El protocolo en la mesa

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Protocolo en la mesa

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Hoy en día, a menos que sea por motivos muy especiales, las cenas o comidas de cierta importancia no suelen suceder en las propias casas, a menos que se disponga de servicio en la casa. Se prefieren los restaurantes. Aun así, afortunadamente, en algunos casos, ya sea por discreción o más habitualmente por la fama del anfitrión frente a los fogones, es obligado asumir este acontecimiento en el propio domicilio. Si no se dispone de servicio, se intentará paliar con platos fáciles de servir, con ayuda de algún familiar o de amistades muy intimas que apoyen en la cocina y en el servicio de la mesa. Lo primero será la invitación formal. Se debe de hacer con suficiente tiempo y esperar la respuesta de los invitados. Se debe concretar un día y una hora, a ser posible que coincida con la disponibilidad de todos ellos. Las tendencias actuales ya no obligan a que la invitación se realice formalmente por escrito. En toda invitación se ha de mencionar qué tipo de vestuario se ha de llevar. También y con suma discreción se pueden mencionar a otros invitados, por si es del agrado de la persona con quien se esta hablando. Así se da la oportunidad de que pueda elegir o informarse más sobre cierto invitado. La hora de la cita debe tener suficiente antelación a la celebración de la comida o cena en si misma, con el fin de que de tiempo a que lleguen todos los invitados. En algunos países, se suele llegar bastante más tarde, ya sea por costumbre o por dar más tiempo a los anfitriones. En Europa no es así y la puntualidad es norma a cumplir, no solo por la comida que se ha preparado sino por no hacer esperar demasiado a otros invitados. A medida que vayan llegando los invitados, se les deberá recibir personalmente en la entrada, pero se les introducirá inmediatamente en un salón, nunca en el comedor directamente. Mientras se espera a los otros invitados, se ofrecerá un aperitivo y amable conversación. Según vayan llegando los demás invitados, se les irán presentado, si no son conocidos, siempre primero las damas, de mayor edad a menor y después los varones, siempre que se pueda mencionando su titulo o cargo. No hay que abandonar a ningún invitado y aunque sea de forma somera atenderle e intentar iniciar una conversación después de las presentaciones a la espera de la llegada y puesta la mesa para la comida o cena. Una vez terminada la celebración, los anfitriones deben despedir a sus invitados con la misma educación y cortesía con que se les recibió

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El Anfitrión Plauto, que fue un escritor nacido entre 254-184 a.C., escribió una obra a la que llamó “Anfitrión”, en la cual contaba el drama vivido entre el Rey de Tirinto, Anfitrión, la esposa de éste, Alcmena y Zeus, quien aprovechando que el Rey se encontraba en el campo de batalla, sedujo a su esposa tomando la figura de él. En el año 1668, Moliere el gran dramaturgo francés adapta la comedia de Plauto, y es en la escena final cuando hace referencia al estupendo banquete, en el cual uno de los invitados al mismo dice esta frase: “el verdadero anfitrión es el que invita a cenar”. El término cayó en gracia y poco a poco se extendió a nivel popular hasta llegar a España. Esta palabra fue introducida en la 1ª edición del diccionario de la Real Academia de la Lengua en el año 1869: “persona o entidad que recibe en su país o en su sede habitual a invitados o visitantes, o persona que tiene invitados a su mesa o a su casa”. Por tanto, es misión del anfitrión atender adecuadamente a los invitados, ya sea la invitación y recepción en casa o fuera de ella. El anfitrión debe estar siempre atento y al cuidado de sus invitados a medida que van llegando y será el encargado de darles la bienvenida, con una breve y educada conversación. Una vez ha comenzado la reunión, será misión del anfitrión hacer que los invitados se presenten entre ellos. Tras las presentaciones, los anfitriones deben estar atentos para que sus invitados se relacionen, no se queden aislados y conversen entre ellos, por lo que es muy importante su habilidad para sugerir temas de conversación, e incluso intervenir en ellas. Mientras tanto, el anfitrión no debe descuidar la atención para que todos los invitados estén correctamente servidos y atender cualquier necesidad particular. Al final de la velada, el anfitrión es el encargado de despedir a los invitados agradeciendo su presencia. Interesándose y preguntando educadamente si han disfrutado con la invitación y enviando saludos a los familiares y amigos conocidos que no han asistido al evento.

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La importancia de la mesa Según un dicho popular: “Sólo en la mesa, bebiendo, o en la cama se conoce bien a una persona”. En nuestros días la premura de tiempo, la falta de hábito y muchas costumbres perdidas, nos llevan a tener en el olvido una serie de normas de conducta ante los demás. Una de las situaciones donde se hace notar esta carencia es en la mesa, comiendo. Los buenos hábitos adquiridos o aprendidos no han de olvidarse y menos al comer. Nuestra sociedad es cada día más urbana, y también es cierto algo más relajada en la educación. Al tener más contacto social, el comportamiento no es una banalidad, es algo que se debe cultivar, sin llegar a los excesos de tiempos atrás. Según decía André Malraux: La educación no se hereda, se conquista, es decir que no importa el origen, sino el esfuerzo por saber convivir juntos y mucho más en una mesa. A cada uno de nosotros le agrada ser tratado con amabilidad, con cortesía. Cuando se habla de normas en la mesa, etiqueta o protocolo, se refieren a las normas más usualmente impuestas durante mucho tiempo por una serie de costumbres marcadas de antemano. La mesa, lugar donde se come de forma habitual, tanto en el hogar como fuera de él, debe ser respetada, no sólo por ella en si misma, sino por quienes acompañan y por los alimentos y quienes los elaboran. En ella se sirven las viandas que alimentan a nuestro cuerpo, cualquier anomalía, altercado, falta de sensibilidad, limpieza o malos hábitos pueden arruinar esa comida. Las formas en la mesa son muy antiguas y muy diferentes según la cultura o país al que hagamos referencia. Lo que es correcto en una cultura, no lo es en otra, aunque existen normas comunes para todas ellas, que se basan en el respeto a los demás. Se irán desgranando poco a poco las situaciones, circunstancias, y acontecimientos y la forma más adecuada de enfrentarse a ello. Con este fin iremos exponiendo de menos a más las bases para estar en armonía y conjunción con el resto de las personas con la que comeremos en situaciones muy dispares. Intentaremos exponer como se ha de hacer en cada instante, con cada instrumento, con cada situación para no llegar a exhibir una descompostura y estar fuera de norma y lugar.

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EL MANTEL Según el RAE el mantel es: Cubierta de lino, algodón u otra materia, que se pone en la mesa para comer. Sea cual sea el tipo de mesa que vamos a "crear" no debemos olvidarnos de los detalles fundamentales que son básicos en cualquier mesa como es la colocación de mantelería, cubiertos, vajilla y cristalería. Actualmente y debido a las prisas a que se presta menos atención en comidas caseras se evita poner mantel y en el mejor de los casos se ponen salva platos de plástico, papel o tela, esto no es muy adecuado, al menos en una mesa medianamente formal y se debe crear el habito. El mantel se ha utilizado desde tiempos muy antiguos para cubrir y proteger las mesas. También por higiene y limpieza. Evita que las bebidas, líquidos que caigan manchen y estropeen la mesa, también sirve para tapar daños ocasionados antes y sobre todo como decoración, el mantel debe ayudar a que las viandas expuestas sea apetitosas, por eso suelen ser blancos o de colores claros y las servilletas del mismo tono y color. Otros colores no se deben emplear, salvo casos muy especiales como navidad o cumpleaños o fiestas similares. El mantel es el vestido de gala de la mesa y debe realzar no sólo las comidas si no todo lo dispuesto, vajilla, cristalería, loza, cubiertos y decoración. Su utilidad no solo se centra en lo dicho, es el receptor de migas y sobras de la mesa, así el suelo no se llenara de esos restos. Por protección de la mesa, para evitar ruidos molestos, o salvar de quemaduras, se suele poner un bajo mantel o muletón. El mantel no debe tener arrugas y debe estar muy limpio, bien dispuesto que sobresalga de la mesa como mucho hasta un tercio de la mesa hasta el suelo, no así el salva mesas o muletón, que debe cubrir exclusivamente la mesa sin ser demasiado grueso y que cubiertos y cristalería bailen ante cualquier movimiento. El mantel debe estar simétricamente puesto, que no exceda o quede corto de ningún lado. Es el lienzo donde irán las bellas decoraciones y platos presentados. En la Edad Media era de buen ver el limpiarse las manos con lo sobrante del mantel, poco a poco y por higiene se impuso el complemento al mantel, las servilletas, es decir manteles de servicio personal. Estas deben ser del mismo tejido, color y diseño que el mantel y suelen tener de 50 a 60 centímetros por cada lado, se deben de poner a la derecha del plato, aunque hay opiniones que difieren sobre el tema. Deben usarse con discreción, no son una bandera, se debe depositar sobre las piernas y usarlas con discreción y elegancia y una vez terminada la comida o cena se deben depositar sin doblar de la zona en que salieron. Las servilletas no han de ponerse nunca dentro de las copas, deben estar dobladas en cuadrado o en forma triangular. En una comida o cena más formal deben tenerse servilletas de reserva para poder sustituir las muy manchadas. En otras culturas el mantel no es común, tal sólo en el protocolo occidental esta impuesto. El mantel ya era empleado por sacerdotes griegos y romanos como símbolo de respeto a sus ofrendas y en cierto modo una comida o cena se centra en ofrecer alimentos que alimentan al cuerpo.

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LA VAJILLA Aunque en la antigüedad existían grandes recipientes en las meses para depositar los alimentos, en Occidente y desde que se impusieron las normas en la mesa, por higiene, por comodidad y por estética emplean los platos individuales. El rey Francisco I de Francia en el siglo XVI, impuso esta norma, tal vez por escrúpulos o por simple norma. Las cortes de diferentes reinos se esmeraron en conseguir platos bellos y adecuados y las grandes casas nobles los difundieron. Se abandonaron las escudillas de barro y madera y se crearon vajillas de loza o cerámica, y en ciertas cortes para impresionar, de metales nobles. Si se ha de elegir una vajilla para momentos especiales, es aconsejable ir a lo seguro, lo más clásico no pasa de moda, y hay vajillas de reconocido nombre como puede ser Limoges, Sévres, Spode, Rosenthal, Babaria, Royal Croww, Derby, Cartuja y otras muchas. Algunas de ellas van acompañadas de escenas alegóricas, pero lo importante es que sea sobria, clásica, que siempre se quede bien ante cualquier invitado. Para diario se debe elegir algo más cómodo, si se desea de diseño moderno, fácil de usar y que dure mucho. Al acomodar los platos sobre una mesa hay que tener en cuenta el espacio que hay que contar para comensal, ni muy juntos, pues sería agobiante, ni muy lejanos, resultaría frío, la medida ideal es sobre los 70 a 80 centímetros entre platos. Los platos soperos no se deben poner nunca directamente sobre la mesa, por lo que irán sobre un cubre platos de metal o sobre un plato llano en su defecto. Nunca deben colocarse más de dos platos, uno encima de otro. Básicamente hay tres tipos de platos, soperos, llanos y de postres, pero una vajilla dispone de más elementos, como salseras, platos para el pan, soperas, fuentes, tazas de consomé y muchos otros que enriquecen una mesa y ayudan a presentar y servir. Los platos deben estar a unos tres centímetros del borde de la mesa. Deben existir platos más que suficientes para los invitados y los diferentes platos a servir. La vajilla debe estar limpia, sin imperfecciones o roturas. Se deben servir por el lado izquierdo y retirar por el derecho. Si el evento es especial deben ser retirados los cubiertos junto con el plato empleado. Alrededor de la vajilla se dispondrá la cubertería en forma adecuada y la cristalería. Si se ponen saleros y vinajeras hay que pensar que deben disponerse cada seis u ocho comensales.

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LA CRISTALERÍA

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En una comida formal, donde se recibe o se celebra algo especial, no basta con una buena disposición de vajilla, cubertería y buen mantel; también se acompañan los manjares con diferentes bebidas que quitarán la sed o realzarán los sabores. En estas ocasiones es imprescindible disponer de una cristalería adecuada. El vidrio se descubrió unos 1500 años antes de Cristo, en Egipto, de forma casual al hacer hogueras en playas arenosas con restos de algas secas. Los fenicios lo perfeccionaron y ya desde entonces se conocen copas, ánforas y piezas de decoración. Existe una diferencia entre el vidrio, de estructura amorfa, y el cristal, mucho más homogéneo, fino y transparente. Ambos están compuestos de arena, potasio y plomo, siendo éste último el que le confiere las cualidades de densidad, limpieza y brillo; consiguiendo esa sonoridad característica de las cristalerías de calidad. Un buen cristal es sinónimo de piedra preciosa, de belleza. Si se frota con un dedo húmedo el borde, y la copa es de calidad, su estructura homogénea se pondrá a vibrar y saldrá un sonido muy especial. Por esa razón y en las grandes mesas el cristal es que se impone. No obstante el vidrio es un buen acompañante en cualquier mesa si es de diseño adecuado. La elección de que las copas sean transparentes no es casual. En Alemania se fabricaban en colores y aún es de cierta norma allí, pero el auge del vino de calidad hace que sea necesario ver en plenitud el color y transparencia de ese caldo. El pie de las copas debe ser ancho y estable; el tallo largo y fino da más elegancia y luce más, con la particularidad de que se sirve mejor y mantiene la temperatura durante más tiempo. Su colocación en la mesa debe ser por delante del posa platos, primero la copa de agua, la más grande, seguida de la copa de vino tinto, más pequeña y de boca ancha, a continuación la de vino blanco, de boca algo más estrecha, y al final la del champán o cava, más alargada, tipo flauta. Su disposición es variada, siempre siguiendo el orden, pueden estar en línea recta, en forma semicircular o en diagonal. Se han de poner como mucho las cuatro copas indicadas, poner más es pretencioso y una molestia para el invitado; en algunas ocasiones basta con poner la del agua y la del vino. Al servicio o al anfitrión corresponde el servir el vino según falte en las copas. Al servir vino, cava, champán o simplemente agua, jamás se ha de levantar la copa, ni que la botella la toque. Se sirve por la izquierda y se retira por la derecha. Se ha de coger la copa por la parte superior, jamás por la zona baja, esto tan solo lo debe hacer el chef o el sommelier, para ver el color del vino al trasluz. Si se brinda, jamás se han de chocar las copas, basta con ponerlas a la altura de la frente y con gesto deferente brindar junto los demás. Siempre que se va a beber se ha de usar la servilleta, y jamás dejar huella de labios o de comida en la copa.

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La disposición y empleo de los cubiertos denota una educación bien aprendida y un saber estar. Los cubiertos son elementos de toda buena mesa, existen muchos tipos de ellos, pero básicamente son tres los más empleados, el resto son adaptaciones para otro tipos de platos y viandas. No son para decoración, ni herramientas y tan solo deben emplearse para su cometido y de la forma correcta. Una vez empleados jamás han de ser depositados fuera del propio plato. Los tres tipos de cubiertos básicos son, el tenedor, la cuchara y el cuchillo. Existen otros muchos más, casi siempre parecidos, salvo excepciones. El tenedor es ligeramente curvado, con cuatro púas, a excepción del pescado que es algo más ancho y solo tiene tres púas. Su empleo en solitario es con la mano derecha, con las púas hacía arriba. Es el instrumento encargado de llevar muchos alimentos hasta la boca. Si se utiliza junto con el cuchillo debe ser con la mano izquierda, como apoyo, para realizar el corte con el cuchillo y las púas hacía abajo. Como norma se deben coger de su extremo superior y se toma entre los dedos índice, corazón y pulgar, los dos primeros de apoyo y el último de sujeción. Si es empleado para apoyo del cuchillo el índice debe ser apoyado par dar una ligera presión y no se escape el trozo de comida que se esta cortando. Catalina de Médicis, fue impulsora de su empleo dentro de la corte y su posterior difusión. La cuchara en su empleo, es similar al cuchillo en su primera exposición, sirve para sopas, cremas, legumbres y platos llamados platos de cuchara. La forma correcta es llevarlo a la boca y no lo contrario, debe se introducido de forma recta, es decir con la parte más cóncava y no de forma lateral, aunque en ciertos países se emplea así. Nunca debe sorberse por muy caliente que este el alimento, mejor esperar a que se enfrié. Tampoco es de norma el emplearlo para recoger lo último del plato inclinando esté, no es correcto. Fuera del plato el tenedor y la cuchara tan sólo se deben emplear para servirse ensalada. Jamás se deben emplear en otros platos sean centrales o de otros comensales. El cuchillo, como cubierto de mesa, salvo aquellos muy especiales para carnes, deben ser romos, es decir redondeados en su punta. Este criterio se impuso en el siglo XVI, siendo el cardenal Richelieu quien lo impuso, ante la vehemencia de un comensal muy nervioso y agresivo, le hacía sentir incomodo, mando a sus herreros redondear este cubierto. Desde entonces es norma habitual su forma. Es tan sutil el empleo de cubiertos que muchas de sus acciones son tendentes a evitar aunque sea simbólicamente cualquier gesto de amenaza o de agresión. El cuchillo jamás debe llevarse a la boca, es de mal gusto y además se evitan accidentes con cortes en la boca. Norma general y básica es no blandir nunca ningún cubierto durante la comida. Si se ha de hablar, tomar vino o agua una vez iniciado su empleo no deben salir jamás de los platos, se depositan en ellos, apoyados en ángulo de 45º con las puntas del tenedor hacía abajo y el corte del cuchillo hacía adentro, esto significa una pausa momentánea. Si acaso se ha terminado el plato o no se desea comer más, se deben depositar de forma paralela al lado derecho del plato como marcando un reloj las 4 y 20. Siempre que se va iniciar una comida, si es de cierta importancia nadie debe tocar los cubiertos hasta que el anfitrión o mejor la dueña de la casa ponga su tenedor en el plato con las puntas mirando arriba.

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Una invitación de cierta formalidad debe cumplir con ciertas normas, pero más allá del equilibrio estético de mantel, platos, cubertería y cristalería amén de los platos presentados debe tener un toque personal y una buena decoración es muy importante, denotará que se ha preocupado por crear un buen ambiente para sus invitados. También la decoración tiene sus normas. Ante todo que sean elegantes, nada aparatosas o pretenciosas. Una vez puesta la mesa como marca las normas. Mantel planchado con cubre mesas debajo, cubiertos bien colocados, cristalería limpia y ordenada a sus justas medidas, con indicación del puesto de cada invitado, la mesa a pesar de estar vestida debe tener un toque personal y siempre según el evento que se celebra. Todos estos elementos deben ser armónicos y combinar bien. La decoración debe evitar crear barreras entre los invitados y por otro lado no interferir en el banquete. Grandes ramos de flores no son apropiados, pues tapan a los comensales y además si las flores son de cierto olor pueden variar el olor y el sabor de comidas y bebidas. Los candelabros tenían su sentido cuando la luz eléctrica no existía, pero hoy en día tienen más un sentido decorativo y entrañable. Para una mesa íntima las velas son inmejorables, crean sombras y luces entre dos personas. En una mesa con más invitados no están de más, siempre que las velas no huelan y que no interfieran en el banquete. Estas sólo se deben poner en cenas y se encienden al comenzar la cena. Lo normal es que sean del color de la mesa o muy parecido, es decir, claras o color marfil, salvo en ocasiones como Navidades que por una tradición reciente se pueden poner de color rojas. También en estas fechas, se puede poner un sobre mantel con dibujos o encajes que se acompasen con esas fiestas. En cuanto centros de flores, además de no ser altos y no interferir, deben ser elegantes, sencillos pero con buen gusto y que acompañen a las comidas que se van a servir, también los centros pueden ser de flores secas, frutas exóticas o cualquier detalle que enriquezca la mesa. Cualquier decoración que cumpla estas normas, además tienen que dejar espacio para fuentes, salseras y cubertería adecuada para cada servicio, por eso cuanto más delicada elegante y discreta una decoración mucho mejor. Aunque no sean expresamente decorativos, debe ponerse saleros y pimenteros al menos una pareja cada seis comensales. Si no hay servicio de mesa, el agua debe estar en una mesa de servicio, al igual que el pan en una panera y más servilletas y cubiertos y cristalería por si se ensucia alguna. El vino debe estar a la temperatura adecuada y una vez abierto puesto en la mesa para que los caballeros sirvan primero a las damas y a los otros invitados, aunque debe ser cosa de los anfitriones. La mesa será el centro del banquete, pero no hay que olvidar otros aspectos. Una buena y relajada música y unas luces que armonicen la reunión.

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En cualquier evento gastronómico, al menos en nuestra cultura, es muy importante acompañar los platos con un vino adecuado. La llamada “cultura del vino” es símbolo de una vida social muy activa y de amplios conocimientos en muchas materias. Maridar un plato con un buen vino, es dar realce al plato. Siempre que no seamos unos expertos es bueno seguir unas normas básicas o dejarse aconsejar por alguien más entendido. No existen normas cerradas, un buen maridaje es algo a veces muy subjetivo. Lo que si es cierto, es que si el vino no acompaña al plato puede arruinar la velada. Como norma general se suelen servir primero vinos blancos, que suelen casar bien con pescados o mariscos y según entran platos de más consistencia como carnes, los vinos tintos son la mejor recomendación. Lo vinos más dulces se dejan para platos de postre. Por esa razón los vinos jóvenes, blancos y suaves son los primeros en servirse, después los vinos de más cuerpo, más añejos y de más intensidad. La temperatura es algo a tener en cuenta para sacar el mejor partido a las bondades de un vino, así los blancos se suelen tomar fríos (7º a 9º) , los rosados más bien frescos (9º a 12º) y por último los tintos a temperatura ambiente (de 15º a 17º). Las copas donde se ha de servir deben ser transparentes para poder observar el color, la transparencia, la calidad. Cada tipo de vino tiene su copa adecuada, están diseñadas para lograr sacar lo mejor de cada vino. Cuando se vaya a servir un vino hay que abrirlo con la botella apoyada en la mesa, sin que sufra movimientos bruscos. Se corta el envoltorio y se retira la cápsula, después con un sacacorchos se extrae lentamente, siempre en el mismo sentido. Se evitara que el corcho se rompa y después se limpiara con una servilleta por si quedaran restos en la boca de la botella. Es conveniente al sacar el corcho olerlo, nos indicará si el vino esta en condiciones, y si con eso no basta, se sirve en una copa destinada a esta prueba un poco de vino y se huele y bebe, si las condiciones del vino no son buenas se retira. Los vinos con “cuerpo” es conveniente dejarlos “respirar”, es decir que se aireen, durante un cierto tiempo antes de servir. Se debe servir sin tocar las copas y sólo llenar hasta algo menos de la mitad de la copa. Una vez servida una copa se ha de girar levemente la botella para que no caigan gotas en la mesa o se escurran por la botella. Las copas se han de tomar por la base, evitando el contacto de la mano con la zona acristalada que contiene el vino, si no modificará la temperatura ideal. Como invitado, jamás se debe criticar una elección de un vino, puesto que se ignora el gusto o presupuesto de los anfitriones. Esta norma tiene como excepción si el vino no esta en condiciones, picado o avinagrado, en este caso se avisa discretamente. El anfitrión debe procurar maridar bien los platos con los vinos, no debe mezclar grandes manjares con pésimos vinos o viceversa. También debe procurar que no falte vino nunca en la mesa. Si no es un experto en vinos, deberá recurrir a alguien que le ayude a elegir que tipos de vino pueden ir bien o no con cada plato, es más, si hay alguien invitado que tiene conocimiento sobre el tema se ha de invitar a que pruebe y de su opinión sobre el vino ofrecido.

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El pan es el alimento omnipresente en las mesas occidentales, se menciona hasta en los libros y oraciones religiosas. Es el símbolo del alimento por antonomasia. En una comida formal, el pan requiere sus reglas, su disposición y su respeto. Tal vez hoy en día estas reglas formales nos parezca un tanto excesivas, pero tienen su razón de ser, además de ser una tradición y que merece que recordemos. Primero y ante todo debemos situar dónde debe ir el pan en la mesa. Según las normas de protocolo de una comida o cena de cierta importancia, se debe poner a la altura de las copas y a la izquierda de los platos de cada comensal, pero algo más adelantado. El pan servido puede ser un panecillo, pan cortado o pan de diferentes formas. Debe de ir, a ser posible, sobre un platito, acompañado de un pequeño cuchillo romo. Este cuchillo no se emplea para cortar el pan, no es lo idóneo, ni lo correcto; sirve en caso de necesitad para untar diferentes alimentos como mantequilla o foie, sobre un trozo pequeño de ese pan. Es habitual y correcto tomar una pequeña porción del pan untado si se demora la llegada de la comida. El pan se debe cortar con la mano, de forma discreta, en pequeños trozos, según se vayan necesitando y siempre encima del platito o del plato de servicio principal. No se debe de cortar todo el pan de forma inmediata y depositarlo en la mesa. Asimismo, no es correcto morder directamente del panecillo, no es un bocadillo y menos en una mesa como la que estamos exponiendo. El pan se debe emplear con mesura y hasta con cierto respeto, es un símbolo en nuestra cultura. Si por alguna razón no se desea un trozo determinado, se separa y se deposita en el plato de servicio del pan. El anfitrión debe estar pendiente de que no falte pan a ningún invitado en ningún momento. Ya sea el servicio de mesa o el propio anfitrión debe pasar una panera, para que los invitados se sirvan y lo depositen en el plato del pan, por medio de unas pinzas. Jamás se debe pasar con la mano, no por educación, sino por higiene. El pan, además de alimento, sirve para ayudar a comer: debe servir para cargar el tenedor, empujando con delicadeza. Los trozos deben ser moderados y jamás debe ser empleado para mojar la salsa, ya con solo empujar y utilizarlo tomara algo de salsa y sabor. No es correcto añadir tropezones de pan en salsas y sopas y mucho y menos tomarlos de ahí con la mano. Si al emplearlo se ha impregnado de salsa, siempre se debe comer, no esta bien visto dejar pan mojado sobre el plato, sino a un lado. Jamás se debe emplear fuera del plato propio y nunca dejar fuera del plato aquel pan ya cortado. Como hemos observado, la utilización del pan tiene ciertas normas, unas referentes al respeto que se debe tener por el pan y otras por respeto a otros comensales y a la propia mesa, evitando causar más trabajo al anfitrión o a su servicio, procurando no manchar mantel en exceso. No es de mala norma, si discretamente al faltar pan, se pida con discreción más pan, para terminar un plato, siempre excusándose de lo extraordinario de la comida. Con cada cambio de cubierto o de plato servido es conveniente pasar sobre el mantel un recoge migas, para que así quede limpio y despejada la mesa para un nuevo servicio.

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Si se está invitado a una comida o cena con amigos, las formalidades tienden a mitigarse, la invitación suele ser verbal y con una llamada posterior para la confirmación basta. Aun en estos casos, es conveniente no desprenderse de ciertas normas de amabilidad, aunque sean amigos de confianza. Por ejemplo: Esta bien admitido llevar algo como presente y más si está relacionado con la cena. Un buen vino o unos dulces serán apreciados por sus amigos. En cuanto a una invitación mucho más formal, si asisten otros invitados, fuera del círculo habitual de amistad cercana, hay que seguir las normas y colaborar con los anfitriones para que todo salga bien. Para ello se intentará llegar a la invitación de forma puntal. Ayudar a los anfitriones en las presentaciones e intentar mantener una conversación animada evitando en todo momento acapararla y tocar temas que puedan llevar a conflictos o a situaciones un poco tensas. Conviene evitar temas de religión, política, sexo o asuntos que no tengan interés para el resto de invitados. Ir adecuadamente vestido es obligatorio, para ello se preguntará a la anfitriona, discretamente, que tipo de evento se celebra y como debe ir uno vestido. También es bueno, sin incidir demasiado, interesarse por otros invitados, así al menos, se tendrá tiempo de saber con quien va estar y poder tratarlos correctamente. Una vez en el lugar, debe presentarse ante los otros invitados, si el anfitrión no ha podido hacerlo, siendo norma que el hombre se presente a sí mismo y a sus amigos y si se es mujer, debe presentar a sus amigas. Si es una pareja el hombre tendrá que hacer la presentación de su acompañante, aunque hoy día se han liberalizado mucho estas normas. El hombre debe levantarse al presentarse ante otros invitados y sobre todo si son mujeres, salvo que se sea un anciano de respeto y prestigioso. El besamanos, actualmente en desuso, es muy galante para una dama, eso si, jamás se debe rozar la mano con los labios y a una joven jamás se le debe hacer a menos que se galanteé con ella. Si se esta invitado a una celebración y por circunstancias superiores se llega tarde, se deberá ante todo informar del retraso y en caso de que el tiempo apremie, rechazar el aperitivo cortésmente, en bien de la comida preparada y el resto de asistentes. Si se llega aún más tarde, rogar que empiecen el evento sin su presencia. En cualquier caso, aunque el invitado llegue tarde, el anfitrión no deberá retirar los cubiertos de la mesa. Si se ha llegado una vez finalizado el banquete, y si se tiene hambre, el anfitrión o anfitriona ofrecerán un tenté en pie de forma discreta. Si se llega tarde, deberá excusarse ante todos de forma discreta y soslayando el tema inmediatamente, entrando en conversación con otros invitados sobre los temas que estén tratando. Si no puede acudir, se deberá informar con suficiente tiempo poniendo una excusa. Una vez sentados para comer, jamás se rehusará un plato, se dejará la comida en el plato haciendo ver que se ha tomado algo. No se debe fumar en la mesa, salvo que los anfitriones así lo dispongan, y se esperará para fumar al final de la comida o cena. Por muy educado o galante que se sea, no se debe pasar el pan, la sal o la pimienta, es obligación del servicio o de los anfitriones. Una vez concluida la comida o cena, será la anfitriona quien determinará cuando se pueden levantar, nunca, salvos casos excepcionales, el invitado se levantará antes. El café o licor, si se sirven, se tomaran aparte, fuera de la mesa, en otra habitación. Una vez concluida la invitación, se deberá despedir cortésmente de los otros invitados, avisando previamente a los anfitriones de la partida, por si reservan algo especial o hay alguna información que quieran comunicar en ese evento.

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Una vez que se han despedido del resto de invitados se despedirĂĄn de los anfitriones y muy especialmente de la dueĂąa de la casa, haciendo ver que todo ha sido un ĂŠxito y ha pasado unos momentos extremadamente agradables.

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Cuando se decide hacer una invitación en la casa, lo primero que hay que tener en cuenta es la capacidad de la mesa. Debe de quedar espacio más que suficiente para que los invitados se sienten a gusto, las medidas adecuadas suelen ser de unos 70 a 75 centímetros por comensal. La forma de la mesa es también importante, si es rectangular las normas están muy claras, pero si es redonda u oval, las normas cambian un poco. Si la mesa es rectangular y si se emplea el protocolo inglés, los anfitriones deberán presidir la mesa. La anfitriona sentada en dirección a la cocina o puesta de servicio, pues debe estar atenta e indicar en cada momento que se ha de servir. El anfitrión de cara a la puerta de entrada. La modalidad francesa determina que los anfitriones se sienten en el centro de la mesa, dejando las cabeceras libres. La colocación de los invitados en la mesa tiene también sus normas: según el protocolo europeo el invitado principal debe ir a la derecha de la anfitriona, mientras que el anfitrión sentara a la dama preferente a su derecha y se continuara así, siempre por orden de importancia, cumpliendo la segunda regla que es que se alternen las parejas, hombre, mujer. Salvo casos muy especiales, se debe acomodar así a los comensales, pero siempre hay criterios que pueden prevalecer y los anfitriones deben tener en cuenta: como sentar a una persona que tenga sumo interés en otra junto a ella y no sea razón de incomodidad para el resto de la mesa. También lo contrario, no poner a dos personas de un cierto carácter juntos, ya sea por exceso o por defecto, pues puede ser perjudicial para el desarrollo de el evento, ver discutir a dos personas o notar su aburrimiento. No deben ponerse junta a una pareja, ya sean matrimonio o pareja de hecho. Toda esta colocación, requiere del buen sentido de los anfitriones, que deberán colocar con buen criterio al resto de invitados, saltando ligeramente las normas. Así se podrá disfrutar de un evento ameno. Debe ser la anfitriona quien al desplegar su servilleta y poner su cubierto sobre el plato boca arriba o simplemente tomarlo en sus manos, la que dará comienzo a la comida. Se comienza a servir siempre por las damas y según su importancia, después lo caballeros y por último los anfitriones, que deben estar atentos a cualquier acontecimiento, ya sea cambio de plato, de vino o de pan y siempre esperar que termine el último invitado de comer el plato, para iniciar otro servicio. Es difícil hoy día seguir estas pautas, ya que muchas veces son los propios anfitriones quienes deben realizar el servicio. Para ello deben prever qué platos se han de preparar, que sean fáciles de servir y que su espera no deteriore la calidad de las viandas. Los anfitriones pueden levantarse para servir a sus invitados y retirar platos y cubiertos, pero eso si, el tiempo imprescindible. Nada de fregar o entretenerse en otras cuestiones. Si no existe servicio, se puede ofrecer la fuente a la primera persona a la derecha y estos deben pasar dicha fuente unos a otros, hasta terminar con los anfitriones.

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En un banquete nos podemos encontrar con alguna sorpresa si no estamos familiarizados con el protocolo. Hay alimentos cuya manera de tomarlos se sale de lo común, y conviene conocerlos, para actuar de la manera más adecuada. Siempre que sea un cóctel o un lunch que se toma de pie, se pueden tomar con la mano algunos alimentos preparados para tal acto, lo normal es emplear un plato de postre y un tenedor de postre. Las aceitunas se deben comer con la mano o pinchándolas con palillos. Los huesos se expulsan sobre el hueco de la mano de forma discreta y se depositan en platos preparados para ello, o si se esta sentado en su propio plato. Una vez sentados a la mesa, si nos presentan un consomé en una tacita con asas, se puede beber directamente siempre sin sorber, pero lo normal es tomarlo con cuchara, que siempre se depositara en el plato que soporta el consomé o sopa. Hay ciertas hortalizas, como espárragos, alcachofas que se pueden comer también con las manos en algunas situaciones. El paté y el caviar se deben tomar sobre una tostada y con la mano. Para untar o depositar estos alimentos existe un cuchillito especial corto, sin filo y romo. Los quesos se suelen comer con los cubiertos de postre. Si son cremosos se puede hacer como con el paté. Ciertas aves, si son pequeñas, se pueden tomar con dos dedos, si no es posible emplear los cubiertos. Los pescados tienen sus propios cubiertos, tenedor de tres púas y algo más ancho y cuchillo tipo tenedor o pala. Lo normal es que el pescado ya venga limpio de espinas y sin cabeza, esto hace que su manejo no tenga dificultad, pues se utilizan igual que los cubiertos normales. Si sirven mariscos, la cosa cambia, si no están preparados y abiertos se deben emplear las manos y algún cubierto especial como pinzas gruesas para romper las partes más duras. Siempre que se sirva marisco es conveniente poner unos recipientes con agua y limón para mojar las manos y quitar el sabor, o servilletas perfumadas con limón. Los moluscos, se toman igual forma, se puede emplear la mano para que en su propia cáscara se pueda acercar a la boca. Los caracoles si son grandes, disponen de un instrumento para tomarlos, es como una pinza que termina en forma redondeada y con un tenedor o pincho alargado para extraer la carne. La pasta siempre con tenedor y nunca con ayuda de cuchara, tal vez sea tradicional, pero para un banquete no es lo adecuado. Ciertos postres como bombones, pastelitos pequeños o turrón se deben tomar con los dedos. La fruta no se suele presentar entera, pero si es así hay que emplear los cubiertos de postre, para ello es necesario practicar un poco. Como vemos, en un banquete existen muchas pequeñas normas que se deben cumplir, pero la normal y más importante es el sentido común y el saber estar, y seguir a quien sabe más, siempre con discreción. En comidas menos formales, sin olvidar las reglas más esenciales no se suele emplear todo este protocolo, debe ser mucho más cómodo, sin olvidar ciertas normas de comportamiento.

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Desde que el hombre ha vivido asentado se han marcado unas normas en la alimentación. La propia naturaleza nos enseña que existen comportamientos inamovibles en muchas especies, así el león dominante come primero y después el resto de manada. La abeja reina es alimentada especial mente. El hombre también desde sus orígenes ha marcado ciertas normas de preferencia, de respeto y de comportamiento, muchas veces impuesto por el propio hábitat, cultura religión y hábitos. Antaño era común comer los alimentos donde se habían realizado, sin servicios individuales. Siempre se marcaba unas normas de prioridades en el momento de comer. Hoy en día y por circunstancias o lugares se sigue haciendo exactamente igual. Todos hemos visto o comido de una misma perola, fuente o caldero. La norma esencial es la higiene y respetar el espacio que a cada uno le corresponda. No es aceptable hurgar con la cuchara en otras zonas que no son las más próximas. Esta norma es general en todos los sitios del mundo. Existen otras culturas diferentes a las nuestras. Si por circunstancias nos toca comer fuera de nuestra zona cultural hay un dicho: “Donde fueras, haz lo que vieras” y esa sería la norma seguir. Donde un eructo es considerado una ofensa, en otras culturas es un símbolo de agradecimiento. Así en muchos países árabes y orientales se come mancomunadamente del mismo plato y con la mano. Debe ser la mano derecha y tan sólo tres dedos, pulgar, índice y corazón y siempre alejada la mano izquierda de la mesa por razones de higiene. Se debe comer en la zona que le corresponde a uno y nunca rechazar del anfitrión un trozo de comida elegido por el, no es bien recibido ese rechazo. Los protocolos varían mucho, no es común, si se exceptúa banquetes tipo occidentales que mujeres coman junto a los hombres, salvo raras excepciones o por que exista mucha confianza. Protocolos mucho más rígidos y con mucha más antigüedad como los de Japón o China, son extremadamente ricos en simbolismo. En todo oriente se emplea palillos para comer, es una evolución pues ya se emplearon cubiertos parecidos a los usamos actualmente. La comida se presenta ya limpia y troceada, lo que facilita el empleo de palillos. Existen otras muchas culturas, normas, etiquetas y costumbres. Es más, nuestro protocolo, no ajeno a otras culturas o religiones adoptó normas con el fin de agradar a personas invitadas que por cuestión de religión no podían tomar ciertas cosas. En pleno desarrollo de nuestro actual protocolo, las grandes cortes, en atención a banqueros de religión hebrea, marcaron que el pescado se debía servir primero y después la carne, así son las normas religiosas. Si se va a recibir a miembros de otras culturas hay que pensar en ciertas cosas. Así a un musulmán no se le debe servir vino a menos que el lo solicite. El cerdo tanto para musulmanes como judíos debe ser evitado y si estos últimos son muy cumplidores no poner jamás marisco o pescado que no tengan escamas. Comer, más que una necesidad imperiosa, la tercera después de respirar y beber, es un acto muchas veces social, comunitario, casi de comunión, donde el anfitrión entrega lo mejor de si mismo y de la mejor forma para que el invitado se sienta a gusto y cuando se realice la devolución se le trate de igual forma. Es casi un tratado diplomático. Por eso, si se invita o si es invitado por personas de otras culturas es importante informarse antes e intentar adaptarse a esas circunstancias.

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