Revista Gente Colombia

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convirtiéndolo en uno de los más populares entre la nueva generación de humoristas. La televisión lo ha dado a conocer, pero sabe que son las tablas las que lo harán reconocido. “Nunca he buscado ser famoso, pero siempre he confiado en mí; además, no tengo afán. Sé que esto es de perseverar. Así como la mayoría de los humoristas lograron el reconocimiento después de los 30 años, para mí es un orgullo haberme parado en el Teatro Nacional, por primera vez, a los 22”.

El drama, el humor Alejandro había soñado durante años con ser director de cine. También en irse a estudiar a Nueva York o a Barcelona; sin embargo, las artes escénicas se le atravesaron en el camino. “Mi papá fue el que me dijo que estudiara teatro, que tomara un taller”. Lo tomó y le gustó tanto que decidió hacer la carrera completa en el Teatro Nacional. Se dedicó a la actuación y abandonó la comedia. “Estaba dedicado a estudiar, y después de leer a Shakespeare, Moliére y Aristófanes me parecía que lo que estaba haciendo era una pendejada”. Interpretó papeles dramáticos y trágicos, hizo del teatro su vida, hasta el punto de que a la mañana siguiente, del que es quizás el día más triste de su vida, estaba en La Casa del Teatro Nacional trabajando en una obra, cuando Alberto Riaño, uno de los escultores más apreciados del país, murió en un accidente casero en el cual Alejandro no solo perdió a su padre sino a su mejor amigo. “El primer día que me presenté en el Teatro Nacional con mi espectáculo lloré de pensar que mi papá no estaba para verme”. Hoy, varios años después, todavía piensa en él cada vez que está en escena. Era, además, su crítico más severo. “Siempre me decía que me alejara del humor fácil, del chiste vulgar, me decía que eso podría hacer reír pero que no me iba a llevar a ninguna parte”.

Tras la muerte de su padre, Alejandro regresó a la comedia. “Me di cuenta de que lo que hago saca a la gente de su rutina, que le garantizo un buen rato. Es algo bueno. A pesar de que muchos piensen que es una bobada, si la gente paga para escucharme debe ser porque lo hago bien”. En su espectáculo, Cada niño con su boleta, critica un particular tipo de bogotano. Su paso por tantos “buenos colegios” le enseñó que algunas personas viven de las apariencias, del querer ser y valoran más la imagen que la esencia. “A uno le llenan la cabeza de cucarachas. Yo llegué a avergonzarme de decir que mi papá vivía en el centro. Por fortuna, me echaron”. Hoy no sólo está orgulloso del legado de su familia sino de su propio desarrollo. “Todo lo que he logrado lo he hecho por mí mismo y porque he querido, si no hubiera sido como algunos graduados de esos colegios de donde me echaron que terminan de ejecutivos en la empresa de la familia, trabajando con el papá”. Está lleno de proyectos, será el presentador de un nuevo programa de RCN que saldrá al aire los fines de semana, es el protagonista de una serie de humor producida por Jorge Alí Triana y quiere escribir su propio programa, basado en los recuerdos de su infancia. “Yo vivía como en la vecindad del ‘Chavo’, porque era un solo terreno donde estaban mis abuelos, mis tías, mis tíos y mis primos, y cualquier cosa que pasaba tenía que ver con toda la familia”. También quiere hacer una temporada con su espectáculo en el Teatro Nacional (“yo sé que eso va a pasar”) y una gira por las principales ciudades. “Cuando eso pase, y yo tenga una temporada que llene de jueves a sábado, y haga un mes en Medellín y otro en Cali y otro en Barranquilla, puedo dejar de presentar Cada niño con su boleta, porque ya la conocen, pero por ahora no, la mayoría solo me ha visto por televisión”.

Cómico y actor Una de las características que han convertido a Riaño en un humorista exitoso es la capacidad de transformarse dentro y fuera del escenario, algo que se deriva de su preparación teatral.

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