Los nombres del insomnio

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Sergio PĂŠrez Torres

Los nombres

Cuadernos

de la Serpiente

PoesĂ­a

del insomnio


D.R. LOS NOMBRES DEL INSOMNIO SERGIO PEREZ TORRES Derechos Reservados por Ediciones Cascabel ISBN 978-970-94-3311-6 Diseño editorial: Raúl Cota Álvarez Costura: Taller de Blanca Alvarez Morales Se autoriza la reproducción parcial del contenido siempre y cuando se cite la fuente. Primera edición, La Paz, B.C.S. México. AGOSTO DEL 2016


PRÓLOGO El insomnio no siempre es una simple privación del sueño, una simple vigilia. Ciertas veces se convierte en un despertar dentro del propio despertar; un despertar del que, en ocasiones, no somos del todo conscientes y en el que resultamos por igual vulnerables a lo real que a lo ilusorio “Me ocurre que tus ojos se hacen más grandes en mi memoria”. Pensar en el ser amado que duerme es quizá una de las formas más apacibles (a pesar de lo tortuoso de cada historia) de vislumbrar un camino hacia el sueño, de conquistarlo. Ya a la manera del que atraca pacíficamente junto al puerto de una ciudad, buscando recorrerla entera; ya a la manera del que busca echar a tiempo un ancla (que salve a ambos), para no zozobrar en medio de la noche: “Me vuelvo un muelle / aunque sé que los sueños cantarán como sirenas / y todo tú te irás hundiendo hasta promesas aun más lejos”, escribe Sergio. El insomnio puede tener tantos nombres como lo vivido por el que despierta (o por el que abre el libro). Así, en él puede alzarse “un sol más negro que cualquier noche”, a la vez que transcurre “el tiempo que ha sido dado para sembrar sueños”. De cualquier manera, el insomnio siempre será un viaje a la deriva, a pesar del inútil abrigo de una habitación: “Apenas cae la noche en el fondo de mi cuarto / en el fondo de mi mar donde algo falta.” A lo largo de 38 poemas, Los nombres del insomnio es un libro fundado en una realidad absolutamente palpable en todo momento, a pesar del velo poético. Con un lenguaje sumamente desahogado, palpitante, con asomos de dulzura o de crudeza a discreción, somos conducidos hasta el centro de una habitación en penumbras. Con la última luz, a punto de la ceguera, alcanzamos a leer en el muro: Todo el brillo que le queda a la noche / es un modo de decirte una promesa. Pablo A. Graniel


Los nombres del insomnio


I. Los ojos altos como una cruz para las aves, desvenan los cables eléctricos y también tienen tu nombre. Y tú entre el aullido de un mar lejos de su propia sal. La carne de flor que atrae a la muerte, tus huesos me salvan y curan de la luna nueva. ¿También estoy hecho del dolor de veinte siglos? Yo no te diré lo que es el tiempo, ni me haré de piedra esperando entre tus manos, todo el sol que he visto se hará piel y fuego sobre el mío. Te digo solamente lo que pesa mientras sueñas.

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II. No es que un sol negro venga y me devore como el único invierno que no llega, algo más atroz que tu sombra mecida a fuego lento. Estoy sentado aquí, alimentado de silencio, para lo que nunca se ha hecho bajo la luz. Es un tiempo en que se me quiebra la palabra y no sé si decir el tamaño de tu voz o los peces afilados que forman tus ojos. No muero de cosas tan grises como tu distancia ni me lleva el trueno pero al filo de la noche siempre espero tu regreso, me vuelvo un muelle aunque sé que los sueños cantarán como sirenas y todo tú te irás hundiendo hasta promesas aun más lejos. La única razón para escribirte es un florero roto, del que el aire se ha barrido ya el perfume y memorias que se quiebran con las ramas secas.

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III. Mientras duermes llamándome en la fiebre te toco los labios para sentir mi nombre, me pregunto cuándo habrás de ocurrirme. La noche es una estampida de fieras, quema en frío, me encarcela. Pero ni el nombre ni la noche me beben del corazón, lato muy fuerte mientras sueñas con la luz, me queda un silencio: esperar que no rompas la jaula del insomnio.

IV. Si tuviera una voz para el tamaño de tu sombra, o la palabra exacta para curarte por completo, te lo diría cada noche y cada amanecer, cada viernes, cada verano, cada canción. Pero sólo tengo esta sonrisa caída, una mirada que se empaña con la lluvia. Tú me hablas del final del sol como si no supiera cómo, pero yo quiero arder de tanto decir los nombres sin preocuparme de cuándo será el silencio. 5


V. Lo cierto es que no duermo, imagino estrellas entre nosotros, el residuo de su luz en el mar, repienso en los relojes que he quebrado porque no veo la hora para volverte a ver. Déjame sentarme a tu lado de la música, para dormir en el filo de tu hombro con mi clavícula rota, el latido que cava su tumba cuando escucha tu tambor.

VI. ¿Has visto cómo los lobos aúllan a la luna y cómo la lluvia cae sobre los árboles que rezan por ella no sólo para sobrevivir y Dios cae sobre los que dicen su nombre en el dolor? De ese modo callo, así desnudo lo único que no he desvestido delante de un farol. Tengo frío, hambre, sueño en diferentes momentos, pero cuando tú no estás me abisma un fuego grande, me vacío del que me gustaría ser para ti. De ese modo canto como el mar nombra los muertos que aloja en su interior. 6


VII. Tu silencio quiebra todas las alas, yo me quedo con los pájaros inmóviles, es la zona gris que transparenta nuestros ojos. Yo sé que desarmas tus brazos y buscas una fuga en la radio apagada. ¿Sabes que te pierdo cuando duermo? Voy dejando el perfume de piedras en el aire mientras caen las últimas aves de tu ausencia.

VIII. También hay una palabra que sana, que salva, que nos hace bailar lejos porque no somos los otros, con la que no olvido que no vives en la luz cuando llega el tiempo de la siega de flores, que no me perdone ninguna estación del hombre. Frases de nos volveremos a ver pronto, la lluvia está demasiado fría si no lloras y no me quiero ir de esta hora donde hay truenos.

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IX. Tus ojos son dos gatos negros que cazan mi suerte. Cuando no seamos estos y no pueda sostenerme de esta estrella como una edad, ningún sueño echado al paraíso, no volverá el canto sigiloso de un reloj de arena, lo que han dicho sobre las sirenas te traerá de regreso.

X. Si pudiera poner en la luna todo el fuego de unas palabras y regalarte con el humo más que este silencio. Pero para lanzar al mar lo que hay tras de la voz no hay red, ni calma, ni señuelo. Todo el brillo que le queda a la noche es un modo decirte una promesa: aquí, en este reloj de sol que llaman mundo, enciendo la vela de un barco por ti. XI. Te hundes en mí como los barcos que se hunden en el mar, tu ubicación exacta es imposible de remover.

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XII. No olvidaré la luz en tus días quebrados, ni la fe surgida tras tormentas y batallas extranjeras, tu rostro es un escudo contra lo que come el tiempo. Te veo germinar sobre sueños y es ahí donde surge la humedad, tanto sol en tu sonrisa, tatuajes borrados en tu piel. Lo cierto es que todo me derrota sin ti, descompongo en tu voz toda la sal herida en el mar.

XIII. Para que tu nombre se extienda sobre la sombra del páramo, me hace falta luz en las pupilas y piedras a la hora de los sueños. Lo que tocaste se ha vuelto sal o ceniza, un pasado de figuras más altas que no alcanza ni la luz. Tú desconciertas como el final de una balada, no existen anclas ahí, ni flota algún mensaje echado al mar en una botella. Yo me ahogo de algo más bello que un vaso, más vacío, más lleno, algo que se llama como un globo ya que nunca volverá.

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XIV. Es la madrugada en que los otros tejen sueños, yo tejo palabras para soñar distinto al frío porque lo que calan los huesos nos enferma de un modo fugaz, ahí quiero verte a ciento diez por hora, sin preguntarte cuándo has de volver de la noche de los tiempos.

XV. Por un cielo prometido por tus labios, todo lo que se ha dicho sobre el tiempo. No es la luz la que me quiebra ni tu nombre grande, callo lo imposible y se me recompone la voz. Pero para todo existe una nada, lo que ejerce un equilibrio sobre el modo de tocarte es la muerte de las hojas, todo lo que parte tras de ti.

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XVI. Tú ardes en mis sueños como un árbol en el bosque, te vas expandiendo hacia los lugares peligrosos, me vuelvo un trozo de carbón con el que escriben tu nombre, quisiera decirte todo lo que guardo desde niño, palabras para las que el viento reza su esplendor.

XVII. En el tiempo que ha sido dado para sembrar sueños, planté cien nombres sobre mi pecho abierto, ni las horas o los años fueron suficientes, me di de más como la lluvia cae en el océano, dispuesto a una humedad que es más serena que la muerte.

XVIII. Apenas cae la noche en el fondo del cuarto, el fondo de mi mar donde algo falta, el fondo de cada escenario en que se cierra un telón. Me ocurre que tus ojos se hacen más grandes en mi memoria, hasta que todo lo que queda son tus pupilas y yo vivo ahí, girando como si el mar se encabritara por dos lunas. 11


XIX.

A pesar de mí yo era otro, a pesar de ti me encontraba conmigo en las formas cercanas al sol, su longitud cubriéndome los labios, tus ojos muy fríos como si tuvieras alas y por cada rincón en telarañas hubo un beso, tu nombre era la sombra de la muerte sobre lo que nunca dije: Llévame más atrás del patio, los árboles son tan grandes allá. Nos recostamos sobre dos troncos derribados, tu calor se sobrepone al musgo que describen los libros o lo que han escrito sobre el corazón los médicos. Como un acorde, un palpitar de percusiones, melodías, tu voz es todos los fantasmas de mi casa, jamás sales de mí.

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XX. El temor de un muelle para despedirse se siente como la respuesta a lo que ni siquiera me atrevo a preguntar. Todas las olas del mar dibujadas en mis venas, el sol del atardecer repitiendo su final. ¿Y qué más me quedará sin tu sombra? No quiero un violín para consolar mis sueños, ni una historia rota entre los labios. Ya están regresando las ballenas, te espero en la orilla de mis manos, prendo una vela roja para que regreses antes de dormir.

XXI. Recorres mi silencio con la punta de tus dedos, los árboles y autos que miran con envidia. Tus ojos penetran mi sonrisa, mediodía de un sol negro en las ventanas, juego a que una sombra no me cubre, pero lo cierto es que tu eclipse es todo lo que existe. Mira este momento abierto como yo, se rompe ante tu voz de aullido azul, tu respiración me devasta con su más grande trueno. 13


XXII. De tal manera amé tu nombre que no me queda fuego entre las manos. Tú me complementas. Tú me crucificas. Tú vales la luz atorada en el silencio. Cada tumba es un latido para hacer silencio en la razón, cada movimiento en una excusa para recrear tu rostro.

XXIII. Quizá sólo lo he dicho en los amaneceres: El mundo sueña y arde y mira con dolor, el clima trastorna el viaje de las aves y el sol no sabe si salir enteramente, me calmo pensando en un infierno de tiempo, ya que la distancia es un demonio peligroso, pero tu silencio es el peor de mis enemigos. Hay noches como esta, en que rendirme al sueño es más difícil. Se me van cerrando los ojos como si los tuyos cayeran encima. Espero sentado, de pie, me acuesto sobre tu nombre, voy acumulando ojeras y cuartos menguantes, me digo que todo lo vale tu mirada, sus bombas explosivas muy lejos del silencio, el agua muerta donde flotan peces y petróleo. 14


XXIV. Mi noche se ha hecho piedras lanzadas contra la lluvia, nada representa la tristeza, tu rostro borra toda herida, pero tú mismo eres una cicatriz imposible de ocultar, en cambio la luna es diferente, detrás de las nubes debe pensar en cuando amar, así hacemos los que salimos de noche. Yo me pregunto qué haré contigo cuando esté sin ti, me apresa un silencio en una plaza desierta, ahí puedo gritar tu nombre sin testigos, te llamas como mi máximo terror, como mi última canción al cielo, pero la oscuridad me abraza, sólo quema que no sean las alucinaciones del insomnio.

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XXV. En mi mente he fundado una ciudad hecha cenizas, los restos de flores, alas y cartas. Bajo la luz que siempre oculta la neblina he aprendido a respirar el aliento de los autos, tu nombre junto al mío en todos los vidrios empañados. Ojalá pudieras escuchar el latido de las ballenas, se aceleran cerca de la orilla como la llama a la que se le arroja diesel, hay amantes que sólo quieren oír su corazón arder. Tras cada hora acumulada en días voy marcando con gis el muro de mi vida a punto de hundirse.

XXVI. También quisiera descocer las nubes cuando no duermes aquí, mandar secar al mar y enjaular los peces de plástico. Pero están tus palabras grabadas en la luz, las fotografías con que tejo cada sueño en el muelle. También quedan tus promesas como un desierto, vale creer en ti como en un mito muy viejo o un dios hecho para cada veladora en la madrugada.

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XXVII. Si tan sólo un día tuviera una fábrica de tiempo lo ahorraría todo en un insomnio para gastar las horas contigo, me endeudaría hasta el cuello para estrangularme con tu voz. Tus ojos son eternidad y yo rezo por un instante de ellos.

XXVIII. ¿Y qué sería de todo el tiempo desecho por la lluvia? Pero luego era tarde y tú te hiciste de noche para siempre.

XXIX. Entrelazados como ramas que se quiebran sin verano, dejamos caer el corazón desde una red, no germinó la noche en tanto desierto, la sal quemándonos el talle, desnudas también las plantas de los pies, estremeciéndose las mías en las tuyas, tiempo despojado de ilusión y de horizonte.

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XXX. Estas son tus tácticas de arena, los nombres que heredamos antes de nacer, escribimos ante el mar: Para siempre. Con los ojos altos como cactus listos para desprenderse, me alimentaste de miradas que penetraban hasta el mar, la sal está callándome y secando mis labios, tengo sed de ti porque el hambre se ha comido a sí misma.

XXXI. Tu cuerpo pesa sobre su ausencia, esta no puede ser la cama donde amé el silencio en tu voz, no dejo de ser tuyo pero caigo en el recuerdo de tus manos grandes. ¿Quién voy a ser esta noche? ¿Qué va a ser la noche cuando yo no esté? ¿Qué pensarás cuando el invierno queme la distancia entre los polos?

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XXXII. Desde la ventana miro algún insomnio mío, en mis ojos fijos te dibujas, yo te recompongo del tamaño del deseo, tu ausencia es un violín desafinado y sin final. Ven a la hora en que se quiebran los brillos del invierno, el mar es más azul que toda la tristeza de los viajes sin retorno, coloca en mi espalda el tiempo donde vivirás ahora, aquí me queda espacio para recibir tus sueños, las formas en que invento por si no regresas a depositar tu sed.

XXXIII. Ni cambiar de rostro bastaría para no probar tu sal, la forma de tus labios me encuentra cuando me escondo como esos cangrejos que no tienen una casa fija, no es posible huir del modo en que aún sueñas, tu respiración en mi cuello me habla de otro modo de tortura, estoy resignado en que en mí suceda esta aparición, anochece y acuden todos tus fantasma. ¿Estarás cerca de una vela como desde la que yo te veo alzarte? Anclas para tatuarse en el brazo, la cruz de todos los nombres imposibles de arrancar. 19


XXXIV. Esta zona devastada por una guerra es mi cuerpo, pregunta por el tuyo porque desde entonces no hay lluvia. Llevo el olor de tu cabello como mi salvación, Me has impregnado para que la luz jamás parta de mí, en las noches brillo de tocarme las pestañas, yo te convoco con mis ojos cerrados y con mi corazón imposiblemente abierto. Es aquí de donde no hay tiempo para tu voz, recuerdo las notas exactas en que hablabas como una canción, tu piel dentro de mi piel no es una cosa fácil de desprender, un tatuaje invisible que los ángeles mirar con envidia porque lo que tú me has hecho es más grande que la lluvia. Ven a esta madrugada donde espero que sucedas para que al fin caiga tu modo de mirarme en la oscuridad. ¿Dormirás sobre algún lugar sin nombre? ¿Recordarás en el rugido de la luna llena? ¿Puedes verme escribirte desde aquí?

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XXXV. Ahora me cala el naufragio de tu cuerpo en el mío. Dejamos ir el globo más grande, era rojo y ya listo para romperse como un corazón, en el cielo se iba, se iba haciendo pequeño, pero aquí tú te alejaste muy deprisa arena,

y el que se hizo pequeño fui yo cerca de un muro de

comencé a dibujar tu ausencia, las formas del vacio cobran vida si no hay luz. Veo, vibro, sueño con la fiebre destruida, el espejo come de mis hambres porque no sé si te acuerdas que aún existe el sol del otro lado.

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XXXVI. Estoy ebrio de la luz y sueños empañados, aterrado por tus ojos, anestesiado por los días en que no te conocí. Dormía tranquilamente en sueños blancos, la paz se disparaba cada noche y jugaba a que la luna no arrastraba mi sangre. Pero entonces sucediste, un sol más negro que cualquier noche del que los relámpagos huyen atormentados, una convulsión en el pecho. Ahora tus sueños húmedos caen sobre mi fiebre como el rocío acumulado en las tinieblas. Me curas de mí mismo, te enfermas de mí.

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XXXVII. Es ridículo decirte con palabras de este mundo que yo también bebo el sereno como si un licor se duplicara en tus manos, prefiero el aire mecido por tu tacto a los sueño que guardé de niño. Es cierto que duele el esplendor del mar y que un día moriré muy lejos de mi casa, sólo tengo un momento de incienso y dulce en los labios por si un día ocurren tus palabra, aunque sea un error, como los días que ocurren muy largos en los polos y olvidan fallecer. Tu rostro me consuela de la miseria del mundo, tu espalda me sostiene más que cualquier piedra angular. Cuando me dijiste que tú no eras Dios, sentí miedo por primera vez.

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XVIII. Has bebido el mensaje dentro de la botella: Desde niño he odiado los inviernos, las garras blancas de un lobo siberiano, el aullido del viento en las ventanas y el dolor mayúsculo en el esqueleto. Pero en esta época de luces y silencios cada lámina de hielo ha perdido su poder. Tú como un abrigo que se pone por dentro de la piel. Me he vestido de colores cálidos por mentirle a los espejos. Ahora debo ir lejos del muelle sin tu mirada de presente y de tiempo por venir. Y miraré las flores abrirse sin sentido, a la primavera llegar tan aburrida, sin partir en dos para alguien más las palabras por las que vale vivir. No sabré no leerte entre mi cuerpo tan extraño como los romanos leían las entrañas de las aves, ni negociar con el insomnio algunas horas, cinco minutos más; no sabré cómo apagar el interruptor de la luz al amanecer

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LOS NOMBRES DEL INSOMNIO se terminó de imprimir en julio del 2016 en la ciudad de La Paz, B.C.S. La edición estuvo al cuidado de Raúl Cota Álvarez y el autor. Se tiraron 300 ejemplares para publicar en Cuadernos de la Serpiente: revista_cascabel@hotmail.com visita: www.proyectocascabel.blogspot.com


10 Sergio Pérez Torres (Monterrey, 1986). Publicó Caja de Pandero (2007) y Mythosis (2009). Su poesía ha sido merecedora del Concurso de Literatura Joven 2004 del Instituto Municipal de la Juventud de San Nicolás, Certamen de Literatura Joven Universitaria 2009. Con el presente poemario ganó los Juegos Florales del Carnaval de La Paz 2016.


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