Revista Haucaypata Nro. 13. 2018

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ISSN: 2221-0369

Año 7- número 13

Lima - febrero 2018


Director y editor Rodolfo Monteverde Sotil Comité editorial José Merrick / Alvaro Monteverde Sotil / Roberto Jordán / Jean Valdez / Alexis Nagy Difusión Mayra Delgado Valqui Diseño y diagramación Ernesto Monteverde P. A. / Isabel Mansilla Fotografía de la carátula Niños jugando. Foto tomada por Rodolfo Monteverde Sotil en 2017, Cuzcudén, Cajamarca Fotografías del índice en español, editorial e índice en inglés: Escolares del colegio de primaria / Ollero / Anciana dirigiéndose a su cocina. Fotos tomadas por Rodolfo Monteverde Sotil en 2017, Cuzcudén, Cajamarca. Lámina de la relación de colaboradores: Chacarero, 1921, Manuel Pantigoso Las opiniones vertidas en los artículos publicados en esta revista son de entera responsabilidad de cada autor. La revista no se hace responsable por el contenido de los mismos. © Prohibida la reproducción total o parcial de la revista sin el permiso expreso de su director

Revista Haucaypata, investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo Año 7. Número 13, febrero 2018 Publicación cuatrimestral ISSN: 2221-0369 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2011-00350 LATINDEX: 22532 Hecho por computadora Jr. La Libertad 119 Santa Patricia, La Molina. Lima-Perú https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/ revistahaucaypata@gmail.com Todos los derechos reservados


Dedicatoria A la memoria de Erik Maquera Beverley Meddens


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Índice Editorial

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Relación de colaboradores

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La ocupación Inca del valle de Acarí Lidio M. Valdez

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Ñaupallacta, un poblado prehispánico de patrón local e Inca. Cuenca alta del rio Acarí, Ayacucho Marco Taquiri González y Apu Mendoza Pariona

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Avances de las investigaciones interdisciplinarias en Machupicchu José Bastante Abuhadba y Alicia Fernández Flórez

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Una aproximación bibliográfica a la zona arqueológica de Choquequirao, Cuzco Gori-Tumi Echevarría López y Eulogio Alccacontor Pumayalli

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Los caminos incas de Pampa Carachi, nuevos hallazgos. Salta, Argentina Christian Vitry

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Los tofet fenicio-púnicos y los sacrificios de infantes en los montes del sur de Cerdeña María Constanza Ceruti

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Normas editoriales

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Editorial La revista peruana Haucaypata, investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo se enfoca en los estudios arqueológicos e interdisciplinarios del incanato, realizados en el Perú y Suramérica. La revista nació con la intención de cumplir tres objetivos que todo arqueólogo y profesional debe proponerse en su carrera: investigación, difusión y protección de su patrimonio cultural. Objetivos que hemos mantenido desde el 2011 cuando publicamos el primer número de la revista. Con motivo de nuestro sétimo aniversario les presentamos el número 13, que contiene seis artículos. La expansión y asentamiento inca han sido tratados, respectivamente, por el reconocido arqueólogo Lidio Valdez y por los jóvenes Marco Taquiri y Apu Pariona. El primero de ellos estudia las diversas aristas y peculiaridades de la conquista cuzqueña del valle iqueño de Acarí. Mientras que los nóveles arqueólogos peruanos analizan las características arquitectónicas de Ñaupallacta, localizado en la cuenca alta del río Acarí en Ayacucho. De Cuzco, otrora capital del Tahuantinsuyo, nos ha llegado dos importantes artículos. Uno de ellos, escrito por José Bastante y Alicia Fernández, nos relata los recientes trabajos arqueológicos efectuados en Machupicchu. El otro, cuya autoría corresponde a GoriTumi Echevarría y Eulogio Alccacontor, expone una resaltante y contundente referencia bibliográfica sobre Choquequirao. De Argentina también hemos recibido dos artículos, escritos por Christian Vitry y Constanza Ceruti. El primero comenta sobre las evidencias arqueológicas de un tramo de camino inca descubierto en Pampa Carachi, Salta. Mientras que la autora propone análisis comparativos sobre sacrificios de niños en épocas incas, estudiando el caso de los tofet, localizados en las montañas de Cerdeña. Como dijimos la revista ha cumplido siete años, tiempo en el cual hemos publicado 13 números. Tenemos planeado editar para fines de este año el número 14. De esta manera pronto habremos divulgado, de manera gratuita, casi 100 artículos de temática inca. Esperamos seguir contando con nuestros críticos lectores y con los autores que hacen posible la revista. Asimismo, agradecemos a quienes nos apoyan, de una u otra manera, con la edición. No queremos despedirnos sin antes invitarlos a participar con sus textos académicos para el próximo número y otros que vendrán con el tiempo. Convocatoria abierta para estudiantes y profesionales de arqueología y carreras afines, nacionales e internacionales. Gracias, con aprecio Rodolfo Monteverde Sotil Editor y director


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Colaboradores Eulogio Alccacontor Pumayalli Arqueólogo, Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco José Bastante Abuhadba Director del Programa de Investigaciones Arqueológicas e Interdisciplinarias en el Santuario Histórico de Machupicchu de la DDC-Cusco Constanza Ceruti Licenciada en Antropología. Doctora en Historia. Investigadora del CONICET. Profesora titular en la Universidad Católica de Salta, Argentina Gori-Tumi Echevarría López Arqueólogo, Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM)/ Asociación Peruana de Arte Rupestre (APAR) Alicia Fernández Flórez Arqueóloga del Programa de Investigaciones Arqueológicas e Interdisciplinarias en el Santuario Histórico de Machupicchu de la DDC-Cusco Apu Mendoza Pariona Bachiller en Arqueología. Universidad Nacional San Luis Gonzaga Marco Taquiri González Bachiller en Arqueología. Universidad Nacional San Luis Gonzaga Lidio M. Valdez Arqueólogo, PhD. Department of Anthropology, Economics and Political Science, MacEwan University, Canada. Proyecto Arqueológico Acarí Christian Vitry Arqueólogo. Universidad Nacional de Salta. Facultad de Humanidades. Proyecto CIUNSa Nro. 2108/0. Director del Programa Qhapaq Ñan–Salta. Dirección General de Patrimonio Cultural

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La ocupación Inca del valle de Acarí Lidio M. Valdez lidio9@yahoo.es

Resumen ¿Cómo fue que el estado Inca logró instituir una amalgama de diversidades al establecer el Tahuantinsuyo? En esta breve exposición discuto el caso de la diversidad del estado Inca teniendo como punto de referencia al valle de Acarí de la costa sur del Perú. La respuesta a la interrogante parece ser, primero, la situación que los incas encontraron en una determinada región, y, segundo, la particular respuesta que implementaron para un caso específico. Más allá de la corta duración del estado Inca, que no permitió una asimilación satisfactoria de los pueblos conquistados, el Tahuantinsuyo parece haber sido diseñado para mantener la diversidad cultural de estos pueblos. Palabras claves: Tahuantinsuyo, costa sur, valle de Acarí, diversidad y flexibilidad. Abstract How did the Inca state establish a great amalgam of diversity? In this brief discussion, I address the issue of diversity within the Inca state taking the case of the Acarí Valley as an example. The answer to the above question appears to be, first, the particular situation encountered by the Inca state in a conquered region, and second, the specific measures implemented by the Inca state for a particular situation. Beyond the short period of duration of the Inca state, which did not allow the successful assimilation of the conquered peoples, the Inca state appears to have been designed to maintain diversity. Keywords: Tahuantinsuyo, South Coast, Acarí Valley, diversity and flexibility. Introducción El valle de Acarí de la costa sur del Perú, al igual que otros valles de la región, fue incorporado al dominio Inca de forma pacífica. La fecha exacta de esta incorporación permanece incierta. De acuerdo a los cronistas españoles citados por Menzel (1959: 126) en su obra maestra de 1959, el valle de Chincha habría sido incorporado al dominio Inca en 1476. Para el caso de la conquista del valle alto de Cañete ocupado por los Lunahuaná, se sostiene que se dio en 1450 (Marcus 2017: 177), mientras que los Guarco del valle bajo de Cañete habrían sido finalmente sometidos por las fuerzas del estado Inca en 1470 (Marcus 2017: 179). Teniendo como puntos de referencia estas tres fechas y considerando que la incorporación de Acarí se dio durante la ocupación cuzqueña de la costa sur, es posible que este importante proceso se realizó aproximadamente entre 1450 y 1470. En Acarí, la administración Inca llegó a

establecer Tambo Viejo para cumplir funciones tanto administrativas como la de tambo, considerando que el camino real Inca que atravesó la región costera pasó por el valle de Acarí. En este reporte mi objetivo central es discutir el impacto Inca en el valle de Acarí. Partiendo del supuesto, por un lado, que las poblaciones que ofrecieron fuerte resistencia a la expansión Inca una vez conquistadas sufrieron drásticas consecuencias, como fue el caso de los Guarco y, por otro lado, que las poblaciones que aceptaron la diplomacia como mecanismo de incorporación al control Inca por lo general lograron mantenerse sin sufrir cambios drásticos, discuto el caso específico de Acarí sobre la base de las evidencias que se disponen por el momento. En la medida que nuevas evidencias salgan a la luz es posible que algunas ideas consideradas aquí sean modificadas. El estado Inca y la costa sur del Perú Si las fechas arriba consideradas son correctas,

VALDEZ, Lidio M., 2018. La ocupación Inca del valle de Acarí. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 13: 6-15. Lima.


Lidio M. Valdez La ocupación Inca del valle de Acarí

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Figura 1. Mapa de ubicación de los sitios del periodo Inca del valle de Acarí. Preparado por Lidio Valdez 2004.


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y considerando que en 1534 toda forma de gobierno establecido por la administración Inca habría llegado a su fin con la llegada de los españoles, la ocupación Inca de Acarí fue muy corta, apenas algo de 50 años. En efecto, pobladores de Acarí que fueron testigos de la llegada Inca posiblemente también llegaron a ver como toda forma de autoridad establecida por los cuzqueños llegó a desintegrarse. En otras palabras, la ocupación Inca no fue lo suficientemente larga como para asimilar de manera satisfactoria a una población que había aceptado el control Inca sin resistencia alguna. Por su puesto, durante un tiempo similar, el estado Inca si logró modificar por completo la situación que halló en el valle de Cañete (Hyslop 1985 y Marcus 2017). Por lo tanto, para comprender las variaciones existentes entre un caso y otro se hace necesario

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tener en consideración la forma como la llegada Inca fue recibida en una determinada región. Desde nuestra perspectiva actual, parece que para el estado Inca fue relativamente más fácil imponer cambios drásticos sobre una población que se aferró a mantener su autonomía y soberanía (D’Altroy 2003: 207), como fue el caso de los Guarco de Cañete (Hyslop 1985). Mientras tanto, imponer cambios similares a una población que acepto la vía pacífica, y en consecuencia aliada, no fue tan simple. En muchos casos las poblaciones que fueron incorporadas al control Inca sin resistencia alguna habrían sido dejadas intactas y generalmente bajo el comando de autoridades también locales. En situaciones como ésta, poblaciones “conquistadas” al parecer no tuvieron otra alternativa sino continuar funcionando en la forma como lo vinieron haciendo antes de la conquista. De lo mencionado hasta aquí, estas serían

Figura 2. Sitio arqueológico de Otapara. Fotografía de Lidio Valdez 2014.


Lidio M. Valdez La ocupación Inca del valle de Acarí

las principales razones por las que los diversos pueblos que en última instancia formaron parte del Tahuantinsuyo fueron afectados de manera diversa por la administración Inca. Sin embargo, es preciso anotar que no todos los pueblos incorporados al control Inca vía mecanismos diplomáticos fueron tratados de la misma forma. Al analizar la ocupación Inca de la costa sur, Menzel (1959) demostró la existencia de diferencias significativas entre todos los valles de dicha región, no obstante que la costa sur en conjunto habría sido conquistada de forma pacífica. Por ejemplo, en el valle de Chincha, la administración Inca aprovechó la existencia de un gobierno centralizado y de su centro de administración (La Centinela) para ejercer su gobierno (Morris y Santillana 2007: 135-136 y Menzel 1959: 129); mientras tanto, en el valle de Acarí, donde no había un gobierno comparable al de Chincha, la administración Inca se vio en la necesidad de establecer un nuevo centro, en este caso Tambo Viejo (Menzel y Riddell 1986). De lo comentado resalta que, además de la forma como se dio la incorporación de una población, situaciones específicas encontradas por los Inca en cada una de las regiones conquistadas también fueron tomadas en consideración, posiblemente en un esfuerzo por establecer una forma de gobierno eficiente. Esto implica que la administración Inca prestó atención a los mínimos detalles, incluido al tamaño de la población local, forma de gobierno existente, recursos disponibles, entre otros. Puesto en conjunto estas consideraciones, el impacto Inca sobre las poblaciones incorporadas al control del estado Inca tenía que ser variado. A mi juicio, el Tahuantinsuyo, que fue “la gran amalgama de unidades que se diferenciaron en tamaño, costumbres, estructura política y a menudo en lenguaje” (Morris y Thompson 1985: 24), fue la suma de estas variables, consideradas hasta aquí en forma resumida. El estado Inca en el valle de Acarí Así como anoté en la sección anterior, la conquista Inca del valle de Acarí resultó en el establecimiento de Tambo Viejo (Menzel, Riddell y Valdez 2012). Al tiempo de la llegada Inca, el tamaño de la población local de Acarí parece haber sido bastante modesta y como tal insuficiente como para ofrecer una resistencia

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satisfactoria al ejercito cuzqueño (figura 1). La mayoría de la población local posiblemente estaba concentrada en Sahuacarí (Menzel 1959: 130), asentamiento establecido en la pendiente de un cerro, pero manteniendo acceso directo hacia la sección agrícola más fértil del valle, el valle medio. Aproximadamente 10 Km valle arriba estaba el asentamiento de Otapara, pero de tamaño mucho menor que Sahuacarí. Entre estos dos asentamientos estaba un tercero, Lucasi, que parece haber sido el más pequeño. Es posible que otros asentamientos más pequeños hayan existido en otras secciones del valle, pero la población total presente en todo el valle parece no haber sido extensa. La ubicación de Sahuacarí y de Otapara, sin embargo, merece especial atención. Otapara (figura 2) fue construido sobre una plataforma natural, próxima al valle, pero a su vez en un lugar desde donde se podría ofrecer alguna resistencia de orden militar. Por su parte, Sahuacarí (figura 3) fue establecida en la pendiente de un cerro que da hacia el valle. El material de construcción fue canteado del mismo cerro, de tal modo que el sitio no es necesariamente visible, especialmente desde la distancia es difícil distinguir sus estructuras. Además, el contorno del asentamiento está protegido por varios muros y todo parece sugerir que Sahuacarí fue establecido para una posible resistencia a alguna invasión foránea. Es viable que la población de Acarí se mantuvo informada de lo que venía sucediendo en los valles vecinos, especialmente al norte con los Guarcos; una población que desconocía la capacidad del ejercito Inca tal vez tuvo en consideración dar resistencia al avance Inca en un intento de mantener su autonomía. Siguiendo este razonamiento, se puede sostener que la eventual toma del valle de Nazca por el ejército Inca posiblemente trajo abajo toda posibilidad de resistencia. Considerando que la población local fue reducida, Menzel (1959) sostiene que emplear la terminología ‘conquista’ no es la correcta, puesto que Acarí posiblemente nunca fue conquistado. Lo que se dio en este valle parece que fue una situación donde la población local no tuvo otra alternativa que dar la bienvenida a los diplomáticos Inca y aceptar sus condiciones, que al parecer no fueron tan drásticas ya que el impacto cuzqueño sobre la población local fue muy superficial. Esto es lo que se percibe en la cultura material. Tal como se discute en otro trabajo (Menzel,


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Figura 3. Sitio arqueológico de Sahuacarí. Fotografía de Lidio Valdez 2014.

Figura 4. Plano del centro administrativo Inca de Tambo Viejo. Preparado por Benjamín Guerrero 2017.

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Lidio M. Valdez La ocupación Inca del valle de Acarí

Riddell y Valdez 2012), el estado Inca ordenó la construcción de Tambo Viejo en Acarí (figura 4). Si bien el centro fue erigido siguiendo un diseño Inca, no cabe duda que sus constructores fueron los mismos pobladores locales de Acarí. La forma como las estructuras fueron construidas, generalmente de pirca (figura 5) y sin los detalles resaltantes de las estructuras propiamente Inca, como son las puertas y nichos trapezoidales, indica que los constructores locales tuvieron la libertad de llevar adelante el proyecto de una forma que ellos conocían. En otras palabras, Tambo Viejo es un excelente ejemplo donde se observa, por un lado, el poder del estado Inca para ordenar a la población local realizar el ambicioso proyecto, y, por otro lado, la libertad de la población local para ejecutar la orden siguiendo sus propias formas constructivas. Una vez que Tambo Viejo fue establecido y puesto en funcionamiento, parece que los asentamientos encontrados en el valle por los Incas siguieron siendo ocupados. Sin embargo, el estado Inca fue capaz de reubicar a algunas familias en las inmediaciones de Tambo Viejo

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(Menzel 1959: 131), tal vez con el objetivo de proveer apoyo al centro Inca. Por su puesto, las tareas de administración ejecutadas desde Tambo Viejo muy posiblemente fueron llevadas adelante por personal local, quienes habrían sido convertidos en funcionarios del incanato. De ser así, las familias reubicadas a las inmediaciones de Tambo Viejo posiblemente fueron familiares de los funcionarios locales quienes venían trabajando para el estado Inca. La influencia Inca en el valle de Acarí Aparte de la reubicación de un número reducido de la población local hacia las inmediaciones de Tambo Viejo, el impacto Inca sobre la población local fue limitado. Esto es lo que se puede advertir teniendo en consideración la cultura material. No obstante que el volumen de material Inca, como la cerámica, que llegó al valle de Acarí fue muy limitado, los artesanos locales lograron acceder a una variación de motivos decorativos que una vez modificados fueron plasmados en la cerámica producida en el valle durante el tiempo de la ocupación cuzqueña. Previa a la llegada Inca, los motivos decorativos fueron menos

Figura 5. Estructuras de pirca de Tambo Viejo. Fotografía de Lidio Valdez 2017.


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Figura 6. Cerámica del periodo Inca proveniente de Tambo Viejo. Fotografía de Lidio Valdez 2017.

diversos. Por lo tanto, lo que se observa en Acarí es un enriquecimiento de la alfarería local, que obviamente continuó siendo manufacturada, siguiendo los mismos parámetros locales. Es decir, la pasta y el acabado de la cerámica fue la misma; los cambios se aprecian solo en los diseños (Menzel y Riddell 1986). Aparte de los motivos, los alfareros locales también empezaron a imitar algunas formas de las vasijas Inca (figura 6). Otras formas, como es el caso específico del kero, de lo que se conoce, no fueron imitados. Las razones son desconocidas, pero podría ser el caso que los keros Inca tal vez no llegaron a este valle. Estando las tareas administrativas locales en manos de personal local tal vez no fue necesario disponer de materiales de servicio foráneos, y esta sería una posible razón. De ser así, los alfareros locales tal vez nunca llegaron a ver un kero Inca; si la población local hubiera llegado a verlos, es posible que éstos también hayan sido imitados, pero parece que esto nunca se dio. Aquí es

oportuno recordar que la ocupación Inca tuvo corta duración. Es posible, a su vez, que el estado Inca no priorizó la asimilación de las poblaciones que aceptaron ser aliados Inca. Mientras la población local funcionó a satisfacción del estado Inca, no habría la necesidad de efectuar cambios inmediatos, que de otro modo pudo tal vez alterar el funcionamiento local. Lo aquí sostenido no implica que el estado Inca dejó a la población local libre de todo. El incanato mantenía control sobre ella, sea cual fuese la forma como esta fue incorporada. En efecto, el estado Inca parece que invirtió considerable esfuerzo en implantar su ideología en la población local. En Acarí la presencia de un centro de la magnitud de Tambo Viejo, incomparable a cualquier establecimiento local, implicó de inmediato el poder de quienes llegaron desde afuera. Dicho poder se expresó, además, en las actividades que se efectuaron en Tambo Viejo. Por ejemplo, contaba con espacios amplios (plazas) establecidos para congregar una numerosa población y a quienes


Lidio M. Valdez La ocupación Inca del valle de Acarí

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Figura 7. Posible ushnu Inca asociado a una plaza. Fotografía de Lidio Valdez 2017.

se les podía hacer llegar mensajes de manera directa. Al mismo tiempo, Tambo Viejo disponía de estructuras del todo desconocidas a la población local. Este es el caso de un largo montículo establecido al lado este de la plaza más extensa de Tambo Viejo, la misma que posiblemente fue un ushnu Inca (figura 7). Dicha estructura, en asociación a la plaza, posiblemente fue establecida con la finalidad de transmitir la ideología Inca a la población local. A su vez, el posible ushnu y la plaza estaban asociados al camino Inca que conectó Tambo Viejo con el valle de Jaquí por el sur y el valle de Nazca por el norte (Von Hagen 1955). Con esto, la población del valle de Acarí, que si bien ya mantenía contacto con los valles vecinos, especialmente con los del norte, ingresó a una red más amplia de interacción tal vez nunca vista hasta entonces en la región. Aunque por el momento es difícil percibir el grado de influencia Inca, existe la posibilidad que la población local fue expuesta a nuevas ideas y conceptos foráneos. Durante mi reciente visita al sitio de Otapara encontré cerca a la cima de la plataforma natural un grupo de tres illas (también conocidas como conopas) que representan camélidos. Dos de ellas habían sido talladas en madera y

la tercera en piedra (figura 8), y habían sido colocadas juntas cerca a una roca. Se conoce que las illas fueron artefactos asociados con los rituales de los camélidos y al parecer era una práctica vinculada a los incas. La presencia de las illas en Otapara es otra instancia que sugiere el interés del estado Inca en transmitir sus conceptos e ideales hacia la población local. Comentario final De lo discutido hasta aquí, son varias las razones por las que el Tahuantinsuyo terminó siendo lo que fue: una unidad compuesta por una diversidad (Malpass 1993: 2 y Malpass y Alconini 2010: 3). La diversidad fue resultado de las diversas circunstancias locales encontradas por el estado Inca y las variadas respuestas implementadas por el estado Inca. Tal como se aprecia en el caso de la costa sur, incluso una región que aceptó una incorporación pacífica terminó siendo afectada de manera diversa. Lejos de establecer el mismo tipo de gobierno, lo que caracterizó a los incas fue su flexibilidad, en algunas circunstancias incluso adaptándose a condiciones locales particulares. Por último, el empleo de conceptos como Imperio y Estado, que para muchos implica homogeneidad, hace difícil apreciar en su real dimensión


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Figura 8. Illas provenientes de Otapara. La primera en piedra y las otras dos talladas en madera. Fotografía de Lidio Valdez 2014.

a formaciones socio-políticas del pasado. En la medida que se viene aprendiendo más de dichas antiguas culturas, como el estado Inca, nuestra perspectiva va cambiando, a tal punto que para el caso del Tahuantinsuyo ya existe cierto consenso que éste fue heterogéneo. Agradecimientos Los trabajos de investigación arqueológica en Tambo Viejo se efectúan con el apoyo de una beca otorgada al autor por la Social Sciences and Humanities Research Council of Canada. El plano del sitio fue elaborado por Gerson Cabello y el dibujo final por Benjamín Guerrero. En el campo se contó con la asistencia de Martín Roque, Sarita Romero, Katherinne Aylas, Miguel Ángel Liza y Willy Alarcón. Bibliografía

Cuzco, Cañete, Lunahuaná, Perú. British Archaeological Reports, International Series 234. Oxford. MALPASS, Michael, 1993. Variability in the Inca state: embracing a wider perspective. In Provincial Inca: Archaeological and Ethnohistorical Assessment of the Impact of the Inca State: 234-244. Michael Malpass (Editor). University of Iowa Press. Iowa City. MALPASS, Michael y Sonia ALCONINI, 2010. Provincial Inca studies in the twenty-first century. In Distant Provinces in the Inca Empire: toward a deeper understanding of Inca imperialism: 1-13. Michael Malpass y Sonia Alconini (Editors). University of Iowa Press. Iowa City. MARCUS, Joyce, 2017. The Inca conquest of Cerro Azul. Ñawpa Pacha 37 (2):175-196.

D’ALTROY, Terence, 2003. The Incas. Blackwell Publishing. Malden.

MENZEL, Dorothy, 1959. Inca occupation of the south coast of Peru. Southwestern Journal of Anthropology 15: 125-142.

HYSLOP, John, 1985. Incahuasi – The New

MENZEL, Dorothy y Francis RIDDELL, 1986.


Lidio M. Valdez La ocupación Inca del valle de Acarí

Archaeological Investigations at Tambo Viejo, Acari Valley, Peru 1954. California Institute for Peruvian Studies. Sacramento. MENZEL, Dorothy; RIDDELL, Francis y Lidio VALDEZ, 2012. El centro administrativo Inca de Tambo Viejo. Arqueología y Sociedad 24: 403436. MORRIS, Craig y Donald THOMPSON, 1985. Huánuco Pampa: an Inca city and its Hinterland. Thames and Hudson. London. MORRIS, Craig y Julian SANTILLANA, 2007. The Inca transformation of the Chincha capital. In Variations in the Expression of Inca Power: 135-163. Richard Burger, Craig Morris and Ramiro Matos Mendieta (Editors). Dumbarton Oaks. Washington, D.C. VON HAGEN, Victor, 1955. Highway of the Sun. Duel. Sloan and Pearce. New York.

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Ñaupallacta, un poblado prehispánico de patrón local e inca. Cuenca alta del rio Acarí, Ayacucho Marco Taquiri González marco.takiri@gmail.com Apu Mendoza Pariona apumendozapariona@gmail.

Resumen Se presentan datos obtenidos en trabajos de exploración arqueológicos efectuados en Ñaupallacta, un poblado con arquitectura prehispánica tardía, ubicado en la cuenca alta del rio Acarí, departamento de Ayacucho. Se hicieron estudios sobre la distribución espacial de la arquitectura, que condujeron a plantear la hipótesis de la existencia de un poblado con rasgos arquitectónicos inca, siguiendo los conceptos básicos de la época anterior, posiblemente rukana. Este sitio muestra en su planeamiento una forma singular de ordenamiento espacial, caracterizado por la adaptación de la arquitectura al relieve accidentado del lugar. Palabras claves: Ayacucho, Ñaupallacta, rukana, Inca. Abstract We present data obtained in archaeological exploration works carried out at the site of Ñaupallacta, a town that has late prehispanic architecture, located in the upper basin of the Acarí River, department of Ayacucho. Studies were made on the spatial distribution of architecture, which led to the hypothesis of the existence of a village with Inca architectural features, following the basic concepts of the previous era (possibly rukana). This site shows in its planning a singular form of spatial ordering, characterized by the adaptation of the architecture to the rugged relief of the place. Keywords: Ayacucho, Ñaupallacta, rukana, Inca. Introducción Las fuentes documentales, entre ellas las crónicas y principalmente los estudios etnohistóricos, nos informan sobre la presencia inca en el territorio de la macroetnia rukana. Según Luis de Monzón (1881 [1586]), corregidor de los antiguos territorios rukana-soras, este espacio comprende las altas planicies de la actual provincia de Lucanas y las lomas de la vertiente occidental de los Andes, y corresponde a distintos pisos ecológicos, claramente zonas de fácil transición y comunicación natural, favorable para una complementariedad ecológica (Murra 2002). Recientes estudios arqueológicos han confirmado la ocupación inca de esta región (Cavero 2010 y Meddens y Schreiber 2010). El objetivo de este artículo es presentar los

resultados iniciales de nuestra investigación sobre la planificación prehispánica en Ñaupallacta. Los datos que se presentan provienen de los trabajos arqueológicos de campo realizados en este sitio; en los cuales se ejecutó una prospección intensiva en Ñaupallacta y sus alrededores con el objetivo de identificar la arquitectura y los rasgos culturales prehispánicos. Los resultados iniciales nos confirman la existencia de un poblado prehispánico con arquitectura rukana e inca. Ñaupallacta Geográficamente se ubica en la margen derecha del rio Ñaupallacta, en la cuenca alta del rio Acarí. Políticamente está dentro de la jurisdicción del distrito de San Pedro, provincia de Lucanas, departamento de Ayacucho. El sitio se emplaza

TAQUIRI GONZÁLEZ, Marco y Apu MENDOZA PARIONA, 2018. Ñaupallacta, un poblado prehispánico de patrón local e Inca. Cuenca alta del rio Acarí, Ayacucho. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 13: 16-33. Lima.


Marco Taquiri González y Apu Mendoza Pariona Ñaupallacta, un poblado prehispánico de patrón local e Inca. Cuenca alta del rio Acarí, Ayacucho

sobre una cadena de promontorios y colinas que se extienden en una planicie aluvial delimitada por los tributarios del rio Acarí, ríos Ñaupallaqta y San Pedro, cuya geomorfología está compuesta por rocas graníticas de origen ígneo que afloran en la superficie. Ñaupallacta se ubica a 3409 msnm, que corresponde a la eco-zona definida como Bosque Seco Montano Bajo (Tossi 1960) o región Quechua (Pulgar Vidal 1967). Asimismo, se asienta en el límite superior de la región quechua, un “geosistema de transición” (Dollfus 1981), es decir entre el frío de las punas y el templado de la quebradas. Antecedentes de Investigación Información etnohistórica *Pedro Cieza de León (1880: 178 [1553: Cap. XLVII]). Relata cronológicamente la incursión de Inca Yupanqui (Pachacutec) en territorio chanca y la guerra que tuvo contra los soras, así como el inicio de la ocupación inca de la zona: “El rey salió de allí y anduvo hasta la provincia de Andaguaylas, a donde le fue hecho solemne recebimiento y estuvo allí algunos días, determinando si iría a conquistar a los naturales de Guamanga, o Xauxa, o los Soras y Rucanas; mas después de haber pensádolo, con acuerdo de los suyos determinó de ir a los Soras. Y saliendo de allí, anduvo por un despoblado que iba a salir a los Soras, los cuales supieron su venida y se juntaron para se defender. Había enviado Inga Yupangue capitanes con gente por otras partes muchas a que allegasen las gentes a su servicio con la más blandura que pudiesen y a los soras envió mensajeros sobre que no tomasen armas contra él, prometiendo de los tener en mucho sin les hacer agravio ni daño; mas no quisieron paz con servidumbre sino guerrear por no perder la libertad. Y así, juntos unos con otros tuvieron la batalla, la cual, dicen los que tienen de ello memoria, que fue muy reñida y que murieron muchos de ambas partes, mas quedando el campo por los del Cuzco […]”. *Pedro Pizarro (2013: 160 [1571]). Describe el camino de “unión a los llanos” como una vía importante que comunica la región de Nazca con las altas planicies de Lucanas: “Subido pues Hernando Pizarro, como digo, por la Nazca a una provincia que se llama Soraz [Soras], de aquí fue por muchos despoblados y exquisitos caminos, por que Almagro no supiese donde

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iba, a causa de que no le tomase algunos pasos y le aguardase en ellos; también por desechar dos ríos grandes que se llaman Abancay y Aporima; estos ríos van a la Mar del Norte”1. *Cristóbal de Albornoz (en Duviols 1967 [1584]). Entre los años 1570-1577 efectuó una visita a los antiguos repartimientos de los Rukanas y Soras en el proceso de “extirpación de idolatrías”. *Luis de Monzón (1881b: 204 [1586]). Jiménez de la Espada publicó la visita realiza por Luis de Monzón, quien por instrucciones del Rey Felipe II de España efectuó la “Descripción de la tierra del repartimiento de los Rucanas Antamarcas”. En ella describe el área geográfica y las tradiciones culturales de los rukana. Monzón pone de manifiesto la función que tuvieron los rukanas de ser cargadores de la litera del inca: “Los indios de este repartimiento con los de Atunrukana, se ocupan en traer al inga y llevarle por toda esta tierra donde él quería ir, en unas andas, y así lo llamaban pies del inga”. Gracias a esta función lograron distinción y privilegio: “y respecto desto los quiso mucho [el inca] y les dio la más galana guaraca por señal, que traen en la cabeza, que es blanca y colorada”. *José de Acosta (2003: 395 [1590]). Indica que los rukana fueron cargadores del inca: “De cada provincia le traían lo que en ella había escogido: de los lucanas, con anderos para llevar su litera […]” *Garcilaso de la Vega (1945: 13 y 169 [1609]). Informa el número de la población rukana y la función de ser anderos del inca: “quinze mil vezinos, gente ganada y bien dispuesta. Los cuales, en llegando a edad de veinte años, se ensayaban a traer las andas [del inca] a sesgas”. Agrega que la provincia de los rukana estaba dividida en dos parcialidades: Rucana y Hatun - Rucana (Rucana la grande), y estaba poblada por: “gente hermosa y bien dispuesta, las cuales redujo [Inca Roca] con mucho aplauso de los naturales”. *Santa Cruz Pachacuti (1993: 221 y 265 [1613]). Según el cronista el inca Pachacutec incursionó en el territorio de los chancas conquistando las etnias que formaban parte de la Confederación Chanka: “y en el entretanto el dicho Pachacuti Ynga Yupangui les conquista a toda la provinciade los Angaraes y Lucanas y Soras […]”. 1 El cronista y soldado Pedro Pizarro, relata el desplazamiento de Hernando Pizarro, que seguía a las tropas almagristas por esta ruta, previa a la guerra de Las Salinas.


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Durante el episodio de la guerra entre Huáscar y Atahualpa, Santa Cruz Pachacuti detalla la función especial de los rukana de ser cargadores de la litera del inca Huascar: “y assi quando estaban todos los orejones turbados entra Quisquis y Rumi Ñahui y Ocumari. Al fin los derriban a los camauatas y Lucanas, cargadores del ynga, y assi los prende y gana el cuerpo del Guascar Ynga Inti Cussi Guallpa [Huascar], llevándoles presso a Sallcantay”. *Guaman Poma de Ayala (1980: 304 [1615]). Describe la geografía y los pueblos que formaban parte de la macro etnia rukana. Además, describe una serie de tambos y caminos que existieron en la región de Ayacucho, también se refiere a los puentes de criznejas de Soras y Aucará. Guaman Poma escribe sobre un episodio de la conquista de Huayna Cápac a la región de Quito y algunas provincias del norte del imperio: “Como el ynga pelea con su enemigo de encima de las andas. Tira con piedras de oro fino de su pillco ranpa [andas de color rojo] a su contrario […] y conquista la provincia de Quito, Cayanbi, Cicho, Lataconga, Guanca Bilca, Canari, Chachapoya, Chupaycho y le sugeta Guayna Capac Ynga”. Este episodio está representado en una ilustración, donde aparecen los soras y rukanas cargando las literas del inca2 (figura 1). *Bernabé Cobo (1892: 273 [1653]). Se refiere a los rukana como cargadores del inca:“ […] en la provincia de los Lucanas, que por ser gente acomodada para cargar las andas del Inca, por tener el paso según ellos dicen llano, todos los anderos del Inca eran de la dicha provincia” Como hemos visto las crónicas hacen referencia al rol de los rukanas como cargadores de la litera del inca, por esta razón gozaban de privilegio. Si tomamos como referencia el inicio de la incursión de Pachacutec en territorio rukana en el primer tercio del siglo XV (Rostworowski et al. 2011), los rukana cumplieron el rol de anderos del inca más de un siglo aproximadamente3. ¿Cuál fue la razón de esta distinción? Las informaciones históricas no brindan suficiente información al respecto, pero las recientes investigaciones arqueológicas resaltan la importancia económica que tuvo esta área. Por ejemplo, Contreras et al. (2012) exploró las canteras de obsidiana en las punas de Huancasancos, vidrio volcánico perteneciente al tipo Quispisisa hallado en la costa central y

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Figura 1. Dibujo de Guaman Poma. El Inca Huayna Capac es llevado en su litera por los indios de los grupos étnicos de Andamarca, Soras, Lucanas y Parinacochas (Guaman Poma 1980: fig. 335 [1615]).

sur del Perú (Burger y Glascock 1999). Meddens y Schreiber (2010) enfatizaron la importancia 2 El rótulo de la ilustración señala: ANDAS DEL INGA PILLCO RANPA [andas de color rojo]. Guayna Capac Ynga ua a la conquista de los Cayanbis, Guanca Bilca, Canari, Ciccho, Chachapoya, Quito, Lataconga. Llevan los indios Andamarcas y Soras, Lucanas, Parinacochas a la guerra y batalla, de priesa lo lleuan. (Guaman Poma 1980: fig. 335 [1615]). 3 Se ha tomado la referencia de Rostworowski (2011: 123) sobre la posible fecha del principio del mandato del inca Pachacutec. Al respecto indica: “Sarmiento de Gamboa y Betanzos señalan la edad del príncipe Cusi Yupanqui [Pachacutec], cuando el ataque chanka al Cuzco, como de veinte a veintitrés años”. Considerando el advenimiento de Pachacutec en 1400, se puede afirmar que su gobierno se inició en los primeros años del siglo XV.


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de la agricultura en tiempos inca en los valles de Sondondo y Chicha- Soras, lo cual se refleja en la gran inversión y construcción de terrazas productivas en estos valles. Además se cuenta con la existencia de ushnus o santuarios de altura en las punas de Lucanas y Huancasancos4. Cavero (2010) resalta la importancia de esta zona como área pastoril de vicuñas; cuyo pelo fue apreciado por los incas. Además, las investigaciones comentadas resaltan la importancia agropastoral y mineral de esta zona, en la cual los incas desarrollaron diferentes estrategias de conquista para consolidar su anexión al Tahuantinsuyo. Estudios arqueológicos de la zona Estos resaltan la presencia wari en la cuenca de los ríos más importantes del sur de Ayacucho, entre ellos la cuenca de los rios Caracha, Sondondo y Chicha-Soras; además de la ocupación inca en las zonas alto andinas de las provincias de Lucanas y Huancasancos. Frank Meddens (1991) exploró la zona de Pampachiri, en el valle del río Chicha-Soras, documentando siete yacimientos arqueológicos del horizonte medio, el más grande fue Chiqna Jota. Meddens (1991: 19) concluye: “No cabe duda alguna de que para el Horizonte Medio 2, el valle de Chicha-Soras se encontraba bien adentro de la zona de dominio wari”. Katherine Schreiber (1987 y 1991) prospectó el valle de Sondondo, identificando cambios en el patrón de asentamiento. En la época 1B del Horizonte Medio se fundó Jincamocco, como centro administrativo wari, y se construyó masivamente terrazas a lo largo del valle. Casi toda el área ocupada en el Horizonte medio fue abandonada al final de la época 2B del Horizonte Medio, se dieron cambios notorios en el patrón de asentamiento, se establecieron nuevos sitios en la cresta de los cerros y la mayoría de ellas fueron fortificadas. Al respecto Scheriber (1991: 21) informa: “La correlación más notable con la caída de wari en esta región es un cambio repentino en los patrones de asentamiento. Se establecieron 4 Gabriel Ramón (2015) ha resaltado la relación de los ushnos con la divinidad Illapa, dios atmosférico relacionado con la lluvia, el rayo y el trueno. Este es un punto importante de análisis ya que, según Baulenas (2016), esta divinidad estaba relacionada con grupos pastoriles desde antes de la aparición de los incas.

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nuevas aldeas en una parte más restringida del valle y la mayoría de ellas estaban fortificadas. No está claro si se trató de facciones beligerantes dentro del valle, o si su objetivo era la defensa de invasores provenientes de otras zonas. Lo que sí está claro es que hubo un gran incremento en el conflicto, lo que aparentemente comenzó al momento del colapso de wari”. Lo interesante es que un hecho similar se observa en un amplio territorio que constituyó el centro de desarrollo del estado wari. Schreiber (1991) comenta que Jincamocco fue despoblado al final de la época 2B del Horizonte Medio. Isbell (1978) indica que al final del Horizonte Medio 2B los asentamientos post-wari del valle de San Miguel fueron edificados en las cumbres más altas. Valdez y Vivanco (1994) mencionan cambios en los patrones asentamientos de los poblados chanka de la cuenca del río Caracha, ubicándose estos poblados en lugares estratégicos de carácter defensivo y de amplia visibilidad. Vivanco (1998 y 2003) identificó, en la cuenca de los ríos Pampas y Caracha, sitios fortificados con muros defensivos con estructuras de planta circular sin aparente planificación, uno de los factores que no permitió la planificación parece haber sido la accidentada topografía. Al respecto Vivanco (1998: 179) indica: “La ocupación de las cimas de la cadena de montañas asegura el control, defensa y preparación para contestar cualquier ataque que pudiera sufrir de los enemigos, luego del ocaso wari los incidentes de los movimientos sociales por dominio de control territorial pudo haber dado el origen de un nuevo modelo de asentamiento humano y patrón arquitectónico expresadas en el cambio brusco y violento en calidad de producción alfarera”. Este patrón constructivo es similar a lo observado por Lumbreras (1959) en otras partes de esta región. Como vemos la evidencia arqueológica sugiere que en el periodo Intermedio Tardío los asentamientos fueron construidos en lugares defensivos en la cima de los cerros y collados, y dentro de un espacio territorial estratégico que permitió la actividad agro-pastoral. Una de las investigaciones más recientes en la zona estuvo a cargo de Yuri Cavero (2010), quien efectuó prospecciones y excavaciones arqueológicas restringidas en el sitio arqueológico de Osqonta, las cuales fueron las primeras excavaciones que se realizaron en un ushnu inca ubicado en la eco-zona puna de la provincia de Lucanas.


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Figura 2. Relieve de la cuenca alta del río Acarí, imagen tomada de la cima de Ñaupallacta en dirección oeste. Foto de Marco Taquiri.

Los trabajos realizados en el área de investigación, así como la información de los cronistas (Cieza 1880 [1553]; Garcilaso 1945[1609]; Monzón 1965[1881]), hacen referencia a la ocupación del área por la macro etnia rukana, que formó parte de la Confederación Chanka (Gonzales Carré 1992 y Lumbreras 1974). La ubicación geográfica y estratégica, los tipos de construcciones arquitectónicas, la distribución espacial y la cultura material sugieren que Ñaupallacta corresponde a un poblado ocupado durante dos periodos: rukana e inca. Cavero (2010: 27) comenta sobre las características y el uso del espacio de los poblados del Intermedio Tardío en el área rukana: “Después de la caída del Imperio Wari, la región de Ayacucho entra en una etapa caracterizada por la presencia de una variedad de grupos étnicos; cuyas áreas de desarrollo se encuentran vinculadas a pequeñas cuencas hidrográficas y/o valles […]. Cada uno de estos grupos étnicos tenían su propia identidad y en las partes finales del intermedio tardío formaban parte de la llamada confederación chanka”. La consolidación del estado inca se inició con la expansión de su territorio luego de la derrota de los chancas, posteriormente en su avance

anexaron a las diferentes etnias que formaban la denominada confederación chanca, utilizando diferentes estrategias de dominación. Las crónicas informan la anexión violenta de los soras quienes ante la invasión inca, huyeron y se refugiaron en “un peñol fuerte, questa cerca al río de Vilcas” (Cieza 1880: 179 [1553: Cap. XLVII]). Cieza posiblemente hace referencia al sitio Pukará, que se configura como un peñol o fortaleza natural, y está en la actual provincia de Huancasancos (Vivanco 2003). Por otro lado, los incas para asegurarse el control de los recursos de las áreas fueron anexando de manera pacífica a los curacas rukana, a través de la mecánica recíproca: “y a este obedecían [al curaca] y este estaba puesto por el Inga, y que por orden del Inga les daba mujeres y que heredaban sus cacicazgos y señoríos sus hijos mayores o de mas habilidad” (Monzón 1881a: 188 [1586]). De esta forma se dieron anexiones violentas y pacíficas, estableciéndose un control territorial a través de una compleja y jerarquizada red de caminos. A lo largo de estas vías ubicaron una serie de sitios administrativos cuya función principal fue controlar los recursos existentes en cada región. Luis de Monzón, describe el camino inca de Los Llanos, el cual unía paredones (en Nazca),


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Figura 3. Vista del montículo principal (Sector A-urbano). Foto de Marco Taquiri.

Hatun Rukana, Aucará y Soras: “El camino real que viene de Lima al Cuzco, el que dicen de Los Llanos, pasa por la plaza deste dicho pueblo de Guayllapampa [Aucará], y va al pueblo de San Pedro de Queca y de allí pasa adelante al pueblo de los Soras” (Monzón 1881b: 201 [1586]). Entre estos caminos existían tambos y poblados, los cuales cumplieron diversas funciones, como posada temporal y centro urbano de carácter local. Cavero (2010: 24) identificó poblados y sitios asociados al camino de Los Llanos, entre ellos Pulapuco de Lucanas. Considerando la relativa cercanía de Ñaupallacta con el camino inca descrito, posiblemente existieron ramales de esta importante vía, que conectaban centros poblados, como es el caso de Ñaupallacta, donde el camino principal, que ingresa a este sitio, proviene del lado norte en dirección a Lucanas. Los estudios sobre la presencia inca en la sierra sur nos muestran la variedad de estrategias utilizadas por los cuzqueños. Como parte de ella, construyeron establecimientos locales para su control, el sitio Arqueológico Ñaupallacta no parece formar parte de la planificación original inca del sitio, sino que corresponde a un poblado de características locales, con edificios de rasgos arquitectónicos inca. Probablemente la influencia inca en Ñaupallacta se originó en las primeras épocas de la expansión inca, considerando la información de los cronistas sobre la primera incursión del inca Pachacutec en el área ocupado por la macro-etnia rukana. Características y emplazamiento de Ñaupallacta Ñaupallacta se ubica sobre una colina a lo largo

de una cadena de cerros ondulantes, que se extienden en una ligera planicie por la margen derecha del rio homónimo. Está delimitado al sur por este rio, afluente del Acarí, que recorre el territorio de noreste a suroeste5 (figura 2). Ñaupallacta está conformado por tres montículos naturales o colinas de mediana elevación, las cuales presentan arquitectura prehispánica tardía. El montículo principal tiene forma cónica al estar conformado por terrazas y plataformas de gran dimensión. Sobre la cima del montículo resalta un afloramiento rocoso, característica que la hace fácil de reconocer desde lejos. Presenta tres sectores: Sector A (urbano), Sector B (funerario) y Sector C (cantera). *Sector A - Área urbana. Se localiza al sur del conjunto arquitectónico de Ñaupallacta. Es el más imponente y de mayor extensión. Es considerado como el área urbana de la época local e inca. Está rodeado por terrazas que rematan en una plataforma superior de carácter ceremonial, ubicada en la cima del montículo y en el eje central del sitio. Se trata de una plaza ovalada, a la que se accede desde el norte por una escalinata de graderías construidas con lajas y piedras planas. El acceso se pierde a medida que se avanza a la parte superior, el cual remata en una entrada que comunica a la cima de la colina. A un lado de la plaza hay un afloramiento rocoso, rodeado por un muro bajo que delimita y encierra a esta piedra. Por su configuración parece conformar 5 El río Ñaupallacta es la fuente de agua más cercana del sitio arqueológico. Está ubicado a 300 metros en pendiente desde la planicie hasta el fondo de su cauce y ha cortado un profundo cañón por donde discurre hasta confluir con el rio Acarí.


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un adoratorio. En el centro de la plaza se encontró una piedra con un orificio en la parte superior, este rasgo indica el uso ritual a manera de repositorio de líquidos u ofrendas. La plaza funcionaba como un espacio de carácter ceremonial y la estructura fue un santuario de la época rukana y fue una huaca importante en la época inca. La propensión incaica a incorporar santuarios preexistentes a su imperio, a medida que se expandían a lo largo de los Andes, ha sido bien documentada (Bauer et al. 2013: 127). La mitad oriental del montículo (flanco oeste) contiene varias concentraciones de edificios incaicos, erigidos sobre terrazas acondicionadas a la escarpada ladera. La mitad occidental (flanco este) presenta restos mal conservados de un poblado rukana (figura 3). -Flanco este. El lado oriental del Sector A está conformado por un grupo arquitectónico de recintos de planta circular, identificado como el sector inca. Este lado del montículo contiene las terrazas, edificios y plazas más grandes, con mayor altura y, posiblemente, los más importantes del sitio. Los muros de las terrazas están orientados de norte a sur y siguen el desnivel del terreno logrando una forma sinuosa para adaptarse a la topografía. Estos muros presentan revestimiento de pirca y sostienen un relleno de material. Por su configuración forman terrazas, sobre las cuales se erigen las viviendas. Estas son unidades de planta circular, con el sello distintivo de la arquitectura inca, se encuentran dispersas o formando grupos arquitectónicos alrededor de patios compuestos por terrazas. Los recintos están interconectados

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por pasajes y accesos muy estrechos, uno de ellos asciende a la parte superior (cima). Algunos se construyeron sobre la ladera escarpada, adecuando las estructuras a las restricciones topográficas, en algunos casos con una ligera preparación del terreno, en otros, adosando los muros a las salientes o rocas naturales. -Flanco oeste. El lado occidental del Sector A está conformado por un conjunto de unidades arquitectónicas de planta circular, identificado como el área del poblado local o rukana. Las estructuras principales son recintos circulares erigidos sobre andenes obtenidos mediante la conformación de terrazas. Están dispersas o formando grupos arquitectónicos alrededor de patios o terrazas interconectados por pasajes y accesos muy estrechos. Por lo general la entrada se orienta al sur, probablemente en sentido contrario a la dirección del viento, que corre de oeste a este, siguiendo el curso de la cuenca alta del rio Acarí. Los edificios cumplieron función de vivienda, en algunos casos se encuentras de dos a tres grupos de viviendas con entradas independientes. Esto respondió a la necesidad de tener ambientes distintos ya que cada unidad podría cumplir funciones distintas, entre ellas ambientes de cocina o reposo. La presencia de restos de artefactos líticos y cerámica utilitaria cercanos a los recintos así lo da a entender. *Sector B - Área funeraria: Está configurada por una colina natural ubicada al noroeste del Sector A, lugar próximo al acceso principal que se prolonga desde el norte. El Sector B está conformado por dos tipos de estructuras funerarias: chullpas y cavidades funerarias. Las estructuras

Figura 4. Izquierda: Muestra de roca Nro. 01 proveniente del Sector C - Cantera. Derecha: Descripción microscópica: Fragmentos de fenocristales y cristales de plagioclasas y vidrio volcánico. Denominación: Roca ígnea volcánica, tufo lapillitico de composición andesítica.


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Figura 5. Izquierda: Muestra de roca Nro. 02, fragmento proveniente de la sillería de un recinto inca. Derecha: Descripción microscópica: Fragmentos de fenocristales y plagioclasa sobre matriz vítrea. Denominación: Roca ígnea volcánica, tufo lapillitico de composición andesítica.

están ubicadas en el flanco oriental, fueron edificadas con una ligera preparación del terreno y otras adaptándose a las afloraciones rocosas y la mayoría tiene su acceso orientado al este. Al pie de la colina se han identificado restos de una escalinata que conectaba al camino principal con el área funeraria. *Sector C - Cantera. Se ubica al norte del montículo principal y se extiende en un despeñadero de gran elevación que abarca un área de 1.60041 ha. Se trata de un espolón erosionado con afloramiento de rocas ígneas. Este lugar forma el túmulo de andesita más grande del área investigada y contiene material apropiado para el desbastado y tallado de la sillería de los edificios. El análisis petrográfico ha confirmado la similitud en la composición de la sillería inca con la roca andesita, lo cual indica que este material proviene del Sector C. Asimismo, ha demostrado que el material de los recintos inca y el material pétreo de la Cantera (sector C) pertenecen al mismo grupo geoquímico6. Tipos y categorías arquitectónicas en Ñaupallacta Arquitectura habitacional *Tipo A: vivienda local o rukana. Las viviendas del periodo local presentan planta circular, fueron edificadas con lajas y cantos naturales unidos con mortero de barro. Los muros presentan una hilada de técnica rustica con las piedras, que dan la apariencia de haber sido labradas toscamente en los ángulos, colocadas de modo horizontal respecto al eje del paramento. Los muros tienen una altura de 1.60 m (recinto mejor conservado) y un diámetro

de 5 a 6 m. Los vanos de acceso rectangulares presentan lajas y piedras angulosas con juntas rusticas, la cubierta posiblemente fue cónica con armadura de viguetas entrelazadas de ramas de árbol apoyada sobre el remate de los muros, luego protegidas con paja o ichu (Stipa ichu), tal como aparece en las cubiertas modernas de los pastones de altura (figura 6). *Tipo B: viviendas inca. Fueron elaboradas con cantería fina, cuya distribución espacial indican un uso integral del espacio logrando una magnifica adaptación de la arquitectura a la topografía. Claramente la forma deriva de la vivienda rural de la época local, si bien el tamaño y la técnica son de la época inca. Es una variante formal de los recintos del periodo tardío con planta circular. Por lo general las viviendas incaicas fueron erigidas sobre terrazas y fueron adaptadas a la topografía del lugar. La base y parte de los muros se sostienen sobre bloques de roca, adaptándose el edificio perfectamente al relieve natural. Dichas viviendas presentan planta circular. Fueron construidas con lajas y piedras labradas en doble hilada con aparejo del tipo celular y rustico unidos con mortero de barro. Los muros tienen una altura de 2.10 m (recinto mejor conservado), un diámetro de ocho a diez metros y presentan una ligera inclinación hacia el interior, característica de la técnica 6 El análisis petrográfico fue realizado en el laboratorio de Mineralogía de la Universidad Nacional de Ingeniería. Se tomaron dos fragmentos de roca para las muestras: la primera proveniente del Sector Cantera (figura 4) y la segunda de un recinto de la época inca (figura 5).


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Figura 6. Izquierda: recinto del periodo rukana. Derecha: dibujo isométrico del recinto. Ñaupallacta, Sector A - Urbano/Flanco oeste. Foto y dibujo de Marco Taquiri y Apu Mendoza.

Figura 7. Izquierda: recinto del periodo inca. Derecha: Dibujo isométrico del recinto. Ñaupallacta, Sector A - Urbano/Flanco este. Foto y dibujo de Marco Taquiri y Apu Mendoza.

inca. Algunos recintos poseen hornacinas pequeñas en el paramento interno, los vanos de acceso trapezoidales exponen piedras labradas con engaste del tipo almohadillado, en algunos casos una gran piedra labrada de más de 1 metro de largo fue colocado como dintel, la sillería que formaban las jambas del vano se encuentra dispersa cerca de la entrada7 (figura 7). Respecto a la técnica constructiva de estas viviendas, podemos distinguir tres: (1) Almohadillado: las piedras han sido labradas en formas rectangulares y de poliedros muy bien encajadas. En Ñaupallacta el rasgo principal de la técnica inca es el engaste de las piedras labradas y el desbastado en sus aristas, lo cual da como resultado la técnica del almohadillado de juntas hundidas. Los paramentos presentan mejor acabado como resultado de esta técnica. Todos los accesos de los recintos incas poseen esta técnica8. (2) Celular: está formado a base

de piedras ligeramente labradas de tamaños medianos de formas irregulares, colocadas en su lado 7 Porras Barrenechea (1948: 24)) siguiendo las descripciones de Guaman Poma indica las características de los poblados rukana: “vivían en casas bajas y pequeñas de piedra y de adobes, enlucidas con tierra, y cubiertas de paja. Las casas de los caciques o de indios principales eran algo mayores que la de los indios ordinarios, denunciando los instintos jerárquicos que revelara en su obra el cronista Lucana”. En esta descripción se distingue claramente las diferencias de las unidades habitacionales. En Ñaupallacta, durante la época inca, el uso de las formas arquitectónicas, por parte de la elite, probablemente es el reflejo de la naciente relación política local con el imperio inca. 8 Protzen (2014: 373) indica la técnica del almohadillado inca: “Las juntas hundidas son, al menos en parte, el resultado de una técnica usada para cortar las aristas de las piedras, técnica que deja un ángulo diedro entre dos caras adyacentes que excede los 90 grados”.


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Figura 8. Tipos de mampostería inca en Ñaupallacta, Sector A - Urbano/Flanco este. Dibujos de Marco Taquiri y Apu Mendoza.

más plano, seguidas de un relleno de piedras pequeñas asentadas con mortero de barro y (3) Rustico: se caracteriza por la utilización de piedras alargadas. Los muros presentan doble hilada de piedras colocadas horizontalmente y unidas con mortero de barro. El paramento de los muros son circulares (figura 8), salvo los accesos formados por piedras labradas de engaste almohadillado (figura 9). Arquitectura funeraria *Chullpas. Presentan planta circular. Han sido edificadas con lajas y cantos naturales unidos con mortero de barro e inclusiones de pachillas. El muro presenta doble hilada de técnica rustica con las piedras colocadas de modo horizontal, en algunos casos solo presentan una hilada. Los muros tienen una altura promedio de 1 a 1.70 m y un diámetro promedio de 1.50 a 2 m. El techado es a base de falsa bóveda con lajas de piedra que sobresalen unas de las otras creando un techo al unirse todas en un mismo centro. Algunas chullpas tienen solo un acceso pequeño y, en algunos casos, se puede observar un acondicionamiento de la abertura con lajas planas que sobresalen de las paredes. En el interior de estas estructuras se aprecian

restos de entierros humanos disturbados9 (figura 10). *Cavidades Funerarias. Están conformadas por un bloque de roca de gran dimensión y un muro simple que conforma la entrada a donde se colocaron los entierros. Al interior hay fragmentos de cerámica, lascas de obsidiana y minúsculos fragmentos de material óseo humano (figura 11). El material cultural: cerámica El material cerámico en Ñaupallacta está compuesto por dos grupos, cada uno corresponde a 9 Guaman Poma (1980: 271 [1615]) describe las costumbres funerarias que tenían los Condesuyos de enterrar a los muertos en torres funerarias o pucullos: “y luego para sepultarle edifican una bobedas como horno de piedra y los blanquean y los pintan de cobres y llaman ayap llactan [pueblo de los muertos] y otros entierran en peñascos y en los serros los guesos [huesos] questan en quebradas grandes, guesos grandes”. Las investigaciones arqueológicas han identificado una variante de esta torre funeraria denominada comúnmente chullpa, este fue un patrón de entierro a lo largo del territorio Chanka; además, de las cavidades funerarias. Según Bertonio (2008: 92 [1612]) chullpa significa un “entierro o serón donde metían sus difuntos” o un “serón como isagna donde ponían el difunto”.


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Figura 9. Dibujo arquitectónico de acceso con engaste almohadillado. Ñaupallacta, Sector A - Urbano/Flanco este. Dibujos de Marco Taquiri y Apu Mendoza.

Figura 10. Izquierda: Chullpa funeraria. Derecha: dibujo arquitectónico de la chullpa. Ñaupallacta, Sector B - Funerario. Foto y dibujo de Marco Taquiri y Apu Mendoza.

distintos momentos de ocupación del sitio. El más antiguo pertenece al periodo Intermedio Tardío y se halla disperso en el flanco oeste del Sector A (Urbano) y en mínima cantidad en la superficie del Sector B (Funerario). El otro corresponde al Horizonte Tardío y se encuentra en mínima cantidad en el flanco este del Sector A. La cerámica correspondiente al Intermedio Tardío está constituida por fragmentos correspondientes al estilo Arqalla (figura 12). Las características de este estilo han sido descritas por Gonzales Carré (1992: 59). Al respecto menciona: “Se trata de una cerámica tosca y rudimentaria con una superficie alisada irregularmente. Presenta un color rojizo oscuro y decoración con aplicaciones plásticas, incisiones y líneas en el borde de los objetos. Sus formas son: platos, ollas, cantaros, cuencos y tazas cuya función fue de uso doméstico”. Se hizo una comparación entre un fragmento de gollete encontrado en el flanco oeste del sector A (Fragmento 01), con un tiesto del estilo

Arqalla, publicado por Vivanco (1998: 203). En nuestro caso el fragmento con incisión en el gollete, guarda semejanza con el cántaro de gollete inciso perteneciente al estilo Arqalla, identificado por Vivanco (figura 13). Probablemente este tipo de cantaros con ligeras incisiones estaban en uso al momento de la llegada de los incas a Ñaupallacta, considerando que el estilo Arqalla fue difundido en el área de Ayacucho por los poblados del periodo chanca (Vivanco 1998: 180). Esta opinión se refuerza con la información de Valdez (2002: 406): “El estilo Arqalla está presente en sitios fortificados, donde hay ausencia de elementos incas. Al mismo tiempo, la cerámica Arqalla aparece en sitios con alfarería de la época inca”. La cerámica correspondiente al Horizonte Tardío está constituida por fragmentos de pasta oxidante con poca inclusión de aditivos y con engobe de color rojizo de buen acabado en la superficie. La forma predominante de vasija que se ha logrado definir es el cántaro, de clara filiación inca.


Marco Taquiri González y Apu Mendoza Pariona Ñaupallacta, un poblado prehispánico de patrón local e Inca. Cuenca alta del rio Acarí, Ayacucho

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Figura 11. Izquierda: Cavidad funeraria. Derecha: Dibujo arquitectónico de la cavidad funeraria. Ñaupallacta, Sector B - Funerario. Foto y dibujo de Marco Taquiri y Apu Mendoza.

Figura 12. Fragmento 01, cántaro de gollete inciso del estilo arqalla. Ñaupallacta: Sector A/Flanco oeste. Foto de Marco Taquiri.


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La cerámica local de la época inca en Ñaupallacta tiene formas en común con la cerámica inca. Probablemente en esta época, los ceramistas de Ñaupallacta ya estaban plenamente influenciados con los estilos cusqueños10 (figura 14) . Discusión El fenómeno urbano en los Andes centralespresenta tres enfoques teóricos: comparativo, 10 Sobre la presencia del estilo inca en la cuenca alta del rio Acarí se tiene la información de Cavero (2010: 60) con base en los trabajos efectuados en Osqonta: “La pasta se caracteriza por ser de color rojo, rosado y anaranjado de acabado fino […]. Presentan diseños geométricos pintados; los mismos que consisten generalmente en líneas y bandas de color marrón oscuro dispuestos en forma horizontal y vertical”. El autor también reporta el hallazgo de fragmentos de cántaros en buena cantidad, que sería una de las formas comunes de cerámica fabricada en los sitios locales de ocupación inca.

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pragmático y axiomático (Makowski 2012: 10). Cada uno de ellos presenta una interpretación distinta acerca de la aparición de los centros urbanos en los Andes de los cuales, el pragmático, desarrollado por Rowe (1963), posee mejores criterios formales acerca de los sistemas urbanos andinos. Según este enfoque una ciudad es un sitio habitacional permanente de administradores, artesanos y militares. Además, esta propuesta teórica establece una categoría y distinción entre los asentamientos prehispánicos, así tenemos: ciudad, centro ceremonial y centro administrativo. Sobre la base de lo comentado, Ñaupallacta pertenece a la categoría de poblado. Según la referencia de los distintos estudiosos del urbanismo andino se define a un poblado como un núcleo urbano de concentración de refugios artificiales hechos por el hombre y depende de su densidad e importancia para recibir el nombre adecuado, teniendo en cuenta el patrón urbano y arquitectónico del sitio (villa, pueblo, ciudad). D’altroy

Figura 13. Comparación entre el fragmento de gollete inciso proveniente de Ñaupallacta (Fragmento 01) y un cántaro del estilo arqalla. a) Cántaro del estilo arqalla, proveniente del Sector A/Flanco oeste (Ñaupallacta). b) Cántaro del estilo arqalla del periodo Chanka (Vivanco 1998: fig. 07) y C) cántaro del estilo arqalla del periodo Chanka (Valdez y Vivanco 1994: fig. 07). Elaborado por Marco Taquiri.


Marco Taquiri González y Apu Mendoza Pariona Ñaupallacta, un poblado prehispánico de patrón local e Inca. Cuenca alta del rio Acarí, Ayacucho

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Figura 14. Fragmento 02 y fragmento 03. Cántaros del estilo inca local. Ñaupallacta, Sector A - Urbano/Flanco este. Dibujos de Marco Taquiri y Apu Mendoza.

(2015: 109) indica una tipología de asentamientos realizada por el Proyecto Umarp (Proyecto de Investigación arqueológica del Valle del Mantaro). La tipología utilizada por D’altroy para describir un poblado o pueblo se puede resumir así: pueblo, asentamiento habitado por una población estimada entre 2000 y 7500 personas. El asentamiento de este tipo presenta una división en un área residencial de alta calidad y otra de baja calidad, además de contar con arquitectura pública o arquitectura cívico-ceremonial definida. El urbanismo andino ha tenido diferentes tipos y clasificaciones de yacimientos y/o asentamientos arqueológicos. Por ejemplo, Schreiber

(2000: 427) considera como aldeas a pequeños grupos de tres o cuatro casas dispuestos en el área del sitio. Las Villas corresponden a asentamientos agregados, con varias casas, ubicados juntos y construidos en terrazas artificiales con una o cuatro casas por terraza, constituyendo grupos de 15 a 40 casas. Por su parte, los pueblos son sitios de mayor tamaño con 50 a 100 viviendas mayormente domesticas con las mismas características constructivas de las villas. Bauer et al. (2013: 40) basados en el tamaño de los sitios y en la densidad del material de superficie establecieron una tipología de yacimientos usada en el Proyecto Arqueológico Andahuaylas. Dentro de su tipología el Tipo 4 (aldeas medianas) guarda


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relación con Ñaupallacta. Este presenta las siguientes características: Dispersiones medianas a densas de cerámica (15 + fragmentos por cada 2 x 2 m) entre 5 y 10 ha. Estos yacimientos representan aldeas y, dependiendo del periodo, podrían ser centros regionales. La mayoría de estos sitios contienen arquitectura intacta. Considerando el tamaño del núcleo urbano de Ñaupallacta, 11.8184 has, este sitio estaría dentro del tipo 4 propuesto por Bauer y compañía. D’altroy (2015) ha planteado una serie adicional de tipos de asentamiento inca. Dentro de esta tipología indica lo siguiente: (1) pequeño asentamiento inca (estatal), con menos de 500 personas y con frecuencia menos de 100. Ubicado generalmente a la vera del sistema caminero inka. No existe arquitectura cívico-ceremonial, o es de poca importancia y (2) capital provincial inca, capaz de dar cabida permanente a 1000 personas y de alojar temporalmente a decenas de miles. Se caracterizaba por la arquitectura inca, una proporción significativa de la cual consistía en edificios para actividades públicas. Considerando el tamaño del núcleo urbano de Ñaupallacta y la presencia de estructuras residenciales y espacios públicoceremoniales, según la tipología de D’altroy (2015), este sitio estaría dentro de la categoría de capital provincial inca. Colofón En la arqueología de los Andes centrales se ha llamado periodo intermedio Tardío a la época en la que hubo una variedad de grupos étnicos cuyas áreas de desarrollo se encuentran vinculadas a pequeñas cuencas hidrográficas y valles (Bauer et al. 2013: 91). Ñaupallacta fue ocupado por la entidad local rukana, anterior a la llegada de los incas a la región. Las fuentes etnohistóricas señalan la existencia de la macro etnia rukana, que ocupaban el área comprendida entre la actual provincia de Lucanas y las cabeceras de los valles costeros. Los poblados de este periodo ocupaban la cresta de los cerros y las colinas, el diseño de las aldeas y la planificación urbana están integrados al entorno geográfico. Al respecto Williams (1981: 528) informa “La arquitectura del Periodo Intermedio Tardío conformada por viviendas pequeñas, circulares y sub-circulares, agrupadas alrededor de espacios comunales irregulares. La

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arquitectura tomó la forma de montículos bajos y de plataformas y terrazas en las faldas de las colinas”. El poblado de Ñaupallacta en la época rukana tiene como composición arquitectónica recintos circulares que se adaptan a la topografía. Algunos de estos están construidos sobre terrazas con muros de contención de piedra, con revestimiento de pirca al exterior. La distribución espacial de la arquitectura ha sido aplicada en la ladera occidental de la colina tomando en cuenta el desnivel del terreno existente, que va desde los 3388 a 3419 msnm, teniendo un desnivel total de 31 m de altura y un área total de construcción arquitectónica de 3.46703 has. El planeamiento y construcción de este poblado estuvo acondicionado a las restricciones del lugar, de modo que los recintos construidos sobre laderas y terrazas se adaptan y explotan al máximo las irregularidades del terreno. La arquitectura de la época es análoga a los sitios chanca identificados en la región sur de Ayacucho. En la época inca el poblado de Ñaupallacta tuvo grandes edificios circulares construidos sobre andenes, algunos de ellos adosados a los bloques de roca que afloran en superficie. Las unidades de vivienda individuales están constituidas por recintos circulares de fina mampostería inca, la mayoría de ellos presentan de 8 a 9 metros de diámetro, aunque algunos pueden llegar hasta 10 metros, con una ligera inclinación de 15° al interior. Los andenes para vivienda se agrupan en conjuntos, que podrían indicar la existencia de grupos de poder local o grupos familiares. Estos andenes tiene muros de contención revestidos de pirca externa, la cimentación presenta una inclinación de 30°, característica de la técnica inca en sitios provinciales (Kendall 2008: 11). La distribución espacial de la arquitectura ha sido aplicada en la ladera oriental de la colina tomando en cuenta el desnivel del terreno existente, que va desde los 3392 a 3419 msnm, teniendo un desnivel total de 27 m de altura y un área total de construcción arquitectónica de 4.43460 has (figura 15). La arquitectura en la época inca conservó la forma estructural de la época anterior (edificios circulares) introduciendo nuevas técnicas de tradición cuzqueña. La influencia inca en el sitio presenta innovación en la técnica constructiva así como en el tratamiento de los materiales, los recintos presentan fina cantería y solidez


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Figura 15. Plano de sectorización y distribución arquitectónica de Ñaupallacta. Elaborado por Apu Mendoza.

estructural en armonía con el espacio geográfico. El poblado tal vez adquirió mayor área, ya que vemos que existe una distribución espacial de los nuevos tipos de recintos hacia el flanco este de la colina asociados a andenería, espacios vinculados al culto y edificaciones de cantería pulida. El planeamiento de Ñaupallacta en esta época debió obedecer a los factores climáticos, el control territorial y la ubicación estratégica del sitio, considerando que representa un punto importante de comunicación entre la cuenca alta del rio Acarí y su relativa

cercanía con el litoral. El planeamiento inca en Ñaupallacta es muy diferente al patrón urbano incaico, esto se puede afirmar por la ausencia de formas arquitectónicas típicas de los patrones incaicos como canchas y callancas distribuidas alrededor de un eje central o plaza, la distribución espacial de las estructuras presenta viviendas circulares erigidas sobre andenes de uso habitacional, algunas construidas sobre el relieve natural, adaptando la arquitectura a la topografía del lugar. Este tipo de estructuras no se asemeja al tipo de planta


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rectangular inca con sus calles estrechas y rectas que separan las canchas o unidades de vivienda. La arquitectura de la época inca no es muy diferente al patrón arquitectónico local, y al parecer las elites locales supieron respetar el patrón urbano y arquitectónico tradicional, adoptando rasgos de la arquitectura imperial. La adopción de las formas arquitectónicas inca podría haber significado la naciente relación política de la elite rukana con el estado cuzqueño. Las crónicas inciden en el rol de los rukana de ser los cargadores de las andas reales, una situación de privilegio que mantuvieron, durante la ocupación inca de esta región. Agradecimientos Al doctor Daniel Llanos Jacinto, al magister Omar Bendezú y al licenciado Rubén García, por revisar y criticar esta investigación. Al ingeniero Cesar Mendoza Tarazona por el análisis petrográfico del material de las canteras de Ñaupallacta, al ingeniero civil Halley Santa Cruz Zamudio por el levantamiento topográfico y planimétrico de Ñaupallacta y a la Junta Directiva de la Comunidad campesina de San Pedro de Lucanas - Ayacucho por las facilidades para realizar los trabajos de campo. Bibliografía ACOSTA, José de, 2003 [1590]. Historia Natural y Moral de las Indias. Editorial Dastin. Madrid. BAULENAS, Ariadna, 2016. La divinidad Illapa. Ediciones El Lector. Lima. BAUER, Brian; ARAOZ, Miriam y KELLETT, Lucas, 2013. Los Chankas. Investigaciones Arqueológicas en Andahuaylas (Apurímac, Perú). Instituto Francés de Estudios Andinos. Lima. BERTONIO, Ludovico, 2008 [1612]. Vocabulario de la Lengua Aymara. Editorial El Lector. Arequipa. BURGER, Richard y CLASCOCK, Michael, 1999. Locating the Quispisisa Obsidian source in the Deparment of Ayacucho, Peru. Latin American Antiquity 11 (3): 258-268. CAVERO, Yuri, 2010. Inkapamisan: Ushnus y Santuarios Inka en Ayacucho. Mercantil Ayacucho

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Avances de las investigaciones interdisciplinarias en Machupicchu José Bastante Abuhadba jose.bastante@gmail.com Alicia Fernández Flórez icfernandezflorez@gmail.com

Resumen Este artículo se enfoca en la Temporada 2016 del Programa de Investigaciones Arqueológicas e Interdisciplinarias en el Santuario Histórico de Machupicchu (PIAISHM). Luego de un breve resumen sobre tres monumentos arqueológicos intervenidos y su relación con la llaqta de Machupicchu, la discusión se centra en esta última. En función a su arquitectura y a las evidencias halladas en las excavaciones arqueológicas se ha logrado definir dos momentos constructivos, además de la presencia pre-Inca en la zona, los productos cultivados en el Sector Agrícola, el tipo de ofrendas y algunas consideraciones respecto a la producción metalúrgica. Palabras claves: Investigación, Machupicchu, arqueología, historia. Abstract This article focuses on the 2016 season of the Archaeological and Interdisciplinary Research Program in the Historic Sanctuary of Machupicchu (PIAISHM). After a brief summary of the work perform in three archaeological monuments and their relationship with the Llaqta of Machupicchu, the discussion focuses on the latter. Based on its architecture and the evidences found in the archaeological excavations, it has been possible to define two constructive moments, in addition to the pre-Inka presence in the area, crops grown in the Agricultural Sector, the kind of offerings and some considerations regarding metallurgical production. Keywords: Research, Machupicchu, archeology, history. Investigaciones durante la Temporada 2016 del PIAISHM El Santuario Histórico - Parque Arqueológico Nacional de Machupicchu (SHM-PANM) comprende un área que supera los 370 km2 y cuenta con más de 60 monumentos arqueológicos (MA) (figura 1), y si bien la mayor parte de estos se adscriben a la época Inca, en algunos se evidencia una secuencia de ocupación humana desde el Periodo Formativo Tardío, como es el caso de los MA Salapunku y Wilkaraqay. Dichos monumentos se interconectan a través de una compleja red de caminos consistente en 40 tramos con una extensión aproximada de 300 kilómetros. Sobre la base de referencias etnohistóricas1 y observaciones actuales, la transformación del

paisaje natural por parte del estado Inca en la zona del actual SHM-PANM significó la inversión de una masiva cantidad de mano de obra para la construcción y el mantenimiento permanente de emplazamientos, caminos, sistemas de andenería e irrigación; además de la canalización del río Vilcanota hasta, por lo menos, su confluencia con el río Ahobamba. De esta manera, resulta evidente que un proyecto de tal envergadura, diseñado y ejecutado desde el inicio del gobierno del Inca Pachakuti, fue solamente posible mediante una intervención estatal. Las excavaciones arqueológicas de la Temporada 2016 del Programa de Investigaciones Arqueológicas e Interdisciplinarias en el SHM-PANM 1 Sarmiento (1572), Murúa (1590), Cobo (1653).

BASTANTE ABUHADBA, José y Alicia FERNÁNDEZ FLÓREZ, 2018. Avances de las investigaciones interdisciplinarias en Machupicchu. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 13: 34-59. Lima.


José Bastante Abuhadba y Alicia Fernández Flórez Avances de las investigaciones interdisciplinarias en Machupicchu

Figura 1. Mapa del Santuario Histórico - Parque Arqueológico Nacional de Machupicchu.

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Figura 2. Llaqta de Machupicchu. Unidades de excavación del PIAISHM - Temporada 2016 (en rojo).

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(PIAISHM) se iniciaron durante la primera quincena de abril, llegándose a ejecutar 25 unidades de excavación en la llaqta de Machupicchu2 (figura 2). Paralelamente se excavaron 14 unidades en Choqesuysuy (figura 3) y 7 unidades tanto en Chachabamba (figura 4) como en el Sector Isla Chico de Salapunku (figura 5). Los análisis palinológicos, metalográficos, de sedimento, de micro-restos vegetales, entre otros, han brindado información valiosa que contribuye a un acercamiento al conocimiento de los grupos humanos que habitaron los monumentos intervenidos y la interrelación entre estos. Por su parte, las prospecciones y exploraciones que se vienen ejecutando continúan acrecentando las evidencias arqueológicas en el SHM-PANM. Sobre la base de su emplazamiento, diseño y distribución espacial, la llaqta de Machupicchu fue un centro administrativo, político y religioso de suma importancia durante el Horizonte

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Tardío. El contexto geográfico en el que se ubica, ocupando una posición intermedia de la cordillera oriental del sur del Perú y resguardada por la cadena sureña de nevados del Salkantay (6271 msnm) y de la Verónica-Waqaywillke (5760 msnm), al este, ambos deidades de suma importancia en los Andes, así como la cantidad de caminos que confluyen en ella, le atribuyen una importancia y significado trascendental (figura 6). 2 Nos referimos como llaqta a lo que los europeos categorizaron, durante los siglos XVI y XVII, como aldea o pueblo (Santo Tomas 1560; Anónimo 1586; González Olguín 1608; Torres Rubio 1603; Aguilar 1690), pero que ostentaba características y funciones diametralmente opuestas a los emplazamientos urbanos europeos, además de ser propiedad estatal (Espinoza 2011: 330-41). El significado primario del término quechua “llaqta” se refiere a una huaca local con el territorio sobre el que ejerce influencia y el grupo humano favorecido por ella (Taylor 1987 [1999]: XVII-XVIII; Salomon y Urioste 1991: 23-24; Bastante 2016: 268).

Figura 3. Monumento Arqueológico Choqesuysuy. Plano de las unidades de excavación del PIAISHM. Temporada 2016 (en rojo).


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Figura 4. Monumento Arqueológico Chachabamba. Plano de las unidades de excavación del PIAISHM. Temporada 2016 (en rojo).

Asimismo, al ser un espacio neurálgico de interacción entre los dominios andino y amazónico, la llaqta de Machupicchu fue un núcleo integrador que mantuvo un vínculo económico, político y religioso con los asentamientos emplazados en el área que abarca el SHM-PANM y con otros establecidos en Vilcabamba, Ollantaytambo, Apurímac, Ocobamba y Amaybamba. Para el caso de Chachabamba y Choqesuysuy, éstos funcionaban dentro de un área de influencia directa de la llaqta de Machupicchu. Ambos lugares presentan características geográficas similares como su relación con el encuentro de dos ríos (tinkuy) e incluso analogías con la llaqta de Machupicchu en relación a su planificación, arquitectura, división de espacios y dos momentos constructivos definidos. Estos tres monumentos y Salapunku responden a una política expansiva y de control de áreas productivas, contando

además con una significación religiosa de primer orden, al ser el valle del Vilcanota considerado como una extensión del valle del Cuzco. Al igual que la llaqta de Machupicchu, Choqesuysuy, Chachabamba y Salapunku están ubicados en lugares estratégicos que potencian su relación con las montañas (apus), presentando cada uno su propia geografía sagrada en relación a su entorno geográfico. Para el caso de Choqesuysuy (figura 7), su orientación y ubicación permiten el óptimo desarrollo de los cultivos y el control del acceso por los caminos de piso de valle a la llaqta de Machupicchu, respectivamente. Por su parte, la orientación del Sector Ceremonial de Chachabamba guarda relación con el nevado Salkantay (figura 8), mientras que Salapunku se ubica en las faldas del nevado Verónica (Waqyawillke), en un lugar estratégico para el control de acceso a la quebrada de Picchu y al valle de Amaybamba (figura 9). La producción de


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Figura 5. Sector Isla Chico (Monumento Arqueológico Salapunku). Plano de las unidades de excavación del PIAISHM. Temporada 2016 (en rojo).


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los MA Chachabamba y Choqesuysuy habría sido directamente supervisada por los funcionarios administrativos de la llaqta y empleada como productos de consumo-ofrendas. La llaqta de Machupicchu se halla delimitada por una primera muralla que circunda toda el área construida (figuras 10 y 11), orientándose hacia el flanco este y siguiendo la formación rocosa y el contorno del despeñadero, acogiendo en su interior a seis sistemas de andenería que se emplazan en el flanco oriental de la montaña. Sin embargo, dicha delimitación responde exclusivamente a división de espacios y no a fines defensivos. Las evidencias arqueológicas recuperadas por el PIAISHM, su comparación con las obtenidas en proyectos de investigación anteriores y sus aspectos arquitectónicos nos han permitido definir que la llaqta de Machupicchu sufrió modificaciones (como lo evidenciado en las UE21 y UE22) en su planificación primigenia como respuesta a fenómenos naturales así como para contrarrestar posibles problemas estructurales,

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respectivamente. Las evidencias establecen la existencia de dos momentos constructivos: el primero relacionado a la planificación primigenia y el segundo a modificaciones estructurales y cambios en la función de recintos y espacios abiertos. Estos dos momentos estarían relacionados con los gobiernos de los incas Pachacutec y Túpac Yupanqui. Asimismo, se habrían planeado futuras modificaciones y adiciones, entre otros, debido a que algunas construcciones nunca fueron concluidas o lo fueron con premura (Bastante 2016: 270). Por su parte, si bien la Expedición Peruana de Yale (EPY) de 1912 registró dos grupos de pinturas rupestres (quilcas - qhelqas) en la llaqta de Machupicchu (Bingham 1913 y 1922); el PIAISHM ha logrado ampliar el registro del inventario de este tipo de evidencias (Astete et al. 2016). De esta manera, en la roca de la serpiente ubicada en el Sector Caos Granítico de la llaqta se ha evidenciado que una gran cantidad de cúpulas (t’oqos) cubren la totalidad del bloque granítico (figura 12), además de petroglifos en

Figura 6: Nevado Salkantay (6271 msnm) en relación con la llaqta de Machupicchu (parte inferior derecha).


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Figura 7. Vista general del MA Choqesuysuy.

Figura 8. Vista parcial del MA Chachabamba.

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Figura 9. Vista general del MA Salapunku.

Figura 10. Vista del flanco este de la llaqta con la proyección de la muralla cuyo trazo sigue la línea roja.

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algunos elementos líticos ubicados a la vera del camino Intipunku - Portada Principal (Astete et al. 2016). Para el caso de los sitios Parawachayoq e Incaterra (figuras 13 y 14), ubicados en el área de influencia directa de la llaqta, el registro realizado determinó la existencia de gran número de quilcas y superposición entre ellas, permitiendo establecer una secuencia prolongada de ocupación humana en la zona (Astete et al. 2016). Si bien la arquitectura de la llaqta de Machupicchu y toda la evidencia arqueológica recuperada en los distintos proyectos de investigación se adscriben al Horizonte Tardío, estos hallazgos, sumados al registro de una quilca en el Sector Pachamama de la llaqta que no guarda relación con patrones iconográficos Inca (figura 15), nos permite inferir que antes del Horizonte Tardío, la zona fue un lugar de importancia ceremonial y de tránsito para el intercambio de productos entre grupos amazónicos y serranos.

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Por su parte, las excavaciones de las UE14 y UE15 en el Sector Pachamama (figuras 16 y 17) han permitido clarificar que durante las primeras labores a cargo del Patronato Departamental de Arqueología del Cuzco, se rellenaron y nivelaron ambas plataformas con elementos líticos de regular tamaño, lo que alteró en gran medida los contextos de donde la Expedición Peruana de Yale de 1912 exhumó 4 tumbas de personajes de alto estatus social (Eaton 1916: 23-25). Sobre la base de los análisis palinológicos realizados en la llaqta de Machupicchu desde la década de 1990, los experimentos de producción ejecutados por el PIAISHM y a que las condiciones medioambientales no han variado drásticamente entre la época Inca y la actual (Thompson et al. 1985), los cultivos durante el Horizonte Tardío fueron principalmente maíz, zapallo, ají, papa, coca y plantas con propiedades medicinales (Bastante 2016: 270). Asimismo, los análisis realizados a los restos óseos humanos recuperados

Figura 11. Detalle de una sección de la muralla asociada a un vano de acceso tapiado, ubicado hacia la parte inferior de las qolqas del Sector Agrícola Bajo de la llaqta.


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por la Expedición Peruana de Yale en la llaqta de Machupicchu sugieren que el maíz fue el alimento básico de la población (Burger et al. 2003: 125), constituyendo un aproximado de 65% de su dieta (Burger 2004: 89), situación corroborada con los análisis palinológicos realizados por el PIAISHM durante la Temporada 2016, donde de veintiún muestras de sedimento procedentes de unidades de excavación en el Sector Agrícola (UE01 UE09, UE16), diecisiete evidencian la presencia de palinomorfos de Zea mays (figura 18). Además de haberse identificado gran cantidad de almidones de esta especie en cerámica procedente de la UE22 (figuras 19 y 20). Para el caso de la UE10 (figuras 21 y 22), que consideró la totalidad de la qolqa superior del Sector Agrícola, se estableció que los muros de este recinto registran cimientos superficiales, lo que permitió definir que la qolqa se asentó sobre la plataforma de andén durante una segunda etapa del primer momento del proceso constructivo, situación que también se presenta

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en las UE20 (figura 23), UE23, UE24 (qolqas), UE18, UE19, UE11 y UE12 del Sector Urbano y en general en toda la llaqta, donde la estabilización del terreno, en una zona con alto índice pluviométrico anual, se logró a través de un efectivo sistema de aterrazamiento y drenajes. Cabe resaltar que en la UE12 se registró una ofrenda no disturbada asociada a la waka (figuras 24, 25 y 26), lo cual corrobora que las excavaciones clandestinas en la llaqta generalmente se enfocaron en recintos y no en espacios abiertos. Por su parte, la UE25 consideró la parte central de la Plaza Principal con la finalidad de definir la razón de la presencia del monolito en su parte central (figura 27). Si bien se realizó un análisis exhaustivo del registro fotográfico realizado por las Expediciones Peruanas de Yale, en un intento de establecer la posición original en la que se hallaba la wanka durante 1911-12, no se logró mayor avance debido, en gran medida, a la limitada cantidad de fotografías que disponemos. Sin embargo, en fotografías captadas por Martín Chambi en 1928 y por Luis E. Valcárcel

Figura 12. Roca de la serpiente. Nótese la presencia de tallas y cúpulas.


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durante la década de 1930 (figura 28) se observa que la wanka se encuentra inclinada. Por su parte, fotografías del viajero checo Eduard Ingris, en 1950, evidencian la wanka inclinada con una gran excavación, posiblemente clandestina, en su lado oeste. Mientras que sus fotografías del año 1954 muestran el área nivelada. El hecho de la que wanka se encontrase inclinada reforzaría la propuesta de que su posición original fue vertical. Tal como se presenta la wanka de menores dimensiones en el cerro San Miguel (Wiskachani) (figura 29). Durante la restauración realizada por la Corporación de Reconstrucción y Fomento del Cuzco (CRIF), en 1958, la wanka se colocó en posición vertical3 (figura 30). Una imagen tomada por Ingris en 1961 permite apreciar que sus dimensiones eran mucho mayores que en la actualidad y que registraba claras evidencias de talla (figura 31). En octubre de 1978, con el fin de contar con un espacio adecuado para el aterrizaje del helicóptero que trasladaba a los reyes de España, la wanka se tumbó en dirección este-oeste, donde

Figura 13. Quilcas del Sitio Parawachayoq.

3 CABADA, Eulogio, 1958. Informe de los trabajos realizados en las ruinas de Machu Picchu durante el primer semestre de 1958. Cusco.

Figura 14. Quilcas del Sitio Inkaterra.


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Figura 15. Quilca en el Sector Pachamana de la llaqta de Machupicchu.

Figura 16. Vista aérea del Sector Pachamama y las unidades de excavación UE14 y UE15. Nótese las tres plataformas inkas en proceso de construcción.

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se registra la base, según su posición actual. Por su parte, el registro de gran cantidad de fragmentaría cerámica en la UE13 y su ubicación a un extremo de la Plaza Principal refuerza la hipótesis de Mormontoy (2002 y 2005) de que esta fue un espacio destinado a actividades ceremoniales. Si bien el área excavada correspondiente a la UE25 se encontraba disturbada, la gran cantidad de elementos líticos presentes alrededor la wanka (único monolito de gran tamaño al centro de la Plaza Principal), así como la existencia de un segmento y esquina de muro ha permitido definir que originalmente la wanka estaba en posición vertical y circundada por una estructura rústica rectangular (figuras 32 y 33). La función de este importante elemento lítico se encuentra estrechamente relacionada a actividades ceremoniales realizadas en torno suyo, considerando asimismo que el material cultural hallado y analizado durante la presente temporada

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corresponde mayormente a fragmentos de escudillas relacionadas con el culto al agua. Es importante notar que la función principal de los grandes espacios abiertos en las llaqtas durante el Horizonte Inca, estuvo enfocada a la realización de actividades rituales, festines y libaciones, entre otros, que involucraban un considerable número de participantes. La UE17 correspondió al interior de una estructura acondicionada en un afloramiento rocoso, en la parte inferior de la waka (figura 34). Si bien el material cultural fue escaso y resulta evidente la alteración debido a anteriores restauraciones, es probable que la ventana este de la estructura se encuentre relacionada con el solsticio de invierno, situación que será comprobada o descartada durante las siguientes temporadas de investigación. Se ha definido que el área que comprendió la UE20 (figuras 35 y 36) estuvo destinada a actividades relacionadas a la producción metalúrgica.

Figura 17. Evidencia del material de relleno utilizado durante las intervenciones restaurativas a cargo del Patronato Departamental de Arqueología.


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Figura 18. Vista general del Sector Agrícola de donde se obtuvieron 21 muestras para los análisis palinológicos, identificándose la presencia de pólenes de Zea mays en 17 de ellas.

Figura 19. Vista aérea del Sector Tres Portadas con la ubicación de la ofrenda en la UE22 (flecha roja).


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Figura 20. Detalle de la ofrenda: una olla apedestalada con tapa que contenía almidones de maíz.

Figura 21. Vista lateral del recinto 01-UE10 asentado sobre la plataforma.

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Figura 22. Vista interna del recinto 01-UE10.

Figura 23. Vista general de la UE20, donde se observa una modificación estructural que corresponde a una segunda etapa del proceso constructivo.


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Figura 24. Vista general de la UE12, con la ubicación de la ofrenda (círculo rojo).

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Durante las investigaciones de Torres (1999) se halló una porra de bronce en proceso de fundición asociada a una escoria de cobre (recinto 3-B1 - adyacente a la UE20). En la Temporada PIAISHM 2015 se recuperó una escoria de cobre con trazas de estaño en la UE19-2015 (unidad que abarcó el 50% del extremo sur de la plataforma) y abundantes restos de carbón. Por otro lado, en las excavaciones arqueológicas PIAISHM 2016 se halló otro objeto metálico amorfo (escoria) hacia el extremo norte de la misma plataforma (UE20). Los análisis por florescencia de rayos X indican que el objeto está conformado por cobre (88.6%) y estaño (9.08%), entre otros elementos en menores porcentajes. Asimismo, en asociación a esta última evidencia se presentaron terrones de arcilla que habían sido sometidos a altas temperaturas y que podrían corresponder a crisoles, además de restos dispersos de carbón. Aunque los vestigios hallados responden solamente a una parte del proceso metalúrgico y si bien no existe la presencia de hornos de fundición; resulta sumamente probable que se hayan empleados hornos móviles conocidos como wayras y que el metal ya beneficiado (principalmente cobre y estaño) haya sido traído a la llaqta para

Figura 25. Piso horadado para la colocación de una ofrenda Inca.


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Figura 26. Ofrenda compuesta por tres tupus elaborados en aleación de plata/cobre. Se encontraron restos de textiles elaborados con fibra de alpaca y vicuña, adheridos al cuerpo y manubrio de los objetos.

para la elaboración de objetos empleando crisoles y mediante moldes o la técnica del vaciado. En función a sus características, estos objetos habrían sido manufacturados para uso exclusivo local. Por su parte, los recintos 03 y 04, asociados directamente a la plataforma, se encuentran orientados hacia el este, presentan dos niveles y pudieron tener funciones, entre otras, relacionadas al almacenaje y a la producción metalúrgica (figura 37).

Epílogo Los avances de las investigaciones interdisciplinarias en el ámbito del SHM-PANM están permitiendo reevaluar los procesos socio-culturales que se dieron en el área y entender los motivos por los cuales el estado Inca invirtió una considerable cantidad de mano de obra en la transformación del paisaje natural. Durante su corta vida activa, la llaqta de Machupicchu fungió como centro político-religioso, administrativo y productivo


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Figura 27. Vista aérea de la Plaza Principal con la ubicación de la wanka - UE25 (círculo negro).

Figura 28. Vista de la Plaza Principal, con la wanka que se halla inclinada. Fotografía: Luis E. Valcárcel.

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Figura 29. Wanka en el cerro San Miguel (Wiskachani). Al fondo se aprecia el nevado Salkantay.

Figura 30. Vista de la Plaza Principal, con la wanka en posición vertical. Fotografía: Luis E. Valcárcel.

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del Tahuantinsuyo (Bastante 2016: 274), ejerciendo control directo sobre los espacios de Picchu y Vilcabamba. La invasión europea y consiguiente alteración del orden andino, generó cambios en el sistema de tenencia de tierras y el acceso a recursos. Esta situación, sumada a una creciente inestabilidad política, fue determinante para el abandono total de la llaqta durante la segunda mitad del siglo XVI. Para finalizar podemos comentar que durante la temporada PIAISHM 2017 se vienen realizando investigaciones arqueológicas con excavaciones en los mismos MA que en la temporada anterior y también en el MA denominado “Muralla Mandor”, ubicado a unos 2 km hacia al noreste de la llaqta de Machupicchu (figura 38). Preliminarmente se considera que éste es un camino ritual en dirección a la montaña Yanantin y que las construcciones de planta circular y rectangular presentes en sus alrededores corresponden a viviendas que fueron habitadas por individuos a cargo del mantenimiento de caminos, sistemas de andenería y de la producción agrícola en la llaqta. Bibliografía ASTETE, Fernando; BASTANTE, José y Gori ECHEVARRÍA, 2016. Quilcas en el Santuario Histórico de Machupicchu-Parque Arqueológico Nacional de Machupicchu: Análisis y perspectivas arqueológicas. Revista Haucaypata.

Figura 31. La wanka de la plaza principal de la llaqta de Machupicchu, de dimensiones mayores que en la actualidad debido a una fractura. Fotografía de Edward Ingris. Cortesía del Museo del Sureste Morovia en Zlin.

Figura 32. Vista aérea del monolito/wanka, asociado a gran cantidad de elementos líticos - UE25.


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Figura 33. Detalle de UE25 y la posición actual de la wanka.

Figura 34. Vista de la puerta de ingreso al recinto (UE17) señalada por la flecha. Se ubica en un nivel inferior a la waka demarcada por la circunferencia.


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Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo. Nro. 11: 62-86. BASTANTE, José, 2016. Investigaciones Interdisciplinarias en la Llaqta de Machupicchu. Arqueología y Sociedad. Nro. 32: 267-276. BINGHAM, Hiram, 1913. In the Wonderland of Peru. National Geographic.Vol. 24: 387-573. BINGHAM, Hiram, 1922. Inca Land: Explorations in the Highlands of Peru. Houghton Mifflin. Boston. BURGER, Richard; LEE-THORP, Julia y Nikolaas VAN DER MERWE, 2003. Rite and Crop Revisited: An Isotopic Perspective from Machu Picchu and Beyond”. In The 1912 Yale Peruvian Scientific Expedition Collections from Machu Picchu: Human and Animal Remains: 119-137. Richard Burger and Lucy Salazar (editors). Yale University Publications in Anthropology 85. New Haven.

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BURGER, Richard, 2004. Scientific Insights into Daily Life at Machu Picchu. In Machu Picchu Unveiling the Mystery of the Incas: 85-108. Richard L. Burger y Lucy C. Salazar (editors). Yale University. New Haven. COBO, Bernabé, 1964 [1653]. Historia del Nuevo Mundo. Biblioteca Autores Españoles. Madrid. EATON, George, 1916. The Collection of Archaeological Material from Machu Picchu. Memoirs of the Connecticut Academy of Arts and Sciences. Volume V. ESPINOZA, Waldemar, 2011 [1987]. Los Incas: Economía, Sociedad y Estado en la era del Tahuantinsuyu. Amaru Editores. Lima. MORMONTOY, Alfredo, 2002. Proyecto de Investigación Arqueológica de la Ciudad Inca de Machupicchu Sector Plaza Principal, Sector Agrícola y Tres Portadas. Instituto Nacional de Cultura. Cusco.

Figura 35. Vista del flanco oriental de la llaqta con la ubicación de la plataforma materia de estudio (flecha).


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Figura 36. Extremo norte de la plataforma en la que se recuperó escorias de metal.

Figura 37. Los recintos sobre la plataforma fueron empleados como vivienda, almacén y talleres de producción metalúrgica.

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Figura 38. Ubicación del Monumento Arqueológico Mandor en relación con la llaqta de Machupicchu.

MORMONTOY, Alfredo, 2005. Proyecto de Investigación Arqueológica de la Ciudad Inca de Machupicchu Sectores Agrícolas I, II, III, V y Waynapicchu. Instituto Nacional de Cultura. Cusco. MURÚA, Martín de, 1962 [1590]. Historia General del Perú, Origen y Descendencia de los Incas. Tomo 1. Editorial Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo. Madrid. SALOMON, Frank; URIOSTE, Jorge; DE ÁVILA, Francisco, 1991. The Huarochirí manuscript: a testament of ancient and Colonial Andean religion. University of Texas Press. Austin. SARMIENTO DE GAMBOA, Pedro, 1965 [1572]. Historia de los Incas. Segunda parte de la Historia General llamada Indica. Editorial Biblioteca de Autores Españoles, Tomo 135. Madrid.

TAYLOR, Gérald, 1999 [1987]. Ritos y Tradiciones de Huarochirí. Instituto Francés de Estudios Andinos. Lima. THOMPSON, L.G.; MOSLEY-THOMPSON, E.; BOLSAN, J.F and B.R. KOCI, 1985. A 1500-Year Record of Tropical Precipitation in Ice Cores from the Quelccaya Ice Cap, Peru. Science 229: 971-73. TORRES, Elva, 1999. Informe de excavaciones arqueológicas Sector Oriental Machupicchu. Instituto Nacional de Cultura. Cusco.


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Una aproximación bibliográfica a la zona arqueológica de Choquequirao, Cuzco Gori-Tumi Echevarría López goritumi@gmail.com Eulogio Alccacontor Pumayalli EALCCACONTORP@hotmail.com

Resumen El artículo expone una bibliografía general sobre la zona arqueológica de Choquequirao. Presenta referencias sobre material publicado, así como informes y estudios inéditos con énfasis en la documentación arqueológica. Se incluye una breve reseña de las principales contribuciones académicas sobre el sitio, que abarcan del siglo XVIII hasta el presente. Palabras claves: Choquequirao, bibliografía, arqueología, historia, geografía. Abstract The article presents a general bibliography about the archaeological zone of Choquequirao. Includes references to published material, as well as unpublished reports and studies with emphasis on archaeological documentation. A brief overview of the main academic contributions on the site, which span from the 18th century to the present, is included. Keywords: Choquequirao, bibliography, archeology, history, geography. Introducción La zona arqueológica de Choquequirao es una de las más importantes de la región del Cuzco, y a la vez una de las menos conocidas académicamente. Aunque en las últimas décadas ha habido una constante intervención científica y profesional por parte de instituciones estatales, como COPESCO o el Ministerio de Cultura (ex-INC), son muy pocas las publicaciones derivadas de estas intervenciones, o de investigaciones particulares, que hallan proveído nuevos datos sobre el monumento, por lo que todavía tenemos una imagen muy fragmentada de Choquequirao, que es necesaria de ampliar y difundir. Consideramos que una de las razones por las cuales la información sobre Choquequirao es poca, no obstante la larga estadía de intervenciones estatales en el sitio, es la escaza difusión de los trabajos de investigación realizados en el monumento, originada en la increíble restricción impuesta a los investigadores de usar sus datos en publicaciones especializadas. Esto ha prevenido y desalentado a los estudiosos a

convertir sus reportes en información, científica o no, sobre el sitio arqueológico; lo cual se ve claramente reflejado en la bibliografía que publicamos en esta ocasión. No obstante que el panorama académico reciente no parece aún favorecer a los investigadores, es posible destacar en la actualidad las publicaciones de varios proyectos nacionales auspiciados por COPESCO ejecutados más de una década atrás, como los del “Proyecto de Restauración y Puesta en Valor del Conjunto Arqueológico de Choquequirao” de 1986, los del “Proyecto de Investigación Histórica Arqueológica ‘Las Llamas’ de Choquequirao” del 2005; y los del “Proyecto de Investigación Histórico Arqueológica del complejo arqueológico de Choquequirao, Sector IX”, también del 2005; los que vienen cediendo importantes conocimientos sobre este sitio Tahuantinsuyo. Asimismo, no queremos pasar por alto la reedición de antiguos reportes como los de Fidel Ramos Condori al Patronato Departamental de Arqueología del Cusco de 1968 (publicado en 1998) e informes particulares como el de Gustavo Alencastre de 1966, reeditado en 2006.

ECHEVARRÍA LÓPEZ, Gori-Tumi y Eulogio ALCCACONTOR PUMAYALLI, 2018. Una aproximación bibliográfica a la zona arqueológica de Choquequirao, Cuzco. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 13: 60-84. Lima.


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Evidentemente, esta información no conforma todo el conocimiento que se ha producido sobre Choquequirao, existiendo mucho material disperso proveniente de documentos históricos y virreinales (visitas, memoriales, actas, cabildos, legajos, tasas, etc.), viajes de exploración, información geográfica (planos y mapas antiguos), estudios geológicos, botánicos, informes periodísticos, entre otros, no accesibles a la mayoría de investigadores; material que conforma el grueso de la bibliografía que presentamos. Como recopilación bibliográfica, este texto incluye todas las referencias mencionadas antes, muchas de las cuales han sido observadas de primera mano. Sin embargo, muchas otras han provenido de búsquedas bibliográficas, tanto de fondos físicos como digitales, para lo cual se ha recurrido a fuentes convencionales y a portales académicos en Internet, como Google schoolar, academia.edu, scribd o researchgate, entre otras. Creemos que el resultado es bastante certero, pues la mayoría de las referencias han sido refrendadas mutuamente entre artículos de investigación, o han sido evaluadas directamente mediante el acceso al documento. Se ha tratado de ser lo más estricto posible en la bibliografía, la cual se presenta en un formato bastante simple. Adicionalmente, no hemos querido obviar referencias e incluso hemos incorporado artículos que sabemos han sido elaborados siguiendo procedimiento ilícitos, en desmedro de los investigadores peruanos1, acto indignante pero lamentablemente frecuente en nuestro medio. Como se verá, las referencias sobre Choquequirao, aunque no son muy numerosas, se iniciaron prácticamente durante la repartición de encomiendas a los conquistadores, durante los primeros años de la invasión española, y a partir de aquí han continuado hasta la actualidad. A fines del siglo XX se dio un salto en el conocimiento del sitio, con la liberación de información proveniente de los trabajos de COPESCO, y si la tendencia a la apertura académica continua, seguramente pronto esta bibliografía quedará desactualizada, pero ese es el destino de toda bibliografía académica. Esperamos, no obstante, que cumpla su tarea y pueda constituir un aliciente que ayude a los investigadores a conocer más de la famosa llacta de Choquequirao.

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Algunos trabajos importantes Como hemos dicho, la zona arqueológica de Choquequirao es mencionada en documentos desde el siglo XVI, y los reportes de primera mano (observaciones directas) sobre su existencia se destacan desde mediados del siglo XIX. A partir de estas referencias se infiere que el sitio ha sido conocido por muchos años de manera tradicional, por lo que no se trata de un sitio “nuevo” en la historiografía peruana. Muchos exploradores, viajeros ilustrados o intelectuales de su tiempo, han dejado testimonio de su existencia, sin llegar nunca a descubrirlo, como efectivamente sucedió con otros sitios arqueológicos peruanos en el área de Vilcabamba, siendo Machupicchu el mejor ejemplo de lo que acabamos de mencionar. Dado el largo, aunque discontinuo, conocimiento que se ha tenido sobre el sitio desde los inicios del virreinato, es posible seleccionar lo que consideramos son los principales aportes bibliográficos sobre Choquequirao, y que constituyen referencias obligatorias para todo investigador interesado en este monumento. De acuerdo a esto, vamos a reseñar publicaciones o documentos virreinales, de los viajeros del siglo XIX, algunos de la primera mitad del XX y trabajos publicados recientemente a razón de los proyectos realizados por COPESCO. La selección realizada no interfiere con la bibliografía final de este trabajo, y se hace siguiendo una línea cronológica por la fecha principal de la publicación. Las principales menciones y trabajos sobre Choquequirao son: *BUENO, Cosme, 1768. Descripción de las provincias del Obispado del Cuzco. Ms. En el siglo XVIII Cosme Bueno, el “Cosmógrafo Mayor del Reino del Perú”, incluyó a Choquequirao en la descripción del Obispado del Cuzco, refiriéndose al sitio como un “pueblo de la antigüedad”, con “casas y palacios suntuosos”. Hasta el descubrimiento del Memorial de Juan Arias Días Topete, esta se consideraba la referencia más antigua sobre el sitio, siendo en realidad la segunda del siglo XVIII, detrás de las Noticias Geográficas del Cuzco de Pablo José Oricaín (1790) y de un manuscrito del Archivo Departamental del Cuzco de 1786 (Duffait 2005)2. Hay que destacar que, tal como se puede corroborar en las demás descripciones virreinales, el sitio se menciona como un pueblo particular sin mayores implicancias sociales para la región. En


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1951, Carlos Daniel Valcárcel hará una reedición parcial de la obra, que incluirá la descripción de Choquequirao. La referencia es la siguiente: -BUENO, Cosme, 1951 [1764-68]. Geografía del Perú Virreinal (siglo XVIII). Daniel Valcárcel (editor). Lima. *LAVANDAIS, M. E., de [SARTIGES, Eugènes de], 1851. Voyage dans les républiques de l’Amérique du Sud. Revue des Deux Mondes 21(10): 1019-1059. En 1834 el diplomático francés Eugene de Sartiges llegó a Choquequirao y realizó una descripción de la zona arqueológica, en la que destacan referencias a la arquitectura monumental, sobresaliendo la mención a lo que el autor vino a llamar el “muro triunfal”, un edificio con fachada compuesta ubicado en el extremo sur de la plaza inferior del sitio (figura 1). Sartiges también mencionó cómo la zona fue huaqueada por sus colaboradores en busca de tesoros, práctica ilícita que fue constante en Choquequirao hasta la década de 1980. La narración de Sartiges incluye anécdotas y episodios de viaje, especialmente de la ruta que usó para llegar al sitio, la del noroeste que pasa por Yanama. Junto a Leonce Angrand, Sartiges es uno de los primeros que asociaron Choquequirao a la resistencia de Manco Inca o a los últimos incas, un mito que se volvió popular en el siglo XIX y ha perdurado hasta el presente. Como se puede ver en la referencia, Sartiges publicó originalmente bajo el seudónimo de M. E., de Lavandais, y no será hasta la primera mitad del siglo XX que su trabajo va a adquirir popularidad en el Perú, siendo reeditado varias veces a partir de esta época hasta la actualidad; esta vez usándose el nombre original del autor como se puede ver a continuación: 1 Sobre esto puede leerse: VALENCIA GARCÍA, Zenobio y Gori-Tumi ECHEVARRÍA LÓPEZ, 2009. Las “Llamas de Choquequirao” y la apropiación intelectual ilícita del arqueólogo frances Patric Lecoq contra los arqueólogos cusqueños y peruanos. Accesible en Internet. https://issuu.com/goritumi/ docs/denuncia_lecoq [Consultado el 11 /11/2017, 22:45 hrs.]. 2 DUFFAIT, Erwan, 2005a. Choquequirao en el siglo XVI: etnohistoria e implicaciones arqueológicas. Bulletin de l’Institut Français d’Etudes Andines 34(2): 185-196.

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-SARTIGES, Eugene de, 1947. Viaje a las Repúblicas de América del Sur (1834). En Dos viajeros franceses en el Perú republicano. Colección de Viajeros en el Perú: 78-104. Traducción de Emilia Romero. Raúl Porras Barrenechea (prólogo y notas). Editorial Cultura Antártica S. A. Lima. -SARTIGES, Eugene de, 1970. Las ruinas de Choquequirao. En Arqueología Peruana: Precursores: 78-84. Duccio Bonavia y Rogger Ravines (selección, introducción, comentario y notas). Casa de la Cultura del Perú. Lima. -SARTIGES, Eugene de, 1999. Las ruinas de Choquequirao. En De Vilcabamba a Camisea. Historiografía de la Provincia de la Convención: 192199. M. J. Aparicio Vega (editor). Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco. Cusco. -SARTIGES, Eugene de, 2006. Las ruinas de Choquequirao. Boletín de Lima 28(146): 35-43. *DESJARDINS, Ernest, 1858. Le Pérou avant la conquête espagnole. Arthus Bertrand. Paris. Ernest Desjardins fue un notable intelectual francés del siglo XIX, especializado en geografía e historia, quien, de acuerdo a Romero (1909), fue el primero en utilizar las notas y dibujos de Leonce Angrand sobre Choquequirao como fuente para su obra sobre la conquista española del Perú. De hecho, Romero extracta la descripción publicada en la obra de Desjardins, atribuyéndola completamente a Angrand (Romero 1909: 1214), siendo esta la única fuente documental atribuida a tal autor publicada hasta la actualidad. Para el caso de Choquequirao, Angrand casi no ha tenido ninguna repercusión histórica, y recién ha sido ponderado en tiempos muy recientes. Leonce Angrand, quien fue vicecónsul francés en Lima, visitó Choquequirao en 1847, realizando en el lugar una serie de descripciones, dibujos y mapas, formando así la primera documentación gráfica que se conoce del sitio; la cual se realizó con bastante precisión técnica para su época debemos añadir (figura 2). Lamentablemente, como acabamos de mencionar, Angrand no publicó sus registros, siendo estos aprovechados por otros autores, como Ernest Desjardins, y casi nunca desde una perspectiva arqueológica. Cabe agregar que Angrand fue un reconocido acuarelista, influenciado por la época de la ilustración, habiendo recorrido y registrado paisajes, imágenes costumbristas y sitios arqueológicos en el Perú y otros sitios de América. Los materiales de Angrand sobre Choquequirao se conservan en


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Figura 1. El “muro triunfal” de Eugene de Sartiges, una fachada compuesta ubicada al sur del Haucaypata o plaza principal de Choquequirao. Foto Gori-Tumi 2017.

la Biblioteca Nacional de Francia y parte de su trabajo ha sido compilado fragmentariamente en tiempos recientes: -ROMERO, Carlos, 1909a. Informe del señor Carlos A. Romero, individuo de número del Instituto, sobre las ruinas de Choqquequirau. Revista Histórica 4: 87-103. -ANGRAND, Léonce, 1972 [1874]. Imagen del Perú en el siglo XIX. Carlos Milla Batres (editor). Marcel Bataillon (introducción). Lima. -ECHEVARRÍA LÓPEZ, Gori-Tumi y Zenobio VALENCIA, 2012. Arqueología y arte en dos viajeros franceses del siglo XIX. El caso de Choquequirao, Cusco. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo 5: 46-61. *ROMERO, Carlos, 1909a. Informe del señor Carlos A. Romero, individuo de número del Instituto, sobre las ruinas de Choqquequirau. Revista Histórica 4: 87-103. El trabajo de Carlos Romero es uno de los más brillantes sobre Choquequirao. Se trata de un estado de la cuestión sobre este yacimiento arqueológico, realizado sobre la base de extensiva información documental, la que incluyó crónicas, visitas, información geográfica y reportes de viajeros hasta esa fecha. El informe de Romero, realizado a pedido de Eugenio Larrabure,

del Instituto Histórico del Perú, concluyó que el sitio fue abandonado desde la época de la conquista, que no fue refugio de los últimos incas o que tuvo relación directa a los hechos de Manco Inca. Se trata de un trabajo muy adelantado de inicios del siglo pasado y con absoluta vigencia hasta la actualidad. El mismo año de su impresión en la Revista Histórica, el reporte de Romero fue publicado de manera independiente por la imprenta Barrionuevo, y no será reeditado sino hasta casi cien años después, aunque de forma incompleta: -ROMERO, Carlos, 1909b. Informe sobre las Ruinas de Choqquequirau. Imprenta Nacional de Federico Barrionuevo. Lima. (figura 3). -ROMERO, Carlos, 2006 [1909]. Informe sobre las ruinas de Choquequirao. Boletín de Lima 28(146): 46-51. *BINGHAM, Hiram, 1910. Across South America. Houghton Mifflin Company. Boston. Dos años antes de que llegara a Machupicchu, Hiram Bingham había visitado Choquequirao, alentado por el prefecto del departamento de Apurímac, Juan José Núñez, quien le prometió el descubrimiento de grandes tesoros. Bingham, quien permaneció en el sitio del 7 al 10 de febrero de 1909, narró con lujo de detalles su ascenso a la zona arqueológica, describiendo las ruinas y


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el estado general del asentamiento, incluyendo el hallazgo de nuevas áreas con restos arquitectónicos y otros rasgos en ese tiempo visibles, como el diseño geométrico de piedras sobre la colina aplanada llamada actualmente “ushno”. Su documentación incluyó mapas topográficos y por primera vez fotografías de la zona (figura 4). La narración de Bingham debería considerarse uno de los primeros reportes arqueológicos sobre el yacimiento, ya que incluye un registro textual, fotográfico y planimétrico de la zona. Lamentablemente, tal como Bingham reconoce, su incursión en el sitio estuvo condicionada por el oro, y eso demerita su trabajo. Un detalle interesante en los reportes de Bingham es el hallazgo de varias lajas de piedra donde los primeros visitantes modernos habían inscrito sus nombres, documentando su pre-

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sencia en el lugar. Sin estas lajas no se habría sabido nunca de estas vistas, ya que la mayoría nunca publicaron registro alguno de sus expediciones. Los nombres que Bingham encontró marcados fueron: (1) Eugene de Sartiges, 1834, (2) José María Tejada y Marcelino León, julio de 1834 (figura 5). Según Bingham estos personajes pudieron haber llegado con Sartiges, (3) José Benigno Samanez (“pro presidente Castilla”), Juan Manuel Rivas Plata y Mariano Cisneros, 10 de noviembre de 1861 y (4) Luis E. Almanza, J. Antonio Almanza, Emilio Almanza y Pío Mogrovejo, 4 de julio de 1885. Aunque el reporte original de Bingham fue republicado con pocas modificaciones en “In the wonderland of Peru…” (1913)3, el autor hizo nuevos aportes sobre el sitio al incluir parte del registro de uno de sus colaboradores

Figura 2. Dibujo técnico de Leonce Angrand hecho en Choquequirao en 1847, donde describe las pacchas y la callanca con argollas ubicadas al norte del Haucaypata.


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lo cual tiene un enorme valor testimonial acerca los procedimientos y la forma en que Bingham realizó sus exploraciones en Perú. El hecho es que Bingham solicitó a Mr. Kenneth C. Heald la exploración particular del monumento, quien se encargaría de hacerlo a cuenta propia y, aunque parezca inverosímil, en tres oportunidades (Bingham 1913: 548). Bingham y su equipo literalmente limpiaron el lugar de materiales arqueológicos, actividad que fue confirmada por sus ayudantes peruanos (Barreda 2003)4, algunos de los cuales fueron terriblemente maltratados e incluso baleados por el norteamericano. Las referencias principales sobre Choquequirao en Bingham pueden encontrarse en: -BINGHAM, Hiram, 1910. The ruins of Choquequirao. American Anthropologist 12(4): 505-525. -BINGHAM, Hiram, 1913a. In the wonderland of Peru. The work accomplished by the Peruvian Expedition of 1912, under the auspices of Yale University and the National Geographic Society. The National Geographic Magazine XXIV (4): 387-573. -BINGHAM, Hiram, 2006. Choquequirao. Boletín de Lima 28(146): 52–61. *CAMPANA, Enrique. 1934. Choqque-kkirau. Revista Universitaria 23(67): 27-32. Enrique Campana nunca visitó Choquequirao. Su trabajo, publicado en 1934, documentó dos expediciones poco conocidas fomentadas por la Prefectura de Apurímac, cuyos objetivos fueron la búsqueda de tesoros: la del prefecto Julio C. de Piérola de 1896, quien nunca alcanzó el lugar, y la del prefecto Juan José Núñez de 1908, quien llegó al yacimiento después de más de “cien días” de exploración y procedió a limpiar 3 BINGHAM, Hiram, 1913a. In the wonderland of Peru. The work accomplished by the Peruvian Expedition of 1912, under the auspices of Yale University and the National Geographic Society. The National Geographic Magazine XXIV (4): 387-573. 4 BARREDA MURILLO, Luis, 2003. Entrevista al señor Luis Rodríguez Carpio, arriero y compañero de carpa de Hiram Bingham, por Luis Barreda Murillo, catedrático de la UNSAAC. En Machu Picchu y el Código de Ética de la Sociedad de Arqueología Americana: Una Invitación al Diálogo Intercultural. Mariana Mould de Pease (editora). CONCYTEC. Lima.

Figura 3. Tapa de la publicación de Carlos A. Romero, Informe sobre las Ruinas de Choquequirao de 1909.

las ruinas de desmonte. Al año siguiente invitó a Bingham a visitar Choquequirao. De acuerdo a Campana la expedición de 1908 logró encontrar lajas de pizarra en las ventanas de los edificios más grandes, las que contenían las siguientes inscripciones: “Coraceros de Castilla, 1854 - José Benigno Samanez Ocampo. Compañeros; tres hermanos Alamanza.- Peones [sus nombres] 1864” – Una rúbrica i la figura de un ancla en bajo relieve…”. Aparentemente las referencias de Campana se han tergiversado, pero es importante confirmar que estas lajas fueron vistas por más de un visitante a Choquequirao, además de Bingham, algunas de las cuales han llegado hasta nosotros (Paz 2000)5. 5 PAZ FLORES, Magno Percy, 2000. Informe Anual de Excavaciones Arqueológicas. Proyecto Especial Plan COPESCO. Cusco.


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*ALENCASTRE MONTÚFAR, Gustavo, 1966. Choqe k’iraw, la ciudad de los cóndores. Cultura y Pueblo 3(9-10): 24-28. En 1964 Alencastre Montufar llegó a Choquequirao, aparentemente como parte del equipo para la visita de supervisión del Patronato Departamental de Arqueología del Cusco. Dos años después publicó un reporte independiente. La más relevante contribución de su trabajo constituye la nominación de sectores y edificios hecha in situ, la que precedió en décadas la sectorización y nominación vigente impuesta a partir de la intervención de COPESCO desde la década de 1980. Nombres como “Kuntur Marka”, “Palacio Hatun Kancha”, “Intipata”, “Santuario” y “Sutur Pata”, etc., se asignaron a lo que hoy se conoce como Plaza superior o Hanan-Sector I, Sector III, Haucaypata-Sector III, “muro triunfal”-Sector IV y Ushnu-Sector V, respectivamente (figura 6); lo que permite comprobar que la mayor parte de las asignaciones nominales hechas para el asentamiento son arbitrarias. El aporte de Alencastre al co-

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nocimiento del sitio es sobresaliente además porque, a partir de materiales huaqueados, establece un periodo de ocupación cerámico del sitio relacionado a Killke, que precede al material Incaprovincial e Inca imperial del sitio. En 2006 se reeditó su notable trabajo: -ALENCASTRE MONTÚFAR, Gustavo, 2006. Choquequirao. Boletín de Lima 28(146): 62–72. *HUERTAS VALLEJOS, Lorenzo, 1973. Memorial acerca de las cuatro ciudades inkas situadas entre los ríos Urubamba y Apurímac. Historia y Cultura 6: 203-205. En el 1973 el historiador Lorenzo Huertas hizo una contribución importante a la historia de Choquequirao, al publicar el Memorial de Juan Arias Díaz Topete de 1710, en el que se menciona por primera vez la existencia del asentamiento como una de las cuatro ciudades Incas ubicadas en la zona de Vilcabamba, relacionadas a la explotación de minerales y otros productos. Como en el caso de la mención de Cosme Bueno, hasta entrado el siglo XIX, Choquequirao solo fue conocido

Figura 4. Uno de los largos muros interiores de la callanca con argollas, edificio ubicado al norte de la Haucaypata de Choquequirao y uno de los más suntuosos de la llacta. Foto Hiram Bingham 1909.


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histórica, el artículo se centra en aspectos interpretativos, en especial sobre la funcionalidad de las edificaciones y su organización espacial. No obstante de ser un texto inicial-interpretativo, se podría decir que inauguró una nueva era en la comprensión del sitio arqueológico, basado en trabajo de campo sistematizado y con buen financiamiento. Este es un texto bastante recurrido por los autores, siendo reeditado, con algunas modificaciones, al menos en otras dos oportunidades: -SAMANEZ, Roberto y Julinho ZAPATA, 1995. El conjunto arqueológico inka de Choquequirao. Andes 1: 97-114. -SAMANEZ, Roberto y Julinho ZAPATA, 1999. El centro ceremonial inka de Choquequirao. Arkinka, 4(46): 80-94.

Figura 5. Inscripción en laja de pizarra descubierta en Choquequirao y registrada por Hiram Bingham en 1909 y por Percy Paz en 2000. Foto Eulogio Alccacontor 2000.

como un pueblo local y un centro de producción enclavado en la cordillera de Vilcabamba, sin ninguna relación con los sucesos de Manco Inca. *SAMANEZ, Roberto y Julinho ZAPATA, 1989. El conjunto arqueológico inca de Choquequirao. Cuadernos de Arqueología 1: 17-24. Este artículo constituye el principal reporte de los trabajos realizados en el marco del “Proyecto de Restauración y Puesta en Valor del Conjunto Arqueológico de Choquequirao”, realizado en 1986 por el Plan COPESCO. Este proyecto fue, históricamente, la primera intervención de envergadura en el asentamiento y sentó las bases para un proyecto permanente hasta entrado el siglo XXI. Aunque el trabajo incluyó topografía, planimetría y documentación

*RAMOS CONDORI, Florencio Fidel. 1998. Conservación de Zonas Arqueológicas del Departamento del Cusco: Una Visión de Turismo de la Sub Región Inka. Imprenta Edmundo Pantigozo. Cusco. En la década de 1960 el investigador Ramos Condori tuvo a bien publicar los registros técnicos de Choquequirao y otros sitios arqueológicos de la región, elaborados para el Patronato Departamental de Arqueología del Cusco, que estuvieron orientados a proveer información descriptiva y planimétrica para la delimitación física de estas zonas arqueológicas. En Choquequirao, esta documentación incluyó la descripción de los ocho grupos arqueológicos observados en esas fechas, con datos de ubicación, acceso, linderos, perímetro, área, propietarios, entre otros; además un mapa de delimitación (figura 7); constituyendo un corpus de datos de inestimable valor arqueológico. No hay duda que esta es una de las más importantes contribuciones al conocimiento del sitio, especialmente por ser, como dijo el Dr. Manuel Chávez Ballón en el prólogo de la publicación, un testimonio de valor histórico. En 2005 se publicó una segunda edición de la obra con las mismas referencias editoriales. *DUFFAIT, Erwan, 2005. Choquequirao en el siglo XVI: etnohistoria e implicaciones arqueológicas. Bulletin de l’Institut Français d’Etudes Andines 34(2): 185-196. El estudio de Duffait está centrado en la época más tardía del sitio arqueológico, en el momento de su abandono a partir de la implementación de las políticas virreinales que siguieron a la invasión


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Figura 6. Edificios simétricos, de dos pisos, con planta doble y grandes hastiales, corresponden a la zona residencial de la llacta de Choquequirao, que Gustavo Alencastre Montufar llamó “Palacio Hatun Kancha” en 1966, parte de la primera sectorización de la zona arqueológica. Foto Gori-Tumi 2005.

del Tahuantinsuyo. Usando principalmente documentación histórica, el autor concluye que el sitio era ya conocido por los españoles en el siglo XVI, siendo incluido en la encomienda de Hernando Pizarro de 1539. Luego de esta asignación el sitio fue reducido al pueblo de Cachora a fines del siglo XVI (Ca. 1590), perdiendo vigencia como asentamiento hasta su abandono definitivo. A partir de estos hechos el autor indica que Choquequirao se encontraba en “tierra de paz” sin relación directa con la resistencia de Vilcabamba. Se trata de un trabajo relevante, que permite enlazar el pasado arqueológico del sitio, con su proceso de abandono y mitificación hasta el presente. *SAMANEZ, Roberto, 2006. Choquequirao, destino turístico. Boletín de Lima 28(146): 7795. Veinte años después de sus primeros trabajos en el asentamiento, el arquitecto Roberto Samanez publicó una semblanza de los antecedentes y las labores efectuadas por el “Proyecto de Restauración y Puesta en Valor del Conjunto Arqueológico de Choquequirao”; la cual incluye una reseña de la historia de COPESCO y de las principales interpretaciones alcanzadas luego de su intervención en el monumento. Según Samanez, el trabajo de 1986 fue la base para emprendimientos posteriores, que se iniciarían en 1992 con el viaje de preparación para las labores de restauración y de puesta en valor del monumento, y que se realizarían de 1993 a 2004. El texto reseña también el ingreso del Fondo Contravalor Perú-Francia, que permitió

la ejecución del catastro de 2004, para la implementación del Plan Maestro; el descubrimiento e investigación de las figuras de llamas en los andenes del sector VIII (figura 8) y; las investigaciones en los grupos arqueológicos de Pikihuasi (Sector IX) y “Talleres de vivienda” (Sector II1) del asentamiento. Este artículo explica dos de los más importantes momentos en la historia de las investigaciones de Choquequirao, los trabajos de 1986, y la gran época de investigaciones ininterrumpidas que se iniciaron en 1993 y duraron aproximadamente hasta 2006; las cuales todavía esperan una difusión adecuada. *ECHEVARRÍA LÓPEZ, Gori-Tumi, 2008. Choquequirao. Un estudio Arqueológico de su Arte Figurativo. Hipocampo Editores. Lima. Uno de los principales resultados del Proyecto Sector VIII “las Llamas” de Choquequirao, dirigido por el arqueólogo Zenobio Valencia, fue expuesto por Echevarría López en su publicación de 2008. En este trabajo se propuso la naturaleza artística y el contexto de inclusión histórica de los motivos decorativos, tanto dentro del Sector VIII, que presenta una secuencia compleja de crecimiento constructivo, así como en todo el asentamiento que abarca más de 12 sectores. Análisis formal y arquitectónico son las bases críticas de este estudio, cuyos resultados son reforzados con información histórica, lo que le da al texto un sentido general para la comprensión holística de Choquequirao. Se podría decir que este es el estudio inicial con el cual el proyecto empezó la difusión de sus investigaciones. Entre los trabajos que ya han sido publicados, se puede


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Figura 7. Plano de delimitación de la zona arqueológica de Choquequirao. Elaborado por Fidel Ramos Condori en 1968.

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Figura 8. El arqueólogo cuzqueño Zenobio Valencia García, autor del descubrimiento de las decoraciones de llamas en las andenerías del Sector VIII de Choquequirao, uno de los hallazgos más sobresalientes en la historia de los estudios del Tahuantinsuyo. Foto Proyecto Catastro y Delimitación 2004.

mencionar el análisis de la arquitectura general del sector, la excavación del único basural descubierto, y la exploración del camino arqueológico que atraviesa la zona (Echevarría y Valencia 2008, 2013 y 2017)6. Vale enfatizar que el reporte define la naturaleza artística y cultural de la escena de llamas, cusqueñas en diseño y manufactura, y sin ninguna relación con los Chachapoyas. Según el autor esta obra fue elaborada durante la época del Inca Túpac Yupanqui (figura 9). *APAZA HUAMANI, John y Homar GALLEGOS GUTIÉRREZ, 2014. Choquequirao y los tejidos para los dioses y señores inka. Arqueología

y Sociedad 27: 409-434. Este trabajo constituye parte de las conclusiones a las que arribó el “Proyecto de Investigación Histórico Arqueológica del complejo arqueológico de Choquequirao, Sector IX”, dirigido por Homar Gallegos en 2005. La principal contribución fue, sin duda, el planteamiento de que el conjunto arqueológico Pikihuasi (Sector IX), constituye un centro de producción textil, o un acllahuasi, cuestión también planteada por Angulo (2017)7. El artículo muestra parte del material obtenido por las excavaciones y sobre el que se realizaron las inferencias. Adicionalmente los autores especulan con la ubicación del sitio, cercano al llamado “ushno” y a la plaza principal de


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Figura 9. Vista panorámica de la escena de llamas del Sector VIII de Choquequirao, imagen compuesta diseñada para ser vista en tres dimensiones. Foto Gori-Tumi 2005.

Choquequirao, concluyendo que la producción textil estaba relacionada a las élites religiosas y políticas, dotando al conjunto de un sentido funcional definido. Se espera que este sea sólo 6 ECHEVARRÍA LÓPEZ, Gori-Tumi y Zenobio VALENCIA GARCÍA, 2008. Arquitectura y Contexto Arqueológico. Sector VIII, andenes “Las Llamas” de Choquequirao. Investigaciones Sociales. XII(20); 66-83. ECHEVARRÍA LÓPEZ, Gori-Tumi y Zenobio VALENCIA GARCÍA, 2013. Excavaciones arqueológicas en un “basural” del Sector VIII, Subsector G, de Choquequirao. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo 6: 10-28. ECHEVARRÍA LÓPEZ, Gori-Tumi y Zenobio VALENCIA GARCÍA, 2017. Análisis e implicancias de un remanente del sistema vial Tahuantinsuyu en Choquequirao, Cuzco, Perú. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo 12: 39-55.

inicio de la difusión de los resultados de investigación, en tan importante sector de Choquequirao. Relación bibliográfica sobre el sitio arqueológico de Choquequirao ALENCASTRE MONTÚFAR, Gustavo, 1966. Choqe k’iraw, la ciudad de los cóndores. Cultura y Pueblo 3(9-10): 24-28. ALENCASTRE MONTÚFAR, Gustavo, 2006 [1966]. Choquequirao. Boletín de Lima 28(146): 62–72. 7 ANGULO VALDIGLESIA, Lucero, 2017. Choquequirao: Uso y función de los espacios a través de la evidencia cultural - Sector IX Pikiwasi. Ciencia y Desarrollo 20(1): 49-64.


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Los caminos incas de Pampa Carachi, nuevos hallazgos. Salta, Argentina Christian Vitry chvitry@yahoo.com

Resumen En los últimos años del siglo XX habíamos concluido el estudio de un tramo de camino incaico de poco menos de 70 kilómetros de longitud, con varias decenas de sitios asociados, ubicado en la cuenca de la Quebrada del Toro, provincia de Salta (Argentina). Dicho camino había sido descripto por el explorador sueco Eric Boman casi un siglo atrás y uno de los parajes por donde transcurre la vialidad se denomina Pampa Carachi, una planicie levemente inclinada donde el camino atraviesa en línea recta poco más de 5 km. Una nueva visita al lugar y con la ayuda del Google Earth hicieron posible comprobar la existencia de un nuevo camino paralelo y otro diagonal al relevado. Palabras claves: Nuevo camino, incas, Quebrada del Toro, camino paralelo. Abstract In the last years of the twentieth century we had completed the study of an Inca road section of just under 70 kilometers in length and several dozen associated sites, located in the basin of the Quebrada del Toro, in the province of Salta (Argentina). This road had been described by the Swedish explorer Eric Boman almost a century ago and one of the places where the road runs is called Pampa Carachi, a slightly sloping plain where the road crosses a straight line just over 5 km. A new visit to the site and with the help of Google Earth made it possible to verify the existence of a new parallel road and another diagonal to the relieved one. Keywords: New road, Inca, Quebrada del Toro, parallel road. Introducción Hace algunos años dimos a conocer un tramo de camino inca de casi 70 kilómetros, asociado a una importante e indicativa infraestructura en la cuenca de la Quebrada del Toro (Vitry 1999 y 2000). Uno de los sectores que atraviesa dicha vialidad es un paraje conocido como Pampa Carachi, una extensa planicie inclinada de aproximadamente 4500 hectáreas, con una longitud norte-sur de 8 Km y 5 Km de esteoste y un desnivel altitudinal de unos 600 metros, estando la mayor altura localizada al este (3800 msnm), formando parte del piedemonte occidental de la serranía del Chañi, y la menor al 0este (3200 msnm). En esta planicie localizamos un tramo de camino recto de 5.7 km de extensión en sentido NNO-SSE, donde se emplazan siete sitios arqueológicos de filiación inca. En aquellos tiempos no disponíamos de la

fabulosa herramienta que es el Google Earth, por lo que los mapas del trazado del camino se realizaron en función de las coordenadas obtenidas por el GPS sin posibilidad de poder “ver” el terreno en una escala apropiada y con definición como hoy se puede hacer mediante el recurso citado. Entonces nuestro trabajo era más parecido al que realizó John Hyslop en la década de 1980, donde las fotografías aéreas tenían mayor importancia que las imágenes satelitales (Hyslop 1992: 246). Recientemente, luego de casi dos décadas del trabajo inicial, tuvimos la posibilidad de retomar los estudios en el área, munidos de las herramientas cartográficas digitales actuales y fue grande la sorpresa al observar un camino diagonal que se unía al principal y que oportunamente habíamos interpretado como uno solo. Pero eso no fue todo, entre las visitas al terreno y las prospecciones de las imágenes satelitales se pudo localizar un camino paralelo al principal,

VITRY, Christian, 2018 Los caminos Incas de Pampa Carachi, nuevos hallazgos. Salta, Argentina. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 13: 85-94. Lima.


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Figura 1. Ubicación geográfica del área de estudio.

el cual aparentemente no está terminado de construir, pero esto último será motivo de otra publicación cuando se dispongan de los elementos necesarios para solventar dicha suposición. El presente artículo, además de dar a conocer nuevos hallazgos del sistema vial inca, constituye una suerte de “fe de erratas” de otras publicaciones (Vitry 1999, 2000, 2003a, 2003b y Vitry y Soria 2007), ampliando y complementando la información original relacionada puntualmente con el sector de Pampa Carachi. Ubicación El área estudiada se ubica en el noroeste argentino, concretamente en el departamento de Rosario de Lerma, provincia de Salta, comprendida entre los paralelos de 24º25’ sur y 24º32’ sur, y los meridianos de 65º42’ oeste y 65º49’ oeste; ocupando espacialmente el sector

central de la provincia de Salta. Integra parte de la región morfo-estructural de la Cordillera Oriental que forma parte del extremo austral de la larga faja andina que comprende la Cordillera Oriental del Perú y las cordilleras Oriental y Central de Bolivia. Dentro del país se extiende desde el límite argentino-boliviano, hasta una latitud poco al sur de la ciudad de San Miguel de Tucumán (figura 1). Los encadenamientos tienen un desarrollo en sentido meridional, subparalelos y separados por importantes quebradas como la de los ríos Calchaquí, Luracatao, Toro y Capillas. La estructura básica de la Cordillera Oriental es de plegamiento y fallamiento; predomina el fallamiento en bloque con fallas escarpadas, siendo característicos los pliegues volcados y fallados. Está caracterizada por un basamento constituido por rocas sedimentarias muy poco meteorizadas del precámbrico (Turner 1972).


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El paisaje característico es semiárido con presencia de pastizales y cactáceas columnares. Desde el punto de vista fitogeográfico, y tomando como referencia el esquema propuesto por Cabrera (1956), la región pertenece al “Dominio Andino”, ocupando el sector oriental de la “Provincia Puneña” y manifestando las características típicas de la “Provincia Prepuneña”, que se ubica entre los 3400 msnm (oeste) y los 2000 msnm. Al este limita con la “Provincia de las Yungas”. El clima es seco y cálido, caracterizado por una elevada irradiación solar debido a la escasa nubosidad (excepto en los meses de verano) con un elevado índice de heladas. En términos generales se puede considerar clima cálido - moderado para los meses de verano y frío para el resto del año. Las precipitaciones son escasas, de régimen estival y no superan los 70 milímetros anuales. La humedad relativa anual oscila entre 35 y 50%, por lo que se considera como “seco-húmedo” (Cabrera 1956). Las altas montañas ubicadas al este de la quebrada del Toro, donde destaca la presencia del Nevado de Chañi y su serranía, se cubren de nieve en verano y, a través de sus vegas, proveen de agua durante todo el año a los pobladores de la quebrada. Todo este gran piedemonte es utilizado para hacienda y pastoreo por los escasos pobladores actuales. Antecedentes arqueológicos de Pampa Carachi El antecedente principal y más antiguo en la región es del sueco Eric Boman, quien en su obra Antigüedades de la región andina de la República Argentina y del desierto de Atacama (1908), mencionó en un acápite titulado “Calzadas prehispánicas de Morohuasi a Incahuasi y a Payogasta”, el tramo de camino que parte desde Morohuasi, pasando por Pampa Carachi y llega a Incahuasi, por los faldeos occidentales de las serranías del Chañi y de Pascha, para luego ir a Potrero de Linares (Boman 1991 y Vitry 2000). El primer investigador en mencionar la Pampa Carachi fue Atilio Cornejo. En su trabajo Apuntes Históricos sobre Salta comentó, al referirse a la entrada de los conquistadores por lo que hoy es territorio argentino, que transitó por este tramo de camino incaico mencionado por Boman: “Y una de las cosas que más llama

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la atención es el camino que llaman del Inca, el cual, entrando por la puna de Jujuy, pasa al Moreno y de ahí se dirige por el Abra del Palomar hacia la Quebrada del Toro, internándose en las serranías del naciente por el Rosal, pasa por Carachipampa y las ruinas de Sococha, Saladillo, Abra de Pascha, Fuerte Grande y Fuerte Chico, llega hasta Incahuasi y, siguiendo siempre por las mayores alturas, toma el rumbo de los Valles Calchaquíes hacia la Puna de Atacama...” (Cornejo 1936: 24). Otro antecedente específico e importante es el de León Strube Erdmann, quien en su texto Vialidad Imperial de los Incas menciona la quebrada del Toro y el Valle de Lerma, considerándolos importantes ramales de la vialidad imperial, cita los datos aportados por Boman sobre el tramo Morohuasi – Incahuasi, e incluye en su mapa como “poco documentados” o “probables” a los caminos que van más allá de Incahuasi y los que entran por el norte del Valle de Lerma. Al respecto el autor comenta: “En nuestra visita a Incahuasi y en demanda del campamento del Dr. Keidel (1921), tuvimos la suerte de gozar el panorama grandioso que nos ofrecían los flancos de los nevados y la recta impecable del camino incaico por la pampa de Carachi, en dirección a Morohuasi.” (Erdmann 1963: 89- 91). Finalmente, a fines de la década de 1990 y principios de la del 2000, Pampa Carachi y toda el área comprendida entre Morohuasi e Incahuasi fue objeto de relevamientos y estudios que resultan ser los más específicos y concretos conocidos hasta el presente (Vitry 1999, 2000, 2003a, 2003b; Vitry y Soria 2007). Como colofón de los hallazgos y estudios realizados en Pampa Carachi, tenemos los resultados obtenidos por el arqueólogo Patané Aráoz (2017) en un informe de impacto ambiental inédito, quien localiza en el sector centro oeste y suroeste de la Pampa sitios de baja visibilidad y gran profundidad temporal. Al respecto comenta: “Se debe destacar particularmente los registros obtenidos en el sitio PCEIArq-S3, especialmente las puntas de proyectil de tipo «triangulares apedunculadas» (10000 a 6000 AP; figura 15B), «Perchel o San Martin», diagnósticas del Holoceno Temprano (8500 a 7500 AP; figura 15A) y «Saladillo», diagnósticas del Holoceno medio (5500 a 4000 AP; figura 15C).” (Patané Aráoz 2017). A la luz de las evidencias materiales registradas hasta el momento podemos decir que en Pampa


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Carachi se manifiestan dos momentos prehispánicos, por un lado los grupos humanos cazadores recolectores del Período Precerámico, 11000 a 600 aC y por otra parte toda la secuencia de evidencias de infraestructura caminera relacionada con el Qhapaq Ñan que corresponde al Período Inca (1420 – 1532 dC). Caminos incas de Pampa Carachi: una revisión y corrección Cuando realizábamos la primera descripción de estos caminos (figura 2) interpretamos que el segmento que atravesaba la Pampa Carachi era uno solo, el cual era casi recto, pues, en el sitio Cementerio Carachi se quebraba y cambiaba levemente el ángulo. En su derrotero

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atravesaba seis sitios de diferente porte: Carachi Norte, Tambo Carachi Norte, Carachi Centro, Cementerio Carachi, Tambo Carachi Sur y El Cardonal (Vitry 1999 y 2000; Figura 1). Estos caminos, si bien en gran parte del tramo Morohuasi-Incahuasi tienen buena visibilidad, en los lugares llanos pierden bastante notoriedad y en sectores están prácticamente desaparecidos por la erosión. Respecto las características constructivas, se trata de un camino tipo despejado y amojonado de 3.5 metros de ancho y la particularidad que tiene es que el amojonado lateral no es una acumulación de rocas producto del despeje del camino, sino que ha mediado un importante proceso de selección de rocas con cantos planos y de tamaños similares, hecho que le da una gran

Figura 2. Fotografía aérea correspondiente a la publicación donde se interpretaba como si fuese un solo camino el que atravesaba Pampa Carachi. Fotograma Zona 2565. Recorrido 105. (IGM). Tomado de Vitry (2000: 166).


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Figura 3. Borde del camino despejado y amojonado donde se nota el trabajo de selección de rocas con cantos planos que, ubicados contiguamente, delimitan el camino inca. Fotografía de Vitry 2017.

presencia al camino (Vitry 2000: 84) (figura 3). Un nuevo proyecto nos permitió retomar las investigaciones en el área y, en esta ocasión, contando con fabulosas herramientas cartográficas digitales como lo es Google Earth. Previo a la salida al terreno se realizó la rigurosa prospección analizando las imágenes satelitales desde la computadora y grande fue la sorpresa al observar y comprobar que, lo que años atrás se había interpretado como un camino con un leve ángulo (Figura 2) resultó ser un camino recto con otro que lo intercepta y empalma diagonalmente (Figura 4). En este nuevo y real esquema distribucional de sitios asociados a la vialidad inca tenemos el siguiente panorama: un camino recto que proviene de Pampa Chuschal y su quebrada homó-

nima y atraviesa Pampa Carachi recorriendo una distancia de 5,7 kilómetros hasta llegar a la quebrada de El Cardonal; en dicho camino recto se distribuyen los sitios Carachi Norte, Tambo Carachi Norte, Cementerio Carachi, Tambo Carachi Sur y El Cardonal. Por otra parte, otro camino que nace unos 750 metros hacia el oeste de la misma quebrada El Chuschal y recorre en sentido sureste una distancia de 3.7 kilómetros formando una diagonal respecto al camino recto mencionado anteriormente y empalmando en el sitio conocido como Cementerio Carachi (Figura 4). Este camino diagonal parte de una altura de 3340 metros y cuando empalma en Cementerio Carachi se encuentra a una altitud de 3420 metros y los sitios asociados al mismo


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Figura 4. Caminos incas que atraviesan Pampa Carachi y distribución de infraestructura asociada a los mismos. Imagen Google Earth 2017®.

son Corral Carachi Norte y Pampa Carachi Centro. El primero de estos sitios lo habíamos registrado poco tiempo después de la publicación del año 2000 y no había sido publicado hasta ahora, aunque los detalles del mismo serán objeto de otra publicación. El ancho de este camino es constante y tiene 3 metros, al igual que el anteriormente citado posee bordes bien definidos debido a la selección de rocas con cantos planos (Figura 5). Sirvan las presentes líneas como “fe de erratas” de la publicación inicial (Vitry 1999 y 2000). Hallazgo de un “nuevo” camino Inca paralelo en Pampa Carachi Los estudios que estuvimos realizando en el área, tanto en gabinete como en el terreno, nos permitieron localizar sitios pequeños, cerámica inca en superficie y la presencia de un camino de muy baja visibilidad que discurre en forma paralela al recto descripto anteriormente. Dicho camino lo observamos en el norte por la misma zona donde “nace” el camino diagonal en la quebrada El Chuschal, aunque dicho empalme no pudimos comprobarlo en el terreno aún.

El camino “nuevo” tiene la particularidad de poseer un ancho constante de aproximadamente 2.5 a 3 metros, un trazado lineal recto de 6.2 kilómetros a una altitud promedio de 3330 metros hasta llegar a la quebrada El Cardonal (Figura 6). Las prospecciones por la zona de la quebrada El Cardonal y sus alrededores no han evidenciado hasta el momento la continuidad de este camino. Por otra parte, se localizaron cuatro lugares con evidencia de cerámica inca en superficie (Figura 7), el camino no posee infraestructura vial asociada, tiene muy baja visibilidad (Figura 8) y se encuentra a unos 800 metros respecto al “principal”. Las evidencias nos sugieren proponer, como hipótesis de trabajo, que este camino se encontraba en proceso de construcción cuando fue abandonado debido a los sucesos históricos que estaban aconteciendo en el Tahuantinsuyo, de allí que, cuando entrecomillamos la palabra “nuevo”, consideramos que es casi literal, pues posiblemente nunca haya sido utilizado y, la ausencia de infraestructura asociada avalaría en cierta medida la hipótesis planteada, pero el tiempo y las investigaciones son los que tendrán la palabra definitiva de este postulado.


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Figura 5. Aspecto del camino diagonal de Pampa Carachi. Fotografía de Vitry 2017.

Figura 6. La imagen muestra el “nuevo” camino paralelo localizado en Pampa Carachi. Imagen Google Earth 2017®.

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Figura 7. Fragmentos de cerámica Inca hallada sobre el camino paralelo. Fotografía de Vitry 2017.

Consideraciones finales A medida que avanzan las investigaciones en torno al sistema vial incaico van apareciendo mayor cantidad de evidencias que contribuyen a un mejor entendimiento de la problemática. Este quizás no sea el caso de los caminos paralelos, sobre los cuales no se han producido numerosos hallazgos desde lo expuesto por Hyslop en la década de 1980, quien mencionó los caminos del norte del sitio Tunsukancha en el departamento de Huánuco y los del área de Jauja, en la Sierra Central del Perú (Hyslop 1992: 247). Al respecto tenemos nuevos registros

en el sur de Bolivia (Manzo et al. 2011 y Muñoz 2012); en Chile (Stehberg y Caravajal 1998 y Stehberg et al. 2017) y en Argentina (Vitry 2000: 196 y Martin 2015: 45). Para la Argentina el caso más emblemático de caminos paralelos se localiza en la provincia de La Rioja, en un área conocida como Chilitanca o Pampa del Ajencal, dado a conocer por Schobinger (1966) y complementado por el arqueólogo Sergio Martin, quien registró caminos paralelos a ambos lados de la sierra de Famatina (Martin 2015: 46), aportando además algunas posibles interpretaciones sobre la funcionalidad de los mismo.


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Figura 8. Aspecto del camino inca paralelo al “nuevo” en Pampa Carachi y cuya visibilidad es muy baja. Fotografía de Vitry 2017.

Tal como mencionáramos anteriormente, pensamos que el “nuevo” camino hallado en Pampa Carachi, se trataría de una vialidad que se encontraba en proceso de construcción y fue abandonada antes de concluirla. En el área tramo Morohuasi-Incahuasi hay un sitio arqueológico ubicado a pocos kilómetros al norte, en una situación similar de abandono en pleno proceso constructivo. Aparte de los argumentos esgrimidos en el acápite anterior, hemos hallado una serie de mojones y otros rasgos arquitectónicos que estarían indicando lo antedicho y que profundizaremos en un futuro trabajo. Bibliografía BOMAN, Eric, 1991 (1908). Antigüedades de la

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Los tofet fenicio-púnicos y los sacrificios de infantes en los montes del sur de Cerdeña María Constanza Ceruti constanzaceruti@hotmail.com

Resumen Los tofet de Cerdeña son altares funerarios de época fenicio-púnica, construidos sobre promontorios rocosos de alta visibilidad, en los que se depositaban urnas cinerarias con restos infantiles carbonizados y estelas de arenisca representando miniaturas de edificios dedicados al culto. Desde el punto de vista estrictamente temático, el fenómeno de los tofet es interesante como paralelo de comparación con las ceremonias incas de capacocha, que tuvieron como escenario a distintas montañas de los Andes, en las que el sacrificio de niños jugó un papel fundamental. Además, el objetivo del trabajo es llamar a los colegas a una reflexión acerca de las presentaciones distorsionadas que se hacen sobre estos fenómenos históricos por motivos ideológicos o de corrección política. Palabras claves: Tofet, montes, sacrificios, infantes, Cerdeña. Abstract The Tophet of Sardinia are funerary altars from the Phoenician-Punic period, built on high visibility rocky promontories, where cinerary urns were placed with charred children’s remains and sandstone steles representing miniatures of buildings dedicated to worship. From the strictly thematic point of view, the phenomenon of the Tophet is interesting as a comparison parallel with the Inca capacocha ceremonies, which took place in different mountains of the Andes, in which the sacrifice of children played a fundamental role. In addition, the objective of the work is to call the colleagues to a reflection about the distorted presentations that are made about these historical phenomena for ideological or political correctness reasons. Keywords: Tophet, mountains, sacrifices, infants, Sardinia. El paisaje cultural de Cerdeña Cerdeña ocupa un lugar estratégico en el corazón del Mediterráneo, que le permitió nutrirse desde épocas tempranas del acervo de Medio Oriente, el norte de África y de las culturas célticas europeas. A diferencia de las islas baleares, Malta y Sicilia, la isla de Cerdeña no fue objeto de los fuertes cambios culturales que la ocupación árabe trajo aparejados en regiones del sur de Europa desde el siglo VIII aC. Es quizás, por ello, que las tradiciones culturales sardas sorprenden por la vitalidad con que han sido preservadas hasta nuestros días. En la remota isla de Sant´Antioco, al sudoeste de Cerdeña, se encuentra el Museo Etnográfico Su magasinu de Su Binu, donde se pueden

apreciar instrumentos empleados en la confección del pan ceremonial barroco, que se hornea en ocasión de las sagras para los santos patronos; así como los implementos característicos para el bisso (extraído de filamentos del molusco más grande del Mediterráneo) con el que se decoran las mantas que adornan los balcones durante las procesiones religiosas. La región meridional de la isla de Cerdeña mantuvo desde tiempos antiguos contactos estrechos con el norte de África, los cuales se intensificaron durante la etapa púnico cartaginesa (600 al 300 aC). Los ecos de las influencias norteafricanas se manifiestan en rasgos tales como la joyería de coral o la orfebrería ornamental, que adornan los trajes típicos de las mujeres sardas,

CERUTI, María Constanza, 2018. Los tofet fenicio-púnicos y los sacrificios de infantes en los montes del sur de Cerdeña. Revista Haucaypata. Investigaciones arqueológicas del Tahuantinsuyo, Nro. 13: 95-111. Lima.


María Constanza Ceruti Los tofet fenicio-púnicos y los sacrificios de infantes en los montes del sur de Cerdeña

notablemente semejantes a los de las esposas Bereber en Marruecos. Es interesante, desde el punto de vista lingüístico, que tanto las tribus de los montes Atlas como las comunidades de las montañas sardas fueran designadas por los conquistadores romanos como “bárbaras” (de allí se desprende el nombre de la región montañosa de la Barbagia, que se extiende en el centro-este de Cerdeña; así como el gentilicio “bereber” de las tribus norteafricanas). La geografía meridional de Cerdeña, en la que se combinan extensas planicies y abruptas montañas ha permitido mantener la vigencia de las sagras, festividades populares de tinte religioso que en esta parte de la isla involucran carreras de caballos, además de las procesiones con las imágenes de los santos mártires cargadas en andas por los devotos fieles y precedidas por las traccas, carros tirados por bueyes y adornados con flores y frutos (véase Mastino 2007). Tuve la fortuna de encontrarme pernoctando en Sant´Antioco justamente el día en que el poblado celebraba la festividad del Santo Patrono de la isla, pudiendo acompañar la procesión de la sagra y apreciar “de primera mano” la vestimenta típica de los devotos, las traccas y la exhibición de mantas bordadas adornando los balcones. Entre los elementos culturales más exclusivos de la región sudoeste de Cerdeña están los “fassonis”, botes de totora empleados por los campesinos sardos para desplazarse por las aguas pantanosas de las lagunas y marismas en las inmediaciones del golfo de Oristano. La existencia de grandes extensiones de pantanos, lagunas y marismas en el extremo sudoeste de Cerdeña, sumada a la cercanía geográfica de las costas de África determina que esta región sarda siga actualmente siendo objeto de epidemias de fiebre del Nilo occidental; en tanto que hasta mediados del siglo XX dC permanecía todavía azotada por el flagelo de la malaria. Panorama de Cerdeña meridional en la antigüedad La región meridional de la isla de Cerdeña conserva manifestaciones propias de la Prehistoria Neolítica (6000-2800 aC) y Eneolítica (2800–220 aC), entre las que se destacan las tumbas semi-subterráneas excavadas en la roca y caracterizadas coloquialmente como “casas de brujas” o domus de janas. Dichas

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tumbas comparten rasgos arquitectónicos y decorativos semejantes a los hipogeos de la isla de Malta, al igual que la importancia atribuida en esta etapa a las esculturas líticas de las diosas madres. Durante la Edad del Bronce (2200-900 aC) se extiende por toda Cerdeña la civilización Nurágica, caracterizada por sus construcciones en forma de torres llamadas nuraghe, los pozos sacros y las ofrendas de figurinas de bronce en miniatura representando barcas, bovinos, sacerdotes y oferentes estilizados. Los nuraghe sardos se asemejan en forma y función a los talayots de las islas baleares; si bien las torres sardas son de mayor tamaño y presentan corredores, escaleras y recintos con cúpulas en su interior. De esta etapa nurágica se conservan, asimismo, conjuntos megalíticos de función funeraria llamados coloquialmente “tumbas de gigantes” en cuya planta se materializaba la figura de la testa bovina, siendo que el buey fue considerado un animal sagrado en toda el área mediterránea contemporánea, especialmente en la civilización minoica en Creta (véase Ceruti 2012). En la Edad del Hierro (900-600 aC) comienzan a consolidarse en Cerdeña los contactos con los etruscos del centro de la península Itálica y con los Fenicios del Líbano. Las influencias fenicias contribuyen directamente al surgimiento de una Era Púnica o Cartaginesa (600-238 aC) que se extiende hasta la conquista romana ocurrida en el año 238 aC. La investigación que aquí desarrollamos en torno a los sacrificios de niños en las montañas del sur de Cerdeña queda enmarcada dentro de esta época de influencias Fenicio-Púnicas en la isla, durante las cuales que se construyeron y utilizaron los famosos altares funerarios conocidos como Tofet. Las necrópolis púnicas en el sur de Cerdeña han sido ampliamente reutilizadas durante la época romana y medieval, hasta nuestros días. Los hipogeos púnicos en la ciudad de Sant ´Antioco (antigüa Sulky fenicia y Sulci romana) fueron reutilizados en época romana para el sepelio de los difuntos en sarcófagos de piedra o féretros de madera. Desde el siglo IV dC y hasta el siglo VII dC la comunidad cristiana de Sant´Antioco reutilizó los enterratorios hipogeicos como catacumbas, en base a la creencia de que el entierro “ad sanctum” facilitaría el ingreso del alma al cielo al momento del Juicio Final. De allí que las catacumbas de Sulci constituyan uno de los más significativos recursos arqueológicos de la era cristiana en Cerdeña, siendo la iglesia basílica erigida encima de las catacumbas y consagrada al mártir norteafricano Sant´Antioco uno de los templos más antiguos de toda la isla. En épocas


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Figura 1. Ruinas de la ciudad fenicio-púnica-romana de Tharros (© Maria Constanza Ceruti).

recientes, las tumbas hipogeicas de filiación púnica fueron reutilizadas como hogares trogloditas para familias campesinas carenciadas. Al término de la presente investigación, acerca de los altares funerarios fenicio-púnicos y los ritos sacrificiales en las montañas del sur de Cerdeña, visité personalmente el tofet de Monte Sirai, el tofet de Sulky en la isla de Sant´Antioco, el santuario de Tanit junto a las ruinas de Nora y el tofet en las inmediaciones de las ruinas de Tharros. También tuve la suerte de examinar las colecciones de materiales procedentes de contextos de tofet, que incluyen estelas de arenisca y urnas cinerarias de cerámica exhibidas en el Museo Arqueológico Nacional de Cagliari, el Antiquarium Arborense de Oristano, el Museo Arqueológico Giovanni Patroni de Pula y el Museo Arqueológico Ferruccio Barreca de Sant´ Antioco.

Los tofet fenicio- púnicos en el paisaje del sur de Cerdeña Los tofet son altares funerarios de época feniciopúnica, construidos sobre promontorios rocosos de alta visibilidad, en los que se depositaban urnas cinerarias con restos infantiles carbonizados y estelas de arenisca representando miniaturas de edificios dedicados al culto. Anteriormente se aceptaba que los restos incinerados hallados en los tofet pertenecían a niños sacrificados en honor a Tanit y Baal Hammon, divinidades fenicio-púnicas a las cuales eran consagrados dichos altares. Actualmente, la noción de que los cartagineses hayan sacrificado niños en las montañas del sur de Cerdeña se encuentra cuestionada (y silenciada) por motivos que analizaremos en las consideraciones del presente trabajo. A continuación recorreremos algunos ejemplos de tofet en asentamientos fenicio-púnicos en la parte sur


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de la isla de Cerdeña y caracterizaremos brevemente los materiales arqueológicos hallados en asociación contextual con dichos altares funerarios. Las ruinas de Tharros y su tofet Las ruinas de Tharros se encuentran localizadas en las inmediaciones del cabo San Marco, en el extremo de la península de Sinis, que se adentra en las aguas del golfo de Oristano. Fundado por los Fenicios hacia el siglo VIII AC, el enclave de Tharros llegó a constituir uno de los sitios púnicos más importantes de Cerdeña (figura 1). Su importancia se mantuvo a lo largo de la historia, tal como lo testimonian las imponentes ruinas de un complejo termal romano y una vía pavimentada con losas de piedra; la base de un templo con columnas dóricas, un templo de planta semítica y un área de puerto que se encuentra actualmente cubierta por el mar. De la época fenicio-púnica data un templo monumental con tres muros y el tofet erigido en la cima de la vecina colina de Su Muru Mannu, en cuyas inmediaciones se construyó posteriormente un baptisterio paleocristiano (figura 2). El tofet comprende un templo fenicio con un altar sacrificial cartaginés, junto al cual se depositaron urnas cinerarias pintadas que contenían en su interior restos carbonizados de niños y animales, acompañados por amuletos. Las estelas de arenisca erigidas a los pies del tofet constituían miniaturas que reproducían la forma de ciertas construcciones para el culto. Las estelas y urnas del tofet de Tharros se encuentran actualmente en el Museo Municipal Giovanni Marongiu de Historia y Arqueología, en la vecina localidad de Cabras. Estelas y urnas púnicas en el Antiquarium de Oristano La ciudad de Oristano, situada en la planicie de Campidano, en el extremo occidental de Cerdeña, es reconocida por su planta medieval amurallada, sus cuatro entradas y sus torres entre las que se destaca la torre de San Cristóforo. El Museo Arqueológico de Oristano es llamado el Antiquario Arborense, en honor a Eleonora de Arbórea, una destacada jurista y feminista que ejerció el poder en el siglo XIV, durante el período denominado “Giudicato Independiente”. Situado en un edificio histórico conocido como Palazzo Parpaglia, el museo

Figura 2. Camino a la colina del Tofet en Tharros (© María Constanza Ceruti).

exhibe una vasta colección reunida en el siglo XX por el abogado Efisio Pischedda. La torre, elemento emblemático de la ciudad de Oristano, es adoptada como eje simbólico integrador para la muestra arqueológica del museo, la cual ha sido titulada “la ciudad y la torre”. Los distintos materiales de época fenicio-púnica se muestran acompañados de sugestivas citas tomadas de la Biblia y de los documentos escritos por antiguos historiadores romanos. Las vitrinas que exhiben materiales funerarios tales como máscaras apotropaicas1, jarras trilobuladas o escarabajos de pasta vítrea quedan vinculadas conceptualmente bajo el acápite de “la ciudad 1 Las máscaras apotropaicas aparecen en contextos funerarios y se caracterizan por su apariencia temible. Tenían como función espantar a los malos espíritus.


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Figura 3. Materiales de Tofet en el Antiquarium Arborense de Oristano (© María Constanza Ceruti).

Figura 4. Templo de Tanit en las ruinas de Nora (© María Constanza Ceruti).

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de los muertos”. Las vitrinas que exhiben objetos de culto, tales como estatuillas votivas cartaginesas hechas en arcilla, incensarios púnicos o figurinas con múltiples pechos que representan a la diosa Cibeles, quedan organizadas bajo el acápite de “la ciudad de los dioses”. En tanto que las vitrinas que exhiben materiales procedentes de contextos de tofet - incluyendo las urnas cinerarias y las típicas estelas de piedra con el diseño geométrico característico de la diosa Tanit - se articulan bajo el concepto de “la ciudad de los hijos e hijas pasados por el fuego”, en alusión a las gráficas descripciones de los sacrificios infantiles a Baal que aparecen en la Biblia y en los escritos de los historiadores romanos (figura 3). Las ruinas de la ciudad de Nora y su tofet Nora fue fundada por los fenicios en el siglo IX aC sobre el cabo de Pula, en el extremo sur

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de Cerdeña, constituyéndose en la más antigua ciudad sarda. Supo conservar su importancia hasta la época romana, de la cual datan el único anfiteatro romano hallado en la isla y las ruinas de los baños termales, el foro y la basílica, además de exquisitos mosaicos. El santuario de Esculapio, construido sobre un promontorio que corona una pequeña península que avanza hacia el mar, parece ser de origen púnico, remontándose en antigüedad al siglo IV aC. En su interior se realizaban ritos de “incubación” o curas por sueño para las que los devotos debían dormir en el templo. Se cree que la famosa estatua del “durmiente” que se exhibe en el Museo Arqueológico de Cagliari estaría vinculada con este tipo de ritos. Una de las máximas elevaciones en el sitio, conocida como “la colina de Tanit” cuenta con las ruinas de un templo romano construidas sobre las de un templo fenicio (figura 4). Hace

Figura 5. Estelas del Tofet de Nora en el Museo Arqueológico de Pula (© María Constanza Ceruti).


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Figura 6. Tofet de Sulky en Sant´ Antioco (© María Constanza Ceruti).

aproximadamente cien años, una marejada con olas de inusual altura dejó al descubierto el área de tofet, con sus características estelas de arenisca y urnas cinerarias. El tofet fue excavado por pobladores locales bajo la dirección de un aficionado a la arqueología y los materiales recuperados fueron puestos a resguardo en los museos arqueológicos de las ciudades de Pula y de Cagliari (véase Bernardini 2007a y Tronchetti 1985). Por su parte, el Museo Giovanni Patrini se encuentra albergado en una casa tradicional sarda en el centro de la localidad de Pula. En la sala principal del museo se exhiben objetos procedentes de las ruinas de la vecina ciudad de Nora, que incluyen vasos áticos importados, ánforas púnicas de rescates subacuáticos y hasta una pluma de oro en la que se ha tallado el rostro de la Gorgona (véase Bernardini 2007b y

Martinelli 2007). La parte más destacada de la colección está integrada por las estelas procedentes del tofet de Nora que conservan el signo de Tanit en bajorrelieve. También se exhiben ampliaciones de las fotos antiguas que ilustran las excavaciones efectuadas hace casi cien años en el sitio (figura 5). El enclave fenicio de Sulky y su tofet La isla de Sant ´Antioco se desprende de la costa sudoeste de Cerdeña, separada por un área de lagunas y marismas. En una colina que se yergue sobre el golfo de Palmas, en el siglo VIII AC, los navegantes libaneses erigieron el enclave de Sulky, el cual constituye con alta probabilidad el asentamiento fenicio más antiguo en Cerdeña (puesto que precede en el tiempo al vecino enclave de Monte Sirai). La dominación romana conoció al sitio como “Sulci” y le concedió importancia


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estratégica para controlar el acceso a los recursos minerales de la vecina región montañosa de Carbonia. Los fenicios construyeron una necrópolis en la colina de Is Pirixeddus, con cámaras subterráneas excavadas en la tufa y accesibles mediante un corredor con escalones tallados en la roca volcánica. Muchos de los objetos funerarios recuperados en las excavaciones arqueológicas realizadas en dicha necrópolis se encuentran actualmente exhibidos en el vecino Museo Arqueológico Ferruccio Barreca, el cual ofrece una de las colecciones de materiales feniciopúnicos más completas de todo el Mediterráneo. El tofet fenicio-púnico fue erigido en otra colina vecina que lleva el sugestivo nombre de Sa Guardia de Is Pingiadas (“Guardiana de las vasijas”). Dicho altar funerario, en el que los fenicios y cartagineses depositaban los restos incinerados de niños, permaneció en uso entre los siglos VIII y I aC (figura 6). Contaba inicial-

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muros bajos de piedra que creaban áreas de recintos segregados, en las cuales se depositaban las urnas cinerarias y estelas. Más de 3000 urnas y 2000 estelas procedentes de este sitio se encuentran actualmente albergadas en el Museo Arqueológico Nacional de Cagliari y en el Museo Ferruccio Barreca de Sant´ Antioco. Las estelas exhiben representaciones de divinidades feniciopúnicas y escenas de sacrificios de animales. En muchos casos se emplearon vasijas de uso culinario a modo de urnas cinerarias, las cuales eran cubiertas con platos o porta-candelas de cerámica. Las cenizas y restos óseos contenidos en su interior eran no solamente de niños sino también de animales (vacunos y caprinos, entre otros), como se explica en la folletería del sitio. Actualmente se encuentran in situ algunas urnas cinerarias aún enterradas, de las que solamente asoman los bordes (figura 7). La mayoría de las urnas de terracota que se observan en superficie son réplicas modernas de las que fueran oportunamente excavadas. Es por demás interesante

Figura 7. La autora en el tofet de Sulky en Sant´ Antioco (© María Constanza Ceruti).


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que la parte posterior del tofet cuenta con un afloramiento rocoso el cual, por su conformación y grado de exposición a los vientos es interpretado como el lugar exacto para la incineración de los cuerpos. Aún pueden advertirse en superficie fragmentos óseos de muy pequeño tamaño, correspondientes a los restos calcinados de los niños ofrendados a las deidades fenicias. Por su parte, el Museo Arqueológico Ferruccio Barreca en Sant´ Antioco ofrece una de las colecciones de materiales fenicio-púnicos más completa y mejor documentada de todo el Mediterráneo. Los artefactos procedentes del tofet y de la necrópolis púnica de Sulky incluyen urna cinerarias, estelas, amuletos, joyería de oro y plata y jarras de alfarería. Particularmente interesante resulta la colección de máscaras apotropaicas de arcilla cocida, dotadas de grandes dientes y orejas, cuya finalidad era la de

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alejar los espíritus malignos de las inmediaciones del lugar de descanso del difunto, contribuyendo también a desalentar la profanación de tumbas. El asentamiento fenicio de Monte Sirai y su tofet El asentamiento fenicio de Monte Sirai fue fundado alrededor del año 750 aC y abandonado durante la era republicana. El emplazamiento del sitio, en la cumbre de una montaña plana rodeada de precipicios, fue considerado estratégico por parte de los romanos, puesto que les permitía dominar la “vía sulcitana” de acceso a las minas de cobre situadas en las montañas vecinas. Desde sus alturas se divisa claramente la isla de Sant´Antioco y el golfo de la Palma, además de las montañas más elevadas de la región de Carbonia e Iglesiente. Ocupa la superficie de una montaña dotada de una extensa cima plana, la cual resulta llamativa

Figura 8. Tumba púnica hipogeica con diseño de Tanit en Monte Sirai (© María Constanza Ceruti).


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Figura 9. Templo de Astarte en Monte Sirai (© María Constanza Ceruti).

al ser observada desde el tofet de Sulky, en la vecina isla de Sant´Antioco. Monte Sirai es una ciudad fenicio-púnica fortificada, compuesta por el poblado de Monte Claro, una acrópolis, las necrópolis fenicia y púnica, las antiguas Domus de Janas y el consabido tofet. El poblado de Monte Claro cuenta con amplios sectores de arquitectura doméstica, con recintos construidos con ladrillos secados al sol y basamentos de muros de piedra. La arquitectura funeraria en el vecino valle de las necrópolis se destaca por las trincheras de incineración labradas en la roca madre en época fenicia y por los elaborados hipogeos púnicos. Dichas cámaras subterráneas excavadas en la tufa volcánica y selladas originalmente con grandes losas de piedra contenían ofrendas funerarias de cerámica, joyas, objetos de bronce, platos, jarras y collares de pasta vítrea. En la tumba número 5 se observa una columna en la que se ha representado en bajorrelieve el signo de la diosa Tanit (figura 8). El único espacio público dentro de la planta del sitio es una pequeña plaza que precede al templo de Astarté, construido a modo de

terraza sobre-elevada y accesible tras el ascenso de dos gruesos escalones de piedra (figura 9). Dicha estructura religiosa fue construida reutilizando para tal fin la torre de un antiguo nuraghe de planta simple. El tofet de Monte Sirai está en una colina-santuario en el sector noroccidental de la localidad arqueológica, habiendo sido fundado hacia el año 360 aC. Se orienta en dirección noroeste y se ubica en la cúspide del promontorio. Las cenizas de los niños eran contenidas en urnas de terracota las cuales eran depositadas en grietas al pie del tofet, cubiertas de un bol o plato de cerámica y frecuentemente acompañadas por estelas figurativas (figura 10). Las urnas y estelas cubrían una superficie de aproximadamente 600 m² a los pies del pequeño templo construido sobre el promontorio de roca natural. Los materiales arqueológicos (estelas y urnas) procedentes del tofet de Monte Sirai se encuentran albergados en el Museo Cívico Arqueológico Villa Sulcis, en la vecina ciudad de Carbonia. Según la folletería explicativa, el tofet era el lugar elegido para depositar “las cenizas de niños que habían nacido muertos o


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que morían durante la primera infancia, sin haber tenido oportunidad de ser integrados ritualmente a la comunidad de los vivos”. Consideraciones Los fenicios fundaron numerosas ciudades en el sur de Cerdeña entre los siglos IX y VII aC, las cuales alcanzaron su apogeo en época Púnica (siglo VI a III AC). Dichos asentamientos comprendían una cuidadosa planificación urbana para la regulación del espacio, con unidades domésticas distribuidas ordenadamente, al igual que los espacios públicos y los sistemas de distribución del agua. También estaban previstas en las inmediaciones de los enclaves fenicio-púnicos las áreas dedicadas en carácter de altar funerario y necrópolis infantil, que eran conocidas como tofet. El tofet es un santuario al abierto dedicado a las divinidades fenicio-púnicas Tanit y Baal Hammon. Se reconoce arqueológicamente por sus altares de piedra y por albergar estelas de

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arenisca y urnas cinerarias de terracota, en cuyo interior se conservaron los restos de los cuerpos infantiles calcinados en el fuego, acompañados frecuentemente por restos incinerados de animales y amuletos. El principal ejemplo está constituido por el tofet de Salambó en Cartago, el cual ha sido declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO. Las excavaciones arqueológicas allí realizadas permitieron demostrar una utilización continua del sitio durante más de seis siglos, la cual conllevó a que fuesen depositadas ritualmente alrededor de 20 mil urnas cinerarias. Los destinatarios del culto en tofet eran el dios Baal Hammon y a su consorte la diosa Tanit o Tinnit, equivalente de la diosa fenicia Astarte, cuyo culto estaba vinculado a la luna y la fertilidad. La diosa Tanit era simbolizada mediantes una circunferencia sobre un trazo horizontal y un triángulo o “V” invertido, los cuales aparecen frecuentemente representados en las estelas de piedra descubiertas en los tofet (figura 11).

Figura 10. Tofet de Monte Sirai (© María Constanza Ceruti).


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Los tofet en la isla de Cerdeña se construían en emplazamientos de alta visibilidad, aprovechando las colinas más prominentes, que ofrecían vista a las montañas y al mar. El templo a Astarté y el tofet ocupan los promontorios de máxima visibilidad en la aplanada cima del Monte Sirai. La colina de Tanit también constituye el promontorio de mayor elevación en la geografía de la ciudad fenicia de Nora. Al igual que el tofet en Tharros, que ocupa un promontorio de alta visibilidad en las inmediaciones de las ruinas. Ya entre los cananeos el culto a Baal tenía por escenario las cumbres de colinas vecinas a las ciudades, las cuales eran concebidas como “lugares altos”. En Cerdeña, la deidad masculina cartaginesa Sid Baba también continuó recibiendo veneración en promontorios rocosos considerados sagrados. Algunos de dichos lugares de culto fueron romanizados como templos dedicados al Sardus Pater, como en el caso del templo romano de Antas, en las inmediaciones de Oristano. La folletería elaborada para el tofet de Sulky explica que las cenizas infantiles allí depositadas correspondían a “niños nacidos muertos o fallecidos en la primera infancia”. La cartelería en el interior del Museo Arqueológico Ferrucio Barreca, erigido junto al tofet de Sulky, explica textualmente: “El Tofet era un santuario dedicado a la diosa Tinnit y al dios Baal Hammon, divinidades fenicias invocadas para la tutela de los niños. El lugar de culto era a cielo abierto. El sacrificio que se practicaba en el Tofet involucraba a infantes nacidos muertos o muertos por causas naturales antes de la ceremonia de iniciación. Los cuerpos infantiles eran transportados al interior del área sacra y ofrecidos a la diosa Tinnit y al dios Baal Hammon, divinidades a las que era dedicado el Tofet y que protegían a los niños. Los cuerpos eran quemados y los restos eran depositados en un vaso de cerámica – frecuentemente un recipiente de cocina nuevo – el cual luego era depositado en el suelo. Durante el ritual los padres suplicaban a las divinidades que devolvieran el alma del niño y que les enviaran un nuevo hijo. Si así sucedía y la familia era bendecida con un nuevo bebé, los padres erigían una estela en recuerdo de la gracia recibida”. Dicha argumentación me fue repetida verbalmente por el personal del Museo Ferruccio

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Barreca durante la visita guiada al tofet de Sulky. Advertí el mismo abordaje conceptual acerca de la función estrictamente funeraria (y no sacrificial) de los tofet durante la visita guiada a las ruinas de Nora, donde el énfasis de la explicación se orientó al proceso de excavación del sitio (Bernardini 2007a, Tronchetti 1985). Otro tanto sucedió durante mi visita al Museo Giovanni Patroni en Pula (Bernardini 2007b, Martinelli 2007) y durante mi visita al Antiquarium Arborense en Oristano (Sanna 2007). Ante cualquier pregunta orientada a vincular a los tofet con prácticas de sacrificio de infantes, obtuve siempre una respuesta negativa. Excepcionalmente, observé en el Antiquarium Arborense de Oristano que la cartelería explicativa junto a las urnas cinerarias y estelas de los tofet incluía citas de pasajes de la Biblia y de historiadores clásicos en las que se aludía al sacrificio de niños. La probable función sacrificial asociada a los tofet aparecía de este modo mencionada solamente “en la voz” de los escritos antiguos

Figura 11. Estela funeraria con signo de Tanit (© María Constanza Ceruti).


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pero no “asumida” en el guion explicativo propiamente dicho. Advirtiendo mi interés por el tema, los guías del museo se apresuraron a explicarme las concepciones “actualmente aceptadas” acerca del uso estrictamente funerario de los Tofet como necrópolis para el entierro de las cenizas de niños muertos por causas naturales. Uno de los guías, sin embargo, me recomendó en voz baja leer atentamente las citas etnohistóricas sobre los sacrificios de niños, advirtiéndome que no sería posible encontrar este tipo de apreciaciones en otros contextos museísticos y que en breve, dicha cartelería sería modificada. A continuación sintetizo las traducciones que realicé de las citas en italiano ofrecidas en la cartelería del Antiquarium Arborense de Oristano. Comienzo con una cita de Clitarco que hace explícita la descripción de los sacrificios de niños entre los cartagineses, no escatimando detalles por demás espeluznantes: “Clitarco afirma que los Fenicios, y por sobre todo los Cartagineses, cuando deciden obtener alguna cosa muy relevante, hacen voto de ofrecer en sacrificio al dios uno de sus propios hijos, si llegasen a obtener lo que desean. Tienen ellos una estatua de bronce en pie, que extiende las manos con las palmas hacia arriba, colocada sobre un brasero donde se quema al infante. Cuando las llamas envuelven el cuerpo, se rigidizan los miembros de la víctima y su rostro parece estirado y arrugado como el de quien ríe; hasta que en un último espasmo el infante cae a las llamas”. Clitarco, en su Comentario a la República de Platón, agrega también que esa mueca al momento de morir se conoce como risa sardónica, un término que resulta aún de uso frecuente en la terminología forense y que a los fines del presente trabajo contribuye a anclar los sacrificios infantiles púnicos dentro de la territorialidad sarda. En tanto que se atribuye a Plutarco la referencia que indica, con respecto a los altares para el culto a Moloc Baal, que “el lugar estaba lleno de sonidos producidos por quienes delante de la estatua del dios percutían tambores y timbales para que no se escuchasen los gritos de los niños y de las madres”. En este sentido, es interesante señalar la posibilidad de que el propio nombre de los tofet derive del hebreo “toph”, que quiere decir tambor, aunque también podría vincularse al verbo “taph”, que

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significa “quemar”. En su tratado De la Superstición, Plutarco agrega que los niños eran frecuentemente comprados para el sacrificio y que las madres debían evitar lamentarse, a fin de no perder el precio de la venta de la criatura, la cual iba a ser sacrificada de todos modos. Por último, un versículo bíblico del libro de Jeremías ilustra acerca de la conexión de los Tofet con los lugares elevados, los sacrificios de niños y los entierros en las inmediaciones de Jerusalén: “Han construido los lugares altos del Tofet en el valle de Ben-Hinnon, para quemar al fuego a sus hijos y a sus hijas, cosa que Yo (Yahve) no les mandé, ni se me ha cruzado por la mente. Por ello vendrán días, oráculo del Señor, en que no se llamara más Tofet ni valle de Ben-Hinnon sino “valle de la matanza”, y serán enterrados en Tofet por no haber lugar” (Jeremías 7, 31-32). Al ser prohibido el sacrificio de niños entre los hebreos por el rey Josías (II Reyes, 23,10), el valle de la Gehena se convirtió en un vertedero adonde se arrojaban basura, animales muertos y los cadáveres de los criminales ejecutados. La conocida imagen del infierno en la tradición judeocristiana deriva del hecho de que allí ardían permanentemente hogueras destinadas a evitar pestilencias y epidemias. Además, la cita bíblica permite explicar el hecho de que los tofet se encuentren emplazados en las cumbres de colinas vecinas a las ciudades fenicio-púnicas, tratándose de una costumbre que se remonta a la antigüedad cananea, en la que el culto a Baal se realizaba en las cimas de los llamados “lugares altos”. Por otra parte, en su Apologética, Tertuliano da fe de la continuidad de los sacrificios públicos de niños en el norte de África hasta tiempos del emperador Tiberio, perpetuándose luego en la clandestinidad a raíz de un castigo propugnado a los sacerdotes cartagineses o kohanim por parte de un procónsul romano. Recapitulando, no puede dejar de llamar la atención el hecho de que resulte imposible acceder a este tipo de nociones tradicionales sobre el uso sacrificial de los tofet en la folletería de los numerosos museos y sitios arqueológicos visitados en el sur de Cerdeña (a excepción de la cartelería en la muestra en el Antiquarium Arborense de Oristano, la cual estaba a punto de ser modificada). Un folleto acerca del patrimonio arqueológico de Carbonia, escrito en inglés e ilustrado con dibujos infantiles plantea en forma somera la existencia de dos hipótesis académicas


María Constanza Ceruti Los tofet fenicio-púnicos y los sacrificios de infantes en los montes del sur de Cerdeña

alternativas sobre los tofet: en primer término se les describe como un lugar de entierro para los niños nacidos muertos o fallecidos en la infancia, en el que las criaturas eran simbólicamente devueltas a la divinidad Tanit para que ella les otorgase una nueva vida. En segundo término se caracteriza al tofet como lugar donde se dispone de los restos incinerados de niños ofrecidos en sacrificio a la diosa para obtener su protección, aunque aclarándose que dicha hipótesis se basa en argumentos esgrimidos por historiadores romanos a los fines de desacreditar a los cartagineses, con motivo de las guerras púnicas (Pippolini y Porcella 2007). Es cierto que el ritual fúnebre fenicio demandaba la incineración de los cuerpos y la deposición de las cenizas en urnas cinerarias. Sin embargo, entre los cartagineses ya no se practicaba incineración de los cuerpos de los difuntos. El auge de los tofet se produce en plena época Púnica (desde el siglo VI aC), cuando los muertos ya habían dejado de ser incinerados y pasaban a ser enterrados en cámaras funerarias subterráneas junto a los restos de otros miembros de la familia. Las necrópolis púnicas, como la de Monte Sirai o la de Sulky, se caracterizan por las cámaras hipogeas excavadas en la tufa volcánica y por los hallazgos de platería, estatuillas de bronce, jarras cerámicas, collares de pasta vítrea, entre otros. El entierro semi subterráneo es también característico durante la época cartaginesa en el norte de Sicilia, tal como pude observarlo en mi visita a la necrópolis púnica de Palermo. Consecuentemente, si se disponía de los difuntos cartagineses por entierro de los cuerpos en hipogeos subterráneos - en tanto que las ofrendas y sacrificios propiciatorios continuaban efectuándose sobre promontorios montañosos de alta visibilidad - la localización de los Tofet remite a una funcionalidad sacrificial u ofrendatoria antes que a una utilización estrictamente funeraria. Resulta curioso que las cenizas de los niños incinerados hayan aparecido mezcladas junto con las de animales, tal como se ha documentado para el caso del tofet de Sulky. Quienes se desempeñan como guías de museos suelen pasar por alto esta asociación, la cual sin embargo resulta sumamente elocuente a la hora de intentar interpretar la funcionalidad de estos altares funerarios. ¿Es que acaso debemos presuponer que los animales también habían

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por causas naturales y que habían sido considerados dignos de semejante tratamiento mortuorio? Resulta más lógico pensar en la mezcla de cenizas de animales y de niños como evidencia de un destino sacrificial en común. Los sacrificios infantiles no eran infrecuentes en el mundo mediterráneo antiguo (Brown 1991). Sin embargo, la problemática sacrificial en las últimas décadas ha tendido a ser soslayada de la discusión académica por cuestiones ajenas al interés científico (Tatlock 2012 y Taylor 2002). Al indagar entre los guías de los museos que albergan colecciones procedentes de contextos de tofet, acerca del fenómeno de los sacrificios de niños en la antigüedad sarda, obtuve respuestas por demás creativas, aunque en muchos casos carentes del necesario fundamento lógico y empírico. En un caso se me planteó que el sacrificio de niños no habría sido “económicamente sustentable” en un contexto de alta mortalidad infantil como la que se registraba en la antigua Cerdeña, como consecuencia de la malaria y otras enfermedades endémicas. Sin embargo, la malaria era también endémica en zonas del norte de África como la antigua Cartago, de donde las prácticas de sacrificios de niños habrían sido importadas a Cerdeña. Por otra parte, las consecuencias de enfermedades como la malaria - que incluyen la astenia característica de las anemias por falciparum - no fueron impedimento para la realización de obras faraónicas como la construcción de las pirámides egipcias de Gizah, cuya “lógica” no puede evaluarse desde un punto de vista “económico” sino simbólico, tanto en el campo de las creencias religiosas como en el de la legitimación del poder político. En otro caso (ignorando que soy arqueóloga), me respondieron que los “estudios” efectuados sobre los restos de los niños habían “demostrado” que las criaturas sepultadas en los tofet habían muerto por enfermedades u otras causas naturales. Las dificultades existentes para el trabajo de investigación con restos óseos infantiles son bien conocidas por los antropólogos físicos y por los diversos profesionales abocados al campo de la paleo-patología. Resulta virtualmente imposible intentar establecer fehacientemente causas de muerte o enfermedades padecidas en vida sobre la base de cenizas o fragmentos de restos óseos infantiles que han sido incinerados. Si en algún caso excepcional se pudiera efectuar alguna interpretación en este sentido, la misma no revestiría


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Figura 12. Urnas cinerarias infantiles púnicas (© María Constanza Ceruti).

de relevancia estadística, frente a los millares de urnas cinerarias encontradas en los tofet (figura 12). En lo que respecta a su potencial para estudios de antropología biológica o paleopatología, los restos óseos infantiles procedentes de urnas cinerarias en altares púnicos deberían situarse en el extremo opuesto a las momias congeladas de niños y adolescentes procedentes de santuarios de altura incaicos en los altos Andes (véase Ceruti 2012a, 2014b, 2015a y 2015b; Reinhard y Ceruti 2011). Aun en el caso de las momias andinas extraordinariamente preservadas por congelamiento, ha sido un desafío establecer en forma fehaciente las causas de muerte o enfermedades padecidas en vida (Ceruti 2010 y 2014c; Wilson et al. 2013). Lo cual nos da la pauta de la virtual imposibilidad de sustentar dicho proceso de inferencia en base a cenizas o fragmentos óseos infantiles calcinados hace más de dos mil años. Es por ello que ante las dificultades en la investigación bioantropológica

de los tofet, resulta imprescindible para todo intento de interpretación objetiva de la función ritual de estos sitios tener en cuenta la evidencia contextual arqueológica, el dato etnohistórico y la referencia etnográfica. Como se ha visto anteriormente, el dato etnohistórico que se desprende de citas bíblicas y escritos de historiadores clásicos apunta a una utilización sacrificial de los tofet en el marco de ritos propiciatorios para las divinidades cartaginesas. La perspectiva contextual en el análisis arqueológico sugiere que el tipo de emplazamiento elegido para la construcción de estos altares funerarios púnicos - promontorios en colinas de alta visibilidad - es compatible con ritos de sacrificio y ofrenda en montañas, que eran frecuentes en la antigüedad mediterránea, remontándose hasta los santuarios de altura de la civilización minoica en Creta (Adams 2004; Davaras 2005a y 2005b; Ceruti 2014a) y continuando en la veneración a montañas sagradas en la Grecia clásica (Osborne 1998 y 2002).


María Constanza Ceruti Los tofet fenicio-púnicos y los sacrificios de infantes en los montes del sur de Cerdeña

Por otra parte, sería interesante enfocar el fenómeno de los tofet en Cerdeña desde la perspectiva de los estudios comparados de religiones. La interpretación “de moda” acerca de las deidades fenicio-púnicas como “protectoras de los niños” y dadoras de nuevas vidas infantiles a los padres compungidos por la temprana muerte de un hijo, parece estar más a tono con los conceptos acerca de la divinidad que se manejan en contextos New Age de comienzos de siglo XXI. Quizás algún experto en religiosidad mediterránea antigua podría ponderar la factibilidad de que deidades tan temidas como Baal Hammon o Moloch fuesen propiciadas con cuerpos muertos, o si semejante intento podría ser entendido como una ofensa antes que como una ofrenda. Como aporte etnográfico puede resultar interesante referir una anécdota de una visita que realicé a las ruinas romanas de Volubilis, a los pies de la cordillera del Rif y los montes Atlas Medios en Marruecos. Me acompañaba en la recorrida de las ruinas un anciano Bereber que se desempeñaba como guía local y custodio del sitio. Su sapiencia acerca de la arqueología del lugar y de la historia del Imperio Romano excedía llamativamente a los de los otros guías marroquíes. Cuando le pregunte acerca de sus conocimientos tan vastos, respondió humildemente que él se consideraba un historiador y que había pasado más de seis décadas de su vida aprendiendo sobre temas del pasado de su pueblo que le parecían fascinantes, aunque no había tenido oportunidad de asistir a la universidad. Frente a las ruinas de un templo a Júpiter situado en un sector prominente del sitio y dotado de un imponente altar sacrificial con vista a las montañas circundantes, le pregunté acerca de la naturaleza de los ritos allí realizados. Su respuesta fue que en ese altar los romanos sacrificaban animales pero no realizaban sacrificios humanos. “Los que realizaban sacrificios humanos eran los cartagineses. Ellos ofrendaban sistemáticamente a los hijos primogénitos al dios Baal”. La absoluta naturalidad en la respuesta del anciano Bereber contrasta con la incómoda artificialidad en los argumentos esgrimidos para explicar el fenómeno de los tofet en Cerdeña. Tanto los guías sardos como el anciano Bereber reconocen huellas de su propia identidad en el legado de la civilización Púnica. Para el anciano

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Bereber, que nutre su sapiencia en el dato etnográfico y la oralidad, no hay motivo de vergüenza frente a las manifestaciones devocionales de los antiguos cartagineses. En cambio los guías de los museos y sitios históricos sardos - muchos de ellos profesionales arqueólogos - adoptan un discurso antropológico en torno al fenómeno de los tofet que soslaya arbitrariamente evidencias etnohistóricas, etnográficas y arqueológicas, en un intento de negación de la historicidad de los sacrificios de niños en la antigua Cerdeña. Trabajos como el que aquí se ofrece procuran arrojar luz sobre fenómenos del pasado que tienden a ser dejados de lado en el análisis académico por motivos diversos. La tendencia creciente entre algunos estudiosos a negar la historicidad de fenómenos tales como los sacrificios humanos o el canibalismo ya ha sido examinada en trabajos previos (véase Taylor 2002; Tatlock 2012; Ceruti 2012b y 2013). Es mi intención, como investigadora en el campo de las humanidades, contribuir a que la construcción de la memoria de los pueblos se realice en el marco de una búsqueda comprometida con la verdad y un respeto profundo por la diversidad de manifestaciones religiosas y culturales, más allá del sentimentalismo, la corrección política, la ideología y las modas prevalentes. Agradecimientos Al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y a la Universidad Católica de Salta. A Timothy Taylor, Jason Tatlock y Anatilde Idoyaga Molina por las estimulantes conversaciones mantenidas en torno al fenómeno de los sacrificios humanos en el mundo antiguo y a las causas por las que tiende a ser negado o rechazado en ciertas interpretaciones académicas de moda. A los guías de museos y sitios arqueológicos en Cerdeña y Marruecos. Los conceptos vertidos en este trabajo son de exclusiva responsabilidad de la autora. Bibliografía Adams, Ellen, 2004. Power and ritual in Neopalatial Crete: a regional comparison. World Archaeology 36 (1). Oxford. Bernardini, Paolo, 2007a. Nora: The Phoenician-Punic City. In Patrimonio Culturale Sardegna. Cagliari.


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completos (no sólo sus siglas). Se debe seguir el siguiente modelo: Artículo en una publicación colectiva: MEDDENS, Frank; BRANCH, Nicholas; VIVANCO, Cirilo; RIDDIFORD, Naomi y Rob KEMP, 2008. High altitude Ushnu platforms in the Department of Ayacucho Peru, structure, ancestors and animating essence. En PreColumbian landscapes of creation and origin: 315-355. (Editado por John Edward Staller). Springer. New York. Libros: MATOS, Ramiro, 1994. Pumpu, centro administrativo inka de la puna de Junín. Editorial Horizonte. Lima. Revistas: McEWAN, Gordon; GIBAJA, Arminda y CHATFIELD, Melissa, 2005. Arquitectura monumental en el Cuzco del periodo intermedio tardío: evidencias de continuidades en la reciprocidad ritual y el manejo administrativo entre los horizontes medio y tardío. Boletín de Arqueología PUCP, Nro. 9: 257-280. Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima.

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Internet: TOPIC, John; LANGE TOPIC, Teresa y MELLY, Alfredo, 1999. Las investigaciones en Namanchugo. El oráculo de «Catequil». Informe presentado al Instituto Nacional de Cultura (INC). Accesible en Internet http:// www.munihuamachuco.gob.pe/milenario/ huamachuco/2001.html [Consultada el 19-0410, 12: 08 hrs.]. Fuente etnohistórica: MOLINA, Cristóbal de, 2008 [1574-1575]. Relación de las fábulas y ritos de los Incas. Julio Calvo Pérez y Henrique Urbano (edición, estudios y notas). Universidad de San Martín de Porres (USMP). Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Psicología. Lima. Los agradecimientos van antes de la bibliografía y no deben exceder las 60 palabras. Las notas deben ser a pie de página y deben estar a tamaño 9, estilo Time New Roman, espacio simple y justificado. Agradecemos anticipadamente su participación y difusión.


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Nro. 1. Enero 2011 http://sites.google.com/site/revistahaucaypata/ home/revista-haucaypata-nro-1-2011 ¿Cómo era el ushnu de la plaza Haucaypata del Cuzco? Rodolfo Monteverde Sotil - Archivos Audiovisuales del Cuzco (Disponibles en Internet) Sheylah Vásquez Salcedo - Inca sacred space, platforms and their potential soundscape. Preliminary observations at usnu from Ayacucho Frank Meddens y Millena Frouin Indiferencia y destrucción: El caso de Patipampa, un asentamiento Tawantinsuyo en el valle de PiscoIca Eberth Serrudo Torobeo - Metalurgia doméstica durante la presencia Inka en el valle Calchaquí Norte, Salta-Argentina Cristian Jacob - Materialidad en una tumba Inka de los Andes del Sur. El caso de La Huerta, Quebrada de Humahuaca, Jujuy-Argentina Iván Leibowicz, Claudia Aranda y Cristian Jacob - Entrevista al Dr. Ramiro Matos Mendieta Jolie Soto Pérez

Nro. 2. Mayo 2011 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/ home/revista-haucaypata-nro-2-2011 Esculturas zoomorfas talladas en afloramientos rocosos dentro del Parque Arqueológico de SacsayhuamanCuzco Rodolfo Monteverde Sotil - Choquequirao, un asentamiento imperial cusqueño del siglo XV en la Amazonía andina Gori Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García - Aproximación a los queros incaicos de la colonia. Un ejemplar de estilo transicionalformal del Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú Victor Falcón Huayta - Antes de la presencia Inca: desentramando la homogeneidad de la cultura material de las unidades domésticas de Juella en la Quebrada de Humahuaca, Jujuy-Argentina Santiago Barbich - Montañas sagradas en los confines del imperio Inka: Nevado montañoso de Cachi, Salta-Argentina Cristian Jacob e Ivan Leibowicz - El poderío de la Coya durante el auge del imperio incaico Alicia Alvarado Escudero - Entrevista al Dr. Federico Kauffmann Doig Sheylah Vásquez Salcedo


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Nro. 3. Noviembre 2011 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/ home/revista-haucaypata-nro-3-2011 Emplazamiento de la arquitectura funeraria en los valles de Andahuaylillas y Lucre, Cuzco Geanette Guzmán Vinatea y Marlene Castro Fabre - Glosas sobre la decoración en la cerámica Inca-Cuzco Federico Kauffmann Doig - The Late Intermediate Period egalitarian polities of Ayacucho and Apurímac Frank Meddens - Producción metalúrgica doméstica en el Intermedio Tardío. El caso de Juella, Jujuy- Argentina Ivan Leibowicz y Cristian Jacob - San Marcos, Huagil y Huaca Doris: tres sitios Inca de la Huaranga de Pacarán, valle del río Cañete, Lima Milena Vega-Centeno Alzamora - Proyecto de Investigación Arqueológica Pacarán 01, valle medio del río Cañete, Lima Favio Ramírez Muñoz, Guido Casaverde Ríos y Gori Tumi Echevarría López- Entrevista al Dr. Waldemar Espinoza Soriano Rodolfo Monteverde Sotil.

Nro. 4. junio 2012 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/ home/revista-haucaypata-nro-4-2012 La Luna como objeto liminal en la concepción del tiempo indicativo entre los incas Ricardo Moyano - Construyendo narrativas de la Capacocha Cristian Jacob e Ivan Leibowicz - Tiana: asiento Inca Victor Falcón Huayta - Evidencias materiales de dos huacas del sistema de Ceques cuzqueño: Chincana Grande y Laqo. Parque Arqueológico de Sacsayhuamán-Cuzco Rodolfo Monteverde Sotil - Cultos, rituales y paisajes sagrados en los Andes Centrales, siglo XVII: Apo Parato, Junín Andrea Gonzáles Lombardi y César Astuhuamán Gonzáles - Vasijas incas en los confines del imperio: los aríbalos y platos ornitomorfos de la Quebrada de Humahuaca, provincia de Jujuy, Argentina María Andrea Runcio - Una reseña sobre El Shincal: Una capital administrativa Inka al Sur del Kollasuyu. Catamarca, Argentina Guillermina Couso - Entrevista al Dr. Juan Ossio Acuña Rodolfo Monteverde Sotil.


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Nro. 5. diciembre 2012 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/home/ revista-haucaypata-nro-5-2012 Hallazgos de Canis familiaris en el santuario de Pachacamac Isabel Cornejo, Denise Pozzi-Escot, Katiusha Bernuy, Enrique Angulo y Luis Miguel Tokuda - Proyecto arqueológico Ychsma. Breve informe metodológico de las investigaciones arqueobotánicas de la temporada 2012 en Pachacamac, Lima Tatiana Stellian - El Curacazgo de Coayllo durante el Imperio Inca Rommel Angeles Falcón - Arqueología y arte en dos viajeros franceses del siglo XIX. El caso de Choquequirao, Cusco Gori Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García - Camino-Tambo-Chaskiwasi. El Qhapaq Ñan a través de las fuentes etnohistóricas andinas Reinaldo Andrés Moralejo - Reseña de la conferencia: Los incas, propuestas y debates interdisciplinarios Rodolfo Monteverde Sotil.

Nro. 6. mayo 2013 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/home/ revista-haucaypata-nro-6-2013

Cuzco y Machu Pijchu Manuel Chávez Ballón Excavaciones arqueológicas en un “basural” del Sector VIII, Subsector G, de Choquequirao Gori Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García - El Usno de Tamburco: vínculos de una plataforma ceremonial Inca con el paisaje local en la ruta del Chinchaysuyu. Apurímac José Luis Pino Matos y Wendy Moreano Montalván - Huancasragau: un asentamiento Inca en la cuenca del río Gorgor. Cajatambo-Lima Arturo Ruiz - ¿Cuándo comenzó “a existir” el arte rupestre incaico? Victor Falcón Huayta - El incómodo patrimonio arqueológico en la “modernización” de Lima: construcción de túneles, la ampliación de la avenida Javier Prado Este y la afectación de PuruchucoHuaquerones Rodolfo Monteverde Sotil.


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Nro. 7. diciembre 2013 http://issuu.com/revistahaucaypata.iat/docs/revista_ haucaypata._nro._7._2013

El Museo Machu Picchu de la Casa Concha, Cuzco Victor Falcón Huayta - “El sermón del cura”, la religión Inca y su relación con el cristianismo en la obra de Cristóbal de Molina Christian Giovanni Cancho - Incanäni: un complejo funerario Wamalli con indicios de arte rupestre Inca en el Alto Marañón, Huánuco-Perú Carlo José Alonso Ordóñez Inga Observaciones a las excavaciones de rescate realizadas por la Municipalidad de Ate-Ministerio de Cultura en el sitio arqueológico de Puruchuco-Huaquerones, Lima-2013 Alberto Bueno Mendoza y Gori Tumi Echevarría López - La procedencia de los ¿collis?: una propuesta y perspectiva desde el Manuscrito de Huarochirí, Lima-Perú Antonio Raymondi Cárdenas.

Nro. 8. mayo 2014 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/home/ revista-haucaypata-nro-6-2013 The abandonment process at Tambokancha (Zurite, Cuzco): Inca actions and rituals of site closure Ian Farrington - Esculturas zoomorfas del Parque Arqueológico de Sacsayhuamán, Cuzco: una aproximación a su entendimiento simbólico Rodolfo Monteverde Sotil - El ushnu, el qhapaq ñan y las huacas en el Altiplano del Chinchaycocha. Una aproximación a las estrategias de apropiación y control territorial Inca, desde la lectura de los paisajes rituales y la astronomía José Luis Pino Matos y Wendy Moreano Montalván - Los calzados utilizados por los Incas para las altas montañas Christian Vitry - Las fuentes etnohistóricas y la arqueología de montaña en el estudio de los escenarios incaicos en altas cumbres Constanza Ceruti - Paisajes rituales incaicos. Una mirada desde las crónicas coloniales Ivan Leibowicz, Cristian Jacob, Félix Acuto y Alejandro Ferrari - Presentación del libro: Inca sacred space: landscape, site and symbol in the Andes, 2014. Frank Meddens, Katie Willis, Colin McEwan y Nicholas Branch (editores). Editorial Archetype. Londres Frank Meddens.


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Nro. 9. enero 2015 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/ home/revista-haucaypata-nro-9-2015

Más allá y más arriba del Cuzco. En torno a los ushnus de puna durante el Horizonte Tardío Gabriel Ramón Joffré - Quilcas en Sillustani, Puno. Cronología e implicancias Berenguela Sánchez y Gori Tumi Echevarría - Peregrinación andina al santuario de alta montaña en la cima del cerro Sixilera, norte de Argentina María Constanza Ceruti - Formaciones sociales en el noroeste argentino. Variabilidad prehispánica en el surandino durante el Periodo de Desarrollos Regionales y el estado Inca Verónica I. Williams - Divulgar para conocer, conocer para querer y proteger nuestro patrimonio cultural Rodolfo Monteverde Sotil.

Nro. 10. agosto 2015 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/ revista-haucaypata-nro-10-2015 La arquitectura Inca de los Subsectores IIB y VB de Huánuco Pampa: excavación, identificación y registro de sus aspectos constructivos y estructurales Carlo José Ordóñez - Inkapintay: arte rupestre de resistencia Inca a la conquista española del Tawantinsuyu Victor Falcón - La ocupación Inca del valle de Cotahuasi, Arequipa-Perú Justin Jennings y Willy Yépez Álvarez - Los caminos rituales del volcán Llullaillaco, Argentina (6739 msnm) Christian Vitry - Rocas del Qhapaq Ñan: wankas y mojones en los caminos duales a las cumbres sagradas de la sierra de Famatina (La Rioja - Argentina) Sergio Martin - Una nota sobre el símbolo Chakana Federico Kauffmann Doig - Evidencias arqueológicas incas en la ciudad del Cuzco en estado de abandono y bajo amenaza de daño y destrucción - Rodolfo Monteverde Sotil


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Nro. 11. junio 2016 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/ revista-haucaypata-nro-11-2016 El conocimiento indígena y los puentes colgantes de los Andes centrales Lidio M. Valdez - Los Walser del monte Rosa y los carnavales a orillas del lago Bodensee: influencias de ritos y creencias alpinos en la peregrinación andina de Qoyllur rit’i María Constanza Ceruti - Espacios públicos durante el Período Intermedio Tardío en Juella, Quebrada de Humahuaca, Jujuy, Argentina Ivan Leibowicz - Análisis de arte rupestre en el Qhapaq Ñan: dominación y conquista ritual Inca en Famatina (La Rioja, Argentina) Sergio Martin - Quilcas en el Santuario Histórico de Machupicchu-Parque Arqueológico Nacional de Machupicchu: análisis y perspectivas arqueológicas Fernando Astete, José Miguel Bastante Abuhadba y Gori Tumi Echevarría López - El Tahuantinsuyo en Pampa de Flores A y B, valle de Lurín, Lima Jorge Carlos Alvino Loli y Consuelo González Madueño

Nro. 12. abril 2017 https://sites.google.com/site/revistahaucaypata/ revista-haucaypata-nro-12-2017 Evidencias arqueológicas de la conquista hispana y el periodo de transición halladas por el Proyecto Ychsma en el edificio B4 de Pachacamac, valle de Lurín (2016) Estelle Praet, Sylvie Byl, Peter Eeckhout y Milton Lujan Dávila - El camino de los llanos entre Paramonga y Santa: revisión de los caminos incas de la costa norcentral del Perú Jack Chávez Echevarría - Análisis e implicancias de un remanente del sistema vial Tahuantinsuyu en Choquequirao, Cuzco, Perú Gori-Tumi Echevarría López y Zenobio Valencia García - Machupicchu y sus “personajes” ante las nociones de ucronía y reivindicación en un país pluri y multicultural como el Perú Mariana Mould de Pease - Yanque en el valle del Colca (Caylloma, Arequipa). Historia y cultura en los siglos XV-XX Mario Sánchez Dávila - Entrevista al Dr. Peter Eeckhout: director del Proyecto Arqueológico Ychsma, Investigaciones Arqueológicas en Pachacamac Rodolfo Monteverde Sotil


Auspician:


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Index Editorial

4

List of Collaborators

5

The Inca occupation of the Acarí valley Lidio M. Valdez

6

Ñaupallacta, a pre-Hispanic town of local and Inca pattern. Upper basin of the Acarí River, Ayacucho Marco Taquiri González y Apu Mendoza Pariona

16

Advances in interdisciplinary research in Machupicchu José Bastante Abuhadba y Alicia Fernández Flórez

34

A bibliographical approach to the archaeological zone of Choquequirao, Cuzco Gori-Tumi Echevarría López y Eulogio Alccacontor Pumayalli

60

The Inca roads of Pampa Carachi, new findings. Salta, Argentina Christian Vitry

85

The Phoenician-Punic Tophet and the Sacrifice of Infants in the southern Mountains of Sardinia María Constanza Ceruti

95

Editorials Norms

112


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