Boletín 38 Archivo San Francisco de Lima

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Archivo San Francisco de Lima

al Gólgota, auxiliado por Simón de Cirene. A ambos lados, y debajo de los medallones policromados, se ubica espigado un candelabro gigante y de cedro con cuatro brazos, todo tallado, completa la armonía de cada calle. Los tres pares de columnas compuestas sostienen el cornisamento dentado, convexo en la entrecalle y cóncavo en los laterales, dando frescura y magnificencia para sostener el segundo cuerpo, puesto que en la cornisa nacen cuarenta candeleros de madera portando la misma cantidad de candiles, dando la sensación de una ondulante balaustrada. El segundo cuerpo es un derroche de mensaje en su interpretación y en su composición. Presenta un juego completo de ocho esculturas con fondo ornamental en arcos yuxtapuestos con molduras doradas, ofreciendo la sensación de un predilecto apartado celestial con sus habitantes selectos. El conjunto de esculturas está formado en el arranque central por Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Asís, rodeando al mundo­universo en el globo terráqueo, ellos, en actitud deprecatoria ante la maternal imagen de La Inmaculada, ella, con diadema calada, suspendida en las nubes por un coro angelical, representado por cariátides; el aire y frescura virginales conjuga con el drapeado de la túnica y vuelo del manto, así como la actitud del rostro sereno y las manitas juntas, intercediendo a su Hijo aplacar su ira divina. Las tres tallas están dentro del arco románico que florece con ornamentación de lacería y escueto follaje rítmico, que se repite en los paneles del primer cuerpo. Aún más arriba aparece Cristo con dorso y piernas descubiertos y con potencia sobre la sien, en movimiento de carrera vertiginosa, sosteniendo en su diestra tres dardos que se apresta a lanzar sobre el orbe. La intercesión de María y la súplica de los santos en algo aplaca la furia divina. Engloban este conjunto escultórico y de

mensaje, las esculturas de dos exponentes de la orden: San Buenaventura, cardenal seráfico (lado derecho) y San Luis, obispo de Tolosa (lado izquierdo), ambas tallas sobre pedestales artísticos­cilíndricos, con fuste acanalado y follajería dispuesta en el contorno central; además, en pedestales simples se yerguen las imágenes en madera de San Pedro (lado del Evangelio) y San Pablo (lado de la epístola), patronos de la Provincia de los XII Apóstoles del Perú. Sobrepuesto al primer arco, aparece otro de mayor dimensión que manifiesta la bóveda celeste con cuarenta rosetones de madera y en pan de oro. A juicio de entendidos, el segundo cuerpo del altar es esplendoroso y significativo, con juegos de esculturas sobresalientes, vestimenta identificatoria con drapeado, al vuelo y estático, y arcos, donde fluye la imaginación del autor. Según la crónica de Gerardo Franchet, y para ahondar conocimientos de este paraje, nos permitimos ilustrar con la siguiente descripción: “Cuando Domingo se encontraba en Roma esperando la confirmación de su orden, vio durante la oración a Dios hijo blandiendo tres lanzas que quería arrojar sobre el mundo y a la Virgen de rodillas, rogándole tenga misericordia y recomendándole a los santos patriarcas Francisco y Domingo como anunciadores fieles. Para aquel entonces Domingo no conocía al poverello, pero al día siguiente lo encontró en la iglesia, y reconociéndolo de inmediato lo abrazó y le contó lo que había visto durante la noche, diciéndole al mismo tiempo: “Tú eres mi compañero, tú andarás siempre conmigo”. Esta escena no solamente aparece en los conventos franciscanos y dominicos, sino también en los de las otras órdenes religiosas (“Iconografía del arte colonial. Los santos”. Héctor Schenone, Fundación Tarea, Buenos Aires, 1992, vol I)


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