Liahona Mayo 2010

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Evangelio de una forma profundamente personal. Les podemos enseñar a andar en la luz, pero esa luz no puede ser prestada; tienen que ganársela. Ellos deben obtener su propia luz de testimonio directamente de la fuente de luz espiritual, que es Dios mismo, a través de la oración, el estudio y la reflexión. Deben comprender quiénes son y lo que nuestro Padre Celestial desea que lleguen a ser. ¿Cómo los ayudamos? Al tener una noche de hogar, un consejo familiar o una conversación edificante del Evangelio con nuestros hijos, tenemos la oportunidad de verlos a los ojos y decirles que los amamos y que nuestro Padre Celestial los ama. En esos entornos sagrados, también podemos ayudarles a comprender, en lo profundo del corazón, quiénes son y lo afortunados que son de haber venido a esta tierra y a nuestro hogar, y de participar en los convenios que hemos hecho en el templo de ser una familia para siempre. En

toda interacción que compartamos, demostramos los principios y las bendiciones del Evangelio. En estos tiempos peligrosos, no es suficiente que nuestros jóvenes sólo sepan; deben actuar. La participación entusiasta en ordenanzas, en quórumes y organizaciones auxiliares, en programas inspirados y actividades que fortalecen, ayuda a los jóvenes a ponerse toda la armadura de Dios. ¿Les ayudaremos a ponerse esa armadura para que resistan los ardientes dardos del adversario? Para realmente escoger el camino del Señor, ellos deben conocer ese camino. Y para que realmente conozcan Su camino, debemos enseñarles y guiarles a actuar, participar y hacer. La obra misional más grande que realicemos será en nuestro propio hogar. Los hogares, los quórumes y las clases forman parte del campo misional. Los hijos y nietos son nuestros investigadores más importantes.

La obra de historia familiar más grande que realicemos será dentro de nuestro propio hogar. La preparación espiritual de nuestros hijos que son de la nueva generación, mediante su obediencia, será lo que garantizará la preservación y la perpetuidad eternas de nuestra familia para las generaciones venideras. El rescate y la activación más grandes se realizarán en nuestro propio hogar. Si alguien de su familia anda por senderos extraños, ustedes son rescatadores que participan en el mayor esfuerzo de rescate que la Iglesia haya conocido. Les testifico por experiencia propia: El único fracaso es darnos por vencidos. Nunca es demasiado tarde ni demasiado temprano para comenzar. No se preocupen por lo que haya ocurrido en el pasado. Hagan una llamada; escriban una nota; hagan una visita; invítenlos a regresar a casa. No tengan miedo ni vergüenza. Su hijo es hijo de nuestro Padre

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