Arquitectura popular dominicana

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Los arquitectos contemporáneos rescatan la arquitectura tradicional El progreso mal entendido y el desarrollo peor interpretado son una engañosa dualidad por la que en más de una ocasión hemos externado nuestras preocupaciones quienes manifestamos y reiteramos solidarios compromisos con el modelo de pensamiento que la conservación nos ha permitido elaborar en los años de entrenamiento académico, de ejercicio profesional y de discernimientos públicos. Intentando valorizar las manifestaciones culturales con la subjetividad que las mismas demandan, pero con las objetividades que, al mismo tiempo, ellas permiten un numeroso ejército de quijotes ha ido andando sobre las huellas de identidad que el insospechado siglo XX nos dejó detectar sobre la superficie de un amplio terreno de arenas movedizas circunstanciales e impostergables dunas cambiantes que fueron modificando horizontes lejanos y cercanos. De este otear panorámicas se globalizaron intenciones y hasta se pudieron extraer logros y aciertos, en sus mayorías técnicas y tecnológicas, los que a su vez impulsaron reformas conductuales que se verificaron en las construcciones, propiciando sustituciones experimentales que venían siendo probadas en latitudes del elástico entorno regional. Con la expansión geopolítica del “gran coloso del norte”, hacia finales del siglo XIX y de manera puntual, con la construcción y apertura del Canal de Panamá, el ensanchamiento del concepto de urbanización norteamericana llegó al Caribe tropical con nuevos materiales, formas y modelos espaciales, afianzando su fortalecimiento de influencias en la época de la Primera Guerra Mundial, por medio de una creciente hegemonía militar, irradiada por todo el Caribe antillano. Ambas maneras se unieron al fragor de una naciente industrialización de rubros ancestrales, como la caña de azúcar, por ejemplo, para manifestarse en las regulaciones de los asentamientos de obreros y técnicos dedicados a su explotación en los ingenios azucareros. Las islas del Caribe registraban estos nuevos componentes entre alternativas constructivas de casas vacacionales que empezaban a asomar entre montañas y playas del marco referencial, completando un contexto cultural de semejanzas y contrastes. Guillermo González Sánchez. Su primera obra fue en madera. Tras su retorno de los EU.UU. en 1936, graduado de la Universidad de Yale (en 1930), el que fuera considerado el más importante arquitecto dominicano del siglo XX, lo primero que construyó fue una casa de madera donde vivió sus primeros años de casado. Modesta y sobreelevada, la casa rendía una veneración por la tradición constructiva que había casi olvidado, tras su partida, 14 años antes. Quedaba en terrenos de la familia, en la parte atrás de los Apartamentos González, construidos en la calle Crucero Arhens. Concurso del CODIA para la vivienda rural. La desaparecida revista Codia (mayo-junio 1969) reseña el Concurso de Anteproyectos organizado por esa entidad gremial con el aporte de instituciones públicas y privadas. Probablemente esta fuera de las primeras iniciativas de exploración, 238

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