de resultados originales de investigación, principalmente en el área de la historia de la región norte de México. La publicación busca establecer lazos de interés y de comunicación entre los investigadores de estudios regionales, y entre éstos y los estudiantes de Historia y disciplinas afines. Busca igualmente llegar a lectores interesados en la Historia, más allá de las instituciones académicas. Los trabajos enviados a la Revista de Historia de la UJED deben ser textos académicos inéditos y producto de investigaciones originales. Los textos recibidos son sometidos a un proceso de arbitraje doble ciego, realizado mayoritariamente por evaluadores externos al IIH, expertos en la temática del texto a evaluar. El proceso de arbitraje puede llevar una o dos vueltas de revisión, según criterio del árbitro en cuestión. Los trabajos publicados son los que, cumpliendo con los requisitos establecidos por la Revista, son evaluados favorablemente por los árbitros.

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Después de arbitrados los trabajos y atendidas las observaciones formuladas en el dictamen, los autores deberán entregar la última versión, acompañada de un resumen del texto a publicar en español y un resumen en inglés e incorporar las palabras clave que identifiquen el contenido del texto, también en ambos idiomas. Toda correspondencia y colaboraciones deberán enviarse a las siguientes direcciones electrónicas: históricas@yahoo.com.mx Con atención a: Mtra. Ma. Guadalupe Rodríguez López / guadaluperl@yahoo.com Editora Responsable


n o r m a s pa r a l o s c o l a b o r a d o r e s

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Requisitos para colaborar en la Revista de Historia de la Universidad Juárez del Estado de Durango 1.

Los autores deberán enviar un manuscrito con el artículo en Microsoft Word o un programa compatible, adjuntando en otro archivo y en formato JPG las ilustraciones, mapas, y/o cuadros relacionados con el trabajo. El envío se realizará al correo electrónico del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Juárez del Estado de Durango. historicas@yahoo.com.mx

3.

Los manuscritos deben presentarse impresos por una sola cara en formato tamaño carta con márgenes de 3 cm por los cuatro lados. Se recomienda el uso del mismo tipo de letra tanto para el texto como para las notas a pie de página.

4.

Las notas a pie de página deben estar numeradas y escritas a un espacio. Al final del trabajo se deberá incluir la bibliografía consultada.

5.

Las palabras escritas en otros idiomas deben ir en cursiva cada vez que se citen, e incluir su traducción en el texto o en una nota a pie de página.

6.

Las citas originales en inglés (u otro idioma) deben ser traducidas al español, toda vez que el artículo se solicita en este idioma

7.

En la Revista de Historia de la UJED se trata de disuadir el uso de la primera persona del singular y del plural tanto en el texto como en las notas a pie de página. Se recomienda la forma reflexiva como sustituto de la primera persona.

8.

Para la utilización de las notas a pie de página, sírvase consultar el Chicago Manual of Style, 14a edición, y el Webster’s New World Dictionary, 3a edición.

10. Todos los artículos deben ir acompañados de un resumen en español y otro en inglés, con un máximo de 250 palabras. 11. Todos los trabajos deben incluir palabras clave en español y su correspondiente traducción al inglés.

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2. La extensión de cada manuscrito no excederá las 40 páginas escritas a doble espacio incluyendo las notas a pie de página, con letra Times New Roman de 12 puntos. Es condición necesaria la inclusión de una ficha curricular breve del autor o los autores del trabajo.


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