LA SONRISA
BURLONA Escribe Diego Papic
E
n el año noventa y ocho yo tenía veintiún años, estudiaba letras y periodismo y me pasaba las tardes en el Politeama de la avenida Corrientes leyendo a Julio Cortázar y fumando como fumaban sus personajes y él mismo en la foto de la solapa de sus libros. Después apuraba mi cortado y me metía en la Lugones para ver algún clásico: Fassbinder, Tarkovski, algo por el estilo. En televisión veía solamente programas políticos y Cha Cha Cha, que había sido cancelado el año anterior por bajo rating. La televisión de afuera no me interesaba: nunca fui fan de Los Simpsons, nunca me interesó Friends.