Liahona Noviembre 2005

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deseamos que todos ustedes nos acompañen en esa ocasión. Les dejamos nuestro testimonio de la divinidad de esta obra. Ésta es una hermosa obra. Qué vacías estarían nuestras vidas sin ella. Dios, nuestro Padre Eterno, vive. Él nos ama y vela por nosotros. Jesús es el Cristo, el Redentor de la humanidad. Ellos han restaurado Su obra en esta última dispensación por conducto del profeta José. De esto testifico con toda solemnidad y les dejo mi amor y mi bendición, amados hermanos y hermanas de esta Iglesia agradecida. Que Dios bendiga a cada uno de ustedes. Ahora, para terminar, quiero dar las gracias a todos los que han 104

hecho tanto para que ésta fuera una gran conferencia, a todos los que han trabajado entre bastidores para que esto fuera posible: los acomodadores, los técnicos, el personal de seguridad, el personal de primeros auxilios, los oficiales de tránsito, los traductores, las secretarias que revisan nuestros discursos y los mecanografían una y otra vez, todos ellos trabajan de día y de noche para producir este gran resultado. Ruego humildemente que Dios nos bendiga a todos, que nos esforcemos por andar en rectitud ante Él, y les dejo mi bendición en el sagrado y santo nombre de nuestro Redentor, sí, el Señor Jesucristo. Amén. ■


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