Revista El Pensador # 06

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literatura

recensiones

divulgación científica ¿ciencia y nada más que ciencia? Mª. J. Retegui

No todo lo que parece ciencia lo es. Detrás de muchos libros de divulgación científica se oculta un intento materialista por apropiarse en exclusiva de los avances de las ciencias. Pero el materialismo no es la única lectura posible de esos datos. En algunos casos, además, es incluso menos compatible que una lectura teísta. Esta es la tesis fundamental de Soler Gil.

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MITOLOGÍA MATERIALISTA DE LA CIENCIA soler gil, f. j. Ediciones Encuentro, Madrid, 2013. 332 págs.

n los últimos lustros han proliferado en los estantes de las librerías un tropel de libros divulgativos de materias científicas cuyo común denominador suele ser el de negar cualquier realidad distinta de la materia. Cabe por tanto preguntarse si es la lectura materialista de la ciencia la única posible; o si, por el contrario, nos hallamos simplemente ante una machacona campaña de filósofos (o aprendices de filósofos) materialistas interpretando pro doma sua los resultados de las investigaciones científicas. Esta importantísima cuestión es la que ha llevado a Francisco José Soler Gil a escribir Mitología materialista de la ciencia, publicado recientemente por Editorial Encuentro. La obra es amena, nada complicada (pues evita en lo posible los tecnicismos tan habituales en estos materiales) y directa, sin andarse por las ramas. Con ello el autor permite que un público en absoluto familiarizado con la ciencia pueda disponer de un conjunto de criterios sólidamente fundamentados con los que defender la vigencia y factibilidad de una visión alternativa de los actuales conocimientos de la ciencia, plenamente compatible con el teísmo católico. Lo que, por otra parte, no es óbice para

que Mitología materialista... no sea también una propuesta, un reto a los filósofos de la ciencia de corte materialista. No exageramos cuando alertamos de la importancia -y de la urgencia- de este tipo de materiales. El propio autor, en una confidencia de carácter autobiográfico, atina a expresarlo perfectamente cuando afirma que «no creo que se le pueda pedir a un muchacho de quince o dieciséis años que, al leer un estudio sobre el origen de la vida, o sobre la teoría de la evolución, discrimine entre el contenido empírico que se transmite ahí, y la carga filosófico-interpretativa que acompaña a estos contenidos». Sin embargo, lo cierto es que los católicos fallamos a la hora de perfilar estas barreras: «Una de las causas que dificultan hoy la transmisión de la fe a los jóvenes, bien podría hallarse en el agudo contraste entre las clases de religión y las clases de ciencias en los institutos de enseñanza secundaria». En efecto, hoy no basta con dar a conocer la doctrina católica. También hay que hacerla compatible -porque lo es- con la razón y la ciencia. Benedicto XVI ha venido insistiendo mucho en este asunto crucial. Formarnos en estos ámbitos, y en particular en lo relatiNOV-DIC 2013

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