Barrios en Colores - Taco

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Título Taco, barrio en colores Entradilla Desde hace más de ocho años, el Colegio Público San Luis Gonzaga, ubicado en el barrio tinerfeño de Taco, ha convertido las paredes del Centro y los menús de su comedor escolar en un reflejo de la diversidad de sabores, aromas y colores que conviven en este núcleo a caballo entre San Cristóbal de La Laguna y Santa Cruz de Tenerife. Texto Taco es un barrio de colores. A simple vista se puede observar que la piel de este barrio es de múltiples colores, como también lo es el corazón que da vida y movimiento a este territorio. Las fachadas de sus casas, un auténtico mosaico de tonalidades, no son sino el reflejo de la multiplicidad de culturas que las habitan. Personas llegadas de diferentes islas primero y de numerosos países más recientemente han configurado el carácter dinámico, diverso y multicultural de un barrio en el que conviven personas de más de ochenta procedencias, con sus manifestaciones culturales, sus religiones y sus diferentes formas de entender el mundo. Este caleidoscopio ha tenido su reflejo, obviamente, en los centros educativos de Taco que, durante las últimas décadas, han visto cómo sus pupitres iban siendo ocupados por niños y niñas que, junto a sus familias, llegaban de múltiples rincones de África, Sudamérica, Europa o Asia hasta conformar un universo de acentos, sabores, aromas y colores. El Colegio Público San Luis Gonzaga, ubicado en el barrio que le da nombre, fue uno de los tantos centros educativos de Taco que fue acogiendo e interiorizando esa multiculturalidad con tanta naturalidad que los colores se le salieron por las paredes y las columnas del propio Centro. Esa diversidad cultural que fue albergando en sus aulas no solo quedó reflejada en sus coloridas instalaciones, sino que terminó impregnando el Colegio de aromas y sabores cuando, en el año 2007 y ante la evidencia de que una cuarta parte de su alumnado no había nacido en Canarias, decidieron incluir platos y recetas internacionales en el menú de su comedor escolar. Una de las principales artífices de esta iniciativa fue Lucía Bermejo, directora del Centro, que explica que se realizó “una propuesta al Consejo Escolar con la idea de que no solo los niños que venían del extranjero aprendieran sobre la comida canaria o española, sino que también los niños de aquí pudieran aprender cuáles eran las comidas típicas de otros países”. Con el apoyo de los padres y las madres presentes en el Consejo Escolar, se elaboró un proyecto y se comenzó a buscar recetas adecuadas a las edades de los alumnos y alumnas para, posteriormente, adaptarlas a los productos del mercado. Lucía cuenta que “si no encontrábamos yuca, por ejemplo, o estaba a un precio disparatado, pues adaptábamos la receta con algo parecido, como la papa, que también es algo más adaptado al paladar de los niños canarios. Si llevaba cayena picante, por ejemplo, pues lo sustituíamos por pimentón dulce… y así nuestra cocinera fue haciendo un master en cocina internacional y empezamos a ofrecer en el menú platos que sabemos que no se dan en otros centros”. Llegamos así hasta la segunda gran protagonista de esta colorida y sabrosa historia, la cocinera del Colegio Público San Luis Gonzaga, Nieves González, ayudante de cocina en el Centro hasta el año 2006, momento en el que pasó a ser cocinera por una promoción interna del personal


laboral de la Consejería de Educación y se convirtió, de este modo, en una pieza clave de este proyecto. “Al principio me pareció muy difícil –recuerda Nieves- pero, una vez que te acostumbras, lo ves como algo normal. En el fondo da igual cocinar una cosa u otra. He aprendido mucho como cocinera y he descubierto platos que no conocía” y añade que “al principio a los niños les costaba un poco, pero se van acostumbrando y aprendiendo los nombres de los platos”. Nieves explica que los menús internacionales se ofrecen algunos días de la semana, con recetas principalmente sudamericanas o africanas, pero también italianas, japonesas, chinas, griegas o tailandesas, combinando esos platos con recetas canarias y españolas. “Creo que es una enseñanza para los niños, aprenden a comer cosas diferentes y puede ayudar a que se conozcan entre ellos y se traten con igualdad”, comenta Nieves, que destaca que “no hay mucha diferencia entre la cocina de los diferentes países, llevan carne, papa, pimiento, batata… varían las combinaciones pero los productos son similares. Nos parecemos más de lo que creemos”. Aisosa Okhah, una niña de once años de familia nigeriana pero nacida en Málaga que lleva en el Centro desde los tres años y es representante del alumnado en el Consejo Escolar, destaca, entre las cosas que le gustan del colegio, que “te hacen probar cosas nuevas y, por ejemplo, a mí no me gustaban las verduras y ahora me encantan. En este colegio comes muchas cosas de otros lugares, comemos más variado que en otros colegios y yo prefiero que la comida se haga directamente en el colegio porque está más fresca, más rica y se hace con más cariño”. El resultado de esta iniciativa ha sido satisfactorio para todas las partes implicadas en el proceso educativo, desde la representante de los padres y madres en el Consejo Escolar, María Victoria Torres, madre de una niña de 9 años, que lo ve como algo “positivo y que recomendaría a otros colegios, porque es bueno variar el tipo de comidas y aprender de todo”, hasta Isidro Hernández, profesor y jefe de estudios del colegio, que considera que es “una manera de acercarnos a otras culturas por la boca”. El propio Isidro comenta que esta experiencia permite a los niños y las niñas “conocer otras texturas, otros alimentos, el origen de determinados productos o platos y eso les puede despertar curiosidad por saber dónde están esos países o por escuchar una canción de esos lugares, por ejemplo. Se van enriqueciendo y, a lo mejor no aprenden nada, pero ahí ha quedado esa enseñanza. Es como esas semillas que hay que esperar mucho tiempo para que broten, pero siempre brotan”. Después de casi nueve años enriqueciendo el paladar y la cultura de los niños y las niñas que pasan por el Colegio San Luis Gonzaga, la directora del Centro hace un balance muy positivo de este proyecto. “Ha funcionado muy bien. Los niños han asumido que son platos que forman parte del menú y tampoco le dan importancia a que sean comidas de otros países. Ellos ven un plato de Pad thai de Tailandia, por ejemplo, y para ellos son espaguetis… se trataba de buscar alternativas a los huevos fritos, el plátano frito y el arroz blanco…” Lucía, que ese mismo día ha comida moussaka griega en el comedor de su Centro, se enorgullece de esta iniciativa: “comer moussaka, por ejemplo, en el comedor de un colegio… yo creo que en la mayoría de centros no saben ni lo que es. Y no es porque tengamos niños griegos en el colegio, sino que nos parecía una buena manera de introducir la berenjena, que es complicado que les guste a los niños y no hay muchos platos que la lleven”.


La pequeña Aisosa, a la que, según dice, “alguna vez le miran raro” en la calle por ser negra pero sus compañeros y compañeras la tratan “normal”, coincide en que la idea de los menús multiculturales “es muy buena porque así le enseñan a los niños sobre otras culturas y me gustaría que lo hiciesen también en otros colegios para enseñar a través de la comida. Es bueno para que se juzgue de diferente manera y no se tenga siempre la misma manera de pensar sobre algunos lugares”. Formarse en un colegio multicultural ubicado en un barrio intercultural como Taco tiene, en opinión de María Victoria Torres, muchos aspectos positivos: “Yo viví una época en la que todos éramos del mismo pueblo, pero para mi hija es mucho mejor, porque aprende a convivir con las personas mejor que nosotros, que tenemos más prejuicios. Mi hija no tiene esos prejuicios, le da igual que una niña sea de otro color u otra procedencia… ella no ve diferencias. Los niños lo viven como algo natural y son más tolerantes”. De esta misma opinión es Isidro que, de su experiencia como profesor, destaca que “con los niños nunca se nota si son de un sitio u otro, desde chiquitines se integran perfectamente unos con otros y nunca ha habido que adoptar ninguna medida especial en este sentido” y recuerda que, anteriormente, estuvo como profesor en un colegio de Las Galletas (Arona) en el que había una enorme multiculturalidad, hasta el punto de tener una clase en la que no había ningún niño nacido en Tenerife, pero “nunca hubo ninguna dificultad. Aprendían el castellano y lo hablaban igual que un niño canario, con el mismo acento y se enriquecían y conocían otras partes del mundo. Los niños no tienen prejuicios… todos nacemos iguales. En los niños es muy raro escuchar un insulto xenófobo y, si lo utilizan, es porque lo aprenden de los adultos. Lo natural en ellos no es discriminar o diferenciar por motivos del color de la piel o la procedencia”. Isidro aprovecha, además, para desmentir un rumor que, en ocasiones, se escucha en algunos contextos, referido a que el alumnado extranjero baja el nivel educativo de un centro: “No es cierto. Nosotros tenemos niños chinos en el programa de altas capacidades, hemos tenido niños chilenos, por ejemplo, con un gran rendimiento… La diferencia está en otras cosas, como el entorno familiar, la atención familiar o cómo responde la familia ante las necesidades del niño, más allá de su procedencia”. Lucía Bermejo, que es madre de dos niñas procedentes de china, asegura que, sencillamente, trata de aplicar a los demás lo que quiere para ella y sus hijas y se muestra contenta con el resultado de la iniciativa, más allá de “algunos padres que, al principio, nos decían que por qué poníamos esas comidas extranjeras. Para otros padres fue un divertimento y querían venir a comer aquí y participar de esto, pero para otros fue un shock. Hubo niños que tuvieron que ir acostumbrando el paladar, pero bueno, algunos tampoco comían ensaladas… se ha enriquecido su cultura general, su cultura gastronómica y se ha acostumbrado su papila gustativa”. Aunque recomienda esta experiencia a otros centros, reconoce que “esto se puede hacer en un centro que tenga gestión directa del comedor, como es nuestro caso. Cuando es un catering, no le puedes pedir al catering que haga estas comidas. Y son pocos los centros que quedan con gestión directa del comedor”. Además, reconoce que el pilar fundamental en el que se ha sustentado esta iniciativa es “la cocinera que tenemos, que es extraordinaria, porque si no fuese una buena cocinera… Tiene una mano especial con la comida. Podría haber dicho ‘eso es muy complicado y no lo hago’, pero tiene ganas e ilusión”. Diversidad cultural, ilusión, motivación, ganas de aprender y enseñar, paredes de colores… ingredientes todos ellos que, condimentados con una gran dosis de cariño, dan como resultado


final un Centro que, aunque ya no cuenta con la multiculturalidad de hace unos años porque parte del alumnado se ha nacionalizado y otra parte ha regresado a los países de sus familias, es un ejemplo de convivencia en una sociedad intercultural y refuerza la creencia de que, en palabras de la propia Lucia, “tener familias y alumnos de distintas nacionalidades no solo no es una dificultad, sino que es un enriquecimiento para todos”.


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