Ciudad Informal Colombia

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b. El avance en materia de planeación municipal al no solamente establecer los mencionados planes como instrumentos de la gestión municipal sino incorporando, desde 1998, los planes de ordenamiento territorial50, lo cual ha permitido reincorporar la noción de desarrollo físico espacial y urbano en los procesos de planeación municipal. c. Un fuerte impulso al consenso de Washington y la implementación de las recomendaciones del FMI con la cultura de privatización (mercantilización) de lo público, a través de la venta de la mayor parte de los activos públicos –como las empresas de servicios públicos–, entregando a particulares las responsabilidades sociales del Estado y permitiendo, por tanto, la aparición de nuevas problemáticas51. d. La profundización de una cultura impositiva del manejo fiscal como alternativa a la captación de nuevos recursos y no al impulso de nuevas dinámicas productivas que generen empleo productivo y, por tanto, nuevos ingresos al Estado y los municipios. Así mismo, las nuevas formas de la gestión urbana han impactado la capacidad de organización, movilización y protesta social de la población colombiana y de diferentes sectores de la sociedad; capacidad que se ha visto disminuida por la agudización del conflicto interno, principalmente en las zonas de mayor confrontación. Como efecto de la descentralización municipal y urbana, se ha pretendido atomizar la protesta y reducir los conflictos urbanos a territorios homogéneos52 como mecanismo de control gubernamental a la protesta social, asumiendo que cada uno expresa una condición desigual. Esta forma de actuación estatal ha generado la atomización de los conflictos y de la movilización social, que se refleja en la ausencia de procesos de unidad y en la debilidad de la organización social. Para algunos estudiosos, la planeación en la transformación de las relaciones Estado-sociedad, se plantea a través de un nuevo enfoque en cuanto a la forma de relacionarse gobernantes con gobernados, con base en tres proposiciones teóricas: la primera busca una planeación de producción simbólica más que la transformación de las condiciones de vida de los ciudadanos; la segunda, trae a colación el ejercicio social de la planeación, sin que éste sea un uso exclusivo del Estado; y la última proposición trata de enunciar la redefinición de los roles de los agentes sociales en la planeación: Estado, grupos sociales –comunidad–, y empresa privada. El enfoque o método con los cuales operan los nuevos sentidos de la planeación zonal han permitido relegitimar el Estado local, reafirmar su control social sobre el territorio y normatizar las nuevas relaciones entre éste y los grupos sociales. Análida Rincón (2001) señala tres énfasis53: a. La planeación zonal y lo alternativo; b. La planeación zonal como estrategia de integración urbana y articulación institucional; y c. La planeación zonal y el territorio. Así mismo, se enfatiza que los nuevos procesos, más que ser des-reguladores, son re-regularizadores del Estado a través de la planeación, el derecho y la participación, en los cuales debe estar presente el territorio, con un énfasis fundamentalmente en lo local. En síntesis, el enfoque o método con los cuales operan los nuevos sentidos de la gestión y la planeación

urbana han permitido relegitimar el Estado en lo local, reafirmar su control social sobre el territorio, y normatizar las nuevas relaciones entre éste y los agentes sociales (Rincón, 2001).

5.1.4. La planeación y el urbanismo Durante los últimos 40 años la actuación pública mostró debilidades significativas para formular políticas consistentes en relación con la ocupación de territorio, el manejo del suelo y el desarrollo urbano. Esta actuación ha sido desarticulada y discontinua, un conjunto disperso de programas sectoriales que desconocieron la dimensión territorial y tenían objetivos individuales que no armonizaban entre sí. Se generó una crisis en la relación entre el Estado y los agentes privados, con respecto a la orientación del desarrollo urbano, la cual se caracterizo por una acción pública muy débil y con actuaciones de los particulares en amplia libertad. Se consolidó un modelo de desarrollo urbano en donde no ha habido una política territorial clara, presentándose un desajuste permanente con las formas de crecimiento urbano. Tampoco se han definido los roles de los agentes sociales y sus formas de actuación en la ciudad; dejado en manos del mercado la regulación y manejo del suelo urbano, y sus formas de intervención. La política del Estado relacionada con el territorio, las ciudades y la vivienda misma, se ha adelantado siempre como un conjunto de programas sectoriales basado en el montaje de sistemas de financiación. Esto ha permitido

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Concebidos por la Ley 388 de 1997, con manejo a diferentes escalas, los cuales incorporan la noción de planes zonales, planes parciales, planes maestros, entre otros.

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Como ejemplo está el aumento acelerado en las tarifas de servicios públicos domiciliarios y la eliminación de subsidios cruzados a la población de bajos ingresos socioeconómicos, o los nuevos esquemas de estratificación socioeconómica que se plantean predio a predio, entre otros.

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Es decir, desde la lectura estatal, las luchas reivindicativas de la población están confinadas a un territorio homogéneo y es allí donde se han de resolver, a pesar de ser problemas comunes en los ámbitos urbano o regional como son servicios públicos, impuestos, equipamientos e infraestructura, entre otros.

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Primer énfasis: la planeación zonal y lo alternativo. Esta primera etapa se inserta dentro de las organizaciones comunitarias, sus proyectos y actividades de gestión. Se destaca por los avances de la organización y conciencia social en cuanto a su posición más horizontal frente al Estado. También demuestra cómo la planeación sirve para construir una visión política alternativa para atender los problemas locales. Segundo énfasis: la planeación zonal como estrategia de integración urbana y articulación institucional. La planeación zonal como proyecto político se justifica en la medida en que exista una clara inserción en la dinámica y lógica de las instituciones gubernamentales. Rincón considera que todos estos nuevos procesos zonales de participación comunitaria, logran trascender lo local y a su vez consolidar una identidad zonal colectiva como resultado de un proceso de concertación entre diversos grupos sociales. Tercer énfasis: la planeación zonal y el territorio. Se acentúa la preocupación de la comunidad en cuanto a la planeación del territorio como producto de una consideración de zonas con historia propia e intereses comunes, la cual debe estar también enfocada hacia la producción de actores territoriales que faciliten los procesos sociales en la comunidad (Rincón, 2001).

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