Cuento: Polvo eres

Page 1

1


Polvo eres

En un lugar de Medellín. Son las 10:52 de la noche. En la penumbra de una azotea. Juan fuma un porro. Tiene los ojos hinchados y enrojecidos. Juan parece una estatua de cera, sin camisa, tiene una pantaloneta blanca. Juan de vez en cuando mira el porro. Sonríe. Lo mira un momento. El porro encendido parece palpitar en carmesí. El humo trae recuerdos de un pasado. Juan le habla al porro.

Peter, no hace un día que te fuiste y tu cucha te extraña, y no sólo ella. No te imaginas lo que padece Rachell, tu polla, que anda como una loca por las calles del barrio preguntando quién te disparó. Como si el saberlo te volviera a la vida. Siento un dolor que no cabe en mi pecho. Por culpa mía ya no estás. No digas que soy inocente. Tuve la oportunidad de evitar ese problema, mira que no ha pasado un día, y ya ha dejado tantas heridas.

Juan vuelve a llevarse el porro a sus labios y lo aspira Mi querido amigo, ¿Te acuerdas cuando éramos chinguitas y jugábamos con las pistolas de balines de tu primo y pasaban los minutos y llegaban más patos? En esos momentos pensábamos ¿Qué es lo que hace tu primo en la noche cuando lo veíamos bajar loma abajo, con su chaqueta de cuero? Y nos preguntábamos ¿Qué artefactos lleva en los bolsillos? o aun ¿Qué va a hacer? Pues sí, Peter, a la larga pudimos saberlo y ahora mírate estoy hablando contigo. Vaya si no eres tú, es sólo un porro. Peter no llores que me partes el alma. Acuérdate cuantas veces hablamos

2


de lo que acarrearía el meternos a ese parche. Sabíamos que era peligroso y también lo era para nuestras familias. Son los que más sufren en este momento. Esta mañana vi a tu padre, estaba callado. Como si la tristeza se le hubiera tragado la voz. Él siempre te quiso, aunque peleaban todos los días, aunque nunca te dijo un te quiero, él siempre te quiso, aun después de saber que estabas metido en un bando. Acuérdate lo que decía tu hermana “no te ajuntes con Juan, él es malo”

Juan con ojos llorosos mira el medio porro. Sí, soy malo. Por mí, tú estás lejos. Si esa noche yo no hubiera bebido de más y no hubiera quebrado las botellas de licor contra el suelo. Los del bando contrario no se hubieran aleteado. Tal vez ellos no hubieran hecho lo que hicieron. Por culpa mía los parceros llegaron de inmediato, armados con revólveres escondidos en sus pantalones. Entonces nuestro bando se enfrentó con el otro bando. Peter te ríes, porque esa escena se parecía a una película del oeste ¿verdad? Sí que lo era, todo fue muy rápido, balas por aquí, por allá. Desde lejos se escuchaban sonidos de vidrios rotos por las ráfagas, gritos desesperados de las gentes. ¿Por qué tú, si nunca habías tocado un arma y mucho menos sabias cómo dispararla? Recuerdo que preferías dibujarlas antes que tener que disparar con ellas. Tu cuarto estaba lleno de dibujos de armas. Además nos decías que preferías limpiarlas, verlas, conocerlas, que si algún día llegabas a utilizar un arma, lo harías para defender a alguien que querías. Ebrio más no inconsciente fui testigo de cómo te arrojaste a Fabio, antes de que le hirieras, tres balazos traspasaron tu cabeza, caíste al suelo. Bastó unos segundos para que todo tú cayeras al suelo. Hubo un silencio total. Hasta pude oír el sonido de los casquillos. Luego todos huyeron, como si por un

3


instante se hubieran dado cuenta que el juego macabro era real. Sí Peter, aunque tú no lo creas eras querido por los “perros” del otro bando, que al igual que nuestro parche huyeron con el remordimiento hasta en la sombra. Mi querido Peter, tu sangre buscaba esconderse en el asfalto de la calle. Te veías tan frágil, con los ojos abiertos, vidriosos, mirando fijamente como a otro lugar, lejos de aquí. No podía dejarte allí solo. Por un momento pensé que estaba en alguna pesadilla. A pesar de que estaba ebrio con temple definido te alcé en hombros, seguías sangrando, todavía la muerte no te había quitado del todo la tibieza de tu cuerpo. Grité ¡gonorreas! ¿Qué hicieron, desgraciados? Caminé con tu inerte cuerpo, ya no escuchaba tus latidos. Te llevé a donde tu madre que se deshizo en llanto, dando gritos, besó tus manos bañadas en sangre. Luego me golpeó en el pecho diciendo, Fue tu culpa, fue tu culpa. Y es cierto Peter, fue mi culpa. Cegado por el vínculo de nuestra amistad quisiste defenderme. Y mírate ahora.

Juan con una pata del porro abre sus labios y aspira Ese día nuestros planes culminaron. Con confusión, caminé a mi casa. Cuando entré lo primero que vi fue la foto de nuestra graduación ¡Vaya qué recuerdo! Esa noche soñé contigo, Peter. En el sueño te veías pálido como la luna. No decías nada. Sólo me mirabas, parecías que poco a poco te deshacías en humo, y me continuabas mirándome como ahora, en que yo te estoy mirando a ti.

Juan mira lo que ha quedado del porro en sus dedos índice y pulgar En mi mente tuve presente los orificios que dejaron esas balas en tu cabeza.

4


Al otro día en la puerta de tu casa, vi un letrero de la Funeraria Villanueva con las letras de tu nombre. Me dirigí a esa dirección y a eso de las 11:00 a.m. de la mañana llegué y me encontré con tu ataúd café con tonos plata. No quise ver tu cara. Prefería que se quedara conmigo la mirada tuya del sueño. A mí alrededor se escuchaban el llanto quedo de tus familiares. No olvidaré esos rostros de Rachell, de tu hermana, de tu padre, de tu cucha con preguntas sin respuestas. Pude ver como los encargados de la funeraria alzaron tu ataúd para meterlo en el crematorio. Pensé que estabas ardiendo en brasas, y que te convertirías en cenizas. Al rato te sacaron en un cofre pequeño y fue tu madre la que gritó: “Me quedo con ellas”. Triste fui hasta donde tu madre a implorarle que me diera un poco de ti y sin negarse me dijo, “sí, tranquilo”. Respiré de alivio porque con esas cenizas tuyas pude hacer este porro para decirte lo que siento por dentro. Juan a media noche parece una estatua de cera.

Primer Puesto

Seudónimo: Lokko Brahiam Estiven Alzate Marín

5


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.