Revista de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares - Tomo XXXIV – Número 2, 2011.

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La Revista Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares es agente de difusión y lugar de debate de ideas relacionadas con el campo del psicoanálisis de los vínculos. La perspectiva vincular en psicoanálisis supone una concepción del psiquismo articulada desde el inicio –con lo inter y lo transubjetivo–, marca de un encuentro que propone nuevas nociones, que complejizan y enriquecen las líneas de investigación, sus propuestas teóricas y sus consecuencias clínicas. La creciente inclusión de trabajos extranjeros está facilitada por un importante número de corresponsalías internacionales, así como por la inserción de la A.A.P.P.G. no sólo en la Federación Argentina de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, sino también en la Federación Latinoamericana de Psicoterapia Analítica de Grupo, en la American Group Psychotherapy Association y en la International Association of Group Psychotherapy, The Psychoanalysis of Link Configurations Journal is a diffusion instrument and a place for discussing ideas related to the psychoanalysis of links ground. The perspective of links in Psychoanalysis emerges from the idea of psyche trimmed with inter and transubjectivity from the very beginning. The mark of this meeting proposes new notions, which enrich and make some lines of researchment much more complex, as well as theorical proposals and their clinical consequences. The growing inclusion of foreign works is due to the great quantity of international correspondents and to the insertion of AAPPG not only in the Federación Argentina de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares but also in the Federación Latinoamericana de Psicoterapia analítica de Grupo, in the American Group Psychotherapy Association, and in the International Association of Group Psychotherapy.

© 2011 Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo Redacción y administración: Lavalle 3584 - Ciudad Autónoma de Buenos Aires E-mail: secretaria@aappg.org.ar www.aappg.org.ar Telefax: 4862-6818/6848/1115 2 números anuales ISSN 1851-7854 (Papel) (continuación del ISSN 0328-2988) ISBN: 978-950-99804-6-4 (E-Book) Registro de la Propiedad Intelectual Nº 679667 Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Derechos reservados Impreso en la Argentina - Printed in Argentina Producción Editorial: Bibliográfika. Tel.: 4553-6903 Armado y Corrección: Ediciones PubliKar. Tel: 4743-4648 Diseño de tapa: Curioni Producciones. Tel: 4822-6982 Editorial: AAPPG Editores


TOMO XXXIV Número 2 - 2011 Afiliada a la Federación Latinoamericana de Psicoterapia Analítica de Grupo, a la American Group Psycotherapy Association, y a la International Association of Group Psychotherapy

DIRECCIÓN DE PUBLICACIONES Directora: Lic. Graciela R. de Milano Secretaria: Lic. Diana S. Blumenthal

Comité Científico: Lic. Vanesa Bianchi Lic.Magdalena Colman Giménez Lic. Silvia Luchessi de Olaso Consejo de Publicaciones: Lic. Daniel Waisbrot Lic.Patricia Erbin Lic. Silvina Oubiña Comité Asesor: Lic. Elina Aguiar Lic. Susana Matus Lic. Gloria Mendilaharzu Dra. Janine Puget Lic. Esther V. Czernikowski Lic. Mirta Segoviano Dra. Graciela Ventrici Dr. Carlos Pachuk

Corresponsales en el exterior Lic. Myriam Alarcón de Soler, Bogotá, Colombia. Prof. Massimo Ammaniti, Roma, Italia. Prof. Dr. Raymond Battegay, Basilea, Suiza. Dra. Emilce Dio Bleichmar, Madrid, España. Dr. Joao Antonio d’Arriaga, Porto Alegre, Brasil. Dr. Rafael Cruz Roche, Madrid, España. Dr. Alberto Eiguer, París, Francia. Dr. Marco A. Fernández Velloso, San Pablo, Brasil. Dra. Lea Forster, Madrid, España. Dr. Arnaldo Guiter, Madrid, España. Dr. Max Hernández, Lima, Perú. Lic. Gloria Holguín, Madrid, España. Dra. Liliana Huberman, Roma, Italia Lic. Rosa Jaitin, Lyon, Francia. Prof. Dr. René Kaës, Lyon, Francia. Prof. Dr. Karl König, Gottingen, Alemania. Dr. Mario Marrone, Londres, Inglaterra. Prof. Menenghini, Florencia, Italia. Prof. Claudio Neri, Roma, Italia. Dra. Elvira Nicolini, Bologna, Italia. Lic. Teresa Palm, Estocolmo, Suecia. Dr. Saúl Peña, Lima, Perú. Dr. Alejandro Scherzer, Montevideo, Uruguay. Dr. Alberto Serrano, Honolulu, Hawaii. Dra. Estela Welldon, Londres, Inglaterra.


Comité de Referato Alarcón de Soler Myriam; Bogotá, Colombia Czernikowski, Esther V.; Buenos Aires, Argentina Edelman Lucila; Buenos Aires, Argentina Gomel Silvia; Buenos Aires, Argentina Gonzalez Cruzado Alicia; Uruguay Kaës René; Lyon, Francia Kordon Diana; Buenos Aires, Argentina Lifac Solchi; Buenos Aires, Argentina Milano Graciela; Buenos Aires, Argentina Mendilaharzu, Gloria; Buenos Aires, Argentina Neri Claudio; Roma, Italia Pachuk Carlos; Buenos Aires, Argentina Segoviano Mirta; Buenos Aires, Argentina Selvatici Marina; Buenos Aires, Argentina Sujoy Ona; Buenos Aires, Argentina Vacheret Claudine; Lyon, Francia Valdemar Fernandes; San Pablo, Brasil Ventrici Graciela; Buenos Aires, Argentina Zadunaisky, Adriana; Buenos Aires, Argentina

Fechas de cierre de recepción de trabajos: 15 de febrero y 15 de septiembre Fechas de publicación: 30 de octubre y 30 de abril


COMISIÓN DIRECTIVA Área Ejecutiva Presidente:

Lic. Daniel Waisbrot Vicepresidente 1º:

Lic. Patricia Erbin Vicepresidente 2º:

Lic. Silvina Oubiña Secretaria:

Lic. Silvia Kargieman Tesorera:

Lic. Paula Paley Secretaria de Prensa y Difusión:

Lic. Ester Matos Área Programática Área de Relaciones Exteriores:

Dra. Vicky Cohen Lic. Silvia Kargieman Área de Asistencia:

Lic. Silvina Oubiña Área Científica:

Lic. Ricardo Gaspari Lic. Graciela K. de Bianchi Área de Docencia:

Lic. Diana Blumenthal Área de Publicaciones:

Lic. Patricia Erbin



SUMARIO Graciela Milano • Dirección de Publicaciones

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• Editorial

Graciela Bianchi • Ricardo Gaspari Silvia Gomel Juana Gutman Susana Matus María Cristina Rojas

19

• Recordando a

Elina Aguiar •

35

• Nos-otros, lo indigente siniestro

Bernardo Katz •

55

• El deseo del analista y las

Isidoro Berenstein

Configuraciones Vinculares Miguel Alejo Spivacow •

71

• El vínculo, sus cuestiones

fundamentales CONGRESO 95

• XIX Congreso Latinoamericano

FLAPAG Daniel Waisbrot •

97

• El trabajo del amor. La tensión

entre amor sexual y amor filial Graciela Ventrici •

109

• Mass media y subjetividad

Graciela Milano •

123

• Presentación Revista en

XIX Congreso FLAPAG «El Psicoanálisis Vincular de Latinoamérica: Lo singular  Lo múltiple»


Sergio Rodríguez •

127

• La escritura del psicoanalista,

entre su singularidad de sujeto y los lazos sociales de su práctica Silvana Camerlo •

133

• De resonancias, e intertextuali-

dades y obras abiertas INTERROGACIONES... Y PERSPECTIVAS Espacio Adultos Mayores •

139

• La presencia de «lo inútil»

ARTE Silvia Luchessi de Olaso •

145

• «El Erizo»

PASANDO REVISTA Laura Aguerre • Luján Alsina

153

Ricardo C. Gaspari •

157

• Familias y parejas. Psicoanáli-

sis, vínculo y subjetividad, de Ricardo C. Gaspari y Daniel Waisbrot, comp. • Cuatro familias, Veinte terapeu-

tas. Clínica Vincular Psicoanalítica, de Grupo de Familia AAPPG Ricardo C. Gaspari •

165

• La pareja en conflicto. Aportes

psicoanalíticos, de Miguel Spivacow Susana Luraschi •

169

• Conjeturas Psicopatológicas.

Clínica Psicoanalítica de familia y pareja, de Susana Matus y Silvia Gomel Graciela Selener •

173

• Psicoterapia Psicoanalítica de

Grupos & Vínculos, de Germán Morales, Bárbara Ortúzar y otros INFORMACIONES 179


Editorial

Psicoanรกlisis de las Configuraciones Vinculares, Tomo XXXIV, Nยบ 2, 2011, pp 11-17



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En este número de nuestra revista, convocamos a escribir sobre el AMOR. Y, es en este espacio editorial que acostumbramos a prologar los escritos; pero esta vez, la muerte de Isidoro Berenstein nos detiene en la tarea. El amor como tantas veces, por los aconteceres de la vida, se impregna de dolor y esto nos ocurre hoy, ante ésta, nuestra pérdida, de quien nos acompañara durante muchos años en la Institución. Incansable trabajador de los vínculos desde la creación del Departamento de Familia, sus escritos quedan como testimonio de su presencia. Interesado en un más allá del psicoanálisis individual supo recurrir a los aportes de la filosofía, la antropología estructural … para ampliar y complejizar la clínica. Una clínica que le debe no sólo la ampliación del clásico dispositivo sino una manera de pensar y trabajar lo que excede, lo irreductible, lo ajeno. La pérdida, la muerte es la más feroz muestra de esta irreductible ajenidad. Tope que nos enfrenta a lo imposible. Amor y dolor se unen así en una juntura difícil de des anudar. Esta Revista dedica un espacio a su trayectoria de la mano de quienes lo acompañaron en la creación y lo siguieron en sus contribuciones al pensamiento de Lo Vincular. Desde este Comité de Revista, una despedida con Amor y Dolor por la pérdida de su presencia. Continuamos trabajando que es la mejor manera de rendirle homenaje desde nuestra Revista del Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares. Amor en tiempos de Vértigo. Que el amor es la forma de enlace en ese delicado equilibro con el otro no hay duda.


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Un poco de hystoria, escrito con «y» en alusión a la deuda con la «hysteria» en la historia del psicoanálisis. Ese «amor» al Padre que inspiró el descubrimiento freudiano del inconciente. Una breve revisión, como decía, nos permite deducir que en esa novela familiar del neurótico en la que el Edipo jugaba el papel princeps se ha producido un giro, giro hacia un «más allá del Edipo». El amor, ese recurso propio de la transferencia, ya no parece esclavo a las marcas del destino, y por tanto afanado a su desciframiento, sino más bien arrojado, expuesto al vértigo de la contingencia. Un amor desamarrado a las propuestas en las que el ideal parental jugaba un papel princeps. Es así como ese tratamiento del goce en que el amor lo intenta hacer condescender al deseo se torna en un desafío en las consultas vinculares actuales. Atolladeros, tropiezos en la extracción de un goce que en ocasiones alarman a puro exceso y en otras abre a la posibilidad de suplencia, invención, creación. Distintas modalidades en el armado de las parejas, en los posicionamientos: hombre mujer, en la construcción de las familias, en el entramado de las relaciones sociales, laborales… dan cuenta de la ficción de un simbólico jaqueado por la diversidad de modos de gozar que ofrece el momento actual. Cuestionado, caído el referente, ese del conocido aforismo, estamos en la época del Otro que no existe, el amor enfrenta el difícil desafío a su posibilidad de guiar y sostener el lazo con el otro; ese enlace que, como señalara al comienzo, «no hay duda» le concierne. Un amor, pura expresión de vacío, que ante la fallida complementariedad hace resonar su vértigo ante ese goce metonímico difícil de localizar.


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Voy a parafrasear a Colette Soler cuando dice que ya no tenemos modelos para el amor, y sigo su apreciación en cuanto parece no preocuparle en demasía, pues agrego mi impresión de que si bien ya no operan de manera exclusiva, algo de ellos queda, resulta imposible barrer y será la contingencia, el azar lo que los interrogará en cada encuentro. Vale atender entonces a esa combinatoria de opuestos, a ese resto-plus, para dejar en cuestión esa coagulación de sentido, a puro mito-destino. Un saldo de experiencia que estimula, aproxima a la invención. Un amor que ya alejado del modelo homeostático tiene que vérselas con ese real que desestabiliza en cada encuentro. Propuesta y desafío para un Psicoanálisis Vincular que trabaja con la producción, con la diversidad de formas de enlace; en fin, con esa posibilidad de crear, de aspirar a lo nuevo en temas del amor. Una clínica vincular que descentra lo determinante de la ficción simbólica y atreve a la producción, a ese torbellino expresión de lo real. Una clínica vincular que en la disparidad de cada encuentro hace hablar al amor, lo con mueve a decir lo imposible de decir. Un «real» esfuerzo de poesía. En estas líneas de la puesta editorial aparece una fragrante superposición: la historia y el acontecer que a la manera de un caleidoscopio mezcla imágenes de nuestra vida institucional con imágenes del hoy: nuestro qué hacer con el «amor en tiempos de vértigo». La propuesta, seguir la letra de los escritos que compilamos por el generoso aporte de nuestros colegas. Elina Aguiar escribe «Nos-otros, lo indigente siniestro».


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La exclusión, la marginalidad, la forzada inclusión del excluido es tratada con rigor en una escena de características siniestras como anticipa en el título de su escrito. La descripción de lo ajeno y lo semejante polarizados como opuestos conducen por lógica binaria a una subjetividad en riesgo; no sólo del excluido sino también de aquél que opera la exclusión. Hospitalidad versus hostilidad, amparo versus violencia son algunos de los pares antagónicos que se enuncian como expresiones de una trama social quebrada. Un verdadero alegato que redobla el valor ético de un psicoanálisis implicado en lo social. Bernardo Katz en «El deseo del analista y las Configuraciones Vinculares» abre cuestiones del Psicoanálisis desde Freud a Lacan, poniendo a trabajar ese «imaginario» en exceso del kleinismo. Propone una labor analítica que abre a un más allá del «deseo del analista», lugar del «a» como causalidad deseante a fin de revisar «lo real» que se juega en cada encuentro. Un imaginario que no reduce a lo especular pues incluye la presencia «real». Cuerpo e imagen complejizan la transferencia simbólica en la Clínica de las Configuraciones Vinculares. Miguel Spivacow, en su escrito «El vínculo, sus cuestiones fundamentales» revisa el concepto de vínculo con un minucioso recorrido por autores que atendieron al tema en psicoanálisis. Despliega consideraciones sobre clínica vincular al ocuparse de conceptos tales como indeterminación, distribución del trabajo psíquico y alianzas inconcientes. Si bien apuesta a los beneficios de una cura que se orienta por una lectura y práctica vincular, considera la existencia de una frontera móvil entre el suceder psíquico del sujeto singular y el vínculo; siendo por tanto en el abordaje de cada situa-


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ción clínica donde se dirime la cuestión de su orientación terapéutica. Congreso de FLAPAG, le dedicamos un apartado con la reseña de dos escritos: «El trabajo del amor. La tensión entre amor sexual y amor filial», de Daniel Waisbrot. «Mass media y subjetividad», de Graciela Ventrici. Y la Presentación de nuestra revista Nº1 2011, «Diversidades: lo singular lo múltiple», con los comentarios de Sergio Rodríguez y Silvana Camerlo. En el espacio «Interrogaciones... y Perspectivas» el área científica de Adultos Mayores escribe sobre su quehacer: «La presencia de “Lo inútil”, Interrogando un cuento: El libro de los abrazos. “Sucedidos 2”». En el apartado dedicado al arte, «El Erizo» (versión escrita y puesta en cine), Silvia Luchessi de Olaso revisita una historia de amor, de la mano de Deleuze, Allouch y Bataille. «Pasando Revista», comenta los libros presentados en el Congreso de FLAPAG. Agradecemos a autores y presentadores sus escritos. Hasta aquí la reseña de lo compaginado: «El amor en tiempos de vértigo»; nos despedimos hasta el próximo número. Graciela Milano Dirección de Publicaciones


FE DE ERRATAS

En nuestro número anterior:  Las

autoras del artículo «La pornografía en la era tecnológica» Martha Eksztain y Sara Moscona omitieron la siguiente bibliografía: Barros G., Inda N., Makintach A., Moscona S., Nusimovich M. «Lo obsceno, su implicancias en la clínica vincular», Rev. AAPPG, Bs. As., 2009, Volumen XXXII, Nº 1, «Excesos vinculares». Barros G., Eksztain M., Inda N., Makintach A., Moscona S., Nusimovich M. Jornadas AAPPG, 2009, «Dispositivo de pareja: territorio de lo obsceno». En el apartado «Interrogaciones... y Perspectivas», en el Taller Relatos Clínicos, la coautora Noemí Davidovich, es Psicopedagoga.


Recordando a Isidoro Berenstein

Graciela Bianchi, Ricardo Gaspari, Silvia Gomel, Juana Gutman, Susana Matus, María Cristina Rojas *

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(*)

Miembros Titulares de AAPPG, Miembros fundadores del Departamento de Familia de AAPPG.


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En el momento de la despedida a Isidoro Berenstein, uno de los maestros indiscutidos del Psicoanálisis Vincular, nos autoconvocamos para participar como grupo en su homenaje. Los aquí firmantes –Graciela Bianchi, Ricardo Gaspari, Silvia Gomel, Juana Gutman, Susana Matus, María Cristina Rojas– tuvimos el privilegio de transitar con él la creación del Departamento de Familia de AAPPG.1 Por eso, quisiéramos compartir con todos algo de la historia y transmitir las vivencias de aquellos años entusiastas y creativos, que marcaron un hito tanto en la vida institucional como en nuestros propios caminos profesionales. Durante la década que transcurre entre los años ´60 y ´70, en diversos puntos de occidente se abre la perspectiva vincular del padecimiento psíquico, reconociéndose la dimensión familiar-vincular del mismo, con desarrollos teórico-clínicos pensados desde muy diferentes perspectivas epistemológicas. Los más difundidos en nuestro medio fueron los trabajos de Lidz, Watzlawick y Bateson, que a partir de la escuela de Palo Alto inauguran los desarrollos de lo que luego será la perspectiva sistémica. También llegaron a nosotros los trabajos de Laing y Cooper desde la antipsiquiatría y cierto existencialismo sartreano. En la Argentina, Pichon Rivière había inaugurado este campo una década antes. ¿Dónde estaba Isidoro Berenstein en esos tiempos? En nuestra cuenta, la «primera» presentación en público de su apuesta teorizante fue en 1970. Ese año lo encuentra compilando junto con Carlos Sluzki, Hugo Bleichmar e Ignacio Maldonado las Actas del «1er Congreso Argentino de Patología y Terapéutica del Grupo Familiar». Su presentación «Familia y Estructura Familiar» anticipa-diseña a grandes rasgos su hipótesis central, la de la Estructura Familiar Inconciente. 1

En la primera etapa de este recorrido formó parte del grupo además la Lic. Marqueza Sierra Ovejero.


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En 1976 publica Familia y Enfermedad Mental. En esa obra, tomando como marco las tesis centrales de la Antropología Estructural de Claude Lévi-Strauss, y mediante agudas operaciones de cambio de escala apuntando a la escucha de las familias en la consulta, enuncia decididamente la hipótesis de una «Estructura Familiar Inconciente» y describe sus indicadores. Por esos años, cada uno de nosotros ya hacía sus prácticas con familias, en distintos ámbitos y con distintos referentes teórico clínicos en relación a esta especificidad. Pero con una zona en común: una transferencia teórica al psicoanálisis y un deseo, un apremio, de dar cuenta psicoanalíticamente de aquello que hacíamos, de nuestras perspectivas. Familia y Enfermedad Mental ha sido un texto que anudó a su tiempo en cada uno de nosotros una transferencia de trabajo con Isidoro, mediada por el despliegue de esta propuesta teórica. Compartíamos la sensación de haber encontrado una teoría que avalaba lo que veníamos haciendo en la clínica sin apoyaturas conceptuales precisas. 1979 nos encuentra trabajando con Isidoro a su regreso a Buenos Aires y pensando con él en distintos grupos de estudio y supervisión, las vicisitudes de la clínica vincular. El zócalo de esta historia implica considerar otro hilo: la iniciativa desde la comisión directiva de la AAPPG, hacia el fin de la dictadura militar, de convocar a Janine Puget, Isidoro Berenstein y Raúl Usandivaras a dirigir seminarios bianuales (Pareja, Familia y Grupo respectivamente), tarea que le fue encomendada a la Lic. Juana Gutman; y luego a fundar los Departamentos de Pareja, Familia y Grupo, que junto con el de Análisis Institucional, organizarían la vida institucional. Isidoro es invitado a organizar y dirigir el departamento que se denominaría «Departamento de Psicoanálisis de las Relaciones Familiares». Momento de apertura en el país y de ampliación institucional en AAPPG, retorno de la democracia, época de entusiasmo y creación, años intensos también para nuestro grupo.


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Isidoro presentaba, como punto de partida, un modelo estructural sólido y explicativo, pero a la vez fue desplegando un pensamiento siempre innovador. Persistente en la defensa de sus hipótesis, pero abierto también a los aportes y críticas, cuando adquirían entidad. Fundar implicó no sólo pasión por pensar, sino también por la trasmisión, por la formación de discípulos. Por lo tanto, por la escritura. Fundar fue la constitución de un trípode sostenido en la docencia, la asistencia y la investigación –organización planteada desde la institución para todos los departamentos. Fundar fueron dos horas de reunión semanales del staff, sostenidas estrictamente: una, para cuestiones organizacionales y otra, para trabajo de teorización. Fundar fue que después de una primera versión, nos confía las siguientes versiones del seminario bianual sobre Psicoanálisis de las Relaciones Familiares. Fundar fue que nos «invita» a elegir a cada uno tópicos de base del psicoanálisis –Edipo, Narcisismo, Ideal del yo, Transferencia, Ley del padre– para trabajarlos en clave de su propuesta, y formatearlos como conferencias mensuales primero, y como libro en un segundo tiempo. De allí surgió Familia e Inconciente. Cada capítulo, cada tópico, minuciosamente trabajados con él. Poco a poco, el Departamento de Familia fue reconocido en el medio científico como un espacio de pensamiento. Fundar fue ayudarnos a darle un lugar importante a la escritura y a la transmisión, a tal punto que cuando alguno de nosotros planteaba sus dificultades para emprender la tarea de escritura, su respuesta fue: «no vayan a Disco y listo…», aludiendo tanto a la dedicación temporal como a las renuncias que el escribir requiere. Otro mojón en la historia de nuestra relación con Isidoro, y que tal vez significó una ya incipiente diversificación de


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nuestros discursos y otro momento transferencial, fue el texto Clínica Familiar Psicoanalítica. Estructura y Acontecimiento. Libro que muestra una clínica y teorizaciones que hacen ya una revisión de la postura estructuralista. Tiempo de transformaciones que también fue posible tramitar con él. El encuentro con Isidoro-maestro producía fuertes efectos: su pasión por el pensamiento y la trasmisión oral o escrita de sus producciones, así como la búsqueda del intercambio con el otro como interlocutor para armar tramas grupales productivas y pensantes, supieron despertar o potenciar en sus discípulos la pasión por las aventuras del conocimiento. Con un decir firme y pausado, trataba de transmitir sus ideas. Con una sonrisa paternal lograba desanudar en las supervisiones los nudos problemáticos transferenciales y sembrar una definitiva desconfianza por lo «obvio». Nos ejercitamos en abrir una mirada que abarcara el conjunto vincular y registrar los efectos que la presencia de los otros tienen en uno. Con los años, este grupo fundador y sostenedor –en un primer momento– del Departamento de Familia, fue abriendo sus fronteras. Salieron y entraron muchos colegas, y si bien no siguió vigente como tal, el lazo surgido en años de trabajo, y el haber recorrido muy juntos un trecho de la vida, nos convoca a dar cuenta hoy de esa experiencia. Desde entonces, hace ya tantos años, cada uno de nosotros fue armando un recorrido personal, produciéndose diferentes encuentros con Isidoro, encuentros siempre ricos en lo profesional pero sobre todo en lo afectivo. Uno de éstos, fue la entrevista que realizó en noviembre de 2003 Susana Matus, en el contexto de su trabajo de Tesis de Doctorado. Pensamos que sería un lindo homenaje publicarla, en tanto ésta muestra, de alguna manera, al Isidoro con quien pudimos compartir experiencias y años que marcaron nuestras vidas: un Isidoro lleno de curiosidad y vitalidad, empecinado en la búsqueda de precisiones; un Isidoro investigador, a la vez que «familiero» y cálido, en fin, un querido maestro para todos nosotros.


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He aquí la entrevista: Susana: ¿Qué edad tenés? Isidoro: 71. Susana: ¿Antigüedad en el ejercicio profesional? Isidoro: Como médico 45 años y como psicoanalista 41. Cuando me recibí de médico no tenía literalmente ninguna idea de lo que era ser un analista o el análisis. Mi universo pasaba por dos sectores: por la medicina tradicional clínica con sus especialidades –cirugía, etc.– y por la investigación en fisiología. En realidad yo lo que quería era ser investigador, así fue como empecé. Los primeros años hacía dos cosas: práctica clínica –ver pacientes– y leer clínica e investigación. Empecé haciendo una investigación en el laboratorio de (Luis Federico) Leloir con otro investigador más importante; publicamos un trabajo en el Congreso de Fisiología del año ´57. Después me conecté con un investigador que venía con una técnica de operación de cerebros en ratas para hacer determinados trabajos en relación a diálisis. Fue bastante decisiva una conversación que tuve con (Bernardo) Housay cuando le dije que quería investigar con el equipo de él, esto fue en el ´57. Me dijo que tratara de buscar un aparato que había en el depósito de la facultad para hacer localizaciones cerebrales en ratas. Finalmente encontré el aparato, pero después de un tiempo me dijo que era muy caro formar un investigador y que él no se podía hacer cargo. Retrospectivamente calculo que no me debe haber visto condiciones. A esa altura ya había hecho trabajos con ácido lisérgico en perros. En esa época dentro del modelo de clínica médica había un departamento de psiquiatría. Se me pierde un poco cómo ingresé en el departamento de psiquiatría, ahí estaba (Guillermo) Vidal. Hacíamos simultáneamente lisérgico con pruebas clínicas con pacientes y lisérgico con perros, era un modelo de investigación. Por ese camino hicimos una experiencia sobre nosotros mismos con ácido lisérgico con Vidal y en grupo con gente que nos observaba. Se investigaban diferentes cosas –cerebro, hipertensión– había distintos equipos y sectores. Así fue


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que estando en lo de Vidal empecé a saber que la gente se analizaba; pasaban por el Instituto de Clínica Médica que estaba en el Hospital Rawson. De esa manera me encontré entrando en la carrera para ser analista. Susana: ¿Dónde empezaste? Isidoro: Justamente en el Hospital Rawson. Hice la especialidad en psiquiatría clásica, nada que ver con el psicoanálisis. Empecé a analizarme y entré en el carril de la carrera analítica en la APA, la única institución oficial que estaba en la calle Anchorena, luego se mudó a Rodríguez Peña. Un poco antes del ´77 ya empezó a haber una división interna. En el ´77 fue el Congreso Internacional de Jerusalén que coincide con que habíamos emigrado a Israel, y ahí fue cuando se dividió. Yo ya estaba con el grupo que iba a ser APdeBA. Susana: ¿Cómo te ubicás en relación a diferentes corrientes dentro del psicoanálisis? Isidoro: Creo que comparto con vos el hecho de que uno está atravesado fuertemente por el contexto. El contexto del año ´60 era el de la APA y el psicoanálisis oficial que supongo era kleiniano. En esa época Klein era un descubrimiento. Ella hace una apertura fenomenal sobre la estructura de la mente con respecto al pensamiento freudiano con todo el concepto de fantasía y demás, todas las elaboraciones muy, muy sutiles de los analistas kleinianos. Yo me doy cuenta que una constante en mi interés, todavía al día de hoy, es la precisión. Yo llamaría precisión a un acercamiento lo más posible entre las descripciones y los hechos que describen o entre las palabras y los significados. O sea, no usar cualquier palabra, no usar palabras que tienen muchos significados. A mí no me cuesta escribir pero lo que me cuesta muchísimo es corregir y corregir es una búsqueda detrás de una precisión que es inalcanzable. En este sentido, la identificación proyectiva como concepto de los años ´60 me deslumbró. Primero por la precisión descriptiva pero además porque entendía algunas cosas que


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pasaban en la relación con los otros. La identificación proyectiva es un concepto que empieza con Melanie Klein en el año ´47, ella hacía buenas descripciones clínicas, pero no metapsicológicas. Fue Bion quien sistematizó y se metió con la identificación proyectiva y los mecanismos psicóticos. Lo cierto es que la identificación proyectiva a mí me dio la primera herramienta para analizar las relaciones familiares y de pareja. Uno de mis primeros trabajos es el análisis de una pareja que no vivía acá sino que vino a Buenos Aires por un mes. En esa época además –el contexto otra vez– se analizaban de lunes a viernes todo el mes, todos los días. Ese trabajo consistió en mostrar un análisis de sesiones en tres columnas, ella, él y yo. Para que veas a qué le llamo precisión, que no haya superposición entre donde empieza uno, termina otro, los puntos de referencia, qué responde uno con otro, es como un protocolo. Susana: ¿En qué año fue este análisis? Isidoro: Debe haber sido en el ´78. Cuando empecé a trabajar con parejas ya estaba con Pichón. Me acuerdo cuando Pichón me derivó la familia de un paciente catatónico, allá por Constitución, yo iba a la casa, me sentaba con ellos... Me acuerdo que –ése es un libro que nunca escribí– tenía el proyecto de escribir sobre la memoria. Hice una sistematización de todos los conceptos de memoria que había en Freud. Era una monografía, por ahí la debo tener. Todavía estaba con el cerebro, pero en realidad, no era el cerebro, era la mente, era la memoria. Todo eso me tomó la cabeza y la persona, estaba mucho con la temática de la identificación proyectiva y la sutileza de lo que uno le hace al otro, de lo que puede hacer, de lo que pone y de lo que saca, de cómo lo condiciona. Susana: ¿Cómo empezás a pensar la formulación de la Estructura Familiar Inconciente?


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Tendría que hacer un esfuerzo de memoria. Me aparece una charla con Carli Sluski –cuando él todavía estaba acá–, reuniones con él y con Eliseo Verón. Carli ya transitaba la teoría sistémica. Tenía un libro con Eliseo sobre comunicación y neurosis, sobre el modelo comunicacional. Era un libro fuerte, muy metodológico, estupendo. Entonces yo le cuento a Eliseo, creo que es él el que me dice sobre LéviStrauss –porque si no fue por él, no sé de dónde puedo yo enterarme de Lévi-Strauss, ya que la antropología no me pasaba cerca– y me habla sobre la Antropología Estructural. Y claro... ya no me soltó y no me soltó por eso, por la precisión, por los modelos tan precisos en la descripción, en la explicación. Le digo a Eliseo «¿cómo hago con esto?, habla de cosas que no sé». El me dice «lo tenés que leer con alguien». «¿Y con quién?», no encontraba con quién, no sabía con quién. Así empezó la relación con la antropología estructural; lo leí solo y estaba tan prendido, tan prendido, lo habré leído incontable número de veces. Ese fue el momento, tiene que ser en el ´70; el trabajo lo presenté en el Congreso de Psicopatología del Grupo Familiar, «Familia y estructura familiar» fue el trabajo, y sobre eso vino el libro. Susana: ¿Ese es el primer trabajo en el que vos empezás a vincular la antropología con el psicoanálisis? Isidoro: Claro. La circulación del dinero, los sistemas religiosos, los nombres propios. En esa época transitaba muy claramente dos carriles, yo diría que era hiper claro: uno era el carril de la estructura familiar inconciente y el otro el del inconciente. El primer libro que llevé a Paidós era un libro grande que tenía dos partes: parte I: Estructura familiar inconciente y parte II: el Complejo de Edipo, Estructura y significación. Como era lógico, dependía de las dos cosas. Así fue que me dicen «no, es muy grande, hoy en día la gente compra libros más chicos, mejor con esto hacer dos libros, desde el punto de vista editorial». Yo llevé uno y quedaron dos. Complejo de Edipo era toda una reformulación de lo otro: el modelo triangular, el modelo cuadrangular, hexagonal, con los modelos lógicos.


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Pero al mismo tiempo yo estaba trabajando sobre el modelo del inconciente, entonces no me alcanzaba con decir que a tal frase del contenido manifiesto de un sueño le corresponde tal frase del inconciente, tal frase desiderativa. Yo tenía la intuición de que tenía que haber frases intermedias que pudieran explicar lógicamente, desde la frase del inconciente –no es que el inconciente fuera una frase, pero desde la frase que uno le ponía al inconciente– hasta el contenido manifiesto del sueño, tenía que haber una serie de frases intermedias. Di vueltas, di vueltas y fui a dar con Juan Indart. Con él empecé a estudiar retórica, era sociólogo y semiótico, sabía mucho. Así que trabajamos mucho sobre eso y sobre semiótica de los sueños. Entonces el trabajo habla sobre los jeroglíficos, sobre la traducción y sobre las reglas retóricas en la producción del sueño, no sólo la metáfora y la metonimia, también la sinécdoque y todas las figuras retóricas posibles. Digamos, yo trabajaba en los dos campos y los tenía separados. En esa época, psicoanálisis lo hacía en APdeBA y psicoanálisis familiar lo hacía en la AAPPG. Yo me fui en el ´79 y cuando volví de Israel publiqué el libro Del destino a la significación. Quizás ahí las circunstancias, lo azaroso, Israel, me movió de la teoría de los conjuntos a la Biblia, a la filosofía, desde otro campo. Si no hubiera pasado por Israel, no sé cómo hubiera tomado contacto con la Biblia, y no fui a buscar eso, lo cual confirma que vos vas a buscar una cosa y te encontrás con otra que no está prevista. Imaginate, si yo estoy con un paciente en Israel y me dice «me parece que veo el 7 en la mano», digo «¿qué es eso» y me dice «lo que pasa es que lleva X» que es la séptima letra. Le digo «me tenés que explicar porque yo no conozco tanto la Biblia, si vos la estudiaste de chiquito, explicáme»; y me cuenta que hay un chiste en los colegios que le hacen los nenes a las nenas cuando le dicen «che, ¿cuál es la letra que le sigue a X?». Y las nenas se oponen a decirles porque X se le llama al pito también y es la séptima letra. La única forma de entender esto es ir a la Biblia. Lo mismo que la familia de una chica esquizofrénica que desencadenó la psicosis cuando la madre le cortó el pelo –lo tenía largo–, ella se despersonalizó y hubo


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que internarla. Me contaron que cuando ella nació, el padre –que quería tener un varón– dijo una frase de la Biblia que quiere decir «.... hijo mío»… Susana: ¿Por qué te fuiste a Israel? Isidoro: Son dos preguntas: ¿por qué me fui? y ¿por qué Israel? Me fui porque en junio del ´76 recibí una amenaza telefónica. Después surgió que debe haber sido algún paciente psicótico que yo debo haber atendido… en esa época ya había salido el libro Significante y familia. ¿Por qué Israel? Grinberg me dijo «mirá en Israel necesitan psicoanalistas…». Yo estaba trabajando a full, mi esposa también. Largamos todo, nos fuimos a Israel. Efectivamente fui como supervisor, ya con un lugar contratado… Yo nunca había ido a Israel, ni siquiera de paseo… Pero bueno, yo creo que eso hay que ponerlo ya en una característica personal, esta combinación de «nada se puede oponer a cuando yo tengo ganas de hacer algo, el desafío, la confianza de que voy a sobrevivir». Eso tiene raíces infantiles y otras no infantiles. A los seis meses de estar allí empecé a ir al hospital. Yo iba con la idea de que con inglés me arreglaba pero el lenguaje cotidiano es el hebreo, es como acá, si vos vas a los hospitales se habla en castellano. Así que las primeras reuniones fueron una tortura, ¡no entendía nada! Pero la gente era muy confortable. Sucedía que yo sabía más de psicoanálisis y de familia, era el especialista, pero ellos sabían más del país. El libro que yo escribí en Israel apareció acá (tiene distintos capítulos y cada uno es un caso). Pasaron varias cosas: primero, empezaron a regalar ese libro para los cumpleaños y después lo que la gente me dijo es que estaba escrito de otra manera y no tenía la dificultad de los escritos anteriores. Es más literario, más coloquial, tiene menos de pequeño grupo y es más comunicativo. En realidad siempre me gustó escribir y no me animé, me hubiera gustado hacerlo en prosa. Siempre me gustó mucho la palabra escrita pero nunca tuve el co-


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raje de emprenderlo. Y ese libro es como haber escrito algo literario; me sirvió para romper una forma. Susana: Cuando volvés ¿se reinstala algo de lo anterior?, ¿otra vez se dividen las aguas: APdeBA y AAPPG? Isidoro: En realidad debe ser a partir de ahí que adentro mío ya no era muy sostenible esa división, digamos, institucionalmente por ahí sí, pero a nivel de la producción ya no. A este nivel el psicoanálisis tenía que cambiar, ya no podía ser lo mismo que antes, todo empezaba a cambiar y a unificarse. Antes eran dos caminos muy claramente diferenciados, después ya no sino que se interpenetran y no respetan sus límites, para bien, para mejor. Susana: Llegamos a hoy. ¿Qué pasó con las líneas teóricas? Isidoro: Digamos que la experiencia de Israel desestructuró un poco el pensamiento estructural aunque por supuesto persiste durante un tiempo más. En realidad no tiene por qué no persistir, sólo que no tiene la misma forma. Entonces vuelvo a la Argentina en el ´79; y en el ´83 es la invitación a fundar los departamentos en la AAPPG. El Departamento de Familia empieza todavía bajo el imperio de la «estructura familiar inconciente» pero empieza a incomodarme la rigidez del modelo, la repetición de la gente que seguía y lo decía cada vez más como emblema. Son cosas un poco insensibles y en un momento dado te das cuenta. Estando en Israel nuestra familia escribió –hice un cálculo– unas 700 cartas. Yo escribía muchísimas, también mis hijas escribieron cualquier cantidad. No había mail pero no sólo por eso. Te cuento un secreto: yo esas cartas las guardo porque siempre pienso que así como estuvieron las cartas de Freud a Fliess… y porque éstas no eran cartas de salutación solamente, eran discusiones. Muchísima correspondencia con Janine (Puget), ida y vuelta. Susana: ¿Janine ya estaba empezando a trabajar en el tema y se conecta con vos?


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Isidoro: Sería de la época de APA... Ninguno de los dos puede decidir cuándo nos conocimos. Como si el vínculo se hubiera familiarizado, es como que estábamos siempre ahí... no recuerdo el momento preciso en que nos dijimos mucho gusto. Susana: Pero estaba en APA cuando vos entraste. Isidoro: Sí porque ella institucionalmente era un poco mayor que yo. Desde ya cuando vine de Israel empezamos a trabajar sistemáticamente juntos. Entonces fue mucha la correspondencia con ella y también con otros. Por ejemplo con (Juan Carlos) Nocetti eran cartas de muchas páginas. Creo que el libro de él es del ´73, el de la familia, o sea que lo conocí antes de irme a Israel. El enganchó el modelo estructural, se metió mucho y lo fue aclarando... ese libro es maravilloso, el primer libro de él. Después viene ya la época de lo vincular. (Alejandro) Gallo decide hacer un cambio bastante sustancial, entonces nos llama a (Raúl) Usandivaras, a Janine (Puget), y a mí –no recuerdo si a alguien más– y nos dice «ustedes tienen carta blanca para fundar un departamento, uno Grupos, el otro Pareja y el otro Familia. Tal es así que cada uno lo hizo de una manera diferente. Me pareció una propuesta muy novedosa, muy creativa. Llamarnos y decirnos «ustedes tienen carta blanca, ¿cómo les parece?», es medio insólito. Susana: ¿Y cuál es el cambio para vos a partir de la relación con Janine en términos de línea teórica, es decir, significó una transformación teórica empezar a trabajar con ella? Isidoro: Confluye... digamos, ella viene más con grupos y con terrorismo de estado, lo social. Yo vengo más con las profundidades de lo inconciente, familia y pareja, lo vincular, grupos nunca. De hecho «grupo» es una palabra que yo no uso, no la vas a ver escrita casi.


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Yo después le doy otra forma que uso para entender el psicoanálisis de la institución analítica. En un momento dado las circunstancias, el azar determinan un movimiento en marcha de un movimiento instituyente. Mientras vos estás en este movimiento fluís atrapado por la novedad, la apertura, el panorama, por lo ancho del camino que tenés por delante frente a lo acotado del camino desde donde venís. Pero de inmediato tenés ganas de apresar eso, ese movimiento instituyente, después hacés una institución. La idea es que con la institución el movimiento instituyente se va a hacer más fuerte, más rico, más abundante. Ocurre que la institución empieza a administrar el movimiento instituyente pero también se opone a éste porque si sigue fluyendo no hay posibilidad de institución. Entonces te empezás a sentir totalmente aprisionado por la institución y ésta puede ser tu propia teoría, no tiene por qué ser un edificio o una organización, también es la propia formulación. Entonces empezás a tener cierta incomodidad o estás cómodo, no sé, por lo menos a mí me incomoda hasta el día de hoy. Buenos Aires, noviembre de 2003



Nos-otros, lo indigente siniestro *

Elina Aguiar **

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Agradezco al equipo «Vecinos en la calle» de la APDH, la posibilidad de compartir experiencias, e ideas. Ellos son: Henoch Aguiar, Lucía Andreotti, Germán Guarino y Olga Idone. Asimismo agradezco a Ana Martín y CarolinaTejada el haberme acercado a una otra manera de entender los procesos de exclusión social. (**) Licenciada en Psicología (UNdeCórdoba); Psicóloga Clínica, Facultad de Medicina de la UNBA. Miembro Titular de APPPG y APBA. Secretaria de Salud Mental de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH). Integrante del Equipo de APDH «Vecinos en la calle». E-mail: elinaag@fibertel.com.ar


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«Nada ha de ser comparable a las ventajas de la extinción de las tribus salvajes o conservarlas tan debilitadas que dejen de ser un peligro social». D. F. Sarmiento «Atención: te estás acercando a una zona peligrosa». Aviso de GPS Garmin de automóvil, al acercarse a un barrio de viviendas precarias.

La exclusión social y la indigencia promueven en mí preguntas, reflexiones provisorias y fragmentarias de esta, dolorosa y opaca realidad que nos interroga con su presencia. Comienzo planteando qué entiendo por exclusión social, la cotidianeidad y los traumatismos permanentes a los que están expuestas aquellas personas en los límites de la sobrevivencia; los lugares que se les ofrecen y las posibilidades de subjetivación. Cuestiones que ponen de relieve la convergencia de la clínica con lo social. Mencionaré sus producciones culturales. Señalaré las respuestas inmunitarias del resto de la Sociedad y nuestras posibilidades como psicoanalistas ante esa situación. El poder pensar desde el psicoanálisis el proceso de exclusión hace que se comience a mirar, a incluir lo que se eyectaba de la percepción y con ello se abre una posibilidad de cambio. Considero la exclusión social como un proceso histórico, dinámico, en perpetua construcción, interactivo y acumulativo, que mediante discursos, acciones y omisiones ubica a las personas o grupos en lugares cargados de significados que el conjunto social rechaza y no asume como propios. Son «los otros». La exclusión en Latinoamérica es económica; se excluye a pobres e indigentes. Abarca generaciones en ese tránsito a la exclusión y es difícil revertir y detener ese proceso habiendo tantos factores involucrados e interesados en su mantenimien-


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to; la modalidad occidental capitalista necesita de la exclusión. La sociedad disciplinaria deja una porción de la comunidad adentro y otra afuera. Una forma de aniquilación acallada es la miseria estructural del sistema social dominante. Se develan configuraciones políticas, económicas y culturales que han hecho posible la existencia de un mundo construido sobre la base de un desconocimiento de la alteridad. Eugène Enriquez señala que la cultura resuelve el problema de la alteridad por medio de un sistema de clasificaciones que se mutaría en sistemas de separación y dominación por la violencia sacrificial (Enriquez, E., 1983). Me voy a referir a la exclusión. Pero tengo claro que lo que denominamos exclusión abarca también a los nunca-incluidos ¿cómo pertenecer a la exclusión cuando nunca se estuvo incluido? La exclusión y la no inclusión es un proceso de expulsión del orden social, generando –como dice Arendt– un «hombre superfluo». Marx habla del hombre supernumerario, Ogilvie, «hombres descartables», Z. Bauman, «humanidad superflua» o «vidas desperdiciadas», J. Puget, «des-existentes», Agamben nos recuerda al «homo sacer», la «underclass» de los sajones (Viñar, M., 2009; Puget, J., 2005; Agamben, G., 2000). La mirada mediática nos induce a ver a la persona excluida como enemiga y peligrosa. Las personas indigentes están a la vista y muchas veces son temidas. Se transforman en «lo indigente siniestro», con eso designo que la falta de recursos económicos elementales, la nuda vida, pone de relieve ante los ojos de todos, no permanece oculta y muestra a qué extremos puede llevar la desatención y el abandono de una comunidad con muchos de sus conciudadanos. Lo siniestro, extraño e inquietante (Freud, S., 1919), lo que estaba oculto deja de ser secreto, aquello que debía permanecer oculto se manifiesta, lo familiar deviene extraño, peligroso, amenazante. Se cataloga como inferiores, que luego devienen en enemigos, a las personas en extrema precariedad. Aquel explo-


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tado, marginado e ignorado se transforma en peligroso, «enemigo interno» (hace unas décadas lo eran los «subversivos») como no solamente causante de su propia desgracia sino de todos los males: indigentes, delincuentes eliminables, matables, por acción u omisión. Giorgio Agamben conceptualiza al «homo sacer» como aquel sacrificable al no cumplir con las pautas imperantes en el conjunto social (Agamben, G., 2000). Eugène Enriquez, releyendo «Porvenir de una ilusión» de S. Freud, subraya la concepción del Estado como cristalización de las instituciones estables del vínculo grupal, que no puede nacer ni desarrollarse ni fortificarse de otra forma que no sea por la guerra (Enriquez, E.,1983). Surge así la noción de «vulnerables». Van de la exclusión social a la vulnerabilidad (Castel, R., 1991) con riesgos de caer en la labilidad vincular. Las denominaciones («marginales, de riesgo, vulnerables, inútiles»), dan cuenta del lugar que se les asigna, de cómo son mirados, y de los efectos que ello produce. Si bien no se puede pensar sin conceptos, ¿cómo hacer para que un origen no devenga un destino? En la construcción de la subjetividad «la encuesta sobre uno mismo se realiza en los múltiples espejos de los otros que nos confirman o des-confirman permanentemente» (Ledoux, M., 1992). En el lenguaje zulú el término «ubuntu» designa el ser persona a través de otras personas, la armonía entre lo individual y lo colectivo (Viñar, M., 2009). Se trata de personas que padecen hambre crónico, pobreza extrema, maltrato social y doméstico. Son personas en el límite mismo de la sobrevida, en estado de desamparo, de riesgos permanentes: viven en estado de amenaza, a merced de las fuerzas del orden, policía, guardia urbana, las brigadas, fuerzas de «seguridad», que los acosan. Por todos ellos son tratados como «restos» a eliminar. Es el resto que no tiene resto. La muerte los acecha a cada instante. A menudo su entorno no es estable, está fracturado y genera, como señalé, condiciones de vulnerabilidad social.


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El indigente tiene un no lugar pero se le asigna el papel de usuario de políticas asistencialistas donde se le refuerza su lugar de vulnerable, incapaz de autoabastecerse. La personas indigentes son usadas como objeto por algunas ONG empeñadas en imponerles hábitos e ideologías, sin preguntarse por la singularidad de cada uno de ellos. Allí la violencia radica en la asimetría de los vínculos (Idone, O., 2010). Al querer «incluirlos» en el sistema productivo, se confunde equidad con homogeneidad, que no singulariza; es opuesto a la producción de subjetividad. Se le supone un estado carencial y se le desconoce otro capital; nuestra ceguera los visualiza solamente «carentes», y así se ejerce sobre ellos una doble exclusión. Excluido es un «adjetivo calificativo descalificado» y las prácticas van atadas al adjetivo calificativo (Frigerio, G., 2011). Se trata de una metabolización de la violencia física en violencia simbólica. De ahí el calificativo descalificado para los no incluídos en el sistema productivo. Así las personas excluidas son sentidas como amenazantes para el orden público; se los patologiza o penaliza. El excluido no tiene rostro y es «portador de cara». Una señora en un té de amigas dice: «a la noche ya no se puede salir más por Lavalle, todos tienen una pintusa que te da miedo». Un chico, al decirle que no tenía monedas para darle, me dice, «no importa doña, por lo menos usted me mira». Muchas personas que viven en la calle se asombran gratamente de que recordemos sus nombres y anécdotas; parecieran habituados a no ser tenidos en cuenta en su singularidad. Pero cada uno, cada grupo, desde su lugar, puede resistir, emprender el combate contra el pensamiento monolítico y el avasallamiento de la subjetividad, como lo analizan Miguez, D.y Semán, P. (2006). Se necesita de un reconocimiento de su deseo y deseo de reconocimiento, de asegurarse un lugar en el multifacético simbólico social. A los excluídos se les propone una «momificación identitaria» como señala Enriquez, E. (1983) desconociendo su multiplicidad de identidades. Las mayorías que clasifican,


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cosifican, niegan esa la multiplicidad interior que habita en los indigentes. Se propone así una homogeneización mortífera a los integrantes de la comunidad implementando procesos de masificación y cercenando la diversidad individual y colectiva. Desde las prácticas asistenciales asimismo se piensa el excluido sólo como carenciado, excluidos de ser sujetos de deseo: «¿para qué llevar a los niños indigentes al Museo de Bellas Artes?; se trata de una «exclusión de la estética»: (Frigerio, G., 2011), excluidos del derecho a tener deseos. En los últimos treinta años en pleno proceso de pauperización los sectores populares más desfavorecidos no quedaron pasivos: articularon estrategias de adaptación, de resistencia y de creación provenientes de los polifacéticos recursos culturales de sus nuevos estilos de vida. En estos tipos de marginalidad urbana se desarrollan códigos culturales y dispositivos que expresan las experiencias de este sector. Mecanismos donde elaboran situacionalmente su pertenencia social. Respuestas colectivas que les permiten encontrar otro reconocimiento. Me interesa entonces no sólo ver en la exclusión las carencias reales y simbólicas sino también: pensarla como un espacio de producción cultural con sus valores, ídolos y formas de resolución de conflictos. Producción que no sólo surge de su estado de carencia, sino que es el resultado de su capacidad creativa donde emergen los múltiples sincretismos que su misma situación les posibilita (Miguez, D. y Semán, P., 2006). Si bien la pobreza no es necesariamente exclusión, la exclusión y la indigencia implican múltiples pobrezas en tanto inaccesibilidad al capital social, cultural de que dispone la sociedad imperante. Sin embargo, entre cumbias, santos, sabiduría de piquetes, «pibes chorros», se van gestando producciones culturales propias donde nosotros quedamos afuera. Valores, mitos, solidaridades y lealtades en asentamientos o villas que nos son extraños. Tienen otros códigos, otro lenguaje, rico, pero que no entra en los casilleros educativos de


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las estructuras escolares que los expulsan al no contemplar sus diferencias (Miguez, D. y Semán, P., 2006). En las zonas carenciadas los niños pasan de repitentes a expulsados de un sistema educativo no pensado para ellos. Se los cataloga en los legajos escolares como «problemáticos» y son los que luego serán «menores» judicializables. Una escuela que no puede reconocer sus méritos, además de las limitaciones. La norma no tiene para quien la infringe el mismo sentido que para aquellos a quienes las normas sirven de contención y de eventual transformación (Martín, A. M., 2006). «Los padres de estos niños y adolescentes no son proveedores ni protectores, adolescentes que en su decir ‘no hacen nada’, donde delatan que nacieron en un sector de la comunidad donde no se espera nada productivo de ellos. La sociedad estimula el poder, la riqueza y la fama y su correlato es la apatía ante ese no lugar e imposibilidad de realizar su ideal» (Pelento, M., 2011). La desigualdad social induce a la falta de perspectivas, un vacío en el lugar de las ilusiones y proyectos, una fijación a la lógica de la inmediatez y la convicción de mayores carencias para el futuro. Sin trabajo, sin estudio y sin un lugar social, ¿la alternativa es la calle, la esquina, la droga, la violencia, si no son contenidos en otra red social en la que puedan ser actores? H. Arendt señala que a los excluidos nadie los ve, nadie los oye, sólo aparecen en el escándalo del motín o el acto antisocial, cuando la miseria material arrastra a la miseria psíquica e irrumpe desorganizando el mundo de buenas costumbres (Arendt, H., 1958; Viñar, M., 1998). Se dibuja un trayecto de sujeto explotado a sujeto ignorado (Pelento, P., 2011). La disrupción en la escena social quizás sea la única forma de hacerse presente. Sobre la exclusión hay un discurso de desaparición que se une al deseo «inmunitario» al decir de R. Esposito (2009) de la mayoría de la población de no ser implicada en su situación. Desde la perspectiva de la comunicación la «exclusión relacional», la negación del otro, es la causante inicial de la «exclusión situacional» de un hecho ya observable de exclu-


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sión… la «exclusión relacional», incuba fatalmente la exclusión (Aguiar, H. D., 2011). Hay políticas activas para trasladarlos y desarraigarlos a los confines de la ciudad y políticas de omisión y abandono. La parte que no tiene parte. Los indigentes sobran, hay que barrer todo lo que perturba, son tratados como basura a eliminar. No son asesinados pero tampoco cuidados; se trata de crímenes sin criminales donde las víctimas se banalizan y son puestas a cuenta de la incapacidad del que muere; se configura una victimización secundaria Si a ellos se les reserva el habitar en un «Estado de Excepción» (Agamben, G., 2000), en un Estado que se desentiende de su suerte, ¿cómo pretender que se ajusten a las leyes cuando no tienen derecho a tener y a reclamar por sus derechos? El Estado de Excepción no es más que la forma moderna y sofisticada de la horda menoscabando a sus propias leyes, instituyendo lo arbitrario y la injusticia como modo normal de gobierno (Enriquez, E., 1983). Freud señala en «Porvenir de una ilusión», ya en 1927, que una cultura que deja insatisfechos a un número tan grande de sus miembros y los empuja a la revuelta no tiene perspectivas de conservarse en forma duradera ni lo merece. A su vez a los indigentes desde el discurso se los masifica sin pensarlos («son todos lo mismo: vagos, borrachos, no quieren trabajar, viven de los planes etc.»). Los psicoanalistas podemos caer en la misma operatoria masificadora de no verlos y querer encasillar en categorías psicopatológicas lo que simplemente son los efectos y consecuencias de la miseria material, de su nuda vida y de su no lugar en la trama simbólica hegemónica. La maldad también puede ser causada por la ausencia de pensamiento, subraya Hanna Arendt (Arendt, H., 1958). A los excluidos también se los considera como los únicos responsables de su propia desgracia. Esta justificación cumple una función moral y política para que su sufrimiento sea tolerado (Digiglio, P., 2010). Tolerancia social que lleva a la banalización de la Injusticia social.


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La comunidad no se siente interpelada por ello. En lo público (a diferencia de las sociedades privadas), en la sociedad se quiebra lo que debería ser la relación implícita de todos sus miembros y no implica naturalmente un sentido de corresponsabilidad (Aguiar, H. D., 2011). La experiencia de la exclusión queda por fuera del sistema de reciprocidad, ocupa un no lugar. Para des-responsabilizarse o para no enfrentarse con la propia impotencia, se naturaliza su situación, «pobres hubo siempre», se asevera. La violencia social de la exclusión nos enfrenta con un desafío a nuestra adaptación inconciente (Amati, S., 2005). Ella provoca la regresión a un estado de no pensar, de ambigüedad, donde la persona se puede aferrar a slogans o frases hechas ante la inequidad de la indigencia –«son todos vagos, enfermos mentales, psicóticos, etc.»– donde no se cuestionan ni se alteran sus prejuicios. Señalé algunas diferencias entre el vivir y el sobrevivir. Son sobrevidas con la perentoriedad de las urgencias cotidianas. ¿Cómo se pueden construir proyectos, ilusiones, fantasías y cómo se puede tener una conciencia de sí reflexiva, en la pura necesidad? Marcelo Viñar señala que en situaciones extremas las reglas y los mecanismos de funcionamiento operan con lógicas distintas a los parámetros habituales de quien sólo está en un orden simbólico compartido, como sucede en la vida concentracionaria. La experiencia de la nuda vida es diferente, genera situaciones que producen subjetividades distintas, no abarcables por quien no comparte esa situación (Viñar, M., 1998). Están abandonados a una realidad cuya reproducción exige la muerte real o simbólica de ellos. Gilou García Reinoso señala: «...todo acontecimiento real implica una traducción e inscripción psíquica, esta situación de trauma repetido se inscribe en el inconciente como deseo de muerte del Otro». El trauma acá es el deseo de muerte del Otro o de un otro colocado en ese lugar de Otro omnipotente (las catástrofes se adjudicaban en la antigüedad a un castigo o maldición de los


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dioses). Lo traumático externo se transforma en trauma interno. Se les ofrece una identificación mortífera: «abandonados a su suerte y sin ser deseados por otros, su destino es letal: o caerán en la locura o actuarán sobre sí mismos o sobre los otros la pulsión mortífera» (García Reinoso, G., 1994). Si no se les ofrece un lugar en la trama social imperante, pueden sucumbir como sujetos y hacer suyo el deseo de muerte de ese Otro. Cuando los múltiples espejos les devuelven su ser eliminable, lo traumático es el deseo de muerte real o simbólica de eso Otro social para con ellos. Sobre ellos pueden operar los efectos de la «demolición psíquica» que describe Marcelo Viñar en la situación concentracionaria. La destrucción, la degradación del cuerpo, funciona como preparatoria y desencadenante de la quiebra y claudicación a nivel psíquico (Viñar, M. y M., 1998), cuando no están contenidos en una estructura social y simbólica de pertenencia. Presentan: drogadicción, descuidos o acciones que llamaríamos psicopáticas o antisociales, que son expresión de la falta de espacio para la reflexión y el pensamiento, en las urgencias de la sobrevida, que mediaticen la acción… Señalaba Freud, en 1927, que una cultura que no ha podido evitar que la satisfacción de cierto número de sus miembros tenga por premisa la opresión de los otros, es comprensible que los oprimidos desarrollen una intensa hostilidad hacia esa cultura… de cuyos bienes participan en medida sumamente escasa (Freud, S., 1927). Asimismo la resignación, la sumisión, la «indefensión aprendida» reemplazan al desamparo cuando no están contenidos en una organización social más amplia. Baró y Saligman han llamado la atención sobre la pasividad y la resignación en relación la convicción de quienes piensan que no pueden incidir para cambiar su condición sino que dependen de procesos que se dan en un lugar exterior a su esfera de acción. Esta convicción fatalista, sumisión y renuncia a ser protagonista, puede interpretarse como resultado de las políticas represivas y de desatención, marginación y exclusión para con


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ellos. Saligman habla del «aprendizaje de la desesperanza» (Baró, M. y Saligman, G., en Giorgi V., 1998). No presentan cólera ante situaciones de indignidad sino apatía y una «resignación aprendida», desesperanza respecto al Estado como responsable del interés público. La ausencia de la capacidad de indignarse es peligrosa para la subjetividad porque impide el reconocimiento de una realidad violenta y sometedora e impide procesar las propias violencias y los sentimientos de violencia que esta realidad violenta produce (Paz, C. A. en Pelento, M., 2011); en ese sentido Marilú Pelento equipara la apatía a la pulsión de muerte. H. Arendt señala que nadie se enfurece ante situaciones que piensa que no pude cambiar (Arendt, H., 1958). Silvia Amati analiza el mecanismo del conformismo adaptativo, a cualquier precio, ante situaciones extremas de inequidad, que desencadena apatía y desinterés (Amati, S., 1990). Ya Freud en «Malestar en la cultura» en 1930 recalcaba que ante hechos traumáticos de origen social los individuos pueden presentar: estupor inicial, paulatino embotamiento, abandono de toda expectativa o formas de narcotización de la sensibilidad frente a estímulos desagradables…«y el alejamiento de los demás como método de protección más inmediato contra el sufrimiento susceptible de originarse en las relaciones humanas» (Freud, S., 1930, pág.11). Algunas viñetas. Juana, de 72 años, que hace 15 años que vive en la calle, justifica al párroco de la iglesia donde pide limosna en la puerta, que no le permitió ir a escuchar un recital de coro en la misma, diciéndole que se fuera a dormir porque estaba muy cansada. Ella es amante del canto y los coros. Al sugerirle yo que el párroco era una mala persona, me responde: «No, no diga eso, él es una buena persona, muy bueno con todos y reza por todos nosotros». Quizás Juana no depende de él pero necesita creer en alguien bueno, salvador y lo justifica. Al poco tiempo un «loco» la pateó mientras daba de comer a las palomas y ella decía llorando: «a quién le importo, si yo sólo soy una vieja de mierda». S. Freud señala en «Inhibición, síntoma y angustia» que los peligros del mun-


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do exterior incrementan el valor de único objeto, ilusorio, capaz de proteger contra los peligros. En esos casos como el melancólico, la agresión se vuelve contra sí mismo, desconociendo que la agresión provino de afuera ( Freud, S., 1925). En cambio Alberto, que está muy inserto socialmente, juega al ajedrez con algunos vecinos y repara objetos varios que le llevan en la plaza donde vive en su casa rodante (sin ruedas), regalo de un vecino. Antes vivía en un tolderío hecho en la vereda. A la fiesta de inauguración en la vereda de su nueva vivienda concurrió un grupo nutrido de vecinos, cada uno aportando algo para celebrar. Cuando por una notificación municipal gestionada por los vecinos de las elegantes casas de enfrente, lo instaron a que se fuera, los otros vecinos lo apoyaron a Alberto, le firmaron otra carta pidiendo que se quede. Él recurrió a una abogada de Derechos Humanos que, junto con el testimonio de los vecinos, consiguieron que su expediente quedase en suspenso. Dice Alberto: «yo de acá no me muevo ni un tranco de pollo, yo tengo derecho y éste es mi lugar». El saberse reconocido y valorado en su comunidad le otorga otro posicionamiento subjetivo. Nosotros ante la exclusión tenemos, al decir de Roberto Esposito (Esposito, R., 2007), una respuesta inmunitaria. Frente a los excluidos, la sociedad los «tolera» al comienzo (con la violencia de la asimetría que ello implica), denigra, habla mal, se naturaliza esta excusión, se los evita, se los segrega, luego se intenta institucionalizar la discriminación por ataques físicos, exterminación o por omisión de cuidados esenciales hacia ellos (la policía de noche le sacaba las frazadas a unos jóvenes artesano ambulantes que duermen en la calle). Esta respuesta inmunitaria sirve de protección contra ese extraño, siniestro, familiar y no familiar, vivido como peligroso. La amenaza de esa siniestra indigencia se sitúa en la frontera entre el interior y el exterior. Se le tiene miedo, como señala Esposito (Esposito, R., 2009), por temor a que se rompa un equilibrio anterior y se exige su restitución. «Al peligro cada vez más difundido que amenaza a lo común responde a


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la defensa cada vez más compacta de lo inmune» (Esposito, R., 2009, pág. 13). Ése diferente, ése ajeno, ése que nos enfrenta con la diferencia radical, es vivido como un intruso, un «okupa» de nuestros lugares y valores en la comunidad. Asusta su ramificación incontenible y descontrolada. La sociedad desea que no estén a la vista por temor a su invasión y no por una genuina preocupación acerca de ellos y menos aún es capaz de pensarlos como portadores de valores, otros, ricos, polifacéticos. Los incluidos sienten a la comunidad como de su propiedad y pertenencia; ellos piensan que sus valores son los certeros y tienen intenciones de «integrar a los diferentes, igualarlos», para neutralizarlos y tenerlos controlados. Señala R. Espósito en Immunitas: «El mal debe enfrentarse pero sin alejarlo de los propios confines, incluyéndolo dentro de estos la figura dialéctica que se bosqueja es la de una inclusión excluyente o de una exclusión mediante la inclusión» (Espósito, R., 2009, pág. 18). Se los incluye como excluidos, ¿la solución de la exclusión es la inclusión? Cabe estar alerta al recurso del pensamiento binario, ¿cómo pensar desde un lugar diferente al de la polaridad? Inmunizar viene de «in-munus» (obligación). Al excluido no le debemos nada, ningún «munus», ninguna obligación para con él. Es una defensa que utilizamos ante el conformar la «Communitas», donde lo propio es justamente lo que no tenemos en común. Lo común no es lo propio sino la base del respeto por lo impropio (Espósito, R., 2007). Es una defensa inmunitaria el no sentirse interpelado por el excluido y no dar lugar a la reciprocidad. Lo escotomizamos y nos cercenamos a nosotros mismos en nuestras posibilidades de subjetivación. La comunidad inmunizada de esta forma se re-constituye y se destituye a sí misma. Sabemos que aquello silenciado, deviene estridente en síntomas en las generaciones siguientes, dando paso a la impunidad y a la inhumanidad.


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Señalé que cuando su trama social de pertenencia se resquebraja, se identifican con el deseo de muerte de ese Otro. De ahí la importancia de sus producciones culturales para sus sostenes subjetivos, y la importancia de estar insertos en un orden simbólico. Cuando estos grupos se pueden organizar socialmente, instauran mecanismos de resistencia y producen transformaciones sociales duraderas, como nos lo muestra la historia. Las culturas de los excluidos, aborígenes, esclavos, villeros, eran y muchas lo son todavía rechazadas, del sistema educativo y cultural. Su carácter contestatario a la sociedad convencional provocó que el COMFER (Comité Federal de Radio Difusión) en el año 2002 prohibiera la difusión de las «cumbias villeras» (Miguez, P., 2006). Pasaron y quizás pasarán muchos años para que la música de negros, de esclavos, de aborígenes y villeros sea recibida por las clases medias y considerada como patrimonio cultural. Así como hoy nos deleitamos con los Negro-Spirituals y admiramos Machu Pichu, son muchas todavía las culturas populares que miramos con recelo o, peor aún, ignoramos. Para terminar señalo que «hacer lo común» con el otro excluido implicaría poder recibirlo, acogerlo sin condiciones, sin pretensiones. Ante este extraño, ¿cómo pasar, como señala Derrida, de la hostilidad a la hospitalidad? Ha de ser una hospitalidad incondicionda, donde cada uno tenga la posición de arribante (Derrida, J., 2000). El anfitrión se hace vulnerable al alojar al otro (Segoviano, M., 2008). «El entre dos no es posible cuando la alteridad y la ajenidad sigue siendo del otro, no se trata de liberar una conciencia culposa de quien ahora le da la bienvenida hospitalaria, como si esta hospitalidad fuese un acto decisorio de su propiedad» (Tortorelli, A., 2009). En un encuentro posible con las personas excluidas tendría que haber «una doble acogida donde quien recibe, quien


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se acerca, es tan arribante como aquel que, se supone, llega. El acontecimiento de la hospitalidad le adviene a ambos, no pudiendo diferenciar de quién es la propiedad de lo propio y de quién la ajenidad de lo ajeno» (Tortorelli, A., 2009). Es imprescindible entonces que cada uno en ese encuentro pueda recibir al otro sin verse limitado con las certezas, saberes y legalidades previas. ¿Cómo ser un anfitrión, desprejuiciado y neutro? Si el trauma de la exclusión destrama, rompe vínculos, ilusiones, hace triza las palabras, como psicoanalistas podemos ofrecernos para conformar un vínculo donde consideremos a ese extraño, como ser deseante, portador de palabras, experiencias, narraciones, valores y riquezas de las que carecemos y transformarnos ambos en el «entre» de esa hospitalidad; requisito indispensable para que este encuentro sea subjetivante para ambos y resistente a la impunidad e inhumanidad de este orden social imperante.

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Resumen Se plantea qué se entiende por exclusión social, la cotidianeidad y los traumatismos permanentes a los que están expuestos aquellas personas en los límites de la sobrevivencia. Los lugares que se les ofrecen, y las posibilidades de subjetivación, problemas esenciales que tienen que ver con la convergencia de la clínica con lo social. Se analiza la identificación mortífera que se les impone. Se subrayan sus producciones culturales. Se señalan las respuestas inmunitarias del resto de la Sociedad y nuestras posibilidades como psicoanalistas ante esa situación. Palabras clave: Exclusión social. Traumatismos permanentes. Posibilidades de subjetivación. Identificación mortífera. Producciones culturales propias. Respuestas inmunitarias.


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Summary Us others, the sinister indigence It poses what is meant by social exclusion, the everyday and the permanents traumatisms in which those persons, in the limits of the survival, are exposed. The places that are offered, and the possibilities of subjectivation, essentials problems that are related with the convergence of the clinic and the social. It analyzes the deadly identification that is imposed. It underlines their cultural productions. It points to the immune answers of the society and the possibilities as psychoanalysts to that situation. Key words: Social exclusion. Permanent traumatism. Possibilities of subjectivation. Deadly identification. Their cultural productions. Immune answers.

Résumé Nous-autres, l’inquiétante étrangeté de l’indigent Nous expliquons ce que nous voulons dire quand nous parlons de l’exclusion sociale, de la quotidienneté et des traumatismes permanents auxquels sont soumises les personnes qui vivent dans les limites de la survie. Les lieux qui leur sont proposés, et les possibilités de subjectivation, sont les problèmes essentiels où se retrouvent la clinique et ce qui est social. On analyse l’identification mortifère qu’on leur impose. On souligne leurs productions culturelles. Je signale les réponses immunitaires du restant de la Société et nos possibilités en tant que psychanalystes face à cette situation. Mots clés: L’exclusion sociale. Traumatismes permanents. Les possibilités de subjectivation. L’identification mortifère. Leurs productions culturelles. Réponses immunitaires.

Resumo Nós, o indigente sinistro Delineia-se quê se entende por exclusão social, a cotidianidade e os traumatismos permanentes a que estão


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expostas as pessoas nos limites da sobrevivência. Os lugares que lhes são oferecidos e as possibilidades de subjetivação, problemas essenciais que têm que ver com a convergência da clínica com o social. Analisa-se a identificação mortífera que lhes é imposta. São sublinhadas suas produções culturais. Assinalam-se as respostas imunitárias do resto da Sociedade e as possibilidades como psicanalistas frente a essa situação. Palabras chave: Exclusão social. Traumatismos permanentes. Possibilidades de subjetivação. L’identification mortifère. Suas produções culturais. Respostas imunitárias.


El deseo del analista y las Configuraciones Vinculares

Bernardo Katz *

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(*) MĂŠdico Psicoanalista. Miembro Activo de AAPPG. E-mail: bernardokatz@infostar.com.ar


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El deseo del analista1 es el concepto que forja Lacan para dar cuenta de la posición del analista en la cura, para causar el deseo. Este puro deseo, deseo de nada, inaugura una distancia entre el ideal y consistencia con la que el analista es supuesto y la falta que intenta representar. Esta posición es la de objeto en el fantasma. Esta es, conceptualmente, la forma en que el analista se implica en la trama inconciente del paciente. Cobra así una importancia central en la teoría psicoanalítica la relación entre transferencia y fantasma. El fantasma asume la función de relación posible y la transferencia es esa relación pero con el analista ocupando el lugar de objeto. Recién en el Seminario 7 ese objeto va a ser definitivamente establecido como objeto «a» pero ya antes, Seminarios 5 y 6, el otro del fantasma es el otro imaginario. Una vez establecido el estatuto del objeto «a», ese primer desarrollo queda abandonado. Hoy queremos volver a él por varias razones: 1) No puede negarse que con el otro imaginario como uno de los términos del fantasma, éste igual funcionaba (si bien todos los análisis quedaban capturados por las relaciones imaginarias, como en un análisis kleiniano);2 2) habría que ubicar en qué casos este primer planteo del objeto es útil y 3) esperamos poder demostrar que volverlo a teorizar puede ser una vía para pensar el complejo tema de la transferencia y lo vincular. Empecemos pensando la fantasía diurna. Freud nos recuerda que si bien tiene una organización compleja que recuerda al preconciente, sus raíces, como los sueños oníricos, guardan estrecha relación con el inconciente, del cual surge. Además, tiene una mayor permisibilidad de la censura. 1

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Este trabajo está basado en una presentación realizada en la AAPPG, en el espacio de «Pensando lo vincular». La fantasía, tal como la desarrolla la teoría kleiniana, posee una riqueza, a nivel de las relaciones imaginarias, de gran valor cuando es despejado caso por caso. Cuando es elevada al rango de fantasía universal, se vulgariza y se incorpora a la doxa teórica, tiñiendo todo de sentido e ideología.


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La histérica que fantasea su velorio, ve pasar la fila de los que sufren su irreparable pérdida. Pasa él, que no la supo querer, pasa aquélla que la traicionó, la amiga sincera que llora de verdad y también está presente el goce de ser la titiritera que mueve los hilos de todos esos semejantes. La diferencia más notable que se percibe en los sueños diurnos obsesivos es que se les complica sostenerlos3 porque la necesidad de coherencia no les permite, o mejor dicho, les va anulando el goce, generalmente vengativo o de placer sexual sádico. La fantasía diurna sirve para mostrar fantasmas donde el otro es el «otro imaginario», es decir el prójimo. Y que los fantasmas así constituidos tienen eficacia operatoria. ¿Por qué se muestra fructífera la sustitución por el objeto por qué produce ese viraje? Porque le permite superar los impasses imaginarios y hacer jugar esa falta como motor de la división subjetiva y de la causación deseante (a la vez que rompe con la intersubjetividad). A partir de acá, comienzan todos los desarrollos de la implicación del analista en el fantasma del analizante y el resorte de su eficacia.

«a»,

El analista vincular y su esquicia Al mismo tiempo esto hace obstáculo a pensar la transferencia y la vincularidad. Este tema nos interesa porque parece un tope y uno de los motivos que siempre cuestionan lo vincular. Para pensar una posible dilucidación, tomaremos dos grupos de ideas. Por un lado, estos desarrollos sobre el otro imaginario y el fantasma y la relación de parentesco con la fantasía diurna y, por otro lado, el planteo de Lacan de que el neurótico sustituye la demanda del Otro al deseo. 3

Nos han observado que para precisar el término «semejante», aclaremos que está pensado en el sentido de prójimo más que una cuestión de identidad.


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La ‘pureza’ del fantasma, es decir un sujeto barrado por el objeto que falta y que genera en su vacío la causación del deseo, se viene a complejizar por el hecho de que al sustituir el deseo por la demanda del Otro, este otro se vuelve consistente, imaginario, semejante. Por ejemplo, el que el analista tenga sus propios deseos y que a veces interfieran en su escucha, el que esta escucha, en definitiva, siempre tenga puntos ciegos que hacen que el analista no escuche todo ni ocupe todos los lugares sino que cristalice en uno, mal que le pese, ese lugar no hay que tomarlo como obstáculo de la cura, aunque lo sea, sino como elemento constituyente, en sí mismo, de la realidad de la operatoria analítica. O, en todo caso, pensarlo como un obstáculo fecundo. Obstáculo porque al encarnar al Otro, lo hace consistir cual un semejante pero al mismo tiempo fecundo por ocupar un lugar en el fantasma (es decir, en el remedo de relación posible) y desde allí permitir la operación analítica, gracias a esta transferencia. Como decía Freud, motor y obstáculo para el análisis. Pensamos que en un análisis el analista se implica en el fantasma del paciente de las dos maneras posibles. Como objeto «a», es decir, lo que queda del Otro tras la castración, origen de los enunciados sobre la no relación sexual y motivo del fantasma y como otro imaginario que no puede ser considerado pura y exclusivamente como especular porque por su ubicación en el fantasma y la transferencia, su operatividad cambia. Creo que el analista concurre a la cita procurando ocupar su lugar de objeto, de no-todo, de castrado pero, simultáneamente concurre como prójimo (como fantasía diurna). Es esta doble función, pensada como lógica de un análisis, uno de los motivos para pensar la validez del análisis vincular. Pensándolo no sólo como un dispositivo con más de dos integrantes sino como una «esquizo» (una disociación) también presente en los análisis individuales. Y esto tiene fuertes implicancias en la transferencia. Porque el otro imaginario no es sólo un reflejo especular en la


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constitución del yo, es también ese semejante capaz de besar, morder, arañar, dar una trompada, reír junto a uno, arrebatar un objeto que poseemos, arrasarnos, etc., etc. Y además, posee un cuerpo, imaginario casi siempre, pero que a veces se presenta como siniestro, como ajeno. Hay una cierta tendencia a considerar lo imaginario en términos especulares. Si ésta fuese la única variable posible, el otro, el semejante sería sólo una continuación del propio yo o nuestro yo una parte del otro. El kleinismo desarrolló a fondo esta idea y forjó el concepto de identificación proyectiva. Por suerte para el ser humano, ésta no es la única variable. El semejante, a veces, ocupa el lugar de objeto del fantasma. Un caso particular es el del analista ocupando este lugar, tema que estamos desarrollando. Lo cual, indirectamente explica porqué la transferencia no es un fenómeno exclusivo, creado por el psicoanálisis, sino que éste lo aprovecha, lo «maneja» al decir de Freud. El solo hecho de que el semejante ocupe un lugar en la estructura fantasmática hace del vínculo con este otro algo distinto a una pura especularidad. Como ya mencionamos antes, la sustitución del deseo del Otro por su demanda incorpora al semejante a la larga lista de los otros significativos en la historia del sujeto. El otro ya no es una mera prolongación del yo, sino la reminiscencia actual de otro que ya fue. Y es también, al mismo tiempo, la presencia de un otro inasible, ajeno a toda simbolización posible, inquietante y, por eso mismo, estímulo al deseo. «Esa de la que vos hablás, no soy yo, es tu madre pero me tratás a mí como si lo fuera», se escucha decir en las terapias de pareja. A Lacan, disponer de una teorización como el fantasma lo llevó a poder superar los impasses imaginarios que trababan el avance del pensamiento psicoanalítico y que hacían de la


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cura una lucha «frente a frente» con el paciente. Así apareció el deseo del analista, la no relación sexual, lo imposible pero se perdió la fructífera interpretación de la transferencia, que implica, necesariamente, dar cuenta de los efectos del analizante en el semejante que es el analista y que significa que siempre está presente la intersubjetividad. No es que esto no suceda en los análisis, lo que pasa es que no se lo toma en cuenta, o se lo ignora avergonzadamente porque se lo piensa como obstáculo en el que un analista más avezado, no tropezaría. Así se puede desarrollar una clínica vincular que permite incorporar al análisis la trama vincular fantasmática que se está produciendo y que da impulso a dos cuestiones: una, lo dijimos, es recuperar la necesaria pregunta que el analista debe hacerse sobre su implicación en el fantasma del paciente. La consigna de no interpretar la transferencia, dejándola desplegar como motor del análisis, hizo que muchos analistas se despreocuparan de la misma. Desde los conceptos que estamos planteando, esto es un error porque es volver a pensarla sólo como ‘resistencia del analista’ y no integrarla como una producción necesaria para la cura. Es más, sólo ubicando los puntos precisos de implicación en la trama (Freud lo llamaba puntos ciegos), puede el analista intuir cómo es que forma parte, como objeto, del fantasma del paciente. La otra es el desarrollo de una teoría de lo vincular que da cuenta de los avatares de esa intersubjetividad, tema que sostiene a la AAPPG,4 que tiene una larga y profunda construcción al respecto, cuyo pilar nos parece sin duda que es el de «alianzas inconcientes», concepto de René Kaës, fundamental para darle sustento a la vincularidad y alejarla, al mismo tiempo, de los fantasmas colectivos. La alianza inconciente permite atravesar lo que si no, sería una realidad construida vincularmente (Freud lo llamaba principio de realidad). Una alianza supone dos o más personas que voluntariamente se aúnan en pos de un objetivo. Si agregamos el térmi4

Ver por ejemplo, el libro publicado sobre los cincuenta años de la Institución, donde se verá todo lo recorrido y avanzado.


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no inconciente, estamos diciendo que esta alianza se produce de otra forma, prácticamente opuesta, y que se basa en un mutuo desconocimiento de los porqués. Se entiende que otros analistas prefieran usar el concepto de interfantasmatización como puntos de implicación mutua de los fantasmas pero que se sostienen de la producción inconciente de cada sujeto. Con todo, esta idea deja afuera la producción que el propio vínculo genera. Un viejo trabajo de Eric Laurent sostenía que para Melanie Klein el inconciente estaba estructurado como una fantasía (y no, como para Lacan, por el lenguaje). Desde la perspectiva que ahora pensamos, ambos planteos se sostienen, dependiendo de qué aspecto del fantasma abordemos.

Un ejemplo Una analizante se compromete a pagar una deuda de honorarios a través de un depósito bancario ya que ésta es la última sesión antes de las vacaciones del analista. En marzo, el analista, que ha comprobado que el depósito no se efectuó, escucha de la paciente que en realidad podría haberlo hecho pero para no quedarse sin ninguna reserva, prefirió quedárselo y pagar cuando volviese a análisis. Continúan una serie de asociaciones que derivan en la figura del padre que, cuando ella vivía con ellos, frecuentemente le pedía algunos «trabajitos» por los cuales le pagaría. Una vez realizados o no le pagaba o lo hacía a regañadientes. Se analiza cómo el no pago según lo convenido invierte la escena adolescente, ahora ella domina y se venga del padre. Pero también reconoce que aquellos momentos de discusión con el padre eran «todo un encuentro con él». De la misma manera, mantener el pago «en reserva» es haber contado con la protección del analista durante las vacaciones. Esta línea interpretativa es, o puede ser, correcta en cuanto a lo histórico-vivencial de la paciente. Y además, permite pensar las imbricaciones transferenciales por las cuales el analista es un padre protector, uno que recibe la venganza de la


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hija, tal vez uno que participa de una relación sado-masoquista. Pero algo queda intocado. Creo que esta comodidad de la sesión muestra por la negativa, la incomodidad evitada. La de analizar que, en relación a su palabra dada, había ignorado al analista. Y, si no es señalado y trabajado, todo lo analizado es sólo un marco, más o menos ajustado, que no permite desplegar la tensa incomodidad de trabajar la imposibilidad de ella de subjetivación del otro, que, o toma el valor de un otro demandante y odiado o el de un objeto de su narcisismo. Por eso hablo de esa «esquicia»:5 sostener el deseo del analista que consiste precisamente en que no operen los «deseos» del analista, y al mismo tiempo sostener el lugar de prójimo para el cual somos convocados por el hecho de que al no poder escuchar todo, nos guste o no, nos implicamos (e involucramos) en la vida del paciente. Hay muchas situaciones como ésta del dinero: ausencias constantes, llegadas tarde estabilizadas, cuestiones de recuperación de sesiones, de pedido de cambio de horario, que son ocasión de trabajo transferencial. El analista puede dar cambios de horario y día, recuperar sesiones, incluso no cobrar alguna. Pero debe preguntarse antes si una respuesta apresurada no cierra el acceso a su implicación en el fantasma del paciente. Le damos tanta importancia a esta cuestión porque si no son asumidas, se pierden las pocas oportunidades que da un análisis. Lo demás, a veces sirve, enseña, nutre de ideas o racionalizaciones. El analista debe aceptar la posición esquizo de ser parte del fantasma como semejante, al mismo tiempo que el ‘deseo del analista’6 le informa que «no es con él la cosa». 5 6

Neologismo para señalar la división producida y productora. El concepto ‘deseo del analista’ indica no un deseo concreto o específico, sino el deseo de causar el deseo del paciente. Por eso se plantea que el analista ocupa el lugar de objeto, en el sentido de lo que falta y produce movimiento.


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Una aporía y posibles salidas Habíamos dicho que por suerte el otro no es pura especularidad y que puede, a veces, ocupar un lugar en la estructura fantasmática. Este es el momento de agregar que con eso solo no alcanza. Si ésta fuese toda la realidad posible, el otro (y por lo tanto el sujeto también, como otro de los otros) sería un puro reflejo o una reminiscencia. ¿Cómo superar esa tenaza inmovilizante, tanto en la teoría como en la clínica de ella derivada, que constituyen lo especular y la fantasmática vincular transferencial? Hace un tiempo ya que en la AAPPG se está recorriendo este nuevo camino. En términos generales podríamos caracterizarla como un abordaje de lo real.7 Llamando así a aquello que ha quedado por fuera de lo representacional y de lo imaginario, producto de lo que se pierde por el acceso del viviente al lenguaje. Se pierde en el sentido de no accesible a la simbolización pero presente, sobre todo, en el cuerpo del viviente. Lacan, en una charla con estudiantes de filosofía, contestó una pregunta diciendo: «no es a la conciencia a lo que el hombre está condenado, es a su cuerpo que se resiste a realizar la división subjetiva».8 Esta presencia ha derivado al concepto de la ‘presencia del otro’ que implica que esto no abordable, no representacional, la llamada ajenidad del otro, produce fuertes marcas que rebasan lo fantasmático. Eso es lo que queremos plantear en el ejemplo clínico cuando decimos que lo evitado es el tema de la subjetivación del otro. Además de la representación del padre, de las identificaciones narcisísticas y de los goces en juego, el otro (en este caso el analista) es un sujeto.

7

8

A través de esta «puerta de entrada» (lo real), se están conmoviendo los cimientos mismos de la teoría psicoanalítica. Todo puede, y debe, ser revisado para separar los lastres que amenazan con transformarla en una práctica ideológica y prejuiciosa. Lacan, Jacques. Respuesta a estudiantes de Filosofía. Ver bibliografía.


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Cobra fuerza, entonces, el concepto freudiano de deseo en el sentido de movimiento que busca recargar la huella mnémica de la experiencia de satisfacción. Pero que, por recargar una huella, es decir una representación, nunca se encuentra con la experiencia en sí. En términos que nos sirven para el tema que tratamos: nos reencontramos siempre con representaciones del otro pero el otro en sí, ése que siempre intuimos, que a veces conocemos y desconocemos en un acto suyo, o en un semblante distinto, ese otro que sólo aparece fugazmente, se nos sigue escapando. Sostener el deseo abre siempre la posibilidad de acceso a lo acontecimental y por lo tanto nuevo de lo real. Se trata de buscar siempre esos encuentros fugaces con el otro, irrepetibles, indelebles, en que por un instante y al amparo de la búsqueda deseante, se da el encuentro con el otro.

Otro ejemplo Una pareja consulta porque en forma frecuente se desatan peleas encarnizadas, donde si bien no hay violencia física, el nivel de agresión les resulta intolerable (aunque lo repiten una y otra vez), y además, cada vez se les hace más difícil retomar su vida en común. El desencadenante es, generalmente, alguna situación que ella vive como desatención de él hacia ella. En la última pelea, él se había ido por tres días a otra provincia, con motivo de una actividad de la cual formaba parte y no la llamó nunca. Él adujo que no había teléfono cerca y que no había llevado el cargador del celular. Salteamos asociaciones y pasamos al comentario de sus fantasmas. El reclamo de ella es: «no me querés, no existo para vos» y esta expresión condice con un sufrimiento basado en la misma inexistencia con respecto al padre. Un sujeto que pareciera poseer una personalidad infantil, hedonista, que gira sobre


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sí mismo. La vida de ella se ha transformado en una febril y continua actividad, de darse al otro solidariamente (esto es notable en su profesión universitaria), tratando de lograr así una señal del otro de reconocimiento de su existencia. Él, en cambio, trabaja poco, lo necesario para vivir como le gusta pero no más. Su padre convivió con ellos mientras fue chico, luego se fue y no lo volvió a ver hasta su adultez. Era un pegador pese a lo cual, él lo enfrentaba aún sabiendo que se venían los golpes. Necesita cada tanto irse y divertirse con sus amigos, al igual que el padre (y como el suegro). Confiesa que en esos momentos ni piensa en ella pero sabe que al volver se va a encontrar con su cara larga y muchos reproches. En ese momento de la sesión desliza su confesión fantasmática: «nada de lo que haga va a gustarle a ella». Sabe que le va a decir que a ella también le gustaría hacer como él, pasarla bien, ir a bailar pero hay que trabajar, parar la olla (¿a quién le habla ella, al padre o a la pareja?) Y así se sostienen mutuamente: ella como la eterna esforzada que no es retribuida por ningún reconocimiento porque para él, lo de ella es sacrificio e imposibilidad de placer. Él, como el amante del placer pero que no logra serlo en la casa porque ella no lo reconoce, no lo valora y lo toma por vago. Interviene el analista (estamos en la tercer entrevista) diciéndoles que cada uno reacciona ante el otro como si le hablara a su propio padre. Parecieran ignorar, por esto mismo, la existencia del otro. Esto los conmueve y los hace quedar un rato en silencio. Luego, se miran, se ríen como confabulando algo y ella dice: «creo hablar por los dos, esto que dijiste nos llegó y nos decidió a continuar el tratamiento, porque habíamos venido hoy con ganas de decirte que íbamos a dejar porque no nos servía». Cuando el analista interviene, sale del mismo «ninguneo» al que ellos mismos se someten y lo están sometiendo (obvio que transferencialmente) y esa salida es hacia un lugar de


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significancia. Ya no es uno más de la lista de sucedáneos de los padres, es alguien que «cobró existencia». En este ejemplo vemos cómo por un lado, la imbricación de los fantasmas de ambos los sostiene, alienadamente, en una relación al otro imaginario y por el otro, en la transferencia, lo que empezaba a ir por el mismo camino es roto por un señalamiento que abre la alienación fantasmática hacia un lugar donde, podrá o no, plantearse algo del deseo. El señalamiento vale por lo que esclarece pero más aún porque en su efecto transferencial hace ‘aparecer’ al analista en ruptura con su captura imaginaria. En este caso, es la interpretación la que establece la esquicia entre los dos modos de funcionamiento del fantasma, pero quiero resaltar que creo que los dos son importantes, es decir, la esquicia es necesaria. Una última cuestión: ¿por qué consultan? Si el entramado fantasmático los unió de esta manera ¿qué exceso está llevando el pacto a niveles de sufrimiento que motivan la consulta porque avizoran posibilidades de separación inmediata pese a que hace poco decidieron redoblar la apuesta del uno por el otro y casarse? Creo que los dos se toparon con la presencia del otro, que es un exceso en relación a los planes fantasmáticos. La presencia del otro también como cuerpo del otro, excitable y excitante, inconquistable. Recuerden la cita de Lacan: «no es a la conciencia a lo que el hombre está condenado, es a su cuerpo que se resiste a realizar la división subjetiva».


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Bibliografía* Lacan, J. El seminario, Nº 5-6-7. Lacan, J. Respuestas a unos estudiantes de filosofía, sobre el objeto del psicoanálisis, Editorial Anagrama, 1970. Klein, M. Algunas consecuencias teóricas sobre la vida emocional del bebé, Obras Completas, Vol. 3, Editorial Paidós. Freud, S. La interpretación de los sueños, Obras Completas, Vol.

4 y 5, Editorial Amorrortu,1984. Kaës, R. Lógicas del inconciente e intersubjetividad. Trazado de una problemática, Rev. de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de grupo, Vol. 32, Nº 2, Bs. As., 2009. XX Jornadas Anuales 1954 2004, Rev. de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo.

Resumen El trabajo intenta utilizar la complejidad de la fantasía, basándose en las variaciones que Freud encontró (diurnas, inconcientes, originarias) y el hecho de que la clínica psicoanalítica se sostiene en la implicación del analista en el fantasma del paciente, para pensar una práctica, que al igual que la fantasía, tome tanto los aspectos inconcientes del mismo (como sostén del deseo) como los preconcientes (que legitiman y autorizan el vínculo que siempre está presente en un análisis). Se trata, luego, de ejemplificar con algunas viñetas clínicas. Palabras clave: Deseo del analista. La esquicia (división) de la posición del analista. El otro como especularidad, como implicado en el fantasma y como pulsación real. * Esta bibliografía nombra a referentes esenciales para el trabajo que presentamos. Pero sólo es una parte de las fuentes de que se nutre. Además, están presentes en el mismo, seguramente, la de mis compañeros de la Asociación, particularmente, y la de otros autores que con su pensar permiten relanzar en forma continuada las reflexiones.


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Summary The desire of the analyst and configurations of the link The author uses the complexity of fantasy, based on variations found by Freud (daydreams, unconscious, originary), and the fact that psychoanalytic clinical work is supported by the analyst’s involvement in the patient’s fantasm, in order to think in terms of a practice that, like fantasy, draws upon both its unconscious aspects (which support desire) and its preconscious aspects (which legitimize and authorize the link that is always present in an analysis). The author continues by exemplifying with some clinical vignettes. Key words: Desire of the analyst. The schism (division) of the analyst’s position. The other as mirroring, involved in the fantasm, and as real pulsation.

Résumé Le désir de l’analyste et les configurations du lien L’auteur utilise la complexité de la fantaisie sur la base des variations trouvées par Freud (les rêves diurnes ou rêveries, les inconscients, les originaires) et le fait que la clinique psychanalytique se soutient sur l’implication de l’analyste dans le fantasme du patient, pour ainsi penser une pratique qui, tout comme la fantaisie, prend ses aspects inconscients (comme soutien du désir) ainsi comme les aspects préconscients (qui légitiment et autorisent le lien qui se trouve toujours dans une analyse). Finalement, l’auteur présente quelques vignettes cliniques pour illustrer. Mots clés: Désir de l’analyste. Le clivage de la position de l’analyste. L’autre comme miroitement, comme impliqué dans le fantasme et comme pulsation réelle.


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Resumo O Desejo do analista e as Configurações Vinculares O trabalho tenta utilizar a complexidade da fantasia baseando-se nas variações que Freud encontrou (diurnas, inconscientes, originárias) e o fato de que a clínica psicanalítica se sustenta na implicação do analista no fantasma do paciente para pensar uma prática que, igual que a fantasia, tome tanto os aspectos inconscientes do mesmo (como sustentáculo do desejo) como os pré-conscientes (que legitimam e autorizam o vínculo que sempre está presente numa análise). Trata-se, após, de exemplificar com algumas vinhetas clínicas. Palavras chave: Desejo do analista. A «esquícia» (divisão) da posição do analista. O outro como especularidade, como implicado no fantasma e como pulsação real.


El vínculo, sus cuestiones fundamentales

Miguel Alejo Spivacow *

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(*) MĂŠdico Psicoanalista. Miembro Titular de AAPPG. E-mail: miguelspi@fibertel.com.ar


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El concepto de «vínculo» está presente desde hace ya muchos años (Pichon Rivière, 1956) en el pensamiento psicoanalítico pero se mantienen diversas polémicas en relación a su empleo. En primer lugar, algunos autores lo consideran un concepto fundamental mientras hay otros que no lo consideran necesario ni en su teoría ni en su práctica clínica; por otra parte los autores que reconocen la validez de este concepto lo teorizan de muy diferentes maneras. La intención de este artículo, entonces, es exponer por qué para nosotros se trata de un concepto necesario y, al mismo tiempo que exponer nuestra manera de entenderlo, también exponer brevemente las consecuencias que la utilización de este concepto acarrea en la manera de entender la teoría y la práctica psicoanalítica.

Vínculo: un concepto necesario Los abordajes vinculares empezaron a aparecer en la historia del psicoanálisis en relación a patologías cuyo tratamiento con el dispositivo de la cura analítica individual dejaba mucho que desear. Así, Henry V. Dicks, en Tensiones Maritales (1967), un libro pionero en los tratamientos de pareja, relata que a fines de la Segunda Guerra Mundial, los psiquiatras y psicólogos de Inglaterra se encontraban con una secuela de hogares destruidos y matrimonios perturbados y tenían muy pocas respuestas para los problemas de drogas, violencia y otras pertubaciones severas. En este contexto de fracasos terapéuticos, Dicks –que reconocía como su base teórica los conceptos de la teoría de las relaciones objetales, en especial los de Fairbain– introduce la práctica de la entrevista conjunta de los cónyuges y propone un diferente estudio y abordaje de algunos problemas psicológicos. En su original propuesta, no sólo considera las patologías individuales de cada uno, tal como proponían las teorías vigentes, sino que también, dando un paso que resultó revolucionario, estudia algunos hechos psíquicos como resultantes de una unidad de funcionamiento aún no considerada en tanto tal: la díada matrimonial. Coherentemente, aclara que aunque el matrimonio no es para la ley una unidad –ya que las responsabilidades legales son individuales– ni tampoco lo es para la biología ni para otras


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disciplinas, él propone enfocar a la díada matrimonial como una unidad de funcionamiento en el ámbito restringido de algunos sucederes psíquicos. De modo tal que la aparición del concepto de vínculo puede ubicarse inicialmente alrededor de cuestiones terapéuticas. También por razones que estaban relacionadas con la clínica y pueden ser entendidas como terapéuticas, los primeros analistas que pensaron en una terapia grupal imaginaron un dispositivo que permitiría potenciar las ventajas del psicoanálisis al trabajar en grupo. Pero Freud siempre permaneció escéptico respecto de las terapias grupales, posiblemente por los muchos cambios que implican en relación a la asociación libre y al dispositivo que él utilizaba. Ahora bien, el trabajo en encuadres vinculares comenzó a evidenciar que en esas prácticas clínicas aparecían funcionamientos psíquicos diferentes de los que aparecían en los encuadres llamados «individuales», tanto a nivel conciente como inconciente. Se empezó a evidenciar que lo inconciente que aparecía en estos tratamientos era diferente de lo que aparecía en los encuadres individuales y así, a las razones de índole terapéutica que justificaban el trabajo en dispositivos vinculares, vinieron a agregarse otros fundamentos de naturaleza teórica. En efecto, los dispositivos vinculares muestran funcionamientos inconcientes novedosos, cuestión que interesa fundamentalmente al psicoanálisis, si es que aceptamos que, en una de sus acepciones, éste consiste en la «ciencia de lo inconciente» (Freud, S., 1926, T. XX, pág. 253). La pertinencia psicoanalítica de la problemática que el vínculo plantea, entonces, está fuera de duda. La pertinencia es indudable pero... las hipótesis en nuestra disciplina no alcanzan nunca una validación de la naturaleza que logran en las ciencias duras y sucede así que, por ejemplo, mientras Freud propone la hipótesis de las pulsiones de muerte, Winnicott nos dice que él no las verifica en su práctica o, para poner otro ejemplo, mientras Lacan propone su teoría del objeto «a», un gran número de analistas no reconoce la validez de este concepto. Lo mismo ocurre con la hipó-


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tesis del vínculo, de modo tal que las sedimentaciones de la clínica y las discusiones entre analistas irán decidiendo qué queda en pie de las conjeturas teóricas referidas a la noción de vínculo. Así las cosas, la intención de este artículo no es demostrar ni la validez del vínculo como concepto psicoanalítico ni el acierto de nuestra manera particular de teorizarlo. Más acotadamente, nos limitaremos a describir las cuestiones fundamentales que muestra el estudio del psiquismo en un encuadre vincular tal como nos lo sugiere nuestra experiencia, con la esperanza de que el lector pueda confrontar las hipótesis que exponemos con su propia experiencia clínica y ver en cuánto estos desarrollos le resultan útiles o no.

Los vínculos y lo psíquico. Interdeterminación, distribución del trabajo psíquico, alianzas inconcientes La existencia humana se desarrolla simultáneamente en varios andariveles –individual, social, cultural, biológico y otros–, de modo tal que una aproximación clínica a un sujeto requiere considerar una pluralidad de dimensiones, cuya sola clasificación es motivo de polémica. Pero más allá de las divergencias, una mayoría de autores coincide en que la aproximación clínica, en psicoanálisis, debe considerar los grupos pequeños en que el analizante desarrolla su existencia: familia, pareja, amigos... El concepto de vínculo intenta echar luz en este ámbito de cuestiones. Ahora bien, cuando dos o más sujetos coexisten con algún grado de cercanía y se genera entre ellos una relación de alguna intensidad, es porque entre ellos existe algún tipo de interés que puede ser laboral, familiar, amistoso, personal o de otro tipo y, recuérdese, la enemistad, es también una forma de interés. Esto que en términos cualitativos llamamos «interés», corresponde a lo que en términos económicos es una investidura. Cuando la asociación entre dos o más sujetos alcanza cierto nivel de investidura, éstos empiezan a influirse recíprocamente no sólo en el terreno conciente sino también inconcientemente y va a suceder, entonces, que en el nivel conciente habrá adecuaciones y conflictos, mientras que,


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en el nivel inconciente, se producirán ciertos ajustes/desajustes en relación a las características de la relación. En consecuencia, algunas conductas de uno serán solo entendibles como respuestas a las conductas del otro. Esta cuestión es fundamental si se realiza algún tratamiento analítico con uno de los miembros, porque si se estudia a una persona sin considerar los vínculos en que está incluido, algunos funcionamientos van a ser mal entendidos. Así, operará entre los sujetos con una relación de alguna intensidad el proceso de interdeterminación, que se define como la cualidad del psiquismo en virtud de la cual las investiduras de los participantes de una relación sufren influencias recíprocas, tanto en el nivel de las influencias superficiales y transitorias que conlleva la vida de relación social como en el nivel de aquellas que se producen en lo inconciente, en los estratos que Freud (1940, T. XXIII, pág. 284) llamaba el psiquismo profundo. La interdeterminación es una característica del psiquismo que puede verificarse en cualquier relación de mediana intensidad y su aspecto central es la lógica de interinfluencias que Kaës ha sintetizado en el aforismo: «No lo uno sin lo otro» (2009, pág. 111). Esta lógica se verifica en un contexto intersubjetivo cuando un funcionamiento en el miembro a) aparece en relación a otro funcionamiento en el polo b) y recíprocamente, un funcionamiento en b) requiere para su entendimiento de la consideración de lo que sucede en a). Las consecuencias de aceptar la interdeterminación en la clínica son grandes en todos los terrenos. Por ejemplo, para mencionar un sólo ítem, al estudiar la génesis de la fantasía, la interdeterminación muestra como ésta depende no sólo de la pulsión y de todo lo interior al sujeto que se describió clásicamente en psicoanálisis, sino también de las interinfluencias entre los sujetos, es decir, de los procesos de modelados recíprocos de fantasías, sinergias y antagonismos, activaciones y desactivaciones correlativas, fenómenos de convergencia y divergencia (Spivacow, M., 2005, págs. 2628).


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La interdeterminación se verifica en toda relación humana de cierta investidura, aun en relaciones transitorias y de poca intensidad que no llegan a constituir un vínculo. En efecto, mientras que para que una interacción con otro llegue a constituir un vínculo se requiere alguna intensidad de investidura recíproca, cierta continuidad en el tiempo y que se generen entre los participantes fenómenos del orden de la repetición, la interdeterminación se produce con un prójimo con el que nos relacionamos esporádicamente ya que se efectivizan fenómenos de interinfluencia aunque no se lleguen a verificar los procesos atribuíbles a alguna forma de repetición que especifican a un vínculo: ni una distribución del trabajo psíquico ni alianzas inconcientes –conceptos que se describirán más adelante–, ni tampoco códigos, modos de ser, valores, conflictos y funcionamientos con algún grado de estabilidad. Repitiendo, hay relaciones con bajo nivel de investidura en que no llega a constituirse lo que definimos como vínculo pero sí se verifica la interdeterminación. *** En una relación de cierta intensidad y duración suelen verificarse algunos modos de repetición en el funcionamiento de los participantes y se empieza a dar alguna forma de distribución del trabajo psíquico tal que algunos miembros asumen inconcientemente ciertas tareas psíquicas que otros delegan en ellos. Se genera así una suerte de división del trabajo psíquico, al modo de la división del trabajo que se describe en los procesos de producción en la economía. El fenómeno más universal que puede ilustrar esta distribución en los grupos pequeños es la función de liderazgo. En las familias podemos ilustrar esta cuestión con las funciones parentales: se es padre o madre por un acuerdo bilateral (nos referimos a la función parental, psíquica ya que en el nivel biológico / real no se verifica ningún acuerdo). En las parejas estas distribuciones suelen adquirir la forma de polarizaciones (apasionado/racional, activo/pasivo, etc.). A estas distribuciones del trabajo psíquico corresponden lo que Kaës llama funciones fóricas y que Pichon refería a las dinámicas del depositante/ depositario y del portavoz, cuyas características consisten en


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configurar distribuciones prototípicas del trabajo psíquico. También, y fundamentalmente, la distribución del trabajo psíquico implica como correlato fundamental y protagónico una cierta distribución del poder, eje alrededor del cual giran predominantemente muchos conflictos en los vínculos. La aparición de alguna forma de distribución del trabajo psíquico es un indicador del establecimiento de un vínculo: su aparición indica cierta consistencia en la relación, alguna modalidad de repetición en los funcionamientos psíquicos o, lo que es lo mismo, la constitución de un vínculo. Al mismo tiempo, el estudio de las formas de distribución del trabajo psíquico da cuenta de las características del vínculo y, fundamentalmente, arroja luz sobre los funcionamientos individuales de los participantes del vínculo. Para poner un ejemplo, si un sujeto pide ayuda para resolver una problemática de impulsividad, es un dato fundamental si en el grupo familiar del que forma parte es el depositario (Pichon) de la locura grupal. No es lo mismo, en efecto, lidiar con una problemática que se sostiene fundamentalmente en los funcionamientos singulares de un sujeto, que lidiar con funcionamientos que se sostienen con igual prevalencia en su grupo familiar. En este último caso, habrá que elaborar no sólo el tipo de resistencias que describió Freud sino también resolver de alguna manera todas las resistencias que desde el grupo familiar intentarán mantener al sujeto en su patología. Ahora bien, adelantándonos a cualquier posible objeción, digamos que si un grupo deposita en un sujeto alguna problemática grupal es porque en las series complementarias del sujeto esto está así facilitado. *** Cuando una relación que inicialmente era circunstancial adquiere alguna intensidad y duración, se van convalidando y/o generando códigos, modos de ser, formas de conducta que alcanzan una relativa estabilidad, es decir, se van instalando los funcionamientos que caracterizan a un vínculo: semantizaciones compartidas y códigos respecto de lo permitido y lo prohibido, semejanzas, diferencias y oposiciones. Estos procesos se van produciendo en base a lo que cada integrante


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aporta como bagaje previo a la existencia del vínculo en cuestión y también en base a ensambladuras, acuerdos concientes e inconcientes entre los miembros, adecuaciones recíprocas que no excluyen la violencia. Al modo de engranajes o de partes constituyentes de una articulación, cada sujeto se va ubicando en cierta posición subjetiva que entra en algún equilibrio con las posiciones del otro/otros integrantes del vínculo de modo tal que adopta y/o desecha ciertas formas de ser y funcionar, hace ciertas cosas sí y ciertas cosas no. En virtud de estos ensambles, cada integrante alcanza en el vínculo una cierta homeostasis narcisista, trófica o destructiva, mayor o menor, con una estabilidad máxima o mínima. En un vínculo entonces, se encuentra por una parte una asociación centrada en algún interés, que constituye un atractor compartido, es decir una alianza conciente, mientras que por otra parte se van organizando las articulaciones o acoplamientos inconcientes que subyacen a la alianza conciente. A estos nudos de investiduras inconcientes o articulaciones escondidas se las denomina alianzas inconcientes (Kaës). «He denominado ‘alianza inconciente’ –dice Kaës (2007, pág. 248)– a una formación psíquica intersubjetiva construida por los sujetos de un vínculo para reforzar en cada uno de ellos, y establecer en la base de ese vínculo, las investiduras narcisistas y objetales necesarias [al vínculo], los procesos, funciones y estructuras psíquicas que necesitan [ ... ]. La alianza se construye de tal manera que el vínculo adquiere para cada uno de los sujetos un valor psíquico decisivo». Las alianzas inconcientes constituyen el soporte de los funcionamientos repetitivos que se dan en un vínculo y, al mismo tiempo, son el resultado de estas interacciones repetitivas; hacen a las características de la relación en cuestión. Hay otra parte de los funcionamientos de los integrantes de un vínculo que nunca llega a organizarse en fenómenos de repetición. Así, en el vínculo con un otro se verifican dos modos de relación: algunas formas de interacción repetitiva y otras formas de interacción que no pueden reenviarse a fenómenos de repetición.


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La relación entre los funcionamientos vinculares y la repetición / no repetición es compleja y merece cierta aclaración. En la dinámica vincular se establece un conflicto entre las fuerzas inerciales, que tienden a la repetición y las tendencias a la innovación, provenientes de diferentes orígenes. La dinámica de la repetición no funciona de la misma manera en el vínculo que en el psiquismo singular. En este último, Freud señaló en cuánto la repetición, erótica o tanática, ocupa un lugar máximo en lo inconciente. Pero la repetición no juega el mismo papel en otros fenómenos humanos: ni los historiadores ni los sociólogos ni los estudiosos de otras humanidades han señalado algo semejante a lo que Freud certeramente describió en el psiquismo individual. Tampoco la repetición juega en los encuentros humanos el papel predominante que Freud describió en el psiquismo singular, ya que la novedad y la ruptura de las tendencias inerciales juega en las relaciones humanas un papel mucho más importante. En efecto, el acontecimiento (Badiou) –con su núcleo de imprevisibilidad, ruptura y novedad– tiene mayor presencia en lo social o intersubjetivo que en la vida de los sujetos singulares, entendiendo por acontecimiento aquello que aparece por fuera de la lógica dominante en un sistema y que al irrumpir da origen a funcionamientos alternativos a los establecidos, sin necesariamente constituirse como trauma. De esta manera, en el funcionamiento vincular las alianzas inconcientes quedan como el sostén de la repetición, mientras por otra parte aparecen fenómenos del orden de la novedad que se ubican dentro de las leyes del sistema y fenómenos del orden del acontecimiento por fuera de las leyes del sistema. En lo que se ha descripto como interdeterminación, los procesos remiten tanto a la repetición como a la no repetición. Las alianzas inconcientes no son separables de los procesos defensivos del sujeto singular. Los procesos defensivos singulares determinan en parte las alianzas inconcientes de las que un sujeto puede formar parte y viceversa, las alianzas inconcientes determinan en parte los procesos defensivos de los sujetos singulares que integran el vínculo. Entre lo plural y lo singular –una manera más precisa de referirse a lo vincu-


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lar y lo individual– hay un proceso de irradiación, de modo tal que un sujeto está incluido en diferentes vínculos que en parte condicionan sus defensas singulares y recíprocamente, éstas delimitan los vínculos y las alianzas inconcientes en que el sujeto puede incluirse en lo plural. *** Por todo lo anterior, cuando un sujeto pide tratamiento analítico, corresponde considerar no sólo todos los funcionamientos singulares que Freud y tantos psicoanalistas describieron, sino también considerar los vínculos en que participa el sujeto que demanda análisis y lo que en ellos sostiene o conspira contra los funcionamientos por los que sufre. Para poner un ejemplo, en el análisis de una mujer con frigidez histérica no sólo habrá que considerar los muchos funcionamientos dependientes de la singularidad, lo que tradicionalmente se atribuye al psiquismo individual, sino que habrá que considerar si, por ejemplo, su marido necesita una mujer frígida por padecer él alguna forma de impotencia y tener en cuenta en el análisis, por ende, todo lo que este marido sostiene la frigidez de la mujer. También, por supuesto, en un círculo de retroacciones, son fundamentales las dependencias de ella con él, es decir lo que ambos necesitan que no cambie en el vínculo que los une y en las sintomatologías en cuestión. Lo anteriormente dicho transforma a nuestro paciente en un singular plural, según una fórmula feliz de R. Kaës. Singular en la medida en que todo sujeto lo es, plural en la medida que el psiquismo individual abarca a procesamientos psíquicos de otros.

R/S/I Los autores que han trabajado la noción de vínculo desde una perspectiva lacaniana han destacado el enriquecimiento que implica considerar los tres registros –real, simbólico e imaginario– en el estudio de los funcionamientos vinculares.


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Todo vínculo, en efecto, configura un real en el que –así como constituye un imposible conocernos a nosotros mismos– también es un imposible alcanzar un registro exacto del otro, una representación «adecuada». Esto no se debe ni a «una crisis» ni a «un límite» de la representación: se trata de que la representación, por definición, siempre articula a un real al que corresponde incompleta, insuficientemente. Lo real, enseñó Lacan, es imposible y no cesa de no escribirse, es decir –en tanto real– no cesa de no representarse acabadamente. Tanto la presencia de un otro como cualquier otro suceder, en la medida en que siempre exceden a la representación, constituyen sucesos del orden de lo real, hechos que entran al psiquismo por vía de lo imaginario / simbólico, registros a los que en alguna medida siempre desbordan. La conceptualización de lo real puede aportar luz sobre la clínica actual: «...las perturbaciones que la clínica nos presenta hoy, a través de la consulta de las parejas, [nos muestra] –dice Dimarco– precipitaciones de lo real desanudado que irrumpe como angustia arrasadora, que toma las formas extremas del pasaje al acto (violencias, impotencias, errancias, promiscuidades)», «los goces se tramitan de forma mortífera. El otro queda ubicado fundamentalmente como objeto y así aparecen los abusos infantiles, las diferentes formas de violencia...». Agreguemos a lo anterior que lo real no sólo aporta formaciones mortíferas. Es también lo real del otro o de uno mismo el ámbito desde el cual pueden venir las novedades e imprevistos que enriquecen a un vínculo cuando tienen una tramitación adecuada. Estudiar al vínculo desde el concepto de lo real arroja también luz sobre lo que algunos autores llaman «imposibilidad vincular», aludiendo al fondo de imposible unidad que caracteriza a cualquier vínculo. En efecto, desde lo real, no hay sutura, ni unión, ni semejanza ni armonía. En el registro de lo real, pero sólo en este registro, el no vínculo es la norma. Lo que es imposible es lo real, y por añadidura, también el vínculo en este registro; no se trata de la imposibilidad del vínculo en particular sino de la imposibilidad de cualquier uni-


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dad / totalidad. En el registro de lo real –¡sólo en él!– lo imposible es la norma. Los procesamientos en el registro imaginario remiten a los modos de figurabilidad no estructurados por el lenguaje y vienen a anudar lo imposible de lo real y así aparecen las creencias de que la relación se sostiene en solidaridades y complementariedades que construirían totalidades y armonías, fusiones atemporales. El partenaire o mamá, tendrán lo que a mí me falta, reinarán entre nosotros las simetrías y oposiciones, las igualdades y las síntesis, las semejanzas, dualidades y autonomías, las unidades absolutas que engañosamente aporta lo imaginario. Estas ilusiones no por ser ilusorias dejan de tener efectos tanto del lado del derrumbe, cuando no se sostienen en un procesamiento simbólico, como del lado de lo benéfico cuando marcan el primer paso en el sentido de la simbolización. En cuanto a lo simbólico, los procesamientos en este registro corresponden en lo fundamental a la dimensión del lenguaje y ofrecen la mejor posibilidad de intercambio y diálogo entre seres humanos, por supuesto, malentendido incluido. Lo simbólico es el ámbito del Otro, el inconciente y la Ley. Dice Evans (1996, pág. 179): «Mientras que lo imaginario se caracteriza por relaciones duales, lo característico de lo simbólico son estructuras triádicas, porque la relación intersubjetiva es siempre ‘mediada’ por un tercer término, el gran Otro». La dimensión simbólica es aquella que constituye el vínculo discreto y discriminado entre dos sujetos. Si desde lo imaginario se trata de fusiones y oposiciones, en el registro de lo simbólico es donde encontramos las diferencias. Los desarrollos lacanianos referidos a lo imaginario pueden relacionarse con las descripciones freudianas del narcisismo y las de la identificación proyectiva kleiniana. En los espacios relacionales habría frecuentemente entre los participantes una lucha por reducir al otro/otros a las propias conveniencias y/o semantizaciones y/o someterlo de alguna manera a los controles, poderes, modos y puntos de vista propios. Esto valdría, mutatis mutandis, para la relación madre-


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hijo/a, para la pareja amorosa y para una gran cantidad de vínculos. Así, hay entre los miembros de un vínculo diferencias y semejanzas y se trataría en la clínica de trabajar tanto las semejanzas que ofrece lo imaginario como de incluir en procesamientos simbólicos las diferencias y la alteridad («el otro es inevitablemente otro autónomo») y más aún la ajenidad radical («el otro es siempre para mí un real ajeno radicalmente incognoscible»). En una visión panorámica, los autores lacanianos han enfatizado la relación otro/Otro, entendiendo al otro de un vínculo predominantemente en referencia al gran Otro que, como señala Evans, es el mediador siempre presente en las relaciones intersubjetivas. Esta perspectiva está menos presente en los trabajos de los autores de la perspectiva vincular, quienes han tendido a enfatizar la importancia y las particularidades de la relación otro/otro.

Conflictos y dinámicas intersubjetivos. El trabajo vincular En los variados vínculos pueden verificarse diferentes tipos de conflictos intersubjetivos, entre los cuales los de semantización (¿cómo es la realidad?) y de deseos (siempre el deseo es singular y diferente en los distintos miembros) son los más habituales. Suelen ambos confluir en una lucha por el poder en la que cada miembro intenta imponer a el/los restante/s miembros su voluntad conciente o inconciente, su visión de las cosas y en la que se trata de limitar la autonomía del otro. Con frecuencia la lucha por el poder adquiere la forma de un planteo sometedor/sometido en la cual, clínicamente, es fundamental recordar que el poder puede detentarlo más el aparente sometido que el aparente sometedor. Piera Aulagnier (1979) ha llamado mucho la atención sobre esta cuestión en sus desarrollos respecto de los procesos de alienación, en los que se juega el conflicto de semantización en el terreno del pensamiento y en los que ella señala el frecuente protagonismo del deseo de autoalienación. También otros autores han subrayado la frecuencia con que el poder se ubica en el polo masoquista de la dupla sádico/masoquista.


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La problemática referida en el párrafo anterior ha sido trabajada por los autores que han investigado la cuestión de la «imposición». Esta no debe referirse simplistamente a las problemáticas de deseo y de goce tradicionalmente señaladas en la dinámica sometedor sometido, sino más bien referirse a los trabajos psíquicos que no son descriptos en muchas teorizaciones analíticas y que aparecen al considerar las relaciones humanas desde esta perspectiva. Dice al respecto I. Berenstein (2007, págs. 173-74): «La aceptación de las otras personas con mentes tan reales como las nuestras, en el decir de Britton (1992), puede crear dificultades desde la perspectiva narcisista y es desde allí que la presencia de otro resulta amenazante. Esta presencia marca nuestras vidas de una manera diferente y excede la de los objetos internos proyectados o introyectados [...]. Ante la obligación de darle lugar interior a lo exterior y sin la posibilidad de incorporarlo como algo propio, el sujeto deberá producir un trabajo no realizado hasta entonces». Las cuestiones que estamos exponiendo han llevado a plantear que en la vida psíquica de los sujetos hay que considerar formas de trabajo cuya descripción es mérito de los analistas que han desarrollado una práctica en dispositivos vinculares. Me refiero a las diferentes formas en que aparece en la clínica lo que Kaës denomina trabajo de la intersubjetividad y otros autores han denominado trabajo vincular (Berlflein, Riopedre, Buchbinder, L’Hoste, Kasitzky de Bianchi, Gomel, Matus, Krakov, Pachuk, Waisbrot, 2006). En términos muy generales (Kaës, 1999, pág. 133), se trata de trabajar el modo en que cada sujeto significa, interpreta, contiene, rechaza, utiliza o destruye las representaciones, emociones y pensamientos que pertenecen a otro sujeto. Dicho de otra manera, cómo se trabaja «con el proceso psíquico del otro para poder descubrir lo que en nosotros está o no disponible para una actividad de representación o para una acción» (ibidem, pág. 133). La relevancia clínica y teórica de estas cuestiones es irrefutable, más aún en un mundo contemporáneo que pareciera propiciar el solipsismo y en el cual los déficits de simbolización, las patologías del narcisismo y los trastornos en la relación con los semejantes están a la orden del día.


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Este trabajo clínico no puede tener la forma de interpretaciones individuales dirigidas a mostrar las coordenadas de un deseo singular o las coordenadas de lo que Freud llamaba conflicto intrapsíquico. Además de hacer esto cuando corresponda, deberá específicamente dirigirse a mostrar lo que uno genera y sostiene en el otro, lo que se toma de él y del vínculo, cuánto sintoniza o ignora sus propuestas, lo que uno puede usar o no de las producciones de los demás miembros de la familia, se pone o no en su lugar, legitima o desconfirma lo que el otro siente, entiende sus motivaciones, en fin... La tarea clínica centrada en el trabajo vincular se centrará en analizar las formas de interpretar y significar, resonar, consensuar, disentir, recibir, contener, rechazar, ligar, matizar, enriquecer, expulsar o desligar lo que se produce en una relación humana, es decir que se referirá a los modos de metabolizar lo que viene del otro, del vínculo y del sujeto. Así definido, el trabajo vincular o de la intersubjetividad, es un eje fundamental del trabajo clínico en cualquier dispositivo analítico, no sólo en los vinculares.

El psiquismo: un singular plural En una problemática psíquica por la que una persona nos consulta, es una pregunta compleja cuánto predomina lo atribuíble al sujeto singular y cuánto lo dependiente de los vínculos en que éste se incluye, ya que entre lo vincular y lo singular del suceder psíquico hay una frontera móvil. La evaluación de esta frontera tiene importantes consecuencias en la clínica y puede llevar a proponer que en un tratamiento se realicen una serie de sesiones, durante un cierto tiempo, en un dispositivo diferente del que se venía utilizando. La frontera singular-plural es móvil, entre otras razones, porque los funcionamientos singulares cambian, afectados por el contexto intersubjetivo, al mismo tiempo que los cambios en los sujetos producen cambios en el contexto. El vínculo constituye un círculo de retroacciones en el cual las respuestas de uno a otro no son directamente proporcionales, rige en ellas el efecto mariposa y, frente a una situación clínica, es una pregunta si conviene abordarla desde un dispositivo vincular o individual.


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Tal vez la principal consecuencia de aceptar la noción de vínculo es tomar conciencia de hasta qué punto es falsa la idea de una mente aislada, lo que Stolorow y Atwood han denunciado como el «mito de la mente aislada». Así, dicen (1992, pág. 57), «... el desarrollo de la experiencia personal siempre tiene lugar en un sistema intersubjetivo» mientras que, erróneamente, «se describe un sistema de influencia unidireccional, en el que cada cosa que uno experimenta del entorno es contemplada como si fuera un producto de la actividad psíquica omnipotente de uno mismo. El impacto del entorno no se encuentra en ningún lugar» (pág. 47). Y citan a Mitchell (pág. 56) «... la unidad básica de estudio no es el individuo como una entidad separada cuyos deseos chocan contra una realidad externa, sino un campo interaccional dentro del cual el individuo surge y en que se esfuerza por estar en contacto y por articularse a sí mismo. El deseo se experimenta en el contexto de la relacionalidad y es este contexto el que define su sentido» (Mitchell, 1988, págs. 3-4). Ahora bien, la importancia de los campos relacionales y el hecho de que en ciertos aspectos el psiquismo sea plural, merece algunas precisiones y en primer lugar que esto no le quita un ápice de verdad a la afirmación de que todo sujeto psíquico es singular. Aceptar la noción de vínculo y la importancia clínica de los campos intersubjetivos en que un sujeto vive, no implica caer en una suerte de vincularismo ingenuo que sólo reconozca la dimensión intersubjetiva del psiquismo e ignore los aportes del psicoanálisis que centró sus estudios en el individuo. El concepto de vínculo viene a enriquecer la práctica psicoanalítica clásica, individual, y al mismo tiempo replantearla, pero no a desconocer la singularidad del psiquismo individual. Si el vínculo –definámoslo– es un espacio psíquico constituido por las interinfluencias y funcionamientos generados por las investiduras recíprocas y duraderas de dos o más sujetos y conforma un sistema en virtud del cual surgen cualidades del suceder psíquico no incluidas en los psiquismos singulares y nuevos trabajos psíquicos, es evidente que en cualquier práctica clínica psicoanalítica deberán entonces reformularse los problemas relativos a las resistencias y los conflictos en juego. Más aún, si considera-


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mos que la dupla analista-analizante es también un vínculo, aunque sin duda particular, habrá que reformular muchas teorizaciones sobre la transferencia y la contratransferencia, viciadas de unidireccionalidad. La cuestión fundamental es no olvidar que en un vínculo, la interdeterminación, la distribución del trabajo psíquico y las alianzas inconcientes redefinen y modifican lo propio de cada polo, generando fenómenos de creación y de pérdida en el psiquismo de los integrantes, al mismo tiempo que nuevos procesos del tipo de los que se describieron al hablar del trabajo vincular.

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Resumen El artículo se centra en las cuestiones que –para el autor– constituyen las fundamentales del concepto de vínculo. Se describen y discuten los conceptos de interdeterminación, distribución del trabajo psíquico y alianzas inconcientes como procesos distintivos en el funcionamiento de un vínculo, junto a los aportes que implica su estudio desde las categorías de real, simbólico e imaginario. Se discuten y caracterizan los principales ejes de conflicto en un vínculo, entre los cuales se señala como central la problemática del poder. Por último, se discuten las consecuencias que implica aceptar la noción de vínculo en la teoría psicoanalítica y en la práctica clínica en cualquier dispositivo, describiéndose la noción de trabajo vincular. Palabras clave: Vínculo. Interdeterminación. Distribución del trabajo psíquico. Alianza inconciente. Conflictos intersubjetivos. Trabajo vincular.

Summary The link and its fundamental issues The paper deals with the fundamental issues about the concept of a link between people. The concepts of «inter-determi-


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nation», distribution of psychic work and unconscious alliances are described as distinct processes in the operation of a link. Three different categories, real, symbolic and imaginary contribute to the study of the link. The main areas of conflict in a relationship are characterized and power is designated as the central issue. Finally, the paper concludes with the implications involved in accepting the notion of link in psychoanalytic theory and clinical practice on any setting, describing the notion of linking work. Key words: Link. Unconcious aliances. Inter-determination. Distribution of psychic work. Linking work.

Résumé Le lien et ses questions fondamentales Ce travail envisage les questions fondamentales sur le concept du lien. On décrit et discute les concepts d’ interdétermination, la distribution du travail psychique et les alliances inconscientes comme, par exemple, les processus spécifiques dans le fonctionnement d’un lien. On traite la contribution des catégories du réel, du symbolique et du imaginaire sur l’étude du lien. On discute et caractérise les principales zones de conflit dans un rapport, et on désigne la question du pouvoir, comme la question centrale. Enfin, on discute les implications dans l’acceptation de la notion de lien dans la théorie psychanalytique et la pratique clinique dans toute dispositif analytique, et on décrit la notion de travail de l’intersubjectivité. Mot clés: Lien. Alliances inconscientes. Travail de l’intersubjectivité. Interdétermination. Distribution du travail psychique.


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Resumo O vínculo, seus questões fundamentais O artigo está centrado nas questões que –para o autor– constituem as fundamentais do conceito de vínculo. São descritos e discutidos os conceitos de interdeterminação, distribuição do trabalho psíquico e alianças inconscientes como processos distintivos no funcionamento de um vínculo, junto às contribuições que implica seu estudo desde as categorias de real, simbólico e imaginário. São discutidos e caracterizados os principais eixos de conflito num vínculo, entre os quais se assinala como central a problemática do poder. Por último, são discutidas as conseqüências que implica aceitar a noção de vínculo na teoria psicanalítica e na prática clínica em qualquer dispositivo, descrevendo-se a noção de trabalho vincular. Palavras chave: Vínculo. Alianças inconscientes. Conflito num vínculo. Trabalho vincular. Interdeterminação.


CONGRESO

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XIX Congreso Latinoamericano FLAPAG Del 30 de junio al 2 de Julio de 2011 en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, Argentina, tuvo lugar el Congreso Latinoamericano FLAPAG. A modo de reseña editamos en este número dos ponencias y la Presentación de nuestra Revista. – «El trabajo del amor. La tensión entre amor sexual y amor filial», de Daniel Waisbrot – «Mass Media y subjetividad», de Graciela Ventrici – Presentación Revista Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares Nº1, XXXIV, 2011, «Diversidades: Lo singularlo múltiple». Presentador: Graciela Milano, Directora de Publicaciones AAPPG Comentadores: Sergio Rodríguez y Silvana Camerlo


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XIX Congreso Latinoamericano FLAPAG Del 30 de junio al 2 de Julio de 2011 en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, Argentina, tuvo lugar el Congreso Latinoamericano FLAPAG. A modo de reseña editamos en este número dos ponencias y la Presentación de nuestra Revista. – «El trabajo del amor. La tensión entre amor sexual y amor filial», de Daniel Waisbrot – «Mass Media y subjetividad», de Graciela Ventrici – Presentación Revista Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares Nº1, XXXIV, 2011, «Diversidades: Lo singularlo múltiple». Presentador: Graciela Milano, Directora de Publicaciones AAPPG Comentadores: Sergio Rodríguez y Silvana Camerlo



El trabajo del amor. La tensiรณn entre amor sexual y amor filial

Daniel Waisbrot *

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(*) Licenciado en PsicologĂ­a. Miembro Titular de AAPPG. Actual Presidente de AAPPG. E-mail: dwaisbrot@yahoo.com.ar


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La noche habilitaba la espera. Estaba terminando el cuarto cumpleaños de Joaquín y los invitados se estaban yendo. Francisco esperaba que esa noche, finalmente lograran encontrarse. Ya en la última sesión de pareja había habido algo de ese encuentro, cuando Marina había podido pensar que no se trataba de que ella no lo deseaba, sino que lo que estaba en el horizonte de su negativa, era el susto que le producía un acercamiento frustrado, como el de muchísimas veces. Así que esa noche, ella también lo esperaba y así fue que mientras los últimos invitados se terminaban de ir, corrió presurosa a su habitación con Joaquín y Johana, como todas las noches, a intentar que se duerman. Acostada en su cama, prendió la tele y mientras escuchaba alguna absurda discusión de Gran Hermano, los niños, abrazados cada uno a sus brazos, se iban durmiendo. Francisco terminaba de llevar las copas a la cocina y se dirigió a su habitación. «Entré y el espectáculo era tremendo, ella mirando Gran Hermano con los pibes abrazados a ella durmiendo, yo no tengo lugar, no hay lugar ahí para mi, me enojé, otra vez sopa, dije, andá a cagar y agarré mi almohada y me fui a dormir al sillón del living, con ella no se puede, entre los pibes y Gran Hermano…». «Ves que sos un pelotudo, los estaba durmiendo para estar con vos, tarado ... ¡andate al living!, qué carajo me importa, nunca entendiste nada ni vas a entender». «Yo quería encontrarme con vos, no con los pibes, siempre están los pibes…». «Los estaba durmiendo, sólo quedaba llevarlos a la cama de ellos, ¿por qué no me viniste a ayudar y los llevabas vos y listo? Yo también quería estar con vos, pero no, el señor se ofende y se va, andate de una vez». «Eso es lo que querés, ¿por qué no me lo dijiste? Cuando me fui para el living, ¿sabés lo que me dijo? Vino corriendo y me gritó que yo los había despertado con lo que le costó dormirlos, una mierda, todo es una mierda».


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La sesión siguió de alguna manera, el clima fue cambiando y algo pudieron decir de sus encuentros. «Antes de los chicos era acostarnos y coger. Ahora terminamos muertos, estamos cansados, se duermen acá, los llevamos a la cama y nos quedamos viendo Gran Hermano o Tinelli. Nos decimos dos boludeces, qué lindos los nenes, te amo. Y nos vamos quedando dormidos». Marina y Francisco reproducen una escena bastante habitual en la consulta de parejas. Algo peculiar ocurre en el pasaje de pareja a familia, que muchas veces deja afuera la sexualidad. Me propongo pensar qué sucede en ese pasaje y para ello, voy a trabajar en torno a los modos en los que se constituye el eje intimidad, otredad y amor. Históricamente distinguimos tres espacios en que la vida humana pareciera fluir, espacios organizados en torno a tres características diferenciales. Lo íntimo, girando alrededor de la opacidad, lo público, más del lado de la trasparencia y en una zona de fronteras blandas, con poca consistencia, lo privado, organizado alrededor de cierta discreción. Paula Sibilia sostiene que últimamente, parecen haberse desdibujado los límites entre estos espacios y pareciera emerger «cierto modelo hegemónico de subjetividad que está creciendo: un ‘modo de ser’ que está coagulando entre nosotros y se autojustifica porque es perfectamente compatible con las exigencias y necesidades del mundo contemporáneo En la sociedad del espectáculo la soledad y el silencio se han vuelto inaguantables» (Sibilia, P., 2010). Propone pensar que la subjetividad actual produce extimidad allí donde antaño había intimidad. La interioridad ha dejado de ser para esta autora, el núcleo de lo verdaderamente humano y que lo que ayer se escribía en un diario íntimo, hoy se expone en la web, a la mirada obscena del conjunto. Si el modelo de la vida interior está en crisis, si aquello que definía una supuesta «verdad» del ser pasaba por ese contacto con la propia interioridad donde el


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pudor y el secreto dominaban la escena y hoy, en cambio, el escenario de la vida misma ocurre en la pantalla donde se ofrece la vida a lo público como espectáculo, nos falta saber qué sucede con quien observa, consume y goza de esa exposición pública del otro y, en nuestro campo, más específicamente, qué ocurre con esa trasmutación en la vida de las parejas. Escenas como las de la viñeta, en sus diversos formatos, se reiteran frecuentemente en los consultorios. Parejas en las que la sexualidad parece haberse extinguido y la noche va pasando de los hijos a la tele. Cabe la pregunta acerca de porqué Marina y Francisco forman parte de ese conjunto monumental que mira con pasión la extimidad de los personajes de Gran Hermano. Preciso más la pregunta: ¿qué ocurre en la vida de esta pareja que rehúsa a su propia intimidad y una vez terminadas las demandas de sus niños, dedican sus noches, a veces hasta altas horas a observar las vidas expuestas por otros en una pantalla?

La experiencia amorosa Me gustaría plantear la hipótesis que el rehusamiento a la intimidad en la experiencia amorosa, reviste siempre un carácter sintomático dado que el amor es un espacio privilegiado de resistencia a la experiencia de la extimidad, a la transformación de la intimidad en espectáculo. El amor enlaza intimidad y otredad. El encuentro amoroso es del orden del acontecimiento y supone una experiencia, un «hacer el amor» y es ese hacer, justamente el que los ubica a ambos en alguna relación con lo sexual. El amor, al poner en escena la diferencia –como diría Badiou–, permite establecer un lazo entre uno y otro y así, declarar la existencia del Dos. Si esto es así, la subjetividad de ambos se verá alterada en la experiencia de la otredad.


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Pero ello no es una tarea que se produce una vez, sino que exige un trabajo vincular que permita sostener la alteridad, más allá de la ilusión de espejamiento y completud que pudiera habitar a los sujetos de ese vínculo en los momentos del encuentro. Si el resultado de ese encuentro arma una pareja, se producirá seguramente un reordenamiento subjetivo y una cierta estabilización fantasmática, una suerte de equilibrio inestable que les otorga pertenencia a ese conjunto. Algo habrá armado comunidad entre ellos, fundamentalmente en lo que concierne a la diferencia sexual pero también a todo aquello que tenga que ver con la experiencia de la diferencia en todos sus niveles. A. Badiou propone pensar el amor como una construcción de verdad. Dice: «el amor es un proyecto, que incluye por cierto el deseo sexual pero también mil otras cosas, o sea, cualquier cosa siempre y cuando se trate de vivir una experiencia desde el punto de vista de la diferencia» (Badiou, A., 2010). El amor entonces, como procedimiento de verdad, comienza con un acontecimiento –el encuentro– y continúa con las consecuencias de ese encuentro. «El amor está amenazado por la sociedad contemporánea. Esa sociedad bien quisiera sustituir el amor por una suerte de régimen comercial de pura satisfacción sexual, erótica, etc. Hoy se busca domesticarlo con una mezcla de pornografía libre y contrato financiero. El amor debe ser reinventado para defenderlo, debe reafirmar su valor de ruptura, su valor de casi locura, su valor revolucionario como nunca lo hizo antes». De manera que el amor será una construcción de verdad, una verdad que se experimenta a partir del Dos y no del Uno, de la experiencia de la diferencia y no de la identidad. Si la sexualidad termina en una suerte de vacío, algo así como una experiencia del Uno, donde el otro estaría más en la posición de objeto que de sujeto; el amor, en cambio, sostendría la ilusión de que algo permanece en ese vacío, de que hay vínculo,


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más allá de esa relación sexual que no existe. Badiou pareciera oponerse a la separación entre «puro amor» y «puro sexo». Su versión del amor no indaga sobre los problemas que se les presenta a las parejas para tramitar esa diferencia. Eso nos compete a nosotros. Y lo que nosotros más o menos sabemos, es que el problema es el otro. El otro, muchas veces ilusionado como idéntico, pero en verdad semejante. El otro que estalla en sus diferencias todo el tiempo y rara vez está donde uno lo espera. Y allí, justamente, su condición de ajenidad, de irrepresentable, de inabarcable. Habrá siempre un resto que no se deja representar. Su presencia incluye ese resto, impide su totalización, haciendo estallar las coordenadas del saber acerca del otro. Nunca hay presencia plena, porque siempre está atravesada por lo inapropiable, por su ajenidad radical.

¿Y el hijo? Ahora bien, decíamos que ese acontecimiento del encuentro, fue deviniendo en una cierta intimidad compartida donde la sexualidad se fue explayando desde el Uno hacia el Dos. Esa experiencia de la sexualidad va por más, no sólo por el cuerpo del otro sino por el ser del otro. Ahora nos preguntamos, ¿qué genera el deseo del hijo y cómo se combinan alianza y filiación, las dos operaciones fundantes de una familia? En un trabajo anterior (Waisbrot, D., 2010) formulé dos hipótesis que intenté poner a trabajar. La primera hipótesis sostenía que la decisión de habilitar la filiación pone a trabajar en el vínculo la sucesión de generaciones y con ello el tema de la deuda y de la muerte. La segunda hipótesis era que la presencia del hijo «interpela como acontecimiento, tanto a la pareja de la alianza como al vínculo de filiación».1 1

«Estructura y acontecimiento. La pregunta por el origen en la familia adoptiva», Ricardo Gaspari, Graciela Rajnerman y Griselda Santos, Revista de la AAPPG, T.XVII, Nº 2, 1994.


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Se trata de poner a trabajar la posibilidad de la pareja de producir el lugar «hijo» como un espacio acontecimental, que les permita introducir un cambio en la cadena de repetición, y transmitir ese giro en la cadena ubicándose en una genealogía desde una posición diferente de la legada por sus familias de origen. Me interesa retomar esta cuestión a la luz de la enorme presencia clínica que tiene en las consultas de pareja, las dificultades en ese tramo de la vida. Hoy quiero formular una tercera hipótesis. La presencia del hijo inaugura una nueva tarea intersubjetiva para la pareja. El trabajo del amor, deberá sostener sin claudicar la tensión inédita entre amor sexual y amor filial. Podríamos decir nuevamente con A. Badiou, que el hijo forma parte del espacio amoroso en lo que denomina un punto. «Un punto es un momento particular sobre el cual un acontecimiento se estrecha, donde, de alguna manera, debe volver a reinterpretarse el acontecimiento, como si volviera bajo una forma desplazada, modificada, pero obligándonos a ‘redeclararlo’. En suma, un punto es cuando las consecuencias de una construcción de verdad, generalmente nos obligan a rehacer una elección radical» (Badiou, A., 2010). Ese punto, inaugura la tensión. Será a partir de allí, una parte del trabajo intersubjetivo del amor «trabajo psíquico del otro o de más de un otro en la psique del sujeto del inconciente» (Kaës, R., 2010). El deseo de hijo, forma parte del deseo amoroso bajo esa interesante formulación de un punto para el amor. Y lo que vemos clínicamente, es que en las parejas, hay una suerte de prueba alrededor del nacimiento, y esa prueba resulta de cómo va a desplegarse la experiencia del Dos después de haberse confrontado con ese punto. Pareciera entonces que el recorrido de la experiencia amorosa se pliega en la experiencia del nacimiento, a la manera de un embudo. «Antes era acostarnos y coger», decían Marina y Francisco. Algo habían desplegado en torno a su sexua-


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lidad amorosa que se replegó ante la experiencia del nacimiento y quedó atrapado allí, como atascado sin poder volver a desplegarse. La experiencia amorosa quedó subsumida en el amor filial a costa del sacrificio del amor sexual. Esa doble vía, esa tensión necesaria ente los distintos espacios no pudo ser sostenida.

¿Para qué los atendemos? Podríamos decir que en la entrada en análisis de una pareja, encontraremos algo de un pacto denegativo que niega demasiado lo imposible, que no ha logrado ligar las renuncias pulsionales necesarias para la constitución de esa vincularidad y que ha trabado el trabajo de la intersubjetividad, fundamentalmente en lo que concierne al despliegue de la potencialidad transformadora del vínculo. ¿Qué habría en la salida de ese análisis? Seguiría existiendo el pacto denegativo en tanto organizador de la vincularidad, pero que habría perdido parte de su función defensiva frente a esa misma vincularidad. Por lo tanto, esperamos: 1) Encontrar mayor posibilidad de ligadura de la negatividad de obligación, en el sentido de un saber y de un poder sacrificar algo de la mismidad, sobre todo en su potencialidad de renuncia pulsional, para que el vínculo pueda advenir. 2) Reducir lo más posible la negación de lo imposible de esa vincularidad, saber acerca de sus límites, de su incompletud. 3) Más trabajo vincular en el despliegue de lo posible, de lo aún no realizado, de lo que a pesar de no haber sido, podría ser de otro modo. La operación de transformación sería efecto de un trabajo intersubjetivo con el analista para desanudar lo alienado en


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las alianzas y re-anudar desde otro lugar subjetivo. Habría entonces, transformación subjetiva a partir de o junto a un cambio en la posición vincular. Si Marina está esperando que los niños duerman para llevarlos a su cama mientras Francisco supone que ella está en la cama con ellos para no encontrarse, el malentendido da cuenta de la negación de ese resto ajeno que les imposibilita algún nivel de encuentro. Sin embargo, allí, justamente allí, algo de otro orden, ligado a sus alianzas inconcientes le darán formato a una intimidad que consiste en observar al Gran Hermano, dejando a la vista que el estar juntos y solos se les sintomatiza. Ellos se duermen como duermen a sus hijos. Los chicos no «se van a dormir» sino que «se van durmiendo». No están a solas en su cuarto, en ese encuentro con su propia interioridad posibilitadora del sueño. Y aquí, en lugar de recorrer el camino de su propia intimidad, o de la intimidad compartida alrededor de su sexualidad, se entregan a la pantalla de las vidas ajenas, mostradas en el gran reality televisivo. La escena de la viñeta muestra que el trabajo intersubjetivo se ha trabado. Los dos creen saber porqué el otro hace lo que hace. Habrá que ver qué posibilidad tienen de retomar el trabajo vincular, sustraerse de la oferta alienatoria de la pantalla y volver a desplegar algo de aquel amor sexual que quedó plegado en el punto de los nacimientos.


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Bibliografía Badiou, A. Elogio del amor, Flammarion, Madrid, 2010. Gaspari, R., Rajnerman, G., Santos, G. «Estructura y acontecimiento. La pregunta por el orígen en la familia adoptiva», en Revista de la AAPPG, T.XVII, Nº 2 ,1994. Kaës, R. Un singular plural, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2010.

Sibilia, P. «Mutaciones de la subjetividad», en La intimidad. Un problema actual del Psicoanálisis, Psicolibro Ediciones, Buenos Aires, 2010. Waisbrot, D. Más de un otro, Psicolibro Ediciones, Buenos Aires, 2010.



Mass media y subjetividad

Graciela Ventrici *

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(*) MĂŠdica, Psicoanalista. Miembro Titular de AAPPG. E-mail: gventrici@sion.com


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Como punto de partida para esta ponencia me es necesario situarme en el pasaje del capitalismo industrial al capitalismo pos-industrial, tal como lo entiendo en sus producciones sobre la sociedad, las lógicas del funcionamiento mental y tecnológico y las formas de comunicación. Así podemos ubicar a la sociedad industrial con sus dispositivos de encierro que fueron las instituciones por las que transcurrían, disciplinándose, nuestras vidas. El centro de la vida del adulto en edad productiva era el trabajo cuya estabilidad y la actitud corporal que imponía, eran signos de identidad y pertenencia. Junto con el advenimiento de la mecánica en el plano tecnológico se desarrolló la actividad mental en forma analógica, alfabética y conjuntiva. Las formas masivas de comunicación fueron a través de la prensa escrita y la radio. El teléfono fijo permitió la comunicación a distancia y tuvo un lento desarrollo hasta ser común a la población. Esta organización con sus condiciones de producción de bienes materiales y simbólicos conformó y estuvo conformada por formas de subjetividades más o menos alienadas a esas instituciones disciplinarias. Los movimientos de subjetivación capaces de liberar al individuo y a los colectivos de esa alienación eran contra-institucionales, aunque algunos también anti-institucionales. Ubico el proyecto de autonomía económica, política y social, en dos grandes conjuntos: A) Los movimientos revolucionarios en relación al capitalismo, pero no a la disciplina que, debilitados por la frustración de los socialismos reales, se silencian. B) Los movimientos sociales basados en la creatividad como modo de emancipación del poder represivo –tan bien


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trabajados por Suely Rolnik–1 que fueron cooptados por el capitalismo pos-industrial, y enunciados como «tendencias». Este modo de capitalismo ya no necesita de los cuerpos –en el sentido de la fuerza de trabajo– sino de los cerebros, por eso muchos autores le llaman «capitalismo cognitivo» y al conjunto de los trabajadores «cognitariado». Esta condición del capitalismo pos-industrial de no necesitar sino de los cerebros, al punto tal que, como dice Maurizio Lazzarato,2 actúa «en la movilización y en la modulación de los componentes preindividuales, precognitivos y preverbales de la subjetividad, haciendo funcionar los afectos, las percepciones, las sensaciones aún no individuadas, aún no asignables a un sujeto, … como elementos de una máquina» por esto, a diferencia de su fase anterior, busca cada vez mayor flexibilidad en las estructuras desdibujando los límites de las instituciones cuya mediación deviene innecesaria. Deleuze3 las llamó sociedades de control, porque su operatoria es la de modular, recombinando conectivamente, condición que puede extenderse indefinidamente controlándolo todo. «Los encierros son moldes, módulos distintos, pero los controles son modulaciones… La fábrica era un cuerpo que llevaba a sus fuerzas interiores a un punto de equilibrio: lo más alto posible para la producción, lo más bajo posible para los salarios; pero la empresa es un alma, un gas... la empresa se esfuerza por imponer una modulación a cada salario, …por introducir una rivalidad inexplicable como sana emulación… el principio modular del ‘salario al mérito’ que ha tentado también a la educación nacional» ... «ya no es el capitalismo para la producción sino para el producto, es decir para la venta y el mercado… es esencialmente dispersivo… El marketing es ahora el instrumento del control social… El control es a corto plazo y de rotación rápida, pero también continuo e ilimitado». 1

2 3

Suely Rolnik «Geopolítica del rufián», en: Micropolítica. Cartografías del deseo de F. Guattari y Suely Rolnik, Ed. Tinta limón, 2006. Maurizio Lazzarato, «La Máquina». Giles Deleuze «Posdata para las sociedades de control».


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Virno4 retoma la intuición de Marx de que en cierto momento la técnica y la ciencia se volcarán por entero a la economía y entonces la producción de valor será intelectual, colectiva y abstracta. Plantea que el pos-fordismo «es el momento histórico en que el capital pone a trabajar prerrogativas propias del animal humano, básicamente, el hecho de ser potencia, seres no acabados, mutables, siempre modificables. Es así, que el lenguaje aparece como el espacio que mejor resalta y explica la condición fundamental de la fuerza de trabajo actual: es inmediatamente transindividual y sin embargo, asumido y singularizado por cada sujeto de modo particular, cada vez». La sociedad pos-industrial, global, de control, desarrolla la tecnología digital para el advenimiento de la informática que se suma al predominio de la imagen sobre la palabra oral o escrita, a la que acompaña cuando no desplaza, y esta creación es coincidente con cambios en las mentalidades. La pregunta es si esta coincidencia implica una relación de causa efecto o es un fenómeno de interferencia que implicaría que para poder inventar y usar nuevas tecnologías hay que modificar mentalidades. A los medios masivos de comunicación existentes, como la radio y los diarios, se agrega en los años 50 la Televisión, dos décadas después comienza la vertiginosa incorporación de la informática a través de la computadora, que primero va reemplazando a la máquina de escribir y rápidamente aparece la Internet que modifica y amplia las formas de adquirir información y de comunicarse. Paralelamente en los 90 la también veloz propagación de los teléfonos celulares hace que en pocos años exista la posibilidad de estar conectado full time y en redes permanentes. Este fenómeno técnico que acompaña y profundiza la forma actual del capitalismo global, al punto que parecen haber nacido juntos, ha desplazado las subjetividades disciplina4

Tomado del trabajo monográfico de Alejandra Lidman, «Del topo a la serpiente. Crítica y clínica para el después del sujeto».


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rias dando lugar a otras formas subjetivas difíciles de reconocer. Creo adecuado plantear como mass media no sólo las formas de comunicación que implican el mundo periodístico, sino también el uso de la Internet a través de programas como el skype, el messenger, o los sitios web: los que dan información y los que permiten hacer público el perfil del usuario y desde allí intercambiar con el exterior: los blogs, fotologs, facebook, linkedin, etc.; tanto unos como otros usan los mismos recursos técnicos, pero constituyen dispositivos diferentes en cuanto a: 1) su condición de enunciación; 2) las líneas de fuerzas que regulan; 3) la capacidad de objetivación o subjetivación y 4) la potencia de fuga de que disponen respecto de la dominación.5 Antes del advenimiento de la informática, la televisión que se fue incorporando a la vida cotidiana, problematizó a la subjetividad instituida. Hasta entonces la imagen animada estaba circunscripta al cine que no pertenecía al ámbito de lo familiar, sino de lo social, perfectamente delimitados; ahora la imagen avivaba el espacio privado y alteraba los modos de intercambio y por ende los lugares imaginarios y simbólicos de los habitantes de la casa. Pero, teniendo en cuenta que los canales eran pocos, la señal imperfecta, en blanco y negro y no transmitían las veinticuatro horas, seguía siendo algo cuya presencia podía regularse. La televisión color que llega a la Argentina hacia fines de los 70, comienzo de los 80, acompañada del fenómeno económico de la «plata dulce» (eufemismo que encubría la mutación económica y distraía del genocidio) empieza a darle a la pantalla chica un realismo que se profundizó cada vez más. 5

Tomo de Susana Pintos y Alicia Zanghellini el acople de las líneas de fuga de Deleuze a las características del dispositivo foulcaultiano al que ellas llamaron «dispositivo multilineal» en el libro de reciente aparición Trabajando en y con grupos. Vínculos y herramientas, Lugar editorial, 2011.


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Si alguna tecnología hizo bisagra entre las dos fases del capitalismo, esa fue la televisión, que fue la estructura técnica que más transformaciones sufrió a partir del desarrollo de la cibernética, y que, si bien está degradada en el discurso burgués, nadie se atreve a apagarla para siempre. Por el contrario, si antes había un solo aparato para toda la familia, ahora hay televisores en los cuartos de los hijos, de los padres y en los espacios comunes pantallas cada vez más grandes. ¿Qué pasa? ¿Dónde se entrama la máquina televisiva para ser parte indivisible de la vida cotidiana? Dice Lazzarato: «Interpretando el punto de vista de Deleuze y Guattari se podría afirmar que el capitalismo no es un ‘modo de producción’; ya no es un sistema, sino un conjunto de dispositivos de servidumbre maquínica … y a la vez un conjunto de dispositivos de sujeción social ... Los dispositivos son máquinas, no obstante,... las máquinas ya no dependen de la techne. La máquina tecnológica es sólo un caso de maquinismo. Hay máquinas técnicas, estéticas, económicas, sociales, etcétera». Luego diferencia servidumbre de sujeción maquínica: «Estamos bajo la servidumbre a una máquina en tanto constituimos una pieza, uno de los elementos que le permiten funcionar. Estamos sujetos a la máquina en tanto que somos sus usuarios, en tanto que somos sujetos de acción de los que ella se sirve. La sujeción actúa sobre la dimensión molar del individuo (su dimensión social, sus roles, sus funciones, sus representaciones, sus afectos), mientras que la servidumbre maquínica actúa sobre la dimensión molecular, preindividual, infrasocial (los afectos, las sensaciones, los deseos, las relaciones aún no individualizadas, no asignables a un sujeto)». «La televisión hace que los enunciados conformes a la realidad dominante del capitalismo pasen por enunciados de los individuos, mediante la puesta en funcionamiento de una máquina de interpretación de sus palabras y de su expresión y una máquina de subjetivación que funciona a partir de la constitución de un doble del sujeto… Si eres entrevistado en la


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televisión (poco importa en qué programa sea), eres instituido como sujeto de enunciación y sometido… a una máquina no discursiva que interpreta, selecciona y normaliza incluso antes de que comiences a hablar». Sabido es que nuestra capacidad de enunciación está atravesada por las formas de enunciación y los enunciados de los colectivos de los que formamos parte, que no hay posibilidad de una enunciación subjetiva puramente individual. A esto debemos agregar que las epistemes y ontologías que modelan nuestro funcionamiento mental con el que decodificamos nuestras sensaciones y percepciones y damos sentidos, tienen una determinación de la que no tenemos conciencia, y que bien las podemos pensar con metáforas maquínicas. La película Matrix lo expuso muy elocuentemente. Los psicoanalistas decimos que nunca nos encontramos tan enfrentados a lo real como en la actualidad; para entenderlo diré que nunca como ahora hay tanta percepción de la multiplicidad que nos compone, hasta poco tiempo atrás lo transindividual tuvo que ser deducido y no sin enormes resistencias, en realidad era entendido sólo como un fenómeno de indiscriminación de resonancia regresivante, fusional y no también como un proceso ligado a la individuación y a la resonancia progresiva, subjetivante. Quizá esta visibilidad sea consecuencia de que las instituciones dejaran de velar la molecularidad de lo que contenían al sintetizar complejidades y singularidades. Pero hay que lidiar con el caos, hay que encontrar formas de moverse dentro de él haciéndolo inteligible, diseñando planos de consistencia que nos permitan resolver los problemas que se nos presentan vez a vez. No es fácil poner en cuestión las categorías instituidas que implicaron conceptos fijos, establecieron métodos de intervención que han demostrado su utilidad frente al sufrimiento psíquico, para tomarlos como herramientas posibles pero también prescindibles según el caso y a veces hasta desecharlas por inadecuadas o perniciosas.


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Me parece que no alcanza el poder de los mass media para determinar este fenómeno que vuelve cotidiano el hecho inconmensurable de que lo real contiene tanto actual como virtual en recombinación conectiva; en tal caso me siento inclinada a pensar que los mass media son instrumentos funcionales a la máquina capitalista de control, como lo fueron el diario y la radio a la máquina disciplinaria. La cualidad, la diferencia, está dada por la velocidad de recombinación que tienen que dan la impresión de ser causa última, velocidad de recombinación que también tienen otras dimensiones de la sociedad de control como la economía, la política, el arte, etc. No obstante parece que todo pasara por la comunicación destacando un sector de ella: el marketing. ¿Cuál es el secreto por el que el marketing logre tanto protagonismo? ¿Acaso su relación con el deseo? En la medida que la fuerza de trabajo explotada es intelectual-creativa y no física, todo acto humano se convierte en mercancía: no importa qué intención se tenga, el sentido de mercancía lo alcanza, lo corrompe, lo transforma en objeto que demanda ser consumido. La condición de consumible es la clave del éxito del marketing como operador de la promesa de completud a la vez que de la amenaza de miserabilidad, de formar parte de la «subjetividad-lujo» o de la «subjetividad basura»,6 entre estos dos polos, que el capitalismo global ha logrado hacerlos evidentes, se debaten en mayor o menor medida las subjetividades actuales. Bajo amenaza, el mercado controla el deseo: winner or looser, ésta es la cuestión, la tensión entre estos polos logra que todos los otros valores nos conmuevan como bellas producciones de la imaginación; el fantasma de la basura, la villa miseria, la exclusión, recorre occidente generando una flexibilidad cínica como pieza de la máquina cuya expresión más lograda es su capacidad mediática. Capacidad mediática 6

Suely Rolnik, obra citada.


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amplificada por la tecnología que maneja y la dominación que la sujeta. Bifo Berardi7 estudia el exceso de información transmitida a velocidades crecientes como formas de intimidación por la imposibilidad de procesar, muestra que hay una disparidad entre el sistema de medios que emite señales y la mente que las recibe. «El universo de los receptores, es decir, los cerebros humanos, las personas de carne y hueso, de órganos frágiles y sensuales no está formateado según los mismos patrones que el sistema de los emisores digitales, esto se manifiesta en electrocusión permanente, pánico, sobreexitación, hipermotilidad, trastornos de atención, dislexia, sobrecarga informativa, saturación de los circuitos de recepción». Berardi advierte «La mutación cognitiva producida por la mutación de la infosfera y el dominio económico y político de las grandes empresas mediáticas globales son dos cosas distintas, aunque se entremezclan en la realidad del imaginario social… No cabe pensar resistirse a la mutación antropológica que han puesto en marcha las tecnologías de la comunicación. Hay que desligar dominio y mutación: el dominio debe ser erosionado, confrontado y eludido. La mutación debe ser atravesada, recibida y elaborada». Forzarnos a reconocer esta diferencia me parece una de las formas primeras de pertrecharnos ante la máquina capitalista, y, teniendo en cuenta que hay generaciones en cuya crianza participaron tanto los padres como la televisión y la informática, es perentorio trabajarnos en nuestras subjetividades para reconocer en las nuevas sus estrategias de fuga. Por otro lado no podemos ignorar que las formas de organización social, las tecnologías y las subjetividades comparten y componen dimensiones deseantes en virtud de las cuales son producidas a la vez. Que están en retroalimentación permanente, aunque en relaciones de fuerza que no son equi7

Franco Berardi «Bifo» Generación post-alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo, Tinta Limón, 2007.


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tativas: la organizaciones sociales y las tecnologías son más interdependientes que las subjetividades en el sentido que, como «estructuras», éstas son infinitamente más complejas que las otras dos y por lo mismo mucho más inestables, disipativas e impredecibles, a la vez que son capaces de reflexionar sobre sí mismas y sus relaciones, capaces de habitar simultáneamente el territorio de las organizaciones sociales y las tecnologías, y a la vez desterritorializarse, fugar, crear otros territorios que muevan los hegemónicos, usando de manera diferente componentes técnicos y sociales ya existentes; entonces si bien la fuerza de los medios de comunicación masiva es enorme, el espectador tiene la potencia de hacer con ella su propio juego, como bien lo expuso Umberto Ecco en su trabajo sobre lo que los espectadores le hacen a la televisión. Así también atrevernos a ver un posible movimiento contracultural en lo que los jóvenes hacen con los Blogs, cuyo valor no nos es en absoluto evidente, pero que sin duda analiza a los medios de comunicación.

Bibliografía Berardi, F. (Bifo) Generación Post-Alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo, Ed. Tinta Limón. Bourdieu, P. (1996) Sobre la televisión, Anagrama, Barcelona, 1997. Debord, G. (1967) La sociedad del espectáculo, Ed. La marca, Bs. As., 1995. Deleuze, G. «Posdata sobre las sociedades de control», Versión electrónica Pdf. Eco, H. (1974) «¿El público perjudica a la televisión?», en: Sociología de la comunicación de masas II Estructura funcio-

nes y efectos, Ed. Gustavo Gili S.A., Barcelona, 1985. Lazzarato, M. (2007) «La máquina», Versión electrónica http:/ /transform.eipcp.net/transversal/1106/raunig/es Lewkowics, I. (1999) «La noción de subjetividad», Ficha de circulación interna de Psicoterapia II, UN deLa Plata. Lidman, A. (2009) «Del topo a la serpiente. Crítica y clínica para el después del sujeto», Trabajo monográfico para el seminario «Perspectivas filosóficas del sujeto y la subjetividad», Prof. Edgardo Castro, UBA, 2009.


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Pintos, S.; Zanghellini, A. (2011) «Ponemos en diálogo nuestras prácticas vinculares», en: Trabajando en y con grupos. Vínculos y herramientas, comp. por D. Kordon y L. Edelman, Ed. Lugar, Bs. As., 2011. Rancièr,J. (2008) El espectador emancipado, Ed. Manantial, Bs. As., 2010. Rolnik, S. (2005) «Geopolítica del rufián», en: Micropolítica. Cartografías del deseo, F. Guattari; S. Rolnik, Tinta limón, Bs. As., 2005. Simondon, G. (1958) La individuación, Ed. Cactus y La Cebra, Bs.As., 2009.

Sibilia, P. (2009) La intimidad como espectáculo, Fondo de Cultura Económica, Bs. As., 2009. Stavrakakis, Y. (1980) La izquierda lacaniana, Fondo de Cultura Económica, Bs. As., 2010. Virno, P. Cuando el verbo se hace carne. Lenguaje y naturaleza humana. Coedición Ed. Cactus y Tinta Limón Editores, Buenos Aires, 2004. Virno, P. (2003) Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas de vida contemporánea, Ed. Colihue, Bs. As., 2003.

Resumen Este trabajo se propone pensar la relación de las mass medias con la producción de subjetividad. Para ello necesita ampliar el campo de análisis y situar el problema dentro del pasaje del capitalismo industrial al capitalismo pos-industrial, en sus producciones sobre la sociedad, las lógicas del funcionamiento mental y tecnológico y las formas de comunicación. Se trata entonces del pasaje del capitalismo industrial, que necesita de los cuerpos a los que disciplina a través del trabajo y la educación analógica, conjuntiva y alfabética, a otra forma del capitalismo que deja atrás la modalidad industrial y no regula los cuerpos a través de dispositivos de alienación, sino que intenta modular por recombinación conectiva los cerebros, actuando sobre los componentes preindividuales, precognitivos y preverbales de la subjetividad.


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Va recorriendo diversos modos de entender este pasaje y sus características de la mano de autores como Deleuze, Lazzarato, Virno, Rolnick, Berardi, bordeando preguntas tales como: ¿dónde se entrama la máquina televisiva para ser parte indivisible de la vida cotidiana? ¿Cuál es el secreto por el que el marketing logre tanto protagonismo? ¿Acaso su relación con el deseo? La fuerte tendencia a la institucionalización propia de la sociedad industrial invisibilizó la multiplicidad que se hace perceptible en la sociedad pos-industrial y esto se vuelve un desafío para comprender las subjetividades que promueve y sus posibilidades de subjetivación.



Presentación Revista en XIX Congreso FLAPAG «El Psicoanálisis Vincular de Latinoamérica: Lo singular  Lo múltiple»

Graciela Milano *

Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, Tomo XXXIV, Nº 2, 2011, pp 123-126


(*) Licenciada en PsicologĂ­a. Miembro Titular de AAPPG. Actual Directora de Publicaciones de AAPPG. E-mail: gracielamilano@fibertel.com.ar


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En el marco de este Congreso, «El Psicoanálisis Vincular de Latinoamérica: Lo singularLo múltiple», que no deja de impresionar por el número de títulos, el menú de opciones, la cantidad de trabajos escritos…, la Presentación de nuestra Revista, Revista de la AAPPG, ocupa un lugar. Lugar propicio para conversar acerca de los escritos que hemos compilado desde nuestro comité editor y también hacer extensiva esta conversación a los variados temas que hacen al escribir en las instituciones. El número de nuestra revista acompañó con su título el nombre de este Congreso: «Diversidades: Lo singularLo múltiple». Convocamos al escribir como esa forma privilegiada de transmisión de experiencia. Experiencia que redobla en sus resonancias ese intrincado nudo del producir conjunto. El prólogo editorial, que abre a la presentación de los escritos ofrecidos por nuestros colegas, habla de esa tela opaca que cubre lo propio del texto y aun así deja traslucir nuestras discusiones, acuerdos, desacuerdos, distintas lógicas, distintas formas de abordar Lo Vincular que hacen a la riqueza de lo heterólogo. Estatuto y privilegio del escribir en Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares en el que el pensar- hacer- escribir es Vincular pues lleva la ineludible presencia del otro. Un singular que escribe lo múltiple. Se escribe cuando se puede leer la práctica, la experiencia y de resultas queda un testimonio de esa práctica que va haciendo teoría. Una transmisión de saber que lleva la paradoja de su permanente caída pues admitamos conlleva la ficción imaginario simbólica de lo instituido.


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Sin esta ficción el intercambio no sería posible, pues es la que sostiene nuestros diálogos, la que arma nuestras presentaciones, la que nos ilusiona en estos encuentros tan valiosos; pero si atrevemos a cuestionar, a desmoronar el saber hegemónico, nos prevenimos del quedar atrapados en su estafa. Atravesar el espejismo de su poder nos conduce a esos momentos de fuga que desafían el vacío, esa «hiancia», ese espacio que aligerado de burocracias abre al «hacer algo con» el obstáculo, el límite…. Un escribir más cercano a esa letra como litoral que bordea límites sin fronteras. Dejo aquí esta breve presentación para dar lugar a Sergio Rodríguez y Silvana Camerlo a quienes invitamos a comentar nuestra Revista. 2 de Julio 2011


La escritura del psicoanalista, entre su singularidad de sujeto y los lazos sociales de su práctica*

Sergio Rodríguez **

Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, Tomo XXXIV, Nº 2, 2011, pp 127-132


(*) Trabajo presentado por el autor como invitado, en el Congreso de la AsociaciĂłn de PsicologĂ­a y Psicoterapia de Grupo. (**) MĂŠdico, Psicoanalista. E-mail: sarodrig@gmail.com


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Hablamos de esta cuestión, porque sin discurso, no hay escritura. Y, si hay discurso está ocurriendo alguna forma de lazo social. Cuando se habla, debido al inconciente que se produce entre los hablantes y lo atesorado en lo inconciente de cada sujeto de la enunciación, se producen los enunciados. También incide el Yo, con sus tres resistencias (de represión, de transferencia, de beneficio secundario). El Superyó, positiva1 o negativamente, según sea su relación con ideales y con cuáles. También la articulación Ello Superyó, en función de qué hábitos de goces genere. Al escribir, se es cruzado al menos, por todos esos vectores. Ellos operan, tanto en lo que la memoria va seleccionando, como en las conjeturas que el aparato de pensar pensamientos 2 va estructurando. El psicoanalista escribe: hablado por sus analizantes, sus maestros, sus lecturas, sus colegas. Comenzada la escritura, se dialoga con lo escrito a iniciativa de éste, que nos habla. Del discurso en que el escritor se sentía amo, va pasando al de la histérica. En él, si no es demasiado necio registrará el agujero que lo escrito como S1 (significante amo), le hace a su creencia (S2) sobre lo que escribió. Lo escrito, puede terminar como puro desperdicio de saber, o como alguna renovación en la producción de saber. El lector anónimo, es una gran figura superyoica que planea su sombra sobre los que escribimos. La escritura de seguidistas, tiene la facilidad de que no escribe, repite lo escuchado o leído. Pero eso no es escribir, es copiar, antiguo y digno oficio previo a la creación de la imprenta. Escribir, es crear. La creación puede ser artística, científica, filosófica, política. Se da en quienes no copian, se inspiran. También se puede ser repetidor y no creativo en la escritura científica. En 1978, comencé a escribir sobre psicoanálisis polemizando. Me apoyaba, casi copiaba, a Freud y Lacan. Luego fui siendo más creativo, sin perder a ellos y otros, como referentes. ¿Escribir, es repetir o sólo citar, lo ya escrito por otros? No, es hacer trabajar esos escritos, en función de nuevos reales que 1 2

Ver el artículo «El Humor» de Sigmund Freud. En Volviendo a Pensar de Wilfred Bion.


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los agujerean. La cita puramente repetitiva es otra cosa que la cita analítica. Ésta, cita para analizar y reciclar, reafirmando o criticando aquellas citas y desplegando nuevas conjeturas. ¿Qué es de los escritos leídos, lo que hay que agujerear para poder ir un paso más allá? Lo que hay que agujerear es el efecto imaginario que producen. ¿A qué le llamo efecto imaginario? A cuando el texto produce tal aburrimiento o mutatis mutandi, tal fascinación, que no encontramos puntos abiertos para continuar pensando, elaborando, conjeturando. No estoy queriendo decir que no haya que buscar belleza estética cuando se escribe, la belleza estética no obtura. Y si no, pensemos en las buenas poesías o ficciones. Pero como en ellas, no tiene que ser una belleza encerrada sobre sí misma, en el género de «los bellos animales narcisísticos» de que nos hablaba Freud.3 Que desde su esplendor, cómo las bellas histéricas, excluyen y marginan del placer y del goce orgásmico al otro, reduciéndose ellas a un goce sado masoquista que las empobrece. Resulta mejor, una belleza abierta en su déficit, que invita a acercarse para disfrutarla y embellecerla más. O sea, a trabajar no sólo sus deficiencias, sino también las nuestras. Cuando se escribe en grupo, si se instala la psicología de las masas, los diferentes yo identificándose al líder pueden ceder al efecto imaginario del grupo. No ocurre así, cuando el líder está atento a no dejarse tomar como ideal, o los integrantes tienen suficiente respeto por su inconciente como para estar atentos buscando deslindarse de los efectos de identificación. Eso les permite advertir lo que falla en lo que se escribe, para buscar nuevas direcciones, sentidos y significaciones. Lo real, desde los arribos de Lacan en su elaboración sobre la estructura y estructuración del pensar y el hacer, no se define reductoramente como lo material. Su definición más precisa, podría ser algo así como: todo aquello que nos conmueve y de lo que en la circunstancia, no sabemos nada, no 3

En «Introducción del Narcisismo».


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logramos entender. Lo que nos impide, saber qué hacer con eso. Lo real, si no nos inhibe, estimula preguntas. Nos causa deseos de investigar, buscar nuevos saberes, referencias, para reescribir. Un escrito alcanzará la dignidad de escrito, si deja restos, que convoquen a reescribir. Restos en los que dicho escrito no redondea, es «desprolijo», no se obsesiona con la exactitud. Acalla, la tentación de hacer oídos sordos al latir de verdades visiblemente ocultas. Son esos puntos de imprecisión, de falta, los que abren lugar a las conjeturas del lector. La dificultad que presentan los escritos de Lacan, para dejarse leer de un modo obsesivo, está en la ausencia de redondeos gratos imaginariamente. Pero son dichas ausencias que instan a seguir leyendo, porque generan la ilusión que en el próximo capítulo se develará La Verdad. Durante un primer tiempo se empeñó en resumir sus seminarios en escritos, de ahí sus Escritos. Luego prefirió que se publique la versión desgrabada de sus Seminarios, solamente revisados en las traducciones. Cercano a sus años finales (1972), produjo L’ Etourdit, obra maestra de escritura, difícil de dilucidar pero riquísima inspiradora para relanzar el discurso del psicoanálisis. Fue, parafraseando a Sócrates, «un tábano sobre nuestra cabeza, picándonos y manteniéndonos despiertos». Le estoy enormemente agradecido, porque me provocó a pensar, escribir, mostrar. Entre el pensamiento que nos piensa, y la escritura que llama a ser corregida corrigiendo las necedades del pensamiento que nos piensa, emergen nuestras faltas encadenadas a las del Otro que las acunó. Eso también, les ocurrió a Freud, W. Reich, Ferenczi, Melanie Klein, Lacan, Racker, Bleger, Rodrigué y otros grandes de la escritura psicoanalítica. Es de dicha castración, que emergieron nuevas escrituras deseantes de establecerse como escritos. Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, la revista que produce la AAPPG, se presenta a través de los siguientes rasgos. 1) Como agente, o sea desde un lugar que promueve el inicio de un discurso. Para desarrollar esa función, se ofre-


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ce como receptáculo de escrituras (S2). 2) Resulta como discursos para debatir ideas sobre psicoanálisis de los vínculos entre los seres hablantes. 3) Desde un punto de partida: entender al psiquismo, como producto de lo que ocurre a través de formas diversas de la interacción entre lo que cada uno porta y lo que se produce en el encuentro <> desencuentro con los demás. 4) Desde esos puntos, se propone como campo de investigación y de trasmisión, para las investigaciones sobre dicha temática. 5) Para abrevar en otros y que otros abreven en la revista, llevan a cabo una política activa de vinculación, nacional e internacional. Esos cinco puntos son la arquitectura del semblante de la revista. Forma parte de ese semblante su edición cuidada y diagramada que llama a ser leída. Recorridos los títulos de sus artículos y leído el editorial de Graciela Milano, uno advierte que en este número por lo menos, cumplieron con lo que se propusieron. Luego, el pluralismo de posiciones conceptuales que la recorre, hará lógicamente que cada lector se sienta más o menos satisfecho con lo que leyó. Creo que cumplieron sobradamente con lo que se propusieron, y en consecuencia, tienen mucho para festejar. Yo, los festejo.


De resonancias, e intertextualidades y obras abiertas

Silvana Camerlo *

Psicoanรกlisis de las Configuraciones Vinculares, Tomo XXXIV, Nยบ 2, 2011, pp 133-136


(*) Licenciada en Psicología. Licenciada en Letras. Semióloga. Docente de la Facultad de Psicología UBA. E-mail: scamerlo@yahoo.com.ar


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Advierto en el editorial de la Revista Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, escrito por Graciela Milano, la mención del «juego insensato del escribir» de Mallarmé, haciendo referencia a la escritura que abre a otra escritura. Tal cita me remite a Umberto Eco y a su concepto de obra en movimiento: las obras abiertas en cuanto «en movimiento» se caracterizan por la invitación a hacer la obra con el autor. El Livre, de Mallarmé fue la Obra por excelencia en la que el poeta francés trabajó toda su vida, pese a no haberla llevado a cabo. De un número limitado de elementos estructurales móviles saldría la posibilidad de un número gigantesco de combinaciones. El Livre tenía por objeto un mundo en constante fusión que se renovaba permanentemente ante los ojos del lector. Eco invita a que el lector se mueva interpretativamente, del mismo modo en que el autor lo ha hecho generativamente, al producir su obra. Autor y Lector constituyen estrategias textuales. El Autor espera de su Lector similares competencias enciclopédicas; espera que en la partida de ajedrez que es el proceso de lectura el Lector gane. El Autor ofrece al usuario una obra por acabar: al finalizar el diálogo interpretativo se habrá concretado una forma que es «la» forma del Autor, por más que esté organizada de un modo que él no hubiera podido prever del todo. Continúo resonando con el texto de Milano: ella considera a la escritura como «forma privilegiada de transmisión de la experiencia» y cita a John Berger para quien la escritura es el acto de aproximarse a la experiencia sobre la que se escribe, del mismo modo en que el acto de leer el texto escrito es otro modo de aproximación. Julio Cortázar sostenía que el lector debía ser co-partícipe del proceso de escritura, esto es, un lector activo que acompañara al autor a realizar el salto en la Rayuela.


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Percibo que en este juego intertextual de co-presencia de textos diversos –pero amigos– como ser: Obra abierta, el Livre, Lector in fabula, Puerca Tierra, entre otros, adviene la polifonía, de la que Mijail Bajtin hablara: frente al monologismo y a la voz autoritaria de los cantares de gesta, el dialogismo de la novela, o del ensayo. Polifonía que es el quiebre de la homogeneidad discursiva y que se evidencia en la pluralidad de géneros y de rasgos prosódicos, lexicales, sintácticos, fónicos, gráficos e idiolectales. Y polifonía también en las diferentes voces que se perfilan en unos colectivos, tal como los encontramos en las instituciones. Siguiendo a Herrera, Loya, De la Sovera y Woronowsky, podemos entender lo grupal como «anudamiento donde lo institucional es sustantivo al modo en que los grupos pueden y no pueden pensarse en su quehacer».1 Podemos, además, considerar la institución en un doble movimiento: de instituido- instituyente en el que «las fuerzas instituyentes se abren camino en las rutas, grietas y márgenes de la geografía de lo instituido».2 Por experiencia personal sé –como bien dicen los autores arriba mencionados– que la enseñanza, la investigación y el servicio conforman una multiplicidad articulada, de tal manera que la transmisión de un saber constituya una indagación y un constante abrir de interrogaciones.

1

2

Instituciones Estalladas, Ana María Fernández, Juan Carlos De Brasi, Buenos Aires, Eudeba, 2000. Op. cit.


El trabajo del amor. La tensiรณn entre amor sexual y amor filial

Daniel Waisbrot *

Psicoanรกlisis de las Configuraciones Vinculares, Tomo XXXIV, Nยบ 2, 2011, pp 97-107


(*) Licenciado en PsicologĂ­a. Miembro Titular de AAPPG. Actual Presidente de AAPPG. E-mail: dwaisbrot@yahoo.com.ar


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La noche habilitaba la espera. Estaba terminando el cuarto cumpleaños de Joaquín y los invitados se estaban yendo. Francisco esperaba que esa noche, finalmente lograran encontrarse. Ya en la última sesión de pareja había habido algo de ese encuentro, cuando Marina había podido pensar que no se trataba de que ella no lo deseaba, sino que lo que estaba en el horizonte de su negativa, era el susto que le producía un acercamiento frustrado, como el de muchísimas veces. Así que esa noche, ella también lo esperaba y así fue que mientras los últimos invitados se terminaban de ir, corrió presurosa a su habitación con Joaquín y Johana, como todas las noches, a intentar que se duerman. Acostada en su cama, prendió la tele y mientras escuchaba alguna absurda discusión de Gran Hermano, los niños, abrazados cada uno a sus brazos, se iban durmiendo. Francisco terminaba de llevar las copas a la cocina y se dirigió a su habitación. «Entré y el espectáculo era tremendo, ella mirando Gran Hermano con los pibes abrazados a ella durmiendo, yo no tengo lugar, no hay lugar ahí para mi, me enojé, otra vez sopa, dije, andá a cagar y agarré mi almohada y me fui a dormir al sillón del living, con ella no se puede, entre los pibes y Gran Hermano…». «Ves que sos un pelotudo, los estaba durmiendo para estar con vos, tarado ... ¡andate al living!, qué carajo me importa, nunca entendiste nada ni vas a entender». «Yo quería encontrarme con vos, no con los pibes, siempre están los pibes…». «Los estaba durmiendo, sólo quedaba llevarlos a la cama de ellos, ¿por qué no me viniste a ayudar y los llevabas vos y listo? Yo también quería estar con vos, pero no, el señor se ofende y se va, andate de una vez». «Eso es lo que querés, ¿por qué no me lo dijiste? Cuando me fui para el living, ¿sabés lo que me dijo? Vino corriendo y me gritó que yo los había despertado con lo que le costó dormirlos, una mierda, todo es una mierda».


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La sesión siguió de alguna manera, el clima fue cambiando y algo pudieron decir de sus encuentros. «Antes de los chicos era acostarnos y coger. Ahora terminamos muertos, estamos cansados, se duermen acá, los llevamos a la cama y nos quedamos viendo Gran Hermano o Tinelli. Nos decimos dos boludeces, qué lindos los nenes, te amo. Y nos vamos quedando dormidos». Marina y Francisco reproducen una escena bastante habitual en la consulta de parejas. Algo peculiar ocurre en el pasaje de pareja a familia, que muchas veces deja afuera la sexualidad. Me propongo pensar qué sucede en ese pasaje y para ello, voy a trabajar en torno a los modos en los que se constituye el eje intimidad, otredad y amor. Históricamente distinguimos tres espacios en que la vida humana pareciera fluir, espacios organizados en torno a tres características diferenciales. Lo íntimo, girando alrededor de la opacidad, lo público, más del lado de la trasparencia y en una zona de fronteras blandas, con poca consistencia, lo privado, organizado alrededor de cierta discreción. Paula Sibilia sostiene que últimamente, parecen haberse desdibujado los límites entre estos espacios y pareciera emerger «cierto modelo hegemónico de subjetividad que está creciendo: un ‘modo de ser’ que está coagulando entre nosotros y se autojustifica porque es perfectamente compatible con las exigencias y necesidades del mundo contemporáneo En la sociedad del espectáculo la soledad y el silencio se han vuelto inaguantables» (Sibilia, P., 2010). Propone pensar que la subjetividad actual produce extimidad allí donde antaño había intimidad. La interioridad ha dejado de ser para esta autora, el núcleo de lo verdaderamente humano y que lo que ayer se escribía en un diario íntimo, hoy se expone en la web, a la mirada obscena del conjunto. Si el modelo de la vida interior está en crisis, si aquello que definía una supuesta «verdad» del ser pasaba por ese contacto con la propia interioridad donde el


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pudor y el secreto dominaban la escena y hoy, en cambio, el escenario de la vida misma ocurre en la pantalla donde se ofrece la vida a lo público como espectáculo, nos falta saber qué sucede con quien observa, consume y goza de esa exposición pública del otro y, en nuestro campo, más específicamente, qué ocurre con esa trasmutación en la vida de las parejas. Escenas como las de la viñeta, en sus diversos formatos, se reiteran frecuentemente en los consultorios. Parejas en las que la sexualidad parece haberse extinguido y la noche va pasando de los hijos a la tele. Cabe la pregunta acerca de porqué Marina y Francisco forman parte de ese conjunto monumental que mira con pasión la extimidad de los personajes de Gran Hermano. Preciso más la pregunta: ¿qué ocurre en la vida de esta pareja que rehúsa a su propia intimidad y una vez terminadas las demandas de sus niños, dedican sus noches, a veces hasta altas horas a observar las vidas expuestas por otros en una pantalla?

La experiencia amorosa Me gustaría plantear la hipótesis que el rehusamiento a la intimidad en la experiencia amorosa, reviste siempre un carácter sintomático dado que el amor es un espacio privilegiado de resistencia a la experiencia de la extimidad, a la transformación de la intimidad en espectáculo. El amor enlaza intimidad y otredad. El encuentro amoroso es del orden del acontecimiento y supone una experiencia, un «hacer el amor» y es ese hacer, justamente el que los ubica a ambos en alguna relación con lo sexual. El amor, al poner en escena la diferencia –como diría Badiou–, permite establecer un lazo entre uno y otro y así, declarar la existencia del Dos. Si esto es así, la subjetividad de ambos se verá alterada en la experiencia de la otredad.


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Pero ello no es una tarea que se produce una vez, sino que exige un trabajo vincular que permita sostener la alteridad, más allá de la ilusión de espejamiento y completud que pudiera habitar a los sujetos de ese vínculo en los momentos del encuentro. Si el resultado de ese encuentro arma una pareja, se producirá seguramente un reordenamiento subjetivo y una cierta estabilización fantasmática, una suerte de equilibrio inestable que les otorga pertenencia a ese conjunto. Algo habrá armado comunidad entre ellos, fundamentalmente en lo que concierne a la diferencia sexual pero también a todo aquello que tenga que ver con la experiencia de la diferencia en todos sus niveles. A. Badiou propone pensar el amor como una construcción de verdad. Dice: «el amor es un proyecto, que incluye por cierto el deseo sexual pero también mil otras cosas, o sea, cualquier cosa siempre y cuando se trate de vivir una experiencia desde el punto de vista de la diferencia» (Badiou, A., 2010). El amor entonces, como procedimiento de verdad, comienza con un acontecimiento –el encuentro– y continúa con las consecuencias de ese encuentro. «El amor está amenazado por la sociedad contemporánea. Esa sociedad bien quisiera sustituir el amor por una suerte de régimen comercial de pura satisfacción sexual, erótica, etc. Hoy se busca domesticarlo con una mezcla de pornografía libre y contrato financiero. El amor debe ser reinventado para defenderlo, debe reafirmar su valor de ruptura, su valor de casi locura, su valor revolucionario como nunca lo hizo antes». De manera que el amor será una construcción de verdad, una verdad que se experimenta a partir del Dos y no del Uno, de la experiencia de la diferencia y no de la identidad. Si la sexualidad termina en una suerte de vacío, algo así como una experiencia del Uno, donde el otro estaría más en la posición de objeto que de sujeto; el amor, en cambio, sostendría la ilusión de que algo permanece en ese vacío, de que hay vínculo,


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más allá de esa relación sexual que no existe. Badiou pareciera oponerse a la separación entre «puro amor» y «puro sexo». Su versión del amor no indaga sobre los problemas que se les presenta a las parejas para tramitar esa diferencia. Eso nos compete a nosotros. Y lo que nosotros más o menos sabemos, es que el problema es el otro. El otro, muchas veces ilusionado como idéntico, pero en verdad semejante. El otro que estalla en sus diferencias todo el tiempo y rara vez está donde uno lo espera. Y allí, justamente, su condición de ajenidad, de irrepresentable, de inabarcable. Habrá siempre un resto que no se deja representar. Su presencia incluye ese resto, impide su totalización, haciendo estallar las coordenadas del saber acerca del otro. Nunca hay presencia plena, porque siempre está atravesada por lo inapropiable, por su ajenidad radical.

¿Y el hijo? Ahora bien, decíamos que ese acontecimiento del encuentro, fue deviniendo en una cierta intimidad compartida donde la sexualidad se fue explayando desde el Uno hacia el Dos. Esa experiencia de la sexualidad va por más, no sólo por el cuerpo del otro sino por el ser del otro. Ahora nos preguntamos, ¿qué genera el deseo del hijo y cómo se combinan alianza y filiación, las dos operaciones fundantes de una familia? En un trabajo anterior (Waisbrot, D., 2010) formulé dos hipótesis que intenté poner a trabajar. La primera hipótesis sostenía que la decisión de habilitar la filiación pone a trabajar en el vínculo la sucesión de generaciones y con ello el tema de la deuda y de la muerte. La segunda hipótesis era que la presencia del hijo «interpela como acontecimiento, tanto a la pareja de la alianza como al vínculo de filiación».1 1

«Estructura y acontecimiento. La pregunta por el origen en la familia adoptiva», Ricardo Gáspari, Graciela Rajnerman y Griselda Santos, Revista de la AAPPG, T.XVII, Nº 2, 1994.


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Se trata de poner a trabajar la posibilidad de la pareja de producir el lugar «hijo» como un espacio acontecimental, que les permita introducir un cambio en la cadena de repetición, y transmitir ese giro en la cadena ubicándose en una genealogía desde una posición diferente de la legada por sus familias de origen. Me interesa retomar esta cuestión a la luz de la enorme presencia clínica que tiene en las consultas de pareja, las dificultades en ese tramo de la vida. Hoy quiero formular una tercera hipótesis. La presencia del hijo inaugura una nueva tarea intersubjetiva para la pareja. El trabajo del amor, deberá sostener sin claudicar la tensión inédita entre amor sexual y amor filial. Podríamos decir nuevamente con A. Badiou, que el hijo forma parte del espacio amoroso en lo que denomina un punto. «Un punto es un momento particular sobre el cual un acontecimiento se estrecha, donde, de alguna manera, debe volver a reinterpretarse el acontecimiento, como si volviera bajo una forma desplazada, modificada, pero obligándonos a ‘redeclararlo’. En suma, un punto es cuando las consecuencias de una construcción de verdad, generalmente nos obligan a rehacer una elección radical» (Badiou, A., 2010). Ese punto, inaugura la tensión. Será a partir de allí, una parte del trabajo intersubjetivo del amor «trabajo psíquico del otro o de más de un otro en la psique del sujeto del inconciente» (Kaës, R., 2010). El deseo de hijo, forma parte del deseo amoroso bajo esa interesante formulación de un punto para el amor. Y lo que vemos clínicamente, es que en las parejas, hay una suerte de prueba alrededor del nacimiento, y esa prueba resulta de cómo va a desplegarse la experiencia del Dos después de haberse confrontado con ese punto. Pareciera entonces que el recorrido de la experiencia amorosa se pliega en la experiencia del nacimiento, a la manera de un embudo. «Antes era acostarnos y coger», decían Marina y Francisco. Algo habían desplegado en torno a su sexua-


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lidad amorosa que se replegó ante la experiencia del nacimiento y quedó atrapado allí, como atascado sin poder volver a desplegarse. La experiencia amorosa quedó subsumida en el amor filial a costa del sacrificio del amor sexual. Esa doble vía, esa tensión necesaria ente los distintos espacios no pudo ser sostenida.

¿Para qué los atendemos? Podríamos decir que en la entrada en análisis de una pareja, encontraremos algo de un pacto denegativo que niega demasiado lo imposible, que no ha logrado ligar las renuncias pulsionales necesarias para la constitución de esa vincularidad y que ha trabado el trabajo de la intersubjetividad, fundamentalmente en lo que concierne al despliegue de la potencialidad transformadora del vínculo. ¿Qué habría en la salida de ese análisis? Seguiría existiendo el pacto denegativo en tanto organizador de la vincularidad, pero que habría perdido parte de su función defensiva frente a esa misma vincularidad. Por lo tanto, esperamos: 1) Encontrar mayor posibilidad de ligadura de la negatividad de obligación, en el sentido de un saber y de un poder sacrificar algo de la mismidad, sobre todo en su potencialidad de renuncia pulsional, para que el vínculo pueda advenir. 2) Reducir lo más posible la negación de lo imposible de esa vincularidad, saber acerca de sus límites, de su incompletud. 3) Más trabajo vincular en el despliegue de lo posible, de lo aún no realizado, de lo que a pesar de no haber sido, podría ser de otro modo. La operación de transformación sería efecto de un trabajo intersubjetivo con el analista para desanudar lo alienado en las alianzas y re-anudar desde otro lugar subjetivo. Habría


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entonces, transformación subjetiva a partir de o junto a un cambio en la posición vincular. Si Marina está esperando que los niños duerman para llevarlos a su cama mientras Francisco supone que ella está en la cama con ellos para no encontrarse, el malentendido da cuenta de la negación de ese resto ajeno que les imposibilita algún nivel de encuentro. Sin embargo, allí, justamente allí, algo de otro orden, ligado a sus alianzas inconcientes le darán formato a una intimidad que consiste en observar al Gran Hermano, dejando a la vista que el estar juntos y solos se les sintomatiza. Ellos se duermen como duermen a sus hijos. Los chicos no «se van a dormir» sino que «se van durmiendo». No están a solas en su cuarto, en ese encuentro con su propia interioridad posibilitadora del sueño. Y aquí, en lugar de recorrer el camino de su propia intimidad, o de la intimidad compartida alrededor de su sexualidad, se entregan a la pantalla de las vidas ajenas, mostradas en el gran reality televisivo. La escena de la viñeta muestra que el trabajo intersubjetivo se ha trabado. Los dos creen saber porqué el otro hace lo que hace. Habrá que ver qué posibilidad tienen de retomar el trabajo vincular, sustraerse de la oferta alienatoria de la pantalla y volver a desplegar algo de aquel amor sexual que quedó plegado en el punto de los nacimientos.


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Bibliografía Badiou, A. Elogio del amor, Flammarion, Madrid, 2010. Gaspari, R., Rajnerman, G., Santos, G. «Estructura y acontecimiento. La pregunta por el orígen en la familia adoptiva», en Revista de la AAPPG, T.XVII, Nº 2 ,1994. Kaës, R. Un singular plural, Edi-

torial Paidós, Buenos Aires, 2010. Sibilia, P. «Mutaciones de la subjetividad», en La intimidad. Un problema actual del Psicoanálisis, Psicolibro Ediciones, Buenos Aires, 2010. Waisbrot, D. Más de un otro, Psicolibro Ediciones, Buenos Aires, 2010.



Mass media y subjetividad

Graciela Ventrici *

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(*) MĂŠdica, Psicoanalista. Miembro Titular de AAPPG. E-mail: gventrici@sion.com


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Como punto de partida para esta ponencia me es necesario situarme en el pasaje del capitalismo industrial al capitalismo pos-industrial, tal como lo entiendo en sus producciones sobre la sociedad, las lógicas del funcionamiento mental y tecnológico y las formas de comunicación. Así podemos ubicar a la sociedad industrial con sus dispositivos de encierro que fueron las instituciones por las que transcurrían, disciplinándose, nuestras vidas. El centro de la vida del adulto en edad productiva era el trabajo cuya estabilidad y la actitud corporal que imponía, eran signos de identidad y pertenencia. Junto con el advenimiento de la mecánica en el plano tecnológico se desarrolló la actividad mental en forma analógica, alfabética y conjuntiva. Las formas masivas de comunicación fueron a través de la prensa escrita y la radio. El teléfono fijo permitió la comunicación a distancia y tuvo un lento desarrollo hasta ser común a la población. Esta organización con sus condiciones de producción de bienes materiales y simbólicos conformó y estuvo conformada por formas de subjetividades más o menos alienadas a esas instituciones disciplinarias. Los movimientos de subjetivación capaces de liberar al individuo y a los colectivos de esa alienación eran contra-institucionales, aunque algunos también anti-institucionales. Ubico el proyecto de autonomía económica, política y social, en dos grandes conjuntos: A) Los movimientos revolucionarios en relación al capitalismo, pero no a la disciplina que, debilitados por la frustración de los socialismos reales, se silencian. B) Los movimientos sociales basados en la creatividad como modo de emancipación del poder represivo –tan bien


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trabajados por Suely Rolnik–1 que fueron cooptados por el capitalismo pos-industrial, y enunciados como «tendencias». Este modo de capitalismo ya no necesita de los cuerpos –en el sentido de la fuerza de trabajo– sino de los cerebros, por eso muchos autores le llaman «capitalismo cognitivo» y al conjunto de los trabajadores «cognitariado». Esta condición del capitalismo pos-industrial de no necesitar sino de los cerebros, al punto tal que, como dice Maurizio Lazzarato,2 actúa «en la movilización y en la modulación de los componentes preindividuales, precognitivos y preverbales de la subjetividad, haciendo funcionar los afectos, las percepciones, las sensaciones aún no individuadas, aún no asignables a un sujeto, … como elementos de una máquina» por esto, a diferencia de su fase anterior, busca cada vez mayor flexibilidad en las estructuras desdibujando los límites de las instituciones cuya mediación deviene innecesaria. Deleuze3 las llamó sociedades de control, porque su operatoria es la de modular, recombinando conectivamente, condición que puede extenderse indefinidamente controlándolo todo. «Los encierros son moldes, módulos distintos, pero los controles son modulaciones… La fábrica era un cuerpo que llevaba a sus fuerzas interiores a un punto de equilibrio: lo más alto posible para la producción, lo más bajo posible para los salarios; pero la empresa es un alma, un gas... la empresa se esfuerza por imponer una modulación a cada salario, …por introducir una rivalidad inexplicable como sana emulación… el principio modular del ‘salario al mérito’ que ha tentado también a la educación nacional» ... «ya no es el capitalismo para la producción sino para el producto, es decir para la venta y el mercado… es esencialmente dispersivo… El marketing es ahora el instrumento del control social… El control es a corto plazo y de rotación rápida, pero también continuo e ilimitado». 1

2 3

Suely Rolnik «Geopolítica del rufián», en: Micropolítica. Cartografías del deseo de F. Guattari y Suely Rolnik, Ed. Tinta limón, 2006. Maurizio Lazzarato, «La Máquina». Giles Deleuze «Posdata para las sociedades de control».


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Virno4 retoma la intuición de Marx de que en cierto momento la técnica y la ciencia se volcarán por entero a la economía y entonces la producción de valor será intelectual, colectiva y abstracta. Plantea que el pos-fordismo «es el momento histórico en que el capital pone a trabajar prerrogativas propias del animal humano, básicamente, el hecho de ser potencia, seres no acabados, mutables, siempre modificables. Es así, que el lenguaje aparece como el espacio que mejor resalta y explica la condición fundamental de la fuerza de trabajo actual: es inmediatamente transindividual y sin embargo, asumido y singularizado por cada sujeto de modo particular, cada vez». La sociedad pos-industrial, global, de control, desarrolla la tecnología digital para el advenimiento de la informática que se suma al predominio de la imagen sobre la palabra oral o escrita, a la que acompaña cuando no desplaza, y esta creación es coincidente con cambios en las mentalidades. La pregunta es si esta coincidencia implica una relación de causa efecto o es un fenómeno de interferencia que implicaría que para poder inventar y usar nuevas tecnologías hay que modificar mentalidades. A los medios masivos de comunicación existentes, como la radio y los diarios, se agrega en los años 50 la Televisión, dos décadas después comienza la vertiginosa incorporación de la informática a través de la computadora, que primero va reemplazando a la máquina de escribir y rápidamente aparece la Internet que modifica y amplia las formas de adquirir información y de comunicarse. Paralelamente en los 90 la también veloz propagación de los teléfonos celulares hace que en pocos años exista la posibilidad de estar conectado full time y en redes permanentes. Este fenómeno técnico que acompaña y profundiza la forma actual del capitalismo global, al punto que parecen haber nacido juntos, ha desplazado las subjetividades disciplina4

Tomado del trabajo monográfico de Alejandra Lidman, «Del topo a la serpiente. Crítica y clínica para el después del sujeto».


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rias dando lugar a otras formas subjetivas difíciles de reconocer. Creo adecuado plantear como mass media no sólo las formas de comunicación que implican el mundo periodístico, sino también el uso de la Internet a través de programas como el skype, el messenger, o los sitios web: los que dan información y los que permiten hacer público el perfil del usuario y desde allí intercambiar con el exterior: los blogs, fotologs, facebook, linkedin, etc.; tanto unos como otros usan los mismos recursos técnicos, pero constituyen dispositivos diferentes en cuanto a: 1) su condición de enunciación; 2) las líneas de fuerzas que regulan; 3) la capacidad de objetivación o subjetivación y 4) la potencia de fuga de que disponen respecto de la dominación.5 Antes del advenimiento de la informática, la televisión que se fue incorporando a la vida cotidiana, problematizó a la subjetividad instituida. Hasta entonces la imagen animada estaba circunscripta al cine que no pertenecía al ámbito de lo familiar, sino de lo social, perfectamente delimitados; ahora la imagen avivaba el espacio privado y alteraba los modos de intercambio y por ende los lugares imaginarios y simbólicos de los habitantes de la casa. Pero, teniendo en cuenta que los canales eran pocos, la señal imperfecta, en blanco y negro y no transmitían las veinticuatro horas, seguía siendo algo cuya presencia podía regularse. La televisión color que llega a la Argentina hacia fines de los 70, comienzo de los 80, acompañada del fenómeno económico de la «plata dulce» (eufemismo que encubría la mutación económica y distraía del genocidio) empieza a darle a la pantalla chica un realismo que se profundizó cada vez más. 5

Tomo de Susana Pintos y Alicia Zanghellini el acople de las líneas de fuga de Deleuze a las características del dispositivo foulcaultiano al que ellas llamaron «dispositivo multilineal» en el libro de reciente aparición Trabajando en y con grupos. Vínculos y herramientas, Lugar editorial, 2011.


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Si alguna tecnología hizo bisagra entre las dos fases del capitalismo, esa fue la televisión, que fue la estructura técnica que más transformaciones sufrió a partir del desarrollo de la cibernética, y que, si bien está degradada en el discurso burgués, nadie se atreve a apagarla para siempre. Por el contrario, si antes había un solo aparato para toda la familia, ahora hay televisores en los cuartos de los hijos, de los padres y en los espacios comunes pantallas cada vez más grandes. ¿Qué pasa? ¿Dónde se entrama la máquina televisiva para ser parte indivisible de la vida cotidiana? Dice Lazzarato: «Interpretando el punto de vista de Deleuze y Guattari se podría afirmar que el capitalismo no es un ‘modo de producción’; ya no es un sistema, sino un conjunto de dispositivos de servidumbre maquínica … y a la vez un conjunto de dispositivos de sujeción social ... Los dispositivos son máquinas, no obstante,... las máquinas ya no dependen de la techne. La máquina tecnológica es sólo un caso de maquinismo. Hay máquinas técnicas, estéticas, económicas, sociales, etcétera». Luego diferencia servidumbre de sujeción maquínica: «Estamos bajo la servidumbre a una máquina en tanto constituimos una pieza, uno de los elementos que le permiten funcionar. Estamos sujetos a la máquina en tanto que somos sus usuarios, en tanto que somos sujetos de acción de los que ella se sirve. La sujeción actúa sobre la dimensión molar del individuo (su dimensión social, sus roles, sus funciones, sus representaciones, sus afectos), mientras que la servidumbre maquínica actúa sobre la dimensión molecular, preindividual, infrasocial (los afectos, las sensaciones, los deseos, las relaciones aún no individualizadas, no asignables a un sujeto)». «La televisión hace que los enunciados conformes a la realidad dominante del capitalismo pasen por enunciados de los individuos, mediante la puesta en funcionamiento de una máquina de interpretación de sus palabras y de su expresión y una máquina de subjetivación que funciona a partir de la constitución de un doble del sujeto… Si eres entrevistado en la


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televisión (poco importa en qué programa sea), eres instituido como sujeto de enunciación y sometido… a una máquina no discursiva que interpreta, selecciona y normaliza incluso antes de que comiences a hablar». Sabido es que nuestra capacidad de enunciación está atravesada por las formas de enunciación y los enunciados de los colectivos de los que formamos parte, que no hay posibilidad de una enunciación subjetiva puramente individual. A esto debemos agregar que las epistemes y ontologías que modelan nuestro funcionamiento mental con el que decodificamos nuestras sensaciones y percepciones y damos sentidos, tienen una determinación de la que no tenemos conciencia, y que bien las podemos pensar con metáforas maquínicas. La película Matrix lo expuso muy elocuentemente. Los psicoanalistas decimos que nunca nos encontramos tan enfrentados a lo real como en la actualidad; para entenderlo diré que nunca como ahora hay tanta percepción de la multiplicidad que nos compone, hasta poco tiempo atrás lo transindividual tuvo que ser deducido y no sin enormes resistencias, en realidad era entendido sólo como un fenómeno de indiscriminación de resonancia regresivante, fusional y no también como un proceso ligado a la individuación y a la resonancia progresiva, subjetivante. Quizá esta visibilidad sea consecuencia de que las instituciones dejaran de velar la molecularidad de lo que contenían al sintetizar complejidades y singularidades. Pero hay que lidiar con el caos, hay que encontrar formas de moverse dentro de él haciéndolo inteligible, diseñando planos de consistencia que nos permitan resolver los problemas que se nos presentan vez a vez. No es fácil poner en cuestión las categorías instituidas que implicaron conceptos fijos, establecieron métodos de intervención que han demostrado su utilidad frente al sufrimiento psíquico, para tomarlos como herramientas posibles pero también prescindibles según el caso y a veces hasta desecharlas por inadecuadas o perniciosas.


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Me parece que no alcanza el poder de los mass media para determinar este fenómeno que vuelve cotidiano el hecho inconmensurable de que lo real contiene tanto actual como virtual en recombinación conectiva; en tal caso me siento inclinada a pensar que los mass media son instrumentos funcionales a la máquina capitalista de control, como lo fueron el diario y la radio a la máquina disciplinaria. La cualidad, la diferencia, está dada por la velocidad de recombinación que tienen que dan la impresión de ser causa última, velocidad de recombinación que también tienen otras dimensiones de la sociedad de control como la economía, la política, el arte, etc. No obstante parece que todo pasara por la comunicación destacando un sector de ella: el marketing. ¿Cuál es el secreto por el que el marketing logre tanto protagonismo? ¿Acaso su relación con el deseo? En la medida que la fuerza de trabajo explotada es intelectual-creativa y no física, todo acto humano se convierte en mercancía: no importa qué intención se tenga, el sentido de mercancía lo alcanza, lo corrompe, lo transforma en objeto que demanda ser consumido. La condición de consumible es la clave del éxito del marketing como operador de la promesa de completud a la vez que de la amenaza de miserabilidad, de formar parte de la «subjetividad-lujo» o de la «subjetividad basura»,6 entre estos dos polos, que el capitalismo global ha logrado hacerlos evidentes, se debaten en mayor o menor medida las subjetividades actuales. Bajo amenaza, el mercado controla el deseo: winner or looser, ésta es la cuestión, la tensión entre estos polos logra que todos los otros valores nos conmuevan como bellas producciones de la imaginación; el fantasma de la basura, la villa miseria, la exclusión, recorre occidente generando una flexibilidad cínica como pieza de la máquina cuya expresión más lograda es su capacidad mediática. Capacidad mediática 6

Suely Rolnik, obra citada.


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amplificada por la tecnología que maneja y la dominación que la sujeta. Bifo Berardi7 estudia el exceso de información transmitida a velocidades crecientes como formas de intimidación por la imposibilidad de procesar, muestra que hay una disparidad entre el sistema de medios que emite señales y la mente que las recibe. «El universo de los receptores, es decir, los cerebros humanos, las personas de carne y hueso, de órganos frágiles y sensuales no está formateado según los mismos patrones que el sistema de los emisores digitales, esto se manifiesta en electrocusión permanente, pánico, sobreexitación, hipermotilidad, trastornos de atención, dislexia, sobrecarga informativa, saturación de los circuitos de recepción». Berardi advierte «La mutación cognitiva producida por la mutación de la infosfera y el dominio económico y político de las grandes empresas mediáticas globales son dos cosas distintas, aunque se entremezclan en la realidad del imaginario social… No cabe pensar resistirse a la mutación antropológica que han puesto en marcha las tecnologías de la comunicación. Hay que desligar dominio y mutación: el dominio debe ser erosionado, confrontado y eludido. La mutación debe ser atravesada, recibida y elaborada». Forzarnos a reconocer esta diferencia me parece una de las formas primeras de pertrecharnos ante la máquina capitalista, y, teniendo en cuenta que hay generaciones en cuya crianza participaron tanto los padres como la televisión y la informática, es perentorio trabajarnos en nuestras subjetividades para reconocer en las nuevas sus estrategias de fuga. Por otro lado no podemos ignorar que las formas de organización social, las tecnologías y las subjetividades comparten y componen dimensiones deseantes en virtud de las cuales son producidas a la vez. Que están en retroalimentación permanente, aunque en relaciones de fuerza que no son equi7

Franco Berardi «Bifo» Generación post-alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo, Tinta Limón, 2007.


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tativas: la organizaciones sociales y las tecnologías son más interdependientes que las subjetividades en el sentido que, como «estructuras», éstas son infinitamente más complejas que las otras dos y por lo mismo mucho más inestables, disipativas e impredecibles, a la vez que son capaces de reflexionar sobre sí mismas y sus relaciones, capaces de habitar simultáneamente el territorio de las organizaciones sociales y las tecnologías, y a la vez desterritorializarse, fugar, crear otros territorios que muevan los hegemónicos, usando de manera diferente componentes técnicos y sociales ya existentes; entonces si bien la fuerza de los medios de comunicación masiva es enorme, el espectador tiene la potencia de hacer con ella su propio juego, como bien lo expuso Umberto Ecco en su trabajo sobre lo que los espectadores le hacen a la televisión. Así también atrevernos a ver un posible movimiento contracultural en lo que los jóvenes hacen con los Blogs, cuyo valor no nos es en absoluto evidente, pero que sin duda analiza a los medios de comunicación.

Bibliografía Berardi, F. (Bifo) Generación Post-Alfa. Patologías e imaginarios en el semiocapitalismo, Ed. Tinta Limón. Bourdieu, P. (1996) Sobre la televisión, Anagrama, Barcelona, 1997. Debord, G. (1967) La sociedad del espectáculo, Ed. La marca, Bs. As., 1995. Deleuze, G. «Posdata sobre las sociedades de control», Versión electrónica Pdf. Eco, H. (1974) «¿El público perjudica a la televisión?», en: Sociología de la comunicación de masas II Estructura funcio-

nes y efectos, Ed. Gustavo Gili S.A., Barcelona, 1985. Lazzarato, M. (2007) «La máquina», Versión electrónica http:/ /transform.eipcp.net/transversal/1106/raunig/es Lewkowics, I. (1999) «La noción de subjetividad», Ficha de circulación interna de Psicoterapia II, UN deLa Plata. Lidman, A. (2009) «Del topo a la serpiente. Crítica y clínica para el después del sujeto», Trabajo monográfico para el seminario «Perspectivas filosóficas del sujeto y la subjetividad», Prof. Edgardo Castro, UBA, 2009.


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Pintos, S.; Zanghellini, A. (2011) «Ponemos en diálogo nuestras prácticas vinculares», en: Trabajando en y con grupos. Vínculos y herramientas, comp. por D. Kordon y L. Edelman, Ed. Lugar, Bs. As., 2011. Rancièr,J. (2008) El espectador emancipado, Ed. Manantial, Bs. As., 2010. Rolnik, S. (2005) «Geopolítica del rufián», en: Micropolítica. Cartografías del deseo, F. Guattari; S. Rolnik, Tinta limón, Bs. As., 2005. Simondon, G. (1958) La individuación, Ed. Cactus y La Cebra, Bs.As., 2009.

Sibilia, P. (2009) La intimidad como espectáculo, Fondo de Cultura Económica, Bs. As., 2009. Stavrakakis, Y. (1980) La izquierda lacaniana, Fondo de Cultura Económica, Bs. As., 2010. Virno, P. Cuando el verbo se hace carne. Lenguaje y naturaleza humana. Coedición Ed. Cactus y Tinta Limón Editores, Buenos Aires, 2004. Virno, P. (2003) Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas de vida contemporánea, Ed. Colihue, Bs. As., 2003.

Resumen Este trabajo se propone pensar la relación de las mass medias con la producción de subjetividad. Para ello necesita ampliar el campo de análisis y situar el problema dentro del pasaje del capitalismo industrial al capitalismo pos-industrial, en sus producciones sobre la sociedad, las lógicas del funcionamiento mental y tecnológico y las formas de comunicación. Se trata entonces del pasaje del capitalismo industrial, que necesita de los cuerpos a los que disciplina a través del trabajo y la educación analógica, conjuntiva y alfabética, a otra forma del capitalismo que deja atrás la modalidad industrial y no regula los cuerpos a través de dispositivos de alienación, sino que intenta modular por recombinación conectiva los cerebros, actuando sobre los componentes preindividuales, precognitivos y preverbales de la subjetividad.


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Va recorriendo diversos modos de entender este pasaje y sus características de la mano de autores como Deleuze, Lazzarato, Virno, Rolnick, Berardi, bordeando preguntas tales como: ¿dónde se entrama la máquina televisiva para ser parte indivisible de la vida cotidiana? ¿Cuál es el secreto por el que el marketing logre tanto protagonismo? ¿Acaso su relación con el deseo? La fuerte tendencia a la institucionalización propia de la sociedad industrial invisibilizó la multiplicidad que se hace perceptible en la sociedad pos-industrial y esto se vuelve un desafío para comprender las subjetividades que promueve y sus posibilidades de subjetivación.


Presentación Revista en XIX Congreso FLAPAG «El Psicoanálisis Vincular de Latinoamérica: Lo singular  Lo múltiple»

Graciela Milano *

Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, Tomo XXXIV, Nº 2, 2011, pp 123-126


(*) Licenciada en PsicologĂ­a. Miembro Titular de AAPPG. Actual Directora de Publicaciones de AAPPG. E-mail: gracielamilano@fibertel.com.ar


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En el marco de este Congreso, «El Psicoanálisis Vincular de Latinoamérica: Lo singularLo múltiple», que no deja de impresionar por el número de títulos, el menú de opciones, la cantidad de trabajos escritos…, la Presentación de nuestra Revista, Revista de la AAPPG, ocupa un lugar. Lugar propicio para conversar acerca de los escritos que hemos compilado desde nuestro comité editor y también hacer extensiva esta conversación a los variados temas que hacen al escribir en las instituciones. El número de nuestra revista acompañó con su título el nombre de este Congreso: «Diversidades: Lo singularLo múltiple». Convocamos al escribir como esa forma privilegiada de transmisión de experiencia. Experiencia que redobla en sus resonancias ese intrincado nudo del producir conjunto. El prólogo editorial, que abre a la presentación de los escritos ofrecidos por nuestros colegas, habla de esa tela opaca que cubre lo propio del texto y aun así deja traslucir nuestras discusiones, acuerdos, desacuerdos, distintas lógicas, distintas formas de abordar Lo Vincular que hacen a la riqueza de lo heterólogo. Estatuto y privilegio del escribir en Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares en el que el pensar- hacer- escribir es Vincular pues lleva la ineludible presencia del otro. Un singular que escribe lo múltiple. Se escribe cuando se puede leer la práctica, la experiencia y de resultas queda un testimonio de esa práctica que va haciendo teoría. Una transmisión de saber que lleva la paradoja de su permanente caída pues admitamos conlleva la ficción imaginario simbólica de lo instituido.


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Sin esta ficción el intercambio no sería posible, pues es la que sostiene nuestros diálogos, la que arma nuestras presentaciones, la que nos ilusiona en estos encuentros tan valiosos; pero si atrevemos a cuestionar, a desmoronar el saber hegemónico, nos prevenimos del quedar atrapados en su estafa. Atravesar el espejismo de su poder nos conduce a esos momentos de fuga que desafían el vacío, esa «hiancia», ese espacio que aligerado de burocracias abre al «hacer algo con» el obstáculo, el límite…. Un escribir más cercano a esa letra como litoral que bordea límites sin fronteras. Dejo aquí esta breve presentación para dar lugar a Sergio Rodríguez y Silvana Camerlo a quienes invitamos a comentar nuestra Revista. 2 de Julio 2011


La escritura del psicoanalista, entre su singularidad de sujeto y los lazos sociales de su práctica*

Sergio Rodríguez **

Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, Tomo XXXIV, Nº 2, 2011, pp 127-132


(*) Trabajo presentado por el autor como invitado, en el Congreso de la AsociaciĂłn de PsicologĂ­a y Psicoterapia de Grupo. (**) MĂŠdico, Psicoanalista. E-mail: sarodrig@gmail.com


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Hablamos de esta cuestión, porque sin discurso, no hay escritura. Y, si hay discurso está ocurriendo alguna forma de lazo social. Cuando se habla, debido al inconciente que se produce entre los hablantes y lo atesorado en lo inconciente de cada sujeto de la enunciación, se producen los enunciados. También incide el Yo, con sus tres resistencias (de represión, de transferencia, de beneficio secundario). El Superyó, positiva1 o negativamente, según sea su relación con ideales y con cuáles. También la articulación Ello Superyó, en función de qué hábitos de goces genere. Al escribir, se es cruzado al menos, por todos esos vectores. Ellos operan, tanto en lo que la memoria va seleccionando, como en las conjeturas que el aparato de pensar pensamientos 2 va estructurando. El psicoanalista escribe: hablado por sus analizantes, sus maestros, sus lecturas, sus colegas. Comenzada la escritura, se dialoga con lo escrito a iniciativa de éste, que nos habla. Del discurso en que el escritor se sentía amo, va pasando al de la histérica. En él, si no es demasiado necio registrará el agujero que lo escrito como S1 (significante amo), le hace a su creencia (S2) sobre lo que escribió. Lo escrito, puede terminar como puro desperdicio de saber, o como alguna renovación en la producción de saber. El lector anónimo, es una gran figura superyoica que planea su sombra sobre los que escribimos. La escritura de seguidistas, tiene la facilidad de que no escribe, repite lo escuchado o leído. Pero eso no es escribir, es copiar, antiguo y digno oficio previo a la creación de la imprenta. Escribir, es crear. La creación puede ser artística, científica, filosófica, política. Se da en quienes no copian, se inspiran. También se puede ser repetidor y no creativo en la escritura científica. En 1978, comencé a escribir sobre psicoanálisis polemizando. Me apoyaba, casi copiaba, a Freud y Lacan. Luego fui siendo más creativo, sin perder a ellos y otros, como referentes. ¿Escribir, es repetir o sólo citar, lo ya escrito por otros? No, es hacer trabajar esos escritos, en función de nuevos reales que 1 2

Ver el artículo «El Humor» de Sigmund Freud. En Volviendo a Pensar de Wilfred Bion.


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los agujerean. La cita puramente repetitiva es otra cosa que la cita analítica. Ésta, cita para analizar y reciclar, reafirmando o criticando aquellas citas y desplegando nuevas conjeturas. ¿Qué es de los escritos leídos, lo que hay que agujerear para poder ir un paso más allá? Lo que hay que agujerear es el efecto imaginario que producen. ¿A qué le llamo efecto imaginario? A cuando el texto produce tal aburrimiento o mutatis mutandi, tal fascinación, que no encontramos puntos abiertos para continuar pensando, elaborando, conjeturando. No estoy queriendo decir que no haya que buscar belleza estética cuando se escribe, la belleza estética no obtura. Y si no, pensemos en las buenas poesías o ficciones. Pero como en ellas, no tiene que ser una belleza encerrada sobre sí misma, en el género de «los bellos animales narcisísticos» de que nos hablaba Freud.3 Que desde su esplendor, cómo las bellas histéricas, excluyen y marginan del placer y del goce orgásmico al otro, reduciéndose ellas a un goce sado masoquista que las empobrece. Resulta mejor, una belleza abierta en su déficit, que invita a acercarse para disfrutarla y embellecerla más. O sea, a trabajar no sólo sus deficiencias, sino también las nuestras. Cuando se escribe en grupo, si se instala la psicología de las masas, los diferentes yo identificándose al líder pueden ceder al efecto imaginario del grupo. No ocurre así, cuando el líder está atento a no dejarse tomar como ideal, o los integrantes tienen suficiente respeto por su inconciente como para estar atentos buscando deslindarse de los efectos de identificación. Eso les permite advertir lo que falla en lo que se escribe, para buscar nuevas direcciones, sentidos y significaciones. Lo real, desde los arribos de Lacan en su elaboración sobre la estructura y estructuración del pensar y el hacer, no se define reductoramente como lo material. Su definición más precisa, podría ser algo así como: todo aquello que nos conmueve y de lo que en la circunstancia, no sabemos nada, no 3

En «Introducción del Narcisismo».


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logramos entender. Lo que nos impide, saber qué hacer con eso. Lo real, si no nos inhibe, estimula preguntas. Nos causa deseos de investigar, buscar nuevos saberes, referencias, para reescribir. Un escrito alcanzará la dignidad de escrito, si deja restos, que convoquen a reescribir. Restos en los que dicho escrito no redondea, es «desprolijo», no se obsesiona con la exactitud. Acalla, la tentación de hacer oídos sordos al latir de verdades visiblemente ocultas. Son esos puntos de imprecisión, de falta, los que abren lugar a las conjeturas del lector. La dificultad que presentan los escritos de Lacan, para dejarse leer de un modo obsesivo, está en la ausencia de redondeos gratos imaginariamente. Pero son dichas ausencias que instan a seguir leyendo, porque generan la ilusión que en el próximo capítulo se develará La Verdad. Durante un primer tiempo se empeñó en resumir sus seminarios en escritos, de ahí sus Escritos. Luego prefirió que se publique la versión desgrabada de sus Seminarios, solamente revisados en las traducciones. Cercano a sus años finales (1972), produjo L’ Etourdit, obra maestra de escritura, difícil de dilucidar pero riquísima inspiradora para relanzar el discurso del psicoanálisis. Fue, parafraseando a Sócrates, «un tábano sobre nuestra cabeza, picándonos y manteniéndonos despiertos». Le estoy enormemente agradecido, porque me provocó a pensar, escribir, mostrar. Entre el pensamiento que nos piensa, y la escritura que llama a ser corregida corrigiendo las necedades del pensamiento que nos piensa, emergen nuestras faltas encadenadas a las del Otro que las acunó. Eso también, les ocurrió a Freud, W. Reich, Ferenczi, Melanie Klein, Lacan, Racker, Bleger, Rodrigué y otros grandes de la escritura psicoanalítica. Es de dicha castración, que emergieron nuevas escrituras deseantes de establecerse como escritos. Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, la revista que produce la AAPPG, se presenta a través de los siguientes rasgos. 1) Como agente, o sea desde un lugar que promueve el inicio de un discurso. Para desarrollar esa función, se ofre-


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ce como receptáculo de escrituras (S2). 2) Resulta como discursos para debatir ideas sobre psicoanálisis de los vínculos entre los seres hablantes. 3) Desde un punto de partida: entender al psiquismo, como producto de lo que ocurre a través de formas diversas de la interacción entre lo que cada uno porta y lo que se produce en el encuentro <> desencuentro con los demás. 4) Desde esos puntos, se propone como campo de investigación y de trasmisión, para las investigaciones sobre dicha temática. 5) Para abrevar en otros y que otros abreven en la revista, llevan a cabo una política activa de vinculación, nacional e internacional. Esos cinco puntos son la arquitectura del semblante de la revista. Forma parte de ese semblante su edición cuidada y diagramada que llama a ser leída. Recorridos los títulos de sus artículos y leído el editorial de Graciela Milano, uno advierte que en este número por lo menos, cumplieron con lo que se propusieron. Luego, el pluralismo de posiciones conceptuales que la recorre, hará lógicamente que cada lector se sienta más o menos satisfecho con lo que leyó. Creo que cumplieron sobradamente con lo que se propusieron, y en consecuencia, tienen mucho para festejar. Yo, los festejo.


De resonancias, e intertextualidades y obras abiertas

Silvana Camerlo *

Psicoanรกlisis de las Configuraciones Vinculares, Tomo XXXIV, Nยบ 2, 2011, pp 133-136


(*) Licenciada en Psicología. Licenciada en Letras. Semióloga. Docente de la Facultad de Psicología UBA. E-mail: scamerlo@yahoo.com.ar


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Advierto en el editorial de la Revista Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, escrito por Graciela Milano, la mención del «juego insensato del escribir» de Mallarmé, haciendo referencia a la escritura que abre a otra escritura. Tal cita me remite a Umberto Eco y a su concepto de obra en movimiento: las obras abiertas en cuanto «en movimiento» se caracterizan por la invitación a hacer la obra con el autor. El Livre, de Mallarmé fue la Obra por excelencia en la que el poeta francés trabajó toda su vida, pese a no haberla llevado a cabo. De un número limitado de elementos estructurales móviles saldría la posibilidad de un número gigantesco de combinaciones. El Livre tenía por objeto un mundo en constante fusión que se renovaba permanentemente ante los ojos del lector. Eco invita a que el lector se mueva interpretativamente, del mismo modo en que el autor lo ha hecho generativamente, al producir su obra. Autor y Lector constituyen estrategias textuales. El Autor espera de su Lector similares competencias enciclopédicas; espera que en la partida de ajedrez que es el proceso de lectura el Lector gane. El Autor ofrece al usuario una obra por acabar: al finalizar el diálogo interpretativo se habrá concretado una forma que es «la» forma del Autor, por más que esté organizada de un modo que él no hubiera podido prever del todo. Continúo resonando con el texto de Milano: ella considera a la escritura como «forma privilegiada de transmisión de la experiencia» y cita a John Berger para quien la escritura es el acto de aproximarse a la experiencia sobre la que se escribe, del mismo modo en que el acto de leer el texto escrito es otro modo de aproximación. Julio Cortázar sostenía que el lector debía ser co-partícipe del proceso de escritura, esto es, un lector activo que acompañara al autor a realizar el salto en la Rayuela.


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Percibo que en este juego intertextual de co-presencia de textos diversos –pero amigos– como ser: Obra abierta, el Livre, Lector in fabula, Puerca Tierra, entre otros, adviene la polifonía, de la que Mijail Bajtin hablara: frente al monologismo y a la voz autoritaria de los cantares de gesta, el dialogismo de la novela, o del ensayo. Polifonía que es el quiebre de la homogeneidad discursiva y que se evidencia en la pluralidad de géneros y de rasgos prosódicos, lexicales, sintácticos, fónicos, gráficos e idiolectales. Y polifonía también en las diferentes voces que se perfilan en unos colectivos, tal como los encontramos en las instituciones. Siguiendo a Herrera, Loya, De la Sovera y Woronowsky, podemos entender lo grupal como «anudamiento donde lo institucional es sustantivo al modo en que los grupos pueden y no pueden pensarse en su quehacer».1 Podemos, además, considerar la institución en un doble movimiento: de instituido- instituyente en el que «las fuerzas instituyentes se abren camino en las rutas, grietas y márgenes de la geografía de lo instituido».2 Por experiencia personal sé –como bien dicen los autores arriba mencionados– que la enseñanza, la investigación y el servicio conforman una multiplicidad articulada, de tal manera que la transmisión de un saber constituya una indagación y un constante abrir de interrogaciones.

1

2

Instituciones Estalladas, Ana María Fernández, Juan Carlos De Brasi, Buenos Aires, Eudeba, 2000. Op. cit.


INTERROGACIONES... Y PERSPECTIVAS

Psicoanรกlisis de las Configuraciones Vinculares, Tomo XXXIV, Nยบ 2, 2011, pp 137-142


ESPACIO ADULTOS MAYORES COORDINADORA: SOLCHI LIFAC E-mail: solchilifac@gmail.com INTEGRANTES: MARÍA CAPPONI E-mail:capponimaria@yahoo.com.ar GRACIELA D’UVA E-mail: graciela-duva@hotmail.com JACQUELINE JURIS E-mail: jacquelinejuris@gmail.com SILVIA LUCHESSI E-mail:silviaolaso@hotmail.com MARTHA NAYMARK E-mail: martanaymark@gmail.com PAULINA TOKER E-mail:ptoker@hotmail.com COLABORADORAS EXTERNAS: NORA BARENSTEIN E-mail: noraliab@gmail.com MARIELA KLOS E-mail: marielaklos@hotmail.com NORMA PAPURELLO E-mail: npapu@yahoo.com.ar


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En este espacio dedicado al quehacer de nuestras Áreas Científicas, el espacio de Adultos Mayores escribe su tarea.

LA PRESENCIA DE «LO INÚTIL» «Antaño don Verídico sembró casas y gentes en torno al boliche El Resorte, para que el boliche no se quedara solo. Este sucedido sucedió, dicen que dicen, en el pueblo por él nacido. Y dicen que dicen que había allí un tesoro, escondido en la casa de un viejito calandraca. Una vez por mes, el viejito, que estaba en las últimas, se levantaba de la cama y se iba a cobrar la jubilación. Aprovechando la ausencia, unos ladrones, venidos de Montevideo, le invadieron la casa. Los ladrones buscaron y rebuscaron el tesoro en cada recoveco. Lo único que encontraron fue un baúl de madera, tapado de cobijas, en un rincón del sótano. El tremendo candado que lo defendía, resistió, invicto, el ataque de las ganzúas. Así que se llevaron el baúl. Y cuando por fin consiguieron abrirlo, ya lejos de allí, descubrieron que el baúl estaba lleno de cartas. Eran las cartas de amor que el viejito había recibido todo a lo largo de su larga vida. Los ladrones iban a quemar las cartas. Se discutió. Finalmente decidieron devolverlas. Y de a una. Una por semana. Desde entonces, al mediodía de cada lunes, el viejito se sentaba en lo alto de la loma. Allá esperaba que apareciera el cartero en el camino. No bien veía asomar el caballo, gordo de alforjas, por entre los árboles, el viejito se echaba a correr. El cartero, que ya sabía, le traía su carta en la mano.


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Y hasta San Pedro escuchaba los latidos de ese corazón loco de la alegría de recibir palabras de mujer». Galeano, Eduardo El libro de los abrazos, «Sucedidos/2»

Interrogando el cuento Todo texto se presta a una multiplicidad de lecturas. Se trata, en todos los casos de abrir, metáfora de por medio un baúl, investigar su contenido, rescatar su valor simbólico. Cuando le preguntaron a Picasso qué había querido decir en una de sus pinturas, contestó: «Si lo hubiese podido decir, no lo hubiese pintado». Somos concientes que la interpretación es siempre parcial, acotada, insuficiente. Cualquier comentario está teñido de subjetividad: proyecciones, identificaciones, depositaciones; todo es transferencia. Aún así será la palabra la que buscará, en última instancia, desamarrar el pensamiento complejo. En este espacio concedido a las interrogaciones, nos preguntamos: ¿cuáles son las líneas argumentativas del cuento? Son varias, entre ellas, el destino de la sexualidad oculta, sofocada. «¿No será impertinente mi pregunta doctor? ¿No estaré trasgrediendo los límites?», pregunta un hombre de 82 años. En nuestra cultura el viejo es considerado un ser asexuado. Y esto, más que un enunciado, es un paradigma. Aquí es donde cabe una reflexión: ¿cómo ocurre que el deseo vivo y joven es obligado a renunciar? El deseo se vuelve inaceptable e irrisorio. La expropiación resulta inapelable. No es el deseo el que se anula, sino el mismo derecho a desear.


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El hombre está permanentemente creando y construyendo mundos subjetivos. Pero, aun en sus inefables expresiones, lo que delata su verdadero self es lo que palpita en lo profundo del psiquismo esperando ser nombrado, significado. Y deben estar los otros para despejar-interpretar nuevas o aletargadas significaciones. No era, sin duda, lo que los ladrones habían ido a buscar. Frente al desencanto se discutió. No conocemos el «qué» ni el «cómo». Tampoco sabemos cuál fue la réplica que se constituiría en verdad compartida y consensuada. ¿En función de qué representaciones el objeto fue rescatado de la destrucción para ser reinvestido como tal? Lo cierto es que, legitimizado por la discusión, su contenido deja de ser vulgar, patético, obsceno ¿inútil? Lo que le quita el efecto de profanación es la resignificación, es su recuperación simbólica. ¿Qué hace que dentro de un marco de violencia se inserte la expresión amorosa? La revelación, acontecimiento en sí, suspende el antes y condiciona de manera novedosa el después. Y… los saqueadores, a contrario sensu a su oficio deciden, esta vez, devolver el botín. Misteriosamente, y hasta diríamos tocados por cierta sensibilidad empática deciden hacerlo pero, no de cualquier manera. Las cartas deberán ser devueltas de a una, tal como habían sido recibidas; todas y cada una de ellas, recibidas de a una y en un momento único también. Invisibles, recluidos en la oscuridad, el contenido del baúl como su dueño salen al resplandor, a la luz. El sujeto está siempre bajo la influencia del imaginario.


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¿Es el encuentro amoroso; el reencuentro con su yo deseado-deseante? Y… lo que está acallado ¿puede resurgir como despertar pulsional? frente al reconocimiento de un otro significativo. El viejito calandraca que no tiene nombre ni apellido «desubjetivizado» ¿diríamos? ahora tiene identidad: la de haber sido deseado por muchas mujeres. Vivencias pasadas que al revelarse, al abrirse sin restricciones emergen cargadas de la emoción del reencuentro con alguien, enriquecido ahora, por el reencuentro consigo mismo; el yo recupera el estremecimiento que en algún momento recorrió su ser. Las verdades se van construyendo como tales: ¿Duda alguien de la veracidad del cuento? Recordemos a Borges: «La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos porque, en el fondo, era cierta». «Sucedidos/ 2» se titula el cuento.

Bibliografía Borges, J. L. Obras completas, El Aleph. Ema Zunz. pág. 568, Emecé Editores, Bs. As., 1974.

Galeano, E. El libro de los abrazos, «Sucedidos/2», pág. 49, Ediciones P/L., Bs. As., 1989.


ARTE

Psicoanรกlisis de las Configuraciones Vinculares, Tomo XXXIV, Nยบ 2, 2011, pp 143-150



«El Erizo»

Silvia Luchessi de Olaso *

Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, Tomo XXXIV, Nº 2, 2011, pp 145-150


(*) Licenciada en Psicología, Licenciada en Filosofía. Miembro Activo de AAPPG. Miembro de la Asociación Latinoamericana de Psicogeriatría y Psicogerontología (ALAPP). E-mail: silviaolaso@hotmail.com


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«El Erizo» Directora: Mona Achache Basada en el libro La elegancia del erizo de Muriel Barbery «una vida está en todos lados, en cada uno de los momentos que atraviesa tal o cual sujeto viviente… «Esta vida indefinida…tiene solo intervalos, entre-momentos» Deleuze, G.

La cámara muestra otra cámara: la de una niña de once años que vive con su familia de alto nivel social en un edificio de la calle Grenelle, en París, cuyo propósito es finalizar su película y luego, el día de su cumpleaños, suicidarse. Encuentra que el destino final del ser humano es morir, encerrado como un pez en su pecera, tras una vida sin sentido, como parece ser la de los seres que la rodean: su madre, su padre y su hermana. Paloma, pues de ella se trata, capta lo que los otros no pueden captar: aquello cotidiano y «a la mano»1 de su mundo cercano con sus miopías y vidas vacías. Lo describe descarnadamente, sin piedad… El azar posibilita sin embargo, otros encuentros, y a la vez otros vínculos que operan como apertura a nuevas situaciones, más plenas, más plenamente humanas… Se trata de la portera del edificio: Renée Michel, discreta, fría, distante, quien aparentemente lleva una vida rutinaria y monótona, pero que guarda un secreto: una biblioteca llena de libros en los que se refugia de su soledad. En uno de tales encuentros ambas parecen ensamblar algo diferente. Pequeños detalles de la trama, como el degustar un 1

Heidegger, «a la mano»: el carácter de familiaridad que no sorprende.


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trozo de chocolate juntas, muestran en el gesto el advenimiento de algo más... (mucho más…se verá después) de lo que venía aconteciendo. En el primer libro de esta autora, Rapsodia Gourmet, también se repite el tema del sentido del gusto, del «sentir» metafóricamente el gusto por aquellas cosas aparentemente banales de la vida. Paloma percibe a Renée como un erizo: «lleno de púas por fuera, tan elegante por dentro...». El Diccionario (pues de acudir a libros se trata) nos refiere que son «animales con el cuerpo recubierto de púas, de hábitos nocturnos, que permanecen escondidos entre la hojarasca o en madrigueras que excavan ellos mismos durante el día, que se pueden enrollar en forma de bolas, escondiendo las partes más vulnerables: cabeza, cola y patas, y ante quienes los demás animales retroceden cuando adoptan esta posición de defensa». Otro de los encuentros decisivos de la obra se produce ante la mudanza al edificio de un misterioso empresario japonés: Kakuro Ozu, amable, sencillo, educado, caballero, quien inmediatamente dirige su atención hacia Paloma y Renée. Momentos de gustos exquisitos, delicados, sin excesos… entre Renée y Kakuro parecen despertar afectos aletargados y dormidos por el dolor de las pérdidas abriendo surcos para dar lugar al amor, en el vacío de sentido. En el último encuentro salen del edificio, ella ataviada con el regalo de Kakuro. Ingresa una propietaria, quien los saluda, sin reconocer a Renée. «No me reconoció» dice, sorprendida. «Es que nunca la vio»… contesta Kakuro.


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La amistad, el amor, el arte, y aun el arte dentro del arte se conjugan en la trama de estas historias configurando en sutiles y novedosas perspectivas, otro relato sobre la vida y la muerte. Los nuevos vínculos provocan modificaciones en las subjetividades de Paloma y Renée. Son los «encuentros» que de alguna manera nos rescatan de la caída en el vacío del existir humano. En este proceso el autor recurre al quehacer poético de la metáfora posibilitando al espectador-lector la visualización de otro modo de posicionarse en la arquitectura de la vida, más allá de los personajes de ficción. Se trata de un juego japonés: el Go. «El objetivo, dice Paloma, es construir territorio, para ganar hay que vivir, sin duda, pero también dejar vivir al contrincante». «El jugador demasiado ávido pierde la partida». El amor en tiempos de vértigo, en su avidez de novedades, ¿no nos haría perder partidas? Al final, reflexiona Paloma, «la vida y la muerte no son sino la consecuencia de una edificación bien o mal construida». La vida, la muerte, la vida, eterno retorno y eterna imbricación. «Las singularidades o los acontecimientos constitutivos de una vida coexisten con los accidentes de la vida correspondiente… Se comunican entre sí de un modo distinto al de los individuos, de todo rasgo afín que los individualice», en el pensamiento de Deleuze. La vida inmanente, pura potencia, en presencia hasta el instante mismo del morir. Es que algunos instantes nos muestran la vida, ocultándola…


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La muerte acontece, finalmente, como muchas veces, inesperadamente, sin anuncios… Esto le ocurre a Renée. Paloma reflexiona: «Sí, la muerte es una tragedia si se piensa que no volveremos a ver a los seres que amamos ni seremos percibidos por ellos». «No es lo mismo, sin embargo, si en el preciso acto de morir nos encuentra amando. Lo importante no es morir, sino que se hace en ese momento». Y aquí, toda una erótica del pensar: «¿Qué hacía usted Renée?» «Estaba dispuesta a amar...»

Bibliografía Allouch, J. Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca, Ediciones Literales, Buenos Aires, 2006. Barbery, M. La elegancia del erizo, Seix Barral. Colección Biblioteca Formentor, Barcelona, 2010.

Bataille, G. La felicidad, el erotismo y la literatura, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2008. Deleuze, G. y otros Ensayos sobre biopolítica, Excesos de vida, Edit. Paidós, Buenos Aires, págs. 38-39, 2007.


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Familias y parejas. Psicoanálisis, vínculo y subjetividad Ricardo C. Gaspari, Daniel Waisbrot, comp. Graciela Kasitzky de Bianchi, Silvia Gomel, Susana Matus, Carlos Pachuk, María Cristina Rojas, Miguel Alejo Spivacow Psicolibro Ediciones, 2011

Desde la introducción comienza un extenso y disfrutable viaje que nos conmueve constantemente, que nos hace pendular entre lo conceptual y lo vivencial. Recorrido que nos recuerda o nos hace volver a vivir nuestros propios recorridos. Un libro que crearon quienes nos acompañaron en este camino y que parte de maestros comunes, familiares para nosotros. Por eso los sentimientos que nos atravesaron en esta lectura fueron especialmente la alegría y el agradecimiento. Agradecimiento porque quienes escribieron este libro estuvieron con nosotros en nuestra formación desde lo personal, algunos en el encuentro, otros desde las lecturas, pero sobre todo en lo que fue la linda aventura de crear lo que hoy es la Asociación Uruguaya de Psicoa-

nálisis de las Configuraciones Vinculares. Agradecimiento por otorgarnos el honor de estar acá. Porque nos dan la posibilidad de dialogar con ellos hoy. ¿Y por qué la alegría? Porque todavía están y tienen mucho para decir. Porque pudieron hacer su propio camino reconociendo los orígenes, dándole un lugar a los que los conmovieron, los incitaron a pensar- pensarse desde su lugar de terapeutas. Porque lograron un libro comprometido desde lo conceptual, generando nuevas maneras de pensar lo que cotidianamente nos interroga desde la clínica. Pero también porque ese compromiso trasciende lo conceptual, todos se «muestran» en su hacer como analistas. Es lo que ellos proponen como posicionamiento ético, y lo asumen. Porque es un libro que nos deja muchos


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interrogantes, que genera aperturas, nos deja pensando. Porque nos alivia en las coincidencias y nos inquieta en las discrepancias y por eso nos obliga a hacer algo con eso, lo que podamos, pero hacer. Silvia Gomel y Susana Matus nos hacen reflexionar sobre los entramados que sustentan los vínculos y que construyen al sujeto, la compleja interacción entre los distintos aspectos que se ponen en juego. Le dan lugar a lo transgeneracional pero también a lo actual con múltiples entrecruzamientos que son analizados rigurosamente. La mirada va y viene del sujeto al vínculo, los involucra a ambos. Pero ellas nos lo advierten desde el principio, como analistas corremos riesgos y uno de ellos es quedar atrapados en el solipsismo o en la vincularidad como únicas miradas posibles. Son muchos los conceptos que ponen en juego, la metapsicología transubjetiva, las lógicas posicionantes del sujeto en el vínculo, cómo trabajan el concepto de presencia tomando lo imprevisto y el evento, el lugar de la narración, es un trabajo potente y abarcativo. Nos parece muy interesante la postura de las autoras en relación con el lugar que tiene el analista como prójimo en «un espacio de

ilusión que vele la imposibilidad vincular», desde «una alternativa de voluntad de vida», así lo expresan ellas. Miguel Spivacow nos contextualiza en los planteos teóricos y en la clínica, para después, de manera muy didáctica sumergirnos en conceptualizaciones propias como la intermediación, sintonía y validación, o reformulaciones de otras como lo que refiere a las alianzas inconcientes o la importancia de pensar una nueva metapsicología. Integración de conceptos que nos aportan herramientas valiosas, a nuestro entender. Acá las viñetas nos ilustran, nos clarifican. Y también nos insta a plantearnos nuestra tarea, desde las metas u objetivos a la necesaria revisión de nuestros supuestos teóricos. Si al principio hablábamos de este libro como un viaje, en el capítulo de Carlos Pachuk esto se pone en evidencia con mucha fuerza. Nos lleva desde lo macro, compartiendo concepciones sociológicas y filosóficas, además de las psicoanalíticas, en un interesante recorrido hasta lo concreto del sujeto y del encuentro, sin perder estas perspectivas. También lo novedoso a través de sus formulaciones teóricas. Complejiza el «ser-con» de Heidegger en la tríada comunidad, hospitalidad


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y amistad. Propone un nuevo modelo donde plantea dos lógicas y funcionamientos, el psiquismo espacial y el psiquismo fluido con sus componentes que generan una nueva manera de pensar los vínculos. Viaje que termina en su propio consultorio. Comparte con nosotros la crónica de un día de trabajo, se muestra en tantas clínicas como pacientes tiene. La singularidad de los encuentros, de los otros, marca su hacer cada vez. No es el mismo Pachuk el que vamos encontrando, son muchos, pero con una marca común, respetar la «ética de lo singular». Él mismo así lo describe. En su capítulo Graciela Bianchi toma la familia como eje de análisis. De ahí se parte para múltiples reflexiones que hacen al sujeto, a las identificaciones, a la sexualidad, a cuestiones de género, al poder. Anudamiento de complejidades que no dejan de lado lo actual, los cambios que nos atraviesan, maneras muy distintas de configurarse las familias hoy. Aporta miradas interesantes para pensar una clínica familiar diversa y cambiante. Revisa los conceptos y los reformula, toma otros caminos para entender lo nuevo, por ejemplo, cuando nos propone prestar especial atención al núcleo de la difference, la simetría-asimetría y el poder, la fermentación y la hibridez. Replan-

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tea la función de padre, madre y abuelos. Cristina Rojas pone a jugar los conceptos de diversidad y diferencia. Hace un corrimiento interesante de lo novedoso hoy, ya no centrado en las distintas configuraciones de las familias actuales sino en los modos de circulación de los afectos y las nuevas maneras que tienen de funcionar. Refiere un posicionamiento ético que evite intervenciones iatrogénicas a partir de teorías que no den cuenta de lo que pasa hoy y también de no reflexionar acerca de nuestras propias formas de pensar. Advierte sobre las lógicas excluyentes que aún mantienen un fuerte protagonismo en nuestra sociedad, y que también nos atraviesan. Y propone alternativas, maneras posibles de intervenir. En todo el trabajo nos ilumina con orientaciones técnicas muy valiosas. Ricardo Gaspari nos posiciona, a partir de su trabajo, en un lugar donde la mirada y la escucha se entrecruzan. El énfasis lo encontramos en la escena, en lo visual, pero no como espectadores sino como parte de ese despliegue casi teatral. El decir y el hacer son parte de lo mismo, consecuencia de esa manera de estar en el especial encuentro con los


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otros que consultan. Hay una novela pero requiere de ser guionada, y ahí aparece la posibilidad de cambio, relectura que modifique la escena, «la reescritura del relato clínico». Lugar del analista que se propone acá con una fuerte articulación teórica, que siempre termina dinamizando nuestra caja de herramientas. Así trabaja sobre la construcción de la realidad en la clínica vincular, las formaciones transubjetivas, el «montaje vincular sintomático», la dirección de la cura. Complejiza el concepto de marca y nos pone a repensar las categorías niño, adolescente y adulto. Conceptos que nos fueron re-

sonando: Narración. Presencia. Identificación-identidad. Ficcional. Fluído. Quedan, como dijimos, interrogantes. Pero no sólo desde lo teórico. Nos hemos preguntado a lo largo de la lectura sobre el proceso creativo de este grupo. No sé si fue la alegría que nos transmitió Ricardo en las comunicaciones telefónicas previas a este encuentro lo que nos hizo imaginar un proceso marcado por el disfrute del encuentro y del intercambio. No lo imaginamos, lo intuimos. Pero son ellos los que nos pueden hablar de eso, solo ellos, y a nosotras nos encantaría escucharlos. Laura Aguerre 1 Luján Alsina 2

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Lic. Laura Aguerre, Presidenta de AUPCV, Montevideo, Uruguay. E-mail: laura.aguerre@gmail.com Psic. Luján Alsina, Vice-presidenta de AUPCV, Montevideo, Uruguay. E-mail: lujanalsina@hotmail.com


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Cuatro familias, Veinte terapeutas Clínica Vincular Psicoanalítica Grupo de Familia AAPPG Buenos Aires, Letra Viva, 2011

El particular procedimiento por el cual este grupo produjo esta obra, invita a comenzar haciendo algunas consideraciones de este libro como objeto, su configuración visual, su materialidad.

espacio-tiempo-experiencia de lectura.

¿Qué «dice» la tapa al futuro lector? Por empezar, el un tanto enigmático título: «Cuatro familias, Veinte terapeutas. Clínica Vincular Psicoanalítica», sintetiza una singular precisa ecuación vincular. También, una particular autoría, «Grupo de Familia - AAPPG», grupal. Para apreciar lo que promete acabadamente, hay que adentrarse en sus singulares procedimientos de escritura y de lectura…

Al abrir la primera página, ahí están, se nos presenta el grupo en la singularidad de cada autor. Adentrándonos un poco más: la «Introducción», con un sentido ubicuo, singular, en relación a lo que comúnmente encontramos como acepción en una «introducción». Construcción del pre-texto, que resulta en buenas recomendaciones para mejor apreciar su lectura. Da cuenta de un trabajo previo de base, del modo que configuraron los vínculos orientados a la producción de la forma que tomaría el trabajo grupal de cada una de los relatos familiares presentados.

Al pie de la tapa encontramos los nombres de los prologuistas. Está bien, pienso, ellos constituyen un lugar peculiar: una frontera «exterior» al grupo, «interior» al texto. Frontera que, diríamos, bordea la puerta de ese particular

Estimo la Introducción como muy importante para el lector: si se me permite una metáfora artesanal, en un tejido es fundamental, la particular modalidad de la primera puntada. Es la que anuda … el resto. La introducción en esta


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obra tiene estrictamente esa función, para beneficio del lector es especialmente así. Lo «bien prepara» para iniciar el viaje. Pero también, bien «prepara» el final, la llegada. El Grupo de Familia ofrece una suerte de epílogo que –en la despedida– en la puerta de salida, resignifica la particular cualidad del viaje. Escrito sobre lo vincular en verdadero «laboratorio» vincular. Experiencia vincular en acto (Sobre algo de esto me extenderé en una reflexión final). Presentado, el pre texto-contexto, adentrémonos en el texto, en la peculiar modalidad que toman los relatos clínicos. Sabemos que no hay relato «objetivo» ni «completo» posible. Todo relato implica en el sub texto, jerarquizaciones, supuestos, una particular producción de subjetividad en un trabajo de objetivación, de producción. Los autores lo saben, aceptan la coloración que tomará su texto. Y la exponen. Aquí, la ética: pasa por la fidelidad del vínculo relator-lector, a su compromiso al trabajo de una problemática. ¿Desde qué posicionamiento un autor escribe? … ¿orientado a la exégesis sobre un saber consagrado, en un movimiento centrípeto-circular?

¿O bien, en movimiento centrífugo-descompletante? ¿Escribir, relatar a otro –al lector– sorprendiéndolo y sorprendiéndose abriéndose a eso que no se sabía «que se quería decir»? … ¿producir un texto que invente un lector, que invente un nuevo texto? … La eficacia de este texto, en mi opinión, estriba en que se trata de una construcción para pensar, para hacer pensar, para poner sobre la mesa, para poner a trabajar múltiples problemáticas. Este libro está hecho desde el hueso, desde la primera jugada en esa dirección. No pretende «consistencia», sino apertura, invita a pensar, a dialogar con él. En ello, a mi gusto y entender estriba su fertilidad. El modo de presentación de los relatos constituye una diferencia, un corte con «la historia clínica médica» objetiva, de objetividad que se pretende neutra, pero hoy lo sabemos, en realidad, coloreada de positivismo. Se genera así una estética de la presentación, poética, en el sentido de Badiou, como procedimiento de verdad. Así, la modalidad con que se presenta el relato de la dramática de cada familia puede asociarse fuertemente al campo del arte. Me evocó distintos géneros, distintos lenguajes del buen arte: ese arte


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embebido en significancia, como enigmática potencialidad generadora de pensamiento. Estos cuatro capítulos, a su vez, nos dan noticia de la diversidad de viajes en los que se embarca un analista con cada familia. Climas, vestiduras, operatorias transferenciales en juego, diversas, cada una con su matiz específico. Hagamos una breve recorrida por los capítulos que componen esta obra. –Primer relato (Una familia «condenada») «Condenada»: el lenguaje judicial sugiere, «cosa juzgada», «terminada». Sugiere destino. ¿Caso cerrado? … ¿Caso a reabrir? … convoca a una apuesta fuerte al analista en su lugar, entre tragedia y drama. La narración sitúa al lector en un relato donde el analista bien podría ser el Poirot de una buena novela de Ágatha Christie indagando un supuesto crimen. El relato va y viene de otro relato: el de una Historia Clínica (documento-autoridad) condenatoria, terminal. Arena en los ojos que el analista investigador, ha de saber limpiarse para no quedar atrapado por lo obvio, o evidente. Enhebrado con ello se relata la experiencia del analista con la fami-

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lia: si el nombre ya tiene un tinte judicial: ¿cómo ganar la apuesta de no perderse en el obstáculo contratransferencial de convertirse en otro «juez»? ¿O de quedar atrapado en un «cosa juzgada»? … ¿o psiquiatrizada? … ¿cómo sacarse la arena en los ojos de certidumbres previas y conjurarlas con la familia hincando un camino hacia lo incógnito, imprevisible? Poirot –analista-libre– configura las situaciones de indagación del modo que estima el más eficaz posible para salir de aquella estasis mortífera … Convoca a distintos actores, genera distintas escenas. ¿Con qué cuenta para ello? ¿De la mano de quién se «deja» llevar la familia? … el delgado hilo entre lo sugestivo, y una cualidad del campo transferencial generador desde el acto, desde cierta firmeza de un camino de trabajo psíquico vincular, encuentro con lo imprevisible, con lo que rompe y sorprende, y lleva a generar desde ese vector de sesiones –pequeños presentes eslabonados en una nueva significación desde «aquí y ahora conmigo», de lo que sucedió allá –entonces– según otras lecturas. El analista y la familia, no buscan, se encuentran sorprendidos a partir de una condición ineludible: la generación de un cli-


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Después del relato: debate, teorización. Enhebrado, discusión de distintas lecturas posibles, propuesta de lecturas. Trabajo sobre la intervención… y lo que podrá producir su lectura… pero ello queda ya para los futuros lectores.

El grupo discute, y me gustaría seguir intercambiando con ellos, a partir de una orientación muy interesante que dibujan en su debate, en su teorización, en el análisis y propuestas de intervención. ¿Cómo pasar –de nuevo, pero en otro contexto– en un camino elaborativo, de quedar clavados en la escena traumática, que hace signo, a la diríamos, comedia dramática? Éste constituye uno de los ejes posibles de la problemática presentada en este tramo. Y aparecen los recursos: jugar, metaforizar, alivianar. Interesante, trabajar la diferencia con la desmentida... podría proponer que alivianar no pasa aquí por evitar un dolor, sino orientarse para que no quede desmentida, evitada la vida, la apertura a la vida, incluyendo, no quedando tomada por ese dolor…

–Segundo relato (Una familia «después»)

–Tercer relato (Una familia en default)

¿Después de qué? … una familia en que algo trágico ya ocurrió: un suicidio, y a raíz de ello empieza su experiencia y elaboración vincular, narrada en clave diríamos, esta vez, teatral. Se nos presentan escenas, guiones, actores enhebrando un drama después de la tragedia, en una orientación de apertura, vía intervención, alivianante…

En este relato el Grupo de Familia nos invita a transitar lo que podría compararse con una «instalación». Ese tipo de obra de arte, en el que uno se interna, y no puede abarcarse para nada de una sola mirada, y en los que hay que disponerse a experimentar, diversos escenarios –dirían los autores, nosotros también, situaciones. Y si se eslabona, se eslabona desde

ma de confianza. La familia se deja «dirigir», en acto, no justamente para «quedar dirigidos», sino que acepten una propuesta del más genuino psicoanálisis vincular … hace/ hacen entonces movimientos como para no quedar atrapado/s ni por la estasis fatal que proponían historias previas, ni por la del grupo familiar detenido en una escena de maltrato a uno de los hijos. Deshace, gambetea la estasis. Y se encuentran con un dato … que transforma el género del relato: de tragedia a drama.


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el alojamiento de esa heterogeneidad relativa.

to el definir lo más pronto posible al «verdadero» paciente.

Se parece, pero se diferencia de aquella que acabo de presentar. Aquí el «después» no es sólo inherente a una tragedia familiar, sino, que nos implica a todos como país. El default lo es de todos. Y la convocatoria lo es fuertemente a la invención, por la evidencia de que los referentes habituales cayeron.

Quienes trabajamos en vínculos, ya en una primer vuelta de tuerca, nos corrimos de ese must. Y con los «tiempos de fluidez», con la producción de temporalidad de nuestra época, con los cambios que hemos ido trabajando en relación a los paradigmas de referencia. Y con la complejidad de nuestro instrumento: trabajar con los vínculos, quedó puesto en valor la no necesidad de decidir delinear tan «claro y distinto» quién va a ser el paciente. Aprendimos a valorar el cada vez, a lo que allí se componga… eso está excelentemente trabajado aquí.

A partir de este material El Grupo de Familia hace trabajar la noción de situación, que tan útilmente laboró con nosotros el querido Nacho Lewkowikz. «Una familia en default»: tiempos de default… ¿qué nos enseñó?: componer desde la fragmentación. No suponer estructuras pre existentes. Punto de libertad, punto de agorafobia, pero, bien orientada, productora de vínculo, de trama.

–Cuarto relato: «Familia Epocal»

Desde los tiempos en que los paradigmas partían del determinismo, y exigían definiciones claras y precisas, un analista podía angustiarse y requerir definir así claro y distinto «quién es el paciente».

Epocales, se podría decir en cierto sentido, lo son todas las narraciones presentadas. Justamente estamos en época de diversidad, donde conviven sin hegemonizar las mas distintas modalidades de configuraciones vinculares familiares. Sin embargo, convengamos, el título marca un énfasis, que habrá de indagar…

Quienes tienen como paradigma muy fijo el psicoanálisis individual, soportan lo vincular, fugazmente… como imperativo. Para ellos, es imperativo manda-

El modo de presentación que construye el «Grupo de Familia» nos va dando una clave del clima y del peculiar trabajo que requiere habitarla, también desde el vér-


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tice del analista. Está presentada al modo de una pieza de Teatro … pero de vanguardia … tiempo alterado, deconstruido –donde la situación consiste en quedar ella misma atacada … la misma composición de cada escena está comprometida, atacada. El insulto, la descalificación naturalizados, la descompone, ...la violencia verbal vehiculizada por un discurso ninguneante… pero a su vez extrañamente inclusivo, en una inclusión particular, sin fronteras. Generador de intenso trabajo para el analista, para no quedar arrasado a su vez … para orientarse. Parece que la orientación de la intervención pasa por generar tolerancia a una cierta figurabilidad. El relato ofrece un trabajo similar al lector, el de configurar, de generar figurabilidad a partir de fragmentos. –«Veinte autores, cuatro familias». Un proyecto singular en una institución singular. No hay analista solo. Condición ética del psicoanálisis es el de la interlocución teórico clínica entre analistas. Tema difícil, la institución, la escuela analítica. No es mi intención desarrollar esta problemática aquí. Pero los analistas mantienen distintos modos de «estar juntos». El tránsito por esta creación, según dicen los

mismos autores, no ha sido fácil. Oscilación entre ilusión-desilusión, tensión-distensión, en el fino filo de la preservación de lo singular en lo colectivo. Propongo hacerle decir a este libro que puede testimoniar uno de los modos de estar juntos y producir un «nosotros». Ya en la tapa, identificando al Grupo de Familia agrega la sigla AAPPG. Sigla que alude e identifica, a su vez, a un «nosotros» más amplio: Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo. Producción vincular, como rasgo distintivo de esta singular agrupación, para esta ocasión. Distintivo, no exclusivo. No me parecería bueno pasar este procedimiento a dogma general. Legitima un singular-novedoso modo de escritura, facilitado si en la base hay la posibilidad de confiar en la potencia del trabajo vincular, cediendo seguramente para ello –cada colega participante– su propio bastión individualista. Pero algo que quede en claro: destaco lo testimonial. Pero subrayo también, el valor de herramienta de transmisión de la clínica vincular psicoanalítica en todo el tramo que va desde el relato de las prácticas a la actividad teorizante, y de allí a las propuestas de intervención.


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En fin, que este libro, constituye un proyecto específicamente AAPPG: un libro sobre vínculos familiares hecho en un entramado vincular grupal. Bien lo dicen los autores en el capítulo final. Vuelvo sobre lo ya expresado, de otro modo, para subrayarlo: creo que no sería exagerar que sólo sostenidos por la transferencia a los saberes circulantes entre nosotros sobre lo grupal les permitió deconstruir en los procedimientos constructivos de esta obra tan fuertemente sus «individualidades» en pos de una producción grupal. –A modo de conclusión Una asociación, una pregunta, una idea que me hago desde hace tiempo, relaciona los procedimientos con los que se produjo esta obra con un tramo del epistolario entre Sigmund Freud y Romain Rolland. Freud y Rolland han creado un intenso diálogo entre ellos a través de mutua correspondencia. Rolland, poeta, pero también indagador, trabajó mucho sobre el misticismo como base de la religiosidad, y lo había nominado como «sentimiento oceánico». En una de sus cartas, le pregunta a Freud cómo lo piensa, cómo lo ubica él. Parece que en esa carta lo ilustra como eso que se siente

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en comunidad cuando un grupo de personas comparten la experiencia estética de la música, sentimiento de comunidad, por ejemplo, que puede suscitarse con la ejecución de un concierto de cámara. Es interesante notar que en su respuesta Freud le confiesa que está abierto a una gama de goces de lo estético, pero para nada de la música. Zona a la que no es particularmente sensible, entonces … pienso, una zona, que por alguna razón, no pasa su interrogación. Posteriormente, Freud le pide permiso a Rolland, y toma el término sentimiento oceánico para comenzar su «Malestar en la Cultura». Desde su epistemología, punto de partida de su pensar, el sentimiento oceánico queda entonces asociado a una situación «regresiva». Si nos diferenciamos de esa epistemología, si nos ponemos en otro punto de vista, … lo comunitario, la producción grupal ¿no exige un refinado trabajo del intrincamiento pulsional? … una orquesta ensayando, ¿no implica «n» frustrantes repeticiones y tensiones hasta afinar? ¿No puede conjeturarse la necesariedad de un pacto entre espectadores, y orquesta para disfru-


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tar de un concierto? … ¿no se sitúa allí claramente un estatuto ficcional, en donde lo místico, no está necesariamente soldado a la presencia divina allí, sino, ni a una supuesta regresión, sino justamente a la capacidad, en una precisa conjunción entre goce y legalidad, de hacer los seres humanos algo juntos, que podría nombrarse como goce estético, abierto a una comunidad, además de la guerra? Cuando paso por estos pensamientos, pienso que sería interesante trabajar este filo. Pienso que

cuando lo comunitario vira hacia lo religioso se pierde, en el dogma de fe, el estatuto ficcional. Pero que en el terreno de los vínculos, como testimonia este libro, hay un arduo trabajo sobre la propia castración y la del otro, en la tensión afirmación –cesión, que corresponde a una parte importante de los posibles aportes de una perspectiva vincular en psicoanálisis. Agradezco a los veinte autores la oportunidad de adentrarme en este texto, y recomiendo calurosamente pasar por la experiencia de su lectura. Ricardo C. Gaspari


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La pareja en conflicto. Aportes psicoanalíticos Miguel Spivacow Buenos Aires, Paidós, 2011

–Un comentario general, sobre el estilo y la organización de esta obra: Los analistas que trabajamos con vínculos y que hacemos nuestro recorrido en transferencia con el psicoanálisis, nos encontramos revirtiendo de un modo potenciado, el dispositivo que Freud inventó, justamente, para evitar la espectacularidad. No uno con el analista, recostado en sesión, sino dos, a veces una familia, un nosotros que convive antes de la consulta, se nos presenta en un cara-a-cara, intenso, con potencialidad traumática … y aún de terminar en esa exposición cediendo a la demanda para el analista… si su presencia allí no está acompañada fuertemente de herramientas teórico clínicas. Entonces, el trabajo entre sesiones, el teorizar reduplica su condición de apremio de trabajo, de herramienta indispensable… para dar cuenta de la clínica como condición ética general, pero también en tan-

to desintoxicante de una escena –como decía– potencialmente traumática, que requiere ser elaborada de algún modo. En estos contextos la palabra se muestra en toda su capacidad de provocación, performativa, de acción sobre el otro … en realidad es una de las razones de base para lo que los convocamos, pero a ese elemento de acción está también expuesto el analista. Ése es su desafío. Generarse el oficio de indagar una y otra vez los resquicios de lo dicho, lo que se hacen unos a otros a través de lo dicho y lo no-dicho. Para generar una mirada, una escucha y una intervención eficaz en un tal contexto de trabajo psíquico. –Un esbozo de lo que el lector va a encontrar: El libro se abre con un prólogo, de René Kaës, quien hace un excelente trabajo de contextuación del texto que se va abordar, en el campo de la producción psicoanalítica sobre vínculos.


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Se trata de una obra mojón, en una serie de obras. Varias en colaboración. Respecto de un libro suyo inmediatamente anterior, Clínica psicoanalítica con parejas: Miguel Spivacow marca en la introducción elementos de continuidad y diferencia con la recién citada, que el lector encontrará en esta obra. Miguel hace hincapié, explicita –y quiero puntuarlo– una diferencia con su obra anterior, que subraya el sentido del prólogo: una coloración especial, a raíz de una interlocución privilegiada, una influencia de, en fin, en transferencia a la obra de R. Kaës, en diálogo con las teorizaciones previas de Spivacow y su clínica particular. –Acerca de los primeros capítulos: Capítulos teóricos, pero muy cerca de lo que puede interesarle al clínico. No dejan de tener en ningún momento valor de herramienta a la hora de enfrentarse con la consulta o la sesión de pareja. (Sin dejar profundidad, muy médico, científico, sin por ello alinearse en un positivismo «objetivista»). Cada tópico está presidido por una pregunta; luego un desarrollo –discusión: Freud, Kaës, Lacan, Aulagnier, vuelven una y otra vez … finalmente, conclusio-

nes en apertura. Escritura disciplinada, que contrasta con su humor desfachatado, sus aspectos histriónicos, a veces pasionales, que despliega en sus vínculos sociales y de amistad. Recorre las problemáticas de base de una clínica psicoanalítica de la pareja: el amor, el amor en la pareja, lo masculino y lo femenino … Especialmente interesante, a mi entender, cómo trata el elemento cultural normativizante-axiológico: los ideales culturales acerca de cómo «debe» ser una pareja, para las parejas y como obstáculo del analista. Tema que retoma en su capítulo final, en el que enlaza en algo esta temática, con conjeturas acerca de la modalidad que en el futuro pueda tomar el vínculo de pareja. Transita por la torción requerida en relación con la noción de inconciente para situarse en el campo vincular. Sitúa las formaciones específicas de lo inconciente en este campo. Discute una cuestión que viene de largo entre nosotros. «El sujeto y el otro», lo inconciente allí. Introduce entonces, su versión actual de la noción de vínculo (nos pasa a todos los que estamos en esto: resbaladiza, difícil de condensar), que por suerte en la construcción que Miguel ofrece


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aquí, deja lugar a ciertos puntos de fuga, de apertura. Dice: «Un vínculo puede ser definido como un espacio constituido por las investiduras de dos o mas sujetos, investiduras que tienen cierta intensidad y duración en el tiempo, y configuran un modo de encuentro con algunas características duraderas». De esta condensación hace su despliegue: estas investiduras, y su intensidad, el elemento de duración, la configuración de un «modo» de encuentro desembocan en la noción que propone de interdeterminación como producción vincular, y de allí hace pie para la elaboración propia de un concepto central tomado de Kaës, alianzas inconcientes, donde cruza interdeterminación con la torción requerida en la concepción de inconciente, como heterogéneo y deslocalizado, si se trata de integrar sus específicos efectos en una intersubjetividad. En el capítulo 3 aborda las reformulaciones básicas de la técnica, en función de la complejización y la especificidad de este campo de intervención, tomando como punto de partida y de diferenciación, las propuestas relativas a la técnica de corte freudiano. Así fundamenta el pasaje de

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asociación libre al discurso del conjunto. Trabaja asimismo la consigna-disparador en su especificidad: problematiza el «diga lo que se le ocurra» y hace su propuesta para el trabajo con parejas. Sitúa el peculiar lugar del analista. Se ocupa de una dimensión a tener en cuenta: la de la transferencia intra pareja. Capítulo 4: especialmente interesante, muy poco hallable en la bibliografía cercana. Haciendo hincapié en la dimensión performativa, de acción, provocada por el dispositivo, se ocupa y precisa formaciones de superficie del discurso conjunto. Polarización, magnificación, seudocomplementariedad, discordancia contenido de acción, ilusión de entendido, esterilización de la palabra, colusión, elusión, depositación …. No quedándose en lo descriptivo interaccional, sino cruzándolo con lo inconciente, y con los caminos de intervención allí. Más adelante en los capítulos 5 y 6, una vez descripto el campo, los ejes teóricos de base, los modos de expresión de conflicitividad en la pareja, hace su propuesta en términos de dirección de la cura para un trabajo sobre lo intersubjetivo en la pareja. Para ello, propone dos nociones de


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base: sintonía (asociado con capacidad de ponerse en el lugar del otro tratando de entender sus motivaciones) y validación (como no necesariamente soldada a sintonía, como funcionamiento de aceptación y legitimación de lo que se capta en el otro tal como es, sin pretender cambiarlo. Los capítulos que siguen: consideraciones de base, muy trabajadas, de problemáticas clínicas específicas: divorcio - segundos matrimonios - infidelidad - violencia. Casi al final, como decía al principio de este comentario sobre el capítulo 1, retoma la cuestión de lo natural y lo cultural, lo axiológico de la construcción de la pareja en su dimensión histórico social. Y de allí conjetura sobre la pareja del futuro, y el futuro de la pareja.

un epílogo– ejercicio más que interesante: una sesión de pareja ofrecida al comentario desde diversas perspectivas teóricas. El texto dialoga entonces con Gloria Barros, con María Rosa Glasserman, y con Stella Maris Rivadero. Puedo conjeturar que este libro, contiene para Miguel un efecto de corte, como decía al principio, de mojón. Lo conozco a Miguel de trabajar en taller semanalmente con él, y otros … Propone sus puntos de vista, discute los de si, y los de otros, intensa, llanamente, pero no se le cae ninguna jineta en pos de problematizar algo afirmado anteriormente. Por eso este es un libro vivo. Pienso que Miguel como autor pasa por este libro, como un viajero que va plantando mojones en la carretera, que sitúan un lugar, una distancia. Lo ofrece, lo deja ahí, y sigue pensando…

El final –final, casi al modo de Ricardo C. Gaspari


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Conjeturas Psicopatológicas Clínica psicoanalítica de familia y pareja Susana Matus – Silvia Gomel Buenos Aires, Psicolibro Ediciones, 2011

Antes que nada quiero agradecer a Susana Matus y Silvia Gomel por invitarme a presentar su libro Conjeturas Psicopatológicas. Clínica psicoanalítica de faailia y pareja. Me alegra estar compartiendo con ellas este momento, lo cual no deja de ser de una gran responsabilidad: las dos son personas a las que respeto y admiro profundamente. Ellas y otros colegas de la AAPPG, en los años ´89 y ´90, comenzaron a viajar a Córdoba. Fue así como empezamos a tejer tramas, redes, aventurándonos a «dar» los primeros pasos en Psicoanálisis Vincular. Nos fueron trasmitiendo ideas, conocimientos, dejando marcas, huellas, cargadas de afecto, importantes en mi formación. Diría de las autoras que son investigadoras y cuestionadoras incansables de cualquier pensa-

miento hegemónico. Convocarme a realizar la presentación de su libro en este contexto, en el Congreso de FLAPAG, donde el sentimiento federativo latinoamericano toma fuerza, es de una gran satisfacción. El libro, Conjeturas psicopatológicas, da cuenta de sus saberes y sus prácticas, del trabajo exhaustivo que vienen realizando dentro del pensamiento vincular. Podríamos decir que, en los términos «conjeturas psicopatológicas» las autoras reúnen, un tema de gran complejidad. En este libro despliegan y nos brindan «una caja de herramientas», de recursos para trabajar el sufrimiento de todo paciente, tanto individual o vincular, que necesite de nuestra ayuda. Utilizan los aportes epistemológicos del psicoanálisis, así como aportes del pensamiento complejo, de la filosofía y de los nuevos


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paradigmas; se nutren de diversos pensadores que atraviesan sus prácticas y que son trabajados en los nueve capítulos que conforman el libro. Silvia y Susana hacen una revisión rigurosa de las estructuras psicopatológicas neurótica, perversa y psicótica, no centradas en el Complejo de Edipo como único parámetro, sino teniendo en cuenta, además, otros organizadores que hacen marca en la subjetividad y en los vínculos, tales como los vínculos de paridad y las trasmisiones transgeneracionales, sumado a las variables históricas, económicas, culturales, y del momento particular en que se presenta. Y con ese analista. Una escena que se co-construye en una gran complejidad. La noción de presencia afirmada en contraposición a la representación, la resumen diciendo: «si nos quedamos sólo con la representación estaríamos pensando en el otro como muerto». Se apoyan en las lógicas conjuntivas diciendo, «acordamos con una modalidad sobreinclusiva del pensamiento que tolere esto ´y` aquello». Plantean que esta posición implica «sostener el juego complejo y dialógico de distintas legalidades, tratando de pensar en marcas que van construyen-

do tramas con efectos imposibles de determinar». Rescato en estas ideas, como decía antes, la noción de «múltiples condiciones de partida, ideas que alejan del fatalismo de lo inicial». Entonces, ¿por qué «Conjeturas»? Las autoras nos dicen que conjeturas significa la imposibilidad de determinar exhaustivamente el conjunto de variables que coexisten en simultaneidad e impiden predecir qué caminos tomará el devenir psíquico. Esta postura abre el horizonte a la ruptura y la novedad. Proponen la idea de operar sí, con criterios psicopatológicos, pero, y lo subrayo, permeables, siempre en bordes múltiples, donde se perfilan predominancias. Además me interesa destacar cuando nos hablan del diagnóstico: «El diagnostico es un paso necesario, siempre conjetural, situacional, que nos ayuda tanto a decidir cómo vamos a encarar el tratamiento, como a sentirnos dispuestos y/o habilitados para hacerlo». Las autoras prefieren hablar de conjeturas diagnósticas más que de diagnóstico. Diagnósticos flexibles a todas las modificaciones y «sólo válidas para el tiempo en que se está emitiendo». Al


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comienzo les decía que nos brindan una gran «caja de herramientas», con la que cuenta el analista. Estas herramientas no son inespecíficas o universales. Los diferentes funcionamientos exigen una elección continua de ellas, en cuanto al tipo de intervención apropiada para producir transformaciones en cada «encuentro». «Estamos –dicen– frente a un proceso que se va construyendo a lo largo del tratamiento». Realizan un amplio recorrido teórico-clínico, evaluando cuidadosamente los beneficios del dispositivo vincular. Contemplan en qué ocasiones separar los diferentes vínculos, fundamentando frente a la capacidad o no, en el velamiento de la imposibilidad vincular, donde se requiere de parte del analista intervenciones específicas. Ellas nos proponen un nuevo concepto en este recorrido y es la idea de «perfil», con el sentido de salir de cualquier intento que sugiera clasificaciones rígidas. A la luz de los desarrollos del Psicoanálisis Vincular, se habló primero de estructuras, luego de funcionamiento y ahora nos proponen la

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idea de perfil... entendido como la «postura en que no se deja ver sino, una de las dos mitades laterales del cuerpo, como también, un ojo ubicado de tal manera que perciba dicha postura. El perfil se da a ver sólo para quien lo está mirando, por lo tanto existe la posibilidad de distintos perfiles». Las parejas o las familias «dan a ver solo una dimensión de sí mismas y aquello que observamos es, cada vez, lo que ellos pueden dar y lo que nosotros podemos ver de ellos». Entonces, fieles con la idea de lo complejo, proponen que hay algo de estructura y de perfiles en juego. El libro contiene cuatro capítulos completos dedicados a la clínica, con aportes teórico-clínicos sumamente abundantes y esclarecedores. Concluyen diciendo que, si bien las postulaciones sobre funcionamientos psicopatológicos vinculares (psicosis, perversión, neurosis) siguen vigentes, piensan la psicopatología como funcionamientos móviles, en borde. En palabras de las autoras: «esto nos llevó a pensar que todas las patologías son de borde». Susana Luraschi



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Psicoterapia Psicoanalitica de Grupos & Vínculos Germán Morales, Bárbara Ortúzar, Edgardo Thumala, Hernán Davanzo, Cecilia Acle, Nevio Del Longo, Rosa Martínez, Edgardo Thumala, Tomás Charlín, Macare Orjikh Editores Limitada, 2011

La presentación de un libro siempre es para celebrar, pero éste especialmente representa el trabajo de un grupo de colegas chilenos que conforman la ACHPAG, Asociación Chilena de Psicoterapia Analítica de Grupos, y que vienen trabajando desde 1993 en el estudio, investigación y docencia en relación a lo grupal. Para mí es una alegría adicional porque en 1999, en ocasión de la realización del Congreso de Flapag en Montevideo, conocí a algunos colegas de ACHPAG, quienes me invitaron a dictar un seminario sobre Psicoanálisis Grupal en Santiago, en dos oportunidades. Ese fue el encuentro inaugural para el inicio de la construcción de un vínculo, que seguramente nos constituyó como suje-

tos que no existían antes de ese encuentro. Horas de intenso intercambio y creación de espacios de pensamiento, nos habilitaron a preguntarnos, a cuestionar sobre las prácticas y teorías vinculares. Me siento, entonces, gratamente partícipe de la historia de ACHPAG. En este libro, trece colegas chilenos se piensan como terapeutas trabajando en Psicoterapia de Grupo, situación nada fácil la de exponerse en la práctica clínica. Distintos autores, diversas temáticas, diferencias conceptuales y teóricas permiten que los lectores nos interroguemos y a la vez acompañemos el recorrido que han hecho, en los distintos trabajos que constituyen el libro. El epígrafe, con una cita de


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Kaës que inicia el prólogo, nos marca un camino a recorrer: «La invención psicoanalítica del grupo es un desarrollo interno del psicoanálisis, en el que la cuestión del grupo está a la vez encontrada y todavía no creada». Este libro es una producción exploratoria conjunta a partir de diferencias. Hernán Davanzo, como pionero de la Psicoterapia Grupal en Chile, desarrolla una interesante y exhaustiva perspectiva histórica sobre la Psicoterapia analítica de Grupo en Chile, que nos permite ubicarnos en los prolíficos desarrollos psicoanalíticos chilenos, ya a partir de 1910 a través de colegas interesados en la difusión del Psicoanálisis y en su conexión con la Universidad. Cecilia Acle indaga sobre los Aspectos básicos del Encuadre en la Psicoterapia Analítica de Grupos, pero destaca planteos teóricos que tienen relación con el concepto de intersubjetividad desarrollado por las teorías relacionales y la de las Configuraciones Vinculares. Nevio Del Longo profundiza en los conceptos de «Contratransferencia y reverie en la terapia de Grupo psicoanalítica». Tomando dos ejes: la matriz

onírica en el grupo, y la matriz interpretativa, intenta demostrar como la función de «reverie» es fundamental para despertar la capacidad de soñar como para acceder al insight y a las transformaciones significativas de los individuos y del grupo. Rosa Martínez y Cecilia Acle hacen un recorrido por los «Supuestos teóricos e implicaciones para la técnica de grupos de orientación analítica». Marcan las diferencias entre la mirada de Bion, apoyada en los Supuestos Básicos y en el Complejo de Edipo, y la del Psicoanálisis Vincular, centrado en la producción del grupo, en el presente y no sólo en la repetición de un pasado. Edgardo Thumala, en su trabajo «Psicoterapia Analítica de Grupo y la perspectiva relacional e intersubjetiva», intenta remarcar una mirada en la cual el otro es importante desde el inicio para la construcción de la mente y la conducta humana. Con gran sinceridad, se muestra como un analista, que en épocas actuales de cambios y transformaciones, cuestiona sus puntos de referencia, y relata cómo los conceptos relacionales e intersubjetivos afectaron su práctica.


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Acepta la propia subjetividad como parte del encuentro clínico y pone énfasis en lo experiencial. La exposición de su clínica aclara los desarrollos anteriores. Tomás Charlín trabaja sobre las «fantasías de rotura» descritas por Anzieu en el proceso inicial de un grupo. Reflexiona sobre los distintos cambios en el encuadre y ruptura de «La piel psíquica grupal» en viñetas clínicas muy esclarecedoras acerca de la etapa inicial de un grupo terapéutico. En los comentarios de estas viñetas profundiza teóricamente en los conceptos de fantasías de rotura y yo piel de Anzieu, y encuadre de Bleger. Macarena López, en su trabajo «Algunas reflexiones en torno a los grupos terapéuticos y al trabajo en grupo de terapeutas en un programa de adicciones», revisa viñetas, relatos y escritos de pacientes y realiza un interesante abordaje de los pacientes adictivos a nivel grupal, valiéndose de un rastreo bibliográfico que esclarece sobre esta patología. El recorrido por autores como Blanca y Coletti, McDougall, Dupetit y Steiner, aportarán conceptualizaciones esclarecedoras acerca de los pacientes adictos.

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La autora refuerza la importancia del grupo para constituir una segunda piel en este tipo de pacientes, y reflexiona sobre la dinámica del funcionamiento en el grupo de terapeutas. La dificultad discriminatoria de los pacientes, muchas veces toma a los terapeutas, que deben manejar su contratransferencia frente a las mentiras de los pacientes, rupturas al encuadre, etc. Silvia Gonzalez Vera, en su trabajo «La retraumatización en los procesos psicoanalíticos: ventajas de la psicoterapia analítica de grupo», realiza un minucioso rastreo bibliográfico revisando el concepto de trauma a partir de Freud y las principales corrientes posteriores, como M. Klein, Bion, Winnicott, Ferenczi. Tomando a Ferenczi, la autora remarca los efectos retraumatizadores que puede tener el analista en el tratamiento de sus pacientes. En este sentido, en una Psicoterapia Analítica de Grupo, dice la autora, «la participación de otras subjetividades posibilita la emergencia de perspectivas vedadas para el analista o no desarrolladas por las limitaciones que le impone su propia historia acotada a un número finito de experiencias». Distintas viñetas clínicas


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ilustran estas conceptualizaciones.

esta manera, aliviar el sufrimiento.

Patricia Bustos Krumm reflexiona sobre el «Desamor en Pareja», situando el análisis en las nuevas condiciones de producción de subjetividad coexistiendo con viejos paradigmas. Cambian las familias y también la práctica clínica con familias y parejas.

El interesante concepto del desamor como fuerza contraria a la construcción de vínculos, quizás podría pensarse a la manera de la idea de resistencia a la vincularidad que plantea Isidoro Berenstein, descripta como una resistencia a devenir otro con otro, resistencia a dar lugar a la presencia que remite a la ajenidad del otro.

Las diversas configuraciones vinculares, características de la época, la dificultad de construir con otro, el desamor en la pareja, le plantean a la autora la necesidad de precisar el concepto de vínculo de pareja, e investigar sobre estas temáticas. Como hipótesis desarrolla la idea de desamor como inherente a todo vínculo, en especial a la pareja. Recorre conceptualizaciones de Ruffiot, Kaës, Moguillansky y Seiguer y Spivacow, para luego, a través de algunas viñetas, abordar temas como el otro, los conflictos intersubjetivos, la dinámica del poder en la pareja, el malentendido, las familias de origen, la llegada de los hijos. Exponiendo su práctica clínica, refuerza la idea de la importancia de crear situaciones de pensamiento, donde habita la palabra necesaria para la simbolización de los sentimientos de desamor y, de

El tema de la «Psicoterapia Grupal y la Tortura» es abordado por María I. Castillo y Germán Morales a traves de la experiencia del trabajo terapéutico en ILAS (Instituto Latinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos) de Chile. A partir de la recuperación de la democracia en 1990, se crearon comisiones de verdad, que recabaron muchos testimonios y permitieron esclarecer sobre las violaciones a los derechos humanos y propusieron políticas reparatorias. Los autores definen a la Tortura como una situación límite, en la que un sistema político somete a una persona, a una experiencia extrema de dolor físico y psíquico bajo condiciones de absoluto desamparo.


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Proponen el espacio terapéutico grupal para el tratamiento de pacientes traumatizados extremos. Entendiendo que la subjetividad dañada se puede reconstruir en el espacio intersubjetivo creado por los miembros del grupo y el terapeuta. Ejemplificaron con viñetas clínicas impactantes y conmovedoras de grupos de mujeres y grupos de hombres, torturados y maltratados en los años de la dictadura chilena. En estos casos de traumatismos severos, los autores remarcan la importancia de la intersubjetividad, la creación de nuevas representaciones en relación a las situaciones vividas, la función del analista y los demás miembros del grupo en la producción de nuevos contenidos que pongan palabras «a los vacíos y a las angustias sin nombre». Pilar Cubillos, en su trabajo sobre grupo analítico con adolescentes, recalca el beneficio que genera en los adolescentes este tipo de dispositivo que actúa como lugar de transición y continente para la elaboración de los duelos y separación de los padres. En este sentido, profundiza en autores como Meltzer, Neri, Ferro, Glasserman, para pasar luego a analizar las características de un paciente llamado Jorge, que

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genera dudas en la terapeuta con respecto a su inclusión en un grupo, evaluando los beneficios para el paciente y el grupo. Finalmente, incorpora a Jorge en un grupo terapéutico, cuestionándose luego sobre esta incorporación, por la posibilidad de que se transforme en un chivo expiatorio. En las reflexiones finales, la autora considera que Jorge, el paciente que incorpora al grupo, fue muy beneficiado y parece no haber dificultado al resto de los miembros en la elaboración de sus problemáticas. A Bárbara Ortuzar también la convoca el tema de los pacientes adolescentes en su trabajo. Cambio de paradigma: implicaciones del Psicoanálisis Relacional en la Psicoterapia con adolescentes. «Este cambio de paradigma se refiere al cuestionamiento de uno de los conceptos básicos en psicoanálisis: el de pulsiónestructura versus el de relaciónestructura». «Esto ha significado estudiar a fondo y con más congruencia al “otro” como una verdadera presencia interactiva y como una presencia intrapsíquica e interna». La autora hace un recorrido por autores relacionados y remarca la importancia de la intersub-


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jetividad centrándose en la relación como paciente. Ejemplifica con el análisis de pacientes adolescentes, con cuyos padres la autora realiza un relato parental donde identifica datos del desarrollo del paciente, de la historia familiar y de la pareja, pero el objetivo central es descubrir el tipo de relación de los padres con el adolescente. Emerge una alianza de tres adultos para comprender a un adolescente que consulta, dice la autora, quien tiene como fundamento las teorías del Modelo Relacional donde la mente surge de manera didáctica e interactiva.

Trece analistas que integran una institución como ACHPAG, evidentemente crean espacios para pensar, en una actitud exploratoria, que los lleva a producir un libro donde lo común es la Psicoterapia Psicoanalítica de Grupo y Vínculos, indagada a través de conceptualizaciones y temáticas diversas. Conviven, entonces, lo común y lo singular de cada autor, en la expresión de temáticas y prácticas específicas que denotan claramente las problemáticas en relación a lo vincular, que predominan en Chile, pero también en toda Latinoamérica. ¡Felicitaciones! Graciela Selener


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Condiciones para la Presentación de Trabajos 1. Los escritos presentados deberán ser inéditos, podrán ser individuales o grupales y deberán estar escritos en español. – Los trabajos tendrán una extensión máxima de 10.000 palabras, y se entregarán en siete ejemplares impresos en papel tamaño carta o A4 junto con el correspondiente CD o diskette, aclarando el procesador de texto utilizado, el cual debe ser compatible con I.B.M. – Los artículos deben incluir, en hoja separada, un resumen de 10 líneas, redactado en tercera persona, con las correspondientes traducciones al inglés, francés y portugués, realizadas a cargo del autor, incluyendo la traducción del título, por traductores designados por la Dirección de Publicaciones, como asimismo de las palabras clave correspondientes al mismo. – Las notas deben numerarse en forma sucesiva en el texto y colocarse al final del trabajo. Las referencias bibliográficas en el texto: al mencionar a un autor, se transcribirá su apellido, la inicial de su nombre y la fecha de primera publicación del texto en su idioma original. Ej.: (Spitz, R., 1954). Si se desea mencionar la página (en una cita textual, por ejemplo), se ubicará este dato a continuación. Ej.: (Spitz, R., 1954, pág. 153). La página citada corresponde a la edición utilizada (ver más adelante). – Es requisito fundamental, tener especial cuidado en no mencionar en el cuerpo del texto ninguna de las publicaciones propias para evitar inferencias sobre la identidad del autor. – La bibliografía, ordenada alfabéticamente, se presentará en hoja aparte de la siguiente manera: a) Libros: apellido del autor, inicial del nombre y año de la primera edición en su idioma original. Luego, el título del libro (en cursiva), lugar de edición, editor, año de la edición utilizada. Ej.: Spitz, R. (1954) El primer año de vida del niño. Madrid, Aguilar, 1961.


b) Artículos: apellido del autor, inicial del nombre, año de la primera edición del artículo en su idioma original. Luego, título del artículo entre comillas, nombre de la publicación (en cursiva), volumen, número, año de la edición utilizada. Ej.: Couchoud, M. T. (1986) «De la represión a la función denegadora», Revista de Psicología y Psicoterapia de Grupo, vol. XX, nº 1, 1997. – El trabajo, sus copias impresas y la versión digital en CD o diskette deben estar firmados con seudónimo y entregarse en secretaría de AAPPG en un sobre en cuyo frente figure sólo el título del trabajo y el seudónimo utilizado. – Dentro de este mismo sobre se incluirá un sobre cerrado, caratulado de igual manera, que contenga en su interior: nombre y apellido del/de los autor/es, sus datos de afiliación profesional, dirección, teléfono y correo electrónico, la/s hojas de la bibliografía; la autorización para la publicación. – Es imprescindible adjuntar una autorización explícita para la publicación del trabajo en esta revista, ya sea en soporte papel o modalidad digital, en forma total o parcial, en la página web de A.A.P.P.G. o a través de los índices con los que la página tiene links, aclarando nombre/s completo/s y documento/s de identidad, con firma y aclaración. – Los originales enviados no serán devueltos, resulten o no publicados. REFERATO INTERNACIONAL: Los trabajos serán preseleccionados por el Comité Científico y aprobados o no finalmente por el Comité de Referato Internacional. Cada trabajo será enviado a tres miembros del Comité de Arbitraje Internacional (dos pertenecientes a la institución). Los árbitros tendrán en cuenta los siguientes ítems transcriptos a continuación: 1) originalidad de la idea central o de la particular interrelación entre conceptos; 2) rigurosidad teórica y claridad en la exposición; 3) coherencia lógica en el desarrollo; 4) presencia de alguna dimensión vincular o de algún sesgo que se relacione a la misma; 5) cuidado en el estilo gramatical; 6) capacidad de despertar y mantener el interés. De acuerdo a estos criterios responderán si consideran el trabajo digno de ser publicado en la revista Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares. DIRECCIÓN DE PUBLICACIONES


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