Liahona Agosto 2010

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Ilustraciones fotográficas por John Luke, salvo que se indique lo contrario

conferiría el don del Espíritu Santo y que si yo me mantenía digno, leal y fiel a los mandamientos de Dios, el Espíritu Santo estaría conmigo para brindarme orientación y dirección durante toda mi vida. Aunque tuve esa experiencia con mi madre hace muchos años, jamás he olvidado ese importante momento propicio para la enseñanza. ¿Comprendemos, como padres, el poder que tienen los momentos propicios para la enseñanza en la vida de nuestros hijos? ¿Comprendemos la premura de nuestro deber de ayudar a los hijos a entender y vivir los principios del Evangelio? Un fundamento de fe y testimonio ayudará a nuestros hijos no

sólo a sobrellevar las dificultades de la vida, sino también a gozar de la plenitud de las bendiciones de nuestro Padre Celestial. Pongan en orden su propia casa

El propósito de la obra del Señor es “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39). Los padres pueden contribuir a efectuar esa gran obra al enseñar a los hijos “la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y del don del Espíritu Santo por la imposición de manos” (D. y C. 68:25). En una revelación dada por medio del profeta José Smith, el Señor reprendió a Frederick G. Williams (1787--1842), quien era miembro de la Primera Presidencia, por no enseñar a sus hijos como debía:


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