Entrevista a Baltasar Garsón y Vicente Romero

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por Florencia Goldsman

DESPUÉS DE LO IMPOSIBLE El alma de los verdugos es el título del libro realizado por el juez Baltasar Garzón y el periodista Vicente Romero que contiene entrevistas a las víctimas de los años de la dictadura militar

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El famoso magistrado español Baltasar Garzón, mundialmente conocido y respetado por los pedidos de extradición de Augusto Pinochet y de los repre s o res de la dictadura argentina, junto con el periodista de Vicente Romero, uno de los nombres más destacados del periodismo español, quien entrevistó hace más de 20 años a víctimas y represores, emprendieron juntos el trabajo de compilar todo el material testimonial para realizar un documental que el canal de televisión pública de España (tve) transmitió en abril de 2007. Del conmocionante material que no entró en el documental, nació un libro que sigue revelando emociones acerca de lo vivido por los sobrevivientes de los años de plomo. Las entrevistas echan luz sobre la inmensa violencia que en nombre de una creencia, una ideología o batalla política, y sin acusar arrepentimiento alguno, perpetraron los verdugos, seres humanos como cualquiera de nosotros. Las preguntas, al igual que las heridas, continúan abiertas.

— ¿Se puede comprender el modo de actuar de los verdugos? B. G. / Tendría que contestar con un doble sentido: lo que he visto en aquellos que en mi ámbito profesional han estado frente a mí y, por otro lado, lo que he podido percibir después de hacer el documental y el libro. Pero si quieres la unificación se trata de personas normales que, en un momento determinado, pasan esa línea de contención, esa barrera ética, moral, y se degradan amparados por una situación de represión, de impunidad, de ausencia de límites. Por tanto, dan vida a lo peor del ser humano que existe e históricamente lo hemos comprobado en infinidad de ocasiones.


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Aquí, en la época del proceso militar, en forma incomprensibl e, se desataron todas las tormentas, se abrieron todas las compuertas para dar salida a esa barbarie, que una ve z puesta en marcha, ya no se contuvo, sobre todo porque tenían la sensación y la realidad de impunidad e importaba poco ya qué se hacía, cómo y hasta dónde se hacía, lo cual no quiere decir que no fuera sistemático y perfectamente urdido, p l a n eado y hecho con una finalidad muy concreta, aunque deformada, de buscar una supuesta pureza ideológica social-cristiana, de contradicción y eliminación de aquellos que opinaban distinto y sobre todo de aquellos en el ámbito de la ideología comunista o atea. V. R. / C reo que te encuentras con seres humanos, como cuando te enfrentas a un criminal, a un asesino o a un ladrón, pero en este caso estamos hablando de seres humanos que además mantienen un muro de silencio y hacen muy difícil aproximarse a ellos. Algunos incluso confiesan las consecuencias del ejercicio de la violencia, de esa práctica de lo peor que hay en el ser humano, como decía Baltasar. Pero al final sigue siendo una incógnita, porque aunque se trate de seres humanos normales, con comportamientos delictivos y humanos aberrantes, nos resulta muy difícil poder comprender en defin i t iva, cómo el tipo que ha estado tortura n d o, después de lavarse las manos acaricia a su mujer o a sus hijos, olvidando lo que ha estado haciendo durante todo el día. Más allá de consideraciones políticas el ser humano es a veces un misterio insondable. B. G. / Por otra parte resulta casi incompre n s i ble cómo algunos de ellos carecen del sentimiento de arrepentimiento, siguen comu l ga n d o, siguen recibiendo los sacramentos católicos, sin ningún tipo de recato, siguen recibiendo la absolución, se les permiten esos ritos. Si fuera sacerdote y esas personas vinieran ante mí conociendo los hechos, como se conocen, pues no sé si sería capaz de darles los sacramentos. Es que yo asumo esa responsabilidad también, ese arrepentimiento. Se sigue creyendo que se actuó por inspiración divina y eso es muy grave. Esas son las contradicciones que existen en las mentes de los verdugos. — ¿Se puede comprender esa ruptura de los límites respecto de la integridad del otro? V. R. / Por lo que se sabe o había una mecánica que ayudaba a diluir la responsabilidad, en el sentido de que unos ordenaban las detenciones, otros realizaban las detenciones, otros hacían los interrogatorios, otros tomaban la responsabilidad de quién debía vivir o morir, otros se encargaban de ejecutar esas decisiones, otros se encargaban de eliminar los cadáveres. Era una cadena. B. G. / Una especie de justificación que buscaban, compartimentación de responsabilidades, es decir “yo solamente llevaba agua para limpiar la sala de torturas”, “yo recibía órdenes de trasladar detenidos desde capucha hasta la mesa donde se daba picana”, “yo era el que arreglaba la picana cuando se fundían los plomos de la instalación eléctrica”. De esa forma se buscaba la compartimentación de responsabilidades, “yo no sabía que...” V. R. / La cadena implicaba a todos de manera que cada uno de ellos pensaba que formaba parte de un conjunto, porque no fueron casos aislados, fueron todas las Fuerzas Armadas. Los casos aislados fueron los poquísimos que se negaron a participar y que pagaron por ello.

B. G. / Recordaba esa película de Spencer Tracy sobre los juicios de Nüremberg, cuando el Ministro de Justicia es juzgado y cuando es condenado, pide hablar con el juez y le dice: “lo que quiero que se sepa es que yo no sabía todo lo que estaba pasando”, y el juez le responde: “cuando usted firmó la primera sentencia de muerte comenzó el Holocausto”. ¡Claro que él sabía lo que estaba pasando! Es esa mezcla de mesianismo, de esa compartimentación de responsabilidades, de esa intención clara de autoprotección, de decir “yo no sabía todo lo que estaba sucediendo y por tanto mi responsabilidad es menor”. — Tocan el tema de las relaciones de afecto entre el torturador y el secuestrado ¿a qué responden estos vínculos a primera vista incomprensibles? B. G. / Quizás es el ámbito de Vicente Romero pues lo conoce bien. A mí la re f l exión que se me ocurre es que en una situación de anulación total de la voluntad de las personas, sometidas en condiciones infrahumanas, cualquier acción del captor, el secuestrador, verdugo, desarrolla sobre la víctima, al único que envilece es al que tiene esa posición de dominio o de dominación sobre los demás. Por tanto, en la mente humana en una situación extrema, como en la que se encontraban la víctimas que al final recuperaron su libertad, podía suceder cualquier cosa. En el libro se da cuenta de alguno de esos casos y de que por primera vez ha habido un supuesto reconocimiento físico, una especie de confesión, catarsis hacia el público en general. V. R. / Son muy difíciles de entender y sobre todo para quienes las han vivido, es muy difícil y muy duro de explicarlas, exponerlas. De hech o, ahora mismo hay mu chas mujeres que sufren una violación y no se atreven a denunciarlo. Ha habido un silencio sobre ese trato de intimidad, de intimidad forzada, entre la víctima y el verdugo, y es lógico que no se haya querido hablar de eso. En el rodaje del documental se creó un clima de confianza y de confidencialidad e intimidad, que hizo que algunas de las víctimas hablaran de ese tipo de relaciones, de cómo se habían producido, y con eso se contribuyera a entender una de las partes más oscuras, de las zonas más oscuras del comportamiento de los verdugos. — ¿Hay héroes en esta historia? V. R. / Para mí, los héroes de toda esta historia han sido las víctimas, tanto las que murieron como las que sobrevivieron. Son las que sufrieron en condiciones infrahumanas y después de eso han conseg u ido recuperar su vida, rehacerla, mal, bien o regular, pero en cualquier caso con un esfuerzo espectacular. Hay otros héroes que son las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo que son víctimas también, por tanto para mí son las heroínas. Son las víctimas que recibieron la agresión, y que se defendieron simplemente llevando un pañuelo, yendo de puerta en puerta, y asumiendo críticas y pérdidas de su libertad, mes a mes y día a día y que consiguieron que la historia cambiara, ellos son los auténticos héroes de esta historia. Los villanos sabemos quiénes son. B. G. / Los héroes en el caso de la A rgentina llevan faldas: los héroes han sido mujeres. Los que tenían que ser héroes, que fueron formados para ser héroes, entre los militare s mu chas veces el héroe es el soldado que corre en dirección contraria, se equivoca al huir y avanza, y le acaban poniendo una medalla. En el caso de los que debían ser los héroes, los salvadores de la patria, educados para ser héroes, pesa sobre ellos una vergüenza histórica terrible.

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