revista creatividad y literatura

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REVISTA CREATIVIDAD Y LITERATURA DEALLÁPARAQUÍYDEACÁPARALLÍ Octubre de 2010

Volumen 1, nº 1

PUNTOS DE INTERÉS ESPECIAL: 

Soñadores, filósofos y demás. Notas sobre “Un sueño realizado”, de J. C. Onetti.

Tardes irrepetibles.

La habitación de pensar.

Las agujas de oro.

CONTENIDO:

Presentaciones I

2

Ensayos y re-

5

ALGUNAS DE LAS PERSONAS QUE HAN COLABORADO EN ESTE PRIMER NÚMERO DE LA REVISTA.

flexiones Presentaciones

II

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REVISTA ESPECIALIZADA DE LITERATURA Poemas

26

SOPORTE DIGITAL Y DE PAPEL

Presentaciones III

48

CENTRO GUADALINFO DE MARMOLEJO

Narraciones

50

CONCEJALÍA DE CULTURA AYUNTAMIENTO DE MARMOLEJO


REVISTA

CREATIVIDAD

Y

LITERATURA

P R I N C I P I O S

Nacemos con vocación universal pero desde el más peregrino detalle antropológico que nos categoriza como seres humanos.

Creamos desde la libertad de sabernos únicos y diversos, en relación permanente con el otro, entusiasmados en la posibilidad real del conocimiento mutuo.

Crecemos vivamente alimentados por la sabiduría que dealláparaquíydeacáparallí viene y va, va y viene, en un fluir cada vez más caudaloso y veloz.

Compartimos, sin reservas, expectativas y desvelos, ante los ojos de la red más inquieta y amplia del planeta, sirva ello de invitación abierta y sincera.

La literatura es el instrumento que nos pasamos de mano en mano, de boca en boca, e intentamos conjuntar, armonizar, melodías que estimulen, utilizando una misma lengua: el español.

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O B J E T I V O S

Contribuir al aprecio de la lengua española en el mundo.

Mejorar las relaciones entre los pueblos y las comunidades de habla hispana.

Ofrecer a las personas un medio de expresión.

Promover el hecho artístico-literario universalmente.

Incitar a la creatividad.

Crear vías directas de participación entre la ciudadanía.

Afianzar la credibilidad del sistema democrático de convivencia.

Aportar confianza en las instituciones.

Propiciar el uso adecuado de las nuevas tecnologías.

Generar expectativas ilusionantes en torno a los Centros Guadalinfo.


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PRESENTACIONES

I

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LITERATURA

ENSAYOS

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REFLEXIONES

Corren dos patéticas definiciones de literatura por el mundo: 1ª--> Ente insulso sólo útil en el campo de los hobbys. 2ª--> Ente bello idealizado al que se le tiene el mismo respeto que a un cofre misterioso que, sin saberlo nadie, está vacío. Nuestras escuelas, institutos y (¡hasta!) facultades se llenan de libros de textos que definen la literatura pero no dicen qué es literatura. Y se conforman con ello. La única manera de aprender, en este caso, es practicar. Este insulso melenudo de 18 años os avisa de que hay que irse preparando para abrirlas. Cada uno averigüe su 'qué'. Por lo demás, soy Carlos Sorgel y nací en Sevilla, me crié entre Granada y M. y ahora estudió en la ciudad de la Alhambra.

CARLOS SORGEL

MAR SOLANA Nací un lunes de una fría mañana de noviembre de 1965, en el otoño de un Madrid incierto y convulso. Empecé a escribir a los once años, la misma época en la que descubrí que los Reyes Magos eran los padres de cada uno y que las ilusiones eran como los castillos de naipes de aquel país mágico de Carroll… A mi padre le debo el amor a la literatura y a los libros, y a mi madre la imaginación. En marzo de 2009 cree mi propio espacio web o blog literario con el objetivo de sacudirme la vergüenza de mostrar en público la soledad de mis escritos. En junio de 2009 publiqué mi primer relato novelado: “Juan Cano Solana: 1915-1936. Un poeta en tiempos de guerra”. He sido finalista con cuatro microcuentos y un cuento: “Una Cenicienta en el siglo veintiuno”; entre los meses de noviembre y diciembre de 2009 y marzo de 2010. Todos publicados en sendas antologías por la Editorial Fergutson e Hipálage, respectivamente. Navegar a diario por mis letras se ha convertido en mi verdadera tabla de salvación… Este es el enlace para navegar en mi página web: http://www.marsolana.blogspot.com/

IVETTE DURÁN CALDERÓN

El ser humano, hombre o mujer necesita con frecuencia ser reconocido y valorado, esto no será posible si no produce, si no desarrolla el ingenio y no comparte su sapiencia o experiencia. No hay edad para comenzar una empresa nueva, siempre hay una oportunidad para desarrollar aquella habilidad que tenemos, de nada sirve tener la tela más hermosa ni la tenemos guardada en un cofre.


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REFLEXIONES

DE

TEOFILO VOLAND POÉTICO

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SOBRE

EL

QUEHACER

Aun hoy, en los albores del siglo XXI, el hecho cultural (= hecho de vida), sigue siendo extraño a la costumbre, en especial aquél en el que la persona depura sus emociones y sentimientos más primitivamente humanos a través de la escritura: entiéndase poesía. Mi intención, al recopilar aquí una serie de ideas, es intentar demostrar que el hecho poético -inmerso en el cultural- sí es algo que va contigo y te atañe directamente. Al menos, termina de leer estas líneas a ver qué es lo que pasa. Empezaré por indicarte lo que piensa al respecto el que escribe poesía, es solo un verso: “…un hombre cualquiera puede ser el poeta…” León Felipe (18841968) Y es que él no quiere ser solo. La poesía no está vedada a ningún hombre. El poeta es un trabajador, un obrero como otro cualquiera que cumple su particular función en la sociedad. Muchos poetas no quieren admitir diferencias entre poesía, prosa o lenguaje ordinario. Conocen la única materia prima de la palabra y la trabajan con métodos modernos. Trabajan para organizar los sonidos de la lengua, la polifonía del ritmo, para simplificar las estructuras verbales, para puntualizar la expresión lingüística, para crear nuevos instrumentos temáticos. Todo este trabajo no tiene un puro fin estético sino que es como un laboratorio para poder expresar, en el mejor de los modos, los hechos de nuestro tiempo. Otro famoso escritor de versos dijo alguna vez: “…maldigo la poesía concebida como un lujo cultural…” Y de verdad que no estamos para lujos. Porque estos hombres no son sacerdotes creadores desde la nada, sino obreros que ejecutan una ordenación social. Y continúa así el poeta anterior: “…tal es mi poesía: poesía-herramienta a la vez que latido de lo unánime y ciego. tal es, arma cargada de futuro…”

Gabriel Celaya (1911-

1991)

El poeta es así, o dejará de escribir o se acercará a la poesía como un trabajo que impone un gran compromiso. Y es la situación crítica (crisis) la que hace que el hombre se comprometa. Desde esta moralidad, desde el sentido críticohistórico, nace la poesía como institución social, o mejor, como testimonio vital.

La poesía no está vedada a ningún hombre. El poeta es un trabajador, un obrero como otro cualquiera que cumple su particular función en la sociedad.


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En el hombre ha nacido al unísono un sentido esencial y una función misiva. El poeta asume esa postura, más que de un modo dogmático, con una intención denunciadora. Se hace plural no solo la intención sino el fin. Se pasa del intimismo a la problemática de la colectividad. Los poetas han decidido rescatar la razón y, para que tal misión no caiga en el olvido, fabrican un nudo estrecho y fuertemente apretado practicando una poesía realista -en cuanto que es real y no ficticia- de lógica vertebración, lenguaje llano y temática cotidiana, una poesía de testimonio en su definición genérica. Reproducimos, acerca de esta cuestión, la Respuesta a El Correo literario del mismo autor: “…‟Poesía social‟ si se entiende que ésta no quiere decir exclusivamente poesía sobre temas sociales, y si se entiende además que apelar a la inmensa mayoría no es apelar al gran número, diré sin rebozos que toda poesía auténtica de hoy es – queriéndolo o sin querer- poesía social. Quienes por sequedad de corazón, por miedo a la Santa realidad o simplemente porque su tiempo pasó pretenden crear al margen de su circunstancia, e invocan ‗lo puro‘ o ‗lo eterno‘ se sacrifica a ídolos que –da risa decirlo- sólo son estéticos…‖

En el hombre ha nacido al unísono un sentido esencial y una función misiva. El poeta asume esa postura, más que de un modo dogmático, con una intención denunciadora.

Y es que hay que tener en cuenta y muy presente lo que dice en estos versos otro poeta: “…sabed que la belleza, eso que llaman cielo, mínima flor, mar Amarillo, yo lo he visto. No tengo tiempo. Antes hay que poner los hombres en su sitio…” Porque el eje del universo es el hombre y todo va hacia él, sin ponderación de unos sobre otros, con las manos faenando para el hombre, sin distingos ni nombres por una justa ordenación social: “…soy sólo poeta: levanto mi voz en ellos, con ellos. Aunque no me lean…”

El hombre es todo. Su propósito es lo que únicamente importa. Sus hechos son los que forjan la historia, su libertad es la que le redime. Tales fuerzas son tributos indomables que rompen con todo lo que estorba. La sociedad es una rémora para la libertad humana, por eso el hombre -el hombre destruido, aniquilado, en que late la voz- se disocia, se desprende y huye, descrecido pero encadenado a su realidad física, a su temor, a su vacío. Se canta al hombre y su vida, de la que nace el grito cuando le subyugan, y ahí está presente en primera fila con los demás, hombro con hombro, callo a callo, sangre a sangre, ese obrero de la tierra, el que se encorva, en una eterna búsqueda, hacia ella para vivir de su sangre, para morir sepultado en su seno. El poeta es un hombre que: “…le planta cara al sol. Tiende las manos a la lluvia… y entona un cántico de hueso en flor…”


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Dejando atrás la idea de que la poesía es solo para los intelectuales y para aquellos que no tienen nada mejor que hacer, vayan ahora unos principios sencillos muy manejables . ¿Qué elementos son indispensables para iniciar el trabajo poético? La presencia, en la sociedad, de un problema cuya solución es concebible solo con una obra poética. Conocimiento exacto o percepción de las aspiraciones de la clase propia o grupo que se representa, respecto al problema dado (orientación finalista) El material. Las palabras. Enriquecimiento propio con palabras necesarias, raras, expresivas, inventadas, renovadas, derivadas y de cualquier otro género. El lugar de trabajo y los medios de producción (lápiz, papel, ordenador, teléfono, bicicleta, paraguas, etc) Costumbres y procedimientos de elaboración de las palabras, infinitamente individuales.

A modo de conclusión de este quehacer poético, diremos que la poesía es producción y que el aprendizaje poético es el estudio de los métodos de cada trabajo literario, el estudio de los hábitos de trabajo, que favorecen la creación de nuevos hábitos, siempre buscando la novedad, tanto en el material como en el procedimiento.

Hay que puntualizar también que el trabajo ha de ser diario, a fin de perfeccionarlo y que un buen cuaderno de apuntes y la capacidad para utilizarlo tiene un valor insospechado en un principio. Naturalmente, el poeta debe estar en el centro de las cosas y de los acontecimientos, conocer la teoría económica, conocer la vida real, comprender que la historia científica es más importante para el poeta que los manuales que lanzan peroratas sobre la antigüedad, y que, colocándose a la vanguardia de su clase o grupo, debe luchar conjuntamente con ella en todos los frentes. Preciso es decir también que solo una actitud productiva hacia el arte elimina la casualidad, la falta de principios en los gustos, el individualismo en los juicios y que el ambiente cotidiano influye en la creación de una obra auténtica, al igual que los demás factores. “…yo doy todos mis versos por un hombre en paz. Aquí tenéis en carne y hueso, mi última voluntad…” Blas de Otero. A la inmensa mayoría.

el poeta debe estar en el centro de las cosas y de los acontecimientos, conocer la teoría económica, conocer la vida real...colocándose a la vanguardia de su clase o grupo, debe luchar conjuntamente con ella en todos los frentes.


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JOSÉ SARAMAGO: “ENSAYO SOBRE LA CEGUERA”

José Saramago, premio Nobel de Literatura 1998, ha trazado una novela inquietante con una prosa que te eriza el vello del alma.

El faro de la consciencia frente a nuestros instintos más primarios …Y nosotros: ¿queremos abrazar ese faro o perdernos en la masa ignorante y cómoda y dejarnos conducir?

Una aterradora parábola sobre el lado más decrépito y miserable del ser humano. Saramago, plantea una situación metafórica sobre una importante ceguera que padecen cada vez más personas: la ceguera del alma. Una ceguera, blanca e impune, que se apoya en el bastón del egoísmo para seguir avanzando, y se orienta en un mundo donde sólo importa el consumo desmedido y la opulencia materialista. Además, la ceguera es blanca, lechosa, como una luz que deslumbra; en contraposición a la otra ceguera que hemos asociado con oscuridad. Como si el “mal blanco‖ del que habla Saramago, por repentino y perturbador, estuviera próximo a los instintos más básicos del ser humano, aquellos que impiden el pensamiento y la consciencia. Y sin pensar, no hay civilización. Por eso queda una persona no afectada, una mujer, que se erige como bastión y guía de la masa ciega e informe. El instinto de sobrevivir a cualquier precio hará que los ciegos y que todos aquellos que les atenaza el miedo de contraer ese extraño mal blanco, tengan que enfrentarse a los más primitivo y ruin de la especie humana… El faro de la consciencia frente a nuestros instintos más primarios… Y nosotros: ¿queremos abrazar ese faro o perdernos en la masa ignorante y cómoda y dejarnos conducir? El escritor Juan José Millás expresó de forma sagaz lo siguiente: “Hay novelas que después de leídas continuarán iluminando túneles en la conciencia, abriendo puertas de habitaciones a las que no nos habíamos asomado pese a estar dentro de nosotros…”

MAR SOLANA.


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Soñadores, Filósofos y demás. Notas sobre <<Un sueño realizado>> de Juan Carlos Onetti. POR CARLOS SORGEL 1. Prólogo.

Decía Jim Morrison: “Prohibido prohibir. La libertad comienza con una prohibición‖. Nuestro querido Rey Lagarto sabía perfectamente que el ser humano jamás llegará a realizarse en plenitud por el simple hecho de que no puede, no está capacitado para ello, se contradice a la más mínima, lo que desemboca en desesperación y, en un grado extremo, en locura (¡bendita locura!), propiciando la aparición de ese hatajo algo mal valorado que denominan ‗escritores‘. ¿Y por qué entrecomillado? Porque un escritor no escribe (en el sentido de ganarse la vida, aunque se aproveche de ello. Para eso ya tenemos al difunto Stieg o, sin necesidad de viajar a países nórdicos, nuestro Carlos Ruiz Zafón), un escritor sueña con la pluma, el bolígrafo o el Plastidecor (reconozco que suena un tanto cursi, pero no es sino causa de la factoría Disney, implantada ya en el inconsciente de la sociedad). De ahí que los artistas en general y los escritores en particular, sean, mayoritariamente, soñadores, cuya profesión, por desgracia, no está aún remunerada. ―Corren malos tiempos para los soñadores‖, se decía en ‗Amélie‘.

De ahí que los artistas en general y los escritores en particular, sean, mayoritaria mente, soñadores


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Juan Carlos Onetti (Montevideo, 1909 – Madrid, 1995) fue uno de ellos. Narrador existencialista por antonomasia, en sus obras nos adentramos en un mundo donde el oxígeno lo pone el tabaco y el agua el whisky. Binomio importante el que conjuran esos dos elementos para que surja vida, los personajes, los individuos protagonistas, que, en mayor o menor medida, siempre destacan por soñar o hallarse en situaciones un tanto oníricas (nada que ver con el llamado surrealismo (o ‗bretonismo‘, más bien.

No me canso de releerlo, de preguntarme si en verdad la mujer o la <<loca>> anhela representar un sueño o no, de acrecentar mi admiración por la magia que posee el teatro, de intentar (vanamente) psicoanalizar la escena

Habría que dar las gracias a Dalí por ser la excepción, pero eso es otro tema)), idea perfectamente visible en el cuento ―Un sueño realizado‖, publicado por primera vez en el diario ‗La Nación‘, de Buenos Aires (Argentina), el 6 de junio de 1941, considerándose el génesis de una gran fama como cuentista, aumentándola con obras más extensas como ―La vida breve‖, ―El pozo‖ o ―El astillero‖. Hombre de pocas palabras y autor reconocido por la crítica tardíamente, a mi juicio, pasó sus últimos años entre sábanas madrileñas, enclaustrado en su piso, rodeado de cigarros, alcohol, papel y máquina para sobrevivir, apelando a lo que confesó a Hortensia Campanella en una entrevista para la revista ‗El Urogallo‘: ―Quisiera ser inmortal para seguir escribiendo‖. Pues ya se sabe, él es ―un tipo cualquiera que tiene el vicio de escribir‖, como también expresó ahí.

En cuanto a ―Un sueño realizado‖, he de expresar mi admiración por esta narración. No me canso de releerlo, de preguntarme si en verdad la mujer o la <<loca>> anhela representar un sueño o no, de acrecentar mi admiración por la magia que posee el teatro, de intentar (vanamente) psicoanalizar la escena, en definitiva, de albergar la estúpida esperanza de que los soñadores no murieron todavía y que, con escritores como Onetti, se puede educar a los lectores para que lo sean.


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2. ¿Qué es un soñador y qué un filósofo? El resto no importa.

Costumbre humana es el querer clasificar todos los comportamientos o hábitos desde la antigüedad. Los estamentos, las clases sociales, los estados de ánimo, grados de locura, amor o felicidad, etc. Ello nos permite hacernos una vaga idea de la cuadratura del círculo que representamos, aliviándonos y permitiéndonos dormir tranquilos por las noches a sabiendas de que todo misterio nos aguarda bajo el somier, es decir, todo punto ciego, algo que se nos escapa de las manos. Pero lo ignoramos. Un soñador se encarga de abandonar la cama para preocuparse por estas cuestiones. Ya clasificó Cortázar a las personas de ‗cronopios‘ y ‗famas‘, pero hace poco observé que hay ‗cronopios‘ que no sueñan, lo mismo que hay ‗famas‘ que sí. ―¿Cómo puede ser?‖, pregunté al aire. La respuesta era un cambio de nombre, una nueva jerarquía para no faltar a la tradición. De este modo, elaboré la siguiente teoría: el mundo se divide, esencialmente, en filósofos, soñadores y el resto. Claro está, que, detalladamente, sería así y con el correspondiente orden: soñadores-filósofos, soñadores, filósofos y el resto, pero aquí lo que interesa es lo primero, lo básico. Justamente, definiríamos de esta manera a cada uno, ahorrándonos ‗el resto‘, apartado poco interesante y que ya tiene implícito el concepto en su nombre (lo que no es): - Soñador: dícese del ser humano que sueña. Audaz por dejarse vivir en una realidad como la actual capitalista, anda buscando respuestas a preguntas que no poseen valor a ojos del filósofo. Amante de los diminutos detalles y gustoso por el cultivo de los pequeños placeres (ejemplo clarísimo:Amélie), sólo desea ser feliz a su manera, dando como resultado una especie de angustia existencial propia de finales del XIX si no se cumplen sus expectativas. Algo solitario, aúna en un mismo cuerpo la capacidad de absorber conocimientos y crear arte, siempre desde una perspectiva poco egocéntrica y, a veces, dándole un giro un tanto raro a los conceptos de ‗conocimiento‘ y ‗arte‘ que la sociedad no puede asimilar fácilmente. Amable o arisco, tímido o elocuente, no se espanta por las disparatadas tesis que puedan surgir de cabezas como la suya, al contrario, acepta cualquier tipo (cualidad con doble filo, por otro lado).

Costumbre humana es el querer clasificar todos los comportamiento s o hábitos desde la antigüedad. Los estamentos, las clases sociales, los estados de ánimo, grados de locura, amor o felicidad, etc


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De crío, muy juguetón, despistado y con mucha fantasía. De adolescente, inquieto, primerizo en experimentar, ansioso por ser diferente de la mayoría. De joven, revolucionario, curiosidad y puesta en práctica de cualquier rama artística, cuando no varias al mismo son, sufriendo la época, en algunos casos, de mayor lectura e investigación de temas relacionados con sus gustos. De adulto y anciano, por último, incansable regador del niño que vive dentro, intolerando la sequía y estimulándolo periódicamente, dejándolo jugar siempre que le apetezca.

De joven, revolucionario, curiosidad y puesta en práctica de cualquier rama artística, cuando no varias al mismo son, sufriendo la época, en algunos casos, de mayor lectura e investigación de temas relacionados con sus gustos .

Sus actos, independientemente de la edad, suelen llevar un revés inocente, pueril, lo que le desencadenará algún problema que otro, haciéndolo bello por ser imperfecto (en mi opinión, que conste). - Filósofo: no confundir con la acepción de „amante del saber‟, sino más bien ‗destripador del sentimiento‘. Contrario al soñador, lo repudia y humilla. Cerrado de mollera, prefiere conjeturar lo que puede sentir antes de saberlo en sus carnes. No tolera ni la sorpresa ni lo que es porque sí. No se trata de un buscador incansable de razones, sino de alguien que quiere soluciones para subsistir físicamente, husmeando en las grietas de las paredes con la finalidad de encontrar una uña del monstruo ‗Dinero‘. Los sueños, para él, son una mera televisión cerebral, un entretenimiento. Sin pasión por lo artístico. Quizá comparable a esa especia denominada ‗político‘. Por razones afines a su ética, el filósofo, al llegar a la adolescencia, silencia poco a poco al niño interior, dándole cada vez menos participación en su quehacer diario, intentando madurar lo más rápido posible, lo que lo precipitará, en el futuro, a una reflexión sobre el por qué de sus actos. A medida que llega a la vejez, se va notando un progresivo aumento de la seriedad, siendo inexplicable cómo en su juventud podía hacer gracia e incluso pasar por un soñador. Bien podríamos comparar a cada sujeto con un miembro del reino animal, constituyendo el soñador un caracol (que cada cual interprete la metáfora como desee), y el filósofo un gato (ídem).


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3. Personajes. Variados, se nos presentan tres individuos protagonistas: Langman, Blanes y la muer. También dos un tanto secundarios pero que jugarán su papel en la obra: la muchacha de la jarra y el propietario del coche.

3.1. Langman. Filósofo arrepentido (al final, claro). Es un empresario que dirige una pobre compañía teatral de provincias al cual recurre la mujer o <<loca>>. Según Blanes, se arruinó por perfeccionar la representación de ‗Hamlet‘, perteneciente a William Shakespeare, pero lo cierto, confesado por él, es que nunca lo leyó, jamás se atrevió ni a abrirlo. ¿Esto puede significar un rechazo hacia lo puro? Y es puro porque la obra es de las más sobresalientes en el campo teatral, es bella por antonomasia. ¿Por qué ‗Hamlet‘? Puede ser que Onetti lo escogiera por la escena en que los ‗clowns‘ encarnan el asesinato que el rey Claudio cometió contra su hermano Hamlet (padre) vertiéndole veneno por el oído mientras dormía. ¿No es una escena un tanto similar a la final de la representación del sueño? Fíjese en que la chica anda acostada y Blanes le acaricia el pelo cerca de la oreja, siendo inmediata su muerte. Paralelismos o no, Langman sólo busca conseguir un pellizco de plata para largarse a Buenos Aires: ―Yo, que tenía hambre de plata (...) le mostré la mejor de mis sonrisas y cabeceé varias veces mientras que guardaba el dinero en cuatro dobleces en el bolsillo del chaleco‖. Como no comprende todo aquello, ignora la grandiosidad de lo que va a ser testigo tiempo después, se desentiende del asunto parcialmente, dejándole a Blanes la preparación de la obra y encargándose él de los medios físicos tales como el coche o el escenario. Por otra parte, hay que atender a que Langman es el único personaje que fuma, además de que ni Blanes (mentira, lo menciona una vez, pero casi de pasada) ni la chica lo hacen. ¿Reflejo de Onetti? Está claro que este último, por lo que parece (y describe Félix Grande en ―Mi música es para esta gente‖), es un soñador (faltaría el ‗-filósofo‘. Carece de importancia aquí.), pero ello no significa que no se les pueda comparar. Hasta 1941, el uruguayo había publicado títulos como ―Avenida de Mayo-Diagonal-Avenida de Mayo‖ o ―El pozo‖, reconocidos posteriormente como grandes, pero que en el momento le acercaban más al fracaso que a otra cosa. Es decir, un fracaso literario, como el de Langman, incapaz de encontrar un buen guión que llevar a escena con el que enriquecerse.

¿Por qué ‗Hamlet‘? Puede ser que Onetti lo escogiera por la escena en que los ‗clowns‘ encarnan el asesinato que el rey Claudio cometió contra su hermano Hamlet (padre) vertiéndole veneno por el oído mientras dormía.


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Ello desemboca en un inminente fracaso vital y la consecuente pregunta existencialista: ‗¿Por qué y para qué hago esto?‘ Ni reporta fama ni dinero ni nada. Inercia total, sin vocación para otra cosa, nuestro empresario, el cual recuerda la historia desde una especie de ―asilo para gente de teatro arruinada‖, liquidará sus días, presumiblemente, sin ver sus sueños realizados, dándose cuenta al final del relato, arrepintiéndose de estar embutido en un cuerpo de filósofo. Quizá su deseo fuera el que la broma de Blanes (haberse arruinado con el ‗Hamlet‘) hubiera sido verdad, que no tuviera ni para comer pero con la conciencia tranquila de haber hecho de la obra shakesperiana una versión brutal e impresionante con la que podría morir en paz.

3.2. Blanes. se palpa el gusto que siente hacia su trabajo, escudriñando la personalidad de sus papeles y el por qué de las escenas, cosa latente cuando habla con la mujer (pues enseguida se interesa por las razones que la mueven a gastar dinero para representar aquello)

Soñador, pero con un cierto carácter nihilista. Es evasivo, recurre a la bebida para soñar despierto, topándose con que no posee una base real para realizarse, pues todo lo destruye ignorándolo, lo que suscita más desesperación y más alcohol. Galán en puertas de la senectud, quiere aferrarse todavía a su atractivo para conquistar mujeres. Su profesión, la de actor, le proporciona un escaso presupuesto que gasta en embriagarse. Sin embargo, se palpa el gusto que siente hacia su trabajo, escudriñando la personalidad de sus papeles y el por qué de las escenas, cosa latente cuando habla con la mujer (pues enseguida se interesa por las razones que la mueven a gastar dinero para representar aquello) y cuando se menea inquieto por el escenario ―rebuscando vaya a saber el diablo qué cosa‖. Bromista un tanto pesado, sabe de sobra que su único „amigo‟ o „compañero de fatigas‘ es Langman, del que siempre se está mofando por arruinarse con el ‗Hamlet‘. De este modo, se suceden los comentarios tipo: ―Porque usted, naturalmente, se arruinó dando el Hamlet‖, ―Sí, claro. Las locuras a que lo ha llevado su desmedido amor por Hamlet‖ o ―En fin, señora; los dioses la han guiado hasta Langman. Un hombre que ha sacrificado cientos de miles por dar correctamente el Hamlet‖. Aun así, es un juego en el que Langman se encuentra obligado a participar para no ser más humillado, según piensa. Ello hace creer que el actor, presumiblemente sabedor del desconocimiento de ‗Hamlet‘ por parte de su jefe, ironice con la finalidad de convertirlo en un ‗pseudosoñador‘, casi equivalente a lo que nombrábamos ‗soñador-filósofo‘. De todas formas, puesto que el relato es contado en primera persona, las descripciones hechas de Blanes son muy subjetivas, se atañen al juicio del narrador, nublando un posible ejercicio de psicoanálisis algo más exhaustivo. Sólo sus actos componen la auténtica verdad (¡oh!) fiable, como cuando se queda quieto, acariciando la cabellera, observando en silencio, casi al borde del llanto y la alegría, un milagro entre sus manos: la aparición de una puerta a otra dimensión.


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3.3. Mujer.

Claro punto ciego, aparece de la nada para pedir a Langman el favor de llevar a escena su sueño. ¿Quién es esa mujer?, ¿cómo sabe de la existencia de Langman?, ¿por qué él, casi desahuciado y sin fama alguna?, y sobre todo, ¿cuál es su nombre y por qué está innominada? Se trata de una soñadora literal, quimérica, práctica. Se podría decir que ella es el sueño, puesto que acabado este, terminada ella. Es la personificación del sueño, ergo ¿es humano? Más bien constituye un sueño que intenta penetrar en el mundo físico desde otro, llamé-

Si consideramos

moslo quimérico. Por tanto, ¿estamos ante la mesías del Sueño? Cabría decir

coherente que

entonces: ―Bienaventurados los faltos de fe, pues de ellos será el sueño de los justos (o el reino de los sueños, a gusto del consumidor)‖.

Pide ver representado su sueño. Quiere volver a verlo porque “dice que mientras dormía y soñaba eso era feliz, pero no es feliz la palabra sino otra clase de cosa‖. Leí

alguien se ponga contento por un cielo despejado, ¿qué tiene de

un artículo de Sonia Mattalia en el que ella argumentaba que la mujer ―no sólo

extraño que la

sabe de su deseo, de su imperativa necesidad de hacer realidad su sueño, sino que intenta

mujer anhele

descifrar el enigma que éste encierra. Quiere saber quién es el hombre que aparece en él,

sentirse como en

por qué en ese sueño fue dichosa.” Craso error, en mi opinión. La mujer no quiere descifrar lo soñado. Dice Blanes: ―...ella dice que ese sueño no tiene ningún significado para ella, que no conoce al hombre que estaba sentado en tricota azul, ni a la mujer de la jarra, ni vivió en una calle parecida‖. Lo siguiente es la frase en cursiva ya colocada al comienzo de este párrafo. ¿Más evidencias? Imposible.

A veces, las personas gustamos de tener manías, costumbres o deseos inexplicables. Si ella soñó eso y fue feliz durante los escasos segundos (o minutos u horas) que duró, ¿por qué racionalizarlo? Como si la felicidad fuera algo racional. Si consideramos coherente que alguien se ponga contento por un cielo despejado, ¿qué tiene de extraño que la mujer anhele sentirse como en un sueño pasado sin más?

un sueño pasado sin más?


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Por otra parte, es curioso como da la sensación de que ella es una especie de alter ego de Langman, es decir, la parte realizada, triunfadora, consiguiendo sus objetivos. Igual que Hamlet padre se aparece en forma de ánima para informar de lo ocurrido a su hijo, la mujer sería una ‗abertura total de ojos‘, una lección que no olvidará, ―de esas cosas que se aprenden para siempre desde niño y no sirven después las palabras para explicar‖.

teatralizar lo soñado es desconectar de una máquina que permite subsistir a la moribunda, despertarla y

Pero se asemeja más a Blanes, pues son dos soñadores natos. Se entienden mutua-mente: ―-Jarro-me dijo ella-. Es un jarro de barro con asa y tapa. Entonces Blanes asintió con la cabeza y le dijo: -Claro, con algún dibujo, además, pintado. Ella dijo que sí y parecía que aquella cosa dicha por Blanes la había dejado muy contenta. (...) Lo arreglaron ellos dos y yo no tuve que pensar para nada en la escena.‖

hacerle que se despida de la vida física y

No hacen falta palabras, las psiques de cada uno están ligadas de una manera estrecha, lo que permite la facilidad de acuerdos y arreglos de la escena a representar.

ciertamente (a priori) cognoscible para

Por último, pienso que la mujer no muere. Ya estaba muerta cuando pidió a Langman que le brindase la oportunidad. La representación del SUEÑO (aunque no

pasar al siguiente

debería llamarse así, sino más bien vida, vida cotidiana, escena normal (hasta que se

nivel.

acuesta en el suelo y es acariciada en mitad de la calle. Eso sí es menos creíble, pero porque es la bisagra, el paso, la transición de un mundo a otro.).) es simplemente la eternidad del recuerdo, vivir en su ‗metarecuerdo‘ y en el recuerdo de los que han presenciado y participado en los hechos. Mejor dicho, teatralizar lo soñado es desconectar de una máquina que permite subsistir a la moribunda, despertarla y hacerle que se despida de la vida física y ciertamente (a priori) cognoscible para pasar al siguiente nivel.


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3.4. Secundarios: muchacha de la jarra y propietario del vehículo.

Los dos únicos que ignoraban lo que se cocía. Son arrastrados por la espiral de la mujer. Veámoslos individualmente:

· Muchacha de la jarra. De presunto nombre Rivas, es una chica engatusada por Blanes. Su única función es la de entregarle una jarra de cerveza y volver a meterse en la casa. Algo idiota, Langman nos describe así su actuación: ―Ella se puso a andar con aires de primera actriz y al verla daban ganas de llorar o de echarla a empujones.‖ De aspecto triste, tiene el cuerpo flaco, aparece mal vestida y muy pintada, como se nos dice. Quizá el único elemento ‗de fuera‘ que existe en el teatro a esas horas: las diez de no se sabe si la mañana o la noche. Es considerada la antítesis de la <<loca>>, pues ella ‗sí‘ está en sus cabales, no es soñadora. Ni filósofa. Es del resto, pues no se nos dan más detalles de ella (ni falta que hacen).

· Propietario del vehículo. Único sujeto que se contradice con el planteamiento del texto. Si la mujer se había negado en rotundo a que un público presenciara el acto, ¿qué hace este tipo aquí? Al fin y al cabo el coche bien lo podría conducir Langman y los demás arreglos de luz se quedaban hechos antes de la representación. Sin embargo, es un testigo directo de la desesperación de la mujer por volver a sentir el sueño, pues dice claramente: ―Hoy vi a su amigo bien acompañado. (...) El hotel donde entraron esta tarde era distinto...De ésos, ¿eh?‖ Se refiere a Blanes, que seguramente intimara con ella, además de charlar, como ya sabemos, acerca de las razones que le mueven a eso.

Al mismo tiempo, no para de darme la sensación de que es un pequeño Onetti, el escritor que, sin querer, presencia unos hechos que le resultan asombrosos y en los que se basa para crear.

Es considerada la antítesis de la <<loca>>, pues ella ‗sí‘ está en sus cabales, no es soñadora. Ni filósofa. Es del resto, pues no se nos dan más detalles de ella (ni falta que hacen).


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4. El teatro o zona cero. El teatro: esa especie de „Aleph‟ en el que podemos presenciar todo tipo de situaciones y escenarios. Pero, de algún modo, siempre sabemos que se trata de una ‗falsa‘ experiencia, indirecta: no recae en nosotros, sino en los personajes ficticios encarnados en actores. Por tanto, quizá nos emocionemos al ver los hechos, siendo esclavos, al final, de la no traumatización, de no saber, ciertamente, qué se siente al experimentar lo que hemos visto en las tablas. Así, éstas actúan como ventana (tesis ya expuesta en clase y objeto de todos los cuentos estudiados) a través de la cual miramos a los sueños. El único que observa desde dentro es Langman, mientras que Blanes y la mujer están ‗cruzando el alféizar‘ para salir afuera. Ello hace que, cuando acaben la actuación, Langman, de alguna manera, sienta deseos de elaborar lo

Cada protagonista está a merced de los deseos de, digámoslo de alguna manera, un ser ya muerto, pues tanto Hamlet padre como la mujer son almas deseosas de descansar de una vez por todas.

mismo y choque contra un cristal fabricado con dinero, ignorancia y mucha, mucha ‗filosofía‘. Idénticamente, se puede comparar con el cuento de Estela Dos Santos, ―Gutural‖, en el sentido de que él viviría en el lenguaje y el resto de protagonistas serían el exterior, el nuevo lenguaje tan ansiado por la chica de ―Gutural‖. La teatralidad del texto no es sino reflejo del „Hamlet‟. Sigue una estructura paralela: · Claudio asesina a su hermano=la mujer sufre su sueño. (Ambos hechos no son presenciados por el espectador / lector, pero se cuentan en sus respectivos títulos.) · Hamlet padre acude a su hijo=ella acude a Langman. · Hamlet hijo lleva a cabo su venganza=Langman hace realidad el sueño de la mujer. Puede ser que por eso sea esencial que el narrador no haya leído nunca el ‗Hamlet‘ para no sentirse de alguna forma identificado o para no desbloquear ese ‗punto ciego‘ colocado por Onetti que hace que ese sea el libro escogido y no otro cualquiera. Cada protagonista está a merced de los deseos de, digámoslo de alguna manera, un ser ya muerto, pues tanto Hamlet padre como la mujer son almas deseosas de descansar de una vez por todas. (Inciso: aquí pudiera haber una pequeña broma de Onetti por una supuesta comparación de Langman con el lector aficionado o casual contemporáneo, pues, si Borges decía que nadie se lee la ―Divina Comedia‖, presumiblemente pase lo mismo con el texto de Shakespeare. Es lo que tiene la fama, que casi nadie te conoce en verdad y todo el mundo habla de ti.) Reafirmar, por tanto, el teatro como „zona cero‟, lugar donde ocurre todo y de suma importancia, resultando la única vía de escape para la realización de la mujer.


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5. Lenguaje del sueño v.s. Lenguaje del recuerdo. Tajantemente, afirmaba Wittgenstein en el prólogo de su “Tractatus logicophilosophicus‖ que ―lo que siquiera puede ser dicho, puede ser dicho claramente; y de lo que no se puede hablar hay que callar‖. Máxima desarrollada a lo largo de la obra en sus premisas acerca del lenguaje, viene a ejemplificar perfectamente la situación dada para con los sueños en el cuento de Onetti. El lenguaje utilizado en el relato gira en torno a dos ejes: el recuerdo de los acontecimientos por parte de Langman y el sueño de la mujer. Toda la narración es la remembranza del empresario: diálogos, visiones propias, etc. Se aprecia una particular precisión a la hora de describir y desarrollar la historia desde el inicio hasta el final (algo raro en un anciano, pero tampoco sabemos exactamente su edad). Es decir, está evocando, más o menos, el argu-

El lenguaje

mento de una ‗obra teatral‘, con lagunas y partes omitidas, dando directamente

utilizado en el

al receptor (oyente. En realidad, lector) lo que, desde su punto de vista, puede o

relato gira en

debe interesarle, provocando los consabidos puntos ciegos o los anecdóticos

torno a dos ejes: el

misterios. Claro, fluido e incesante, nos configura la imagen de Langman como

recuerdo de los

alguien ciertamente que trabaja en el mundo teatral, pues lo normal es hallar gente así de elocuente. Y, sin embargo, su calidad de „filósofo‟ le impide, inconscientemente, hablar del sueño al que ha dado el visto bueno a su representación. Curioso, por lo menos. Jamás da una opinión de él más allá de simple <<locura>>. Los juicios los deja en manos de Blanes, quien comprende a la mujer, y de esta, quien lo ha sufrido. Aun así, en las descripciones de ambos se divisa un lenguaje oscuro, inseguro, con muchas pausas, nunca concretando nada (imposible de hacerlo, claro está). Se diría que tienen miedo de hablar demasiado de ello por si acaso el aura de enigma y belleza que le rodea se desvanece. Y es cierto. Párrafo a párrafo, (aunque la visión de Langman nos nuble) nos da la sensación de que el sueño es algo más anecdótico que obsesivo. Efectivamente. De lo que “puede ser dicho‖ o se puede hablar es del recuerdo, de lo experimentado en la vigilia, aquello denominado ‗realidad‘. Lo pasado, pasado está, permitiendo reflexiones posteriores de acuerdo a nuestro criterio, intentando comunicarlo a nuestros semejantes y censurando lo inseguro o vergonzante. Por otra parte, ―de lo que no se puede hablar‖ es del sueño, y más del sueño de otra persona. El no haberlo experimentado conlleva inventarse maneras de detallarlo. Pero es que ni siquiera la mujer es capaz de contarlo con seguridad. Entonces, ¿ante qué estamos? Ante un sueño, lo único que el lenguaje no puede corromper ni siendo utilizado en él mismo.

acontecimientos por parte de Langman y el sueño de la mujer.


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6. Conclusión.

―Un sueño realizado‖ es uno de tantos relatos adecuados, como ya dije antes, para educar a los lectores en su crecimiento ‗soñador‘. Perfecta pirámide alimenticia de nuestro niño interior. Onetti es un escritor que debería ser aupado al selecto Olimpo Hispanoamericano, pues con este cuento, por ejemplo, da vueltas a algunos de Cortázar, Bolaño o demás miembros de esa confederación elitista. A más de uno se le tendría que recetar una ‗cápsula ONETTI‘ 100 mg, como expone Ana Gallego en su artículo ―ONETTI 100 mg Cápsulas – Alivio sintomático del conformismo‖, para abrirle los ojos.

Me encanta la conjugación que se hace en este cuento de dos historias teatrales tales como el sueño y ‗Hamlet‘. Este no es referido como clave para entender el tex-

―Un sueño realizado‖ es uno de tantos relatos adecuados, como ya dije antes, para educar a los lectores en su crecimiento ‗soñador‘. Perfecta pirámide alimenticia de nuestro niño interior.

to, despistando al lector por su desconocimiento, lo que conlleva hacerse un examen de conciencia y darse cuenta de que nada se inventa, todo es influencia de lo pretérito. Hay que leer los grandes clásicos para comprender lo demás, porque, al fin y al cabo, la buena literatura nunca es tiempo perdido (la mala tampoco, sólo que mal aprovechado).

La adquisición, igualmente, del “Tractatus” hace poco, y su posterior lectura (por encima, a mi pesar), me permitió elaborar la dicotomía del apartado 5, lamentando no poder extenderlo por cuestiones de tiempo y estudio.

No he querido centrarme en temas tales como la mujer o la „metaliteratura‟ porque considero que ya están bastante explotados. Quizá lo que yo he expuesto también lo esté, pero, por desgracia (si se da el caso), no tengo noticias acerca de eso. Ello no significa que me las dé de innovador, sino más bien hago un reconocimiento de mi ignorancia, pues, ¡acabáramos!, Thanatos no nos da tiempo suficiente para devorar cada letra escrita o por escribir.

Sin más, considerando que ya expuse las notas para una teoría que se podría extender con ayuda de más bibliografía, doy fin a ―Soñadores, Filósofos y demás‖, confiando en haber correspondido a las expectativas y resultar ameno en la escritura. Dixi.


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7. Bibliografía. · Libros - FRANKENTHALER, Marilyn R., J.C. Onetti: la salvación por la forma. Madrid, ed. Abra, 1977.

- GRANDE, Félix, Mi música es para esta gente. Madrid, ed. Hora H, 1975.

- ONETTI, Juan Carlos. Un sueño realizado. Cuento extraído del volumen de BURGOS, Fernando, El cuento hispanoamericano en el siglo XX I. Madrid, ed. Castalia, 1997.

- SHAKESPEARE, William. Hamlet. Madrid, ed. Cátedra, 2008.

- VERANI, Hugo J., Juan Carlos Onetti. El escritor y la crítica. Madrid, ed. Taurus, 1987.

- WITTGENSTEIN, Ludwig, Tractatus logico-philosophicus. Madrid. Ed. Alianza, 2009.

· Revistas - CAMPANELLA, Hortensia, Entrevista a Juan Carlos Onetti, hallado en la revista El Urogallo, Madrid, nos 9-10, Enero – Febrero 1987.

· Webs - Www.onetti.net, en donde podemos encontrar el apartado „Descripciones‟, dentro del cual se encuentra el de „Autores‟, al que pertenecen los siguientes artículos: à GALLEGO CUIÑAS, Ana, ONETTI 100 mg Cápsulas – Alivio sintomático del conformismo. à MATTALIA, Sonia, Un sueño realizado: La máscara y la muerte.

Hay que leer los grandes clásicos para comprender lo demás, porque, al fin y al cabo, la buena literatura nunca es tiempo perdido (la mala tampoco, sólo que mal aprovechado).


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¿NO PRODUCE PORQUE SU EDAD NO SE LO PERMITE?

Por Ivette Durán Calderón Los grandes hombres que iluminaron el camino de la humanidad con sus tareas y hallazgos, aquellos que lucharon por todos, probaron con su existencia gloriosa, que la resistencia humana es inagotable; jamás ni en la más avanzada edad, se sintieron agotados ni incapaces para la labor, y mucho menos decrépitos.

la resistencia humana es inagotable; jamás ni en la más avanzada edad, se sintieron agotados ni incapaces para la labor, y mucho menos decrépitos.

Para producir, la edad no es un límite, tomemos los siguientes ejemplos: Moisés tenía ochenta años cuando llevó a su gente a la Tierra de Promisión. San Juan era más que octogenario cuando escribió El Evangelio. Julio César después de una vida de disipación y de vicio, venció a Pompeyo, cuando contaba cincuenta años. Aristóteles escribió sus principales obras cuando pasaba ya de los cincuenta y cinco años. Rogelio Bacon escribía a los ochenta años y sus obras son consideradas hoy como pozos verdaderos de ciencia, algunas de ellas las escribió en la cárcel. Leonardo da Vinci, el monstruo del talento pictórico, empezó a los cuarenta años la famosísima ―Cena‖. Copérnico terminó su obra ―Revolutionibus orbium coelestium ‖ a los cincuenta y siete años, la siguió corrigiendo hasta la edad de setenta años en que la entregó a la imprenta. Galileo no publicó su ―Sidereus Nuncios‖ hasta los cuarenta y seis años; a los setenta y cuatro años, ciego en absoluto, seguía investigando en sus trabajos científicos. Fue a esa edad cuando publicó sus célebres ―Diálogos‖ sobre el movimiento local. Pierre Simon de Leplace, a los setenta años, llevó a cabo su inmensa tarea de investigación sobre matemáticas. Michael Faraday, hizo sus trabajos asombrosos sobre electro-magnetismo a los setenta años. Charles Darwin publicó a los sesenta años, su obra, ―El origen de las especies‖. André Marie Ampere publicó a los cincuenta y un años, la ―Teoría de los fenómenos electrodinámicos‖.


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A los cincuenta y siete años, Manuel Kant se dio a conocer con sus trabajos filosóficos y publicó ―La Critica de la Razón Pura‖ a los sesenta y seis años. Benjamín Franklin, a los setenta años, fue a Francia para solicitar ayuda para la independencia de su país. Alessandro Volta descubre la famosa pila de su nombre a los cincuenta y seis años de edad. Miguel de Cervantes Saavedra había cumplido los cincuenta y ocho años cuando publicó la primera parte de ―El Quijote‖ y sesenta y ocho cuando se vio la luz de la segunda. Victor Hugo escribió ―Los Miserables‖ a los cincuenta y siete años. Jonathan Swift publicó ―Los viajes de Gulliver‖ a los sesenta años. Von Humboldt Fleisher emprendió su gran viaje de 4500 leguas, que tanto sirvió para rectificar la geografía de Asia, a los sesenta años. La mayor parte de las quinientas obras dramáticas de Pedro Antonio Calderón de la Barca de Henao y Riaño fueron escritas cuando el autor se hallaba entre los cincuenta y los ochenta años de edad. Guillermo Prescot, ciego a los cincuenta años, publicó la “Historia del Perú”. Bartolomé Esteban Murillo pintó su ―San Antonio‖, de la catedral de Sevilla, a los setenta y cuatro años. Vecelio di Gregorio Tiziano trabajó incansablemente hasta ser centenario. Thomas Alva Edison murió a los ochenta y cuatro años, trabajó hasta el último momento y durante muchos años no durmió más de seis horas. Charles Maurice de Talleyrand, a los ochenta y cinco era afamado como el mejor diplomático de su tiempo. Henry Ford, a los ochenta y cinco años dirigía sus producciones de automóviles y sus plantas constructoras.

¡Que nadie diga entonces, que está agotado a los treinta años, ni a los cuarenta, ni a los sesenta años de edad! Diga mejor que no quiere producir y entonces creeremos su afirmación.

Miguel de Cervantes Saavedra había cumplido los cincuenta y ocho años cuando publicó la primera parte de ―El Quijote‖ y sesenta y ocho cuando se vio la luz de la segunda.


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POEMAS

MARCELINO MENÉNDEZ "Cuando se llega a un cruce de caminos quisiera ser como esa gente que se arriesga y sabe que quiere ir....¡y lo consigue!.

CLAUDIETA CABANYAL Soy una valenciana trabajadora, casada y madre de una hija. Escribo desde que a los seis años descubrí la poesía a través de los ojos de Gloria Fuertes. La poesía es para mí el medio para viajar hacia dentro en la búsqueda de la libertad, en general, y de la mujer, en particular. Soy libre porque soy poeta.

ARMINDA ABDOLA HERNÁNDEZ "Nací hace aproximadamente 19 años en Las Palmas de Gran Canaria en un ambiente familiar que propició más la lectura sectaria del sistema que la verdadera lectura. Tarde se introdujo la Poesía, que adopté, junto al interés de sus movimientos, como método apoyado en la necesidad de expresar. Avanzo sin un estilo fijado aún, sin una entelequia que me llame a parar de imitar o a asumir un estado conformista frente al lenguaje poético. Creo fervientemente en el éxtasis literario y en la satisfacción de conocer a otros, de introducirse de lleno en una habitación, junto al cuervo de Poe, o rodearse de las flores del mal y de lo nuevo. Esta es mi carrera personal contra el abismo."

LUIS NARBONA Mi nombre es Luis Narbona Niza. Soy amigo de Leo y me escribe con la misiva que le habéis enviado. Por supuesto que no tengo ningún inconveniente en que publiquéis el poema " Negro Duende". Estamos colaborando con él, intentando revitalizar un poco la cultura en la Sierra Norte de Sevilla. Aunque soy médico dentista de profesión, mi gran afición es la literatura y ahora estoy intentando recuperar un poco lo tantos años olvidado. Hasta ahora mi tiempo era más bien escaso.

NICOLÁS MUÑOZ En los últimos diez años, ha participado en diversas lecturas y proyectos poéticos en Santiago, regiones y últimamente en Mendoza, Argentina. Fundador del colectivo poético ―Florerito Quebrado‖ y Gestor Cultural. También es co-creador de la editorial independiente Colección Gatopájaro. Sus poemas se encuentran publicados en distintas revistas de Internet y fanzines independientes.

JAEL URIBE MEDINA Jael Uribe es nacida en Santo Domingo. Ha colaborado con varias revistas tanto impresas como digitales, eventos culturales y programas de radio en diferentes países Latinoamericanos. Egresada en Artes Publicitarias de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), además de ser Traductora, Artista Plástico, Diseñadora Gráfico y de Interiores por vocación.


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AMALIA LATEANO, nacida en Rojas, Pcia. de Bs. As-. Argentina. Ha recibido premios y menciones en diferentes Certámenes Literarios. Es participante asidua de Encuentros de escritores en todo el País. Socio de la SADE N° 191- Argentina. Miembro de REMES Red Mundial de Escritores de España Tiene cinco libros publicados*LOS CAMINOS DE JUANA-2008**EL ÁRBOL DE LOS FRUTOS DE ORO-2009***CANTO MONUMENTO A LA GUARDIA DE SAN FRANCISCO- Libro y CD2009****FRACTALES ( Cuentos).2010 *****EN CLAVE DE LUZ- Poesía Hayku.-2010

ANGEL VIRGILIO (Sin texto) CRISTHIAN TÉLLEZ CASTRO (Sin fotografía) Arquitecto de profesión, poeta en construcción. Estilo de sus artesanías: Destellos de la existencia.

EZEQUIEL RAMIRO PAÍS Me considero un Artesano que busca desde los caminos de la Verdad la Poesía que anida en la calle, en el silencio, en los sueños, en la piel, en los escombros, incluso en la basura.

ERIKA DELFÍN MACÍAS "Egresada de la carrera de Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, México, promotora cultural en televisión en su ciudad natal. Ha publicado cuento y ensayo en medios impresos y digitales. Actualmente trabaja en la Fundación para la Libertad de Expresión enMéxico, DF".

ANABELA CANESTRO Anabela Canestro nace en Mar del Plata, Buenos Aires, Argentina, el 9 de noviembre de 1987. Cursó durante 2 años la carrera de Letras en la Universidad Nacional de Mar del Plata y actualmente se encuentra estudiando el profesorado de Artes Visuales en dicha ciudad. http://enelbosquepurpura.blogspot.com cosmo_nauta@hotmail.com

CARLOS RAIMOND JHONSON Escribo desde hace 11 años, más que escribir pienso que soy un enamorado de la literatura! Y a través de ella dibujo un mar de sentimientos ,solo observar el Cielo se convierte en inspiración para mí. Desde el año 2009 escribo en mi blog riodeversos. Soy arquitecto y fan de la música rock, la lectura, ecología y filosofía.


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SUEÑOS Y REALIDAD

Si pones los pies en el camino y no sabes o no tienes donde ir, necesitarás entonces alas para volar tras tus sueños, a esas distancias lejanas en que se encuentren y así poder realizarlos. Buscar lo tangible de su esencia y su sereno equilibrio, adquiriendo toda la fuerza de tu energía para hallar, poseer y también lograr, su realidad… Y quizá tras ese tránsito de búsqueda y anhelos, al lograrlos, poder disfrutar de todas las pequeñas alegrías que surjan. haciéndolo sin prisa, pausadamente, y conseguir así, aspirar todo el contenido de la propia autoestima y el goce pleno de haberlos alcanzado.

MARCELINO MENÉNDEZ GONZÁLES


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SUEÑOS

Quise soñar...y soñé; y volví a descubrir memorias perdidas de romance y viento, y siempre al fondo semilleros de nostalgia, dejando el balcón abierto para que se unieran los suspiros con los aromas del rosal, creando amores que van por el aire dibujando relieves increibles, de enamoramiento y fantasía y, donde las fuentes lloran perlas de cristal. Y yo siento, que estoy lleno se sensaciones, de añoranzas y pensamientos, en los que se encienden las luces, se alegran las brisas y todo se colma de armonia y sentimiento aquí...sí aquí, del alma adentro. Y...desperté, desperté cuando mas falta me hacía, ¡seguir soñando!.

MARCELINO MENÉNDEZ GONZÁLES


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AL VUELO

No me recuerdo ni me encuentro. Creo que me perdí mientras volaba sobre un mar inmenso sin lugar para posar. Y seguí volando muchos días a vuelo recto a vuelo tonto a vuelo necio. Entregué mi paz al vuelo. ¡Al vuelo! Allí quedé suspendida sin nombre ni pensamiento. Hoy no me recuerdo ni me encuentro. Soy un ave desplumada que se perdió en su vuelo aprendiendo a volar.

CLAUDIETA CABANYAL

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A LOS LEONES

No hay luz costillas ni barro no hay resurrección por la que estimule morir. A los viejos los ojos le brillan de orgullo cuando recuerdan aquellos años de reuniones en el subterráneo, de cabezas rapadas involuntariamente y de tantos otros "detalles" que servían para/con la lucha - pero que no entraban en mi examen de fin de año y que estudié pero olvidé. ¡Señores! el circo se fue a la quiebra y el pan duro y verdoso está. Fueron una perfecta revolución, sí, con la más deficiente repartición hormonal. Una puta en huelga de celo es más llamativa que la campaña a la que hoy, casi por acto de inercia, acostumbramos aplaudir.

CAROLINA SANDOVAL


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desorden.... ................. somos la sombra del otro ............porque nada en su lugar espera .......................* los días, los mismos días ..........nos tocan en fechas distintas .......................* me amarro a tu futuro para no avanzar en sueños .......................* .........hablo en código para no entenderme porque no calma .......................* la luna llena de ansiedad ................menguará pronto .......................* ..................el cielo invertido de esta noche ..............................sufrirá por mí .......................* ........la luz permite la sombra .......................pero cuerpo no hay .......................* ya no entiendo-me LUCAS

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Zumo de tomate

-Un zumo de tomate. Cambio el sabor acre del fermento que todos se tragan a mi lado (fracasados, caricaturas, mitades humanas), como un acto reflejo a la rutina. No me faltan miembros ni se me resbalan por la barbilla los objetivos condenados de esos hombres mientras bebo -bebés huesudos que chupan de sus biberones amarillentos sacando fuerza de flaqueza para quedarse-. Pego un trago al zumo como se le pega un trago al infierno y ahí suena, esa música acústica que rebusca con las manos un rockero duro. Parece no encontrarla. El vaso está impoluto en la zona en que apoyo los labios, igual que lo están las sombras de los clientes de este bar, que como sillas, forman parte del mobiliario. La camarera incita a una paja mental; lo huelo en las hormonas que descuelgan entre las babas de estas sillas vivientes. ¿No recuerdan acaso a zombis de madera? Se me acerca un medio cuerpo emitiendo ese crujido metálico de los autómatas y decido que la pulpa de este lunes rojo no da más de sí ARMINDA


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Negro el duende que recorre mi alma (¿Inmortal?) Viaja por recónditos senderos donde la duda, tras venir a visitarme, se quedó a morar. (¿Para siempre?) El negro duende respira un aire turbio y espeso que destila temor y sufrimiento. Exhala azufre y dolor y el vacío se llena de pena. ¿Dónde estás? Luz, tras la puerta cerrada, de par en par, cerrada. Negro duende, temor atávico, dolor, mucho dolor.... Senderos oscuros como caminos muertos que a ninguna parte van. Dolor, inmenso dolor... ¿Dónde la LUZ? Tras la pérdida, otra pérdida, tras la muerte, otra muerte, la mía. Solos ella y yo y mi alma y el duende que en ella habita, y la pena... La pena que vino a visitarme y se quedó para siempre....

LUIS NARBONA

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EN EL MÍTICO PUNTO VERDE.

Pensar que supimos hurtar un poco de tiempo al destino salpicado de rutina y regresar al pasado resucitando en cuclillas de cada plegaria. Pensar que inhumamos el sentimiento que se lleva dentro tallado en los huesos por obra y gracia de nuestras propias palabras a pesar de tanta despedida. Saber que se fundieron los versos en profundas heridas rescatando murmullos de una canción desesperada. Pensar que fuimos inmortales dentro de cada relámpago, en busca de sentido entre grietas de distancias, dentro del susurro infinito de un lago y una casa creada de instantes de olvido. Pensar que fuimos meteoritos en la acústica bóveda del cielo, entre el umbral de caricias pasteurizadas y la lluvia estelar de nuestras miradas, innegables en el sueño que el tiempo se empeña en convertir en pesadilla. Saber que una vez más logramos el rito que nos confirma amados y amantes en el acto religioso de intuirnos distantes y no perpetuos del carnal instinto. Eros y Tánatos, frente a las astillas cristalinas de la pureza del agua, desligándonos de absurdos vínculos que nos unen al temor de siempre. Pensar que resurgimos irreprochables en luciérnagas, en el cirio de un punto ilegible del minúsculo origen de nuestros días en aquel brillo sutil, de un mítico punto verde.

ZARACENO


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El secreto de la carne

Voy mirando Catástrofes inauditas La sombra de mi lápiz Busca crédito Arrastrando los síntomas De mi carne soflamada Poro que se extiende Como de la necesidad se extendió La carne de mis ojos. El secreto de la carne Es el nacimiento De la yaga. Registro visual Que queda como exploración Con el órgano divino Captador de luz. Ojo: herida expuesta. Magia y poder del tiempo Ojo: cuerpo que muta. Origen de la herida Sin instrumento quirúrgico Ojo nuevo: Herida pequeña. El interior secreto Recibe la luz El poro se abre como se abre la flor Todo sobre el cuerpo.

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Hundir el dedo como mantequilla Recuperar la sincronía perfecta Que da nacimiento al lenguaje Abrir ayer Abrir hoy El cuerpo sepulcro Como una naranja Y encontrarnos Con la palabra Abrir la carne delgada hasta el canal La sangre que nos compone es semejante A cuervos negros en todas direcciones Buscan donde alimentarse Comen de las sobras: La sangre es una animal salvaje Pájaro negro condenado al sepulcro Sale a volar y vuelve siempre a su tumba Paraíso cargado de nacimiento. La sangre es el lenguaje sutil del cuerpo El mensaje, la huella y el registro. La voz se adelanta al pensamiento Hasta que la voz se encripta. El tendón practica ahora el ejercicio de la renuncia Y donde estaba antes la carne Ahora el pájaro vuela El interior carnoso que lo compone Por la yaga se eleva hasta el cielo En busca del astro perdido En busca del astro fáustico Busca la luna y recibe la ciudad Sobrevuela la noche y recibe la ciudad Maternalmente en su vientre Cobija la ciudad La ciudad lo va golpeando en el vientre lo araña el lleva consigo a la ciudad el pájaro hoy es la ciudad la ciudad hoy es la yaga la ciudad hoy es el registro.

NICOLÁS MUÑOZ VERGARA


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A tiempo

Es tiempo… …de abrir mis alas y volar al firmamento, de dejar de lado mis mas hondos sufrimientos, de extender mis plumas en dirección del viento. Ya es tiempo… …de que mi vida trascienda la dimensión del tiempo, de que mis pasos me lleven en dirección de mis sueños, de que se esfumen los obstáculos, de que se vaya el ―no puedo‖. Es tiempo… …de que el pasado no sea más que un somero recuerdo, de que no me definan la tristeza ni el amargo sentir de las llagas apiñadas en mi pecho. Ya es hora. Ya es tiempo… …de que tome mis maletas y camine el sendero del miedo, de lanzarme al vacío hasta conquistar mí desasosiego, de buscar el valor en donde yace el recelo. ¡Ya es tiempo mujer! Me digo frente al espejo. Mientras la banalidad de mi alma se esfuma y se alimenta mi ego, al compás de un pecho que vibra en el sentimiento de que soy en este preciso instante la mujer que quiero.

JAEL URIBE MEDINA

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MUJER

Soneto alejandrino

¿Por cuál motivo vano? ¿Por quién ha sido dicha?... Una palabra húmeda tan profunda y precisa que convocó a los duendes hermanando desdicha con individuos frágiles, gardenia

indecisa.

Con pensativos dedos dibujaron sus pechos lentamente con paz la esculpieron cinceles… Cada poro ternura cobijando los lechos para esparcir dulzura venerados dinteles. La pensaron despacio, tiene muchos rellanos. Cada día es de júbilo encendiendo el hogar. Sus hijos son del viento y los siente cercanos… Ocupada afanosa su eterno trabajar. Mujer, de tus entrañas surgirán buenos frutos. Madre, dama y esposa. Virtuosos atributos.

AMALIA LATEANO


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TARDES IRREPETIBLES

Bajo telar sombrío de tardes irrepetibles evocábamos por turnos los poetas, magia era la palabra contenida en cada verso, en tanto las mariposas en bandadas apresuraban vuelo por calles de la Romana… ¡ florecía la tarde… cantaba la vida! A veces la tertulia se trasladaba a otras orillas que mi abuela en un halo de ternura manejaba hasta Borinquén y me hablaba de Aguadilla, la cuba de Martí, el poeta de Tepic Amado Nervo. Las alas del mar se abrían iluminando el cosmos, la palabra era velero que nos llevaba en ruedos por toda América. ¡Oh Perú de Vallejo, Chile en Neruda, Borges de Argentina! Nuestra bandera a la vela adornada con una gorda de botero enamorada de Venezuela donde cantaba Eloy Blanco. Indistintamente cambiaba la corriente, así un ciclón del Caribe llamado Hostos nos batía con fuerza de poesía y Fabio Fiallo junto a Darío de Nicaragua gritaban en la quilla; ¡tierra, tierra! Y era otra vez la tierra de Pedro Mir. ¡De nuevo en las Antillas! Y eran otra vez las mariposas en bandadas apresurando vuelo por calles de La Romana, ¡Florecía la tarde…cantaba la vida! Debí decir que mi abuela en ensoñación era quien Remaba la barca, encendía veleros de arrebatos liricos; ―Tardes Irrepetibles‖ don sin paralelos, y ahora recita inolvidables poemas por las calles del cielo. ¡En tanto las mariposas en bandadas Apresuran vuelo por calles de La Romana, florecer de tardes…cantos de vida!

ANGEL VIRGILIO

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VENDEDOR DE COCHAYUYO Caminante calmo, Cochayuyo en dos resmas colma tu borrico Lento andar, horas a recorrer. pocos pesos por recompensa. Muchos pasos, pocos pesos Otros hombres, muchos hombres, veloces desde sus cabinas te ven cual si no te movieras. ¡Has recorrido tanto! En la berma del camino tu andar es anterior. Sobre el asfalto, bajo el asfalto tus huellas se estampan. En camiones corporativos transportan asépticos, procesados, etiquetados, tus salados manjares. Por resolución del ministerio de salud autorizados. Y en cada bolsa de 250gramos impresa tu estampa, un tanto más galana. ―Sea salad, El andariego‖ Un código de barras rico en información relevante Es sentencia lapidaria para tu ya anacrónica existencia.

CRISTHIAN


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LAGRIMA TINTA

Miradas que se cruzan Se pierden en abismos de soledad: Refugiado en el sonido Que brota de tus manos A los miedos del ayer * En un río sin salida al mar Nado contra la corriente Busco enlazar tu mundo al mío * Me sumerjo en el reflejo de la Luna A través del océano de tus ojos Busco en tus lágrimas La tinta para escribir en versos Aquel dolor que un día te hizo sufrir * * * En el tiempo Que tarda una espina En salir de una rosa, te busque

En el tiempo Que tarda en caer Una lagrima, te espere

En el perfume De cada flor, te encontré: ..en sus pétalos, el color de tu piel ...en sus espinas, el dolor de tu adiós.

EZEQUIEL RAMIRO PAIS


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Susurros justo antes del alba

Me encubre una sombra en su inefable luz de tinieblas sonámbula despierto y nada nada ni pies ni manos ni olvido ni memoria llana soy el espíritu que vagaba y ahora nada. Somnolienta siento sin cesar su mano aguda la del tiempo ése que nada es y pasa y pasa sucede y después se escapa luego nada. Muevo el alfiler que cruza el cielo se enciende mi alma, sin pesar alcanza eso que de sí un día anhelaba luego nada. Sabe el astro que ese día llegaba se encendía con furia entrelazada en llamas luego se apaga luego mis ojos sin cesar le buscan luego el silencio de los sueños brama luego nada. Me despierto esta vez, desempolvada entre texturas de seda, sábanas blancas sólo la luz del día que sola entraba descobijo la piel y luego el alma recorro descalza la rugosidad del alba que respiraba.

ERIKA DELFIN


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Suspiro

El misterio está desnudo, entre los pétalos que rozan tu impaciencia.

La nostalgia se baña de mar respirando luces, exhalando recuerdos.

Desnudos los miedos, te quiebras y abrigas con un sin fin de piezas que callan

para jugar a que es cierto.

Sensación de luna derramada sobre tus dedos, de despojo, de sosiego de voz en el viento.

ANABELA CANESTRO

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LA VEJEZ Hoy intenté descorchar una botella, fue imposible, mis manos paralelas se miraban una a otra, la derecha temblaba como a saltos, la izquierda lo hacía más despacio, me di cuenta que no estaba solo. En mi interior las vivencias pasaban desapercibidas. Mi pelo ya era nieve, no del todo quedaba aún algún mechón de oscura tierra, se dibujaba tenuemente. Las horas despreciaban mi figura, el tiempo para mí era solo tiempo ni pasaba, ni quedaba se dormía junto a mí. Mi cuerpo cansado y laceo, la ceniza de mi cigarro se esparcía por el suelo, la pisaba sin querer, no quería hacerla daño, pero allí quedó aplastada como mi memoria. Todo era extraño, a mí alrededor, las paredes me arrinconaban con desprecio, eran altivas. la noche y día se confunden, el sábado y domingo ahora son siempre lunes. ¿y los recuerdos? niños jugando al marro, un viaje de novios en Mallorca… No sé donde están mis pastillas, ¿me tocará la roja o la azul? creo que morir no es malo cuando la mente vive quebrada.

SANTIAGO


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El color de tu alma

Caminaba el pintor buscando un color que añadir a su paleta, miraba la flores y las plantas y en ellas no lo encontraba; en los reflejos del río que la luz le regalaba, el pintor, amarrado a su esperanza, buscaba y buscaba. Buscaba su color más allá de las montañas, en los surcos dejados por el tiempo; acaso escondido y dormido tras las estrellas, acaso perdido en el bosque, arrancado de la tierra: su cuerpo. Deslizaba sus dedos por las suaves hojas y cerrando sus ojos imaginaba mágicos colores en todas, el verde y carnoso del ombligo de Venus, los alegres rojos de las Bromelias, los dorados que se asomaban entre los bailes de los Juncos, todos estaban, todos notaba, solo uno al pintor le faltaba. Cansado de buscar y no encontrar, alzó su mirada al cielo vencido de tanto peregrinar, vagando en su pasado y sin dejar de llorar, desde el cielo una voz amorosa oyó susurrar, - no estés triste pintor por tu color no hallar, porque ese que te falta en tu alma lo encontrarás

JUAN A. PELLICER

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No No he sido tu enemigo no quiero participar en ninguna guerra entre hermanos que se disputen el favor de un padre moribundo cuando tenemos hijos por hacer no he sido tu enemigo ni antes de que te fueras ni después del amor ese que pervive en el silencio que se entrecorta por su propio filo que brilla con tu ausencia exhaladora de las otras palabras que ya no decimos

a una poeta trasbordarás a otra encrucijada sin meta igual que yo te reunirás con tu brazo armado y se contaran las bajas con la conjetura de que fueron los otros y que vos te defendiste para matar se miedo a la muerte con los sueños y a estos con la realidad y aquello es vaciar los remedios del tiempo sin saber que la memoria siempre puede engañar a la historia porque es un instante el reverso del recuerdo ya no sé si vi tus ojos fijos en mi.

ESTEBAN ROMANO


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Bajo un cielo distinto. Bajo su cielo, Bajo sus ojos. Bajo la luz, Un inmenso lodo. Ante la lluvia, ante la penumbra, Te llevas un paraguas cuando te vas de vacaciones a la Luna. Bajo tu canto, bajo el gris de tus misterios Te adueñas lentamente De todos los miedos. En las noches cuando se va el sol Siempre dejas las Historias con un final de dolor. Carlos R.Johnson. Riodeversos.blogspot.com 6/8/2010. pides más... tu pides más zapatos, cuando hay tantos pies descalzos. tu pides más sueños . cuando hay quienes solo tienen pesadillas. siempre quieres ver un arco iris, cuando hay tantos que no pueden ver. te empeñas por caminar sobre el cielo, cuando hay tantos que no tienen pies. carlos r.johnson 18/12/2009

CARLOS RAIMOND JOHNSON


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De las escarchas que el silencio acumula sobre nuestros pesados hombros dóciles brotan a cada otoño campos de violetas. Y las sublimes estampidas de los sueños terminan floreciendo en los rediles artificiales de las noches estrelladas. Ah, semillas de luz en las cunetas de todos los oscuros pozos que, sin fondo, van vaciando la tierra con su llanto!

CARLOS S. RUIZ

Sé que el filo dentado del amor entra despacio y a deshoras en la carne, busca almidón en las despensas y se cubre. Y sé que las estrías que dibuja la pantalla son las mías, lo sé. Sé que dejaste en el desván los altavoces y los últimos rollos de película, eres de una piedad conmovedora, te pedí que vinieras desprendida de recuerdos, sonriente desnudez colmada de inocencia. Sé de tu ingratitud y lascivia con la muerte, pequeño contratiempo en este protocolo. Me sorprendió la noche. Sé que faltó banda sonora a mi vida. Y me has interpretado muy bien, lo sé.

CARLOS S. RUIZ


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PRESENTACIONES III

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NARRACIONES

FELISA MORENO Nacida en Alcaudete (Jaén). Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales. Ha recibido numerosos premios en certámenes literarios nacionales e internacionales, y participa en una veintena de antologías editadas en España y México. Su primera novela “La asesina de ojos bondadosos”, fue primer premio del Certamen de Escritores Noveles de la Diputación de Jaén. En septiembre de 2010 publicará con la Editorial Hipálage “Trece cuentos inquietantes”. Blog literario: http://felisamorenoortega.blogspot.com/

SOMBRA FALSA Me presento a fuego lento, al contraste de la realidad, cual juerga de voces viscosas, extendiendo esta sombra como si viviese entre la gente. Yo soy a quien se mira de reojo. Saludos incandescentes e indecentes mis amigos!

EDUARDO JOSÉ ALVARADO Nací en el año de 1959 en la ciudad de León, Guanajuato, México. Desde el año de 1974 vivo en la ciudad de San Luis Potosí, México. Me he dedicado al periodismo desde el año de 1980. Escribo textos lúdicos y ensayos con una intención pedagógica y crítica. Entre mis trabajos figura "Lenguaje, poder y educación", publicado por la revista electrónica "Sincronía" de la Universidad de Guadalajara, México, e identificado en la web por motores científicos, como Dialnet (Universidad de La Rioja, España) y Scientifc Commons (Universidad St. Gallen, Suiza), además de que forma parte de la biblioteca virtual de la Red Internacional de Estudios Interculturales de la Pontificia Universidad Católica del Perú

PILAR CASADO GUTIÉRREZ Escribo desde siempre, la diferencia es que ahora tengo conciencia de ello. Esa mirada de escritor que tanto he oído me muestra un mundo lleno de matices, lleno de rincones desconocidos; un mundo que se despliega y se muestra como un amanecer de junio, manchando todo con su luz. En este camino me he convertido en un aprendiz, un viajero, un ilusionista; una buscadora de incógnitas por despejar.

ANA JULIA MARTÍNEZ "Soy Ana Julia Martínez y a partir de ahora, les acompañaré con artículos y narraciones. Porque el mundo de la palabra escrita es uno de los caminos que conducen a la felicidad. Gracias. Saludos",


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ALVARO MONTENEGRO MURALLES Alvaro Montenegro Muralles, que durante estos 22 años me he ido convirtiendo en un aprendiz de escritor que he ido permitiendo que la literatura vaya entrando en mi vida y acaparándola, para convertirse en una vida paralela, donde la felicidad es enteramente pura y personal, a pesar de la oscuridad tenebrosa que rodea al ser humano.

ROXANA POPELKA Ha publicado los libros de poesía Ciudad del Norte (1989) y Simplemente nada común (1991). Poemas y relatos suyos han sido incluidos en las siguientes antologías: Gijón Exprés (1995), El último en morir que apague la luz (2001), Cuentistas (2004) Poesía astur de hoy (2006), todos ellos en ediciones del Ateneo Obrero de Gijón. La verdadera historia de los hombres (Eclipsados, Zaragoza, 2005). Tripulantes (Eclipsados, Zaragoza, 2007). Ha publicado el libro de relatos Tortugas acuáticas (Baile del Sol, 2006). Recientemente ha sido incluida en la antología de relatos homenaje a Bukwoski: Hank Over (Caballo de Troya, 2008). Dirige la revista literaria Lunula del Ateneo Obrero de Gijón. Actualmente colabora en las revistas Calle 20 y El duende de Madrid. Todo es mentira en las películas es su primera novela. Se publicará en breve en la editorial Baile del Sol, Tenerife. Próximamente aparecerá su libro Hotel. Desde el año 1996 se dedica, paralelamente, al arte de acción, realizando numerosas performances dentro y fuera de España. Es codirectora y guionista de varios cortometrajes: La vida en un corto (2003). El aparcamiento (2005). Este último ha resultado ganador en la edición 2005 del Festival de Cine de Gijón (día de Asturias), y seleccionado en el festival de cine independiente de Canadá.

MARÍA JESÚS VERDÚ SACASES Me llamo María Jesús Verdú Sacases y soy escritora de poesía, espiritualidad y cuentos infantiles. Soy la autora de la página web: http://www.mjesusverdu.com y de los blogs http:// zonailuminada.blogspot.com y http://brisademociones.blogspot.com. Escribir es mi gran vocación y para mí es un verdadero placer colaborar con este proyecto de Creatura Marmolejo en este primer número de su revista literaria virtual.

MARÍA AHUFINGER Adolescente estudiante de bachillerato de dieciséis años de edad. Se aficionó a la literatura gracias al trabajo de su madre relacionado con los libros; ella le descubrió un mundo nuevo impregnado de tinta y fantasía, donde todo es posible.

LEANDRO DIEGO Leandro Diego, nació en 1984 en Buenos Aires, Argentina, ciudad en la que todavía reside. Es periodista, oficio que confiesa silbando y mirando para otro lado, ya que dicha actividad se encuentra en constante pugna con su afición literaria. Ha publicado algunos cuentos en diversas antologías y ha encabezado varios proyectos radiales que, hasta el momento, han naufragado.


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LA HABITACIÓN DE PENSAR

Ella subió en la parada de siempre, con los mismos ojos cansados de mirada angustiada. Como siempre, la examiné con atención, repasé con cuidado sus ropas, su peinado. Reparé en esa belleza que ocultaba tras un aspecto descuidado y anodi-

había imaginado más de veinte historias diferentes para ella, pero sus ojos marrones parecían desmentirlas todas, algo insondable en ellos la mantenían alejada de la vulgaridad.

no. Como cada día, hice conjeturas sobre su vida, si estaría casada o sería madre soltera. En aquel mes que llevábamos coincidiendo en el tren, había imaginado más de veinte historias diferentes para ella, pero sus ojos marrones parecían desmentirlas todas, algo insondable en ellos la mantenían alejada de la vulgaridad.

Hemos cruzado las miradas, diría que por primera vez; ella suele enfrascarse en una lectura ansiosa, como si se le acabara el tiempo, no levanta la vista en todo el trayecto y pasa las hojas con avidez. Sin embargo, hoy la he notado rara, enseguida se ha cansado del libro; tras cerrarlo, lo ha dejado reposar sobre sus piernas; nos ha mirado a todos, al resto del pasaje, como si fuéramos extraños a los que viera por primera vez, como si hasta ese momento no hubiéramos estado allí, no hubiésemos existido. En sus pupilas descubrí la curiosidad inquieta de un extranjero en un país desconocido. En ese instante nuestros ojos se encontraron, se detuvieron a contemplarse; sólo fueron segundos, los suficientes para comprender que me había descubierto, que reconoció en mi mirada el interés que durante días había sentido por ella. Juraría que la vi sonreír cuando apartó la vista, para fijarla, instantes después, en un punto indefinido del vagón.

Perdone, ésta es su parada, me oí decirle desde mi asiento, casi gritando. Ella me miró sorprendida. ¿Cómo dice?, me preguntó. Yo, aún perplejo por el sonido perfecto de su voz, le aclaré: Siempre se baja aquí, todos los días. Y ella respondió: Hoy voy a otro sitio, gracias; y me dejó sumido en la más profunda consternación.


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Hundí la nariz en el periódico, en un intento patético de pasar desapercibido, aunque nadie parecía haberse interesado demasiado por nuestro cruce de palabras. Esperé ansioso que llegara mi parada, avergonzado de mi actitud. La imaginación empezaba a jugarme malas pasadas, había fantaseado tanto con aquella chica que ya formaba parte de mi vida; sin embargo, ella ni siquiera había reparado en mí hasta ese momento. ¿Qué estaría pensando ahora?, no me atrevía a mirarla. Por fin el tren se detuvo, agarré mi maletín y salí a la estación sin desviar la vista hacia ella en ningún momento. Mientras alcanzaba la salida al exterior, reflexionaba sobre mi vida, ser cajero en un banco no es precisamente una profesión interesante, quizás eso me incitaba a construir un mundo imaginario repleto de personajes robados a la realidad cotidiana.

No noté que me seguía hasta que tocó mi hombro, di un respingo y la miré con los ojos muy abiertos por la sorpresa. Gracias, me dijo, normalmente nadie se preocupa por mí. Seguimos caminando, ahora uno al lado del otro; yo trataba de buscar una explicación lógica para mi actitud anterior. Soy muy observador, dije al fin, me entretiene fijarme en la gente y ver en qué parada se baja cada uno. Ella no contestó; en la boca le bailaba una sonrisa, pero no dijo nada. Me acompañó hasta la puerta del banco, allí se despidió con un beso en la mejilla. Hasta mañana, susurró.

Pasé todo el día inquieto, me gané varias reprimendas del director, mi cabeza no conseguía centrarse en el trabajo, ocupada como estaba en encontrar respuestas lógicas a lo que había sucedido con aquella chica. Gracias a mis despistes, se produjo un descuadre en caja que me obligó a quedarme por la tarde. Me olvidé de almorzar, cuando llegué a casa aún me encontraba bajo el efecto hipnótico de aquella mujer.

Subió en la parada de siempre, se sentó en el sitio acostumbrado y abrió un libro. Yo buscaba sus ojos, sin atreverme a entablar una conversación, aunque me moría de ganas. Ella parecía haber olvidado el incidente del día anterior y seguía enfrascada en su novela. Al llegar a su parada habitual, se bajó sin decirme adiós, sin ni siquiera mirarme.

Subió en la parada de siempre, se sentó en el sitio acostumbrado y abrió un libro. Yo buscaba sus ojos, sin atreverme a entablar una conversación, aunque me moría de ganas. Ella parecía haber olvidado el incidente del día anterior y seguía enfrascada en su novela.


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Una desazón interior invadió cada poro de mi cuerpo. Esa noche había soñado con ella; en mi sueño volvía a acompañarme, se cogía a mi brazo y me besaba en los labios al despedirnos. Sus ojos ya no zozobraban de tristeza, miraban claros y esperanzados a los míos. Aquella mañana me afeité con esmero, elegí la ropa que pensé podría gustarle a ella, más desenfadada y casual que en días anteriores. Contemplé mi rostro en el espejo, con detenimiento, como si lo viera por primera vez. Cada vez me parecía más a mi padre, las arrugas me iban disfrazando de él, pronto cumpliría cuarenta y cinco años y nadie me compraría una tarta ni un regalo. Comprendí entonces que me agarraba a aquella chica como a una tabla de salvación, como la última oportunidad; ¡qué tontería!

yo no comprendía sus palabras, sólo me importaba el hecho de que había vuelto, me podría estar diciendo que llegaba el fin del mundo y yo seguiría embelesado, escuchando su voz plagada de susurros,

Me arrastré hasta el banco, convencido de que mi aspecto provocaría algunas sonrisas, jamás me presentaba con camiseta y vaqueros, siempre tan formal con la corbata y la chaqueta. Sin embargo, nunca pude pasar de cajero, soñar despierto es incompatible con progresar. Me puede cambiar este billete, dijo aquella voz inconfundible. Levanté la vista y allí estaba, con la sonrisa de ayer. Perdona que no te saludara en el tren, mi marido me espía, creo que me ha puesto un detective. Ella hablaba, pero yo no comprendía sus palabras, sólo me importaba el hecho de que había vuelto, me podría estar diciendo que llegaba el fin del mundo y yo seguiría embelesado, escuchando su voz plagada de susurros, sin poder moverme ni hacer nada. Le di el dinero, sus dedos rozaron los míos al tomarlo, lo introdujo en la cartera y se marchó, no sin antes decirme hasta mañana. De vuelta a casa reflexioné sobre sus palabras, casada y con un marido celoso, que la vigila; son cosas que no se dicen al primer extraño que te encuentras, son cosas que permanecen en la intimidad.

De nuevo el tren, de nuevo ella subiendo, de nuevo su indiferencia. Pero hoy es distinto; yo sé que tiene un motivo para no hablarme y la miro feliz, disfrutando de su belleza, de su nariz altiva, de sus labios gordezuelos que hablan de ansias, de deseo. Fantaseo con su cuerpo, juego a desvestirla, desabrocho los botones de su blusa y me extasío en la contemplación de su piel blanca, desnuda, cálida. La veo bajarse del vagón y no me preocupo, sé que volveremos a encontrarnos.


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La mañana pasa, me desespero, la gente que se acerca a la ventanilla no tiene interés para mí, no disfruto con el juego de imaginar sus vidas como otros días. Decido quedarme a almorzar en el restaurante de la esquina, tienen un menú por diez euros que no está nada mal, a veces como allí, en una mesita situada junto a la ventana; es la mesa de los solitarios, pequeña y arrinconada, nunca la había compartido con nadie, hasta ese día. Porque cuando llego, allí está ella con la angustia desbordándole los ojos. ¿Podemos compartir mesa? Habla con ligereza de su vida, como si no fuera de ella, come sin apetito masticando muy bien los alimentos mientras me mira con interés, analizando todas mis reacciones. Confío en ti y quiero contarte una cosa, me pareces una buena persona; sí, seguro que lo eres… Sé que me observas en el tren, y tengo que disimular porque mi marido me vigila, me espía, no puedo mirar a ningún hombre. Pero necesito hablar, desahogarme, no puedo retener dentro tanto miedo, tanta incomprensión. Está enfermo, cualquier día acabará matándome en un infundado ataque de celos… Deja de hablar para mirar compulsivamente alrededor, repasando la cara de los comensales y de los camareros; al fin se calma. …Cuando se le antoja, me encierra una temporada en casa, en la habitación de pensar, así la llama él. Sólo hay un camastro en el suelo y un vaso con agua, la ventana está cerrada a cal y canto y él decide cuándo es de día y cuándo es de noche para mí. El vaso es de plástico para que no se me ocurra hacer alguna locura. En una esquina ha instalado un pequeño retrete portátil, parecido al que usan los niños cuando están aprendiendo a orinar sin pañales. La última vez estuve casi un mes, claro que el tiempo real no lo supe hasta que salí. Me encerró porque me entretuve hablando con el chico que nos traía la compra, creo que me preguntó por una dirección y no acababa de entender mis explicaciones, era extranjero. Cuando cerré la puerta, me golpeó y me llevó hasta la habitación de pensar, sin decir ni una palabra…. Está seria, pero no llora; la mirada fija en la servilleta que estruja entre sus manos. Yo permanezco en silencio, no sabría qué decir, así que espero a que continúe con su historia.

Pero necesito hablar, desahogarme, no puedo retener dentro tanto miedo, tanta incomprensión. Está enfermo, cualquier día acabará matándome en un infundado ataque de celos…


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…Hace un mes mi madre enfermó, le supliqué que me dejara ir a verla, a hacerle compañía en su casa. Gracias a mi madre logré salir de casa, coger el metro cada mañana y alejarme de mi cárcel. Pronto descubrí que me había puesto un detective. Se lo recriminé, le dije que se gastaba nuestro dinero en tonterías, que dejara de desconfiar en mí. Lo negó todo, pero sé que mentía, ni siquiera trató de pegarme… Otra pausa, yo sigo buscando alguna palabra de consuelo, ninguna me parece lo suficientemente buena. …Ahora tengo un problema, mi madre ha muerto esta mañana, nadie lo sabe aún. Si se lo digo a él, preparará el entierro y ya no tendré excusa para salir de mi casa; y me moriré, sé que no podré aguantar un invierno más allí, sola… Ahora le acaricio una mano, la noto fría; en una ocasión la había imaginado así, una mujer maltratada, que buscaba ansiosa un apoyo donde aferrarse para salir

descubrí que me había puesto un detective. Se lo recriminé, le dije que se gastaba nuestro dinero en tonterías, que dejara de desconfiar en mí. Lo negó todo, pero sé que mentía, ni siquiera trató de pegarme…

de la situación en que se encontraba. Podemos ir a la policía y denunciarlo, digo sin demasiada convicción. No tengo pruebas y él es un hombre de prestigio, con buenos abogados, ¿me ayudarás? Cuando digo que sí, todavía no sé muy bien lo que ella espera de mí, ni siquiera conozco su nombre, no nos hemos presentado formalmente, pero la acompaño a la tienda de electrodomésticos y después a casa de su madre.

La mujer aparenta estar dormida, arropada bajo las mantas. Cuando me acerco, la palidez de su rostro disipa cualquier duda sobre su muerte. Se parece ligeramente a Elena, así se llama ella, como si llevara puesta una máscara ajada por los años. Pasamos la tarde velándola, no es que Elena no esté triste, aunque tampoco la veo acongojada; me explica que su madre sufría grandes dolores y que la muerte ha sido un alivio para ella. Nunca supo por el infierno que estoy pasando, se fue feliz de tenerme a su lado.

El timbre suena a las seis, dos fornidos operarios sueltan, aliviados, la caja que portean y nos preguntan dónde queríamos instalarlo. En la cocina no cabría, así que Elena les indica que allí mismo, en el salón. Se miran extrañados, proceden al desembalaje y nos explican las instrucciones con visible nerviosismo. Cuando se marchan, Elena abre la puerta del congelador vertical y saca uno por uno los cajones, comprueba el espacio que queda dentro introduciéndose en el hueco y asiente


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con satisfacción. Entre los dos cogemos el cuerpo rígido de la difunta y lo metemos dentro del congelador; nos cuesta trabajo, acabamos sudando, Elena llora y le pide perdón a su madre. Sólo serán unos meses, mamá, le susurra al cadáver. Desde aquel día, nos seguimos encontrando en el tren, cada mañana espero ansioso a que entre por la puerta y ocupe su sitio; me contengo al mirarla, ella ni se fija en mí. Cada noche sueño que su marido descubre la mentira y la encierra en la habitación de pensar; pero el miedo se disipa y aguardo ilusionado nuestro encuentro de las tardes. Allí, en el salón, protegidos por un congelador, nos amamos en silencio y disfrutamos del tiempo que nos quede.

FELISA MORENO

(Relato finalista en el IV Certamen de relato Asociación Canal Literatura y que forma Hipálage)

parte del libro TRECE CUENTOS INQUIETANTES, Editorial

Entre los dos cogemos el cuerpo rígido de la difunta y lo metemos dentro del congelador; nos cuesta trabajo, acabamos sudando, Elena llora y le pide perdón a su madre


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En el bolsillo izquierdo del pantalón de pana he guardado siem-pre la pequeña llave del apartado de correos. Un día escaparé de esta habitación y abriré las puertas que se me cerraron en el pasado. Si espero a que me crezcan las piernas y las uñas de los dedos podré alcanzar mis zapatillas con toda seguridad y garantía. En el hábito de mi memoria encuentro las alas que me llevan al jardín del parque, allí, entre los aromas de primavera, trazo sobre la tierra húmeda los garaba-tos secretos que me apartaron de amigos y familia.

No repares en mí cuando te vayas, camina, camina y no pares nunca: tú que pue-des, regala

Si espero a que me crezcan las piernas y las uñas de los dedos podré alcanzar mis zapatillas con toda seguridad y garantía.

tu resistencia al viento, ocupa los espacios que yo no puedo, canta por las esquinas la canción del impedido. Y si regresas a tu tierra algún día, cuenta que me conociste, que mi desnudez te sorprendió en los hoteles de medio mundo, que has abierto de par en par todas aquellas ventanas por donde yo miraba, que me has dejado visiblemente cansado y reducido en los albores de tu madurez.

En las estrecheces que el miedo fabrica para los cobardes, pegados a la pared como un papel azul turquesa, pululan otros recuerdos en franco retroceso frente a la vida, he perdido la batalla en los andenes, han ido saliendo, a su hora, puntuales, todos los trenes de la tarde, con sus niños a bordo, y sus madres de la mano, con sus an-cianas dormitando y los cobradores de uniforme frente a las chicas jóvenes que via-jan en fin de semana. No llego a tiempo, se me entretiene el taxi por las avenidas. Pero algo extraño está ocurriendo hoy, el taxista me ha pedido que baje el cristal y mire, el aire es más denso, más penetrantes los olores, mi cavidad pulmonar se cie-rra aunque abro la boca al máximo, los límites de las imágenes desaparecen, las for-mas se diluyen, la respiración se para.

Este alazán purasangre, de crines de puñal y a galope tendido por la llanura me golpea las sienes con sus cascos, avanza sin frenos por los angostos pasillos que conducen al presente. Despierto y la arrugada pana del pantalón huele a orín, los bolsillos están vacíos, las deportivas rotas y no veo a nadie en muchos metros a la redonda.

CARLOS S. RUIZ


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UN CURSO DE MILAGROS

Con las tensiones emplastadas en el rostro, caminaba por las calles sin más ruta que la de andar de negocio en negocio para obtener anuncios de sus propietarios para la modesta revista comercial para la cual trabajaba entonces. Era el rostro una máscara tiesa de cartón, en donde estaban incrustadas las angustias ocasionadas por la miseria económica que padecía y por una edad que obstaculizaba tener un empleo con el cual abastecerme de lo necesario. En los últimos meses había sido difícil conseguir publicidad. A causa de problemas económicos, todo el mundo apenas disponía de lo necesario para sobrevivir, menos algunos afortunados que lograban acumular fortunas. Tampoco poseía una buena profesión o un oficio que me ofrecieran ingresos suficientes siquiera para alimentarme. Vender anuncios para esa revista y obtener una reducida comisión era cuanto podía hacer. Como hacía de años, salí del cuarto que ocupaba en una vieja vecindad del centro a eso de las 9 de la mañana. Sólo tomé una mitad de pan de la noche anterior, mojado con caldo de frijoles y café. Con eso no satisfice mi hambre. Pero tampoco podía quedarme tirado en cama rezongando por mi situación. Debía apurarme en conseguir dinero o cuando menos una invitación a comer. Y así me eché a la calle. Siempre había deseado iniciar actividades con las primeras horas del día. Mientras más temprano fuese mucho mejor. Sin embargo, en esta ciudad los comerciantes no abrían sus negocios hasta las 10 de la mañana, cosa ridícula. —¿Por qué abren tan tarde? ¿Acaso no les gusta ganar dinero? —me pregunté inútilmente, como siempre hacía. Nunca había aceptado ese hábito de los negociantes, quienes se consideraban a sí muy trabajadores. De joven había sido también comerciante y hecho una fortuna con la venta de libros. Llegué a poseer mi propia librería en la ciudad de México. Sin embargo, fui tocado por el amor y la mujer me causó ruina y luego me dejó. El frío de noviembre me partió el rostro. Busqué protección en las solapas del saco, encendí un cigarro sin boquilla de los que podía comprar, buscando calor metí una mano en uno de los bolsillos del pantalón y me eché a caminar.

salí del cuarto que ocupaba en una vieja vecindad del centro a eso de las 9 de la mañana. Sólo tomé una mitad de pan de la noche anterior, mojado con caldo de frijoles y café


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Así anduve maldiciendo hasta el mediodía, buscando convencer a comerciantes vanidosos y avaros. Luego de andar más de una decena de kilómetros, hubo dolor en las piernas, en las rodillas y en los dedos. Fue asunto de Dios, cuya existencia ni en el oprobio de la miseria me he permitido dudar, como apareció de pronto frente a mí un establecimiento. Mi encuentro con ese sitio resultaría algo curioso en mi vida. ―La Sagrada Familia/Ebanistería Fina‖, ese era el nombre de aquella negociación. Algo emergía de su interior que me hizo entrar en ella. Adentro había un enorme y antiguo mostrador de un exquisito labrado. Detrás había el taller. En ese momento sólo se veía un viejo de piel transparente. En su rostro había hilos vasculares, como ligeras capilaridades, sus ojos expresaban una paz fastidiosa, y sus manos eran firmes y precisas. Acostumbrado a tratar con comerciantes ostentosos, ególatras y groseros, me sorprendió su amabilidad y cortesía. No diré que ya me esperaba, porque eso sería inexplicable. Sin embargo, así me pareció.

Con sorpresa miré cerrado el establecimiento. Afuera había un hombre barriendo. Pregunté si sabía la hora en que abrirían y respondió que ya no lo harían. Así permaneció cerrada siete años.

A diferencia de los malabares retóricos que yo debía hacer para lograr ínfimos contratos, la conversación fue natural con él. Me invitó café, pan y galletas. Debí parecerle hambriento por la forma como devoré sus golosinas. Después de platicarle mis penas y de saber cosas sorprendentes de un oficio familiar heredado, como esa de trabajar bellos ornamentos para los templos, fue como me invitó a leer ―Un curso de milagros‖. —Tenga, le ayudará. Otros ya han encontrado luz en él. Hágase usted mismo el milagro —me dijo. Sin embargo, me hizo prometer devolverlo al otro día. Salí y entonces me di cuenta que no había vendido un anuncio. De inmediato, acudí a fotocopiarlo al negocio de un hermano de un templo al que había pertenecido. Esperé varios días a que lo tuviera, pues la suya era filantropía. Una semana después volví a tener el libro. Entonces regresé. Con sorpresa miré cerrado el establecimiento. Afuera había un hombre barriendo. Pregunté si sabía la hora en que abrirían y respondió que ya no lo harían. Así permaneció cerrada siete años. Como les he dicho, a partir de ese momento sucedieron hechos inexplicables que me trastocaron. Sin embargo, primero platicaré algo del libro. Por el Prefacio se sabía que éste fue dictado por el propio Jesús. Esto lo hizo el Mesías en el año de 1977 a Helen Schucman y a William Thetford. Eran psiquiatras de la Universidad de Columbia en Nueva York. Ninguno era una persona espiritual. Más bien les preocupaba su reputación. Helen reconocía que sus vidas estaban regidas por valores mundanos y que más bien ambos eran ateos. Sin embargo, de súbito, ocurrieron una serie de acontecimientos que ella jamás habría podido predecir. Después de sufrir irascibilidad, depresión y angustias, ambos buscaron otro camino para existir. Y así fue como el Hijo de Dios dictó a Helen sus enseñanzas a través del sueño.


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—Una voz que no emitía ningún sonido, pero que me presentaba una especie de dictado rápido interno que yo anotaba en un cuaderno de taquigrafía —dice Helen en el Prefacio. Entonces ella anotaba en un cuaderno lo que la Voz ―decía‖ y al día siguiente se lo leía a William, quien lo mecanografiaba a su vez. Así pasaron siete años. De la lectura del Curso puedo decir que es una enseñanza de amor a través de deshacerse de la culpa, perdonándonos a nosotros mismos y a los que nos rodean por los problemas que sufrimos, y un camino para recordar a Dios. A través de santificar las relaciones y curar a la mente de percepciones incorrectas, mismas que la enferman y asustan, como la mía estaba entonces, se hace el milagro de quitarse el miedo y la culpa. Esto del milagro es dejar de comprender al mundo como un lugar hostil en el que estamos abandonados a nuestra suerte y que debemos entregarnos a éste en forma libre y feliz. En síntesis, aceptar cuanto uno tiene, sin exigir. No diré más para no contaminar su experiencia con mis propias opiniones si es el caso de que esto que les platico les motive a leerlo. Más bien son los sucesos que acompañaron a mi lectura lo que deseo compartir. Después de varias noches de hacer los ejercicios que ahí se recomendaban, hubo una en la que caí en un pesado sueño, cuyas características olvidé. Este sueño se vio interrumpido por mi necesidad de orinar. Salí de mi letargo al observar cómo mi cuerpo estaba totalmente cubierto con lucecitas. Parecía como si alguien me hubiese pintado a propósito puntos de una intensa luz. Diré con sinceridad que no tuve miedo, sino asombro. A pesar de que Helen precisaba que los milagros no eran asunto sobrenatural ni ocasionados por seres mágicos, yo asocié aquel extraño fenómeno con las prácticas que seguía del Curso. Creo que la causa de la presencia de las luces eran los ejercicios que hacía. A veces me despertaba una luz muy blanca que de súbito aparecía en mi cuarto y que luego entraba y salía a su capricho. Una vez un resplandor salía de las hendiduras de la puerta de uno de los cuartos vecinos. Curiosamente ahí habían trabajado por años los miembros de una secta japonesa denominada ―Magicary‖ (El señor de la luz). Otra noche en Avenida Carranza, cerca del centro de la ciudad, una de esas luces nos siguió a Humberto y a mí varias calles. Parecía una pompa de jabón volando por el aire. Aquella cosa jugaba con nosotros. Se paraba si nos parábamos y avanzaba si avanzábamos. Creímos que se reventaría al llegar al nivel del suelo. Pero eso no sucedió. Esquivaba nuestros intentos de tomarla con los dedos. Luego se introdujo a un restaurante. Entonces le hablé y le dije: — Vente. Salió del restaurante, tomó dirección hacia otra calle y desapareció. Por días continué viendo esferas de luz, como una noche cuando fumaba en la azotea de la casa. Algo me interesó en el cielo, volteé y vi otra más.

Salí de mi letargo al observar cómo mi cuerpo estaba totalmente cubierto con lucecitas. Parecía como si alguien me hubiese pintado a propósito puntos de una intensa luz. Diré con sinceridad que no tuve miedo


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Admito que encaré la invitación a leer el Curso con la misma desesperación de quien compra un billete de lotería para cambiar su existencia con un golpe de suerte o de quien gime ayuda a los santos. Me era difícil encontrar una cura a través del milagro de aceptar con felicidad mi situación y a no estrellarme con las olas de la vida, como hacen los náufragos en el mar. Así llegó un día en que preferí quemar las copias. Como digo, nunca he renegado de Dios. Ni siquiera en los momentos más duros, como sucedía entonces. Pero aquello me parecía como vivir en otra realidad y sentía miedo de seguir por esa ruta. En cuanto destruí las copias del Curso, mi conciencia vibró de nuevo en esta dimensión a la que estaba habituada mi existencia. Cuando se cumplían siete años del encuentro, escuché un ruido que me llevó hacia un cajón.

Jamás he vuelto a ver más luces ni estoy preparado para tener otra experiencia como aquella. Uno debe cuidarse de abrir puertas para entrar a sitios en los que no sabrá qué hacer.

Era una interferencia de radio apenas audible. Abrí el cajón y encontré el libro original. Sucedió cuando salía de casa. Lo tomé con intención de deshacerme de él, de tirarlo en un bote o en una ventana. Anduve entretenido con la venta de publicidad y no lo hice. De pronto, me tropecé con ―La Sagrada Familia/Ebanistería Fina‖. Sorprendentemente se hallaba abierta y dentro de ella el mismo viejo. No se advertían cambios en él. Era como si habitara en una esfera del tiempo y ésta evitara los efectos de las fuerzas cósmicas en su cuerpo. Afirmó que jamás habían cerrado el negocio y reclamó su libro. Se lo di enseguida. Jamás he vuelto a ver más luces ni estoy preparado para tener otra experiencia como aquella. Uno debe cuidarse de abrir puertas para entrar a sitios en los que no sabrá qué hacer. Sin embargo, si ustedes sienten angustias y están cansados de patear contra las olas de la vida, lean el Curso. Quizás encontrarán en él una luz y se harán a sí mismos el milagro de aceptar las cosas como son, porque son inevitables.

EDUARDO JOSÉ ALVARADO


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TARTA FRÍA DE LIMÓN

Rubén llevaba más de siete meses sin llamarme, siete en los que no había acudido a mí con alguno de sus problemas. Tras unos días en los que mis abrazos, mis sábanas y mi dinero le aplicaban una terapia de cuidados intensivos, se marchaba antes de que abriera los ojos el día; sin un adiós, sin una nota. Hasta que otro tropiezo, otro error me lo devolviera malherido y necesitado de mi afecto. Bajo la lámpara de tulipa naranja la mesa se veía con un aire especial. La fragancia de las velas aromáticas sobre el aparador y el perfume de las plantas del jardín creaban la atmósfera perfecta. Hasta el viejo capitoné de los dos sillones verdes parecía brillar con mayor elegancia, infundiéndoles un aire distinguido del que nunca presumieron. La mesa vestía el mantel y los cubiertos de plata de las grandes ocasiones. Dejé abiertas las ventanas del comedor que daban al jardín, me gustaba el olor a tierra mojada que había dejado la tormenta. La tarde calurosa de cielo blanquecino, presagiaba que todo cambiaría. Cada mañana que despertaba sola en la cama, intentaba aferrarme a su voz, a su cara, a su cuerpo y sólo me encontraba con la caricia muda y dolorosa del bálsamo salado de las lágrimas. Recordaba verme delante del espejo del baño, intentando disimular los estragos que hacían los años en mi cuerpo, y lo veía a él abrazándome por detrás, susurrándome al oído que no le importaba. Y lo veía besándome, ofreciéndome su sabor, su olor; inoculándome el veneno que me mataría lentamente. A las nueve en punto llegó Rubén con una botella de Rioja bajo el brazo. Mientras el vino se oxigenaba en la mesa, me comentaba anécdotas de su nuevo trabajo junto a la ventana. Su voz la oía como un rumor lejano a la que no prestaba atención. En el hechizo negro de sus ojos me veía llamándole una noche cualquiera, en la que me respondía una y otra vez el buzón de voz, mientras calmaba los nervios y las dudas esperando verle aparecer por la puerta. Sabiendo que no habría ni explicaciones ni disculpas tampoco esa vez, ni las esperaba. Había aceptado sus noches sin mí, las llamadas de desconocidas preguntando por él, el dinero que desaparecía sin explicación, ese aire distraído al contestarme, sus silencios. Había aceptado esa normalidad anormal, esa dualidad suicida de cenas sorpresa, de visitas inesperadas, de meses enteros junto a mí. Me mostraba su lado más apasionado y más indiferente. Dos personas distintas, desconocidas bajo el mismo cuerpo que aleatoriamente aparecían y desaparecían; dándome lo mejor y lo peor cada una. Dos personas a las que amaba por igual, que esperaba cada noche a mi lado en la cama; dos personas por las que hubiera dado esta vida y otra si me permitieran vivirla.

mientras calmaba los nervios y las dudas esperando verle aparecer por la puerta. Sabiendo que no habría ni explicaciones ni disculpas tampoco esa vez, ni las esperaba.


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Sabía que la carne que había preparado era el plato favorito de Rubén. Sin probar bocado, lo observaba descubrir el sabor de la salsa en su boca. Con los ojos cerrados intentaba concentrarse en todos los matices, en todos los sabores de la carne. Después me miraba complacido y sonreía. Me sentía satisfecha al comprobar que todo saldría bien. Él ponía en marcha mi viejo engranaje, arrancándome un aliento más, una ilusión en la que imaginar que sería todo para mí. Regalándome sus besos como la limosna que se da a quien sabes que la necesita como la vida misma; sintiendo su respiración contra mi pecho, permitiéndome asistir como público privilegiado al maravilloso momento de plenitud, haciéndolo mío.

Ahora los dos disfrutábamos esta cena como si fuera la última. Yo me buscaba dentro de sus ojos, a los que tantas veces me asomé y en los que tantas veces acaricié el precipicio.

Ahora los dos disfrutábamos esta cena como si fuera la última. Yo me buscaba dentro de sus ojos, a los que tantas veces me asomé y en los que tantas veces acaricié el precipicio. Un rumor de hojas secas dentro de mi cabeza no me permitió escuchar sus palabras mientras acariciaba mi cuello; conocía el brillo de esa sonrisa y sabía perfectamente qué quería de mí. El sabor dulzón de su saliva y el calor de unos brazos conocidos me hicieron pensar que todo aquello merecería la pena. Porque he aprendido que el amor puede volverte tan loco que no pienses en nada más que en la persona amada, que esa locura te ciega y te lanza al vacío. Y que cuando las galletas de la tarta fría de limón se ablanden en el fondo de la bandeja y se derrita la última cucharada en su boca, le declararé una vez más que desde que lo conocí mi vida y mi cuerpo le pertenecen, que me descubrió el amor y que no soporto más que me deje tirada como un trasto viejo, que se aproveche de mí cuando se encuentre solo y hundido y me colme de felicidad para luego abandonarme; que ya no quiero esta situación, y que por ese motivo, jamás lo volverá hacer. Le soltaré a bocajarro que toda la comida estaba aderezada de otro ingrediente que no figuraba en el libro de recetas, y que poco a poco iría notando que los brazos y las piernas no las podrá mover y que sus pulmones dejarán de funcionar hasta que el corazón se le pare. Que la estricnina no tiene remedio o antídoto conocido y que sólo le quedará mi amor, mi entregado y apasionado amor.

PILAR CASADO GUTIERREZ


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INVITACIÓN AL DÍA

Vamos a inaugurar el germen de todo lo añorado, en la caparazón del invierno, la caracola que conocemos: sacando ventajosamente de su casa a la babosa, extirpándole los cachos, que vuelven a salir de las 100 veces que le he masticado, busco su sangre, y nada, baba, como tú sabes, como nosotros, ¿ves? oliendo fluidos condensados en el recipiente de tantas masacres, ahora dormidas, latentes, perversas. Vamos a inaugurar dale!!: los cimientos de la verdad ciega, tú te dejas las garras donde están, así, muy dentro en las membranas, yo perforo los instantes, y en un cerrar de ojos, le quitas el útero a la memoria tropezada. Vamos a cortar el lazo tricolor con las navajas del destierro, engordar la nuca con la invalidez de lo preciso, apresurarse a no decir ni pío, a cerrar las puertas del juramento, a dejar de parir y guardar los huevos como las ardillas la comida dentro de su boca, inflando las mejillas, hasta tapar el canal de la nariz a la garganta. Vamos a danzar transparentes al agazape de los pe(s)cadores sin techo ni suelo, a no hilvanar los trozos que la lengua granulienta recoge en tanto barato agujero. Vamos a enmudecer los latigazos en el cuero de chancho publicado en el periódico de siempre, a comer atún en los pezones de la muerte que nos rechaza y amamanta. A entender nada del reposo, a dejar los dientes incrustados en la arena, a degollar las heridas de la tierra, a encargarle al olvido ahuyentar las agujas de lluvia, al menos de mi ventana abierta, quedarnos en la cama elástica, hasta que deje de mirar desde lejos, el clic de la vergüenza embotellada. Así...vamos!? nos iremos a inaugurar, el día de la upa, yo chalupa!

SOMBRA FALSA.

tú te dejas las garras donde están, así, muy dentro en las membranas, yo perforo los instantes, y en un cerrar de ojos, le quitas el útero a la memoria tropezada.


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PEQUEÑA GRAN RELIQUIA

Su carácter huidizo y hostil le habían convertido durante su larga vida en una persona cuya compañía no era precisamente requerida. Su familia, compañeros y vecinos, ya que la palabra ―amigos‖ no figuraba ni en su vocabulario ni en su entorno conocido, procuraban sobrellevar sus arrebatos de mal humor de la mejor manera posible pero a la hora de pedir un consejo, organizar una fiesta o gastar alguna broma no le incluían en la lista porque sabían de antemano que no aceptaba nada rela-

Arturo se fue de este mundo sin mostrar sus sentimientos ni siquiera hacia los más cercanos. Ni su mujer ni sus hijos recibieron nunca una palabra de cariño por su parte.

cionado con la comunicación social. Como excepción sus más allegados, le recordaban con un cariño ―familiar‖, aquel que por tradición, apego o costumbre, se profesan las personas que durante años han compartido el camino más o menos extenso o grato que nos toca vivir a los mortales. Pero todos guardamos algo en nuestro interior, algo que a veces no se deja ver pero que existe y late como un segundo corazón en lo más profundo de nuestro ser. Solo unos pocos son capaces de transcribir ese latido, de ir más allá de lo que se transparenta y leer entre líneas. Arturo se fue de este mundo sin mostrar sus sentimientos ni siquiera hacia los más cercanos. Ni su mujer ni sus hijos recibieron nunca una palabra de cariño por su parte. Se daba por hecho, entre reprimendas, descontento y prolongados silencios que en medio de todo aquello, podía vislumbrarse algún resquicio de amor. Pero su primera biznieta, una niña de doce años que no llegó a conocerle, descubrió lo que nadie antes había hecho. Una carta escrita por Arturo veinte años atrás. Una carta escrita desde lo más hondo de un corazón atormentado por recuerdos y malas experiencia. Una carta donde decía lo que los demás anhelaron siempre y nunca tuvieron por su parte. Entre otras muchas cosas importantes para ellos lo más hermoso: Que les había querido con toda su alma.


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―Dicen que es más fácil expresarse por escrito que decir las cosas a través de la palabra hablada y es verdad. Yo soy un ejemplo de ello, algo dentro de mí, me impide decir lo que pienso y mucho menos lo que siento, ¿cómo he podido ser tan mal compañero para mi querida esposa y un padre tan distante para mis hijos? ¿qué derecho tengo para comportarme así, viendo diariamente en ellos esa ansia de saberse queridos y ese deseo de que se lo digan? Es como si el don que tenemos los seres humanos de expresarnos, de acariciar, de transmitir, lo tuviera enmudecido, mutilado. La sombra de mi pasado me ha perseguido toda la vida, no he conseguido quitármela de encima, ha sido más fuerte que yo. Mis manías, mis prejuicios… ¿para qué? Para llegar al ocaso de mi vida y darme cuenta de que lo he tenido todo a partir de una época y no lo he aprovechado ni disfrutado y todo por haberme columpiado entre el pasado y el futuro, sobre todo en el pasado, olvidándome del presente. Mi querida Rosa, estas líneas son para ti, solo para ti. Te he querido desde el primer momento en que te ví, has sido la mejor compañera con la que un hombre puede soñar, tú no puedes decir lo mismo de mí, lo siento, lo siento muchísimo cariño, perdóname, algún día sabrás por esta carta lo mucho que te he querido, en silencio, sí, no es lógico pero te he querido y si lo hubieras necesitado habría dado mi vida por ti, no lo dudes. Todas mis manías tienen un motivo que yo nunca supe o no quise contar, por ejemplo lo insoportable que me pongo cuando te vistes de negro; se debe a que cuando murió mi padre siendo yo un niño de cinco años, por aquel entonces el luto era riguroso y no se les ocurrió otra cosa que vestirnos a mí y a mi hermana de negro para secundar también el luto por mi padre, cuando en realidad debido a nuestra escasa edad no comprendíamos muy bien ni lo que estaba pasando solo que nos quedábamos huérfanos de padre, que nos dejaba para subir al cielo sin saber la razón.

La sombra de mi pasado me ha perseguido toda la vida, no he conseguido quitármela de encima, ha sido más fuerte que yo. Mis manías, mis prejuicios… ¿para qué?


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Y como eso tantas y tantas cosas… que me han convertido en un hombre cuya compañía no es precisamente deseable. Pero quiero ante todo, me recuerdes por los buenos momentos y sobre todo si yo me voy antes que tú de este mundo (cosa que preferiría) porque además de presentir que mi fin está próximo, tampoco me plantearía la vida sin ti, tengas presente que te he querido y te querré siempre… - Y estas líneas son para mis dos maravillosos hijos: Marta y Francisco. He sido un padre severo y distante, lo sé, os habréis sentido poco comprendidos a veces por mí, siempre buscando refugio en vuestra madre. Os quiero con toda mi alma y me siento muy orgulloso de vosotros, sois el reflejo de lo que yo hubiera querido ser a pesar de no haber encontrado un espejo y

No me culpéis, por favor de mis errores, no he podido vencer al enemigo que todos llevamos dentro cuando los recuerdos y las sombras del pasado entorpecen el camino de la vida.

un ejemplo perfecto en mí. No me culpéis, por favor de mis errores, no he podido vencer al enemigo que todos llevamos dentro cuando los recuerdos y las sombras del pasado entorpecen el camino de la vida. Intentar llevarme en vuestro corazón porque el mío os pertenece aunque os parezca mentira. Y a mis preciosos nietos, mucha suerte por el sendero que os toque caminar y recordar que el amor es lo que nunca debéis dejar de lado, el amor hacia los demás y hacia vosotros mismos y sobre todo, no dejéis de expresarlo‖ La sorpresa con la lectura de la carta póstuma, fue inmensa. Todos se miraron sin dar crédito a lo que estaban leyendo, la emoción se hizo notar. Entrelazaron sus manos como tratando de darse fuerza y de enviar toda su energía hacia alguien que ya no estaba entre ellos. Su viuda a pesar del tiempo y las huellas del mismo, sintió que Arturo seguía a su lado.

ANA JULIA MARTÍNEZ FARIÑA


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La montaña soñolienta

La montaña duerme porque ha trabajado durante siglos. Descansa mientras ve pasar el tiempo. Los animales juegan y saltan, sin exaltar el humor de la montaña. Nacen, mueren y corren sin dirección aparente. La lluvia cae esporádicamente y parece gustar a la montaña que se esmera en esperar. Se esfuerza en parecer únicamente un paisaje que sirve para una tremenda postal. La montaña posa y sonríe internamente ante aquellos que observan su magnificencia. Los entiende, no son más que humanos. En eso, la montaña despierta de su sueño y siente costras que le impiden el movimiento. Escucha taladros y pequeños carros moviéndose en sus faldas. Espera de nuevo, asombrada. Algo teme. Algo pasa. La montaña cruje cuando un taladro la perfora hasta hacerle destrozar su mejía. Siente un punzante dolor. Le sale sangre. Le extraen su sangre. Ni siquiera ella sabía que tenía la sangre negra. Y se la llevan y se pregunta qué harán con su sangre. ¿La necesitará otra montaña? Cada día se entumece más su alma y se siente más pequeña. Sus brazos se acortan y su piel se seca. Ya no puede ni siquiera dormir por el ruido. Hasta que se siente desfallecer y toma su última energía. La lava que estuvo dormida durante milenos se mueve entre las cortinas de tierra y piedra. La montaña la canaliza hasta que se desata y se zarandea ininterrumpidamente durante treinta segundos. Explota la lava y se sacude esa basura que casi le ahoga la garganta. Y la garganta de un voceador, una mañana después, anuncia en una esquina, a la sombra de un semáforo: ¡Terremoto, terremoto!

ALVARO MONTENEGRO

Le sale sangre. Le extraen su sangre. Ni siquiera ella sabía que tenía la sangre negra. Y se la llevan y se pregunta qué harán con su sangre.


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LAS AGUJAS DE ORO

ahora que no existe más el solar de los De Palma creo que ha llegado el momento oportuno de relatar uno de esos sucesos que pocos conocen ya que nadie habla de los hechos que son inexplicables por temor a parecer loco

Si bien es cierto que las historias personales no tienen gran valor deben convenir conmigo que a veces son interesantes puntos de referencia para comprender la idiosincrasia de los habitantes de una pequeña ciudad de la provincia. Por lo general no me gusta contar ciertas cosas, casi intimidades de mis vecinos. Sin embargo, ahora que no existe más el solar de los De Palma creo que ha llegado el momento oportuno de relatar uno de esos sucesos que pocos conocen ya que nadie habla de los hechos que son inexplicables por temor a parecer loco. He buscado la manera más adecuada para abordarlo. Lo ensayé una y otra vez pero mi natural impericia de narrador casi malogra el intento; por último me decidí por un modo sencillo y directo, aunque para justificar los defectos les diré que si encuentran ambigüedad y confusión son fallas bastante lícitas cuando se trata de repetir hechos ocurridos hace más de cuarenta años. Por otra parte esos años pueden ser muchos o pocos, según se mire.


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Hace cuarenta años mi pueblo era un incipiente poblado rural con no más de 2.000 habitantes. Fue en la época que el campo era castigado no sólo por la sequía sino también por la langosta. Recuerdo que fue durante el invierno que mi familia, y la de los otros chacareros vecinos sufrieron uno tras otro estos embates del destino. Las escasas lluvias habían reverdecido los campos sembrados de trigo y maíz. Parecía que se avecinaban buenos tiempos. ¡¡Y llegaron las langostas!! Aparecieron por el Norte como gigantescas nubes, oscureciendo el cielo y casi tapando el sol. Se hizo de noche en plena tarde. Las miles de langostas se fueron desparramando por el sembradío..... La primera vez mi madre me encerró junto a mis hermanos en la cocina. Cuando pude zafarme de su vigilancia me escapé hacia el galpón donde estaban los hombres improvisando unas barreras con chapas y herramientas. Vi a mamá y a las otras mujeres haciendo ruido con tambores y palas por el campo... Fue todo inútil. Como a las dos horas se fueron con la misma rapidez con que habían llegado. Dejaron todo devastado. Después vinieron otras veces: devoradoras e insaciables. Al grito de: __“Se viene la langosta”_cada cual cumplía la tarea encomendada. Los chicos también fuimos incorporados en esta especie de guerra desesperada: Colocar las barreras, preparar los aparatos lanzallamas para cerrarles el paso... ¡Fueron tiempos bravos! Con la sequía y la langosta la pobreza se fue adueñando de mi familia como de tantas otras, y como cierre de ese año las heladas del cruel invierno se llevaron lo poco que quedaba.

La primera vez mi madre me encerró junto a mis hermanos en la cocina. Cuando pude zafarme de su vigilancia me escapé hacia el galpón donde estaban los hombres improvisando unas barreras con chapas y herramientas.


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Hoy parece mentira todo aquello... En ese entonces todos nos conocíamos y era un culto la solidaridad. Todos nos ayudábamos. Se hacía un homenaje sagrado a la amistad. Y se discrepaba, pero con respeto. A veces me pregunto cuál fue el secreto de esas devociones. Hoy todo es cambiar. Y buscar la culpa de los problemas en los otros, en el ―afuera‖: que el trabajo, el gobierno, la televisión, las retenciones a la soja, o la falta de tiempo... No adhiero a la teoría de los que aseguran que antes sobraba el tiempo. O los

Cuando terminé la primaria vine a vivir al pueblo, a la casona hoy derrumbada de mi tío Luis Antúnez, el farmacéutico, con el fin de seguir los estudios secundarios

que expresan: _ ―Antes se mataba el tiempo!.. _¡¡¡ Eso que se lo digan a otro!!! ¡Con lo que había que trabajar! Para mí, la que cambió fue la gente. Ahora todo se destruye porque sí. Sirva o no sirva. Desde una casa hasta una avenida de eucaliptos, o una reputación... Todo se destruye. ¡Mi pueblo cambió tanto en estos últimos años!.. Sé muy bien que no faltarán los que me acusen desde algún café del Centro de cursi o aburrida. Desde ya les respondo que los extremos siempre coinciden. Y no sería raro que unos y otros, se vean reflejados como en un espejo en la historia prometida advertiré que ninguno de los protagonistas hoy viven, por lo que se deberán contentar con mi versión. Cuando terminé la primaria vine a vivir al pueblo, a la casona hoy derrumbada de mi tío Luis Antúnez, el farmacéutico, con el fin de seguir los estudios secundarios. Hoy pienso que la verdadera razón _sobre todo la de mi madre_ era sacarme de la pobreza, de la miseria...


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El tío Luis y su mujer no tenían hijos, y mi presencia llenó ese vacío tan sentido por ambos. Me colmaron de atenciones, mimos y cuidados. Me compraron ropa nueva, zapatos y los cuadernos y libros para mis estudios en el Colegio Nacional. Mi natural facilidad para el trabajo me llevó a ofrecerme para ayudar a Tío en la farmacia. No me gustaban ni me agradan hoy las tareas de la casa, y mi tía contaba con su doméstica que vivía con nosotros. Así que después de hacer mis tareas y estudiar un poco, me instalaba en el despacho de la farmacia y repasaba los estantes, controlaba que los frascos estuvieran en orden, y los medicamentos en sus respectivos lugares. Me atraían esos frascos de tapa ancha con etiquetas de nombres raros. Algunas veces mi tío me daba un mortero de piedra y me hacía moler no sé qué sales, y entonces me sentía importante. La mayoría de los medicamentos eran recetas magistrales, y la preparaba el tío Luis que casi siempre trabajaba hasta altas horas de la noche. Me quedaba ayudándolo, alcanzándole los frascos hasta que mi tía me mandaba a dormir porque decía que tenía que madrugar al día siguiente. Siempre le obedecí a regañadientes y me juramentaba que iba a ser farmacéutico, que algún día iba a vivir con mi familia en una casa tan grande y cómoda como esa, sin preocuparnos más por la langosta. Con el tiempo se fueron cumpliendo en parte mis sueños... Pero volviendo a la historia les diré que en poco tiempo conocí a todos los clientes de la farmacia: a Humberto y su constipación, al reumático Jacobo, a Irene y su jarabe para la tos, y a unos cuantos infecciosos que no quiero nombrar. Mi tío alababa la seriedad y discreción que siempre demostré. También conocí a don Ernesto De Palma y a la señorita Juana Furmento.

Siempre le obedecí a regañadientes y me juramentaba que iba a ser farmacéutico, que algún día iba a vivir con mi familia en una casa tan grande y cómoda como esa, sin preocuparnos más por la langosta.


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Tío le tenía especial consideración a don Ernesto. Al principio creí que era un estudiante de medicina o de química porque conversaban largas horas de fórmulas y preparados.¡Hasta discutían el poder de los elementos sobre la materia, y de la transmutación de los metales! Sin embargo, don Ernesto era herrero como su padre. Les voy a ser sincera, mis mejores atenciones eran para la señorita Juanita. Deseaba que siendo mayor, pudiera tener su belleza, su delicadeza, y sus modos tan elegantes. La observaba y trataba de parecerme a ella. Le ofrecía los mejores perfumes para ver cómo se los probaba en sus muñecas. Con esa forma tan femenina. A don

Era flaco y bilioso, huraño y colérico, de mediana edad. Me formulaba extraños pedidos, nombres que muchas veces no podía hallar en las etiquetas de los voluminosos frascos.

Ernesto también lo conocí. Era flaco y bilioso, huraño y colérico, de mediana edad. Me formulaba extraños pedidos, nombres que muchas veces no podía hallar en las etiquetas de los voluminosos frascos. Entonces intervenía mi tío y yo me alejaba raudamente a atender a otros clientes, para no ser menoscabado ante la Srta. Juana. Don Ernesto era cliente asiduo. Casi diariamente venía a comprar algo. Vivía enfrente y se creía con derecho a golpear a cualquier hora. Tío también refunfuñaba y más de una vez me despertó para que encaramada en la escalera, le alcanzara unos frascos verdes que contenían unas piedras ―muy valiosas‖. Mi madre y mis dos hermanas pequeñas nos visitaban muy seguido, sobre todo en verano cuando papá y los dos hermanos mayores iban a la cosecha. Recuerdo que fue para las fiestas de fin de año que se organizaban romerías en el Parque Gral. Alvear y, toda la familia se dispuso desde hora muy temprana a concurrir. Mi madre y tía Clara no tenían otro tema de conversación. Yo limpiaba la farmacia ayudada por mi hermana Josefita cuando llegó don Ernesto y preguntó por el tío.


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Tras él entró la Srta. Juana. Fue en ese preciso instante que entré a sospechar... Les advierto que desde hacía un par de meses que se venían dando estos ―encuentros casuales‖ en la farmacia. Coincidencia de tiempo y espacio. La Srta. Juanita me pidió unas sales para el dolor de cabeza. De su cartera, sacó un billete para pagar y se le cayó un papelito bien doblado junto a los pies de don Ernesto, que apoyado en el mostrador conversaba con mi tío en voz baja. Luego se fue taconeando sobre el piso todavía mojado. Sentí un frío por la espalda pero disimuladamente me agaché y haciendo como que limpiaba deslicé el cepillo hasta el mismo y lo traje hasta mí. El corazón me latía muy fuertemente. Parecía que se me iba a salir del pecho. Me fui adentro, y sobre la mesa repleta de frascos de glicerina, de glucosa, de trementina, lo desplegué. Reconocí de inmediato la letra pequeña y perfecta de la Srta. Juana. “MI ERNESTO ESPÉRAME ESTA NOCHE A LA HORA DE SIEMPRE” Estaba confirmada mi sospecha. Me quedé un momento como vacía. Como esas noches de luna en que parece que uno se eleva y no sabe dónde. Sin nada que pensar... Cuando me tranquilicé pensé ir al comedor y contárselo a mamá y a mi tía, sin embargo no lo hice. Me pareció que era una bajeza porque los dos eran mayores y además a mí no me importaba demasiado.

sacó un billete para pagar y se le cayó un papelito bien doblado junto a los pies de don Ernesto, que apoyado en el mostrador conversaba con mi tío en voz baja.


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Esa noche no tuve deseos de concurrir a la romería del Parque. Con el pretexto que podía venir algún cliente, y para acompañar al tío que estaba cansado, me quedé atendiendo la farmacia hasta bien tarde. Hacía mucho calor. Fui a la cocina a buscar un vaso de limonada y luego saqué la silla de mimbre a la vereda y me senté bajo los paraísos y mirando para todos lados. En la casa de enfrente había luces y movimiento. Al rato paró un coche y subieron los padres de don Ernesto. _”Van al Parque” - pensé en voz alta.

mis cortos años pudieron más que mi prudencia y crucé la calle y me encaramé al árbol de la vereda. La ventana estaba abierta

Cerca de la medianoche apagué las luces la farmacia y volví a sentarme cómodamente bajo los paraísos. Todo estaba en silencio. La calle desierta daba cuenta del éxito de la Fiesta. No tenía miedo. El pueblo era tranquilo entonces. _Estarán todos_ discurrí_ bueno, todos menos don Ernesto, y la Srta. Juana.. Y me reí con pircadía. De pronto escuché el tan conocido taconeo y bajé la cabeza buscando que las sombras escondieran mi rostro. Cuando la levanté vi que la Srta. Juana tocaba el timbre. Miró hacia uno y otro lado y al abrirse la puerta se iluminó como una visión, y entró a la casa. La curiosidad y mis cortos años pudieron más que mi prudencia y crucé la calle y me encaramé al árbol de la vereda. La ventana estaba abierta. Desde mi puesto de observación los veía a los dos. Ella tenía puesto un traje rosa y estaba sentada en un sillón. Él de pie servía las bebidas en un bar que se recortaba en el fondo de la habitación. ¿Para qué viniste? _Preguntó con su voz avinagrada.


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Casi me caigo del árbol, y decidí abandonar el espionaje. Antes de bajar vi que él se acercó y la besó en la boca. Y decidí quedarme un ratito más. Fue cuando vi que él fue a un vetusto armario, a un costado del cuarto y trajo una muñeca de porcelana. Tenía las facciones de la Srta. Juana. Estaba desnuda. No medía más de cincuenta centímetros. Ella se quedó embelesada al descubrirse en esa perfecta miniatura. Don Ernesto le pidió unos mechones de cabello para colocárselos a la muñeca. Con los brazos cansados decidí bajarme del árbol. Estaba extrañamente cansada. Me fui directamente a dormir. Volví a ver ala Srta. Juanita para Reyes. Vino a la farmacia a buscar algo para el dolor de cabeza, algo más fuerte que las sales. Lo llamé a mi tío y él la atendió. Parecía preocupada. Esa noche nuevamente se celebraba una Fiesta en el Parque. Concurriría todo el pueblo, decía mi tía, y me regañaba: ¿-Cómo que no vas a venir? No fui porque debía ayudar a mi tío. No sé si les dije que era la única farmacia del pueblo. Y la gente confiaba mucho en él. Mi tío me agradeció. Estaba muy fatigado por las noches. Me volví a sentar en la silla de mimbre en la vereda. Cuando volvieron las vecinas con mi tía a las cuatro de la mañana, me encontraron durmiendo y pusieron el grito en el cielo, bajando todos los Santos de los males y cosas que me podían haber pasado. Además despertó a mi tío y lo retó.

vi que él fue a un vetusto armario, a un costado del cuarto y trajo una muñeca de porcelana. Tenía las facciones de la Srta. Juana


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Después no volví a ver a la Srta. Juanita. Le atacó una extraña enfermedad de origen desconocido. Quedó paralítica y muda. Paulatinamente fue perdiendo el control de todas sus facultades. Por esa época mi tío tuvo una terrible discusión con don Ernesto. De ahí en más él dejó de venir a la farmacia. La Srta. Juana murió en la primavera siguiente. Este suceso causó una pena profunda en todos los que la conocieron. Fue por ese entonces que me fui a vivir a Buenos Aires a continuar mis estudios. Tío Luis enfermó gravemente de una dolencia extraña. Nada pudo

Quedó paralítica y muda. Paulatinamente fue perdiendo el control de todas sus facultades.

hacer la ciencia para curarlo. Murió dos años después. Cuando me recibí me hice cargo de la farmacia. Tía había conservado el despacho tal cual lo recordaba. Todo estaba casi igual. Don Ernesto se había radicado en España y desde allí le escribía a tía. Nadie vivía en la casa de enfrente. A los tres años de estar a cargo de la farmacia alguien avisó a tía que había fallecido del corazón. Ella lloró mucho. Los herederos, unos sobrinos nietos, pusieron la casa y los muebles en venta. Compré el escritorio y dos empolvados libros. Al principio no les hice mucho caso. Ambos estaban profusamente ilustrados con figuras extrañas de brillantes colores. Al pie de cada página había una frase escrita en un idioma desconocido.. Cierta tarde mi tía, ya muy anciana, observó uno de ellos y como si hablara para sí dijo que tío lo dibujaba mucho mejor.


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Cuando le pregunté qué cosa dibujaba mejor el tío me alcanzó uno de los volúmenes y con sus temblorosos dedos fue recorriendo una a una las amarillentas hojas deteniéndose en aquellas ilustraciones incomprensibles. Luego entró al dormitorio y regresó con una voluminosa carpeta de tapas de cuero. En ella, tío Luis había trazado con sencillas líneas algunas figuras que me parecieron tremendamente familiares. Las hojas estaban numeradas siguiendo un orden diferente al de los libros. Esa noche me quedé hasta muy tarde cotejando los dibujos. Llegué a la conclusión que eran los mismos, pero que en los libros estaban sobrecargados de flores, guardas, adornos y colores que distraían la atención. Me llevó más de un mes relacionar las analogías en los colores de una y otra estampa.. Nada parecía estar allí por azar. El primer descubrimiento importante me reveló la composición química del cinabrio. Esto me desconcertó sobremanera. En ese momento pensé qué interés podía haber tenido tío Luis en aquellos lejanos días en esos dibujos. Entonces recordé las interminables conversaciones del don Ernesto con mi tío sobre la materia, el espacio y el tiempo. Me considero un espíritu sencillo y poco proclive a la fantasía por lo que deseché en ese momento la idea de cualquier conexión con grupos esotéricos o que estuvieran realizando algún experimento ―non santo‖. Este fue uno de los grandes errores que cometí en mi vida.. Otro (y éste más grave), fue dejarme seducir por las primeras revelaciones de los libros sin saber con certeza cuál era el fin que perseguía..

y con sus temblorosos dedos fue recorriendo una a una las amarillentas hojas deteniéndose en aquellas ilustraciones


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Por las noches, después de cerrar la farmacia, me sentaba frente al escritorio que había pertenecido a don Ernesto ( y que por sugerencia de mi tía había colocado en mi dormitorio), y alumbrado por la oscilante luz de la lámpara comenzaba a medir, a comparar, a cotejar una y otra vez mis anteriores observaciones. Yo mismo me asombraba del rápido avance en el estudio pero no me sentía satisfecho. Algo se me escapaba. No estaba conforme con los supuestos adelantos. Tenía la sensación de que entre esos papeles aleteaba una verdad inquietante y secreta.

Algo se me escapaba. No estaba conforme con los supuestos adelantos.

No podía precisar qué interés me impulsaba cada noche a descifrar aquellos textos hasta que sentía que se me hinchaban los ojos, entonces abandonaba los apuntes. Cuando creía haber develado completamente el misterio de una ilustración aparecía un signo totalmente Desconocido. Experimentaba una sensación de angustia y desasosiego difícil de describir. Me asaltaba una inextricable confusión mental. Durante una sobremesa, mi tía con inusual curiosidad me preguntó cómo andaban mis investigaciones. Le respondí que en general iba bien pero que me preocupaba bastante no poder interpretar las frases que estaban colocadas al pie de cada página. Para mi desconcierto ella se rió con una risa estridente. Creí sorprenderla en flagrante delito de despropósito. En forma inmediata se dio cuenta que su manifestación había estado fuera de lugar, y se recompuso tosiendo despreocupadamente.


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Me explicó con voz modulada que ella podía traducir perfectamente el sánscrito, la antigua lengua de la sabiduría. Y agregó que la filosofía hermética no podía comprenderse sin la interpretación de los grabados, de las fórmulas... Entonces la vi por primera vez. La viejecita tan dulce, con la que había compartido largos años de mi vida, era una perfecta desconocida. Me abrió de pronto los abismos de su delirio. La escuchaba ensimismado como si hablara de lejos. Me nombraba a Teofrasto Paracelso, Al Conde Alessandro di Cagliostro, no sé qué del oro potable, de la alquimia, del elixir de la eterna juventud... Me quedé mudo y aterrorizado al verme reflejado en sus aceradas pupilas.

Me abrió de pronto los abismos de su delirio. La escuchaba

Su rostro tenía una exaltación mística. Trataba de convencerme a cualquier precio del singular y extraordinario poder que iba a adquirir por medio de la magia... de mi misión trascendental... Yo la escuchaba absorto. Cuando terminó su insólito comentario me besó como todas las noches e la frente y se fue a acostar. Entonces salí de la casa. Estaba demasiado confuso y decidí caminar por las desiertas calles para ordenar mis pensamientos Al regresar tenía la decisión tomada: abandonar por completo el estudio de los Libros mágicos. De ahí en más me dediqué a observar los gestos y hábitos de mi tía. Ella lo advirtió y se fue haciendo más y más tensa nuestra relación. Evitaba hablarme. En cada encuentro la miraba inquisidoramente.

ensimismado


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Cuando le comuniqué que había quemado los Libros se descompuso. Llamé al Dr. Muruzábal y diagnosticó embolia cerebral. La internaron. Pocas horas después moría. Luego del entierro experimenté la súbita necesidad de revisar todos los muebles de la casa. Así lo hice, y en su cuarto hallé el vetusto armario de don Ernesto. En una de las puertas superiores, disimulada tras un falso fondo, encontré la respuesta a mis inconscientes interrogantes. Eran tres cajas de madera semejantes a ataúdes. Abrí el primero y hallé un muñeco de cera atravesado por tres agujas de oro que tenía el rostro de tío

La segunda caja contenía un muñeco de barro atravesado por una sola aguja de oro. Reconocí las facciones de don Ernesto.

Luis. La segunda caja contenía un muñeco de barro atravesado por una sola aguja de oro. Reconocí las facciones de don Ernesto. También había un manojo de cartas atado con un lazo y una mustia rosa roja... La muñeca de porcelana me miró desde el fondo de la tercera caja con sus increíbles ojos celestes totalmente abiertos. Con sumo cuidado para no hacerle daño le quité las cinco agujas de oro que atravesaban sus doradas sienes, sus perfectas caderas, sus brazos, su corazón y sus piernas.

GALA GROSSO


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Desconocimiento en la Alex, aunque parece que algo se mueve.

¿Vendrán a cenar nuestros amigos? ¿Y los otros?, ¿vendrán los otros? pregunto mientras [él] no deja de señalar una luz peculiar sobre aquél modo de producción disfrazado de globo terráqueo. Estamos en otra época. Los aviones ya no tiran bombas ni hay que largarse corriendo al sótano. No, no ocurre nada de eso. Hay más luz en el camino de vuelta a casa. A veces me da por atajar en bicicleta, recorrer las mismas calles; esta vez en sentido contrario. Tampoco hay campamentos socialistas. Pero algo sabe diferente. Luego [él] se acercó. Me quería enseñar un ente diminuto allá arriba, junto al mapa incompleto. Alguien estaba cuchicheando. Hablaban otro idioma. Y R. nos dijo: ―bajaos ahora mismo de las bicicletas‖. Y nos bajamos.

ROXANA POPELKA

Estamos en otra época. Los aviones ya no tiran bombas ni hay que largarse corriendo al sótano.


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El Duende de la Ilusión y el Hada Celeste

los humanos poseían un don: a través de sus sueños nocturnos podían dar rienda suelta a su inconsciente lo que daba origen al más variado contraste de imágenes oníricas

Érase una vez un duende llamado el Duende de la Ilusión a quien le encantaba divertirse. Así que era capaz de bailar todo el día, simplemente sabiendo reconocer la música de su corazón. El Duende de la Ilusión se sentía inmensamente feliz siendo capaz de bailar al son del divertido latido de su corazón. Sin embargo, también deseaba compartir tan bellos momentos con alguien con la sensibilidad necesaria para marcar los pasos de tan rítmico baile… Por la noche el Duende de la Ilusión husmeaba en los sueños de los humanos, esas criaturas tan ensimismadas en los quehaceres de sus vidas cotidianas, que se olvidaban de disfrutar. Pero los humanos poseían un don: a través de sus sueños nocturnos podían dar rienda suelta a su inconsciente lo que daba origen al más variado contraste de imágenes oníricas. Algunas de ellas eran tan originales y creativas que incluso tenían la virtud de hacer sentir bien al Duende de la Ilusión. A veces el Duende de la Ilusión bajaba a visitar los sueños de los humanos con su más fiel aliada: el Hada Celeste, la cual era capaz además de contemplar esas imágenes, de interpretar las emociones que aparecían ligados a esos sueños. Al Duende de la Ilusión le encantaba descifrar el significado y los sentimientos que acompañaban a la estructura de los sueños de la especie humana. Lo encontraba un misterio fascinante de resolver.


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Además al Duende de la Ilusión le chiflaban los sueños felices y solía bailar en ellos junto al Hada Celeste, pero, una noche ambos se perdieron en las lágrimas que nacían de la angustia y la tristeza de una pesadilla de una chiquilla. El Duende de la Ilusión y el Hada Celeste trataron de escapar del sueño, corrían en todas direcciones pero les resultó imposible salir: -Tranquila, hada –le dijo el Duende de la Ilusión-, escaparemos cuando la chica despierte. Sin embargo, cuando la chiquilla despertó, el Duende de la Ilusión y el hada siguieron atrapados en ese mal sueño porque la chica era incapaz de apartar de su mente la pesadilla que había soñado la noche anterior. Así que el Duende de la Ilusión y el hada vagaron por los pensamientos negativos de la chica, prisioneros de esa cárcel intangible. Eran esclavos de sus emociones más ocultas que ahora bañaban cada momento que ella vivía. Desde esa posición, ambos sintieron en lo más profundo de su alma, el frío de las lágrimas de la chiquilla, el bloqueo y el sufrimiento que regaba su corazón de un dolor tal, que el hada y el Duende de la Ilusión nunca habían sabido reconocer en nadie. Dispersos en la mente de la chiquilla, decidieron idear un plan para añadir una ráfaga de alegría a ese martilleo incesante de negatividad que se había convertido en un peligro para el equilibrio emocional de la chiquilla y a la vez ponía a prueba su fortaleza interior. Sin embargo, era evidente que su fuerza emocional se tambaleaba por momentos. El Duende de la Ilusión soplaba con fuerza destellos de ilusión y amor en dirección al corazón de la chica y el Hada Celeste envió al subconsciente de la joven una lluvia de estrellas de tal magnitud que la joven miró al cielo y vio que las estrellas que de ahí colgaban habían nacido de un lugar tan profundo y cautivador que con tan solo mirarlas, su corazón se enternecía y dejaba de llorar. Ese lugar donde nacieron las estrellas se reflejaba en el espejo de los ojos de la joven y ella pudo reconocer su poder gracias a la brisa de serenidad que se desprendía de los pasos apresurados del Hada Celeste y del Duende de la Ilusión, que regresaban a su mundo encantado…

MARÍA JESÚS VERDÚ SACASES

decidieron idear un plan para añadir una ráfaga de alegría a ese martilleo incesante de negatividad que se había convertido en un peligro para el equilibrio emocional de la chiquilla


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Toni

Padezco exceso de sudoración a lo cual mi físico mas bien corpulento no ayuda nada. El más leve ejercicio hace que sude copiosamente.

Me llamo Toni. Tengo treinta años. Aunque tenga ese nombre, soy mujer, o al menos dicen que soy mujer.

Ahora estoy sentada en una silla. La habitación esta desordenada. Todo por el suelo. Hay sangre. Mucha sangre. Sangre que no es mía. Tengo una pistola del 22 en la mano. Tengo semen en los labios que me resbala por la garganta. Estoy sentada en una silla con el cañón de una 22 en la boca. Olor intenso a sangre, a semen y el frío del metal en la lengua. Intento concentrarme. Necesito asegurarme: apretar dos veces el gatillo. Apretar el gatillo, y en las décimas que actúa el mecanismo y la bala rompe tejidos directa a mi cerebro, mandar el impulso nervioso necesario para que mi dedo vuelva a apretarlo y una segunda bala no deje opción a error. Me llamo Toni, tengo treinta años y me voy a suicidar. Unas palabras sobre mí. Soy alta, rubia y con los ojos azules. Hasta ahí todo bien ¿no?, pero también...también tengo tendencia al sobrepeso, tengo los pies demasiado grandes, la espalda demasiado ancha y las tetas demasiado pequeñas. Padezco exceso de sudoración a lo cual mi físico mas bien corpulento no ayuda nada. El más leve ejercicio hace que sude copiosamente. Aunque esté tranquila, normalmente gotas de sudor perlan mi mente, haciendo parecer que estoy nerviosa. Lo cual ayuda bastante en mi trabajo. Ayuda bastante a no levantar sospechas. ¿Mi trabajo? Mato gente.


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Trabajo para Piotr Durdek. Durdek es polaco. El se denomina a si mismo como empresario. Exporta e importa todo tipo de productos: hortofrutícolas, gas, neumáticos... Pero su principal ocupación es el tráfico de cocaína y de mujeres rusas y rumanas como prostitutas. En una actividad como la de Durdek, siempre hay impedimentos. Hay tipos que como dice él: "siempre intentan darme por el culo" asi que "antes de que me jodan, los voy a joder yo". Para esto Durdek cuenta con algunos sicarios rumanos. Pero a veces, hay trabajos finos, trabajos en los que no es necesario el sufrimiento. A veces es necesario cargarse a tipos a los que por una razón u otra Durdek tiene aprecio. Ahí es donde entro yo. OK fóllatelo y liquídalo con cariño. No, claro que no soy ninguna belleza, pero tengo algo: a lo que me pidan, nunca digo no. Nunca digo no a un hombre. ¿los hombres? Siempre me despreciaron por mi físico. No guardo ningún rencor, yo también me desprecio. Vivo con un hombre, Andrés. Lo vi alguna vez hablando con Durdek y lo volví a ver en un bar hace tres meses. Aunque sé que no está limpio, me gustó, ninguno de nosotros está limpio. No es ni alto ni flaco, ni gordo ni delgado, podría haberme pasado desapercibido, excepto por una cosa. Andrés mira directo a los ojos. Andrés siempre dice lo que piensa, lo que quiere. Dice lo que piensa y lo que desea. Eso me gusta. Cuando lo conocí, no me presto atención, esquivó mi conversión. Me largué del bar y lo esperé en la puerta. Al verme, se extrañó de que aun insistiera, intento darme esquinazo. Así que lo empujé contra la pared, en la oscuridad, me arrodillé, le desabroche el pantalón y le chupé la polla hasta que se corrió en mi cara. Desde entonces vive en mi apartamento. No sé en que trabaja, tampoco me importa. Se va temprano y vuelve tarde. No le pregunto. Él tampoco me pregunta. Los dos estamos solos. Los dos tenemos pesadillas. Los dos hablamos de cosas estúpidas y follamos, follamos y hablamos de cosas estúpidas. ¿amor? No. Sería inútil. Él podría largarse mañana mismo. Yo podría largarme mañana mismo. El primer indicio de que mi suerte estaba cambiando lo tuve hace varios días. Lo supe en ese momento pero no quería aceptar que las cosas podrían ir a peor. Solo hay que estar atento, creo en los presagios, en las señales, y lo que pasó aquel día fue la señal. Nunca he fallado en mi trabajo. Me pagan por que no haya fallos: todo como debe de ser, limpio, rápido, sin drama, sin gritos, higiénico. El domingo por la noche en el club no hice bien mi trabajo. Cuatro horas antes estaba en el despacho de Durdek. El asunto iba por una chica rumana del club, al parecer un mamarracho que se la estaba tirando le había prometido sacarla de allí, sacarla y cuidarla. El tipo acusaba a Durdek de estar matándola de hambre y quería joder a Durdek de cualquier forma. La realidad era bien distinta: digamos que a la chica, anoréxica, le gustaba ir al baño después de cada comida. Durdek no quería complicaciones. Mandaría a Vlad a ocuparse del tipo. La chica... bueno la chica era otra cosa, era una pequeña princesa, su pequeña princesa.

y hablamos de cosas estúpidas. ¿amor? No. Sería inútil. Él podría largarse mañana mismo. Yo podría largarme mañana mismo


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- Mira Toni, hazla sentir a esa pobre desgraciada como una reina, tú sabes cómo, lo sé. Sácale lo que sepa. Pasa la noche con ella. Toni, está sola, hazla sentir bien, no quiero que mis niñas sufran más de lo necesario. Ponle una dosis un poco más alta, haz dormir para siempre a la bella durmiente. Me presenté en el club a las 23h. Me hice pasar por una cliente. Se llamaba Martina. Era preciosa. Un cuerpo perfecto. Pelirroja. Piel blanca y suave como de seda. Me esperaba medio desnuda. Unas pocas palabras. Me empezó a desnudar a mi - despacio preciosa, déjame hacer- Estamos de pie, le susurro cosas al oído, le gusta oírmelas decir. Su cuerpo esquelético es una pluma en mis manos. Me besa, me desnuda. Está desnuda sobre la cama. Tiene unos pies preciosos, me llevo un pie a la boca lo lamo, subo con mi lengua por sus piernas interminables, saboreo su sexo, lamo su vello púbico pelirrojo, sus pezones se ponen erectos en mi boca, guío su mano a mi coño, mientras mis tetas pequeñas rozan las suyas redondas y

Martina se quedó petrificada, no asimilaba aquello, una pistola apuntándole a la cara. Me temblaba la mano mucho. Disparé. La bala silba junto a la cara de Martina ¡Mierda!

perfectas. Pero algo iba mal, la empecé a notar temblar. De repente se separa de mi violentamente de un empujón. Me grita - eres una cerda... estás gorda y me das asco... sudas... tengo un novio que me va a sacar de aquí...- Me sentí ridícula, una mujer de treinta años, con un cuerpo imperfecto, humillada por una chica preciosa de veinte, comenzé a sudar cada vez más. Ví a mi derecha una radio, la conecté, el volumen al máximo. Mi bolso.. ¿dónde?.. sí, aquí, lo abro rápido, la pistola, apunto a su cabeza. Martina se quedó petrificada, no asimilaba aquello, una pistola apuntándole a la cara. Me temblaba la mano mucho. Disparé. La bala silba junto a la cara de Martina ¡Mierda! Cómo he podido fallar.. Estaba aterrada, temblaba de forma exagerada, la voz le temblaba - virgen santa, virgen santa, virgen santa , viergensanta, virg... - Tiro a no fallar, al centro, a su corazón. La bala no acierta en su corazón. Le ha perforado un pulmón. Cae sobre la cama escupiendo sangre en terribles espasmos. Me tapé. Salí corriendo. Llevaba tres horas en casa. Cuando llegué me puse a beber. Insulte a Andrés, le grité, le insulté, le pegué hasta que conseguí que él me pegara. Necesitaba que me pegara. Me golpeó, me dio patadas, luego se encerró en el baño. Yo sentada y bebiendo y esperando una llamada. Sentía como me crecía la hinchazón en un pómulo y me dolía el pecho y el estómago. Sonó el móvil. Era Durdek. Encontraron a Martina tres horas después aun con vida, agonizando sobre un colchón empapado en su propia sangre. Vlad le rompió el cuello. Durdek no perdona los errores. Sé que antes o después me lo hará pagar. Ayer por la tarde supe que todo terminaría. Nunca he tenido grandes ambiciones. Sabía que siempre había un riesgo, pero tampoco aprecio demasiado mi vida, no tengo razones para hacerlo, pero nunca pensé que todo terminaría así.


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Durdek me llamó por teléfono. Llegué a su despacho a las seis. Dijo - No será fácil Toni, pero esta vez no puede haber ningún error- Nunca es fácil- le respondí. - Mira Piotr, me encuentro mal por lo de la chica, no sé si podré hacerlo ¿Quién es?- Un pequeño, me esta jodiendo parte de la clientela. - ¿un pequeño? joder, ¿por que no mandas a Vlad? -No, tienes que ser tú, no te gustaría que mandara a Vlad. - ¿Que no me gustaría? ¿Qué mierda estás diciendo?. Me tendió el papel habitual con los datos del tipo a liquidar. Leo una dirección que es la mía. Leo una descripción de alguien al que conozco bien, o al que creía conocer. Leo un nombre: Andrés S. - Toni, tienes dos días, si no lo haces Vlad lo hará-. Sé cual es el método de Vlad. Vlad nunca falla. Te liquida. Te liquida y sabe como hacerlo para que te orines y te cagues encima, Vlad sabe como hacerlo para que tardes varias horas en morir. No es así como le gusta hacer las cosas a Durdek, pero ya es viejo y creo que él mismo tiene miedo de Vlad. Pasaron dos días. El plazo dado por Durdek se acaba. . Andrés regresó más temprano de lo habitual. No tenía ganas de cenar nada. Le noté raro. Lo noté en su mirada. Le había pasado algo. Sabía algo. Está asustado. Normalmente me quedo hasta tarde viendo la televisión, mientras el se mete en el cuarto de baño y sale con los ojos enrojecidos. Luego follamos. Esa noche no. Me pidió por favor que me acostase con él. Accedo. Tengo la pipa del 22 preparada debajo del colchón. Andrés tenía la polla blanda, aun en erección pero no la tenía dura. Me la metí en la boca y le miré a los ojos, apartó la mirada, nunca lo hace. Tenía la polla en semierección, no quería sentirlo dentro de mi, quería que se corriera, no podía sentirlo dentro de mi. Se la chupaba y le lamia los huevos pero no conseguía ponérsela del todo dura, conseguí que se corriera, lo hizo en mi boca, no me importó. Le cogí la cabeza por el pelo y le hice mirarme, él intentó volver la cabeza, pero le sujeté fuerte del pelo y le obligué a mirarme a mirar mi cara llena de su semen. Quería ver sus ojos. Necesitaba ver sus ojos, ver lo que sentía. Tenía las pupilas dilatadas, y le caía saliva por la comisura de los labios. Esa noche estaba limpio. Esa noche no era la droga. Solo era el terror. Andrés sabía o presentía algo y estaba aterrorizado. Le sujetaba fuerte del pelo y le metí la cabeza entre mis piernas. Empezó a comerme el coño, notaba su lengua húmeda de su saliva y húmeda de mí. Me metió un dedo mientras seguia lamiéndome. Cogí la almohada en la que estaba apoyada y la puse sobre su cabeza. Con una mano le apretaba fuerte la cabeza contra mi coño, podía escuchar cómo le costaba respirar, con la otra saque la pistola de debajo del colchón, le apunte a la cabeza sobre la almohada que amortiguaría el ruido del disparo.

Necesitaba ver sus ojos, ver lo que sentía. Tenía las pupilas dilatadas, y le caía saliva por la comisura de los labios. Esa noche estaba limpio. Esa noche no era la droga. Solo era el terror.


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Entonces lo supe. Supe que no lo podía hacer. Entonces pensé en guardar la pistola bajo el colchón otra vez sin que él advirtiera nada, sin que se enterara de nada. Pense en levantar su cara de mi sexo. Pensé en mirarle a los ojos y mentirle, decirle que lo amaba, yo sé que podría aprender a amarlo, decirle que nos fueramos lejos, ahora en ese mismo instante, vestirnos y largarnos en el coche a toda velocidad, largarnos a Barcelona, a Marsella, a Niza, huir de Durdek, donde no pudiera encontrarnos. Sabía que diría que sí, sabia que aprendería a quererme. Pensé en decir todo eso. Lo pensé. Pero no lo dije. No lo dije porque de repente sentí algo extraño, sentí una presencia, sentí unos ojos que se posaban en nosotros. Había en la habitación alguien más. Alcé la vista. En la puerta estaba Vlad. Mirándonos. Había forzado la cerradura del apartamento sin hacer ruido, había entrado y nos miraba desde sus casi dos metros. Quedé petrificada, tensé todos mis músculos en un espasmo de terror. Quise apuntar con la pistola a Vlad que se abalanzaba sobre nosotros con un bastón en la mano pero Andrés que había alzado la cabeza y estaba de espaldas a Vlad, ignorando el

Sí, es cruel. Soy cobarde. Tengo solo dos balas, tengo miedo de que un solo disparo me deje aun con vida, tengo miedo al dolor, tengo miedo a fallar.

peligro y creyendo que le iba a disparar a él, me golpeó y me arrebató el arma. No se cuanto tiempo ha pasado. Tal vez solo han sido 5 minutos, tal vez 20 pero a mi me han parecido horas. Yo tan solo tengo un par de costillas rotas, creo que también una pierna y moratones por todo el cuerpo. Vlad no iba a por mi. Vlad sabía lo que tenia que hacer. Vlad nunca falla. Andrés está en la otra esquina de la habitación en el suelo. Tiene la piernas dobladas en una flexión antinatural. Vlad le ha golpeado con el bastón por todos sitios, una y otra vez, en el cuerpo en las piernas, en los genitales, en la cara, en la cabeza mientras Andrés le suplicaba, lloraba, eso era al principio, luego solo salían lamentos ahogados de su garganta. Tiene parte de la cabeza sobre la frente hundida, en su cara no hay ya nariz, ni ojos, solo un agujero donde antes habia una boca. Andrés ya no tiene dedos, ni manos, ni polla, ni huevos, solo amasijos sanguinolentos. Aun vive. Lo sé porque de su garganta sale una especie de sollozo, de gemido. Lo puedo oir. Vlad antes de irse ha vaciado el cargador de mi pistola. Ha dejado dos balas y la pistola sobre la cama. Dos balas: una para Andrés y otra para mí. Pegarle un tiro en la cabeza a Andrés antes de matarme habría sido un acto de piedad. Podría haber terminado con su agonía en unos segundos, con su sufrimiento. Pero no lo voy a hacer. ¿Cruel decís? Sí, es cruel. Soy cobarde. Tengo solo dos balas, tengo miedo de que un solo disparo me deje aun con vida, tengo miedo al dolor, tengo miedo a fallar. ¿Cobarde? ¿Puta? os oigo decir. Si soy cobarde. Andrés morirá dentro de unas horas, quizás tenga suerte y se ahogue con su propia sangre. Lo siento. Lo siento por Andrés, lo siento por Martina. Lo siento por mí. Me llamo Toni, soy puta, asesina y me voy a pegar dos tiros en la cabeza.

CARLOS M.


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NO TE IMPORTO

Estoy tumbada en el sofá, observando las grietas del techo con aire aborrecido. He perdido la noción del tiempo desde hace bastante; quizá tan sólo llevo unas horas acostada, o a lo mejor estoy días aquí tendida. Mi estómago ruge demandando alimentos, mis párpados pesan rogando descanso, y mi vejiga late exigiendo ir al baño. Y yo… Simplemente los ignoro.

Mi estómago ruge demandando alimentos, mis párpados pesan rogando descanso, y mi vejiga late exigiendo ir al baño.


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El teléfono de la mesa que se encuentra a mi lado sigue descolgado desde la conversación que tuvimos en la que tú me dijiste adiós. Mi mente no para de conjurar una y otra vez tus amargas palabras: «Lo siento, pero ya no te amo; no hay cabida en mi corazón para tí». Repentinamente se empiezan a deslizar saladas lágrimas sobre mis mejillas; estoy furiosa porque ni siquiera tuviste el valor de terminar conmigo en persona. Mi alma yace echa pedazos en mi mortal cuerpo, y mi corazón palpita ausente, absuelto de sentimiento en mi pecho. Pero eso a ti te da igual. El aire se queda atorado en mi garganta cuando vuelvo a reflexionar en mi nueva resolución: a ti no te importo. Sonrío con amargura al agrietado techo blanco cal que hace tiempo que se encuentra en mi ángulo de visión.

El aire se queda atorado en mi garganta cuando vuelvo a reflexionar en mi nueva resolución: a ti no te importo.

Como no te importo, eres indiferente a lo que me ocurra; no te perturbaría que me cortara las venas o que saltara desde un quito piso. Pero sabes una cosa; no lo voy a hacer. Porque eso sería estúpido; porque no conseguiría nada al realizarlo, porque te voy a olvidar, y porque no te mereces ni una sola lágrima de las que derramo.

MARÍA AHUFINGER


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ANÍBAL

Aunque no se trataba una actividad que realizara con frecuencia, entró al bar y se sentó en una de las mesas –eligió la más distante de toda ventana para no sentirse observado por los peatones. Pidió un cortado y se dispuso a desenrollar el cilindro de papel que había confeccionado en el camino para ubicarlo luego debajo de su axila izquierda: un folleto de supermercado. Su intención era analizar minuciosamente las ofertas que aquel monstruoso comercio polirubro de infinitas sucursales lanzaba al inicio del período lectivo y así poder ajustar el valor de su propia mercancía para recibir el menor daño posible. Pero, como le sucedía siempre que se mezclaba con el resto de los humanos, se distrajo rápidamente. Primero fue una parejita de adolescentes que se repartía arrumacos sin la menor discreción pero después empezó a observar una mesa lejana en la que una mujer de unos cuarenta años charlaba con un hombre de bigotes. A juzgar por las oraciones que disparaba al aire con aquel implacable vozarrón, el bigotudo era médico. Narraba anécdotas, una tras otra, para impresionar a la mujer que cumplía al pie de la letra las secretas intenciones del doctor. De cuando en cuando, el supuesto galeno acompañaba el relato con ademanes e impostaciones de actor de reparto. Él no lo concibe, no lo puede entender. Que no se debe a su soledad actual ni a las pretéritas, se argumenta para sí. Que su incomprensión responde a una inevitable superioridad intelectual, se confirma orgulloso. Y que esa superioridad se fundamenta en su incapacidad para relacionarse con otros. Hay dos tipos de inadaptados, razonó tantas veces como las que se masturbó; los inferiores y los superiores al promedio. Y él no era inferior, no podía serlo. Por eso los ve así al bigotudo y a la crédula: como niños. No comprende cómo puede un hombre creerse tan notable como para sentar a una mujer a narrarle sus cotidianeidades ni tampoco es capaz de asimilar cómo una mujer puede creerse tan miserable como para dejarse asombrar (o fingir el asombro, para el caso daba lo mismo) ante semejantes porquerías. Pero el bigotudo y la crédula son los niños de ocasión: esto es lo que piensa cada vez que ve a dos personas de sexo opuesto dialogando, yendo al cine, paseando de la mano, cenando. Son niños, se dice, que juegan en su pequeño mundo de mentiritas, disfrutando de una niñez que va a terminar y, tal vez, ignorando ese final. Eso es lo que no comprende: que ignoren el final, que puedan esquivar el fantasma de la conclusión y disfrutar de esa ficticia niñez siendo que, cronológicamente hablando, no son niños hace rato. ¿Que el amor hace desaparecer las barreras del tiempo y crea la noción de eternidad? Boludeces. ¿Que cuando se está enamorado siempre se cree que es para siempre? Boludeces sin sinónimos. ¿Que al enamorado no le importa la conciencia de un final y, aún viéndolo venir, se adentra de todos modos en las aventuras de Venus? Un absurdo de autoayuda para imbéciles sin nada mejor que hacer.

que puedan esquivar el fantasma de la conclusión y disfrutar de esa ficticia niñez siendo que, cronológicament e hablando, no son niños hace rato.


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A los humanos (él los llama así: humanos) que se relacionan con otros humanos, los condena. A los humanos que edifican su existencia en torno a sus relaciones con otros humanos, los crucifica. Pero a los dos, algunas noches y cada vez que se baña, los envidia. Como envidia y añora la niñez. Los ve jugar y divertirse con el orgullo y la tristeza de un padre. Los observa besándose y se enternece como una maestra de primaria: es decir, nunca pierde la noción de una jerarquía. Sufre cuando los ve llorar y se alegra con su dicha pero, incluso en esa dicha, se entristece profundamente. Cuánto más felices los ve, más se mortifica: siente culpa. La culpa de saber lo que ellos ignoran; que la dicha se termina. Que eventualmente, cambiarán de pareja, tendrán hijos, cambiarán de hijos hasta que, al final del recorrido, se quedarán tan solos como él. No puede evitar esa sabiduría y por eso habla poco con la gente: no quiere ser el que les dé la mala noticia.

Sufre cuando los ve llorar y se alegra con su dicha pero, incluso en esa dicha, se entristece profundamente.

El mozo lo interrumpe para ofrecerle, sorpresivamente, otro cortado de cortesía: están por cerrar y les sobra cierta cantidad de café que, antes de desperdiciar, prefieren invitar. Acepta y se acuerda de una mañana en la que osó ingresar a un Mc. Donalds y le pasó lo mismo. Piensa en la memoria, en su memoria y repite una reflexión que le gusta cada vez más: finalmente, en el lecho de muerte, la única diferencia entre él y el resto de los humanos será la memoria. No tendrá a nadie de quien acordarse. Eso le gusta. Se imagina en el lecho de muerte recordando a la única persona que valió la pena conocer: él. Libre de toda invasión de mujeres o amigos. Sabe que todo amor no es más que un recuerdo potencial y por eso ha decidido no procurarse ninguno: mantener la memoria libre para saberes importantes. Sonríe. Paga y se va. Su actividad sexual es nula. Piensa en estas cosas a menudo. Se enorgullece de su virginidad, cuando no se desvela o se baña. En el colectivo, secándose el sudor de la frente y limpiándose las gotas que salpicaron los anteojos, piensa, mientras simultáneamente supone lo que habrá en su heladera al llegar a casa, que lo único que lo convierte en uno de ellos (los humanos) es el deseo. Más precisamente, el deseo incumplido: la perversión, para qué negarlo. Sonríe y la señora que lo roza con la cartera cada vez que el colectivo frena, lo mira amablemente. Él no se da cuenta. Pero incluso en eso se diferencia porque, al deseo, lo mantiene censurado a rajatabla. Se tienta, claro que se tienta, pero no se permite ni un desliz. Sonríe, orgulloso, con la mitad de la boca, y la señora de la cartera se le acerca suponiendo que el gesto era una invitación. Se va al fondo. Su perversión, la que nunca le confesó a nadie y lo entretiene por las noches pero lo avergüenza durante el día, son las morochas (no quiere, ni en pensamientos, decir negras, no vaya a ser cosa que su conciencia lo tilde de racista). Además, se defiende, no son negras las que le gustan. Son morenas. Tampoco. Las morochitas de piel trigueña, así le gusta más. Mestizas dirían los académicos, ese color de piel más autóctono y menos europeo, dice él. Se da cuenta de que está pensando en ellas en un colectivo y que, de seguir en ese camino, podría suceder algo terrible. Se sonroja. Se avergüenza y baja la cabeza como cuando alguien le pregunta, ante la inevitable duda, a cuál de las dos ramas pertenece su local y él repudia el castellano por no tener dos palabras distintas para las dos posibles librerías: confesar que la suya corresponde a la venta de útiles escolares lo deprime. Pero no puede esquivar a las morochitas. Violencia y deseo: eso le producen. Desenfreno total, lujuria sin límites. Se da cuenta de que no podrá reprimirlas y se baja del colectivo. Prefiere caminar. Sobre todo aquellas de labios gruesos, ojos negros y enormes y caderonas (bien caderonas). Las recagaría a trompadas, piensa y se sonríe cuando dobla en un pasaje de dos cuadras. Desde la adolescencia, se confesaba admirador del venir más que del ir. Y sigue siendo así, pero con las rubias. A las morochitas las juzga por el ir, las sabe insuperables en aquella travesía.


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Cuando las ve partir, bamboleando las caderas con esa sexualidad innata, con el pelo cayéndoles hasta la cintura (casi siempre tienen el pelo muy largo, las morochitas), se despierta su peor parte: siente deseos de atacarlas, de golpearlas, de morderlas, de atarlas a una cama. Por eso jamás les habla, salvo que alguna vaya a la librería (cosa que pasa a menudo y, cuando pasa, se pone tan nervioso que tiembla y tartamudea). No puede permitirle a aquellas pasiones ni el más mínimo asomo. Claudia reúne todas aquellas cualidades que tanto le atraen de las morochitas porque ella misma es (o fue) una morochita. Claudia es la esposa de Carlos. Carlos es su hermano. A Claudia la deseó, incluso antes que su hermano lo que le concede un motivo adicional para odiarla. Ese odio, junto a un deseo que se cultivó durante quince años sin miras a concretarse, lo obliga a humillarla. Pero Aníbal no cede. Aunque, si tuviera aires de filántropo, debiera. Porque las morochitas son tan culpables como él de sus pensamientos más malignos, y de eso está convencido. Atarlas y golpearlas hasta quitarle esa sexualidad (porque no es sensualidad la expresión que usa, es sexualidad) que le imponen a un mundo que funcionaría mejor si ellas no invitaran con tanta eficacia al pecado original. Su violencia venérea serviría como terapia de purificación. Sexearlas (porque hacer el amor es una expresión de mierda y el resto de las alusiones al coito son vulgares, piensa) violentamente esconde el secreto anhelo de redimirlas, de curarlas de su putez. Ya van a ver (o irían a ver, no sabe cómo conjugar porque sabe que el verbo no tiene posibilidades de convertirse en acción). Llama Carlos para avisarle que necesita dinero. Aníbal sólo visitaba a su hermano cuando alguna eventualidad lo requería de forma inevitable, siendo alguna eventualidad -la mayoría de las veces- cierta demanda económica. Él, aunque la deuda había quedado saldada hacía rato, no podía negarse en virtud de una importante suma que Carlos supo suministrarle antes de que pusiera la librería. Aníbal come, se baña (llora) y cuando sale se siente repuesto. Se acuesta y prende el televisor: las actrices son demasiado bonitas. Tanto que jamás podría desatar plenamente sus deseos más inhóspitos con ellas. Porque eso que lo atrae y lo violenta, y de esto también está seguro, no es la belleza. Es otra cosa: una cosa anterior a la belleza que no sabe bien qué es pero que es, a su vez, su causa. No está conforme con ese pensamiento. La belleza es la consecuencia de la estupidez humana asociada al deseo, sentencia. Le gusta más. Lo que despierta aquel apetito voraz e insaciable (no por vicio sino por decisión) es algo más primal que la belleza. La belleza es modernidad, civilización. La belleza es el invento moderno para evitar la concreción de los deseos más oscuros, aquellos que tanto gusta en condenar la civilización. En el fondo, Aníbal cree que su perversión es compartida por todos los hombres. Que él se anima a analizarla, a enfrentarla día a día pero no a concretarla. Y nadie le puede quitar la idea (más bien, no podría quitársela, en el caso de que se la contara a alguien) de que cosas como las que él fantasea, miles de hombres las llevan a cabo diariamente. No, no es la belleza. Porque, si hay algo de lo que carece Claudia, es de belleza. Tiene esa cualidad pretérita, aquella incitación primaria, pero no la consecuencia, no la belleza. Porque la belleza, tarde o temprano, aniquila el deseo. Lo va atenuando hasta que uno, de tan linda que es la mina, no la quiere ni tocar, piensa y reflexiona ya en forma genérica buscando, al menos discursivamente, no encontrarse tan solo. Él, cuando despierta su deseo carnal, siente también ganas de pegarle al objeto de su deseo. Y cuando la mujer es muy hermosa, ya no puede concebir la posibilidad de golpearla. Ergo, la belleza le atenúa el deseo. Apaga el televisor, se tapa y se duerme contento.

sólo visitaba a su hermano cuando alguna eventualidad lo requería de forma inevitable, siendo alguna eventualidad -la mayoría de las veces- cierta demanda económica


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. A la mañana se despierta algo irritado. Recuerda que debe ir a llevarle el dinero a Carlos. Que tendrá que ver a Claudia. Siempre que tiene que visitar a Carlos, procura garantizarse llegar una o dos horas después del regreso de su hermano para evitarse la incómoda situación de quedarse a solas con Claudia y tener que hablarle. No sabe hablar con ella. No quiere hablar con ella. Aníbal organiza su jornada para desocuparse a las seis, dar unas vueltas, y llegar a lo de Carlos no antes de las ocho, casi dos horas después del horario habitual en el que vuelve su hermano. Pero, sobre la hora, decide demorarse media horita más. A las ocho y media lo recibe Claudia. Por primera vez, Carlos no llegó; que tenía que ver al abogado, le dice su cuñada. Lo invita a pasar, que se ponga cómodo, que seguro llega prontito (porque a Claudia le gustaban los diminutivos). Le ofrece café pero Aníbal, ya tartamudeando, lo rechaza con un ademán tembloroso. Quiere irse, que es mejor volver cuando llegue Carlos, argumenta. Ella insiste. El obedece con temor y se sienta.

Ella se estira mostrándole el perfil izquierdo y Aníbal le ve los labios a contraluz, tan anchos y con esa bolita de metal entre la boca y la nariz.

Claudia le pide que la disculpe, que debe terminar unas cositas en la casa. Entonces se sube a una silla para plumerear el ventilador de techo y Aníbal teme que se caiga; es que la cintura de Claudia duplica el diámetro de la suya y cada una de sus piernas conforma figuras geométricas indescifrables. Advierte que el pantaloncito corto se le cae un poco, exhibiendo cierta hendidura que funciona como receptáculo del sudor que le corre por la espalda. Se baja de la silla con un pequeño salto y observa el movimiento de cada uno de los músculos, sepultado debajo de enormes mantas adiposas. Él empieza a sudar. Ella se estira mostrándole el perfil izquierdo y Aníbal le ve los labios a contraluz, tan anchos y con esa bolita de metal entre la boca y la nariz. El pelo, teñido de rojo oscuro, le cubre el ojo. Él cierra los ojos. No se me duerma Aníbal, escucha que ella le dice. No lo tutea: ante la falta de padres del lado del marido, él es lo más cercano a un suegro. Listo, me cambio y lo atiendo, le suspira secándose el sudor. Aníbal quiere que vuelva su hermano, lo cree conveniente y urgente. No sabe cuánto tiempo podrá aguantar la situación. Se pone muy nervioso y pálido. Teme desmayarse y quedar como un imbécil. No le importa quedar como un imbécil frente a Claudia, pero le molestaría mucho que Carlos, al volver, lo encontrara tirado e inconsciente en el piso de su casa. Quiere tranquilizarse pero las imágenes del gigante culo de Claudia no lo dejan en paz. En la cadera, en los brazos, en las piernas, en la cara: la piel de las morochitas es tan uniforme y perfecta en cada parte del cuerpo que, se convence, no tiene comparación con la del resto de las mujeres. Y está convenido de esto a pesar de no haber visto desnuda a ninguna: ni a una morochita ni a una de las otras. Abre los ojos, está solo. Escucha el ruido de Claudia cambiándose en la pieza. Es eso, lo descubre: es la piel. La razón de su deseo es la piel de las morochitas. Tan homogénea y pura, capaz de sobrevivir los embates de todo tipo de agresión y recuperar su color y textura original. A una rubia, la pelliscás y le queda una aureola colorada por unos minutos, se dice. Es demasiado frágil, demasiado bella, tal vez muy humana (le gusta creer que hay menos humanidad en las morochitas). En cambio, a Claudia la puede morder, la puede atar, la puede golpear y mañana no habrá marcas. Eso piensa, que la piel de las morochitas tiene cierta resistencia, que lo invita a maltratarla, a probar hasta dónde puede tolerar la agresión. Definitivamente tiene razón, no hay otra explicación o no se le ocurre ninguna en ese momento en que siente la necesidad de comprobarlo. Por algo, la respuesta le habrá llegado allí, en la casa de Carlos, mirando a Claudia. Sabe que si comete alguna locura, no podrá volver atrás pero ya no puede pensar en consecuencias; el llamado es irrevocable. Se para y se acerca a la pieza de Claudia: mira por la cerradura y la ve desnuda. Hasta en sus tobillos la piel exhibe la misma uniformidad. Entra.


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Claudia se tapa como puede y grita. Él ya no responde a ningún tipo de voluntad, sus movimientos son ajenos. Se acerca, casi corriendo, y le pega una cachetada con tanta fuerza que la tira, desnuda como estaba, sobre la cama. Claudia sigue gritando, le vuelve a pegar y le pide que se calle. Llora. Lo calienta que llore. Se saca el cinturón y le ata las manos al respaldo, cuando la deja inmovilizada, le vuelve a pegar. Ella patalea al tuntún y le acierta un par de golpes en el pecho. Debe atarle las piernas. Abre el ropero, busca un cinturón de su hermano y encuentra varios. Agarra dos y le ata las piernas: una a cada extremo de la cama. Claudia sigue gritando y llorando. Escucharla no lo deja pensar; se desviste y le mete una media en la boca, le pide que se calle. Ahora que hay silencio, se dedica unos segundos a mirarla. Está totalmente desnuda, el llanto le provoca infinidad de contracciones en el pecho y las piernas. Está inmovilizada pero el cuerpo le tiembla como si estuviera corriendo a causa de los espasmos. Su desnudez le impone temor. No sabe qué hacer, por dónde empezar. Se tira encima de ella pero sólo la besa. Su propia humanidad es una pequeñez encima de Claudia; la besa torpemente, en la boca, en la cara, como un chico. Siente cómo lentamente los espasmos retroceden y el cuerpo de Claudia empieza a asimilar cierta quietud. Se envalentona y baja al pecho: las tetas son enormes, quiere besarle los pezones, morderlos. Claudia grita, él sin dejar de morder levanta una mano y le pega. Ella se empieza a agitar otra vez y él repara, acaso por primera vez, en su erección. Está encima de ella, pero no se acerca a su sexo, no le interesa. Continúa mordiendo unos momentos y, aunque Claudia ya se había callado, le sigue pegando. Siente cierta humedad debajo de él un poco más abajo de la entrepierna. No proviene de él. Cuando siente aquel líquido frío y viscoso tocándolo le invade un escalofrío, se contraen todos y cada uno de sus músculos y eyacula. Se derrama sobre el abdomen de Claudia que vuelve a quedarse quieta, casi sin respirar. Todos los movimientos son ahora lentos. Aníbal, con los ojos en blanco, empieza a volver en sí. Se siente desnudo, mira a Claudia. Instantáneamente le invade el terror. No puede creer cómo llegó a cometer semejante locura. Desesperado, se viste mientras Claudia intenta hablarle pero él no le entiende, por la media. Teme la llegada de Carlos. Sabe que, en última instancia, a Claudia la puede chantajear, que si le cuenta a Carlos no les pasa más plata, etcétera. Pero, ¿y si llega Carlos? O peor, ¿Y si Carlos ya llegó? Sale de la habitación y se asegura de que no haya llegado, pero escucha el ascensor. El corazón le late más rápido que nunca, recuerda que Claudia todavía está atada. No le habla, no la mira. Le desata las piernas para guardar los cinturones de su hermano. Luego le desata las manos, le quita la media y se termina de vestir. Ella no le habla ni se mueve, se queda tirada en la cama, inmóvil. Él sale de la pieza, se le resbala el picaporte por el sudor de las manos, deja el sobre con la plata sobre la mesa y abre la puerta de entrada, llorando. No te vayas, maricón, escucha que le grita, desde la pieza, una voz de mujer que se acalla cuando él cierra la puerta.

LEANDRO DIEGO

ya no responde a ningún tipo de voluntad, sus movimientos son ajenos. Se acerca, casi corriendo, y le pega una cachetada con tanta fuerza que la tira


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AYUNTAMIENTO DE MARMOLEJO

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2172 — 4318 GRAFICAS ORTIZ C/ LOPE DE VEGA. Nº 1 23740 ANDÚJAR (JAÉN)

J1180- 2010 Revistacreatividadyliteratura.wordpress.com


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