6° actualización Proyecto libro "De a poco" para publicación "101 cuentos rescatados del cementerio"

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falta mano saliendo



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2011 Vifube Registro de Propiedad Intelectual: ISBN: ****************************** Marzo 2011 Editorial Los Seis Antonio Catedral 1289, oficina 1701 Santiago, Chile. E-mail: editorial.los.seis.antonio@gmail.com Facebook: Editorial Los Seis Antonio Twitter: @edlos6antonio Web/Blogger: http://editoriallosseisantonio.blogspot.com Idea Original: Víctor Fuentes Besoaín Diseño y desarrollo de idea en PDF: Matías Fuentes Aguirre Portada, ilustraciones y logo Editorial: Dibujante Mac Música Original: Raúl Cuento Derechos de edición reservados para todos los países Prohibida su reproducción total y parcial Editorial Los Seis Antonio Impreso en Chile/Printed en Chile.


Índice 1) El cortejo (Cristián Salazar Naudón) 2) La pasajera (Christian Bravo) 3)El corredor (Dilou Mafuag) 4) Aseo personal (Gonzalo Muñoz Chesta) 5) Llanto de ángeles (Stephanie Veas Bastías) 6) Lápida 903 (Javiera Hernández) 7)Los Faltes (Alicia Besoaín Navarro) 8)Paciencia (Tatiana Besoaín Navarro) 9) Agua para flores (Vifube) 10) Matando la noche (Vifube) 11) Monarquía gárgola (Rubén Montaña) 12) Pinta (Pedro Torrealba Barra) 13) Con el favor de la noche (Germán Cortés Abarca) 14) Si pasan, Manuela (Hugo Kruger Droguett) 15) Halloween (Jessica Arias Mingorance, España) 16) Repugnante lágrima (Arturo Carrasco Avello) 17) A pecho abierto (Tania Libertad Ovalle Steembecker) 18) Violeta Azul (Ximena Zapata Rodríguez) 19) El cadáver de mi ex novia (Franco Espinoza Hernández) 20) El velorio (Pabla Álvarez Silva) 21) Ni la muerte los separó (Ruth Adriana Letelier Domínguez) 22) Adelante y atrás (Constanza Belén Quezada) 23) 00:00 horas (Vanessa Parada Sepúlveda) 24) Despierta (Camilo Muñoz) 25) Malabarista (Adolfo Salinas Flores) 26) Cuarto Creciente (Alejandra González Cifuentes) 27) Sacúdete en tu cripta (Emilio Vilches Pino) 28) El juego (Karen Morales Valderrama)


29) El nuevo (Maite García de Vicuña) 30) Mendigos (Mario Venegas Arellano) 31) Sudor (Pablo Otaíza) 32) Perdido (Ana María Gómez Santander) 33) Hija única (Paulina Nicole Cofré Pedreros) 34) Año Nuevo (Cecilia Ananías Soto) 35) Pasillo (Isabel Castillo Constanzo) 36) Guardia (Emilio Sebe) 37) Por siempre (Valeska Hernández Rus) 38) Vacía (Alfonso Cáceres Reneré) 39) Imagen (Isabel Andrea Vásquez Azócar) 40) Mano (Daniela Quiñónez Jara) 41) Bikini (Diego Valderrama Villarroel) 42) Reflexión (Paolo Orozco Montes) 43) Sereno (Francisca Javiera Márquez Echeverría) 44) Amo (Nelson David Alarcón Soto) 45) Cerebo (Belén Hernández E.) 46) Caminando (Luis Ignacio Cortés Silva) 47) Aterradora (Gonzalo Antonio Campos Gutiérrez) 48) Abrigo (Valeska Pilar Chamorro Medina) 49) Laeyón (Jorge Sánchez Morales) 50) Rojo póstumo (Pedro Araya Alfaro) 51) Miguel (Ariel Araya) 52) Catalepsia (Juan Esteban Mayor Aguilar) 53) Llorando (Adolfo Reyes Farías)




El Cortejo

E

l cortejo baja por Arzobispo Valdivieso al camposanto.

Inesperadamente, no cruza Recoleta: dobla al “Quita Penas” con cajón y todo, horrorizando a los clientes.

-¿Se sirven algo? –balbucea el mozo al principal deudo, mientras se llenan las mesas.- Cerveza… Para todos. Brindan por horas. Fiesta

y desorden duran hasta que recuerdan retomar su ruta al cementerio. -¿Quién pagará? –pregunta el ofuscado mozo al ya embo-

rrachado deudo. Mi tío –responde, largándose apresurado-. En la salita del fondo. Va hasta atrás y encuentra al tío... Pero grotescamente “sentado”; abandonado en una silla. Frío… Tieso.

Cristián Salazar Naudón

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La Pasajera

A

l ingresar al túnel su rostro apareció reflejado en las

puertas. Estaba de pie entre un pareja que

conversaba

animadamente, pero éstos no parecían conocerla, ni siquiera verla... Una frenada brusca y el tren se detuvo. Me miró fijamente y un hielo recorrió mi espalda. La evité. Su mirada era profunda, pero no inquisidora. Quise voltear… pero no pude. Al reanudarse la marcha sus ojos finalmente me

dejaron y

se clavaron en un anciano. Las puertas se abrieron y él salió… la

pareja bajó tras él y entre ellos, una brisa helada que pareció decirme: hasta pronto.

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Christián Bravo


El Corredor

E

terno, estrecho, mustio, lóbrego y atestado de almas suici-

das que decidieron terminar antes su estado corpóreo, se dispone para que todos los seres sublimados transiten hacia el final que nunca les llegará. Con un piso de flores, tierra y esperma seca, un

oscuro cielo negro y delimitado por una especie de muros lapidarios y madera, no posee comienzo ni fin, sólo un “algo” como resplandor objetivo, que atrae a los espíritus, incitándolos a seguir

avanzando. El no lograr su único posible destino, provoca vomitivos estallidos de ininteligibles lamentos, que llenarán esta dimensión vacía, atestada de almas, lóbrega, mustia, estrecha y eterna.

Dilou Mafuag (fuera de concurso, por ser miembro de la Editorial)

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Aseo Personal

¡T

ac!... ¡Tac!... ¡Tac!... La punta de la herramienta metálica

se introdujo levemente entre la carne y la garra, moviéndose lentamente de un lado a otro para lograr el ángulo correcto. ¡Tac! Se escuchó por última vez y un amarillento pedazo de uña, con

forma de luna menguante, voló por los aires para perderse en un rincón poco iluminado. El nuevo guardia de la morgue era un fanático del aseo personal y el llevar las uñas cortas era una de

sus más celosas fijaciones: no le importaba dedicar horas laborales a ello si era necesario. Esa noche cortó noventa y seis.

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Gonzalo Muñoz Cesta


El llanto de los ángeles

U

na lágrima silenciosa recorre su joven mejilla. Se encuen-

tra sola frente a la pequeña tumba, sin hombro alguno en el que apoyarse. Un hijo sin padre y una madre confusa, un pequeño niño que ni siquiera fue capaz de esperar nueve meses pero que

ansiaba conocer a la mujer que luchaba por tenerlo. Ahora, a pesar del poco tiempo que pasaron juntos, espera sonriente los brazos de su madre que nunca alcanzó. Pues llegará el día en que volverán a unirse en un tierno abrazo, tal y como si fueran uno solo, así… por el resto de la eternidad.

Stephanie Veas Bastías

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La lápida 903

C

uando me levanté de mi cama, empecé a caminar, me miré

a un espejo y no tenía reflejo, empecé a mirar a mi alrededor y todos estaban muertos y pudriéndose, la gente del paradero, los estudiantes e incluso los ciclistas, me devolví a mi cama, que está en el cementerio general, para ser más exacta la lápida 903.

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Javiera Hernández Salas


Los Faltes

V

endiendo faltes (géneros, agujas, hilos) hizo su fortuna

Mariano Ibarra Román. Recorría los pueblos a caballo. En el arzón llevaba una imagen de la Virgen de las Ánimas, a la que rezaba sigilosamente todas las noches. Durante un descanso en su hogar,

un hombre tocó a su puerta para pedir comida y agua. Al reconocerlo, el forastero le comentó que reiteradamente intentó asaltarlo en el camino, pero no lo hizo debido a que, de la nada, aparecía un grupo de niños que bulliciosamente lo rodeaba. Mariano, que siempre viajaba solo, apretó la estampa contra su pecho y nuevamente oró en silencio.

falta dibujo Alicia Besoaín Navarro

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Paciencia

L

a Señora Muerte tiene mucha paciencia….En su continua

tarea de “despeje” vital, la Señora Muerte se encontró con el Señor Ocupado, quien, a su amable aviso de “prepárate, que partimos”, simplemente le contestó: “No puedo, tengo mucho que hacer en la

Tierra, para asegurar a mis hijos ”. -Mmmmmm….-dijo Señora Muerte, pensando cómo ayudarlo. Y lo acompañó en sus correrías trabajólicas, aunque ella no entendía mucho de negocios terrenales. Pero cuando vio que habían pasado cinco años (¡qué dirían los Señores del Karma!...), decidió preguntarle qué otra cosa le gustaba. “Pescar, pero nunca tengo tiempo…”, contesto él. “Bien, dijo ella

aliviada, hoy iremos de pesca…” . En un bellísimo paraje, se sentaron con cañas de pescar, felices. El Señor Ocupado exclamó:

“¡Este es el Paraíso…!” . “Lo es”, sonrió la Señora Muerte.

falta dibujo 16

Tatiana Besoaín Navarro (fuera de concurso, por ser miembro de la Editorial)


Agua para las flores

P

udo identificar al agresor con facilidad. Lo conocía desde

niña, cuando acompañaba a su hermana, quien vendía agua para las flores. Recordaba haberlo visto de la mano de su padre y luego sólo con su mamá. Su imagen era imborrable, en especial por esa sonrisa que iluminaba los nichos. En su inocencia, ella vio el ataque como el inicio de un esperado romance. Fueron sus compañeros de trabajo los que la obligaron a demandarlo. Lo único que le

molestó fue que se le faltara el respeto al cementerio, porque tanto sus padres como los que ahora serían sus suegros dormían allí.

falta dibujo Vifube (fuera de concurso, por ser miembro de la Editorial)

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Matando la Noche

E

n

medio

de

la

oscuridad

del

camposanto,

él

traslada la luz desde la calle a la muralla, una y mil veces, como ayer y también como mañana, como lo hizo en enero y lo hará en agosto. Su compañero sigue el movimiento luminoso y da saltos,

queriendo atrapar ese resplandor que lo provoca y que se pasea por su lomo y sus patas. Ya no les presto atención desde hace siglos.

Esta es

una

rutina

repetida

hasta el

cansancio.

Mientras yo fumo hasta quince cigarrillos para matar la noche, el guardia y el perro se entretienen jugando con mi vieja linterna.

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Vifube (fuera de concurso, por ser miembro de la Editorial)


Monarquía Gárgola

S

epulturero por años, cargando infinitos cuerpos pálidos,

palas con tierra que rellenaban la humanidad subterránea del cementerio municipal. Con honor ejerció el cargo. Un olor a flores vagabundas y tiempo remojado amarillo, vestía su piel. Un día

pensó, reflexivo como el domingo que entre las tumbas dormitaba. Diose cuenta entonces, Gerardo, que sí: Vitalicio soy -se dijo- rey en esto de la muerte, del entierro, y aunque nadie vivo le

reconociera su poderío, muerto después, habría un reino soterrado agradeciéndole.

jo u b i d a falt Rubén Montaña

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Pinta

M

is padres lloraban en silencio. Yo jugaba con mis primos.

Pinta. Y todos se escondían detrás de sus padres. Pinta. Y todos revoloteaban por ahí. De pronto, me vi perdido en un pasillo. Corrí con todas mis fuerzas. Pinta. Sentí un toque en el hombro. Era el Esteban. Riendo me doy vuelta para pillarlo, pero no había nadie.

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Pedro Torrealba Barra


Con el favor de la noche

J

uan la observó. Cogió una manta y se recostó junto a ella,

tomándole la mano, que lentamente comenzaba a enfriarse. Bajó con la mujer en la espalda y la metió en el auto. Condujo por la carretera al sur. Se internó en caminos de tierra, y cuando llegó a una cerca, sacó el cuerpo y lo cargó. Caminó hasta que llegó a la

mina. Tiró el cuerpo por el pique. Antes de escuchar el sonido del azote en el fondo, le pareció oír un grito. A esa hora, la penumbra

se desvanecía. El cupo en el mausoleo familiar seguía vigente.

jo u b i d a falt Germán Cortés Abarca

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Halloween

L

a noche de Halloween fuimos al cementerio a contar

historias de miedo. Cuando se acabó el alcohol, reíamos sin mas. Me levanté, empezó a temblar el suelo, no me tenía en pie, miré al cielo, un espíritu volaba sobre nuestras cabezas, todos lo

mirábamos con la boca abierta deseando que todo acabara, salimos corriendo. Una vez fuera, todos se miraron y empezaron a reír exclamando: "Encima de venir a un sitio así, nos emborrachamos".

Todos decían que fue una alucinación, efectos del alcohol. Jamás confesé que yo no había bebido nada aquella noche.

falta dibujo 22

Jéssica Arias Mingorance, España. (fuera de concurso, por no residir en Chile)


Repugnante Lágrima

¿C

ómo se busca ahora la soledad entre esta tenue niebla y

tus recuerdos?, ¿cómo lograrán entender mis labios tu partida? Entonces debo hallarte, amor de sombras que reposas sobre el pantano de un sueño doloroso, cubierta de la repúgnate lagrima de los

mortales que aún no han encontrado el momento para

olvidarte, y entre ellos yo con solo una diferencia, que me separa de sus sueños que solo se concentran en la vida. Te buscaré hoy entre

mis últimos suspiros, te buscaré entre mi bello y último recuerdo traído por mis últimos momentos de esta inmundicia llamada vida. Adiós.

Arturo Carrasco Avello

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A pecho abierto

D

espertó sollozando. Amanecía, pero en sus ojos sólo había

oscuridad. Necesitaba sentir que vivía, rasgando su pecho, buscando algún sentimiento diferente. Escarbó furiosa y con uñas ensangrentadas aún no podía sentir. Entre huesos y carne tocó su

corazón, pero seguía igual. Notó que sangraba abundantemente, escapando 21 gramos. Asustada, corrió buscando detener el proceso, vaciando una botella de alcohol sobre la herida. Se arrodilló cubriéndose el rostro con las manos repletas de vida,

encontrando respuesta. Descubrió una razón para vivir. No creía en Dios, mas miró al cielo expulsando su último aliento, gritando: ¡¿Es esta tu puta forma de darme esperanzas?!

falta d

ibujo

24

Tania Ovalle Steembecker


Violeta Azul

U

na mujer extraña, esperaba entrar al cementerio. Vestía

totalmente de negro y con un velo del mismo color, que cual tocado de novia la cubría completamente. Al abrirse las puertas, entró caminando lentamente, seguida, en total silencio, por miles de curiosos. Avanzaba y se detenía ante algunas sepulturas. Luego de leerlas se podía escuchar sus débiles suspiros. Al llegar a un espacio preparado para un entierro, se detuvo y esparció

cientos de

violetas azules. Apretando contra su pecho una pequeña caja roja, se tendió en el suelo y dejó de respirar, mientras la tierra comenzó a caer como lluvia sobre su cuerpo. Los curiosos, espontáneamente, susurraban, “para mi tristeza...”

jo u b i d a falt Ximena Zapata Rodríguez (fuera de concurso, por ser miembro de la Editorial)

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El cadáver de mi ex-novia

N

uestro casorio en el cementerio. Esa fue la propuesta

bizarra de mi novia. A falta de dinero, robé flores de tumbas ajenas para nuestra decoración. El altar ficticio estaba instalado cerca de las lápidas de sus familiares. Como viudo y forastero, yo no tenía

invitados. De noche tétrica y con una boda de etiqueta, el cura realiza la pregunta de rigor. "¿Alguien se opone a esta unión?” En ese momento mi ex novia difunta aparece de blanco y grita "no lo

hagaaaaaaas". Quedé congelado 10 segundos. Y cuando sentía que mi casamiento se arruinaba, escuché "ahora los declaro... marido y mujer”.

26

Franco Espinoza Hernández


El velorio

A

hí estaba el cajón en el living de mi casa, se escuchan los

sollozos y palabras incomprensibles inundadas de dolor que no me dejaban dormir. Susurros repetitivos de las oraciones, conformaban una melodía tenebrosa, que aumentaban los latidos del corazón sentidos en mis oídos. Me costaba respirar y poco a poco me

entregué a los sueños. ¡Déjenme salir gritaba!, nadie a mi alrededor parecía escuchar, todos focalizados en su sufrimiento. Intenté zafarme de la mano de mi madre, quien con fuerza detenía mis movimientos, y sin pensar me lancé al cajón tratando de abrirlo, entre gritos y desmayos. Desperté.

Pabla Álvarez Silva

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Mendigos

H

acerlo dormir de un mazazo sobre la cúpula de su cabeza

era la mejor idea que se le había ocurrido a Billy. Con el agujero hecho hace dos noches frente a los panteones más grandes del cementerio Dams, por fin podría probar su teoría. El insistía cada

vez que alguien discutía su loca idea: “Créame” – Dijo una vez. – Los muertos caminarán sobre nuestro vecindario algún día. Pero antes, debemos copar nuestras tierras santas”.

Era el último cuerpo de la semana. Dos hombres vagabundos y malolientes, sus primeras victimas. “Estos sobran” – Pensó, antes de atacarles por la espalda con decisión.

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Mario Venegas Arellano


Ni la muerte los separó

E

l cortejo entró lentamente por la puerta principal. Era

invierno, a la hora del cierre. Su única ocupación había sido la vigilia al lado del cajón donde descansaba el cuerpo de Clarisa. La familia y amigos le parecían irreales. Todo empezó a girar. Las

amistades se despedían con el último pésame. El sacerdote regalaba bendiciones a todos. Las figuras se alargaban y acortaban. Quiso quedarse unos minutos más. Horas después comprendió que debió quedarse dormido sentado junto a Clarisa y cayó dentro de la tumba vecina. El cuidador, en la oscura noche llenó el hueco con tierra y se marchó.

falta dibujo Ruth Letelier Domínguez

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Adelante y atrás

¡S

é que no estoy muerta!, repetía la anciana, con su mirada

clavada en la mía y las manos apretadas sobre la cabeza, meciendo el cuerpo hacia adelante y atrás…adelante y atrás…adelante y atrás… Mis ojos la seguían en su tambalear pausado, hipnotizados

por los suyos...Adelante y atrás…adelante y atrás. Mi visión empezó a nublarse y en sus pupilas pude ver que mi piel palidecía, mi cuerpo se agitó violentamente y perdí la visión. Cuando mis ojos volvieron a abrirse, me observaba esbozando una sonrisa maligna, mientras mi cuerpo se mecía adelante y atrás…adelante y atrás…adelante y atrás.

falta dibujo 30

Constanza Belén Quezada


00:00 horas

E

staba oscuro y comencé a buscar señal para mi celular.

Subí una pequeña colina y me vi rodeada de blancas lápidas de mármol, iluminadas débilmente por la luna. De pronto me sobresalté por un ruido que parecía venir de muy cerca. No veía nada ni

a nadie, hasta que comenzaron a aparecer sombras entre las tumbas.

Rápidamente tomé mi celular. Tenía un nuevo mensaje.

“Estamos aquí. Llegó la hora”, decía. Las sombras me rodearon e iluminaron una tumba, gritando ¡sorpresa! Allí yacía nuestro ami-

go, que hoy cumpliría un año más de vida. Todos le cantamos. Jamás me

perdería su fiesta.

falta dibujo Vanessa Parada Sepúlveda

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Despierta

C

uando María despertó, todavía tenía puesto el vestido con

el que la enterraron.

falta dibujo

32

Camilo Muñoz


Malabarista

A

mistosamente me miró, y ni siquiera nos conocíamos

bien. Todos los días sin falta me compraba un helado de piña en mi carrito que está al lado del cementerio, después de trabajar en el semáforo cercano, como malabarista. Hace unos días lo atropelló

un taxi, justo aquí en la esquina, fue terrible, una muerte trágica. Era un niño delgado, más bien desnutrido, sabe, pero nunca falló en comprar su helado y en brindarme esa cálida sonrisa… Incluso hasta hoy nunca me ha fallado en saludarme desde la esquina, justo esa de allí.

falta dibujo Adolfo Salinas Flores

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Cuarto creciente

H

oy se fue la mitad de la luna, mi mitad de luna. En tu

cementerio, me es difícil continuar… Saber que te has ido… apuñala lo que queda de mi cuerpo, ya que mi corazón y mi alma han

marchado a tu lado. Todo importa poco. Todo en su

magnificencia, importa nada. En la gloriosa daga, brilla la noche de cuarto creciente, así como creciente son mis deseos de volver a verte. Es ahora o nunca. Sentir el gélido penetrar en la garganta, la agonía de un último quejido, la visión borrosa, y una explosión carmesí que prometía un glorioso reencuentro.

falta dibujo 34

Alejandra González Cifuentes


Sacúdete en tu cripta

S

e levantó y se sacudió el polvo. Partió caminando, al

principio con dificultad, y se metió al primer bar que encontró. Los pocos clientes que habían se quedaron mudos, algunos huyeron. Se sentó en la barra y pidió un Jack Daniels. El barman,

con manos temblorosas, se lo sirvió. Lo tomó de golpe, como si hace décadas no bebiera un trago. Caminó a la rockola para poner algo de música; encontró un viejo disco y puso “heartbreak hotel”. Bebió whisky hasta que el bar cerró y, sólo entonces, el cadáver del rey del rock volvió a su tumba.

falta dibujo Emilio Vilches Pino

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El Juego Y ahí estábamos, haciéndonos los valientes al lado del ce-

menterio invocando espíritus. No sé cómo habíamos llegado allí. Pero en algún momento alguien habló del ouija. Alguien dijo vaso. Otro vela. Otro moneda.

Resultado: una vela sobre una moneda

sobre un vaso, y un trozo de cartón con letras. Fuimos y esperamos la noche. El “experto”, nos dijo: -Dedo índice sobre el vaso y cierren los ojos. Todos lo hicimos, no queríamos detener el juego. Espíritu preséntate.

Risas nerviosas. Luego silencio. Más silencio. Viento. Abrimos los ojos. Un escalofrío nos recorrió. Estábamos sobre Rocío Figueroa (1954-1999).

falta dibujo 36

Karen Morales Valderrama


El Nuevo

S

e reunían cada miércoles cerca del cementerio. Tomaban

unos tragos, hablaban de las cosas de la vida, de las visitas realizadas a sus seres queridos y de los planes que para ellos tenían. Hacía poco tiempo que "el nuevo" se había asociado con ellos, era un chaval despierto, de vivarachos ojos azules y mente

ágil, demasiado vivo, decían algunos. El miércoles siguiente, "el nuevo" anunció su decisión de abandonar el grupo, cuando le preguntaron porqué, respondió que él ya tenía sus propios fantasmas.

falta dibujo

Maite García de Vicuña (fuera de concurso, por no residir en Chile)

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Sudor

“C

on el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuel-

vas a la tierra, pues de ella fuiste sacado.” Génesis capítulo tres, versículo diecinueve, dijo en voz baja, mientras cerraba el libro,

tomaba su escoba, se acomodaba su uniforme de barrendero y miraba las tumbas que debía limpiar, no sin antes maldecir en secreto al idiota de Adán.

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Pablo Otaíza


Perdido

N

o sé cómo llegué a este lugar, Pastora la encargada, dijo

claramente: “Derecho hasta el fondo y luego dos cuadras a la izquierda”, ¿Qué error pude haber cometido?

Cierro los ojos,

porque ya no soporto ver más sombras, más miradas furtivas y

sensaciones opresivas, nunca había estado en esta parte del cementerio, menos perdido y mucho menos de noche. Por más que me repito una y otra vez que sólo estoy nervioso, que todo es

ilusión, ninguno se detiene, me miran desde otro mundo, sus ojos vidriosos me escudriñan y no paran de acercarse hacía mí…

falta dibujo Ana María Gómez Santander

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Hija única

L

os presentes se encontraban cabizbajos mientras el padre

daba su bendición y pedía que bajasen el ataúd. El silencio del cementerio era sepulcral hasta que el ataúd tocó fondo, remeciendo así la tierra y el corazón de todos. Suaves sollozos

comenzaron a oírse, provenientes de la madre desolada que había perdido a su única hija de la nada. Recordó haberla encontrado yaciendo inerte en la cama, como una isla a la deriva. La tierra comenzó a sepultarla, cubriendo todo hasta que ya no quedasen

rastros de su existencia. Los presentes comenzaron a retirarse.

“¡Madre!” Seis metros bajo tierra un grito desesperado trataba de romper con la quietud espantosa de aquel cementerio, haciéndose notar para no quedar sometida al olvido y al recuerdo.

falta dibujo 40

Paulina Cofré Pedreros


Año nuevo

E

ra un Año Nuevo en un pueblo perdido, uno de aquellos

donde encuentras más ovejas que personas. Destapábamos champaña a la cuenta de 1,2,3 en un cementerio, a la usanza talquina. El aire está lleno de abrazos y risas, viento sepulcral y olor

a fuegos pirotécnicos. Me alcanzaba el pavo Lili, la corredora de carreras de monociclo; se me insinuaba Jorge, el fresco africano de la piel clara. Yo simplemente sonreía,

tendida sobre la tumba de

mi antiguo siquiatra, celebrando mi victoria. Él decía que yo imaginaba personas, vaya estupidez!

(Murió en extrañas condiciones, dice la lápida)

falta dibujo Cecilia Ananías Soto

41


Pasillo

M

e quedé en espera de que alguien más se atreviera a

cruzar. No era de noche y se oía el bullicio de la ciudad bordeando los costados del cementerio. El pasillo continuaba estático ante la mirada aterrada de los tres que quedábamos vivos. Por un instinto

de sobrevivencia empujé a quien estaba delante de mí y las manos cadavéricas

lo

atraparon

llevándoselo al infierno.

al

instante,

descuartizándolo

y

Sólo quedamos dos, frente a frente,

mirando la inmensidad de los cuatro metros que nos separaban de

la salida. ¿Esas almas condenadas estarían saciadas? No quisimos averiguarlo. Tomamos aire e intentamos atravesarlo.

falta dibujo 42

Isabel Castillo Constanzo


Guardia

F

ue algo extraño, nunca nos imaginamos que habría algo

así bajo las calles de Santiago, empujamos con fuerza la pesada puerta de bronce, mientras tratábamos de pasar desapercibidos por el guardia del metro, quién nos buscaba desesperado por miedo a que descubriéramos su secreto. No tardamos en abrir y cruzar el

umbral, aunque ahora que lo pienso hubiese preferido dar marcha atrás, pero ya es tarde, ya me encuentro aquí junto a mis amigos,

atrapados en la oscuridad, lamentablemente vivos aún, solo que ahora nuestros existencias conforman parte de la macabra

colección de aquél ser que de día aparenta la imagen de un guardia.

falta dibujo Emilio Sebe

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Por Siempre

-E

stas preciosa esta noche- susurró junto a su oído

meciéndola entre sus brazos. Besó su mejilla con todo el amor que tenía. -¿Por qué lo hiciste?- aquella dulce voz interrumpió sus

pensamientos, pero sus palabras lo extrañaron. ¿Por qué le decía aquello? -Para estar siempre juntos- contestó, colocándola con cuidado sobre la fría piedra en la que estaban sentados.

Miró su encantador rostro, ahora pálido e inexpresivo, manchado de sangre, la misma que empapaba sus manos.

Una sonrisa maniaca deformó sus rasgos, besó por última vez sus labios y apretó el gatillo.

Otro cuerpo caía inerte sobre la lápida del cementerio.

falta dibujo

44

Valeska Hernández Ruz


Vacía

E

l problema de don Jorge fue que, pensando que sería una

buena broma póstuma, nunca le contó a nadie que había comprado una sepultura familiar. Cuando terminó de pagar las infinitas cuotas, se sintió orgulloso; era su primer bien inmueble,

luego de arrendar casa siempre. Pero cuando murió, su señora, ignorante de su pequeña osadía, lo hizo cremar y esparció sus cenizas en algún lago del sur, de los cuales él tanto hablaba y contaba improbables hazañas infantiles. Y así quedó para siempre

su tumba vacía, viviendo la soledad de la muerte que sólo una tumba vacía e ignorada puede vivir.

falta dibujo Alfonso Cáceres Reneré

45


Imagen

A

hora corro sin parar. Aún escucho los gritos y su imagen

preguntándome ¿por qué? Sólo fue un absurdo celo de hermanos. Todavía me grita:

“¡Quiero volver!”. Esta vez fue distinto, sus

manos y su imagen transparente me hacían sentir casi en el infierno, su frío me congelaba los huesos y no podía zafarme de mi

propio entierro. Sólo quería aferrarme a mi madre, a mi padre, a ti, a las rosas que no me importan. Es por eso que mis pisadas las

congelan, las matan… Su sangre se apodera de mí. Yo sólo quiero irme y morir.

falta dibujo 46

Isabel Andrea Vásquez Azocar


Mano

S

u andar era firme y rítmico mientras avanzaba por una

calle desierta. Cerró lentamente los ojos mientras se detenía, para luego abrirlos con premura al escuchar algo que se acercaba. Miró a su alrededor y se encontró en un lugar en el que no debería estar: todo lo que lograba vislumbrar en la oscuridad eran las siluetas de

lápidas con letras borrosas, olvidadas. Un aroma como el de las noches de luna llena la envolvió y sin previo aviso una mano

apareció entre las tinieblas, la cual, frente a su mirada, se transformó en una garra que envolvió su cuello con violencia.

falta dibujo Daniela Quiñones Jara

47


Bikini

A

l Quinto Sector de Reñaca le llaman el cementerio

“porque todos se creen la muerte”, dice un chiste demasiado rancio para ser chistoso. Más gracioso es imaginarse a la Parca, envuelta en harapos, danzando con su guadaña entre esos cuerpos bronceados y urgentes de sexo. Pero aquí la Muerte no viste

harapos, si no un bikini blanco que apenas cubre sus formas torneadas y firmes. La Muerte en Reñaca es una morena de ojos pardos y portadora de VIH, que elige su presa y le regala una sonrisa. Él sonríe de vuelta, se levanta y se acerca.

falta dibujo 48

Diego Valderrama Villarroel


Reflexión

Q

ué triste es ser lamento y no pena. Un desapercibido testi-

go del mundo, un extranjero en mi propio país. Por la grieta que nos une y separa del resto melancólico, donde la luz somnolienta, a veces, entra; miro a ese cóndor petrificado del cementerio de mis

lamentos. Señor que, como santo tallado, vigila la carroña circundante de huéspedes transitorios. A través de esa rendija, soy testigo en sombra de las muchedumbres caminantes, que a cabeza gacha desfilan, como cotizando cada mausoleo por venir. ¿Qué es

esa vida que tristemente se vive? Mientras, prefiero yacer esperando ese día. ¿Descansando en paz? Creo.

falta dibujo Paolo Orozco Montes

49


Sereno

T

rabajar sin recibir goce de sueldo, me ha dejado de

importar durante siglos. Muchos dirán que el trabajo de guardia, más en un cementerio, es sacrificado y tenebroso, pero… ¿Qué pensarían si les revelara que mi trabajo es mi vida? Trabajando desde sus remotos inicios, día y noche, velando por la seguridad de sus cuerpos, a cambio de convertirme en uno de ellos. Y es ahí en donde el trato se cumplió, en una noche helada, con sus ojos rojos, brillosos y

enigmáticos, helaron mi sangre para que uno del

pueblo obtuviera mi lugar en el cementerio…

falta d

ibujo

50

Francisca Márquez Echeverría


Amo

U

n perro lindo y juguetón era Tedy, hasta que la

irresponsabilidad de un desprevenido conductor acabó con la vida de su pequeño amo. Noches y mañanas sus padres lo lloraron. Tedy nunca lo ha dejado, aún lo espera levantarse entre epitafios y frías noches.

falta dibujo

Nelson Alarcón Soto

51


Cerebro

C

ada cuento que sé contar viene de mi tumba. Creo que por

eso los gusanos se comen mi imaginación. Para que ellos con la suya tengan una posibilidad de ir a la universidad. La picazón de los escarabajos no me deja dormir. ¿Qué desean? Ojalá sea un poquito de esta piel que lo único que hace es producir

un olor, que ni dios sería capaz de oler. Ahora ya no queda piel, pero mi cerebro no es para los gusanos. Si puedo mover una mano

hacia afuera, lo sacaré de aquí para que alguien lo use mejor que yo.

falta dibujo 52

Belén Hernández E.


Caminando

C

aminando lento y despacio por un terreno donde nada

había, a kilómetros un olor putrefacto se olía. Mientras más avanzaba el olor se hacía más insoportable, la niebla espesa era y tropezarse era inevitable, llegué a tal punto donde respirar no se

podía, pero había caminado tanto que retroceder no quería. Oí tararear una canción, el sonido de una pala fue lo que llamó más mi atención. Caminé a paso firme pero despacio... en silencio

tratando de no hacer ruido. Pero de pronto escuché el grito agonizante de una mujer, ¿dónde estoy me pregunté?, pero antes

de que me acabara de responder... en mi cabeza una hacha clavada y dentro de un gran agujero acabé...minutos después recuperé la conciencia, ‘’estaré muerto’’, me pregunté, miré a mi alrededor y nada encontré.

Luis Ignacio Cortés Silva

53


Aterradora

L

a noche oscura dejaba caer la lluvia y la helada más

aterradora que había experimentado. Me encontraba desgastado, mi mente me decía a gritos: “asesino”. Estaba yo en el cementerio, dándole fin a un acto aterrador, había torturado y asesinado a la

mujer que amaba. El ambiente en que me encontraba era imposible de describir, no podía dejar de tener la sensación de que me acechaban y las voces que escuchaba eran horribles. Ya eran más

de las doce de la noche cuando de pronto vi algo espantoso que me hizo despertar de la gran pesadilla que había tenido.

54

Gonzalo Campos Gutiérrez


Abrigo

U

na noche fría salí de casa, encontré un bar, pedí un trago

mientras sonaba Frozen Autumn. Una mujer se acercó a mi mesa, hablamos toda la noche, sus ojos eran perfectos y su boca alucinante. Abruptamente decidió irse, la abrigué y acompañé a

casa, esperando con ansias el amanecer para volver a verla. Muy temprano fui a buscarla, nadie abrió la puerta, comencé a caminar hasta el cementerio, di muchas vueltas, ya cansado me senté en una tumba y vi su foto, era ella, caí al suelo desmayado, al despertar, y al lado de su tumba, encontré mi abrigo…

falta dibujo Valeska Chamorro Medina

55


Laeyón

E

ntré, cautelosamente, con la esperanza de que nada iba a

escalofriarme en plena medianoche. Traía conmigo a Laeyón, mi peluche, y procedí a buscar mi lápida, pero, imprevisiblemente, comencé a desmayarme. A los pocos minutos logré, bruscamente,

recobrar el sentido: abrí mis ojos, agitados por lo ocurrido, y me reincorporé rápidamente para buscar a Laeyón. Media hora después pude hallarlo, recostado en mi lápida, empapado de sangre, y, si bien, su mirada ahora era fría, cínica, petrificante e

irreconocible, quise regresar con él a casa, con la seguridad

aparente de que al amanecer no me encontrarían muerto por su causa.

falta dibujo 56

Jorge Sánchez Morales


Rojo Póstumo

E

n los anales históricos de la ONU, el suceso quedó

marcado como huella identificatoria. La ciencia mundial aceptó la presencia de expertos en sucesos paranormales. Pero hasta ahora no se encuentra causa razonable. Un largo y angosto país, que tras enfrentar terremotos y sequías, veía en su selección de fútbol ‘la’

oportunidad de brillar en la esfera global. Sólo 25 minutos separaban al país de la final del mundial y la gloria. Y pensar que

pocos creían en el terrorismo internacional. Ahora, sólo queda vestir de rojo póstumo las once tumbas que obligaron a cavar en la plaza de la Constitución.

falta dibujo Pedro Araya Alfaro

57


Miguel

U

n día vi a mi hijo hablando solo, me dijo que jugaba con

Miguel. Ya no se juntaba con otros niños, sólo con su amigo imaginario. Pasaba jornadas enteras con él y cuando llegaba el ocaso se iba a la puerta del jardín, levantaba su manito y la movía

haciendo un adiós en el aire, a la mañana siguiente volvía al mismo lugar y saludaba a Miguel. Durante una semana mi niñito no salió al jardín, Miguel no ha regresado, me dijo entre lágrimas, ¿por qué

no sales a buscarlo?, le respondí. Salió corriendo, pero Miguel nunca volvió. Mi hijito tampoco.

falta dibujo 58

Ariel Araya


Catalepsia

J

ugar al cataléptico es como jugar a la ruleta rusa con un

revólver. Recuerdo que una vez, sólo por diversión, lo hice en un campamento. Simulé estar muerto en mi saco de dormir. Nadie esperaría que alguien “muriera” de esa forma. Así que esto fue lo

que hicieron: Me llevaron a un cementerio que se encontraba cerca y, sin mayor ceremonia, trataron de lanzarme a la fosa común. Por suerte, alcancé a reaccionar a tiempo, mientras todos corrían despavoridos hacia afuera del camposanto.

Si Edgar Allan Poe estuviera vivo, de seguro, le hubiera en-

cantado esta historia.

falta dibujo Juan Esteban Mayor Aguilar

59


Llorando

E

stoy en el cementerio sin saber qué hacer, no voy a ver a

nadie sólo deambulo sin rumbo buscando

alguien a quien

extrañar, pero no encuentro nada, sólo desolación y muerte. A lo lejos veo a una joven llorando, me quiero acercar pero no puedo, algo me lo prohíbe, me lanzo al suelo y arrastrándome con

dificultad avanzo unos metros. Llego a su lado ya sin fuerza, la miro pero es como si uno de los dos no existiera, la conozco, el horror me embarga, cuando me doy cuenta que es mi hija que llora por mí.

falta dibujo 60

Adolfo Reyes Farías


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Este libro, en una edici贸n de 100 ejemplares, se termin贸 de imprimir en marzo de 2011.




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