Crónica Festival de Mujeres Por la Vida

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Magacín Domingo 18 de agosto de 2012

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CRÓNICA

Sanar heridas exprimiendo el dolor del cuerpo Una obra de teatro, creada a partir de las vivencias de mujeres indígenas guatemaltecas, es una de las actividades de los Festivales Comunitarios por la Voz, la Memoria y la Vida de las Mujeres. También se explora la cosmovisión maya y se ponen en práctica diversas actividades lúdicas para superar el trauma de la violencia sexual y “arreglar los problemas sin balas”. Hay mujeres que ya no temen ser señaladas como locas. Si denunciar una injusticia es ser loca, “pues llámenme loca”, desafían. Encienden candelas e imitan las melodías de los pájaros. Se las arreglan para parir con la ayuda de una comadrona. Identifican con cautela el desdén del cura de su pueblo que más que escuchar sus pecados quiere aprovecharse moral y físicamente de ellas. Esto y más sucede en escena, en una obra de teatro en la que estas mujeres representan rituales del ciclo de la vida. La música en vivo ayuda a crear los ambientes en los que el trabajo, la llegada de los hijos, la violencia sexual y la discriminación completan las páginas de las biografías de las mujeres indígenas del territorio guatemalteco. Como si el hecho de ser diferentes diera derecho al abuso y a la colonización continua de sus cuerpos, sus casas. Entre vasijas, tejidos, maíz y secretos en común, las mujeres enseñan cómo es posible vencer el miedo, el temor y la vergüenza. Esas son las premisas de Los tejidos de mi cuerpo, la obra de teatro de las mujeres de Comalapa, el grupo Ix Saqíl Ik’ y Paula Acevedo, que

ASISTA La obra de teatro Los tejidos de mi cuerpo se presentará en el próximo Festival Comunitario por la Voz, la Memoria y la Vida de las Mujeres, que se desarrollará en Chaculá, el próximo viernes 23 y sábado 24 de agosto. Para obtener más información, comuníquese a amandine.fulchiron@ gmail.com.

se presenta en la serie de Festivales Comunitarios por la Voz, la Memoria y la Vida de las Mujeres. Acevedo, la directora de la obra, cuenta que esta nace a partir de su amistad con la socióloga comalapense Emma Chirix y de la investigación para su libro Los deseos de nuestro cuerpo. Con Berta Chirix, hermana de Emma, armaron un grupo de interesadas en explorar el tema. Indagaron durante meses, por medio de ejercicios de introspección y autoexploración corporal, la historia de cada una, los tabúes de la sexualidad y el erotismo, y cómo estos se manifestaban en sus propios cuerpos. También hablaron sobre sus dolores, emociones y de dónde venían sus tensiones o alegrías. “Muchas veces, esas historias venían de más atrás, de sus familias.

hacia campesinos indígenas. Múltiples peritos y organizaciones de Derechos Humanos han constatado que unas 100 mil mujeres fueron violadas durante el conflicto armado. “Ahora, las mujeres preguntan si en los encuentros va a haber música y baile”, dicen las organizadoras de la ONG Actoras en Cambio y Red Che Cruz. Recuerdan a las mismas mujeres años atrás, más vergonzosas y con dificultades para contar los abusos aún latentes de los años de sangre. Sin embargo, a través del arte, de bailar las angustias, de narrarlas y redescubrir cómo sus ancestros las enseñan a curar y resistir, los festi-

Así se gestó la historia”, relata Acevedo. Superados los desafíos de conocer el lenguaje verbal y corporal kaqchikel y los códigos propios de Comalapa iniciaron el proceso de la obra. “Son mujeres con un contexto especial. Algunas de ellas eran artistas, hicieron cine, pintura o tejido y han tenido oportunidad de estudiar bastante. Encontré muchas potencialidades para el teatro. Por otro lado, son mujeres muy críticas de su propio contexto. Por lo que he visto en sus cuerpo y en las cosas que se atrevieron a hacer en la obra, veo que han roto con ciertas barreras que tenían desde afuera”, destaca la directora. Enredarse y quebrar el silencio Para llegar a estos festivales comunitarios, hay que lanzarse a la aventura, hay que prestarse a viajar a aldeas lejanas o desconocidas y estar abiertos y sensibles a las emociones que las so-

brevivientes de las violaciones sexuales durante el conflicto armado comparten. En los años del gobierno del exgeneral Efraín Ríos Montt, re-

cientemente juzgado por genocidio y crímenes de lesa humanidad, se registró una diversidad de asesinatos y violaciones a los derechos humanos enfocados en su mayoría

“Encontré en las mujeres muchas potencialidades para el teatro. Por otro lado, son muy críticas de su propio contexto. Por lo que he visto en sus cuerpo y en las cosas que se atrevieron a hacer en la obra, veo que han roto con ciertas barreras que tenían desde afuera”. Paula Acevedo

vales se convierten en un campus de aprendizaje. Es tiempo de reflexión y de acción en Guatemala, por eso la importancia de que estos festivales estén organizados por las propias sobrevivientes. “Tienen como objetivos recuperar la memoria para que la sociedad reconozca que la violación sexual y el genocidio sucedieron, y para honrar los procesos de sanación, los saberes ancestrales de las mujeres y la cosmovisión maya gracias a los cuales las mujeres han logrado recuperar la vida y la alegría”, explican las coordinadoras del evento. Las consignas centrales son: reconstruir el tejido social, oponerse a la militarización y buscar la paz en todas las comunidades. “Para mí, el trabajo de la red significa un cambio en nuestro país, en nuestra comunidad. Porque hay un grupo de mujeres que busca el cambio en nuestra comunidad”, afirma Josefa Lorenzo, lideresa de San Sebastián, Huehuetenango.

Nada se pierde, todo se transforma “¿Ustedes usan celular? Bueno yo les digo que en esta ceremonia también tenemos de las más altas tecnologías para conectarnos con las mayores fuerzas de la naturaleza”. Así, en el híbrido de las creencias mayas y los dispositivos tecnológicos omnipresentes, comienza la segunda jornada del festival. De desayuno, un ritual maya de redención y agradecimiento. El maestro de la ceremonia se llama Víctor, y en su rol de Aj´Kij, convida a conectar con los elementos fuego, tierra, agua, aire, y convoca a todas las fuerzas de la naturaleza. A pedir permiso, sintonizar con la Madre Tierra, recordar que somos comunidad. Impulsa a participar, ser generosos y bailar. Danzar como clave para sanar, para descargar nuestras cargas sobre la tierra y absorber energía del sol en una depuración constante. Elsa Rabanales Vásquez, lideresa de la comunidad de Che Cruz,

de Colotenango, es una de las más jóvenes. Oficia de organizadora, conductora y actriz. Se nota, le encanta comunicar y danzar. “Las mujeres sobrevivientes de la violencia sexual durante la guerra me han enseñado mucho; he aprendido a decir: ‘yo puedo’. Si ellas lo pueden hacer, yo también. Y hemos invitado a otras mujeres para que se involucren porque esta es una red única para mí, en la cual las mujeres nos ayudamos las unas a las otras, en donde no hay discriminación, en donde se escucha nuestra voz, en donde nadie nos critica. Buscamos el buen camino y el buen vivir, tanto en la comunidad y en la familia, como entre mujeres colectivamente”, explica Elsa con su hija Michelle en la falda, con quien juega a cada rato. Las actividades continúan con una comparsa organizada por la organización Caja Lúdica y estudiantes de Ixtahuacán. Zanquistas, bailarinas, mujeres con rótulos que festejan a cada paso estar vivas y no rendirse ante la violencia. Al ritmo de los tambores, la alegría es capaz de poner patas arriba la agresión. La fórmula es inteligente: usar armas como la música y el movimiento para convocar a más personas. Son las mujeres, algunas sexagenarias, las que dan el ejemplo y caminan, cantan y piden un “Nunca más” que alerte y pre-

“¿Cómo recuperarse ante la agresión sexual? Hay ejercicios físicos para arrancarse la rabia y no permitir que se transforme en nudos para el cuerpo. Respirar, lanzar puñetazos al aire, gritar. Recibir o dar una sesión de masajes”.

venga la violencia contra las más jóvenes. La sonrisa como bandera En los festivales también se aprende a leer en el cuerpo las chakras, esos centros energéticos recuperados por disciplinas como el yoga, que ayudan a identificar nuestros puntos de comunicación, de angustia o de energía sexual. ¿Cómo recuperarse ante la agresión sexual? Hay ejercicios físicos para arrancarse la rabia y no permitir que se transforme en nudos para el cuerpo. Respirar, lanzar puñetazos al aire, gritar. Recibir o dar una sesión de masajes. “Si consumimos todo el tiempo remedios vamos a necesitar siempre más y nos va a costar mucho dinero. Las plantas también curan” es otra de las reivindicaciones de los festivales Así “barriendo” los bloqueos energéticos del cuerpo y recreando una sesión colectiva de masajes, las mujeres pero también hombres jóvenes y más viejos, ensayan formas de resolver los problemas sin balas. El escenario y las obras de teatro representan el pasado vivo. Los jóvenes indígenas actúan sobre “aquello que pasó durante los años de la guerra. A través de lo que nos contaron los abuelos y abuelas acerca de los años de los ataques del Ejército”. Las mujeres se atreven a sanar heridas exprimiendo el dolor del cuerpo. A la luz del día bailando sobre la tierra que fue arrasada por el horror. Abriendo sus grietas para que la vida riegue, resurja e insistente, al fin, cure las heridas.


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