Politicas De La Postmodernidad.

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II. Política postmoderna

palabras, la verdad de que las ideas no son palabras vacías y que pueden volverse en contra del dirigente, del mismo modo que los dirigentes las vuelven hacia aquellos a los que oprimen. Ninguna cultura se diseminó nunca tan de prisa ni fue adoptada con tanta facilidad como el «europeo común», por la razón de que era una cultura sin cultura. La modernidad, la cultura europea por excelencia, no está preparada para el entierro. Finalmente, en Europa se ha establecido confortablemente. La división funcional del trabajo, una sociedad que está estratificada y reposa sobre intereses conflictivos pero que a la vez no tiene clases, un Estado que puede convertirse en corporativista pero también democrático hasta un punto nunca antes alcanzado, éstos son los términos de tal establecimiento. La percepción del fallecimiento de la modernidad que rodea a este estado de cosas se deriva de la circunstancia de que la modernidad ha desarrollado ya sus categorías. Sigue en movimiento pero aún no ha traspasado sus límites. La dinámica expansiva de Europa ha llegado a un alto nivel porque ahora se está estableciendo un nuevo marco y un marco más nuevo no está aún a la vista. Ésta es la condición que ciertos europeos denominan posihistoria. El término es erróneo. La Europa contemporánea se halla «después de la historia» sólo en tanto se acepte la mitología de la identidad europea por el valor de su apariencia, sólo si se comparte la carencia de que la modernidad fue la última y más alta cima alcanzable, así como la coronación de una larga historia de la entidad «Europa». Dado que nos hallamos tras esta historia, estamos también después de la Historia. Pero aún hoy hay otra historia diferente. La modernidad no puede ser enterrada porque nunca ha muerto; al contrario, se ha limitado a llevar a cabo sus propias deter minaciones. Europa, la cultura europea, la tradición europea, etc., no pueden ser enterradas porque nunca existieron. Los héroes mitológicos y los semidioses no se entierran. Permítanme repetir brevemente la historia alternativa. Había una vez, en este diminuto continente, una cultura sombrilla cristiana. Esta cultura sombrilla abarcaba un gran número de tribus, pueblos, formas de vida y lenguas distintas. Este lugar del mundo tenía cuatro características interesantes y distintivas. Una de ellas era la división del poder que allí prevalecía (entre el Papa y el Emperador). La segunda era que


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