La Voz De Dios, Cindy Jacobs

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EL TUTOR DEL DON PROFÉTICO Hace años, cuando era una joven que empezaba a surgir con el don profético, tenía la tendencia de hablar demasiado. Parecía que pasaba más tiempo en problemas que sin ellos. No podía entender lo que estaba mal. Entre mis problemas estaban el mal cálculo del tiempo de las profecías que anunciaba, la crudeza con que lo hacía y el orgullo de que «yo era la que escuchaba a Dios». Una de mis amigas me describió en esta parte de mi desarrollo como una «creyente imprudente en espera de un momento para intervenir». Esto es muy suave comparado con lo que pudo haber dicho. Me sentí especialmente rara durante una reunión de oración particular. La hija de una amiga mía nos visitaba y confesaba que tenía problemas con las drogas. Sin averiguar nada sobre su situación, la señalé con el dedo y dije, en alta y melodramática voz: «¡Tienes un demonio de drogas!» ¡Oh! A la chica le dio un ataque. Por varias semanas su madre había estado tratando de que ella asistiera a la iglesia, y yo lo eché a perder todo. Para ser franca, me siento muy avergonzada al pensar en mi conducta.

SE SOLICITA: GUÍA DE PROFETAS Sobra decir que el Señor empezó a presionarme un poco para que cambiara, pero no entendía lo que trataba de decirme. No me daba cuenta de que Dios en su misericordia intentaba encontrarme un lugar donde pudiera clamar ayuda. Al fin, un día estaba tendida bocabajo en el cuarto de la lavadora (el lugar más digno de todos), rogando a Dios que me enviara a alguien para que me enseñara y me entrenara. Mi oración fue algo como esto: «Señor, ¡no sé lo que va a pasar, pero me meto en problemas casi cada vez que trato de ayudar a los demás! Por favor, envíame a alguien que me explique lo que me sucede. ¿Dónde habré de encontrar un maestro para alguien tan joven como yo?» Estoy segura de que el Señor vio desde el cielo y dijo: «Al fin se da cuenta de que no puede hacerlo por sí misma». Sinceramente, en esos días no sabía lo suficiente como para percatarme de que estaba emergiendo como una voz profética. Necesitaba consejería desesperadamente, pero muy poco sabía lo que era un tutor. Con el paso de los años, el Señor en realidad respondió mi oración enviándome personas que me ayudaron a lo largo de mi sendero. En efecto, me envió muchos tutores. Siempre bromeo diciendo: «Pienso que mi caso era tan difícil que uno solo no fue suficiente». Muchos líderes han influido en varias etapas de mi vida. Algunos fueron sinceros al expresar: «Has ido más allá de mi nivel de experiencia» y oraron conmigo para que Dios me enviara otra persona a ayudarme. A medida que miro hacia atrás en mi vida veo que la mayor parte de lo que aprendí fue de la manera difícil: equivocándome y sufriendo las consecuencias. Después de una lección, en particular fuerte, prometí al Señor que si me enseñaba, entrenaría y ayudaría a jóvenes líderes. No quiero que nadie sufra innecesariamente lo que yo sufrí. Como mujer tuve algunos retos verdaderos y no tuve delante de mí muchas personas capacitadas para ayudarme. Mis amigas Jane Hansen, Beth Alves y Margaret Moberly fueron verdaderos regalos de Dios para mi vida. Peter Wagner ha sido mi guía en los últimos años, y me ha enseñado acerca de escribir, evangelizar y dictar conferencias en seminarios. (Por cierto, todavía estoy en el proceso de aprender en estos aspectos.)

Relación con los tutores


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