buenanueva nº 24

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sep -oct 2 010 nº 2 4 P re c i o Es p a ña 3 €

Rev is ta pa ra l a N u eva Eva n gel i za ci ón

El escándalo del celibato • Masonería y Satanismo Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia El homosexual ¿nace o se hace? • Una iglesia para siete mil millones La lógica inhumana de la Ley del Aborto • Del sexo de los ángeles Si un Dios se hubiese hecho hombre por mí...


[Director] Jorge L. Santana Dumas [Subdirector] Jesús Esteban Barranco [Jefe de redacción] Raquel Fernández de Bobadilla [Consejo de redacción] Luciano García Matas Juan José Guerrero Victoria Serrano Blanes César Allende García Victoria Luque Manuel Ortuño Morente [Administración] Josué Santana Neira [Web] Israel Castro Llorente [Gestión] Francisco Esteve Jesús Castro Cortés Ricardo Garcés Fernando Cerezo [Publicidad] Enrique Iglesias [Ilustraciones] Rodrigo [Edita] Asociación Bendita María Avda. Pablo VI, 9 - L. 12 Pozuelo de Alarcón Tel.: 91 759 79 68 [Maquetación] Dayenu Grupo de Comunicación S. L. [Imprime] Icono, S.A. [E-mail] info@revistabuenanueva.com [web] www.revistabuenanueva.com [Depósito legal] M-26182-2006

HACIA ORIENTE 3 Volveremos 4 ARCA DE NOÉ CANTEMOS AL SEÑOR 8 Salmo 64 Daniel Alcocer Martín

TESTIGOS DE LA VERDAD 12 Entrevista a Edu y Clara Victoria Serrano Blanes

20 ¿Eres feliz? Magda Urrutia

SI HOY ESCUCHÁIS SU VOZ 26 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia Cesar Allende

KERIGMA 32 Si un Dios se hubiese hecho hombre por mí... Tomás Alfaro Drake

FAMILIA DE NAZARET 38 La caridad conyugal José Noriega

RAZÓN CREADORA 44 El homosexual ¿nace o se hace? Buenanueva

50 Trastornos de conducta en niños José Antonio Gris

54 La lógica inhumana de la Ley del Aborto Mons. José Mazuelos Pérez

58 Madres coraje Carmina García-Valdés

60 Salud pública, medicina preventiva y sexualidad José Pérez Adán

SOFISMAS 64 De la iglesia al cielo Ramón Domínguez Balaguer

EDUCACIÓN PARA LA VIDA 66 Del sexo de los ángeles Ángel Barahona

ALDEA PLANETARIA 72 Una iglesia para siete mil millones Desiderio Parrilla

SED SANTOS 78 Un rato con Santa Teresa de Jesús MOSAICO 80 Superhéroes de andar por casa Victoria Luque

84 El secuestrador Juan José Velilla

86 Arreando que es gerundio Jesús Esteban Barranco

90 El deseo de Dios en el corazón del hombre Jerónimo Barrio Gordillo

92 Madres e hijas Juan Pablo Serra

96 Reflexiones en torno a dos libros Ramón Domínguez

100 Examen de conciencia sacerdotal Mons. José Ignacio Munilla

FUERZA EN LA MIRADA

106 Jovenes camino de Santiago 112 El helecho y el bambú 114 Hasta el último aliento Eryel Martínez Quero

118 Masonería y Satanismo Ricardo de la Cierva

NUEVA ESTÉTICA 120 La Natividad de María Pilar Gordillo Isaza

LUZ PARA EL MUNDO 124 El escándalo del celibato BENDITA MARÍA 128 Miramos a Jesús con ojos de María ENTRETENIMIENTO 130 Fray Buenaventura

La Asociación Bendita María, Editora de la revista Buenanueva, es una asociación sin ánimo de lucro. No está vinculada a ningún grupo, ni movimiento de la Iglesia, ni a ninguna institución. Por tanto, no tenemos más ingresos que los derivados de la suscripción y las aportaciones que graciosamente nos hacen. Todas las personas que trabajan en ella lo hacen gratuitamente, con la única finalidad de anunciar el Evangelio y el Reino de Dios a través de este medio. Si quieres ayudarnos, puedes enviar tu aportación a Asociación Bendita María a través de la cuenta de Bankinter 0128 019 8 77 010 0 0 0 2814


hacia Oriente

Vo l ve r e m os “Si he aceptado la conversión de Adán, ¡cómo no aceptar la vuestra!” Haznos volver al embite, como en los tiempos de antaño; a la ruta de las moradas donde se come de balde. Nuestros pies se desangran entre abrojos y espinos andando sin vereda; las malas hierbas son muy altas. No divisamos el sendero por el lamento de rocío y encubrimos la desnudez desvelada en los venales impulsos. Como la onerosa desidia que nos desarma ante el aguijón, así nos sentamos a llorar, contemplando nuestras silentes guitarras colgadas de los sauces, sin atreverse a sonar, como muertos afónicos. “Si he aceptado la conversión de Caín, ¡cómo no aceptar la vuestra!” Haznos volver a nuestra tierra. Mira que somos forasteros y vagamos lejos de tu presencia marcados con la tau…¡Cómo soportar esta ausencia que nos espolea! A cada mirada se nos esconde tu rostro y sólo resistimos en la plegaria que alivia y aplaca el corazón hendido. Hartos de violencia erramos, caminamos sin la fuerza delante del perseguidor. Pero tú, Señor, estás alejado de las iras y olvidas la iniquidad. Porque preferimos tu yugo al peso de nuestros odios. “Si he aceptado la conversión de David, ¡cómo no aceptar la vuestra!” Nuestra plegaria está cerrada como el baño ritual. Dirigimos nuestra oración a ti en el tiempo favorable. Por eso, Señor, sal de la medida de la justicia y entra en la medida de la misericordia, donde podemos acampar, descansar en las frescas mieles de tu paciencia. Porque, ¿quién podría soportar tu juicio? Quien encubre sus culpas no prosperará. Acerca tu mirada a pesar de nuestra presunción y déjanos recostar el delito sobre tu espalda. Porque Urías clama desde tu lumbrera y cada grito es un rejón que se hiende en la sien, en nuestra horadada sien. “Si he aceptado la conversión de mi pueblo, ¡cómo no aceptar la vuestra!” Sí, volveremos. Encenderemos el disco del sol para alumbrar las umbrosas rebeldías. Volveremos de la ira y el Talión a los racimos deliciosos de la gracia, sobre los prados frescos de la paramera… ya suena la quejumbre del shofar y tiemblan nuestros pasos anhelando la clemencia de tu ternura. Sí, volveremos. Y contemplaremos los montes humear con el incienso de tu perdón, con la llovizna límpida de tu promesa, con la transparente luz que emana de tu misericordia. Jorge L. Santana 3


arca de Noé

Lo más raro de la tienda Un anciano caballero poseía una tienda de antigüedades y curiosidades en una gran ciudad. En cierta ocasión, entró un turista y se puso a hablar con él acerca de la infinidad de cosas que había en aquella tienda. Al final preguntó el turista: “¿Cuál diría usted que es la cosa más rara que hay en esta tienda?” El anciano echó una ojeada a los centenares de objetos —animales disecados, cráneos reducidos, peces y pájaros enmarcados, hallazgos arqueológicos, cornamentas de ciervos…—, se volvió al turista y le dijo: “Sin duda alguna, lo más raro que hay en esta tienda soy yo”.

La iluminación

¡De qué le sirve al sabio abstraerse en el estudio detallado si su pecho no está empapado de amor? ¿De qué te sirve limpiar tu comportamiento ético hasta sacarle brillo, si no hay música dentro de ti? ¿Cuál es la diferencia entre el conocimiento y la iluminación? Cuando posees conocimiento, empleas una antorcha para ver el camino. Cuando posees la iluminación tú mismo eres la antorcha.

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La creación Al sexto día de la Creación, el Señor reunió a los ángeles en consejo y les expuso su propósito de hacer al hombre a su imagen y semejanza, un ser que reinara sobre los animales de la tierra y los pájaros del cielo. "No lo crees" dijo el ángel de la Verdad, pues sus mentiras empañarán tu santidad. "No lo crees", expresó el ángel de la Paz, pues peleará con sus hermanos y anegará tu tierra en sangre. "No lo crees ", opinó el ángel de la Justicia, pues será duro y cruel con los débiles. Pero el ángel del Perdón y de la Misericordia se prosternó ante el Eterno, rogando:"Crea al hombre a tu imagen, Padre Divino; yo le ayudaré cada vez que se aparte del camino recto, abriré su corazón cuando se endurezca en la lucha por la existencia. No buscará la paz y desdeñará la verdad y la justicia, pero yo le haré volver a ti, oh Señor. He de acompañar y proteger al hijo de tu bondad y de tu inconmensurable amor. Y Dios, atendiendo la súplica del ángel de la Misericordia, creó al hombre, un ser débil, inclinado a pecar, pero a quien, desde el nacimiento hasta su último suspiro, protege y acompaña el ángel del Perdón.


arca de Noé

Cuento Hasídico

Un pobre campesino que regresaba del mercado a altas horas de la noche descubrió de pronto que no llevaba consigo su libro de oraciones. Se hallaba en medio del bosque y se le había salido una rueda de la carreta, y el pobre estaba muy afligido pensando que aquel día no iba a poder recitar sus oraciones.

Entonces se le ocurrió orar del siguiente modo: “He cometido una verdadera estupidez, Señor; he salido de casa esta mañana sin mi libro de oraciones y tengo tan poca memoria que no soy capaz de recitar sin él una sola oración. De modo que voy a hacer una cosa: voy a recitar cinco veces el alfabeto muy despacio, y tú, que conoces todas las oraciones, puedes juntar las letras y formar esas oraciones que yo no soy capaz de recordar” Y el Señor dijo a sus ángeles: “De todas las oraciones que he escuchado hoy, ésta ha sido, sin duda, la mejor, porque ha brotado de un corazón sencillo y sincero”.

Los abuelos

Nistero el Grande Nistero el Grande, uno de los santos Padres del Desierto, iba un día paseando en compañía de un gran número de discípulos, que le veneraban como un hombre de Dios. De pronto, apareció ante ellos un dragón, y todos salieron corriendo. Muchos años más tarde, cuando Nistero yacía agonizante, uno de los discípulos le dijo: “Padre, ¿también vos os asustaste el día que vimos el dragón?”. “No”, —respondió Nistero. “Entonces, ¿por qué salisteis corriendo como todos?”. “Pensé que era mejor huir del dragón para no tener que huir, más tarde, de la vanidad”.

El abuelo y la abuela se habían peleado, y la abuela estaba tan enfadada que no le dirigía la palabra. Al día siguiente, el abuelo había olvidado por completo la pelea, pero la abuela seguía ignorándole y sin dirigirle la palabra. Y, por más esfuerzos que hacía, el abuelo no conseguía sacarla de su mutismo. Al fin, el abuelo se puso a revolver armarios y cajones. Y cuando llevaba así unos minutos, la abuela no pudo contenerse y le gritó airada: ”¿Se puede saber qué demonios estás buscando?”. “¡Gracias a Dios, ya lo he encontrado!”, le respondió el abuelo con una sonrisa maliciosa. “¡Tu voz!”.

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cantemos al Señor

Dios es digno de alabanza Daniel Alcocer Martín Profesor de Geografía e Historia

Salmo

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cantemos al Señor Oh Dios, tú mereces un himno en Sión, Los habitantes del extremo del orbe y a ti se te cumplen los votos, se sobrecogen ante tus signos, porque tú escuchas las súplicas. y a las puertas de la aurora y del ocaso las llenas de júbilo. A ti acude todo mortal a causa de sus culpas; Tú cuidas de la tierra, la riegas nuestros delitos nos abruman, y la enriqueces sin medida; pero tú los perdonas. la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales; Dichoso el que tú eliges y acercas riegas los surcos, igualas los terrones, para que viva en tus atrios: tu llovizna los deja mullidos, que nos saciemos de los bienes de tu casa, bendices sus brotes; de los dones sagrados de tu templo. coronas el año con tus bienes, Con portentos de justicia nos respondes, tus carriles rezuman abundancia; rezuman los pastos del páramo, Dios, salvador nuestro; y las colinas se orlan de alegría; tú, esperanza del confín de la tierra las praderas se cubren de rebaños, y del océano remoto; y los valles se visten de mieses, tú que afianzas los montes con tu fuerza, que aclaman y cantan. ceñido de poder; tú que reprimes el estruendo del mar, el estruendo de las olas y el tumulto de los pueblos.

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cantemos al Señor A nosotros este canto nos invita a la acción de gracias en un sentido más amplio y más pleno aún que el que tiene el sentido literal del salmo. “Dios ha perdonado nuestras culpas y nos ha elegido y acercado para que vivamos en sus atrios, en una tierra cuidada y regada, enriquecida sin medida, donde nos sacia de los bienes de su casa, es decir, en la Iglesia, figura y comienzo terreno de su reino de felicidad eterna. Dios merece nuestro himno en Sión” (Pedro Farnés). Este salmo, como la mayoría, atribuido a David, es un cántico al poder de Dios. ¿Y quién sino aquel que ha experimentado tal poder puede hacer semejante profesión de fe? David, de todos es sabido, experimentó la ira de Dios, pero también su misericordia; su silencio profundo, pero también su fuerte voz que le hablaba guiando sus pasos. Quizás después de una fuerte experiencia del Amor de Dios para con su vida, David pudo proclamar este cántico desde lo profundo de su ser, en agradecimiento al Todopoderoso. Y aquí ya encontramos algo importante que hay que tener en cuenta: Este cántico parte de una experiencia fuerte de Dios, de un encuentro profundo con la misericordia divina. Pero hoy, ¿qué nos suscita este cántico? Lo primero es que nos habla del perdón. Algo que no está muy de moda en la actualidad, pues todo es la “ley del talión” (ojo por ojo…).

Sin embargo, mirándonos a nosotros mismos, ¡cuánto hay que perdonar, Señor! Este salmo nos invita a reconocer nuestros pecados y a alegrarnos en el Señor, que todo lo perdona. Y así, sintiéndonos perdonados nosotros, nos será más fácil tener misericordia del prójimo. Este es un paso fundamental en el camino cristiano: tener la humildad de reconocerse pecador. Pero para eso hay que pedirlo, pues es un don de lo Alto que se nos concede solo si de verdad lo queremos. La Iglesia, en su sabiduría, nos muestra el camino a través de las oraciones y lecturas diarias y el escrutinio de la Palabra de Dios. Pero este camino es largo. No nos conocemos a nosotros mismos de la noche a la mañana; es más, nunca dejamos de hacerlo a lo largo de nuestra vida. Cuanto más cerca está uno de la Palabra de Dios, más se descubre pequeño y pecador. Y es en ese instante cuando más nos sentimos hijos de Dios, acogidos por Él como la elegida por el esposo. Como Cristo en la Cruz: el perdón es la muestra indudable del amor profundo al otro, porque es en su equivocación, en su pecado, en aquello que uno no soporta del otro, donde se da verdaderamente el pasar al otro, el quererle como nos ha querido Dios antes; es poner de manifiesto que “el otro es Cristo”. Si no nos sentimos perdonados, ¿a quién vamos a perdonar?


cantemos al Señor El Señor nos llama elegidos. Y como tales tenemos los privilegios de saciarnos de sus bienes, de su poder. Cuando uno ha experimentado la más absoluta falta de amor profundo, una soledad que con nada puede ser combatida, una crisis existencial… sólo es en ese momento de la vida cuando uno se ve en la tesitura de plantearse cosas en el ámbito espiritual que hasta entonces no se había planteado. Y uno se da cuenta de que no está solo, de que somos un pueblo elegido por Dios, que nunca nos abandona. Porque el sufrimiento es un misterio para el cristiano. No todo se puede explicar desde la razón, más si cabe cuando sabemos que el Señor habla al corazón del hombre. Pero cuando uno experimenta, apoyado en la oración de salmos como éste que nos ocupa, que Dios sale fiador y salvador, es en ese momento cuando el corazón exulta de gozo en alabanzas a Dios. Cuando uno descubre que solo Dios es quien puede llenar el vacío existencial del hombre, que no lo llena ni el alcohol, ni la música, ni el amor humano, ni el sexo, ni el dinero; aquello en lo que la juventud y la sociedad de hoy busca su apoyo. Uno, que es profesor en un colegio, ha visto cantidad de veces a chavales sin rumbo en sus vidas que solo se dejan llevar por la corriente de este mar caótico que nos rodea. Pero en el fondo, lo que buscan es el Amor con mayúsculas, sentirse

amados, completados, con un sentido en sus vidas. Sentido que sin un encuentro con el Señor no es posible. Y es entonces cuando se da el combate. Sí, un combate a dos bandas: contra uno mismo, contra su razón (“la loca de la casa” que decía Santa Teresa), y contra el mundo, el pecado, la tentación del demonio. En ese combate diario, Dios sale triunfador por nosotros, si es que nosotros estamos dispuestos a ello, si lo aceptamos como Señor de nuestras vidas. Toda decisión implica su dificultad y la fe es una decisión, es decidir ponerse en manos del Señor para que nos conceda hacer su voluntad. ¡Claro que cuesta creer en un Dios al que no se le ve físicamente! Pero hay que gritar de lo profundo: ¡Quiero ver! ¡Quiero creer!

ESTE SALMO NOS INVITA A RECONOCER NUESTROS PECADOS Y A ALEGRARNOS EN EL SEÑOR, QUE TODO LO PERDONA. Y ASÍ, SINTIÉNDONOS PERDONADOS NOSOTROS, NOS SERÁ MÁS FÁCIL TENER MISERICORDIA DEL PRÓJIMO.


cantemos al Señor BROTA DEL ALMA ENTONCES UN RECONOCIMIENTO A LA OBRA DE DIOS, A SU JUSTICIA QUE ES DISTINTA A LA NUESTRA. ESA JUSTICIA QUE HACE BROTAR DE LA MUERTE LA VIDA

El Señor se nos muestra en la historia. A través de los acontecimientos nos habla. Esos acontecimientos son los signos de los que habla el cántico. Sólo el que tiene abiertos los ojos en su vida es consciente de ello. A pesar de que al hombre no se le oculta la acción divina, pues está en los libros de historia y la gran tradición que ha llegado hasta nuestros días y ha configurado nuestra cultura, no siempre el hombre reconoce en ello al Señor. Por eso también lo del combate, porque el demonio lucha por arrebatarnos esta verdad. Todo hombre tiene un encuentro con Dios, todos los días, pues en el fondo de nuestro corazón queda el signo de Aquel que nos ha creado, y todo en nosotros nos lleva a buscarlo. Otra cosa es que miremos o no a nuestro corazón y hagamos caso. El poder del Señor se nos hace presente todos los días.

Y ¿cuál es la mayor prueba del poder del Señor? La Creación. Por eso se alude al poder y la potencia de Dios sobre la Tierra, sobre el mar, sobre el caos del hombre. El triunfo sobre la muerte, sobre el sufrimiento. Brota del alma entonces un reconocimiento a la obra de Dios, a su justicia que es distinta a la nuestra. Esa justicia que hace brotar de la muerte la vida, esa justicia que nos entregó a Jesucristo para nuestra redención. Como decía Juan Pablo II en una catequesis sobre este salmo, al final aparece una imagen preciosa de la primavera, atrás queda el desorden y el caos de una vida sin Dios (Audiencia general del miércoles 6 de marzo de 2002). Ojalá este cántico a la Gracia de Dios se haga realidad en nuestras vidas para que demos testimonio de que el Señor es fuerte y está presente en medio de nosotros.

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Cuidamos de sus

ojos

Cirugía ocular Cataratas Lasik miopía Lentes intraoculares Oftalmología pedriática Glaucoma Sociedades Privados Centro Oftalmológico C/ Francia, 2 - portal 3 - 1º 28224 Pozuelo de Alarcón - Madrid Tel.: 91 352 46 17


testigos de la verdad

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Victoria Serrano Blanes

Estrevista a Edu y Clara

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¿Qué fue del joven rico? ¿Se arrepintió de haber rechazado seguir a Cristo? De él poco cuentan los evangelios, pues ni siquiera conocemos su nombre. Sabemos que por su negativa a despojarse de los bienes y compartir su propio destino con quien es fuente de vida eterna, encadenó su existencia a la tristeza y el desaliento. Por miedo a desprenderse de lo superfluo renunció a lo primordial: ser testigo de la Verdad. Edu y Clara, como todo bautizado, han recibido también esta llamada a seguirle en comunión con la Iglesia nuestra madre; pero, en su caso particular, como familia en misión en Taiwán, para llevar su Luz a los atrapados en un mundo sin Dios. Y es que donde hay Espíritu del Señor, hay valentía y libertad.


testigos de la verdad

¿Cómo conocisteis el amor de Dios en vuestras vidas? Edu: Nací en una familia cristiana donde mis padres nos han transmitido la fe a los cuatro hijos desde pequeños, aunque en la adolescencia me separé un poco de la Iglesia. Fueron años en los que llevaba dos vidas: una en la parroquia como punto de encuentro con mis amigos del barrio y, la otra, con los compañeros del colegio emborrachándome, tomando drogas, buscando la afectividad en las chicas, etc. Si por un lado no le veía sentido acudir a la Iglesia, por el otro tampoco me satisfacía hacer mi voluntad. En cambio me llamaba la atención que yo no conseguía ser feliz y mis padres y demás gente de la parroquia sí lo eran. Un buen día caí en la cuenta que,

al igual que mi padre me castigaba pero no por ello dejaba de quererme, Dios hacía lo mismo. Ahí empecé a reconocer su amor por mí. Clara: Yo también he nacido en una familia cristiana y mi adolescencia fue bastante parecida. Empecé a idealizar la manera de divertirse de mis amigas del instituto y a creer que el acudir a la Iglesia era una imposición de mis padres que me quitaba libertad. Buscaba afectividad por todos los lados, pero me sentía vacía y sola. Poco a poco fui descubriendo el amor de Dios. Mis hermanos son muy inteligentes y yo siempre me he visto obligada a dar una talla que no me correspondía. El saber que Dios me quiere como soy para mí ha sido un descanso. Sigo siendo exigente conmigo misma, pero ahora lo vivo de otra manera.

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Os casáis y decidís ofrecer vuestra disponibilidad para marchar a cualquier parte del mundo a evangelizar. ¿Cómo surge esta llamada? Edu: Yo sentí esa inquietud a los 17 años, cuando comencé a tener intimidad con Dios, pero mis catequistas me aconsejaron centrarme en el noviazgo con Clara y ya Dios diría. Clara: Es verdad que él me lo comentaba, pero yo lo desechaba; si bien a mí esa idea me removía por dentro y me emocionaba sobremanera oír cualquier testimonio al respecto. En una convivencia nos ofrecimos y lo que creíamos iba a ir para largo, ha ido sobre ruedas y en poco tiempo nos hemos visto en Taiwán.

¿Estáis hechos de una pasta especial que os permite ser misioneros? ¿Sois diferentes del resto de la gente? Edu: Para nada. Nosotros no somos valientes ni aventureros, sino todo lo contrario. Además yo peco de burgués; me gusta vivir bien y sin problemas, tener un buen trabajo y una buena casa. Clara: Los que nos conocen saben lo débiles que somos, con lo cual es evidente que Dios es el que lleva la misión.

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¿Cómo reaccionaron los familiares y conocidos? Edu: Al ser un lugar tan lejano y desconocido cuesta hacerse a la idea, pero nuestros padres se lo tomaron bien. Están contentos porque ven que es voluntad de Dios, aunque se preocupan por nuestra situación allí. Cl ara: Generalmente la gente que no está en la Iglesia no entiende que dejemos nuestras seguridades de aquí para marcharnos a otro país simplemente a vivir como una familia cristiana.

¿Cómo es Taiwán? Edu: La isla de Taiwán o Formosa es la República de China (no hay que confundirla con la República Popular China, que es la China continental, regida por los comunistas). En 1949 el hasta entonces gobierno de China y más de un millón de sus habitantes huyeron a la isla después de perder la guerra contra el régimen comunista. Desde entonces se vive en Taiwán como en la China anterior al comunismo.

¿Con qué realidad os encontrasteis al llegar allí? Edu: Después de veintitrés horas de vuelo desde Madrid llegamos a una isla con mucho calor y humedad. En nuestro pueblo aterrizaron los dominicos hace cincuenta años y hasta ese momento ningún católico había estado allí. Cerca de nosotros todavía existen pueblos que no conocen a Dios y eso se nota en todo. Cl ara: Cuando llegamos a la casa no me podía creer lo que veían mis ojos, ya que es un pueblo feo, sucio, con una mezcla de olores muy especial… La gente masca y escupe un tipo de droga proveniente de unas semillas que les deja toda la boca roja y con unos dientes bastante estropeados. Fueron pasando los días y la vista se fue acostumbrando, pero la primera impresión fue muy dura.

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¿Cómo son sus gentes? Edu: Nosotros vivimos al sur del país con los aborígenes; así se llama a los nativos de la isla, es decir, aquellos que habitaban en el país antes de que llegaran los chinos y los relegaran a las montañas. Clara: Yo los comparo con los gitanos por ser también una cultura que guarda celosamente sus tradiciones, sus costumbres, forma de vivir y de vestirse, etc., y nunca se mezclan con otras culturas.

¿Existe libertad de culto? Clara: Sí. En Taiwán no ha habido nunca problema con la libertad religiosa, de hecho nosotros no nos sentimos amenazados para nada. El budismo es la religión oficial, pero convive pacíficamente con el taoísmo, el sintoísmo, confucionismo y otras religiones minoritarias. Es un pueblo que no tiene tradición cristiana. Sólo el cuatro por ciento de su población son cristianos, de los cuales la mayoría son protestantes y una mínima parte católicos. La mitad de los sacerdotes católicos de Taiwán son extranjeros.

Edu: En nuestro pueblo hay una comunidad cristiana formada por unas sesenta personas, que participan activamente de los sacramentos, rezan el Rosario por las casas, etc. Nació hace cincuenta años por la predicación de los dominicos y se mantiene hasta el día de hoy. Como faltan sacerdotes, el obispo de la diócesis solicitó al seminario “Redemptoris Mater” de Taiwán que le ayudara. Mandaron dos sacerdotes italianos y un español, y fue este último, José Antonio, el que pidió familias en misión para que le apoyaran en la evangelización.

¿Cuál es vuestra misión pastoral? Edu: Por mi parte ayudo al sacerdote en lo que sea necesario en la parroquia: bendecir las casas, llevar la comunión a los enfermos… A ellos les llama la atención nuestra presencia, pues no han visto extranjeros más que por la televisión. Nosotros no queremos llenar una afectividad mundana, pero, pese a la limitación del idioma, les transmitimos cercanía y ellos nos devuelven mucho cariño. Clara: Yo no hago nada particular, pero a la gente del lugar le gusta estar con nosotros y conocer nuestras costumbres. Ellos están acostumbrados a vivir entre desorden y les llama la atención una casa limpia y acogedora.

¿Están necesitados de descubrir el amor de Dios en sus vidas?

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Edu: Sí, como todo hombre. Aparte de la droga que mascan continuamente, también beben mucho licor de arroz y están, tanto hombres como mujeres y ancianos, borrachos todo el día. Eso les lleva a descuidar a los niños, que andan solos por las calles. En nuestro pueblo existe una parroquia católica y otra protestante, pero hay pueblos de alrededor que no han sido evangelizados. Hay días que cojo la bicicleta y me voy con nuestra hija Marta a dar una vuelta por los alrededores. Me impresiona ver pueblos sin ninguna referencia cristiana, donde no saben quién es Dios, Jesús ni la Virgen. En muchos de ellos hay un templo dedicado a los antepasados. Se experimenta una rara sensación al ver a esas gentes vacías, como sin alma.

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testigos de la verdad Clara: Aquí como en todos los lados necesitan a Dios urgentemente. Las familias están desestructuradas por el problema del alcohol, que las lleva a tener conductas agresivas, maltratos, abusos sexuales en las familias... Ellos no se dan cuenta de la gravedad de estos hechos porque es algo propio de su cultura.

¿Cambian sus vidas cuando conocen a Jesucristo? Edu: Los aborígenes son gente sencilla que no tiene ningún prejuicio ni rechazo inicial, como hay actualmente en España, contra la religión católica y eso se nota a la hora de acoger la Palabra de Dios. Cuando les decimos “Tu vida tiene solución, puedes dejar de beber, te puedo ayudar a reconstruir tu familia”, la gente se convierte, porque realmente su vida cobra un sentido. También les llama la atención que su vecino sea un europeo que ha dejado las comodidades para anunciarles este amor. Por eso se lo creen, porque saben bien que no puede ser una farsa.

$)- &) - .) ) ¿Cómo es vuestra vida diaria en Taiwán? Edu: Llevamos una vida sencilla y normal. Caminamos en una comunidad neocatecumenal formada por tres chinos, un matrimonio sudamericano también de familia en misión y nosotros. Como he dicho, ayudo en lo que puedo en la parroquia, incluso a pintar iconos, pues en Madrid trabajaba de pintor y delineante, pero aquí no tengo un oficio que desempeñar. Vivimos de la Providencia y eso me ha permitido descubrir en este tiempo cómo Dios es mi Padre, que provee realmente, hasta el punto de que, sin nosotros pedirlo, nos dejan bolsas de fruta y sacos de arroz en la puerta.

Decía la Madre Teresa de Calcuta que, cuando se sigue la voz de Dios, Clara: Desde luego es Jesucristo quien hace la no hay nada que temer y mucho misión, nosotros sólo somos siervos inútiles, ya que agradecer. ¿Compartís esta que, a pesar de no hablar chino, cuando hemos idea?

hablado de Dios, nos han salido palabras que otros podían entender. Hemos visto que sólo por decir “¡Dios te ama!”, la vida de quien se lo cree cambia, incluso físicamente; dejan de beber y mascar droga, adquieren una dignidad en su manera de vestir y de comportarse, recomponen su matrimonio, etc. Hasta llegan a quemar en la parroquia el dragón que tienen en casa y que representa a sus antepasados, como un signo de que destruyen los ídolos y se acogen a Jesucristo.

Edu: Desde luego. Los beneficios de la misión son para nosotros, pues no sé si recogeremos algún fruto de ella, ya que anunciar el Evangelio con la vida es muy difícil, porque, en mi caso, en seguida aparece mi pecado; pero sé que el Señor lo puede todo. Este tiempo en Taiwán ha sido un descendimiento en nuestra vida por no tener un trabajo ni una seguridad económica, en el que ha tenido que desaparecer el yo —todo orgullo, ira, egoísmo, envidia— para que aparezca Jesucristo —todo humildad, sencillez, entrega—, y experimentar que es una persona real y palpable que acontece en nuestras vidas. Clara: Es verdad que vinimos con miedo, pero en ningún momento hemos sentido que Él nos dejara de lado, sino todo lo contrario. En mi caso me ha curado de idolatrías, neuras, complejos tontos que tenía en Madrid y ahora me siento completamente libre. Aquí mi vida es un “sola a solo” con Él, que me hace estar alegre. Siento que cuanto más fiel le soy, más feliz me encuentro.

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- & & / 2 1 ! , ' (. ) ¿Cómo va vuestro combate con el Maligno, como siempre tan interesado en frustrar la misión? Edu: Desde el principio el demonio ha tenido un interés especial en hacernos desistir de la misión de muchas maneras: haciéndonos creer que estábamos locos, que íbamos a desperdiciar la vida, a no tener jubilación… Conmigo insistía continuamente presentándome lo desconocido como la muerte. Además, la cultura europea me ha marcado y el hecho de no tener un trabajo fijo me hacía sentirme un inútil, que no cumplía con mi obligación. Sin embargo, he descubierto que la vida es de Dios, quien todo lo permite y todo lo concede. El demonio se encarga de destruir con esto, pero si Dios se empeña, se sigue adelante. Hay tres momentos de combate muy decisivos: la Navidad, porque sufren un desarraigo de la familia; la Pascua, por estar lejos de la comunidad; y el retornar a la misión después de un tiempo en casa, por tener que dejar de nuevo un determinado tipo de vida. Luego te das cuenta que Dios lo suple con creces. Teniendo a Dios, se puede con todo y en cualquier parte. El lugar es lo de menos.

Cl ara: El combate ha sido a muerte desde el primer momento y sólo hemos sentido alivio con la oración; si no nos acogiéramos a ella, ni siquiera podríamos levantarnos de la cama. Pero es verdad que el Señor al mismo tiempo nos ha dado palabras de ánimo y nos ha regalado muy buenos momentos. Sabemos que la fe, el conocer y apoyarse en Jesucristo, es lo mejor que les podemos ofrecer a los hijos. Y esto en la misión es fácil verlo.

Puesto que la gracia siempre es superior a la prueba, ¿cómo sentís la presencia operante del Espíritu santo? Edu: El poder ver la gratuidad y generosidad de Dios en cosas concretas, como cuando me llamaron a pintar un mural en una iglesia jesuita en la China continental, o que nada más llegar a España en este tiempo me llamó mi antiguo jefe y me ofreció seguir trabajando hasta que me volviera a marchar en septiembre. Clara: Para mí concretamente en muchas ocasiones, por ejemplo, el haber estado diez meses conviviendo en todo momento, sin casi separarnos y poder perdonarnos, tener paciencia… También lo siento presente por el don de la alegría que nos concede aun en tiempos duros de soledad, precariedad y combate. A veces entro triste en la celebración de la Eucaristía y salgo realmente contenta.

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testigos de la verdad Para acabar, y haciendo balance de vuestra vida, ¿creéis que Dios ha sido bueno con vosotros? Edu: Sí y estoy muy agradecido por todo. Me ha sacado de muchas situaciones difíciles por las que me han llevado mis pecados. Yo creía que Dios me iba a quitar algo y no ha sido así; me ha llenado la vida, me ha regalado aquello que no me podía ni imaginar, como a Clara, Marta e Inés que nacerá en estos días. El Señor me ha ido cuidando y preservando en cada momento, siendo como soy tan débil. Por fiarme un poco de Él, me ha dado el ciento por uno. Clara: Conmigo ha sido muy bueno también. Empezando por la familia que me ha dado, con una infancia tan feliz y una adolescencia en la que me ha cuidado siempre; por el marido que tengo, por mi hija Marta y la que va a nacer; por haber conocido la Iglesia y sentirla como una madre, etc. Sé que me va a costar volver ahora en septiembre a Taiwán y con una nueva hija recién nacida; pero también sé que con el Señor todo irá bien, porque ha sido, es y seguirá siendo muy bueno con nosotros.

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testigos de la verdad

¿Eres feliz? Magda Urrutia, Maestra

onfieso que yo he sido siempre una de esas idealistas que, treinta, cuarenta, cincuenta años atrás y más, mientras la juventud florecía, explotaba en años de efervescencia y maduraba con el paso del calendario, me creía que, por definición, debía ser feliz. Era como una exigencia natural —algo así como el “deber ser” del gran filósofo de los valores Max Scheler—, concomitante con un cierto equilibrio por haberme encontrado de bruces con la verdad y el bien. Tardé no poco en comprender que las cosas son como son y no como deben ser, como decía más bien mi abuela.

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testigos de la verdad Poco, muy poco, me preguntaba por la gratuidad de ese encuentro con la Verdad y el Bien, vividos y disfrutados en el seno de la Iglesia, como paso igualmente natural de una familia “sin problemas” que nace, crece y vive en ella. Creía en Dios desde pequeñita y por tradición, porque era lo que se bebía y comía en casa; éramos seis hermanos, chico y chica por turno, como en una rifa: yo era la cuarta. Hice mi primera comunión como se hacía entonces, fui a un colegio de monjas, empecé a hacerme mayorcita y teníamos una situación social sin graves problemas: de cuando en cuando rezábamos el rosario en familia, especialmente los sábados; todos teníamos una buena posición cultural —fui una de aquellas privilegiadas que pude ir a la universidad—, de modo que todo, estructura personal, familiar y ambiental, se desarrollaba dentro de la Iglesia, viviendo aquella vida cristiana, que parece debía conllevar a la felicidad y desembocar en ella con la misma naturalidad que desembocan los ríos en la mar. ¡Cuán desenfocados estaban mis ojos! Voy a saltarme aquí todo lo relativo a mi vida matrimonial y a mis hijos, que, ciertamente, son un capítulo importantísimo en mi vida, pero que está igualmente teñido de esos altibajos en busca de la felicidad y eso es para otro capítulo aparte.

H OY, E N E L U MBR A L D E L O CA S O D E M I V I DA , R E C O N OZ C O QUE HAN PA S A D O MUCHOS LU S T R O S S I N SA B O R E A R L A V E R DA D E R A F E L I C I DA D

El primer equívoco, desengaño o ambigüedad nacía del concepto mismo de felicidad, que todo el mundo entiende como ese estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien. Por supuesto que no me reducía a una felicidad proveniente del consabido disfrute del dinero con todos los placeres que éste proporciona. Nuestra mentalidad era aquella de que el dinero no da la felicidad, pero la ayuda. Tampoco me limitaba a una ausencia budista de dolores y pasiones, en un acaramelado nirvana, que por otra parte no entendía muy bien. No, mi mente sobrevolaba más alto y, con ella, quería enganchar el corazón a esas alturas, mientras mi soma, por fortuna, tiraba hacia abajo descaradamente. Y digo “por fortuna”, porque el contraste con la realidad nuestra de cada día (algo que me venía solito sin buscarlo, a diferencia de la oración diaria del padrenuestro —“el pan nuestro de cada día”—, que se había convertido en algo bastante rutinario), me hizo chocar con la tierra-tierra, dándome de cuando en cuando más de un batacazo. No, no era feliz: había un hiato en mi interior que imposibilitaba la armonía y la belleza de aquella Verdad y Bien que creía mi patrimonio natural como dote de mi nacimiento en una buena familia y salario, debido al buen ambiente en que me desenvolvía…

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testigos de la verdad Hoy, llegando al umbral del ocaso de mi vida, reconozco que así no era feliz, que han pasado muchos lustros sin saborear la verdadera felicidad. Tampoco se trata ahora de plañir desgracias sin cuento por todo ello, pues también es verdad que he querido a amigos del alma que, a su vez, me han amado entrañablemente; he descubierto —¡qué tarde!— cuánto me habían querido mis padres y cuánto he empezado yo a quererlos ya de mayor, ahora que hace más de veinte años que dejaron este mundo; he tenido siempre trabajo y casa propia, me casé y tuvimos también seis hijos que hemos sacado adelante, todos con carrera universitaria y ya casados; mi salud ha sido aceptablemente buena —ahora la artritis me hace renquear—, mezclada con arcos de tiempo de enfermedades, las suficientes para conocer lo puntiagudas que son las orejas del lobo y mascar los sinsabores y desencantos de la vida.

D ES PU ÉS DE MÁS D E S E T E N TA A Ñ O S Z A S CA ND I LE AN DO P O R L A V I DA H E D E S C U B I E RTO D ÓN DE E ST Á L A F E L I C I DA D : E N J E S U C R I S TO V I VO Y R E S U C I TA D O Y la verdad es que estamos muy instruidos y experimentados de que los ricos, los famosos, la gente guapa, los “vips”, los elegantes, la “jet society”..., generalmente no son felices. De hecho, son los que con más frecuencia necesitan alienarse porque ya han probado de todo pero nunca felicidad alguna, ni en su dinero ni en sus placeres. Del resto de la gente, la gran masa que vive al día, en medio de su pobreza, enfermedades y otras lacras sociales, por lo general son igualmente infelices, porque en el fondo envidian a los primeros y quieren ser como ellos. Aquéllos van por la vida huyendo hacia delante a ver si encuentran un nuevo placer que les borre la insatisfacción del placer anterior; los otros van persiguiendo algo que saben, desde su punto de partida, que no van a alcanzarlo nunca.

En fin, estos son los ingredientes normales de la vida de una persona más o menos normal, en un ambiente y país más o menos normal, que, por no se sabe qué fórmula sociológica, debería ser normal. Pero, efectivamente, ocurre que lo normal es que la felicidad que ansía el corazón está bastante ausente y, aunque no abunden los sinsabores que te amarguen la vida, casi nada tiene el sabor de la felicidad Después de más de setenta años zascandileanhelada. ando por la vida, dando más la nota como Si digo que quien diga que es feliz, miente, una vulgar cantamañanas que rindiendo se me va a echar encima medio mundo y la serena imagen de una supuesta el otro medio no me va a mirar bien… o, quizás, porque a ese otro medio se le da por descontado que no es feliz.

YO C R E Í A Q U E D E B Í A S E R F E L I Z Y TA R D É E N C O M P R E N D E R Q U E L A S C O SA S S O N C O M O S ON Y N O COMO D EB EN SE R

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testigos de la verdad LO N O R M A L E S Q U E L A F E L I C I DA D Q U E A N S Í A E L CO RA Z Ó N ES TÉ BA S TA N T E AU S E N T E , AU N Q U E N O A B U N D E N LO S S I N SA B O R E S Q U E A M A R G A N L A V I DA ancianita provecta, adornada por las canas y las arrugas del rostro, viuda y sola desde hace doce años, confieso que hace poco he descubierto y sé dónde está la felicidad. Lo más fácil es, por exclusión, constatar que todo lo que consideramos como fuente de felicidad no lo es, incluso es un engaño alienante, que nada tiene que ver con el manantial de la felicidad que, como un imán, me atraía desde mi niñez: Jesucristo resucitado vivo entre nosotros, presente en mi vida y que se ocupa de mí, que me ama antes de conocerlo y amarlo yo. De Dios dicen que es Luz, Verdad, Amor, Bien, Belleza… y, también Misericordia, Ternura, Perdón…, pero no de un modo teórico, técnico o puramente especulativo, como quien afirma la veracidad de una fórmula matemática, por ejemplo que dos y dos son cuatro, y nos quedamos tan frescos si el resultado es o no cuatro. Pero atisbamos muy poco de cuanto es Dios; por ejemplo, que Dios es Luz cuando tomamos conciencia de que nuestros conocimientos y experiencia sobre la luz se reducen siempre a una luz creada, que sólo debe ser una palidísima imagen —reflejo en este caso— de la Luz increada, aunque esta nuestra luz creada sea tan potente como millones de soles;

que tenemos harta experiencia de las tinieblas, esto es, de corazones oscuros y vidas tenebrosas; que lo que consideramos vida no resiste nunca el paso del tiempo y la muerte nos atenaza y acaba envolviéndolo todo en la caducidad; que el amor que con tanto ímpetu buscamos, tantísimas veces se deshace en una fuerza centrípeta y egoísta que nos sume en la desazón continua de un equilibrio inestable, cuando no es una pura y dura corrupción del eros prepotente que no quiere saber nada del Ágape… De aquí que necesite, como agua de mayo, oír día tras día a Jesucristo chillarme silenciosamente: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, “Yo soy la Resurrección y la Vida”, “El que cree en mí no andará en tinieblas”… y otras palabras que, muchas veces, no entiendo y me las hace saborear mi ángel de la guarda, introduciéndome en mi interior, tanto tiempo desconocido, donde me muestra un Habitante Divino, que sondea y conoce las profundidades e intimidades de mi corazón: el Espíritu Santo, que me lleva a clamar “Abbá, Padre”. Hoy me han sabido a gloria las palabras de San Agustín, descontento consigo mismo por su tardía conversión a la fe, tras una vida bastante tormentosa y atormentada:

TA R D E T E A M É , B E L L E Z A TA N A N T I G UA Y TA N N U E VA , TA R D E T E A M É

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“Tarde te amé, Belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé”; por eso he comprendido lo que me pasaba cuando él exclamaba que “nuestro corazón está inquieto, hasta que no descanse en Ti”. De aquí que se me hayan abierto los ojos del alma y comprendido que el gozo pascual, la vida en Jesús resucitado, pasa por el “Getsemaní” y el “Gólgota”, desvelándome los secretos de mis sufrimientos pasados, que tantas veces he tapado reclamando esa felicidad hueca que debía expandirse en mi interior y que me esforzaba tontamente por manifestar.

Q U E YO E S T É A H Í , E N E L T R AV E S A Ñ O D E L PA LO C L AVA D O E N L A R O CA D E L G Ó LG OTA , Y P U E DA O Í R P O R F I N : “ E N V E R DA D , E N V E R DA D T E D I G O, Q U E H OY E S TA R Á S C O N M I G O E N E L PA R A Í S O ”

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De aquí que se me haya caído la venda de los ojos, como cayeron las vendas y el sudario en el sepulcro de Cristo vacío, para amar, como Él amó, el Misterio de la Cruz, que incluso en la oscuridad sin igual de la muerte e incluso en el abandono de Dios (”Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”), tiene el germen de la Vida Eterna en ese Jesús Resucitado, por lo que a veces, sólo a veces, cuando puedo alejarme de las cosas, esconderme largamente en el silencio y, si Dios me lo concede, en prolongada oración, deseo salir de este mundo, si es que es verdad que “estar contigo es con mucho lo mejor”, que lo es, y escuchar yo también cuando llegue mi hoy (“Hijo mío, eres tú, Yo te he engendrado hoy”), que yo esté ahí, en el travesaño del palo clavado en la roca del Gólgota, y pueda oír por fin: “En verdad, en verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el Paraíso”.


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si hoy escucháis su voz

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s palabra cierta y promesa verdadera: la justicia acarrea persecución y otorga el don del Reino. Nada, por otra parte, de extraño: si a nuestros padres en la fe y, sobre todo, a nuestro Señor y Maestro los persiguieron, también lo harán con nosotros; que no es más el hijo que el padre, ni quien aprende que quien enseña. Mucho que les fuéramos semejantes. Lo cierto es que la persecución (uno que va por delante y otro, que le va a la zaga, por detrás) recorre la Historia de la Humanidad y de la Escritura: del Génesis al Apocalipsis. Y ¿qué es lo que nos persigue? ¿Quién corre detrás de nosotros esta carrera de la vida? ¿Qué es “persecución”? Si repasamos la Escritura, veremos que la persecución es un ser extraño y variopinto: a veces viene de fuera; otras convive en casa, nos es doméstico. Se presenta hostil, siniestro y maléfico, y también aliado y colega. Nos persigue el dolor, el sufrimiento, la bonanza y alegría; nos acosa la tentación, la concupiscencia y el pecado. La muerte anda con nosotros a diario… hasta el último día. Y sobre todo nos persigue el Amor de Dios, su “Teshuvá”, que ahora tiene rostro y nombre: Jesús de Nazaret. En definitiva, podríamos concretar la persecución, personificándola en dos: en el señor de la muerte (Hb 2,14) y en Señor de la Vida, el León de Judá, que es al mismo tiempo Cordero victorioso (Ap 17,14; 19,11ss). La Historiografía de la Humanidad no es más que la de una lucha sin tregua entre el Diablo y Jesucristo, magníficamente dibujada por Juan en los capítulos 12 y 19 del Apocalipsis imprescindibles para comprender cabalmente la Octava Bienaventuranza. 26


si hoy escucháis su voz

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, p o r qu e d e e l l o s e s e l Re i n o d e l o s C i e l o s César Allende García

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l a s pe r s e cu ci o n e s so n d i v e r s a s , t ambién los que nos per siguen Ciertamente, el sentido primero, más elemental y directo de Mt 5,10 es que a todo aquel que practique la justicia lo perseguirán calamidades, infortunios, sufrimientos, etc. Se le perseguirá por su condición de justo. Ahora bien, la recompensa a esa persecución hace honor a lo que significa: el Reino de los Cielos compensa por duplicado aquellos sufrimientos del justo. Pero no es el único sentido que encierra esta Bienaventuranza. Antes decía que Cristo también nos persigue. Cristo es el Justo, el Santo de Dios, quien cumple toda justicia, como dejó patente en el Jordán a Juan Bautista. En el capítulo 19 del Apocalipsis, Juan presenta a quien monta el caballo blanco como el Fiel y Veraz, y quien utiliza la justicia para la guerra y para el juicio. La palabra “Alethinós” significa exactamente develador, descubridor de la Verdad, de lo que se oculta en la profundidad de los hechos: el designio salvífico de Dios. Su nombre, dice Juan, es “Palabra de Dios” y lleva como título de su grandeza “Rey de Reyes y Señor de Señores”. De este modo, en Cristo Victorioso, se aúna la Justicia, la Fidelidad a la voluntad de Dios y la Realeza sobre todo reino. Cristo es la Justicia (de Dios). Bienaventurado quien sea perseguido por este Justo, por esta Justicia, porque si fuere alcanzado por Él, lo será para recibir su Reino, para ser hecho ciudadano del Cielo, comensal del banquete eterno de las bodas del Cordero. Nuestra felicidad está en ser alcanzados por quien es Justicia, expresión del Amor inconmensurable de Dios Padre.

hay dos per segui dores y d os per secucion es Los santos son santos porque consintieron ser alcanzados por este perseguidor. El caso prototípico es el de Pablo. Él mismo recordaría en repetidas ocasiones cómo fue alcanzado, ¡al fin!, a las puertas del Damasco. Todo el capítulo 3 de la Carta a los Filipenses en un desahogo de Pablo recordando quién era y quién acabó siendo al ser alcanzado, apresado por Cristo (v. 12): de ser un desgraciado perseguidor de cristianos (es decir, del mismo Cristo), a ser el hombre más feliz y dichoso, dedicando toda su vida a quien todo lo era para él: Cristo Jesús fue predicado por Pablo como Justicia de Dios, gracia y santidad porque no podía reservarse lo que llevaba su corazón. Por lo demás, los afanes del Buen Pastor que busca a quien se le pierde, no son más que esto mismo. Pablo corría mucho tras los cristianos, pero Cristo corría más y mejor y, en un momento, apretó su vida entera en una misión a la que fue absolutamente fiel.

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A partir de aquí, la “persecución”, cambia de signo para Pablo: tan hondo calaría ser perseguido, amenazado, apedreado, molido a palos en su misión, que llegaría a identificarlas: no es posible evangelizar sin sufrir persecución por quienes oprimen la justicia con la mentira o antiverdad, como escribió a los romanos. De cierto, para el futuro sabe Pablo que, vaya donde vaya, lo que le aguardan son tribulaciones por el testimonio que lleva de la gracia de Dios, hasta la misma cárcel y muerte (Hch 21,13). Si nos fijamos bien, en el caso de Pablo queda patente que la persecución del maligno y sus ministros pretende, y siempre ha sido así, obstaculizar la evangelización destruyendo la experiencia del amor de Dios en el corazón humano. Por eso, al perseguidor maligno no le interesan tanto los perseguidos, cuanto la causa de la persecución, cosa que está bien clara en Mt 5,10 también. El Apocalipsis abunda en lo mismo. El gran objetivo del Diablo que “va a meter en la cárcel a alguno de vosotros para que seáis tentados” (Ap 2,10) es que el miedo al sufrimiento y los afanes y problemas de la vida, atenacen el corazón y se muera la fe: si al hombre se le oprime suficientemente el corazón, se muere de asfixia espiritual; de hecho nuestras ciudades cuentan con tanatorios y cementerios de almas, ya globalizados y uniformemente estructurados.

Del mundo “os vendrá la tribulación. Pero yo he vencido al mundo, ¡tened ánimo!”. Nada de tener miedo a quien sólo puede matar el cuerpo

La astuta estrategia del Diablo consiste en ablandar poco a poco la capacidad martirial del cristiano y, en general, de todo hijo de Adán. A esto se refiere Juan con los “diez días” que tendrá el Diablo en la cárcel a los que han de ser probados. No es mucho tiempo, lo sabe, y está decidido a aprovecharlo al máximo. Más aún que la persecución misma, este tiempo previo destinado a meter el miedo en el corazón, puede dañar y hacer huella en la fe. Como Nuestro Señor en su Pasión, nosotros también tenemos nuestro Getsemaní. Por eso, Pedro nos aconseja que le hagamos resistencia a Satanás firmes en la fe. Pero, y esto es lo que en definitiva cuenta, la victoria caerá del lado del perseguido por la causa de Jesús. Dios condenará a la gran Ramera, vengando en ella la sangre de sus siervos. Dios es justo (“saddiq”, en hebreo) porque es fiel, y antes pasarán el Cielo y la Tierra que su promesa y Alianza de protegernos de nuestros enemigos (Ex 24,3-8; Lc 1,71-74). La garantía de nuestra defensa en la persecución es la justicia de Dios empeñada en el juramento que nos hizo en nuestros padres (Lc 1,73): por eso, el nombre del Vencedor, que cabalga en el caballo blanco, es “Palabra de Dios”. Y la Palabra la llevamos en el corazón.

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el corazón, s us m ales y su s rem edios l a p e r s e c u ci ón d e l o c o t i d i a n o Debería haber en Teología un tratado sobre “El corazón, sus males y sus remedios”. Ya el Señor nos indicó por dónde empezar: por asentar firmemente en los corazones que nuestra defensa en la vista oral frente a todos los enemigos es cosa de la Palabra de Dios, según Lucas 21,14-15. En el v. 16 explica lo que implica la persecución: quien haga profesión de que Jesús es la Justicia de Dios, el que se empeñe en que el Amor de Dios es más fuerte que la muerte, quien lleve en su cuerpo el morir victorioso del Cordero, será perseguido a muerte. Todo hombre piadoso (“hasid”) o perfecto (“tamin”) será perseguido. ¡Miedo y terror para el justo, de día y de noche, y que el Diablo utiliza como estandarte de la derrota final en que acaba toda vida humana. Jamás ha sido tan mentiroso el Maligno, porque sabe que la única derrota definitiva es la suya: de la cárcel en que va a meter a los fieles se sale; del lago de azufre destinado a él y a los suyos, no (Ap 20,10). Jesús en el monte, al proclamar esta Bienaventuranza, debía recitar el salmo: “Sácame, Dios Todopoderoso, de la cárcel, para que pueda dar gracias a tu nombre” (142,8) “Escucha Yahvéh mi oración y presta oído a mi súplica; respóndeme leal por tu justicia. El enemigo me persigue a muerte… Hazme sentir tu Amor por la mañana, pues yo cuento contigo” (Sal 143,1.8). A sus discípulos les enseñará después que todo cuanto les ha inculcado es para que en Él encuentren la paz. Del mundo “os vendrá la tribulación. Pero yo he vencido al mundo, ¡tened ánimo!” (Jn 16,33). Nada de tener miedo a quien sólo puede matar el cuerpo (Mt 10,28). Estas palabras han dado a los hijos de la Iglesia fortaleza y paciencia en el sufrimiento, mostrándose “no cobardes para su perdición, sino creyentes para su salvación”, a la espera de que “el que ha de venir, vendrá presto” (Hb 10, 32-39). Hasta aquí hemos visto dos perseguidores y dos persecuciones: la de Cristo Vencedor que pretende nuestro bien, y la del Diablo que procura matar en nosotros el Amor de Dios.

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Quisiera decir algo sobre otra persecución, que se enreda y enmaraña con las demás, con todas las que podamos imaginar: la persecución de lo cotidiano y ordinario, cuyo habitáculo es el ramaje espeso de la vida diaria, y su característica peculiar es, por una parte, que se enreda perfectamente a nuestras cosas, que se teje a sí misma con ellas, hasta casi no poder distinguirlas nosotros, y que, por otra, se constituye básicamente en términos de paradójica connivencia y convivencia de contrarios. Pablo, en su segunda carta, se lo exponía certeramente a los cristianos de Corinto: los fieles y los infieles, la justicia y la iniquidad, la luz y las tinieblas, Cristo y el Diablo, el templo y los ídolos (2Co 6,14-17). Está claro que no son conciliables estas cosas antagónicas; y que lo hemos de procurar es no uncirnos al grupo de la infidelidad, y que habríamos de apartarnos de todo esto (v. 17; Is 52,11). Pero sería tanto como salir del mundo, de la vida ordinaria. Vivimos en ella, y ella consiste, precisamente, en vivirla en plenitud fiados de la gracia de Dios. La ordinariez de lo cotidiano nos plantea esta inconciliable e inevitable convivencia de lo bueno y de lo malo. Ya no se trata de grandes padecimientos o tribulaciones, sino de un elemento pegajoso y escurridizo a la vez, que parece que no, pero que sí, nos hostiga y deshace: el tedio, el aburrimiento, la vida plana. Si se considera bien, cuidadosamente, resulta sumamente aleccionador comparar la vida del monje de clausura y la de un hombre agitado de nuestra sociedad. Por debajo de lo aparente, aquella es mucho más intensa, sorprendente y novedosa que ésta.

E l Di os d e to d a g racia , el qu e o s ha l lamado a su eter na glori a en Cr isto, d e s p u é s d e b r e v e s s u fr i m i e n t o s , o s est ablec erá, afianzará, r obustecerá


si hoy escucháis su voz El bullicio, el incomodo, el sobresalto, el querer llegar y no poder, el estrés resultan insoportablemente monótonos, ensordecedoramente vacíos: son ruidos que nada suenan, carreras vertiginosas a ninguna parte. Claro que con sus paradas de vez en cuando; mejor dicho, con parones y arrancones violentos, que llamamos vacaciones, ocio, períodos de esparcimiento y espectáculo, que, a nivel mundial, agitan y encandilan a millones, porque la monotonía es letal, y produce la acedía, ese amarilleamiento propio de la desecación y agostamiento. Por eso la Iglesia, al tiempo ordinario, le dedica mucha de su vida litúrgica; porque la cuestión está en

Pero el remedio nos es conocido: “el Espíritu del Señor que poseemos en arras, de tal manera que vivamos esta vida llenos de buen ánimo, viviendo de momento en el cuerpo… deseando salir de él para vivir con Jesús (2Co 5,5-8), porque nos aguarda “un inmenso caudal de gloria eterna, más allá de toda medida, a cambio de la tribulación de un momento” (4,17). Esta es la Bienaventuranza prometida, este el Reino de los perseguidos. Judit decía así: “…Por todos estos motivos debemos dar gracias a Dios, que ha querido probamos como a nuestros padres en el crisol… no para castigarnos, sino para ponernos sobre aviso” (Jdt 8,25-27). Y Pedro: ¿Quién os hará mal si os afanáis por el bien? Aunque sufráis a causa de la justicia, dichosos vosotros. No les tengáis miedo ni os turbéis. Al contrario, dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones… El Dios de toda gracia, el que os ha llamado a su eterna gloria en Cristo, después de breves sufrimientos, os establecerá, afianzará, robustecerá y os consolidará…Porque ha llegado el tiempo de comenzar el juicio por la casa de Dios” (P 3,13-15; 5,10; 4,15-7). No se puede comentar mejor la Octava Bienaventuranza. Al amparo de María aprendió Jesús que cada día tiene su afán, que la vida nos agobia y persigue; bajo su amor aprendió a defender la fe de Abrahán en el Dios Justo y Santo, y a ser misericordioso con los perseguidos injustamente, sobre todo por el Diablo y el pecado.

que lo diario, cuando cae en el aburrimiento, seca el espíritu y, también en esta ocasión, el corazón acaba por dejar de latir, por espesamiento del cansancio y la abulia de un día sí y otro también. La vida, el “continuo del tiempo” nos adelgaza existencialmente, deshilachando esta tienda, desmoronando este exterior de nuestro hombre.

La espada de María era de muchos filos: su corazón resistió bien y se convirtió en bastión y refugio de pecadores y perseguidos. Nos interesa, y mucho, tener su favor, porque de lo contrario, como decía Alfonso, el Sabio, en aquella cantiga preciosa “…quien contra Ella va navega contra el viento”. Su amor bendito impulse nuestra barcaza de modo que el de su Hijo nos dé alcance.

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kerigma

i un Dios se hubiese

S mí… hecho hombre por

Tomás Alfaro Drake

l final del recorrido para sopesar con la razón lo que las creencias cristianas y la Revelación nos dicen, seguramente nos asalte una duda. Es cierto que cada paso dado, de la mano de la razón, nos hace ver que es lo más razonable creer que Jesucristo es Dios encarnado, tal y como nos lo presentan los evangelios. Pero el final del camino, si se toma en serio el punto de llegada, da vértigo. Dios, el Todopoderoso, el Altísimo, creador del inmenso universo, ¿se ha encarnado realmente en una mujer? ¿Realmente se ha hecho hombre por amor al género humano, por amor a mí? Un ateo recalcitrante, Jean Paul Sartre, lo explica tal vez mejor que muchos creyentes:

A

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kerigma

“¡Un Dios transformarse en hombre! ¡Que idiotez! No veo qué podría tentarle en nuestra condición humana. Los dioses viven en el cielo, ocupados en gozar de ellos mismos. Y si decidiesen descender entre nosotros, lo harían bajo alguna forma brillante y fugaz, como una nube púrpura o un relámpago. ¿Se cambiaría un Dios en hombre? El Todopoderoso, en el seno de su gloria, ¿contemplaría a estas pulgas que pululan sobre la vieja costra de la tierra y que se revuelcan en sus excrementos y diría: quiero ser uno de esos gusanos? No me hagas reír. ¿Un Dios rebajarse a nacer, a vivir nueve meses como una fresa de sangre? [...]. Si un Dios se hubiese hecho hombre por mí, lo amaría con exclusión de todos los demás, habría como un lazo de sangre entre él y yo y no tendría suficiente vida para demostrarle mi agradecimiento ”

El misterio no es algo i r ra c i o n a l , q u e v a c o n t ra l a ra z ó n . Es algo s u p ra r ra c i o n a l , q u e s u p e ra l a ra z ó n 33


kerigma

Esa es la contradicción. La razón acepta cada paso, pero el conjunto, el camino total la excede. Porque el razonamiento la lleva a encontrarse de manos a boca con el misterio. El misterio no es algo irracional, que va contra la razón. Es algo suprarracional, que supera la razón. Y si, tras la Encarnación de Dios –no una encarnación en alguien glorioso, sino en un niño pobre de un país remoto y marginal–, nos enfrentamos con la pasión, el vértigo se centuplica. Dios, no sólo no viene bajo alguna forma brillante y fugaz, como una nube púrpura o un relámpago, sino que viene en la pobreza, para vivir una vida dura de hombre y morir ajusticiado.

Si un Dios se hubiese hecho hombre por mí, lo amaría con exclusión de todos los demás, habría como un lazo de sangre entre él y yo y no tendría suficiente vida para demostrarle mi agradecimiento 34


kerigma

El Todopoderoso, en el seno de su gloria, ¿contemplaría a estas pulgas que pululan sobre la vieja costra de la tierra y que se revuelcan en sus excrementos y diría: quiero ser uno de esos gusanos?

El misterio último es ¿por qué? ¿Por qué un Dios haría eso por estas pulgas que pululan sobre la vieja costra de la tierra y que se revuelcan en sus excrementos y diría: quiero ser uno de esos gusanos? Y ese misterio sólo tiene una respuesta: el amor. El misterio, aunque sea el final de un razonamiento lógico, no se puede comprender desde la lógica, sólo se puede contemplar con asombro. Einstein – que no era ateo sino un deísta asombrado–, que se acercó al borde del misterio del universo, nos lo explica: “La experiencia más bella que podemos tener es sentir el misterio [...] En esa emoción fundamental se han basado el verdadero arte y la verdadera ciencia [...] Esa experiencia engendró también la religión [...] percibir que tras lo que podemos experimentar se oculta algo inalcanzable a nuestro espíritu, la razón más profunda y la belleza más radical, que sólo son accesibles de modo indirecto –ese conocimiento y esa emoción es la verdadera religiosidad”. En esto, tal vez, nos ganen los ateos. El ateo no cree. Para él, creer es escandaloso. Pero si creyese, sentiría ese asombro reverente que tan bien nos describe Sartre. Algunos hasta sienten la nostalgia de la fe. Los creyentes, en cambio, hemos intentado, demasiado a menudo, domesticar el misterio, hacerlo pequeño, a nuestra medida. A fuerza de costumbre nos parece natural, lo vemos como algo monótono y cotidiano que hemos aprendido de memoria desde pequeños, no nos produce escándalo. Ya no es misterio y no nos produce el sobrecogimiento que le producía a Einstein ni el asombro que nos cuenta Sartre. Casi nos hemos acostumbrado a menospreciarlo. No estaría de más que de vez en cuando nos dijésemos, como Sartre: “¡Un Dios transformarse en hombre! ¡Que idiotez!” o “No me hagas reír. ¿Un Dios rebajarse a nacer, a vivir nueve meses como una fresa de sangre?”. Nosotros no. Y eso que nuestros motivos de asombro son muchos más, pero nos hemos blindado contra él. ¿Un Dios que ha vivido una vida como la nuestra? ¿Qué ha tenido las frustraciones que hayamos podido tener nosotros? ¿Que ha tenido miedos y angustias como los nuestros? ¿Que ha sentido la soledad, el abandono, el desprecio? ¿Que se ha dejado torturar para que podamos, tú y yo, unir nuestro sufrimiento al suyo? ¿Que ha sentido nuestras propias angustias, miedos y sufrimientos? ¡Venga ya! Y no acaban ahí nuestros motivos de asombro: ¿Un Dios que ha querido quedarse en medio de nosotros bajo la apariencia de pan y vino? ¿Qué ha dado poder a algunos hombres, para que le ordenen venir indefenso a la tierra?

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kerigma ¿Qué nos perdona siempre e incondicionalmente con sólo arrepentirnos de nuestros pecados ante un hombre pecador y miserable como nosotros? ¿Un Dios al que podemos rezar sabiendo que nos escucha y nos consuela? Deberíamos escandalizarnos cada día y, tras el escándalo, tras el vértigo, poder volver a recorrer hasta el misterio el camino de la razón iluminado por una fe sobrenatural y poder decir, desde le libertad, llenos de asombro: ¡Señor mío y Dios mío! Entonces lo podríamos amar como dice Sartre que lo amaría si creyese en Él, con exclusión de todos los demás dioses, de todos los ídolos que reclaman nuestro amor. Entonces podríamos dejarle crear ese lazo de sangre entre él y nosotros. Entonces nos daríamos cuenta de que no tenemos suficiente vida para demostrarle nuestro agradecimiento, de que aunque le diésemos hasta el último aliento, hasta la última gota de nuestra sangre, no podríamos comprar ni una gota de la suya. Entonces apreciaríamos que nos la ha dado toda gratis, que nos ha comprado con ella, que se la ha dado al demonio, junto con la última gota de agua, a cambio de nuestra salvación.

Entonces iríamos siempre que pudiéramos a contemplarlo en la Eucaristía, meditaríamos todos los días su Palabra, esperaríamos con impaciencia la hora del día en que nos acercásemos a Él para recibirlo dentro de nosotros, iríamos a abrazarlo cada vez que tuviésemos hacia Él el más mínimo desprecio, haríamos un hueco en nuestras actividades para estar a solas un rato con Él, en su Presencia, pondríamos en sus manos todos nuestros anhelos, nuestros miedos, nuestras esperanzas. Pero los cristianos de cuna –como nos llaman en América a los que “nos lo sabemos todo” sobre Dios desde pequeños–, en vez de asombrarnos, frecuentemente pagamos todos esos cuidados escandalosos de Dios hacia nosotros con la indiferencia y el desamor. ¿Cómo van a creer los ateos si ven que los creyentes, que decimos creer eso que algunos de ellos anhelan, somos tibios, mediocres, apáticos y no tenemos ilusión ni convencimiento? ¡Dios, cómo me gustaría ser ateo cada día por un momento! Poder así convertirme cada día y poder sentir fresca, recién estrenada, tierna y cálida, como un pan recién salido del horno, la alegría y el asombro de saberme salvado, amado, deseado, esperado, abrazado. No por mí, ni por mis méritos, ni por lo que hago o me gano con mi esfuerzo –¿qué podría hacer yo pulga que pululo sobre la vieja costra de la tierra, para ganarme todo esto?–, sino gratis, completamente gratis, simplemente por ser hijo de ese Dios que ha creado todo para mí.

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kerigma Cómo me gustaría vivir en esa nube de resplandor que te envuelve y en la que sólo hay luz que ilumina y ciega al tiempo, respirar esa presencia que te empapa y hace que te rebosen las lágrimas de alegría. Cómo me gustaría emborracharme cada día de ese amor, dejarme cubrir por él, sumergirme en él. ¿Qué me importarían entonces todos los cuidados de este mundo? ¿Cómo podrían entonces engañarnos nuestras falsas seguridades, por las que nos dejamos la vida para que luego nos abandonen? Líbranos, Señor, de esta fe raquítica que nos hemos fabricado, de este miserable ídolo que hemos hecho de ti. Haznos sentir cada día el escándalo de ese amor tuyo increíble. Muéstranos al fin tu Rostro, haz que brille sobre nosotros. Rescátanos del tedio de hacerte mezquino, a nuestra medida, deja que nos abrumemos por tu grandeza disfrazada de pequeñez. Rescátanos de la indiferencia y el desamor de la costumbre. Déjanos contemplar el misterio de tu amor. Inúndanos, llénanos, disuélvenos, aligéranos, elévanos, tómanos, poséenos, transfórmanos, emborráchanos, abrásanos, purifícanos.

¡Dios, cómo me gustaría ser ateo cada día por un momento! Poder así convertirme cada día y poder sentir fresca, recién estrenada, tierna y cálida, como un pan recién salido del horno, la alegría y el asombro de saberme salvado, amado, deseado, esperado, abrazado

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familia de Nazaret

La caridad

conyugal José Noriega Profesor de Teología Moral del Pontificio Instituto Juan Pablo II de Roma

omenzar de nuevo en la vida es difícil, pero en la experiencia del amor es posible un nuevo inicio. Aquellos esposos de Caná juntaron su inicio con el inicio de la vida pública del Señor. Y fue allí donde la falta de vino motivó el interés de la Madre y de Jesús. Y de ese interés viene el primer signo. Jesús sorprende al acercarse a lo más nuestro. Este pasar de agua a vino, y vino excelente, es signo de muchas transformaciones que ocurren en el matrimonio: de pulsión a afecto, de afecto a don, de interés propio a interés común, de mío a nuestro, de yo a nosotros, de “eros” a “ágape”, ofreciendo el amor mejor: la caridad conyugal.

C

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la lóg ica del don “Si conocieras el don…” (Jn 4, 10) fue la respuesta de Jesús en Samaria a aquella mujer sedienta que había vivido diversas experiencias del amor. Fueron cinco los hombres con los que había compartido vida y el sexto no era siquiera marido. En cada amor latía la promesa de una plenitud. Ella trataba de conjugar el verbo dar; daba su tiempo, su cariño, su interés. Pero, al no darlo todo ni recibirlo todo de aquellos hombres, la cosa acababa en un prestarse, incluso en un usarse. Y así la esperanza se marchitó a lo largo del camino, como un hechizo que pierde su magia. Y precisamente eso le terminó por parecer el amor un sortilegio fatal, que seduce y atrae, para luego desvanecerse engañoso. Así lo expresó el Papa Benedicto XVI: “En el desarrollo de este encuentro se muestra también claramente que el amor no es solamente un sentimiento. Los sentimientos van y vienen. Pueden ser una maravillosa chispa inicial, pero no son la totalidad del amor” (“Deus caritas est”, 17).

Lo que aquella mujer y en general todo hombre busca es eso precisamente, la totalidad de un amor. Comienza con una chispa, pero pide un todo. Cierto que el romanticismo descubrió la belleza del sentimiento, pero ese sentimiento apunta a algo más grande de la experiencia que ofrece, porque apunta a un don mayor. “Si conocieras el don...”. Ésta es la respuesta de Jesús a todo enamorado. Lo que el deseo busca es un don, recibido y entregado. Por eso es necesario aprender a conjugar el verbo “donar”. Éste no consiste simplemente en “dar cosas”. La donación nace de un amor, y amor verdadero: por eso, en lo que se regala, uno se dona a sí mismo en la totalidad de lo que es. Desde luego, “donar” no se confunde con “prestar”, porque

el que se dona lo hace para siempre. Verbo singular, sólo puede conjugarse a dúo, esto es, unido al verbo “acoger”. Y es que donarse implica recibir el don del otro, hospedar al otro en sí mismo para fundar un hogar común. Todo lo que somos: pasado y futuro, debilidad y fuerza, promesa y fecundidad... Todo ello es parte del donar y del acoger. Solo así la vida se convierte entera en un regalo, y los amantes se abren al agradecimiento, ahondando en la intimidad que los une. Jesús abre la posibilidad de vivir en la lógica del don, tan distinta a la lógica de la necesidad. Solamente así podría esta mujer encontrar la verdad de su deseo; que sus aguas la propulsaran, junto a la persona amada y saliendo de su pequeño mundo, hasta el océano de horizontes infinitos. Su amor se viviría entonces “en Espíritu y verdad”

E l m at ri m o ni o es u n ca mi n o de s an t i dad e n e l q ue lo s es p o s o s s e t ran s mi t e n s u a m o r y e l E s p í r i t u S an t o q ue h an r e ci b i do 39


familia de Nazaret a m o r q u e cr ea La verdad del amor requiere la totalidad del don. Y el don requiere la madurez del corazón, un saber juntar afecto y razón, pasión e inteligencia. Entonces se convierte en un verdadero arte, el arte de amar. Como todo arte, el del amor se basa en una cualidad del artista. Al modo como el escultor tiene una visión de la figura en el mármol y sabe dónde poner el cincel y con qué fuerza golpear, así también quien ama posee una visión y sabe qué acción es precisa y cómo construirla. Pues bien, el arte de amar tiene un nombre: virtud. Y entre todas las virtudes, porque todas son parte del amor, la que le da excelencia es la de la castidad.

La castidad es esa coordinación o armonía que se da primero en el sujeto mismo y, después, en compenetración con la persona amada. Se hace así posible una nueva espontaneidad, una connaturalidad con el otro, que lleva a una alegría compartida. La pulsión y el deseo se dejan plasmar ahora por la inteligencia y el don de sí, humanizándose y llenándose de sentido. La castidad es, por eso, la virtud de los amantes. Curiosamente, castidad en ruso se dice “zelomudrie” que significa “sabiduría integral”. Sí, quien posee esta virtud tiene una sabiduría nueva, conoce de una forma mucho más profunda y global lo que está en juego. Además, la persona casta es de una belleza singular: su rostro refleja un resplandor siempre fresco. La castidad hace posible que el cuerpo se haga transparente y haga ver el corazón.

Pero el “nosotros” del amor nos descubre todavía un misterio mayor. Pues es un nosotros capaz de acoger nuevas personas dentro de la plenitud que se vive. En efecto, los esposos participan de una cualidad única del amor de Dios, que, porque ama, crea. Así, los cónyuges aman a sus hijos antes de que existan y, porque los aman, los engendran. Por eso, el amor de los esposos es un amor procreador, porque colabora con el amor creador de Dios y ama como ama Dios. El “nosotros” de los esposos se abre al “nosotros” de la familia. Y en ese nosotros los esposos alcanzan una plenitud nueva.

e l p o de r de l E s p í ri t u Pero aquel “si conocieras el don” viene especificado en cuanto se trata de un “don de Dios”. Y es que en el matrimonio tiene lugar un verdadero don de Dios que hace posible un nuevo don en los esposos. Este don sólo se puede entender a la luz del don que Cristo mismo ha recibido del Espíritu y que alcanza su plenitud en la resurrección.

E l “ n o s o t ro s ” de lo s es p o s o s s e ab re al “ n o s o t ro s ” de la fa mi li a , c o lab o ran do c o n e l a m o r creado r de D i o s


familia de Nazaret Entonces el Padre le constituyó “Hijo de Dios con Poder” (Rm 1,4), vivificando todo su ser hasta el punto de convertirle en “espíritu vivificante” (1Co 15,45). Desde entonces, al ser transido todo su ser del poder del Espíritu, puede comunicarlo a los que creen en Él. En la Capilla Sixtina Miguel Ángel quiso expresar este misterio del resucitado. Para ello dibujó cuerpos que van llenándose de vida y plenitud a medida que suben de los sepulcros y se acercan al Cristo Juez. Éste, pletórico de vida, manifiesta lo que es un cuerpo lleno de principio vital. Para dibujar la cabeza del Cristo, Miguel Ángel se inspiró en el Apolo griego, pero no siguió el mismo modelo para el cuerpo; necesitaba expresar una vida que sale de dentro, un cuerpo que se comunica hacia fuera, que se hace capaz de habitar en otros. Es un cuerpo en el que reside toda la potencia del amor. Esta transformación del cuerpo quiere decir que en la resurrección no habrá matrimonio como lo conocemos ahora.

Por ello los siete maridos aquellos que preocupaban a los saduceos no tendrán que rivalizar con su única mujer. Pero esto no quiere decir que los esposos sean indiferentes uno al otro en el cielo, sino que ya no será necesaria la mediación de la unión conyugal para la unión mutua y con Dios. Él lo será todo en todos y llenará del todo a quienes resuciten con la plenitud de su Espíritu.

Ahora bien, esta efusión última, la definitiva, a imagen de Cristo y desde Cristo, va siendo preparada en el tiempo por otras efusiones del Espíritu que tienen lugar en los sacramentos.

Sus cuerpos, llenos de vida y amor, les permitirán comunicarse plenamente el uno al otro desde la plenitud que reciben de Dios.

e l ag ua c o n v e r t i da en v ino

Esto no es sólo un consuelo para después de la muerte, sino una luz para vivir el camino matrimonial, pues ahora entendemos que nuestra vida se encuentra entre dos grandes efusiones del Espíritu, que es en la Biblia el soplo o hálito divino: la primera ocurre cuando somos creados: a Adán Dios le insufló su Hálito vital; la segunda será en la resurrección, cuando sople el Señor su Espíritu sobre nuestros cuerpos muertos y nos llene de vida.

Cada sacramento nos asemeja a Cristo en algo: en su filiación (bautismo), en su testimonio (confirmación), en su perdón (confesión), en su medicina (unción), etc. También el matrimonio es un sacramento que nos asemeja a Cristo en su entrega por la Iglesia, su esposa, esto es, en su amor nupcial, por el que amó a la Iglesia y se entregó por ella, constituyéndola inmaculada y santa.

“ d o n ar ” n o s e c o nf u n de c o n “ p r es t ar ” , p o r q ue e l q u e s e d o n a lo h ac e p ar a s i e m p r e


familia de Nazaret

la g racia de D io s crec e en t re lo s es po s o s a medida q ue aumen t a s u cap acidad de amar , ac o g ers e y donars e

De este amor son partícipes los esposos el día de su matrimonio, en que reciben un don especial del Espíritu, que llena a ambos y entra en todo lo que comporta el amor: “reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad; mira a una unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una sola carne, conduce a no hacer más que un solo corazón y una sola alma” (“Humanae vitae”, 9). El Espíritu Santo transforma el amor. Como el agua de Caná se convirtió en vino, ahora el amor conyugal se transforma en caridad conyugal. No pierde las cualidades que tenía, sino que alcanza la plenitud a la que está destinado ya desde la creación. Desde este momento los esposos se aman no sólo con un amor humano, sino también divino y, por ello, se hacen capaces de comunicarse mutuamente la gracia. Ésta fue una de las grandes novedades que Juan Pablo II propuso en su documento sobre la familia, “Familiaris consortio”, desarrollándolo especialmente en el número 13. El camino del matrimonio queda así constituido como un camino de santidad, en que los esposos, amándose, se transmiten no únicamente

su amor y ternura, su ayuda y su compañía, sino también el Espíritu Santo que han recibido. Éste va haciendo madurar su amistad conyugal y su amistad con Dios. La sexualidad se hace así canal de comunicación de bienes divinos; gracias a ellos se hace posible la santificación de los esposos, más aún, su deificación. La caridad conyugal, al mover a los esposos a acogerse y donarse recíprocamente, hace posible que acojan también la gracia de Dios. Y ésta crece a medida que crece su capacidad de amar, de acogerse y de donarse. Así, Dios va preparando a los esposos, tanto en su inteligencia, su afectividad, como en su corporeidad, para recibir el don último, la plenitud del Espíritu. Este don irá abriendo los ojos de su corazón para acostumbrarse a la luz de Dios. Caná, ya al inicio de la vida pública del Maestro, nos ha ido acostumbrando al milagro de una transformación. Ocurrió en un matrimonio, cuando tiene inicio un nuevo camino. La sed de todo hombre busca precisamente que su camino conduzca a una plenitud, a un auténtico don de sí que genere una comunión. Sólo cuando en su inicio está el don de Dios, tal camino puede llevar a la plenitud que promete. Porque ofrece ya en el inicio el don de sí de Cristo, haciendo posible una singular comunión con Dios.


Pe r g a m i n o s “ S h e m á I s ra e l ” E n m a d e ra t ra t a d a c o n c e ra s n a t u ra l e s

Pe d i d o s e n e l t e l é fo n o 61 6 8 4 3 5 0 8


razón creadora

E l h o m o s ex u a l

¿nace o “ se h ace” ?

Buenanueva a homosexualidad representa una atracción sexual, más o menos exclusiva, hacia personas del mismo sexo. Corresponde a una tendencia sexual que se constituye durante el desarrollo afectivo de la persona, pero que se fija sobre la base de un conflicto psíquico no resuelto.

L

La identidad sexual, es decir, el hecho de ser hombre o mujer, es un dato objetivo; sin embargo, la orientación sexual es el resultado de un proceso histórico y no de un hecho que se impone desde el nacimiento. Una visión cada vez más extendida pero incierta es la que da a entender que algunos nacen heterosexuales y otros homosexuales. Nunca se ha probado que esta tendencia tenga un origen genético. Se trata más bien de una representación psicológica de la vida instintiva del individuo, que se articula alrededor de la atracción por personas del mismo sexo y la exclusión del otro. Según numerosos trabajos de investigación y teóricos, además de la experiencia clínica en el desarrollo de psicoterapias con personas homosexuales, la fijación homosexual puede ser precoz y, por tanto, puede dar la impresión de que se ha nacido con esa tendencia. Conviene hacer una distinción entre la experiencia homosexuada y la orientación homosexual, a partir de la cual el sujeto busca “erotizar” la relación. De una manera general, se puede decir que la identificación homosexuada no es una tendencia patológica: es una componente de la sexualidad humana en el sentido de que el niño/a busca una necesaria identificación con las personas del mismo sexo para confortar su identidad sexual.

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razón creadora

l a i m p o r t a n c i a d e l a s re l a c i o n e s f a m i l i a re s El proceso de identificación comienza de manera positiva o negativa a partir de la imagen de los padres. El niño/a puede, por diversos motivos, rechazar una identificación con el padre o la madre del mismo sexo, corriendo el riesgo de estar predispuesto a buscar con posterioridad, en personas de su mismo sexo, unas características imaginarias de fuerza y de potencia que temía en el padre o la madre del mismo sexo. Según un estudio publicado en octubre de 2006 en la revista “Archives of Sexual Behavior”, realizado con una muestra poblacional de dos millones de personas, nacidas en Dinamarca, de entre 18 y 49 años (lo cual proporciona una gran fiabilidad al estudio, pues la selección de la muestra es amplísima), las experiencias familiares infantiles son determinantes en las decisiones sobre un futuro matrimonio heterosexual u homosexual en la vida adulta. Dinamarca fue el primer país en legalizar las uniones homosexuales y tiene estadísticas completas de uniones del mismo sexo desde 1989. El estudio refleja lo siguiente:

¥ Los hombres que “se casan” con otros hombres tienen má s pos i bi l i d ades de h a b e r s e c r i a d o en u n a f a mi l i a c o n r e l a c i o nes parentales i nestabl es (padres ausentes, desconocidos o divorciados).

¥ También en las uniones lesbianas se observa una relación con la infancia marcada por una familia rota. Se dan especialmente en mujeres “que experimentaron la mu er t e m a t er n a d u r a n t e l a a d o l e s c e n c i a , matrimonios cor tos de los progeni tores ( p a d r e y m a d r e ) , y m u j er e s q u e v i v i er o n con sus padres c on ausenci a —de l arga duraci ón— de la madre”.

¥ Ho m b r e s y m u j er e s d e “ p a d r es d es c o nocidos” tenían menos posibilidades de casarse con alguien del sexo opuesto que sus equivalentes con padre conocido.

¥ Los hombres que experimentaron la mu er t e d e s u p a d r e d u r a n t e l a i n f a n c i a o adol es cencia “tenían índices de matrimonio heterosexual significantemente más bajos que aquellos que tenían ambos padres vivos en su 18.º cumpleaños. Cuanto más joven moría el padre, menos posibilidad de matrimonio heterosexual”.

¥ Los índices de matrimonios homosexuales eran un 36% (para hombres) y un 26% (para mujeres), más altos entre aquellos que

vivieron el divorcio de sus padres cuando llevaban menos de 6 años casados que entre aquellos cuyos padres estuvieron casados los 18 años de su infancia y adolescencia.

¥ Lo s h o m b re s c u yo s p a d r e s s e d i vo r ci a ron a ntes de s u 6 . º c umpl eaños tenían un 39% más de posibilidades de casarse con otros hombres que los hijos de matrimonios intactos.

¥ L o s h o m b r e s c u y a c o h a b i t a c ió n c o n ambos padr es ac abó a ntes de l os 18 años tenían entre un 55% y un 76% más posibilidades de casarse con otros hombres que los hombres que vivieron con sus padres hasta los 18 años.

¥ S e r h i j o ú n i c o a u m e n ta e l r i e s g o d e se r homosex ua l. También lo aumenta la edad de la madre: a más edad de la madre, más posibilidad de unión homosexual en los hijos.

¥ Los nacidos en ciudades grandes tenían mayor posibilidad de unirse a una persona del mismo sexo. “Cualesquiera que sean los ingredientes que determinan las preferencias sexuales y maritales de una persona”, dicen los investigadores, “nuestro estudio basado en una gran cantidad de población muestra que las interacciones parentales son importantes”. ( )

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f ra c a s o d e l a h o m o s ex u a l i d a d ex p e r i e n c i a d e E d i p o f e m e n i n a El psicoanálisis, según el pensamiento de Freud, ha propuesto una teoría general de la homosexualidad que ha quedado confirmada por la experiencia clínica: la homosexualidad es una fijación sexual adquirida en la sexualidad primaria y expresa un fracaso de la experiencia de Edipo. Casi siempre estas personalidades se quedan en una inmadurez afectiva, aunque intelectual y socialmente puedan ser brillantes. A menudo descansan sobre un fondo depresivo que puede ser compensado con reivindicaciones narcisistas, con una necesidad de presentarse como víctima de los demás, de su familia, de la sociedad… y, finalmente, con una necesidad constante de reconocimiento. Las elecciones afectivas son con frecuencia inestables por causa de una “erotización” inmediata y parcial de sus compañeros del mismo sexo. Freud ha puesto en evidencia el vínculo que existe entre la homosexualidad y la paranoia (que corresponde al sentimiento de persecución, de celos, de grandeza) como una manera de defenderse y de protegerse permanentemente contra una agresión imaginaria. La homosexualidad masculina representa, entre otras cosas, un conjunto de conductas que expresan de manera inconsciente una relación femenina con el padre. En la historia de las personas homosexuales se observa con frecuencia un resentimiento hacia el padre que está relacionado con una identificación paternal imposible. El sujeto reprocha al padre, de manera más o menos imaginaria, su ausencia, su debilidad y un vago deseo hacia él. La madre podrá ser sobreestimada en la medida que no reconozca ni valorice el lugar del padre.

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Por otra parte, la homosexualidad femenina no es simétrica a la homosexualidad masculina, aunque existan algunas características comunes. A menudo se da entre las lesbianas una identificación masiva con la imagen del padre, acompañada de manera paradójica por un asco sentido hacia la imagen masculina, lo que provoca una desconfianza y un rechazo sexual hacia los hombres. La madre es idealizada frecuentemente y percibida como alguien que minusvalora el cuerpo. Esta relación deja constancia de una difícil identificación materna, necesaria, por otra parte, para acceder a la feminidad. El fracaso en la identificación sexual por parte de la lesbiana, es decir, la imposibilidad de alcanzar realmente su feminidad en una relación masculina favorecerá que adopte actitudes viriles o, por el contrario, de sumisión y busque compañeras complementarias a su perfil activo o pasivo. Veamos otro estudio, éste con una muestra de 7.643 mujeres de entre 14 y 44 años, realizado con datos recogidos en 2002 por los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos. Según el director del estudio, Patrick F. Fagan, “esta investigación socava la afirmación que decía que la homosexualidad es en su mayor parte de


razón creadora origen genético y biológico”. El investigador señala que ya se había estudiado el efecto de la madre en el desarrollo sexual de la niña, pero la novedad estriba en que “estos datos parecen indicar que el padre juega también un papel crucial en el desarrollo sexual de la hija”. Del estudio se desprende lo siguiente:

La ausencia del padre durante la infancia multiplica por tres el riesgo de lesbianismo.

Las niñas criadas sin padre que, ya crecidas, no practican una religión, tienen incluso cinco veces más riesgo de ser lesbianas.

En el primer grupo, un 9,5% de las encuestadas han tenido una pareja del mismo sexo; en el segundo grupo, el de las mujeres criadas con sus padres que hoy practican una religión y acuden a los servicios semanalmente, la pareja lesbiana se da sólo en un 2,1% de casos. Según el autor del estudio, Patrick Fagan, “con la ruptura continuada de familias es razonable esperar un aumento en el comportamiento homosexual de las mujeres. Las dificultades en el desarrollo de identificación sexual con el padre del mismo sexo aumentarán allí donde hay una ruptura del enlace entre los padres.

a b u s o s ex u a l infantil

Las mujeres que se criaron en hogares donde faltaba su padre biológico tienen tres veces más posibilidades de haber practicado el lesbianismo que las que crecieron con su padre en casa.

Además, las mujeres que nunca acuden a servicios religiosos también ven triplicada su probabilidad de practicar el lesbianismo que las que sí acuden al templo o a la Iglesia semanalmente.

El abuso sexual infantil también es causa de conductas sexuales desviadas. Así, según “Archives of Sexual Behavior” (2001), el 46% de los hombres homosexuales y el 22% de las mujeres homosexuales fueron sexualmente molestadas en su infancia por una persona del mismo sexo. En cambio, entre la población heterosexual sólo un 7% de los hombres y un 1% de las mujeres sufrió acoso o abusos sexuales en su infancia por una persona del mismo sexo.

Si se combinan ambas cosas (ausencia de padre biológico en la infancia y ausencia de práctica religiosa al crecer), la probabilidad de haber tenido al menos una pareja lesbiana en el último año se multiplica casi por cinco respecto a las mujeres que se criaron con su padre y hoy acuden a servicios religiosos semanales.

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razón creadora David Finkelhor, experto en abuso sexual infantil, dice: “Los chicos que fueron sexualmente molestados por hombres mayores tuvieron, al crecer, cuatro veces más posibilidades de implicarse en actividad homosexual que los que no fueron víctimas. Más aún, los adolescentes a menudo relacionaban su homosexualidad con sus experiencias de abuso sexual”. Favorece la homosexualidad todo lo que en la familia proponga al niño unas imágenes de los padres mal individualizadas sexualmente, o todo lo que en la educación o en la sociedad suprima la identificación sexual. La homosexualidad se desarrolla siempre en el fracaso de la identificación sexual. Observemos que un cierto desprecio por el hombre, pero también la negación del padre o una supervaloración de la mujer, especialmente en las sociedades occidentales, lleva a la compensación homosexual. Este hecho ha sido observado con frecuencia en la historia.

f e n ó m e n o m a rg i n a l La homosexualidad es, y ha sido siempre, un fenómeno marginal. Según encuestas serias, no afecta más que a un 3 ó 4% de la población, que son los que reconocen haber tenido al menos una vez una experiencia homosexual en su vida (Encuesta Spira France 1992). Si se restan a estas cifras algunos intentos durante la adolescencia y conductas de reacción que han podido presentarse en otras personas, el porcentaje se reduce considerablemente. Los estudios que confieren a la homosexualidad una carga estrictamente genética son tres: el informe LeVay, el informe Baylyie-Pillard, y el informe Hammer; los tres han sido rechazados finalmente por la comunidad científica como faltos de rigor y poco concluyentes. Actualmente, no hay datos para afirmar que la homosexualidad sea un trastorno orgánico, con base hormonal o neurológica.

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La experiencia clínica demuestra que hombres y mujeres que querían dejar de ser homosexuales lo han logrado. Terapeutas que han afirmado obtener resultados satisfactorios con sus tratamientos son, entre otros: Bieber , Soccaridis , Nicolosi, Hatteter, Gershman , Hadden, Hamilton, Van der Aardweg, Barnhouse, Ellis, etc. La mayoría de estos autores han publicado sus trabajos antes de la exclusión de la homosexualidad del DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) en 1973. Conviene señalar que el cambio con respecto a la homosexualidad se originó en la década de los setenta, cuando en medio de un gran debate la homosexualidad pasó de ser considerada un trastorno de conducta a una nueva orientación sexual, tan legítima como la heterosexual. De esta forma, en 1973, la homosexualidad fue retirada del catálogo internacional de enfermedades psiquiátricas, el DSM. Hasta ese momento, la homosexualidad había sido considerada como un trastorno psíquico. La decisión fue polémica y se inició en un Congreso de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) en San Francisco, la ciudad que se jacta de poseer la mayor población “gay” del mundo. En esa ocasión, el Centro de Congresos de San Francisco, donde tuvo lugar la reunión de la APA, fue literalmente tomado por activistas de la comunidad “gay”, que impidieron el curso normal de las sesiones. Psiquiatras de reconocido prestigio que se dedicaban al estudio y tratamiento de la homosexualidad vieron boicoteadas sus intervenciones. Bajo esta situación tan anómala se llevó adelante una votación para eliminar la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales (DSM) y se aprobó con el 58% de los votos. Fue una decisión política tomada bajo presiones, no una decisión serena realizada a la luz de un análisis científico y racional.


razón creadora

“Comprender y sanar la homosexualidad” Richard Cohen. Editorial LibrosLibres. Madrid (2004) Richard Cohen, ex homosexual y psicoterapeuta, casado y con tres hijos, autor del libro “Comprender y sanar la homosexualidad”, revisa los estudios que configuran a la homosexualidad como una situación genética de la que es imposible escapar y ofrece soluciones válidas desde la propia experiencia. Entre las causas de la homosexualidad, Cohen —a diferencia del psicoanálisis que incidía en problemas de relación entre padres e hijos, y traumas sexuales en la infancia— analiza una serie de variables complejas que conducen a que un individuo experimente atracción hacia personas de su mismo sexo; entre otras, la variable familiar, entendida como el conjunto de problemas que inciden en una familia, y que a menudo están sin resolver; otra variable que influye en el desarrollo de la conducta homosexual es el temperamento. Es real que en los varones homosexuales hay una mayor sensibilidad; el niño hipersensible reaccionará con más dolor y frustración ante los temas difíciles que se plantean en la familia. Muchos de los homosexuales varones tienen una naturaleza sumisa, en lugar de un carácter agresivo. También estos niños suelen poseer una inclinación artística; gozar de una naturaleza artística puede ser una carga si la familia rechaza o malinterpreta las dotes del niño. Cohen señala igualmente que entre las causas de la homosexualidad están las heridas recibidas en la infancia y juventud, que clasifica como heridas homoemocionales y heteroemocionales, según sean causadas por familiares o allegados del mismo o distinto sexo. Estas heridas inciden más en sujetos hipersensibles que, al llegar a la pubertad, pueden encontrarse con dificultades para asumir el propio rol sexual. También es posible que tiendan a compensar las carencias afectivas que han sufrido con apegamientos y conductas sexuales desviadas hacia el mismo sexo. Cohen decía lo siguiente: “Yo siempre me di cuenta de que algo no iba bien, por más que a mi alrededor insistieran en que era lo más normal del mundo. Logré descubrir de dónde provenían los deseos que yo tenía hacia los de mi propio sexo; aprendí a curar aquellas heridas y a dar cumplimiento a las necesidades que seguían insatisfechas desde mi infancia. La lectura de este libro y el seguimiento de este plan redundará en un gran beneficio: un camino de salida para volver a ser normal. He cometido tantos errores que eso permitirá a otros evitar algunos de los obstáculos en el camino hacia la libertad. He ayudado a otros a conseguir que lo que a mí me llevó diez años a ellos les cueste uno, dos o tres”.

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razón creadora

Trastornos de conducta ¨_ en ninos José Antonio Gris Especialista en Psicología Clínica

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n mis treinta años trabajando como psicólogo, la consulta más frecuente que me hacen los padres es sobre conductas problemáticas de sus hijos, casi siempre relacionadas con dificultades o con cumplir las normas.

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razón creadora El 20% de los niños entre 7 y 12 años presenta problemas de conducta que pueden terminar en trastornos más severos en la adolescencia, como es inseguridad, timidez, agresividad, hiperactividad, dificultades cognitivas y de aprendizaje, impulsividad, déficit de habilidades sociales, trastorno disocial, etc., y que terminan afectándole en la vida familiar, escolar y social. Hay muchos factores que han producido este aumento de los problemas de conducta: los cambios negativos de la sociedad, la televisión, la individualidad, la pérdida de valores, los videojuegos violentos, la pérdida de autoridad de padres y profesores, la violencia en las aulas, etc. Para que un niño pueda llegar a ser un adulto maduro y responsable, necesita acumular experiencias de esfuerzo que refuercen su autoestima y su autoimagen. Esto intentaron nuestros padres con nosotros y nosotros lo intentamos con nuestros hijos. Muchos padres están muy preocupados por sus hijos y se sienten muy frustrados porque no saben qué hacer. La relación con sus hijos está muy deteriorada, llegando hasta el punto de gritarles y amenazarlos. Se encuentran con comportamientos que los exasperan, preocupan o desconciertan y que los irrita a ellos y a sus hijos, dañando la comunicación entre ambos. Todos los padres saben que la educación de un hijo requiere años. Los padres deben actuar con seguridad y con autoridad. Cuando el niño se porta bien, los padres han de reforzarle siempre; y, cuando su conducta sea negativa o inapropiada, tienen que actuar rápidamente para cambiarla. Los padres deben combinar la disciplina con la manifestación de afecto. Para que su esfuerzo en corregir a su hijo tenga éxito, deben combinarlo con el refuerzo de la conducta positiva. Los padres y los hijos mejorarán así su comunicación y aprenderán ambos de una experiencia positiva. Tiene que darse una dosis correcta de amor y comprensión: es lo que yo llamo “el estilo afectivo de comunicación”. De la misma forma que seguimos el mandato del Señor de pasar la fe a nuestros hijos, también debemos preocuparnos de evitarles un trastorno de conducta, que puede hacer que en la adolescencia, rechacen todo lo que les hemos enseñado y lo que los padres les hemos transmitido.

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Como detectar si su hija/o tiene un trastorno de conducta A continuación, se exponen los 124 trastornos de conducta más frecuentes en los niños. Observa si tus hijos o hijas tienen algunos de ellos. Si no lográis corregirlos, buscad ayuda profesional. La detección precoz es fundamental para la curación rápida y evitar un trastorno más importante en la adolescencia.

Problemas matutinos 1. Es muy madrugador. 2. Es muy dormilón. 3. Mal humor matutino. 4. Rechaza el desayuno. 5. El fracaso de levantarse. 6. Rebelde al cepillo de dientes. 7. No recoge la ropa.

Problemas nocturnos 1. No quiere acostarse. 2. Se levanta por la noche. 3. Quiere dormir con sus padres. 4. Quiere dormir con sus hermanos. 5. Sonambulismo. 6. Habla dormido. 7. Terrores nocturnos, pesadillas.

Problemas cotidianos 1. No ayuda en las tareas cotidianas. 2. No quiere practicar o aprender. 3. Ve excesiva televisión. 4. Adicto a los videojuegos. 5. Lo quiere todo. 6. Olvida o pierde cosas constantemente. 7. Siempre muy inquieto. 8. No obedece. 9. Siempre dice ¿por qué? 10. No ordena sus cosas. 11. Tiene malos modales. 12. Pinta en las paredes y en los muebles. 13. No acude cuando se le llama.

, Problemas de eliminacion

1. Se hace pis en la cama (enuresis) 2. Se hace caca encima (encopresis). 3. No quiere utilizar otros cuartos de baño.

Pataletas y conductas negativas 1. Pataletas. 2. El niño destructivo. 3. Dice muchos apodos, palabrotas o insultos. 4. Miente. 5. Exige demasiada atención. 6. No acepta que le digan “no”.

Problemas relativos a la salud 1. No quiere bañarse o lavarse el pelo. 2. Se resiste a tomar medicinas. 3. No quiere llevar gafas. 4. No puede tragar píldoras. 5. Remolón en la mesa. 6. Se queja de dolor físico infundado. 7. El niño con sobrepeso. 8. Anorexia o bulimia. 9. Mala postura.

Salidas de casa 1. No se porta bien en el coche. 2. No quiere desprenderse de un objeto. 3. Se aleja de los adultos. 4. Se va del patio o se va a la calle. 5. No quiere hablar. 6. Se porta mal en público.

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El colegio y el aprendizaje 1. No quiere ir al colegio. 2. No quiere hacer los deberes o estudiar. 3. Tiene problemas con el profesor. 4. Rendimiento excesivo o rendimiento escaso. 5. Se frustra con facilidad. 6. No sabe hacer frente a las presiones. 7. Ansiedad y pánico ante los exámenes. 8. Hace trampas. 9. Se porta mal en el colegio. 10. Está en las nubes. 11. Descuida los trabajos escolares. 12. No sigue instrucciones. 13. Le resulta difícil terminar el trabajo del colegio. 14. Tiene problemas de aprendizaje. 15. Tiene falta de atención. 16. Es hiperactivo.

, Habitos nerviosos 1. Chuparse el dedo. 2. Rechinar de dientes (bruxismo). 3. Tartamudeo. 4. Se come las uñas (onicofagia). 5. Muecas y tics. 6. Obsesionado con la limpieza. 7. Se estira mucho el pelo. 8. Se hurga mucho la nariz. 9. Se golpea la cabeza. 10. Se balancea. 11. Chasquea mucho los nudillos. 12. Hace muchos ruidos. -

Problemas con companeros y hermanos 1. Discusiones y peleas. 2. Escupir, pegar y morder. 3. Hipersensible. 4. Tirano y bromista. 5. Dificultad en hacer y conservar amigos. 6. Rivalidad con los hermanos. 7. No quiere compartir. 8. Cede a las presiones del medio. 9. No sabe ganar o es mal perdedor. 10. Alardea y fanfarronea.

Miedos 1. Miedo a los animales. 2. Miedo a los insectos. 3. Miedo a los truenos, relámpagos. 4. Miedo a la oscuridad. 5. Miedo a los ruidos fuertes. 6. Miedo a las alturas. 7. Miedo a los sitios cerrados. 8. Miedo a la muerte o a morir. 9. Miedo a las inyecciones, a las agujas, a la sangre, a los médicos, a los hospitales. 10. Miedo a ir en coche o en avión. 11. Miedo a ladrones o secuestradores. 12. Miedo a hablar en público. 13. Miedo a dormir fuera de casa. 14. Miedo a las fiestas o reuniones sociales. 15. Miedo al agua.

Problemas especiales de comportamiento 1. Robar. 2. Incendiar. 3. Maltrata a los animales. 4. Se masturba en público o juega con sus genitales. 5. Comportamiento autodestructivo. 6. Comportamientos extraños.

Cuadros generales de comportamiento 1. Agresividad. 2. Alborotos, indisciplina. 3. Ansiedad. 4. Baja autoestima. 5. Bajo rendimiento escolar. 6. Berrinches y rabietas. 7. Desobediencia. 8. Enuresis (pis nocturno). 10. Fobias (miedos). 11. Hiperactividad. 12. Falta de relajación. 13. No tiene técnica de estudio. 14. Timidez y retraimiento social.

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La l ó g i c a inhumana d e l a Le y del Ab orto Mons. José Mazuelos Pérez Obispo de Asidonia-Jerez, médico y experto en Bioética

on motivo de la promulgación de la nueva Ley del Aborto, José Mazuelos en pocas palabras muestra lo injusto de esta ley. No se podía decir más y mejor sobre este problema tan candente en nuestra sociedad actual, sobre todo viniendo de la pluma de un médico y obispo. Buenanueva lo ofrece a sus lectores como una óptima aportación a la reflexión filosófica y cristiana sobre tan despiadada realidad.

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razón creadora En la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción del Embarazo podemos descubrir el progresivo crecimiento en inmoralidad, injusticia e inhumanidad. Y para iluminar esta dura afirmación nada mejor que acercarse a la ley y analizar los supuestos casos de «derecho» al aborto de la nueva norma. En ella es posible determinar una serie de pasos en la justificación de hecho de la muerte del inocente El primero es que, según la nueva ley, dentro de las 14 primeras semanas se puede abortar libremente. Aceptar esto conlleva privar de todo derecho al ser humano hasta los tres meses y medio de gestación. Esta opción se fundamenta en negar que el embrión sea un ser humano autónomo e independiente de la madre, así como que la vida humana comience en el momento de la fecundación. Esta postura es cada día menos sostenible desde el punto de vista científico. La ciencia no puede decir hoy que la vida humana no comienza con la fecundación y aún menos puede negar la existencia de un ser humano en el tercer mes de gestación. Ante esta evidencia científica se quiere justificar el asesinato del inocente en nombre de la filosofía y, más concretamente de la metafísica, negándole al embrión y al feto el estatus de persona. Pero esto es también insostenible desde el punto de vista filosófico, pues todo ser humano desde el principio de su vida es alguien que se encarna en un cuerpo que se va desarrollando con la edad. Ante este dato fenomenológico incuestionable, para justificar el aborto no hay más remedio que manipular la metafísica, calificando al feto menor de tres meses y medio sólo como ser vivo, negándole así el estatus personal e incluso el de ser humano. Un verdadero «sin papeles» candidato a la expulsión del seno materno y con ello a la muerte, lo que para cualquier conciencia humana normal sería un atentado científico y metafísico, inmoral en toda regla. La ley contempla que, para aquellos niños con alguna malformación, se puede abortar hasta las 22 semanas (cinco meses y medio), que es cuando se alcanza la viabilidad, es decir, que puede sobrevivir fuera del seno materno. Esta medida legislativa nos introduce en el reconocimiento de la desigualdad y en la apertura a la mayor de las injusticias.

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razón creadora Me explico: suponiendo que no se le concede la dignidad a los seres humanos hasta los tres meses y medio, nos preguntamos ¿por qué si hay discapacidad la dignidad no se adquiere hasta los cinco meses y medio? La única respuesta racional y lógica es afirmar que todos los fetos discapacitados son «seres infrahumanos», más indignos que los aparentemente «normales». Por tanto, con esta medida se crea, en nombre del progreso y de la extensión de «derechos», un nuevo estatus humano, una nueva clase social sin derecho alguno. A partir de ahora con una ley «progresista» no todos los seres humanos son iguales en dignidad y en derechos, minando el principio básico de la justicia, esto es: la igualdad de todos los seres humanos. La ley contempla que cuando en el feto se detecten malformaciones severas se puede abortar después de las 22 semanas, siempre y cuando una comisión clínica certifique que son malformaciones intratables o incurables. Este punto de la ley, por un lado suscita en nosotros una cierta sospecha de parecido con el llamado programa T4 diseñado por la cúpula nazi con justificaciones eugenésicas. Por otro, nos obliga a una reflexión sobre la moralidad del mismo. Para ello me permitiré exponer algunos principios: El primero es que desde el punto de vista sanitario no se puede olvidar que la misión del médico es curar y cuando esto no sea posible le toca aliviar o consolar, pero nunca sentenciar a muerte; el segundo es la constatación de que la conciencia humana nos grita que nunca es lícito acabar con la vida de un ser humano inocente y débil. Además, la lógica racional nos lleva a la conclusión de que, con lo que establece la Ley del Aborto, a la comisión clínica se le otorga nada menos que el poder de determinar o autorizar la muerte de un ser humano, del que nadie duda de su existencia, ni siquiera la misma ley, pues tiene más de cinco meses y medio. A ello habría que añadir también en pura lógica, nacida del texto legal, que desde el punto de vista moral el único fin que tiene la comisión es justificar el asesinato de un inocente.

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En definitiva, pienso que dichas comisiones clínicas más que abrir una puerta de humanidad lo que pretende es justificar la eugenesia y acallar con una formalidad, revestida de pretensión científica, la conciencia humana que grita en el interior de todo hombre y se rebela ante el atentado que se quiere cometer contra la verdadera razón, aplicando, en nombre del progreso, la eugenesia despiadada. Por último, me gustaría hacer alguna consideración desde el punto de vista teológico. Admitir el «derecho» al aborto nos sitúa ante la sentencia a muerte de un inocente. El poder, las mayorías parlamentarias y lo políticamente correcto han determinado, en nombre del materialismo más radical, la eliminación de los seres humanos en la primera etapa de su vida. Y, para ello, hay que encontrar todos los apoyos posibles y eliminar cualquier obstáculo para llevarlo a cabo. Ante esto caben varias posturas: lavarse las manos, mirar para otra parte, justificar la muerte, o mejor: esforzarse por cambiar en las conciencias, en las leyes y comportamientos, por medios legítimos, este estado de cosas que evidencia una clara cultura de la muerte que desdice de nuestra condición humana, de nuestra civilización e historia como pueblo y, para los cristianos, del mensaje del Evangelio. Nuestra opción ha de ser esta última, con el apoyo de la oración y la certeza de que el mal, en este caso, la muerte no tiene la última palabra. Se recuperará así la lógica de Jesús de Nazaret, Redentor del hombre, que, como nos recordaba Juan Pablo II, pasa necesariamente por la defensa y engrandecimiento de la dignidad humana.


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SE RECUPERARÁ ASÍ LA L Ó G I CA D E JESÚS D E N A Z A R E T, R E D E N TO R D EL HOMBRE, Q U E , PA S A N E C E SA R I A M E N T E POR L A D E F E N SA Y E N G R A N D E C I M I E N TO D E L A D I G N I DA D H UMANA.

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(MADRES CORAJE) razón creadora

Carmina García-Valdés Directora General Fundación RedMadre

Aunque muchos se empeñen en negarlo, aunque muchas traten de ocultarlo, de disimularlo o de relegarlo a un plano casi invisible, la mujer tiene dentro de su “esencia femenina”, como la llamaba Santa Edith Stein, la maternidad, la lucha por la vida y la seguridad de sus hijos. Cada día estoy más convencida de que el aborto será una triste realidad de la que nos acordaremos con vergüenza, con tristeza, pero que lograremos superar entre todos. Y en ese “todos” hemos de incluir, cada vez con más fuerza, a las mujeres que, ante embarazos imprevistos o con problemas, deciden seguir adelante, superar todas las dificultades y realizar lo que el fondo de su corazón les pide: ser madres. Es el caso de tres mujeres a las que hemos atendido en la Fundación RedMadre en el último mes: Mónica, Natalia y Enika. Mónica es chilena, 31 años, y está sola en España. Se quedó embarazada y en un hospital de Madrid le dijeron que su hijo tenía una malformación grave, el Síndrome de Edwards, o trisomía 18. Este trastorno presenta una combinación de defectos congénitos que incluye déficit mental, así como problemas de salud que pueden comprometer a varios de los sistemas orgánicos del cuerpo. Entre el 20 y el 30% de los bebés que nacen con trisomía 18 mueren durante el primer mes de vida, y el 90% muere al año. Por supuesto, el médico que diagnosticó esa malformación al bebé de Mónica le aconsejó que abortara lo antes posible. Pero Mónica dijo que no, que seguiría adelante con su embarazo a pesar del diagnóstico y consejo médico. Al cabo de un mes, Mónica cambió de hospital y la nueva ginecóloga le dijo que las pruebas que le habían hecho anteriormente no eran concluyentes, así que le hizo pruebas nuevas.

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Los resultados fueron inmejorables: Mónica esperaba una niña perfectamente sana. Mónica es, como muchas otras mujeres, una de las madres valientes que hacen posible un rayo de esperanza para este mundo. Natalia es una joven colombiana de 17 años, vive con sus padres, estudia en un colegio de Madrid, y se ha quedado embarazada del chico con el que sale. Natalia sabe que, a pesar de su corta gestación (apenas está embarazada de 8 semanas), lo que lleva dentro es su hijo, y quiere tenerlo. Su madre la apoya, sabe lo duro que será ser madre tan joven, pero está a su lado. El novio de Natalia tampoco quiere que aborte, aunque sus padres sí han intentado convencerla de hacerlo. Natalia nos va a necesitar cuando nazca su bebé; pero ella misma, con el apoyo de su familia y de su novio, ha decidido que la vida de su hijo merece la pena y será madre, muy joven, pero madre ilusionada. Enika es un caso parecido, es dominicana, tiene sólo 20 años y está embarazada de gemelos. Su novio, el hombre en el que ella confiaba y al que amaba, con el que pensaba formar una gran familia, la quiso obligar a abortar; pero, al no conseguirlo, ya no quiso saber nada de ella ni de los bebés y la abandonó. Enika perdió el trabajo que tenía en una peluquería en cuanto se le notó la gestación, que, por ser gemelar, fue muy pronto. Pero Enika no ha perdido la sonrisa, sabe que ya no está sola, ahora porque estamos a su lado, ofreciéndole nuestro apoyo y cariño, y sobre todo porque, cuando nazcan sus bebés, tendrá la mejor razón del mundo para salir adelante sus hijos. Madres coraje como Mónica, Natalia o Enika, nos hacen confiar en que un mundo mejor es posible, y nos hacen comprobar que ser madre, a pesar de las grandes dificultades por las que muchas mujeres atraviesan, es una gran bendición y un gran bien, para la propia mujer y para la sociedad entera.



razón creadora

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no de los asuntos más importantes que hay que dilucidar para la comprensión de los problemas actuales es el del sujeto. ¿De quién hablamos al referirnos a la sociedad global que padece crisis ecológicas o finan-

cieras? ¿Y al referirnos a un país? El problema radica en que si no sabemos a quién nos referimos o dónde está la necesidad, no podremos solucionar ese tipo de problemas que escapan al ámbito del sujeto individual. Aquí entramos nosotros, los sociólogos, que nos dedicamos precisamente a eso: a reconocer el inicio de acciones sociales en colectivos que llamamos grupos y que no son reducibles a acciones individuales. José Pérez Adán Universidad Libre Internacional de las Américas Universidad de Valencia

Los sociólogos somos unos incomprendidos. Particularmente lo somos por los que todavía defienden el prejuicio individualista —el individuo es el único sujeto de libertades— ellos, tienen un problema serio a la hora de analizar la sociedad: difícilmente caen en la cuenta de que la sociedad es algo más que la suma de sus miembros. El individualista irredento, que tanto abunda, afirma que el individuo humano, “eso sí —dicen ellos para parecer ecuánimes—, abierto a los demás”, es a lo que, en definitiva, se reduce todo. Algunos han avanzado el concepto de persona para añadir una coartada moral decente al individualismo. Pero a fin de cuentas acabamos en las mismas, por lo que ciertos filósofos que se llaman personalistas han necesitado desmarcarse del “personismo” (hay humanos que no son personas y otros seres vivos que sí), que es como la balsa en la que desemboca de forma natural el cauce de esa ignorancia sobre lo colectivo, a la que tampoco son ajenos algunos economistas que se llaman neoliberales.

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AQUÍ TENEMOS UN PROBLEMA (SOCIAL) DETECTADO Y ACONSEJAMOS UNA ACCIÓN (INDIVIDUAL) PREVENTIVA, LO CUAL ES UN CONTRASENTIDO. SI EL PROBLEMA YA LO TENEMOS, LA ACCIÓN NO PUEDE SER PREVENTIVA, SI N O RE P A RA D ORA


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Smeadilcuinda ppreúvebntliivca a, y se x u a l i d a d A muchos médicos les ocurre algo parecido que a estos filósofos y economistas, en el sentido de que también ignoran qué es la sociedad, viendo solo pacientes individuales. Por eso para nuestros galenos representa una dificultad muy grande resolver problemas sociales (del sujeto social) con medicina que ellos llaman preventiva (del sujeto individual). Esto se ve claro en temas como la sexualidad y la afectividad, que pueden tener una consecuencia patológica individual, pero que a menudo tienen una causa social (y se supone que una terapia social también). Por eso la medicina preventiva (que es a lo que se dedica la Salud Pública) yerra conceptualmente al aplicar terapias sociales. Tomemos el caso de las disfunciones sexuales, por ejemplo, para ver lo que queremos decir. Dice el médico: “Puesto que tenemos un problema con los embarazos precoces y la disminución de la edad de inicio de relaciones sexuales, acudamos a la persuasión preventiva instando a los jóvenes a protegerse mediante el sexo seguro”. Aquí tenemos un problema (social) detectado y aconsejamos una acción (individual) preventiva, lo cual es un contrasentido.

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razón creadora Si el problema ya se da, ya lo tenemos, la acción no puede ser preventiva, puesto que el problema ya está aquí, sino reparadora. La acción debe de reparar el roto. Es decir, debe actuar sobre el sujeto social (no solo sobre el individual) para rectificar un comportamiento equivocado que es operativo, y no asumir que ese comportamiento todavía no se ha dado y que, por tanto, podrá evitarse en el futuro mediante la adecuada profilaxis. Las campañas del sexo seguro que hemos padecido a lo largo de todos estos años han fallado precisamente por esto: erraban en reconocer al paciente (la sociedad) y fallaban en el ámbito de la terapia necesaria: una rectificación (un dejar de hacer) en vez de la propuesta de hacer algo mejor, que es lo que aconsejaban. El ámbito científico propio para entender los problemas sociales no es la medicina, sino la sociología; y el criterio operativo para solucionarlos es el propio de la sociología, es decir, aquel criterio que opera con valores compartidos que conforman cultura. El problema detectado al que nos hemos referido de los embarazos precoces, que en sí mismo es la parte de un problema mayor que afecta a la misma comprensión de la sexualidad humana, no es un asunto susceptible de solución técnica o tecnológica. En efecto, las veces que se ha implementado este tipo de soluciones en diversos países parece que el problema se ha hecho mayor en vez de solucionarse, y ahora observamos una carrera hacia delante, en donde las terapias propuestas para atajar el creciente problema salen de la misma visión errónea: “a más embarazos adolescentes, más condones y más química; y, si esto no funciona, el problema es de dosis: nos hemos quedado cortos y harán falta todavía más, muchos más condones y mucha más química”. Nadie parece preguntarse: ¿no será que nos estamos equivocando? Pues sí: de raíz. La equivocación es de bulto. De pequeños siempre oímos que si el alimento era para el individuo, el sexo lo era para la especie humana. Pues bien, ¿dónde se reconoce la especie y sociedad humanas como tales? Pues se reconocen en los valores y en la cultura que conforman. Y sin incidir en ellos, no pueden ni comprenderse ni solucionarse los problemas sociales, el de la sexualidad adolescente entre otros.

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A N T E E VI D E N C I A S D E CR IS IS ES T R U C T U R A L E S , N E C E S I T A M O S CU E S T I O N A R N O S L A S O L I D EZ DE N UE S TR O S V A L O R E S Y L A V I G EN CI A D E E S O Q UE LL A M A M O S M O DE RN ID A D


razón creadora A M Á S E M BA R A ZO S A D O L E S C E N T E S , M Á S C O N D O N E S Y M Á S Q U Í M I CA ; Y, S I E S T O N O F UN C I O N A , E L P R O BL E M A E S D E DO S I S : N O S H E M O S Q U ED A D O C O R T O S Y H A R Á N F A L T A T O D A VÍ A M Á S , M UC H O S M Á S CO N D O N E S Y M U CH A M Á S Q UÍ M IC A ” . N A D IE P A R E C E P R E G UN T A R S E : ¿NO SE R Á QU E N O S ES T A M O S E Q U IV O C A N DO ?

Pretendo llamar la atención sobre dos necesidades: por un lado, que se nos haga caso; que se cuente con nosotros a la hora de tratar de solucionar los problemas del paciente social; que se acabe de una vez con tanta tozudez en el error, tozudez que no es inocente, pues la pertinacia en proponer a los jóvenes más sexo y más condón se salda también con más embarazos y más abortos. Y esto último es una desgracia que pagan quienes menos culpa tienen. Y por otro, que intentemos cambiar el angular. Como se habrá adivinado, si lo que aconsejamos es dirigirnos directamente a los valores y a la cultura para dar solución a problemas serios de salud social, el consejo que late tras nuestra propuesta es que nos atrevamos con la más políticamente incorrecta de las soluciones: la de proponer una (pequeña o grande) revolución cultural. Ante evidencias de crisis estructurales (la proliferación de enfermedades sociales lo son), necesitamos cuestionarnos la solidez de nuestros valores y la vigencia de eso que llamamos modernidad, sin miedo a que ello nos aboque a la exigencia de originalidad que provoca una reinvención. Naturalmente que hay aquí un riesgo. Pero es un riesgo nuestro que es como debe ser. No es de ellos (los jóvenes o las futuras generaciones), por más que el prejuicio individualista trate de excusarnos recluyéndonos en la comodidad de la indolencia.

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sofismas

L A V I DA D E L H O M B R E

De la

Iglesia al

Cielo

lgunos acusan al cristianismo en general y a la Iglesia católica en particular, de impositiva y fundamentalista por la pretensión de querer imponer la verdad (su verdad). Esto podría resultar cierto en el Islam, puesto que el Islam predica la voluntad de Alá que se traduce en la ley islámica; o también podría suceder en el laicismo de Estado; pero es equívoco cuando se trata del cristianismo.

A

Ramón Domínguez Balaguer Doctor en Teología Bíblica

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D I OS N O F UER Z A AL HOMBRE, SINO QUE


ES TÁ EN AMA R Y DON A RS E

CRISTO HA PROC LAMADO LA VERDAD Y HA ACEPTADO S ER RECHAZADO, CALUMNIADO Y C O ND E NA D O

sofismas

En el caso del Islam, la ley sí que se impone; y, en el caso del laicismo de Estado, al no aceptar ninguna verdad, ha de prevalecer obligatoriamente la opinión de la mayoría, a fin de que el orden social no se convierta en un caos en el que cada cual haga lo que crea conveniente. Entonces< la opinión de la mayoría se transforma en ley. En este sentido podemos decir que estos sistemas sí son fundamentalistas, dictatoriales e impositivos. Pero no sucede así en el cristianismo, porque la verdad que proclama es Cristo, y Cristo es la manifestación del ser de Dios, y Dios es amor, y el amor, por su propia naturaleza, no se impone, sino que se ofrece gratuitamente en la libertad, y se acoge o rechaza en la libertad. Por eso, Dios no fuerza al hombre y, aunque éste haya rechazado su oferta de comunión, no lo ha castigado ni obligado, sino que lo ha dejado en su libertad, a pesar de que el ser humano con esta libertad haga el mal. Así, cuando Cristo ha mostrado el amor del Padre, no ha forzado a nadie a creer en Él, como le insinuaba el diablo a fin de que impusiera su voluntad a fuerza de milagros. Antes al contrario, ha proclamado la verdad y ha aceptado ser incomprendido, acusado, calumniado, rechazado, condenado y ajusticiado. Lo cual no quiere decir que sea superfluo el aceptar o rechazar su amor, ya que esta elección conlleva a la vida o a la muerte.

l a f e n o s e i m p o n e, s e p ro p o n e

LA IGLESIA NO P UE DE EM P O B R E CE R EL E VA N G E L I O PA R A H A C E R LO AC E P TA B L E A L M U N D O, PORQU E LO E S TA R Í A EN GA ÑA N DO

L E H A DA D O L I B E RTA D

La Iglesia, por tanto, no es impositiva cuando proclama la verdad del Evangelio y sus consecuencias morales; por ello, si alguna vez en la historia pasada lo ha hecho, ha sido infiel a su propia condición. La Iglesia, como su Maestro, propone al hombre la salvación, y lo hace a tiempo y a destiempo, obedeciendo a Dios antes que a los hombres, dando gratis lo que gratis ha recibido; y, como Cristo, llora ante el mundo que se muestra renuente a acoger la Palabra de salvación, porque sabe que este rechazo, como el de Jerusalén, lo llevará a su ruina. La Iglesia tampoco puede empobrecer el Evangelio para hacerlo digerible y aceptable al mundo, porque le estaría engañando y traicionando. La verdadera misericordia no se muestra cuando se rebajan las exigencias de la Verdad, sino cuando se proclama en su integridad, que es la que conduce al hombre a su realización. La vida del hombre está en amar y donarse, y el don de sí mismo se manifiesta, entre otras cosas, en la aceptación y el perdón al cónyuge; en las dificultades de la convivencia; en la acogida amorosa al hijo que Dios da, dando por él la vida; en la fidelidad y en procurar el bien del cónyuge y de los hijos. Pero todo esto es don de Dios, no esfuerzo humano, ya que el amor humano siempre es limitado, pero con la gracia de Dios podemos crecer hasta la estatura de Cristo.

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educación para la vida oy no se habla de otra cosa, aunque se crea todo lo contrario. No es un tema escolástico, de frailes aburridos que disputan por disputar. El sexo ha perdido su contexto carnal, ya no tiene embarazos embarazosos. No tiene historia ni intimidad, ni drama gozoso ni trágico. Está más allá de la feminidad o masculinidad, más allá incluso del bien y del mal como Nietzsche pretendía, lejos del matrimonio y de la circuncisión. Un espíritu no tiene prepucio, ni firma contratos, ni puede embarcarse en compromisos físicos futuros. Hablamos, pues, del “sexo de los ángeles”. Ni siquiera la violencia que lleva aparejada la sexualidad hoy en día es ni podría ser consecuencia de que fuera carnal. Todo lo contrario: es virtual. Se mata como se mata en las películas, sin pensar, sin sangre, sin dolor, el asesino se tapa el rostro ante la cámara, ha saciado su instinto virtual, como si fuera el actor-espectador de un documental del mundo animal.

H

Ángel Barahona La historia evolutiva de la sexualidad nos conduce sin remisión a un sexo sin sexo y a un sexo único a pesar de la diversidad de géneros que pretenden imponernos: limpio, sin olor, sin roces de la carne, sin sensaciones, sin encarnación, virtual, de imágenes que van y vienen a la velocidad de la luz, sin consistencia, higiénico físicamente porque pone medios que preservan de contaminación, pero insalubre moralmente, porque el otro del que debía ser yo responsable no existe, por un lado, y, por el otro, un frotar de células sin nombre, un espasmo indoloro, un usar y tirar de cuerpos con silicona, que se miran, se atraen y se repelen, se juntan y se despiden casi en un instante como imanes juguetones. Relaciones exiguas, vertiginosas, sin exigencias, sin durabilidad ni real ni intencional, sin calado, reducen al otro a un jarrón vacío, a un osito de peluche sin movimiento autónomo.

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El hombre postmoderno quiere vivir en el eterno primer amor, pero no sabe que éste es sólo imaginación y ganas de creer en él. Sin darse cuenta, la eterna juventud ansiada, infiel, dirigida por el deseo insaciable de novedad, de no-dolor, se convierte en una poligamia virtual descorazonadora que aboca a la soledad. Huyendo del sufrimiento de enfrentarse a la libertad del otro, de litigar, de construirse en la fricción hasta acoplar o erosionar las aristas, se ven al borde de la muerte, de la soledad, de no tener con quién discutir, de zapear con disgusto por la pasarela de la ficción. El segundo amor es todavía menos carnal, por eso lo reproduce mil veces por hora en la imaginación. El deseo es indefinido, parece estar a tiro de un click, ése es el éxito de la pornografía en Internet. Es una cita fugaz, en un lugar fugaz, con una promesa por teléfono, que después será borrada de la memoria SIM, y pasará a la historia.


educación para la vida

sexo

Del de los

ángeles

Ambos son vesánicos y, sin embargo, liberadores de la tragedia, del drama doloroso del amor. Son la expresión de la eterna infancia en el cuerpo de un adulto. Ambos dicen que son inocuos, que no tiene consecuencias, que son “puros”, porque eliminan el riesgo de un galanteo infructuoso, la seducción frustrada, la discusión lacerante del orgullo, la pringosa relación, la responsabilidad por el otro, es decir, la esencia de lo que tiene de humano (Levinas). Se trata sólo de una mirada, un encuentro fortuito, mañana será con otro. La carne está pasada de moda. Vivimos de las imágenes.

¿De qué estamos hablando, pues? Del sexo de los ángeles Las disputationes medievales no creo que dedicaran mucho a este tema; más bien hablarían del sexo como vehículo del amor, del amor como algo difusivo que contraía la responsabilidad de un acto casi-creador, pro-creador. Hablarían de la importancia de la unión carnal, del conocimiento del otro, intentando educar a hombres toscos y no tan toscos, de la función de participar con la mujer en la misión que Dios les había encomendado, formar un hogar.

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educación para la vida

El sexo ha perdido su contexto carnal, ya no tiene embarazos embarazosos. No tiene historia ni intimidad, ni drama gozoso ni trágico. Está más allá de la feminidad o masculinidad, más allá incluso del bien y del mal

Ella protege la prole, él trata de sostenerla. Si hablaban del sexo de los ángeles, les cortaban las alas, porque todavía estaban inmersos en el “mundo salvaje” (Huxley). Vivían el drama del rechazo con pasión, anhelaban la entrega del otro, pero esperaban, la mayoría, acoplarse físicamente el uno al otro hasta conocer el alma y el cuerpo a la vez, porque los consideraban uno. Las tratativas podían no partir del deseo, pero acababan en él, porque alumbraban un bien mayor que el efímero gusto. De la seducción, la fraternidad, el trato, la amistad, o el cruce de miradas cómplices, se iba a la relación furtiva, los compromisos sociales y familiares y viceversa. Sí, con seguridad habría tragedias y errores e inmensas cantidades de emparejamientos extraños, sin duda, pero dentro de un entorno de educación del deseo.

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El Renacimiento está plagado de expresiones que condensan una experiencia anterior colectiva. Ahí están La Celestina y Romeo y Julieta como testigos literarios para representar el drama; pero también los hay para representar la alegría, el gozo compartido, el fruto del amor. Hemos leído a los santos y los hemos considerado como ángeles o como enajenados, pero no los hemos leído bien: ¡cómo se anticipa Agustín a nuestra época, habiéndola vivido desde dentro! No hay diferencias notables del siglo IVV al siglo actual en materia de sexo, matrimonio y amores.

Relaciones vertiginosas, sin exigencias, sin durabilidad, sin calado, reducen al otro a un jarrón vacío, a un osito de peluche sin movimiento autónomo


educación para la vida Sin embargo, esta carne hedonista —la vitual y la “fricticia”— se satura, se entristece, se vacía, cuando se esperaba que la liberación de aquel “Mayo del 68” —“Haz el amor y no la guerra”— trajese la relación liberadora, la liberación del deseo, la alegría de vivir. Donde se esperaba sólo placer, quedaba la resaca. El “ello” campeando a sus anchas sólo ha traído enfermedades venéreas, soluciones profilácticas, violencia y desesperación de tanta soledad y frustración; parecía que la vuelta a la naturaleza en su estado puro, como retorno al humus del que nunca debimos soñar poder escapar, nos colmaría. Pero he aquí, que el prometedor y cálido eterno verano, se ha trocado en gélido y eterno invierno. La naturaleza se ha permutado en cultura, la hemos domesticado, hemos naturalizado las aberraciones que hemos ido adquiriendo por el uso desviado de las potencias de la naturaleza.

cepción del tiempo como duración para experimentar la comunión. No hay paciencia, la técnica viene en auxilio de la impaciencia del deseo, facilita los espasmos. ¡Qué horror! No hemos empezado a gozar de esta nueva forma de vernos y ya estamos muertos. No hay tiempo ni para discutir. Si alguien no es perfectamente animal —reculturizado en los diferentes géneros—, hace sufrir, se rompe y se empieza con otro. Por eso el sexo “salvaje”, o sea el pre-moderno, se convierte en una amenaza para la salud de los sanos, jóvenes, puros, casiángeles, y se les invita a precaverse: sexo seguro, usa medios, cuídate, puedes contraer enfermedades, incluso la muerte, pero todo es cuestión de técnica, de profilaxis. El sexo humano-salvaje es una enfermedad. Es presentado como una modalidad técnica: riesgo para la salud y método de planificación familiar.

Dice Fabrice Hadajdj, criticando al nihilista incendiario Michel Onfray en “La sensibilidad satura”: “Lo sabían los romanos, cerca de la sala del banquete no estaba lejos el vomitorium”. Esta experiencia obliga a estar siempre calculando cuánto vómito conlleva el placer posible, cuánto gozo sin dolor y cuánto displacer acarreará el placer. Onfray, defendiendo la postura del “hombre-no más que un animal” —aunque no se entiende cómo un animal puede evitar voluntariamente las consecuencias del placer sexual—, habla de “adiestramiento neuronal”. Para los nuevos filósofos cerebralistas —nueva forma del materialismo: todo está en el cerebro—, el otro no es más que señales nerviosas, de una máscara que encubre neuronas activas. El amor consiste en descargas eléctrico-químicas, todo en relación a un contrato, y la libertad —paladín y víctima de cualquier elección— sólo consiste en señalar los plazos de ese contrato. Para ser auténticos hedonistas hay que reconocerse con orgullo meramente animales, pero renunciar a ser mamíferos. Pero el placer por el placer, sin consecuencia-descendencia es un agujero negro, una condenación perpetua a vivir para sí mismo sin vivir de pleno. Es la dictadura del egoísmo. Todo es rápido, no hay per-

“¡Tened cuidado porque a través del sexo se transmiten enf e rm e dad e s y s e p ue de u n a q u e d a r e m b a r a z a da!” De repente, el embarazo pasa a estar en el mismo plano que una enfermedad de transmisión sexual y que una amenaza de muerte y, por eso, se recomienda el preservativo. La educación sexual se ve entonces como una técnica: cómo evitar, cómo ponerse, y la preservación (reserva egoísta) como salud, y objetivo vital. Pero esto no es la sexualidad; es algo que pertenece al orden de la masturbación con partner, asistida. Ya no existe la polución nocturna que hasta Santo Tomás consideraba que no era pecado porque denotaba la continencia. Los jóvenes ya no saben lo que es. El hombre busca su propio placer y abandona la relación: no “encuentra” a nadie. Porque la relación implica apertura, desear compartir un horizonte común. La sexualidad es reducida a consumo. El corazón de la sexualidad no es el encuentro, la unión, la comunión, sino la preservación, la protección de sí mismo; se sirve uno del otro como cosa. El otro es un contrincante, solicitante o participante, no alguien del que soy responsable.

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educación para la vida Pero hay una doble cara. Huyendo de la responsabilidad moral hemos caído, de la mano del tecnicismo, en el moralismo. “Haciendo sexo, protégete”, los jóvenes tienden a responder: “Si, a pesar de todo, voy a morir tarde o temprano, ¿por qué protegerme?, ¿qué importa el futuro si hay remedios para errores y el último, la muerte, no lo puedo evitar?”. Hagamos el sexo como ángeles, todo nos está permitido, porque todo lo hemos licitado. Frente a este panorama la moral de la Iglesia no está contra el sexo, sino que es la auténtica liberación, la plenitud de la sexualidad: es abrirse al otro en total donación, expresado en el futuro, y dando lugar a una vida común. Es la Iglesia la que habla de sexo carnal, sin tapujos, y los que la repudian, del sexo de los ángeles. Si vivo el amor y la comunión de espaldas al acto físico con mi cuerpo, vivo una situación de esquizofrenia, de un irritante dualismo. La técnica interviene en todas las relaciones, lo cual destruye completamente el deseo. Al final se hace el sexo igualmente pero con fatiga, se satura la sensación, se vuelve cansina y mezquina: hay que inventar nuevas posturas de Kamasutra, buscar nuevas sensaciones, probar nuevas compañías…, cunde el aburrimiento, después el pánico. El católico es el verdadero hedonista. Va hasta el fondo. No tiene miedos ni dudas: ¿qué pasará después?, ¿habré tomado las precauciones adecuadas?, ¿funcionará? Si el semen que ha puesto dentro de la mujer toma la forma de un hijo, el gozo es aún mayor. Este sexo no pueden hacerlo los ángeles, porque tienen miedo de que se les corten las alas. El placer sexual no está sólo en el acto carnal, eso es una intensidad de placer muy fuerte, pero muy breve. Después viene el vacío, la soledad, hay un decaimiento y sólo la venida de un hijo logra sostener la tensión, un placer que no se extingue.

pero el placer por el placer, sin consecuenciadescendencia es un agujero negro, una condenación perpetua a vivir para sí mismo sin vivir de pleno. Es la dictadura del egoísmo

Este artículo está inspirado en el libro de Fabrice Hadjadj, La profundidad de los sexos. Por una Mística de la carne (Editorial Nuevo Inicio, Granada, 2010), del que recomiendo su lectura.

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educación para la vida

esta carne hedonista se satura, se entristece, se vacía, cuando se esperaba que la liberación de aquel “Mayo del 68” trajese la relación liberadora, la liberación del deseo, la alegría de vivir

la moral de la Iglesia no está contra el sexo, sino que es la auténtica liberación, la plenitud de la sexualidad: es abrirse al otro en total donación, expresado en el futuro, y dando lugar a una vida común

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aldea planetaria

Una Iglesia para siete mil millones Desiderio Parrilla

uando los apóstoles inician la primera evangelización por toda la ecumene la población mundial era de 200 millones de hombres, según cifras generalmente aceptadas. Hoy, según el reloj de la población mundial de la oficina de censos de los EE.UU., que se actualiza en intervalos de 15 minutos, la población del planeta asciende a 6.852.592.776 a las 22:53 UTC (EST+5) del 28 de junio del año 2010.

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aldea planetaria En esta humanidad de 7.000 millones de almas es imposible concebir una eclesiología que reduce la Iglesia al lugar “donde si no entras, no te salvas”. Es imposible en esta coyuntura histórica entender la Iglesia en términos de cristiandad de Antiguo Régimen y de “volver a 1788”. Esta cristiandad era un ámbito sociológicamente identificable donde la vocación a la santidad de los bautizados se cifraba en ser coherentes y fieles cumplidores de ciertos propósitos morales y sus correspondientes prácticas devocionales, ascéticas y piadosas, a fin de alcanzar méritos para la salvación eterna. Era un cristianismo temporalista, muy estamental, acorde a los usos de la época. Los sacramentos se sometían a un plan de vida individualista guiado por un “director de espíritus”. El apostolado implicaba una escrupulosa contabilidad de obras pías. La confesión tarifada como remedio medicinal enmendaba los vicios. La eucaristía como viático fortalecía las virtudes heroicas en un cristianismo militante basado en la formación, la corrección fraterna, el esfuerzo personal y el cumplimiento de las obligaciones inherentes al deber de estado. Era una sociedad voluntarista, muy sacrificial, donde se valoraba la honradez y la lealtad, pero también era una sociedad formalista, clasista y coactiva, tendente a socializar a los individuos mediante la presión física y psíquica y el miedo como pedagogía saludable.

Sin embargo, la actual población mundial de 7.000 millones de hombres hace imposible esta Iglesia de pastoral sacramental. ¿Tiene algún sentido esta pastoral de sacramentos tradicional en las casi 100 megalópolis que superan los 4 millones de habitantes, 25 de las cuales tienen una aglomeración urbana de entre 10 y 35 millones de personas, con tasas crecientes de hacinamiento superiores al 7% de media? ¿Tiene sentido esta pastoral en la Nueva Zhengzhou, en Taipei, en Burj Dubai, en la Ciudad del Cielo de Tokio y los proyectos de ciudades colosales ya en construcción? Simplemente, la actual humanidad urbana no cabe en este formato rural. Quien niegue esto es como quien negara hoy los genes “hox” o los “muones”. Negaría las evidencias más inmediatas aportadas por la geografía y la sociología urbanas. Habría que mirarle perplejo como quien mira a un OVNI, a un marciano o a un niño.

EVANGELIZAR 7.000 MILLONES DE HOMBRES CON ESTA PASTORAL TRADICIONAL SERÍA COMO TRATAR DE TOCAR LA QUINTA SINFONÍA DE BEETHOVEN CON UN SILBATO

Evangelizar 7.000 millones de hombres con esta pastoral tradicional sería como tratar de meter una tonelada de agua en una botella de medio litro o como tratar de tocar la Quinta Sinfonía de Beethoven con un silbato. El volumen es tan masivo que resulta un receptáculo ridículamente desproporcionado. No se puede meter esta humanidad en este modelo pastoral sin dejar fuera a una inmensa mayoría. Trasladado a la situación histórica actual, este modelo de pastoral sacramental tradicional ya no es un formato capaz de hacer frente al desafío de la sociedad globalizada del tercer milenio. Hay que cambiar la pastoral sacramental por una pastoral de comunidades mucho más acorde con el volumen demográfico de esta sociedad global de ciudades sobrepobladas y de gran dinamismo internacional. Sin embargo, la Iglesia católica es tabla de salvación para todos y cada uno de estos 7.000 millones de hombres. Y no puede dejar de serlo. Pero ¿cómo cumplir esta misión en una sociedad globalizada incompatible con los modos de vida y los usos sociales preindustriales que han sostenido la tradicional pastoral de sacramentos? “Católico”, de hecho, significa etimológicamente “universal” (del griego καθολικός): una propuesta para todos y para siempre, sin que nadie, ninguno de estos 7.000 millones de hombres, se quede fuera.

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aldea planetaria ¿Cuál es esta universalidad, esta humanidad universal en el mundo actual, a la que la Iglesia tiene que dirigirse para anunciar el Evangelio y ser fiel a sí misma? En 2005 se estimaba que el 33% de la población mundial era cristiana. Más de un 21% profesaba el islam. Un 14% era hinduista, un 6% budista, y otro tanto practicaba el confucionismo. El sijismo alcanzaba el 0,36% y el judaísmo, un 0,22%. Hasta un 16% se declaraba ateo o agnóstico, humanista secular, masón o deísta. De ese 33% de cristianos menos de la mitad eran católicos, aproximadamente el 15%; el resto eran ortodoxos, anglicanos, luteranos, calvinistas y otras tradiciones ulteriores (mormones, metodistas, pentecostalistas, adventistas, etc.). De este 15% no llegaban a un tercio los católicos practicantes, es decir, que cumplieran el precepto dominical. De este 5% cabe preguntase qué porcentaje tiene un compromiso apostólico de evangelizar el mundo, obedecen al Papa en cuestiones de moral o doctrina social de la Iglesia, etc.

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La respuesta será que los católicos en sentido estricto apenas representan un 1% de la población mundial. Eso es todo, en el mejor de los casos. Supongamos que los católicos son apenas un 1,5% de la humanidad. Tampoco hay posibilidad institucional de crear una “neocristiandad” donde tener organizado tal volumen de población, al modo en que durante el Antiguo Régimen el Trono y el Altar tenían organizada de un modo muy estable su sociedad a través de estamentos y grupos sociales muy jerarquizados. En esta sociedad se consolidó la pastoral tradicional de sacramentos, vinculada a la religiosidad contrarreformista, tridentina y barroca, que caracterizó la sociedad católica desde los siglos XV al XIX. Esta sociedad se distribuía por niveles sociales muy diferenciados, en los que era imposible pasar de un nivel social a otro, aunque todos estuvieran conectados por vínculos muy estrechos de honor, de lealtad y ayuda mutua. Era una sociedad mayoritariamente analfabeta, con movilidad social y geográfica nula, semiurbana y predominantemente rural.

Uno podía nacer y morir sin haber salido del pueblo. La economía daba gran valor al trabajo, la austeridad y el ahorro familiar; el consumismo no existía. Uno ocupaba un lugar muy definido en una sociedad muy estrecha (familia, parroquia, cofradía, gremio, pueblo, región, país) y los deberes y competencias estaban rígidamente asignados por normas, rituales y papeles sociales muy estrictos y definidos. Los privilegios ocupaban en ella su lugar y su circunstancia. Cada individuo, quisiéralo o no, estaba condicionado por el nacimiento en su forma de vida, en el trato y amistades, en los vínculos de mando o de obediencia, en la consideración social y en mil y un detalles de protocolo y atenciones.

LA IGLESIA CATÓLICA ES TABLA DE SALVACIÓN PARA TODOS Y CADA UNO DE ESTOS 7.000 MILLONES DE HOMBRES


aldea planetaria Esto se acaba en una sociedad globalizada de 7.000 millones de hombres sometidos a una gran deslocalización y movilidad internacional. Llevamos cincuenta años asistiendo a un cambio epocal que desde la II Guerra Mundial está inaugurando un nuevo eón. Esta nueva civilización tiene aspectos muy positivos, pero comporta también una catástrofe antropológica sin precedentes: familias desestructuradas, anomia social, desocialización de lo social, individualismo y consumismo desenfrenado del “turbocapitalismo”, «muerte del trabajo» frente a la apoteosis del ocio, crisis de identidad y anonimato en las ciudades, desestructuración de la cristiandad sociológica, nihilismo posmoderno, desaparición de los vínculos comunitarios, de las relaciones educativas, de los referentes éticos y norma-

FRENTE A LA DESAPARICIÓN DEL HECHO SOCIOLÓGICO DE LA CRISTIANDAD SURGE EN ESTE MUNDO SECULARIZADO UN HECHO DE IGUAL O MAYOR FUERZA: EL HECHO DE LA PEQUEÑA COMUNIDAD CRISTIANA

tivos bajo los ciclos inflacionarios del mercado capitalista, influencia decisiva de los medios de comunicación de masas sobre la “muchedumbre solitaria”, etc. Ya no hay espacio para la honestidad intelectual, no hay compromiso con la racionalidad, hemos desembocado en una pseudosociedad adolescente e infantilizada. Pese a estos problemas, la tercera globalización es, sin embargo, un hecho. No hay más cera que la que arde; y la cera que arde es esta globalización saturada, caracterizada por la desterritorialización de los escenarios existenciales más tradicionales. No hay ningún templo, por grande que sea, que pueda contener esta densidad de población. No hay presbíteros que puedan dar abasto para realizar la cura de almas de estos 7.000 millones. No hay clero, ni podrá haberlo nunca, capaz de tutelar esta masa ingente de población ni supervisar individuo a individuo la santificación del pueblo mediante una práctica intensiva de devociones. Los colegios, corporaciones escolares, clubes y centros de ocio y formación católicos para niños y jóvenes, pilares básicos de la cristiandad sociológica, apenas pueden ya nada frente al “tsunami” secularizador de la televisión, el poder inmenso de las empresas publicitarias, la radio, la señalética urbana, Internet, las redes sociales, etc.

Es imposible vivir al margen de estos hechos. No se puede afrontar el futuro como si nada hubiera cambiado en el mundo durante los últimos cien años, adoptando así la irresponsable estrategia del avestruz. Sin embargo, frente a la desaparición del hecho sociológico de la cristiandad, surge en este mundo secularizado un hecho de igual o mayor fuerza: el hecho de la pequeña comunidad cristiana. Frente a la crisis de la pastoral tradicional de sacramentos, deudora de la piedad tridentina y aurisecular, surge con potencia una pastoral de comunidades inspirada en el modelo de la Iglesia primitiva. Sin que saliera del despacho de ningún pastoralista, al margen de toda arqueología y planificación técnica, ha surgido un pueblo hecho de pequeñas comunidades que son capaces de afrontar los retos de esta sociedad global, neopagana y supersticiosa, tan similar a la sociedad que evangelizó la Iglesia previa a Constantino. Por el mundo se extienden las familias de este nuevo pueblo nómada haciendo llegar de manera capilar a todos los puntos de nuestra Aldea Global la Buena Nueva de Jesucristo, sin que ningún hombre quede privado de la oportunidad de recibir, de parte de Jesucristo, el anuncio de que Cristo ha dado su vida por él, por amor a su persona, para perdón de sus pecados.

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aldea planetaria Estas comunidades proliferan por el orbe en torno a este Kerigma inicial, donde los alejados y los próximos encuentran la respuesta a los más arraigados deseos de plenitud que definen su corazón, y se integran en un régimen de pequeña comunidad para profundizar en este encuentro inicial con la Presencia de Cristo y su Misericordia. Inician un Camino de renovación o iniciación bautismal, donde el centro es el Misterio Pascual actualizado en la liturgia eucarística y donde el resto de sacramentos se libran de toda sobrecarga devocional y de todo corsé moralista. Una formación permanente y gradual los gesta en el seno de la Iglesia, generando un cambio de vida, donde las Obras de Vida Eterna dan a luz al Hombre Nuevo, imagen del mismo Jesucristo, el Siervo de Yahvéh en la tierra. Esta red de comunidades muestra, a su vez, una eclesiología adaptada a esta sociedad urbana, donde no existen las anomalías que la antigua pastoral sacramental ha padecido durante los últimos cien años en su choque contra la nueva sociedad industrial.

Se manifiestan, por tanto, como iglesias locales idóneas para esta sociedad del tercer milenio, como comunidades interclasistas y pluriculturales, formadas por personas de todas las edades, estratos sociales, mentalidades y niveles culturales diversos. Este pueblo es sólo un resto, ciertamente, un mínimo reducto del pueblo fiel a Dios. Pero basta este resto para conservar la Fe del Siervo de Yahvéh, y no otra fe, en esta nueva civilización de capitalismo global. Ciertamente basta este 1,5% para anunciar a Cristo en esta generación. Es la Fe de las Bienaventuranzas la que puede cumplir esta misión histórica, donde cada bautizado puede iluminar al resto, sazonar el mundo entero, hacer crecer la masa, como sal, luz y fermento del mundo. Este pueblo, ofreciendo los signos de la unidad y el amor en la dimensión de la Cruz, puede manifestar el Siervo de Yahvéh a esta generación. Este pueblo es la Presencia de Cristo sobre la esfera del orbe, reinando glorioso y resucitado desde la Cruz de las naciones, a cuyos pies la Santísima Virgen, mediadora de todas las gracias, ruega por nosotros en el combate de la fe. Este reducto mínimo de cristianos puede iluminar desde esta Cruz al resto, manifestando la

impronta de Dios en la historia, en una pastoral de comunidades, donde la Iglesia es comunidad de comunidades. Este pueblo de pequeñas comunidades es una nueva manera de evangelizar y vivir la fe más acorde con los cambios epocales que vienen acelerándose desde el final de la II Guerra Mundial y que han madurado finalmente en esta época postsoviética como una sociedad globalizada a nivel planetario. Este resto es, por tanto, una respuesta adecuada a la estructura de la Gran Ciudad característica de la Revelación (Ap 18,4). Los padres conciliares del Concilio Vaticano II ignoraban el alcance de los cambios que se anunciaban a nivel geopolítico en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Hoy podemos darnos cuenta de la Providencia que han supuesto estas comunidades suscitadas en aquel período conciliar y que son ahora como entonces la realización del Concilio en un pueblo en marcha que empieza a definir la Nueva Evangelización para este Tercer Milenio.

LA PROVIDENCIA HA SUSCITADO ESTAS COMUNIDADES, QUE SON AHORA UN PUEBLO EN MARCHA QUE EMPIEZA A DEFINIR LA NUEVA EVANGELIZACIÓN PARA ESTE TERCER MILENIO. 76


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sed santos

Un

rato

con

Santa

Teresa de ,

Jesus Buenanueva

eresa, como buena castellana, es realista… Ha encontrado en la obediencia a las leyes divinas tal cúmulo de alegrías, una mejora personal tan concreta, que los métodos humanos le parecen una “basura” y se compadece de quienes no son capaces de darse cuenta.

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sed santos “Decís Vos: venid a mí todos los que trabajáis y estáis cargados, que yo os consolaré. ¿Qué más queremos, Señor?, ¿qué pedimos?, ¿qué buscamos?, ¿por qué están los del mundo perdidos sino por buscar descanso? ¡Válgame Dios! ¡Oh, válgame Dios! ¿Qué es esto, Señor? ¡Oh, qué lástima…! ¡Oh, qué ceguedad que le busquemos en lo que es imposible hallarle! Habed piedad, Creador, de estas vuestras criaturas. Mirad que no nos entendemos, ni sabemos lo que deseamos, ni atinamos a lo que pedimos. Dadnos, Señor Luz… ¡Oh, qué recia cosa os pido, verdadero Dios mío, que queráis a quien no os quiere, que abráis a quien no os llama, que deis salud a quien gusta de estar enfermo!... ¡Habed piedad de quien no la tienen de sí…!” Teresa lo ha comprendido…: Dios ha creado al hombre para que sea feliz renaciendo en Él. Le ha dado, en los Evangelios, todas las enseñanzas para aprender a serlo. Infringiendo la ley divina, el hombre se hace desgraciado…

“Es lo que la criatura se empeña en olvidar: Dios quiere que queramos la Verdad, nosotros queremos la mentira; quiere que queramos lo eterno, acá nos inclinamos a lo que acaba; quiere queramos cosas grandes y subidas, acá queremos bajas y de tierra; querría quisiéramos sólo lo seguro, acá amamos lo dudoso…” La voz humana es menos potente que la vibración de un alma arraigada en Dios por la oración. El silencio concentrado y amoroso es más fuerte que todos los clamores.

“Y Dios ordenó que a partir de ese momento…: ¡Manos a la obra!. Ponerse a actuar y a olvidarse de uno mismo…” La oración de Teresa:

“Callando exteriormente, pero “allá dentro”, como Moisés, dando voces a Dios para que

no desconsolase a los que había tomado por medio de la obra que quería hacer…” Y… ¡Cuantas veces se le apareció S. José, el buen maestro carpintero, y le ordenó que contratara a los obreros aún sin ninguna blanca… que el Señor proveería! Teresa no alaba la pobreza sin más, sino

“la que se sufre pacientemente por amor de Nuestro Señor Jesucristo y más aún la que es deseada y abrazada por amor. Si pensase otra cosa, no me consideraría firme en la fe”. “Creo en Dios más que en mi experiencia, pero puedo decir, que siempre he visto felices a los que de corazón aman la pobreza con la ayuda de Dios; como lo son todos los que en esta vida le aman, se fían de Él y esperan en Él” Santa Teresa no dejará de insistir en la enorme importancia de ser lúcido con uno mismo. Cuando esta alma robusta, a la que la oración y la gracia divina han aliviado del peso de lo que un psicoanalista llamaría complejo de “autocastigo”, elige como divisa obrar, padecer, amar, tan sólo para “conocerse mejor”:

“Pruébanos, Tú, Señor, que sabes las verdades, para que nos conozcamos. Porque sólo la prueba manifiesta la realidad de nuestras fuerzas o la ilusión de nuestra complacencia”. Sufrir, pues, para Teresa, es aprender a conocerse… El acto heroico ya no es para Teresa de Jesús lo que fue para Teresa de Ahumada: un sacrificio rápido, una manera de comprar barato el cielo; es más bien, el perfecto cumplimiento de todo lo que hacemos día a día.

“Las más humildes de entre vosotras son las más perfectas y no las más favorecidas por la contemplación”.

Dios ha creado al hombre para que sea feliz renaciendo en El 79


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" Victoria Luque

na noticia me ha hecho pensar en algo en lo que quisiera ahondar: los superhéroes normales, los de andar por casa, esos con los que nos cruzamos en el ascensor o en el autobús, y que son más de los que nos imaginamos. A ellos va dedicado este artículo.

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Sin más preámbulos, traigo aquí el caso de mi vecina Lola, la que nos compró nuestra anterior casa. Mujer robusta y guapa, pero sobre todo, con corazón. Fue novicia en un convento y se salió porque “le tiraba el mundo”, me dijo. Lola tiene esa fe vasta, enraizada en la lucha diaria, lo que se suele llamar la fe del carbonero, dicho sea con todos mis respetos.

que su mujer fuera a por él. Ella me confesó un día que le limpiaba de arriba abajo, cuando subía bebido a casa, porque ya su mente no controlaba sus reacciones fisiológicas. Este hombre era educado y amable en el trato y había sido profesor de universidad. Ahora, convertido en guiñapo, su mujer lo cuidaba con un cariño estremecedor.

Cuando hablábamos —ahora vive fuera, y ya no la veo—, casi invariablemente a lo largo de la conversación surgía el tema “Dios”; entonces, con esa fuerza interior de la que hace gala, me decía: “Yo, al principio del día, le digo a Dios: ‘Todo, lo bueno y lo malo, para arriba te lo mando’”. Y así daba por zanjado el asunto.

Murió de cirrosis hace ya unos cuantos años, pero a Lola jamás le oí una queja. Esta misma mujer, tras morir su marido, acogió en su casa, durante unos dos meses, a unos emigrantes que dormían en la calle, y que se sentaban en un banco, delante de nuestro portal. “Me dieron pena”, fue su somera explicación.

Lola tiene siete hijos ya mayores, y tuvo un marido alcohólico que se quedaba sentado en la escalera, sin rechistar, esperando a

¿De dónde le venía la fuerza? La fuerza le venía de Dios. Lola sonreía mucho y sus ojos declaraban que estaba viva.

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$" Como ella, he conocido y conozco a otras personas sorprendentes, como Carmen Ayuso, que debe rondar ya los noventa años, y sigue yendo a la parroquia apoyada en su bastón… con una beatitud… el Espíritu Santo le sale por la cara. Si hay una demostración palpable de que el espíritu de Dios existe, está en ella. Irradia paz. Tiene, además, entre otros dones, el del consejo y la sabiduría. Mi hermana, que conoce bien a Carmen, porque ha estado en el grupo de teatro que ella dirige, me dice a menudo: “Esta mujer es sabia”. Cuando me la encuentro por la calle, más tarde o más temprano, me da una Palabra. Es como si cogiera mis preocupaciones y, a renglón seguido, les colocara al lado un pasaje del Evangelio. Y todo esto lo aterriza en cosas concretas. Un día le conté que pasábamos mi marido y yo por una mala racha, que no me sentía querida, que nuestra relación era fría… Ella me dijo: “Ten detalles de amor con él. Cuando llegue tu marido a casa, sal a la puerta a recibirle, dale un beso. Tenle preparada una sonrisa. Y hablad, hablad mucho”. Carmen ha tenido once hijos —“dos ya están en el cielo”, me comentó una vez—. No ha trabajado nunca fuera de casa, pero ha sabido hacer fructífera su vida. Su casa siempre ha estado abierta a todo aquel que la ha necesitado. Carmen es como el árbol plantado junto a corrientes de agua, que está lozano y frondoso, a pesar de los años. “Y vienen los pájaros a anidar en él”. Cuando rezo este salmo, muchas veces me acuerdo de ella.

Además del grupo de teatro, dirige los cursillos prematrimoniales, y a los novios les dice, entre otras cosas: “Amaos mucho y, sobre todo, poned a Cristo en el centro de vuestras vidas”. Al sacerdote del equipo de cursillos no le duelen prendas a la hora de hablar de esta mujer. “Acercaos a Carmen. No perdáis ni una palabra. Pedidle consejo, abridle vuestro corazón”. — ¿Por qué?—, decían los novios. — Porque es una santa —palabras textuales del cura—. No sé ni cómo se sostiene. Tiene unos dolores fortísimos, y aquí está, dando el cursillo. Fue en esta ocasión cuando me enteré que Carmen sufre unos dolores terribles por todo el cuerpo; ahora mismo no sé decir exactamente qué es lo que le pasa, pero… ahí está, llevando la cruz con paz, dándole un sentido trascendente. Y sin “pasar los papeles”, asumiendo que la vida merece ser vivida en todas sus facetas. Y dándose hasta la última gota de sangre. Igual que Juan Pablo II —al que acabo de recordar. El marido de Carmen murió hace un par de años, y un día, al preguntarle por la calle, cómo estaba ella, me comentó lo siguiente: “Ni siquiera la barrera de la muerte ha podido con el amor que nos tenemos”. *** Podría hablar aquí de otras personas: de Juan Carlos y Toñi, de Diego, de Joaquín, de Elvira y Jaime, de Lourdes, de Conchita...; la lista es interminable. Son personas que han cogido su vida en peso, y han hecho de ella una historia de alabanza.



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Juan José Velilla

E l s ec ue s t ra do r

“ERES UN ANGEL DE DIOS PARA MI” DICE UN SECUESTRADOR A SU REHEN, QUE LO CONVENCIO PARA ENTREGARSE.PISTOLA EN MANO, ENTRA EN LA CASA DE ELLA, HUYENDO DE LA POLICIA. “MIRAME, -DIJO-,YA ESTOY MUERTO”. ASHLEY, VIUDA Y MADRE DE UNA NINA, LE DIO DE COMER Y LE HABLO DE DIOS. Sucedió hace ya algún tiempo una mañana en la ciudad de Atlanta, en Estados Unidos, y la prensa local lo recogió con lujo de detalles. Brian Nichols era el responsable de la muerte de cuatro personas en un juzgado, al estar acusado de disparar a un juez, un periodista, un policía y un agente de aduanas, al que quitó su camión en el que huyó. Y a las dos de la madrugada llegó a una puerta por casualidad, la de Ashley. Ashley Smith, viuda de 26 años, empleada en trabajos temporales para mantener apenas a su hija de cinco años, acababa de mudarse y estaba ordenando cajas en su casa. A las dos de la madrugada se tomó un descanso, abrió la puerta para fumar un cigarrillo y se encontró con Brian Nichols que la encañonaba con una pistola. El hombre se quitó la gorra y ella reconoció el rostro que las cadenas de televisión habían emitido, el acusado de cuatro muertes ese día.

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Brian ató a la joven viuda de pies y manos, dejó su pistola a un lado y se duchó. Dijo a su rehén que necesitaba relajarse. Luego la desató. “He tenido un día muy largo”, explicó. Los dos empezaron a hablar. La joven enseñó al fugitivo su álbum de fotos, explicó su condición de madre viuda, habló de su hijita a la que tenía que ver por la mañana en la iglesia. Habló de su marido, que murió en una pelea con navajas. Ashley le pidió que no la matase, que eso dejaría sola a su hijita. Brian sólo quería un sitio para comer “algo de comida de verdad”, diría luego Ashley a la CNN, y también ver la televisión. Pero ella llevó el tema a las víctimas, a hacer que Brian pensase en las familias de los hombres que había matado. Y Ashley pidió a Brian que se entregase. “Él necesitaba esperanza para su vida”, explicó luego Ashley.


mosaico “Me dijo que ya estaba muerto. Dijo: mírame, mira mis ojos, yo ya estoy muerto. Yo le dije: no estás muerto, estás aquí delante de mí”. Ashley entonces le enseñó el libro que estaba leyendo, “The Purpose Driven Life” (La vida conducida por un propósito). Le leyó un fragmento y el asaltante quedó impactado y le pidió que lo leyera otra vez: “Servimos a Dios sirviendo a los otros. El mundo define la grandeza en términos de poder, posesiones, prestigio y posición. Si puedes exigir servicios de los otros, ya estás en lo alto. En nuestra cultura de autoservicio, con su mentalidad del yo-primero, actuar como un servidor no es un concepto popular.” Vieron juntos la televisión, las noticias sobre el tiroteo en el juzgado. Brian no podía creer que hablasen de él. Al amanecer salieron; él fue a buscar el camión robado para dejarlo en otro lugar a varias millas; ella lo seguía en su coche y lo recogió para llevarlo de nuevo a la casa. “Vaya, no huiste, pensé que te fugarías”, le dijo él a ella. En casa Ashley le preparó un desayuno: zumo de naranja, huevos fritos, tortitas de harina. Él le dio 40 dólares y le dijo “eres un ángel que Dios envió para mí”. Le ayudó a colgar algunas cortinas y cuadros, amontonados por la mudanza.

Ashley le prometió visitarle en prisión. Después ella llamó a la policía, explicando que Brian Nichols estaba en su casa. Él salió ondeando una tela blanca y se entregó pacíficamente. Hoy en este mundo en el que nos movemos, donde los medios para comunicarse unos con otros son tan avanzados (radio, televisión, Internet, teléfonos, etc.), podemos comprobar fehacientemente la enorme soledad que muchos seres humanos padecen, al no poder encontrar a otra persona que, cara a cara, la escuche, la ayude dándole gratis un poquito de su tiempo y, quizá, hasta un buen consejo. Es el caso de Brian, basado en un hecho real, un asesino de cuatro personas, que, según nuestra sociedad, merecería el mayor de los castigos. Pero ¿podríamos analizar el porqué de semejante acción? ¿Qué le pudo llevar a realizarla? ¿Qué hubiese podido pasar si, antes de ese terrible asesinato, se hubiera encontrado “casualmente” con aquella mujer, Ashley, en esa conversación en la que ella le habló de Dios, seguramente dándole ánimos, dándole esperanza en que la vida no termina aquí, que esta vida nuestra es el pasaporte para poder alcanzar otra infinitamente mejor…? ¡Cuantas personas se suicidan hoy en día, unos por no querer escuchar la Buena Nueva del Evangelio y otros por no haber tenido ni siquiera esa posibilidad!

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A r re a n d o que es

gerundio

Jesús Esteban Barranco

a buena o la mala suerte de llamarme así (Don Gerundio me llaman hasta hoy, que mañana me llamarán Don Participio), hacía que de niño, de joven y de adulto se metieran conmigo, de bromas o sin bromas, y me soltaran continuamente eso de “arreando, que es gerundio”, para que me pusiera al tajo.

L

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He sido albañil y el jefe de obra estaba cada dos por tres mandándome la tarea y dirigiéndose a mí con la dichosa frasecita para hacer la masa, colocar ladrillos, subir al andamio, etc. Más de una vez, bueno, en realidad muchísimas veces, no he perdonado a mis padres que me bautizaran así y aún no me explico cómo el cura consintió en ello. Parece que mi abuelo, que fue un hombre leído en aquellos tiempos, conocía las aventuras y sermones de Fray Gerundio de Campazas (alias Zotes), y el cura que me cristianó asintió en la faena porque él sabía que el autor de tal personaje había sido también otro cura, el P. José Francisco de Isla. El caso es que el andamio y el trabajo de albañil en la calle nos daban a mí y a mis compañeros ocasiones que ni pintadas para estar pendiente de cualquier chica guapa que pasaba por la calle, y ¡hay que ver la de piropos que les echábamos! La verdad es que muchas veces nos pasábamos de rosca y, como sabe todo el mundo, los albañiles (junto con los camioneros) hemos gozado de una fama de

amantes de faldas y escotes… Y aunque yo estaba casado —ahora estoy jubilado hace más de doce años y me quedé viudo por entonces—, la vista se me ha ido siempre detrás de las mujeres (bueno, detrás y delante, con perdón). Pues bien, Don Gerundio, que es un servidor, podría ser catalogado entre el número de los llamados “viejos verdes”, porque mis ojos han sido como los antiguos pucheros de pueblo donde entraba de todo, que ahora entiendo por qué se llamaban “olla podrida”. He sido viejo verde, pero de ahí, de “irme de vistillas” no he pasado, gracias a Dios, hasta que… Hasta que un día alguien me habló de Dios, que Jesucristo me quería como había sido, era y soy, que había dado su vida por mí y que estaba vivo en medio de nosotros. Los viejos —¡qué manía tienen ahora de llamarnos mayores!— somos o de colmillos muy retorcidos (el que tenga colmillos, que yo ya no los tengo), o simples como niños, que a esos sí los conozco porque estoy rodeado con frecuencia de una caterva de 23 nietos. Y me dije: “A la vejez, viruelas”.

D O N G E R U N D I O, Q U E E S U N S E RV I D O R , P O D R Í A S E R C ATA LO G A D O E N T R E LO S L L A M A D O S “ V I EJ OS VE R D ES ” , P OR QU E M I S OJ OS H A N S I D O C O M O LO S A N T I G U O S P U C H E R O S D E P U E B LO D O N D E E N T R A BA D E TO D O, Q U E A H O R A E N T I E N D O P O R Q U É S E L L A M A BA N “ O L L A P O D R I D A”.

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mosaico —Abuelo, ¿qué significa eso? me preguntó Isabelita, el día que cumplió sus diez añitos. —Pues, hija, tú sabes que la viruela es esa enfermedad de la piel que tienen los niños cuando les salen muchos granitos y se les pone la cara fea… Esas cosas les ocurren a los niños, no a los viejos; es decir, hay cosas en la vida que nos pasan de jovencitos. Yo debería haberme encontrado con Jesucristo cuando fui un chaval y no ahora, tan tarde; pero como dice tu madre, “más vale tarde que nunca”, que eso sí que lo entiendes, ¿verdad? Pero a ella no le he contado todo lo que me pasa por dentro. Ya se lo explicaré más adelante. Porque, lo cierto es que mis ojos estaban tan habituados a tragarse todo lo que caía ante mi vista, que eso me ha seguido trayendo a mal traer. Las cosas no son como antes: ya no hay que estar en el andamio o trabajando al pie de calle para recrearse con todo lo apetecible que pasaba por delante, fueran chicas o maduritas… Ahora la televisión suple con creces; los reportajes de pasarela de modas son una fuente para los ojos hambrientos, con esa forma estrambótica de vestir a la mujer desnudándola; en la playa, cuando me llevan mis hijos en verano, no sé si tengo que echar un antifaz en el neceser, y no digamos los quioscos de prensa, donde vas a comprar el periódico del día y te encuentras con unas portadas de revistas que parecen ir a la carrera a ver quién enseña más (¡claro!, por algo las llaman “re-vistas”, porque las miran y remiran un montón de veces). El sábado pasado oía el comentario de un par de muchachos: “Mira esa, tío, es que no tiene desperdicio”; no sé si se referían a la revista o a la ilustración de cubierta; pero, la verdad, creo que ambas sí tenían desperdicio.

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Y mira por dónde, estando de vacaciones en el mar con mi hijo Gabriel, su mujer y los seis niños, nos fuimos de excursión cerca de un monasterio entre dos valles del interior. Yo no sabía si eran trapenses, cistercienses, cartujos o benedictinos, porque usted entenderá que un albañil no ha tenido estudios para distinguir esas cosas. Mientras los míos estaban por el claustro viendo la fuente, yo me quedé en la iglesia, verdadera obra de “albañilería”. Sentado en un banco había un monje, más anciano que yo, con la cabeza gacha y los brazos metidos en las mangas de su hábito. Empezamos a hablar y me faltó poco para contarle mi vida… —¿Y nunca se te ha ocurrido dar gracias a Dios por haberte hecho así, con esos ojos avarientos? —me preguntó al cabo de un rato. Y yo, que pensaba que tenía que arrancármelos, como había oído que se cuenta en el Evangelio, no supe qué responderle. —Pues verá, Padre Rafael —que así me dijo se llamaba e iba a cumplir 87 años—: me paso el día pidiéndole al Señor que me libre de esas tentaciones, como dicen que le ocurría a San Pablo, que suplicaba a Dios que le librara de una “espina” que tenía… —Está bien eso; pero ¿por qué, cada vez que te vienen esos pensamientos y deseos, no le dices al


mosaico Señor: “Gracias por haberme hecho de esta manera, con estos apetitos tan subidos de tono, con esta carne que pide y exige constantemente ser saciada. Señor, pues así, con esta carne, con este cuerpo mío, entradito ya en la senectud, pero con esta mente tan volátil a la caza de aves eróticas, te quieres Tú cubrir de gloria venciendo en mí toda esa avidez insana. Bendito seas, porque ante la tentación del Maligno, me ayudas a acordarme de Ti, a recurrir a Ti, y pedirte que este cuerpo un día sea glorioso en la resurrección de los muertos (ahora que ya no me queda tanto). Y no te olvides que la concupiscencia no es pecado; lo es secundarla; es como un cuchillo: su filo no es malo, lo es si lo usas para hacer daño. Por lo demás es la copa la que hay que lavar por dentro, la olla podrida, como dices tú; así, si tu cristalino está limpio, tú serás luminoso: no te lo digo yo, lo dice el Evangelio” (ver Mt 6,22-23). Sentí una paz enorme que no sé explicar (y ya me diréis vosotros cómo se lo cuento a mi nieta). Cuando volvimos a casa y me quedé solo en mi habitación, empecé a rezar así, y estoy contentísimo y feliz en medio de los zurriagazos de la tentación. Escribí unas líneas en un papel y se las di a leer a la niña: —Abuelo, está lleno de faltas de ortografía. Y tacha eso de aquel piropo que no entiendo muy bien…; mira, aquí, donde pone: “Adiós, rubita maciza y fondona, ¿dónde vas con esos andares como la Giralda y esos pelos de canela en rama?”.

Lo taché y me salí a la calle a comprar el periódico a pesar de mi vista cansada enemiga de la letra pequeñita, pero con la mirada limpia como el azulito de los ojos de mi nieta. —Don Gerundio, ya no parece usted tan cascarrabias como antes —me dijo la frutera del mercado, haciéndole coro el pescadero y el panadero, con un “Buenos días” entre burlón y sandunguero. —A partir de mañana me llamáis Don Participio —les repliqué con el mismo tono castizo y zumbón—. No sé si vosotros sabéis por qué, pero yo sí: abandono aquello de “arreando, que es gerundio”, porque me siento muy juntito íntimamente con Dios, participando de su vida divina. Voy a ser luminoso, como Dios mismo. ¿Lo pilláis? Y esto es todo. Les mando a ustedes, los de Buenanueva, este escrito: perdonen las faltas de ortografía: hasta hace muy poco dejé de escribir albañil con hache, cuando mi nieta Isabelita me empezó a corregir las palabras. La niña me ha dicho que Buenanueva se escribe solo con una “be”; yo es que lo había escrito con dos, porque pensaba que eso de la Resurrección era como una fiesta muy grande, como la “Nabidad”… Pónganlo ustedes bonito y, cuando lo vea negro sobre blanco, ya se lo enseñaré a la niña y le contaré mejor esto que me ha ocurrido.

SEÑOR, CON ESTE C U E R P O M Í O, E N T R A D I TO YA E N L A S E N E C T U D , P E R O C O N E S TA M E N T E TA N VO L Á T I L A L A C A Z A D E AV E S E R Ó T I C A S , TE QUI ER ES TÚ CU BR I R D E G LO R I A V E N C I E N D O E N M Í TO D A E S A AV I D E Z I N S A N A

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Dios en el corazón

El deseo de

del hombre Jerónimo Barrio Gordillo Licenciado en Medicina y Cirugía

l deseo de Dios está escrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar

E

Esta sentencia, contenida en la primera página del Catecismo de la Iglesia Católica, es una verdad que incumbe a todos los hombres, incluidos también, paradójicamente, aquellos que no creen en Dios. La fuerza de la gravedad es una ley física, una realidad universal, válida para todos los hombres de todos los rincones de la Tierra. Podría existir algún hombre que dijese no creer en la fuerza de la gravedad; sin embargo, ese hombre, a pesar de todo, seguiría pegado al suelo y, si se tirase por una ventana, se caería con toda seguridad al suelo. En honor a su testarudez y a su obstinación en no creer en la fuerza de la gravedad hasta morir mártir por esta causa, podríamos escribir en su lápida: “Fue fiel a sus creencias y murió por ellas”. Pero para el resto de las personas, que creemos que la fuerza de la gravedad es una realidad, ese hombre fue un pobre loco que estaba equivocado hasta el límite.

S I E M P R E Q U E U N HO M B R E B US CA Y V IV E E N L A V E R DA D , V I V E E N D I O S . 90


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no busques a Dios lejos de ti, sino en ti

l leno s de auténtica vida

Que yo no crea en la verdad no significa que ésta no exista. Tan sólo significa que soy libre y hago uso de mi libertad, en este caso para equivocarme. Otra cosa será la culpabilidad moral de mi error, pero eso le toca a Dios juzgarlo, no a los hombres. Los hombres tan sólo podemos decir que alguien se ha equivocado, pero no que alguien es malo, que es muy diferente.

El hombre que busca a Dios, desarrolla su propia naturaleza de ser humano. Si las plantas fuesen libres como los hombres y pudiesen escoger hacia dónde dirigir sus raíces y tallos, seguro que seguirían haciéndolo bien, pues su vida dependería de esa opción. Sólo el hombre, dotado de libertad y a costa de ella, es capaz de cambiar hasta su propia naturaleza, aquella de la que depende su vida.

El deseo de Dios del que nos habla el Catecismo, inscrito en el corazón del hombre, puede no ser reconocido por éste. De hecho, muchos hombres que buscan con sincero corazón en sus vidas la justicia social, la verdadera paz, la verdad y el bien… desean a Dios, probablemente sin saberlo, porque siempre que un hombre busca y vive en la Verdad, vive en Dios. De múltiples maneras en su historia los hombres han expresado esa búsqueda de Dios por medio de creencias y comportamientos religiosos de lo más dispar. Esa actitud es tan constante en la historia del hombre que se puede considerar al ser humano, antropológicamente hablando como un “ser religioso”. El hombre busca de forma natural su trascendencia, aunque sea de modo equivocado o imperfecto. Cualquier persona que deje, con honestidad, hablar a su corazón, descubre una necesidad de felicidad absoluta que no es satisfecha con bienes materiales. Esa necesidad, ese deseo sobrenatural es el deseo de Dios, la tendencia de todo hombre a su principio, a su raíz; como las plantas buscan en sus tallos la luz y en sus raíces la tierra y en ella el agua, en esa actitud de la planta está su propia vida; no puede una raíz buscar la luz y un tallo buscar la tierra porque la planta sencillamente moriría.

Una vez más los geranios, los tulipanes y hasta las lechugas, saben más de la vida que los hombres. Buscan la vida sin errores, dejan a su naturaleza obrar y no se confunden. Tan sólo dejemos que nuestra naturaleza busque su tendencia profunda, la más elevada, la principal, la que da sentido a nuestro existir y la llena de auténtica vida. Como la raíz busca el agua y el tallo la luz, así debería ser nuestra vida, ordenada en Dios, creciendo en Él. San Agustín fue un ejemplo de ese raro tipo de hombre que se equivocó de tren y que supo bajarse, estando ya muy lejos del destino, para retomar la dirección adecuada. El reconoce en sus “Confesiones” que Dios mismo nos hace sentir el gozo de caminar hacia Él, “…porque nos has hecho Señor para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti”.

E L D ESEO D E D IOS DE L QUE NOS H A BLA E L C AT E C I S M O, I N S C R I TO E N EL CORAZÓN DEL H OMB RE , PU ED E N O SE R R EC ONOC ID O POR É ST E 91


madres & hijas Director: Rodrigo García. Intérpretes: Annette Bening (Karen), Naomi Watts (Elizabeth), Jimmy Smits (Paco), Kerry Washington (Lucy), Shareeka Epps (Ray), Samuel L. Jackson (Paul) Nacionalidad: EE.UU. Año: 2009 Duración: 125 minutos. Valoración: Jóvenes-adultos.

Crítica de Juan Pablo Serra


mosaico El colombiano Rodrigo García vuelve a la carga con una nueva muestra de cine multiprotagonista, tocando de pasada el tema de la incomunicación que abordó en “Cosas que diría con sólo mirarla” (1999), aunque con una cohesión argumental mucho más robusta que “Nueve vidas” (2005). La historia principal se centra en Karen, una fisioterapeuta entrada en los cincuenta. Soltera y casi siempre a la defensiva, cuida de su madre enferma y escribe cartas a la hija que dio en adopción tras quedar embarazada siendo adolescente. Esta última es Elizabeth, una abogada resuelta y dominadora que se independizó de sus padres adoptivos a los diecisiete años y que salta de bufete en bufete sumando puntos para llegar a ser juez. Por último, están Lucy y Joseph, un matrimonio estéril metidos de lleno en un proceso de adopción.

“Nueve vidas” era una cinta dominada por un cargante perspectivismo epistemológico, con personajes que en una historia tienen un carácter X y —sin solución de continuidad— en la siguiente presentan una personalidad Y. Afortunadamente, “Madres & hijas” evita esta tendencia. Para ello, García opta por enlazar las tres ramas del argumento con un tema común (la maternidad) y darles una cierta conexión causal, al estilo del cine de González Iñárritu (“21 gramos”, “Babel”), pero sin perder sus señas de identidad. De hecho, García consolida su preferencia por el cine de mujeres aderezando cada historia con poderosas subtramas donde aparecen sus protagonistas en relaciones de madre-hija, suegra-nuera, vecina-vecina, madre biológica-madre adoptante… El film no disimula su tono melodramático y folletinesco, lo cual se agradece, pues depara al espectador varios momentos de gran dramaticidad y emotividad. En cambio, puede dejar un regusto agridulce a quienes hayan vivido o conocido de cerca la experiencia de la adopción, presentada en el film como algo que marca negativamente o, mejor aún, como “algo cercano a la catástrofe —una lágrima en la fábrica del orden natural” (A. O. Scott).

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mosaico En efecto, rodea a la película un aire trágico, donde los acontecimientos van determinando a los personajes, cuyas vidas “encajan” en las de los otros y siempre asalta la duda de si estos “encajes” son casuales, necesarios o queridos por Otro. Tanto es así que la primera pregunta que formula a Lucy la joven embarazada que va a entregar a su hijo en adopción es si cree en Dios. La respuesta de Lucy (“venimos de la nada y a ella volvemos, y lo que nos pasa depende de nuestra voluntad y de la suerte”) es elocuente y parecería traducir la opinión del propio autor del filme, cercana a un nihilismo trágico confirmado también por la postura de la madre de Karen, para quien vivir es ir de decepción en decepción.

Sin embargo, si fuera cierto que en el filme se sostiene esta opinión, habría que decir que cae en una contradicción performativa. Así, al mismo tiempo que Lucy pone toda su voluntad en ser madre del bebé de Ray, de hecho acaba siéndolo de otro niño que “le cae” sin quererlo. Y que tampoco “le cae” por suerte, sino gracias a la intervención de una tercera persona, la hermana Joanne, una monja realista y atenta a lo real. Pero, sobre todo, en el film se refuta claramente la tesis trágica de que “vivir es esperar decepciones”: primero, en el personaje que pronuncia dicha frase, la anciana Nora, alegre al ver a su asistenta jugando con su hija en el hospital; y, segundo, en la propia Karen, que heredó de su madre el miedo a ser decepcionada por los demás pero que, animada por un compañero del trabajo, será capaz de reconocer —más allá de los resultados— que intentar buscar a la hija que no conoció no puede ser un error. La sensación de tragedia persiste por el punto de partida del film, que parece ver la adopción como la ruptura de un cierto orden (al menos, si la madre biológica vive). Pero lo cierto es que —partiendo la adopción de algo tan poco natural como que una madre se desprenda de su hijo— el que el principio sea “forzado” no implica que el fruto tenga que ser indigno. No se trata aquí de minimizar los problemas que experimentan los niños adoptados, pues estos, de facto, suelen vivir con la herida del abandono. Pero una cosa es tener esa herida

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mosaico y otra muy distinta que esa herida sea incurable, que es lo que parece deducirse del personaje de Elizabeth, autosuficiente y controladora de sus relaciones afectivas y sexuales. Al igual que en todo proceso de adopción, existe una tensión conceptual y existencial en el fondo del film, donde, por un lado, se afirma que los vínculos familiares van más allá de la sangre y se crean con el tiempo y el cariño y, por otro lado, se muestra que el vínculo biológico es importante, que “la mujer embarazada está llamada a ser la madre de su hijo” y que “la maternidad biológica es un ideal por el que merece la pena luchar mientras se pueda” (J. Orellana). Y es uno de los logros de la película que, además, ofrece valiosas sugerencias a favor del nonacido y sobre la maternidad como el medio concreto por el que se desarrolla la estructura relacional de la persona, visible en el hecho de que, aunque sus protagonistas no comparten el mismo problema, sí

comparten la misma solución (R. Ebert). Los seres humanos somos sociales por naturaleza y buscamos establecer vínculos estables (de ahí lo extraño que resulta el edificio donde vive Karen, habitado por solitarios sin hijos). Y si hay algo que el cine multiprotagonista —género en el que se encuadra “Madres & hijas”— ha denunciado con preocupación es el individualismo reinante en las grandes ciudades. Al fin y al cabo, como se dice en el Génesis, “no es bueno que el hombre esté solo”. Que, a veces, el azar o —¿por qué no?— la Providencia tenga que intervenir para romper el aislamiento creciente en el mundo contemporáneo es otra de las sugerencias que puede desprenderse del film, donde ni siquiera una ligadura de trompas puede impedir el milagro o novedad radical que supone un embarazo y un recién nacido. En definitiva, un rico mosaico sobre la maternidad, la soledad y la familia donde lo único que se echa en falta es una visión menos parcial y más justa del papel del varón en el hecho de la maternidad, pues cuando no es directamente expulsado (“quiero que vengas al curso preparto conmigo, pero no tu marido”), es presentado como indeciso, infiel, con miedo al compromiso o, sencillamente, pusilánime. Un defecto menor pero irritante en una película por lo demás bastante valiosa.

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Reflexiones en torno

a dos libros Ramón Domínguez Balaguer Doctor en Teología Bíblica

El escándalo de la libertad Entre los libros que he podido leer este verano hay dos que me han llamado la atención. Uno de ellos es el escrito de Luc Baresta, “El anuncio del paraíso sobre nuestros desiertos”, de la editorial Caparrós. No voy a detenerme en su planteamiento, sino tan sólo entresacar algunas reflexiones que me ha suscitado su lectura. Se trata, en el fondo, del problema del sufrimiento, con el que nos encontramos continuamente y del que no nos es dado sustraernos, y del escándalo que provoca entre los hombres. El hombre quiere y no es feliz. ¿Hemos de pensar que la felicidad es sólo para después de la vida, mientras que en esta debemos resignarnos a aguantar el sufrimiento? Víctor Frankl, experto en sufrimiento, argumentaba que “el enigma del sufrimiento tiene, quizá, su explicación únicamente en el encuentro con Dios en el más allá”. Para responder a esta cuestión hemos de remontarnos hasta el origen del sufrimiento humano. El mal no es una realidad autónoma, independiente de Dios. Él todo lo ha hecho bien, porque siendo amor, quiere donarse a su criatura y, en especial, al hombre. Pero éste, en su libertad, ha rechazado el don de Dios y ha pretendido ocupar el lugar que no le corresponde, excluyendo a Dios de su vida. Sin embargo, al rechazar el Bien, ha dado entrada la mal, que es simplemente, ausencia de bien. Contrariamente a lo que piensa el hombre rebelde, “Dios y el hombre no se encuentran uno frente al otro; están en el mismo bando”. El olvido de Dios es olvido del hombre. Al rechazar a Dios, el hombre queda expulsado del paraíso, lugar de encuentro y de comunión de vida con Dios, y ha de morar en el desierto.

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El paraíso al que nos llama y sigue llamando Dios, se convierte en desierto, cuando el hombre deserta de Dios. “El desierto sigue avanzando, convirtiéndose en imagen de la realidad del hombre, que vive en el desierto de no conocer a Dios”. Pero el desierto puede convertirse en vergel; se puede encontrar en él la verdadera felicidad; es transformable, no hace falta esperar al más allá; se le puede conocer acá, como han mostrado los santos. “La existencia con Cristo es ‘concreta’, de “con-crescere”, crecer con, en contraste con la abstracción de una vida sin Dios”. Sin Dios nada tiene sentido y todo permanece oscuro e indescifrable; con Cristo, todo, hasta los más mínimos detalles, están cargados de sentido y apuntan en una misma dirección: al encuentro del amor que nos sostiene.


mosaico “El escándalo no está en el mal, sino en la libertad”. ¿Podía Dios haber creado un mundo mejor? ¿Cómo responder al sofisma de Nietzsche? ¿Por qué ha hecho Dios al hombre libre, si esta libertad iba a traer el mal? La gran tentación totalitaria, que busca sustituir a Dios, se centra en la supresión de la libertad para hacer un mundo más perfecto. Con la dictadura se funciona mejor. Pero esta supresión es diabólica; el diablo no puede amar, por eso esclaviza; Dios ama, por eso deja al hombre libre, pues la libertad es la condición para el amor. Este es el mundo más perfecto porque es un mundo creado por el amor y para el amor, aunque contemple la libertad que puede llevar a hacer el mal. Dios permite que haya machos cabríos, en cuyo caso, como dice S. Agustín, “¿a qué vienen los machos cabríos en el rebaño de Dios?

En los mismos pastos, en las mismas fuentes, andan mezclados los machos cabríos, destinados a la izquierda, con las ovejas, destinadas a la derecha, y son tolerados los que luego serán separados. Con ello se ejercita la paciencia de las ovejas, a imitación de la paciencia de Dios. Él es quien separará después, unos a la izquierda, otros a la derecha”. Se trata de la respuesta de Dios al sufrimiento. Él no quiere eliminar el mal, pues con ello suprimiría la libertad y la capacidad de la criatura para responder al Amor con amor. En lugar de ello, usa de misericordia con el malvado, porque lo ama y aguarda su conversión para que pueda ser recuperado; mientras tanto, carga con su pecado para que pueda ser salvo. Pero esto nos lleva a la reflexión sobre el segundo libro.

La respuesta del Siervo El segundo libro, objeto de estas reflexiones, ha aparecido recientemente en la “Colección Libros Buenanueva”. Se trata de “El Siervo de JHVH. Una ciencia de la violencia”, del que es autor el profesor Ángel Barahona Plaza. La ruptura de la comunión con Dios está en el origen, como explica el Génesis, de la conflictividad entre los seres humanos. Al no poder ver al prójimo como alguien digno de ser amado por sí mismo, el otro se muestra como un rival. La rivalidad entre humanos, que lleva a toda clase de violencia, se manifiesta como un dato antropológico, atestiguado por los mitos antiguos. Se refleja en toda la historia, como las rivalidades entre hermanos, que no pueden soportar que a uno le den más que al otro, viviéndolo como una injusticia que es necesario reparar. Se traduce en la rivalidad entre naciones, que conduce a la guerra; en los nacionalismos exclusivistas; en la competitividad entre agrupaciones, empresas o individuos que aspiran a un mismo puesto. Las rivalidades y los conflictos, siempre se resuelven mediante la “muerte” del otro, al que se considera culpable y causante de nuestra desgracia.

El Siervo de YHVH Colección Libros Buenenueva Edita: Asociación Bendita María 242 páginas • Madrid 2010 Precio: 20 € Pédidos: 91 759 79 68

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mosaico Todos creen que su violencia es legítima y que esta violencia traerá la paz al cesar el conflicto, como el divorcio del cónyuge conflictivo, destrucción del feto no deseado, eliminación de los burgueses capitalistas, aniquilación de los judíos, etc. Pero esta es una forma primitiva y arcaica de afrontar los conflictos (lo extraño es que ahora, a algunos de ellos se los considere como progresistas). Sin embargo, el uso de la violencia nada resuelve, sino que provoca la reacción de la venganza, por lo que la sociedad busca ponerse de acuerdo hasta encontrar una víctima propiciatoria, a la que se considera culpable de las desavenencias y sobre la que se concentran todas las miradas, descargando sobre ellas el peso de la rabia contenida; ya sea el linchamiento de un negro en la Alabama de los años treinta, la “Soah” contra los judíos en la Alemania nazi o el aniquilamiento de los posibles contrarrevolucionarios en la Camboya de Pol Pot. Siempre se escoge una víctima que sea incapaz de defenderse o de provocar la reacción de la venganza, porque es de una etnia minoritaria, extranjera o sin recursos; una víctima, muchas veces anónima, que, con su muerte, restituya el equilibrio y llegue a provocar la reconciliación de los enemigos, al hacer causa común contra uno solo, como Herodes y Pilato. Todo esto está atestiguado por los mitos antiguos, en todas las culturas, y también por los relatos bíblicos (compárese el mito de Edipo con el relato de Job o de José en Egipto), pero con una notable diferencia: todas las arbitrariedades y todas las violencias que se ejercen sobre el otro, están, a primera vista, bien fundadas, ya que el otro aparece siempre como culpable y causante del problema, por lo que debe ser eliminado; pero ocultan un dato revelador, como explícitamente exponen los relatos bíblicos —y aquí está la diferencia—: las víctimas son siempre inocentes de los crímenes que se les imputan, llámense Abel, Job, José, las minorías étnicas, los niños no nacidos y Cristo, el verdadero inocente.

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Mientras las rivalidades y los conflictos, a cualquier escala, como disputas familiares, se resuelvan mediante la muerte del otro, este camino nos lleva directamente a la autodestrucción. Nuestra sociedad está en decadencia; se niega a recorrer el único camino que la puede conducir a la paz y a la prosperidad, y se empecina en lo retrógrado, primitivo y violento, sea divorcio, aborto, eutanasia, eugenesia, manipulación de embriones, etc. Todo es violencia injusta. El único camino viable es el de la reconciliación, y éste sólo se puede recorrer mediante el perdón. Contrariamente a lo que opina el mundo, la única forma progresista es la de la reconciliación que se obtiene con el perdón. Es el camino que nos ha mostrado Dios en Cristo. Él no elimina el conflicto destruyendo al culpable, sino que, siendo inocente, acepta voluntariamente el sacrificio, ya que sólo el Cordero de Dios puede quitar el pecado del mundo. Y lo hace porque sabe que la violencia del hombre sobre Él, inocente, no es culpable, sino ignorante de que, a través de ella, se manifiestan los mecanismos oscuros y misteriosos por los que se muestra la voluntad salvífica de Dios: esta entrega voluntaria traerá realmente la reconciliación y la paz para todos, incluidos sus sacrificadores. Esta misma es la vocación de la Iglesia, llamada a ser luz que muestre al mundo el camino de la verdad, y sal de la tierra, que trae la paz. Mientras no se viva el cristianismo en su profundidad, no habrá paz ni reconciliación, y la dinámica de la violencia seguirá su curso inexorable. La única esperanza para el mundo está en el cristianismo. Amar a Cristo es la única verdad.



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Examen

de

conciencia

sacerdotal Mons. José Ignacio Munilla Obispo de San Sebastián

n su homilía de inicio de pontificado, Benedicto XVI hizo una breve explicación catequética sobre el “palio”, confeccionado con lana de oveja, con el que se reviste el arzobispo: “El palio indica primeramente que Cristo nos lleva a todos nosotros. Pero, al mismo tiempo, nos invita a llevarnos unos a otros”. Asimismo, el Papa recordaba también que Aquel que nos pide a nosotros, sacerdotes, colaboración en su tarea de pastoreo, es el mismo que comparte de forma misteriosa nuestra propia condición: “El pastor de todos los hombres, el Dios vivo, se ha hecho Él mismo cordero, se ha puesto de la parte de los corderos, de los que son pisoteados y sacrificados”.

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El sacerdote, “oveja” y “pastor” d e l re b a ñ o d e C r i s t o Esta doble condición de ser pastores y ovejas del rebaño de Cristo, que tenemos los sacerdotes, es el punto de partida de este breve “examen de conciencia sacerdotal”. Es de suponer que este examen de conciencia para sacerdotes, llegue también a las manos de muchos laicos, consagrados o religiosos… Obviamente, no existe ninguna contraindicación para que puedan servirse de él.

¡No hay secretos entre las distintas vocaciones de vida cristiana! Todos buscamos la santidad; y de la misma manera que para nosotros, los sacerdotes, es muy estimulante ver el esfuerzo que muchos seglares realizan por ser fieles en su vocación, también lo será para los laicos ver que los sacerdotes hacemos lo propio, máxime en este Año Jubilar Sacerdotal. ¡Alguien dijo que el deseo de santidad es contagioso.

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La s t e n t a c i o n e s d e l s a c e r d o t e, c o m o “ ove j a ” d e l r e b a ñ o d e C r i s t o • Falsa seguridad: Uno de nuestros peligros principales puede ser el olvido de que somos tentados como cualquier otro ser humano… Nuestra condición sacerdotal no nos preserva de la tentación del materialismo, del placer; ni tampoco de la búsqueda del poder y del prestigio… “¡El que se crea seguro, tenga cuidado en no caer!” (1Co 10,12).

• Rutina: Es el riesgo que tenemos de acostumbrarnos a lo sagrado, de no conmovernos ante la presencia real de Dios en la Eucaristía… El hecho de ser “administradores” de los tesoros de Dios, nos permite estar especialmente cerca del Misterio, pero también nos puede inducir a la rutina y al acostumbramiento.

• Autodidactas: Los sacerdotes tenemos • Falta de esperanza en nuestra propia una cierta tendencia a “autodirigirnos” y a “au- santidad: Los sacerdotes podemos asumir el toevaluarnos” en la vida espiritual, como si fuésemos maestros de nosotros mismos… ¡Y eso no funciona! Dios nos da el “don de consejo” para ejercer como pastores con los que nos han sido encomendados, pero no para con nosotros mismos. Nosotros hemos de ser “pastoreados” por otros hermanos sacerdotes. Cometeríamos un grave error si pensáramos que el director espiritual fue una figura necesaria solamente en el tiempo de formación en el Seminario.

rol de ser “altavoces de Dios”, dejando paradójicamente en segundo plano la llamada a la santidad que Dios nos dirige a nosotros mismos. No es infrecuente que nos resulte más fácil confiar en la “historia de salvación” de Dios para con la “humanidad”, que en el plan personal de santificación que tiene con nosotros. La recepción frecuente y esperanzada del sacramento de la penitencia, es el mejor signo de que los sacerdotes mantenemos vivo el deseo de recuperar el “amor primero”.

• “En casa de herrero, cuchillo de palo”: Ciertamente, los sacerdotes podemos dar por supuesta, equivocadamente, la madurez de nuestra vida espiritual, sintiéndonos dispensados de determinados actos de piedad… Sin embargo, nosotros somos los primeros que necesitamos los medios sobrenaturales para el cultivo de nuestra vida de fe.

La s t e n t a c i o n e s d e l s a c e r d o t e, c o m o “ p a s to r ” d e l re b a ñ o d e C r i s t o • Falta de autoestima: El avance de la increencia en nuestra sociedad puede conducirnos a la tentación de hacer una lectura pesimista de nuestro ministerio sacerdotal. Como les ocurre al resto de los mortales, también nosotros tenemos el riesgo de valorarnos más por el “tener” que por el “ser”; es decir, hacer depender nuestra autoestima del grado de éxito cosechado en nuestros proyectos, y no tanto del valor del tesoro que llevamos entre manos…

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mosaico • D e sc o nf i an z a en l a P ro v id e nc i a d e • Falta de oración “apostólica”: Es posible D io s : En medio de nuestro empeño pas- que podamos pasarnos la vida diciéndonos a toral, no podemos olvidar cuáles son el Alfa y la Omega de la Historia de la Salvación: Sólo Cristo es el Redentor del mundo y nosotros somos meros instrumentos. ¡Sus planes de salvación para la humanidad no se verán frustrados! La Iglesia tiene la promesa de indefectibilidad recibida del mismo Cristo. ¡La victoria de Cristo sobre el mal será plena y esplendorosa! Es frecuente que nosotros suframos porque las cosas no vayan como nosotros pensamos que debieran ir; pero, como aquellos apóstoles que estaban angustiados al ver cómo Jesús dormía en aquella barca zarandeada por la tempestad, quizás también nosotros necesitemos la reprensión que Jesús dirigió a los suyos: “Hombres de poca fe, ¿por qué habéis dudado?” (Mc 4, 40; Mt 14, 31).

• Necesidad de purificar nuestros criterios: Una cosa son las sensibilidades enriquecedoras, y otra muy distinta las “ideologías”, que siempre deben ser purificadas. Baste recordar aquella reprensión de Jesús a Pedro: “Tú piensas como los hombres, no como Dios” (Mc 8, 33). En la Sagrada Escritura y en el Magisterio de la Iglesia encontramos la fuente para conformar nuestros criterios con la luz de la Revelación.

nosotros mismos que, como sacerdotes que somos, hemos de orar más y mejor. Y la pregunta es: ¿Será cuestión de tiempo?, ¿de fuerza de voluntad?, ¿o de amor de Dios? Lo indudable es que el Pueblo de Dios no solo requiere de nosotros que seamos “maestros”, sino también “testigos” del mensaje que anunciamos.

• Vanidad: Podemos realizar muchas obras “materialmente” buenas, en servicio de Dios y de los fieles; pero pueden encubrir una cierta búsqueda “subjetiva” de nosotros mismos. Existe el riesgo de interferencias de nuestro amor propio, incluso en el marco de un cumplimiento íntegro del ministerio sacerdotal.

• Miedos que nos paralizan: En ocasiones, el miedo al fracaso nos lleva a no arriesgar en nuestras actuaciones, a no dar lo mejor de nosotros mismos. Igualmente, el temor a ser etiquetados o mal comprendidos, también puede disminuir nuestro celo apostólico y nuestra acción en bien de las almas. (En el fondo, estamos ante otra manifestación de la vanidad). • Falta de método: Nuestra labor sacerdotal, aun siendo muy sacrificada, puede perder eficacia por causa de una forma desordenada de trabajar. A veces podemos abusar de la improvisación o de no rematar las cosas. Hemos de ver también si compartimos nuestras iniciativas, si delegamos responsabilidades.

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mosaico • Falta de cuidado personal: La vida sacerdotal puede conllevar una cierta soledad, de la cual se desprenden determinados riesgos: comer mal, descansar poco, descuido del aseo personal, del vestir, de la salud, hábitos desordenados de vida, dejar que se enrarezca nuestro carácter. Un cierto nivel de autodisciplina es necesario; pero, sobre todo, lo más importante es que nuestro descanso interior y exterior lo vivamos “en Cristo”, y no al margen de Él. • Impaciencia: Podemos confundir la necesidad de “rigor” con la “impaciencia”, olvidando las palabras del profeta: “La caña cascada no la quebrarás, la mecha humeante no la apagarás” (Is 42,3). La radicalidad evangélica no justifica nuestra dureza con los que nos han sido confiados; por el contrario, en nuestra vida de servicio sacerdotal es importante el sentido del humor, el cariño y la alegría, es decir, la misericordia. • Los predilectos de Cristo y los nuestros: La acción apostólica de Cristo se dirige a todos, sin excepción. Al mismo tiempo, sus predilectos fueron los excluidos, los pobres, los enfermos… Nuestro examen de conciencia nos cuestiona sobre si los pobres y necesitados ocupan el centro de nuestro ministerio sacerdotal: personas en soledad, quienes padecen desequilibrios psíquicos, otros enfermos y ancianos, parados, inmigrantes, transeúntes, maltratados…, sin olvidar la mayor de las pobrezas, compartida por todos nosotros: el pecado. ¡La administración abnegada del perdón de Cristo, es el máximo signo de la “caridad pastoral”!

Llenos de esperanza en este Año Jubila r

Un examen de conciencia no es una mera introspección, sino que consiste en abrirnos a la gracia de ver nuestra vida desde los ojos de Dios. Nuestro Patrono, el Santo Cura de Ars, decía: “No es el pecador el que vuelve a Dios para pedirle perdón, sino Dios mismo quien va tras el pecador y lo hace volver a Él”; “Este buen Salvador está tan lleno de amor que nos busca por todas partes”. Tenemos sobradas razones para vivir nuestro “examen de conciencia sacerdotal” llenos de confianza y abiertos a la esperanza de la santidad. No en vano, el Papa convocó el Año Jubilar Sacerdotal con el objetivo de “promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo” y de “favorecer la tensión de los sacerdotes hacia la perfección espiritual, de la cual depende sobre todo la eficacia de su ministerio”.

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CRISTO CUENTA CON VOSOTROS. DEJAOS CONQUISTAR POR ÉL Y SERÉIS TAMBIÉN VOSOTROS, EN EL MUNDO DE HOY, MENSAJEROS DE ESPERANZA, RECONCILIACIÓN Y PAZ”.

He aquí las palabras con las que su Santidad Benedicto XVI concluía su Carta para la Convocación de este Año Jubilar Sacerdotal: “A pesar del mal que hay en el mundo, conservan siempre su actualidad las palabras de Cristo a sus discípulos en el Cenáculo: ‘En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo’ (Jn 16, 33). La fe en el Maestro divino nos da la fuerza para mirar con confianza el futuro. Queridos sacerdotes, Cristo cuenta con vosotros. A ejemplo del Santo Cura de Ars, dejaos conquistar por Él y seréis también vosotros, en el mundo de hoy, mensajeros de esperanza, reconciliación y paz”.



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Jovenes camino de Santiago

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Quien era Santiago Apóstol de Jesús, “Santiago, el hijo de Zebedeo o el Mayor” era el hermano mayor de Juan; ambos, originarios de Betsaida, vivían en Cafarnaún, trabajando como pescadores a orillas del Lago de Genesaret; pertenecían, pues, a una familia que regentaba un modesto negocio familiar, el de la pesca, y su padre se llamaba Zebedeo. Estaban asociados con otra pareja de hermanos, Pedro y Andrés en la industria de la pesca, para cuyo trabajo contaban con empleados ocasionales. De este círculo de pescadores Jesús escogió a sus cuatro primeros discípulos: Pedro y su hermano Andrés, Santiago y su hermano Juan. Santiago, gozaba de especial confianza con Jesús, fue testigo privilegiado de algunos momentos importantes en la vida de Cristo. Asistió, junto con Juan y Pedro, a la resurrección de la hija de Jairo. Fue testigo de la transfiguración y estuvo también en el huerto de Getsemaní. El mismo Jesús apodó a Santiago y a Juan con el sobrenombre de “hijos del trueno”. Santiago es una persona apasionada, llena de arrojo y decisión, capaz de ponerlo todo en juego. San Lucas nos relata que junto a su hermano Juan pidió a Jesús que hiciese bajar fuego del Cielo para arrasar a los inhospitalarios samaritanos que se negaban a dar albergue al maestro.

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Santiago forma parte del grupo inicial de la Iglesia Primitiva de Jerusalén. La tradición le atribuye una gran labor de evangelización en la provincia hispánica, la cual le correspondió en el reparto que los apóstoles realizaron con el fin de difundir el Evangelio de Cristo. Probablemente llegó a España en el año 41 y permaneció aquí hasta fines del año 42. Recorrió los caminos de Itálica, Mérida, Coimbra, Braga, Iria, Lugo, Astorga, Palencia, Horma, Numancia y Zaragoza, donde se le apareció la Virgen en el Pilar. Después, por el Ebro, pudo tomar la Vía Augusta de Tortosa a Valencia, Chinchilla y Cazlona, para regresar desde un puerto murciano o andaluz a Palestina. Herodes Agripa, rey de Judea, nieto de Herodes El Grande, lo hace decapitar a espada hacia el año 44, convirtiéndose en el primer apóstol en verter su sangre por Jesucristo.

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c?omo llego su cuerpo a Espana El cuerpo de Santiago el Mayor fue trasladado por los apóstoles a la península hispánica en un bajel hasta Iria Flavia. Desembarcaron y caminaron unas cuatro leguas hacia septentrión por la antigua vía romana de Iria a Brigatium, llegando a Liberodonum, donde sepultaron el cadáver. Elevaron un mausoleo, “Arca marmorica”, según diplomas de Alfonso III, Ordoño II, Ordoño III y Sancho el Craso. Según la tradición, junto al sepulcro de Santiago reposaban los cuerpos de sus discípulos, Atanasio y Teodoro. Todo ello se sacó a la luz en tiempos de Alfonso el Casto y Teodomiro, Obispo de Iria Flavia. En memoria de tan gran acontecimiento, al lugar se le llamó “Campus stellae “ o “ Compostela “. El rey Alfonso II mandó edificar sobre el sepulcro una sencilla iglesia y comenzaron a llegar visitantes a la tumba del apóstol.

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d”e? donde viene el apelativo “Santiago Matamoros Durante la época de la Reconquista, Santiago se convierte en un personaje al que se invoca para obtener la protección de Dios en la lucha frente al infiel. Surge un “Santiago Matamoros”. Y en las ensangrentadas luchas contra los moros, en muchas ocasiones la victoria se atribuía a la ayuda e intervención divina, merced a la invocación a Santiago. En el año 844, otro fenómeno sobrenatural daría el definitivo espaldarazo a la figura de Santiago como encarnación de la Reconquista. El 23 de mayo en Clavijo, cerca de Logroño, el rey Ramiro I de Asturias se enfrenta a las tropas musulmanas de Abderramán II, en clara desventaja numérica. En pleno fragor de la batalla el apóstol Santiago aparece espada en mano a lomos de su famoso caballo blanco repartiendo tajos entre los infieles. Los cristianos vencen contra pronóstico y el mito jacobeo traspasa definitivamente los Pirineos. Nace el apelativo de Santiago Matamoros. La Reconquista, transcurre desde el año 711 a 1492 hasta que Granada es tomada por los Reyes Católicos y se cierra el ciclo y la unidad de España.

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¿por que una ruta jacobea? Porque en esa época el camino de la costa es más seguro que los del interior, expuestos a las correrías árabes. Será a partir del año 1000 cuando se popularizan las peregrinaciones a Santiago, como antes lo hicieran los romeros con Roma o los palmeros con Jerusalén. Los monarcas comprendieron que mantener el Camino libre y expedito era asegurarse una vía de vital importancia económica, comercial y militar para controlar su territorio. Dos son los reyes que más apoyarán la ruta jacobea: el navarro Sancho III el Mayor y el castellano Alfonso VI. El Camino se dota de una serie de infraestructuras (calzadas y puentes) y de lugares asistenciales para el peregrino. Fundamentales en este campo han sido las órdenes religiosas hospitalarias, entre las que destaca la de Cluny.

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como surge el Ano Santo Jacobeo? La primera eclosión en las peregrinaciones a Santiago se produce en los siglos XI y XII, coincidiendo con el esplendor del arte románico. En 1122 el Papa Calixto II proclama Año Santo Jacobeo aquel en el que el 25 de julio coincida en domingo. Cantidades ingentes de personas comienzan a llegar de todas partes de Europa, dando un toque cosmopolita a las ciudades por las que pasa el camino. El Camino Francés es el más utilizado y por Roncesvalles se constatan miles y miles de peregrinos en estos años; más tarde con la conquista de Zaragoza se habilitaría el ramal de Somport a Puente La Reina. Las antiguas calzadas romanas de Burdeos a Astorga pasando por Vitoria y Briviesca, y de Astorga a Iria Flavia sirven de base a la ruta jacobea, y surgen gran cantidad de burgos y ciudades que acogen una nueva clase urbana de artesanos y comerciantes, la mayoría francos.

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fuerza en la mirada una Bula autentifica las reliquias Allá por el siglo XVI, el Arzobispo de Santiago, Juan San Clemente, ocultó el cuerpo por temor a los ingleses (comandados por el pirata Francis Drake) que se aproximaban a la ciudad. Cuando más tarde el Cardenal Payá ocupó la sede de Compostela, descubrió, gracias a unas excavaciones, las reliquias del santo. Este cardenal Inició un minucioso proceso que envió a Roma y finalmente, una Bula de León XIII, “Deus omnipotens” del 1 de noviembre de 1884, ratificó y confirmó la Sentencia de la Comisión Especial de la Sagrada Congregación de Ritos, en la que se declaraban auténticas las reliquias de Santiago y de sus discípulos Atanasio y Teodoro. Hoy en día la peregrinación a Santiago parece recobrar el esplendor de antaño: en 1985 la UNESCO declara la ruta jacobea como Patrimonio Universal de la Humanidad. Su festividad se celebra el 25 de julio y es el patrón de España.

Desde entonces, los indios al rayo lo llaman Santiago” En el Descubrimiento de América la figura de Santiago se hace notar de nuevo; así, la intervención de Santiago es decisiva en la mente de los descubridores y conquistadores: “Y como cayó en tierra se espantaron los yndios y dijeron que abia caído yllapa, trueno y rayo del cielo...

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Y asi bajó el señor Santiago a defender a los cristianos. Dizen que vino encima de un cavallo blanco... y el santo todo armado y su bandera y su manta colorada y su espada desnuda y que venía con gran destrucción y muertos muy muchos yndios y desbarató todo el cerco de los indios a los cristianos que había ordenado Manco Inca y que llevaba el santo mucho ruido y de ellos se espantaron los indios... Y desde entonces los indios al rayo lo llaman y le dicen Santiago... (F. Guaman Poma, 1615)

2010 es Ano Jubilar Compostelano Este Año Jubilar es ante todo un año de conversión. Es un tiempo en el que la Iglesia concede especiales gracias espirituales a los fieles, rememorando el Año Jubilar Bíblico. Nos explica el libro del Levítico (cap. 25) que cada siete años se celebraba un Año Sabático en el que no se cultivaba la tierra; los que habían vendido las tierras por necesidad las recuperaban y los esclavos eran liberados. Cada cincuenta años era Año Jubilar. Siguiendo esto mismo, la Iglesia también celebra años santos. El último año santo, en el caso de Santiago, fue en 2004 y habrá que esperar hasta 2021 para el siguiente. Por ello que son muchos los que no han querido perderse esta oportunidad de ganar el Jubileo.


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C ON S EJ OS P R a CTI C OS PA R A H AC ER E L CA M IN O El itinerario: Lo primero es decidir el punto de partida y la ruta a seguir. El itinerario más famoso y utilizado es el camino francés; por ello es fácil encontrar documentación de esta ruta si es la que finalmente eliges. Es conveniente, una vez que se tenga la documentación sobre la ruta y los albergues, hacer una planificación de las etapas que se realizarán. Hay quienes recomiendan hacer entre 25 y 30 kilómetros diarios y descansar una jornada cada siete días. Otros prefieren hacer menos kilómetros, andar tranquilamente, disfrutar de los paisajes y conocer cada uno de los maravillosos pueblos que se cruzan en el trayecto. La acreditación de peregrino: Para hacer uso de los albergues, es necesario poseer un documento que te acredite como peregrino. Puedes conseguir esta acreditación a través de las autoridades eclesiásticas de cualquier ciudad española o en iglesias, ayuntamientos y comisarías de policía a lo largo del Camino. En esta acreditación aparece tu nombre y el punto de partida de tu viaje. A lo largo del Camino puedes ir añadiendo sellos que acrediten los sitios por los que has pasado. Una vez en Santiago, podrás conseguir la Compostela (documento que certifica que has hecho el camino) en la oficina del peregrino, si has recorrido más de 100 kilómetros. La mochila: Calzado cómodo para andar. El camino no tiene grandes dificultades y, si hace buen tiempo, es mejor utilizar unas zapatillas de deporte cómodas (si llueve, ya es otra cosa...). Calzado cómodo para descansar. Es importante tener unas

zapatillas cómodas para que descansen los pies después de una jornada de camino. Un saco de dormir. Si se va a dormir en albergues, no es necesario un saco de alta montaña. Lo importante es que pese poco. Aislante. Sólo si se piensa dormir al aire libre o si se va en “temporada alta”, y puede que no haya camas libres en los albergues. Un poncho para la lluvia. Es importante llevar un impermeable que cubra la mochila. Una solución clásica de emergencia para la lluvia son las bolsas grandes de basura. Ro pa. Lo mínimo. Si se va en verano, se puede subsistir con tres mudas de ropa interior (que se lavan diariamente y se secan colgadas en la mochila al andar), unos pantalones cortos, otros largos para ponerse “de limpio”, tres camisetas de manga corta y un jersey para la noche. Si vas en época de lluvia, la cosa cambia. Recuerda siempre la regla de oro: todo lo que llevas, pesa. Un sombrero o gorra para el sol (si se va en verano). Una cantimplora (o la clásica botella de agua). Ojo, las fuentes no son tan abundantes como cabría pensar. Una navaja multiusos. Una linterna Un pequeño botiquín. Ten en cuenta que las rozaduras, ampollas y torceduras son lo más común. La documentación recopilada con las etapas que se van a realizar, los puntos de interés, las direcciones y teléfonos importantes, etc.

Sobre los albergues: Aunque hay albergues a lo largo del camino francés, la mayor concentración se da en la comunidad gallega. Suele haber albergues cada 10 ó 15 kilómetros. Los albergues son gratuitos, aunque se puede dar una cantidad como agradecimiento. Se da prioridad en el alojamiento a los peregrinos que hacen el Camino andando frente a los que lo hacen en bicicleta. Conviene consultar con otros peregrinos las características de los albergues por visitar. Ellos te indicarán los mejores y te aconsejarán los que debes evitar —que también los hay. So bre las dis tancias: La información sobre distancias entre etapas es, en ocasiones, contradictoria dependiendo de la fuente consultada. Ten en cuenta, a la hora de planificar, que puedes encontrarte con cinco kilómetros extra en cualquier momento. Otros peregrinos son la mejor fuente de información. Ten en cuenta que algunos han hecho el Camino en numerosas ocasiones, conocen los lugares que merece la pena visitar y los que conviene evitar. Habla con la gente. Consejos varios : Si llueve, compra un periódico. Sus hojas absorben muy bien la humedad y te ayudarán a secar el calzado por dentro. No te pierdas la Casa Ezequiel, en Melide, que pone el mejor pulpo a la gallega del mundo. Y la Casa Manolo, en Santiago de Compostela, es un clásico al que todo peregrino va a comer. Más información en la Pág in a O ficial del Camino de San tiago. www.xacob eo.es

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El helecho y el

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Un día decidí darme por vencido… renuncié a mi trabajo, a mi relación, a mi vida… y me fui al bosque para tener una charla con Dios. —Dios —le dije—, ¿podrías decirme una buena razón para no darme por vencido? Su respuesta me sorprendió… —Mira a tu alrededor. ¿Ves el helecho y el bambú? —Sí —respondí. —Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien. Les di luz y agua. El helecho creció rápidamente. Su verde brillante cubría el suelo. Por el contrario, nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo, no renuncié al bambú. En el segundo año el helecho creció más brillante y abundante, pero nada crecía de la semilla de bambú. Con todo, no renuncié al bambú. En el tercer año, tampoco brotó nada de la semilla de bambú. Pero no renuncié. En el cuarto año, nuevamente, nada salió de la semilla de bambú. No renuncié. Luego, en el quinto año, un pequeño brote salió de la tierra. En comparación con el helecho era aparentemente muy pequeño e insignificante. Mas he aquí que sólo seis meses después el bambú creció hasta alcanzar más de veinte metros de altura. Había estado cinco años echando raíces. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir. Yo no le daría a ninguna de mis creaciones un reto que no pudiera sobrellevar. Él prosiguió y me dijo: —¿Sabías tú que todo este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces? Yo, que nunca renuncié al bambú, tampoco he renunciado a ti. No te compares con otros. El bambú tenía un propósito diferente al del helecho; sin embargo, ambos eran necesarios y hacían del bosque un lugar hermoso. Me miró con cariño y continuó: —Tu tiempo vendrá oportunamente. Crecerás muy alto. —¿Cuánto debo crecer? —pregunté. —¿Cuánto crees tú que debería crecer el bambú? —me preguntó en respuesta. —¿Tan alto como pueda? —traté de aventurar e indagar yo. —Nunca te arrepientas de un día en tu vida. Los buenos días te dan felicidad. Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales para la vida. Continúa hacia adelante… La felicidad te mantiene dulce; los intentos por crecer te mantienen fuerte; las penas por no crecer más o crecer tan lentamente, te mantienen humano; las caídas por dejar de crecer, te mantienen humilde; el éxito por llegar más arriba, te mantiene brillante Pero sólo Dios te mantiene caminando hacia delante y creciendo hacia arriba.

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Eryel MartĂ­nez

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fuerza en la mirada —¡Jacques¡ ¡Santo cielo! ¿Qué ha ocurrido? Una mirada perdida fue la única respuesta que encontré. De Molays se encontraba exhausto. Como si hubiera estado luchando él sólo frente a un ejército de sarracenos… o frente a algo aún peor. Me sentí sinceramente preocupado por no recordar haber visto antes así a mi Gran Maestre, lo ayudé a incorporarse, acercándolo lentamente hacia un sofá dispuesto entre varias sillas de madera, haciendo un semicírculo alrededor de una chimenea apagada, aunque contenía restos abundantes de ceniza. La verdad es que no recordaba la última vez que vi fuego encendido en la habitación del Gran Maestre. —Por favor, Jacques, toma un poco de agua. —Estoy bien, estoy bien. Déjame levantarme. Por favor. —Espera. Descansa un momento. Trata de cerrar los ojos y, luego, debes decirme qué ha ocurrido. Nunca te he visto de esta manera… —Lo que he visto… Lo que he visto y oído, yo tampoco… Roger, hermano Roger. Yo tampoco… Definitivamente pudimos convencer al Gran Maestre, Jacques de Molays, para que embarcara rápidamente en el último barco que permanecía en el puerto de Acre. Era fundamental, para salvaguardar el futuro de la orden y de toda la Iglesia, que pudiera entrevistarse con el Papa Clemente en Avignon. De Molays pretendía aguantar la segunda y, probablemente definitiva, embestida del ejército sarraceno antes de abandonar San Juan, pero Roger de Flor le convenció, casi obligándole, a que zarpara de inmediato para Chipre y desde ahí a Francia. Finalmente aceptó, pidiéndome a mí que lo acompañara. La conversación que mantuvo con Sir Luth y que, con gran esfuerzo, nos fue transcribiendo, no dejaba margen para la duda. Un gran complot se cernía sobre la Orden Templaria y sobre la Iglesia Católica. De Molays tuvo de inmediato la convicción de que el comendador de Chipre era inhumano, una mente perversa, un diablo con la finalidad de conseguir la división del orbe Católico. Incluso cuando definitivamente le urgió para que desapareciera de su vista y regresara a los avernos, negándose, una vez más, a la firma de cesión del tesoro del Temple, aguantó estoicamente las amenazas de Luth sobre su persona y sobre el futuro de los Templarios. —Una gran desolación caerá sobre ti y sobre la orden que representas. El no aceptar mi propuesta significará que vuestro fin está ya cerca. Saborearás las llamas del infierno aquí en la tierra y tu cuerpo arderá consumiendo tu alma. Me buscarás entre gemidos de dolor y yo estaré esperándote para llevarte a mi reino por toda la eternidad. Todo el mundo escupirá sobre el emblema que con tanto orgullo portáis sobre vuestro hombro y en vuestra capa. Seréis perseguidos y tratados como escoria.


fuerza en la mirada —¡En nombre de Cristo y de la Santísima Virgen, te ordeno desaparezcas de mi vista! —Lo que hoy no me das, se te arrebatará de inmediato. Preparaos… hay un rey que ya está pendiente de cada paso que dais. El Gran Maestre me había contado que tenía la certeza de que el rey Felipe promovería una acción terrible contra la Orden Templaria con la simple y clara finalidad de quedarse con las riquezas del Temple y convertirse en el nuevo emperador del mundo. Era necesario prevenir al Papa Clemente, aunque dudaban de la fortaleza de éste frente al rey de Francia. Mientras la última nave templaria empezaba a alejarse lentamente de la costa de San Juan de Acre, volvió a sentirse el atronador ruido de los tambores sarracenos. Empezaba el segundo acto. De Molays, y yo a su lado, podíamos ver desde la cubierta del barco cómo se iban preparando sus valientes soldados. La bandera negra y blanca templaria ondeaba sobre lo que antaño era una de las torres del castillo, y nos preguntábamos durante cuanto tiempo seguiría esa bandera al viento y a qué precio. La cruz roja del Temple podría sucumbir de un momento a otro. El Maestre no pudo evitar que una lágrima recorriera su mejilla para terminar escondiéndose en su poblada barba, intentando encontrar un motivo para explicarse por qué estaban ellos solos en Tierra Santa, olvidados por las decenas de casas nobles europeas y reyes, que, hasta hace nada, tenían como objetivo la defensa de los Santos Lugares. El mundo se estaba volviendo loco, pensó, si no lo estaba ya. Incluso a bastantes millas de distancia de la costa de Acre, aún podíamos divisar los reflejos en el cielo de la tarde de lo que entendía muy bien era una cruenta batalla. Batalla que sólo terminaría cuando todos y cada uno de los templarios en defensa del sitio de Acre perdieran su vida. Se sumió en una sincera oración mientras trataba de pedir que el sufrimiento de los caídos fuera lo más rápido posible. Más tarde pudimos enterarnos, en una mezcla de horror y desolación, pero también con sincero orgullo, que la defensa de Acre aguantó más de otras veinte embestidas de los sarracenos durante casi seis meses de valiente lucha. Acre quedará para los anales de la historia como uno de los ejemplos más patentes de lo que la unión y el convencimiento de un ideal es capaz de hacer con el aguante y la fortaleza del ser humano. Pero todo fue en vano. O así lo creyó sinceramente y en lo más profundo de su alma el último Gran Maestre de la Orden del Temple.

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Ricardo de la Cierva

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He encontrado algunos sucesos increíbles y los he comprobado a fondo. He tenido relación profunda con los primeros exorcistas del mundo. Recientemente, en 1990, la Santa Sede ha decidido cambiar el ritual romano del exorcismo, que se usaba en los tres últimos siglos. Los grandes exorcistas que conozco elevaron a Roma una durísima protesta contra el nuevo ritual, que calificaron como farsa. Era entonces papa Juan Pablo II y ese ritual no es el único error que alguien inspiró a ese santo pontífice en sus últimos años.

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La protesta de los exorcistas fue tan dura y enérgica que el papa autorizó que se siguiera usando el ritual anterior y casi nadie usa el más reciente. El principal impulsor para poder utilizar el antiguo fue el cardenal Ratzinger que es el papa actual. Averigüé algo igualmente grave. En el libro que preparo ofrezco pruebas seguras de que en Roma y en algunas dependencias del Vaticano se celebran misas negras y cultos satánicos y doy los nombres de quienes han denunciado estos horribles disparates.


fuerza en la mirada Un escritor francés que estudió a fondo el origen del Mal, Baudelaire, fue quien primero pronunció en el siglo XIX una frase famosa: El principal objetivo de Satanás es convencernos de que no existe. A mi personalmente me pronunció esta frase el Almirante Carrero Blanco en vísperas de su muerte. Cuando alguien denunció al papa Juan Pablo II que algunos obispos no creían en Satanás, el papa replicó indignado: “Esos obispos no son católicos si se dan cuenta de lo que dicen”. El Antiguo y el Nuevo Testamento ofrecen muestras definitivas de la existencia de Satán. Jesucristo combatió personalmente contra el demonio como se refleja en numerosas citas del Evangelio. El primer libro de la Biblia, el Génesis, une misteriosamente la caída de Satán y de sus ángeles negros y el pecado de nuestros primeros padres que les valió la muerte y la expulsión del Paraíso Terrenal. Para mí el texto más convincente sobre la caída de los ángeles es el Apocalipsis de san Juan y el mejor tratado que conozco sobre la existencia y actuación de Satán es, junto a la Biblia, el Catecismo de la Iglesia Católica publicado en Roma hace pocos años. He oído muchas veces que Satán esta profundamente interesado en que la humanidad no reconozca su existencia, que es un clarísimo dogma de fe. En este libro que está a punto de ser enviado a la imprenta analizo a fondo la realidad de Satán y su forma de actuar entre los hombres. El Maligno se atrevió a tentar al propio Jesucristo, Hijo de Dios, al principio de su vida pública y cuando estaba clavado en la Cruz a punto de morir. La existencia de Satán desde el principio de los tiempos es un hecho clave de nuestra fe. Con este libro, de aparición inmediata, contribuyo al combate permanente entre Satán y la Humanidad.

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nueva estética

La Natividad de María Pilar Gordillo Isaza

ara esta escena no hay cita bíblica porque los Evangelios canónicos no mencionan este momento, pero sí los Evangelios apócrifos —el Protoevangelio de Santiago, el Evangelio de la Natividad de la Virgen y el del Seudo-Mateo—, que se encargarán de contarnos con todo detalle lo concerniente a los padres de María, su parentela sus orígenes e infancia. Estos relatos siempre serán la solución a la frustrante falta de datos para los pintores y escultores, que necesitarán saber más para enriquecer sus representaciones: cuándo, cómo, a qué edad, con quién y dónde… serán cuestiones en parte respondidas en estos textos antiguos, sustanciosos y llenos de curiosas anécdotas. Por ellos conocemos la piadosa historia de Joaquín y Ana, que, siendo estériles y ancianos, tras veinte años de matrimonio son bendecidos con una hija a la que pondrán por nombre María. La fecha del Nacimiento de María quedó fijada por los teólogos el 8 de septiembre, porque según los astrónomos el sol, en este día, entra en el signo de Virgo, de igual manera que Cristo entrará en el vientre de la Virgen María. ¿El lugar? Jerusalén, Nazaret o Belén, según los gustos.

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nueva estética En la iconografía bizantina y medieval en miniaturas y mosaicos empezó a representarse esta escena con dos momentos principales: santa Ana acostada en la cama asistida por dos o más mujeres y, en primer término, contemplamos el baño de la niña en una pila, jofaina e incluso cuba con forma de copa. El agua que se vertía sobre la pila era bien visible y permitía asociar este nacimiento con el principio de la historia de la salvación, por la entrega de un Redentor de cuyo pecho brotarán ríos de agua viva. De esta forma, el baño de la Virgen, la “Tota Pulcra sine macula” (toda pura, sin mancha) se convertía en algo más que la limpieza de una suciedad corporal.

Murillo, tras haber perdido a su mujer en el parto de su último hijo pocos años atrás, recibe el encargo de esta gran obra

El siglo XV, con la pintura flamenca amante de los detalles, obsesionada por la plasmación realista de los objetos, convirtió este tema en una escena de género. Las amigas llegaban a charlar, traían regalos, revolvían el caldo de ave reconstituyente, que todavía recibe nombres como caldo de parida, otras calentaban el agua del baño, o bien lavaban los pañales en un pequeño brasero con las ascuas al rojo vivo, las hay que iban sacando toallas y pañales del arcón… A la habitación de María no le faltaba detalle: la cama vestida con terciopelo carmesí sobre el tradicional estrado, con la cortina del dosel recogida en un nudo, como era costumbre en las casas de las clases altas. Las sillas talladas con motivos góticos, algunas semejantes a los tronos de las iglesias o cátedras de los obispos, lámparas de bronce con alguna vela encendida signo del misterio, alfombras de nudos coloreadas, bodegones de naranjas, símbolo de fertilidad, espejos convexos en los que hacer alardes pictóricos, sin olvidar el atributo mariano de la letanía “Speculum sine macula” (espejo sin mancha) y, por fin, vidrieras emplomadas asociadas a la virginidad de María, puesto que, al igual que pasa la luz por el cristal sin romperlo, así penetrará el Espíritu Santo en el seno de María sin romper el sello de su virginidad. El cisma protestante iniciado por Lutero, fiel solamente a lo narrado en la Biblia, provocó que la Iglesia católica comenzase a desechar los relatos apócrifos y los recogidos en la “Leyenda dorada” del dominico del siglo XIII Jacopo della Voragine. La reacción no se hizo esperar. Todos los detalles superfluos fueron desapareciendo, pero la escena perduró dada su importancia y su presencia en la vida de las imágenes de la Iglesia. Además no era un hecho falso: María había nacido, sí. Había sido bañada y envuelta en pañales, como es lógico. Eso sí, el momento no podía ser uno más en la historia de María o de Cristo. Era principalísimo. Por eso, un autor del siglo XVI, Altdorfer, en un óleo sobre lienzo de 1520 que hoy se guarda en la Pinacoteca de Munich, llegó a situar la escena en el interior de una iglesia y allí, en plena nave central, adaptó la habitación de la parturienta. La cama de Santa Ana junto a la cuna bajo una ronda de ángeles, que planean revoloteando como una corona sobre la cabeza de la niña predestinada, presididos por uno en el centro que balancea un incensario. La tradición popular rezaba que ese día los ángeles habían descendido para ser testigos del nacimiento de su futura Reina y celebrarlo entre loas y alabanzas en su honor.

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nueva estética La presencia de los ángeles en este momento se hizo imprescindible. El arte tras el Concilio de Trento, que intenta traer rigor, realismo y autenticidad a los hechos interpretados por los artistas, acogió entusiasmado el detalle de los ángeles en esta escena, porque aportaban sacralidad a un momento que se iba de puro cotidiano. Los ángeles serán necesarios para elevar este momento tan humano al mundo divino. Y llegamos a Murillo, el pintor barroco amante de la realidad: la miseria, la infancia, la enfermedad, la pobreza, las manos rugosas, los pies descalzos… en sus niños de la calle, y pordioseros, que constituyen un prodigioso estudio de la vida popular, llena de tipos habituales: el niño espulgándose, el mendigo, el tullido, el pilluelo, la anciana despiojando al niño, la muchacha llena de candor, los vendedores de fruta, las mujeres gallegas en la ventana…

Las criadas que antaño aparecían en la Natividad agitando un matamoscas, trayendo el caldo a la parturienta o refrescándola con un abanico, actitudes todas ellas tomadas de la vida cotidiana contemporánea, aparecerán aquí arremangadas, enfrascadas en el aseo de la recién nacida. Son jóvenes llenas de frescor, animación y agilidad, acordes con el tipo femenino murillesco. Entre ellas la matrona más madura y experimentada, cubierta con el velo por ser casada es la que precisamente sostiene a la niña y lleva la voz cantante. Pintadas con pinceladas generosas, vibrantes, con curvas amplias, y no menores escotes, enlazadas en sus posturas, acentuados movimientos y dulces gestos: de espaldas metiendo la mano en la palangana de cobre, de pie, arrodilladas, de perfil, sentadas sobre algún otro banquillo de madera similar al que nos ofrece este

l a s c r i a d as so n j ó v e ne s l l e n as d e f r es c o r , a ni m a c i ó n y a g i li d a d , a c o r d es c o n e l t i po fe m e ni n o mu ri ll e s c o , y , a n i m a d a s p o r l a t e r nu r a d el b e b é , s e m o vi li z a n p a r a t r a e r el a g u a y e s t a r p r o n t a s c o n l a s t o a ll a s p a r a s ec a r l a Nada mejor que proponerle una escena como ésta, que se emplaza en un ámbito doméstico para permitirle invitar a sus personajes más queridos.

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genial carpintero, animadas por la ternura del bebé, se movilizan para traer el agua y estar prontas con las toallas para secarla.

Sin embargo la tradición del último Concilio ha dejado una huella indeleble y los ángeles, las nubes doradas, el rompimiento del cielo por la gloria… son inevitables. Aun así los angelitos rechonchos y de tiernas alas no pueden evitar estar más en lo humano que en lo divino, cuando se meten a colaborar con las tareas del hogar y acarrean la cesta, sacan y despliegan los lienzos de tela y juguetean con el perrillo, que expectante asiste estupefacto ante tamaña algarabía. Otros ángeles y querubines, sí, actúan como tales y sobrevuelan en el cielo asistiendo admirados al nacimiento. Su presencia contagia de espiritualidad a otros ángeles que en segundo término se llevan la mano al pecho en gesto de recogimiento, recreándose en su contemplación. Mientras ellas alegres y hacendosas como buenas matronas sevillanas, sin pestañear ante el rompimiento de gloria y el misterio que se les avecina, hacen y deshacen en las tareas de la casa atendiendo a la criatura. Ángeles humanizados y criadas espiritualizadas. Es el intercambio maravilloso de papeles al que nos tiene acostumbrados el talento de este pintor de lo divino por el camino de la sencilla realidad. Palomino, que conoció al pintor personalmente, nos dice que fue favorecido del cielo no solo por la eminencia de su arte, sino por las dotes de su naturaleza de buena persona y de amable trato, humilde y


nueva estética modesto. Era el menor de catorce hermanos, hijo de un cirujano barbero de economía holgada. Huérfano de padres a los diez años, tras su matrimonio con Beatriz Cabrera, fue a su vez padre de diez hijos, dos de los cuales se hicieron religiosos y otros tres murieron en la terrible peste que asoló Sevilla en 1659. Tras esta terrible experiencia y tras haber perdido a su mujer en el parto de su último hijo pocos años atrás, recibe al año siguiente el encargo de esta gran obra. Aunque en la actualidad se encuentra en el Museo del Louvre de París, fue pintada para la Catedral de Sevilla en 1660 y allí permaneció hasta 1810, cuando tuvo que ser entregada por el Cabildo al mariscal Soult, para saciar su avidez y deseos de llevarse otra obra maestra, “La visión de San Antonio de Padua”, pintada en 1656 y que, con sus más de cinco metros y medio de alto, preside hoy día el baptisterio catedralicio. En este tiempo Murillo ha evolucionado dentro de su manera propia en pleno barroco hacia un “estilo cálido”, con tonalidades luminosas y colores vibrantes, aunque en esta obra se anuncia ciertamente su posterior “estilo vaporoso” de sutiles gradaciones luminosas creando una perspectiva aérea. Luz y color son elementos centrales en todas sus etapas. La luz uniforme de sus primeros tiempos, está aquí dando paso a nuevos juegos

de contraluces y claroscuros. Pero la construcción lumínica en esta Natividad no es tan sencilla como pudiera parecer. Aparece un acento tenebrista, influido por Zurbarán y Ribera. No todo es penumbra evanescente en el dormitorio al fondo, en el que se abre una puerta y el reflejo del fuego de la chimenea perfila las figuras de dos mujeres que charlan al calor del hogar, sino que tras el perfil en sombra de la silla en primer término a la izquierda, un fogonazo de luz anima la parte baja de la cama y alumbra lo imprescindible en los rostros de los ancianos padres, bajo el elegante dosel anudado. La mano derecha de Ana se deja caer fatigada, mientras su cuerpo se vence por el peso de los años y el sobreesfuerzo del parto, al tiempo que la izquierda se recoge en su vientre maternal. Joaquín, de rasgos patriarcales, desde sus ojos perdidos en la espesura de la barba, la contempla sin mayor protagonismo. El contraste es mayor sin duda en la escena luminosa de las mujeres en primer plano, en la que la propia niña y la blancura empastada de los lienzos emiten fulgores de luz a las figuras y hasta a las nubes pobladas de ángeles. Es una cascada de figuras que van trazando una gran diagonal tan del gusto barroco, cuyas formas y posiciones se gradúan con delicadas transiciones difuminadas y luminosa fluidez, desplegando matices

de vivo colorido de tonalidad rojiza y nacarada, donde los rosas de la ropa de cama, los carmines de vestidos y lazos, junto con los amarillos y anaranjados de las ropas, conviven en una armonía preciosa, animada por los tonos claros de las carnaciones naturales y por los blancos algodonosos de las alas angelicales, el perrito y los lienzos de tela que alcanzan blancuras y transparencias sorprendentes. A pesar de que muchos críticos han querido llevarlo a Italia en su proceso de aprendizaje, solamente están documentados sus viajes a Madrid. Se ha dicho de él que fue persona inteligente y despierta, dotada de profundidad intelectual y vida interior, además de un temperamento lleno de bondad y sosiego que le permitió pintar con serena amabilidad y pausada percepción, escenas de género como ésta, muy del gusto hispalense, llena de calor humano y ambiente dulce en la que todos querríamos estar, contagiados por la belleza entrañable de un nacimiento que cautiva y, además, llena de devoción.

un fogonazo de luz a la izquierda alumbra lo imprescindible en los rostros de los ancianos padres 123


luz para el mundo

El escรกndalo del Celiba l pasado 9 de junio tuvo lugar en Roma un encuentro del Papa con una multitud de sacerdotes, en el que varios representantes hicieron algunas preguntas al Papa, de las que Buenanueva entresaca una

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luz para el mundo Pregunta: Santo Padre, soy el sacerdote Karol Miklosko, vengo de Eslovaquia y soy misionero en Rusia. Cuando celebro la santa misa me encuentro a mí mismo y entiendo que allí encuentro mi identidad y la raíz y la energía de mi ministerio (…) Entonces entiendo la belleza del celibato y de la obediencia, que libremente he prometido en el momento de la ordenación. Aun con las naturales dificultades, el celibato me parece obvio, mirando a Cristo, pero me encuentro confundido al leer tantas críticas mundanas a este don. Le pido humildemente, Padre Santo, que nos ilumine sobre la profundidad y sobre el sentido auténtico del celibato eclesiástico. Respuesta de Benedicto XVI: (…) el centro de nuestra vida realmente debe ser la celebración cotidiana de la santa eucaristía; y aquí son centrales las palabras de la consagración: “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre”: hablamos “in persona Christi”. Cristo nos permite usar su “yo”, hablamos en el “yo” de Cristo (…). También en el “yo te absuelvo” — porque ninguno de nosotros podría absolver de los pecados— es el “yo” de Cristo, de Dios, el único que puede absolver. Esta unificación de su “yo” con el nuestro implica que estamos unidos también a su realidad de Resucitado, vamos hacia la vida plena de la resurrección, de la cual Jesús habla a los saduceos en Mateo, capítulo 22: es una vida “nueva” (…) En este sentido, el celibato es una anticipación. Trascendemos este tiempo y vamos adelante, y así nos trascendemos a nosotros mismos y a nuestro tiempo ha-

cia el mundo de la resurrección, hacia la novedad de Cristo, hacia la nueva y verdadera vida. Y aquí nos encontramos en un punto muy importante. Un gran problema de la cristiandad del mundo de hoy es que no se piensa más en el futuro de Dios: parece suficiente sólo el presente de este mundo. Queremos tener sólo este mundo, vivir sólo en este mundo. Así cerramos las puertas a la verdadera grandeza de nuestra existencia. El sentido del celibato como anticipación del futuro es precisamente abrir estas puertas, hacer más grande el mundo, mostrar la realidad del futuro que debe ser vivido por nosotros ya como presente. Vivir, por lo tanto, así un testimonio de la fe: creemos realmente que Dios existe, que Dios entra en mi vida, que puedo fundar mi vida en Cristo, en la vida futura. (…) Es verdad que para el mundo agnóstico, el mundo en el que Dios no tiene entrada, el celibato es un gran escándalo, porque muestra precisamente que Dios es considerado y vivido como realidad. Con la vida escatológica del celibato, el mundo futuro de Dios entra en las realidades de nuestro tiempo. Y eso debería desaparecer. En un cierto sentido, puede sorprender esta crítica permanente contra el celibato, en un tiempo en el cual se vuelve cada vez más de moda el no casarse. Pero este no casarse es una cosa totalmente, fundamentalmente, diferente al celibato, porque el no casarse está basado en la voluntad de vivir solo para sí mismo, en no aceptar ningún vínculo definitivo, en tener la vida en todo momento con plena autonomía, decidir en todo momento cómo hacer, qué tomar de la vida; es, por lo tanto, un “no” al vínculo, un “no” a lo definitivo, un tener la vida sólo para sí mismo.

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luz para el mundo Mientras que el celibato es exactamente lo contrario: es un “sí” definitivo, es un dejarse tomar en las manos de Dios, darse a las manos del Señor, en su “yo”; y, por eso, es un acto de fidelidad y de confianza, un acto que supone también la fidelidad del matrimonio; es precisamente lo contrario de este “no”, de esta autonomía que no quiere obligarse, que no quiere contraer un vínculo; es precisamente el “sí” definitivo que supone y confirma el “sí” definitivo del matrimonio. Y este matrimonio es la forma bíblica, la forma natural del ser hombre y mujer, fundamento de la gran cultura cristiana, de grandes culturas del mundo. Si desaparece esto, será destruida la raíz de nuestra cultura. Por ello el celibato confirma el “sí” del matrimonio con su “sí” al mundo futuro, y así que-

remos ir adelante y hacer presente este escándalo de una fe que pone toda la existencia en Dios. Sabemos que junto a este gran escándalo, que el mundo no quiere ver, existen también los escándalos secundarios de nuestras insuficiencias, de nuestros pecados, que oscurecen el verdadero y grande escándalo y hacen pensar: “Pero no viven realmente sobre el fundamento de Dios”. Sin embargo, ¡hay tanta fidelidad! El celibato, precisamente las críticas lo muestran, es un gran signo de la fe, de la presencia de Dios en el mundo. Oremos al Señor para que nos ayude a hacernos libres de los escándalos secundarios, para que haga presente el gran escándalo de nuestra fe: la confianza, la fuerza de nuestra vida, que se funda en Dios y en Cristo Jesús.

E L C E L I BATO, P R E C I SA M E N T E L A S C RÍ T I CA S LO M U E S T R A N , ES UN GRAN SI GNO DE LA FE, DE LA PR ES EN CI A DE DIOS EN EL MUND O

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Bendita María

Miramos a Jesús

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upongo que muchos de vosotros participasteis en las 24 horas de Adoración que recientemente tuvieron lugar en la Catedral del Buen Pastor de San Sebastián, uniéndonos de esta forma a la celebración del Congreso Eucarístico de Toledo. Permitidme compartir con vosotros una anécdota de aquel precioso día: Al terminar el turno de adoración que se reservó para los niños, se me acercó una madre con sus hijos, uno de los cuales se preparaba para hacer la Primera Comunión. La madre me advirtió de que el niño estaba en la edad de hacer muchas preguntas, de “esas” que no siempre es fácil contestar. Lo pude comprobar inmediatamente, pues el niño me preguntó sin miramiento: “Señor obispo, ¿por qué la Virgen María no se quedó en el Pan de la Eucaristía como Jesús?”. 128

MA RÍ A ES COMO U N A C U S TO D I A D E M E TA L PRECIOSO Q U E L L E VA E N SU SENO A JESÚS… E L L A E S C R I S TA L PLEN AME NT E T R A N S PA R E N T E , QUE MUE ST RA A SU H IJO A LO S O J O S DE L MUNDO

Mons. José Ignacio Munilla Obispo de San Sebastián


Bendita María

con los ojos de María ¡Pues sí, ciertamente, parece que el niño está en la edad de hacer preguntas rebuscadas!... ¡Cosas de niños! Lo único que se me ocurrió decirle a aquel “pequeño teólogo”, es que hay cosas a las que nosotros no podemos responder y que Dios tiene razones que nosotros no entendemos… La verdad es que me quedé en blanco, porque no había ni tan siquiera imaginado una pregunta como esa en toda mi vida… Tengo que reconocer que la “ocurrencia” de aquel niño, después me ha hecho reflexionar en no pocos momentos; especialmente en la oración ante el Santísimo Sacramento. ¿Qué responder a su pregunta?:

1. ¡Son inseparables!: Es importante tener en cuenta que, aunque María no está presente en la Eucaristía de forma sustancial, con su cuerpo y su sangre, como lo está su hijo Jesús, sin embargo, sí está presente espiritualmente. Donde está Él está Ella, de la misma forma que donde está Ella, está Él. ¡Jesús y María son inseparables! Con un matiz importante: a María le gusta permanecer en la sombra —es lo que hizo durante toda su vida en la tierra—, al mismo tiempo que goza cuando ve nuestra mirada dirigida hacia su Hijo. 2. Ella nos conduce a la Eucaristía: A tenor de lo que los Evangelios narran, María no estaba presente en el Cenáculo en aquella primera Eucaristía… Parece como si Dios le hubiese dado una vocación especial para conducirnos hacia la Eucaristía. Es como si a Ella la viésemos reflejada en la figura de aquel criado que envió el rey a los cruces de los caminos, para invitar a los transeúntes a asistir al banquete de bodas que otros habían rechazado (cfr. Mt 22). Cuando escuchemos la voz de la Iglesia que nos recuerda la importancia de participar en el banquete eucarístico venciendo tantas tentaciones contrarias, tenemos que entreoír la llamada de María, que nos invita a acudir a su Hijo. Hay una estrecha conexión entre el “Haced lo que Él os diga”

(Jn 2, 5) de María y el “Haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19) de Jesús.

3. Embajadora de su Hijo: El Evangelio en el que se narra la Visitación de María a su prima Isabel, nos da también una clave importante para responder a la misteriosa pregunta de aquel niño. María es como una custodia de metal precioso que lleva en su seno a Jesús… Ella es cristal plenamente transparente, que muestra a su hijo a los ojos del mundo. Además de llevarnos a la Eucaristía, Ella ha recibido también el cometido de llevar a su Hijo donde más se le necesite. María es portadora del consuelo de Cristo a todos los pobres de espíritu.

4. Reproducir la imagen de María: Intentando responder a aquella pregunta infantil que nos ocupa, a la vez ingenua y misteriosa, descubro una oración sorprendente escrita por la fundadora del movimiento de los Focolares, Chiara Lubich, recientemente fallecida: “¿Por qué quisiste quedarte en la tierra, en la dulcísima Eucaristía, y no encontraste un modo para dejarnos también a María? En el silencio, Jesús parecía responder: No la traje porque quiero volver a verla en ti”. Supongo que esta respuesta de Chiara Lubich le hubiese sorprendido a aquel niño tanto como a mí: Jesús espera nuestra plena identificación con María… También nosotros hemos de ser inseparables de Cristo, al mismo tiempo que sus introductores y embajadores… El lema de nuestra peregrinación es “Mirar a Jesús con la mirada de María”. Ciertamente, fuera de la mirada de María no podremos adentrarnos en el misterio de Cristo. Nos quedaríamos en la superficie. Pero, por su parte, también Jesús nos mira con la mirada de su Madre. Más aún, cuando fija sus ojos en nosotros, sueña con encontrar reproducida la figura de su Madre.

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entretenimiento

Buenaventura

por Rodrigo

Buenanventura y tres frailes más del convento decidieron caminar juntos durante un mes en silencio.

“Estoy dudando si he cerrado la puerta de mi celda al salir” “¡Pero qué tonto eres! ¡Habíamos decidido guardar silencio durante un mes y vas tú a romperlo con esa tontería!”.

“¿Y tú, qué? ¡También tú acabas de romperlo!”

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“¡A Dios gracias, yo soy el único que aún no ha hablado!”


oración

Oración Aquí en el amanacer callado te pido que llenes el ánfora vacía de mi ser. (ánfora llenándose de Ti, de tus cosas, de tu luz, de tu gozosa esencia.) Sentir tu intimidad, tu fuerza irrepetible, tu bondad liberal, tu silencio palpitante, tu misterioso eco, tu don trascendente y eterno devenir. Tu resurrección hecha vida, unicidad, eternidad, liberalidad y fuerza salvadora. Tu promesa, tu don y tu estremecedora aurora. Ello me basta para ser cuenco iluminante, lámpara encendida, aro indicador de rutas eternales, porque Tú, estarás conmigo para ser: camino, verdad y misterio total.

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el valor de una gran idea

Av. Pablo VI nº 9 -12 A • 28224 Pozuelo de Alarcón • Madrid •Tno. 91 388 66 51 www.edayenu.com • dayenu@edayenu.com


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