Cactus #36

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Cómics y videojuegos asaltan los museos

Un nuevo mundo de influencers virtuales Chili Peppers vs. Patton + Nueva ficción posdigital 01 + El futuro de Notre Dame + Deadwood + Pep Brocal



Marlene Krause ilustra nuestra veraniega portada ambientada en un museo. No sabemos si habrá soñado con exponer alguna vez sus dibujos ahí, pero en nuestro reportaje central reflexionamos sobre si los dos artes más modernos, cómic y videojuegos, deberían llegar a esas instituciones para verse legitimados. Y como no podía ser de otra forma, también tenemos artículos sobre ambas disciplinas. Seth visitó nuestro país para presentar su proyecto más ambicioso, Ventiladores Clyde, y aprovechamos su paso para charlar con él sobre esta obra que le ha llevado más de veinte años concluir. Menos tiempo le ha llevado a Lisa Hanawalt, cocreadora de BoJack Horseman y Tuca & Bertie, concluir su nueva novela gráfica Coyote Doggirl, un western protagonizado por una joven mitad coyote mitad perro muy independiente. Yuppie Psycho es un atípico juego de terror español que transcurre durante el primer día de trabajo de un inocente joven en una gran corporación que nos ha volado la cabeza. También tenemos abundantes raciones de arte tradicional en este número. Hablamos sobre arquitectura y restauración a raíz del incendio de Notre Dame, de música (o algo así) para contar el mítico beef entre Red Hot Chili Peppers y Faith No More, y de cine y televisión gracias al ansiado estreno de la película de Deadwood que da cierre a la serie cancelada por HBO en 2006. No nos olvidamos de la literatura. Traemos varios libros que tratan de recoger los avances de las nuevas tecnologías y la importancia de internet, como Los cuerpos del verano o El Círculo y una colección de ensayos feministas titulada LAS imprescindibles, inaugurada por Los cuerpos que importan en Judith Butler, de Silvia López, que pone en valor la necesidad de tener herramientas para pensarnos.

Cactus #36 Julio/agosto 2019

Diseño Querida Duska,

Contacto info@revistacactus.com

Un proyecto de Sandro Gomato, Koldo Gutiérrez, Elizabeth Casillas

Imprime Another Press

Publicidad publicidad@revistacactus.com

Han colaborado en este número José Blázquez, Roberta Vázquez, Janire Goikoetxea, Ana Llurba Alba Cid, Yahvé M. de la Cavada, Mikel Gil, Klari Moreno, Marlene Krause.

Depósito legal BI-669-2013

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@revistacactus Cactus no se hace necesariamente responsable de las opiniones de sus colaboradores, aunque les arropará con una mantita si algún día la necesitan. Ningún contenido de esta publicación puede ser reproducida por ningún medio sin el permiso previo del editor. © de textos e imágenes: sus autores

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JOSÉ BLÁZQUEZ

Nosotros, los personajes kafkianos Ante la sorpresa, dejé pasar unos minutos hasta que me decidí a actuar de nuevo. Mientras tanto, pensé en ellos, en los operadores de las compañías telefónicas, que son los mismos ayudantes que Franz Kafka traza en El castillo, personajes que se ofrecen para auxiliar a su protagonista, el agrimensor K., con la mejor de sus intenciones y con la más abierta de sus sonrisas, cuando en realidad –sin saberlo ni siquiera ellos mismos, que han sido puestos ahí para conseguir el efecto contrario– lo que hacen es interponerse en su camino, joderle la vida, imposibilitar que logre su objetivo de poder hablar con los propietarios del castillo para saber para qué trabajos tiene que realizar en el castillo. La conclusión es devastadora: el agrimensor K. nunca llegará a nada.

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HACE UN TIEMPO, por motivos que no vienen al caso, siendo yo cliente desde hace años de una compañía de teléfono móvil, que llamaré X, decidí cambiarme a otra que denominaré Y. A los pocos días de llevar a efecto dicha operación, empecé a recibir wasaps en los que algunos de mis conocidos me informaban de que cuando me hacían una llamada, una voz les advertía de que mi teléfono móvil no existía. En vista de que no ocurría con todos mis contactos, investigué y supe que se estaba dando la circunstancia de que las personas que no me podían llamar pertenecían a la Compañía X. Al principio supuse que se trataría de un error pasajero pero pasó el tiempo y todo continuó igual. Así que llamé al servicio de atención al cliente de Y, mi nueva operadora. Cogió el teléfono un joven muy simpático. Pude advertir su sonrisa al otro lado de la conexión, cuando se ofreció para ayudarme. Le conté lo que estaba pasando y me derivó, abiertamente amable, a otro departamento, que llamaré A. Llamada en espera. Un minuto. Dos. Quizás tres. Y se cortó. Volví a llamar. Esta vez me respondió otra persona, una joven igualmente afable que me dijo desde el otro lado “¿sí, cuál es su incidencia?”. Le dije, algo nervioso, que acababa de llamar y que ya le había contado el caso a uno de sus compañeros y que me habían derivado al Departamento A. y que en la espera se había cortado la llamada y que… Desde el otro lado, la joven me cortó educadamente y me dijo que ella estaba ahí para ayudarme y que le contara todo, a ella, de nuevo. Le conté lo mismo y, en otro alarde de extroversión, corroboró que sí, que eso, efectivamente, lo gestionaba el Departamento A. Empecé a enfadarme y así se lo iba a hacer saber a aquella joven risueña, pero cuando quise darme cuenta, la misma voz robotizada de antes ya me estaba recordando que la llamada estaba en espera y que enseguida me atendería uno de los operadores. Un minuto. Dos. Tres. Quizás más. Hasta que irrumpió otra voz femenina, festiva, alegre, con la promesa de que, finalmente, mi problema se iba a solventar ahí mismo, en el Departamento A., puesto que para eso estaba ella misma, para ayudarme. Pero no fue así. Después de contarle, el asunto, me dijo ella, con voz igualmente gozosa y radiante, tenía que ver con irregularidades provenientes de la Compañía X., mi compañía anterior.

Aún así, de la misma manera que a los protagonistas kafkianos se les presupone una obstinación enfermiza y metafísica, volví a intentar contactar con mi Señor, para hacerle llegar mi reclamación y acudí al Castillo de X. Cuando me topé con el primer ayudante, que volvió a retratarse como un sujeto estúpidamente feliz y temerariamente servicial, me entraron ganas de decirle que yo era el agrimensor K., pero para qué rizar el rizo, pensé, y me limité a contarle lo que estaba ocurriendo, añadiéndole que ya venía de hacer la misma reclamación en las estancias del otro castillo. El idiota pasó la llamada al Departamento B., que es el equivalente al Departamento A. del Castillo de Y. Al nuevo idiota le volví a expresar lo mismo y me dijo, con la euforia de cartón piedra ya sabida, que el asunto no tenía que ver con ellos, sino con los otros. Pero ellos, los otros, los míos, en el Departamento A. del Castillo de Y., le dije, más derrotado que enfadado, me han dicho que el problema está aquí, en el Castillo de X. Pues no, sentenció gozoso, tienes que reclamar en el Castillo de Y. No había nada qué hacer. Colgué el teléfono, aplastado, absolutamente vencido. Y una vez repuesto, no me quedó otra que volver a mis quehaceres: seguir regalándole mi vida y mi tiempo a todos y cada uno de mis señores feudales, que, efectivamente, ejercen sobre nosotros, sus siervos, un poder tan absurdo y fulminante como el poder inexpugnable y terrorífico que retrató Kafka en El castillo. 04


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ALBA CID

La sombra del mundo

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1. «Quería que nada permaneciese más allá de la lectura de los poemas, del mismo modo que nada queda después de recitar mecánicamente una tabla de multiplicar, como siete por siete, cuarenta y nueve. Quería que los poemas se evaporasen. En otras palabras, que un fantasma de colectividad emergiese de los poemas». Con estas comparaciones verbalizaba su empeño Kim Hyesoon, una de las poetas contemporáneas más reconocidas de Corea del Sur, al ser entrevistada sobre su poemario Autobiography of Death (New Directions, 2018), que acaba de recibir el Griffin Poetry Prize.

«la estructura de la muerte, en la que continuamos viviendo». En otras palabras —con Cirlot al fondo—, el tizne o polvillo de esa «runa blanca de ceniza» que parece instalársenos dentro: 5. «Suena el teléfono./ Recibes la oscuridad alquitranada antes de la llamada/ Desde el auricular, el sonido de la oscuridad supurando». 6. En la sesión del club de lectura del que hablaba, una idea centelleó entre las asistentes con especial incidencia. Adriana X Jacobs, investigadora y creadora de la serie de podcasts Poetry and Crisis, comentó el aumento de figuras fantasmagóricas, de zombies o no muertos en cierta poesía posterior a la crisis: desde Staying Alive de Laura Sims (2016) al turbador libro de Hyesoon. Tenemos incluso antologías de cuño norteamericano, como Aim For the Head: An Anthology of Zombie Poetry (2011), añado. Pero, más allá de lo explorado por la serie The Walking Dead, y por videojuegos como Resident Evil o Zombie Panic, ¿cuál es el motivo de su aparición?, ¿qué denotan, o qué otras figuras percuten tras ellos?

Crear algo que no nos sometiese a encantamiento; un poema como una burbuja, un glóbulo de una sustancia en el interior de otra, capaz de asir reflejos, elevarse y ¡plop! desaparecer. 2. Llegué suavemente a este libro de título grave gracias a un club de lectura sobre traducción de poesía que se reúne en Queen’s College algunas tardes. Inicialmente, pensé que era «demasiado» lo que latía tras él: nada menos que el naufragio de un ferry en las costas de Corea en 2004, el Sewol, cuyas víctimas fueron parte de los cientos de estudiantes de instituto que transportaba entre sus pasajeros, camino a un balneario. A poco que una investigue, es fácil intuir el tratamiento informativo sensacionalista y fragmentado que se dio al incidente, aderezado con descubrimientos espinosos, como el inmediato abandono del buque por parte del capitán y otros miembros de la tripulación. Si las dimensiones de esta tragedia ya parecían difíciles de gestionar, a ella suma la autora otras violencias y otras muertes en la historia reciente del país.

7. Hay quienes han visto en los zombies metáforas para nuestro momento histórico, para el capitalismo o para el racismo, y quienes han percibido ciertos signos comunes entre refugiados, inmigrantes y zombies, si atendemos a aspectos como la liminalidad y la fatiga de aquellas vidas en los márgenes de las fronteras sociales, políticas, culturales… (incluso la retórica usada para todos ellos guarda similitudes, véase el trabajo de Jon Stratton para ahondar más). 8. Escribía Pascal Quignard que quienes mueren nos traicionan al abandonarnos, y que les traicionamos sin pausa al (sobre)vivir. Continuaba exponiendo que estamos resentidos con ellas y ellos ya no por su muerte, sino por la muerte que prueban, por la amenaza que hacen palpable. Acecho, arritmia y dualidad, igual que en Kim Hyesoon alas y sombras, risas femeninas, espejos negros. Todo aquello de lo que deseamos escapar aún cuando lo llevamos dentro; todo aquello que nos persigue, mutación, goteo.

3. El poemario se despliega en cuarenta y nueve poemas, uno por cada uno de los días en los que el espíritu está obligado a vagabundear antes de entrar en el ciclo de reencarnaciones, según el budismo. 4. Tardé un tiempo en entender que aquello que obsesionaba a Kim Hyesoon, más allá de la proximidad traumática del accidente, eran las huellas hipnóticas, la dilatación de las sombras,

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KULTUR PROGRAMAZIOA PROGRAMACIÓN CULTURAL

UZTAILA JULIO

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ABUZTUA AGOSTO

ARTE GARAIKIDEA / ARTE CONTEMPORÁNEO | ARTE BIZIAK / ARTES EN VIVO | ZINEMA ETA IKUS-ENTZUNEZKOAK / CINE Y AUDIOVISUALES | GIZARTEA / SOCIEDAD | KULTURA DIGITALA / CULTURA DIGITAL | LITERATURA

Nestor Lizalde

Identidata

Akelarre elektrikoa / Aquelarre eléctrico

Identitateei buruzko proiektu kolektiboa / Proyecto colectivo de identidad

Esku-hartze artistikoa terrazan / Intervención artística en la terraza

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UZTAILA JULIO

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URTARRILA ENERO

Egunero / Todos los días: 20:00-23:00 Terraza Sarrera dohainik / Entrada libre

Pablo Esbert Lilienfeld & Federico Vladimir Strate Pezdirc Itsas hondoan, dragoi bat / Bajo el lecho marino, un dragón

Sormen-lan kolektiboaren instalazioa / Instalación de creación colectiva

Dantza - Performancea / Danza - Performance JULIO 18 > 27 UZTAILA

JULIO SEPTIEMBRE 4 UZTAILA > 27 IRAILA

21:30, 22:00 (Bi emanaldi / Dos pases) Kulturen Ataria (Igerilekuaren argizariaren azpian) / Atrio de las Culturas (Bajo el lucernario de la piscina)

Egunero / Todos los días Kulturen Ataria / Atrio de las Culturas Sarrera dohainik / Entrada libre Jarrai gaitzazu / Síguenos en:

Sarrerak Infopuntuan (informazio gunea) eta helbide honetan Entradas en Infopuntua (punto de información) y en

www.azkunazentroa.eus

después del verano,

¡sIgue con el francés! InIcIo de las clases el 1 de octubre a Iert b a a cul í r t ¡Ma a el hast bre! M e I sept e d 27

nstItut françaIs françaIs -- C Campo ampo V Volantín olantín,, 23, 23, B BilBao ilBao -- 94 94 413 413 20 20 00 00 -- info IInstItut info..BilBao BilBao@ @institutfranCais institutfranCais..es es -- www www..institutfranCais institutfranCais..es es//BilBao BilBao


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YAHVÉ M. DE LA CAVADA

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Pudiendo tenerlo todo

¿TE BEBERÍAS EL MEJOR VINO del mundo en un vaso de plastico usado y enjuagado con agua de un charco? Por poder, claro. Y la esencia de la experiencia —el vino— no tendría por qué quedar completamente eclipsada por las circunstancias —el plástico, el agua sucia, etc—, pero cualquiera entiende que el mejor vino del mundo se disfrutaría mejor en una copa limpia y en condiciones, ¿no? Entonces, ¿por qué en un momento en el que los avances tecnológicos en materia audiovisual están al alcance de cualquiera, un momento en el que se ha llegado a mejorar de forma asombrosa la calidad-precio en la reproducción musical, por qué hoy más que nunca escuchamos tanta música en los peores soportes, con los peores formatos y la peor calidad? Optimización, dicen algunos; comodidad ante todo, dicen otros; y yo estoy de acuerdo, pero ¿no estamos echando por tierra todo lo que podríamos, y deberíamos, estar disfrutando?

podríamos decir de los pros y los contras de otros formatos, porque las variables son demasiadas, y es muy osado decir “así suena mejor” si no se está bien seguro de lo que se tiene entre manos. Lo sé porque, para bien y para mal, me he dedicado profesionalmente al mundo de la música durante años, y eso me ha formado y deformado. Pero, antes que nada, soy un fan. Un amante de la música grabada y de eso que un día empezaron a llamar discos. No un audiófilo ni un maniático: mi vicio es mi voracidad, nunca me obsesionaron los formatos, las ediciones especiales o que mi tocadiscos fuese tope de gama. Solo quiero que la puta música suene razonablemente bien. Por eso me aterra ver cómo cada vez es más común que la gente escuche música en ordenadores portátiles, en altavoces bluetooth del tamaño de una ciruela, en tablets o en un puñetero móvil. Cuando en los años 30 escuchaban música en arcaicas gramolas que reproducían toscos discos de 78 rpm, o en un programa de radio emitido en enormes aparatos de sonido opaco, era porque no les quedaba otro remedio. La fidelidad en el sonido no era una puta opción: era aquello o el silencio. Hoy uno puede comprarse unos auriculares más que aceptables por menos 60 euros, y un equipo que suene razonablemente bien por poco más de cuatro o cinco veces eso. Con el streaming y la alta accesibilidad de la música, podemos escuchar más cosas que nunca, pero al mismo tiempo nos vemos empujados a hacerlo de la peor manera posible. Nadie tiene espacio en su casa para un equipo, para un buen altavoz, para lo que sea que haga que la música no sea un estridente hilo de sonido comprimido y enlatado. Y nadie nos obliga. No es YouTube, ni Apple o Spotify el que te obliga a escuchar esa canción que tanto te gusta en el iPad. Es la puta pereza, supongo. O que quizá, después de todo, la música no nos gusta tanto como creemos. Tal vez un poco de ruido de fondo con forma y armonía sea más que suficiente para nuestros modernos e hiperestimulados cerebros.

A medida que pasa el tiempo me gusta más y más la música. Siempre, desde que tengo uso de razón, ha sido así: no recuerdo un solo momento de mi vida en que la música no fuese importante para mí, y cada vez disfruto de más cosas diferentes: estilos, géneros, sonidos, no sé, estímulos. Siempre quiero más, porque todo me resulta apetitoso en un momento u otro, ya sea una sonata de Schubert interpretada por András Schiff, una canción tradicional tocada por la Carter Family o una improvisación de Marion Brown, tanto como si es el último disco de Baroness, de DJ Koze o de Los Estanques, por ejemplo. Dámelo todo, porque quiero probarlo, pero dámelo en condiciones. Deja que lo disfrute. Haz que suene mínimamente bien. Me encantan las posibilidades del streaming, de los formatos digitales, de todo lo que el mercado —mercado, sí— pone hoy en día a nuestro alcance. Tengo miles de discos en vinilo, pero sé que mucho de lo que se dice sobre las bonanzas del sonido en este formato son paparruchas más relacionadas con lo esotérico y la mitomanía que con la verdadera calidad de audio. Lo mismo

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Una sección hecha por los editores de la revista y un invitado distinto cada número, totalmente subjetiva y que no atiende a razones temporales ni de género. Recomendaciones a gogó. Sólo buena mierda.

Por E L I Z A B E T H C A S I L L A S Un libro CAMBIEMOS EL MUNDO

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Greta Thunberg (Lumen, 2019) Puede que el nombre no te resulte muy familiar, pero en cuanto te diga que es una adolescente sueca que ha hecho que los jóvenes de media europa se manifiesten por el cambio climático vas a caer. Es precisamente en Cambiemos el mundo donde se recogen todos esos discursos que la activista ha ido pronunciando a lo largo de los dos últimos años y que han servido de inspiración para tanta gente. Un discurso crudo, totalmente alejado de los speeches motivacionales y las ideas positivas que se han ido vendiendo a lo largo de los últimos treinta años. «Si hubiera funcionado, a estas alturas las emisiones habrían disminuido. Y no han disminuido», apunta Thunberg. Un pequeño libro que llama a la acción, porque la esperanza es algo que uno se gana y, visto lo visto, aún no la merecemos.

Por K O L D O G U T I É R R E Z Un programa de radio M O O N S A FA R I

Otro libro TSUNAMI. MIRADAS FEMINISTAS VV.AA. Edición de Marta Sanz (Sexto Piso, 2019) Dice Marta Sanz, encargada de la edición de este libro, que las mujeres nos estamos pensando y que lo estamos haciendo de un modo intergeneracional, sin desconfianzas, buscando un feminismo integrador. Por ello, en Tsunami, ha reunido a mujeres de generaciones diferentes, con perspectivas y lenguajes plurales, y las ha encapsulado en esta antología llena de cotidianidad y solidaridad. Un placer toparse con las palabras de nuestra admirada María Sánchez, pero también conocer esa otra faceta de la humorista gráfica Flavita Banana o absorber, una vez más, dosis casi letales de Edurne Portela, Sara Mesa, Laura Freixas… Ningún nombre en esta selección desmerece y es un lujo poder tenerlas ahí, todas juntas, hermanadas. 12

Gaztea (2019) La periodista y locutora Maider Gorostegi y la librera y DJ Inés García repasan cada viernes a la noche en la emisora Gaztea el fascinante mundo de la música electrónica. Los amplios conocimientos de Inés nos llevan por diferentes tendencias, estilos y épocas; del ambient al techno, pasando por sonidos más poperos o rhythm and blues. Las presentadoras profundizan en la materia, recuerdan a los pioneros, descubren nuevos DJs y explican su trayectoria e influencias. Baiuca, Amelie Lens, Tokimonsta y muchos otros se dan la mano en el programa, titulado así en honor al disco debut del dúo francés de música electrónica Air. Moon Safari divulga y explica la electrónica, habitualmente relegada en radios comerciales, de manera amena y didáctica en euskera. Se puede escuchar en directo, en su primitiva web o en la app oficial de Gaztea.

Un disco THE BOOK OF TRAPS AND LESSONS Kate Tempest (Republic Records, 2019) La rapera británica acaba de publicar su cuarto álbum casi a la par de su paso por el Primavera Sound. Once tracks donde escupe fuego hablando sobre los desvaríos políticos de su país, la homofobia o la sociedad neoliberal en general. Forjada en la escena callejera del spoken word, recita sus versos con un imparable flow que te abraza y atrapa sin remisión. La suave base musical contrasta con sus duras palabras y su intensidad, que justifican totalmente su nombre de guerra. Su ritmo y cadencia, alejados de los raperos tradicionales, permiten entender su profundo mensaje con facilidad. En estos tiempos de poesía cursi nacida en las redes, Tempest es el antídoto que necesitamos. Sus temas destilan sinceridad, pasión, emoción y, lo más importante, una gran lucidez.


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Por S A N D R O G O M A T O Un cómic MOMENTO MÓVIL Marlene Krause (Apa Apa, 2019) El móvil es la excusa que vertebra esta recopilación de nueve historias con las que la alemana Marlene Krause aterriza en nuestras librerías después de años dibujando e ilustrando aquí y allá. Nueve "cuentos gráficos" en los que la autora se mueve como pez en el agua entre el humor, lo sórdido, lo entrañable y lo descaradamente dramático. Que no te engañe el estilo desenfadado y colorido de la portada, su interior revela momentos que te dejarán en estado de shock antes de que puedas empezar a leer el siguiente relato. Todo ello con una estética tan gamberra como cuidada, como demuestra el detalle de que Krause reserva una paleta de colores muy limitada para cada historia. Todo un manifiesto contra la falta de empatía y solidaridad en estos tiempos de individualismo compartido.

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Por D E S M U S E A (colectivo artístico cyborg) Un videojuego ART SQOOL

Un libro QUEDARÁ LA ILUSIÓN

Julian Glander (2019) Una feísta, original, atroz y cutre chorrada 3D de la mente de uno de mis artistas favoritos, Julian Glander. En esta (cromáticamente desafiante) experiencia encarnas a Froshmin, un personajito que acaba de llegar a una facultad de Bellas Artes con sueños de grandeza. Pero antes de consagrarse como artista tendrá que acometer una serie de surrealistas encargos pictóricos a través de una interfaz rollo MS Paint. Éstos serán evaluados por el profesor Qwertz, una inteligencia neuronal que puntuará sus trabajos en base a unos criterios académicos frustrantemente imprecisos, complicando (o quizás, potenciando) tus posibilidades de convertirte en el nuevo Picasso, por ejemplo. Vaya, como en la vida real.

Galder Reguera y Carlos Marañón (Libros del KO, 2019) Durante el pasado Mundial de fútbol de Rusia, un par de amigos adquirieron el compromiso de intercambiarse una carta cada día. Lo hicieron a través de un blog, usando la actualidad deportiva como punto de partida para terminar de manera natural e inevitable charlando sobre muchas otras cosas. A veces, anécdotas curiosas; otras, reflexiones más íntimas. El resultado es un valioso ejercicio de transparencia y ruptura de ese pudor que nos impide expresar lo que sentimos. Una valentía seguramente animada por el hecho de compartir un Mundial con hijos en esa edad en la que la ilusión aún permanece intacta y, como Carlos y Galder confiesan, los mundiales son mucho mejores.

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Una tabla periódica TABLE OF DISRUPTIVE TECHNOLOGIES & I N N OVAT I O N Anna Cupani y Richard Watson (2018) Hace casi un año Anna Cupani y Richard Watson, dos académicos de la Imperial College de Londres, publicaron esta tabla con las propuestas tecnológicas emergentes más interesantes del presente y del futuro cercano. La lista agrupa cien tecnologías organizadas en dos ejes: por temporalidad y por capacidad disruptiva. Según ésta, podríamos estar a veinte años de distancia de la impresión 3D de órganos humanos, a algo más de poder comprar viajes low-cost a otros planetas o de subir datos directamente a nuestro cerebro. También se lista quiénes y desde qué lugares se trabaja en los desarrollos de estas propuestas. A ver si adivináis qué países ganan.

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Cactus Los cuerpos que importan en Judith Butler

Silvia López

Dos Bigotes, 2019

Cuando el pensamiento y la acción van de la mano #36 07–08_2019

TEXTO: ELIZABETH CASILLAS

Con Los cuerpos que importan en Judith Butler, Silvia López inaugura la colección LAS imprescindibles, una serie de ensayos que busca dar a conocer al gran público el pensamiento de algunas de las teóricas feministas más importantes de la historia. ver que el feminismo no es una teoría, sino muchas. Claro ejemplo de ello es LAS imprescindibles, una colección coordinada por Silvia López en la editorial Dos Bigotes en la que analiza las teorías de mujeres de diferente índole: de Judith Butler a Kate Millet, pasando por Angela Davis. Y esperamos que pronto muchas más, porque estos libros están creados como una herramienta para alentar el pensamiento, para llevarnos a la acción. Apunta Pilar Bellver en el prólogo de Los cuerpos que importan en Judith Butler, el primer número de esta colección, que «necesitamos la teoría feminista para cuestionar la imagen que tenemos hoy de nosotras mismas porque no es fácil ser consciente de que esta procede del pasado y es herencia del modo en que hemos sido contadas». También necesitamos la teoría feminista para la acción y, sobre todo, para poner en orden todos estos mensajes que desde el poder –no necesariamente el político– nos llegan sobre el feminismo. Necesitamos analizar “la moda del feminismo” y necesitamos herramientas, argumentos y teorías para hacerlo. Que las teorías académicas sobre el feminismo dan miedo puede ser un hecho bastante cercano a la realidad. Le dan miedo al poder por su contenido,

EL FEMINISMO ESTÁ DE MODA. Ojalá no fuera así. Ojalá no se estuviese mercantilizado porque, como todo movimiento, una vez absorbido por el sistema, muere. Quizás esta sea la excepción que confirma la regla y por mucho que los mensajes feministas se lean en las camisetas de Zara –y haya quien las compre sin cuestionarse quién las ha confeccionado o en qué condiciones laborales trabajan las dependientas que las sacaron de las cajas, las colocaron en sus perchas, las pasaron por el escáner y, en punto último, las metieron en una bolsa–, la lucha por la igualdad continúe. Que el feminismo sea una moda es algo que puede generar contradicción. Por un lado, la alegría de que el mensaje se popularice, que salga de los pequeños círculos académicos y que cada vez haya más personas que se identifiquen con el movimiento. Por el otro, queda la duda de qué feminismos son los que están calando, de cómo nos estamos pensando. Que el feminismo vende es algo que también ha quedado latente en las librerías. De unos cuantos libros sueltos a ocupar escaparates, baldas, incluso secciones enteras en la mayoría de las tiendas. Algunos de estos libros, precisamente, nacen con la premisa de ayudarnos a repensarnos, de hacernos 14


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pero también a las personas por su uso del lenguaje, por su complejidad a la hora de ser comunicadas. Silvia López nos anima, precisamente, a que dejemos de ver a estas mujeres como instituciones del feminismo contemporáneo y del pensamiento queer y a que comencemos a visualizarlas como personas. «Otra de las reacciones que suele aparecer cuando autoras como Judith Butler entran en la conversación es la sospecha de que han dedicado su vida a desarrollar un aparato teórico de uso exclusivamente académico y que en nuestra vida cotidiana no tienen ninguna aplicación real», señala López. Sin embargo, apunta que para Butler el pensamiento y la acción no pueden constituir dos mundos aparte, desconectados o regidos por propósitos diferentes. Judith Butler en tres conceptos. Silvia López divide la teoría de Judith Butler en tres conceptos clave o “ideas-raíz” que va diseccionando en otros tantos capítulos. El primero de ellos nos acerca a lo que Butler entiende por el cuerpo y se centra, sobre todo, en dos nociones básicas: la interdepencia –todas las personas dependemos las unas de las todas– y la desposesión –el cuerpo es una entidad en relación y no es sólo nuestro–. Esto nos lleva a una de esas ideas-raíz de la teórica estadounidense: la performatividad. Es en esta primera parada donde sale a relucir, también, la falacia de la vida autosuficiente que abandera el neoliberalismo: «se generaliza un discurso que alienta a los individuos a que actúen de manera autónoma y a que sean “emprendedores de sí mismos” en un contexto en el que se han destruido las posibilidades para que eso sea posible. Esta lógica individualista responsabiliza al individuo de su propio fracaso, de no poder salir adelante por sí mismo, lo que enmascara cómo las estructuras sociales, políticas y económicas precarias y dificultar las condiciones de vida de –cada vez– más personas», señala López en relación a la teoría de Butler. El segundo capítulo está dedicado a cómo la acción política distribuye desigualmente la posibilidad de sufrir. Es decir, ¿por qué unos cuerpos importan más que otros? Lo vemos en los mares del Mediterráneo, en las vallas de Melilla, los muros de Texas o Gaza… Es aquí cuando tenemos que pararnos a analizar las nociones de vulnerabilidad y precariedad. Las diferentes políticas sociales, económicas e incluso burocráticas son las principales

culpables de la precarización de los cuerpos y distribuyen desigualmente la posibilidad de vivir o morir. Sin embargo, apunta Butler, lo contrario de la precariedad no es la seguridad, sino la interdependencia: poder tramar relaciones que faciliten, promuevan o sustenten la vida o, en el mejor de los casos, una buena vida. Silvia López concluye este ensayo con un capítulo titulado Reclamando que tu cuerpo importa, articulado alrededor de la capacidad de agencia. Es aquí donde explica cómo esa precarización que ha ido analizando Butler nos lleva a la acción corporeizada, a la protesta pública. Defensora de los medios pacíficos, Butler alienta a reclamar el espacio público. De la precariedad compartida nace lo que Butler llama alianza y desde la vulnerabilidad, la exigencia de una vida vivible. «Las “vidas enfurecidas” reclaman su “derecho a aparecer”», apunta López y añade que, para Butler, «ocupando el espacio público se expresa el carácter político de su reivindicación, y se sitúa el cuerpo y el deseo de vivir en el centro de la lucha política». @

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Cactus Coyote Doggirl

Lisa Hanawalt

Astiberri, 2019

Lisa Hanawalt, al galope #36 07–08_2019

TEXTO: ELIZABETH CASILLAS

Tras el éxito de BoJack Horseman, Lisa Hanawalt acaba de estrenar en Netflix una nueva serie de animación: Tuca & Bertie. Sin embargo, esta no es su única novedad. Nos adentramos en otro de sus talentos, el de dibujante de cómics, para conocer a Coyote Doggirl, la protagonista de su primera novela gráfica editada en nuestro país. CON TAN SOLO ONCE AÑOS, Lisa Hanawalt (Palo Alto, California, 1983) tenía una verdadera obsesión con los caballos. Le gustaban mucho. Muchísimo. Tanto, que cuando estaba en sexto grado y le mandaron hacer una redacción sobre sí misma escribió lo siguiente: «para empezar, dejaré claro que me gustan los caballos. Me gustan MUCHO los caballos. ¡Me gustan mucho MUCHO! Todo el mundo que me conoce dice que es más que una obsesión. Probablemente tengan razón». En la redacción mostraba también otro de sus intereses: el arte. Y concluía con una declaración de intenciones: «quiero ser famosa por dibujar caballos algún día». A día de hoy, es bastante probable que Lisa Hanawalt sea la persona más famosa del mundo por dibujar caballos. No obstante, suyo es el diseño de uno de los corceles más reconocidos de lo que va de siglo: BoJack Horseman, protagonista de la serie homónima de Netflix en la que Hanawalt ha trabajado como diseñadora de producción y productora y con la que ganó el Critics Choice Award a mejor serie de animación. Tres veces. Ahora acaba de lanzar una nueva serie de dibujos para Netflix en la que se estrena como creadora y showrunner: Tuca & Bertie, una comedia para adultos con la amistad de dos pájaras –sin malas intenciones ni acepciones machistas, son literalmente dos aves– como hilo conductor de los dramas adultos. 16


El nuevo western. Coyote Doggirl está protagonizado, obviamente, por Coyote, una joven a medio camino entre la drama queen y la heroína valerosa que vive con la normalidad más absoluta de quien aún tiene sueños para el futuro y ansía la independencia por encima de todo. Coyote se hace su propia ropa y es una jinete excepcional que, junto a su corcel Rojo, se ve obligada a huir de un trío de perros vengativos. Coyote es toda poder. Lisa Hanawalt plantea un cómic que simultáneamente se convierte en una sátira y un homenaje a los western clásicos. «Me gustan mucho los western, pero suelen ser racistas y misóginos y muchos de ellos incluso ignoran a los caballos», bromeaba Hanawalt en una conferencia ofrecida en el XOXO Festival de 2015. Evidentemente en Coyote Doggirl no encontramos ni rastro de racismo o misoginia, aunque sí amor por los animales. Apuntaba Hanawalt en esa misma conferencia que cuando comenzó a idear este cómic lo primero que dibujó fue a Coyote como un hombre: «estoy acostumbrada a ver protagonistas masculinos en historias como esta, por lo que tuve que dar un paso más para visualizarlo como una mujer. Me doy cuenta de que no tenía ninguna razón para no hacerla como una chica, solo estaba siendo vaga. Así que le puse un sujetador deportivo y la hice mujer», comenta entre risas. La falta de referentes a la que alude Hanawalt es mucho más común de lo que parece y subvertir los géneros clásicos para intercambiar roles de género es sin duda uno de los grandes esfuerzos a los que se están enfrentando, sobre todo, las creadoras durante los últimos años. «Me siento frustrada porque este tipo de historias no existan aún». Coyote Doggirl es un cómic sobre una mitad perra-mitad coyote antropomorfa que debe huir de alguien y algo que aún no conocemos, que ama a su caballo y que a través del humor pone sobre la mesa uno de los grandes temas de nuestro tiempo: la mujer y su libertad. Y todo ello Hanawalt lo hace con su particular estilo, tan fácilmente reconocible, y sus colores saturados. Cientos de pequeños detalles, clases de costura, equitación y defensa armada se esparcen entre la reluciente arena del desierto, la piel rosa de la protagonista y los atardeceres más bellos que podáis imaginar. Lisa Hanawalt es famosa por sus caballos, pero tras sus huellas hay un discurso muy interesante que conocer. Como díría Coyote: «sigamos a buen ritmo. ¡No hay tiempo para oler las dormideras del desierto o las verbenas!». @

Pero mucho antes de dibujar a este archiconocido equino que vive al galope entre la frustración y el odio a sí mismo, Lisa Hanawalt ya había recibido cierto reconocimiento por plasmar sobre el papel a otro caballo. En concreto, por la crítica dibujada de War Horse (Steven Spielberg, 2011) que publicó originalmente en The Hairpin y que está incluida en su anterior libro My Dirty Dumb Eyes (2013), aún inédito en nuestro país. Después llegaría su cómic Hot Dog Taste Test (2016) y Coyote Doggirl, la novela gráfica que nos compete y que Astiberri acaba de hacer llegar a las librerías vestida con una vistosa portada de un amarillo intenso y un formato ideal para meter en la bolsa de la playa. 17

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Terror laboral Yuppie Psycho

Baroque Decay

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TEXTO: KOLDO GUTIÉRREZ

Nada de zombies o monstruos. El estudio gallego Baroque Decay nos propone un atípico juego de terror en el primer trabajo de un tímido joven que acaba de empezar en la empresa más grande del mundo y que guarda oscuros secretos.

HACE UNAS SEMANAS, el diputado general de Bizkaia, Unai Rementería, en plena campaña electoral, puso un ejemplo en Twitter de lo que él considera un trabajador ejemplar: «Andoni es pescatero en el mercado de Barakaldo. Se levanta a las 4:30, atiende el puesto y por la tarde trabaja en otra tienda. Cierra la persiana a las 22:00. No se queja, no pide ayudas; solo pide ideas. Esta gente merece intentarlo.» En Yuppie Psycho no interpretamos a un pescatero, sino a un oficinista en su primer día de trabajo en Sintracorp, la empresa más grande del mundo. No sé cómo será Andoni, pero Brian Pasternack es un joven indeciso y tímido. Desde que entramos en la multinacional nos dejan claro que está regida por un sistema de castas, y desde luego nosotros no estamos en la cúspide. En realidad el pobre Brian ni siquiera tiene del todo claro cuál es su labor en Sintracorp, como queda patente en una temprana conversación que tenemos con uno de nuestros nuevos compañeros y que nos pregunta en qué consistirá nuestro trabajó allí; ni personaje ni jugador tenemos la más remota idea de qué coño haremos. Los creadores del juego, el estudio gallego Baroque Decay, se han sacado de la manga una genial etiqueta que encaja a la perfección con su nuevo título: First job survival horror. Yuppie Psycho es una aventura gráfica con puzles muy poco convencional. Bajo su apariencia de simpático pixelart nos encontramos un

juego oscuro, sórdido y con un evidente contenido político, aunque sus desarrolladores reconozcan estar sorprendidos por esa interpretación. Sin embargo, no dudan en citar entre sus referentes a autores de marcado carácter político, como J.G. Ballard, de cuya novela Rascacielos toman la estructura de castas establecida mediante pisos. También se aprecian reminiscencias de directores como David Cronenberg (que adaptó precisamente el escritor en Crash), David Lynch o Roman Polanski, y autores orientales como Takashi Miike, Shintaro Kago o Shinya Tsukamoto. Incluso se pueden percibir ciertos elementos de Miguel Ángel Martín en esa desconcertante combinación entre un tono aparentemente ingenuo y lúgubre. Esa hábil fusión entre elementos españoles y estadounidenses con estética japonesa podría dar lugar a un indigesto pastiche, pero el resultado es único y con una personalidad arrolladora. Tanto en su estilo, como en ambientación e intenciones es difícil pensar en juegos similares, ni siquiera la anterior obra del equipo, El Conde Lucanor. Quizá Catherine, el inclasificable juego de Atlus que mezclaba aventura conversacional con romance y puzles en un ambiente pesadillesco sea lo más parecido. La original premisa de Yuppie Psycho al situar una historia de terror en un entorno laboral funciona a las mil maravillas. ¿Puede existir algo más aterrador que tu primer día en una megacorporación? 18


partida en las impresoras, una idea genial que nos obliga a gestionar con cuidado ese preciado objeto y que remite inevitablemente al mítico sistema de guardado de los primeros Resident Evil a base de máquinas de escribir y cartuchos de tinta, lo que aporta aún más tensión a nuestro recorrido por los grises y sangrientos pasillos de la oficina. El jugador se siente en todo momento como el novato protagonista, que no entiende muy bien lo que está pasando y que ya en su primer día tendrá que meter horas extra. Nos vemos superados por una situación confusa que se va tornando cada vez más surrealista y retorcida. Yuppie Psycho es una aventura atípica donde debemos resolver puzles, algunos no muy inspirados y que caen en el ensayoerror, y que combina con maestría terror con ciertas dosis de humor, gracias a varios personajes estrafalarios como los que pueblan cualquier oficina y cuyas relaciones nos deparan varias escenas delirantes. Sus desarrolladores han logrado captar a la perfección el ambiente de trabajo en una oficina: vamos aprendiendo a movernos por el escenario, usando el ascensor, recordando qué departamento se encuentra en cada planta, quién trabaja en cada habitación y, en definitiva, descubriendo el protocolo de la Sintracorp. Incluso podrá surgir el amor gracias a las imprescindibles visitas a la máquina de café. Así iremos conociendo a nuestros compañeros y viendo que los roles habituales de una empresa están perfectamente representados, aunque debidamente exagerados, como un jefe que va a caballo y cuyas heces (las del equino, se entiende) permanecen en la sala de reuniones sin importar los trabajadores. A diferencia del sufrido Brian, este no es el primer trabajo de Baroque Decay, sino el segundo, pero ambos salen airosos de una empresa tan valiente como complicada. Yuppie Psycho es un juego único que habla sobre las condiciones laborales en estos tiempos de explotación y neoliberalismo. Se pueden extraer diversas lecturas sobre la bruja a la que debemos cazar, pero será mejor que las saque cada uno, especialmente teniendo en cuenta que existen varios finales. Al fin y al cabo, todos tenemos nuestra propia bruja. @

Esqueletos en el armario. El inocente protagonista va poco a poco descubriendo que Sintracorp tiene más oscuros secretos que Inditex o Facebook y guarda varios esqueletos en el armario, en algunos casos literalmente. Debemos tratar de abrirnos paso en esa sociedad totalmente jerarquizada y en un ambiente corporativo bastante tóxico. Pese a la confusión inicial, Brian acaba descubriendo pronto cúal será su cometido: cazar a una “bruja” cuyos poderes han hecho posible el éxito de la empresa, pero que ahora parece haber vuelto para atormentar a sus empleados. La situación se empieza a torcer pronto, así que nos vemos obligados a ir robando material de oficina, como cualquier currito que se precie, para emplearlo en nuestra aventura: lápices, toners, pilas, comida, café, agua… ¡Solo faltan las recurrentes grapadoras! Estos objetos mundanos sirven para enfrentarnos a los enemigos con los que nos vamos topando, lo que aporta una gran sensación de vulnerabilidad al no disponer de armas reales, y para recuperar vida. Mención especial al papel que usamos para grabar 19

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¿Viñetas y mandos en los museos? TEXTO: KOLDO GUTIÉRREZ ILUSTRACIÓN: MARLENE KRAUSE

Cómic y videojuegos son los dos artes más jóvenes y omnipresentes en la cultura popular contemporánea. Sin embargo, su papel en los museos suele estar relegado a simples intermediarios hacia un arte más tradicional y elevado. ¿Por qué ocurre esto en pleno siglo XXI? ¿Es necesario su acceso a la institución para legitimarlos y librarlos de su complejo de inferioridad?

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n 2016, con motivo de la exposición por el V centenario de la muerte de El Bosco, el Museo del Prado encargó a Max un tebeo sobre el genial pintor holandés, titulado El tríptico de los encantados. Max es uno de los autores de cómics más prestigiosos de nuestro país y un auténtico admirador del mítico artista, cuya obra considera un precedente de la historieta. Pese a sus más de cuatro décadas de brillante trayectoria repleta de éxito, su manera de acceder a un museo no fue con su propia obra, sino a través de un artista clásico ya fallecido al que debía rendir homenaje. Ha tenido que esperar tres años para que su propio trabajo sea acogido en una pinacoteca; entre enero y marzo ha expuesto en el Centro José Guerrero de Granada. Sin embargo, no lo ha hecho en solitario, sino acompañado por otros dos autores. ¿Por qué un artista de su nivel ha tenido que pasar en primer lugar por el aro de rendir tributo a un autor consagrado antes de ver su creación personal en un museo? En el segundo capítulo del programa de radio Contracömic, la dibujante, cantante y mediadora cultural Klari Moreno reflexiona sobre esta particular relación entre el llamado noveno arte y los museos. Moreno denuncia que el tebeo sea empleado como un lenguaje para explicar el considerado “arte en mayúsculas”. «Creo que el cómic ya es un arte y puede funcionar como obra, así que hay un conflicto a la hora de emplearlo para explicar “una obra de arte” y el problema está en educar al público para acceder a ello», protesta.

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En 2005 el Louvre inauguró esta tendencia al encargar una colección de cómics donde algunos de los mejores dibujantes rendían homenaje a los pintores del museo y a sus obras más representativas. Posteriormente, el Orsay y el Centro Pompidou llevaron a cabo iniciativas similares. El Museo Thyssen-Bornemisza importó la estrategia en 2014 al encargar a uno de nuestros autores más reputados, Miguel Ángel Martín, el cómic Mitos del pop como complemento a su exposición sobre Pop Art. Así, comenzó su propia colección de tebeos, seleccionando a autores con cierta afinidad por el autor tratado, como Dos holandeses en Nápoles, de Álvaro Ortiz, o Balthus y el conde de Rola, de Tyto Alba. Desde entonces, abundan las novelas gráficas sobre artistas clásicos, la mayoría biografías relativamente tradicionales, pero también existen obras más complejas, como Las Meninas, ganadora del Premio Nacional del Cómic gracias al profundo análisis que Santiago García y Javier Olivares realizaron sobre la influencia de la obra maestra de Velázquez en un original juego de espejos a la altura del pintor sevillano. El mismo guionista publicó Museomaquia por el 25º aniversario del Thyssen, dibujado por David Sánchez e inspirado en las obras de su colección permanente, pero se aleja bastante de este tipo de encargos. «La propuesta del Thyssen era muy abierta de planteamiento: solo querían algo que pudiera relacionarse con el aniversario del museo, pero incluso en eso estaban dispuestos a ser flexibles si les proponíamos otra cosa», confiesa el escritor y traductor, que no considera necesario que la novela gráfica deba aceptar este tipo de jerarquía institucional, aunque así funciona el sistema del


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Exposiciones virtuales. El mismo museo produjo un proyecto similar en 2015 pero en un formato muy diferente: el videojuego. Nubla (en la imagen) es un título desarrollado por el estudio Gammera Nest, en colaboración con Sony y el área de educación del Thyssen, lanzado en PlayStation 4 y con una secuela estrenada a comienzos de este año. Se trata de una aventura gráfica con puzles y plataformas ambientada en el mundo del arte, descrita por sus autores como «un proyecto educativo en el que los protagonistas son los jóvenes y donde se han imbricado narrativas propias de los videojuegos con las propias de la Historia del Arte o con las de la literatura». Dado su carácter divulgativo, el juego ha sido utilizado en colegios, talleres y visitas guiadas, para iniciar a los más jóvenes en el mundo del arte y acercarles a los grandes pintores. El museo ya llevaba años trabajando con aplicaciones interactivas y videojuegos, pero siempre en el entorno de la obra o del museo. Quería ir un paso más allá, así que propuso a Gammera Nest

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arte. «No creo que el cómic necesariamente tenga que encontrar su desarrollo dentro de ese sistema, aunque puede navegar por él y utilizarlo, pero afortunadamente su ámbito de actuación es más amplio», opina. La responsabilidad no es exclusivamente de los museos, instituciones generalmente lentas y conservadoras, sino también del propio medio, critica García: «¿Dónde están las instituciones propias del tebeo? ¿Sus archivos, academias o museos? ¿Qué trabajo ha realizado el sector para poner en valor su producción? Si hay algo que me parece propio de un arte muy menor es esperar a que venga los museos a reivindicarte y salvarte; allí se entra ya reivindicado».


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Cactus una idea, como cuenta el director del proyecto, Daniel Sánchez: «Hacer un videojuego basado en el museo pero que no fuese una exhaustiva descripción de la obra que se conserva en él ni una lección de historia del arte». Esa experiencia les ha permitido trabajar para otras instituciones. «Cada museo tiene su forma de trabajar, su discurso y su forma de entender el mundo donde desarrollan su discurso propio. No es difícil trabajar con ellos si les entiendes, pero tampoco fácil», admite. Daniel Sánchez conoce esta problemática, ya que fue objeto de su tesis, por lo que señala varios condicionantes: la gente que generalmente decide en los museos no es muy afín al mundo del videojuego, además esas instituciones sirven para conservar y muchos juegos funcionan con tecnología obsoleta. La exposición también resulta complicada: «¿Cómo expones una obra que para comprenderla en su extensión tienes que jugarla entera de principio a fin?», plantea. Sin embargo, no cree que sea una cuestión puramente material: «Los desarrolladores deberían empezar a usar el potencial existente en la narrativa del videojuego para generar discursos interesantes, para expresar y no sólo para entretener». Peor suerte corrió Arturo Monedero, socio fundador y game designer del estudio de videojuegos bilbaíno Delirium y vicepresidente de la Asociación Española de Videojuegos (AEVI). En los inicios del estudio, hacia 2007, crearon un prototipo de herramienta virtual para dar a conocer obras de los museos de manera didáctica y que permitía a los usuarios interactuar con las obras. Se la ofrecieron al Prado y al Thyssen, pero la rechazaron. Llegaron a diseñar una aplicación que recreaba libremente Las Meninas y un cuadro de Escher para mover la cámara y encontrar secretos, asesorados por un técnico de arte del museo, pero la idea no cuajó. «Los museos van

muy lentos y les cuesta aprobar este tipo de ideas», explica Monedero, «creo que llegamos demasiado pronto y la tecnología era más rudimentaria». El tiempo le dio la razón, pasaron los años, la tecnología evolucionó y la concepción de los videojuegos fue cambiando. Delirium acabó accediendo a las pinacotecas por la puerta grande con Los Ríos de Alice, su juego inspirado en el universo de Vetusta Morla, presentado en 2013 en el Museo Guggenheim Bilbao con música en directo. Fue esa combinación de

Viñetas de Museomaquia (Astiberri, 2017). A la derecha, la exposición sobre Krazy Kat en el Reina Sofía.

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ENPLEGUKO ETA GIZARTE POLITIKETAKO SAILA DEPARTAMENTO DE EMPLEO Y POLÍTICAS SOCIALES


disciplinas la que les permitió acceder a esos templos sagrados habitualmente reservados para el arte más tradicional. «El videojuego es un arte suma de otros, por eso a nosotros nos gusta juntarlos en nuestro trabajo», analiza el game designer. Pulsar para avanzar. Parece que los juegos necesitan recurrir a otros artes clásicos para legitimarse y quitarse el estigma de simple entretenimiento adolescente. La exposición Del tilt al byte que tuvo lugar en el Museo Valenciano de la Ilustración y de la Modernidad a finales de 2015 se atrevió a acabar con ese complejo de inferioridad al proponer un recorrido por la historia del medio, desde las viejas máquinas recreativas hasta las últimas consolas. Además de títulos clásicos, también había lugar para obras recientes, entre las que se encontraba Los Ríos de Alice, lo que llena de orgullo a su creador. «Creo que es algo generacional, porque los juegos apenas tienen cuarenta años, pero también cultural, porque en Bruselas es fácil encontrarte varios museos dedicados al cómic», sentencia Arturo. No le falta razón. En la sempiterna discusión sobre si los juegos son arte, uno de los argumentos recurrentes es la colección permanente del MoMA, que desde 2012 cuenta con catorce títulos míticos, entre los que se encuentran clásicos como Pac-Man o Tetris y obras actuales como Portal o Passage. Desmusea

es un colectivo nacido en Madrid en 2018 formado por Clara Harguindey y Daniel Pecharromán que definen como “mediación cultural cyborg”. Se conocieron cuando ella trabajaba en Nubla y buscaban la aplicación de las tecnologías en museos e instituciones culturales. Pero Desmusea ha evolucionado, como apunta él: «Es un espacio de experimentación (en origen totalmente virtual), donde nuestras preguntas toman forma utilizando los museos y sus colecciones como hilo conductor». Tras su experiencia en esos espacios, se cuestionan su supuesto papel como entes legitimadores, por eso, Clara Harguindey lo tiene claro: «Si el museo sólo me ofrece legitimidad y elitismo, prefiero ir a cualquier evento que exponga videojuegos aunque sea con cervezas y música alrededor. No estoy segura de que haya esa condescendencia hacia los videojuegos per sé». Justo ahora acaba de terminar la exposición El Dibujado, que Paco Roca, el gran bestseller de tebeos en España, ha realizado durante cuatro meses en el IVAM de su Valencia natal. No se trataba de una exhibición al uso, sino de una obra creada expresamente para el museo. Roca comenzó en El Víbora, la mítica revista de cómic underground, que hasta el 29 de septiembre cuenta con una exposición en el MNAC de Barcelona sobre sus cuatro décadas de historia. Quizá no sea imprescindible que tebeos y videojuegos lleguen a los museos para legitimarlos, pero ayuda. Pero también la industria, creadores y prensa debemos contribuir a esa causa. @

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Chili Peppers vs.

Un pique inicial entre Anthony Kiedis y el infinito vocalista de Faith No More parecía cerrarse sin heridos graves en 1990. El asunto acabó trayendo cola una década después, cuando los Red Hot eran una de las bandas más grandes del planeta.

contra Patton TEXTO: MIKEL GIL

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a bahía de San Francisco, tan prolífica en lo musical desde los tiempos de las flores en el pelo, cultivó a lo largo de los ochenta una escena que copaba el ancho espectro del rock, desde el punk político de los Dead Kennedys hasta el thrash refinado de Metallica. Dos chavales que habían tocado con Cliff Burton en sus años de instituto, Mike Bordin y Jim Martin, vieron desde la barrera del underground cómo Metallica despuntaban, mientras ellos editaban dos desapercibidos discos con su banda, Faith No More. Para el tercero contaron con un nuevo cantante, un tal Mike Patton, de veinte años cumplidos. En enero de 1990 sacaron el videoclip de su segundo single del álbum, Epic. Y lo petó. Mucho. Sus continuas reproducciones en la MTV gustaron a casi todo el mundo, salvo un par de excepciones. Una eran los animalistas que se alarmaron al ver una parte concreta del videoclip, en el que hay un plano a cámara lenta con un pez sacudiéndose fuera del agua. La otra era Anthony Kiedis, vocalista de los Red Hot Chili Peppers, a quien le enfadaba, concretamente, el estilo vocal que Patton desempeñaba en la canción. Estaba rapeando, con una voz de laringe baja, con esa cadencia tan característica del paleo-rap ochentero. Es innegable que el cantante se estaba marcando todo un Kiedis, lo que al líder de la banda angelina le pareció un oprobio. Encima a Patton se le había ocurrido llevar melena también. Y decían que también salía al escenario con el torso desnudo, como si fuera el quinto Pepper. Kiedis sentía esa cólera del que le plagian, del que siente

que su genio y creatividad han sido expoliados por terceros faltando a su propio honor como artistas. No se le había ocurrido pensar lo mismo cuando él mismo, a sus veinte años, había escuchado el hip hop emergente de Grandmaster Flash and the Furious Five y decidió hacer suyo ese estilo vocal que tan bien se amoldaba a su capacidad técnica como cantante. En la Kerrang número 292, de junio de 1990, le preguntaban: «¿Te ha tangado Mike Patton de cabo a rabo, o qué?». Y Kiedis afirmaba: «Mi batería dice que le va a raptar, le va a afeitar la cabeza y serrar uno de sus pies, para que se vea obligado a encontrar un estilo propio». Lo que le molestaba al cantante de los RHCP era que el público pensara que él era quien copiaba a Patton, «especialmente en el Reino Unido, donde Faith No More son mucho más conocidos que nosotros. En America es otra historia, la gente es consciente de la profunda influencia que hemos sido para ellos». La bravata californiana de los Red Hot Chili Peppers no había tenido tanto calado en la lluviosa Albión, en ese estadio previo al bombazo discográfico que fue su inminente Blood Sugar Sex Magik (1991). Como en sus letras, Kiedis echaba mano de metáforas sexuales para explicar la aceptación del público. «Es como el largo proceso de hacer el amor con alguien: empiezas con los preliminares, besas y lames su cuello y despiertas sus zonas sensibles con las yemas de los dedos con los primeros dos discos. Quizás empiezas a comérselo con el tercero, y al final la metes con el cuarto». 27

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Cactus La carrera de los Red Hot estaba en ese punto, pero solo en América, donde Mother’s Milk —el primero con Chad Smith y John Frusciante en la formación, pero con el mismo sonido esencialmente funky que los anteriores— había sido un éxito. «Básicamente, todavía estamos en la fase preliminar con el resto del mundo, porque no entendieron nuestros primeros dos trabajos». En realidad, tampoco parece que Kiedis hubiera indagado en exceso en la música de Faith No More. Aparte de Epic, solo en Falling to Pieces se podían encontrar los mismos fraseos rítmicos en la aportación vocal de Patton. A los RHCP tampoco se les pasó la cabeza considerar que, más que a su propio cantante, a quien Patton quería imitar era al anterior vocalista de Faith No More: Chuck Mosley. Ya el vídeo de We Care a Lot recuerda estéticamente a los primeros de los angelinos. Aunque la diferencia más importante se notaba en el poso rockero de Faith No More y en la gordura de sus guitarras, mientras que aquellos Red Hot Chili Peppers previos al pop holista eran todo funk macarra. En la Kerrang número 302, de agosto de 1990, el teclista de Faith No More replicaba que había estado en contacto con Kiedis después de sus declaraciones para la misma revista. Roddy Bottum quería averiguar si las declaraciones del cantante habían sido en serio o una especie de favor publicitario, puesto que se consideraban «grandes amigos de esa banda». Patton se había mantenido al margen de declaraciones en un principio, pero más tarde apuntó que Kiedis igual se sentía «viejo» —el cantante de los RCHP tenía veintisiete años en aquel entonces; sin duda, era una época en la que la edad se concebía de manera distinta— y que no le apetecía entrar en liza «como si fuera Bon Jovi contra Axl Rose». Después del Blood Sugar Sex Magik, hasta Europa tuvo que rendirse ante la madurez musical de unos Red Hot Chili Peppers renovados. La similitud entre el single de Faith No More y su estilo propio debía ser poco menos que un trámite olvidado en el cajón mental de Anthony Kiedis, que declaraba: «después de que guisara un tiempo en mi estómago, decidí aceptarlo. [Patton] es solo un crío. Además, sin su pie izquierdo tendrá que cambiar…». No lo hizo.

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legó la disolución de Faith No More. Patton la considera como una etapa cerrada, puesto que el grupo ya ha ofrecido todo lo que tenía dentro de sí durante una década, y la decisión de continuar publicando conllevaría un bajón de calidad. Así que centra sus esfuerzos en la banda que fundó siendo adolescente, Mr. Bungle, con su mezcolanza de rock experimental y vanguardista. Tenían planeado publicar su tercer disco, California, con la Warner Bros. Tres de tres con la discográfica major, gracias a la buena prensa de Patton con su otro grupo. La fecha señalada: 8 de junio de 1999. El problema: coincidía en la agenda de la Warner con la salida de otro disco de nombre muy parecido, Californication. La productora, temerosa por el solapamiento temático de ambas obras, retrasó la salida del primer disco. El de Mr. Bungle era otro escalón —más compacto, menos desbarrado— en su esquizofrenia sónica particular. Patton lo describía así en una entrevista para The Onion: «El título resume lo que pasa en el álbum. Es muy agradable a ratos, y luego hay un montón de pequeños desastres que se presentan solos, explotan y marchan como una tormenta. Prefiero explicarlo así a decir: “Oh, California es un lugar muy engañoso; brilla por fuera pero es muy oscuro por dentro”. Dejemos a los Chili Peppers explicarlo así». No era casual la mención. Después de estar años sin pensar en ellos, Patton destapaba un «encontronazo extraño» que habían tenido. Para el verano de 1999, Mr. Bungle había conseguido firmar un buen puñado de festivales en Europa por primera vez en su carrera, «algunos nombres grandes». Pero alguien les guardaba una bien dentro: se les cayeron varios conciertos, «incluyendo un festival muy gordo en Australia, específicamente porque Anthony Kiedis

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no nos quería en el cartel». Los organizadores podían elegir tener a Mr. Bungle o a RHCP, pero no a ambos. Ya no era una batalla entre una banda que era potente en América con otra que lo era en Europa, sino entre una que vendía discos por encima del millón de copias y otra que no era «ni una mota de polvo en el culo de este tío [Kiedis]». Mr. Bungle hablaron con el mánager de los Red Hot, quien se disculpó y les confesó que no era la posición del grupo, sino exclusivamente de Kiedis. Un boicot estructural así no podía ser devuelto por la banda de Patton, así que decidieron usar una guasa más que mordaz. En Halloween de 1999, Mr. Bungle tocaba en Pontiac, Michigan. En un momento del show, hicieron un popurrí de cinco canciones de los Peppers, disfrazados de ellos. Quitando puntuales cambios de letra y chanzas de Patton, la ejecución fue excelente. Fue la actitud de los músicos la que más escándalo causó: mientras Trevor Dunn simulaba

pincharse en el brazo y Trey Spruance esnifar una raya del teclado, Patton presentaba al grupo, además de dos personas cubiertas con sábanas blancas a los que nombró como los fantasmas de Hillel Slovak y River Phoenix, primer guitarrista y amigo íntimo de los Peppers respectivamente, cuyo destino se vio conectado por sendas sobredosis mortales. Bromas de ese tipo seguirían más adelante: en una entrevista a Fantômas en la televisión alemana, Dunn declaraba que tras un concierto las ruedas de su coche habían sido pinchadas con jeringuillas. Kiedis no pudo seguir fingiendo que Mr. Bungle no le importaban un carajo, y jamás levantó su veto. No tuvo que preocuparse mucho más, porque los de San Francisco se separaron poco después, al no haber recaudado suficiente con la gira del California. Una de las bandas más experimentales de los noventa dejaba de existir para siempre. Diez años después del pelotazo de Epic, su herencia parecían ser las bandas de rap metal que pululaban la colmena del rock estadounidense. Patton declaraba en 2001: «No voy a aceptar ninguna responsabilidad por esos idiotas. Cada vez que escucho a esas bandas decir que Faith No More les hizo ser lo que son, no le presto atención porque si me mirara mucho al espejo me habría suicidado hace tiempo. Debería culpar a Anthony Kiedis, sería más divertido». @


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Arqueología del presente Acerca de la ficción postdigital TEXTO: ANA LLURBA

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Internet ya forma parte de nuestra historia cultural y eso se refleja inevitablemente en la literatura. Estas novelas presentan el paisaje digital como una nueva normalidad y un omnipresente monumento de la arqueología de nuestro presente.

«Podría jurar que huele a sangre, a líquido amniótico; sé que son mis sentidos, sobreestimulados por regresar al espacio donde viví una vida entera. En internet me esperan mis muertos». Los cuerpos del verano, Martín Felipe Castagnet.

Al igual que hiciera el reconocido escritor italiano emulando las ciudades imaginarias descritas por el incansable viajero Marco Polo al rey de los tártaros Kublai Khan, Robles lleva al absurdo la vehemencia decimonónica y la corrección política de los criterios de calidad de los escritores adeptos de manera programática al realismo. A través de este ecléctico artefacto literario, Robles ensaya sobre diferentes redes imaginarias (una para enfermos terminales, otra para nihilistas, otra para mascotas) proponiendo un recorrido por las autovías imaginarias de ese mundo dentro del mundo al que nos conectamos a diario: internet. La novela de Robles ejemplificaría cómo la literatura ya no tematiza lo digital sino que lo historiza, lo incorpora como algo cotidiano, distanciado de la fascinación con sistemas y gadgets propios de los géneros especulativos. Las redes, las reales, más inmateriales que invisibles, son las ciudades que transitamos, visitamos, actualizamos, navegamos todos los días guiados por la luz intermitente y providencial de nuestros routers domésticos.

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n una entrevista para el periódico argentino Página 12 en 2004, Ursula K. Le Guin, la recientemente fallecida autora de ficción especulativa, retrucaba e invertía una pregunta que seguramente ya estaba cansada de responder. Con una sabiduría expresada con la candidez de la infancia que la caracterizaba, Le Guin afirmó que la cuestión no era por qué la fantasía solo atrae a los niños y los jóvenes sino por qué el realismo solo atrae a los adultos. «¿Habrá algo equivocado en el realismo, algo se habrá perdido?», decía la autora con suspicacia. Esa misma pregunta acerca de por qué el realismo literario se ha convertido en el standard de la calidad literaria parece parodiar los diferentes obstáculos para pertenecer a la hilarante “Balzac”, una red social para escritores realistas que el escritor argentino Sebastián Robles describió en Las redes invisibles (Momofoku, 2015). Un homenaje postdigital a ese paradigmático ejercicio de escritura especulativa que es Las ciudades invisibles (1972) de Italo Calvino.

El futuro llegó hace rato. ¿Pero qué es lo postdigital? De acuerdo con Florian Cramer (2014) en su artículo What is Post-Digital?, este término puede ser usado para describir el desencanto contemporáneo 30


con los sistemas de información digital, así como al período en que nuestra fascinación con esos sistemas ha devenido histórica. En este sentido, la normalización de las referencias a internet (así, con minúsculas) y la era digital en la literatura contemporánea no es novedosa. Las metáforas líquidas del cyberpunk emergieron en la era previa a la popularización de internet. Desde las aplicaciones más rudimentarias de la cibernética, la especulación sobre los potenciales usos de los implantes, las actividades ilegales de los hackers y el tráfico de datos ya estaban en el imaginario de los ochenta. Además, algunas ocurrentes novelas contemporáneas sobre las formas de opresión que se actualizan a través de las redes como Odio Internet (2017) de Jarett Kobeck o esa gran metáfora del poder corporativo que fomenta en la pulsión escópica a través de las redes sociales en El Círculo (2013) de Dave Eggers, las fábulas sobre los poderes tentaculares de las redes donde naufragamos a diario están más que bien representados en la literatura contemporánea.

Los cuerpos del verano (Sigilo, 2019) nos presenta un mundo donde las almas/conciencias pueden subirse a la nube y mantener el contacto con los vivos a través de un chat

We are safe. We are hiding in the wi-fi. Sin embargo, alejado de las tramas conspiranoicas, la incorporación de lo digital sin distancia, sin esa fascinación por el poder tecnológico, fue la norma en la Alt Lit. Ese magma de escritura fijada en cementerios de blogs abandonados, plaquettes, tuits y libros que refractaron angst millennial, el aburrimiento y la abulia generacional. Como en Richard Yates (2010) de Tao Lin donde la adicción al chat y el namedropping compulsivo de marcas de comida vegana tiene algo de elegía epigonal de la acumulación compulsiva del capitalismo tardío. Sin embargo, en la Alt Lit, internet sigue siendo el medio, no el mensaje. En cambio, en cierta literatura hispanoamericana reciente, las llamadas “nuevas tecnologías” son representadas como una parte omnipresente de nuestro paisaje físico, psicológico y emocional. Un paisaje historizado, interiorizado donde enunciarlas “nuevas” a esas tecnologías suena a arcaísmo. Al igual que espejos negros, estas novelas tratan con los gadgets como superficies que refractan nuestros incertidumbres, ansiedades, anhelos y deseos más oscuros. No es casualidad que así se llame la serie dirigida por Charlie Brooker, esa inquietante calibración del futuro próximo con nuestro presente extendido. 31

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Cactus En La lesbiana, el oso y el ponqué (Ediciones B, 2017) de la escritora colombiana Andrea Salgado, la premisa principal es, solo en apariencia, simple: los personajes (usuarios) se conectan a una especie de videojuego o ficción interactiva a través de la cual pueden observar la vida de otras personas (proveedores). De esta manera, la vida de Lucas, la protagonista lesbiana, no es la vida de Lucas, es la vida de todos aquellos que se conectan para seguirla, ya que sus vidas confluyen, comulgan con las emociones y los deseos de todos aquellos que se conectan. Los usuarios no tienen otra vida, otra emoción, otra ansiedad en sus días que no vengan de Lucas. De esta manera, esta fábula de ciencia ficción se transforma en una una exploración de la intimidad y, de paso, sobre los roles de género y la identidad. Y, sobre todo, una reflexión sobre la experiencia de la soledad en este mundo de personas solitarias cobijadas frente al calor de la luz azul de sus pantallas. Tal como afirmara Samanta Schweblin acerca de su última novela Kentukis (Literatura Random House, 2018), «las nuevas tecnologías son el espacio perfecto para hablar de lo que entendemos como normalidad». A través de esta novela coral, que sucede en más de veinte locaciones alrededor de todo el mundo, sus protagonistas eligen un rol en relación a los kentukis, unos dispositivos telecomandados de compañía doméstica. Los roles que asumen los protagonistas administrarán un amplio espectro de tensiones entre los dos polos de la pulsión voyeurística y la exhibicionista. Como con su anterior novela, el abordaje de un acuciante tema global (la contaminación por el glisofato en Distancia de rescate, 2014) se hace no desde un plano alejado de las grandes tramas sino desde lo personal, íntimo y realista. Como en el caso de Nefando (2016), el nombre del videojuego que vertebra la novela homónima de la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda, los fondos abisales de la deep web y la pornografía infantil son historizados, incorporados no como la última frontera de nuestros miedos más oscuros sino como el prosaico vallado que contiene la posibilidad de que estos se revelen de manera inesperada en cualquier momento.

Los protagonistas de Kentukis (Literatura Random House, 2018) eligen un rol en relación a unos dispositivos telecomandados de compañía doméstica.

Metafísica e internet. Ese mundo dentro del mundo, producto de un experimento militar, internet, es representado en la ficción hispanoamericana contemporánea no solo como el depósito de las reflexiones e investigaciones sobre la alienación y la soledad contemporáneas. Gracias a su aparente 32


inmaterialidad, la web también se ha transformado en el escaparate de diferentes fantasías religiosas y de la búsqueda de trascendencia metafísica. Tal como afirmara Margaret Wertheim en The Pearly Gates of Cyberspace. A History of Space from Dante to the Internet (1999): «En esta época de decadencia social y ambiental, donde nuestros imperios parecen desbaratarse, los proselitistas del ciberespacio lo ofrecen como un reino idealizado entre “arriba” y “más allá” de nuestros problemas cotidianos. Al igual que los primeros cristianos, ellos prometen un refugio para la trascendencia, en la arena utópica de la igualdad y la amistad». Además, la autora aclara que «el ciberespacio no es un constructo religioso en sí mismo, pero como propongo en este libro, una vía para entender este nueva espacio digital es el intento de construir un sustituto tecnológico del Paraíso cristiano». Esta pionera tesis sobre internet como un nuevo espacio “celestial”, un lugar inmaterial de destinación de nuestra trascendencia metafísica fue explorada de manera hilarante por el escritor argentino Martín Felipe Castagnet en Los cuerpos del verano (Factotum, 2012; Sigilo, 2019). Con una gran capacidad para invocar los aspectos más prosaicos de la vida cotidiana con humor empático, Castagnet nos presenta un mundo donde el soul data ya es un hecho. Y las almas/conciencias pueden subirse a la nube y mantener el contacto con los vivos a través de un chat. El protagonista es un hombre de mediana edad que volverá a la vida en el único cuerpo que su familia le ha podido comprar, el de una mujer vieja. Y así será como está hilarante metáfora sobre la identidad y nuestras aspiraciones trascendentales se convertirá en una insólita aventura costumbrista. En esta línea, en el cuento Memorial de la escritora española Elvira Navarro del libro La isla de los conejos (Literatura Random House, 2019), la protagonista descubre con una contagiosa angustia, que su madre fallecida se ha abierto un perfil en Facebook y está intentado contactar con ella. En conclusión, estos autores hispanoamericanos no necesariamente escriben desde géneros especulativos, y coquetean tanto con la profundidad psicológica del realismo más costumbrista como con la ciencia ficción, para dar cuenta de que el paisaje digital y el uso de internet ya no son nuevas tecnologías sino parte de una nueva normalidad y un omnipresente monumento de la arqueología de nuestro presente. @


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CONSERVAR LA CALMA,

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Con la piedra aún húmeda después de una de sus noches más angustiosas, el mundo entero amanecía imaginando qué pasaría cuando las llamas se apagaran por completo en Notre Dame, aunque esta respuesta lleva forjándose desde el siglo XIX. Cuando los medios y la tecnología no son un impedimento, hay que saber controlar la imaginación. Ahora la lucha entre los frentes tradicionalistas y modernistas por el futuro de la catedral definirá las prácticas de restauración del patrimonio mundial para siempre.

uestros cuerpos reaccionaron aquella noche de una manera singular al ver una catedral reducirse a cenizas. En cada rincón del mundo podemos contagiarnos de la sublimidad y el terror que supone ver un templo derrumbarse con violencia. Presenciar la destrucción de Notre Dame fue fijar la mirada durante horas en la caída la civilización occidental representada en el colapso de este libro de historia en piedra que siempre asociamos con la inmortalidad. La tarde del 15 de abril de 2019 Notre Dame sufrió su peor catástrofe hasta la fecha. Las llamas ardían con fuerza en “el bosque” de madera que soportaba la estructura del techo. Todo se derrumbaba hacia el interior de la catedral convirtiendo el espacio en un verdadero infierno. La impotencia reunió a miles de personas, que se agrupaban espontáneamente para rezar porque Notre Dame siguiera en pie al alba. Algunos pensaron que el haber removido las gárgolas y los ángeles días antes para llevar a cabo los procesos de restauración dejaron a la catedral sin protección y otros decidieron seguir su intuición para reafirmarse en que aquello era un mensaje que poco tenía que ver con el más allá. Bajo la atenta mirada del mundo, el departamento de bomberos de París siguió el protocolo a la perfección mientras el cielo se abría en la nave principal: salvar a la gente, salvar el arte, salvar el altar, salvar el mobiliario, concentrarse en la estructura. Horas después de confirmarse que la catedral estaba salvada, y tan pronto como el fuego se extinguió, su poder purificador despertó una extraña excitación por la renovación que resonaba por todo el mundo, con donaciones millonarias para su reconstrucción y palabras que apelaban al orgullo francés para dejar claro que el pueblo de Francia se merece incluso más de lo perdido. Historia de lo irreparable. Los europeos son bien conocidos por su sensibilidad en la restauración cultural, con ejemplos como el Castillo de Windsor en Reino Unido, La Fenice de Venecia o uno de los más recientes, la Catedral de York, incendiada en el verano de 1984 y aún en proceso de restauración. Con un enfoque tradicionalista e incorporando sistemas de seguridad modernos, el equipo de restauradores de York prestó su ayuda a París, aunque el gobierno

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DESPUÉS NOTRE DAME IMG: NIVENN LANOS

TEXTO: JANIRE GOIKOETXEA

decidió consultar a sus propios expertos en primer lugar. La UNESCO considera que los monumentos son auténticos cuando son un producto enteramente originario de la época en la que se produjo, incluyendo lo que el tiempo haya obrado sobre ellos. Por tanto ni la más fiel de las reconstrucciones podría considerarse como auténtica aunque ocupara su mismo lugar. La Escuela de Ruskin se oponía a la restauración y defendía que prevenir era mejor que curar, pues una buena labor de conservación podía evitar muchos dolores de cabeza. Su naturaleza romántica pensaba en los monumentos como seres humanos, aceptando su muerte cuando el momento llegara. Al otro lado Viollet-Le-Duc, quien propuso la Restauración en Estilo. Así, las normas estéticas e históricas serían estudiadas e integradas con las contemporáneas y al monumento se le agregaría un falso histórico. Aunque criticado en el momento, el tiempo le ha dado la razón, y la aguja recientemente desplomada de Notre Dame que él mismo firmó era hasta entonces su mejor ejemplo. A pesar de esto, la Carta de Venecia de 1964 es el tratado que más luz puede arrojar sobre las decisiones a tomar en este momento. El artículo 12 dice que «los reemplazos de partes faltantes deben integrarse en armonía con el conjunto [...] pero al mismo tiempo se pueden distinguir del original para que la restauración no falsifique la evidencia artística o histórica». Este es el caso de la Catedral de Dresde, reconstruida por completo hace quince años. Preservada todo lo posible, en la fachada se aprecia la juventud de una piedra frente a la original sin perder un ápice de su atractivo barroco. El Primer Ministro francés declaró que, en Notre Dame, «la competencia internacional nos permitirá preguntarnos si deberíamos recrear la aguja como la concibió Viollet-le-Duc o si deberíamos dotar a Notre Dame con una nueva». Paradójicamente, honrar la obra de Viollet-le-Duc y rehacerla al detalle podría deshonrar el espíritu de su enfoque, el de no hacer las cosas como eran, sino como podrían haber sido y como parece que deberían ser para cualquiera que los mira desde el presente. "Aún más bella". Cuando Jesús entró al templo destruido de Jerusalén para encontrarlo lleno de cambistas y vendedores, se dirigió a estos diciendo: «Destruid este templo y volveré a construirlo en tres días». A lo que estos contestaron: «Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Algunos años después y con el templo de su ciudad aún incandescente, el presidente Macron se dirigió a una cámara y dijo: «reconstruiré esta catedral en cinco años». Lo que los demás no sabían era que el presidente hablaba de su propia imagen pública. Tras las incesantes protestas de los chalecos amarillos, Macron se decidió a dar el discurso que plantearía todas las medidas a tomar. Pero la tragedia de Notre Dame conmocionó de tal modo a los

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ciudadanos franceses que el gran speech tuvo que ser cancelado. Muchos vieron esto como una conveniente maniobra para desviar la atención y dirigirla a la catedral para crear un momento de vínculo nacional cuyo duelo eran difícil de sortear en los medios. A pesar de que el gobierno de Francia ha descuidado los edificios y patrimonio nacionales durante tanto tiempo que ni siquiera conservan profesionales suficientes para llevar a cabo los trabajos de restauración dentro de sus fronteras, Emmanuel Macron se aventuró a visualizar para París un edificio que fuera incluso más bello que su predecesor. Por mucho que disten entre sí, todas las corrientes de restauración coinciden en que en la arquitectura monumental, el edificio ante todo tiene que conservar la emoción. En las catedrales, todas las reformas se regían por unidades de medida puramente cristianas, siguiendo el ideal cristiano de la belleza y facilitar el acercamiento a Dios. Pero ¿qué significa para Macron la belleza en el París del siglo XXI?

La propuesta del estudio Miysis incluye un techo acristalado por el que poder pasear como en un centro comercial

La casa por el tejado. Mediante un tuit, el primer ministro de Francia Édouard Philippe anunció que se llevaría a concurso la reconstrucción de la aguja y el tejado, abriendo la puerta al mundo para idear maneras de desafiar a los nuevos tiempo. Este gesto, sumado a la carrera de fondo planteada por Macron, definió mejor que nadie la estética en tiempos de la aceleración. Las respuestas no se hicieron esperar y pronto las redes se colmaron de propuestas que alarmaban de que este concurso tenía más peligro que las llamas. Norman Foster se lanzó rápidamente a cubrirlo todo de cristal y acero inoxidable. Un estudio presentó una terraza que aunaba lo laico con el concepto de centro comercial, así como una piscina para meditar con vistas a la cité y hasta un tejado hecho de plástico reciclado de los océanos diseñado para cantar bingo en las arcas públicas más progresistas. Estas propuestas dejaban a Notre Dame a la altura de objeto decorativo, algo fácilmente prototipable en cuestión de días, sin reparar en su origen y obviando todo debate, investigación y planteamiento ético que debe llevarse a cabo. Uno de los proyectos de restauración más ambiciosos de la historia se banalizó hasta asumir que un símbolo universal puede ser el monólogo de un diseñador. Este toque de atención fue una invitación fulminante a la autocrítica que nos deja como castigo un respiro dentro de este tiempo de resultados inmediatos. Las generaciones vivas tendrán ahora que cargar con el paso del tiempo reflejado en esta reconstrucción.

la restauración de la catedral. El dinero se echó a la hoguera sin saber qué vendría después y tras la incertidumbre y los volantazos del gobierno francés, las donaciones siguen sin haberse hecho efectivas meses después. Las primeras reparaciones y los prodecimientos más urgentes proceden de las donaciones privadas de empresas y ciudadanos. Las grandes familias empresariales donantes desean conocer los planes exactos y que sus nombres se asocien con la restauración, pero de momento quienes realizan las tareas de limpieza y seguridad para que los trabajadores y profesionales se pongan manos a la obra deberán trabajar para otro mecenas hasta que esto ocurra. Fuera del debate de si un tipo de altruismo puede anular a otro, cabe reflexionar sobre la secularización global y los peligros de la actual autoreconstrucción y reafirmación identitaria sobre todas las cosas causante de este fenómeno. La sociedad ha acabado con la era de la ruina para siempre y las llamas de Notre Dame despertaron una ansiedad sin precedentes en ella. Nuestro tiempo en la tierra es tan reducido que nos cuesta entender cómo los monumentos supuestamente inmutables son tan transitorios como cualquier otra cosa sobre la

La pregunta del billón de euros. En tan solo 24 horas desde el inicio del fuego, donantes de todo el mundo recaudaron casi mil millones de euros para 36


tierra.

En occidente, los símbolos culturales han actuado siempre como escudos psicológicos contra el miedo a la muerte, retratándonos materialmente como imperecederos. Nuestro trabajo ahora es aceptar que aunque tengamos derecho a ayudarlos a renacer, no tenemos que imponer nuestra mortalidad al tiempo que puedan necesitar para lucir completos en ese futuro que no visitaremos. Por ello Notre Dame es más que política y debería ser tratado como un espejo realista de quienes somos. Es un reflejo de la civilización que no puede convertirse en una una promesa para el electorado francés, sino en una herencia universal. Algo nuevo, algo viejo. El Senado francés aprobó el pasado mayo el proyecto de ley de restauración de Notre Dame donde se detalla que la restauración devolverá a la catedral a su estado previo al incendio. Debiendo justificar incluso materiales diferentes a los que se utilizaron en el edificio original. Pero la velocidad aún no se separa de la prisa y en el plan se incluye que la restauración se completará antes de los juegos olímpicos de París 2024. Los expertos calculan un mínimo de un año para llevar a cabo la evaluación de daños y planificar los primeros pasos. Aún así, la primera misa tras el desastre, en una capilla, para una veintena de invitados que permanecían de pie y con casco a falta de mobiliario dentro de la catedral, reavivó la fe dos meses después. Tras su desacralización momentánea durante la revolución, el pueblo entendió que Notre Dame es antes que cualquier cosa un templo y un lugar de unión de la nación francesa. Con las propuestas antiseculares tumbadas por el senado, la reconstrucción de la catedral comenzará desde el enfoque holístico que merece. Pasando por la vida religiosa diaria del edificio, su relevancia cultural, el flujo de turistas o la seguridad, este proyecto promete juntar a los mejores profesionales del mundo para llevar a cabo una restauración que se convertirá en un emblema universal. Nuestra generación sumará a Notre Dame y preparará a la siguiente para seguir construyendo la historia sobre ella. Tenemos en nuestras manos una trágica oportunidad para tomar aire y hacernos tan eternos como podamos. Este es el momento de definirse como conjunto en tiempos de la individualidad y de pensar quién nos gustaría ser cuando seamos recordados. @


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Regreso a Deadwood TEXTO: KOLDO GUTIÉRREZ

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Trece años después de su inesperada cancelación, la prestigiosa serie de HBO tiene al fin un cierre en forma de película. Volvemos al pueblo del lejano Oeste con sus personajes mezquinos, violentos y soeces a ver qué fue de Seth Bullock, Al Swearengen, Calamity Jane y compañía.

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concebir otros posteriores de la competencia como Don Draper o Walter White. Su creador, David Milch, comenzó su brillante carrera en la serie que siempre se cita como el punto de inflexión en la ficción televisiva, Canción triste de Hill Street, lo que le llevó a forjar una gran amistad con su showrunner, Steven Bochco. Juntos colaboraron en otras obras como Policías de Nueva York y Murder One, hasta que Milch se independizó para crear sus propios shows, como Big Apple, que pasó desapercibido y fue cancelado, y su obra cumbre: Deadwood. Ambientada en 1876 en Deadwood, en Dakota del Sur, justo cuando la zona se anexionó al territorio Dakota, la serie narra su nacimiento como campamento y su evolución a pueblo. Allí va llegando poco a poco todo tipo gente buscándose la vida, ya que era una zona rica en oro y en pleno crecimiento. Poco después de la mítica batalla de Little Bighorn, cuando el general Custer y sus hombres cayeron ante los indios, Seth Bullock abandona su trabajo como sheriff en una aldea cercana para viajar junto a un amigo a Deadwood y montar juntos una ferretería para dar soporte a todos los buscadores de oro que están llegando. Al mismo tiempo, el temido pistolero Wild Bill Hickok se dirige allí junto a su amiga Calamity Jane. Allí comienzan todos su nueva vida llena de esperanzas, aunque para su desgracia pronto descubren que entre el caos reinante el auténtico jefe del incipiente poblado no es otro que Al Swearengen, dueño del saloon y burdel local. Aunque se trata de

ientras los fans de Juego de Tronos seguían enzarzados en una auténtica guerra civil sólo comparable al final de Lost y con gran parte de los suscriptores de HBO tratando de quitarse el mal sabor de boca a sangre y fuego valyrio, cambiándolo por uranio en la deprimente Chernobyl, algunos hicimos un alto en el camino para saldar una cuenta pendiente que la misma cadena tenía con nosotros desde hace trece años. En junio se estrenó al fin la ansiada conclusión de Deadwood, la cruda serie de vaqueros cancelada en 2006 tras su tercera temporada. Lo hizo en forma de película, que puede sonar a poco comparada con los doce capítulos que tenía cada año, pero mejor eso que el vacío existencial que nos dejó su abrupto e inesperado final. Deadwood fue una de esas series atípicas que HBO produjo a comienzos de siglo, alejadas del realismo urbano y actual de Los Sopranos y The Wire y, desde luego, de su éxito. No por casualidad, tres dramas de época como ésta, Carnivàle y Roma corrieron la misma suerte debido a su elevado presupuesto y escaso tirón comercial. Sin embargo, el nivel de calidad de Deadwood no tenía nada que envidiar con los trapicheos de Tony Soprano y Omar Little, y así lo atestiguan la multitud de premios y nominaciones que recibió antes de su trágica amputación. Con sus personajes ambiguos y complejos continuó ahondando en el estilo que la propia cadena estaba asentando en televisión y sin el cual sería imposible 38


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una serie coral, Swearengen es la gran estrella del show, gracias a la intensa y exagerada interpretación de Ian McShane, que parece nacido para interpretar a un personaje vil, cruel, amoral, violento y malhablado. Han contabilizado que entre la serie y la película se sueltan 3.063 “fucks”, y seguramente dos tercios salgan de la boquita del proxeneta, aunque sin duda su insulto favorito es “cocksucker”, que escupe sin parar a cualquiera que ose contradecirle. Sangre, barro, pólvora y semen. Aunque se trate de una obra del Oeste, Deadwood no tiene nada que ver con la imagen épica que John Ford creó en el imaginario colectivo. En todo caso, podría definirse como una combinación entre la suciedad del spaghetti western de Sergio Leone y la violencia y testosterona del Grupo Salvaje de Sam Peckinpah. Pero la serie de HBO es mucho más que eso. El objetivo de su autor era estudiar cómo surge una civilización de manera improvisada y la evolución de la sociedad a su alrededor. Algo así como lo que Scorsese trató de hacer en Gangs of New York, con

resultado desigual. El slogan de la fallida película era “América se forjó en las calles”, y justo eso es lo que hace Milch: crear un microcosmos en todo su realismo descarnado para mostrar cómo nació la sociedad moderna en Estados Unidos, con una variopinta galería de personajes que existieron en la realidad, como los citados, a golpe de sangre, barro, pólvora y semen. En Deadwood apenas hay indios, caballos ni tiroteos; lo importante son las relaciones que se tejen entre esos buscavidas, el poder que representa cada uno y su transformación paralela a la modernización del pueblo. Bullock, el teórico protagonista, se convierte en sheriff del lugar y es el único que trata de parar los pies al poderoso Swearengen, que gracias al alcohol y las putas consigue controlar al poblado entero, incluido al futuro alcalde y al periodista local. Entre tanta mugre y sordidez aún queda una tenue luz de esperanza, con la bella relación romántica entre la inadaptada Calamity Jane y la elegante Joanie Stubbs, la madame de un prostíbulo. Todo eso salta por los aires cuando en la segunda temporada llega un nuevo habitante al pueblo: George Hearst. El poderoso empresario y futuro padre del mismísimo William Randolph Hearst sacude completamente el tablero, aunque al principio parece que su único interés el oro de la zona, pero poco a poco todos se dan cuenta de que sus ambiciones son mucho mayores. Su aspecto de sofisticado negociante no tiene nada que ver con la rudeza de Swearengen, pero rápidamente se convierte en el auténtico villano de la función, lo que provoca que hasta el sheriff y el proxeneta deban aliarse para hacerle 40


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frente y evitar que acabe con el statu quo que tanto les ha costado mantener. Durante trece largos años, el último plano que vimos de Deadwood fue Swearengen fregando el suelo de su saloon de sangre, tras un sacrificio que se vio obligado a realizar por imposición de Hearst. La película retoma la historia justo donde se quedó, aunque ahí han pasado diez años. Varios personajes regresan al pueblo para saldar algunas cuentas pendientes, entre ellos el propio Hearst, convertido ahora en senador. Tiene una nuevo deseo: hacerse con las tierras de uno de los protagonistas para poder proseguir con su nuevo negocio en expansión, la instalación de líneas telefónicas por el territorio. Su personaje representa al magnate supuestamente respetable, aupado por el poder político, que se ampara tras la ley para ejercer la violencia y saciar su ambición. Si The Wire era un crisol que empleaba Baltimore y el narcotráfico como escenario y excusa hablar sobre delincuencia, política, educación, periodismo y cómo funciona la vida en general, Deadwood hace lo propio ambientado en algo tan aparentemente lejano como el Oeste a finales del siglo XIX. A través de sheriffs, indios, putas, chulos y delincuentes la serie habla sobre racismo, prostitución, violencia, misoginia, política y economía. La intención inicial de su creador era estudiar el modo en que una civilización caótica se organiza alrededor de símbolos para asentarse y madurar, y su primera elección fue la antigua Roma, pero HBO acababa de dar luz verde a una serie de la misma temática, así que le propusieron ambientarla en otro lugar. Entonces pasó de emplear la cruz cristiana como símbolo de salvación a algo no muy distinto: el oro. «El alcance por el cual las verdades de una historia atraen es porque se trata de verdades universales, no por estar confinadas a una ambientación o época concretas», reflexionó Milch en una entrevista. En la nueva película vemos a un Swearengen viejo y enfermo por culpa de sus excesos con el alcohol; el mismo elemento que le ha permitido gobernar Deadwood es el que ahora está acabando con su vida. Y no está dispuesto a hacer mucho caso a ese cocksucker del médico que le ordena dejar de beber. También podemos ver un paralelismo con el showrunner, a quien justo antes de comenzar a escribir el guión en 2015 le diagnosticaron Alzheimer. Así, ambos se enfrentan en malas condiciones a su batalla final: acabar con Hearst y dar el merecido cierre a su obra magna. El resultado es una película imperfecta, debido a sus problemas de producción, como el fallecimiento de tres actores importantes durante estos trece años de incertidumbre. Repite varias ideas ya mostradas en el último capítulo, lo que da cierta sensación de déjà vu, pero es la mejor manera posible de terminar una serie contracorriente tras su anticlimático final en 2006. En este tiempo, la sociedad de Deadwood ha evolucionado bastante más que la nuestra. @


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Sucumbir a la memoria TEXTO: ELIZABETH CASILLAS

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«Los nombres tienen poder» es un mantra que se repite a lo largo de las páginas de Ventiladores Clyde (Salamandra Graphic, 2019) y, sin embargo, su autor lleva toda tu vida firmando con un pseudónimo. Gregory Gallant (Clinton, Canadá, 1962), más conocido como Seth, acaba de concluir veinte años después una obra que, sin duda, marcará un antes y después en su carrera.

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esde que tiene veinte años le llaman Seth, pero no es un nombre que inventase para escribir. Cuando era joven, el canadiense se dejó arrastrar por la cultura punk e intentó recrearse a sí mismo como un personaje amenazador. «Buscaba un nombre pretencioso y Seth es el que elegí. Ahora lo lamento un poco y me gustaría casi más usar mi nombre real, que es Gregory Gallant y es un buen nombre», nos explica en su visita a Bilbao. Cuesta imaginarse a Seth con tachuelas y pelo en punta ahora que su imagen a semejanza de los galanes de los años cincuenta se ha convertido en su seña de identidad. Nos recibe en plena ola de calor con traje, gabardina y guantes. No recuerda cuándo fue la última vez que se puso pantalones cortos, seguro que mucho antes de finales de los años ochenta, cuando vivía en Toronto y un escaparate le llamó la atención. Nunca un rótulo marcaría tanto la vida de una persona como aquel. En una caligrafía exquisita decía: “ventiladores Clyde”. Su interior, congelado en el tiempo, albergaba los retratos de dos hombres a mediados de los años sesenta. Imaginar quiénes eran y cómo habían sido sus vidas fueron el germen de una novela gráfica que marcará un hito en la historia del cómic. Ventiladores Clyde es la historia de dos hermanos que luchan por mantener a flote una empresa familiar tras el boom de los aires acondicionados. Sin embargo, esta es solo la primera capa de una obra que se sustenta, sobre todo,

en las relaciones familiares y en el paso del tiempo, dos conceptos sobre los que giran prácticamente todas sus obras. Lo que comenzó como un proyecto de cinco años se terminó alargando décadas, aunque la historia permaneció inalterable. Todo lo que ocurre en el cómic lo planeó así desde el principio. «Lo que ha cambiado es cómo he ido contando la historia, porque tú también cambias como artista», señala Seth. Así, el largo monólogo con el que dio inicio al relato ha terminado convirtiéndose en páginas casi mudas, más cercanas a la contemplación. El estilo de dibujo también ha ido transformándose, pero es el cambio de las escenas urbanas a los paisajes bucólicos y naturales uno de los más notables. Tras veinte años viviendo en Toronto, Seth se mudó a una ciudad que le permitía estar rodeado de naturaleza en menos de diez minutos en coche, una influencia que se hizo palpable sobre todo en la última parte de la obra y que enriqueció su vocabulario visual. «Incluso mi trabajo que no es cómic ha cambiado, ahora hablo más de granjas, colinas…», apunta. Hablar de Seth y no mencionar la nostalgia es difícil, aunque él rehúse a utilizar este término y se sienta incómodo con la idea de que le relacionen con esta palabra. ¿El porqué? Seth considera que el concepto de nostalgia es una de las cosas que más ha cambiado en los últimos años, pasando a ser una herramienta 48


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Veinte años no es nada. Cantaba Gardel aquello de que veinte años no es nada, pero para los autores de cómics las últimas dos décadas han significado un notable cambio. Y Seth lo sabe bien. Desde sus inicios en los años ochenta, cuando formaba parte de una generación que querían utilizar los cómics para hacer historias más literarias –por allí estaban Joe Matt y Chester Brown–, hasta el día de hoy, ha visto cómo la industria del cómic casi desaparece en los noventa –cierres de las editoriales que los publicaban incluidas– y cómo alrededor del año 2000 resucitó. «Las novelas gráficas cada vez son más aceptadas como literatura, como arte. Cuando empecé pensé que me iba a tener que pelear toda la vida y ahora estoy gratamente sorprendido de que las cosas hayan ido mucho mejor», señala el autor canadiense. De hecho, a pesar de no estar tan al día como lo hacía en el pasado, mantiene su conexión con los dibujantes que están llegando ahora. «Siempre he estado orgulloso de que prestaba atención a quiénes eran los nuevos artistas, pero los últimos años he perdido el contacto. Quizás esto sea un proceso natural. Antes pensaba “estos mayores no saben lo que está ocurriendo ahora, es una pena” y decía que no iba a ser así, pero estoy empezando a pensar en que me estoy convirtiendo en uno de ellos», apunta. Sin embargo, seguidamente menciona tres artistas bastante recientes y diferentes entre sí: Nick Drnaso, autor de Sabrina; Jon McNaught, un artista inglés cuyo trabajo es muy sereno, y Michael DeForge. «Nunca ha habido una diversidad tan amplia en este mundo», sentencia. @

comercial más. «Gran parte de mi trabajo está basado en los años veinte, cuarenta,… y cuando era más joven hacía un gran esfuerzo para que toda mi vida girara en torno a eso. E incluso la manera en la que me vestía y vivía estaba organizada o pensada así. Ahora ya no tanto», insiste y añade que ahora piensa que «uno vive en el momento en el que vive y que eres quien tú eres». Lo importante son los recuerdos que conforman nuestro presente y la nostalgia, señala, si es calculada es mentira. «El pasado no es un momento precioso. A veces la gente piensa que me hubiera gustado vivir en 1955, cuando no es así». Si tiene que elegir entre interesarse por una memoria social o una individual, opta por lo segundo. «Pienso más en los propios personajes y, para ser sincero, 49

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creo que se trata sobre todo de hablar de uno mismo. Hay dos tipos de escritores: los que son muy buenos creando personajes, imaginando otras vidas; y los que simplemente cuentan su propia vida camuflada. Creo que soy de los segundos, y quizás por eso los personajes que escribo suelen ser hombres. Cuando empecé Ventiladores Clyde escribía sobre un señor mayor y ahora me acerco cada vez más a la edad del personaje sobre el que escribía, casi todos mis personajes son hombres mayores y creo que esto va a ir a peor», bromea. «Los recuerdos, la memoria, son un tema muy interesante y apenas he empezado a vislumbrar las posibilidades que hay en ese ámbito. Ya en mi primer libro intentaba escribir sobre el recuerdo y creo que en todos hay algo así, porque todos mis libros son acerca de mis propias ideas y mi relación con los recuerdos», puntualiza.


Cactus

Agenda Cactus Jul—Ago 2019

Escuela Guion Bilbao Ribera de Deusto, 69 15-19 JUL 11:00-13:00

Curso de crítica cinematográfica 80€ 15-19 JUL 17:00-20:00

Curso de narrativa en videojuegos 120€ 22-26 JUL 10:00-14:00

Curso de dramaturgia 160€

Residence

Vía de Fuga Gordoniz, 5. Bilbao.

Curso de iniciación al guión 120€

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29 JUL-2 AGO 17:00-20:00

Curso de guión de series de ficción 120€ Curso de cortometraje 120€

Irish Folk Sessions

Concierto: Golden Wood

Galería 8360

JUE 11 JUN 21:00

Teatro: Bea Insa

Fernández del Campo, 23. Bilbao.

SÁB 20 JUN 22:00

Concierto: Ander Entzi

JUE 18 JUL 19:00

Presentación conjunta:

Aperitivo italiano

MRLaspiur presenta VETUSSA.

Nueva colección de joyas realizadas en impresión 3D.

Institut Français Campo Volantín, 23. Bilbao MAR 16 JUL 19:00

5-9 AGO 17:00-20:00

CADA MIÉRCOLES 21:00

SÁB 6 JUN 22:00

SÁB 27 JUN 22:00 29 JUL-2 AGO 10:00-13:00

Barrainkua, 1. Bilbao

Proyección de la película La belle vie, de Jean Denizot Entrada libre

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Amarenak presenta KARDENA.

Nueva colección de moda inspirada en tradición vasca.


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