Politicas De La Postmodernidad.

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La condición de la postmodernidad

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teleología, su omnisciente narrador y la promesa de un final feliz, ya sea en un sentido cósmico o histórico. Un aspecto adicional del «estar después» puede relacionarse con el final de una larga guerra entre el moderno y el premoderno con respecto a la autonomía del arte. Para aquellos que se declaran postmodernos, la guerra termina con victoria (aunque algunos observadores sigan sospechando que se trata de una victoria pírrica); el proyecto de liberar lo estético ya ha sido completado. «Liberar lo estético» tiene dos facetas. A un nivel es equivalente al postulado de Weber, la completa autonomía alcanzada por la esfera racionalizada de lo estético. Las artes y la literatura ya no son los lacayos de la religión: no se consideran a sí mismas como perception confuse ni tampoco toleran que se las contemple como tal por la teoría. De manera irónica rechazan cualquier tipo de competición con la ciencia, y en conjunto no están comprometidas con la política (lo cual no significa que el artista no pueda, en el postmodernismo pluralista, estar políticamente comprometido). En un segundo nivel, la liberación es coextensiva con la emancipación interna. El anhelo de una cultura canónica, del «ideal griego», ha sido últimamente considerado como la gran falacia del proyecto europeo. (El constructivismo fue tal vez el último movimiento con este anhelo.) La poesía, con sus pedantes descripciones, se ha visto desangrada por la estética filosófica que, a su vez, está siendo ahora completamente cuestionada con respecto a sus credenciales. Las reglas de los géneros, unas normas que en su pureza tuvieron existencia en las aulas y no en los talleres de los artistas, se han convertido en poco más que respetables momias. El concepto «estilo», desde el siglo xix en choque con el ideal de la inconmensurabilidad del artista, ha sobrevivido al conflicto sólo en la forma de un despreciable compromiso llamado «estilo personal». Para esta estructura la campana sonó hace tanto tiempo como el transcurrido desde la cruzada de Walter Benjamin en contra del «aura». Para los que viven en la postmodernidad, hasta la simple obra de arte como Werkindividualitat, como individualidad autónoma, se ha vuelto sospechosa dado que pretende ser paradigmática y dicta normas de gusto. Llegado este punto, la cara de Jano de la postmodernidad se nos muestra en toda su amplitud. Por un lado, en este período


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