BuenaNueva nº 52

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Contenido HACIA ORIENTE 3 La aurora de la Resurrección ARCA DE NOÉ CANTEMOS AL SEÑOR 8 Salmo 122

SED SANTOS 72 Jérôme Lejeune II El gran descubrimiento Victoria Escudero

MOSAICO 76 Mi hermano sufre Miguel Iborra Viciana

P. Ángel Moreno

TESTIGOS DE LA VERDAD 10 Entrevista Dr. Antonio Garrido-Lestache

78 El valor de la palabra

Victoria Serrano

ECHANDO LAS REDES 16 Entrañas maternas Antonio Pavía

Antonio Arias Crespo

80 Entre la luz y las tinieblas Jaime Pérez-Boccherini Stampa

82 Entrevista al P. Alberto Soria Buenanueva

84 Por sus frutos los conoceréis

EDUCACIÓN PARA LA VIDA Jerónimo Barrio 22 Trastorno de personalidad narcisista 90 El mendigo misterioso José Antonio Gris

32 La defensa de la vida, tarea educativa Vicente A. Morro López

SI HOY ESCUCHÁIS SU VOZ 38 “Se oyen cantos de victoria” César Allende

42 El tercer enfoque Francisco Lerdo de Tejada

Manuel del Pino

BENDITA MARÍA 96 Tercer misterio doloroso Enrique Solana

CINE 98 La teoría del todo Gloria Mª Tomás y Garrido

LUZ PARA EL MUNDO KERIGMA 102 India Iglesia perseguida, parra fecunda 40 Sin fe ni razón solo nos queda la locura Josué Villalón-AIN Javier Alba

ESPADA DE DOS FILOS 50 Los cinco libros de Dios Horacio Vázquez

FUERZA EN LA MIRADA 106 Disertación de un exorcista Victoria Luque

114 ¿Basta con estar enamorado?

RAZÓN CREADORA Víctor Rodríguez 56 El embrión como ser biográfico 118 La juventud vivida en libertad David Lorenzo

ALDEA PLANETARIA 60 Islam y cristianismo Ramón Domínguez

NUEVA ESTÉTICA 66 Makoto Fujimura

Marta A. Guerrero

120 El método del descubrimiento Alfonso López Quintás

ENTRETENIMIENTO ORACIÓN

María Tarruella

70 La Virgen de la Soledad Jesús Arévalo Jímenez

La Asociación Canónica Bendita María, Editora de la revista Buenanueva, es una asociación sin ánimo de lucro. No está vinculada a ningún grupo, ni movimiento de la Iglesia, ni a ninguna institución. Por tanto, no tiene más ingresos que los derivados de las suscripciones personales y las aportaciones que graciosamente nos hacen. Todas las personas que trabajan en ella lo hacen gratuitamente, con la única finalidad de anunciar el Evangelio y el Reino de Dios a través de este medio. Si quieres ayudarnos, puedes enviar tu aportación a la Asociación Canónica Bendita María a través de las cuentas:

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hacia oriente

La aurora baña de púrpura el oriente; por allí aún resuena en el aire el eco triunfante de las alabanzas, mientras el Universo entero exulta gozoso y, como león enjaulado, el infierno brama. Una enorme losa sellaba su sepulcro y varios centinelas lo custodiaban; pero Él se levanta glorioso y triunfante. Con su resurrección ha librado a todos de la cárcel tenebrosa que es la muerte y ya nos conduce a la vida. Por eso no habrá más lutos ni llantos ni pesares, porque Cristo resucitó. Y todo esto por el amor infinito de Dios al hombre, que le ha abierto una senda luminosa entre el caos y la desesperación. De allí no sabíamos salir, no podíamos salir; estábamos encadenados en nuestra ruina de apetencias, en la tiranía absolutista de nuestra voluntad, en el yugo cruel y despiadado del príncipe de este mundo, que nos mantenía engañados haciéndonos creer que Dios no nos amaba..., que no debía permitir que nos pasaran estos o aquellos sufrimientos, que un Dios tan omnipotente y tan superior no podía amar a un ser tan débil, vulnerable, imperfecto y transgresor. Y el ser humano se encontraba inmerso en un círculo vicioso buscando la felicidad por derroteros que le precipitaban al dolor a la angustia y la frustración. «...Así Cristo participó de nuestra carne y nuestra sangre, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y liberar a cuantos, por miedo a la muerte, pasaban la vida entera sometidos a esclavitud» (Heb 2,14-15). Por eso la aurora tiñe de púrpura el cielo; amanece una nueva estrella; un sol refulgente está renaciendo del infierno más profundo donde ha dejado un cartel de «reformas por defunción»; ha llevado el luto a las profundidades, la desesperación al acusador, ha dejado sin armas al mentiroso, ha desentrañado la urdimbre en la que nos tenía enredados y confundidos..., y con su resurrección nos demuestra que ha vencido a la muerte, que el amor del Padre está por encima de todo lo visible y lo invisible, que la devoción, la locura y el amor atroz y desmesurado que Dios siente por el hombre se ha hecho evidente y manifiesto. En el rostro de Cristo se puede reconocer ese amor, en dos momentos: el primero, en el rostro sufriente del Siervo del Señor, soportando la injusticia, el absurdo, el tormento, el suplicio y la muerte; y, el segundo, en el rostro luminoso y resplandeciente del resucitado que se nos vuelve a aparecer. Pero ahora nos viene a decir claramente que «no está la pesca donde la buscáis, echad la red a vuestra derecha», y casi no podíamos sacarla por la multitud de peces. Así la aurora ha tintado nuestro amanecer de púrpura, de una luz esplendente y nueva; y nos ha regalado un tesoro inagotable e indescriptible para recrear el mundo entero, para llevar la alegría de la salvación a todas las gentes: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos... Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,19-20).

Jorge L. Santana 3


arca de Noé

Arturo Quirós Lépiz

Aunque no escribas libros, eres el escritor de tu vida. Aunque no seas Miguel Ángel, puedes hacer de tu vida una obra maestra. Aunque no entiendas de cine, ni de cámaras, tu existencia puede transformarse en una película primorosa con Dios de productor. Aunque cantes desafinado, tu existencia puede ser una bonita canción, que cualquier afamado compositor envidiaría. Aunque no entiendas de música, tu vida puede ser una magnífica sinfonía que los clásicos respetarían. Aunque no hayas estudiado en una escuela de comunicaciones tu vida puede transformarse en un reportaje modelo. Aunque no tengas gran cultura puedes cultivar la sabiduría de la caridad. Aunque tu trabajo sea humilde, puedes convertir tu día en oración. Aunque tengas cuarenta, cincuenta, sesenta o setenta años, puedes ser joven de espíritu. Aunque las arrugas ya marquen tu rostro, vale más tu belleza interior. Aunque tus pies sangren en los tropiezos y piedras del camino, tu rostro puede sonreír. Aunque tus manos conserven las cicatrices de los problemas y de las incomprensiones, tus labios pueden agradecer. Aunque las lágrimas amargas recorran tu rostro, tienes un corazón para amar. Aunque no lo comprendas, en el cielo tienes reservado un lugar.

Todo, todo... depende de tu confianza en Dios En una oficina trabajaba un hombre que se pasaba todo el día alabando y dando gracias a Dios. Tenía un compañero no creyente al que le molestaba mucho escuchar a su compañero decir continuamente: “¡Gloria a Dios!”, “¡Alabado sea el Señor!”. Un día le dijo: —¿Sabes que anoche soñé que habías muerto? El otro gritó: —¡Gloria a Dios, estoy en la presencia del Señor! —lo que irritó aún más al compañero. Al otro día le dijo para molestarle: —¿Sabes?, volví a soñar contigo, pero esta vez te vi en el infierno. Y sin perder la alegría, le respondió: —Alabado sea el Señor, ¡menos mal que fue un sueño!

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arca de Noé

De la misma manera que es imposible que un hombre coma lo suficiente en un día para que le dure seis meses, es imposible que un hombre reciba en un día suficiente gracia para el futuro. Debemos ir extrayendo día tras día de la fuente inagotable de la gracia que Dios nos da a medida que nos haga falta.

Entre las víctimas de la Comuna de París estaba un obispo católico romano. Era un hombre que conocía en su propia experiencia el amor de Dios. En la pequeña celda en que lo encerraron había una ventanita en forma de cruz. Después de su muerte encontraron que había escrito en la parte de arriba la palabra “altura”, al pie, “profundidad,” y al lado de cada brazo de la cruz las palabras “anchura” y “longura”. Había aprendido que el amor de Dios está presente en la hora de la adversidad y de la muerte.

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arca de Noé

Había que hacer un trabajo importante y TODOS fue encargado de hacerlo. TODOS estaba seguro que ALGUIEN lo haría. Sin embargo, aunque CUALQUIERA podía haber hecho el trabajo, NADIE lo hizo. Esto molestó a ALGUIEN, porque el trabajo correspondía a TODOS. Pero TODOS había pensado que CUALQUIERA haría el trabajo. NADIE se dio cuenta de que TODOS no iba a hacerlo. De manera que TODOS le echó la culpa a ALGUIEN, cuando NADIE hizo lo que CUALQUIERA podía haber hecho.

Si todos fuesen alguien, nadie sería cualquiera.

Un padre tenía dos hijas. Una se casó con un labrador y la otra con un fabricante de ladrillos. Al cabo de un tiempo fue a visitar a la casada con el labrador y le preguntó sobre su situación. Ella contestó: —Todo está de maravilla, padre, pero tengo un deseo especial: que llueva todos los días con abundancia para que así las plantas tengan siempre suficiente agua y puedan crecer sin problemas. Pocos días después visitó a su otra hija, preguntándole también cómo le iban las cosas. Ella le respondió: —No tengo quejas, padre, solamente tengo un deseo especial: que los días se mantengan secos, sin lluvia y con sol brillante, para que así los ladrillos se sequen y endurezcan bien. El padre meditó: —Si una desea lluvia y la otra tiempo seco, ¿a cuál de las dos le alabo sus deseos?

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No trates nunca de complacer y quedar bien con todo el mundo. Te será imposible.


arca de Noé

Un anciano estaba teniendo una charla con sus nietos acerca de la vida: —Una vieja pelea está ocurriendo dentro de mí entre dos lobos; uno de los lobos es: maldad, temor, ira, envidia, dolor, rencor, avaricia, arrogancia, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, orgullo, competencia, superioridad y egolatría. El otro es: bondad, alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, dulzura, generosidad, benevolencia, amistad, empatía, verdad, compasión y fe. Esta misma pelea está ocurriendo continuamente dentro de ustedes y dentro de todos los seres de la tierra. Los chicos se quedaron pensativos, y uno de ellos preguntó: —¿Cuál de los lobos ganará? —El que alimentes —respondió el abuelo.

(Por Adhara web)

Había una vez un ciudadano que vivía al lado de una carretera donde vendía unas ricas albóndigas con pan. Estaba muy ocupado y por lo tanto no oía la radio, no leía los periódicos ni veía la televisión. Alquiló un trozo de terreno, colocó una gran valla y anunció su mercancía gritando a todo pulmón: “Compren deliciosas albóndigas calientes”. Y la gente se las compraba. Aumentó la adquisición de pan y carne. Compró un terreno más grande para poder ocuparse mejor de su negocio. Y trabajó tanto que dispuso que su hijo dejara la Universidad donde estudiaba Ciencias Empresariales a fin de que le ayudara. Sin embargo, ocurrió algo importante. Su hijo le dijo: —Padre, ¿pero no escuchas la radio ni lees los periódicos? Estamos sufriendo una grave cri-

sis. La situación es realmente mala; peor no podría estar. —Mi hijo estudia en la Universidad, lee la prensa, ve la televisión y escucha la radio. Sabe lo que dice. Compró pues menos pan y menos carne. Eliminó la valla anunciadora, dejó el alquiler del terreno a fin de reducir gastos y ya no anunció sus ricas albóndigas con pan. Las ventas fueron disminuyendo cada día más. Después de un tiempo, el negocio estaba realmente afectado —Tienes razón, hijo mío. Verdaderamente estamos sufriendo una gran crisis.

A veces el éxito o fracaso es una simple elección personal. Aun en tiempos difíciles puede haber muchas oportunidades esperándonos.

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Salmo 122

cantemos al Señor

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Canción de las subidas. De David.

¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén. Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David. Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios». Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo». Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.


cantemos al Señor Ángel Moreno Sancho Capellán del Monasterio de Buenafuente del Sistal

Si hay un salmo que permanece vivo es el 122, cuando tomamos del autor sagrado las palabras que expresan los sentimientos que embargan el alma de quien se acerca a la meta espiritual, hacia la que ha dirigido sus pies, muchas veces por cumplimiento de un voto o promesa, o también para celebrar la fiesta patronal, o la visita al lugar que le trae el recuerdo de las gracias recibidas. El peregrino rompe a cantar —y hay veces que a llorar al mismo tiempo— de gozo y emoción, porque tiene ante sí, a la vista, la silueta del santuario donde desea dar gracias a Dios o encomendar una causa íntima. Hay que hacerse cargo del contexto de la peregrinación a pie, a lo más en cabalgadura; de ahí la expresión: «Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén». Cuando se llevan varias jornadas de camino, cuando se ha superado el cansancio, la sed, el desánimo, los contratiempos y hasta los posibles peligros por inseguridad, al dar vista a la ciudad santa, al Monte del Templo, el lugar de la presencia divina, surgen el cántico, la alegría y la emoción incontenibles. Desde antiguo se creía que los lugares altos eran más sagrados, porque estaban más cerca del cielo, más cerca de Dios. Por eso tantos santuarios se han edificado sobre las montañas. Jerusalén está a 900 metros sobre el nivel del mar, pero si se tiene en cuenta que Jericó está a 250 bajo ese nivel, ir desde allí a la ciudad santa era una subida muy real, más aún si el desnivel se desarrolla en una distancia relativamente corta, solo 34 km.

¡Qué alegría cuando me dijeron: “vamos a la casa del Señor”! El salmo tiene dimensión comunitaria: «Allá suben las tribus». La peregrinación debía hacerse en caravana, por seguridad y por coincidencia con las fiestas de Pascua, sobre todo. Y un deseo natural que nos intercambiamos en las fiestas principales es el de la paz. Nos felicitamos, y nos deseamos buenos augurios: «Desead la paz a Jerusalén, vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, en tus palacios seguridad». Jerusalén significa «ciudad de paz». El don de la paz es una súplica constante, y en estos tiempos conviene elevar la súplica por Jerusalén, pero sobre todo por la Iglesia, la nueva Jerusalén, y por tantos cristianos perseguidos. «Por mis hermanos y compañeros voy a decir: “La paz contigo”». Es el saludo religioso, social, sacramental: «La paz con vosotros», así saluda el Resucitado a los suyos. Siempre es actual el deseo de que nos acontezca el bien y la paz. San Francisco de Asís tomó posiblemente de este salmo su saludo: «Paz y bien». Con el salmista, y con el rumor de tantos peregrinos que avanzamos por la vida hacia la Casa de Dios, llenos del gozo interior que concede el saberse peregrino y no vagabundo —porque la vida tiene un sentido y se dirige al Santuario eterno, donde habita la gloria de Dios— te invito a repetir, como hace el coro, a modo de antífona: «¡Qué alegría cuando me dijeron: “vamos a la Casa del Señor”». bn

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testigos de la verdad Para este pediatra de casi sesenta años de profesión, la vida es un reto permanente con sentido de misión; en su caso, misión de proteger y devolverle la salud al más indefenso, el niño. Esto le ha llevado a hacer de la medicina algo más profundo y humano que el mero interés por la enfermedad de sus pacientes. A sus 84 años, y después de una vida repleta de vivencias, Antonio Garrido-Lestache colecciona premios y condecoraciones por su trayectoria médica a favor del recién nacido. Sin embargo, el reconocimiento mayor de cuantos le han conocido es el de haber ejercido la caridad en toda persona y ocasión. Modelo de empatía y afecto, el mundo necesita no solo hombres de ciencia sino médicos con rostro humano, y él es uno de ellos.

Victoria Serrano Blanes - Periodista ¿Cómo conoció el amor de Dios en su vida? En casa, junto a mis padres, los diez hermanos y un primo. Íbamos juntos a misa, rezábamos el rosario todos los días en familia… Luego fue afianzándose mi relación con Él en el colegio, con los Hermanos Maristas y después con los Jesuitas. Puedo decir que mi vida la ha marcado el amor y temor a Dios, y el amor a la Virgen. Ha sido el promotor del Sistema de Identificación del Recién Nacido por dactiloscopia. ¿Cómo surgió el interés por ello? El niño tiene el derecho fundamental a que en el momento de nacer sea identificado y registrado como hijo de su madre, pero a veces esto no sucede por error, mala voluntad o lástima. Como en el año 1988 se estaba trabajando a nivel mundial en la Convención sobre los Derechos Humanos del Niño (CDN) mandé mi denuncia sobre ello y enseguida me atendieron. El 26 de noviembre de ese año pude exponer ante la ONU que había miles de niños en el mundo que no eran registrados convenientemente y eso provocaba enormes problemas cuando eran mayores, por lo que yo proponía nada más nacer su identificación por la huella dactilar —formada a los ciento veinte días de vida intrauterina y que persiste hasta la desintegración total de los

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tejidos—. Esto protege a los niños de muchos peligros, sobre todo en los países pobres: rapto, tráfico de niños, explotación sexual y laboral, pérdida en la guerra o en los desastres naturales, etc. y es una garantía para sus derechos humanos y civiles. Por ejemplo, un tornado asola un país y UNICEF se encuentra con doscientos niños huérfanos, ¿quiénes son sus familiares? Afortunadamente fue aprobada y ratificada por ley por los parlamentos de todos los países, excepto EEUU y Somalia. Aunque el desideratum sería obtener la huella dactilar en el vientre de la madre, es decir, hacer un DNI prenatal. Todo esto lo ha recogido en un interesante libro acerca de la identidad del ser humano… Desde que empecé a luchar por el derecho del niño a ser identificado no he dejado de trabajar en este tema. Tanto que después de doce años de recopilación de datos, errores, falsificaciones y garantías de identificación he sacado a la luz “La identidad del ser humano”, un libro repleto de anécdotas, como la de aquel humilde gallego que cuando veía a Franco le saludaba con un “buenos días, Don Claudio”. A lo que este le preguntó: “¿Se puede saber por qué me llama usted así?”. Y el gallego respondió: “Si no le importa, yo le llamaré Don Claudio aunque los demás le llamen Claudiño”. Como esta cuento otras muchas historietas verídicas en relación con la identidad del ser humano.


testigos de la verdad

El niĂąo tiene el derecho fundamental a que en el momento de nacer sea registrado como hijo de su madre, pero a veces por error, mala voluntad o lĂĄstima esto no sucede

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testigos de la verdad

Más clínico que erudito

De familia de médicos, su padre fue Juan Garrido Lestache, destacado cirujano pediatra, ¿qué le enseñó? La tenacidad, el amor por el trabajo bien hecho, la satisfacción del deber cumplido y el hacer algo por los demás, siempre pensando que estamos en este mundo para ganar el otro. Elegí pediatría porque viví todo esto en casa; hemos sido cuatro hermanos pediatras. Lleva sesenta años de labor continuada en el mundo de la medicina, ¿cómo concibe esta? ¿Ha cambiado mucho en estos años? La concibo como una forma de santificación y ayuda a los demás. En mi caso como pediatra, para volcarme en el niño que lo necesita. Indudablemente hay variaciones entre antes y ahora, pero lo que permanece es el amor y el servicio al enfermo. Aunque uno no sea consciente de ello, la medicina es un camino para la santificación. Muchos médicos pueden pensar diferente a lo que digo pero, en suma, la esencia de la medicina ha sido y será el amor. Es decir, un hombre que ayuda a otro hombre. Para mí lo primero es el paciente, y luego viene todo lo demás. Tengamos la sabiduría de Dios para ser santos. El Dr. Jiménez Díaz le preguntó en una ocasión al Dr. Ortiz de Landázuli: “¿Tú que quieres ser, santo o sabio?”. Él le respondió: “Yo quiero ser santo, pero para eso necesito antes ser sabio”. Hay médicos que lo han conseguido, como San Giuseppe Moscati, Santa Gianna Baretta Molla, etc. ¿Qué cualidades debe tener el médico para el ejercicio de su profesión? Cualidades de entrega absoluta al enfermo, con todo lo que conlleva de estudio, de consulta, de clínica, de observación, etc. El contacto con la realidad y la gente tanto en la consulta como en

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la calle es lo que a uno le hace más humano. “Trata a los demás como quieres que te traten a ti”. Siempre he pensado que el niño que viene a mi consulta es el Niño Jesús, y algún día me pedirá cuentas de cómo le he tratado. Yo aconsejo visitar la capilla ya que, como la farmacia, son fundamentales en los hospitales. San Camilo de Lelis, fundador de la Orden de los Camilos, aconsejaba a sus compañeros: «Poned más corazón en esas manos». ¿Tan importante es la cercanía del médico con el enfermo? Mucho. Hay que buscar el hombre en su enfermedad, no la enfermedad en el hombre. Por eso Gregorio Marañón nos enseñaba que había que tratar al enfermo con amor, ya que la mejor arma para todo médico es sentarse al lado de la cama y escuchar al enfermo. En medicina, aunque se ha avanzado mucho, hay que seguir aprendiendo, y donde más aprende el médico es sentado en una silla a la cabecera de la cama del enfermo. ¿Qué aprendió de Gregorio Marañón y nunca ha olvidado? El equilibrio mental. “Todo con moderación”, decía. Se puede convivir con afecciones patológicas si no molestan; si uno tiene un cálculo en vías biliares y lleva con él veinte años y sigue bien, puede continuar con ese cálculo. Marañón tenía su máxima: “Vivir y dejar vivir con moderación; no exigir al organismo demasiado esfuerzo”.


Construyendo humanidad Su profesión le ha puesto en contacto directo con el sufrimiento, ¿qué le ha implicado esto? No hay recompensa mayor que ayudar a curar a un niño, pero muchas veces he sentido impotencia por no poder hacerlo. La sonrisa de un niño lo da todo y es terrible aguantar la mirada de quien se encuentra grave y lo sabe. Parece que sus ojos dicen: “¿Entonces, no me vas a poder curar?”. ¡Dan miedo! El sufrimiento es un misterio. No siempre el médico puede curar y a veces tampoco aliviar, pero al menos debe consolar con una palmadita, un chiste, preguntar por sus aficiones, por su familia… La muerte forma parte del vivir. Yo no tengo miedo a la muerte porque sé que es un cambio de vida, no el final. El hombre es inmortal. Usted ha dicho que los niños son lo más preciado de este mundo y proteger sus derechos es contribuir a hacer un mundo mejor. ¿Qué queda por hacer? Lo dije ante la ONU y lo diré siempre, el niño tiene derecho a vivir su vida —por eso hay que dejarle vivir— y a ser identificado y registrado en el momento de nacer para evitar muchos males. El niño que ha sido feliz, aunque de mayor no lo sea tanto, siempre recordará su infancia como una felicidad. Queda mucho por hacer; lo primero es el amor al niño. Por eso los poderes públicos tienen que pensar que ni una sola moneda de euro se puede distraer en lujos si no se han cubierto las necesidades más elementales de las familias. Los que manejan los caudales públicos no tienen el mínimo derecho a llevárselos a su casa o a despilfarrarlos en obras absurdas que no sirven para nada.

testigos de la verdad

El médico es como Jesús, el Buen Samaritano cercano a los enfermos y a los débiles, y a la vez el enfermo es el mismo Cristo sufriente. ¿Cómo le ha ayudado tener esto presente? Es un espoleo constante a hacer las cosas mejor, con más conciencia, más técnica, más conocimiento, mejor trato… Todo en beneficio del enfermo. El fin del médico es dar más años a la vida y más vida a los años.

¿Qué opina de sus colegas que defienden el aborto y la eutanasia, en contra del juramento hipocrático de comprometerse a ser servidores de la vida? Para mí no son médicos, pues en la facultad de Medicina no hay ninguna cátedra destinada a destruir la vida. Además, el médico siempre busca el bienestar del paciente y no su muerte, el procurar su bien y no aplicar el mal. A los niños hay que dejarles vivir; vigilar su sistema nervioso, su peso, su alimentación, lo que aprenden en el colegio…, e igual en el vientre de la madre. Hay que dejarles vivir en paz y así a los nueve meses nace un niño. Si es rubio con ojos azules, bien; que es moreno y con ojos negros, bien; que tiene síndrome de Down, bien… Porque sea como sea ¡es una persona! Nadie tiene derecho a matar a nadie y todos tienen derecho a vivir, aunque sea un niño polimalformado y vaya a vivir poco tiempo —como también el enfermo terminal—. Si no podemos hacer nada para prolongarle la vida, dejemos que se extinga cuando sea su hora, pero no nos lo quitemos de encima. El aborto y la eutanasia supone eliminar la vida, que es el mayor regalo que nos ha dado Dios.

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testigos de la verdad

una puerta a la esperanza

¿Mantiene la ilusión por mejorar este mundo como cuando empezó? Por supuesto que sí. Tengo 84 años pero todavía puedo hacer muchas cosas. Recuerdo que al Dr. Enrique Salamanca, catedrático de Patología Médica, le preguntaron: “Usted, que lo ha sido todo en este mundo, ¿qué aspira más de la vida”. Contestó él: “Aspiro a ver a Dios”. “¿Y qué le dirá cuando le vea”. “Que más no he podido hacer”. Sería ideal que pudiera decir yo lo mismo. ¿Qué le ha proporcionado la experiencia de los años? ¿Qué tiene de bueno envejecer y ver el paso de la vida? El haber vivido mucho da una experiencia fantástica. A medida que pasan los años uno va ganando serenidad; sabe lo que ha hecho, lo que no ha hecho, lo que debería haber hecho… y, aunque reconoce que siempre se podía haber hecho más, aprende a afrontar

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los engaños y desengaños. Se ha hablado mucho del consejo de los ancianos, y en medicina no digamos. Siempre se ha dicho: “Médico viejo, cirujano joven”. Envejecer no es malo, porque tener muchos años supone mucha riqueza intelectual, mucha vivencia sentimental… La universidad de la vida es lo que más enseña. Yo digo lo que Plácido Domingo: “Mientras pueda cantar seguiré cantando y alegrando el oído a los demás”. ¿Qué consejo da a las nuevas generaciones de profesionales de la salud? Tres cosas: trabajar, trabajar y trabajar. Con eso se amplía el campo en todos los terrenos. Aunque las cosas estén difíciles, hoy día hay medios para conseguir lo que uno se proponga, siempre que se ande lo necesario ¿Cree que Dios ha sido bueno con usted? ¡Ay, sí! Te puedo contar muchos detalles de mi vida en los que Dios ha estado ahí. Desde quedarme dormido conduciendo, despertarme justo en la curva y dar un volantazo, o sencillamente estar ante un enfermo grave que no sabía qué tenía e iluminarme Dios y salvar la vida de esa persona. Tengo la seguridad de que Dios siempre ha estado a mi lado. Dejándome, indudablemente, libertad para actuar, pero en el momento dado la ayuda de Dios conmigo ha sido francamente descarada. El balance es bastante positivo, con sus luces y sus sombras… Uno ha llegado a lo que ha podido, no a lo que ha querido, pero me quedo con haber hecho algo por los demás. bn


mosaico

Entidad responsable: Asociación Bendita María

E-mail: info@buenanueva.es

Dotación:

Bases:

- Primer premio: Edición del cuento, 600 € en libros del fondo editorial y reseña informativa a una página en la revista Buenanueva con una breve sinopsis del relato y datos del autor.

Se concursa en dos categorías: certamen junior hasta 18 años y certamen senior de 18 años en adelante.

- Segundo premio: 300 € en libros del fondo editorial y abierta la posibilidad de edición del cuento en función del dictamen y la valoración del jurado. Tema: El tema es libre, aunque se deberá destacar de forma implícita o explícita la relevancia de los valores. Fecha límite: Se recogerán textos hasta el día 31 de mayo de 2015.

Extensión: entre 3.000 y 8.000 palabras. Cada concursante podrá presentar una sola obra. Los cuentos podrán ir ilustrados si así se desea. Las obras se podrán presentar de dos maneras: por correo electrónico en documento de word con dos archivos, uno con el relato y otro como plica, en este último deberá aparecer el título del cuento y los datos del autor, nombre y apellidos, fecha de nacimiento, teléfono y correo electrónico; o bien por correo ordinario con dos sobres: uno con el trabajo y otro con el título y los datos del autor (plica). Lengua: Español. Observaciones: Las obras premiadas pasarán a ser propiedad de la editorial. Las restantes se destruirán.

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echando las redes

Anton i o Pav Ă­ a

Misi one ro

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C omb on i ano


echando las redes En este sentido, nos causa sorpresa sumamente agradable ver a un hombre-pastor, aparentemente rudo e incluso tosco por su impulsividad, como el apóstol Pablo, hablar de su dedicación al ministerio que Jesús le ha confiado, en términos que nos recuerdan la abnegación de las madres, quienes, desafiando incluso la propia salud, se entregan a toda clase de sacrificios y privaciones por sus hijos; son capaces de pasar noches enteras en vela si alguno de ellos necesita su cuidado. Esta disposición, entrega y desgaste físico lo reconocemos también en Pablo con respecto a sus ovejas: «Por mi parte, muy gustosamente me gastaré y me desgastaré totalmente por vuestras almas” (2Cor 12,15).

“Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él” Entrañas de madre las de Dios, quien hace partícipes de su amor maternal a aquellos que llama a cuidar, proteger y apacentar sus ovejas que, de hecho, son más suyas que de sus pastores: «…así dice el Señor Yahvé: “Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él. Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas”» (Ez 34,11-12a).

Muy gustosamente, especifica el apóstol. No le mueve ninguna obligación ni compromiso, le mueve el amor. Las entrañas maternales de las que Dios le revistió —prolongación de las suyas— le elevan por encima de todo desgaste físico que supone el pastoreo, la dedicación y la preocupación por las iglesias-comunidades (2Cor 11,28). En definitiva, todo su ministerio apostólico le nace de dentro; Dios ha infundido en él la riqueza del amor que construye al otro, este amor que no se fabrica y que tampoco es resultado de la aplicación de una serie de principios éticos o píos. Cuando Pablo dice que se desgastará muy gustosamente por los rebaños que su Maestro y Pastor le ha confiado, en realidad más que ponerse una medalla se sobrecoge ante el don que ha recibido. Gasta su vida por el anuncio del Evangelio porque Alguien ha creado algo nuevo en sus entrañas; el que le llamó para el Evangelio de Dios (Rom 1,1) puso en ellas su sello maternal abriéndolas así al mundo entero. No hay duda que cuando Jesucristo llama a alguien se salta todas las normas de prudencia y eficacia; esta es una constante a lo largo de la historia de Dios con los hombres.

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echando las redes

A tu prójimo como a ti mismo Al referirnos a las entrañas maternales de Pablo, hablamos también —siguiendo el símil de la madre— del sufrimiento que implica dar a luz a hijos en la fe. El apóstol, al igual que todos los pastores que hacen del anuncio del Evangelio su única y gran pasión, tiene dibujado en las telas de su alma esta calidad de sufrimiento: “¡Hijos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo

El verdadero amor por sus ovejas de Pablo y de todo pastor según el corazón de Dios es dar la vida que rebosa del Evangelio y que, a su vez, ellos han recibido de Jesucristo

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formado en vosotros…” (Gál 4,19). Padeció indeciblemente los dolores del alumbramiento al conducirlos hasta el bautismo, sufrimientos que persistieron hasta ver a Cristo Jesús, su Señor, formado en ellos. Es tal su identificación con Él, que llega a confesar: “Ya no soy yo quien vivo sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20). Vemos aquí el sentido real y profundo de la respuesta que Jesucristo dio al escriba que le preguntó por el primero de los mandamientos. Le dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”. Y añadió: “y a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10,26). He ahí el auténtico y verdadero amor por sus ovejas de Pablo y de todo pastor según el corazón de Dios; estos les dan la misma vida que rebosa


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del Evangelio y que, a su vez, ellos han recibido de manos de Jesucristo: “Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí, no es de orden humano, pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo” (Gál 1,11-12). Este pastoreo hace que Jesús viva en las entrañas de las ovejas pastoreadas, y que lleva consigo el enseñarlas a comer por sí mismas partiendo la Palabra, por supuesto, siempre en comunión con sus pastores, con la Iglesia. Cada vez que un pastor es testigo de que

sus ovejas, una tras otra, son capaces de partir la Palabra y alimentarse de ella, puede decir sin jactancia, pero sí con un “magníficat” parecido al de María de Nazaret, que ha amado a sus ovejas como a sí mismo. He ahí el sentido profundo de la respuesta que Jesús dio al escriba. Les ha traspasado la mayor de las maravillas que Dios puede hacer a una persona: partir la Palabra para su propio sustento. Maravilla que está implícita en la oración que el mismo Jesucristo enseñó a sus discípulos: “Danos hoy nuestro pan de cada día” (Lc 11,3).

Todo pastor tiene, como don inherente a su ministerio, corazón de madre; corazón solícito por sus ovejas hasta la extenuación

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Testigos del Invisible Por supuesto que en todo este proceso no hay nada de mecánico o programático. Nada de esto responde a una especie de ensayo de laboratorio por el que la relación causaefecto está previamente proyectada. Estamos hablando de un proceso en el que intervienen los resortes más propios e íntimos del hombre, como son la libertad, el hambre de novedad —no hay mayor novedad que la acción de Dios—, la perseverancia y la escucha, la calidad de la acogida, aunque también los miedos, los frenos causados por la debilidad, el temor y la desconfianza ante la sospecha de ser engañados… Los pastores según el corazón de Dios conocen a fondo todos y cada uno de estos resortes. Los han vivido en su propia carne, en su gestación a la fe adulta. Apoyados en esta fe, están ahí velando por sus ovejas como lo está una madre ante sus hijos. Todo pastor tiene, como don inherente a su ministerio, corazón de madre. Corazón solícito por sus ovejas; atentos hasta la extenuación a la obra que está haciendo en ellas por medio de su predicación y acompañamiento entrañable. Estoy pensando en Pablo, en su testimonio escrito cuando dice a los de Corinto que no le importa el desmoronamiento de su cuerpo en sus afanes por anunciar el Evangelio. “Aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida “(2Cor 4,11-12).

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Lo más bello del testimonio de Pablo es que no va muriendo y desfalleciendo como esos santurrones que van echando en cara a todo el mundo sus privaciones heroicas —líbrenos Dios de estos “mártires”—. Nuestro apóstol proclama esta realidad como alguien que está venciendo a la muerte, incluso al progresivo desfallecimiento y deterioro de su cuerpo. Pero que no cabe en sí de gozo al saberse reconstruido interiormente en la medida en que se gasta por sus ovejas: “Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día: “…a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas la invisibles son eternas” (2Cor 4,16-18). No le importa proclamar que sus entrañas son de mujer-madre; que sufre dolores de parto por la multitud de hombres y mujeres que Jesús le ha confiado. Y este perder la vida, desgastarse por sus ovejas, no lo considera una carga sino un regalo, una gracia de Dios. Es más, se asombra de haber recibido la llamada al pastoreo, siendo como es el menos indicado de todos los discípulos del Señor. Conoce su debilidad, mas no se hace una víctima a causa de ella. Por el contrario, sin perderla de vista, se eleva sobre ella para poder anunciar el Evangelio, y esto sabiendo que es el menor de todos los santos, como eran llamados los cristianos: “A mí, el menor de todos los santos, me fue concedida esta gracia: la de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo” (Ef 3,8). bn


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NADA MÁS FUERTE Un cuento fantástico. Una experiencia maravillosa en torno a la familia. Un mensaje de sensibilidad y de amor que nos sorprende. Una admiración sencilla y respetuosa por la naturaleza y los animales. Autor: Ángela C. Ionescu Pág.: 34 ISBN: 978-84-943273-6-0 Precio: 7,80 euros

A… DIOS, HASTA EL CIELO Cuando llega el momento de despedir a una persona querida siempre nos replanteamos aunque sea de una manera inconsciente nuestra propia existencia. La propia noticia en sí, nos lleva a reflexionar inevitablemente sobre el sentido de nuestra vida. Autor: Rafael Alcázar Reyzábal Pág.: 124 ISBN: 978-84-943273-5-3 Precio: 9,80 euros


educación para la vida

José Antonio Gris • Especialista en Psicología Clínica

Solo le importan los demás si puede obtener algo de ellos. Se ve siempre superior y no soporta a nadie. Pretende siempre ser alabado y reforzar sus sentimientos de grandiosidad. Busca rodearse de personas que le admiren y le vean como un líder excelente. Tiene un concepto de sí mismo de persona especial, autosuficiente y superior. Con frecuencia se expresa de forma mayestática y pedante. Habla constantemente de sí mismo, enfatizando todo lo que hace y sus capacidades, como si a los demás solo les importara su visión de la vida, sus opiniones, etc. A los narcisistas les encanta hablar en público o salir en televisión para destacar, incluso pueden potenciar su aspecto de ser graciosos, simpáticos, etc., pero tratándoles de cerca son insoportables. En realidad, el narcisista es una persona muy resentida, con una tendencia máxima a la ira, y pue-

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de ser muy vengativo con los demás cuando no le alaban o le critican. Solo le importa alimentar su ego y su superioridad. Si piensa que alguien puede competir con él utiliza todas sus armas de venganza para desprestigiar a esa persona. Millon afirma que la personalidad narcisista se desarrolla por un exceso o defecto de atención y afecto de los padres. Los halagos excesivos a un niño pueden terminar en lo que Tartakof denominó el “complejo de Premio Nobel”: cuando el niño se considera en todo mejor de lo que es realmente. Estos mismos sentimientos pueden aparecer cuando, por el contrario, el niño se ha desarrollado en la indiferencia y negligencia parental. El niño desarrolla así una gran necesidad de halagos y refuerzos.


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Solo le importa alimentar su ego y su superioridad. Si piensa que alguien puede competir con 茅l utiliza todas sus armas de venganza para desprestigiar a esa persona

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Necesidad de atención permanente La persona que tiene este trastorno tiene un exagerado egocentrismo, le es imposible empatizar con los demás y expresa una excesiva preocupación por sí mismo, además de una actitud de superioridad y desprecio general hacia todos. Se expresa de forma arrogante, chulesca, despectiva y aparentemente insensible. De este modo trata de ocultar lo que hay en lo más profundo de su personalidad, que es inseguridad, envidia, ira, rabia, frustración, impotencia, enfado, sensación de fracaso y humillación, odio, violencia y un gran resentimiento vengativo. Humillando a los demás se siente superior. Se caracteriza por un patrón general de grandiosidad y una enorme necesidad de admiración. Lo que más desarrolla es el egocentrismo, la arrogancia, la presunción, la explotación de los demás, pero no expresa su hostilidad y agresividad por su necesidad desesperada de reconocimiento y valoración. Exagera siempre su capacidad y busca la perfección en todo lo que hace. Necesita el poder, el prestigio, la gloria, la riqueza, la alabanza, la admiración y el respeto que cree que se merece. La persona narcisista tiene una gran autoestima pero no soporta la crítica de los demás. Por eso padece una escasa tolerancia a la frustración. Busca rodearse de personas que le alaben e idealicen. Piensa sobre sí mismo que “se lo merece todo por ser superior”. El narcisista carece de principios, por lo que explota a los demás. Otro síntoma es el deterioro de las relaciones sociales ya que intenta siempre manipular a los demás y es muy pretencioso. Es un trastorno que comienza a manifestarse en la adolescencia y se desarrolla en

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Tiene una gran autoestima pero no soporta las críticas, por eso padece una escasa tolerancia a la frustración. Busca rodearse de personas que le alaben e idealicen

la edad adulta, donde ya aparecen complicaciones como alcoholismo, drogodependencia, farmacodependencia y problemas en el área interpersonal, familiar y laboral. El narcisista busca el refuerzo constante por medio de conductas persistentes, ambiciosas y dirigidas hacia sus objetivos. Se siente con derecho a ser alabado por los demás y sobrevalora su importancia personal, dirige su afecto hacia sí mismo más que hacia los demás y espera que todos le reconozcan como un ser único y especial. El trastorno narcisista de la personalidad va desde formas moderadamente graves hacia formas más graves, que son más disfuncionales. Pero siempre se caracteriza por la necesidad de atención permanente y unas creencias irracionales de grandiosidad y superioridad. La DSM-5 lo describe así:


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educación para la vida

F60.8 Trastorno narcisista de la personalidad (301.81) Un patrón general de grandiosidad (en la imaginación o en el comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía, que empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos contextos como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems: 1. Tiene un grandioso sentido de autoimportancia (p. ej., exagera los logros y capacidades, espera ser reconocido como superior, sin unos logros proporcionados). 2. Está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios. 3. Cree que es “especial” y único y que solo puede ser comprendido o solo puede relacionarse con otras personas (o instituciones) que son especiales o de alto estatus. 4. Exige una admiración excesiva. 5. Es muy pretencioso. Por ejemplo tiene expectativas irrazonables de recibir un trato de favor especial o de que se cumplan automáticamente sus proyectos. 6. Es interpersonalmente explotador, por ejemplo, saca provecho de los demás para alcanzar sus propias metas. 7. Carece de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás. 8. Frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás le envidian a él. 9. Presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios.

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Cuadro clínico 1. Conducta aparente. Es percibido como arrogante. Cree que está por encima de las convenciones y éticas de su grupo cultural. No le importan las responsabilidades de la sociedad. Espera que los demás se sometan a sus deseos. Se comporta como carente de humildad, altamente presuntuoso, centrado en sí mismo. Cuando el trastorno se desarrolla, entonces aparecen conductas como: se mofa de las reglas convencionales de la sociedad, se muestra indiferente con los derechos de los demás, aumenta su ilusión de ser superior a los demás, y considera solamente sus derechos o necesidades. En la edad adulta desarrolla un delirio de grandeza personal y su egocentrismo aumenta mucho. 2. Conducta interpersonal. El trastorno se desarrolla con la mayor explotación de los demás o manipulación, siempre para buscar su propio interés. Interpersonalmente tiene cada vez menos empatía.

No tiene respeto con los sentimientos y deseos de los demás. En la variedad extrema del trastorno, el comportamiento interpersonal se manifiesta como desprecio por los derechos y la felicidad de los demás. Es frecuente la explotación interpersonal, por la que se aprovecha de los demás para complacer sus propios deseos o para su engrandecimiento personal. 3. Estilo cognitivo. El trastorno evoluciona hacia mayor indisciplina. No tiene límite en sus fantasías inmaduras. Tiende a exagerar sus habilidades, transforma sus fracasos en éxitos y emplea racionalizaciones extensas para aumentar su propio valor y rechaza a aquellos que le niegan o le rechazan. En el extremo del trastorno, la expansión cognitiva se torna en pensamiento indisciplinado. Sus sueños se vuelven fantasías elaboradas o delirios de éxito, gloria, belleza o riqueza. Recurre a la mentira o la invención para mantener sus ilusiones de autoestima. 4. Expresión afectiva. La expresión afectiva pasa de indiferente al comienzo del trastorno a una expresión de grandiosidad. Tenderá hacia un estado general de indiferencia e imperturbabilidad. Irá desarrollando una frialdad cada vez mayor, incapaz de impresionarse con nada. 5. Percepción de sí mismo. Comienza a sentirse como admirable y evoluciona a sentirse único y extraordinario. Se ve como una persona superior, especial. Esta idea está tan anclada en su mente que nunca se la cuestiona. Cualquiera que le cuestione esta concepción de sí mismo es mirado con desprecio y desdén. Piensa que está por encima de las reglas éticas y costumbres de la sociedad. A medida que el trastorno se desarrolla, se considera a sí mismo no solo admirable, dotado y único, sino también extraordinario y capaz de serlo todo.

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6. Racionalización. La personalidad narcisista se construye sobre una autoestima aumentada, sentimientos de superioridad e ideas altamente irrealistas de capacidad. La racionalización es el mecanismo más utilizado para distorsionar la realidad. Representa un proceso inconsciente de autoengaño para no ver sus frustraciones, fallos o actos antisociales. La racionalización es un proceso de creación de explicaciones para ocultar las razones reales de frustración, un proceso engañoso para aumentar su autoestima. Evita la dependencia de los demás y tiende a considerarse como independiente, frío y por encima de las normas. Sus conductas de explotación o manipulación hacia los demás van en aumento y esto hace incrementar mucho su egocentrismo. El concepto de sí mismo está construido sobre su superioridad única. 7. Su cuadro clínico se puede resumir así: - Conducta aparente: de arrogante a exhibicionista. - Conducta interpersonal: de manipuladora a explotadora. - Estilo cognitivo: de egocéntrico a indisciplinado. - Expresión afectiva: de indiferente a manía. - Percepción de sí mismo: de admirable a único y especial. - Mecanismo principal: racionalización.

La personalidad narcisista se construye sobre una autoestima aumentada e ideas altamente irrealistas de capacidad 28

El Trastorno de Personalidad Narcisista se va agravando mediante dos vías de mecanismos psicológicos: procesos funcionales y

atributos estructurales.

Procesos psicológicos funcionales 1. Procesos cognitivos. Posee una imaginación desenfrenada y está enfrascado en inmaduras y gloriosas fantasías de éxito o belleza. Se ajusta mínimamente a la realidad, se concede licencias en cuanto a los hechos y suele mentir para mantener sus ilusiones. 2. Conducta interpersonal. Carece de empatía, se cree el centro de atención y espera favores especiales sin asumir responsabilidades recíprocas. Se toma excesivas confianzas sin ningún reparo y utiliza a los otros para fortalecerse a sí mismo y satisfacer sus deseos. Si puede, explota o manipula a los demás. 3. Expresividad. Se comporta de forma arrogante, altanera, pomposa y desdeñosa. Se siente por encima de las normas de convivencia y las califica de superficiales o inaplicables para sí mismo. Muestra una descuidada falta de atención por la integridad de las personas y una indiferencia presuntuosa hacia los derechos de los demás. 4. Mecanismo de defensa. Utiliza sobre todo la racionalización. Se engaña a sí mismo y tiende a elaborar razones plausibles para justificar su egocentrismo y su comportamiento socialmente desconsiderado; encuentra coartadas para situarse en la mejor posición posible a pesar de sus evidentes obstáculos o fracasos.


educación para la vida

Procesos psicológicos estructurales 1. Organización mental. Las estructuras morfológicas que subyacen a las estrategias defensivas y de afrontamiento tienden a ser débiles y transparentes, parecen más sustanciales y organizadas de lo que son en realidad. La regulación marginal de los impulsos, la mínima canalización de las necesidades y la creación de un mundo interno en el que se descartan los conflictos sirven para la rápida justificación de los errores y la reafirmación.

Se toma excesivas confianzas sin ningún reparo y utiliza a los otros para fortalecerse a sí mismo y satisfacer sus deseos

2. Estado de ánimo. Manifiesta un aire general de indiferencia, imperturbabilidad y fingida tranquilidad. Parece poseedor de una frialdad no impresionable, excepto cuando se ve amenazada su confianza narcisista, momento en el que aparecen muestras de ira, vergüenza o sentimientos de vacío. 3. Impulsos y conflictos. Representaciones internalizadas compuestas en mayor medida de lo normal por recuerdos ilusorios y cambiantes sobre relaciones pasadas. Los impulsos y conflictos inaceptables son rápidamente remodelados en cuanto surge la necesidad. 4. Autoimagen. Cree que es una persona de mérito, especial o única, que merece una gran admiración. Se comporta de forma grandiosa y con una gran confianza, a menudo con logros significativos. Tiene un elevado concepto de sí mismo a pesar de ser visto por los demás como egocéntrico, desconsiderado y arrogante.

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Etiología El papel de los factores genéticos en los trastornos de personalidad no ha sido demostrado. Los factores que sí se han demostrado son ambientales y de tres tipos: 1. Permisismo parental y sobrevaloración. Los padres que sobrevaloran en exceso al niño, con la buena intención de que creen que están formando una personalidad más segura, consiguen que estos niños aprendan: Que es especial y superior. Que le alaban por cualquier cosa que haga. Que siempre es el mejor en todo. Que los demás deben tratarlo de forma especial. Que los demás deben admirarle, puesto que es superior. No coopera con los demás. Siempre espera que los demás hagan lo que él diga. No aprende a asumir la responsabilidad personal. No respeta las opiniones, intereses, bienestar y derechos de los demás. Está acostumbrado a conseguir todos sus caprichos. Un niño que está acostumbrado a ser complacido en sus deseos y caprichos espera que todo gire alrededor de sí. Es lógico que se vuelva extremadamente egoísta y narcisista en sus expresiones de amor y sus emociones. Ha aprendido a ser tan reforza-

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do en su familia que espera que los demás se comporten igual. Si nota que los demás no le tratan de forma especial comienza a desarrollar conductas demandantes de atención y explotadoras para conseguir lo que quiere. 2. Conducta explotadora aprendida. El niño narcisista está acostumbrado a un trato especial y es sobrevalorado por su familia. Cuando está fuera de ella espera el mismo trato por parte de los demás. Si no lo percibe así comienza a desarrollar conductas de habilidad en obtener la atención y admiración de los demás, manipular y explotar a los demás para ser considerado como único y especial. Ha aprendido en su familia a ser tratado como “persona especial y única”, a admirar su propia inteligencia, su valor, su aspecto físico y talento especial. Por eso, su conducta se caracteriza por buscar continuamente el elogio y la admiración. Está convencido que merece un trato especial en todo. Frecuentemente se hacen amigos de personas dependientes para manipularles mejor y conseguir admiradores sumisos. La explotación y manipulación de los demás se convierte así en un potente refuerzo difícil de extinguir. 3. Hijo único o el menor de la familia. La alta frecuencia con que la sobrecomplacencia parental y la oportunidad de aprender conductas manipulativas y de explotación es mayor en los hijos únicos y en el pequeño de la familia. Lo que hace que estos niños se sientan como “únicos y especiales”. Son niños que no se les han puesto restricciones y no adquieren las conductas de responsabilidad y de compartir con los demás.


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Por la sobrevaloración parental es habitual que generen sentimientos de omnipotencia. El niño no está expuesto a una disciplina parental suficiente y tampoco al aprendizaje de conductas en las que influye la culpa, el temor, la vergüenza social, etc., por lo que no desarrolla un autocontrol emocional o cognitivo correctos. bn

Su incidencia es mayor en los hijos únicos y en el pequeño de la familia, ya que la sobrevaloración parental hace que se sientan “únicos” y “especiales”

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educación para la vida Vicente A. Morro López

Vicepresidente de FCAPA-Valencia Vicepresidente del F.V.F.

Si hay un ámbito en el que fe y razón, reli- En la raíz de la naturaleza del hombre, de su gión y ciencia se complementan y colaboran esencia, está la dignidad inviolable de toda singularmente es el de la defensa de la vida vida humana, sea cual sea su estado de desahumana y de la promoción de su valor y dig- rrollo y sus circunstancias particulares. nidad. Sus descubrimientos, intuiciones, hallazgos no entran en contradicción sino en la raíz de la naturaleza del hombre está la que mutuamente se refuerzan y confirdignidad inviolable de toda vida humana, sin man. Esta complementariedad la enunció ya San Juan Pablo II en su encíclica embargo, la cuestión de la defensa de la vida “Fides et Ratio”: «La fe y la razón (Fides et está ausente en el ámbito educativo ratio) son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el El ámbito de la defensa de la vida es, corazón del hombre el deseo de conocer la además, crucial para el futuro de la Huverdad y, en definitiva, de conocerle a Él para manidad. Una gran batalla cultural está que, conociéndolo y amándolo, pueda alcan- librándose en torno a él desde el último zar también la plena verdad sobre sí mismo». tercio del siglo XX. En ella está en juego la concepción misma del hombre. Melina Monseñor Livio Melina, presidente del Pontifi- señalaba: «Las cuestiones fundamentales cio Instituto Juan Pablo II, señala en este mismo del respeto de la vida humana… han sido sentido que «la Revelación cristiana ofrece pos- profetizadas por el Magisterio de la Iglesia teriores confirmaciones a las indicaciones de la en su dimensión no solamente de moral ciencia biológica y a las evidencias de la razón individual, sino propiamente social: estas filosófica, proyectando una luz nueva sobre la cuestiones son como la “nueva frontera” dignidad singular de la persona». de la cuestión social».

sordera moral Sin embargo, de forma paradójica, la cuestión de la defensa de la vida está ausente en el ámbito educativo. Ferrara denunciaba esta situación con crudeza: «La sordera moral respecto al aborto es hoy día la ley educativa de Occidente». Parece como si en la escuela, y a veces también en la familia, estuviera prohibido o fuera de dudoso gusto hablar de las cuestiones que afectan a la vida humana, de los ataques y amenazas que sufre, del valor y dignidad de «toda la vida y la vida de todos», en feliz expresión de San Juan Pablo II.

José María Pardo señala la gravedad de esta ausencia: «Es ilusorio pensar que se puede construir una verdadera cultura de la vida humana sin ayudar a los adolescentes y jóvenes a comprender y vivir la sexualidad, el amor y toda la existencia según su verdadero significado. La banalización de la sexualidad es uno de los principales factores que están en la raíz del desprecio por la vida naciente: solamente un amor verdadero sabe custodiar la vida».

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educación para la vida No debemos perder de vista que la educación primordialmente es, o debería ser, un servicio a la verdad, especialmente a la plena verdad sobre el propio ser humano. Su misión es llevar al hombre desde la duda, la falsedad o el error, al conocimiento de la realidad de las cosas, haciendo efectiva la clásica definición de Santo Tomás sobre la verdad: «adecuación de la cosa y del entendimiento». En este ámbito, la verdad consiste en reconocer los datos y evidencias presentes en la naturaleza, datos que la ciencia presenta y que son, en consecuencia, accesibles racionalmente. Datos que solo pueden ser negados desde planteamientos puramente ideológicos. Es importante señalar, antes de adentrarnos más en el contenido de este artículo, que

al hablar de la defensa de la vida humana, lo hacemos de «toda la vida y la vida de todos». No nos referimos solo al aborto, aunque en nuestra sociedad sea uno de los debates principales, sino también a la eutanasia, el terrorismo, la pena de muerte, las guerras, la tortura, la manipulación e ingeniería genéticas, la eugenesia, la pobreza y el hambre estructurales, la violencia y el maltrato en el entorno familiar (mujeres, niños, ancianos). En esta cuestión la clave radica en saber “quién” es el otro (que no es un qué, un algo): mirarlo, conocerlo, saber su verdad. Hoy en día, el seno materno es uno de los lugares más peligrosos del mundo para el ser humano, porque se ignora, se evita, se esconde la realidad del feto. Esto hay que aprenderlo, y cuanto antes mejor.

una verdad experimental En 1990, Cole y otros autores manifestaron de ropajes de progreso, ampliación de dereen la revista Lancet (I, 1040): «De hecho, es chos e, incluso, de falsa piedad hacia quien falso, y un insulto contra la razón, considerar sufre. Es significativo, además, que casi siemque el embrión humano es solo un grupo pre, para justificar algu-nas de las posiciones de células totipotentes». Esto nos dicen las ideológicas contrarias a la vida humana y a ciencias —medicina, genética, biología, em- la familia, como entorno privilegiado y natural briología— sobre el origen de la vida humana, para la protección y cuidado de esta, deban sobre el inicio de cada vida humana con-creta utilizarse mentiras y eufemismos, manipulae individual. También la ciencia jurídica se ha ción del lenguaje al fin. pronunciado al respecto en diversas para justificar las posiciones ideológicas sentencias y resoluciones.

contrarias a la vida humana y a la familia se

Ya anunciábamos al principio que revisten de ropajes de progreso, ampliación de las evidencias científicas y los datos objetivos solo podían negarse desde derechos e incluso de falsa piedad hacia quien sufre presupuestos ideológicos. Precisamente por esto es fundamental que la escue- En lo relativo a la mentira, es reveladora de la y la familia se impliquen en la tarea de for- esa forma de actuar, por ejemplo, la pro-puesmar a los niños y jóvenes en la verdad. Frente ta que hiciera en su día Bill Clinton diciendo a esto, vamos a ver algunas de las falsedades que el aborto debía ser «seguro, legal y exy lugares comunes más difundidos en este cepcional». Pues bien, un dato cierto es que ámbito. Lo más llamativo, por incongruente, en Nueva York el cuarenta por ciento de los es que algunas de estas opiniones se revisten embarazos terminan en aborto.

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educación para la vida El caso que se utilizó para promover la legalización del aborto en Estados Unidos, y después en cascada en gran cantidad de países occidentales, el célebre “Roe vs. Wade” (sentencia de 1973), estuvo construido sobre la mentira de una falsa violación. En cuanto a la manipulación del lenguaje, en sentido estricto, podemos encontrar ejemplos como la creación del término “pre-embrión” en un intento de justificar determinadas manipulaciones sobre el embrión humano. O la difusión de la idea del “sexo seguro” mediante la supuesta protección total con el uso del preservativo: hay que señalar que ONUSIDA ha tenido que reconocer que solo se puede hablar de sexo “más” seguro, pero no de seguridad total como se daba a entender con el slogan anterior.

en Nueva York el cuarenta por ciento de los embarazos terminan en aborto 35


educación para la vida

necesidad de una recta antropología Como último ejemplo de estas mentiras y manipulaciones citaremos el constante recurso a la amenaza de la superpoblación, de la explosión de una supuesta “bomba demográfica”, como la denominara Paul Erlich, sombrío profeta de catástrofes jamás acaecidas. La falsedad de estos planteamientos se ha desvelado, entre otros, por Jean Ziegler, socialista suizo y Relator Especial de Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, en un informe de enero de 2008: «Y sin embargo, el hambre y las hambrunas no son inevitables. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el mundo produce ya suficientes alimentos para atender a cada niño, mujer y varón, y podría dar de comer a 12.000 millones de personas, es decir el doble de la población actual».

lo mejor que podemos hacer por nuestros niños y jóvenes es que no se dejen arrastrar por la corriente. Para eso es necesario que en su educación les hablemos del valor y dignidad de la vida humana

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educación para la vida En este contexto, y en relación con el combate cultural al que nos referíamos al principio, hay que señalar que en la base de todas estas falacias, eufemismos y manipulaciones se encuentran los planteamientos de la ideología de género y su agenda política. En el ámbito educativo y familiar, el servicio a la verdad consistirá específicamente en denunciar y demostrar estas falsedades y en proponer, a su vez, una recta antropología, adecuada a la auténtica naturaleza del ser humano. Otra manipulación que suele utilizarse para intentar desacreditar las propuestas y posiciones de quienes defienden la vida es decir que pretenden imponer su fe y sus creencias a toda la sociedad, intentando hacer creer que no existen otros argumentos más allá de los de tipo religioso o teológico. Nada más lejos de la realidad. Las evidencias científicas y los datos objetivos meramente racionales, a los que en el caso de los creyentes se pueden sumar otra serie de consideraciones —mandamientos, prácticas, costumbres, virtudes, creencias—, demuestran que existen razones de ciencia y de conciencia para oponerse a los ataques reiterados contra la vida humana, especialmente cuando esta se encuentra en formación en el seno materno o cuando está enferma, en fase terminal o en situación de debilidad o abandono. Julián Marías lo expresaba con claridad meridiana al decir que «la ilicitud del aborto nada tiene que ver con la fe religiosa, ni aún con la mera creencia en Dios; se funda en meras razones antropológicas, y en esta perspectiva hay que plantear la cuestión. Los cristianos pueden tener un par de razones más para rechazar el aborto; pueden pensar que, además de un crimen, es un pecado». Citaremos solo tres ejemplos, pues la lista también aquí sería interminable, de pensadores y personajes no “ultracatólicos” precisamente: Tabaré Vázquez, expresidente de Uruguay y médico de profesión; Norberto Bobbio, filósofo socialista italiano; Mahatma Gandhi, líder pacifista.

La existencia de estos argumentos y testimonios laicos no desvirtúa el hecho de que haya sido la Iglesia Católica la primera, y siempre se ha mantenido en la misma posición, que ha clamado en favor del respeto a la vida y la dignidad de todo ser humano. En la Evangelium Vitae, San Juan Pablo II nos ponía frente a nuestra responsabilidad personal: «Estamos ante un enorme y dramático choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida, la “cultura de la muerte” y la “cultura de la vida”. Estamos no solo “ante”, sino necesariamente “en medio” de ese conflicto: todos nos vemos implicados y obligados a participar, con la responsabilidad ineludible de elegir incondicionalmente a favor de la vida». También el Papa Benedicto XVI se ha pronunciado en multitud de ocasiones en este mismo sentido. En el año 2007, en un discurso ante la Asamblea General de la Academia Pontificia para la Vida, recordó que «el cristiano está continuamente llamado a movilizarse para afrontar los múltiples ataques a la que está expuesto el derecho a la vida». Asimismo, entre los muchos pronunciamientos del Papa Francisco citaremos su discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, el 13 de enero de 2014: «Suscita horror solo el pensar en los niños que no podrán ver nunca la luz, víctimas del aborto». Acabamos citando a Chesterton: «Solo quien nada contracorriente sabe que está vivo». Lo mejor que podemos hacer por nuestros niños y jóvenes es que no se dejen arrastrar por la corriente. Es más duro, pero más humano. Para eso es necesario que en su educación les hablemos del valor y dignidad de la vida humana. El Papa Francisco, en el Ángelus de 23 de junio de 2013, transformaba esta idea en propuesta de acción: «¡Debemos ir contracorriente! Y ustedes, jóvenes, sean los primeros: vayan contra la corriente, tengan esa altura de ir contra la corriente, ¡Adelante, sean valientes y vayan contracorriente!» bn

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si hoy escucháis su voz

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VI

C é s a r A l l e n d e G a r c í a - Doctor en Filosofía

«Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos: “La diestra del Señor es poderosa, la diestra del señor es excelsa”. No he de morir, viviré, para contar las hazañas del Señor» (Sal 118,15-17)

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si hoy escucháis su voz De lo más profundo de quien se encuentra sepultado bajo los escombros surge la pregunta llena, a la vez, de angustia y esperanza: “¿Hay alguien ahí?”. El otro lado de la escombrera cobra un significado y valor incalculables. Y si llegan ruidos o indicios de que sí hay alguien, aumenta la ansiedad por hacerse oír hasta niveles indecibles. Coinciden en esto el temor a morir y la posibilidad de ser rescatados. Esta última palabra guiará esta reflexión. En el libro del Éxodo (6,6) aparece por vez primera en la Escritura el término “goel”, de gran fuerza religiosa y teológica: «Por tanto, diles a los hijos de Israel: “Yo soy el Señor y os sacaré de los duros trabajos de Egipto, os rescataré de vuestra esclavitud, os redimiré con brazo extendido y con grandes juicios”». Dios se muestra como quien rescata y libera, como aquel pariente o familiar que reivindica el derecho conculcado, e incluso como el vengador de la muerte de un miembro de la parentela. El “goel” es el garante de que la injusticia cometida contra su pariente sea restaurada.

Como todos experimentamos, la muerte es la más inicua injusticia cometida contra el hombre, porque se le hace precisamente en cuanto está vivo. Y de aquí nace el incoercible deseo de su reparación. Pero, atrapados todos los escombros, la pregunta vuelve pertinaz: ¿Habrá un rescatador? ¿Pasará cerca un “goel” para mí? Nos duelen los nudillos de tanto remover las piedras y ya casi no nos quedan uñas. Basta un hilo de luz que llegue desde fuera para que la vida entera pase instantáneamente hasta nosotros. ¿Qué abrazo no dará el liberado a su liberador? Seguro que le quedará “eternamente agradecido”. La cinta que mida la eternidad habrá de ser necesariamente desmesurada y, paradójicamente, hecha conforme a nuestra capacidad para la alegría y para dar las gracias. Somos limitados y nuestros metros y balanzas también. Sin embargo, la verdadera dimensión de las cosas importantes de este mundo solo puede calibrarse desde el otro, desde la perspectiva del “otro lado”. El abrazo al liberador, el grito de alegría, expresan la exaltación que produce la victoria sobre una muerte cierta.

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vuestra vida está en la muerte mía La liberación produce la victoria y esta el himno de exultante alegría, cuya letra la pone el salmo 118 y su música el carácter de inenarrable que tiene una vivencia así. Por otro lado, este salmo coincide esencialmente con el “canto nuevo” que cantan los justos cuya sangre ha vengado Dios mismo (Ap 19,2). Además, es un canto de bodas: “Con alegría y regocijo démosle gloria (a Dios), porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha engalanado y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante de blancura”(vv 6-8). Sabido es que el blanco es el color de la resurrección (Jn 20,12; Mt 28,3; Mc 16,5, y otros más). Lucas añade a estos textos citados el matiz de “resplandecientes” al referirse a las vestiduras de los ángeles que anuncian a las mujeres la resurrección de Jesús. De igual modo es “resplandeciente” el rostro del ángel poderoso que, con un pie en el mar y otro en la tierra, “jura por el que vive por los siglos de los siglos” que el Misterio de Dios se consumará en cuanto suene la trompeta (Ap 10), la definitiva trompeta, la de la victoria de Dios sobre los enemigos, que lo son suyos y nuestros, principalmente sobre la muerte, el enemigo último (al decir de Pablo), por su enorme resistencia a ser sometido, encadenado y arrojado al lado del azufre. Así pues, la esperanza de que nuestro derecho a la vida sobre la muerte está garantizada por la victoria misma de Dios es un dato esencial de la fe. De este planteamiento se derivan cosas importantes, sobre las que podemos hacer algunas reflexiones. La primera es de orden estrictamente filosófico, como antesala de las

Nuestro derecho a la vida sobre la muerte está garantizada por la victoria misma de Dios demás y sobre lo que sería bueno volver con más detenimiento, Pero baste, al menos, dejarla aquí apuntada. Ciertamente, como se ha repetido con insistencia, una cosa es la posibilidad de la existencia post-mortem y otra distinta es su realidad. Pero en el orden lógico, sin posibilidad no hay realidad. Como señala E. Romerales Espinosa “algunos autores afirman que todo tipo de existencia post-mortem es lógicamente imposible”1. No es nada nuevo, y no estamos obligados a reflexionar sobre el tema exclusivamente desde la lógica. Javier Gomá Lanzón ha hecho un esfuerzo por resituar el problema en el campo abierto de la “reflexión antropológica de cambio espectro”, en el que tiene cabida también la investigación teológica. El concepto de “necesario pero imposible”2 señala los límites de la razón y el sobrelímite del hombre entero. Pero merece la pena el esfuerzo. Sin embargo, razón y sensibilidad no habrían de sobrepasarse ni dejarse atrás una a la otra. Quiero decir que vivir post-mortem es cuestión disputada y abierta para la filosofía, y de este estatus le viene su fecundidad. Pero nosotros buscamos otros caninos, perfectamente legítimos y razonables.

1 E. Romerales: “Identidad personal y supervivencia post-mortem”. Diálogo filosófico, nº33 p.363 2 J. Gomá Lanzón: “Necesario pero imposible”. Edit. Taurus. Madrid, 2013

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subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad La teología, en cuanto reflexión sobre la salvación que Dios con amor, mano poderosa y brazo extendido ha desplegado en la Historia (Historia salutis), supone los hechos o acontecimientos en que se concreta el actuar salvífico de Dios. Esto es de importancia determinante porque la fe no es una proyección mental de ideas ya dadas sobre los hechos: es la andadura del hombre entero desde la experiencia de los hechos hasta la creencia en Dios (no la credulidad irreflexiva y hueca) a través de la Revelación y con la Gracia. El texto del Éxodo 6,6 presenta la redención como un acontecimiento de liberación histórica y real, y desde aquí la experiencia existencial se reelabora y traslada a la certeza de que es Dios quien hace del rescate de Israel una “venganza” y una recuperación de derechos conculcados, porque Israel es el pueblo de la Alianza, es su pueblo: de Dios. Lo hemos visto igualmente en los textos del Apocalipsis. El “brazo extendido”, la “diestra poderosa” de Dios son expresiones de que la realidad histórica vivida por el Israel antiguo y por el nuevo son obra del mismo Dios victorioso por su poder. En la perspectiva del Nuevo Testamento se lleva a plenitud la intervención de Dios como “goel”: arrebatando a la muerte sus muertos, Dios se muestra garante y restaurador de los derechos del hombre; primero de su propio Hijo Jesús, y luego, por participación en la resurrección de aquel, de todos los hombres. La Escritura presenta el triunfo de Dios y de su Cristo como un cortejo de victoria en que los enemigos acompañan al vencedor como cautivos (Ef 4,8; Sal 68,19; Hch 2,33).

La inicua sentencia del sanedrín, en primer lugar (Mt 26,66 y paralelos) y de Pilato después (Mt 27,26), llevó a Jesús a la muerte, que él aceptó en un acto de amor obediente al designio del Padre. Esta sentencia es corregida por otra del todo justa: la de la resurrección de su Siervo, que queda así rehabilitado en su derecho a la vida y constituido, por tanto, como “Viviente” para siempre (Ap 1,18). Lucas subraya fuertemente el matiz de intervención poderosa de Dios para rectificar las sentencias injustas. La declaración “Yo soy” de Jesús ante el Consejo de Ancianos rememora Éxodo 3,14: «Dijo Dios a Moisés: “Yo soy el que soy”. Y añadió: “Así dirás a los israelitas: ‘Yo soy’ me ha enviado a vosotros”», y pone en claro cuál es la íntima relación del hombre juzgado con Dios: “De ahora en adelante, el Hijo del Hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios” (Lc 22,69), diestra que es la misma que liberó a Israel de Egipto. bn

Dios es el restaurador de los derechos del hombre; primero de su propio Hijo Jesús, y luego, por participación en la resurrección de aquel, de todos los hombres 41


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Francisco Lerdo de Tejada Capellán Universidad CEU-Montepríncipe

Nos pasamos la vida buscando claves para sufrir menos y encontrar esas felicidades añoradas que se nos escapan a cada instante. En esa búsqueda perdemos de vista la clave definitiva y última, sustento de nuestro vivir y quehacer. En el Génesis se nos narra este deseo enorme de Dios por comunicar su felicidad, dando ser y regalándola a raudales. Todo para el hombre y el hombre para Dios. Todo estaba bien. Y lo estaba hasta que lo pequeño y personal se hizo cerrazón y ofensiva contra Dios. Sin rodeos: “Amar en Dios, con Dios, por Dios y para Dios”. Aquí está todo, el secreto preterido y perdido por las masas. Este era el secreto y lo sigue siendo, magullado ya por la soberbia del género humano. Estas características o notas del amor (en, por, para) se han querido entender con frecuencia de un modo limitado, no teniendo en cuenta la significación principal. Se comprendían de dos maneras: como purificación y como calidad apostólica. Amar había que hacerlo con unos determinados límites que impidieran todo desorden. Constantemente la persona quedaba autocorregida en su gestión de amor: “recuerda que es en Dios, por Dios y para Dios. Salirte de estos modos es desordenarte o pecar”. La frase operaba a modo de corrección y purificación constante del propio amor. Todo lo que no fuera un amor

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así, por Él, en Él y para Él, era desorden en sí mismo. Era la frase maestra, ordenadora de mis quereres, la realidad que impedía a cada paso desvíos que me apegaran a la tierra en detrimento del Cielo. El otro modo de entenderlo era similar al primero. Yo solo amo para llevar almas a Dios, sin descansar en la criatura. La amistad había de estar referida en último término a Dios. Había que aplicar el amor al prójimo como un ascensor que lleva a las divinas nubes, al paraíso de allá arriba. El amor para un cristiano tenía que ser apostólico. “Te amo para que vayas a Dios”. Puro desinterés apostólico que me hacía vivirme como neutral transmisor de los intereses de Dios. Se hacía tal vez una lectura demasiado ascética del “siervos inútiles somos” (Lc 17,10), cumplidores autómatas de un deber.


si hoy escucháis su voz ¿Qué decir de estos dos aspectos del amar en Dios, por Dios y para Dios? Que siguen siendo absolutamente verdaderos. Verdaderos pero no plenos aún. Pienso que falta un tercer modo, no tan espiritualmente funcional, diríamos, o pragmático. Es el enfoque decisivo: amar a Dios, en Él, por Él y para Él, no ya como algo purificador o apostólico solamente, sino como plenitud, como Felicidad sin más.

la Felicidad es la caridad Tratemos de entrar un poco en este misterio. La caridad es el amor con que Dios se ama y ama. La caridad en el hombre es ese mismo amor que Dios le comunica. Este amor de caridad permanece en el Cielo. Pero en el Cielo no habrá ya purificación ni vida apostólica. El apostolado habrá acabado. Entonces, ¿qué nos queda de este amor? La plenitud, el amor como plenitud no funcional. Allí no habrá que purificarse constantemente ni convertir infieles en creyentes. Allí es el paraíso de la Felicidad. Allí es el “Yo soy el que soy” (Ex 3,14). Solo hay felicidad en este amor maravilloso de Dios. Los dos modos, catártico y apostólico, habrán pasado para dar paso al “en Dios, por Dios y para Dios” como plenitud de Felicidad y solo Felicidad. La cuestión está en tratar de entender ese amor como plenitud “inútil”, pleno y fabuloso. La maniobra pues queda de la siguiente manera: eso que viviremos en el Cielo tratar de vivirlo ya aquí, en compañía de los otros dos modos amorosos de la caridad —la catarsis y la vida apostólica—.

La caridad me limpia y me lanza a conquistar almas para el Señor. Así es y así debe ser. ¿Pero no sería más perfecto insistir en vivir la vida de amor como plenitud no funcional, como felicidad divina en nosotros? La Felicidad es la caridad. Si nos quedamos en los dos modos, catártico y apostólico, sin más, podríamos correr el riesgo de “funcionalizar” el Amor, de obsesionarse con la cruz y de vivir la vida fraterna no un como descansar ordenado por Dios, sino como una carga que hemos de sobrellevar. Se hace antipático el mandamiento principal de la Ley, se rehúye, no se quiere, no gusta. Si el amor es carga y no gozo, se le teme, no se cree en él. A veces con cierta gracia se dice en ámbitos eclesiales que el Cielo será como tal o cual comunidad. ¡Y, claro, entran ganas de desapuntarse! ¿El Cielo, más de lo mismo? ¿Será como mi comunidad parroquial en la que todos nos queremos mucho? Claro, hay bajas, angustias, fobias. Todos deseamos un Cielo superior, de otra índole, pleno, perfecto. Este sucede porque se vive la caridad como catarsis o como desinterés apostólico, desconectada de la plenitud. La persona que vive el amor así, sin el tercer enfoque, piensa que el Cielo va a ser una prolongación de esa cruz que vive en la tierra. No es que lo piense, simplemente que no se le antoja una vida celeste de esos tintes.

el Cielo es el amor como plenitud no funcional. Allí es el paraíso de la Felicidad, el “Yo soy el que soy” (Ex 3,14)

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el Amor como plenitud La medida, el control, el dominio de sí, el desinterés… no son formas de antipatía, sino más bien agentes necesarios en esta tierra que van trabajando la calidad de mi caridad, forma mía plena de felicidad. Quizás sea cuestión de ordenar los enfoques para evitar fatigas innecesarias y cansancios prematuros, cayendo en sinsentidos vitales: primero la plenitud y desde esta la catarsis y la evangelización (enfoques estos dos con si el amor es carga fecha de cay no gozo, se le teme ducidad, perecederos). Parafraseando a San Pablo diríamos: de la perfección (catarsis), la misión (apostolado desinteresado) y la plenitud (Felicidad inútil), la mayor es esta última, y la única que subsistirá. ¡¡Vayamos ya a por ella!! Es necesario recuperar y subrayar hasta lo indecible el Amor como plenitud, no como labor puramente. Y así si podré vivir la vida apostólica y purificadora con otros alientos, con más fuerza. Los mejores evangelizadores resultan ser los que viven en su interior el inmenso gozo del Amor; son los que a la larga resultan ser más purificados. El amor descansa en el amor. Y yo tengo que descansar en este amor que me descansa. Las criaturas, pudiendo ser trampas para el amor, no lo son. La trampa está en el corazón del hombre. El desinterés moral de la

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vida apostólica ya no es desinterés vital por las personas con las que trato. Las amo. Amo a Dios y a lo creado en un solo amor de plenitud. Es explicable que uno se desaliente cuando el panorama que se le ofrece es “purifícate, purifícate…”, “no te enganches a la criatura, no te enganches a lo criado”, “solo Dios, solo Dios…”. Siendo todo esto verdad habría que acentuar más el aspecto culmen del amor. La ascética del amor termina; su mística perdura.

volar por horizontes eternos Hemos dicho amar, sin especificar si a Dios o a la criatura. Hemos hablado de los modos del amor porque ya se entiende que la felicidad es el amor. La Teología se encarga de enseñarnos que no existen dos caridades, una para con Dios y otra para con el hombre. Se sabe que la caridad es una, un mismo amor. Si sé vivir el amor como plenitud ya no problematizo el amor a la criatura, ya no es pura catarsis o “pesca” (Mt 4,19) sino gozo infinito. Desde esta plenitud gozosa vivo y realizo mi existencia.


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La disociación es crisis o drama, no unidad. Cuando sepa amar a Dios en las criaturas y a estas en Él habré llegado a mi meta, estaré instalado en la unidad de la vida teologal, en posesión de mi Cielo. Así reza el Hijo al Padre: “Que tengan en sí mismos la alegría perfecta que yo tengo… que sean uno como nosotros somos uno… que el amor que me has tenido esté en ellos, y yo en ellos” (Jn 17).

El amar ya no será una pedante ejecución del orden o un esfuerzo gimnástico de malabar por permanecer indiferente en extraña serenidad. Amar a las criaturas en Dios no será anular nada creado sino llevar gozo divino dentro. Y amar a Dios en la criatura no será una farsa (Rom 12,9), una pantomima que deja insatisfecho e insatisfechos. El desinterés no es aniquilación sino vía de sobreabundancia feliz.

Es una cuestión de matiz esta distinción de tres enfoques. Resulta quizás un poco académica y un tanto ficticia pues la caridad es unitaria. Pero esconde algo de verdad.

Además de misterio, debe ser una gracia y un arte esto de vivir desde el tercer enfoque. Captar la esencia del amor, intercambiar amor y plenitud como sinónimos, es un arte de difícil gestión, al menos eso parece. No se muy bien cómo ni en qué consiste, pero sé que ahí está la felicidad: en el tercer enfoque. “Encontré al amor de mi alma y no lo soltaré” (Cant 3,4). ¡¡Eureka, eureka!!, que diría Arquímedes. bn

los mejores evangelizadores resultan ser los que viven en su interior el inmenso gozo del Amor Diríamos que este amor opera a modo de avión: va por tierra (purificación y apostolado) pero lo suyo es volar (plenitud) por horizontes eternos. No confundamos la caridad con su función. La caridad es caridad, es decir Gozo. La beneficencia corporal y espiritual son funciones de la misma, pero no la misma caridad. En este mundo se presentan inseparables los tres enfoques, pero en el Cielo solo permanecerá uno: el Gozo no funcional.

no existen dos caridades, una para con Dios y otra para con el hombre. Se sabe que la caridad es una, un mismo amor

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kerigma

Javier Alba El Enemigo, primero nos separa de Dios para después separarnos del prójimo; más tarde nos separa de nosotros mismos y acaba separándonos de la misma realidad. Se empieza perdiendo la fe y se acaba perdiendo la razón. «La criatura, en efecto, no tiene razón de ser sin su Creador» (Gaudium et Spes). La tragedia es que al rechazar al Autor rechazamos también su obra, la creación, la naturaleza y la realidad. Sabido es que Dios perdona siempre, los hombres algunas veces y la naturaleza no perdona nunca. El orgullo y la soberbia nos llevan a rechazar la historia; pero rechazar la historia y la realidad solo nos produce locura y sufrimiento.

Con el cristianismo, el mundo se hizo inteligible y progresó la ciencia. La fe en Dios creador hace buscar al hombre las leyes de la creación. El mundo ya no es el caos del politeísmo pagano. La realidad ya no es caprichosa, tiene leyes. La historia ya no es cíclica, absurda y sin sentido. La ciencia descubre un universo regulado por leyes expresables en fórmulas matemáticas y lógicas. La razón nos descubre a Dios creador, mas solo Cristo nos revela a Dios amor. «Nadie, ciertamente, negará el orden que observamos en la creación y su desarrollo, ya que es Dios quien así lo ha querido. Pues, si el mundo y todo lo creado se movieran al azar y sin orden, no habría motivo alguno para creer en lo que hemos dicho. Mas si, por el contrario, el mundo ha sido creado y embellecido con orden, sabiduría y conocimiento, hay que admitir necesariamente que su creador y embellecedor no es otro que el Verbo de Dios», señala San Atanasio de Alejandría (siglo IV). «Quien se deja guiar por el Espíritu Santo es realista», dice el Papa Francisco (16-6-2013).

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Solo fe y razón en armonía nos llevan al bien, a la verdad y la belleza. Fe y razón son las dos alas que conducen a la contemplación de la verdad (cfr. San Juan Pablo II, Fides et ratio). Si sustituimos la razón por la ideología, perdemos la realidad y decimos «no hay verdad». Si por orgullo y soberbia odiamos la fe, perdemos el bien y la belleza, y decimos «no hay Dios». «En el mundo moderno además de crisis de fe hay una crisis de razón. El relativismo niega la razón diciendo que no hay una realidad objetiva», apunta el escritor inglés Joseph Pearce. «No hay mayor tiranía que la de las ideologías», como dice el historiador inglés Paul Johnson. La ideología podrá cambiar el código civil, pero no podrá cambiar las leyes de la realidad y la naturaleza. Tan contrario a la razón es legislar contra la ley de la gravedad, como lo es también legislar contra la familia, la vida y la libertad de conciencia.


kerigma

Sin el Autor la obra se vuelve loca ¿Qué razón tiene una sociedad que ya no entierra a sus muertos y tira sus cenizas a la calle o a los parques y playas? ¿Qué razón tiene una sociedad que desprecia el matrimonio, el amor para siempre de un hombre y una mujer, y fomenta la promiscuidad sexual? Sin fe ni razón solo nos queda la locura. ¿O no es locura el derecho de una madre a matar a su hijo antes de nacer? ¿O no es locura legislar a favor de la destrucción del matrimonio y la familia? ¿O no es locura llamar arte al feísmo? ¿O no es locura negar la realidad al decir que un feto no pertenece a la especie humana? Locura es que la ley prohíba llamar a las cosas por su nombre. Locura es que la ley castigue al que llama crimen al aborto, o al que llama familia a la unión de un hombre y una mujer abiertos a la vida. Dice el filósofo alemán Robert Spaemann que hoy en Europa sufrimos graves limitaciones a la libertad de opinión.

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kerigma No se permite discutir racionalmente sobre el aborto o la homosexualidad. Se impone la intolerancia en nombre de la tolerancia. No se dice: “lo que sostienes es falso”, simplemente se señala que esto no lo puedes decir porque es intolerante. Lo irreal, lo virtual, lo ficticio, lo que no es y lo que no actúa constituyen el dominio del maligno, dice el filósofo francés Fabrice Hadjadj. Mentir es negar la realidad. La mentira es la locura de la razón, y nos conduce por el camino del suicidio individual o colectivo. Tan grave es este camino que conduce a la muerte, que el mismo Dios ha venido en nuestra ayuda: Cristo ha muerto en la cruz para salvarnos y ha resucitado para darnos gratis su Espíritu de vida y de verdad. Solo el anuncio del kerigma destruye las tinieblas de la mentira, de la locura y de la muerte. Solo Cristo nos libera de esta locura.

hoy en Europa sufrimos graves limitaciones a la libertad de opinión. No se permite discutir racionalmente sobre el aborto o la homosexualidad; se impone la intolerancia en nombre de la tolerancia

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La paciencia de Dios Tenemos esperanza. La paciencia de Dios es nuestra salvación. “El perdón de Dios es nuestra fuerza”, decía San Juan Pablo II. Al rechazarle rechazamos la historia, pero Él siempre vuelve a recrear de la nada una nueva historia de salvación para nosotros. “Cuando nos equivocamos, Dios corrige la historia”, recuerda el Papa Francisco. Dios es como el alfarero que no se cansa nunca de corregir su obra, y nunca la arroja a la basura, aunque se estropee una y otra vez. Así se reveló Yavhé al profeta Jeremías: “El cacharro que estaba haciendo con barro se estropeó en manos del alfarero, y este volvió a empezar, transformándolo en otro cacharro diferente, como mejor le pareció al alfarero” (Jr 18,4). Cuando estropeamos nuestra vida y nuestra historia, Dios la recrea de nuevo. Le gusta decir al Papa Francisco que el tiempo es superior al espacio. Aunque veas que el enemigo ha sembrado todo el espacio de cizaña, no temas, espera, porque será vencido por la bondad del trigo que se manifiesta con el tiempo. ¡Ánimo, que el tiempo solo es de Dios! bn


mosaico

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Hor aci o Váz qu e z C ermeño Ab o g ad o

Las consideraciones que siguen son la glosa amorosa y asombrada del sermón mariano, sin otro mérito para el que esto

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escribe que trasladar el fervor y el entusiasmo que le inspiran las reflexiones del santo escritor.


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El libro de la vida El libro de la vida es el libro de la memoria eterna de Dios, cuyos designios son inmutables, y por más que la vida del hombre sea solo un soplo desde el momento en que nace hasta que muere, sus días están anotados: “Cuando en lo oculto me iba formando, y entretejiendo en lo profundo de la tierra, tus ojos veían mi ser aún informe, todos mis días están escritos en tu libro” (Sal 138, 15-16). Así parece que todos los hombres están registrados, “los buenos y los malos”, y también puede entenderse de esta manera en Apocalipsis 20,12: “Vi a los muertos, pequeños y grandes, de pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el de la vida”. Pero siguiendo a Casiodoro, en el libro de la vida solo están escritos los elegidos, los destinados para la vida eterna, aunque no por la santidad de sus obras sino por que así fueron elegidos por Dios desde la eternidad, de tal manera que, como dice san Agustín, no nos eligió porque habíamos de ser justos, sino que nos eligió para serlo. Es decir, la elección es causa de la santidad, no la santidad causa de la elección, y como tales, son inscritos en el libro de la vida, que solo los ángeles y los bienaventurados pueden leer. Así, el fundamento de toda gracia está en Dios, y no en el hombre, no en nuestros merecimientos, sino en los que alcanzó Jesucristo. Y el que está escrito en el libro de la vida, jamás será borrado de él. El apóstol Pablo nos ofrece testimonios sobrecogedores de esta realidad, así en Filipenses 4,3: “Y a ti en particular, leal compañero, te pido que los ayudes, pues

lucharon a mi lado por el Evangelio, con Clemente y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida”, como en 2 Corintios, 12,4, donde se nos ofrece el pasaje más emocionado de esa predilección divina por los escogidos: “Yo sé de un hombre en Cristo que hace catorce años —si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe— fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé que ese hombre —si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe— fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables, que un hombre no es capaz de repetir”. Y aún se completa esta visión con lo que luego dice el apóstol, anonadado por la gracia recibida: “Por la grandeza de las revelaciones, y para que no me engría, se me ha dado una espina en la carne, un emisario de Satanás que me abofetea, para que no me engría” (2Cor 12,7). Con inspiración propia, Santo Tomás de Villanueva añade que también leyó en este libro San Juan, el discípulo amado, y que de esta lectura brotó el admirable comienzo de su Evangelio: “En el principio era el Verbo…”

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El libro de la naturaleza Y así, Señor, tú que escribiste de una vez y para siempre el libro recóndito de la vida, donde se cuentan por miríadas los elegidos para el cielo, luego, en el origen del tiempo finito, nos proporcionas para nuestra instrucción, y para que te reconozcamos como el supremo creador de la vida, la naturaleza, que es obra de tus manos, la tierra y el cielo, en cuyo abismo inicial e informe que cubrían las tinieblas, tu espíritu se cernía misteriosamente sobre la faz de las aguas. Y durante millones de años, después de que se hiciera la luz y antes de que naciera la vida, ordenaste a la tierra y al mar, al hielo y al fuego, al viento y al terremoto, a la lluvia y al granizo, y al volcán y al glaciar, que modelaran su superficie para que emergieran las montañas y las cordilleras, se profundizaran los valles, se marcaran los límites entre la tierra firme y los océanos inmensos, y que allí donde ambos se encontraran hubiera playas y acantilados, golfos, rías y bahías, cabos y penínsulas, islas y arrecifes de coral. Y sobre este escenario maravilloso colocaste el firmamento, llamado cielo, y cubriste la tierra de verdor con plantas y árboles, y pusiste lumbreras para iluminar los días y las noches, y poblaste de vida el aire, la tierra y el mar con toda clase de animales que vuelan, andan, y nadan, y en el día

sexto, creaste al hombre y a la mujer, y los pusiste sobre tierra como dueños de todo lo creado. De aquí el asombro del salmista que clama en un canto inspirado: “Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?” (Sal 8). Y ante todo ello nos dice Santo Tomás de Villanueva: “¡Dichoso el que puede leer en este libro elemental”, y citando el salmo de David, maravillándose de toda la teología y filosofía que se oculta en las cosas creadas, exclama con el salmista: “El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra, sin que hablen…, a toda la tierra alcanza su pregón…”(Sal 18,2-5). Pero el pecado ofusca el corazón de los hombres que tiene a la verdad prisionera de la injusticia, así lo explica el Apóstol que dice: “Porque lo que de Dios puede conocerse les resulta manifiesto, pues Dios mismo se lo manifestó. Pues lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad son perceptibles para la inteligencia a partir de la creación del mundo a través de sus obras; de modo que son inexcusables…” (Rom 1,19-20)

El pecado ofusca el corazón de los hombres, que tiene a la verdad prisionera de la injusticia 52


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El libro de la Escritura Pero no le bastaba al hombre el conocimiento natural, era también necesaria la sabiduría revelada, y Dios nos entregó la Sagrada Escritura, el único libro de Dios escrito por hombres y a disposición del hombre, que lo puede hojear, que lo puede leer, que lo puede tomar y dejar cuantas veces quiera, el libro que nos pone en contacto directo con la obra de la creación, la alianza de Dios con el hombre, las promesas mesiánicas, los mandamientos de la ley, la Trinidad de Dios, la Encarnación del Verbo, la misericordia del Padre, la Redención de Jesucristo, el perdón de los pecados, la Justicia divina, el Juicio final, las potencias del alma, las virtudes teologales, y por supuesto, con el Amor, el amor como un don infinito de Dios y que es su esencia, la causa primera de todo el amor humano.

Y en este libro descubrimos, que la creación del mundo es también un impresionante acto del amor divino, y así, todos aquellos que no supieron encontrarlo en la serena contemplación de un cielo estrellado, en el amanecer que incendia las montañas, o en el ocaso escarlata que tiñe el horizonte marino, lo puedan descubrir en las páginas que escribió el Espíritu. Nos recuerda Santo Tomás de Villanueva que la palabra de Dios es muy dulce para la boca por el conocimiento de la bondad de Dios y de su misericordia, y trae a colación los pasajes de Ezequiel 2,9 y Apocalipsis 10,8, en los que el profeta y el Apóstol, siguiendo las instrucciones divinas, comen el rollo de la Escritura, lo devoran como alimento, porque la sabiduría, conforme a su significado, es muy gustosa, y ambos lo comieron, y ambos declararon que el libro era dulce como la miel.

la Sagrada Escritura nos pone en contacto directo con la obra de la creación, la alianza de Dios con el hombre, las promesas mesiánicas, los mandamientos de la ley, la Encarnación del Verbo…

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El libro del Verbo Encarnado Nos dice el autor del sermón que este libro se nos ha dado para que leamos allí la caridad, la penitencia, la humildad, la mansedumbre, la santidad, el desprecio del mundo y las demás virtudes, y que el amanuense es el mismo Dios, la pluma el Espíritu Santo, el pergamino, el seno de la Virgen, la tinta, su purísima sangre. Este es el mayor misterio de nuestra fe después del referido a la Santísima Trinidad, misterio que desborda la inteligencia humana. María, la Anunciada, la Virgen de Nazaret, la que recibió la visita del ángel, está en el centro de este misterio. Es la mujer extraordinaria que luce la triple corona de Madre de Dios, Teotocon, Esposa del Espíritu Santo y Madre de Jesús, y que después de su asunción gloriosa, fue coronada en los cielos como Reina de todo lo creado. José, su esposo, el padre legal de Jesús, el informado por el ángel de la virginidad de María, es su privilegiado testigo. Juan y Lucas, apóstol y discípulo, los que se reparten la gloria de haberlo manifestado a los hombres en sus Evangelios, son sus heraldos, Juan como su protector,

el que la acoge en su casa por el testamento del Crucificado, y Lucas, el cronista de Pablo y el amigo de Juan. El comienzo de la redención del hombre se escribe en las entrañas purísimas de la Virgen, donde Dios se hará hombre tomando la carne y la sangre del cuerpo y la sangre de María. Pensemos en ello, porque después, ese cuerpo y esa sangre divinas, serán eucaristía, serán sacramento de amor y salvación, alimento del alma para la comunión con Dios. Toda la historia del mundo, todas las enseñanzas de los libros nos conducen hasta allí, hasta al monte Calvario, donde en lugar de aquella mano pecadora, la mano del hombre que se levantó en el Paraíso para tomar el fruto prohibido del Árbol de la Vida, comerlo, y pecar, ahora, está clavada en el madero la mano de Jesús, y la cruz, es el nuevo Árbol de la Vida, y el fruto que pende de ella, Jesucristo Crucificado, el Cordero de Dios, es el alimento que se nos da, y del que podemos comer todos para tener Vida y no morir. (Ver Homilía “La Santa Pascua” versículos 49,55)

María, la Virgen de Nazaret, es la mujer extraordinaria que luce la triple corona de Madre de Dios, Esposa del Espíritu Santo y Madre de Jesús 54


espada de dos filos

El libro de la conciencia Este es el último libro de Dios, es el libro de la conciencia, el libro que se escribe en el corazón de cada hombre, allí están escritos de modo sutil todos nuestros pensamientos, palabras y obras, los buenos y los malos, los que nos llevan a la vida o a la condenación. Así se dice en Apocalipsis 20,12 para el Juicio Final: “Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el de la vida. Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en los libros”. (Ver las referencias para los no escritos en el libro de la vida en Ap 13,8 y 17,8) Es la Parusía, la segunda y definitiva venida de Cristo, ya ha pasado el tiempo antiguo, ya se consumó la obra del Mesías en la plenitud del tiempo, ahora, se abre un “cielo nuevo y

una tierra nueva”, donde la primera tierra y el mar han desaparecido (Ap 21,1), es la hora del juicio. Jesús lo explica con todo lujo de detalles en el Evangelio de Mateo “Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. El separará a unos y otros como un pastor separa a las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda”. (Mt 25, 31-32 y ss). Y dice el profeta Daniel: “Comenzó la sesión y se abrieron los libros” (Dn 7,10). bn

el libro de la conciencia, el libro que se escribe en el corazón de cada hombre, allí están escritos de modo sutil todos nuestros pensamientos, palabras y obras, los buenos y los malos, los que nos llevan a la vida o a la condenación.

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raz贸n creadora

David Lorenzo

Fundaci贸n REDMADRE. Profesor de Bio茅tica (Centro Universitario San Rafael-Nebrija) davidlorenzoes@yahoo.es

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razón creadora Desde la antropología y la filosofía puede afirmarse que la vida humana no se reduce a un hecho meramente biológico sino que es un hecho biográfico. Esta afirmación se refiere a la vida real, la que verdaderamente existe, la del lector de estas líneas y la mía, no a la vida tomada en general (pues la vida no existe en sí misma sino que es una cualidad de unos sujetos determinados, es decir, sujetos o seres que “tienen vida”, que “están vivos”). Considerar la vida humana desde la biología es considerarla como un conjunto de células organizado. Considerar la vida humana como biografía es considerarla desde un punto de vista más radical y, a la vez, más global, como una unidad de biología, pensamiento, sentimientos, recuerdos, vivencias, etc., fenómenos todos que se asientan o se manifiestan en lo biológico pero que lo trascienden.

de una persona llamada Merce. ¿Cuándo se inició Merce, es decir, la biografía de Merce, la biografía que es Merce? Una mirada atenta y sencilla al itinerario vital de Merce afirmará que esa biografía empezó en el momento de la fecundación. Desde ese instante, producto de la unión de dos células (en el fondo, de dos biografías, pues esas células son partes de ellas), una nueva biografía echó a andar. En el momento de la fecundación, un nuevo ser inicia su vida, su biografía. Ese ser, como miembro de la especie humana, está dotado de una serie de capacidades (racionalidad, lenguaje, etc.), capacidades que tienen todos los demás miembros de esa especie. Durante su vida, el individuo va desplegando esa gama de capacidades. Y ese despliegue lo hace de una manera personal, es decir, irrepetible, biográfica.

El contenido y la diferencia entre lo estrictamente biológico y lo biográfico es un tema importante y largo, pero no conviene perder de vista que ambos niveles se dan íntimamente unidos en el ser humano. La persona es una unidad: un ser con diversas dimensiones (mental, social, etc.) que existen configurando una entidad. Todas ellas forman una unidad y, por eso precisamente, cada dimensión impregna y es impregnada por las demás (por ejemplo, los sentimientos, en el ser humano, influyen y son influidos por la racionalidad).

Un individuo, por tanto, no implica solo un tipo de ser —que le dota de unas capacidades— sino que es algo, alguien, con un carácter distintivo, alguien que se desarrolla, se va desplegando a lo largo del tiempo de una manera personal, única, biográfica. En ese despliegue, su identidad —su unidad— se configura a través de múltiples factores: genéticos, emocionales, racionales, sociales, etc. El despliegue de unas capacidades comunes se hace de una manera no común, es decir, personal. Y eso es lo que configura su biografía.

objeto de valor y de respeto ético

De ahí el valor de la persona (y, en concreto, de la persona en su etapa embrionaria). La persona es objeto de valor y de respeto ético por el tipo de ser que tiene: un ser humano, un ser biográfico, pues se desarrolla de manera única e irrepetible (biográfica). Las capacidades propias (comunes) del ser humano se dan en un ser irrepetible (no común), esto es: en una biografía.

La muerte es dramática porque en ella se “rompe” algo llamado a —pensado para— estar unido. No decimos que mueren el cuerpo o la mente, por ejemplo, de Merce (o de Juan), sino que muere Merce: la muerte ocurre a esa totalidad y unidad que es Merce. En ese momento, cesa la biografía

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razón creadora

Persona en estado inicial Es clásica la definición que Tomás de Aquino da de persona (partiendo de Boecio): “substancia individual de naturaleza racional”1(Suma de teología I, q. 29, a. 1)1. Lo que da valor y un carácter distintivo al ser humano es el tipo de ser que tiene, su naturaleza, su esencia: la de hombre, gracias a la cual el individuo tiene unas facultades y unas capacidades. Lo importante —lo distintivo—, por tanto, no es que la persona es de hecho racional, sino que es un ser de naturaleza racional, lo cual le otorga una serie de potencialidades que, en circunstancias normales, se irán desplegando progresivamente en el tiempo: pensar, querer, hablar, imaginar, etc. Lo que da valor a un ser humano no es la actualización de capacidades (hablar, pensar, etc.) sino las capacidades en sí (poder hablar, poder pensar…). Esa actualización puede verse impedida, por ejemplo, por un problema físico o un accidente. Pero ese impedimento afecta a la actualización de dichas capacidades, no al ser cuya naturaleza las incluye. Un cigoto —la célula nueva que surge de la unión del espermatozoide y del óvulo— no designa un tipo de ser, es decir, una naturaleza (hombre, perro, caballo, mesa), sino

solo un estadio o etapa de una naturaleza concreta (la de hombre). Por ello, una persona es, ante todo, algo con determinadas capacidades, capacidades que se van desplegando en el tiempo. Persona es el ser con unas determinadas capacidades. La experimentación con embriones, por ejemplo, presupone y cuenta con la existencia de esas capacidades, de esa potencialidad. Así pues, no importa para ser persona el desarrollo actual —aquí y ahora— de esas capacidades sino que ese ser las tenga (pues quien no es persona nunca podrá actuar como tal, ya no tendrá esas capacidades). De ahí que carezca de validez real —o validez práctica al menos— la diferencia entre ser humano y persona. Todo ser humano es ya una persona (está actualizado como tal) en virtud de su pertenencia a una especie caracterizada por su racionalidad (es decir, por una determinada naturaleza). Un embrión es un ser genéticamente humano. Si se afirma que no es un ser humano adulto, se está afirmando que es ya un ser humano, pero en una etapa inicial. Es más plausible y coherente entonces afirmar que el embrión es una persona en un estadio inicial que afirmar que no es ni ser humano ni persona pero que, meses o semanas después, se convierte en eso2. bn

El embrión no es un tipo de ser esencialmente distinto de un ser humano adulto: es solo una etapa —la inicial— de ese ser 1 TOMÁS DE AQUINO, Suma de teología, BAC, Madrid, 2001 2 GÓMEZ-LOBO, A., Morality and the Human Goods: An Introduction to Natural Law Ethics, Georgetown University Press, Washington, 2002, pp. 86-87. PATERSON, C., Assisted Suicide and Euthanasia: A Natural Law Ethics Approach, Ashgate, Aldershot, England - Burlington VT, 2008, p. 133.

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razón creadora

MERKABA PEREGRINACIONES Está al servicio de las parroquias, sacerdotes, fieles, y comunidades religiosas. Nuestro propósito es ayudar a la Iglesia a difundir el Evangelio a todo el Universo a través del tiempo de Gracia que se abre en la Peregrinación. Ponemos toda nuestra dilatada experiencia, profesionalidad y nuestro espíritu de servicio para que durante las Peregrinaciones organizadas por nosotros, todos los aspectos del viaje (desplazamientos, hoteles, celebraciones litúrgicas, sacramentales), nos ayuden a tener experiencia de Jesucristo que nos salva a través de su Iglesia al encontrarnos con nuestra Madre la Virgen, visitando los Santos lugares, o siguiendo las huellas de los Santos que nos han precedido en la fe. PROGRAMACIÓN DE PRÓXIMAS PEREGRINACIONES PREVISTAS

22 al 29 junio de 2015. Tierra Santa. 31 julio al 07 agosto de 2015. Medjugorje. 03 al 09 de septiembre de 2015. Polonia. 08 octubre al 12 octubre de 2015. Medjugorje. 09 al 16 noviembre de 2015. Tierra Santa. 04 diciembre al 08 diciembre de 2015. Medjugorje.

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MERKABA PEREGRINACIONES Pasaje de Dolores, 16 Oficina 5 28002 MADRID Tfno.: +34 911 722 458. Mail: info@merkaba.es

w w w . m e r k a b a p e r e g r i n a c i o n e s . c o m

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aldea planetaria

Ramón Domínguez Director de la extensión dominicana del Pontificio Instituto de Juan Pablo II

Ha caído en mis manos el libro de un converso del Islam, que llegó a ser uno de los imanes más jóvenes de su India natal. Sin embargo, las contradicciones que observó en el Corán le llevaron a buscar la Verdad y a encontrarla en Cristo. En su libro, además de contar el proceso de su conversión, dedica un apartado a considerar las diferentes posturas del Islam y del Cristianismo sobre las cuestiones fundamentales de la existencia humana. Dado que, por lo general, tenemos un desconocimiento del mundo islámico, es importante dar a conocer su visión de las cosas siguiendo los puntos que Mario Joseph presenta en su testimonio.

Por lo pronto, hemos de tener en cuenta que el Islam en sí mismo no es una religión, sino más bien una forma de vida que abarca todos los sectores de la vida personal y civil. No existe separación entre religión y política, su meta inquebrantable es el Estado islámico y solo encuentra descanso cuando la sharia (ley musulmana) se impone en toda la estructura social. El cristianismo supuso un avance en la historia de la humanidad al separar la religión de la política, dando al César lo que le corresponde, y a Dios lo que es de Dios, sentando las bases de la verdadera autonomía del hombre. El Islam ha dado un paso atrás retornando al horror del mundo antiguo con el predominio de la autoridad política revestida de justificación divina para imponer el absolutismo a sus súbditos. Cuando el cristianismo ha caído en algunos momentos

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históricos en esta corrupción, ello ha obedecido a una deformación del mismo y no a su correcta expresión. Sin embargo, la fe, la esperanza y la vida de todos los musulmanes se basan en cuatro principios fundamentales que les empuja a la guerra santa y a la inmolación por el Islam.

¿quién es Alá? El Islam es una cultura teocéntrica, todo gira en torno a un único punto central: Alá. La fe musulmana testifica que no existe otro Dios más que Alá. Es único, y por tanto, reconocer a otro Dios es blasfemia. A Alá se le atribuyen 99 nombres, que a veces se contradicen unos con otros. Él es el único que gobierna todo el universo. La expresión “Alá es el más grande” quiere decir que es más que lo que podamos pensar o imaginar; está más allá de todo, es


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aldea planetaria un Dios distante, grande e inescrutable. No puede ser comprendido, solo adorado. El Islam es una religión de adoración. Esto se hace patente con los cinco rezos diarios en los que cada musulmán se postra ante Alá 34 veces, tocando con su frente el suelo. La espalda doblada señala el significado del Islam: sumisión. Pero esta sumisión sin reserva no garantiza el acceso a la salvación. El Islam es una religión de obras: el testimonio de su fe, los rezos diarios, el ayuno oficial en el Ramadán, las ofrendas instituidas y la peregrinación a La Meca son las obligaciones establecidas, que se consideran una especie de transacción mercantil con Alá, pero sin la garantía de que la deuda quede satisfecha. De ahí el miedo a Alá y la preocupación por el Día del Juicio. Ningún musulmán sabe exactamente lo que le espera el Día del Juicio. Tiene por delante un negro futuro. Alá es el soberano y el déspota indiscutido que reina arbitrariamente. Nadie sabe por qué conduce a unos al paraíso y a otros los destina al infierno. Un musulmán se postra en el suelo ante Alá como un esclavo ante su Amo, sin saber si le tocará la gracia o la condenación. ¿Quién o qué es Alá? Nada sabemos de él, salvo su omnipotencia y su decisión de crear. Sin embargo, se rechazan algunas concepciones de Dios propias del cristianismo.

Dios bondadoso A todo musulmán se le dice que los cristianos creen en tres dioses y se les advierte sobre las funestas consecuencias de cometer este pecado entre los pecados. Confesar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo es una blasfemia para el musulmán, se peca contra el primer mandamiento y eso es imperdonable. “No puede haber más que uno y uno no son tres” es su respuesta estereoti-

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pada cuando se les intenta explicar el misterio trinitario. Alá no necesita un ayudante, mediador o compañero pues esto rebajaría su poder. Él solo es grande. A la cabeza de una nación musulmana hay generalmente un solo gobernante. Los rivales son eliminados, del mismo modo que Alá solo puede ser uno. El misterio del Dios Amor permanece oculto para los musulmanes porque en su pensamiento no cabe el amor, solo la justicia. No pueden entender que el Padre ame al Hijo y lo haya puesto todo en sus manos, y que el Hijo no se glorifique a sí mismo, ni que el Espíritu Santo honre al Hijo y al Padre, completando la obra del Hijo en la Iglesia. En el Islam no hay lugar para el amor, la humildad o la abnegación como raíces de toda autoridad espiritual. Alá es diferente. Es el único exaltado desde el principio hasta el final, solitario e inalcanzable. En este sentido, la creación no se entiende como acto de donación de Dios a su criatura, sino como obra de Alá que crea súbditos para que le adoren. Ahora bien, si Alá crea para ser adorado estaría buscando una ganancia, lo que iría en contra de su total omnipotencia, dado que es propio de la naturaleza divina el no adolecer de ninguna carencia. Dios no crea para salir ganando sino solo para dar, amar y transmitir su Vida a las criaturas. Si necesita ser adorado es que carece de algo, y si obliga es un tirano. Alá no crea seres libres sino siervos, él es omnipotente e impone a todos su voluntad. En la revelación cristiana, por el contrario, la omnipotencia no significa que su poder se impone a todos forzando la libertad del hombre, sino que se trata de la omnipotencia del amor que cede espacio para que la criatura pueda subsistir junto a Él garantizando la libertad sin aplastar a la criatura. Parecería, como sucede en el Islam, que la omnipotencia


aldea planetaria debería crear dependencia, pero lo supremo que se puede hacer por un ser es liberarlo. La omnipotencia de Dios es su bondad, y la bondad es darlo todo, volviendo independiente al que la recibe, pues si creara dependencia ya no sería don de todo.

adoración versus donación El Dios cristiano no fuerza, sino que ofrece y espera respuesta libre de su criatura para que tenga vida. Alá, por el contrario, exige sometimiento y adoración. El Dios de Nuestro Señor Jesucristo no crea para someter, sino para exaltar a su criatura a la dignidad de hijos de Dios. Los discípulos de Cristo, como relata Mateo en su evangelio, cuando se encuentran con el Resucitado se postran y le adoran, pero lo hacen espontánea y alegremente; los seguidores de Alá están obligados a hacerlo porque en el fondo son esclavos. El hecho de nuestra propia existencia y de todo lo que nos rodea ha intrigado desde siempre al ser humano, consciente de la precariedad y la contingencia de todo lo existente —contingencia que ha sido confirmada por los recientes descubrimientos en el campo de la astrofísica—. Si todo ha tenido un principio, “¿por qué existe algo en lugar de nada?”. El azar y la casualidad no dan respuesta a nada, únicamente el concepto de creación por parte de un ser omnipotente que existe por sí mismo nos permite entender el por qué. Esta es la respuesta cristiana a la cuestión. Pero no es así en el Islam; este afirma el hecho que todo ha sido creado por Alá, pero no da razón del mismo. Porque Dios, si es Dios, solo puede crear libremente, ya que no tiene necesidad de nada.

El cristianismo sostiene que Dios crea porque es amor, y en su libertad da el ser a lo que no es porque quiere hacer partícipe a la criatura de su mismo ser, no para ser adorado ni servido. A l á , en cambio, no ama. ¿Y por qué entonces crea? ¿Para tener servidores y adoradores? ¿Tiene necesidad de ello? Solamente un Dios Trinidad que es esencialmente Amor, y como tal es comunicativo, crea porque desea comunicarse, hacer partícipe de su ser a lo que no es Él, para hacerse uno con su criatura. Por eso Dios crea por medio de la palabra y por eso su meta no es otra que la plena comunión de Dios con su criatura en Jesucristo. Son dos principios esencialmente cristianos —los misterios de la Trinidad y de la Encarnación— los que permiten dar respuesta aceptable al hecho de nuestra existencia; justamente dos principios que el Islam, y también el judaísmo, rechazan.

el Dios cristiano no fuerza, sino que espera respuesta libre de su criatura para que tenga vida 63


aldea planetaria

sin amor no hay libertad Tampoco podemos encontrar en el Islam solución a otro de los grandes misterios de la realidad creada: el hecho de la libertad en un mundo estrictamente determinado por leyes físicas inamovibles. A nosotros nos escandaliza la libertad, quisiéramos que las cosas funcionaran a la perfección de modo que no hubiera mal sobre la tierra — en el fondo, para que este mal no recayera sobre nosotros—. Preferiríamos que el otro no fuera libre, que la persona amada no se desviara por caminos equivocados, que el malvado no siguiera cometiendo sus fechorías, que las malevolencias de los otros no recayeran sobre nuestras espaldas, que el modo de ser del prójimo nos resultara una carga insoportable… Nos escandaliza, sobre todo, nuestra propia libertad que nos lleva a equivocarnos tantas veces poniendo de manifiesto nuestra fragilidad. Pero la libertad es la manifestación palpable del amor de Dios para con su criatura. Únicamente desde la fe en el Dios Trino, un Dios que es comunión de personas, amor y don de sí al otro, se puede penetrar en el misterio de la libertad —condición necesaria para que se pueda dar el amor de Dios a la criatura, así como la acogida y la respuesta libre de la misma al amor que la sostiene y abarca. Esta concepción es completamente ajena al Islam. Un dios solitario como Alá, no puede amar, porque el amor requiere reciprocidad de personas, y sin amor no hay libertad. Por tanto, la libertad

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le resulta incómoda al musulmán; es incapaz de entenderla porque Alá no deja libre a su criatura, no la respeta en su singularidad ni permite su autonomía. Solamente le exige su sumisión, de grado o por la fuerza. En cambio, según la revelación cristiana, la omnipotencia de Dios deja libre a su criatura para que pueda relacionarse con Él por el amor y no por la obligación. Esta característica de Dios la tenemos claramente expuesta en la parábola del “hijo pródigo”. El padre podría haber obligado al hijo a quedarse a sus órdenes negándole la repartición de la herencia, a la que todavía no tenía derecho el hijo, pero esta actitud del padre reduciría al hijo a mero objeto de la voluntad paterna quedando sometido a sus dictados. Por lo demás, esta imposición paterna rompería la relación de confianza del hijo y coartaría su libertad, condición necesaria para toda relación de amor mutuo. Dejando marchar al hijo, el padre sufre. Este dolor del padre, y del hijo también, es el precio que deben pagar para que la relación de confianza y amor entre ambos quede restablecida en la libertad.

la libertad es la manifestación palpable del amor de Dios para con su criatura; pero Alá solamente le exige su sumisión, de grado o por la fuerza


aldea planetaria El padre se compadece del desvarío del hijo y sufre con él para poder restituirle su condición de hijo. Esta parábola presenta el tema de la compasión de Dios ante el sufrimiento del mundo. Dios se ha involucrado personalmente en la historia humana, ha asumido sobre sí el dolor y el mal del mundo para superarlo por el amor. No sucede así en el Islam, pues Alá, aunque se le llame el “compasivo”, no com-padece con el hombre sino que lo abandona a su destino. Por ello, el Islam no tiene respuesta al problema del dolor; la única postura que puede adoptar es la de la resignación y el determinismo de su suerte —tal como se refleja en el “Insh`Alláh” : Dios lo quiere, él sabrá por qué— postura que conduce inevitablemente al fatalismo. Desde el momento de la aparición de Cristo, las anteriores formas de ver a Dios han cambiado. Dios no es un ser solitario al que no le importen las obras de sus manos. Quien existe realmente es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en unidad espiritual. Es el secreto de Dios que se manifiesta en todas sus obras. Ante el mandato divino de no te harás un dios a tu semejanza, cualquier representación de Dios queda supeditada a la auto-revelación de Dios. Él es como se manifiesta, no como nosotros podamos imaginar, y Dios se ha manifestado como un Dios amor, unidad en la trinidad de personas. Israel no llegó a aceptar la revelación de Dios en Jesucristo por el prejuicio religioso que se había forjado de un dios distante

e innombrable, lo que iba en contra de la revelación a Moisés. Al darse un nombre que no es un nombre, Dios, sin mostrar su ser se hace nombrable y comunicable, cercano al hombre. Israel, poco a poco se fue distanciando de esta concepción por lo que rechazó a un Dios que se hace cercano, hombre como nosotros, no pudo admitir la Encarnación y, olvidando sus propios principios, se hizo un dios a su imagen, no reconociendo a Dios que se revelaba a sí mismo en Jesús. Esta concepción la ha heredado el Islam, de modo que Mahoma presenta su visión de Dios no al Dios real. De hecho, Mahoma tomó una imagen distorsionada de la Divina Trinidad en contacto con sectas cristianas que la negaban y afirmaban que Jesús había dicho: Tomadnos a mí y a mi madre como a dioses, además de tomar a Alá, tal como recoge en la Sura al-Maida. A pesar de que el credo cristiano rechaza esta acepción, el Islam no tolera la realidad divina. Solo Alá es grande, soberano y glorioso. bn

Mahoma tomó una imagen distorsionada de la Divina Trinidad en contacto con sectas cristianas que la negaban

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nueva estética

Makoto Fujimura, japonés afincado en Nueva york desde que era niño, es un gran artista, un extraordinario ser humano y un alma excepcional. Cuando se convirtió al cristianismo, todo su trabajo se enfocó en construir al ser humano desde los principios de la fe para formar una civilización en valores sólidos. Creó incluso una fundación impresionante llamada el IAM (International Arts Movement), basada en el concepto de restaurar la cultura que hoy en día se ve quebrada, para crear un mundo unificado, buscando armonía y esperanza. En este movimiento reúne a artistas de todos los campos —desde arquitectos y artistas plásticos hasta cineastas y payasos— con el fin de colaborar juntos en proyectos que reconstruyan a la sociedad desde la cultura, con un sentido de renovación en valores, basándose en tres principios: Arte, Fe y Humanidad.

Por su calidad de artista reformador fue nombrado miembro del Consejo Nacional de las Artes para el Gobierno de EE.UU. durante seis años, y en el 2014 la Academia Americana de Religión le concedió el premio insigne del año. Mako, a quien he tenido el honor de conocer, es de esas personas admirables no solo en su trayectoria profesional y pictórica, sino asimismo en su insaciable hambre de crear piezas concretas y también agrupaciones, ideas, sueños y metas ideales, que para muchos de nosotros se quedan en conceptos abstractos pero que él consigue materializar en percepciones palpables. Parece que esté describiendo a una apisonadora, a un torbellino emocional, estético y espiritual, pero cuando te encuentras cara a cara con Mako lo que más impacta es su humildad, su mirada profunda llena de vida y de fuerza que trasmite con una inmensa sencillez que llena y conmueve.

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Es justamente esa apreciación de la sencillez la clave de su vida y de su obra. ¡La grandeza en la pequeñez!, cuántas veces lo hemos oído y aun así necesitamos que nos lo sigan atornillando. Mako, en alguna ocasión ha utilizado un poema de William Blake para describir la forma en la que deberíamos apreciar el arte y la vida: Ver al mundo en un grano de arena Y el cielo en una flor del campo. Sujetar la infinidad en la palma de tu mano Y la eternidad en una hora

Este poema es como una recomendación para afinar nuestros sentidos y descubrir toda la belleza del mundo en un simple grano de arena. Mako nos invita a ver el polvo de los pigmentos que emplea en sus obras como prismas que reflejan destellos del arcoíris. Es muy interesante cómo nos incita a mirar sus cuadros con pausa, como meditaciones, interiorizándolas antes


nueva estética de intentar comprenderlas, y procurando incluso “oírlas” con los ojos. Es muy bonito cuando, hablando también de nuestro camino de la fe, describe la forma en la que deberíamos entrenar nuestra vista para llegar a ver con los ojos del corazón y que podamos conocer la esperanza. «Iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos» (Ef 1,18). Mako recibió un encargo muy especial en el 2011 con motivo de los cuatrocientos años de la publicación de la King James Bible (la traducción al inglés de la Biblia), para la que realizó ilustraciones casi como si fueran iluminaciones de los cuatro evangelios, a modo medieval pero desde una visión contemporánea. “Pinté cinco grandes imágenes para ilustrar los cuatros santos evangelios, usando acuarelas de materiales Nihonga (pintura de estilo japonés), enfocándome en las lágrimas de Cristo (Jn 11), lágrimas derramadas por las atrocidades del siglo pasado y por nuestra oscuridad actual”.

Cuando Mako habla de pintura Nihonga se refiere a obras que se han realizado de acuerdo con las convenciones artísticas tradicionales de Japón, incluyendo técnicas y materiales. Precisamente estuvo estudiando en la Universidad de Bellas Artes de Tokyo estas técnicas para traducirlas a un lenguaje actual, pero empleando el mismo tratamiento artístico de hace más de mil años. La modulación de tonos de tinta domina sus cuadros para llamar la atención a través de la sutileza de los cambios cromáticos de los pigmentos y minerales que utiliza. Evangelio de San Mateo “Considera los lirios”

“Las Lágrimas de Cristo”

Esta obra es realizada con más de sesenta capas de mineral azurita y malaquita, delicadamente pulverizado sobre la tela, con reflejos de polvo blanco de concha de ostra y pintado con tinta sumi envejecida durante unos cien años. Pigmentos de oro y platino forman parte también de esta pieza, aglutinados con una cola japonesa que ya no se fabrica.

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nueva estética Según Fujimura, la elección de los materiales eleva la obra al estatus de joya para que el espectador experimente cómo unos simples lirios abriéndose pueden simbolizar una realidad regeneradora, eco de la Resurrección de Cristo, la joya de nuestra fe. En uno de sus escritos, Mako medita sobre el texto de Lucas 12,27-29, que le inspira a pintar esta obra centrándose en la llamada a la confianza en el amor incondicional de Dios . «Fijaos en los lirios, cómo ni hilan ni tejen. Pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana se echa al horno, Dios así la viste. ¡Cuánto más a vosotros, hombres de poca fe! Así pues, vosotros no andéis buscando qué comer ni qué beber, y no estéis inquietos».

Makoto describe en esta obra la forma en la que las llamas abrasan pero a la vez santifican. Nuestra mirada recorre el cuadro hacia arriba elevándonos hacia la salvación. El autor se inspiró en los grandiosos cuadros monocromáticos de Rothko, pintados en tonalidades de rojo japonés, pigmentos plateados y tintes indios. Evangelio de San Lucas “El Dios Pródigo”

Evangelio de San Marcos “Llamas de Agua”

Esta obra está inspirada en el libro “El Dios Pródigo”, de Timothy Keller. En este libro, Keller, basándose en la parábola del hijo pródigo (Lucas 15) analiza cómo Jesús revela la gracia pródiga del amor infinito de Dios, buscando recuperar el corazón de la fe cristiana. La complejidad visual de este cuadro refleja para el artista su lucha interior partida entre dos mundos: una, la que representa el hermano mayor en la parábola, legal, moral, constante, y otra, la que ilustra la

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nueva estética reacción desorbitada e incomprensible de un padre entregando un amor incondicional. Mako se siente tirado por ambos lados para poder amar en profundidad; la tensión y la entrega se ilustran en esta obra. Evangelio de San Juan “En el principio”

Fujimura explica con esta pieza la forma en la que el primer capítulo del evangelio de Juan habla tanto de la creación como del misterio de la encarnación de Jesús. El artista siente la necesidad de ir más allá de la apreciación del lienzo; el arte tiene que abordar estos misterios, tiene que abrirnos a preguntas, adentrarnos en nuestra alma y buscar más allá de la realidad. Esta obra fue realizada como una performance en vivo que Mako pintó en colaboración con la percusionista de jazz, Susie Ibarra; uniendo así arte y música con el puente de la fe.

Me gustaría concluir con una anécdota referente a esta edición excepcional de los evangelios, ilustrada tan grandiosamente por Makoto. Este nos cedió una de las obras para que la expusiéramos durante la JMJ Madrid 2011 y fue presentada durante la exposición de Arte +Fe que tuvo lugar en la Fundación Pons. Tras la inauguración de la exposición, los artistas representados se reunieron para compartir sus vivencias y su enfoque de la fe cristiana a través del arte. Eran artistas cristianos provenientes de diversas culturas y nacionalidades, pero todos con la misma bandera de Jesucristo clavada en el corazón. Como comisaria de la exposición quise empezar el congreso con una oración ecuménica que nos uniera a todos. Uno de los artistas —sacerdote jesuita filipino— tomó un ejemplar de los evangelios ilustrados por Makoto y, abriéndolo al azar, inspirado por el Espíritu Santo, proclamó el texto. Acto seguido, rezamos juntos el padrenuestro, y otra de los artistas, cantante de jazz y soul en Chicago, cerró el encuentro con la maravillosa oración cantada: “Amazing Grace”. En ese momento vi realizadas las palabras de Mako, al abrirse de par en par los ojos de nuestros corazones. bn

Fujimura es un torbellino emocional, estético y espiritual, pero cuando te lo encuentras cara a cara lo que más impacta es su humildad

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nueva estética

Jesús Arévalo Jiménez Escultor

Como en todas las obras de talla directa, la iba descubriendo según la hacía

Cuando empecé a hacer talla de madera comencé con esta Virgen. Yo trabajaba por las mañanas de encofrador en una obra inmensa en el aeropuerto de Madrid-Barajas. A mi padre, que trabajaba en las oficinas, le comentaron que había que cortar un cedro que estorbaba para construir una rotonda. Mi padre pensó que me podría venir bien a mí, que entonces estaba estudiando Bellas Artes, para hacer una escultura. Me regalaron varios troncos que me llevé a la Facultad y de estos fui sacando piezas grandes. De una de ellas salió la Virgen de la Soledad. Quería hacer una virgen bizantina, como las de los iconos, pero en escultura. Comencé la obra en la Universidad y, cuando ya estaba prácticamente encajada, me di cuenta que necesitaba saber esculpir más para continuarla; que me era preciso entender mejor el material y sus formas naturales para poder deformarlo con armonía. Así que detuve la obra. En su lugar comencé a trabajar en varios torsos, dos en madera y uno en piedra que llamé la Siesta de Adán (pieza comentada en el número anterior de Buenanueva). Años después, una vez adquirida mayor experiencia, sentí que debía retomar la pieza. Me retiré solitario a una casa con patio en un pequeño pueblo de Guadalajara. Durante todo ese tiempo me dedicaba exclusivamente a continuar la obra, sin prácticamente hablar con nadie. Como en todas las obras de talla directa, la iba descubriendo según la hacía, y al final decidí pintarla, usando para ello pigmentos naturales al óleo y oro de 22 quilates.

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Se la regalé a Mons. José Luis del Palacio, madrileño y actual obispo de la diócesis del Callao, en Perú, cuando todavía no había sido nombrado obispo. bn


nueva estĂŠtica

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sed santos

La observación sobre las alteraciones de los dermatoglifos en pacientes con síndrome de Down confluyó con otra observación realizada en 1934 por el pediatra norteamericano Adrian Blayer, quien estudió parejas de gemelos afectados por el síndrome. Blayer observó cómo, cuando los gemelos eran dicigóticos, es decir, procedían de la fecundación de dos óvulos distintos, el síndrome nunca aparecía en ambos hermanos, mientras que en gemelos monocigóticos, aquellos procedentes de la fecundación de un solo óvulo inicial, el síndrome se expresaba siempre en ambos hermanos. Estos descubrimientos orientaron de forma decisiva la investigación acerca del origen del síndrome de Down, para el que se postulaba una causa cromosómica. Victoria Escudero - Farmacéutica. Fundación López Quintás (Área de Docencia y Universidad)

Por tanto, las alteraciones responsables de la enfermedad debían comenzar en las etapas madurativas del óvulo o del espermatozoide, o bien, en fases inmediatamente posteriores a la fecundación. Pero ya años antes, este camino para la investigación había sido apuntado por otros científicos. En 1937 el propio Turpin, director del proyecto en el que trabajaba Lejeune, señalaba la hipótesis cromosómica como posible origen del síndrome. Turpin se basaba para ello en los hallazgos realizados en la mosca Drosophila melanogaster, organismo modelo en experimentación genética. Por otro lado, el oftalmólogo Peter Waardenburg, descubridor del síndrome congénito que lleva su nombre, había pensado en un origen de la misma naturaleza para el síndrome de Down. Además, en 1922, Albert Blakeslee había demostrado que la modificación en el número

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total de cromosomas de la especie vegetal Datura stramonium producía alteraciones en la forma de los frutos. Es decir, los antecedentes en la investigación genética sentaban sólidas bases para realizar el estudio de los cromosomas de las personas afectadas por el síndrome de Down. Sin embargo, en aquel momento se desconocía el número exacto de cromosomas de la célula humana. Algunos pensaban que eran 46, otros 47, y la mayoría creían que eran 48. La dificultad para conocer el número exacto radicaba en la técnica empleada para su aislamiento, que tomaba como muestra fragmentos de tejidos. En ellos los cromosomas se superponían y aglomeraban, por lo que contabilizarlos resultaba muy complicado. Este problema fue resuelto en 1952, cuando se sustituyeron las


sed santos secciones histológicas por células aisladas que eran sometidas a un choque osmótico por inmersión en una solución diluida. El choque las hacía estallar provocando la salida al exterior de sus cromosomas. El perfeccionamiento máximo de la técnica fue realizado por el investigador de origen chino Tjio, prisionero del ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial y al que la Cruz Roja trasladó a Holanda como refugiado de guerra. Tjio solía visitar Suecia durante sus vacaciones y allí, en el laboratorio de Albert Levan, realizaba el aislamiento cromosómico de acuerdo con el siguiente procedimiento: separaba de una muestra de tejido sanguíneo los glóbulos blancos a los que, a

continuación, añadía colchicina, sustancia de origen vegetal que mantiene separados los cromosomas dentro de la célula. A continuación añadía agua a las células provocando, por choque osmótico, la rotura celular, que causaría la liberación de los cromosomas al medio. Por último, y para posibilitar su observación al microscopio, los fijaba con ácido acético y los teñía con acetocarmín. Con esta técnica, Tjio y Levan consiguieron fotografiar el cariotipo humano, conjunto de cromosomas de la célula ordenados por pares homólogos, demostrando que el número de cromosomas celular en el ser humano es de 46. El estudio, que realizaron en 261 células humanas, fue publicado en 1956.

anomalías

cromosómicas

La técnica de Tjio fue aportada al trabajo del profesor Lejeune por Martha Gauthier, una investigadora que, procedente de Harvard, se sumaba al equipo. Mediante esta técnica estudiarán los cromosomas de los pacientes con síndrome de Down. Los medios materiales con los que cuenta el equipo de investigación son, a todas luces, precarios: el laboratorio en el que trabajan carece de agua corriente, que deben conseguir en una cocina contigua; el microscopio que utilizan ha sido desechado por los patólogos pues tiene el tornillo macrométrico muy usado, y para mantener el objetivo, este debe ser bloqueado con

un poco de papel de aluminio; no hay equipamiento fotográfico y deben pedirlo prestado a los patólogos, quienes lo ceden, pero nunca más de dos horas a la semana. Sin embargo, la determinación humana, la constancia y el esfuerzo vencen todos los obstáculos, supliendo con creces lo que el presupuesto asignado no cubre. La primera preparación observada perteneciente a un paciente de Down, en junio de 1958, arroja un resultado de 47 cromosomas, en vez de los 46 característicos de las células de pacientes no afectados por el síndrome.

en 1937, Turpin, director del pr

oyecto en el que trabajaba Lejeune, señala ba la hipótesis cromosómic a como posible origen del sí n

drome de Down

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sed santos

en 1959 se confirma que las células pertenecientes a pacientes con síndrome de Down poseen un

cromosoma de más

En ese momento urge averiguar si tal resultado se debe a la fragmentación de algún cromosoma o si realmente es correcto. En enero de 1959, otros nueve análisis son realizados confirmando el dato obtenido en origen: efectivamente, las células pertenecientes a pacientes con síndrome de Down poseen un cromosoma de más correspondiente al que debería ser el par 21. Los sorprendentes y valiosos resultados son publicados por la Academia de Ciencias Francesa bajo el título: “Estudio de cromosomas somáticos de nueve niños mongólicos” por J. Lejeune, M. Gauthier y R. Turpin. Unos meses más tarde, un equipo de investigación independiente, el de los ingleses Brown y Jacobs, reproduce los resultados confirmando el hallazgo científico. Así, el síndrome de Down se convierte en la primera enfermedad de causa genética demostrada, la trisomía del par 21, como todavía hoy se la conoce médicamente. Por primera vez se demuestra en el hombre que una enfermedad congénita se debe a una

anomalía cromosómica, lo cual significa el nacimiento de una nueva área de conocimiento en medicina, la citogenética clínica, rama de la genética que estudia las patologías cuyo origen se halla en una alteración del cariotipo. El descubrimiento es de máxima importancia no solo médica sino también humana, pues contribuye decisivamente a liberar a los padres de los niños afectados por el síndrome de las miradas y juicios culpabilizadores de la sociedad. Los prejuicios sociales que acompañan a las enfermedades son ancestrales. En el capítulo 9 del Evangelio de San Juan, los discípulos, al ver a un ciego de nacimiento, preguntan al Señor: «“Maestro, ¿quién pecó: este o sus padres, para que naciera ciego? Respondió Jesús: “Ni pecó este ni sus padres…”». (Jn 9,2-3). De la misma manera, el descubrimiento de este joven médico de 32 años aparta definitivamente de sus pequeños pacientes y de sus padres cualquier sombra de duda moral.

al servicio de la vida

y del ser humano

A partir de ese momento una idea motriz guiará la vida de Lejeune, encontrar una terapia capaz de curar los principales síntomas de sus pacientes. Y animado por su profunda convicción escribe: “La encontraremos. Es imposible que no consigamos encontrarla. Es una empresa intelectual de menor dificultad que mandar un hombre a la Luna”. Todo el conocimiento y la voluntad de este hombre están puestos al servicio de la vida y del ser humano.

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Su hallazgo le permite descubrir, junto a sus colaboradores, la causa de otras enfermedades cromosómicas: en 1964 halla el origen del llamado “síndrome del maullido de gato”, así denominado por uno de sus signos clínicos, un grito similar a un maullido. La enfermedad se debe a una deleción o pérdida de material genético del cromosoma 5, la monosomía 5p, que, en honor a su descubridor, recibe el nombre de síndrome de Lejeune.


sed santos En 1966 descubre la alteración cromosómica responsable del síndrome de Edwards, la trisomía del cromosoma 18. En los años siguientes su equipo describe la malformación del cromosoma 13, la trisomía del cromosoma 9 y la del 8. Asímismo, y gracias al itinerario iniciado por él, se identificarán también las causas del síndrome del X frágil, del síndrome de Turner y del síndrome de Klinefelter. Por todo ello, el profesor Lejeune es considerado con toda justicia el padre de la patología citogenética.

El reconocimiento internacional a su labor se traduce en prestigiosos premios, como el Kennedy, que recibe en 1962 de manos del propio presidente John Fitzgerald Kennedy por sus investigaciones sobre la discapacidad mental. Posteriormente, en 1969, será distinguido con el Premio William Allan que, otorgado por la Sociedad Americana de Genética Humana, constituye el más alto galardón mundial en genética.

hijos amados

de Dios

La brillantísima carrera de este joven científico le lleva, igualmente, a desempeñar cargos de responsabilidad desde sus comienzos. Así, en 1962 es designado experto en genética humana en la Organización Mundial de la Salud. Dos años más tarde es nombrado director del Centro nacional de Investigaciones Científicas de Francia y jefe de servicio del recién creado departamento de Genética del Hospital Necker de enfermedades infantiles, el mayor centro de medicina pediátrica de Francia. En 1965 adquiere la titularidad, en la Facultad de Medicina de la Sorbona, de la primera cátedra de Genética Fundamental.

que el dolor de los padres no encuentra consuelo en la ciencia, con la compasión de un médico que también es padre y con el amor de quien reconoce en sus pequeños pacientes a los hijos amados de Dios. El profesor Lejeune trabajará denodadamente por encontrar una curación para ellos. Sin embargo, lo que será su mayor ilusión, también pronto se convertirá en su mayor motivo de sufrimiento. El contexto legal del momento, así como el desarrollo de nuevas tecnologías médicas hará que sus hallazgos científicos, lejos de emplearse en asegurar y perfeccionar la vida, se utilicen para exterminarla.

Las familias de los niños afectados por el síndrome de Down, atraídas por la celebridad internacional del profesor Lejeune y su disponibilidad, se dirigen cada vez en mayor número a él. Los acoge con la humildad de quien sabe

Mientras la amenaza se perfila en el horizonte, los padres de los niños a los que el profesor trata aprenden a comprender la enfermedad, aprenden a amar a sus hijos y a encontrar la paz en la aceptación de la voluntad de Dios, que colmará de cariño y ternura a Sus criaturas. bn

las familias de los niños afecta do

s por el síndrome de Down, atraídas por su cele bridad internacional y su disponibilidad, se dirigen a él cada vez en mayor número


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Miguel Iborra Viciana El Papa Francisco, en la XXIII Jornada Mundial del Enfermo 2015, dijo: «Sabiduría del corazón es estar con el hermano. El tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo». Y es que, si algo nos hace levantar la mirada hacia el cielo, es la punzada seca del dolor. El sufrimiento siempre llega por sorpresa y viene a delatar lo más hermoso de nuestra vida, lo más esencial de nosotros mismos. Pero solo si tiene sentido es soportable, e incluso puede llegar a ser esencial para entender nuestra propia existencia. La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Otras veces alcanza hacer a la persona más madura; le ayuda a discernir en su vida lo que no es esencial, para volverse hacia lo que sí lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, a un retorno hacia Él. El Papa Francisco ha insistido con crees sobre la actitud de ofuscación que tiene el mundo, es decir, que tenemos las personas ante el dolor y el sufrimiento de nuestro prójimo... Y afirma: «La Iglesia considera a las personas enfermas como una vida privilegiada para encontrar a Cristo, para acogerlo y servirlo». Las personas que sufren «deben entrar en mi corazón, deben causar una inquietud en mí. Mi hermano sufre, mi hermana sufre; he ahí el misterio de la comunión de los santos. Ora: Señor mira a aquel, llora, sufre. Ora, permitidme decirlo, con la carne». Orar con nuestra carne, entonces, «no con las ideas; rezar con el corazón» reafirma. «El sufrimiento no me es desconocido. En él encuentro mi alegría, pues en la cruz se encuentra Jesús y Él es amor. Y ¿qué importa sufrir cuando se ama?» (Teresa de Los Andes, carta 14) ¿Alguna vez has tratado de imaginar a esos padres con un hijo enfermo, a las personas solas o que se han quedado sin trabajo, a los exiliados que han huido de los horrores de la guerra, a quienes

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han sufrido graves injusticias en la vida, a esas personas con cáncer sin esperanza de vida, a esa madre o padre con Alzheimer….? Ciertamente, el sufrimiento, especialmente el de los inocentes, sigue siendo un misterio para todos; pero sin fe en Dios se convierte en algo inmensamente absurdo. «Quien sabe de dolor todo lo sabe», escribió Dante. San Juan Pablo II, en la encíclica Salvifici doloris —que encomiendo su lectura— dice que «sufrir significa hacerse particularmente receptivos, particularmente abiertos a la acción de las fuerzas salvíficas de Dios, ofrecidas a la humanidad en Cristo» (cfr. n. 23). «El sufrimiento va más allá de la enfermedad, pues existe el sufrimiento físico y el espiritual. Además del sufrimiento individual, está el sufrimiento colectivo, que se da debido a los errores y transgresiones de los humanos, en especial en las guerras. Hay tiempos en que este sufrimiento colectivo aumenta. El sufrimiento tiene un sujeto y es el individuo quien lo sufre. Sin embargo, no permanece encerrado en el individuo, sino que genera solidaridad con las demás personas que también sufren; ya que el único en tener una conciencia especial de ello es el hombre y todo hombre. El sufrimiento entraña así solidaridad. Es difícil precisar la causa del sufrimiento, o del mal que va junto al sufrimiento. El hombre se la pregunta a Dios y con frecuencia reniega de él, porque piensa no encontrar dicha causa».


Y en la Jornada mundial del enfermo, Francisco nos recordó, además, que junto a toda persona que sufre debe haber un hermano o una hermana animados por la caridad. Como el buen samaritano del que Jesús habla en la conocida parábola evangélica, todo cristiano está llamado a dar amor a quien se encuentra en la prueba. ¡Jamás hay que “pasar de largo”! Al contrario, es necesario detenerse, inclinarse sobre el hombre abatido y doliente, aliviando su carga y sus dificultades. Así se proclama el evangelio de la consolación y de la caridad; este es el testimonio que los hombres de nuestro tiempo esperan de todos los cristianos.

Es esa la certeza que da la paz interior y la alegría espiritual propias del hombre que sufre generosamente y ofrece su dolor «como hostia viva, consagrada y agradable a Dios» (Rm 12,1). El que sufre con esos sentimientos no es una carga para los demás, sino que contribuye con su sufrimiento a la salvación de todos. Pero, ¡nos hemos habituado tanto al sufrimiento del otro que no nos concierne, no nos interesa, no es un asunto nuestro!

La caridad tiene necesidad de tiempo

Ser prójimo, en cristiano, es practicar la misericordia con cada próximo; no es un mero sentimiento, sino que nos impele a ser solidarios con el que sufre... Esa es nuestra tarea. La compasión es «la única puerta a través de la cual se puede penetrar en la interioridad de otro ser humano y la única mediante la que se puede compartir su destino», dice Romano Guardini.

Para Benedicto XVI, «una sociedad que no acepta al que sufre no es una sociedad humana». Muy cierto: el que sufre es molesto, es una carga, es débil… y a la sociedad del siglo XXI no le gustan los débiles. Existe, pues, una íntima relación entre la Cruz de Jesús —símbolo del dolor supremo y precio de nuestra verdadera libertad— y nuestros dolores, sufrimientos, aflicciones, penas y tormentos que pueden pesar sobre nuestras almas o echar raíces en nuestros cuerpos. El sufrimiento se transforma y sublima cuando se es consciente de la cercanía y solidaridad de Dios en esos momentos.

«Venid a mí todos los que estáis cansados...» (Mt 11,28). La potencia redentora del sufrimiento está en el amor. Esta es mi invitación: saber aceptar, puesto que esta misma causa la está sufriendo el que esto escribe y seguiré, si Dios quiere, como el junco que se dobla pero no se troncha, aceptando los sentimientos, escuchando lo que me quieren contar y sobrellevando el dolor lo mejor que pueda. Esto me lo aplico a mi persona y a los enfermos que visito, pues como indica el salmo 73,28: «Mi dicha es estar cerca de Dios: yo he puesto mi refugio en ti, Señor, para proclamar todas tus acciones». bn

La potencia redentora del sufrimiento está en el amor, y seguiré, si Dios quiere, como el junco que se dobla pero no se troncha

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Para algunos amar hace referencia a sexo, mientras para otros es donación. Desprecio y Los poetas José Hierro y Juan Van-Halen escri- alabanza pueden ser agravio y exaltación o benbieron sendos sonetos jugando con el senti- dición y desgracia, según se aplique el criterio do que cada uno de ellos daba a dos palabras mundano o el de la fe cristiana. Más que las fronteras naturales, a los hombres nos separa concretas: todo y nada. el odio que viene de sentimientos exagerados Para el primero, fue todo durante un tiempo por creernos más o mejores que los vecinos. su vida espiritual, mientras todo se volvió nada Lo que unos exigen, por merecido, los otros lo cuando la fe se la llevó el viento al doblar una niegan por falta de solidaridad. Y no hay forma esquina. Qué poca conde entenderse, nadie cede. sistencia tienen a veces En cierto modo es el fruto las palabras valen lo que nuestras propias convicde las exigencias que imrealmente significan, con ciones ante la fuerza de ponen los nacionalismos un huracán contrario, o exacerbados. Es el germen independencia del matiz que qué débil llegamos a tede un enfrentamiento, de yo quiera otorgarle según mis ner la fe ante los arguuna guerra. Para muestra intereses personales mentos del mundo. ahí está Ucrania.

Antonio Arias Crespo

Al revés, Van-Halen le vino a decirle con su soneto que, una vez que falleciese, descubriría que ambas palabras le cambiarían de valor y de sentido, y que lo importante era que lo que despreciaba como nada era el todo que siempre había dado sentido a su vida. O lo que es lo mismo: si tuviésemos fe, pondríamos en nuestra vida una chispa de levadura y obtendríamos vida abundante. Sea como fuere —y respetando el criterio de cada cual—, lo cierto es que las palabras valen lo que realmente significan, con independencia del matiz que yo quiera otorgarle según mis intereses personales. Amor, amistad, entrega, compartir, lealtad, confianza, hermandad, compadrar, bienquerer, ceder, cariño, estima, cordialidad, adhesión intimidad, filantropía, dedicación, menguar… vendrán a ser posturas encontradas por los diferentes criterios que cada uno queramos otorgarle.

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La aparente pobreza o inutilidad que para muchos representa una monja de clausura nos sitúa, por el otro extremo, ante una vida plena de felicidad alimentada por el amor de Dios que la sustenta. Y tiene sentido, valor, y sobre todo, una razón de ser. Los padres que se desviven y se dejan el pellejo en el intento por atender a un hijo enfermo de por vida se oponen a una pareja que opta por el aborto. Enfrentados quedan el evangelio de la vida y el de la muerte, el hálito de subsistencia o el deseo eutanásico. El valor que damos a las palabras depende de la desvergüenza y la osadía que damos a la propia vida, frente al comedimiento y la discreción mesurada de la imperfección de los mediocres. Y no es que todo sea del color del cristal con que se mira, es que optimista y pesimista son antagónicos, en oposición sustancial, y por eso algunos no saben ver la luna y se fijan solo en el dedo que la señala. bn


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Jaime Pérez-Boccherini Stampa Sacerdote “Haced lo que él os diga” (Jn 2,5) —¡La esperanza! Pero, ¿qué es esa palabra? —le preguntó Juan a Jesús. Hacía tiempo que el joven Juan, junto a su hermano Santiago y el resto de los Doce, se había convertido en discípulo del Rabí Jesús.

consigue contra ellos. ¡A esos es a los que yo he venido a combatir!, a vuestro antiguo y astuto adversario, que nunca se cansa para vuestro daño, y al que ya conocieron, para su aflicto dolor, vuestros primeros padres cuando todavía, en desnuda inocencia, se paseaban por las veredas del jardín de Dios.

—Esperar es creer que Dios es bueno contigo — le contestó Jesús—, y que no solamente lo es a veces, como suelen hacer los hombres, sino que Dios es bueno contigo siempre: lo es siempre, en todos los tiempos; lo es siempre, en todos los lugares; en medio de todas tus lágrimas y en medio de todas tus risas.

—¡Pero los romanos no temen a Dios! —protestó Pedro.

No solo sus enseñanzas, la voz del Maestro era, ciertamente, inconfundible. El aire levantaba pequeños remolinos de polvo en el monte cercano, en torno al solitario grupo de los apóstoles, entre la floración primaveral de Galilea. Al fondo, bajo el sol de mediodía, se divisaba el lago. Intervino el impetuoso Pedro con entusiasmo:

El rudo pescador bajó la cabeza entristecido por la respuesta, pero Jesús añadió sonriente, como para animarle:

—¿Podemos esperar, entonces, que ya se acerca el día en que expulsarás a los romanos y que por fin Israel conocerá la libertad anunciada por todos los profetas? —Pedro, Pedro... —contestó el Maestro con mansedumbre—. ¿Hasta cuándo seguirás siendo necio de los caminos de Dios? En verdad te digo, Pedro, en verdad te digo, que tú tienes enemigos mucho más fieros y crueles frente a ti de los que nada conoces todavía, ante los que el mismísimo poderío del Imperio Romano temblaría porque nada

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—Solo los bufones no temen a Dios —repuso el Maestro con severidad— pero yo os digo que los más pequeños de entre los ángeles juguetean a la sombra de mi Padre.

—Pero Pedro, a ti mi Padre te hará más fuerte que las rocas en la tormenta de tus enemigos, y yo te prometo que los que se aferren a tu potente brazo no se verán arrastrados por el aluvión de los letales engaños. Los que perseveren a tus pies, ¡dichosos ellos! Dichosos porque soportarán todos los vientos amargos y aguantarán en pie ante todas las mareas negras de la desesperación y del terror. Y te lo digo a ti, que eres la piedra y que eres la roca con mi poder que sobre ti reposará. A ti, ¡que en verdad custodiarás mi legado!, pues al final de los días será mucho lo que habrá que resistir. Así, serenamente se desarrollaba la conversación de Jesús con sus discípulos. Juan veía más que


mosaico escuchaba, pero miraba la desenvoltura del Rabí Jesús, sus gestos pacíficos, sus manos vigorosas y hábiles, su andar confiado y alegre, su manera de tratar a cada uno, fijando su total atención en todos con los que hablaba y en los que posaba su mirada... ¡La mirada! ¡Cuántos mundos ocultaban esos ojos! ¡Cuántos misterios velaban! Solamente se podía vislumbrar tras de la cortina y descorrer un poco el velo cuando, en las noches galileas, junto a la lumbre en la casa de Pedro o al borde del quejumbroso lago, Juan recostaba su pequeña cabeza en el pecho de Jesús, donde allá dentro, en su seno fuerte y viril, latían los redobles de un corazón..., que formaban como el eco de una música lejana, de cantares eternos entre estrellas recién nacidas. El joven Juan no había experimentado jamás cosa semejante, ni siquiera cuando comía junto al Bautista, que hacía poco que había sido aprisionado por Herodes. Solamente había sentido algo parecido, aunque diferente, cuando había conocido fugazmente en una boda en Caná a la “íma” del Señor, a su Madre, que se llamaba María. Aún se estremecía al recordarlo. El encuentro sucedió en un rincón de la fiesta, en la villa atestada de danzas y de júbilo. Juan descansaba tranquilo sobre el alféizar de una ventana, cuando entonces la vio a Ella, que se dirigió suavemente hacia él. ¡Era la Íma!, la “mamá” pronunciado en su arameo natal, porque aquel apóstol, que con el tiempo poseería el don de lenguas, en su interior ya siempre la invocaría de ese modo. Se sonrieron el uno al otro, y María, sin decir palabra, le acarició a Juan sus cabellos revueltos de adolescente, sin dejar de sonreírle mientras las alegres y rítmicas músicas de los laúdes y cantores resonaban en la sala, al calor de los fuegos del hogar, hasta que, por fin, con su voz de Mujer, le dijo las siguientes palabras: —¿Con que tú eres el pequeño Juan? En verdad veo que eres el más joven de los discípulos de mi Hijo. —Señora, ¿cómo sabéis mi nombre? —le preguntó asombrado. —Hay cosas que sé en mi corazón y otras que simplemente venero —el dulce acento de la Íma se parecía al de Jesús, pero su entonación femenina sabía más como al olor de la tierra húmeda después de la lluvia, entre los olivares, a la vista del Templo de Jerusalén en la mañana después de Pascua.

María ya contaba con arrugas. No era ya, a fin de cuentas, una mujer joven, pero también en la hondura de sus ojos destellaba la luz de una alegría incontenible, aunque a veces la expresión del rostro apareciese seria y reservada. De pronto, Juan, sin saber por qué, le preguntó: —Señora, decidme, os lo ruego, ¿pero quién es realmente vuestro Hijo? —no supo por qué había pronunciado esas palabras o acaso quién se las había inspirado, pero inmediatamente se avergonzó de haberlo hecho, como cuando un niño es descubierto asomándose a la conversación que los mayores no deseaban que escuchase. Sin embargo, la Íma le sonrió. Una ráfaga de viento agitó los vestidos de la Señora, y Ella le contestó con alegre tono: —Eso mismo, tú a solas, amado discípulo de mi Hijo, lo tendrás que aprender de Él. O quizá —añadió riendo— ¡alguien se te adelante y te lo revele en tus sueños! —¿En mis sueños? Señora, ¿cómo sabéis que yo sueño? —preguntó modestamente. —Ya te he dicho que se me ha dado a conocer numerosos secretos que permanecen ocultos para muchos, si bien —añadió con un deje de tristeza— hay otras cosas que, más que saberlas, las temo. No obstante, —suspiró con serenidad—Dios es más grande que mis temores. Y, en cuanto a tus sueños, he de anunciarte que cortejan el destino de los profetas, como sé que tú lo eres. —¿Yo un profeta, mi Señora? —Juan no salía de su asombro. —¡Y más que profeta!... Pero basta por hoy, mi pequeño Juan. No volveremos a hablarnos hasta que nos alcance la Hora, y la espada que anunció Simeón cumpla con su cometido... Hasta entonces, no temas, pero purifica tu corazón —antes de que le diese lugar a responder, la Señora se había alejado y ocultado detrás de la multitud que cantaba y reía. «La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo». (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1817) bn Continuará...

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Por Buenanueva El P. Alberto Soria Jiménez, monje benedictino de la Abadía Santa Cruz del Valle de los Caídos, ha publicado su tesis doctoral “Los principios de interpretación del motu proprio Summorum Pontificum” (Edit. Cristiandad, Madrid 2014), con grandes elogios por parte del cardenal Cañizares, entonces prefecto del Culto Divino y de la Disciplina de los Sacramentos. Aunque en su erudito trabajo —y de abundante bibliografía— profundiza en temas muy especializados, el libro interesa a un público más amplio que los canonistas y liturgistas. El propio autor habla sobre ello.

¿A qué cree que se debe esto? Tal vez a que el tema del trabajo, además de tratarse del documento más importante de Benedicto XVI sobre liturgia y derecho litúrgico, en algunos aspectos afecta a todos los fieles.

¿Pero el motu proprio parece concernir solo a un reducido grupo con intereses y sensibilidad muy especiales? Debe distinguirse entre la aplicación concreta de esta legislación, que reconoce y protege los derechos de los fieles que desean asistir a las celebraciones —según la tradición litúrgica anterior a la reforma postconciliar— y el mensaje doctrinal del documento, que va más allá de la respuesta jurídica a dichos fieles y que orienta la atención

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de todos hacia el valor objetivo de esta forma ritual y hacia las riquezas que encierra.

¿Qué sentido pueden tener para los fieles del siglo XXI estas celebraciones? En una época en la que la sociedad civil valora cada vez más y legisla para proteger el patrimonio histórico-cultural, la Iglesia también ha desarrollado esta sensibilidad, aunque aquí no se trate solo de patrimonio cultural, sino también y sobre todo espiritual. La enseñanza más profunda y tal vez más duradera del motu proprio es, en palabras de Benedicto XVI: “lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser de improviso totalmente prohibido o incluso perjudicial”.


mosaico ¿Es entonces un estímulo volver al pasado? No es ningún regreso al pasado, sino más bien una rectificación de las concepciones erróneas que hablan de liturgia “del pasado” o “del tiempo actual” o, algunas más audaces, de “liturgia del futuro”. La liturgia, en especial la de la misa, puede hacer presentes, “hoy”, los hechos de nuestra salvación y por esto el contacto y conocimiento de la tradición litúrgica es un medio adecuado para resaltar los valores permanentes de la liturgia de la Iglesia, superando las equívocas denominaciones cronológicas.

¿Esto significa que todos deberían asistir a estas celebraciones?

propias para el posible uso del misal anterior”. San Juan Pablo II, que sintió la necesidad tanto de respetar los derechos de quienes se sienten unidos a esta liturgia, como la de permitir el descubrimiento de los tesoros de piedad y teología encerrados en la misma, decía hacia el final de su vida, a la reunión plenaria de la Congregación del Culto Divino: “El pueblo de Dios tiene necesidad de ver en los sacerdotes y diáconos un comportamiento pleno de reverencia y de dignidad, capaz de ayudar a penetrar las cosas invisibles, aun sin necesidad de tantas palabras y explicaciones. En el misal romano, llamado de San Pío V, como también en las liturgias orientales, se hallan oraciones muy hermosas por medio de las que el sacerdote expresa el más profundo sentido de humildad y de reverencia ante los santos misterios: estas revelan la sustancia misma de la liturgia, de cualquier rito que sea”. Creo que este pensamiento también guió a Benedicto XVI.

Salvo para los pastores, que deben procurar responder a los fieles que las piden, el motu proprio no impone ni crea una obligación, pero de algún modo propone o atrae la atención de todos sobre estas celebraciones. Lo que no significa que se impongan a nadie, pero sí que se pongan al alcance de los fieles para que puedan descubrirlas y enriquecerse con ellas. Esto ha ayudado también a desideologizar el tema y a que ya no se vincule a quien asiste o celebra con el misal de 1962 con posiciones no integradas en la Iglesia católica. Esta normativa ha hecho que, por el contrario, el respeto y valoración de este patrimonio exprese lo que la Iglesia propone en su legislación más actual en la materia; legislación que el Papa Francisco ha manifestado más de una vez no querer modificar.

Es decir, que hemos pasado de casi una “prohibición” a una “promoción” del misal de 1962. Benedicto XVI afirma en el motu proprio que este misal nunca fue abrogado. He tratado de documentar exhaustivamente los diversos testimonios de por qué afirma esto y de cómo ha ido modificándose la legislación. Según Benedicto XVI, a Pablo VI no le “pareció necesario promulgar normas

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Roma, año 67 d. C., un grupo de cristianos permanece escondido en las caballerizas de la rica casa de un importante patricio romano, el procurador Flavio Emeritus, destacado funcionario del emperador Nerón. Ya llevan allí tres días esperando el mejor momento para huir de Roma. Algunos criados del procurador Flavio son también cristianos y han conseguido esconder a sus hermanos en la fe para evitar que caigan en manos de los soldados del emperador. Han preparado la huida para esta noche. Desde hace meses los cristianos son perseguidos y asesinados cruelmente por mandato del emperador Nerón. Se les acusa injustamente de todo tipo de crímenes, pero sobre todo del incendio de Roma ocurrido hace un año. Marcus es el secretario personal del procurador Flavio. Sabe muy bien que el grupo de cristianos al que acoge y esconde es muy especial porque en él está Pedro, el pescador de Galilea considerado por todos como la cabeza de la Iglesia de Jesús en Roma. —Aquí tenéis las provisiones para el viaje: agua, comida, túnicas y dinero. — Gracias, Marcus. Pero, ¿de dónde has sacado todo esto? —pregunta Pedro. 84

—No te lo he querido decir hasta ahora para no complicar más las cosas, pero mi amo Flavio sabe que estáis aquí, y él mismo me ha entregado este dinero para las necesidades del viaje. —¿Sabe tu amo a lo que se expone por dar cobijo y ayudar a un grupo de cristianos? —Lo sabe perfectamente. Nadie mejor que él conoce la crueldad de nuestro emperador al que, muy a su pesar, sirve con su trabajo. Aunque no habla mucho conmigo de esto, creo que simpatiza con nuestra fe. No sé muy bien de qué nos conoce pero alguna vez me acompañó de incógnito en nuestras reuniones nocturnas antes de iniciada la persecución. Hemos querido mantener todo esto en secreto por su seguridad y la mía. —Es evidente que la mano de Dios no distingue entre plebeyos y patricios, ricos o pobres, esclavos y libres.


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Las almas son las mismas y a todas las busca el Señor —señala Pedro con tono paternal. —Sí, ciertamente mi amo es rico. Siempre lo ha sido. Pero desde que le sirvo, hace más de quince años, nunca le he visto disfrutar de verdad de su inmensa riqueza. Por el contrario, su vida privada es muy austera y se preocupa continuamente del bienestar de sus súbditos, como si fuesen sus hijos. Ha puesto en marcha muchas

obras sociales en su jurisdicción para los más necesitados del distrito. Es muy respetado entre nosotros por su condición de patricio pero también por su bondad. No sé si es cristiano o no, pero por sus obras lo parece. —Dale las gracias de mi parte. No olvidaremos fácilmente su valiente generosidad. —¡Vamos! Ahora es buen momento, ya es noche avanzada. Salid ya y 85


mosaico que Dios os proteja —les apremia Marcus, bastante preocupado. Pedro y su grupo se van alejando en la espesura de la noche hacia el bosque. A las cuatro horas de su partida, aún de madrugada, se escuchan fuertes golpes en la puerta principal de la casa del procurador Flavio. —¡Abran la puerta! En nombre del Emperador, ¡abran la puerta! Un criado, muy asustado, abre y al instante, empujando al criado, varios soldados romanos entran en la casa del procurador. Tras ellos lo hace su oficial. —¡Rápido, avisad a vuestro amo! Es un asunto grave —ordena el centurión a los criados que ante el estruendo de lo golpes, casi en pleno, se concentraron en el atrio de la casa. A los pocos minutos aparece también el Procurador Flavio con cara de preocupación . Detrás de él, su querido sirviente Marcus. —¿Qué ocurre aquí, centurión? ¿Qué horas son estas de irrumpir de este modo en la casa de un funcionario del emperador? —Procurador Flavio, si no fuese un asunto grave no estaría aquí con mis hombres. Esta noche hemos apresado a un grupo de cristianos que intentaba huir de Roma por el bosque. Nos consta que han estado escondidos en esta casa y bajo la protección de alguno de sus sirvientes. Tengo orden de apresarle por grave traición a Roma. 86

—En mi casa no hay ningún traidor —contesta con seriedad el procurador al centurión—. Le deben de haber informado mal. —Mire estas túnicas, procurador — un soldado, a la indicación de su superior, arrojó al suelo del atrio varias telas de tejido fino—. No son de plebeyos. Las llevaban encima los cristianos apresados, para protegerse del frío del bosque. Llevan grabado el sello de su casa…. Parece que sus criados le roban y, además, para ayudar a traidores del Imperio y de los dioses. Con tono cada vez más crispado el centurión añade: —No puedo estar aquí toda la noche interrogando a su servidumbre. Entrégueme al culpable o todos pagarán por ello. —No es necesario ningún interrogatorio. He sido yo —contesta con serenidad y entereza el criado Marcus, que dando un paso al frente y poniéndose por delante de su señor se delata ante el centurión—. Yo albergué a esos hombres en esta casa y les protegí de la injusta persecución a la que se les somete. Lo hice porque son mis hermanos de fe en el único Dios verdadero y en su hijo Jesucristo. Yo también soy cristiano como ellos. —Pues acabemos con este asunto ahora mismo —sacando su espada se dirige a Marcus para degollarle, pero el procurador Flavio se pone delante de él. —No toques a este hombre.


mosaico El centurión se asombra de la actitud del procurador. Ajusticiar a un plebeyo tras una manifiesta falta grave es natural en la vida de Roma. Flavio, mirando con serenidad y valentía a los ojos del centurión sale en defensa de su criado: —Él no es responsable del delito. Esos cristianos fueron alojados en mi casa con mi consentimiento. Soy el único responsable de todo. Este criado solo cumplía mis órdenes. Si tienes que apresar a alguien es a mí —concluye con tono desafiante.

—¡¡Es el loado procurador Flavio Emeritus un traidor de Roma, un cristiano!! —exclama con ira y asombro a la vez el centurión—. ¡Por todos los dioses! ¡Arrestadlos a todos! —grita el centurión mientras envaina su espada con brusquedad—. ¡Salgamos cuanto antes de esta casa de locos! En una de las cárceles de Roma centenares de cristianos esperan su destino. Unos arderán como antorchas humanas para iluminar los jardines del emperador Nerón, otros serán crucificados o decapitados. Algunos servirán como diversión a la plebe en el Circo mientras son devorados por las fieras.

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mosaico En torno a Pedro todos rezan y se mantienen consolados con sus palabras. Pedro se acerca a Flavio, que se encuentra sentado en un rincón de la fría cárcel junto a su fiel sirviente Marcus y otros criados de su casa. —Procurador Flavio, quisiera darte las gracias por todo lo que has hecho por nosotros. —Aquí no hay procuradores ni reyes, ricos ni pobres. Todos somos iguales y a todos nos espera lo mismo… —Siento que tengas que compartir este final con nosotros. Marcus nos dijo que simpatizabas con nuestra fe. —No lo sientas, Pedro. Probablemente este suceso me ha obligado a proclamar lo que siempre he llevado dentro y no he tenido el coraje de manifestar hasta ahora. Espero esta vez sí estar a la altura de su llamada… —¿Qué quieres decir con eso? te entiendo.

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—Tú no te puedes acordar porque ha pasado mucho tiempo, pero ya nos hemos visto en una ocasión en Judea. Allí vivía entonces con mi familia. Hace muchos años Él me pidió que le siguiese y no tuve valor. Por eso espero esta vez, con muchos más años, tener el coraje de seguirle en lo que me pida… —¿Conociste al Señor? —Sí, en un breve pero inolvidable encuentro. Y comenzó a relatarle a Pedro el viejo pero imborrable recuerdo: «Cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le 88

preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”. Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre”. Él replicó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud”. Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo: “Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme”. A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico» (Mc 10,17-22). Tras el relato y ante la atenta mirada de Pedro, el procurador Flavio continuó hablando:


mosaico —He vivido todos estos años intentando no apegarme a mis muchos bienes para no ser como uno de esos ricos que “nunca entrarán en el reino de los cielos”. He tratado de compartir lo que tengo y he procurado no cimentar mi vida en las cosas materiales. He rezado al único Dios verdadero. Nunca me olvidé de Él. He intentado vivir como un cristiano, a pesar de mi cargo y mi riqueza. Creo que por eso ahora estoy aquí como uno de vosotros…. Hoy por primera vez en mi vida, aunque lleno de humano temor, tengo la paz que tanto he buscado y que nunca la riqueza ni mi rango me otorgaron. Hoy, al declararme cristiano ante el centurión y sentenciarme yo mismo a la muerte, siento que por una vez y con total claridad no le he defraudado, que he vivido en la plena verdad. Es irónico pero cuando llego al final de mi vida es cuando parece que empiezo de verdad a vivirla. Pedro miraba con ternura a ese joven rico ya un poco más viejo, y abrazándole le dijo:

—El Señor te miró como mira a sus elegidos. A unos les quiere a su lado al instante y a otros más tarde. —No he podido nunca olvidar esa mirada. Me ha perseguido toda mi vida desde dentro del corazón. Era la mirada del verdadero amor, de aquel que es capaz de dar la vida por mí, aunque no lo merezca. Por eso, para mí ahora estar aquí contigo es un motivo de profundo gozo. Por fin puedo devolver la mirada de verdadero amor a aquel que me amó primero y a quien en otro tiempo no tuve el coraje de corresponder. “Ven y sígueme”, me dijo entonces y no le seguí, pero ahora sé que lo estoy haciendo. —Flavio, yo creo que ese día el Señor al mirarte ya contempló en tus ojos este momento que ahora compartimos. ¡Qué dicha poder dar testimonio de Él con nuestras vidas! Él no nos abandona y pronto veremos su rostro cara a cara. A los pocos días, Pedro moría en el monte Vaticano crucificado boca abajo y Flavio era devorado, junto a toda su servidumbre, por las fieras en el anfiteatro de Roma, ante la curiosa mirada del que fuera su emperador. bn

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mosaico

TEXTO: MANUEL DEL PINO ILUSTRACIONES: JULIÁN GARCÍA

La parroquia de San Pablo en Albera era una iglesia grande, de piedra viva poco decorada, bancos macizos y oscuros confesionarios, lo que le daba un aspecto antiguo, casi medieval, pero también acogedor a pesar de la profundidad de la basílica. Tenía un atrio en la entrada, con algunos arriates de plantas y escalones de piedra que se estrechaban en una verja ante la calle. Y en la parte trasera, un patizuelo irregular, separado también de la otra manzana por una verja, desde la que se veían las antiguas ventanas de decoración gótica de la sacristía, algunas ya ajadas y rotas. En el portal, un mendigo apelaba a la piedad de los fieles que entraban y salían de la iglesia, sobre todo a la hora de las misas. Esa apacible tarde de lunes primaveral no había mucha gente en la misa de las siete. Las bancadas del largo final estaban casi vacías. De repente, con la misa ya comenzada, el mendigo entró andando despacio, renqueando los pies, como si se hubiera llevado todos los palos del mundo. Se sentó en el último banco de la izquierda y se puso a 90


mosaico orar en silencio, con la cabeza gacha sobre las manos. Parecía sufrir un gran pesar. Mientras, celebraba misa el párroco don Alberto, con su suave voz quebradiza, pues ya tenía una edad avanzada. Tras un rato cabizbajo en silencio, el mendigo se dirigió al confesionario de la derecha que tenía la luz encendida, donde atendía el padre Rodrigo, de mediana edad. El mendigo se echó de rodillas con desesperación en el reclinatorio del confesionario y comenzó a susurrar una larga letanía. Pasados unos minutos, y mientras aún seguía la misa, se levantó, se santiguó entre las bancas de la nave central y tornó a salir de la iglesia. Ahora andaba más deprisa, como si se hubiese librado de un mal peso. La menudita Sor Consuelo estaba sentada en una de las últimas bancas; iba todos los días a misa de tarde y, a la vez que oía el sermón del padre Alberto, había seguido los curiosos movimientos del misterioso mendigo con sus ojillos vivaces.

*

*

*

Al mediodía siguiente, Sor Consuelo fue al Mesón Andaluz, que era el de mayor afluencia de comensales en Albera, para comprobar algo. El mesón servía buena comida casera: primeros platos de cuchara, legumbres y estofados, y segundos platos con sabroso pescado o carne. Todo por un módico precio, rebajado aún más por la devaluación general que había traído la crisis.

Como suponía Sor Consuelo, allí estaba almorzando el mendigo misterioso, cabizbajo, con su sombrero mugriento y su vieja chaqueta raída. Sentado en un rincón para ver la televisión tranquilo mientras comía, y como si quisiera protegerse de que alguien pudiera agredirle entre el paso de la gente por las mesas centrales. Comía con fruición, protegiendo el plato con los brazos mientras se zampaba las continuas cucharadas, no sea que alguien le quitara el sabroso plato de comida. Un temor exagerado y casi ridículo, pero para los vagabundos que viven mucho tiempo en la calle era por desgracia un miedo fundado en la cruel realidad. Sor Consuelo se le acercó y, en efecto, al ver a alguien próximo por el rabillo del ojo, el mendigo se echó sobre el plato, cual si fuera el oro de California. La monjita le dijo: —¡Cosme! ¿Qué haces tú por aquí? El mendigo no quería ser descubierto por nadie en el comedor. —Ya ve, madre… ¡Comiendo a base de bien! —Estupendo. Me alegra que puedas comer de menú. —¿Qué tiene de especial? Aquí solo vale cinco euros. —No, nada. ¡Bien barato! Era solo que, como ya no vienes por Cáritas…. Antes comías allí todos los días. Yo misma te puse el plato con frecuencia. El mendigo decidió volverse y mirar a la monjita, de modo retador. —¿Me está siguiendo, hermana? 91


mosaico —Creo que tenemos pendiente una conversación. —Yo no he hecho nada malo. —Te observé ayer en la iglesia de San Pablo, en misa de tarde. Voy todos los días y al salir, muchas veces te doy limosna, como sin duda recuerdas. Pero nunca te he visto entrar en la iglesia, y menos confesarte. Sin embargo, ayer entraste, rezaste un buen rato y luego te confesaste muy compungido con el padre Rodrigo. —¿Es que no puedo confesarme? —Claro, pero parece que has cambiado tus costumbres últimamente de manera muy brusca sin motivo aparente. Me pregunto por qué. Cosme se levantó triste. Se habían cumplido sus peores presagios. —¿Va a llamar a la policía? —No. Me basta con que me acompañes para hablar con el padre Rodrigo. * * * —No puedo revelar nada —dijo el padre Rodrigo—. Es secreto de confesión. —Por supuesto —dijo Sor Consuelo—. Pero Cosme quizá quiera contarnos algo. La monjita miró al mendigo, que titubeó balbuciendo:

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—Fui yo quien entró por la ventana rota en la sacristía y robó el domingo anterior el dinero del cepillo. Me conozco la iglesia como la palma de mi mano y también la sacristía, pues paso mil veces por la calle y la estuve observando desde la verja trasera. —¿Cuánto robaste? —preguntó Sor Consuelo. —Había más de tres mil euros. No era solo el dinero del domingo, sino de muchos meses atrás. Don Alberto es muy mayor y está ya muy despistado. Guarda el dinero de cualquier manera en los cajones de la sacristía, para las obras de la iglesia y la asistencia a los pobres. Yo lo sabía y entré a por él por la verja de atrás. —¿Eso es lo que le confesaste tan apenado al padre Rodrigo y que él no puede revelar por el secreto de confesión, a pesar de la gravedad del asunto? El padre Rodrigo bajó el rostro. Cosme dijo: —Así es. Supongo que ahora me entregarán a la policía. Sor Consuelo le miró con sus ojillos sagaces. —Puede que no. Ven mañana a Cáritas con todo el dinero y lo emplearemos bien. —¿En qué está pensando, hermana? Cosme estaba escamado, pero Sor Consuelo se marchó sin aclararle nada más.


mosaico * * * A la mañana siguiente, muy temprano, Cosme se presentó en Cáritas Diocesana de Albera vistiendo su viejo sombrero y su abrigo mugriento, a pesar de que era primavera. Llevaba en la mano una bolsa de plástico con el dinero. Sor Consuelo ya le estaba esperando. —¿Qué hago, hermana? No puedo traicionar el secreto de confesión del padre Rodrigo. He pensado volver a colarme en la sacristía y dejar el dinero donde estaba. Total, el pobre anciano don Alberto no notará lo que ha pasado. —Esa es la cuestión. Podemos hacer algo mucho mejor para ti. —¿Mejor como qué, madre? No entiendo. Sor Consuelo señaló la puerta de los baños. Cosme miró desconcertado. —¿No pretenderá, madre, que entre ahí y me duche así como así? La monjita seguía señalando la puerta con decisión. El mendigo entendió que era parte de la penitencia, a cambio de no revelar todo el tinglado a don Alberto y a la policía. Le dejó la bolsa con el dinero a Sor Consuelo y entró resignado en los baños. —Hay jabón de sobra —le dijo la monja—, ¡límpiate a base de bien! Y también hay espuma, ¡tienes que afeitarte! Yo estaré esperándote aquí en la entrada —queriendo decir que seguiría montando guardia hasta que el mendigo se duchase. 93


mosaico Un buen rato después, Cosme salió de los baños. Llevaba aún su viejo sombrero y su abrigo mugriento, pero parecía otro. Olía a limpio, se había afeitado y no quedaba rastro de su descuidada barba gris de pordiosero. —Vaya, no está mal —dijo Sor Consuelo— aunque aún hay mucho por hacer. —¿Es que no es suficiente, hermana? ¿No pretenderá que me quite esta ropa? Sor Consuelo miraba a Cosme con sus ojillos brillantes. Le cogió de la mano y le llevó hasta una buena tienda de ropa cercana. —Una muda decente no vale tanto. Cosme salió vestido de la boutique con un sencillo pantalón vaquero, pero impecable, camisa limpia, jersey, y tan contento como un mendigo con zapatos nuevos y relucientes. Tiraron sus viejas ropas en el contenedor más próximo.

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—Ahora sí que estás listo. —¿Listo para qué, madre? No me asuste. —¡Para empezar una nueva vida! En la bolsa aún quedan unos tres mil euros… Se me ocurre una idea para redimirte, matando varios pájaros de un tiro. Podrás devolver cuanto antes a don Alberto todo el dinero sustraído y, además, dejar la calle, con tal de que me prometas que no volverás jamás a caer en semejante falta. Sor Consuelo convenció a Cosme para que alquilara una tiendecita de chucherías que pertenecía a una anciana recién jubilada. Con ese dinero podría emprender el pequeño negocio que supondría un giro de 180 grados en su futuro. La tienda era diminuta pero estaba frente a los colegios, por lo que las ventas no le iban a faltar a diario. Sor Consuelo solo le puso tres condiciones: que dedicara todo el dinero a ello. La segunda, que repartiera las muchas horas de trabajo dando empleo a otro mendigo de la calle. Y la tercera, que devolviera en cuanto pudiese todo el dinero robado al párroco don Alberto, asegurándole además con sinceras disculpas que nunca hurtaría a nadie más. Así fue como Cosme se convirtió en pequeño empresario, a quien le iba muy bien. Y, adoptando el papel de salvador o ángel de la guardia, sacó de la calle también a su antiguo


mosaico compañero de fatigas pedigüeñas, José Manuel Herrera, quien empezó a trabajar para él y vivir bajo un techo en un asequible piso compartido. Desde entonces, Cosme iba más a la iglesia, pero ya para oír misa todos los domingos y fiestas de guardar, como los demás fieles. Y cada vez que se encontraba con Sor Consuelo, le cogía las manos y se inclinaba ante ella, delante de todos, con infinita y sincera gratitud emocionada: —¡Usted me sacó de la calle, madre! ¡Usted me salvó la vida! bn

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bendita María

Te r c e r m i s te r i o d o l o r o s o

La Coronación de espinas Enrique Solana de Quesada - Arquitecto

El Cristo flagelado no es ya el mismo que entró para ser torturado. Aunque Pilato lo presenta como el hombre, Cristo casi no es ya ni persona, sino un guiñapo, un ser humillado, derruido, un ser que casi no se sostiene en pie. Pues así, en este estado, lo pasan al lugar llamado “El Enlosado”. Allí lo sientan los soldados y antes de devolverlo a Pilato van a divertirse un poco con Él. En primer lugar, le disfrazan de Rey, cubren su desnudez con un manto color púrpura, le ponen en la mano una caña a modo de cetro y le coronan la sien con un ramaje de espinas. Unas espinas largas, duras y afiladas que con ayuda de palos le introducen en la cabeza a golpes y empujones, llegándole a clavar alguno de esos auténticos clavos en la sien. Después lo utilizan como peón del tablero en el que han convertido aquel suelo. Cada baldosa está marcada con un grafismo que expresa una prueba —al modo de nuestro juego del parchís— y así, a golpe de dados, lo desplazan azarosamente de una pieza a otra del

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enlosado. Si en esta casilla le arrean un palo en la cabeza, en la otra le dan una patada y en la de más allá le empujan, o bien le dan vueltas sobre sí hasta perder el equilibrio y, mientras, van soltando risotadas: «Salve, Rey de los judíos, adivina quién te pegó». Nuestro Señor es tratado por aquellos energúmenos como una cosa, y al dolor físico súmese esta inhumana humillación. Maltratado de aquella manera y vestido como un bufón a modo de rey, Cristo es presentado por Pilato ante el pueblo, diciendo: «Ecce Homo» (he aquí el hombre). Sí, este es el auténtico hombre, pero nadie tiene ojos para verlo. Es más, fuera de Él nadie allí es realmente humano. La humanidad, sin saberlo, está asistiendo en ese momento a un durísimo proceso de recreación en la persona de Cristo Jesús. Está reapareciendo sobre la tierra el hombre tal como Dios lo deseó: el hombre hecho a su imagen y semejanza. ¿Qué imagen? La imagen de Dios: el amor. Dios es amor, así fuimos concebidos y he ahí nuestra imagen: ¡He aquí el Hombre!


bendita María

A pesar de lo macabro de la escena, subyace en ella una gran dignidad que está del lado de Cristo. Aquel silencio suyo, imperturbable ante tanto odio y falsedad, lo atestigua. Sus escasas respuestas tienen tanta verdad que les saca de sus casillas y le golpean crispados: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?» (Jn 18,22). Pero Él permanece imperturbable. Es la dignidad del que sabe en todo momento qué es lo que está sucediendo y porqué, por eso renuncia libremente a toda defensa. Esta es la hora para la que vino al mundo, y esta su misión: darnos la vida. En el encuentro previo con Pilato en el Pretorio acontece un diálogo muy breve pero inenarrable: «¿Luego, eres Rey?» — pregunta Pilato. «Tú lo has dicho —responde el Señor—. Pero mi Reino no es de este mundo, si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido por mí, pero mi Reino no es de aquí» (Jn 18,37).

Entonces, ¿dónde está ese Reino que no es de aquí? Nos lo dice San Juan en el comienzo de su Evangelio: en el lugar de donde vino la Palabra, de junto a Dios, donde aquella existía desde siempre, donde habita quien es puro Amor. Esta es la única Verdad que Cristo vino a testimoniar. Vino pues esta Palabra hecha carne, puso su morada entre nosotros, pero no la recibimos y todos a una dijimos: ¡Crucifícale! He aquí el Hombre, «he aquí mi Siervo a quién elegí, mi amado en quien mi alma se complace, haré descansar mi Espíritu sobre Él y anunciará el derecho a las naciones» (Mt 12,18). Todos tenemos ya acceso a este amor del que nada ni nadie nos podrá separar. Él ha cargado con el peso del mal para que la caña cascada no haya de quebrarse ni la mecha humeante se tenga que apagar. bn

Esta es la hora para la que vino al mundo, y esta es su misión: darnos la vida

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cine

Gloria María Tomás y Garrido Catedr átic a honorar ia de Bioétic a UC AM

Antes de comenzar la crítica sobre esta ya famosa película, recordemos algunos rasgos del personaje, el científico contemporáneo Stephen Hawking. Señalaré tres aspectos: una opinión generalizada acerca de los grandes genios; el libro que ha servido de pauta a la película y, someramente, las teorías de Hawking. En primer lugar, tal como ha escrito Gorka Zubizarreta, hay grandes historias de vida protagonizadas por personajes que son conocidos en todo el mundo. Y hay grandes historias protagonizadas por personajes aparentemente secundarios que rara vez llegan a conocerse.

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Es el caso de Jane Hawking, la mujer que compartió su vida desde 1965 hasta 1991 con uno de los científicos más prestigiosos del siglo XX. Recientemente —entramos en el segundo aspecto— Jane presentó en España sus memorias Hacia el infinito. Mi vida con Stephen Hawking (Lumen), en las que relata sus años de matrimonio y cómo afrontaron la enfermedad degenerativa que fue minando físicamente al astrofísico


cine

La autora muestra su amor platónico por el científico, su entrega fiel y absolutamente abnegada, el nacimiento de sus tres hijos, los numerosos premios otorgados a su marido, y también, las dificultades que principalmente por el agravamiento de la enfermedad, fueron aumentando con el tiempo. Según Jane, los genios suelen estar obsesionados con su materia de estudio, y por ello llegó una situación en la que en su matrimonio se encontraban cuatro “socios”: “yo, Stephen, la enfermedad y la diosa de la Física”. Describe cómo al ir ella misma agotándose fue necesaria la asistencia de una ayuda extraordinaria; y la dolorosa situación creada por la enfermera que comenzó a cuidar a su marido y terminó casándose con él, divorciándose más tarde. Afirma también que la relación actual con Hawking es buena y civilizada. Jane comentó en relación al contenido argumental de esta película, que reflejaba muy bien muchos aspectos positivos, que incluso le llevaron a exclamar la primera vez que la vio: “¡Qué cosa más extraordinaria, estoy ahí en la pantalla!”. Si bien, ha echado de menos algunas carencias importantes, como por ejemplo, la ayuda y disponibilidad que prestaron sus padres al matrimonio, siempre atentos. También que ella tenía amigas y no era una persona aislada, como aparece en el film.

un biopic repleto de humanidad Por último, deseo mencionar una somera —pero justa— valoración de la obra de Hawking. Es conocido, siguiendo las directrices marcadas por grandes científicos, su valor extraordinario como cosmólogo junto con su falta de rigor cuando trata de fundamentar filosóficamente hallazgos físicos. El gran y preocupante error es que confunde el plano de la ciencia física y de la matemática con

el plano filosófico. La filosofía tiene para su comprensión un método apropiado, riguroso, lógico y racional. Hawking, en su afán de mostrar —mejor, de demostrar— que es un ateo declarado que quiere dejar muy poco espacio para la admisión de la existencia de Dios, hace en sus libros afirmaciones filosóficas contradictorias, atribuyendo capacidad creativa a las leyes físicas. Buena parte de la comunidad científica, en relación a su argumentación filosófica, muestra las contradicciones implícitas que defiende en sus planteamientos, señalando que cuando cree que explica la propia existencia del universo, en realidad lo que está demostrando es su evolución. Cuando Hawking propone un modelo del universo sin fronteras, en el que no hay comienzo ni fin, está ofreciendo algo que solo existe en términos matemáticos, no en el tiempo real en el que estamos confinados los seres humanos. Pasemos ya a hablar de La teoría del todo (título adecuado a las teorías del científico). Es una buena película, que fue nominada a cuatros Oscar: mejor actor principal, mejor actriz principal, guión adaptado y música original. Y aunque finalmente obtuvo solo el primero, no desmereció de los demás. Su director es James Marsh, autor de interesantes documentales como Man on Wire o Proyecto Nim; su experiencia facilita la agilidad del relato, en el que nos invita a conocer mejor a una de las figuras más relevantes de la historia moderna, un icono inamovible que no habría llegado a donde está sin su extraordinaria personalidad y fuerza de voluntad, y por supuesto, sin el apoyo incondicional y total de una mujer verdaderamente increíble. Un biopic repleto de humanidad. Hawking, que había nacido en 1942, aparece en la película siendo un joven universitario (1963) al que prontamente se le diagnostica la enfermedad de la motoneurona, que causa atrofia progresiva del movimiento voluntario de los músculos. Aunque le dan solo dos años de vida, Hawking no solo sobrevive sino que es capaz de llevar una vida académica relevante.

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cine El film describe su vida desde el comienzo de su doctorado en la Universidad de Cambridge en 1963 hasta la separación de su primera mujer, que coincide cuando es distinguido con la Orden del Imperio Británico por sus contribuciones a la ciencia, lo que supone el título de Sir, por el que fue recibido por Isabel II, aunque posteriormente renunció al mencionado honor.

amor, superación y esfuerzo La teoría del todo tiene la fuerza de la propia historia, conmovedora, al tratar con enorme delicadeza el profundo amor entre marido y mujer; tejido de sus alegrías y dificultades. Tiene algunas secuencias muy logradas, especialmente al inicio de la relación, como el momento en que ella le hace ver que su amor vencerá los obstáculos. Muy bonito, además, es cuando el film termina con palabras del mismo Hawking, señalando que el gran triunfo de su vida fueran sus tres hijos. Está bien dirigida, ambientada e interpretada; su guion evita la hagiografía, matiza a los personajes, muestra con ternura la compleja vida conyugal y familiar de los Hawking, y trata con ponderación el debate entre ateísmo y religión que mantiene el científico consigo mismo y con su esposa, sin caer en un enfoque aleccionador o partidista.

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Es muy agradable ver en el film el equilibrio con el que se plantean estas cuestiones, de tal forma que la primera que le discute a él su postura atea es su mujer, creyente evangélica. De hecho, el título de la película, como ya hemos señalado, alude a su teoría de encontrar la fórmula que permita unificar los planteamientos de la mecánica newtoniana, la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad. Formalmente es primorosa, con un tratamiento de la fotografía excelente y un acompañamiento musical suave, adecuado. Pero sin lugar a dudas el gran premio se lo lleva el capítulo interpretativo. Sobresale por encima de todo el trabajo de Eddie Redmayne, pues su metamorfosis en el personaje es absoluta, identificándose en sus minusvalías, en su buena sorna —tiene un fino sentido del humor— en su mirada entre ingenua, también tierna y desde luego desafiante. Puede recordar a otro oscarizado personaje real, el Christy Brown de Mi pie izquierdo interpretado por Daniel Day-Lewis. En el caso de La teoría del todo, además, el dramatismo de las tristes situaciones que se van presentando queda elegantemente difuminado y no se cae nunca en una sensiblería resbaladiza.


cine Podríamos afirmar que se trata de una película de narrativa clásica y convencional, en la que destaca una bella historia de amor, de esfuerzo, de superación. Es un canto a la vida y un ejemplo de incansable lucha por parte de Jane de sacar partido a la indudable inteligencia de su marido, y de él por hacer rendir sus talentos. Queda así una película más profunda y abierta de lo esperado que, necesariamente, golpean la intimidad del espectador.

es un ejemplo de incansable lucha por parte de Jane de sacar partido a la indudable inteligencia de su marido, y de Hawking por hacer rendir sus talentos

Título original: The theory of everything. Dirección: James Marsh. País: Reino Unido Año: 2014. Duración: 123min. Género: Biopic, drama, romance. Interpretación: Eddie Redmayne (Stephen Hawking), Felicity Jones (Jane Hawking), Charlie Cox, Emily Watson, Simon McBurney, David Thewlis. Guion: Anthony McCarten; basado en el libro “Hacia el infinito”, de Jane Hawking. Producción: Tim Bevan, Eric Fellner, Lisa Bruce y Anthony McCarten. Música: Jóhann Jóhannsson. Fotografía: Benoît Delhomme. Montaje: Jinx Godfrey. Diseño de producción: John Paul Kelly. Vestuario: Steven Noble. Distribuidora: Universal Pictures International Spain. Estreno en España: 16 Enero 2015. Calificación por edades: Apta para todos los públicos.

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luz para el mundo

Los católicos de la India son tan solo un 1,8% de la población total del país, lo que supone la considerable cantidad de 22 millones. Sin embargo, son una minoría dentro de los más de 1.200 millones de habitantes que posee la India, el segundo país más poblado del mundo. La Iglesia desarrolla una labor social y caritativa a través de hospitales, leproserías, dispensarios médicos, orfanatos, escuelas y universidades que tie102

nen un impacto directo sobre el 20% de la población india. El trabajo por los más desfavorecidos, las personas de las castas más bajas —llamados dalits o “intocables”— es de una gran envergadura. De hecho, son las personas de estos grupos sociales las que más han abrazado la fe cristiana. La libertad religiosa está garantizada en la India, sin embargo, en varios Estados existen leyes anticonversión que ponen trabas para


luz para el mundo impedir que los dalits y otros indios se conviertan al cristianismo, imponiendo penas de cárcel y multas contra las actividades proselitistas. Según el último “Informe sobre la persecución” de 2013, que elaboran varias asociaciones laicales de la India, se han registrado en el último año más de cuatro mil agresiones contra cristianos en todo el país.

persecución contra cristianos en Orissa El Estado de Orissa, al este de la India, fue uno de los primeros en aprobar este tipo de leyes injustas y extremistas. Allí un grupo de radicales hindúes, próximos al partido político Bharatiya Janata Party (BJP), provocaron una ola de violencia contra cristianos en 2008. Mons. John Barwa, arzobispo de Cuttack-Bubhaneswar, en el estado de Orissa, asegura que «en cuatrocientas aldeas se hizo una limpieza étnica de todos los cristianos. Más de seis mil casas y trescientas cuarenta entre iglesias, capillas, clínicas y escuelas fueron quemadas y destruidas. Miles de creyentes resultaron heridos, varias mujeres y niñas, incluida una religiosa, fueron violadas y unos sesenta mil hombres, mujeres y niños perdieron sus ares». En total fueron asesinadas 75 personas, cuyos asesinos continúan hoy sin ser juzgados. Ante este balance tan desesperanzador, Mons. Barwa señala que la observación bien conocida de Tertuliano: “La sangre de los mártires es semilla de cristianos” se ha convertido en una realidad en la Iglesia de Orissa. El prelado es testigo del crecimiento de su Iglesia, tras varios años de estos inci-

Niño católico mostrando con orgullo la cruz

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Christine Kapadia, carmelita descalza

dentes «esta misión, en medio de la persecución violenta, se ha convertido en el foco de vocaciones religiosas y sacerdotales». Otro ejemplo de la Iglesia floreciente de India es el testimonio de Mons. Antoni Chirayath, Obispo de Madhya Pradesh, en el centro del país, que ha reconocido que «cuando comenzó la diócesis en 1968 había solo seiscientos católicos y tres sacerdotes, ahora somos treinta y cinco presbíteros». Mons. Chirayath ha destacado que los jóvenes se arman de valor para servir en la Iglesia aunque «saben que, después de Orissa, podrá seguir habiendo persecuciones y agresiones en los que sacerdotes y religiosas son el principal objetivo». Según informa el prelado, el creciente número de candidatos al sacerdocio ha llevado al desarrollo de un seminario menor que actualmente cuenta con 25 seminaristas. La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada ya ha ayudado con 18.000 € a la construcción de este seminario, que será capaz de albergar a sesenta personas. «Los jóvenes están involucrados en las actividades sociales y religiosas, para ellos es una fuente de inspiración ayudar a los pobres y necesitados como sacerdotes o hermanas». 104

Lo que la joven Christine escuchó de Jesucristo a través de la dependiente de una pastelería le fascinó y fue el comienzo de su aproximación al cristianismo. Hoy es postulante a carmelita descalza

se encontró con Jesús en una pastelería En el Estado occidental de Guyarat también se han registrado ataques a los cristianos en los últimos años. Sin embargo, allí también la Iglesia cuenta con nuevas vocaciones. La historia de Christine Kapadia es providencial. Ella es una joven procedente de Guyarat. Como casi el 90% de los sesenta millones de habitantes de este Estado, creció como hindú en una familia normal india. El cristianismo lo encontró de un modo casual: «Cuando tenía unos quince años conocí a Jesús en una pastelería», comenta mientras se ríe. Allí compraba regularmente, cuando en una ocasión entró en conversación con una dependiente, unos años mayor que ella, que era católica. Lo que la joven hindú escuchó de Jesucristo le fascinó. Christine pidió a la vendedora que la llevara a una iglesia. Fue el comienzo de una amistad y de su aproximación paso a paso al cristianismo. Christine empezó a participar regularmente en encuentros de oración. A los diecisiete años pidió ser


luz para el mundo

Niña católica quemada en Orissa

bautizada, pero ese deseo se topó con la resistencia de sus padres, que rechazaron radicalmente la conversión. «Mientras solo iba a la iglesia estaban de acuerdo; pero cuando quise bautizarme, de repente, se desató la guerra fría en casa», dice Christine. Sus amigos católicos le aconsejaron paciencia, le dijeron que esperara al menos hasta ser mayor de edad. A pesar de todas las resistencias, Christine se mantuvo firme en su deseo. Por fin, en 2002 pudo bautizarse y finalmente sus padres aceptaron su deseo, pues se dieron cuenta de que la nueva fe de su hija no la alejaba de ellos. Todo lo contrario: Christine, que cada vez sentía más viva su vocación a la vida religiosa, se ocupaba más de sus padres. Incluso dejó su trabajo en un banco para atender a su madre, que había enfermado de cáncer. Una semana antes de morir en 2011, su madre se bautizó. Sin embargo, las tensiones entre el padre y la hija no acabaron de calmarse, sobre todo porque la hija perseveraba en su deseo de ser religiosa carmelita. Pero también aquí mereció la pena la paciencia de Christine: desde hace seis meses pertenece a la comunidad de diez carmelitas descalzas de Vodadora, la tercera ciudad en tamaño de Guyarat. Este Carmelo también cuenta con el apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada. Christine Kapadia declara: «Mi padre

cambió hace tiempo de actitud; cuando ingresé en el Carmelo me acompañaron 21 miembros de mi familia... Todos ellos hindúes».

AIN en apoyo de las vocaciones Ayuda a la Iglesia Necesitada aprueba cada año cerca de seiscientos proyectos para el sostenimiento de las vocaciones, que incluyen desde la formación y el material académico hasta ayudas para el transporte, subsistencia o construcción de nuevos seminarios o casas de religiosos y religiosas. Siempre apoyando la formación “in situ” y a través de las iglesias locales, para favorecer en aquellas diócesis y países la vida sacramental y la necesaria presencia de los consagrados para la oración y también la caridad. «En nuestro mundo escasean vocaciones y en el Tercer Mundo faltan misioneros», decía el P. Werenfried, fundador de AIN. La aportación de las vocaciones de la Iglesia pobre y perseguida a la Iglesia universal es un hecho. Su sostenimiento es cosa de todos los cristianos. bn Aunque los cristianos son atacados, cada vez son más los dispuestos a dar la vida por el Evangelio 105


fuerza en la mirada

Vi c tori a Lu qu e Periodista

Ve g a

Lo primero que el presentador del evento nos hace saber es que el exorcismo no es un espectáculo: «Espectacular sí, pero espectáculo no. Es una realidad muy triste y muy dura». Y a continuación presenta al conferenciante, un exorcista de la diócesis de Madrid, el P. José Ramón, que pese a llevar solo dos años en este cometido, desvela con prudencia y tino una realidad de la que muchos hablan y de la que casi todo es desconocido. «El exorcismo —dice— forma parte de la pastoral de la Iglesia que se preocupa por sus hijos que sufren».

José Ramón es un sacerdote joven. Se presenta ante la sala, abarrotada de estudiantes, con la humildad de alguien que simplemente ha obedecido el encargo de su obispo. Nada más. «En unos ejercicios espirituales sentí la necesidad —nunca me había ocurrido antes— de ponerme al servicio de la diócesis en lo que necesitara. Y cuando terminé los ejercicios, mi obispo me pidió que fuese exorcista. No pude negarme». Y deja clara una cosa, el exorcismo «es una labor pastoral de la Iglesia que se preocupa por sus hijos que sufren. El mal existe, y la Iglesia siempre ha luchado contra el mal. En estos dos años como exorcista, puedo decir con toda sencillez que hay cosas que me pueden, no tengo todas las respuestas. Yo tengo fe en el Señor y actúo desde mi fe en el Señor. No pretendo ser el mago Merlín que solucione todas las cosas ni el oráculo de Delfos que dé explicación de todo».

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Un instigador, causante de todo mal Y comienza a desbrozar ese sentido del origen del mal que todos alguna vez hemos experimentado en nuestra vida: «Sobre la existencia de Satanás hay una frase simpática de Baudelaire, que dice; “es más difícil amar a Dios que creer en él, y a los hombres de este siglo les es más difícil creer en el diablo que amarlo… Todo el mundo le sirve y nadie cree en él, sublime sutilidad la suya”. Pues es verdad —dice el P. José Ramón-: Desde nuestra mentalidad racionalista nos cuesta aceptar realidades preternaturales, realidades que van más allá de lo que controlamos.


fuerza en la mirada

Desde pequeñitos hemos aprendido a decir en el padrenuestro: “líbranos del mal”, o del maligno, y la historia de la Iglesia siempre ha entendido que el mal tiene nombre, tiene patitas. Las cosas no suceden por casualidad, no hay energías negativas que pululen por el cosmos..., existe un ser personal que es el origen de todo mal. Cuando se narra en la Biblia el origen del mal relacionado con el ser humano —pecado original— siempre aparece un instigador, un ser causante de todo mal. Uno de los grandes problemas que se le plantea al pueblo de Israel a lo largo de su historia es si el mal está relacionado con la cercanía a Dios o no. Es decir, si yo estoy cerca de Dios no me tiene que pasar nada malo. Entonces, ¿por qué el justo sufre?

La respuesta nos la da el libro de Job, ahí observamos que en el sufrimiento del justo aparece un instigador, un causante del mal, y no directamente Dios. Es la respuesta por la que entendemos lo que nos pasa, porque ¿cómo es posible, por ejemplo, que una persona mate a sus hijos y los queme? ¡Qué horrible, qué duro! Y esto ocurre entre vecinos nuestros, entre compañeros de trabajo... Y la gente dice: “No me imaginaba que esta persona fuese tan terrorífica, ¿qué ha pasado ahí? ¿Por qué ha actuado así? ¿Por qué una persona es capaz de destrozarse a sí misma o a otros?”. El catecismo de la Iglesia católica habla del misterio del mal, porque realmente es algo misterioso».

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fuerza en la mirada Este exorcista hace, además, una puntualización muy conveniente: «Existe el peligro de reduccionismo, de ver la realidad desde un único punto de vista, y esto falsearía bastante dicha realidad. Así, sería un error eliminar el aspecto espiritual a la hora de explicar todas las afecciones que una persona tiene; también sería un error ver acciones extraordinarias del demonio en todas partes. Estamos ante unas realidades muy complejas. Hoy tendemos a buscar una explicación desde distintas disciplinas para acercarnos a la verdad. La psiquiatría ayuda a entender estos acontecimientos, pero no tiene todas las respuestas. El exorcista ha de colaborar con psicólogos, psiquiatras y expertos en vida espiritual porque el ser humano es muy complejo». Y como colofón a toda esta primera parte de su exposición, el P. José Ramón concluye: «Los creyentes aceptamos por revelación de Dios que el mal tiene un origen personal y concreto. Estamos ante una lucha espiritual entre el bien y el mal. Y en esa lucha no estamos ante fuerzas igualadas, sino que nos hallamos ante Dios creador de todas las cosas, y el demonio —y su cohorte—, un ángel desobediente a Dios que es criatura y, por tanto, jamás tendrá el poder de Dios».

Desde nuestra mentalidad racionalista nos cuesta aceptar realidades preternaturales, realidades que van más allá de lo que controlamos

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“Id y expulsad demonios” Pero ¿qué se entiende por exorcismo? La respuesta no se hace esperar: «Cuando la Iglesia pide públicamente con autoridad y en nombre de Jesucristo que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del demonio y sustraído a su dominio, esto se llama exorcismo». El P. José Ramón se retrotrae ahora a la primera vez que actuó como exorcista: «La primera vez que uno se enfrenta a esta realidad de lo desconocido, te asustas. Pero enseguida entiendes el salmo 27: “Aunque un ejército entero se levante contra mí, mi corazón no tiembla Señor, porque tú estás conmigo”. Comprendes que la acción del demonio, por muy aparente que sea, no es nada en comparación con la protección de Dios. Y desaparece el miedo, porque ese miedo siempre viene provocado por el enemigo, y aunque es verdad que alguna patada y algún escupitajo me he llevado, de ahí no pasa. Como dice un compañero mío, el demonio tiene la boca muy


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«La primera vez que uno se enfrenta a esta realidad de lo desconocido, te asustas. Pero enseguida entiendes el salmo 27: “Aunque un ejército entero se levante contra mí, mi corazón no tiembla, Señor, porque tú estás conmigo” grande y las manos muy cortas. En definitiva, uno cuenta con el poder de Jesucristo, que es más fuerte que el poder del mal. Y esto es un principio básico para vivir. Cualquier persona que tiene la desgracia en su vida de quedar poseída —porque ha hecho tonterías o porque hay otros que han ejercido maldad contra ella— y entiende que el poder de Jesucristo es más grande, esto la llena de esperanza, de forma que vive su realidad de una manera muy distinta. La Iglesia cuida de sus hijos, y les transmite esperanza, también a los que sufren estas situaciones». Durante veinte siglos la Iglesia ha realizado lo que Jesús mandó a los apóstoles, aparte de evangelizar: “Id y expulsad demonios”. Así, el exorcista explica que en este largo combate con el enemigo, la Iglesia ha determinado una serie de rasgos que ayudarían a discernir si la persona está bajo el dominio del maligno: «Si una persona habla una

lengua que no conoce, especialmente el latín. Si puede mover objetos a distancia. Si conoce cosas ocultas que no tiene por qué saberlas o manifiesta una fuerza física infinitamente superior a la que tiene por edad y condición. Ahora bien, ¿estos rasgos son como la prueba del nueve? Pues no lo sé. También la tradición de la Iglesia señala una serie de rasgos espirituales que podrían sugerir una posesión: la aversión vehemente a Dios, al Santísimo nombre de Jesús, a la bienaventurada Virgen María, a los santos, a la Iglesia, a la cruz, a las imágenes sagradas, a los sacramentos, a la Palabra de Dios. Así —explica— hay personas religiosas que se ponen en la fila para besar al Niño Jesús en Navidad, y cuando llega el momento de besarlo, no pueden. ¿Por qué? Son rasgos espirituales por los que la Iglesia entiende que hay sucesos extraños que podrían ser explicados desde una acción extraordinaria del demonio».

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¿En qué consiste un exorcismo? «Lo primero que dice el ritual es que la sesión de exorcismo no es un espectáculo, por ello, la Iglesia prudentemente prohíbe su grabación al estar en juego la intimidad de la persona. Cuando el exorcismo se ha grabado, se ha realizado en contra del dictamen de la Iglesia. Para que lo entendamos, es como si alguien grabase tu confesión. ¿Cómo te sentirías? Además, seguramente provocaría un rechazo social hacia la persona afectada». Y prosigue el exorcista diciendo que por tener el exorcismo la forma de una renovación bautismal, en primer lugar se invoca a la Trinidad, se bendice agua y sal y se santigua y asperge la zona donde se encuentran la persona afectada, el exorcista y sus acompañantes —que le ayudan en la oración— si los hubiere. El P. José Ramón señala, además, que el exorcismo no es un sacramento sino un sacramental, y explica la diferencia: «Un sacramento es aquel que a través del cual Dios actúa directamente, mientras que un sacramental depende de la fe del que lo recibe y del que actúa. En el exorcismo estamos ante un acto en el que cuanta más fe tiene la persona, más es ayudada». Después de la bendición, se invoca a los santos —dice el ritual que, a ser posible, de rodillas—, y el exorcista comenta: «Normalmente el cura y los acompañantes se ponen de rodillas. Al individuo le cuesta bastante porque en muchos casos está afectado desde el principio o entra en trance y pierde la conciencia totalmente». Si la persona tiene devoción concreta por algún santo especial, es bueno nombrarlo porque «actúa más eficazmente el exorcismo». Después de esto, se proclama la Palabra de Dios («la Palabra de Dios es

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Si la persona tiene devoción concreta por algún santo especial, es bueno nombrarlo porque «actúa más eficazmente el exorcismo» viva y eficaz como espada tajante de doble filo, dice la Escritura, y se nota. Al enemigo la Palabra de Dios no le gusta nada», comenta el P. José Ramón), se reza un salmo y se proclama el Evangelio. Los evangelios elegidos —que figuran en el ritual de exorcismos— están relacionados con la acción de Jesucristo en contra del demonio, y también el comienzo del evangelio de San Juan: “La Luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron (no la dominaron)...”. Después se imponen las manos sobre el afectado. «Este gesto es una invocación a Jesucristo para que envíe su Espíritu Santo. También es un gesto de sanación de parte del Señor —explica—. Detrás de una persona poseída suele haber problemas físicos, psicológicos, etc., y la acción del Espíritu Santo es sanadora. ¿Cómo? Esto no son matemáticas, pero vemos cómo la persona va mejorando día a día. Hay personas a las que la acción del enemigo les afecta tanto que no pueden ni salir de casa, no les deja ni lavarse..., y el proceso de oración es sanador y purificador de la persona. Esta empieza a hacer cosas tan normales y cotidianas como lavarse o salir a la calle». Después de la imposición de manos, se reza el Credo, «es decir, si esto es un acto de fe, proclamamos nuestra fe. Bien es verdad que si la persona está muy dominada por la acción del enemigo, este no la deja contestar; puedes forzar y forzar, y después de bastante tiempo, conseguir que responda. ¿Las razones de ello? No lo entiendo; como he dicho antes, esto me supera».


fuerza en la mirada Después del símbolo de la fe se reza el Padrenuestro, e igualmente hay veces que la persona puede rezar y otras que el maligno se lo impide. Por último, se muestra la cruz al afectado «eso que mola tanto en las películas», dice el P. José Ramón, y se le bendice con la cruz. «Hay personas que tienen los ojos abiertos y miran la cruz tranquilamente; a otros, la simple visión de la cruz hace que todo les rechine, y hay quienes no abren los ojos porque no quieren ni verla». Por último, se termina con una invocación de los misterios de la vida de Jesús y una oración de petición de liberación. En esta última oración existen dos fórmulas, una deprecativa y otra imperativa: «La primera consiste en implorar a Dios para que libere a esa persona; la segunda se dirige directamente al demonio para ordenarle que se vaya». Se concluye el exorcismo con un cántico evangélico para dar gracias a Dios (Benedictus, Magníficat o Nunc dimittis), oración final y bendición.

Después del símbolo de la fe se reza el Padrenuestro, e igualmente hay veces que la persona puede rezar y otras que el maligno se lo impide

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El afectado hace un camino de fe Dice el P. José Ramón: «Lo único que hay que hacer en el exorcismo es rezar. Evidentemente a veces hay una lucha espiritual porque el enemigo no quiere que reces, y por tanto, aparecen los aspavientos, el saltar, cosas que vuelan, etc. pero todo esto ocurre simplemente porque él no quiere que reces». Los expertos, como el P. Amorth, exorcista de Roma, recomiendan que se rece una vez a la semana, y en los casos más extraordinarios, alguna vez más. Los más leves, cada quince días. ¿Cuándo se liberará la persona? Cuando Dios quiera. «A veces —comenta el P. José Ramón— uno puede caer en el desánimo cuando lleva con la persona más de un año y todavía no ve luz en el fondo del túnel. Pero es cuestión de perseverar en la oración, como pedía Jesús. La persona acude a la Iglesia pidiendo ayuda, y sabemos que al final hay luz. Realmente, el afectado hace un camino de fe». Hay una anécdota del P. Amorth muy iluminadora al respecto: cuenta que una persona llevaba 18 años poseída, y yendo semanalmente a la oración con él. Este le pregunta: “Hijo, después de 18 años viniendo a rezar conmigo, ¿no estás desanimado?”. A lo que este hombre contesta: “Padre, en mi familia todos éramos ateos, ninguno creía en Dios. Yo me acerqué a la Iglesia porque me pasaba algo que no entendía, y desde que usted reza conmigo puedo tener una vida casi normal. Además, desde que pude decirles lo que me estaba ocurriendo, he asistido al proceso de conversión de más de cincuenta miembros de mi familia. ¿Cómo voy a estar desanimado después de ver estos frutos?”. Y es que el afectado por una posesión puede llegar a descubrir la realidad de Dios y de Jesucristo en la propia vida y experimentar

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todo un camino de fe. De hecho, la posesión es siempre sobre el cuerpo, no sobre el alma, que es un lugar sagrado donde mora Dios. Comenta el P. José Ramón: «Ha habido casos de santos que han sido vejados e incluso poseídos por el diablo. Y hace referencia en concreto al caso de una mujer alemana “muy de Dios” —incluso se hizo una película sobre ella, titulada “El exorcismo de Emily Rose”— a la que Dios pide permiso para que sea poseída por el diablo y la gente entienda que el demonio existe. «Ella se dispone y muere en un arrebato; su tumba es lugar de peregrinación para los creyentes. Es decir, el poder del enemigo es siempre un poder externo si no se le da pie a nada más», comenta este sacerdote.


fuerza en la mirada Para concluir, el P. José Ramón nos comunica su propia experiencia en relación a su cometido como exorcista: «Como creyente en Cristo Jesús esta labor de exorcista me ha ayudado muchísimo. He descubierto la intercesión de los santos, y esto me parece algo grandioso. Me he vuelto también más carismático; por ejemplo, he descubierto la grandeza del Espíritu Santo a través de la imposición de manos que realiza el sacerdote. Algo que antes, ni se me ocurría hacer, porque no entendía absolutamente nada... También me he hecho uno con el que sufre. Cuando tienes cerca a una persona que sufre durante más de un año con estas cosas, y ves todo lo que el enemigo le impide hacer en su vida cotidiana, sufres con él, compadeces con él... Y esto es lo que de alguna manera hace Cristo con nosotros. La expresión de la cruz no es otra cosa que la compasión de Cristo con nuestra propia vida. Luego —añade— se me ha desvelado completamente el poder de la oración. Ahora me la tomo muy en serio... Os pongo un ejemplo: me encontraba rezando con una persona víctima de distintas enfermedades como consecuencia de un hechizo. Ella tiene una amiga que se halla en un país sudamericano, también afectada por el mismo hechizo. Pues esta última la llamó por teléfono desde México, para preguntarle si tal día y a tal hora estábamos rezando también por ella. Efectivamente, así era. No sé si serán casualidades de la vida, pero desde entonces me tomo muy en serio rezar por los que me lo piden». bn

«La posesión es siempre sobre el cuerpo, no sobre el alma, que es un lugar sagrado donde mora Dios» 113


fuerza en la mirada

Víctor Rodríguez - Psicólogo En la adolescencia y juventud surge un deseo potente de acercarse y establecer lazos con las personas del sexo opuesto. Es una época de maduración y de aprendizaje en la que todos los sentidos y la atención se concentran en agradar a los demás, no tanto en aprobar todas las asignaturas del curso ni en colaborar en las tareas del hogar como les gustaría a los padres. Es en ese momento cuando los chicos y chicas comienzan a establecer sus primeras relaciones de pareja, que a menudo suelen ser accidentadas y caducas. Sin embargo, poco a poco los jóvenes van conociendo y formándose una idea seria de cómo les gustaría que fuera un futuro noviazgo. Un problema añadido es, además, pretender que ese noviazgo sea cristiano y desemboque en el sacramento del matrimonio.

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Querer construir un noviazgo cristiano cambia completamente la manera de plantear la relación, elegir el candidato idóneo, compartir los valores y establecer los objetivos comunes. En primer lugar, ya no basta con que exista una atracción mutua como en las relaciones de pareja no cristianas. Hay que mirar más allá. La atracción física es importante y necesaria para la formación de primeras impresiones. Sin embargo, conviene no idealizarla ya que es una reacción pasajera.


fuerza en la mirada La sociedad de la imagen en la que vivimos nos invita constantemente a valorar las cosas y a juzgarlas según su atractivo. Pensar que algo es bueno porque es bello es un fenómeno denominado “efecto halo”, que en publicidad es bien conocido. Los cristianos tenemos que mirar más allá y no considerar una meta vital el hecho de conseguir pareja, ya que no es el final de nada sino el comienzo de una etapa nueva en constante construcción que desembocará, si Dios quiere, en matrimonio.

Cada similitud es ganancia cualidades como la belleza, inteligencia, éxito, no deben asumirse como indispensables ya que la felicidad de la pareja no depende de ellas Existen una serie de características idealizadas que a todos nos gustaría que se dieran en la persona querida: belleza, inteligencia, éxito. Todas estas cualidades, que en sí mismas son valiosas, no deben asumirse como indispensables en la pareja, ya que la felicidad de ambos no depende de ellas. Sin embargo, existen otros atributos en la persona que conviene tener en cuenta. Quizás el más importante para una persona que quiere vivir un noviazgo cristiano es el interés del otro por su salvación. ¿Cómo es su relación con Dios? ¿Qué aspectos de su vida espiritual se preocupa por cultivar? ¿Su vida cristiana es activa?

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fuerza en la mirada Otro tema importante es el deseo de los hijos. ¿Cómo trata a los niños? ¿Le preocupa la educación? ¿Le interesa pasar tiempo con ellos? Todo padre o madre tendría que estar dispuesto a jugar con sus hijos entre juguetes desordenados. También conviene prestar atención a cómo gestiona sus propias emociones y las de los demás. ¿Se enfada mucho? ¿Se está quejando siempre? ¿Qué hace o cómo se comporta cuando está enfadado? Lo importante no es evitar los conflictos en la pareja sino qué tipo de estrategias se llevan a cabo para resolverlos conjuntamente. ¿Cómo trata a los demás? ¿Es quejica o discutidor? ¿Se esfuerza en tener siempre la razón? Es muy importante conocer la manera en la que la otra persona trata a su propia familia, sus hermanos, sus padres. Su conducta en este ámbito predice cómo será con la familia del cónyuge y los propios hijos. También es relevante qué tipo de relación tiene con el dinero. ¿Es muy derrochador o, por el contrario, demasiado tacaño?

El respeetoa, mor expresión d Existe un tema fundamental en el noviazgo cristiano: la castidad. En este punto es imprescindible que ambos miembros de la pareja estén de acuerdo, ya que puede ser una fuente de gran alegría espiritual o de gran sufrimiento. Es importante que los jóvenes hagan saber a su novio o novia qué opinión tienen al respecto, cómo entienden la castidad, si les parece un tema relevante, etc. Es necesario superar la vergüenza a la hora de hablar de este tipo de cosas y establecer unos límites claros que les ayuden a respetarse y a evitar las relaciones prematrimoniales.

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Hay que entender bien de qué se habla cuando se habla de castidad en el noviazgo. No es, simplemente, una continencia voluntaria y esforzada hasta que se encuentre la válvula de escape en el matrimonio. Es integrar en la vida la propia sexualidad. No es darle un valor negativo o pecaminoso a la sexualidad sino un valor sagrado y sumamente importante en la vida cristiana. Porque, además, es una virtud que durará toda la vida, incluso dentro del matrimonio. Si se evitan en un noviazgo las relaciones sexuales se favorecerá el respeto mutuo. Poco a poco se irán cultivando otros aspectos diferentes como el cariño, la intimidad, la compañía, el conocimiento profundo de la otra persona, y se le dará valor a la integridad y la dignidad del novio o la novia, aprendiendo que el noviazgo no se basa en que busquemos la gratificación en el otro sino en algo más grande que ambos. Todo esto que parece inalcanzable a los jóvenes es posible si existe en los novios una trascendencia que les haga mirar su relación como un plan de Dios para su salvación. Para poder vivir la santidad en el noviazgo es necesaria la comunión con Dios. Y a esta comunión únicamente se puede llegar a través de la oración. La oración abre canales de comunicación con Dios y dota de discernimiento a la hora de tomar decisiones

ni un juego ni un pasatie mpo Otra preocupación importante que tienen los jóvenes es el miedo a ser soltero, a no encontrar el amor de su vida. Existe una creencia generalizada (mantenida por el cine de Hollywood y la música pop de nuestra época) de que la felicidad se encuentra dentro de una relación de pareja. Y esta creencia irracional provoca que los chicos y


fuerza en la mirada chicas busquen a toda costa una persona con la que vivir una historia de amor. Y, como las expectativas que se ponen en la otra persona son tan exigentes, el desengaño crea una frustración que hace que se salte de una relación a otra hasta llegar a la persona ideal, cosa que nunca sucede. Esto lleva a unos niveles de exigencia propia y ajena irreales que producen una gran insatisfacción y dependencia emocional, sobre todo en los más jóvenes. Es necesario experimentar con profundidad que nadie necesita a otra persona para ser feliz. La felicidad está en vivir en comunión con Dios. Si el noviazgo o el matrimonio fueran la fuente de la felicidad todas las parejas vibrarían de alegría, cosa que no ocurre en la realidad. Existen cientos de miles de personas solteras, por ejemplo, consagrados y consagradas que son verdaderamente felices. Por lo tanto, en lugar de preocuparse absurdamente en tener novio o novia, es fundamental cultivar la vida psicológica y espiritual en primer lugar. Las relaciones con los demás son una gran fuente de gratificación, los lazos afectivos profundos entre las personas son una de las maravillas más grandes de los seres humanos. Sin embargo, es conveniente educar y enseñar a los más jóvenes que la felicidad tiene su origen en la comunión con Dios y que, gracias a eso, lo demás tiene la capacidad de hacernos felices. “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura” (Mt 6, 33). bn

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fuerza en la mirada

Marta A. Guerrero Periodista

Sin lugar a dudas, la libertad es uno de los valores más preciados por todos los hombres a lo largo de la Historia de la humanidad. Reivindicada, defendida, soñada y conquistada por unos, pero también limitada, ignorada y manipulada por otros, el concepto de libertad ha sido comprendido de diversas maneras en cada momento histórico. Asimismo, han sido varios los sistemas sociales y culturales que han enriquecido esta idea de libertad con nuevas acepciones, pero también otros la han restringido o entendido erróneamente. Como resultado de esta evolución histórica, en las sociedades modernas, la libertad se ha consolidado y está formalmente protegida bajo el paraguas de los conocidos como derechos fundamentales, ya que se reconoce como un valor inseparable de la dignidad de cualquier ser humano. La libertad también ha sido una idea que ha estado muy relacionada con la juventud, ya que muchas veces se ha erigido como el ideal o la máxima exigida por los jóvenes de diferentes épocas, sobre todo de las décadas más recientes. Muchos de ellos se han unido en reivindicaciones y han sido protagonistas de muchos momentos que han marcado la Historia y han cambiado su curso.

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Somos hijos del Dueño Las distintas maneras de entenderla, la evolución histórica de su reconocimiento y la constante lucha por su conquista nos pueden ayudar a comprender que la grandeza de la libertad reside, precisamente, en su origen. Y es que se trata del mayor don que Dios nos ha dado, ya que la libertad es el poder que nos ha regalado para poder actuar por nosotros mismos, sin estar determinados por otros. Por esta razón, la libertad nos recuerda nuestra dignidad de hijos de Dios y el valor sagrado que Él mismo, tras habernos creado a su imagen y semejanza, le da a este don. Así nos lo recuerda el propio San Pablo: “Puesto que no habéis recibido un espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: ¡Abba, Padre! Ese mismo Espíritu da testimonio de que somos hijos de Dios” (Rom 8,15-19).


fuerza en la mirada Partiendo de este origen ‘divino’ y natural del concepto de libertad y vinculándolo directamente con el espontáneo «deseo de libertad» que nos caracteriza de manera especial a los jóvenes, San Juan Pablo II se dirigió a nosotros para recordarnos las palabras del propio Jesús: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. Con esta interpelación, el pontífice nos presentaba la verdad como la fórmula básica para conocer y experimentar la libertad en su plenitud en nuestras vidas, para acogerla como el pilar básico de nuestra juventud.

ocasiones. Asimismo, nos animaba a amar nuestra libertad y ejercerla a través de este sí, recobrándola cuando la hubiésemos perdido y reforzándola con el sacramento de la confesión cuando flaquease.

En este sentido, muchos jóvenes nos podríamos preguntar entonces: ¿qué significa ser realmente libre? Tal y como nos enseñó el santo polaco, significa saber emplear la propia libertad en la verdad, porque nuestra libertad es el poder de decir sí a Jesús, “pero vuestro sí no significaría nada si no pudierais decir que no”. Esto implica responder libre y afirmativamente a Dios en cada momento de nuestra vida pero, especialmente, en el momento en el que somos jóvenes y debemos aprender a disfrutar con responsabilidad de este don para sentar las bases de una vida que comienza y está llamada a la santidad.

Reconocer este don en la dignidad de los demás y recordar la responsabilidad que es necesaria para vivirlo en su plenitud, nos debe animar como juventud a aprender juntos el valor y la dimensión de la libertad basada en la verdad que viene de Dios. Benedicto XVI también se dirigía a nosotros y nos invitaba a ir contracorriente “en este mundo tan lleno de libertades ficticias que destruyen el ambiente y al hombre”, por lo que nos proponía “construir escuelas de libertad y demostrar con nuestra vida que somos realmente libres”.

Decantarnos por el bien supremo En la creación de cada uno de nosotros, Dios nos soñó libres y, a la vez, pensó en un camino de plenitud para nosotros. Cuando optamos de corazón por el bien, es decir, por Él y por su plan de felicidad para nosotros, más libres nos volvemos. “Hemos sido creados para decir sí a Dios, porque aquí es donde está nuestra plenitud, no tengáis miedo a decir que sí a Cristo”, nos decía San Juan Pablo II con una de las más célebres frases con las que se dirigió a nosotros en muchas

Por tanto, vivir la juventud en verdadera libertad requiere tener una conciencia recta y bien formada para decantarnos por el bien verdadero, así como una responsabilidad sobre nosotros mismos y sobre los demás, para saber respetar la libertad que les ha sido otorgada con su condición de hijos de Dios.

Tal y como ha ocurrido a lo largo de la Historia, cada generación tiene sus retos y sus batallas que librar, como la nuestra se enfrenta a los propios. Por esta razón, estamos llamados a vivir la libertad en nuestra juventud para sentar las bases de una vida en y con Dios. Esto requiere descubrir este don de manera personal, como una llamada a la plenitud con la que Él nos invita a ser soberanos de nosotros mismos a través de la elección de este bien supremo. Pero también implica una conquista colectiva, en la que los jóvenes experimentemos juntos la dimensión este regalo y se lo mostremos a nuestras sociedades como una máxima real que merece la pena alcanzar, mediante el ejemplo de nuestras vidas y el ejercicio responsable de nuestra libertad de pensamiento y acción. bn

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Alfonso López Quintás Sacerdote Mercedario y filósofo En la entrevista publicada en el número anterior aludí a la elaboración de “un método nuevo para una juventud distinta”. En tres artículos sucesivos voy a exponer la base de ese método, que viene dada por tres temas: la creación de encuentros, la opción por el ideal de la unidad, y el descubrimiento de los ocho niveles de realidad y de conducta. Las experiencias que haremos en estos artículos nos permitirán luego abordar a fondo temas muy jugosos y fecundos: cómo he de conseguir la verdadera libertad, de qué modo puedo dar pleno sentido a mi vida, qué medios tengo para ser creativo en la vida diaria… Comencemos por el primer tema: el encuentro.

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Debemos hacer un pequeño esfuerzo de atención, pero créanme que vale la pena. Iremos descubriendo las inmensas posibilidades de crecimiento como personas que se nos abren en la vida con solo introducirnos con decisión en el mundo del encuentro y del ideal de la unidad. Es la empresa apasionante que viven las personas que llegan a la madurez espiritual.

Crecer jugando Debemos comenzar por una experiencia básica: la necesidad de crecer. Crecer es ley de vida. Para crecer no me basta ejercitar mis potencias: moverme libremente, andar, hablar, manejar objetos… Necesito recibir posibilidades del entorno —al que me hallo vinculado de raíz— a fin de actuar con eficacia y con sentido. El sentido lo adquiero jugando. Jugar —entendido en sentido filosófico preciso— significa recibir posibilidades para crear con ellas algo nuevo valioso: jugadas, en los juegos de mesa y en el deporte —cuya meta es dominar el campo adversario—; formas, en el arte, para “engendrar obras en la belleza” (como indicaba Platón); escenas, en el teatro, destinadas a mostrar la “intrahistoria” de unos personajes1.

para crecer no me basta ejercitar mis potencias sino crear con ellas algo nuevo y valioso

1 Un amplio estudio del juego se halla en mi Estética de la Creatividad, Rialp, Madrid 1998, 3ª ed., págs. 33-183.

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fuerza en la mirada

Paso del nivel 1 al nivel 2 Uno de los juegos que podemos realizar es, por ejemplo, el ajedrez. Para jugar necesito un tablero. Tomo una tabla cuadrada. Es mía, puedo hacer con ella lo que quiero. A este nivel de mi vida en el que dispongo de objetos y los pongo a mi servicio vamos a llamarle nivel 1. Ese dominio no me satisface, pues para crecer como persona necesito actuar de forma creativa. La creatividad comienza cuando asumo activamente posibilidades para generar algo nuevo dotado de cierto valor. Para actuar creativamente pinto, en la tabla, unos cuadraditos en blanco y negro, y la convierto en tablero. He transformado la tabla, y ahora debo transformar mi conducta respecto al tablero. En vez de poseerlo y dominarlo, debo obedecerle, por ser el cauce del juego de ajedrez que voy a realizar conforme al reglamento. Justo cuando renuncio a mi libertad primera —la libertad de maniobra—, adquiero un tipo superior de libertad, la libertad para crear una forma de juego. Al moverme con esta libertad creativa entre realidades abiertas —que, como el tablero, me ofrecen posibilidades para crecer—, me hallo en el nivel 2. Subir del nivel 1 al nivel 2 es decisivo en la vida humana.

La experiencia del poema Dentro del nivel 2 puedo elevarme a un plano todavía superior al del ajedrez. Alguien me regala un folio en el que se ha escrito un poema. Con el papel puedo hacer lo que quiera; con el poema, no. He de asumir activamente las posibilidades que me ofrece para declamarlo y darle vida. Mi declamación es libre, pero con libertad creativa, vinculada a las condiciones del poema. El poema me inspira, guía e impulsa; yo lo configuro a él. Me siento llevado por él, pero soy yo quien le da un cuerpo sonoro. Los dos colaboramos

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por igual. De aquí se deduce que, si deseamos crecer, debemos perfeccionar nuestra la libertad de maniobra —capacidad de actuar conforme a nuestra voluntad—, adquiriendo un modo de libertad creativa o libertad interior, que nos permite ser creativos precisamente cuando obedecemos a las realidades valiosas que nos otorgan posibilidades. No se trata de renunciar a la libertad de maniobra, sino de emplearla en adquirir una forma de libertad superior: la libertad creativa.

Las experiencias reversibles Acabamos de descubrir, por nosotros mismos, un tipo superior de experiencias: las experiencias reversibles o bidireccionales. De ellas depende nuestro crecimiento personal, pues en ellas aprendemos a ser creativos, al aceptar el hecho de que debemos ser receptivos y activos a la vez. Gracias a esta doble condición, podemos dar vida a obras literarias y musicales y unirnos a ellas con un modo de unión superior a las formas tangenciales de unión propias del nivel 1. De nuevo observamos que solo al obedecer a algo valioso crecemos como personas. Vislumbramos ya el secreto de la vida personal, lo que podemos llamar la “lógica de la vida creativa”: obedecemos a lo que nos perfecciona sin ser coaccionados, sino movidos por la necesidad de crecer y perfeccionarnos.

solo al obedecer a lo que nos perfecciona crecemos como personas


fuerza en la mirada

El descubrimiento del encuentro Al entrar en el campo de estas experiencias reversibles, descubro rápidamente la forma más alta: el encuentro, que es la unión estrecha de dos personas deseosas de crear un estado de enriquecimiento mutuo. La experiencia me dice que también aquí tengo que obedecer si quiero crecer. Efectivamente, el encuentro me pone como condición para darse que sea generoso, veraz, fiel, cordial, comunicativo, participativo… La condición primera y primaria es la generosidad, actitud de entrega y dadivosidad. En ella se inspiran todas las demás: • La apertura al otro generosa y veraz. El que miente no es generoso en la entrega. Tal ambigüedad suscita desconfianza y bloquea el encuentro. El mentiroso no puede encontrarse de veras. Al decirnos Carlo Collodi en su famoso relato —y posteriormente Walt Disney en su película— que al pequeño Pinocho le crecía la nariz cuando mentía, quería indicar que se le deformaba la personalidad, pues la nariz determina la figura del rostro, y este es la expresión máxima de la persona. • La confianza surge cuando uno tiene fe en el otro, lo ve como fiable, digno de hacerle confidencias, que crean la relación de intimidad propia del encuentro. Los términos subrayados están hermanados entre sí por proceder de la misma raíz latina “fid”. • La intimidad generada por la confianza se traduce en fidelidad y cordialidad. Esta significa la tendencia a poner corazón —en latín, cor— en cuanto se hace. La fidelidad tiene un carácter creativo, pues supone la disposición a crear en cada momento de la vida el ámbito de encuentro que uno prometió en un momento.

• Cuando uno se abre al otro de modo cordial, sobre el telón de fondo de una actitud de fidelidad, su comunicarse es un decidido darse. • Si dos personas se dan cordialmente a una realidad valiosa y se unen íntimamente a ella, se unen profundamente entre sí, aun sin pretenderlo. De ahí que para afirmar la vida de encuentro deban los amigos realizar acciones nobles: ayudar desinteresadamente a personas necesitadas, cultivar algún arte, practicar algún deporte… Estas condiciones del encuentro reciben el nombre de valores. Encierra valor todo aquello que coopera a nuestro crecimiento personal. Cuando los valores son asumidos por nosotros como un canon de vida, un principio interno de acción, reciben el nombre de virtudes. En latín, virtutes significa capacidades; en la vida ética, se trata de capacidades para crear relaciones de encuentro.

El descubrimiento del ideal de la vida, el ideal de la unidad Si asumo estas virtudes en mi vida y tengo la suerte de que otra persona adopte esta misma actitud, tiene lugar el encuentro. Y con él vienen sus frutos: nos da energía interior, luz para conocer las realidades abiertas —personas, obras culturales…—, alegría, entusiasmo, plenitud y felicidad, sentimiento que se traduce en paz interior, amparo, gozo festivo o júbilo. Siempre que hay encuentro hay fiesta.

siempre que hay encuentro hay fiesta 123


fuerza en la mirada En este momento tiene lugar la experiencia decisiva de mi vida. Al darme cuenta de que, incluso en momentos penosos, me basta encontrarme de verdad para tener alegría y ser feliz, concluyo que el valor más grande de mi vida —o sea, la fuente más copiosa de posibilidades de crecer— es el encuentro. Acabo de descubrir el ideal de mi vida, que es el ideal de la unidad, o del amor auténtico. Estoy en el momento decisivo de mi desarrollo personal, pues del ideal depende todo en mi existencia.

La asombrosa capacidad transformadora del ideal de la unidad Este ideal no es una mera idea; es una idea motriz, dinamizadora. Si elegimos siempre en virtud del ideal de la unidad —no de nuestras apetencias—, este ideal orienta nuestras acciones y nos impulsa hacia la plenitud personal. Tal plenitud queda de manifiesto cuando alguien es capaz de afirmar, con la seriedad de las decisiones fuertes, que “el bien hay que hacerlo siempre; el mal, nunca”, “lo justo, siempre; lo injusto, nunca”… Al convertir el ideal de la unidad —y, con él, el de la bondad, la verdad, la justicia, la belleza— en un principio interno de acción, nos situamos en el nivel 3, que supone la cumbre de la vida ética. Entonces experimentamos siete transformaciones, que cambian nuestro modo de pensar y de actuar, y nos dan un toque de excelencia: • La “libertad de maniobra” se transforma en “libertad creativa” o “libertad interior”.

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• La vida anodina se colma de sentido. Tener sentido equivale a estar bien orientado. La persona se orienta bien al actuar en virtud del ideal de la unidad. • De modo semejante, la vida pasiva se vuelve creativa. • La vida cerrada se torna abierta, creadora de relaciones. • El lenguaje pasa de ser mero medio de comunicación a ser vehículo viviente del encuentro. • La vida temeraria —entregada al vértigo— se torna prudente, inspirada por el ideal de la unidad. • La entrega al frenesí de la pasión se trueca en amor personal. Al vivir este sorprendente proceso de desarrollo personal hemos ido descubriendo diversos niveles de realidad. Al conocerlos, nos disponemos para pensar con toda precisión y vivir de forma creativa. Disfrutaremos viéndolo de cerca en el próximo artículo. bn

en el nivel 3, que supone la cumbre de la vida ética, la vida anodina se colma de sentido


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NO mentirás

El sacerdote, en la homilía del domingo: —Hermanos, hoy vamos a hablar de la mentira y de los mentirosos. ¿Cuántos de vosotros recordáis qué dice el capítulo 32 de San Lucas? Todo el mundo levanta la mano. —Precisamente a eso me refiero. El evangelio de San Lucas solo tiene 24 capítulos.

Como la tiña Era una suegra tan mala, tan mala, tan mala, que cuando se murió pusieron en su tumba: “Aquí descansa ella, pero en casa descansamos todos”.

De marca Le pregunta la profesora a Pepito: —¿Con qué mató David a Goliat? —Con una moto. —¿Seguro? Piensa, Pepito, ¿no fue con una honda? — ¡Ah! ¿Había que decir también la marca?

Tinta china —Mamá, mamá, ¿cuesta mucho dinero un bote de tinta? —No, hijo mío, es barata. No te preocupes. —¡Qué bien! Porque se me derramó un bote de tinta sobre tu vestido nuevo. 126


entretenimiento

Padre feliz En la sala de maternidad el jubiloso padre toma fotos de su bebé recién nacido. Le pregunta la enfermera: —¿Su primer hijo, señor? —No, ya tengo cinco. ¡Mi primera cámara!

Para adelgazar

—Si quieres adelgazar te recomiendo diez manzanas diarias. —¿Verdes o rojas? — Corriendo, amigo mío, corriendo.

Bel canto

Un vecino al otro: —¡Oye!, ¿por qué abres las cortinas cada vez que tu mujer se pone a practicar sus lecciones de canto? — Para que los vecinos no crean que le estoy pegando.

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entretenimiento

¡Árboles a mí!

En una entrevista de trabajo para escoger taladores de árboles se presentan un brasileño, un estadounidense y un vasco. —¿Y ustedes qué experiencia tienen? —Yo estuve en el norte de Canadá cortando árboles —contesta el estadounidense. —Eu estove em Brazil a silva du Amazonas — señala el brasileño. —Pues yo estuve en el Sáhara —informa el vasco. —¡Pero si en el Sáhara no hay árboles! — puntualiza el entrevistador —¡Eso es ahora!

¡Qué miedo! El tema del día en la clase era el miedo, y la profesora empezó a preguntar a sus pequeños alumnos: —Pedrito, ¿de quién tienes más miedo? —De “El Viejo del Saco”. —Pero Pedrito, “El viejo del saco”’ no existe, es una leyenda... No debes tener miedo. —A ver, Mariana, ¿de quién tienes más miedo? —De “La Mano Peluda”. —Nada, Mariana, “La Mano Peluda” tampoco existe, es otra leyenda... No debes tener miedo... —Y tú, Pepito, ¿de quién tienes más miedo? —Del “Mala Men”, profe. —¿El “Mala Men”? —preguntó extrañada la profesora—. Nunca había oído hablar de él. —Yo tampoco —señala Pepito—. Pero me temo que es el ser más terrible que pueda pisar la tierra y su maldad viene de lejos, ya que todas las noches mi mamá dice al final de las oraciones: “No nos dejes caer en la tentación y líbranos del `Mala Men´”. 128


entretenimiento

Tiene razón vuestra merced. Como decía mi padre, los que se agachan para trabajar la tierra, siempre andarán encorvados. ¡Qué vida tan esforzada, mi querido Sancho!

Si, querido Sancho, pero también los que se agachan para servir en la tierra, estarán de pie en el cielo

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Oración

Esta mañana, en un rato de oración silenciosa, me he detenido en que Dios es Amor. Es Amor lo mismo que es Luz, Verdad, Camino, Vida, Puerta…; pero sobre todo Amor. ¡Cuántas veces he sobrevolado por encima de esta palabra como si la entendiera toda!; y hoy me he dado cuenta de que Tú, Señor, eres Amor por esencia, es decir, que amas todo lo que has creado y, por ello, no puedes dejar de amarnos, de amarme, aunque haya sido un transgresor de campeonato y siga siendo un pecador empedernido; y me amas no solo desde el momento de mi concepción, sino antes de la creación del mundo. Esto me ha desarmado totalmente y veo con claridad que en nuestros amores humanos —esposa, hijos, padres, familiares, amigos…— siempre hay algo de violencia y exigencia que ensombrecen el amor. Gracias por tu perdón de cada día, gracias por ese Amor indefectible y perpetuo. En ti no hay esas sombras y me amas porque me amas, así sin más. Por eso te pido, Dios mío, que me des gran intimidad contigo; déjame entrar en el lecho de tu cruz en tu Misterio Pascual para morir contigo y vivir luego siempre contigo y con tu Madre, la Virgen María, aunque sea en un rinconcito del cielo. Amén.

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