Liahona Mayo 2010

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nuestro cumplimiento parcial o selectivo de las leyes de Dios impedirá que recibamos la plenitud de las bendiciones de la obediencia. 2. Ese mandamiento no es importante

Varias décadas después, Naamán, un héroe sirio de guerra, un hombre “valeroso en extremo” 10, viajó desde su país natal a Israel y fue a hablar con el rey Joram, para que lo sanara de la lepra11. Naamán fue enviado entonces al profeta Eliseo quien “…le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán… y serás limpio”12. A pesar de la promesa profética de que se curaría, Naamán se ofendió porque Eliseo no lo recibió en persona y se sintió aún más insultado con la instrucción del profeta de que se lavara siete veces en el pequeño y fangoso río Jordán. Su orgullo exigía algo más notable y ostentoso, algo que estuviera de acuerdo con su fama y su posición en la comunidad y en la nación. Afortunadamente para él, uno de sus siervos lo convenció de que si obedecía, sin importar lo que el profeta le había pedido que hiciera, podría recibir las bendiciones del Señor. Naamán se lavó en el río Jordán como se le había mandado y como resultado de su obediencia se sanó de la lepra13. La obediencia a los mandamientos del Señor, a pesar de cuán trivial o sin importancia los consideremos, traerán, sin duda alguna, Sus bendiciones prometidas. 3. Ese mandamiento es muy difícil de obedecer

Siguiendo el mandato del Señor, el profeta Lehi condujo a su familia al desierto. Durante las primeros días de la travesía Lehi instruyó a Lemuel para permanecer “firme, constante e inmutable en guardar los mandamientos del Señor”14. Sin embargo, cuando recibieron el mandato profético de volver a Jerusalén a recobrar las planchas de bronce que contenían “los anales de los judíos”15, los dos hijos mayores se rebelaron, diciendo: “Es algo difícil”16. A pesar de las murmuraciones de

sus hermanos mayores, la fe de Nefi y su obediencia a los mandamientos del Señor permitió que se obtuvieran esas planchas de bronce. Se edificó una nación, un idioma fue preservado y se enseñó el evangelio de Jesucristo por varias generaciones. A veces racionalizamos que el Señor comprenderá nuestra desobediencia porque nuestras circunstancias especiales hacen que sea difícil, vergonzoso o incluso doloroso que nos adhiramos a Sus leyes. Sin embargo, la obediencia fiel, sin tener en cuenta cuán grande parezca la tarea, proporcionará la guía, la asistencia y la paz del Señor. El profeta José Smith imploró dos veces al Señor preguntándole si su prominente amigo, Martin Harris,

podía llevarse las primeras ciento dieciséis páginas manuscritas del material traducido del libro de Lehi desde Harmony, Pennsylvania, hasta Palmyra. Cada vez, el Señor le aconsejó a José que no confiara el manuscrito al señor Harris. Martin procuraba utilizar el manuscrito traducido como evidencia para evitar que sus conocidos hicieran correr rumores sobre su amistad con José Smith. La tercera vez que José le suplicó, el Señor le concedió lo que pedía17. Martin perdió el manuscrito y como consecuencia se le quitaron al profeta José Smith las planchas durante bastante tiempo. Ésa fue una penosa lección para el profeta, quien dijo: “…me impuse esta regla: Cuando el Señor te Mayo de 2010

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