Liahona Noviembre 2005

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La búsqueda del hombre de la verdad divina ÉLDER CHARLES DIDIER De la Presidencia de los Setenta

El seguir el modelo del Señor de oír y de prestar atención a la verdad divina los ayudará a cimentar un fundamento espiritual y personal, y a determinar qué llegarán a ser.

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ntre esta vasta audiencia se encuentran esta noche tres invitados especiales, tres queridos amigos de mi época de estudiante. Ellos hicieron el largo viaje desde Bélgica, mi país natal, tanto para celebrar aquí el 50 aniversario de nuestra graduación de la escuela secundaria como para asistir a esta conferencia. A ellos, a ustedes, los poseedores del sacerdocio, y especialmente a ustedes, los hombres jóvenes que se están preparando para ser misioneros, les dedico este mensaje, que trata acerca de la búsqueda del hombre de la verdad divina. Al encontrarla, se debe aplicar a este mundo de confusión religiosa en

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aumento y de decadencia moral; y se debe convertir en el fundamento espiritual y personal que nos lleve a vivir de acuerdo con los principios de la rectitud. Como dijo el Señor: “En rectitud serás establecida” (3 Nefi 22:14). ¿Dónde se ha de encontrar esa verdad divina? Es “[oír] la voz del Señor... [oír] la voz de sus siervos... [y prestar] atención a las palabras de los profetas y apóstoles” (D. y C. 1:14). Oír y prestar atención. Oír es relativamente sencillo; pero el prestar atención a lo que hemos oído y aplicarlo constituye el desafío incesante de nuestra vida. Primero, oigan la voz del Señor. La comunicación que se recibe del Señor acerca de la verdad divina y del conocimiento espiritual se halla en las Escrituras y se llama revelación, lo que literalmente quiere decir dar a conocer o descubrir lo ignorado; se nos ha dado “para que comprendáis y sepáis cómo adorar, y sepáis qué adoráis” (D. y C. 93:19). El élder Neal A. Maxwell dijo: “Sólo con la revelación podemos efectuar la obra del Señor de acuerdo con Su voluntad, a Su propia manera y en Su propio tiempo” (“La revelación”, Primera Reunión Mundial de Capacitación de Líderes, enero de 2003, pág. 5). “Sin revelación, todo sería conjeturas, tinieblas y confusión” (“Bible Dictionary”, pág. 762).

Segundo, oigan la voz de Sus siervos. La revelación o verdad divina se da, por medio de la voluntad del Señor, a Sus siervos en formas y tiempos diferentes, y ésta también se encuentra en las Escrituras. “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7). Tercero, presten atención a las palabras de los profetas y apóstoles. Saber escuchar significa prestar atención especial; es prestar oídos a quienes han sido llamados por Dios para ser testigos especiales y vivientes de Jesucristo en nuestra época. Eso implica que se los reconoce en esa función que cumplen, que se responde a su invitación a recibir una confirmación espiritual personal de que las enseñanzas de ellos son verdaderas y de que se hará el compromiso de seguirlos. En resumen, el Señor tiene un modelo para dar a conocer la verdad divina con profetas para guiarnos y bendecirnos a través de los desafíos y de las maldades de la vida: Oír y prestar atención. Nuestro fundamento personal y espiritual se debe cimentar en ese modelo si queremos disfrutar de las bendiciones del Señor. Por tanto, no es suficiente escudriñar las Escrituras para conocer la intención del Señor. A eso debe seguir un acto de fe, el aceptar hacer la voluntad del Señor mediante la obediencia a Sus mandamientos, antes de poder disfrutar de las bendiciones del Señor. La confirmación espiritual y personal de este proceso, al pedir y creer que recibiremos, se convierte entonces en la oración de nuestra vida. En realidad, la comunicación o el oír acerca de la verdad divina se resume en tres palabras: revelación, mandamientos y bendiciones. Sin embargo, el primero oír y después prestar atención a la voz del Señor y de Sus siervos será un desafío de toda una vida. ¿Por qué? “Porque el hombre natural es enemigo de Dios... y lo será para siempre jamás, a menos que se someta al influjo del Santo Espíritu” (Mosíah 3:19). La preparación espiritual es un requisito esencial


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