PERMITANME SER UN HOMBRE

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Índice Vera Eikon Jorge J. Molina Francisco de Paula Eleanor Smith Jesús Alcalde Sarco Lange María Sotomayor Antero Julia Roig David Mariné

Fotografía:

Óscar Cubillo www.oscarcubillo.com

Ilustraciones:

Lourdes García dondevomitanlasmusas.blogspot.com

Modelo:

Lluís Espinosa


VERA EIKON lekibutzdeveraeikon.blogspot.com _______________________________________________________________

Instrucciones para decir tu nombre

Para decir tu nombre hay que ponerse un pájaro en la boca, pasarse un hilo de viento por el ojo de la garganta, y coserse la tempestad en el costado izquierdo. Imprescindible girar el corazón en su veleta hasta que cante, y del irreverente pico un sol salga rodando. Para decir tu nombre hay que tañerle el nervio a lo invisible, y articular amor como pez que sube río arriba desde el mar de los Sargazos. Allí donde cuenta la leyenda que han ido a parar las cosas perdidas. Es necesario hervirse la sangre a fuego vivo y que vapor carmesí oculte el cielo. Como escribe el poeta que sucede en el fragor de la batalla.

Cenit Nos amamos en picado como aves que con las alas extendidas se estrellan contra un ventanal de lujuria. De nosotros quedó la estampida de plumas al viento y una araña de sangre que lentamente va secándose al sol.


Desnudez Podría decirte que es necesario llenarse los ojos de tierra para ver y experimentar con las raíces el doloroso paso de la savia a través del tallo, la contusión, la magulladura de luz a ras de pétalo. Podría hablarte de esta urgencia como un animal naciéndose, o de ese rugido que se derrama angustiado y pegajoso por la entraña. La excusa sería el modo débil en que se llueven las cosas, como si la vida nunca acabara de colmarse, tan epidérmica que día tras día, apenas cala. Y si me vacío el pecho de este modo indecoroso será que presumo en mi vergüenza cierto sentir tangible. Pero la única verdad es que al sumergirme en ti tan sólo busco ese lugar respirable. Los amantes Dos cuerpos doblan a muerto en la tarde de abril. Dos badajos repicando desnudez con parsimonia. A la luz del amor los ojos parpadean viento enramado, el edificio de una civilización se desploma ante el animal que bosqueja su mirarse. Los dientes del ocaso mascan el sol con fruición, como a chicle, estirando el resplandor hasta la última nausea, pero ellos ni ven. El hervor de sus bocas ha empañado de sexo los cristales. Raíces verdeando en el vientre de la tierra, buscan la rotura hacia el otro, de la piel el lugar permeable. Dos nubes estrangulándose en la histeria de conocerse lluvia.


Hiedra No encontrarse en el lugar en el que uno se dio cita, el estribillo de la fuente o el sombrear del รกrbol, en ese interrogante que desenvaina vientos. Vivir como planta adherida a la pared, รกmbito de hiedra, ser latido en el pulso de otra mano.


JORGE J. MOLINA jorgejaviermolina.blogspot.com _______________________________________________________________

A N. que plegó el mar

Por quienes huyen del sol con la luna en sus ojos la noche ha cerrado cavernosa su boca. Quizá una playa ondulante busca, mientras quema todos los puertos, una corriente que devuelva sus orillas. Y todas las respuestas fueron cinturas con un rastro salado de espuma. Las preguntas un desvelo furioso con el huidizo idioma de tu gesto. Pero el dolor tiene aspirinas grises y gabardinas de todos los tamaños para cubrir la piel que,harto acanalada, no soporta más días de tedio y lluvia. Quizá no supe decirte con el mar a nuestras espaldas, sin la noche caliente y cavernosa en la boca, que mis dientes viajan hendidos en tu cintura, y que un mordisco de luz cenital buscaba pieles en tu espalda donde dejar caer la pálida rosa de nuestra saliva como playa que se doblega ante el sol para ensayar su oleaje ritual sobre las sábanas. Qué difícil decirte que mi ciudad, aun sin mar, navega a la deriva.


Hetaira

Comienzo en tu pronombre a diluir las formas de los caínes que inseminaron tu piel. Arranco el dolor en todos tus burdeles y es mía la urgencia de la clientela que trafica copas en la barra de espera. Arrugo los bocetos de tus noches sin más luz que la sombra del cuerpo de una bestia y pliego tu falda hasta la cintura para que dances sin ropa y desteñida sobre los versos que te inventan en mi mesa. Escancio los tinteros con tus flujos que impregnan de sal mi mano derecha, y si conjugar tu carne supiera, sin los malditos caínes que en ti fueron, entonces, tal vez, olería a ti este poema.

(sin título)

He vendido tu lengua, las manos frías, por monedas de tránsito lluvioso. He envejecido, repentino, partiendo la concavidad de dura nieve. Aciago de espesura, he desolado, rapaz, la inmensa serenidad de las ciudades deshabitadas. Ahora duermes fuera del alcance de la lluvia que tañe la monotonía del miedo. Yo he vendido la luz; ese relámpago, miserable, que nos miente y apenas si alimenta tempestades. Anoche vendí tu lengua y envejecí hallando lluvia en la que derramarme.


Nec Metu Nec Espe

I (Nec metu) Poseo toda la abnegación que hace fuertes a los esclavos y toda la misántropa frustración capaz de envilecer a los bufones más ridículos y sumisos. Porque soy bello sobre mí y adorno con yeso mis ojos tengo un puñal iridiscente colgando de las dos manos y un racimo de pólvora virgen en las cavernas de mi boca. Porque arranco los dientes a las calaveras de las sombras y arrojo sobre las nubes humos ascendentes de orina más real que toda la estúpida meditación de todos los templos realmente estúpidos. Porque me creo y me descreo puedo bajarle los pantalones a la poesía y mamar algo más execrable que todas las demenciales frases de la gente que se eleva en los ascensores tratando de encontrar el lugar anunciado que resuelva el desperdicio de sus vidas. Mientras yo, busco cualquier calle que me devuelva esta mañana a esa ritualización de la esclavitud que muchos llaman trabajo. Y se pueblan las esquinas de arlequines que practican el corte perfecto de sus venas, y prestidigitadores del volante que recitan de memoria un tratado de improperios en todos los semáforos. Cubos de basura volcados en las aceras invitan a esconderte y dejar crecer la vida. Sólo deseo terminar esta jornada y, con toda la abnegación del esclavo, mancillar la oscuridad de tus muslos con violencia, y olvidar el desperdicio de mi vida entre sillas, portales sucios y volcados cubos de basura. Ojalá cayese la última bomba mientras con el consuelo de una borrachera observo las aristas fijas de mi ventana. Ojalá cayese la última bomba mientras fumo arropado en la cama y tú, otra vez, me apuñalas por la espalda.


II (Nec Espe)

No quiero más preguntas ni respuestas. Todo está varado y créeme que será mejor así. No quiero claves insignificantes, puedo inventármelo todo y no asomar mis narices en las cartas que preparas en la mesa. Sé desocupar mi cuerpo y tragármelo entero, estar en cien sitios a la vez y fingir, ufano, que me encuentro en todos ellos construyendo millones de casas o, tal vez, telas de araña más reales que todos los puentes que he cruzado. Puedo parecer un poeta-burgués y ser dueño, con versos y sin dinero, de todo lo que nunca tuve y aún sin tenerlo sabría inventarme universos paralelos más cuerdos que todas las barajas y partidas donde depositar la vida es posible. Puedo juzgarte en mi silla sin más ley que mi gramática, destrozar con mis manos la fría álgebra de tus emociones y hacer enfermar la semántica del lenguaje que en mí aprendiste. Porque mi sintaxis te creó; “nombre inexacto de las cosas” tengo la capacidad de destruirte. Duerme. Recuerda que los bufones tenemos todo el tiempo y la paciencia necesaria que hace fuertes a los esclavos.


Oficio de tinieblas (Boris Vian style trumpet) Hace sol en la calle Me gusta el sol pero no me gusta la calle B.V.

El sol baila un tango afuera, en la calle. Yo me compro un traje sin luces, de sombras. Valses amarillos e histriones de luz alzan capiteles sobre los sudarios de la carretera. Hay sol en las bocas y la gente baila son de tangos rubios. Hay gente en los bares y puestas de sol detrás de sus venes. Me visto de sombras y no salgo afuera. No entiendo de luces, tampoco a la gente. Y el sol levantado baila hermosos tangos de nubes y esferas por todos los sótanos y pistas redondas del cielo y la tierra. Cierro los postigos y tan sólo espero a que palidezca el absurdo día para recoger de todos los sótanos huellas de ceniza, luces de mentira y pájaros negros para perseguir obscena soberbia, ánima infecunda y palabra ciega que interprete el mundo en mi tosco oficio de traje sin luces y haces de tinieblas. La luna baila un vals dentro, en mi cabeza. Yo no quiero trajes, en piel de penumbra abro los postigos y baila mi sombra por fin libre de luz, por calles y aceras.


FRANCISCO DE PAULA depaulatoo48@gmail.com _______________________________________________________________

Maleficio de taciturnidad “Y atended que estas impías padecen maleficio de taciturnidad y así salen de noche de sus casas sin ser sentidas -que en esto el diablo las ayuda- y por ello de día se hayan cansadas y descuidan las tareas propias de hogar cristiano y no parece sino que la luz las daña y tienen sombra en debajo de los ojos que en ellas es signo de haber estado largo tiempo mirando la luna. Y escandalizan al marido con posturas contranatura y le preguntan por qué han ellas de yacer siempre debajo si son la misma carne. Y cuando conciben no se están quietas ni callan como dicta la Iglesia sino que se retuercen como serpientes y es claro que disfrutan. Su atrevimiento es enorme. Una de ellas a la que pregunté si no reconocía que el poder divino era superior al demoníaco me respondió sonriendo que el único poder que le envidiaba a Nuestro Señor Jesucristo era el de convertir al agua en vino”. (“De cómo hayar y castigar bruxas”, anónimo castellano, s. XIII)


Poema inempezado

No lo entiendo. Si sé que nos hicimos monstruos el uno al otro, terribles bestias de calor empeñadas en empañar cualquier cristal que se nos acercara a menos de un gemido de distancia. No lo entiendo. Si una noche, borrachos como reyes, me cogiste de la mano para meterme en no sé qué edificio oficial y follar en el ángulo muerto de las cámaras de vigilancia. Y girabas la cabeza para mirarme. Y me llamabas hijo de puta. No lo entiendo. Si en cada caricia nos cavábamos con la misma rabia con la que cavan los vencidos delante de las escopetas, si nos mordíamos en un idioma diferente cada vez, si les sacamos los ojos a todos los huracanes que quisieron derribarnos… No lo entiendo. No entiendo que permitamos que lo poco que queda de aquello continúe arrastrándose y pidiéndonos carne. Perro enfermo, exhausto y ciego, que no tenemos el coraje de sacrificar.

Atrás queda Praga

Te observaba de lejos, en aquel colchón sobre el suelo alejado del mío. Hacía casi un día me abandonaste en un café del barrio judío aunque me permitieras pasar la noche en tu casa sabiendo que no tenía adonde ir. Para consolarme dijiste que siempre quise conocer esta ciudad sin reparar en que el único país que amaba era tan pequeño como la manta que nos cubría. La misma que te envolvía entonces. Ella te convertía, vista desde allí, en ese arrecife hasta donde nadas tantas veces de pequeño pero que años después, de vuelta a la playa, eres incapaz de recordar a qué animal te evocaba su silueta. Al acercarme a la ventana frente a la antigua comisaría comunista, me di cuenta que era casi diciembre y toda Praga se me seguía resistiendo a nevar. Supe entonces que no nevaría hasta que me fuera. Tampoco lo hizo la noche anterior, cuando caminaba borracho sin preocuparme los carteristas del Puente de Carlos ni las promesas de calma que a esas horas el Moldava ofrece a los bohemios. Me asignaron un departamento vacío en el tren de regreso. Allí pude continuar leyendo un libro que ya me era absurdo y mirar por la ventanilla un paisaje que sospeché me odiaba. Daba lo mismo, las vías siempre me parecieron cicatrices. En ese vagón me pregunté también si todo lo que fuimos no será pronto anécdotas que contar al nuevo amante al que otorgues el privilegio de agotarte. Discúlpame, pero es que no puedo olvidar tu comportamiento en la despedida. No deberían negarse a nadie los besos de estación; todos tienen algo de última voluntad. Llego a casa, confín cercano, y busco en la emisora música para deshacer maletas. Julio Sosa canta “Mano a mano” por la radio y suena a conjuro. Me digo que te sobreviviré, que con el tiempo serás apenas ese dolor de herida vieja las noches que el frío aprieta. Tu nombre en salpicaduras de llanto, manchando la camisa que llevaba durante la sucia reyerta de olvidarte, pero nada más. Antes de eso quiero decirte algo aunque no lo creas, aunque te haga reír, aunque lo tomes como la última ocurrencia de este escritor de tercera que una vez te quiso en cuerpo y sombra: Sé que Praga se construyó para cercarnos.


Eos o contra la Aurora

Los griegos contaban la historia de Eos, que no era sino la Aurora. Cada noche, cuando ésta es ya postrera, se despierta de su lecho en Oriente y recorre el mundo anunciando el amanecer. En una ocasión, Afrodita descubrió que la Aurora había yacido con Ares, su amante más frecuente. Celosa, la diosa del amor maldijo a Eos con una terrible maldición: A partir de entonces sólo se enamoraría de jóvenes mortales. Si con lo que decidió perder a su rival hubiera sido lujuria hacía los seres humanos el castigo podría tenerse por piadoso. Todos los dioses satisfacían frecuentemente sus apetitos con mortales, incluso en ocasiones con bestias todavía más indignas. Pero Afrodita es cruel y se ensaña, y sabe que el amor humilla más que la lascivia. Y en verdad era doloroso ver a la Aurora, toda una diosa, arrastrarse y suplicar por el favor de un mortal, a veces incluso por el de un vulgar esclavo. Muchos la despreciaban, asqueados por ese amor enfermizo, más propio de perras que de diosas, pero otros obtenían provecho de ello. Le sonsacaban acerca del significado de los oráculos o el lugar donde los dioses escondían sus tesoros. Los hombres supieron así gracias a ella mucho de los olímpicos: a la casa de quién pensaban arruinar o a qué ejército otorgarían la victoria en la próxima guerra, todo ello a cambio apenas de las sobras de una caricia. Hay incluso quien asegura que fue Eos quien contó a un joven y hermoso Hesiodo todo lo que nos dejó escrito acerca de los dioses, de sus orígenes y perversiones. Los divinos acabaron descubriendo quien esparcía sus secretos por la tierra y poco a poco fueron apartando a la Aurora. La expulsaron del Olimpo y si se la tropezaban apenas si le dirigían la palabra, temerosos de que lo que dijeran pudiera llegar a los oídos de cualquier porquero. Así vaga todavía Eos, despreciada por sus padres y hermanos y enamorada de los hombres. Hubo un tiempo que cuando estaba próximo el día y los pájaros chillaban apiadándose del triste aspecto de la Aurora que se acercaba, ello alertaba a los enamorados que comenzaban a hacer el amor de forma desesperada para demostrar a Eos que la pasión que los unía seguía intacta y persuadirla de que era imposible que el amante abandonara a su amada por una pobre maldita. Los griegos explicaban así el deseo que inunda a las parejas en las horas de la aurora, cuando los cuerpos tendidos en el lecho son como nubes negras de tormenta a las que la más débil brisa o susurro las hace arreciar de nuevo. Pero es que los antiguos descubrieron también que es durante ese tiempo de la aurora, cuando con más frecuencia mueren quienes se hayan aquejados de fiebres. Por eso en las casas donde se velaba a un enfermo, sobre todo si era joven todavía, las madres reían cuando notaban que expiraba la madrugada, las esposas se mostraban felices y sacaban a los niños a jugar a la puerta, ocultando así el sufrimiento de la familia, no fuera a ser que Eos, intrigada acerca de la causa del duelo, descendiera y al mirar por la ventana del dormitorio se fascinara con el enfebrecido, se tumbara junto a él en el lecho y lo abrazara con fuerza, robándole cualquier poco del aire que durante esos momentos de lucha resulta precioso; o que le contagiara algo del calor terrible de los todopoderosos, elevando así su temperatura todavía más hasta matarlo. Y es que tales eran las formas con las que las gentes de entonces creían que la aurora aniquilaba a los febriles. Así que, amigo mío, la próxima vez que veas llegar a la Aurora, hazle el amor al hombre o a la mujer que se tumbe junto a ti del modo más cobarde posible. Y si acaso estás solo, no te avergüences de cubrir tu rostro con las sábanas, de taparte como un chiquillo miedoso, aunque ya no te creas joven ni te sientas enfermo, no vaya a ser que Eos te descubra y quede prendada de ti. Que si algo nos enseñaron los griegos es que, cuando una diosa ama a un mortal, es a ese mortal a quien acaba destruyendo.


Solicitud de fracaso

DEFINICIÓN: Documento mediante el cual, los ciudadanos y personas jurídicas se dirigen a una Autoridad u Órgano de la Administración, haciendo una solicitud o petición.)

SOLICITUD DE FRACASO

Yo, el solicitante, vecino de este municipio, mayor de edad, licenciado en Ebrias Artes y jurando para mi beneficio que en las elecciones voté al partido que gobierna (sea el que sea), quiero constatar:

EXPOSICIÓN DE HECHOS:

Que estoy tan solo como merezco, aunque no por ello me resigno: sólo los santos y los asesinos van felices a su ejecución. Que por tal causa, en esta ciudad todos los portales me son ya extranjeros; que la única cremallera con la que jugueteo es el dial del transistor de mis madrugadas; que de seguir así pronto acabaré descifrando el jazz; que ayer me sorprendí echando de menos a la egoísta que me propuso vivir en rendición, morir en paz, follar en martes; y que la soledad oscurece tanto mi dormitorio que hasta por la mañana sus ventanas parecen tapiadas de cielo.

PETICIONES:

Por todo ello, solicito unos ojos del verde de las mesas de billar que me rebajen a jauría para sus muslos, un nombre que maldecir y una espalda contra la que estrellarme. Alguien que no se engañe, que sepa que mi mayor defecto mide exactamente 1´73, aunque parece menos por esta manía mía de andar encorvado. Juntos reuniremos el valor necesario para desertarnos. Desde entonces fingiré que no busco en otros cuerpos sepultar su fantasma. Y tal vez un día me recuerde sonriendo al descubrirse, como una marca de agua que sólo ella puede leer, al trasluz de los torpes papeles que escribo.

A tal fin entrego, debidamente cumplimentada, esta solicitud de fracaso, firmada en Tu Carencia, a 19 de febrero del 2008.



ELEANOR SMITH eleonorasmith.blogspot.com _______________________________________________________________ poema 1 Alguna vez voy a estallarme el cuerpo de tantos golpes prodigados a tu nariz para quitarle la fragancia del perfume de mi vestido que te llevaste una tarde, mientras reíamos bajo un cielo naranja y unos pájaros perdían sus alas en pleno vuelo. La sangre que escupas voy a untarla en un pañuelo blanco de encaje que, sabré remojar en ocasiones para paliar la fiebre que a veces me invade. Fiebre maldita ante la ausencia de tu falta de respeto o en el peor de los casos, el silencio constante de tus manos. María Magdalena debías de llamarme y sin embargo, María a secas pronunciabas en noches hemorrágicas, las cuales vendabas. Santo y puta evidentemente es una mezcla que nunca funciona. poema 2 Es que cuando estoy narcotizada disfruto sin culpa que copulemos. Sedada, bajo los efectos de pastillas rosadas y blancas, siento que abandono mi condición de mártir. Las piernas sangran y sin embargo, creo sentir que entierras flores, en lugar de dagas. Extracto de cristales rotos me llueve sobre el cuerpo que trago sin cortarme la lengua. Más tarde las manos queman, pero ya no poseo memoria suficiente para maldición alguna o siquiera un llanto miserable.


JESÚS ALCALDE losguildivernos.blogspot.com _______________________________________________________

Todos los ciervos blancos se han muerto yo quiero estar con vos para siempre y que la muerte me deje por mentiroso

Todos los ciervos blancos se han muerto, yacen destripados frente al lago calmo de la noche. Niños silvestres mastican pequeñas bayas rojas mientras se musitan deseos enseñando los dientes, confeccionan con las vísceras de los ciervos collares festivos al cuello y guirnaldas de las que desciende una caricia de dedos de sangre hasta sus sexos desnudos. En la mitad de esa noche herida vos sos la luz blanca de la cicatriz. Me dicen lunático porque dí mi corazón al ciervo blanco que huía. Me dicen lunático porque a vos no la ví y aún así sé pintarla en un cuaderno sin su ropa lamiéndome la soledad. Me dicen que en el jardín de un hombre que no ha follado el milagro no afloran vinos de agua ni peces de pan. Me dicen. Me dicen. Estúpidos que no entendieron que vos sos la agujita del pajar que atraviesa el pie descalzo del ciego, que no entendieron que sos el sencillo tenedor de madera en el sueño bonito de Tántalo. No saben que yo ví en vos la belleza, y que la belleza una vez vista no pretende el loco poseerla ni guardarla en su cajón de recortes, tan sólo hacerse un rincón pegadito a su vera hipotética a aullar y abrirse las muñecas a mordiscos, pintarle a la muerte parasiempres de sangre en sus muros.


La poesía es un escarnio

No sé si quedará de mi corazón un mísero cabo con el que atar estos ingrávidos latidos a un buen árbol mañana cuando todo el aire esté formado por barrancos. Van velándose aquellos domingos luminosos entre estos diáfanos cúmulos lectivos, brillantes azúcares se diluyen en la espuma diaria de oscuros cafés. La poesía era otro escarnio del espejo. Arrecia un silente temporal de huracanes en las ventanas rotas de esta acogedora intemperie y el ruido del quebranto en sus cimientos es un requiem en clave de epinicio que queda adherido al seso, al esperma sobre mojado y al silencio de esta tierra firme. Nuestra casa se ha desmoronado en aquel risco azotado por un oleaje de adyacentes lejanías a medida que alza sus nuevos muebles y papel pintado donde antes confetis lindos de ceniza, donde antes... mañana preciosas urbanizaciones donde parques, mañana historia donde vida, mañana ella donde tú. Hoy, mañana, la palabra. Siempre la palabra, ese defecto, ese desastre con el que pretendemos recomponer nuestras vidas. La palabra infecta mi sueño, cada noche baldía palabras bellas como hembra, hogar, sándalo, alma, nutrir, ámbar, alba, lecho, arbolado. Palabras. Corro de la palabra, huyo de la palabra, en mi sueño busco esa energía del impacto suave entre la carne de un labio y el dulce soportal de un pezón o el dorso de una mano o una vena rosa o un mechón reivindicado sobre los cuerpos, acaso una mirada, un arrullo desde la puerta del comedor. Pero tiende el anhelo maldito de nuevo al encuentro con cálido, ternura, suave, sal, compañía, futuro... Palabras. En el encuentro con la palabra cada vez infectado el sueño, la vida, todo.


Este ocio de dolerse. Esta puta pretensión que conduce a qué... Otra vez a la palabra. Malditas, sucias, elevadas palabras que hacen de la poesía otro escarnio del espejo y del poeta un hombre solo. Paz de vos Entre vos y yo estallan pequeñas guerras, no grandes ni mundiales, pequeñas digo y acaso inconfesablemente deseadas por los dos. Esas escaramuzas en las que vos no existe y yo insisto están llenas de palomas blancas que asesinan habitaciones por causa de los cielos. Porque vos no existe ni asiste, mas nunca desiste en asirse a mis anhelos románticos no pragmáticos ni prácticos de que vos exista. Linda crueldad que no existe pero embiste la fortaleza de prefabricado de mi corazón. Allá pone vos sus cuarteles estratégicos, bellos antiaéreos, brillantes balas, alambradas con puítas de robín que parecen desde acá hilos de oro o cabellos suaves como cunas o terrosa luz de otoño, pero que son a la vera de vos alambradas con puítas de robín que pinchan y no son. Y desde allá vos dispara su inexistencia a mis fuertes de algodón y cartulina azul dejándome vencido, otra vez en ruinas y un muchito más triste y otra vez en paz.


Una paz definitiva, buena, una paz terrible sin vos. Como si de veras, amor

Mi vida alcanza ese instante del monte en que dejan de trinar las copas altas de los cipreses censores del acantilado y desde el océano ya sólo atracan silencios. Es la espera. Flor del pedregal. Mira el aire, se preña de oleajes, acá nada es prosaico, este silencio ya ligeramente húmedo y salino hace aflorar poesía en los daños de un hombre. Qué instante sereno separado de los otros instantes por verdaderos ratos, hormiguea el corazón que cree en los monstruos, qué poco significa en los ojos de este hombre la palabra abertura, la palabra cierre. Si vieras, amor, como llegan reflotados galeones desde el fin del mapa sin que nadie apunte con el dedo a sus velas. Aquella cala desierta prolegómeno del mundo heredado. Todo el cielo cromado es un nombre con apellidos cargados de lluvia que yo te impongo dormido sobre esta orilla de sequías. Estoy tan viejo y enloquezco tan despacio, amor, no alcanzo a abandonar esta cordura de recordarte desnuda cada mañana prolegómeno del mundo encontrado como si de veras, como si de veras, amor.


Esta buena locura que adivina lirios en las rocas en la mitad de este silencio va pintando círculos en derredor de tu ombligo como un patito feo que recorre un cerúleo estanque de plata con las alas heridas de petróleo. Y si vieras, amor, qué dibujo, qué círculo enfermo de espirales, si vieras, sencillamente. Tengo miedo a morir mañana, tantas cosas que decirte, tantas deshabitadas islas de novela, necesito tanto que me abraces. Como si de veras, amor, como si de veras.

La última moneda Como soy un tipo manchado de poesía acometo estos francos ridículos. Decirte, por ejemplo, frente a espejos mal iluminados que escarbo en los yermos del mundo en busca de migas como oscuras aves urbanas disputan pan amargo en el perímetro abandonado de una fábrica de dulces. Esto en lugar de decirte que estoy triste, que soy triste, sosegadamente desesperado y hondo; sólo porque ando manchado de poesía en la camisa, en los jeans, en el tiempo, en los objetos... También sin conocerte, muchacha de atrás del muro, para ti aireo estos absurdos, cotidianos desnudos verbales de mi cicatriz, porque además de andar manchado de poesía soy un tipo manchado de soledades que gusta de caminar bajo las lluvias


y comprobar que el agua limpia que devuelve el cielo a la ciudad tampoco sirve, tampoco basta, que el sol siempre regresa y que yo sigo manchado hasta el tuétano de todo esto. No niego, muchacha de atrás del muro, que hay veces que callé manchado de esperanza o de ti y puse la mano atrás de muros. Me pareció -quiseque afuera llovían novelas románticas, lindas prosas sin desenlace, ya sabes, tu, mi, nuestra literatura, mas traje mi mano de vuelta y ésta estaba manchada de poesía, esta mano mía con que hoy ordeno rendido en el cajón mi camisa, mis jeans, mi tiempo, mis objetos... Esta mano que hoy lo ensucia todo. Pues sólo soy capaz de todas estas palabras que se amontonan como autos antes bonitos hoy herrumbrosos en el desguace. Decirte todas estas metáforas que suenan a mejor manera, a elevación, a posibilidad, a nosotros, es el peor de mis teatros, el más dañino... Ocurre que acabé poeta y acabé tan mal, tan mal, muchacha de atrás del muro... Sinceramente, en mi mano tan sólo hay un te amo, es mi última moneda en esta feria de otros.



SARCO LANGE sarcolange2.blogspot.com ________________________________________________________________________________________ Resurrecciona y traga No me avisaste que había espejos congelados en vez de sábanas, dejaste que nuestros simios se bajaran de los árboles como bestias anormales, y mentiste. Mentiste, bella traidora, mentiste porque los trenes transportaban tus deseos en el último vagón, y el último vagón siempre ha estado maldito, y se estaba incendiando, y ardía como sólo arden los bisontes que se lanzan a los precipicios cuando son atormentados por sus feroces demonios.

Una patria sin hombres que odien a la patria no es una patria. Y un hombre que no es capaz de dar su vida por una mujer no es un hombre. Pero afuera los automóviles insisten en atropellar a los ciegos que nunca en sus vidas podrán ser dueños de algo. Yo no te puedo maldecir porque en el fondo fuiste la vida que había bajo el agua, la nieve milagrosa que rescata al naufrago que delira en medio del desierto. No puedo sino establecerte campanario, ahí, donde los chacales destrozan a sus víctimas y después se van al bosque a manipular al sol. Ahora me visto a las ocho de la mañana y pareciera que son las diez de la noche. Estoy bebiendo las sobras de los vasos de mis amigos. Me masturbo frente a la pared de un horno crematorio y veo luces y góndolas que atraviesan mi sangre y me transforman en un pálido sonido que inunda tu dulce hemorragia. Mi trabajo es ser payaso, mi deber es hacerte llorar y mi compromiso es pronunciar la palabra muerte tantas veces como sea necesario. Hay días en que me quedo 14 horas echado en el living con mi gata entre las piernas, sin comer nada, prácticamente sin reacciones, escuchando cantos gregorianos, y sólo interrumpo la escena para ir a fumar afuera, a la calle, y cuando salgo me subo por la horca cínica que hay en el recuerdo y te lloro, te lloro, mi frágil asesina, porque sé que en ese instante hay veinte mil lágrimas de sangre ardiendo en los ojos de la tarde. Y cuando entro, antes de tirarme nuevamente en el sillón, me gusta suspenderme en el aire como una profecía elemental, me sitúo más arriba de los pánicos que deletrean tu nombre y luego me sumerjo ingrávido en la piel que adorna tu avaricia. Y después duermo. Y sueño. Y me lanzo de todos los andamios que hay en la penumbra de esta falsa enfermedad. Me entrometo pueril, idiota, diáfano, en la conducta sicótica del estar dormido. Y despierto. Abro los ojos. Mi gata ha muerto hace siglos. Ya es tan solo un débil esqueleto. Mis piernas son naves vikingas que avanzan por el mar a costa de doscientos marineros ebrios que blasfeman hacia los abismos. Sus cabezas son nubes negras y de cada uno de sus ojos caen temporales y caballos muertos. Luego todo es humo, hechizo, damas vestidas con ropas blancas, cubiertas de escarcha, que al viento se deshacen como un tumulto de velas encendidas.

ya estamos viejos destruidos prácticamente aniquilados estamos fracturados en el más trágico de los abandonos tráeme los cigarrillos que adentro, en vez de tabaco tengo tu imagen de princesa herida navegando en un responso de aguas transparentes fuma conmigo tosamos como si fuésemos un cielo con cáncer y después cuando todo haya acabado acuéstate a mi lado y bésame los labios te leeré unos poemas que escribí mientras veía tu cuerpo danzar en las alturas como un papel que lo maldice el viento


La insolencia del amor, en Re mayor, opus gas amor defíneme qué es el asco defínemelo mientras orinas la sangre purulenta de nuestra hemorragia trimestral defínemelo mientras te lamo las axilas mientras te escarbo la nariz mientras saco un pasaje suicida hacia la ortodoncia depravada de tu cabello manantial después defíneme qué es el morbo la lujuria, la náusea y la blasfemia (siempre serás mi niña alada y yo tu eterno pederasta) no mi amor olvídalo no me definas nada mejor cierra los ojos cierra las puertas cierra las ventanas cierra la vida y abre el gas pongamos tela adhesiva por toda nuestra casa que no entre el aire por ninguna rendija quiero que nos quedemos dormidos mirándonos a los ojos que poco a poco la fatiga nos dibuje la muerte en la mirada ven, dame tu mano apriétame fuerte, dáñame, húndeme las uñas hasta más abajo del viento sángrame ¿soy yo en ti? ¿recuerdas cuando te regalé un par de guantes porque el frío que hacía era demasiado insoportable? ¿recuerdas cuando oíamos Riders on The Storm y creíamos ver a Jim Morrison fumando debajo de los árboles? ¿recuerdas cuando nos pusimos a llorar porque las olas se llevaron los vidrios azules de nuestra pasión atribulada y una docena de niñitos albinos se puso a cantar una ópera fúnebre en la cabina casposa de un mar que nació mar pero que nunca supo de apellidos?


ya no definas ni la palabra asco ni la palabra lujuria ni la palabra morbo larguémonos luego de esta vida suicida amor, estás desapareciendo adentro de mí quítate la ropa por última vez amor, todo se pone muy borroso toses y me excitas tienes la mirada desesperada te ahogas, vomitas se erecta mi alma y los pájaros que tengo por pestañas baten sus alas como si estuvieran endemoniados ayúdame a quitarme la piel que me recubre pardo en tu cuerpo manchado de Aries así me conociste, como la frugal serenata de un corazón que tiene herpes quítame el miedo que reviste todas las condenas incendia en mi nombre todos los alacranes que nunca cenaremos aúllame adentro de los pentagramas del vértigo y gime salvaje mi nombre mientras nos anochecemos grita princesa! grita fuerte esta muerte enloquecida! más fuerte amor, ya eres un bosque repleto de veranos! escúpeme las certezas de tus ojos en la boca de mi olvido amor, te ves deliciosa desnuda y casi muerta eres como un cadáver exquisito que se pierde a medianoche por las calles desoladas de un París que nos azota los estambres las garzas que habitan canosas adentro de esta esquizofrenia se corren al vernos morir con nuestros sexos alterados y todo parece genial mientras en un bar de la calle 18 hay un grupo de poetas que recitan sus poesías ignorando que los poemas a veces también pierden la vida ya está todo listo amor comencemos a transitar por este túnel los lápices, ¿has llevado los lápices? ¿te acordaste de llevar el papel cuadriculado? ¿echaste mis cigarrillos en el bolso que tienes adentro de los pecados más graves? gracias vida mía ahora marchémonos en silencio no hagamos el menor escándalo quedó todo ordenado el tostador de pan está desenchufado las toallas del baño bien dobladas el dinero del casero lo dejé adentro del mueble donde solías guardar el Paracetamol vamos princesa, vámonos sin molestar a nadie


ya tendrán trabajo suficiente las odiosas cucarachas que no sabrán qué hacer caminando arriba de dos cuerpos hinchados de jueves hinchados de orgasmos y de sacrilegios hinchados de poemas y epitafios hinchados de vida pero que se los folló la muerte


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hace un mes que me estoy muriendo de distancia hace un mes que los relojes yacen detenidos hace un mes que los años hace un mes que tus pájaros que la tragedia hace un mes que fueron seis meses y hoy buscando tus ojos al interior de un faro enmudecido me ha salido una llaga al medio de las sombras y no puedo beberte el sudor ni el poema hace un mes que ya no hay vida revuelvo el baúl de la memoria para ver si me suicido en un beso de corales y tu nombre hace un mes que no tolero ya los meses me he vuelto atroz como las piedras que sueñan con ser agua tengo once dedos para tantos puñales he cortado las flores que morían dentro de una vela las he dejado arriba de mi frente para poder pensarte, recordarte arañarte a mordidas mientras caigo sufrirme en primavera intoxicado de tu boca que está gritando algo y no acabo de entenderlo decir te amo es acariciarte la mejilla dibujarte un soplo en las encías y dispararme mil océanos de greda en una tarde nublada que sigue oliendo a ti, mi amor


**** humillarme debajo de tu lengua abrirla con mis dientes comerte la carne descubrir en ella el terror que hay en todos los armarios santificarte en medio de las cúpulas y salir inmune de la tragedia beber del perjurio de tus axilas rodear la niebla de tu angustia y caer azotándome la edad sentir la poesía como un látigo de fuego que te hace mujer, hembra que te posee furiosa adentro de los versos y ser yo el pálido desastre que se esconde detrás de los prontuarios viciar el recuerdo de tu infancia tallarte una lápida con mi nombre muerto colgado de alfileres buscarte en el motivo de la sangre bordar una ópera italiana que navegue dictadora entre las vulvas del infierno hacerte Religión en medio de un pueblo fantasma repleto de campanarios quiero vestirme con tu pánico esculpirte en tu roca impregnada de gorriones serte franco aun mientras te miento serte útil aun mientras me muero serte fiel aun mientras me ahogo


y no soltarte jamás la mano pronunciarte Poesía sólo para morir en tu bofetada mirarte a los ojos y METERME EN TI HASTA EL VACÍO Trece monedas de oro dejé de ser Dios el día que me escupieron el rostro y entonces fui Cristo fui cordel y sacristía pero todos oímos que el temporal llegaría feroz y nos asesinaría entonces no fui más Cristo y me traduje en los negros rizos del mal Judas resucité siete veces y eructé un panal de avispas enloquecidas ahora mi cabeza en vez de espinas y coronas tiene un enjambre de estropicios verdes y brújulas de pus que no entienden nada han perdido el punto han perdido el rastro como todo no te diré que bebo absenta ni que fumo crack ni que soy caliente a toda hora sólo aplico lápiz y papel y en la tinta veo pasar mis edades celtas veo Sarcos de madera que flotan indecisos en un mar de petróleo suicida veo ranas a punto de explotar y bares que son como púlpitos (tengo una vela que se está apagando pero David me ha dicho que Jota se fue al invernadero) veo luces, un faro colosal, inmenso alumbra la ruta de los barcos fantasmas


que arriban a estas costas y justamente fue un fantasma quien anoche me cercenó el dedo índice para que nunca más le apuntara el rostro mientras los gusanos le engullían la esperanza te lo podría plantear de otro modo sin asfixia sin desgarro pero la gente en las calles tiene hálito a vino tinto a polillas, a marcos de ventanas incendiadas todo es un momento hecho de tiza y yo nací viendo a mi madre soportar la dictadura agria de un buen hombre mientras en Venecia dos gondoleros borrachos desvirgaban a una estudiante de 17 años tengo la mano abierta cabe un seno en ella y trece monedas de oro tengo cara de loco: esta mañana soñé que los aviones dejaban de existir y los maestros zen no podían volver a sus países tengo otras cosas más tengo sed, hambre, tengo murciélagos y una lluvia en mis ojos vanos esperando esta noche ponerse a llover


MARÍA SOTOMAYOR mariasotomayor.blogspot.com _______________________________________________________________

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Transportar una a una la piel definitiva no hay desecho en esta zona y en cambio se me parece tanto lo imprevisto del cuerpo que no hallo larga zona no mirada ni cálido envejecimiento de cuantos no me conocen no existe arista horrorizada en el centro también la noche limita el contorno de la sombra lacerando la triste boca que resiste fastuosa el surco implacable de la memoria la fuerza de la superficie -donde más aguay el profundo intento de navegarla con la mano oprimiendo el pecho a veces ahogada la máscara hasta olvidarla después en el curso estancado del vertiginoso y cruel arrozal de cabellos lo que creo mío es un miedo de baba aglutinada en la garganta tan verdad en esto de esconder el cuerpo cuando escribo que en lo que a mí respecta lo dejo hacer en lo incurable del crimen de tener las manos vacías.

* Para que lo entiendas yo amo al hombre que por hombre siempre es terrible -no al del gesto de doblez figuradaencantador al paso a ese que me dice hermosa de una manera que también castiga el que no rinde pleitesía al pecho pero late azul y sol y musa hasta que el signo se convierte en proceso un flujo constante de no percibir el desemboque ni padecer la hemorragia


creer además que soy la que zurce los ojos tan grandes en el lugar que a veces nosotros -el hombre y yo- culpables también mordemos cubriéndonos de ramas en la consistencia de aquella palabra que se hunde no por dicha sino por hambre y queda sumida en el transito de los peces que inundan todo el tiempo el espasmo de la garra que de noche me desenhebra de tan afuera.

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demasiado blanca demasiado hueso atrozmente lenta y acostumbrada a hacerlo sola hacia sí sinuosa mano que no dice cómo pero sigue hasta el lugar de la virilidad de un amor incontable apenas para no arrancarse inmerso en la fuerza del músculo maduro o de lo que intenta moverse la muerte atemperada bordeando su propio nombre en la espesura de todos los días de su vida lo cifrado de masticar el manuscrito es también no hablar no decir que es así masturbar el libro hasta el hallazgo del hombre nunca dentro rebotando contra su propio eco desde el momento de nombrar lo que llego a percibir un ejemplo de necesidad en la escritura prematura en tu hueco donde no hubo nadie en el vientre haciendo grieta quizá algunos rostros vastos agrandando hacia atrás la boca succionando el envejecimiento definitivo en la tempestad de confundir pájaros muertos con nuestro vuelo.


* Todo está brotando de una manera delicada donde comienza el descenso del deseo, el hálito de la huella en la etapa dura de carencia y natural bruma, turbia es la sensación irregular en el poema a la hora temprana ni siquiera después de ser, roca viva esta ausencia lógica de locura, la indefensión nada sabe de la alegoría de lo minúsculo, haber sido a puerta cerrada aunque sólo sea un media edad , un deseo épico de morir perdida de formas con un mentira indeleble en el pecho -a esto se le llama amorque contempla la falsa travesía de la planta bulbosa que le crece en el verso, habría que decir que esta excitación bidimensional que se escapa de mí, no pudo ser otra cosa, que un cansancio puntiagudo de fingir.


* Ineludible era, asirse el cabello que atravesaba intacto el paso desandado en el cortejo de la fábula enredada a la aurora, lo hondo en un ruido de aleteo gigante que elige creer que la próxima tarde caerá en espiral y obscenamente roja, como vulva abierta sin ángeles ni nombre, ese sol que será la manoseada existencia aferrada al rostro, observar la migración de las aves y el vacío que queda en los ojos entre ala y vuelo, la primera conciencia todo esto que no es sino el pecho latiendo terco la curvatura de empeine, lagrimeando de golpe o a destiempo la mitad del paisaje, el uso de las plumas astilladas al costado como las frágiles costillas del amor, sólo eso, tal vez todo, la puerta desteñida del comienzo hasta el final.


ANTERO somosloquesemos.blogspot.com _______________________________________________________________

el 96 me monto en el 96 y sonrío a aquella muchacha que un segundo deja de leer a Gaite. en sus ojos me siento por descubrir o sea, con los zombis todavía enterrados. compro pan mister Proper, subo a casa y las caricias que te intento te son zapatos estrechos y empinado domingo, nada que ver con aquellas que le soñaste al tipo que hoy en el autobús un segundo que dejaste de leer a Gaite te sonrió.


Domingos afeitados serás la puta de mis domingos afeitados y mis duchas esmeradas. la puta de los paseos por Vallparadís cogidos de la mano de san Valentín y de las cenas coñazo con la familia en navidad. serás la puta de lavar los platos a medias de pelear por el mando a distancia o el tapizado del sofá de no dirigirnos la palabra y de buscarnos, hambrientos, la calor serás mi puta la puta de mis sueños porque donde no pienso equivocarme contigo es en amar

Sofía Tosía para escupir los tres pulmones, inspiraba enronquecido por la napia, regurgitaba con fragor de gárgaras y esputaba un gargajo verdealquitranado con el detalle de apuntar al suelo. Solo entonces, apagados los volcanes del pecho, le metía una lamida. Pero con la puntina de la lengua, ojo, que no quería enguarrar el póster de Sofía. Ese era el ritual mañanero del cabrón de mi viejo. Y no digo yo que no se mereciera la niña aquella devoción, porque estaba que arrancaba el hipo de cuajo. Han existido jamones de jabugo, veteados de grasa, con su aroma a gloria bendita, que me han provocado menos hambre; sin despatarrarse o estrujar tetonas, y aun así a reventar de hembra que te invita, con sus treinta tacos ya traspuestos, toda carne, y toda sabiendo ser carne. Bueno, pues le sumamos como 15 años a estos prolegómenos, y yo currando de mula de carga en el hotelaco Palace de los Madriles: «lleva esto a la 78, pídele un taxi a las putillas del bar, limpia la vomitona del baño de la 125, corre, chaval, quítate el uniforme y vete a ligarle farlopa a la Sharon Stone o se cagará otra vez en mitad de La Rotonda». Y que una semana santa resulta que se aloja en mi planta. Venía a grabar el «Sorpresa, sorpresa», aquel programa pachanguero de hace la hostia en televisión. «Venga, tío, ¿a qué esperas?... que no, que mejor lo dejo para luego... que luego es tarde, mamón, no te jiñes que te conozco», así me rallo un par de días. A lo último me enchufo los tiritos que le birlé a la Sharon durante mi último avituallamiento, y con la excusa de devolverle unos abrigos de la tintorería, le entro. La acompañaban dos tías. Poquito italianini yo, poquito españolo ellas. Me larga una foto y le digo que vale, pero que desearía otra cosa, si no es subirme mucho a la parra, «que verá, que el cabrón de mi viejo, el mío papa, grande fan suyo, molto, moltissimo admiratore, il suo ritratto en la pared, ¿oquei?, ritratto bellissimo con el cuello, ¿cómo se dice esto, el cuello?, ¿collo?, collo, eso, con el collo para mordere vampiri, así, torcido, ¿sí?, ¿oquei?, y que cada mattino, el cabrón de mi viejo, el mío papa, dare un lenguetazo, ¿como se dice lenguetazo?, con la lengua, con la lingua, ¿leccata?, así, una señora leccata al suo collo, ¿oquei?, y, en fin, eso... que si no le molestaría, que yo...».


No falla, solo comprendes que te has pasado dos pueblos cuando estás saliendo del segundo. Fue acabar el macarrónico mitineo y maldecir mi estampa. Por favor, so cagabandurrias, que la gente es como es, no como uno quiere que sea, y que esa pava tendría ya sus sesenta castañas tirando bajo, ¿a quién se le ocurre proponerle semejante desatino?, no por lo faltón o lo imposible, sino porque a las tías viejunas que han sido guapas a rabiar, nunca, pero nunca, ni de frente ni de lado, se les recuerda que han sido guapas a rabiar, (¿cómo era aquello de que la belleza es maldición?, no se tiene, se pierde), y por mucho que hubieras empleado un tono de corderito y limado el canto de las palabras, después, al oírte, más que dichas parecían lanzadas como cargas de profundidad, a que estallaran hondo y en callado. Pero eso sí, que la culpa fue del chachachá y de la zorrona de la Sharon, por mandarte cada dos por tres a por polvos de talco, porque tú, sin el tirito de perica, no te arrojas de cabeza a la piscina, vamos, con lo pringao que te parieron, si tu viejo te estuvo levantando la mano hasta con la barba salida, y que la próxima noche que esa gringa despatarrada pida la cena en la suite, te frotas la chorra contra el bistec, o la mojas en el zumo de naranja. ¿Que no? Vaya que sí. Por la leche que mamaste. Y en esas estaba liado conmigo cuando, lo juro, va la Sofía y se ríe. Se ríe como la mujer más bella del mundo, le pongas la edad que le pongas. Ancha, colega de sus carnes, de sus imperfecciones, todas ellas galardones del haberse vivido. La vida no la acojonaba. Y como paladín vencido, la vida le entregaba sus armas y se hincaba de hinojos a sus pies. Increíble. Qué risa. Píen lo que píen los puretas, reírse es otro follar. Pero a lo que íbamos, que ladeó el cuello y —Avanti, ragazzo, avanti. Cuando se marchó del hotel el director se despidió de ella, lo habitual con las personalidades, y va la tía y pregunta por mí. Flipante. Me mandan llamar y allí me planto yo, en el despacho del capitán general, suponiendo que me iba a comer todos los marrones, movidas y cadáveres que tenía escondidos en la taquilla. Y ella, en cuanto que asomo, pasando del corbatas y su peloteo, me viene y me endiña dos besazos. —Questo è per te e per tuo padre. Y vamos recogiendo el chiringuito. El finde siguiente libraba. Estaba muy pillado de pasta pero era obligación restregar esta historieta por la jeta de alguien. Tiré de favores y me escapé para Barcelona. Desparrame, colocón del siglo, y el domingo de resaca visita a la tumba del cabrón de mi viejo. Lo típico. Escupitajo, meada sobre la lápida del nicho, un buen corte de mangas y —¡Te jodes hijo de la gran puta!



Descampados

A Terrassa nos parieron a pachas puede que a cuatro pesetas el pitillo suelto rancios, feos, e impuros pero eso nos sumó quilates, mestizos que no se dejaron fotografiar que talaron mástiles antes de verlos florecer y quedamos siameses por una infancia (única patria que grafiteó aquel Rilke en los cagaderos de la Renfe, ¿te acuerdas?) para siempre aunque el siempre que se trae a colación es porque ya caducó en nuestro caso cuando imprevistos parientes incrustaron sus cuñas de desembarco escampando historietas coloreadas y cromos de cadáveres estos, míos estos, tuyos así nos doblaron las cucharas así nos volvieron de álbumes distintos. y aquellos niños que corríamos en descampados sembrados de jeringas que soñábamos a Loli con el fuego de pecho de Afrodita A que echábamos a senás o parés levantarse a cambiar de canal que con un «mamá se fue» toreábamos al cobrador de la luz en un de repente lento, como todo anochecer nos sorprendimos separados por tanto ácido sinovial: tú catalanufo yo charnego el resto se lee en el informe de la autopsia y demás Historias no compito por clavar banderitas en el planeta Mundo es, ha sido, y será vuestro: de vosotros o de ellos solo te pido que si has de escupirme estás en tu derecho como hermanos que fuimos no me pintes con lo que te hace más llevadero tu cuello de camisa estrecho y ódiame cierto por lo que soy: el tipo cascarrabias y erizo que permanece en un descampado sembrado de jeringas defendiendo con uñas y dientes las fronteras de su infancia


Mala follá

Echó las tetas en la mancebía de la Dominga, entre carnes sueltas, refajos descordados, malos vinos y peores hablas, pero por estar muy encoñada de su propio virgo solo rozó el oficio. Aprendió a pajear usando el envés de las rodillas y de ahí no hubo moro o cristiano que pasara. Luego, de mayor, y con mando en plaza en el burdel, adquirió tanta maña y renombre con esa industria —mentada incluso en los púlpitos y casinos de la capital— que no se tiene conocimiento de otra puta que llegase entera a los cuarenta y siete. Se desvirgó ya retirada y metida a monja, por cruzarse una apuesta con una novicia de Cuenca, y porque la verga del tonto del despensero bien merecía la probatura.


JULIA ROIG missdesastresnaturales.blogspot.com _______________________________________________________________

Del sentirse desgarrados Cuando así me haces cuando me vuelves destreza y me vertebras con aleteos de acero. Cuando me abarcas del alma a los colores que en mis mejillas, con tu boca y tus ganas, me inventas, y me trazas en acordes rotos y densos, densos y rotos, desde dentro hacia fuera. Y me desmorono y resbalo en tu llanto, llenándome como cántaro de agua fresca, me desarmo de palabras, ropa y albas que no se encienden nunca. Justo ahí, en el pliegue de tu sonrisa en la mirada que se abre como un regalo, en las palabras que nacen de la humedad de tus labios que me arrancan de lo amargo y me aprenden. Y todo es ya de vientres que laten pupilas que se dilatan bocas que se enfrentan barbillas que te tiemblan y roces que te estallan. Ahí me encuentro en las calles que no cobijan nuestros abrazos y me trampeo la memoria con el gesto del exiliado que se enamora de los puertos que albergas en tu cuerpo aunque aún no haya a ellos arribado. Y temo tanto que se me derrame el alma por las costuras de tanto amor que me está creciendo por dentro, como un árbol frondoso que me habita y te acaricio con las raíces de mis dedos, con las ramas de mis brazos, con los esquejes de mi sexo. Y temo tanto mientras me acerco a mí misma que ya no me dejo ventaja que ya sólo quiero aprender cuando el dolor sea un perro y me muerda y yo el sauce que ha de morir de tus hachazos. Y ahora sólo eso: prenderme a tus latitudes tirarme a tu piel de bruces y sobrevivir a esta ceremonia del sentirse desgarrados.


Perros de caza Existen días en los que siento como se me atraganta la rutina, y la rutina es un lienzo blanco que necesito profanar constantemente. Y la rutina como tragar agujas. Los errores como metralla que se queda dentro. Me sorprendo echando fotos de mi vida a lo Patrice Molinard y no sé si me gusta lo que veo. Somos perros de caza, perros con dientes que apenas saben ya morder, con el instinto en eterna cuarentena, narcotizados, corriendo en cintas estáticas, ardiendo a medio gas. Con nudos que muerden el estómago de nuestras famélicas almas y nuestras soledades extremas y obesas. Perros con grandes planes que se desvanecen como estrellas fugaces en el negro falso techo de la ilusión. Tullidos de deseo mientras el dolor fermenta. Buscando algo que no sabemos si existe fuera de nuestra madrugada, fuera de nuestras camas. Camas como islas cuando llega la noche y la sombra nos cubre como una marea fresca. Cuando el mensaje en el interior de la botella que encuentras sólo trae resaca. Nunca estamos listos para enfrentarnos al mundo. Como el autorretrato de Schiele, sin pies ni manos, impotencia y angustia. Haciendo patchwork con mis pedazos sin dejar de pensar en los caracoles que cada noche devoran mi rosal como en pequeñas muertes que se arrastran hacia uno. Que tu puño no escupe times new roman ni courier es algo que ya sé. Que tu pulso no entiende de cursivas ni justificados, también. Tu voz inalámbrica no me ofrece tu aliento y tus besos llegan a golpe de ratón. Lo más doloroso es que te pixeles cuando te acercas a mí. Y a eso no me acostumbro. Ni lo haré. Venas azules y sangre roja, nada es lo que prometen. Y es así. Ven y desnuca este amor que invade mis arterias y amenaza con hacerme creer de nuevo. Yo pensaré que sólo quiero ser como la mujer de los cuadros de Chagall y flotar por encima de toda esta podredumbre. Flotar siempre hasta estrellarme del todo mientras el dolor hace largos en los surcos de mi cerebro. De ocho puntas y cristal Ya no voy llenando el aire con suspiros que llevan tu nombre. Suspiros tóxicos y bellos. Soy sólo el boceto de una mujer que camina, ingiere alimentos y tira la basura a las diez de la noche. Trozo a trozo, el alma entera, como el que abandona un animal en la carretera sin mirar hacia atrás. Está llena mi memoria de peces negros. Podríamos tocar el pasado si no tuviéramos miedo a romperlo porque el pasado es una casa abandonada llena de recuerdos de ocho puntas y cristal. El festín de las termitas que roen las patas de nuestra historia no ha hecho más que comenzar. Ya no existe el rastro de cometa que dejaban tus miradas. Te palpas buscando el amor entre tus piernas cuando todo se asemeja más a un tumor al que le tienes cariño aunque lo vistas con hiedra, aunque hayas cazado al animal más bello y te cubras con su piel. Aunque todo esté descompuesto, aunque alfombres la alcantarilla de flores, aunque siempre sea el mismo cachorro que crece y deja de hacerte gracia. Insistes en que eso es amor ahora.


Insistes. Y desisto. Ya sólo queda lo que inventas.

Ornamento y delito

A mí no me vengas entero, ni con frases hechas y caminos recorridos. A mí llégame violado por la pena, con marcas del azote de la soledad y los pulmones encharcados de tanto tragar. Llégame con olor a trinchera, arrastrado y lleno de lodo, ni victorioso ni laureado. No te quiero manso, llega sediento, ansioso, destrozado. Sin ornamento ni imposturas, rendido y perdido, muy perdido. Ven a mí moribundo buscando refugio en mis labios habiéndote bebido todas las barras apestando a humo y derrota buscada con las rodillas gastadas. Déjame lamer las puntas de las flechas con las que te atravesaron y hacerme collares con las balas que albergas en los vértices ocultos de lo que fue tu alma. Quítate la coraza como si fuera un abrigo. No me llegues civilizado. No te acerques a este cuerpo que te ansía si estás domesticado. Quiero que me llegues usado descreído de todo desnudo y enojado. Enajenado. Exactamente igual que esta que te ama.


Este dolor luminoso Dime, porque exhibir la alegría con grandes sonrisas que llenan rostros si a mí me ilumina este dolor. Si cuando la noche tirante vuelca como jarros la esperanza me aprendo más que nunca. Más profundo, ahí, en el núcleo de la pena tensa que me arranca acordes de escalofrío y placer. Ahí donde forjamos una historia de hambre, donde tocamos hueso porque nos atravesamos. Porque te estoy intentando mucho y todo son sombras de agua. En ese gesto que no me has visto se ha escapado el amor y ahora regresa envuelto en noche y se transforma en tus manos en lo que tú deseas como un barro hermoso que te mancha. Puedes llenarte de mi carmín, llenarte de mi ropa, llenarte de mi pulso, de mi piel, de mis vacíos, de mis vicios hasta que no te quepa más. Y que la vida te haga frío y te haga muerto hasta que en los márgenes mi voz te arrulle y con las palabras más violentas y antiguas, revivirte sea un hecho. Porque te revivo con puños y el alma embrutecida. Porque nacimos ensangrentados y cubiertos de llanto, aunque algunos lo olvidan. Porque de tanta pureza que buscan, de tanto que resplandecen, se vuelven invisibles. Podemos armar un puzzle de soles, música y caricias, pero no seremos nosotros. El mar no se contiene. Somos raíces vivas golpeando el viento. Y somos caídas hermosas. Somos la melancolía que muta y se vuelve poema. Vómitos líricos en courier. Viviendo en los bordes del amor, preñados de abismo. Porque no, no son los cantos los que nos remueven por dentro, ni las noches sin fiebre, ni los lagos espejo. Son los jadeos metálicos y la tos de sangre, es la angustia que enterramos en la arena y se retuerce, es el miedo a estar muertos ahora, es el dolor que habita otros cuerpos, las amarras que decoran y no oprimen, no ser capaces de temblarnos con la mirada y el terror a que la vida sea algo incierto.


DAVID MARINÉ intemperanciaverbal.blogspot.com _______________________________________________________________

Si alguna vez llego a viejo

si alguna vez llego a viejo quiero que sepas que en el reino de lobos enfermos y desnutridos fumaré mellado y libre por donde me de la gana. recostado sobre el lecho de la guarida, sentado echando guardia, o subiendo una cuesta con la tos atravesándome los tímpanos. orinaré en los montones de paja que arden por los sentidos y apestaré a carroña y morfina antes que tragarme cualquier pastilla que me haga florecer como antorcha embravecida. escucharé el transistor horriblemente pegado al oído, me embadurnaré el lomo de polvo ilógico, decapitaré cualquier final de tus frases, y me abrazaré a los flamígeros tentáculos de la muerte con la fuerza y desnudez de la tristeza. con esta visión que ofrezco, pensarás que llegar a viejo y olfatearme podría resultar una catástrofe nada deseable para estos primaverales campos que hoy se presentan, pero he viajado tanto por este remolino de mundo que ahora que acelera la marcha, el firmamento de esperanza, es más un golpe en mi hocico que un viento en la espalda. soy delicado -como muchosante los viejos recuerdos del humo denso, que como bastones de hierro fustigan los músculos tensos, y observo al cachorro que fui entre una mezcla terrible de advertencia y nostalgia: incansablemente camina, desbocado, con los dientes afilados y la piel canina, hacia la pestilencia.



El horizonte de la luna siempre es de color negro

¿recuerdas cuando éramos pequeños, y en el mellar del verano acuosamente libre y pleno, fluíamos como arterias al viento per el carrer del pecat?. crecimos, y también crecieron los besos, como barcos pequeños que nacen en los astilleros descubrimos que los sujetadores eran tazas de té donde brotan pezones y leche, que olíamos a madera noble, que el cartílago no es hueso. y por el rincón bipolar de nuestros sueños cometas, afloraron gemidos y dientes, como el dolor de cabeza de Júpiter por el parir de Minerva. hoy, mi querida Celia, las campanadas del nuevo año producen seria ceguera, roban segundos y vidas, a cambio de ramas secas. el silencio, el miedo, han vuelto, enmudeciendo las calles, secando el hálito ardiendo. son tiempos de úlcera, de cenit en mirada con decúbito supino de cuerpo y alma de cráneo-caudal establecido y latir neutro. todo es un sin; extrae - mi úlceratrozos de la dermis quemada por el tiempo, pasar de recuerdos sin yodo ni apósitos que oxigenen la opresión de este vacío. podredumbre carnal, olor fétido y amoral, correoso e insoportable despertar de la piel. todo es dolor, el dolor de verdad duele incluso en lo yermo: que no tema la noche hincar diente en mi carnaza.


El quinqué de los imposibles

vive esta ciudad sumergida en una falsa madrugada una oscuridad de muro y hormigón que supura por las aristas del ladrillo una geometría infectada de ruinas y descensos. por sus avenidas silenciosas -largas como los remos de un drakkar se edifica el desconsuelo y se apuntala la tristeza su edificación es un desmoronamiento el perfil de un nocturno precipicio y los mercados de azafrán tostado, el murmullo de los parques acuáticos, la melodía que blande la tierra, la frescura del puerto sonámbulo, ya todo es oscuro ya todo es espanto. las gentes andan cubiertos de cuevas, transeúntes que emanan perfumes de adormidera, vagonetas de tropiezos y carbón que se arrastran pesados y brumos por el enlutamiento insalubre de esta mina yo también desciendo al subterráneo, atenazado y umbrío, como triste deshollinador que camina por las galerías, las chimeneas estrangulan cualquier resplandor y mis ojos eclipsados son la ceremonia del entierro de mi infancia las horas se me hacen hollín, la sonrisa toca fondo, quiero escapar de esta maldita ciudad llegar a casa a nuestro refugio

y emborracharme con tu luz y tus destellos que apacigües con narcótico sabor esta pena que tanto me abarca necesito que me seas el barreno que dinamita el espanto una vagoneta de felicidad repleta de dulzura y orgasmos la alegría del filón en el bolsillo de un minero boquiabierto el quinqué de los imposibles, la primera luz del alba, una llama permanentemente encendida como mundo consagrado a la esperanza.


Con el miedo esparcido por el mundo

"cada poema debe ser como una herida sino no sería poesía." -Sarco Lange-

debería existir un botiquín para alaridos de urgencia algo con que mitigar esta soledad abrumadora no sé, quizá un gotero de ternura, o unas gasas empapadas en saliva. ven, sostenme con tus fauces, muerde este último salto desde un balcón todavía sin suicidio, y mientras las calles se engalanan de domingo empapando de distancia los rostros de la gente nosotros descuartizaremos la envidia de los dioses, lo que verán serán dos cuerpos lamiéndose el desastre, hasta la última gota, como un flujo generoso que nos salva de la vida. todo lo que pedimos todo lo que tú y yo pedimos son unos labios cegados por el vicio, una chispa en mitad del corazón la ceremonia de un estremecimiento que nos haga caer frente a la puerta del delirio como millones de hombres lo han soñado a lo largo de su historia no consigo verme fuera de tu cuerpo no consigo encontrar un lugar tranquilo donde arrancarme la tristeza con el miedo esparcido por el mundo nos amamos como bestias penetrando por el burdel de los descosidos en los tugurios de un cuerpo donde el aliento huele a carne ebria no buscamos la paz de los estoicos ni otras guerras que distraigan la furia de tenernos nuestro grito es un vacío sin alivio donde los héroes son sólo cuerpos con pies de fango.


El grito del primer orgasmo

no debe resultar tan difícil modificar el orden de amarse: hablo de un cambio de sentido, de transitar por las jornadas del querer como quien transita con el paso invertido mirándolo bien pienso que pudiera ser un buen inicio caminar desde el final de los horrores sucumbiendo ante el avance implacable del frío y la devastadora herrumbre de la soledad y el engaño presenciar la caída del abrigo como quien presencia la vanguardia de lo cotidiano, y despedir al ejercito sanguinario y derrotado llorándolo a mares por todo el dolor causado bien es cierto que habría de soportarse una buena dosis de tristeza y de silencio en las miradas, el vértigo del quien se asoma al precipicio de una sonrisa forzada, y la punzada del fracaso unida a las noches de medias lenguas luego cabría invertir una vida normal en una vida anormal, revolvernos en seres primitivos y bestias de caza, animales de caricias obscenas y cópulas salvajes, huérfanos de aspiraciones sin más aspiración que el amarse alargar las manos, alargar las manos y palpar la esperanza, poseer las lenguas sin bozal y los amaneceres del deseo y la frecuencia y así, cálidamente protegidos, encogernos de hombros al caer la noche mientras nos preguntamos qué nos está sucediendo, seres desconocidos que se abrazan como románticos bellos deberemos suspirar como suspiran los niños ante el azote del sueño, y zambullirse en la paz y el letargo del que entrega su vida a la seguridad del amado finalmente, cuando todo sea ilusión, cuando naveguemos por la candidez de la alegría y descubramos sorprendidos que el espejo nos retorna la sonrisa, entonces sí, abandonarnos abandonarnos por fin estúpidamente heroicos y temerarios alegres y excitados igual que abandonamos en su inicio el grito del primer orgasmo.




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