Entrevista a Marcelo Larraquy

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por Florencia Goldsman

la vida como campo

de batalla El historiador Marcelo Larraquy analiza en Marcados a fuego la matriz de la violencia política en Argentina

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Marcelo Larraquy recuerda el motivo que lo impulsó a escribir la trilogía Marcados a fuego, fue la lectura de un libro sobre el secuestro de Aldo Moro, en el cual la narradora era la dueña de la casa adonde estaba secuestrado. “Ella contaba que a la mañana le daba el desayuno a Moro, después se iba al trabajo y en el colectivo y en su trabajo todos hablaban de él mientras la señora tenía en la casa al personaje más buscado”. Esa relación íntima con la violencia de los sujetos que a través de mínimas o grandiosas acciones se manifiestan ideológicamente y hacen avanzar la historia, fue uno de los disparadores de la trilogía histórica que emprende el historiador. Alem, Yrigoyen, Justo, Perón, Radowitsky son algunos de los protagonistas de esta hermenéutica en la que la historia es interpretada como campo de batalla.

“Este libro trata de reconocer una matriz para que los sucesos no aparezcan descolgados de la historia.”

— ¿Por qué eligió la violencia como matriz de análisis? Creo que este libro trata de reconocer la matriz de la violencia política en la Argentina para que los sucesos no aparezcan como descolgados de la historia. Hay una relación intrínseca entre violencia y política que desemboca en los años 70. Entonces lo que permite ver la investigación es que todos los actores en diferentes niveles participan con distinto grado de responsabilidad y de intensidad de la violencia política. Este libro me ayudó, por otra parte, a descubrir las raíces revolucionarias del radicalismo y su relación con la violencia política, una asociación que no sé si está muy bien trabajada o por lo menos divulgada. — ¿Cómo varía el significado del uso de la violencia a lo largo de la historia? En el caso del radicalismo, el uso de la violencia en varias oportunidades fue después legitimado y tuvo un significado redentor: a favor de la Constitución, a favor de la moralidad pública o de la reparación política. El ejercicio de la violencia fue legitimado en la historia del radicalismo y después cayó en la penumbra porque la ucr ejerció la violencia hasta la década del 30. En el caso del anarquismo, la violencia, que era un problema social, no fue legitimada, buscaba una transformación política y social que terminara con el Estado, de alguna manera, y eso perdió gravitación histórica. El significado del uso de la violencia se escribe según el clima político-cultural del presente. Entonces si ese clima permite cierto reconocimiento o legitimación de aquellos que tomaron las armas para determinado fin, eso va a ir apuntando a favor del uso de la violencia, pero también de la condena porque si leés el diario de la dictadura militar adonde titulan “matan a diez subversivos” en los 70, al común de la sociedad le podía parecer favorable para la Argentina, pero después ese tipo de violencia fue condenada. La historia es un campo de batalla, la reconstrucción, el análisis y la divulgación forman parte de un magma ideológico que varía y va mutando con nuevas investigaciones, pero sobre todo con nuevas políticas del presente. Por ejemplo, sobre los 70 en el comienzo del gobierno de Kirchner había una especie de revalorización de la militancia y ahora, en los últimos años, esa revalorización está suscitando un claroscuro desde otros sectores. — ¿Cuáles son las diferencias o las continuidades respecto de su obra anterior (‘Fuimos Soldados’, ‘López Rega’, ‘Galimberti’)? La narración creo que sigue siendo la misma, en el sentido de que para escribir me tengo que sentir cómodo con el relato. En términos de investigación, éste tiene mucha más rigurosidad académica en tanto lecturas bibliográficas y material de archivo, además del hecho de que no hablé con los protagonistas, cada capítulo tiene más de 30 o 40 libros que leí y que tomé, a partir de ahí hice el abordaje desde la violencia como eje del relato. Es un intento de pensar por qué nos matamos los argentinos, qué razones y motivos encontramos como grupo, o como Estado. Encontré además que cada uno de los actores que participaron de la vida política y social y ejercieron la violencia tenía una lógica determinante para aplicarla. Es decir que no se trata de la violencia como resultado de la locura de un personaje, si no de apreciarla en un contexto político. Analizar cómo se desenvuelve el conflicto social y político que no puede ser resuelto por vías institucionales. Incluso observar la violencia a favor de las instituciones, para reconstruirlas, desde lo discursivo, pero desde la práctica la violencia la ejercieron todos los actores que están involucrados en el libro para eliminar al enemigo.


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“Los que ejercen la violencia no son marginales, son abogados, escritores, poetas, soldados.”

— ¿Encontró algún caso revelador que sobresalga de los demás durante el proceso de investigación? El caso de Radowitsky siempre me impresionó, un joven que llega al país con 17 años y al año siguiente mata al jefe de Policía, Ramón L. Falcón que representaba la formación de un Estado que intentaba reprimir al anarquismo, y trataba de armar un Estado policial en contra de estas manifestaciones sociales y políticas. Lo que cuenta el libro acerca de la década del 30 es el fraude como forma de violencia para impedir la representación electoral del radicalismo. Entre 1890 y 1945 el radicalismo es la fuerza política más importante de la Argentina. Cuando no fue gobierno, fue porque el régimen de la década del 30 era fraudulento o porque era reducida la cuota de votantes, y eso se modifica durante la Ley Sáenz Peña. — ¿Qué pasa hoy con la violencia desde la sociedad civil hacia las instituciones? La sociedad civil intenta no incurrir en la violencia, no hay un grado de organización que permita tender a un reclamo cuya negativa de demanda pueda conducir a la violencia de una manera organizada. Se observa a nivel social ciertos reclamos que pueden terminar en violencia, pero no hay una red organizativa de resistencia al régimen que permita pensar que va a haber una respuesta revolucionaria. Se intenta buscar cambios graduales, ahora si después existe un Estado que concentra la riqueza y excluye a la mayoría de la sociedad, evidentemente la violencia va a ser mucho más latente. — ¿Empezó a trabajar con el libro que sigue? Sí, estoy trabajando en la continuidad que es a partir del 17 de octubre hasta la muerte de Aramburu. Ahí hay otros elementos que se van a ver como la represión que ejerce el peronismo contra estudiantes y opositores. Me interesan especialmente los que torturaron en nombre del peronismo, había gente que prefería que se la reconozca como un torturador y no como un asesino, porque decía que estaba ofreciendo un servicio al Estado como torturador. También la violencia antiperonista, que obviamente se ve con el bombardeo, los fusilamientos y la resistencia. Pero básicamente en este período es la categoría central de la discusión política o sos peronista o no, es esa polaridad. Marcelo Larraquy que además de investigador despuntó como guionista de la serie 9 mm, el primer ciclo de ficción de la tv basado en crímenes políticos argentinos emitido en 2007 por el canal Ciudad Abierta, se detiene en la escenificación de la violencia que aparece en su escritura. La narración reaviva la acción y el lector

observa esa violencia cobrar vida. Así lo define el autor: “En el libro vas viendo la puesta en escena de la violencia a lo largo de un tiempo prolongado en la historia argentina pero hilvanado, hay una continuidad del relato donde ves las detenciones en los sótanos de las penitenciarias, en las comisarías, en la Patagonia”. — A lo largo del libro aparecen personajes violentos con perfiles inesperados… Exacto, los que ejercen la violencia no son marginales, son hombres abogados, escritores, poetas, soldados. Todos ejercen la violencia: un hombre probo, un comerciante de la burguesía ofrece su casa para que sea un despacho de guerra contra los radicales, contra los indios o ves levantarse a la Marina y bombardear una catedral en San Telmo. Después tiene cuestiones también de heroísmo en la que un teniente que levanta a toda su tropa y deja vacía la ciudad se olvida a un soldado y lo va a buscar a caballo en medio del tiroteo. Ese tipo de relatos en los que la violencia contiene también un determinado tipo de belleza o cierto despliegue. Este espíritu de los 70 de dar la vida por una causa también la hicieron los radicales, los anarquistas o aquellos que querían defender el régimen, eso lo más interesante de observar.

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