Alejandra

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romántica, la problemática del yo. Llama la atención la manera en que gran parte de los poetas, desde los 90 en adelante, vuelve a hacerse cargo de la primera persona del singular sin demasiados reparos. El resultado de esa operación es una especie de post-yo o yo con acento que parece estar de vuelta de los avatares que en la modernidad cuestionaron su posición en el texto. Un yo de vuelta que no necesita más demostrar su carácter enunciativo y que aparece mezclado con las voces que lo acentúan fuera de sí, en la calle.

romántica, la problemática del yo. Llama la atención la manera en que gran parte de los poetas, desde los 90 en adelante, vuelve a hacerse cargo de la primera persona del singular sin demasiados reparos. El resultado de esa operación es una especie de post-yo o yo con acento que parece estar de vuelta de los avatares que en la modernidad cuestionaron su posición en el texto. Un yo de vuelta que no necesita más demostrar su carácter enunciativo y que aparece mezclado con las voces que lo acentúan fuera de sí, en la calle.

Dijimos que Oliverio Girondo, en En la masmédula, había jugado con la enunciación sin el dramatismo pizarnikiano. Sin embargo, no podemos afirmar con la misma seguridad que haya logrado salirse de los límites formalistas que ese campo enunciativo le imponía. Lo único que podemos decir, sin lugar a dudas, es que el poeta, hacia el final de su obra, se cansó del cansancio. En el poema “Yolleo” el hablante afirma que su verbalización todavía no alcanzó el vos ni la voz: “soy yo sin vos, sin voz, aquí yollando.” Cabría preguntarse, entonces, qué vuelta de tuerca le hubiera dado Girondo a su poesía después del cansancio, de haber seguido vivo. En la misma dirección, cabe preguntarse qué hubiera escrito Alejandra Pizarnik después de Hilda la polígrafa. Como si la proyección de su obra coincidiera con la de su vida palmo a palmo, en una carta fechada en 1971 a su amigo Osías Stutman, dice: “Osías, amigo mío, tuve que haberme muerto en diciembre cuando terminé de escribir esas prosas de humor, las corrosivas que ya te mencioné”. Sin embargo, no podemos decir sin temor a equivocarnos que Pizarnik efectivamente haya muerto un año después. El hecho de que los que la sucedieron, a sabiendas o no, continúen caminando por la cornisa de la investigación que ella inauguró, muestra a las claras que está viva. Así como está vivo el mítico año 68, si lo dejamos hablar a través del acento de los que lo escribieron.

Dijimos que Oliverio Girondo, en En la masmédula, había jugado con la enunciación sin el dramatismo pizarnikiano. Sin embargo, no podemos afirmar con la misma seguridad que haya logrado salirse de los límites formalistas que ese campo enunciativo le imponía. Lo único que podemos decir, sin lugar a dudas, es que el poeta, hacia el final de su obra, se cansó del cansancio. En el poema “Yolleo” el hablante afirma que su verbalización todavía no alcanzó el vos ni la voz: “soy yo sin vos, sin voz, aquí yollando.” Cabría preguntarse, entonces, qué vuelta de tuerca le hubiera dado Girondo a su poesía después del cansancio, de haber seguido vivo. En la misma dirección, cabe preguntarse qué hubiera escrito Alejandra Pizarnik después de Hilda la polígrafa. Como si la proyección de su obra coincidiera con la de su vida palmo a palmo, en una carta fechada en 1971 a su amigo Osías Stutman, dice: “Osías, amigo mío, tuve que haberme muerto en diciembre cuando terminé de escribir esas prosas de humor, las corrosivas que ya te mencioné”. Sin embargo, no podemos decir sin temor a equivocarnos que Pizarnik efectivamente haya muerto un año después. El hecho de que los que la sucedieron, a sabiendas o no, continúen caminando por la cornisa de la investigación que ella inauguró, muestra a las claras que está viva. Así como está vivo el mítico año 68, si lo dejamos hablar a través del acento de los que lo escribieron.

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Milner, Jean-Claude, El amor de la lengua, Visor, Madrid, 1998. Broch, Hermann, La muerte de Virgilio, Alianza, Madrid, 2002. iii Dalmaroni, Miguel, en Orbis Tertius, Revista de Teoría y Crítica Literaria, Año 1, n°1, La Plata, 1996. iv Kristeva, Julia, Sol Negro, depresión y melancolía, Monte Avila, Caracas, 1997. v Badiou, Alain, Manifiesto por la filosofía, Nueva Visión, Buenos Aires, 1990. vi Dólar, Mladen, Una voz y nada más, Paidós, Buenos Aires, 2007.

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Milner, Jean-Claude, El amor de la lengua, Visor, Madrid, 1998. Broch, Hermann, La muerte de Virgilio, Alianza, Madrid, 2002. iii Dalmaroni, Miguel, en Orbis Tertius, Revista de Teoría y Crítica Literaria, Año 1, n°1, La Plata, 1996. iv Kristeva, Julia, Sol Negro, depresión y melancolía, Monte Avila, Caracas, 1997. v Badiou, Alain, Manifiesto por la filosofía, Nueva Visión, Buenos Aires, 1990. vi Dólar, Mladen, Una voz y nada más, Paidós, Buenos Aires, 2007.

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