REVISTA GROENLANDIA NÚMERO NUEVE

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Ensayos Patio de colegio El negocio de los derechos personalísimos A propósito de vivir (IV) Benditos Malditos (IV)

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Reseñas

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Habitantes Pepe Pereza Ángel Muñoz Rodríguez Esperanza García Guerrero Enrique Fuentes-Guerra Adolfo Marchena Luis Sevilla Felipe Solano Eva Márquez Ana Patricia Moya

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Visitantes Aurora Carmona Muller Daniel de Cullá Elena Ortiz Eva Gallud Franco Dimerda Lucia Fraga Patxi Irurzun Ana Vega Martín Cid Yaiza Guevara Adriana Bañares Camacho Gema Serrano Ximo Roselló Jorge Merino Victoria Dubrovnik Roberto Ferrer Silvia Loustau Tomás Illescas Juan Medina Begoña Leonardo Ricardo Bórnez Emilio Arjona Crespo Ana Pérez Cañamares Juarma López

48 49 52 53 56 58 61 64 66 68 79 73 75 78 80 82 85 88 89 91 94 96 98 104

Groenlandia número nueve (Septiembre \ Diciembre 2010). Directora: Ana Patricia Moya – Vicedirectora primera y administradora de la web: Bárbara López Mosqueda – Vicedirector y caballero groenlandés de la máxima excelencia: Andrés Ramón Pérez - Portada y contraportada: Felipe Solano – Ilustradora de partes: Elizabeth Barreiro - Habitantes: Ana Patricia Moya, Enrique Fuentes-Guerra (Córdoba), Ángel Muñoz Rodríguez, Eva Márquez, Luis Sevilla, Felipe Solano (Madrid), Pepe Pereza (Logroño), Esperanza García Guerrero, Antonio J. Sánchez (Sevilla), Adolfo Marchena (Vitoria), Juarma López (Granada), Andrés Ramón Pérez (Toledo) – Visitantes: Aurora Muller (Sevilla), Daniel de Cullá (Huelva), Elena Ortíz (México), Eva Gallud, Victoria Dubrovnik, Ricardo Bórnez, Martín Cid (Madrid), Ana Pérez Cañamares (Canarias), Franco Dimerda (Perú), Lucia Fraga (A Coruña), Patxi Irurzun (Pamplona), Ana Vega (Asturias), Yaiza Guevara (Barcelona), Ximo Roselló (Valencia), Adriana Bañares Camacho (Logroño), Gema Serrano, Tomas Illescas, Emilio Arjona Crespo (Córdoba), Jorge Merino (Valladolid), Roberto Ferrer (Cádiz), Silvia Loustau (Argentina), Juan Medina (Badajoz), Begoña Leonardo (Zamora) – Fotógrafos: Ángel Muñoz Rodríguez, Luis Sevilla, Felipe Solano (Madrid), Carmen Guillén (Huelva) – Ilustradores: Juankar Cardesín (Vitoria), Aída García Corrales (Madrid), Elizabeth Barreiro (México), Ayhelén Kagner (Argentina), Amarande Guzmán (Alicante) – Edita: Revista Groenlandia – Apoyos morales: Angustias Añón, Carmen Serrano Fernández, el Kebrantaversos – DEPÓSITO LEGAL: CO-686-2008 – ISSN: 1989-7407

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Editorial Regresa Groenlandia en otoño, eso sí, con un poco de retraso (dificultades personales me han impedido terminarla en el plazo previsto). Para compensar, la revista, aparte de estar acompañada del suplemento (no es por nada, pero increíbles son las portadas y contraportadas de estas dos nuevas publicaciones groenlandesas) interesantes

aparece

propuestas

junto

con

novedosas

antológicas

(de

e

jóvenes

poetas mexicanos y chilenos), y otro poemario más. El tiempo pasa muy rápido, y dentro de pocos meses, nuestro tercer aniversario que pensamos celebrar con la publicación de los libros antológicos impresos (al fin). Sí, señoras y señores, regresa Groenlandia demostrando que sus artistas son extraordinarios. Y, animándome un poco que me hace falta: tengo dos ovarios que más quisieran muchos tener.

Pasad y leed. Os esperamos. Os queremos. ANA PATRICIA MOYA

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Tengo la sensación de que he regresado a mis años infantiles porque el mundillo literario es idéntico a un patio de colegio, a rebosar de niños y preadolescentes. Como en la vida misma, en el ámbito se reproducen actitudes y comportamientos, igual que en los críos que comparten horario de recreo en la escuela: tenemos a los “grupitos” de mayores, que imponen su ley caprichosa de prioridades, y los más jovencitos que, con el pretexto de la admiración, se aproximan a estos grandotes, para obtener una serie de ventajas considerable (protección, seguridad, etc); están los que corretean solos, a su puta bola, algunos son valientes y se encaran con los abusones que le roban el bocadillo, aunque saben perfectamente que van a salir perdiendo, y otros, más sumisos, optan por no complicarse la existencia y eluden los conflictos; también tenemos a las criaturitas, amiguitas entre sí, que juegan a la pelota y que desconfían del niño desconocido, el que viene de fuera, y que desea participar – aunque sólo sea una vez -, que rechazan tajantemente al que se ha peleado con tal o cual compi de clase, que humillan al último escogido para seleccionar a los equipos que jugaran el partido, y siempre vigilados por unos profesores que controlan los movimientos de los dóciles e ignorando – al menos, aparentemente – a los pocos alborotadores que hay. Sí: seguimos anclados en ese pasado, en lo que respecta a mentalidad. En la madurez, en el “mundo ideal”, el artista, para trabajar, se rodea de afines, para dar y recibir halagos, apoyos y estupendas intenciones, y si alguien se sale de la norma, “expulsado” del círculo; en el mundo real – esto parece una comparativa de la genial película Matrix -, en el currelo, te llevarás bien con algunos compañeros, no soportarás a otros, y menos, al cabrón de tu jefe, pero toca aguantar, porque eso te da un sueldo, y las hipotecas no se pagan solas. Si “el obrero del arte” considera sus actividades como una profesión – con independencia de que obtenga un salario o una serie de satisfacciones personales – que se atenga a las consecuencias, y que no se relacione con tantos semejantes porque, aunque es indudable que posee beneficios significativos – desarrollar una labor con cierta tranquilidad, si bien, en ocasiones, como suele decirse, “la confianza da asco” y el abuso entre amigos es peor – también implica una pérdida de objetividad clara, que puede generar una defensa falsa de ideales (el “todos son iguales” por

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“sólo unos pocos somos iguales”, y posteriormente, escudarse en “somos demasiados”). Soy partidaria del lema “sigue tu propio camino sin joder al ajeno”, pero es difícil, e inevitable, el choque de intereses en una competición cuyo número de participantes – “enemigos” o “con éste \ ésta no me llevo \ cae bien y lo desacredito”, “desconocidos” o “peligros potenciales para mi ascensión a la fama y a los que ignoro” – aumenta día a día. Y este torneo de luchadores en la que se juega el éxito y el fracaso, se convierte en una regresión a nuestros años más tiernos: que si no te adjunto porque no sé quién eres, porque no sé que vínculos tienes o porque no conoces a tal o cual persona, que si te critico porque no te gusta mi poesía o te has peleado con mi mejor amigo poeta, que si te pateo porque has ganado premios literarios o publicado libros y yo no… en fin. Deprimente. Y triste. Muy triste. Tan mayorcitos y que sigamos con enfrentamientos sin sentido, tanta y tanta envidia dañina… tampoco es cuestión de que todos nos llevemos bien, porque eso es una utopía, todos tenemos maneras diferentes de concebir el mundo que nos rodea, pero, al menos, vendría bien más humildad, más respeto y más profesionalidad por parte de todos. Por eso, en algunas ocasiones, me avergüenza un poco la etiqueta de “artista” – en muchos lugares, sinónimo de “bohemio”, insulto o etiqueta cargada de sentido peyorativo, y sobre la designación de “poeta”, mejor no comentamos; esa palabra, aparte, me inspira mucho respeto – porque, simplemente por tenerla, ya me están “involucrando” en esas pataletas, rabietas y conflictos propios de chavales de patio de colegio, cuando yo, primero, paso de toda esta mierda de egos ofendidos y orgullos de divos “porque-yo-lovalgo” (el orgullo, gran enemigo que ciega; cuantas veces un poeta critica a otro por no ser “conocido suyo”, e incluso sabiendo de sobra que ese otro hace las cosas bien, o es bueno con los versos) y segundo, hace mucho, mucho tiempo, inicié una “revolución” independiente y personal – no creo mucho en las revoluciones colectivas, en las masas de pensamiento idéntico u “homogéneo”, ya que, previsiblemente, las mentalidades pueden “cambiar” – en la que yo soy protagonista de mi propio destino. Y lo que hagan los demás, es cosa suya. ¿Qué con que grupo me identifico? Con ninguno. Tengo 28 años. Soy adulta. Y actúo en consecuencia.

Ana Patricia Moya

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Sábado noche. Una larga semana. Demasiado. La cartera vacía, el ánimo por los suelos. Me duelen los ojos, y un sólo deseo: enchufar ese trasto panorámico de cuarenta y dos pulgadas con imagen LCD y dejarme llevar por cualquier historia ajena que consiga abstraerme de mí misma. ¿Y qué encuentro? Una película algo desfasada, Callejeros Viajeros, un documental que requiere mi concentración en exceso, y una extensa parrilla de programas idiotizantes. Decido dejarme embaucar por el programa basura de turno y su circo mediático. Juicios paralelos, presunción de culpabilidad, mentiras, malos tratos, lenguaje soez, griterío, calumnias, morbo amarillo, escupitajos sobre difuntos sin opción a defensa; marcianos, tomboleros, famosetes, exGH, macarras de la moral y colaboradores “periodistas” como protagonistas de la noche. En suma, la intromisión en los Derechos Personalísimos elevados al séptimo arte de obtener la mayor cuota de pantalla; logrando con ello, convertir el insulto, la descalificación gratuita, las informaciones basadas en insidias y rumores, el esclarecimiento de la verdad y la protección de la privacidad en una actividad lucrativa rentable tanto para los medios de comunicación como para el compendio de individuos o personajillos que reclaman la tutela de sus derechos. Y, entretanto, yo ahí, siendo una parte más del circo, una individua más que integra la vasta y extensa audiencia española inculta y cutre; y a cambio de qué: entretenimiento puro y duro. Trato de poner en poco de orden en mis ideas, y me pregunto dónde ha fallado el sistema democrático para que después de treinta años de democracia nos encontremos bebiendo y comiendo de una mano negra experta en la vulneración de los derechos fundamentales sin decir siquiera esta boca es mía. Los llamados Derechos Personalísimos, el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen, deberían ser un límite natural a la libertad de expresión y al derecho de la información tras haber sido situados por la Constitución española de 1978 en condiciones de paridad. Sin embargo, es obvio que el problema estriba en una tutela judicial deficitaria de estos derechos personalísimos. Y todas las partes implicadas son conscientes de ello. Las armas y los caminos para su protección existen, pero dicho camino está sembrado de obstáculos que impiden una respuesta judicial eficaz ante dichas intromisiones ilegítimas en los derechos

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de la personalidad. Cierto es, que cualquier ciudadano puede recabar la tutela judicial ante tribunales ordinarios a través de un procedimiento preferente y sumario, además de recurrir en amparo ante el Tribunal Constitucional; pese a ello, la difícil situación de los tribunales, anclados en el anacronismo del papeleo burocrático y su perenne alergia a la digitalización de la justicia prolonga de forma irremediable la reparación de los agraviados. A este hecho, se suma un desplegable numérico de defectos, tales como: La imposibilidad de ejecutar provisionalmente las sentencias condenatorias hasta que dicha sentencia adquiera firmeza (es decir,

se

hayan

agotado

todas

las

vías

procesales

de

interposición de un nuevo recurso) provocando por sistema sean recurridas por los medios de comunicación todas las sentencias condenatorias

con el único fin de retrasar al máximo el

desembolso de las cantidades indemnizatorias. Y todo ello bajo el estricto amparo de la propia ley. La dificultad para obtener medidas cautelares en defensa de estos derechos, pues aunque quedan contempladas por la Ley Orgánica 1/1982 los jueces las deniegan para evitar ser tildados de ejercer la censura sobre los derechos a la información y a la libertad de expresión. La extensiva interpretación del concepto de interés general que esgrimen los medios de comunicación ha hecho posible no se requiera la autorización del personaje cuando dicha imagen sea captada durante un acto público o en lugares abiertos al público, siendo el propio Tribunal Supremo quién ha incluido dentro del concepto de “interés general” el género más frívolo de la información de espectáculo o de entretenimiento. La

insuficiencia

de

las

indemnizaciones

concedidas

en

las

sentencias, basadas en determinados parámetros objetivos como la difusión o audiencia del medio, y el beneficio obtenido por el causante de la lesión, dejando al libre albedrío del juez estimar

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la cuantía indemnizatoria en función de las circunstancias del caso y las consecuencias del mismo. Y por si todo esto fuera poco, además, este entramado judicial deficitario ha ocasionado en la última década discrepancias doctrinales entre el Tribunal Supremo (tendente a rebajar las indemnizaciones fijadas por los tribunales de primera instancia y de

apelación)

y

el

Tribunal

Constitucional

(partidario

en

conceder indemnizaciones elevadas), dilatando el tiempo de todos los implicados haciendo de cada caso controvertido un juego de pelota digno del Torneo de Wimbledon. Ante nuestro consentimiento implícito, alegando estar entreteniendo a

la

mansedumbre

inculta

y

vacía

de

escrúpulos,

medios

de

comunicación y personajes públicos de mayor o menor relevancia, conocedores de estas fisuras en el sistema judicial se reparten a partes iguales el pastel de nuestra idiotez comunal con sabor a circo; enriqueciendo vilmente pero legalmente sus arcas y, dejándome a su paso, (en este sábado noche), un terrible dolor de cabeza. No puedo más. Mañana, prometo buscar un uso mejor al dichoso mando del televisor.

Eva Márquez

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Polis = pueblo Política = arte de servir al pueblo

Pues no conozco un solo político que se dedique a servir al pueblo, ni de derechas, ni de izquierdas, ni de centro, ni verdes, ni moraos. Sólo se sirven a sí mismos. No puedo aguantar la hipocresía, del que se mete a política porque, según él, quiere ayudar a los demás, cuando sólo es que tiene una gran ambición de riqueza, y sobre todo, de poder. Pero ninguno se da cuenta de que todo poder que no esté encaminado a servir a los demás es un poder vacío. Es muy bonito, pasar del clan de la tortilla, todos merendando en paz y armonía, debajo de un árbol a que vaya un helicóptero a recogerte a la vuelta de tus vacaciones en el Algarbe para no tener que soportar atascos. O que a un serio y aburrido funcionario con bigote se le cuadren los militares, y lo inviten a bodas reales. Es lo que se llama, vulgarmente, la erótica del poder: vivir en un palacio, el ejército a tu disposición, aviones, reverencias, alfombras rojas y sentirse el hombre más poderoso del país, a la vez que un gran estadista (¿?). Hay que ver como se ponen cuando pierden ese poder. A Felipe González todavía se le nota la mala leche que lleva dentro y José María Aznar parece el empleado de una funeraria de la tristeza que refleja. Si de verdad quieren servir a los demás que hagan políticas mucho mas sociales (pero mucho más), que se olviden de tantos privilegios y que pongan los pies en el suelo. Es curioso contemplar (yo es que me parto) lo del salario mínimo. Establecen que un currito medio debe cobrar un mínimo de mil euros al mes (aproximadamente), mientras que si se trata de un político, un diputado o un senador ese mínimo asciende hasta los tres mil (también aproximadamente). ¡Joder! O somos tontos, o ellos demasiado listos, o posiblemente ambas cosas. Ellos deben comer chuletones de buey, mientras nosotros con alitas de pollo nos conformamos.

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La verdad es que no critico que lo hagan, cada cual arrima el ascua a su sardina. Lo que critico es que nos tomen por tontos, e intenten hacernos ver que todo lo hacen por nuestro bien. Luego está lo de la guerra. Se reúnen tres personajillos en una isla del Atlántico y deciden mandar a la guerra a miles de personas. ¡Oiga! Vaya usted con su mujer y sus hijos, y si les gusta, después, cuando se hayan terminado los daños colaterales, iremos nosotros. ¡Te ha jodido! Lo de siempre: o ellos muy listos o nosotros muy tontos. Si queréis servir a los demás agarrad una paellera, arroz y azafrán e iros a los barrios de marginados, o a las chavolas de inmigrantes a darles de comer. O renunciar a parte de vuestras prebendas y usarlas para construir viviendas para la juventud. Qué asco de gente, madre mía, no sé ni como sigo votando. Habrá gente que crea que algunos sois mejores que otros, pero que va: todos buscáis siempre lo mismo. El poder. Si no fuera así, ¿a qué vienen tantas peleas e insultos? Todo podía ser mucho más fácil. Pase usted ahora, señor Zapatero, y sirva un poco que yo me siento cansado. Gracias señor Aznar. ¿O no? Pero todavía hay un poder peor, un poder heredado. Los reyes.

Enrique Fuentes-Guerra

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Te presento al director de cine más prolífico del cine español: Jess Franco (Jesús Franco Manera). Ha rodado más de 200 películas y sigue en activo, pese a su avanzada edad (con 77 añitos, y como ha declarado en varias ocasiones, “morirá rodando”).

Aparte de dirigir, ha musicalizado, montado, producido y ha hecho de actor en sus filmes. Todo un hombre de cine que ama profundamente su oficio. A pesar de haber sido tremendamente maltratado e injustamente olvidado en España, el año pasado, se le reconoció su gran labor otorgándole el Goya de Honor a toda una vida.

“El tío Jess”, como le conocen sus seguidores, antes de dirigir films, escribió relatos bajo el pseudónimo de David Khunne y tocaba en grupos de jazz (la música es otra de sus grandes pasiones).

Su primera película fue “Tenemos 18 años”, pero su producción clave fue “Gritos en la noche” (1962), muy alabada por la crítica, y donde se nos presenta al siniestro Doctor Orloff, un personaje constante en su filmografía.

Su cine empezó a “incomodar” a la dictadura franquista; tuvo que exiliarse y trabajar en otros países europeos como Alemania, Francia, Italia, o Estados Unidos, lugares en los cuales es muy respetado y tratado

como

gran

director

de

culto.

A

partir

de

la

película

“Necronomicon”, seleccionada para el Festival de Cine de Berlín,

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empieza la etapa más fructífera de su carrera, llegando a rodar hasta ocho películas al año; ha cultivado todos los géneros (destacando especialmente en el género de terror vampírico). Ha rodado desde comedia, pasando por westerns, hasta el porno más duro, todos filmes tratados bajo su “especial” manera de rodar.

Ha sido el hombre de los seudónimos: ha utilizado hasta setenta durante su trayectoria: Pablo Villa, Daniel J. White, Clifford Brown, Chuck Evans, John O´Hara, etc.

Es el genio incomprendido, el director de la libertad: todas sus obras son valientes, arriesgadas. Denostado por la crítica (debido a que sus películas son desarrolladas con bajo presupuesto y se le encasilla, despectivamente, dentro de “la lista negra” formada por directores de Serie B), pero fiel a sus principios, su historia de amor con la cámara continúa.

De su filmografía destacan: “Killer Barbys”, “Vampyros Lesbos”, “El ojete de Lulú”, “Virgen entre los muertos vivientes”, “Los ojos siniestros del Doctor Orloff”, entre otras.

Disfruta de su cine si tienes ocasión. Para saber más de este bendito maldito, existe un interesante libro autobiográfico, publicado hace pocos años, editado por Aguilar, llamado “Memorias del Tío Jess” (reseñado en números anteriores de esta revista).

Andrés Ramón Pérez Blanco

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Apocalipsis Z (Manel Loreiro)

Sobresaturación de literatura vampírica: “gracias” a Crepúsculo tenemos novelas de estos seres oscuros de la noche a montones (sean ya clásicos del género o más contemporáneos), aunque la cara positiva es que con la moda los adolescentes leen algo, al menos. El lector que esté agotado de tantos chupasangres puede darle una opción a otro personaje siniestro y que, a mi modo de ver, da mucho juego: los zombies. Apocalipsis Z es una historia de muertos vivientes, pero el punto original es que se desarrolla en España. El fenómeno comenzó en Internet: un Blogger se dedicaba a escribir todos los días en su bitácora el terrible día a día de la supervivencia. Y ahora, después de que curiosos lectores de todos los rincones del mundo se quedaran enganchados con las singulares aventuras de este hombre que, en esa ficción, se convierte en héroe por necesidad, se edita la novela que ya ha alcanzado la décima edición, y hasta cuenta con una segunda parte. Los vampiros son encantadores, pero aburridos: los zombies son asquerosos y dan más miedo que la controvertida pandilla de “blanquitos enamoradizos” de la popular y juvenil saga. ANA PATRICIA MOYA

La huella de las ausencias (Miriam Palma). Ediciones el Almendro (Córdoba, 2010). Recuerdo que los años después de tu muerte deseé en ocasiones la mía sólo para poder encontrarme contigo en el paraíso. Esta frase, con la que comienza la novela, ya nos sitúa ante lo que vamos a encontrarnos. Una historia íntima, contada desde dentro, en la que los sentimientos, de una intensidad demoledora, son los verdaderos protagonistas. Y, junto a los sentimientos, las sensaciones. A lo largo de las páginas de La Huella de las Ausencias podemos oler el almizcle y el azahar, oír los laúdes, saborear el agua de rosas, y sentir el ambiente de palacios, fuentes y jardines de una Córdoba califal aún deslumbrante, pero que se encamina ya hacia su decadencia. Quizás ese mosaico de sensaciones consigue introducirnos en la época que retrata de forma más inmediata y eficaz que una relación exhaustiva de datos y acontecimientos. Y es que esta historia sobre Walada, la única hija del califa omeya Muhammad III, y

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sobre su romance con el gran poeta Ibn Zaydún en la Córdoba del siglo XI, aunque se apoya en una rigurosa labor de documentación, no es una novela histórica al uso. En ella no aparecen fechas, ni apenas nombres de grandes personajes, y los hechos históricos son sólo un telón de fondo, un difuso decorado sobre el que se recorta con fuerza el mundo interno de la protagonista. La narración es un largo monólogo interior, en primera persona, en el que, con un lenguaje muy cuidado pero sencillo y fluido, y con un tono por momentos más poético que narrativo, se van derramando en cascada las reflexiones de Walada. La narración no sigue un orden cronológico lineal, sino que los distintos momentos de la vida de la protagonista se van entremezclando, como lo hacen los recuerdos de una vida dentro de la mente de cada uno. A veces el monólogo se transforma en diálogo, diálogo con unos ausentes que no responden (el padre califa, y, sobre todo, el amante poeta). Walada es un personaje lleno de cercanía y autenticidad: contemplamos no a una creación literaria, sino a una mujer de carne y hueso, contradictoria, con el alma surcada de cicatrices. Esa realidad, y el hecho de que la historia esté escrita en primera persona, provoca en ocasiones la sensación de que, tras el personaje, se transparentan rasgos de su autora, de que son las ideas y sentimientos de Miriam Palma los que a veces estamos contemplando. Por supuesto (y ese es el mérito de una obra narrativa) nos quedamos sin saber si esa sensación es cierta o si sólo estamos ante una ficción muy bien construida. Posiblemente haya un poco de ambas cosas. La condición de poeta de la protagonista sirve para introducir en el texto numerosas reflexiones sobre la interacción entre la escritura y la vida (y aquí también puede que se transluzca la voz de Miriam detrás de la de Walada). En ese sentido, nos encontramos en muchas ocasiones ante un texto metaliterario. La edición del libro (papel, impresión…) está muy cuidada. Y se aparta de la imagen tópica que se suele asociar a lo árabe. Las ilustraciones que iluminan las páginas están extraídas de cuadros abstractos obra de Antonio Hermán Zurita. La maraña de líneas y círculos que se entrecruzan en esos cuadros evocan de forma certera el laberinto de reflexiones en el que Walada se sumerge. Es un libro breve, que se lee de un tirón, y en el que es muy fácil dejarse arrastrar por el torbellino de sentimientos contradictorios (pasión y serenidad, amor y desprecio, vida y muerte, rebeldía y resignación) que conviven en sus páginas. ANTONIO J. SÁNCHEZ EL EQUIPO DE GROENLANDIA RECOMIENDA… “Snuff”, de Chuck Palaniuk. “Matadero cinco”, de Kurt Vonnegut “Ajuste de cuentos”,14 de Patxi Irurzun. “Contra el viento del norte”, de Daniel Glattauer.


The Lovely Bones (dirigida por Peter Jackson) (EEUU, 2010). Controvertida película que, o te gusta, o no te gusta. Sinceramente, a mí me agradó: a pesar de que la historia es cruda (una muerte, un padre y una madre rotos por el dolor, un criminal que pasa desapercibido y misterios sin resolver) tiene un toque mágico, casi místico, que impresiona; Susie Salmon, una adolescente con una vida normal y corriente, es asesinada de forma brutal: en un lugar intermedio, entre el cielo y la tierra, la joven, aparte de observar a su familia, les envía “señales”, indicando que el asesino está más cerca de lo que creen. En sus manos, tiene dos opciones: la venganza por el macabro crimen, el descanso eterno y en paz. El director de la gran “Criaturas Celestiales” (los amantes del séptimo arte tienden a compararlas, pero es que son radicalmente opuestas, si bien admito que la anterior es superior en todos los aspectos) y adaptador del gran éxito de Tolkien se basa en una novela de Alice Sebold (una autora que marcó mi adolescencia con sus novelas) y da, como resultado, una adaptación fílmica decente, preciosita, interesante, con un estupendo reparto y unos efectos especiales extraordinarios. Es una buena película: poética, cala hondo, mejora la obra narrativa. Y sus creadores no me han defraudado.

ANA PATRICIA MOYA

La linterna roja (título original Da hong deng long Gao Gago Gua). (Dirigida por Zhang Yimou). (Hong Kong, 1991). TÉCNICA. La película se puede considerar como un gran drama intimista, donde el aspecto más importante es lo visual, unido a la profundidad de sus personajes. El impecable estilo de Zimou destaca por lo minucioso de los detalles, su rigor y los pocos artificios que utiliza para su desarrollo. Un ejemplo de ellos son las linternas rojas, la presencia de ellas, nos señalará la importancia que ejerce ese color sobre las protagonistas, o los planos de los personajes, con ellos consigue decirnos sin palabras quien es el poderoso, la preferida o la relegada. En cuanto al sonido, destacaría entre todos el producido al realizar el masaje en las plantas de los pies de las concubinas del señor, su simple tintineo despierta el deseo por recibirlo tanto a los personajes como al espectador. SIPNOSIS. Este drama transcurre en una provincia China en la segunda década del

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siglo XX y se desarrolla casi por completo en el interior de una poderosa fortificación. Desde el inicio de la película, cuando se ve a la joven protagonista andando por un solitario camino, te preguntas que descubrirá bajo los tejados de esa suntuosa fortaleza a la que se dirige. Esta joven fue comprada para ser la cuarta esposa del dueño de esas viviendas. Al morir su padre, debido a la situación económica, debe abandonar la universidad, es casada por conveniencia y convertida en una concubina de Chen Zouqian, un señor de cincuenta años. Una de las cosas que más sorprenden, es como nada más llegar, se la despoja de casi todas sus pertenencias, hasta de su nombre, ahora pasa a llamarse: la cuarta esposa. Así se demuestra que la vida ya sólo pertenece a su dueño. El nombre propio de él casi no se pronuncia en el film, y su imagen apenas aparece; no obstante está latente que él es la representación del poder y el culpable del desarrollo de los males que sucederán. Todas las esposas viven en casas independientes dentro del gran palacio, pero en la convivencia, surgen rivalidades y envidias por ser la preferida del señor. Con esta cotidianidad el director pone de manifiesto los convencionalismos, la situación social y la actitud machista en las tradiciones familiares chinas de principio del siglo XX. Pero lo más característico de todo, es el gran farol rojo. Cada tarde el dueño y señor, una vez que ha decidido con quien pasará la noche, manda colocar esta enorme linterna roja en la puerta de la concubina seleccionada, y eso dentro de la fortaleza, es junto con el poder dar a luz un hijo varón, lo más importante, ya que durante las siguientes horas, la preferida gozará de ciertos privilegios como es elegir la comida de toda la casa, hacer que los criados obedezcan sólo sus órdenes, o recibir las atenciones de una servidora muy especial que golpeando las plantas de sus pies con unos pequeñas porras con cascabeles la estimulará sexualmente. El sonido de estos cascabeles se escuchará en toda la mansión, creando más tensión y enfrentamientos entre ellas y presagiando el desastroso final del drama.

ESPERANZA GARCÍA GUERRERO

EL EQUIPO DE GROENLANDIA RECOMIENDA… “Toy Story 3” (Disney \ Pixar). “El imperio de los sentidos” (dirigida por Nagisa Oshima). “Agora” (por Alejandro Amenábar). “Malditos Bastardos” (de Quentin Tarantino). 16 “Shrek IV: el capítulo final” (Dreamworks)


ESPECIAL SUEHIRO MARUO Lunatic Lovers. Glénat Ediciones. Colección Seinen Manga. Hace ya tiempo decidí retomar el interés por la obra de Suehiro Maruo, después de la impresión que me suscitó la lectura de la controvertida “La Sonrisa del Vampiro” (y aprovechando que la editorial ha publicado gran parte de sus obras en España). “Lunatic Lovers” es una buena compilación de relatos, algunos destinados a la popular revista japonesa para adultos GARO, y que poseen el sello personal del autor, que navega por las profundidades más oscuras del alma humana; historias malditas, llenas de violencia y erotismo, muy intensas, cargadas de un sobrecogedor e impactante simbolismo (la sangre, los insectos, cadáveres, el ser humano como el peor monstruo), con finales, algunos sorprendentes, algunos abiertos, sin pretensión de mostrar fábulas morales o con enseñanza (por este motivo, muchos lectores de cómic rechazan sus cuentos oníricos pues consideran que no existe ni argumento, ni sentido en la narración) sino más bien dar rienda suelta a la imaginación más retorcida, grotesca y desbordante de un genio a descubrir. La apuesta por el maestro Maruo – autor con el que no existe un término medio, o te gusta en exceso o lo aborreces: en su país, de hecho, no ha destacado tanto por esa supuesta “falta de sentido” de su obra – es segura. Muy recomendable.

La extraña historia de isla panorama. Glénat Ediciones. Colección Seinen Manga. Alejada del tono siniestro y macabro que caracteriza la mayor parte de su obra, en “La extraña historia de isla panorama”, Suehiro Maruo, vuelve a sorprender con una adaptación, fiel y poética, de la novela de Ranpo Edogawa. Un escritor frustrado con un sueño que arrastra su imaginación: construir un idílico edén. El destino le concede la oportunidad, pero para ello, ha de resucitar un muerto. El plan del protagonista parecerá descabellado al principio, pero el ansía de hacer realidad su proyecto, puede más, y así, con la ambición, crea el paraíso perfecto, un mundo de placeres prohibidos, de una belleza sin parangón; con grandes referencias al arte y a la literatura, Maruo nos traslada a lo onírico, demostrando que es un autor camaleónico (esta es la gran sorpresa, pues los lectores estamos acostumbrados a lo tenebroso de sus historias oscuras y surrealistas, con seres humanos que parecen más bestias que

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otra cosa) y con un estilo hiperrealista particular con el que consigue convertir lo irreal en real. Muy, pero que muy recomendable. Una pequeña joya dentro del género de la novela gráfica. Y editado en un formato de lujo.

Midori, la niña de las Camelias. Glénat Ediciones. Colección Seinen Manga. A partir de un relato de “El monstruo de color de rosa” (otro libro de impactantes cuentos, como “Lunatic Lovers”), el autor crea en este tomo la historia de Midori, una niña pobre que, al fallecer sus padres, es raptada por el dueño de un circo de monstruos. La pobre chiquilla sufrirá los abusos de la tropa de seres inhumanos que la maltratan y degradan ferozmente (la mujer serpiente, el hombre cangrejo, el fortachón, la niña escupe-fuego, el cuello-largo, el hombre torso… extraños y repugnantes a más no poder). Pero Midori, de alma pura e infantil, mantiene la esperanza en huir de aquel infierno ambulante; se enamora de un mago (el fantástico Wonder Masamitsu) y recupera la ilusión para cambiar de vida. Las evidencias al exquisito arte surrealista (los caballeros con sombrero de bombin, propios de René Magritte, o las expresiones desagarradas de los óleos, significativos en Edvard Munch) y al destacado cine expresionista (ese oscurantismo tan característico de “El gabinete del Doctor Caligari”, y el claro homenaje a la película “Freaks: la parada de los monstruos”, con sus extravagantes seres circenses) son constantes en toda la obra de Maruo; el estilo gráfico – maravillosos diseños, esas portadas, esas ilustraciones entre realistas, barrocas y sobrecogedoras – y la marca personal del autor (lo escabroso, lo erótico, lo prohibido, lo fantástico) hacen de esta novela una de las mejores lecturas de este controvertido autor (junto a “La sonrisa del Vampiro”, obras clave). Y editada, al igual que las anteriormente comentadas, con buena calidad, y a buen precio. Me consta que existe una versión animada de este manga que, posiblemente, la adapten al castellano por el gusto del público español hacía el arte degenerado y brutal del maestro Maruo.

ANA PATRICIA MOYA EL EQUIPO DE GROENLANDIA RECOMIENDA… “Doctor Inugami” (Suehiro Maruo). “El monstruo de color de rosa” (ídem). “Los profesionales” (Carlos Gimenez). “Arrugas” (Paco Roca). “Tierra de sueños”18 (Jiro Taniguchi). “El caso Pasolini” (Gianluca Maconi).


Reflexión (de Leopoldo María Panero). Editorial Casus-Belli. (Madrid, 2010). Panero nos invita a la reflexión. He aquí el título del último poemario publicado del último maldito, hasta la fecha en que estas líneas se escriben. El poeta mal llamado loco (yo le califico como genio) nos regala cincuenta poemas nuevos. Todos ellos de una excelente calidad en estilo. Este poemario es el primero que ha escrito en solitario sin el apoyo de otros nombres, como en anteriores ocasiones. Reflexión destila panerismo (el panerismo, una religión, existe: créanme) por todas sus páginas. Panero nos sumerge en su particular visión del mundo. Su mundo es el POEMA. Su vida es el POEMA. No hay más vida más allá del último verso escrito. He aquí un poema de este libro. Sirva como ejemplo de la fuerza, de lo que transmite Panero con su escritura: “El poema está hecho para matar \ Y es un himno a la ruina \ Y la única belleza es la belleza del desastre \ El estampido de un revólver sobre la nada \ Para sellar el pus de la vida \ La flor sin labios de la vida \ La agonía eterna de Virgilio \ Y el verso debe ser como el puñal \ Como el dolor siniestro de la vida \ Que ya no es \ Sino sólo el resplandor de un cadáver \ Que ya no es \ Y flota sobre el verso”. Te invito, desde Groenlandia, a leer este y otros poemarios de este autor, el último GENIO que nos ha regalado la Humanidad. Este libro está cuidadosamente editado y cuenta con unas inquietantes ilustraciones de Jorge Cano rematadas con versos del poeta y con un breve, pero muy jugoso prólogo del mismo Panero.

ANDRÉS RAMÓN PÉREZ BLANCO

EL EQUIPO DE GROENLANDIA RECOMIENDA… “Marihuana para los pájaros” (Raúl Núñez) Editorial Baile del Sol. “La manera de recogerse el pelo: Generación Blogger” (varias autoras) Bartebly Editores. “Nuevas cartas a un joven poeta” (Joan Margarit). Editorial Barril & Barral. “Poemas desde mi ombligo” (Yolanda Sáenz de Tejada) Editorial Huerga & Fierro. 19 “El amor sigue sin ser contemporáneo” (David González). Editorial Baile del Sol.


Pepe Pereza テ]gel Muテアoz Esperanza Garcテュa Enrique Fuentes-Guerra Adolfo Marchena Luis Sevilla Felipe Solano Eva Mテ。rquez Ana Patricia Moya

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Pepe Pereza (Logroño). Ex – actor, guionista, poeta, escritor y director. Sus relatos han aparecido en diversas revistas y fanzines como “Narrativas”, “Lafanzine”, “Al otro lado del Espejo”, “Agitadoras”, “Cruce de Caminos”, así como en diversos blogs: “Crónicas para decorar un vacío” (de Xen Rabanal), “Hank Over \ Resaca” (Vicente Muñoz Álvarez y Patxi Irutzun), “Esto no es una película, amigo” (David González), etc. Ha publicado el libro de relatos “Putas” (Ediciones Groenlandia; segunda edición, próximamente). En breve, publicará: “Amores Breves” (Editorial Baile del Sol) Publicó, hace tiempo, un poemario en una editorial de provincias.

Esa tarde su equipo había perdido en casa por 0 a 5. El partido fue una humillación total para todos los hinchas, por eso, cuando salió del estadio, se fue directo al primer bar que encontró. Intentó librarse del sentimiento de derrota a base de JB con hielo. Con cada balón que se coló en la portería de su equipo él recibió una patada en su vanidad. Él era el hincha más entregado de su equipo, el más apasionado, él era el que más alegría demostraba al celebrar los éxitos y el que más sufría cuando se perdía.

Esa tarde, en especial, estaba siendo muy dura. El sabor de la derrota no se le iba por más que se enjuagase con alcohol. Pidió otro y se lo bebió de un par de tragos. Estaba cabreado con los árbitros, con los jugadores de su equipo, con su entrenador, con la directiva, con el presidente, con la prensa deportiva rival, con la prensa en general, con sus compañeros de trabajo (que eran del equipo rival), con su encargado, con su jefe, con el camarero que le miraba por encima del hombro, con todo el mundo.

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Abrió su cartera y vio que sólo le quedaba para otro whisky. Puso el dinero sobre la barra y le enseñó el vaso vacío al camarero.

Cuando salió del bar ya eran las tantas, sabía que su mujer estaría esperándole malhumorada, se la imaginaba con el ceño fruncido y la mirada dura, dispuesta a echarle en cara toda su mediocridad. Los únicos éxitos de su vida eran los de su equipo, por eso las derrotas resultaban tan humillantes. Cuando su equipo perdía la realidad se hacía evidente y las cosas se le presentaban tal y como eran. Por el contrario, cuando su equipo ganaba, él se aferraba a esa victoria como un náufrago a un tronco. Una victoria significaba una semana de éxito, una victoria le otorgaba el derecho a burlarse de sus compañeros y de su equipo de mierda, una victoria camuflaba las irresolubles carencias de su matrimonio. Sin el bálsamo de una victoria, él se sentía como lo que realmente era, un mierdecilla más en el gran hormiguero. El alcohol ingerido le atrofiaba pensamientos y equilibrio, no conseguía andar en línea recta y empezaba a estar mareado. Un reflujo ácido trepó por su garganta y tuvo que apoyarse en una pared para poder vomitar. Un coche pasó tocando el claxon, sus ocupantes se asomaban por las ventanillas blandiendo banderas del equipo rival. Ante semejante ofensa, él les gritó unos insultos y luego siguió vomitando.

Al verle entrar por la puerta ella sintió miedo. Conocía esa mirada vidriosa y desencajada. Sabía que corría peligro, que en ese estado, cualquier excusa le serviría para hacerla daño. Él se sentó

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a la mesa y exigió su cena, ella se la sirvió en silencio, intentando evitar su mirada, sumisa por la cuenta que le traía. Él probó el plato y seguidamente lo escupió sobre el mantel. De inmediato, ella supo que esa noche recibiría una paliza, otra más.

Él gritó y despotricó, arrojó el plato y su contenido contra la pared, dando rienda suelta a toda su rabia contenida. Ella trató por todos los medios de mantenerse al margen recogiendo lo que su marido había tirado, temblando por el miedo y la impotencia. Sin más, él la agarró por el pelo y, a puño cerrado, desahogó su frustración. Con cada golpe que le daba se estaba vengando de los árbitros, de los jugadores de su equipo, de su entrenador, de la directiva, del presidente, de la prensa deportiva rival, de la prensa en general, de sus compañeros de trabajo, de su encargado, de su jefe, del camarero que le miraba por encima del hombro, de los hinchas rivales que exhiben banderas, de los que tienen más que él, de los políticos, de los curas, de los que hacen las guerras, de los terroristas, de los banqueros, de las subidas de los precios, de su porquería de sueldo, de su mediocridad, del miedo de su mujer, del suyo propio, de todo el mundo.

Pepe23Pereza


Ángel Muñoz Rodríguez (Leganés, Madrid, 1977). Licenciado en Historia del Arte. Fotógrafo, poeta, narrador novel. Ha participado, con sus poemas, relatos y fotografías, en diversos recitales y exposiciones, y ha colaborado en distintas publicaciones literarias. Tiene su espacio en las Afinidades Narrativas. Ha publicado el poemario “Ya no leo tebeos de Wonderwoman” (Groenlandia, 2010). En breve, publicará nuevas obras y aparecerá en distintas antologías poéticas.

de tan pequeño y frágil la ternura no tuvo otro remedio que apoderarse de mí

y sí lo reconozco quise hacerlo mío

cuidarlo

protegerlo

limpiarle los mocos

ser sino su padre

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al menos un referente al que agarrarse

pero con seis años y tanta crudeza barnizando su piel sabía de sobra lo que tenía que decirme ante el cuerpo del que había sido hasta hace dos horas su progenitor

mi papá se pinchaba pero era mi papá

y la verdad es que el viento en las putas persianas azotaba atendiendo sin excusas a esas razones

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hoy te quiero hablar de lo mucho que adoro cabrearme contigo

y que tú lo hagas también

así a la hora de reconciliarnos no te quejarás ni yo lo haré cuando te agarre del pelo al penetrarte y tú penetres con tu mano en mis vísceras para reordenármelas

Ángel Muñoz Rodríguez 26


Esperanza García Guerrero (Sevilla). Forma parte del proyecto Fahrenheit 451 (Las Personas Libro). Sus poemas aparecen en diversas antologías: “Poemas para un minuto” (Editorial Hipálage, 2007), “Girapoemas” (2009). Ha participado en diversas revistas, como “Hoja de Papel”, “Groenlandia” y algunas páginas Web de Literatura. Ha formado parte del ciclo “Versos Sumados”, dentro del Festival Cosmopoética (Córdoba, 2009).

Siempre sentí gran admiración por Jaime Rus, el nuevo iconoclasta de la interpretación. El misterio que rodea su imagen, la desenvoltura en el comportamiento, el sonido de la voz, la profundidad de sus personajes, o ese carácter tan peculiar, hicieron de él mi indiscutible ídolo.

El día que sortearon en Cadena Cien una cena privada con el actor, no dudé en llamar, y el último viernes del mes de abril, cual sería la sorpresa, cuando avisaron comunicándome que

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había quedado como primera reserva. Por curiosear le pregunté al chico el nombre de la ganadora, y después de una primera negativa, varios minutos de flirteos y una posible cita, logré su nombre completo y ciudad de residencia: Margarita Luengo China de Sabadell. No quise caer en la tentación, pero en ese instante comenzó otra de mis incursiones en el mundo de la privacidad ajena, fui realizando un exhaustivo recorrido por las compañías telefónicas hasta conseguir su número, la llamé en nombre de la emisora, trasladé la cita al mes siguiente, luego me puse en contacto con la cadena, renuncié al premio en nombre de ella, y ¡listo!... a esperar mi oportunidad.

El día antes de la ansiada cena, pasé por las sesiones correspondientes de peluquería, maquillaje y manicura, tomé varias infusiones de tila para no dejarme arrastrar por los nervios del momento, y me dirigí al lugar del encuentro, un reservado en el Restaurante del hotel Meliá.

Cuando por fin lo vi aparecer rodeado por todos aquellos periodistas, mi cara fue una serie de fotografías, algunas de las cuales deberían haber terminado en la basura, en concreto la que se dibujó al presentarnos el director de la emisora. En ese instante sentí sobre el rostro una bocanada de olor a alcohol, mezclado con restos de comida putrefacta que emanaban de la boca de Jaime Rus, y aquella imagen resplandeciente que minutos antes apareció en la puerta del hotel… se volvió de barro.

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Durante toda la cena intenté evitarlo, situaba la mano sobre la nariz, otras giraba con disimulo la cara, o bien aspiraba ese carísimo perfume con el que había rociado el foulard. Pero todo era inútil, el intenso aroma se incrustó en las fosas nasales, impidiéndome incluso disfrutar del delicioso menú.

Desde entonces cada vez que escucho su nombre, o proyectan en la televisión una de sus películas, es imposible impedir que aquel olor acompañe su imagen.

Esperanza García Guerrero

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Enrique Fuentes-Guerra (Córdoba, 1958). Poeta. Ha publicado “Lo que arde \ El sueño del herido” (fotografía de Juan José Romero y prólogo de Jesús Alcaide) y “El laberinto Sentimental” (con prólogo de Alberta de la Poza). Actualmente, vive en Belalcázar y prepara su próximo poemario.

Siempre no significa nada El amor viene y se va La vida comienza y termina La riqueza se tiene y desaparece Desayunas y pronto terminarás la cena

Los árboles nacen de la tierra Y los frutos de ellos Y las hojas también Pero llegará el otoño y se caerán las hojas Y se pudrirán los frutos

…¿Entonces para que nacieron?

Y las mareas suben y bajan Y la brisa traerá olores de vida y de muerte Y la noche encerrará al día Y me convertiré en tantas cosas como quiero

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El pasado es nada El presente es nada El futuro tampoco será nada

Los niños arrebatados de su felicidad Con violencia… Aterrados ¿Dónde estaban entonces los hombres justos? Aquellos que nunca piden disculpas Y tararean felices como si nunca pasase nada

La sombra acusadora planea sobre mi dolor Pero la sociedad intenta confundirme Para que sea feliz por siempre …Pero siempre no significa nada

Sólo los sueños son eternos El niño duerme tranquilo en su cuna El suicida vuela antes de caer encharcado La luz desaparece al despertar

Y mientras tanto, se vive y se muere ….Se recuerda y se olvida.

Enrique Fuentes Guerra

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Adolfo Marchena (Vitoria, 1965). Codirige la revista “Amilamia”, junto a José Luis Pasarín Aristi, con quien publica, en 1992, el libro de poesía “Cartapacios de Lucerna” (Ediciones Libertarias / Prodhufi). Ha publicado en revistas literarias impresas y digitales, como “Cuadernos del Matemático”, “Río Arga”, “Groenlandia”, “Turia”, “Los Cuadernos del Sornabique”, “Letralia”, “Océano”, “Haritza”, “El cuervo”, etc. Ha publicado el libro de poesía “Proteo; el yo posible”. Sus poemas han sido traducidos al alemán, francés, euskera y árabe. Ha publicado recientemente dos libros digitales: “La reconstrucción de la Memoria” (Groenlandia, 2008) y “Planta de Neurocirugía” (Editorial Remolinos, 2008).

…de la inercia, peces boquiabiertos que saludan a la tarde oscura. Filigranas en el pecho de la morsa el cambio de los continentes como fórmula regia de la decrepitud. Es hora de masticar nuestra desnudez y tumbarnos a esperar que los relojes trasnochen. El tiempo en un compás de espera

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en otro poema donde el minutero no desvela el presente invertebrado. Aquellos objetos desaprovechados echados a perder por el temporal de nieve, aquellas ideas que se vanagloriaron de ser un día las pioneras de su especie. Vuelven como cosacos en los sueños para despertar a los cautivos de sus amarras, mordaza en el intestino primitivo historia prefijada en los apéndices del libro. Regresan como si de octavillas de la revolución se tratase y no desconfía el hombre en punto muerto tras la muerte de su enquistamiento, aguas mansas en vez de vómito en descenso.

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…el naufrago revive en la orilla su niñez desordenada. Las olas ya cruzaron el Atlántico de alcoholes y derivas y al final si quedan, sólo quedan los amigos después de las catástrofes y las goletas incendiadas bajo soles de linóleo.

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…de la boca, la subasta cada día del océano en el alma. Los días, después de todo, nos han llevado a la conjura del pasado, a ser uno distinto a lo que era, reconocer la mediocridad en los otros, el subsidio de las mascotas. Porque el tránsito de las horas te conduce a ver el egoísmo encerrado en los armarios, salvo tú, que enterrabas las muñecas y arrancabas redes a las mareas.

Adolfo Marchena

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Luis Sevilla (Madrid). Poeta, narrador, fotógrafo, crítico, misántropo. Ha aparecido en diversas antologías.

Estoy tumbado y oigo un piano. Me levanto y abro las ventanas.

Aún

huelo

la

lluvia,

el

olor

a

pólvora

quemada, los rumores de una fiesta. Me gusta el viento que viene del mar y que cruza la isla. Me siento en el borde de una cama deshecha y oigo un piano. Todo es tan suave

que

el

aire

huele

a

algodón

dulce.

Vuelvo

a

tumbarme, dibujo con la mente cosas en el techo, y oigo un piano. Me incorporo de nuevo, ya nervioso.

Anoche soñé con la ruta de la seda: marinos mercantes paraban en la isla y bebían ron en tabernas tan perdidas como una mujer herida. Caminaba por su puerto, oliendo a rancia madera de barco con olor a atún o a sardina o a arenque o a sangre de tiburón roto por sus aletas. En la taberna, un tipo que se parecía a Peter Lorre tocaba cosas de Duparc para un público que se divertía con mujeres de paso.

- Alguien me devora por dentro – me dijo alguien en las sombras del puerto, lejos del tipo que se parecía a Peter Lorre. - ¿Cómo dices? - Alguien me devora por dentro, eso es lo que he dicho.

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- Tal vez debas unirte a la fiesta, en esta isla todo parece dar igual, todo peso ha de convertirse en algo leve, y el tiempo no se inmiscuye en la vida de las personas. Aquí la ciudad no existe. - Si viviera en la ciudad ya habría muerto, porque lo que me devora aquí puede escucharlo un extraño. La ciudad es otra cosa: nos convierte en invisibles. ¿Por qué crees que vine a esta isla a escuchar el gemido fanfarrón de los corsarios? No me creas ignorante: tantas horas en la mar. Hombres más débiles habrían caído, pero ellos, son hombres rudos que se amaron entre ellos, allí, en la negra negra densidad del denso mar. - Eso te devora. - Mi amor está ahí, tan cerca que me hiere saberlo distante.

Anoche soñé con hombres que se besan, en la oscuridad, temblando como lo hacen las estaciones, o las algas que se ondulan junto a la isla, o los farolillos de la última fiesta, o el piano, que tiembla, como un beso al borde de un abismo, o de la orilla de un negro negro mar.

Luis Sevilla

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Felipe Solano (Madrid, 1976). Licenciado en Ciencias Biológicas. Estudió fotografía, ganó algún premio y participó en algunas exposiciones colectivas; el boom de la fotografía digital, su corrección de pixels y su falta definición empezaron a aburrirle; al estudiar diseño se reencontró con la fotografía y los complejos programas de retoque fotográfico que consiguen devolver a las imágenes toda su imperfección. Ha colaborado en distintos proyectos de diseño y literarios. El nuevo habitante de Groenlandia nos obsequia un buen relato.

“Una cara bonita, es un regalo del cielo, un par de pies bonitos es trabajo mío” Proverbio chino

A menudo deambulaba en la noche bajo la humedad y los neones del barrio chino. Cazaba miradas furtivas en los canales, coleccionaba razones para no dejarme caer en lo más profundo de aquellas aguas negras. Junto a mí, otras personas compartían la noche, ausentes, bajo sus paraguas electrónicos. No importaba la ciudad, todas eran la misma. Me sentí de pronto infinitamente triste. La ciudad flotante, con sus canales y callejones ganados al océano… me había parecido una buena opción cuando solicité el

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traslado, una oportunidad de empezar de nuevo a kilómetros de distancia. Negativo. La falta de luz, la lluvia continua y las pesadillas recurrentes acuchillaban mis raras horas de descanso. La paz interior no era posible para mí, no después de las cosas que tuve que hacer para escapar del campo de concentración Satélite Omega11. Caminar sin rumbo por el distrito comercial o por el barrio del placer era mi terapia en las interminables noches de insomnio, compartiendo soledad con aquellos desconocidos que trabajaban veinticuatro horas al día, turnos rotativos que mantenían la ciudad permanentemente acelerada. Un vendedor de comida vietnamita parecía mirarme fijamente con sus ojos completamente blancos y sin iris, probablemente implantados. Compré unos fideos con carne de anguila y salsa nuoc mam. Resguardado de la lluvia en el improvisado puesto callejero, vi por primera vez la silueta de Blue Loto. Un escaparate permanecía iluminado en la primera planta de un edificio mitad hotel, mitad almacén de componentes electrónicos. Dentro, un fluorescente parpadeaba en ciclos, compitiendo con el neón exterior. Expuesta a la vista del público, a penas cubierta con un kimono azul, una chica oriental permanecía sentada, inmóvil, con las piernas abiertas. Su cara, casi infantil, parecía agotada. Decidí entrar. Al cruzar el umbral del hotel una voz electrónica me saludó en varios idiomas. El recepcionista trabajaba insertando circuitos en una placa base mientras veía dos televisores al mismo tiempo, uno de ellos emitía un programa de cocina en chino. Al situarme en su campo de visión el hombre sonrió con unos enormes dientes metálicos. Llevaba gafas de pinza con lentes solapadas, sus ojos parecían anestesiados por los aumentos. -Buenas noches, ¿quiere una habitación por horas o piezas de recambio? Si viene acompañado por alguna mujer el pago es por adelantado, éste es un hotel decente. -Quiero hablar de la joven del escaparate, la chica oriental – aclaré dejando sobre el mostrador mi identificación electrónica de Inspector de Policía del Distrito 28.

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-Señor… me parece que aquí hay un terrible malentendido… - rió nerviosamente el recepcionista, retirando su pelo grasiento hacia la nuca -. Si se refiere usted a Blue Loto… -La prostitución es ilegal fuera del barrio del placer, puedo cerrarle este puto antro en menos de veinticuatro horas… pero esto tiene muy mala pinta, porque la chica no parece tener más de diecisiete años. -Señor, creo que no voy a decir nada más por el momento. Será mejor que usted mismo suba a la habitación del expositor y hable con Blue Loto, habitación 25, primera planta. La escalera tenía los halógenos rotos, provocando un efecto túnel muy agobiante. La moqueta desprendía un insoportable olor a podrido y en la oscuridad podía oír el crujido de cucarachas a mi paso. Arriba un hombre viejo, sin camiseta, respiraba con dificultad. Imaginé como millones de huevos de ácaros se introducían en sus pulmones con cada bocanada de ese aire insano, una constelación de insectos ciegos hacían nido en su interior, alimentándose con su carne rancia. Al llamar, Blue Loto abrió la puerta. Tímida. Parecía recién maquillada con polvo de arroz, cansada pero preparada. La habitación era un caos de objetos chinos de mercadillo, cajas, antiguos marcos labrados con fotos de su familia, baúles de madera llenos de kimonos y telas. Me invitó a sentarme en su cama y me sirvió té recién hecho. Era una criatura sumisa y tímida, aunque había algo altamente sexual en ella. Me contó cómo había llegado en la bodega de un barco de mercancía desde China y tuve que escuchar con horror como la sórdida realidad superaba con creces todo lo que había imaginado antes de entrar al hotel. Escuché de sus labios como día tras día su cuerpo era violado repetidamente por los clientes del hotel, vendedores al por mayor que entregaban mercancía electrónica al recepcionista. Contemplé sus ojos de agua, su piel adolescente, sus pequeños pies vendados del tamaño de una taza. Salí de la habitación con la promesa de llamar a un coche patrulla y rescatarla de aquel infierno para siempre. En aquel momento me sentí despreciable por pertenecer a la raza humana.

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-¡Eres un mentiroso hijo de puta! – grité mientras el recepcionista seguía impasible montando circuitos con sus gafas pinza. -Señor… no monte un escándalo por nada, hay clientes que ya están durmiendo. Pensé que al charlar con ella todo quedaría aclarado, pero veo que no… No es una chica, es un modelo artificial KW-87996, modelo androide femenino para ayuda doméstica. Por el amor de Dios, ahí arriba no hay una chica, es solo una máquina. La compré al peso al precio de chatarra, es un juguete roto, excedentes de Corea, ¿no ha visto sus pies? -¿Pero qué está diciendo? Los modelos artificiales KW solo fueron un prototipo, se retiraron de la circulación hace años por su alta similitud con los seres humanos, sería igualmente ilegal. ¿Qué sucede con sus pies? Están vendados, es algún tipo de tradición milenaria oriental. -Es usted un sentimental, señor – sonrió el recepcionista enseñando los dientes metálicos -. El anterior propietario de Blue Loto se volvió loco y le corto los pies con una sierra. Yo mismo inserte los pies que lleva ahora, pero como ya no hay recambios para los KW tuve que insertarle unos pies de un modelo inferior TMH, son mucho más pequeños, pero sirven para andar. -¡No puede tener usted un modelo KW! ¡Han sido retirados! – grité, aun furioso. -Está permitido tener un androide KW siempre que se diferencie a simple vista de un ser humano real, y con esos pequeños pies Blue Loto nunca pasaría por humana. Tengo todo en regla, puedo enseñarle los papeles… todo en vigencia, señor. Sólo le diré una cosa más: Blue Loto no está en venta.

Felipe Solano

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Eva Márquez (Madrid, 1977). Licenciada en Derecho. Escritora y poeta novel. Algunos de sus poemas han aparecido en diversas páginas Webs y Blogs, así como en diversas publicaciones, digitales e impresas, de España e Hispanoamérica. Tiene su espacio en las Afinidades Electivas y forma parte del REMES (Red Mundial de Escritores en Español). Compiladora de la antología digital “Esnifando Letras”. Ha publicado los libros “Cosas que nunca te diré” (Groenlandia, 2010) y “Retales de Estrógenos” (Bohodón Ediciones, 2010). Forma parte de la antología “Póker de Reinas”.

Si me dejas sola y después regresas a mí a enturbiar mi noche, no preguntes quién me hace el amor mientras duermo, y simplemente, demuéstrame que sabes hacerlo mejor.

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Corre, búscame, mi dirección de IP está justo debajo de tus sábanas.

Eva Márquez

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Ana Patricia Moya (Córdoba, 1982). Pluriempleada. Licenciada en Humanidades. Master en Edición. Ha publicado “Bocaditos de Realidad” (primera edición, del 2008, la segunda, para el 2010). Sus textos han aparecido en diversas revistas literarias, digitales e impresas, de España e Hispanoamérica. En breve publicará su primer libro de relatos, “Cuentos de la Carne”. Sus poemas han sido traducidos al inglés, catalán, italiano, alemán, francés y portugués. Tiene su espacio en las Afinidades Narrativas y Electivas. En breve, sus relatos y poemas aparecerán en distintas antologías y plaquettes.

La última voluntad de Maribel: hacer el amor con Diana. La pobre mujer, entre la espada y la pared: por un lado, su novia, a la que quiere con locura y con la que mantiene una relación desde hace años; por otro, su amiga, enferma, que le reclama ese único favor. Recuerda con tristeza cuando se presentó Maribel en su despacho y le confirmó, solemne, la existencia de un tumor en su organismo. El motivo de esta arriesgada petición: Maribel siempre ha admitido sentirse atraída por su amiga. Pero la barrera de la lealtad se imponía, y a pesar de insinuaciones

diversas,

Diana

sólo

reclamaba

amistad…

amistad que se pone a prueba esta noche de tormenta, amistad que,

posiblemente,

heridos.

provocaría

una

ruptura

de

corazones

La compasión es un pecado. Maribel la mira

seductoramente, acostada desde la cama, y Diana, de pie frente a ella, desnuda y temblorosa, no encuentra el valor para reaccionar, acostumbrada a no traicionar a ese cuerpo que tan bien conoce; del deseo, a la pena: Maribel procura calmarla entre susurros, para que los nervios de su amante y amiga no

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le jueguen una mala pasada; conoce el carácter tranquilo y amable de Diana, de su predisposición a cumplir sus promesas, sin excepciones, pues su palabra, es ley. Y agarra confianza. Pisadas que la aproximan a las sábanas de raso; los besos tímidos, con labios apretados y ojos cerrados por parte de Diana, las promesas de amor y juramentos de eterna gratitud de Maribel; los roces con las yemas de los dedos, las manos hábiles que recorren la piel con suavidad, con intensidad. Contra el cristal de la ventana rebotan las gotas de lluvia que arrecia fuerte; los suspiros, el sudor, los gemidos - de dolor, de

placer -, los gritos rotos en el momento de máxima tensión en aquella habitación de Hotel. El silencio. El agotamiento. Los

sollozos de la infiel, echa un ovillo bajo el edredón, a espaldas de

Maribel,

profundamente

dormida.

La

claridad

de

la

madrugada avisa de que hay que retomar la rutina laboral. Sin despedirse de su compañera, Diana se viste y emprende el retorno a la oficina, entre lágrimas, con la sensación de culpabilidad acechando a su alma. Ella sabe que Maribel está casada con el cónyuge ideal, un hombre de buena posición social, prestigiosa profesión pero iluso, pues desconocía que aquellas a las que su mujer etiquetaba como “amigas”, muchas eran sus amantes; sabía que Maribel tenía dos hijos, una niña encantadora e inteligente, un niño simpático y enérgico, ambos con un gran futuro por delante; pero, lo que no sabía Diana es

que Maribel, realmente, no estaba enferma de cáncer.

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No creo en la poesĂ­a.

Creo en mis manos.

Y en ti.

Ana Patricia46Moya


Aurora Carmona Muller Daniel de Cullá Elena Ortiz Eva Gallud Franco Dimerda Lucia Fraga Patxi Irurzun Ana Vega Martín Cid Yaiza Guevara Adriana Bañares Gema Serrano Ximo Roselló Jorge Merino Victoria Dubrovnik Roberto Ferrer Silvia Loustau Tomás Illescas Juan Merino Begoña Leonardo Ricardo Bórnez Emilio Arjona Crespo

47 Ana Pérez Cañamares


Aurora Carmona Muller (Sevilla). Escritora, poeta, dramaturga. Ha escrito y dirigido “Margot o muerte de un guionista frustrado” (Teatro Joven Ayuntamiento de Tomares, 2000), “No sé bailar” (cortometraje realizado en EICTV de S. Antonio de los Baños, Cuba, 2000). Sus relatos y poemas han aparecido en diversas revistas, páginas webs y antologías. Ha participado en el Festival de Perfopoesía de Sevilla y en Cosmopoética.

Pronto su olor se quema y las cenizas reposan tras las nuevas conquistas de la almohada. Pronto borran de su mente el paisaje adorado. La postal de un paseo infinito. Las palabras tiernamente susurradas. La luz de una vela incandescente, atónita ante el acelerado ritmo cardiaco. Pronto un repiqueteo de tambores enturbia la melodía premiada. La elegida como banda sonora de la historia. Pronto se desvanece el soplo de rencor, la impotencia de ahogarse en los mismos, frustrantes pensamientos. Pronto se olvida y se construye un nuevo imperio con idénticos ladrillos de entusiasmo. Pronto definimos como una vivencia más, lo que antaño motor fue de nave con rumbo fijo.

Aurora Carmona Muller 48


Daniel de Cullá (1955). Poeta, escritor, pintor y fotógrafo, miembro fundador de la revista literaria “Gallo Tricolor”, así como de la Asociación Colegial de Escritores de España. En la actualidad, participa en espectáculos que funden poesía, música y teatro. Dirige la revista de Arte y Cultura “Robespierre”, moviéndose entre Burgos, Madrid y North Hollywood (USA). Ha realizado performances en Burgos, Madrid, Alemania, Bruselas, Suiza. Ha colaborado en el segundo libro de “Literatura y Creación Artística” (La Bañera con Trampolín). Ha realizado diversas exposiciones colectivas.

Oración Esto es, el pensamiento Expresado con palabras. Leo Interviú Sentado en la taza del retrete Mi retrete es un palacete Estilo Conde Drácula Y hay escrito en la pared:

“En Vampira abierta El murciélago peca” Ven, mezcla mi amor En tu sangre Y evangelízame el capullo Que los lobos salvajes Ensotándoos Apadrinan por el ano. Yo quiero que Amor Sea la corchea y semicorchea De la Orden de tu Órgano Que halagüeñas esperanzas Me da el tubo de la risa En tus ovarios

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Con hesitación alguna Fervoroso altruismo Y vocación A tan lejos colonizado Desde el ojo al globo Desollando el capullo En tu hospitalario Y escabroso paraje Ora abrasado Por los rayos de tu orgasmo Ora callado En huevos fritos Con aceite de tus labios. Que tus pechos heterogéneos De obstinada sumisión Benefician al hisopo Con el venturoso logro Del caldero mofletudo En hordas de osos Sometiendo Amor a martirio Entre nobles tetas-ores Sin más armas en las manos Que el breviario del sexo Herido de muerte Matando sin matar Amor Exorada absolución De este verduguillo Obnubilado Por la Amada en el Amor Que se cierra en concha Ensangrentada Y corre por la glándula pineal En fuentes de leche Sintiendo repicar Las campanas de sus muslos ¡Sin badajo! El Verbo copulativo

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Llevándose las manos A la cabeza desesperado Corre apresurado Al libro de cuatro labios Perdiéndose En el labiado aro del pozo Amanecido en el ojo de gallo La conversión del sarro Y la herejía Donde Amor idolatra la Vida Haciendo del Acto Carabela surcando el Atlántico Y al piadoso misionero O al coloncillo espermático De turno Colonizador colonizado Antorcha bienhechora Que ilumina los espíritus Que sueñan la entrepierna En el umbral de a cuatro Al final del sexo cantando: La sopa quema Estudiamos para ingenieros El niño la tiene tiesa Hola, pajarito sin cola Este hombrecillo fue siempre así Elevada la tengo Hasta mi Señora. Ves: Amor Ella A Cula A la española.

Daniel de Cullá

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Elena Ortiz (México). Licenciada en Ciencias de la Comunicación, egresada en la Universidad Franco-Mexicana. Miembro de la Red Mundial de Escritores en Español (REMES), de la Unión de Escritores Hispanoamericanos y de Escritores Latinoamericanos. Participó en la antología “Mejores Textos” (2008), editada por el Rincón de los Escritores y en la antología “Iwith” (Bubok, 2009). Sus poemas han aparecido en diversas publicaciones literarias. Recibió accésit y mención de honor en el I Concurso de Relatos Convocados por la Revista Literaria “Katharsis” y finalista del II Concurso de Microrrelatos para abogados.

Alguien hizo la denuncia, me capturaron en plena vendimia de droga, pensé que pasaría muchos años en prisión después de un engorroso y desgastante litigio. Pero intervino el honorable Juez que imparte justicia y por eso es respetable. Manipuló las pruebas y compró testigos. Quedé libre de cargos, pero a su merced.

Entró en la habitación. Me miré al espejo. En unas cuantas semanas nacería el bebé, debía acostumbrarme a parecer un globo repleto de aire. Me arrojó a la cama y comenzó a recorrer mi cuerpo como si se tratara de un teclado de juguete al que se puede aporrear.

De cuando en cuando viene, y sin más, hace uso de mi cuerpo y me posee sin recato. No pisé la cárcel nunca, pero soy prisionera igual. Me pregunto mientras él termina de hacer lo suyo, ¿quién en esta vida puede presumir de no ser criminal?

Elena Ortiz 52


Eva Gallud (Madrid, 1973). Pasa el día encerrada en casa traduciendo, navegando sin destino y leyendo cajas de cereales. Algunos la conocen como Monogatari y se rumorea que estudia japonés. De las noches dice no recordar nada. Ha publicado en Bubok el libro de relatos cortos “Crash”, y el poemario breve “Fuga de Memoria”.

No sé qué tiene este cuarto cuando se inunda de abril que todo huele a detestar. Cansada a destiempo de esperar el minuto uno del partido para salir corriendo del hoyo catorce y rodar.

De momento me aovillo cubierta de barro y me seco al sol del balcón.

Que nada me toque.

Moléstenme sólo para darme de comer.

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Me tomo lo que me queda de esta cerveza baba caliente abrazos besos y abrazo y me evaporo.

No me acompañes al taxi que me da palo verte ahí de pie pensando hacia dónde irás, qué hacer.

Me queda un cuarto de hora para dejarte abandonarte y tirarte como a un perro en el arcén.

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Tengo algo dentro: una bola de pelo que da vueltas y se enreda aún más.

Saboreo la tinta en la boca y empiezo a tirar de ella sin tocar el hilo que no hay que rozar, ése que al final lleva atado todo lo socialmente inaceptable.

Si pudiera meter del todo la mano hasta dentro, arrancar eso que no sé qué significa ni a qué huele ni a qué sabe aunque me lo haya tragado mil veces antes.

Eva Gallud

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Franco DiMerda (Lima, Perú, 1973). Ganó en su tierra natal varios concursos de cómic y ha publicado en distintos fanzines y revistas del medio. En el 2000 logró refugiarse en España, país en el que vive desde entonces. En la actualidad, escribe diversos relatos cortos para las revistas musicales “Heavy Rock” y “Kerrang”.

Un camello vendía LSD en una transitada avenida de la ciudad. Cuando la policía lo detuvo, el camello

fue

a

parar

a

la

cárcel.

Cuando

finalmente salió, el camello se dedicó a vender

GHB. De vuelta la policía lo detuvo y de vuelta el camello fue a parar a la cárcel. Cuando por fin salió, el camello se dedicó a vender PCP. De vuelta la policía lo detuvo y de vuelta el camello fue a parar a la cárcel.

— Seguiré vendiendo calmantes —se dijo el camello una vez que lo soltaron—, pero esta vez cambiaré de formato. Estoy hasta las pelotas de la cárcel.

Y creó la ETT.

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Todo era cierto. Lo del hechizo a la bella durmiente, lo de su profundo e inmutable sueño, lo del tipo que vino a visitarla después de mucho tiempo, incluso lo del beso en su mejilla. Pero nunca fue cierto que la bella durmiente se despertara. Ella sólo se levantó después del beso y vio al amor de su vida y vio que era un príncipe y se casó con él y se fue a vivir a un palacio y tuvo muchas sirvientas y nunca más tuvo que cocinar ni lavar la ropa y su príncipe jamás la engañó con otras mujeres ni le rompió la cara a puñetazos y tuvieron muchos hijos y todos juntos vivieron muy felices y comieron costosísimas perdices. Pero eso era sólo parte del sueño. De un profundo sueño del cual nunca despertó.

Franco Dimerda 57


Lucia Fraga (A Coruña, 1979). Traductora y asesora lingüística. Actualmente, estudia psicología. Licenciada en Filología Hispánica por la Universidade da Coruña. Especialista en el área de Teoría de la Literatura; posee diploma de Estudios Avanzados y un curso de especialización en “Teatro, Cine y Audiovisuales”. Ha elaborado diversos trabajos sobre escritores de lengua gallega y cine. Ha residido en Alemania, donde impartió clases de literatura contemporánea y literatura aurisecular. Miembro fundador del grupo poético “Los Vándalos”, y de su revista “Méster de Vandalía”. Sus poemas han aparecido en diversas publicaciones: “Coolcultural Galicia, “La Bella Varsovia”, “Piedra de Molino”, etc. Ha participado en antologías poéticas. Ha publicado el poemario “Nostalgia del acero”.

Sabes que detrás de mí hay una sonrisa que sí existió y siento esas campanillas que acuden a mi cabeza cuando pienso en esa infancia que descuidó la memoria. Tiene toda la fuerza de las noches azules, de cuando me sentaba al pie de la roca de los sueños y dejaba que el viento me arrastrase las lágrimas de la frente al pelo.

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Tengo que decirte, Aunque sé que ya nunca me escuchas, Que, a veces, mezclo pastillas con alcohol.

Es la única manera de sobreponerme A verte calcetar con los dedos Y llamarme “mamá”, cuando te doy de comer.

Cuando bebo, te recuerdo, madre, Cómo me reñías por desaliñada Y ahora eres tú, la que casi anda desnuda.

Voy detrás de ti, con la ropa, tu bata. Y me preguntas: “Mamá, ¿cuándo llegamos a casa?”. Me desmorono y me meto un viaje de Rexer Flash con ginebra.

“Ya hemos llegado, mi vida”. Lástima que no te ponga de mala hostia Mi olor a lágrimas y alcohol.

Ahora tengo una hija mayor que yo. Y eso que pedía a Dios Ser madre para que tú lo vieras.

Pero tú ya sólo ves Imágenes de plata oxidada y algodón. Mis niños serían destrozos de tu cerebro malherido Con quien seguir calcetando chaquetitas Con los dedos.

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Hay dolores que se inician en el dibujo de un cuento de hadas y terminan en unas medias negras con un par de agujeros. Soy aquella que ni es niña ni quiere ser mujer, porque demando a dentelladas del pasado lo que por derecho el tiempo me debe. ¿Dónde está el precio de las niñeces arrebatadas? ¿Dónde está la corona de flores donde respira hoy la de espinas?

Hay momentos en los que imagino que duermo entre mis propios brazos y mi boca busca la cara de la niña que sostengo. Le canto al oído dulcemente y siento su respiración caliente contra mi cara. Las dos nos acunamos. Pero se rompe mi sueño, cuando descubro una muñeca rota en el suelo.

Lucia Fraga

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(Pamplona, 1969). Autor de los libros: “Cuentos de color gris”, “Cuentos sanfermineros”, “La polla más grande del mundo”, “Ajuste de cuentos” (relatos y cuentos); “Odio enamorado”, “Cuestión de Supervivencia”, “Ciudad Retrete” (novelas). Ha participado en diversas antologías (“Golpes, Ficciones de la Realidad Social”, “Tripulantes”, etc), ha coordinado algunas (como “Hank Over \ Resaca”) y también ha colaborado en diferentes medios (“El País”, “ADN”, “Vinalia Trippers”, “Fábula”, etc). Ha obtenido diversos premios literarios.

Ha llegado el invierno. El invierno de verdad. Ese frío que traspasa el cuerpo como un carámbano hasta los tuétanos. Mi chabolo se encuentra en una esquina de la prisión y el viento

helado

lo

golpea

sin

piedad

hasta

convertir

sus

paredes en una nevera. Pero no me importa. Lo prefiero a cualquiera de esos otros que dan al patio, donde el paisaje son sólo los tendederos, la ropa interior colgada como una bandera blanca, una rendición, un desierto de caricias. Desde la ventana de mi chabolo veo el monte, el sol, la luna, los pájaros que pasan... mi chabolo es un sol de hielo negro, un sol que un dios canalla, un dios a imagen y semejanza del hombre, ha apagado de un manotazo pero alrededor del cual, a pesar de todo, la tierra sigue girando. Un dios crepuscular al que cada atardecer de verano las parejas degollan para tumbarse bajo los rescoldos de

su cielo ensangrentado a

comerse un helado entre beso y beso. Como si su amor fuera una venganza por el que nos han arrebatado a nosotras a cambio de estos días iguales – recuento, comedor, patio...-, estos

días

de

fugas

abortadas

en

llamadas

y

bis a bis

cronometrados, en cartas rasgadas a las que sin embargo no pueden tapar los agujeros que nos dejan ver fugazmente el

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otro lado del muro. Y así sé que aunque aquí todo esté detenido, fuera las estaciones se suceden, después del verano llega el otoño, y tras las rejas los montes se peinan con las cenizas de cielos grises y hojas amarillas, hojas que en la ciudad los barrenderos amontonan, y sobre las cuales se lanzan

los

niños,

sienten

regocijados

crujir

bajo

sus

cuerpecitos la hojarasca seca, muerta, la reducen a polvo entre carcajadas, completan sin tener conciencia de ello el ciclo, y así la vida sigue, y no hay chabolo en el que puedan encerrarla, en el que la vida quepa por completo, sólo pueden encarcelar nuestros cuerpos, pero nuestros sueños, nuestros recuerdos,

traspasan

los

muros,

y

lo

mismo

hacen,

en

dirección contraria, los de quienes nos quieren y nos esperan al otro lado...

El cuerpo,

sin embargo, ese cuerpo arrojado a la intemperie

de un invierno que hurga en los adentros como un perro rabioso y hambriento, también necesita aquí dentro de vez en cuando calor, y los viajes proyectados con la imaginación, los pájaros que se posan en el alfeizar de la ventana, toda esa poesía carcelaria, necesaria para no perder la esperanza,

no

son suficientes. No fueron suficientes ayer, cuando salió mi compañera de celda.

- Hace frío en este chabolo - dice ahora la nueva.

Una más. Ya he perdido la cuenta. Es así a menudo, creo que lo

hacen

para

arrebatarme sentimientos. quererlas, que

castigarme,

la

dignidad,

para para

embrutecerme,

para

anestesiarme

los

Desean aislarme. Quieren que

aprenda a no

envidie y odie su libertad, que me rompa

esperando mi turno. Pero yo me resisto, y ayer, cuando me despedí de mi compañera, lloré, lloré por ella, como si no

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fuera sólo otra más, un número más,

y también lloré por

mí, incluso lloré por ellos, por esos carceleros, por todas las miserias y grandezas del ser humano, y cada lágrima, al contrario de lo que ellos creían,

era una liberación, una

victoria.

- Sí, ya ha llegado el invierno. El invierno de verdad contesto.

Sólo es una llave para iniciar una conversación. Hablamos. Me cuenta que tiene tres niños. Me enseña sus fotografías. Tienen la piel oscura

y los ojos grandes y negros. Le digo

que son muy hermosos. Se le llenan los ojos de lágrimas y se vuelve avergonzada hacia la ventana.

Yo le cuento como es

mi país. Ya no hace tanto frío. Dentro de poco llegará la primavera.

Patxi Irurzun

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Ana Vega (Oviedo, Asturias, 1977). Escritora, crítica literaria. Miembro de la Asociación de Escritores de Asturias. Ha colaborado en diversas revistas literarias. Autora del libro “El cuaderno griego”. Obtuvo el accésit del XXVI Premio Nacional de Poesía “Hernán Esquío” (2008). Posee varias obras inéditas (de poesía y relatos). Ha participado en recitales y en distintas antologías (la última, editada por Bartebly, “La manera de recogerse el pelo: Generación Blogguer”). Ha sido traducida al inglés. Actualmente, organiza eventos culturales y coordina talleres literarios.

Hay cuerdas colgando del cielo. Preparadas, listas, para encajar cabezas con un nudo.

Hay cuerdas que se convierten en soga y cuerdas invisibles que anudan las manos.

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La cama estaba a medio hacer. Ella dibujaba su silueta mientras permanecía tendida en el suelo. Su cazadora estaba allí, junto a ella, y sus zapatos y su camisa. Ella permanecía en el sitio exacto del suelo en el que aterrizó al caerse de la cama. Ni siquiera intentó levantarse, realizar movimiento alguno; allí quieta, con su camiseta estirada por el uso y las piernas frías por el contacto con el mármol. Seguía dibujando su silueta perdida en el suelo, a su lado, su cabello ondulado parecía invadir ese espacio que él debería ocupar, que ella dibujaba para retenerlo. La ventana seguía abierta. Llevaba horas ahí, en la misma postura, helada. Cada vez que cerraba los ojos lo escuchaba de nuevo: el sonido de un cuerpo que se estrella contra el asfalto. Cuando cayó de la cama comprobó que la pesadilla se había hecho realidad. Ya no volvió a moverse.

Ana65Vega


Martín Cid. Autor de las novelas “Ariza” (Editorial Alcalá, 2008), “Un Siglo de Cenizas” (Editorial Akrón, 2009), “Los siete pecados de Eminescu” (libro virtual, descargable en su página Web) y del ensayo “Propaganda, mentiras y montaje de atracción”. Dirige la revista cultural bilingüe “Yareah Magazine”.

I

Un espejo es aire sin rostro, quebrado en el tiempo. Hay espejos cientos, pero sólo hay un rostro. A veces, se mira en el espejo; a veces, hay aire. Un espejo revela la verdad en la forma, el espejo guarda la forma escondida del sexo. Así un espejo, en esencia, nada es.

II

La mujer que se mira en el espejo busca la imagen del que mira, encuentra el reflejo del que espera, ansía olvidar... busca la ilusión del recuerdo y, espera, sólo espera, siempre. El espejo bien lo sabe.

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III

El hombre busca la mujer en el espejo, encuentra la imagen vacía de una madre, de un reproche. Se mira en el espejo y, al fondo, ve su vida, orgulloso, vacío.

IV

Los amantes, por fin solitarios, se miran en un espejo que se contempla. El espejo devuelve la imagen adulterada de la mujer que espera, el engaño del hombre orgulloso y vacío. Tras la mirada en un gesto propio y falso, el espejo no sonríe.

V

El espejo no devuelve el rostro. En neblina, los amantes marchan.

Martín67Cid


Yaiza B. Guevara (Barcelona, 1991). Estudiante de Bellas Artes y próximamente, de Estudios Literarios de la Universitat de Barcelona (UB); ha ganado el VII Concurso de Cuentos de Gracia. Ha coordinado la revista “El Corb Xerraire”.

Es esa poesía hermética en la comisura de tus labios. Fría. Tu lluvia de ayer se me cala en los huesos. Son tus versos, higiénicos, pulidos sobre las manos. Es tu Eva latiendo en el pecho.

Deja que te encuentre entre las calles sucias que hacen un laberinto en la garganta. Que siga a esos versos, esa poesía de hospital, moribunda como un joven punk, subida en un taxi.

Has matado un cordero, y sin embargo tu delantal de niña está blanco y almidonado. Tus ojos son la muerte, y sin embargo qué perlas por las que lloraría.

Eres tú, eres tú y son esos versos. Esos que son pasos en el asfalto hacia la noche.

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Como Clarisse me sentaré. Doblaré los pliegues de mi falda con cuidado. Seré pulcra, seré una hormiga blanca y me sentaré en el cine, en el mundo. Pasará deprisa, tan rápido como una rampa como un grito tan rápido como un sueño en despertar. Pero yo no pasaré porque apenas latiré, las hormigas no laten o laten poco. Mi falda intacta de espaldas al tiempo. Las horas se enfadarán al rato y no querrán jugar conmigo. -¡Tramposa! Como Clarisse seré bella. Mármol mártir. Sin horas quizás me angustie, sin palabras seré un túnel. Pasará algo un día y entonces alguien traerá flores. Eso será todo.

Yaiza Guevara 69


Adriana Bañares Camacho (Logroño, 1988). Estudiante de Filosofía. Directora del fanzine independiente “LaFanzine”. Sus textos han aparecido en diversas publicaciones, digitales e impresas, así como en blogs. Ha participado en recitales poéticos y ha obtenido diversas menciones por sus textos.

Y siento que el asco me condiciona / me siento como una traidora, una ramera mentirosa No quiero nunca más volver a veros / sois la viva estampa del deseo, que se ha vuelto un embustero Carlos Ann.

¿Hoy tampoco vas a preguntarme qué tal me ha ido el día? Ni siquiera te lo preguntarás. Ya ni te acuerdas. No, no pasa nada. Voy a quedarme esta noche también, aunque hoy no voy a solicitar la ayuda de la televisión ni de Internet para mantenerme despierta. Hoy voy a quedarme sola con los remordimientos, y te escribiré – te escribo – para contarte qué he hecho. Lo que no tengo muy claro aún es si seré capaz de enviarte esta carta. Ya me conoces.

Les he dejado solos.

Solos y lejos. Donde no puedas encontrarlos jamás. Aunque, ya sabes, conmigo estas cosas… quizá antes de terminar esta carta o este año me dé por confesártelo, aunque no es ese el objetivo principal. Pero ante todo quiero que me entiendas. Me aburrían demasiado. Estaba sometida a una presión terrible. Con ellos era todo muy complicado, o demasiado sencillo. Para mí los términos que utilicemos ya no tienen el menor sentido porque ya no sé diferenciar lo falaz de lo cierto. ¿Entiendes a qué me refiero? Seguro que sí, siempre has sido muy listo. Yo no era muy de llevar cuadernos en el bolso. Me parecía de una pedantería suprema llevar con uno mismo un barato cuaderno

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del bazar chino y mostrarlo al resto como si fuese un catálogo del artista que se supone que cada cual lleva dentro. No sé si me explico. La cuestión: pedantería. Estaba muy harta de encontrármelos en todos los bares, mostrando rimas, versos matematizados con calzador,

dibujos

fríos,

tantas

páginas

inexpresivas

y

todos

chupándose las pollas mutuamente. Muchas veces me distraía mirando puntos estratégicos del bar en cuestión y pidiendo más y más cañas. Muchas veces, la mayoría de ellas, para ser sincera, dejaba que me invitara alguno de esos poetas. Ya me conoces, siempre he tenido un deje meretricio. Aunque ambos sabemos cuantísimo repudio el contacto físico. Pero eso ellos no lo saben, así que a callar y al tema. Cuando me han pedido dedicarles algún texto, he callado y he dedicado. Con cariño para Equis. Otras veces me han dejado ellos sus cuadernos y han manchado el mío con sus estúpidos versos y sus simplísimos dibujos. Estética naif dicen. Que les den por saco. Hasta un niño podría dibujarlos. Yo, a escribir y a callar. Posmoderna, distante y fría, clavando en sus hojas palabras, versos, frases, lo que fuere, sin pensar ni dándole la más mínima importancia, a un texto que prevalecerá el tiempo que él estime oportuno, en su moleskine, donde guarda sus poemas estratégicamente pasados a limpio con el deje, la puntillita, la mota de polvo exacta que haga parecer que están escritos ahí directamente. Tonterías aparte, de mi texto mi mente no guardará estela alguna de recuerdo.

Mis prosas, mis versos, mis dibujos. Nada de lo que yo haga es ni será mejor ni peor que lo de ellos. Pero alguien alguna vez diría que lo mío es diferente, visceral, realmente bueno. Eso basta para que el mundo literario caiga rendido a los pies de uno. Eso no está tan mal si sabes manejarlo. Pero yo soy débil, ya me conoces. Me dices que me estoy mareando y me mareo. Me dices que te quiero y lo abandono todo por

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ti. Me dices que escribo bien y me creo mejor que toda esta cuadrilla de escritores malditos de las mismísimas pelotas.

Lo que me ha pasado es que he terminado muy harta ya. Desde fuera no sé qué parece. Puede que parezcamos amigos y confidentes, pero en realidad no somos nada de eso. Nos envidiamos tanto. Todos queremos escribir como el otro, dibujar como el otro, hablar, cantar, hasta el color y el corte de pelo… todo causa estragos en nuestro ego. Somos enemigos en potencia y sucios competidores en acto. Pero lo que realmente quieren esos poetas, ya lo sabrás bien, - siempre te has considerado uno de ellos -

es follarnos. Todos los poetas que he

conocido a lo largo de mi vida. Ellos, ellas, todos. Han venido a contarme estupideces. Todos me han citado a no sé quién. El mundo

se divide en dos: los que han amado de verdad y los que no. Todos me han confesado ser sensibles y románticos. Todos han sido atentos. Me han querido prometer el cielo y la tierra. Pero a la hora de verdad, cuando descubren por dónde me paso sus versos, sus trazos, su música, sus cortos, etc. si te he visto no me acuerdo. A los artistas no les hurgues en el ego, que les duele. Al final resulta asqueroso. El sexo con poetas siempre duele.

Empecé mintiendo. Como siempre, ya me conoces. Al final opté por poner la tele. Te parecerá estúpido, pero he pasado miedo. Me pareció escuchar sus gritos. Ya sabes cómo es esta casa: el pasillo es demasiado largo y estrecho. Intenté subir el volumen de la música, pero es no hizo sino empeorar las cosas. Espera que me ría nerviosamente. Ya está.

Adriana Bañares Camacho

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Gema Serrano (Córdoba, 1981). Estudiante de Filología Hispánica. Apasionada del teatro (desde hace ocho años, participa dentro del panorama teatral de aficionados) y la lectura. Desde la ciudad sultana, nos remite poemas y relatos.

Tu mirada al despertar. El agradable tacto de unas sábanas frescas tras una dura jornada. El perfume que nos envuelve un momento. La brisa de un domingo de primavera. Tu voz que me invita a viajar por otros mundos. El chasquido cálido de una chimenea. Ropa tendida al sol en un prado de esperanza. Una copa de buen vino junto a una ventana de azahar. El olor de una fruta abierta. Los sueños más felices a tu lado. Tus manos, tus dedos, tus caricias en mi cuerpo después de hacer el amor.

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Aquella tarde volvió a planchar su vestido azul de pliegues, el de tirantes cruzados a la espalda, el del bordado en el bajo, el que le disimulaba aquellos complejos que sólo ella conocía. Una vez más se dispuso a conquistarla. Sin embargo, esa tarde sería la

definitiva.

Ya

no

bastaban

las

intensas

miradas

ni

los

encuentros casuales: estaba decidida a dar el paso definitivo. Pero, ¿cómo hacerlo? ¿La llamaría por su nombre? ¿Podría mirarla a los ojos sin dejarse inundar por ese universo infinito? Y entonces la vio tan linda como siempre, con su pelo recogido a un lado, con sus vaqueros desgastados y la blusa verde que tanto le gustaba a Laura. Sabía dónde encontrarla, y no se equivocó. Se acercó a su princesa mientras se desenredaba el cabello con la yema de los dedos. ¡Elena! Le dijo una por una todas las dulzuras que existen y las que aún están por inventar, le mostró placeres

infinitos

paladeando

cada

palabra,

le

entregó

su

esencia aún intacta… y entonces… una sonora carcajada, una estúpida

burla,

una

grosería

desmedida,

una

carrera

precipitada, una lágrima resbalando hacia el abismo, una herida profunda... demasiado, tal vez.

El siguiente jueves Laura no acudió. Ni el siguiente a ése. Ni el posterior. Ya nadie volvería a ultrajarla, no, mejor dicho, a despedazarla

sin

más.

Ahora

ella

se

encontraba

a

salvo,

tumbada en el suelo del baño con las muñecas abiertas por culpa de una cuchilla afilada porque aquella chica que ella adoraba descubrió su secreto en el instituto.

Gema Serrano

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Valenciano y estudiante de periodismo; extrovertido, simpático y alegre, siempre alegre. Adora el cine, la música, rock, hip-hop, Sabina, la buena literatura, escribir, sonreír, hablar, conocer, saber, errar, aprender, amar, la noche y sus estrellas, perdonar, la soledad, sus amigos y su vida. No soporta a los que mienten y se lo creen, los imbéciles, el orgullo, los gritos, la soledad como única amiga, el racismo, la guerra, homófobos, intolerancia, hipocresía…

Las luces tenues de las velas iluminaban la pequeña sala de estar, irónicamente, la más grande de la casa. Pero ello jamás le importó a Sofía. Su amor por Manuel era más grande que cualquiera de las miserias que habían vivido. El baile de las velas lo marcaba la fiel brisa que entraba cada noche por esa ventana, abierta unos pocos centímetros. Una de las cortinas seguía el ritmo de las velas y, desde la vista de la silla de Sofía, mostraba y ocultaba un muebleestantería, viejo y gastado por el tiempo, lleno de viejos recuerdos del pasado, atrapados en forma de instantánea, en el presente. En una de ellas se aprecia claramente a Manuel, en una atracción de feria, riendo, como siempre lo ha hecho. Pegada a él una niñita de seis años con toda la vida por delante y cogida al brazo de ese joven hombre, como si no quisiera perderlo jamás, como si siempre fuera a estar a su lado. En otro hueco, un retrato más antiguo: Manuel y su hermano mayor, fallecido un par de años atrás. El rostro del más pequeño apenas supera los quince años y muestra una gran sonrisa, digna de un niño feliz. La misma sonrisa que aparece en otro retrato más grande: de verdad parece tan feliz; de pie, está agarrado a una joven

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muchacha que lo mira y sonríe alegremente, como si nada más importara. Va vestida de blanco, con una larga cola. Debe de ser Sofía. Debajo hay una fecha señalada: 12 de noviembre de 1962. Cuarenta y siete años casados. Quién lo diría.

Hoy es 12 de octubre y como cada doce de cada mes, Manuel prepara una sabrosa cena a su mujer para celebrar que el tiempo, amigo fiel de la soledad, no ha separado jamás estos dos corazones. Cierto es que ha habido unas cenas mejores que otras, pero sólo en lo que respecta al alimento, porque Manuel sabe que en cada cena, su amor hacia Sofía ha sido mayor que en la de cualquier mes ya pasado. Ahí está Manuel sentado en su silla, mirando de frente a la de Sofía. Estira su brazo derecho para cogerle su mano izquierda pero un pitido lo detiene. Es el horno. El pollo

está

listo.

Manuel

se

levanta

con

una

pequeña

sonrisa, bien por sentirse un poco ruborizado después de más de 40 años, bien por la cena: este mes ha tenido que hacer algún gasto de más y la pensión le impedía comprar las langostas que tenía previstas; pero sabe que Sofía nunca ha mirado precios. Sabe que su amor siempre ha sido sincero.

Manuel regresa de la cocina. Al volver, tiene de frente el mueble-estantería. Su mirada queda fija en él; una de las instantáneas atrapadas en el presente le lleva a un pasado que recuerda cada doce de cada mes. Un extraño recuerdo le invade alma y corazón, y lo rompe en mil pedazos, igual que el plato que traía para Sofía; cae al suelo ese pollo que

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nunca volverá a prepararse con tanto amor. Desplomado, cae y revienta a llorar, tanto como lloraba el día del entierro de Sofía. Recuerda a su única, hija agarrada a su brazo, como en aquella foto de cuando era pequeña en la atracción de feria; ninguno de los dos, igual que ahora Manuel, podía parar de llorar, y de hecho, ninguno quería. Cada una de las lágrimas reflejaba un recuerdo de Sofía. Y aunque la vida de alguien no tenga que depender de las lágrimas derramadas tras su muerte, pueden contarse una a una, recuerdo a recuerdo, y queramos o no, están ahí, y son reales. Como el amor de dos corazones a los que ni la fría muerte es capaz de separar su mismo latir.

Ximo Roselló

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Jorge Merino Molinero (Valladolid, 1976). Los reyes magos nunca le regalaron una guitarra, frustrando así su sueño de ser estrella del rock. Su torpeza con el balón en los pies malogró la utopía de jugar en primera y poner criada a su madre. La incompetencia con los números y fórmulas sirvió para que únicamente se licenciara en el servicio militar. Decidió, como última bala de la recámara, ser poeta para levantar la voz y contar mentiras, con poemas que suenan a canciones desafinadas, versos que suben la banda sin encontrar renta y rimas con ecuaciones nunca despejadas.

La he visto pasar ayer como el fantasma de las navidades pasadas de Dickens, con sus ojos oceánicos secos por el cambio climático.

No recordaba su nombre pero está igual de hermosa a los treinta y tantos que cuando la besé aquella tarde en el 91.

Se parece tanto a mi mujer que por un instante dudé si será mi fijación por un determinado canon de belleza o es que siempre la he buscado en todas las demás.

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Al fin y al cabo, a riesgo de parecer machista por nombrar la parte por el todo, ella es al fin y al cabo, las primeras tetas que toquĂŠ.

79 Jorge M. Molinero


Mujer. 28 años. Su vida, una historia que empieza en el hostal Existencia. Después le llovieron días tristes, y alegres. Felices y amargos. Y después palabras. Y más palabras. Y cambios, errores y dudas. Un día, un relámpago la traspasó, y le asaltó una felicidad clandestina, secreta y oculta. Y gritó. Y toda la verdad se difuminó en el aire. Y vivió peligrosamente, y los interrogantes que la habitaban se deslizaron por sus pestañas. Y murió y volvió a renacer. Y entonces le quedó un mundo ancho, blanco e infinito. Y una vida. Toda la vida por delante.

Victoria abre el buzón. Lo hace con un gesto triste, afligido y

desprovisto

de

ilusión,

segura

de

que

la

única

correspondencia que va encontrar son las ofertas del Carrefour y los descuentos del 2x1 del Telepizza, que a día de hoy, no puede utilizar. Ella es una. Ella es tan sólo una porque el destino la ha conminado a ser un número indivisible y solitario. Ella, repito, es una, pero a pesar de esto, acumula tenazmente y con una esperanza alegre y ancha todos los descuentos, sabiendo que llegará un día que los utilizará, que podrá hacer uso de esos vales que abogan por una vida vivida a dúo, y que ahora mismo le laceran las manos, porque le recuerdan insistentemente ese número

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siniestro y oscuro que es ella y del que quiere escapar. Pero aún no sabe cuando sucederá eso, cuando ocurrirá la ocasión para utilizar esa publicidad que tan amargamente, que tan anhelantemente, protege y guarda. Al fin y al cabo, el futuro es un misterio, y es justamente ese enigma lo que hace interesante la vida. Y Victoria sale al balcón. El pelo se le eriza. Vuelve a hacer frío. Se enciende un cigarrillo y mira la calle. Observa a los peregrinos de la ciudad, y allí a lo lejos, ve a un chico subido en su ciclomotor, y ve como lleva la felicidad escondida dentro de una caja de cartón roja. Y entonces Victoria piensa en quién se comerá esa felicidad, en esa felicidad viajera que va a lomos de un chico anónimo que además desconoce e ignora la importancia de su misión: llevar la felicidad a las casas. Y es que él tan sólo existe. Existe y hace. Y entonces Victoria piensa el día en que telefoneara al chico de rojo y le dirá cuál es su calle, porque es allí donde tendrá que llevar la felicidad, porque aquel día utilizará los cupones, porque habrá ocurrido el milagro, esa maldita casualidad que tanta ansia y no sucede. Porque aquel día el azar se habrá puesto de su bando.

Porque aquel día Victoria masticará la felicidad.

Porque la felicidad es también comer con un 2x1.

Victoria Dubrovnik

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Roberto Ferrer (Cádiz, 1985). Joven poeta andaluz que comienza su rodaje lírico con su primera obra “Grima y Escombros” (2010). Ejerce como educador en su localidad natal, sirviéndose de la música como recurso pedagógico. Es licenciado en Educación Social. Anteriormente ha publicado en periódicos de tirada estatal como Diagonal y Rebelión.org. Desde el periodo de 2005 a 2009 fue fundador y editor del periódico digital y andaluz GAS (Grupo de Acción Social). Actualmente publica su poesía en diversas revistas digitales y de papel.

Es la era del eufemismo; todo depende de cómo se mire.

Metálicas golosinas anestesiaron nuestros sentidos, el óxido virtual eclipsó al empalagado corazón.

El vaso, ni medio lleno ni medio vacío,

os lo habéis bebido vosotros.

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Allá va, inocente como una cereza encendida, a devorar con su vagina el alma de aquel que se le ponga por delante.

Ahora los lobos son domésticos seres con un cubata entre las piernas; ella lleva, bajo su roja capa, el aguijón con el que hurgar en sus heridas.

Y los humilla lentamente, por todo los años de carne de banquete, muy lentamente.

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Si con ingredientes transgĂŠnicos se puede realizar un exquisito pastel.

Con palabras huecas y versos de plastilina, tejerĂŠ un poema que trascienda.

Roberto Ferrer

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Silvia Loustau (Mar de Plata, Argentina). Escritora, poeta, traductora. Ha ganado diversos premios por sus poemas y cuentos. Ha publicado “Mandala”, “El metabolismo de la lágrima” y “Espejo de los días”. Ha aparecido en distintas antologías literarias y ha escrito diversos ensayos. Sus poemas han sido traducidos al catalán, rumano y sardo. Colabora en revistas literarias, nacionales e internacionales, así como en distintos sitios Webs. Corresponsal y miembro de la Secretaria de Redacción de la Revista Anual Artesanías Literarias (Israel). Miembro de Poetas del Mundo. Su último poemario es “De Mar y Madres”.

No recuerdo el día exacto en que llegó a casa. La casa grande, cerca del río, en San Isidro. Con mi hermana lo empezamos a presentir. Suponíamos que lo había traído papá. A veces creíamos que lo habían dejado abandonado en el jardín. Pero depuse que se impuso, como un huésped más, de tantos que venían a casa. Se impuso cuando cerraron la puerta del cuarto de servicio, donde había un amplio placard dentro del que mi hermana y yo jugábamos a la cueva secreta. Ese cuarto en el que Sofía, de apenas cuatro años, pintaba con crayones, mientras yo leía historietas. Al principio no supimos qué era. Imaginábamos un duende silencioso, acechando, acechando tras alguna puerta. Nuestra vida parecía normal. Lo único que nos diferenciaba de otros chicos era la cantidad de tías y tíos que solían pasar algunos días en casa. Cuando ellos estaban algo caminaba por la garganta de los mayores. Susurraban en vez de hablar. Se encerraban a conversar, y si de pronto mi hermana o yo entrábamos, se hacía un silencio súbito. Si estaba papá, levantaba una ceja y dejaba el mate o el pocillo de café en suspenso. En esos momentos se oía su aleteo. Algo había en la casa que se podía palpar. Lo sentíamos Sofía y yo, mamá, y también papá. Vivir de esa manera era como vestir una túnica helada y nadie puede entender como es si no se la ha probado. Y aún después de probarla es difícil de contar. Todos habían cambiado. Mamá estaba más nerviosa, de pronto nos retaba y de inmediato nos abrazaba hasta cortarnos el aliento. O lloraba por cualquier cosa, al escuchar alguna noticia, porque papá volvía del hospital mas tarde de lo acostumbrado. Papá también cambió y él que siempre nos explicaba todo comenzó a decir: no preguntes más o

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ya lo vas a entender. Sofía empezó a llorar por las noches y a mojar la cama. O se enfurecía porque mamá cerraba la puerta del baño para ducharse; entonces Sofía lloraba y golpeaba la puerta gritando: abrime, mami, abrime. No te vayas, mami. Y entre el llanto y los mocos aparecía el pis. Mamá la abrazaba, murmurando: no te asustes, mi chiquita, no te asustes. Recuerdo que Sofía me daba mucha pena. Porque desde mis siete años su temor parecía mucho más grande que el mío. Y algunas noches la imaginaba durmiendo con eso, o que quizá la espiaría desde detrás del sillón o aparecería debajo de su cama y con una mano muy fría le apretaría el cuello hasta ahogarla o hasta que mojara nuevamente la cama. A menudo nos enviaban a jugar con Manuel, el hijo de nuestro vecino. Teníamos la misma edad. Una tarde, mientras jugábamos, le pregunté si él tenía miedo. Contestó que sí. Que por las noches. Que él creía que el miedo salía a dar vueltas por las noches. Que a veces te podía esperar con ojos refulgentes en medio de la oscuridad o dentro de un placard. Esa misma noche, cuando todos dormían, fui a la habitación de Sofía y me acosté a su lado. Juntos. Como cuando éramos chiquitos y nos ponían en la cama grande de los abuelos. Pero no siempre podía ir hasta el cuarto de mi hermana porque a veces sentía eso parado cerca de la puerta. Su sombra enorme, enorme. No me dejaba pasar. O sentía su respiración, pegajosa, resoplándome en la nuca. Entonces era yo quien se despertaba llorando. Ahogado. Mamá entraba en mi cuarto y mientras me calmaba le decía a papá: son pesadillas, son malos sueños. Pero papá contestaba: no, es el asma. Nos gustaba ir a jugar a lo de Manuel. No sólo por las hamacas que había en el jardín, sino porque su papá, que era aviador, poseía una colección de aviones en miniatura. Los días lluviosos nos permitían jugar con ellos. Recuerdo en especial una tarde en la que el papá de Manuel estuvo un largo rato con nosotros. Nos explicó las diferencias entre los modelos y nos preguntó a Sofía y a mí si nos gustaba volar. Sonriendo cargó a mi hermana sobre sus hombros y nos prometió que un día nos llevaría en un vuelo. Cuando el cielo estuviese claro. Sin nubes. Y qué pequeñita veríamos la ciudad de Buenos Aires y que ancho, ancho era el Río de La Plata visto desde lo alto. Y que si el cielo estaba muy, muy claro - agregó- se nota donde el río se une con el mar. Y recuerdo a Sofía. Riendo sobre los hombros del papá de Manuel y pensé que ella debería creer que si

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volábamos muy alto dejaríamos abajo las pesadillas y los aleteos extraños. Una mañana mamá nos despertó muy temprano. Agitada. Mientras peinaba a Sofía nos dijo que nos íbamos por unos días al campo, a casa de los abuelos. Que no me preocupase por las clases. Que me vistiera rápido. Que no, no podía despedirme de Manuel. ¿Y papá? ¿Y papá? Se había quedado a dormir en el hospital porque el tío José había tenido un accidente. Que luego iría para el campo. En unos días. Cuando nos sentamos a la mesa algo punzante y helado se sentía en cada sorbo de café con leche. Estaba también en las manos de mamá, que temblaban levemente, cuando le alcanzaba galletitas a Sofía. Yo miré los bolsos, ya listos, y supe que aquello innombrable estaba guardado, como un frío pañuelo blanco, entre cada una de nuestras prendas. Cuando la casa fue quedando atrás tomé la mano de Sofía y pensé que quizá ahora no iba a mojarse más la cama. No. En la casa de los abuelos no. Todo volvería a ser como antes. Como antes de la llegada de aquel huésped de quien no sabíamos el nombre. Y esta noche, mientras mi hija recién nacida duerme junto al pecho tibio de mi mujer, veo aparecer en la pantalla del televisor al papá de Manuel. El papá de Manuel que llora. Casi babea. Mientras relata que el manejó aviones sobre el Río de La Plata y se disculpa diciendo que él sólo manejó los aviones. Yo no tiré nunca un cuerpo – agrega nunca un cuerpo. Y lo repite una y otra vez. Entonces pienso en mamá, a la que algunos creían loca, como la Ofelia de Shakespeare, arrojando claveles rojos al río, para los cumpleaños de papá. Y pienso en Sofía, que nunca quiso volver a Buenos Aires. Y siento otra vez, en mi nuca, la respiración del miedo. El miedo. El llanto y las manitas moradas de mi hermana. El asma. Y vuelvo a observar el rostro tenso, los ojos vidriosos del padre de Manuel. Y comprendo que el miedo está allí. Sentado con ese hombre que llora. Casi babea.

Silvia Loustau

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Tomás Illescas Ferrezuelo (Córdoba). Pertenece a la Generación X cordobesa. Comparte aficiones tan dispares y poco comunes como la poesía y la micología. Actualmente reside en la provincia de Sevilla. Como miembro de la Asociación Cultural Soñando Caminos ha participado en recitales de poesía, por cuya labor divulgadora ha sido recientemente premiada. Algunos de sus poemas aparecen en distintas webs.

Te regalé un anillo. Una baratija de alpaca esmaltada de un puesto ambulante. El anillo, por alguna fuerza esotérica o química, debía cambiar de color con tu estado de ánimo: ámbar, verde, violeta o azul según te sintieras calmada, apasionada, inquieta o vulnerable. Ahora el anillo está muy oscuro, casi negro y oxidado. Ya no cambia nunca de color. Lo has dejado sobre el tocador y te has olvidado de él. Y yo me pregunto cómo es posible que en tan poco tiempo pueda perder su magia y cambiar tanto algo.

Tomás Illescas

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Juan Medina (Badajoz, 1969). Doctor en Economía. En la actualidad se gana la vida como Profesor de Teoría Económica en la Universidad de Extremadura. Recientemente, ha publicado su primer libro de poesía, “Iniciación a perderse” (Editorial Bubok).

En realidad, uno viaja para observar el río de tiempo que somos desde una esquina del mundo, lejos de sí, cerca de nadie.

En realidad, uno viaja para amar tu cuerpo en habitaciones de hotel, para vivir el don en otro espacio y acostumbrarse a morir y a desvivir el tiempo en otro espacio.

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Y la vida es tu cuerpo que respira en mi cuerpo.

Juan Medina

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Begoña Leonardo (Zamora). Trabajadora de la palabra. Colabora en diferentes medios como freelance y su voz puede encontrarse en formatos digitales, blogs y revistas literarias. Su opinión y pensamiento aparece en artículos del Magazine de la Vanguardia. Con el músico Juan Luis Santana ha colaborado aportando letra a sus composiciones y en numerosos conciertos ha recitado sus acompañamientos corales. Posee tres poemarios: “Respira y luego dime que estás vivo”, “Nadie dirige las palabras” y “No frenes la lengua de los pájaros” (digitales y de autoedición).

Llegué tarde, Marta me miró con el morro torcido, no me extrañó. Desde que se hizo cargo del negocio, le habían entrado unas ganas de trabajar, que, francamente, me tenía extenuada de sólo verla. Nunca le habían preocupado, que yo supiera; las cuentas, los clientes, ni los pedidos bien o mal traídos… Pero, desde que hace un par de meses dijo que sí a la propuesta de Cristina, estaba irreconocible. Una tacaña explotadora, que me tenía enfilada…

Siempre he sido una pasota, y me han dado igual ocho que ochenta, pero es que con esta manía de tanto currelo, me estoy cansando. Que no se puede entrar a las diez y salir a las nueve de la noche de un trabajo, que al fin y al cabo, me da para malvivir en una habitación, donde no me cabe ni la ciclostatic, donde pasean a sus anchas todos los huéspedes, que se arrastran y sobrevuelan del tamaño de dos centímetros. Un sueldo de miseria, que apenas me da para el bonobús y que me está tacañizando de tal modo, que a veces, hasta voy andando... ¡¡Ah!! Y de comer no hablo, porque el hambre se instaló en mi estómago hace tanto, que me conformo con el bocata de mediodía y los cafés que gorroneo a diestro y siniestro que se me cruzan, aunque les haya lavado la cabeza, una sola vez.

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Esa mañana el ambiente estaba caldeado, las clientas hablaban sin parar. Manolo se había sentado justo enfrente de Paula, la buenorra del barrio, porque su cruce de piernas le dejaba preparado, para acto seguido, irse al baño y aliviarse en solitario. Manolo me parecía un tipo interesante, siempre se arreglaba el pelo el primer viernes de mes. Me habían comentado que tenía un polla prodigiosa, vamos, de las que me gustan a mí; un miembro grueso complaciente y con aguante, que te puede dejar multiorgásmica para los restos... Un lujo.

Cuando andaba yo con esos gozosos pensamientos, la puerta cedió para dejar pasar a una mujer desconocida. Todo un acontecimiento.

- ¡Pero qué lleva ésa en la cabeza!

Me dirigí a ella, la tomé del brazo, y sin mediar palabra, me señaló con nerviosismo el moño descomunal que trasladaba sobre su cabeza.

- ¿Lavar y marcaaaar? - Le dije, con cierta guasa.

Antes de que pudiera decir nada, se echó a llorar. Se hizo entonces un silencio incómodo. Estaba claro que algo pasaba entre la maraña de cabello. La curiosidad me podía, pero sin perder la calma llamé a Marta, que estaba ocupadísima coloreando unas mechas de fucsia, horrorosas por cierto.

- Mira rica, como comprenderás, por la mierda que me pagas no pienso descubrir lo que hay ahí dentro.

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- Bueno, calma, habrá que hacer algo - Contestó. - Sí, si me das cincuenta euros más este mes, me encargo de ella hasta el final, y la lanzo a la calle niquelada.

Tras un rato de observación, torcer el morro, los ojos, el entrecejo y mirar la caja registradora y el moño, dijo: - De acuerdo, pero no me molestes, ni me digas.

No sabía por dónde empezar, y ocurrió algo... Manolo apareció después de su manualidad en plena forma (eso creía yo) y al ver el panorama y como las gotas de sudor empezaban a hacer puré mi maquillaje de dos euros, me llamó con discreción aparte y me contó...

Resulta que la polla de mis sueños conocía las andanzas de la desmoñada, y me desveló que la pirámide era la forma de transportar las pastis que necesitaba la peña para el mes, y que él era el enlace. Por eso se arreglaba el pelo todos los primeros viernes de mes y la esperaba en el lugar convenido sin levantar sospechas. Pero esta vez se había complicado, la bolsa se había roto y las pastillas estaban entre la maraña de pelo...

A partir de ese momento, mi situación como currela cambió. Era la confidente de un traficante. Pensé denunciarle, pero habría acabado con la posibilidad de follármelo. Y sacar partido: era lo que tocaba. Además, mi larga melena, no necesitaba de postizos que arruinaran el negocio.

Begoña Leonardo 93


Madrid, 1955. De profesión, delineante industrial. Poeta autodidacta. Autor de “Apuntes Urbanos” y coautor de “Vivir Provisional”. Ha formado parte de diversos movimientos literarios. Ha sido actor y director de grupos teatrales de barrio, así como columnista en distintas revistas y productor de radio alternativa, recitales y eventos (poéticos y musicales). Sus textos poéticos han aparecido en diversas publicaciones, en papel y digitales (“Ajoblanco”, “La hamaca de lona”, “Voces del Extremo”, “Es hora de embriagarse con poesía”, etc). Tiene su espacio en Las Afinidades Electivas y ha sido finalista en diversos certámenes. Fundador del colectivo “Cultura Indigente”, que aboga por la literatura alternativa.

Cuando estás ausente se me pliega el universo, el reloj deja de marcar las horas, todo se hace desierto maldecido.

El silencio en una cadena perpetua recordando tus labios, tus pechos abiertos a la brisa de caricias.

Cuando estás ausente no tienen sentido los sueños, y el rocío se me escapa de entre los dedos.

Tu manantial se me antoja fuente bendita donde santificar la oscuridad de la existencia;

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poseer tus poros sin tenerte, acariciar tu cuerpo lejano en el éxtasis del deseo.

Cuando estás ausente no hay piedad para la vigilia, y tus ojos de mar se me clavan en la noche eterna.

Sueño con el valle florido que me dio paso para llegar a tu alma, con tus piernas haciéndome prisionero de ti.

Cuando estás ausente pienso en un día sin que no exista tu respirar silente, tu palpitar controlado entregándome a ti.

No me canso de gritarle a la Luna, de buscar en cada estrella el resplandor de tu mirada, cuando estás ausente.

Ricardo Bórnez

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Emilio Arjona Crespo (Córdoba, 1971). Estudiante de Derecho de la Uned; actualmente trabaja como funcionario de la Universidad de Córdoba. Autor de la novela “La puerta hacia el tiempo Perdido” (Aldevara, Madrid, 2009). Ha sido finalista en el certamen de relato convocado por el laboratorio Wyett (2009). Ha colaborado en diversas revistas. Sus poemas aparecen en los libros “Poetas 2008” (editado por la Asociación Aires de Córdoba), “Tintas para la vida II” (2010), así como en distintas Webs. Está a punto de editar su primer poemario, “La estación de la esperanza”. Ha sido participante de Cosmopoética 2008.

Has llenado de ti hasta el más íntimo rincón de nuestra casa, de nuestras vidas, de ti.

Has traído, con tu dulzura y secreta sabiduría, un sinfín de anhelos adormecidos por años.

Has grabado en cada pupila la señal de tu huella indeleble y liviana como tinta de cobalto azul, y un eterno presentimiento se aloja en cada minuto

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de ti.

Has llegado para siempre a esta casa de caudales y has hecho de ella la estrella temprana que todos los ojos admiran con indecible peque単ez.

Emilio Arjona Crespo

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Ana Pérez Cañamares (Santa Cruz de Tenerife, 1968). Algunos de sus cuentos y poemas han aparecido en antologías como “Por favor sea breve” (Editorial Páginas de Espuma), “Maldito amor mío” (Signo Tres, Lima), “23 Pandoras, poesía alternativa española” (Baile del Sol), “Qué nos han hecho” (Isla Varia), “Poesía capital” (Sial\Contrapunto), etc. En 2007 publicó su primer libro de poemas, “La alambrada de mi boca” y “Alfabeto de cicatrices”; en el 2009, reeditó su libro de cuentos “En días idénticos a nubes” (editadas en Baile del Sol).

Cuando Eva probó la manzana, se volvió a Adán y le dijo con voz suave: “No me gusta, prefiero tus labios”. Pero Dios, que tenía otros planes, ensordeció a Adán durante esos segundos, de modo que Eva, despechada por el silencio de su hombre, siguió comiendo.

Cuando empezamos a conjugar los tiempos del verbo amar, olvidamos que algún día llegaríamos al condicional.

Para Luis, que al quitarme a mi mujer me hizo caer en brazos de la literatura, amante más fiel y mejor conversadora.

Ana Pérez Cañamares 98


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Arte en general número nueve (Septiembre \ Diciembre 2010) D E PÓS ITO L E G AL : CO- 68 6-2 00 8

Junto con esta publicación, se presenta el suplemento de I S S N: 19 8 9- 74 05 Groenlandia correspondiente (suplemento Groenlandia número nueve, correspondiente a los meses de Septiembre \ Diciembre).

Todos los textos e imágenes pertenecen a sus respectivos autores. Los textos pertenecen a Ana Patricia Moya, Andrés Ramón Pérez Blanco, Eva Márquez, Enrique Fuentes-Guerra, Antonio J. Rodríguez, Esperanza García Guerrero, Pepe Pereza, Ángel Muñoz, Adolfo Marchena, Luis Sevilla, Felipe Solano, Aurora Carmona Muller, Daniel de Cullá, Elena Ortiz, Eva Gallud, Franco DiMerda, Lucia Fraga, Patxi Irurzun, Ana Vega, Martín Cid, Yaiza Guevara, Adriana Bañares, Gema Serrano, Ximo Roselló, Jorge Merino, Victoria Dubrovnik, Roberto Ferrer, Silvia Loustau, Tomás Illescas, Juan Medina, Begoña Leonardo, Ricardo Bórnez, Emilio Arjona y Ana Pérez Cañamares. Para su diseño se han utilizado obras (fotografías, ilustraciones, etc) de los siguientes artistas consagrados: Michael Parkes (páginas 50, 66-67 y 83), Alyssa Monks (52), Mark Ryden (57), Paul Strand (23), Audrey Flack (27, 98), Adrian Markis (46), Philip Pearlstein (26), Jamie Baldridge (43, 69, 88), Alex Grey (48), Ronald Bowen (71), Robert Bechtle (77), Will Wilson (79), Steve Smulka (80), Bill Brandt (37) y Álvarez Bravo (90).

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También se han empleado obras de Ángel Muñoz Rodríguez (2, 31, 34, 54, 59, 63, 65, 73, 86, 93, 95 y 97), Felipe Solano (portada, contraportada, 3, 98, 99 y 100), Elizabeth Barreiro (20, 47) y Juarma López (104 y 105). Groenlandia respeta las opiniones de sus colaboradores – las cuales son de su total responsabilidad – y defiende la autoría de sus obras. Groenlandia aboga por la total

libertad de expresión sin censuras. Groenlandia es, desde el número cero, una publicación que no busca lucro. Groenlandia

defiende la cultura gratuita. Todas las publicaciones son de descarga gratuita desde distintas plataformas de la red (la página Web oficial, SCRIBD, ISSUU). Todos los contenidos de esta revista corresponden a sus respectivos autores; desde el número cero, todas las obras que contienen las publicaciones están protegidas. Groenlandia respeta los derechos de autor: para proteger nuestra cultura, es esencial proteger las ideas originales de sus autores porque las mismas son un trabajo de imaginación y esfuerzo únicos.

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DEPÓSITO LEGAL: CO-686-2008 ISSN: 1989-7405

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Groenlandia edita sus primeras antologías digitales literarias: “Los Rincones más oscuros: antología del miedo”, “Des-amor, antología literaria groenlandesa” y “Un poema siempre será nada más que un poema (antología de jóvenes poetas chilenos)”. Todos los libros ya están disponibles en la página Web, en el SCRIBD y en el ISSUU de Groenlandia.

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Próximamente:

Antologías

“Poetas Guerreros (antología jóvenes poetas mexicanos)”

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Groenlandia edita un nuevo libro de poesía: “Te lo Verso a la Cara”, de la poetisa asturiana Ada Menéndez (con geniales portada y contraportada de Ayhelén Kagner y Bárbara López Mosqueda; prólogo de David Suárez y epílogo de Eva Márquez). Podréis encontrar el nuevo libro en la página Web, SCRIBD e ISSUU.

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Poesía “Escupí sangre”, de Isaac Contreras “Apología de la muñeca de Bellmer”, de Jorge Heras García “Materia Oscura”, de José Ángel Conde “No hay prosa”, de Andrés Ramón Pérez y Carmelita Contreras Narrativa “Putas” (segunda edición), de Pepe Pereza “Cuentos de la carne”, por Ana Patricia Moya “Realidad Paralela”, de Ana102 Vega


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