REVISTA CASCABEL 22

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Cascabel Revista de literatura Nueva época/Junio-Julio 2014

Muestra del Taller de la Serpiente

Adrian Corona Ibarra Daniel Olimón Jorge Arce galvez Omar Murillo Juan Pablo Rochín Octavio Escalante Raúl Antonio Cota

La Paz, B.C.S. México.

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Cascabel 22 Junio-Julio 2014 Director Raúl Cota Alvarez En este número: Muestra de los trabajos de creación literaria que se llevan a cabo en el Taller de la Serpiente, en el área de poesía. participan:

Adrian Corona Ibarra Daniel Olimon Jorge Arce galvez Omar Murillo Juan Pablo Rochin Octavio Escalante Raul Antonio Cota

Revista Cascabel es una publicación independiente. Circula bimestralmente en la ciudad de La Paz y diversos puntos de B.C.S. Se autoriza la utilización del material siempre que se cite la fuente.


PRESENTACIÓN

El taller literario, ¿especie en peligro de extinción? La crítica, la revisión, la corrección, ¿quimeras? Grupo Cultural Cascabel inició, a principio de año el Taller de la Serpiente, espacio ¿albergue? para compartir, diseccionar, comentar, pulir el oficio y alimentar el horno creativo. Aprovechando la brasa, renace Revista Cascabel con una muestra de las primeras sesiones del taller, caras concocidas, pero sobre todo dos plumas nuevas que entraron con fuerza a escena: Adrian Corona y Jorge Arce, uno tendiente al largo aliento, canto contenido ya desbordado; otro, que en la economia del lenguaje encuentra la justa dimension de su discurso. Avanza la creación, caminan las propuestas en busca de anclaje; esperemos lector, que seas el puerto favorable. adelante.


Primer acecho a doce manos -Ahora no pasa un tigre sino su descripción. Virgilio Piñera.

(Miembros del Taller de la Serpiente)

Una ausencia más en el lomo del tigre rasga la noche. En la penumbra agazapado, fuma trigo. Entre tanto me oculto entre tus colmillos de insomnio. Tigre serás quizá, dijiste. Valle de triángulos, vértigo y luz que nos lame con odio la herida, Tus huesos me sirven para hacer tinta. Laceraciones sigilosas, silencio certero, llega el tigre y destaza su silueta. Estrellado en la piel fría de tu vello tu alma voraz me traga intermitente, y como tigres reviviremos.

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Bragueta Adrian Corona Ibarra

Mutación del cinturón de castidad, Dos líneas de engranes separan del néctar. Atizador de fuego para el experimentado Fría barrera para el inexperto

A cada engrane menos, Más deleita el olor de tu geografía Se vuelve diáfano el mar del deseo Adiós cierre, saborea la manzana

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Sirena de alquiler (fragmentos) Adrian Corona Ibarra Llevado por el mar del alcohol y la marea de la lujuria vuelvo a las fosas profundas del burdel. Luces tenues, música alta, caderas, glúteos y tetas, brazeo velozmente para llegar al abismo donde no hay venta, es tiempo que se aprecia. Si te cuesta, lo disfrutarás y volverás. Pides estar en la latitud correcta, la mesa de cerca si quieres admirar a la Lilith, la de lejos si tu rostro no quieres mezclarlo, ahi en la pista de la Magdalena el mar huele al mismo perfume, aunque todos distintos ,huelen todo a lo mismo..

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Los olvidados Daniel Olimón Cuando la ciudad duerme el llanto enmudece, El monstruo despierta y muere la infantil alegría… La realidad juega con los sueños, patea con fuerza, de aquí a allá, la pueril sonrisa rueda cual pelota entre adicciones. Por las noches un último deseo es devorado por los síntomas del hambre. La indiferencia, de ciega arrogancia, arrastra sus ojos hasta ti. Entre visiones de carros fantasmas que huyen a sus sociedades muertas. Cuando ignoran de vez en vez tu imagen de naufrago urbano, Y el rio de su cordura te ahogue, en el profundo y helado desconsuelo, y la cultura de sus labios vomite migas en tus manos. Y por osadía robes unas cuantas lágrimas falsas para su futuro relegado.

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Y de nuevo aflore la violencia de tus manos manchadas de olvido. Cuando las leyes profanen tu mundo y te arrojen en el rincón de la noche. Cuando el fin del día llegue cansado y te acurruque en sus brazos asfaltados; Y unos labios: secos, duros, fríos besen tus sucios ojos, y los arrumacos de piedra laceren tus mejillas, y tus plegarias se pierdan en la brisa matutina. Cuando el viento robe la inocencia de tus abatidos cabellos, en los rincones que erigen tus enmarañados hermanos. Entonces y sólo entonces seremos: niños, traga fuegos, soldados, limpia para brisas, poetas, seremos los olvidados hijos de la calle.

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Ámbar Jorge Arce Gálvez

La pobreza inunda todo, acá la esperanza no está en venta, sólo la felicidad viene envasada y así, cualquiera puede tenerla.

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Oro blanco Jorge Arce GĂĄlvez

Transformaste el desierto -FlorecisteRegado con sudor agrio -ProgresasteTanto que fue tu desgracia‌

Sobrevives con cada hijo que regresa.

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La mesa y el costal Omar Murillo

Sobre la mesa pongo el costal. De su interior saco objetos, Inspecciono a cada uno de ellos -esto me sirve, esto no me sirveLos froto, acaricio, huelo, los agito, queriendo oír Un quejido, una risa, una cascada, hojas secas, sabanas mojadas. -esto me sirve, esto no me sirveAcumulo, atiborro, estibo. -esto sí, esto noLa selección está hecha minuciosamente. Vuelvo al costal todo lo que no voy a necesitar Para construir una historia.

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La mirada de escalpelo. La mesa a punto de caer, de tantos cuerpos inmóviles. ¡Listo! … De la mesa, al costal Cae todo el mundo en escombros, Nada sirve. Cuando el costal se llena Y no logras vaciar Lo pepenado. Para los ojos urgentes, que están frente De una mesa en busca de “algo” -esto no me sirveDicen. Y vuelves al costal.

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Trilogía Juan Pablo Rochín

I Me fui acercando al hombro leve, al talle sentí su néctar reptar con sus patitas de mosca que estalla a luna y media.

II Perdido en tu ombligo de noche sujeto de brisa a tus caderas oculto en la mar de tus senos deshaciéndome y cubriéndote de olas al estático vaivén de nuestros cuerpos.

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III Tiembla tiemblan las voces y las miradas, tiembla Tiembla tu cuerpo al toque de queda así las manos que te atropellan y mil filos inaccesibles se cubren de otra dulce agonía (mareo carente al gemir la luz); también se esparce dentro de ti en tus sombras y golpes bajos entre mis manos infartadas de torpeza como la rosa que florece en primavera adonde transpira complicidad sin nadie que nos diga lo que hay por hacer y sólo lo hacemos temblamos hasta el amanecer.

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Cancer

Octavio Escalante

Hay un momento crucial en la inmortalidad del cangrejo: el momento en que deja su esqueleto intacto sobre una piedra mojada y se desprende, viscoso y vulnerable, a peligrar de muerte hasta que logre endurecer una nueva coraza, y esté de nuevo, mínimamente, protegido. A pesar de que la muerte es la enamorada de la vida, siguiéndola en forma de serpientes, accidentes de auto, automedicaciones fallidas, vejez o balas, el momento en que el cangrejo se desprende de su casa es especialmente delicado, pues es cuando se nos presenta mas frágil, gelatinoso y presa de su propio cambio. Ni siquiera necesita depredadores para morir. Los elementos representan una amenaza constante en ese estado. La arena, pegada a sus patas, sube a su pecho como pulgas rocosas que arden. El agua comienza a disolverlo. El aire le rosa el cuerpo y lo acaricia con dolor como si todo él fuera una sola herida. Se arriesga a cambiar de coraza porque no hay otra opción: su casa se vuelve demasiado pesada después de un tiempo, y por dentro, aunque nosotros lo ignoremos desde nuestra altura, comienzan a crecer agujas que lo lazan. No puede permanecer más dentro de su esqueleto, que para los demás es el detalle que lo define e identifica. El cangrejo, único conocedor de su vida, de su electricidad y de su espíritu, sabe perfectamente que su coraza terminará secándolo. Tiene que huir, huir de lo que los demás creen que es propiamente el cangrejo. Las patas, el pecho, los ojos alzados, las tenazas, su andar horizontal, la pigmentación que fascina a los biólogos, a los niños y a los adoradores del LSD, tienen que quedar en el camino, abandonadas hasta forjarse otras, mientras avanza una vez más desde el principio.

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Sirenas Raúl Antonio Cota

Imanta tu cara de ángel que surge entre las olas. Fascinas e infundes temores metafísicos, miedos al más allá. Inicia tu cola el vaivén del mar. Eres un cuerpo sinuoso que moldea su consistencia submarina. Turbulencia repentina, agua hinchada: Pulidos y erectos senos asoman a la superficie.

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Entre tus pechos, ¡Ay! Sirena mía, el renacimiento del mundo. Te canta, desde el fondo del mar, un hombre desnudo, y se arranca los pelos por un beso tuyo. Enorme construcción de peces y corales. Universo, universal, universidad inmenso oleaje, cátedra de sal, didáctica del tacto de tu torso desnudo. Apacible poder, quieto poder, entre el rigor del cristal, el frio verdi-azul, allí, preestablecido,

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el verde movimiento, el telúrico mar. Todo me sabe a mar, sirena, todo me sabe amar. Sirena de porcelana, ola tras ola, ola tras ola, frente al infinito mar, imantas lo que tu cola rosa. Acomodas tu cuerpo entre las rocas. Serás mar, serás cielo. Otros versos lo dirán. Frente a los riscos te asomas. Inhalas sabores del aire, alas sugiere tu cabello. De un solo manotazo surgen miles de sirenas, y de rocas profundas…

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Aún.

Aún soy.

colgada en la fugacidad del tacto.

Soy vestigio de una vida erosionada en el olvido,

la palabras de un viento seco en el ocaso.

la sombra tímida,

Soy el reflejo ausente,

el silencio de un Dios que busca luz.

la oscuridad dentro de un zapato abandonado,

Soy ese hombre de sal sin miedo a su pasado,

Raúl Cota Álvarez.

(Perfiles)


22 Proximamente en Cuadernos de la Serpiente: La Ciudad y otros gatos de Omar Murillo

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