Rizoma Nº1

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Distribución

Gratuita

AÑO 0 | No. 1 2011

SEPTIEMBRE DE

"POR ESO YO REGRESO A MI CIUDAD" ANDRÉS CAICEDO

· Santiago de Cali ~ Valle del Cauca ~ Colombia ·


PROYECTO(SIC) PRESENTA: RIZOMA | Cali SEPTIEMBRE 2011

El hielo a 40 grados

Centígrados Desde ProyectoSic y NoísRadio, hemos venido proponiendo una lectura de nuestra ciudad, a través de la construcción de reflexiones escritas, de piezas visuales y sonoras que han encontrado un terruño relativamente fértil en la narrativa terapéutica, allí donde crecen pinos invisibles, esqueletos inmensos cuyas raíces serpentean entre bloques de hielo emocional. En esta superficie, donde patinan abundantes proyectos culturales, con fines tan parecidos y nombres tan rebuscados, la publicación Rizoma se desliza con cautela, esquivando bodrios metodológicos y lugares comunes, aunque ya, de entrada, definirse de esta forma sea un lugar común. El hielo a 40 grados centígrados. Enviamos pues un saludo a los esfuerzos documentales que persiguen el rigor analítico del sudor y el zapateo, al eterno coito discursivo. Agitamos nuestros brazos desde el lado del parque que nos tocó en suerte, donde conviven la esquizofrenia y la felicidad de centro comercial, el número indeterminado de suicidios por año, la basura escondida en la nevera, etc.

Todos, todos bailamos en este infierno.

Editorial

Tomar con pinzas los temas que ocuparon a Andrés Caicedo años atrás1, en un siglo mal enterrado, no sólo es atrevido2 sino angustiante, como la sal sobre la cutícula herida. Porque en la Cali de hoy esta miseria emocional sigue siendo leída con métodos caleidoscópicos, intermitentes, fragmentados, incompletos, finalmente. La pregunta del millón es ¿por qué ocuparse de esto? Sobra decir que la búsqueda de un estado de bienestar ideal, a través de la racionalización de los traumas y las heridas invisibles, no es el fin último de esta cuestión. Se trata más bien de un ejercicio en el que despejamos variables, eliminando diagnósticos falsos y proyectos mesiánicos que han resultado de tantas lecturas melodramáticas de la obra de Andrés Caicedo. Creemos que, en el fondo, esta recolección de simulaciones, de pequeños homenajes a su prosa, será el abrebocas de un divorcio radical con los terrores impuestos por la mediocridad: el miedo a la muerte, a los invasores de otras tierras, al desastre ecológico, a la depravación moral de los hombres. Y anotemos, además, que esta mediocridad que fustigamos es la que construye discursos políticos y proyectos culturales. Así pues, ponemos luces sobre el frenetismo que disimula una soledad abisal, sobre la hipocresía escurriendo en los rostros desdibujados por la noche; sobre la violencia como paso de baile, como apellido. Nos ubicamos en torno a esta hoguera para escuchar el testimonio sincero (artificial, coherente con el destino del hombre) de los nuestros, locos y vanidosos. La Cali que vio Caicedo se parece bastante a la de hoy, pero, insistimos, no está en la lectura que los sabios han querido hacer de lo que vio el autor. Caicedo asistió al horror de la existencia caleña sin ser víctima de ella; solo fue coherente con este divorcio radical. Entendió su posición en el mundo, pero claro, esto no lo salvó del desespero. Esta lectura es la que tiene usted entre sus manos: puede ser una especie de homenaje, de conmemoración, o la continuación de un aislamiento, de un proceso de congelación. El 29 de septiembre de 2011, Luis Andrés Caicedo Estela cumpliría 60 años.

Improbable, como el hielo a 40 grados centígrados.

1

“En resumen, lo que discutimos aquí es la tarea del poeta de marras, del pensador de la calle, con sus barrios y callejones oscuros donde concurren el amor y la miseria. Andrés construyó un plan para la eternidad (claro, disfrutando y padeciendo el carnaval de contradicciones entre su vanidad y su lucidez), pero pudo zafarse de él”. Tejada y Soto. “Andrés Caicedo conoce a Joe Brifcase” en Revista Nexus Nº 8. Diciembre de 2010. Universidad del Valle.

2

Aquí le damos, con justicia, el lugar que la especulación y la creación artística merecen. Esto, más que un desprestigio, es la confrontación con una ausencia temporal, con un vacío presencial que no puede superarse por completo. Véanse, para ilustrar mejor esta situación, las novelas históricas que estructuran su edificación con referentes reales, pero se completan como obra asiéndose a detalles caprichosos, fantasmáticos.


·Rizoma·

Tendencias adolescentes:

Divanes que transpiran Por: Miguel Tejada

~ Nota para la sesión # 1 Curvo hacia el cielo esta bemba tan fea que Dios me dio, para aspirar lo rancio del deseo. Y qué importa, si así es como huelen la inteligencia los felinos. Este lapsus de miseria poética y especulaciones biológicas me cuesta mil quinientos pesos. Tengo una media hora para divagar. Un bus articulado me lleva desde su barrio, un barrio feliz, lleno de parques y de perros chandosos, hasta mi barrio, un sitio frío y reticular, muy al estilo de esos suburbios gringos en los que no pasa nada. Esta observación me ayuda a darle sustancia a mi saliva filosófica; la idea tan equivocada que persiguen los fanáticos del orden, sabiendo que en todas partes hay moscas poniendo huevos sobre algún trozo de pellejo podrido. Como ven, el movimiento se vuelve mortecina. Eso le dije anoche: “Lila, mira, pongamos lo nuestro en papel: el frenetismo, la brusquedad de tus caricias, la fricción, luego el estallido de mis canicas de cristal. Y mis gemidos. Hay algo de crudeza en el olor que comparten los amantes. Claro que las operaciones químicas que nos ayudan a mantener cierto grado de cordura (el coctel de hormonas y majadería informativa) te hacen pensar siempre de otro modo. Cambias. Volteas la torta, sin negociar. Este, verán, es el principio que rige todo lo que se desprende de aquí, desde mi pequeño trono: pensamos siempre otra cosa, asentimos, aceptamos. No sé por qué, en el fondo3. Y mi trono, verán, está hecho de un plástico lijado que da forma a un espaldar ergonómico, industria brasilera, como muchas cosas buenas que nos llegan ahora, y que por caprichos del destino que nada tienen que ver con el olor que tengo impregnado en la bemba, aún no podemos hacer con nuestras propias manos, con nuestras propias máquinas. Punto seguido en mi divagación. El dolor físico. Las calles de mi ciudad están hechas a las patadas. El asfalto es poroso, sin minerales, se fractura con la lluvia, se agrieta cuando la mierdita de los pájaros cae sobre él. De ahí que por más cómodo que sea este trono brasilero, los sacudones que tenemos que aguantar nos lastiman, nos patean el culo. Imagine usted la vida de millones de gentes que a diario reciben este tratamiento. Imagine. ~ Nota para la sesión # 2 A ver te lo explico mejor: todo ocurre como en cámara lenta (pero sólo hasta mis veinticinco años, porque en adelante las cosas se van en el cauce de un río bien bravo, una cañada furiosa con la gentuza a la que tiene que abastecer), y al fondo suena Bach, haciendo espirales translúcidos. Es una caída de 25 escalones astillando el hueso. Y entonces me veo todo pálido, sobre una calle llena de verduras podridas, apestando a sangre de marrano. Pálido de tomar tanta limonada callejera, quemado por el sol del mediodía, cayendo, viejo, cayendo y nadie me detuvo. Qué tristeza tan hijueputa.

~ Nota para la sesión #3. La solución no es irse a la playa (y menos cagándose en los que te aman) ¿O sí? Tuve un amigo que creció dándole la espalda a esta cuestión. Eso supongo, porque yo también estaba ahí, con él, jugando con carritos en miniatura sobre la tierra polvorienta. Su padre se sentó en una estaca existencial, a unos pocos metros de nosotros, sin mirarnos. Refunfuñaba y se fumaba un cigarrillo rubio, decía que no le cabía en la cabeza por qué no se había largado al fin del mundo antes de encartarse con ellos. Entonces viene el recuerdo de la mirada de este niño que era mi amigo, mientras oía a su padre. Parecía la mirada de alguien que ve cómo echan grumos de tierra sobre el ataúd de la persona que más amó en este mundo. ~ Nota para la sesión #4 He visto a este hombre sonreír solo. Puedo verlo sin que me vea. Sonríe, a pesar de que la vida se empeña en tratarlo como una mierda. Parece entender todo muy bien, aunque no puedo dejar de imaginarlo sujetando un hacha con ambas manos. ~ Nota para la sesión #5 Al día siguiente todos tus amigos desaparecen. Tienes 20 años y 14 horas. Estás en todos los periódicos locales; mataste un perro cuando intentabas salir en reversa. Ibas en el carro de tu padre, un Fiat modelo 90. Así que te llevan preso, porque lo que hiciste estuvo muy mal. La gente quiere saber qué te impulsó. Cuáles eran tus motivos. Al principio, respondes lo que todos quieren oír: estás avergonzado, acabado, lleno de temor divino. En el suelo. Todos tienen derecho a sentir repulsión, dices, y agachas la cabeza, en señal de arrepentimiento ¿Pero lo decías de verdad? Piénsalo. El perro quería morir, y tú querías conocer el mundo en el carro de tu padre. El perro te engañó y se salió con la suya. A ti se te vino el mundo encima, con toda su mierda, tan pesada y compleja como es. La mierda que tienen en la cabeza todos tus amigos de fiesta de 20 años.

3 Esto fue lo último que hablamos, antes de irme de su casa, con el niño gritando desde la habitación. Gritando porque sí. Porque le daba la gana gritar, porque esas cosas, dice ella, son normales, y las entenderé algún día, cuando tenga mi propio hijo, porque él no es mi hijo, y entonces ella cierra la puerta, y me quedo con ganas de decirle eso, precisamente, que siempre terminamos engañándonos, haciéndonos pajas mentales.


The Something

Somethingers

~ Un nuevo baterista ~ Por Luis Henao Uribe

Dan me estuvo llamando ayer todo el día. Como estaba seguro que era para que le devolviera el Codex Serphinianus nunca contesté. Esta mañana -esta tarde cuando me desperté- escuché el correo de voz y era él. ¡Eran buenas noticias! Por fin alguien mostraba interés por ser nuestro nuevo baterista. Se llama Bae. Nunca conocí a nadie que se llame Bae. ¿Qué clase de nombre es ése? Ojalá sea bueno. Cualquiera podría ser mejor que Todd. Ojalá pudieramos meternos a un garaje pronto y empezar a golpear metales y cuerdas, y gritar un poco. Ojalá nos odiemos lo suficiente para que los fans se exciten pero no tanto como para que la banda se acabe. Hoy encontré unos aguacates perfectos en el supermercado. Los compré por impulso. Cuando llegué a la casa no sabía que hacer con ellos. Aquellos que han estado en mi casa saben que mi nevera permanece vacía. No podía hacer nada con los aguacates perfectos sino comermelos solos. Finalmente encontré un pan tajado dentro del microhondas. Con un cuchillo esparcí el aguacate por todo el pan, mientras tarareaba una canción que decía:

Bae-bae-bae-don’t even dare-to look-my girl again Bae-bae-bae-there’re lakes hidden in this city.

Revelaciones:

Nuevo

ingrediente activo en los detergentes Por: María Juliana Soto

Llegué a casa y lo encontré recostado sobre la lavadora. Tenía en las manos una naranja y un cuchillo con mango de plástico. Me senté a reír junto a su cuerpo derrumbado. Parecía un ciervo recién nacido, que se había quedado dormido antes de dar su primer paso.


·Rizoma·

Agenda Cultural:

Jazz casual Por Jaime Sanclemente

Extrañaba meter la nariz por entre sus cabellos y empaparme de su olor a tierra, a ramas y raíces húmedas. Nunca le pregunté por qué olía así, cobarde como era. A las mujeres es mejor imaginárselas, sin importar lo cerca que estén. Es mejor no preguntar… - No te voy a dejar dormir… hasta que me digas algo que me sorprenda. También extrañaba – lo confieso – su bellos momentos de caprichosa insistencia, cuando perseguía a través de la peores preguntas una confesión que nunca pude elaborar… - Qué te puedo decir… fantaseo todo el día con vos ¿sabes?. Pero nunca una escena específica… a veces solo pienso en una palabra como coño y en cómo te la grito, te la susurro y te la oigo repetir… Guardo por un momento un silencio que me hizo pensar en todas las cosas que me harían olvidarla, las pocas que le recordarían a ella mi existencia. De repente me rodeó con sus brazos, susurrando con la voz ronca con la que se animaba a decir obscenidades - Dime lo que quieras que haga y lo haré. Nada es más detestable que un error sincero.


División sanitaria y de profilaxis mnemotécnica.

Operaciones de desaparición Condado de Calibú.

http://margaritaangel.wordpress.com/proyectos/estados-del-face/

“Sin embargo, debajo de la superficialidad que se puede divisar en el constante exhibicionismo, hay un común denominador, algo a lo que muchos– sino todos–tememos: desaparecer, ser olvidados.”

Margarita Ángel ~ “Estados del Face”


·Rizoma·

El país imaginado Por Carlos Patiño Millán

El poeta y ensayista inglés W. H. Auden, en su texto “Leer”4, esboza su idea del paraíso en las respuestas que da a un cuestionario inspirado por él mismo bajo este principio: “mientras un hombre escriba poesía o narrativa su idea del Paraíso es asunto suyo”. Algunas de sus contestaciones fueron las siguientes: ~ Paisaje Mesetas de piedra caliza, como los Apeninos, más una pequeña región de rocas ígneas con por lo menos un volcán extinto. Un litoral vertiginoso y escarpado. ~ Clima Británico. ~ Origen étnico de los habitantes Muy variado, como en los Estados Unidos, pero con una leve predominancia nórdica. ~ Lenguaje De orígenes mixtos, como el inglés, pero con muchas inflexiones. ~ Pesas y medidas Irregulares y complicadas. Ausencia de sistemas decimales. He intentado jugar su juego bajo sus mismas reglas. No soy Auden pero también imagino (debería decir, más bien, sufro) un improbable país. Habiendo nacido en Cali, Colombia, esa tarea es tan urgente como necesaria. Estas son mis respuestas: ~ Paisaje Altas montañas, desiertos surcados por fantasmas, mares sin fondo. Cielos azules, terribles tormentas tropicales. Al Valle de la Razón y la Locura se llega por el Río de las Preguntas. Nadie contempla el horizonte a través de lentes. No hay tiempo para los detalles sin importancia. ~ Clima Botas pantaneras. Mis zapatos nuevos. Un par de tenis que me traen recuerdos. Abarcas Tres Punta. ~ Origen étnico de los habitantes Frutos de la tierra, nacemos necios envueltos en risas. Volveremos a ella, incorregibles, sin llanto alguno.

~ Lenguaje Besos, caricias, largos silencios reemplazados por besos, caricias, largos silencios reemplazados por. ~ Pesas y medidas Balanzas justas, pesas amañadas según marrano. Un tris de sal. Una poca de gracia. Suéltele el dobladillo un poquito más. ~ Religión “And no religion too”. ~ Dimensiones de la capital Dimensión del capital: poco en manos de todos. ~ Forma de gobierno Cada cual es su cada cual, su príncipe y su mendigo, la mano que firma decretos, la mano que los destruye. ~

Fuentes de energía natural Extraña tenacidad y más extraño aún optimismo.

~ Actividades económicas Sueño que sueño. ~ Medidas de seguridad Bájese usted por este lado, esa puerta está dañada.

~ Muebles y utensilios del hogar Todo restaurante visitado, por más pequeño que sea, brinda oportunidades de completar la vajilla familiar. Conviene a la columna vertebral dormir en el suelo. Aquí no hay letrina, mire usted el campo. ~ Vestido formal Ropa prestada. Tres generaciones en una. Así se mantienen las tradiciones. ~ Fuentes de información pública Radio Bemba. Gritarse de un lado al otro del puente. Cartas que nunca llegan. ~ Monumentos A los locos de cada pueblo. En caso de que haya dudas, se lanza una moneda imaginaria al aire. Quien gana, pierde y se erige el busto del perdedor. ~ Diversiones públicas Comer prójimo. Muy de vez en cuando, ayunar. ~ Moneda La palabra, empeñada. ~ Escudo No hay escudo. ~ Bandera No hay bandera.

~ Medios de transporte Detrás de ese letrero, ese no, el otro. La finca queda a un tabaquito de aquí. Bicicleta con ruedas pinchadas envejece recostada a la pared. Monte el carro al andén, la casa es mía. ~ Arquitectura Arrasado el pasado, se hace necesario reinventarlo de nuevo. Rascacielos de cristal crecen al lado de largas columnas de piedra.

4 La mano del teñidor y otros ensayos, Barral Editores, España, 1971.


Un guión para radio

“No importa, Por: NoísRadio

Utilería: 1 Mesa 3 sillas 2 Micrófonos Shure con piaña 1 Computador portátil 1 par de parlantes 1 tableta de sonidos 1 grabadora digital Primer momento o introducción: Se escucharán las voces de un grupo de personas que deciden en qué lugar debe acomodarse una mesa. Escena 1. Suena un recorrido brusco a través del dial. Se sintoniza la voz de un famoso locutor de radio de la ciudad. (en segundo plano: paisaje sonoro de ciudad)

2. La última vez que fuimos al centro el viento levantó las películas porno (en segundo plano: paisaje sonoro de la calle) 1. ¡La lluvia de porno! (exclamación) (en primer plano: grabación del músico “Quantic” hablando sobre las películas de acción en el centro de Cali) 2. Sí. (silencio) 1. Ayer le dio un mareo al conductor del bus (en segundo plano: paisaje sonoro de la calle) 2. ¿Se murió? (en segundo plano: paisaje sonoro de la calle) 1. No, se asustó no más. (en segundo plano: paisaje sonoro de la calle) 2. ¿Y la gente gritó? (en primer plano: grabación del sonido de una pareja teniendo relaciones sexuales)

Escena 2. (en primer plano: paisaje sonoro de ciudad) 1. Sí. (silencio) Escena 3. (A partir de esta escena comienza un diálogo entre dos mujeres, a las que llamaremos 1 y 2) 1. Nadie escucha eso (En primer plano: sonido de carrito de helados de barrio. En segundo plano: sonido de la calle).

2. ¿Y vos? (silencio) 1. Sí, yo también. (Silencio) (en segundo plano comienza a reaparecer el paisaje sonoro de la calle)

2. -Shhhh- Ahí viene Beethoven el señor de los helados. (En primer plano: sonido de la calle. En segundo plano: sonido de carrito de helados de barrio)

1. “Se arreglan zapatos, se arreglan zapatos” (a manera de pregón) 2. Tengo acidez (Silencio)

1. No, es el citófono…Si no nos hubiéramos quedado dormidas habríamos llegado a la cita en el centro. (En segundo plano: paisaje sonoro de la calle)

1. Mental. (silencio) 2. Sonidos de alkaseltzer. (como quien repite una instrucción)

2. ¿Para qué? (en segundo plano: paisaje sonoro de la calle) 1. Para buscar el famoso viento de las 5 p.m (en segundo plano: paisaje sonoro de la calle)

1. Shhhh, shhhh (simulando el sonido de la efervescencia del bicarbonato) 1. Bien, retomemos. (silencio)

2. ¿No es el mismo de las 4:57 p.m? (en segundo plano: paisaje sonoro de la calle)

2. ¿El problema del agua? (en primer plano: grabación de Carlos Patiño hablando sobre los ríos de Cali)

1. Dicen que no… ¿escuchás ese pájaro? (en primer plano: paisaje sonoro de parque)

1. El mar está detrás de las montañas (en primer plano: sonidos de marimba)

2. ¿Cuál? (en primer plano: paisaje sonoro de parque)

2. Estás cantando otra vez (intentando cantar)

1. el vichafué (en primer plano: paisaje sonoro de parque)

(en primer plano: grabación del músico “ Quantic” hablando sobre la melodía en el acento de los caleños)

2. ¿Cuál? (desconfíando de la cordura de 1) 1. El vichafue (1 pronuncia esta palabra con cierta entonación musical) 2. ¿Lo guardaste? (en primer plano: 1 aspira aire con fuerza) 1. Sí. (Silencio)

1. Lo cierto es que aquí no hay patos (en primer plano 1 oprime un patico de hule) (en primer plano: grabación de Carlos Patiño hablando sobre los sonidos que incorporó el narcotráfico en Cali)


·Rizoma·

la abuela es sorda” Es posible escuchar la obra en: http://soundcloud.com/noisradio/no-importa-la-abuela-es-sorda

2. Explosiones onomatopéyicas en volumen ascendente. (Repetir esta oración 3 veces, alzando cada vez más la voz) 1. (en primer plano revienta una bolsa de bolitas plásticas) 2. Ahora el aire es reciclado 1. (Interrumpiendo) Reciclado no, acondicionado. Al aire. 2. Me gustaba más antes (en primer plano agita una cartulina para hacer el sonido del viento) 1. ¿Y la música. (silencio) 2. También me gustaba más antes (en primer plano da cuerda a una cajita de música y espera a que suene la canción completa) 1. Estás muy cursi. (avergonzada) 2. ¿Qué es eso? (en primer plano grabación de Carlos Patiño hablando sobre los sonidos y las fotografías) 1. ¿Qué es qué? (silencio) 2. Es el afilador de cuchillos. (en primer plano: grabación del pregoneo del afilador de cuchillos) 1. Una especie en vía de extinción. (silencio) 1. (en primer plano abre y cierra un exprimidor de limones metálico, simulando el sonido de una pica) 2. La calle sigue reventada. (en primer plano: grabación de Carlos Patiño hablando sobre los sonidos que le gustan. En segundo plano: el mismo sonido del exprimidor de limones) 1. Entiendo. (silencio) 2. Vamos caminando. (silencio) 1. ¿A dónde huir? (silencio) 2. No se puede, lo sé. (silencio) 1. y 2. (Chiflan y silban como si estuvieran llamando a alguien) 1. Ya es hora. (silencio) 2. (Cuenta -susurranado pero alzando cada vez más la voz- los número de cinco en cinco hasta 100. Al final grita: ¡SALGO!) 1. Shhhh. (fuerte expresión para callar al otro) (silencio) 2. No importa la abuela es sorda. (silencio)


Ilustraciones Andrea Melenje ~ http://proyectosic.com/rizoma/?p=60


·Rizoma·

Las partículas de polvo en los escotes de las mujeres. Por María Juliana Soto

1.

Observé la escena en silencio. Cuando terminaron los abrazos, besos y preguntas entre mi hija y la Sra. Sintura, logré una sonrisa de corta dimensión. Luego llegó el momento de saludarme, de felicitarme por mi cumpleaños y por el compromiso de mi hija, entonces pude, con gran maestría, susurrar unas pocas palabras de bienvenida que disimularon la tormenta que había estallado en mi cabeza y que había bajado hasta mi intestino. “Qué asco” pensé. Horacio daba vueltas alrededor del comedor tratando de cazar una mosca. El perro estaba confundido. Jamás había visto un insecto como ése, debió entrar cuando Albita abrió la puerta. La Sra. Sintura y Albita se sentaron en la sala. Todo ha terminado, le dije a Trujillo en la cocina. Esto se ha convertido en una estúpida fiesta de bienvenida. Me dio una palmadita en la espalda y salió con una bandeja de pistachos. Corrijo -dije en voz alta de nuevo- ahora sí, todo ha terminado.

Revisé con la mirada el cordon bleu, la ensalada de fresas, el arroz, y tras unos segundos salí corriendo al baño de atrás. “Ya no necesitas a tu madre, hija”. No, jamás diría eso. Tal vez podría decir “Lo siento” tras derramar el vino en la blusa rosa de la Sra Sintura, pero quizás Trujillo quiera intentar hacer el amor en la madrugada, medianamente excitado al recordar el momento del “accidente”. No, por Dios, prefiero morirme a generar alguna clase de intensión en Trujillo. Se quedará dormido antes de derramar algo, se me quitará el sueño, he intentaré ahogarlo otra vez. Andrea suelta el inodoro, rocía el ambientador, y sale. Regresa a la cocina. Faltaban algunas gotas de limón sobre la ensalada. -Estoy un poco indispuesta, hija. -¿En dónde estabas? - pregunta Albita. -En la cocina, mi amor. Mira esto - dice Albita- acercándole unos papeles. -¿Les escribiste un poema? -No, mamá. Son los pasajes para la luna de miel.


Las partículas de polvo en los escotes de las mujeres.

2

. Juan Guillermo se acerca con un vaso de agua. -Escuché que te sientes mal. -Así es, querido, gracias. Juan Guillermo sonríe con su boca de joven. Se agacha a acariciar a Horacio que se ha quedado dormido tras el fracaso en la casería. Juan Guillermo es un muchacho sin alma, un pedazo de arcilla al que Albita ha terminado de dar una última pasada antes de inmovilizarlo para siempre. Otro muerto, pensé. Podrás llamarte a ti misma mujer de ciencia, una intelectual, quizás, pero siempre vas a desear que pierdan su mirada en la luz de tu entrepierna. Juan Guillermo olía bien, se vestía bien, comía estupendamente bien y sus modales no tenían la más mínima imperfección, pero estoy segura de que jamás se ha mirado ni siquiera su propia entrepierna. De pronto vi que la Sra. Sintura se desvanecía en el sofá. Había muerto mientras Albita le mostraba su anillo de compromiso, el trofeo de su buena suerte. Juan Guillermo la sacudió y comenzó a reanimarla con sus propias manos. Albita gritaba y Trujillo llamaba una ambulancia. No la maté, pensé. Entonces, ¿qué clase de inoportuna se viene a morir a mi casa el día de mi cumpleaños, el día en que mi hija anuncia su matrimonio? La Sra. Sintura era la madrina de mi hija, mi mejor amiga en la universidad, la primera novia de mi hermano, pero el tiempo había pasado…mi hija no necesitaba una madrina, yo no necesitaba una amiga y mi hermano es el astrólogo del programa de las tardes en el canal regional, él tampoco la necesitaba. Qué incómodo, dije, y Albita me atravesó con su mirada de niña humanitaria y católica (yo la llevé a la iglesia, sí, pero le dije que se alejara del cura. ¿Acaso no lo entendió?). Empiezo a dudar de la educación que recibió mi hija. Tal vez todo fue muy confuso. Este no es el momento para pensar en eso. Horacio ladra y el eco retumba en el salón. Entran las personas del servicio médico, extienden el cuerpo rígido y hablan por radioteléfono. Albita llora sobre el pecho de la Sra. Sintura. Jamás se imaginó esto mientras recortaba de las revistas los vestidos de novia y los tips para las cenas de cumpleaños, de compromiso y fiesta de bodas. Tengo que volver al baño. Esto no me ha caído nada bien.

3.

Ojalá la Sra. Sintura hubiera muerto en la sala de mi casa, pero cuando regresé de mi habitación seguía conversando con mi hija. Tendré que recostarme de nuevo. Mi marido habla eternamente sobre la encuesta que hicieron entre el personal de la empresa. “No lo esperaba” repetía. ¿Acaso ganaste un Grammy, querido? Sólo te eligieron como el “mejor jefe”, no es tan difícil leer el significado de aquella ironía. Me aferré a la cama cuando escuché que, por quinta vez, comenzaba la anécdota sobre cómo había sido la entrega del premio. Hija, cásate ya. No traigas personas a mi casa y si puedes llévate a tu padre. Quiero estar sola. Esa será mi regalo de cumpleaños. La Sra. Sintura ha venido a revolverme el estómago. ¿Cuánto pesa una partícula? Albita, Juan Guillermo, La Sra. Sintura, y Trujillo salen al balcón. Un viento huracanado supera la fuerza de gravedad de los cuerpos y salen volando. Desaparecen tras la montaña. Ese es el final de uno de los cuentos que le leía a Albita cuando se metía en la cama. Justo en la edad en la que comenzó a construir en su cabeza la imagen del que pronto será su marido. Eran los días en los que llegaban a casa novelas venezolanas por los canales de aire. Yo estaba cansada, no quería explicarle que me había equivocado, que nunca tendría tanta arcilla para moldear un príncipe perfecto, que estaba preparando su cerebro para la infelicidad, que su mejor amiga llegaba a nuestra casa llorando porque había visto cómo su madre acariciaba a la empleada y que la gente de la televisión está hecha de aire. Estaba cansada porque había intentado durante 60 años y sin ningún resultado, que mi marido me quitara las bragas, o que al menos me mirara cuando salía de la ducha. Estaba cansada para decirle a mi niña que volverse translúcido es putamente agotador.


·Rizoma·

Sonrisa e’ foto Por: Thorik

Mil y una veces ella se repite. Su mueca replicada hasta la saciedad se convierte ante mis ojos en algo repugnante y desnaturalizado: la máscara diabólica de una humanidad vanidosa y frívola que tiene a recular cada vez que es impactada por una descarga de luz directa y deslumbrante. Basta con mirarla fijamente durante algunos segundos para sentir las náuseas irremediables y presenciar su desintegración, el contorno que se derrite como un pedazo de chocolate al sol y abandona su fachada utilitaria para revelar por fin la nuez triste y atemorizada ante la posibilidad de perder un nuevo trozo de alma. Lo más sorprendente es llegar a la vejez con algún residuo espiritual y todavía poder sonreír. Es como imprimir la palabra “coto” en letras gigantes sobre una hoja de papel y leerla a una nariz de distancia durante un rato. En poco tiempo perderá su significado y se convertirá en poco menos que líneas, curvas y gotas de tinta.

Pasan Cosas

Buenas Por Boris Gutiérrez

Los dedos habían adquirido un peso nuevo, a partir de lo ocurrido. El movimiento era ahora difícil, tieso, como de paletas de ventilador. Se caía el pelo de las manos. Había hormigueos, cosquilleos, y un sabor a limpiavidrios. Decidí que no me iba a bañar. Entre las cosas que me había dejado mi madre había una cobija escogida para días de lluvia. Me la puse encima. El polvo ya no me enfermaba, mas bien ayudaba a calentar. Empecé a dormir. Tuve sueños. Alguien me llamó a desayunar; a lo que no respondí. Después del desayuno el baño y después del baño el trabajo y la vida y todo ese esfuerzo. No respondí. Volvieron a llamar, varias veces, pero permanecí callado. Apareció una mujer. Me trató con cierta tímida familiaridad, usaba palabras precisas y tenía una voz suave. Era bonita, pudo haberme convencido; pero no ahora. Mi decisión estaba tomada: quedarme quieto. No desayuno no baño no trabajo no nada. No hablé. La miré de reojo haciéndome el muerto. La mujer no me miraba, y sin embargo, en su mirada al suelo había dirección. Movía un pie con gracia nerviosa. Estuve a punto de atraerla hacia mí, pero se dio vuelta y se fue. Hacia alguna parte. ¿La habían llamado? Sonaba música extraña, era una radio desconocida, muy nítida pero rara. Me sentí abandonado, más cuando ella regresó sin ser ella. Me arrebató la cobija, me quitó la ropa, y me llenó de agua y jabón. No dejé el silencio, no cambié mi certeza por otra. Me secó y me vistió, me trajo otra cobija, esterilizada. Afuera seguía lloviendo. Yo pensaba en lo comprensible del miedo, en la imposibilidad de superarlo, o el deseo de no hacerlo. Ella seguía órdenes, y obedeció, cuando quiso limpiarme. No se puede renunciar al mundo. El resto del día lo pasé en calma, no fui molestado y no tuve que morir. Entonces desperté. Vi el techo y el espacio que me rodeaba siempre. Recordé que no estaba vivo; estaba esperando. Así me quedé.

(Algo pasa después, seguro).


Nuevos convenios internacionales:

Mande a sus cachorros

al otro lado del lago Por: Diego Bernal

Última cerveza del happy hour .Todos salen. S regresa a su casa primero y se va con la italiana, no sin antes decirme que el martes iríamos de nuevo a clases de baile de “rock a cuatro tiempos”. Todos parecen felices y ebrios, sobretodo ebrios. Excepto yo. Salimos a tomar el tren. Yo espero que G. se acerque, mientras todos especulan sobre una próxima salida, sobre lo bien que se llevaron, sobre el gusto de conocerse, etc. Yo me concentro en G. Ya en la calle, el amigo de S. me toma del hombro y me dice que no me preocupe, que no soy el único que lo ha intentado, y me aclara que G. sólo esperaba regresar con la italiana esta noche, como siempre lo hace. Pienso en la noche y en el vano intento, y pienso también que esto fue lo único bueno que este sujeto hizo en todo el día, darme unas cuantas palmadas en el hombro. Pienso de nuevo en mi falta de sociabilidad y me pregunto por qué intento buscar una salida feliz a esta noche, cuando nunca lo he hecho, cuando siempre he querido salidas infelices en cada lugar, siempre ha sido así. Se acabó el jueves, y el día no pudo ser mejor, pero voy tranquilo, no soy la imagen de una tragedia. En el metro mi cabeza solo reproduce está postal de una pequeña mujer que sale de un bar llorando, sin lograr encender su cigarrillo.

FIN. Es lo mismo, sólo que

no sospechamos que las toneladas de basura son del

tamaño del Himalaya. Por Johan Arango

Por supuesto, no todo es negativo. Especialmente cuando ése mismo día, el joven Quiroga va a un funeral en el que se suponía iba a despedir para siempre a una de sus tías de la capital, pero termina conociendo a seis nuevos tíos y cuatro tías, que el mujeriego de su abuelo dejó un buen día olvidados en esta meseta fría cubierta de hollín.

Bien, no es ponerse reflexivo; es buscarle el lado menos vulgar a todo esto. Ahora tiene más sentido haber nacido en aquel pantano. En el valle soñado. Un zancudo desorientado, a eso me refiero. Un golpe de calor, un pretexto para no hacer absolutamente nada. NADA.


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"POR ESO YO REGRESO AANDRÉS MI CIUDAD" CAICEDO

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Proyecto (sic) presenta: Rizoma | Cali, Colombia Direción Editorial: Carlos Patiño Millán, María Juliana Soto, Miguel Tejada Comité editorial: ProyectoSic (María Juliana Soto, Jaime Sanclemente, Miguel Tejada) NoísRadio (María Juliana Soto, César Torres, Stephanie López, Nathalie Espitia, Natalia Santa) Diseño: Rafael Sarmiento Ilustraciones: Andrea Melenje Cabezote: Juan Sebastian Martinez Colaboradores: Diego Bernal, Johan Arango, Luis Henao Uribe, Margarita Ángel, Boris Gutiérrez, AÑO 0

No. 1 SEPTIEMBRE DE 2011 |

Felipe Muñoz.


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