Liahona Mayo 2010

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componentes básicos de los cimientos de nuestro carácter y sirven para preparar el camino hacia las oportunidades, el entendimiento y la felicidad en lo futuro. La paciencia, fruto del Espíritu7

La paciencia es un atributo divino que puede sanar almas, abrir tesoros de conocimiento y entendimiento y convertir a personas comunes y corrientes en santos y ángeles. La paciencia es verdaderamente un fruto del Espíritu. Paciencia es seguir con algo hasta el fin; es postergar el placer inmediato a fin de recibir bendiciones futuras. Es controlar la ira y refrenarse de decir cosas hirientes. También es resistir el mal incluso cuando éste parezca enriquecer a los demás. Paciencia significa aceptar lo que no se puede cambiar y encararlo con valor, gracia y fe. Significa estar “[dispuestos] a [someternos] a cuanto el Señor juzgue conveniente imponer sobre [nosotros], tal como un niño se somete a su padre”8. En última instancia, paciencia significa ser “firme, constante e inmutable en guardar los mandamientos del Señor”9 a toda hora de cada día, incluso cuando hacerlo sea difícil. Como dijo Juan el Revelador: “Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”10. La paciencia es un proceso de perfección. El Salvador mismo dijo que con nuestra paciencia ganaremos nuestras almas11, o como dice otra traducción del texto griego: “con vuestra paciencia ganaréis dominio de vuestras almas” 12. Paciencia quiere decir perseverar en la fe, sabiendo que a veces es al esperar y no al recibir que más crecemos. Así era en los días del Salvador y sigue siendo así en nuestra época, porque en estos últimos días se nos manda: “Continuad con paciencia hasta perfeccionaros”13. El Señor nos bendice cuando demostramos paciencia

Parafraseando al salmista de antaño: si pacientemente esperamos a Jehová, se inclinará a nosotros, oirá nuestro

clamor, nos sacará del pozo turbulento y pondrá nuestros pies sobre una roca sólida; pondrá en nuestra boca cántico nuevo y cantaremos alabanzas a nuestro Dios. Muchos verán esto y confiarán en Jehová14. Mis queridos hermanos, la esencia de la obra de la paciencia es ésta: guardar los mandamientos, confiar en Dios nuestro Padre Celestial, servirlo con mansedumbre y amor cristiano, ejercer la fe y la esperanza en el Salvador y nunca darnos por vencidos. Las lecciones que aprendamos de la paciencia cultivarán nuestro carácter, elevarán nuestra vida y aumentarán nuestra dicha. Nos ayudarán a ser poseedores dignos del sacerdocio y discípulos fieles de nuestro Maestro Jesucristo. Mi ruego es que la paciencia sea un rasgo distintivo de los que poseemos el sacerdocio del Dios Todopoderoso;

que con valentía confiemos en las promesas del Señor y en Su tiempo; que actuemos hacia los demás con la paciencia y la compasión que buscamos para nosotros mismos, y que continuemos con paciencia hasta perfeccionarnos (véase D. y C. 67:13). En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén. ■ NOTAS

1. Véase Jonah Lehrer, “Don’t; The Secret of Self-Control”, New Yorker, 18 de mayo de 2009, págs. 26–27. 2. Doctrina y Convenios 121:41; véanse también los versículos 39–45. 3. Mateo 18:26. 4. Doctrina y Convenios 121:2 5. Véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Brigham Young (1997), pág. 81. 6. Doctrina y Convenios 98:12. 7. Véase Gálatas 5:22, 23. 8. Mosíah 3:19. 9. 1 Nefi 2:10. 10. Apocalipsis 14:12. 11. Véase Lucas 21:19. 12. Véase Lucas 21:19, nota b al pie de página. 13. Doctrina y Convenios 67:13. 14. Véase Salmo 40:1–3. Mayo de 2010

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