Los toros en la obra de José Rodríguez Cánovas: entre el periodismo y la literatura

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Los toros en la obra de José Rodríguez Cánovas: entre el periodismo y la literatura José Luis Abraham López




1ª edición: Agosto de 2017 © Herederos José Rodríguez Cánovas © Edición José Luis Abraham López © Prólogo Juan Antonio de Heras Los toros en la obra de José Rodríguez Cánovas: entre el periodismo y la literatura Editan: Colegio Oficial de Periodistas de la Región de Murcia y Fundación Asociación de la Prensa Región de Murcia Diseña e imprime: Verabril Comunicación y Servicios Publicitarios, S. L. ISBN: 978-84-697-5662-1 Depósito Legal: MU-993/2017 Impreso en España/Printed and made in Spain Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Derechos exclusivos de edición en castellano reservados para todo el mundo


ÍNDICE PRESENTACIÓN I. ESTUDIO PRELIMINAR 1

1. JOSÉ RODRÍGUEZ CÁNOVAS, UNA VIDA DE PASIONES ESCRITAS 2. EL ESPÍRITU SERENO DEL CONFERENCIANTE TAURINO 3. COLABORACIONES TAURINAS 4. PERIODISMO Y LITERATURA. EL ESTILO, MEDIDA DEL HOMBRE 5. BIBLIOGRAFÍA AGRADECIMIENTOS

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II. TRABAJOS DE JOSÉ RODRÍGUEZ CÁNOVAS 65 Tema viejo. Fiesta de toros (1935) 65 Apuntes. Sol y sombra (1935) 68 Notas (1941-1942) 71 “Machaquito” 71 Vieja estampa taurina 72 Días y gentes (1947) 73 Cartel de Feria. I 73 Cartel de Feria. II 76 Cartel de Feria. III 79 Por qué no vino Peral. Y VI 82 Cartagena en 1891 (1956) 83 Domingo 8 de Marzo 83 Domingo 22 de marzo 83 Días 8 y 9 de Abril 83 Viernes 17 de Abril 84 Domingo 26 de Abril 84 Días 13 y 14 de Mayo 84 Días 27 y 31 de Mayo 84 Viernes 5 de Junio 85 Domingo 7 de Junio 85 Viernes 12 de Junio 85 Viernes 3 de Julio 86 Domingo 5 de Julio 86 Lunes 13 de Julio 86 Del 21 al 23 de Julio 86 Días 25 y 26 de Julio 87 Lunes 27 de Julio 88 Domingo 2 de Agosto 88 Lunes 3 de Agosto 89 Del 5 al 7 de Agosto 89 Día 8 de Agosto 90 Domingo 9 de Agosto 90 Martes 11 de Agosto 91 Viernes 14 de Agosto 91 Días 15 y 16 de Agosto 92 Viernes 21 de Agosto 92 Sábado 22 de Agosto 92


Días 2 y 3 de Septiembre 93 Viernes 4 de Septiembre 93 Lunes 7 de Septiembre 94 Días 24 y 25 de Septiembre 94 Sábado 26 de Septiembre 95 Días 5 y 6 de Octubre 95 Días 7 y 8 de Octubre 95 Días 9 y 10 de Octubre 95 Domingo 11 de Octubre 96 Del 14 al 16 de Octubre 97 Días 13 y 14 de Noviembre 97 Lunes 23 de Noviembre 98 Perfiles cartageneros (1958) 98 A la salida de los toros 98 Vida e historia (1959) 100 5 agosto 1854 100 2 junio 1877 101 31 mayo 1879 101 28 enero 1884 102 9 mayo 1907 102 15 septiembre 1907 103 25 julio 1912 103 28 julio 1928 104 Miscelánea cartagenera (1960) 104 El “Llaverito” 104 Disposiciones municipales 105 Tres carteles antiguos 106 Toros en invierno 106 Corrida regia 107 Del festejo taurino (1961) Un enemigo más En el redondel. De “Curtido” a “Palmero” (1961)

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Espejo de Mastia (1962-1965) 111 [Inauguración de la temporada] 111 [Comentario de Fernández Flórez sobre una banderilla] 112 [Juan Belmonte nunca vino a Cartagena] 112 [Contra los espontáneos] 113 [La espina del “Cordobés”] 113 [El toro “Gaitero”] 114 [En la Feria del Corpus] 115 [“Gavira” en la Coronación de la Virgen de la Caridad] 115 [Tres torerillos principiantes] 116 [La Feria en “Verde y Oro”] 117 [Un Reglamento particular] 117 [Jugando al toro] 118 [El valor del dinero] 119 [Competencias y competiciones] 120 [Clubs taurinos] 121 [Los libros viejos] 121


[Figuras de antaño] 123 [Por el Hogar de la Infancia] 123 [Esperanzas toreras locales] 124 [Un recuerdo para la Infancia] 125 [Cuando Manolo Bienvenida se presentó en Cartagena] 125 [Un becerro muy bravo] 127 [Museos Taurinos] 127 [Rafael Jiménez Márquez] 128 [Dos novilleros cartageneros en el Viernes de Dolores] 128 [Rafael Jiménez Márquez, el torero descubierto en Andalucía] 128 [“Peña Luis Redondo”] 130 [“El Bala”, “Zurito” y Rafael Jiménez Márquez] 131 [Sobre la Feria del Corpus] 132 [Cuando “Distinguido” terminó con “Corchaíto”] 132 [Entre pasodobles y toros] 133 [Triunfos sin reconocimiento] 134 [Réquiem por la esposa de “Machaquito”] 135 [La Puerta del Príncipe se abre a un cartagenero] 136 [“Gavira” y “Rodalito”, dos amigos y rivales] 136 [Por el Hogar de la Infancia] 137 [Rafael Jiménez Márquez, un valor añadido para el Festival del Hogar] 138 [Reconocimiento y olvido] 138 [Dos picadores de toros] 139 [Un gesto de Jiménez Márquez] 139 [Confirmación de “El Cordobés” en Madrid] 140 [Solidarios con el “Sirio”] 142 [De Ronda a Cartagena] 143 [Para siempre, Manuel Mejías “Bienvenida”] 143 [Un brindis de Antonio Bienvenida] 144 [Un novillo anda suelto] 145 [La maldición lluviosa del mes de abril] 145 [“El Cordobés” por televisión] 146 Feria y Fiestas 147 [Un día de toros en Feria] 148 Gente vieja (1962) 148 Cosas del pasado 148 Un gran periodista 150 Don Pío 152 A vuela pluma (1965-1966) 153 [Sobre el quite] 153 [“Valenciano” desmandado] 154 [Rafael “El Gallo” y Enrique Borrás] 154 [Sobre “Minuto”] 155 [Estocada por chiripa] 156 [El toro “Campanero”] 156 [Una ley antitaurina] 157 [El toro “Gitano”] 158 [Agustín Rodríguez, “La Reverte”] 158 [La antigüedad de “Bombita III” y “Manolete”] 159 [Los pelos de “El Cordobés”] 160 [La generosidad de Rafael “El Gallo”] 161 [El “Rubio de Boston”] 161


[“Guerrita” y sus jacas] 162 [La competencia entre “Cúchares” y “El Chiclanero”] 163 [Salvador Sánchez “Frascuelo”] 164 [Advertencias en los carteles de toros] 164 [Rafael Molina “Lagartijo”] 165 [Porter Tuck] 166 [Anecdotario de “Guerrita”] 166 [Club Taurino de Chicago] 167 [Los antiguos cronistas taurinos] 167 [“El Gallo” en Barcelona] 168 [Juan Ruiz “Lagartija”] 168 [El picador “El Ruso”] 170 [Joselito y Belmonte] 170 [Dinero torero] 172 [I Congreso Internacional de Tauromaquia] 172 [Edmundo de Acis en los toros] 173 [Despedida de “Guerrita”] 174 [“Chicorro” y el salto de la garrocha] 174 [José María de Cossío] 175 [El asno de “El Gallo”] 176 [Unos actores en el ruedo] 177 Con campanillas 178 Por mayoría de votos 178 Con pocas palabras 179 Las erratas 180 Los de más talento 181 Dos opiniones 181 El toro negro 182 Como en el tendido 183 Cuestión de narices 184 A la hora de matar 185 El primer Cordobés 185 La barba corrida 186 Fiesta del caballo 187 Las orejas del toro 188 El brindis del torero 188 Las exigencias 189 Las dos cenas 190 Lo dejó pasmado 191 La vuelta al ruedo 192 Los dos juegos 192 Leyenda negra 193 Hecho una fiera 194 Un patinazo 195 “Verde y Oro” 195 Una coincidencia 196 En Pamplona 197 Feria y fiestas 198 “Aguilita” 198 Cartagena y la Fiesta de Toros (1965) I. Con esbelta y gentil apostura II. En los umbrales del invierno 201 III. Escapando hacia el campo 203

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IV. Con reses de Saltillo y de Veragua 204 V. Quites de “Regatero” y “Cara-Ancha” 206 VI. “Lagartijo” y “Guerrita”, banderilleros 207 VII. Dos corridas memorables 209 VIII. “Lagartijo” y “Frascuelo” 210 IX. “El Espartero” y “Guerrita” 212 X. El que hubiera sido rival de “Guerrita” 214 XI. Taconeando por caracoles 215 XII… después de nadie, Fuentes 217 XIII. Cuadrillas de “Niños Sevillanos” 219 XIV. Derrochando gracia y valentía 221 XV. Subido en su pedestal 222 XVI. De Córdoba “la Sultana” 224 XVII. En la primera visita de Alfonso XIII 226 XVIII. Cuando el “Sirio” naufragó 228 XIX. El pasodoble se hizo marcha nupcial 229 XX. “Bombita” y “Machaquito” 231 XXI. En la Feria del año 1909 233 XXII. La carta de un aficionado 234 XXIII. “Corchaíto” o la fuerza del sino 237 XXIV. Enrique Cano “Gavira” 238 Y XXV. A la salida de la Plaza 241 El maestro Lastimica (1966) 243 En torno a los libros. “Toreros” (1966) 246 Tiempo perdido (1966) 248 Una canción torera 248 Un señor gobernador y un pescador de caña 249 A la que salta 251 “Machaquito” y Vicente Pastor 253 La pequeña historia (1969-1970) 254 Antes del primer paseíllo 254 Dos subalternos cartageneros 256 Del “Club Gavira” a la “Peña Luis Redondo” 258 En relación con la fiesta nacional 259 Cómo se pasaba, en la “bella época”, un día de toros en Cartagena 261 Hojas sueltas (1972) 264 Huyendo hacia Cartagena 264 Galdós y “Machaquito” 265 En los toros 267 Tres toreros de ayer. [Conferencia] (1973) 268 Viejo cartel de toros. Una rejoneadora valenciana 275 A finales de mayo florido. La muerte del “Espartero” 276



NOTA DEL AUTOR JOSÉ LUIS ABRAHAM LÓPEZ es Diplomado en Biblioteconomía y Documentación por la Universidad de Murcia, Licenciado en Filología Española en la Universidad de Granada, Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Murcia. En la actualidad ejerce como Profesor titular de Lengua castellana y Literatura en Educación Secundaria. Es autor del ensayo Antonio Oliver Belmás y las Bellas Artes en la prensa de Murcia (Cartagena, 2002). Se ha encargado de la edición crítica de Recuerdos del Teatro Circo; Recuerdos del Teatro Principal de José Rodríguez Cánovas (Cuadernos Culturales Monroy, 2005); de Poesías de José Martínez Monroy (Editorial Áglaya, 2008); Más allá del silencio; Los ojos de la noche; Viento en la tarde de Mariano Pascual de Riquelme (Huerga & Fierro, 2013); Poesía esencial de Antonio Oliver Belmás (Huerga & Fierro, 2014 con una subvención del Ministerio de Cultura, Educación y Deporte); Infierno y Nadie: antología poética esencial (1978-2014) de Antonio Marín Albalate (Unaria, 2015) y de la plaquette Contra el olvido, palabras. Miguel Hernández, Adán solitario (Diván, 2010). En el terreno educativo ha coordinado el volumen La Fábula: propuestas didácticas y educativas (Edisur, 2009), Alfarería y Cerámica: un espacio para aprender y enseñar (del taller al aula) (Diputación Provincial de Córdoba, 2016), El olivo en la poesía de Miguel Hernández: hacia una práctica educativa interdisciplinar (Fundación Cultural Miguel Hernández, 2017). Además, como poeta ha publicado A ras de suelo (Palencia, 1996), Asuntos impersonales (Alcira, 1998), la plaquette Golpe de dados (Milano, 2005) y el poemario Somos la sombra de lo que amanece (Vitruvio, 2014). También ha colaborado con artículos de crítica literaria en revistas como Cuadernos de Investigación histórica, Philologia Hispalenses, Cuadernos del Estero, Antaria, El Robador de Europa, Cuadernos del Minotauro, Alhucema, El Genio maligno, Comunicación y Hombre, Voz y Letra, Hesperia...



PRESENTACIÓN

Iniciamos, con esta obra, la publicación de una nueva serie, ‘Estudios y Ensayos’, dentro de la colección editorial de la Fundación Asociación de la Prensa de la Región de Murcia. Nuestro propósito no es otro que dar a conocer aspectos relevantes de la historia, la cultura y el periodismo, ámbitos todos ellos prolijos en pasajes y protagonistas que han sido capaces de configurar y describir, desde las más diversas contribuciones, gran parte de nuestra fisonomía social, por lo que al aproximarnos a ellos lo hacemos, también, a nuestra realidad. Fue Francisco Vera, a la sazón presidente del Foro Taurino de Cartagena, el ‘culpable’ de ponerme en contacto con un periodista, filólogo, poeta, escritor e investigador nacido en dicha ciudad y afinando por razones profesionales en Granada. La primera conversación con José Luis Abraham bastó para interesarme, y la lectura de la investigación que había realizado sobre los artículos de temática taurina publicados por José Rodríguez Cánovas, me convenció plenamente no solo de la importancia del estudio realizado, sino también de la necesidad de divulgarlo, por muchas razones. El argumento principal no hay que buscarlo, pues no precisa mayor justificación que la de reparar en el profundo desconocimiento que, con carácter general, existe de uno de los intelectuales más destacados de la ciudad departamental, en la que nació el 17 de junio de 1899, y en la que ejerció como periodista en cabeceras como ‘La Tierra’, ‘La Voz de Cartagena’, el ‘Noticiero’, el diario ‘República’ -del que fue director-, además de hacerlo en el periódico ‘El Liberal’, de Murcia, o en la ‘Página Literaria de La Verdad’, por citar tan solo algunos ejemplos. Rescatamos de la injusticia de este olvido al escritor y poeta, perteneciente a la Generación del 27, que dejó su impronta lite-


raria en multitud de revistas de la época como Alfar, Ágora, Verso y Prosa, Isla, Mediodía… dejando entrever la influencia estilística que sobre él ejercían autores como Azorín o Gabriel Miró, de quien llegó a realizar varios estudios, como también lo hiciera de Blasco Ibañez o de la Universidad Popular de Cartagena, por encargo de la poetisa laureada por la Asociación de la Prensa, Carmen Conde. Y lo hacemos, gracias a José Luis Abraham, centrados en una temática que, como podrán comprobar, estuvo muy presente en las publicaciones de Rodríguez Cánovas y, sin embargo, no había sido recopilada hasta ahora. Les invito a disfrutar ya de su lectura. Descubrirán al periodista, al intelectual, al conocedor profundo de la tauromaquia que, desde sus escritos, nos brinda hoy la oportunidad de disponer de una parte de la historia y, dentro de ella, de un modo especial, de la que se forjó en la feria taurina de Cartagena que celebraba en el mes de agosto. Por nuestra parte, les prometo que seguiremos apostando por la difusión de la cultura, en sus más diversas manifestaciones, como prioridad indiscutible de la Fundación Asociación de la Prensa y del Colegio Oficial de Periodistas de la Región de Murcia.

Juan Antonio De Heras Presidente de la Fundación Asociación de la Prensa y Decano del Ilustre Colegio Oficial de Periodistas de la Región de Murcia




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PRÓLOGO I. ESTUDIO PRELIMINAR 1. JOSÉ RODRÍGUEZ CÁNOVAS, UNA VIDA DE PASIONES ESCRITAS El nacimiento de José Manuel Rodríguez Cánovas coincide con el cierre de un siglo y la inauguración de otro. En el seno de una familia modesta el 17 de junio de 1899 nace en Cartagena. Sus primeras letras las realiza en las Escuelas Graduadas, creadas el 7 de octubre de 1903. En la clase quinta del Grupo “A” comienza a forjarse sus primeros recuerdos literarios en torno al tutor del grupo, Félix Martí Alpera. Poderosa sugestión ejercen en el joven estudiante las lecciones y el trato del reputado maestro nacional. Había sido enviado este por el Ayuntamiento de Cartagena –en unión de Enrique Martínez Muñoz– a visitar las más adelantadas escuelas primarias europeas para poner en marcha el sistema graduado en España. De aquella comisión surge el libro Por las escuelas de Europa. Del éxito de su viaje y de su obra resulta una segunda expedición, esta vez a las escuelas rurales de Francia, Suiza, Holanda, Dinamarca y Noruega. Martí Alpera regresa con la intención de ir despojando a la escuela española de esa concepción escolástica y medieval en que estaba instalada y convirtió a la de Cartagena “en una escuela modelo, que hoy puede colocarse frente a las mejores de Inglaterra, Alemania y Suiza”1. Por su pulcra caligrafía, el pedagogo encarga al joven Rodríguez Cánovas pasar a limpio sus artículos que con regularidad publicaba en la revista ilustrada Nuevo Mundo. Fundamentalmente, son colaboraciones sobre las escuelas rurales y su organización en España, la situación del maestro y la transformación de las escuelas en nuestro país. 1 MAEZTU, María de. “Comentarios a un nuevo libro”. En: Nuevo Mundo: crónica semanal ilustrada, Madrid, Año 19, n. 952, 4 de abril 1912, p. 9. 1


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En las tardes de los sábados, junto a algunos compañeros de pupitre, el futuro escritor lee en voz alta algunos capítulos de Corazón de Edmundo de Amicis, o de Testa de Pablo Mantegazza, aunque ninguna lectura le encandila tanto como las páginas de aquellas Joyas literarias para los niños de su maestro Félix Martí, texto oficial de lectura que seguían dichas Escuelas. La complicidad entre docente y pupilo queda fuera de toda duda desde este testimonio epistolar. El segundo era aún alumno del grado 5º de las Escuelas Graduadas desde Cristiania, un 25 de setpeimbre de 1911 recibe una tarjeta postal de Martí Alpera: Querido Rodríguez: Recibida tu postal y la carta de la clase que venía con una de D. Miguel. Salúdalos a todos. Diles que no me escriban pues saldré pronto para Stokolmo y Berlín. Da recuerdos a tu familia. Tuyo F. Martí Alpera Por la admiración que profesa a su maestro Rodríguez Cánovas se acerca a todo aquello que, de alguna forma, se relaciona con él. Y como Félix Martí era valenciano, su pupilo se interesa por los campos, las plantas, las gentes, la historia y las costumbres de Valencia. Iniciación que complementa con el gusto por los cuadros de Joaquín Sorolla, las novelas de Blasco Ibáñez y las poesías de Teodoro Llorente. A las lecturas ya resabiadas de Robinson en su isla solitaria, las proezas de Buffalo Bill en las praderas americanas, las hazañas e ingenio de Sherlock Holmes y los hechos maravillosos narrados por Julio Verne, el inquieto lector siente predilección por Benito Pérez Galdós desde que descubre a Gabriel Araceli, protagonista de Trafalgar. Gracias al ejemplo y orientación de Félix Martí José Rodríguez Cánovas tiene la oportunidad de desarrollar un precoz contacto con la literatura española y europea; hecho que, sin duda, ayuda a que comience también a moverse sobre el terreno de la letra impresa. Y no tarda mucho en aplicarse sobre ello, pues con dieciséis años aparece como colaborador del periódico local La Tierra, al que le seguirían otros como Faro de la Juventud. Dando un paso adelante en su formación, el cartagenero continúa los estudios en la Escuela Normal de Maestros de Murcia en enseñanza no oficial en donde aparece matriculado en 1918. En 1923 redacta el prólogo de la novela Por encima del amor, del periodista y amigo Luis Gil Belmonte. Uno de los medios de los que Rodríguez Cánovas se sirve para difundir su labor literaria es 2


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el rotativo El Liberal de Murcia, en el que empieza a frecuentar su nombre en 1925, si bien un año antes, en La Voz de Cartagena encontramos la mayor parte de los escritos rubricados en este período. Además, figura como colaborador fijo en la revista Minerva, que comienza su andadura a principios de febrero de la mano de Fernando Jiménez de Cisneros, Francisco Pina, Eusebio Sánchez y Francisco Mediato. A estos rotativos hay que añadir La ilustración levantina y Murcia gráfica entre otros. Si bien antes de la Guerra Civil José Rodríguez Cánovas se sostiene económicamente con su empleo en las oficinas de la casa consignataria de buques Unión de Exportadores, sito en el número trece de la calle Mayor de Cartagena –luego en la imprenta de los diarios El Porvenir y República–, las letras serán, sin duda, el medio en el que pone sus esfuerzos para su prosperidad personal. En dicho ámbito encuentra sus primeros y firmes amigos: Vicente Ros, José Benítez de Borja, Esteban Satorres, Agustín Samper y Antonio Oliver Belmás. Según confiesa María Teresa Cervantes en los años veinte era frecuente verle en el Gran Café Suizo de la calle Mayor de Cartagena –regentado por un suizo llamado Larke– rodeado de algunos de los artistas de la época como el actor Ricardo Calvo, la actriz María Grau, Carmelo Bermúdez, Marina Manresa, Vicente Ros… En estos años su destino literario va adquiriendo consistencia gracias a las asiduas colaboraciones en diarios, sobre todo revistas, que orientan la joven literatura española de vanguardia: Ágora, Alfar, Isla, Mediodía y las murcianas Página Literaria de La Verdad, Verso y Prosa y Sudeste. En La Gaceta Literaria de Ernesto Giménez Caballero se dice: “D. José Rodríguez Cánovas, otro verdadero valor de cultura, que no ignora ninguna novedad de librería”2. Cuando en 1927 Adriano del Valle le pide una colaboración para Papel de Aleluyas –revista literaria que capitaneaba junto a Fernando Villalón y Rogelio Buendía– le hace saber cuál es la orientación que de él espera: “Cíñase en lo posible al espíritu popularista que queremos dejar en nuestras páginas; háganos algo así desde esa prolongación de Andalucía que es Cartagena”3. Con moderada intensidad José Rodríguez Cánovas padece la atracción por los aires renovadores de la década de los años veinte, sin llegar a tocar las zonas térmicas de la deshumanización del arte preconizadas por Ortega y Gasset. Esta postura vanguardista 2 “Una librería de Cartagena”. En: La Gaceta Literaria: ibérica: americana: internacional, Madrid, Año 4, n. 95, 1 de diciembre 1930, p. 14. 3 RODRÍGUEZ CÁNOVAS. “Notas. Adriano del Valle”. En: El Noticiero: diario de la tarde, Cartagena, Año 7, n. 1407, 5 de marzo 1942, p. [2]. Esta afirmación de Adriano del Valle la tendrá siempre muy presente el escritor cartagenero. 3


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–reflejada sobre todo en la revista Mediodía– habría de durar escaso tiempo, aunque sí revela el advenimiento de una conciencia rebelde. Nunca más como en estos años los títulos de sus obras pasearían con tanto empaque por la geografía peninsular. En su particular educación de lo estético, Gabriel Miró y Azorín son dos de sus espejos estilísticos más claros y duraderos. Como hijo de su tiempo sus convicciones literarias, como luego las políticas, se forjan tempranamente. 1925 será para el cartagenero un año productivo. A comienzos del mismo publica una novela, El final, que se da a conocer en la revista Minerva. A mitad de ese curso en la Sociedad de Dependientes estrena su monólogo Poesía interpretado por Jiménez de Cisneros4. Con la llegada de 1926 la trayectoria literaria del cartagenero se desarrolla incesantemente desde el papel como desde la tribuna como conferenciante. Poco tardaría en verse reconocidas sus dotes narrativas: Estuvieron aquí el otro día dos exquisitos escritores cartageneros, amigos y compañeros en SUDESTE: José Rodríguez Cánovas, prosista del reposo y la imagen llena de serenidad, y José Benítez de Borja, el poeta inquieto, de dinamismo irradiante, cuajado de estrofas ingenuas y de ansias de negocios fantásticos. Mientras el primero soñaba lentos panoramas de puerto en su silencio de cámara oscura, el otro, a voz en grito junto al verdor urbano de la Plaza de Santo Domingo pedía el capital para comprar una imprenta5. En sus breves incursiones personales en Madrid aprovecha la ocasión para visitar a amigos cartageneros como es el caso del pintor Ricardo Ruiz Meseguer6. Espoleado por su continuada participación en la flamante Página Literaria de La Verdad entabla amistad con Alejandro Collantes de Terán y con el historiador cubano José María Chacón y Calvo, entre otros. Desde este año en adelante la inquietud de Rodríguez Cánovas describe un doble vuelo: igual da a la estampa trabajos eminentemente literarios como difunde su sentir ideológico en numerosas comparecencias en público. Uno de los asuntos más recurrentes en estos años será el de la literatura 4 “Velada literaria”. En: El Porvenir: diario independiente de Cartagena, Año 25, n. 8066, 2 de junio 1925, p. [3]. 5 “Noticias. Una visita”. En: Sudeste: cuaderno murciano de literatura universal, Murcia, Julio 1931, p. [11]. 6 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “En el estudio de Ruiz Meseguer”. En: La Ilustración levantina: revista quincenal científica, literaria, artística, Cartagena, Año 1, n. 8, 16 de junio 1928, p. [22]. 4


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rusa; tema que bajo el título “El pueblo ruso: novelistas y figuras literarias” lleva mucho público a los salones del Ateneo de Cartagena el sábado 24 de agosto de 1929. Un testimonio de Luis Gil Belmonte proporciona claves de su carácter y de su destino literario: El escritor cartagenero es de poco hablar, observador perenne, meditador. Siendo admirable su sencillez y su modestia, y grande su bondad. Quizá las primeras sean algo enemigos para su triunfo, ya que en esta época, como casi en todas, han triunfado rápidamente los atrevidos, los que más han gritado, los que han sustituido el talento por la osadía7. Asiduo a tertulias literarias, el escritor cartagenero acude con frecuencia a los encuentros que se organizan en el estudio del pintor Vicente Ros, sito en la Subida de la Morería. Una exposición, un recital literario-musical sirven de motivación para el recogimiento colectivo. Biset, Hoyos, Wagner, Bach, Granados en el terreno musical; y en el literario Amado Nervo, Santos Chocano, Antonio Machado, Rubén Darío, Francisco Villaespesa, Federico García Lorca y Vicente Medina deleitan a una nutrida juventud cartagenera culturalmente inquieta8.

José Rodríguez Cánovas en 1933.

Vicente Ros, que en Madrid había sido novio de una sobrina de Loreto Prado que terminó en el manicomio, permanece soltero. Al cumplir el rito del hombre del Sureste, es decir «El Regreso», se encierra en su «estudio», y en su torno se comienzan a agrupar algunas personas con aficiones artísticas o intelectuales, de entre las que algunas eran masones. Así surge la «vieja Guardia» del «estudio», compuesta 7 GIL BELMONTE, Luis. “Literatura. Nuestras charlas. Hablando con José Rodríguez Cánovas”. En: La Verdad, Murcia, Año 31, n. 10387, 11 de marzo 1934, p. 6. 8 “Recital poético”. En: El Porvenir, Cartagena, Año 32, n. 11008, 28 de marzo 1933, p. [4]. 5


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por personas como el Dr. Don Casimiro Bonmatí Azorín; el Dr. D. Diego Pérez Espejo; el Dr. Don Francisco Ramallo; el Dr. Don Antonio Bermejo Sandoval; el Dr. Don José González Cervantes; el farmacéutico Don Juan Álvarez Gómez; el oficial de Artillería Don Antonio Bonet, o el también oficial del mismo cuerpo, Don Gerardo Armentia; el Jefe de la Guardia Municipal Calixto Molina, el licenciado en Derecho Antonio Martínez Gimeno, el poeta José Benítez de Borja, Esteban Satorres, Pedro Bernal, José Rodríguez Cánovas, Antonio Puig Campillo9. En ese ambiente de inquietudes compartidas Benítez de Borja adelanta como primicia parte de su Cancionero infantil como Esteban Satorres El oasis de mi invierno al que se le une precisamente José Rodríguez Cánovas leyendo las cuartillas “La exaltación de la montaña”10. Cuando no es en la casa del pintor Vicente Ros Rodríguez Cánovas aprovecha la vecindad en San Cristóbal la Larga de uno de sus amigos más fieles, Antonio Oliver Belmás, para departir e intercambiar las últimas novedades editoriales. Los salones de la Sala del Explorador se vieron muy concurridos en la comparecencia de nuestro escritor al hablar sobre “Un muchacho español”11. Presentado por Emilio Barba, Rodríguez Cánovas enfoca su intervención hacia la figura de Gabriello en la obra de Benito Pérez Galdós. Pronto aparece uno de los rasgos fundamentales de su personalidad: el profundo sentido y respeto por la libertad y la justicia. Esta actitud le conduce en alguna ocasión a leves enfrentamientos que condujeron, por ejemplo, a la suspensión de su conferencia que sobre Miguel de Unamuno estaba anunciada para el 22 de febrero de 1930. Por orden de la Autoridad, el domicilio que la Sociedad de Obreros Metalúrgicos y Similares tenía en la calle Cuatro Santos no pudo abrir sus puertas. Camaradas: dirigíos enérgicamente a despreciar la lucha personalista a que se nos quiere conducir por determinados elementos, y firmes en nuestro propósito de combatir con todos los medios que tengamos a nuestro alcance, el mayor de todos nuestros enemigos, que es la ignorancia…12 9 MARTÍNEZ PASTOR, Manuel. “El estudio de Vicente Ros”. En: Agua, Cartagena, Junio 1992, p. 18. 10 “Una lectura”. En: Hoja Oficial de Cartagena: publicación diaria de la tarde, Cartagena, Año 2, n, 118, 29 de abril 1940, p. 1. 11 “En la Casa de los Exploradores. Charla de Rodríguez Cánovas”. En: El Porvenir, Cartagena, Año 30, n. 10070, 4 de enero 1930, p. 1. 12 “Crónica local. Conferencia”: En: La Tierra: diario de la mañana, Cartagena, Año 28, n. 8708, 21 6


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A esta le sigue su inclusión en un mitin pro amnistía que sobre la libertad tiene lugar en el Teatro Principal apareciendo como Vicepresidente del Círculo Republicano Radical Socialista de Cartagena presidiendo el mismo Severino Bonmatí13. En su disertación Rodríguez Cánovas recurre a figuras como Alfonso X el Sabio, el Quijote y Miguel de Unamuno para sostener su concepto de libertad llegando a decir en un momento de su intervención: Por ese silencio, por esa quietud, todavía están en las prisiones españolas muchos hombres, cuyo único delito fue el huir de las flaquezas débiles, sintiéndose llenos de rebeldía y patriotismo. De rebeldía, porque rechazaron toda nuestra servidumbre; de patriotismo, porque ampliaron la expresión de Patria; que la idea, el sentido de ella, cuando se cree en la Patria, se funde en dos conceptos: Fortaleza y Deber, que vienen a hermanarse en este otro: Libertad14.

José Rodríguez Cánovas, en el centro de la foto, junto a un grupo de intelectuales cartageneros. Cartagena, Junio 1931.

de febrero 1930, p. [3]. 13 “Las izquierdas. Nuevos comités republicanos”. En: La Verdad: Órgano de los Sindicatos que integran la Federación Católico-Agraria, Murcia, Año 27, n. 9802, 17 de septiembre 1930, p. [2]. 14 Bajo el título “Unas cuartillas de Rodríguez Cánovas” se reprodujo en La Tierra, Cartagena, Año 27, n. 8866, 27 de agosto 1930, p. 1; y en La Tierra, Cartagena, Año 27, n. 8867, 28 de agosto 1930, p. 1. El fragmento reproducido corresponde a la segunda entrega. 7


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El relieve y la presencia, pues, de José Rodríguez Cánovas en la vida cultural de Cartagena está fuera de toda duda. Igual diserta sobre aspectos literarios como ideológicos o culturales, como sucede en el número 14 de la calle Mayor de Cartagena, en la Librería Fe. En esta ocasión, Rodríguez Cánovas basa su conferencia en “El libro, su importancia y necesidad”. Es el 9 de octubre de 1931. Pasando por Don Quijote y “La marcha triunfal” de Rubén Darío el cartagenero hace un sucinto recorrido por la historia del libro y la importancia que desde tiempos remotos se le he ha dado, insistiendo en que su creciente difusión corre pareja con la civilización y la libertad de los pueblos15. Por estos años, ingresa en la Sociedad masónica pero pronto la abandona. Debido al descontento y desilusión deja de asistir a las reuniones y así, sobre finales de 1931, nuestro protagonista se retracta por completo de su pertenencia y es expulsado de la misma. En septiembre de 1931 José Rodríguez Cánovas presenta el tema “Judas de Kerioth. Tres interpretaciones literarias”, germen de la publicación que en 1933 luciera el título Jesús y Judas. Centra su atención en el tratamiento que de Jesús y Judas han dado distintos escritores. Para ello, el cartagenero toma como fuentes la Biblia para el primero, mientras que para la figura de Judas de Kerioth se sirve de las referencias en Figuras de la Pasión del Señor de Gabriel Miró, en Fernando Petruccelli, etc. En un rotativo de gran repercusión literaria como el madrileño La Libertad dicen de él: Libro de un exquisito estilo literario, en el que se estudian las figuras de Jesús y Judas con una perspectiva en la que campea una emoción pura de literato y de poeta16. Quizás sea esta la obra por la que más predilección sintiera su autor, en cuanto que con ella comienza en firme en el mundo literario, a tenor de unas declaraciones que María Teresa Cervantes nos ha aportado, completadas luego en uno de sus libros: Mis padres sintieron por él un gran afecto y algunos sábados por la tarde lo invitaban a merendar con nosotros a nuestra 15 F.A. “Conferencia”. En: La Tierra, Cartagena, Año 27, n. 8905, 10 de octubre 1930, p. 1. 16 En: La Libertad, Madrid, Año 15, n. 4212, 17 de septiembre 1933, p. 7. En un número anterior (Año 15, n. 4077, 13 de abril 1933, p. 8) se había publicado una foto del autor realizada por Antonio Abellán acompañada de esta nota: “José Rodríguez Cánovas, notable escritor que acaba de publicar un interesante libro titulado ‘Jesús y Judas’, del que nos ocuparemos en esta página”. La misma instantánea apareció en Mundo gráfico: revista popular ilustrada, Madrid, Año 23, n. 1119, 12 de abril 1933, p. 3: “D. José Rodríguez Cánovas, Director del diario cartagenero ‘República’, que ha publicado un notable libro titulado ‘Jesús y Judas’”. 8


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casa de Los Dolores. Una tarde Juanita le pidió que nos leyera en voz alta algunas páginas de su libro Jesús de Nazaret. Don José tomó el libro en sus manos y lo abrió al azar por la página 45: capítulo 4: [...] Después de su breve lectura, don José Rodríguez Cánovas bajó la mirada con humildad; yo observé que Juanita estaba profundamente emocionada. Ni ella ni yo hubiésemos sabido qué decir. Y no dijimos nada17. Durante un tiempo Rodríguez Cánovas desempeña la tarea de bibliotecario de la Casa de los Republicanos, cuando al frente de la misma se encuentra su amigo Casimiro Bonmatí. Sus inquietudes culturales y su talante ideológico quiso encauzarlos a través del diario República, fundado y dirigido por el escritor cartagenero. Estrechamente vinculado al ambiente cultural de Cartagena, el 2 de junio de 1931 echa a andar este nuevo diario independiente. Sus amigos quisieron tributarle un homenaje que se lleva a efecto en el Restaurant Cartagena el 20 de junio. En la tarjeta de invitación vemos las RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. Jesús adhesiones autógrafas de Pablo y Judas. Cartagena: Tip. Horacio Escarabajal, 1933. Escudero, José Benítez de Borja, Antonio Criado, Eduardo Bonet, Jacinto Moncada, Casimiro Bonmatí, Francisco Mójica, Eugenio Morata, José González Fuentes, Enrique L. Cordón, etc. En estos primeros pasos del rotativo su director confía en amigos e intelectuales locales comprometidos y así Manuel Acosta figura como redactor jefe junto a un extenso elenco de colaboradores: Casimiro Bonmatí, Eduardo Bonet, Francisco Pérez Lurbe, Francisco Ávila, Severino Bonmatí, Domingo Ibáñez, Ángel Rizo, Nicolás Sanz, Salvador Ríos, Antonio Ferrera, Eusebio Sánchez y José Climent18. Junto a otros rotativos19 el diario República por él fundado se 17 CERVANTES, María Teresa. Edificio del recuerdo (memorias). Madrid: Huerga & Fierro, 2011, p. 136. 18 “Cuadro de redacción y colaboración de ‘República’”. En: República: diario independiente de la tarde, Cartagena, Año 1, n. 166, 18 de diciembre 1931, p. 1. 19 En sus años de vida República coincide con otros muchos diarios: Palabra; A.R.D.I.; Cartagena 9


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convierte en referencia de la vida y opinión públicas de Cartagena, especialmente comprometido con la libertad. Así se manifestó Rodríguez Cánovas desde esta tribuna y desde sus propios escritos. En sus páginas hacía suyo el principio inalienable de todo ser humano Diario República (24 de diciembre 1931), fun- como es la libertad de dado y dirigido por José Rodríguez Cánovas. expresión. No pocos escollos tiene que ir sorteando el diario. Su breve vida sufre interrupciones por dificultades económicas y falta de apoyo de sus correligionarios, tal y como sucede poco antes con Justicia, órgano también del Partido Republicano Radical Socialista. La suspensión que padece el 3 de noviembre de 193220 es anunciada en un diario local refiriéndose a República como órgano oficioso del Partido Radical de Cartagena y de la masonería local21 lo cual tendría una desgraciada repercusión en la vida de José Rodríguez Cánovas. Aspectos literarios de Gabriel Miró Cuando al año siguiente el car(panorama lírico-geográfico.- Luz tagenero deja de nuevo la dimediterránea.- Paisajes, días y genrección esta pasa a manos del tes.- El tributo de Oleza). Cartagena: Imprenta Viuda de Carreño, 1932. Diputado a Cortes Ángel Rizo Nueva: diario defensor de los intereses generales de Cartagena; El Aladroque: semanario deportivo, teatral y taurino; El Eco de Cartagena: diario decano de la prensa del Reino Murcia y de la Región de Levante; El Noticiero: diario independiente de la tarde; El Porvenir: diario independiente de Cartagena; La Cosecha: periódico de vulgarización agrícola y pecuaria; Justicia: diario de la mañana, órgano del Partido Republicano Radical Socialista; La Tierra: diario de la mañana; Trabajo. 20 Reaparecería el primer día de diciembre como defensor de la política del partido radical. En: El Porvenir, Cartagena, Año 32, n. 10911, 2 de diciembre 1932, p. 1. 21 “Desaparece ‘República’”. En: El Eco de Cartagena: diario decano de la prensa del Reino de Murcia y de la Región de Levante, Año 72, n. 21414, 4 de noviembre 1932, p. 1. 10


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Bayona22. En este espacio periodístico Rodríguez Cánovas se hace cargo, entre otras, de la sección “Pluma al viento” que firma con el seudónimo de Cincinato, tribuno militar romano. En “estas notas breves, rápidas, trazadas a vuela pluma”23 tienen su pequeño homenaje los sectores culturales de la ciudadanía local pero también breves narraciones literarias que se alejan de cualquier intención política. Por la época en que los redacta y por las circunstancias personales que los envuelven estos trabajos adquieren en muchas ocasiones una perspectiva doctrinal sobre el hombre y su relación con sus semejantes, de manera que su preocupación por los asuntos políticos se instala definitivamente en la vida práctica. Consciente del momento histórico de su grupo generacional otro de los aspectos cruciales en Rodríguez Cánovas es su compromiso social; inquietud que tiene uno de sus puntos culminantes en la charla que en el Casino de San Antón ofrece sobre “Rusia a través de la Revolución”. En 1932, en el marco de la celebración de la Fiesta de la Raza, se cuenta con su presencia para la conferencia “Aspectos literarios de Gabriel Miró”, luego editada por la Universidad Popular de Cartagena. El ponente identifica en la obra del alicantino la transustanciación de los valores que, sintetizados muy esqueBlasco Ibáñez y la República. Confe- máticamente, tienden a resurencia de J. Rodríguez Cánovas en mirse en “humanizar las cosas”, el Círculo Republicano Radical de a lo cual se llega mediante la Cartagena el día 11 de febrero de 1933. Cartagena: Imprenta Viuda de sutilidad de las sensaciones, la plasticidad lírica del paisaje, el Carreño, 1933. misticismo y la pureza con que caracteres y figuras están dibujados. Para el cartagenero, el autor de El humo dormido extrae el carácter más puro de todo cuanto capta su mirada; a la contemplación le sigue la asimilación y a 22 “Periodismo”. En: La Verdad, Murcia, Año 30, n. 10220, 29 de agosto 1933, p. 4. 23 CINCINATO. “A vuela pluma. Sesudos homes”. En: República, Cartagena, Año 1, n. 131, 31 de octubre 1931, p. 1. 11


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esta la culminación en la expresión de un peculiar espíritu auscultador como el suyo. Igual que la pintura consigue crear formas en la superficie, Miró logra dar corporeidad a lo abstracto, reuniendo en sí lo esencial levantino. Cuando en diciembre de 1931 Antonio Oliver funda la Universidad Popular de Cartagena cuenta este con el apoyo y entrega de José Rodríguez Cánovas. Su participación se reparte activamente como conferenciante y como Director y Tesorero del Equipo ambulante de Lectores24. Cuando cuestiones personales llevan al matrimonio Antonio Oliver y Carmen Conde a Madrid, Rodríguez Cánovas ejerce como Delegado. Su inquietud como escritor da su primer fruto en 1932. Con motivo de la presentación en marzo de su libro Jesús y Judas aparece una brevísima nota, acompañada de una foto, en La Verdad de Murcia e idéntica imagen en Ahora y La Libertad de Madrid. A través de Juan Guerrero Ruiz, por estos años José Rodríguez Cánovas entra en contacto con Juan Ramón Jiménez. El autor de Platero y yo le remite algún poema autógrafo, además de uno de sus famosos Cuadernos25. Ese mismo año, celebrando el Día de la Raza y como apertura de curso de clases gratuitas, el cartagenero acude al Ateneo de Cartagena arropado por el Director del Instituto Luis Berzosa, Ginés de Arlés García en representación de la Universidad Popular, profesores y Junta del Ateneo. Intervienen Isidro Juan Martínez como profesor del Ateneo y el presidente de la institución señor Bonmatí… De la disertación de Rodríguez Cánovas recogemos el siguiente testimonio: Su canto a la raza tuvo la hermosura de arrancar del gran acto de la Historia que fue el juramento de San Gades; cantó y describió a España como tierra de héroes y viniendo al momento del Quijote, diferencia magistralmente el ideal de los caballeros y el apetito de los escuderos. Hay, sin embargo, tal pureza en el Ideal, que recordaba Rodríguez Cánovas, cómo el contacto del caballero manchego cambió a Sancho Panza que de los primeros afanes por su ínsula, prefirió despreciarla por seguir la aventura del ideal. La originalidad con que enfocó el tema de la raza y la belleza literaria de su trabajo, mereció un rotundo aplauso…26 24 “Universidad Popular”. En: El Noticiero: diario independiente de la tarde, Cartagena, Año 2, n. 293, 29 de enero 1935, p. 2. 25 Juan Ramón de viva voz. Volumen III (1923-1936). Prólogo y notas de Manuel Ruiz-Funes Fernández. Valencia: Pre-textos; Murcia: Museo Ramón Gaya, 1998, pp. 201, 202, 239 y 289. 26 En: El Porvenir, Cartagena, Año 32, n. 10882, 13 de octubre 1932, p. 1. 12


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También en 1933 ve la luz Blasco Ibáñez y la República. Su labor periodística la compagina con el trabajo que le permite el sustento en las oficinas de la Compañía Anónima de Droguería Industrial y Farmacéutica Álvarez Gómez, que esta tiene en los números 11, 13 y 16 de la Calle Palas de Cartagena. Al año siguiente, junto a F. Jiménez de Cisneros, rubrica el sainete Golondrina la Bolea o celos de un miliciano27. Pero su sino iba a cambiar nada más comenzar la Guerra Civil. El 25 de julio de 1936 José Rodríguez Cánovas ayuda a Federico Casal a salvar piezas de gran valor artístico. Este fue comisionado por el Ayuntamiento y los comités para poner a buen recaudo las imágenes y cuadros con destino al futuro Museo Municipal. El Cronista de Cartagena recogió cinco lienzos de Salzillo, además de cálices, tapices y libros; entre otros la talla del siglo XIII de la Virgen del Rosell y los tapices del lateral derecho de la capilla del Cristo Moreno. Los del lateral izquierdo habían desaparecido ya. Todas estas piezas las guardó Federico Casal en el Ayuntamiento, excepto los tapices y la Virgen del Rosell que, por no hallar en aquel momento un lugar seguro, las milicias de los comités las depositaron en su propio domicilio hasta ser trasladadas sin peligro al Ayuntamiento28. La incesante vida literaria José Rodríguez Cánovas incluye, también, su compromiso ideológico con la cultura. Cuando en septiembre de 1936 nace el Sindicato de Obreros Intelectuales en la Región desde Cartagena, junto a él firman el manifiesto Carmen Conde, Julio Ruiz, Emilio Heredia Olmo, María Cegarra Salcedo, Estanislá Martínez, Eusebio Sánchez y Antonio Oliver Belmás29. Presentada como una agrupación obrera, el compromiso del S.O.I. era fundamentalmente el de trabajar por la cultura del pueblo. Movidos por la inquietud de dar cauce e impulso al movimiento revolucionario en el sector artístico, literario y cultural queda constituido con cinco secretarías y un delegado responsable, siendo en Cartagena el de Arte y Literatura José Rodríguez Cánovas, presentado entonces como periodista y ensayista30. En plena Guerra Civil, haciéndose acopio de lo esencial el cartagenero se traslada junto a la familia al Caserío Los Pérez, más allá de Cuesta Blanca. Allí rubrica en 1938 unas cuartillas que titula La tristeza de las cosas, idéntico a aquel Tristitiae rerum que en 1906 27 “Letras y Artes. José Rodríguez”. En: La Verdad, Murcia, Año 31, n. 10623, 6 de diciembre 1934, p. 4. 28 Véase CASAL, Federico. “Comunicado”. En: El Noticiero, Cartagena, Año 3, n. 734, 27 de julio 1936, p. 1. 29 “Manifiesto del Sindicato de Obreros Intelectuales (S.O.I.). Región murciana”. En: El Liberal, Murcia, Año 35, n. 11288, 24 de septiembre 1936, p. 2. 30 “Diario de Cartagena. La constitución del S.O.I.”. En: El Liberal, Murcia, Año 35, n. 12312, 23 de octubre 1936, p. 2. 13


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publicara el poeta Francisco Villaespesa. En algunas de sus páginas dice estar releyendo Andanzas y visiones españolas, porque en él Miguel de Unamuno encierra la doctrina del amor y de la pasión por España. En alguna ocasión cita también a Giner de los Ríos, Teresa de Jesús, Bécquer, Gabriel y Galán, Francisco de Quevedo, Don Quijote, Manuel de Sandoval, etc. El estallido de la Guerra Civil deja su profunda huella en el seno familiar. En medio de la inestabilidad política y encierro obligado, con 18 años, el 17 de septiembre de 1939 fallece su hijo por negársele toda asistencia como represalia contra su progenitor. El desmantelamiento de las ideas sociales con las que Rodríguez Cánovas se sentía unido y la pérdida del hijo hacen que sufra una profunda crisis. Quizás sea ya entonces el sentimiento del que hablaría en alguna carta años después, esa “cierta melancolía, que no extraño, pues, en realidad, viene estando conmigo desde hace muchos años”31. Como otros muchos intelectuales cartageneros (los doctores Casimiro Bonmatí Azorín, Diego Pérez Espejo, Antonio Bermejo; el pintor Vicente Ros; el poeta José Benítez de Borja...) José Rodríguez Cánovas sufre un trato de rigor por representar a los republicanos más progresistas. El pliego de cargos sobre los que se le juzga son la pertenencia a la masonería y el haber presentado la declaración-retractación ocultando las actividades de la secta. El cartagenero reconoce que hacia finales de 1930 fue invitado por Luis Ibáñez Parodi –por entonces consignatario de veleros que ocupaba el cargo de venerable de la logia “Paz, Trabajo y Justicia”32– a ingresar en la masonería utilizando el nombre de “Lunacharki” alcanzando el grado tercero de Maestro Masón. En realidad, la presencia de José Rodríguez Cánovas era sobre todo testimonial. Asistía a escasas reuniones siéndole designado el grado segundo y tercero en sesiones a las que no concurrió, no desempeñando, por tanto, cargo alguno. Su ingreso fue motivado más por apoyar y difundir valores benéficos y culturales. Llama la atención la adopción del nombre del dramaturgo y diplomático ruso, pues Lunacharki lo vemos entre el contenido de una conferencia que en mayo de 1934 José Rodríguez Cánovas pronunciara sobre “Don Quijote, li31 Carta inédita de José Rodríguez Cánovas a María Teresa Cervantes, con fecha de 17 de abril de 1967. 32 Luis Ibáñez Parodi falleció el 8 de febrero de 1931. En 1930 lo vemos como Vicepresidente de Alianza Republicana de Cartagena. Pocos días después de su muerte la autoridad gubernativa levantó la clausura a la Casa de los Republicanos de Cartagena en la que José Rodríguez Cánovas figuraba como bibliotecario, así como autorizó la reapertura de la Casa del Pueblo y la del domicilio social de la Asociación de Dependientes de Comercio. Vid. “Los republicanos”. En: El Porvenir, Cartagena, Año 31, n. 10390, 12 de febrero 1931, p. 1. 14


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bertado” en el Ateneo de Cartagena33. Hasta 1940 la actividad literaria de José Rodríguez Cánovas es incesante. Pero llama la atención que la mayor parte de los trabajos que tiene terminados en este tiempo no vieron la luz; y aquellos otros que sí lo hicieron tuvieron que ceñirse al ámbito local. Nos referimos, por ejemplo, a un extenso estudio que sobre Pedro Pérez Clotet para el cual se pone en contacto con este con el fin de darlo en la revista Isla de Cádiz. De la biografía del beato padre Claret, fundador de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María no tenemos noticia alguna así como tampoco de ensayos diversos: Elegía del llanto, La mirada de Dios, Exaltación de la montaña; finalmente la Antología de poetas cartageneros fue publicada en distintas entregas en El Noticiero. El 27 de marzo de 1942 se le condena a la pena de dos años y un día de reclusión menor con inhabilitación absoluta perpetua para el desempeño de cualquier cargo del Estado, Corporaciones Públicas o Privadas. Es trasladado entonces a la Prisión Central de Burgos donde permanece hasta el 24 de septiembre de 1943. Ese día, una orden telegráfica del Secretario General del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y del Comunismo le permite conmutar la pena de privación de libertad en Zaragoza. Durante el tiempo que está preso, firma alguna colaboración con el nombre de su primera esposa, Rosa Martínez Albadalejo, la cual fallece muy joven. A comienzos de abril de 1945 queda extinguida la condena que se le impuso por el Tribunal Especial para la Represión de Masonería y Comunismo y pasa a una situación de libertad definitiva. Entonces, 22 de septiembre de 1945, en la Iglesia de San Diego de Cartagena contrae matrimonio en segundas nupcias con Pilar Sarget García, firmando el acta matrimonial José Antonio Álvarez Gómez, Francisco Guimerá Bosch y Vicente Ros34. Con la vuelta a su tierra natal, José Rodríguez Cánovas retoma profesionalmente las armas del periodismo para no abandonarlas ya nunca. Ahora toda su producción literaria va enfocada a las columnas de El Noticiero, deja de escribir narraciones y la poesía queda más para la soledad y el recogimiento personales. En estos difíciles años mantiene contacto epistolar con quienes se vieron obligados a buscar mejor designio lejos de su patria chica. Conforme van siendo publicados sus artículos retrospectivos taurinos y 33 “Ateneo. Conferencia de Rodríguez Cánovas”. En: El Noticiero, Cartagena, Año 1, n. 83, 18 de mayo 1934, p. 1. 34 “Noticiero local”. En: El Noticiero de Cartagena: diario de la tarde, Año 10, n. 2497, 25 de septiembre 1945, p. [2]. 15


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cartageneros los va haciendo llegar a sus más fieles amigos: Andrés Sobejano, José Ballester, Raimundo de los Reyes en Murcia; Lorenzo Guardiola Tomás en Jumilla; Antonio Oliver y Carmen Conde en Madrid; Antonio Ros en México…

Antonio Fernández Viñas, Rafael Jiménez Márquez, Agustín Samper, José Rodríguez Cánovas y Casimiro Bonmatí. Casa Valenciana de Cartagena, 18 de febrero 1964.

Además de visitar a amigos, uno de los lugares que frecuenta es el estudio de Vicente Ros. Ello supone el reencuentro con viejos camaradas y el punto de contacto con una ingente generación local de jóvenes artistas. La cercanía no era obstáculo para el intercambio epistolar, como esta tarjeta que Vicente Ros le hace llegar el 3 de noviembre de 1947, figurando al dorso una foto de “San Isidro” del pintor. Al creador de emociones pretéritas José Rodríguez Cánovas, de profundos sentimientos cartageneros envío este fragmento de mi “San Isidoro”, testimonio de verdadera admiración, siempre sentida, por todo lo mucho y bello inspirado por su gran alma de poeta. Unido siempre con un fuerte cariño de comprensión Vicente Ros En 1947 obtiene el Premio Jara Carrillo de Periodismo. En un tes16


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timonio personal la escritora cartagenera María Teresa Cervantes nos aporta estas valiosas notas: Recuerdo a Don José Rodríguez Cánovas como un hombre silencioso, elegante, respetuoso en su trato, de hablar pausado y solía ceder siempre la palabra a los demás. Periodista y escritor hondo y ameno dejó escritos muy bellos libros, el primero JESÚS Y JUDAS en 1933. La primera parte del libro JESÚS DE NAZARET, la segunda JUDAS DE KERIOTH. En los años 50 mi padre y él se hicieron grandes amigos y los sábados por la tarde mi padre solía invitarlo a merendar con nosotros a la terraza de nuestra casa de Los Dolores. A veces, y a petición mía, nos leía algunos de sus textos. Mi madre se emocionaba y él bajaba la mirada con humildad.

José Rodríguez Cánovas al lado de Pedro Bernal Blázquez, el fotógrafo Juan Sáez. Aparecen también, entre otros, Miguel Hernández -Alcalde de Cartagena-, el director de El Noticiero Manuel Carreño, José Agustín Gómez García (fundador de Radio Juventud de Cartagena), José Zarco Avellaneda. Cartagena, 29 de septiembre 1955.

Rodríguez Cánovas se implica también en otras tareas literarias diferentes a las periodísticas. Junto a Antonio Gimeno Miguel, en 1949 está al frente de los cuadernos Atalaya. El 30 de abril de 1952 participa en la primera sesión del grupo literario “Horas poéticas”. 17


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Para la ocasión se escoge como escenario los Salones de la Real Sociedad de Amigos del País, sito en la calle del Aire. En la invitación se anuncia una lectura poética de José Jorquera, Víctor Ferrández, José Ruipérez, Juan Miguel Lamet y Antonio Gimeno. La intervención de José Rodríguez Cánovas se limita a una evocación del poeta cartagenero Francisco Arróniz, haciendo de pregonero Diego Vivancos. En cambio, en la segunda sesión del 3 de mayo, esta vez en el Hogar del Productor, Rodríguez Cánovas toma la palabra como poeta leyendo composiciones originales tal y como lo hicieron José Ruipérez, Víctor Ferrández, José Barbastro y Esteban Satorres. En esta ocasión, Antonio Gimeno leyó una semblanza biográfica y antológica de José Martínez Monroy35. La revista madrileña Nautilus, la alicantina Idealidad y Primer Plano son algunos de los contados foros nacionales en los que nuestro protagonista estampa su firma en este periodo. En 1966 José Rodríguez Cánovas consigue la baja por jubilación quedándole una pensión mensual de dos mil veinte pesetas. Ese mismo año ayuda a María Teresa Cervantes –a quien había conocido en 1953 en el estudio de Vicente Ros– en las correcciones de la revista de poesía Títiro canta en su primer número, que saldría a la luz con el sello de la Editorial Athenas. El tiempo que ahora le deja su jubilación lo aprovecha el escritor cartagenero para visitar pueblos y caseríos del Campo de Cartagena, “este campo nuestro de vida y esperanza”36. En la galería de retratos que Mario Alcor, seudónimo de Esteban Satorres, entrega periódicamente a El Noticiero, no podía faltar un lugar para el de Rodríguez Cánovas: Es alto y derecho, igual que un pino; -parco en frases, aunque no en ideas; -baraja cifras, pero su péñola- la tiene al servicio de las letras.- Para mí es un virtuoso de la prosa,- depurado estilista y buen poeta. Le gusta sumergirse en el pasado, -lo mismo que un pescador de perlas-, y de su fondo de días y de gentes,- siempre saca provechosa pesca. Es serio, muy serio, formal, bueno -(lo de serio es sólo en apariencia,- pues lleva por dentro la alegría -del que ama lo bello, siente y piensa).- Pertenece (¡cómo no!) a la minoría,- intelectualmente selecta. 35 “En el Hogar del Productor lectura de versos en ‘Horas Poéticas’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 17, n. 4448, 5 de mayo 1952, p. 1. 36 De una carta inédita remitida a María Teresa Cervantes a Céret (Francia), fechada el 14 de marzo de 1967. 18


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En fin, es este Pepe algo misántropo, -alto y derecho, lo mismo que una vela -(que una vela encendida, desde luego, -que da luz mientras le queda cera)37. Entre la extensa bibliografía de José Rodríguez Cánovas destacan los títulos publicados en la Colección Almarjal de la Editorial Athenas, que dirigía Alberto Colao. Estos trabajos tienen la virtud de la amenidad de su lectura, aunque el entramado textual se levanta sobre una densa labor documental como así lo prueba su estudio sobre Isidoro Máiquez, número 10 de dicha Colección, ilustrado con fotografías del archivo del pintor cartagenero Vicente Ros. El avance inexorable de la enfermedad no reprime el ritmo de su trabajo diario. Así, un mes antes de fallecer, en abril de 1975 rubrica una serie de quince artículos bajo el título Estampas de Cartagena en la “bella época”, bajo el marbete de Días y gentes. Era un hombre de hondura y de gran vida interior, al menos yo, en mi joven edad, así lo veía. Pero no podía evitar el sentimiento de ternura que en mí despertaban sus bellos y tristes ojos negros, cuando se detenían en los míos, su inteligente mirada, sus pausadas palabras, sus acertadas reflexiones cuando comentaba una lectura38.

2. EL ESPÍRITU SERENO DEL CONFERENCIANTE TAURINO

Hemos tenido ocasión de comprobar, a grandes rasgos, la diversidad de temas y estilos que José Rodríguez Cánovas abordó en distintos medios a lo largo de su dilatada trayectoria literaria. Uno de ellos, el taurino, también tuvo su puesto de honor tanto en la prensa escrita como en su faceta de conferenciante. La primera referencia a esta última orientación la hallamos el 30 de marzo de 1935 cuando el cartagenero ocupó a las siete de la tarde la tribuna del Ateneo de Cartagena. El motivo no era otro que el de hablar sobre “Un tema viejo en la poesía joven: los toros”. El evento fue anunciado desde dos días antes siendo presentado por un profesional de la crónica taurina, Luis Gil Belmonte. El ponente se sirvió de ejemplos tomados de poetas como Gerardo Diego, Rafael Al37 ALCOR, Mario. “Momento. Adivinanzas. XV”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 15, n. 3880, 12 de mayo 1950, p. [4]. 38 CERVANTES, Mª. T. Edificio del recuerdo (memorias), op. cit., pp. 136-137. 19


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berti, Fernando Villalón, José Benítez de Borja leyendo fragmentos de sus obras. Aportó una visión amplia pero precisa de la fiesta nacional, narrativas unas y descriptivas otras, sobre lances de toros, estampas coloristas de la fiesta, y detalles pormenorizados de la capea, la ilusión incontenible del torerillo joven, el lado dramático del festejo, el picador derribado de su montura...39 quitó a dicha fiesta su viejo y raído ropaje de romance de ciego, para vestirla con galas de elegancia intelectual, confeccionadas por el sentimiento, no el cursileado, a lo novela por entregas, sino el hondo y puro como corresponde a una fiesta que es toda belleza y emoción40. Tanto para sus discursos como para sus trabajos escritos el cartagenero contaba, en su biblioteca particular, con títulos clásicos como Los toros en la poesía de José María de Cossío, Paseíllo por el planeta de los toros de Antonio Díaz-Cañabate y La caza y los toros de José Ortega y Gasset41. Hasta 1945 no hallamos otra nota de José Rodríguez Cánovas disertando en público de toros. En esta ocasión, un sábado en el domicilio social de la “Peña Luis Redondo”, número 33 de la calle del Duque42. El novillero de Borox había calado hondo en la afición cartagenera llegando a sumar cuarenta novilladas en el coso de Murcia. Aprovechando su meteórico y prometedor ascenso entre la novillería se funda el Club social en su nombre. Antes que José Rodríguez Cánovas José María Marabotto (finales de marzo de 1945) ofreció una conferencia en la Peña43. Cuando lo hizo Rodríguez Cánovas abrió el acto Federico Rodríguez Belza, quien elogió la figura del invitado el cual se lució exponiendo sus conocimientos sobre la poesía de la fiesta de los toros ilustrando sus palabras con versos. En su reseña sobre el acto, Pleberio aunque reconoce que este tema no era la especialidad del cartagenero, sí que alabó sus calidades oratorias y su habilidad 39 “Ateneo. Interesante conferencia de Rodríguez Cánovas”. En: La Verdad, Murcia, Año 32, n. 10711, 2 de abril 1935, p. 7. 40 “En el Ateneo. Conferencia de Rodríguez Cánovas”. En: El Noticiero, Cartagena, Año 2, n. 345, 2 de abril 1935, p. 1. Estas notas leídas fueron publicadas en el mismo año en La Verdad de Murcia. Vid. RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Tema viejo. Fiesta de toros”. En: La Verdad, Murcia, Año 32, n. 10770, 30 de mayo 1935, p. 4. 41 COSSÍO, José María de. Los toros en la poesía. 2ª ed. Madrid: Espasa-Calpe, 1947. Colección Austral, número 490. DÍAZ-CAÑABATE, Antonio. Paseíllo por el planeta de los toros. Madrid: Salvat Editores, 1970. Biblioteca Básica Salvat, número 54. ORTEGA Y GASSET, José. La caza y los toros. Madrid: Espasa-Calpe, 1962. Colección Austral, número 1328. 42 Véase sobre todo [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Peña Luis Redondo]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7788, 15 de mayo 1963, p. 1. 43 “Conferencia taurina”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 10, n. 2349, 29 de marzo 1945, p. [2]. 20


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para atraer la atención del auditorio. Luego explicó detalles íntimos del toro, sus costumbres, el gran instinto que en él predomina, todo esto salpicado de citas del mejor gusto, de imágenes bellísimas, cuya emoción prendió en el auditorio, que escuchó la charla con una devoción que parecía algo de liturgia o de rito. Rodríguez Cánovas es un espíritu sereno, reconcentrado y sagaz, de estilo personalísimo, demostrativo de un temperamento artístico que realza cuanto toca y que sabe sacar partido de las cosas más nimias e insignificantes44. La “Peña Luis Redondo” había surgido también para dinamizar la vida cultural local y así desde 1945 por su salón pasaron conferenciantes como Esteban Satorres, quien se presentó con “Bajo el signo de Tauro”. El redactor-jefe de El Noticiero comentó su parecer sobre la fiesta de los toros como un sentimiento que rinde culto a España45. Presentado por Federico Rodríguez Belsa, en otra ocasión fue Gabriel Roch quien ocupó la tribuna para exponer, de manera amena, burlona y divertida, sus impresiones del toreo y “narrar episodios vividos, donde el amor a una chica le hizo desempeñar en una ocasión funciones de torero”46. Estos actos fueron la antesala a la convocatoria que en septiembre de 1945 se hizo para constituir la Peña. El aficionado José Campoy aprovechó la oportunidad para que el público asistente conociera las líneas de actuación, agradeciendo a otros entusiastas como José Salas y Sebastián Martínez su ayuda incondicional. De esta manera se presentaba oficialmente el cuadro de dicha sociedad: Presidente, don Juan Sánchez Saura; Vicepresidente, don Francisco Navarro Álvarez; Secretario, don Gonzalo Selma Ortiz; Tesorero, don José Campoy Sánchez; Vocales, don Francisco Murcia García, don Julián Ruiz Ruiz, don José Salas Sánchez, don Sebastián Martínez Andreu, don Antonio Jódar Escudero y don Manuel Adra Jiménez47. Además de estas conferencias, otro de los objetivos cumplidos de la Peña era el de organizar festejos en la ciudad como el que 44 PLEBERIO. “Conferencia de Rodríguez Cánovas”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 10, n. 2690, 20 de mayo 1945, p. 3. 45 C. “En la Peña Luis Redondo. La charla de Satorres”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 10, n. 2707, 10 de junio 1945, p. [4]. 46 “En la Peña Luis Redondo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 10, n. 2713, 17 de junio 1945, p. [3]. 47 “La Peña Luis Redondo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 10, n. 2492, 19 de septiembre 1945, p. [2]. 21


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tuvo lugar el 12 de octubre de 1946 siendo contratados para la ocasión Luis Redondo y Ramón Cervera con novillos de Eugenio Ortega48. Volvió Esteban Satorres a dicho escenario con su poemario inédito El oasis de mi invierno49 siendo presentado por quien entonces ocupaba la presidencia, Diego Morales. Dos semanas más tarde lo hace de nuevo José Rodríguez Cánovas. Esta vez lleva como tema uno de los asuntos por los que sintió mayor apego, “Cartel de Feria”. Ya eran conocidas entre el público sus retrospectivas de la Cartagena histórica que bajo el marbete “Días y gentes” fueron apareciendo en El Noticiero. Desde su prosa clara y sencilla el discurso sirvió para despertar añoranza en unos como para dar a conocer a los más jóvenes “una Exposición de figuras animadas”50: La Cartagena de entonces con su famosa Feria resurgió ante nuestros ojos con todo su esplendor y fiestas típicas, alguna de estas sui generis esencialmente cartagenera como la Velada Marítima; y oyendo la descripción de dichos festejos y “viéndolos” también no comprendíamos ni comprendemos por qué nuestra ciudad se ha ido momificando en este aspecto... y en otros muchos51. En 1947 recogió el testigo el poeta Miguel Pelayo52, año en el que se le ofreció una copa de vino al diestro Pepito Blázquez, socio fundador de la Peña53, antes de que meses más tarde el local social fuera ocupado por la U.D. Cartagenera. Con cierta sorna la prensa local anunciaba su desaparición con estas palabras: “El fútbol ha desplazado de la calle del Duque a los taurófilos. ¡Era una ‘peña’ tan chiquita! que con un ‘medio chut’ ha ido ‘fuera de banda’”54. Para otras notas sobre Rodríguez Cánovas como orador hay que llegar hasta comienzos de abril de 1964. Esta vez en el Club Taurino de Murcia, al cartagenero le cupo el honor de abrir el ciclo de conferencias organizado por dicha sociedad. Como maestro 48 MURO. “Toros. La novillada del día 12”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 11, n. 2808, 10 de octubre 1946, p. [3]. 49 “Peña ‘Luis Redondo’. La conferencia de esta noche”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, n. 2925, 1 de marzo 1947, p. [2]. 50 “La conferencia de Rodríguez Cánovas”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, n. 2938, 17 de marzo 1947, p. [4]. 51 Ibidem. 52 “Peña Luis Redondo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, n. 2940, 20 de marzo 1947, p. [3]. 53 “Notas taurinas. Peña Luis Redondo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, n. 3003, 7 de junio 1947, p. [3]. 54 “Tiros largos”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, n. 3106, 9 de octubre 1947, p. [3]. 22


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de ceremonias Luis Gil Belmonte, por entonces crítico taurino de Murcia deportiva. En la tribuna le seguiría el escritor y aficionado Andrés Sobejano Alcayna quien basaría su charla en “Enseñanzas taurinas derivadas de una antigua tragedia”, haciendo las veces de presentador el directivo José Belmar Carrillo55. Justo al año siguiente, en el marco de la Feria de primavera, volvería invitado José Rodríguez Cánovas. Esta vez, escogió como tema “Anecdotario poético sobre toreros célebres”. Era el 19 de abril de 196556 y de nuevo Gil Belmonte hizo de telonero del acto. El Club entonces estaba capitaneado por Rafael Sánchez Segui. En las cuartillas manuscritas que para la ocasión había redactado el cartagenero desfilaron nombres señeros de la tauromaquia desde “Lagartijo” hasta “Manolete” pasando por “Guerrita”, Reverte, Antonio Fuentes, “Bombita”, “Machaquito”, Rafael “el Gallo”, Joselito, Belmonte y “Niño de la Palma”, acompañando ejemplos de cómo diversos poetas han visto dentro y fuera del ruedo a estos destacados lidiadores57. Igual repertorio llevó el 7 de mayo de 1965 al local de la Casa Regional Valenciana, ubicado en el número 1 de la calle de Montanaro58. Pedro Bernal destacó la delicadeza del orador en no incluir el nombre de toreros que por entonces se disputaban los primeros puestos del escalafón; detalle este que habla a favor del talante conciliador del escritor cartagenero. Rodríguez Cánovas hizo un sucinto recorrido por lidiadores desde el siglo XVIII hasta la fecha colocando en el mismo plano la Historia y la Poesía, la anécdota y el dicho popular. Acreditada tiene Rodríguez Cánovas la finura de concepto y la galanura expresiva de sus producciones, así como su numen poético en poemas de alta inspiración, pero en esta ocasión puso de relieve su cuidado en la recolección de datos curiosos e interesantes para ensamblarlos con destreza hasta llegar a componer esas estampas deliciosas que son las que fue exponiendo con la galanura de lenguaje en él habitual, y que le convierten en un erudito en muchas ramas del saber59. 55 “Fiesta brava. Gran animación para las corridas de fiestas. Ya tiene oradores el Club Taurino”. En: La Verdad: decano de la prensa del Sureste, Murcia, Año 61, n. 18293, 27 de marzo 1964, p. 2. 56 “Mañana, conferencia en el Club taurino”. En: La Verdad, Murcia, Año 62, n. 18622, 18 de abril 1965, p. 15. 57 ROPALO. “Brillante conferencia de Rodríguez Cánovas en el Club Taurino Murciano”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8368, 21 de abril 1965, p. 2. 58 “Conferencia de Rodríguez Cánovas”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8381, 7 de mayo 1965, p. 1. 59 BERNAL, Pedro. “La conferencia de Rodríguez Cánovas sobre la poesía de los toreros”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8382, 8 de mayo 1965, p. 1. 23


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Más adelante, el anuncio de la ponencia de José Rodríguez Cánovas atrajo a mucho público al Hogar del Pensionista. El escritor enmarcó su disertación en la “Bella Época”, aquella de la Feria de Cartagena que tanto renombre le dio a la ciudad. con sus paseos, conciertos, días de toros y de baños, recordando aquellos balnearios cuya desaparición ha motivado el éxodo veraniego de los cartageneros, y la mención fiel de usos, costumbres, ideas, y en general todo lo que contribuye a plasmar la vida de un pueblo hasta en sus menores detalles60. Al mismo escenario regresaría al año siguiente, esta vez con “Tres toreros de ayer”, reproducido más adelante en nuestro trabajo. Era un 22 de febrero de 197361.

3. COLABORACIONES TAURINAS

Prácticamente la totalidad de los escritos de José Rodríguez Cánovas sobre tauromaquia encontraron cobertura en El Noticiero. Hablar de este diario es hacerlo de una de las principales publicaciones que en Cartagena se dieron con continuidad desde la Guerra Civil española. La acotación para seguir la pista de José Rodríguez Cánovas oscila entre 1941 hasta 1972 si nos atenemos a la fiesta nacional, y desde 1934 hasta su fallecimiento en 1975 si son los trabajos de cualquier ámbito la vara de medir. Hemos comprobado cómo hasta la Guerra Civil muchos trabajos del cartagenero se orientan en reclamar y defender la libertad de expresión y a un acercamiento de la cultura a las clases sociales más desprotegidas como principios democráticos. Signo este que cambiará radicalmente desde su incorporación a la vida pública desde 1945. Entonces, su actividad se desenvuelve no tanto por un cambio ideológico sino por un ejercicio práctico del periodismo. Desde que el 9 de mayo de 1923 apareciera por primera vez el nombre de José Rodríguez Cánovas en los medios periodísticos como autor de algún trabajo hasta que lo hiciera al final de su existencia es prácticamente inabarcable el número de artículos que 60 P.B. “Dos actos culturales animaron la vida espiritual de Cartagena”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 37, n. 10484, 18 de mayo 1972, p. 2. 61 “Hogar del Pensionista. Primer aniversario y conferencia de Rodríguez Cánovas”. En: El Noticiero de Cartagena, 17 de febrero 1973, p. 5. 24


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quedaron estampados en la prensa local y regional. Si en aquella primera ocasión lo hizo en la cabecera de El Porvenir, frecuentará la mayoría de los rotativos de la cultura local que le tocó vivir. Cuentos, relatos, poemas en prosa, notas de arte, literatura europea y española en todos los géneros, reseñas a libros, reproducción de conferencias, capítulos de libros, poemas, crítica literaria, los estrenos fílmicos que acogía el Cine Máiquez, etc. La productividad del escritor cartagenero resulta asombrosa. Hay días en que hallamos hasta tres trabajos suyos en el mismo ejemplar: su “Espejo de Mastia”, anónimo; “Estrenos de la pantalla. Cine Máiquez” rubricado con las iniciales de sus apellidos y otro artículo en el que vemos su nombre completo. En nuestra opinión, tres vertientes fundamentales tiene el conjunto periodístico de José Rodríguez Cánovas: el ideológico de su primera etapa; el retrospectivo; y el de actualidad. Pero lo que más nos interesa es remarcar el hecho de que la perspectiva o evocación histórica que entronca con la serie de trabajos sobre tauromaquia encuentra cauce idóneo en la postguerra. Tomado el periodismo como profesión, sus distintas entregas irán enmarcadas en varias secciones: “Días y gentes”, “A vuela pluma”, “Espejo de Mastia”, “Hojas sueltas”, “La pequeña historia”, “Miscelánea cartagenera”, “Perfiles cartageneros” y “Vida e historia”. Valga decir que José Rodríguez Cánovas no es un escritor ni un cronista taurino. Se mueve más por su inquietud histórica y por su afán por recoger ecos del pasado que por su afición a la tauromaquia. En muchos casos consigue más literatura que crítica pero menos que periodismo. Su modus operandi se mueve por un lado desde la observación y el estudio para obtener e interpretar con juicio el dato y, por otro, desde la libertad de la expresión personal que, en su caso, apunta hacia la sencillez, el ritmo y la viveza hacia formas ágiles. Prudente por carácter, apasionado por la imaginación y tenaz por temperamento. Las primeras incursiones en el tema taurino (“Tema viejo. Temas de toros” y “Apuntes. Sol y sombra”) las realiza en 1935 en la sección “Letras y Artes” del diario murciano La Verdad y de la mano de la poesía. Recordemos que son años en los que el cartagenero se mueve como nunca lo hiciera en el trajín de las vanguardias. Llama poderosamente la atención que el tono, la sintaxis y, sobre todo, el enfoque aquí presentes son las mismas señas de identidad que le caracterizará en la mayoría de sus colaboraciones, así como la actitud adoptada ante este tipo de trabajos: afianzarse como relatos de hechos. En lo estrictamente taurino uno de los méritos más solventes en José Rodríguez Cánovas radica en la diversidad 25


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de perspectivas que aplica y que, sin duda, enriquecen la fiesta de los toros; espectáculo y enfoques que aglutinan por igual el éxito, el triunfo y el reconocimiento como la tragedia, el fracaso y el olvido. Apenas dos años mantiene en liza la sección “Notas”. No obstante, bajo este membrete localizamos su firma a lo largo de toda una década (1936-1946) aunque bien es verdad, con mucha discontinuidad. Inaugura esta cabecera con el confesor de la reina Isabel II a su paso en 1862 por Cartagena, el Padre Claret, consiguiendo este que aquella donara cantidades de dinero con dirección a distintas entidades y asociaciones locales. Continúa Rodríguez Cánovas la serie con el tratamiento que del paisaje hace el pintor cartagenero Pedro Roig. Sigue en el terreno plástico cuando llama la atención, ya en 1942, sobre las interpretaciones gráficas que distintos artistas han vertido sobre El Quijote como así lo hizo con unas miniaturas Juan Rodríguez Escoti por aquellos días. Es, pues, un artículo motivado por una nota de actualidad artística. Ya en el campo de la poesía el cartagenero reserva dos columnas de la sección al poeta Adriano del Valle de quien destaca, por encima de otras cualidades, su folklorismo puro y su inspiración en el paisaje. En esta ocasión, José Rodríguez Cánovas se inclina hacia un periodismo entre dos géneros: el informativo y el interpretativo. Se trata también de una nota que recoge el reconocimiento a la obra del sevillano con la concesión del Premio Nacional de Literatura “José Antonio Primo de Rivera” por su libro Arpa fiel y el Premio Fastenraht por la Real Academia Española. Esta misma línea de la actualidad sigue cuando habla de toros, de manera que por un lado es la noticia la que incita a escribir sobre tauromaquia para luego moverse en la evocación de la figura que reseña. Sucede cuando en 1941 “Machaquito” visita Cartagena coincidiendo, además, con el primer aniversario de la muerte de “Guerrita”. En la primera de ellas, José Rodríguez Cánovas incide en la conocida escultura en la que Mariano Benlliure plasmó una de las grandes cualidades del diestro como era la de la suerte suprema. De Rafael Guerra tenía noticia Rodríguez Cánovas a través de la prensa periódica. Desde la evocación e imaginación literarias recoge los festejos en los que en Cartagena, en 1883 y 1889, tomó parte el diestro cordobés. Aquí el cartagenero recurre a la imaginación, pues el mismo año en que éste naciera el torero dijo adiós a los ruedos. Como vemos, prioriza el lado humano, anecdótico, de una de las figuras de la tauromaquia y no tanto su trayectoria por todos los aficionados conocida. 26


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La primera alusión que Rodríguez Cánovas hace de la expresión “Días y gentes” la hallamos en 1928 a propósito de una de sus “Figuras literarias” que dedica a uno de sus escritores predilectos: Gabriel Miró. Elogia la prosa y el paisaje que con singular escritura aplica el escritor levantino para luego decir: “Así camina Sigüenza por sus tierras cálidas, enjutas, luminosas. Así nos hace irle acompañando: muelles y campos, días y gentes”62. Una breve narración autobiográfica, nacida desde la ficción en cuanto al estilo pero desde la realidad en cuanto al contenido, nos coloca de nuevo frente a dicha expresión: Y cuando estamos solos, cuando el silencio nos envuelve y hay una paz intensa en torno nuestro, sentimos el deseo de recordar. Van entonces sucediéndose en nuestra memoria días y gentes, sucesos y paisajes. Por sendas ignoradas y diversas, afluyen al ancho, dilatado río de los recuerdos63. Es una recreación de personajes literarios; en concreto en Lolette, mujer que le sirve de modelo al pintor Pedro Bernier para su cuadro “La mujer desnuda”. Pero cuando el cartagenero narra la ruptura de la relación sentimental que ambos mantienen centra entonces su atención en el personaje femenino: Cuando salga de esta casa de salud, el desamparo la cercará en la calle. La empujará a la existencia antigua. Lolette se ve más débil, más mujer desnuda que nunca, a merced de los días y de las gentes64. “Días y gentes” gozó de larga vida (1933-1969) en el que tuvo su hueco el tema taurino (1947-1964). También el 18 de mayo de 1933 encontramos “Días y gentes” en varias estampas narrativas, esta vez en La Verdad de Murcia65. Cuando a finales de septiembre de 1931 Rodríguez Cánovas compartió tribuna con Ramón Sijé en unas charlas en homenaje a Gabriel Miró, para su disertación eligió el tema “Aspectos literarios de Gabriel Miró”. Entre los contenidos que desarrollaría se encontraban el panorama de la novela española, 62 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Figuras literarias. Sigüenza”. En: Cartagena Nueva: diario defensor de los intereses generales de Cartagena, Año 5, n. 1290, 6 de octubre 1928, p. 1. 63 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Estampas. Imaginar y recordar”. En: La Tierra, Cartagena, Año 27, n. 8744, 4 de abril 1930, p. 1 64 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Figuras literarias. Lolette”. En: República, Cartagena, Año 2, n. 394, 22 de septiembre 1932, p. 1. 65 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Días y gentes. Galeotes. Mensajeros. Los zapatos. Escuderos”. En: La Verdad, Murcia, Año 30, n. 10135, 18 de mayo 1933, p. 4. 27


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la luz mediterránea, paisajes, días y gentes; y el tributo de Oleza al escritor alicantino66. Tendremos que esperar hasta 1947 para hallar “Días y gentes” encabezando una serie de entregas donde sobre cualquier otro asunto predomina el histórico cartagenero. En este amplio espacio se acoplan diferentes ámbitos de la cultura local. Así leemos notas sobre los pintores José Balaca y Ussel de Guimbarda; los pasodobles “La gracia de Dios”, “Suspiros de España” y “El abanico”, escritos en Cartagena; coplas a la Virgen de la Caridad; la autorización del Obispo de Pamplona en 1756 para que la Cabeza de San Gregorio recorriera distintas ciudades (Orihuela y Murcia las más cercanas); el premio concedido a Alfonso Siles en 1894 en la Exposición de Bellas Artes celebrada en Cartagena; el periódico La Dalia fundado el primer día de 1916; Cartagena como provincia murciana; semblanza de Federico Casal; el color carmesí en el escudo de armas de la Ciudad; la historia del Teatro Principal, etc. Así pues, temas locales que ponen de relieve hechos noticiosos, personajes, curiosidades, artistas y elementos de la vida cultural en un estilo copioso de datos pero sencillo en la expresión. El cartagenero sigue unas pautas propias del género narrativo e informativo. En estas notas breves y ligeras José Rodríguez Cánovas tuvo un recuerdo a la fiesta taurina. En concreto, la Feria de Cartagena que desarrollaría en dos días sucesivos. Desde una perspectiva impresionista atiende el ambiente que el recinto ferial presentaba el día de Santiago. La segunda entrega se centra en el festejo de 1901, pero antes se interesa por el aire festivo que se respiraba en torno a la celebración de la corrida. El naufragio del “Sirio” en el bajo del islote de Las Hormigas le servirá en varias ocasiones para destacar el espíritu altruista del público cartagenero y, por otro, el talante benéfico de Antonio Bienvenida cediendo sus honorarios completos en ayuda a la tragedia. Desde entonces, los Bienvenida serían recibidos como auténticos ídolos cada vez que llegaban a Cartagena. En esta segunda entrega, decimos, es otro cartel, el del 5 de agosto de 1906 el que Rodríguez Cánovas utiliza para evocar la Feria y a uno de los diestros que componían la terna, “Machaquito”, repitiendo datos conocidos y comentados en la serie anterior. El nombre del cordobés quedaría unido para siempre con el de Cartagena al contraer matrimonio ese mismo año con Ángeles Clementson Palma, vecina del Barrio de Peral. El 5 de enero de 1956 José Rodríguez Cánovas inicia una serie que, por su elocuencia, anticipa el tema y deja escaso margen a 66 “Gabriel Miró y la Universidad Popular”. En: República, Cartagena, Año 2, n. 399, 28 de septiembre 1932, p. 1. 28


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la explicación, pues el comentario coincide con la fecha en curso de acontecimientos que sucedieron el mismo día de 1891. Nos referimos a “Cartagena en 1891”, publicada únicamente a lo largo de 1956. De este punto de partida surge la sensación de estar ante cuadros fragmentarios de una realidad cerrada que incorporan pequeños episodios que, en cualquier caso, realzan su valor testimonial e histórico. Una vez más, su fuente principal va a ser la prensa diaria. Las limitaciones de espacio a las que se vio sometido y el objetivo meramente informativo hacen que estilísticamente el escritor recurra a la paráfrasis o incluso a la reproducción de la fuente que maneja. En consecuencia, los datos taurinos que hallamos siguen la misma línea de concisión y brevedad en toda la sección. Este conjunto misceláneo responde a un esquema narrativo simple en cuanto tiene como base dar respuesta al qué, quién y cuándo con el objetivo de desgranar un tiempo pretérito en su acontecer cotidiano. Más que atender los asuntos nos parece más relevante desvelar las fuentes que utiliza: La Gaceta de Madrid; Diario de Murcia, La Paz, Las Provincias de Murcia; y entre las publicaciones locales Diario de Cartagena, La Publicidad, El Álbum, El Republicano y, sobre todo, El Eco de Cartagena y El Noticiero, además de disposiciones municipales, hojas de almanaque y programas. De la tendencia natural hacia unas obras de consulta el mismo escritor deja claras sus preferencias: Gran parte del material anónimo que sirve para crear la verdadera Historia, se conserva y se nos ofrece en las colecciones de los viejos periódicos. A lo largo de sus columnas siguen latiendo arterias de humanidad. Con los detalles menudos, las noticias, los comentarios, los anuncios, se puede reconstruir certeramente, muchos años después, el ambiente y el clima vital de una época67. En uno de los trabajos repara en la animación taurina que se respiraba entre la población local. Con los caracteres propios de la reseña alude a la segunda corrida taurina de feria de agosto de 1891. En cambio, combinando notas de sociedad con otras literarias y taurinas Rodríguez Cánovas plasma unos retazos sobre la corrida del 11 de octubre. Indudablemente, no hay lugar para otro estilo que no sea el informativo pues lo que interesa es proporcionar al lector un contenido estrictamente objetivo. Mucho más exigua es la sección “Perfiles cartageneros” (1957) 67 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, [J.]. “Miscelánea cartagenera. Una revista semanal”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 26, n. 6871, 23 de abril 1960, p. [4]. 29


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que se incorpora al extenso repertorio bibliográfico de nuestro protagonista, y en la que solo hemos hallado un trabajo: el referente al poeta Mariano Sanz y el Café Suizo de Cartagena y que lleva por título “A la salida de los toros”. Entre narración literaria, con cierto aire costumbrista y descriptivo se mueve el cartagenero dando pinceladas pintorescas del ambiente que había en Cartagena antes y después de las corridas de Feria. Rodríguez Cánovas da preferencia al colorido y ostentosidad populares, dedicando un párrafo a aquellos diestros que hicieron el paseíllo entre 1910 y 1915. Aunque “Vida e historia” comienza en 1954 luego hay un salto hasta 1959; fecha esta en la que se desarrolla con más continuidad. Firmados con las iniciales del autor, en ellos éste hace hace gala de nuevo de su indudable capacidad de síntesis. Ambos términos –vida e historia– recogen la intención del responsable de la sección: destacar un hecho ocurrido en una fecha concreta, bien internacional, nacional, regional o local. Otra vez, alegremente diverso y discretamente cosmopolita. El intervalo temporal en el que se mueven estas colaboraciones abarca desde el 25 de junio de 1179 (bula del Pontífice Alejandro III por el que otorga a Santiago de Compostela las gracias del Jubileo) hasta el 28 de octubre de 1958 (Juan XXIII sucede como Papa a Pío XII). Por su parte, las referencias taurinas vienen acotadas desde el 5 de agosto de 1854 hasta el 28 de julio de 1928. La primera apunta a la inauguración de la Plaza de Toros; la segunda, el eco que tuvo en la prensa nacional la retirada de los ruedos del “Niño de la Palma”. A lo largo de 1960 la sección sobre la que más se aplicó José Rodríguez Cánovas fue, sin duda, “Miscelánea cartagenera”. Haciendo honor a su nombre el cartagenero acoge toda nota que tuviera a Cartagena como reclamo. Al frente de esta columna aparecen, entre otros, aspectos religiosos, alusiones literarias a Cartagena (de Miguel de Cervantes, Federico Balart, Valentín Arróniz, Pedro Antonio de Alarcón, Miguel Pelayo, Jesús Carrillo del Valle, José de Vargas Ponce, José Cadalso), personajes ilustres (el capitán Briones, el navegante Juan Fernández, el marqués de Valmar, Vicente Medina, Manuel Manrique de Lara, Ussel de Guimbarda, Timoteo Mora, José Martínez Monroy, José Prefumo, Eduardo Marquina, Emilio Carrere, Santos Chocano, Gil de Escalante, Baltasar Hidalgo de Cisneros), estampas costumbristas de 1835, hechos periodísticos e históricos, representaciones teatrales y personajes de la farándula (Rosario Pino y Emilio Tuiller) o funciones de ópera; otros folklóricos como el nombre de Cartagena en los apellidos, los Juegos Florales, etc. Tampoco faltan aspectos de la vida cotidiana como las fábri30


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cas y los talleres, los tranvías urbanos, las veladas marítimas, el taller de jarcias, el tránsito callejero en 1891; publicaciones periódicas como Brisas del Mediterráneo, El Defensor de Cartagena, El Mediterráneo; edificios emblemáticos como el Hospital de Santa Ana, el Arsenal, los antiguos mercados, la casa de los Cuatro Santos, la fachada y el retablo de Santa María de Gracia y el jardín botánico. La excelsitud de una cultura como la cartagenera no va sólo en orden proporcional al prestigio de sus gentes sino a la aportación también que otras foráneas han ido dejando a su paso por esta tierra levantina. Según esto, una ciudad la enaltece sus virtudes y esencia propias como el contacto e influencia de otras, forjando carácter y estilo. Así lo vio y entendió José Rodríguez Cánovas. A lo largo y ancho de esta sección todas las referencias a los toros ocupan un breve espacio de una columna inserta en la página cuatro de El Noticiero. El cartagenero se muestra extremadamente objetivo en cuanto recoge crónicas de corridas de toros (la de 1893 y 1855) como disposiciones municipales, además de notas curiosas. Al lector le será familiar el comentario del cartel de 1898 reseñado con anterioridad. Para el festejo que tuvo lugar con motivo de la visita en 1901 del Rey Alfonso XIII José Rodríguez Cánovas recurre a palabras que el popular reportero “Cyrano” publicó en el diario local La Tierra. A diferencia de otras series, en esta la estructura está muy definida al comenzar siempre con la fecha de un acontecimiento relacionado con la fiesta nacional. En el artículo “Del festejo taurino. Un enemigo más” de 1961, su autor alumbra el espacio taurómaco desde uno de los focos que siempre ha perseguido a la fiesta, y es la de los detractores de la misma. Isabel la Católica, Fray Damián de Vargas, Francisco de Quevedo, Jovellanos, José Cadalso, etc. Con esto, y teniendo presente la trayectoria global de Rodríguez Cánovas en el sector que nos ocupa, queda desterrada cualquier duda de su imparcialidad y objetividad al tratar un asunto por el que sintió respeto y atracción. En otras ocasiones, “En el redondel. De Curtido a Palmero”, también de 1961, el comentario a la fiesta nacional no responde a ninguna serie, lo que parece indicar que aquel surge de un interés o necesidad espontáneos. En este en concreto, llama la atención sobre la domesticidad que ciertas reses muestran en el ruedo sin perder, en cambio, su bravura. Es la gracia pintoresca de la fiesta, cualquiera que sea su vertiente, un acicate que le induce a su plasmación por escrito. Cuando el 15 de noviembre de 1946 se inaugura “Espejo de Mastia”, el responsable de la misma dejaba claras sus intenciones: 31


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[...] reflejará las diversas impresiones y sugerencias que en nuestro cotidiano quehacer se nos vayan presentando relacionadas con la vida de Cartagena. Que en nuestra tierra hay mucho que realizar para devolver el rango ciudadano perdido, lo sabemos todos los que en ella habitamos. Pero, precisamente por esta razón, es más necesario que nunca aunar esfuerzos, juntar voluntades, ensalzar iniciativas y prestar una colaboración decidida y leal para que así, formando un solo haz todos los cartageneros podamos ver convertida en realidad la ilusión abrigada en lo más profundo de nuestros corazones de la que “Perla del Mediterráneo” resplandezca de tal forma que cause a los extraños asombro y admiración. Al empezar la que desde hoy será cotidiana labor queremos expresar una vez más nuestra fe en los destinos de Cartagena, que solo precisan para cumplirse, la presencia de hombres de buena voluntad entregados a su servicio68. Esta sección descubre el lado más social del autor cuando retoma aquella última faceta antes de la Guerra Civil. Este espacio –cuadros de malas costumbres– va enfocado a las inquietudes de los ciudadanos, llamar la atención sobre un hecho particular o prevenir sobre aspectos que afectan al ciudadano de a pie en su vivir cotidiano, sin olvidar las necesidades también culturales. “Espejo de Mastia” servía de altavoz para que las autoridades competentes atendieran las necesidades mínimas, pero también como bastión para culminar una inquietud mayoritaria del pueblo. Un ejemplo de esto último sucedió al cumplirse el cuarto centenario del nacimiento de Miguel de Cervantes cuando desde esta tribuna se incitó a colocar en la ciudad pasajes levantinos que aluden a Cartagena: Tenemos plena seguridad de que nuestro ruego será atendido cumplidamente por nuestra primera autoridad municipal y que Cartagena rendirá un buen tributo a la memoria del más grande escritor del Universo69. Su complicidad y empatía con el ciudadano en sus problemas urbanos le conduce en muchas ocasiones a parecer intransigente con las altas responsabilidades municipales, pero llama también a la cordura con el fin de fomentar una actitud tendente “a la 68 “Espejo de Mastia”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 11, n. 2837, 15 de noviembre 1946, p. 1. 69 “Espejo de Mastia”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, n. 2926, 3 de marzo 1947, p. 1. 32


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mejora moral y material de esta tierra cartagenera”70. Igualmente, esta sección constituía una plataforma como altavoz del pueblo en cuanto este disponía de dicho espacio como cauce público de sus preocupaciones. El “Espejo de Mastia” está siempre dispuesto para que él refleje todas aquellas deficiencias que merezcan tenerlas en consideración, pero que nunca podían ser campañas sistemáticas contra un sector determinado71. En síntesis, quedaba recogido el sentimiento de enojo nacido por la indiferencia, la pasividad, indolencia e inoperancia de la administración pública. Del mismo modo, en esta sección se reflejan acontecimientos culturales, sobre todo aquellos que tenían como motivo la celebración de aniversarios, santorales, etc. Tanto fragmentos de la realidad que el periodista observa, preocupaciones de los ciudadanos como comentarios puntuales de fiestas populares: la romería al Calvario, la Semana Santa, la Navidad, la Velada marítima, el día de la Virgen de la Caridad... Sensible a la realidad, José Rodríguez Cánovas se hace eco de la limpieza en las calles, de lugares y edificios en paulatino abandono, la mendicidad, la repoblación forestal, el servicio de tranvías, etc. Agrupando en la medida de lo posible contenidos tan heterogéneos los hay que recogen costumbres, elogios de Cartagena, hechos históricos, anecdotario literario, figuras y actos... Desde que sacamos de nuestra trastienda mental al escaparate ideológico el “Espejo de Mastia”, nos hemos ocupado reiteradamente de los problemas importantes que agudizan el vivir normal de la Ciudad72. Menos frecuentes son, precisamente, aquellos otros en los que el periodista pone énfasis en acontecimientos pasados. Y decimos precisamente porque es ahí donde tienen un hueco las notas taurinas que insertamos en nuestro trabajo y que, en esta ocasión, abarcan todo un trienio: 1962-1965. En esta labor ininterrumpida, el ejercicio y premura diarios pone a prueba la rapidez en la escritura y la asimilación de la realidad presente. En cambio, aunque breve hay un hueco para referencias 70 “Espejo de Mastia”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, n. 2951, 5 de abril 1947, p. 1. 71 “Espejo de Mastia”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 21, n. 5293, 20 de enero 1955, p. 1. 72 “Espejo de Mastia”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, n. 2900, 31 de enero 1947, p. 1. 33


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taurinas que poco o nada tienen que ver con la línea inicialmente marcada, de modo que parece contravenir el rumbo marcado. Cuando parece tener el terreno preparado para la crónica de un festejo José Rodríguez Cánovas repara en detalles minúsculos como el de una banderilla clavada en el ruedo; estampa que le conduce a un recuerdo literario de Fernández Flórez. Clubes, peñas y museos taurinos, puestos de libros regentados por antiguos toreros, cabezas de reses legendarias, toreros locales que despuntaban en Cartagena, picadores populares, etc. son tratados con un tono amable y alegre en esta sección mastiana. Menos de una decena de trabajos componen “Gente vieja” (1962) que toma su nombre de un libro que en 1904 se publicara en Madrid y que recogía poco más de cuarenta artículos sobre música, literatura y tauromaquia. Luis Carmena y Millán era su autor. Ante las intenciones evocadoras de periodistas ilustres pasan por esta galería Antonio Peña y Goñi, Luis Taboada, el periodista Eusebio Blasco y Francisco Ganga. Incluso, en otros comentarios como en el dedicado a Teodoro Llorente Rodríguez Cánovas recurre a acontecimientos de su infancia para dar consistencia e implicación emocional a la trama. Firmados con sus iniciales y a lo largo de 1965 y 1966, bajo el membrete “A vuela pluma” José Rodríguez Cánovas despliega una amplísima gama de asuntos a cual más variopinto. Igual se ocupa de noticias curiosas, anécdotas, resalta perfiles llamativos de hombres inquietos, literatura, como escritores de señalada nombradía. Conan Doyle, Narciso Serra, Miguel de Cervantes, Jacinto Benavente, Amado Palacio Valdés, Julián Viaud, Joaquín Dicenta, Sor María Jesús de Agreda, Ramón de Campoamor, Azorín, Alejandro Dumas, Rubén Darío, los hermanos Quintero, Mariano Pardo de Figueroa, Francisco Rodríguez Marín, José de Echegaray, José Feliú y Codina, Vital Aza, Juan Pérez Zúñiga, Enrique de Mesa, Manuel Linares Rivas, Benito Pérez Galdós, Edmundo de Amicis, José de Espronceda... son sólo algunos nombres. No faltan actores de la talla de Ernesto Vilches, Mariano Fernández, Julián Romea, Enrique Borrás; músicos como Federico Chueca y personajes históricos (Carlos III, Alfonso XII), instituciones como el Teatro Principal de Cartagena, hombres anónimos, exportación de gatos españoles de pura raza a París, la afición por la pintura de Winston Churchill y Antonio Maura, el secreto de la longevidad, un parto de siete varones, eventos sociales puntuales, reunión de recién casados en Playa de Haro, noticias de sociedad del extranjero sobre todo, la cerveza y la obesidad, el matrimonio entre parejas de adolescentes, la peculiar relación entre niños y peluqueros, notas sociales o 34


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de sucesos, los hechizos o supersticiones, vicisitudes de la prensa nacional, el cuclillo en los hogares, la belleza femenina, la fantasía popular, las campañas electorales, las consecuencias del despiste, el villancico, las tertulias, las palomas, las tradiciones y costumbres populares. Otras veces se resaltan valores como la perseverancia desde hechos que producen admiración. Recopilando algunos de los temas tratados en este espacio observamos que la fuente principal de sus escritos, historias y anécdotas es, sobre todo, la misma prensa periódica. Las hojas sueltas de los periódicos, aquéllas que conteniendo algún artículo o algún grabado de interés son recogidas y conservadas, ayudan en muchas ocasiones, con su repaso, a disfrutar del entretenimiento. Ofrecen sugerencias y facilitan comentarios [...]73 Por la brevedad del espacio del que Rodríguez Cánovas dispone el estilo es conciso y claro aunque cuando lo necesita encuentra el momento para el diálogo o para el criterio de autoridad. Pero lo habitual es encontrar un tono jocoso que arranca la carcajada o el asombro. En muy contadas ocasiones recurre el cartagenero a la experiencia propia, movido fundamentalmente por su intención informativa pero con el claro objetivo de atraer la atención del lector. Y en lo referente al mundo del toro lo hace desde aspectos que envolviendo al espectáculo pocos aficionados conocen como son reflexiones sobre el quite, casualidades que se dan en el mundo del toro; lo taurómaco, lo folklórico y la literatura; la dimensión de la fiesta nacional en el extranjero; cuando no leyendas y revistas taurinas de vida efímera. Sobre todo la anécdota alcanza cotas de reseñable interés. Cuando José Rodríguez Cánovas las reproduce en estilo directo adoptan la particularidad lingüística de los interlocutores, lo que potencia el carácter jocoso rozando en ocasiones el chiste y en otras destaca de manera objetiva el carácter más noble de la persona. El 8 de julio de 1965 José Rodríguez Cánovas inicia una serie de veinticinco entregas numeradas y enmarcadas bajo el marbete “Cartagena y la Fiesta de los toros” y que habría de llegar hasta el mes de septiembre. Estamos ante el único membrete firmado por José Rodríguez Cánovas en la prensa escrita con cierta continuidad, dedicado exclusivamente al mundo de los toros. Su relato de hechos abarca una extensión temporal de sesenta y siete años. 73 J.R.C. “A vuela pluma”. En: El Noticiero de Cartagena: diario de la tarde, Año 31, n. 8426, 2 de julio 1965, p. [4]. 35


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Desde las dos corridas celebradas en diciembre de 1855 en el coso cartagenero hasta la novillada que el último día de 1922 organizó el Club Taurino “Gavira” a beneficio de la Coronación canónica de la Virgen de la Caridad actuando como único espada Enrique Cano “Gavira”. Salvo excepciones, Rodríguez Cánovas sigue un orden cronológico intentando contextualizar las figuras toreras que pasaron por el ruedo cartagenero con una semblanza de las mismas. Desarrolla, pues, varias líneas de argumentación: la del festejo en sí, la del relieve de los diestros y la del ambiente que en torno a la fiesta se respiraba en los mejores años taurinos de la ciudad departamental. En su conjunto constituyen secuencias a modo de fotogramas que unidos o relacionados forman una trama homogénea. Para “El maestro Lastimica” (1966) hemos manejado una copia autógrafa. En ella trata la historia de un aficionado que, como Don Tancredo, ejerce de zapatero y que pone en liza sus dotes taurinas pero con menos fortuna que el valenciano. La sencillez y gracia en el saber contar se adoba con el chiste, merced a una travesura que un grupo de amigos gastan al protagonista y que justifica el apodo por el que es por todos conocido. Entre 1965 y 1968 algo más de cuarenta reseñas de libros llevan la firma del escritor cartagenero en “En torno a los libros”. Independientemente de los nombres, y sin discriminación entre géneros literarios, escritores místicos y clásicos, contemporáneos regionales y locales, todos ellos constituyen publicaciones de viva actualidad. Llama la atención la especial cobertura que tuvo la Editorial Áncora y Delfín, incluso fuera de esta sección. Un hueco le hace a José Antonio Medrano y su obra Toreros, de 1966. En la franja de tres años (1966-1969) se mueve la sección “Tiempo perdido”. Y en ella Rubén Darío, el periodista cartagenero Juan Spottorno Topete, los seudónimos en la literatura. Rodríguez Cánovas repara en otra de sus aficiones como es la de observar viejas postales de las que extrae detalles ingeniosos de sus autores. Otros trabajos prestan atención a opiniones sobre Vicente Medina, el concepto de “españolear” en Federico García Sanchiz, la relación entre lo gráfico y lo textual en viejas revistas, etc. Todas las alusiones taurómacas publicadas en “Tiempo perdido” se ciñen al año 1966. En esta sección se destaca lo folklórico y teatral (“Una canción torera”) junto al dato curioso de biografías de diestros como Mazzantini o “Cocherito de Bilbao”. En otras interesa más los pormenores y circunstancias de la visita de Alfonso XIII a Cartagena, siendo uno de los espectáculos a los que asistió el festejo que en su honor se celebró el 25 de junio de 1903. Algunas 36


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notas, en cambio, surgen de la desdicha por el fallecimiento de algún matador como es el caso de “Machaquito” que le sirve a José Rodríguez Cánovas para retomar la conocida rivalidad que el cordobés mantuvo con Vicente Pastor. En ocasiones, con apenas datos concretos obtiene jugosos frutos, gracias a su innegable capacidad en la recreación, haciendo de la evocación principio fundamental de su comentario. Sin lugar a dudas, “La pequeña historia” es una de las secciones de más largo recorrido que mantuvo en liza José Rodríguez Cánovas, quien la inaugura a mediados de 1959 llegando hasta 1972. De marcado carácter histórico en esta sección sí es Cartagena el principal referente. Leyendo todos los artículos el lector adquiere la perspectiva de una ciudad vista desde otros focos. Por ejemplo, desde el canto de los poetas murcianos, desde El Lazarillo de Tormes y Fray Gerundio de Modesto Lafuente, desde el viejo periodismo ejercido en la ciudad. También presta atención al lado más ocioso como fue la existencia de la asociación “de la Burra” y alguna representación en el Teatro Máiquez. En su afán por recoger cualquier aspecto significativo cartagenero no falta el paisajístico (“Cartagena vista desde el mar”); artistas locales como Díaz Spottorno y Octavio Blanqui; y destacados intelectuales cartageneros como su maestro de primeras letras Félix Martí Alpera; personajes sobresalientes que estuvieron en la ciudad como “La Fornarina”, Emilia Benito. Sin abandonar los rasgos esenciales de su estilo abundan los datos históricos. En el terreno taurino, en este marco José Rodríguez Cánovas estampa en 1969 y 1970 la semblanza de dos subalternos locales: Ramón Arango Martínez y Antonio Baños Hernández “Calero”. “En relación con la fiesta nacional” supone una descripción de la velada que tuvo lugar el 9 de agosto de 1890. De nuevo narración y descripción se dan la mano hasta tejer todo un cuadro pintoresco y sugerente de lo que en aquellos años suponía una tarde de toros en Cartagena. Y lo mismo sucede con el titulado “Cómo se pasaba, en la ‘bella época’, un día de toros en Cartagena”. Una de las secciones que más se prolongan en el tiempo es “Hojas sueltas” (1956-1972). Este título eligió el novelista murciano José Selgas y Carrasco para sus causeries. De la nómina que circula por esta sección se deduce con relativa facilidad la emoción primaria de José Rodríguez Cánovas con su tierra, adscrito como está en sentimiento filial a ella. El vínculo con la matria lejos de ser solo físico lo es también y sobre todo espiritual. Un hecho de interés social le sirve a Rodríguez Cánovas para traer al primer plano la figura de algún personaje relevante que guarda relación con la ciudad. Suce37


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de con Pastora Imperio; en otras nos topamos con alguna estampa más propia del relato que de la columna periodística (“Juanita la Rosa”, “Flores sobre la mesa”, “Los dos amigos”, “Arenales del Río”, “Víspera de San Juan”). Es habitual que para sus trabajos Rodríguez Cánovas consulte estudios sobre el tema que le interesa por cuanto está vinculado a Cartagena aunque en alguna ocasión sea la de Indias (“Las otras calles”). Cuando no personas personajes, lugares (“Los castillos”) o elementos que ayudan a conformar su idiosincrasia (“Los perros del tío Alegría”). Visitas ilustres a Cartagena como la de Candelaria Medina, José Santos Chocano, Miguel de Unamuno merecen para el periodista un hueco en sus columnas. Si bien hemos comentado que el fondo común es Cartagena, en muy contadas ocasiones José Rodríguez Cánovas se toma la licencia de desviarse de este referente. En cuanto a la tauromaquia quizás sea “Hojas sueltas” (las escasas notas se ajustan a 1972) la sección donde más se aleja el cartagenero del ámbito local aunque al final derive en aspectos cartageneros. Da la impresión de que “Huyendo hacia Cartagena” el móvil es otro diferente: una representación teatral que tiene a los toros como telón de fondo. Pero, en cambio, esta vez como parte del argumento uno de los personajes termina recalando en Cartagena. El titulado “Galdós y ‘Machaquito’” viene de la amistad entre ambos y por la visita que el escritor canario hizo a Cartagena cuando el diestro cordobés contrajo matrimonio con la cartagenera Ángeles Clementson. En “Tres toreros de ayer” hemos tenido la fortuna de consultar una copia manuscrita compuesta por quince cuartillas rubricadas en junio de 1973 y que su autor utilizó para una de sus conferencias. Tres protagonistas le sirven al cartagenero para hacer toda una alegoría que siempre le evoca la tauromaquia. De la terna formada por Rafael Gómez “Gallo”, Ricardo Torres “Bombita” y Rafael González “Machaquito” aprovecha comentarios ya vertidos en diversos espacios periodísticos. El escenario predominante será de nuevo Cartagena. Aquí resultan interesantes dos aspectos que tienen que ver más con su actitud literaria que con el contenido, pues sobre el papel en blanco el cartagenero incide en su costumbre de recurrir a expresiones manidas, exprimiendo las cualidades expresivas y evocadoras del lenguaje. Como en “A finales de mayo florido” tampoco “Viejo cartel de toros” aparece vinculado a ninguna serie. Esta vez es 1774, finales del mes de julio, y el Puerto de Santamaría por los que José Rodríguez Cánovas deriva su inclinación hacia lo taurino cuando refiere 38


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la actuación sobre todo de Águeda Silvaque. Por último, la figura insigne del diestro “Espartero” es la estampa que José Rodríguez Cánovas tiene presente. Envuelven su perfil curiosos aspectos folklóricos una vez más desde la literatura para, a continuación, una vez esbozados los datos biográficos, resaltar sus más firmes cualidades vertidas en “A finales de mayo florido”.

4. PERIODISMO Y LITERATURA. EL ESTILO, MEDIDA DEL HOMBRE

La dilatada trayectoria creativa de José Rodríguez Cánovas se reparte entre la literatura y el periodismo. Se puede decir que a este llega a través de aquella. Sucede que algunos de los trabajos aquí recogidos comparten ambas cualidades, moviéndose su autor en un terreno movedizo e híbrido que conduce a lo que se vincula con el periodismo narrativo. No hay que ir muy lejos ni esperar mucho tiempo para confirmar este aspecto pues en el primer trabajo, “Tema viejo. Fiesta de toros”, salta a la vista un registro más propio de lo literario que de lo periodístico, donde el enunciador-narrador, desde la subjetividad, recrea una estampa taurina recurriendo continuamente a figuras y mecanismos propiamente literarios. Sin duda alguna, la realidad del pensamiento es la expresión. Sin esta cualquier atisbo de comunicación queda oculto en tierra estéril. Y la palabra o bien es la llave para llegar a la tierra prometida o bien su reverso: el ángel exterminador del pensamiento como del sentimiento. De ahí la lucha de todo escritor por convertir en dócil la materia indómita, por hacer suya la realidad cercana que no por próxima le pertenece. En el caso que nos ocupa, nos referimos a dos vertientes que aun siendo dispares convergen: el periodismo y la literatura. Cuerpo una, alma la otra. Carne aquella, palpitación vivísima esta otra. Merced a dicha combinación muchos de los trabajos aquí recogidos cobran cierto tono de género literario. El estilo aparece apuntalado sobre el rigor en el dato junto al ritmo del pensamiento. La una está detrás de la otra, persiguiéndose, acoplándose. Y probablemente, en rigor, no deba ser de otra forma en cuanto su acompañamiento esquiva la insuficiencia de cada una de ellas por separado. Las colaboraciones taurinas de José Rodríguez Cánovas coinciden en un amplio periodo de tiempo, debido a que la literatura se había convertido en su única profesión y aliento. La extensa carre39


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ra literaria del cartagenero, intensificada más si cabe en el periodo de postguerra, hace inevitables las repeticiones en los contenidos. A veces literalmente; en otras sólo un breve comentario o fragmento. Pero incluso en estas décadas de obligada constancia en la práctica profesional de la escritura apenas puede zafarse el escritor del carácter literario, asumido y asimilado desde sus comienzos. Resulta interesante, pues, para dar corporeidad a la expresión “periodismo narrativo” comprobar cómo algunos de los elementos básicos del género narrativo –narrador, personajes, tiempo y espacio básicamente– se dan cita en estos escritos, en apariencia, de índole exclusivamente periodística. Uno de los tipos de narrador presentes en estos trabajos, narrador testigo, viene dado por la diferencia temporal entre este y los hechos que llaman la atención del autor, de modo que en alguna ocasión su experiencia es aprovechada como marco de lo que cuenta: Camino de la Plaza, por la cuesta de la calle del Ángel, Gerardo Diego nos comentó ciertos errores que había advertido en la lectura del “Boedeker” sobre determinados lances de la fiesta de toros. Tal comentario, que ya acusaba en el poeta al “aficionado”, era expuesto, sin embargo, con una fina y fría dicción; en tono vago de bruma. Y esta vaguedad se fue ofreciendo después, más definida y acusada aún por el silencio, durante largo espacio de la lidia. En aquellos trabajos que contextualizan un acontecimiento o ambientan recreando una época, el autor se convierte en protagonista de los acontecimientos que narra: ¡Qué sugestión ejercía sobre todos el ámbito de la Feria! La sentían los chicos y los grandes. Durante el resto del año pasábamos nosotros –los niños de entonces– por delante de un bazar viendo juguetes en sus escaparates, y nunca al pedirlos lo hacíamos con el acento de la exigencia; en cambio, entre las tablas pintadas de la Feria, otros juguetes más modestos encantaban y sí eran exigidos; aunque fuese una de aquellas “bufetas” que al ser sopladas se henchían quebrando la luz sobre su fino tafetán distendido y al desinflarse hacían sonar largamente con el roce del aire que escapaba la trompetilla dispuesta en la embocadura. Otras veces Rodríguez Cánovas tiene noticia de un suceso más 40


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que por haberlo vivido por conocer al sujeto que lo protagonizó. La noticia de la muerte de “Guerrita”, acaecida hace un año –21 de febrero de 1943– me produjo una impresión de anacronismo. Rafael Guerra era para mí, a la vez que un contemporáneo, una figura representativa del pasado más remoto; su fama, sus retratos, sus proezas, me acostumbré a encontrarlos en revistas y periódicos antiguos, tan antiguos que se publicaron antes de que la vida fuera en mí, y yo en la vida, porque la última corrida la toreó “Guerrita” el año 1899, que fue el mismo en que comenzó a brillar para mis ojos la claridad del mundo. En ningún momento el autor-narrador oculta sus intenciones: No vamos a tratar aquí sobre la lidia. Sólo vamos a destacar un caso que, por su rareza, nos parece digno de mención. Para sus evocaciones retrospectivas José Rodríguez Cánovas tiene a su disposición distintas posibilidades de afrontar el acontecimiento que relata; en unas se traslada al lugar de los hechos; en otras se adelanta a los mismos: Curioso es observar de qué modo se combinan a veces circunstancias imprevistas. No hay causa conocida que las ordene o las disponga, y solamente la casualidad entra en juego; pero con tanto acierto que, sin trampa alguna, el resultado es suyo. Vamos con esto a referirnos a un caso de especial interés; el cual, aunque no haya sido realidad todavía, nada más que con su anuncio deja ya indicado el motivo casual. Como no podía ser de otra manera el escritor tiene ventaja a la hora de elegir el espacio exacto de la ubicuidad. Para ello, se vale de una amplia bibliografía basada en libros y revistas facilitadas por amigos y conocidos con lo cual gana en credibilidad. Son numerosos los ejemplos de criterios de autoridad de reconocidos críticos o cronistas taurinos de contrastada solvencia. “Muy en corto –decía ‘Don Modesto’ con el léxico propio de tales reseñas–, arrancando derecho y adelantando el engaño como mandan los cánones y los riñones consienten”. Reseñando el primer par de banderillas puesto por “Guerrita”, dice una crónica de aquel tiempo. 41


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En la cuadrilla de Fernando Gómez iba “Guerrita” de banderillero y reseñando el primer par de banderillas puesto por él, dijo el cronista de la fiesta. Sorprendido al ver que un rehiletero fallaba, después de sus pasos de baile y el airoso cuarteo frente al único animal que recibe esos colgajos, decía el irónico escritor: “¿Y para eso tantas posturas delante del toro? ¡Ver quisiera yo cómo se las arreglaba el diestro, para ponerle banderillas a un gato!”. Y entonces tuvo lugar la circunstancia imprevista, única seguramente en los anales del Toreo, que el crítico “Don Ventura”, aficionado a las anécdotas y efemérides, ha comentado así: En consecuencia, el autor se aleja radicalmente del género de opinión ajustándose más al carácter documental, informativo y de conocimiento, pero envolviéndose siempre del talante estético del escritor que toma como referencia. Pero entre aquel conjunto de citas y referencias históricas hallamos una mencionada por Gonzalo Cardona “Don Gonzalo” “levantó una tempestad de aplausos al presentarse en la arena, por ser uno de los más hermosos –decía el revistero– que he visto en mi vida”. Pero “el público –se ha dicho– no puede ser unánime, sino discrepante. Lo que a cada uno le interesa es oponer la pasión propia a la pasión del vecino de localidad, mientras la corrida se celebra, y luego mantener los comentarios y las discusiones en la tertulia, en la oficina o en el taller”. Las páginas de “Sol y Sombra” dieron la referencia sobre la boda de “Machaquito” diciendo: [...] Y se advirtió, apenas el primer toro salió al ruedo, aquella circunstancia que José de la Loma “Don Modesto”, el gran cronista taurino de “El Liberal” de Madrid, había señalado refiriéndose a Ricardo Torres y Rafael González. El diario “La Tierra” se ocupó del caso relatando un curioso accidente. Junto a estas argumentaciones de carácter escrito hallamos otras que proceden de la cultura popular: madrigales de poetas 42


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cartageneros; versos de Gerardo Diego de El Romancero de la novia que sostienen la idea que desarrolla el columnista; otros de poetas cartageneros como José Benítez de Borja, Julio Hernández, Francisco Arróniz, un madrigal de Miguel Pelayo; comentarios del poeta y periodista murciano José Martínez Tornel; fragmentos de Adriano del Valle; semblanzas que rondaron entre el público aficionado sobre Manuel Benítez “El Cordobés”; coplas a Pepete, a Frascuelo, a Machaco, a toreros cordobeses; y estribillos a Don Tancredo. En estos casos, el autor cede su papel de narrador a estos otros. A pesar de este talante documental al que Rodríguez Cánovas nunca vuelve la espalda, a menudo este se vale de otro de los aspectos que conforman una ineludible piedra de toque en su ejercicio: el carácter literario. Nos referimos al lado más creativo y emocional cuando el cartagenero recurre a la evocación o, por anacronismo con el personaje, a la imaginación. A veces, hasta sin penetrar en descripción concreta de la fiesta, ni siquiera llegar hasta ella, con acierto insuperable en la imagen poética obliga a recordarla y evocar encantadores detalles complementarios. Con recuerdos de las Ferias cartageneras de entonces vamos imaginando este “Cartel”. Rememoramos, para su estampa, tres de las que en años distintos lucieron en nuestras calles. Por aquel lance de las banderillas, y por esta evocación, la corrida organizada por la Asociación cartagenera de la Prensa tiene carácter memorable. Con estos recuerdos –capítulos breves– sobre la Fiesta de Toros en nuestra ciudad, se ha pretendido recoger y reunir, siguiendo un orden particular, testimonios relacionados con ciertos días y gentes de la Cartagena que se fue. Hoy se da la tarea por terminada. Tal vez algún día, Dios mediante, se continúe con nuevas referencias, notas y evocaciones. Pero tenemos un testimonio que viene del mismo José Rodríguez Cánovas que saca de cualquier duda sobre su actitud a la hora de afrontar su tarea periodística. Los periodistas encargados antiguamente de hacer las reseñas sobre las corridas de toros, eran menos inclinados a la literatura 43


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que los actuales. Todos los de ahora, escriben bellísimas crónicas en tono selecto. Los de antes, sin conceder importancia alguna a las figuras de dicción, a la elegante exposición de conceptos, ni al estilo pulcro y académico, escribían en cambio de manera escrupulosa y detallista. Antes de hacer el paseíllo las cuadrillas, se acercaban a ellas para anotar los turnos de picadores y banderilleros en cada toro, las varas que iban admitiendo, los caballos que despenaban dejándolos tiesos y listos para el arrastre, los lances de capa en los quites, los diferentes pases de muleta; todo, en fin, era consignado a manera de inventario. Mas no por eso resultaban monótonas ni frías aquellas revistas. Sus autores, además sin dárselas de redichos solían alegrarlas donosamente con estrofas intercaladas de trecho en trecho [...] No cabe duda de que cierto poder descriptivo palpitaba en aquellas páginas, puesto que hoy, en la rebusca sobre temas viejos, se hace interesante su lectura. En su discurso meramente informativo uno de los criterios fundamentales que rige la selección del dato es su rareza o la curiosidad del hecho como del personaje. Mas he aquí también una rara coincidencia. Cuando la fiesta fue anunciada se hizo figurar en los programas una advertencia curiosa. A las noticias originales y curiosas con que ir aumentando el valor de las páginas en una Historia de la Tauromaquia, viene a juntarse ahora la de un hecho sin precedente alguno. Y, desde Sevilla ha salido estos días, hacia muchos lugares del mundo un curioso mensaje. Pero entre aquel conjunto de citas y referencias históricas hallamos una mencionada por Gonzalo Cardona “Don Gonzalo”, altamente curiosa por cuanto informa respecto al hecho que acabó con la pavorosa cuestión. El cartagenero reconoce en los aspectos menos conocidos un reclamo para el gran público. Así se justifica que el dato anecdótico aparentemente insignificante sirva como un espejo de la más 44


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pura realidad. No es tanto la relevancia del hecho como la importancia que el sujeto que la selecciona le otorgue y, en este sentido, una vez más, la postura de José Rodríguez Cánovas –sensible y expectante ante cualquier hecho literaturizable– está muy próxima a la literatura. En este corpus el personaje está muy repartido. Más que el torero como podría suponerse diríamos que es un personaje colectivo: el mundo del toro en general. José Rodríguez Cánovas centra su atención bien en primeros espadas, banderilleros, novilleros, aficionados, toros que han destacado por algún motivo, el incomparable ambiente taurino... y los sitúa en la mayoría de las ocasiones en un tiempo alejado tanto del emisor como del lector. Es, por tanto, una evocación informativa de aspectos taurómacos recogidos de otras fuentes. En cualquier caso, los personajes se moverán en su campo natural y otras veces serán descritos por sus acciones como por sus rasgos físicos o dejará al propio lector la conformación de su personalidad. En la mayoría de las ocasiones, José Rodríguez Cánovas rinde tributo a los personajes captados en su escenario natural. El desenvolvimiento de los mismos le viene al lector desde varios focos. Uno de ellos, cuando el mismo narrador perfila su imagen con comentarios que inciden en una actitud destacable: Era, sí, un análisis sereno, profundo, documentado, de cuanto sucedía. ¿Sin calor? ¿Sin apasionamiento? ¿Sin vehemencia? [...] Quedaba fijamente determinada una actitud, luego de la observación atenta, profunda, analítica. De la decisión y la dignidad profesional, del valor llevado hasta límites imprevistos, fue vivo ejemplo, en sus años de lidiador, Rafael González. Dio repetidas pruebas ante todos los públicos de España. Luego, hay estampas que juegan con el tiempo reuniendo una visión antitética y emotiva aun tratándose del mismo sujeto. Evoca la imaginación con esto la figura juvenil, ligera y ágil del lidiador, con su traje de luces, con su rostro moreno y pálido, que sonreía a los aplausos en aquel juego con la muerte. Siguió jugando con ella muchos años, hasta que prefirió el ambiente ancho, campero y silencioso de los cortijos. Su cielo, que hasta entonces fuera el que cubría todos los ruedos de España, cambiose por el que era palio sobre los campos cordobeses. Sus pies 45


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ya no corrían sobre el tapiz de sol y sombra, prefiriendo aquel otro caminar pausado, sin prisa y sin riesgo, por la sendas con marco de mieses y olivares. José Rodríguez Cánovas se mueve a sus anchas en el dato escueto y frío de la noticia que luego combina con el trazo subjetivo de la prosopopeya, de tal manera que el lector puede dudar dónde está la realidad y dónde la ficción. Otras veces, el personaje se retrata a sí mismo por su forma de hablar y de actuar. Aquí el narrador refuerza la actitud y ética de este: Fue Rafael “El Gallo” un hombre que, con rumbo y con majeza, prodigó la generosidad. Era frecuente ver a su alrededor gitanos pedigüeños, o aficionados llorones, contándole lástimas. Y a unos por encontrar en sus palabras un eco de sinceridad, y a otros nada más que para quitárselos de encima, siempre les atendía y daba algún dinero. En cierta ocasión se le acercó uno de los tales, apodado “El Bizco”, y haciendo pucheros fue contándole que su pobrecilla madre se había muerto y que a él le hacían falta diez duros para poder enterrarla. Rafael “El Gallo” lo escuchó con la expresión que el caso requería, aunque la sonrisa pugnaba por asomar a sus labios y después de consolarle con unas palabras le dio ciento cincuenta pesetas. Transcurrieron varios días. Y hallándose el torero un domingo a la puerta del Café, también con “El Bizco” a su lado, pasó frente a ellos una gitana vieja. Al verla, dejando esta vez que asomara burlona la sonrisa, preguntó “El Gallo”: – Oye, “Bizco”; ¿no es ésa la pobrecilla de tu madre que se había muerto? – Sí, Rafael. La misma –contestó el otro–. Pero como es tan buena, le dan permiso y la dejan salir los domingos. Al “Gallo” le hizo gracia el ingenio del compadre, y de nuevo le abrió el bolsillo. Hay ocasiones en las que el redactor da con la imagen física del diestro gracias a su labor indagadora por revistas, combinando entonces la prosopografía y la etopeya: La noche del 29 de julio, víspera de la primera corrida, el público que allí pasaba las horas de la grata velada, vio pasear a Gaona con un grupo de amigos. Vio su esbelta figura, su entrecejo 46


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azteca que, aunque fruncido no le apagaba la sonrisa, y su aire simpático. De igual modo al día siguiente en la Plaza, se supo de su toreo finísimo, de su elegancia natural en los lances de capa y en los pases de muleta; se supo de aquella línea artística que dibujaba tan alta y firme cuando se echaba el capote a la espalda, resucitando una vieja suerte que por él recibió el nombre de “gaonera”, Un elemento fundamental que vincula el ejercicio de este tipo de periodismo a la literatura es la selección intencionada de información y la relación que existe entre una entrega y otra. En la secuencialidad, José Rodríguez Cánovas en un artículo apunta simplemente un elemento que luego desarrollará en otro posterior. O bien deja en el aire un rasgo para luego, en el mismo trabajo, irlo ampliando hasta darle un sentido específico en su narración. La libertad, pues, en la estructura constituye otro de los rasgos con los que indudablemente el periodista gana terreno en la narratividad, de modo que podemos concluir que la construcción de su relato responderá a pequeños cuadros interconectados entre sí. En el discurso predomina la información procedente del punto de vista externo que aporta el autor; otras desde fragmentos de crónicas o comentarios de compañeros de profesión consiguiendo así la ilusión de distancia y objetividad. El éxito comunicacional de estos trabajos estriba fundamentalmente en la combinación de lo real informativo y lo ficticio subjetivo, merced a la inserción de coplas, diálogos, etc. que reproducen rasgos lingüísticos dialectales, lo que confiere al discurso un punto de confidencialidad como de autenticidad en los personajes. Aunque breve, el diálogo resulta un recurso de indudable fuerza narrativa. La focalización en un detalle, aspecto o anécdota casa bien con el lector al que va dirigido. Estos recursos consiguen múltiples efectos: interés noticioso por lo conocido como por lo anónimo y credibilidad por el manejo del criterio de autoridad. Y fuentes orales, racionalidad en el desarrollo cronológico del relato, acompañamiento de datos precisos con vistas a efectos de verosimilitud como invitación a la subjetividad. Por lo que respecta al tiempo el corpus aquí reunido abarca un tiempo acotado desde julio de 1774 hasta septiembre de 1962. En cuanto a su organización lo habitual es el orden lógico-cronológico. La espacialización se centra fundamentalmente en la Plaza de Toros de Cartagena. Las marcas de lugar como de tiempo arrastran indicaciones contextuales fácilmente reconocibles por el 47


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lector; notas estas que tienen más de rasgo compositivo que simbólico. En muchas ocasiones, el espacio queda retratado por las pinceladas que desde la subjetividad el escritor cartagenero aplica como telón de fondo, muy extenso en unos pocos trabajos y más esquemáticos en el resto. Paseando por las calles de Cartagena cuando venía a torear, la esbelta y gentil apostura de Antonio Sánchez “Tato” despertaba admiración en las gentes. Los amigos iban con orgullo a su lado, toda vez que, en virtud de la amistad, algo les correspondía de aquella popularidad del gran torero. Dicen que con su negro y rizado pelo, entornados y jubilosos los ojos, maliciosa la sonrisa, el “Tato” reflejaba todo lo bueno y triunfal de la vida desbordando fuerza, alegría, seguridad y confianza ilimitada en sí mismo. Vestía siempre chaquetilla corta de terciopelo, de lujosa botonadura con abalorios; camisa de rizada pechera, y cuello abotonado con pasadores de pedrería. Ceñíase la cintura con roja faja; sujetando el pantalón ajustado que caía sobre la bota charolada. Al caminar jugueteaba con un bastón de puño de marfil; y le gustaba ir descubierto, llevando en la otra mano el sombrero calañés. Además de informar, José Rodríguez Cánovas se recrea en las sensaciones que le transmite un acontecimiento o el marco que envuelve el mismo. En ningún caso, el elemento informativo se superpone a la naturaleza literaria de la escritura. Que las historias contadas o narradas vengan aderezadas con un estilo subjetivo otorga otra categoría a los hechos referidos, de manera que estos quedan enmarcados por su grandilocuencia como por encima del espacio y del tiempo, gracias a un personal manejo de los recursos literarios. Para confirmar la concepción que José Rodríguez Cánovas tenía sobre el estilo hemos obtenido un testimonio epistolar inédito de gran valor. Procede de una carta que el cartagenero, con fecha de 14 de enero de 1967, remite a Céret (Francia). Su destinataria, una joven escritora también cartagenera: María Teresa Cervantes. Rodríguez Cánovas se expresa en estos términos: La traducción de la poesía a que se refiere, me pareció muy buena. Creo que no debe ser usted tan escrupulosa. No caiga usted en aquella exagerada costumbre de Juan Ramón Jiménez, quien de tanto repasar y manosear sus versos buscando 48


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la suprema perfección –imposible, naturalmente de lograr en toda humana– sólo conseguía quitarles lozanía, espontaneidad y quizás belleza. Esto, claro está, según mi parecer. Por eso he preferido siempre al gran Antonio Machado, que tantas cosas hermosísimas dio con sencillez. Sin duda alguna, ese estilo que defiende y practica viene bien para un medio periodístico escrito como El Noticiero y para el perfil del lector al que va dirigido. La tendencia natural de José Rodríguez Cánovas es hacia la expresión, sencilla en su comprensión pero cuidada en su expresión. En este sentido, muy enraizada con la cultura popular el cartagenero hace acopio de modismos, refranes, coplas, coloquialismos... que intercala en las narraciones. Esta manifestación popular facilita la conexión y empatía con el lector habitual del periódico. Entre los recursos expresivos hallamos rima en eco, epítetos, metáforas, comparaciones, sinestesias, anáforas, paronomasias, aliteraciones, personificaciones y paradojas que conforman una especie de fotografía retocada. De entre todas las figuras predominan las acústicas, merced a la importancia que el cartagenero otorga a la potencialidad fonética de las palabras. A lo largo de sus escritos sobre tauromaquia las estructuras trimembres o isocolas son las más numerosas entre los procedimientos lingüísticos utilizados que siguen, sin duda, un consciente interés en expresividad literaria. Para comprobar la concentración estilística basta con repasar este recurso en el artículo “Tema viejo. Fiesta de toros”: los estrena, los luce y los gasta. Era, sí, un análisis sereno, profundo, documentado, de cuanto sucedía. en un alarde prodigioso de elegancia, de sosiego y maestría. advertir una emoción tan honda, tan viva y tan sincera. observación atenta, profunda, analítica. Estos ritmos melódicos establecen relaciones sintácticas que ponen de relieve el casamiento indisoluble entre el escritor y el periodista: Sin vehemencia desbordante y arrolladora; sin alardes ni es49


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truendos; sin extremos altos y disonantes. adormecida en sus figuras, en sus letras, en sus colores. el esplendor, la elegancia y la alegría. por su riqueza, su cultura o su laboriosidad. las bandas de música, cornetas y tambores de los Cuerpos de la guarnición. por su fausto, su finura y su arte. el ambiente ancho, campero y silencioso de los cortijos. otros ritmos lentos, opacos, solemnes, de marcha funeral. Como consecuencia se da también una expresión afectiva que envuelve al lector en una atmósfera cálida con el fin de hacer simpática la figura de lo que se está narrando. mujeres hermosas, que eran heroicas, tenaces, invencibles. su valor, su elegancia o su sabiduría. ojos pequeños, agudos, penetrantes. ni siquiera en su cuello o en el anca, pues todo es toro. En los establecimientos de publicaciones antiguas –libros, folletos y revistas– Otra estructura sintáctica relacionada con la anterior es la bipolaridad: en un juego sorprendente de resplandores y de sombras –luz y nubes– que tejen y destejen matices y figuras En ocasiones, el ritmo lo lleva intrínseco la propia sintaxis: sobre un fondo suave color violeta En muchos casos, José Rodríguez Cánovas revela sus fuentes (literarias, periodísticas o populares); en otros, recurre a recursos más propios de la tradición oral cuando estampa fórmulas de carácter 50


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indefinido y atemporal: Algo nos dijo de ello. Algo habló de esa riqueza que se llevaba. Mas, cierto día, el curso pacífico de la navegación se alteró con una tormenta que hizo dar al barco cabeceos inquietantes. Cierto día, deseando hablarle con urgencia, se le presentó un muchacho. Contratado en cierta ocasión para alternar en una plaza provinciana. Se le preparó una becerra para que cierta noche realizara una prueba de entrenamiento [...] de aquellos que, cierto día, merecieron de “Don Modesto” una elogiosa estrofa. Como vemos, sin duda alguna abundan más los hechos que las opiniones y esto le acerca a la noticia, aun tratándose de acontecimientos remotos en el tiempo. Independientemente de este anacronismo se trata de textos periodísticos informativos. El autor se gana la atención del lector mediante un lenguaje sencillo y ameno, un mensaje breve, intercalado con anécdotas o material que complementa el primer nivel del discurso como es el informativo.

5. BIBLIOGRAFÍA LIBROS DE JOSÉ RODRÍGUEZ CÁNOVAS · Aspectos literarios de Gabriel Miró. Cartagena: M. Carreño, 1932. · Jesús y Judas. Cartagena: [s.n.], 1933. · Blasco Ibáñez y la República. Cartagena: M. Carreño, 1933. · Cartagena en el último tercio del siglo XVIII: según el primer periódico cartagenero. Cartagena: El Noticiero de Cartagena, 1948. · El poeta Monroy. Cartagena: Athenas, 1967. Colección Almarjal, n. 4. · La Puerta de Murcia. Cartagena, 1968. · Perfiles de Cartagena en las coplas populares. Cartagena, 51


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1968. · Isidoro Maiquez: Cartagena: Athenas, 1968. Colección Almarjal, n. 10. · El Molinete de Cartagena: apuntes para su historia; dibujos de Enrique G. Navarro; prólogo de Alberto Colao. Cartagena: Athenas, 1970. · Antonio Oliver Belmás y la Universidad Popular de Cartagena. Cartagena, 1971. · Ussel de Guimbarda: el hombre y el pintor. Cartagena: Athenas, 1972. Colección Almarjal, n. 33.

BIBLIOGRAFÍA TAURINA DE JOSÉ RODRÍGUEZ CÁNOVAS · “Tema viejo. Fiesta de toros”. En: La Verdad, Murcia, Año 32, n. 10770, 30 de mayo 1935, p. 4. · “Apuntes. Sol y sombra”. En: La Verdad, Murcia, Año 32, n. 10967, 14 de noviembre 1935, p. 4. · “Notas. ‘Machaquito’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 6, n. 1328, 1 de diciembre 1941, p. [7]. · “Notas. Vieja estampa taurina”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 7, n. 1395, 19 de febrero 1942, p. [4]. · “Días y Gentes. Cartel de Feria. I”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, n. 2966, 23 de abril 1947, p. 8. · “Días y Gentes. Cartel de Feria. II”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, n. 2967, 24 de abril 1947, p. 2. · “Días y Gentes. Cartel de Feria. III”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, n. 2972, 30 de abril 1947, p. 2. · “Días y Gentes. Por qué no vino Peral a Cartagena. Y VI”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, 1964, p. [?]. · “Cartagena en 1891. Domingo 8 de Marzo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5637, 8 de marzo 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Domingo 22 de Marzo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5648, 22 de marzo 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Días 8 y 9 de Abril”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5661, 9 de abril 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Viernes 17 de Abril”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5668, 17 de abril 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Domingo 26 de Abril”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5676, 26 de abril 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Días 13 y 14 de Mayo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5691, 14 de mayo 1956, p. 3. 52


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· “Cartagena en 1891. Días 27 y 31 de Mayo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5706, 1 de junio 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Viernes 5 de Junio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5709, 5 de junio 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Domingo 7 de Junio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5711, 7 de junio 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Viernes 12 de Junio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5715, 12 de junio 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Viernes 3 de Julio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5733, 3 de julio 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Domingo 5 de Julio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5735, 5 de julio 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Lunes 13 de Julio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5743, 13 de julio 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Del 21 al 23 de Julio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5750, 23 de julio 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Días 25 y 26 de Julio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5752, 26 de julio 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Lunes 27 de Julio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5753, 27 de julio 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Domingo 2 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5758, 2 de agosto 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Lunes 3 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5759, 3 de agosto 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Del 5 al 7 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5762, 7 de agosto 1956, p. 4. · “Cartagena en 1891. Día 8 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5763, 8 de agosto 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Domingo 9 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5764, 9 de agosto 1956, p. 4. · “Cartagena en 1891. Martes 11 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5765, 11 de agosto 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Viernes 14 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5768, 14 de agosto 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Días 15 y 16 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5769, 16 de agosto 1956, p. 4. · “Cartagena en 1891. Viernes 21 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5773, 21 de agosto 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Sábado 22 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5774, 22 de agosto 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Días 2 y 3 de Septiembre”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5784, 3 de septiembre 1956, p. 3. · “Cartagena en 1891. Viernes 4 de Septiembre”. En: El Noticiero 53


Los toros en la obra de José Rodríguez Cánovas: entre el periodismo y la literatura

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ro de Cartagena, Año 31, n. 8458, 10 de agosto 1965, p. [6]. · “A vuela pluma”. [“El Gallo” en Barcelona]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8481, 3 de septiembre 1965, p. [?]. · “A vuela pluma”. [Juan Ruiz “Lagartija”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8487, 13 de septiembre 1965, p. [6]. · “A vuela pluma”. [El picador “El Ruso”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8494, 21 de septiembre 1965, p. [4]. · “A vuela pluma”. [Joselito y Belmonte]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8498, 25 de septiembre 1965, p. [4]. · “A vuela pluma”. [Dinero torero]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8500, 28 de septiembre 1965, p. [4]. · “A vuela pluma”. [I Congreso Internacional de Tauromaquia]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8506, 5 de octubre 1965, p. [6]. · “A vuela pluma”. [Edmundo de Acis en los toros]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8508, 7 de octubre 1965, p. [4]. · “A vuela pluma”. [Despedida de “Guerrita”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8525, 16 de octubre 1965, p. [4]. · “A vuela pluma”. [“Chicorro” y el salto de la garrocha]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8518, 20 de octubre 1965, p. [6]. · “A vuela pluma”. [José María de Cossío]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8519, 21 de octubre 1965, p. [?]. · “A vuela pluma”. [El asno de “El Gallo”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8526, 29 de octubre 1965, p. [?]. · “A vuela pluma”. [Unos actores en el ruedo]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8531, 4 de noviembre 1965, p. [4]. · “A vuela pluma. Con campanillas”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8547, 16 de noviembre 1965, p. [?]. · “A vuela pluma. Por mayoría de votos”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8556, 22 de noviembre 1965, p. [?]. · “A vuela pluma. Con pocas palabras”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8552, 29 de noviembre 1965, p. [7]. · “A vuela pluma. Las erratas”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8556, 3 de diciembre 1965, p. [4]. · “A vuela pluma. Los de más talento”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8576, 29 de diciembre 1965, p. [6]. · “A vuela pluma. Dos opiniones”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8580, 4 de enero 1966, p. [4]. · “A vuela pluma. El toro negro”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8586, 12 de enero 1966, p. [4]. · “A vuela pluma. Como en el tendido”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8592, 19 de enero 1966, p. [6]. · “A vuela pluma. Cuestión de narices”. En: El Noticiero de Car59


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tagena, Año 32, n. 8598, 26 de enero 1966, p. [4]. · “A vuela pluma. A la hora de matar”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8616, 16 de febrero 1966, p. [6]. · “A vuela pluma. El primer Cordobés”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8623, 23 de febrero 1966, p. [6]. · “A vuela pluma. La barba corrida”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8625, 26 de febrero 1966, p. [?]. · “A vuela pluma. Fiesta del caballo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8630, 4 de marzo 1966, p. [6]. · “A vuela pluma. Las orejas del toro”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8644, 22 de marzo 1966, p. [4]. · “A vuela pluma. El brindis del torero”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8659, 9 de abril 1966, p. [?]. · “A vuela pluma. Las exigencias”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8661, 12 de abril 1966, p. [9]. · “A vuela pluma. Las dos cenas”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8666, 18 de abril 1966, p. [6]. · “A vuela pluma. Lo dejó pasmado”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8670, 22 de abril 1966, p. [6]. · “A vuela pluma. La vuelta al ruedo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8687, 12 de mayo 1966, p. [4]. · “A vuela pluma. Los dos juegos”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8697, 25 de mayo 1966, p. [4]. · “A vuela pluma. Hecho una fiera”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8713, 14 de junio 1966, p. [4]. · “A vuela pluma. Un patinazo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8720, 22 de junio 1966, p. 1. · “A vuela pluma. ‘Verde y Oro’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8721, 23 de junio 1966, p. [4]. · “A vuela pluma. Una coincidencia”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8729, 4 de julio 1966, p. [6]. · “A vuela pluma. En Pamplona”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8731, 6 de julio 1966, p. [4]. · “A vuela pluma. Feria y fiestas”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8747, 26 de julio 1966, p. [?]. · “A vuela pluma. ‘Aguilita’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8750, 30 de julio 1966, p. [2]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. I. Con esbelta y gentil apostura”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8431, 8 de julio 1965, p. 4. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. II. En los umbrales del invierno”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8433, 10 de julio 1965, p. 4. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. III. Escapando hacia el cam60


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po”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8436, 14 de julio 1965, p. 4. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. IV. Con reses de Saltillo y de Veragua”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8439, 17 de julio 1965, p. [6]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. V. Quites de ‘Regatero’ y ‘Cara-Ancha’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8442, 21 de julio 1965, p. [4]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. VI. ‘Lagartijo’ y ‘Guerrita’, banderilleros”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8446, 27 de julio 1965, p. [2]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. VII. Dos corridas memorables”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8447, 28 de julio 1965, p. [4]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. VIII. ‘Lagartijo’ y ‘Frascuelo’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8450, 31 de julio 1965, p. [6]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. IX. El ‘Espartero’ y ‘Guerrita’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, agosto 1965. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. X. El que hubiera sido rival de ‘Guerrita’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8456, 7 de agosto 1965, p. [6]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. XI. Taconeando por caracoles”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, agosto 1965, p. [?]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. XII… después de nadie, Fuentes”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, agosto 1965, p. [?]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. XIII. Cuadrillas de ‘Niños Sevillanos’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, agosto 1965, p. [?]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. XIV. Derrochando gracia y valentía”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, agosto 1965, p. [?]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. XV. Subido en su pedestal”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8471, 25 de agosto 1965, p. [4]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. XVI. De Córdoba ‘la Sultana’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8474, 28 de agosto 1965, p. [8]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. XVII. En la primera visita de Alfonso XIII”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, agosto 1956, p. [?]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. XVIII. Cuando el ‘Sirio’ naufragó”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8480, 4 de septiembre 1965, p. [4]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. XIX. El pasodoble se hizo mar61


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cha nupcial”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8482, 7 de septiembre 1965, p. [4]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. XX. ‘Bombita’ y ‘Machaquito’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8483, 8 de septiembre 1965, p. [4]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. XXI. En la Feria del año 1909”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8485, 10 de septiembre 1965, p. [4]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. XXII. La carta de un aficionado”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8488, 14 de septiembre 1965, p. [4]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. XXIII. ‘Corchaíto’ o la fuerza del sino”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8489, 15 de septiembre 1965, p. [4]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. XXIV. Enrique Cano ‘Gavira’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8492, 18 de septiembre 1965, p. [4]. · “Cartagena y la Fiesta de Toros. Y XXV. A la salida de la Plaza”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8492, 22 de septiembre 1965, p. [4]. · “En torno a los libros. ‘Toreros’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 8645, 23 de marzo 1966, p. 2. · “Tiempo perdido. Una canción torera”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8785, 10 de septiembre 1966, p. [?]. · “Tiempo perdido. Un señor gobernador y un pescador de caña”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8802, 30 de septiembre 1966, p. [?]. · “Tiempo perdido. A la que salta”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8823, 26 de octubre 1966, p. 3. · “Tiempo perdido. ‘Machaquito’ y Vicente Pastor”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8843, 22 de noviembre 1966, p. 2. · “La pequeña historia. Antes del primer paseíllo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 34, n. 9619, 26 de junio 1969, p. 2. · “La pequeña historia. Dos subalternos cartageneros”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 34, n. 9720, 30 de octubre 1969, p. 9. · “La pequeña historia. Del ‘Club Gavira’ a la ‘Peña Luis Redondo’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 34, n. 9787, 23 de enero 1970, p. [?]. · “La pequeña historia. En relación con la fiesta nacional”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 35, n. 9826, 12 de marzo 1970, p. 7. · “La pequeña historia. Cómo se pasaba, en la ‘bella época’, un día de toros en Cartagena”. En: El Noticiero de Cartagena, 17 de abril 1970, p. 7. 62


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· “Hojas sueltas. Huyendo hacia Cartagena”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 10499, 6 de junio 1972, p. [2]. · “Hojas sueltas. Galdós y ‘Machaquito’”. En: El Noticiero de Cartagena, 21 de julio 1972, p. [2]. · “Hojas sueltas. En los toros”. En: El Noticiero de Cartagena. · “Viejo cartel de toros. Una rejoneadora valenciana”. En: El Noticiero de Cartagena. · “A finales de mayo florido. La muerte del ‘Espartero’”. En: El Noticiero de Cartagena.

AGRADECIMIENTOS Nuestro más sincero agradecimiento a quienes nos han ayudado en la elaboración de este trabajo. Por su amistad, dedicación, altruismo e infinita paciencia. D. Alberto Castillo. Dña. María Teresa Cervantes, D. Félix Conesa Caballero, D. Juan Antonio de Heras, D. Antonio Marín Albalate, D. Ginés Martínez González, Doña Rosa Rodríguez Martínez, D. Francisco Antonio Rosas Fernández-Villamil, D. Manolo Sánchez Juárez, D. Paco Vera.

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II. TRABAJOS DE JOSÉ RODRÍGUEZ CÁNOVAS Tema viejo. Fiesta de toros (1935)1

En mayo de 19262 estuvo en Cartagena uno de los valores más destacados y significativos de la joven poesía española: Gerardo Diego3... Gerardo Diego, catedrático de Literatura, es santanderino. Nació en 1896. Su posición en las letras actuales la ha explicado él mismo con estas palabras: “...Compuestos ya los versos del ‘Romancero de la novia’4 y otras de mis poesías, en la primavera de 1919 tuve noticia de la nueva estética y poética creacionista, y leí los poemas de su introductor el chileno Vicente Huidobro. Convencido de la necesidad de una renovación trabajé la nueva técnica con entusiasmo y publiqué mis ensayos en las revistas del grupo ‘ultraísta’ español, en el que siguen conviviendo las tendencias más diversas, unidas por un solo propósito de perenne juventud. No por ello he abandonado las fórmulas tradicionales, que parecen en parte perfectamente compatibles con las futuras, como es compatible el verso con la prosa5. Fue breve su estancia en Cartagena –sólo un día– y aquí llegó completamente la mágica y luminosa estampa de Levante que él había soñado ya frente a sus brumas norteñas. Allí, junto al ruido tumultuoso del Cantábrico, con la mirada vuelta bajo el cielo gris hacia el cuerpo de España que se tendía a sus espaldas, el deseo de sentirse bañado en esta luz nuestra se le acercaba muchas veces. En un poema en prosa –“El vendedor de crepúsculos”6– escrito dos años antes, en 1924, ya indicaba Gerardo Diego con lírica insi1 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Tema viejo. Fiesta de toros”. En: La Verdad, Murcia, Año 32, n. 10770, 30 de mayo 1935, p. 4. En la conferencia que Rodríguez Cánovas ofreció en el Casino de Cartagena habló sobre Gerardo Diego. Vid. “En el Ateneo. Conferencia de Rodríguez Cánovas”. En: El Noticiero, Cartagena, Año 2, n. 345, 2 de abril 1935, p. 1. 2 Desliz de Rodríguez Cánovas. El sábado 3 y domingo 4 de abril se celebraron corridas de toros en las que intervino el “Niño de la Palma”. La del día 3 de abril el cartel quedó rematado con “Carnicerito”, Márquez y “Niño de la Palma” que habrían de dar cuenta de seis toros de don Manuel Blanco (Parladé) de Salamanca. La terna del domingo 4 la componían Antonio Márquez, Martín Agüero y “Niño de la Palma” con toros de Conradi. 3 Entre los libros conservados por Rodríguez Cánovas tuvimos ocasión de consultar un ejemplar de El romancero de la novia: iniciales, de Gerardo Diego (Madrid: Editorial Hispánica, 1944). 4 Publicado en 1918. Nota del autor. 5 “Florilegio montañés”, por Elías de la Torre. Santander, 1922. Nota del autor. 6 Suplemento literario de LA VERDAD. Murcia, 23 mayo 1926. Nota del autor. 65


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nuación algo de tal deseo y de su vehemencia. “...Si yo encontrase aquel crepúsculo, aquel precisamente, yo pagaría por él una suma fabulosa, porque es el único que colmaría un rectángulo vacío en el área de mi contemplación...”. Y sucede que estos cielos levantinos ofrecen crepúsculos esplendorosos. La luz adquiere en ellos insospechados brillos, que nunca se repiten, y los más variados colores se armonizan sin que tampoco, de una tarde a otra, pueda mirarse repetida esa armonía. Siempre parecen nuevos, siempre inéditos, que cada tarde los estrena, los luce y los gasta. Y así una vez son leves gradaciones rosadas que hacen del cielo de Poniente una flor inmensa; otra vez esta gradación es de tonos dorados, que se extienden, difuminándose poco a poco, sobre un fondo suave color violeta; o es una brusca llamarada roja que se enciende y que brilla largo rato, destacándose en aquel segundo término celeste que esta vez es verdoso o azul intenso; también puede consistir el bellísimo espectáculo en un cielo blanquecino, irisado, como hecho de nácares; en un juego sorprendente de resplandores y de sombras –luz y nubes– que tejen y destejen matices y figuras; o en el haz luminoso con que los rayos del sol, luego de ocultarse éste, enamorados de la tarde se vuelven a besarla por última vez7. De estos crepúsculos gloriosos de Levante pudo obtener una feliz colección Gerardo Diego. Algo nos dijo de ello. Algo habló de esa riqueza que se llevaba, ignorando entonces que él, tan íntimo, nos dejaba en cambio un detalle, un gesto –sencillo y espontáneo– que había de contribuir, más que muchas palabras, a que recordáramos su visita. Aquel día, que fue domingo, se celebraba en Cartagena una corrida de toros. En esta corrida toreaba Cayetano Ordóñez “Niño de la Palma”. El “Niño de la Palma” es uno de los lidiadores más completos que han pisado los ruedos taurinos. “Es de Ronda y se llama Cayetano”, han dicho de él8, enlazando así, para mayor homenaje y elogio, la importancia tradicional que en la historia del toreo tienen su nombre y su ciudad nativa. Camino de la Plaza, por la cuesta de la calle del Ángel, Gerardo Diego nos comentó ciertos errores que había advertido en la lectura del “Boedeker” sobre determinados lances de la fiesta de toros. Tal comentario, que ya acusaba en el poeta al “aficionado”, era expuesto, sin embargo, con una fina y fría dicción; en tono vago de 7 En este párrafo vemos concentrados recursos literarios característicos de la prosa de José Rodríguez Cánovas como son la anáfora, la sinestesia, y el uso del punto y coma en períodos oracionales extensos que incluyen proposiciones semánticamente relacionadas entre sí. 8 Con esta expresión, que pronto se hizo popular en todo el orbe taurino, tituló Gregorio Corrochano su crónica de ABC de Madrid del 28 de mayo de 1925, el mismo día en que el “Niño de la Palma” hacía su presentación en la plaza de toros de Madrid. 66


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bruma. Y esta vaguedad se fue ofreciendo después, más definida y acusada aún por el silencio, durante largo espacio de la lidia. No era indiferencia, porque a todas partes acudía su mirada sin perder un detalle ni un movimiento. Era, sí, un análisis sereno, profundo, documentado, de cuanto sucedía. ¿Sin calor? ¿Sin apasionamiento? ¿Sin vehemencia? Entonces surgió aquel detalle, aquel gesto. En un instante, sobre el cuerpo de un picador derribado se arremolinó todo el peligro que llenaba el ruedo. Eran fuerzas inflexibles y ciegas impulsando al toro. Era ya la pavorosa inminencia de la cogida. Y el “Niño de la Palma” acudió al quite. “...El quite, la ofrenda –ha dicho con acertada frase un notable escritor taurino–9. El déjalo a él y tómame a mí. El gesto más desinteresado del hombre. Lo que avala y defiende al torero de posibles y ciertos errores. El quite. La jerarquía. Por el quite son nobles y leales los toreros...”10. Y el “Niño de la Palma”, alargando rápida, pero sencillamente, el capote, prendió llevándolo consigo. Se deshicieron las tinieblas agolpadas en torno al picador. El toreo lento, gallardo, ágil, seguro y firme se llevaba al dolor y a la muerte a punta de capote, en un alarde prodigioso de elegancia, de sosiego y maestría; y luego, correctamente, en alegre y rítmico volteo, con temple y con gracia, trazó la rúbrica del lance: una de aquellas largas cordobesas que el propio Gerardo Diego ha cantado en uno de sus versos: “...Con la larga cordobesa que cae del hombro y no pesa, que cae del hombro y no cesa de prolongar desmayando su decoro. Con la larga cordobesa ...échate a la espalda el toro. Con la larga cordobesa, larga como una promesa, tráete ya el toro a la cola como al paje una princesa...”11

9 Gregorio Corrochano: Cuartillas leídas ante las tumbas de “Pepete” y el “Chiclanero” en una “Visita a los cementerios románticos de Madrid. Comentadas por Antonio Márquez. Diario de Madrid”, 21 diciembre 1934. Nota del autor. 10 Vid. J.R.C. “A vuela pluma”. [Sobre el quite]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8279, 4 de enero 1965, p. [5]. También en “Cartagena y la Fiesta de Toros. V. Quites de ‘Regatero’ y ‘Cara-Ancha’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8442, 21 de julio 1965, p. [4]. 11 Gerardo Diego: “Las largas de Rafael [“El Gallo”]”. “Papel de Aleluyas”: Huelva, octubre 1927. Nota del autor. 67


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Y mientras el torero hacía girar al toro, preso en la órbita de su capote, y luego, sin volver atrás la vista, echaba a andar con lento paso; mientras la plaza palpitaba vibrando en el aplauso, Gerardo Diego en pie, erguida la figura, rompía su mutismo y dejaba advertir una emoción tan honda, tan viva y tan sincera, que no es posible que jamás se produjese si no se comprendía y no se amaba la causa o la sazón en que estaba originada; si no se percibían hasta sus más leves detalles y características; si no se penetraba hasta sus secretos más escondidos. Sencillo y espontáneo fue, pues, aquel detalle. Pero lleno de extraordinaria elocuencia, como correspondía en realidad. Quedaba fijamente determinada una actitud, luego de la observación atenta, profunda, analítica. No es de otra manera la que guarda y ofrece aquel viejo tema de los toros la poesía joven española. Sin vehemencia desbordante y arrolladora; sin alardes ni estruendos; sin extremos altos y disonantes; controlando lo que se manifiesta para que sea reflejo o producto puro de lo que se siente, dice del espectáculo, de su alegría, de su luz, su belleza, y asimismo de su exponente trágico. Lo acoge todo y lo describe, dándole forma, novedad, ritmo y vida con palabras que son siempre bellas, y que también son fieles.

Apuntes. Sol y sombra (1935)12 En un artículo publicado recientemente en este mismo lugar13 hube de referirme a la posición de la poesía joven española ante la fiesta de los toros. Y decía, que “sin vehemencia desbordante y arrolladora; sin alardes ni estruendos; sin extremos altos y disonantes; controlando lo que se manifiesta para que sea reflejo o producto puro de lo que se siente, dice del espectáculo, de su alegría, de su luz, su belleza, y asimismo de su exponente trágico. Lo acoge todo y lo describe, dándole forma, novedad, ritmo y vida con palabras que son siempre bellas, y que también son fieles”. No puede prescindir la poesía actual española –como no prescindió nunca– de afirmarse y tomar alientos en lo popular, en lo folklórico. Y al inclinarse a ello, no puede tampoco sustraerse a la emoción vivísima que del festejo taurino se desprende; ni al encanto poderoso de que está lleno por ser un rico determinante costum12 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Apuntes. Sol y sombra”. En: La Verdad, Murcia, Año 32, n. 10967, 14 de noviembre 1935, p. 4. 13 “Fiesta de toros”. LA VERDAD, 30 mayo 1935. Nota del autor. 68


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brista, castizo eco de la afición más honda y entrañada. A veces, hasta sin penetrar en descripción concreta de la fiesta, ni siquiera llegar hasta ella, con acierto insuperable en la imagen poética obliga a recordarla y evocar encantadores detalles complementarios; como, por ejemplo, consigue Federico García Lorca al contarnos de aquel Antoñito el Camborio, que marcha carretera adelante, gozoso y despreocupado, sin otro anhelo que presentar el acontecimiento de sus entusiasmos: los toros en Sevilla14. Y en ocasiones –versos de Villalón– son motivos camperos los que se constituyen en tema fundamental de la poesía. _____________________ Ya en el centro de la tarde de fiesta, cuantos elementos externos hay en ella se unen y concentran para contribuir al pregón que extienden las voces y las músicas. Aún antes de darse comienzo al espectáculo, una viva corriente de emoción se levanta e impera. Después de insinuarse tímida y por breves momentos en los primeros anuncios vistos por las calles, esa emoción había permanecido quietecita en ellos: adormecida en sus figuras, en sus letras, en sus colores. Y dio por fin el primer salto hacia nosotros, rápida y certera, desde el pequeño papel de la “entrada” convertido en trampolín. Quisimos guardarla en el bolsillo, bien plegada; pero es el caso que ya no está quieta: que se multiplica en brazos que nos ciñen y en voz que nos apremia. Luego, aumentada en el circo infinitamente, salta por los palcos, por los tendidos, da una vez y otra la vuelta al ruedo, y sube a lo más alto, anhelosa de los minutos que no han llegado todavía, para jugar entre los banderines y gallardetes que bordean la plaza. Y el aliento de la tarde se hace más cálido, encendiendo reflejos en los corazones por el misterio que se contiene y guarda en lo desconocido: en el futuro de inminente violencia, donde ha de verse, cómo en el azar se pone en juego lo más precioso, la vida, engalanada para el trance y el riesgo con sedas y con oro. “Sol y sombra. Media plaza de sombra: testuz y cuernos. El sol tiende su capote, 14 Leído probablemente en revistas literarias –y aunque anacrónico con respecto al artículo que el cartagenero firma en 1935– en su biblioteca personal vimos la edición de Romancero gitano; Yerma (Madrid: Salvat Editores, 1971. Biblioteca General Salvat, 4) y un ejemplar que reunía La zapatera prodigiosa; Bodas de sangre (Madrid: Novelas y Cuentos, 1968). 69


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la sombra lo va embistiendo...”15 _____________________ De todos los momentos de la corrida, acaso el más solemne sea el de la salida del toro. No significa otra cosa el profundo y repentino silencio que por unos instantes se hace en la plaza luego del toque de clarín; cuando hasta las respiraciones parecen contenerse; cuando todas las miradas quedan fijas en el espacio hondo y oscuro que dejara la puerta de los toriles al ser abierta. “El clarín sobre la plaza abre un quitasol de gritos. ¡El toro! (La zarzamora. Los adelfares del río. La dehesa. El pasturaje...). Media luna en el retinto testuz, empuja con rabia detrás de los capotillos...”16 _____________________ Atenta y entusiasta, la poesía joven acoge el viejo tema de los toros. En todos los momentos de la fiesta ha encontrado una novedad a la que referirse y dar forma en los versos. Y no se olvida tampoco de idealizar cuanto es posible esa parte que tanto se ha comentado en la retractación, como útil para exaltar la crueldad del festejo. Y así ha dicho un poeta con motivo de la suerte de varas: “Caballo que en treinta pasos morirás sobre la arena. Volando se irá tu alma, no te sentirás las piernas. ¡Vuela, caballo muerto, que el alma no tiene riendas, ni los vientos tienen fustas, ni los ángeles espuelas!”17 15 José Benítez de Borja: “Sol y sombra”. Nota del autor. 16 Adriano del Valle: “Toros en Sevilla”. Nota del autor. De Adriano del Valle Rodríguez Cánovas conservaba un ejemplar de su Obra póstuma; prólogo de Guillermo Díaz-Plaja. Barcelona: Plaza Janés, 1971. Selecciones de Poesía española. 17 Adriano del Valle: Composición citada. Nota del autor. En su artículo aquí incluido “La pequeña historia. Dos subalternos cartageneros” (El Noticiero de Cartagena, Año 34, n. 9720, 30 de octubre 70


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Notas (1941-1942) “Machaquito”18 Recientemente ha estado unos días en Cartagena Rafael González “Machaquito”. Entre los recuerdos del antiguo torero cordobés, Cartagena tiene lugar sobresaliente; aquí sonaron muchas veces en su honor aplausos entusiastas, y aquí encontró también, en jubilosa noche de Feria, los lazos más íntimos y perdurables. De la decisión y la dignidad profesional, del valor llevado hasta límites imprevistos, fue vivo ejemplo, en sus años de lidiador, Rafael González. Dio repetidas pruebas ante todos los públicos de España. Una tarde, en la Plaza de Palma de Mallorca, conquistó para su traje de luces el otro resplandor, hecho con mejores destellos de la Cruz de Beneficencia. Y un artista notabilísimo, don Mariano Benlliure, representó en una de sus esculturas –“La estocá de la tarde”– la estampa de uno de aquellos toros que caían heridos por la espada certera del matador19. Eso fue por iniciativa de un buen periodista, don José de la Loma, que firmaba sus crónicas taurinas con el pseudónimo “Don Modesto”. Era éste redactor de “El Liberal” y había dirigido el semanario “Madrid Cómico”, colaborando asimismo en muchas otras publicaciones importantes. En la corrida celebrada en Madrid el 9 de mayo de 1907, obtuvo “Machaquito”, que alternaba en la lidia de ocho reses de Miura con Antonio Fuentes, “Bombita” y “Cocherito de Bilbao”, un éxito clamoroso al estoquear el tercer toro. “Muy en corto –decía ‘Don Modesto’ con el léxico propio de tales reseñas–, arrancando derecho y adelantando el engaño como mandan los cánones y los riñones consienten, metió el estoque hasta las cintas, en la misma cruz. El toro se llevó en el pitón las chorreras de la camisa. Rodó ‘Barbero’ como una pelota, y en la Plaza estalló una ovación imponente, indescriptible, trepidante...”. Pero también en la crónica exponía, en forma de carta dirigida a Benlliure, la iniciativa aquella. “...¿Por qué no hemos de levantar una estatua a ‘Machaquito’? La figura del torero, con su traje de luces y sus pantorrillas a la intemperie, tal vez no conseguiría inflamar tu imaginación para que, como siempre en tus empresas, te resultase una obra definitiva. Ahí va para este caso una modesta 1969, p. 9) Rodríguez Cánovas alude al poeta sevillano al recoger su visión de Cartagena como prolongación de Andalucía. 18 RODRÍGUEZ CÁNOVAS. “Notas. ‘Machaquito’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 6, n. 1328, 1 de diciembre 1941, p. [7]. Sobre “Machaquito” encontrará el lector numerosas referencias que apuntan en dos direcciones: la gran popularidad que como torero gozaba en la Plaza de Toros de Cartagena y su enlace matrimonial con una cartagenera, Ángeles Clementson, en noviembre de 1906. 19 A este mismo hecho aludirá en “Espejo de Mastia”. [El toro “Gaitero”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7509, 6 de junio 1962, p. 1. 71


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idea: un toro herido de muerte con una estocada hasta el puño, se tambalea. Nadie vacilaría al pronunciar el nombre del diestro. ¡’Machaquito’!... ¿Te parece bien, artista insigne, mi modesta idea? Pues manos a la obra”20. Benlliure aceptó la sugerencia, y exacta, magistralmente, esculpió la figura del toro moribundo.

Vieja estampa taurina21 La noticia de la muerte de “Guerrita”, acaecida hace un año –21 de febrero de 1941–, me produjo una impresión de anacronismo. Rafael Guerra era para mí, a la vez que un contemporáneo, una figura representativa del pasado más remoto; su fama, sus retratos, sus proezas, me acostumbré a encontrarlos en revistas y periódicos antiguos, tan antiguos que se publicaron antes de que la vida fuera en mí, y yo en la vida, porque la última corrida la toreó “Guerrita” el año 1899, que fue el mismo en que comenzó a brillar para mis ojos la claridad del mundo. El pasado atrae como un agua serena, tranquila, y en su quieta superficie se fijan las miradas con atención curiosa. Haciéndolo así ahora, he llegado a la fecha de 1883. Feria de Cartagena. Aquel año se celebraron corridas de toros los días 3, 4 y 5 de agosto, siendo capitaneadas las cuadrillas por Francisco Arjona “Currito” –sustituto de “Frascuelo”, que estaba herido–, José Sánchez del Campo “Cara-Ancha” y Fernando Gómez “Gallito”. Los toros pertenecieron, respectivamente, a las ganaderías de Núñez de Prado, González Nandín y Duque de Veragua. En la cuadrilla de Fernando Gómez iba “Guerrita” como banderillero. Su presentación en la Plaza de Cartagena fue, pues, el día 3, y su nombradía como lidiador de notables condiciones quedó bien confirmada. Reseñando el primer par de banderillas puesto por “Guerrita”, dice una crónica de aquel tiempo: “El toro tercero fue negro, pequeño de cuerpo y cuerna, y, además, tan consumado acróbata, que saltó al callejón tres veces con agilidad y limpieza extraordinaria. Cambiado el tercio, el diestro cordobés Rafael Guerra “Guerrita” –que hasta la segunda temporada de Madrid del año último en que entró a formar parte de la cuadrilla del “Gallo” se había

20 Este comentario lo repetirá en “Días y Gentes. Cartel de Feria. II”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, n. 2967, 24 de abril 1947, p. 2. 21 RODRÍGUEZ CÁNOVAS. “Notas. Vieja estampa taurina”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 7, n. 1395, 19 de febrero 1942, p. [4]. 72


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apodado “El Llaverito”22–, se preparó él mismo al toro, al que colocó al cambio un magnífico par de banderillas. El público, entusiasmado con las gallardías y jugueteos del torero premió su trabajo con una ovación, que se repitió al clavar aquel, en su turno, otro soberbio par al cuarteo, citando en corto, llegando con valentía hasta la cara, cuadrando bien y levantando los brazos elegantemente...”23. Evoca la imaginación con esto la figura juvenil, ligera y ágil del lidiador, con su traje de luces, con su rostro moreno y pálido, que sonreía a los aplausos en aquel juego con la muerte. Siguió jugando con ella muchos años, hasta que prefirió el ambiente ancho, campero y silencioso de los cortijos. Su cielo, que hasta entonces fuera el que cubría todos los ruedos de España, cambiose por el que era palio sobre los campos cordobeses. Sus pies ya no corrían sobre el tapiz de sol y sombra, prefiriendo aquel otro caminar pausado, sin prisa y sin riesgo, por las sendas con marco de mieses y olivares. Su corrida última en Cartagena la toreó Rafael Guerra el 5 de agosto de 1899, año de su retirada lidiando toros de Murube con Antonio Fuentes24... Se recuerdan aires de viejos pasodobles; pero suenan mezclados, por obra de los años, con otros ritmos lentos, opacos, solemnes, de marcha funeral.

Días y gentes (1947) Cartel de Feria. I25 Cuando las mañanas de abril anuncian el buen tiempo, Cartagena se pone más bonita para asomarse a las ventanas –el campo 22 Véase “Miscelánea cartagenera. El ‘Llaverito’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 26, n. 6782, 12 de enero 1960, p. [4]. 23 En su conocido estudio José Mª Marabotto, “Chelele”, afirma al respecto: “Cuando el toro se disponía a meterle la cabeza, fue coleado por ‘Guerrita’ con mucha oportunidad, pero abusó tanto del coleo que el toro, que salió muy bravo y voluntario, se hizo tardo y alomado, hasta el punto de no tomar más varas y buscar la defensa en las tablas, donde ‘Almendro’ le puso al sesgo dos pares de banderillas, y ‘Guerrita’ uno muy bueno al cuarteo y otro al relance”. En: MARABOTTO, José María. Toros en Cartagena (1594-1910). Apuntes históricos. Cartagena, 1910, pp. 106-107. 24 “Guerrita” se retiró de los ruedos el 15 de octubre de 1900. Según Marabotto “Guerrita” toreó también en Cartagena el festejo del día 6, con idéntico cartel al día anterior, esta vez con ganado de Cámara. “Chelele” recoge algunas notas interesantes de aquel festejo y de la intervención de “Guerrita”. Así, sobre la faena al tercero de la tarde comenta: “’Guerrita’, que puso cátedra de torear con la muleta, suelta un volapié inmenso, que hace rodar al toro como muerto por un rayo. (Ovación y oreja)”. En: MARABOTTO, J. Mª., op. cit., p. 286. De sus notas deducimos que “Chimeneo”, quinto de aquella tarde, fue el último toro que “Guerrita” toreó en Cartagena, y al que le cortó una oreja. Sufrió siete puyazos y mató dos caballos. Ibidem, p. 287. 25 RODRÍGUEZ CÁNOVAS. “Días y Gentes. Cartel de Feria. I”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, n. 2966, 23 de abril 1947, p. 8. El comienzo de esta colaboración, eminentemente literaria, demuestra la actitud y concepción pronto asimiladas por el cartagenero de lo que es el ejercicio literario y el periodístico simultáneamente. 73


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y el mar– que le ofrece abiertas el cerco de sus montes. El aliento de las brisas la besa en las sienes y ella sonríe con un parpadeo que es vuelo de palomas, y el seno encendido por azoteas llenas de sol. Viene la plenitud feliz con el verano. En otros tiempos Cartagena lucía en esa época del año el esplendor, la elegancia y la alegría de su Feria. Comenzó siendo ésta una Feria humilde que a principios del siglo XIX se celebraba en la Plaza de la Merced cuando el mes de septiembre trae la festividad de la Virgen de las Mercedes. Después ya más completa y atrayente pasó a celebrarse en la de San Francisco, y por fin a partir del año 1887 vino a ser instalada en el Muelle.

Pabellón del Casino. Feria de Cartagena de 1899.

Su periodo glorioso comenzó al iniciarse este siglo; fue cuando se organizaron festejos suntuosos para darle mayor importancia y hacer que su nombre y su fama trascendieran. El amor a la tierra mandaba en las voluntades y aquellos que tenían más relieve por su riqueza, su cultura o su laboriosidad unían entusiasmos e iniciativas. Fueron entre otros don Mariano Sanz, a quien la reina doña María Cristina nombrara alcalde en julio de 1899; don Ángel Bruna, que le sucedió en la Alcaldía por Real Orden de 22 de marzo de 1901; don Justo Aznar y Butigieg, senador del Reino; el doctor don Leopoldo Cándido, don Francisco Conesa Balanza, don Fulgencio Vera, don Ricardo Spottorno. Amplia y espaciosa la Feria rendía enamorando a cuantos pe74


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netraban en su recinto la noche de Santiago, en cuya fecha se la inauguraba. Y así ocurrió durante muchos años. Tan abundantes como las estrellas brillaban sus luces y decían las gentes que era un ascua de oro. A un lado del andén, el que se avecindaba con los linderos del muelle, levantábanse los pabellones del Ayuntamiento, del Casino, del Ateneo y el tablado en que tocaba la música; enfrente, al pie de la Muralla se alineaban las barracas de madera con el comercio más diverso y pintoresco; junto a los arcos de la portada sonaba el órgano del cine de los Hermanos García, y con él hicieron pareja “El Rayo Luminoso” y “El Brillante”, situados en el otro extremo. ¡Qué sugestión ejercía sobre todos el ámbito de la Feria! La sentían los chicos y los grandes. Durante el resto del año pasábamos nosotros –los niños de entonces– por delante de un bazar viendo juguetes en sus escaparates, y nunca al pedirlos lo hacíamos con el acento de la exigencia; en cambio, entre las tablas pintadas de la Feria, otros juguetes más modestos encantaban y sí eran exigidos; aunque fuese una de aquellas “bufetas” que al ser sopladas se henchían quebrando la luz sobre su fino tafetán distendido y al desinflarse hacían sonar largamente con el roce del aire que escapaba la trompetilla dispuesta en la embocadura. La Feria además representaba una serie de veladas espléndidas de conciertos por las bandas militares de bailes en los pabellones de amoríos y galanteos. En la alegría de aquel ambiente, se inspiró de este modo la musa popular y festiva de Julio Hernández: “...Con franqueza, con lealtad yo digo que es el disloque la Feria de mi ciudad. ¡Forasteros, visitad la tierra del aladroque! Entre peregrinas cosas, contemplaréis unos seres con las caras tan hermosas que por las caras son rosas y aquí pasan por mujeres. Mujeres que vuelven lelo al que en mirarlas se aferra porque según yo recelo bajaron del quinto cielo para poblar esta tierra. Venid, pues, año tras año que eso cuesta una miseria: 75


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y no os llaméis a engaño si os deja frescos el ‘baño’ y os deja bizcos la Feria...”

Días y gentes... Con recuerdos de las Ferias cartageneras de entonces vamos imaginando este “Cartel”. Rememoramos, para su estampa, tres de las que en años distintos lucieron en nuestras calles. Muestra la primera –cartel de 1898– la figura de un jinete con chaquetilla corta, recios zajones protegiendo los muslos y la calzona abierta sobre las polainas; es una evocación de campos andaluces perfumados con el aroma del cantueso y de las jaras que el viento arrastra desde las serranías... Representa la segunda a un “monosabio” cabalgando, camino de la Plaza, sobre un caballo de los que momentos después han de ser sacrificados. Y la tercera trae a primer término una pareja de forasteros recién llegados que vienen con la curiosidad despierta a ver nuestros festejos. Llevan las tres estampas la firma de un pintor que se llamó Miguel Díaz Spottorno. Ilustraban las páginas de “Blanco y Negro”, dibujos de Lozano Sidro, de Carlos Vázquez y Cecilio Plá, alternando con las caricaturas de Sancha y Xaudaró. Eran los unos dibujos de elegantes líneas, de suave y lujoso colorido; eran las otras unas caricaturas de broma y pasatiempo tan ingeniosas como bien intencionadas. Pues de aquel arte en esas dos modalidades mostraba destellos la pintura de Díaz Spottorno. De vez en vez eran expuestos en escaparates de la calle Mayor cuadritos suyos, que se miraban siempre con agrado.

Cartel de Feria. II26 En el Cartel van anunciados los festejos que se inician con la Diana militar. Año 1901. Recorrieron las calles en las primeras horas del día de Santiago las bandas de música, cornetas y tambores de los Cuerpos de la guarnición; una monumental carroza anunciadora y los heraldos ricamente vestidos a caballo portadores de estandartes con las armas de la ciudad ofrecían a las miradas de los cartageneros un conjunto de tanto colorido y tan armónico 26 RODRÍGUEZ CÁNOVAS. “Días y Gentes. Cartel de Feria. II”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, n. 2967, 24 de abril 1947, p. 2. En este trabajo José Rodríguez Cánovas diserta sobre tres acontecimientos sobre los que volverá en repetidas ocasiones: la colecta a favor de los damnificados por el naufragio del “Sirio”, la escultura que titulada “La estocá de la tarde” Mariano Benlliure realizó a “Machaquito” y el enlace matrimonial del diestro cordobés con la cartagenera Ángeles Clementson con la presencia, entre otros, del escritor Benito Pérez Galdós. Por ser frecuentes las alusiones al mismo hecho, y referidos algunos datos y acontecimientos con parecida expresión optamos por obviarlas, en algunos casos, con el fin de no sobrecargar las referencias. 76


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que eran justamente alabados y aplaudidos. Seguíales otra carroza representando una embarcación antigua guiada por Cupido, con artísticas figuras simbolizando la Aurora y el Rocío. Y corrían las gentes, después de contemplar la cabalgata, atravesando calles para salirle al encuentro y verla otra vez [?] en aquel festejo tomaron parte el arquitecto municipal don Tomás Rico, el escultor don Francisco Requena y los hermanos Moreno, pintores escenógrafos. En una de las tardes siguientes puede tener lugar la “batalla de flores”. Se celebró por primera vez en Cartagena la “batalla de flores” durante la Feria de 1899. Lucieron carruajes ricamente adornados, sobresaliendo los de don Justo Aznar, don Juan Jorquera y don Ramón Cendra, que representaban un búcaro, un cisne y un carro griego. La segunda carroza, toda ella cubierta de nardos, fue celebradísima. Y continuó el festejo superándose en los años siguientes y por su fausto, su finura y su arte nunca fue inferior a los que se celebraban en Murcia y Valencia. Para que tuviePabellón que instalaba el Ayunta- se marco adecuado se verificaba miento en la Feria de Cartagena. en la Alameda de San Antón bajo la fronda de sus viejos árboles. Allí eran instaladas las tribunas y adornadas con guirnaldas, colgaduras y serpentinas; trono cada una de mujeres hermosas, que eran heroicas, tenaces, invencibles, cuando las arrastraba y encendía el ardor del “combate”... Y por las noches los cohetes de los fuegos artificiales levanta al cielo su ambicioso anhelo de competir con las estrellas. El espectáculo se hace maravilloso con el reflejo de las luces en la bahía, si son fuegos acuáticos; entonces se prende una joya en cada una de las saladas ondas que aún conservan la palpitación dejada en ellas horas antes bajo el sol de la tarde por la carrera de los balandros en las regatas. Llégase con esto la corrida de toros. Espera la Plaza, engalanada toda con gallardetes. Los mejores espadas pisaron su ruedo. Los más célebres lidiadores demostraron en ella su valor, su elegancia o su sabiduría. Pero en este Cartel de nuestra Feria imaginaria solo figuran dos matadores: Manuel Mejías “Bienvenida” y Rafael Gon77


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zález “Machaquito” quienes por diversas circunstancias se relacionaron más íntimamente que los otros con la vida de Cartagena. El 4 de agosto de 1906 y en los bajos del islote de Las Hormigas, frente a la playa de Cabo de Palos, naufragó a las cuatro de la tarde el vapor italiano “Sirio” que se dirigía al Brasil conduciendo numeroso pasaje compuesto en su mayoría de emigrantes. Chocó el buque contra uno de aquellos bajos y enseguida se sumergió de popa. La falta de serenidad y energía del capitán que se apresuró a salvarse en vez de dirigir desde su puesto el salvamento de los demás fue causa de que aún adquiriese mayores proporciones la catástrofe. Varios barcos de pescadores acudieron, y por el arrojo de sus tripulantes pudo salvarse a unos quinientos pasajeros. La labor del patrón Vicente Buigues mostrándose incansable fue ejemplo de abnegación y de heroísmo. Hubo más de trescientas víctimas y una de ellas fue la tiple Lola Millanes, que durante varias temporadas había trabajado en el Teatro Circo de nuestra ciudad. Traídos los náufragos a Cartagena se les reunió en el Circo donde quedaron alojados y atendidos con alimentos, medicinas y ropas. Y en la corrida del día 5, durante el descanso después de la lidia del tercer toro, se hizo pasar al ruedo un gran cartel donde se leía: “Cartageneros: Una limosna para los náufragos”. Detrás iba una comisión formada por don Miguel Zapata, don Carmelo Marín, don Francisco Ruiz Yúfera, don Miguel Tobal, don Antonio Martínez Coll, don Ángel Aznar y don Juan de la Rocha quienes en unión de los toreros comenzaron a recoger el dinero que en grandísima cantidad caía desde todas las localidades de la Plaza... El empresario, don José Aracil, dio ochocientas pesetas, ciento veinticinco cada uno de los otros espadas, “Lagartijo” y “Machaquito”, pero “Bienvenida” cedió íntegro el importe de su contrato. Este rasgo admirable de caridad le valió una ovación que no se interrumpía, que ya duró toda la tarde, y un recuerdo perdurable en la memoria de los cartageneros. Durante sus años de lidiador, “Machaquito” representó la decisión y el valor llevados hasta límites insospechados. Don Mariano Benlliure perpetuó una escultura famosa –“La estocada de la tarde”– a uno de aquellos toros que caían fulminados por la espada certera del matador. Y esto fue por iniciativa de un periodista, don José de la Loma, que firmaba sus reseñas taurinas en “El Liberal” con el seudónimo “Don Modesto”. En la corrida celebrada en Madrid el 9 de mayo de 1907 había obtenido “Machaquito”, que alternaba en la lidia de ocho reses de Miura con Antonio Fuentes “Bombita” y “Cocherito de Bilbao”, un éxito clamoroso al estoquear el tercer toro. Y “Don Modesto” en su crónica decía en forma de carta di78


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rigida a Benlliure: “... ¿Por qué no hemos de levantar una estatua a ‘Machaquito’? La figura del torero acaso no consiguiese inflamar tu imaginación para que, como siempre en tus empresas, te resultase una obra definitiva. Ahí va para este caso una modesta idea: un toro herido de muerte con una estocada hasta el puño se tambalea. Nadie vacilaría al pronunciar el nombre del diestro que lo ha herido. ‘Machaquito’: ¿Te parece bien, artista insigne, mi modesta idea?...”. Benlliure aceptó la sugerencia, y exacta, magistralmente, esculpió la figura del toro moribundo. También en el año 1906, el 4 de noviembre, se celebró en Cartagena la boda de “Machaquito”. Vivía la novia Ángeles Clementson Palma en el Barrio de Peral; y éste ofrecía en la mañana de aquel domingo, animación extraordinaria. Las gentes esperaban la llegada del torero y de los invitados siendo saludada la novia cuya belleza morena y cuya simpatía eran orgullo del barrio con vítores y aplausos que fueron su cortejo hasta la Iglesia. Notables personalidades asistieron a la boda. Y como testigos firmaron el acta matrimonial el director del Banco de España, el diputado a Cortes don Rodrigo Soriano, don Justo Aznar, y un señor alto, de traza modesta, de gesto apacible y modales tranquilos y reposados, que hablaba poco, muy poco, pero cuyos ojos pequeños, agudos, penetrantes, se fijaban en todo: era don Benito Pérez Galdós27.

Cartel de Feria. III28 Después de la corrida la Feria presentaba un nuevo encanto. Otro motivo de belleza se le incorporaba con el desfile de coches, cada uno de los cuales contenía el triunfo de una mujer con mantilla blanca. La mantilla adoptada por todas las clases sociales es la prenda que reviste de más gallardía señorial a la mujer. Es tocado de reina o de diosa. Ninguna caricia tan delicada como la de sus blondas para rozar el rostro; ninguna celosía tan misteriosa para velar el fuego de los ojos; ninguna aureola mejor para la hermosura femenina como la de sus encajes, hechos todos ellos de resplandores. Con mantilla blanca asiste la mujer a la fiesta de toros. Y por aquel tiempo la mantilla blanca tejió todo un poema en una tarde histórica: la del 2 de junio de 1906, porque en la corrida regia celebrada en 27 SERRANO BOTELLA, Ángel. “’Machaquito’ se casó con una cartagenera”. En: ¡Chumbe, toro! Apuntes para la historia taurina de Cartagena. Murcia: Ediciones Mediterráneo, 1991, pp. 71-77. 28 RODRÍGUEZ CÁNOVAS. “Días y Gentes. Cartel de Feria. III”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, n. 2972, 30 de abril 1947, p. 2. 79


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Madrid aquella tarde con motivo de la boda de don Alfonso XIII con la reina Victoria hubo una brillantísima nota de color y alegría españolísimos29: el tendido nueve fue totalmente ocupado por un ramo inmenso de mujeres hermosas todas ellas tocadas con mantilla blanca... Para estas otras de nuestra Feria parecen haber sido escritos los versos de Emilio Carrere: “...Unge vuestra belleza celeste gracia ¡oh, levantinas vírgenes de tez morena! ¡Sólo igualan los lises la aristocracia de estos lirios de carne de Cartagena!...” También la Poesía y la Oratoria tienen sitio en el Cartel, pues lucida representación alcanzaron entre los festejos de la Feria con los “Juegos Florales”. Y en los que se celebraron el 8 de agosto de 1902, cuando Ángeles Clementson fue Reina de la Fiesta y vino de mantenedor don Miguel de Unamuno. El lema cuarto consistió en la descripción de otro festejo inolvidable: festejo a cuya majestuosidad contribuyó la natural y espaciosa configuración de nuestro puerto y al que exaltaban con un prestigio de encanto y maravilla la Paz de la noche serena y las aguas tranquilas. Era la “Velada Marítima”. Aquel inmenso rectángulo de luz; aquellos enjambres de barcos iluminados que llenaban la distancia oscura y misteriosa; aquellas fantásticas naves del concurso, dejaron en la memoria estampas imborrables30. La poesía premiada en el Certamen, original de don Ángel Monreal, describía con inspiradas palabras la grandiosidad del festejo: “Un mar donde temblantes y brilladores cabrillean los rayos de los luceros, barcas llenas de luces, palmas y flores que en el mar se columpian a los rumores del son de las guitarras de los barqueros; naves con mil encantos engalanadas donde ha dejado el Arte su mano impresa y su hechizo pusieron todas las hadas y engarzó la odalisca sus arrancadas y prendió su sombrilla la japonesa; guirnaldas de amatistas y de rubíes 29 Otro rasgo estilístico que el lector irá encontrando es el uso del superlativo, sobre todo aquel formado con el sufijo característico despuntando entre los más habituales bellísimo y españolísimo. Su empleo, sin duda, viene a incidir en la grandeza que, como pocas, representa la fiesta taurina. 30 Anáfora, paralelismo, quiasmo y una clara referencia a San Juan de la Cruz se concentran en estas últimas líneas del párrafo. 80


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que arrastran las nereidas por las espumas; pabellones airosos que las huríes tejieron con girones de blancas brumas y alas de mariposas y colibríes; ensueño de un artista visión radiosa que de brillantes iris los mares llena; brisa tenue y suave que rumorosa agita dulcemente la mar undosa... Ahí tenéis la Velada de Cartagena...” Vuelven a sonar las cornetas y los tambores. Esta vez la gente los escucha con melancolía porque anuncian el fin de los festejos: el final de la Feria. Y por las calles pasa la Retreta Militar con sus bengalas y sus carrozas. Así es este Cartel imaginado mediante la evocación de cosas viejas: con el recuerdo de días y gentes que llevados en la fluidez del tiempo fueron cayendo por las vertientes del pasado en el seno inmenso de la eternidad. Pero Cartagena vive. Cartagena sigue poniéndose bonita para asomarse a sus ventanas de campo y de mar. Cartagena mientras el aliento del aire suave la besa en las sienes espera que se la festeje como a una novia y se la regale como a una esposa y se la enaltezca como a una madre. Y entre tanto recuerdo tiene lugar también el de un soneto de don Francisco Arróniz, soneto de versos tan hermosos que debían recitar todos los labios cartageneros con la emoción de una plegaria: “Cartagena... mi tierra; Patria mía donde Dios a granel derramar quiso en tus campos la paz del paraíso en tu cielo la luz del Mediodía. Te borda el sol de ardiente orfebrería: te arrulla el mar ante tus pies sumiso, y en tus hijos y en ti solo diviso las virtudes del genio y la hidalguía. En ti nací: Dios haga que en ti muera: que con esa mirada por vez postrera tu mar azul, tu puerto y tus alcores: y que en tu cielo de pureza tanta Roldán me lleve ante tu Virgen Santa y rinda yo a sus pies, versos y flores”

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Por qué no vino Peral. Y VI31 Cierto poeta local, cuya vena humorística encontraba siempre tema al que sacarle punta escribió estos versos aludiendo a la gente que vino para asistir a las corridas de toros: “Al mirar esa gente sonriente que acaba de venir, – ¿si vendrá el cólera morbo con la gente?– yo me atreví a decir. Y al oír la pregunta formulada dijo un municipal: – No, señor; es seguro que no hay nada no viniendo Peral.– Y en poder del mayor de los asombros, me hice esta reflexión: ¡Cuántos llevan, encima de los hombros, por cabeza un melón!” Se celebraron dos corridas de toros. En las tardes de los días 9 y 10, fueron lidiadas por Manuel García “Espartero” y Rafael Guerra “Guerrita” reses de Cámara y de la viuda de Barrionuevo. Y una de las crónicas periodísticas se manifestó diciendo: “Pues, señor, ¡qué de cosas nos ha sido posible escuchar en pocas horas! Que no viene Peral. Que no hay rebaja en los ferrocarriles Que hay quien se frota las manos por una cosa, y hay quien hace pucheros por la otra. Que va a llegar escasa gente, y que se fumigará a todo aquel que venga... Así es que nos preguntábamos a coro: ¿estaremos en la plaza como en familia? ¿No habrá concurrencia en el Muelle? Y nada de eso ha sucedido. En la primera corrida hubo un lleno, y en la segunda un repleto, pues hasta en el terrado fue necesario colocar espectadores”. Se añadió que los trenes habían venido repletos de gente divertida, y que por las noches estuvo intransitable el paseo del Muelle. Con apreturas y todo. En fin; el repaso atento de las noticias y referencias locales correspondientes a los días y a los meses sucesivos, dan a conocer que nada ocurrió32. Es decir, que no hubo signo alguno de epide31 RODRÍGUEZ CÁNOVAS. “Días y Gentes. Por qué no vino Peral a Cartagena. Y VI”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, 1964, p. [?]. Teniendo en cuenta la cronología de la serie, esta última entrega debió publicarse después del 25 de marzo de 1964, fecha de la quinta parte de la serie. En cuanto al contenido al que hace referencia, debemos situarla en el año 1890. 32 En la biblioteca de José Rodríguez Cánovas tenemos constancia de que este poseía ejemplares de distintos medios impresos taurómacos. Dígame (28 de febrero de 1946, 27 de febrero de 1958 y 26 de febrero 1959), un número extraordinario que el periódico La Verdad dedicó a la fiesta de los toros en el 75 aniversario de la Plaza de Murcia (septiembre de 1962), y luego varios coleccionables 82


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mia, y que muchas cuentas resultaron doblemente galanas porque Peral tampoco vino.

Cartagena en 1891 (1956) Domingo 8 de Marzo33 [...] Seguían ocupándose con actividad y entusiasmo en las gestiones necesarias, los operarios del Arsenal encargados de organizar la novillada que debería celebrarse el Domingo de Ramos.

Domingo 22 de marzo34 [...] A las tres y media de la tarde comenzó el festival taurino organizado por los operarios de los talleres de Herrería y Maquinaria del Arsenal. Se lidiaron cuatro novillos, ocuparon la presidencia cuatro señoritas, tocó la banda de infantería de Marina y el festejo resultó lucido.

Días 8 y 9 de Abril35 [...] Anunciose que los diestros contratados para las corridas de feria eran “Espartero” y “Guerrita”. Se celebrarían aquellas los días 8 y 9 de agosto, lidiándose reses de Saltillo y Torres Cortina. Tal anuncio animó a los aficionados con la esperanza de dos buenas tardes de toros.

del periódico madrileño El Alcázar: “Sangre en la arena. Los famosos muertos en el ruedo” de nueve entregas; “Corridas memorables” por Edmundo G. Acebal que constaba de dieciséis capítulos; “Los mejores toreros”, cuadernillos de cuatro hojas editado por Espasa-Calpe, profusamente ilustrados, con textos de José María Cossío y un interesante acompañamiento fotográfico del archivo de Manuel Vaquero. Por último, un coleccionable de nueve cuadernos, “Cogida y muerte de Manolete”, redactados por Julián Navarro. 33 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Domingo 8 de Marzo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5637, 8 de marzo 1956, p. 3. 34 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Domingo 22 de Marzo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5648, 22 de marzo 1956, p. 3. 35 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Días 8 y 9 de Abril”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5661, 9 de abril 1956, p. 3. 83


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Viernes 17 de Abril36 [...] Los cajistas de las imprentas de don Hipólito García y “La Gaceta Minera” proyectaban celebrar el día 7 de mayo, festividad de la Ascensión, una becerrada. Ya habían convenido con el diestro cartagenero Bartolomé Hernández “Morenito” que fuera él quien dirigiese la lidia.

Domingo 26 de Abril37 [...] Dijo la prensa que para las corridas de septiembre en Murcia se habían ajustado los toros de Aleas, Pérez de la Concha y don Juan Vázquez, antes Núñez de Prado. Las cuadrillas eran las de “Lagartijo” y “el Gallo”. [...] Se celebró la becerrada que había organizado el gremio de confiteros; mas el festejo no fue bastante para llenar la plaza, por cuanto los paseos estuvieron concurridos como si nada se celebrara. Por el Muelle paseó mucha gente, así como por la alameda de San Antón, pues la tarde fue hermosa y permitió ese recreo a las familias. Las temperaturas de aquel día, señaló el Observatorio del Colegio de San Isidro, fueron: 21,8 grados de máxima a la sombra, y 12 como mínima. El viento, del Suroeste, sopló sin fuerza.

Días 13 y 14 de Mayo38 [...] Se anunció para el día 24 una novillada, en la cual tomarían parte dos espadas murcianos: Valentín Castejón y Antonio Pretel.

Días 27 y 31 de Mayo39 La empresa de la Plaza de toros, cuyo contrato finalizaba el día 31 de agosto, anunció la venta de los siguientes efectos de su propiedad: 12 cajones para el transporte del ganado; 4 barandas de hierro, divisorias de las localidades, y 236 sillas para los palcos; 15 36 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Viernes 17 de Abril”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5668, 17 de abril 1956, p. 3. 37 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Domingo 26 de Abril”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5676, 26 de abril 1956, p. 3. 38 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Días 13 y 14 de Mayo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5691, 14 de mayo 1956, p. 3. 39 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Días 27 y 31 de Mayo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5706, 1 de junio 1956, p. 3. 84


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monturas de cuero para picar; 15 palos para las picas y 35 topes de acero destinados a las mismas; 14 toldos de lona para los chiqueros, otros dos para los palcos de arrastre y arena, y 4 para la cuadra de caballos; 13 cajeras para enchiquerar toros, una jaula de hierro para la meseta del toril, 260 banderas de adorno, 35 gorras de los acomodadores y porteros, mangueras de riego, maromas para las barreras, mesillas para el despacho de billetes, y otros útiles diversos de menos importancia.

Viernes 5 de Junio40 [...] También se repartieron, en forma de pañuelos, los anuncios de la becerrada que los dependientes de las tiendas de ultramarinos habían organizado para la tarde del domingo día 7.

Domingo 7 de Junio41 [...] Los programas del Teatro Circo anunciaron, para las funciones de la tarde, las zarzuelas “¡Olé Sevilla!”, “Certamen nacional” y “El alcalde interino”. Para las de la noche, “La cruz blanca”, “Músico y Juez” y “Los tíos”. Por la tarde, en la plaza de toros, fueron lidiados cuatro becerros por dependientes de ultramarinos. El festejo resultó animado, y entre la concurrencia, según dijo un cronista, “se vio a muchas mujeres hermosas”.

Viernes 12 de Junio42 [...] Decía un periódico: “Es tal la fiebre taurina que se ha desarrollado entre la gente infantil, que no queda calle donde no se juegue al toro. Esto va siendo ya insufrible, porque ocurre a todas horas, y porque tiene el transeúnte que ir evitando los atropellos que originan los muchachos con sus carreras, particularmente en 40 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Viernes 5 de Junio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5709, 5 de junio 1956, p. 3. 41 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Domingo 7 de Junio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5711, 7 de junio 1956, p. 3. 42 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Viernes 12 de Junio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5715, 12 de junio 1956, p. 3. Relacionado con el contenido llama la atención la gran afición que en Cartagena existía a los toros durante el siglo XIX. En este sentido, repasando la prensa local son numerosas las noticias de jovencísimos aficionados que juegan al toro, e imitando los lances de la fiesta sufren percances teniendo que ser atendidos en el Hospital de la Caridad. 85


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las calles estrechas”.

Viernes 3 de Julio43 Para conocimiento de los aficionados a la fiesta de toros, se hizo pública la noticia de las corridas que se celebrarían en Valencia en la feria de Santiago Apóstol. El día 24 lidiáranse toros de Saltillo por “Espartero” y “Guerrita”; el 25, seis de Veragua por “Lagartijo” y “Guerrita”; el 26, de Concha y Sierra por “Lagartijo” y “Espartero”; y el 27, ocho toros de Ibarra por “Lagartijo”, “Espartero”, “Guerrita” y “Lagartijillo”.

Domingo 5 de Julio44 [...] Hízose público el programa de los festejos que se organizaban en Santa Lucía para celebrar el día de Santiago. El 24 por la noche sería quemado un castillo de fuegos artificiales; el 25 por la mañana habría función de Iglesia y cucaña en el mar, y por la tarde una corrida de novillos y carrera de caballos con el juego de la sortija.

Lunes 13 de Julio45 [...] Fueron anunciadas las corridas de toros que en Alicante se celebrarían el 1 y el 2 de agosto; lidiáronse reses de Vergara y Miura por las cuadrillas de “Espartero” y “Guerrita”.

Del 21 al 23 de Julio46 El programa de festejos repartido por la Comisión de Ferias y Mercados disgustó a los que esperaban de ella otra cosa mejor. Las fiestas se reducían a cucañas, regatas, carreras de velocípedos 43 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Viernes 3 de Julio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5733, 3 de julio 1956, p. 3. 44 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Domingo 5 de Julio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5735, 5 de julio 1956, p. 3. 45 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Lunes 13 de Julio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5743, 13 de julio 1956, p. 3. 46 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Del 21 al 23 de Julio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5750, 23 de julio 1956, p. 3. 86


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y castillos de fuegos artificiales; no podían ser más modestas, en realidad, y poco animaron a la gente ya que, con programa oficial o sin él, habría baños de mar y corridas de toros. [...] En la subasta celebrada para el nuevo arriendo de la Plaza de Toros, se le adjudicó ésta, por la cantidad de diez mil pesetas a don Enrique Soto Corona.

Días 25 y 26 de Julio47 Con la festividad de Santiago tuvo lugar la inauguración de la feria, cantada aquel día con fáciles versos por “Un estudiante” – don José García Vaso– en el “Diario de Cartagena”: “....Ábrase radiante, hermosa, gallarda y gentil la feria... Luces de gas a los lados, arriba luces eléctricas, y más luces todavía en los ojos de las bellas. El rumor acompasado de los vestidos de seda, los acordes de las músicas, los sones de las trompetas, los gritos del horchatero, las voces de la florera, suspiros de enamorados y embriagadoras esencias, flotan en aquel ambiente, se confunden y se mezclan, dando animación y vida a las noches de la feria. Visite, pues, nuestro pueblo quien gusto artístico tenga, que a todo el que lo visite le brinda Naturaleza un ambiente siempre claro, una mar siempre serena, un cielo azul, siempre limpio, y una brisa siempre fresca” 47 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Días 25 y 26 de Julio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5752, 26 de julio 1956, p. 3. 87


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Por la tarde se celebró en la plaza de la Constitución de Santa Lucía una becerrada, en la que ocurrió un accidente tan original que acaso no se registre otro semejante en los anales taurinos; tal entusiasmo despertó la bravura de uno de los becerros, que por ocho o diez toreros fue llevado en andas hasta el pie de la presidencia...

Lunes 27 de Julio48 [...] Entre los aficionados locales a la fiesta taurina reinaba consternación a consecuencia de la cogida que sufrió “Lagartijo” el día de Santiago en la plaza de Valencia, al matar el primer toro. Las últimas noticias del día tranquilizaron los ánimos, al informar que la herida no era grave y no se esperaban complicaciones.

Domingo 2 de Agosto49 Volviose a repetir la carrera de cintas en el barrio de Santa Lucía. Hubo extraordinaria concurrencia, y los terrados, balcones y ventanas de las casas situadas en el lugar de la fiesta no podían contener más gente. Corrieron más de veinticinco jinetes, y terminada la carrera se trasladaron las señoritas de la presidencia al muelle, en dos carruajes, dándoles escolta de honor los corredores. Una nota del Ayuntamiento dio a conocer los servicios prestados por los agentes de la vigilancia durante el mes de julio, que fueron los siguientes: intervenciones por malos tratos de palabra y obra, ocho; por embriaguez y escándalo, veintinueve; por hurto, tres; por heridas, cuatro; por robo, dos; por jugar a los prohibidos, otros dos; por pedir limosna con amenazas, uno; por apedrear a los transeúntes, dos. Volvieron a ocuparse los políticos sobre lo que pasaba, o podría pasar acaso, en el partido conservador. Todo fue porque había llamado la atención el hecho de que dos individuos caracterizados de ambos grupos –el que acaudillaba el señor Pedreño y el que tenía por jefe al señor Angosto– hubieran paseado juntos por la feria, sosteniendo una larga y animada conversación en el centro del paseo. 48 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Lunes 27 de Julio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5753, 27 de julio 1956, p. 3. 49 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Domingo 2 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5758, 2 de agosto 1956, p. 3. 88


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Pero, en realidad, de lo que más se hablaba era de toros. Aquí, donde no se celebraban más corridas que las de feria, cuando las fechas se aproximaban, ninguna otra cuestión era más poderosa para interesar. Comentándolo así, decía uno de los periódicos locales: “Se da el caso de que hombres de natural bondadoso, que transigen con todo aunque sufran lesión sus intereses, vuélvense basiliscos si que oyen decir que Mazzantini pone mejores banderillas que ‘el Gallo’, o que éste da recortes más artísticos que ‘Guerrita’”. El director de la cárcel solicitó de la Alcaldía que se le facilitaran algunos desinfectantes, para la mejor limpieza y mayor salubridad de aquel establecimiento. Aquella noche, encendiéndose por primera vez, inaugurose el alumbrado de la Alameda de San Antón; para celebrar el acontecimiento, tuvo lugar una pequeña fiesta en el Casino de aquel barrio.

Lunes 3 de Agosto50 [...] Quedaron en las cuadras de la plaza de toros los caballos que habían de utilizarse en las corridas de feria, los días 8 y 9. Por la noche fue quemado, en el Muelle, el segundo de los castillos de fuegos artificiales anunciados por la Comisión de Festejos.

Del 5 al 7 de Agosto51 [...] Transitaban por las calles infinidad de forasteros, pues los trenes continuaban llegando colmados; en las fondas costaba gran trabajo hallar habitación, y los cafés veíanse llenos a todas horas por una concurrencia extraordinaria. “Bienvenidos sean –decíase– los que vienen a divertirse y a ver los toros. Nosotros deseamos que no se vean defraudadas sus esperanzas, y asistan a dos corridas notables”. Por la tarde del día 7 se celebró en la plaza de toros la prueba de caballos. Por la noche, a las nueve, tuvo lugar una nueva retreta; en la plaza de San Francisco se reunieron todas las bandas de cornetas y las músicas militares, que se dirigieron después a la 50 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Lunes 3 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5759, 3 de agosto 1956, p. 3. En esta ocasión, el escritor cartagenero se refiere a las corridas que tuvieron lugar el 8 y 9 de agosto de 1891 cuando se lidiaron reses del Marqués del Saltillo y de José Torres y Díez de la Cortina. En ambas actuaron “Espartero” y “Guerrita”. 51 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Del 5 al 7 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5762, 7 de agosto 1956, p. 4. 89


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feria acompañadas por buen número de soldados con hachotes y luces de bengala. El festejo resultó muy lucido. Día 8 de Agosto52 [...] A las cuatro y media de la tarde comenzó la primera corrida de feria, lidiándose seis toros del Marqués de Saltillo por el “Espartero” y “Guerrita”. Bravos aquéllos tomaron en total cincuenta y cuatro varas y mataron quince caballos. Los matadores trabajaron con lucimiento, sobresaliendo las faenas del “Espartero” en el tercer toro y de “Guerrita” en el cuarto. Presidió la corrida el señor Alcalde, de levita y chistera, acompañado en el palco por el Gobernador civil, jefe de la guardia municipal, dos concejales, ordenanzas, etc.

Domingo 9 de Agosto53 A las ocho de la mañana, habiendo ya realizado todas sus pruebas con resultado satisfactorio, salió el crucero “Conde de Venadito” con rumbo a San Sebastián, para unirse allí a los otros buques de la escuadra. Coincidieron los periódicos locales al manifestarse aquel día sobre la cuestión del saneamiento del Almarjal. “Cartagena es hoy – decía uno– la señora de la casa que disimula sus pesares y encubre sus desgracias, para no amargar con lágrimas las horas de regocijo que vienen a buscar en su seno los huéspedes ansiosos de fiestas y de toros”. Otro afirmaba que cuando los forasteros volvieran a sus hogares y se recrearan con el recuerdo de Cartagena, seguirían ignorando “que a pesar de cubrirla un cielo hermoso como el de Andalucía y arrollarla las olas tranquilas del Mediterráneo, estaba condenada a ser infeliz por faltarle la mano bienhechora capaz de sanear los terrenos cuyas emanaciones viciaban el organismo de sus hijos”. El tercer diario, sin retórica alguna, se expresaba a su vez en esta forma: “Si alguien pregunta: ¿tan poco valen y hacen por su tierra los prohombres de Cartagena?, habrá que responderle: la política, que todo lo bastardea, tiene la culpa. Porque los dos focos infecciosos que labran la desgracia de la vieja ciudad de Asdrúbal, son el Almarjal y la política”. 52 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Día 8 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5763, 8 de agosto 1956, p. 3. 53 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Domingo 9 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5764, 9 de agosto 1956, p. 4. 90


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Se celebró la segunda corrida de feria lidiándose, por las mismas cuadrillas de la tarde anterior, seis toros de don José Torres y Díez de la Cortina. Entre todos tomaron cuarenta y tres varas, matando once caballos. Resultó deslucida la labor del “Espartero”, que en la muerte de su segundo toro escuchó las protestas airadas de los espectadores, aunque al quinto le hizo buena faena y lo estoqueó bien. Las ovaciones fueron para “Guerrita”, y comenzaron el premiársele un quite superior que realizó en el segundo toro; en el cuarto, dicha muerte se la brindó al Gobernador civil, dio pases excelentes y un volapié magnífico. “La entrada –decía un revistero– fue tanta, que hubo en la plaza mucha más gente de la que cabe en ella; lo cual es un abuso, que debía haber prohibido de antemano el señor Alcalde”. A la caída de la tarde se hicieron en el puerto diversas pruebas de salvamento de náufragos. Bastante público acudió a la orilla del muelle para presenciarlo, aunque la mayoría prefirió ocupar los andenes junto al paseo de coches y gozar con la contemplación de las “manolas” que salían de los toros.

Martes 11 de Agosto54 [...] Se calculaba haber pasado de 40.000 las personas que habían venido a esta población en los días de toros. Llamaba la atención que, con tal afluencia de gente, no hubiera tenido que intervenir la policía en riñas de importancia. “Hasta en las raterías –manifestaba un periódico– ha habido moderación este año, pues han sido muy pocos los forasteros que vinieron con reloj y se marcharon sin él...”.

Viernes 14 de Agosto55 La Comisión de fiestas del barrio de Santa Lucía publicó en la prensa el detalle de los gastos hechos con motivo de los festejos de aquel año. El castillo de fuegos artificiales había costado cien pesetas; setenta y cinco la función de iglesia, y otras tantas los novillos corridos; en alfalfa para alimento de aquéllos se gastaron cuatro pesetas, y ocho en lías para sujetar las tablas de la plaza, cuyo 54 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Martes 11 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5765, 11 de agosto 1956, p. 3. 55 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Viernes 14 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5768, 14 de agosto 1956, p. 3. 91


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cierre ascendió a cinco duros. La música costó otras cien pesetas, además de seis con veinticinco céntimos que importó un refresco para los profesores de la banda; con tres reales bastó para el alambre que sujetara los carretes en la carrera de cintas, costando dichos carretes dos pesetas, siete los punteros para alcanzar los trofeos y doce los géneros para engalanar los palcos. Los obsequios para las presidentas de los festejos dieron una suma de ciento veinte pesetas, y todo ello con jornales, otros gastos y diversas facturas, arrojó un total de 682,20. La Comisión manifestaba, al publicar sus cuentas, hallarse satisfecha de los resultados obtenidos.

Días 15 y 16 de Agosto56 [...] Se habló en las tertulias, centros y redacciones sobre el proyecto de construir una nueva plaza de toros, con capacidad para 15.000 espectadores, ya que en las recientes corridas de feria se había visto lo incapaz que era la existente. Decíase que había ya colocadas buen número de acciones. Con ésta, circuló la noticia de que para la corrida de inauguración de la plaza de Cieza, que tendría lugar el día 24, así como para las de los dos días siguientes había sido contratado el novillero de esta ciudad Bartolomé Hernández, que alternaría con los malagueños “el Soldaíto” y “el Contrario”.

Viernes 21 de Agosto57 [...] Según los cálculos que un aficionado a las estadísticas taurinas publicaba en un suelto, “Lagartijo” llevaba ganados 46.000 duros en lo que iba de año; “Guerrita” 41.000, el “Espartero” una cantidad semejante, y “Mazzantini” 29.000.

Sábado 22 de Agosto58 En la sesión municipal, que dio comienzo a las doce menos cuarto, el presidente de la comisión de Sanidad trató sobre la calidad 56 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Días 15 y 16 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5769, 16 de agosto 1956, p. 4. 57 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Viernes 21 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5773, 21 de agosto 1956, p. 3. 58 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Sábado 22 de Agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5774, 22 de agosto 1956, p. 3. 92


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de los alimentos que se vendían en Cartagena. Dijo que en su mayoría eran nocivos, especialmente las carnes, porque los abastecedores de ellas, faltando a todos los compromisos y a todas las órdenes que daba la Alcaldía, “estaban matando toros de cuatro y cinco años, en vena, cuyas carnes podían originar enfermedades graves”. A su juicio, aquello y todo cuanto aquí sucedía en la cuestión de alimentos, era la causa de que las 50.000 almas que contenía Cartagena fueran a parar al cementerio en veinte años. Pidió, finalmente, que el Ayuntamiento acordara lo que se había de hacer si el abastecedor de carnes persistía en faltar a lo ordenado por el señor alcalde. Se tomó el acuerdo de que si las circunstancias eran de tal naturaleza que significaban un conflicto, éste fuese resuelto por el señor alcalde según su criterio, a que en su rectitud y justicia todos los concejales tenían confianza absoluta. El señor Martínez de Galinsoga dio las gracias, y manifestó que en todas las cuestiones él haría cuanto estuviese de acuerdo con su conciencia, aunque supiera que el Ayuntamiento le había de dar un voto de censura, porque en tal caso abandonaría su puesto con la conciencia tranquila. Enseguida, y en vista de las denuncias presentadas por la Comisión de Sanidad, declaró suspensos a todos los empleados del Matadero. EL NOTICIERO comentó la reunión municipal diciendo: “Pocas sesiones, como la de hoy, han presentado menos color político, y a ello tal vez se deba el que haya resultado de beneficiosa trascendencia para los intereses del Municipio. Al señor alcalde y a cuantos han hecho uso de la palabra, claramente se les ha visto demostrar que sólo el bien de Cartagena les inspiraba”.

Días 2 y 3 de Septiembre59 [...] La Compañía de los ferrocarriles de Madrid, Zaragoza y Alicante anunció haber establecido rebaja en el precio de los billetes, tanto de ida como de vuelta, con motivo de la feria y corridas de toros que se celebraría el 9 y el 10 en Albacete.

Viernes 4 de Septiembre60 [...] Ya se advertía en la Estación más movimiento que de or59 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Días 2 y 3 de Septiembre”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5784, 3 de septiembre 1956, p. 3. 60 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Viernes 4 de Septiembre”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5785, 4 de septiembre 1956, p. 3. 93


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dinario, pues los trenes salían llevando mayor número de viajeros con billete hasta Murcia. Cartagena iba seguramente a quedar desierta en los días de toros, porque eran pocos los aficionados con quienes se hablaba que no manifestasen el propósito de ir a la capital para ver torear a “Lagartijo”.

Lunes 7 de Septiembre61 Los aficionados al toreo tuvieron ocasión de recordar el refrán que dice “el hombre propone y Dios dispone”. Habíanse propuesto pasar el día anterior de modo feliz viendo en Murcia a “Lagartijo” y al “Gallo”; pero no habían contado con los nubarrones que ocultaron el cielo ni con la lluvia que dejaron caer, cuyos chaparrones copiosos apagaron sus entusiasmos.

Días 24 y 25 de Septiembre62 [...] Los periódicos locales comenzaron a publicar la relación de donativos para la rifa que organizaba la Prensa, cuyo producto se había de repartir entre los damnificados de Almería y Consuegra. “Los objetos que hemos recibido –decía a Comisión– son tantos, que nos hemos visto precisados a cortar hoy la lista casi por la mitad, para que cada periódico pueda insertar las noticias del día”. Los socios del Casino, con el mismo fin benéfico, hallábanse organizando una corrida de toros. Al parecer llevaban muy adelantadas sus gestiones, habiendo conseguido ya la promesa de que la plaza les sería cedida gratuitamente.

61 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Lunes 7 de Septiembre”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5788, 7 de septiembre 1956, p. 3. 62 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Días 24 y 25 de Septiembre”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5803, 25 de septiembre 1956, p. 4. “A beneficio de los damnificados por la inundación de Consuegra, se celebró en esta ciudad, el Domingo 13 de Octubre de 1891, una novillada en la que se lidiaron seis bichos de la ganadería de D. Vicente Flores, de Albacete, por los diestros ‘Mancheguito’ y ‘Morenito’. Presidió el alcalde D. Francisco Martínez de Galinsoga. La entrada fue un lleno rebosante, manifestándose con ello que la caridad y la afición a los toros es inagotable en Cartagena. El ganado fue noble y voluntarioso en general y habría sido una bonita corrida si el segundo espada se hubiera apretado más la taleguilla, y la presidencia no hubiese estado tan desacertada. ‘Mancheguito’ estuvo hecho un torerazo; ‘Morenito’…, todo lo contrario. Los banderilleros, no hicieron nada de particular; los picadores, pésimos. Murieron diez caballos”. En: MARABOTTO, J. Mª., op. cit., p. 181.

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Sábado 26 de Septiembre63 [...] Entre los aficionados a la fiesta de toros circuló la noticia del fallecimiento en Villamantilla, el día 21 del matador de toros Cayetano Sanz; éste contaba setenta años, llevaba cerca de veinte retirado de su profesión y había muerto casi en la miseria. Alguien recordó que la última corrida toreada en Madrid por Cayetano Sanz fue la primera de las reales celebradas en Madrid con motivo de la boda de Alfonso XII con la reina Mercedes; dio varios lances de capa a uno de los toros y se lastimó un pie, teniendo que retirarse a la enfermería.

Días 5 y 6 de Octubre64 [...] Llegaron al lugar denominado “El Pantano” los seis novillos que habían de lidiarse el día 11. Allí permanecerían hasta el viernes, en cuya noche se verificaría el encierro. Eran de la ganadería de don Vicente Flores, de Albacete, y serían lidiados por las cuadrillas de “Mancheguito” y “Morenito”. La prensa decía: – “Ya no se habla más que de toros, y esa será la conversación de los cartageneros de aquí al domingo. Después que la última estocada haya dado al traste con el último de los novillos, nos ocuparemos en contar lo que haya producido la fiesta; que será mucho –tenemos esa seguridad– porque se da en beneficio de los inundados de Consuegra y Almería”.

Días 7 y 8 de Octubre65 [...] Comenzaron a ser colocadas en la Plaza de toros unas barandillas, estableciendo la separación entre las localidades y los tendidos.

Días 9 y 10 de Octubre66 [...] Los toros para la corrida se encontraban en los chiqueros 63 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Sábado 26 de Septiembre”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5804, 26 de septiembre 1956, p. 3. 64 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Días 5 y 6 de Octubre”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5813, 6 de octubre 1956, p. 4. 65 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Días 7 y 8 de Octubre”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5815, 9 de octubre 1956, p. 3. 66 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Días 9 y 10 de Octubre”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5816, 10 de octubre 1956, p. 3. 95


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desde el viernes. Por la mañana llegaron las cuadrillas, y por la tarde, en la plaza, tuvo lugar la prueba de caballos; asistió la banda de música del regimiento de España, que amenizó el acto con la interpretación de pasodobles escogidos.

Domingo 11 de Octubre67 Acudió la gente a la Plaza de Toros hasta llenarla, con lo que los organizadores de la corrida benéfica tuvieron la satisfacción de haber acertado en su iniciativa. Cedió el empresario de la Plaza, don José Aracil, el alquiler de la misma, y sus sueldos todos los empleados. Los señores Aznar, Spottorno, Angosto, Terán, Tugores y Galinsoga regalaron las moñas, que después fueron rifadas para aumentar los beneficios. El poeta cartagenero don Francisco Arróniz publicó una poesía titulada “Caridad a Almería y Consuegra”, que fue acogida, como todas sus composiciones con generosas alabanzas. “...Hoy Cartagena, la ondina del mar azul de Levante; ciudad que siempre ilumina la luz más pura y brillante de la caridad divina, oyendo el triste clamor del infeliz inundado busca el bien consolador de ofrecer al desdichado un bálsamo en su color. Por eso, en empeño tal, ya que el pueblo manifiesta producción sin igual por la fiesta nacional, ¡a los toros! ¡A la fiesta! Cada billete de entrada será ofrenda bendecida al infortunio entregada, entre lágrimas pedida; generosamente dada... ¿Quién aquí la extraña pena como propia no ha sentido, 67 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Domingo 11 de Octubre”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5817, 11 de octubre 1956, p. 3. 96


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si ardiente y de piedad llena, la Caridad siempre ha sido la virtud de Cartagena?” Los novillos de don Vicente Flores, bravos y nobles, mataron diez caballos. “Mancheguito” estuvo muy bien, especialmente en el toro quinto, diciendo la crónica que “hizo una faena superior, pasando ceñido, y perfilándose como un Mazzantini dio un volapié soberbio, hasta el puño, que hizo innecesaria la puntilla”. “Morenito”, en cambio, tuvo una actuación desgraciada. Produjo la corrida, según las cuentas que luego se publicaron, 7.978,20 pesetas.

Del 14 al 16 de Octubre68 [...] Hasta aquellos días, Cartagena había contribuido en favor de los inundados de Almería y Consuegra con las cantidades siguientes: con la rifa de la Prensa y donativos, pesetas 9.193,43; de la corrida de toros, 7.292,20; cuestación de la empresa del Teatro Circo, 1.168; limosnas recogidas por las señoras aquellas que días antes elogiaban los periódicos, 1.000. En total, 18.653,63 pesetas. Había que añadir los 3.000 del Ayuntamiento, lo que importaba el haber de los empleados municipales y lo que produjesen las funciones de teatro que estaban en ensayo y se celebrarían unos días después.

Días 13 y 14 de Noviembre69 [...] Se anunció para el domingo 15 una función gimnástica en la plaza de toros con ejercicios nuevos y sorprendentes; al final sería soltado un becerro, para que lo lidiaran los aficionados que gustasen bajar al redondel.

68 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Del 14 al 16 de Octubre”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5821, 16 de octubre 1956, p. 2. Llama la atención el descuadre en los beneficios que produjo la corrida de toros según la información aportada en el trabajo anterior. En su ya referido estudio “Chelele” no aporta cifras económicas al respecto. 69 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Días 13 y 14 de Noviembre”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5845, 14 de noviembre 1956, p. 3. 97


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Lunes 23 de Noviembre70 [...] Circuló la noticia de que en Orihuela se estaba organizando una novillada en la que, a petición de varios amigos, tomaría parte como matador el picador de toros Manuel Pérez (Sastre); los otros espadas serían los diestros murcianos Joaquín Sánchez León y José María Villaplana.

Perfiles cartageneros (1958) A la salida de los toros71 Los días en que se celebraban las corridas de feria la plaza de toros mostrábase coronada por un cerco de pequeñas banderas. La brisa que las agitaba, haciendo brillar sus colores vivos sobre el fondo celeste, completaba los trazos de una estampa encendida de alegría, trazos prolongados en el redondel con la prueba de caballos, y fuera, por toda la ciudad, con el son de la música y de los cascabeles de las mulillas que, hacia media mañana, recorrían las calles principales. Ya estaban éstas llenas de público forastero casi todo. Los viejos aficionados íbanse reuniendo en los cafés del Tranvía y de la Marina, así como en el Club Taurino al final de la calle Mayor, y las exclamaciones, las risas, los diálogos y los gestos traducían todo el optimismo que la inminencia del festejo preferido despertaba. Agrupábase luego chiquillería frente a la Fonda Francesa y la de Ramos72, para ver salir a los toreros con traje de luces y contemplarlos como a ídolos; porque todos los miembros de una cuadrilla unidos por respetuosa disciplina, se hospedaban en un mismo lugar, el maestro presidía la mesa en las comidas, y los subalternos esperaban sin ocupar sus sitios mientras no se sentara. Otros, que por humildes no pudieron obtener una entrada, se contentaban asimismo aplaudiendo a los diestros al llegar a la pla70 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Lunes 23 de Noviembre”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5854, 24 de noviembre 1956, p. 3. 71 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Perfiles cartageneros. A la salida de los toros”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 23, n. 6058, 5 de agosto 1957, p. 3. 72 El Café del Tranvía era un popularísimo establecimiento situado en el número tres de Puerta de Murcia, regentado por Antonio Antón Ferrera. Eran conocidos sus cafés, vinos y licores. Entre el número 32 de la Calle Mayor y el 3 de Medieras se ubicaba el conocido Gran Café de la Marina. Por su parte, de 1877 data la Fonda Francesa, situada en la plaza de Santa Catalina ocupando parte del solar donde antes estuvo el Convento de la Purísima Concepción y San Jorge. Se accedía por la calle de Osuna. En cuanto a la segunda fonda, precisamente José Rodríguez Cánovas dice de ella: “Durante los días de la Feria habíase visto extraordinariamente concurrida la Fonda de Ramos, en el número 8 de la plaza de San Sebastián; ofrecía tal fonda un buen hospedaje con sus cincuenta y dos habitaciones, siendo elogiado por su excelente servicio de mesa”. En: RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1890. Domingo 24 de agosto”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 21, n. 5471, 24 de agosto 1955, p. [3]. 98


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za, y ante sus puertas permanecían esperando para seguir y adivinar, mediante los clamores que sonaran dentro, los incidentes de la lidia. Solo veían a los toros muertos cuando eran sacados por las mulillas, sintiendo algunos una sombra de temor en el ánimo, al mirarlos tan cerca, por si aún pudiera levantarse; y los cadáveres de los caballos con las patas rígidas, mostrando en una mueca helada sus enormes dientes amarillentos, al ser cargados en montón sobre carros.

Plaza de Toros de Cartagena en 1870. Foto facilitada por D. Francisco Antonio Rosas Fernández-Villamil.

Diéronse aquí de nuevo, entre los años 1910 y 1915, la majeza de Manuel Mejías “Bienvenida”; la sonrisa constante de Ricardo Torres “Bombita”, siempre inmutable ante el peligro; la nerviosa impaciencia de Rafael González “Machaquito”, galán de romance cartagenero por su noviazgo y boda en Los Molinos con Ángeles Clementson; la sobriedad norteña de “Cocherito de Bilbao”, aquel Castro Ibarra que omitía en los carteles su primer apellido, Juaregabeitia, acaso por no considerarlo acorde con el ritmo juncal de la fiesta; el entrecejo azteca de Rodolfo Gaona; la traza gitana de Rafael el “Gallo”, y la espigada y casi aristocrática de su hermano José. Junto a ellos hicieron el paseíllo otros espadas más modestos, pero que sabían alternar dignamente: “Guerrerito”; el “Algabeño”; 99


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Paco Madrid; “Lagartijillo”; y, para no salir con vida de la plaza, Fermín Muñoz “Corchaíto”, el 9 de agosto de 191473. Después de las corridas presentaba la feria un nuevo y poderoso atractivo. A la animación extraordinaria en el real y en los pabellones, uníase la del desfile de coches. Los mantones de Manila, que antes engalanaran los palcos de la plaza, se tendían entonces sobre el respaldo de los carruajes; y cada uno de estos, al paso lento de sus caballos, iba convertido en trono de mujeres hermosas con mantillas blancas. La mantilla que fue adoptada por todas las clases sociales, era la prenda que mejor destacaba la gallardía señorial de la mujer. Ninguna caricia tan suave como la de sus blondas para rozar el rostro; ningún velo tan delicado para suavizar el fuego de los ojos; ningún realce de la hermosura femenina como sus encajes. El desfile por el paseo de coches a la salida de los toros dábale al Muelle otra importancia y otro rango, con aquel cortejo que parecía de reinas o de diosas.

Vida e historia (1959) 5 agosto 185474 Inaugurose la Plaza de Toros de Cartagena. En las tardes de aquel y del siguiente día fueron lidiados, respectivamente, reses procedentes de don Fernando Freire, de Alcalá del Río, con divisa morada y blanca y de don Manuel de la Torre y Rauri con divisa encarnada y verde. Era propietario entonces de las dos ganaderías don Justo Hernández, vecino de Madrid. Ambas tardes torearon las cuadrillas de Francisco Arjona Guillén “Cúchares” y Manuel Arjona. De picadores alternaron Joaquín Coyto “Charpa”, Manuel Martínez “Castañita”, Francisco Calderón y Antonio Pinto, y los banderilleros Blas Mejía “Minuto”, Matías Muñiz, Manuel Ortega “Lillo”, Manuel Bustamante y José Padro. Figuró como sobresaliente, con la obligación de banderillear, Antonio Vela. Los precios de las localidades y entradas fueron estos: palcos de sombra para las dos corridas, 400 reales; palcos de sol y sombra, 280; sillones de sombra, 48; antesillones, 25; primeras barreras de sombra, 40; primeras barreras de sol y sombra, 20; segundas barreras, 12; asientos de grada cubierta, 16; entrada general para cada corrida nueve reales, y cuatro la media entrada. La empresa obtu73 Este párrafo constituye un buen ejemplo, además, de la capacidad del cartagenero para dibujar con breves pinceladas una concisa etopeya. Véase, además, “’Corchaíto’, un torero trágicamente predestinado”. En: SERRANO BOTELLA, Á., op. cit., pp. 85-87. 74 J.R.C. “Vida e historia. 5 agosto 1854”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 25, n. 6630, 5 de agosto 1959, p. 2. 100


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vo una ganancia líquida de 90.000 reales.

2 junio 187775 El marqués de San Carlos presentó al Congreso una propuesta de Ley contra las corridas de toros, cuyo texto, que fue tomado en consideración, decía lo siguiente: “Persuadidos los diputados que suscriben de que las corridas de toros de muerte ejercen una influencia perniciosa en nuestras costumbres y constituyen un espectáculo poco digno de un pueblo culto, tienen la honra de proponer a la aprobación del Congreso la siguiente Proposición de ley. Artículo 1º.– Queda prohibida la construcción de nuevas plazas de toros, así como la reedificación de las que en la actualidad se hallen derribadas. Artículo 2º.– El Gobierno adoptará las medidas que crea convenientes para la supresión, dentro de un plazo providencial, de las corridas de toros de muerte”. Con el marqués de San Carlos firmaron don Antonio María Fabié, don Alejandro Pidal y Mon, don Carlos María Perier y don Francisco de Paula Candau.

31 mayo 187976 El Concejo autorizó en 1826 al alguacil mayor don Pascual Rosel, para construir una plaza de toros en el espacio que hoy ocupa el Teatro Circo. Aquélla fue derribada en 1837, y en su lugar instalose un jardín, “la glorieta de las flores”, hasta que el año 1878, y también con licencia del Municipio, don Enrique Soto Conesa comenzó la edificación de un Teatro. La antigua glorieta vino a quedar convertida en jardín del mismo, para recreo de los espectadores en las veladas estivales. El teatro era de madera con cubierta de lona. Y se inauguró en la noche del 31 de mayo de 1879, con la presentación de una compañía de zarzuela que, dirigida por Juan Cabas, abrió un abono por ochenta funciones. 75 J.R.C. “Vida e historia. 31 mayo 1879”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 25, n. 6597, 2 de junio 1959, p. 1. 76 J.R.C. “Vida e historia. 31 mayo 1879”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 25, n. 6643, 1 de junio 1959, p. 1. Estos datos los encontramos también en la obra del propio Rodríguez Cánovas sobre el Teatro Circo de Cartagena. Vid. RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. Recuerdos del Teatro Circo. Recuerdos del Teatro Principal; edición, estudio preliminar y notas de José Luis Abraham López. Cartagena: Cuadernos Culturales Monroy, 2005, p. 54. 101


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28 enero 188477 Es muy posible que de todas las Plazas de toros españolas, fuese la de Cartagena la primera que en el año 1884 abriera sus puertas al público. Otros años –antes y después– y durante los meses de invierno, es decir, en la pausa obligada que experimenta el festejo taurino, ofreció su recinto para festivales de índole muy distinta. Solían ser estos, con frecuencia, los acrobáticos; agudezas de payasos, destreza de jinetes, agilidad de gimnastas, proezas de equilibrista. Pero aquel 28 de enero tuvo lugar un espectáculo más original. Como nunca visto lo anunciaron los carteles que se fijaron en las esquinas, y los programas que se repartieron por las calles. Y aunque su atractivo en realidad era escaso, halló eco en la curiosidad siempre despierta de las gentes sencillas, que acudieron a contemplarlo en buen número. Consistió el festejo en la exhibición de un andarín aragonés llamado Manuel Navarro, el cual dando ciento setenta y tres vueltas al redondel, hizo en noventa minutos un recorrido equivalente a veintisiete kilómetros. El espectáculo comenzó a las dos y media de la tarde.

9 mayo 190778 En la corrida celebrada aquella tarde en Madrid obtuvo Rafael González “Machaquito”, que alternaba en la lidia de ocho reses de Miura con Antonio Fuentes, “Bombita” y “Cocherito de Bilbao”, un éxito clamoroso al estoquear el tercer toro. Era redactor taurino en “El Liberal” José de la Loma “Don Modesto”; y en su crónica de aquella corrida, como carta dirigida a Benlliure, expresole a éste una iniciativa: “¿Por qué –decía– no hemos de levantar una estatua a ‘Machaquito’? La figura del torero, con su traje de luces y sus pantorrillas, tal vez no consiguiera inflamar tu imaginación para que, como siempre en tus empresas, te resultara una obra definitiva. Ahí va, para este caso, una modesta idea, un toro herido de muerte con una estocada hasta el puño se tambalea. Nadie vacilaría al pronunciar el nombre del diestro. ¡’Machaquito’!... ¿Te parece bien, artista insigne, mi modesta idea? Pues manos a la obra...”. 77 J.R.C. “Vida e historia. 28 enero 1884”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 25, n. 6497, 29 de enero 1959, p. [4]. 78 J.R.C. “Vida e historia. 9 mayo 1907”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 25, n. 6578, 9 de mayo 1959, p. 1. 102


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Así, Mariano Benlliure representó en una de sus esculturas, “La estocá de la tarde”, la estampa de uno de aquellos toros que caían bajo la espada certera del matador.

15 septiembre 190779 Recibieron aquel día la alternativa dos novilleros, “Bombita” y “Manolete”, dándosela al primero su hermano Ricardo en San Sebastián, y al segundo en Madrid, su paisano “Machaquito”. Dícese en unas viejas notas taurinas que, sobre si una corrida había empezado antes que la otra, surgieron dudas acerca de cuál de los nuevos matadores sería primer espada cuando torearan juntos. La ocasión presentose en Córdoba el día 27 del mismo septiembre, y para evitar un conflicto ya que “Manolete” era cordobés, por orden de la autoridad fue sometida la cuestión a sorteo; éste solo valdría para aquella corrida sin que el resultado sentara precedente y le correspondió el primer lugar a “Manolete”. Al año siguiente, y como ambos persistían en la creencia de sus respectivos derechos, tuvieron que intervenir amigos de los dos para llegar a la solución definitiva. Esta consistió en otro sorteo, de carácter solemne, presidido por el matador de toros Antonio Moreno “Lagartijillo”. Los interesados se comprometieron previamente a la aceptación del escrutinio. Le tocó ser primer espada a Manuel Torres “Bombita III”, que desde entonces disfrutó de antigüedad sobre “Manolete”.

25 julio 191280 En la corrida celebrada aquel día en la plaza de toros de Carabanchel, fueron lidiados seis reses pertenecientes a la ganadería de don Antonio Sánchez de Añover de Tajo. Uno de los toros, nombrado “Gitano”, era un hermoso ejemplar cuya estampa y a cuya salida al redondel produjeron entusiasta impresión. Según los detalles aparecidos en las reseñas de la corrida, “Gitano” persiguió hasta las tablas a los peones que quisieron recortarlo, y entró a los piqueros con bravura. Al sonar el clarín cambiando el tercio, el vaquero, que se encontraba entre barreras, saltó al rue79 J.R.C. “Vida e historia. 15 septiembre 1907”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 25, n. 6684, 15 de septiembre 1959, p. 1. 80 J.R.C. “Vida e historia. 25 julio 1912”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 25, n. 6644, 24 de julio 1959, p. [4]. 103


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do. Llevaba un manojo de hierba. Quedaron esperando los banderilleros, y los gritos de la gente se acallaron, no escuchándose en la plaza más que la voz del vaquero llamando al toro. Este por fin se fijó en él, y lentamente caminó hasta quedar a su lado tranquilo y manso. A petición del público indultó el presidente a “Gitano” que entre una ovación clamorosa fue retirado a los corrales. Y allá marchó el vaquero corriendo y llorando para atender con sus cuidados al noble animal.

28 julio 192881 Comentaron todos los diarios y revistas dándole al hecho singular trascendencia, la retirada del toreo de Cayetano Ordóñez “Niño de la Palma”. Cayetano Ordóñez hizo su presentación en la plaza de Madrid el 28 de mayo de 1925. Los novillos fueron de Campos Varela, y alternaron con él en su lidia Fernández Prieto y “Nacional III”. El día 11 de junio del mismo año le dio Juan Belmonte la alternativa en la plaza de Sevilla, confirmándosela Luis Freg en Madrid el 16 de julio. Fue en la corrida de la Prensa, y aquella tarde, en su último toro, el “Niño de la Palma” cortó una oreja. Durante el año 1926 toreó en Madrid ocho corridas, obteniendo de nuevo aquel trofeo el 1 de junio en la corrida a beneficio del Montepío de Toreros. En 1927 volvió a la plaza madrileña en siete corridas, cortando también orejas en dos de ellas. Y el año 1928 hasta el día de su retirada, había toreado en Madrid cinco veces. En la poesía española hay brillantes estrofas dedicadas al “Niño de la Palma”.

Miscelánea cartagenera (1960) El “Llaverito”82 El año 1883, con motivo de la Feria, se celebraron en Cartagena corridas de toros los días 3, 4 y 5 de agosto. Francisco Arjona “Cúchares”, José Sánchez del Campo “Cara-Ancha” y Fernando Gó81 J.R.C. “Vida e historia. 28 julio 1928”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 25, n. 6643, 28 de julio 1959, p. 1. 82 RODRÍGUEZ CÁNOVAS. “Miscelánea cartagenera. El ‘Llaverito’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 26, n. 6782, 12 de enero 1960, p. [4]. El contenido al que hace referencia el autor fue publicado en El Eco de Cartagena, Año 21, n. 6045, 4 de agosto 1881, p. 3. Como vemos, Rodríguez Cánovas adelanta –por error– una década la nota publicada en 1881. 104


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mez “Gallito”, lidiaron reses de Núñez de Prado, González Nandín y Veragua. En la cuadrilla de Fernando Gómez iba “Guerrita” de banderillero y reseñando el primer par de banderillas puesto por él, dijo el cronista de la fiesta: “El toro tercero fue negro, pequeño de cuerpo y cuerna y, además, tan consumado acróbata, que saltó al callejón tres veces con agilidad y limpieza extraordinarias. Cambiado el tercio, el diestro cordobés Rafael Guerra ‘Guerrita’ –que hasta la segunda temporada de Madrid del año último, en que entró a formar parte de la cuadrilla del ‘Gallo’, habíase apodado ‘Llaverito’–, se preparó él mismo al toro, al que colocó al cambio un magnífico par de banderillas. El público, entusiasmado con las gallardías y jugueteos del torero premió su trabajo con una ovación, que se repitió al clavar aquel de nuevo, en su turno, otro soberbio par al cuarteo, citando en corto, llegando con valentía hasta la cara, cuadrando bien y levantando los brazos elegantemente...”. Dieciséis años después aquel gran banderillero, matador famoso, pisó por última vez el ruedo de Cartagena. Fue el 5 de agosto de 1899, año de su retirada, lidiando toros de Murube con Antonio Fuentes.

Disposiciones municipales83 En 1891 dictó el Ayuntamiento diversas disposiciones para el orden en las corridas de toros. La empresa, bajo su más estrecha responsabilidad, sólo dispondría el número de billetes proporcionado a las localidades de la plaza. No se permitiría la entrada en ella de gente con palos, cayados, cerbatanas y otros objetos, que pudiesen molestar al público o a los lidiadores. Entre barreras, durante la lidia, sólo podrían estar los sirvientes de la plaza, que usarían su distintivo. Mientras durase la suerte de varas, habría siempre dos picadores en el redondel, y otro, montado, en la puerta de caballos. El jefe de las cuadrillas, es decir, el director de lidia, sería responsable de las faltas que se cometieran en el ruedo, se presentaría al presidente para recibir sus instrucciones de empezar la corrida. Los lidiadores serían apercibidos por los agentes de la autoridad, y la empresa retendría el importe de las multas que les fuesen impuestas. En el día de la fiesta, desde las tres a las cinco de la tarde, no subirían carruajes por la calle del Ángel ni bajarían por ella hasta media hora después de terminada la corrida; 83 RODRÍGUEZ CÁNOVAS. “Miscelánea cartagenera. Disposiciones municipales”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 26, n. 6791, 22 de enero 1960, p. [4]. 105


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la subida la verificarían por la rampa del Hospital, y la bajada por el lado del cuartel de Antigones, la muralla de tierra y la rampa de las Puertas de San José. Prohibíase también que los carros conduciendo los toros y caballos muertos bajasen por la calle del Ángel.

Tres carteles antiguos84 Acoge hoy esta “Miscelánea” las estampas de tres carteles que, en años distintos, lucieron sus figuras y su colorido en las calles de Cartagena. Mostró la primera –cartel de 1898– el garbo de un jinete con chaquetilla corta, recios rejones, y la calzona abierta sobre las polainas; era una representación de campos andaluces, los campos perfumados con el aroma del cantueso y de las jaras, que el viento arrastra desde las serranías. El segundo cartel presentaba a un “monosabio” cabalgando, en busca de su picador para ir a la plaza, sobre uno de los caballos que momentos después serían sacrificados. Y el tercero ofreció una pareja de forasteros recién llegados a presenciar nuestros festejos, con la curiosidad ya despierta y asomada a sus ojos. Aquellos tres carteles llevaron la firma del pintor cartagenero Miguel Díaz Spottorno. Este nació el año 1870 y fue discípulo de Joaquín Sorolla. Después derivó hacia la pintura humorística, con estilo semejante al de los dibujos que Lozano Sidro, Robledano y Sancha publicaban en “Blanco y Negro”. De vez en vez eran expuestos aquí, y en establecimientos de la calle Mayor cuadros de Díaz Spottorno, que se miraban siempre con agrado. Fue profesor de dibujo en las Escuelas Graduadas. Murió el 12 de abril de 1949, en Almería, de cuyo Instituto era entonces catedrático.

Toros en invierno85 Los días 8 y 16 de diciembre de 1855 se celebraron en Cartagena corridas de toros. Fueron éstas las que debían haber tenido lugar en las tardes del 4 y 5 de agosto, tiempo de la feria, pero que a causa de la epidemia colérica fueron suspendidas. En acción de gracias por haber desaparecido la amenaza de la enfermedad, el día 8 por la mañana, celebrándose igualmente la festividad de la 84 RODRÍGUEZ CÁNOVAS. “Miscelánea cartagenera. Tres carteles antiguos”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 26, n. 6869, 19 de abril 1960, p. [4]. 85 RODRÍGUEZ CÁNOVAS. “Miscelánea cartagenera. Toros en invierno”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 26, n. 6994, 9 de septiembre 1960, p. [4]. 106


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Purísima Concepción, hubo solemne función religiosa con Te-Deum en el templo parroquial de Santa María. Pertenecieron los toros lidiados a las ganaderías de don Fernando Freyre, de Alcalá del Río, en la provincia de Sevilla, y de don Manuel Latorre, de Madrid; pero si en agosto habíanse anunciado los espadas Cayetano Sanz y Domingo Mendivil, en diciembre los sustituyeron José Rodríguez “Pepete” y Antonio Luque “Camará”. Y a pesar del frío viose la plaza llena de gente, y el beneficio logrado en ambas corridas sumó 49.175 reales. Cuando la fiesta fue anunciada se hizo figurar en los programas una advertencia curiosa: “La empresa –se decía–, que considera un deber de justicia el manifestar su respeto al público, no ha omitido sacrificio ni gasto para que las corridas sean dignas de él. En tal concepto, se lidiarán en cada una de las expresadas tardes, seis toros de cinco y seis años, según condición escriturada...”.

Corrida regia86 El año 1903 vino por primera vez a Cartagena el rey don Alfonso XIII. Llegó el 23 de junio. Con motivo de esta visita se celebró el día 25 una corrida en su honor, dedicada, a la vez, a las escuadras nacional y extranjeras surtas en el puerto. En la revista de la corrida que firmada por “Cyrano” publicó el diario “La Tierra”, se decía en alabanza del empresario: “...Y Aracil, que no es manco; –en cuanto se informó del viaje regio, –pensó: voy a Sevilla –y me traigo seis toros, y toreros –procurando que sean... de lo mejor que bulle en estos tiempos”. Fueron lidiados seis toros pertenecientes a la ganadería de la marquesa viuda de Saltillo, estoqueados por “Lagartijillo” y “Quinito”. Anotó el revistero que ambos espadas consiguieron aplausos, legítimamente ganados. A “Lagartijillo” le fue concedida una oreja del toro quinto, e igual premio obtuvo “Quinito” en el segundo y en el cuarto. Pero no le fue posible a “Cyrano” dejar de aludir al mujerío que embelleció a la fiesta, y así escribió las siguientes estrofas, puesto que las revistas de toros, por entonces, solían redactarse en prosa y en verso: “...Por cierto que un ruso, – frío por supuesto, – como sus paisanos – los que aquel imperio, – quedose alelado – y casi en suspenso – al ver tanta hermosa, – y dijo: Yo pienso – que si las mujeres – que cría este pueblo – fuesen algún día – allá, a nuestro suelo, – harían de Rusia – la Tierra del Fuego...”. 86 RODRÍGUEZ CÁNOVAS. “Miscelánea cartagenera. Corrida regia”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 26, n. 7000, 27 de septiembre 1960, p. [4]. 107


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Del festejo taurino (1961) Un enemigo más87 A lo largo del tiempo y de las letras españolas ha tenido el festejo taurino defensores insignes. También ha tenido grandes detractores. Notable, por ejemplo, es la carta que Isabel la Católica dirigió a Fray Hernando de Talavera, su confesor y primer Arzobispo de Granada, manifestándole la contrariedad profunda que le producían los alardes de los caballeros corriendo toros, y su deseo de que aquellas cesaran totalmente. Pesaron asimismo contra el festejo las Cortes celebradas en Valladolid el año 1555 donde se pidió por tantas voces la abolición de la fiesta “de que se seguían muchas veces muertes de hombres y otros muchos inconvenientes”. En el siglo XVI representó en las letras a la opinión antitaurina Fray Damián de Vargas, que expuso firmes razones en su obra “Poesía cristiana, moral y divina”, impresa en Toledo en 1590. Don Francisco de Quevedo más tarde se destaca censurando a la afición por las corridas en una de las epístolas dirigidas al Conde-Duque de Olivares. Jovellanos después agrupa junto a él a famosos poetas y escritores inclinados hacia la misma enemistad, siendo resueltos paladines de la abolición el Padre Mariana, Meléndez Valdés, Cadalso, Vargas Ponce. Un enemigo más fue don Francisco Antonio de Bances Candamo. Éste nació en la villa asturiana de Sabugo el 26 de abril de 1661. Protegido por el Arzobispo don Ambrosio Ignacio de Spínola, estudió en Sevilla cursando filosofía, leyes y cánones. Luego se trasladó a Madrid, y en la Corte, según se ha dicho, su galanía y desprendimiento, su trato afable, el donaire y finura de su ingenio, le ganaron muchas voluntades y pronto hubo de contar con amigos valiosos e influyentes. Su afición más firme fue por la poesía, que le dominó imperiosa, y a cuyo cultivo se dedicó. La abundancia de sus imágenes le incorporó a la escuela gongorina. Así como en sus obras teatrales influyó poderosamente Calderón de modo que una de las mejores comedias de Bances Candamo, “La piedra filosofal”, viene a ser como continuación de “La vida es sueño”. Escribió asimismo Autos sacramentales, para cuyo desarrollo le ayudó su preparación teológica, y tales fueron, entre otros, los titulados “El gran químico del mundo” y “Las mesas de la Fortuna”. Los duques de Alba y de Alburquerque, el Almirante de Castilla y otros muchos nobles le mostraron su afecto, y el rey Carlos II, por decreto del 9 de noviembre de 1833, le otorgó como renta anual 87 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Del festejo taurino. Un enemigo más”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 27, n. 7290, 12 de septiembre 1961, p. [2]. 108


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una pensión de mil ducados. El cartagenero don Leopoldo Augusto de Cueto, marqués de Valmar, refiriéndose a Bances dijo que, habiendo resultado gravemente herido en el pecho en un encuentro cuya causa, de amor o de honra, quedó escondida en el misterio. Carlos II demostró tan vivo interés por la vida del poeta que no satisfecho con enviarle sus mejores médicos, mandó atajar la calle de Alcalá en el trecho donde estaba la casa del herido para que a éste no le molestase ruido alguno. Siendo fervoroso católico, la religión le asistió entre los enemigos de la fiesta de toros. Llegó a decir que la consideraba como un escarnio de la doctrina cristiana. Compuso en contra de ella muchos de sus versos, tales como estos: “...Así los españoles, con romano – pecho, aplaudiendo bárbaros arrojos, – tienen por regocijo cortesano – de sangre humana y bruta hartar los ojos...”. Murió Bances Candamo a los cuarenta y dos años de edad, en el pueblo de Lezuza, de la provincia de Albacete, el 8 de septiembre de 1704.

En el redondel. De “Curtido” a “Palmero” (1961)88 Un escritor –Tomás Orts Ramos– que firmó numerosos artículos, folletos y libros sobre temas taurinos, con el seudónimo “Uno al sesgo”, contó en uno de ellos cierto suceso presenciado por él. Tuvo lugar en la corrida celebrada en Madrid el 13 de noviembre de 1887, con un toro nombrado “Curtido” perteneciente a la ganadería de don Antonio Solís. Cuando todos, espectadores y toreros, esperaban que llevasen adelante su acometida, vieron que el animal acortaba el paseo y se detenía delante del caballo. Frente a él, mirándolo, permaneció inmóvil. Apartose el picador, corrieron los peones al toro, mas este hizo lo mismo al estar ante el otro caballo. Tampoco embistió. Y aquí señaló “Uno al sesgo” el detalle de más importancia: que ambos caballos eran de pelo castaño, y que después, cuando ya a “Curtido” se le iba a dar por manso apareció otro piquero sobre un jamelgo de distinto color, que ya no mereció el respeto del toro. El escritor terminaba diciendo: “Al año siguiente, en Alicante, con motivo de otra corrida que con reses del mismo ganadero lidiaron Mazzantini y ‘Guerrita’, conocí a Solís, me hice muy amigo suyo, y contándole lo ocurrido en Madrid me explicó que aquel toro, ‘Curtido’, habíase familiarizado en la ganadería con un caballo cas88 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “En el redondel. De ‘Curtido’ a ‘Palmero’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 27, n. 7134, 6 de marzo 1961, p. 2. 109


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taño y que luego, ya destinado a su lidia en Madrid, había hecho todo el camino desde la dehesa detrás de aquel”. Con el encierro en el chiquero durante largas horas, la soledad y el aislamiento perturbaron con brusquedad el ritmo sereno que seguían las costumbres habituales del toro. Se habían desarrollado estas en el amplio escenario que con breves palabras describió Adriano del Valle –“...la zarzamora – los adelfares del río – la dehesa, el pasturaje...”– con versos de su poesía “Toros en Sevilla”. El más poderoso brote en el instinto de “Curtido” se lo abrió la querencia, o sea, la inclinación hacia todo cuanto le aseguraba la conservación de la vida . Y al pisar la plaza con el sistema nervioso quebrantado, halló que, de improviso, el olfato y la memoria le resucitaban una imagen familiar, la del caballo castaño, compañero en el espacio tranquilo y gozoso de su campo libre. Casos referentes a la querencia de las reses bravas abundan en el historial de estas. Viejos papeles citan, por ejemplo, el de un toro de la antigua ganadería de Lesaca lidiado en la plaza del Puerto de Santa María. Después de sufrir el dolor de las picas y las banderillas saltó la barrera, corrió por el callejón y, alcanzando abierta la puerta que comunicaba con los patios, pasó a estos y de allí salió al campo. Al encontrarse libre, su agudo instinto, excitado, hízole orientarse y emprendió veloz carrera por el camino de Sevilla en busca de su dehesa. Ocurrió esto en 1860, siendo Manuel Domínguez “Desperdicios” el espada a quien correspondía matar al animal. Y aunque desde el Puerto salieron gentes a caballo por ver si lo detenían o evitar al menos que, desmandado como iba causara daños, no lograron darle alcance. Llegó hasta la ganadería, volviendo a pisar los lugares de su vida feliz; pero su estado era ya tan lastimoso, a causa del castigo sufrido en el ruedo y la fatiga por la enorme distancia recorrida sin descanso alguno, que fue necesario apuntillarlo. Mas entre los papeles que han originado estas notas figura uno de especial interés por cuanto narra cierto episodio local. Es uno de los “Apuntes taurinos” de Agustín Samper, y se titula “El toro ‘Palmero’”. En las corridas celebradas durante los años 1899 y 1900, regocijó “Palmero” al público, después de terminada la lidia formal. “Marineros –dice Samper–, mocitos de pelo alante con pantalón abotinado y ceñido, que presumían por los alrededores de la taberna del Francés, y chiquillos que compartían sus actividades entre la Plaza de Toros, las guerrillas y los baños en el Batel, eran, por lo común, quienes bajaban al ruedo”. Era “Palmero” un toro mansurrón nacido en una ganadería de Albacete, y también había venido desde allí junto a los gañanes carretera adelante. Y en el ruedo, 110


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juguetón y complaciente, permitía que lo desafiaran y prodigaba los revolcones con sus embestidas. Luego era conducido a un corral, próximo a Los Molinos, y así vino siendo hasta que el empresario de la Plaza pensó hacer más negocio con la lidia efectiva del toro. “Palmero” ya no salió embolado al redondel. Los picadores esperaban, y él debía tener libres sus astas. Añade Samper que la sorpresa fue grande cuando el animal, lejos de embestir, se puso junto al estribo como para proteger al caballo. ¿Qué advertía ya su instinto, qué voces le dirigía su querencia al no hallar en el ruedo el bullicio alegre, ni la confianza ni los correteos de las otras tardes?... Un peón apodado “Martitos” le tapó la cara con el capote desde la barrera, y así Ramón Arango entró a matar. Suma provechosa, la de sesenta pesetas, valiole al matador la media estocada que derribó a “Palmero”.

Espejo de Mastia (1962-1965) [Inauguración de la temporada]89 Por primera vez en este año van a abrirse mañana las puertas de la Plaza de Toros. Cruzarán el ruedo, al frente de sus cuadrillas, tres muchachos para los cuales no han sonado todavía los claros clarines de la fama. Sin embargo, el son de los que escucharán mañana prolongará, al llegar a sus oídos, el brillante camino que la esperanza les abre ante los pasos. En ese camino, según vayan recorriéndolo, podrán ver cómo el sol de las tardes felices pone destellos semejantes a los que arranca ya de sus trajes de luces; brillos que no se apagarán ni en las otras tardes tristes en que ronde a sus faenas el fracaso, si la afición y esa esperanza que ahora les anima se ven siempre asistidas por la voluntad y la fe. Ya dijo un diestro famoso que sobre el morrillo de los toros se halla todo: la destacada personalidad, el prestigio, la riqueza. Pues que los brazos de esos tres muchachos que mañana van a alternar en nuestra plaza, sean ágiles y firmes para ir alcanzando, con gracia torera, los dones aquéllos venturosamente.

89 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Inauguración de la temporada]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7432, 3 de marzo 1962, p. 1. El cartel al que se refiere el escritor cartagenero es el que estuvo formado por los novilleros Joaquín Camino, Antonio Cabezos “Antoñares” y Manuel Muriel, quienes se las entendieron con reses de Mercedes Souto, de Madrid. Véase el cartel en El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7432, 3 de marzo 1962, p. 3. 111


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[Comentario de Fernández Flórez sobre una banderilla]90 Como ayer, día de toros91, el tiempo se mostró variable y en el aire pasaban constantes cortejos de blancas nubes, a la hora de empezar la corrida se mostraba el cielo vestido de azul y plata. No vamos a tratar aquí sobre la lidia. Sólo vamos a destacar un caso que, por su rareza, nos parece digno de mención. Vimos una banderilla perfectamente clavada, enhiesta, derecha como un mástil. ¡Ah! Pero no en el morrillo de la res –ni siquiera en su cuello o en el anca, pues todo es toro–, sino en la arena de la plaza. Lamentamos la desgracia del banderillero que de tal modo remató la suerte, y se nos vino a la memoria cierto comentario de Fernández Flórez refiriéndose a un hecho semejante. Sorprendido al ver que un rehiletero fallaba, después de sus pasos de baile y el airoso cuarteo frente al único animal que recibe esos colgajos, decía el irónico escritor: “¿Y para eso tantas posturas delante del toro? ¡Ver quisiera yo cómo se las arreglaba el diestro, para ponerle banderillas a un gato!”. El de ayer, tal vez pueda llegar a conseguirlo.

[Juan Belmonte nunca vino a Cartagena]92 Cuando un torero famoso desaparece, el suceso produce una viva conmoción en las gentes, aunque aquél ya estuviera muchos años retirado de su profesión. Salen los toreros de la entraña del pueblo; en contacto directo con éste desarrollan toda su actividad, y nunca, ni alcanzando las más altas cumbres triunfales, se apartan del seno popular. Así ha impresionado estos días la muerte de Juan Belmonte. Dicen las estadísticas que, durante sus años de lidiador, toreó Belmonte cerca de ochocientas corridas. Seguramente lo hizo en todas las plazas españolas, a excepción de una, porque no llegó a pisar el ruedo de ésta de Cartagena. Se nos asegura que por dos veces estuvo contratado para alternar aquí, y las dos veces sufrió cogidas 90 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Comentario de Fernández Flórez sobre una banderilla]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7462, 9 de abril 1962, p. 1. Véase también RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Hojas sueltas. Galdós y ‘Machaquito’”. En: El Noticiero de Cartagena, 21 de julio 1972, p. [2]. 91 Esta novillada venía suspendiéndose desde el 4 de marzo. Por fin, se celebró el 8 de abril saliendo triunfador Antonio Cabezos “Antoñares” con reses de Mercedes Souto. Junto al diestro unionense componían la terna Joaquín Camino y el salamanquino Manuel Muriel. Vid ROPALO. “Novillada en Cartagena. Volvió a triunfar ‘Antoñares’, cortando orejas y saliendo a hombros. Una espada ‘dinamitera’. Cogida de Niño del Barrio”. En: Hoja del lunes, Murcia, Año 20, n. 1079, 9 de abril 1962, p. 6. 92 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Juan Belmonte nunca vino a Cartagena]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7464, 11 de abril 1962, p. 1. 112


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graves; precisamente, en las tardes de toros anteriores a las que en Cartagena le correspondían. Tales percances despertaron en su ánimo temerosa desconfianza, a pesar de que hay quien afirma que no era supersticioso, y ya no aceptó más contratos para esta plaza. Nada se sabe del misterio que establece los ejes alrededor de los cuales giran las vidas. Porque ahora mismo se nos informa también de que Juan Belmonte, accediendo a la invitación de unos amigos, proyectaba visitar Cartagena en la próxima Feria del Corpus. Y he aquí que la muerte, cortándole el paso, le ha cerrado éste y todos los caminos para siempre.

[Contra los espontáneos]93 La nueva reglamentación taurina señala fuertes sanciones contra quienes en las corridas se sienten “espontáneos”. Y con un trapo cualquiera se lancen al ruedo para demostrar casi siempre su azoramiento y su ignorancia, con la posibilidad, como ya ocurriera, de un percance trágico. Esa prohibición justa y humana ha motivado que aquéllos se manifiesten de otro modo. Con mucho menos riesgo se instalan junto a las puertas de las plazas, y allí colocan unos carteles toscos pidiendo por escrito, con la indicación de sus datos personales, que se les conceda una “oportunidad”. Con tal actitud y tal instancia se ha hecho continua la repetición de solicitantes. Ahora está de moda. Más tarde puede ser una plaga. Uno de ellos ha hecho también su acto de presencia en Cartagena, queriendo vestir aquí el traje de luces. Está en lo posible que cualquier muchacho de esos consiguiera llegar a diestro de cartel. Ojalá que la ilusión a ninguno engañase, como a tantos mosquitos que fracasan deslumbrados por una luz potente.

[La espina del “Cordobés”]94 En el ejercicio de las profesiones, hay momentos en que no todo son rosas para quienes las practican. También existen las espinas. 93 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Contra los espontáneos]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7501, 26 de mayo 1962, p. 1. Sobre los espontáneos en otros ámbitos como en el teatral véase J.R.C. “A vuela pluma. Los espontáneos”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8596, 24 de enero 1966, p. 6. 94 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [La espina de “El Cordobés”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7507, 4 de junio 1962, p. 1. 113


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Y con un espina de las más agudas tropezó el “Cordobés” en la novillada que se celebró el sábado en Murcia. La punzada fue honda y, en el aspecto moral, tan dolorosa quizás como pueda ser la de un cuerno desgarrando la carne. Pero ese azar adverso, sin embargo, no quiere decir que se haya malogrado la carrera ascendente del joven lidiador. Muchos famosos diestros lo padecieron asimismo, y a ninguno le cerró los caminos gloriosos. Porque tampoco hay que perder de vista la índole de los bichos que de vez en cuando corretean por las plazas; algunos tan a prueba de descabellos, que no se consigue acertarles –como le ocurrió al “Cordobés”– ni con once intentos95.

[El toro “Gaitero”]96 Se ha dicho que la cabeza del toro “Gaitero”, el que se le fue vivo hacia los corrales al “Cordobés” en Murcia, pasará a la historia de las reses famosas. Y un aficionado cartagenero ha mandado disecar aquélla. He aquí de qué manera un mansurrón va a figurar en los anales donde un nombre se perpetúa, cuando otros compañeros suyos, de índole brava, penetraron en el olvido desde el mismo instante en que los arrastraban las mulillas. Son cosas que se manifiestan hasta en la vida de los toros. Con ellos tampoco es la suerte para el que la busca, pues muchos que pelean noblemente la ven pasar de largo y, en cambio, topan con ella y la acaparan los perfectos bueyes. ¿Quién se acuerda, por ejemplo, de aquel gran toro que mató “Machaquito” y le inspiró a Benlliure su magnífica escultura “La estocá de la tarde”?97 En cambio nosotros hemos visto disecada la testa de un bicho que llevó de cabeza a Vicente Pastor, y por alguna parte andará quizás la del toro “Platero” que, en Valencia, se retiró tan campante con los mansos después de hacerle escuchar los tres avisos a Joselito el Grande98. 95 Efectivamente, la novillada se celebró el sábado 2 de junio en la plaza de toros “La Condomina” de Murcia, con ganado de don Ignacio Sánchez y Sánchez, de Salamanca. Junto a “El Cordobés” alternaron Ramón Sánchez y “El Caracol”. 96 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [El toro “Gaitero”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7509, 6 de junio 1962, p. 1. 97 Esto ya se lo habíamos visto en “Notas. ‘Machaquito’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 6, n. 1328, 1 de diciembre 1941, p. [7]. 98 Negro lombardo, marcado con el número 102, y de la ganadería de Moreno Santamaría, “Platero” pasó a la historia por ser uno de los toros que a lo largo de su intachable carrera Joselito el Gallo vio cómo lo mandaban al corral. El festejo se celebró el 29 de junio de 1915 y alternó con Rafael “El 114


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[En la Feria del Corpus]99 El ambiente de Cartagena con motivo de las dos corridas de toros celebradas en esta Feria del Corpus, ha recordado, aunque no del todo, aquél de las viejas ferias de agosto100. No ha sido la animación tan general y calurosa como entonces. Pero ambas corridas le han dado prestigio a la Feria, ya que, como bien se sabe, cuantas se celebran en España tienen como base principal la fiesta de los toros. Desearíamos, por eso, que todo resultara perfecto. Figuraban en los antiguos carteles muy pocos toreros, buscándose que siempre fueran los de talla profesional más alta. Hoy se prodigan nombres persiguiendo eminencias con el estímulo de un trofeo, y no es lo mismo. Ya sobre el terreno de la experiencia, bien estará rectificar lo que sea conveniente. En años sucesivos la organización de este festejo principalísimo deberá someterse a la atención más escrupulosa; tal como la Feria del Corpus se merece, y como exige la importancia que para ella se desea.

[“Gavira” en la Coronación de la Virgen de la Caridad]101 Durante la época de invierno abundan en Cartagena los días en que, luciendo el sol con brillo bondadoso, el ambiente es templado y alegre. En la mañana de uno de tales días, la del domingo 31 de diciembre de 1922, se celebró una novillada cuyo importe fue destinado a la coronación de la Virgen; beneficio que representó la suma de 1761,20 pesetas, las cuales fueron entregadas a la comisión por el presidente del Casino taurino, don Jaime López. En aquella corrida mató cuatro novillos el diestro cartagenero Enrique Cano “Gavira”, quien al dirigirse a la plaza visitó el templo Gallo” y Francisco Posada. “El Calvo” se cayó del cartel por encontrarse enfermo. 99 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [En la Feria del Corpus]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7519, 18 de junio 1962, p. 1. 100 El Corpus de 1962 quedó cerrado con tres festejos; dos corridas de toros y el domingo 24 de junio con novillos de doña Francisca Marín, de Villanueva del Arzobispo, para el nieto de “Machaquito” Rafael Cruz Conde González, Clemente Antolín “El Millonario” y Antonio Segura “El Malagueño”. Pero los dos platos fuertes a los que se refiere José Rodríguez Cánovas son el festejo anunciado para el sábado 16 de junio formado por seis toros de don Salvador Gavira, de San Roque, para Jaime Ostos, Diego Puerta y Paco Camino; y el domingo 17 con un novillo-toro para el rejoneador Fermín Bohórquez y seis astados de don Juan Salas del Rincón de los Barrios que fueron estoqueados por Jaime Ostos, Victoriano Valencia y Andrés Vázquez. 101 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [“Gavira” en la Coronación de la Virgen de la Caridad]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7531, 3 de julio 1962, p. 1. Sobre Gavira véase la biografía de Diego Martínez de Ojeda y Martínez Enrique Cano Iribarne “Gavira”: un torero de Cartagena (1893-1927). Cartagena: Editorial Corbalán, 2007. 115


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de la Caridad. Y por su carácter local, tanto como por su española y católica significación, fue una bella estampa la que compuso la figura alta y fina del torero, con su flamante traje de luces rosa y oro, acercándose a los pies de la Virgen para implorar su amparo102. Cuatro meses después, el 22 de abril de 1923 y ya en las fiestas por la coronación, “Gavira” volvió a torear aquí con Villalta y Fausto Barajas. Fue la corrida de la alternativa, que el 17 de junio del mismo año hubo de confirmarle en la plaza de la Villa y Corte otro gran matador de toros: el malagueño Paco Madrid. Nació Enrique Cano en la casa número 8 de la calle de la Pólvora el 9 de enero de 1893. No fue lo brillante que merecía su carrera taurina, a pesar de su condición de estoqueador excelente. Contaba más de veinte años cuando inició su triunfal competencia con “Rodalito” en aquellas novilladas económicas en las que el precio de la entrada general no llegaba a los dos reales, y se veía llena la plaza hasta el terrado. Y contaba, en fin, treinta y cuatro años, cuando el toro “Saltador”, de Pérez de la Concha, le causó la muerte en Madrid el 3 de julio de 1927.

[Tres torerillos principiantes]103 Recordábamos ayer, en la plaza de toros, los versos en que Benítez de Borja hizo alusión a un torerillo principiante: “...Un pasodoble torero parece que va marcando, y sobre su frente vuelan las palomas del aplauso” En los ojos de los tres muchachos que se hallaban en el ruedo brillaban miradas febriles y soñadoras; las miradas que se desvelan con la ilusión de la gloria, y perciben horizontes luminosos tras un círculo espléndido de sol y sombra. Revolaron en graciosos giros los capotillos y las muletas. Y con unánime aleteo, altamente sonoro, las palomas de los aplausos se alzaron una y otra vez en los tendidos. Eran entusiastas, a la vez que animosas y alentadoras. Y los torerillos sonreían saludando, ya con el signo de la esperanza floreciendo en sus frentes104. 102 El ganado pastaba en la dehesa de don Tomás Pérez Padilla, de Jaén. 103 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Tres torerillos principiantes]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7536, 9 de julio 1962, p. 1. 104 En el cartel estaban anunciados los novilleros Pedro Campillo, “el Filigrana” y el genio gitano 116


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[La Feria en “Verde y Oro”]105 En agosto de 1905 comenzó a publicarse en Cartagena una revista semanal de espectáculos titulada “Verde y Oro”. Aparecía los domingos, vendíase a cinco céntimos y era su director y propietario Juan Yúfera Martínez, de Santa Lucía, conocido con el apodo de “el Apañao”. Tenemos a la vista un ejemplar del segundo número. Sus ocho páginas trataban en distintas crónicas de lo concurrida que se veía la feria, sobre todo de hermosas mujeres, y de los acertados programas musicales que interpretaba la banda municipal dirigida por el maestro Aliaga. Buen espacio ocupaban las reseñas de las corridas de toros que se celebraron los días 6 y 7 del mes citado, en las cuales Antonio Fuentes y “Machaquito” lidiaron tres toros de Campos y de Cámara, respectivamente; toros de los cuales, el primero de la segunda tarde “levantó una tempestad de aplausos al presentarse en la arena, por ser uno de los más hermosos –decía el revistero– que he visto en mi vida”. Los seis toros de la primera corrida tomaron treinta y tres varas y mataron diez caballos; los de la segunda mataron catorce, después de arrancarse treinta y seis veces contra los picadores. Curiosos datos son estos sobre otra época del toreo. Unas poesías humorísticas daban variedad al texto de “Verde y Oro”, que se ilustraba, en fin, con fotografías del Muelle y de la feria. [Un Reglamento particular]106 Los programas de las corridas que van celebradas este año, han ofrecido la novedad de figurar en ellos el sello de la ganadería a que las reses pertenecieron y el de reproducir, en nutrido texto, abundantes artículos del vigente Reglamento taurino. Esta plaza tuvo en otros tiempos su reglamento propio, dictado por la Alcaldía. Recordamos, por ejemplo, el que con fecha 6 de agosto de 1891 ordenó el Ayuntamiento para las corridas que en la Feria de aquel año se celebraron los días 9 y 10, con toros de Cá“El Faraón”. Vid. UNO CUALQUIERA. “Toros. Campillo, un torero. Filigrana, un oportunista. Faraón, un estilista”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7536, 9 de julio 1962, p. 3. 105 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [La Feria en “Verde y Oro”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7543, 17 de julio 1962, p. [4]. 106 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Un Reglamento particular]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7552, 30 de julio 1962, p. 4. Este asunto también lo refirió en “Miscelánea cartagenera. Disposiciones municipales”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 26, n. 6791, 22 de enero 1960, p. [4]. 117


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mara y de la viuda de Barrionuevo lidiados por Espartero y Guerrita. La empresa expendería únicamente bajo su responsabilidad el número justo de billetes que determinaba la capacidad de la plaza; no permitiéndose la entrada a la misma de persona alguna con palos, bastones o cayados, ni otros objetos capaces de molestar al público o a los lidiadores. Solamente los empleados de la plaza podrían estar entre barreras, y los aposentadores llevarían un distintivo que los hiciera reconocer como tales. El jefe de las cuadrillas o director de lidia era responsable de las faltas que aquéllas cometieran, y se presentaría al presidente para recibir sus instrucciones antes de comenzar la corrida. Siempre habría dos picadores en el ruedo, y otro montado y dispuesto en la puerta de caballos, mientras durase en cada toro el primer tercio de la lidia. Los coches no subirían por la calle del Ángel, sino por la rampa del Hospital de Marina, y bajarían después pasando frente al cuartel de Antigones, la Muralla de Tierra y la rampa de las Puertas de San José. Y, en fin, quedaba prohibido que los carros en que se transportaban los caballos y los toros muertos bajasen por la referida calle del Ángel.

[Jugando al toro]107 Cuando éramos chiquillos y jugábamos a las corridas de toros –el juego que más nos agradaba– nuestra época de feria comprendía el año entero. Llegamos a tener nuestras cuadrillas, y también un toro propio, el cual caía rodando innumerables veces, pero siempre resucitaba con nuevo empuje y más expresión de toro bravo en el tablero de su cara. Toreábamos en distintos sitios, aunque nuestro lugar preferido era la plazuela de la Cruz. Allí no había tránsito frecuente, de tartanas ni de carros, y el que hacía de toro contaba con espacio suficiente para correr y revolverse y realizar terribles embestidas. La tela liviana de nuestros capotillos se desplegaba con gracia, y resultaban algunos lances como “dibujados”. La suerte de banderillas tampoco resultaba mal. Pero lo bueno venía cuando empuñábamos la muleta y un estoque simulado –lo mismo que hacen ahora los matadores de verdad– y nos dirigíamos a brindar a la presidenta. 107 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Jugando al toro]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7552, 6 de septiembre 1962, p. 1. Con algunas variantes lo vemos en J.R.C. “A vuela pluma. Los dos juegos”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8697, 25 de mayo 1965, p. [4]. 118


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Y es que la presidencia la ocupaban unas cuantas chiquillas –las primeras novias acaso– que gozaban aplaudiendo nuestras gallardías o riendo por nuestros revolcones. Y ¡qué seriamente, con qué sentido profesional tomábamos todo aquello! Nos considerábamos grandes toreros, y hasta alguno de nosotros hubo que un día, al pelarse, consiguió convencer al peluquero para que le dejara un mechoncito y que le creciera la coleta. Ya no se juega a las corridas de toros. El sentido de la belleza ha variado en la infancia, y a los críos de ahora les gusta más el fútbol aunque en el juego no haya presidentas. No saben dar una verónica, pero saben chutar. Algunos ya lo hacen de tan diestra manera que el porvenir tal vez se les ofrezca como un gran marco abierto ante la fuerza de sus pies.

[El valor del dinero]108 Cuando a un chico le daba su padre una peseta el domingo, le decía: – “Adminístrala bien, pues tienes que aprender lo que vale el dinero”. Esto era, claro está, allá por los años de la segunda decena de este siglo venturoso. Y el chico, tan campante, salía con su traje nuevo y sus diez perras gordas dispuesto a pasarlo bien. ¡Ya lo creo que lo pasaba! Si era aficionado al cine, el Máiquez y el “Sport” –hoy Central– le brindaban los pases a general o a preferencia por cinco y diez céntimos respectivamente. Y se deleitaba con célebres películas, en serie, como “La moneda rota” o “La mano que aprieta”, cuyo personaje principal, el Conde Hugo, desplegaba su astucia y su valor tan desarrollados como sus patillas. Si su gusto le inclinaba hacia el teatro, tenía el Principal, por ejemplo, cuyo escenario frecuentaban la compañía lírica de Andrés López y la de comedias de Juan Espantaleón, costando la entrada general quince céntimos si la sección era sencilla, y un real si la obra constaba de dos o más actos. ¡Poco venturoso que era estar en el paraíso durante unas horas por cinco perrillas! En el caso de que al chico ya le gustaran las buenas letras, la “Novela Corta” y la “Novela Teatral” ponían en sus manos, a cambio de cinco céntimos la primera y diez la segunda, obras completas de los mejores novelistas y dramaturgos. Y si, en fin, tenía despierta la afición por la fiesta nacional, unas 108 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [El valor del dinero]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7588, 11 de septiembre 1962, p. 1. 119


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entradas de treinta y cinco céntimos, le permitían presenciar desde el tendido de la plaza de toros aquellas novilladas económicas en que rivalizaron “Rodalito” y “Gavira”. Por la noche el muchacho se dormía feliz, a causa de tres razones: por haber cumplido la recomendación paterna, por tener una idea sobre el valor del dinero, y por haberle sobrado cuartos todavía.

[Competencias y competiciones]109 Las competencias entre dos toreros durante la lidia, contribuyeron al realce y al prestigio de la fiesta nacional. Los aficionados sentían en sus adentros la comezón ardiente que producen las grandes pasiones, y rivalizaban a su vez entre sí queriendo cada uno llevar su gato al agua. Y no solo discutían con su vecino de localidad, gritaban hasta desgañitarse y le arrojaban puros a su torero favorito, sino que después, en las tertulias y hasta en los lugares de trabajo, proseguían manteniendo con su fervor el tono de la fiesta. Pero cuando sobre los lidiadores se tendió por diversas razones ese velo de uniformidad que predomina y hace que todos, siendo buenos toreros, realicen faenas semejantes sin distintivo personal, las corridas de toros se hicieron monótonas. Y esto coincidió con el empuje de otro espectáculo popular, el fútbol, siendo sustituidas las competencias por las competiciones. Desaparecieron los bandos partidistas, los que apostaban por éste o el otro diestro, y las gentes de cada localidad se agruparon por entero detrás de su equipo de jugadores. Todo eso está muy bien. Mas como lo que abunda no daña y continúan existiendo los aficionados a la fiesta de toros, ahora tenemos aquí, en Cartagena, la ocasión de que aquella recobre sus antiguos fueros entre nosotros. Y todos, siendo así, nos veríamos contentos. Podía ocurrir eso mediante una competencia noble, vistosa y apasionada entre dos toreros locales, capaces de mantenerla, pues cuenta con valor y condiciones para ello. “Rubito” y “Antoñares”, mano a mano, constituirían sin duda alguna poderosa atracción desde los carteles y en el ruedo.

109 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Competencias y competiciones]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7594, 18 de septiembre 1962, p. 1. 120


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[Clubs taurinos]110 Cuando el número de aficionados al festejo taurino constituía en Cartagena un censo respetable, acabó por ocurrir como con la política. Lo mismo que cada uno de los prohombres destacados contaba con sus corifeos, y cada grupo de estos formaba un Círculo, diversas figuras del toreo consiguieron agrupar aquí determinado número de fieles con sus capillitas y todo. En la calle Mayor estuvo el gran “Club Taurino”, del cual eran socios los aficionados más antiguos, los de solera y los menos individualistas, aunque abundaran luego los partidarios de Rafael González “Machaquito”, que con tantos amigos contó en nuestra ciudad. Pero aislados, independientes, ostentando cada uno su propio banderín, existieron durante años diversos: el “Club Gaona” en la calle del Pozo, el “Club Gavira” en la del Aire, el “Club Bienvenida” en Los Molinos, el “Club Relampaguito” en San Antón, el “Club Vicente Pastor” en Santa Lucía. Cada uno de aquellos locales estaba presidido por un retrato del torero cuyo nombre llevaba. Y todos los socios, ya ojearan el “Sol y Sombra”, “El Eco Taurino” o “The Kon Leche”; ya discutieran las crónicas de “El Barquero”, de “Don Modesto” o de “Chelele”; o ya, simplemente, pasaran el tiempo jugando al dominó, todos, decimos, alimentaban en el fondo de sus pechos la lumbre de la afición que nunca se extinguía. Últimamente, hace quince o dieciséis años, se intentó volver a la vieja costumbre con la “Peña Luis Redondo”, que estuvo instalada en la calle del Duque, sobre el Café Casal, y en la que además de hablar sobre toros se llevó adelante una interesante labor de cultura. Ahora, en La Unión, está recién nacida la “Peña Antoñares”. Bien le deseamos un desarrollo próspero, cimentado con los éxitos de un muchacho modesto y valiente que merece recorrer un camino triunfal.

[Los libros viejos]111 Los libros viejos tienen un singular encanto. Ya lo aseguró Menéndez Pelayo al decir que guardaba uno de ellos con gran amor. 110 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Clubs taurinos]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7606, 2 de octubre 1962, p. 1. 111 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Los libros viejos]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7611, 8 de octubre 1962, p. 1. 121


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“Antoñares” en la Peña que lleva su nombre. La Unión, octubre 1962. A su izquierda D. Eduardo Bonet. Foto facilitada por D. Antonio Cabezos “Antoñares”.

En los establecimientos de publicaciones antiguas –libros, folletos y revistas– solían hacerse felices hallazgos. Las obras de muchos autores que ya no se encontraban en librerías, eran a veces descubiertas allí. Y periódicos con noticias curiosas. En una de las entradas en la Plaza de San Sebastián, junto al Ateneo, estuvo en Cartagena el puesto de Alfonso Orozco. Éste, que después se hizo maestro nacional y se alejó de aquí, contaba con una clientela selecta y segura. A veces, por entonces, también tropezaba uno con algún libro interesante si visitaba el baratillo de Blaya en la calle de San Francisco. No hace mucho tiempo, situado en la entrada de la calle Honda existió un carrillo con libros viejos, cuyo dueño hacía pensar por su traza en algún personaje de Gorki. Y en la esquina de la calle Santa Florentina con la del Carmen, realizó igual comercio con otro carrillo Benito Blázquez “Castizo”112, aquel que fue excelente banderillero y mejor peón en la cuadrilla de “Gavira”, alternando en tales menesteres subalternos con José Pérez “Morito”. Hoy, dedicado exclusivamente a la venta de libros viejos, no queda más que Juan Martínez Abellán, con sus armarios y su cuchitril en un portal con la calle Santa Florentina. 112 A este mismo personaje alude y el mismo comentario vierte en “Hojas sueltas. Los libros viejos”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 10437, 18 de marzo 1972, p. [2]. 122


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Pero ya es muy difícil el encuentro de algún tomo apetecible, como no sea mediante una extraordinaria y rarísima casualidad.

[Figuras de antaño]113 Cierta colección de programas correspondientes a corridas de toros celebradas aquí hace muchos años, entre 1908 y 1915, nos han permitido recordar figuras y momentos de aquel tiempo. Están la majeza de Manuel Mejías “Bienvenida”; la sonrisa constante de Ricardo Torres “Bombita”, siempre inmutable ante el peligro; la nerviosa impaciencia de Rafael González “Machaquito”, galán de romance cartagenero por su noviazgo y su boda en Los Molinos; la sobriedad norteña de “Cocherito de Bilbao”, aquel Cástor Ibarra que omitía en los carteles su primer apellido, Jauregabeitia, acaso por no considerarlo acorde con el ritmo juncal de la fiesta; el entrecejo azteca de Rodolfo Gaona; la traza gitana de Rafael el “Gallo”, y la otra espigada y casi aristocrática de su hermano José...114 Como ellos hicieron el paseíllo cruzando el redondel otros espadas más modestos, pero que sabían alternar dignamente: “Guerrerito”, el “Algabeño”, Paco Madrid, Martínez Vázquez, Mazzantinito... Y para no salir con vida de la plaza, Fermín Muñoz “Corchaíto” el 9 de agosto de 1914. Después de las corridas tenía lugar en el Muelle el desfile de coches. Los mantones de Manila que habían engalanado los palcos de la plaza se tendían sobre el respaldo de los carruajes; y cada uno de éstos, al paso de los caballos, iba convertido en trono de mujeres hermosas con mantillas blancas. Era tal desfile, por su importancia y su rango, un cortejo que más parecía de reinas o diosas.

[Por el Hogar de la Infancia]115 De nuevo la música, dentro de pocos días, va a sonar interpretando el mejor de los pasodobles toreros. 113 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Figuras de antaño]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7594, 24 de octubre 1962, p. 1. Muy parecido a “Perfiles cartageneros. A la salida de los toros”. 114 Desde este párrafo en adelante se puede contrastar el comentario con lo leído en RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Perfiles cartageneros. A la salida de los toros”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 23, n. 6058, 5 de agosto 1957, p. 3. 115 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Por el Hogar de la Infancia]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7627, 27 de octubre 1962, p. 1. 123


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No importa su título. Ni siquiera su autor. Lo que interesa, por encima de todo, es que su ritmo y sus cadencias responden y se ajustan a los sentimientos generosos de Cartagena. Acabó ya la temporada taurina. Vibrando la jota en las riberas del Ebro, señaló sus finales con las corridas del Pilar. Llegó la tregua y con ella el descanso para los lidiadores. Pero uno de ellos mantiene con fidelidad en su memoria el Hogar de la Infancia de nuestra ciudad. Recuerda las voluntades que aquí trabajan por la institución, y piensa en el calor de nido que en ella se ofrece a los niños sobre quienes recayó la desventura. Juan García “Mondeño” va de nuevo a pisar este ruedo en beneficio del Hogar. Su acción caritativa despertó estímulos, y otros toreros le acompañan: Antonio Bienvenida, el “Litri”, Paco Camino, con el caballero rejoneador don Fermín Bohórquez. Sonará pronto el mejor de los pasodobles toreros. Y a compás suyo, si es posible ahogando sus notas, deberán sonar asimismo aplausos firmes, unánimes y atronadores116.

[Esperanzas toreras locales]117 La temporada taurina en Cartagena no ha sido mala este año. En novilladas de tipo económico, presentose la ocasión de aplaudir a toreros locales en los que la afición ha puesto sus esperanzas: “Antoñares”, “Rubito”, Juanito Sáez... En otras de mayor importancia se presentaron novilleros que ya son matadores de toros, como Andrés Vázquez y “Orteguita”, y el “Cordobés” dejó sentir unos soplos del viento fuerte que levanta con ráfagas de emoción y tragedia. Las corridas de toros durante la Feria del Corpus hicieron luego renacer aquel ambiente que animaba a Cartagena en las antiguas Ferias de agosto. Y ahora, para finalizar la temporada el festival en beneficio del Hogar de la Infancia se anuncia con el mejor cartel, ya que éste se ilumina con las luces del arte, del prestigio y, fundamentalmente, de los sentimientos caritativos118. 116 Organizado por la Junta de Damas del Hogar de la Infancia dicho festival se verificó el sábado 10 de noviembre de 1962. Fermín Bohórquez Escribano, Antonio Bienvenida, Miguel Báez “Litri”, Juan García “Mondeño” y Paco Camino se encargaron de lidiar y estoquear ganado de don Fermín Bohórquez, de Jerez de la Frontera (Cádiz). Vid. “El Festival del sábado a beneficio del Hogar de la Infancia. A pedir de boca”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7639, 12 de noviembre 1962, p. 5. 117 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Esperanzas toreras locales]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7634, 6 de noviembre 1962, p. 1. 118 Vid. “El Festival del sábado a beneficio del Hogar de la Infancia. A pedir de boca”, op. cit. 124


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Pero con esto, y porque ninguna de las cosas de la tierra hay que olvidarlas, el pensamiento vuela hacia un paisano, Rafael Jiménez Márquez, que ya levantó por otras plazas su flamante bandera de buen torero; bandera que es de esperar luzca aquí también, desplegada y airosa en el viento, durante la próxima temporada.

[Un recuerdo para la Infancia]119 En el festival taurino del sábado a beneficio del Hogar de la Infancia, sucediéronse unos momentos que no quedarán envueltos en el manto oscuro donde suele borrarse lo pasado. Dejarán, por el contrario, recuerdos permanentes. Y son aquellos instantes en que los cuatro espadas atravesaron el ruedo para ir a brindar la muerte de sus toros respectivos a los asilados del Hogar que presenciaban la corrida. Todo lo que se desarrolla con especial relieve en la infancia, todo cuanto la impresiona se mantiene vivaz en la memoria. No importa que la vida se prolongue mucho, acumulando tristezas y alegrías. Nada vale tanto como lo sentido en la niñez, y así los pequeñuelos del Hogar recordarán siempre a los hombres generosos que, para conseguirles un bienestar y una felicidad mayores, abandonaron su propia comodidad afrontando un peligro. Es hermoso el festejo taurino. Ofrece motivos incesantes de belleza el arte del toreo. Mas todo se amplía y se magnifica sobremanera, con detalles como ese de los brindis a los niños en el festival del sábado. [Cuando Manolo Bienvenida se presentó en Cartagena]120 Mañana, si viviera, cumpliría cincuenta años Manolo Bienvenida. Entre dos fechas bien próximas quedó encerrada su existencia. Nació en Sevilla el 23 de noviembre de 1912. Murió en San Sebastián el 31 de agosto de 1938. Pero en ese efímero tránsito, en esos veintiséis años, su carrera fue rápida y brillante. Solo contaba doce cuando toreó su primera becerrada en unión de su hermano José. Y el 30 de junio de 1929 recibió en Zaragoza la alternativa, que confirmó en Madrid el 30 de 119 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Un recuerdo para la Infancia]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7639, 12 de noviembre 1962, p. 1. 120 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Cuando Manolo Bienvenida se presentó en Cartagena]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7648, 22 de noviembre 1962, p. 1. Sobre los Bienvenida véase “La saga de los ‘Bienvenida’”. En: SERRANO BOTELLA, Á., op. cit., pp. 137-141. 125


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octubre del mismo año. Su toreo alegre y vistoso, de puro carácter sevillano; su conocimiento y dominio de todas las suertes, lo elevaron con rapidez y fue entre los lidiadores, si bien una estrella fugaz, astro de poderoso brillo. Los viejos aficionados cartageneros recordarán su presentación en esta plaza apenas comenzó de becerrista121. En su cara infantil se reflejaba, al torear, la misma expresión de los niños cuando están entregados a un juego placentero.

Manuel Mejías Rapela “El Papa Negro”, Antonio, Pepe y Manolo Bienvenida en la Plaza de toros de Cartagena. Foto cedida por D. Ginés Martínez González.

En el rostro del padre, que acompañó a los dos hermanos, las ovaciones que recibían los chiquillos dibujaron una emoción intensa; era reflejo a su vez de aquella otra, tan lejana como su juventud, de la tarde en que las manos echaban humo al aplaudirle a él cuando el naufragio del “Sirio”122.

121 Este acontecimiento tuvo lugar el 26 de julio de 1925, junto a su hermano Pepe. Distintos diarios nacionales se hicieron eco del triunfo conseguido. Así, por ejemplo, en Muchas gracias leemos: “En Cartagena han alborotado los peques hijos de Bienvenida”. Vid. “The Kon Leche. Krónika taurómaka. Los recién nacidos”. En: Muchas gracias: revista cómico satírica, Madrid, Año 2, n. 79, 1 de agosto 1925, p. 18. 122 Este suceso ya fue mencionado, por ejemplo, en “Días y gentes. Cartel de Feria. II”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 12, n. 2967, 24 de abril 1947, p. 2. 126


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[Un becerro muy bravo]123 Entre las noticias que ayer publicamos está la de que, en la Línea de la Concepción, y en un festival taurino, a petición del público le fue perdonada la vida a uno de los novillos por su bravura y nobleza. Es un caso que se ha dado bastantes veces, y no solo novillos, sino toros hechos y derechos, han alcanzado merced tan señalada y tan honrosa. Lo que no ha sucedido en parte alguna, ni antes ni después, es lo que aquí pasó una vez en el barrio de Santa Lucía. Este barrio cartagenero ha celebrado siempre la festividad de su Patrono con populares y atrayentes festejos. Pues en el año 1891 tuvo lugar el 25 de julio, día de Santiago, una becerrada durante la cual sucedía el caso tan original éste que, como ya se dice, no se registra otro semejante en los anales taurinos. Porque de tal manera entusiasmó la bravura de uno de los becerros, que además de serle perdonada la vida, los mismos lidiadores lo pasearon en andas, llevándolo así hasta el pie de la presidencia124.

[Museos Taurinos]125 En algunas Plazas de Toros –las de Madrid, Valencia y Córdoba, por ejemplo– existen unos curiosos Museos taurinos. También hay uno en la de Cartagena. Fundado por el que fue conserje de ella, don Juan Cánovas Albadalejo, si no puede ostentar la importancia de aquellos otros, ofrece, con su modestia, bastantes objetos de interés. Copiosa colección de carteles y fotografías representan, gráficamente, casi toda la historia de la fiesta de toros en nuestra ciudad o, por lo menos, su época más brillante. Uniéndose tales recuerdos a otros testimonios dan al Museo mayor valor, y así se ven la “media luna” que antaño se usara para desjarretar los toros a los cuales el espada no acertaba a dar muerte; divisas que lucieron determinadas reses cuya bravura las hizo sobresalir en tardes memorables; pares de banderillas colocadas 123 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Un becerro muy bravo]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7648, 11 de diciembre 1962, p. 1. 124 Comentada igualmente en RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Cartagena en 1891. Días 25 y 26 de Julio”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 5752, 26 de julio 1956, p. 3. 125 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Museos Taurinos]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7688, 10 de enero 1963, p. 1. 127


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por diestros famosos; rejones; alamares que lucieron su palpitación luminosa junto a la seda, en los trajes de ciertos lidiadores... En abundante grupo se reúnen los recuerdos del matador de toros cartagenero Enrique Cano “Gavira”. En ambos lados de un gran retrato suyo, una de las paredes del Museo sostiene las cabezas de dos toros: el de su alternativa en esta plaza126, y el de la confirmación en Madrid127. Entre carteles los hay de corridas celebradas hace más de un siglo. Entre los retratos, asimismo los hay de otros toreros locales, de viejos aficionados y de empresarios que tuvo la plaza. Son, pues, objetos curiosos y dignos de ser vistos, los que guarda con abundancia este Museo Taurino.

[Rafael Jiménez Márquez]128 Curioso es observar de qué modo se combinan a veces circunstancias imprevistas. No hay causa conocida que las ordene o las disponga, y solamente la casualidad entra en juego; pero con tanto acierto que, sin trampa alguna, el resultado es suyo. Vamos con esto a referirnos a un caso de especial interés; el cual, aunque no haya sido realidad todavía, nada más que con su anuncio deja ya indicado el motivo casual. Nuestro paisano el novillero que fue descubierto en Cádiz y que triunfalmente toreó el año pasado en diversas plazas de Andalucía la Baja, Rafael Jiménez Márquez, escribió a un cultísimo aficionado cartagenero, nuestro colaborador don Agustín Samper, cierta carta que fue reproducida en este periódico. Abundaban en dicha carta los conceptos de noble sinceridad, y al final le decía: “Cuando visite usted a nuestra Patrona la Virgen de la Caridad dígale que aquí hay un torero muy modesto que la recuerda todos los días, y siempre, cuando brinda un toro, con el pensamiento se lo brinda a Ella”129. Es bonita esa frase de Rafael Jiménez Márquez. Son hermosos el 126 El festejo sirvió de cierre a la celebración de la Coronación de la Virgen de la Caridad. “Guitarrito”, número 77 de la ganadería de Felipe Pablo Romero, fue el toro de la alternativa de “Gavira” que la recibió de manos del diestro aragonés Nicanor Villalta. Obtuvo un triunfo apoteósico consiguiendo las orejas y el rabo de la res. 127 Esta tuvo lugar el 17 de junio de 1923, de manos de Paco Madrid que le cedió la muerte de un toro de doña Prudencia Bañuelos. El astado respondía al nombre de “Renegao” y actuó de testigo Julián Sainz Martínez “Saleri II”. 128 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Rafael Jiménez Márquez]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7734, 5 de marzo 1963, p. 1. 129 La carta en cuestión se publicó en El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7650, 31 de octubre 1962, p. [6]. 128


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amor y el fervor que le hacen recordar así a la Virgen de su tierra. Y ved ahora la casualidad. Está ya proyectada la presentación de nuestro paisano en esta plaza; y la tarde en que hará el paseíllo cruzando el ruedo será precisamente la del Viernes de Dolores, festividad de nuestra Patrona130.

[Dos novilleros cartageneros en el Viernes de Dolores]131 Parece ser que abril, con señales de tiempo bueno, ha convencido a la Primavera, que comenzó tan arisca, para que siente la cabeza. Contribuyen a lo grato del ambiente, sin duda, los carteles anunciadores de la corrida que se va a celebrar el Viernes de Dolores. Su brillante y luminoso colorido, la perfección de la estampa y los nombres de los toreros, equivalen a voces altas, vivas y jubilosas que remueven y estimulan la afición a la fiesta. El segundo de los “Mondeño” tiene aquí abiertas de par en par las puertas de la simpatía, mediante la obra generosa que el otro “Mondeño”, el primero, ha realizado por el Hogar de la Infancia. “El Bala”, de quien aseguran que sale a los ruedos lleno de coraje, promete con tal noticia que se habrá de sentir la emoción donde el festejo taurino cimenta su carácter exacto. Y, en fin, Rafael Jiménez Márquez une a su título de buen lidiador, obtenido con triunfos constantes en plazas andaluzas, otro de mayor alcurnia: el título de cartagenero, que es lo mejor que se puede ser en este mundo. Volvemos al principio; al tiempo bueno, cuyas señales son ésas con que abril ha iniciado sus días, y aquél que diga lo contrario se vuelve de espaldas hacia la realidad.

[Rafael Jiménez Márquez, el torero descubierto en Andalucía]132 El día de ayer se destacó por su indecisión. Tan pronto lucía el sol con sus brillos alegres, como caían chaparrones que sin ser violen130 El sábado 15 de junio de 1963 se verificó la novillada anunciada con reses de la ganadería de Frías Hermanos, de Villamanrique (Ciudad Real), para los novilleros Manuel Álvarez “El Bala” (que ya había triunfado en el coso de Cartagena), el cordobés Gabriel de la Haba “Zurito” y Rafael Jiménez Márquez. 131 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J.]. “Espejo de Mastia”. [Dos novilleros cartageneros para el Viernes de Dolores]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7757, 2 de abril 1963, p. 1. 132 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J.]. “Espejo de Mastia”. [Triunfo de Rafael Jiménez Márquez]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7760, 5 de abril 1963, p. 1. 129


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tos, deslucieron bastante la festividad. Con lluvia o sin ella, no dejó la gente de acudir a la iglesia de la Caridad para rezarle a la Patrona que en su trono resplandecía gloriosa. Grandiosidad solemne revistió la misa de Pontifical oficiada por el Obispo de Cartagena, como también la tuvo el Vía Crucis celebrado por la tarde con una brillante intervención de la Masa Coral “Tomás Luis de Victoria”. Iguales bromas que por la mañana siguió gastando el tiempo durante la tarde, quitando asimismo luminosidad a la corrida. Si bien se asomó el sol al salir las cuadrillas, estuvo lloviendo desde la lidia del cuarto novillo. Sin embargo, la lluvia adquirió entonces otro significado. Quiso el cielo celebrar también el éxito de nuestro paisano Rafael Jiménez Márquez, y así le ofreció el más hermoso de los arcos triunfales, el arco iris, que brilló en la altura mientras el muchacho desarrollaba su excelente faena de muleta en el sexto toro133.

[“Peña Luis Redondo”]134 Hace unos veinte años, cierto novillero modesto logró, mediante repetidas tardes triunfales, buen número de partidarios entre los aficionados cartageneros a la fiesta de toros. Ese novillero fue Luis Redondo. Su nombre dejó de figurar pronto en los carteles, se apagó el brillo de su naciente fama, pero lo cierto es que por entonces hizo a muchos concebir la esperanza de verlo ascendido hasta la zona más alta del toreo. Por eso aquí se fundó una sociedad que llevó su nombre, la “Peña Luis Redondo”, instalada en el primer piso de la casa cuyos bajos estaban ocupados por el Café Casal. Era una sociedad modesta, como el mismo torero, mas también amable a semejanza de él. Estuvo presidida por un viejo aficionado, Diego Morales, periodista y revistero de toros durante los tiempos aquellos en que se publicaban hasta cinco periódicos diarios en nuestra ciudad. Morales escribía en “La Tierra”. Pero con toda su modestia, la “Peña Luis Redondo” llevó adelante una labor meritoria. No sólo se reunían los socios en su local 133 El festejo tuvo lugar el día 4 de abril y no el 5. Con ganado de Tomás y Luis Frías, de Villamanrique (Ciudad Real) hicieron el paseíllo los novilleros José García “Mondeño II”, Manuel Álvarez “El Bala” y Rafael Jiménez Márquez, “el torero cartagenero que ha sido descubierto en Andalucía”, tal y como rezaba en los anuncios publicados en la prensa local. 134 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [“Peña Luis Redondo”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7788, 15 de mayo 1963, p. 1. Se puede completar la información con “Luis Redondo, ídolo de la afición cartagenera”. En: SERRANO BOTELLA, Á., op. cit., pp. 113-115. 130


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para tomar café, jugar al dominó, ojear revistas, conversar o discutir, sino que acudían todos los sábados por la noche a los actos de carácter cultural que no dejaron de celebrarse mientras la “Peña” subsistió. Charlas, conferencias, lecturas de poesías y conciertos, tuvieron lugar allí. Y el auditorio era siempre nutrido, y los aplausos resonaban durante largo rato extendiendo por aquel espacio de la calle del Duque sus ecos gozosos. Bien merece un recuerdo cordial, por todo eso, la sencilla, acogedora y ejemplar “Peña Luis Redondo”.

[“El Bala”, “Zurito” y Rafael Jiménez Márquez]135 Una excelente y definitiva propaganda para la novillada de mañana la constituyen las noticias sobre las que ayer tuvieron lugar en otras plazas. Los tres espadas que van a torear aquí –“El Bala”, “Zurito” y Jiménez Márquez– obtuvieron trofeos valiosos. Ya se sabe que para los toreros tales galardones son las orejas y los rabos de las reses, cuyo número, al aumentar, les otorga un prestigio semejante al que los indios bravos conseguían cortando cabelleras. Así hemos sabido que ayer “El Bala”, en San Sebastián de los Reyes, atrapó tres de los codiciados apéndices; uno le correspondió a “Zurito” en Jaén, y dos a nuestro paisano Rafael Jiménez Márquez alternando en Cádiz. Estas noticias animan mucho. Y si ya desde su anuncio despertó interés nuestra novillada, vino a juntársele, desde la misma tarde del domingo pasado, el deseo de ver alguna cosa buena que fracasó con la desdichada corrida de bueyes de la Feria del Corpus136. Dicen los clásicos que así va la vida. Afortunadamente los desengaños tienen de contrapeso una mayor esperanza, y a toda ilusión siguen los consuelos de otra confianza más ilusionada todavía. Deseamos que mañana represente la fiesta una tarde triunfal, no solo para nuestro paisano, sino para todos los toreros. Que les sean cortadas a los seis novillos las doce orejas de que disponen y, como no hay más, que el premio se amplíe, si es necesario a los rabos, cercenados asimismo de raíz y gloriosamente. 135 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [“El Bala”, “Zurito” y Rafael Jiménez Márquez]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7814, 14 de junio 1963, p. 1. 136 El domingo 9 de junio se celebró la corrida de la Feria y Fiestas del Corpus con un atractivo cartel formado por el rejoneador Josechu Pérez de Mendoza y los diestros César Faraco, José Julio y Carlos Corbacho que habrían de lidiar reses de don Juan Muriel de Olmedilla (Salamanca). 131


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[Sobre la Feria del Corpus]137 Ya finalizada la Feria del Corpus queda manifestándose un deseo. Y éste, al cual damos suelta porque nada queremos que se nos quede en el tintero, es el de felicitar a la Comisión Municipal de Festejos. Pero tal felicitación la unimos al propio tiempo con una esperanza: la de que sienta ella a su vez el afán legítimo de superarse, con el fin de que el programa en el año que viene sea mejor todavía. Es el nombre de nuestra ciudad lo que más interesa en todo y siempre. Es la trascendencia de sus posibilidades, el prestigio de sus hechos y la fama de sus éxitos. Y como ya por ahí se habla favorablemente de la Feria del Corpus en Cartagena, preciso es que, en lo sucesivo, las voces que ya la elogian prodiguen los más sonoros ecos triunfales. Hemos vuelto a presenciar espectáculos bellos. Hubo hermosas y benditas risas infantiles con los desfiles de gigantes y cabezudos. Comediantes famosos y famosos cantantes deleitaron con el arte de la interpretación en lo dramático y lo lírico. Lució la danza sus ágiles ritmos. Dibujaron sobre el cielo constelaciones fantásticas los fuegos artificiales. Una de las tardes de toros trajo al redondel de nuestra plaza el abolengo de las grandes faenas. El “coso multicolor” constituyó una estampa luminosa y alegre. Y las dianas, y el estampido de las bombas de palenque, las verbenas y los pasodobles, han completado el conjunto armonioso en torno a la gran fiesta eucarística del Corpus Christi. Se van viendo cumplidos, con todo eso, los deseos expresados por el alcalde al iniciarse el año pasado la celebración de esta nueva Feria. “Queremos dotar a Cartagena –dijo– de unas fiestas dignas de su rango histórico y su categoría actual. Pero también es nuestro propósito que ellas sean verdaderamente populares y muy diversas, para que nadie deje de divertirse en esta gran ocasión”. Sigamos caminando, porque se puede llegar muy lejos.

[Cuando “Distinguido” terminó con “Corchaíto”]138 “Distinguido” se llamaba el toro colmenareño, que mató a “Corchaíto” durante la corrida de feria celebrada en Cartagena el 9 de agosto de 1914. 137 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Sobre la Feria del Corpus]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7819, 20 de junio 1963, p. 1. 138 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Cuando “Distinguido” terminó con “Corchaíto”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7859, 9 de agosto 1963, p. 1. 132


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Era Fermín Muñoz de poca estatura, pero de buen tipo, y su rostro alegre y avispado se mostraba ya, antes de hablarle, pregonero fiel de lo cordial y afable de su trato. Y era, en su profesión, valiente y lleno de buena voluntad. Un poco nervioso, por su temperamento inquieto, no aguantaba sus faenas con la perfección y vistosidad de otros toreros. Mas sobre todo estaba siempre el anhelo de complacer al público, y así conseguía escuchar aplausos. Aquella tarde sonaron estos fuertemente, para premiar unas verónicas y unos lances afarolados con los cuales toreó a “Distinguido”. Con ellos se enardeció “Corchaíto”. Y por aquel afán suyo, por aquella comezón profesional que lo distinguía, se estrechó y se adornó toreando luego de muleta. Pero su impaciencia para lograr una buena estocada lo perdió. Obligó a que los peones y el puntillero levantasen por dos veces al animal. Y a la tercera, en que dicen que la vencida, a él se le llegó el definitivo vencimiento en brazos de la muerte la cual lo arrastró consigo de manera casi instantánea, porque si una cornada en la ingle ya era grave, la otra, recibida en el pecho, le había llegado al corazón.

[Entre pasodobles y toros]139 Volviéndose una vez más hacia el pasado; reflejando en su cristal una cualquiera de las incidencias que ese pretérito contiene en el copioso archivo de noticias, surge hoy de nuevo la de los conciertos en el paseo del Muelle. Por ejemplo; en tal día como ayer del 1890, le correspondió amenizar el “real” de la Feria durante la velada a la Infantería de Marina, cuyos pitos, dirigidos por la prestigiosa batuta del maestro Roig, dieron admirable interpretación, como hacían siempre, al siguiente programa: Pasodoble “Tenerife”, original del director de la banda. Fantasías de “La Gran Vía” y de “Excelsior”, de los maestros Chueca y Marenco respectivamente. Jota de “El molinero de Subiza”, de Oudrid, y el pasodoble “Guerrita”, del maestro Mateos. Aquella tarde se había celebrado la primera corrida de feria, lidiándose toros de Cámara por el “Espartero” y “Guerrita”. Otra 139 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Entre pasodobles y toros]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7860, 10 de agosto 1963, p. 1. 133


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corrida con las mismas cuadrillas estaba anunciada para el día siguiente, es decir, el 10 de agosto140. Pero, volviendo al asunto inicial, hay que añadir que la banda de Infantería de Marina escuchó aplausos extraordinarios porque el paseo se hallaba “de bote en bote”. Según la referencia, aunque aquel año no hubo rebaja en el ferrocarril, era mucha la gente que había venido a bañarse y a ver los toros. Llegaron los trenes atestados, y numerosos carros y tartanas venían sin cesar de los pueblos del término. [Triunfos sin reconocimiento]141 Cuando en la tarde del 15 de junio, es decir, en la novillada de la Feria del Corpus142, obtuvo nuestro paisano Rafael Jiménez Márquez aquel triunfo que por mucho tiempo estará en la memoria de cuantos lo presenciaron, éstos, sin duda alguna, pensarían dos cosas: la primera, que Cartagena tenía, no ya un torero, sino el mejor y más inteligente de todos los que aquí se inclinaron hacia esa profesión. Y la segunda, con visos de seguridad, que a Jiménez Márquez lo veríamos alternar en esta plaza frecuentemente. Aquel júbilo de pañuelos agitándose en el aire para celebrar el éxito del muchacho y pidiendo para él los galardones de la victoria; aquella ovación atronadora que sin cesar le acompañó en sus dos vueltas al redondel, fueron la justificación exacta –más clara que la luz del día– para los dos pensamientos indicados. Y, sin embargo, no ha ocurrido así. Creemos, por eso, que se ha dejado perder una gran ocasión, una hermosa oportunidad, para conseguir algo que comprende varios aspectos. Uno es el de ir restituyendo a esta plaza de toros su antiguo prestigio; otro el de ganar dinero, indudablemente y, en fin, el de no enfriar las ilusiones que ese buen novillero, nacido en Cartagena, alimentara con esperanza y alegría.

140 Para este día se habían escogido toros de Barnuevo, de Córdoba, para los diestros Espartero y Guerrita. El cómputo de caballos fallecidos fue de once. Vid. [Nota]. En: La Correspondencia de España: diario universal de noticias, Madrid, Año 41, n. 11816, 11 de agosto 1890, p. 1. 141 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Triunfos sin reconocimiento]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7861, 12 de agosto 1963, p. 1. 142 El escritor cartagenero alude de nuevo a la novillada celebrada con seis novillos de Frías Hermanos, de Ciudad Real, para Manuel Álvarez “El Bala”, Gabriel de la Haba “Zurito” y Rafael Jiménez Márquez. 134


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[Réquiem por la esposa de “Machaquito”]143 La noticia no ha podido ser más breve y lacónica: “Ha fallecido doña Ángeles Clementson, viuda del que fue famoso matador de toros Rafael González ‘Machaquito’”. Pero con toda esa brevedad la noticia tiene trascendencia singular para Cartagena, ya que trae a la evocación unos lejanos instantes de su historia. De su pequeña historia; es decir, la que comprende y trata solo de cuestiones sencillas, sin fragor de clarines, galopadas ni heroicidades. La claridad de nuestro cielo iluminó la juventud de Ángeles Clementson, al llenar las estancias de su casa –“Villa Potosí”– en el barrio de Los Molinos. Las cadencias emocionadas de una “Marcha Nupcial” sonaron en sus oídos en la mañana del 14 de noviembre de 1906, cuando tuvo lugar su enlace matrimonial con “Machaquito” ante la presencia, entre los testigos, de don Benito Pérez Galdós. Y cuatro años antes, el 8 de agosto de 1902, otra marcha triunfal había señalado la elegancia de su presencia y el ritmo de sus pasos cuando fue Reina de los Juegos Florales celebrados en el Teatro Circo, acompañada por don Miguel de Unamuno como mantenedor. En ambas fechas, la de su reinado y la de su boda, se le rindieron populares homenajes de admiración y simpatía. Benito Pérez Galdós, Ángeles Clementson y Hoy evocamos es“Machaquito” antes de la ceremonia nupcial de estos en “Villa Potosí” de Cartagena. tos recuerdos, con el mismo respeto e igual significado con que depositaríamos su ramo de flores cartageneras sobre su tumba. 143 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Réquiem por la esposa de “Machaquito”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7867, 20 de agosto 1963, p. 1. 135


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[La Puerta del Príncipe se abre a un cartagenero]144 Por su carácter de noticia inesperada y urgente suelen ser los telegramas como timbres de alarma que inquietan el ánimo. Sin embargo, algunos hay que, correspondiendo a una esperanza y a un deseo vehementes, hacen su presentación como rodeados de un halo feliz. Ha sido así el que nos aguardaba, en las primeras horas de esta mañana, sobre nuestra mesa de la redacción. Madrugador y optimista, efusivo y claro, no ha venido a quitar fundamento alguno a la esperanza y los deseos aquéllos; antes bien, los ha justificado plenamente con su texto diciendo: “Rafael superior; oreja y salida a hombros”. Esto significa que ayer nuestro paisano Rafael Jiménez Márquez toreó en la plaza de Sevilla. Y aquél fue el resultado de su labor. Realmente ningún detalle más nos hace falta. Tenemos bastante con saber la importancia extraordinaria que la plaza sevillana tiene, y lo que representa, para cualquier lidiador joven y lleno de legítimas ilusiones, un triunfo clamoroso alcanzado en su ruedo. Se definen, pues, cada vez más los caminos triunfales que presentimos ante los pasos de Jiménez Márquez, las dos tardes que hubo de torear en Cartagena. Bien deseamos que le acompañe la suerte como hasta ahora, ya que en él se encierra un torero de cartel y de fama. Lo que sí lamentamos es que el muchacho pueda sentir ahora que todavía necesita de ayuda, la impresión de un desvío, una indiferencia o un olvido por parte de su ciudad nativa.

[“Gavira” y “Rodalito”, dos amigos y rivales]145 La noticia de que Rafael Rubio “Rodalito”, el antiguo torero que hace casi cincuenta años sostuvo en esta plaza una leal competencia con nuestro paisano Enrique Cano “Gavira”, habrá despertado en los viejos aficionados cartageneros abundantes recuerdos. Esas amables evocaciones de la juventud les habrán representado las figuras de ambos matadores. Elegante y fina la del diestro manchego; más desgarbada, aunque movida siempre por una firme decisión la de “Gavira”, y aún les parecerá que suena en sus oídos el ruido atronador de tantas ovaciones como premiaron el 144 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [La Puerta del Príncipe se abre a un cartagenero]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7884, 9 de septiembre 1963, p. 1. 145 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [“Gavira” y “Rodalito”, dos amigos y rivales]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7894, 20 de septiembre 1963, p. 1. 136


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trabajo de los dos novilleros. Jamás hubo tanto entusiasmo en el público que abarrotaba la plaza todos los domingos. Llenábala de bote en bote, porque era necesario ante la avalancha abrir las puertas del terrado, junto a cuya barandilla, y en todo el cerco de ella, se alineaban también espectadores. “Rodalito” y “Gavira” fueron grandes amigos. Pero encendieron de tal modo la pasión en sus respectivos partidarios que éstos, además de las broncas con que se liaban en los tendidos de la plaza, sostuvieron frecuentes peloteras en las calles. De esa rivalidad popular se aprovechó también la política, para más apoyo de sus trapicheos y combinaciones. La visita de “Rodalito” a Cartagena después de tantos años, cuando ya la vejez hizo desaparecer sus arrogancias, ha servido para que muestre desnudas las raíces de la gran amistad aquélla al encargar un ramo de flores para la tumba de “Gavira”.

[Por el Hogar de la Infancia]146 Por un solo motivo, según se aprecia fácilmente, la plaza de toros de Cartagena vuelve a tener el prestigio de que gozara en otros tiempos. El motivo es la obra benéfica del Hogar de la Infancia. Y dicha obra puede tanto que aquel prestigio solo es recobrado por nuestro coso taurino el día en que el Hogar celebra su festival. Esto es, una vez al año, pues bien se sabe cómo transcurren aquí, sin pena ni gloria, las temporadas enteras. El festival citado, que ya tiene solera, cuenta con el nombre de Juan García “Mondeño”, cuyo interés estuvo desde un principio a su entero servicio. Cuenta con la cordial asistencia de otros lidiadores que le ayudan, cooperan a su obra generosa, y en nombre de la noble y leal amistad vienen con él para estar a su lado en la lidia. Y cuenta asimismo con impulsos como el de Antonio Ordóñez, quien ha manifestado con inquebrantable firmeza su deseo de venir a torear también. Todo esto significa un ramo de nuevos lauros para Cartagena. Su magnífico historial caritativo ha encontrado espontáneas reso146 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Por el Hogar de la Infancia]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7903, 2 de octubre 1963, p. 1. Con reses de Guardiola Hermanos el 12 de octubre de 1963 tomaron parte en el Festival el rejoneador Fermín Bohórquez y los diestros Antonio Bienvenida, Miguel Báez “El Litri”, Antonio Ordóñez, Curro Romero, Juan García “Mondeño” y Jiménez Márquez. Los dos últimos pasearon las dos orejas y el rabo, mientras que Curro Romero un apéndice. Sobre estos festivales véase “Los festivales taurinos a beneficio del Hogar de la Infancia”. En: SERRANO BOTELLA, Á., op. cit., pp. 151-157. 137


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nancias en otros corazones. Corazones capaces de darlo todo, ya que todo lo exponen, y que están unidos a nuestra ciudad mediante los lazos que hasta ellos tendieron las manos de unos niños.

[Rafael Jiménez Márquez, un valor añadido para el Festival del Hogar]147 El festival de este año a beneficio del Hogar de la Infancia presenta un detalle particular que no debe ser echado en saco roto, sino tenido muy en cuenta. Consiste en el hecho de haber interesado en una obra tan cartagenera como es la del Hogar a un paisano que por cuanto promete, y por lo que valdrá si continúa teniendo suerte, no debe permanecer ajeno a ella. Es la inclusión de Rafael Jiménez Márquez en el cartel del festival. La suerte condujo al muchacho a tierras andaluzas, y esta circunstancia ha sido beneficiosa para su preparación profesional y para sus primeros pasos por el camino de los buenos toreros. Pero él no se ha olvidado de esta tierra en que nació. Recuérdese aquella carta suya en que hablaba sobre su devoción a la Virgen de la Caridad; recuérdese también su primer brindis en esta plaza la tarde de su presentación, cuando recogiendo un puñado de tierra la besó en el centro del redondel148. El Hogar de la Infancia, pues, va a contar con un protector nuevo. Y es que debe ser así. Es que merece ser desplegada tan airosamente la bandera de las virtudes de nuestra ciudad que no exista en parte alguna, y desunido de nosotros, ningún cartagenero.

[Reconocimiento y olvido]149 Es cosa demasiado frecuente, por desgracia, que entre individuos de la misma profesión surjan las quisquillas haciendo que unos y otros se miren con el rabillo del ojo. La pobre debilidad humana se alimenta muchas veces de pequeñas y bajas pasiones. Y en el caso a que aludimos, de no ser 147 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Rafael Jiménez Márquez, un valor añadido para el Festival del Hogar]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7905, 3 de octubre 1963, p. 1. 148 Para la primera referencia véase “Espejo de Mastia. Rafael Jiménez Márquez” y para la segunda “Espejo de Mastia”. [Dos novilleros cartageneros para el Viernes de Dolores]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7757, 2 de abril 1963, p. 1. 149 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Reconocimiento y olvido]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 29, n. 7914, 14 de octubre 1963, p. 1. 138


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dominada y corregida a tiempo con buena voluntad, conduce a poner zancadillas alevosamente cuando no es a otras cosas peores.

De izquierda a derecha: Rafael Jiménez Márquez, Miguel Báez “Litri”, Antonio Ordóñez, Juan Bienvenida, “Mondeño” (a hombros), Fermín Bohórquez, Curro Romero y Juan Antonio Romero. Cartagena, 12 de octubre 1963. Foto facilitada por D. Félix Conesa Caballero.

Sabiendo esto, fue impresionante la circunstancia de presenciar el sábado, en el festival para el Hogar de la Infancia, cómo los propios toreros pasearon en hombros a “Mondeño” dándole así la vuelta al ruedo. Fue la más sincera demostración de compañerismo leal hacia un camarada, tanto como de admiración y tributo espontáneo al hombre generoso y bueno. Nuestra ciudad, sin duda alguna es afortunada. Muchos acontecimientos de alto valor significativo tiene en distintos aspectos de su historia. Pero éste que citamos queda entre los más hermosos y aleccionadores que Cartagena ha tenido la suerte de recoger. Y, sin embargo... En la fiesta de toros hay sol y sombra. Los brillos esplendorosos que en una parte lucen, se apagan un tanto cuando del sol se apartan. Tal vez por eso un detalle menos luminoso advertimos, y fue el de retirarse todos los toreros sin esperar a Jimé139


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nez Márquez, que les había brindado la muerte de su novillo y que triunfó como un maestro.

[Dos picadores de toros]150 El cristal recoge hoy, puesto que todo es capaz de reflejarlo, unas figuras que fueron populares. Son las de dos picadores de toros, Antonio Gutiérrez “Medina” y Salvador Angosto “Loquillo”; relacionados con Cartagena. “Medina”, nacido en Arcos de la Frontera (Sevilla) en 1865, perteneció a las cuadrillas de “Algabeño”, “Moreno de Alcalá”, “Pepete”, e ingresó finalmente en la de Joselito “el Gallo”, a la que pertenecía cuando vino aquí el 27 de abril de 1913. Al poner una vara al sexto toro de la ganadería de Páez sufrió una caída, lastimándose el bajo vientre con la perilla de la silla. Con sus compañeros emprendió el viaje en tren, pero tuvo que quedarse en Murcia, con Antonio Parra, persona de confianza de “Gallito”. Lo reconoció el doctor Hernández Ros, quien lo encontró gravísimo, y el infortunado Medina falleció de peritonitis traumática, el día 28, a las nueve y media de la noche. Un tartanero de Cartagena, de treinta y cuatro años, llamado Salvador Angosto, apodado “Loquillo”, abandonó el oficio para hacerse picador de toros. Como tal picador actuó en algunas novilladas de su ciudad natal y fue a Murcia como reserva a las corridas de feria de 1913. En la segunda, celebrada el día 8 de septiembre, al poner una vara al tercer toro de la viuda de Concha y Sierra, cayó al descubierto y recibió una tremenda cornada por la espalda que le interesó el corazón quedando muerto en el acto. Así, en el cristal del espejo, las dos viejas y desventuradas figuras se reflejan hoy. [Un gesto de Jiménez Márquez]151 Rafael Jiménez Márquez, además de sus cualidades de buen torero y gran estoqueador, tiene otra condición sobre la cual aquellos méritos se afirman para que sea más digna la figura del diestro cartagenero. 150 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Dos picadores de toros]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 30, n. 8013, 11 de febrero 1964, p. 1. 151 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Un gesto de Jiménez Márquez]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 30, n. 8033, 5 de marzo 1964, p. 1. 140


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Jiménez Márquez siente y practica la generosidad y el compañerismo. Acaba de enterarse de que dos muchachos amigos suyos, toreros también, se hallan pidiendo una oportunidad frente a la puerta de la Plaza de Toros –ya lo dijimos en uno de los “espejos” anteriores–, y nos escribe una carta desde Barcelona manifestando preocupación por la suerte de esos dos compañeros suyos152. Nos dice que ambos son buenos toreros, aunque no le extraña su actitud solicitante “porque el toreo está tan difícil que hay que hacer lo que sea para torear”. Y añade: “Les agradecería de todo corazón que publicaran en su diario que Rafael Jiménez Márquez pide a sus paisanos que ayuden a esos sitiadores lo mismo que a él le ayudaron en Cádiz, porque como cartagenero no quiere que su tierra sea menos que aquélla”. Los méritos profesionales de Jiménez Márquez se exaltan, pues, con la noble virtud que sus palabras reflejan.

[Confirmación de “El Cordobés” en Madrid]153 Ayer en Cartagena, como en Madrid y como en toda España, la expectación ante la corrida de la feria de San Isidro en que “El Cordobés” confirmaba la alternativa, fue extraordinaria. Era un interés general como, seguramente, no habrán sentido desde hace mucho tiempo los aficionados a la fiesta de toros. La Televisión, al retransmitir directamente en sesión especial la corrida, aumentaba esa expectación extraordinaria. Porque la figura de “El Cordobés”, henchida de simpatía y popularidad, se ha ganado las voluntades, tanto de sus partidarios como de quienes todavía le niegan su posición de gran torero, y a todos interesa y atrae. Ayer pudo admirarse la voluntad del lidiador, su concepto de la responsabilidad, su decisión indomable y su deseo de triunfar a toda costa, jugándose la vida quizá más que en otra tarde cualquiera. La circunstancia adversa de estar el ruedo encharcado por la lluvia, no doblegó su ánimo. Había que torear. Había que vencer, y convencer, a un público frente al cual se presentaba por primera vez. 152 Se refiere a Andrés Campos y Carlos López “El Giraldeño” que estuvieron 61 días apostados en la Plaza de Toros de Cartagena. Ambos tuvieron su oportunidad el domingo 3 de mayo compartiendo cartel con Rafael Alfaro, de Córdoba, y Joaquín Conesa “Joaquinillo”, quienes se las vieron con novillos de Salvador García Cebada. 153 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Confirmación de “El Cordobés” en Madrid]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 30, n. 8094, 21 de mayo 1964, p. 1. 141


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Y así realizó el paseíllo. Así comenzó la lidia de su toro, lanceándolo de capa magistralmente. Así recibió de “Pedrés” la muleta y el estoque en la confirmación del doctorado, y así, en fin, realizó su faena de alta categoría. Hasta el momento angustioso y triste de la cogida, que le hizo entrar en la enfermería muy gravemente herido. Ya estaba conseguida la consagración de su voluntad, de su valentía y de su arte, con la rúbrica trazada por la sangre que por la profunda cornada se vertía como por una fuente. Y ayer en Cartagena, como en Madrid y como en toda España, nadie, con la penosa impresión por el percance, dejaría de advertir la razón y la justicia con que le fue concedido al “Cordobés” el premio de una oreja del toro, llevada por uno de sus banderilleros a la enfermería.

[Solidarios con el “Sirio”]154 El 1 de agosto de 1906, y en los bajos de Las Hormigas, naufragó el vapor italiano “Sirio” que se dirigía al Brasil y cuyo pasaje era, casi en su totalidad, de emigrantes. Hubo en el naufragio más de trescientas víctimas. Conducidos aquí los supervivientes se les reunió en el Teatro Circo, donde quedaron albergados, siendo atendidos con alimentos, ropas y medicinas. En la corrida de Feria que se celebró el día siguiente, durante el descanso después de la lidia del tercer toro, fue paseado por el ruedo un gran cartel donde se leían estas palabras: “Cartageneros, una limosna para los náufragos”. Y detrás iba la comisión de socorro, formada por don Miguel Zapata, don Carmelo Marín, don Francisco Ruiz Yúfera, don Miguel Tobal, don Ángel Aznar, don Antonio Martínez Coll y don Juan de la Rocha. Los siete, en unión de los toreros, pasaron largos minutos recogiendo sobre capotes extendidos las monedas que copiosamente caían desde todos los lugares de la Plaza. El empresario don José Aracil contribuyó con ochocientas pesetas. Con quinientas cada uno lo hicieron dos de los espadas, “Lagartijo” y “Machaquito”, pero el otro matador, que era Manuel Mejías “Bienvenida”, cedió íntegro el importe de sus honorarios. Aquel rasgo de caridad le hizo escuchar una ovación enorme, y que pronto corriose la noticia entre los espectadores, y después 154 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Solidarios con el “Sirio”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 30, n. 8129, 2 de julio 1964, p. 1. 142


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constituyó un recuerdo vivo en la memoria de los viejos cartageneros.

[De Ronda a Cartagena]155 La temporada taurina en Cartagena se inició este año esperanzadora, mediante la promesa de que muchos domingos se abriría la plaza enlazando, con las corridas de importancia, las novilladas económicas “en busca de un fenómeno”. Cierto es que la puerta del toril ha sido abierta más veces que en años anteriores, después de los gentiles paseíllos entre músicas, palmas y saludos. Pero la esperanza no ha logrado quedar satisfecha, y vuelve a tener de nuevo, como asidero más firme, el espectáculo ya próximo del festival para el Hogar de la Infancia. Siempre constituyó ese festival un acontecimiento señalado. Y este año, que viene a tener el carácter de una herencia dejada por aquel lidiador de talla espiritual tan alta como la profesional, Juan García “Mondeño”, ofrece quizás más importancia que otras veces. Va a tener, en efecto, expresión de verdadera corrida de toros, ya que con seis ejemplares de ellos se las van a entender Antonio Ordóñez, Julio Aparicio y “Litri”156, con el aliciente poderoso de que los dos primeros, al reaparecer hace unos días en la Plaza de Ronda, alcanzaron con sus faenas excepcionales un triunfo resonante. Menos mal, pues, ya que así los aficionados tienen en perspectiva la dicha de una tarde feliz.

[Para siempre, Manuel Mejías “Bienvenida”]157 Dos toreros famosos de otros tiempos, ya retirados de su profesión, quedaron íntimamente unidos a Cartagena. Lo estuvo Rafael González “Machaquito”, que había contraído matrimonio aquí. Lo ha estado Manuel Mejías “Bienvenida”, que en esta tierra de la Caridad supo manifestarse con un impulso de su 155 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [De Ronda a Cartagena]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 30, n. 8187, 14 de septiembre 1964, p. 1. 156 En la edición de 1964, también en el día de la Hispanidad, se eligió la divisa de Pablo Romero para Antonio Bienvenida, Julio Aparicio, Miguel Báez “Litri”, Joselito Huerta, Andrés Vázquez y José García “Mondeño”. 157 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Para siempre, Manuel Mejías Bienvenida]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 30, n. 8207, 7 de octubre 1964, p. 1. 143


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corazón generoso. Aquella tarde en que cedió el importe íntegro de sus honorarios en beneficio de los náufragos del “Sirio”, señaló el mayor triunfo que un lidiador ha conseguido en nuestra plaza. Ya se le admiraba como buen torero. Ya las palmas habían sonado en su honor muchas veces, premiando sus arrestos valerosos, su elegancia y su arte. Mas la ovación que sonó aquella tarde, rubricando su rasgo de amor al prójimo, habrá mantenido sus ecos, hasta estos mismos días, en la memoria de “Bienvenida”. Cuando comenzó a orientar y dirigir las carreras toreras de sus hijos, consideró que ningún público era mejor y más digno que el de Cartagena para conocer aquellas primicias. Y aquí vino con ellos, y aquí comprobó, dichosamente, que todo el afecto hacia el sentido se prolongaba hacia los muchachos, herederos de su nombre y de su gloria. Por eso la muerte de don Manuel Mejías que ya ochentón continuaba con firmeza en la práctica de su caballerosidad y sus virtudes, ha producido sensación en Cartagena. Amigos antiguos han ido a Madrid para asistir al entierro de sus restos. Y cuantos no le conocieron personalmente, sino por la referencia de sus méritos, han dedicado una oración por el alma de quien se unió para siempre a los cartageneros en el ejercicio de la caridad.

[Un brindis de Antonio Bienvenida]158 La emoción se define diciendo que consiste en una agitación del ánimo, violenta o apacible, que nace de alguna causa pasajera. Causa que transcurre con rapidez en la lidia, aunque capaz de emocionar como bien lo demostró el festival de ayer a beneficio del Hogar de la Infancia. Y la emoción se manifestó de ambos modos: violenta, apasionada, arrolladora con el toreo del “Litri”, y apacible y serena ante los lances de Antonio Bienvenida y la faena de Andrés Vázquez. Pero asimismo hubo otro instante que hubiera sido capaz de emocionar a todo el público, si por todo él hubiera podido ser escuchado, el brindis de Bienvenida. Mucho le aplaudieron aquellos a quienes fue posible oír sus palabras. Y es que éstas, aunque breves, encerraron un cálido elogio para Cartagena: un tributo de admiración, y una expresión de 158 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Un brindis de Antonio Bienvenida]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 30, n. 8212, 13 de octubre 1964, p. 1. 144


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agradecimiento. Erguido, haciendo más esbelta su figura, el torero dijo esto: “– Brindo por mi guapísima Presidencia, y por esta Cartagena tan llena de caridad y generosidad cristianas”. Nada más y nada menos.

[Un novillo anda suelto]159 El domingo 24 de agosto de 1890 se celebró en esta Plaza de Toros una novillada, durante la cual hubo momentos de alarma y sobresalto. Uno de los novillos saltó la barrera por la puerta de arrastre, que se encontraba abierta, y ya no pudo ser cerrada. La res, sin hacer caso de la gente estacionada en el callejón, cruzó dicha puerta; y no se fue a la calle porque la principal sí que estaba cerrada, pero en cambio sembró el miedo por los corredores al recorrerlos a su capricho. Las carreras y los gritos fueron muchos. Los puestos de refrescos instalados allí vieron derribados sus frágiles mostradores, con las botellas rodando también por el santo suelo; y el espanto se generalizó, cuando el novillo intentó subir al tendido por uno de los vomitorios. Afortunadamente le parecieron al animal muchos y difíciles los peldaños que había de escalar; se arrepintió de su capricho y, atendiendo a un capote bienhechor, prefirió volver al ruedo por la misma puerta que le sirvió para escapar.

[La maldición lluviosa del mes de abril]160 El mes de abril se nos ha entrado por las puertas del tiempo con gesto sonriente. Y, a la vez, con un bagaje colmado de promesas. Cierto es que tiene su leyenda. Es el de las aguas mil. Ojalá que no tuerza ese gesto amable, conserve la sonrisa y con ella presida la realización feliz de sus promesas. Nos espera el día de la Patrona de los cartageneros, para cuya tarde anuncian los carteles una gran corrida de toros161. 159 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Un novillo anda suelto]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8311, 11 de febrero 1965, p. 1. También lo cuenta en “La pequeña historia. En relación con la fiesta nacional”. En: El Noticiero de Cartagena, 12 de marzo 1970, p. 7. 160 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [La maldición lluviosa del mes de abril]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8353, 2 de abril 1965, p. 1. 161 Para el viernes 9 de abril de 1965 se anunció una extraordinaria corrida de toros. Se lidiarían seis 145


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¡Tarde radiante de abril! Saldrá la res del cubil. Después, el transcurso de nuestra magnífica e incomparable Semana Santa, colmada de fervor, de arte y de belleza. ¡Oh, qué noches de emociones, las noches de procesiones! Pero, además, tendrá lugar otro magno suceso. Será la inauguración de un lugar espacioso para estacionamiento de automóviles junto al reformado jardín de la plaza de Risueño, a costa de unos simples arbolillos; los cuales, por lo que se ve, no servían más que de estorbo.

[“El Cordobés” por televisión]162 Todos los grandes toreros contaron con numerosos grupos de partidarios, y no había ciudad en la que, al llegar, no se viesen rodeados inmediatamente por el cortejo de los idólatras. Pero estos nunca ascendían a serlo por lo que oyeran o leyesen, sino mediante lo que les entraba por los ojos. Tenían que ver para creer. El diestro había de ganarse los fieles a pulso, sin recurrir a más propaganda que la demostración directa de su valor y de su arte. Como las ciencias adelantan que es una “barbaridad”, según dijo el otro, la televisión ha venido a simplificar las cosas. Ya no es necesario sacudirse bien el bolsillo para entrar a la Plaza, y mucho menos para trasladarse de un lugar a otro realizando viajes costosos. Basta con situarse frente a la pequeña pantalla donde, aunque sin la alegría de la luz y el color que ofrece la realidad, se contemplan cómodamente las faenas del espada favorito. “El Cordobés” ha toreado una vez sola en Cartagena y fue durante su época de novillero sin cuajar todavía163. No fue bastante aquello para hacerle contar con el crecido número de partidarios que ahora tiene aquí. Y el milagro de la abundancia lo ha hecho toros de don Julio Aparicio, antes Guadalets, de Jerez de la Frontera, por las máximas figuras del toreo entonces: Diego Puerta, Miguel Mateo “Miguelín” y Andrés Vázquez. 162 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [“El Cordobés” por televisión]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8435, 13 de julio 1965, p. 1. 163 Esa fecha memorable, por lo que luego ha significado Manuel Benítez en la historia de la tauromaquia, fue el domingo 6 de agosto de 1961. En el cartel se anunciaban novillos de doña Francisca Marín, de Villanueva del Arzobispo, para el rejoneador Silvestre Navarro Orenes y los novilleros Manuel “El Cordobés”, Rafael Cruz Conde y Mondeño II. 146


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la televisión, haciendo frecuentes y fáciles las ocasiones de verle torear. ¡A cuántos, pues, se les habrán hecho inacabables las horas de hoy! ¡Cuántos, sintiéndose recomidos por la impaciencia habrán esperado las cinco y media de la tarde, para “asistir” a la corrida televisada de Pamplona en que interviene “El Cordobés”!

Feria y Fiestas164 En un pequeño y elegante folleto dio a conocer la Junta Popular que presidía don José Lizana Muñoz, siendo su secretario don Juan Jorquera Sánchez, el programa de festejos para la Feria cartagenera de 1889. Se celebraron desde el 25 de julio hasta el 8 de agosto, iniciándose a las cinco de la mañana de aquel primer día con una diana militar. Tomaron parte en ella las bandas de música, cornetas y tambores de los regimientos de la guarnición, llenando de sones alegres las calles principales de la ciudad. En las noches de los días 26 y 29 de julio, así como en la del 6 de agosto, intentaron los cohetes rivalizar con las estrellas mediante los fuegos artificiales que lucieron en la explanada del Muelle. Y la alameda de San Antón, lujosamente iluminada a la veneciana, dio lugar a su vez para una gran verbena el día 5. Durante las tardes de éste, del 6 y del 7, hubo corridas de toros: “Guerrita” y Fuentes lidiaron toros de Muruve y de Cámara las dos primeras, y en la última Fuentes, “Villita” y “Dominguín” reses de don Vicente Martínez. Regatas a remo, carreras de bicicletas, cabalgatas y concurso de carrozas artísticas fueron recreo de las gentes, alcanzando asimismo la alegría a los niños pobres que asistían a las escuelas públicas con el reparto de juguetes verificado en el pabellón que el Ayuntamiento instaló en la Feria. En el Teatro Circo, la noche del 4 de agosto, celebraronse Juegos Florales. Ocupó el trono de reina la señorita Irene Calderón Jorquera, obtuvo la flor natural Vicente Medina, y se escuchó la palabra, en un magnífico discurso, de don José Canalejas como mantenedor. Fantástica velada marítima y lujosa batalla de flores, en fin, cerraron aquel interesante programa de festejos.

164 J.R.C. “Espejo de Mastia. Feria y Fiestas”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8435, 25 de julio 1965, p. 6. 147


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[Un día de toros en Feria]165 Transcribimos a continuación, por encontrarnos en fechas propicias, uno de los elogios que la prensa local dedicaba a los días de la inolvidable Feria cartagenera de agosto en que se celebraban las corridas de toros. “Un día de toros –se afirmaba entonces– no se parece a ningún otro día del año. Parece que el sol ilumina más, que el cielo se manifiesta más limpio y más azul, las mujeres son más hermosas y la sangre circula más veloz por las venas. En días como estos, hasta los gritos destemplados de los vendedores suenan agradablemente al oído. Y en días de corrida, como los trenes llegan atestados, es inevitable andar por las calles dando y recibiendo codazos, así como algún que otro pisotón...”. Y como el redactor de tales elogios no podía manifestarse insensible ante “la gracia de Dios”, añadía luego estos otros: “...A cada momento hay que bajarse de la acera para cedérsela a una de esas hermosuras que no se sabe de dónde salen, y que se nos presentan envueltas en el rico mantón de manila, llevándose enredados en los pliegues de éste las miradas de todo el mundo a la vez que las nuestras...”. En los viejos periódicos, ¡qué interesantes estampas se encuentran frecuentemente de aquella Cartagena que se fue!

Gente vieja (1962) Cosas del pasado166 De los talleres tipográficos Ducazcal, establecidos en la plaza madrileña de Isabel II, salió para ofrecerse a los lectores en el verano de 1904 un libro que se titulaba “Cosas del pasado” y contenía –unos en prosa libre y otros en prosa rimada– hasta cuarenta y tres artículos sobre Música, Literatura y Tauromaquia. El texto se iniciaba con unas notas a las cuales el autor denominó “Preludio”, y allí advertía: “...Hay en mi almacén retazos de todas clases y colores. Ligeros juicios literarios y artísticos, algún que otro arañazo a escritores malos y pretenciosos; apuntes biográficos, anécdotas, recuerdos y curiosidades históricas sobre cantantes, literatos, músicos y toreros; humoradas, epigramas”. Quien eso decía; quien al escribir buscaba siempre la amenidad 165 [RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José]. “Espejo de Mastia”. [Un día de toros en Feria]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8452, 3 de agosto 1965, p. 1. 166 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Gente vieja. Cosas del pasado”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7410, 5 de febrero 1962, p. 2. 148


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procurando ser breve y fácil en sus razonamientos, como Cervantes aconsejaba, llamábase Luis Carmena y Millán. Había nacido el 21 de octubre de 1845 y pertenecía al Cuerpo de Administración Militar. Usando los seudónimos “Andante” y “Minuto”, aquél en sus crónicas musicales y éste en las taurinas, colaboró en el “Heraldo de Madrid” y en las revistas “La Lidia”, “El Enano”, “El Tío Jindama”, “Sol y Sombra”, “Toreo Cómico”, “El Gato Negro”... Entre aquellos “retazos de todas clases y colores” contenidos en “Cosas del pasado” y que, no obstante la variedad de los asuntos ofrecían perfecta unidad de criterio artístico, figuraban ensayos sobre Gayarre, el Teatro Real, Breton de los Herreros, “Lagartijo”... Y eran de interés especial dos temas: el primero constituido por un autógrafo de Rossini, y el segundo por una autobiografía de Pedro Romero. Junto a la calle de Alcalá y en un lugar de esparcimiento que se denominó “Campos Elíseos” fue construido a principios de 1864, e inaugurado en el mes de junio, el “Teatro Rossini”. Allí se celebraron aquel verano cuarenta y cuatro funciones de ópera, dirigidas por el maestro Barbieri, y una de Rossini, que aún no había sido representada en el Teatro Real. Famosos intérpretes la cantaron, entre ellos el tenor Tamberlick, y la crítica pudo calificar de inmenso el éxito alcanzado. Tamberlick se lo notificó a Rossini, y éste le contestó con palabras cordiales: “...En un momento en que para mí todo es de color de rosa nada podía serme tan grato como su amable carta, que me anuncia el triunfo de mi ‘Guillermo Tell’ en el teatro de Madrid con que se ha honrado mi nombre. Con un Arnoldo como usted y un público tan inteligente, que siempre ha prodigado a mis obras su indulgencia, las cosas no podían suceder de otro modo...”. Cuando Tamberlick falleció, conociendo sus herederos el gran amor que había sentido por España, y considerando a Madrid como el lugar donde fue más querido y admirado, entregaron el autógrafo de Rossini al banquero don Adolfo Calzado y éste lo hizo seguir al empresario del Teatro Real don José Arana. En el archivo del Teatro, donde se le guardó celosamente, lo tuvo en sus manos Carmena y Millán. Por otro amigo de Carmena, el diplomático y también escritor don Rafael Mitjana, llegó a poder de aquél la autobiografía de Pedro Romero anotada por don Serafín Estébanez Calderón, “El Solitario”. Consiste en una serie de cartas dirigidas por el célebre lidiador desde Ronda, a don Antonio Bote y Acevedo, residente en Madrid, entre las fechas 4 de diciembre de 1829 y 28 de mayo de 1830. Con noticias propias, Romero trató de sus relaciones con otros diestros de su época: “Pepe Hillo”, “Costillares”, Francisco Garcés, 149


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Juan Conde, “Perucho”, Bartolomé Jiménez... y de diversos lances que le sucedieron alternando con ellos. “...Ajustada la cuenta –decía en la última de las cartas– de los años en que he matado toros, en el espacio de veintiocho años desde el 1771 hasta el 1799, me parece se puede arreglar que habré matado en cada uno de los dichos años doscientos toros, que a una suma hacen cinco mil seiscientos; y estoy persuadido en que quizás serán más, pues después de las funciones de esa Corte iba a Aranjuez, a Vizcaya, a Alicante, a Cartagena, a Orihuela... y en los de Andalucía y otros muchos...”. Mitjana obtuvo para Carmena y Millán una copia fiel de las cartas, conservadas con los demás papeles de su padre, por doña Petronia Estébañez-Calderón de Orueta. Y advertía cómo el estilo epistolar de Romero, lejos de ser desmadejado y tosco ofrecíase claro y altamente expresivo. Entre las obras publicadas por Luis Carmena y Millán figuran, además, una “Crónica de la Ópera italiana en Madrid”, a la cual puso prólogo Barbieri; “Lances de capa”, “Estocadas y pinchazo” y una “Bibliografía de la Tauromaquia”. Publicó asimismo un Catálogo de su biblioteca taurina particular, y anotó con juicios y comentarios una edición de las “Sátiras personales y políticas” de Juan Martínez Villegas.

Un gran periodista167 Esto era por el año 1879. Vivía en Zaragoza un señor de aire muy entonado, que se paseaba por el coso con mucha afectación de gravedad y de pompa. Allí se publicaba entonces un semanario satírico titulado “El Chinchín”, que dejó memoria por su gracejo y desenfado, y cierto día encontraron en él sus lectores un anuncio diciendo: “Verónica, 14, principal, se vende un pavo real”. Hizo efecto el anuncio. Por el domicilio del engreído señor – puesto que en tales calle y casa habitaba–, tuvo lugar un desfile de gente preguntando por el pavo real que se vendía; hasta que salió el propio inquilino para averiguar la causa de la insistencia, declarando por sí mismo el fundamento de la broma. Tuvo ésta otro final; el de que en lo sucesivo fuese conocido en Zaragoza con aquel apodo –“Pavo real”– el satirizado. “El Chinchín” estaba dirigido por un periodista de veinticuatro años, que asimismo dirigía el “Diario de Avisos” en la capital aragonesa. Se llamaba Mariano de Cavia. Había nacido en 1855. Estudió 167 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Gente vieja. Un gran periodista”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28, n. 7425, 23 de febrero 1962, p. 3. 150


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en el Colegio de los Jesuitas el bachillerato así como los primeros cursos de la carrera de Leyes, pero su espíritu inquieto no se resignó con los límites de los estudios académicos. Y muy pronto, publicando artículos en el “Diario Democrático de Zaragoza” que dirigía un buen periodista aragonés, don Juan Clemente Cabero Martínez, destacose Cavia como agudo e ingeniosísimo escritor. Cuando se trasladó a Madrid deseoso de llevar más adelante, y con más ancho campo, sus aspiraciones literarias, don Mariano Araus, que era propietario y director de “El Liberal”, y ya tenía referencias de su mérito por otros amigos zaragozanos, le ofreció una plaza de redactor en el periódico. Allí comenzó a publicar Mariano de Cavia sus crónicas famosas; las que, según dijeron sus biógrafos, “contienen rasgos de ingenio de cepa quevedesca, sátiras sin amargura, críticas de malas costumbres y vicios de la época, hechas a veces en una forma áspera, a la antigua española”; las crónicas, en fin, que luego fue coleccionando en libros de grata lectura, como los titulados “Azotes y Galeras”, “Salpicón”, “Cuentos en guerrilla”, “Plato del día”... También escribió revistas de toros, firmándolas con el seudónimo de “Sobaquillo”. Y se ha dicho asimismo, acerca de ellas, que consistían en verdaderos comentarios de actualidad, siempre ingeniosos y mordaces, en los cuales eran los toros como el pretexto para hablar con amenidad de otras cosas. Por eso las leían los aficionados a la fiesta y, con tanto interés como ellos, los que no lo eran, ya que unos y otros encontraban siempre, con la punzante sátira, orientaciones y avisos clarividentes. Sus trabajos taurinos se reunieron en otros libros: “División de plaza”, “De pitón a pitón”... Colaboró en las revistas “Barcelona Cómica”, “La Lidia”, “La Ilustración Española y Americana”; creó una serie de artículos titulada “Despachos del otro mundo”, prodigando consejos sin solemnidad pero con la cordura de la experiencia. Uno de sus escritos periodísticos emocionó a todos los españoles; fue aquel que titulara “La catástrofe de anoche. España está de luto. Incendio en el Museo de Pinturas”, con el que advirtió a la nación del riesgo que corría el Museo del Prado y consiguió que el Gobierno dictara enseguida las medidas necesarias para evitarlo168. Mariano de Cavia falleció en Madrid el 15 de julio de 1920. El Ayuntamiento de Zaragoza, apenas lo supo, reclamó los restos del gran periodista.

168 Exactamente se publicó en El Liberal de Madrid el día 25 de noviembre de 1891. 151


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Don Pío169 En uno de sus recientes artículos citó Alberto Insúa a “Don Pío”, recordándolo en ciertos instantes de su juventud. Fue cuando lo viera en la estación de Monforte. Con alegre tumulto, varios viajeros esperaban la llegada de un tren “botijo”. Contaban estos viajeros –dice Insúa– “con un pintoresco jefe de excursión, hombre popular en España, a quien aplaudían y jaleaban en las estaciones. Le vimos pasar por el andén como los toreros triunfantes en la plaza. – ¡Viva Don Pío!– gritaban los mozos y las mozas. Y él daba vítores a Galicia, y lanzaba, sofocado, algún ‘aturuxo’”... “Don Pío” era el seudónimo que usaba, para firmar sus escritos y revistas de toros, uno de los periodistas españoles para quienes el triunfo y la popularidad fueron más claros y más justos. Se llamaba Alejandro Pérez Lugín. Gran novelista asimismo, vio traducidas sus obras a diversos idiomas y agotarse con rapidez las ediciones. Pérez Lugín nació en Madrid el año 1870, y en El Burgo –tierras de La Coruña– falleció en 1926. Cursó los estudios de Derecho en Santiago de Compostela, ciudad donde localizó la acción de su magnífica novela “La casa de Troya”170, y que después, por el éxito arrollador de ese libro –lleno de irresistible encanto– le nombró hijo adoptivo. Se dedicó muy pronto al periodismo, cultivándolo con notoria fortuna, como demuestran, por ejemplo, las páginas de su libro “La corredoira y la rúa”, en el cual recogió muchos de sus artículos. Y si aquella novela antes dicha –que apareció en 1915 y fue premiada por la Real Academia Española– logró acogida tan extraordinaria que gozándola se mantiene, no fue menos el éxito de “Currito de la Cruz”, sobre el tema de los toreros. Ambas viéronse adaptadas a la escena por un buen dramaturgo, Manuel Linares Rivas, y asimismo el cine las llevó a su pantalla. Otra hermosa novela de Pérez Lugín, aparecida con carácter póstumo es la que titulara “Arminda Moscoso”; constituye una nueva y apasionada exaltación de Galicia, en una de cuyas aldeas, San Tirso de Fonte do Abade, tiene su desarrollo el argumento y con él una jugosa riqueza folklórica. Mas con ser mucho todo eso; con haber contribuido tanto las novelas en la fama de Pérez Lugín, gran parte de ella, y no pequeña, la debió a otro aspecto de su labor; a la de crítico taurino, mediante la cual proporcionó a sus lectores, a lo largo de muchos 169 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Gente vieja. Don Pío”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 28. Nos ha sido imposible precisar la referencia completa. 170 Sólo un título de Pérez Lugín hemos hallado en la biblioteca personal de José Rodríguez Cánovas: La casa de la Troya estudiantina. Santiago de Compostela: Librería Galí, 1957, con la curiosidad de que entre sus páginas había un recorte de prensa: “’La Casa de la Troya’, ante los tribunales de Justicia”. En: ABC, 5 de septiembre 1970. 152


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años, reseñas y comentarios diversos de la fiesta de toros con gracejo, donaire y gran soltura periodística. Nunca disimuló su preferencia por Rafael y José Gómez Ortega –el “divino calvo” y “Joselito”– y a ellos, y al estudio de su arte de lidiadores, dedicó otro interesante libro titulado “Los Gallos, sus rivales y su prensa”. Era “Don Pío” recto, de alto pecho y ampuloso abdomen. Su barba cerrada no lo era tanto que le ocultara del todo la sonrisa, mas por si esta no asomaba a veces francamente, los ojos encargábanse a cada momento de advertir que existía. Su mirada no podía ser más franca, cordial y efusiva, aunque en ciertos instantes tuviera socarrones destellos. En la plaza de toros a “Don Pío” no se le escapaba un detalle, porque dábase el caso de que el más insignificante le inspirara una crónica magistral. Y cuando algún lance de la lidia lo emocionaba, es decir, quebrantaba su frialdad objetiva de crítico imparcial, el entusiasmo lo removía en el asiento arrancándole aquel grito suyo: – “¡Ei, Carballeira!”–, alto y claro sobre todas las voces y aplausos que pudieran sonar en torno suyo.

A vuela pluma (1965-1966) [Sobre el quite]171 Las prácticas del amor al prójimo, demostrando la capacidad de que se dispone para ayudarle o socorrerlo, hacen algunas veces obligatoria la acción de entrar al quite. El quite, en los ruedos de las Plazas de Toros, equivale a una ofrenda de la propia vida para salvar la del semejante. Con el “déjalo a él y tómame a mí” es el gesto más desinteresado y por el cual son leales y nobles los toreros. Pero fuera de los circos taurinos, es decir, en el otro gran espacio donde también se lucha, surgen asimismo trances y momentos apurados. Por ejemplo, el de cuatro albañiles que, trabajando en un edificio que se está construyendo en Cieza, se han visto en peligro de ser aplastados por una viga de hierro. Mas allí cerca estaba un compañero, Pascual Montiel, y éste se lanzó a sujetar la viga sin pensar que su esfuerzo abnegado pudiese flaquear y ser él la víctima. Y véase qué casualidad: Pascual, que quiere ser novillero y es conocido con el apodo de “Camará II”, ya cuenta con un antecedente favorable. Podrá o no podrá llegar a ser un buen lidiador. 171 J.R.C. “A vuela pluma”. [Sobre el quite]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8279, 4 de enero 1965, p. [5]. 153


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Pero ya tiene realizado un quite magnífico, que avala con sello de nobleza su personalidad.

[“Valenciano” desmandado]172 La noticia sobre el buey desmandado que el otro día recorrió varias calles de Madrid sin conceder importancia a los vehículos ni a los guardias, nos ha traído al pensamiento cierta estampa lejana: la de un toro –no buey– con sus años correspondientes, que aquí se desmandó y corrió por el campo alegremente, como todo ser que goza de libertad. Fue cuando los encierros se verificaban de noche, a las altas horas, y las reses, entrando por las puertas de San José, bajaban hacia la plaza de la Merced y subían por la calle del Ángel rodeadas de cabestros y caballistas. Para las corridas de feria en el año 1855 vinieron toros de don Justo Hernández, de Madrid; y uno de ellos, nombrado “Valenciano”, separándose del grupo saltó la valla que le cerraba el paso, siguió corriendo por la calle del Duque y, guiado por el instinto que le anunciaba espacios más abiertos, recorrió las de la Caridad y la Serreta para salir al Almarjal. Allí le dieron alcance los jinetes que fueron en su persecución; lo rodearon por fin consiguiendo enlazarlo, y preso y bien trabado se le condujo, ya de día, en una carreta hasta la Plaza. Por la tarde peleó de tal modo en la lidia, que resultó ser uno de los toros más bravos de aquellas corridas.

[Rafael “El Gallo” y Enrique Borrás]173 Rafael “El Gallo” confesó cierta vez que la causa de sus fracasos estaba en que, de improviso, un toro “malage” lo mirara de reojo. También, muchas tardes, en cualquiera de esos “tíos que lo quieren a uno más que a nadie, pero siempre le están haciendo a uno la pascua, porque llevan dentro una cosa que ellos no ven y uno sí. ¡La mala pata!”. Y decía que con un toro de aquéllos delante, o con un “amigo” de estos a sus espaldas, no era miedo lo que le entraba, sino una 172 J.R.C. “A vuela pluma”. [“Valenciano” desmandado]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8282, 8 de enero 1965, p. [6]. 173 J.R.C. “A vuela pluma”. [Rafael “El Gallo” y Enrique Borrás]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8325, 1 de marzo 1965, p. [6]. 154


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“cosa fea” que, corriéndole por el cuerpo, no le dejaba otra salida que la de huir hacia la barrera. Una de las veces que estuvo en América, “El Gallo” coincidió con Enrique Borrás. El actor y el torero eran buenos amigos, y solían pasear por la cubierta del buque o formaban tertulia con otros pasajeros. Mas, cierto día, el curso pacífico de la navegación se alteró con una tormenta que hizo dar al barco cabeceos inquietantes. “El Gallo”, mirando a las aguas desde una de las ventanillas del salón en que estaban comenzó a dar señales de intenso pánico. Y como Borrás le aconsejara tranquilidad, pues todo pasaría felizmente, el torero respondió tembloroso: – ¿Pasará? ¡Esto no tiene apaño, don Enrique de mi alma! Delante de un toro esaborío, uno se defiende como sea; pero aquí... ¡cualquiera se tira de cabeza al callejón!

[Sobre “Minuto”]174 De Enrique Vargas “Minuto”, tan corto de estatura como largo de arrestos, alguien dijo que, al entrar a matar, “daba la hora”. También, aludiendo a sus comienzos, el poeta Joaquín Alcaide de Zafra le dedicó un soneto que comenzaba con estos versos: – “Ya no es niño este ‘niño sevillano’, – aunque por su estatura lo parece; – y sorprende mirar cómo se crece – ante la res, con el acero en mano...”. Figura opuesta a la de “Minuto” por su alta y arrogante presencia era la de otro diestro famoso de aquella época, don Luis Mazzantini, cuya elevada talla destacaba dominadora en los ruedos. Pues en relación con esa diferencia física, una graciosa anécdota refiere cierto hecho cuyos protagonistas fueron ambos matadores. Sucedió la primera vez que torearon juntos. Y se cuenta que Mazzantini, en la puerta de cuadrillas, hizo alusión a la escasa estatura de su compañero. Nada dijo “Minuto” porque demasiado reconocía él lo bajito que era. Pero sabía igualmente lo que “llevaba dentro”. Estuvo aquella tarde tan bien, que lo sacaron en hombros. Así se cruzó con Mazzantini, quien salía de la plaza por su pie, y con mucha guasa le gritó entonces: – “¡Don Lui! ¡Don Lui! ¡Le llevo a ‘usté’ dos ‘parmo’!”. 174 J.R.C. “A vuela pluma”. [Sobre Minuto]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8304, 3 de marzo 1965, p. [4]. 155


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[Estocada por chiripa]175 Hay casualidades favorables que, en ciertos y oportunos momentos, contribuyen a que cualquier acción resulte brillantísima; quedando quien la realiza airoso y triunfante, aunque no sea por sus propios méritos, sino más bien por la asistencia que algún otro pueda dispensarle. De quien así obtiene un resultado, suele decirse que acertó por chiripa. El 17 de junio de 1852 fueron lidiados en Madrid ocho toros, destinándose los seis primeros a “Cúchares” y a Manuel Rodríguez “El Cano”, y los dos últimos a José Muñoz “Pucheta”. El toro que cerró plaza era cárdeno, bien puesto, y llevaba el nombre de “Castañero”. Llegó receloso al último tercio de la lidia. Y entonces tuvo lugar la circunstancia imprevista, única seguramente en los anales del Toreo, que el crítico “Don Ventura”, aficionado a las anécdotas y efemérides, ha comentado así: “Poco o nada hábil ‘Pucheta’, para dominar al toro y hacerse con él viose apurado a buscar la barrera. Y viendo ‘Cúchares’ las dificultades que para ‘Pucheta’ ofrecía el animal, cogió una banderilla y, haciendo con ella y su capote una muleta dio en poco terreno una serie de pases consecutivos hasta rendir la cabeza del ‘Castañero’, poniéndolo en condiciones de que ‘Pucheta’ entrase a matar”. Y éste acabó con el toro de una estocada que, según “Don Ventura” añade, mereció una denominación que tampoco figura en los tratados de Tauromaquia: “estocada por chiripa”.

[El toro “Campanero”]176 Ese toro llamado “Campanero”, cuyas aficiones describe una canción que se ha hecho famosa, no es un toro vulgar. Tal vez, por ser de raza bravía, su destino lo lleve a correr la misma suerte que a otros de sus compañeros, y vaya a morir en un redondel. Pero eso es lo corriente, lo que no puede producir sorpresa, y él, repetimos, no es un toro vulgar. La canción con que se le ensalza, estrenada por Marifé de Triana en Sevilla, lleva ya su nombre por los aires sobre las alas del éxito. Nos describe su estampa –“pintao de amapola y aceituna”– y, sobre todo, la ilusión que vino a iluminar sus oscuros adentros. Sabemos que al cerrar la noche sale en busca de un remanso 175 J.R.C. “A vuela pluma”. [Estocada por chiripa]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8342, 20 de marzo 1965, p. [6]. 176 J.R.C. “A vuela pluma”. [El toro “Campanero”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8346, 25 de marzo 1965, p. [4]. 156


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del río. Las flores de romero besan los rizos de su frente, y la luz de las estrellas lo baña de plata. “Campanero” es valeroso; pero en la carrera, hace su emoción que le tiemblen los músculos. Y junto a ese remanso donde el agua es intranquila, su afición lo detiene. Allí la Luna se refleja, y él está enamorado de ella por la limpidez y la gracia con que su blancura se le muestra en el río. Sus grandes ojos se fijan con éxtasis. Y como un ignorado e inexplicable soplo de romanticismo descendió hasta él para mover su instinto, goza “Campanero”, aunque al fin su destino sea trágico, de una condición que lo aparta por completo de la vulgaridad.

[Una ley antitaurina]177 Siempre ha tenido enemigos el festejo taurino. Mucho antes de que Eugenio Noel iniciara su célebre campaña antiflamenquista, que tuvo extraordinaria resonancia, otras veces se levantaron seriamente combatiendo a la fiesta y a la afición que por ella es sentida. La cuestión fue llevada hasta las mismas Cortes, de tal modo que el 2 de junio de 1877 el marqués de San Carlos presentó al Congreso una propuesta de Ley contra las corridas de toros, cuyo texto, que fue tomado en consideración, decía lo siguiente: “Persuadidos los diputados que suscriben de que las corridas de toros de muerte ejercen una influencia perniciosa en nuestras costumbres y constituyen un espectáculo poco digno de un pueblo culto, tienen la honra de proponer a la aprobación del Congreso la siguiente Proposición de Ley: Artículo 1º.– Queda prohibida la construcción de nuevas plazas de toros, así como la reedificación de las que en la actualidad se hallen derribadas. Artículo 2º.– El Gobierno adoptará las medidas que crea conveniente para la supresión dentro de un plazo prudencial de las corridas de toros de muerte”. Con el marqués de San Carlos firmaron don Antonio María Fablé, don Alejandro Pidal y Mon, don Carlos María Perier y don Francisco de Paula Candau.

177 J.R.C. “A vuela pluma”. [Una ley antitaurina]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8356, 6 de abril 1965, p. [4]. 157


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[El toro “Gitano”]178 La historia del festejo taurino es abundantísima en sucesos notables. Pero estos no se refieren únicamente a lidiadores famosos, pues también algunos toros tienen su buena parte en ellos. En la corrida celebrada el 25 de julio de 1912 en la plaza de Carabanchel, fueron lidiadas seis reses pertenecientes a la ganadería de don Antonio Sánchez, de Añover de Tajo. Uno de los toros, nombrado “Gitano”, era un hermoso ejemplar cuya estampa y cuya salida al redondel produjeron entusiasta impresión. Según los detalles aparecidos en las reseñas de la corrida, “Gitano” persiguió hasta las tablas a los peones que quisieron recortarlo, y entró a los piqueros con bravura. Al sonar el clarín cambiando el tercio, el vaquero, que se encontraba entre barreras, saltó al ruedo. Llevaba un manojo de hierba. Quedaron esperando los banderilleros y los gritos de la gente se acallaron, no escuchándose en la plaza más que la voz del vaquero llamando al toro. Éste por fin se fijó en él, y lentamente caminó hasta quedar a su lado tranquilo y manso. A petición del público indultó el presidente a “Gitano” que entre una ovación clamorosa fue retirado a los corrales. Y allá marchó el vaquero corriendo y llorando para atender con sus cuidados al noble animal.

[Agustín Rodríguez, “La Reverte”]179 Hubo un tiempo en que figuró en muchos carteles, se hizo popular y llenó las Plazas de Toros, María Salomé “La Reverte”. Aparecía como continuadora de las señoritas toreras que revolucionaron el cotarro, y entre las cuales se distinguieron Lolita Pretel y Angelita Fagés con la cuadrilla que constituyera el periodista catalán Mariano Armengol, más conocido por el seudónimo de “Verduguillo”. Pero “La Reverte”, que estuvo toreando hasta aparecer en 1908 la orden prohibitiva que dictara don Juan de la Cierva, resultó “usurpadora del sexo”. Y esto porque nada tenía de femenino, ya que era un vulgar varón llamado Agustín Rodríguez. Nos ha hecho recordar a “La Reverte” la noticia de ese gitano, 178 J.R.C. “A vuela pluma”. [El toro “Gitano”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8363, 14 de abril 1965, p. [6]. 179 J.R.C. “A vuela pluma”. [Agustín Rodríguez, “La Reverte”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8372, 26 de abril 1965, p. 6. 158


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Juan Bautista Jiménez, quien al enterarse de que en una fábrica de Santoña se necesitaba mano de obra femenina, no vaciló ante su necesidad y su deseo de trabajar. Se vistió de mujer, cubriose con un pañuelo la cabeza, se dio en las mejillas, los labios y los ojos sus toques convenientes de color, y adquiriendo el aire de muchacha lozana y atractiva no halló dificultad en la admisión y empezó sus faenas. Hasta que ha sido descubierta la superchería; la cual, tomada a risa, ha permitido que a Juan Bautista Jiménez se le asigne otro lugar de trabajo en la misma fábrica, sin ser despedido.

[La antigüedad de “Bombita III” y “Manolete”]180 Las alternativas de los novilleros, es decir, su ascenso o doctorado para pasar a matadores de toros, han ofrecido aspectos tan curiosos como el originado el 15 de septiembre de 1907. Recibieron aquel día la alternativa “Bombita III” y “Manolete”, dándosela al primero su hermano Ricardo en San Sebastián, y al segundo, en Madrid, su paisano “Machaquito”. Dícese en unas viejas notas taurinas que, sobre si una corrida había empezado antes que la otra, surgieron dudas acerca de cuál de los nuevos matadores sería primer espada cuando torearan juntos. La ocasión se presentó en Córdoba el día 27 del mismo septiembre, y para evitar un conflicto, ya que “Manolete” era cordobés, por orden de la autoridad fue sometida la cuestión a sorteo; éste sólo valdría para aquella corrida sin que el resultado presentara precedente. Y le correspondió el primer lugar a “Manolete”. Al año siguiente, y como ambos persistían en la creencia de sus respectivos derechos, tuvieron que intervenir amigos de los dos para llegar a la solución definitiva. Esta consistió en otro sorteo de carácter solemne, presidido por el matador de toros Antonio Moreno “Lagartijillo”. Los interesados se comprometieron previamente a la aceptación del escrutinio. Le tocó ser primer espada a Manuel Torres “Bombita III”, que desde entonces disfrutó de antigüedad sobre “Manolete”.

180 J.R.C. “A vuela pluma”. [La antigüedad de “Bombita III” y “Manolete”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8375, 29 de abril 1965, p. [4]. 159


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[Los pelos de “El Cordobés”]181 Las noticias sobre la corrida celebrada anteayer, sábado, en Valencia, dicen que, al dar “El Cordobés” la vuelta al ruedo tras la muerte de su primer toro, del cual cortó las dos orejas, le arrojó cierto espectador, desde uno de los tendidos, una máquina para cortar el pelo. La melena que usa “El Cordobés” merece, realmente, el calificativo de extraordinaria. Pero como también suele serlo su presencia en los ruedos, esa alborotada pelambrera sirve ya de complemento a su figura y a sus faenas. Sin ánimo de establecer comparación alguna, sino traída por los pelos, se nos ha venido a las mientes la historia de Sansón. La cabeza de éste jamás había sido tocada por la navaja y su fuerza descomunal estaba ligada a la abundancia y a la conservación de su cabellera. Por eso, cuando Dalila lo sonsacó y le traicionó, haciendo que lo raparan mientras dormía, Sansón debilitose hasta el punto de ser preso por los filisteos que lo encadenaron y le sacaron los ojos. Los toreros han cuidado siempre de su tipo. Y lo mismo cuantos usaban el pelo “echao pa alante” con las javeras bien pegaCartel del festejo de las señoritas toreras celebrado en la Plaza de Toros de Cartagena das sobre las sienes, que quienes se peinaban con el 9 de mayo de 1897. 181 J.R.C. “A vuela pluma”. [Los pelos de “El Cordobés”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8383, 10 de mayo 1965, p. [6]. 160


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cuidado y pulcritud, lucían una testa normal. Allá, sin embargo, cada cual con su gusto y su capricho. Mas no quisiéramos que “El Cordobés” perdiese la personalidad: ésa que le ha llevado a lugar preferente en el escalafón de los matadores de toros, si el día menos pensado apareciera en el paseíllo peinado al rape.

[La generosidad de Rafael “El Gallo”]182 Fue Rafael “El Gallo” un hombre que, con rumbo y con majeza, prodigó la generosidad. Era frecuente ver a su alrededor gitanos pedigüeños, o aficionados llorones, contándole lástimas. Y a unos por encontrar en sus palabras un eco de sinceridad, y a otros nada más que para quitárselos de encima, siempre les atendía y daba algún dinero. En cierta ocasión se le acercó uno de los tales, apodado “El Bizco”, y haciendo pucheros fue contándole que su pobrecilla madre se había muerto y que a él le hacían falta diez duros para poder enterrarla. Rafael “El Gallo” lo escuchó con la expresión que el caso requería, aunque la sonrisa pugnaba por asomar a sus labios y después de consolarle con unas palabras le dio ciento cincuenta pesetas. Transcurrieron varios días. Y hallándose el torero un domingo a la puerta del Café, también con “El Bizco” a su lado, pasó frente a ellos una gitana vieja. Al verla, dejando esta vez que asomara burlona la sonrisa, preguntó “El Gallo”: – Oye, “Bizco”; ¿no es ésa la pobrecilla de tu madre que se había muerto? – Sí, Rafael. La misma –contestó el otro–. Pero como es tan buena, le dan permiso y la dejan salir los domingos. Al “Gallo” le hizo gracia el ingenio del compadre, y de nuevo le abrió el bolsillo.

[El “Rubio de Boston”]183 El joven Porter Tuck, en su casa de Boston, soñaba con España. Experimentaba un interés creciente por nuestra Fiesta Nacional, y 182 J.R.C. “A vuela pluma”. [Rafael “El Gallo”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8388, 15 de mayo 1965, p. [4]. 183 J.R.C. “A vuela pluma”. [El “Rubio de Boston”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8390, 18 de mayo 1965, p. [4]. 161


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cierto día llegó a descubrir el exacto sentido y el verdadero objeto de las ilusiones que, sin carácter definido hasta entonces, alborotaban sus pensamientos. Quería ser torero. Torero de cartel. Vino a España, y consiguió salir a los ruedos para buscar en ellos la fortuna y la gloria. Era rubio, serio, de ojos azules. Así figuraba en los carteles con el apodo de “Rubio de Boston”. Y aunque la expresión de su rostro no reflejara la viveza española, su talla de alto mozo le dio prestancia a su figura con el traje de luces. Sabía ceñirse el capote de paseo, y su paso largo era decidido cruzando el redondel. Sin embargo, la suerte no caminó a su lado. Fueron los sinsabores en mayor número que las alegrías, y los dolores más que los triunfos. Toreando en la plaza de Valencia una tarde del mes de septiembre de 1955, el “Rubio de Boston” cayó herido por una cornada que puso en grave riesgo su vida. Señaló este percance el fracaso de sus ilusiones, y apenas si volvió a torear. Regresó a su tierra, dominado por una desgana melancólica que ensombrecía la mirada de sus ojos azules. Y ahora se le ha encontrado en el parque Higbridge de Nueva York, con una herida de bala perforándole la sien izquierda. El informe de los médicos, aunque no ha sido hallada el arma, señala que el tiro se lo debió disparar él mismo. La policía investiga sobre el caso, que considera extraño, y así está circulando estos días –en los comentarios, en las noticias– el nombre del “Rubio de Boston” más que cuando soñaba con ser torero de cartel.

[“Guerrita” y sus jacas]184 El señor don Rafael Guerra Bejarano, el gran “Guerrita” durante sus años de torero y ya rico, prestigioso e influyente hacendado cordobés, poseía un coche arrastrado por cuatro jacas castañas. Y él, ferviente mantenedor del abolengo tradicional, que no le hablasen de otro medio de locomoción. Consideraba que como su coche y sus jacas nada existía, y tan orgulloso y seguro estaba de eso que hasta sostuvo una especie de desafío con el rey. Un aristócrata, el marqués del Rincón de San Ildefonso, organizó en cierta ocasión una montería a la cual, entre otros cazadores invitados, asistieron Alfonso XIII y el célebre ex-matador. El monarca llegó en un magnífico automóvil y Guerra, natural184 J.R.C. “A vuela pluma”. [“Guerrita” y sus jacas]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8394, 22 de mayo 1965, p. [4]. 162


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mente, con su coche y sus jacas. – Buen coche llevas –le dijo don Alfonso. – Tampoco es malo el de “zu” real majestad. Ahora, que... a carrera larga, le gano yo. Al ponerse en marcha los cazadores hacia el lugar donde iba a desarrollarse la montería, el automóvil real tomó notable delantera. Mas –¡lo que son las cosas!– al poco tiempo sufrió un pinchazo una de las ruedas y, mientras se estaba reparando la avería, llegó Rafael. Y muy fino, con su ancha sonrisa cordial, con sorna y respeto a la vez, le dijo al rey: – ¿Ve “zu” real majestad lo que yo le advertí? ¡A carrera larga, no hay quien gane a mis jacas!

[La competencia entre “Cúchares” y “El Chiclanero”]185 Las competencias, disputas o contiendas entre famosos lidiadores de reses bravas, ha dado lugar a lances y episodios diversos. Pero ninguno tan original y tan curioso como el sostenido entre Curro “Cúchares” y “El Chiclanero” en la Plaza de Madrid, durante una corrida celebrada el año 1851. Aquel año, y para todas las corridas que se celebrasen, estaba contratado “El Chiclanero” como primer espada. Pero enterada la Empresa de que se hallaba de paso en Madrid Curro “Cúchares”, supo aprovechar la circunstancia y ajustó su trabajo para una corrida. Y aquí tuvo, inesperadamente, su origen aquella competencia. ¿Quién de los dos había de actuar como primer espada? Antes de comenzar la corrida, ambos diestros expusieron ante la presidencia sus derechos. El uno lo alegó por contrato, y el otro por su mayor antigüedad. Pero como nada se decidió, cuando sonó el clarín anunciando el último tercio en la lidia del primer toro, los dos cogieron la muleta y el estoque, saludaron al indeciso presidente y fueron en busca de la res. “El Chiclanero” consiguió dar dos pases. Y, al rematar el segundo, un banderillero que se apodaba “Galleguito” le quitó el toro. “Cúchares”, listo y rápido como una ardilla, no dejó que se le escapase la oportunidad e hizo rodar al animal de un golletazo. Aquel lance no tuvo consecuencia alguna de mal tono. Pero un excelente dibujante, Daniel Perea, lo recogió en una de las estam185 J.R.C. “A vuela pluma”. [La competencia entre “Cúchares” y “El Chiclanero”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8399, 29 de mayo 1965, p. [4]. 163


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pas que publicaba en el periódico “La Lidia”.

[Salvador Sánchez “Frascuelo”]186 Aquel gran matador de toros que se llamó Salvador Sánchez “Frascuelo” y que con Rafael Molina “Lagartijo” dio gloriosos impulsos a la Fiesta nacional, frecuentaba las tertulias de la “gente gorda” entre la cual era muy apreciado por su honesta condición, su franca sinceridad y las ocurrencias con que muchas veces “se dejaba caer”. En una de tales reuniones, a la que asistían asimismo destacados personajes políticos –gobernantes algunos de ellos–, se buscaban siempre temas agradables con que sostener las conversaciones, sin meterse en honduras de otra índole. Y cuando las charlas languidecían, para animar la velada jugábase a las adivinanzas. Estando cierta vez con ese entretenimiento, “Frascuelo” vio que transcurría el tiempo sin que él acertara nada ni por casualidad. Entonces quiso tomarse la revancha, y expuso el siguiente acertijo: – Una cosa que empieza con “me” y acaba con “o”, y está aquí presente, ¿qué es? Se hizo el silencio, ya que todos se dieron a pensar, mientras que Salvador los contemplaba sonriente. Hasta que al fin, cuando se dieron por vencidos manifestó muy ufano la solución diciendo: – Pero, señores, ¡si eso no puede estar más claro! Es… “¡menistro!”.

[Advertencias en los carteles de toros]187 Algunos viejos carteles de Toros solían contener en su texto indicaciones y advertencias muy curiosas. En los carteles de las corridas celebradas en Cartagena el año 1855 –que, suspendidas en el verano por temor al cólera, tuvieron lugar en el mes de diciembre– se hizo constar lo siguiente: “La empresa, que considera un deber de justicia el manifestar su respeto al público, no ha omitido sacrificio ni gasto para que las corridas sean dignas de él. En tal concepto, se lidiarán en cada una de las 186 J.R.C. “A vuela pluma”. [Salvador Sánchez “Frascuelo”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8408, 9 de junio 1965, p. [4]. 187 J.R.C. “A vuela pluma”. [Advertencias en los carteles de toros]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8416, 19 de junio 1965, p. [6]. Vid. también “Corridas aplazadas por la epidemia del cólera”. En: SERRANO BOTELLA, Á., pp. 21-22. 164


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tardes seis toros de cinco y seis años, según condición escriturada”. El marqués de Tablantes, en sus “Anales de la Plaza de Toros de Sevilla”, citó la indicación que, en carteles del año 1856, hízose a continuación de los nombres de los diestros. Decía así: “Dios los saque en paz, y todo quede en honesta diversión sin la menor desgracia”. Rafael Molina “Lagartijo” recibió la alternativa en Madrid el 15 de octubre de 1865. Rafael Guerra “Guerrita” ascendió a matador de toros, también en la Plaza madrileña, el 29 de septiembre de 1887. Y en los carteles respectivos, aquéllos que anunciaron ambos acontecimientos, figuró idéntica advertencia: “...alternará por primera vez en esta Plaza, confiando más en la indulgencia del público que en sus propios merecimientos, y procurará llenar su cometido con el mayor lucimiento posible”.

[Rafael Molina “Lagartijo”]188 A Rafael Molina “Lagartijo” le adjudicó aquel notable cronista de toros que se firmaba “Sobaquillo”, y era nada menos que Mariano de Cavia, la excepcional denominación de “Califa” dotándola de tanto prestigio como pueda tener un título honorífico. Y Rafael Molina “Lagartijo”, soberano en las Plazas de Toros, realizó en muchos instantes de su vida particular algunas “faenas” tan notables y dignas de elogio como las que desarrollaba en los redondeles. Era una mañana soleada y apacible de buen invierno. El “Califa”, lenta y placenteramente, paseaba por las afueras de Córdoba. Un muchacho a quien él conocía se cruzó en su camino. Y al mirarle la cara en el saludo, advirtió en ella una sombra de tristeza y preocupación. – A ti, ¿qué te pasa? – Ná. Que me han sorteao, y tengo que dirme a la mili. – No te apures por eso. Se güerve pronto. – Pero no es eso lo que me preocupa, sino la pobresilla de mi mare, que no jase más que llorar. El torero, durante unos momentos, quedose pensativo. Después, continuó preguntando: – Y dime, chaval. ¿Cuánto cuesta el que tú no seas quinto? 188 J.R.C. “A vuela pluma”. [Rafael Molina “Lagartijo”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8427, 3 de julio 1965, p. [6]. 165


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– Un porción de cuartos, señó Rafael. Ná menos que seis mil reales. – Bien. Entonces no dejes de pasarte luego por mi casa. Pero sin farta. ¿Te enteras? Cuando el muchacho fue más tarde a visitarle sacó “Lagartijo” del bolsillo mil quinientas pesetas y se las dio diciéndole: – Toma y vete tranquilo. Eso es pa que tu madre no llore.

[Porter Tuck]189 A las noticias originales y curiosas con que ir aumentando el valor de las páginas en una Historia de la Tauromaquia, viene a juntarse ahora la de un hecho sin precedente alguno. Porter Tuck, aquel torero norteamericano que con el apodo de “Rubio de Boston” figuró en los carteles y alternó en los ruedos cuando vino a España; quien en la plaza de Valencia recibió en septiembre de 1955 una cogida que, además de ponerlo en trance de muerte, segó de raíz sus ilusiones se suicidó, como se recordará, hace dos meses en el parque Higbridge de Nueva York. El “Rubio de Boston”, en una carta que dejó escrita dirigida a su esposa, expresó este deseo: “que se llevaran sus cenizas a la Plaza de Méjico y fuesen esparcidas sobre la arena del redondel”. Y acaba de tener lugar el hecho insólito, al ser cumplida esa disposición. El cadáver de Porter Tuck fue incinerado en Nueva York y sus cenizas entregadas por la viuda a uno de los amigos más fieles del torero: el pintor Henry Pellen, que hace unos días, habiendo llegado a Méjico para estudiar la zona arqueológica de Yucatán, ha realizado la misión. Acompañado por varias personalidades del mundo taurino de aquella capital visitó la Plaza y, solemnemente, esparció las cenizas. No ha podido el malogrado lidiador darle más a la Fiesta que tanto le ilusionara, después de derramar su sangre en ella. [Anecdotario de “Guerrita”]190 Rafael Guerra “Guerrita” dejó, para la historia anecdótica de su 189 J.R.C. “A vuela pluma”. [Porter Tuck]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8444, 23 de julio 1965, p. [4]. 190 J.R.C. “A vuela pluma”. [Anecdotario de “Guerrita”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8446, 27 de julio 1965, p. [4]. 166


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vida, muchas frases demostrativas de su ingenio. Compró una vez cierta finca, en la que luego fue descubierta una mina. Y al saber que ésta pertenecía al Estado protestó enérgicamente, asegurando que el tifón era suyo y muy suyo. Fue a consultar el caso con el abogado que consideraba de mejor juicio y prestigio más sólido. Hablaron primero y discutieron después, hasta que “Guerrita” hizo esta pregunta: – Güeno. Y dígame osté: si yo lo vendo una americana que tié dentro una cajetilla, ¿de quién será la cajetilla? En otra ocasión –transcurría el verano de 1908– era presidente del Consejo de Ministros don Eduardo Dato. Este fue a San Sebastián para celebrar una conferencia con el rey, y cierta noche se encontró con el famoso ex torero. – Ya tuve la satisfacción –dijo el gobernante– de ser presentado a usted. Y fue aquí mismo, en San Sebastián, cuando estaba usted en plena época de triunfo. Yo, por entonces, era subsecretario de Gobernación. – Sí, señor, sí. Ya recuerdo –contestó Rafael con la mayor sencillez–. Entonces era usté un novillerito...

[Club Taurino de Chicago]191 Hace cuatro años, y por iniciativa de un español que allí reside, fue fundado en Chicago un Club Taurino. Cuenta con más de un centenar de socios, entre los cuales figuran un clérigo y bastantes mujeres. De tales mujeres, las más jóvenes y más guapas toman parte en el festival que cada año se organiza, donde son lidiados –aunque no se les mata por tenerlo prohibido las leyes– varios novillejos. Las chicas salen de “monosabios” y, naturalmente, despiertan mayor admiración y cosechan más aplausos que los toreros. Recientemente llegó a Barajas una nutrida representación del Club, que viene a España tanto en plan de vacaciones como en viaje de estudios. Hasta mediados de este mes permanecerán aquí, visitando diversas ciudades –todas en cuyas Plazas se celebren corridas importantes–, y haciendo uso de las cámaras de que van provistas recogerán un rico testimonio de lances y faenas para después, durante sesiones extraordinarias y como ampliación o complemento de las informaciones que les proporcionan los perió191 J.R.C. “A vuela pluma”. [Club Taurino de Chicago]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8451, 2 de agosto 1965, p. [2]. 167


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dicos, proyectar películas en el Club. Pero añade la noticia que conocemos algo que también es interesante. El mes pasado tuvo lugar entre los socios una votación sobre el mejor torero de la actualidad. Los hombres votaron por “El Viti” y las mujeres por “El Cordobés”.

[Los antiguos cronistas taurinos]192 Los periodistas encargados antiguamente de hacer las reseñas sobre las corridas de toros eran menos inclinados a la literatura que los actuales. Todos los de ahora escriben bellísimas crónicas en tono selecto. Los de antes, sin conceder importancia alguna a las figuras de dicción, a la elegante exposición de conceptos, ni al estilo pulcro y académico, escribían en cambio de manera escrupulosa y detallista. Antes de hacer el paseíllo las cuadrillas, se acercaban a ellas para anotar los turnos de picadores y banderilleros en cada toro, las varas que iban admitiendo, los caballos que despenaban dejándolos tiesos y listos para el arrastre, los lances de capa en los quites, los diferentes pases de muleta; todo, en fin, era consignado a manera de inventario. Mas no por eso resultaban monótonas ni frías aquellas revistas. Sus autores, además sin dárselas de redichos solían alegrarlas donosamente con estrofas intercaladas de trecho en trecho. Así, por ejemplo, se leía sobre el segundo tercio de la lidia: “Con mucha cautela los de los zarcillos, después de mil cálculos y varios concilios, cinco palitroques tiraron al bicho; uno en las orejas, dos en el hocico, uno en un brazuelo y otro en un tobillo...” No cabe duda de que cierto poder descriptivo palpitaba en aquellas páginas, puesto que hoy, en la rebusca sobre temas vie192 J.R.C. “A vuela pluma”. [Los antiguos cronistas taurinos]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8458, 10 de agosto 1965, p. [6]. 168


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jos, se hace interesante su lectura.

[“El Gallo” en Barcelona]193 Existe una referencia curiosa respecto a Rafael “El Gallo”, que indica perfectamente su doble y contraria personalidad. Se ha dicho que fue a torear en cierta ocasión a Barcelona, después de una serie de actuaciones pésimas en distintas Plazas, donde había hecho gala de su miedo supersticioso, de sus “espantás” y de su rapidez para echar las piernas por alto tirándose de cabeza al callejón. Por eso en Barcelona lo recibió el público con desagrado, que ya manifestó al hacer el paseíllo las cuadrillas. “El Gallo”, cruzando el redondel muy serio y cabizbajo, llegó a la barrera, saludó al presidente, cambió el capote de lujo por el de brega y, como es costumbre, se puso a probar éste mientras el alguacil recogía la llave de toriles e iba a entregarla al encargado de abrir la puerta “de los sustos”. Desplegó la capa. Trazó unos lances. Los terminó con una graciosa y gitanísima revolera. Y la gente, que atenta estuvo contemplando tal ensayo, cuando el torero plegó el capote al sonar el clarín le dedicó una ovación de esperanza. Aquella tarde los laureles marchitos reverdecieron, y Rafael volvió a ser digno de aquella copla que había sido escrita en honor suyo: “Al ‘Gallo’ no hay quien le iguale – con capote ni muleta. – ¡Cualquiera le quita al ‘Gallo’, – la cresta que tiene puesta!”.

[Juan Ruiz “Lagartija”]194 El torero murciano Juan Ruiz “Lagartija” se encontró cierta vez con que la suerte le había destinado un toro difícil que se las sabía todas, y al cual no lograba dejar en condiciones de entrarlo a matar. Los muletazos se prolongaban, impacientábase la gente, y el espada escuchó el primer aviso. En tal instante, uno de los espectadores próximos al lugar donde 193 J.R.C. “A vuela pluma”. [“El Gallo” en Barcelona]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8481, 3 de septiembre 1965, p. [?]. 194 J.R.C. “A vuela pluma”. [Juan Ruiz “Lagartija”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8487, 13 de septiembre 1965, p. [6]. 169


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“Lagartija” estaba sufriendo le gritó: – ¿Te acuerdas, Juan, de aquellos tiempos? Juan no se dio por enterado. ¡Bastante tenía él con aquel “Presente” por despachar! Prosiguió la faena. Y al poco rato, de nuevo el vozarrón dejose oír con la misma pregunta: – ¿Te acuerdas, Juan, de aquellos tiempos? Vino el segundo aviso. “Lagartija” ya próximo a perder los estribos, aprovechó con buena vista y mejores pies un momento en que el animal estuvo igualado; y sin saber dónde pinchaba, porque todo era toro, lo hizo pasar a las manos del puntillero. Mas al retirarse escuchó por tercera vez, sonando con más bríos que los pitos ensordecedores, la misma preguntita. Y descubriendo al espectador que se la hacía, interrogó a su vez: – Pero ¿a qué tiempos se refiere el amigo? Y la respuesta, coreada enseguida por las risas, fue así: – ¡A los tiempos aquéllos, en que le diste a ese bicho el primer pase!

[El picador “El Ruso”]195 Los tipos populares han contribuido, sin ellos darse cuenta, a enriquecer con viva tonalidad los cuadros de costumbres. Sus dichos y sus hechos, sus casos y sus cosas, sirven asimismo para formar copioso anecdotario. Existía en Málaga un picador que se apodaba “El Ruso”, y que solo intervenía como reserva en las corridas. Sin embargo, su modesta condición no era obstáculo para que se manifestase como gran amigo de los diestros más famosos y, especialmente, de Mazzantini. Llegó un año la festividad del Corpus, y llegó a Málaga Mazzantini para torear en la corrida de tales fiestas. Los compadres de “El Ruso” supieron cómo éste, apenas conoció la llegada del matador, se presentó en el hotel para darle la bienvenida. Don Luis, que en sus costumbres era correctísimo, recibió amablemente a tan íntimo amigo, se interesó por su salud y la de su familia, y afirmó su cordialidad, al despedirse, con fuerte apretón de manos. 195 J.R.C. “A vuela pluma”. [El picador “El Ruso”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8494, 21 de septiembre 1965, p. [4]. 170


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Pero Mazzantini se había presentado ante “El Ruso” vistiendo una elegante bata. Y cuando el picador se reunió de nuevo con sus amigos y estos le preguntaron: – ¿Qué? ¿Has visto a don Luis? –manifestó con cierto desencanto: – Lo he visto, y hemos platicao. Pero me ha recibío... ¿Cómo diréis ustedes? – ¿Serio? – ¡Qué va! ¡Vestío de japonés!

[Joselito y Belmonte]196 Mucho se habló un día sobre si las relaciones entre Joselito y Belmonte representaban una amistad sincera, o si por el contrario dejaban algo que desear en tal sentido. Joselito, en cierta ocasión, respondió a la pregunta que alguien le hizo, afirmando esto: – Juan y yo somos buenos amigos. Te doy mi palabra de honor. Lo que pasa, ¿comprendes?, que las empresas y algunos otros, para animar a la afición, hacen creer en una competencia o en un duelo constante que no existen. Cuando toreamos juntos es natural que los dos procuremos quedar bien. Pero la amistad está por encima de todo. Se cuenta que una tarde en que toreaban “mano a mano” los dos espadas, salió para Juan un toro tan noble y tan bravo, que uno de los banderilleros de Joselito se acercó a éste para decirle: – ¡Qué toro para un torero! Y en aquel momento en que Belmonte se hallaba realizando una de sus grandes faenas José contestó: – ¡Y qué torero para ese toro! También se habló bastante sobre la soberbia de Joselito. Y también éste halló la ocasión de contestar a otra pegunta, manifestando con noble claridad: – ¿Soberbio? Lo que pasa es que soy sincero. Yo no sé reír sin ganas. Soy incapaz de hacer una grosería, pero no me sale de adentro ser excesivamente amable con aquellas personas que no me son simpáticas. Si a eso se le llama soberbia. 196 J.R.C. “A vuela pluma”. [Joselito y Belmonte]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8498, 25 de septiembre 1965, p. [4]. 171


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[Dinero torero]197 Mucho se ha escrito y se ha dicho sobre la importancia que el dinero tiene para el hombre; claro es que el dinero en cantidad abundante, constituyendo riqueza, y no representado por tres o cuatro perras gordas. También se ha divagado bastante sobre los modos y procedimientos para conseguir un capital; elogiándose así el trabajo honrado, la laboriosidad y el ahorro, tanto como censurando la ambición, la avaricia y la usura. Sobre que el dinero hace falta, y cada vez más, no hay que discutir. El que más y el que menos, cuando repasa unas monedas o unos billetes y advierte que, siendo “habas contadas”, no cubren sus necesidades, siente el deseo y experimenta la obligación de ganar y tener más. ¿Cómo se gana y se tiene en mayor cantidad? ¿Cuáles son los modos y procedimientos para conseguirlo? En cierta ocasión, hablando sobre la facilidad con que algunos toreros famosos ganaban el dinero y conseguían reunir en pocos años una fortuna, le dijeron a Rafael González “Machaquito”: – Aunque los toros llevan los billetes de Banco en el morrillo, no debe de ofrecer mucho peligro el quitárselos. – Eso es –respondió aquel famoso matador– según se mire; porque algunos se los quitan nada más que con la punta del estoque, y otros, como yo, los cogemos con la mano.

[I Congreso Internacional de Tauromaquia]198 El poeta dijo esto a Sevilla: “…Sé que tus toreros llenan – con filigranas garbosas – el redondel encendido – que huele a jazmín y a novia. – Sé que son de plata fina – los capotes que te adornan…”. Y, desde Sevilla ha salido estos días, hacia muchos lugares del mundo un curioso mensaje. Es el anuncio y es la invitación para el primer Congreso Internacional de Tauromaquia, del que en este mismo mes se van a celebrar las jornadas preparatorias. La convocatoria, enviada por el Presidente de aquel Club Taurino ha llegado, no solo a todas las sociedades que con igual carácter existen en diversas ciudades españolas, sino que cruzando las fronteras y conquistando más alejados horizontes, es conocido 197 J.R.C. “A vuela pluma”. [Dinero torero]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8500, 28 de septiembre 1965, p. [4]. 198 J.R.C. “A vuela pluma”. [I Congreso Internacional de Tauromaquia]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8506, 5 de octubre 1965, p. [6]. 172


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ya en Portugal, en Francia, en Inglaterra y en América. Aficionados de California y de Chicago, en gran número, han sido los primeros en inscribirse; la Federación francesa de Clubs Taurinos ha enviado ya un representante, y asimismo se halla en contacto la agrupación residente en Londres. “…Ya están llenos los tendidos, – llenas de risas las bocas; – ya la tarde huele a toros, – a mejorana y a rosas…” –continuaba diciendo el poeta. Y el presidente del Club sevillano, atento a que el prestigio antiguo renazca y se le vea por las calles pasear su gloria, ha declarado refiriéndose a los fines del Congreso: “Queremos que la Fiesta nacional vuelva a serlo en toda su integridad; que no se pierdan el tercio de quites, la suerte de banderillas sea como debe ser, y que el toro signifique el primer elemento del festejo…”.

[Edmundo de Acis en los toros]199 Entre las acciones humanas con que se consiguen rápidos y sorprendentes efectos está la de producir o excitar la curiosidad en el prójimo. El deseo de saber, el vicio de inquirir, el afán por averiguar lo que otros hacen o dicen, se halla siempre despierto. Más o menos franco, o más o menos disimulado, nunca falta un instante propicio para que asome la oreja. Sabiendo lo que pasa existen humoristas y guasones cuyo recreo consiste en despertar con impulso colectivo esa curiosidad. Si cualquiera de ellos se detiene de pronto en la calle y, fingiendo atención, se queda mirando hacia la altura, hasta es posible que reúna un corro de papanatas que alcen la vista en igual forma, aunque nada ven más allá de sus narices. Así es que cuando Edmundo de Acis vino a España el año 1871 observó, hallándose en Madrid y en la Plaza de Toros, a un grupo de mozalbetes burlones que todos juntos se volvían hacia una parte de los tendidos gritando: – ¡Ya está allí! Asimismo curioso, aunque en otro sentido, Amicis describió el espectáculo diciendo: “...¿Quién era? Nadie. Pero en tanto los vecinos se levantan, los que están lejos se suben a sus asientos, las señoras se asoman a los palcos, y en un momento la Plaza entera está en conmoción. Entonces el grupo de los jovenzuelos prorrumpe en sonoras carcajadas; y los de al lado, para no parecer bobos, 199 J.R.C. “A vuela pluma”. [Edmundo de Acis en los toros]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8508, 7 de octubre 1965, p. [4]. 173


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hacen eco riendo también...”.

[Despedida de “Guerrita”]200 Las fiestas del Pilar y la fecha de hoy, recuerdan la última vez que vistió el traje de luces Rafael Guerra “Guerrita”. Fue el 18 de octubre de 1899, en Zaragoza, acompañándole “Algabeño” y “Villita” para la lidia de seis toros de don Jorge Díaz. Y dicen las crónicas que “Guerrita” había escuchado pitos al matar a su primero, por hacerlo mediante un pinchazo y una estocada que resultó delantera además de atravesada. El toro cuarto, nombrado “Limón”, se declaró manso y, casi a la huída, consiguieron picarlo “Grano de Oro”, Molina y “Zurito”. Antonio Guerrea y “Patatero” le colocaron las banderillas, y el espada brindó la muerte de la res, con lo que daba fin a su vida torera, a uno de sus amigos íntimos de la capital baturra: don José Noval. “...Dio siete pases altos –señaló un revistero–, cuatro con la derecha en redondo, uno ayudado y otro de pecho, hasta conseguir apoderarse del toro que a cada uno se le marchaba. Una vez cuadrado, echóse fuera para un pinchazo. Con esto volvieron a sonar fuertemente los pitos, y el ‘Guerra’ empezó una nueva faena, mejor que la anterior, aunque para terminarla con media estocada tendida y también delantera. Y, en fin, tras laboriosa preparación para descabellar, pudo lograrlo al primer intento”. En la referencia se añade otro detalle que, indudablemente, había de contribuir al descontento que el diestro cordobés sintió en aquella tarde de su despedida. Y fue que en el otro toro cogió “Guerrita” las banderillas y se las ofreció a sus compañeros; y los dos le desairaron, y él las dejó con muy visible expresión de disgusto.

[“Chicorro” y el salto de la garrocha]201 ¿Cuándo y quién alcanzó por primera vez en la Plaza de Madrid el alto galardón de serle concedida la oreja de un toro? Las viejas crónicas señalan una fecha: la del 29 de octubre de 1876, así como el nombre de José Lara “Chicorro”. “Chicorro” ejecutaba con rara gallardía una suerte que hace mucho tiempo dejó de practicarse: la del salto con la garrocha, de 200 J.R.C. “A vuela pluma”. [Despedida de “Guerrita”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8525, 16 de octubre 1965, p. [4]. 201 J.R.C. “A vuela pluma”. [“Chicorro” y el salto de la garrocha]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8518, 20 de octubre 1965, p. [6]. 174


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la cual Francisco de Goya dejó un grabado realizándola otro diestro, Juan Apiñani, natural de Calahorra. Este parece ser que fue quien la efectuó primero, renovándola después Francisco Montes “Paquiro”, también en Madrid, durante la temporada taurina de 1831. Los escritores de aquella época describieron la citada suerte del siguiente modo: “Toma el lidiador una garrocha y se va con ella a los tercios de la Plaza; cita al toro, éste se arranca y, cuando se van a encontrar en el centro de la suerte, hinca el diestro la garrocha en el suelo; apoyado en ella, salta por encima de la cara quedándose luego a la cola de la res”. Todo eso lo realizaba “Chicorro” con matemática precisión, elevándose y dejándose caer con rara destreza y facilidad. Don José Sánchez de Neira escribió asimismo sobre él diciendo: “No retrasaba un instante ninguno de los movimientos ni tampoco los adelantaba, siendo exactísimo y perfecto en la ejecución del salto”. En esa maestría del torero tuvo su origen una frase popular. Para ponderar la talla y majestad de una cosa muy elevada solía decirse: “es de tanta altura, que no se la salta ni el ‘Chicorro’”.

[José María de Cossío]202 José María de Cossío es autor de importantes títulos de investigación y crítica literaria; por ejemplo, los titulados “Poesía española”, “Siglo XVIII”, “La obra de Pereda”, “El Romanticismo a la vista”... Numerosos artículos y ensayos en igual sentido figuran en las páginas de las grandes revistas. Y su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua versó sobre “Lope, personaje de sus obras”. Pero, además, José María de Cossío ha dedicado particular atención a los temas taurinos. Así lo demuestran otros libros suyos: “Los Toros en la Poesía” y, especialmente, ese amplio estudio de cuanto se relaciona con la Tauromaquia, obra fundamental e imprescindible para toda consulta, que abarca gruesos volúmenes: “Los Toros”. Cierta vez, Antonio Díaz-Cañabate lo encontró en la tertulia del café junto a Rafael “el Gallo”. Díaz-Cañabate acababa de adquirir el número más reciente de la revista “Escorial”, donde Cossío publicaba un ensayo sobre Feijoo. Y entonces, como fruto de su observación, se le ocurrió escribir estas acertadísimas palabras: “... Un tipo humano de la clase de José María de Cossío se da pocas 202 J.R.C. “A vuela pluma”. [José María de Cossío]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8519, 21 de octubre 1965, p. [?]. 175


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veces en la humanidad. Se podrá citar a Fulano y a Mengano. Pero un hombre que habla con Feijoo y luego con Rafael ‘el Gallo’, de esos, que no me digan; de esos se dan poquitos. Yo le he visto también en nuestra tertulia sentado entre Eugenio D’Ors y Pepe Luis Vázquez, tan campante, volviendo la cabeza del uno al otro, y al volver la cabeza volver también la conversación, sin pausa, sin respiro, yendo de una glosa a un pase natural...”. Esas palabras, como tantas otras de otros tantos casos interesantes, las incluyó Díaz-Cañabate en su libro “Historia de una tertulia”, de sabrosa lectura.

[El asno de “El Gallo”]203 Pocos hombres dejarán para la pequeña historia, con sus hechos y con sus dichos, un conjunto de testimonios tan rico y abundante como el que dejó “el Gallo”. Las referencias anecdóticas que sobre él existen se enlazan una con otra, de tan copiosas como son, pues los diversos episodios con que se distinguió la vida de aquél así lo justifican. Descansaba en Sevilla cierto año, finalizada ya su campaña taurina, disfrutando con sus cafés, sus cigarros puros y sus amigos, más o menos gitanos, de paz y de reposo. Uno de aquellos días recibió la invitación para asistir a las operaciones de tienta que se iban a celebrar en uno de los cortijos próximos, y se dispuso a concurrir. Pero existía un inconveniente: era el temor que, sin saber por qué y de modo fulminante se le había manifestado hacia los caballos, a ninguno de los cuales se acercaba entonces ni por apuesta. Así es que el día de la invitación, bien de mañana, emprendió la marcha hacia el cortijo montado sobre un asno. Como el pollino también tenía lo suyo, al poco trecho le dio por caminar tanto más despacio cuanto más se le arreaba. Hasta que a Rafael se le ocurrió hurgarle por debajo de la montura con una moneda de diez céntimos, y el animal salió disparado adelantando a todos y llegando el primero. Rafael “el Gallo” experimentó el orgullo que proporciona todo gran descubrimiento. Y señalando al burro decía: – “¿Sabéis ustedes lo que este es? ¡Pues na menos que un contaor del gas! ¡En cuanto le metí la perra gorda, se hizo porvo corriendo!”. 203 J.R.C. “A vuela pluma”. [El asno de “El Gallo”]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8526, 29 de octubre 1965, p. [?]. 176


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[Unos actores en el ruedo]204 Cuando Ricardo de la Vega, y el maestro Chueca estrenaron “La canción de la Lola”, sainete que inició las glorias del “género chico”, a las pocas representaciones había logrado la obra extraordinaria popularidad. ¿Qué labor doméstica, por ejemplo, no era realizada al ritmo de “con el capotín tin, tin, tin, esta noche va a llover; con el capotín, tin, tin, tin antes del amanecer”? Y en qué calle no se escuchaba lo otro de “no me mires, no me mates, déjame vivir en paz, que en estando yo a tu lado seré firme en el amar” Pues los amigos de los autores, para celebrar el éxito, organizaron una becerrada; tres tiernos erales serían sacrificados por Chueca, Julián Romea y Ramón Rosell. El festejo estaría presidido por María Tubau y Balbina Valverde, triunfadoras ambas en el sainete. Chueca, primer espada, se puso de acuerdo con las presidentas. – Cuando se acerque el momento supremo llamadme al palco, porque tengo que deciros algo muy interesante. Así ocurrió, en efecto. Fue llamado el músico, obedeció éste, sonó el clarín y el público se impacientaba por no ver al matador, hasta que Romea decidió buscarle. – Pero, Federico, ¿qué haces aquí? ¿No has oído que han tocado a matar? – Que toquen lo que quieran. Yo no bajo. – ¿Cómo dices? – ¡Que no bajo! A mí, ¿me ha hecho algo el becerrete? Nada, en absoluto. ¿Con qué derecho lo voy a matar entonces? ¡Pobrecillo! Que viva muchos años... A razones tan justas se adhirieron los otros espadas, y un espontáneo, menos enemigo que ellos de la pena de muerte, pasaportó a los animales. 204 J.R.C. “A vuela pluma”. [Unos actores en el ruedo]. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8531, 4 de noviembre 1965, p. [4]. 177


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Con campanillas205 Un viejo cartel, impreso con gruesas y toscas letras sobre papel amarillento, sin más adorno que el sobrio grabado de un toro en actitud de acometer, conserva el testimonio de cierto festejo que se celebró en esta Plaza el domingo 9 de noviembre de 1862. Con el permiso de la autoridad, y habiéndolo permitido el tiempo, fue lidiado y muerto a estoque un novillo por la “compañía de toreros” cuyo espada llamábase Vicente Ortega y en el que figuraban como banderilleros un José Valero, un José Martínez y un Julián García. Mas esto poco tiene de particular, pues cualquiera que fuese el trabajo de los lidiadores, bueno o malo, el hecho solo consistió en realizar la suertes propias del toreo. Lo original del espectáculo se mostró después. Tras el rejoneo de dos vacas por cierta “agrupación de negritos” salió de los chiqueros una “valiente becerra”. Y de torear a ésta se encargó otra cuadrilla cuyos componentes eran ciegos. ¿Cómo podrían valerse los ciegos frente a la res, y cómo advertirían su proximidad para poder burlar sus embestidas? Dice el cartel que iban todos provistos de campanillas, iguales a la que llevaba la becerra al cuello. No ha de esforzarse mucho la imaginación para entender el fondo triste que, bajo una máscara de comicidad, ofrecerían aquellos instantes del festejo. Los ciegos se llamaban Bruno Nicolás, Antonio Bernal, Antonio García y José María Andequel. Y según lo que el anuncio añade comenzó la función a las tres de la tarde, y la entrada a la Plaza costó dos reales206.

Por mayoría de votos207 En marzo de 1914, ya retirados del toreo Ricardo Torres “Bombita” y Rafael González “Machaquito”, la revista madrileña “Palmas y Pitos” organizó un concurso entre sus lectores. Estos debían rellenar, contestando a las preguntas que eran hechas, los cupones que aparecieron en distintos números de la revista. Las preguntas consistían en quiénes eran por entonces el mejor torero, el mejor matador, el mejor picador, el mejor banderillero y el mejor peón de brega. 205 J.R.C. “A vuela pluma. Con campanillas”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8547, 16 de noviembre 1965, p. [?]. 206 Se puede ampliar información sobre este tipo de espectáculos en Cartagena en SERRANO BOTELLA, Á., op. cit., pp. 47-49. 207 J.R.C. “A vuela pluma. Por mayoría de votos”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8556, 22 de noviembre 1965, p. [?]. 178


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El concurso despertó gran interés entre los aficionados a la Fiesta de Toros y dio tal resultado que “Palmas y Pitos”, al anunciar el escrutinio, decía: “...No solo de España sino de Francia, Portugal, Alemania, Marruecos y América nos han enviado cupones los amigos”. Y el resultado fue: como mejor torero quedó señalado Juan Belmonte, con 4.636 votos; como mejor matador el malagueño Paco Madrid, con 4.912; como mejor picador Manuel de la Haba “Zurito”, con 2.814; como mejor banderillero Luis Suárez “Magritas”, con 5.605; y como mejor peón de brega el valenciano Enrique Belenguer “Blanquet”, 3.235. Quedaron “finalistas” –como se dice ahora– o sea inmediatamente después que los anteriores, y en las respectivas categorías señaladas, Rafael Gómez “Gallo”, Vicente Pastor, “Veneno”, “Patatero”208.

Con pocas palabras209 Refiriéndose a quien por ser de claro entendimiento comprende fácilmente lo que se quiere decir, existe el conocimiento de que “al buen entendedor, con pocas palabras basta”. Y cortas frases, encerrando en su brevedad elocuencia bastante, son a veces más claras y explícitas que cualquier extensa manifestación. Del concepto que de sí mismo tenían, y de su dignidad profesional, son ejemplo las contestaciones de dos toreros célebres que así, con pocas palabras, dieron a entender cuanto era necesario. Uno de los banderilleros de Salvador Sánchez “Frascuelo”, en día de corrida, al volver del sorteo de las reses le dijo al matador: – No estoy contento, porque uno de los toros que le han tocao a usté debe pesar sus treinta y seis arrobas por lo menos. Y “Frascuelo” repuso con indiferencia: – Eso cuéntaselo a las mulillas, que son las que han de arrastrarlo. La otra frase feliz corresponde a Juan Belmonte. Era éste novillero todavía cuando asistió a una “peña” taurina donde, en el curso de la charla, surgió el comentario sobre la necesidad que tienen los lidiadores de estar fuertes. Uno de los asistentes le preguntó a Belmonte: 208 En este punto se hace ilegible la lectura por el mal estado del ejemplar del periódico consultado. 209 J.R.C. “A vuela pluma. Con pocas palabras”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8552, 29 de noviembre 1965, p. [7]. 179


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– Y usted, ¿no hace facultades? – Yo, ¿pa qué? – Para poder correr. El torero, sonriendo, contestó sencillamente: – A mí no me hace falta; quien tiene que correr es el toro.

Las erratas210 Las erratas están definidas, y así es posible comprobarlo en cualquier diccionario, como equivocaciones materiales cometidas en un texto impreso. Un diablejo, que no se sabe a qué casta pertenece, pero sí que es travieso y guasón como él solo, métese por en medio entre los tipos de imprenta o entre las matrices de las linotipias, y alterando el orden de las letras, o cambiándola a su capricho, da ocasión para errores que algunas veces pasan de la raya. Y ya puede tener ojos de lince el corrector de pruebas, pues las erratas serán inadvertidas siempre que aquel diablejo se lo proponga. Cuando falleció Manuel Serrano García-Vaso “Dulzuras”, que hacía las revistas de toros en “ABC”, Luca de Tena designó para sustituirle a Gregorio Corrochano. Como el cargo había sido solicitado por muchos, se pusieron todos al acecho. Y con motivo de publicar un día dicho diario en una de sus noticias que “Picando se distinguió Gamero”, le zumbaron a Corrochano desde otro periódico diciendo: “¡Cómo se ve que al frente de la sección taurina de ‘ABC’ no está ya ‘Dulzuras’, que sabía tanto de toros, y ahora está un joven inexperto! ¿No sabe usted, señor Gorrochano, que el picador se llama Camero y no Gamero?”. La errata, ciertamente, había sido importante. Pero donde las dan las toman. Porque el novel revistero de “ABC” pudo sacudirse las pulgas con esta contestación brindada, a su vez, por otra errata: “Sí, lo sabía. Y para que no vuelva usted a caer en el mismo caso que yo, le hago saber que me llamo Corrochano y no Gorrochano”.

210 J.R.C. “A vuela pluma. Las erratas”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8556, 3 de diciembre 1965, p. [4]. Tanto en este como en el trabajo siguiente llama la atención el comienzo de las entregas, partiendo el autor de una definición del término clave del mismo así como el uso, más general en la serie, de refranes. Aspectos estos que, sin duda alguna, tienen que ver con el público al que va dirigido. 180


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Los de más talento211 El hecho de elogiar a un sujeto, haciendo resaltar sus cualidades si las posee, o adjudicándoselas bonitamente si carece de ellas y conviene; el rogar que se le ayude, se le proteja y se le aúpe; el acto de recomendar, en fin, no ha perdido virtud con el transcurso del tiempo y siempre tiene actualidad. No ya para aquéllos que no saben dar un paso si no es agarrándose a poderosos faldones, sino para otros en trance de ahogarse como no hay quien les eche una mano, son utilísimas, necesarias, imprescindibles, las recomendaciones. Tal es la costumbre, que ya se hizo ley. Y quien no entre por uvas, y no sepa dar coba para conseguir un medro, se queda sin laureles. Hubo cierto picador de toros apodado “Memento” que, sabiéndolas todas, no ignoraba este poderío que el padrinazgo clásico pone en juego. Por eso afirmaba, llenándose de razón, que aquí, en España, quienes disfrutan de mayor talento son los lidiadores de reses bravas. Como eso lo repetía con frecuencia, alguien le preguntó una vez: – Bueno: pero ¿y los abogados, y los médicos, y los ingenieros, y...? – Pare osté el carro –contestó “Memento”–. A cualquier tribunal se pué llevar, también por cualquiera, una recomendasión. Y tocan las campanas y aprueban al amigo, que se hase el amo. Pero váyale osté con una cartita de ésas a un miura, pa que no coja, y está osté listo. ¡A ver qué pasa!

Dos opiniones212 En 1914, el escritor Francisco Gómez Hidalgo publicó un libro titulado “Juan Belmonte, su vida y su arte”. Y a ese libro le puso prólogo una gran figura de las letras, Joaquín Dicenta, quien dedicó al torero de Triana frases de admiración y elogio. “Ningún lidiador –decía–, absolutamente ninguno de los conocidos por mí, ha desafiado con tanta bravura a la muerte y la ha vencido con tanto arte”. Terminaba Dicenta con estas otras palabras: “Y allá va el mozo con sus veinte años por las plazas de España, derrochando arte y 211 J.R.C. “A vuela pluma. Los de más talento”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8576, 29 de diciembre 1965, p. [6]. 212 J.R.C. “A vuela pluma. Dos opiniones”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8580, 4 de enero 1966, p. [4]. 181


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corazón. Allá va con su cuerpo endeble, con su cara de Carlos II, con su andar incierto de sonámbulo, con su capa domadora de brutos, con su muleta que a las fieras cambia en juguetes, con su franca sonrisa, sin miedo a la muerte, arrostrándola cara a cara, desafiándola, venciéndola, en viaje gallardo y triunfal”. No fue, sin embargo, de opinión semejante y en cierto momento, una gitana. El famoso trianero hallábase por entonces en su época de matador de novillos y es muy posible que ella no lo conociera todavía. Sólo advirtió que un muchacho paliducho, desgarbado y con la boca muy grande le decía un piropo que no fue de su gusto, y le manifestó su opinión contestándole rápida: – ¡Anda allá, gusarapo, que te ajogas si se te güerve la boca agua!

El toro negro213 Sobre la cogida y muerte, por el toro “Barbudo”, de José Delgado Guerra “Illo” en la Plaza madrileña el 11 de mayo de 1801 hace pensar un viejo romancillo quefiguró entre las canciones infantiles y comenzaba de este modo: ¿Dónde está ese toro negro que tiene tanto poder? ¿Dónde está ese toro negro, para vérmelas con él? Un toro negro perseguía en sueños a José Delgado. Varias eran ya las mañanas en que, al despertar, le asaltaba el recuerdo confuso de aquel bicho tenaz cuya figura tenebrosa venía a ponérsele delante cuando estaba dormido. Pero “Illo”, de profunda religiosidad, no era supersticioso. Y el novelista Manuel Fernández y González, en su obra “Las glorias del toreo”, describió en tal sentido una escena curiosa. El 10 de mayo, víspera de la corrida, José Delgado estuvo viendo en el Arroyo Abroñigal las reses que iban a ser lidiadas. Y José Romero, que acompañaba a “Illo”, tuvo la ocurrencia de decirle: – Me han dicho que usted anda pensando, desde hace algún tiempo, que le ha de matar un toro negro. – Es lo que he soñado. 213 J.R.C. “A vuela pluma. El toro negro”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8586, 12 de enero 1966, p. [4]. 182


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– Pues negro es, de buen trapío y muchas libras, aquél que nos mira y parece estar desafiándonos. Nada respondió “Illo”; sino que buscando al vaquero, lo llamó indicándole: – A ese toro negro que no nos quita los ojos de encima, enchiquérelo usted para mí. Era “Barbudo”. Y hubo, por entonces otra tonadilla popular que decía: ¡Qué lástima me ha dado de ver a “Illo”, rezando en la capilla serio y tranquilo! Como en el tendido214 A Luis Miguel Dominguín se le ocurrió una tarde, alternando en la Plaza madrileña, montar en el caballo de un picador y ejecutar la suerte de varas. Demostró que dominaba cuanto es posible realizar en el ruedo, como en un romance bellísimo indicó don Andrés Sobejano: “...Con expedita destreza dominas todas las suertes, y en ellas raudales viertes de gracia, euritmia y majeza. Ágil y alegre en el ruedo, Hermes experto y veloz, el toro, más que a tu voz, obedece a tu denuedo...” Un caso de capacidad semejante, aunque al contrario, ocurrió el 29 de mayo de 1707 y en Madrid también. Entonces toreó de capa un piquero. Cristóbal Sierra Bautista, después de una caída violentísima y en la cual corrió tanto peligro que le proporcionó a Pedro Romero la ocasión para hacer un quite extraordinario. El toro no consentía separarse del caballo muerto ni del cuerpo inmóvil del picador, por lo que Romero tuvo que hacer gala de su gran habilidad y valentía. Pero apenas el animal fue separado, levantose rápido Cristóbal Sierra y pidió un capote. Brindando su labor al espada que le había 214 J.R.C. “A vuela pluma. Como en el tendido”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8592, 19 de enero 1966, p. [6]. 183


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salvado la vida, buscó al toro y con soltura y buen estilo le dio hasta seis lances a la verónica. Sorprendió al público aquel extraño alarde; y sobre todo, el valor que significaba torear con las piernas casi inmovilizadas por la rígida armazón que las protegía. Así lo dijo a Cristóbal un espectador, amonestándole, cuando se retiró a la barrera. Y el piquero, respondiendo al regaño del otro, contestó sonriendo: – Pero, ¿es que osté no se ha fijao? Con el maestro Romero cerca de mí, estaba yo tan seguro como osté en el tendido.

Cuestión de narices215 El órgano olfatorio externo que forma en el rostro una protuberancia entre la frente y la boca, o sea –dicho sin retórica– la nariz, establece una característica especial entre las personas, según sea mayor o menor su desarrollo. Y ya que existen chatos y narigudos, coinciden ahora con el tema dos momentos que se unen a los nombres de dos toreros: Antonio Márquez y “Valencia II”. Antonio Márquez, el excelente diestro madrileño, alternaba en Méjico una tarde cuyas horas transcurrían para él bajo el signo de la desgracia. Una de las reses le hizo padecer lo suyo, y la cara del matador, pálida y sudorosa, mostraba un triste gesto de contrariedad. El órgano olfatorio de que se trata es en Antonio Márquez un buen modelo. Y había entrado ya tres veces a matar sin acertar después con el descabello, cuando dejose oír una voz que gritaba: – “¡Déjalo ya, Márquez, y no le des más coba! ¡Mátalo con la nariz!”. En “Valencia II”, por el contrario, la prominencia brotó escasa. “El Chato” le llamaban los amigos, y con varios de ellos estaba cierta noche en un café. En eso llegó otro, enardecido partidario suyo y tan machacón en los elogios, que “Valencia”, decidido por fin a quitarle cuerda se le quedó mirando fijamente, pues el prójimo se las traía crecidas, y lo interrumpió diciendo: – “Usted perdone; pero es que estoy pensando que, con su nariz y la mía, podrían hacerse otras dos muy retebonitas”.

215 J.R.C. “A vuela pluma. Cuestión de narices”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8598, 26 de enero 1966, p. [4]. 184


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A la hora de matar216 No fue solamente Rafael “el Gallo” quien le tomó asco a los toros a la hora de matar, y la historia registra casos de otros muchos –desde los mejores hasta los más modestos– que también en esos instantes de la lidia pasaron sus “peniyas negras”. Toreaba “Carnicerito de Málaga” en Palma de Mallorca, y le tocó en suerte un animal tan difícil y traicionero que, desde su aparición en el redondel, llevaba a todos desorientados y con el ánimo encogido. No quiso trato alguno con los picadores, fue mal banderilleado y “Carnicerito”, olvidándose hasta de su apodo, negose a matarlo. Se armó en los tendidos la escandalera consiguiente. Y cuando el diestro fue llamado al palco de la presidencia pensó por el camino: – “Ya está; ahora insulto a este señor, me manda preso y no me veo más delante del asesino ése”–. Lo hizo, en efecto, como lo pensó. Pero ignoraba que el presidente era más listo que él y oyó que le decía: – “Bien, amiguito; pero usted ahora mata al toro y después, si él no lo mata a usted, lo llevaré a la cárcel”. El diestro tampoco sabía que aquel señor era un jefe de la Guardia Civil. Otro matador, Gregorio Martín “Taravillo”, hallose una tarde en semejante situación. Dicen que el miedo es libre. Y él se adjudicó tal cantidad que no hizo más que huir aunque, desde lejos, le enseñaba la espada al toro. La bronca ensordecía. “Taravillo” escuchó los tres avisos, y quedó detenido mientras la res era devuelta al corral. Pero entre dos de los espectadores se cruzó este breve diálogo: – ¿Por qué ese hombre le enseñaría tantas veces el estoque al bicho? – Porque seguramente quería decirle “Lo verás. Pero no lo catarás”.

El primer Cordobés217 Designándolos con el título general de “Sentado en el estribo” viene publicando el escritor taurino don Ventura Bagues artículos de mucho interés en “El Noticiero Universal” de Barcelona. Y prestando sin duda un buen servicio a la historia y a la curiosidad pública se ha referido recientemente a cierto diestro de elevada estatura y carácter sencillo y modesto, gran estoqueador 216 J.R.C. “A vuela pluma. A la hora de matar”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8616, 16 de febrero 1966, p. [6]. 217 J.R.C. “A vuela pluma. El primer Cordobés”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8623, 23 de febrero 1966, p. [6]. 185


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aunque sin vistosidad, nacido en Montoro el 1 de mayo de 1866. Fue Juan Antonio Ruano, que usó el apodo de “El Cordobés”. Su presentación en Madrid, alternando con Juan Gómez de Lesaca, tuvo lugar el 9 de marzo de 1899. El 3 de noviembre de 1900 recibió la alternativa de manos de Joaquín Navarro “Quinito”, en Villarrobledo. Luego anduvo y toreó por tierras y plazas de América. Su corrida última la lidió en Bélmez el 23 de julio de 1917, dedicándose luego al comercio en Montoro. Allí falleció el año 1925, a los cincuenta y ocho de edad. “El Cordobés” aquel fue, pues, el primer matador con tal apodo. No lució la peluca que ostenta el de ahora, ni mucho menos armó la revolución que Manuel Benítez ha promovido. Sin embargo, su habilidad a la hora de matar le valió la siguiente semblanza: “De estatura culminante y un espadón de misterio, daba muerte a un megaterio que le pusieran delante. Siempre fue en eso constante Don Juan Antonio Cervera: un torero de tercera que rendía a cualquier toro, y que acaso usó montera por ver la luz en Montoro”

La barba corrida218 La frondosa vegetación capilar que constituye la barba corrida obedece a una tradición que se remonta a los tiempos caballerescos. Por las propias barbas se hacían los más solemnes juramentos o las promesas más firmes. En ellas se compendiaba todo el orgullo de la hombría, y su tamaño y abundancia estaban relacionados estrechamente con la rudeza arrogante y varonil. Cuando el caballero salía vencedor en sus lances decíase de él “que había honrado sus barbas”; y si para desafiar un chiquillo a otro le mojaba una oreja, a los varones era necesario castigarles las barbas con unos tirones para que experimentasen la mayor afrenta de su vida. A tanto equivalía ese insulto, que en alguno de los antiguos Fueros se le consideraba un acto delictivo y causa más que sobrada para una justa venganza. 218 J.R.C. “A vuela pluma. La barba corrida”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8625, 26 de febrero 1966, p. [?]. 186


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También las barbas utilizáronse para señal de aviso y precaución, como cuando uno veía que al vecino se las estaban pelando y se daba cuenta de que debía poner las suyas a remojo. De una forma o de otra, los rostros barbudos adquieren carácter de seriedad. Con una buena barba cerrada se disimula mucho toda sonrisa, que fácilmente queda escamoteada entre tanto pelo. Todo esto viene a cuento por haber visto recientemente, en algunos diarios y revistas, varias fotografías de “El Cordobés” luciendo esa vegetación fácil, rizosa y todo. No es grato tal detalle, aunque se supone que Manuel Benítez, con el adorno en cuestión, no se vista de luces ni avance garboso al compás de la música en el paseíllo. Ya tiene bastante con la melena, y no le hace falta más para ser un torero con toda la barba.

Fiesta del caballo219 En Jerez de la Frontera se acaba de constituir una Junta, dedicada a la organización de ciertos actos cuya originalidad los hace atrayentes. Han de consistir en la Fiesta del Caballo, que tendrá por objeto exaltar, mediante llamativa propaganda, a los famosos cuadrúpedos jerezanos. Desde el gallardo alazán o aquella jaca torda que con la gracia de su carrera bordaba los campos según el duque de Rivas, hasta el garboso brío advertido por Eduardo Marquina en las cabalgaduras de Cañero, el gran rejoneador, cuando hacían el paseíllo tan airosamente en las tardes de toros, han sido muchos los poetas que dedicaron versos a los finos caballos andaluces. Y en esos festivales que se anuncian se celebrará un partido de polo, una prueba de acoso y derribo, un concurso de ganado equino seleccionado, certamen hípico y, ya que el arte se ocupó tanto del caballo, una demostración artística también, la cual consistirá en la exposición de obras –dibujos, cuadros, esculturas– que tengan por tema a ese noble animal. Todo se verá cerrado, el último día, con el acontecimiento de una corrida de toros; pero en ella no intervendrá matador alguno, ni un picador siquiera por muy buen jinete que se considere, sino únicamente participarán rejoneadores. Acudirán caballeros portugueses para alternar con los jerezanos don Álvaro Domecq y don Fermín Bohórquez. 219 J.R.C. “A vuela pluma. Fiesta del caballo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8630, 4 de marzo 1966, p. [6]. 187


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Las orejas del toro220 Era Salvador Sánchez “Frascuelo”, además de extraordinario estoqueador, muy bromista y guasón empedernido. Cierto día, deseando hablarle con mucha urgencia, se le presentó un muchacho que sin titubeo alguno le pidió unas cuantas lecciones de tauromaquia. Lo escuchó “Frascuelo” sin darse por molesto con la frescura del chaval, y le dijo muy amablemente: – Mira, chico. Lo primero que debes aprender si quieres subir alto es a fijarte bien en las orejas del toro. Si ves que antes de arrancar mueve la oreja derecha, apártate por la izquierda. Por el contrario, si mueve la izquierda, te apartas por el lado derecho. Pero el afán del torerillo era tanto, que quiso más aclaración: – ¿Y si menea las dos al mismo tiempo? – Entonces –replicó “Frascuelo”– no tienes que molestarte. El toro te apartará. En eso de cómo las reses bravas mueven las orejas se ha dicho que estuvo originada una de las más hondas supersticiones de Rafael “El Gallo”, tan famoso por las faenas admirables como por las célebres “espantás”. Una de esas malas tardes le pareció a un espectador que, efectivamente, el torero no dejaba de observar aquellos apéndices del bicho que tenía delante, y por el cual se había tirado ya dos veces de cabeza al callejón. Fue cuando aquél gritó rojo de ira: – “¡A la cárcel con ese tío!”; y fue también cuando “El Gallo”, volviéndose y mirándolo, le dijo: – “¿A la cárcel? ¡Qué más quisiera yo!”.

El brindis del torero221 César Girón se ha cortado la coleta en la Plaza de Caracas. El gran torero venezolano ha querido realizar en su patria ese acto que cierra su vida activa; ese pase voluntario a la jubilación. Pero antes de que las tijeras simbólicas manejadas por su hermano hi220 J.R.C. “A vuela pluma. Las orejas del toro”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8644, 22 de marzo 1966, p. [4]. 221 J.R.C. “A vuela pluma. El brindis del torero”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8659, 9 de abril 1966, p. [?]. César Girón se retiró en la plaza del Nuevo Circo de Caracas el 28 de mayo de 1966, lidiando en solitario seis toros de Valparaíso y cortando seis orejas. Reaparecería en Santa Cruz de Tenerife el día 21 de febrero de 1968 compartiendo cartel con Manolo Vázquez y Sebastián Palomo Linares. 188


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ciesen desaparecer la pequeña trenza, César Girón, dueño y señor del redondel, consiguió atronadoras ovaciones, clamorosos vítores y una oreja de cada uno de los seis toros que mató. Dicen las crónicas que a presenciar esa labor postrera del lidiador acudieron las gentes en tal número que la Plaza viose llena hasta el tejado. Y que el acontecimiento mereció asimismo la asistencia del presidente de la República, a quien parece ser que no le agrada la fiesta pero cuya esposa, en cambio, manifestó un entusiasmo simpático. Durante la lidia de las reses, el torero sacó a relucir con su destreza artística lances viejos y nuevos del toreo; además del airoso alarde de las banderillas, como un profesor que se recrea explicando su lección última, aunque la melancolía repique marcando el paso de la procesión que va por dentro. Pero en esa tarde triunfal, uno de los palcos fue ocupado por cierta dama que atrajo hacia sí, tanto como el lidiador, la atención del público. Era la madre de César Girón, misiá Esperanza, a la cual, con lágrimas en los ojos, brindó aquél la muerte del toro que cerró la corrida. La gloria que alcanzó el torero irá cubriéndose con el velo gris que hace palidecer los recuerdos. Pero en ella perdurará la chispita de luz; es la que señalará ese brindis a la madre, rindiendo a sus pies lo mejor de la vida.

Las exigencias222 El 15 de octubre de 1899, en la Plaza de Zaragoza, toreó el Rafael Guerra “Guerrita” su última corrida. Y se cuenta que, al despojarse en la fonda del traje de luces, pronunció emocionado estas palabras: “Yo no me voy de los toros. Es que me echan...”. A lo cual respondió su cuñado Rafael Moreno “Beao”, que como picador figuraba en su cuadrilla desde siete años antes, con esta otra frase: “Pues ya te echarán de menos, y a ver si entonces critican todavía tus exigencias”. En torno a ese asunto de la imposición de condiciones para firmar contratos, otra de las anécdotas que existen sobre “Guerrita” se refiere al ingenio de una mujer –la madre del torero– al intervenir cierta vez en la charla que sostenían con aquél varios amigos en el patio de su casa de Córdoba. Llegó uno diciendo: – “¿no saben ustedes las pretensiones de 222 J.R.C. “A vuela pluma. Las exigencias”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8661, 12 de abril 1966, p. [9]. 189


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ese torero sevillano que se distingue por su elegancia?”–. Todos, comprendiendo que aludía a Antonio Fuentes, le apremiaron para que lo explicase mientras “Guerrita” sonreía silencioso. – Pues le han solicitado para torear en Barcelona, y él ha pedido cinco mil pesetas por cada tarde, así como la contrata en firme, y con igual “parné” de otras seis corridas para el año que viene. Los toros deberán ser de las ganaderías señaladas por él, como tercer espada han de contratar también a cierto amigo suyo y, en fin, le han de asegurar el regalo de mil cigarros puros... La madre de Rafael Guerra, que estaba escuchando la interesante información, dijo entonces sin poder contenerse: – ¿Y no quiere además que le regalen enterita la Plaza de Toros?

Las dos cenas223 La cordialidad de un buen amigo residente en Teruel, don Santiago Estévez Marco, me ha permitido conocer otra anécdota relativa a la virtud que tuvo Juan Belmonte para saber manifestarse agradecido. Cierta noche, en una posada de Albarracín se hallaba en espera de la cena don Epifanio Silves, catedrático del Instituto de Teruel, que periódicamente visitaba aquella ciudad para examinar a los alumnos de los PP Escolapios. Y vio llegar a dos muchachos harapientos, en cuyas caras se reflejaban la fatiga y el hambre, uno de los cuales solicitó humildemente la caridad de algo para comer y un rincón en que descansar. Al negarse la posadera intervino el señor Silves, a quien había conmovido la sincera expresión del que imploró la limosna, y dispuso que, por cuenta suya, se les sirviese la misma cena que a él. Los hizo sentar a su mesa, y supo de sus ensueños de torería y de los trabajos penosos con que los iba realizando. Largas caminatas, alimentación escasa, arriesgadísimas intervenciones en las capeas... Ordenó después el catedrático a la dueña que les diese aposento, y al día siguiente dos abundantes raciones para el camino. Todo lo pagaba él. Transcurrieron años. Don Epifanio Silves asistió con varios amigos a una de las corridas de cierta feria de julio en Valencia. Ocuparon asientos de barrera. Y uno de los matadores se quedó mirando 223 J.R.C. “A vuela pluma. Las dos cenas”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8666, 18 de abril 1966, p. [6]. 190


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larga y atentamente al profesor, hasta que se decidió a saludarle preguntando: – ¿Es usted quizás de Albarracín? – Soy de Teruel, pero voy allí todos los años. – ¿Y no me recuerda? Pues Juan Belmonte sí lo recuerda a usted. Soy, señor, uno de aquellos chavales que socorrió una noche en la posada. Fue usted muy bueno, y sin su ayuda hubiéramos caído desfallecidos en los pinares. Ahora le ruego que venga después al hotel con sus amigos, para que yo tenga otra vez el honor de cenar en su compañía. Los momentos aquellos de Albarracín y de Valencia son dos de los magníficos detalles con que se va enriqueciendo, sin cesar, la pequeña historia.

Lo dejó pasmado224 La superstición, ese conjunto de manías, sospechas y temores que constituyen una absurda creencia, ha llegado, sin embargo, a dominar en muchos individuos. A tales prójimos se les pone la carne de gallina si ven unas tijeras abiertas o un paraguas desplegado en una habitación, habiendo también los que se apresuran a decir “lagarto” si escuchan la palabra “culebra”, los que andan de puntillas para no pisar las cruces de las losas y, en fin, quienes esquivan la presencia de otros por estar creídos de que estos huelen a azufre como el mismísimo demonio. Mucho se ha dicho sobre las preocupaciones supersticiosas de algunos toreros. En cambio, uno de ellos, famoso estoqueador, demostró cierta vez lo distanciado que estaba del asunto: Vicente Pastor. Hallábase en Méjico. Y precisamente en uno de los días que toreaba, tuvo que asistir por la mañana a un entierro. – ¿Cómo se atreve usted a venir –le dijo alguien– teniendo que entendérselas con tres toros esta tarde en la Plaza? – Y eso, ¿qué tiene que ver? –repuso el diestro madrileño. Y añadió sonriendo ante el pasmo del otro: – Como tampoco me importa el anónimo que he recibido, hace un rato, diciendo: “Permita Dios que un toro le parta el corazón esta tarde”. ¿Era cierto ese cruel deseo, o fue que Vicente Pastor se lo inven224 J.R.C. “A vuela pluma. Lo dejó pasmado”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8670, 22 de abril 1966, p. [6]. 191


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tó para apabullar al supersticioso? La verdad es que en aquella corrida logró un triunfo resonante.

La vuelta al ruedo225 Es muy posible que, de todas las Plazas de Toros españolas, fuese la de Cartagena la primera que abrió sus puertas el año 1881. Otras veces –antes y después– y durante los meses del invierno, es decir, en la interrupción obligada que experimenta el festejo taurino, la Plaza ofreció su recinto para el desarrollo de espectáculos muy diferentes. Solían ser éstos, con frecuencia dominicales, los acrobáticos; y en ellos se aplaudían agudezas de payasos, destreza de jinetes y agilidad de acróbatas, así como proezas de imperturbables y firmes equilibristas. Pero el 28 de enero del citado año, tuvo lugar un espectáculo que, no teniendo precedente alguno, en nada se parecía a aquellos otros. Como nunca visto lo anunciaron con muchísima razón los carteles que fueron fijados en las esquinas de las calles céntricas y los programas repartidos copiosamente. Y aunque el atractivo, en realidad, era bien escaso no dejó de tener eco en la curiosa inquietud de las gentes sencillas que acudieron a la Plaza en buen número. Consistió el festejo en la presentación de un andarín aragonés llamado Manuel Navarro el cual dando no una, sino ciento setenta y tres vueltas al ruedo, hizo en noventa minutos un recorrido equivalente a veintisiete kilómetros. La original exhibición tuvo comienzo a las dos y media de la tarde.

Los dos juegos226 Cuando éramos chiquillos y jugábamos a las corridas de toros – el juego que más nos agradaba– nuestra época particular de Feria comprendía el año entero. Llegamos a tener nuestras cuadrillas, y también un toro propio que, si bien caía rodando innumerables veces, siempre resucitaba con empuje y más expresión de toro bravo en el tablero liso y plano de su cara. 225 J.R.C. “A vuela pluma. La vuelta al ruedo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8687, 12 de mayo 1966, p. [4]. 226 J.R.C. “A vuela pluma. Los dos juegos”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8697, 25 de mayo 1966, p. [4]. 192


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La tela liviana de nuestros capotillos se desplegaba con gracia, y nos resultaban los lances como dibujados. La suerte de banderillas tampoco tenía mal desarrollo. Pero lo verdaderamente bueno sucedía cuando empuñábamos la muleta y un estoque simulado –lo mismo que hacen ahora los matadores de verdad– y nos dirigíamos a brindar a la presidenta. Y era que la presidencia la ocupaban unas cuantas chavalas –nuestras primeras novias– que gozaban aplaudiendo gallardías y gentiles adornos. ¡Qué seriamente, con qué precoz sentido profesional, tomábamos aquéllo! Nos considerábamos grandes toreros, y hasta hubo alguno de nosotros que, cierto día, convenció al peluquero para que le dejase atrás un mechoncito como embrión de coleta. Ya no juegan los niños a las corridas de toros. El sentido de la belleza ha variado en la infancia, y a los críos de ahora les gusta más el fútbol, aunque en los partidos no haya presidentas. Saben chutar muy bien, y acaso no estén equivocados; porque algunos ya lo hacen de tan diestra manera que el porvenir se les ofrece como un gran marco abierto ante la fuerza de sus pedestres extremidades.

Leyenda negra227 Con motivo del reciente fallecimiento de don Antonio Miura se han publicado en diarios y revistas citas y detalles relativos al historial de su famosa ganadería. Se ha hecho mención, puesto que no podía dejarse en el tintero, a la leyenda negra que vino pesando sobre aquélla durante largo tiempo. Desde la muerte trágica de “Pepete” en Madrid por el toro “Jocinero” el 20 de abril de 1862, hasta la de “Manolete” por “Islero” en Linares el 28 de agosto de 1948228, las reses de Miura, efectivamente, han hecho de las suyas. Y ayer mismo, en uno de sus interesantes “Apuntes taurinos”, recordaba Agustín Samper la muerte de “El Espartero” por “Perdigón”, otro miureño, también en la Plaza madrileña hace setenta y dos años229. 227 J.R.C. “A vuela pluma. Leyenda negra”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8702, 31 de mayo 1966, p. [6]. 228 Desliz del autor pues el diestro cordobés falleció en 1947. 229 Efectivamente, Antonio Miura falleció el día 4 de mayo de 1966, a los ochenta y un años de edad. Desconcierta esta afirmación de José Rodríguez Cánovas pues ningún comentario de Agustín Samper sobre el hecho que aquel relata se da en estas fechas. Las referencias de Samper a “Espartero”, todas ellas insertas en el espacio “Apuntes taurinos”, son las que siguen: “José Nariega ‘Castizo’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 16, n.4300, 13 de octubre 1951, p. [4]; “Manuel García ‘Espartero’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 17, n. 4486, 27 de mayo 1952, p. 1; y “El debut de ‘Espartero’ en Cartagena”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 23, n. 6002, 27 de mayo 1957, p. 1. 193


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Pero entre aquel conjunto de citas y referencias históricas hallamos una mencionada por Gonzalo Cardona “Don Gonzalo”, altamente curiosa por cuanto informa respecto al hecho que acabó con la pavorosa cuestión. La proeza fue debida a Juan Belmonte. Aquel gran lidiador toreó cierto día como quiso, luciendo su estilo maravilloso a uno de esos temibles animales, y después lo cogió tranquilamente por un cuerno. Y cuenta “Don Gonzalo” que el señor Miura, indignado, “mandó averiguar los nombres del semental y de la vaca de quienes procedía aquel toro, dando orden de enviar inmediatamente a las dos reses al matadero”. Un caso semejante nunca se había dado ni constaba en la historia de su vacada. Mas la leyenda terminó. Y lo mismo que toros de otras ganaderías han muerto a otros toreros, Belmonte demostró que a los de Miura también se les podía tocar la cornamenta siempre que a un buen torero le diera la gana.

Hecho una fiera230 En su número de anteayer, domingo, el diario madrileño “Arriba” ha publicado cierta fotografía tomada en la corrida de toros que el día del Corpus celebrose en Málaga, en la cual reapareció, después de su cogida, el diestro Antonio Ordóñez. El fotógrafo recogió un testimonio sobre cierto “espontáneo” que se lanzó al redondel aquella tarde, recorriéndolo a su gusto sin ser detenido. Consta, sin embargo, que llevaba todos sus pelos de punta; pero esto no es extraño, toda vez que se trataba de un gato. Tal vez los malagueños no conocieran esa circunstancia sorprendente y graciosa. Aquí sí que era conocida, pues “espontáneos” de tal especie han pisado este ruedo. Y uno de los casos tuvo lugar durante la novillada en que hizo su presentación Sebastián Palomo Linares, hoy ya matador de toros231. A los pocos momentos de saltar a la arena el cuarto novillo lo hizo a su vez un gato. Erizado asimismo y con el rabo tieso, hecho una fiera, se lanzó tal vez con la intención de remedar una de aquellas luchas que antiguamente se ofrecían, como curioso espectáculo, entre un toro y un tigre. Pero uno de los banderilleros, “El Pirri”, no vio con buenos ojos al “espontáneo”. Quiso tratarlo como a tal, deteniéndolo, y después 230 J.R.C. “A vuela pluma. Hecho una fiera”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8713, 14 de junio 1966, p. [4]. 231 En concreto, el cartagenero alude al sábado 1 de mayo de 1965, festividad de San José Artesano, cuando con ganado jienense de don Román Sorando Herránz, lidiaron “El Inclusero”, “El Monaguillo” y Palomo Linares. 194


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de arrinconarlo contra el estribo de la barrera intentó cogerlo. El gato respondió con un mordisco “a base de bien”, y el subalterno tuvo que pasar a curarse en la enfermería232.

Un patinazo233 Suele darse, con alguna frecuencia, el caso estupendo de ciertos resbalones o patinazos que sufren quienes, siendo espectadores en un festejo, opinan y critican dándoselas de sabihondos cuando apenas sí tienen conocimientos rudimentarios sobre lo que se atreven a juzgar. Esos casos han tenido lugar especialmente en las corridas de toros. Entre las voces clásicas de los entendidos está, por ejemplo, ésa de “anda al buey, que es una mona”, cuyo ingeniosísimo autor ignoraba, al crearla, que innumerables imitadores habrían de adjudicársela y repetirla. Figuró entre dichos críticos el que presenciaba, hace años, una corrida en la feria sevillana. Y como considerase que uno de los matadores estaba equivocado al realizar en su primer toro la faena de muleta, se apresuró a gritarle: – “¡Eso no se hace así! ¡Hay que pasar al bicho por alto y castigarlo mucho más! ¡Mucho más!”. Al fin, alguien que estaba al lado suyo no se pudo contener, y lo atajó en el clamoreo diciéndole: – “Está usted en un error, caballero, ese espada sabe muy bien lo que hace”. – Y usted, ¿qué entiende de esto? –replicó el individuo. Mas, cuando el rostro volvió halló la respuesta, viendo que aquel pobre espectador, que nada sabía de aquéllo, era un torero famoso: José García “el Algabeño”.

“Verde y Oro”234 En agosto de 1905 comenzó a publicarse en Cartagena una revista semanal de espectáculos titulada “Verde y Oro”. Aparecía 232 “En la enfermería de la plaza nos enseñaron un parte en el que decía que durante la lidia del cuarto toro ingresó en aquella enfermería el banderillero Félix Sangar, con mordedura de gato en la mano izquierda, que no le impedía continuar la lidia” se podía leer en un diario murciano. Véase ROPALO. “La novillada de Cartagena. El ‘Inclusero’ cortó tres orejas y rabo, saliendo a hombros. ‘Linares’ cortó dos apéndices y ‘El Monaguillo’ uno”. En: Hoja del lunes, Murcia, Año 22, n. 1511, 3 de mayo 1965, p. 6. 233 J.R.C. “A vuela pluma. Un patinazo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8720, 22 de junio 1966, p. 1. 234 J.R.C. “A vuela pluma. ‘Verde y Oro’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8721, 23 de junio 1966, p. [4]. 195


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los domingos, vendíase a cinco céntimos, y era su director y propietario Juan Yúfera Martínez, de Santa Lucía, más conocido por el apodo de “el Apañao”. Sus ocho páginas trataban en distintas crónicas de lo concurrida que se veía la Feria, sobre todo por hermosas mujeres, y de los acertados programas musicales que interpretaba, alternando con las de los regimientos, la banda municipal dirigida por el maestro Aliaga. Buen espacio ocupaban las reseñas de las corridas de toros que se celebraron los días 6 y 7 del citado mes, en las cuales Antonio Fuentes y Rafael Gónzalez “Machaquito” lidiaron, respectivamente, toros de Campos y de Cámara; toros de los cuales, el primero de la segunda tarde “levantó una tempestad de aplausos al presentarse en la arena, por ser uno de los más hermosos –decía el revistero– que he visto en mi vida”. Los seis de la primera corrida tomaron treinta y tres varas y mataron diez caballos; los de la segunda mataron catorce, después de arrancarse treinta y ocho veces contra los picadores. Hoy, en la época del peto, sorprenderán estos curiosos datos sobre otros tiempos del toreo. Unas poesías humorísticas daban variedad al texto de “Verde y Oro”, que se ilustraba, además con fotografías del puerto y de la Feria.

Una coincidencia235 El año 1923, en la última corrida de la temporada madrileña, celebró su despedida del toreo uno de los lidiadores que han gozado en España de más popularidad. Fue Matías Lara Merino, “Larita”, torero malagueño de personalísimo estilo, gordo y humorista, cuyos alardes de valor le llevaban no a mirar al público sino a dialogar con él en los momentos y lances de mayor peligro. Acompañaron aquella tarde a “Larita”, alternando en la lidia de seis toros de Coruche, los espadas Andrés Mérida y José Amorós. Las reses hicieron gala de tanta mansedumbre como Lara de valentía, que a lo largo de toda la tarde no decayó ni un instante, de modo que las gentes quisieron que el diestro guardase un buen recuerdo. Fueron constantes las ovaciones, y se le concedieron cuatro orejas y dos rabos236. Se le sacó en hombros de la Plaza, y 235 J.R.C. “A vuela pluma. Una coincidencia”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8729, 4 de julio 1966, p. [6]. 236 En realidad, se trata de una imprecisión de José Rodríguez Cánovas pues Matías Lara se retiró un 196


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uno de los cronistas añadió en su reseña este dato curioso: “‘Larita’ pronunció un discurso al ir a matar su segundo toro, pues ya se sabe que ha cultivado con brillantez la oratoria taurina”. Mas he aquí también una rara coincidencia. Matías Lara murió en un Sanatorio de Guadalajara el 28 de octubre de 1957. Y al día siguiente falleció en Málaga otro ex torero y paisano suyo, precisamente aquél de quien “Larita” había recibido el 1 de septiembre de 1914 la alternativa, y al que las formidables estocadas hiciéronle maestro en la suerte suprema: “Francisco Madrid Villatoro”.

En Pamplona237 Los mozos de la capital navarra estarán sintiendo impaciencia en el ánimo y cierto cosquilleo nervioso en las piernas, deseosos de probar la fortaleza y agilidad de éstas corriendo delante de los toros en los encierros. Demostrarán su lucimiento con tal alarde, dándole quiebros al peligro que dibujan las astas de las reses rozando sus cuerpos, mientras el aire fresco de la mañana agita en la veloz carrera sus camisas blancas y sus pañuelos rojos. Curioso es el caso que aquellas gentes presenciaron el 12 de julio de 1938 con motivo del encierro de los seis toros de Miura que iban a ser lidiados aquella tarde. Ya en la Plaza, uno de los animales se resistió a entrar en los chiqueros. Manifestando ganas de pelea permaneció en el redondel, abandonado prudentemente por los mozos, y allí estaba desafiando a pastores y a cabestros sin hacer caso alguno de voces ni cencerros. ¿Quién es el guapo –parecía inquirir con su aire altivo– que se atreve de nuevo a correr conmigo? Y el guapo resultó ser el perro de cierto pastor, que por su dueño fue llevado a toda prisa y que, acostumbradito sin duda a tratar con valientes, rodeó al toro y comenzó a ladrar y a morderle en la cola, en las patas y hasta varias veces en el mismo hocico esquivando las cornadas con vista y rapidez. Duró el inesperado espectáculo veinticinco minutos. El toro al fin penetró en los chiqueros, y al perro se le tributó una ovación por la muchedumbre que llenaba la Plaza. Tan entusiasta fue que el pas6 de noviembre de 1932. En Heraldo de Madrid se puede contrastar el dato y la información: “Pero no se cortó la coleta, como había anunciado, porque el público no se lo permitió. Se la cortará definitivamente en Málaga, su patria chica”. Vid. “Toros y toreros. Larita alcanzó un gran éxito en la corrida de su beneficio y despedida de Madrid”. En: Heraldo de Madrid, Año 42, n. 14593, 7 de noviembre de 1932, p. 7. 237 J.R.C. “A vuela pluma. En Pamplona”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8731, 6 de julio 1966, p. [4]. 197


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tor tuvo que acompañar al can a dar la vuelta al ruedo.

Feria y fiestas238 En un pequeño y elegante folleto dio a conocer la Junta Popular que presidía don José Lizana Muñoz, siendo su secretario don Juan Jorquera Sánchez, el programa de festejos para la Feria cartagenera de 1899. Se celebraron desde el 25 de julio hasta el 8 de agosto, iniciándose a las cinco de la mañana de aquel primer día con una diana militar. Tomaron parte en ella las bandas de música, cornetas y tambores de los regimientos de la guarnición, llenando de sones alegres las calles principales de la ciudad. En las noches de los días 26 y 29 de julio, así como en la del 6 de agosto, intentaron los cohetes rivalizar con las estrellas mediante los fuegos artificiales que lucieron en la explanada del Muelle. Y la alameda de San Antón, lujosamente iluminada a la veneciana, dio lugar a su vez para una gran verbena el día 5. Durante las tardes de éste, del 6 y del 7, hubo corridas de toros; “Guerrita” y Fuentes lidiaron toros de Muruve y de Cámara las dos primeras, y en la última Fuentes, “Villita” y “Dominguín” reses de don Vicente Martínez. Regatas a remo, carreras de bicicletas, cabalgatas y concurso de carrozas artísticas fueron recreo de las gentes, alcanzando asimismo la alegría a los niños pobres que asistían a las escuelas públicas con el reparto de juguetes verificado en el pabellón que el Ayuntamiento instaló en la Feria. En el Teatro Circo, la noche del 4 de agosto, celebráronse Juegos Florales. Ocupó el trono de reina la señorita Irene Calderón Jorquera, obtuvo la flor natural Vicente Medina, y se escuchó la palabra, en un magnífico discurso, de don José Canalejas como mantenedor. Fantástica velada marítima y lujosa batalla de flores, en fin, cerraron aquel interesante programa de festejos.

“Aguilita”239 En los comienzos del presente siglo vivía en Madrid cierto ban238 J.R.C. “A vuela pluma. Feria y fiestas”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8747, 26 de julio 1966, p. [?]. 239 J.R.C. “A vuela pluma. ‘Aguilita’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8750, 30 de julio 1966, p. [2]. 198


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derillero, Carlos del Águila “Aguilita”, que solía torear muchas tardes por cuenta de la empresa. Como entonces los banderilleros tenían, al realizar su cometido, más libertad de acción que ahora, y al “Aguilita” se le daba muy bien lo de clavar los rehiletes al cambio, solía ejecutar dicha suerte muy a menudo. El público, agradeciéndolo, le otorgaba cariñosos aplausos. Pero una tarde lo alcanzó el toro y, aunque sin herirle, lo zarandeó y revolcó todo lo aparatosamente que pudo. Y “Aguilita” se hallaba preparado para hacer el paseo la vez siguiente que toreaba, cuando un amigo le preguntó: – ¿Vas a cambiar hoy? – ¿Cambiar? Hoy todo lo traigo en calderilla. Contratado en cierta ocasión para alternar en una plaza provinciana, entabló conversación con un inglés que ocupaba en el tren el mismo departamento que la cuadrilla. “Aguilita”, con ganas de broma, le iba señalando el paisaje a la vez que acudía a uno de los picadores: – ¿Ve usted aquella finca? Pues es de éste. Y aquellos campos. Y aquel olivar… – No creo que sea tan rico –se atrevió a comentar el inglés. – ¿Qué no? ¿Usted no ha oído decir del que no tiene vergüenza, que toda la tierra es suya? Ante la sorpresa del británico las carcajadas del picador fueron las más sonoras.

Cartagena y la Fiesta de Toros (1965) I. Con esbelta y gentil apostura240 Paseando por las calles de Cartagena cuando venía a torear, la esbelta y gentil apostura de Antonio Sánchez “Tato” despertaba admiración en las gentes. Los amigos iban con orgullo a su lado, toda vez que, en virtud de la amistad, algo les correspondía de aquella popularidad del gran torero. Dicen que con su negro y rizado pelo, entornados y jubilosos los ojos, maliciosa la sonrisa, el “Tato” reflejaba todo lo bueno y triunfal de la vida desbordando fuerza, alegría, seguridad y confianza ilimitada en sí mismo. 240 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. I. Con esbelta y gentil apostura”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8431, 8 de julio 1965, p. 4. 199


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RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. I. Con esbelta y gentil apostura”.

Vestía siempre chaquetilla corta de terciopelo, de lujosa botonadura con abalorios; camisa de rizada pechera, y cuello abotonado con pasadores de pedrería. Ceñíase la cintura con roja faja; sujetando el pantalón ajustado que caía sobre la bota charolada. Al caminar jugueteaba con un bastón de puño de marfil; y le gustaba ir descubierto, lle-

vando en la otra mano el sombrero calañés. Era el “Tato” yerno de Francisco Arjona “Cúchares”, de quien había recibido la alternativa en la Plaza madrileña el 30 de octubre de 1853. Y, en cierta ocasión, escuchó a su suegro estas palabras: – “Los dineros, los briyantes y toas las riquezas están en los morriyos de los toros, pero sa menesté meter la mano pa quearse con ellos”. El “Tato”, fiel a tal enseñanza, “metía la mano”. Practicaba la suerte del volapié perfilándose a tan poca distancia de los cuernos, que a veces casi quedaba entre estos la punta del estoque. Sostenía éste a la altura del pecho apuntando al morrillo, donde la mirada estaba fija. Y adelantando la pierna izquierda, a la vez que bajaba la mano del engaño para que el toro se descubriera, realizaba la suerte con precisión en terreno tan escaso, dejando la espada hundida hasta la empuñadura. Y aunque sus faenas de muleta resultaran mediocres, aquellos últimos instantes enardecían al lidiador. Diez veces toreó el “Tato” en Cartagena. Los días 1 y 2 de agosto de 1857 alternó con José Rodríguez “Pepete” y Domingo Mendivil, que sustituía a Julián Casas “Salamanquino” herido en Tudela. Ambas tardes se lidiaron toros de Saltillo241. El siguiente año –días 7 y 241 Rodríguez Cánovas ampliará las notas de este festejo en “Cartagena y la Fiesta de Toros. IV. Con reses de Saltillo y de Veragua”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8439, 17 de julio 1965, p. [6]. 200


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8 de agosto– lo hizo con el “Salamanquino” y reses del marqués de Gavira, la primera tarde, y de Mazpule la segunda. En 1861, también en agosto y los días 3 y 4, lidió en unión de José Manzano “Pili” toros de Maldonado; el quinto de los cuales, en la primera corrida, lo alcanzó y volteó, aunque sin herirle, por haber resbalado el diestro al pisar una manzana arrojada desde el tendido. En los mismos días de igual mes del año 1863 alternó con Ángel López “Regatero” en la lidia de seis toros pertenecientes a la ganadería de don Justo Hernández. Y, en fin, asimismo el 3 y el 4 de agosto de 1867, toreó en compañía de José Ponce. Las reses de aquellas dos corridas fueron de la viuda de don Juan Miura. Ya no volvió a Cartagena el “Tato”. Dejó de verse por las calles y en la Plaza su figura arrogante, y de ser compartido su trato simpático. El 7 de junio de 1869, sufrió la cogida que había de ocasionarle, siete días después, la amputación de la pierna derecha. Y aunque intentó volver a torear con otra artificial haciéndolo en Badajoz el 14 de agosto de 1871. La prueba resultó más dolorosa al convencerle de que, por su desgracia, tenía que abandonar el toreo y verlo hundido entre los recuerdos y la nostalgia.

II. En los umbrales del invierno242 Cuando ya las castañeras habían instalado cerca de las esquinas de muchas calles los hornillos donde era tostado, dentro de la sartén agujereada, el sabroso fruto que luego se abrigaba entre los pliegues de una manta para venderse caliente; cuando los turroneros empezaban también a establecerse recién llegados de Jijona, anunciando con su mercancía gustosos regalos navideños; cuando, en fin, los aires helados habían puesto en el ambiente los primeros mensajes del invierno, se celebraron en 1855 dos corridas de toros en Cartagena. Fueron éstas en los días 8 y 16 de diciembre. Y se trataba de las corridas que debían haber tenido lugar durante la tarde del 4 y del 5 de agosto, tiempo de la Feria, pero que se vieron suspendidas a causa de la epidemia colérica. Habíanse dado casos del mal en lugares vecinos, y la alarma era grande; porque la medida preventiva que principalmente ordenaban las autoridades apenas se anunciaba el peligro de la terrible dolencia, era evitar el contacto 242 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. II. En los umbrales del invierno”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8433, 10 de julio 1965, p. 4. 201


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de las gentes para que la reunión de ellas en grandes masas no abriese vías a un posible contagio. En acción de gracias por haber desaparecido para Cartagena la amenaza –al desaparecer a su vez en Murcia y Alicante donde, se dice antes, se contaron varios enfermos sospechosos– el día 8 por la mañana hubo una solemne función religiosa en el templo de Santa María de Gracia. Y por la tarde, para mayor recreo de los cartageneros puesto que también señalaba el día la festividad de la Purísima Concepción se celebró la primera de las corridas. Pero si en agosto los carteles habían anunciado a los espadas Cayetano Sanz y Domingo Mendivil, éstos fueron sustituidos en diciembre por José Rodríguez “Pepete” y Antonio Luque “Camará”. Cordobeses ambos, era “Pepete” el primero de los tres espadas que han usado ese apodo, de resonancia tan trágica en la Fiesta, como indica una copla que muchos años después señaló la aparición en los ruedos del último de aquéllos: “El apodo que llevas suena a cogía. Quien te puso ‘Pepete’, no lo sabía” “Camará” también era el primero que usó tal sobrenombre usado luego, ya en años recientes, por José Flores. Y tanto “Pepete” como “Camará”, si no destacaron como lidiadores finos e inteligentes, sobresalieron en cambio por la valentía y el arrojo. Los dos habían recibido la alternativa dos años antes, en 1853, habiéndosela dado Cayetano Sanz al primero y “Cúchares” al segundo. A pesar del frío, aquellas dos tardes de diciembre se vio la Plaza llena. No quedó asiento sin ocupar, y hasta en los palcos y sobre la contrabarrera lucieron mantones de Manila como en las corridas de Feria. Y aunque había sido costoso para la empresa el mantenimiento de los toros y los caballos desde el verano fueron cubiertos esos gastos y se obtuvo un beneficio de 29.475 reales. Cuando las corridas fueron anunciadas, se hizo figurar en los programas la siguiente y curiosa advertencia: “La empresa, que considera un deber de justicia manifestar su respeto al público, no ha omitido sacrificio ni gasto para que las corridas sean dignas de él. En tal concepto, se lidiarán en cada una de las expresadas tardes seis toros de cinco y seis años, según condición escriturada”. Tales toros pertenecieron a la ganadería de don Justo Hernández.

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III. Escapando hacia el campo243 Ocurrió el caso en 1855 y tuvo repetición en 1868. El ganado era conducido entonces por los caminos entre los caballistas y las otras reses cuya mansedumbre proclamaba el son de los cencerros. Aquello trazaba una estampa de vivas tonalidades. Los jinetes con los ojos atentos y las garrochas prevenidas; los caballos airosos, capaces de ser más rápidos que el viento; los mansos apacibles y vigilantes; todo bien medido y ordenado para contener el ímpetu de los toros, y dominar las querencias que se les pudieran despertar al sentirse lejos del lugar de su costumbre. En Cartagena se verificaban los encierros por la noche, hacia las doce, penetrando los toros a la carrera por las Puertas de San José, y recorriendo la calle de San Diego y la del Ángel hasta la Plaza. Presenciaba el recorrido mucho público, no solo desde la muralla y los balcones, sino situado en las aceras; porque se colocaban unas “mangas” o vallas en todo el trayecto, a fin de que los animales no pudieran desmandarse. Para las corridas de 1855 –aquellas dos que fueron suspendidas por el cólera en agosto y se celebraron en diciembre– vinieron toros de don Justo Hernández de Madrid, según se ha dicho también. Y uno de ellos nombrado “Valenciano”, separándose del grupo saltó el obstáculo frente a la plaza de la Merced. Siguió corriendo por la calle del Duque y, guiado por el instinto que le señalaba una ruta hacia espacio más abierto, recorrió las otras calles de la Caridad y la Serreta hasta salir al Almarjal. Como iba perseguido de cerca por los caballistas, éstos le dieron alcance allí; lo rodearon consiguiendo enlazarlo, y preso y bien trabado se le condujo a la Plaza en una carreta244. En el encierro para la tercera corrida de la Feria de 1868 el incidente revistió mucha más importancia, porque no fue un toro solo, sino todos ellos los que se desmandaron. A la una de la madrugada del 9 de agosto comenzaron a oírse los cencerros y el rumor de los caballos que a todo correr venían desde el Almarjal hacia las Puertas de San José. En lo alto de la muralla y al pie de ella esperaba mucha gente, y sus gritos al acercarse el ganado lo espantaron. De nada sirvieron la habilidad de los caballistas ni el afán de los mansos arropando a los toros, pues estos retrocedieron huyendo hacia el silencio de la 243 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. III. Escapando hacia el campo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8436, 14 de julio 1965, p. 4. Como comprobará el lector este artículo enlaza un comentario del anterior, de lo que se deduce la consciente secuencialidad que a lo largo de estas veinticinco entregas tiene diseñada el escritor cartagenero. 244 Vid. “Los antiguos encierros”. En: SERRANO BOTELLA, Á., op cit., pp. 23-24. 203


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noche en el campo. Mucho trabajo representó la faena de reunir a las reses y dominarlas. Uniéronse a los vaqueros los espadas Julián Casas “Salamanquino” y Salvador Sánchez “Frascuelo” que aquella tarde toreaban. Ambos realizaron eficaz ayuda y, sin que hubiese desgracias, el encierro pudo verificarse después del mediodía. Pero entre los dos sucesos mencionados, ocurrió la aventura del novillo “Pasiero”245. Fue en una dominguera tarde de 1857, en que se celebró cierto festival taurino-fantástico denominado “Las fraguas de Vulcano”. Lidiábase aquel novillo, y en vez de ser muerto a estoque debía serlo por medio de una chispa fulminante. Lo alcanzó ésta, en efecto, y “Pasiero” cayó. Mas cuando iba a ser arrastrado se levantó, consiguió ganar las puertas y cruzó la plaza del Hospital en dirección a la muralla. Atemorizado como iba, tanto por el chispazo como por el clamor de cuantos le perseguían, se arrojó desde uno de los baluartes, frente a la Fábrica del Gas. Y Allí quedó sin vida.

IV. Con reses de Saltillo y de Veragua246 En las corridas de Feria del año 1857, que se celebraron los días 1 y 2 de agosto, fueron lidiadas por primera vez en Cartagena reses de Saltillo. Al ser expuestos los carteles sobre los muros de las calles céntricas y en los escaparates de los establecimientos principales, vieronse anunciados los espadas Julián Casas “Salamanquino”, José Rodríguez “Pepete” y Antonio Sánchez “Tato”; pero ya cercanas las corridas fue sustituido el “Salamanquino”, que había sufrido un percance toreando en Tudela, por Domingo Mendivil. Los toros de Saltillo dieron extraordinario juego. En la tarde del día 1 tomó el primero nueve varas, catorce el segundo, siete el tercero, doce el cuarto, once el quinto y otras tantas el sexto. En la corrida del día 2 el primer toro acometió diez veces a los picadores, once veces lo hizo el segundo, doce el tercero, ocho el cuarto, catorce el quinto y nada menos que diecisiete el último. Dos picadores, el llamado José Muñoz la primera tarde y el apodado “Llavero” la segunda, conmocionados y con diversas contusiones fueron conducidos a la enfermería. Dos años después, en 1859, hicieron aquí su presentación los to245 “Pasiero” pertenecía a la vacada de D. Joaquín López, de Santiesteban del Puerto. 246 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. IV. Con reses de Saltillo y de Veragua”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8439, 17 de julio 1965, p. [6]. 204


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ros de Veragua y asimismo en la época de Feria: los días 6 y 7 de agosto. En la primera de las corridas solo salió un Veragua por la puerta de los chiqueros, ya que los cinco toros restantes pertenecieron a una ganadería conocida entonces con el nombre de Moralzarsal, y cuyo propietario se llamaba Juan José Martínez. Aquél, bravo y codicioso tomó doce varas. Mas ya, en la corrida siguiente los seis toros lidiados procedían de las vacadas del duque de Veragua –en aquellos años don Pedro Colón–, cuya divisa blanca y morada honraron gallardamente. Entró el primero de ellos diecisiete veces a los caballos; ocho el segundo; el tercero, el cuarto y el quinto, diez cada uno; y solo el sexto desmereció, nada más que admitió cuatro. Asistió el ganadero a las dos corridas, ocupando un palco junto al de la presidencia. Y la lidia de las reses, en aquellas dos tardes de la Feria de 1859, estuvo a cargo de las cuadrillas capitaneadas por Cayetano Sanz, Manuel Domínguez y Ángel López “Regatero”. Pero lo más curioso de lo ocurrido aquel año fueron los grandes escándalos que se promovieron en la Plaza motivados por los constantes desaciertos del presidente. Hizo de tal un corregidor nombrado Manuel Herrera, quien por su ignorancia, y hallándose falto del imprescindible asesoramiento, provocó la indignación del público. La primera tarde se contentó la gente con cantarle cierta copla que, iniciada por una de esas voces de sonoridad insospechada que suelen escucharse muchas veces dominando el bullicio de las Plazas de Toros fue rápidamente aprendida por el público de los tendidos y pasó a constituir un coro ensordecedor. “Señor presidente: sepa su merced, que a no ser de burros nada entiende usted” Y la segunda tarde, como las torpezas del infeliz señor se repitieran, la canción guasona fue sustituida por insultos e injurias mortificantes247.

247 Así lo expresa “Chelele”: “El público que estaba muy indignado por el poco acierto demostrado por el presidente, el corregidor D. Manuel Herrera, estalló en ira durante la lidia de este quinto toro, y no sólo dirigió al Usía los denuestos más mortificantes para él y su familia, sino que lanzó sobre el palco presidencial una lluvia de proyectiles”. En: MARABOTTO, J. Mª., op. cit., p. 40. 205


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V. Quites de “Regatero” y “Cara-Ancha”248 En unas cuartillas que Gregorio Corrochano leyó en diciembre de 1931 ante las tumbas de “Pepete” y “El Chiclanero”, con motivo de una visita a los cementerios románticos de Madrid decía refiriéndose al momento en que un lidiador acude en auxilio de otro: “…El quite, la ofrenda. El déjalo a él y tómame a mí. El gesto más desinteresado del hombre. Lo que avala y defiende al diestro de posibles o de ciertos errores. El quite. La jerarquía. Por el quite son nobles y leales los toreros…”. Y famoso fue aquél que Ángel López “Regatero” le hizo al picador Uceta, en la corrida celebrada en esta Plaza el 7 de agosto de 1859. Al poner una vara cayó Uceta al descubierto, quedando frente a la res. Y lanzándose rapidísimo el “Regatero” le libró de la cogida que tenía segura, y que acaso hubiera sido mortal, coleando al toro. Atronadora sonó la ovación, y la empresa entregó al espada, sobre sus honorarios, la cantidad de doscientos reales como premio por su trabajo excelente. En el año 1876 vino a Cartagena José Sánchez del Campo “Cara-Ancha” para torear el 5 y el 6 de agosto las corridas de la Feria, en las que se lidiaron, respectivamente, toros de Bañuelos y Aleas. Alternó en ambas tardes con “Lagartijo”. Y en el segundo toro de la primera corrida, el picador “Canales” cayó también al descubierto. Al bajar el animal la cabeza para recogerlo pudo “Canales” agarrarse a su cuello y así fue arrastrado un trecho. Y “Cara-Ancha” realizó el quite con tanto valor y destreza, que el público, además de ovacionarle, hizo que tocara la música en su honor. “Canales” se le acercó mientras sonaba la charanga, y los dos se abrazaron emocionados. Se repitió el caso poco después, en la misma corrida. Ocurrió con el toro lidiado en cuarto lugar, cuando otro picador –Trigo– lo detuvo con la vara hasta que, flaqueándole el caballo, fue arrojado sobre la cabeza del toro. En virtud de la codicia con que el animal iba contra la cabalgadura, pudo el piquero resbalar y caer al suelo. Pero el capote de “Cara-Ancha”, desplegando su tela, separó a la fiera con rápido engaño y la burló por último en airoso recorte. Los aplausos y el son de la música volvieron a llenar los aires en homenaje al torero. La serenidad de “Cara-Ancha”, que le hacía ser dominador en 248 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. V. Quites de ‘Regatero’ y ‘Cara-Ancha’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8442, 21 de julio 1965, p. [4]. 206


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cualquier instante y estar seguro siempre de sí mismo, pudo apreciarse mejor por el público de Cartagena en la corrida celebrada el 3 de agosto de 1883. Toreó Sánchez del Campo con “Currito”, que vino sustituyendo a “Frascuelo” y con Fernando Gómez “Gallito”. Él era segundo espada, y al quinto toro, que había demostrado gran bravura en el primer tercio de la lidia tomando diez varas, se lo encontró al final huidizo y receloso. Tras muy pocos pases de muleta, “Cara-Ancha” entró a matar y pinchó en hueso. Pero salió perseguido por la res, y tan de cerca, que ambos saltaron la barrera en las proximidades de la puerta del arrastre. Y se quedó el diestro preso entre los cuernos del animal, que había metido uno por el hueco existente entre el muro y las tablas de la contrabarrera. “Cara-Ancha” se deslizó rápido, aunque rasgándose la seda de la taleguilla con el otro pitón. Y el público, que había recibido la impresión de un percance gravísimo, aplaudió enardecido y ardientemente al espada cuando salió al redondel y se mostró ileso.

VI. “Lagartijo” y “Guerrita”, banderilleros249 Vinieron a Cartagena para torear en las corridas de Feria de 1864 los hermanos Manuel y Antonio Carmona. Éste, apodado “Gordito”, iba cosechando aplausos y contaba con muchos partidarios. Las corridas se celebraron los días 5 y 6 de agosto, lidiándose ambas tardes reses pertenecientes a la ganadería de don Justo Hernández. Y figuró como banderillero en la cuadrilla de “Gordito” un muchacho espigado, agilísimo, que demostró desde el primer instante su soltura en el ruedo y un excepcional conocimiento de la lidia. Era Rafael Molina “Lagartijo”. Bregó y banderilleó eficaz y elegantemente. En el sexto toro de la primera corrida realizó el salto llamado “a trascuerno”, pasando de un brinco entre las astas, y la segunda tarde, cuando torearon los hermanos Carmona “al alimón” en el toro tercero, “Lagartijo” les ayudó recogiendo y volviéndoles al animal para los lances. Al año siguiente torearon aquí de nuevo los dos espadas, también con reses de Hernández. Ya vino “Lagartijo” como sobresaliente. Y habiéndole cedido aquéllos la muerte de los toros corridos 249 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. VI. ‘Lagartijo’ y ‘Guerrita’, banderilleros”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8446, 27 de julio 1965, p. [2]. 207


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en quinto y sexto lugar la segunda tarde, Rafael Molina hizo nuevos alardes de maestría. En el quinto, que llegó al último tercio muy agotado, no entró a matar; sino que le hizo caer de un certero puntillazo tirado “a la ballestilla”, logrando una ovación porque esa suerte no se había presenciado en esta Plaza. Aquel toro lo había cogido, volteándolo, pero el diestro no sufrió más que la rotura de la taleguilla por el muslo izquierdo. En cuanto a la muerte del último, la consiguió con una magnífica estocada a volapié. En 1883 tuvo lugar la presentación de Rafael Guerra “Guerrita”, igualmente como banderillero. Fue asimismo en las corridas de Feria, que aquel año ascendieron a tres, celebrándose los días 3, 4 y 5 de agosto. Salvador Sánchez “Frascuelo”, José Sánchez del Campo “Cara-Ancha” y Fernando Gómez “Gallito” lidiaron reses de Núñez de Prado, Veragua y González Nandín. A la cuadrilla de Fernando Gómez pertenecía “Guerrita”. Y reseñando el primer par de banderillas puesto por él, dijo en un periódico local el cronista de la fiesta: “El toro tercero fue negro, pequeño de cuerpo y cuerna y, además, tan consumado acróbata que saltó al callejón tres veces con agilidad y limpieza. Caminando el tercio, el diestro cordobés Rafael Guerra “Guerrita” –que hasta la segunda temporada de Madrid del año último, en que entró a formar parte de la cuadrilla del “Gallo”, habíase apodado “Llaverito”–, se preparó él mismo al toro y colocó un magnífico par. El público, entusiasmado con las gallardías y jugueteos del torero premió su trabajo con una ovación que se repitió al clavar aquél de nuevo, en su turno, otro soberbio par al cuarteo citando en corto, llegando con valentía a la cara, cuadrando bien y levantando los brazos elegantemente”. En cuanto al primer toro que mató “Guerrita” en esta Plaza cartagenera, siendo banderillero todavía, era de Miura y se le lidió en la corrida del 6 de agosto de 1887. Fue un mes antes de recibir el torero la alternativa. Las reses eran lidiadas aquella tarde por Rafael Molina “Lagartijo” y Juan Ruiz “Lagartija”, y en la cuadrilla del primero estaba entonces “Guerrita”. Previo el permiso del presidente, “Lagartijo” le cedió los trastos de matar en el quinto toro. “Guerrita” desplegó la muleta casi en la misma cara de la res, iniciando la faena con un admirable pase cambiado. Dio una buena estocada, cortó la oreja, y fue obsequiado por el público con gran cantidad de cigarros puros.

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VII. Dos corridas memorables250 A los aficionados cartageneros les fue posible conocer dos de las tardes más brillantes de Rafael Molina “Lagartijo”. Había recibido éste la alternativa en Úbeda el 29 de septiembre de 1865, confirmándola en Madrid el 15 de octubre. Y para torear las corridas de esta Feria en el año siguiente –días 28 y 29 de julio– fue contratado en unión de Gonzalo Mora. Por diversos cronistas se ha dicho que, con su planta de torero, “Lagartijo” era el lidiador más gallardo que pisaba los ruedos; que “podía pagarse el dinero de la entrada solo por verle hacer el paseíllo”; y que gracias a él perdió el toreo su condición de caza o lucha determinándose con la expresión fina del movimiento, la flexibilidad y la gracia, el predominio de la inteligencia sobre la fuerza bruta y arrolladora. Sucedió que la primera tarde de aquéllas, a la hora de ser comenzada la corrida, solamente “Lagartijo” se hallaba en la Plaza. Por la mañana se habían recibido noticias enviadas por Gonzalo Mora desde Barcelona diciendo que le era imposible acudir por no haber podido alcanzar el tren. Hizo el presidente la señal, y Rafael Molina cruzó el ruedo al frente de su cuadrilla. Los toros, de cinco y seis años, pertenecieron a la ganadería de don José Maldonado y Rosales, vecino de Ciudad Real. Resultaron bravos y codiciosos, acometiendo diez veces a los picadores el primero de ellos, doce el segundo, otras tantas el tercero, once el cuarto, doce también el quinto y ocho el sexto. Las faenas de “Lagartijo” fueron semejantes a las que, en cierta vieja crónica se comentaron con estos versos: “…Fue explicar, con la roja percalina, todo un curso de estética taurina…” Constantes ovaciones, y la concesión por el presidente de cinco orejas, premiaron el trabajo del espada. El toro sexto, al que banderilleó con un par al quinto y otros dos al cuarteo, se lo cedió para la muerte a José Giráldez “Jaqueta” que toreaba como sobresaliente. Hubo repetición del triunfal acontecimiento en la segunda corrida. Tampoco se presentó Gonzalo Mora, y también “Lagartijo” se 250 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. VII. Dos corridas memorables”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8447, 28 de julio 1965, p. [4]. 209


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encerró solo en el ruedo para lidiar y matar los seis toros. Estos, de Maldonado igualmente, realizaron una pelea semejante a la de sus hermanos en la tarde anterior y de nuevo el gran torero cordobés incorporó a su historial seis faenas magistrales. En séptimo lugar se corrió el toro que estaba en los corrales como sobrero, y de cuya muerte se encargó “Jaqueta” por igual concesión de “Lagartijo”. Refiere cierta anécdota que, toreando una vez en Pamplona, dio Rafael Molina a uno de sus toros tan soberbia estocada que Mazzantini, con quien alternaba, le estrechó la mano entusiasmado mientras le decía: – ¡Magnífico, Rafael! ¡Ha sido el toro que mejor he visto matar en mi vida! A cuyas palabras respondió “Lagartijo”: – Pues le advierto, amigo don Luis, que toros así he matado a docenas. Tal vez, diciendo eso rozara su memoria el recuerdo de aquellas dos tardes triunfales en Cartagena. Porque esta Plaza fue una de sus predilectas, y su parecer lo había manifestado aquí con gentiles palabras: – “Es una de las Plazas más bonitas y alegres. Y los toreros vemos en ella tan de cerca a las mujeres guapas, que son toas las de esta tierra, que no ha más remedio que apretarse la taleguilla, pa ir por sus sonrisas y sus parmas”.

VIII. “Lagartijo” y “Frascuelo”251 Creció y se desarrolló el toreo, en un sentido artístico, mediante la competencia entre aquellos lidiadores que mejor acertaron con las preferencias de los públicos. Rafael Molina “Lagartijo” y Salvador Sánchez “Frascuelo” representaron una edad de oro en la historia de reses bravas. El festejo taurino llegó, con ellos, a cubrir alturas que nunca había logrado. Pero “el público –se ha dicho– no puede ser unánime, sino discrepante. Lo que a cada uno le interesa es oponer la pasión propia a la pasión del vecino de localidad, mientras la corrida se celebra, y luego mantener los comentarios y las discusiones en la tertulia, en 251 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. VIII. ‘Lagartijo’ y ‘Frascuelo’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8450, 31 de julio 1965, p. [6]. 210


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la oficina o en el taller”. Las gentes, pues, se dividieron en “lagartijistas” y “frascuelistas”. Y la noble competencia entre ambos diestros marcó esa época gloriosa para la Fiesta nacional. Ya se ha indicado algo sobre la personalidad de “Lagartijo”. “Frascuelo” fue totalmente distinto. A él se refirió don Antonio Peña y Goñi diciendo que “era corto de busto y largo de extremidades inferiores; un poco zambo de la pierna derecha y excesivamente moreno de color –por lo que popularmente se le llamaba “el Negro”–, poseyendo una rigidez de acero que dejaba adivinar la consistencia y el poder de su terrible musculatura”. Tomó “Frascuelo” la alternativa en Madrid de manos de Curro Cúchares el 27 de octubre de 1867, y representaba el grado más hondo de emoción cuando realizaba las hazañas que el público veía con el aliento contenido; cuando el diestro, después de una faena temeraria, “al perfilarse y tomar la puntería para dar la estocada ponía un gesto tan duro, arrugando el entrecejo, que bien se advertía su decisión para matar o morir con honra”. Aunque artísticamente no podía comparársele con “Lagartijo”, la valentía y la “vergüenza torera” le permitieron competir con el “Califa” muy airosa y gallardamente. Y del compañerismo que unió a los dos dice aquella contestación de “Frascuelo” cuando asistía con “Lagartijo” a una tertulia en que se discutía quiénes eran las primeras figuras del toreo: – Desengáñense ustés. Los dos mejores toreros, somos éste y yo. Otro testimonio de esta amistad es que, cuando falleció Salvador Sánchez en Madrid el 8 de enero de 1898, figuró Rafael Molina, llegado a toda prisa desde Córdoba, en la presidencia del entierro. Por primera vez torearon juntos, es decir, “mano a mano”, en Cartagena los días 31 de julio y 1 de agosto de 1869. Después lo hicieron –también sin ningún tercer espada– los años 1871252, 1872253 y 1874254 en las respectivas corridas de Feria. Aquel 1869 lidiaron la primera tarde toros de doña Josefa Aguilar, de Las Navas en la provincia de Jaén, y la segunda reses de la 252 Fueron los días 5 y 6 de agosto con reses de Puente López. Entre las dos corridas murieron cuarenta y un caballos. En: MARABOTTO, J.Mª., op. cit., p. 73. 253 Se celebraron los días 3 y 4 de agosto. En la primera se lidiaron reses del Marqués del Saltillo y de Rafael José Barbero en la segunda. Entre las dos corridas fallecieron treinta y dos caballos. En: MARABOTTO, J. Mª., op. cit., p. 76. 254 En esta ocasión toros de Anastasio Marín el día 1 de agosto, y de José Bermúdez Reina para el día 2. 211


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ganadería navarra de don Nazario Carriquiri. No permitieron los toros de la primera corrida gran lucimiento a los matadores, pero el trabajo de ambos al día siguiente fue tan fino y elegante en el uno, y tan arriesgado en el otro, que no dejaron de escuchar en toda la tarde apasionadas ovaciones. Alguien ha hecho la afirmación de que, sobre todos los lidiadores de aquel tiempo, “Frascuelo” fue quien tuvo más partidarios en Cartagena. Aquí se cantaba mucho la célebre copla: “El arte de los toros bajó del cielo, y con los memoriales vino ‘Frascuelo’” Fue lo mismo que, años después, ocurrió con Rafael González “Machaquito”.

IX. “El Espartero” y “Guerrita”255 Manuel García “El Espartero”, sevillano, recibió la alternativa el 13 de septiembre de 1885 en la Plaza de la Maestranza, de su tierra confirmándola el día 14 del siguiente mes en Madrid. El cordobés Rafael Guerra “Guerrita” ascendió a matador de toros en la Plaza madrileña el 29 de septiembre de 1887. Era “El Espartero” de un valor asombroso, el cual le llevó, careciendo de soltura con el capote y la muleta, a la altura necesaria para alternar con “Guerrita”. Su carrera fue corta y recuerda la frase de que “los valientes y el buen vino duran poco”. Contaba veintiocho años cuando el toro “Perdigón”, de Miura, le quitó la vida en Madrid el 27 de mayo de 1894. “Guerrita”, en cambio, había heredado todas las cualidades de “Lagartijo”: la gracia y la finura, así como el coraje de “Frascuelo”. Superó sin embargo al primero en el magistral dominio de las suertes, que ejecutaba a la perfección, sin olvidar la más arriesgada: la de matar “recibiendo”, puesto que ha de realizarse cuando el toro llega bravo y ligero de patas a la muerte. Así mató aquí a uno de Saltillo, el 4 de agosto de 1894, toreando con Antonio Fuentes. La primera vez que “El Espartero” vino a Cartagena fue en la Feria del año 1887; figuró en dos corridas los días 4 y 5 de agosto, 255 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. IX. El ‘Espartero’ y ‘Guerrita’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, agosto 1965. En este artículo nos ha sido imposible precisar más la referencia bibliográfica. 212


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alternando con “Lagartijo”. Y al ir a matar el sevillano su primer toro, como éste no se hallara bien cuadrado, le avisó Rafael Molina: – “Maoliyo, ten cuidao”–. “El Espartero”, que se perfilaba muy cerca de los pitones, volvió la cara sonriendo y contestó: – “Pero, maestro, ¡si este no hace na!”. Y dio una estocada soberbia, de la que el toro salió muerto de entre los vuelos de la muleta, repitiendo la suerte con igual fortuna en sus dos toros restantes. A pesar –y en contra– de la competencia que se esforzó en establecer entre “El Espartero” y “Guerrita” la pasión de los ciegos partidarios, ambos estuvieron unidos por una amistad leal. Se cuenta que, yendo a torear a Burgos, la tarde anterior a la corrida fueron los dos espadas a ver el ganado. Y observando “Guerrita” que uno de los toros, por lo grande y por su enorme cornamenta, desentonaba de los otros, le dijo al mayoral que lo retirase. Se negó el vaquero, y añadió estas palabras: – “Déjelo; ése no viene para usted”.– Sintiose herido el matador en su amor propio, tanto como preocupado por “El Espartero”, al que de sobra conocía, el cual intervino pidiendo ser él quien matase al toro por ser espada más antiguo. No se conformaba “Guerrita”, y por la intervención de unos amigos procediose al sorteo. A él le tocó el toro, que asombró al público al salir de los toriles, y exigió una lidia difícil llevada con serenidad y sabiduría por “Guerrita”. Otro ejemplo de aquella amistad se halla en la carta que, fechada el 16 de marzo de 1894 –dos meses antes de su tarde trágica– escribió “el Espartero” a un notario sevillano, don José María del Rey, diciendo esto: “...Rafael Guerra ‘Guerrita’ es el torero más completo de todos los que he conocido desde que tomé la alternativa y en la actualidad trabajan. Inteligente como el que más no le falta valor y como compañero está siempre decidido en favor de cuantos profesamos el mismo arte”. En tres Ferias cartageneras torearon “mano a mano”, lidiando toros de Cámara, Barrionuevo, Saltillo, Cortina y Muruve, “El Espartero” y “Guerrita”. Fueron de 1890 –días 9 y 10 de agosto–, la de 1891 –días 8 y 9 de igual mes– y la de 1893, en las tardes del 5 y 6 de agosto también. Las seis corridas proporcionaron triunfos resonantes a los dos espadas.

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X. El que hubiera sido rival de “Guerrita”256 Los doctores Buenrostro, Cárceles y Pescador, de servicio en la Plaza de Toros enviaron al presidente de la corrida que se celebraba el 5 de agosto de 1888 un parte facultativo diciendo: “Los que suscriben ponen en conocimiento de Usía que el banderillero Rafael Sánchez ‘Bebe’ ha sufrido una herida en el tercio superior y anterior del muslo izquierdo, de unos cuatro centímetros en su orificio de entrada, no creyendo necesario practicar ningún reconocimiento minucioso por el momento”. Fueron lidiados aquella tarde, como segunda corrida de Feria, seis toros de Saltillo por “Frascuelo” y “Guerrita”; los mismos que el día anterior habían alternado también estoqueando reses de Miura. Rafael Sánchez “Bebe”, notabilísimo banderillero, figuraba en la cuadrilla de “Frascuelo”; pero con un trato especial y preferente, ya que estaba autorizado por el matador para hacer en el ruedo cuanto quisiera. Salvador Sánchez había visto en él un toreo extraordinario, y ya los públicos, a su vez, lo consideraban como el único lidiador con cualidades para poder rivalizar un día con “Guerrita”. Durante la corrida del día 4, “Bebe” alternó en los quites con los espadas; bregó sabiamente, y colocó muy buenos pares de banderillas. De igual modo fue llevando adelante su trabajo el día 5 hasta el quinto toro, “Simboreto”, en cuya lidia ocurrió la cogida. He aquí cómo el suceso fue reseñado en una crónica de aquella fiesta: “…Después de tomar ‘Simboreto’ el primer puyazo del ‘Chucho’, dado delante de la puerta de los chiqueros, tuvo el ‘Bebe’ la mala ocurrencia de intentar un quiebro de rodillas; y clavando las dos en tierra citó al toro, que le acudió gazapeando. Al cargar la suerte se aturulló un poco el diestro y, por no vaciar lo suficiente, fue alcanzado por un derrote del animal; el cual intentó revolverse para engancharle de nuevo, impidiéndolo un oportuno capotazo de Saturnino Frutos. ‘El Bebe’ se levantó inmediatamente. Y cogiéndose el muslo izquierdo con ambas manos llegó por su pie hasta cerca de la puerta de caballos, cayendo allí desvanecido”. El texto del parte facultativo, con sus palabras finales, indica lo deficiente de la cura que se le practicó al torero. Y trasladado éste al Hospital de Caridad, donde ocupó una cama en el departamento de “distinguidos”, el cirujano del establecimiento, don Juan Minués advirtió la importancia de la herida y temió que fuese necesaria la amputación de la pierna. 256 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. X. El que hubiera sido rival de ‘Guerrita’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8456, 7 de agosto 1965, p. [6]. 214


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No estaba equivocado el doctor Minués. Aunque había logrado restablecer la circulación en aquélla, el riego sanguíneo era muy defectuoso. Vino la madre del “Bebe” acompañada por un pariente que también era médico. Éste celebró consulta con Minués, quien insistió sobre el peligro de la gangrena. Pero hubo de resignarse ante el criterio opuesto, y el domingo siguiente al de la cogida, el 12 de agosto, salió el “Bebe” para Córdoba en un coche-cama del ferrocarril. Antes de su partida, dirigió al director de “Eco de Cartagena” una carta rogándole que diese publicidad a la siguiente nota: “Al partir para mi ciudad natal no podré olvidar nunca el interés que este pueblo se ha tomado en mi desgracia, y quisiera encontrar ocasión de poder recompensar con largueza los grandes servicios que se me han hecho; en particular, por el señor cirujano del Hospital de Caridad y sus dignos ayudantes”. Aquí, en los últimos momentos, se habían observado ya manchas sospechosas. La gangrena hizo su aparición, efectivamente, y apenas llegado a Córdoba al torero se le tuvo que amputar la pierna.

XI. Taconeando por caracoles257 Existió un torero cuyo nombre alcanzó gran resonancia en Cartagena, aunque nunca estuvo él aquí ni vino a torear en esta Plaza. Fue Francisco Díaz “Paco de Oro”, lidiador gitano y uno de los más ilustres majos de Cádiz. Contó Cartagena –prolongación de Andalucía según una frase de Adriano del Valle– con famosos Cafés donde eran cultivados el cante y el baile flamencos. Concurrían gitanos, señoritos troneras, devotos del copeo, chulos con chaquetas estrechas, pantalones ceñidos y los tufos bien planchados con saliva sobre las sienes, y el aire se llenaba de humo, tintineo de vasos, voces y gorgoritos del vino al escanciársele. Disponían las Ordenanzas municipales que aquellos espectáculos durasen hasta las once de la noche, hora en que los cafés deberían ser cerrados. Algunos, obedeciendo, eran puntuales. Otros desafiaban las multas prolongando las veladas, sobre todo cuando alguna figura famosa alternaba con ellos. Y entre éstas lució su hermosura “Pepa de Oro”, hija del torero y gran bailadora, con sus miradas ardientes, sus entreabiertos labios ansiosos y su cuerpo 257 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. XI. Taconeando por caracoles”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, agosto 1965, p. [?]. Como en las notas que siguen, a falta de la fuente principal hemos podido acotar la referencia pero no así su localización exacta. 215


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torneado y flexible.

“Unos claveles rojos en la cabeza; los ojos, abalorios; hilos las cejas. Altas y negras, granizaban sus hombros las castañuelas...”

Desde la primera noche enardeció al público en el Café del Comercio, el cual estaba situado en la esquina que forma la calle Honda con la de Balcones Azules. Disfrutaba de mayor concurrencia por los que venían desde las cuestas del Molinete. Y “Pepa de Oro”, al son de la guitarra de “El Porrorro”, taconeaba con aire de mucho duende la copla que iba cantando Luisa “la del Puerto”, alusiva al padre de la muchacha: “‘Paco de Oro’, ha venido de Lima de matar toros. La niña dice: Padre, si usté es torero tan reputado, a mí de bailaora, por lo puntero, me han consagrao. Y si Paco matando quita faroles, su niña los apaga taconeando por caracoles” Sin embargo, aquel torero no desplegó su arte como matador con el brillo que su apodo señalaba. En cambio, consiguió pasar a la historia como el espada que más veces ha recibido la alternativa. El 29 de mayo de 1870 se la dio Antonio Carmona “Gordito” en Cádiz; el 16 de junio siguiente, Salvador Sánchez “Frascuelo” en la misma plaza; el 30 de marzo de 1872, Manuel Fuentes “Bocanegra” en San Fernando; el 8 de septiembre del mismo año, Cayetano Sanz en Madrid; el 12 de junio de 1873, nuevamente “Gordito” en Cádiz; y en el mismo ruedo Manuel Domínguez el 29 de junio de 1877. 216


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Si en las Plazas españolas no pasó de ser un torero pintoresco, logró por las de América mayor fortuna. Aunque tal vez su nombre no alcanzara tampoco la especial resonancia que tuvo en Cartagena, cuando los oles rasgaban el humo del tabaco en el Café del Comercio; cuando aquel anuncio lanzado a los cuatro vientos por la copla que bailaba su hija, trazaba un signo emotivo sobre la figura irregular del lidiador gitano: “‘Paco de Oro’, ha venido de Lima, de matar toros...”

XII… después de nadie, Fuentes258 Sobre las magníficas condiciones que como lidiador ostentó Antonio Fuentes, destacaron su gran serenidad, su finura y su elegancia en la ejecución de las artes. Recibió la alternativa en Madrid el 17 de septiembre de 1893. Y en Madrid, pocos meses después, alcanzó uno de los mayores triunfos de su vida torera y, acaso, el que cimentó su valía y su fama con mayor firmeza. Eso fue la tarde del 27 de mayo de 1894 en que murió “El Espartero”. Y se dijo en el semanario “Sol y Sombra” que Fuentes, el único torero que se mantuvo con aplomo, “acudió a todas partes sin acobardarse por la terrible desgracia. Y no es que no la sintiera, pues le vimos llorar desesperadamente cuando llegó a conocer su magnitud”. Siguió su carrera desde entonces un rapidísimo curso ascendente, que lo llevó junto a “Guerrita” para constituir, con preferencia sobre todos los demás, la pareja del gran cordobés. “Guerrita” lo consideró como un buen competidor, y confirmó su prestigio mediante aquella frase tan conocida: “Después de mí, naide; después de naide, Fuentes”. La revista “Blanco y Negro” celebró un concurso para que, un plebiscito entre sus lectores, determinara quién era el mejor de los literatos, los músicos, los pintores, los escultores, los generales, los políticos y los toreros. Retirado “Guerrita” poco antes, después de torear en Zaragoza el 15 de octubre de 1899, el diestro que triunfó en aquel concurso, y por una mayoría de votos abrumadora, fue Antonio Fuentes. Y otro periódico publicó entonces, a manera de 258 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. XII… después de nadie, Fuentes”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, agosto 1965, p. [?]. 217


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comentario, la décima siguiente:

“Que Fuentes es el mejor de los toreros de hoy día, toda España lo decía con unánime clamor. Tan preclaro lidiador, sin competidor alguno, se llevó el número uno en justicia y con razón, por opinar la afición que, como Fuentes, ninguno”

Las dos primeras corridas que como matador de toros lidió Antonio Fuentes en Cartagena fueron las celebradas en Feria de 1894. En ambas, los días 4 y 5 de agosto, alternó con Rafael Guerra. La primera tarde se corrieron reses del marqués de Saltillo, y la segunda de don Joaquín Muruve. Como dos grandes jornadas transcurrieron aquéllas. Los toros que ocuparon el quinto lugar en cada una de las corridas fueron banderilleados por los espadas. Y “Firolito” en la primera le clavó dos pares superiorísimos, y “Guerrita”, después de muchos adornos, otros dos, magníficos también. Y a “Camarón”, en la segunda, “Guerrita” le puso de frente un par de banderillas de lujo, de las que salieron dos palomas, y Fuentes, preparándose el toro a cuerpo limpio uno de sus famosos pares al quiebro, asimismo de lujo y con el vuelo de otra pareja de aquellas aves. Igualmente se lucieron los dos matadores en sus faenas con la muleta. Al mismo “Firolito”, por ejemplo, “Guerrita” se lo llevó hasta la barrera después de una gran estocada y, sentado en el estribo, iba a descabellarlo haciendo uso de la puntilla cuando el animal rodó a sus pies. Y Fuentes al segundo toro en la corrida del día 5 –“Manchonero”– a favor de querencia le clavó medio estoque en las mismas agujas. Sentose también el diestro en el estribo de la barrera, y estuvo acariciando el hocico del toro hasta que éste cayó muerto. “... después de naide, Fuentes”.

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XIII. Cuadrillas de “Niños Sevillanos”259 El 13 de octubre de 1895 y como último festejo taurino de aquella temporada se anunció a beneficio de la Tienda-Asilo la corrida en que, lidiando cuatro novillos de Salas, hizo su presentación la cuadrilla de “Niños Sevillanos” cuyos matadores eran Ricardo Torres “Bombita Chico” y Juan Domínguez “Pulguita”.

Un adorno de “Joselito” en la corrida celebrada en la Plaza de Toros de Cartagena el 22 de julio de 1916.

“Bombita Chico”, que como tal se apodó hasta la retirada en 1904 de su hermano Emilio, vino a Cartagena como siguiendo los pasos de éste. Porque Emilio Torres había toreado aquel mismo año las corridas de la feria en los días 3 y 4 de agosto alternando con “Guerrita” en la lidia de reses de Cámara y Saltillo. La tarde aquélla de la presentación, Ricardo toreó a sus novillos muy lucido y valiente. Con el estoque también tuvo fortuna, y el público advirtió ya lo que sería después aquel chiquillo: uno de los lidiadores más competentes, eficaces y pundonorosos que han pisado los ruedos. En una de las varas puestas al último de los novillos cayó el pica259 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. XIII. Cuadrillas de ‘Niños Sevillanos’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, agosto 1965, p. [?]. 219


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dor al descubierto. Lo taparon con sus capotes ambos espadas y luego, mientras “Pulguita” agarraba a la res por la cola, “Bombita” le echó mano a los cuernos, y así le hicieron dar vueltas hasta conseguir derribarlo. Enseguida los dos se arrodillaron junto al animal, y bien merecida fue la ovación que sonó premiando el quite. Tal éxito hizo que aquél no fuese, como se había dicho, el festejo con que se cerrara el año taurino. El día 20 del mismo mes de octubre volvieron a lidiar los dos muchachos otros cuatro novillos, repitiéndose el triunfo y de especial manera para “Bombita Chico”. Y al año siguiente fueron ellos los que inauguraron el 26 de abril la temporada volviendo nuevamente, el 31 de mayo, a realizar el paseíllo. Otra cuadrilla que con la misma denominación se formó poco después vino a Cartagena el 18 de junio de 1899. En ella figuraban como espadas Manuel Molina “Algabeño Chico” y Rafael Gómez “Gallito”. Del primero fue la valentía lo que destacó. En cuanto al segundo... En su número del día siguiente, y titulándola “Aparición de un astro”, publicó la reseña de la corrida el diario local “Las Noticias”. Y el revistero, que firmaba con el seudónimo de “Ludovico”, dijo esto: “...Si levantara la cabeza aquel gran torero que se llamó Fernando Gómez ‘Gallo’, recibiría la mayor de las emociones viendo a su hijo, casi un niño aún, entusiasmando a los buenos aficionados. ¡Vamos, que es mucho torero! Y... ¿lo digo? Pues allá va: exceptuando a ‘Guerrita’, Rafaelito Gómez, ese pituso, vale más que el resto...”. Añadía “Ludovico” que el capote del joven torero, durante toda la tarde, había sido como un imán gracioso y florido para los toros; que con las banderillas, en dos palmos de terreno y con una elegancia seria, inimitable citó y quebró, simuló el par y salió en falso quedando a media vara de la res, para rematar la suerte con admirable perfección; y que, por último, muleteando realizó primores. Así vio el periodista cartagenero la figura torera de un diestro que, andando el tiempo, había de ser tan genial como pintoresco y desconcertante; que “cuando caía llegaba a lo más hondo del ridículo, y a las estrellas cuando se alzaba”, según aquella frase con que él mismo se definió, ya en sus últimos años, diciendo sinceramente: “Lo mío fue siempre colosal, en los triunfos y en los fracasos”. Pero aún vino aquí otra cuadrilla más de “Niños Sevillanos”. Capitaneada ésta por José Gárate “Limeño” y José Gómez “Gallito” se presentó el 4 de junio de 1911 cuya tarde lluviosa hizo que la 220


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corrida transcurriera sin pena ni gloria. Volvieron a torear el 16 de julio, y entonces sí triunfaron ambos “Niños”. También se presintió esa tarde la gloria futura de “Joselito”, el sabio lidiador, para quien ninguna suerte del toreo pudo encerrar secretos.

XIV. Derrochando gracia y valentía260 A mediados del siglo XIX, entre los años 1839 y 1845 habían hecho su aparición las primeras cuadrillas femeninas, aunque de fechas anteriores existen noticias sobre ciertas rejoneadoras; por ejemplo, de la valenciana Águeda Silvaque, a quien el programa de una corrida celebrada en la Plaza del Puerto de Santa María el 26 de julio de 1774 anunció diciendo: “...Saldrá Águeda Silvaque, natural de Valencia, a banderillear y rejonear un toro; la que dará gusto al concurso con su destreza, como lo tiene acreditado en las Plazas de Valencia, de Murcia y de Cartagena”. Y se ampliaba tal aviso con unos versos, añadiendo para más gala y atracción del cartel: “...De esta mujer la experiencia a cualquier duda condena, pues la aplaude Cartagena y la celebra Valencia. Murcia alaba la potencia de su habilidad. Y vana dice con intención sana ella, y con mucho reposo, que al toro más animoso lo echará una valenciana” Tal vez como iniciales “matadoras” desarrollando el toreo a pie, puedan ser citadas la alicantina Francisca Coloma y la madrileña Martina García. De esta última que estuvo saliendo a los ruedos hasta tener edad muy avanzada, existe cierta penosa referencia; se debe a un colaborador de “La Lidia”, Federico Mínguez, que escribió esto: “...Aún recuerdo a la infortunada Martina García, aquella mujer casi anciana, casi decrépita, que todas las veces que salía a torear, si no tenía la suerte de matar de cualquier modo al becerro, dejábase caer al suelo y en brazos de cuatro asistencias, que la trataban como si fuese un caballo herido, era conducida a la enfermería y acostada como un saco en uno de los catres de 260 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. XIV. Derrochando gracia y valentía”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, agosto 1965, p. [?]. 221


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curación...”261. De mayor popularidad gozó Dolores Sánchez “La Gragosa”, que con su gente ya vistió el traje masculino de luces en vez de las faldillas cortas que se habían venido usando. Pero la cuadrilla de señoritas toreras que más atrajo la atención de los públicos en numerosas Plazas fue la que organizó más tarde un periodista catalán, Mariano Armengol, que firmaba sus escritos taurinos con el seudónimo de “Verduguillo”. Figuraron en aquella cuadrilla, como espadas, Lolita Pretel y Angelita Pagés también catalanas; y ambas al igual que sus banderilleras Julia Carrasco, Justa Simón, Mariana Mármol y Paca Pagés, lucieron bien sus ampulosas formas ceñidas por los trajes toreros. Hicieron éstas su presentación en Cartagena el 9 de mayo de 1897, lidiando cuatro novillos ante la concurrencia que ocupó en su totalidad los asientos y localidades de la Plaza. Hubo revolcones, aunque leves, sobresaliendo Angelita Pagés que mató dando soberbias estocadas. Volvieron a torear aquí el 11 de septiembre y, según las crónicas, todas derrocharon gracia y valentía nuevamente. Poco después Lolita Pretel contrajo matrimonio con el novillero valenciano Eduardo Serrano “Gordet”, y su lugar en la cuadrilla fue ocupado por Julia Carrasco que había venido figurando como sobresaliente de espada. Mas el recuerdo que dejaron aquellas señoritas toreras en Cartagena no solo tuvo expresión en los comentarios periodísticos ni en las conversaciones de familia, de café o de rebotica. Se manifestó, con más permanencia, mediante cierta copla que se hizo popular entre la gente alegre: “En la plaza de la Aurora están las niñas toreras, y subiendo hacia el Molino también hay banderilleras”

XV. Subido en su pedestal262 Circulaba mucho, de boca en boca, aquel estribillo que decía: “Como nunca tiene miedo, 261 Bajo el seudónimo “El Tío Capa” Federico Mínguez escribió esta apreciación en un trabajo titulado “Los toreros... hembras”. En: La Lidia: revista taurina, Madrid, Año 5, n. 27, 25 de octubre de 1886, p. 1. 262 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. XV. Subido en su pedestal”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8471, 25 de agosto 1965, p. [4]. 222


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Don Tancredo es un barbián. ¡Hay que ver a Don Tancredo subido a su pedestal!” Pero aunque la letra se alegraba con cierta musiquita ratonera había trascendido más allá de los linderos que limitan a cualquier sonsonete; señalaba un motivo, un personaje y un hecho, que venían despertando el interés y la emoción de los públicos en las Plazas de Toros. Don Tancredo López, valenciano de nacimiento y zapatero de oficio, concibió la idea de introducir una suerte nueva en la lidia de reses bravas y decidióse a realizar por sí mismo tal innovación. Dotado de un temperamento sereno, imperturbable, así como de un valor temerario, halló en tales cualidades una base firme para el logro de sus deseos conquistando la popularidad. Don Tancredo, encontrándose en La Habana durante el año 1898, había conocido a un mejicano, “El Orizabeño”, que realizaba proezas esperando a pie firme y sin engaño alguno la acometida de los toros, hasta que uno de estos le cortó la carrera de una cornada. Y pensó Don Tancredo que si tales animales no se ven hostigados ni excitados nunca suelen acometer a lo que permanece inmóvil frente a ellos; y menos si les recuerda algo con cuya presencia se acostumbraron, a semejanza, por ejemplo, de los mojones que deslindan o señalan términos y lugares en las dehesas. Perfeccionó su idea. Ataviado con una indumentaria blanca y sobre un pedestal blanco también, esperaría desde el centro del redondel inmóvil, como una estatua, la salida del toro. Y así lo hizo, en efecto. Comenzó en Valencia, el 19 de noviembre de 1899, con feliz resultado. Muchas veces repitió la experiencia por distintas Plazas, y el 30 de diciembre de 1900 se presentó en la de Madrid con un novillo de Trespalacios. Lo hizo de nuevo el 1 de enero de 1901 con otro de Miura, así como el día 13 del mismo mes, impresionando extraordinariamente porque el animal lo derribó de un hocicazo. “Como nunca tiene miedo, Don Tancredo es un barbián…” Vino a Cartagena el 9 de junio del citado año 1901 con una novillada en la que se lidiaron seis reses de la ganadería de Flores por los diestros “Coromina” y “Calerito”. Don Tancredo hizo su presentación en el tercer novillo.

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“… ¡hay que ver a Don Tancredo subido en su pedestal!” era el pensamiento que dominaba en todas las inteligencias al contemplarlo erguido, impasible, frente al pasillo oscuro que dejó libre la puerta de toriles al abrirse. Y la referencia recogida en la prensa local dice que “el animal salió del chiquero muy tranquilo, dirigiéndose a reconocer aquello que veía en el centro del ruedo. Y después de olfatear a Don Tancredo sepárese de él mientras en el público estallaba una ovación entusiasta”. Aquel espectáculo, sin embargo, fue prohibido poco después por el Ministerio de la Gobernación, a raíz de una cogida que sufrió Don Tancredo; no sin que antes un aficionado de Cartagena también zapatero, intentase imitar al valenciano263. La aventura de éste ofrece distinto matiz, quebrándose con un perfil tragicómico. Se le preparó un becerro para que cierta noche realizase una prueba de entrenamiento, pero unos amigos guasones se entretuvieron antes en adiestrar al animal. En las altas horas que iban a la Plaza y, desde el pretil del chiquero, sujetándole por una punta, dejaban caer una sábana sobre el becerro que sorprendido y atemorizado, se encelaba corneando al intempestivo fantasma blanco. Así resultó que, cuando el zapatero se presentó a la prueba subido en su pedestal, la res al divisarle sintió aquella mezcla de terror y de furia que la enardecía. Se le arrancó rápida, recta, y le hizo caer volteándolo repetidas veces.

XVI. De Córdoba “la Sultana”264 Por aquel tiempo se extendió desde Córdoba, con muchos y altos vuelos, una copla que decía: “Aquí nacieron ‘Guerrita’, el ‘Manene’ y ‘Torerito’, el malogrado del ‘Bebe’ y el valiente ‘Machaquito’” Fue cuando hizo su aparición la cuadrilla de “Niños Cordobeses” 263 Este aspecto lo ampliará el escritor cartagenero en el trabajo inédito aquí recogido y que lleva por título “El maestro Lastimica”, rubricado en 1966. 264 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. XVI. De Córdoba ‘la Sultana’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8474, 28 de agosto 1965, p. [8]. 224


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que, capitaneada por Rafael González “Machaquito” y Rafael Molina “Lagartijo Chico”, atrajo la atención y se ganó los aplausos de los públicos. Inaugurando la temporada taurina el año 1900, hizo aquí su presentación esa cuadrilla. Domingo 6 de mayo. Las rosas, los claveles y los jazmines prodigaban sus aromas en el aire maravilloso de la tarde. Fueron lidiados seis novillos pertenecientes a la ganadería de don Antonio López Plata, que tomaron treinta y tres varas mostrándose bravos y codiciosos. Los matadores hicieron con tal motivo quites magníficos. Y agradó el trabajo de “Lagartijo Chico”; vistoso y elegante, pero gustó más el de “Machaquito” por su valentía con la muleta y su decisión en el momento de matar. Banderillearon los dos al cuarto novillo, colocando Rafael Molina un gran par de frente y Rafael González otro, soberbio, al cambio. Aquella tarde se inició la corriente apasionada, que había de producir en la afición cartagenera un número considerable de “machaquistas”, entusiastas; corriente que se intensificó cuando volvió el gran espada cordobés a esta Plaza, ya como matador de toros, para alternar en las corridas de la Feria de 1903 –días 8 y 9 de agosto– con Joaquín Navarro “Quinito”. La primera tarde se corrieron reses de Ibarra, siendo de Cámara las de la segunda. “Machaquito” realizó faenas paradas y ceñidas, siempre a dos dedos de los pitones, e hizo rodar a sus toros de certeras estocadas; pero en el sexto de la segunda corrida logró uno de los triunfos más clamorosos obtenidos en su carrera. Lo recibió con tres lances a la verónica y otro de frente por detrás que, con los quites que luego efectuó, le valieron fuertes ovaciones. En el segundo tercio cogió las banderillas y, preparándose él mismo al animal puso al cambio tres pares. Inició su faena de muleta con un pase estando sentado sobre uno de los caballos muertos; la prosiguió con mucho lucimiento, y por fin perfilándose muy en corto dejó una de aquellas estocadas suyas, en todo lo alto y hasta la empuñadura, que hacían desplomarse a las reses instantáneamente; de aquéllos que, cierto día, merecieron de “Don Modesto” una elogiosa estrofa: “¡Viva el arte y el valor! ¿Se llama usted Salvador? Señores, no hablo en camelo. ¡Aquello tuvo sabor… de ‘Frascuelo’!”

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Hablando una vez otro buen revistero taurino, “Don Pío”, con Rafael el “Gallo”, le preguntó qué opinión tenía de “Machaquito”. El “Gallo” pensó durante unos momentos, y dijo: – “Mire usté, don Pío: si usté monta un ferrocarril, para que de cada estación salgan los trenes a su debido tiempo, necesitará usté tener relojes. Pero no los tiene usté. Bueno; pues lleve usté entonces a ‘Machaquito’, porque es un hombre que en todas partes da la hora”. Nuevos y resonantes éxitos trajeron para Rafael González las Ferias cartageneras de 1904 y 1905. En los días 6 y 7 de agosto de ambos años toreó en unión de Antonio Fuentes reses de Muruve, de Ibarra, de Campos y de Cámara. Y se apreció aquella condición especial que distinguía como matador a “Machaquito”; si bien es preciso que los toros se hallen aplomados para ejecutar el volapié, el diestro mataba más a gusto a los que hacían por él al arrancar. Así sus soberbias estocadas producían mayor emoción, y así eran entusiastas las ovaciones con que se le premiaba.

XVII. En la primera visita de Alfonso XIII265 Muy pronto se vieron llenas de gente las calles de Cartagena en la mañana del 24 de junio de 1903. Y ya en gran número se habían ocupado sitios en la Muralla desde donde ver cómodamente el paseo del Muelle, cuando apenas sonadas las siete y media salió la comitiva municipal del Ayuntamiento, precedida de clarinero y maceros, dirigiéndose al pabellón frente al cual tenía que detenerse el tren donde llegaba el rey Alfonso XIII en su primera visita a Cartagena. Con la Corporación, y entre otras personalidades, marcharon también hacia el Muelle don Álvaro de Figueroa, conde Romanones, y los diputados don Ángel Aznar y don Ángel Moreno. Minutos antes de las ocho apareció el tren. Descendió el rey, que vestía uniforme de almirante, ágil y risueño. Delgado y pálido, todavía recordaba al adolescente sobre quien Rubén Darío escribiera años antes en una de sus crónicas: “... Es vivaz y sus movimientos son los de quien se fortificó por la gimnasia; los ojos son hermosos y elocuentes; la frente, maciza, buen cofre para ideas grandes; el cuerpo no es robusto, pero tampoco es canijo; la leyenda de un reyecito enclenque, de un niño raquítico, ha concluido; el muchacho real pasó los peligros de su infancia, y entró en la juventud con 265 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. XVII. En la primera visita de Alfonso XIII”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, agosto 1956, p. [?]. 226


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buen pie”266. Por la calle Mayor, la calle Honda y la plaza de San Francisco, el rey se dirigió al templo de la Caridad donde escuchó un “Te Deum”. Volvió al Ayuntamiento para la recepción, presenció el desfile de las fuerzas que habían cubierto la carrera, y embarcó dirigiéndose al “Giralda”, lindísimo buque de lujo, donde tendría su hospedaje mientras estuviera en Cartagena. Por la noche estuvo el público paseando durante largo tiempo por la orilla del Muelle, admirado con el espectáculo soberbio que ofrecía la iluminación de los buques anclados en el puerto. Pero en los escaparates de los comercios, en las carteleras de las esquinas y en los periódicos locales, habíase anunciado un festejo taurino para la tarde siguiente –día 25– a las cuatro y media. “Corrida extraordinaria en honor de S.M. el rey don Alfonso XIII y dedicada a las escuadras extranjeras y nacional surtas en este puerto. La empresa organizadora de esta corrida, con el fin de presentar un espectáculo digno en primer término de Su Majestad, como asimismo de los bizarros marinos de las antedichas escuadras que nos honran con su presencia, no ha omitido gastos ni sacrificio alguno con objeto de que se lidien seis bravos toros de la renombrada ganadería de la Excma. Sra. Marquesa viuda de Saltillo, que serán estoqueados por los diestros ‘Lagartijillo’ y ‘Quinito’ con sus correspondientes cuadrillas. Entrada general, cuatro pesetas”. La diligencia de don José Aracil, empresario de la Plaza, en la organización de la corrida, mereció elogios y viose recompensada por el público. Lució la vistosidad alegre de las mantillas y los mantones de Manila. Y un cronista, aludiendo en su reseña a las mujeres que los llevaban –“capaces de hacer que zozobrasen todas la escuadras del mundo”– se expresó así: “Por cierto que un ruso, muy frío por supuesto, quedóse alelado y casi suspenso al ver tanta hermosa, y dijo: – Yo pienso que si las mujeres que cría este pueblo fuesen algún día allá, a nuestro suelo, harían de Rusia la Tierra del Fuego” 266 Exactamente, en el libro España contemporánea. Crónicas y retratos literarios, de 1901. 227


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Los espadas trabajaron bien toda la tarde, con ganas de palmas, que supieron ganar en abundancia. El rey permaneció en su palco hasta que las mulillas arrastraron al sexto toro, dando pruebas de sentir hondamente la afición a la fiesta.

XVIII. Cuando el “Sirio” naufragó267 Altura gigantesca logró en Cartagena la figura de Manuel Mejías “Bienvenida”268 durante la tarde del 5 de agosto de 1906. El día anterior, y en los bajos de Las Hormigas frente a la playa de Cabo Palos, había naufragado el vapor italiano “Sirio” que se dirigía a Brasil conduciendo numeroso pasaje, en su mayoría de emigrantes. Chocó el buque y rápidamente se sumergió de popa. La falta de serenidad del capitán, que se apresuró a salvarse en vez de dirigir desde su puesto el salvamento de los demás, fue causa de que adquiriera mayores y más trágicas proporciones la catástrofe. Varios barcos de pescadores acudieron, y por el arrojo de sus tripulantes pudieron quedar con vida unos quinientos pasajeros, aunque hubo más de trescientas víctimas; y una de éstas fue la tiple Lola Millanes, que durante varias temporadas había trabajado en el Teatro Circo. Traídos los supervivientes a Cartagena se les reunió en este mismo Teatro, donde quedaron albergados y atendidos con alimentos, medicinas y ropas. Y en aquella corrida del día 5, en la cual Rafael Molina “Lagartijo”, Rafael González “Machaquito” y Manuel Mejías “Bienvenida” lidiaban seis reses de la ganadería de Cámara, en el descanso acostumbrado después del tercer toro se hizo pasar al ruedo un gran cartel donde se leía: “Cartageneros: una limosna para los náufragos”. Detrás iba una comisión formada por don Carmelo Marín, don Miguel Zapata, don Francisco Ruiz Yúfera, don Miguel Tobal, don Antonio Martínez Coll, don Ángel Aznar y don Juan de la Roche, quienes en unión de los toreros comenzaron a recoger las monedas que en grandísima cantidad caían desde todos los lugares de la Plaza. El empresario don José Aracil contribuyó con ochocientas pesetas; “Lagartijo” y “Machaquito” con ciento veinticinco cada uno y “Bienvenida” con el importe íntegro de su contrato. ¿Cómo llegó hasta el público, sin tardanza alguna, la noticia de 267 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. XVIII. Cuando el ‘Sirio’ naufragó”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8480, 4 de septiembre 1965, p. [4]. 268 Manuel Mejías Bienvenida debutó en la Plaza de Toros de Cartagena el día 4 de agosto de 1906. Aquella tarde se lidiaron toros de Fernando Parladé para “Lagartijo”, “Machaquito” y Bienvenida. 228


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aquel rasgo admirable de caridad? Lo cierto es que una ovación atronadora resonó en homenaje al diestro, quien en la lidia del sexto toro hizo aún más firme, con su trabajo, un recuerdo dichoso en la memoria de los cartageneros. Después de ejecutar diversos, vistosos y alegres lances en los quites, cogió las banderillas; y sentado en una silla citó al toro, dejando prendido un par admirable. Clavó luego tres pares más. En el último tercio comenzó su faena con un cambio a muleta plegada; siguió a éste otro pase con las dos rodillas en tierra, y luego en redondo, naturales y de pecho, para terminar con una estocada. Salió cogido por el pecho, aunque sólo sufrió la rotura de la camisa. Un grupo de entusiastas lo sacó de la Plaza en hombros. Y, en fin, como recuerdo de aquella tarde en que tal demostración hizo de su arte, de su valor y, sobre todo, de su amor al prójimo, recibió el regalo de una medalla de oro con la imagen de la Virgen de la Caridad y esta inscripción grabada: “A ‘Bienvenida’, gratitud. Cartagena, 5 de agosto de 1906”. Años después, “Bienvenida” quiso que Cartagena conociese en seguida a sus hijos Manolo y José cuando comenzaron a torear como becerristas269. Los viejos aficionados cartageneros recordarán aquella presentación con las primicias del toreo alegre y vistoso del uno y el conocimiento sereno y sabio del otro. En las caras infantiles de ambos se reflejaba al torear, la expresión de los niños cuando están entregados a un juego placentero. A su vez en el rostro del padre, que acompañó a los dos hermanos, las ovaciones que recibían los chiquillos dibujaron una emoción intensa; era reflejo ya como su juventud, de la tarde en que las manos “echaban humo” al aplaudirle a él cuando el “Sirio” naufragó.

XIX. El pasodoble se hizo marcha nupcial270 El día 14 de noviembre de 1906, aunque ya estaban próximos los fríos, amaneció como uno de los más luminosos y cartageneros; uno de esos días que, aun estando en el centro mismo del invierno, transcurren aquí, en este ambiente y bajo este cielo, con gozoso carácter primaveral. Y el barrio de Los Molinos lo celebraba mediante un aconteci269 Esto ocurrió el 23 de julio de 1925. Fue en un festejo mixto junto a los entonces novilleros Sánchez Mejías y Manuel Domínguez que hubieron de vérselas con cuatro novillos de López Chicheri. 270 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. XIX. El pasodoble se hizo marcha nupcial”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8482, 7 de septiembre 1965, p. [4]. 229


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miento extraordinario. Por todos sus habitantes era sentido el contoneo de la alegría que les palpitaba garbosamente en los adentros, toda vez que allí, avecindada como ellos, vivía la señorita Ángeles Clementson Palma; y aquella mañana iba a tener lugar su boda con Rafael González “Machaquito”. El rey de los matadores de toros se casaba con una reina de la gracia y la belleza, ya que cuatro años antes, el 8 de agosto de 1902, ella había ocupado aquel trono cuando fue reina de los Juegos Florales; cuando mostró la elegancia de su presencia cruzando la sala del Teatro Circo, acompañada por don Miguel de Unamuno como mantenedor de la fiesta. Y él, Rafael González, era ya como un ídolo en Cartagena. En la capilla particular de que disponía la casa de la novia –“Villa Potosí”– celebrose la ceremonia. Sobre la imagen del Sagrado Corazón de Jesús que presidía el altar, fue colocado, en forma de dosel, un rico y vistoso mantón de Manila. Y las cadencias marchosas de pasodoble a que estaban acostumbrados los oídos del torero, ajustando a ellas su caminar cuando hacía el paseíllo en las Plazas, se vieron sustituidas por las otras majestuosas y solemnes de la Marcha Nupcial, que le marcaban el paso más lento y gallardo. Diversas personalidades asistieron a la boda. Entre éstas figuraron los periodistas –famosos revisteros de toros– Eduardo Muñoz “N.N.”, José de la Loma “Don Modesto”, Ángel Caamaño “El Barquero”, Fernando Gillis, “Claridades”, Manuel Serrano García-Vaso “Dulzuras”, así como el director de la revista “Sol y Sombra”. Y, como testigos, firmaron el acta matrimonial el director de esta sucursal del Banco de España, el diputado a Cortes don Rodrigo Soriano, don Justo Aznar, y un señor alto, de traza modesta, gesto apacible y modales reposados, que hablaba muy poco y cuyos ojos de mirada penetrante, aguda, escudriñadora, se fijaban en todo. Era éste don Benito Pérez Galdós. Pérez Galdós había escrito, en su novela “La familia de León Roch”, unas páginas admirables describiendo una corrida de toros que tuvo que ser suspendida a causa de un fuerte aguacero. “… llovían banderillas de agua, y apenas se veía de un lado a otro de la Plaza…”271. Y Pérez Galdós admiraba y quería a “Machaquito”, con el cual llegó a unirle una amistad entrañable. Dos años antes, el 1 de agosto de 1904, toreó Rafael González en Santander lidiando, en unión de Antonio Fuentes, reses de Concha y Sierra. Asistió a tal corrida el gran escritor, y “Machaquito” le brindó la muerte de su segundo toro. Galdós correspondiendo al brindis, le regaló una petaca en cuya fina piel iba su nombre 271 Concretamente, en el capítulo “Si el tiempo lo permite”. 230


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grabado con letras de oro272. El torero la guardaba sin usarla, respetándolo, y sintiéndose con ella tan feliz como el poseedor de una reliquia. Las páginas de “Sol y Sombra” dieron la referencia sobre la boda de “Machaquito” diciendo: “Ha revestido los caracteres de un acontecimiento extraordinario. Una vez más la belleza ha reunido a sus plantas al valor y a la energía; porque si ‘Machaquito’ es un hombre vigoroso y valiente Ángeles Clementson es bellísima y angelical”. Durante todo el día hubo gran animación en los alrededores de “Villa Potosí”. Las gentes vitoreaban al torero, rey de los matadores, y a su esposa cuya cara morena y cuya simpatía eran gala del barrio de Los Molinos.

XX. “Bombita” y “Machaquito”273 La Asociación de la Prensa cartagenera, que presidía Miguel Pelayo, organizó el año 1909 una gran corrida de toros. Su anuncio fue acogido con mucha complacencia por los aficionados, ya que en él se decía que seis reses de don José Becerra serían lidiadas por “Bombita” y “Machaquito”. Y aquí existía un gran deseo de ver torear juntos, sin un tercer espada, a los dos diestros más famosos. La corrida de toros se celebró el día 9 de mayo. Y se advirtió, apenas el primer toro salió al ruedo, aquella circunstancia que José de la Loma “Don Modesto”, el gran cronista taurino de “El Liberal” de Madrid, había señalado refiriéndose a Ricardo Torres y Rafael González. “…Desde que empieza la corrida hasta que concluye –escribió– la figura de ‘Bombita’ no puede sustraerse a la atención del público, y se da el caso de que otro matador se halle toreando a un toro difícil y los ojos no se aparten de aquél. ‘Bombita’ es torero desde que salen las cuadrillas hasta que se arrastra a la última res. Y siendo bien diferentes las aptitudes de uno y otro lidiador, solo ‘Machaquito’, entre todos, puede competir con ‘Bombita’. ¿Por qué? Porque ‘Machaquito’, con sus estupendas faenas, consigue que el público aparte su atención de ‘Bombita’ para fijarla en lo que él está haciendo. Porque ‘Machaquito’ es el único que consigue, 272 En el periódico de mayor tirada nacional por entonces leemos: “’Machaquito’, después de brindar al insigne novelista Pérez Galdós, hace una bonita faena de muleta, y acabó con media estocada en todo lo alto. Palmas y una petaca con el nombre de Galdós grabado en oro”. Vid. “Las corridas de Santander”. En: El Imparcial: diario liberal, Madrid, Año 38, n. 13413, 2 de agosto 1904, p. 2. 273 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. XX. ‘Bombita’ y ‘Machaquito’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8483, 8 de septiembre 1965, p. [4]. 231


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estando ‘Bombita’ en el ruedo, que nos olvidemos de ‘Bombita’”. Y así como al uno se le dedicó poco después, y por el mismo revistero, la cuarteta siguiente: “Tu alias, ‘Bombita’, me irrita. – ¿Por qué a tan gran torerazo – le hemos de llamar ‘Bombita’? – Sería mejor… ¡’Bombazo’!”. El otro, cuando el 17 de mayo de 1911 se le concedió la oreja del toro “Zapatero”, de Miura, en la Plaza de Madrid, inspiró una copla que se hizo popular: “‘Machaco’ es un buen torero y el rey de la valentía, con un volapié certero, acabó con ‘Zapatero’ y con la zapatería” Aludíase con eso de la “zapatería” a todo lo demás, reconociendo a “Machaquito” como el mejor estoqueador de su época. Aquella tarde cartagenera “Bombita” realizó excelentes faenas a los toros, consintiéndoles mucho. Y a “Machaquito” le concedió la presidencia las orejas de dos de los suyos, que murieron de sendas estocadas, sin necesidad de ser apuntillados274. Por pedirlo el público, los dos espadas banderillearon muy lucidamente al quinto toro. Y en el sexto, por iniciativa de “Machaquito”, volvieron a tomar ambos las banderillas. Entonces ocurrió algo tan lleno de emoción como de belleza. “Machaquito” clavó un par de frente y “Bombita”, cuando se preparaba al toro a cuerpo limpio, fue empitonado por un muslo, volteado y, ya en el suelo, pisoteado por el animal. Levantóse el diestro, tomó de nuevo los palos, y en los mismos terrenos donde fue cogido realizó una preparación idéntica, más emocionante, clavando luego aquéllos magistralmente275. Fue aquel caso semejante a un suceso anterior. El 11 de enero de 1906, toreando en Plaza de Méjico en unión de Antonio Fuentes y Antonio Montes, al recibir a su segundo toro con un cambio de rodillas “Bombita” fue cogido. Resultó con tres costillas rotas y le aquejó una pulmonía traumática que lo tuvo a las puertas de la muerte. 274 Las reses pertenecían a la ganadería de José Becerra. 275 “De ‘motu propio’ tomaron las banderillas los matadores. ‘Machaquito’, llegando a la cara con mucha guapeza, clavó un par de frente; ‘Bombita’, empezó a gallear a cuerpo limpio, para prepararse al toro, fue empitonado por un muslo y arrollado y pisoteado. Se levantó el diestro y se dirigió a la barrera, en donde le echaron agua en la cabeza. Cogió de nuevo los palos y en los mismos terrenos en que fue cogido, ejecutó emocionante preparación y clavó las banderillas superiormente. (Ovación indescriptible)”. En: MARABOTTO, J. Mª., op. cit., p. 393. 232


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No pudo volver a torear hasta el 15 de abril de 1907, efectuando su reaparición en la plaza madrileña. Le anunciaron los carteles con “Machaquito” y “Regaterín” para lidiar toros de Benjumea. Y cuando el primero de ellos pisó la arena, ya estaba “Bombita” en medio del redondel citándolo para ejecutar el mismo lance de capa que en Méjico pudo costarle la vida. Y lo realizó con precisión, gallardía y elegancia. Por aquel lance de las banderillas, y por esta evocación, la corrida organizada por la Asociación cartagenera de la Prensa tiene carácter memorable.

XXI. En la Feria del año 1909276 Saturnino Frutos “Ojitos”, antiguo banderillero que había figurado en la cuadrilla de Salvador Sánchez “Frascuelo”, emigró a Méjico cuando finalizaba el siglo pasado. Marchó allá en compañía de un torero de aquel país, Ponciano Díaz, y en varias Plazas mejicanas intervino diferentes veces. Pero retirado al fin, y estableciendo su residencia en León de los Aldamas, se le ocurrió inaugurar allí una escuela de tauromaquia. León de los Aldamas, ciudad con tradición taurina, le proporcionó buen número de alumnos. Y entre ellos destacó bien pronto un muchacho de diecisiete años, cuya modesta situación económica lo había hecho soñar con el brillo y el triunfo que pueden ser conseguidos en la lidia de reses bravas, y cuya elegante soltura frente a los becerros se mostraba en apoyo de tales ilusiones. Llamábase aquel muchacho Rodolfo Gaona. “Ojitos” lo puso como espada al frente de una cuadrilla juvenil, lo llevó por los ruedos de América haciendo que desarrollara su personalidad y, cuando había toreado en más de un centenar de corridas, lo trajo a España. Transcurría el año 1908. Saturnino Frutos se había propuesto que Gaona recibiera la alternativa la misma tarde en que efectuara su presentación. En efecto, se la otorgó el 31 de mayo Manuel Lara “Jerezano” en Tetuán de las Victorias, confirmándosela en la Plaza madrileña Juan Sal “Saleri” el 5 de julio. Y un detalle curioso es el de que diez días después, con un gesto de caballerosa deferencia, Ricardo Torres “Bombita” le cedió la muerte del primer toro de la corrida en que ambos alternaban, aquella tarde, en la Plaza de Vista Alegre. Y con “Bombita” vino Rodolfo Gaona a Cartagena durante la 276 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. XXI. En la Feria del año 1909”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8485, 10 de septiembre 1965, p. [4]. 233


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Feria del año 1909. Tan abundantes como las estrellas brillaban las luces en el paseo del Muelle en el “real”, y por eso las gentes decían que era un “ascua de oro”. El gran arco de entrada mostrábase radiante con sus centenares de bombillas; y el centro del andén señalábase por una hilera de elevados postes, cada uno de los cuales a su vez, sustentaba el lucero de un arco voltaico. La noche del 29 de julio, víspera de la primera corrida, el público que allí pasaba las horas de la grata velada, vio pasear a Gaona con un grupo de amigos. Vio su esbelta figura, su entrecejo azteca que, aunque fruncido no le apagaba la sonrisa, y su aire simpático. De igual modo al día siguiente en la Plaza, se supo de su toreo finísimo, de su elegancia natural en los lances de capa y en los pases de muleta; se supo de aquella línea artística que dibujaba tan alta y firme cuando se echaba el capote a la espalda, resucitando una vieja suerte que por él recibió el nombre de “gaonera”; se supo, en fin, de su condición asombrosa para banderillero, que a los aficionados antiguos hubo de recordarles el arte de Antonio Fuentes. Y alguien comentó cierto detalle de Gaona al banderillear; y es que “al emparejar” con el toro daba un golpe con la banderilla derecha sobre la izquierda, un momento antes de clavar, lo que le facilitaba igualar los pares, que siempre solían quedar en lo alto y juntos los dos palos. Aquella tarde del 30 de julio, “Bombita” y Gaona lidiaron toros de Benjumea277. Ricardo Torres vio florecer de nuevo ramas triunfales. El mejicano realizó faenas inteligentes, escuchando aplausos al estoquear. Y al quinto toro lo banderillearon ambos matadores. Gaona, preparándose admirablemente al toro, clavó un gran par al cambio. “Bombita”, al cuarteo, otro muy notable. La segunda corrida de aquella Feria cartagenera se celebró al día siguiente, 1 de agosto, con cartel distinto. Lidiando reses de don Anastasio Martín torearon José García “Algabeño”, Manuel Mejías “Bienvenida” y Gregorio Taravillo “Platerito” a quien aquella tarde le otorgó “Algabeño” la alternativa; ceremonia ésta, que aquí era presenciada por primera vez.

XXII. La carta de un aficionado278 Cuando todavía se prolongaban aquí las veladas en el paseo 277 Era la primera corrida de Feria y Gaona venía sustituyendo a “Machaquito”. Rodolfo Gaona hacía su presentación en Cartagena. Consultado en “Historia de la Plaza de Toros de Cartagena (1855-1915)”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 11, n. 2613, 13 de febrero 1946, p. 2. 278 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. XXII. La carta de un aficionado”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8488, 14 de septiembre 1965, p. [4]. 234


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del Muelle, aun estando acabada oficialmente la Feria, comenzaban los cartageneros a pensar en las corridas de Murcia. Y el propósito de asistir a ellas hacíase más firme según las fechas iban aproximándose, porque respondía a una costumbre vieja y era mucho el entusiasmo despertado por el festejo taurino. La compañía de los ferrocarriles M.Z.A. organizaba un servicio de trenes “botijo”, de los cuales salían hasta tres o cuatro, pues era abundantísimo el número de viajeros, los cuales abarrotaban aquellos antiguos vagones con asientos de madera y angostas ventanillas donde el viaje, a no ser por la ilusión y la alegría, hubiera resultado un tormento. Costaba el billete de ida y vuelta nueve reales, y familias enteras emprendían la feliz aventura de pasar un día en Murcia, subiendo a la Torre y asistiendo a los toros. Para el día 7 de septiembre de 1910 estaba anunciada la corrida en que Ricardo Torres “Bombita” y Rafael González “Machaquito” lidiarían seis toros de Parladé. Pero estando herido “Bombita” vino a sustituirle José Gallego Mateo “Pepete”, que en el ejercicio de su profesión hacíase anunciar como José Claro. Y tenía éste la condición más importante para ser torero: el valor, pero le faltaba otra tan necesaria como aquélla. Y eran las facultades, porque carecía de fuerza en las piernas no pudiendo escapar al verse comprometido, y a esto se debió la cogida que le produjo la muerte en aquella corrida de la Feria de Murcia. Pero existe sobre esto un valioso testimonio, y es la carta que un aficionado cartagenero, don Antonio Pérez Santamarina, dirigió a “Don Modesto” y que éste transcribió en su libro “Desde la barrera”. La carta de Santamarina, documento de interés excepcional, describió la cogida en estos términos: “…el toro ‘Estudiante’, saliendo suelto después de un puyazo, se dirigió con ímpetu a ‘Pepete’ que, ligero también, acudió al quite. Vimos clarísimamente, los que nos encontrábamos cerca, que ‘Pepete’ no pudo enmendarse y evitar el embroque, bien sea por la velocidad adquirida, o porque su notoria ‘falta de piernas’ se lo impidiera. La cornada fue seca, tremenda, traspasando el toro con el pitón derecho el capote del pobre torero que fue suspendido una décima de segundo, a la carrera, y del mismo empujón lanzado al suelo, mientras el toro seguía su viaje natural, primero, y después el que le marcaba la capa de ‘Machaquito’ que con gran prontitud se lanzó al quite…”. Aquella tarde, por la trágica circunstancia y por la entereza que demostró, fue memorable para Rafael González. Sobre la labor que el gran diestro cordobés realizó en la lidia de los seis toros, dejó asimismo constancia clara la carta del aficionado cartagenero. “No recuerdo nada parecido en cuanto he visto –escribió– ni en lo 235


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muchísimo que he leído sobre cosas de toros y toreros. ‘Frascuelo’, únicamente, hizo algo semejante en la célebre corrida de los seis de Veragua que tan a la perfección mató en Madrid el año 1887. Pero no hay que olvidar que en aquella corrida no hubo la impresionable nota de haber perdido la vida un compañero, casi en la arena de la Plaza”.

El diestro Fermín Muñoz “Corchaíto” en la enfermería de la Plaza de Toros de Cartagena, momentos después de expirar sobre la cama de operaciones.

Y seguía: “Entre seis y ocho varas tomó cada toro dando lugar a igual número de quites que realizó solamente ‘Machaquito’, pues no quiso que ningún peón le ayudara, con una voluntad, una sangre torera y un arte que es imposible recordar sin estremecerse de entusiasmo… Y cuando llegaba a los estoques para empuñar los trastos, se reanudaba la atronadora ovación que un momento antes, en el último quite, se interrumpiera; y esa ovación entusiasta no cesó en ninguna de las apretadísimas faenas, y llegaba a paroxismo cuando las reses caían, como cayeron todas colosalmente heridas por las agujas, y tres de ellas rodando como pelotas y elevando al aire las cuatro patas…”. Cuantos fueron a Murcia abarrotando los trenes “botijo” regresaron aquella noche con la impresión dolorosa de la muerte de “Pepete”; pero sintiendo más hondo y más firme su afecto por “Ma236


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chaquito”; quien según ya se ha dicho, era como un ídolo en Cartagena.

XXIII. “Corchaíto” o la fuerza del sino El trato jovial y afable, unido a la sencillez y a la modestia, hacían de Fermín Muñoz-Corchado González, de apodo “Corchaíto”, un hombre de mucha simpatía. Como torero, fue valiente y de los más voluntariosos. Al salir a la Plaza solo pensaba en complacer al público, realizando en el ruedo cuanto sabía. Pero la fuerza del sino le tenía destinada ésta de Cartagena; porque dos veces únicas pisó su ruedo, y en ambas la cara oscura de su destino trágico hizo a su lado el paseíllo. La primera ostentando un signo de pronóstico; la segunda, trayendo a modo de capote el velo mortal con que había de cubrir al torero poco después. El 5 de junio de 1910 se celebró una corrida con reses de don Romualdo Jiménez, vecino de La Carolina en la provincia de Jaén, para lidiar los cuales habían sido contratados Julio Gómez “Relampaguito” y Fermín Muñoz. Aquella tarde tuvo “Relampaguito” que matar los seis toros, pues el segundo de ellos –“Dorado” de nombre– arrolló a “Corchaíto” cuando éste preparaba la muleta, produciéndole una herida en la pierna derecha con fractura del peroné. No pudo, pues, continuar en la Plaza; mas aquel percance trazó sobre el diestro, sin que él ni nadie pudieran saberlo, otra fecha futura con la rúbrica de fatal emplazamiento. “Corchaíto”, que había comenzado su carrera en Córdoba el 15 de agosto de 1901, recibió la alternativa en 1907; se la otorgó el 8 de septiembre Vicente Pastor en Madrid. No hizo malas temporadas los años siguientes, tanto en España como por tierras de América, aunque frecuentes cogidas, que le restaron facultades, lo hicieron descender y firmar menos contratos. Así llegó al 9 de agosto de 1914, día en que se celebró la segunda corrida de la feria de aquel año, con este cartel: seis toros de don Félix Gómez, para José Moreno “Lagartijillo”, Fermín Muñoz “Corchaíto” y Alfonso Cela “Celita”. El día 2 había tenido lugar la primera corrida, en la que Antonio Pazos, Isidoro Martí “Flores” y Luis Freg lidiaron toros de Pérez de la Concha; pero antes, el 28 de julio, habíanse iniciado posfestejos taurinos de aquella Feria con una novillada a cargo de “Algabeño II”, Gaspar Esquerdo, “Herrerín” y el cartagenero Enrique Cano “Gavira”, en la lidia de ocho novillos pertenecientes a la ganadería

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de don Dionisio Bueno279. Y fue también en su primer toro –segundo de la tarde– donde cayó el infortunado torero cordobés. Desde el primer instante habíase advertido en “Corchaíto” un vivo deseo de agradar al público y de hacerse aplaudir por dos quites en el primer toro y por el impulso con que salió al paso del suyo “Distinguido”, el cual era de pelo retinto oscuro –como lo fue “Dorado”– y bajo de cuerna. Continuaba manifestándose incontenible, inexorable, la fuerza del sino. Después de ser banderilleado, buscó “Distinguido” su refugio en las tablas. Y allí fue a buscarle “Corchaíto”, realizando su faena con pases por alto a fin de corregir el defecto del animal que hocicaba escarbando en la arena. Dio luego una estocada que resultó contraria y con ligera travesía, y la res se acostó. Pero no estaba satisfecho Fermín Muñoz. Y cuando el puntillero iba a intervenir le ordenó que se retirase, y pinchando al toro con el estoque en el hocico le obligó a levantarse. Todo esto sucedía junto a la puerta del arrastre. Entró a matar de nuevo pinchando en hueso. Y al hacerlo por tercera vez estando el toro muy humillado, quedó prendido por la ingle. Giró su cuerpo sobre el cuerno, fue lanzado a lo alto con un postrer derrote del toro moribundo, que aún lo recibió, al caer, con otra cornada en el pecho. Cuando a toda prisa incorporaban al diestro sus banderilleros, cayó “Distinguido”. Y “Corchaíto”, a su vez, expiró antes de que aquéllos llegaran con él a la enfermería. Fue su cuerpo amortajado con un modesto traje negro y en la mañana del día siguiente se le condujo desde la Plaza a la estación del ferrocarril para su traslado a Córdoba. Mucha gente acompañó al cadáver en ese trayecto. Pero antes, costeada por don Manuel Dorda, empresario entonces, habíase celebrado una misa en la iglesia de la Caridad. Los banderilleros y picadores que habían formado la cuadrilla de “Corchaíto” asistieron a ella permaneciendo todo el tiempo arrodillados.

XXIV. Enrique Cano “Gavira”280 Durante la época del invierno abundan en Cartagena los días en que, luciendo el sol, el ambiente es templado y alegre. Y en la 279 De esta fecha disentimos pues el 28 de julio fue martes, así que es más probable que dicha novillada se celebrara el domingo 26 de julio tal y como se puede leer en FERNÁNDEZ. “Cartagena”. En: Palmas y pitos. Madrid, Año 2, n. 72, 3 de agosto 1914, p. [15]. 280 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. XXIV. Enrique Cano ‘Gavira’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8492, 18 de septiembre 1965, p. [4]. 238


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mañana de uno de tales días, la del domingo 31 de diciembre de 1922, se celebró una novillada cuyos beneficios, que alcanzaron la cantidad de 3.761’20 pesetas, fueron entregados por el presidente del Club Taurino, don Jaime López, para la Coronación canónica de la Virgen de la Caridad. En aquella corrida como único espada mató cuatro reses el diestro cartagenero Enrique Cano “Gavira”, quien al dirigirse a la Plaza visitó la iglesia. Fue bella la estampa que compuso la figura alta y fina del torero, con su flamante traje de luces azul y oro, acercándose a los pies de la Virgen para implorar su amparo.

Tertulia en la puerta del Club Taurino “Gavira” ubicado en la Calle del Aire de Cartagena. En el centro, el diestro cartagenero. Foto facilitada por D. Manolo Sánchez Juárez, “Manolo Juárez”, matador de toros.

Cuatro meses después, y ya en las fiestas de la Coronación, “Gavira” volvió a torear aquí con Nicanor Villalta y Fausto Barajas lidiando reses de don Felipe de Pablo Romero. Fue la corrida de su alternativa, que recibió con el toro “Guitarrero”; alternativa confirmada en la corte por Francisco Madrid el 17 del siguiente mes de junio, al cederle el toro “Renegao”, de Bañuelos. Nació Enrique Cano Iribarne en la casa número 8 de la calle de la Pólvora, el 9 de enero de 1893. Hizo su aprendizaje en el oficio de marmolista, pero le dominaba la afición al toreo. Organizada por el Casino Republicano del Barrio de la Concepción se celebró una becerrada el 22 de septiembre de 1912. Pidió el público que 239


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matara Enrique Cano el último de los becerros, y así lo hizo muy lucidamente. El 1 de julio de 1918 alternó como espada con “Marinito”, siendo sacado en hombros de la Plaza. El día 15 volvió a torear con “Montes II”, “Celita II” y “Camarero”, y el 29 con “Heritas” y “Laguito”. Pero el 15 de julio, y en la lidia de seis novillos de don Ramón Flores que estoquearon “Gavira”, “Niño del Beal” y “Algabeño Chico”, figuró como sobresaliente cierto muchacho que realizó una labor incansable y vistosa. Era Rafael Rubio “Rodalito”.

La cuadrilla del malogrado Enrique Cano “Gavira” y algunos íntimos velando el cadáver en la enfermería de la Plaza de toros de Madrid.

Toreaba “Rodalito” con soltura elegante. “Gavira” sobresalía como estoqueador. Así nació entre ellos una competencia que dividió al público en dos grupos, “gaviristas” y “rodalistas”, apasionados y vehementes. La primera novillada con los dos “mano a mano” se celebró el 29 de julio. Después de las corridas de Feria se reanudaron, repitiéndose todos los domingos, hasta el 14 de septiembre, en que ya torearon aquéllos con picadores, en unión de Emilio Cortell “Cortijano”, lidiando seis novillos pertenecientes a la ganadería de don José Bueno; estos fueron tan bravos que tomaron veintiocho varas dejando muertos nueve caballos. La Cofradía Marraja organizó, a beneficio de sus procesiones del Viernes Santo, otra novillada para el 5 de octubre. “Larita”, “Bonacillo” y “Gavira” lidiaron en ella reses de Miura. Y se cerró la temporada gloriosa para Enrique Cano el 18 de octubre, alternando el cartagenero con “Algabeño II”. El 7 de marzo de 1915 hizo “Gavira” su presentación en Madrid. 240


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Se advirtió su decisión con el estoque, aunque solo en su primer toro pues sufrió en el otro una cogida que le impidió proseguir la lidia. Fue escalando puestos como novillero siendo su mejor temporada la del año 1922; obtuvo en ella un gran éxito en Madrid, y llegó a torear diecinueve corridas. Su labor fue sin embargo después de la alternativa, la del torero sin apoyo alguno, desvalido, condenado a lidiar, cuando lo conseguía ganado grande, duro y difícil. El que otros, de los ya encumbrados, rechazaban. Siete corridas toreó únicamente en 1926, y era la primera de 1927 aquélla en que el día 3 de julio reapareció en Madrid para estoquear toros de Pérez RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de la Concha con Ángel de Toros. Y XXV. A la salida de la Plaza”. Navas “Gallito de Zafra” y Manuel Álvarez “Andaluz”, que tomaba la alternativa. El corrido en tercer lugar, “Saltador”, alto de cuerna, resultó tan manso que hubo de castigársele con banderillas de fuego, y llegó descompuesto al último tercio. “Gavira” entró a matar dando una magnífica estocada, pero fue cogido recibiendo tremenda cornada en el bajo vientre. Alzóse con rapidez, pretendió andar, mas a los pocos pasos cayó desvanecido. Y cuando era conducido a la enfermería por el callejón de la barrera, su cabeza se inclinó sobre el lado derecho y sus brazos cayeron inertes. Los médicos no tuvieron más trabajo que el de certificar la defunción. Y XXV. A la salida de la Plaza281 En la masa compacta que ofrecía el público abarrotando los tendidos de la Plaza en aquellas tardes de Toros que tanto contribuyeron al prestigio de la antigua Feria cartagenera, se destacaban como flores inquietas los abanicos. 281 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Cartagena y la Fiesta de Toros. Y XXV. A la salida de la Plaza”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 31, n. 8492, 22 de septiembre 1965, p. [4]. 241


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Pero eran éstos, aunque tan vistosos, los más sencillos y rudimentarios; los que se fabricaban con dos varillas y papel de colores, convenientemente plegado para que pudieran ser abiertos en círculo, y los que acaso, además de contribuir al alegre atractivo del recinto antes de comenzar el espectáculo, fueron inspiradores de la copla que dice: “Con su capa el torero maneja al bicho, y la mujer al hombre con su abanico” Mas la presencia de la mujer en la Plaza estaba señalada por otros elementos que con mayor elegancia y más delicadamente se hacen marco para su hermosura. Son los claveles, las mantillas y los mantones de Manila. La mantilla, adoptada por todas las clases sociales, es la prenda que con su complicada urdimbre y delicado encaje blanco o negro, o bien con un picaresco y majo conjunto de madroños, reviste de gallardía y de aire señorial. Es tocado de reina, como asimismo pudiera serlo para una diosa. Y recordando lo ya dicho en otro lugar282 se advierte que ninguna caricia es tan delicada como la de sus blondas para rozar el rostro; que ninguna celosía es tan misteriosa para velar el fuego de unos ojos. La mantilla y los claveles rubricaron en la Plaza de Madrid un extraordinario acontecimiento. Tejieron todo un poema en una tarde histórica: la del 2 de junio de 1906, porque en la corrida regia celebrada aquella tarde con motivo de la boda de Alfonso XIII con la reina Victoria, hubo una españolísima nota de color: el tendido nueve fue totalmente ocupado por un ramo inmenso de mujeres tocadas con mantilla blanca y claveles en el pecho. Antonio Fuentes, que aquella tarde toreaba, les brindó un par de banderillas al quiebro. Y ellas correspondiendo al brindis, le hicieron un copioso regalo de aquellas flores. Para estas otras que en nuestra Plaza de Toros lucían sus mantillas y desplegaban sus mantones de Manila en los palcos, pudo haber sido escrito el madrigal de Miguel Pelayo: “Es tu sonrisa nítida alborada; tu voz, áureo prodigio de armonía; reflejo astral tu mágica mirada, ritmo tu paso y, toda tú poesía” 282 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Perfiles cartageneros. A la salida de los toros”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 23, n. 6058, 5 de agosto 1957, p. 3. 242


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Y cuando la corrida terminaba; cuando al salir de la Plaza el público se dirigía al Muelle para unir sus comentarios sobre la lidia a las charlas familiares en el “real” de la Feria, otro aspecto bellísimo se ofrecía bajo los últimos rayos del sol, por la estampa cartagenera de la tarde de toros. En un desfile que era gala y recreo, recorrían el paseo de coches los carruajes descubiertos, dando una vez y otra gozosas vueltas al paso de sus caballos ricamente enjaezados. Los mantones que antes engalanaran los palcos, se extendían sobre el respaldo de los coches. Y cada uno de estos pasaba convertido en trono de la mujer que lo ocupaba, siendo imán para las miradas donde se encendía la admiración del público. xxx Con estos recuerdos –capítulos breves– sobre la Fiesta de Toros en nuestra ciudad, se ha pretendido recoger y reunir, siguiendo un orden particular, testimonios relacionados con ciertos días y gentes de la Cartagena que se fue. Hoy se da la tarea por terminada. Tal vez algún día, Dios mediante, se continúe con nuevas referencias, notas y evocaciones.

El maestro Lastimica (1966)283 Si alguna vez fuese escrita la historia de los zapateros remendones, el maestro Lastimica tendría que figurar en ella con mención preferente. Él reunía tantos méritos por constancia en el trabajo como el más laborioso, además de una disposición heroica que los otros no eran capaces de sentir. Ocupando la rinconada en una de las plazuelas de la ciudad, poseía una barraca, con techumbre a dos aguas, para defensa de los solaneros en el verano y de las lluvias en invierno. Ahí trabajaba duramente todo el día sentado ante su mesita baja. Y no se distraía en la tarea, sino para otra clase de trabajo: el que le daba a la vista cuando pasaba cerca alguna chiquilla de lozana adolescencia, o alguna moza de las de bandera. Sin embargo, jamás prescindió de la cortesía; ni al derretirse si cualesquiera de ellas, encargándole remiendos o composturas, le permitía percibir más de cerca la fragancia de su juventud. 283 Aunque algunos fragmentos nos son conocidos por haberlos ido publicando su autor en distintos trabajos, se trata de un manuscrito inédito fechado en diciembre de 1966. La copia autógrafa consultada consta de diez cuartillas. A nivel estilístico, constituye una muestra más del carácter narrativo de algunas de sus colaboraciones taurinas. 243


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Una gran afición le dominaba, la de los toros, y ésta le condujo a la gran aventura que puso a prueba, tanto como su candidez, aquella disposición para el heroísmo. Ocurrió que cierto día, repasando periódicos taurinos encontrados en un puesto de papeles, revistas y libros viejos, halló la biografía de “Don Tancredo”. Y surgió la idea tentadora al saber que éste, creador de una suerte nueva en los ruedos, había practicado su mismo oficio: el de zapatero, saliendo de un taller valenciano para lograr la popularidad y la fama. Dieron comienzo sus meditaciones, llegando por fin a estas dos consecuencias: todo cuanto hace un hombre, puede ser realizado por otro que tenga los apellidos bien puestos. Y echando leña al fuego de los pensamientos tuvo la convicción de que él, Sebastián Gomila, era capaz por bien nacido, no ya de imitar, sino de mejorar lo que hacía el valenciano. Uno de los chulos locales, el “Aladroque”, banderillero al servicio de los empresarios de la región para completar alguna cuadrilla en las novilladas, conoció los propósitos del remendón cierta noche que hallábanse ambos apurando chatos en la tasca del “Pollito curioso”. – “Pero usted, maestro, ¿sabe lo que es ponerse delante de un toro?”. – “Sé lo que hace falta para eso, y también para quedarse paradito, sin echar a correr como haces tú. Y cuando quieras lo demuestro, a ti y a quien sea, por daros una lección antes de ofrecerme a las empresas”. No se picó el chulo con el desafío; sino que advirtiendo propicia una broma, fingió tomar en serio la chaladura del zapatero y se ofreció para prepararle, cuanto antes mejor, una oportunidad. Así como Alonso Quijano, apenas decidido a su caballero andante, aplicose al repaso de las armas viejas que en el desván tenía, Gomila se entregó a la tarea de componer su figura y buscar el traje con que habría de cubrirla. Afeitose los bigotes y barbas que usaba; mas como a pesar de sus años aún no había llegado a conocerse a sí mismo, tampoco se dio cuenta, al mirarse en el espejo, de que la sonrisa plácida en sus labios y la mirada serena y cándida en sus ojos, denunciaban, más clara que la luz, la inocente e ingenua condición que dominaba realmente en su carácter. Recordó luego que cierto colega suyo, tan apasionado por el teatro como él por los toros, era dueño de una guardarropía con que surtió a los aficionados en sus andanzas por los pueblos del término. En sus baúles estaba el vestuario para “Don Juan Tenorio” y, por consiguiente, el traje blanco destinado a quien tuviera que interpretar el papel del Comendador, hecho estatura, en la segunda parte de la obra. Habló, pues, el zapatero con su amigo y consiguió que le alqui244


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lara el traje. Bien envuelto lo colocó junto a la mesita en la barraca, y emocionado, con taquicardia y todo, de vez en vez lo miraba de reojo como si debiera persuadirse de que ninguna mano enemiga pretendía quitárselo. Y aunque durante la jornada fue frecuente el tránsito de atractivas hembras; aunque determinada sirvienta de una casa vecina disimuló menos que otras veces, al salir al balcón, sus actitudes y movimientos exhibicionistas, Gomila no se dio por enterado. Por la noche, en su albergue, probose el traje y quedó complacido. En el centro del cuarto, cruzándose de brazos, erguido e inmóvil, se figuró estar en medio de un redondel aguantando desde el pedestal los resoplidos junto a sus piernas de un toro bravo. Sintió bullirle una especie de erupción por todo el cuerpo, que hacíale gozar aunque lo erizaba, y le pareció que el aire de la estancia recogía, en forma de pronóstico, un aleteo semejante al de sus aplausos. Tampoco el “Aladroque” había perdido el tiempo. En unión de otros dos peones, conocidos también del zapatero, planeó el bromazo. El comienzo consistió en convencer a Gomila sobre la necesidad de ensayar antes de hacer su presentación en público. A la prueba, que se realizaría de noche y en la Plaza, no asistirían más que él y aquellos dos, a fin de ayudarle con sus capotes en el momento necesario. – “Ya sabes que hasta los grandes matadores torean becerros en los tentaderos, durante su descanso en los inviernos, a fin de conservarse ágiles y seguros”. A Gomila le pareció muy razonable la advertencia y, confiando en el banderillero, le autorizó para que dispusiera el ensayo. Y como el chulo disfrutaba de cierta familiaridad con el conserje del matadero, y asimismo tenía vara alta con el encargado de la Plaza de Toros, reuniones con ambos y entre risotadas discutieron, perfilaron y fijaron el plan. A la siguiente madrugada fue conducida desde el matadero a la Plaza una vaquilla bravucona que, antes de ser encerrada en uno de los chiqueros, hizo pasar lo suyo a los conchabados. Pero quien hubo de experimentar realmente una preparación fue el animal, porque el “Aladroque” y sus dos leales fueronse a la Plaza durante un par de noches consecutivas, provistos de una sábana. Asomados al pretil del chiquero y sosteniéndola asida por una de las puntas, la dejaban caer agitándola frente a la res; y ésta, bruscamente despierta y asustada encelábase corneando al blanco fantasma. Así consiguieron que, con solo verlo asomar, se violentara y excitase. Cuando la noche y la hora crítica llegaron, el zapatero, entre 245


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barreras, cambió su traje por la vestidura del Comendador. Los compadres, luego de colocar el pedestal en que había de subir, fueron a situarse, cada uno con su capote, en los próximos burladeros. Y Gomila pisó la arena, ascendió a la perna, afirmose en ella, y enderezó el cuerpo con majestad cruzándose de brazos. Profunda y tenebrosa, más inquietante que nunca con serlo tanto siempre, se le mostró al zapatero, al abrirse, la puerta de los toriles. La puerta de los sustos... Gomila sufrió un ligero estremecimiento al clavar la mirada en su seno oscuro, y en el veloz espacio de un instante, con la misma celeridad, cruzaron por su pensamiento la plazuela de su costumbre, su barraca, las caras bonitas, la criada de la casa de enfrente... De la negrura del portón abierto, desprendiose de improviso una masa de negrura mayor. Ya estaba la vaquilla en el redondel. Por un momento permaneció indecisa. Pero advirtiendo en seguida el bulto blanco que tenía delante, sintió la mezcla de terror y de furia que la enloquecía. Lanzose rápida. Y llegando hasta el zapatero echóselo hacia el lomo con brusco derrote, para luego revolverse, pisotearlo y voltearlo codiciosa, encelada, desesperadamente. “¡Se le tiró como si fuera un gato!” –diría después el “Aladroque”. Acudieron al quite. Tuvieron que agarrarla del rabo y de uno de los cuernos para conseguir que dejara la presa. Uno la separó más lejos, engañándole con el revuelo del capote, y así pudo ser trasladado el remendón hasta la barrera. Dejose reconocer sin decir nada. Apenas podía tenerse en pie; mas, aunque con toda la ropa desgarrada, no se le veía ni un rasguño en las carnes. Sin embargo, sí que tenía en los adentros una herida que comenzó a sangrarle copiosamente –las lágrimas son la sangre del alma–, porque apoyando los brazos sobre las tablas y en los brazos la cabeza –puntales de angustia para el derrumbamiento y el fracaso– rompió a llorar como un chiquillo. Y se le oyó pronunciar y repetir la palabra que, de pasar a la historia, habría de señalarlo mejor que su propio nombre: “¡Ay, qué lastimica!... ¡Señor, qué lastimica!...”.

En torno a los libros. “Toreros” (1966)284 La actual bibliografía taurina, como continuación de aquélla que tan profusamente redactó don Luis Carmena y Millán a finales 284 J.R.C. “En torno a los libros. ‘Toreros’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 22, n. 8645, 23 de marzo 1966, p. 2. 246


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del pasado siglo, contiene ya importantes y valiosos títulos285. No sólo son éstos los de obras de consulta, necesarias para cualquier ensayo que sobre temas de la Fiesta de Toros haya de redactarse, sino que también corresponden a otros libros de amplia ilustración, con los cuales es posible ampliar los conocimientos sobre los instantes de la lidia, los diestros famosos y otras muchas circunstancias que la belleza, el arte y la emoción del espectáculo ofrecen. De ambas cualidades, la erudita y la literaria, es poseedor el magnífico libro que, titulado “Toreros” y cuyo autor es José Antonio Medrano, acaba de publicar una editorial que, recién nacida en Madrid con motivo precisamente de esta obra, lleva el nombre de su director y propietario don Antonio Carrascal Rodríguez. Pero acabamos de aplicar el calificativo de magnífico al libro “Toreros”. Bien lo merece por los méritos y valores que en él concurren, ya que el texto, correctísimo y ameno, corresponde a la pluma de un buen escritor y gran poeta, distinguido con señalados galardones, que además es un competente historiador taurino. Su formidable trabajo reúne las biografías de todos los matadores con alternativa, desde 1726 hasta 1965, añadiendo tantas noticias, detalles y datos curiosos, que su conjunto representa un tesoro de altísima valía. Y aún hay más. Felizmente conseguido en su parte gráfica, “Toreros” contiene más de ochenta reproducciones a todo color, impecablemente logradas, de cuadros de nuestros maestros de la pintura, tales como Goya, Lucas, Degás, Romero de Torres, Zuloaga, Vázquez Díaz, Echevarría, Roberto Domingo, Romero Ressendi, Martín de León, Martín Guereña, Cano-Marín y otros; reproducciones fotográficas de esculturas de los grandes de este arte, como Mariano Benlliure, Laiz Campos, Mateo Inurria, Ruiz Olmos, Navarro Santafé y otros, y culmina con más de doscientas fotografías en blanco y negro y más de cien dibujos y viñetas realizadas expresamente para el mismo. “Toreros” inicia su texto con un prólogo del conde de Colombi, presidente de la Unión de Bibliógrafos Taurinos, y señala asimismo una grata promesa: es porque anuncia, a fin de constituir una trilogía, la aparición de otros dos volúmenes fundamentales. Se titularán estos “Toros de lidia”, con relación e historia de las ganaderías, y “Plazas de Toros” detallando cuantas surgieron después de la primitiva Plaza de Ronda.

285 Debe referirse a El periodismo taurino. Madrid: s.n., 1898; obra que recoge un índice de periódicos taurinos desde 1819 a 1898. 247


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Tiempo perdido (1966) Una canción torera286 Le place al pensamiento asomarse muchas veces a los campos extensos, dilatados, sin límites visibles, sobre los cuales el humo dormido de los recuerdos permanece inmutable. Todo lugar guarda en su seno palpitaciones de días y de gentes; días que amanecieron trayendo cada uno su afán, y gentes que experimentaron esos afanes con júbilo o con pena, con ilusión o resignadamente tiempo pasado, o tiempo perdido, entre la fluidez continuada y eterna de los instantes. Sería tiempo de igual modo perdido el empleado en las evocaciones, o en el espigueo de testimonios viejos, si en el interés y el gozo íntimo sólo mandase la prisa ordinaria de los apremios actuales. Pero el pasado es lo que se conoce como verdad, y en cambio no deja de ser incierto cuanto se halla en trance de realización. Así es que el pensamiento, en su ejercicio y su recreo atiende a lo seguro más que a lo dudoso, por cuanto logra, además, cierto consuelo de liberadora evasión. Hoy se llegan, desde aquel espacio cobijado por el humo dormido la letra y la música de una canción torera. No es de las que fueron compuestas en alabanza de diestros famosos; ni siquiera se parece a la que alcanzó la mayor popularidad, “El Relicario”, cuando Raquel Meller la incorporó a su repertorio y sobre el cual dijo ella un día: – “He paseado esta canción por Europa y América. Ha sido una de las favoritas de todos los públicos. Su vibración españolísima llegaba a todos los corazones, y aunque siempre la canté en español nadie hubo que no la entendiera”. En Madrid, y en el Teatro Español, fue estrenado el 23 de diciembre de 1905 un sainete original de don Jacinto Benavente, con música del maestro Chapí, titulado “La Sobresalienta”. Y en el cuadro tercero la protagonista –“María Pepa la Remedios”– cantaba la canción: “El lidiar a los hombres y el lidiar toros, piden el mismo arte y el mismo aplomo. Los hay boyantes, los hay muy claros, los hay muy finos, los hay marrajos, 286 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Tiempo perdido. Una canción torera”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8785, 10 de septiembre 1966, p. [?]. Curiosamente, en el primer párrafo José Rodríguez Cánovas hace un guiño a la obra de Gabriel Miró pues con “humo dormido” alude al título homónimo de una de las obras del escritor alicantino, así como la expresión “días y gentes” ya conocida y explicada en nuestro estudio introductorio. 248


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y cada bicho pide un toreo, unos de brazos y otros de cuerpo. ____ Hay que abrirse capa con el que sale con muchos pies, y hay que saber dar largas al que, buscando el bulto, quiere coger. Si dos se quieren y están de acuerdo, pues la estocada resulta a un tiempo. Pero si no se arranca hay que buscarlo y hacer por él, que Costillares para estos bichos, buscó la suerte del volapié... ____ El lidiar a los hombres y el lidiar toros, piden el mismo arte y el mismo aplomo” Por estar perdido y como ahogado ese momento escénico entre tantos otros de mayor importancia como transcurren en la genial labor de Benavente, resulta escasamente recordado. A no ser que en una circunstancia como ésta –la del tiempo perdido– aparezca en el campo extenso, dilatado, sin límites visibles, donde los recuerdos se acumulan.

Un señor gobernador y un pescador de caña287 Era guipuzcoano, nacido en Elgoibar el 10 de octubre de 1856, y había cursado los estudios de Bachiller en Artes así como los de música e idiomas. Ingresó en Ferrocarriles como factor telegrafista, 287 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Tiempo perdido. Un señor gobernador y un pescador de caña”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8802, 30 de septiembre 1966, p. [?]. 249


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y en el año 1880, contando los veinticuatro de edad, fue destinado a la estación toledana de Santa Olalla. Se llamaba Luis Mazzantini y Eguía. Era de alta estatura, recio, fornido, y a la vez que la potencia en sus músculos se le había desarrollado la ambición por destacar, obtener puestos sobresalientes y sentir en el rostro la caricia del aire movido por la fama. Los conocimientos musicales hiciéronle pensar en la conquista de los escenarios y de los públicos como cantante, mas al no alcanzar su voz los tonos justos se le inclinó el afán en otro sentido; y fue hacia los ruedos de las Plazas de Toros, para cruzar las cuales se reconocía con sobrada entereza. Y llegó a ser un lidiador de primera fila. De Salvador Sánchez “Frascuelo” recibió la alternativa en Sevilla el 13 de abril de 1884, y un mes después, el 24 de mayo, se la confirmó Rafael Molina “Lagartijo” en la Plaza madrileña. Estuvo toreando hasta el año 1905; y de su paso por los redondeles dejó un grato recuerdo, mediante su labor como inmejorable director de lidia y como estoqueador certero. Después, Mazzantini se dedicó a la política ingresando en las filas del partido liberal acaudillado por el conde de Romanones. Se le vio en Madrid con los cargos de concejal y diputado provincial; y así como antes en “Sol y Sombra” se publicara su retrato vistiendo el traje de luces, otras revistas ilustradas, “Nuevo Mundo” y “Blanco y Negro”, lo hicieron aparecer en sus páginas vestido de etiqueta, sonriente su ancho rostro y luciendo sobre el pecho todas las insignias que lo condecoraban288. Hasta que al fin como Romanones se le mostrara rehacio en la concesión de más altos cargos, pasose don Luis al partido conservador que dirigía don Joaquín Sánchez Toca. Y en el mes de julio de 1919 se vio nombrado gobernador civil de Guadalajara. Otro lidiador, Cástor Jaureguibeitia Ibarra “Cocherito de Bilbao”, se distinguía por la expresión seria y grave de su rostro, levemente infantil además, y esto por la mirada cándida de sus ojos. No era su nombre –prescindió del primer apellido para anunciarse en los carteles– muy propicio para inspirar romances y coplas populares. Y aunque ocupó con soltura un lugar preferente de buen torero y matador seguro, aquella seriedad suya, en contraste con la majeza pinturera de los andaluces y que a la destreza con que ejecutaba los lances imprimía una irremediable sequedad sin elegancia le impidió ser triunfador absoluto. La corrida en que recibió la alternativa el 16 de septiembre de 1904 ofreció a los madrileños un cartel 288 Precisamente en Nuevo Mundo hemos tenido ocasión de ver al diestro condecorado como comendador de la Orden de Isabel la Católica, de la Corona de Italia y de la Concepción de Villaviciosa de Portugal. Vid. “Don Luis Mazzantini, el señor Gobernador”. En: Nuevo Mundo: revista popular ilustrada, Madrid, Año 26, n. 1335, 8 de agosto de 1919, p. [13]. 250


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excelente; en la lidia de ocho toros de Ibarra le acompañaron Antonio Fuentes, su padrino de ceremonia, Ricardo Torres “Bombita” y Rafael González “Machaquito”. Entre las actividades más apacibles que pueden ocupar toda existencia silenciosa existe una que proporciona tanta paz al cuerpo como al alma; al cuerpo con un sentido profundo del reposo, y al alma mediante el ejercicio de la paciencia. Esta, sirviendo a la voluntad que a su vez ayuda para evitar el tedio con señuelos de honesta distracción, contribuye a lograr estados placenteros. Y así le ocurre, en su actividad pasiva, al pescador de caña. Al retirarse de los ruedos “Cocherito de Bilbao” el año 1919 huyó asimismo de eso que dicen ser el mundanal ruido. Buscó mejor ambiente para su tranquilidad, y se aposentó en una finca que poseía fuera de Madrid, a orillas del Jarama. Y sentado junto a la corriente pasábase las horas, adormeciendo en la contemplación de las aguas andariegas la cándida mirada de sus ojos, y esperando silencioso y paciente, que algún pez picase en el anzuelo sostenido por su larga caña.

A la que salta289 En el mes de junio de 1903 tuvo lugar la primera visita del rey Alfonso XIII a Cartagena. Llegó el día 24, permaneciendo aquí hasta el 27. El monarca se alojó en el “Giralda”, su buque de lujo, que hacía destacar su blanca silueta frente al Arsenal, y en la bahía, con los navíos de la escuadra española, fondearon un cañonero ruso y varias unidades francesas y británicas. Alfonso XIII visitó durante su estancia la iglesia de la Caridad, celebró una recepción en el Ayuntamiento, recorrió la ciudad y sus principales dependencias y asistió a una corrida de toros, celebrada en su honor el día 25, en la que alternaron los diestros “Lagartijo” y “Quinito”. Noticias repentinas, cuyo origen se ignora, pero que son acogidas y propagadas rápidamente, llenan a voces una ciudad, conmueven los ánimos y agitan con el sentido de lo trascendental. Así ocurrió entre las gentes cartageneras en el atardecer del día 26, cuando se dijo que aquella anoche asistiría el rey al pabellón municipal instalado en el muelle, con anticipación al tiempo de la Feria, ya que en él fue recibido Alfonso XIII, pues hasta sus inmediaciones llegó el tren real que lo condujo. 289 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Tiempo perdido. A la que salta”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8823, 26 de octubre 1966, p. 3. 251


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El diario “La Tierra” se ocupó del caso relatando un curioso accidente, porque si bien la noticia resultó falsa y el rey no salió del “Giralda”, el suceso fue significado de esos que el vulgo, figuradamente denomina “planchas”, por cuanto el periódico decía: “... Desde las nueve comenzó la gente a tomar posiciones para volver a ver a Su Majestad. En el pabellón municipal esperaban los señores que siempre esperan al rey en todas partes. Y en el paseo, la muchedumbre iba en aumento. Dieron las nueve, dieron las diez... y se oyó la marcha real. Sonaron las palmas de rúbrica, se arremolinó el público hacia el desembarcadero, se formó calle para que pasara el monarca, y... aparecieron dos marinos franceses que, al darse cuenta de la confusión, fueron a excusarse cortésmente. Hasta que, al dar las once, el general Aznar, llegando con otros señores, anunció que el rey se había retirado a descansar”. Pero, asimismo en “La Tierra”, aparecía una sección diaria, redactada en verso y titulada “A la que salta”, que estaba sostenido por un periodista inquieto, desenfadado y ligero de pluma, quien comentando casos y cosas, dichos y hechos, propinaba “alfilerazos” o burlas según viniese a cuento. Era Estanislao Vivancos, que firmaba con el seudónimo de “Chantilly”, y que en aquella ocasión expresose diciendo: “Dos marinos franceses, – de trato y de maneras muy corteses, – atracaron el bote en que venían – dejando blanca estela – en el verdoso mar do se mecían – con su frágil y esbelta carabela, – junto a la escalinata construida – con motivo del rey y su venida. – La luz, resplandeciente, – rielaba sobre el mar cual impaciente – e inquieta mariposa. – Ojo con la figura, que es hermosa. – Mas basta de preámbulo, señores, – como dijo el cantor de los cantores. – Atracaron los franceses a la orilla; – y nuestros concejales, – ¡oh, sesudos mortales, – confunden la barquilla – y traducen los francos a reales...”. Estanislao Vivancos, “Chantilly”, aguzaba el ingenio con notable perseverancia para estar siempre a la que salta. Durante largo tiempo acogió “La Tierra” en sus columnas, para deleite de sus lectores, tanto gracioso comentario versificado. Pero entre las creencias más firmes y arraigadas del intencionado periodista, acaso la principal, estaba la de que nada existe con más capacidad para alegrar el corazón de un hombre que a todo quiera sacarle punta, como ese delicioso jugo proporcionado por las uvas tan generosamente.

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“Machaquito” y Vicente Pastor290 Recientemente, con motivo del fallecimiento de Vicente Pastor, los cronistas han recordado sus méritos como lidiador, la nobleza de su carácter y el culto que sobre todas las cuestiones de humano apasionamiento, le rindió a la amistad. Y en la otra orilla Vicente Pastor se habrá encontrado con quien, en esta vida y a despecho de toda competencia profesional fue, correspondiéndole, uno de sus más leales y sinceros amigos: Rafael González “Machaquito”. Hubo un tiempo, allá por el año 1910, en que gran parte del público madrileño –obedeciendo a una cruda división entre “machaquistas” y “pastoristas”– quiso poner a los dos toreros frente a frente y obligarles a la rivalidad. Ignoraban unos y otros la verdad existente en el ánimo de ambos; es decir, lo mucho que el diestro madrileño admiraba y quería al cordobés, y lo mucho que éste, asimismo, lo estimaba. Tanto dominó en las gentes aquella creencia de considerarlos enemigos, que dio lugar en cierta ocasión a un curioso incidente. Una tarde, en la calle de Alcalá, se encontraron Rafael y Vicente. Dejándose llevar por el mutuo afecto, acordaron dar juntos un paseo. Tomaron un coche y por las avenidas del Retiro permanecieron, en amables recorridos de ida y vuelta, hasta la postura del sol. Así disfrutaron, en su amistad, de unas horas serenas y libres del riesgo a que sus habituales encuentros en los ruedos les tenían obligados. Sin embargo no faltó, entre los más recalcitrantes, quien les observara. Y viendo subir a los dos espadas en el mismo coche no pensó en otra cosa más que en el odio inventado por los ciegos partidistas; y dándole vuelos a la fantasía llegó a la consecuencia de que se habían desafiado e iban nada menos que a batirse. Con tal suposición alquiló otro coche, fue siguiendo paso a paso al de los toreros sin apartar de ellos ni por un momento su mirada de águila, pero se le cayeron los palos del sombraje y quedó estupefacto cuando, al final, los vio despedirse con un largo y fuerte apretón de manos. En otra ocasión, y en la tertulia que solía reunirse junto a “Machaquito”, salió a relucir el tema de las ovaciones que sonaban en la Plaza madrileña como premio a las faenas de Vicente Pastor. Esto hubo de comentarlo el periodista Manuel Serrano García-Vaso, que se firmaba “Dulzuras” en sus crónicas y revistas taurinas. Porque uno de los concurrentes a la tertulia dijo entonces: “Es verdad 290 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Tiempo perdido. ‘Machaquito’ y Vicente Pastor”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 8843, 22 de noviembre 1966, p. 2. 253


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que mata Vicente. No se puede negar. Pero el salto que da para salvar el cuerno, le quita a la estocada todo el mérito”. Fue “Machaquito” quien le respondió. Con su gracejo andaluz, pero con absoluta sinceridad, contestó inmediatamente: “Con sarto der pasiego o sin sarto, Vicente cala a los toros y tos los que mata los hiere muy bien. No crean ustés que es tan fácil dar tantas estocás, metiendo la espá hasta la mano, en er sitio que las da Pastor”. La amistad, sentimiento excelso, es en toda circunstancia, como ya se sabe, lo que más dignifica a los hombres.

La pequeña historia (1969-1970) Antes del primer paseíllo291 Cuando el industrial cartagenero don José Vidal Abarca, en nombre suyo y de varios consocios, solicitó del Municipio el 13 de septiembre de 1852 licencia para construir una Plaza de Toros, señaló como lugar el denominado “Huerto del Carmen”. Poco después –el 7 de octubre– y a causa de ciertos desacuerdos rectificó, indicando el espacio que ocupara en su tiempo el Circo romano. Acordó el Ayuntamiento la concesión; pero surgieron dificultades por parte del gobernador militar, quien, no obstante ser el terreno propiedad municipal, alegó la cercanía del mismo a los cuarteles, al hospital y a la muralla. Por Real Orden del 20 de mayo de 1853 quedó el pleito solucionado, autorizándose al gobernador de la provincia para que aprobara el acuerdo del Municipio; éste dio posesión del terreno a Vidal, y el 11 de julio comenzaron las obras. La cesión hízose por arriendo en la cantidad de doscientos reales cada año para el fondo de Propios, mas tal censo fue redimido por los concesionarios el 21 de julio de 1860 mediante escritura ante notario. Gran rapidez llevaron en su desarrollo los trabajos de construcción, pues al año siguiente –1854– se hallaban terminados inaugurándose la Plaza con dos corridas celebradas los días 5 y 6 de agosto. Las cuadrillas de Francisco Arjona Guillén “Cúchares” y Manuel Arjona, que alternaron en ambas, realizaron, pues, el primer paseíllo. Mas ¿qué referencias anteriores a éstas determinan la afición a la fiesta de toros en Cartagena? Viénese al pensamiento la estampa de la ciudad celebrando el día de San Ginés de la Jara, por ejemplo, o el nacimiento de algún infante real; entonces, así como en otros casos para ayuda del hospital de Santa Ana y de 291 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “La pequeña historia. Antes del primer paseíllo”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 34, n. 9619, 26 de junio 1969, p. 2. 254


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los conventos, acudían las gentes a la plaza Mayor a presenciar los juegos de cañas y la destreza valerosa frente a las reses bravas. Por acuerdo del Ayuntamiento en reunión del 27 de mayo de 1603, los caballeros que solían tomar parte en el festejo –Nicolás Espín Cobacho, Diego Bracamonte Rosique, Juan de Mendiola, Juan Martínez Fortún, Diego Hernández de Santo Domingo...– percibían la cantidad de cincuenta ducados para ayuda de gastos; y vestían ricas libreas de raso, sustituyendo a las antiguas de tafetán. Y sobre los lidiadores que a pie les auxiliaban hay noticias de un Juan Torres, quien el 6 de septiembre de 1611 pidió al Concejo “que se le diera el valor de una capa que se le había roto haciendo algunas gentilezas y suertes con los toros lidiados en la fiesta de San Ginés, delante de la casa de la ciudad”. Considerándose justa su petición, se le concedieron tres ducados para otra capa. No faltaban en ciertas ocasiones hechos imprevistos, a semejanza del ocurrido el 17 de mayo de 1614. Se había hecho, como de costumbre, limosna de los toros muertos para los centros religiosos. Pero sucedió que, apenas los cuerRODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “La pequepos de las reses eran sacados, ña historia. Antes del primer paseíllo”. Fragmento. los esclavos de las galeras y la soldadesca “los tajaban llevando sus pedazos; de modo que, sin que pudiese remediarse, dieron cuenta de ellos y solamente huesos quedaron para los conventos”. Asimismo se celebraron algunas fiestas de aquéllas en la plaza del Rey. Sábese que atendiendo el Real Consejo de Castilla a una solicitud municipal, fue concedido el 12 de mayo de 1745 un permiso para que el Hospital de Caridad celebrase en tal sitio, a beneficio de sus enfermos, cuatro corridas de toros. La primera de ellas tuvo efecto en la festividad de Santiago Apóstol. Y fuera de las Puertas de San José, construida con maderas, se inauguró el 15 de julio de 1794 una Plaza de Toros. Intervino en la corrida inicial un diestro sevillano, Francisco 255


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Garcés, que trajo como sobresaliente a Joaquín Rodríguez “Costillares”. En fin, corriendo el año 1826 autorizó el Ayuntamiento al alguacil mayor Pascual Rosel para que construyera otra Plaza, que fue situada por el lugar que ocupó después el Teatro Circo. Derribada en 1837 dejóle sitio a un jardín, la “glorieta de las flores”, hasta que en 1878, y también con licencia municipal, don Enrique Soto Corona comenzó la edificación del Teatro aquel. Esto viene a enlazarse con la solicitud de Vidal Abarca y, en consecuencia, con el primer paseíllo realizado por las cuadrillas de los Arjona.

Dos subalternos cartageneros292 Cartagena, prolongación de Andalucía según afirmase en cierta ocasión el poeta Adriano del Valle, ha tenido también sus buenos toreros. Dos de ellos entre los que más destacaron, ocuparon un puesto digno como subalternos, fueron Ramón Arango Martínez y Antonio Baños Hernández, “Calero”. Una vieja revista que se titulaba “Arte Taurino” comenzó a publicar el año 1913 un Diccionario pródigo en datos sobre los lidiadores de aquel tiempo. Y decía refiriéndose a Ramón Arango: “Notable banderillero y un valiente y concienzudo peón bregando. Nació en Cartagena el 31 de agosto de 1870, dedicándose en un principio a carpintero y después a albañil. Desde muy joven sintió por la lidia de reses bravas un entusiasmo singular, demostrando su afición y aptitudes en el toro que, destinado al público, lidiábase en algunas corridas de novillos en Cartagena. A los catorce años escasos hizo su primera salida a Mazarrón con su paisano Bartolomé Hernández ‘Morenito’. Por su temprana edad no estoqueó al bicho a él destinado, y al regresar fue recibido por su familia tan hostilmente que, durante dos años, renunció al toreo; pero venció su vocación, y a los diecisiete recibió su bautismo de sangre en Almansa con un puntazo en el cuello. Como banderillero ha trabajado a las órdenes de Bartolomé Hernández ‘Murcia’, Tomás Alarcón ‘Mazzantinito’, Antonio Olmedo ‘Valentín’, Juan Sal ‘Saleri’ y Vicente Pastor, a cuya cuadrilla pertenece desde el 21 de septiembre de 1902, fecha en que tomó la alternativa el diestro madrileño. Arango ha sido bastante castigado por los toros, pues además de la cogida 292 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “La pequeña historia. Dos subalternos cartageneros”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 34, n. 9720, 30 de octubre 1969, p. 9. Vid. también “Un excelente subalterno: Ramón Arango ‘Aranguito’”. En: SERRANO BOTELLA, Á., op. cit., pp. 65-69. 256


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citada sufrió otra en Cieza el 24 de agosto de 1899, en cuyo percance recibió dos cornadas en el vientre y una en la ingle; otra en Alcalá de Henares con rotura de la clavícula, ya toreando a las órdenes de Vicente Pastor; en Colmenar sufrió dos puntazos en la boca; y por último, el 13 de octubre de 1911, en la primera corrida de feria de Zaragoza, el quinto toro, ‘Enamorado’, precioso animal de la ganadería del marqués de Villagodio, al pretender saltar la barrera le empujó, produciéndole una intensa conmoción cerebral y lesionándole de importancia en el costado derecho; lesión de la que hoy, después de año y medio, aún se resiente el pundonoroso lidiador”. Tal es la nota biográfica publicada en aquel Diccionario. Después figuró Ramón Arango durante algún tiempo en la cuadrilla de Rodolfo Gaona. Retirado de la vida activa tomó parte en algunas corridas de la feria cartagenera y en sus últimos años, dedicado a la administración de las fincas que poseía, la Puerta de la Villa y calle de la Concepción, donde habitaba, veían su figura marchosa que siempre conservó aires de paseíllo. Durante más de treinta años trabajó como picador de toros a las órdenes de muchos espadas, tanto de alternativa como novilleros, por lo que casi todos los públicos le conocían, Antonio Baños “Calero”. Nació en el barrio de San Antonio Abad el 20 de noviembre de 1881. Comenzó dedicándose a las faenas campesinas y más tarde ingresó de operario en una fábrica de cal. Esto originó su apodo. Durante el año 1904 comenzó a figurar en los carteles como picador de reserva, pasando tres o cuatro años en tan modesta condición. Trasladose a Madrid. En las plazas de Vista Alegre y Tetuán de las Victorias, así como en la de la capital siguió con la misma categoría, hasta que ingresó en la cuadrilla de Alfonso Cela “Celita”, a cuyas órdenes picó durante las temporadas de 1913 y 1914. Lo hizo a partir del año siguiente con Cástor Ibarra “Cocherito de Bilbao”, permaneciendo en su cuadrilla hasta que el espada se retiró en 1919. Pasó entonces a la de Pablo Lalanda, y en el invierno de 1921 a 1922 fue a Lima con Rafael “el Gallo”. Era mucha su destreza castigando a las reses. Su sencillez de trato y su hombría de bien, le ganaban amigos. Y en el curso de su actividad taurina sufrió “Calero” dos percances de importancia. En Valladolid, el 22 de septiembre de 1909 se fracturó en una caída la clavícula izquierda; en Vista Alegre, el 18 de abril de 1920, un toro de Palha lo hirió con grave cornada en un muslo. Y a él, en fin, fueron dedicadas estas elogiosas palabras en el semanario taurino “La Fiesta Brava” en septiembre de 1931: “...Antonio Baños Hernández es un hombre fornido, gran cumplidor de su deber como torero de a caballo, y un excelente sujeto, un hombre bondadoso y prudente, que se hace 257


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apreciar de cuantos le tratan en la vida de relación. No es extraño, pues, que por una cosa y otra haya tenido siempre un matador a quien servir”293. Una vez retirado regresó a Cartagena, abrió un pequeño comercio en San Antón, y allí vio transcurrir sus últimos años.

Del “Club Gavira” a la “Peña Luis Redondo”294 Como el número de aficionados a la Fiesta de Toros constituía en Cartagena un censo notable, diversas figuras del toro agruparon en círculos y peñas a sus partidarios. Antes no tenían más sitio de reunión que el de una tertulia ante las puertas de la Plaza, a la cual acudían el empresario don José Aracil, el conserje Cánovas Albadalejo, don Salvador Sánchez –cónsul en Cartagena de los toreros cordobeses–, don Manuel Dorda, don Miguel Cabanellas... En la calle Mayor tuvo su local el “Club Taurino”, del que fueron socios los aficionados de mayor veteranía, aunque luego abundaron los partidarios de Rafael González “Machaquito”, que con tantas amistades contó en Cartagena. Y aislados, ostentando cada uno su propio banderín, existieron el “Club Gaona” instalado en la calle del Pozo, el “Club Bienvenida” en Los Molinos, el “Club Relampaguito” en San Antón y el “Vicente Pastor” en Santa Lucía. Pero con objeto –según decía el primer artículo de su reglamento– de agrupar a cuantos simpatizaban con las corridas de toros, a quienes proporcionaría “mediante revistas, libros y conferencias estímulos bastantes para que fuese en aumento el cariño por la Fiesta Nacional” se fundó a principios del año 1925 –ya desaparecido el “Club taurino”– el que fue denominado “Club Gavira” en homenaje a Enrique Cano Iribarne, el diestro local que fue objeto de tantas esperanzas. El reglamento, fechado el 13 de marzo, recibió el día 26 la aprobación del Gobierno Civil. Y el club fue instalado en los bajos de la casa número 18 de la calle del Aire, ocupando su presidencia don Francisco Vicente. Estaba compuesto por socios fundadores y socios de número. Los primeros, después de abonar una cuota especial de veinticinco pesetas, pagaban un duro al mes. Para los socios de número la cuota de entrada equivalía a cinco pesetas, y a dos la mensual. 293 RUVENAT. “Picadores y Banderilleros. LXVII. Antonio Baños (Calero)”. En: Fiesta Brava: semanario taurino, Barcelona, Año 6, n. 246, 4 septiembre 1931, p. [3]. 294 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “La pequeña historia. Del ‘Club Gavira’ a la ‘Peña Luis Redondo’”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 34, n. 9787, 23 de enero 1970, p. [?]. 258


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Unos y otros debían contar una edad superior a los dieciocho años. A su paso por Cartagena podían concurrir libremente a la Sociedad los matadores de toros con los individuos de su cuadrilla, y aquellos novilleros que hubieran hecho su presentación en la Plaza madrileña. Y como también se indicaba en el reglamento que dentro del Club reinaría el orden y la moralidad, estaba prohibido toda clase de juegos y, asimismo, el servicio en el local de bebidas alcohólicas. Tampoco se permitía discusión alguna sobre cuestiones de religión y de política. Pero el destino trajo para el “Club Gavira” una ocasión triste. Fue la de acoger en su local como en capilla ardiente el cadáver del infortunado estoqueador cartagenero, cuando allí mismo, ocho días antes, se había celebrado una fiesta en su honor. En 1943 un modesto matador de novillos –después banderillero sobresaliente– reunió entre los aficionados cartageneros, tras unas actuaciones felices en esta Plaza, buen número de adictos. Fue fundada con tal motivo la Sociedad que llevó su nombre: la “Peña Redondo”, que ocupó en la calle del Duque el primer piso de la casa cuyos bajos ocupaba el Café Casal. Fue una Sociedad modesta, como el torero, pero también simpática a semejanza suya. Estuvo presidida por uno de los viejos aficionados, Diego Morales, revistero de toros durante los tiempos en que se publicaban hasta cinco periódicos diarios en Cartagena. Morales escribía en “La Tierra”. Y, con toda su modestia, la “Peña Luis Redondo” llevó adelante una labor meritoria. No solo se reunían los socios en su local para gozar de horas distraídas, sino que acudían todos los sábados por la noche a los actos de carácter cultural que no dejaron de celebrarse mientras la “Peña” existió. Charlas, conferencias, lecturas poéticas y conciertos tuvieron lugar allí. Y el auditorio era siempre nutrido, y los aplausos resonaban durante largo rato saliendo y extendiéndose por aquel espacio de la calle del Duque.

En relación con la fiesta nacional295 Entre el copioso conjunto de noticias que las crónicas pretéritas contienen aparece hoy la de los conciertos en el paseo del Muelle. Durante la velada del 9 de agosto de 1890 le correspondió a la banda de Infantería de Marina desarrollar uno de aquéllos. Sus profesores, dirigidos por el maestro Roig, interpretaron el siguiente 295 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “La pequeña historia. En relación con la fiesta nacional”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 35, n. 9826, 12 de marzo 1970, p. 7. 259


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programa: El pasodoble “Tenerife”, original del director de la banda; las fantasías de “La Gran Vía” y de “Excelsior”, de que eran autores los maestros Chueca y Marenco, respectivamente; la jota de “El molinero de Subiza”, de Oudrid, y otro pasodoble por último, el titulado “Guerrita”, del maestro Mateos. Aquella tarde se había celebrado la primera corrida de la Feria, lidiándose toros de Cámara por las cuadrillas de Manuel García “Espartero” y Rafael Guerra “Guerrita”. La segunda corrida con los mismos lidiadores estaba anunciada para el día siguiente. Pero volviendo al asunto inicial hay que añadir que la banda de Infantería de Marina escuchó aplausos –bien puede ser dicho que de carácter extraordinario– pues el “real” de la Feria se hallaba “de bote en bote”. Aunque aquel año no hubo rebaja alguna en el precio de los billetes del ferrocarril era mucha la gente que había venido a bañarse y a ver los toros. Llegaron los trenes colmados de viajeros, y numerosas tartanas y galeras venían sin cesar a Cartagena desde los pueblos del término. Por la Alcaldía eran dictadas las disposiciones necesarias para el buen orden en las corridas. Con fecha del 6 de agosto de 1891, por ejemplo, y para los festejos taurinos que se celebraron los días 9 y 10 con reses de Cámara y de Barrionuevo lidiados también por “Espartero” y “Guerrita”, firmáronse por el alcalde las advertencias siguientes: La empresa vendería solo, bajo su responsabilidad, el número justo de billetes que determinaba la capacidad de la Plaza; no permitiéndose la entrada a la misma de persona alguna con palos, bastones o cayados, ni otros objetos capaces de molestar al público o a los lidiadores. Nada más que los empleados de la Plaza podrían estar entre barreras, y los acomodadores llevarían un distintivo que los hiciese reconocer como tales. El jefe de las cuadrillas, o director de lidia, era responsable de las faltas que aquellas cometieran, y se presentaría al presidente para recibir sus instrucciones antes de que la corrida comenzara. Siempre había dos picadores en el ruedo, y otro montado y dispuesto en la puerta de caballos, mientras durase en cada toro el primer tercio de la lidia. Los coches no subirían por la calle del Ángel, sino por la rampa del Hospital de Marina, y bajarían luego pasando frente al Cuartel de Antiguones, la Muralla de Tierra y la rampa que conducía a las Puertas de San José. Y, en fin, quedaba prohibido que los carros en que eran trans260


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portados los caballos y los toros muertos, bajasen por la citada calle del Ángel. Retrocediendo un poco en el tiempo, es decir, acercándonos de nuevo al mes de agosto de 1890, hállase un caso curioso que ocurrió en una novillada celebrada el día 24. Fue que una de las reses saltó la barrera por delante de la puerta del arrastre, que se encontraba abierta. La res, sin hacer caso de la gente estacionada en el callejón, cruzó dicha puerta; y no se salió a la plaza del Hospital porque la puerta principal sí que estaba cerrada, pero en cambio sembró el miedo por los corredores al recorrerlos a su capricho. ¡Qué de carreras y de gritos! Los puestos de refrescos instalados allí vieron derribados sus frágiles mostradores, y el espanto aumentó trascendiendo al interior de la Plaza, cuando el novillo intentó subir a los tendidos por uno de los vomitorios. Sin embargo, no logró el propósito. Y atendiendo por fin a cierto capote bienhechor, volvió al redondel por la misma puerta que le sirvió para escapar.

Cómo se pasaba, en la “bella época”, un día de toros en Cartagena296 Por unir a la calle Mayor con la del Aire, es otra, la antigua de Medieras, uno de los lugares cartageneros de mayor tránsito. Era en el año 1908, además de ostentar desde poco tiempo antes su nueva denominación, en la cual se honraba la memoria del general don Antonio Escaño, presentaba dos atractivos poderosos para las gentes. Los hombres visitaban una cervecería, “La Bohemia”, que fundó en noviembre del año anterior Mariano Blanes, y las damas, a su vez, eran atraídas como mariposas por el escaparate de “La Parisien”, gran sombrería y tienda de modas de María Camberos. En una de las esquinas de la corta y estrecha vía con la calle Mayor –la esquina correspondiente a la farmacia del señor Malo de Molina– hallábase instalada una gran cartelería donde se fijaban los anuncios de las funciones teatrales en el Circo o en el Principal, y los de las corridas de toros. Señalaban los primeros las temporadas que, con abonos para quince o veinte funciones, amenizaban en Cartagena las mejores compañías líricas o dramáticas. Y, en la época de la feria, los car296 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “La pequeña historia. Cómo se pasaba, en la ‘bella época’, un día de toros en Cartagena”. En: El Noticiero de Cartagena, 17 de abril 1970, p. 7. 261


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teles del festejo taurino atraían las miradas por su vivo y brillante colorido. Pero aquellos carteles no representaban, como los de ahora, determinados lances de la lidia, acusando la figura y el estilo de uno cualquiera de los diestros famosos; sino que significaban en realidad, con profusión de rasgos y detalles, unos cuadros alegóricos de la fiesta. Tales carteles los había descrito en airosos tercetos el poeta cartagenero Antonio Aguilar, amigo íntimo de Emilio Ferrari, en una epístola dirigida a este titulada “A los toros”. Decía: “...Con deformes cabezas hay dos brutos – pintados de color de chocolate, – derrengados, famélicos y enjutos. – La fiera allí; sus armas de combate – lleva en la frente, y tricolor divisa – en el morrillo luce por remate; – con pesada pezuña aplasta y pisa – atributos y lauros y muñecos, – que con el cartel le sirven de repisa. – Cetrinos y larguiruchos, casi entecos, – con antiguas ropillas ataviados, – de la artística orla entre los huecos – dos alguaciles guardan los costados; – y toreros, y mozos con mulillas; – en larga procesión van ordenados...”. ¡Qué interesantes estampas ofrece para su evocación la Cartagena que se fue: aquella Cartagena de la “bella época”! “Un día de toros –afirmaba uno de los anónimos cronistas de entonces– no se parece a ningún otro del año. Puede creerse que el sol ilumina más, que el cielo se manifiesta más limpio y más azul, las mujeres más hermosas y la sangre circula más veloz por las venas. En días como estos, hasta los gritos destemplados de los vendedores suenan agradables al oído. Y en días de corrida, como los trenes llegan, atestados, es inevitable andar por las calles dando y recibiendo codazos, así como algún que otro pisotón...”. Y como el autor de tantos elogios no podía sentirse insensible ante la gracia de las cartageneras, añadía estas otras alabanzas: “A cada momento hay que bajar de la acera para cedérsela a una de esas hermosuras, que no se sabe de dónde salen, y que se nos presentan envueltas en el rico mantón de Manila, llevándose enredados en los pliegues de éste las miradas de todos”. Llegaban los trenes, en efecto, colmados de viajeros, casi todos de Murcia, porque las corridas de toros fueron siempre un motivo grato para trasladarse de una ciudad a otra. En “El Álbum”, revista cartagenera quincenal e ilustrada, el poeta y periodista murciano José Martínez Tornel había publicado en 1891 unos versos en romance dedicados a Cartagena, con motivo de una de sus visitas. “A Cartagena me voy 262


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cuando el cielo se arrebola con los cendales purísimos en que se oculta la aurora; vuelva el tren atravesando de plantas vistosa alfombra, cortando acequias y huertos y entre moreras frondosas...”297

El torero cartagenero Martín Hernández Morenito antes del paseíllo en la Plaza de Toros de Cartagena el 4 de junio de 1916, merced al éxito obtenido en un festejo anterior.

Y tales visitas no eran costosas ni para la clase social más modesta, pues el viaje por ferrocarril en tercera clase, con billete de ida y vuelta, solo importaba dos pesetas con veinticinco céntimos. Además, existía un establecimiento en Cartagena –ya recordado por mí en otra ocasión– muy acogedor para los forasteros modestos. Era la casa de comidas “La Taurina”, que en la plaza de Risueño tenía instalada Bartolomé Hernández “Morenito”, matador de novillos. Y en “La Taurina” eran servidas abundantes y bien condimenta297 MARTÍNEZ TORNEL, José. “Cartagena”. En: El Álbum: revista quincenal ilustrada, Cartagena, Año 1, n. 10, 15 de julio 1891, pp. 5-6. 263


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das raciones a los precios siguientes: de arroz con carne o pescado, a treinta céntimos; sopa y cocido de ternera, así como estofado, a veinticinco; por el mismo precio, dábase un plato con mondongo de cordero; costillas acompañadas de tomate o patatas, por un real también; guisado de carne, un par de huevos fritos o tortilla con patatas, al mismo precio aquél de treinta céntimos; pescados de varias clases, desde quince a veinticinco; y, en fin, por sólo diez, los postres con frutas del tiempo... Y como las cocinas del establecimiento funcionaban con cuidado y esmero, el comedor veíase nutrido de visitantes, muchos de los cuales estaban obligados a esperar su turno. Y enseguida, a los toros. La pendiente de la calle del Ángel podía ser salvada sin fatiga, pues era ilusionado su recorrido. La Plaza aparecía engalanada, vistosa, con un cerco en lo alto de pequeñas banderas que agitaba la brisa, haciendo brillar sus colores vivos sobre el fondo celeste.

Hojas sueltas (1972) Huyendo hacia Cartagena298 En el Teatro madrileño de La Latina se verificó, la noche del 7 de febrero de 1928, el estreno de la comedia en tres actos “La Lola”, original de Pedro Muñoz Seca y Pedro Pérez Fernández. Fue representada por la compañía de Aurora Redondo y Valeriano León. Aurora Redondo interpretó el papel de la protagonista, modistilla inquieta y alegre como un cascabel, y Valeriano León el de un acaudalado ganadero andaluz, Don Felipe, de quien indica los comediógrafos “que era más bestia que su padre, el cual, en vez de desperezarse, respingaba”. Apasionado por sus reses de lidia, él ha hecho que le borden en la ropa interior el hierro de la ganadería y, encima, la silueta de un toro. De ambas señales siéntese tan orgulloso, acaso más que cualquier personaje de abolengo con su escudo nobiliario. Sin embargo, le amarga una tenaz preocupación, es la que sus toros le proporcionan por su mansedumbre, que no niega, pues hasta cuenta como ejemplo el comportamiento de dos de aquéllos. Fueron los llamados “Saltaor” y “Ermitaño”, el primero no admitiendo lidia y pasándose todo el tiempo, hasta que lo retiraron los mansos, saltando la barrera y sobre los toreros; y el segundo porque apenas salió al redondel se sentó, lo mismo que se sientan 298 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Hojas sueltas. Huyendo hacia Cartagena”. En: El Noticiero de Cartagena, Año 32, n. 10499, 6 de junio 1972, p. [2]. 264


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los perros. Mas como no todo representa sinsabores y existe un ritmo entre estos y las alegrías, Don Felipe al fin es dichoso. Había enviado seis toros para una corrida en Alicante, y se hallaba esperando con temerosa impaciencia el telegrama en que “Garrocha”, su mayoral, le daría a conocer la conducta de las reses. Confusas le llegan las primeras noticias. El texto del comunicado es sospechoso. La duda echa nuevas raíces, y con ella el miedo a otro fracaso. Pero no es así. La presencia de “Garrocha” trae consigo el optimismo, y el relato del mayoral lo va remachando con cada una de las palabras que pronuncia. Ha sido un caso extraordinario: – “...Se lo diré ar por mayó, porque tos, los seis, hicieron lo mismo: ¡comerse ar mundo! ¡Qué salías y qué arrancás! Los doblaores tenían que enseñarles er percá desde la China, quitarse de en medio a escape, porque eran sentellas rematando en las tablas. Ar tersero ya salían los picaores esmayaos, pues cogían los caballos, se los sacudían asín pa arriba y los mandaban a la estrella Venu. Pos con la gente de a pie, aquellos no eran toros: eran fábricas de cornás. Er ‘Zurdo’, er ‘Merengue’, ‘Lopito’ y Pastó, al hule; er ‘Bebé’, ar tendío; y de la cuadrilla der segundo mataó dos peones menos, contusionaos, y uno que, aprovechando er tumurto, se fue a la estación y pilló er tren pa Cartagena...”.

Galdós y “Machaquito”299 En el semanario “España” dirigido en Madrid por Luis Araquistain, se reprodujo el 8 de enero de 1920 –cuatro días después de la muerte de Galdós– un artículo de “Azorín” publicado en 1919 por la misma revista: “En San Quintín”. Éste era el nombre de la finca que don Benito poseyó en Santander, donde veraneaba. Y en el artículo, uno de los mejores que fueron escritos sobre la intimidad de Galdós, era recordada por “Azorín” cierta visita que, con un acompañante apellidado Mascías, hizo el novelista tiempo antes300. Contó que, sin saber por qué lógica misteriosa, el tal Mascías comenzó a disertar sobre cosas de toros. Y surgió el nombre de Rafael González “Machaquito”. – “Yo he visto torear –afirmó aquél– a los antiguos matadores, y ninguno de ellos enseñaba el pecho y el vientre a los toros, a la hora de matar, como ‘Machaquito’. 299 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Hojas sueltas. Galdós y ‘Machaquito’”. En: El Noticiero de Cartagena, 21 de julio 1972, p. [2]. 300 AZORÍN. “Veraneo sentimental en San Quintín”. En: España: semanario de la vida nacional, Madrid, Año 6, n. 245, 8 de enero 1920, pp. 8-10. 265


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– ¿Le ha visto usted torear? –preguntaron a Galdós. – No –respondió él–; le conozco por su amistad con mi sobrino Pepe Hurtado de Mendoza, pero no lo he visto en la Plaza. No he ido más que una vez a los toros, y voy a ir una de estas tardes”. Muy poco escribió don Benito sobre la fiesta. En uno de los capítulos de su novela “La familia de León Roch” describió parte de una corrida que hubo de suspenderse por fuerte aguacero. “... llovían –dijo– banderillas de agua, y apenas se veía de un lado a otro de la Plaza...”. Y años antes había redactado un par de artículos, “La fiesta nacional” y “El circo y el toreo”, que después, en 1923, fueron incluidos por la Editorial Renacimiento en el tomo “Fisonomías sociales”, primero de la colección denominada “Obras inéditas de Pérez Galdós”, que ordenó y prologó Alberto Ghiraldo301. Y decía don Benito: “...En pro de los toros habla siempre el hecho indudable de que es la única originalidad profunda y castiza que conservamos. Es imposible dejar de volver los ojos a una fiesta que por sus elementos y todas las circunstancias que en ella concurren, no tiene semejanza en parte alguna...”. La amistad de don Benito con el torero cordobés llegó a ser íntima. “Machaquito” sintió por él un cariño devoto. Lo visitaba en Madrid fielmente, y releía sus obras cuando por el invierno descansaba lejos de los ruedos. Muchas veces permaneció silencioso en el despacho del novelista, viéndole escribir. Y Galdós, a su vez, se complacía con la presencia y la conversación ingeniosa del diestro, y elogiaba, siempre que tenía ocasión, su noble carácter, su hombría de bien, su natural talento, su dignidad y pundonor profesionales. Por esa amistad, don Benito Pérez Galdós realizó el segundo de sus viajes a Cartagena, en noviembre de 1906, para asistir como testigo a la boda de Rafael González con Ángeles Clementson, en 301 Azorín y Benito Pérez Galdós constituyen dos de los escritores predilectos de José Rodríguez Cánovas. De hecho, su biblioteca personal se nutre de un numeroso listado de títulos de ambos autores. Del segundo hemos tenido ocasión de consultar un ejemplar de la referencia aludida. En concreto, PÉREZ GALDÓS, Benito. Cronicón (1883-1886). Madrid: Renacimiento, 1924. Obras inéditas ordenadas, prologadas por Alberto Ghiraldo, volumen VI. Hemos visto títulos del escritor canario como Halma; Misericordia; Gloria; El amigo Manso; Ángel Guerra; Sor Simona: drama en tres actos y cuatro cuadros; El crimen de la calle de Fuencarral: cronicón de 1888-1889; Zaragoza y Santa Juana de Castilla; Miau; Celin y un tribunal literario; Ensayos de crítica literaria. Por su parte, de Azorín, además de teatro, las obras Una hora de España; Antonio Azorín; Dicho y hecho; Parlamentarismo español (1904-1916); Con permiso de los cervantistas; Blanco en azul: cuentos; Rivas y Larra; Madrid; Clásicos y modernos; Pueblo: (novela de los que trabajan y sufren); Los clásicos redivivos; Los clásicos futuros; Salvadora de Olbena; Españoles en París; El paisaje de España visto por los españoles; Don Juan; De un transeúnte; El escritor; La ruta de Don Quijote; España; Con Cervantes; Historia y vida; Tomás Rueda; Lecturas españolas; La cabeza de Castilla; Andando y pensando:(notas de un transeúnte); Las confesiones de un pequeño filósofo; Ni sí, ni no; Varios hombres y una mujer; De Valera a Miró. 266


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el barrio de Los Molinos.

En los toros302 Mencionando Enrique Sienkiewicz en “Orso”303, uno de sus cuentos, a dos muchachas californianas llamadas Rosario y Mercedes, aludió a las mujeres españolas al decir sobre aquéllas: “En verdad son hermosas como soles; no en vano corre por sus venas la sangre de Castilla”; pero es en otras páginas donde las cita directamente: en “Recuerdos de España” y al describir una corrida de toros, porque el gran escritor polaco, lo mismo que todos los literatos extranjeros al visitarnos, sintió la necesidad de redactar sus impresiones sobre el festejo taurino. Comienza su relato con unas palabras sobre las calles madrileñas colmadas por la gente que va a los toros. “El aspecto RODRÍGUEZ CÁNOVAS, J. “Hojas suelde la ciudad y de las personas tas. En los toros”. dice claramente que es tarde de domingo; también se comprende que todos van a asistir a un espectáculo interesante”. Mas como vino la fantasía estimulada por referencias falsas, añade lamentándose: “Es lástima que el aspecto de la multitud no ofrezca mayor variedad. No se ven los trajes nacionales, las chaquetillas cortas, el calañés, los pañuelos anudados en la cabeza con la punta recayente sobre el hombro, ni la faja ciñendo la cintura. Todo esto admira todavía en los alrededores de Granada, Sevilla y Córdoba, pero en Madrid predomina el traje cosmopolita: el mismo 302 RODRÍGUEZ CÁNOVAS, José. “Hojas sueltas. En los toros”. En: El Noticiero de Cartagena. No tenemos más datos para completar la referencia. 303 De este autor consultamos en la biblioteca de Rodríguez Cánovas la obra Liliana (Madrid: J. Pérez del Hoyo, 1969). 267


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que se usa en las demás capitales de Europa”. Camino de la plaza ve a tres piqueros abriéndose paso, y le llaman la atención los carruajes tirados “por mulas de gran alzada, tan gordas, hermosas y relucientes que, a no ser por sus largas orejas, podrían parecer los mejores caballos de tiro”. Allí van las mujeres. Ocupan ellas los coches –sigue relatando– pues son la flor de la sociedad madrileña. Los cabellos, negros como el ébano, les caen en rizos sobre las frentes, y sus caras presentan el matiz encendido y natural que les prestan el sol y la sangre meridionales”. Ya distingue la plaza. Ya penetra en su recinto. Lo recorre con la mirada, y por un instante le admiran los vendedores de naranjas. “Es asombrosa la destreza y seguridad con que las lanzan a lo más alto de los asientos, y cómo recogen al vuelo con una mano, antes de que pueda caer al suelo, la moneda de cobre que tiran desde arriba los compradores”. Y la luminosidad, la alegría, las voces, el rumor de los abanicos agitados sin cesar “simulando millares de alas” llegan a apasionarle de tal modo que no vacila en el elogio. “Todo esto –afirma– ofrece un cuadro tan animado y lleno de vida, que ningún otro espectáculo puede dar una idea aproximada de él”. Los espadas son “Cara-Ancha”, “Lagartijo” y “Frascuelo”. Se suceden los lances vistosos y temerarios de la lidia. Mas no deja Sienkiewicz de atender a las damas, y las sigue observando en silencio. Luego dirá que “un velo de languidez se les extiende por los ojos, y respirando jadeantes echan las cabezas hacia atrás mostrando entre los labios encendidos sus dientes de blancura deslumbradora...”. España, la espléndida España, quedó así en el pensamiento y en los amores del autor de “Quo vadis?”.

Tres toreros de ayer. [Conferencia] (1973)304 Para tratar ahora sobre la Fiesta de Toros representada por tres lidiadores de ayer; para describir las figuras de estos con rápidos trazos, cuento con la asistencia de dos compañeras habituales en mis tareas de escritor. Una es la Historia, que se ha colocado sobre su ropaje severo los broches llamativos de la Anécdota, y la otra es la Poesía: la gracia y la cadencia de las rimas. Tres toreros de ayer: Rafael Gómez “Gallo”, Ricardo Torres “Bombita” y Rafael González “Machaquito”, hacen el paseíllo. Y, acom304 Como quedó apuntado en las páginas introductorias este título llevó José Rodríguez Rodríguez Cánovas al Hogar del Pensionista de Cartagena el día 22 de febrero de 1973. La apreciación con la que el cartagenero abre y cierra su exposición ratifica nuestra opinión y la orientación de nuestro trabajo, y es la unión indisoluble de Historia y Poesía, de Periodismo y Literatura. 268


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pañándoles, rompen también la marcha estos versos de Francisco Villaespesa: “... Y cuando las cuadrillas riman el paso al son del pasodoble vivo y sonoro, alegre como el vino de Andalucía cada traje es un iris de seda y raso que en los besos de llamas de un sol de oro se derrite en cien iris de pedrería”305 Y ya cambiados los capotes de seda por los de percal; ya sonando clarines y timbales, comienzan, como los lances en la lidia, a sucederse los recuerdos. Rafael “el Gallo” toreó por primera vez en Cartagena el 18 de junio de 1899. (Fecha es ésta que se une con otra importante para mí, ya que el día anterior, el 17, fue el de mi nacimiento). Entonces el torero ostentaba su apodo en diminutivo, “Gallito”, y figuraba como espada, en unión de Manuel Molina “Algabeño Chico”, en una cuadrilla de “Niños Sevillanos”. Tenía 17 años. Y el diario local “Las NoCuartilla manuscrita de José Rodríticias”, en su ejemplar del día guez Cánovas de “Tres toreros de siguiente, publicó la reseña de ayer”. la corrida titulándola “Aparición de un astro” y diciendo: “Si levantara la cabeza aquel gran torero que se llamó Fernando Gómez ‘Gallo’ recibiría la mayor de las emociones viendo a su hijo, casi un chiquillo aún, entusiasmando a los buenos aficionados. Pero una noble personalidad, como lidiador, llegó a ser la suya. Con sus desigualdades, sus manías supersticiosas de gitano legítimo, escalando las cimas del éxito o cayendo –como caía en el 305 Pertenece al poema titulado “El paseíllo”. A pesar de que en el original la distribución versal es la reproducida arriba, en cambio, por seguir el esquema métrico de versos heptasílabos y pentasílabos la organización de la composición debería ser la siguiente: “... Y cuando las cuadrillas / riman el paso / al son del pasodoble / vivo y sonoro, / alegre como el vino de / Andalucía / cada traje es un iris de / seda y raso / que en los besos de / llamas de un sol de oro / se derrite en cien iris de / pedrería”. Aunque este aspecto, por el carácter oral utilizado al ser una ponencia, carece de la menor importancia sí la tiene cuando se reproduce como ahora por escrito. 269


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callejón al arrojarse de cabeza– por las vertientes del fracaso, gozó de prestigio y se mantuvo muchos años en primera fila. Había sido todo como él mismo, ya viejo, manifestaba sinceramente: “Lo mío fue siempre colosal, en los triunfos y en los fracasos”. Hablando con un periodista en cierta ocasión, afirmó “el Gallo” que la única preocupación que lo dominaba no consistía en el pelaje de los toros, ni en que fuesen cornalones o mansos, ni en que lo mirasen más o menos de reojo durante la faena. La inquietud que lo llevaba al desastre, se la producía “er tío parnaso”. – “Ese tío que no se sabe quién, pero que se presenta como partidario de uno y muy amigo de uno. Y le quiere a uno más que a su padre. Y como se presenta cuando menos se espera, constantemente le está haciendo a uno la pascua, porque lleva dentro una cosa mala que se le pega a uno: ¡la mala sombra!”. El escritor Pablo Vila San Juan, en su libro “Memorias de Enrique Borrás”, cuenta que una vez coincidieron en el trasatlántico “Manuel Calvo”, con rumbo a Méjico, el torero y el actor. Ambos eran amigos, y charlaban paseando por cubierta, pues “el Gallo” había aplaudido muchas veces a Borrás y éste consideraba que a Rafael no había quien le igualase como torero-artista. Pero una noche estalló fuerte tempestad. El buque daba tumbos como un borracho y las olas barrían la cubierta. “El Gallo” dio señales de un miedo enorme, temblando, y mirando aterrado el aspecto imponente del mar a través de una de las ventanillas. Borrás, entonces, le dijo animándole: – “Pero, Rafael, parece mentira que un hombre de su valor, que se juega la vida mil veces delante de los toros, sienta miedo ante el agua..”. Y “el Gallo”, casi con lágrimas, contestó: – “Arrepare usted, don Enrique de mi alma, que esto no tiene apaño. Ante un toro malage, uno se tira al callejón aunque se haga polvo la calva; pero aquí, ¡cualquiera salta la barrera!”. Un romance de Pedro Monzón Puerto, recogió en este modo la figura del célebre torero: “...Se yergue con la morena luz traslúcida del nardo, más esbelto por la estirpe que por las medidas alto. El pecherín de torero, todo caracol rizado, se le abomba con el pase de pecho, sereno y largo. Y cuando el toro refresca torna una silla en la mano, 270


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se sienta, a la fiera cita y, al acometer, ‘el Gallo’ la pasa, rey en su trono, con la guerra a su costado... ...Rafael: en la memoria taurina, tienes gallardo sitio. Te recordarán genial y con un raso nimbo personal de rumbo, de señorío y boato, de armonía y de desdén, de adorno, dominio y garbo. Y en litografías viejas y deslucidos grabados, tu calva tendrá un prestigio melancólica y lejana, de andaluza luna llena que sueña un traje gitano” ___ De dignidad y pundonor profesional fueron ejemplo “Bombita” y “Machaquito”. Entre los viejos recuerdos que, maravillosamente, conserva mi memoria, está el de aquellos dos grandes lidiadores a quienes vi por primera vez, acompañando a mi padre, en la corrida que organizada por la Asociación de la Prensa Cartagenera, que presidía Miguel Pelayo, se celebró el 9 de mayo de 1909. Su anuncio había producido mucha complacencia, porque se iba a ver torear juntos, es decir, sin un tercer espada, al sevillano y al cordobés. El revistero de “El Liberal” de Madrid, José de la Loma “Don Modesto”, escribió, refiriéndose al primero, esta cuarteta: “Tu alias, ‘Bombita’, me irrita. ¿Por qué a tan gran torerazo le hemos de llamar ‘Bombita’? ¡Mejor sería, ‘Bombazo’!” Y una vez en que otro revistero, Alejandro Pérez Lugín “Don Pío” –también excelente novelista, autor, entre otras obras, de “La Casa de la Troya”– le preguntó al “Gallo” su opinión sobre “Machaquito”, el diestro de las “espantás” le dijo: – “Mire usted, ‘Don Pío’; si usted monta un ferrocarril, para que de cada estación salgan los trenes a su debido tiempo, usted necesitará tener relojes; pero no 271


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los tiene usted. Bueno, pues lleve usted entonces a ‘Machaquito’, porque es un hombre que en todas partes da la hora”. Pues en aquella corrida de la Asociación de la Prensa Cartagenera, apenas las cuadrillas pisaron el ruedo pudo ser advertida la circunstancia especial que también había señalado “Don Modesto”: – “... Desde que empieza la corrida hasta que concluye –escribió– la figura de ‘Bombita’ no puede sustraerse a la atención del público, y se da el caso de que otro matador se halle toreando a un toro difícil, y los ojos no se apartan de aquél... Y siendo bien diferentes las aptitudes de uno y otro lidiador, solo ‘Machaquito’, entre todos, puede competir con ‘Bombita’. ¿Por qué? Porque ‘Machaquito’, con sus estupendas faenas, consigue que el público aparte su atención de ‘Bombita’ para fijarla en lo que él está haciendo; porque ‘Machaquito’, en fin, es el único que consigue, estando ‘Bombita’ en el ruedo, que nos olvidemos de éste”306. Tres notables faenas realizó aquella tarde Ricardo Torres, y Rafael González vio morir a los toros de su lote sin que el puntillero interviniese. Fueron variados y elegantes los quites que los dos realizaron. Pero no está solo en eso el resplandor del recuerdo, sino en lo que sucedió durante la lidia del sexto toro. A petición del público, habían banderilleado al quinto ambos espadas. Y en aquel último de la tarde, los dos cogieron otra vez las banderillas por iniciativa de “Machaquito”. Este clavó un par de frente. Y “Bombita”, cuando se preparaba al toro a cuerpo limpio, fue empitonado por un muslo, volteado y, ya en el suelo, por el animal. Aquí aparecieron, con la valentía, aquella dignidad y aquel pundonor profesionales. Se levantó el diestro, cogió de nuevo las banderillas, y en los mismos terrenos donde fue cogido realizó una preparación idéntica y mucho más emocionante, clavando luego los rehiletes con magistral destreza. “Bombita” se retiró el año 1913, a lo largo del cual se fue despidiendo de los públicos hasta hacerlo del de Madrid el 19 de octubre. Cuando lo hizo en Sevilla, su tierra natal, en la Feria de San Miguel, después de ser paseado en hombros por el redondel se le condujo de igual modo recorriendo las calles hasta su casa. Aplausos y vítores lo escoltaron. Y aquella tarde, en la misma Plaza, el escritor y poeta Santiago Montoto redactó un soneto que al día siguiente se publicó en “El Correo de Andalucía”. La emoción del acontecimiento, la figura del torero y el entusiasmo de la gente, fueron expresados de este modo: 306 Esta opinión la hemos visto tal y como se reproduce en DON MODESTO. “Fuentes, al correr de la pluma”. En: Respetable público: semanario ilustrado de toros, Madrid, Año 4, n. 109, 25 de enero 1911, p. 10. 272


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“Ansiosa multitud la Plaza llena para aplaudir al popular torero. El clarín penetrante y vocinglero, reclamando atención, vibrante suena. Y la gente sus ímpetus refrena al ver, con la muleta y el acero, a ‘Bombita’ brindarle su postrero toro. Fuerte ovación al aire atruena. ¡Adiós, ‘Bombita’, adiós!, clama la gente. Aplauden al torero por valiente, y por artista le prodigan oles. Y esta tarde, por rara maravilla, se ocultan en la Plaza de Sevilla del valor y del arte los dos soles” ___ El nombre de “Machaquito” se relacionó con una de las obras del escultor Mariano Benlliure, que la señaló con el título de “La estocá de la tarde”. El 9 de mayo de 1907, y en corrida extraordinaria, fueron lidiados en la Plaza de Madrid ocho toros de Miura por Antonio Fuentes, “Bombita”, “Machaquito” y “Cocherito de Bilbao”. El toro que salió de los chiqueros en tercer lugar, nombrado “Barbero”, le dio ocasión a “Machaquito” para conseguir un éxito clamoroso. He aquí cómo describió el hecho “Don Modesto”: “...Extraordinariamente bella y magnífica, no superada ni igualada por nadie fue la faena de ‘Machaquito’ al estoquear al tercer toro. Sobre la mano izquierda –¡ah, señores toreros, sobre la mano izquierda!– tomó el cordobés a ‘Barbero’. El pase natural resultó precioso por lo ceñido. Siguió toreando con la misma mano –¿se fijan ustedes?–, citando con la pierna contraria metida entre los pitones, alargando el brazo sin mover los pies y recogiendo al cornúpeta entre los vuelos de la muleta. Solo en los tercios del 1. Y muy en corto, arrancando derecho y adelantando el engaño, como mandan los cánones, metió el estoque hasta las cintas en la misma cruz. El toro se le llevó en el pitón las chorreras de la camisa. Rodó como una pelota, y en la Plaza estalló una ovación imponente, indescriptible, trepidante... El cordobés sonreía y saludaba. Un verdadero asombro de pundonor, de valentía, de vergüenza torera...”. Pero “Don Modesto” dio más valor a su crónica con una invitación dirigida a Benlliure: “...Tú –le decía–, aficionado de pura sangre, que tantas preciosidades taurinas tienes hechas, no te puedes negar... Es necesario, absolutamente necesario, que hagas una 273


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estatua a ‘Machaquito’. El inmenso valor de este cordobés ilustre debe perpetuarse en mármoles y bronces. Otros que no tuvieron en momentos de la vida su asombrosa serenidad y su incontrastable bravura, se ofrecen en estaturas a la admiración de las gentes. ¿Por qué no hemos de levantar una estatua a ‘Machaquito’? La figura del torero tal vez no consiguiera inflamar tu imaginación para que, como siempre en tus empresas, te resultase una obra definitiva. Ahí va, para este caso, una modesta idea: un toro herido de muerte con una estocada monumental, hasta el puño, se tambalea como un beodo. En el pitón derecho lleva prendido un trozo de pechera de la camisa del matador... Nadie vacilaría al pronunciar el nombre del diestro. ¡’Machaquito’! ¿Quién puede haber dado esa estocada, dejándose en los cuernos las chorreras de la camisa? Sólo, ¡’Machaquito’! ¿Qué te parece, artista insigne, esta idea? ¿Te parece bien? Pues manos a la obra...”. Benlliure aceptó en seguida la sugerencia, y magistralmente esculpió en “La estocá de la tarde” la figura del toro moribundo. En 1911 otro poeta, Antonio Rey Soto, dedicó a “Machaquito” un soneto incluido en su libro “Nido de áspides”. Dice así: “Un haz fuerte de músculos, la mirada atrevida. Altivo con los hombres; mimoso y suplicante con las hembras hermosas; y del toro delante, despreciador sereno, como un Cid de la vida. Cuando cruza la Plaza con la capa ceñida a su talle cenceño, varonil y arrogante, dijérase que acude a una cita galante largo tiempo soñada y al cabo conseguida. Mas, después que se arroja temerario y certero para hundir hasta el puño el mortífero acero y el noble toro dobla, y ardiente sangre baña el arenal del circo que al sol amarillea, mientras ruge el aplauso parece que pasea sobre un girón deshecho del pabellón de España” ___ En fin; con la asistencia de dos compañeras habituales en mis tareas de escritor, la Historia y la Poesía, quedan así recordadas las figuras de aquellos tres famosos toreros de ayer. José Rodríguez Cánovas Junio de 1973.

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Viejo cartel de toros. Una rejoneadora valenciana307 Un cartel de gran gala tipográfica, con orla florida, otros ramos alegrando el texto y una graciosa viñeta central de la suerte de varas, anunció para los días 24, 25 y 26 de julio de 1774 tres corridas de toros en la Plaza del Puerto de Santa María; la plaza primitiva, que inaugurada en 1768 denominábase “de la Galeras”. Tales corridas eran la séptima, la octava y la novena de aquel año. En cada una se lidiarían diez toros, y los matadores contratados fueron el sevillano Juan Miguel Rodríguez, Vicente Bueno, del Puerto, y Juan Jorge, natural de Cádiz. El programa advertía que, en las dos primeras tardes –domingo y lunes– la última res que saliera de los toriles llevaría los cuernos embolados, a fin de que, sin mayor riesgo la capoteasen a placer los torerillos locales. Para el último día, es decir, para la corrida del martes 26, aquel final de fiesta era distinto; y he aquí con esto una noticia mucho más interesante, porque decía el cartel: “...y el día martes saldrá Águeda Silvaque, natural de Valencia, a banderillear y rejonear un toro; la que dará gusto al concurso con su destreza, como lo tiene acreditado en la plaza de San Felipe, de Valencia, en Murcia y Cartagena”. Águeda Silvaque. El pensamiento se tiende hacia el pasado estimulando a la fantasía, que rápidamente se traza la estampa de una hermosa y garrida amazona; su gracia femenina estaría dominada en tales instantes por la enardecida condición de las mozas bravías; su donaire levantino, replegándose a lo íntimo, dejaría paso entonces a la audacia. Y bajo este cielo cartagenero; bajo el sol que encendía las arenas de la “Tela” donde se alanceaban toros o rompíanse cañas, Águeda Silvaque, fundiendo en el crisol de sus alardes el valor con el garbo, levantaría clamores y aplausos, entusiasmo y pasiones... El texto del programa, luego, ampliaba el aviso con las dos siguientes décimas impresas a ambos lados de uno de los floridos dibujos: “Vengan a esta gran ciudad a ver cosos memorables, en donde serán durables los gustos en realidad de una mujer con verdad que rejonear promete; también pondrá rehilete con destreza y con primor pues que le sobra el valor 307 No hemos hallado la referencia. 275


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como al hombre más valiente. De esta mujer la experiencia a cualquier duda condena pues la aplaude Cartagena y la celebra Valencia; Murcia alaba la potencia de su habilidad; y vana dice con intención sana ella, y con mucho reposo, que al toro más animoso lo echará una valenciana” Las auras del Puerto de Santa María, que arrastran efluvios de la sal del Atlántico, vienen a fundirse aquí, mediante la evocación, con las brisas mediterráneas y la claridad que ilumina la pretérita estampa.

A finales de mayo florido. La muerte del “Espartero”308 “Ocho caballos llevaba el coche del ‘Espartero’...” La musa popular desplegó los versos de un bello romance en la primavera de 1894, con expresión doliente que llenó los aires en los últimos días de mayo florido. “...Negras gualdrapas llevaban los ocho caballos negros; negros son sus plumeros. De negro los mayorales, y en la fusta un lazo negro...” En vano las rosas, los claveles y los jazmines prodigaban sus aromas. La tristeza, llenando los ánimos, suspendía también el gozo de los sentidos. Había muerto un torero de valor asombroso y apasionante; aquel mocito que en el barrio sevillano de la Alfalfa alimentó las primeras ilusiones, para luego convertirlas en realidad haciéndolas brillar con el mismo fulgor que bajo el sol despedían en los ruedos sus trajes de luces, el que había conseguido que se hiciera 308 J.R.C. “A finales de mayo florido. La muerte del ‘Espartero’”. En: El Noticiero de Cartagena. No hemos podido precisar más datos. 276


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famosa cierta seguidilla: “En una espartería llora un chiquillo...;” el que sin gran soltura con el capote ni con la muleta había llegado a alternar con “Guerrita”, no solo por Plazas provincianas, sino en las corridas de la Feria de Sevilla y en las de los abonos madrileños; Manuel García “Espartero”, a quien el toro “Perdigón” de Miura –colorado, ojo de perdiz– cortó de repente la carrera taurina, al quitarle la vida el día 27 de aquel mes de mayo. Dice un refrán que “los valientes y el buen vino dura poco”. Y el “Espartero” solo contaba veintiocho años. Había nacido el 18 de enero de 1866. El “Gordito” le dio la investidura de matador de toros en la Plaza sevillana de la Maestranza el 13 de septiembre de 1855, y el mes siguiente, en su día 14, Fernando el “Gallo” le confirmó en Madrid la alternativa. A pesar –y en contra– de la competencia que la pasión de los ciegos partidarios se esforzó por establecer entre “Guerrita” y el “Espartero”, ambos estuvieron unidos por una amistad leal. Un notario sevillano, don José María del Rey, que a la vez fue notable escritor taurino y firmaba sus artículos con el seudónimo “Selipe”, recibió, fechado el 16 de marzo de 1894, un escrito de “Maoliyo” en que éste le decía: “Rafael Guerra ‘Guerrita’ es el torero más completo de todos los que he conocido desde que tomé la alternativa y en la actualidad trabajan; inteligente como el que más no le falta valor, y como compañero es siempre un peón decidido en favor de todos los que profesamos el mismo arte”. Eso fue escrito dos meses antes de la tarde trágica. Tarde del 27 de mayo, como antes se ha dicho, en la Plaza de Madrid. Seis toros de la ganadería de don Eduardo Miura, para el “Espartero”; el “Zocato” y Antonio Fuentes. “Perdigón” fue el primero de los toros que pisó el ruedo; duro para la pelea, mató cuatro caballos rápidamente. Manuel García, moreno y garrido, pundonoroso desconocedor del miedo, ¿recordaría aquella desgana, aquel cansancio que el día antes sintiera en la estación de Córdoba y que, al despedirse de Rafael Bejarano, expresó con estas palabras: – “No sé qué tengo. No quisiera ir para arriba, sino a mi casa. Torear como pueda lo que me queda por ahí, y retirarme del toreo”. Tal vez no le quedara sombra alguna de aquel presentimiento, por cuanto caminó hacia la fiera con paso lento y firme. Doce pases aplaudidos por su limpieza hicieron correr entre el público rumores de entusiasmo. Pero enseguida, al dejar un pinchazo, fue cogido y lanzado a gran altura. Violentamente conmocionado, al 277


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levantarse ya no estaba en condiciones de proseguir la lidia. “Pero –dijo un crítico– como a la sangre española la menor contrariedad la arrebata y enciende, volvió como un relámpago a la cabeza del toro”309. Tomó la muleta. La arregló despacio. En su aturdimiento no advirtió que la res no estaba cuadrada, que desparramaba la vista y adelantaba la testuz, y entrando nuevamente a matar, muy en corto y por derecho, dejó una estocada un tanto caída del lado contrario. El bruto derribó al torero de espaldas, le acometió con violencia, clavó y sacó el cuerno, se ensañó... El “Espartero” intentó levantarse con un supremo esfuerzo, y cayó sin vida entre los brazos de sus banderilleros mientras cerca se desplomaba “Perdigón”. Se ha dicho, como dato curioso, que en la casa que habitaba don Eduardo Miura, en la plaza sevillana de la Encarnación, por piadosa costumbre se encendían velas ante una imagen de la Virgen de la Esperanza cuando en cualquier ruedo se lidiaban toros de la ganadería. Y que en aquel 27 de mayo de 1894, por un descuido involuntario, las velas no fueron encendidas. Cuando se reparó el olvido, acababan de dar las cinco en los relojes. Y ya era tarde310. En los jardines y plazuelas de España, sonaron en los labios infantiles, entre el juego y las risas, los versos del romance convertidos en copla: “Ocho caballos llevaba el coche del ‘Espartero’...” Y el aliento romántico de los crepúsculos arrancaba de las canciones una vaga vibración de melancolía.

309 La hemos localizado como TODO Y HERRERO, Mariano del. “Un día negro”. En: La Lidia: revista semanal ilustrada, Madrid, Año 13, n. 11, 3 de junio de 1894, p. [5]. 310 Curiosamente, María Celia Forneas Fernández en su libro La crónica taurina actual (Madrid: Biblioteca Nueva, 1998, p. 58) informa de que don Eduardo Miura le contestó personalmente en una carta: “el día de la muerte del ‘Espartero’ no le puedo asegurar que dicho hecho se produjera como él [Juan Soto Viñolo] lo relata, ya que el suceso tuvo lugar hace un siglo, pero conociendo nuestra costumbre no creo que se desarrollara de esa manera”. 278






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