Liahona Noviembre 2004

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causa de los sentimientos que inquietaron tu mente. En resumen, puedes recobrar la paz de conciencia al arrepentirte de las transgresiones personales que te hayan ocasionado conmoción interior. Entonces, la paz mental se asegurará resolviendo las presiones externas que te hayan causado la ansiedad, la preocupación y la angustia temporales. Sin embargo, por más que trates, no lograrás la felicidad perdurable sino hasta que, por medio del arrepentimiento, satisfagas personalmente la ley que hayas quebrantado a fin de devolver la paz a

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una conciencia atribulada. Ya sea que tú seas alguien que reconozca la necesidad de arrepentirse y te sea difícil hacerlo o que seas alguien que se pregunte si se ha arrepentido lo suficiente para ser totalmente perdonado, podría ayudarte el repasar algunos de los principios fundamentales sobre los cuales se basa la paz de conciencia. La ley que se quebranta por medio de la transgresión o del pecado ocasiona angustia en la mente y en el corazón por motivo de una conciencia ofendida. Al saber que todos Sus hijos espirituales, salvo Su Unigénito

Jesucristo, violarían con o sin intención Sus leyes, nuestro Padre Eterno proporcionó un medio para corregir las consecuencias de tales hechos. Ya sea que la infracción sea grande o pequeña, la solución es la misma: Un arrepentimiento completo mediante la fe en Jesucristo y en Su expiación, y la obediencia a Sus mandamientos. Cuando sea necesario, el arrepentimiento total requerirá que tú hagas algo. Si tú no te has familiarizado con los pasos establecidos del arrepentimiento, tales como la confesión y el abandono del pecado, la restitución, la obediencia y el buscar perdón, habla con tu obispo o estudia algo al respecto, tal como la obra maestra del presidente Spencer W. Kimball, El Milagro del Perdón. Además de cumplir con esos requisitos, el volver a tener la paz de conciencia se acelerará si pones atención en otro paso que a veces no se tiene en cuenta. El Salvador ha dejado en claro que, para recibir el perdón, debes perdonar a los demás las ofensas que de ellos hayas recibido. “Yo, el Señor, perdonaré a quien sea mi voluntad perdonar, mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres. “Y debéis decir en vuestros corazones: Juzgue Dios entre tú y yo, y te premie de acuerdo con tus hechos”5. “Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. “Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas”6. Si siendo una víctima inocente se te ha hecho un gran daño, no guardes sentimientos de odio y de enojo por algo evidentemente injusto. Perdona al infractor aun cuando tú seas inocente. El hacerlo tal vez requiera un gran esfuerzo de tu parte. Algo así es muy difícil, pero es el camino seguro hacia la paz y la sanidad. Si fuera necesario castigar la transgresión grave que alguien haya cometido contra


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