Atalanta vol 4, nº 1, 2016

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ISSN: 2340-1176

VOL. 4, Nยบ 1, 2016 enero-junio


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Editado en: Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana Universidad de Sevilla. http://literaturaesp.us.es

Contacto: Atalanta: Revista de las Letras Barrocas Publicación semestral editada en el Dpto. de Literatura Española e Hispanoamericana. Facultad de Filología Universidad de Sevilla. C/ Palos de la Frontera s/n. 41004, Sevilla (ESPAÑA) www.revistaatalanta.com

DOI: 10.14643

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ÍNDICE

Artículos En torno a la autoría de la Crónica do Imperador Beliandro: La hipótesis sobre Francisco de Portugal

Pedro Álvarez-Cifuentes

5-28

«Envidiosos de la grandeza y felicidad de su imperio». Las propuestas de Lorenzo de Mendoza ante la amenaza holandesa a la hegemonía colonial ibérica

Antonio Valiente Romero

29-62

Autoría en la correspondencia epistolar de los primeros años de la polémica gongorina (1613-1615)

María José Osuna Cabezas

63-86

Notas La doble vía de transmisión de La vida es sueño y el establecimiento del estema

Alfredo Rodríguez López-Vázquez

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87-110


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EN TORNO A LA AUTORÍA DE LA CRÓNICA DO IMPERADOR BELIANDRO: LA HIPÓTESIS SOBRE FRANCISCO DE PORTUGAL

Pedro Álvarez-Cifuentes Universidad de Oviedo España

RESUMEN: Entre las novelas de caballerías manuscritas que permanecen inéditas en lengua portuguesa, destaca la Crónica do Imperador Beliandro, una extensa obra de gran éxito durante el siglo XVII que suele ser atribuida a la pluma de la condesa da Vidigueira, Leonor Coutinho de Távora. En el presente artículo, se someten a examen los argumentos que defienden la autoría de otros personajes históricos como Francisco de Portugal, el primer conde de Vimioso, o su descendiente el comendador de Fronteira, también llamado Francisco de Portugal, unas hipótesis que finalmente descartamos por ser inexactas o poco probables. Palabras clave: Literatura portuguesa, Siglo de Oro, novela de caballerías, autoría.

On the authorship of the Crónica do Imperador Beliandro: the hypothesis about Francisco de Portugal. ABSTRACT: Among the manuscript Portuguese romances of chivalry that remain unpublished, the Crónica do Imperador Beliandro stands out as a long and very successful novel and is usually claimed to have been written by the Countess of Vidigueira, Leonor Coutinho de Távora. In this paper, I review the arguments that propose authorship by other historical figures, such as Francisco de Portugal, the first Count of Vimioso, or his descendant the Commander of Fronteira, also called Francisco de Portugal. Such hypotheses are finally dismissed as inaccurate or unlikely. Keywords: Portuguese literature, Spanish Golden Age, chivalric romance, authorship.

ISSN: 2340-1176

Atalanta 2016, 4/1: 5-28


Pedro Ă lvarez-Cifuentes

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EN TORNO A LA AUTORÍA DE LA CRÓNICA DO IMPERADOR BELIANDRO: LA HIPÓTESIS SOBRE FRANCISCO DE PORTUGAL

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a Crónica do Imperador Beliandro, una extensa novela de caballerías escrita en lengua portuguesa a mediados del siglo XVII y generalmente dividida en cuatro partes ―de extensión y cronología divergentes―, se ha conservado en un total de cuarenta y cuatro testimonios manuscritos y

nunca fue llevada a la imprenta. La tradición bibliográfica portuguesa (João Franco Barreto, Cristóvão Alão de Morais, Damião de Froes Perim, António Caetano de Sousa, Frei José Pereira de Santa Ana, Diogo Barbosa Machado, Inocêncio Francisco de Silva, entre muchas otras autoridades1) avala de forma casi unánime la atribución de la novela a la pluma de la condesa da Vidigueira, Leonor Coutinho de Távora, a pesar de que una serie de fuentes alternativas defiende otras hipótesis, más o menos fundamentadas, sobre la verdadera paternidad del texto. Nos proponemos en este artículo someter a un breve análisis esta aparente discordancia de atribuciones. Por ejemplo, una mano anónima2 copió una nota en la portadilla de una copia de la Crónica do Imperador Beliandro conservada en la Biblioteca Pública Municipal do Porto bajo la signatura nº 548, en la que consigna: «História de D. Belindo por D. # D. Fran.co de Portugal pr.o Conde de Vimiozo». Como resulta obvio, al tratarse de una anotación tardía conviene ser muy cautelosos con la información que transmite. El propio título de la novela ya revela una cierta divergencia con respecto a la tradición bibliográfica mayoritaria3. D. Belindo es el protagonista de la narración, un legendario príncipe de origen portugués. En lo que se refiere al supuesto autor, el primer conde de Vimioso, se llamaba en efecto Francisco de Paula de Portugal e Castro, habría nacido en 1480 y murió en 1549. Hijo natural del obispo de Évora, D. Afonso de Portugal, y pariente cercano ―aunque por la vía ilegítima― de la familia real portuguesa, se

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Para un análisis más detallado de los argumentos a favor de la autoría de Leonor Coutinho de Távora, pueden consultarse Aurelio Vargas Díaz-Toledo, Os livros de cavalarias portugueses dos séculos XVI-XVIII, Lisboa, Pearlbooks, 2012, pp. 107-113, y Pedro Álvarez-Cifuentes, «“Senhora de varonil talento”: las caballerías perdidas de Leonor Coutinho de Távora», en Grandes y pequeños de la Literatura Medieval y Renacentista. Actas del V Congreso Internacional de la SEMYR, en prensa. 2 Tal vez la del clérigo João Bautista de Castro (1700-1775), que ya era poseedor del códice BPMP 548 en torno a 1737. 3 Sobre los diferentes títulos que ha recibido la Crónica do Imperador Beliandro, véase Pedro ÁlvarezCifuentes, «¿Belindo o Beliandro? La fijación del título de la Crónica do Imperador Beliandro», Tirant. Butlletí informatiu i bibliogràfic de literatura de cavalleries, 15, 2012, pp. 33-46. En relación a las diferentes versiones de la novela, puede consultarse: Pedro Álvarez-Cifuentes, «Sobre copia y rescritura: las diferentes versiones de la Crónica do Imperador Beliandro», en El texto infinito. Reescritura y tradición en la Edad Media y el Renacimiento, ed. Cesc Esteve, Salamanca, Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas / Sociedad de Estudios Medievales y Renacentistas, 2014, pp. 271284.

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destacó en las batallas de Arzila (1508) y Azamor (1513) y, en el terreno literario, cultivó preferentemente la lírica de tipo cancioneril, participando en numerosos certámenes poéticos en la época del rey D. Manuel I. Según el testimonio de Diogo Barbosa Machado en su Bibliotheca Lusitana (1741-1758), la primera gran obra de referencia bibliográfica editada en lengua portuguesa:

[O primeiro conde de Vimioso] cultivou desde os primeiros annos a poesia, em que fez admiraveis progressos na mayor idade. Pelas polidas e agudas sentenças que proferio e escreveo alcançou a nobre antonomasia de Catão Portuguez, as quaes sem declarar o author repetia a pessoas illustres para lhes increpar modestamente os defeitos4.

Por su parte, el padre António Caetano de Sousa nos describe al primer conde de Vimioso como «naturalmente eloquente, explicando-se por modo sentencioso que fazia mais plausivel a graça e enfasi no modo de dizer; e assim forão celebres os seus ditos, estimados como apophthegmas de hum antigo sabio», entre los que destaca «as redondilhas muy sentenciosas, que principião: Que grande sem saboria / he ver Mundo, e conhecello, / que grande graça seria / quanto se calla dizello»5. Para el polígrafo luso-español Francisco Manuel de Melo (1608-1666), «bastava que os “Portugais” só tivessem em sua casa aquele ilustre Conde de Vimioso, o primeiro D. Francisco de Portugal, que foi a mina da galanteria e do aviso, por que, ele só, adubasse de discrição toda a sua família»6. Sus descendientes ―especialmente su nieto, el tercer conde, también llamado Francisco de Portugal (1550-1582)― apoyaron al pretendiente D. António, prior de Crato, en su lucha por el trono portugués tras la desaparición del rey D. Sebastião en 1578 y cayeron en una relativa desgracia con la proclamación de Felipe II como nuevo monarca de Portugal7.

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Diogo Barbosa Machado, Bibliotheca Lusitana, Coimbra, Atlântida Editora, 1967, II, p. 228. António Caetano de Sousa, História Genealógica da Casa Real Portuguesa, eds. Manuel Lopes de Almeida y César Pegado, Coimbra, Atlântida Editora, 1946, X, p. 329. 6 Francisco Manuel de Melo, Apólogos Dialogais, ed. Pedro Serra, Coimbra, Angelus Novus, 1999, II, p. 92. 7 «Não aceitaram os da família Vimioso a hedionda espórtula de D. Cristóvam de Moura, que perdura ainda na lembrança dos portugueses para execração dos traidores à pátria. Não ingressaram nas fileiras dos lacaios heráldicos à roda do galopim de Filipe II, que desfazia com prebendas a intransigência dos próceres à sua intrusão de tirano, quando os não afogava nas manápulas do carrasco. Bateram-se os Vimiosos por D. António, prior do Crato: estiveram nos motins de Santarém, entre os aclamadores do pretendente; entraram com êle em Lisboa, e com êle foram no rencontro de Alcântara; seguiram-no na sua 5

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EN TORNO A LA AUTORÍA DE LA CRÓNICA DO IMPERADOR BELIANDRO: LA HIPÓTESIS SOBRE FRANCISCO DE PORTUGAL

I. Un rocín portugués fidalgo

Esta atribución marginal de la Crónica do Imperador Beliandro al primer conde de Vimioso ―que no goza de más predicamento que la tardía anotación del códice portuense (datada en torno a 1731)― nos parece más bien una confusión del anónimo relator con la figura de su tataranieto y tocayo Francisco de Portugal (1585-1632), «fidalgo de mui distincta linhagem», que fue comendador de la Vila de Fronteira (Portalegre) bajo la Orden de S. Bento de Avis8, como nos detalla el genealogista Alão de Morais en su Pedatura Lusitana: Nobiliário das Famílias de Portugal (1667):

[D. Francisco de Portugal] teve tambem a Comenda de seu pae, e o prazo de Alvarinha, foi hũ dos mais insignes cortesãos do seu tempo, e mui discreto, e entendido, e poeta singular, compos hũ livro de varias rimas e prosas, e a Arte de Galanteria, que despois de sua morte imprimio seu f.º D. Lucas. Casou com D. Cecilia de Portugal, filha de Antonio Pereira de Berredo capitão de Tangere e geral da armada9.

Los padres de don Francisco fueron Lucas de Portugal, superviviente de la batalla de Alcazarquivir en 1578, y Antónia da Silva, hija del capitán-mayor de Lisboa Antão Soares de Almada, de la familia de los condes de Avranches. Como descendiente de los condes de Vimioso10, el comendador de Fronteira pertenecía a una de las dinastías más ilustres del reino portugués. Asimismo, cabe indicar que estaba estrechamente emparentado con la familia del navegador Vasco da Gama, los condes da Vidigueira y más tarde marqueses de Nisa, otro linaje de gran relevancia en Portugal y que también fuga triste e desordenada para o estrangeiro, ao longo do país…» (Francisco de Portugal, Arte de Galanteria, ed. Joaquim Ferreira, Porto, Domingos Barreira Ed., 1943, pp. 7-8). 8 El nombramiento consta en Arquivo Nacional da Torre do Tombo, Chancelaria da Ordem de Avis, lv. 10, f. 296v. 9 Cristóvão Alão de Morais, Pedatura Lusitana (Nobiliário de Famílias de Portugal), Porto, Livraria Fernando Machado, 1943, III-2, p. 123. 10 Francisco de Portugal era bisnieto por parte de padre de la hija mayor del primer conde de Vimioso, la precoz escritora Guiomar de Vilhena (1508-1585), que también fue condesa da Vidigueira por matrimonio. «D. Guiomar de Vilhena era considerada uma senhora muito culta. Barbosa Machado diz que se exercitava nos actos de piedade e devoção com tanto excesso, que podia servir de exemplo aos espíritos mais austeros. Ocupava o seu tempo na leitura de livros ascéticos, donde extraía sólidos documentos para orientação das suas acções. Talvez aqui tenha nascido a composição do seu livro Consideraçoens pias sobre alguns passos de Nossa Senhora. João Franco Barreto refere-o como obra impressa; Barbosa Machado confirma-o, apesar de nunca ter visto nenhum exemplar. Inocêncio também se lhe refere, mas nunca viu a obra» (Ivone Maria Correia Alves, Gamas e Condes da Vidigueira. Percursos e genealogias, Lisboa, Edições do Colibri, 2001, p. 171).

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está íntimamente relacionado con la composición de la Crónica do Imperador Beliandro, ya que la más probable autora de la novela, doña Leonor Coutinho, estaba casada con el cuarto conde, don Francisco da Gama (1565-1632). Así, en la colección de cartas dirigidas por el comendador de Fronteira a su amigo y pariente el obispo Rodrigo da Cunha (1577-1643) ―conservadas en la Biblioteca da Ajuda, ms. 51-V5411― constan numerosas alusiones a la familia de sus parientes da Vidigueira: las expectativas despertadas por el nombramiento del conde Francisco da Gama como Virrey de la India en 1622, los desastres del virreinato, su progresiva caída en desgracia ante el rey Felipe IV y su deseo de regresar a Europa, el embargo de sus bienes, etc., así como se deja adivinar una cierta preocupación en relación al bienestar de la joven Maria Coutinho ―la hija mayor de los condes da Vidigueira― en la corte madrileña, donde ejercía las funciones de menina de la reina Isabel de Borbón. Muchos datos de la biografía de Francisco de Portugal siguen sin estar esclarecidos, pero a partir de las informaciones contenidas en la Bibliotheca Lusitana de Barbosa Machado, podemos aventurar la ciudad de Lisboa y el día 26 de julio de 1585 como lugar y fecha de nacimiento12. Don Francisco y su esposa doña Cecília de Portugal13 tuvieron ocho hijos: Lucas (o Luís), Diogo, Lourenço, António, Carlos, Maria Antónia, Mariana y Madalena14. Su biógrafo Francisco Luís de Vasconcelos, que

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Hay dos ediciones modernas del epistolario completo: Francisco de Portugal, Poesias, Cartas Inéditas e outras Fontes Manuscritas para o estudio da sua vida e obra, ed. Carlos Alberto Ferreira, Coimbra, Coimbra Editora, 1947, y Francisco de Portugal, Epistolário a D. Rodrigo da Cunha (16161631), ed. José Adriano de Freitas Carvalho, Porto, Centro Inter-Universitário de História da Espiritualidade – Universidade do Porto, 2015. 12 Francisco de Portugal, op. cit., 2015, p. 14. 13 La esposa de Francisco de Portugal era hija de António Pereira Barredo, comendador de S. João de Castanheira y de S. Gens y general de la Armada de Portugal, y de Mariana de Portugal, «senhora esta representante de outro ramo dos Portugal que descendia de Martinho de Portugal, embaixador a Clemente VII, bispo do Funchal e Primaz da Índia» (Francisco de Portugal, op. cit., 2015, p. 15). Cecília de Portugal compiló un interesante cancionero manuscrito, que incluye composiciones de autores españoles y portugueses tales como Juan de Salinas, Diogo Bernardes, Bernardim Ribeiro, Luís de Camões o el propio Francisco de Quevedo (véase António Cirurgião, Cancioneiro de D. Cecília de Portugal, Lisboa, Edição da Revista de Ocidente, 1972). 14 El primogénito Lucas de Portugal, maestresala del rey D. João IV y diputado de la Junta de los Tres Estados, contrajo matrimonio con la dama Filipa de Melo, hija del gobernador de Mazagão y Ceuta Francisco de Almeida y de Ângela de Melo (Cristóvão Alão de Morais, op. cit., III-2, p. 123), con los que la condesa de Vidigueira, Leonor Coutinho, mantuvo una serie de transacciones comerciales a partir de 1635, que dieron lugar a la dote de la joven Filipa: «Dona Lianor Coutinha Condesa da Vidigueira conteuda no Registo deste padrão vendeo a Dom Fr.co de Almeida e Dona Angella de Mello, sua molher, os ditos cento catorze mil quinhentos trinta cruzados de juro conteudos neste Registo os quaes antes de tirar padrão os derão a Dom Lucas Portugal e Dona Fellippa de Mello em parte do pagamento de sua dote, aos quaes se a de fazer novo padrão dos ditos cento catorze mil e quinhentos trinta cruzados de juro» (Arquivo Nacional da Torre do Tombo, Chancelaria de D. Filipe III, Próprios, lv. 35, f. 17v).

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EN TORNO A LA AUTORÍA DE LA CRÓNICA DO IMPERADOR BELIANDRO: LA HIPÓTESIS SOBRE FRANCISCO DE PORTUGAL

escribió una entusiasta Memória da Vida e Obra de D. Francisco de Portugal, colmada de anécdotas galantes, nos lo describe como:

Homem de mediana estatura, bem proporcionado de membros. Tinha o cabelo negro e a barba bem povoada. Era alvo e gentil homem de rosto, os olhos espertos, muito airoso a pé e a cavalo. Teve muita gracia no falar e uma tão natural fidalguia em todas as suas acções, que não lhe fora possível dissimular quem era 15.

Según el siempre malicioso cronista Alão de Morais, sobre Francisco de Portugal «falla D. Luis de Gongora no romance Murmuravan los rocines ett.ª»16. Si esta información es certera, el poeta cordobés nos describe al comendador de Fronteira en términos menos elegantes, recurriendo a la voz de un rocín portugués de rancia ascendencia:

Un castaño comenzó, / rocín portugués fidalgo, / cuyo pelo es un erizo, / por ser fruta de castaño. / Con más paramentos negros / que el rocín de Arias Gonzalo, / que en la cadera y el luto / más es tumba que caballo. / «Sirvo», les dijo, «a un ratiño, / Macías enamorado, / tan flaco en la carne él, / como yo en las carnes flaco. […] / Dos cosas pretende en corte, / y ambas me cuestan mis pasos: / la verde insignia de Avís / y un serafín castellano. / Porque en África su abuelo / mató un león cuartanario, / desde una palma subido, / de cuarenta arcabuzazos, / fatiga tanto al Consejo, / y al Amor fatiga tanto, / que no irá cruzado el pecho, / sin ir el rostro cruzado; / porque el padre de la moza / me dicen que le ha jurado / de darle la Cruz en leño / que él pide al Consejo en paño»17.

En este romance, en el que un variopinto grupo de equinos de las caballerizas del Alcázar de Madrid discuten con ironía las circunstancias vitales de sus respectivos amos, Góngora se esmera en ridiculizar todos los tópicos de los hidalgos portugueses en la era de los Austrias, a saber: la proverbial melancolía o saudade, el sentimentalismo, la caballerosidad extrema, la escasez de medios económicos, el orgullo desaforado por Diogo, capitán de infantería, murió en el trágico naufragio del galeón São Nicolau en 1642, Lourenço fue caballero de la Orden de Malta y tanto Carlos como António profesaron como frailes. Por su parte, Maria Antónia de Portugal volvió a emparentar con la casa de Vidigueira, al contraer matrimonio con su primo Paulo da Gama (António Caetano de Sousa, op. cit., X, p. 361). Una genealogía manuscrita menciona también un hijo bastardo, un tal João da Gama (Francisco de Portugal, op. cit., 1947, p. 4). 15 Francisco de Portugal, op. cit., 1947, p. 4. 16 Cristóvão Alão de Morais, op. cit., III-2, p. 123. 17 Luis de Góngora, Romances, ed. Antonio Carreño, Madrid, Cátedra, 1988, pp. 248-250.

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las hazañas de los antepasados y el deseo de medrar en la corte mediante un matrimonio más o menos ventajoso con una ricahembra castellana. Por su parte, la Bibliotheca Lusitana no ahorra en elogios sobre Francisco de Portugal, su refinada educación y su ingenio:

Nos primeiros annos se aplicou ás artes dignas de seu nacimento como erão jogar as armas, manejar os cavallos, tocar varios instrumentos regulados pelos preceitos da Musica, e cultivar as flores da Poesia para a qual o dotou tão prodigamente a Natureza, que excedeo aos mayores corifeos do Parnasso Castelhano assim na afluencia das vozes, como na subtileza dos conceitos, retratando tão fielmente nos versos o seu espirito, que aquelles que se publicavão sem o seu nome erão logo conhecidos por partos da sua Musa. Passando a Madrid frequentou o Palacio de Filippe III. onde foy applaudido, e estimado pelo mais discreto cortezão daquelle idade causando respeito aos inferiores, enveja aos iguais, e admiração aos mayores. Entre todos se distinguia na pompa, e boa eleição dos vestidos, que trajava, posto que a fazenda que possuia não era correspondente à sua qualidade. Ninguem podia competir com elle assim na urbanidade do trato, como na promptidão das respostas, e agudeza dos ditos, que sendo muitos jocosos nunca degenerarão em pueris 18.

En efecto, el comendador de Fronteira fue un gentilhombre vinculado a la corte de los reyes Felipe III y Felipe IV en Madrid, en la que permaneció entre 1621 y 1623 y entre 1626 y 1627, y de la que sacó inspiración para componer en castellano y portugués su preciado Arte de Galantería (1670), un manual de finas maneras y anécdotas cortesanas dedicado a «las damas de Palacio». Durante su prisión, primero en la Misericordia de Lisboa y luego en el castillo de Almada ―entre 1627 y 1628, por haber recusado embarcarse a la India19―, don Francisco ya había expresado su intención de componer «hum descurso [no qual se explique] como se hade dexar galantear huma dama e ho ade fazer hum galante, que O Cortezano não tinha nenhuma notissia dos

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Diogo Barbosa Machado, op. cit., II, p. 230. Precisamente uno de los motivos alegados por don Francisco para no embarcarse en 1627 fue su negativa a participar el proceso judicial contra el Virrey de la India, que no era otro que su pariente el cuarto conde da Vidigueira, Francisco da Gama: «Recusou a commisão por causa das ordens severas, que lhe davam contra o Viso-Rei, que então regia o Estado, e que era seu parente, em grau mui proximo, e seu intimo amigo, dizendo: “Tenho muitos filhos, e pouca fazenda para mante-los; sei que nesta viagem posso licitamente fazer grandes interesses; mas prefiro o perder todas estas vantagens, a passar pelo desgosto de trazer preso para o Reino um fidalgo tam honrado, além de meu amigo, e parente”» (José Maria da Costa e Silva, Ensaio biographico-critico sobre os melhores poetas portuguezes, Lisboa, Imprensa Silviana, 1854, VII, p. 38). 19

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nossos modos nem partecularizou isto»20, esto es, un manual que reflejara la larga tradición de maneras galantes de la corte portuguesa. La experiencia del comendador de Fronteira en las lides cortesanas viene avalada por la siguiente anécdota: «por veces, se oyó [decir] a Sus Altezas [los Reyes de España]: “Sólo cuando don Francisco de Portugal está en Madrid parece esto palacio”»21. En su amplia correspondencia son frecuentes las alusiones a los principales escritores españoles de la época, como el conde de Villamediana, Lope de Vega, Francisco de Quevedo o el propio Góngora, con algunos de los cuales parece haber mantenido una relación de estrecha amistad. Tras ejercer varias veces de capitán de las Armadas del Reino y participar heroicamente en la defensa de Baía en 1624 ―«movido da gloria e zelo da Patria»22―, Francisco de Portugal, profesó como monje terciario en el Convento de S. Francisco da Cidade, en Lisboa, donde según nos cuenta la Bibliotheca Lusitana: […] foy acommetido de hum grande desmayo causado da debilidade a que o reduzião as penitencias, e sendo promptamente socorrido pelos circunstantes ao dezapertarlhe os vestidos o virão cingido com hum aspero cilicio que costumava trazer havia muitos annos. Com tão religiosas virtudes se preparou o seu espirito para a eternidade, o qual depois de recebidos os Sacramentos com grande piedade passou a gozar da patria celeste a 5 de Julho de 1632, com 47 annos de idade 23.

Además de ser hombre de armas y hábil cortesano, Francisco de Portugal también probó suerte en el cultivo de las letras. Escrita en la estela de Luis de Góngora y del conde de Villamediana, su obra literaria circuló principalmente en forma manuscrita y tan solo fue publicada de manera póstuma en 1652 por empeño de su hijo y heredero Lucas de Portugal, si bien permanece prácticamente olvidada en la actualidad24. La mayor parte de su producción poética ―que incluye sonetos, canciones, motes, 20

Francisco de Portugal, op. cit., 1947, p. 120. La primera edición moderna del Arte de Galantería fue realizada a mediados del siglo XX: Francisco de Portugal, Arte de Galanteria, ed. Joaquim Ferreira, Porto, Domingos Barreira Ed., 1943. Existe asimismo una reciente edición a cargo del profesor Freitas de Carvalho: Francisco de Portugal, Arte de Galantería, ed. José Adriano de Freitas Carvalho, Porto, Centro Inter-Universitário de História da Filosofia – Universidade do Porto, 2012a. 21 Francisco de Portugal, op. cit., 2012a, p. 166. 22 Diogo Barbosa Machado, op. cit., II, p. 231. 23 Ibíd., p. 231. 24 Se ha afirmado que la obra de juventud de Francisco de Portugal habría sido impresa in quarto en Madrid en torno a 1604, bajo el pseudónimo de Tomás de Jape (António Caetano de Sousa, op. cit., X, p. 361), pero lamentablemente no se ha conservado ningún rastro de esta edición.

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redondillas, sextinas, octavas y romances en portugués y castellano― fue compilada bajo el título Divinos e humanos versos25, con una dedicatoria dirigida al príncipe D. Teodósio (1634-1653), el malogrado primogénito del nuevo rey D. João IV de Portugal. Esta edición de 1652 apareció acompañada de las Prisões e solturas de um alma, compuestas de prosa y verso e inspiradas por la prisión de su autor en el castillo de Almada. Otro extenso poema digno de mención sería la Fábula burlesca de Iphis e Anaxarte, que recrea la mitología clásica en clave paródica26. En lo que respecta a su obra en lengua castellana, además del celebrado Arte de Galantería cabe destacar la antología lírica titulada Tempestades y batallas de un cuidado ausente, que fue publicada también de manera póstuma en las prensas lisboetas de Antonio Craesbeeck de Melo en 1683. Cuando Francisco de Portugal muere en Lisboa en 1632 gozaba de fama y prestigio de poeta insigne y cultivado. Para el padre Caetano de Sousa, el comendador de Fronteira «foy muy entendido, grande cortezão e poeta»27. Francisco Manuel de Melo lo considera «um dos sojeitos de mais aplauso que houve em nosso tempo, assim neste reino [de Portugal] como no de Castela»28. En su Diccionario Bibliographico Portuguez, Inocêncio Francisco da Silva anota:

Foi D. Francisco dintincto alumno da eschola de Gongora, de quem soube imitar o estylo, sem todavia copiar ou exagerar os defeitos, como tantos fizeram. As suas poesias portuguezas são escriptas em linguagem pura, e elegante, posto que no estylo descaia por vezes na affectação e conceitos, proprios do mestre, que tomara por modelo. A sua versificação é sonora, e numerosa, e sabe rimar com facilidade. Merecia ser mais conhecido do que é actualmente 29.

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También existe una edición moderna: Francisco de Portugal, Divinos e humanos versos, ed. Maria Lucília Gonçalves Pires, Porto, Centro Inter-Universitário de História da Filosofia – Universidade do Porto, 2012b. 26 Maria Hermínia Maldonado, «Uma fábula burlesca de D. Francisco de Portugal», Boletim da Biblioteca da Universidade de Coimbra, 35, 1980, pp. 283-322. 27 António Caetano de Sousa, op. cit., X, pp. 360-361. 28 Francisco Manuel de Melo, op. cit., 1999, II, p. 92. 29 Inocêncio Francisco da Silva, Diccionario Bibliographico Portuguez, Lisboa, Imprensa Nacional, 1858, III, p. 38.

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II. El gusto por la caballería

La primera noticia que relaciona a Francisco de Portugal con la Crónica do Imperador Beliandro la encontramos en el Hospital das Letras (1657) de Francisco Manuel de Melo, quien había expresado en una carta a Lucas de Portugal que su difunto padre «restituiu a Portugal, com muitos ganhos, a glória que Portugal lhe havia dado em seu apelido»30. Aunque, como el resto de Apólogos Dialogais de su autor, no vio la luz hasta 1721, el Hospital das Letras había sido escrito en torno a 1657 y constituye una de las primeras obras críticas sobre literatura portuguesa. Cuando Justo Lipsio, uno de los cuatro interlocutores que participan en un debate sobre el estado actual de las letras31, manifiesta su interés por la literatura del momento, es informado sobre la lista de las obras atribuidas al comendador de Fronteira:

As Tempestades e Batalhas, uma idea galante e namorada que imprimiu, em seus dias, debaixo do nome de Tomás de Jape. Muitos anos depois de sua morte se estamparam algumas rimas suas, com título de Divinos e Humanos Versos, a quem deu forma de livro e pôs os remates Francisco Luís de Vasconcelos, cujas obras também sem alguma razão houveram de padecer uma sorte semelhante, de seu engenho bem desigual demerecida, porque o sangue da vea de sua musa foi muito parente do sangue de suas veas, ilustre e ilustrado por avós e por estudos. Tinha composto D. Francisco a Arte de Galanteria, o Solitário, os Espíritos dos Portugais e um famoso livro de cavalerias que ainda hoje se guarda com o nome de Dom Belindo32.

Identificamos rápidamente este «famoso livro de cavalerias que ainda hoje se guarda com o nome de Dom Belindo» con la Crónica do Imperador Beliandro, que, como es sabido, circuló manuscrita bajo una serie de diversos títulos desde mediados del siglo XVII. En realidad, desde el estricto punto de vista cronológico la atribución de la novela al comendador de Fronteira sería factible, ya que su muerte no tuvo lugar

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Francisco Manuel de Melo, Cartas familiares, ed. Maria da Conceição Morais Sarmento, Lisboa, Imprensa Nacional – Casa da Moeda, 1981, p. 430. 31 En el Hospital das Letras «fazem a interlocução: os livros de Justo Lípsio na Crítica, Trajano Bocalino nos Regáglios; D. Francisco de Quevedo nos Sonhos, e o Autor nos Diálogos. É cena uma livraria de Lisboa» (Francisco Manuel de Melo, op. cit., 1999, II, p. 39). 32 Francisco Manuel de Melo, op. cit., 1999, II, p. 93.

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hasta 1632, apenas dieciséis años antes que la de la más probable autora Leonor Coutinho (fallecida en un accidente de carroza en el Alentejo el 23 de enero de 1648). En las cartas a su viejo amigo el obispo Rodrigo da Cunha, don Francisco ya había manifestado un cierto interés por la literatura caballeresca, un género tan de moda en aquel momento en la corte española ―«de Madrid [...] se me pede Olivante de Laura33, se por ventura se achar nesta caza de trás de alguma arqua, far-me-á V. S. muita merçe mandar-mo, posto que nas cazas dos bispos mais sertos serão missais»34―, e insiste en el entretenimiento ocasionado por su lectura durante los días de lluvia o de tristeza: «Se os framentos de Olivante se puderem qua remedear estima-lo-ey, porque era apitite o que eu dezejava de sastisfazer o tempo choroso»35. Este fragmento revela la existencia de un circuito más o menos organizado de préstamo e intercambio de libros ―lo que la profesora Isabel Almeida denomina «uma rede de interesses determinada pelo gosto cortesão»36, que tal vez incluía también manuscritos de obras originales, sometidos al escrutinio y los dictámenes de los amigos del autor, una costumbre muy en boga durante el Siglo de Oro―. Asimismo, al reseñar los festejos organizados en 1623 con motivo de la venida a Madrid del príncipe de Gales, Carlos Estuardo37 ―durante su cortejo de la infanta María de Austria, la hermana de Felipe IV―, don Francisco comentará con ironía: «aqui so de festas se trata, que querem comverter este ingles a puras canas. O 33

La voluminosa Historia del invencible caballero Don Olivante de Laura, Príncipe de Macedonia, que por sus admirables hazañas vino a ser Emperador de Constantinopla (Barcelona, 1564) es un libro de caballerías escrito por el leonés Antonio de Torquemada (1507-1569), autor también de la célebre miscelánea titulada Jardín de flores curiosas (Salamanca, 1570). Durante el escrutinio de la biblioteca de Alonso Quijano, opina el cura: «el autor de ese libro […] fue el mismo que compuso a Jardín de flores, y en verdad que no sepa determinar cuál de los dos libros es más verdadero, o, por decir mejor, menos mentiroso; sólo sé decir que éste irá al corral, por disparatado y arrogante» (Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, ed. Francisco Rico, Madrid, Santillana, 2011, p. 62). 34 Francisco de Portugal, Poesias, op. cit, 1947, p. 98. 35 Ibíd., p. 99. 36 Isabel Almeida, Livros Portugueses de Cavalarias, do Renascimento ao Maneirismo, tesis de doctorado, Lisboa, Universidade de Lisboa, 1998, p. 71. 37 Sobre la repercusión de la visita del príncipe de Gales en la literatura española, véanse Zaida Vila Carneiro, «Festejos y representaciones teatrales para agasajar a un Príncipe de Gales», en Cuatrocientos años del «Arte nuevo de hacer comedias» de Lope de Vega: actas selectas del XIV Congreso de la Asociación Internacional de Teatro Español y Novohispano de los Siglos de Oro: Olmedo, 20 al 23 de julio de 2009, coords. Germán Vega García-Luengos y Héctor Urzáiz Tortajada, recurso electrónico, 2010, II, pp. 1075-1084, y Zaida Vila Carneiro, «La repercusión en la poesía española de la visita a España del Príncipe de Gales, Carlos Estuardo, en 1623», en La tinta en la clepsidra. Fuentes, historia y tradición en la literatura hispánica, eds. Sònia Boadas, Félix Ernesto Chávez y Daniel García Vicens, Barcelona, MMR, 2012, pp. 89-96. El proyecto de matrimonio fallido nos recuerda ciertamente a la historia del rey de Inglaterra y la infanta Lindonisa de Portugal en la Primera Parte del Beliandro.

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cazamento paresse que não pode dexar de ser, e eu depois de visto disto crejo aos pez junttos em Henrrique Frusto. A verdade he que terra que deu de sy D. Gilão o Cuidador tudo dará»38. Henrique Frusto es el cronista ficticio que declara como fuente el narrador de la trilogía de Crónica de D. Duardos, de Gonçalo Coutinho (finales del siglo XVI). El Palmeirim de Inglaterra de Francisco de Moraes (1544) ya mencionaba a un antiguo cronista llamado «Anrique Frusto». Siguiendo los tópicos del falso traductor y el libro encontrado, algunos códices de las distintas partes del D. Duardos la suponen compuesta por un tal «Henrrique Frusto, chronista ingres, e tresladada em portugues por Gomes Ennes de Zurara, que fes a Chronica del Rey Dom Afonço Henrriques de Portugal, achada de novo entre seus papeis»39. Por su parte, «Gilão o Cuidador» es uno de los personajes del Amadís de Gaula y sus continuaciones. Como vemos, la incredulidad provocada por la exigencia española de que el príncipe inglés se convirtiera al catolicismo para poder casarse con la infanta evoca en don Francisco el recuerdo de las novelas más disparatadas40. También en el Arte de Galantería opinará el comendador de Fronteira en defensa de las fábulas caballerescas:

Ni veo razón por que se condenen estos libros, pues no hay ninguno en que no se halle algo de bueno y los bien escritos son un modelo de todas las perfeciones que nos ponen en camino que, siendo formado de lo fingido, es un retrato de lo verdadero, de que todos los estados pueden tomar perfeción41.

38

Francisco de Portugal, op. cit., 1947, p. 107. La apócrifa referencia al historiador Gomes Eanes de Zurara (1410-1474) provocó un cierto revuelo entre la crítica decimonónica: véanse al respecto las tesis doctorales de Raúl César Gouveia Fernandes, Crônica de D. Duardos (Primeira Parte), cód. BNL 12904: edição e estudo, tesis de doctorado, São Paulo, Universidade de São Paulo, 2006, pp. 36-45, y de Nanci Romero, Edição da Crónica de D. Duardos (Segunda e Terceira Partes), tesis de doctorado, São Paulo, Universidade de São Paulo, 2012, pp. 20-22. 40 También la Crónica de D. João II el propio Garcia de Resende había recurrido a la comparación con las novelas de caballerías para evocar el lujo de las bodas del príncipe D. Afonso de Portugal con la princesa Isabel, la hija mayor de los Reyes Católicos, en 1490: «cousa que se se houvesse de escrever meudamente como foi, pareceria fábula de Amadis, ou Esplandião» (véase Isabel Almeida, op. cit, p. 33). Para una contextualización general de los usos de la literatura caballeresca, véase la monografía de Pedro M. Cátedra, El sueño caballeresco. De la caballería de papel al sueño real de Don Quijote, Madrid, Abada, 2007. 41 Francisco de Portugal, op. cit., 2012a, p. 152. 39

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La crítica ha relacionado esta defensa del género con la influencia que pudo ejercer la lectura atenta de Corte na aldeia de Francisco Rodrigues Lobo (1616), que habría sido, a su vez, un lector entusiasta de Miguel de Cervantes42.

III. La confusión de los críticos

La atribución de la autoría del D. Belindo ―o Crónica do Imperador Beliandro― a Francisco de Portugal se impuso a partir del impreciso testimonio de Francisco Manuel de Melo, cuya fiabilidad nunca llegó a ser puesta en tela de juicio. Así, la recoge Teófilo Braga en su Historia das Novellas Portuguezas de Cavalleria, al comentar el conocido pasaje de la penitencia de Amadís de Gaula en la Peña Pobre, del que observa que fue «imitado por Francisco de Portugal, na novella inedita de Dom Belindo»43. Unas páginas más tarde insiste en la misma idea al evaluar la influencia del Amadís sobre textos posteriores ―«D. Francisco de Portugal imitou-o tambem na sua novella inedita de Dom Belindo, no capitulo cincoenta»― y advierte que «no cap. 51 [do D. Belindo], ha imitação do episodio do Arco dos Amantes»44, refiriéndose a la prueba de la Torre de Esmeralda de Niquea narrada en la Segunda Parte del Beliandro. Por sorprendente que pueda resultar, estas informaciones no parecen entrar en conflicto con la frecuente atribución del texto a la condesa da Vidigueira que aduce la mayor parte de la tradición bibliográfica portuguesa, una información que Teófilo Braga debía conocer aunque fuera indirectamente. Ya en el siglo XX, también se hacen eco de la supuesta autoría del comendador de Fronteira los críticos Avalle-Arce45, Manuppella46, Teensma47, Colomès48 y Bouza49,

42

Zulmira Coelho de Santos, «Rodrigues Lobo leitor de Cervantes?», en Cervantes en el espejo del tiempo, ed. Mª Carmen Marín Pina, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza / Alcalá, Universidad de Alcalá, 2010, pp. 431-440. Sobre el mismo asunto, puede consultarse también el artículo de José Adriano de Freitas Carvalho, «A retórica da cortesía: Corte na Aldeia (1619) de Francisco Rodrigues Lobo, fonte da Epítome de la eloquencia española (1692) de Francisco José Artiga», Península. Revista de Estudos Ibéricos, 0, 2003, pp. 423-441. 43 Teófilo Braga, Historia das Novellas Portuguezas de Cavalleria. Formação do Amadis de Gaula, Porto, Imprensa Portugueza, 1873, p. 81. 44 Ibíd., p. 245. 45 Juan Bautista Avalle-Arce, «El arco de los leales amadores en el Amadís», Nueva Revista de Filología Hispánica, VI, 1952, pp. 149-156. 46 Francisco Manuel de Melo, A Visita das Fontes. Apólogo Dialogal Terceiro, ed. Giacinto Manuppella, Coimbra, Universidade de Coimbra, 1962.

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entre otros. ¿Una mentira repetida muchas veces se convierte en una gran verdad? El caso de Teensma es particularmente flagrante, ya que ―guiado por la conjetura del Diccionario Bibliographico Portuguez de Inocêncio da Silva50― defiende la autoría de Francisco de Portugal y rechaza tajantemente la de Leonor Coutinho por estimar que el estado de la lengua que reflejan los manuscritos sitúa su origen en el siglo XVI: Estou inteiramente de acordo com [a] opinião de Inocêncio […], e como D. Leonor Coutinho viveu quando já era muito entrado o século XVII, não me parece fácil que fosse ela a autora da obra [...] É de deduzir que deva atribuir-se a autoria do romance a este último [D. Francisco de Portugal], como sendo mais lógico 51.

A nuestro modo de ver, la argumentación del crítico holandés carece de todo fundamento, ya que el comendador de Fronteira y la condesa da Vidigueira fueron estrictos contemporáneos y nacieron ambos en el último cuarto del siglo XVI. Tras una ardua investigación, Aurelio Vargas Díaz-Toledo52 ha concluido que el verdadero texto de caballerías compuesto por Francisco de Portugal no habría sido el D. Belindo alegado por Francisco Manuel de Melo, sino más bien una continuación portuguesa del castellano Belianís de Grecia, hasta la fecha desconocida, que el investigador propone denominar «Quinta Parte» al retomar la acción novelesca justo en el punto donde termina la Cuarta53. El texto se ha conservado incompleto en el Arquivo

47

Benjamin Nicolaas Teensma, «Nótula sobre alguns manuscritos da Crónica do Imperador Beliandro e da História da Grécia», Boletim Internacional de Bibliografia luso-brasileira, IV, 1963, pp. 110-114. 48 Francisco Manuel de Melo, Le Dialogue «Hospital das Letras», ed. Jean Colomès, Paris, Fundação Calouste Gulbenkian – Centro Cultural Português, 1970. 49 Fernando Jesús Bouza Álvarez, Corre manuscrito. Una historia cultural del Siglo de Oro, Madrid, Marcial Pons, 2001, p. 60. 50 Inocêncio Francisco da Silva, op. cit., V, pp. 178-179. 51 Benjamin Nicolaas Teensma, art. cit., pp. 112-114. 52 Aurelio Vargas Díaz-Toledo, «Una desconocida continuación del Belianís de Grecia en portugués», en Rumbos del Hispanismo en el umbral de Cincuentenario de la AIH, vol. III – Siglo de Oro (prosa y poesía), ed. Mª Luisa Cerrón Puga, Roma, Bagatto Libri, 2013, pp. 146-154. 53 Notable heredera de los Amadises y Palmerines, el Belianís de Grecia supone una de las «sagas literarias más conocidas del género caballeresco castellano» y fue escrita en cuatro partes por el licenciado burgalés Jerónimo Fernández (véase Daniel Eisenberg y Mª Carmen Marín Pina, Bibliografía de los libros de caballerías castellanos, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2000, pp. 263-274). Cabe reseñar la existencia de una alternativa Quinta parte de don Beleanís de Grecia y su hijo Velflorán, con sus grandes echos, compuesta en castellano por un tal Pedro Guiral de Verrio, de la que existen dos copias: el incompleto ms. 13.138 de la Biblioteca Nacional de Madrid y el cód. 5683 de la Biblioteca Imperial de Viena ―mal catalogado en el pasado como copia manuscrita de la Tercera y Cuarta Partes― (Aurelio Vargas Díaz-Toledo, art. cit., 2013, pp. 146-154). Conviene recordar que también el autor del Quijote quiso aventurarse con una secuela del exitoso Belianís: «posiblemente el

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Nacional da Torre do Tombo (Lisboa) bajo la signatura nº 1144 de los «Manuscritos da Livraria». La patente semejanza del título «Belianís» con el de la novela que nos ocupa pudo provocar la confusión de Francisco Manuel de Melo ―cuya fuente desconocemos, pero que tal vez se refería a un texto que apenas conocía de oídas y al que no había prestado demasiada atención―, que fue arrastrada por la crítica posterior. En efecto, el autor de los Apólogos Dialogais había expresado en varias ocasiones su escaso aprecio por el género caballeresco54. Por otra parte, a pesar de los halagos que le dedica, no nos consta que Melo hubiera mantenido una relación demasiado estrecha con Francisco de Portugal sino que, en la epístola que dirige a su hijo Lucas en 1651, apenas reconoce estar familiarizado con su obra poética55. Ya en una temprana carta de 1616, el comendador de Fronteira había lamentado las críticas de una tal doña Ana56 hacia un texto suyo denominado originalmente Belflorão: «As novas [...] que D. Anna da de Belflorão são culpado de dezatado»57. En efecto, el texto localizado por Vargas Díaz-Toledo narra, entre otras complicadas aventuras, los sufrimientos amorosos de Belflorão ―el hijo y heredero del caballero Belianís de Grecia y la princesa Florisbela de Babilonia― por culpa de la linda Belianisa. La carta nos permitiría, pues, datar esta continuación portuguesa del Belianís en torno a mediados de la segunda década del siglo XVII. Unos años más tarde, el 22 de junio de 1624, Francisco de Portugal informa a su corresponsal Rodrigo da Cunha ―por aquel entonces obispo de Oporto― de un repentino interés de otra dama de la corte, esta vez no identificada, por el fragmento novelesco que había escrito en el pasado, y que ahora ha vuelto a mandar copiar y no descarta reelaborar:

proyecto de Cervantes era escribir una nueva continuación de los libros I-II, subsanando las deficiencias que encontraba en los libros III-IV» (Daniel Eisenberg y Mª Carmen Marín Pina, op. cit., p. 269). 54 «Juro a V. M. que toda a vida me enfadarão as damas dos livros de cavalerias, porque sempre as achava acompanhadas de cachorros, de leoẽs, e de enãos. Tão inimigo sou destas taes sevandilhas, que nẽ em livros mentirosos as sofro; veja V. M. que será nas cousas verdadeiras? Mas o que he humor, ou capricho meu, não he razaõ que se assente por regra geral. Seja advertido para quem tiver outro tão mao gosto» (Francisco Manuel de Melo, Carta de Guia de Casados, ed. Daniel Neto Rocha, Coimbra, Universidade de Coimbra – Centro de Estudos de Linguística Geral e Aplicada, 2007, p. 37). 55 Francisco Manuel de Melo, op. cit., 1981, pp. 430-432. 56 Podría tratarse de la hispano-portuguesa Ana María de Manrique y Cárdenas (1594-1660), la hija del duque de Maqueda y la duquesa de Nájera, dama de la reina Isabel de Borbón y futura esposa del primogénito de los duques de Aveiro y primer duque de Torres Novas, Jorge de Lencastre, a la que el comendador de Fronteira dedicó varios poemas y sirvió como «galán» en alguna fiesta palaciega (Francisco de Portugal, op. cit., 2012a, p. 59). 57 Francisco de Portugal, op. cit., 1947, p. 95.

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Pediran-se-me de Palacio huma dama, que bem encaresido está o ser mais que mandar, os capitulos en que seguimos D. Belianes. Estou mandando-os tresladar e detremino de lhe acresentar alguns naqueles muros de cristal se a perguisa me não for à mão58.

En esta carta, Francisco de Portugal reconoce haber escrito ―casi por pasatiempo, luchando contra la desidia y la pereza― una nueva continuación del Belianís en lengua portuguesa, que hasta ahora habría permanecido desconocida. Efectivamente, Ettore Finazzi-Agrò ya había advertido (sin mucha repercusión por parte de la crítica) que «neste passo se fala com clareza [...] do Belianís de Grecia, romance de cavalaria castelhano (em quatro partes: I e II, 1547; III e IV: 1579), que nada tem que ver com a Crónica de D. Belindo»59. Sin embargo, fomentando el equívoco en lo que se refiere a la autoría del texto, el crítico italiano confunde al comendador de Fronteira con su pariente el tercer conde de Vimioso ―otro Francisco de Portugal (1550-1582), nieto del primer conde y muerto contra los españoles en la batalla naval de Vila Franca, en las Azores60―, y no duda en identificarlo con la referencia señalada en el Hospital de las Letras: «D. Francisco de Portugal, 3.º conde do Vimioso»61. En un error similar recae

58

La misiva continúa: «VS. mandeme en que o sirva e se acazo se lembra de hum soneto feito ao Vasquo de Lobeira dizem que pelo Infante Dom Luiz mandemo copiado que mo pedio Castel Rodrigo por andar Amadiz muy valido do Infante Carlos quer parese justificar que são portuguezes aquelles sentim. tos» (Francisco de Portugal, op. cit., 1947, pp. 113-114.), un fragmento en el que el comendador de Fronteira retoma la teoría que defiende el origen lusitano del clásico Amadís de Gaula. 59 Ettore Finazzi-Agrò, A Novelística Portuguesa do Século XVI, trad. Carlos Moura, Lisboa, Instituto de Cultura Portuguesa, 1978, p. 110. «É curioso observar como o texto castelhano [do Belianís] nunca foi publicado em terras portuguesas, nem foi nunca traduzido para a língua de Camões. Para além disso, na extensa bibliografia cavaleiresca relacionada com o mundo luso, nunca se acha referência nenhuma de que tenha sido conhecido, exceto por uma pequena alusão no capítulo 79 da sexta parte do Palmeirim de Inglaterra, ou Clarisol de Bretanha, do escritor de Tavira Baltasar Gonçalves Lobato» (Aurelio Vargas Díaz-Toledo, op. cit., 2012, p. 151). Como resulta evidente, la referencia del Clarisol puede deberse simplemente a que su autor conociera la novela en su versión castellana. 60 No consta ningún interés del tercer conde de Vimioso por la literatura de caballerías. A pesar de que «foy erudito e bem instruido nas línguas hebraica, grega e latina; soube a franceza, italiana e hespanhola e a materna com propriedade, e em todas compunha com energia» (António Caetano de Sousa, op. cit., X, p. 428), de su pluma apenas se conservan unas trovas en las que «judiciosamente increpava a El-Rey D. Sebastião do intento de passar a Africa, distribuidas em tres poesias, que intitulou Avizo primeiro de Franco a Sebasto» (Diogo Barbosa Machado, op. cit., II, p. 230). 61 Ettore Finazzi-Agrò, op. cit., p. 70. Sospechamos que esta monografía de Finazzi-Agrò es la fuente errónea a la que recurren los catálogos on-line de la Biblioteca Nacional de Lisboa y el Arquivo Nacional da Torre do Tombo que, sin citar el origen de la información, consignan con respecto a los ejemplares de la Crónica do Imperador Beliandro que custodian: «Autoria incerta. Alguns autores atribuem-no a D. Leonor Coutinho, condessa da Vidigueira (15--16--). Outros pensam ser seu autor D. Francisco de Portugal, 3º conde de Vimioso (1550-1582)».

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Vargas Díaz-Toledo62, que tiende a identificar al comendador de Fronteira con su tatarabuelo el primer conde de Vimioso, que había fallecido en 1549. Como hemos aclarado, aunque los tres comparten el mismo nombre y son miembros de la misma familia, se trata de personajes diferentes y alejados casi una centuria en el tiempo63.

IV. Un tal Francisco Manuel

Antes de concluir, cabe reseñar la atribución posterior del Beliandro a un desconocido personaje denominado Francisco Manuel, la cual aparece consignada en el frontispicio del códice nº HS.11.C.2 de la Biblioteca Universitaria de Utrecht (Holanda): «Author desta obra D. Franc.co Manoel». A partir de la descripción del holandés Teensma, Finazzi-Agrò planteó una posible identificación de este «Francisco Manoel» con el propio Francisco Manuel de Melo ―lo que supondría un insólito tour de force―, aunque acabó descartando la hipótesis por considerarla poco verosímil: A grafia é, com efeito, de mão tardia e mesmo querendo identificar «D. Fran. co Manoel» con o autor do Hospital das Letras poder-se-ia perguntar o porquê de ele mais tarde preferir atribuir a outro o seu livro 64.

Teensma ya había estimado que «o facto de a Chrónica do Emperador Beliandro e a História de Grécia testemunharem uma psicologia bem alheia ao espírito de Dom Francisco Manuel de Melo são para mim provas bastantes para qualificar de errónea a indicação que se lê no frontispício do manuscrito de Utreque»65. ¿Tal vez la anotación apenas remite de forma oblicua a la información reseñada en el Hospital das Letras? Téngase en cuenta que también en el códice nº 81 de la Biblioteca del Museu Nacional de Arqueologia de Belém (Lisboa) aparecen algunas referencias marginales a un tal

62

Aurelio Vargas Díaz-Toledo, op. cit, 2012, p. 111. Hay, todavía, un cuarto y último Francisco de Portugal (1679-1749), el octavo conde de Vimioso y segundo marqués de Valença, notable erudito y miembro de la «Academia dos Ocultos», defensor de la comedia nueva ante el auge de las modas afrancesadas y autor en 1739 de un Discurso apologético em defesa do teatro espanhol (António Caetano de Sousa, op. cit., X, pp. 461-464; Diogo Barbosa Machado, op. cit., II, pp. 232-234). 64 Ettore Finazzi-Agrò, op. cit., p. 70. 65 Benjamin Nicolaas Teensma, art. cit., p. 112. 63

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«Manoel da Costa» o «Manoel Fr.co da Costa» (fols. 266v y 267r), que parece ser el copista o lector encargado del ejemplar. ¿Podría tratarse del mismo personaje? Otro desconocido Francisco Manuel es el mencionado con cierta ligereza por Francisco de Portugal en una carta del 16 de octubre de 1627 a Rodrigo da Cunha, en la que refiere a propósito de una visita a Lisboa: «em caza de hum Dom. Fran.co M.el se eixercitão os engenhos do lugar, que são tibeos»66. Este personaje, cuyo talento literario parece cuestionar el mordaz comendador de Fronteira, también suele ser identificado con el propio Francisco Manuel de Melo, si bien no disponemos de grandes argumentos que respalden esta consideración.

V. Conclusión: La maternidad del texto

Las teorías que relacionan la autoría original de la Crónica do Imperador Beliandro con el primer conde de Vimioso (1480-1549) o con su nieto el tercer conde (1550-1582) nos parece que pueden ser finalmente descartadas. Asimismo, el reciente hallazgo por parte de Aurelio Vargas Díaz-Toledo de la inédita continuación portuguesa del Belianís de Grecia adquiere una importancia capital, al poner en tela de juicio el papel ejercido por Francisco de Portugal en la redacción de la novela generalmente atribuida a Leonor Coutinho. No obstante, dada la afición que expresa el comendador de Fronteira en sus cartas en relación a la lectura y reelaboración lúdica de textos caballerescos, cabría formular la hipótesis de que hubiera intervenido de alguna forma en el dilatado proceso de escritura del Beliandro ―téngase en cuenta que Francisco de Portugal era pariente directo del marido de la condesa da Vidigueira y, en cierto modo, protector de su hija Maria Coutinho en la corte madrileña del Pardo, lo que pudo afianzar los lazos personales entre ambos67―. Nos enfrentaríamos, entonces, a la tentadora posibilidad de una autoría compartida o multiplicidad autorial, una circunstancia relativamente frecuente en lo que se refiere a textos que circularon manuscritos durante los siglos

66

Francisco de Portugal, op. cit., 1947, p. 119. En su reciente edición del Arte de Galantería (Francisco de Portugal, op. cit., 2012a, p. 153), el profesor Freitas Carvalho distingue, efectivamente, el Belianis bosquejado por Francisco de Portugal del D. Belindo compuesto por su «muito chegada parente» Leonor Coutinho, advirtiendo de la confusión reseñada en el Hospital das Letras. 67

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XVII y XVIII, un momento en el que el concepto cerrado de «autor original» aún no estaba desarrollado por completo. A semejante posibilidad podría aludir con una metáfora de inspiración alquímica el capitán Manuel da Madureira Lobo en su dedicatoria del ejemplar del Beliandro conservado en la Library of Congress de Washington bajo la signatura nº 158, datada el 15 de junio de 1692, en la que escribe a su amigo António Estêvão da Costa a propósito de la Primera Parte de la novela:

Ainda que paresa superfluo dizer que esta hystoria não he parto meo, pois ella por sua elegancia e alto estilo da a conhecer o seu author, he contudo necessario que eu o confese para que se conhesa que as fezes que levar este fenissimo ouro, não as troche do mineral donde sahio, senão que as recebeo do crizol por onde passou68.

En todo caso, la relación autorial de Francisco de Portugal con la Crónica do Imperador Beliandro parece poco sólida y se trata, seguramente, del producto de una larga confusión con la continuación portuguesa del Belianís de Grecia, hasta la fecha desconocida. En resumen, a falta de nuevos indicios al respecto, nos inclinamos a descartar de manera casi definitiva la atribución propuesta por Francisco Manuel de Melo en el Hospital das Letras ―una información, a todas luces inexacta, que la crítica posterior se había obstinado en perpetuar sin llegar a someterla a una revisión concienzuda―. Aunque es cierto que desmontar la hipótesis sobre Francisco de Portugal no implica necesariamente atribuir la novela a Leonor Coutinho, si tenemos en cuenta la significativa abundancia de fuentes directas e indirectas que defienden la autoría de la condesa da Vidigueira69 podríamos empezar a despejar la incertidumbre sobre la paternidad de la Crónica do Imperador Beliandro. O tal vez deberíamos escribir sobre su maternidad.

68

Crónica do Imperador Beliandro (Primeira Parte), Library of Congress of Washington, Portuguese Manuscripts Collection, ms. 152, p. 2. 69 Pedro Álvarez-Cifuentes, La Crónica do Imperador Beliandro: edición y estudio del ms. ANTT 875, tesis de doctorado, Oviedo, Universidad de Oviedo, 2014, pp. 102-116.

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Bibliografía citada

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RECIBIDO: NOVIEMBRE 2015 APROBADO: ENERO 2016 DOI: 10.14643/41A

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«ENVIDIOSOS DE LA GRANDEZA Y FELICIDAD DE SU IMPERIO». LAS PROPUESTAS DE LORENZO DE MENDOZA ANTE LA AMENAZA HOLANDESA A LA HEGEMONÍA COLONIAL IBÉRICA

Antonio Valiente Romero Universidad Nacional de Educación a Distancia España

RESUMEN: En 1630, tras una amplia experiencia como sacerdote y comisario de la Inquisición en el virreinato del Perú, Lorenzo de Mendoza llegó a la corte, donde dio a la imprenta una serie de memoriales dirigidos a Felipe IV, todos ellos con el trasfondo común de un imperio global, integrado y estable. En varios de ellos abordó, con distinta especificidad, las amenazas que se cernían sobre la hegemonía que aún ostentaba la Monarquía hispánica, con especial incidencia en las actividades llevadas a cabo por los holandeses. En este artículo realizamos un análisis de las reformas propuestas por Mendoza para consolidar la hegemonía colonial de los imperios ibéricos, aportando una serie de conclusiones sobre la viabilidad de las mismas. Palabras clave: Lorenzo de Mendoza, Unión Ibérica, hegemonía marítima, Carrera de Indias.

«Envidiosos de la grandeza y felicidad de su imperio». Lorenzo de Mendoza’s proposals against the Dutch threat to the Iberian colonial hegemony. ABSTRACT: In 1630, after a long experience as a priest and curator of the Inquisition in the Viceroyalty of Peru, Lorenzo Mendoza came to the Court, where he gave to the press a series of memorials addressed to Philip IV, all of them with the common background of a global, integrated and a stable empire. In some of them he tackled, with different specificities, the threats hovering over the hegemony that still held the Spanish Monarchy, with special emphasis on the activities carried out by the Dutch. In this paper we attempt an analysis of the reforms proposed by Mendoza to consolidate the hegemony of Iberian colonial empires, providing a set of conclusions on the viability of them. Keywords: Lorenzo de Mendoza, Iberian Union, maritime hegemony, Carrera de Indias.

ISSN: 2340-1176

Atalanta 2016, 4/1: 29-62


Antonio Valiente Romero

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«ENVIDIOSOS DE LA GRANDEZA Y FELICIDAD DE SU IMPERIO». LAS PROPUESTAS DE LORENZO DE MENDOZA ANTE LA AMENAZA HOLANDESA A LA HEGEMONÍA COLONIAL IBÉRICA

E

ntre 1630 y 1644, Lorenzo de Mendoza1 redactó y dio a la imprenta una serie de memoriales dirigidos a Felipe IV, en los que las temáticas fundamentales fueron el estatus de los súbditos portugueses en la Monarquía Hispánica, la denuncia de las capturas de indios que llevaban

a cabo los bandeirantes de São Paulo en el área colonial castellana o su propia y conflictiva experiencia como prelado episcopal de Río de Janeiro, entre otros asuntos. En varios de ellos abordó, de forma transversal y en algún caso específica, las amenazas que se cernían sobre la hegemonía que aun ostentaba la Monarquía, encarnadas fundamentalmente en las actividades navales, bélicas y comerciales llevadas a cabo por los holandeses. A lo largo de este estudio analizaremos la percepción que de estas amenazas tenía nuestro memorialista, así como las reformas que propuso para hacer frente a las mismas, concluyendo con algunas notas sobre la viabilidad de estas propuestas. Mendoza ha sido ya objeto de varios estudios. En el siglo XIX, Moreira de Azevedo, en lo que hoy denominaríamos una novela histórica2, lo presenta como un individuo de genio violento y costumbres impuras3. La descripción de Azevedo parece reflejar el conjunto de acusaciones de las que Mendoza fue objeto como consecuencia de sus conflictos con las oligarquías locales de Rio de Janeiro, estudiados por Coaracy4. Rubert5 fue el primero en trazar su biografía, muy centrada en su periodo en Río de Janeiro. Mediante el estudio de las fuentes primarias portuguesas, brasileñas, españolas y vaticanas, despojó la figura de Lorenzo de Mendoza de los perjuicios que arrastraba a consecuencia de las aseveraciones de Azevedo, concluyendo que fue un organizador inteligente y de gran preparación6.

1

Es frecuente encontrar su nombre en la bibliografía como Lourenço de Mendonça, pero dado que en la mayor parte de los textos que hemos manejado del autor este lo castellaniza, hemos optado por emplear esta forma. También hemos modernizado la ortografía y la puntuación de las citas procedentes de sus memoriales. 2 El mismo autor reconoce que no todos los personajes de su narración son reales: «Muitas das personagens, que representão papel mais ou menos importante nesta narrativa, existirão em realidade na época que esboçamos» (Moreira de Azevedo, Lourenço de Mendonça. Episodio dos tiempos coloniaes, Río de Janeiro, Typ. Industria Nacional de J.C.C. Cotrim editor, 1868, p. 20). Asimismo en ningún punto de la obra avala la veracidad de las acciones relatadas. 3 Ibíd., p. 16. 4 Vivaldo Coaracy, O Rio de Janeiro no século dezessete, Río de Janeiro, Jose Olympio, 1944. 5 Arlindo Rubert, «O prelado Lourenço de Mendonça: 1º bispo eleito do Rio de Janeiro», Revista do Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro, 311, 1976, pp. 13-33. 6 Ibíd., pp. 13 y 32-33.

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Sus memoriales, sin embargo, no han llamado la atención de los historiadores hasta los últimos años, especialmente el que constituye su obra de mayor envergadura: Suplicación a su majestad católica del rey nuestro señor, que Dios guarde, ante sus reales consejos de Portugal y de las Indias, en defensa de los portugueses (Madrid: s.n., 1630). Cardim7 aborda el estudio de este texto desde la perspectiva de las identidades nacionales, vinculando las ideas que Mendoza expone con la corriente de pensamiento sobre las identidades nacionales que se desarrolla durante la década de los años 30 del siglo XVII. Por su parte, Ramada Curto8 aborda su estudio en función al modelo de «homem português nos trópicos» propuesta por Freyre9, que rechaza en sus conclusiones. Finalmente Vilardaga10 retoma el estudio en el marco de las identidades nacionales, caracterizando la trayectoria de Mendoza como reflejo de las contradicciones de los súbditos de la Monarquía Hispánica del momento11.

I. La forja de un arbitrista

[…] he navegado más de veinte y dos mil leguas y caminado por tierra más de tres mil, tomando tantas noticias con rodear y estar en tantas partes o lo más del mundo, lo que se halla en muy pocos. Y sólo por esta cualidad tan buena estiman mucho los príncipes y repúblicas bien gobernadas a quien la tiene 12.

Estas palabras proceden del último memorial que Mendoza remitió a Felipe IV, poco antes de abandonar para siempre los dominios del monarca. Dejaba tras de sí, no sólo una ingente trayectoria viajera, también una dilatada experiencia en los dominios coloniales portugueses y castellanos que había ido desgranando en sus memoriales desde 1630. 7

Pedro Cardim, «“Todos los que no son de Castilla son yguales”. El estatuto de Portugal en la Monarquía española en el tiempo de Olivares», Pedralbes: Revista d'història moderna, 28:2, 2008, pp. 521-552. 8 Diogo Ramada Curto, «O Padre Lourenço de Mendonça: entre o Brasil e o Peru (c. 1630-c. 1640)», Topoi, 11:20, 2010, pp. 27-35. 9 Gilberto Freyre, Contribuição para uma sociologia da biografia: o exemplo de Luís de Albuquerque, governador de Mato Grosso, no fim do século XVII, Lisboa, Academia Internacional da Cultura Portuguesa, 1968, 2 vols., p. 29. 10 José Carlos Vilardaga, «Identidades instáveis: um padre português no império dos Felipes», Antíteses, 7:13, 2014, pp. 517-534. 11 Ibíd., p. 532. 12 Biblioteca Nacional de España (BNE), Mss/2376, (s.f.).

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«ENVIDIOSOS DE LA GRANDEZA Y FELICIDAD DE SU IMPERIO». LAS PROPUESTAS DE LORENZO DE MENDOZA ANTE LA AMENAZA HOLANDESA A LA HEGEMONÍA COLONIAL IBÉRICA

Mendoza nació en Sesimbra en 1585, residiendo en esta población hasta el 13 de agosto de 1602, cuando ingresa en la Compañía de Jesús, en cuyo seno cursó los estudios superiores13. En 1615, cuando ya había realizado sus primeros viajes, sabemos que ya no pertenecía a la orden Jesuita. Se estableció, entonces, en Potosí14, donde obtuvo el cargo de comisario del Santo Oficio. Pero sólo permaneció cinco años en la Villa Imperial, pues en 1620 se trasladó a la confluencia entre las provincias de Chichas y Lípez, para dedicarse al adoctrinamiento y reducción de los nativos15. Pero el proyecto de Mendoza iba más allá y la elección de este emplazamiento no fue casual. Por una parte, los indios de la zona no estaban sometidos al sistema de encomienda desde que el corregidor de La Plata, Antonio de Hozmayo, los liberase en 1560 16. Por otra, la historia de los encomenderos anteriores a dicha resolución hacía presuponer la existencia de importantes recursos mineros en la zona. De forma paralela al proceso de evangelización de los indios, Mendoza fue localizando los enclaves mineros y fundando reducciones junto a los mismos, estableciendo, a lo largo de la década de 1620, los asientos mineros de Tatasi, Chorolque, San Vicente, San Francisco, Monserrate, Chocaya y Sorocaya 17. La relativa proximidad a Potosí hizo que pronto comenzasen a desplazarse a la zona mineros dispuestos a iniciar las explotaciones, muchos de ellos portugueses, hecho comprensible si consideramos que con este traslado se convertían en feligreses de un párroco portugués y comisario de la Inquisición, que no podía tener prejuicios religiosos contra ellos por razón de su origen. Por su parte los indios comenzaron a trabajar a jornal en las minas, recibiendo el apelativo de «mingados», en contraposición a los «de encomienda»18.

13

Arlindo Rubert, art. cit., p. 13 y Diogo Barbosa Machado, Bibliotheca Lusitana historica, critica e cronológica na qual se comprehende a noticia dos autores portugueses, e das obras, que compuzeraõ desde o tempo da promulgaçaõ da Ley da Graça o tempo presente, Lisboa, Ignacio Rodrigues, 1752, p. 31. 14 Archivo General de Indias (AGI). Charcas, 2, ramo 6, doc. 148. 15 Ibíd. 16 Francisco M. Gil García, Lipes en los siglos XIV-XVII. Construcción de una región geohistórica identitaria en el altiplano surandino y clasificaciones coloniales, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2009, p. 273. En realidad los indios estuvieron inicialmente encomendados a Hernán Núñez de Segura y Francisco de Tapia (Ibíd., pp. 352-353), que efectuaron labores mineras en la zona y finalmente regresaron a la Península, quedando la mina oculta y volviendo la encomienda a la Corona (Ibíd., pp. 491492). 17 AGI. Charcas, 2, ramo 6, doc. 148. 18 Francisco M. Gil García, op. cit., p. 431.

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Pero este incipiente sistema de poblaciones de indios asociadas a asientos mineros pronto experimentó graves tensiones debido a dos factores: - Composición de extranjeros: Las disposiciones que, desde 1560, restringían el acceso de extranjeros a las colonias americanas de Castilla, se flexibilizaron en gran medida respecto a los lusitanos cuando Portugal quedó integrada en la Monarquía Hispánica en 1581. Sin embargo, a partir de 1620, debido a la mala coyuntura económica, la Corona comenzó a exigir a los portugueses una composición, es decir, una contribución económica para legalizar su situación, bajo amenaza de expulsión. Esto afectaba directamente a los mineros de los establecimientos fundados por Mendoza, que eran la cúspide del sistema extractivo. - Relaciones entre indios y mineros: Las costumbres derivadas del empleo de indios de encomienda en las explotaciones potosinas, de donde procedían la mayor parte de los mineros, pronto derivó en una cierta proletarización de los indios asalariados en las minas, sometidos a una actitud cada vez más abusiva. Además de estas tensiones en los establecimientos mineros que había ido creando, la experiencia de Mendoza sobre los problemas de integración existentes en las colonias americanas se intensificó a partir de 1625, cuando fue nombrado visitador de las provincias del sur por el obispado de La Plata19. En los viajes que emprendió en el desempeño de este cargo fue testigo de las incursiones que realizaban los habitantes de diversas ciudades de Brasil, especialmente São Paulo, en el área colonial de Castilla, para capturar y esclavizar indígenas. Señala, incluso, haber presenciado en 1625 cómo 300 brasileños llegaron a capturar en una operación de este naturaleza en torno a 7.000 indios, de los cuales solo un millar llegaron vivos a territorio portugués20. Estas experiencias llevaron a Mendoza a iniciar su actividad como memorialista. Su primera tentativa tuvo lugar en América cuando remitió, en 1629, a través de la audiencia de Charcas, un memorial manuscrito al Consejo de Indias en que se quejaba del trato que recibían los indios de los asentamientos que había fundado21. Pero Mendoza había decidido llevar a cabo acciones de mayor calado y, cuando llegó a Madrid en 1630, dio a la imprenta sus primeros memoriales, que debía haber redactado

19

Arlindo Rubert, art. cit., p. 14. Ibíd. 21 AGI. Charcas, 419, lib. 4, ff. 241v-242r. 20

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con antelación. A partir de entonces sus obras impresas se articulan en dos etapas bien diferenciadas. La primera se inicia en 1630, cuando da a las prensas los memoriales suscitados por las experiencias ya comentadas. Presentan un cierto tono optimista, en los que se trasluce su confianza en poder aportar soluciones globales a los problemas que le preocupan. En ellos se encuentran la mayor parte de las propuestas que analizaremos. Los textos incluidos en este grupo son los siguientes: 1) [Sin título] El doctor Lorenzo de Mendoza, presbítero, dize: Que ha servido a V.M. por tiempo de más de quince años…, [Madrid: s.n., 1630]22. 2) Suplicación a Su Majestad Católica del rey nuestro señor, que Dios guarde. Ante sus reales consejos de Portugal y de las Indias, en defensa de los portugueses, [Madrid: s.n., 1630]23. 3) Memorial a Su Majestad, que Dios guarde, en razón de la seguridad de su plata y armada del Perú y de los galeones de Tierra Firme, [Madrid: s.n., 1630]24. La principal consecuencia que, para la trayectoria de Mendoza, tuvieron estos textos fue su nombramiento como prelado episcopal de Río de Janeiro, cargo desde el que la Corona consideró que podría atajar las incursiones que realizaban los bandeirantes contra las reducciones de indios, situadas en el área castellana, para esclavizarlos. De esta manera obtuvo respuesta positiva a una de sus peticiones y dedicó a partir de entonces todos sus esfuerzos a la protección de los indígenas frente a la esclavitud. Tomó posesión en Río de Janeiro en 1632. Su estancia en la ciudad se prolongó hasta 1637 y fue especialmente traumática. A partir de su regreso a la Península comienza la segunda etapa de su obra memorialística, caracterizada por un mayor pesimismo. La mayor parte de sus reflexiones vuelven reiterativamente a lo acaecido en la capital brasileña y a las capturas de indios, y el resto de cuestiones que había abordado en su etapa anterior pasan a tener una presencia marginal. En este grupo se encuentran los memoriales que publicó entre 1637 y 1643:

22

British Library (BL), 1324.i.2.(24.). Biblioteca de La Universidad de Sevilla (BUS), A Res. 78/5/16(03). La línea argumental de este texto ha sido analizada por Pedro Cardim (art. cit., pp. 521-552) desde la perspectiva de las identidades nacionales, centrándose especialmente en el estudio de los conceptos de «español» y «extranjero» en el marco de la argumentación de Mendoza. 24 BL, 1324.i.5.(8.). 23

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4) [Sin título] S.C.R.M. El doctor Lorenzo de Mendoza, prelado con jurisdicción y oficio episcopal de la diócesis de Río de Janeiro… [Madrid: s.n., 1638]25. 5) [Sin título] Señor. El prelado de Río de Janeiro digo que en otro memorial doy cuenta a Vuestra Majestad de mi venida a esta corte…, [Madrid: s.n., 1638]26. 6) [Sin título] Señor. El prelado de la diócesis del Río de Janeiro del Brasil, suplica se lea este memorial…, [Madrid: s.n., 1638]27. 7) [Sin título] Señor. El doctor Lorenzo de Mendoza, prelado de la diócesis del Río de Janeiro digo que un Pedro de Sosa…, [Madrid: s.n., 1638]28. 8) [Sin título] Señor. El doctor Lorenzo de Mendoza, prelado del Río de Janeiro, digo que postrado a los reales pies…, [Madrid: s.n., 1639]29. 9) Justificación y satisfecho del obispo de Río de Janeiro en razón de su ida a Roma. [Madrid: s.n., 1643]30. De estos memoriales, los que hemos consignado con los números 3 y 5 abordan específicamente a distintas amenazas para la hegemonía de la Monarquía Hispánica. El segundo de ellos presenta una importancia limitada, pues se basa en información oral obtenida por Mendoza respecto a un posible ataque holandés a Río de Janeiro, rumor al que dio credibilidad. Pese a ello es representativo de la preocupación que el autor sentía por la amenaza holandesa y muestra sus conocimientos sobre navegación y fortificación.

II. Caracterizando al enemigo

Para Mendoza la base fundamental de la hegemonía hispánica son las posesiones coloniales, especialmente las americanas, porque aportan los recursos necesarios para la ejecución de la política de la Monarquía en Europa. Por tanto, asocia directamente el mantenimiento de los imperios coloniales castellano y portugués a la consolidación indefinida de este estatus hegemónico. En Suplicación… en defensa de los portugueses enumera los que considera factores fundamentales para la consecución de este objetivo: 25

BL, 1324.i.9.(14.). Se encuentra asimismo una versión en portugués en BNE, Mss/2369. BL, 1324.i.9.(15.). 27 Biblioteca Nacional de Francia (BNF), RES FOL-OA-198, tomo 1, nº 13. 28 BNF, RES FOL-OA-198, tomo 1, nº 16. 29 Ibíd., nº 11. 30 BNE, Mss/2376. 26

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Bajando ahora a lo más particular de la conservación de las Indias son, entre otras, tres causas las principales de que ella depende, son a saber: la primera, la navegación y tratos de la mar. La segunda, la agricultura y las haciendas de raíz, que en las Indias se han hecho y hacen cada día, y con esto la labor de las minas. La tercera es la paz y unión de los españoles vasallos de vuestra majestad, en partes tan remotas y apartadas de España, que es la cabeza a que de allá reconocen y el corazón que, desde acá, les da vida, gobierno y justicia 31.

La potenciación de estos factores que propone Mendoza puede resumirse, por una parte, en la consecución de una mayor cohesión e integración de las áreas coloniales dependientes de los distintos reinos que conformaban la Monarquía Hispánica (fundamentalmente Castilla y Portugal), lo que debería reforzar su adhesión a la metrópoli y facilitar su colaboración defensiva. Y, por otra, en una racionalización y mejora de las actividades económicas americanas y de las redes de transporte marítimo, elementos determinantes para mejorar la financiación de la política hegemónica de la Monarquía. Las soluciones que propondrá en estos tres ámbitos responden a la percepción de una amenaza genérica: la disgregación del imperio colonial. Esta se encuentra, además, protagonizada por la actividad de un enemigo concreto:

[…] los herejes rebeldes, holandeses, que en estos tiempos tanto infestan e inquietan el estado y fuerzas que vuestra majestad tiene en la India, Persia y China, no unidas ni juntas, sino divididas y apartadas (que las hace esto más dificultosas de defender) tendrán los dichos rebeldes esta por la mayor guerra que nos puedan hacer […]32.

Para Mendoza los holandeses de las provincias rebeldes constituyen el enemigo de la Monarquía por antonomasia, hasta el punto de que los relaciona con la práctica totalidad de las amenazas y problemas a los que pretende dar solución. Para apostillar esta concepción, alude a su experiencia en Extremo Oriente, como garantía de veracidad:

31 32

BUS, A Res. 78/5/16(03), f.ol. 31r-v. Ibíd., f. 23v.

37


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Hablo, señor, como quien ha estado en la India algunos años y sabe las cosas de ella, y conoce a los holandeses, que acá y allá no dejan cosa de que valerse contra nosotros, procurando en todo apartar a aquellas gentes de nuestros tratos, contrataciones y provechos33.

Y, pocas líneas más adelante, los describe con las palabras que hemos utilizado en el título de este artículo: «…extranjeros enemigos de vuestra majestad, y envidiosos de la grandeza y felicidad de su imperio, y de los buenos ministros de que se sirve…»34. Ciertamente, la táctica desarrollada por los holandeses entre 1625 y 1630, tras el varapalo de San Salvador de Bahía, propiciaba esta sensación de amenaza. La WestIndische Compagnie (WIC), ante la considerable devaluación de sus acciones en la bolsa de Ámsterdam, destinó todos sus recursos al pillaje indiscriminado de cualquier embarcación española que sus unidades localizasen en el Atlántico. Los resultados fueron espectaculares. Así, por ejemplo, a lo largo de 1627 capturaron un total de 55 embarcaciones y, en 1628, consiguieron hacerse con la flota de indias completa y todo su cargamento, pues se encontraba en la bahía de Matanzas (Cuba) lista para iniciar su singladura hacia la Península35. La estrategia de recapitalización llevada a cabo por la WIC, precisamente cuando Mendoza redactaba sus primeros memoriales, estaba produciendo una suerte de guerra sicológica, que presentaba a los holandeses como un enemigo omnipresente, capaz incluso de aislar a los imperios coloniales de sus metrópolis occidentales. Esta situación acrecentaba la fijación de Mendoza por los holandeses como el enemigo supremo de la Monarquía, lo que le lleva a incurrir en ciertas exageraciones. Esto se aprecia especialmente cuando trata la causa a la que consagró finalmente su vida, esto es, la protección de los indios de las reducciones castellanas frente a las incursiones que realizaban los bandeirantes brasileños, pues da a entender la participación regular de holandeses en estas expediciones:

33

Ibíd., f. 24r. Ibíd. 35 Enrique Garrido Díez de Baldeón, «Los años iniciales de la intervención bélica holandesa en Brasil, 1621-1635», El Futuro del Pasado, 4, 2013, pp. 365-366. 34

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[…] y como con ellos va tanta gente extranjera de las dichas naciones del norte, se profanan iglesias y cometen las bárbaras fierezas que, por honra de hombre cristianos, no son para referir […]36.

Aunque no podemos descartar totalmente una eventual colaboración de corsarios holandeses en estas operaciones, sin duda esta sería esporádica en todo caso, más aun considerando que el propio Mendoza señala que estas expediciones podrían proporcionar un casus belli a los holandeses para justificar sus ataques a las posesiones de la Monarquía:

[...] y los mismos holandeses, viendo y sabiendo la crueldad de tan injustas ventas, quieren calificar y abonar su ida a aquellas partes a hacernos la guerra, dándole color que es a libertar los indios tan vejados37.

La aparente contradicción entre ambas afirmaciones se disipa atendiendo al concepto extensivo de enemigo que aplica Mendoza a todos los residentes en áreas dominadas por los holandeses, incluyendo a los eclesiásticos, aspecto que pone de relieve explícitamente en un manuscrito autógrafo encuadernado junto a los memoriales impresos que hemos manejado:

Asimismo advierto otra vez particularmente, en razón de todos y particularmente de los religiosos, y de ellos los dichos frailes, que muchos de ellos son naturales de las tierras que están por el enemigo, como son Pernambuco, Paraiba y Taima, y tienen allá entre los enemigos a sus padres y parientes, como yo conozco a muchos, y algunos de ellos son estos religiosos que últimamente han entrado a sacar y vender estos indios de Castilla38.

Esta caracterización de los holandeses tiene una fuerte componente ideológica. La mentalidad de nuestro autor se basa en el ideal de servicio a Dios y al rey, que entiende como un concepto único e indisoluble. Mediante este pretende coadyuvar al aumento del poder de la Iglesia y, por extensión, de la Monarquía católica, su principal valedora. Él mismo lo sintetiza aseverando que: 36

BL, 1324.i.9.(14.), f. 1v. Ibíd., f. 2v. 38 BNF, RES FOL-OA-198, tomo 1, nº 17. 37

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[...] las mayores dos excelencias que tienen y que se deben estimar más que la vida, que son fe y religión para con Dios y la lealtad y naturaleza para con su rey, que es vuestra majestad, y lo sea muchos años […]39.

Y más adelante abunda en la relación entre la Monarquía católica y la Iglesia, imprescindible en su esquema de pensamiento:

Que esta Monarquía española, que Dios ha dado a vuestra majestad, que la goce muchos años, pues es el estado y género más perfecto de gobierno que hay y con la cual vuestra majestad, que Dios guarde, es amparo de la fe católica, muro de la Iglesia, defensor de la cristiandad, azote de los herejes, apóstol de los gentiles 40.

Dada esta concepción, las provincias rebeldes de los Países Bajos eran, además de competidores de la Monarquía Hispánica, sus antagonistas ideológicos, pues encarnaban la antítesis de los principios de Mendoza. Para él, no sólo habían traicionado a su señor natural con su levantamiento, además se gobernaban mediante unos estados generales, sin monarca, y se habían convertido en enemigos de la Iglesia y de Dios al abrazar la Reforma. Por tanto, en función a las actividades de este enemigo supremo, Mendoza diseñará sus reformas y soluciones, orientadas fundamentalmente al mantenimiento y consolidación de los imperios coloniales castellano y portugués, mediante una mayor integración entre ambos reinos.

39

BUS, A Res. 78/5/16(03), f. 25v. Ibíd., f. 38r-v. Esta declaración asocia claramente el pensamiento de Mendoza con un importante grupo de portugueses de su generación «…que se identificaban con un poder ibérico como defensor y promotor del catolicismo» (Vicente Montojo Montojo, y José Javier Ruiz Ibáñez, «Los portugueses y la política imperial: de Flandes, Londres y Francia al sureste peninsular, entre oportunidades y frustraciones», en Portugal na monarquia hispânica. Dinâmicas de integração e de conflito, coords. Pedro Cardim, Leonor Freire Costa y Mafalda Soares da Cunha, Lisboa, Centro de História de Além-Mar, 2013, p. 29). 40

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III. La reforma de las rutas marítimas: el diseño una red de comunicaciones global para una Monarquía universal.

En sus escritos Mendoza muestra claramente que es consciente de que el nuevo escenario en que se dirimirá la hegemonía europea es el Atlántico. Además, destaca la importancia de la plata americana para el mantenimiento de la política castellana en Europa, a diferencia de otras naciones que contaban con fuentes de financiación más diversificadas. Esta última concepción no es nueva, pues existía en los últimos años del reinado de Felipe II, época en que se desarrolla la formación intelectual de nuestro autor. Buen ejemplo de ello es Álamos de Barrientos quien en su discurso41 a Felipe III en 1598 afirmaba que

Las Indias occidentales, que sin duda es el fundamento de esta Monarquía como cualquiera provincia de donde viene el dinero […] pues sin dinero quedaríamos sin fuerzas y sin sustancia, y más estando habituados a los vicios que nos han enseñado las riquezas y la gente que se ha venido tras ellas, y que faltando el oro y plata y riquezas que vienen de aquellas partes, cesaría tras eso también el comercio y bajarían las rentas reales, que el agua de aquella fuente es la que les da sustancia […]42.

En nuestra opinión esta idea fue determinante para que Mendoza decidiese abandonar la compañía de Jesús y establecerse, primero en Potosí y, posteriormente, en la provincia de Chichas. Mediante ese primer proyecto integrador conseguía aunar en la práctica el servicio a Dios (evangelización) y a la Monarquía (obtención de mayores recursos mineros). En suma, consolidación de la presencia de la Monarquía católica en América, la «fuente» de Álamos, para la obtención de más «agua». Pero la situación había cambiado en gran medida desde que Álamos escribiese su discurso. Finalizada la tregua de los 12 años, las provincias rebeldes de Flandes estaban en disposición de disputar a la Monarquía la hegemonía en el mar, y esta era una de las grandes preocupaciones de Mendoza. En su respuesta a esta amenaza nuestro autor 41

Discurso al rey nuestro señor del estado que tienen sus reinos y señoríos, y los de amigos y enemigos, con algunas advertencias sobre el modo de proceder y gobernarse con los unos y los otros (BNE, Mss/983). Obra también denominada El conocimiento de las naciones, atribuida por algunos autores a Antonio Pérez (Iván Sánchez Llanes, «Álamos de Barrientos y el porqué de Flandes: necesidades políticas, vinculaciones afectivas», Ab initio, 4, 2011, p. 51). 42 BNE, Mss/983, ff. 9v-10r.

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muestra, en primera instancia, sus parámetros integradores, poniendo en entredicho la prioridad que se atribuía a los castellanos en la Carrera de Indias:

Cuanto a la primera causa, que es la navegación, notorio es como ella y los oficios tocantes a ella están no solamente en hombros de castellanos del Condado [de Niebla], Triana, Sanlúcar y otras partes de aquella costa de la Andalucía, y asimismo de vizcaínos y más vascongados, pero también en muy gran parte y cantidad sirven en lo mismo los portugueses, como tan buen pilotos y marineros que son […]43.

Pero no se trataba tan sólo de la integración de estos súbditos en la estructura vigente de la Carrera de Indias. Mendoza apuesta por una reforma que abarcase todas las rutas marítimas necesarias para el buen funcionamiento de las estructuras coloniales portuguesas y castellanas en América. En este ámbito cobraban especial importancia los portugueses, pues con su integración podrían quedar bajo control estatal las rutas que proporcionaban esclavos africanos a las posesiones portuguesas y castellanas: «Y demás de lo dicho, también con los negros que llevan los portugueses, se sirve los más de la navegación de las Indias, como fragatas de Tierra Firme…»44. En esta idea convergen tanto parámetros prácticos, pues la drástica reducción de las poblaciones indígenas americanas que se produce durante el siglo XVI hacía imprescindibles los esclavos africanos en las colonias americanas, como éticos, pues Mendoza dedicó la mayor parte de su vida a la protección del indígena frente a la esclavitud y los abusos de los encomenderos, y era partidario de su sustitución, en lo posible, por esclavos africanos. Además consideraba que la mayor integración de los portugueses en la Carrera de Indias permitiría a la Casa de la Contratación ejercer mayor control sobre algunas rutas de distribución americanas, como era la del río Magdalena: «Canoas del Río Grande de la Magdalena para el Nuevo Reino de Granada, barcos para el Río Chagres, por donde sube la más ropa de las flotas de Castilla para el Perú…»45. Esta implicación sería además un elemento que permitiría la resolución del conflicto que ya se venía dando en esta cuenca fluvial. Desde los primeros momentos de desarrollo de esta ruta fueron los encomenderos castellanos, fundamentalmente los 43

BUS, A Res. 78/5/16(03), f. 31v. Ibíd. 45 Ibíd. 44

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vecinos de Mompox, Tenerife y Tamalameque, los que controlaron la distribución de las mercancías, utilizando para ello embarcaciones fluviales en las que bogaban sus indios encomendados46. Ya desde 1570 la Corona se mostró interesada en suavizar las condiciones de trabajo de los indígenas en la cuenca y favorecer su sustitución por esclavos africanos, aunque estas disposiciones tuvieron poco efecto debido al boicot de los encomenderos, que llegaron a hacer prisioneros a los oficiales reales que pretendían poner en práctica las disposiciones al respecto47. El acceso a estas rutas de los asentistas negreros portugueses probablemente hubiera terminado antes con un conflicto que aun coleaba en 166348, dificultando en gran medida el buen funcionamiento de la ruta fluvial. Una situación parecida se experimentaba en el río Chagres 49, con el agravante de que se trataba de la conexión fluvial con el denominado «Camino Real» que, atravesando el istmo de Panamá, comunicaba el Atlántico con el Pacífico. Pero la principal preocupación de Mendoza respecto a las rutas marítimas de la Monarquía Hispánica era, como ya señalamos, la competencia holandesa. Por ello sus propuestas no se limitaron a una mayor integración de los súbditos de los reinos peninsulares en la Carrera de Indias o su extensión a rutas locales. Estudió los derroteros holandeses50 y españoles, cotejándolos con los condicionantes climáticos que se daban en cada zona cuando las embarcaciones discurrían por ellas. Según Mendoza, los datos en que basó sus propuestas de reforma de la Carrera de Indias procedían de los conocimientos cosmográficos que había acumulado en sus lecturas, la experiencia de sus viajes y la obtención de información de primera mano de profesionales del mar, incluyendo pilotos holandeses:

46

Arnovy Fajardo Barragán, «Los inicios de la navegación por el río Magdalena en el período colonial: La boga indígena de los siglos XVI y XVII», Credencial historia, 284, 2013, p. 2. 47 Ibíd., p. 4. 48 Ibíd., p. 5. 49 Mª Carmen Borrego Plá, Cartagena de Indias en el siglo XVI, Sevilla, CSIC, 1983, p. 241. 50 De hecho, en algún caso incluso referencia algunos de los que consultó: «…cuando pasaron a la mar del sur estuvieron en la dicha isla [Ilhabela] Jorge de Vitamborge y Oliverio Vander, holandeses, según se ve de sus derroteros». (BL, 1324.i.9.(14.), f. 1v). No hemos podido identificar a ninguno de estos navegantes, lo que nos induce a pensar que lo que realmente consultó Mendoza fueron las cartas náuticas recopiladas en uno los «pilot-book» holandeses, muy populares durante la primera mitad del siglo XVII, lo que explicaría la incoherencia de los nombres. El más conocido fue Zeespiegel,inhoudende een korte Onderwysinghe inde konst der zeevaert, en beschryvinge der seen kusten van de Oostersche, Noordsche, en Westersche schipvaart (Amberes, Willem Ianfz Blaeu, 1631), que contenía 111 cartas náuticas (Gunther Schilder, «The netherland nautical cartography from 1550 to 1650», Revista da Universidade de Coimbra, XXXII, 1985, p. 107).

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[…] por la experiencia y conocimiento que tiene de las navegaciones del Mar del Sur, así de Árica a Lima, como de Lima a Panamá y de allí otra vez a Árica, y de los tiempos en los que entran y sólo pueden entrar en la mar del sur los enemigos holandeses, ingleses u otros […] y asimismo por el conocimiento y experiencia del viaje de las Indias y vuelta a España, porque todos los dichos viajes y navegaciones los ha hecho […] y por tener con la experiencia y vista de ojos que ha dicho, también ciencia de la cosmografía y arte de marear y navegar, y por haberlo alcanzado de pilotos y capitanes holandeses e ingleses en la India […]51.

En suma, consideraba que su nueva planificación sería avalada por cualquier profesional del mar que fuese consultado al respecto «…por ser tan conforme al arte de navegar y a la cosmografía, en que el suplicante es visto y perito, no sólo por ciencia, pero por experiencia de haber navegado mucho»52. En base a sus conocimientos y a los datos recopilados, propuso una serie de modificaciones en la Carrera, con cuya aplicación prometía

Que la armada y plata del Perú sea siempre segura, y no puede [sic: pueda] tener ni correr riesgo de enemigos en la Mar del Sur, a donde por ser ya hoy tan fácil y

51

BL, 1324.i.5.(8.), f. 1v. Respecto a las fuentes de información utilizadas por Mendoza para trazar su plan de reforma de la Carrera de Indias debió contar con más de las que reconoce en este párrafo, pues al principio de su memorial asevera que «…si otros antes hubieren dado en el dicho medio y remedio que propone… debieran haberlo dicho y propuesto…» (Ibíd.). Además el ejemplar que manejamos contiene una abundante marginalia manuscrita por el autor, en la que abunda en los temas que trata y en una de estas notas, referente a las distintas épocas del año para iniciar la navegación a América desde Flandes o la Península Ibérica escribió: «En esta razón ha dado el señor don Francisco de Alfaro» (Ibíd., f. 8v). Alfaro había sido fiscal de la Audiencia de Charcas desde 1597 hasta 1608, cuando fue promovido a oidor (M. Carolina Jurado, «Un fiscal al servicio de Su Majestad: Don Francisco de Alfaro en la Real Audiencia de Charcas, 1598-1608», Población y sociedad. Revista de estudios sociales, 21:1, 2014, pp. 107-108). En torno a 1599 remitió a Felipe III su Memorial cerca de las congruencias de la perpetuidad de las encomiendas de indios: agravios y remedios, en que denunciaba los abusos que se cometían sobre ellos y justificaba legalmente la figura del rey y sus funcionarios como protectores de los indios (M. Carolina Jurado, «Memorial cerca de las congruençias de la perpetuydad de las encomiendas de los indios: Un escrito inédito del Licenciado don Francisco de Alfaro, Charcas, circa 1599. Estudio crítico y transcripción», Revista de historia del derecho, 46, 2013, p. 51). Fue el autor de Tractatus de officio fiscalis: deque fiscalibus privilegiis (Valladolid, Imprenta de Luis Sánchez, 1606), considerada una de las obras más importantes del derecho indiano (Javier Barrientos Grandón, «Notas sobre el dominio de las minas en Indias en la obra de Francisco de Alfaro (c.1551-1644)», Revista de Derecho de Minas y Aguas, VIII, 1997, p. 52) y, en 1612, como fruto de su comisión para la visita del Río de la Plata redactó un reglamento sobre el servicio personal de los indios que atajaba los abusos de los encomenderos, ampliamente estudiado y conocido como Ordenanzas de Alfaro (W. Javier Matienzo Castillo, «La encomienda y las reducciones jesuíticas de América meridional», Temas americanistas, 21, 2008, pp. 7071). Probablemente debió coincidir con Mendoza en la audiencia, teniendo ambos en común su implicación en la defensa de los indios. Además, Alfaro regresó a la Península en 1629 (M. Carolina Jurado, art. cit., 2014, p. 100), por tanto, en la misma flota que Mendoza. 52 BL, 1324.i.2.(24.), f. 1v.

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ordinaria la entrada de los enemigos por los estrechos y por haber en la dicha Mar del Sur la poca y muy costosa armada nuestras y no tantas fuerzas, ha tenido y tiene gran riesgo y es hoy menester mucha seguridad y cuidado […]53.

La reorganización de la Carrera que propone Mendoza se basa, en primera instancia, en la consideración de que los holandeses sólo podían atravesar los estrechos de Magallanes o Le Maire, para penetrar en el Pacífico, entre los meses de enero y marzo, aseveración que justifica haciendo gala de sus conocimientos geográficos:

[…] porque en los otros meses del año, que es desde allí por delante, remontándose el sol hasta acá de la línea, hasta 23 grados de la parte norte, queda apartado 80 grados del dicho estrecho por donde entran […] y se ve por experiencia que la entrada de los enemigos puede ser solamente en el dicho tiempo, de mediado enero, hasta marzo, que es el verano de aquel paraje54.

La travesía holandesa hasta Extremo Oriente se articulaba en base a este condicionante, lo que delimitaba claramente el periodo que podían destinar, bien en el Atlántico, bien en el Pacífico, a interceptar las flotas españolas. Aprovechando esto, Mendoza propone que la plata se transporte desde los distintos centros mineros hasta la costa del Pacífico, concretamente a Árica o Lima, según el caso. Desde el primero de los emplazamientos existiría una ruta regular que la transportase hasta Panamá, con la correspondiente escala en Lima55. La plata atravesaría el Istmo a través del «Camino Real» y el Chagres, ruta cuya fluidez garantizarían los asentistas negreros portugueses, hasta Puertobelo, punto donde sería embarcada la flota de Indias56. La misma formación que había transportado la plata por el Pacífico haría entonces la ruta inversa, llevando el 53

BL, 1324.i.5.(8.), f. 1v. Ibíd., f. 4v. 55 Estas rutas ya existían, pero no se encontraban regularizadas administrativamente. Según Javier Falcón Ramírez, («Ámbitos rutas marítimas españolas: Mar del Norte, Mediterráneo, Atlántico y Pacífico», Cuadernos monográficos del Instituto de Historia y Cultura Naval, 1, 1989, pp. 28-30) la consecución de la estabilidad de esta ruta era fundamental y la Corona era consciente de ello, pero nunca consiguió hacer realidad su regularidad, debido a condicionantes naturales, tecnológicos y económicos. 56 La idea de integrar cursos fluviales en la Carrera de Indias para llevar la plata del Perú no era nueva. En 1626 Simão Estácio da Silveira había propuesto integrar los cursos del Marañón y Amazonas en la ruta, para llevar a través de ellos la plata del virreinato del Perú directamente al Atlántico, prometiendo que se suprimiría la invernada en La Habana y que la ruta quedaría reducida de diez meses a cuatro. Propuestas parecidas, aunque de menor calado fueron las de Manuel de Sousa de Eça (1615) y Luis Aranha de Vasconcelos (1626) (Alirio Cardoso, Maranhão na monarquia hispânica: intercâmbios, guerra e navegação nas fronteiras das Índias de Castela (1580-1655), Salamanca, Universidad de Salamanca, 2012, pp. 208-210). 54

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azogue y las mercaderías para su redistribución a Lima y Árica. Esta formación debía iniciar su ruta hacia el norte en septiembre

[…] pues aun en este tiempo están los enemigos en la costa del Brasil, no sólo sin poder llegar, pero ni aun llegar al estrecho para embocarle o desembocarle, que esto, como queda demostrado, sólo lo puede hacer desde enero hasta marzo, y luego nuestra armada y plata tiene todo octubre para venir y estar en Lima […] y luego asimismo tiene la plata y armada para bajar57 a Panamá todo el mes de noviembre, que es el mejor tiempo para bajar, por ser los vendavales y sures en su despedida, y cuando se pone en ir a Panamá menos que en ningún tiempo del año, diferente de lo cual es lo de ahora, por marzo y abril, por razón de las brisas 58 y calmarías en contrario59.

Llegados a este punto cabría preguntarse qué impediría a los holandeses, una vez doblado el cabo de Hornos, esperar en la costa americana al siguiente septiembre para interceptar la próxima travesía de la flota del Pacífico que Mendoza proponía. Nuestro autor había previsto la cuestión y en su razonamiento demuestra una vez más su buen conocimiento de las rutas de las compañías holandesas: […] los enemigos salen de acá60 en verano, para poder ir a la mucha altura del estrecho de enero siguiente en adelante a embocar y pasar […] y lo segundo que se ha de advertir es que el enemigo en el dicho viaje hace solas dos cosas, que bien se ven, a saber: la primera ver si pueden topar con la plata o armada y la segunda cosa que hace es su viaje para la China e Islas Molucas […] si parece que por escapársele esta [la flota] se puede temer esperará la del año siguiente, no hay que temer tal recelo […] [porque] es esperar sobre el año que han navegado otros ocho o nueve meses más. Y la segunda razón es que entonces viene a perder y dejar de hacer su viaje a China y las islas Malucas, no gozando de las brisas de aquel año en que llegó […]61.

57

Al referirse al hemisferio sur Mendoza utiliza el término «bajar» para referirse a los desplazamientos hacia el norte, pues en este caso la latitud es decreciente. 58 Viento temporal del noreste en la costa oeste de Sudamérica. Forma parte de un sistema integrado por dos corrientes simétricas, una en el hemisferio norte y otra en el sur, entre los 30º y 60º de latitud. Su dirección varía dependiendo de las estaciones del año. 59 BL, 1324.i.5.(8.), f. 5r. 60 Se refiere a Europa, pues el memorial fue redactado e impreso en Madrid. 61 BL, 1324.i.5.(8.), f. 5v.

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Continúa Mendoza su razonamiento aseverando que precisamente la dinámica de las brisas del Pacífico, que impediría a los holandeses continuar su viaje a Extremo Oriente si decidían esperar a la flota de la plata, favorecería el viaje de ida y vuelta de esta, siempre que la singladura se iniciara en septiembre. En su cálculo de la duración media del viaje con su escala y operaciones de carga, tanto a la ida como a la vuelta, las embarcaciones tendrían viento de popa en ambos trayectos, reduciendo así la posibilidad de naufragios debidos a variaciones climáticas. Esta flota tendría su base en el puerto del Callao de Lima, donde se encontraría a salvo de ataques enemigos en el periodo que no estuviese realizando su singladura al norte. Además, cuando se recibiesen avisos de que los holandeses doblaban el Cabo de Hornos, con fuerzas inferiores a las de esta flota, podría salir a interceptarlos, siempre que esto no supusiese alteraciones en la fecha de inicio de su singladura a Panamá62. Según la proposición de Mendoza, el coste de esta flota del Pacífico quedaría ampliamente compensado por el ahorro que supondría la posibilidad de simplificar el sistema dual de flotas (Nueva España y Tierra Firme). Este quedaría reducido a una sola flota anual, pues la plata de Tierra Firme se embarcaría en Puertobelo63, tras atravesar el istmo por el «Camino Real» y el Chagres, mientras la procedente de Nueva España sería enviada por vía marítima al mismo puerto, donde toda sería cargada en la flota de Indias para su remisión a la Península. Esta única flota debería partir de la España también en septiembre, con lo que, según nuestro autor se evitaría el retraso y el sobrecoste que producían las invernadas en Cartagena de Indias y la Habana:

[…] saliendo por fin de septiembre […] navegan estos galeones de acá y entran por mediado noviembre, gozando de las brisas que, para llegar y navegar a Puertobelo son en popa y muy favorables. Luego reciben su plata y negocian, y venden y contratan y lo mismo las flotas yendo con ellos, y esto en todo diciembre, que es cuando está de la otra banda de la mar del sur la Armada del Perú […] y luego tienen todo enero para volver y despachar en Cartagena […] del cual saliendo y sirviéndoles muy bien las brisas para ir a la vuelta del noroeste y a la habana, para cuya ida y llegada tienen todo el mes de febrero, y el de marzo en adelante para venir a España, que la experiencia ha mostrado cuan bueno sea entonces el viaje, y

62 63

Ibíd., ff. 6r-7v. Ibíd., f. 8r.

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vienen a entrar en España despedido el invierno de acá, y con menos temporales y no con más enemigos […]64.

Concluye Mendoza considerando las posibilidades de globalización que plantearía el nuevo sistema, pues gracias al ahorro y a los mayores beneficios obtenidos sería posible establecer comunicación marítima estable entre Puertobelo y los principales puertos de Nueva España, por el Atlántico, y Acapulco por el Pacífico. Esto supondría la conexión con la ruta seguida por el galeón de Manila

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y, por tanto, una integración

total de las rutas de navegación españolas. De esta manera se crearía una red global de comunicaciones marítimas, con centro en Puertobelo, que interconectaría todas las áreas coloniales portuguesas y castellanas.

IV. El esclavismo como motor de la economía americana

Desde el punto de vista económico (actividades productivas y extractivas), Mendoza se hace eco de las ideas que había expuesto Sancho de Moncada 66, arbitrista adscrito a la denominada «Escuela de Toledo», que ya había demostrado que las malas condiciones que comenzaba a experimentar la industria española estaban produciendo una importante fuga de metales preciosos hacia otras regiones europeas que, cada vez en mayor medida, se convertían en los proveedores de bienes de consumo de los mercados peninsulares y americanos67. Pero, a diferencia de Moncada, Mendoza no enfoca el problema desde la perspectiva de los sectores productivos castellanos, sino americanos. Para nuestro autor la solución se encontraría en un aumento considerable de la intervención de los esclavos africanos en los procesos económicos americanos, con el objetivo de sustituir totalmente a los indios de encomienda, para hacer la economía colonial más competitiva, con la consecuente integración de los asentistas portugueses 64

Ibíd. Ibíd., f. 11r-v. 66 Sancho de Moncada, Restauración política de España, primera parte. Deseos públicos al Rey don Filipe Tercero. Ocho discursos, Madrid, Luis Sánchez, 1619, pp. 55-56. 67 Hemos citado a Moncada por la gran analogía que presenta su exposición sobre el tema con la que hace Mendoza. Aun así hubo muchos otros arbitristas que plantearon la misma cuestión, entre ellos Martín González de Cellorigo, Pedro Fernández de Navarrete o Francisco Fernández de la Mata (José Manuel Díaz Blanco, «Pensamiento arbitrista y estructuras institucionales en la carrera de Indias (siglo XVII): entre la desincentivación y la represión», Anuario de Estudios Americanos, 71:1, 2014, p. 51). 65

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en estos procesos. El modelo parece inspirado en el sistema utilizado en los ingenios azucareros brasileños, pero extendido, funcionalmente, a otros sectores productivos y, geográficamente, a toda América. Mendoza se muestra explícitamente partidario de esta economía esclavista, señalando que:

[…] en lo que toca a la segunda causa de la conservación de las Indias, que son las haciendas de labor de vino, azúcar, ganados y muchos obrajes de paños y otras cosas, ninguna de ellas valiera algo, si no fueran los dichos negros esclavos, que por la mayor y principal parte las cultivan y benefician, así no ser los indios para tanto trabajo, como por haber ido en tanta disminución. Y sin los dichos esclavos ¿Quién puede negar cuan mal se pudieran servir las Indias? Ni sus oficios mecánicos de todo género, ni los trajines y recuas de Panamá, que como se sabe y ve, todas las dichas cosas dependen de ellos y con ellos se ahorran hartos trabajos a los indios naturales68.

Y, además, pone como ejemplo los primeros enclaves americanos en los que los castellanos pusieron en práctica el sistema de encomienda y la drástica reducción de la población indígena obligó a su sustitución por esclavos africanos:

Asimismo, quien puede negar que lo poco que ha quedado de las poblaciones y haciendas en la isla Española de Santo Domingo, Puerto Rico, Margarita, Jamaica, Isla de Cuba y ciudad de la Habana, y más lugares suyos y en otras islas y partes de la costa de Tierra Firme, no lo hubiera ya, ni hubiera durado, si no fueran los dichos negros esclavos, los cuales tienen en pie a Cartagena y a Panamá y a lo más de las costas de Tierra Firme, porque ¿A dónde hay ya indios naturales en aquellas partes?69.

Y sentencia, en sintonía con las ideas de Moncada: «¡Así no hubieran salido tantas riquezas para las naciones extranjeras! Que son ellas las que gozan nuestros trabajos»70. Pero no se trata simplemente de parafrasear la frase del arbitrista toledano, Mendoza muestra que, por experiencia directa, conoce los principales géneros que los extranjeros introducen en los mercados peninsulares y americanos. Así la plata

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BUS, A Res. 78/5/16(03), ff. 31v-32r. Ibíd., f. 32r. 70 Ibíd. 69

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[…] luego sale, a manos de los extranjeros, y algunos enemigos de vuestra majestad, va a Flandes por sus dixes71, a la China por sus sedas baladíes, a Italia por sus raxas72, a París por sus trompas y aun a Turquía por sus alfombras 73.

Esta reforma de la economía americana no es para Mendoza un fin en sí mismo, sino un medio que permita una cierta autosuficiencia de las colonias que limite la necesidad en estos mercados de productos extranjeros. De esta manera, los metales preciosos invertidos en estas adquisiciones revertirían finalmente en la Monarquía, para apoyar así su política hegemónica. Por tanto, todos los aspectos de la economía colonial debían quedar subordinados a las actividades mineras. En este campo, Mendoza abogaba, una vez más, por la utilización masiva de esclavos africanos en estas actividades, con la consecuente incorporación de los asentistas portugueses. Aunque en las minas de plata era más habitual el empleo de indios (como él mismo auspició en los asentamientos mineros que fundó), pone como ejemplo los resultados obtenidos en las minas de oro, en las que el uso de esclavos era habitual:

[…] de la labor de las minas, aunque las de plata las labran indios, a lo menos todas las principales de oro, que son Zaragoza, Los Remedios, Cáceres, Antioquia, Guamoco, Cocle y otros asientos reales, se labran y benefician con los dichos negros y ellos son los que han dado a España tanto oro […]74.

En este sentido no sólo consideraba determinante el proceso extractivo en sí mismo, también el de refinado, con especial atención al procedimiento de amalgamación y la disponibilidad de su principal ingrediente: el azogue, cuya redistribución ya vimos que contemplaba a través del viaje de vuelta de la flota del Pacífico que proponía. Se trataba de hacer llegar a todos los mineros azogue de la mejor 71

«Evangelios, relicarios, chupadores, campanillas y otras bujerías pequeñas de cristal, plata u oro que ponen a los niños en la garganta, hombros u otras partes para preservarlos de algún mal, divertirlos o adornarlos… Por extensión se suelen llamar así las joyas u otros aliños que usan las mujeres y tal vez los hombres, como también todo género de juguetes que sirven al adorno o al entretenimiento». (RAE A 1732). 72 «Especie de paño antiguo de baja estofa» (RAE A 1737). Aun así, el hecho de que Mendoza relacione el concepto con su procedencia italiana, nos hace pensar que se refiere en realidad a sargas, tejidos cuya armadura forma un característico trazo diagonal y que podían estar elaboradas con seda de cordoncillo o lana (Antonio Valiente Romero, y Manuel Castillo Martos, «Impacto tecnológico de las ordenanzas de la Junta General de Comercio en la producción de tejidos simples de seda: El caso de Écija», Llull, 34:74, 2011, pp. 460-461). 73 BUS, A Res. 78/5/16(03), f. 37v. 74 Ibíd., f. 32r.

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calidad (que consideraba era el de Almadén), lo que debía redundar en el incremento de la producción de una plata de mayor pureza:

Y ha advertido el daño del azogue que viene de Alemania y de mucho del Perú, del cual daño se han quejado los mineros de Potosí los años atrás en el Consejo de Indias, e importa más de un millón, haciéndosele el remedio facilísimo que el suplicante ha dado y en que ha advertido75.

Proponía, incluso, que se estudiase la viabilidad de la extensión del proceso al refinado de oro, considerando que su aplicación podría tener ventajas equiparables al caso de la plata:

[…] ha enseñado y advertido como los minerales de oro se beneficien con azogue, con lo cual se aprovechará grandísima cantidad de oro que se pierde por ser volátil y tan menudo, que no se alcanza a ver, con lo cual se sacará de hoy en adelante en las Indias mucho más y se aprovecharán los desmontes y desechos, así en el reino de Chile, como en Tierra Firme y Nueva España, y en esto se remite a la experiencia que por cualquiera platero se puede mandar hacer […]76.

Todo ello convertía el azogue en uno de los elementos más codiciados en las colonias americanas, especialmente en los asientos mineros, lo que generaba una oportunidad para los holandeses de practicar el contrabando y obtener beneficios a costa de la Monarquía:

[…] y los de Perú y Potosí, vecinos, ser naturalmente inquietos, que bastará mostrarles los enemigos cuatro quintales de azogue de Alemania, por el barato precio que les puede estar puesto allá, para que hasta las mujeres e hijas les entreguen, cuanto más la plata, por más azogue que allá hubiera nuestro, y muy barato, porque todo lo mucho de este género siempre es allá muy poco, particularmente hoy, cuando tantas minas de plata se han descubierto de nuevo 77.

Evidentemente esta dinámica podía hacerse extensiva a otros géneros, por lo que Mendoza considera que un buen abastecimiento del mercado americano era la mejor 75

BL, 1324.i.2.(24.), f. 2r. Ibíd. 77 BL, 1324.i.9.(15.), f. 3r-v. 76

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arma para luchar contra el contrabando holandés. Ejemplifica la situación con el caso del azogue, al considerarlo el elemento más determinante para la financiación de la Monarquía, pues era imprescindible para realizar el proceso de amalgamación. Hasta tal punto daba importancia a este procedimiento, que había estudiado incluso cómo la red de transporte que había propuesto, también podía coadyuvar a un aumento de la producción de plata por amalgamación. Para defender esto se basaba en su estudio de los condicionantes climáticos, pues el proceso se practicaba en gran medida en ingenios movidos por energía hidráulica, más productivos tras las épocas de lluvias, cuando los cauces contaban con mayor caudal:

[…] ahora, saliendo por marzo […] sucede muchas veces no haber bien llovido y ser las aguas tardías y haber falta de molienda, y se saca menos plata, y también sucede en el mismo tiempo de las aguas, por estar muchos metales mojados y no haber soles y comodidad de secarse, sino lluvias, no poder molerse y sacarse de ellos la plata en aquel tiempo en que hasta ahora suele salir y, por lo contrario, anticipándose cinco o seis meses para el septiembre […] se goza de todas las aguas del año por entero, que están recogidas en las lagunas, y luego muelen hasta septiembre, sin el impedimento de tener metales mojados78.

Por tanto, la propuesta de Mendoza se fundamentaba en la necesidad de garantizar todo lo posible el abastecimiento de los mercados americanos, con productos originarios de la metrópoli o elaborados en las mismas colonias. Con ese fin le concede máxima prioridad a la eficacia de la actividad extractiva y del refinado de metales preciosos y apuesta por el uso indiscriminado de esclavos en el máximo número de sectores productivos posibles. Estas propuestas implicarían necesariamente un mayor nivel de integración entre los imperios coloniales portugués y castellano y además suponía un aumento considerable del protagonismo de los asentistas negreros portugueses en la economía americana.

78

BL, 1324.i.5.(8.), f. 10r-v.

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V. La integración defensiva de los imperios coloniales

Como ya puso de relieve Schwartz79, el periodo de integración de Portugal en la Monarquía Hispánica pude dividirse en dos etapas claramente diferenciables. A partir de 1622 comienza a extenderse entre la sociedad portuguesa una sensación de desencanto respecto a la unión, pero durante la primera etapa, entre 1581 y 1622, existió una percepción muy positiva de la nueva situación por parte de los súbditos castellanos y portugueses. De hecho, es durante este periodo cuando se aprecia un mayor aumento de la presencia de portugueses en el ámbito colonial castellano, pues las fronteras se hicieron permeables. Los asentistas negreros obtuvieron importantes contratos con la Corona para la provisión de esclavos y, sobre todo, se consideraba que la integración en la Monarquía Hispánica permitiría a Portugal mantener intacto su imperio colonial frente a la acción de los nuevos competidores, especialmente los holandeses en Extremo Oriente80. La juventud y formación intelectual de Mendoza transcurrió precisamente a lo largo de la etapa en la que el optimismo respecto a la unión era palpable en todos los niveles y esto marcó su pensamiento al respecto, más allá de 1622. No se trata de un caso atípico pues, junto a muchos otros portugueses, puede encuadrarse en la «generación de hombres del rey», definidos como «agentes que construían su proyecto social convirtiéndose en especialistas del servicio al rey»81. Para nuestro autor los dos grandes imperios marítimos estaban condenados a una integración cada vez mayor o, de lo contrario, perderían irremisiblemente su hegemonía global. Por ello

La tercera y principal causa de la conservación y duración de las indias, y sin la cual es imposible que ellas duren ni permanezcan es la paz y unión de los españoles82 unos con otros en ellas83.

79

Stuart B. Schwartz, «Luso-Spanish relations in Hapsburg Brazil», The Americas, 25:1, 1968, p. 43. El temor a la pérdida del imperio colonial por parte de los portugueses era bien conocida. Buen ejemplo de ello es la frase del alemán Conrrado Rott en su proyecto de erarios, dirigido a Esteban de Ibarra en 1600: «Dícenme los portugueses que, perdiéndose la India, se ha perdido Portugal» (Anne Dubet, «Guerra económica y guerra financiera. Génesis y fracaso de un arbitrio «flamenco» en tiempos de Felipe II», Studia Historica. Historia Moderna, 27, 2005, p. 82). 81 Vicente Montojo Montojo, y José Javier Ruiz Ibáñez, op. cit., p. 20 82 Como ha puesto de relieve Pedro Cardim (op. cit., pp. 521-552) en su estudio de …defensa de los portugueses… Mendoza utiliza diversos criterios para definir el concepto «español»: culturales, 80

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Mendoza refuerza la importancia de este párrafo con una cita bíblica al margen: «Omne regnum in se divisum desolabitur»84. Es la misma cita que utilizó Hernán Cortes en su Segunda carta de relación, al explicar a Carlos V cómo las divisiones entre las distintas etnias indígenas serían una baza en su favor para tomar Tenochtitlán 85. El extenso conocimiento histórico de que hace gala Mendoza en este memorial hace improbable que se trate de una coincidencia, por lo que interpretamos que, velada pero claramente, establece el paralelismo entre la suerte del imperio azteca frente a los castellanos y la del imperio hispánico frente a los holandeses si persisten las divisiones entre castellanos y portugueses. Esta integración debía incluir las posesiones en Extremo Oriente, por ello Mendoza cita explícitamente la fidelidad que mostraron los portugueses residentes en estas colonias cuando se produjo la entronización de Felipe II como rey de Portugal:

Y si no, hable la india, como decía el magno Alonso de Alburquerque, que ella hablará por si y por nosotros86, adonde estando en el cabo del mundo y teniendo las fortalezas y plazas divididas en tierras de varios reyes y enemigos tan poderosos, que les pueden y aun desean hacer espaldas, con todo no se hallará que en tantos años hayan faltado un punto a la natural fidelidad que, sin hacer agravio a ninguna nación del mundo, tienen todas a sus reyes 87.

Partiendo de estas bases, Mendoza se muestra partidario de una integración defensiva total de los reinos que integran la Monarquía Hispánica, siguiendo un razonamiento tan sencillo como absolutista: todos pertenecen al mismo rey. Mediante preguntas retóricas incide en este principio y enumera casos en los que se ha hecho uso de esta integración defensiva:

geográficos, etc. siempre tendiendo a identificar a agrupar en este a los reinos peninsulares. En este caso agrupa bajo este concepto tanto a castellanos como a portugueses. 83 BUS, A Res. 78/5/16(03), f. 32r. 84 Lucas 11, 17: «Todo reino dividido contra sí será devastado». 85 Hernán Cortés, Cartas y relaciones de Hernán Cortés al emperador Carlos V, colegidas e ilustradas por don Pascual de Gayangos, París, Imprenta Central de los Ferro-Carriles, 1866 [1520], p. 70). 86 Mendoza se refiere y parafrasea a Affonso de Albuquerque (1453-1515) que en su última carta al rey Manuel I utilizó la frase «as cousas da india ellas falarám por mim e por elle» (Raymundo Antonio Bulhão Pato, Cartas de Affonso de Albuquerque, seguidas de documentos que as elucidam, Lisboa, Typographia da Academia Real das Ciencias, 1884, pp. 381-382). 87 BUS, A Res. 78/5/16(03), f. 32r.

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Pido me digan si vuestra majestad, en cuanto y como rey de Castilla ¿es otra persona distinta o apartada de si mismo que en cuanto rey de Portugal? ¿o al contrario? Luego, según esta distinción imaginaria y fantástica que de vuestra majestad quieren hacer, no fueran los castellanos de España a la restauración de la Bahía del Brasil, ni los de las Filipinas socorrieran a Malaca y a Macao de la China, porque ni el Brasil, ni Malaca, ni Macao son de Castilla, ni del rey en cuanto rey de Castilla, de donde ellos son. Ni también los portugueses pelearían en Flandes ni servirían en Nápoles a vuestra majestad, pues ni Nápoles ni Flandes, son de la Corona ni patrimonio de Portugal, ni del rey en cuanto rey de Portugal. ¿Porque, señor, en materia tan grave y en que no va menos que el amor y reputación y buena unión de los vasallos de vuestra majestad, se ha de usar de estas distinciones imaginarias y fantásticas en la real persona?88

Zanja nuestro autor la cuestión aseverando taxativamente que esta política de integración defensiva debía ser llevada hasta sus últimas consecuencias:

Todos en la Indias, generalmente portugueses y castellanos, y unos y otros españoles, es justísimo que acudan. Y consúmanse en esas guerras y necesidades de vuestra majestad nuestras haciendas y vidas, y no se nos ultrajen nuestras honras, y de toda nuestra nación y reino […]89.

Es esta integración defensiva sobre la que menos incide Mendoza en sus memoriales, aunque cuando alude a la cuestión lo hace de forma muy vehemente. No se trata, por tanto, de una menor preocupación por estas cuestiones militares. De hecho, cuando Mendoza redactó los memoriales de su primera etapa ya se habían llevado a cabo acciones en este sentido, como la recuperación, en 1625, de San Salvador de Bahía o el envío de fuerzas castellanas desde Filipinas, en 1622, para la defensa de Macao 90. Incluso en una fecha tan temprana como 1583, la fortaleza portuguesa de Tidore fue defendida por una guarnición procedente de Manila91. Por tanto, la pretensión de nuestro autor no es tanto proponer una nueva actitud como consolidarla.

88

Ibíd., f. 22v. Ibíd., f. 29v. 90 Carlos Martínez Shaw, «El imperio colonial español y la república holandesa tras la paz de Münster», Pedralbes, 19, 1999, p. 119. 91 Manuel Lobato, «As Filipinas e o Estado da Índia no tempo dos Áustrias. Tensão, convergência e acomodação entre os impérios ibéricos na Ásia do Sueste», en Portugal na monarquia..., op. cit., p. 287. 89

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Por otra parte, teniendo en cuenta las propuestas que hemos analizado en los apartados anteriores, resulta evidente que, si eran aceptadas y se producía finalmente la integración marítima y económica de los imperios coloniales, la defensiva sería una consecuencia casi inevitable. Mendoza confiaba, pues, en que aportando sus soluciones a los recurrentes problemas económicos de la Monarquía, que eran estructurales, el resto de las dificultades se solventarían por sí mismas, un razonamiento muy similar al que llevó al Conde Duque a proponer la Unión de Armas.

VI. Conclusiones

La amenaza holandesa, está presente en casi todos los memoriales de Mendoza, aunque, a priori, en el tratamiento que da a estas cuestiones observamos una clara diferencia entre las dos etapas que hemos marcado. En la primera la actitud es más decidida y propone medios destinados a tomar la delantera frente a problemas futuros o probables, en suma, las amenazas no están definidas de manera concreta, pues realmente la Monarquía ostenta la hegemonía de manera indiscutible y la pretensión es consolidarla de forma indefinida. En los memoriales de la segunda etapa la actitud es netamente defensiva, Mendoza aporta respuestas a coyunturas concretas provocadas por enemigos cuya identidad es clara. Esta diferencia la interpretamos en relación a la percepción por parte del autor de la crisis de la hegemonía hispánica que comienza a gestarse a partir del final de la tregua de los doce años. Por otra parte la respuesta de la Corona a los memoriales presentados en 1630 condiciona de manera irreversible la trayectoria vital de Mendoza, así como su posterior producción como memorialista. Los textos de la primera etapa abordan cuatro áreas temáticas: -Protección de los indios. -Reforma de la carrera de indias. -Economía esclavista en América. -Integración defensiva de los imperios coloniales. Su nombramiento como prelado de Río de Janeiro fue la consecuencia de la sensibilización de la Corona respecto a las ideas de nuestro autor en cuanto a la primera de las áreas temáticas, pero sobre las restantes, ni hubo respuesta ni se acometieron las

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reformas indicadas. A partir de entonces Mendoza se volcó en la defensa de los indios, mientras que los restantes temas aparecen en sus memoriales de la segunda etapa sólo de manera tangencial, lo que nos indica que seguía manteniendo las mismas ideas a nivel general, pero no pretendía ya seguir proponiendo su aplicación. A excepción de la cuestión indígena, la falta de acogida de las propuestas de Mendoza en la corte puede responder a varios factores. El primero de ellos es la falta de claridad en su exposición. A la reforma de la Carrera de Indias dedicó un memorial específico, pero en él sólo la cuestión de la ruta regular del Pacífico es explicada con detenimiento, mientras que la centralidad de Puertobelo en el marco de una red de comunicaciones integrada con Nueva España y Extremo Oriente simplemente son apuntadas. Esto nos lleva al segundo factor, que es la confianza del propio autor en que sus soluciones fuesen aplicables. Mendoza debía creer que sus propuestas eran teóricamente factibles pero, el bagaje intelectual que demuestra en sus memoriales, nos indica con total claridad que tenía que ser consciente de su difícil encaje con las líneas generales de la política colonial castellana. En este marco, los principales escollos para su aplicación eran los siguientes: -La reforma de la carrera de indias que propone, con la integración de todas las rutas oceánicas dotaría de una marcada posición de centralidad y preeminencia a Puertobelo, que podría llegar a detentar incluso mayor protagonismo que los puertos metropolitanos vinculados tradicionalmente al monopolio (Cádiz y Sevilla), lo que chocaba frontalmente con el parámetro fundamental de relación desigual entre metrópoli y colonia, que estaba totalmente consolidado. -La integración de la Carrera de Filipinas en el marco de rutas marítimas globales que propone Mendoza supondría una importante amenaza a la industria textil metropolitana, que sería incapaz de competir con los productos chinos. De hecho la Corona siempre intentó limitar, en mayor o menor medida, las cuotas máximas del Galeón de Filipinas, para evitar que la distribución de estos géneros superase el marco espacial del virreinato de Nueva España92. -La economía de carácter esclavista que Mendoza propone para el continente americano implicaría la conversión de los portugueses en el agente económico

92

Antonio Valiente Romero, Economía e industria textil en la España Moderna: el Arte Mayor de la Seda de Écija, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2014, pp. 245-252.

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fundamental en el área colonial castellana, punto confrontaba directamente con la tradicional primacía castellana que intentaba mantener la Corona. -Para la sociedad castellana del momento sería imposible aceptar una generalización de la producción de base esclavista a todos los niveles. Todas las ordenanzas gremiales prohibían explícitamente el empleo de esclavos en la producción, además de que hubiera supuesto una competencia intolerable para la ya maltrecha industria castellana. Se da el caso de que los puntos que hemos señalado son precisamente los que aparecen en los memoriales de Mendoza meramente apuntados, mientras que aquellos más acordes con la política colonial y económica oficial son profusamente explicados. Esto nos lleva a concluir sobre la intencionalidad de Mendoza. Sus propuestas, analizadas aisladamente, son de bajo perfil, pero en su conjunto implican cambios estructurales de importancia. Ante la amenaza holandesa, nuestro arbitrista consideró que más que proponer debía convencer y, para ello, optó por una estrategia, sin éxito, consistente en una explicación parcial de sus propuestas, estimado que la aplicación de aquellas aceptables para la Corona iniciaría un proceso que conduciría también a la puesta en práctica de aquellas que no lo eran tanto.

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RECIBIDO: ABRIL 2016 APROBADO: MAYO 2016 DOI: 10.14643/41B

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AUTORÍA EN LA CORRESPONDENCIA EPISTOLAR DE LOS PRIMEROS AÑOS DE LA POLÉMICA GONGORINA

(1613-1615)

María José Osuna Cabezas Universidad de Sevilla España

RESUMEN: El objetivo de este trabajo es profundizar en los autores que participaron en la llamada correspondencia epistolar entre los círculos de Góngora y Lope de Vega. Para ello se estudian un total de cinco testimonios, difundidos entre 1613 y 1615, en los que participaron, al menos, tres autores: Antonio de las Infantas y Mendoza, el propio Góngora y Lope de Vega o alguien de su entorno. El estudio de estos autores permite, entre otras cuestiones, aportar nuevos datos sobre el perfil humano y literario de Antonio de las Infantas. Asimismo, se arroja luz sobre la discusión en torno a si las cartas de Góngora son auténticas y finalmente se establecen interesantes y novedosas relaciones entre el autor o autores de las cartas anónimas y el autor del Quijote apócrifo. Palabras clave: Polémica gongorina, Antonio de las Infantas y Mendoza, Lope de Vega.

AUTHORSHIP IN THE EPISTOLARY CORRESPONDENCE OF THE EARLY YEARS OF THE GONGORESQUE CONTROVERSY (1613-1615) ABSTRACT: The objective of this work is to delve into the authors who participated in the so called epistolary correspondence between Góngora’s and Lope de Vega’s circles. To do this, a total of five testimonies are studied, disseminated between 1613 and 1615, involving, at least three authors: Antonio de las Infantas y Mendoza, Góngora himself and Lope de Vega or someone close to him. Among other things, the study of these authors provides new data about the human and literary profiles of Antonio de las Infantas. Likewise, light is shed on the discussion about whether Góngora´s letters are authentic or not and eventually, interesting and innovative relationships are established between the author or authors of the anonymous letters and the author of the apocryphal Quijote. Keywords: Gongoresque controversy, Antonio de las Infantas y Mendoza, Lope de Vega. ISSN: 2340-1176

Atalanta 2016, 4/1: 63-86


María José Osuna Cabezas

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AUTORÍA EN LA CORRESPONDENCIA EPISTOLAR DE LOS PRIMEROS AÑOS DE LA POLÉMICA GONGORINA (1613-1615)

E

l objetivo de este trabajo es profundizar en los autores que participaron en la llamada correspondencia epistolar entre los círculos de Lope de Vega y Góngora, acontecida en los primeros momentos de la polémica gongorina, en concreto entre 1613 y 1615 y formada por los siguientes

documentos: Carta de un amigo de D. Luis de Góngora, que le escribió acerca de sus «Soledades»; Carta de D. Luis de Góngora en respuesta de la que le escribieron; Carta de don Antonio de las Infantas y Mendoza, respondiendo a la que se escribió a don Luis de Góngora en razón de las «Soledades»; Respuesta a las cartas de don Luis de Góngora y de don Antonio de las Infantas; y Carta que se escribió echadiza a don Luis de Góngora1. Para conseguir nuestro propósito explicaremos las características, el contenido y las circunstancias de los testimonios que hemos mencionado. Posteriormente, nos centraremos en los autores que participaron en este intercambio de misivas. En primer lugar, aportaremos nuevos datos acerca del perfil humano y literario de Antonio de las Infantas y Mendoza para demostrar que, aunque su nombre no aparece recogido en ninguno de los listados de amigos y defensores de Góngora, tuvo una estrecha relación con el cordobés, tanto en el plano personal como en el literario. En segundo lugar, arrojaremos luz sobre la discusión suscitada acerca de si las cartas de Góngora son auténticas. En tercer y último lugar, se establecerán interesantes y novedosas relaciones entre el autor o autores de las cartas anónimas, posiblemente Lope de Vega, y el autor del Quijote apócrifo.

I. CORRESPONDENCIA EPISTOLAR

El 13 de septiembre de 1613 Góngora recibe una carta anónima con el título de Carta de un amigo de D. Luis de Góngora, que le escribió acerca de sus «Soledades». Basta leer el comienzo de la misiva para percatarse de que el autor de la misma no es ningún amigo de Góngora: «Un cuaderno de versos desiguales y consonancias erráticas se ha

1

Para datos sobre la cronología, ediciones, contenido y estructura de los testimonios que conforman esta correspondencia epistolar, véase María José Osuna Cabezas, Las Soledades caminan hacia la corte: Primera fase de la polémica gongorina, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo, 2008, pp. 73-110.

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María José Osuna Cabezas

aparecido en esta corte con nombre de Soledades»2. Supuestamente es un admirador de la poesía que hasta ese momento ha escrito Góngora y esa admiración lo lleva a dudar de que las Soledades hayan sido escritas por el cordobés y estas dudas se confirman por estos hechos: por la escasa calidad que tienen, porque no se sabe en qué lengua están escritas, y por estar difundidas por Andrés de Almansa y Mendoza, quien había acompañado el poema de Góngora con unas Advertencias para inteligencia de las «Soledades». Además, de la amistad y de la admiración a Góngora, surgen una serie de consejos: que retire el poema, que niegue la autoría del mismo, que reflexione sobre el vicio que puede introducir entre los muchachos «que procurarán imitar el lenguaje de estos versos, entendiendo que vuesa merced habla de veras en ellos» y que desacredite a Almansa y Mendoza contra el que se arremete sin piedad a lo largo de toda la carta3. En el caso de que no ejecute estos consejos, el anónimo autor reta a Góngora a que le explique lo que su poema tiene de útil, honroso y deleitable: «Y pues las invenciones en tanto son buenas en quanto tienen de útil, honroso y delectable lo que basta para quedar constituidas en razón de bien, dígame vuesa merced si hay algo desto en esta su novedad, por que yo convoque amigos que lo publiquen y la defiendan, que no será pequeño servicio, pues las más importantes siempre en sus principios tienen necesidad de valedores»4. El 30 de septiembre de 1613 Góngora responde a esta carta anónima: Carta de D. Luis de Góngora en respuesta de la que le escribieron. Si el comienzo de la misiva anónima había sido muy claro, con la misma claridad comienza el cordobés: «He tenido opinión que nadie hasta hoy me ha quedado a deber nada, y así me es fuerza el responder sin saber a quién»5. Tras otras apelaciones al destinatario, Góngora inicia la defensa de su poema contestando punto por punto a las críticas recibidas y justificando lo que su poema tiene de útil, honroso y deleitable, sin olvidar hacer una defensa de Almansa y Mendoza, al que no solo ha encomendado la difusión de las Soledades, sino 2

Citamos siempre por la edición de Antonio Carreira, «La controversia en torno a las Soledades. Un parecer desconocido, y edición crítica de las primeras cartas», en Hommage à Robert Jammes, ed. F. Cerdán, Toulouse, Anejos de Criticón, 1994, vol. I, pp. 151-171; reimpreso en Gongoremas, Barcelona, Península, 1998, pp. 239-266, pp. 250-253. 3 Para el papel que desempeñó Andrés de Almansa y Mendoza en la polémica gongorina, véase María José Osuna Cabezas, «El papel de Andrés de Almansa y Mendoza en la polémica gongorina», en Edad de Oro Cantabrigense: Actas del VII Congreso de la Asociación Internacional del Siglo de Oro (AISO), ed. Anthony Close, Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2006, pp. 489-494. 4 Antonio Carreira, art. cit., pp. 252-253. 5 Citamos siempre por la edición de Antonio Carreira: Luis de Góngora, Obras Completas I, Madrid, Biblioteca Castro, 2000, pp. 253-260.

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AUTORÍA EN LA CORRESPONDENCIA EPISTOLAR DE LOS PRIMEROS AÑOS DE LA POLÉMICA GONGORINA (1613-1615)

la de esta misma carta «por estrados, en el patio de palacio, puerta de Guadalajara y corrales de comedias, lonjas de la bachillería donde le [de]parará a vuesa merced el perjuicio que hubiere lugar de derecho»6. El 15 de octubre de 1613, el anónimo falso amigo de Góngora recibió otra respuesta a su carta, ahora de manos de un admirador del cordobés, Antonio de las Infantas y Mendoza: Carta de don Antonio de las Infantas y Mendoza, respondiendo a la que se escribió a don Luis de Góngora en razón de las «Soledades». Se trata de una carta bastante extensa, en comparación con las dos anteriores, donde Antonio de las Infantas persigue dos objetivos fundamentales: rebatir con argumentos lo manifestado por el autor anónimo ─y para ello va a reproducir hasta treinta frases de la carta satírica contra Góngora─ y defender a Andrés de Almansa y Mendoza de los virulentos ataques de los que ha sido objeto. Si el arranque de las dos misivas anteriores no suscitaba dudas acerca de la postura de sus autores, la despedida de Antonio de las Infantas es igualmente contundente: «no osa firmar lo que da, y por si tuviere atrevimiento de replicar a esto lo firmaré yo para que sepa a quién lo ha de escribir»7. El 16 de enero de 1614, tres meses después de la carta de Antonio de las Infantas, Góngora recibe otra carta anónima, mucho más extensa que la primera y mejor estructurada en exordio, cuerpo doctrinal y epílogo: Respuesta a las cartas de don Luis de Góngora y de don Antonio de las Infantas. En el largo exordio, el autor se presenta como amigo de un «caballero soldado»8, es decir, como amigo del que había escrito la primera carta. Según su información, este «caballero soldado» había pasado por Madrid en el mes de septiembre y había tenido la ocasión de leer las Soledades gongorinas. Dejándose llevar por la afición a la poesía y a las obras del cordobés, le había escrito esa primera misiva con la buena intención de hacerle conocedor de la opinión que en la corte circulaba sobre el poema y para recomendarle que no prosiguiera por ese camino. Posteriormente, este «caballero soldado» tuvo que marcharse a Nápoles y esa circunstancia le ha impedido tener conocimiento de la carta de Góngora y de la de Antonio de las Infantas. Él, como amigo de este «caballero soldado», pensó responderle a Góngora cuando recibió su carta, pero

6

Ibídem, pp. 253-254. Citamos por la edición de Emilio Orozco, Lope y Góngora frente a frente, Madrid, Gredos, 1973, p. 207. 8 Ibídem, pp. 238-248. 7

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[…] viendo que en Vm. es menos la modestia de filósofo que la furia de Poeta, escogí el silencio, pareciéndome que el tiempo pondría a Vm. en verdadero conocimiento de su obligación y quise más esperarlo que tentar el sufrimiento de Vm. con nueva ocasión de manifestar la fragilidad de su prudencia, pues escribiendo yo con mi ordinaria templanza me ponía en peligro de parecer a Vm. adulador, y diciendo sin ella la verdad pude temer que su desgracia y su osadía de Vm. la convirtiese en ponzoña9.

Además, estaba convencido de que con el paso del tiempo Góngora recapacitaría, sobre todo, teniendo en cuenta que hasta el propio Andrés de Almansa excusaba la carta del cordobés «por el camino de primer impulso, pues todos conocen la fuerza de una cólera»10. Finalmente, no ha tenido más remedio que contestar

visto que Vm. prosigue en hacer versos con su acostumbrada graciosidad, ofendiendo la carta del ausente, como si fuera de enemigo, y que para esto mete obreros valiéndose de la autoridad del Sr. don Antonio de las Infantas, […] no he querido excusarme de decir a Vm. la ausencia de mi amigo para que por su silencio Vm. le juzgue de discortés ni falto de suficiencia para responder a tantos papeles como salen cada día en su ofensa dél y en favor de las Soledades11.

Y, en definitiva, va a responder por no «dejar al ausente solo el cuidado de responder por entero». Al final de la carta, este amigo del caballero soldado reclama una respuesta por parte de Góngora: «Muy grande le tengo esperando la respuesta más aguda y menos cuerda que Vm. promete al ausente. Suplico a Vm. me favorezca con ella, que sería lástima se malograse»12. Y parece que Góngora satisfizo el deseo de este anónimo porque, entre el mes de enero de 1614 y el otoño de 1615, Andrés de Almansa difundió por la corte una segunda carta firmada por Góngora. Esta carta se ha perdido, pero se pueden conocer algunos elementos de su contenido por la respuesta a la misma, que lleva el título de Carta que se escribió echadiza a don Luis de Góngora13 ─citada

9

Ibídem, pp. 238-239. Ibídem, p. 239. 11 Ibídem, p. 239. 12 Ibídem, p. 248. 13 Ibídem, pp. 263-266. 10

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normalmente por los especialistas como Carta echadiza─, fechada por Jammes en otoño de 161514. El autor de esta carta, que también se esconde bajo el anonimato, afirma ser de Lisboa, haber estudiado en la Universidad de Coimbra y ser amigo y vecino de Lope de Vega en la madrileña calle Francos, donde, según los biógrafos de Lope, el dramaturgo vivió desde finales del verano de 1610. El principal objetivo que tiene el portugués es hacer una defensa de Lope de Vega, pues parece ser que, en la carta perdida de Góngora, el cordobés aludía a un soneto burlesco que había compuesto Lope de Vega parodiando los hipérbatos empleados por Góngora en las Soledades y que ha sido identificado con el siguiente poema:

Inés, tus bellos ya me matan, ojos y el alma, roban pensamientos, mía, desde aquel triste que te vieron, día no tan crueles, por tu causa, enojos.

Tus cabellos, prisiones de amor, rojos, con tal, me hacen vivir, melancolía, que tu fiera, en mis lágrimas, porfía, dará de mis, la cuenta a Dios, despojos.

Creyendo que de mí, no, Amor, se acuerde, temerario, levántase, deseo de ver a quien, me, por desdenes, pierde.

Que es venturoso, si se admite, empleo, esperanza de amor, me dice, verde, viendo que, te, desde tan lejos, veo

15

.

El portugués admite que este soneto lo ha escrito Lope de Vega, pero no con la intención de burlarse de Góngora, sino de aquellos que, no teniendo su ingenio ─porque Góngora es «único ingenio y inimitable»─ tratan de imitarlo («mochuelos que aquí le 14

Luis de Góngora, Soledades, ed. Robert Jammes, Madrid, Castalia, 1994, p. 642. Este soneto está incluido en la comedia El capellán de la Virgen, dedicada a la vida de san Ildefonso. Según Griswold Morley y Courtney Bruerton puede fecharse entre 1613-1616, «probablemente 1615». Véase Cronología de las Comedias de Lope de Vega, Madrid, Gredos, 1968, p. 298. 15

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imitan bárbara y atrevidamente»). Además, el portugués le recuerda a Góngora que Lope ya ha dado señales de su admiración hacia él cuando le dedicó el soneto que comienza «Canta, cisne andaluz, que el verde coro». Parece que Góngora también había acusado en su carta a Lope de ser hereje y alumbrado, aunque cabe imaginar que lo haría de una forma indirecta. Así defiende el portugués a su amigo:

Dice V.m. que conoce muy bien a los helvidianos, como quien tan bien los entiende, adonde yo, con el vocabulario de los equívocos de Ledesma, hallo que no es San Ilefonso por quien V.m. lo dice, sino Lope de Vega, el cual no sé cuándo o cómo se haya entendido con herejes, si no lo dice V.m. por ser ministro del Santo Oficio, y sobrino de don Miguel de Carpio, hombre por quien hoy dicen en Sevilla cuando una cosa está caliente: «Quema como Carpio». Así mesmo añade V.m. que Dios libre de ser alumbrado, aludiendo a diversos clérigos que con este nombre fueron viciosos, no sé si en Córdoba, que, como soy de Lisboa, no estoy bien en las cosas de Castilla16.

En cuanto al resto del contenido de la carta, es una repetición de razones y explicaciones en busca de comprensión y disculpa. Se quiere dejar claro que Lope alaba a Góngora y que todas sus críticas van destinadas a sus seguidores y, en cualquier caso, toda la culpa la tiene Andrés de Almansa que es el que se ha dedicado a trasmitir mentiras al cordobés sobre el afecto que le profesa Lope. Con esta carta se da por terminado el intercambio de misivas entre Góngora, Antonio de las Infantas y el autor o los autores que están detrás de las misivas anónimas17.

II. ANTONIO DE LAS INFANTAS Y MENDOZA

En las últimas décadas se ha venido afirmando que Antonio de las Infantas era un joven cordobés admirador de la poesía de Góngora que había participado en la polémica gongorina de forma ocasional, a petición de Góngora o por iniciativa propia, y que 16 17

Emilio Orozco, op. cit., p. 265. Para más datos véase María José Osuna Cabezas, op. cit., pp. 73-110.

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quizás era pariente de Andrés de Almansa y Mendoza18, aunque no tenemos pruebas suficientes para afirmar tal parentesco. Sin embargo, ahora podemos aportar nuevos datos acerca del perfil humano y literario de Antonio de las Infantas. En el plano humano sabemos que Antonio de las Infantas era primo carnal de don Francisco de Saavedra, sobrino de Góngora. Esta relación la descubrió Dámaso Alonso19 al investigar las circunstancias en las que el sobrino de Góngora fue asesinado, pero no estableció vínculos entre Antonio de las Infantas y la polémica gongorina, pues en los momentos de publicación de sus trabajos desconocía los textos que conforman la correspondencia epistolar. Posteriormente, muy pocos investigadores se han interesado en profundizar en la figura de Antonio de las Infantas20. Como se indicaba anteriormente, don Francisco de Saavedra, sobrino de Góngora, hijo de su hermana doña Francisca de Argote, murió tras participar en una pelea callejera acontecida el 12 de noviembre de 1605, provocada por una discusión en torno a los lugares que debía recorrer un toro atado con una maroma. El primer enfrentamiento fue entre don Francisco de Mesa y don Francisco de Aguayo, que recibieron a su vez ayuda de sus parientes: Francisco de Mesa la recibió de Francisco de Saavedra, primo de él y sobrino de Góngora, y Francisco de Aguayo de su hermano don Pedro de Heredia. En lo que respecta a Francisco de Saavedra, sabemos que en la reyerta recibió dos heridas en la cabeza, que provocaron su muerte dos semanas después cuando acababa de cumplir veintiún años. La familia Argote comienza entonces un pleito contra los implicados y para poder presentar la querella ante las altas justicias de la corte doña Francisca de Argote, madre del fallecido y hermana de Góngora, le otorga un poder a seis personas, entre las que se encuentra un tal Lorenzo de las Infantas, hermano de nuestro Antonio de las Infantas, quien a su vez participa como testigo en el juicio pues había presenciado la pelea. En concreto, fue el testigo número trece y cuando le pidieron los datos personales manifestó que era vecino de Córdoba y que vivía en la casa de su hermano don Lorenzo, en la colación de San Nicolás de la Villa.

18

Emilio Orozco, op. cit., p. 194. Dámaso Alonso, «Góngoras, Argotes y Saavedras, unidos por una querella», en Obras Completas VI: Góngora y el gongorismo, Madrid, Gredos, 1982, pp. 117-151. 20 Prácticamente la única excepción es María José Osuna Cabezas, «Antonio de las Infantas y Mendoza en el contexto de la polémica gongorina», en Compostella Áurea: Actas del VIII Congreso de la Asociación Internacional del Siglo de Oro (AISO), coord. Antonio Azaustre Galiana y Santiago Fernández Mosquera, Santiago de Compostela, Universidade de Santiago de Compostela, 2011, I, pp. 355-363. 19

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Además, se deduce que en el año de la reyerta, 1605, debía tener unos veintiún años, los mismos que el sobrino de Góngora y que, por tanto, en el momento en el que escribió la carta en defensa de Góngora habría de tener unos veintinueve años. Si consultamos el árbol genealógico que diseñó Dámaso Alonso21 de los Argotes y de los Saavedras, se comprueba que Antonio de las Infantas, junto a Lorenzo de las Infantas y otros hermanos más, era hijo de don Luis de las Infantas y de doña Mencía Manuel, quien a su vez era hermana de don Gonzalo de Saavedra, marido de la hermana de Góngora y, por tanto, padre del sobrino del cordobés. En definitiva, esta relación familiar entre Antonio de las Infantas y Góngora demuestra que la participación de Antonio de las Infantas en la polémica gongorina pudo estar suscitada no solo por la admiración que profesara a la poesía del cordobés, sino por otros motivos de carácter más personal. No olvidemos, en este sentido, que Góngora se mostró siempre muy afligido por la muerte de su sobrino y, sobre todo, por no haber conseguido que se hiciera justicia contra los responsables de la misma. Y del «aburrimiento, la desesperación por la actitud parcial y poco amistosa de la justicia y por la lentitud»22 de aquel proceso y, sobre todo, de la sentencia definitiva ─«escandalosamente blanda» en palabras de Antonio Carreira23─ contra uno de los causantes, don Francisco de Aguayo, surgieron los tercetos que comienzan:

¡Mal haya el que en señores idolatra y en Madrid desperdicia sus dineros, si ha de hacer al salir una mohatra!24

Es lógico pensar, por tanto, que Góngora se sentiría en deuda con todos aquellos que, como Antonio de las Infantas, colaboraron por reivindicar un castigo para los culpables. Quizás este agradecimiento es el que justifica que Góngora, en 1613, el mismo año en el que Antonio de las Infantas redactó la carta en defensa de las Soledades, le dedicara un soneto en ocasión de la muerte de la mujer con la que iba a

21

Dámaso Alonso, art. cit., pp. 122-123. Dámaso Alonso, «La muerte violenta de un sobrino de Góngora», en Obras Completas... op. cit., pp. 83-116, p. 114. 23 Luis de Góngora, Antología poética, ed. Antonio Carreira, Barcelona, Crítica, 2009, p. 152. 24 Luis de Góngora, op. cit., 2000, p. 275. 22

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casarse: A don Antonio de las Infantas, en la muerte de una señora con quien estaba concertado de casar en Segura de la Sierra:

Ceñida, si asombrada no, la frente de una y de otra verde rama obscura, a los pinos dejando de Segura su urna lagrimosa, en son doliente, llora el Betis, no lejos de su fuente, en poca tierra ya mucha hermosura: tiernos rayos en una piedra dura de un sol antes caduco que luciente. ¡Cuán triste sobre el pórfido se mira casta Venus llorar su cuarta gracia, si lágrimas las perlas son que vierte! ¡Oh Antonio, oh tú del músico de Tracia prudente imitador! Tu dulce lira sus privilegios rompa hoy a la muerte

25

.

En el plano literario podemos afirmar que Antonio de la Infantas era poeta o aficionado a la poesía y que participó en la Relación de las honras que se hicieron en la ciudad de Córdoba a la muerte de la Serenísima Reina señora nuestra doña Margarita de Austria, Córdoba, viuda de Andrés Barrera, 1612. Muchas ciudades españolas, al igual que Córdoba, sintieron la necesidad de celebrar honras fúnebres por la muerte de Margarita de Austria, ocurrida el 3 de octubre de 1611 como consecuencia de las complicaciones que sufrió durante el parto de su octavo hijo Alfonso de Austria. En el caso de Córdoba, se hizo construir por Blas de Marabel un bizarro y majestuoso túmulo adornado por tarjetones con poesías latinas y castellanas. Entre las poesías castellanas se pueden identificar algunas de Góngora, en concreto tres sonetos ─los que comienzan: «A la que España toda humilde estrado», «No de fino diamante, o rubí ardiente», «Máquina funeral, que desta vida»─, una octava ─«En esta, que admiráis, de piedras graves»─, y dos décimas ─«La perla que esplendor fue» y «Ociosa toda virtud»─ 26. Además, Góngora no se resistió a dedicar dos sonetos satíricos a las ciudades vecinas

25

Luis de Góngora, Sonetos completos, ed. Biruté Ciplijauskaité, Madrid, Castalia, 1989, p. 218. Todas las composiciones mencionadas pueden consultarse en Luis de Góngora, op. cit., 2000, pp. 320-321 y 324-325 respectivamente. 26

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que habían ofrecido unas honras fúnebres similares a Margarita de Austria: Al túmulo de Écija, en las honras de la señora reina doña Margarita («Ícaro de bayeta, si de pino») y A los túmulos que hicieron las ciudades de Jaén, Écija y Baeza en las honras de la reina doña Margarita de Austria («Oh bien haya Jaén, que en lienzo prieto»)27. Junto a los poemas de Góngora, podemos encontrar en la Relación de las honras otras composiciones de los más allegados amigos del cordobés, tales como don Pedro de Cárdenas y Angulo, don Antonio de Paredes, el licenciado Vaca de Alfaro y nuestro Antonio de las Infantas, que participó con un soneto que deja entrever una clara influencia del estilo gongorino:

Esta de horror ceñida, si luciente, que dos mundos asombra nube obscura crepúsculos oculta, no luz pura, del mejor sol que a España ornó la frente; de cuyos rayos el Danubio Oriente, ocaso el Tajo fue, quien piedra dura de alto obelisco eternizar procura memorias suyas hoy gloriosamente. Nubes de llanto, bien si son centellas las que despide de agua en turbio día por las que estrecha en sí reliquias bellas, pompa de la Imperial concha que cría el Austria, reina cuyo pie ya centellas pisa en dichosa eterna monarquía

28

.

La participación de Antonio de las Infantas en la Relación de las honras, junto a Góngora y a otros autores pertenecientes al círculo de amigos y defensores de la poesía del cordobés, nos lleva a concluir que la relación entre Góngora y Antonio de las Infantas abarcaba el plano personal, pero también el plano literario y que, a pesar de que no se recoja su nombre en ninguno de los listados de amigos y defensores de Góngora29, 27

Ibídem, pp. 322-323. Relación de las honras que se hicieron en la ciudad de Córdoba a la muerte de la Serenísima Reina señora nuestra doña Margarita de Austria, Córdoba, viuda de Andrés Barrera, 1612, fol. 5v. 29 El más conocido e importante, por extenso, es el que aparece en el manuscrito 3893 de la Biblioteca Nacional, que corresponde a una fecha no precisa después de 1642. Fue publicado parcialmente por Artigas, atribuyéndolo a Vázquez Siruela, y fue posteriormente editado por Ryan, que lo considera obra de dos autores. Andrés de Almansa y Mendoza fue el primero en ofrecer una lista en sus Advertencias 28

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con justicia pertenecía al ambiente que rodeaba a don Luis, de ahí que se legitime su participación en la polémica gongorina.

III. GÓNGORA

Como hemos tenido ocasión de ver, Góngora participa en la correspondencia epistolar con dos cartas cuya autenticidad ha sido puesta en duda fundamentalmente por el prestigioso gongorista Robert Jammes, quien refiriéndose a la segunda de ellas ─a la que se ha perdido─ manifiesta que «es dudoso que la haya escrito el propio Góngora, y no se le deberá poner a su cuenta hasta, por lo menos, que haya aparecido el texto»30. En cuanto a la primera, Jammes también muestra reticencias para considerarla de la pluma de Góngora por diversos motivos:

Confieso que se me hace difícil imaginar a Góngora contestando con paciencia a la petición irónica ... de un corresponsal anónimo: ¿cómo iba don Luis a tomar en serio la discusión escolástica que se le proponía para ponerle en ridículo? Tampoco se puede creer que, para demostrar la «utilidad» de la poesía difícil, y concretamente de su poema, contestara que podría servir para poner a prueba la perspicacia de los estudiantes, como si se tratara de un manual de ejercicios para los colegios. Añádanse algunos disparates, como la atribución al Testamento Viejo de «la gracia de Pentecostés», o la curiosa explicación de

la «desdicha de Babel», o la

afirmación, sorprendente por parte de un clérigo, de que «a mí me corren muchas

para inteligencia de las «Soledades». Francisco Fernández de Córdoba, Abad de Rute, hacia finales de 1617, incluye otra lista en su Examen del «Antídoto». En 1635 Martín de Angulo y Pulgar ofrece una lista de admiradores y defensores de Góngora en una de sus Epístolas satisfactorias. En 1638 Andrés de Ustarroz da a conocer su obra Defensa de la patria del invencible mártir San Lorenzo, donde ofrece un listado de dieciocho nombres. Por último, hay que mencionar a Vaca de Alfaro Gómez y su obra de 1666 Lira de Melpómene, que se cierra con un listado de veintidós nombres. Para más información sobre estos listados, así como para un análisis de las presencias y ausencias más significativas, véanse los trabajos de María José Osuna Cabezas, «Enrique Vaca de Alfaro y su Lira de Melpómene en el contexto de la polémica gongorina», en Tras el canon: La poesía del Barroco tardío, ed. Ignacio García Aguilar, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo, 2009, pp. 41-58; «Algunas reflexiones en torno a las Advertencias de Almansa y Mendoza y la canonización de los partidarios de Góngora», en El parnaso versificado: La construcción de la república de los poetas en los Siglos de Oro, coord. Pedro Ruiz Pérez, Madrid, Abada Editores, 2010, pp. 463-479; «Canonización de los defensores de Góngora: A propósito de Angulo y Pulgar y sus Epístolas satisfactorias», Atalanta: Revista de las Letras Barrocas, 2:2, 2014, pp. 37-53. 30 Luis de Góngora, op. cit., 1994, p. 632.

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obligaciones de saber poco dél del Testamento Viejo por naturaleza y por oficio», y se concluirá que esta carta no puede ser de Góngora

31

.

Al mismo tiempo que el gongorista francés pone en evidencia estas reticencias, admite que hay otras partes de la carta que sí son dignas de haber sido escritas por el cordobés como, por ejemplo, la metáfora bancaria que encabeza el segundo párrafo 32: «Sin duda creyó V.m. haberse acabado el caudal de mis letras con esta Soledad, que suele ser la última partida de los que quiebran; pues crea V.m. que a letra vista se pagan en Parnaso, donde tengo razonable crédito». Por último, Jammes señala cambios de estilo dentro de la carta y en concreto opina que a partir del tercer párrafo hay un «bajón estilístico», en el sentido de que de una serie de frases densas, cortantes, alusivas y graciosas se pasa sin transición a una «discusión pedante, pesada, de poco vuelo y totalmente desprovista de humor», que desaparece en gran medida en el último párrafo de la carta. Todas estas reflexiones conducen finalmente al gongorista francés a concluir que se podría admitir que Góngora escribió: los párrafos 1, 2, y quizás 9 de la Carta en respuesta, y que lo demás ─es decir, los párrafos 4, 5, 6, 7 y 8, con sus mediocridades, sus pedanterías y su confusión─ fue añadido por algún admirador suyo (¿Almansa?) que juzgaría indispensable esta interpolación: son cosas que ocurren todavía en nuestros días

33

.

Por su parte, Antonio Carreira utiliza el inicio de la carta de Antonio de las Infantas para apoyar la hipótesis de Jammes: «De las del Sr. don Luis de Góngora llegó a mis manos una, que no sé si llame carta, y la razón de dificultar (si lo es) reservo a apuntársela a V.m. llegando la ocasión: encárgueme de responder a ella por no coartar el tiempo al ingenio superior y que él legase en niñerías»34. La cuestión, sin embargo, no es tan sencilla y el propio Carreira tiene dudas al respecto:

31

Ibídem, pp. 614-615. Jammes se guía en todo momento por la estructura de la carta según la edición de Carreira, en la que aparece dividida en nueve párrafos. Véase Antonio Carreira, art. cit., pp. 253-260. 33 Luis de Góngora, op. cit., 1994, p. 616. 34 Emilio Orozco, op. cit., p. 200. 32

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La fecha de la carta de don Antonio parece ser quince días posterior a la de Góngora. Esto favorecería la conjetura de Jammes, si se admite que el poeta guardó el borrador de su carta, aunque fechado, mientras que su amigo despachó la suya a la corte, acaso a nombre del propio Mendoza, por ignorar el del verdadero destinatario. De haberse producido así los hechos, hay que preguntarse si don Antonio escribió su réplica con o sin anuencia de Góngora: por más lógico que sea lo primero, la torpeza con que la lleva a cabo hace pensar en lo segundo, tanto más cuanto que del inicio de la carta de Antonio de las Infantas parece inferirse que según Góngora no valía la pena de perder el tiempo en contestar. En tal caso no se explica bien la forma cómo el borrador se llegaría después a difundir, y de qué manera se habría ejecutado en él la interpolación, pues no es razonable que Góngora lo conservara y dejara copiar si no quería enviarlo; menos aún si conocía la respuesta de don Antonio

35

.

A las reservas manifestadas por Carreira habría que añadir que precisamente los pasajes que Jammes señala como los más dudosos han sido analizados por diversos investigadores, que consideran que Góngora llevó a cabo una impecable defensa de su poema y, en último término, de su estilo. Así, Dámaso Alonso, que cita cuatro pasajes de la parte central de la carta, dice que Góngora «contestó a la acusación de oscuro con conceptos tan netos y claros que demuestran cuán meditado tenía el asunto y cuán decidida era su posición»36. Por su parte, Antonio Vilanova37 lleva a cabo un profundo estudio de la carta de Góngora, a la que pone en diálogo con algunos fragmentos del Libro de la erudición poética de Luis Carrillo y Sotomayor, y determina que en ambos textos podemos encontrar un verdadero manifiesto del culteranismo38. Teniendo en cuenta todas estas cuestiones, Carreira llega a la conclusión de que la carta de Góngora «es no solo auténtica, sino la que Góngora nunca debería de haber escrito. Si se hubiera reído del papel anónimo, como luego hizo del Antídoto, tendríamos unas páginas menos de dudosa teoría literaria, pero acaso estarían completas las Soledades»39.

35

Antonio Carreira, art. cit., p. 261. Dámaso Alonso, op. cit., pp. 134-135. 37 Antonio Vilanova, «Góngora y su defensa de la oscuridad como factor estético», en Homenaje a José Manuel Blecua ofrecido por sus discípulos, colegas y amigos, Madrid, Gredos, 1983, pp. 657-672. 38 Para la reiterada utilización de los argumentos esgrimidos por Góngora, véase en general el libro de Joaquín Roses Lozano, Una poética de la oscuridad: la recepción crítica de las Soledades en el siglo XVII, Madrid, Tamesis, 1994. 39 Antonio Carreira, art. cit., p. 266. 36

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En cualquier caso, el problema de la autoría de la carta de Góngora parece que está lejos de una solución. Si aceptamos la propuesta de Carreira quedan sin explicación las palabras con las que Antonio de las Infantas inicia su carta, porque se hace difícil admitir que este respondiera a la carta anónima sin saber que Góngora ya había escrito una respuesta o que por lo menos la preparaba, sobre todo, porque es evidente que Antonio de las Infantas habló de la carta con el cordobés, puesto que fue él quien se la mostró y de esa conversación Antonio de las Infantas sacaría la conclusión de que para Góngora no merecía la pena contestar40. Además, teniendo en cuenta los pocos días que distan entre la carta satírica dirigida a Góngora y la respuesta de este, el cordobés tuvo que empezar a concebirla prácticamente de inmediato. Por otra parte, si se acepta la hipótesis de Jammes, surgen dos preguntas. La primera es por qué Góngora o alguno de sus allegados no desmintieron la autoría. Si lo hubieran hecho, la noticia hubiera llegado pronto a la corte, puesto que los adversarios de Góngora parece que estaban bien informados de lo que pasaba en Córdoba 41. En segundo lugar, si Góngora no la escribió, quién lo hizo. Jammes apunta a Almansa y Mendoza, pero se hace difícil pensar que esto fuera así; Góngora no le habría confiado la difusión de su segunda carta a alguien que había traicionado su confianza difundiendo una primera carta falsa.

IV. AUTOR O AUTORES DE LAS CARTAS ANÓNIMAS: ¿LOPE DE VEGA?

Problemas y dudas plantea también la autoría de las cartas anónimas dirigidas a Góngora. El autor o los autores se habían presentado bajo tres personalidades diferentes:

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Como estamos hablando de hipótesis y conjeturas, es posible también que Góngora en un principio decidiera no contestar y luego cambiase de idea, pero ya no se lo comunicara a Antonio de las Infantas, por los motivos que fueren. En este sentido, es interesante tener también en cuenta unas palabras de la Respuesta a las cartas de don Luis de Góngora y de don Antonio de las Infantas: «Así callaba persuadido que lo que Vm. escribió era primero movimiento que tanto excusan los teólogos, y no le estaban mal a Vm. que así lo entendieran todos, pues no procediendo tal carta de tal principio los mayores amigos de Vm. la condenan por extranjera de los términos de cortesía y prudencia firmando también esta sentencia su hijo Mendoza, que se hallaba contento de poder excusarla por el camino de primer impulso, pues todos conocen la fuerza de una cólera...» (Emilio Orozco, op. cit., p. 239). 41 Esto se puede deducir, por ejemplo, de un fragmento del testimonio Respuesta a las cartas de don Luis de Góngora y de don Antonio de las Infantas: «Muy conocido es el gran trabajo que costaron a Vm las Soledades» (Emilio Orozco, op. cit., p. 242).

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un amigo de Góngora, un amigo del caballero soldado que escribió la primera carta y un portugués amigo y vecino de Lope. Emilio Orozco fue el crítico que se atrevió a afirmar, sin reservas, que debajo de esas tres personalidades se encontraba Lope de Vega42. Los argumentos que esgrime pueden ser resumidos en dos: el primero es que la crítica acepta sin discusión que la Carta echadiza es de Lope y, aunque no la han relacionado con las dos anteriores, la conexión que se establece entre ellas obliga a ponerlas en contacto; el segundo es que desde fechas muy tempranas (1580-1590) ─cuando los dos aparecen en la vida literaria a través del Romancero─ es evidente que Góngora y Lope de Vega se profesaron una mutua enemistad, que se prolongó más allá incluso de la muerte de Góngora. Precisamente a trazar la historia de esta enemistad dedicó Orozco un interesante y ameno libro con el significativo título de Lope y Góngora frente a frente, en el que se incluyen algunos de los primeros testimonios de la polémica gongorina, así como un gran número de poemas satíricos que se dirigieron el cordobés y el madrileño mutuamente ante cualquier ocasión, ya fuera literaria o personal. Después de Orozco, otros críticos aceptaron dicha autoría, hasta que fue puesta en duda de nuevo por Jammes y Carreira. Estos dos investigadores consideran que no hay argumentos sólidos para determinar que son de Lope, aunque admiten que probablemente fueron escritas por algún amigo suyo. No obstante, Jammes no es tan tajante a la hora de rechazar la autoría de Lope para la segunda misiva, Respuesta a las cartas de don Luis de Góngora y de don Antonio de las Infantas: […] se puede sin embargo admitir que la atribución a Lope es menos inverosímil porque, a diferencia de las otras dos que se le achacan, presenta ciertos rasgos estilísticos que, a primera vista, hacen pensar en los que suelen aparecer en la prosa de Lope: abundancia de largos paréntesis, en los que se ingieren anécdotas, procedentes en general de la tradición clásica; copiosa lista de referencias a personajes de la Antigüedad, no siempre fáciles de identificar: Sócrates, Archidames, Alcateo («orador famoso»), Filipo, Agis («embajador espartano»), Horacio, Aristóteles, Aristipo, Lavoto («sabio capitán lacedemonio»), Herodoto, Tácito, Menócrates («médico»), el rey Agesilao, el príncipe Antacidas, Virgilio,

42

Ibídem.

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Cicerón, Catón Senior, Homero, Píndaro, Juvenal, Marcial, Terencio, Plauto, Solón, Platón, Tucidides, Licurso…

43

.

Por tanto, en lo único que parece haber consenso es en que si no son de Lope, tienen que ser de alguien de su círculo. Precisamente algunas alusiones que se hacen del autor de estas misivas en la carta de Góngora parecen aludir más que a una persona concreta a un grupo: «Y no sé en qué fuerzas fiado me escribe una carta, más que ingeniosa, atrevida, pues queriendo cumular mil fragmentos de disparates (como de diferentes dueños, de donde los infiero los tiene el papel)...»44; «Y así, solo digo que, si no pareciere a vuesa merced lo contrario, y a esos discípulos ocultos como Nicodemus...»45. Por último, queremos insistir sobre un aspecto muy poco tratado hasta ahora por los críticos: la relación, ya apuntada por Mª José Osuna46, que se puede establecer entre el autor de estas misivas y, sobre todo, de la Carta echadiza contra Góngora y el autor del Quijote apócrifo. Como sabemos, el falso Alonso Fernández de Avellaneda, en el prólogo a su obra, además de criticar a Cervantes llamándole manco, viejo y envidioso, defiende a Lope, como si de él mismo se tratara: Él Cervantes tomó por tales ofender a mí y, particularmente, a quien tan justamente celebran las naciones más extranjeras y la nuestra debe tanto, por haber entretenido honestísima y fecundante tantos años los teatros de España con estupendas e innumerables comedias, con el rigor del arte que pide el mundo y con la seguridad y limpieza que de un ministro del Santo Oficio se debe esperar

47

.

Tenemos aquí la mención al Santo Oficio y los aires de grandeza de Lope, de los que tanto se había burlado Góngora, por ejemplo, en el soneto que comienza «Por tu vida, Lopillo, que me borres», inspirado en el hecho de que Lope había estampado en la portada de la Arcadia el escudo de los Carpio para dejar constancia de su origen noble, ya que se hacía descendiente de Bernardo del Carpio, hijo de la nobleza cántabra que 43

Luis de Góngora, op. cit., 1994, p. 624. Antonio Carreira, art. cit., pp. 254-255. 45 Ibídem, p. 259. 46 María José Osuna Cabezas, op. cit., pp. 108-110. 47 Alonso Fernández de Avellaneda, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, ed. Luis Gómez Canseco, Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, p. 196. 44

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presumía de fundadora de Castilla y de haber iniciado la Reconquista. Las diecinueve torres del escudo y la leyenda «De Bernardo es el blasón, las desdichas mías son» sirvieron a Góngora para hacer esta burla, sin escapársele que hacía poco tiempo que Lope se había casado con una carnicera. Y, en cualquier caso, estas palabras de Avellaneda nos hacen recordar inmediatamente las del autor de la Carta echadiza, cuando también defiende a Lope con todo ahínco de la acusación de hereje y alumbrado, sacando a relucir su condición de ministro del Santo Oficio48. Según Edward C. Riley, Cervantes, en el prólogo a la primera parte de su obra, se había referido satíricamente a Lope y, en concreto, a la Arcadia y a El peregrino en su patria49. Góngora no solo había satirizado estas dos obras sino también la Dragontea, las Rimas, La Hermosura de Angélica y la Jerusalén conquistada. Avellaneda, aunque no tenía remilgos a la hora de lanzar insultos a Cervantes, también reconocerá en algunos momentos de la obra la genialidad de su Quijote y el impacto que había causado en la corte. Por tanto, demuestra mantener una postura poco clara: críticas a Cervantes y reconocimiento de algunos de los valores de su obra. Se trata de la misma actitud que mantiene el autor de las cartas contra Góngora: alabanzas y vituperios se mezclan. Reparemos también en que el Quijote de Avellaneda se publica en 1614 y que, según la crítica, su autor lo terminó con mucha precipitación, tal vez por el anuncio de la segunda parte que había hecho Cervantes en el prólogo a sus Novelas ejemplares, publicadas en los últimos meses de 1613. Así pues, tanto Avellaneda como el grupo que lo rodeaba estarían agitados por estas fechas, que son precisamente las mismas en las que se desarrolla el intercambio de misivas entre el círculo de Lope y el de Góngora. Por su parte, Antonio Pérez Lasheras50 ha insistido recientemente en las relaciones que se pueden establecer entre el autor de la primera carta contra Góngora y el autor del falso Quijote, mediante el cotejo de los siguientes textos:

Y no sé en qué fuerzas me escribe una carta, más que ingeniosa, atrevida, pues queriendo cumular mil fragmentos de disparates (como los diferentes dueños, de

48

Téngase en cuenta lo malintencionado que puede ser sacar a relucir cuestiones de castas tanto a Góngora como a Cervantes, ya que los dos fueron acusados en varias ocasiones de judaizantes. 49 Véase E. C. Riley, Introducción al «Quijote», Barcelona, Crítica, 1990, pp. 44-46. 50 Antonio Pérez Lasheras, Sin poner los pies en Zaragoza (Algo más sobre el Quijote y Aragón), Zaragoza, Rolde de Estudios Aragoneses, 2009, pp. 148-151.

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donde infiero los tienen el papel) no supo organizarlos, pues están tan faltos de artículos y conjunciones copulativas que carta de vizcaíno; de donde se colige tener buen resto de ignorancia, pues tanta se traslada del corazón al papel, y hallo ser cierto que nemo dat plus quam habet (Carta de D. Luis de Góngora en respuesta de la que le escribieron).

En esto poco que he visto he hallado tres cosas en este autor dignas de reprehensión. La primera es algunas palabras que he leído en el prólogo; la otra, que el lenguaje es aragonés, porque tal vez escribe sin artículos, y la tercera, que más le condena por ignorante, es que yerra y se desvía de la verdad en lo principal de la historia, porque aquí dice que la mujer de Sancho Panza mi escudero se llama Mari Gutiérrez, y no se llama tal, sino Teresa Panza; y quien en esta parte tan principal yerra, bien se podrá temer que yerra en todas las demás de la historia (Quijote, II, 59).

De la comparación de estos dos textos se deduce que hay una misma acusación por parte de Góngora y Cervantes, quienes quizás conocían la identidad o identidades que se escondían bajo el anonimato: el autor o autores de la primera carta que recibió Góngora y del Quijote apócrifo escriben sin artículos. En conclusión, se podría decir que nos encontramos ante similares motivos de enemistad, ante similar estilo, ante similar postura hacia el rival y ante mismas fechas y no sabemos si ante el mismo autor. Son muchos los nombres que se han barajado como posibles autores del Quijote apócrifo, algunos realmente absurdos y sin ningún fundamento: fray Luis de Aliaga, alguno de los dos hermanos Argensola, Francisco López de Úbeda, Juan Ruiz de Alarcón, Alfonso Lamberto, Tirso de Molina, Guillén de Castro, Alonso de Ledesma, Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo y un largo etcétera51. De todas las atribuciones nos interesa la que concierne a Lope. El primero en atribuirle el falso Quijote fue Ramón León Mainez en 1876 en su Vida de Cervantes, a quien seguirían otros como Díez Lozano. En 1944, Justo García Soriano, aunque propone como autor a Alonso Castillo de Solórzano, piensa que este fue animado y ayudado por Lope y concretó aún más: «Donde más patentes se muestran la intervención y el influjo

51

Cfr. Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, ed. Luis Gómez Canseco, Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, pp. 36-47.

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de Lope en el libro de Avellaneda, es en el prólogo»52. Dos años después, Entrambasaguas53 opinaba que desde luego Lope había participado y dado su anuencia y, en fin, la misma idea reforzarán otros investigadores como Nicolás Marín. Recientemente Gómez Canseco, tras un análisis detenido y riguroso de esta cuestión, afirma que el Quijote de Avellaneda «no pudo escribirse sin la anuencia y la participación de Lope ... La posibilidad que ahora me resulta más verosímil ... es la de una composición auspiciada por Lope, en la que él también participaría activamente, pero al mismo tiempo fragmentada y obra no hay que descartar la posibilidad de manos distintas, aunque todas amigas del Fénix»54. Sean de quien sean esas manos, parece que se podrían identificar con las que habían cogido la pluma para atacar a Góngora.

V. A MODO DE CONCLUSIÓN

El estudio de la autoría de los testimonios que conforman la correspondencia epistolar entre los círculos de Lope y Góngora pone en evidencia la necesidad de que la crítica gongorina siga ahondando, al menos, en tres cuestiones. La primera de ellas es estudiar, en su justa medida, el perfil humano y literario de los participantes en la polémica gongorina pues, como hemos tenido ocasión de ver a propósito de Antonio de las Infantas, son todavía muchos los datos que se pueden aportar sobre todos aquellos que, por unos motivos u otros, se vieron inclinados a participar en el debate en torno a la nueva poesía. La segunda cuestión es la necesidad de reflexionar sobre la actitud que mantuvo Góngora ante la recepción de las Soledades, tanto en el género de la prosa como en su poesía, normalmente de corte satírico, para comprender las estrategias que pudo ir utilizando el cordobés a medida que contemplaba como la balanza se iba inclinando a favor o en contra de su gran poema. La tercera y última necesidad es poner en diálogo los testimonios de la polémica con otros textos y documentos de la época.

52

Justo García Soriano, Los dos Don Quijote: Investigaciones acerca de la génesis de «El Ingenioso Hidalgo» y de quién pudo ser Avellaneda, Toledo, Talleres Tipográficos de Rafael Gómez-Menor, 1944, p. 205. 53 Joaquín de Entrambasaguas, Estudios sobre Lope de Vega, Madrid, C.S.I.C., 1946, vol. I, p. 133. 54 Miguel de Cervantes, op. cit., p. 59.

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Atendiendo a estas tres cuestiones estaremos más cerca de comprender la repercusión e importancia que adquirió el debate suscitado en torno a las novedades gongorinas.

Bibliografía citada

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Alonso,

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desconocido, y edición crítica de las primeras cartas», en Hommage à Robert Jammes, ed. F. Cerdán, Toulouse, Anejos de Criticón, 1994, vol. I, pp. 151-171; reimpreso en Gongoremas, Barcelona, Península, 1998, pp. 239-266. Cervantes,

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AUTORÍA EN LA CORRESPONDENCIA EPISTOLAR DE LOS PRIMEROS AÑOS DE LA POLÉMICA GONGORINA (1613-1615)

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Homenaje a José Manuel Blecua ofrecido por sus discípulos, colegas y amigos, Madrid, Gredos, 1983, pp. 657-672.

RECIBIDO: ABRIL 2015 APROBADO: MAYO 2016 DOI: 10.14643/41C

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LA DOBLE VÍA DE TRANSMISIÓN DE

LA VIDA ES SUEÑO Y EL ESTABLECIMIENTO DEL ESTEMA

Alfredo Rodríguez López-Vázquez Universidade da Coruña España

RESUMEN: A partir del descubrimiento de una nueva edición del siglo XIX (Sevilla, 1877), que no está filiada con las conocidas, pero presenta un texto anterior al de la edición princeps de Madrid, se analizan las variantes de las ediciones de Madrid 1636, Zaragoza 1636, suelta a nombre de Lope de Vega (Liverpool), edición de Lisboa 1647 y ediciones Vera Tassis y Pseudo Vera Tassis. Se propone un nuevo estema que contempla la doble transmisión, manuscrita y editorial, y relaciona la edición de 1877 con una edición obtenida a partir del manuscrito de la compañía de Cristóbal de Avendaño. Palabras clave: Calderón, La vida es sueño, ecdótica, transmisión textual.

The double way of transmission of La vida es sueño and the setting of its stemma ABSTRACT: Starting from the discovery of a new edition from the nineteenth century (Seville, 1877), not related to the already known ones but with an earlier text to the princeps edition of Madrid, we analyze the variants of the editions of Madrid 1636, Zaragoza 1636, a suelta attributed to Lope de Vega (Liverpool), Lisbon 1647, and the editions Vera Tassis and Pseudo Vera Tassis. We propose a new stemma that takes into account the double transmission, handwritten and editorial, and we also relate the edition from 1877 with a new edition obtained from the manuscript of Cristóbal Avendaño’s Company. Keywords: Calderón, La vida es sueño, textual criticism, textual transmission.

ISSN: 2340-1176

Atalanta 2016, 4/1: 87-110


Alfredo Rodríguez López-Vázquez

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LA DOBLE VÍA DE TRANSMISIÓN DE LA VIDA ES SUEÑO Y EL ESTABLECIMIENTO DEL ESTEMA

L

as doce comedias editadas en la Primera parte de comedias de Pedro Calderón de la Barca tienen distinto tipo de transmisión1. El príncipe constante, la última del volumen, presenta, según Iglesias Feijóo «un estado textual desastroso»2. Frente al texto de esa Primera parte

disponemos de un manuscrito con gran cantidad de variantes que obliga a plantearse la historia de la tradición textual de esta obra y de las demás. Por otra parte, al menos cinco de las doce obras fueron atribuidas en sueltas a Lope de Vega (entre ellas La vida es sueño y La devoción de la cruz). En el caso de La vida es sueño la edición de Zaragoza, el mismo año de 1636, en que aparece en Madrid la Primera parte ofrece un texto completamente diferente, que ha causado notables quebraderos de cabeza a la crítica. El debate sobre este texto zaragozano ha estado centrado sobre todo en la cuestión de si se trata o no de la primera versión de la obra, supuestamente refundida por Calderón para la edición madrileña a cargo de su hermano José. El hecho es que, tras los debates que suscitó la edición preparada por Ruano de la Haza, el texto de La vida es sueño se ha venido editando conforme a la edición madrileña, dando por sentado que Calderón la supervisó. Esta decisión editorial supone algo no demostrado: que la fijación del texto y el establecimiento del estema pueden prescindir de las variantes que presenta el texto zaragozano, lo cual es simplemente un parti pris que se ha asumido sin el ahondamiento crítico que requiere la importancia de un buen número de variantes donde M y la familia textual asociada a Z difieren en lecciones que no pueden achacarse a modificaciones ulteriores de la compañía teatral cuyo texto sirve de base a la edición de Zaragoza. Dos de esas variantes aparecen ya en el célebre monólogo inicial de Rosaura y al menos una de ellas tiene argumentos ecdóticos y críticos suficientes para sostener la prioridad textual de Z frente a M: «bajaré la cabeza enmarañada» (M) frente a «bajaré la esperanza enmarañada» (TE), lección que parece a todas luces un error, o bien de la edición o bien del «traslado» que ha servido para dicha edición o bien de un texto anterior al que siguen la edición de Zaragoza y también la edición a nombre de Lope de Vega (LIV), que presenta la variante, mucho más atinada «la aspereza enmarañada». 1

Pedro Calderón de la Barca, Primera parte de comedias de don Pedro Calderón de la Barca, Madrid, María de Quiñones, 1636. 2 Pedro Calderón de la Barca, Comedias I, primera parte de comedias, ed. de Luis Iglesias Feijóo, Madrid, Biblioteca Castro, 2006, p. XLII.

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Dado que esta lección «aspereza enmarañada», la siguen también Vera Tassis, la suelta Yg 352 de la Bibliothèque Nationale de Paris, las dos sueltas de la British Library ―C 108 bbb.20 y T. 1737 (19)―, y la suelta del Institut del Teatre ―59.096―, parece claro que la tradición testimonial B ofrece «aspereza enmarañada», frente a «cabeza enmarañada», de la edición de Madrid de 1636, que en principio representa a la tradición testimonial A. Sucede que la tradición testimonial A (en adelante ttA y ttB) presenta también la variante «aspereza enmarañada», de forma mayoritaria: las Pseudo Vera Tassis (PVT) coinciden con la edición de Eugenio de Ochoa3, la de Orellana4 y también con un testimonio muy importante del siglo XIX, que hasta ahora se ha escapado a la crítica, y que ni siquiera está catalogada en el minuciosa bibliografía Reichenberger5, ni está en la catalogación hecha por Germán Vega, que termina en 18336. Se trata de la edición de la colección El Teatro Español, en Sevilla, en la Imprenta Gironés y Orduña, hacia 18877. Llamaremos TE a esta edición, relacionada textualmente con la princeps madrileña M y con las ediciones Pseudo Vera Tassis. Antes de continuar el análisis conviene detallar algunos puntos importantes de la colección sevillana El teatro español: en su tomo I (1887), además de El alcalde de Zalamea y A secreto agravio, secreta venganza, edita una loa y un auto sacramental inéditos con el título La prudente Abigail y atribución a Calderón, y edita también la comedia de Mira de Amescua Más vale fingir que amar o examinarse de Rey, hasta entonces inédita y cuyo manuscrito está en los fondos catalogados por Paz y Meliá. Más adelante editará también una comedia inédita de Claramonte, El secreto en la mujer, también a partir del manuscrito catalogado por Paz y Meliá. Eso deja claro que el responsable de la colección tiene acceso a los fondos bibliográficos de la BN madrileña y, con toda seguridad, siendo una colección editada en Sevilla, al Archivo de Indias.

3

Eugenio de Ochoa, Tesoro del teatro español, tomo tercero, teatro escogido de Calderón de la Barca, París, Buadry, 1838. 4 Francisco José Orellana, Teatro selecto antiguo y moderno, nacional y extranjero, Barcelona, Establecimiento tipográfico editorial de Salvador Manero, 1866, tomo I. 5 Calderón sueltas in the collection of the Hispanic Society of America, ed. Szilvia E. Szmuk, Kassel, Reichenberger, 2002. 6 Germán Vega García-Luengos, La segunda versión de La vida es sueño, Liverpool, University of Liverpool, 2000. 7 Pedro Calderón de la Barca , La vida es sueño, Sevilla, Imprenta Gironés y Orduña, 1887.

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LA DOBLE VÍA DE TRANSMISIÓN DE LA VIDA ES SUEÑO Y EL ESTABLECIMIENTO DEL ESTEMA

Resumiendo el ejemplo anterior sobre las variantes «cabeza»/ «aspereza»/ «esperanza»/ «espesura»: tanto Zaragoza 1636 como Madrid 1636 son desviantes respecto a la matriz general de cada una de sus dos familias, que mayoritariamente leen «aspereza enmarañada»; Z se desvía en «esperanza enmarañada», M se desvía en «cabeza enmarañada», transmitida rutinariamente por la crítica y las ediciones Doze Comedias, (Lisboa, Creaesbeeck, 1647 y Colonia, Texera, 1697) coinciden en «espesura enmarañada», que parece deturpación a partir de Z. El sintagma «aspereza enmarañada» aparece, con cambio de orden, en otra obra de Calderón: «cuando de su ameno espacio/ la enmarañada aspereza/miro discurrir» (auto sacramental El golfo de las sirenas). En este caso la asonancia es en -e-a, lo que obliga a cambiar el orden de adjetivo y sustantivo. Por otro lado en el auto sacramental El cordero de Isaías se repite el verso «¡A la cumbre, a la aspereza», que refuerza la idea de que «aspereza enmarañada» tiene el mismo soporte escenográfico que en La vida es sueño. A cambio «cabeza», en la obra de Calderón tan solo aparece adjetivada con «triste cabeza»; las demás ocurrencias textuales aparecen con el sustantivo sin adjetivar. En estas condiciones hay que plantearse si el texto de la princeps madrileña transmite siempre la mejor variante. Conocemos al menos un ejemplo, dentro de este fragmento inicial, en que un editor (Iglesias Feijóo) que ha manejado diferentes textos, se decide por enmendar un sustantivo siguiendo el texto de Zaragoza («rienda») frente al de Madrid («rueda»). Hay que tomar en consideración la posibilidad de que no sea el único caso. El itinerario textual de las variantes de este verso es muy interesante, ya que en LC y en CAT encontramos: «la espessura» y en Z «la esperanza». Parece claro que «espesura» y «esperanza» son variantes de «aspereza», como aparece en la edición TE y como avala el usus scribendi calderoniano. Se trata de explicar cómo aparece «cabeza» en M, ya que las variantes de «aspereza» tienen una explicación muy fácil como error cometido en una copia manuscrita hecha apresuradamente. La sustitución «aspereza» por «cabeza» requiere intervención consciente, pero no necesariamente de Calderón. La segunda variante es más espectacular y afecta de modo crucial a la sintaxis; frente a «¿dónde, rayo sin llama/pájaro sin matiz, pez sin escama» (M) la edición TE propone «luz de rayo sin llama/ pájaro sin matiz, pez sin escama». ¿Cómo explicar el cambio «luz de» por «donde»? La transmisión aquí no puede venir de impreso, pero sí

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de manuscrito, si en el original el sintagma está agrupado: «luzde», que un copista inexperto entiende como «donde». En manuscrito, y en esa dirección es comprensible el error; en impreso y en la dirección opuesta, es muy difícil explicar que «donde» se transforme en «luz de». Desde el punto de vista sintáctico, la secuencia «luz de rayo sin llama» corresponde a las que siguen «pájaro sin matiz», «pez sin escama» y «bruto sin instinto natural». El sintagma «luz de rayo» no está en Calderón, pero sí está su equivalente: «como una luz de un relámpago» (en el auto sacramental A Dios por razón de estado). Parece evidente que «luz de relámpago» es muy difícil de meter en un heptasílabo. Pero ¿de qué tipo de copia manuscrita hablamos y en qué medida afectaría esto al establecimiento del estema? La explicación tiene que ver con lo que Don W. Cruickshank precisa en su biografía sobre Calderón:

El manuscrito del autor se entregaba al apuntador, que sacaba una copia en limpio y copiaba, además, las partes de cada personaje. Sólo el apuntador tenía el texto completo: los distintos actores disponían únicamente de los versos que les 8

correspondían .

Es decir, dada una comedia, desde el principio se dispone de dos textos: el manuscrito original del autor, propiedad del empresario de la compañía, y la copia o traslado que tenía el apuntador. Además de ello, la comedia se encontraba, fragmentada, en los papeles de actor; esto es lo que sin duda explica el texto deturpado del Burlador de Sevilla, rescatado a partir de una serie de actores que van a parar a la compañía de Roque de Figueroa (entre ellos Juan Bezón, que hacía el papel de Catalinón y su mujer, la Bezona, seguramente la segunda dama). En el caso de La vida es sueño, las diferencias entre la ttA y la ttB se explican a partir de que la línea A procede del traslado hecho para el apuntador el momento de la primera copia, y la línea B, al texto que se ha ido modificando desde 1630, fecha más probable de composición y abril de 1634, en que Cristóbal de Avendaño muere en un incidente nocturno. El texto que Avendaño majaría en esa fecha tenía que incluir las sucesivas modificaciones hechas con los cambios de actores en una compañía a lo largo de cuatro años. El texto del apuntador, en cambio, puede contener errores de copia manuscrita a partir del original. 8

Don W. Cruickshank, Calderón de la Barca, Madrid, Gredos, 2011, p. 276.

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La «segunda versión» de la obra, no es una revisión del texto por parte de Calderón como ha sostenido Ruano de la Haza, sino la modificación del texto por la compañía, que legalmente tiene derecho a adaptar y modificar todo lo que sea necesario a partir del texto que ha adquirido (probablemente por 800 reales hacia 1630), con ius utendi et abutendi. Según ello, el original de Calderón debía de ser «aspereza enmarañada», que es la lección compartida en ttA y en ttB y las variantes que hemos visto corresponderían a sucesivas modificaciones o deturpaciones. Está claro que «esperanza» y «espesura» son deturpaciones; no es fácil encontrarle una explicación a «cabeza». Pasemos ahora otro ejemplo de transmisión: está en la misma réplica inicial de Rosaura, que en ttA es: «te desbocas, te arrastras y despeñas» y en ttB «te arrastras, precipitas y despeñas», con la particularidad de que en la suelta a nombre de Lope ese verso y el anterior están omitidos, lo que evidencia que Z no procede de LIV, sino de una edición anterior. Edición en donde en el verso 8 se encuentra «aspereza», mantenida en mantenida en el texto atribuido a Lope y modificada en Z, pero coincidente en los demás testimonios de ttB. La explicación de Cruickshank está avalada por los testimonios documentales que se conocen en materia de manuscritos: manuscritos autógrafos, copias íntegras del texto y manuscritos de distintas manos de una misma comedia. ¿Qué relación tiene esta base documental con los testimonios editoriales? Parece evidente que para editar una comedia hay que disponer de un texto íntegro y que ese texto puede venir por dos vías distintas: el manuscrito autógrafo o el traslado de copia hecho, bien por el empresario teatral, que solía ser el primer actor y director de la compañía, bien por el empresario para el apuntador. Dos copias manuscritas diferentes, en las cuales puede haberse producido lo habitual: errores de copia en uno o en otro manuscrito. Según ello, si un editor no dispone del manuscrito original, tiene dos posibilidades distintas de traslado de copia: la del empresario y la del apuntador. La del empresario es la que tiene más posibilidades de incluir atajos, correcciones, enmiendas o deturpaciones y la del apuntador es la que tiene más posibilidades de acercarse a la textualidad de origen. Podemos considerar que X es la copia manuscrita del apuntador y que Y es la copia «deturpable» del empresario. A partir de ahí podemos deducir que si hay dos ediciones muy cercanas cronológicamente, el manuscrito X va a producir la edición α y el manuscrito Y va a producir la edición β.

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Ω X α Y β

En donde Ω representa el Texto Ideal (el manuscrito del autor sin errores), X es la copia usada por el director de la compañía, Y el traslado del apuntador, y alfa y beta los dos tipos de transmisiones editoriales. En el caso de La Vida es sueño, omega sería el autógrafo de Calderón, X la copia de Avendaño e Y la copia de aA (apuntador de la compañía de Avendaño). Se trata de saber qué relaciones de transmisión podemos postular entre M, Z, LIV y TE respecto a los elementos de ese estema. La hipótesis propuesta por Ruano de la Haza, establecía que Z correspondía a la primera versión y M a una segunda versión reelaborada por Calderón para la imprenta madrileña de la princeps. El propio Ruano ya había advertido que «la hipótesis que acabo de exponer es pura fantasía y, como tal, tan demostrable como la de Sloman»9. En efecto, la hipótesis de Sloman, de que La vida es sueño procedía de una recomposición de Yerros de naturaleza, escrita en 1634, es una hipótesis ya refutada documentalmente 10; la de Ruano ha sido refutada teóricamente, con lo que propia observación de que es «pura fantasía» resulta un juicio muy atinado. A partir de ahí, y conforme al estema deducido de las observaciones documentales aportadas por Cruickshank, el problema teórico (ecdótico) consiste en ordenar los documentos M, LIV, Z y TE, asumiendo que TE es una edición relacionada o bien con un manuscrito (X o Y) o bien con una edición impresa (alfa, beta o quizás gamma). La exposición de este problema, en términos ecdóticos, debe limitarse al análisis de las variantes. Que, simplemente en la primera secuencia escénica, antes de la aparición de Segismundo, ofrece gran número de variantes significativas. La primera de ellas la discrepancia textual entre ttA y ttB en el verso 8:

9

José María Ruano de la Haza, La primera versión de La vida es sueño de Calderón, Liverpool, Liverpool University Press, 1992, p. 30. 10 Albert E. Sloman, The dramatic craftmaship of Calderón, Oxford, Dolphin Books, 1958.

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ttA: «te desbocas, te arrastras y despeñas» ttB: «te arrastras, precipitas y despeñas»

Esta variante nos sitúa dentro del primer discurso de Rosaura y su interpretación tiene que ver con la variante anterior: «luz de rayo/donde rayo». Si la elección es a favor de «luz de rayo», la pregunta sería «¿al confuso laberinto/ de esas desnudas peñas/ te desbocas, te arrastras y despeñas?» Lo que parece más natural que duplicar «¿dónde?» y contestar en la propia réplica con «al confuso laberinto», lo que convierte la pregunta en una pregunta retórica. Este segundo ejemplo es menos evidente que el primero, pero concuerda con él en que la transmisión que explica ambas variantes es por vía manuscrita. Conviene no olvidar, en todo caso, que todos los textos del XVII coinciden en «donde» (sin tilde, adverbio de lugar), frente al «dónde» interrogativo que es una interpretación tardía. Vera Tassis edita «donde» y no incluye signo de interrogación al final del período. No son las únicas discrepancias textuales que presenta M respecto al conjunto Z, TE, LIV, LC y CAT. En realidad no hay dos, sino al menos tres líneas de transmisión diferentes, como se deduce de la variante del siguiente verso de Rosaura:

M: «y por si acaso mis penas/ pueden aliviarte en parte» TE: «y por si acaso mis penas/ pueden en algo aliviarte» Z, LIV, LC y CAT: «y por si sus desperdicios/ pueden consolarte en parte»

Como se ve, TE coincide con M en el primer verso y en el verbo «aliviarte», frente a la variación de los demás testimonios y del verbo «consolarte». A cambio, M y la serie derivada de Z coinciden en el final del segundo verso: «en parte», frente a «en algo», variante de TE. Estilísticamente parece superior «en algo aliviarte», frente a «aliviarte/consolarte en parte», al evitar la rima interna «arte-arte». Se trata de saber si hay algún otro argumento que pueda avalar esta observación estilística. Las expresiones «en algo» y «en parte» las usa Calderón indistintamente, lo mismo que los verbos «aliviarte» y «consolarte». Sin embargo la relación «aliviar + mis penas» sí está en El Conde Lucanor. A cambio «desperdicios» solo aparece en una comedia tardía de Calderón y se refiere a los «desperdicios de una merienda». Estas variantes se explican con la siguiente secuencia de transmisión: «pueden en algo aliviarte» (TE) a «pueden

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aliviarte en parte» (M), a «pueden consolarte en parte» (Z y derivadas). El microsistema de variantes permite proponer un estema en el que M y TE están más cercanos entre sí, y son anteriores cronológicamente al conjunto de testimonios asociados a Zaragoza:

la aspereza enmarañada TE luz de rayo sin llama acaso mis penas en algo aliviarte

la cabeza enmarañada

M

donde rayo sin llama acaso mis penas aliviarte en parte la aspereza enmarañada

LIV

donde rayo sin llama y por si sus desperdicios consolarte en parte la esperanza enmarañada

Z

donde rayo sin llama y por si sus desperdicios consolarte en parte

Este es un estema transitorio, porque la filiación LIV-Z tiene que poder demostrarse. La descripción LIV corresponde al ejemplar donde la obra se edita a nombre de Lope de Vega, lo que hace pensar que se trata de una edición anterior a 1635, lo que encaja con que Zaragoza, donde se modifica «aspereza» en «esperanza» sería posterior. En este caso, además de las transmisiones manuscritas tendríamos al menos una edición impresa y fraudulenta. Que podría corresponder a β o a γ, pero no a α, que está relacionado con ttA. Admitiendo esto debemos asumir también que hay también otra edición intermedia, como se demuestra por una omisión de dos versos en el monólogo inicial de Rosaura:

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TE/M natural, al confuso laberinto de estas desnudas peñas

[sus, en M]

te desbocas, te arrastras y despeñas: quédate en este monte donde tengan los brutos su Faetonte.

[edición intermedia: fragoso + precipitas] LIV al fragoso, al desierto laberinto. Quédate en este monte donde tengan los brutos su Faetonte.

Z al fragoso, al desierto laberinto de esas desnudas peñas te arrastras, precipitas y despeñas. Quédate en ese monte donde tengan los brutos su Faetonte.

Los dos versos que faltan en LIV, pero están en las demás ediciones, corresponden seguramente a una omisión editorial involuntaria, es decir a un error del cajista, que ha saltado líneas. Esto quiere decir que Z no deriva directamente de LIV, sino de una edición anterior que contiene la variante «te arrastras, precipitas y despeñas», frente a «te desbocas, te arrastras y despeñas», común a TE y a M. La conjetura más sencilla es que el verso «te desbocas, te arrastras y despeñas» ha sido copiado como «te arrastras y despeñas» (que es un heptasílabo impecable), y que la compañía teatral que tiene el manuscrito con esa omisión lo corrige para transformarlo en un endecasílabo, introduciendo «precipitas», las cuatro sílabas que faltan. En este momento parece claro que para explicar todas las variantes textuales hay que aceptar una doble vía de transmisión, manuscrita e impresa. Y que Z no puede derivar directamente de LIV, sino de una edición anterior que contenga los versos omitidos en LIV. Se trata de saber cuál es la relación de esa edición con TE, que es la que mantiene las lecturas conjuntas con TE («aspereza enmarañada») y con M («donde», «rayo sin llama»). Es decir: analizar cuál es el nudo que relaciona alfa con beta y ambas con LIV,

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M y Z. Si asumimos que el cambio «luzde» por «donde» solo puede haber sido producido por mala lectura del manuscrito, ese texto intermedio no es una edición, sino un traslado de amanuense. Es decir, se trataría de un manuscrito de compañía teatral, que, una vez copiado, puede sufrir las habituales correcciones, enmiendas y añadidos habituales en una compañía en el proceso de la representación y los posibles cambios del elenco. Un verso interesante para acercarnos a este problema es el que dice Clarín casi al final de su primera réplica:

TE/M: «y dos los que del monte hemos rodado» LIV: «y dos en efeto los que hemos rodado» Z: «y en efeto los dos que hemos rodado»

Esta fuerte discrepancia se explica a partir de un texto original «y dos los que del monte hemos rodado» que se copia con omisión del sintagma «del monte»: «y dos los que hemos rodado». A la vista de que el verso es hipométrico se le añade un ripio interno «en efeto», que es la fase LIV y luego se corrige el orden de los elementos del sintagma «y en efeto los dos que hemos rodado», transmitido por Z a sus derivadas. Pero seguramente esto no se hace en la imprenta de la suelta LIV, sino en una edición anterior de la que deriva LIV, ya que este tipo de correcciones no son de cajista, sino de actor que enmienda un verso mal medido. Es decir, es una enmienda de compañía teatral, no de edición de imprenta. Hasta ahora hemos visto que en varios casos los textos de M y TE son convergentes respecto al conjunto de los demás textos. Y hemos visto también que hay divergencia entre lecciones alternativas «cabeza/aspereza» y «donde/ luz de». De hecho, en esa misma tirada inicial de Rosaura hay otra divergencia importante: donde la princeps lee «que abrasa al sol el ceño de su frente», TE lee, en convergencia con los demás textos «que arruga al sol el ceño de su frente». La discrepancia textual «arruga/abrasa» se puede atribuir a una mala lectura de manuscrito, pero difícilmente de un texto impreso. En manuscrito la «ga» y la «s» son confundibles y también lo son la «u» y la «a». En esas condiciones las secuencias internas «-rr-» y «-br» también pueden ser confundidas por un amanuense poco atento, inexperto o ambas cosas. En cualquier caso, independientemente del proceso de transmisión, la alternativa «arruga» frente a

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«abrasa» está muy sólidamente avalada por varios ejemplos de obras de Calderón, que nos dan en conjunto la secuencia «arruga + ceño + frente + monte». En el caso de El príncipe constante: «ceño arrugado y esquivo» y «cuando la frente arruga»; en El divino Orfeo: «esa arrugada frente»; en El indulto general: «el ceño arrugado» y en A tu prójimo como a ti una homología muy llamativa del pasaje de La vida es sueño: «el arrugado ceño de aquel monte». Según esto, la variante de la princeps debe ser considerada una desviación de los usos calderonianos contrastados. Hay más ejemplos que refuerzan esta hipótesis. Si pasamos ahora al segundo acto, en el diálogo entre Clarín y Clotaldo tenemos una importante variación en donde TE se opone a todas las demás lecciones; es decir: en donde converge M con las ediciones que tienen «aspereza» y «al fragoso, al desierto laberinto» frente a «natural, al desierto laberinto». La variante es esta:

TE

M/Z/VT/LIV/CAT

se cante por mí esta letra:

se cante por mí esta letra:

“Clarín que rompe al albor

“Clarín que rompe al albor

no suena mejor”.

no suena mejor”.

CLO.

――――――――――

Tu queja

por estar tan bien fundada,

CLO. Tu queja está bien fundada.

ha de quedar satisfecha.

Yo satisfaré tu queja.

Esta divergencia es de gran calado, ya que el texto transmitido por TE usa el sintagma «tu queja» para completar el octosílabo que hace asonancia -e-a, continúa con una subordinada causal y completa la asonancia de «tu queja» con «satisfecha». A cambio el texto común deja aparte la letra del clarín e integra «tu queja» en un nuevo octosílabo, repitiendo otra vez «tu queja» para rescatar la asonancia. Si la transmisión se ha hecho de TE a la fuente de M y las demás ediciones el ajuste ha consistido en transformar: «Tu queja, por estar tan bien fundada» en una abreviación «Tu queja está bien fundada». Y la repetición del sintagma «tu queja» a comienzo del primer verso y al final del segundo no es el mejor ejemplo de estilo. Si la transmisión se ha hecho de la fuente de M a TE hay que reconocer un trabajo de reelaboración muy importante: se ha rescatado la rima, se ha eliminado la repetición y se han modificado dos secuencias usando una leve amplificatio: «está bien fundada» por «por estar tan bien fundada» y «yo satisfaré» por «ha de quedar satisfecha». La estilística está más bien de parte de la

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transmisión desde TE al texto común a M y el resto de ediciones. Así pues, textualmente, hay argumentos para sostener que el texto de TE es anterior a todos los demás textos y que el estema debe plantearse de acuerdo con esa hipótesis, frente a la añeja costumbre crítica de priorizar la edición de la Primera parte de 1636. Según ello, el parlamento inicial de Rosaura habría que editarlo así:

ROSAURA:

Hipogrifo violento que corriste parejas con el viento, luz de rayo sin llama, pájaro sin matiz, pez sin escama y bruto sin instinto natural, al confuso laberinto de estas desnudas peñas te desbocas, te arrastras y despeñas: quédate en este monte donde tengan los brutos su Faetonte, que yo, sin más camino que el que me dan las leyes del destino, ciega y desesperada, bajaré la aspereza enmarañada de este monte eminente que arruga al sol el ceño de su frente.

Hemos puesto en cursiva los puntos de discrepancia con el resto de las ediciones. En el caso de las discrepancias con la princeps tenemos «luz de/donde; aspereza/cabeza; arruga/abrasa». En el caso de a edición zaragozana las discrepancias son: «luz de / donde; natural / al fragoso; confuso / desierto; desbocas / precipitas; ciega / sola; aspereza / esperanza». No contamos como variante el error métrico de Z: «que el que me dan leyes del destino», en donde falta una sílaba para completar la medida del verso. Es muy fácil resumir esto: entre TE y M hay 3 discrepancias textuales; entre TE y Z hay 6, sin contar ese error de omisión. La tipología de las discrepancias entre TE y M apunta a que la transmisión es por medio de manuscrito y no de impreso.

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I. LA EDICIÓN PSEUDO VERA TASSIS Y LA VENTANA DE CLOTALDO

En el encuentro de Clotaldo con Rosaura, al final de este primer episodio o cuadro, tenemos un buen ejemplo de las tres líneas o familias en los avatares del texto de La vida es sueño. El cotejo de M, Z y TE en el pasaje siguiente es una buena prueba. De acuerdo con la princeps el texto sería el siguiente:

Este es mi hijo y las señas dicen bien con las señales del corazón, que por verle llama al pecho, y en él bate las alas, y no pudiendo romper los candados, hace lo que aquel que está encerrado y, oyendo ruido en la calle, se arroja por la ventana.

Clotaldo duda ante las «señales del corazón» que le hacen intuir su relación con esa Rosaura en hábito de hombre. La imagen de su curiosidad e intriga Calderón la compara a alguien que está encerrado, que no puede salir por la puerta y oye ruido en la calle. Según el texto de la princeps se arroja por la ventana. Aquí hay discrepancias con TE y con la línea relacionada con Z: TE se asoma por la ventana

Z, LIV, CAT sale a la ventana; así

Esto parece menos drástico que la propuesta madrileña del batacazo. Hay, pues, tres variantes: «se arroja», «se asoma» y «sale a». ¿Cuál de las tres variantes propone Vera Tassis, editor de esta obra en 1685, cuatro años después de la muerte de Calderón? Vera Tassis sigue la lectura de TE, «se asoma por la ventana». Descarta, por lo tanto, el texto de la Primera parte, por más que el editor sea el hermano de Calderón. Ya hemos visto que en la princeps hay lecturas muy discutibles y que la variante «abrasa/arruga» solo era comprensible en una transmisión manuscrita. Otro tanto suceden en «arroja/asoma», que tienen tres sílabas y las mismas vocales. En el caso de Z/LIV/CAT

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hay que asumir que el verso está remodelado, como lo está la obra entera. Y si Vera Tassis descarta la lección de la princeps y prefiere «se asoma» frente a «sale a la ventana», común a Z y a varias ediciones, hay que aceptar que tal vez esté haciendo la suya a partir de un texto anterior a las dos ediciones de 1636. Un texto que, por otra parte, requiere enmiendas en otros pasajes y que no está relacionado con M porque coincide con TE en «aspereza enmarañada» y con TE y M en «te desbocas, te arrastras y despeñas», frente a «te arrastras, precipitas y despeñas». Y tiene que ser un texto anterior a LIV, la suelta donde la obra se atribuye a Lope de Vega, porque Vera Tassis edita versos que están omitidos en LIV. Según eso, Vera Tassis debería darnos un texto más cercano a TE que a M. Y eso es lo que sucede en el pasaje inicial de Rosaura, en donde frente a las 3 discrepancias entre TE y M y las 6 entre TE y Z/CAT/LIV, Vera Tassis solo difiere en «luz de/donde». Vera Tassis está siguiendo un ejemplar muy cercano a TE, pero que contiene variantes que requieren enmiendas, que no habrían sido necesarias de haber seguido a TE. Hay muy pocas variantes significativas desde el punto de vista ecdótico entre el texto de TE y la edición de Vera Tassis, pero las que hay son suficientes para postular la existencia de esa edición intermedia entre 1630 y 1635; en el segundo acto, también en una réplica de Clarín, encontramos una importante:

TE

VT

A costa de cuatro palos

A costa de cuatro palos

que el llegar aquí me cuesta

que el llegar aquí me cuesta

de un alabardero rubio

de un alabardero rubio

que encontré por allá fuera

que barbò de su librea

El texto de VT coincide con las demás ediciones, incluida la princeps de Madrid. Y la variante no se puede explicar ni por error de cajista ni por distracción de amanuense. Se trata de saber qué elementos objetivos permiten dilucidar cuál de los dos versos es más probable en el uso calderoniano. En el texto común, transmitido hasta ahora por todos los editores, tenemos dos elementos poco frecuentes: «barbó» y «librea». El verbo «barbar» tan solo lo usa Calderón en el entremés Los dos Juan Ranas, bastante tardío. Y «librea» en singular, solo lo usa una vez, en El Conde Lucanor. A

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cambio la locución «allá fuera» la utiliza en siete obras, casi todas ellas de la misma época que La vida es sueño: La dama duende, Basta callar, Casa con dos puertas, Los cabellos de Absalón, No hay burlas con el amor y Cada uno para sí. Cualquiera de los dos versos es posible en Calderón, pero es bastante más probable para esa época la variante TE. Y el hecho de que la variante más general esté dentro de una réplica de Clarín apunta a una posible intervención de compañía teatral, que modifica el verso original con intención cómica. Otro ejemplo de interés en ese segundo acto está en el pasaje en que Basilio recrimina a Segismundo:

TE

PVT

creyendo hallarte advertido

pensando hallarte advertido

de hados y estrellas triunfando

de hados y estrellas triunfando

con tanto rigor te vea

con tanto rigor te vea,

y que la primera acción

y que la primera acción

que has hecho en esta ocasión

que has hecho en esta ocasión

un grande homicidio sea

un grave homicidio sea

Es imposible confundir «pensando» con «creyendo», ni en manuscrito ni en impreso. Más problemática es la posible confusión «grave/grande». Pero resulta que aquí es donde el usus scribendi calderoniano está más a favor de la variante TE: el sintagma «un grande» aparece 9 veces en otras obras calderonianas; el sintagma «un grave» no reaparece en ninguna. Así que también aquí la estadística está a favor del texto TE. Hay, además, en el diálogo entre Clotaldo y Clarín un verso omitido en PVT pero que sí aparece en TE y que es necesario para completar la décima. Véase:

TE

PSV

¿Yo por dicha solicito

Yo, por dicha, solicito

dar muerte a mi padre? Nó.

Dar muerte à mi padre? No:

¿Arrojé del balcón yo

arroje del bolcon yo [sic: balcón]

al Icaro de poquito?

al Icaro de poquito?

Digan cual es mi delito

________________

¿Yo sueño o duermo? ¿A qué fin Yo sueño, ò duermo? A què fin me encierran?

me encierran?

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En PVT falta el verso «Digan cuál es mi delito?», que sin embargo aparece en TE. No es pensable que el cajista de la imprenta Gironés y Orduña se haya percatado de que la Pseudo Vera Tassis faltaba un verso y, en un rapto de genio, lo haya restituido. Está claro que la edición TE está siguiendo el original fuente de la Pseudo Vera Tassis. En todas las ediciones relacionadas con M y Z el verso alternativo es: «yo muero ni resucito». Esto apunta, conforme al modelo que estamos siguiendo, a que la fuente de la Pseudo Vera Tassis es posterior a la fuente utilizada por TE, y que en el paso de α a β se ha producido esa omisión editorial, rescatada por medio del verso «yo muero ni resucito». Escénicamente parece más plausible que Clarín proteste exigiendo que le digan cuál es su delito, motivo interno a la obra y no que proponga la idea disyuntiva de morir o resucitar, verso construido seguramente a partir del siguiente verso: «¿Yo sueño o duermo?», motivos que sí están en la obra. En la misma línea se encuentra la tríada «arrestaba/arrastraba/obligaba», que solo aparece como tríada si se hace entran en el cotejo la edición Pseudo Vera Tassis.

TE

PVT

Z y otros

tanto tu honor me arrestaba

me arrastrava

me obligaba

En este caso el texto de TE coincide con el texto de la princeps. La variante «me arrastrava», de PVT parece una lectio facilior al no entender la idea de «me arrestaba». Y el conjunto de ediciones relacionadas con LIV y Z, incluyendo a Vera Tassis, coinciden en enmendar esto en «me obligaba», para dejar más claro el sentido. Sin embargo, la variante «arrestar/arrestarse», verbo que usa Calderón en otras comedias, tiene una segunda acepción que encaja perfectamente aquí. La tomo del NDLC, en la variante pronominal: «Arrojarse, atreverse, osar, acometer alguna empresa o cosa grande, de grave compromiso»11. Así pues «tanto tu honor me arrestaba», común a M y a TE significa «tanto tu honor me arrojaba a comprometerme». La corrección en «me obligaba» es de una fase tardía de la transmisión textual: la que corresponde a la edición fraudulenta a nombre de Lope de Vega (¿Sevilla 1634?) y a la fuente de la que se hace esa edición (¿circa 1633?). El texto de Zaragoza es el tercero en la transmisión. Hay otro ejemplo significativo, en donde, en este caso PVT coincide con M frente a TE, y el conjunto LIV/Z y derivados da un texto divergente. 11

NDLC, Nuevo diccionario de la lengua castellana, París, Imprenta Rosa y Bouret, 1860.

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TE: «En la desdicha, en las obras» M y PVT: «en la dicha y en las obras» Z, VIT y otros: «en el nombre y en las obras»

No es pensable que TE esté corrigiendo un verso métricamente impecable. A cambio hay que preguntarse por qué LIV y Z enmiendan «en la dicha» por «en el nombre». La explicación, conforme al estema que hemos propuesto, es que el original decía «en la desdicha» (que es lo coherente para la historia de Rosaura) y que se transmitió mal por pérdida de la sílaba inicial. Esa segunda transmisión se corrige en la fuente común a LIV y Z, sustituyendo «dicha» por «nombre». Hay una variante de importancia que atañe a la atribución de una secuencia de versos en el episodio del tercer acto en que Basilio va huyendo por el monte. En TE los versos se reparten entre un soldado y Segismundo.

SOLDADO

En lo intrincado del monte, entre sus espesas ramas, el Rey se esconde.

SEGISMUNDO

Seguidle, no quede en sus cumbres planta que no examine el cuidado tronco a tronco y rama a rama.

En la princeps y en la Pseudo Vera Tassis y derivadas la réplica del soldado se atribuye a Segismundo. Esto es muy atinado escénicamente, ya que aludir a Basilio como «el Rey» es más propio de un soldado que de Segismundo, que lo trata, en la réplica siguiente, de «mi padre», igual que Clotaldo le había dicho «a tu padre has de hacer guerra». El reajuste de esos versos encaja con un cambio en el elenco, suprimiendo el personaje del soldado. Por último, en los versos finales en romance de asonancia -a-a TE omite el verso necesario para mantener los impares sin rima: «¡Qué discreto y qué prudente!» Se trata del único caso de omisión de verso en toda la comedia, achacable a despiste del cajista de la imprenta. El verso está en M y está también en las derivadas de M.

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En todo caso las variantes mínimas entre el texto de TE y el de la Pseudo Vera Tassis (la omisión de un monosílabo, un cambio de una letra, un cambio de orden) no tienen valor ecdótico claro, pero forman un conjunto suficiente como para postular la existencia de una transmisión manuscrita añadida que explique estas variantes mínimas sin acudir a intervención de compañía teatral. Se trata de posibles errores de copia manuscrita o posibles errores de cajista al leer un manuscrito.

TE

PVT

a trueque

a trueco

etéreas salas

etéreas alas

las hubieras

las huviera

cerrad de esa

cerrad esa

por verle

por verlo

lo que pasa

lo que passe

Válgame el Cielo

Valedme, Cielos

ó de morir

ù de morir

como aurora

como à Aurora

ciencia

sciencias

vestido

vestiglo

el cielo el camino

el cielo camino

á cuya violencia

y cuya violencia

son razones

con razones

beleño

veleno

un águila

vna Aguila

tú lo sabes

vos lo sabeis

se vence

le vence

despejado y despojado

despojado y despejado

acrecienta

se acrecienta

Es bien que de una vez

Es bien de vna vez

le aconseja

la aconseja

decir lo que pasa

dezir quanto passa

os ha de dar

le ha de dar

en replicar

que replicar

entrometido

entremetido

de larel

del laurel

de ese balcón

deste balcón

de llegarme

del llegarme

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de ese balcón

deste balcón

por derecho de su ley

por derechos de su ley

la luz y sombra fría

la luz, sombra fría

síncope del día

síncopa del día

de deleites

de delitos

o es verdad

o si es verdad

soltarle

soltarte

como dudoso

quanto dudoso

para otra dama

por otra dama

Alégrome

Heme holgado

en sus venas

en sus penas

aprecie

precie

llevarselo

llevarsele

los dos

ambos [acotación]

y de qué

ò de què

despertar

dispertar

en este cuarto

en esse quarto

como entre sueños

entre sueños

escucharle

escucharte

aherrojado

arrojado

despertar

dispertar

aunque ninguno

y aunque ninguno

sueños son

sueño son

y otros bajan

otros bajan

tan secreto

San Secreto

no le huelgo

no le huelo

se le quites

se la quites

capullos

capillos

si fuera

si fuere

al riesgo

el riesgo

de uno al otro

de vno en otro

tendidas alas

rendidas alas

no juzgara a liviandad

sin juzgar a liviandad

no me has dado

no me la has dado

que padre

que padres

una acción

una ocasión

por fuerza

que fuerça

y a propósito

y a su propósito

infeliz

infelize

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descuelga

descuelgo

confieso

confuso

o es verdad

o si es verdad

del valor, la confianza

del valor y la confianza

si es sueño, o si es

si es sueño, si es

bien es sueño

bien no es sueño

cruel consigo

cruel contigo

figurar

figura

al del

el del

humo

humor

vencerla

vencerle

Dadme la mano

Dame la mano

La conclusión de este análisis es clara: el texto sevillano de 1887 procede de un texto previo al que utiliza la edición de Pseudo Vera Tassis y que es muy cercano a la princeps madrileña. Una edición hecha a partir de α. El traslado o copia que tenía el apuntador de la compañía de Cristóbal de Avendaño y que al morir Avendaño en marzo de 1634 pudo haber vendido dicho traslado a cualquier editor, pero probablemente a uno sevillano habituado a comerciar con Indias y que, publicando con falso pie de imprenta (en Zaragoza, Huesca, Tarragona, Valencia, Lisboa o Barcelona), podría obtener pingües beneficios, tal vez editando la comedia a nombre de Lope de Vega, como lo está el ejemplar de la Sydney Jones Library de Liverpool. En todo caso es seguro que la edición sevillana de 1887 es necesaria para reconstruir debidamente el proceso de transmisión y para avalar cualquier hipótesis sobre la transmisión.

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LA DOBLE VÍA DE TRANSMISIÓN DE LA VIDA ES SUEÑO Y EL ESTABLECIMIENTO DEL ESTEMA

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RECIBIDO: ABRIL 2016 APROBADO: MAYO 2016 DOI: 10.14643/41D

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Alfredo Rodríguez López-Vázquez

Apéndice

Primera página de La vida es sueño de la edición de Sevilla, Imprenta Gironés y Orduña, 1877.

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