Boletin del posgrado en historia nro 6

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Boletín del Posgrado en Historia Nro.3

Marzo 2014

ISSN 2250-6772

BOLETIN DEL POSGRADO EN HISTORIA Numero 6 ISSN 2250-6772

Fuente: Caras y Caretas, Año V, 28 de junio de 1902

Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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Un desconocido historiador del movimiento obrero argentino durante los años veinte: Félix Weil. Por Hernán Camarero (CONICET-UBA) ....................................................................................... 5 Entrevista a César Tcach ............................................................................................................... 20 Por Andrea Matallana y Damián Dolcera. .................................................................................... 20 XIII Jornadas de Historia: Los golpes militares en Argentina ...................................................... 36 Presentación de Liliana de Riz...................................................................................................... 36 Presentación de Pablo Gerchunoff. ............................................................................................... 43 El Departamento Nacional del Trabajo durante los 15 años previos a Perón. ¿Una espada de papel? Valentín Golzman.............................................................................................................. 53 Perfiles .......................................................................................................................................... 69 Novedades ..................................................................................................................................... 74 Jaime Yankelevich. La oportunidad y la audacia. Editorial Capital Intelectual, Colección Paisanos, 2013. ....................................................................................................................................................... 74 Matthew B. Karush. Cultura de Clase. Radio y cine en la creación de una Argentina dividida (1920-1946)................................................................................................................................... 76 Graduados 2013 ............................................................................................................................ 78

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El Boletín del Posgrado en Historia de la Universidad Torcuato Di Tella es una publicación cuatrimestral dedicada a la actualización de temas e investigaciones de profesores, alumnos y graduados del Posgrado en Historia. Su objetivo es contribuir al debate de los temas de Historia y difundir e incentivar la investigación en el campo de la historia contemporánea argentina y europea. El Boletín es de formato digital y se publica en abril, julio y noviembre. La dirección y coordinación académica de la publicación está a cargo de los profesores del Departamento de Historia. Contacto: boletinhistoria@utdt.edu

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Un desconocido historiador del movimiento obrero argentino durante los años veinte: Félix Weil. Por Hernán Camarero (CONICET-UBA)

La vida del argentino-germano Félix Weil (1898-1975) aporta algunos elementos significativos para una historia intelectual, política y social de la Argentina. Su biografía reviste una notable singularidad, pues en ella se entremezclaron, acaso de un modo exótico y casi bizarro, sus actividades de heredero de una próspera empresa en el rubro de la comercialización agrícola, de teórico marxista e, incluso, de militante comunista. Un hombre que transitó entre el ámbito local y el escenario europeo e internacional. Es bien conocida su función como impulsor financiero de la “Escuela de Frankfurt”.1 También se han señalado otros aspectos de su producción intelectual y de su actividad pública, tal como apuntaremos luego. 1

En las obras dedicadas al tema se analiza ese papel desempeñado por Weil: Martin Jay, TheDialecticalImagination. A History of the Frankfurt School and theInstitute of Social Research, 1923-1950, de 1973 (consultamos su edición en español: La imaginación dialéctica. Historia de la Escuela de Fronkfurt y el Instituto de Investigación Social, 1923-1950, Madrid, Taurus, 1987) y RolfWiggershaus (The Frankfurt School and theInstitute of Social Research. ItsHistory, Theories, and PoliticalSignificance, de 1986 (citamos aquí su traducción en castellano: La Escuela de Fráncfort, Buenos Aires, FCE/UAM, 2010).

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Casi desconocido, en cambio, era un pequeño trabajo suyo, Die Arbeiterbewegung in Argentinien. EinBeitragzuihrerGeschichte (“El movimiento obrero en Argentina. Una contribución a su historia”), editado por única vez en la ciudad alemana de Leipzig en 1923.2 Hasta recientes días, no existía ninguna traducción del texto al castellano que hubiera sido publicada.3 Se trata de una pieza histórica extraña y excepcional, que merece algunas líneas de descripción y análisis. El objetivo de las páginas que siguen es el de repasar algunos perfiles sobre el creador de esta obra, explorar el contexto de producción de la misma y analizar su contenido, intentando señalar sus principales aportes y limitaciones. Esta tarea nos permitirá acercarnos a uno de los primeros intentos de reconstrucción historiográfica sobre los orígenes del movimiento obrero y de las izquierdas en la Argentina.

Perfiles de un hijo millonario que se transforma en militante comunista Lucio Félix José Weil, tal su nombre completo, nació en Buenos Aires en febrero de 1898. Su padre, HermannWeil, era un comerciante de granos judeo-alemán, que se había instalado en la Argentina pocos años antes, donde logró amasar un voluminoso capital a partir de sus operaciones de exportación de cereales al continente europeo. Su empresa, Weil Hermanos &Cia, ejerció hasta 1930, junto a otras dos grandes firmas internacionales, el control del mercado de cereales del país. Tempranamente, en 1907, Félix fue enviado a recibir educación en las tierras del kaiser Guillermo II, en donde vivió los siguientes trece años; al año siguiente, también sus padres retornaron al país germano. Félix residió la mayor parte del tiempo en la ciudad de Frankfurt am Main, en cuya universidad inició sus estudios.

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Felix Weil, Die Arbeiterbewegung in Argentinien. EinBeitragzuihrer Geschichte, Leipzig, C. L. Hirschfeld, 1923. Hubo traducciones anteriores al español, pero la única hasta el momento publicada es la realizada por Laura Sotelo y Héctor Piccoli, aparecida en Debates y combates, Buenos Aires, nº 5, julio-agosto 2013, pp. 175 y ss. 3

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Pero el triunfo de la Revolución Rusa de 1917 y los diferentes procesos revolucionarios que se desarrollaron en Europa luego del acontecimiento soviético (que en la propia Alemania incluyeron la caída del régimen imperial, la proclamación de la República de Weimar y varios levantamientos comunistas), encontraron a Weil en posiciones definidamente marxistas, que lo desviaron de una tranquila carrera académica y profesional. Tuvo un tránsito fugaz por la Universidad de Tubinga, para tomar clases con el profesor socialista de economía Robert Wilbrandt, pero terminó excluido, dadas sus posiciones y actividades revolucionarias.4 Finalmente, en 1920 pudo conseguir el título de Doctor en Ciencias Políticas, con una tesis dirigida por Alfred Weber, dedicada al estudio de la “socialización”, más exactamente, planteada como “un intento de una fundamentación conceptual y una crítica de los planes de socialización”. Desde ese entonces, quedó convencido de la superioridad del socialismo como forma económica y de la posibilidad de realizarlo, dirigiendo sus estudios a tal fin. Lo cierto es que desde hacía un año el joven intelectual se hallaba absolutamente compenetrado con la causa revolucionaria. En 1919 se había puesto a disposición del efímero Consejo de Obreros y Soldados de Fráncfort, siendo encarcelado brevemente por ello. Como militante estudiantil socialista realizó actividades en distintas ciudades alemanas, formando parte del Grupo Espartaco, que luego se convirtió en el KommunistischeParteiDeutschlands (KPD, Partido Comunista de Alemania), al cual Weil adhirió, pese a que nunca pudo afiliarse al mismo, quizás debido a su ciudadanía argentina o a que quería preservar cierta distancia. De aquella época datan las intensas relaciones que el joven Weil trabó con la veterana dirigente del movimiento obrero y socialista Clara Zetkin, así como con Karl Korsch (quien editó la disertación doctoral de Weil en una colección de monografías) y con el joven filósofo Max Horkheimer, entre otras importantes figuras intelectuales y políticas.

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Helmuth Robert Eisenbach, “Los orígenes argentinos de la escuela de Fráncfort. Primera Parte: Millonario, agitador y doctorante. Los años estudiantiles de Félix Weil (1919) en Tubinga”, en Espacios de crítica y producción (publicación de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA), n° 15, diciembre 1994-Marzo 1995, pp. I-XV.

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Transcurría el año 1920 cuando Weil se preparó para un retorno a la Argentina, con el objetivo de hacerse cargo de cuestiones de la economía familiar, a pesar de que no poseía mucho interés en las cuestiones de comercialización agrícola e, incluso, le disgustaba la especulación propia de la actividad. Pero, antes de ello, en Alemania, tuvo una entrevista con el en ese entonces dirigente máximo de la Internacional Comunista (IC) o Comintern, el ruso GrigoriZinoviev, a quien le propuso aprovechar dicho viaje para realizar actividades al servicio de la IC. En los primeros días de diciembre de aquel año, en compañía de su hermana Ana y de la que resultó ser la primera de sus cinco esposas, KatharinaBachert, Weil arribó a Buenos Aires, iniciando su segunda estadía en el país, que se extendió durante algo menos de un año y medio. Las preocupaciones políticas de Weil eran muy claras. Traía consigo un permiso del propio Comité Ejecutivo cominternista para realizar, en su nombre, tareas secretas en Argentina y otros países latinoamericanos. Técnicamente, fue el primer delegado de aquel organismo mundial en el país. En 1921 fue tomando contacto con la realidad argentina, de la que sólo conservaba unos débiles recuerdos infantiles. Inmediatamente, se vinculó al Partido Comunista local. El PC había adoptado ese nombre hacia los mismos días en que acontecía la llegada de Weil al país, en un congreso extraordinario realizado los días 25 y 26 de diciembre de 1920, oportunidad en la que se decidió acatar las 21 condiciones de la “Circular Zinoviev”, en donde se estipulaba los requisitos para pertenecer a la IC. Pero el comunismo argentino no era un fenómeno nuevo, pues provenía de una de las primeras entidades políticas latinoamericanas que habían abrazado la causa bolchevique. Nos referimos al Partido Socialista Internacional (PSI), fundado en enero de 1918, como producto de una escisión del viejo Partido Socialista. El PSI, incluso, reconocía una historia previa, la de una corriente de izquierda que actuaba desde inicios de los años 1910 en el seno de la formación dirigida por Juan B. Justo, a la que cuestionaba por su reformismo y su alejamiento de los principios revolucionarios. La actuación de Weil durante su largo “año bolchevique” en la Argentina, mientras debía ocuparse de asuntos comerciales y de atender su vida familiar, no resulta fácil de reconstruir y, en general, han sido escasamente examinadas. En los materiales provenientes de la Comintern, Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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hoy existentes en Moscú en el Archivo Estatal Ruso de Historia Socio-Política (Rossiiskiigosudarstvennyiarkhivsocial'no-politicheskoiistorii, RGASPI, en sus siglas rusas), pueden encontrarse algunos registros de sus labores con el Comité Central del PC argentino, así como con otras secciones cominternistas latinoamericanas en formación, como las de Uruguay y Chile. Por ejemplo, en un informe que la delegación argentina, presidida por José F. Penelón (en ese entonces, la principal figura del PC local), presentó al IV Congreso de la IC, hacia septiembre de 1922, se señaló que Weil, quien militaba aquí bajo el apodo de Lucio Beatus, había colaborado “útilmente a la obra del partido”. También se hallan algunos informes y cartas que Weil envió al Comité Ejecutivo de la IC y al propio Zinoviev, donde señalaba el creciente desarrollo del PC argentino entre los trabajadores e impulsaba a la Internacional a apoyar al partido. La participación de Weil como miembro del Buró de Propaganda Comunista para Sudamérica, que funcionó en Buenos Aires entre 1921 y 1925, fue destacada. Dicho organismo reemplazó a los Buró Latinoamericano y Buró Panamericano de la IC, existentes en México entre 1919 y 1921, lo cual evidencia la creciente centralidad que se le asignaba al PC argentino. Aquel Buró de Propaganda Comunista para Sudamérica fue la base sobre la que se montó el aún más relevante Secretariado Sudamericano de la IC, que residió en Buenos Aires y Montevideo, entre 1925 y 1935. En su actuación dentro del Buró de Propaganda Comunista para Sudamérica, Weil acompañó la misma caracterización crítica que el PC local tuvo acerca de otros dos militantes cominternistas residentes en Buenos Aires: los rusos MijailAlexandrovski y Major S. Mashevich.5 Esta estadía de Weil en el país de fines de 1920 a principios de 1922 y su actuación dentro del PC local y el organismo cominterniano merecieron esta atención detallada, pues fue en este momento y bajo ese contexto cuando él recolectó los datos sobre la realidad argentina y los 5

Ver: Víctor Jeifets, “La derrota de los “Lenins argentinos”: La Internacional Comunista, el Partido Comunista y el movimiento obrero de Argentina, 1919-1922”, en Pacarina del Sur. Revista del pensamiento crítico latinoamericano, Año V, N° 18, México D.F., enero-marzo 2014. Cfr. Isidoro Gilbert, El oro de Moscú. La historia secreta de las relaciones argentino-soviéticas, Buenos Aires, Planeta, 1994.

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procesó con una mirada particular, en especial, de la clase obrera y del movimiento sindical y político que la representaba y organizaba. Con esas fuentes y bajo esas influencias elaboró Die Arbeiterbewegung in Argentinien...

Una obra pionera sobre la historia del movimiento obrero argentino Si es posible reconocer un género de producción ensayística-militante, sobre todo cultivado en la primera mitad del siglo XX, el de las denominadas “historias del movimiento obrero”, el libro de Weil entronca con éste. En la Argentina, este tipo de bibliografía tuvo un gran desarrollo desde las décadas de 1930 y 1940, destacándose en este sentido, las conocidas obras del anarquista Diego Abad de Santillán, de los socialistas Jacinto Oddone y Martín Casaretto, del sindicalista Sebastián Marotta y del comunista Rubens Iscaro, entre otras. Se trataba de escritos que apuntaban a delinear con rasgos de epopeya la trayectoria de un sujeto, los trabajadores urbanos organizados; y lo hacían con fines utilitarios y proyectivos, buscando la reivindicación de sus respectivas orientaciones políticas. Significaron un momento necesario para el avance del conocimiento sobre la historia de la clase obrera, dado el cúmulo de datos y descripciones que ofrecieron. Sin embargo, presentaron limitaciones muy evidentes, tanto por su carácter apologético, como por su restrictivo enfoque que privilegiaba el estudio, no del devenir mismo de los trabajadores como clase, sino de los avatares del entramado gremial. Casi no existían antecedentes en esta materia cuando Weil encaró su proyecto. Los únicos aportes a señalar eran un texto del destacado cuadro proletario y marxista de origen judeoalemán, Augusto Kühn, publicado en 1916 con el título de “Apuntes para la historia del movimiento obrero socialista en la República Argentina”, así como algunos escritos de Germán AvéLallemant, José Ingenieros, Juan B. Justo, Ángel Giménez y otros referentes del PS, que habían priorizado el análisis del surgimiento y expansión del socialismo, alternándolo con referencias marginales al desarrollo de las organizaciones obreras. Por ello, con el libro de Weil nos acercamos a una empresa pionera en cuanto a la temática abordada, en la que se intentó integrar la evolución sindical, política e ideológica del movimiento proletario en la Argentina, en el contexto de Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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ciertas características estructurales de la clase obrera. Su desconocimiento en el medio local impidió que se convirtiera en un punto de referencia para los aportes posteriores en el tema. Fue el propio Weil quien alertó sobre el carácter tentativo y provisorio de su obra, debido a la dificultad para el acceso a fuentes documentales abundantes y confiables. En la Argentina, el autor pudo consultar las escasas (y defectuosas, como él mismo aclara) estadísticas del Departamento Nacional del Trabajo (DNT), y las de algunas organizaciones obreras, así como materiales provenientes de los partidos socialista y comunista; también, se nutrió de los comentarios personales que le hicieron dos de los grandes precursores del movimiento obrero y socialista en el país: Juan B. Justo y Augusto Kühn. Contó, asimismo, con alguna bibliografía alemana dedicada al estudio de la Argentina, sobre todo, para recabar datos demográficos y económicos (en especial, el texto de Josef Hellauer, Argentinien. WirtschaftundWirtschaftsgrundlagen). Este basamento empírico inicial y restringido explica, en parte, algunos de las distorsiones y lagunas que presenta el libro en ciertos pasajes. En la obra, la realidad germana, y europea en general, aparece como un constante punto de referencia en función de desentrañar las características específicas del proletariado y el movimiento obrero en la Argentina. Ello revela que Weil la pensó para un lector alemán. Aquí radica uno de los méritos pero también uno de los defectos del escrito. Lo que a veces le permite al autor ganar en claridad y sagacidad en el análisis de los rasgos particulares que distinguieron a la situación local de la alemana-europea, también lo conduce en no pocas oportunidades a establecer juicios algo generales y forzados. Posiblemente sin contar con un conocimiento adecuado del marco regional, se anima a definir al movimiento obrero argentino como el más desarrollado y autónomo de Sudamérica. No obstante, señala el riesgo de sobrevalorar su importancia, que entiende como aún muy acotada, producto de un país capitalista joven, insuficientemente industrializado y con fuertes expectativas a una movilidad social ascendente. Y es en esto último, precisamente, donde encuentra las razones de las profundas tendencias antipolíticas que detecta en este movimiento obrero. Apunta la ausencia de una auténtica consciencia de clase en el medio local, la búsqueda del éxito individual en muchos trabajadores (tanto inmigrantes como nativos) Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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por encima de los intereses comunes como clase, lo que los alejaba de la participación política. Esa falta de compromiso político-ideológico podía motivarse, también, en el escandaloso clima de fraude, corrupción, transfuguismo y caudillismo que el autor encontraba como característico de la experiencia nacional. En algunas de estas definiciones más “esencialistas” están los mayores claroscuros posibles de observar en el texto. Otros límites de la obra pueden hallarse en el modo en que se borra toda tradición propia en la conformación del movimiento obrero argentino (que aparece como mero reflejo de las tendencias europeas) o en la manera como desatiende sus expresiones rurales, al definirlo como exclusivamente urbano, de grandes ciudades. Como un señalamiento marginal pero sintomático de lo que podría indicar cierto desconocimiento o incomprensión del autor de la realidad argentina, pueden apuntarse algunos de sus imprecisos juicios iniciales sobre la historia del país en el siglo XIX: por ejemplo, cuando descubre un carácter casi “socialista” en las medidas adoptadas por Bernardino Rivadavia o cuando encuentra excesivas influencias saintsimonianas en Esteban Echeverría y Juan Bautista Alberdi. La obra no se fija como objetivo primordial realizar un análisis en profundidad de la evolución y características de la clase obrera en la Argentina. Es cierto que en sus primeras páginas y en sus dos secciones finales, se examina el lugar que en aquel entonces ocupaban los trabajadores en la estructura productiva del país, tanto en las ciudades como en el sector rural, a partir de datos del DNT sobre el nivel de vida y los índices salariales, así como de observaciones cualitativas acerca de los hábitos y las costumbres que podían encontrarse en el mundo laboral local. Sin embargo, el eje de la investigación de Weil estuvo en indagar el perfil y la dinámica del “movimiento obrero”, es decir, de la porción organizada y consciente de dicha clase. Es decir, el libro se orienta, sobre todo, a explorar las formas de representación, organización y lucha que se dieron los trabajadores más activos. En efecto, luego de reconstruir los primeros pasos que, hacia fines del siglo XIX, dieron los activistas que se referenciaban en torno a una identidad proletaria y anticapitalista (en un Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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desarrollo que el autor juzga como aún precario, efímero y más bien “artificial”), el texto encuentra rápidamente sus dos secciones fundamentales, las que ocupan la mayor parte de las páginas: el “movimiento sindical”, por un lado, y el “movimiento político”, por el otro. Hay aquí una primera definición importante: se sostiene que hasta la disolución de la Federación Obrera Argentina (FOA), a inicios de la década de 1890, no existía una separación clara entre lo sindical y lo político, pues muchas de las organizaciones de los trabajadores intentaban expresar, entrelazaban o confundían ambas funciones. Con el advenimiento del nuevo siglo, ambas esferas de acción aparecieron claramente escindidas, a diferencia, lo sorprendía a Weil, de lo que ocurría con el Partido Socialdemócrata Alemán (su inevitable punto de referencia), institución que había integrado ambas manifestaciones. El autor observaba que en la Argentina no había ocurrido lo mismo: el movimiento sindical, había avanzado en un sentido; el movimiento político en otro. El señalamiento no carece de interés y fertilidad, en especial, por la precocidad con la que es enunciado. Se detectaba una dinámica que luego fue tantas veces evocada en los estudios históricos y sociológicos sobre el movimiento obrero argentino: la tendencia a expresarse una desarticulación entre actividad gremial y actividad ideológico-política. No obstante, este certero o útil diagnóstico, reposaba sobre una forzada visión acerca de las cuatro corrientes principales del movimiento obrero, actuantes hasta la década de 1920 en el país: el anarquismo, el sindicalismo revolucionario, el socialismo y el comunismo. A la acción de las dos primeras, Weil las encontraba como exclusivas de la esfera sindical, mientras que a las otras dos las definía como expresiones del movimiento político. Dicha operación clasificatoria resulta algo equívoca, pues en estas cuatro identidades ideológicas aparecían concepciones e intervenciones peculiares tanto de lo sindical como de lo político, si bien es evidente que los anarquistas y los sindicalistas renunciaban a incidir en el sistema político a través de la forma partido. Incluso, puede advertirse que Weil no llega a identificar al sindicalismo revolucionario como una corriente con existencia real, es decir, alude a sus integrantes y organizaciones como si no conformaran una tradición y un espacio propios. En general, la etiqueta como una orientación sindicalista-reformista, aunque también plantea la coagulación, en los márgenes de ella, de una tendencia sindicalista-comunista, a favor de la Revolución Rusa, pero contraria al PC. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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En términos globales, Weil ubica al “movimiento sindical” como la porción más antigua y fuerte del movimiento obrero argentino. Lo describe y analiza en su evolución histórica, señalando los ciclos de conflictividad laboral y los números de huelgas y huelguistas. De su relato se desprende una percepción correcta: que entre los años 1917-1921 ocurrió un auge en las luchas obreras (lo cual aparece respaldado en el completo cuadro estadístico que figura en la sección Apéndice del libro, que, a partir de los datos del DNT, cuantifica los números, causas y resultados de todas las medidas de fuerza efectuadas en el país entre 1907-1920). Sin embargo, hay cierta falta de jerarquización en el espacio dedicado a los principales momentos de conflictividad. Por ejemplo, la “semana trágica” de enero de 1919, uno de los eventos más extraordinarios de la lucha obrera en la Argentina, tiene escasa consideración en el análisis en comparación a la huelga general duramente derrotada de 1921, de evidente menor importancia relativa. Quizás, ello se deba a que estos últimos acontecimientos fueron conocidos de manera directa por el autor, a través de su militancia en el PC, partido que tuvo una intervención concreta en aquellos hechos. El autor también identifica el proceso de conformación y disolución de sindicatos y centrales gremiales. En especial, se detiene en el cambiante recorrido experimentado por la organización más poderosa que hasta ese momento había existido en el país, la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), desde su inicial adscripción al radicalizado anarquismo hasta el pasaje a la hegemonía sindicalista (como ya hemos observado, sin que Weil de cuenta en términos rigurosos de dicha corriente). En su visión, se trató de una entidad que, bajo una u otra forma, siempre mantuvo su espíritu autonomista, antipolítico y anticentralista. Una impronta que supo heredar su continuadora: la Unión Sindical Argentina (USA), creada en 1922. Asimismo, hace una acertada advertencia sobre la imprecisión existente respecto a la real cantidad de afiliados y aportantes a las entidades sindicales. Otro notable hallazgo de la obra es presentar la efímera aparición, hacia inicios de los años veinte, de los “delegados”, o sea, de representantes de base de los sindicatos, quienes estaban encargados del cumplimiento de la reglamentación laboral y de las ordenanzas impuestas por los gremios.

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Como parte de su recorrido histórico por el movimiento sindical, Weil contempla el papel asumido por el Estado, en dos dimensiones: cuando examina el peso que tuvieron las políticas represivas, a partir de la aplicación de medidas como la “ley de residencia” o la “ley de defensa social”; y cuando reconoce ciertos intentos de acercamiento a los trabajadores por parte del gobierno radical yrigoyenista, que no dejaron de entremezclarse también con zarpazos policiales, militares o de entidades propatronales y de extrema derecha (Asociación Nacional del Trabajo, Liga Patriótica Argentina). Asimismo, están las observaciones que Weil hace acerca del “movimiento político”. En esta sección se repasa un proceso que ya era conocido por algunas elaboraciones anteriores, sobre todo, respecto a la historia del PS. El autor presenta las distintas instancias que signaron la configuración y la consolidación del socialismo local: el papel que cumplieron los periódicos Vorwärts, El Obrero y La Vanguardia; la sucesión de los diversos núcleos organizacionales (las distintas congregaciones de obreros extranjeros, la Agrupación Socialista de Buenos Aires, el Centro Socialista Obrero, el Partido Obrero Socialista Internacional, y, finalmente, el Partido Socialista de Argentina); y el rol ejercido por algunas figuras claves, como Juan B. Justo y Alfredo Palacios. En este punto, no casualmente, se destaca en exceso las funciones desempeñadas por hombres de origen alemán: los ya mencionados Augusto Kühn, Germán Avé-Lallemant, y Johann Schaffer. Aunque luego se apunta, correctamente, la disolución de los grupos nacionallingüísticos dentro del PS, a medida que crecía la importancia de sus elementos “criollos”. Weil también analiza la elaboración y difusión de los estatutos, peticiones públicas y programas mínimos del partido (aunque sin detenerse, curiosamente, en su “declaración de principios”). Tampoco deja de exponer el número de sus afiliados, sus resultados electorales, su labor legislativa y su presencia en actos y manifestaciones callejeras. En la mirada de Weil, el PS aparece como un partido que habría ido mutando, al abandonar los fundamentos revolucionarios del socialismo y perder su carácter socialmente proletario, hasta adquirir un perfil irremediablemente reformista y pequeñoburgués, cada vez más distante de los trabajadores y la vida sindical. Aquí se observa la perspectiva bolchevique que en ese enRegistro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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tonces poseía Weil; incluso, se advierte la fuerte influencia de Historia del socialismo marxista en la República Argentina. Origen del Partido Socialista Internacional (1919), la versión oficial de la ruptura del ala izquierdista que conformó el PSI. En especial, esto se trasluce en el momento en que el autor quiere ilustrar la deriva reformista-oportunista de la dirección justista del PS, encontrándola en la posición antineutralista que esta conducción tuvo frente al estallido de la gran Guerra Mundial iniciada en 1914. Paradójicamente, la descripción que Weil hace sobre el PC es más escueta, pero contiene información más original y menos conocida, pues detalla las dimensiones organizativas del partido (número de grupos, miembros y tirada de periódicos), su incidencia electoral, especialmente en la ciudad de Buenos Aires (también en el Apéndice del libro aparece un completo informe sobre los resultados del PC y del PS en los comicios), así como algo de su influencia sindical, que caracteriza como “importante”.

Tras las huellas de un peculiar intelectual marxista Los materiales con los que se escribió Die Arbeiterbewegung in Argentinien… fueron recopilados por Weil a lo largo de su estadía en el país en 1921-1922. Reinstalado en la ciudad de Frankfurt, hacia marzo-abril de 1922, empleó el resto de ese año y los comienzos del siguiente para culminar la elaboración de la obra, finalmente publicada por una editorial de la ciudad sajona de Leipzig en 1923. ¿En qué contexto el autor encaró la producción de este libro? En aquellos meses, Weil estaba implicado en nuevos y extraordinarios proyectos intelectuales y políticos, dirigidos al desarrollo de la teoría marxista, que si bien se hacían con autonomía de las estructuras orgánicas de la Comintern, no dejaban de contar con una fuerte participación de militantes comunistas. En mayo de 1923, Weil fue uno de los principales promotores (y quien estuvo a cargo de la financiación) de la ErsteMarxistischeArbeitswoche (Primera Semana de Trabajo Marxista), reunida en un hotel cerca de la pequeña ciudad de Ilmenau (Turingia), junto a los filósofos Karl Korsch y Georg Lukács, entre otros. Por esa época, Korsch se desempeñó como ministro comunista de Justicia precisamente en el gobierno revolucionario de Turingia y estuvo encargado Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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de los preparativos paramilitares a nivel regional para la abortada insurrección que el KPD organizó en Alemania central, para luego desempeñarse como destacado diputado del partido en el Reichstag y como director de su periódico. Lukács, en tanto, tras su desempeño como vicecomisario del pueblo para la educación en la República Soviética de Hungría de 1919, se hallaba exiliado en Austria, actuando como uno de los dirigentes más importantes del PC húngaro y, en ese momento, estaba en plena tarea de edición de su célebre Historia y conciencia de clase. Al mismo tiempo, Weil contribuía a la creación de la Sociedad para las Investigaciones Sociales. Más tarde, juntando la fortuna heredada de su madre recién fallecida y los fondos financieros que le proveyó su padre, pudo inaugurar, en junio de 1924, el InstitutfürSozialforschung (Instituto de Investigación Social), conocido con el paso del tiempo como “Escuela de Frankfurt”, que estaba formalmente vinculada a la universidad local. Como es bien sabido, allí se fueron reuniendo una serie de intelectuales independientes de enorme trascendencia en los años siguientes: desde Max Horkheimer hasta una nueva camada de jóvenes estudiosos como Theodor W. Adorno, Herbert Marcuse, Walter Benjamín, Leo Lowenthal y Erich Fromm, entre otros. El decisivo papel que Weil cumplió como patrocinador económico de este emprendimiento está señalado en las ya mencionadas obras de Jay, Wiggershaus y otras. Durante el primer lustro de existencia de la institución, cuando se hallaba dirigida por el historiador de Derecho Carl Grünberg, un distinguido representante de la tradición austromarxista, las preocupaciones estaban dirigidas a los problemas tradicionales del movimiento obrero, en sus dimensiones económicas, políticas, sociales e históricas. De hecho, Grünberg, ahora bajo el marco institucional del Instituto y también con la subvención de Weil, continuó editando durante la segunda mitad de los años veinte los Archivos para la Historia del Socialismo y el Movimiento Obrero, uno de los primeros y más destacados periódicos sobre la historia del trabajo en Europa, que anteriormente se publicaban en Viena. Como vemos, los primeros y más sistemáticos tópicos tratados en el Instituto de Frankfurt entroncaban con los que tenía Weil y se reflejan en la obra que aquí comentamos. En ésta, incluso, aparece citado un texto de Grünberg referido a la clase obrera rumana. Por otra parte, la institución mantenía estrechos vínculos con los partidos y orgaRegistro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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nizaciones obreras, tanto comunistas como socialdemócratas, y durante sus primeros años sostuvo una relación regular con David Riazanov y el Instituto Marx-Engels de Moscú, que se expresó en la edición conjunta del volumen inicial de las obras completas de los fundadores del socialismo científico, la Marx-Engels Gesamtausgabe (MEGA). La edición de diversos textos de Korsch, Lukács, Riazanov o del economista marxista Henryk Grossmann por parte del Instituto, también muestran sus inclinaciones hacia el estudio del materialismo histórico. Luego de su labor docente e investigadora en el Instituto francfortiano, que se complementó con otros proyectos editoriales en Berlín, a comienzos de 1931 Weil regresó a la Argentina, otra vez, con el objetivo de atender negocios familiares, tras la muerte de su padre. En esta nueva y más larga estadía en el país, que se prolongó hasta 1935-1936, desplegó actividades diversas y contrastantes. Por un lado, inicialmente, restableció sus firmes contactos con el PC local y el Secretariado Sudamericano de la IC, a los que cuales ayudó a financiar. Esta pudo ser la oportunidad para publicar en castellano y en el ámbito local esta historia del movimiento obrero argentino. Pero ello no ocurrió. Desde 1932-1933, Weil estaba ampliando sus vínculos y campos de acción: dictó cursos en el Colegio Libre de Estudios Superiores sobre cuestiones impositivas y economía dirigida (en donde apoyó la planificación soviética), ayudó a financiar escuelas alemanas locales, escribió para ArgentinischesTageblatt (el tradicional diario germano liberal editado en Buenos Aires) y alcanzó a influir decisivamente en la comisión del Ministerio de Hacienda, a cargo de Federico Pinedo, que redactó la primera Ley de Impuesto a los Réditos del país. Una vez que el Instituto de Frankfurt fue disolviendo sus tareas en Alemania, fue mudando sus actividades a Holanda y Suiza, y, debido a la persecución sobrevenida tras el acceso del nazismo al poder, tuvo que emigrar definitivamente, para terminar insertándose en 1934 en la Universidad de Columbia (Nueva York), Weil apoyó esos recorridos y continuó con su papel de mecenas. Para ese entonces, Weil ya había dejado de ser, en buena medida, un “compañero de ruta” del comunismo. Asimismo, la institución también había abandonado sus preocupaciones exclusivamente marxistas y referidas al análisis del movimiento obrero y sus proyectos, y había virado hacia un abordaje multidisciplinario y más heterogéneo del capitalismo postliberal, propio Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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de la filosofía social y la Teoría Crítica, en donde el centro estuvo en el examen de la razón instrumental, de la dominación de la naturaleza, de la cultura y de la ideología. Eso se produjo tras el retiro de Grünberg de la dirección y la posterior llegada de Horkheimer como su reemplazante. En los años cincuenta, Weil siguió vinculado al Instituto, cuando éste se reinstaló en Frankfurt, ya alejado de una perspectiva marxista y desvinculado de cualquier práctica socialista. De este modo, sus contactos con la Argentina se fueron diluyendo, las preocupaciones referidas a la historia y el presente del movimiento obrero perdieron interés y el texto que aquí analizamos fue quedando en el olvido. Weil alcanzó a tener una corta y definitiva estadía en el país en 1939. Tras ella, encaró una última reflexión global sobre la realidad local, que se expresó en su extenso y documentado libro ArgentineRiddle (“El enigma argentino”), editado en Nueva York en 1944.6 La obra se interrogaba acerca de lo que ocurriría en la Argentina en los siguientes años, la encrucijada en la que se hallaba. Lo hacía a partir de intentar captar las claves del frustrado y dislocado desarrollo capitalista experimentado por el país (en donde se combinaba el latifundio rural y una modernización e industrialización fallida e incompleta), merced, todo ello, decía el autor, al carácter fuertemente dependiente del país al imperialismo británico y a la cultura rentística que guiaba a la burguesía nativa. Explora los propios intentos del equipo económico de Pinedo y sus proyectos industrializadores, en comparación con la experiencia del New Deal norteamericano. ArgentineRiddle puede leerse como un encuadre temático más amplio de Die Arbeiterbewegung in Argentinien…, por parte de un autor que no había abandonado completamente una visión marxista del análisis histórico, político y social. Y que quizás no abandonó nunca en sus treinta años siguientes de vida, hasta su muerte en septiembre de 1975.

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Félix J. Weil, Argentine Riddle, New York, The John Day Company, 1944. Transcurrieron más de seis décadas hasta que se hiciera una traducción y edición local de este libro: Félix Weil, El enigma argentino, Buenos Aires, Biblioteca Nacional (Colección “Los raros”), 2010.

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Entrevista a César Tcach Por Andrea Matallana y Damián Dolcera.

César Tcach estudió Historia en la Universidad Autónoma de Madrid (España) y se doctoró en la misma disciplina en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).. Es investigador del CONICET y fue vicepresidente de la Sociedad Argentina de Análisis Político durante dos períodos. Autor de numerosos artículos y libros publicados en el país y en el exterior, entre los que destacan Clandestinidad y exilio. Reorganización del sindicato socialista (1986), Sabattinismo y peronismo (1991), Amadeo Sabattini. Entre la nación y la isla (1999), Arturo Illia: un sueño breve (2006). Fue coordinador o cocoordinador, entre otros, de La política en consignas (2003), La invención del peronismo en el interior del país (2003), Argentina 1976-2006 (2006) y Córdoba bicentenaria. Claves de su historia contemporánea (2010).

¿Cómo fue que te decidiste por estudiar historia? Yo hice mi carrera universitaria en España, en la Universidad Autónoma de Madrid. En realidad ingresé a la carrera de Historia en el año 1978. Mi inquietud inicial era tratar de compren-

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der qué había pasado en la Argentina en los últimos años con la dictadura, pero pronto me di cuenta que en realidad era un tema que tenía un componente emocional, entonces decidí postergar el estudio de ese tema y bueno, en la Universidad Autónoma de Madrid, en el último año de la carrera teníamos una materia que se llamaba “movimientos sociales’’ cuyo titular era Manuel Pérez Ledesma. Justamente en ese año ’82 u ’83, habían llegado a España, a la Fundación Pablo Iglesias, todas las actas de la Comisión Ejecutiva del Partido Socialista Obrero español de los años del exilio, primero en Toulouse y luego en México y también de la Unión General de Trabajadores, actas que estaban en posesión de la Fundación Largo Caballero. Entonces Manolo Pérez Ledesma, en lugar de tener un curso normal, nos propone dedicar el año académico a la realización de sus tesis de Licenciatura en base a este material inédito que acababa de llegar y estaba en manos de esas dos fundaciones. Fue a partir de allí que un grupo de ese curso nos repartimos temporalmente los materiales y de ahí surgió mi primer libro publicado por la Fundación Pablo Iglesias, que es “Clandestinidad y exilio: la reorganización del sindicato socialista”. Es un libro que va de 1939 a 1952, la primera parte, es de mi autoría exclusiva, que va de la posguerra civil española a la posguerra mundial y la segunda parte fue la tesis de licenciatura de Carmen Reyes. Bueno esa fue mi primera experiencia relacionada con la investigación.

¿Por qué para explicar la situación a la que llegó la Argentina decidiste estudiar historia y no otras disciplinas de las ciencias sociales o humanas? Porque cuando sucedió el Golpe del ’76 yo estaba en tercer año de psicología en la Universidad Nacional de Córdoba, de modo que ya había hecho esa experiencia y tuve, por ejemplo, a dos profesores muy importantes de la disciplina como Néstor Braunstein y Marcelo Pasternak, ambos exiliados en México en 1975 durante el gobierno de Isabel Perón, y en España la carrera de psicología estaba dominada por modelos muy impregnados de conductismo y de una mirada biológica y los programas no recogían nada de lo que yo había estudiado en Córdoba. Freud, Lacan, no existían, y bueno, la historia creía que me iba a dar las herramientas para comprender lo que nos había pasado.

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¿Vos te exiliaste, te fuiste por motivos políticos o familiares? Yo empecé a militar a los catorce años de edad, así que cuando me exilié ya tenía un recorrido y un compromiso.

¿Elegiste Madrid porque tenías un contacto allá? No. Yo soy de condición judía, no soy religioso, soy ateo, pero la forma más rápida y segura de salir del país era irme a Israel. Antes había estado dos meses en Buenos Aires deambulando en distintas casas u hoteles, de modo que, me trasladaron, lo digo metafóricamente, “desde el obelisco al medio del desierto” y yo viví ahí en Kibutzim en granjas colectivas durante 10 meses. Primero en Mishmar Ha Neguev (que en hebreo significa Guardián del Neguev) y luego en otro, mucho más pequeño y más izquierdista, Guivat Oz (Colina del Coraje o de la Fuerza, en castellano), fundado por sobrevivientes del holocausto. Pero yo quería estudiar, y estudiar en hebreo era complicado, yo manejaba un hebreo muy básico que me enseñaban en el kibutz, era muy básico lo que sabía. Yo quería rápido estudiar una carrera y estudiarla en castellano, y de allí que me fui a Madrid.

¿No tuviste que hacer el servicio militar allá en Israel? No, porque no fui en condición de ciudadano, tenía una visa de turista.

Y estuviste 10 meses viviendo en Kibutzim, ¿cómo fue esa experiencia? Bueno, yo tenía una formación ideológica que me hacía desconfiar mucho de Israel, de modo que mi actitud era siempre de mucha distancia, pero pese a ello, cuando pasan los años, uno valoriza la experiencia. De todas maneras valoraba la vida del kibutz, por ejemplo mi hermana, que se exilió conmigo, me contaba que en GanzShmuel, el kibutz que estaba ella, el primero de mayo, se izaba la bandera roja, y era algo que a mí me atraía mucho eso, porque en el plano simbólico Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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lo enlazaba con algo que yo había vivido. Y bueno sí, las formas de organización interna eran interesantes, digamos el no manejo del dinero, sino que todo se obtenía en el almacén colectivo, los niños no se educaban con los padres, salvo los fines de semana, había cosas que realmente me llamaban la atención. De todas formas yo siempre trataba de explicar eso a partir de “la astucia del capitalismo”.

¿Cómo fue tu experiencia en la Pablo Iglesias? Para mí era muy interesante la Fundación Pablo Iglesias, no sólo por los materiales que tenía y que tiene, sino porque el presidente de la Fundación era Fernando Claudín y para mi, su obra La crisis del movimiento comunista internacional significó para mí un aporte muy importante desde el punto de vista de las preguntas, pero también de sus razonamientos que eran los de un heterodoxo. Porque es una obra en la que Claudín se pregunta acerca de la derrota del movimiento comunista en el orden internacional y da una interpretación, que me sirvió mucho y de hecho es un libro que siempre mientras viví en España tenía a mano.

¿Qué otras personas marcaron tu carrera o te generaron admiración? En España también fue importante la influencia de Ludolfo Paramio. Creo que tanto Claudín como Paramio me abrieron las puertas a una mirada fecunda de la inter y transdisciplinariedad. También ejerció influencia sobre mí, en aquellos años, la obra de un excelente historiador alemán, HarmutHeine, quien había estudiado la oposición clandestina al régimen de Franco. Yo volví a la Argentina por primera vez el 3 de diciembre de 1983 y permanecí en Buenos Aires hasta el 10 de diciembre, el día que asumió Alfonsín. No había estado en el país desde el 29 de agosto del ’76 y volví; lo primero que siento que hice fue ir a escucharlo a la Casa Rosada. Estuve un mes y me fui a España porque no había terminado mi tesis de licenciatura. Regresé definitivamente en octubre del ’84. Antes de volver definitivamente me dieron cartas de recomendación para profesores argentinos. Tenía una carta para Enrique Tandeter, otra para Gregorio Weinberg y una tercera para Pancho Aricó. Weinberg trabajaba otros temas, relacionados con Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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la educación; Enrique historia colonial; yo en un momento le planteé a Enrique continuar con el exilio español a Argentina, pero él me recomendó ver a Marcelo Cavarozzi. Él terminó siendo mi director de tesis doctoral. Y con Pancho Aricó tuve una excelente relación, fue muy generoso conmigo y fue alguien que me marcó una vez que llegué a la Argentina. Él me decía: “vos tenés que ser el tipo que más sabe sobre Córdoba”. Me llamó por teléfono pocos días antes de morir, supuse con razón que se estaba despidiendo.

¿Cuándo volviste a Argentina fuiste directo para Córdoba? En Córdoba, en el año ’85-’86 se formó fuera de la Universidad un grupo que se llamaba CESCO (Centro de Estudios Sociales de Córdoba), quienes participaban de ese centro eran Aníbal Arcondo, de historia económica, quien había estado exiliado en Ecuador; estaba también Oscar del Barco, pero iba poco a las reuniones, que había estado exiliado en México; estaba la historiadora Betty Feijin que era la ex mujer de Gustavo Roca; Silvia Palomeque, Ana Inés Punta, Ofelia Pianeto, que era un motor impresionante, Silvia Romano, Cristina Boixadós; éramos un grupo chico, que nos reuníamos a leer, a discutir, y todavía en ese momento no se había producido la democratización de la Universidad en el sentido que todavía estaban los profesores del período precedente, no se habían abierto concursos, así que fue un espacio de interacción importante. En España, cuando termino mi tesis de licenciatura, me dieron una beca, del Instituto de Cooperación Iberoamericano. Históricamente, el ICI daba beca únicamente para los latinoamericanos en este caso, que vivían en Argentina, pero que se iban a España. Ahora bien, el gobierno de Felipe González introduce una modificación importante. A partir de allí se les darían becas a los chicos que se han visto obligados a salir de sus países en Hispanoamérica. Para eso tenías que presentar también avales. Y mi aval fue Gustavo Roca, que era hijo de Deodoro Roca, líder de la Reforma Universitaria. Eduardo Luis Duhalde y Gustavo Roca eran las cabezas de un centro de solidaridad con Argentina que se llamaba Centro Argentino, que nucleaba a un grupo mucho más pequeño que la Casa Argentina, porque en la Casa Argentina el predominio era montonero y del PRT. En cambio el Centro Argentino no, tenía posturas críticas con respecto a esas orientaciones y tenía un tinte más intelectual. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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¿Y en lo que respecta a la disciplina histórica? En la Universidad Autónoma de Madrid el profesor más prestigioso era Manuel Artola, quien hacía historia económica. Y otra figura cuyo impacto sobre los historiadores era impresionante fue Manuel Tuñón de Lara (exiliado en Francia en 1946, había sido profesor de Historia y Literatura en la Universidad de Pau). Era un momento de mucha renovación en la historiografía española, Pérez Ledesma desbrojaba el camino al estudio de los movimientos sociales, estaba también la corriente de la historia de las mentalidades, Elena Sánchez Ortega había hecho su tesis sobre la historia de los gitanos por ejemplo, desde esa mirada (que luego prologó el gran literato Julio Caro Baroja). Y yo tenía esas influencias, la de Tuñón de Lara, con la idea de la historia total y la de una historia abierta al encuentro con otras disciplinas. De historiadores argentinos, en ese período formativo, yo no había tenido influencias. No había leído Tulio Halperín Donghi por ejemplo.

¿Cómo era el doctorado en la Universidad Nacional de Córdoba? El doctorado de Córdoba en esa época no te exigía cursos, era un doctorado donde vos escribías tu proyecto de tesis doctoral, con la aprobación de tu director, y cuando la terminabas la presentabas, era así. Y yo la defendí en diciembre del ’89.

Hoy en día prácticamente el doctorado es una exigencia que tienen todos los alumnos universitarios, pero en los ’80 no era tan común hacer un doctorado… Yo venía con la mentalidad que estaba vigente en España, en Europa en general, de que ya en esa época, le gente que se quería dedicar a la investigación hacía su tesis doctoral y después incluso a veces iba a hacer una segunda tesis doctoral a Inglaterra o a cualquier otro lado. Yo veRegistro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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nía con ese horizonte y por tanto me chocó mucho lo que vos me estás justamente diciendo, porque también había un estamento de profesores que no habían hecho su tesis doctoral y que eran grandes. Entonces parte de este estamento tenía cierta desconfianza con respecto a los jóvenes que querían hacer su tesis doctoral. Yo me acuerdo que ingresé en el CONICET como becario en el ’86, para eso escribí el proyecto de tesis doctoral y me acuerdo que una autoridad de la Escuela de Historia, me dijo “¿y vos para qué querés escribir la tesis?”, yo le respondí que era una exigencia de CONICET, algo burocrático, y no que era algo que yo consideraba y quería hacer, por miedo a decirle la verdad.

¿Cómo fue ese proceso en que decidiste entrar a CONICET y formalizaste tu vocación? Bueno, un ámbito muy importante para despertarme inquietudes fue el CEDES (Centro de Estudios de Estado y Sociedad), donde estaba Marcelo Cavarozzi, Enrique Tandeter, Liliana De Riz, y la joven Catalina Smulovitz. Y ese era un ámbito muy estimulante. Una de las primeras cosas que me llamó la atención, que era distinto, es que desde cierto ángulo o plano de la historia política, de alguna manera, el período podía comenzar con un intento de desplazamiento de Perón en Córdoba, con un nexo entre el general Ávalos y Sabattini, y la revolución de septiembre, cuyo epicentro también era Córdoba, por lo cual me cerraba justo el marco temporal de principio y de cierre.

¿En tu elección temática siempre tenías como horizonte hacer algo sobre Córdoba y también relacionado con la historia política? La influencia del CEDES fue la vinculación de distintas disciplinas, en mi caso, la historia y la teoría política. Como te dije antes, en el CEDES estaban Marcelo Cavarozzi, Liliana de Riz y Catalina Smulovitz. Claro, ellos no me conocían a mí, una vez Catalina, calculo que por indicación con Liliana, se reunió conmigo y me hizo una cantidad increíble de preguntas, tantas preguntas que sentí que me estaba tomando examen. Pero bueno, lo que me dio el CEDES fue la inquietud de generar respuestas que fueran más allá de la mera influencia historiográfica. Otras Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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dos personas con las que me relacionaba y fueron fundamentales para mi formación -no estaban en el CEDES, sino en CISEA-, eran Hilda Sabato y Luis Alberto Romero.

¿Vivías en esa época en Córdoba? Sí, pero tenía que venir mucho a Buenos Aires.

¿Cómo describirías las relaciones con esos centros y esas personas, que florecieron en esa época? Porque era algo que pasaba por fuera de la Universidad, una especie de autoformación. Yo creo que es así como lo estás diciendo. No era un ámbito estructurado, había mucho de autonomía también por mi parte digamos, había mucho de voluntad. Venía a Buenos Aires porque era muy chato el ambiente cordobés. La dictadura dejó una Universidad horrible, en la Escuela de Historia se encontraba con frecuencia una mirada muy tradicional, muy fáctica, estaba muy desvinculada de la sociología y de la ciencia política, entonces para mi ir a Buenos Aires y dialogar con ellos era un aire fresco.

Hablando de tu obra, vos hacés una contribución fundamental para el debate en torno a los orígenes del peronismo, poniendo en escena la importancia que tuvo el interior. Muchas veces esto se soslaya porque se pone el foco en la cuestión obrera. ¿Qué nos podrías decir al respecto? Cuando yo empecé a hacer el proyecto de tesis doctoral, una idea dominante, extendida en la sociedad, en el imaginario político y social era esa idea de que el peronismo tenía en el movimiento obrero su columna vertebral y en la oligarquía su enemigo natural. Pero cuando comencé a elaborar el proyecto y por tanto fui a recabar fuentes, me di cuenta que para un sector de la llamada “oligarquía” o el “patriciado cordobés” no solo había apoyado al peronismo sino que le Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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había dado una parte sustantiva de sus cuadros de dirección. Por ejemplo, los primeros bloques de senadores del peronismo de Córdoba estaban manejados por estos sectores que han sido identificados como un genérico tradicionalmente asociados con el término oligarquía. Les voy a dar un ejemplo: en el Congreso de la Nación en la época del peronismo histórico nunca hubo ningún problema cuando llegaba el 14 de julio para rendir homenaje a la Revolución Francesa, porque los diputados peronistas asociaban la figura del descamisado a la del tercer estado, los sans-culottes. En Córdoba nunca se pudo hacer en la legislatura un homenaje a la Revolución Francesa, porque en los debates legislativos, por ejemplo en el año ’49, los diputados peronistas de origen conservador y católico, como Novillo Sarabia, decían por ejemplo: “Nosotros no tendríamos ningún problema en realizarle un homenaje a Francia que festeja hoy su día nacional, pero a la Francia tradicional de Juana de Arco, de San Luis, a la Francia del Antiguo Régimen” y triunfaba esa postura porque tenían una matriz cultural, muy conservadora. Y de hecho, el Partido Demócrata de Córdoba, el viejo Partido Conservador, quedó vaciado con la irrupción del peronismo, no desaparece como partido, pero casi que dejan de ser decisivos en la escena política, porque la mayoría de sus cuadros se van al peronismo. Esto yo lo veía en Córdoba. Después viendo otras provincias, junto con otro grupo de gente, nos dimos cuenta que no era algo excepcional. En Salta, por ejemplo, el primer gobernador peronista fue Lucio Cornejo, flor y nata de la oligarquía azucarera salteña, uno de los dueños de Salta. En los dos volúmenes de La formación del peronismo en el interior del país ofrecemos evidencia empírica que permite constatar la importancia de los factores tradicionales de poder en las provincias en los orígenes del peronismo, y eso significó que Perón le dio la espalda al Partido Laborista en todas las provincias. Perón no confió en darle las candidaturas del ’46 a los sectores provenientes del movimiento obrero, confió en los notables que ya tenían una experiencia política previa, que sabían cómo se hacía política, que habían tenido vinculación con el Estado. Y eso se observa en provincia con sectores tradicionales, y en otras, como en el sur, con sectores que no son tradicionales. Por ejemplo, Daniel Lvovich tiene un artículo que se llama “Lejos de Plaza de Mayo: el surgimiento del peronismo en Neuquén” donde muestra cómo los cuadros de la administración peronista y del partido peronista eran los ricos de cada localidad.

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Dueños de almacenes de ramos generales, concesionarias de autos, terratenientes, ganaderos; es decir, gente que tenían dinero pero no tenían apellido. ¿Creés que estas cosas nos pueden dar indicios de la relación entre peronismo y democracia, de su fe democrática? Para no presentar una visión tan unilateral, se podría decir que en muchas provincias, no en todas, el Partido Laborista puede ser considerado, en mi opinión, como la primera expresión democrática, que surge en relación al peronismo. Viendo lo que se discutía en los congresos del Partido Laborista, la persona más nombrada era Perón, pero la segunda referencia era Harold Laski, que era el presidente del Partido Laborista británico, y de donde el Partido Laborista justamente está inspirado. Era impresionante el contraste entre los peronistas de origen clerical conservador, que son los que finalmente se imponen, con el discurso de los sectores laboristas. En un Congreso del Partido Laborista de Córdoba se alcanzó a escuchar conclusiones donde unen a Perón, quien viene a traer la justicia social, con el liberalismo inglés, mencionándolo explícitamente. Ahí había como un embrión socialdemócrata si se quiere, que es totalmente abortada. De todas maneras el Partido Laborista no fue homogéneo en todas partes. Pero podemos ver que esa tendencia ‘democratizadora’ estaba también en los orígenes del peronismo.

¿Cuál es el imaginario que tienen acerca de lo que Perón representa en ese laborismo? Un dato importante y de largo plazo, es que el Partido Justicialista estuvo siempre intervenido. Los interventores eran generalmente diputados nacionales o senadores nacionales, es decir, personas que vivían una parte de la semana en Buenos Aires. Es muy difícil soslayar que Perón también vivía en Buenos Aires, es decir, que la sujeción de los interventores con Perón era personal. Es un rasgo de larga duración en el peronismo, porque si uno observa el Partido Justicialista en la época del ’73-’76, también el Partido estuvo intervenido en todas las provincias. Como cuando Panebianco habla de la importancia del momento originario, el del parto de la organización, que marca rasgos de larga duración. La dinámica del peronismo histórico en ese aspecto es muy similar 30 o 40 años después.

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En Córdoba el principal dirigente laborista se llamaba Ramón Asís, provenía del radicalismo, era una persona que había estado a favor de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, militante antifascista, no era sabattinista, sino aliadófilo desde la izquierda, era un militante estudiantil. Cuando llega la orden de Perón de disolver el Partido Laborista se hace un Congreso, y allí se termina plateando la posibilidad de acatar la orden de autodisolverse como partido, pero se van a mantener como una corriente interna dentro del partido peronista, y cuando se hagan elecciones internas pensaba “en ganarle a esos sectores oligárquicos que según su visión están infiltrados dentro del peronismo”. Tiempo después se hacen las internas, la denuncia del laborismo es que se hace un fraude escandaloso, entonces Perón manda un veedor que se llamaba Demetrio Figueroa, quien carga las urnas en el tren, se las trae en Buenos Aires. Los resultados no se conocieron nunca, pero el poder quedó en manos de los sectores tradicionales. En relación con este proceso interno, Ramón Asís dice “estos traidores tienen prisionero al general Perón, llegará un nuevo 17 de octubre en el que el pueblo rescatará a su líder”. Y en la teoría del cerco que sacarán los Montoneros varios años después, estará presente ya el tipo de explicación que se daban los dirigentes laboristas en esa época acerca de por qué Perón le daba la espalda a ellos que eran los verdaderos peronistas, los verdaderos representantes de los trabajadores y no los sectores de patricios y oligarcas. Ahí yo creo que la teoría del cerco tiene la virtud de poder criticar las políticas del líder sin criticar al líder, sin romper por tanto con su sentido de pertenencia. Después en el tomo II de La invención del peronismo en el interior del país se rompen otros mitos. Como por ejemplo, que fue el sector yrigoyenista únicamente el aporte que recibe el peronismo, se olvida por ejemplo que Hortensio Quijano, quien era correntino, era del radicalismo alvearista, y los sectores radicales que forman el peronismo en corrientes venían del alvearismo. En Río Cuarto pasó algo similar, es muy heterogéneo, no es que haya una continuidad ideológica. Pancho Aricó te dijo que tenías que ser el historiador que más supiera sobre Córdoba, puede ser que sea así, pero al menos siempre juega un papel fundamental en sus análisis, y en muchos casos presentás a la provincia como una antesala de lo que sucede en el país. ¿Tendrías una expli-

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cación de por qué se puede considerar que Córdoba es el comienzo y el eje de varios hechos que ocurren a nivel nacional? Son todos mitos. No hay una provincia que haya generado tantas metáforas como la política cordobesa. Una primera metáfora es la que ustedes mencionan, la de Córdoba como el rostro anticipado del país. Y se pone como ejemplo la Reforma Universitaria, el Cordobazo, e inclusive los que ponen de forma exagerada el derrocamiento de Perón. Hay otras metáforas, como la de Córdoba isla, su carácter insular con respecto a la política nacional. Se dan como ejemplos la segunda mitad de la década del treinta, mientras a nivel nacional primaba un régimen fraudulento, en Córdoba había democracia plena, no había presos políticos, no había sindicatos intervenidos. Un contraste entre provincia y nación que se da durante la experiencia frondicista también, porque cuando se produce un giro a la derecha a principios del ’59 del presidente Frondizi, el gobierno frondicista de Córdoba, encabezado por Arturo Zanichelli, no llega a sufrir ese giro a la derecha, recordemos que Alsogaray es nombrado ministro de Economía y por un tiempo simultáneamente ministro de trabajo, se niega a seguir ese giro de derecha, lo que lleva a la intervención federal de la provincia, y en el gobierno del ’73-’74 el gobierno de Ricardo Obregón Cano y Atilio López tampoco quieren hacer el giro a la derecha del gobierno nacional y la consecuencia va a ser la misma. También hay otra metáfora que es la de Córdoba ciudad de frontera, que es la que hablábamos con Aricó. Y también añadiría una cuarta, que tiene más que ver con los años sesenta, que es la de Córdoba, ciudad enclave. Ciudad enclave automotriz, porque así como en los pueblos mineros, cuando se para la mina, se para el pueblo, como el desarrollo industrial de Córdoba era monosectorial, basado justamente en el sector automotriz, cuando se paraba esta industria repercutía de modo importante en toda la vida social de la provincia. Si uno busca un común denominador, que permita unir estos cuatro mitos, yo creo que los cuatro remiten a una cultura política fuerte, que se piensa a sí misma con una fuerte dosis de autonomía, y una fuerte proyección nacional. Esto no se da en la mayoría de las provincias. Y voy a poner un ejemplo delicioso de esta idea de los cordobeses de pensarse como una ciudad-Estado. En 1918 fue la Reforma Universitaria, al año siguiente hay elecciones en Córdoba. Deodoro Roca y otros intelectuales del movimiento de la Reforma Universitaria, estudiantes del Barrio Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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Clínicas, arman un partido que se llamó Partido Bromosódico Independiente, y ponen como candidato a diputado provincial al loco Badesich, que era un poeta muy extravagante, que deambulaba por el centro de Córdoba con una corbata de papel, un sombrero grandísimo. Hacía poesía e iba sonando un silbato por las esquinas, entonces justamente todo el mundo lo conocía como el loco Badesich, y lo era claramente. Y lo ponen por decirlo de alguna manera como una candidatura testimonial, y contra una expresión de protesta contra la política tradicional, con ese espíritu irreverente que había caracterizado la Reforma. El resultado es que termina ganando las elecciones, es electo diputado nacional. ¿Cuál era el programa del Partido Bromosódico Independiente? Número uno: proclamación de la República de Córdoba, punto número dos: supresión del ejército, punto número tres: se proclama el amor libre. Es elegido diputado, y en la sesión legislativa donde se tenían que reconocer los diplomas de los electos, los sectores conservadores dicen que no se le puede reconocer el diploma por insanía mental, y efectivamente, no termina siendo diputado por esta causa. Creo que el hecho de que hayan llegado a hablar de la “República de Córdoba” habla de ese imaginario de pensarse como ciudad-Estado.

Por lo general se ve el gobierno de Illia como un gobierno de transición o por lo menos, como una experiencia que desde el inicio tenía su fecha de vencimiento. ¿Creés que efectivamente es así? ¿El golpe era inevitable hiciera lo que hiciera Illia? Porque a posteriori se lo termina considerando un buen gobierno… Una característica que duró todo el período de Illia fue la ausencia de una política de alianzas. Gana con un porcentaje pequeño de votos, gana con la mayoría en el colegio electoral sin ofrecer nada a cambio, y luego le cuesta justamente mantener el apoyo de estos sectores que lo habían respaldado. Esto tiene relación con el clientelismo partidario interno, si uno ve el primer gabinete nacional se dividía simétricamente en tres partes, reproduciendo las tres partes en que estaba dividido el Partido Radical, la concepción yrigoyenista, sabbatinista, Illia estaba formado en esa concepción de Sabattini del rechazo de la política de alianzas. Otro rasgo es la ausencia de una política comunicacional; Illia no tuvo una Secretaría de Prensa fuerte, no usó la televisión pese a que ya se había utilizado en la campaña electoral que llevó a Frondizi a la presiden-

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cia. El corresponsal del diario La Nación en la Casa Rosada, Enrique Magochi cuenta una anécdota ilustrativa: señala que con motivo de unas elecciones parciales en las provincias, le pregunta cómo se va a organizar el radicalismo para la campaña e Illia le responde que van a utilizar los megáfonos que hay en los pueblos, o sea, se imaginaba la comunicación de esa manera, una visión muy anticuada. Creo que si uno lo compara con Kirchner, que asumió con un porcentaje de votos similar, claramente se ve cómo este último construye poder y en cambio Illia no lo hace. Con respecto a la oposición, yo creo que hay que distinguir la oposición nacional-popular, que es la de la CGT, las 62 Organizaciones, partidos de izquierda y grupos nacionalistas y católicos, de la oposición liberal-autoritaria, que es la de las grandes corporaciones económicas. Efectivamente, hiciese lo que hiciese Illia, no iba a ser respetado por el peronismo porque carecía de legitimidad de origen. El plan de lucha de la CGT del año ’64 teóricamente era por la Ley de salario mínimo, vital y móvil, que Illia había prometido y ya había enviado a las cámaras, y en realidad lo hace y no le sale gratis, porque la campaña de la Unión Industrial Argentina fue terrible en contra de esta ley. En los diarios de la época hay caricaturas, por ejemplo, el de una mujer que viene con un bolso desde el mercado y se caen los billetes dice “La guita será como verdurita”. Había solicitadas de la Unión Industrial que incluían caricaturas. La asociaban con la hiperinflación de la República de Weimar. Una campaña feroz. Lo que ocurre en el ’66 es una confluencia entre los dos frentes de oposición (el liberalautoritario y el nacional-popular). Por ejemplo, no se le aprueba el presupuesto, y a esto colaboran tanto los peronistas como los no peronistas. Yo trabajé con documentos del Departamento de Estado, de la CIA, de la embajada norteamericana en Buenos Aires. Ese archivo, sobre el que hice el libro de Illia, me fue proporcionado por Nelly, la viuda de Celso Rodríguez, un historiador que vivió desde 1958 en Estados Unidos, muy amigo de Robert Potash, y estaba haciendo un libro sobre esa época. Juntó muchísimo material, a través del contacto de Potash logró la desclasificación de estos documentos y mi tarea fue complementar el trabajo de archivista que hizo, que fue extraordinario, pero no escribió una sola línea. Nelly se comunicó conmigo por indicación de Potash, quien había leído mi libro Sabattinismo y Peronismo. Nos habíamos conocido a raíz de una visita suya a la UNC durante el rectorado de Francisco Delich. Illia era del radicalismo de Córdoba y yo tengo un muy buen Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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archivo del radicalismo de Córdoba, y así surgió la idea del libro. Nelly me hizo firmar un contrato de que no podía usar esos materiales hasta que el libro no fuese publicado y que el libro apareciese de coautoría, cosa que era totalmente justa, ya que esos materiales yo no los hubiera podido conseguir. Hay documentación muy interesante. La sección política de la embajada norteamericana elaboraba fichas con perfiles de los principales políticos, sindicalistas, legisladores, y esas fichas delatan mucho sobre cómo se movía la política argentina. Por ejemplo, en la vulgata izquierdista de los años ’70, Onganía aparecía como un títere del imperialismo yanqui, sin embargo, viendo lo que dicen esos documentos, te das cuenta que no era tan así. Había una profunda desconfianza con respecto a Onganía; uno de los documentos dice “es muy hermético, solamente tres militares se animan a tutearlo, y en realidad es más admirador de la España de Franco que de las democracias anglosajonas”. En realidad, el verdadero hombre de Estados Unidos en el Ejército Argentino era el general Julio Alsogaray; hay un documento de principios de junio de 1966 que dice “el general Julio Alsogaray se reunió con los agentes de la CIA en Buenos Aires y le había informado quiénes estaban comprometidos en el golpe, qué características iba a tener el nuevo gobierno, que iba a tener cabeza militar pero cuerpo civil”. Cosa, esta última, que finalmente sucedió. Además, su hermano Álvaro termina siendo nombrado embajador en Estados Unidos por Onganía. Después se puede ver en general una visión bastante descalificadora de los políticos argentinos, por ejemplo, sobre Ricardo Balbín. En su ficha se lo menciona como el prototipo de radical argentino, honesto y de clase media, pero su visión de la economía no ha cambiado desde los tiempos de Yrigoyen. Después hay una definición despectiva de Illia como un descolorido médico de provincia; tiene una definición del peronismo como “una red bizantina, de alianzas cambiantes y doble discurso”. Todo esto es parte del anexo del libro Arturo Illia, un sueño breve. Otro episodio digno de ser contado es el de Serú García. En su ficha dice que “presenta posturas nacionalistas, repudió la intervención en Santo Domingo” y añade: “fuente continua y confiable de información de la embajada”. Es decir, tenía posturas nacionalistas, populistas, pero era un informante. El presidente Illia al asumir su gobierno dio una amplia amnistía para todos los presos políticos y gremiales y el indulto para los que ya habían sido condenados. Ante el ensayo guerrillero del Ejército Guerrillero del Pueblo en Salta, reprime con la gendarmería dentro del marco de la

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legalidad constitucional. Legaliza al peronismo para las elecciones legislativas de marzo del ’65. El peronismo participa y gana las elecciones. Entonces, la mayor inconsecuencia de Illia dentro de un ideario democrático, no fue la proscripción del peronismo porque termina permitiendo su participación, sino la proscripción de Perón. La documentación que hay del Ministerio de Relaciones Exteriores de España cuenta datos interesantes sobre la vuelta de Perón a la Argentina. El aborto del intento del regreso del ’64 tradicionalmente se le adjudica a Zavala Ortíz que era canciller. Pero también ocupó un importante papel el ministro de defensa Leopoldo Suárez. Estando parado el avión en Río de Janeiro, Leopoldo Suárez y los secretarios de las tres armas de las Fuerzas Armadas convocan al representante de Iberia en Buenos Aires, y le dicen que ellos no tenían inconvenientes de que Perón retorne al país, pero en la Argentina hay muchos antiperonistas. Desde el momento en que cruza la frontera nosotros no podemos garantizar la seguridad del avión. Claramente lo estaban amenazando con derribar el avión. En esas condiciones, el gerente de Iberia se comunica a Madrid, y en Iberia Madrid le ordenan que el avión regrese a España. Es decir, la historiografía radical partidaria trata de omitir este dato, pero en realidad hubo un fuerte rechazo al retorno de Perón al país, que coincidía con los deseos de Vandor, quien meses antes había paralizado el país con el plan de lucha de la CGT y no fue capaz de hacer un pequeño acto público por el regreso de Perón, no movilizó a nadie.

Muchas veces se la ve a Córdoba como una provincia radical, a pesar de que hoy en día está gobernada por peronistas. ¿Por qué creés que es esto? Como evidencia empírica, el 2001 desarticuló el radicalismo en casi todas las provincias, pero en Córdoba no sucedió, siguió manteniendo su estructura territorial; aún en los pueblos más pequeños hay un comité radical. Es decir que como identidad colectiva sigue siendo un dato relevante, que tiene un piso electoral del 20%, y posiblemente sí tenga que ver con una cuestión de tradición, que tenga que ver con Sabattini, con Illia, pero en la actualidad solamente captura el voto fiel. Pero desde el 2001 aparece como impotente para capturar el voto de opinión.

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XIII Jornadas de Historia: Los golpes militares en Argentina

Presentación de Liliana de Riz. En primer lugar quiero decir que estoy muy contenta de poder compartir esta reflexión con ustedes y de haber asistido a estas jornadas porque me parece imprescindible partir de un enfoque histórico que permita situar el análisis político en un contexto, en el clima de ideas de una época y en el significado que las acciones tuvieron para los actores en el momento en que se estaban realizando esas intervenciones. Hemos escuchado análisis muy ricos que evitan la tentación del reduccionismo y los anacronismos. Con ese telón de fondo, quiero comenzar con una mirada de conjunto a la etapa que comienza en los años 30 y llega hasta el presente, para tratar de comprender la singularidad del sistema político argentino; las continuidades que, más allá de las rupturas, definen sus características. Sin duda, el rasgo que destaca la singularidad de la Argentina en la región es la inestabilidad institucional recurrente. En 1930, un golpe marca el inicio de intervenciones militares suceRegistro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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sivas. Pero el golpe de 1930, que aquí analizara en profundidad Luciano De Privitellio, me parece un punto de partida clave para entender lo que sigue después. Entonces llega a su fin la bonanza sostenida y el país carecía de un diagnóstico claro de su lugar en el mundo y de su futuro, como el que supo tener entre mediados del siglo XIX y 1930. Una dirigencia conservadora ávida de usar en su beneficio la extraordinaria riqueza de la Argentina vio desplazado su lugar en el sistema político. El golpe militar vino a mostrar la resistencia de esa dirigencia a aceptar los resultados de una ley electoral que abrió las puertas del sistema político a los sectores populares. A partir de entonces, será una constante de la vida política argentina el hecho de que cuando los resultados no se ajustan a los intereses de los poderosos de turno, las leyes se suspenden, se ignoran, se manipulan. Ese antecedente de quiebra institucional del 30 deja una marca que no va a ser simplemente la de un episodio singular, ya que será un modo de intervención política que va a tener larga vida. Un pueblo siguiendo a los golpistas, un golpe que tuvo éxito nadie sabe muy bien cómo, un presidente de un gobierno ya desprestigiado que utilizaba los mismos procedimientos que criticaba; un presidente plebiscitado con una idea unanimista del todo social homogéneo que no tolera la pluralidad, son elementos que habrán de reiterarse. La idea movimientista, la religión cívica que fue el yrigoyenismo, será una constante en la política argentina. Pero más allá del conjunto complejo de factores que coadyuvaron a este desenlace de un golpe exitoso, remedo de un carnaval en la descripción que hiciera Roberto Arlt, yo quiero insistir en la relación de los poderosos con la ley, en este caso, con los resultados de la Ley Sáenz Peña que va a conformar un sistema político. Este rasgo está en la raíz de las dificultades para construir un sistema de partidos. Cuando no se respeta la legitimidad de las partes, y cada partido se identifica con la nación, con el Estado y con el pueblo, no hay criterios compartidos sobre cómo disentir. No hay la necesaria concordia discors y los resultados pueden no ser acatados. Desde esta perspectiva, no existe la posibilidad de definir un rol para la oposición ya que como la mayoría encarna al pueblo, la oposición no tiene razón de ser. Si no existe derecho a la oposición, la única manera que encontraron entonces de oponerse fue la de una oposición desleal, es decir, combatiendo por medios no

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políticos, echando mano al poder de fuego de las Fuerzas Armadas. La politización de ámbitos no partidarios fue el corolario. Las FFAA pasaron a ser un actor clave del sistema político. Sensibles a los argumentos morales, al contraste entre el bien y al mal como categorías de conocimiento, se autodefinieron como la reserva moral de la nación cuya la misión era ser la tutela del poder político. A partir de 1930 asumirán las que denominaron “tareas patrióticas”, es decir, tareas administrativas y técnicas en el aparato estatal que facilitaron las posteriores intervenciones. La idea de que las FFAA están para salvaguardar la Constitución y que los golpes en la Argentina se hacen para restaurar la democracia que los malos gobiernos traicionan, echó raíces en la dirigencia política y en la sociedad. Este es un rasgo singular que hay que subrayar y que instaura el golpe del 30. Pablo Gerchunoff seguramente nos dará la clave de lectura del proceso como consecuencia de una gran crisis económica internacional y por lo tanto de una transformación económica y social en curso que va a cambiar a la Argentina y va a poner sobre el tapete, como en el resto de la región, la cuestión social. El expediente del fraude sistemático, o el “fraude patriótico” como se denominara entonces, es la respuesta a un sistema político abierto en el cual no pueden ganar los poderosos de turno. La amenaza de los frentes populares, de nuevos actores que presionan por ser reconocidos socialmente en el reparto de la riqueza y en el reconocimiento de sus derechos, alimenta el golpe de 1943; una dictadura que nos ha descrito muy bien Samuel Amaral en estas jornadas como una dictadura que se sucede a sí misma y que restablece los mecanismos electorales para la sucesión que va a protagonizar el general Perón. El problema entonces era qué hacer con el mundo del trabajo, cómo enfrentar la cuestión social y la respuesta fue la legitimación de la vía autoritaria para el progreso social. Perón cambió los términos del conflicto y ya no será la oposición democracia versus totalitarismo, sino justicia social versus injusticia la que organice los conflictos. Los doce años que van desde 1943 hasta 1955 y se cierran con el derrocamiento del peronismo por un nuevo golpe militar, son años de acumulación de los odios de muchos. Con el fin del período de industrialización sustitutiva, con la economía en problemas y la tercera guerra mundial que no llegó, estallaron los conflictos. En clave autoritaria, el movimiento nacional y popular no Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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sólo dividió a la sociedad sino que atravesó a las FFAA. En franco contraste con México, el nacionalismo se escindió del liberalismo. El golpe del 55 va a abrir un largo período hasta el regreso del peronismo en 1973, en el cual no hubo fórmula política estable para resolver el problema de la sucesión que quedó abierto con el derrocamiento del peronismo. En 1958 Frondizi redefinió los términos del principal dilema y éste pasó a ser desarrollo versus atraso, pero la cuestión peronista – en particular, el triunfo de Framini en la provincia de Buenos Aires - bloqueó la continuidad de un presidente vigilado por los militares y asediado por los reiterados planteamientos que le hicieron. Con los votos prestados por el peronismo y emprendiendo la modernización en medio del clima de la guerra fría, en una sociedad que no esperaba nada de los partidos políticos y depositaba sus esperanzas en las FFA, el desenlace no tardó en producirse con un nuevo golpe. El interregno 1958-1963 es además, el de la lucha armada entre facciones militares. Como bien lo describe Tulio Halperín, es ciertamente asombroso en la Argentina la dramatización de los matices políticos, la exacerbada discordia facciosa al extremo del ejercicio de la violencia. El derrocamiento del peronismo en 1955 con bombardeos a blancos civiles y fusilamientos, había inaugurado el ejercicio de la violencia que se habrá de legitimar como método político ya antes de llegar a 1976. Con las FFAA escindidas en torno la respuesta para el problema abierto por el derrocamiento del peronismo y con el peronismo proscrito, el gobierno de Illia fue percibido como el resultado de una legalidad falaz por amplios sectores de la sociedad. En el clima de ideas de la época, no había nada peor que la decadencia, y para esta percepción, Illia se movía como una tortuga, era demasiado pausado para alcanzar la anhelada modernización del país. El golpe de 1966 se había discutido abiertamente y para la mayoría de los argentinos era un hecho inevitable. Las clases medias, engrosadas por nuevos contingentes, fruto de la modernización técnica y cultural iniciada por Frondizi, se hicieron eco del diagnóstico de ineficiencia del gobierno impuesto por una propaganda masiva. La crítica generalizada a los partidos y a la democracia electoral, acusados de no representar a los factores reales de poder de la sociedad argentina, las presiones del sindicalismo y la resistencia del mundo de las grandes empresas sellaron su suerte. No habría “despegue” se creía entonces, sin una conducción centralizada y eficiente. La política como neRegistro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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gociación pacífica de los conflictos y transformación gradual de la economía y de la sociedad por la vía de reformas, chocaba con una visión de la modernización como un proceso para cuyo logro todos los medios eran válidos. Los militares pudieron aparecer como una solución menos temible que la decadencia y el caos a los que la sociedad se creía condenada. El golpe que en 1966 inauguró la denominada Revolución Argentina surgió en el nuevo contexto signado por la doctrina de la Seguridad Nacional dentro de las fronteras y la acción de la Alianza para el Progreso. Se impuso la creencia en que la gobernabilidad de estos países dependía del despegue económico que hiciera posible la teoría de los tres tiempos- el económico, el social y finalmente, el tiempo político. En nombre de la buena sociedad democrática que habrían de edificar, los militares se hicieron eco de dos mitos cuya genealogía decimonónica precisó Halperín en Una nación para el desierto argentino. La creencia en que Argentina ha sido beneficiada por la providencia y está condenada a ser una potencia y la idea de que con el control del timón del Estado se puede volver a fundar el país para convertir su potencia en acto. Por lo tanto, si el país no “despega” es porque los gobiernos no saben conducirlo, pero las FFAA se dicen preparadas para tal misión. En la década que va de 1966 a 1976, los militares modificaron el diagnóstico que inspirara a la Revolución Argentina. El retorno del peronismo y la espiral de violencia que envolvió a la sociedad impulsó la idea de que el desarrollo económico no era ya una condición suficiente. Se trataba de una sociedad a la que los militares consideraban enferma y que debían sanear; había que hacer una operación de “cirugía mayor” porque entendían que el problema eran las ideas y no sólo las armas y ambas eran igualmente peligrosas. Comenzó entonces otra historia, la del terrorismo estatal a la que se lanzaron convencidos de que el terror pondría fin a los males de la sociedad argentina. Ellos mismos se debatieron en la lucha por el control del poder desde un Estado al que no pudieron dar ni unidad de propósito ni de acción, capturado como estaba por los intereses en pugna. Los golpes militares fueron el resultado de conspiraciones cívico-militares. En 1958 cayó Frondizi para alegría de muchos radicales y en el 1966 cayeron los radicales para alegría de los Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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frondicistas. Los golpes se hicieron entre conjurados de las FFAA y dirigentes de partidos políticos. Los partidos se ocupaban de tener a sus amigos coroneles y muchos golpes se hacían contando con militares para neutralizar a otros militares. La utopía de la Argentina ordenada gracias a los garantes omnipresentes del orden político descansó en la creencia arraigada en la sociedad de que el conflicto es lo opuesto al orden, Sin embargo, es el orden lo que hace posible que haya conflictos y la violencia, la que lo derrumba. Una dictadura de terror como fue la instaurada con el golpe de 1976 no logró cumplir con su ideario de “democracia gobernada” que pusiera fin a una sociedad pendular y facciosa. El excelente libro reciente de Alain Rouquié -Las democracias a la sombra de la dictadura- examina las democracias de la región ala luz de los legados que dejaron los militarismos. En el caso particular de nuestra transición a la democracia y de la democracia que cumplirá tres décadas, pienso que la sombra del poder militar describe bien sus comienzos. Una transición no negociada en la que el primer gobierno de la democracia vivió bajo la amenaza militar- cuatro asonadas militares en tres años. Raúl Alfonsín llevó a cabo el juicio a las Juntas, pero pagó el precio del desencanto que produjeron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Menem enfrentó la revuelta carapintada, otorgó indultos e inventó una misión nueva para las FFAA: las misiones de paz en el exterior. Este ejército al que le quitaron el servicio militar obligatorio ya no es el ejército de masas, no tiene nada que ver con los orígenes de Ricchieri y de Roca; es un ejército mal equipado, mal remunerado, muy descontento, que no cuenta ni con recursos ni política de defensa. Y la política de control civil, que es la política de derechos humanos que se iniciara en el gobierno de Alfonsín es insuficiente para definir una política de Estado que de respuesta al interrogante sobre la función de las FFAA. Con el telón de fondo de una historia de inestabilidad institucional y la continuidad de instituciones débiles, la recurrencia de una concepción de la democracia de mayoría por la cual el que gobierna decide y el que está en la oposición se va a su casa a esperar las próximas elecciones, bloquea toda alternativa de negociar políticas públicas de manera consensuada. Por otra parte, persisten los casos recientes y no tan recientes de cómo se manipulan las leyes ya sea porque se dejan de cumplir o se suspenden. No obstante, hemos dejado atrás las épocas de los golpes y Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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hubo soluciones paraconstitucionales y parlamentarias a las sucesivas crisis vividas, sea la renuncia anticipada de Raúl Alfonsín en 1989, sea la sucesión de cinco presidentes en 2001-2002. Sin embargo, inquieta profundamente que así como se recae en una concepción de la democracia para la que la voluntad popular cobra vida en la personalidad de un líder y no hay lugar para el pluralismo, recobre vida la peregrina idea de unas FFAA al servicio de un proyecto nacional y popular. En democracia, las FFAA están al servicio de la nación y bajo la autoridad del presidente que es el Comandante en Jefe. Por lo tanto, adaptarlas a ese esquema democrático es todavía una tarea pendiente si alguien que hoy está al frente de las FFAA se atreve a decir que están al servicio de un proyecto nacional y popular, que en este caso es el proyecto del gobierno de turno. Mi preocupación es que aunque los golpes militares sean un problema del pasado, la sombra de sus intervenciones no se ha borrado del horizonte.

La inestabilidad del sistema partidario, la fragmentación, la dificultad de armar amplios consensos y la carencia de visiones estratégicas siguen aun sin encontrar respuestas. No quiero concluir estas reflexiones sin recordar que cuando uno consulta la Revista de Ciencia Política creada a propósito del Centenario y dirigida por Rivarola, asombra que los temas que hoy nos preocupan- el hiperpresidencialismo, la discusión sobre el parlamentarismo, los problemas de los sistemas electorales y de la democracia representativa de partidos ineficaces, están ya analizados en sus páginas. Insisto en que me han parecido muy útiles estas jornadas, he aprendido mucho y no creo que podamos entender el funcionamiento del sistema político y de los actores políticos, sin un enfoque histórico que nos muestre aquello que permanece y aquello que cambia, porque creo que ha permanecido mucho más de lo que a muchos de nosotros nos gustaría. Ésta es una sociedad que se agita en la superficie pero cambia poco en las placas más profundas. Muchas gracias.

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Presentación de Pablo Gerchunoff.

Los organizadores de estas Jornadas creyeron que había que hablar de economía, lo cual me coloca en una situación complicada porque no sé qué hay que decir de economía sobre todo esto, yo creo que ya se dijo prácticamente todo. (Alieto es testigo de época). Yo estaba mirando los temas que tratamos, es decir, los episodios que tratamos, y me preguntaba tres cosas sobre ellos; me voy a atener, es decir, voy a ser disciplinado y voy a hablar de economía. Me preguntaba tres cosas sobre ellos. La primera es en qué contexto cada uno. La segunda es cuál era la coyuntura económica en el momento del golpe, pero como coyuntura de corto plazo, ¿se trataba de una dinámica caótica o era algún tipo de desequilibrio administrable? Digo desequilibrio porque obviamente no vamos a pensar que en alguno de esos casos todo andaba maravillosamente bien, aunque yo estoy tentado de decir que en algunos de ellos andábamos bastante bien. Y la tercera es si los que arman todo el barullo y hacen el golpe tienen alguna visión sobre el progreso del país, es decir, una cosa más de largo plazo. Y me encuentro con lo siguiente, que el episodio del ’30 y el episodio del ’43, para la Argentina particularmente -por supuesto eso ocurriría en muchos otros lugares-, se dan en el marco de la depresión y la guerra, en un sentido muy amplio. De los comienzos de la Depresión, en el caso del golpe de septiembre del ’30, no tan comienzos de la Depresión, algo que para un caso como el de la Argentina venía desde mediados del ’28; y de la guerra en el segundo caso, quiero decir, en el caso del ’43. Depresión y guerra. Mi impresión es una mirada ex post, dicho así, porque la verdad es que ni aquellos que estaban siendo desplazados ni los jóvenes oficiales que estaban llegando en ese momento, digo el día 6 de septiembre, ni tampoco sus jefes, tenían la menor idea de hacia dónde iba e mundo. Sabían que estaba habiendo un lío, un lío económico, pero mucho después le vamos a poner a eso el nombre de “Gran Depresión” y vamos a saber una cosa más, vamos a saber que eso es el fin de un régimen económico. Pero cuidado porque nosotros cuando decimos el fin de un régimen económico -esto me lo enseñaron los historiadores- cuidado con ponerlo el día 6 de septiembre, o el día anterior, o el día siguiente, porque la verdad lo que se sabía es que estaba ocurriendo una calamidad. Yrigoyen sabía, porque alguien se lo informaba, que los precios del trigo estaban bajando, que los capitales Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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se estaban yendo, que la tasa de interés estaba aumentando, en una economía extraordinariamente abierta y que por lo tanto sufría muy duramente una situación de ese tipo. Y lo interesante –lo interesante en todo caso para abonar la idea de que el golpe de Estado tiene… hay que enriquecer la idea de por qué fue el golpe de Estado con elementos que no vienen de la economía- es que, la verdad es que la reacción de Yrigoyen fue notablemente interesante; hay un artículo que se publicó en Desarrollo Económico de un muchacho que se llama Martín Campos sobre el punto que quiero hacer, que es el hecho de que Yrigoyen cierra la Caja de Conversión, quiero decir, elimina los canales de funcionamiento del patrón oro en diciembre del ’29, esto es, muy temprano. Ex post cualquiera diría es lo que había que hacer. Bueno, Yrigoyen lo hace muy temprano. Lo hace tan temprano que Argentina termina siendo, según algunos cálculos que nosotros alguna vez con Lucas hemos tomado, el país con mayor cantidad de oro per cápita del mundo. Y vaya que los que siguieron, digo el golpe primero y después el gobierno de Agustín P. Justo también, vaya que hicieron uso de eso. Digo, se pagó deuda externa, no se declaró el default en buena medida por ello; Argentina es el único país, ya hablando durante el gobierno militar y el gobierno de Agustín P. Justo, durante la década del ’30, no declaró el default; pagó la deuda religiosamente. Y además, ese oro también sirvió más tarde para el salvataje del sistema financiero; y ni que hablar que también sirvió para financiar al propio sector público durante los años ’30. Quiere decir que hay una decisión del “viejo inútil”, que estaba en un momento ya “mentalmente agónico”, hay una decisión que es totalmente crucial para entender lo que viene después. Y cuando llega septiembre de 1930 ciertamente que la economía es una economía deteriorada, una economía que tiene problemas, pero yo no diría que es una economía que tiene problemas particularmente más graves que muchos de sus vecinos, y que muchos otros países del mundo, y que muchos países mucho más desarrollados también. La picardía, sí, consistía, desde el punto de vista de la cooperación del golpe del ’30, que, yo miraba los diarios de la época, para el momento de la caída de Yrigoyen; miraba La Nación, miraba La Prensa, Época, pero también Libertad, qué sé yo, los socialistas independientes, todos. Una cosa interesante es que a nadie se le ocurre decir que estamos en una crisis mundial. La idea es que todo lo que está ocurriendo en la Argentina es producto de errores propios. Cristina se queja todo el tiempo de esto; vivimos una crisis y no nos comprenden. El único tema aquí es que ni siquiera Yrigoyen tenía idea de cuál era el tipo de criRegistro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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sis que se estaba viviendo. Y por eso mismo, la otra cosa que quiero decir sobre ese proceso, -yo decía, el contexto, la coyuntura y la visión del progreso argentino que eventualmente puede tener el grupo militar que se hace cargo- . Yo digo, no tenían la menor idea. Lo que viene después es un proceso de “aprender haciendo”, que desde el punto de vista macroeconómico termina recién a fines de 1933 con la tecnocracia ilustrada de Pinedo y de Prebisch, y con el régimen de control de cambios sofisticado y corregido que ponen en marcha en ese momento, y con los permisos previos de importación que juegan un rol muy importante, todo bienvenido. Todo bienvenido porque hacía falta. No siempre hacen falta; a veces uno mira esos instrumentos y resulta que no siempre hacen falta; cuando no hacen falta uno, los llaman anacrónicos. En este caso no estamos hablando de herramientas anacrónicas. De modo que Yrigoyen se fue en un golpe militar que se parece a un… carnaval, era? Que se parece a un carnaval, decía ayer Luciano de Privitellio. Que se parece a un carnaval, en donde muy pocos tienen idea de lo que vendrá, así como muy pocos tienen idea de las repercusiones institucionales y políticas de largo plazo. No se les puede pedir a Yrigoyen y a los radicales de la época que tengan ideas claras. Ayer Luciano decía, “alguna vez usted vio un radical con alguna idea?” Un poco fuerte realmente. Porque finalmente se trataba de Yrigoyen, se trataba de un movimiento nacional y popular. Los movimientos nacionales y populares no tienen por qué tener una idea sistemática. Como Groucho Marx, “yo tengo esta idea; si no le gusta, tengo otra”. Yo tengo Perón, y si no le gusta, tengo Menem; y si no le gusta, tengo Kirchner. [risas] Y entendamos que el radicalismo, y en eso sí que coincido totalmente con Luciano, el radicalismo de esa época era un poco PAN, bastante PAN, bastante Partido Autonomista Nacional, y bastante lo que vendrá, bastante peronismo, no? De modo que… ¿saben qué? El problema en todo caso con el radicalismo es cuando, después, el que se fue a Sevilla, perdió su silla, y le quitan el lugar del movimiento nacional y popular, y se convierte en un partido demócrata liberal, nunca termina de asumir que es un partido demócrata liberal. La nostalgia de ser la expresión de lo nacional y popular es una nostalgia que llega hasta ahora. Colgar el retrato de Alvear en la sede de la Unión Cívica Radical es una operación difícil [risas] Y ahí sí uno puede pedirle al radicalismo, bueno, ahora sí, si sos un partido demócrata liberal y te das cuenta de ello, hacete cargo, es decir, tené algunas ideas básicas y coherentes. Pero en el momento en que se va Yrigoyen no le pidamos eso. Perdón Luciano, no está acá. No le pidamos eso porque eso que se Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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va es otra cosa. El unicato, el mismo término que se había usado para Juárez Celman, es otra cosa. Entonces es un drama muy enredado el de este primer golpe. Un contexto internacional que cambia; una crisis como tantas otras –me refiero a la coyuntura- y un futuro del cual no tenemos la menor idea. El golpe del ’43 me parece que es un poco distinto. Primero, debo creer que es un poco distinto porque conozco casi nada, pero alguna cosa creo que sí puedo decir del golpe del ’43. Y lo que puedo decir del golpe del ’43 es que, independientemente de que el personal económico que usa sigue siendo el mismo de antes, porque Santamarina en el Ministerio de Hacienda, y en Banco Central intocado. Hablo del golpe, me entienden? No hablo del peronismo. Hablo de los años ’43 y ’44. El Banco Central intocado; Bosch en la presidencia; Uriburu en la vicepresidencia; el representante del Poder Ejecutivo es el mismo. Independientemente de eso, yo lo que creo es que ahí hay, uno, sin duda alguna, una completa disonancia entre el golpe y la coyuntura económica. No pasaba nada. No pasaba nada; eran en todo caso los avatares de la guerra; la Argentina exportaba demasiado para lo poco que podía importar y su desesperación, a diferencia de lo que vendrá más tarde, es que no podía importar, y por tanto, le sobraban las divisas, y no sabía si esas divisas le iban a servir en el futuro, y esas eran las inquietudes. La inquietud en todo caso era, me empiezan a sobrar divisas. Y cuando alguien dice en todo caso me empiezan a sobrar divisas, obviamente la arquitectura que se arma es “quiero gastarlas”. Y en qué la van a gastar los militares? Y los militares que ahora sí tienen claro lo que el ’30 significó. El ’30 significó la autonomía de la nación. Esto es, en términos económicos, la industrialización autarquizante. El GOU tiene eso en la cabeza. Me contaba Alieto antes de que él mismo hiciera su intervención, que los ingenieros militares nunca manejan, o llegan a la jefatura o la comandancia de la fuerza, [Intervención del público: “Salvo Galtieri”; contesta PG: “Bueh, casi nunca llegan…”] pero que son gente de mucho prestigio que da ideas, y la idea es efectivamente la industrialización autarquizante, en una coyuntura en donde no es obvio que todo el mundo tiene que estar pensando lo mismo. El golpe del ’43 se produce un tiempo después de que Pinedo tuviera la extraordinaria idea de viajar a Río de Janeiro y proponerle al gobierno brasileño la Unión Aduanera del Sur, esto es, ¿qué buscaba Pinedo? Escala para la industria. Pero si estaba buscando escala para la industria, iba a

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tener que negociar con los brasileños, y negociar con los brasileños significaba una cosa muy dramática para un militar argentino. Significaba que nuestra siderurgia no iba a ser nuestra; iba a ser la siderurgia de Vargas. Y si iba a ser la siderurgia de Vargas, entonces eso ya hacía ruido con la visión que ahora sí ya estaba formando en el aparato militar: la visión nacionalista, industrialista y autarquizante que se estaba formando en el aparato militar. Y mucho más después, quiero decir, ’43, ’44, allí comienza el debate sobre qué va a ser después de la guerra. Y las ideas de que después de la guerra –porque Unión Aduanera del Sur forma parte del famoso Plan Pinedo, no? Lean el artículo de Juan Llach al respecto, muy interesante-. Lo que va a aparecer después es una cosa que tiene que inquietar a muchos de estos militares. Va a aparecer la idea de “¿y por qué no vamos por el camino de la especialización?”, “¿por qué no vamos hacia –no mucho, moderadamente- una economía un poco más abierta?”. Bueno, eso se clausura. No quiero entrar en detalles porque ya sería entrar en detalles sobre el gobierno peronista y no es ese el punto. Pero que en el gobierno militar está este gesto sobre qué quiere decir progreso económico, industrialismo nacionalista y autarquizante, eso a mí me parece que está claro; y está claro en documentos del GOU que uno puede conocer. El tercer golpe, el cuarto y el quinto, y cuando digo el quinto, hago énfasis en eso porque yo creo que en una de esas, no estoy muy seguro de que Liliana esté de acuerdo con lo que voy a decir del quinto, pero en todo caso después lo charlamos… El tercer golpe, el cuarto y el quinto son desde el punto de vista del contexto –primer punto, el contexto- los treinta años gloriosos. Son, si se quiere, no la guerra, sino la paz –llamo paz a la Guerra Fría-, por lo tanto el comercio que renace, porque la primera víctima de la guerra no es la verdad sino el comercio, o en todo caso, simultáneos. Digo, no la guerra, sino la paz y además un progreso económico que parece indefinido, un crecimiento como pocas veces vio la humanidad en su historia, si alguna vez vio un progreso económico de este tipo, y además muy difundido fuera de la experiencia del socialismo real que es otra historia económica. Entonces yo digo, eso es el eje que vertebra todo lo que va a ocurrir desde entonces. ¿Qué es el golpe del ’55? Porque, a ver, desde el punto de vista del contexto hay un cambio, pero atención: Perón ya vio ese cambio. Hasta hace poco yo estaba convencido de que lo había visto en 1952, porque entre otras cosas en 1952 Eisenhower cambia la

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doctrina y dice “los viejos nazis no me importan nada”. No quiero decir que Perón era nazi pero para los norteamericanos podía ser que sí. “Los viejos nazis no me importan nada, lo que me importan es que sean anticomunistas”. Y resulta que Perón era anticomunista y encajaba. Viene Milton Eisenhower en 1953 y Perón lo recibe con una Ley de Inversiones Extranjeras. Y lo recibe además con un plan de ordenamiento, de estabilización y desarrollo –uso la palabra-, estabilización y desarrollo, que va a tener un problema, enseguida vamos a ir al problema. Hace poco se me ocurre que eso no puede ocurrir en el ’52 sino en el ’49; por lo menos Perón empezó a darse cuenta de que había problemas en 1949. Patética coincidencia si se quiere, porque 1949 es el año de la reforma constitucional. Constitución nueva que va a hacer prácticamente imposible las reformas que en ese mismo momento comienza a pensar. Si él está pensando “me sobregiré” desde el ’46, en el ’49 ya piensa que algo debe cambiar. Pero no que algo coyunturalmente debe cambiar, si no que está pensando en lo que uno hoy llamaría una crisis de desarrollo. “Ya no puedo seguir por el mismo camino”. Perón pensaba que ya no podía seguir por el mismo camino. Y digo que Perón comienza esto pero con una restricción y es que para llevar adelante el cambio era muy difícil no lesionar los intereses de corto plazo de su masa de votantes. Esto es, para hacerlo era muy probable que tuviera que bajar el salario real. Era muy probable que ese ajuste estructural llevara a una situación distinta. Era el fin en todo caso de una industria que demandaba tanto trabajo, lo que los economistas llamamos una industria trabajointensiva. Para los años cincuenta y pico cada vez menos; para los años sesenta ya mucho menos todavía. Entonces Perón instala un problema que no puede resolver. Después va a caer en un escenario –segundo puntode corto plazo, ¿qué tenemos que decir de eso? La economía estaba creciendo; la inflación había bajado desde el ’52; estaba creciendo desde el ’54, ’55, nada muy extraordinario; para los parámetros argentinos, nada muy extraordinario, y no quiero hablar del futuro; para los parámetros del propio peronismo, una inflación muy moderada. Yo lo he escrito hace muchos años, Perón no cayó por una coyuntura crítica, por una dinámica caótica, por un desequilibro no administrable. No es así, no es así. Así que busquemos en las iglesias, en las quemas de las iglesias, en donde quieran, pero desde mi punto de vista, no busquemos en la economía. Y tampoco busquemos en los golpistas del ’55 una visión para operar en términos de qué quiere decir progreso argentino, no porque no la tuvieran -no estoy seguro- sino porque ese golpe militar se autolimitó muy seveRegistro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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ramente. Dijo claramente “vamos a elecciones” y el problema económico, si existe algo que yo puedo llamar “crisis de desarrollo”, “lo resolverá el que viene, pero no lo voy a resolver yo”, “no voy a ser yo”, dice Aramburu. Es tanta la debilidad que se autoimpone en ese aspecto que, a ver, para ilustrarlo, primero, un gobierno que tiene una Junta Consultiva ya está diciendo que se define como gobierno débil. Segundo, un gobierno que tiene dieciséis ministerios… bueno, está bien, uno puede decir que la fragmentación de los ministerios puede ser la decisión de un presidente fuerte. No es el caso; ahí es una autolimitación. Dieciséis ministerios, ocho de ellos del área económica: tres ministros de Hacienda, uno de Finanzas, uno de Industria. El de Industria, de paso, se llamaba Álvaro Alsogaray y era el vocero del proteccionismo porque por algo era el Ministro de Industria, vocero de un proteccionismo que nunca abandonó; tengan en cuenta eso; Alsogaray, que después va a participar de otros eventos, Alsogaray es muchas cosas en cuestión fiscal, gasto público, impuesto, pero de ninguna manera un liberal en términos de apertura o cierre de la economía, más proteccionismo, menos proteccionismo. Cuento rápidamente que una vez yo tuve que compartir una mesa con él sobre la industria automotriz en la Argentina; estaba convocado por ADEFA; yo presenté mi papel; él presentó su papel; mi papel desapareció; nunca dijeron que existía; nunca lo publicaron. El papel de Alsogaray fue publicado porque era un himno a los mecanismos protectivos de la industria automotriz; y esto hace relativamente poco – a mi edad uno dice relativamente poco a cosas que ocurrieron hace veinte años- [Risas] ¿Qué quiero decir? Lo que hizo Aramburu es poner pausa en una discusión que Perón ya había abierto, y después termina, y sigue la película: aparece Frondizi. Ganó Frondizi. Yo no sé qué hubiera pasado si ganaba otro; yo creo que si ganaba otro, no creo que el rumbo hubiera sido tan distinto en materia económica, o si no hubiera sido distinto, hubiera sido parecido al de Frondizi un poco más tarde. Frondizi –ahí sí me quiero detener un poquito porque marca la historia de los dos siguientes golpes militares- es una cosa extraordinaria, por eso mi papá lo quería tanto [Risas] Tenemos muchos papás que lo querían mucho. Era modernización en un contexto proteccionista, porque eso no cambió nada; Frondizi siguió siendo un hombre de la economía semicerrada, como Alsogaray, como Perón, a ver, era eso que se llama consensos de época, bueno, llamémoslo así, un poco rimbombantemente, consenso de época. Y Frondizi tiene eso, el desarrollo en un contexto proteccionista; nuevas industrial para lo cual necesita capital extranjero (en eso es meRegistro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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nos autarquizante, es decir, necesita de la inversión extranjera) y esto quiero subrayarlo, en un contexto democrático. Modernización y democracia, lo que le gustaba a mi papá: juntar modernización y democracia. El hecho de que no hayamos discutido el golpe –el golpe, lo quiero llamar así- del 62’-’63, a mí me parece que es una pérdida para este seminario, pérdida que ocurrió simplemente porque tampoco se pueden tratar todos los temas; no tenemos tiempo para tratar todos los temas. Pero ese golpe es el final de la ilusión, de la ilusión desarrollo-democracia. Profundización de la industrialización y democracia. Entonces, yo no sé cómo meter a Illia acá; como ella metió a Illia acá, yo voy a decir, “entonces vino Illia”… así como yo dije recién, Frondizi pudo haber llegado más tarde, Illia llegó en ese momento y me parece que la visión del progreso que estaba presente ahí, no era la de Illia. Lo cual facilitó mucho –esto lo dijo Liliana hace un ratito- el golpe militar del ’66 porque ahí, mirándolo desde la economía, es un golpe que no tiene ningún sentido desde el punto de vista de los desequilibrios del corto plazo. Pero sí, de nuevo, tiene inflación, tiene inflación creciente. Podía hacer un plan de estabilización; hasta los radicales hacen planes de estabilización, me consta, participé de catorce de ellos [Risas] Pero alguien entonces se va a tener que hacer cargo de lo otro, que es de la visión del progreso. Y la visión del progreso es hagamos desarrollismo –aquí coincido totalmente con lo que dijo Liliana-, hagamos desarrollo industrial, profundicemos el desarrollo industrial, capital intensivo con inversión extranjera, con estabilidad social, con paz social, reprimiendo un poco… moderadamente [Risas], suspendiendo a los sindicatos, pero fíjense cómo. A ver, devalúo fuerte y pongo retenciones pero compensatorias del total de la devaluación. Hago una devaluación y al campo no le di nada en el primer momento y después gradualmente le voy dando de a poquito. Eso fue lo que hizo un señor muy ilustrado, muy cepalino y muy sofisticado que se llamó KriegerVasena, que ya había participado de la revolución del ’55. No es lo único que ocurre en los sesenta, pero es un nudo muy crítico. No quiero entrar porque si no sería contar toda la historia, en por qué fracasa todo eso, y por qué se va al diablo y por qué vuelve el peronismo; quizás haya razones más bien políticas para entender esto. A lo que sí quiero ir es a lo siguiente. Dije hace unos pocos minutitos que el eje vertebrador desde el punto de vista del contexto internacional era los treinta años. El último golpe militar que se trató en estas jornadas es el golpe del ’76. Yo quiero hablar muy poco del golpe del ’76 porque a la altura de mi vida me parece que es el presente y yo me Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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dediqué a la historia económica por cobardía frente al presente, entonces no voy a hablar. Solamente quiero decir una cosa de ese golpe militar, una cosa que sí me parece que es interesante. Es como cuando alguien toca la puerta y quiere entrar cuando la fiesta está terminando. Quiero decir que el golpe militar del ’76 fuera de la barbarie, fuera de la sangre, fuera de lo que se habló hace un ratito nomás, es el canto del cisne del desarrollismo. Estoy hablando del golpe; no estoy hablando de lo que pasó en el ‘79-’80. Estoy hablando del golpe. Yo los invito a ustedes a los que tengan ganas, a repasar y leer con atención el discurso del 2 de abril de 1976 de Martínez de Hoz. Martínez de Hoz es por otra parte, sí un hombre de campo, pero un hombre de Acindar, y un demócrata cristiano, a quien, si no entiendo mal, le pidieron que tenga cuidado con el desempleo. Pero ese discurso tiene todo el sabor del discurso de Frondizi de enero del ’59. Es un plan de estabilización y desarrollo, en medio de una violencia brutal y con algo que podía… porque la pregunta que uno se hace -y con esto voy terminando- es ¿y por qué repito la historia? ¿Por qué si me salió mal antes ahora ocurre que vuelvo a intentar algo que parece lo mismo que lo del ’66 diez años después? Es que yo creo que la visión ahí es la siguiente. Como decía Perón, no, perdón, como decía Aricó [Risas], el peronismo es una vaca en la vía… A ver, en la visión de los militares, lo que estaba pasando ahí es que Perón se había muerto. ¿Y muerto el perro se acabó la rabia? No; había otra rabia muy fuerte dando vueltas. Pero si ese gobierno podía disciplinar, aplastar la rabia, y armar la arquitectura de la disciplina de la que habló tan brillantemente Adolfo Canitrot en dos artículos, entonces aquello que nos salió mal en el ’66, nos puede salir bien en el ’76. Se ataron mal los cordones de los zapatos; no supieron gestionar la herencia, aquí sí, de desequilibrio macroeconómico muy fuerte que dejó el gobierno peronista, a pesar de las mentes brillantes que hubo en un momento cerca del final. Y no lo supieron hacer. Y al no saber hacerlo, se enredaron en una gestión macroeconómica que junto con los vientos de cambio que venían del mundo los llevó a algo que lo miramos desde lejos y creemos que es el rasgo distintivo en los inicios del golpe. Y no lo es. ¿A qué me estoy refiriendo? Me estoy refiriendo a la reforma estructural, que son términos de fin del período; son términos del ’79 en adelante. Quiere decir, ¿apertura económica? ¿Apertura a los mercados de capitales? ¿Privatizaciones? Yo diría bastante moderadamente empiezan a aparecer. Aún en ese contexto, la apertura económica que ensaya Martínez de Hoz es una apertura económica que, vista en perspectiva, es muy moderada, muy Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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gradual. Lo que pasa es que en medio de la apreciación cambiaria que ocurrió, producto de la mala gestión en el proceso macroeconómico, todo termina en un desastre. El desastre es el fin de mi cuento.

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El Departamento Nacional del Trabajo durante los 15 años previos a Perón. ¿Una espada de papel? Valentín Golzman Introducción “Los obreros están siempre dispuestos a concertarse para elevar los salarios, y los patrones para rebajarlos”. “…Aun en el caso de que los obreros desarrollen […] una acción concertada y defensiva […] pocas veces sacan fruto alguno […] por no tener medios de subsistencia”. “Los patrones […] jamás dejan de reclamar la asistencia de las autoridades…”. (Smith 65-66).

Esta investigación interroga sobre la relación de los obreros industriales y de la construcción con el Estado, entre los años 1928 y 1943. El entramado de la relación trabajadores-Estado es vasto. Abarca –entre otras- áreas tales como salud, educación, vivienda, trabajo y leyes obreras. Indagaré en dos de ellas: el control policial de la protesta de los trabajadores y la actividad del Departamento Nacional del Trabajo, colocando el foco en este último espacio. Durante los 15 años bajo análisis se produjo el recambio presidencial Alvear-Yrigoyen, tuvo lugar la crisis económica mundial de los treinta que afectó severamente los niveles de ocupación, los militares dieron su primer golpe militar logrando restaurar –fraude y exclusión mediante- el manejo del Estado por parte de los grupos económicos más conservadores. Hacia la mitad de la década tuvo lugar una importante reactivación económica y paralelamente a ella los conflictos gremiales por demandas no resueltas movilizaron significativas masas de trabajadores. La concentración fabril ya tenía gran magnitud: casi los dos tercios de los obreros industriales y de la construcción desarrollaban su actividad en el ámbito de la Capital. El control y la represión policial de la protesta obrera durante los años treinta –junto al accionar de bandas de civiles armados- cuenta con una amplia bibliografía: Hernán Camarero, Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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Louise Doyon, Silvia Sigal, Hiroshi Matsushita, Joel Horowitz, Sandra McGee Deutsch y Juan Carlos Torre –entre otros- han abordado el tema desde diferentes enfoques. La legislación que cubría la cuestión obrera escasamente llegaba a completar la docena de leyes. Dos de las más importantes –la de accidentes de trabajo y la de vacaciones e indemnización por despido- estaban redactadas y reglamentadas de tal forma que para lograr su aplicación los trabajadores debían litigar, en la mayor parte de los casos, ante los tribunales de justicia. La aplicación del cuerpo legal dependió entonces de la interpretación de cada juez. Paralelamente, se incrementó la politización de las luchas obreras, especialmente a partir de la llegada de los comunistas a la dirección de buena parte de los gremios industriales. El análisis de las respuestas del DNT frente a los conflictos laborales se constituyó en el eje de la investigación. A medida que esta avanzaba se visibilizaba su lábil gestión, la permanente presencia-ausencia del organismo en la tramitación de los conflictos. La información reunida convergió en señalar que dicha política se correspondía con los intereses de los grupos dominantes de la economía, en especial los de la industria y los de la construcción. Las diversas interpretaciones acerca del accionar del organismo conforman un amplio abanico. Distintos historiadores coinciden en destacar –al igual que la CGT y que los propios Directores del DNT- la ineficacia operativa del organismo a lo largo de sus treinta años de actividad. Confieso cierto inconformismo ante la poca profundidad con que se han examinado hasta hoy las motivaciones que llevaron a la creación del organismo. El DNT requiere un análisis conceptual más preciso que el realizado hasta el presente. La claridad acerca de los objetivos y del rol jugado por el DNT –y por ende del Estado- tiene relevancia en nuestros días, en tanto intentamos profundizar y comprender no sólo la relación trabajadores-Estado sino la propia historia de la clase obrera y su situación actual. No está de más aclarar que para nada se pretendió aquí agotar este tema; sólo se ha intentado aproximar elementos al debate. Las fuentes primarias que alimentaron esta investigación fueron, esencialmente:

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1).- Boletín de la CGT y CGT, Periódico semanal, publicados entre 1932 y 1943. Fueron consultados más de 400 ejemplares de dicha publicación, que reflejan un número parcial pero sustantivo de las demandas presentadas por diversos gremios a sus patronales y al Estado. 2).- Boletín Informativo del DNT. Se consultaron más de 100 ejemplares de dicha publicación, correspondientes a los publicados entre 1928 y 1943. Los mismos registran en detalle el accionar y el pensamiento del Estado en relación a la lucha de clases durante el período.

Hemos eludido avanzar aquí –ya que requiere de una investigación particular- sobre el análisis de una cuestión que aún continúa abierta: ¿hubo continuidad o ruptura entre el DNT y la Secretaría de Trabajo y Previsión surgida luego de 1944? Anticipamos que a nuestro criterio existen fundamentos para concluir que si bien hubo cierta continuidad administrativa, lo determinante fue la ruptura social y política.

PRIMERA PARTE: la “cuestión obrera” I a).- ¿Qué demandaban los obreros en los treinta? “La […] industria aglomera en un solo punto una multitud de gente, desconocidos unos de otros […] el sostenimiento del salario, ese interés común que tienen contra su patrono, los reúne en un mismo pensamiento de resistencia…” (Marx).

Comencemos visualizando algunas de las demandas y de las luchas de los obreros por mejorar su calidad de vida y de trabajo. Si hubiésemos de resumirlas veríamos que giraron en torno a dos grupos: a).- Mejoras salariales (en ciertos casos salario mínimo, en muchos otros un incremento porcentual); mejores condiciones de trabajo; mayor seguridad en la ejecución de las tareas; contra los despidos; por equivalencia salarial para el trabajo de la mujer; por el cumplimiento de la duración de la jornada laboral; por la provisión de herramientas (especialmente carpinteros y albañiles); contra rebajas salariales; en oposición al trabajo a destajo.

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b).- Reconocimiento de sus delegados y del sindicato.; mejor trato por parte de jefes y capataces; reincorporación de despedidos; contra la persecución policial a trabajadores en conflicto; por la eliminación de Legión Cívica Argentina y del resto de las organizaciones armadas afines; por mayor efectividad y poder de decisión del DNT. I b).- ¿Cómo demandaban los trabajadores? ¿Qué respuestas recibían? ¿Por qué iban a la huelga? Hacia fines de la década del ´20, las relaciones de producción capitalistas que se fueron conformando en Argentina desde el último tercio del siglo XIX estaban plenamente desarrolladas. Acompañaron la expansión de la producción industrial. El proceso de crecimiento y modernización industrial, realizado en apenas unas décadas, amén de productos, generó cientos de miles de asalariados. Éstos ya tenían en los treinta importantes experiencias en la lucha por la concreción de sus demandas. Sus peticiones destacaban solidaridad de clase y en muchos casos superaban la mera mejora salarial. Claramente, el conjunto de hombres que en 1930 actuaba en la esfera del capitalismo industrial argentino lo hacía enlazado por condiciones de existencia y por relaciones de producción totalmente definidas. La división de clases, en las ciudades industrializadas del litoral, era nítida: unos eran patrones y otros obreros. Dominantes y subalternos conocían y jugaban concientemente sus roles, en una sociedad en la que esas dos clases antagónicas, eran ya las más importantes del país, social y económicamente. La industria, a mediados de los años treinta, ya ocupaba más de 800.000 trabajadores, o sea más del doble de los 380.000 de 1914. El pensamiento liberal continuaba sosteniendo que las huelgas y la sindicalización eran generadas por la difusión de las ideas socialistas y constituían un innecesario instrumento de perturbación. No obstante, en los treinta hacía ya tiempo que las huelgas se habían transformado en la forma habitual de dirimir intereses de clase. La respuesta a los interrogantes que encabezan este punto surge de los minuciosos análisis que la CGT y la División de Estadística del DNT realizaron sobre las huelgas que tuvieron lugar en la Capital Federal. Tomemos a título de ejemplo –que puede generalizarse para todo el período- el relato que realizó el Departamento sobre los conflictos ocurridos en el segundo seRegistro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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mestre de 1928 (BIDNT enero 1929 2621-2628). El mismo señala que en el referido semestre se iniciaron en la Capital Federal 66 huelgas que afectaron a 23.988 operarios. El DNT realizó una breve crónica de cada una de esas huelgas, indicando “…la fecha de iniciación y terminación […] personal afectado, causa que lo motivó […] y resultado obtenido” (BIDNT enero 1929 2624). Del relato de los 66 conflictos que registra el DNT, surgen tres cuestiones: 1).- Uno de cada cuatro conflictos tuvo como causa la solidaridad con compañeros despedidos. 2).- Sólo uno de cada cuatro conflictos tuvo resultado positivo, sea éste pleno o parcial. En el 73% de los casos los trabajadores retornaron al trabajo sin obtener lo solicitado, y en casi la mitad de los casos la respuesta patronal fue el despido de todos o parte de los huelguistas. 3).- La rapidez y aparente facilidad con que las patronales conseguían reemplazar al personal despedido, aun en el caso de trabajadores con oficio.7 Algo que importa destacar es la calidad de los petitorios obreros. Contenían detalles sobre las exigencias salariales por categoría y por tipo de trabajo. Sastres y costureras solían exigir buena luz y condiciones de higiene adecuadas en baños y lugares de trabajo. Se destacan los petitorios del gremio de la construcción que incluían una serie de medidas de seguridad para trabajos en altura. I c).- Trabajo a destajo

A comienzos de 1929 el DNT realizó una encuesta recabando opinión acerca de la modalidad de trabajo a destajo. La misma abarcó a patronales y a gremios y arrojó el siguiente resultado: 7

Sabemos de la existencia de agencias privadas de colocaciones y que la organización patronal Asociación del Trabajo acercaba personal temporario a empresas cuyos trabajadores estaban en huelga. También que el Registro Nacional de Colocaciones del DNT tenía una nómina de obreros desocupados que solicitaban trabajo y, paralelamente, de patrones que los requerían.

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“…el trabajo a destajo es mirado con prevención por los gremios obreros quienes abogan por su eliminación como una condición de mejoramiento de la clase obrera”. “En cuanto a los patrones, por lo general […] propician francamente este medio por resultarles más cómodo y de mayor economía”. El mismo “…trae aparejado una serie de males: exige al obrero el máximun de rendimiento, es vehículo generador de la tuberculosis y otras enfermedades agotadoras del organismo y, a la larga, debilita la raza afectando a la prole” (BIDNT Nº 131).

El DNT enfatizó la gran difusión que tenía dicha modalidad de trabajo. No obstante, pese a la claridad y detalle con que expuso los “graves inconvenientes” de ese sistema, pese a que señaló a los beneficiados y a los perjudicados por esa forma de operar, el trabajo a destajo continuó gozando de buena salud en muchos sectores de la industria. La buena voluntad y la claridad objetiva de algunos de sus presidentes chocaron invariablemente con la falta de poder del Departamento para imponer sus conocimientos e ideas.

I d).- 1930: irrumpe la CGT En 1930, año del golpe militar, se constituyó la primera CGT.8Uriburu permitió su existencia, pero limitó severamente su actividad; persiguió brutalmente y encarceló a los obreros de los sindicatos dirigidos por anarquistas y comunistas. El grueso de estos últimos se agrupó en el Comité de Unidad Sindical Clasista [CUCS]. En muchos casos estos trabajadores siguieron movilizándose en torno a sus reivindicaciones, pese a la represión uriburista. Las condiciones políticas en que se desenvolvían las huelgas eran difíciles, ya que el gobierno de Justo vivió buena parte de su mandato presidencial bajo el estado de sitio. Hernán Camarero señala que al final del tercer año de recesión “…la caída de los salarios nominales alcanzó un 20%” (Camarero 156).

8

La CGT agrupó en ese momento unos 400 sindicatos, de los cuales unos 260 eran seccionales de la Unión Ferroviaria y de trabajadores del Estado totalizando unos 150.000 trabajadores. La Confederación de Empleados de Comercio, los dos gremios ferroviarios, la Asociación de Trabajadores del Estado, la Unión Tranviarios y la Unión Obreros y Empleados Municipales eran sus principales integrantes. El resto eran pequeñas agrupaciones de trabajadores.

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Hacia 1934 la economía, en buena medida, ya se había recuperado; la desocupación disminuyó, aunque aun era importante. Pero los productores quedaron fuera de los beneficios del nuevo proceso de acumulación. En 1935, la CGT planteó al Congreso Nacional la necesidad de leyes que contemplaran un programa mínimo. Este incluía: vacaciones anuales pagas, salario mínimo, seguro nacional de desempleo, salud, vejez y accidentes de trabajo, y una política de viviendas públicas. Ninguno de estos puntos se concretó. Cabe agregar que la mayoría de las patronales se negaba a negociar con los sindicatos.

I e).- La vía represiva: represores legales y “borders” A comienzos de la primera década del siglo XX el “problema obrero” no parecía aun alarmar a la elite dirigente. Hasta la exitosa huelga general de 1902 que desquició la vida de la ciudad, los grupos anarquistas preocupaban más como terroristas que como parte del “problema obrero”. A partir de allí surgen las primeras leyes represivas: en 1902 la ley Nº 4.144, llamada “de Residencia”. Ocho años después, en 1910, la ley Nº 7.029, de Defensa Nacional. La represión de la protesta y de la huelga obrera fue calibrada y ejecutada – hasta el golpe militar de Uriburu- por decisiones y criterios de las policías. En ocasiones –entre ellas destacan las huelgas de los peones de la Patagonia (1921) y la de los trabajadores metalúrgicos de Vasena (1919, Semana Trágica)- actuaron junto a la policía el ejército y grupos de civiles, armados y sostenidos por organismos del Estado, en especial la Liga Patriótica Argentina. Ésta fue el instrumento de choque de la agrupación de grandes empresarios que se nominó Asociación del Trabajo.9 Entre las misiones prioritarias de la Asociación se contaban las de brindar custodia armada y acercar trabajadores temporarios a las empresas que tenían obreros en huelga.

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La Asociación del Trabajo se creó en 1919, como supuesta reacción –entre otras cosas- a actitudes populistas del presidente Yrigoyen, que habían generado desconfianza en el poder económico sobre su capacidad y/o voluntad de controlar el movimiento obrero. La integraban, entre otras, representantes de la Sociedad Rural Argentina, de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, el Centro de Exportadores de Cereales, la CompañíaItalo Argentina de Electricidad y las compañías británicas de ferrocarriles.

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Tulio HalperínDonghi dice de la Liga Patriótica que ésta nació para dar permanencia a los grupos represores paraestatales que surgieron en ocasión de la Semana Trágica. Que sus miembros recibieron ejercitación en cuarteles del ejército, por parte de oficiales y que “…tenían una identificación apasionada tanto con las instituciones armadas como con las policiales” (HalperínDonghi 136). En resumen, que hacia comienzos de los ´30 ya era posible escribir una atrapante historia, plena de tensiones y luchas, sobre la represión a los movimientos sociales y en especial a la clase trabajadora. Tras el golpe militar y hasta finales del gobierno de Castillo, a los métodos represivos habituales se sumaron prolongados períodos con estado de sitio, Ley Marcial, deportaciones, confinamientos en Ushuaia, fusilamientos, torturas a cargo de la Sección Especial de Represión al Comunismo [ente de la Policía Federal, a cargo de Leopoldo Lugones hijo]. “…el movimiento obrero asociado al PC y a los anarquistas fue sometido a un disciplinamiento marcial. El anarquismo sufrió en esa época [la dictadura de Uriburu] una persecución devastadora. Desde los primeros meses de la dictadura una veintena de sus militantes más radicalizados […] fueron fusilados o muertos” (Camarero 161). El aparato represor culminó con la creación, desde el Estado, de la “legalizada” Legión Cívica Argentina, uno de los grupos armados paralelos a la policía que más violencia ejerció sobre los trabajadores durante los años treinta.

SEGUNDA PARTE: El Departamento Nacional del Trabajo II a).- ¿Palabras al viento? El DNT se autoevalúa. Coincidencias con la mirada de los trabajadores Durante los conflictos fabriles ocurridos durante los 15 años previos al peronismo, el Estado se mantuvo desdibujado; intervino esporádicamente, vía DNT o ministro del Interior y tomó escasas iniciativas mediadoras o en la línea de regular el mercado de trabajo. Esta ausencia, en la práctica, implicó una manera implícita de intervención, ya que de esa forma el poder patronal portones adentro de las empresas apenas se sintió rozado. Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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Por pedido de obreros en conflicto o por propia iniciativa, en ocasiones el DNT citó para mediar a los empresarios. Éstos no siempre concurrieron y el Departamento no tuvo poder siquiera para obligarlos a comparecer. Resultó interesante comprobar que las reiteradas críticas a las debilidades de gestión y a la impotencia para accionar del DNT se originaron no sólo en la CGT y en los gremios. También surgieron del propio riñón del organismo. En la Memoria elevada por el presidente del DNT al ministro del Interior, Elpidio González, en el año 1928 se destaca la necesidad de sancionar “…la ley de las asociaciones gremiales que está pendiente de aprobación definitiva en el Congreso Nacional, especialmente si esa ley se llegare a completar con otras que instituyan la conciliación y el arbitraje, como igualmente la creación del fuero especial reclamado…” (BIDNT Nº 136 2786 y siguientes). Distintos presidentes del DNT solicitaron –a través de los años y en muchas ocasionescambios de fondo en la ley (Nº 8.999), de creación del organismo. Tras realizar agudos análisis de situación, se refirieron no sólo a la carencia de leyes laborales acordes a las transformaciones que se estaban produciendo en el sector industrial sino, y muy especialmente, a las limitaciones estructurales del propio organismo. El 3 de abril de 1939, veintisiete años después de sancionada la ley que creó el DNT, su presidente, el Dr. Emilio Pellet Lastra, produjo un informe dirigido al Ministro del Interior, Dr. Diógenes Taboada, en el que le reiteraba solicitudes ya realizadas por anteriores presidentes, tales como: “Los tribunales de trabajo; el arbitraje obligatorio; la imposición oficial para el cumplimiento de los convenios a que lleguen las partes desavenidas; las reglas de procedimiento adecuadas para tratar los conflictos; […] son resortes de gobierno imprescindibles […] para tornar útil y efectiva la intervención del Estado, en caso necesario”. (BIDNT mayo-junio-julio 1939 5246-7, énfasis mío).

En un informe posterior Pellet Lastra insiste y precisa que en el Departamento “…se estudiaron las bases de anteproyectos de ley sobre asociaciones profesionales, convenios colectivos y solu-

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ciones de conflictos del trabajo, proponiendo procedimientos adecuados de conciliación y arbitraje” (BIDNT Nº 223/4/5 5). No hay noticia de dichos anteproyectos hayan tomado cuerpo de ley, hasta después de 1943. Mirada la cuestión desde el ángulo obrero y en coincidencia con las críticas que realizaron los presidentes del DNT en lo que hacía a las debilidades estructurales del organismo, la CGT señaló en 1933 que “El DNT tiene una función muy importante que llenar […] para ello necesita tener un presidente recto, tener amplias atribuciones y los medios materiales necesarios […] y los gobiernos interesarse porque las leyes que él reglamente se apliquen estrictamente” (BCGT Nº 19). En 1939, en un editorial de su Boletín, la CGT reitera su opinión respecto a los alcances de la acción del DNT. Señala allí que: “[…] no se desconoce que esa repartición carece de medios compulsivos para hacer cumplir sus decisiones una vez que las toma…” (BCGT Nº 253, énfasis mío). Al mes siguiente, mostrando por un lado la conciente necesidad y por otro la usual búsqueda de los trabajadores de apoyo estatal a sus demandas, otro editorial, esta vez más enérgico, insistió sobre lo inocuo y estéril de la labor del DNT: “…en estos últimos tiempos el Departamento Nacional del Trabajo se resiente de falta de decisión. A este respecto recordamos la huelga de 48.000 obreros albañiles… [de] 1936, que detuvo la construcción durante 75 días” (BCGT Nº 254). La capacidad de maniobra del DNT para enfrentar los conflictos del trabajo ha sido analizada aquí en paralelo desde dos ángulos asimétricos. Tanto los trabajadores agrupados en la CGT como los presidentes del organismo estatal han coincidido, con sus más y sus menos, en señalar la existencia de trabas estructurales insalvables en las atribuciones conferidas al Departamento en la ley fundacional. Dichas trabas, en momentos de alta conflictividad como fueron los años treinta, bloquearon el accionar del Departamento independientemente de la mayor o menor eficiencia y voluntad de sus autoridades.

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II b).- Un Departamento Nacional del Trabajo ¿Por qué? ¿Para qué? Como ya se ha expresado, la exitosa huelga general de 1902 expuso ante algunos sectores del poder económico y de la dirigencia política la necesidad de cambiar el enfoque y el manejo de la cuestión obrera. La sola represión e ignorar la problemática social ya no era funcional. La cuestión obrera había adquirido entidad propia; emergía en su enorme magnitud, ya era insoslayable. La creación en 1913 del Departamento Nacional de Trabajo apareció, desde la visión del poder, como parte de una respuesta. Su articulado y reglamentación contienen solo dos artículos que remiten a las formas en que deberá intervenir el nuevo ente ante conflictos suscitados por demandas obreras no resueltas: Artículo 6°, donde se establece que el Presidente del DNT “… mediará en los conflictos entre capital y trabajo…”. Artículo 7°, donde se establece que “El presidente, cuando lo requieran los conflictos entre capital y trabajo convocará y presidirá Consejos de Trabajo, compuestos en cada caso con igual número de patrones y obreros” (BIDNT: Recopilación de leyes, s/fecha 3-8). La ley y su reglamentación no agregaron ni explicitaron ninguna otra función al nuevo ente. No le otorgaron ningún poder operativo, ningún “imperium”. El Presidente del DNT podía mediar en los conflictos entre capital y trabajo, por iniciativa propia siempre que lo aceptaran las partes, o tratar de mediar cuando alguna de las partes en conflicto se lo requiriese. Pero –y eso fue lo que ocurrió en la práctica- no había nada en la ley ni en su reglamentación que obligase a las partes a aceptar su mediación. Tampoco se obligaba a las partes a cumplir con los términos de la mediación acordada, aun en el caso de que hubiesen aceptado al Departamento como mediador.10

10

Las limitaciones de espacio de este trabajo impiden incluir la casuística detallada de la forma en intervino el DNT en los conflictos laborales durante los 15 años bajo análisis. La misma puede consultarse en mi tesis de maestría (Golzman 2010). . Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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Esas carencias de la ley marcaron sin remedio la impotencia del Departamento durante sus tres décadas de vida. Se había generado una espada de papel y se la había lanzado a las lides de los conflictos de clase. En la práctica, el DNT centró la esencia de su actividad en informarse e informar a los ministros del Interior acerca los avatares del movimiento obrero: tomaba nota de las huelgas declaradas o a producirse; de la confección de petitorios obreros a presentar a las patronales; sobre asambleas de trabajadores, precisando hora, día, cantidad de concurrentes y decisiones tomadas; uniones gremiales en marcha; divisiones internas de los sindicatos; sus afinidades con partidos políticos; formación de piquetes de huelga, con los nombres de sus integrantes, etc. También confeccionaba detalladas estadísticas sobre la vida obrera, el costo de alquiler de las viviendas y las variaciones del costo de vida de los trabajadores. Desde sus inicios, el DNT estuvo marcado por la crucial incongruencia entre una conflictiva realidad que le exigía un firme posicionamiento ejecutivo –tal y como actuó luego de 1946 la Secretaría de Trabajo y Previsión- y las carencias estructurales que se lo impedían. Con el correr de los años esta situación lo llevó a ser –como lo calificó Juan Carlos Torre- un mero y “… oscuro organismo” (Torre 67). Las características limitantes de la ley 8.999 difícilmente puedan atribuirse al desconocimiento de lo que ocurría en la sociedad o a la insolvencia técnica y/o jurídica de los legisladores que la dictaron; menos aún a la del Ejecutivo que la promulgó. No es aventurado entonces sostener que dicha ley expresó la voluntad de generar un organismo que tuviese precisamente las características que tuvo el DNT. Se generó un ente que si bien se involucró en el mundo del trabajo continuó dejando librado al solo mercado las relaciones capital-trabajo.Pese a las reiteradas y persistentes solicitudes de mayor poder decisorio que –con los sólidos argumentos que surgían de una realidad insoslayable- elevaron los sucesivos presidentes del Departamento a los ministros de Interior y al Congreso, no hubo cambios en las atribuciones del organismo. Nunca se modificó la esencia del esquema legal que maniataba al Departamento.

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Retornamos a los interrogantes: ¿Por qué y con qué fines un DNT? Es de nuestro interés proponer la hipótesis de que con la creación del DNT se buscó generar una vía legal de comunicación de los obreros con el Estado, a la cual pudieran éstos dirigirse –como efectivamente ocurrió en muchos casos- en busca de ayuda para dirimir sus conflictos con las patronales. Para los trabajadores, el recurrir al DNT fue también el intento de evitar la inmediata represión policial a los movimientos de protesta. Pero en la práctica concreta ofrecer a los trabajadores la posibilidad de intervenir para encauzar los conflictos sin poder a continuación influir positivamente sobre su decurso, ni obligar a cumplir lo acordado, devino en una forma de auxiliar a las patronales a mantener su poder de decisión dentro de las fábricas. Otra hipótesis, complementaria de la anterior, es que el DNT, al transformarse en un minucioso conocedor y evaluador de lo que ocurría en el mundo obrero, estaba en condiciones de transmitir al Ministerio del Interior -y eso fue lo que durante treinta años acaeció- la información que éste necesitaba para justipreciar, prevenir, enfrentar y/o controlar policialmente las acciones de los trabajadores y de sus agrupaciones. Esta segunda hipótesis comienza a corporizarse a partir de la lectura de algunos de los informes que a través de los años elevaron los presidentes del DNT a los sucesivos ministros del Interior. A título de ejemplo acerco, en forma puntual y muy resumida, uno de dichos informes: “Durante el mes de mayo [1929] el movimiento general obrero fue observado y registrado en el DNT con arreglo a las informaciones y antecedentes que suministraron los Inspectores destacados en la Capital y con las impresiones y datos directos, tomados por esta Presidencia” (BIDNT Nº 135 2780, énfasis mío).

Bajo el título “Síntesis histórica de los principales conflictos ocurridos en 1934” el DNT incluyó informes del siguiente tenor: “Huelga de yeseros: “El día 20 [octubre] en el local de la calle México 2070 se realizó una asamblea general, siendo las 18,30 horas, y ante una concurrencia de unas 260 personas…se mocionó en el sentido de que la propuesta patronal fuera rechazada de plano por considerarla inaceptable…prevaleció el criterio favorable a la declaración de la huelga general…y se formó la comisión de huelga, formada por 8 delegados”.

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El informe del DNT continuó exponiendo detalles sobre las diversas huelgas y sobre la formación de piquetes para vigilar su efectividad. Continuó informando en detalle los pormenores del desarrollo de los conflictos, su parcialización frente a la aceptación por parte de algunos patrones del pliego de condiciones, y culminó describiendo la forma en que éstas concluían. En ninguno de dichos conflictos tuvo intervención mediadora el DNT. No obstante lo cual su información al Ministro los registra en sus más mínimos detalles (BIDNT Nº julio-agosto-setiembre 1935 4346). Llegados a 1942, el presidente del Departamento resume, en su Memoria Anual, la información enviada durante los 12 meses de 1941 al ministro del Interior, Dr. Culaciati. Dice así: “Se ha considerado especialmente la orientación de los sindicatos y el número de sus afiliados”. “Las investigaciones en este rubro se encaminan a la determinación de la frecuencia e intensidad de los movimientos huelguísticos” (BIDNT Nº 235/7 y Memoria DNT 1941 12-13). Todas estas indagaciones fueron recogidas y emitidas por un organismo que, a través de los años, se quejó ante los ministros del Interior por la falta de recursos económicos en la que se desenvolvía. Esto derivaba –explicaban los presidentes del DNT- en escasez de personal para cumplir los cometidos que le imponía su ley fundacional. La escasez de recursos no obstó para que sus inspectores estuviesen presentes en los espacios físicos y tuviesen el tiempo necesario para recoger y brindar la información que permitió al Ejecutivo conocer en detalle los movimientos gremiales.

A modo de (inconclusas) conclusiones El DNT se presentaba ante la sociedad de los treinta como el organismo estatal habilitado para intervenir en la conciliación de los conflictos del trabajo. En su accionar, proclamaba objetividad. Se asumía a sí mismo como equilibrador de los avatares del mercado de trabajo; por ende, como un organismo colocado por encima de los intereses de las clases en conflicto. Entiendo

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–e intenté demostrarlo en estas páginas – que sus intervenciones en los conflictos estuvieron bien alejados de dichos parámetros. La falta de poder del DNT, su incapacidad estructural y legal para regular los mecanismos del mercado de trabajo, obedeció a decisiones de los sectores de las elites económicas que detentaban el poder real, no sólo durante el período bajo estudio, sino también al momento de la creación del organismo.Las patronales de los distintos sectores de la economía tenían la convicción –por cierto acertada- de que la intervención en el mercado de trabajo por parte del Estado menguaría no sólo sus utilidades sino también su poder dentro de la empresa. A través del estudio del desempeño del DNT fue posible evaluar una de las formas en que el Estado respondió a aquellos intereses. La tarea decididamente primordial del DNT quedó reducida, en los hechos, a brindar detallada y precisa información al Poder Ejecutivo acerca del acontecer en el movimiento sindical y en el mundo obrero. Mes a mes el presidente del DNT trasladaba al Ministerio del Interior información sobre cuestiones tales como huelgas declaradas o a punto de producirse; confección de petitorios a presentar a las patronales; asambleas realizadas [con indicación de hora, día, cantidad de concurrentes y decisiones tomadas]; formación de piquetes de huelga [con la nómina de sus componentes], etc. Año tras año, los sistemáticos y minuciosos informes se constituyeron en una herramienta de inestimable valor para conocer e intentar contener, orientar y/o controlar el accionar de los trabajadores. No es vano en este punto tener presente que de ese mismo ministerio dependían también las fuerzas represoras.

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BIBLIOGRAFÍA Boletines Informativos del Departamento Nacional del Trabajo (BIDNT). - Boletín N° 131, Año XIII, Enero 1929. - Boletín Año XXII, N° 136, junio de 1929. - Boletín Nº mayo-junio-julio de 1939. - Boletín N° 223/4/5, de enero, febrero, marzo de 1941. - Boletín: Recopilación de leyes del trabajo de la República Argentina (sin fecha). - Boletín Año XII, N° 132, de febrero de 1929. - Boletín Informativo del DNT, Año XII, N° 133.

- Boletín Nº 135, del mes de mayo de 1929. - Boletín Julio-agosto-setiembre de 1935. - Boletín N° 223/225, enero febrero marzo de 1941. - Boletín N° 235/7, de Enero-febrero-marzo de 1942.

- Memoria DNT, año 1941. Boletines de la CGT (BCGT) - Boletín de la CGT, N° 19, del 25 de julio de 1933. - CGT Periódico semanal N° 253, del 24 de febrero de 1939. - CGT Periódico semanalNº 254, del 3 de marzo de 1939. Camarero, Hernán: A la conquista de la clase obrera, Los comunistas y el mundo del trabajo en la Argentina. 1920-1935. Buenos Aires, 2007, Siglo XXI. Golzman, Valentin, Cuidado: obreros trabajando, tesis de maestría (no publicada) 2010. Halperín Donghi, Tulio, Vida y muerte de la república verdadera, Villa Ballester, 2005, Ariel. Marx, Carlos: Miseria de la filosofía, Buenos Aires, s/fecha, editorial Actualidad. Smith, Adam: (1776) Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones, FCE, México, 2000. Torre, Juan Carlos: La vieja guardia sindical y Perón, Buenos Aires, 1990, Sudamericana, Instituto Torcuato Di Tella.

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Perfiles Sofia Mantilla

Cuando en el año 2008 me gradué como Licenciada en Economía de la Universidad del CEMA, decidí embarcarme en la Maestría de Historia de UTDT. Volvía así a un campo de estudio que desde chica me había apasionado. Si bien pensaba que me dedicaría a la historia económica, en la materia ‘Delito, Castigo y Justicia en la Historia de América Latina’ de Ricardo Salvatore, tomé contacto con los textos clásicos de la historia social del crimen y del castigo. A raíz de estas lecturas, comencé a preguntarme por los cambios que se produjeron en los métodos punitivos y en las sensibilidades sociales a lo largo del pasado argentino. Estos interrogantes eventualmente me llevaron a definir el campo de investigación. Fue así que en mi tesis, “No creo que me fusilen”, me propuse reconstruir el uso, significado y dramaturgia de la pena de muerte en la ciudad de Buenos Aires bajo la vigencia del Código Penal de 1887-1922. Me atrajo la idea de explorar el complejo entramado de instituciones, actores, discursos, ritos y prácticas que sustentaron su existencia y que condujeron a la abolición de 1922. Los

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estudios existentes, realizados mayormente desde el enfoque jurídico, analizaban la pena capital como un ente aislado de su entorno y soslayaban las grandes transformaciones institucionales, económicas, políticas y demográficas del período. Se desentendían de la praxis de su aplicación y de su profundo poder simbólico en la era del ‘castigo civilizado’. Por eso, tomé el marco de referencia de la teoría performativa y de la historia social y cultural. Además de indagar en los procesos parlamentarios y legales, exploré otros aspectos fascinantes: los casos concretos de condenas a muerte -llevadas a cabo o no-, las ideas penales vigentes y los discursos en torno a la pena capital, las repercusiones de los crímenes y de las ejecuciones en la prensa, y su incidencia en las sensibilidades de la sociedad porteña. En la actualidad, trabajo como Directora del Observatorio de Tecnologías de la Información y la Comunicación del Instituto de Estrategia Internacional (IEI), con la mirada orientada más bien al futuro: realizo investigaciones sobre Internet, redes sociales, comercio electrónico, propiedad intelectual y asuntos de privacidad y protección de datos. Sumado a eso, soy editora de En Cont@cto Hoy, un boletín de noticias diario sobre economía internacional.

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Pablo Scatizza

Mi ingreso a la disciplina fue un tanto tardío, cuando ya tenía 26 años. Al terminar el secundario había decidido estudiar Ingeniería, y así lo hice durante poco más de un lustro, hasta que finalmente me decidí (me animé) a dar el paso y dedicarme a lo que realmente me gustaba. Así, en 1996 comencé la Licenciatura en Historia en la Universidad Nacional del Comahue -en la ciudad de Neuquén en la que vivo- casa que hoy me tiene de docente en esa misma carrera. Desde el principio me interesaron mucho las cuestiones ligadas a la violencia política, sus formas, sus representaciones y su relación con el Estado y la sociedad civil, y en tan sentido la tesis de grado se refirió a las representaciones de la violencia en el diario Río Negro durante el onganiato. Apenas recibido, fue gracias a la insistencia, primero, de mi directora de tesis Leticia Prislei, y luego a la generosidad de Fernando Rocchi quien en nombre de la Universidad Torcuato Di Tella

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me ofreció una beca completa para cursar el Posgrado en Historia, que en el año 2006 comencé el camino de mi doctorado. Mi entusiasmo, recuerdo, fue muy grande. Sabía del prestigio y la seriedad tanto de la universidad en la que acababa de ingresar, como de los profesores que estaba por conocer. Y no me equivoqué. Tres años y medio más tarde terminaría los cursados y los largos y cansadores viajes en colectivo entre Neuquén y Buenos Aires. En el medio, quedaron nuevos amigos, la posibilidad de conocer, conversar y debatir con profesores que sólo conocía por sus libros, un caudal interesante de nuevos saberes y experiencias, y un “millaje” personal para nada envidiable: teniendo en cuenta sólo los dos viajes por mes que hice a la ciudad porteña, en total recorrería poco más de 115.000 kilómetros en colectivo; el equivalente a 9 vueltas al planeta. Finalmente, en julio de 2013 defendí mi tesis doctoral dedicada a analizar la represión en la Norpatagonia, desplegada por el Estado antes y durante a última dictadura militar. El ingreso al mundo de “las sociales” me habilitó desde temprano a desarrollarme en el campo periodístico, y trabajar en diferentes medios regionales de comunicación. Asimismo, tuve la posibilidad de ingresar a comienzos de 2008 en la Fiscalía Federal de Neuquén, para investigar –en tanto historiador- en la causa por delitos de lesa humanidad que dos años antes se había iniciado en la región. Más allá del desafío personal que significó ingresar al sistema judicial y convivir con sus códigos específicos, esta experiencia –que se prolongó durante seis años- se constituyó en sí misma en una oportunidad invalorable para poder reflexionar en torno a la manera en que investigamos como historiadores/as, así como para comparar y sopesar cómo se relacionan metodologías, métodos, técnicas y resultados de nuestro oficio con el trabajo propio que, en este mismo sentido (aunque con objetivos diferentes) se lleva adelante desde la lógica del Derecho Actualmente me encuentro a cargo de la cátedra Teoría de la Historia y del Seminario de Técnicas de investigación histórica, en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue. Además sigo adelante con mis investigaciones relacionadas con los ’60 – ’70, la violencia política y la represión.

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Novedades Jaime Yankelevich. La oportunidad y la audacia. Editorial Capital Intelectual, Colección Paisanos, 2013.

En la historia de los medios de comunicación en la Argentina, el apellido Yankelevich quedó asociado al nacimiento de la televisión. Sin embargo, Jaime Yankelevich es el inventor de la radio comercial en nuestro país. De su inspiración, su trabajo y su audacia nació un nuevo sistema de radiofonía basado en la venta publicitaria que permitió la contratación de grandes artistas nacionales e internacionales, la construcción de una vasta red de comunicación y la ubicación de la radio como parte central de la industria del entretenimiento local. Fue un inmigrante judío, hijo de una familia pobre, con muy poco capital cultural formal, que logró en una década construir las bases de un multimedios, sorteando hábilmente los desafíos económicos y políticos de la década de 1930 y el primer peronismo. Desde un pequeño negocio de venta de cables y aparatos de radio llegó a constituirse en el dueño de la Primera Cadena Argentina del Broadcasting con base en la emisora Radio Belgrano.

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Modelo de emprendedor de los años veinte, la trayectoria comercial y empresarial de Jaime Yankelevich es un ejemplo de éxito en una Argentina que ofrecía múltiples oportunidades, en donde la carrera por el ascenso social era un sueño posible. De su mano, la radiofonía local alcanzó los estándares del exitoso modelo norteamericano y la televisión dio sus primeros pasos. Su impronta es insoslayable de una historia de los medios y de la cultura popular en la Argentina.

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Matthew B. Karush. Cultura de Clase. Radio y cine en la creación de una Argentina dividida (1920-1946)

La obra de Matthew B. Karush, conocida hasta ahora solo entre los especialistas, por fin encuentra –con la presente edición– un canal para difundirse entre los lectores de habla hispana. Finamente argumentado y con una sólida base empírica, en Cultura de clase, el autor pone en cuestión un paradigma largamente dominante en la historiografía del período, articulado en torno al concepto de “sectores populares”, restituyendo a las diferencias de clase un lugar central e insoslayable. Se trata del primer estudio que presenta un análisis integrado de la radio, el cine y los diversos ritmos de la música de consumo popular (tango, jazz, folclore), que hasta ahora habían merecido estudios más bien separados, vinculándolos, además, con expresiones anteriores como el criollismo, el circo y el sainete criollos y con los cambios en la cultura política y en la construcción de la identidad nacional. A esta mirada holística, se añade el enfoque transnacional y Registro de la Propiedad Intelectual. Todos los artículos han sido publicados con autorización del autor.

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comparativo que recorre el trabajo y que se traduce en un aporte particularmente iluminador. Karush retoma aquí su interés por el “populismo” con un audaz estudio de la cultura de masas de la Argentina de entreguerras, argumentando que –a diferencia de otros países– esta no contribuyó a forjar “mitos de unificación nacional”, sino que generó imágenes polarizantes, de fuerte contenido “clasista”. Imágenes que proveyeron mucha de la materia prima discursiva con la que Perón y Evita construyeron su movimiento de masas. De lectura obligada no solo para los entendidos e interesados en la temática, Cultura de clase promete contribuir a una profunda renovación en la historiografía argentina.

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Graduados 2013 Doctorado en Historia Tumni, Evangelina Zweifel, Teresa Scatizza, Pablo De Toro, Ximena Sturm, Beatriz Rayes, Agustina

Maestría en Historia López, Ignacio Mantilla, Sofía Bonafina, Javier

Licenciatura en Historia Canavessi, Pablo Gaviño, Pamela Cavallo, Milagros Frers, Victoria

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Directores del Boletín Pablo Gerchunoff y Andrea Matallana

Secretaria de Redacción: Cecilia Bari Colaboró: Ignacio López

Comité Académico Ezequiel Gallo Fernando Rocchi Ricardo Salvatore Karina Galperín Andrés Reggiani Klaus Gallo Guillermo Ranea Hernán Camarero Gustavo Paz Lucas Llach

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