Contexto Ed. 56

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PERIODISMO UNIVERSITARIO

ISSN 1909-650X

El periódico de los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social-Periodismo

Medellín, noviembre de 2016

No. 56 Distribución gratuita

PARA VOLVER A VERNOS

Los resultados del plebiscito del 2 de octubre han logrado interpelar a numerosos sectores sociales para la búsqueda de consensos, en torno a los asuntos asociados a las condiciones de la “paz estable y duradera” que, según los resultados de las elecciones, para la mayoría no está representada plenamente en los acuerdos logrados por el Gobierno con las FARC. Movilizaciones ciudadanas, el trabajo de las universidades, la organización de la sociedad civil en torno a ejercicios de memoria histórica e, incluso, el trabajo de artistas, diseñadores y escritores señala rutas para la construcción de alternativas para la salida negociada al conflicto, que se construyan con la mirada puesta sobre el otro.

Foto: Enrique Mena

En esta edición de Contexto hay historias y voces que, desde la academia, la sociedad civil organizada, las artes y la cultura muestran las alternativas que avanzan después de las votaciones. Pero no dejamos a un lado otros temas. Recorrimos el paisaje del parque de Berrío, luego de la intervención por parte de la Alcaldía de Medellín, a lo que se había convertido en un foco de delincuencia, miramos el asunto de los habitantes de calle en Medellín, con el testimonio de alguien que salió de ese mundo y cuenta cómo es el proceso de resocialización actual.

Lea en Contexto

8-9

Especiales

El posconflicto en las universidades de Medellín Especial de la Red Colombiana de Periodismo Universitario

6-7

Este tiempo

La nueva rutina de un hombre que dejó las calles Un problema actual más allá de las cifras

10-11 Rostros

Memoria hecha vestuario Inmarcesible


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OPINIÓN

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CONTEXTO No. 56

Noviembre de 2016

DEL DEBATE POR LA PAZ, LA LECCIÓN PARA LOS JÓVENES ES PERSEVERAR Duván Felipe Orozco Zuluaga* / duvan.orozco@upb.edu.co

Pero los hechos posteriores al triunfo del no, por cerca de 55 mil votos de diferencia, sacaron a flote coincidencias, puntos de acuerdo que eran importantes, como nunca antes lo habían sido en todas las discusiones por la paz.

ESTAMOS ABRIENDO LA RED.

Es precisamente en esos espacios que, muchos jóvenes hemos visto en esa indiferencia, un reto. Muchos por su cuenta, otros vinculados a organizaciones estudiantiles, nos hemos puesto en contacto para compartir nuestros sentires y el deseo de movilizarnos para pedir decisiones que nos beneficien y tengan en cuenta a todos. El sí y el no ya eran cosa del pasado. Se trataba de exigir a nuestros líderes que actuaran acorde con el papel que tienen en nuestra sociedad, el de conductores guiados por el bien común. Y pudimos hacerlo, superando la indiferencia, que desde el principio nos preocupó. La clave para ello ha sido sumar voluntades, y las organizaciones de la sociedad civil, con los estudiantes universitarios como parte importante, han sido un elemento fundamental, como todo el país lo ha visto. En la Universidad Pontificia Bolivariana tenemos el ejemplo de Líderes UPB, que ha sido un espacio para potenciar liderazgos que, entre muchas cosas, promuevan el interés por temas como la paz y la no violencia y desde los cuales en esta coyuntura nacional ha sido posible unir esfuerzos con diferentes iniciativas de cambio, para movilizarnos por la paz, un bien de todos. Las marchas y plantones después del plebiscito del 2 de octubre no vienen de la nada. Por ejemplo, la Mesa Unidos por la Paz y la No violencia —que se reúne cada 15 días en la UPB— busca fomentar la cultura de la no violencia y crear entornos para aprender a aceptar las diferencias y abrir espacios de encuentro con el otro. Ese es uno de los motivos de satisfacción tras todos esos gestos públicos, que el país entero ha notado. Otro es que, incluso, muchos de los que no votaron en el plebiscito, sienten la importancia de su interés en el asunto de los acuerdos, luego de haber marchado. Queda la sensación de que se puede hacer algo, de que nos hemos encontrado en una sola voz que se ha ganado un espacio, sobre todo, por lo que han registrado los medios. Pero hay retos pendientes. La participación de los jóvenes fue apática frente a las votaciones, porque muchos se confiaron del favorecimiento rotundo al sí, que se percibía en los diferentes medios de comunicación, situación que, evidentemente, no correspondió a la de la realidad; unos no pudieron moverse; y otros, encontraron numerosos motivos, muchos muy discutibles, para no hacerlo. Ante tantos factores, es difícil terminar de explicar la situación, pero no por eso debemos dejar pendiente la tarea.

Es importante que lo que se expresó con las marchas y plantones se mantenga y que, como jóvenes, aprendamos a perseverar, a darle el rumbo correcto al bus en que vamos todos, en vez de solo subirnos, cuando nos damos cuenta de que parece ser el de la victoria. “Dale una máscara y te dirá la verdad”: dijo Óscar Wilde. Ante el desfase de las verdades y voluntades que se perciben en las redes sociales, respecto de aquellas que hay en la realidad, tenemos el reto de desenmascararnos, pensar nuestras posturas, asumir nuestras convicciones y diferencias para reconocerlas, para que los demás las vean y podamos encontrarnos en ellas. Por eso, es importante que lo que se expresó con las marchas y plantones se mantenga y que, como jóvenes, aprendamos a perseverar, a darle el rumbo correcto al bus en que vamos todos, en vez de solo subirnos, cuando nos damos cuenta de que parece ser el de la victoria.

*Estudiante de Trabajo Social, activista, miembro de Líderes UPB y participante en la mesa Unidos por la Paz y la No violencia.

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Estamos en contacto, estamos en contexto

Diseño: Mateo Sepúlveda

El conjunto de sensaciones de la tarde del 2 de octubre pasado es todavía difícil de digerir. Las numerosas y distintas reacciones a los resultados de las votaciones fueron apenas uno de los elementos que conformaron el ambiente de aquella tarde, entre toda la información alrededor del debate electoral sobre los acuerdos de paz con las FARC. En la mañana de las votaciones, mientras caminaba hacia mi puesto de votación en mi pueblo, Marinilla, pude reencontrarme con viejos conocidos, amigos, unos votarían no y otros refrendarían con su voto los acuerdos de La Habana; todos tenían en común un espíritu decidido, verticalmente decidido; ciego a posiciones diferentes, sordo a cualquier pregunta, desentendido de algo más que su voto, iban a lo que iban. Pero los hechos posteriores al triunfo del no, por cerca de 55 mil votos de diferencia, sacaron a flote coincidencias, puntos de acuerdo que eran importantes, como nunca antes lo habían sido en todas las discusiones por la paz. Eran un salvavidas del cual echar mano y poder hacer algo, exigir a las partes que dialogaran a partir de sus diferencias. Como espacios de conocimiento, de reflexión, de debate, la vida en las universidades nos permite reconocer la indiferencia que caracteriza el conocimiento de muchos jóvenes sobre asuntos de la vida nacional, como las discusiones en torno a los acuerdos con las FARC.


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EDITORIAL

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NO HAY HECHOS AISLADOS. ¡ES CON USTEDES, MUCHACHOS! periodico.contexto@upb.edu.co

“Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvárselos”. Jaime Garzón Forero. Cali, 1997. A los jóvenes les preocupa su propia apatía. El protagonismo que los universitarios han tenido en las recientes movilizaciones, por los acuerdos de paz en Colombia, es una evidencia de ello. El hecho también es una prueba de que, al mismo tiempo, es en este grupo de la población, donde más resuenan las discusiones sobre el futuro. Si en este aspecto, el liderazgo lo lleva un grupo poblacional que se reconoce apático, el panorama restante debe ocuparnos seriamente.

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Pero hay que volver a los jóvenes, porque ellos están en el eje de diversos hechos de nuestra actualidad próxima. Son ellos los que más se han hecho sentir, para que, luego de los resultados del plebiscito del 2 de octubre, la suerte del país y sus avances hacia la salida negociada al conflicto con uno de sus principales actores, no quede en manos de líderes en quienes no confían y por quienes muchos de ellos no votaron ni votarían. El resto seguimos la tendencia de limitarnos al voto y dejarlo todo en las mis-

mas manos que hemos elegido para que “hagan algo”, en una actitud clientelista y de democracia transaccional, que ha sido lastre de la historia política colombiana. Hay que volver a los más jóvenes, porque siguen siendo ellos los que están en el foco de los principales retos que, como sociedad tenemos. Cifras de la Alcaldía de Medellín señalan que entre 2012 y 2015, cerca de la mitad de personas asesinadas en la ciudad tenían entre 14 y 28 años; los datos también indican que este grupo de personas dobla la media nacional de desempleo y que la mayoría de ellas, trabaja con mala remuneración; que el 87 % de los delitos sexuales denunciados, las víctimas fueron personas entre 0 y 27 años. Pruebas de las pocas preguntas que, como sociedad nos estamos haciendo sobre nuestro futuro. Pero sin “pobretear”, porque cualquier menosprecio a la condición de los jóvenes desestima sus aportes. De hecho, las mismas cifras de la Alcaldía de Medellín, publicadas en 2014, señalan que de los casi 567 mil de ellos que viven en la ciudad (la cuarta parte de la población), el 90 % no presenta conductas agresivas severas, el 95 % no son adictos a las drogas, el 96 % de las mujeres jóvenes no queda en embarazo. Esos jóvenes son los que hacen posible que, en la gran mayoría de territorios más afectados por la criminalidad, también existan clubes y organizaciones juveniles (429 en total), que proponen alternativas de vida diferentes a la criminalidad, especialmente, en torno a las artes, la recreación y el trabajo comunitario. Por otra parte, todos comentamos lo despiertas que son las personas jóvenes de hoy, la gran cantidad de información que manejan y cómo les fluye la capacidad de transmitirla. Hasta un mes antes del plebiscito, se debatió la posibilidad que los menores de 18 años pudieran emitir un voto simbólico durante las votaciones. Congresistas de los partidos tradicionales y las nuevas fuerzas de oposición descalificaron la iniciativa —como lo hicieron con todo lo que estuviera asociado a la votación, para refrendar o no los acuerdos de La Habana— por considerarla inútil. Ante esta prueba de la distancia que separa a la juventud de quienes toman las decisiones en nuestro país, especialmente hoy, caben las preguntas por lo que

Es válido, es necesario, es justo y urgente, que los jóvenes tomen la palabra y, con ella, las riendas del futuro que nos está costando dejarles. habría podido pasar si se hubiera llevado a cabo aquella votación simbólica, cuando hay antecedentes de que han existido otras, que han marcado hitos en la historia de nuestro país, como el Mandato Ciudadano por la Paz de 1997 y, por supuesto, la Séptima Papeleta en 1990. Los jóvenes están, no solo tras las movilizaciones recientes por los acuerdos de paz en Colombia, además, desde diversas posturas frente a los mismos; también están tras los triunfos deportivos que, cada vez con más frecuencia, nos alegran como país. Al mismo tiempo están en el grueso de las tropas de todos los bandos, que esperan el silencio de los fusiles, conforman la mayoría de quienes ven como una utopía un trabajo digno y estable, siguen siendo carne de cañón de viejos señores del crimen y las armas en nuestra ciudad, y son los que más caen como víctimas de la espiral violenta creada por las conductas irresponsables de todos. Valga mencionar la reciente y dolorosa muerte de Luis Alberto Cartagena, joven investigador universitario, durante el robo de su motocicleta, fenómeno que las autoridades asocian al mercado ilegal de autopartes robadas, estimulado por la alta demanda de las mismas. Las virtudes de los jóvenes están limitadas por su experiencia. A los demás, pareciera que es mayor la falta de memoria que borra las virtudes alimentadas por nuestra experiencia. Mientras logramos que la memoria les devuelva a los mayores su responsabilidad con el futuro, es válido, es necesario, es justo y urgente, que los jóvenes tomen la palabra y, con ella, las riendas del futuro que nos está costando dejarles.

Miembro de la Red Colombiana de Periodismo Universitario • Rector: Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda / Decano Escuela de Ciencias Sociales: Ramón Arturo Maya Gualdrón / Directora Facultad de Comunicación Social-Periodismo: María Victoria Pabón Montealegre / Coordinador del Área de Periodismo: Juan Manuel Muñoz Muñoz / Dirección: Joaquín A. Gómez Meneses / Fotógrafas: Margarita María Restrepo • Sara Gabriela Vega Escobar • Laura Restrepo Posada / Redactores en esta edición: Miguel Osorio Montoya • María Camila Tamayo Tamayo • Esteban Arango Escobar • Natalia Tamayo Gaviria • Paulina Tejada Tirado • Yorley Ruiz • Carolina Benjumea Rúa • Cristian Camilo Cifuentes Salazar • Ana Isabel Loaiza • Sebastián Bedoya • Ana Isabel Gómez Molina / Foto portada: Enrique Mena / Diseño: Estefanía Mesa B. • Carlos Mario Pareja P. / Diagramación y corrección de textos: Editorial UPB / Impresión: La Patria // Universidad Pontificia Bolivariana • Facultad de Comunicación Social - Periodismo / Dirección: Circular 1ª Nº 70 - 01 Bloque 7 Oficina 401 / Teléfono: 354 4558 / Twiter: @ pcontexto / Correo electrónico: periodico.contexto@upb.edu.co / ISSN 1909-650X.


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OPINIÓN

Los ladrones la tienen fácil Paulina Tejada Tirado / paulina.tejada@upb.edu.co

No andemos con eufemismos, disculpas y adornos: ser fraudulento es ser ladrón. Diariamente nos quejamos de los robos, las mentiras y la corrupción en nuestro país, buscando con indignación al dichoso farsante que se burló de la supuesta honradez colombiana. Sin embargo, cuando descubrimos a un tramposo en la escuela, a nadie le incumbe, si es que, “es él el que se ‘embala’, porque se está engañando a sí mismo”. Admito que nos falta un poquito de lógica. Si se engaña a

62.5 % de indiferencia Juliana Gil Gutiérrez / juliana.gil@upb.edu.co

¡Qué tristeza que terminó ganando la apatía! ¡Qué vergüenza!: El mundo tenía toda su atención en Colombia por el plebiscito y se dio cuenta de que en el país no existe una cultura de la participación ciudadana. Más allá de un “Sí” o un “No”, los resultados

Error de fábrica Yorley Ruiz / yorley.ruiz.upb.edu.co

Diseño: Mateo Sepúlveda

El ser humano se da la espalda a sí mismo cuando no se piensa, cuando no se pinta, cuando no se busca entre palabras, cuando no se recuerda, cuando no se reconoce en sociedad. Ahí ha muerto. La Internet, los desarrollos tecnológicos, el frenesí de las industrias, la manera en que concebimos el tiempo como producto y la gran competencia

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sí mismo, puede engañar a los demás. Resultado: los “embalados” somos todos. Hablar del fraude académico no es nada nuevo. Los pasteles, el lenguaje de señas, la clásica copia y demás tácticas audaces han estado siempre al servicio de los perezosos y oportunistas. Sin embargo, es innegable que la tecnología, como en casi todo, ha cambiado las reglas del juego —sucio—. El Internet le abrió las puertas a un universo desmesurado en su crecimiento, repleto de tesoros para los amantes de la mediocridad, que salen victoriosos, luego de una búsqueda de cinco minutos en Wikipedia y una redacción única entre tres teclas: Ctrl, C y V. El famoso copy-paste, que se ha vuelto una muletilla de tanto repetirse, poco se corrige. De igual manera, se ignora la —muy grave— apropiación del trabajo o conocimiento de otras personas. Recuerdo haber denunciado varios casos de fraudes en los primeros semestres de la Universidad, denuncias en las que la honestidad fue felicitada por profesores y directivos, los cuales, eludiendo su responsabilidad, no emprendieron acción alguna por sancionar la falta de esta en los estudiantes fraudulentos. ¿Es que acaso la decencia es excepcional y la falacia es la norma?

La poca trascendencia y la amplia tolerancia que se le da a estas situaciones en la educación superior evidencia, que la culpa de la cultura del engaño y el facilismo es compartida. Y no es por falta de herramientas. Las universidades cuentan con programas como Turnitin, que analizan el margen de fraude en los trabajos académicos, pero son pocos los profesores que utilizan este software. Así mismo, la legislación colombiana cobija el plagio como un delito en la ley 1032 de 2006, con una sanción penal de máximo ocho años, la cual poco se aplica por puro y necio desconocimiento. Esta apatía se traduce a noticias de obras públicas eternamente en construcción, editores de grandes periódicos copiando artículos sin vergüenza, edificios que se caen por indelicadezas en los cálculos, funcionarios envueltos en escándalos por el desvío de recursos tan fundamentales como los de la salud, por mencionar algunas. La atención al fraude llega, cuando ya es tarde para considerarlo como algo que trasciende la simple violación a un código estudiantil, con sus profundas raíces en el sistema pedagógico y cultural. Prevengámoslo. Sancionémoslo. Tal vez así les quede más difícil a los ladrones “embalarnos” tanto.

del plebiscito, que buscaban aprobar o reprobar los acuerdos entre el Gobierno y la guerrilla de las FARC, muestran a un pueblo inconsciente, que no ha querido ejercer el derecho ciudadano de manifestarse a través del voto. Y este, más que un derecho, era un deber. Me duele mi país. Me desconsuela ver que una decisión tan trascendental, tenga que tomarse con la participación de solo el 37,41 % de los colombianos habilitados para votar. ¿Dónde quedaron los otros 21 841 569 colombianos? El pueblo mismo es ahora el culpable de que la determinación final sea ilegítima, porque fueron más los desentendidos y menos los que aportaron un poquito de sí mismos, para manifestar el camino que cada uno consideraba correcto para llegar a la Paz. No se puede hablar de un país dividido por el 1 % de diferencia, si no sabemos qué piensan el 62.59 % de ciudadanos impasibles, que no acudieron a las urnas. Tampoco de que unos son amigos del presidente

Juan Manuel Santos y otros, de Álvaro Uribe, su más fuerte detractor, porque ellos son simples figuras mortales y el país es un concepto que, si se edifica sentido patrio, no se acaba. Menos se puede decir que unos quieren la Paz y otros, la guerra, cuando el discurso que ambas partes mostraban en la esfera pública era a favor de la Paz, cada una desde un camino diferente. Hablemos de construir país, convencer a los que no creen y movilizarse por el futuro. ¿Y ahora qué? El acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una Paz estable y duradera fue rechazado... Sí, un momento histórico para el país, pero ahora hay que moverse para replantear las implicaciones de la Paz y educar a los ciudadanos en el voto. En el futuro debe votarse por el Sí o por el No, por un candidato, el otro o en blanco, pero hay que votar y esa, querido lector, es la gran enseñanza de un 2 de octubre de no olvidar y un posconflicto que se aplazó.

mercantil han hecho que nuestras formas de comunicarnos y hasta de relacionarnos hayan cambiado. Pero la cuna de grandes pensadores y creadores como lo son las universidades, en países como Japón y España, entre mediados del año pasado y este, han preferido prescindir de la enseñanza de las humanidades, reformarlas o no disponer el recurso necesario para la investigación y el desarrollo de las mismas, apuntando más hacia las ciencias exactas y naturales, como medios más efectivos de producción y de desarrollo a corto plazo. No hay que ir tan lejos. Lo mismo sucede en un país como el nuestro: tan diverso en sus costumbres, en su raza, en su música, que además se encuentra en una etapa de búsqueda por superar el conflicto que lo ha golpeado por más de medio siglo. Colciencias desde la pasada convocatoria 727, a finales de 2015, ha demostrado que su mayor interés está puesto en la investigación científica, otorgándoles becas para doctorados a 40 programas de los postulados, donde ninguno de ellos pertenecía a las humanidades. A

pesar de los pronunciamientos de las universidades, Colciencias le apunta más a la investigación científica, como lo expresó su directora Yhanet Giha, a comienzos de este año, en una entrevista para eltiempo.com: “Colombia quiere ponerse en el mapa biocentífico y bioempresarial mundial”. En tiempos en los que se habla de la visión futurista del transhumanismo que, a partir de la incorporación de tecnología al cuerpo, busca lograr humanos hiperinteligentes, casi que perfectos y según esto, más felices; en tiempos en los que las guerras por religión, por identidad y por territorio están sumando más víctimas; en tiempos en los que la problemática de la desigualdad social, el hambre, la drogadicción y el tráfico de personas, es cada vez más asfixiante. ¿¡Se prescinde de las humanidades?! ¡Urge un error de fábrica! Que pare esta producción por números y se piense a sí misma en un contexto que la supere. ¿Quién está detrás de un robo, un asesinato, una agresión, un carro que va a alta velocidad? ¡Un ser humano! Pero, ¿pensar lo humano? ¡Eso sería perder tiempo!

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ESTE TIEMPO

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La intervención del parque Berrío

RASTROS DE UN PEQUEÑO PASO PARA LA RECUPERACIÓN DEL CENTRO Miguel Osorio Montoya / miguel.osoriom@upb.edu.co

A las doce del día, los rayos del sol golpean la estatua de Pedro Justo Berrío, en especial, la placa reluciente para el “magistrado incorruptible y modesto ciudadano”. Junto a ella, una mujer menudita, cabecea con sopor, mientras sostiene una sombrilla rosada. Unos muchachos ociosos juegan con una moneda y hacen apuestas. Hoy, el parque Berrío luce tranquilo y despejado. Repentinamente, unos gritos rompen la calma aparente, que hasta el momento imperaba en el lugar. El parque Berrío, como todo el centro, se convirtió en uno de los puntos de atención de la actual Administración. La idea del alcalde Federico Gutiérrez es poder recuperar esta zona de la ciudad que, por diferentes razones, se convirtió desde hace varias décadas, en un foco de inseguridad. Por eso, el 28 de enero comenzó la primera fase del proceso de recuperación del parque. Las cifras de la Policía Metropolitana indican que, durante los 30 días que duró este trabajo, lograron desmontarse 72 ventas de licores. Además, fueron capturadas 162 personas que incurrían en actos ilícitos en este sector, tales como la venta de estupefacientes y explotación sexual infantil. Hoy, ocho meses después de que comenzara esa primera fase, el parque luce más tranquilo y despejado. Pueden verse grupos de tres y cuatro uniformados, dando ronda debajo de la precaria sombra que brindan las palmeras. Antes de que aquellos gritos disiparan el letargo del parque, Jesús Aníbal Galindo arrastraba por la acera un carrito en el que, desde hace casi 10 años, vende jugo de mandarina y guanábana. — ¿Ha mejorado la situación desde que comenzó la recuperación? — Le pregunté a Jesús. —Sí, esas ventas de licor ponían música a todo volumen acá. Un parque no debe ser para eso, para beber y escuchar música están las cantinas. Esa gente vendía marihuana y perico. Yo llegué a ver, en esos baños públicos que están ahí, cómo la gente se inyectaba (heroína).

Un problema de espacio público

Jesús Aníbal, como muchos otros vendedores del sector, no tiene permiso de la Subsecretaria de Espacio Público. “A mí me hacen mover de acá a cada rato, me dicen que me tengo que estar moviendo. Yo no puedo hacer mucha fuerza, hace 10 años me echaron de la empresa donde trabajaba, porque tengo la columna mala, tengo una vértebra sostenida por tres ganchos”. En ese momento de la historia hace una pausa, con una voz potente grita que, a la orden tiene el jugo de guanábana. “Como me echaron, me tocó salir a la calle, vendiendo el jugo me gano la comida. Hace un año intenté pedir permiso en Espacio Público, pero me dijeron que los permisos los tenían congelados”. Contexto intentó comunicarse en reiteradas ocasiones

con la Subsecretaría de Espacio Público, pero nunca obtuvo respuesta. Según cifras de la Gerencia del Centro, en este sector de la cuidad hay 2 902 venteros ambulantes regulados. Según Jorge Puerta, director de la Corporación Cívica Corpocentro, el número de venteros ambulantes sin permiso puede ascender a 6 000. “Nosotros consideramos que el problema más grave que tiene el centro es el del espacio público, pues ese es el generador de todas las demás problemáticas”, indica el director de Corpocentro, quien cree que cuando hay una cantidad de gente vendiendo en carpas, “lo que pasa debajo de ellas no se ve en las cámaras de seguridad”. Y añade: “Cuando las aceras están llenas de ventas ambulantes, el peatón tiene que meterse a la calle. Entonces, el que va en un carro y el que va en una moto tiene que bajar la velocidad”, añade Puerta. Pilar Velilla, gerente del centro, dice que uno de los objetivos primordiales de esta Alcaldía es el centro de la ciudad. Según dice, no se trata de una recuperación, sino más bien, de una resignificación del mismo. Velilla cree que el espacio público no es el responsable directo de la seguridad, aunque es consciente de que ese caos sí conviene a los pillos. Para ella, “el desorden del espacio público, también es culpa de que nosotros tengamos una de las ciudades con mayor desigualdad del país. Entonces, hay desempleo, pobreza, vulnerabilidad”. La gerente del centro explica, que es ahí donde se tiene que hacer un esfuerzo grande para resignificarlo, organizarlo. Dignificar no solo a los venteros ambulantes, sino a los ciudadanos que trabajan en él, pues según las cifras de su despacho, 300 000 personas laboran en este sector. Jorge Puerta cree que una manera de solucionar el problema del espacio público es dando oportunidades a los venteros, que no tienen permiso. Según él, hay que darles oportunidades de educación o herramientas para que se hagan emprendedores y puedan montar su propio negocio. Mientras Jesús Aníbal mueve con esfuerzo su carrito, dos lustradores de zapatos discuten en pleno parque. Manotean y se lanzan improperios. Dos señores, sentados en una banca, miran la discusión y sonríen con malicia. Cuando no están peleando, los lustradores están tratando de llamar la atención de los clientes: “don, con todo respeto, ¿con qué está limpiando los zapatos que los tiene así?”; dice uno de ellos casi gritando, otro fenómeno que,

En torno a la estatua de Pedro Justo Berrío es donde más se aprecian los cambios del parque. Foto: Miguel Osorio Montoya.

según Puerta, se genera por el problema de espacio público: “Muchas ventas ambulantes tienen pregonero. Es el que más duro grite, el que ponga el parlante. Ahí tenemos el problema de contaminación auditiva”.

Un parque con historia

El parque de Berrío, hito fundacional de Medellín, originalmente fue una plaza. Dos fotos de Melitón Rodríguez muestran el cambio al que fue sometido. En 1882 era una plaza llana de piso de cemento. En 1898 era ya un parque moderno, con bancas y árboles que daban sombra a los ciudadanos. En esa segunda foto, ya se ve instalada la estatua de Pedro Justo Berrío, y se distingue el sitio donde la mujercita de la sombrilla rosada cabecea a la hora del almuerzo, un día del mes de octubre del 2016. La historiadora y profesora de la UPB, Alejandra Isaza, considera que la importancia del parque llegó en la segunda mitad del siglo XIX: “Allá se concentran muchas actividades, porque está la Catedral, la segunda más importante de la ciudad. Durante el siglo XIX y gran parte del XX, todo lo importante de la sociedad medellinense pasa allí”. Incluso, recuerda Isaza, fue en el parque en donde se lanzó el primer globo aerostático en Medellín. Hoy no es ya un sitio de encuentro, sino más bien un sitio de paso. Las familias no van a departir tiempo allí, como sucedía otrora. La estatua ya no la rodean los grupos de amigos. Ese lugar lo ocupan ahora los venteros ambulantes como Amparo Montoya, quien muestra con orgullo un certificado de la Subsecretaría de Espacio Público, que da fe de su capacitación en la “manipulación higiénico sanitaria de alimentos”. O los lustrabotas como Fredy Ocampo, un moreno corpulento que vocifera en

pleno parque, se llama “Fredy Ocampo y viene del campo”. Para Isaza, “desde la década del 50 empieza la modernización a la brava de Medellín, eso incluye la llegada de un montón de gente que viene a la ciudad huyendo de la violencia rural. Nacen nuevos barrios y esa gente se va al parque a ver qué hay, a ver si ahí se consigue trabajo”. Deja de ser un sector residencial para convertirse en uno comercial. Después, a partir de la década del 70, la zona del parque Berrío presenta serios problemas sociales. El sector entero se pauperiza y la criminalidad aumenta. Es por esto que Velilla y Puerta consideran que los problemas del Centro son ya históricos. Antes de que los gritos rompieran la quietud en el parque, una señora pasa vendiendo almuerzos en un carrito de mercado. Sirve el arroz con afán, pone las papas sobre el plato con un gesto de leve desespero. Se mueve con rapidez y le sirve a Fredy Ocampo, quien se sienta en un banquito que parece apenas soportar su peso. Mientras Ocampo come con voraz apetito, se escuchan los gritos ahogados provenientes en los bajos de la estación del metro. Los gritos que rompen el letargo atraen personas y miradas hacia la estación. Los más curiosos corren con más cuidado que un policía auxiliar, joven e imberbe, que en su carrera tropieza con una mujer de unos 60 años. Él la socorre, sonrojado por las risas estridentes de Ocampo y los demás lustrabotas. Ya fuera del parque, otro uniformado agarra al supuesto ladrón señalado por los gritos. Entonces, en ese momento, recuerdo las palabras de Jorge Puerta, director de Corpocentro: “Se recuperó un espacio, pero realmente las dinámicas cambiaron en los alrededores. Quienes estaban atracando en el parque Berrío se fueron para el parque San Antonio”.


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Un problema actual más allá de las cifras

LA NUEVA RUTINA DE UN HOMBRE QUE DEJÓ LAS CALLES María Camila Tamayo Tamayo / maria.tamayot@upb.edu.co

En una granja de resocialización, a los 33 años, tuvo que aprender nuevamente a vivir; a llevar una rutina, seguir normas y pensar en una vida futura. Cosas que nunca le importaron, cuando era habitante de las calles de Medellín. Fotografías de Laura Restrepo Posada, con un trabajo que muestra los rincones de la ciudad, que sirven de hogar a personas que viven la misma experiencia del protagonista de esta historia. Desde los 13 años, Luis Fernando Layos salió a la calle a rebuscarse la vida, porque en su casa la atención que le brindaban sus padres era mínima. “Yo me levanté prácticamente solo, vivía y no vivía con ellos; entraba a la casa a comer y así, pero de puertas pa’ fuera, yo hacía mi mundo a mi manera”. A los 17 años ya era el jíbaro de su zona. Y a los 18, cometió el primero de muchos asesinatos. Sin embargo, no fue a la cárcel, porque sus amigos del combo amenazaron a la madre del muerto, para que no denunciara. En ese momento, Luis Fernando ya era parte de la banda los Triana, motivo por el cual cayó preso en Bellavista. Aunque la condena fue de 4 años, solo pagó tres meses en prisión, gracias a que su abogado consiguió un certificado falso, que lo señalaba como drogadicto, así obtuvo libertad domiciliaria, por poco más de 3 años. Llegó a ser la mano derecha de uno de los “duros” de la banda, Mario Triana, pero después de varios años, logró salir de ese difícil mundo, sin saber que lo esperaba otro que no tenía absolutamente nada de fácil. Si bien el consumo desmedido de drogas y licor desestabilizó a Luis Fernando, la infidelidad de su mujer —con la que llevaba 12 años, tenía una hija y esperaba otra— fue lo que lo llevó a vivir en las calles del centro de Medellín. Allí, trabajó al principio lavando carros y con eso sobrevivía precariamente, pero el vicio lo llevó a dejar a un lado todo. “Unas veces pagaba pieza y me podía bañar. Otras, dormía donde me cogiera la noche y andaba hasta tres días por ahí, consumiendo vicio”, cuenta. Un año después de haber nacido Shaira —su hija menor— decidió abandonar la calle y empezar un proceso de rehabilitación del que le había hablado un tío, que trabajaba manejando un camión de basura de Emvarias y era uno de los pocos familiares con los que tenía contacto. Luis Fernando estuvo dos meses en el programa Red para el alma y la vida, que ofrece el Centro Día de la Alcaldía de Medellín. Durante 60 días permaneció en las instalaciones del lugar, con acompañamiento de profesionales que se concentraron en su vida personal y en establecer nuevamente un contacto con su familia, quien le brindó respaldo al proceso que estaba por iniciar. En este tiempo, se hizo una “reducción del daño”, a través de actividades de conocimiento propio y de recreación y educación. Después de esta prueba, Luis Fernando se ganó un puesto en las Granjas productivas para la resocialización y rehabilitación de las personas habitantes de calle. A la Granja, Somos Gente, llegó en noviembre de 2015. El cambio fue evidente. Centro Día tenía una planta muy pequeña para muchas personas y estaba rodeada de vicios y ambientes pesados, mientras que la Granja era una finca grande y tranquila, ubicada en el corregimiento de San Cristóbal y adaptada para máximo 50 personas. “Allá no se siente el encierro. Uno sale por ahí pa’ la manga, se pone a ver televisión o a jugar con los compañeros y así el tiempo se va volando, mientras se le saca provecho”, relata Luis. De acuerdo con el objetivo de resocializar a los exhabitantes de calle, en la Granja hay una rutina

Sin decir su nombre, contó que cada noche un lugar distinto se convierte en su hogar y techo protector, siempre acompañado de su morral y colchoneta. Foto: Laura Restrepo Posada.

y unas reglas establecidas, para que estas personas puedan adaptarse nuevamente a la vida social y cuando terminen su ciclo allí, que normalmente dura seis meses, puedan salir al mundo y enfrentarse a todo lo que este exige. Luis Fernando llevaba solo 8 meses como habitante total de calle y esta cuestión de tiempo fue, tal vez, lo que le permitió adaptarse con mayor brevedad al diario vivir en la Granja. Sin embargo, no fue le tan fácil adaptarse a su nueva rutina. Los lunes, martes y miércoles eran los días con hábitos más estrictos. Se levantaban todos a las seis en punto de la mañana y tenían una hora para bañarse y estar listos, para empezar con el aseo de la casa y la finca. Los aseos se reparten por etapas cada 15 días —hay cuatro etapas que son las que indican el tiempo y el avance que llevan las personas que están en el programa—. De 7:00 a. m a 8:00 a. m. todos deben limpiar, con sus respectivos grupos: la casa, los alrededores de la finca y la huerta. Una vez terminada esta labor, se presentan a las 8:00 a. m. en el comedor y empiezan a recibir de manera ordenada el desayuno, el cual preparan varios cocineros contratados por la Alcaldía, con ayuda de dos personas diferentes cada día, que se escogen de entre los muchachos de la Granja, sin importar la etapa en la que estén. “Las comidas son muy buenas y todos los días las cambian, usted allá nunca repite una comida en la semana, porque hay un plan de seguimiento de alimentación y por eso varían tanto. ¡Allá sí se come muy bueno!”, cuenta. Después del desayuno, tienen media hora para que se cepillen, reposen y se fumen uno de los 4 cigarrillos que les dan a diario. A quienes no desean consumir los cigarrillos y los devuelven, se los pagan a 100 pesos y se los anotan en su minuta personal. A los 8 o 15 días, cuando hayan reunido más dinero, se lo cambian por mecato de la tienda, que hay dentro

de la Granja. En este lugar no se maneja el dinero físico, con el fin de evitar desigualdades entre compañeros, pero sí se dan bonos, que pueden ser cambiados solamente con el personal que está a cargo de la granja; los bonos los cambian por comida, mecato o ropa. Si los familiares de algún interno de la Granja le regalan dinero, este pasa a ser guardado en una cuenta de ahorros, que se le abre a cada persona, una vez llega al programa.

“Yo ni sé cómo me acostumbré al ruido, ya hace parte de mi”, dice el hombre sobre el ruido de los carros en la Autopista. Foto: Laura Restrepo Posada.


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Debajo del puente de la avenida Guayabal se encuentra entre cenizas y flores lo que queda del cambuche. Lo más importante: el perro. Foto: Laura Restrepo Posada.

Como la misión de la Granja es resocializar, de 9:30 a. m. a 10:30 a. m. se dictan talleres educativos por parte de los psicólogos o los educadores. “Lo ponen a uno a hablar sobre la honestidad, el maltrato y cosas así; cosas que lo hagan mejorar a uno como persona”. “De 10:30 a. m. a 11:00 a. m., refrigerio y cigarrillo. Eso de fumar muchos lo toman dizque para calmar la ansiedad, pero eso es mierda porque el cigarrillo es más adictivo que el propio vicio, es más dañino”. Las actividades que se realizaban entre las 11:00 a. m. y las 12:00 m. del mediodía, podían variar según los planes de los educadores; a veces era recreación por parte del Inder, otras veces veían películas o, simplemente, jugaban fútbol. La hora siguiente era dedicada al almuerzo, al reposo, al ocio y, por supuesto, al cigarrillo si lo querían. “Los martes y jueves nos regalaban una hora —de 1:00 p. m. a 2:00 p. m.—, para que laváramos la ropa o nos acostáramos a dormir. El resto de días, nos ponían talleres productivos o nos mandaban pa’ arriba pa’ la huerta a trabajar con Salva Terra. Mejor dicho, le buscan cualquier cosa pa’ hacer a uno, pa’ no dejarlo quieto por ahí”. La Granja trabaja la parte agrícola con la orientación de Salva Terra, que es una fundación que tiene como objetivo “fomentar procesos de participación colectiva que alimente estrategias, planes y proyectos de desarrollo rural y seguridad alimentaria, teniendo como eje transversal la educación”. A las 2:00 p. m. empezaban las clases, ya fueran de primaria o de bachillerato. Luis Fernando terminó su bachillerato en seis meses, sin embargo, le tocó revivir la rutina normal del colegio, de la cual se había retirado a los 13 años. Llegar a las 2:00 p. m. a clase, para evitar las “ayudas” (especies de sanciones que ponían los educadores a los internos, por incumplir cualquier norma establecida), contestar el llamado a lista, hacer tareas, estudiar para las evaluaciones, tener una hoja de vida y recibir mensualmente calificaciones; todo esto hacía parte de la vida académica, que retomó Luis Fernando.

El receso de la clase era de 3:30 p. m. a 4:00 p. m. En este tiempo les daban el refrigerio y el último cigarrillo, el cual solo podía ser utilizado durante las horas establecidas, para no hacerse acreedor de una “ayuda”, que generalmente era lavar la loza de la cocina durante una semana. Si alguno no quería fumarse el cigarrillo hasta la hora de la comida, debía expresarle al educador, que su horario de fumar cambiaba para la noche. Después del receso, volvían a los salones a estudiar hasta las 5:00 p. m. “De por sí era hasta las 5:30 p. m., pero, nosotros, a veces, nos carameleábamos a los profesores: “No, no, profe, ya son las 5:00 p. m., paremos de una vez”. Pero ese vicio nos lo quitaron, porque ya nos estábamos pasando a los profesores por la “galleta” y nos regañaron de la dirección”. Y como en los colegios, había estudiantes aplicados y no aplicados, unos que estudiaban y otros que se copiaban, los que prestaban atención y los que “recochaban” durante la clase. Algunos no se graduaron, porque reprobaron materias y no llevaron una vida académica meritoria para el título de bachiller. “A uno no le regalan nada allá, si no le ven evolución: “paila”, perdió sus seis meses. Puede llorar y todo, pero no”. Diariamente pasan un informe a la dirección, sobre el comportamiento de cada uno en clase y lo consignan en el “historial de vida” de cada uno de los internos. Si Luis Fernando y sus compañeros no lograban convencer al profesor de terminar la clase a las 5:00 p. m., solo les quedaba media hora para hacer lo que quisieran, porque a las 6:00 p. m. debían presentarse para el encuentro de la tarde. Allí formaban un círculo y le contaban al educador cómo pasaron el día, qué le vieron de productivo, si les gustó o no, con qué enseñanzas se quedan y todo tipo de emociones o sentimientos, que pudieron haber tenido durante el día. Luis Fernando no era muy expresivo en estos espacios, él optaba hablar a solas con alguno de los profesionales y expresar lo que sentía, de ser necesario. “Eso a veces era bobada. Si usted amanecía aburrido, lo mejor era decir: “¡Ah! Buenos días, amanecí muy bien, de ánimo excelente”, y ya. Era lo mejor para no tener a los profesores encima interviniéndolo. Si no me sentía bien, buscaba al psicólogo y sentía que él me ayudaba más”. De 7:00 p. m. a 8:00 p. m. se repartía la comida y los que guardaban el cigarrillo de la tarde, podían fumar durante este lapso. Y muchos, al ver a sus compañeros fumando, les aumentaba la ansiedad y no controlaban las ganas, entonces, le pedían a un compañero, así fuera la cusca. Pero en medio de tantos ojos pendientes, la información se filtraba y, al poco tiempo, se le proveía una “ayuda” a aquel interno.

RASTROS

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“Los compañeros viven pendiente de la vida de uno. Hay mucho compañerismo, pero viven la vida de los demás y no solo la propia. Cualquiera te da la puñalada por detrás”. El tiempo que hay desde las 8:00 p. m. a las 9:00 p. m. es dedicado para ver televisión, jugar cartas o dominó. Los celulares y las diademas inalámbricas son un privilegio que, solo se obtienen los viernes a las 3:00 p. m. y que deben volver a los lockers los domingos en la noche, para que, durante la semana, los internos no se distraigan de la rutina establecida y de su diario vivir productivo. El préstamo de todo este tipo de objetos entre compañeros, implica una sanción. De igual manera, entrar a las habitaciones de otros internos, acostarse en las camas de sus compañeros de cuarto o prestar ropa o elementos de aseo personal; implica un llamado de atención y una muy posible “ayuda”. De jueves a domingo, la rutina no incluía actividades académicas y se dedicaba más a las actividades recreativas o a las salidas, por etapas, de la Granja. Durante los seis meses que permaneció Luis Fernando en la Granja “Somos Gente” pudo visitar el Parque de las Aguas, el Parque Explora, la Unidad Deportiva de Belén y los municipios de Guatapé, San Rafael, Cisneros y Tolú (Sucre). Este tipo de estrategias tienen como fin reintegrar poco a poco a los internos a la vida social. En estos cuatro días, la rutina no era tan cargada de deberes, pero conservaba los horarios a los que ya estaban adaptados los internos; la misma hora de las comidas, los encuentros y los talleres. Todos los días, la jornada marcaba su fin a las 9:00 p. m.; el único televisor que había, se apagaba y cada uno se iba yendo a su habitación. La casa quedaba oscura, lista para recibir otro día nuevo dentro del mismo juego de normas y rutinas, que buscan reconstruir la vida social de personas, que se quisieron dar una nueva y mejor oportunidad de vivir.

“TU CASA ES TAMBIÉN MI CASA”

Vea el reportaje gráfico completo en la sección Gráfico de nuestra página web: http://periodicocontexto.wixsite.com/ contexto

Menos de un año lleva viviendo allí bajo el puente con su compañera. Cuenta cómo entre los dos tratan de mantener limpio y decorado el espacio. Foto: Laura Restrepo Posada.


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ESPECIALES

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Especial de la Red Colombiana de Periodismo Universitario

EL POSCONFLICTO EN LAS UNIVERSIDADES DE MEDELLÍN Esteban Arango Escobar, Natalia Tamayo Gaviria, Paulina Tejada Tirado / periodico.contexto@upb.edu.co

Espacios de reflexión, de articulación de esfuerzos y apertura al debate, las universidades en Medellín han propiciado un ambiente de deliberación en torno a las cuestiones relativas a la salida negociada, al conflicto armado de nuestro país. Ingredientes adicionales a una tarea que, con el silencio de los fusiles, debe afirmar el mismo rumbo que ha tenido. Adelanto del especial de Contexto, en colaboración con la Unidad de Investigación Periodística del Politécnico Grancolombiano. A pesar de los entredichos a los que han llegado los acuerdos de paz con la guerrilla de las Farc y los obstáculos que afronta el inicio de negociaciones con el ELN y con las lecciones de procesos similares con otros grupos armados ilegales, diferentes sectores de la sociedad colombiana dan perspectiva a su quehacer, en la circunstancia de la salida política de una confrontación armada a gran escala. Mucho se ha hablado del papel de la educación en la construcción de condiciones de convivencia pacífica y las universidades se han convertido en escenarios de discusiones e ideas, que resulten útiles para hacer frente a un rompimiento de filas combatientes, algo inédito en la historia de Colombia. En el marco de los diálogos de paz entre el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc, el Ministerio de Educación decidió poner en marcha un programa dedicado a la reflexión, a la discusión y a la enseñanza de asuntos claves para la integración y la convivencia de la Nación, en el posible escenario del posconflicto. Así nació la Cátedra de la Paz, amparada por el Decreto 1038 (2015) de la Ley 1732 (2014). La directriz definió las temáticas a tratar y las áreas donde se podían insertar, para los establecimientos de educación preescolar, básica y media; mientras que, para las instituciones de educación superior, primó la libre implementación del decreto, obedeciendo al principio de autonomía universitaria. La condición fue que cada comunidad académica pudiera, como lo estipula el artículo 9º, “Contar con espacios de aprendizaje, reflexión y diálogo para la vivencia de la paz’’ (2015).

La realidad nacional toca a Medellín Fieles a la norma y a su vocación formativa, las universidades de Medellín se han apropiado de la coyuntura que atraviesa Colombia, para capacitar a sus estudiantes y docentes, de modo que puedan responder a las exigencias de las circunstancias actuales. Las aulas, los auditorios y los corredores de las principales instituciones de educación superior en la ciudad han sido puestos a disposición del posconflicto, fenómeno

que, una vez inicie, concernirá a múltiples disciplinas y áreas del saber. Varios rectores de universidades públicas y privadas de la ciudad coinciden en que la academia, como espacio de construcción de conocimiento, pero también de formación humana, adquiere un compromiso con la comunidad a la cual se adscribe. Para ellos, la búsqueda de la paz trasciende las conversaciones entre los equipos negociadores del Gobierno y las Farc, y se convierte en un asunto de interés social, que le corresponde a la ciudadanía en general. De allí que entendieran la Cátedra de la Paz como un ejercicio de civismo y participación, cuyo propósito constituye más que un intento de preparar a los miembros de sus comunidades educativas para una votación. John Fernando Escobar Martínez, rector del Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid, se refiere al programa como una ‘’articulación de los conocimientos desarrollados’’, los cuales, a su vez, reúnen aspiraciones e intenciones para la reconstrucción de un país, que ha soportado un conflicto armado interno, durante más de medio siglo.

La prioridad en la reflexión y los argumentos De acuerdo con Escobar, “Las instituciones de educación superior deben ser unos escenarios naturales, para que se dé la discusión y la confrontación pacífica de ideas’’. En este punto, concuerda Juan Carlos Amaya Castrillón, vicerrector general del Instituto Tecnológico Metropolitano, quien también afirma que, en la institución para la cual trabaja, se percibe a la educación como salvadora de la realidad. El Politécnico y el ITM hacen parte de la Alianza Pública por la Educación Superior G7, un grupo de universidades públicas que, además de la ejecución de sus agendas propias, optaron por asumir la pedagogía de la paz, como un reto conjunto. El pasado 16 de agosto, la coalición presentó la Cátedra Itinerante para la Paz G7, con el fin de abrir un ‘’espacio de reflexión y formación de la comunidad académica y la ciudadanía en general, en torno al momento histórico que vive Colombia’’.

Miembros de la delegación del Gobierno para los diálogos con las FARC han visitado en numerosas ocasiones diferentes universidades en Medellín. Foro en la Universidad EAFIT Foto: Cortesía Comunicaciones EAFIT.

Conformado además por el Tecnológico de Antioquia, la Institución Universitaria Pascual Bravo, la Institución Universitaria Colegio Mayor de Antioquia, la Escuela Superior Tecnológica de Artes Débora Arango y la Institución Universitaria de Envigado, el Grupo de los Siete dio a conocer la planeación de la Cátedra con un evento mensual, entre agosto y noviembre, para así complementar las iniciativas educativas particulares de cada establecimiento. Aunque las iniciativas tienden a consolidarse en forma de foros o conferencias, la novedad entre las actividades que las instituciones realizan radica en los enfoques que se conciben o en los invitados a los cuales acuden. Se han

presentado casos como el del ITM, que organizó una charla, donde los ponentes eran desmovilizados; o el del Politécnico, que creó el diplomado Pedagogía para la Paz, para que los docentes asistieran y, posteriormente, articularan el trabajo realizado a sus cursos. Por su parte, la Universidad Pontificia Bolivariana hace evidente la intención de la comunidad, por abordar el posconflicto desde diversos frentes. Álvaro Gómez Fernández, vicerrector académico de dicha Institución, destaca la labor del grupo Construcción de Paz, integrado, entre otros, por el director de la Facultad de Ciencias Políticas y por decanos de distintas escuelas, en el cual se evaluó la oferta existente en el por-

Fieles a la norma y a su vocación formativa, las universidades de Medellín se han apropiado de la coyuntura que atraviesa Colombia, para capacitar a sus estudiantes y docentes, de modo que puedan responder a las exigencias de las circunstancias actuales.


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tafolio de programas de la Universidad, en relación con el tema en cuestión. Otras de las ideas que, según Gómez, valen la pena ser resaltadas, han sido el Simposio de la Escuela de Ciencias Sociales, donde se estableció el posconflicto como uno de los ejes temáticos del evento o las propuestas que han adelantado las principales escuelas de ciencias sociales y humanas, como espacios de diálogo con profesionales de sus propias disciplinas, o las cartillas para la paz, que la Facultad de Ciencias Políticas se encargó de publicar. Sin importar su naturaleza o la procedencia de sus ingresos, las ins-

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tituciones de educación superior de Medellín han coincidido en no tomar partido por ninguna de las fuerzas políticas involucradas en el proceso de paz, llámense Gobierno, guerrilla u oposición. En este sentido, los directivos del Politécnico, el ITM y la UPB apuntan a un mismo objetivo: no fomentar más división de la que ya existe. Para el rector general de la Fundación Universitaria Luis Amigó, el Padre José Wílmar Sánchez Duque, ‘’Hay un problema, que es la polarización que se está generando en el país y que no es sana, porque pareciera que, más que construir país, lo que se está de-

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fendiendo son intereses políticos partidistas’’. Sánchez reivindica también en su discurso la misión que, según su criterio, deben perseguir todas las instituciones de educación superior en el país: “formar ciudadanos con consciencia crítica, ética y social’’. Luego de los resultados que dieron como ganadora a la opción NO en el plebiscito del 2 de octubre, el posconflicto ha quedado sujeto a la voluntad de los nuevos intereses que han entrado en la conversación. Pese a ello, el director de la Funlam confía en que las universidades mantengan los esfuerzos por construir una cultura de paz, debi-

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do a que es un propósito que, según su concepción de la academia, “no nace a raíz de un acuerdo entre la guerrilla de las Farc y el Gobierno de Colombia’’. Esto incluye a las instituciones de formación para el trabajo y desarrollo humano, cuya función de ampliar el panorama educativo desde el Sistema Nacional de Educación Terciaria las convierte, de acuerdo con Jaime Pérez Tamayo, rector del Instituto Metropolitano de la Educación, en las entidades más aptas para afrontar el posconflicto, en tanto dignifican el trabajo y lo formalizan.

Varios espacios abiertos por las universidades promueven el debate constructivo. La idea es anticipar espacios de reconciliación más allá de los acuerdos. Foto. Cortesía Comunicaciones EAFIT.

Con el antecedente de la Red de Medios Universitarios de Medellín, el periódico Contexto participó en la constitución de la Red Colombiana de Periodismo Universitario, una iniciativa que busca fortalecer el ejercicio periodístico integrado a la formación de profesionales en esta rama de la comunicación, a partir de intercambios de experiencias, contenidos y producción académica; así como de la apertura de espacios que aumenten la proyección y estimulen la innovación en la producción periodística universitaria. Con el respaldo de 15 universidades del país, la nueva Red se constituyó en el segundo Encuentro de Periodismo Universitario, realizado el 21 y 22 de julio pasados, en la Universidad de la Sabana. El trabajo previsto por la Red incluye como líneas de acción; el intercambio de contenidos entre los medios constituyentes, la construcción de espacios académicos y la innovación en formatos y contenidos. La coordinación general de la Red fue asignada al sistema de medios En Directo, de la Universidad de la Sabana, en representación del profesor Rodolfo Prada Penagos. Desde Contexto, se contribuye con la coordinación de la línea de innovación en formatos y contenidos. Este nuevo espacio ha propiciado la participación de los medios universitarios, en el más reciente Festival Gabriel García Márquez de Periodismo, realizado en Medellín por la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, que fuera fundada por el Nobel de Literatura. Por otra parte, la Red ha hecho posible el intercambio de material entre los distintos medios, de lo cual hace parte el reportaje El posconflicto en las universidades de Medellín, que constituye un adelanto del contenido multimedia, que será publicado próximamente por la Unidad de Investigación Periodística del Politécnico Grancolombiano de Bogotá y que fue desarrollado por un estudiante del curso de Laboratorio de Periodismo, de la Universidad Pontificia Bolivariana. La Red Colombiana de Periodismo Universitario permanece abierta. Los medios interesados pueden hacer sus consultas al coordinador general de la Red, profesor Rodolfo Prada Penagos, a la dirección electrónica: rodolfo.prada@unisabana.edu.co Infografía: Natalia Tamayo - Paulina Tejada.


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Inmarcesible

MEMORIA HECHA VESTUARIO Yorley Ruiz / yorley.ruiz@upb.edu.co

Inmarcesible es otra forma de contar y conocer las historias de las víctimas de nuestro país. Historias traducidas a vestuario. Resultado de reflexión y diálogo. La Casa de la Memoria acogió la propuesta de un grupo de diseñadores en formación de la Universidad Pontifica Bolivariana, de la mano de sus docentes y en conjunto con la Unidad de Atención y Reparación a Víctimas del Conflicto y el colectivo Crisálida. El proceso de creación permitió romper paradigmas, donde tanto diseñadores como docentes y víctimas se detuvieron para reconocerse, dentro de un contexto, una temporalidad y un espacio compartido, y así, a partir de telas, texturas y tejidos, reconstruir memoria colectiva. Este experimento, como lo llaman algunos docentes, nació en las aulas de clase como un puente para mirar la moda más allá de lo está en boga, trascender el imaginario de exclusividad, frente al diseño y responder así, a las problemáticas del contexto a partir del vestuario. Desde otros métodos de creación, logró acercar a las historias de las víctimas, a quien está ajeno a esta realidad. “La víctima que pasa por este proceso termina viendo su historia de vida en algo como el vestuario, que es algo como escultórico y artístico, es para contemplar y, en ese contemplar, compartir con el otro”, expresó Jhon Vélez, diseñador industrial, que actualmente hace parte de la Unidad de Atención y Reparación a Víctimas de Medellín. Vélez expresa, además, que esta propuesta tiene algo de particular y es la posibilidad que tiene el espectador de la obra de comentar sobre ella, de apropiarse y de reconocer la historia: “Cuando yo veo un monumento, lo pienso, lo veo, lo analizo y me voy, pero un monumento uno no se lo pone. Es más fácil que una persona haga un comentario sobre un vestuario que, de un monumento, digamos que, en este caso, podría ser yo el que estaría cargando esa historia”, señaló.

¿Cómo surgió Inmarcesible? Durante el tercer semestre de Diseño de Vestuario, los estudiantes hacen un ejercicio de creación, inspirados en autores literarios, que según la docente investigadora Ángela Echeverri de la UPB, apunta más a la apariencia de los objetos, característica muy propia de la moda, pero Echeverri aclara, que las dimensiones del vestuario que la Facultad tiene son otras y, por ello, se buscó otra fuente de inspiración, que surgió en un primer momento a partir del Himno Nacional. Con un deseo de mostrarle a los estudiantes que el vestuario tiene otras posibilidades y otras formas de hacerse, Ángela presentó la propuesta de trabajar con víctimas del conflicto a la coordinadora del área correspondiente, quien aceptó la propuesta y junto con Jhon Vélez, emprendieron este viaje.

Rompió paradigmas Para los estudiantes esta propuesta causó varias reacciones: “Es un cambio brutal a todo lo que llevábamos trabajando en los semestres anteriores, porque en los semestres previos, vos estabas trabajando para un personaje imaginario totalmente y no tenía, la cercanía ni la necesidad de analizar a alguien”, expresó Luis Cuervo, estudiante. Por otro lado, Juliana de la Rosa, también estudiante, dijo: “Cuando nos contaron que se iba a tocar el tema de las víctimas, algo más local, algo más actual, a mí me gustó demasiado. Así comprendimos que el vestuario es también entender el contexto, no separarnos de él”, expresó.

Piezas de vestuario. De derecha a izquierda: Vestuario Greta Oto y vestuario Transmutación. Foto: Yorley Ruiz

Durante la inauguración de la exposición de Inmarcesible en La Casa de la Memoria, el pasado 22 de septiembre, el docente Alejandro González, director del grupo de estudiantes del Taller de Métodos de Diseño, expresó que tenía muchos mitos para trabajar con víctimas: “Yo sentía que de alguna manera, lo que se estaba haciendo en ese momento era una sensación amarillista y un poco prepotente, en el sentido de que el artista quedaba con la autoría, sabiendo que realmente esas personas compartieron sus historias y compartieron sus dolores”, pero, luego, explica, que este proceso, que según él fue hecho con toda la sensibilidad, le permitió conocer que desde el diseño se puede hablar de lo social. Después de todo un semestre de trabajo y acompañamiento a las víctimas, se logró Inmarcesible: “La posibilidad de contar las historias del país de otra manera, que no es el arte, que no es un escrito, es de otra manera. Una narrativa que se da en otra materialidad”, expresó la docente Ángela.

Entre puntadas

Algunos de los estudiantes de la UPB que hicieron parte del proyecto Inmarcesible, junto al docente Alejandro González. Foto: Yorley Ruiz.

Historias de vida provenientes de diferentes partes de Colombia, como Chigorodó, Bojayá, Chocó, entre otras, convergen en Medellín; unas expresan la incertidumbre por el desplazamiento; otras, el dolor entrañable del asesinato de hijos y familiares. Diseñadores que no solo pusieron a volar su creatividad,

sino también, su sensibilidad, un reto universitario que no solo les pedía la propuesta de un diseño, si no el acercamiento al contexto, a la cotidianidad de la víctima, que también irrumpió la propia, convirtiéndose en una denuncia como lo expresa Jhon Vélez: “Detrás de la verdad, lo simbólico y la memoria está una denuncia. Lo que hace es visibilizar esta problemática y es decirle a la gente que esta población existe, camina entre nosotros, tiene también unos sueños, unos ideales”. Entre cada entrevista y visita, que los estudiantes les hacían a las víctimas, se gestó toda una trayectoria, que permitió la traducción del dolor, de la esperanza, de los gustos personales, de la forma de leer el mundo de cada persona, en algo más tangible, en un vestuario.

“Cuando nos contaron que se iba a tocar el tema de las víctimas, algo más local, algo más actual, a mí me gustó demasiado. Así comprendimos que el vestuario es también entender el contexto, no separarnos de él”


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“Mi artefacto era un turbante que hablaba de esa parte esencial de traerse el amanecer en la cabeza y el turbante ilumina y al iluminar refleja partes de la casa. Como ella fue desplazada, la idea era mostrar que ella se trajo ese hogar, al traerse ese amanecer y al traerse esos recuerdos, los conserva ahí, no como algo que la destruye, sino como algo que la hace ser”, expresa Juliana de la Rosa, sobre su trabajo llamado Vislumbros enlazados. Cada traje tiene detalles que expresan cualidades y gustos únicos de cada personaje. Alejandra Aranzazu y Sara Castañeda hicieron un vestuario inspirado en la mariposa, animal favorito de la víctima y valiéndose de su historia, reconocieron cualidades de la mujer a la que escucharon: “La mariposa transparente, que por medio del rayo de la luz refleja los colores. Ella representa esa luz, que se convierte en colores para su familia, como esa fortaleza”. Luis Cuervo, por otro lado, nombró su propuesta: Rezo de Aurora: La rendición impoluta de lo perpetuo, donde según él, buscaba retratar la entrega y la fortaleza de la madre, además, encontró una relación entre la noche y el amanecer, donde a partir de dos vestuarios buscó retratar, en dos partes, la historia de la víctima, donde no solo expresaba su dolor, sino también su sentimiento religioso, su esperanza y alegría. Son muchas las formas, las texturas e historias miradas de cerca, que no solo cuentan lo particular, sino lo colectivo de un pueblo, de una ciudad, de un país, que valdría la pena conocer. La exposición de estos vestuarios está abierta al público desde el mes de septiembre hasta el mes de noviembre. “Es bonito que las personas se den la oportunidad de sentir esas sensaciones, nos demos la oportunidad de escuchar historias y conocerlas y esta es una forma chévere”, expresó Vélez, invitando a los ciudadanos a participar en esta exposición.

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REPORTAJE GRÁFICO

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Piezas de vestuario y sus diseñadores en formación. De derecha a izquierda: Sara Castaño, Alejandra Aranzazu y Andrés Areiza. Foto: Yorley Ruiz

Piezas de vestuario. De derecha a izquierda: Terruño y Vislumbros enlazados. Foto: Yorley Ruiz

Piezas de vestuario. De derecha a izquierda: Fuego Cruzado y catarsis. Foto: Yorley Ruiz

Piezas de vestuario y sus diseñadores en formación. De derecha a izquierda: Laura Parra, Santiago Giraldo y Maren Ríos. Foto: Yorley Ruiz

Piezas de vestuario y sus diseñadores en formación. De derecha a izquierda: Fernanda Jaramillo, María Fernanda Cardona y Juliana de la Rosa. Foto: Yorley Ruiz

Piezas de vestuario y sus diseñadores en formación. De derecha a izquierda: Diana Álvarez y Valeria Peláez. Foto: Yorley Ruiz

Piezas de vestuario diseñadas por el estudiante Luis Cuervo. Concepto: Rezo de Aurora: La rendición impoluta de lo perpetuo. Fotos de vestuario por: Camilo García.


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El ejemplo de Luz Amparo es querer recibir ejemplo

CULTIVANDO LA ÉPOCA DORADA Carolina Benjumea Rúa / carolina.benjumear@upb.edu.co

Mientras algunos olvidan a sus ancianos, hay otros que los cuidan y los acompañan los últimos días de su vida. Es el caso de Luz Amparo Blandón, una mujer de 56 años, que cuida personas de la tercera edad en estado terminal, que no pueden ser cuidados por sus familiares. Amparo ha dedicado 10 años de su vida al servicio de los ancianos que lo necesitan y, aunque, muchos cuentan con su familia y apoyo incondicional, hay otros para quienes las visitas de Amparo son las únicas que tienen en el día. Empezó a trabajar cuidando ancianos en la casa Gerontológica de Franciscanos casi por casualidad y con la ayuda de un padre; “me quedé sin empleo, fue un momento muy duro para mi esposo y para mí”. En este hogar conoció el mundo desde la perspectiva de los de la tercera edad, entendió lo difícil que es llegar a los 80 años sin una compañía y, en ese momento, decidió que su vida sería trabajar por y para estas personas. En el lugar había ancianos desde los 70 hasta los 100 años, terminaban sus días allí, porque estaban enfermos o, simplemente, porque su edad les impedía hacerlo de otra forma. La vejez, no tan esperada por unos y muy añorada por otros, puede traer consigo grandes aprendizajes, pero grandes retos. El cuerpo y la mente trabajan de una forma diferente a como lo hacían antes; cuidados y necesidades especiales requiere esta época de la vida, cuidados que algunas personas no son capaces de suplir, personas antes autosuficientes, con el tiempo se vuelven cargas para aquellos que, una vez fueron cuidados por estos ancianos, por lo que la mejor opción es entregarlos a personas para que garanticen su bienestar. Cuidar ancianos es algo que requiere de cualidades que no todas las personas tienen, pues, como lo dice Amparo, son personas que tienen todo un mundo detrás de ellos; por lo tanto, ya tienen sus ideas y carácter definidos; “Algunos son autoritarios y de temperamento muy fuerte, no se dejan hacer muchas cosas, pero debo entenderlos, ese es mi trabajo”. En Medellín hay un aproximado de 150 hogares geriátricos, según el directorio del adulto mayor; sin embargo, estos en muchas ocasiones no brindan el acompañamiento emocional, que una persona a esta

En el cuidado a personas mayores, Luz Amparo encontró un motivo de renovación personal. Foto: Cortesía.

edad requiere, muchas veces son solo una salida fácil de sus familiares para librarse de su cuidado. El trabajo de Amparo va más allá de solo curaciones y sacarlos a caminar, “Yo les doy la medicina, cambio pañales, les doy la comida, los baño, pero les tengo que dar mucho amor, escuchar sus historias; debo entenderlos”. Amparo se convierte en un gran apoyo para estas personas, que ya ven la vida acabarse poco a poco, ella les da todos los días un sorbito de tranquilidad, esperanza y felicidad, tanto, que termina por convertirse en parte fundamental de su familia y de su vida, “muchos no quieren que me vaya al final del día, siempre me dicen que me quede. Me cogen mucho cariño y yo, a ellos”. En un momento de su vida se encontró con uno de los retos más grandes: acostumbrada a cuidar ancianos, se vio en la posición de cuidar a su hermana, “fue uno de los momentos más duros”. Una enfermedad la tuvo en su cama durante dos años, Amparo usó toda su experiencia para acompañar, en esta ocasión, a un familiar. “Siente uno más dolor, porque es su misma sangre. Me dio mucha tristeza verla así”, de esta manera tuvo la oportunidad de dar a su hermana los mismo, que había dado a otros ancianos y saber que ella tuvo los mejores últimos días de su vida. “Muchas veces los sabe tratar uno mejor que las mismas enfermeras; ellas a veces no entienden con quién están tratando”. Alzheimer, demencia senil, Parkinson y cáncer son las enfermedades más comunes en estas personas, por su edad el cuerpo les deja de responder de una manera adecuada y se requieren cuidados especiales, cuidados que, por la trayectoria, Amparo ya los conoce, tiene especial delicadeza a la hora de tocarlos y hablarles, “me siento capacitada, porque tengo mucho amor, mucha paciencia y cariño; eso es lo principal que hay que darles a los ancianos”. El papel de la familia es fundamental para su mejora, “hay familias muy buenas, que siempre están pendientes de sus abuelos, pero hay otras que no. Tenía una paciente que su familia no la visitaba, yo era la única que estaba con ella todo el día”. El dolor no solo es de los enfermos, sino también de sus familiares más cercanos, por eso Amparo intenta tener una relación cercana con ellos, en algunas ocasiones, no solo el anciano se encariña con ella, sino la misma familia. Diana Lucía Rúa, hija de una de las pacientes de Luz Amparo, afirmó que ella fue una figura fundamental para los últimos días de su madre, pues esta se sentía muy apegada a ella y fue de gran apoyo, no solo para su mamá, sino para toda la familia, “mi relación con Amparo fue excelente, nunca tuve problemas, sabiendo que mi mamá se quedaba sola con ella. Mi mamá la apreciaba mucho, estoy segura que estaba muy agradecida con todo lo que hizo por ella, siempre que se iba a ir, mi mamá la cogía de la mano y le decía que no se fuera”. En muchas ocasiones siguen en contacto, después de que el anciano muere. Cumpleaños y fechas especiales ha pasado Amparo con sus pacientes y, lo más triste, cuando mueren; inclusive, una de ellas esperó a que Amparo llegara en la mañana para despedirse: “una de las señoras que yo cuidaba me esperó para morirse, estuvo agonizando sola toda la noche, yo llegué y la encontré muy agitada, a la media hora, se murió”. De todos los pacientes que Amparo ha cuidado, solo una ha logrado aliviarse después de la enfermedad. “Lo más duro es cuando mueren, siento un vacío muy grande, es como si fueran de mi misma familia, quedo muy triste, porque yo les cojo mucho cariño”.

Con sus acompañados, Luz Amparo Blandón encuentra una cercanía similar a la que tendría con sus parientes. Foto: Carolina Benjumea.

Siempre asiste a los entierros de sus pacientes para acompañar a su familia, usualmente guarda recuerdos y fotos de ellos en su casa, incluso, confiesa que, en algunas ocasiones, ha llegado a soñar con ellos después de muertos, “a veces, sueño con algunos, me saludan, me agradecen o, simplemente, de vez en cuando, me sentaba con ellos a escuchar sus historias”. La hija de Luz Amparo se siente muy orgullosa de la labor que ejerce su madre y no le queda duda, que en el momento que también lo necesite, va a estar ahí con ella, retribuyéndole todo lo que hizo por los otros. “Yo siempre he creído que todo lo que uno hace, bueno o malo, lo paga. Siempre le he pedido a mi familia que en el momento que llegue a necesitarlo, estén ahí para cuidarme”. La vejez no es fácil, pero si tenemos a las personas correctas al lado, unas arrugas pueden parecer el mejor accesorio y, la peor enfermedad, se puede hacer más llevadera. Para esto trabaja Amparo día a día, “el único consejo que le doy a quienes tienen familiares ancianos, es que los amen y los entiendan. Que no los dejen solos”.

Cumpleaños y fechas especiales ha pasado Amparo con sus pacientes y, lo más triste, cuando mueren; inclusive, una de ellas esperó a que Amparo llegara en la mañana para despedirse.


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LAS MEMORIAS DE UN ARCHIVO VIVO Cristian Camilo Cifuentes Salazar / cristian.cifuentes@upb.edu.co

Colombia tiene una deuda con la memoria. Las víctimas o sobrevivientes han luchado por construir esos relatos, que deben hacer parte de la historia del país, creando un archivo que esté vivo por los recuerdos que están allí recolectados, por los sentimientos que estos representan y los dolores que aún residen en la mente de todos aquellos que han sufrido la violencia. Las madres, aquellas que vieron salir por última vez a sus hijos, que añoran el regreso de ellos y que recuerdan cómo estaban vestidos el último día, son las protagonistas de la exposición Archivo vivo. Memorias de madres, que se inauguró el 30 de agosto en el Museo Casa de la Memoria. Las integrantes de la Asociación Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria son las dueñas de las memorias que se exhibieron en las paredes y mobiliarios, que habitaron en el museo hasta el pasado 29 de octubre. El trabajo conjunto de las mujeres con la Línea de Archivos, Memoria y Sociedad del Grupo de Investigación, Información, Conocimiento y Sociedad de la Universidad de Antioquia y la Casa de la Memoria permitió que se llevara a cabo el proyecto museográfico. La caracterización de los archivos de derechos humanos realizada por la línea del grupo de investigación de la Universidad, buscaba ayudarles a dos organizaciones, entre ellas a la Asociación Caminos de Esperanza, a mejorar las técnicas y protocolos de archivo. “A raíz de la investigación, ellos —los realizadores, Luis Carlos Toro y Marta Lucía Giraldo— querían que surgiera una exposición”, cuenta Verónica Mejía, cocuradora de Archivo vivo. Las propiedades de los archivos de las Madres tenían características, que permitían que se llevaran a lo museográfico. Además, porque “sirve de evidencia para que los sobrevivientes puedan acceder a la verdad, la justicia y la reparación”, como se imprime en la presentación del Proyecto museográfico escuchar, guardar y abrazar, que da a conocer el guion de la exposición.

Madres unidas El atrio de la iglesia Nuestra Señora de la Candelaria es la sede de las reuniones semanales de las madres. Iniciaron reuniéndose allí como forma de denuncia y resistencia, clamando por el regreso de sus seres queridos. Los plantones, que iniciaron los miércoles y se cambiaron a los viernes a las 2:00 de la tarde, se volvieron parte de la ciudad, haciendo público el duelo de quienes unidas generan conciencia en ese otro “transeúnte anónimo, que pasa inadvertido sobre lo que sucede en el país”, como lo manifiesta el texto plasmado en las paredes que presenta el primer momento de la exposición: Madres unidas. Más que por el dolor, están unidas por el compromiso de luchar por sus familias y por quienes han sufrido en silencio la pérdida de un ser querido, de ese esposo, hermano, hijo o padre que un día desapareció sin rastro

Una de las instalaciones de Archivo Vivo. Piezas que albergan historias en curso. Foto: Cristian Camilo Cifuentes.

alguno o que fue asesinado. Con ese mismo lazo que las une, con la fraternidad de quienes comprenden al otro, iniciaron el proceso colectivo de creación museográfica. *** El primer taller realizado por Luis Carlos y Marta, invitó a las madres a generar conciencia de la importancia de los archivos personales, para eso identificaron el lugar donde sucedieron los hechos: el campo; en su mayoría, trabajaron con la imagen propia a través de una fotografía instantánea. Después aparecieron elementos que se cargaron con los sentimientos propios de las participantes… un pañuelo, un portarretrato, fichas bibliográficas, un recipiente de vidrio y, por último, una caja para guardar la memoria construida con objetos y recuerdos.

Para conocer la verdad La creación de un archivo permite que lo que no debe ser olvidado permanezca vigente. La resistencia ante la realidad, la fortaleza frente a las punzadas al corazón y las producciones simbólicas posibilitan a las madres “guardar las huellas de la violencia indiscriminada, reconstruir con sus testimonios los hechos inexplicables, respaldar la búsqueda de sus desaparecidos, reclamar la reparación del Estado, demostrar la violación de los derechos humanos”, según dicta el segundo momento: para conocer la verdad. El visitante, después de ver cómo se unen las mujeres ante el dolor, llegan a una planoteca, un mobilia-

rio de varios niveles, donde se conoce el proceso que vive una madre para encontrar a los desaparecidos, desde recordar qué llevaban puesto el último día, hasta la exhumación de los cuerpos. Luego tienen la oportunidad de “adoptar” a uno de los desaparecidos que está en la exposición, tejiendo su nombre en un pañuelo. Y para experimentar que la exposición está viva, podrá escuchar la voz de la experiencia, con aquellos consejos que dan las mujeres a otras personas que hayan sufrido situaciones de pérdida. *** El resultado del primer taller llevó a los talleristas a comprender, que el guion elaborado por ellos se enriquecería con la participación de las mujeres, buscando a la vez que “se sintieran reflejadas en el resultado”, menciona Verónica.

Para no olvidar Sobrevivientes, así prefiere ser llamada una de las integrantes de la Asociación, y ante el panorama del país, parece ajustar con aquellos que cargan con sus familiares, como un recuerdo permanente que no puede dejarse atrás. La resistencia al olvido es de lo que habla este tercer momento: Para no olvidar. En este, el visitante dará rostro a las 16 madres que participaron en el proceso de construcción del proyecto, a través de una fotografía de cada una, en donde se ven los objetos que les recuerdan a quienes se niegan a olvidar. ***

Las participantes de la Asociación, que desde 1999 vienen buscando que se visibilice a las víctimas, se reunieron de nuevo con los talleristas, un mes después, para conocer qué habían hecho con los materiales del encuentro anterior. Las lágrimas no se contuvieron en esa oportunidad y de nuevo el apoyo de las madres jugó su papel, demostrando el motivo que las llevó a ser Premio Nacional de la Paz en el 2006. Ana María Olarte, quien vivió la desaparición de su esposo y quien ahora se desempeña como secretaria de la Junta Directiva, cuenta que para ella el pañuelo “tiene un montón de significados, no solo de una persona como víctima, sino de ese que lo rodea”, por eso ella lo hizo intervenir por sus hijos, preguntándoles: “¿ustedes qué quieren plasmar en ese pañuelo?”, y así fue como conoció, por primera vez, los sentimientos de sus hijos ante la pérdida de su padre.

Para construir el futuro El presente de las madres cimienta el futuro, sus acciones, la participación política que tomaron, cuando decidieron hacer parte de la Asociación, dejando a un lado la conservación del hogar, para convertirse en referente de la defensa de los derechos humanos, hace parte de este cuarto y último momento: Para construir futuro. *** El campo, ese territorio conocido y abandonado por ellas tras la violencia, se convirtió, de la mano de los archivos, en uno de los ejes conceptuales del proyecto, porque es allí donde sus añoranzas y memorias se perpetúan. “Así como los archivos, las plantas guardan secretos en sus hojas y raíces, sobre el sentir de las madres”. Alba Inés Valencia lleva cinco años en las Madres de la Candelaria y con Archivo vivo organizó los elementos que conservaba de su esposo desaparecido hace 23 años, y cuando se refiere al taller, es clara al decir que la parte que más le gustó fue el de “la cajita, porque allí archivamos todo: la foto, el pañuelo y los recuerdos que escribí de mi hija, de mi nieta… de mi esposo”. Ese mismo fue el más especial para Teresita Gaviria, la madre fundadora y líder de la Asociación. “Lo que más me impactó del proceso fue ver en la cajita la foto de mi hijo con la maleta lista, ya para salir a ese viaje del que nunca regresó”. Y concluye diciendo, que el archivo está vivo, “porque a nosotras no nos han entregado los desaparecidos y sigue viva la esperanza de encontrarlos, vivos o muertos”.


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ESPECIALES

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Escribir en el reino de la imagen

CREAR E IMAGINAR EN ESTOS TIEMPOS Yorley Ruiz y Ana Isabel Loaiza

En la Fiesta del Libro y la Cultura en Medellín escritores de nuestro país y del extranjero, de trayectoria y nóveles, le dieron paso al diálogo desde sus mundos particulares, disolvieron fronteras y se reunieron alrededor de los libros, los gustos y las experiencias. Hablaron particularmente del ejercicio creativo. ¿Cómo se escribe hoy? ¿Cómo se crea y se imagina en la actualidad? Santiago Vega, creador de Eloísa Cartonera, una cooperativa que publica libros inéditos hechos a mano y con tapas de cartón reciclado, explicó que hacer poesía no es solo para los poetas y que para escribir unos versos no había que nacer “inspirado”. Afirmó que: “El poeta podía ser alguien de mi barrio, mi viejo, mi hermano”. Horacio Benavides, poeta colombiano, coincide también con esta línea. Durante un conversatorio que sostuvo con otros poetas de larga trayectoria, dijo que su principal influencia en la poesía había sido su madre con una copla. Dijo, además, que: “La palabra no solo está en la palabra escrita, sino también en las canciones, en la radio”. El poeta que se encuentra inmerso en un contexto habla desde él, el poder de la palabra no solo le pertenece al papel, sino que la poesía impregna todos los ámbitos de la vida humana, explicó. La escritura requiere lectura, según Nelson Romero, poeta colombiano. En conversación con Benavides, explicó que es imposible hablar de una creación pura, debido a que dentro de los textos que se escriben, siempre habrá una influencia de los autores leídos, pero explica que el ejercicio de la lectura y la escritura van de la mano. Por otro lado, Jaime Bayly, escritor peruano, habló sobre la inspiración como aquella que está en todos lados, en las otras personas, pero también en uno mismo. Es que la propia vida inspira narrarla, dijo. “Cuando uno narra su biografía más íntima, sin pudores, hace un autorretrato, pero no lo embellece. Antes acentúa los errores y se autoflagela”. Coincidían los autores en que la inspiración está en todos lados: en la vida diaria, en la cotidianidad y sus realidades. Es a causa de la falta de razón y mezcla de emociones, que el corazón quiere expresar en letras lo que siente. Para ellos, la escritura es un juego de lectura, de sensibilidad frente al entorno y del gusto por las letras, que se podría ilustrar como algo que pasa de lo externo a lo interno y vuelve hacia afuera transformado.

La imaginación y sus verdades La imaginación fue otro de los temas recurrentes en las discusiones de los autores, como uno de los principales aspectos para la creación. La realidad propia y la ajena inspiran historias, que hacen de lo imposible un posible creíble. Según Héctor Abad Faciolince, escritor colombiano, todo es imaginación: “Cuando estoy recordando algo, no lo recuerdo bien y me lo estoy inventando”, incluso, se refirió a que disciplinas como la historia, el periodismo y otras que requieren de objetividad, tienen dentro algo de imaginación, de ficción y afirmó que la imaginación en nuestro contexto no está en crisis. La lectura, la imaginación y la narrativa de ficción se convierten, para algunas personas, en un escape de la realidad, según Alberto Fuguet, escritor chileno, quien precisa que, “la imaginación me ayuda a editar”. Explicó que escribir ficción le permite traducir un mundo muy cercano. Fuguet reconoce que hoy existe una nueva generación de lectores dispuestos a leerse libros de 600 páginas: “No le tienen miedo a leer y, sin embargo, no son unos intelectuales pedantes… es un público muy nuevo, no le tienen miedo a leer libros gordos”, esto muestra, según él, que el público actual pide mucha imaginación. Sobre la creación de ficción, Héctor Abad Faciolince explica: “Yo no logro escribir un tipo de fantasía en la que yo no creo”, para él es fundamental que el escritor parta de lo que le resulta creíble a sí mismo. Para él, escribir ficción es partir de cosas y situaciones, que en nuestro mundo son reales, pero que, puestas en otro contexto, no lo son. Comentó que sus principales recursos a la hora de crear son: la memoria, la experiencia y las cosas que le cuentan, pues considera que todas las personas tienen historias particulares, que resultan interesantes.

Las palabras y la imaginación están al alcance de todos, las herramientas digitales y la lectura alimentan el pensamiento. El lenguaje tiene poder de creación y también de destrucción.

Durante la Fiesta del Libro y la Cultura se llevó a cabo la presentación de 45 charlas, 2 500 talleres de promoción de lectura, 110 lanzamientos de libros, entre otras actividades. Foto: Yorley Ruiz.

El escritor y el lector en la era digital La imagen del escritor como aquel que escribe con pluma y vela de aceite antigua, ha pasado a la imagen de un solitario sentado frente un computador, con un café o en un café, con una libreta y libros. Para Alberto Fuget, las tecnologías han hecho que las cosas cambien más bien poco, pues ve que las personas siguen teniendo las aspiraciones de siempre: el gusto por mostrarse, ser conocido y conocer lo que otros hacen. Con este panorama reafirmó la importancia del libro: “hay tanta inmediatez que los libros son el gran oasis”, explicó que la generación milenial se cansa, cuando hay sobredosis de inmediatez y que entrar a un libro, a una historia, les permite ser dueños del tiempo. Para Gustavo Álvarez Gardeazábal, escritor colombiano, el papel sigue siendo de gran importancia, porque lo digital nunca podrá reemplazar al medio físico, en cuanto a plasmar ideas. “¿Dónde se guarda el recuerdo? Solo permanece en el papel. Seguimos tratando de recordar con él”, explicó. La tecnología ha cambiado las condiciones en que se escribe, pero hay hábitos y mañas que perviven. No tolerar escribir con gente cerca o al menos a cuatro puertas de distancia, es una de las “condiciones” que Leila Guerriero tiene a la hora de escribir: “Los escritores somos maniáticos”, explicó. Alberto Salcedo Ramos, un colombiano que

se prepara para escribir en la mañana, recién bañado y como si fuera a recibir una visita, considera que: “Escribir es un bicho muy tirano. Es aislante, estar hipersolitario, es enajenante”.

El escritor: un creador La trayectoria de los autores muestra que la escritura es un proceso, que la inspiración llega con trabajo arduo. Salcedo Ramos hizo hincapié en ello, para analizar parte de los fenómenos editoriales de hoy: “No hay gente con verdadera curiosidad para hacer reportería, sino que solo buscan ser sexys e interesantes. Es una escritura sin fondo, que simplemente busca ser parte de una moda”, explicó. La escritura de calidad no se vale de fórmulas, sino que, según Salcedo, cada uno va desarrollando a su ritmo el propio método que, a la larga, es lo único que se tendrá. También, insistió en la importancia de la soledad para el escritor: “Cada vez estamos hablando más mierda en público y dedicamos menos a quedarnos solos, a escribir sobre nuestras llagas”. Las palabras y la imaginación están al alcance de todos, las herramientas digitales y la lectura, alimentan el pensamiento. El lenguaje tiene poder de creación y también de destrucción. Permite materializar y evocar acciones, momentos, lugares, que dan paso a la creación de mundos posibles, incluso hoy, cuando la información nos agobia a diario.


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Semillas de esperanza

MENSAJES PARA IR A NUEVOS MUNDOS Sebastián Bedoya Gutiérrez / sebastian.bedoya@upb.edu.co Ana Isabel Gómez Molina / ana.gomezm@upb.edu.co

“Pocos eventos pueden decir que duran 10 años, pero la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín se puede enorgullecer, no solo cumplir una década de existencia, sino también de ser parte de un proyecto de ciudad”, así definió Amalia Londoño Duque, Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín, a la más reciente versión de la Fiesta del Libro y la Cultura, donde las artes y la literatura construyeron el mejor espacio para los saberes y la opinión, la formación de ciudadanos y la interacción con las letras. En el certamen, 14 ejes temáticos se dedicaron, no solo a la apreciación de la literatura de Colombia y el mundo, sino también, al entretenimiento de todos los públicos. Dadas las circunstancias de expectativa en torno al acuerdo de paz en La Habana, numerosos espacios de la Fiesta también sirvieron a la reflexión sobre el panorama nacional. Tras el referendo del pasado 2 de octubre y ante la incertidumbre política, social y económica que predomina en el país, las voces de otros mun-

dos, de los invitados a conversar en la Fiesta del Libro, nos sirven para analizar lo que sucede, a repensar nuestro papel en la consolidación de una “paz estable y duradera”. Como parte del cubrimiento especial realizado por Contexto, del más importante de los eventos del libro en Medellín durante 2016, compartimos un recuento gráfico de esas voces que nos muestran el poder que tiene la palabra; en este caso, para enfrentar con esperanza la construcción del futuro de nuestro país.

En la Fiesta del Libro y la Cultura se expresaron ideas sobre un país nuevo para todos: uno sin guerra con las FARC.

Infografía: Sebastián Bedoya, Ana Isabel Gómez; con fotografías de: Fiesta del Libro y la Cultura (Sergio Restrepo, Nicolás Castellanos, Jorge Giraldo, Emma Wills, Lucía González, David Escobar, Luis Fernando González y Adriana Valderrama), El Universal (Gustavo Duncan, Enrique Serrano), ABC (Waleed Saleh), Zona Cinco (Camilo Rozo), El Colombiano (Ana Cristina Restrepo), Bitácora (Ricardo Aricapa), Las Dos Orillas (Adriana Mejía), Semana (Francisco de Roux), Galería Política, (Jorge Melguizo), Una hora menos (Antonio Lozano).


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GRÁFICO

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De las movilizaciones tras el plebiscito

RETRATOS DE UNA SOLA VOZ Margarita Restrepo, Juan Guillermo Serna, Sara Vega Escobar periodico.contexto@upb.edu.co

Después de las votaciones para la refrendación de los acuerdos de paz con la guerrilla de las FARC en La Habana, el resultado electoral en el que, por un margen cercano a los 55 mil votos, se improbó el resultado de los diálogos entre el Gobierno y ese grupo armado ilegal; la movilización alentada por consensos entre quienes

estaban a favor del acuerdo e, incluso, algunos de quienes los habían rechazado, constituyó otro hito en la seguidilla de hechos inéditos en la historia de Colombia. Testimonio de cómo se vivieron esos episodios en Medellín.

Esta pancarta encabezaba la marcha que avanzaba por la avenida Oriental durante la noche del 7 de octubre. Foto: Juan Guillermo Serna.

Ropa blanca, flores y otros símbolos abundaron en el encuentro para la marcha días después del plebiscito. Foto: Margarita Restrepo.

Marcha del 7 de octubre avanzando desde San Juan hacia la avenida Oriental. Foto: Juan Guillermo Serna.

La penumbra de los edificios Vásquez y Carré, el blanco de los marchantes, constrastes de la marcha del 7 de octubre. Foto: Margarita Restrepo.

El 7 de octubre salieron a la calle numerosas reflexiones sobre lo que el plebiscito había enseñado. Foto: Juan Guillermo Serna.

Para muchos, la marcha del 7 de octubre fue el primer contacto directo con vítcimas que por años se han movilizado en favor de sus causas. Foto: Sara Vega Escobar.

Los acuerdos, el plebiscito, los resultados y las reacciones a ellos, pusieron los ojos del mundo en Colombia. Foto: Margarita Restrepo.

Para muchos, la marcha del 7 de octubre fue el primer contacto directo con vítcimas que por años se han movilizado en favor de sus causas. Foto: Sara Vega Escobar.


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