Politicas De La Postmodernidad.

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El paria y el ciudadano

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íntimamente relacionado, considera que el paria «actuará» como paria cuando el acto de voluntad transforme la experiencia del paria en libertad. Arendt cita la máxima de Lafayette: «Cuando una nación se determina a sí misma, ya es una nación», y la cataloga de último vestigio de una política cristiana cuya categoría central era precisamente la «voluntad». Sus perspicaces ojos detectan los restos de una política cristiana en el concepto de Rousseau de la «voluntad general» que tuvo que ser alegorizada y hasta fatídicamente institucionalizada por el discípulo más importante de Rousseau en el culto del Ser Supremo. En cuanto a política redentora se refiere, tanto los estudios históricos como las inclinaciones filosóficas bastaron para convencer a Arendt de que ésta no es una respuesta adecuada a la esclavitud del paria, sino una respuesta vergonzosa y además peligrosa que eternalizará la esclavitud en nombre de la emancipación. De la comprensión de Arendt de la emancipación genuinamente política del paria inevitablemente surge un conflicto entre los principios libertad y vida. El conflicto entre estos principios tenía una utilidad altamente positiva y extremadamente problemática. Si la causa del paria es la de ser victorioso en todas partes, «la condición humana» en la modernidad debe ser la de una libertad política basada en los derechos humanos, aunque no en un sentido que implique el concepto de «Humanidad unificada». Pero para que esto ocurra, «la política de la vida» cristiana o pseudocristiana, que es por la misma razón una política de necesidades y no de libertad, tiene que ser relegada al último plano, porque de otro modo estamos destinados a una victoria global del «síndrome totalitario», lo cual significa una existencia de parias para todos. Este énfasis casi obsesivo en la libertad en contra de la vida no es señal de histeria. Arendt rechaza explícitamente el llamado «complejo Masada» y considera las llamadas a un heroico suicidio colectivo como un síntoma de patología política. Además, su énfasis en la libertad, con el que estoy completamente de acuerdo, implica un tipo de política mucho más superior del que prevalece hoy en las sociedades «corporativistas». Si comparamos el apasionado, aunque en absoluto teórico argumento de Arendt en favor de las libertades con la escéptica comprensión de Raymond Aron de una «naturaleza humana» común subyacente tanto en el pluralismo oligárquico de Oc-


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