Exposición José Guerrero (Alumno: Pedro Arturo)

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EXPOSICIÓN JOSE GUERRERO

INTRODUCCIÓN

Este trabajo trata de una galería de arte, museo, exposición etc. En la cual, debemos de hacer una descripción objetiva y subjetiva. Para ello nos apoyamos en material informático, que nos ayudara a entender el arte, y poder transmitirlo. Por otra parte decir que me decantado por este autor, debido a su importancia y también por ser nacido en Granada, una ciudad que nos une a todos los que la conocemos de por vida.


OBRAS DE LA EXPOSICIÓN

JOSÉ GUERRERO Penitentes, 1972 Óleo sobre lienzo 180 x 152,5 cm. “En un convento frente a mi casa existía en el barrio de la visitillas un convento de clausura que a su vez estaba muy cerca de la prisión. Mi madre, mujer muy religiosa, me llevaba al convento blanco por fuera y yo dentro sólo veía la oscuridad. Me ponían en el torno y las monjitas al otro lado me admiraban. Al dar la media vuelta se pasaba de la claridad a la oscuridad” José Guerrero, Archivo José Guerrero


JOSÉ GUERRERO Solitarios, 1971 Óleo sobre lienzo 216,5 x 183,5 cm. “En un plano simbólico, incluso espiritual, el arco o el óvalo significan refugio, promesa de protección, amparo, y seguramente por eso resultan especialmente queridos por alguien tan emotivo como Guerrero” María Dolores Jiménez-Blanco “Sobre algunas obras de José Guerrero” en: Fosforencias y otros objetos cotidianos en la pintura de José Guerrero, 1968-1972. Centro José Guerrero, Granada, 2003.


JOSÉ GUERRERO Black arches, 1970 Óleo sobre lienzo 214 x 183 cm. “Después de varios años, *…+ busco ahora mayor construcción, mayor claridad y formas más concretas que antes. Estoy descubriendo por todas partes estas formas: en columnas, pilares, vallas, montones de madera junto a los muelles, empujes verticales, tensiones horizontales, cruces diagonales. Recientemente me han fascinado las líneas paralelas de las cerillas. Juntas o separadas forman modelos ordenados y rítmicos. Para mí constituyen infinitas variaciones sobre un mismo tema” José Guerrero, Archivo José Guerrero


JOSÉ GUERRERO Penitentes rojos, 1972 Óleo sobre lienzo 203 x 178 cm “ Era una de esas cajas suyas de cerillas, vívida de azul, de rojo, de negro, esas cerillas que tienen algo de columnas y arcos de mezquita, una desmedida escala americana y a la vez una sugerencia recóndita de interior granadino” Antonio Muñoz Molina en José Guerrero. El artista que vuelve. Diputación de Granada, Granada, 2001


JOSÉ GUERRERO Intervalos negros, 1971 Óleo sobre lienzo 180 x 278 cm. “… pudiera parecer el más fosforescencia de todos los cuadros de este período. Literalmente han pintado, a escala gigantesca, una tria de cerillas tal como se presenta en su estuche. Pero el espectador en seguida se encuentra atraído por la disposición del pigmento en la superficie del lienzo; una dispersión que provoca, por dejar oportunamente el soporte, un mundo seductor por sus tonalidades cambiantes” Julio juste “Atajos y brechas”, en: José Guerrero. Centro de Exposiciones y Congresos, Sala Amós Salvador y Museo de Navarra, Zaragoza, Logroño y Pamplona, 1996


JOSÉ GUERRERO Presence of Black, 1977 Óleo sobre lienzo 179 x 126,5 cm. “Hoy en mi estudio al destapar un tubo de violeta se cayó al suelo, saltó. Tenía dos cuadros trabajando en el suelo. Corrió el tapón, marcó una línea, saltó al segundo cuadro. La trayectoria me hizo ver otra línea. Esto es interesantísimo para mí porque estoy desde hace años uniendo espacios que aunque están separados se unen por una fuerza en general, no en cada cuadro, es más… diría que es como un engranaje de líneas que multiplican, que se ayudan unas a otras. El color se mete y sale, se mezcla como las nubes, como las olas se mezclan con la arena y se vuelven a retirar. Pero siempre una esta energía.” José Guerrero. Archivo José Guerrero


JOSÉ GUERRERO Lateral, 1974 Óleo sobre lienzo 183 x 135 cm. “Guerrero sabía cómo una ligera modificación transforma radicalmente la escala interna de una imagen y la convierte en otra, y no dudó en hacer uso de esa reescritura en muchas de sus telas, reelaborándolas casi por completo a lo largo de períodos muy extensos, manteniendo y enfriando el gesto en el caso de las composiciones de los años cincuenta y sesenta y reestructurándolas en los setenta y ochenta” Yolanda Romero: “Un catálogo razonable”, en: José Guerrero. Catalogo Razonado. Centro José Guerrero. Diputación de Granada y telefónica, Granada, 2007


JOSÉ GUERRERO Saliente, 1974 Óleo sobre lienzo 173 x 140,5 cm. “No es algo evidente, pero la idea resulta sugestiva: la simplicidad de sus cuadros y la economía cromática recuerdan y remiten a las construcciones depuradas de un espacio pictórico como el de Sánchez Cotán. A través de una dominante de color Guerrero parece reconstruir un bodegón como los de Sánchez Cotán, pero vaciado de objetos, verduras, frutas y animales: sólo permanece un especio de profundidad imprecisa, reverberante y alusivo” Santiago Ólmo: “La energía pausada: La senectud visionaria”, en: Guerrero – De Kooning: la sabiduría del color. Centro José Guerrero. Granada, 2001


JÓSE GUERRERO Cuenca, 1986 Óleo sobre lienzo 200 x 400 cm. “*…+ unos formatos muy grandes y panorámicos en los que despliega una peculiar visión del paisaje como espectáculo cromático. Evidentemente hay una grandiosidad, marcada por los tamaños *…+ y aunque la estructura responde a los principios básicos de la obra de los últimos setenta y los ochenta, se trata realmente de obras donde anida el mejor Guerrero” Santiago olmo “La energía pausada: La senectud visionaria”, en: Guerrero – De kooning: la sabiduría del color, Centro José Guerrero, Granada, 2001


JOSÉ GUERRERO Oferta con rojo, 1988 Óleo sobre lienzo 176 x 178 “José Guerrero mete en sus cuadros eso que lleva en las venas y estalla sobre la tela. Su pintura se explica en su humanidad entera por su misma concentración, como queda dicho de su trato, recogido por voluntad propia nunca reprimido, como bien explícito está, (…) Por eso, al fin, se tuvo que acabar” José Luis Fernández del Amo, “José Guerrero, amigo”, en Guerrero. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 1994.


JOSÉ GUERRERO Azul añil, 1989 Óleo sobre lienzo 185 x 145 cm. “La obra de Guerrero de los noventa no es una reescritura hábil y astuta de lo ya conocido, sino una celebración de las propiedades de la pintura, una transformación del color en forma, donde el proceso de percepción es mucho más lento, y donde entendemos la importancia que en su obra adquiere la naturaleza emocional del espacio y el proceso físico de crearlo”. María del Corral. “Guerrero – De Kooning. La sabiduría del color. En: Guerrero – De kooning. La sabiduría del color. Centro José Guerrero. Granada, 2001


JOSÉ GUERRERO Verde de sapén, 1990 Óleo sobre lienzo 219,5 x 189,5 cm. “Yo creo que el fútbol ha influido en su sentido del color, creo que hay mucha belleza en ese juego, el color de las camisetas, el verde del césped en los partidos nocturnos, los escudos.” José Guerrero. Archivo José Guerrero


JOSÉ GUERRERO Serie de dibujos sin título, circa 1970 Gouache y tínta sobre papel

ALGUNAS NOTAS SOBRE JOSÉ GUERRERO José Guerrero nació en Granada el 29 de octubre de 1914. En 1929 comenzó a trabajar como aprendiz de tallista y se inició en la pintura en la Escuela de Artes y Oficios. En 1940 ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, mientras subsistía pintando cartelones para un cine de la Gran Vía madrileña. Entre 1942 y 1946 residió en la Casa Velázquez de la Francia libre. En 1945 terminó Bellas Artes y fe a París con una beca del gobierno francés para estudiar la pintura al fresco en la École des Beaux Arts. Residió en el pabellón español de la Cité Universitaire


(donde coincidió entre otros con Eduardo Chillida y Pablo Palazuelo) y conoció la obra de los pintores españoles de la Escuela de París y la vanguardia francesa. El descubrimiento del arte moderno le impulsó a continuar su búsqueda en Berna, Roma, Bruselas, París y Londres, entre otros sitios. En Roma conoció, en 1948, a su futura esposa. Roxane Whittier Pollock, periodista americana y personalidad fundamental en la vida del artista. Ambos se instalaron definitivamentes en Nueva York en 1950. Mediados los años cincuenta comenzó a exponer regularmente en EE.UU., tanto en la galería de Betty Parsons (la misma que había dado a conocer, entre otros, a Jackson Pollock, Mark Rothko o Clyfford Still) como en instituciones públicas. Su obra pasó a formar parte de importantes colecciones privadas y de numerosos museos internacionales, atentos al auge de la Escuela de Nueva York (Museo Whitney de Arte Americano, Instituto Carnegie de Pittsburgh, Museo de Bellas Artes de Houston, museos de arte de Filadelfia, Indianápolis o Worcester, etc.) En 1958, como culminación del reconocimiento de su arte, la Graham Foundation le concedió una prestigiosa beca para trabajar, entre otros, con Wifredo Lam, Eduardo Chillida y Mies van der Rohe. Si en los años cincuenta su carrera se consolidó en EE.UU., en los sesenta ganaría presencia en España. Guerrero ganaría presencia en España. Guerrero se adscribe a la galería que Juana Mordó iba a abrir en Madrid, traba amistad, entre otros, con Fernando Zóbel, Gustabo Torner y Gerardo Rueda y asiste a la inauguración del Museo de Arte Abstracto Español, en cuya colección figuraban dos cuadros suyos. En 1976, en Granada, se celebró su primera exposición antológica, a la que seguirían importantes retrospectivas entre las que destacan la de 1980 en la Sala de las Alhajas de Madrid (que le consolidó como uno de los maestros más influyentes para la emergente generación de pintores de los años ochenta) y la tenida, ya con carácter póstumo, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en 1994. José Guerrero había muerto en 1991, pero por entonces su obra ya formaba parte de los más importantes museos españoles de arte contemporáneo.


ALGUNAS NOTAS SOBRE LA COLECCIÓN

La colección del Centro abarca un amplio arco cronológico que permite establecer los hitos de la producción artística de José Guerrero.

Como vestigios de sus años de formación en Granada, Madrid y los distintos puntos de Europa por los que viajó, se han seleccionado cuatro obras que ejemplifican las preocupaciones esenciales del artista y las influencias de sus primeros maestros. En La Aparición (1946) y Dos hilanderas (1948) están presentes, así, tanto referencias matissianas muy claras por lo que respecta al uso del color, como la ascendencia del cubismo picassiano. Pero será la marcha de Guerrero al nuevo continente la que imprimirá un nuevo carácter a su trabajo, pues el contacto con la escena artística norteamericana provoca una gran sacudida en el pintor. Tal vez la obra que mejor encarna esta nueva situación sea el único autorretrato que conservamos del artista, que data de 1950 y que se incorpora a la colección del centro como obra bisagra entre su producción europea de los años cuarenta y el nuevo rumbo que se le abre al instalarse definitivamente en Nueva York. Durante estos años de transición alternará la práctica del grabado –en cuyo aprendizaje se inició de la mano de Stanley William Hayter y el Atelier 17, que le abre las puertas de la prestigiosa Smithsonian Institution de Washington para presentar su obra gráfica en solitario- con sus investigaciones sobre la pintura mural y su integración y su integración en la arquitectura. Esta fase experimental de su trabajo se traduce formalmente en la depuración del lenguaje figurativo que había marcado su etapa europea, hasta conducirlo al campo de la llamada abstracción biomórfica, muy importante en aquellos años y que en el caso de Guerrero tenía una fuerte raíz mironiana. La evolución iniciada en una obra como Lavanderas de Salamanca, ya pintaba en Estados Unidos, continuaría en lienzos como Signos (1953), Black Followers (1954), Sombras (1954) o Ascendentes (1954). Si la figura se simplifica y se concreta, a veces, en el óvalo o el medio arco, también lo hace el fondo, que casi se convierte en un campo monocromo sobre el que flotan los signos. Por otra parte estas obras de los primeros años cincuenta cobijan cierto contenido simbólico o metafísico que las conectan con la primera generación de la Escuela de Nueva York. Algunas de ellas se presentarán en 1954 en The Arts Club de Chicago, en la que se convertiría en la primera exposición individual de la pintura de José Guerrero en Estados Unidos. Como ha señalado el artista en múltiples ocasiones, esta exposición le abrió las puertas de


América, ya que seguidamente Betty Parsons le ofrecería su galería para mostrar su obra en la capital artística del momento: Nueva York. Estos primeros años también le aportar la amistad del influyente crítico James Johnson Sweeney, quien le adquirió diversas obras para los fondos del Museo Guggenheim, del que era director. Desde estas fechas hasta mediados los años sesenta el trabajo de Guerrero se integra de lleno en el movimiento expresionista americano, dentro del que ocupa un lugar privilegiado. Incorpora entonces trazos más gestuales en su lienzos, y aparece también en ellos el dripping o goteo, aunque muy contenido. Guerrero construye los espacios con formas planas que revelan la intensa actividad emocional del artista frente al lienzo, y cómo la creación surge de lo desconocido, del gesto, de la acción. Su actitud, sin embargo, está más cerca de las posiciones de sus amigos Kline o Mothewell que de las de Pollock o De Kooning: “Yo siempre he querido meter la energía dentro del cuadro. En ese sentido, mi pintura no es como la de los actions painters más genuinos, para los cuales la energía desborda los límites del cuadro”. Variaciones azules (1957), Penetración (1961), Grey Sorcery (1962) y Black Ascending (1962-1963) pertenecen a este momento. Junto a ellos conviven otro conjunto de lienzos cuyos títulos remiten a imágenes de su infancia y juventud granadinas. En efecto, a medida que el pintor ha madurado y se ha alejado físicamente de sus raíces, la recuperación de su inspiración en las realidades y en las imágenes de su tierra natal serán mayores. Tal vez sea Albaicín (1962) la primera de estas obras, a la que siguen otras como Generalife (1963), Sacromonte (1963-1964), Arco (1964), etc. Una serie que cronológicamente empieza a coincidir con sus viajes a España en los años 1963 y 1964, y que estadísticamente abre un nuevo camino en el trabajo de Guerrero. Un nuevo camino que amplía sus horizontes en 1965, año en el que José y su familia regresan a España para establecerse por algo más de tres años en Madrid, alternando algunas temporadas entre Cuenta y Nerja. Su regreso a España coincide en sus obras con un mayor sosiego y con la aparición de formas más contundentes que se dibujan sobre fondos de color puro. El negro casi siempre está presente, y las fronteras entre las masas de color son limpias y condensadas. De estos años dada una obra fundamental en su trayectoria, La brecha de Víznar (1966), dramática elegía a la muerte de Federico García Lorca y punto de inflexión en su pintura. Como ha señalado Juan Manuel Bonet será a partir de esta obra cuando Guerrero Comience a “concederle gran importancia a los bordes, a las fronteras, a las zonas en que unos colores coexisten con otros”. Hacia finales de los años sesenta Guerrero, que nunca ha querido quedarse estancado en lo que sabido, construye sus composiciones alrededor de elementos verticales que se centran en el lienzo. Esta nueva etapa de investigación culminaría en su serie más conocida de España: las fosforescencias (las primeras datan de 1970). En


principio, estas obras estaban basadas en la ordenación que presenta un objeto de uso cotidiano: las cajas de cerillas de cartera. José Guerrero explicaba así este nuevo hallazgo: “Después de varios años, durante los cuales he sentido la libertad del expresionismo abstracto en América, busco ahora mayor construcción, mayor claridad y formas más concretas que antes, (…) Recientemente me han fascinado las líneas paralelas de las cerillas. Juntas forman modelos ordenados y rítmicos. Para mí constituyen infinitas variaciones sobre un mismo tema”. Pero pronto las cabezas de las cerillas se independizan para convertirse en arcos, alcazabas, penitentes, señales, solitarios, etc., tal y como podemos ver en ese extenso conjunto de su producción que cronológicamente se extiende desde 1970 hasta 1973 aproximadamente, y que está muy bien representado en esta colección. Conforme pasa el tiempo las cerillas y los arcos-nicho van desapareciendo, y dando paso a enormes campos de color azules, negros, amarillos e incluso blancos, tan sólo tensados por alguna línea, como vemos en Lateral (1974), Saliente (1974), Enlace (1975), Expansión azul (1976), Presence of black (1977), Litoral (1979) o Verde oliva (1979). Su obra de los ochenta sigue inmersa en esta apoteosis del color, que se va haciendo más intensa a medida que avanzan los años. Así vemos cómo hacia mediados de esta década Guerrero afronta enormes formatos de clara e íntima inspiración paisajística, como Cuenta (1986). A ellos le seguirán, en fin, otros lienzos más despojados, tal vez menos construidos, que corresponden a los últimos años de su producción, en los que el artista se entra con júbilo al color por el color, según se aprecia en Azul añil (1989), Oferta con rojo (1989) o Verde de sapén (1990), aunque, como decía Guerrero, “el color no es sólo color sino comunicación, energía, tránsito”.


EDIFICIO

El Centro ocupa un edificio rehabilitado y adaptado con todos los requisitos de la museología actual por el arquitecto Antonio Jiménez Torrecillas, bajo la supervisión de Gustavo Torner. Se ubica en un ámbito cargado de significado histórico y artístico, en plena Alcaicería, el más importante centro mercantil de la medina árabe. Muy próxima esta la gran mezquita, donde hoy está la catedral renacentista y la Capilla Real, cuyas cresterías son el fondo de la sala superior del Centro. El edificio original fue construido por Indalecio Ventura Sabatell en 1892 según proyecto del arquitecto Modesto Centoya, un claro exponente del eclecticismo. Levantando para albergar unos almacenes, pasó a ser imprenta en 1901, hasta que en 1939 se instalaron en él los talleres y oficinas del diario Patria, que pervivieron hasta 1983. La obra de rehabilitación, premiada en 2003 por el Colegio de Arquitectos de Granada en la modalidad de Restauración y Rehabilitación, se articula a través de la


ideal del recorrido como leit motiv de la función museística, a la vez que ahonda en el tema arquitectónico ya esbozado en el antiguo edificio: el exterior se abre a la calle y el interior se vuelca cobre sí mismo y genera un espacio favorable a la contemplación estética. Las propias dimensiones del inmueble favorecen la implementación del modelo museístico finalmente adoptado, basado en la especialización, en la medida, en la escala humana. Los museos pequeños son más fácilmente visitables por un público que cada vez dispone de menso tiempo y de más ofertas culturales, son más abarcables por las instituciones que los crean y mantienen, más ágiles en su creación y funcionamiento y más atractivos para los visitantes.

DIFUSIÓN

El arte contemporáneo ha revolucionado nuestra manera de relacionarnos con las imágenes, los objetos, las ciudades… Para entenderlo adecuadamente, el Centro José Guerrero ofrece un programa de difusión gratuito dirigido tanto a escolares y estudiantes de las distintas etapas del sistema educativo –desde infantil hasta la universidad- como al público en general. Además de las visitas comentadas a las exposiciones, las charlas impartidas en los propios centros escolares, el material educativo sobre José Guerrero y los cursos de formación para el profesorado, conviene destacar el especial interés del Centro por proyectar sus actividades en todos los municipios de la provincia. Por el color es un ciclo anual de conferencias cuyo título repite el que el artista granadino y el poeta Jorge Guillén escogieron para una carpeta de grabados y poemas editada en los años ochenta, porque comparte con esa obra dos características: el diálogo de más de una disciplina intelectual y artística y la atención a un aspecto


esencial, que identifica más que otros a la pintura de José Guerrero, precisamente el uso, la investigación, la pasión por los colores. El centro José Guerrero celebra también anualmente un ciclo de música contemporánea, y programa puntualmente distintos ciclos de cine. Para llevar a cabo todas estas actividades, además de las propias salas de exposiciones se cuenta con el salón de medios del Palacio de los Condes de Gabia, situado en la segunda planta del edificio, dotado con un completo equipamiento que incluye proyectores de 16 y 35 milímetros y equipo Dolby Sorround, y con capacidad para 130 personas. También en el Palacio de los Condes de Gabia se encuentran la Biblioteca de arte del centro y el Archivo José Guerrero.

ANÁLISIS SUBJETIVO DE LA EXPOSICIÓN

Para ir más allá de la obra de José Guerrero, tenemos que indagar en sus trabajos, su vida y su simbología. A mi parecer, el arte contemporáneo se puede entender de muchas maneras, pero siempre hay que ponerse en la piel del autor, y así dilucidar lo que quería difundir en su obra. Sin duda, los trabajos de José Guerrero están cargados de emotividad, que es expresada con su énfasis por el color. Dejando de lado todas las etapas por las que el artista paso, creo un concepto claro para él, es


la del color como una forma de energía, una forma de comunicación. A través de él, intenta explicarnos el sentido de su vida. Un José Guerrero influenciado por su infancia granadina, y después influenciado por ciudades como Madrid, Paris y New York.


ADAPTACIÓN DIDÁCTICA

El fin último de este trabajo, reside en que como futuros docentes, seamos capaces de enseñar a los alumnos de primaria, una exposición de arte como la que he presentado anteriormente. Sin duda, la función del arte, no es otro que hacer que a través de él, entendamos muchas otras cosas. Por lo que opino que el arte tiene una relación directa con otras materias del currículo. Para empezar la unidad didáctica que presento, tiene como propósito, el que los niños indaguen en el Arte, a través de la Exposición de José Guerrero. CLASE 1: En primer lugar, intentaría tener un contacto con los alumnos, intentando que me dijesen lo que entendieran por arte y algunos conceptos relacionados. Esta toma de contacto me serviría para saber cuál debería ser el punto de partida. Se les pasara un folio a los alumnos con las siguientes preguntas: ¿Qué significa arte para ti? ¿Qué entiendes por profundidad? ¿Qué entiendes por infinito? ¿Qué entiendes por algo emotivo? ¿Qué entiendes por una imagen simbólica? CLASE 2: En esta clase haría una introducción, explicando muy someramente el arte, y los conceptos que anteriormente pregunte. Seguidamente explico algo sobre el autor José Guerrero y la exposición del centro José Guerrero. Después mando como tarea que los alumnos busquen entre los cuadros, un cuadro que lo relacione cada alumno con el concepto de infinito, y otro con el concepto de profundidad. CLASE 3: Visita a la Exposición del Centro José Guerrero CLASE 4: Reflexión y debate en el aula sobre la exposición. Aspectos que hayan llamado la atención al alumnado, así como breve descripción y comentario de las obras de la exposición


CLASE 5: En la última clase, nos centramos en el color. Pido a los alumnos que con la influencia de la exposición, intenten hacerme un dibujo. Intentando cosas centrándonos en los colores. Aclaración: Esta unidad didáctica está destinada para alumno de sexto de primaría, o incluso podría servir para alumnos de quinto, pero nunca más pequeños. Ya que necesitamos cierto grado de desarrollo cognitivo de los alumnos, porque sin él, no podrían comprender el concepto de profundidad y infinito.


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