Revista Coroto 2

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como en la realidad y, en ese momento se despertó (180-181). Como notarán y sabrán agradecer, la terapia de los sueños permite todo, hasta los tríos: “¡Ah, Paprika, no puedo aguantar más. Estoy a tope! ¡No puedo aguantar más! Nose gimió acongojado y eyaculó. Los tres se despertaron casi simultáneamente. Konakawa fue el último” (272). En Paprika, el gran peligro de los sueños es que éstos, con todo y sus pulsiones, pueden terminar haciendo ingobernable la psique del que se halla en estado de duermevela, y de ese modo el dominio de la consciencia podría verse amenazada. No en vano los juguetes que desfilan como personajes de una pesadilla en la versión fílmica de Paprika. Detective de sueños (Satoshi Kon, 2006) cantan: “El consentimiento de los habitantes del día es lo que quieren los habitantes de la noche”. Tsutsui aprovecha ese espacio sin orden lógico para que sus personajes desarrollen las acciones más desinhibidas. En el sueño pone en juego el ánima y la sombra, por intermedio de los personajes de Paprika y Osanai. En los mundos oníricos, Paprika anda a sus anchas, pero más allá del erotismo picante de este dulce avatar hay cierta sexualidad perversa al servicio de la manipulación y el sometimiento de terceros para lograr fines personales. Este tipo de juego sexual se manifiesta en algunos personajes como Morio Osanai, el – mancebo sumiso a los deseos homosexuales de Seijiro Inui, el principal detractor de los aparatos controladores de sueños; ambos sostienen una subyugante relación amo-discípulo, en la que la misoginia está servida en bandeja de plata: Inui conocía la arrolladora pulsión sexual de su pupilo, así que le concedió el deseo de saciarla. Osanai tendría que violar a esa mujer de la manera más salvaje posible. El vicepresidente tenía la convicción de que un

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