La Voz De Dios, Cindy Jacobs

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96 El remate de la situación fue que no dejaríamos la iglesia hasta que fuéramos liberados un poco más adelante. Entonces nos reunimos con el pastor principal para conversar. Él aún no se disculpó, pero el Señor me aseguró que si mantenía mi corazón recto todo estaría bien en el largo camino. Años después el pastor me pidió disculpas y ministramos juntos en un congreso que trajo gran sanidad.

La obediencia y la sumisión Rememorando sobre mi vida, he aprendido más de las situaciones dolorosas que de las buenas. Muchas de ellas me han probado como persona. No obstante, lo que el demonio quiso para mal el Señor lo volcó a mi beneficio. En otra ocasión se me había invitado a ser una de las oradoras principales en una cruzada al aire libre. Decir que estaba emocionada sería minimizar mis sentimientos. Había preparado el mensaje, sentido la unción y estaba ansiosa de que llegara el momento. Además, tenía que recorrer un largo camino para predicar. llegué la tarde en que se iba a efectuar la reunión. El líder tomó la delantera para acercarse a mí. «Cindy», dijo, «el comité de pastores siente que yo debería predicar esta noche». «Está bien», tragué saliva y murmuré, «si eso es lo que sienten». La sangre se me subió a la cabeza y me dirigí a mi cuarto. Mike me encontró allí muy espiritual y con lágrimas en los ojos. Me consoló lo mejor que pudo mientras yo desparramaba mis sentimientos heridos. Al fin me calmé y logré estar ante el Señor. De repente, supe que esta era una prueba. ¿Me estoy creyendo que debo ser el instrumento de Dios para su pueblo?, me pregunté. Entonces pensé en las maneras en que el otro orador podría alcanzar mejor que yo este auditorio particular. Decidí orar para que Dios bendijera su mensaje mucho más que el que yo había preparado, y que como consecuencia muchos vinieran al reino de Dios. Esa noche, cuando me senté a interceder en la plataforma, mi corazón estaba en paz. En el momento en que se extendió la invitación, la gente salía hacia el frente con lágrimas rodando por las mejillas. «Gracias Señor», suspiré. «Eres muy bueno. Conocías exactamente la persona ideal para que ministrara tu Palabra esta noche a tu pueblo». Usted podría decir: «¿ Y si los líderes hubieran estado equivocados y supuestamente predicaras tú? ¿Podría suceder?» Por supuesto. No me importa. Lo importante es que fui obediente. Creo tanto en la sumisión a la autoridad delegada que incluso si el comité de pastores se hubiera equivocado, Dios haría lo correcto. Más tarde cuando ministraba, la unción era tan fuerte que tuve que meterle mano en ese momento. Dios bendijo la obediencia. Ella es mejor que el sacrificio. Permítame citar una pequeña parte del libro que recomendé antes, A Tale of Three Kings: David hizo una pregunta: «¿Qué haces cuando alguien te arroja una lanza?» ¿No le parece extraño que David no supiera la respuesta a esta pregunta? Después de todo, cada cual en este mundo sabe lo que sucede cuando se le arroja una lanza. ¡Claro! ¡Recoges la lanza y la arrojas de vuelta! Cuando alguien le arroja a usted una lanza, David, la arranca de la pared y la arroja de vuelta. Absolutamente todos los demás lo hacen, puede estar seguro.


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