PASARÁN MÁS DE MIL AÑOS
Darío & Leonor Por Paula González darío berzal y leonor hernando son un matrimonio entrañable, de esos a los que aún se les puede leer el amor en los ojos ¶ conservan sus invitaciones, el menú de la boda, todas las fotos e incluso el vestido de novia con el mismo cariño con el que me han contado su historia ¶ viven juntos, felices y unidos en una casa en la que el tiempo lo marca un reloj que da las horas al revés y creen en el amor.
D
os pesetas era lo que costaba el billete de Madrid a Navafría, un pueblecito de Segovia. Nunca algo tan importante valió tan poco. Después de casi 10 años de noviazgo, Leonor emprendía este viaje para casarse con su amor y amigo desde la infancia, Darío. Había pasado toda la semana en las nubes, encerando el suelo de las diecisiete habitaciones de la casa de Chamberí donde trabajaba, canturreando melodías mientras colaboraba en la parroquia de su barrio, y abriendo y cerrando la caja forrada de papel de flores que guardaba su vestido de novia. No se lo quitaba de la cabeza, ¿cómo poder hacerlo? Solo a Darío se le podía ocurrir semejante locura, ir a pedirle matrimonio a su casa, a tres kilométros de la suya, campo a través, acompañado de todos los jóvenes del pueblo como si fuese el flautista de Hamelín. Ni siquiera le frenó que su futuro suegro
fuese el guarda del bosque, un hombre de carácter y genio tan grandes como las hectáreas que cuidaba. –¿Dónde vas tan guapo Darío?– le preguntaban. –A pedir la mano de Leonor– contestaba él más ancho que largo... Con la camisa de los domingos y la mejor de sus sonrisas se plantó delante de su casa bandurria en mano, decidido y sin vergüenza, tal y como él era. Entonó lo mejor que supo, que con la bandurria se hacía, pero el cantar era otro tema. –No importa– pensó, lo hago por amor, y por amor lo hizo. Leonor estaba remendando un mandil, para llevarlo como nuevo de vuelta a la capital, cuando a través de la ventana ya se empezaba a escuchar jaleo. Sus hermanas fueron las primeras en asomarse, –Leonor, ¡es Darío!– y entre risas y nervios, que no la dejaban asomarse escuchó... atelier love 71